Leche de Loba

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Leche de loba

de María Inés Alonso Sobreira


Personajes de la obra

Aurora

Rómulo

Leche de loba
"Que lo que no me des
y no te pida
será para la muerte..."
Federico García Lorca

Primer acto

(Fiesta de casamiento en una casa modesta. Un sillón al frente, detrás, una


mesa con una torta de boda, adornada con muñecos de los novios, y un espacio
despejado para bailar. Rómulo lleva puesto un frac negro que hace juego con el
rictus de tristeza y desencanto que tiene dibujado en la cara. Aurora un vestido
turquesa sencillo pero elegante, unos zapatos de altos tacos y un gran
prendedor con forma de mariposa sobre su pecho, del costado izquierdo. Bailan
un rock and roll. Detrás de ellos bailan un par de parejas ataviadas con sobrias
prendas de fiesta. Al terminar la pieza, ambos, se desploman sobre un sillón.
Las parejas siguen bailando y van desapareciendo por los costados del
escenario. La luz queda sobre ellos, sentados, y sobre la torta que tienen
detrás.)
Aurora: (Resoplando.) _ ¡Uf! No puedo más, estos zapatos me están
matando… (Se saca los zapatos ayudándose con los pies, sin utilizar las
manos; sube las piernas al sillón y se acurruca apoyando su cabeza sobre el
hombro de Rómulo.)

Rómulo: (Acariciando la cabeza de Aurora.) _ Y, también… ¿A quién se le


ocurre hacer una fiesta justo en medio de la semana?

Aurora: (Con un mohín tierno y sonriendo.) _ ¡Te estás poniendo viejito, eh!

Rómulo: _ ¿Viejito yo? (Le da una palmada suave.) ¿No fuiste vos la que dijo
que no podía más, o me estoy equivocando?

Aurora: (Frunciendo la nariz.) _ Sí, pero era por los zapatos… Aunque, si no
lo vas a usar en mi contra, también te confieso que esta trasnochada me está
matando.

Rómulo: (Acomodándose el moño del frac y moviendo el cuello.) _ Parece que


no soy el único vejete de la velada entonces…

Aurora: _ Y, ya no tenemos diecisiete, ni veinte, ni veintisiete...

Rómulo: (Burlón.) _ Se nota que la nena está grande… ¿hasta cuánto sabés
contar?

Aurora: _Sí, vos burlate de mí ahora… vamos a ver, dentro de un par de


horas, a quién le pedís que te prepare un café bien cargado en el mercado.

Rómulo: _ ¿Un par de horas dijiste? Pero… ¿qué hora es? (Extiende el brazo
y mira su reloj.) ¡Ya la una!

Aurora: _ Y, el tiempo pasa…


Rómulo: (Carcajada.) _ Pero si la noche recién comienza, está en pañales.
(Se pone serio.) Ojalá fuera el tiempo y ojalá pasara sin más. Pero no es el
tiempo, es la vida. La nuestra. Pasará, pasará… y qué bueno que sería si, ahora,
alguien nos atrapara y nos dijera: pero el último quedará…

Aurora: _ Bueno, bueno… debe ser la hora, o el vino… veníamos de una


buena sacudida de rock and roll, empezamos con "¿te acordás hermano",
estamos en "el tiempo pasa" ... y sólo nos falta "la vida me engañó" para
terminar con el tangazo.

Rómulo: _ Epa, estás bastante despierta, eh…

Aurora: _ Insomnio senil.

Rómulo: _ ¡Pero qué avispada la niña!

Aurora: _ Una avispada de colágeno es lo que voy a necesitar mañana…(Con


cara de preocupación sincera.) vas a ver que, ahora, cuando no duermo, me
puedo contar un montón de arrugas una por una…

Rómulo: _ ¡No humilles con la cantidad! ... si lo que importa es la calidad de


una cara bien surcada.

Aurora: (Se sonríe.) _ ¡No me hagas reír que me vas a agregar varias más!

