Omar Corrado - Buenos Aires Musical, 1952 Conceptos y Debates Sobre Música Argentina, Una Vez Más

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Buenos Aires Musical, 1952:

conceptos y debates sobre música


argentina, una vez más

Omar Corrado*

Resumen

El periódico Buenos Aires Musical, espacio de información y de crítica musical relevante para un
amplio sector de lectores interesados por la actualidad de la música culta local e internacional, celebró
en su edición del 2 de mayo de 1952 sus siete años de existencia con un número especial dedicado
íntegramente a la música argentina. El propósito de esa entrega fue el de trazar un estado de situación
de la producción local, un balance de logros y perspectivas, problemáticas y desafíos, verbalizados por
un conjunto de compositores y críticos convocados para la ocasión. El presente trabajo analiza ese
cuerpo textual, las líneas conceptuales que lo atraviesan en relación con el posicionamiento de los
actores y el contexto histórico, ideológico y cultural en la Argentina de mediados del siglo XX. Se
intenta así reconstituir el universo de lo que el discurso diseña como “música argentina”, así como los
debates que se suscitaron en torno de las músicas “nacionales”, de los nuevos lenguajes y de los
problemas de evaluación estética.
Palabras clave: prensa musical, música argentina, peronismo.

Buenos Aires Musical, 1952:


concepts and debates over Argentine music, once again

Abstract

The newspaper Buenos Aires Musical, a space for information and musical critique relevant to a
wide range of readers interested in local and international music, celebrated its seven years of existence
with a special issue devoted entirely to Argentine music on May 2, 1952. The purpose of this edition
was to assess local production and attempt to establish a balance of achievements and perspectives,
problems and challenges, verbalized by a group of composers and critics called upon for the occasion.
The present paper analyzes those texts through its main conceptual lines in relation to the positioning

* Doctor en Historia de la Música y Musicología por la Universidad de París IV-Sorbona. Miembro


de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes (Argentina). Profesor titular regular en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Música e Investigación 27 (2019), 41-69. ISSN 0329-224X


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of musicians and the historical, ideological and cultural context of Argentina in the mid-twentieth
century. The aims is thus to reconstuct the universe of what discourse understands by “Argentine music”
as well as the debates concerning “national” musics, new languages and problems of aesthetic evaluation.
Keywords: music press, Argentine music, Peronism.

El periódico quincenal Buenos Aires Musical, fundado en 1945, constituyó un


espacio de información y de crítica musical relevante para un amplio sector de
lectores interesados por la actualidad de la música culta local e internacional de la
época. La edición del 2 de mayo de 1952 celebró sus siete años de existencia con
un número especial dedicado a la música argentina, tema que, como señala
acertadamente su director Enzo Valenti Ferro, estuvo presente desde los comienzos
como una de las preocupaciones permanentes de la publicación. El propósito de
esa entrega fue el de trazar un estado de situación de la música argentina, un
balance de sus logros y perspectivas, problemáticas y desafíos, verbalizados por un
conjunto representativo de compositores y críticos convocados para la ocasión.1
Resulta difícil no recordar otras empresas similares a lo largo de la historia musical
argentina, en particular, la célebre encuesta realizada por la revista Nosotros en
1918.2 En este caso, no se trató ya de un cuestionario aplicado de manera uniforme
sino de una invitación a reflexionar sobre distintos aspectos del quehacer musical
local, cada uno de los cuales habría sido distribuido por la dirección a cada
colaborador según su especialidad, actividad o intereses. Esto no se explicita pero
se deduce de indicios que proporcionan los mismos autores, quienes, por otra
parte, no siempre obedecen a los recortes temáticos propuestos.

El contenido del número quedó conformado de la siguiente manera:


Carlos Suffern: “¿Existe la música argentina?” (p. 1);
Alberto Ginastera: “El compositor argentino y la música atonal” (p. 1);
Enzo Valenti Ferro: “Buenos Aires Musical y la Música Argentina” (p. 1);
Pedro Valenti Costa: “En torno a la Polifonía Vocal” (p. 2);
Héctor Iglesias Villoud: “origen de la música popular argentina” (p. 2);
Rodolfo Arizaga: “Relaciones del público y la Música Argentina” (p. 3);
Roberto Caamaño: “El problema artístico y el práctico” (p. 4);
Felipe Boero: “El teatro lírico nacional” (p. 4);

1
Una primera aproximación a este conjunto de textos puede leerse en Albino (2018). Para nuestro
trabajo, consultamos los ejemplares de Buenos Aires Musical correspondientes a 1952 en la
Biblioteca del Teatro Colón.
2
“La música y nuestro folklore”, Nosotros 108, 109 y 110, abril, mayo, junio 1918.
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Anónimo: “La música argentina en el extranjero” (p. 4);


Roberto García Morillo: “Tendencias estéticas de la música argentina” (p. 5);
Floro Ugarte: “La evolución de la Música en la Argentina” (p. 6);
Daniel Devoto: “La Música Argentina y la Música” (p. 6);
Isidro B. Maiztegui: “Problemática del compositor argentino” (p. 7);
Juan Carlos Paz: “Música argentina – 1952” (p. 7);
Juan Francisco Giacobbe: “La enseñanza de la composición” (p. 8);
Ricardo Turró: “Pseudo-reflexiones sobre nuestra música y nuestros
intérpretes” (p. 8);
Luis Gianneo: “Posibilidades que ofrece el folklore como elemento de
orientación” (p. 9);
Jorge D´Urbano: “La Música Argentina y la Crítica” (p. 9).3

En la portada se aclara que fueron convocados, asimismo, los compositores


José María y Washington Castro, quienes declinaron la invitación. El número se
completa con un artículo de Luigi Pestalozza sobre el estreno de la ópera
Proserpina y el extranjero de Juan José Castro en La Scala de Milán y otro de René
Dumesnil sobre una ópera inédita de Georges Bizet. Además de fotografías de
los compositores argentinos que participan, se incluyen también las de Alberto
Williams, Ernesto Drangosch y Carlos López Buchardo.
En el análisis de este material resulta imprescindible, en principio, organizar
el universo discursivo producido por los actores según sus diferentes ubicaciones
en el plano generacional, institucional, profesional y creativo. Como formulara
Teun A. van Dijk (1999), el análisis crítico del discurso tiene en cuenta los
vínculos micro/macro que se establecen entre los individuos y los grupos que
integran o con los cuales interactúan. Intervienen allí los roles comunicativos e
institucionales que desempeñan, las estructuras e interacciones sociales y su
repercusión en el discurso, en las que se manifiesta el conocimiento, el status, las
mentalidades, las actitudes, los objetivos, los valores y la ideología tanto personales
como compartidas con sus formaciones de pertenencia, que son a la vez
“comunidades de prácticas y comunidades de discurso” (van Dijk, 2005: 15). En
lo discursivo como modo de acción y práctica social se deciden situaciones
múltiples, en las que se incluye el género discursivo y sus formas, los actos de
habla, los temas o “macroestructuras semánticas” (van Dijk, 1999: 28; 2005: 22)
pertinentes, inscriptos en el contexto, entendido este como “construcción
3
Las mayúsculas en los títulos son las que figuran en el texto. En referencias ulteriores a estos
artículos, remitimos al lector a los números de página consignados aquí.
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subjetiva de las propiedades de la situación social que son relevantes para el


