La Filosofía Del Derecho Como Filosofia Practica

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LA FILOSOFÍA DEL DERECHO COMO FILOSOFIA PRACTICA

La forma de entender el mundo y la vida, determina la filosofía de tú mente y el

sentimiento de imprimirle a la práctica de una ciencia, como un conjunto de saberes que

busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y

orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano, de

acuerdo con el derecho los vemos en la existencia del hombre y su aplicación social, es

decir, no para sí mismo sino para todos los demás, siendo la filosofía el punto intermedio

entre la realidad social y la aplicación a la ciencia del derecho, o sea la creación de la

norma y ley que regula la actividad humana. Cabe resaltar que muchos filósofos tienen

su diferente concepto de filosofía, como, por ejemplo: Para ARISTÓTELES(348-322

a.C) , la ciencia es el conocimiento de la causa de una cosa y la filosofía es la ciencia de

las primeras causas y principios, para SÓCRATES(470-399 a.C) , la filosofía es el afán

del hombre por conocerse a sí mismo siendo el objeto de la filosofía es el de enseñar la

virtud y para PLATÓN(427-347 a.C) es el saber total, universal, que comprende y

designa los conocimientos humanos.

La filosofía del derecho es básicamente una rama de la filosofía que estudia los

fundamentos filosóficos del derecho y los valores como orden ya sea normativo e

institucional sobre la conducta humana en la sociedad eso sí, sin perder el punto de vista

ético y los valores que conlleva el mismo hombre; su objeto de estudio lo ve desde un

sentido amplio, o sea, se trata de aglutinar o reunir el estudio filosófico no solo de la

norma jurídica positiva, sino de todas las corrientes de pensamiento que sirven de
fundamento al propio derecho, entendiendo a este como el orden normativo e

institucional de la sociedad.

Si la racionalidad jurídica se presenta del modo apuntado a concepciones

“filosóficas” que forman parte interna necesaria del Derecho mismo en cuanto sistema

doctrinal, entonces éste ya cuenta con una filosofía propia o “genitiva” del Derecho. Las

concepciones teóricas que habitualmente se consideran como pertenecientes a la

filosofía académica del Derecho (iuspositivismo, formalismo, iusnaturalismo,

constitucionalismo, realismo, etc.) son también filosofías que la “filosofía profesional”

de los juristas hace suyas, de modo especialmente visible en los estratos de mayor

abstracción doctrinal de la práctica jurídica, que son también los de mayor alcance

(como los tribunales constitucionales). Aquí se halla, entonces, el punto de contacto de

la filosofía jurídica en cuanto disciplina con el Derecho: las concepciones filosóficas del

Derecho son parte de su práctica y las teorías conformadoras de la práctica jurídica

presentan una zona de superposición con la filosofía del Derecho.

Aunque la filosofía jurídica en sentido estricto o académica podría definirse

entonces como aquella reflexión formalmente filosófica que se orienta a la

sistematización de las ideas que ya cuentan con un nivel de desarrollo reflexivo

categorial dentro del Derecho. Es aquí donde, como hemos dicho, hay que corregir

considerablemente la valoración general que hace Bobbio de la contraposición entre la

filosofía del Derecho de juristas y filósofos. Ella distorsiona el hecho de


que toda filosofía del Derecho, sea de filósofos o de juristas, ha consistido siempre (y no

se entiende cómo podría ser de otra forma) en la aplicación de esquemas filosóficos más

o menos sistemáticos al Derecho. Por un lado, Bobbio no presta la atención suficiente a

la circunstancia de que el Derecho es una institución histórico-cultural que plantea

genuinos problemas filosóficos para cualquier filosofía, y en tal medida siempre ha sido

un objeto presente en las ideas acuñadas por las grandes filosofías generales de la

tradición occidental, dentro de lo que desde Aristóteles conocemos como “filosofía

práctica” que comprende la filosofía moral o ética, la filosofía política o la filosofía

social. Baste mencionar la idea de “ley”, cuyo uso práctico es un resultado de la síntesis

de diferentes acepciones categoriales: morales, científicas, jurídicas. Las “cuestiones

persistentes” (Hart 1994: Cap. I) suscitadas por el Derecho plantean problemas

filosóficos generales: como su relación con las ideas de poder, normatividad, sociedad,

justicia, moral o verdad científica. Por otro lado, la preferencia general por la filosofía

del Derecho de los juristas resulta injustificada. Que sean los juristas quienes por razón

de su formación se hallan en mejores condiciones para emprender una reflexión

filosófica que parta directamente de las categorías jurídicas (algo que les viene impuesto

por su propia metodología positiva) explica que la filosofía académica haya sido

cultivada fundamentalmente por “juristas-filósofos”. Pero no garantiza ninguna

inmunidad absoluta contra la metafísica o el dogmatismo.