Rómulo: _ ¡Pero si me encanta! Las voy a mirar con una lupa y voy a decir:
esta arruguita es mía, y ésta, y esta otra también…

Aurora: _ ¡Te voy a dar arruguita! Mejor decí: esta boquita es mía y, por mi
bien, la voy a hacer callar…(Se mira atentamente las manos, de un lado y del
otro.) Rómulo…

Rómulo: _ ¿Qué?

Aurora: _ ¿En serio pensás que estoy vieja y arrugada?

Rómulo: (Sonriendo.) _ Como una ciruela pasa.

Aurora: (Ofuscada.) _ ¿Me decís cómo hacés para reírte de esas cosas?

Rómulo: _ Y… cosas que se logran con la edad…

Aurora: _ Bueno, como no vas a tomar mis preocupaciones en serio, mejor


cambiemos de tema.

Rómulo: _ ¿Cuándo cortarán la torta? Esta vez no me lo pierdo. Desde


chiquito me vengo prometiendo que, algún día, me voy a quedar hasta el final.

Aurora: _ Y cómo no te vas a quedar hasta el final si es el casamiento de tu


hermano.

Rómulo: _ No, no quería decir eso. Nunca probé un pedazo de torta de


casamiento y tengo la sensación de que el día en que eso pase me voy a haber
quedado en una fiesta hasta el final.

Aurora: _ ¿Y si la fiesta sigue después de la torta?

Rómulo: _ ¡Nada! ¡No me hagas caso! Son esas fantasías inexplicables que
uno tiene de chico. ¿Viste que no hay nada más artificial que los muñecos de
torta? Bueno, yo siempre pensé que la torta también debe ser artificial…

Aurora: (Lo mira sorprendida.) _ ¡Mirá vos qué raro!

Rómulo: _ Sí, más que raro es un poco tonto… pero de chico, a uno, esas
cosas lo intrigan. Mirá si la torta es de mentira y esperan hasta muy tarde, hasta
que quedan sólo los íntimos, para cortarla y no romper el encanto.

Aurora: _ ¿Venís arrastrando muchas de esas fantasías de chico?

Rómulo: _ Sí, tengo algunas de esas crónicas. Lo demás, para qué mentirte, es
estupidez de lo más adulta.

Aurora: _ ¿Algún día me las vas a contar?

Rómulo: _ Algún día…

Aurora: _ Siempre me decís "algún día"… ¿Cuándo es algún día?

Rómulo: (Tomándola con las dos manos y poniéndola frente a él.) _ Sos una
demandante de historias. No hay día en que no estés ávida porque te cuente
alguna. Así no hay cantidad que alcance.

Aurora: _ Y... la culpa la tenés vos con tus misterios, porque cada vez que me
decís "algún día" yo creo que te queda alguna más…

Rómulo: (Pensativo.) _ Por ahora es así, por ahora me quedan…

Aurora: _ Decís "me quedan" como si se tratara de un frasco de caramelos al


que, de tanto sacar, algún día vas a vaciar.

Rómulo: _ Supongo que es algo parecido.


Aurora: (Extrañada.) _ ¿Parecido?

Rómulo: _ Sí, es como un frasco del que voy tomando mis historias. O, más
bien, como una alcancía a la que, durante toda mi vida, fui llenando. Y, ahora,
puedo sacar de lo que hay adentro, de a poco, por la ranura. Son historias
solitarias que puedo liberar de a una.
Y siempre habrá mientras haya…

Aurora: _ Y sí, claro, mientras haya habrá…

Rómulo: _ Pero ¿sabés qué es lo misterioso?

Aurora: _ Todo lo que decís hoy me parece misterioso.

Rómulo: _ No, lo extraño es que nunca puedo saber cuántas me quedan.


Por eso te decía lo de la alcancía, porque no es de un vidrio a través del
cual pueda ver, es de lata opaca.

Aurora: _ ¿Sabés algo?

Rómulo: _ ¿Qué?

Aurora: _ Que me gusta cuando tenés algo que contar.

Rómulo: _ Y, ¿por qué te gusta?

Aurora: _ No sé… lo que sé es que cuando estoy triste me gusta mucho


más.

Rómulo: _ ¿Más que qué?

Aurora: (Pícara.) _ Más que la frutilla de la torta.