discurso en marcha” (van Dijk, 1999: 30).
Se trata entonces de describir las condiciones de producción del discurso, “las
operaciones por las cuales la (o las) materias significantes que componen el
paquete textual analizado han sido investidas de sentido” (Verón, 1993: 18). Así,
cada uno de los articulistas constituye una unidad en la que convergen su
individualidad y las relaciones que articula con diferentes sistemas, por lo cual
resulta imprescindible organizar el conjunto según distintas perspectivas.
Un primer agrupamiento de los participantes se basa en sus edades: cubren
un amplio rango que va de los 26 a los 68 años al momento de la aparición del
dossier. Sin pretender ningún rigor en la clasificación generacional –desacreditada
en la actualidad, por lo demás–, podríamos proponer los siguientes conjuntos, en
cuya constitución prevalece la cronología, sin desdeñar las condiciones
socioculturales compartidas, sus implicancias en las prácticas musicales, la
autoridad que las trayectorias personales imprimen a lo que se dice y la historia
de acuerdos y discrepancias que protagonizaron a través del tiempo. Al primero
de ellos pertenecerían Boero, Ugarte (ambos nacidos en 1884), Paz y Gianneo
(1897). Lo seguiría el integrado por Suffern, Valenti Costa y Maiztegui, todos
de 1905, que funcionaría como transición hacia el numeroso colectivo en el que
participan García Morillo, Giacobbe, Valenti Ferro (todos de 1911), Iglesias
Villoud (1913), Turró (1915), Ginastera y Devoto (1916) y D´Urbano (1917).
Caamaño (1923) y Arizaga (1926) completarían el cuadro.
otro factor que se debe considerar consiste en las actuaciones de cada uno de
ellos en el campo institucional. Desempeñaban cargos jerárquicos en organismos
oficiales, en ese momento: Giacobbe, Director del Conservatorio Nacional de Música
y Arte Escénico; Suffern, Director de Música y Danza de la Dirección Nacional de
Cultura; Valenti Costa, Director del Teatro Colón; y Ginastera, Director del
Conservatorio de Música y Arte Escénico de la Provincia de Buenos Aires. Algunos
de ellos, y varios otros, habían cumplido funciones de importancia comparable en
instituciones similares en años anteriores. La ocupación de cargos de esta magnitud
supuso casi invariablemente afinidades con los gobiernos de turno y lo ocurrido en
este no fue una excepción: la adhesión fue por lo general una exigencia ineludible.4
4
Como ejemplos explícitos de sintonía con el gobierno de algunos de estos autores podemos
mencionar poemas de Giacobbe como Eva Perón (Giacobbe, 1954) y las declaraciones de apoyo
de Valenti Costa al Segundo Plan Quinquenal en la entrevista que le realizara Democracia para
el ciclo “El Plan Quinquenal y nosotros”, dedicado en esta ocasión a “Los músicos” (Democracia,
10-3-1953, p. 8). Ginastera tuvo en cambio una relación más compleja, articulada y
contradictoria con el peronismo.
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En cuanto a las instituciones no oficiales, la más notoria es la Agrupación Nueva


Música, vértice de las tendencias vanguardistas desde 1944, creada y liderada por Paz,
en la que militaba Devoto. Tanto Paz como Gianneo habían compartido una
experiencia previa en el campo de la modernidad como integrantes del Grupo
Renovación, activo entre 1929 y 1944. Un último conjunto está representado por el
periodismo, en particular, la crítica musical, ejercida entonces en los grandes medios
por García Morillo (La Nación), D´Urbano (Crítica), Arizaga (Clarín); en el ámbito
especializado, Valenti Ferro (Buenos Aires Musical), además de los comentarios y
críticas, sobre todo discográficas, de Ricardo Turró en diversas publicaciones.
En lo que hace a las prácticas profesionales, se constata que la gran mayoría
de los autores eran compositores, si bien con muy dispar dedicación y diferentes
niveles de circulación, proyección internacional y evaluación de su obra en la
época. Las excepciones son D´Urbano, Turró y Valenti Ferro, concentrados solo
en el periodismo. En el caso de los compositores, es frecuente el desarrollo
simultáneo de otras actividades. Así, García Morillo y Arizaga ejercen la crítica;
Gianneo, Caamaño y Valenti Costa son intérpretes; García Morillo, Paz y Devoto,
escritores. Casi todos se desempeñan como docentes, en instituciones públicas,
privadas o como profesores particulares. En este conjunto se destaca la figura de
Devoto, por su formación universitaria: había obtenido su Doctorado en
Literatura y Filosofía por la Universidad de Buenos Aires el año anterior y ocupado
diversas cátedras en universidades argentinas (Cámara, 1999).
Por último, dado que se trata en la mayoría de los casos, como decíamos, de
compositores, conviene considerar las afinidades y oposiciones que revela la propia
obra musical de cada uno de ellos. Este punto es central; podría considerarse
incluso que las verbalizaciones constituyen en varios de los protagonistas la punta
del iceberg de un pensamiento y una actividad creativa que condicionan y modulan
con fuerza el contenido y el tono de los discursos. Como uno de los ejes
persistentes en las discusiones sobre la música argentina se basa en el empleo o no
de referencias o de materiales folklóricos y populares locales, una primera
distribución descansa en esa variable. Aunque el tratamiento efectivo de esos
estratos no podría ser más disímil, recurrieron a ellos Boero, Ugarte, Giacobbe,
Gianneo, Valenti Costa y Ginastera. En las antípodas, Paz, Devoto, García Morillo,
Caamaño, Arizaga y Suffern nunca lo hicieron. No obstante, existe una zona de
intersección, conformada por los autores cuya obra recorre ambos territorios,
denominados entonces con frecuencia como nacionalismo y universalismo, con
todos los conflictos y ambigüedades consiguientes. Son ellos Giacobbe, Gianneo,
Ginastera y Valenti Costa. Finalmente, campea también en los pronunciamientos
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el problema de las técnicas y la dimensión histórica de los lenguajes, derivado por


un lado, parcialmente, de las configuraciones generacionales y por otra, de las
opciones individuales en el caso de estéticas contemporáneas diferenciadas y
simultáneas. En el primer caso, los extremos están representados por el verismo de
las óperas de Boero y el dodecafonismo considerablemente especulativo de Paz.
En el segundo, coexisten rastros de un impresionismo tardío con recursos
claramente neoclásicos y con soluciones atonales.
La conjunción y el modo de funcionamiento de estos cuatro factores incidirán
de diversas maneras sobre lo que los textos dicen, sugieren o presuponen. Así,
como ocurre en toda situación comunicativa, cada uno cuenta con sus capitales
como respaldo y factor de autoridad, se dirige en simultaneidad al grupo con el
que tiene afinidades y a sus oponentes, al mundo de sus colegas y luego al lector
general.

1) El mapeo taxonómico de García Morillo

La exposición más exhaustiva y desapasionada de las tendencias que ofrece el


panorama musical argentino es la propuesta por Roberto García Morillo, por lo
que resulta útil para iniciar este recorrido. Cada una de ellas es además
desmenuzada en sus variables internas, profusamente ilustradas por autores y
obras, por lo cual nos detendremos un momento en estas clasificaciones.
El “nacionalismo musical” incluye el “folklorismo literal” –del que no se
brindan ejemplos–, el folklore “con proceso de estilización y de creación personal”
(Williams), de “factura más moderna” (Ginastera), o de creación más libre
(Aguirre); el folklore “en moldes clásicos” (sonatas de Williams, André, Gianneo,
Drangosch, Juan José Castro) y la “evocación gauchesca libremente tratada”
(Berutti, López Buchardo, Boero, Ugarte). El autor agrega los casos que
tematizan la epopeya revolucionaria, en obras de Berutti, Espoile y Gaito.
El “indigenismo” aparece, en las obras, como “intento de estilización” (de
Rogatis, Iglesias Villoud, Gilardi), “impulso inicial o punto de partida” (Gaito,
Schiuma, Gianneo), “elaboración más avanzada” (Concierto aymará de Gianneo)
o, más específicamente, como “incaísmo”.
otras categorías presentan menos bifurcaciones: identifica el “porteñismo” en
obras de Juan José Castro y Ugarte, el “cancionero infantil” en Gianneo y Ginastera
y la “música religiosa”, puente entre nacionalismo y universalismo, en Gaito, Gilardi,
André y Giacobbe. El “impresionismo” se manifiesta en Williams, Luzzatti y
Troiani, mientras que el expresionismo lo hace en Suffern y Lamuraglia. El “jazz y
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maquinismo” –poco practicados, aclara– se observa en la música de Paz, Juan José


Castro, José María Castro y Maiztegui. El grupo de “neo-románticos” comprende
al primer Paz, José M. Castro y Ficher. Habría un “helenismo argentino” en piezas
de Berutti, Luzzatti y Boero, así como en la reciente Proserpina y el extranjero de
Juan José Castro. El “atonalismo” y el “dodecafonismo” son las disciplinas
practicadas por Paz y Gielen; el “constructivismo”, por Sergio de Castro. El cultivo
intensivo del contrapunto caracteriza a los “hindemithianos”, de los cuales el
ejemplo elegido es Guillermo Graetzer.
El “universalismo”, en cambio, se abre en las sub-categorías de academicismo
–del que no se proporcionan referencias–, verismo (Panizza), franckismo (el
Williams inicial, Jurafsky, Rodríguez) y exotismo (Panizza, Ugarte, Palma, Suffern).
El “neoclasicismo” sería una tendencia privilegiada por los compositores,
entre ellos, los integrantes del Grupo Renovación. El autor considera que fue una
herramienta “compatible con un determinado modo de encarar el folklorismo”.
Se subdivide en ravelismo, “stravinskismo apolíneo”, hispanismo e incluye
también la influencia del Grupo de los Seis.
La clasificación, como se ve, es ecléctica y poco sistemática –según nos
previene ya el propio autor– en lo referido a los criterios empleados para las
definiciones estilísticas: atienden alternativamente al origen del material, a las
fuentes literarias o extramusicales de inspiración, a técnicas compositivas o a la
recepción específica de determinados compositores europeos. El listado revela,
sin embargo, un buen conocimiento del repertorio y se muestra atento a la
diversidad de respuestas y a las flexiones internas de los lenguajes. Discreto, el
autor no menciona su propia producción musical.