Cabría incluso sostener que la filosofía jurídica es aquella región o parte de la

filosofía práctica que goza de un cierto primado sobre los demás; es necesario decir que

el derecho no es solo un lugar de realización y plasmación de los valores políticos


morales, sino cerca del lugar en el que por ello viene a confluir, desde tu propia

perspectiva transcendental, la filosofía moral y la filosofía política en iguales términos.

Se manifiesta que siempre ha existido una dificultad entre el querer humano,

precisamente por su pensar y el deseo de poder controlar todo a su alrededor, por ello, la

idea está inicialmente sobre el concepto, es así que podríamos ver primero a la filosofía

sobre la ciencia, es por tanto ver el actuar humano para regularlo sobre la norma que se

crea y aplica para que éste genere un efecto especifico, por tanto la filosofía tiene mayor

campo de acción y no de obligación y el derecho como resultado final, como ciencia,

enmarca un actuar especifico, sin modificación. Estaríamos en las condiciones de

creación de un contrato (filosofía) aunque las reglas estén plenamente establecidas y la

ejecución del mismo ante un Juez para su cumplimiento (ciencia-derecho) como tal con

reglas preestablecidas donde el Juez dirá cuáles son válidas y cuales no son válidas y

cuales ejecutará, por cierto.

Entonces, al establecerse el espíritu de la norma, por ejemplo la prohibición

Constitucional de no matar, quiere decir que el Juez no puede ordenar la ejecución de

nadie, a no ser que la Constitución contemple el caso como lo que está pasando con la

pena de muerte a violadores de niños, y ello parte porque la Filosofía del Derecho en

Colombia tiene un fin pacifista y humano, por tanto se vuelve en un concepto y principio

general totalizador, que sólo con una reforma Constitucional podría variar la Filosofía

del Derecho por ser menos humanitaria y mayormente represiva.


Por tanto, efectivamente en UNA CONCEPCIÓN RACIONAL DE LA

FILOSOFÍA, mirada hacia el derecho de Colombia en el caso expuesto de la pena de

muerte, determinaría una Filosofía del Derecho total y racionalizadora con su respectiva

critica jurídica, pues empezaríamos a debatir para donde iría nuestro derecho, si cambia

a un fin más vengativo. Es esto lo que he empezado a entender lo que sería Filosofía del

Derecho, nuestro pensamiento sobre actos y la forma de regularlos, calificarlos y

aplicarles medidas (buenas o malas según el caso) desde el punto de vista de las normas.

Santo Tomás dice que: “La finalidad de la filosofía no es saber lo que los

hombres han pensado, sino saber cuál es la verdad de las cosas”. Por ello, este autor

escribió un libro en donde se desarrolla desde el Realismo Filosófico como sistema de

pensamiento, seleccionando los temas que pueden ser relevantes para quienes se dedican

al estudio de la Filosofía del Derecho, donde el conocimiento toma su impulso hacia lo

real, hacia la verdad natural, pero en consecuencia, se tiene presente que habrá siempre

una verdad conquistada donde ha habido un auténtico conocimiento desde el estudio de

la realidad, con independencia del sujeto pensante y no por cuenta y riesgo del mismo.

En esta obra se ven evidenciado unos temas fundamentales que fueron seleccionados y

que dan solución a algunos de los problemas básicos de la Filosofía del Derecho, son: a.

El pensar como valor del conocimiento de la realidad jurídica (problema gnoseológico),

también conocida hoy en día como la teoría del conocimiento es buscar el origen del

conocimiento que tiene el hombre. b. El ser, del saber de la Ciencia del Derecho

(problema ontológico); es decir, cuál sería el objeto sobre el que se va a filosofar y tiene
una realidad propia antes de ser estudiado. c. El obrar, que hace referencia al valor de los

actos humanos en relación con el objeto material y formal del Derecho, alrededor de su

finalidad se propia al saber del jurista (problema ético), siendo de mayor importancia el

primero, en cuanto el valor de las soluciones que se dan al problema ontológico y ético

del ser del Derecho depende de la orientación que han de seguir las investigaciones

sobre los problemas planteados.

Pues bien, resulta evidente que la crítica filosófica del punto de vista anterior

sólo puede llevarse a cabo en términos epistemológicos y ontológicos. Por un lado, esa

crítica ha de mostrar que la pretensión filosófica de reconstruir conceptualmente la

validez jurídica como despojada del valor se funda en una comprensión errónea de

la epistemología del discurso jurídico-normativo y de sus condiciones de cientificidad.