Rómulo: _ ¿Y si, algún día, te dejara de contar?


Aurora: _ Te pediría una historia más.

Rómulo: (Levantando un dedo, el índice de la mano derecha.) _ ¿Una más?

Aurora: _ Una más no, siempre una más.

Rómulo: _ Como una historia infinita… Cuando me hablaban del libro de las
mil y una noches, yo, me imaginaba que ese era el título y que mil uno era el
número hasta el que quien se lo puso sabía contar. Pensaba que al abrirlo
podría encontrarme una noche mil dos o mil tres. O que, tal vez, al llegar a la
mil uno las historias volverían a empezar.

Aurora: (Aplaudiendo feliz.) _ ¡Sí, una historia infinita, qué delicia!

Rómulo: _ ¿Delicia? ¡Una tortura sin par!

Aurora: (Enojada y triste.) _ ¡Qué! ¿No te gustaría una vida infinita conmigo?

Rómulo: (Parco) _ No me gustaría nada parecido a una vida infinita.

Aurora: _ ¡Ay! ¿Por qué me querés siempre mendigántote una tregua? Decís
tantas cosas que me desilusionan. A veces pienso que no me tenés ...

Rómulo: _ No, no es que no te tenga piedad. No sé siquiera qué esperás y


tampoco entiendo por qué te desilusiono.
Aurora: _ Y vos ¿no esperás?

Rómulo: _ De alguna manera; pero no espero algo.

Aurora: _ Decime, ¿algún día vamos a tener una fiesta como esta?
Rómulo: (Seguro.) _ Nunca.

Aurora: _ Entonces, ¿no vas a casarte conmigo?

Rómulo: _ Tampoco.

Aurora: _ Y, ¿para qué estás conmigo si tenés todas esas certezas?

Rómulo: _ Aurora, (Le gira la cabeza hacia una ventana a través de la


cual se ve llover.) mirá… ¿llueve ahora?

Aurora: _ Sí, llueve… pero…


Rómulo: _ ¿Te gusta la lluvia?

Aurora: (Sin dudarlo.) _ ¡Me encanta!

Rómulo: _ ¿Te parece que algún día pueda no llover más?

Aurora: (Pone cara pensativa.) _ No me lo imagino.

Rómulo: _ ¿Conocés cada día en que se va a desatar la tormenta o cada uno en


el que no hay posibilidades de que eso suceda? ¿Hay una hora en la que llueve
mucho, otra en la que llueve poco, o una en la que para? ¿Saben todos en qué
momento salir con paraguas?

Aurora: _ No, pero me parece que no nos costaría mucho llegar a eso… en
unos años más… Debe haber alguna forma…

Rómulo: _ ¡Justamente! Te iba a preguntar por qué necesitás tanto las


formas.

Aurora: _ Soy humana… o vos ¿no te lavás los dientes todos los días?, ¿no le
das de comer a tu gata? ¿Por qué?

Rómulo: _ También soy humano…

Aurora: (Lo agarra de las solapas y pone voz de nena caprichosa.) _¡Entonces
casémonos!

Rómulo: _ ¿Para qué? Sólo me provocaría angustia. Yo me lavo los dientes,


saludo, como, riego las plantas y le doy de comer a la gata pero jamás me
pongo unos pantalones chingados, que me queden cortos y me tiren de todos
lados…

