Fallo Romero Feris

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R. 292. XXVIII.

Romero Feris, Antonio José c/ Estado


Nacional (Poder Ejecutivo Nacional)
s/ amparo.

Buenos Aires, 1 de julio de 1994.


Vistos los autos: "Romero Feris, Antonio José c/
Estado Nacional (Poder Ejecutivo Nacional) s/ amparo".
Considerando:
1°) Que José Antonio Romero Feris, en su carácter
de convencional de la Convención Constituyente, electo en
el proceso electoral derivado de la declaración de
necesidad de la reforma de la Constitución Nacional
dispuesta por la ley 24.309, inició acción de amparo con
sustento en la inconstitucionalidad del art. 5° de la
mencionada ley del Congreso, en cuanto dispone acerca de la
modalidad con que deberán ser votados por dicha Convención
los temas indicados en el art. 2° de aquel cuerpo legal. La
Sala III de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Contencioso Administrativo Federal, con motivo de tratar la
queja por denegación del recurso de apelación deducida por
el Estado Nacional resolvió, después de considerarla
admisible, rechazar in limine la acción aludida. Ello dio
lugar al recurso extraordinario del actor, que fue
concedido.
2°) Que es doctrina invariable de esta Corte que,
a los fines de la admisibilidad de la apelación prevista en
el art. 14 de la ley 48, deba atenderse a las
circunstancias existentes al momento de la decisión
(Fallos: 307:1263, entre otros), de tal manera que no
corresponde expedir pronunciamiento cuando a la luz de
dichas circunstancias se haya tornado inoficioso decidir la
cuestión materia de agravios (Fallos: 305:2228, 2250, y
otros).
3°) Que la situación precedentemente indicada se
ha configurado en el sub examine. En efecto, la Convención
-//-
-//- Constituyente reguló específicamente la materia sobre la
que versa la impugnación arriba señalada, esto es, el modo de
votación de los temas incluidos en el art. 2° de la ley
citada (art. 127, primer párrafo de su reglamento). Síguese
de esto que, en tales condiciones, resulta abstracto el
juzgamiento relativo al recordado art. 5°.
Por ello, se declara inoficioso pronunciarse sobre el
recurso extraordinario planteado. Hágase saber y, oportuna-
mente, devuélvase. RICARDO LEVENE (H) - CARLOS S. FAYT (en
disidencia) - AUGUSTO CESAR BELLUSCIO - ENRIQUE SANTIAGO
PETRACCHI - JULIO S. NAZARENO - EDUARDO MOLINE O'CONNOR (por
su voto)- GUILLERMO A. F. LOPEZ (por su voto)- GUSTAVO A.
BOSSERT.
ES COPIA

VO -//-
R. 292. XXVIII.
Romero Feris, Antonio José c/ Estado
Nacional (Poder Ejecutivo Nacional)
s/ amparo.

