Navaja de Ockham

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Navaja de Ockham: qué es y cómo se utiliza en la investigación científica

Samuel Antonio Sánchez Amador


La navaja de Ockham o principio de parsimonia es un principio que prioriza las explicaciones
más sencillas de entre todas las posibles para explicar un suceso.
Parece simple, pero este concepto, acuñado ya en el siglo XVI, ha acompañado al razonamiento
humano desde hace cientos de años en ámbitos tan dispares como la medicina o la estadística,
pasando por la psicología, la biología y la música, entre otras disciplinas.
Aunque no lo parezca, las personas aplicamos el principio de parsimonia en casi todo momento
de forma inherente sin darnos cuenta. Por ejemplo, cuando una persona no se encuentra en el
hogar al levantarnos, pensamos que habrá salido a comprar algo, en vez de divagar sobre si ha
viajado a otro país en busca de una nueva vida.
Por mucho que requiera de un ejercicio de abstracción y de observar al término “fuera de sí
mismo”, podemos ver que la navaja de Ockham, o mejor dicho, la simplificación del pensamiento,
es una característica que define al ser humano en muchos momentos. Si quieres saber más sobre
este fascinante tema, continúa leyendo.
La navaja de Ockham: simplificando la realidad
Guillermo de Ockham fue un filósofo escolástico pionero que vivió de 1286 a 1347. Para
ahorrarnos una lección de historia, nos limitaremos a decir que en esta época los pensamientos
de la Antigua Grecia habían sido recuperados a través de Al Andalus (España), lo que influyó a
diversos pensadores y filósofos en su postulación de métodos y teorías.
Además de la regla de oro de la navaja de Ockham o principio de parsimonia, que es que la
explicación más sencilla suele ser la más probable, Guillermo de Ockham también se regía por
cuatro férreos dogmas en sus trabajos:
• Es fútil hacer algo con más cuándo puede realizarse con menos.

• Cuando una proposición se hace cierta para dos hechos, asumir un tercero es superfluo.

• La pluralidad no debe ser asumida sin necesidad.

• La pluralidad no puede ser asumida a menos que sea probada por la razón, la experiencia
o una autoridad infalible.
Aunque te hayamos presentado estos principios como una rudimentaria traducción del latín, la
idea general queda clara. Según el principio de parsimonia, en la mayoría de los casos menos es
más. Es necesario destacar que, aún así, esta postulación no defiende a capa y espada que la
hipótesis más sencilla tenga que ser la cierta en todos los casos. Más bien, defiende que esta es
la más probable y que entre un conjunto de teorías para explicar un hecho, el mejor punto de
partida es la más sencilla de todas.
Ejemplos de su aplicación en las ciencias
A pesar de que este principio metodológico pueda ser muy útil para asentar las bases sobre las
que construir el conocimiento, está claro que no es infalible. Diversas fuentes lo refutan, pues
por obvio que pueda parecer, a veces la realidad no puede reducirse simplemente a los procesos
más simples. A continuación puedes ver ejemplos del uso de la navaja de Ockham en diversos
ámbitos.
1. Parsimonia y evolución
En el mundo de la filogenética (la rama de la ciencia que se encarga de explorar las relaciones
entre las especies y taxones de seres vivos) el principio de parsimonia es ampliamente utilizado.
A la hora de realizar árboles filogenéticos, es decir, detectar los ancestros y la ramificación de las
especies a partir de ellos, en la mayoría de los casos la mejor hipótesis es aquella que requiere
menos cambios evolutivos. Pongamos un ejemplo:
Si nos fijamos en los insectos y la presencia o ausencia de alas en los distintos taxones, podemos
divagar sobre diversos mecanismos evolutivos que explican esta diferencia. Dos de ellos podrían
ser los siguientes:
El primero es que ancestro común para todos ellos tenía alas. Los fósiles muestran que en cierto
momento evolutivo los insectos las perdieron, por lo tanto, en algún momento ciertos taxones
volvieron a recuperarlas. Esto implicaría tres pasos (alas-no alas-alas otra vez).
El segundo es que el ancestro común para todos ellos no tenía alas. Los fósiles muestran que en
cierto momento ningún insecto era alado, pero a lo largo de la historia evolutiva, algunos las
desarrollaron a partir de estructuras primarias. Esto implicaría dos pasos (alas- no alas).
Según el principio de parsimonia o navaja de Ockham, la segunda opción es la más probable,
pues requiere un menor número de pasos para explicar la situación evolutiva actual. Desde
luego, estas postulaciones son meramente especulativas para explicar el principio aquí expuesto
y en ningún momento se ajustan a la realidad. Simplemente tratamos de simplificar la
complejidad que este método encierra.