2) Los ejes temáticos

Considerado en su totalidad, es posible reconocer en el universo discursivo


de este número de la revista un conjunto limitado de temas, con matices internos
en cuanto a los enfoques y los estilos de escritura.5 Si tenemos presentes la posición
y las condiciones de enunciación en que cada autor expone su pensamiento, antes
examinadas, descubriremos un entramado significativo de intenciones, conceptos
5
Para comprender las características de este entramado hemos optado por multiplicar las citas
directas de los autores, que se suceden así como fragmentos de una textualidad desarmada y
recompuesta. Si bien esta densa acumulación polifónica resulta incómoda para el lector, permite,
a nuestro juicio, conservar el tono, la textura, los recursos expresivos, retóricos y persuasivos
puestos en juego, medios por los cuales la forma modela el contenido y que se perderían si sólo
sintetizáramos los argumentos centrales.
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y estrategias puestos en juego al momento de situarse en el campo de fuerzas


establecido.

a) La marca diferencial/identitaria

Uno de los ejes temáticos vuelve a la transitada cuestión en torno de las


características distintivas de la música producida por nuestros compositores o,
dicho de otra manera, de lo argentino en la música argentina. En ningún
momento se define ni problematiza esa categoría, que recorre sin embargo los
discursos, desde los títulos mismos de los artículos. Las opiniones al respecto
pueden sintetizarse en dos grupos. El primero, reducido, afirma que lo nacional
reside en el uso del folklore argentino; para el segundo, es consecuencia del paisaje
y las constantes sociales que se manifiestan en la música.
Ugarte, el único de los autores que había participado en la mencionada
encuesta de Nosotros de 1918, es uno de los sostenedores de las músicas locales
como base de lo argentino, en sintonía con los ecos del llamado “primer
nacionalismo”, todavía cercano para su generación. Sin proporcionar nombres,
habla de compositores que

habiéndose iniciado muchos de ellos con obras fuertemente influidas por escuelas
y fórmulas europeas, se han acercado poco a poco a nuestro folklore, escribiendo
partituras de fuerte sabor autóctono, que forman ya una sólida base para el futuro
de nuestra música.

Luego de pasar revista a los componentes musicales y al proceso histórico de


conformación de las diferentes manifestaciones folklóricas en sus respectivos
contextos geográficos, Iglesias Villoud extiende su reflexión a la música académica
y afirma que

los compositores nacionales han bebido especialmente en la fuente arcaica del


pentatonismo indígena y en la de la música criolla más antigua. Allí han demostrado
sus preferencias, su saber y su empeño por crear una música culta de características
nuevas, que la distinga con matices propios en el concierto del arte universal.

Felipe Boero evalúa las posibilidades de un arte lírico nacional y las vicisitudes que
debe atravesar el compositor que a ello se dedique. Su propuesta resulta moderada
y abierta:
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Para crear un teatro lírico propio, hay que infundirle carácter. Con nuestro acervo
musical de fuente popular podemos dar nuevo interés a muchas leyendas y
episodios de la tierra (y esto no significa exclusión de otras inspiraciones), pero la
visión y la mano certera de un libretista, es indispensable.

Gianneo se pregunta por las posibilidades que brinda el folklore y si el compositor


debe recurrir a él para imprimir carácter a su obra. Responde a partir de su propia
trayectoria: en un primer momento, reconoce que utilizó el folklore con ese afán.
Lo abandonó luego porque entendió que “toda la frescura y la fuerza que
encierra la música popular se ablanda y envejece prematuramente cuando se lo
utiliza en la obra elaborada”. Los elementos más característicos del folklore, el
ritmo y la cadencia melódica, son “los más evidentes y por eso los más
manoseados”. Pueden considerarse como orientadores, porque otorgan un
carácter inconfundible, pero existe, a la vez, el riesgo de ser tomados como
sistema, lo que “nos encerraría en un ‘modo’ único y amanerado que ya puede
comprobarlo el que eche una mirada a casi toda la producción musical argentina
emparentada con el canto popular”. Como las grandes tendencias de la música
internacional, el folklore puede ser también “implacablemente absorbente”, ya
que “es una fuerza viva que también puede anular a los que se le arriman
demasiado”.
El mismo Gianneo propone una transición entre la marca local derivada del
folklore y otra, más general, de las circunstancias vitales del compositor. Entiende
las expresiones folklóricas y populares como consecuencia del paisaje y las
condiciones de vida que modelan el perfil de la producción musical en distintos
ámbitos, “manifestaciones espontáneas, intuitivas, de lo que el ambiente le
sugiere”. Luego de haberlo utilizado en una primera época comprendió, confiesa,
que no era el folklore lo que debía guiarlo, “sino que la expresión de la tierra
debía nacer en mí de la misma manera que había nutrido a la intuición popular,
es decir al contacto con la Naturaleza”. Como ejemplo de la jerarquía otorgada
al contexto, al “ambiente” en la definición identitaria, concluye: “Fauré, Debussy
y Ravel, no obstante el evidente propósito de ser ‘músicos franceses’, no perdieron
el tiempo buscando elementos en el folklore; sin embargo no podríamos imaginar
una música más francesa que la que ellos escribieron”. Su aproximación parece
así mediada por la experiencia de la modernidad de los años 1920-1930, de la
que participara.
Un segundo grupo de autores optan decididamente por considerar que lo
argentino aparecerá de todas maneras porque el contexto, el paisaje, la
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conformación social imprimen de manera inevitable su impronta en las obras


musicales. Suffern acepta pensar lo argentino como “ciertas características
generales que se conjugan en un campo de afinidades y correspondencias,
caracterizadas, del sentir, del pensar, del cohabitar colectivos que son los que
determinan los ‘modos’ sociales”, expresadas en “constantes” a partir de las cuales
“puede hablarse de una ‘escuela musical argentina’ que las traduzca”. Entiende
por escuela “la reiteración jerarquizada de maneras específicas de hacer”. Caamaño
rechaza “determinarse conscientemente a escribir en ese manido lenguaje
pseudoargentino de horizonte corto y precio bajo” y propone no preocuparse de
que la obra suene “dentro de cualquier estética o sistema, argentino o senegalés”.
Para evitar malentendidos, agrega enseguida:

Aclararé algo, no sea que se escandalicen los ‘folkloristas’. Líbreme Dios de faltar
al respeto y amor que merece nuestro acervo nativo, pero líbreme también de
creerlo más rico de lo que en verdad es, y de caer en la tentación de ponerle
camisa y cuello duro y presentarlo en sociedad tal como vino al mundo. ¿Qué
importa más: la personalidad de un compositor nacido y enteramente formado
en nuestros medios, que traduce su sentir y su pensar musical como inconsciente
consecuencia de su origen, educación y su vida toda en un ambiente que puede
ser cosmopolita; o la música de aquel otro, que de acuerdo a ciertos ritmos y
fórmulas establecidas ‘a priori’ sonará con un olorcillo artificial a un sector de
nuestro campo, sin reflejar en su íntima esencia la compleja y heterogénea unidad
(valga el contrasentido) que constituye el carácter argentino, aún no
definitivamente plasmado?

Una dirección afín, aunque partiendo de otros supuestos, como veremos más
adelante, adopta Ginastera:

Todo creador verdadero, una vez que ha asimilado la técnica y se ha olvidado de


las teorías, debe adentrarse en las profundidades de su espíritu a fin de encontrar
allí inspiraciones para su obra, que será entonces la expresión auténtica de su
pueblo.

Este determinismo del lugar de enunciación asoma también, sorprendentemente, en


las palabras de Devoto: “está claro que la nuestra debe ser una música argentina
(ni aun proponiéndonoslo podríamos dejar de hacerla), pero debemos pensarla
musicalmente antes que argentinísticamente”.
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b) Escépticos radicales o la música ante todo

En la indiferencia o el rechazo hacia cualquier obligación identitaria nacional


y a los recursos usuales para concretarla coinciden otros compositores convocados.
Maiztegui desaconseja valerse

de los superficiales elementos que nos da, por ejemplo, la utilización ingenua de
nuestro folklore. No creemos que una obra, de cualquier compositor y
nacionalidad que sea, consiga expresión con vigencia de ‘arte nacional’, por el solo
hecho de emplear ritmos y giros melódicos o melodías arrancadas del folklore.

En nota al pie, es más contundente: “¿Pero es que el arte puede ser ‘nacionalista’?
Es evidente que no”. “Es inútil encarar motivos del cancionero popular (que en
última instancia y en su inmensa mayoría poseen una filiación española) o asuntos
nuestros para tratarlos con una técnica europea, con procedimientos comunes a
los creadores de otras latitudes”, agrega García Morillo. Para Devoto, es
imprescindible que el compositor se apoye

en realidades musicales y construya realidades musicales (no locales: decir


‘musical’ es decir ‘universal’, desterrar localismos, desprovincializarse). La idea
de fuga, de forma sonata o de atematismo son menos ‘foráneas’ que una melodía
calchaquí (género, por lo demás, en el que se especializan gentes de pura sangre
transoceánica y que nunca llegaron más allá de Barracas).

