Texto Argumentativo Susana Cordoba

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Los refranes como radiografía de la sociedad machista colombiana

Resumen: Los refranes constituyen parte importante del tejido social, que, de la mano de
un discurso con características propias, se inscribe dentro de las narrativas populares a
causa de su trasmisión generacional de amplia tradición oral. Dada su capacidad de
divulgación que trasciende los tiempos, los refranes o dichos populares han cumplido un rol
determinante cuando se trata de fomentar, legitimar o aceptar ciertas actitudes o valores.
Uno de dichos tópicos se centra en la violencia de género. El propósito de este texto es
argumentar que la idiosincrasia colombiana fomenta, legitima y acepta el machismo y la
violencia hacia la mujer a través de los refranes. Para ello se analizaron una serie de
artículos que estudian a los adagios como una forma de discriminación y desprecio ejercida
en contra del género femenino. Los resultados indicaron que en Colombia los refranes son
un mecanismo de transmisión de la violencia contra la mujer.

Palabras clave: refranes, machismo, violencia, mujeres.

“Mujer al volante, peligro constante”, es uno de los múltiples refranes que forman
parte del lenguaje coloquial de la cultura colombiana; se utilizan y se repiten de forma
continua y prácticamente inconsciente. La violencia hacia el género femenino ha sido
considerada como el acto de violentar la integridad física o intelectual de las mujeres. No
obstante, hay muchas formas de violencia que no son vistosas y que pueden pasar por
desapercibidas. Con esto en mente, se sostiene que la idiosincrasia colombiana fomenta,
legitima y acepta el machismo y la violencia hacia la mujer a través de los refranes.

En Colombia, los efectos de una cultura machista muestran que las mujeres han sido
discriminadas de múltiples formas, entre las que se inscriben aquellas propias del discurso
oral o escrito y que se vehiculizan a través de los refranes. Según Gándara (2004) citado
por Tolton (2013), los refranes son una manera de proteger la responsabilidad del
interlocutor a través de una voz que pareciera pertenecer a todos, pero a la vez a nadie. Así,
sentencias como “a mula que otro amansase algún resabio le queda” y “nunca te cases con
viuda, porque mula que otra amansa, siempre sale jetidura”, “reflejan la dependencia y la
“No tiene talento, pero es muy buena moza”

maleabilidad del carácter de la mujer en relación con la educación de pareja que le dé el


hombre” (Cabrera, Pacheco y González, 2013, p.6). Al respecto, este tipo de adagios con
frecuencia reproducidos entre colombianos, no reflejan el sentido de equidad ni contribuyen
a la aceptación formal de la igualdad entre mujeres y hombres, y, por ende, legitiman la
jerarquía del poder histórico del género masculino. 

La literatura oral tradicional y los refranes hacen parte de la cultura popular


colombiana. Según Fernández Poncela (1996) los refranes son mensajes que transmiten un
saber y una tradición popular y condensan normas de conducta, enseñanzas, ideas,
consejos, entre otros. En Colombia, persiste el uso y repetición de refranes en los que se
acepta el machismo porque aluden “directamente a la situación de subordinación de la
mujer, explicitando su condición de inferioridad” (Cabrera et al., 2013, p.5). Por ejemplo,
“una mujer sin cachos es como un jardín sin flores”, “la mujer y la sardina en la cocina”
son algunos adagios comúnmente reproducidos en los que se tolera el principio de
inferioridad de un sexo respecto a otro. Además, a través de los dichos populares y de sus
intencionalidades, es posible inferir que no solo se fomenta la subordinación de la mujer;
también se aceptan como válidos mensajes que legitiman la infidelidad y la falta de
oportunidades como aspectos inherentes a la perspectiva de género. Hombres y mujeres
parecieran tener derechos y deberes disímiles pese a su condición unificadora de ser
humano. Por ello, es preciso afirmar que este tipo de expresiones cotidianas “confirman el
sesgo subconsciente de que los hombres son intelectual, física y moralmente superiores a
las mujeres” (Santoyo, 2020, párr. 4).