2. La navaja y el creacionismo
Al igual que este principio ha sido utilizado ampliamente para generar árboles evolutivos, las
ramas de pensamiento creacionistas, históricamente, se han apropiado de él para refutar la
selección natural postulada por Darwin.
Al fin y al cabo, según diversos teólogos, suponer la existencia de una fuerza omnipotente
creadora de un todo es una explicación más sencilla que tratar de comprender una fuerza de
selección biológica que modula la adaptación de todos los seres vivos a lo largo de los siglos.
En contrapunto a este pensamiento, el zoólogo Richard Dawkins postula que si el universo ha
sido creado por un Dios, este debe de ser explicado también. Una entidad capaz de crear el
universo debe de ser infinitamente más compleja que el propio universo en sí mismo, por lo
tanto, explicar esta misma es una tarea muchísimo más difícil que comprender el origen de la
vida sin su intervención. Esto, como habréis podido adivinar, violaría el principio de parsimonia.

3. Parsimonia y química
En química, el principio de parsimonia puede aplicarse al tener en cuenta que la «ruta
metabólica» mínima entre los compuestos precursores y los productos de una reacción sea la
más probable para la obtención de dichos productos.
Este principio puede ser interpretado en lugares tan rocambolescos como la industria de los
compuestos químicos. Por ejemplo, a un fabricante de pinturas, le interesa más seguir el número
mínimo de pasos necesarios para obtener un color concreto, pues esto abarata costes, tiempo y
mano de obra.
Aún así, es necesario reconocer que para nada la navaja de Ockham se aplica a muchas rutas
químicas fisiológicas, pues la obtención de muchos compuestos en el cuerpo humano y el medio
ambiente pueden manifestarse en diferentes rutas. Por ejemplo, la síntesis de algunos
compuestos de boro muestran, al menos, tres rutas químicas diferentes con el mismo fin. Esta
realidad atenta contra el principio de parsimonia, pues en este caso una explicación más
compleja domina el conjunto de reacciones.

4. La navaja en psicología y medicina


De nuevo, este principio reduccionista puede ser aplicado, con cautela, en ámbitos psicológicos
y médicos. En psicología, esta metodología se utiliza frecuentemente para optar por la
descripción más sencilla de los procesos subyacentes a una tarea.
Aún así, hay que tener cuidado, pues la falta de conocimiento sobre los mecanismos y la falta de
criterio objetivo sobre por qué un pensamiento es más simple que otro pueden brindar un
enfoque intuitivo y sesgado de la materia.
En medicina, la navaja se utiliza en un procedimiento heurístico, es decir, que los médicos y
profesionales deben de explicar de la forma más sencilla los síntomas del paciente y lograr así
un razonamiento clínico bajo las bases de la heurística (cosas concretas).

Conclusiones
Como hemos podido observar, ,la navaja de Ockham o el principio de parsimonia es un principio
que lleva acompañándonos durante cientos de años para la simplificación del tremendamente
complejo mundo que nos rodea. Para entender, en muchos casos, reducir es el primer paso, a
pesar de que en este proceso omitamos información esencial. No se puede comenzar a construir
una casa por el tejado, ¿verdad?
Aún así, a pesar de todas los usos que hemos visto para el mismo, este principio no puede
explicar, ni mucho menos, todos los sucesos que se dan en la Tierra. La complejidad también es
a su modo la base de la sociedad moderna, por lo tanto, no todo se reduce a “una única y sencilla
explicación”.

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