El diagnóstico y el esquema histórico que ofrece Paz sustentan su inveterado


cosmopolitismo vanguardista. El pasado musical argentino, asegura, carece de
direcciones firmes y de base técnica; los compositores –“llamémosle así”– del siglo
XIX tomaron modelos europeos al azar y trataron de “inyectarlos en el cancionero
criollo o en la magra temática indígena”. Caracteriza la producción de sus
continuadores de la siguiente manera:

Unos, eternos llorones ante la desaparición del imperio incaico,6 escriben, en el


siglo del dodecafonismo, para quena y escala pentáfona, cosa que denuncia una

6
Aunque es una formulación con la que Paz pudo haberse referido a la inspiración indigenista de
diversos autores, es probable que haya tenido como blanco el “Llanto del imperio inca en
agonía”, la última de las Cuatro piezas para coro mixto (1947) de Luis Gianneo, o el muy anterior
“Lamento quichua” de las Tres piezas criollas (1923).
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especie de retardo mental o un atraso de cinco siglos; otros, un poco menos


retardados, hacen estudiar estilo operístico italiano, especialmente ‘verista’, a sus
incas, chiriguanos, mocovíes, etc., los galvanizan con una inevitable orquestación
‘colorista’, procedente de todas partes, y los sitúan en el escenario de la ópera; y
otros más, por último, superando a los anteriores en técnica, en conocimiento y
en viveza criolla, arriban a un estilo o verbo internacional, estilo antológico donde
todos los ilustres conocidos se dan cita y concurren a ella, [conducta] políglota
[y] oportunista.

Entre las fallas fundamentales, menciona el conocimiento insuficiente o confuso


de las técnicas y de las soluciones contemporáneas del lenguaje, así como las
deficiencias en la cultura literaria y estética de los autores. Propone, para salir del
caos en que considera se encuentra la música de los argentinos, “el remedio
heroico de apuntar hacia ‘la gran cultura’, que es universal y no localista”.
La crítica, observa D´Urbano, se solidariza alternativamente con una u otra
opinión y configura así dos grupos irreconciliables:

el que asegura que nada válido puede hacerse fuera del elemento nacional y el
que afirma que nada válido puede hacerse sobre la base del elemento nacional.
Entre ambos se colocan los que defienden la música como una creación de orden
artístico que vale en cuanto lenguaje, apto para la comunicación estética y humana
y por lo tanto aceptan, de antemano, cualquier medio destinado a lograr ese fin.
Aquella dicotomía no es privativa de la crítica argentina, es el mal de toda la crítica
musical de nuestro tiempo. Cierra los caminos del hombre para abrirlo a las
posturas.

Recordemos que esta mirada, equilibrada, externa, no es la de un compositor sino


la de un crítico.

c) La exigencia “moral”

En varias de las opiniones vertidas se observa una preocupación, que a veces


deviene en exhortación, por categorías tan espinosas como la sinceridad,
autenticidad y honestidad en el trabajo compositivo. Así, Maiztegui se pregunta si

cumple el compositor argentino su trayectoria con pleno sentido de su


responsabilidad de un ‘hacer’ profundamente sincero, o por el contrario aletea
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sensualmente desplegando una actividad cuantitativa y superficial (…), sustentada


por un espíritu deportivo o meramente sentimental.

No cree que para realizar una obra consistente haya que recurrir a técnicas o
sistemas ajenos al temperamento y modalidad del autor, ya que “lo primero a
cumplir en un artista es la consecución de los materiales de los cuales se servirá
honestamente en la realización de su obra”. Caamaño parte también de una
pregunta dirigida al fundamento del quehacer artístico: “¿Hay algo para decir?,
¿se compone porque realmente no se puede dejar de hacerlo?”.7 Recomienda
entonces desbrozar el terreno de las elucubraciones innecesarias para que el
compositor pueda “limitarse a decir pura y simplemente, con toda sencillez y
honestidad, con la mayor sinceridad, lo que piensa y lo que siente,
inteligiblemente”. Ante la multiplicidad de lenguajes que se le presentan, es
necesario que el compositor, propone Arizaga, se someta a

una dieta que expurgue radicalmente los contrabandos de estilo, una asimilación
espiritualmente encauzada no solo de los últimos capítulos de la Historia del Arte
sino de todos y cada uno de ellos, y una inclinación hacia la honestidad personal,
que permita reconocer al autor sin referencias inmediatas.

Para encontrarse con su verdadera personalidad debe desterrar “los dos enemigos
fatales” que lo acosan: la improvisación y el amor a la gloria. Pero ¿qué significa la
sinceridad en un proceso creativo? Responde D´Urbano: “cuando se dice que un
músico no es sincero se alude, de alguna manera, a que ha escamoteado los
verdaderos perfiles de su personalidad en beneficio de una posición teórica”. Señala
a los críticos “la obligación de la sinceridad y el beneficio de la franqueza” y exige
a los compositores “igual actitud frente a su problema de expresión”.

d) El reclamo por la técnica

Varios tramos de lo expuesto en estos artículos plantean el problema de la


técnica compositiva, en algunos casos como objetivo de la enseñanza, en otros
como necesidad para subsanar deficiencias observadas en la música local. Director
del Conservatorio Nacional, Giacobbe entiende que la función de la institución
en el plano de la composición es “en principio y de modo terminante, la enseñanza

7
Cursivas originales.
54 MÚSICA E INVESTIGACIÓN 27

de la técnica, entendida en sus dos funciones del dominio de la materia y la


disciplina del espíritu”, por lo cual el profesor debe estar formado “no solo en el
conocimiento mecánico de la técnica, sino en su función psicológica y vivencial”.
Para salir del caos que imponen las tendencias “retardatarias”, Paz asevera que
“no queda otro recurso que un total sometimiento a las más severas disciplinas,
abandonando la inveterada actitud de ‘compositor inspirado’, tan cara a la
mentalidad sudamericana”. Devoto, solidario una vez más con su referente de
Nueva Música, discrepa con los elogios indiscriminados que se le adjudican a la
música argentina. observa que en las reuniones de colegas, “cualquier perpetrador
de gatos para orquesta de cuerdas ‘tiene mucho talento’, ‘domina su oficio’, ‘es
un gran compositor’”, mientras que en su opinión lo importante es poseer

oficio, por un lado, y por el otro, conciencia del oficio. Nunca se insistirá
demasiado en que las dos cosas son indispensables para hacer un compositor,
[dado que] la falta de oficio (que induce a la tentación de lo más fácil) y la falta
de cultura (que oculta la verdadera meta a la que se debe aspirar) trabajan de
consuno para mal de nuestra música, separándola –y es trágico– de la música total,
diversamente facetada pero única, de nuestro tiempo.

Este último propósito nos conduce al próximo punto.

e) El presente y la historicidad de los lenguajes

“Una falsa fidelidad geográfica nos hace ser infieles a nuestro momento
cultural, como si fuéramos, no ya un país de un continente joven, sino un planeta
aislado”, prosigue Devoto. Más optimista, Arizaga estima que “la música
argentina ha evolucionado, ha sabido permanecer activa y […] ha abandonado su
posición reaccionaria a los movimientos estéticos que se produjeron en el mundo
en estos últimos cincuenta años”. Maiztegui parte de supuestos filosóficos más
generales, en tono dramático. Sus palabras pretenden despertar “la inquietud de
alimentar nuestra llaga abierta en los tiempos en que nos toca actuar, el ‘qué’
decirnos diciéndolo al mundo entero en nuestra angustia de cumplimiento
existencial”. Se apoya en citas de Karl Hartmann y menciona además, en nota al
pie, las filosofías de la esencia (fenomenología) y de la existencia, aparentemente
en relación con tendencias musicales del siglo XX.
En las antípodas, Giacobbe piensa que “los actualismos, entendidos como
modas del espíritu, son nefastos y degradados […] [y] no deben practicarse en el
BUENOS AIRES MUSICAL, 1952: CONCEPTOS Y DEBATES SOBRE MÚSICA ARGENTINA, UNA VEZ MÁS 55

seno de las instituciones que tienden a salvaguardar la continuidad de los valores


humanos a través de la especie y de la historia”. En consecuencia, debe hacerse
que los estudiantes se sitúen “en el seno trascendente de la eternidad vivible y
actualizable”. El objetivo del profesor de composición debe ser entonces

trabajar con los principios de inmutabilidad y de mutabilidad artística […],


proyectarse hacia dos extremos absolutos: lo de lo ya perfecto e inamovible en su
conformación eterna […] y lo de lo posible perfectible en la conformación de
nuevos valores que tengan esa misma esencia de la permanente [y hacer que] el
alumno se sitúe en el seno trascendente de la eternidad vivible y actualizable.