En Colombia, los refranes reflejan las relaciones de poder asimétricas entre los
géneros, y son un medio a través del cual se legitima la violencia simbólica hacia la mujer.
Este tipo de violencia es un concepto planteado por el Bourdieu y Passeron, en el que el
dominador ejerce violencia indirecta en contra del dominado, que, al ser inconsciente de
dichas prácticas, se torna cómplice de la dominación a la que es sometido (Peña, 2009). Por
ejemplo, el refrán “no hubiera malos hombres si no hubiera malas mujeres”, justifica las
actitudes negativas de los hombres por medio del comportamiento de las mujeres,
inculpándolas por las equivocaciones masculinas. Lo anterior es el reflejo de una creencia
arraigada en el país, una constante en la cultura machista que asigna culpas y
“No tiene talento, pero es muy buena moza”

responsabilidades que datan del Génesis de la Biblia, en especial cuando Adán justifica su
pecado al afirmar ante Dios que había sido “la mujer que me diste”, la culpable de su error.
Según Ordoñez (2017) en Colombia es común que se justifiquen los feminicidios y actos
violentos en contra de las mujeres, incluso los cubrimientos periodísticos desvían los
delitos y fijan la atención en la mujer y en su conducta o comportamiento en una clara
revictimización. Como ejemplo se presenta el refrán “las mujeres y el vino hacen errar el
camino”, en donde aparece la mujer como la causante de la desviación de una conducta
moral de los hombres. El desprecio contra la mujer está presente en las prácticas y
comportamientos sociales cotidianos, y a través de las expresiones verbales del discurso
popular se legitima la violencia simbólica, pues se da prevalencia a las visiones machistas y
androcentristas, escenario donde la mujer es vista como un ser subalterno, subordinado,
débil, dependiente y responsable de las desviaciones de la conducta de los hombres. 

Los refranes forman parte importante de la idiosincrasia y la cultura. Su carácter


moralista y su rápida difusión le han significado un lugar destacado dentro de la sociedad
colombiana por décadas, y por ello, forman parte del discurso coloquial cotidiano. Sin
embargo, en Colombia y en algunos países de la cultura occidental, promueven la
inequidad de género. De acuerdo con Berger y Luckmann (1986) citados por Fernández
Poncela (s,f.), la repetición de un mismo mensaje, de forma similar o diferente, pero de
manera reiterada y con la espontaneidad y ligereza con que se expresa, contribuye a su
objetivación. En efecto, los dichos populares se configuran como creencia verdadera,
penetran en la mente de las personas y se reproducen en los colectivos sociales. Para nadie
es un secreto que las palabras encierran un poder persuasivo y logran violentar la mente de
sus interlocutores afectando su imaginación y la naturalización del contexto pragmático.
Los adagios que manifiestan violencia de género dan por válido cualquier sentencia contra
la mujer con un mensaje aceptado culturalmente por todos y cuestionado en silencio por
algunos. Según Fernández Poncela (1996)

A través de estos mensajes, totalmente intencionados -aunque reproducidos a veces


inconscientemente-, no sólo recibimos la herencia de la "tradición cultural"
eminentemente sexista que justifica y legitima la subordinación de la mujer a través
de su desvalorización y peligrosidad, entre el desprecio y el temor de los hombres;
“No tiene talento, pero es muy buena moza”

sino también cierta "racionalidad" del modelo cultural dominante, a modo de


advertencia, experiencia o consejo, respecto de cómo son y cómo deben ser tratadas
las mujeres, con un estilo eminentemente imperativo. (p.61)

De modo que, refranes como, “para el hombre la plaza, para la mujer la casa”, “la mujer
soltera, fina y curiosa, la casada; gorda y asquerosa”, normalizan y naturalizan la
desigualdad de género. Al respecto, Guzmán (2002) citado por Tolton (2013) sostiene que
los adagios son una manera aceptada de hablar, a pesar de su carácter machista.

Los refranes son una forma de violencia sutil, y persisten en una sociedad avanzada
en información, pero atrasada en discursos, narrativas sociales y prácticas cotidianas
(Fernández Poncela, 2008). En efecto, en la idiosincrasia colombiana, los dichos populares
surgen como una forma legítima de violentar el género femenino, pues forman parte de una
tradicional oral cultural en la que las mujeres aceptan dichos mensajes sin cuestionamiento
alguno. Sin embargo, aunque por décadas los adagios han formado parte de la historia
cotidiana con un mensaje moralista impregnado de “sabiduría popular”, en la actualidad
han perdido vigencia, y su transmisión y reproducción está en declive. Una parte de la
sociedad que reclama por la igualdad de género ha empezado a cuestionar y desestimar este
tipo de expresiones, aunque se niegan a desaparecer a causa de la cultura machista que aún
prevalece en el contexto colombiano. Por ende, “si bien ciertamente los refranes, o algunos
refranes, no son tan utilizados como en otros tiempos, todavía varios de ellos siguen
vigentes en ciertos ámbitos, como muestran estudios de recepción hechos en la actualidad”
(Fernández Poncela, 2008). Por lo tanto, estas expresiones confirman, soportan e incluso
refuerzan el sesgo que se tiene sobre la debilidad intelectual y física del género femenino, y
constituyen una forma de violencia clásica en contra de la integridad de las mujeres.