En la categoría jurídica no es científica y es precisamente porque los conceptos jurídicos

de la TEORÍA GENERAL DEL DERECHO son entendidos como ciencia, son

estructuralmente valorativos y están fundados en tomas de posición inexcusablemente

morales y políticas. No hay, pues, una ciencia jurídica que se muestre capaz de

distanciarse o liberarse teóricamente del compromiso practico que esta incluye con los

valores sustantivos del derecho.

Así mismo, la PRAGMATICA de la teoría del derecho, nos dice Ferrajoli, se

refiere a los mismos principios del derecho, o sea sus valores vitos como la “lógica” del

mismo, dado que la estructura normodinámica del derecho, sujeta a divergencias y


contingencias históricas, no siempre haría posible que resulten satisfecho. Pero esto no

es sino una manera distinta de decir que el derecho constituye una empresa practica cuya

función es totalizar esos valores, que se mantienen conflictivamente dentro y fuera de la

categoría jurídica, a los cuales por ello mismo no cabe entender como valores

únicamente epistémicos o lógicos, puramente descriptivos o analíticos, o sea teóricos.

Por otro lado, las consecuencias ontológicas no apuntan sino a que la “realidad”

o “ser” del Derecho es la de una empresa práctica que, anclada en un sistema político de

autoridad, pretende simultáneamente dotarse de validez moral o justificación objetiva,

esto implica suministrar razones cuyo alcance desborda por fuerza la contingencia de

cualquier “hecho” o fuente social, cualquier convención o ideología, para vincularse a

valores que deben considerarse como ideas objetivas de alcance histórico-cultural. Estas

ideas (que son centralmente los ideales de justicia y racionalidad constitutivos de la

práctica argumentativa jurídica, ellos mismos en el origen de la propia dialéctica

filosófica desde la Grecia clásica) demuestran que el “deber ser” del Derecho no puede

desgajarse de su realidad o ser, sino que es interno a ésta, como lo son las concepciones

sobre el mismo. Ello no sólo vuelve filosóficamente inconsistente a cualquier

escepticismo axiológico o criticismo radical que, al reducir fácticamente los valores

(como ideologías o hechos sociales, como simple disfraz de los mecanismos estratégicos

de poder) pretenda negar la objetividad o validez de las razones valorativas del Derecho.

También hace especialmente auto frustrante y ciego a la verdadera configuración

práctica del Derecho al propio positivismo jurídico en la medida en que pretenda hacerse

compatible (como “positivismo ético”) con alguna clase de objetivismo moral. Ya que la
tesis de la separación o segregación del Derecho respecto de los valores morales sería

una tesis ella misma normativa o moral que se apoya sobre lo que pretende negar: que

los valores morales no estén efectivamente presentes en el Derecho, sino que sean

objetivamente constitutivos de éste. Éstos no podrían verse ya como valores meramente

“conceptuales”, epistémicos o atribuidos, sino como valores prácticos sustantivos. Esto

presupone una concepción normativa de la teoría del Derecho y, por tanto, una

comprensión de la filosofía jurídica como filosofía práctica.

Por “filosofía dogmática” se entiende que es aquella que se concibe a sí misma

como un saber no reflexivo-secundario sino originario, radical o de primer grado, un tipo

de saber sustantivo y previo que no se alimentaría de fuentes situadas más allá de sí

mismo, sino que más bien se “aplica” descendentemente, como sistema de “verdades”,

sobre contenidos o materias que en sí son meramente posteriores y secundarios (una

“función general” que se realiza o verifica en “variables” monótonas). Esta filosofía

dogmática es toda filosofía puramente academicista o profesoral que se auto presenta

como una doctrina cerrada y acabada y pretende fundarse en principios intemporales o

ahistóricos, no inserta en el presente histórico, práctico y científico sino consistente

en verdades fundamentalmente exentas respecto de las realidades categoriales, situada

por encima o independientemente de las mismas.

Para finalizar en mi opinión no hay principios definidos que determinen el

dominio de la filosofía del derecho; no hay criterios internos que señalen dónde
concluye la ciencia del derecho y dónde comienza la filosofía jurídica, asimismo se

entiende que la preferencia hacia las obras de los juristas que se elevan a la filosofía más

que hacia las de los filósofos que se rebajan hasta el mundo del Derecho, revela la

preferencia por un método, o mejor, por un cierto estilo de trabajo, que es más fácil

encontrar en las obras de los primeros y que en las de los segundos: lo que caracteriza a

este estilo de trabajo es la primacía dada al análisis sobre la síntesis, primacía fundada en

la convicción de que, aun siendo análisis y síntesis momentos necesarios de toda

investigación, es siempre preferible un análisis sin síntesis (lo que se les reprocha a

menudo a los juristas-filósofos) que una síntesis sin análisis (que es el vicio común a los

filósofos-juristas.

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