Autor de obras de inspiración tan disímil como Danza pampeana (1945) y la


Missa con Jesú (1945-47) (García Muñoz, 1999), Giacobbe considera que los
valores esenciales que deben ser promovidos por el Conservatorio son lo popular
(“entendido como la síntesis de las vivencias colectivas dentro de lo histórico
humano”) y lo religioso (“percibido como la síntesis de las vivencias dramáticas
entre lo humano y lo divino”). Las raíces religiosas de su pensamiento se explicitan
en frecuentes comparaciones de la práctica musical con el sacerdocio.
Más específico, Ginastera se dedica a presentar y discutir los recursos de la
atonalidad –“la conquista más significativa que se ha producido en el campo
musical” –, sus posibilidades y eventuales riesgos de aplicación. Precisamente en
este año de 1952 se advierte en su obra la exploración, restringida, de algunos
recursos de esa naturaleza –en el movimiento lento de su Sonata para piano, por
ejemplo–, que se irán ampliando en lo sucesivo. Exhibe su conocimiento
actualizado de la bibliografía, con referencias a escritos de Schoenberg, Leibowitz
y Chailley. “El método de Schoenberg –opina– sirve para sus propias necesidades
sin que sea imprescindible para los demás compositores”. Sobrevuela la historia
reciente y observa que después de la Segunda Guerra Mundial los jóvenes retoman
y actualizan las teorías de Schoenberg de los años veinte, sobre todo en Alemania,
Italia y Austria, países que habían quedado musicalmente atrasados. Los
partidarios del método

se agrupan en sectas cerradas que rechazan todo otro tipo de creación. Es decir,
que una nueva retórica cuya disciplina se inspira en la solución de un problema
personal, aparece reemplazando a la antigua retórica, en un momento en que el
arte se libera de toda traba puramente teórica y solo está gobernado por los altos
principios de orden estético.
56 MÚSICA E INVESTIGACIÓN 27

Aunque declara su admiración por la obra de los tres vieneses y de Dallapiccola, su


tono se vuelve cada vez más crítico acerca de sus seguidores: identifica

grupos sectarios […] desvinculados […] de los problemas esenciales [que] usan
el sistema de una manera primaria, o sea que estéticamente guardan con respecto
a Schoenberg la misma relación del alumno que realiza bajos de armonía con
respecto a Beethoven. Aplican las reglas de una manera fría e impersonal.

El compositor argentino debe conocer las técnicas contemporáneas y crear su


propia obra personal, con la atonalidad si le sirve para expresarse, sin encerrarse
en preceptos que lo limiten. Y finalmente encadena una cita de Schoenberg –
“considero urgente poner en guardia a mis amigos acerca de la ortodoxia”– como
respaldo a su propia exhortación: “creo conveniente prevenir a los jóvenes contra
la entrega total a un sistema que puede, a la larga, anular su personalidad”. Sus
formulaciones generarán una intensa respuesta, que analizaremos luego.

f) Evaluaciones

El propósito de la revista, anuncia Valenti Ferro, no es el de elogiar sin razón la


obra de compositores locales como exaltación nacionalista, sino el de

estimular la creación musical argentina […] y bregar –libre de prejuicios estéticos–


por la intensiva difusión, en nuestro país y fuera de él, de aquellas obras […] que
tienen legítimo derecho de ser escuchadas […] Hacia estas obras, es decir, hacia
la buena música y no simplemente hacia la música argentina, llamamos la atención
del público local.

Ello implica una aproximación crítica rigurosa, ya que, según D´Urbano, “la mejor
manera de disminuir el valor de algo es elogiarlo todo”. Esta tarea exige, para este
crítico, establecer fundamentos claros:

Si la música argentina ha alcanzado un rango internacional, los críticos están en


la obligación de tratarla con criterio internacional. Si la música argentina es
todavía provincial, localista y lugareña, los críticos que así lo creen deben hacer
una advertencia previa: que para opinar sobre ella están utilizando un metro que
mide ochenta centímetros. Cuando se adopta un criterio de apreciación distinto
al que rige para la mayoría, hay que señalarlo, para que nadie se llame a engaño.
BUENOS AIRES MUSICAL, 1952: CONCEPTOS Y DEBATES SOBRE MÚSICA ARGENTINA, UNA VEZ MÁS 57

Pero en este sentido las posiciones no son siempre igualmente exigentes y oscilan
entre una visión optimista sobre el presente y el futuro de nuestra música y otra
que, por el contrario, cuestiona ese entusiasmo. En el primer grupo se ubican,
con diferente grado de convicción, quienes reconocen el talento de los autores,
valoran los avances obtenidos, destacan los logros que exhibe la circulación
nacional e internacional de las obras y alientan a la superación de las dificultades.
Así, para este conjunto de autores, asistimos en los últimos cuarenta años a un
“notable desarrollo de nuestro arte musical” que nos ha “permitido llegar a un
alto grado de cultura, que se extiende por toda la República” (Ugarte). El balance
general arroja un “saldo optimista que nos hace confiar en el porvenir” (Arizaga).
Los jóvenes compositores dejan atrás la superficialidad en pos de una música que
“desafía el conformismo”, rechaza el “vano esteticismo”, y actúan “en serio y por
necesidad”; ellos “van comprendiendo su cometido y meditan sobre la
consecución del mismo” (Suffern). En ámbitos más circunscriptos, la
incorporación de la música nativa muestra un camino “que ha sido fructífero para
el desarrollo del arte nacional” (Iglesias Villoud) mientras que en el plano
exclusivo de la práctica coral Valenti Costa se regocija porque en la actualidad
“los jóvenes estudiantes de composición musical del Conservatorio escriben
motetes y madrigales de depurada polifonía y práctico conocimiento de las
posibilidades vocales”.
En flagrante contraste, para Paz la situación en el presente es “caótica y sin
salida visible: no por la escasez de compositores, ciertamente, ni por carencia de
aptitudes en bastantes de ellos”, sino por razones históricas, contextuales, como
consecuencia de “circunstancias adversas y de procesos mal encaminados y
negativos”. Pasa luego revista a las tendencias predominantes, que juzga
responsables de ese estado de cosas, y propone, como comentáramos
precedentemente, una conducta más profesional, rigurosa, comprometida con el
hecho compositivo. Más drástico aún, Devoto exhorta a tener la valentía de
reconocer que

no se puede medir con la misma vara o colgar el mismo adjetivo a Paul Dukas o
a Hugo Wolf y a cualquier autor de óperas indígenas; y deberíamos proclamar,
sin esperar a que nos lo digan desde afuera, que los compositores que ‘dominan
su oficio’ se cuentan en nuestro país con los dedos del pie izquierdo –y sobran”.

Previsiblemente, las polémicas manifestaciones de este núcleo duro de Nueva


Música suscitarían reacciones que no se harían esperar.
58 MÚSICA E INVESTIGACIÓN 27

3) Resonancias, refutaciones

Un medio como Buenos Aires Musical, periódico especializado pero de


considerable difusión, integra el conjunto de comunicaciones cuyo proceso de
circulación Verón califica como instantáneo, dado que “la distancia histórica entre
producción y consumo es prácticamente nula” (Verón, 1993: 20). La inmediatez
de ese proceso, definido como uno de los “mecanismos que forman parte del
sistema productivo que definen las relaciones entre ‘gramática’ de producción y
‘gramática’ de reconocimiento” (ídem), favorece la rápida reacción de los lectores
e instala la posibilidad de intercambio con los autores, en la misma publicación o
en otras del mundo editorial del momento.
En esta dirección de análisis, observamos que el conjunto de escritos de esta
revista, cuyas condiciones de producción señaláramos, suscitó respuestas
inmediatas entre los mismos articulistas, así como entre ellos y otros actores
culturales. Las diversas lecturas y situaciones de recepción generaron “un campo
de efectos de sentido” (ídem) del cual se desprendieron debates radicados tanto
en cuestiones contextuales e ideológicas como en rencillas personales dirimidas
en el espacio público.