-//-TO DE LOS SEÑORES MINISTROS DOCTORES DON EDUARDO MOLINE


O'CONNOR Y GUILLERMO A. F. LOPEZ
Considerando:
1°) Que contra la sentencia de la Sala III de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo Federal que rechazó in limine la acción de
amparo deducida por José Antonio Romero Feris en su calidad
de convencional integrante de la Convención Constituyente,
interpuso éste recurso extraordinario, que fue concedido
por el tribunal a quo.
2°) Que la acción de amparo fue promovida con
sustento en la alegación de inconstitucionalidad del art.
5° de la ley 24.309 -por la que el Congreso Nacional
declaró la necesidad de reformar la Constitución Nacional-
en cuanto dispone que los temas indicados en el art. 2° de
dicho cuerpo legal deberán ser votados conjuntamente.
3°) Que es doctrina invariable de esta Corte que,
a los fines de la admisibilidad de la apelación prevista en
el art. 14 de la ley 48, debe atenderse a las
circunstancias existentes al momento de la decisión
(Fallos: 307:1263, entre otros), de tal manera que no
corresponde emitir pronunciamiento cuando a la luz de
dichas circunstancias se ha tornado inoficioso decidir la
cuestión materia de agravios (Fallos: 305:2228, 2250 y
otros).
4°) Que tal situación se ha visto configurada en
-//-
-//- el sub lite, pues la Convención Constituyente procedió,
por intermedio de su reglamento, a regular específicamente la
materia sobre la que versa el planteo formulado por el actor,
disponiendo el modo de votación de los temas incluidos en el
art. 2° de la ley 24.309 (art. 127, primer párrafo).
5°) Que, en las circunstancias descriptas, no exis-
te justificación para admitir la requerida intervención del
Poder Judicial en un proceso seguido y concluido por los ór-
ganos de carácter político que ejercen el poder constituyen-
te, en el que ninguno de éstos evidenció la existencia de
conflicto (causa: P.304.XXVII "Polino, Héctor y otro c/ Poder
Ejecutivo (Exp. Feria 5/94) s/ amparo", fallada el 7 de abril
de 1994, voto del doctor Moliné O'Connor).
6°) Que, de no adoptarse tal temperamento, un miem-
bro individual de cualquiera de esos órganos se hallaría en
situación de obtener la resolución judicial de cuestiones
propias de la esfera del poder político, antes de que éstas
fuesen decididas dentro de su cauce específico o -como acon-
tece en el caso- después de haber sido resueltas mediante el
procedimiento político normal (doctrina de "Goldwater et al.
vs. Carter, Presidente de los Estados Unidos, 444 US 996).
Lograría, de tal modo, el auxilio de los jueces para imponer
una postura individual, de cuyo acierto no pudo persuadir a
sus colegas (v. "Barnes vs. Kline", 759 F. 2d., 21, 28, D.
Circ. 1984), todo lo cual resulta inaceptable.
Por ello, se declara inoficioso pronunciarse acerca del
-//-
R. 292. XXVIII.
Romero Feris, Antonio José c/ Estado
Nacional (Poder Ejecutivo Nacional)
s/ amparo.

-//- recurso extraordinario planteado. Hágase saber y


oportunamente devuélvase.EDUARDO MOLINE O'CONNOR -
GUILLERMO A. F. LOPEZ.
ES COPIA

DISI -//-
-//-
R. 292. XXVIII.
Romero Feris, Antonio José c/ Estado
Nacional (Poder Ejecutivo Nacional)
s/ amparo.

-//-DENCIA DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR CARLOS S. FAYT