Una perspectiva diacrónica sobre el uso de adagios populares como parte del discurso
cotidiano muestra que la idiosincrasia colombiana acepta y legitima la jerarquía de poder
del género masculino a través de la repetición y perpetuación de los refranes. En la
actualidad, “la tecnología marca el pulso de las nuevas maneras de comunicarse y, en
consecuencia, de la aparición de nuevos términos” (Arrastia, 2018, párr.1). Así, en un
mundo tan globalizado e inmediatista en donde se presenta una necesidad de estar en
“No tiene talento, pero es muy buena moza”

comunicación con el resto del mundo, las redes sociales y las plataformas como Instagram,
YouTube y Twitter, son medios a través de los cuales se fomenta el machismo de forma
más drástica que a través de los refranes. Dada su capacidad de difusión, los mensajes que
circundan en las redes sociales tan solo tardan unas horas en ser reproducidos de forma
multitudinaria. Suelen atrapar con sus mensajes a los más incautos, quienes dan por válido
todo lo que se inscribe dentro de la realidad virtual. Visto de esta forma, las redes sociales
poseen mayor poder de trasmisión y logran ser más contundentes. Pese a ello, los refranes
aún forman parte de la literatura oral tradicional, la cual a su vez está inmersa en la cultura
popular que a su vez es una realidad viva y dinámica (Fernández Poncela, 1996). Por ende,
la vigencia de los refranes se da hoy en día en varios contextos, a través de los medios de
comunicación, de la publicidad, en las redes sociales y en las diversas plataformas de
Internet. Incluso, hay “refranes creados en un pasado cercano” (Fernández Poncela, 2012,
párr. 17), por ejemplo, “esposa con blog no hace comida”, que reflejan cómo la
idiosincrasia machista colombiana actualiza los refranes para el contexto de hoy, y perpetúa
la legitimación de la violencia en contra de la mujer y la superioridad del género masculino.
(Contrargumento 1)

Dentro del contexto social inmediato, la violencia hacia la mujer se legitima a través
de la tradición cultural machista colombiana en donde el uso de los refranes es una forma
de aceptación formal de la superioridad de los hombres. No obstante, según Palacios (s.f,
citada en NTR, 2016), el lenguaje evoluciona y todas las poblaciones adaptan sus
necesidades comunicativas; por lo tanto, los refranes están en desuso y no están realmente
presentes en hablantes adultos y jóvenes, pues se han modificado algunas prácticas
comunicativas. Es así como se ha disminuido en gran medida su utilización, y no resultan
vigentes respecto a otras expresiones contemporáneas modernas. Sin embargo, los refranes
no envejecen; se replican con un lenguaje actualizado (Fernández Poncela 2002, citado por
Fernández Poncela, 2012). Incluso, como se mantienen “vivos en nuestras hablas cotidianas
y populares, continúan propagando un modelo y un marco cognitivo que ha dejado de estar
vigente desde una perspectiva racional y civil” (Martínez, 2001, citado por Tolton, 2013,
p.312). En consecuencia, la superficialidad y espontaneidad de las prácticas comunicativas
actuales, por medio de refranes “actualizados” dan cuenta “de la concepción negativa de las
“No tiene talento, pero es muy buena moza”

mujeres que domina en la cultura popular en general” (Fernández Poncela, 2001), y que se
perpetúa con un disfraz de parodia, a través de las mismas mujeres. (Contrargumento 2)

En conclusión, la idiosincrasia colombiana ha legitimado el uso de los refranes


como una forma de violencia en contra de las mujeres. Dentro del contexto cultural, la
repetición de estos dichos populares fomenta el machismo y constituye una clara
manifestación de la aceptada y poco cuestionada posición subordinada de la mujer. En
adición, los adagios y su mensaje discriminatorio que se asume entre lo paródico y lo veraz
naturaliza la violencia hacia el género femenino, pues son una forma de proteger la
responsabilidad de la voz que los anuncia. Por último, los refranes son una forma de
aceptación del machismo, una manera de perpetuar la jerarquía social sin cuestionamientos;
una dinámica discursiva cargada de violencia que debería desparecer en sociedades
culturalmente más racionales, avanzadas y que anhelan la igualdad, el respeto y la
valoración por el otro, un ser humano llamado hombre o mujer.
“No tiene talento, pero es muy buena moza”

REFERENCIAS

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