a) Devoto / Ginastera

Un mes después de aparecida esta colección de textos, en el número 106


de Buenos Aires Musical, del 1 de junio de 1952, Devoto resume lo esencial
del escrito de Ginastera sobre la atonalidad y el dodecafonismo aparecido
un mes antes, luego de lo cual organiza su refutación en cinco puntos
(Devoto, 1952a).
1) Ginastera considera que el dodecafonismo, método creado por
Schoenberg, “sirve para sus propias necesidades sin que sea imprescindible para
los demás compositores”. Devoto intuye una intención peyorativa en la
calificación de “método” a la teoría schoenberguiana y rechaza la equiparación
de método con la de intransferibilidad. Afirma que también Descartes “intentó
resolver sus problemas personales al echar las bases de su ‘método’ propio”, pero
el Discurso del Método marcó la historia de la filosofía más allá de sus
preocupaciones personales. “Nada se ha opuesto ni se opone a que lo mismo
ocurra con el ‘método’ de Schoenberg: el hecho histórico es que su ‘método’
pudo ser usado con buen éxito por otros compositores”, lo cual es reconocido,
además, por el propio Ginastera.
BUENOS AIRES MUSICAL, 1952: CONCEPTOS Y DEBATES SOBRE MÚSICA ARGENTINA, UNA VEZ MÁS 59

2) El dodecafonismo, concebido en los años veinte, habría recobrado fuerza


en algunos países europeos como Italia, Austria y Alemania, “a causa de la
convulsión y el desequilibrio que lógicamente se manifestaron en el campo
intelectual al terminar la segunda contienda mundial” y la falta de actualización de
las técnicas, según Ginastera. Ello habría dado lugar al surgimiento de “sectas
cerradas que rechazan todo otro tipo de creación”. “Es históricamente imprudente
[–responde Devoto–] limitar el florecimiento del método a la segunda posguerra
mundial” y recuerda a los lectores los activos grupos norteamericanos, brasileños,
argentinos y de países europeos como Francia y Suiza que, fuera de las restricciones
y los condicionantes históricos apuntados, siguieron utilizando el método.
3) Esos “grupos sectarios”, prosigue Ginastera, “usan el sistema de una
manera primaria”,8 lo cual es también erróneo para Devoto. No solo el propio
Schoenberg dejó atrás el empleo primario del recurso, en obras como la Pieza
para piano op. 33A, el Cuarto Cuarteto o el Trío para cuerdas, sino que el método
expandió sus posibilidades en manos de compositores y teóricos como Krenek y
Perle, “que fundamentan sus propios ‘sistemas’ dentro del ‘sistema’”.
4) Al proseguir su argumentación, Ginastera observa, recordemos, que “una
nueva retórica cuya disciplina se inspira en la solución de un problema personal,
aparece desplazando a la antigua retórica, en un momento en que el arte se libera
de toda traba puramente teórica y solo está gobernado por los altos principios de
orden estético”. Devoto confiesa su desconfianza hacia los “altos principios de
orden estético” y no cree que Ginastera pueda señalar los límites entre nueva y
vieja retórica, ni el momento en que el arte se libera de trabas teóricas para regirse
solo por principios estéticos.

Tantas tranquilidades no se han dado, ni ahora ni nunca; y en toda la historia de


todas las artes, los altos principios de orden estético solo han sido válidos al
afirmarse en las obras, producidas estas por las humildes retóricas, [ya que] nunca
ha existido arte sin retórica.

8
Ginastera evita aquí identificar a quienes apunta, pero se refiere sin dudas a Paz. En un artículo
aparecido en 1948 en la Revista Musical Chilena afirmaba que, en su adopción del
dodecafonismo, Paz no había producido “ninguna obra de verdadero valor, pues sólo ha imitado
el sistema en su aspecto más rudimentario” (Ginastera, 1948: 24). Estas manifestaciones podrían
entenderse como una consecuencia lejana de los embates de Paz contra Ginastera y la polémica
consiguiente establecida con Juan José Castro y el propio Ginastera, todo ello producido en las
páginas de Argentina Libre en 1942. Estudiamos estos documentos en Corrado, 2010: 157 y
siguientes.
60 MÚSICA E INVESTIGACIÓN 27

Esos altos principios, por lo demás, no pertenecen a la historia del arte sino a la
de la filosofía y “están fuera de la competencia inmediata del arte y del compositor
(argentino atonal o naturalizado)”. Se pregunta luego

en qué es metafísicamente más convulso, más desequilibrado y menos estético el


empleo de ‘series’ dodecafónicas que la ordenación de las sucesivas entradas de
una fuga, la concepción de un canon […], una fórmula de cadencia perfecta, o el
planteo (tónica-dominante o relativo mayor - vuelta a la tónica) que informa todo
un cierto tipo de composición, desde las danzas del Renacimiento hasta
‘Rodríguez Peña’.

Finaliza acordando con Ginastera, no sin ironía, en que el dodecafonismo es


intolerante para con otros métodos compositivos, pero alega que

no se puede ser dodecafonista y a-dodecafonista a la vez, tanto por razones de


técnica como por razones ‘de alto orden estético’; y debe reconocerse que esta
posición ‘cerrada’ (si así se la quiere llamar; y siempre el arte ha sentido la
necesidad de una contención impuesta por el propio creador) es mucho más
externamente incómoda que la del que ‘no limita su técnica’ y copia a la derecha
e imita a la izquierda según soplen el viento y la política artística”.

Si Ginastera cree que los dodecafonistas se desvincularon de los problemas


esenciales, Devoto concluye, en cambio, que “todos los problemas esenciales de
la música […] son problemas musicales y […] ninguno de ellos es ajeno al
dodecafonismo”.

b) Devoto / Giménez Vega

La respuesta al texto de Ginastera guarda pautas de intercambio profesional,


a pesar de su perspicacia y sus sobreentendidos, y concluye con una civilizada
invitación al debate. La discusión que entablan Devoto y Giménez Vega adopta
en cambio los tonos sarcásticos y beligerantes de quienes no reconocen autoridad
a su adversario, con el que dirimen además sus capitales adquiridos en el ámbito
universitario. El abogado y escritor nacionalista Elías S. Giménez Vega, docente
en universidades nacionales y en el Liceo Militar General San Martín, Jefe de
Producción del Servicio Internacional de Radio –todo ello a partir de 1945–
(Quien es quién, 1950: 277-278), y miembro del Instituto de Investigaciones
BUENOS AIRES MUSICAL, 1952: CONCEPTOS Y DEBATES SOBRE MÚSICA ARGENTINA, UNA VEZ MÁS 61

Históricas “Juan Manuel de Rosas” (Stortini, 2004: 232-233), había publicado


en la revista Histonium, en junio del mismo año de 1952, un comentario sobre
el número de Buenos Aires Musical dedicado a la música argentina, al que Devoto
responde con un filoso texto aparecido poco después en esta última publicación
(Giménez Vega, 1952; Devoto, 1952b).9
Giménez Vega se indigna ante las expresiones reticentes a considerar los
elementos nacionales como fundamento de la producción musical argentina que
manifiesta buena parte de las declaraciones allí publicadas. Así,

mientras nosotros entendemos que toda cultura parte de la selva como dice
ortega y Gasset, o de la tierra, sostiene Goethe, en armonía con su paisaje, con
sus hombres, con su ambiente, como suprema expresión de arte, ellos en cambio
maman directamente de Euterpe y se nos bajan de los cielos gordinflones con el
alimento divino; y desde arriba, en un plano casi celeste, nos contemplan a los
pobres embrutecidos pedestres sobre la tierra y en vano pretenden tirarnos un
cable musical para elevarnos.

Más allá de esta oposición a los valores musicales inmanentes defendidos por
Devoto, el blanco central de Giménez Vega es la categoría de “universal” que
circula en los textos cuestionados. Para el autor,

se es universal, cuando se ha perdido el apellido paterno que nos determina en


región y en núcleo familiar; se ha quemado la libreta cívica, que nos da una patria,
se ha volatilizado el artista en un mundo fantasmagórico de armonías
dodecafónicas […] solo así, renegando de nuestras esencias mismas, podremos
llegar a expresarnos no en forma universal, precisamente, sino en ese vacuismo
internacionalista que preconizan sus sistemas musicales equivalentes al esperanto.

Hace notar que si bien algunos folkloristas han tergiversado o no han sabido sacar
partido de los “elementos vitales” de la cultura, les agradece la labor cumplida,
“pese a sus deficiencias”. Frente a la fría exigencia de los sistemas y de la técnica,
reivindica la “vida”, ya que el arte, “antes de entrar en el campo del raciocinio,
debe ser vida. Y una vez en el campo del raciocinio, si pierde la vida, carece de
arte, es puro academicismo. Y la vida es familia, creencias, una casa, un lugar con
sus árboles y sus ríos, sus llanuras o montañas”.

9
Todas las citas que siguen corresponden a estos documentos.
62 MÚSICA E INVESTIGACIÓN 27

Nada podía ser más ajeno a las convicciones de Devoto, ni mayor incentivo a
su capacidad para el sarcasmo. En principio, el título de su respuesta alude a una
observación de su interlocutor, según la cual “comenzar por el principio, por las
percepciones inmediatas, repase Aristóteles, es guardar ‘una falsa fidelidad
geográfica’ para Devoto”.
Un aspecto de su respuesta se dedica a discusiones históricas. Giménez Vega
ilustra su argumentación con ejemplos de la raigambre regional en que se basaría
el arte de Egipto o Grecia, los poemas homéricos o el Romancero español,
situaciones que Devoto desmantela apoyado en la bibliografía reciente sobre esos
temas y afirma, por el contrario, que esas obras no son dialectales, lugareñas, ni
fruto primero de una exigencia local. Pero lo esencial apunta sin duda a la cuestión
nacional.