Considerando:
1°) Que contra la sentencia de la Sala III de la
Cámara Federal en lo Contencioso Administrativo que, al re-
vocar la decisión del juez de grado, admitió la queja por
apelación denegada, declaró inadmisible la citación de
terceros dispuesta y rechazó la acción de amparo, el actor
dedujo recurso extraordinario que le fue concedido.
2°) Que las particularidades de esta causa y la
forma en que ella ha sido resuelta hacen aconsejable que,
con carácter previo al tratamiento de los agravios traídos
en el remedio federal, el Tribunal efectúe una reseña de
sus constancias.
3°) Que José Antonio Romero Feris, en su carácter
de convencional constituyente, inició la presente acción de
amparo contra el Estado Nacional, con el objeto de obtener
un pronunciamiento judicial que ordenara al Poder Ejecutivo
abstenerse de convocar a la Asamblea Constituyente con las
limitaciones del art. 5° de la ley 24.309 o,
subsidiariamente para el caso que ésta hubiera sido ya
convocada, que se declarara la nulidad parcial de tal acto
en cuanto se hubiese formulado en los términos de la citada
norma legal. Ello, con sustento en la inconstitucionalidad
de tal disposición en cuanto alteraría en forma arbitraria
el ejercicio efectivo de sus derechos en calidad de
convencional, al imponerle votar una pluralidad de reformas
en conjunto sin contemplar
-//-
-//- la posibilidad de apoyar unas y desechar otras. La peti-
ción, igualmente, alcanzaba a la declaración de inconstitu-
cionalidad del art. 6° de la ley de convocatoria por disponer
la nulidad de la participación libre e independiente de los
constituyentes, pretendiendo imponerles una conducta me-
ramente refrendataria. A fs. 23, el juez de primera instancia
dio curso a la acción de amparo a cuyo fin ordenó el li-
bramiento del pertinente oficio y dispuso la acumulación de
estos autos a los caratulados "Barcesat, Eduardo c/ Gobierno
Nacional s/ amparo". A fs. 67 el actor amplió su demanda y
solicitó la intervención en autos como terceros de los res-
tantes convencionales electos. A fs. 70 el juez dispuso la
citación de terceros solicitada y dejó en suspenso el libra-
miento del oficio ordenado a fs. 23. No obstante, a fs. 76/
95 se presentó el Subprocurador del Tesoro de la Nación e
interpuso recurso de apelación contra las providencias de fs.
23 y 70 en cuanto habían dado curso al amparo y dispuesto la
citación como terceros de los demás convencionales.
Dichos recursos fueron desestimados (confr. fs.
96/101) sin que mediara sustanciación, por lo cual el Estado
Nacional interpuso la correspondiente queja ante la cámara,
como consecuencia de la cual ese tribunal dictó la resolución
apelada en la que, luego de admitir la presentación directa,
rechazó la acción de amparo y dejó sin efecto la acumulación
dispuesta por el juez.
4°) Que para así concluir, el a quo sostuvo, en
primer lugar, y para fundar la procedencia del recurso de
apelación denegado por el magistrado de la anterior instan-
cia, que la citación de terceros en el proceso de amparo no
-//-
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Romero Feris, Antonio José c/ Estado
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s/ amparo.

-//- resultaba procedente; que al suspender la notificación


del pedido de informes hasta tanto se cumpliera con la
citación de los terceros se afectó el derecho de defensa
del Estado Nacional, quien sólo tuvo noticias de esta
demanda por los medios masivos de comunicación y que la
decisión de dar curso al proceso de amparo -que debe ser
previa al requerimiento del informe- fue privada de
eficacia ante la suspensión de ese requerimiento.
En cuanto a la cuestión de fondo sometida a su
conocimiento, sostuvo que, en la especie, no existía causa
judicial en los términos de la doctrina de esta Corte, pues
la demanda no tenía por finalidad tutelar intereses propios
de la parte, circunstancia que no podía derivarse de su
carácter de constituyente, el que por lo demás era
meramente conjetural frente a la eventualidad que dejara de
serlo antes de asumir el cargo. En cuanto a la acumulación,
más allá de su improcedencia, entendió que debía
desestimarse pues se había omitido sustanciar el pedido.
5°) Que si bien liminarmente las cuestiones
planteadas por el apelante remiten a la consideración de
temas de carácter procesal ajenos como regla al ámbito del
remedio federal, corresponde hacer excepción a dicho
principio cuando, como en la especie, el a quo ha
desatendido expresas disposiciones constitucionales y
legales y ha excedido de ese modo su competencia apelada,
más allá de que la solución que adopta respecto de los
puntos sometidos a su conocimiento resulta claramente
contradictoria.
6°) Que, en efecto, el art. 15 de la ley de
amparo
-//-
-//- prevé taxativamente las resoluciones susceptibles de
apelación durante el curso de ese proceso, y entre ellas no
se encuentra la que le da curso, sino por el contrario, la
que lo desestima in limine.
7°) Que, por otra parte, y con prescidencia del de-
bate en torno a la procedencia de la intervención de terceros
en el curso del proceso de amparo, lo cierto es que la
providencia que la dispone es, por idéntico motivo, inapela-
ble, conclusión que se deriva, a mayor abundamiento, de la
norma genérica del art. 96 del Código Procesal Civil y Comer-
cial de la Nación.
8°) Que en esas condiciones, resulta de aplicación
la doctrina de esta Corte según la cual la falta de competen-
cia para decidir la cuestión descalifica los pronunciamientos
judiciales de acuerdo a la doctrina de la arbitrariedad, con
sustento en la garantía constitucional de la defensa en
juicio (Fallos: 301:689 y sus citas). No es óbice para ello
el particular desarrollo procesal que, a juicio del a quo, ha
tenido esta causa. Es que la aplicación de las normas legales
que consagran la inapelabilidad de las resoluciones no puede
estar sujeta al acierto o error de las decisiones cues-
tionadas pues ello importaría tanto como derogar las limita-
ciones legales de la competencia apelada en la medida que se
considere que aquéllas no se ajustan a derecho. Es justamente
ese examen el que está vedado al tribunal de alzada, examen
que es posterior y no previo al de la procedencia formal del
recurso y que, por tanto, no puede efectuarse frente a
resoluciones que, como las apeladas en autos, eran ajenas a
su competencia.
-//-
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Romero Feris, Antonio José c/ Estado
Nacional (Poder Ejecutivo Nacional)
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-//- 9°) Que la solución no se modifica por el


