El Ojo Con El Que Miramos

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EL OJO CON EL QUE MIRAMOS

Ese tu Narciso
ya no se ve en el espejo
porque es el espejo mismo.
Antonio Machado

Afirmar, contra las zozobrantes creencias aún vigentes, que todos los elementos naturales tienen una
propiedad extensiva común, representa un cambio revolucionario. Comprometido en tal transformación
creencial, para Bruneleschi la cúpula de la catedral no es ya un volumen interior determinado por un sistema
cerrado de planos y de superficies, sino, en virtud de los elementos espaciales, un objeto más en relación con
todo el universo. Simultáneamente, en la pintura, la figuración de diferentes escenas yuxtapuestas comienza a
dejar de tener el significado socialmente acordado, y el espacio, ahora radicalmente separado del tiempo, deja de
ser medio útil para representar el transcurso sucesivo. Durante el Quatrocento sucede este cambio en la
concepción del espacio. Este cambio acarrea una mudanza en el modo de ver, y los hombres comienzan a
percibir de modo diferente. Es que para hablar de la percepción como fenómeno subjetivo, que es el que interesa
a la publicidad, se impone una primera pregunta ¿ por qué se asevera siempre que la percepción es selectiva? La
primera respuesta es casi obvia, es un dato de la experiencia, es algo que constatamos. Ahora bien otras dos
interrogantes deben ser formulados para aproximarnos a nuestro fenómeno.
El primero es ¿desde dónde se selecciona, quién impone la perspectiva? ¿Cómo se ubica el ojo en el campo
visual? El segundo es ¿quién es el sujeto de dicha percepción?
Para responder al primero podemos interrogar la mención hecha al comienzo del artículo, ¿qué relación hay
entre la concepción del espacio y las percepciones de los individuos? Para responder voy a recurrir a mi referente
teórico que es el psicoanálisis.
Para éste el sujeto humano no es un sujeto "natural". Todo lo contrario, el humano nace al mundo en tanto que
tejido por el lenguaje, instancia simbólica que lo determina incluso mucho antes de su nacimiento biológico. Por
eso es que preferimos nombrarlo como hablanteser (parlêtre). Esto porque es la lengua la que lo hace humano y
pensante. A su vez la lengua conforma lo que llamamos el sentido común. Este es, socialmente hablando, un
verdadero sentido compartido, en la acepción de una dirección común al conjunto de la sociedad. Este "verda-
dero sexto sentido" coordinaría a los otros cinco. En la medida en que no tenemos acceso al mundo en sí, las
informaciones provenientes de él llegan a la conciencia mediatizada por el sentido común. Este se compone de
enunciados, ideas e imágenes identificatorias. A su vez éste no es coherente, es contradictorio. En cada cultura
tiene enunciados diferentes (lo que "uno" dice, "se dice"), correspondientes a sus gustos, principios, morales,
valores etc. Cada sentido común se piensa como la expresión de una civilización; los enunciados del sentido
común tienen ciertos efectos "fisiológicos". Estos enunciados arman, fabrican los cuerpos de los miembros de
una misma comunidad, creando más que hábitos, un verdadero sistema de actos reflejos. Los ejemplos son
múltiples, en general giran alrededor de las formas en que un pueblo come o hace el amor. Resumiendo podemos
decir que es el sentido común el que impone la perspectiva, el que acomoda el ojo del conjunto dentro del campo
visual de la época, como lo referido al Quatrocento, después de la edificación de la bóveda de Santa María dei
Fiori, en Florencia.
Para responder al segundo interrogante (¿quién es el sujeto de la percepción selectiva?) se hace necesaria una
aclaración. En el punto de vista en que me coloco la clásica oposición individuo-sociedad, tributaria de la
posición clásica de la filosofía: sujeto-objeto, desaparece para dar paso a la relación con el Otro, clave de todo
proceso de hominización. El hombre se amasa con el mundo donde vive. Entonces para responder a esta
pregunta propongo lo siguiente: el sujeto de esta percepción es el yo como imagen. Ese que se forma a través de
identificaciones con imágenes soportes de los otros y de los ideales. No el yo que frente al espejo sabe que lo que
ve no es él sino una imagen de él, sino el yo que sí se confunde con la imagen especular. Ese gracias al cual
podemos afeitarnos de una manera que parece casi automática. Ese yo que queda capturado por la imagen, por
su imagen.
Por ejemplo: si elijo usar American Express lo hago porque "se dice" que pertenecer da privilegios, porque es
símbolo de algo. Pero también es una imagen, soporte de la imagen que me gustaría, que desearía ser, por lo
tanto ese objeto tarjeta pasa a ser parte de mi campo visual y parte de mi yo. En definitiva la tarjeta sería otra
imagen de mi yo. Para concluir digo que seleccionamos, elegimos, dentro de un campo visual de imágenes en las
cuales nos reconocemos.

Claudio R. Boyé
Psicoanalista

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