Yo [–dice Devoto–] que como Guido y Spano, soy argentino hasta la muerte y
he nacido en Buenos Aires, ¿deberé cerrar los oídos a LRA, al Colón y la Sinfónica
del Estado? No me creo capaz de recuperar los hipotéticos aullidos con que los
charrúas recibieron a Don Juan Díaz de Solís, y nunca he oído a un coya que
fuera de la capital. Si el señor Giménez Vega no renueva la experiencia del faraón
filólogo,10 aislando a un porteñito recién nacido entre una quena y un saxo tenor,
para ver qué escoge, no sé cómo se las arreglará para determinar qué son nuestras
percepciones musicales inmediatas.

Se pregunta luego si Giménez Vega renunciará a objetos de la vida actual como


la ropa, la medicina, la calefacción o los automóviles. Y dado que su interlocutor
celebra las opiniones favorables a las determinaciones locales de Iglesias Villoud
y de Giacobbe, Devoto le señala que este último, autor de la Sonata indígena,
es el mismo de Impresiones de Asís y de las Tres danzas jónicas para un ditirambo
al mar.
La polémica continúa en un par de nuevos intercambios que no aportan nada
nuevo al debate. Devoto lo cierra con ferocidad. Declara que las intervenciones
de Giménez Vega solo le despertaron “una cierta curiosidad entomológica” y
considera que su oponente lleva la querella a un plano personal, “según se
10
Referencia, recordémoslo, al conocido relato de Herodoto sobre Psamético I, faraón de la XXVI
dinastía de Egipto, quien experimenta con dos niños a los que nadie debía dirigirles la palabra
para que, cuando hablaran, lo hicieran en una hipotética lengua primigenia. Se revelaría así cuál
era el pueblo más antiguo de la tierra. Devoto reformula irónicamente esta alusión erudita para
refutar la aporía que suscita las afirmaciones sobre el origen, aplicada aquí a los argumentos
nacionalistas.
BUENOS AIRES MUSICAL, 1952: CONCEPTOS Y DEBATES SOBRE MÚSICA ARGENTINA, UNA VEZ MÁS 63

desprende de una fatigada sintaxis en la que cohabitan trabajosamente el deseo


de ser mordaz y una curiosa impotencia expresiva” (Devoto, 1952c).

c) Gianneo / Paz

Luis Gianneo y Juan Carlos Paz habían compartido la causa de la modernidad


musical en la Argentina de los años treinta, promovida por el Grupo Renovación
y sus derivaciones. Sus trayectorias siguieron luego direcciones diferenciadas y sus
disidencias al promediar el siglo se pusieron en evidencia a partir precisamente del
número de Buenos Aires Musical que estamos considerando.
En una carta al director de la revista, publicada en junio con un título
agregado por el director, Gianneo reacciona ante las manifestaciones de Paz, quien
niega –maliciosamente, a su juicio–

capacidad técnica y creativa y acertada orientación estética a todos los compositores


argentinos contemporáneos. Los argumentos que el articulista expone son tan
débiles e ingenuos como inexactos, ya que negar la existencia de muy buenos
músicos argentinos es negar, obcecadamente, la evidencia (Gianneo, 1952).11

Coincide con el juicio negativo de Paz hacia los compositores del siglo XIX, pero
no acepta extenderlo a la actualidad musical. Paz –prosigue Gianneo– no ignora
que hay compositores argentinos no solo con condiciones sino con “sólida técnica
y conocimiento cabal de todas las tendencias” actuales, porque en otras
oportunidades elogió públicamente obras de esos compositores, algunos de los
cuales integraron formaciones en que él mismo participó.12 Si ese grupo no
practica “hoy [1952] la tendencia tan cara al señor Paz, no es porque la
desconozca o por incapacidad, sino, por el contrario, porque cada uno […] sabe
perfectamente lo que quiere, lo que hace y hacia dónde va”. Paz posiblemente
ignora –prosigue Gianneo– la existencia de obras de autores argentinos que
“resistirían airosamente cualquier análisis o comparación”. Entre ellas, menciona
las de José María Castro (Concerto para orquesta, Falarka, cuartetos), Juan José
Castro (Sinfonía bíblica, La zapatera prodigiosa), Jacobo Ficher (Concierto para

11
Las citas sucesivas corresponden al mismo documento.
12
Seguramente se refiere a artículos entusiastas de Paz hacia sus colegas del Grupo Renovación,
como “Hay un ‘retorno’ a Mozart en la obra de José María Castro” (Crítica, 19-6-1933, p. 17)
o “Música para niños de Luis Gianneo” (Argentina libre, 99, 29-1-1942, p. 11). Nótese que,
aunque se alude constantemente al Grupo Renovación, nunca se lo nombra como tal.
64 MÚSICA E INVESTIGACIÓN 27

violín, Salmo a la alegría), compositores ex-integrantes del Grupo Renovación,


así como las de Ginastera (Sinfonía elegíaca y Cuarteto) y García Morillo (Tres
pinturas de Paul Klee, cantata Marín), ejemplos de “capacidad técnica, acusada
personalidad y –que no se irrite el señor Paz– de sana inspiración”. Y concluye,
terminante, en que lo que ocurre es

que el señor Juan Carlos Paz, ‘dodecafonista’ intransigente y empedernido


(muchas veces pensé que se trata de un dodecafonista empantanado), no tolera
[…] que haya colegas que vuelen libremente con sus propias alas, y ansía […]
que los compositores argentinos que él niega y denigra, se ‘encaminen’ hacia la
senda que él sigue y se agrupen alrededor de su patriarcal figura. Si eso sucediera,
lo que él llama hoy ‘mundo caótico’ se convertiría, de la noche a la mañana, en
el más sonriente de los vergeles.

d) Amigos de Paz / Gianneo

En su edición del 15 de julio de 1952 Buenos Aires Musical publica un breve


artículo firmado por “alumnos y colaboradores de Juan Carlos Paz”. Son ellos
Mauricio Kagel, Francisco Kröpfl,13 Daniel Devoto, Carlos Collautti, Juan de Prat
Gay, Enrique Poj, Ricardo Becher y Sarita Lagos olivari, en respuesta a las
observaciones de Gianneo. Consideran que esas apreciaciones, aparecidas en el
número 106 de la revista “se reducen a un ataque personal al compositor Juan
Carlos Paz” (AA.VV., 1952)14 y comprenden que este “desdeñe responder a un
ataque de tal naturaleza, ya que su autor se limita a negar lo expresado por Paz
sin fundamentar sus declaraciones”. El grupo asume entonces la defensa del
compositor aludido, centrada en cuestiones institucionales. En efecto, señalan que
en ese colectivo al que refiere Gianneo actuó, con esfuerzo, Paz mismo, hasta que
en 1937 esa entidad perdió contacto con la producción contemporánea. Luego,
la Agrupación Nueva Música, creada y liderada por Paz, se dedicó a “dar a conocer
música de la más avanzada”, en las setenta audiciones realizadas, a las que se
suman conferencias, artículos y ensayos de su mentor. Gianneo tendría entonces
que analizar las obras que menciona y compararlas técnicamente “con otras
contemporáneas y significativas” para que su artículo sea auténtico y merezca así
una respuesta. La polémica se detuvo aquí.
13
Ambos compositores, del círculo de la Agrupación Nueva Música, son los más jóvenes de quienes
intervienen en estos intercambios: Kröpfl nació en 1928 y Kagel en 1931.
14
Las citas sucesivas corresponden al mismo documento.
BUENOS AIRES MUSICAL, 1952: CONCEPTOS Y DEBATES SOBRE MÚSICA ARGENTINA, UNA VEZ MÁS 65