argumento esgrimido por el a quo en torno a la violación
del derecho de defensa del Estado Nacional que habría
importado la suspensión de su citación. En efecto, esa
suspensión no hubiera impedido hacer efectiva la citación -
una vez cumplidos los actos procesales a los que se la
subordinó- conclusión que se corrobora si se tiene en
cuenta que, por otra parte, en autos no se había dictado
sentencia.
10) Que, por lo demás, el fallo resulta
autocontradictorio pues no se advierte de qué manera puede
el tribunal ingresar a considerar la acumulación de esta
causa cuando desestima in limine la presentación que la
origina.
11) Que los vicios analizados resultan de la
mayor gravedad si se tiene en cuenta que el a quo rechazó
la demanda con argumentos que, en cuanto al fondo, son
seriamente cuestionables e importan desechar las
importantes objeciones constitucionales planteadas por el
recurrente sin fundamento suficiente.
12) Que, en efecto, no puede sostenerse que el
actor carezca de legitimación para plantear la cuestión si
se advierte que en su pretensión no está en juego utilizar
el texto constitucional para fundamento de alguno de los
derechos que de él derivan, sino el mismo derecho
fundamental a que la Constitución se mantenga. No está en
debate el resultado del juego de las normas
constitucionales, sino las mismas reglas de ese juego.
Como lo ha dicho esta Corte en un pronunciamiento
reciente, "sólo a partir de la existencia de esas reglas es
-//-
-//- que tiene sentido comenzar a tratar otros problemas que
por su grado de concreción, únicamente pueden ser derivados
de aquéllas. Por ello entonces, lo que el caso plantea no es
un problema de legitimación corriente, en el que quepa hablar
de las exigencias regulares para la existencia de un 'interés
legítimo', sino de la afectación aducida de la fuente misma
de toda legitimación" (causa: P.304.XXVII. "Polino, Héctor y
otro c/ Poder Ejecutivo (Exp. Feria 5/94) s/ amparo",
sentencia del 7 de abril de 1994, voto del doctor Fayt,
considerandos 12 y 13 y sus citas).
Pero aun desde el ángulo corriente de estudio del
tema, el planteo fue formulado por quien al hacerlo revestía
el carácter de convencional constituyente electo, el que de-
bió considerarse suficiente a fin de reconocerle legitimación
y entender que en el caso se estaba en presencia de una causa
en los términos del art. 2° de la ley 27.
El actor resultaba legitimado activamente para su
planteo pues, más allá de que se encontrara en situación de
asumir el cargo para el que había sido electo, lo cierto es
que justamente lo que pretendía era evitar que el Poder Eje-
cutivo dispusiera la convocatoria a la Asamblea Constituyen-
te, cuestión que mal podía perseguirse luego de asumir efec-
tivamente ese cargo, que supone -obvio es decirlo- que se ha-
ya convocado a aquel cuerpo, es decir, la realización del ac-
to que pretendió impedirse.
Desde otro ángulo, y como luego habrá de verse, la
cuestión de fondo planteada en la demanda se relaciona con la
forma en que los representantes habrán de ejercer su mandato,
de modo que sin duda alguna, ellos cuentan con legiti
-//-
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-//- mación bastante para plantear el debate. Ello es así,