Conclusiones

1- Lo primero que aparece en la lectura de estos debates es la capacidad


performativa de una ausencia: la definición de lo que se entiende por “argentino”
en la música “argentina”. Inespecífico, no problematizado como concepto,
funciona como un consenso implícito y equívoco que sobrevuela, marca y organiza
las verbalizaciones en torno de un centro imaginario que produce discurso.
2- En uno de los extremos, esa categoría se anuda con el imperativo del
folklore como condición; en el otro, es simplemente negada, privilegiando la
pertenencia al presente del lenguaje antes que a la sustancia nacional de los
materiales. Pero quizás lo más interesante es que para algunos de estos escritores
lo argentino admite la apertura poética y poliestilística, capaz de contener en el
mismo conjunto –la música argentina– tanto los intertextos folklóricos locales
como los de otros países, los del pasado clásico o incluso ninguno, en las músicas
“absolutas”. El argumento invocado con frecuencia para sostener esta
heterogeneidad es el determinismo del lugar y la argamasa de la cultura en la
producción simbólica, que imprimirían así su huella –¿fatalmente?– más allá de las
intenciones referenciales o las contingencias de la inspiración.
3- El valor artístico acordado a la producción local oscila entre un optimismo
confiado en lo ya conseguido, esperanzado en el futuro y una visión crítica,
exigente, que desanima cualquier concesión facilista o intención reivindicativa.
Del mérito concedido a estas obras depende el entusiasmo y esfuerzo dedicados
a su incorporación a la vida musical. En las entretelas del debate se ubican medidas
político-administrativas contemporáneas destinadas a la protección de la música
argentina, que comienzan en diciembre de 1949 en lo referido a la música popular
y culminarían en el Decreto 13.921 de 1952, publicado en el Boletín Oficial el 7
de enero de 1953, meses después del número de Buenos Aires Musical aquí
considerado. En él se establece la obligatoriedad de incluir una obra de autor
argentino en todos los conciertos, ya que

la música culta argentina en la actualidad tiene significado de realidad nacional


dentro de las expresiones de arte de nuestro país [y] que ante el desarrollo
alcanzado por las manifestaciones y actividades de sus creadores e intérpretes, en
el orden estético y profesional, el poder público no puede permanecer indiferente
a todo en cuanto signifique estímulo y difusión de sus expresiones artísticas”.15
15
Boletín Oficial 17.310, 7-1-1953, p. 1.Una consideración detallada de la legislación peronista
sobre este tema puede consultarse en Hildbrand 2016.
66 MÚSICA E INVESTIGACIÓN 27

El intervencionismo oficial concretado en ese conjunto sucesivo de


disposiciones promueve y defiende la obra de autores nacionales, pero soslaya a la
vez el valor estético como criterio de selección en pos del apoyo a una difusión
indiferenciada y acrítica de esa producción. Estas medidas tienen sus militantes y
sus detractores, y sus efectos repercuten en los discursos.16
4- En el campo de fuerzas que diseña las manifestaciones de los autores
convocados es posible establecer polaridades entre nosotros/ellos que se
construyen en torno de distintos ejes y afectan todos los niveles del texto: las
estructuras sintácticas, los recursos expresivos, las significaciones (van Dijk, 1999:
28 y ss.). Sobresalen las que disparan los textos de Paz y Devoto, frente a quienes
se colocan sus oponentes por razones ideológicas –nacionalismo/universalismo–,
técnicas –con centro en el dodecafonismo– o simplemente personales. La
importancia de esta zona de conflicto se revela por la artillería retórica desplegada
y la temperatura que adopta el lenguaje, en relieve claramente contrastante con
un contexto discursivo por lo general poco accidentado. En todos los casos, hay
un extra-texto que forma parte de las condiciones de producción del discurso e
inscribe su marca en él.17 Así, las insinuaciones o altercados con Gianneo o
Ginastera no se basan solo en argumentos conceptuales; estos presuponen viejos
enfrentamientos en los que se entrelazaron cuestiones estéticas con rivalidades
personales y grupales. otra muestra de este fuera de campo es el protagonismo
que adquiere el dodecafonismo en los intercambios verbales. En el artículo de Paz
ese término aparece solo una vez y de manera más bien marginal. Es entonces su
conocida militancia, prolongada e intransigente, por el dodecafonismo como
vértice irrenunciable de contemporaneidad lo que se constituye en blanco de las
críticas, más que lo que el texto dice. En estos desplazamientos el dodecafonismo
asume para sus detractores nacionalistas la representación del cosmopolitismo, y
aquí la polémica desborda el campo musical y se proyecta a otros espacios
culturales e ideológicos, como los que transita Giménez Vega.
5- Colocada en el campo de los debates generales sobre el nacionalismo a
mediados del siglo, es preciso observar algunas particularidades que presenta la
dinámica específica de las “música nacionales” y la manera en que aparece en el
cuerpo textual que analizamos. En él, la defensa de las músicas autóctonas como
16
De hecho, Rodolfo Arizaga señala en este mismo número de la revista la inconveniencia de
“ofrecer música argentina al quilo, metafóricamente hablando. Esto consiste en abrumar al oyente
y a los intérpretes con seis u ocho obras nacionales sin tener en cuenta nada más que la necesidad
de difundir nuestra música”.
17
Del momento en que lo “externo” deja huellas en el objeto significante pierde sentido la
oposición entre inmanente y externo, según observa Verón (1993: 127).
BUENOS AIRES MUSICAL, 1952: CONCEPTOS Y DEBATES SOBRE MÚSICA ARGENTINA, UNA VEZ MÁS 67

identificador necesario ocupa un lugar relativamente restringido, sostenido por los


compositores más antiguos y cuya obra se fraguó de manera sustancial en esa
matriz. A pesar del fuerte sostén externo que ofrecen las plataformas culturales
peronistas tradicionales, no hay especial énfasis nacionalista en los músicos
funcionarios del gobierno que escriben en este número.18 Una de las razones reside
en el impulso modernizador de otras franjas del oficialismo en esos años, en las
que se ubica el Director de Música y Danza, Carlos Suffern, así como el Director
del Museo Nacional de Arte Decorativo, Ignacio Pirovano –a cuyo círculo de
relaciones pertenece Juan Carlos Paz– quien presidirá la Comisión Nacional de
Cultura a partir de octubre de 1952. Actores sociales como ellos favorecieron una
mayor apertura a expresiones susceptibles de sintonizar con las tendencias artísticas
internacionales de avanzada en la época.19 Esto coincide, por otra parte, con la
lenta curva descendente de las músicas populares locales en la producción
compositiva culta, que desembocaría en el vanguardismo de la década del 60. La
polémica con Giménez Vega, en cambio, incorpora una sobreexposición ideológica
que resulta ajena al registro en que se expresan la mayoría de los músicos. Con
todo, este conjunto de escritos ofrece una superposición de estratos representativa
de concepciones estéticas diferenciadas, de distinta profundidad histórica,
proveniente de temporalidades discontinuas y con una tensión implícita entre
recuerdo y anticipación. Incluso en el campo mismo de la modernidad emergen
las fracturas: el interés de Ginastera por la atonalidad en 1952 resulta tardío
comparado con la práctica dodecafónica de Paz desde 1934.20

18
Para ilustrar esta bipolaridad de las políticas culturales oficiales valgan los siguientes ejemplos,
todos de 1952, que podrían multiplicarse. Por un lado, el Ministerio de Relaciones Exteriores
promueve la grabación de discos de música culta argentina por la orquesta Sinfónica del Estado.
El repertorio seleccionado consiste casi exclusivamente en música de inspiración folklórica. Por
otro, el Panorama General de la Música Argentina de Cámara, organizado por la Dirección
General de Cultura en el Teatro Cervantes, ofrece una programación diversificada y ecuménica,
con notable presencia de obras sin referencia local e incluso con técnicas aun consideradas
vanguardistas, como la Tercera composición en los doce tonos (1937) de Juan Carlos Paz (aunque
haya sido la única de estas características incluida en el ciclo). Recuérdese, además, que se produce
en el Teatro Colón el estreno sudamericano de Wozzeck, repetida al año siguiente.
19
Sobre Pirovano, las vanguardias y los sectores modernizadores del oficialismo en las artes plásticas
puede consultarse, entre otros, Giunta (2001), García (2011), Bermejo (2012), Lucena (2015).
20
De hecho, en ese mismo año de 1952 la Agrupación Nueva Música estrena en el país la última
obra estrictamente dodecafónica de Paz, Dédalus 1950, cuya considerable complejidad
especulativa se acrecentará con la adopción del serialismo integral en 1955. Ginastera, luego de
apariciones no sistemáticas de los doce sonidos, incorporará procedimientos dodecafónicos de
manera consistente a partir de su Segundo Cuarteto de Cuerdas (1958). obviamente, mencionar
este desfasaje sólo tiene sentido para comprender el contexto de los debates que ese método
compositivo suscitó en la época y las concepciones entonces vigentes sobre el progreso en el arte.
68 MÚSICA E INVESTIGACIÓN 27

En la portada de la revista que analizamos, Valenti Ferro reconoce que sobre


la utilidad de esta colección de documentos habrá en el futuro, seguramente,
desacuerdos. Y sospecha que “muchos lectores coincidirán con nosotros en que
esa utilidad será efectiva tanto por lo que en estas páginas que entregamos a su
consideración se diga como por lo que no se haya dicho”. Coincidimos.

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Hemerografía citada

Argentina Libre, Buenos Aires Musical, Crítica, Democracia, Histonium, Nosotros.

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