no obstante el carácter limitado a las partes de los
efectos que una eventual sentencia que admitiera el reclamo
hubiera tenido. En efecto, si el actor la hubiera obtenido,
su mandato no contaría con las limitaciones que resultan de
las normas atacadas de inconstitucionales.
Y, finalmente, de conformidad con la jurispruden-
cia del Tribunal, la acción declarativa de
inconstitucionalidad -bien que en la especie no es
principal sino incidental-, resulta admisible en tanto no
tenga carácter meramente consultivo, no importe una
indagación meramente especulativa y responda a un "caso"
que busque precaver los efectos deun acto en ciernes al que
se le atribuye ilegitimidad y lesión al régimen
constitucional federal (Fallos: 312:1003 y sus citas). De
allí se sigue que la cuestión -aun cuando el acto atacado
no se hubiera concretado- revestía el carácter de causa.
13) Que, si bien los argumentos expuestos
resultan suficientes para descalificar la sentencia
apelada, la trascendencia de la cuestión debatida exige
efectuar algunas precisiones en torno del alcance de las
normas constitucionales en juego. Así, en primer lugar,
cuando el art. 1° de la Constitución Nacional hace alusión
al "pueblo" no lo está mencionando como formación natural,
ni cultural ni espiritual, sino como pueblo del Estado, es
decir, como el conjunto de ciudadanos que tienen el derecho
de sufragio, pueden elegir y ser elegidos, y forman el
cuerpo electoral (Fallos: 312: 2110, voto del doctor Fayt).
No es el pueblo en el Estado,
-//-
-//- es decir, la población, la masa de habitantes, sino la
suma de los titulares de los derechos políticos, el conjunto
de electores, para quien "el ser y el modo de ser del Estado
desembocan constantemente en una decisión de deber ser" y que
"participa, pues, con actividad consciente, en la conser-
vación y formación del Estado" (Heller, Hermann, Teoría del
Estado, 30 ed., F.C.E., México, 1955, p. 234). Su carácter de
portador de la soberanía en la organización estatal no se ve
afectado por la circunstancia de que se lo localice en la
pluralidad de electores que configuran al cuerpo electoral ni
por la instancia representativa, sino en lo definitivo de su
decisión, "porque está supraordinado a todos los restantes
poderes dentro de su territorio..." (Heller, Hermann, ídem,
p. 265).
14) Que la Constitución reconoce como una de sus
bases necesarias y permanentes que el pueblo es el deposita-
rio único de la soberanía y que su voluntad se manifiesta me-
diante el sufragio de los electores, y este principio, en
cualquier circunstancia, debe preservarse incólume como ga-
rantía de la libertad y el orden jurídico (González Calderón,
Juan A., Las bases necesarias y permanentes de la Cons-
titución, "Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias So-
ciales", Buenos Aires, julio-diciembre 1929, t. VIII, números
28/29, p. 658).
15) Que entrando en el problema de la representa-
ción corresponde recordar que en el derecho civil, la repre-
sentación es una institución jurídica por la que una persona,
en nombre y por cuenta de otro, realiza uno o más actos
jurídicos, cuyos efectos se producen respecto de la persona
-//-
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-//- representada. El representante tiene poderes para com-


prometer al representado. En esa relación, en la medida en
que exista un mandato, el representante se encuentra
obligado personalmente con sus propios bienes en tanto
traspase los límites de la manda, pudiendo ser destituido.
En el ámbito de las relaciones políticas, el
carácter obligatorio de los compromisos asumidos por los
representantes, se vio equilibrado por la firmeza absoluta
de las instrucciones impartidas a los detentores del poder
de obligar a terceros. Los representantes de los municipios
y corporaciones medievales revestían, por ejemplo, el
carácter de mandatarios y estaban sujetos a las
instrucciones de sus mandantes. La esencia de la
representación respondía a su configuración en el derecho
civil.
En el curso de la Revolución Francesa el concepto
de la representación política se emancipó del derecho
privado. El mandato imperativo fue desplazado por la
representación libre, reemplazándose la relación mandante-
mandatario, por una relación gobernado-gobernante. En la
sesión de los Estados Generales del 23 de junio de 1798, el
rey Luis XVI declaró nulas las limitaciones impuestas a los
representantes allí reunidos por medio de las instrucciones
registradas en los "cahiers de doléances". Así prohibió
todo mandato imperativo, no pudiendo admitirse en las
sucesivas sesiones de ese cuerpo que los "cahiers" pudieran
ser considerados ineludibles, agregando que no debían ser
entendidos como otra cosa más que simples instrucciones
confiadas a la conciencia y a la libre opinión de los
diputados. Luego, sobre la base de
-//-
-//- considerar que la voluntad general es la voluntad de to-
do el pueblo y no exclusivamente la particular de los indivi-
duos que instruyen a los representantes, la asamblea se de-
claró asiento de la soberanía nacional. El concepto moderno
de representación política se vio claramente plasmado en la
ley del 22 de diciembre de 1789 que "rechazó definitivamente
las instrucciones, así como el derecho de los electores para
revocar el mandato de los diputados". En virtud de la tras-
cendencia de ese principio se lo incorporó en la Constitución
del 3 de septiembre de 1791. Esa norma prescribió que "los
diputados...no deben estar limitados por instrucción alguna".
16) Que, a partir de los sucesos históricos enun-
ciados, la noción de "representación política" involucra ine-
vitablemente en su definición, la libertad del representante.
En los límites de esa idea, el concepto de "libertad" es,
primero y ante todo, la ausencia de restricciones. Se trata
de la base fundacional de lo que puede denominarse la teoría
de la libertad. Ese y no otro, es el punto de partida del
constitucionalismo moderno y es esencial abarcarlo para
comprender aquello que, particularmente en la tradición an-
glo-norteamericana a la que responde nuestra Ley Fundamental,
se entiende por libertad jurídica (Corwin, "Liberty against
Government - The Rise, Flowering and Decline of a Famous Ju-
dicial Concept, 1948). Por ese motivo, puede decirse que si
se afecta la libertad del representante se lesiona la sustan-
cia de la representación política. Cualquier limitación mate-
rial dentro del campo conferido por la Constitución a quien
ha investido con el poder de obligar a la Nación, debe ser
-//-
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Romero Feris, Antonio José c/ Estado
Nacional (Poder Ejecutivo Nacional)
s/ amparo.

-//- considerada contraria al espíritu de la norma


fundamental. En otros términos, corresponde afirmar que en
nuestro sistema institucional, el concepto de
representación política sólo se halla plenamente vigente
cuando, definidas las fronteras del debate, el
representante es libre de toda restricción.
17) Que, por otra parte, como se ha expuesto, el
régimen representativo dio origen a la existencia de los
partidos políticos organizados con el objeto de canalizar
las opiniones de la ciudadanía. Estos se convirtieron en
órganos indispensables para el funcionamiento del sistema,
como lo ha reconocido esta Corte en innumerables
precedentes. No se hallan previstos por la Constitución
Nacional pero, al ser los encargados de proveer los
candidatos para la dirección política del Estado, debió
encuadrárselos estatutariamente y reconocérseles el
monopolio de las candidaturas, circunstancias que
originaron contradicciones aparentes con la forma
representativa de gobierno.
Esas contradicciones se presentan, en mayor o me-
nor grado, por el hecho de atribuir a los partidos
políticos -como consecuencia de la función de selección y
presentación de la oferta de candidatos al cuerpo
electoral- la pertenencia de los cargos, la imposición del
mandato imperativo, y la revocación de los mandatos
conferidos por el pueblo a sus representantes. De este
modo, se los proyecta negativamente sobre la esencia del
régimen representativo, con el consiguiente riesgo, no ya
de degradarlo sino de aniquilarlo completamente. El hecho
de que los sistemas electorales hagan
-//-
-//- uso del régimen de partidos políticos y que éstos sean
órganos intermedios entre gobernantes y gobernados, significa
reconocer que los partidos existen por y para el régimen
representativo y no éste por y para aquéllos (Fallos: 312:
2192).
18) Que la defensa del régimen representativo exige
que los partidos no excedan su normalidad funcional. Es
decir, se limiten a proveer la dirección política, formular
los planes para la realización de la política nacional, se-
leccionar lo mejor de su dirigencia para su nominación como
candidatos para cargos públicos electivos, canalizar la vo-
luntad popular y la opinión mediante una constante labor de
información política al pueblo. Pero en modo alguno pueden
acallar la expresión legítima de quienes la Nación ha inves-
tido con el poder de representarlos y mucho menos pretender
hacerlo respecto de los que han sido postulados por otras
agrupaciones políticas.
19) Que es doctrina de esta Corte que los poderes
conferidos a la Convención Constituyente no pueden reputarse
de ilimitados, porque el ámbito de aquéllos se halla circuns-
cripto por los términos de la norma que la convoca y le atri-
buye competencia. Las facultades de las convenciones consti-
tuyentes están condicionadas al examen y crítica de los pun-
tos sometidos a su resolución dentro de los principios cardi-
nales sobre los que descansa la Constitución (causa: R.405.
XXVI. "Ríos, Antonio Jesús", pronunciamiento del 2 de diciem-
bre de 1993 y su cita).
20) Que, no obstante, no puede desconocerse el ca-
rácter de representantes de la Nación -en el sentido del tér
-//-
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Romero Feris, Antonio José c/ Estado
Nacional (Poder Ejecutivo Nacional)
s/ amparo.

-//- mino antes aludido- que revisten los convencionales


constituyentes. De allí que las limitaciones indicadas
deben interpretarse con relación exclusivamente a los
puntos habilitados para su tratamiento y, en su caso,
eventual reforma por parte de la convención. Una
interpretación diversa que pretenda en forma oblicua
condicionar el sentido de la reforma, a extramuros del
poder reformador, equivaldría -más allá de desconocer el
carácter de representantes de los convencionales y, de esta
forma, violar el sistema representativo de gobierno
impuesto por la ley fundamental- a convertir a la
convención en un órgano de ratificación de esa misma
reforma llevada a cabo no ya por la Convención sino por el
Congreso, en violación del art. 30 de la Constitución
Nacional.
21) Que es necesario dejar claramente establecido
que en el sistema constitucional argentino los jueces son
órganos de la representación popular, elegidos por el
pueblo de modo indirecto y en tercer grado, cuya función es
la de controlar la constitucionalidad de las leyes y velar
por el pleno imperio de la Constitución Nacional. Se trata
de la más novísima innovación de la historia jurídica
universal, toda vez que esa función, reconocida en
"Marbury", en decisión del Justice Marshall, significó la
consagración de la justicia constitucional "hoy impuesta en
casi todo el mundo y donde no lo está con conciencia de
inferioridad, con proyectos de rectificación y aún con la
suplencia en espacios transnacionales de jurisdicciones que
imponen a las leyes nacionales respectivas, la observancia
de tablas de derechos incluidas en tratados
internacionales, jurisdicciones cuya
-//-
-//- función es perfectamente equiparable a la constitucio-
nal" (García de Entrerría, Eduardo en el prólogo al libro de
Bernard Schwartz: "Los diez mejores jueces de la historia
norteamericana", Ed. Civitas S.A., Madrid, 1980). Asimismo
que no hay esfuerzo dialéctico capaz de producir resección
del artículo 30 de la Constitución Nacional. Modificado su
texto por la Convención Nacional de 1860, el artículo limita
explícitamente la actividad preconstituyente del Congreso a
declarar la necesidad de la reforma total o parcial de la
Constitución con el voto de dos terceras partes, al menos, de
sus miembros, la que "no se efectuará sino por una Convención
convocada al efecto". No autoriza al Congreso a asumir
funciones constituyentes, ni a someter a referéndum de la
Convención núcleos de reformas. La Convención es por natura-
leza una asamblea deliberante, integrada por representantes
del cuerpo electoral de la República -el pueblo, en sentido
político-, quien los elige y les confiere autoridad de con-
vencionales constituyentes para discutir y aprobar o rechazar
con su voto, las reformas propuestas por el Congreso. Nuestro
sistema constitucional es representativo en estado puro,
"originaria y esencialmente representativo, y ni para
reformar la Constitución, ni para dictar leyes puede el pue-
blo, bajo su régimen, reunirse, deliberar y sancionar ninguna
cosa, sino por medio de sus representantes y autoridades
preestablecidas" (J.V. González, "Manual de la Constitución
Argentina" Ed. Angel Estrada, S.A., Buenos Aires, 1951, pág.
722). La Constitución prevé su reforma, su renovación o su
cambio, por la forma y por los medios que establece, no por
otros distintos de los que ha fijado. Todo medio o forma di
-//-
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Romero Feris, Antonio José c/ Estado
Nacional (Poder Ejecutivo Nacional)
s/ amparo.

-//- ferente de los procedimientos regulares que ella ha


establecido, tendrá el estigma de su inconstitucionalidad y
convertirá en inválida la modificación que se incorpore.
Esto, como consecuencia natural de que la Constitución es
la ley suprema para el pueblo, para los gobernantes y los
gobernados, así en la paz como en la guerra y protege a
toda clase de hombres, en todo tiempo y en toda
circunstancia. Al gobierno, por medio de los tres poderes
que lo integran, le está confiada su efectividad y vigencia
"y hacerla cumplir por todos aquellos a quienes obliga". En
primer término el Congreso, quien debe dictar las leyes y
declaraciones que sean "una consecuencia de la
Constitución". Este es el límite que no puede ni debe
transgredir el Poder Legislativo para no producir la
abrasión del sistema constitucional de la República.
Este Alto Tribunal tiene la obligación ineludible
de decidir que el artículo 5° de la ley 24.309 quebranta
los procedimientos regulares que legitiman la reforma, hace
abrasión del sistema representativo, con violación de lo
expresamente determinado por los artículos 1° y 30 de la
Constitución Nacional.
22) Que, por último, tampoco puede considerarse
que la cuestión resulte abstracta en la actualidad como
consecuencia del dictado por parte de la Asamblea de su
reglamento.
Es que debe descartarse de plano toda interpreta-
ción que postule la imposibilidad de cuestionar
judicialmente normas inconstitucionales por haber sido
adoptadas por la
-//-
-//- mayoría de un órgano deliberativo cuando, como en la es-
pecie, las facultades de ese órgano no son ilimitadas ("Ríos,
Antonio Jesús", antes citado). Razonar de ese modo haría
improcedente cualquier control de constitucionalidad de la
ley, convirtiendo en letra muerta al art. 31 de la Constitu-
ción Nacional. Ello es así por cuanto la ley es siempre en el
orden constitucional la expresión de voluntad de la mayoría
del órgano legislativo, de modo que cualquier planteo de
inconstitucionalidad supone, ni más ni menos, que cuestionar
esa voluntad mayoritaria.
Por ello, se hace lugar al recurso extraordinario, se
deja sin efecto la sentencia apelada y se declaran inadmisi-
bles los recursos de apelación interpuestos por el Estado Na-
cional (art. 16, segunda parte, de la ley 48). Sigan los au-
tos según su estado. Notifíquese y devuélvase.CARLOS S. FAYT.
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