Aurora: (apartándose bruscamente de él) _ Y, ya lo pensaba yo… el que


mama leche de loba…
(Telón.)
Segundo acto

(La escena transcurre en un mercado de frutos, plantas y flores, animales


domésticos y alimentos. Sobre el escenario una nube de humo no muy densa y
el sonido del canto de unos grillos, crea la atmósfera de noche entrada de un
día brumoso. Se ven, al frente, dos pequeños puestos de madera, linderos. Por
detrás otros puestos con las persianas todavía bajas y unos faroles de luz
amarilla encendidos. El mercado está cerrado, todavía faltan algunas horas para
que comience la actividad. Están, solos, Rómulo y Aurora, cada uno en uno de
los puestos delanteros. En el de él se ven unos estantes sucios, llenos de paja.
Entre la paja asoma el plumaje de alguna gallina, unos huevos. El de ella está
ordenado. Las plantas se suceden en una escala cromática de amarillos, verdes,
rojos, blancos. En el piso de cemento del mercado hay hojas de lechuga mustia,
pisoteada; cada tanto un huevo estrellado, una rama de helecho y cáscaras de
diversas frutas. Hilos de agua brotan de una canilla oxidada.
Rómulo tiene, en la mano derecha, un escalpelo y, con pequeños movimientos
de precisión, va cortando el cogote de una gallina que está despatarrada sobre
una mesa. Está encorvado, tratando de alejar el cuerpo, para no salpicarse con
la sangre. Aurora corta rosas de color "té con leche" de un gran rosal que tiene
en la parte de atrás del puesto. Las rosas están bastante abiertas. Las corta sin
ningún utensilio, con sus manos, tratando de no herir los tallos pero, a la vez,
con un tirón enérgico y descuidado. Huele cada una de las flores cortadas y las
roza suavemente sobre sus mejillas.)

Aurora: (Habla sobradora.) _ Dejaste el agua corriendo, andá a cerrarla.


¡Buena excusa te inventaste para poder soltar rápido el cogote de tu gallinita!

Rómulo: (Sin levantar la vista de su trabajo minucioso con el escalpelo y


dando, cada tanto, pequeños pasitos hacia atrás para no salpicarse.) _ No
pienso soltar este lindo pescuecito… Ya está bien lavada y atontada.

Aurora: (Cortando rosas enérgicamente, oliéndolas y acariciando, con ellas,


sus mejillas.) _ ¡Linda historieta de torturador me estás contando; agua, un
poco de electricidad y la degollás mansa y limpita!

Rómulo: (Con tono socarrón.) _ ¡No! Pero si vos bien sabés que eso no es
todo…

Aurora: _ ¡Vamos Rómulo, terminemos esta farsa! Los dos sabemos que,
como mucho, tu maldad es la de un cirujano frustrado…

Rómulo: _ ¡Cirujano frustrado! Suena mejor que medio ciruja "matapollos".


Puede ser, puede ser… Ahora, contame, ¿cuándo viste a un cirujano, después
del cuchillazo, pasar a sus pacientes por agua bien calentita? (Carcajada.) Y ni
hablemos de desplumarlas, cortarles la cabeza, las patas y sacar los
menuditos… porque ya me veo que paso a ser el cirujano (Haciendo énfasis en
la palabra.) plástico frustrado.

Aurora: _ ¿Por qué estás haciendo esto?

Rómulo: (En tono burlón.) _ ¡Ah, ya sé! Vos me lo preguntás porque como yo
toco todos los días la flauta traversa, que mate una gallina te extraña… o
porque querrías que me dedicara a los pasitos de ballet que practicaba hace un
tiempo…
(Serio.) Lo hago porque es mi trabajo Aurora, mato cientos de gallinas por mes
y me conociste haciendo esto.

Aurora: _ Nunca hablaste así, es horrible…


Rómulo: _ Horrible, ¡qué va a ser horrible!, ¿no sentís el olorcito a piel y
pluma de gallina quemada? (Huele con inhalaciones exageradas.) ¡Pero qué
buen olorcito!

Aurora: _ ¡Basta Rómulo!

Rómulo: _ ¿No es lo que querías acaso? Me lo dijiste bien clarito, y varias


veces, durante la fiesta. Yo no te traje para acá porque sí. ¿No me dijiste: (La
imita hablar.) "el que mama leche de loba…"?

Aurora: _ Sabés que siempre digo eso cuando me enojo…

Rómulo: _ ¡No! Jamás dijiste eso.

Aurora: _ ¡Siempre!

Rómulo: _ ¡Jamás! Decís muchas cosas, pero nunca eso.

Aurora: _ Y si no es eso, a ver… (Nerviosa.) ¿qué digo, entonces?

Rómulo: _ Me decís "Rómulo Ernesto esto…", "Rómulo Ernesto lo otro…",


"Rómulo Ernesto vení para acá", o "andá para allá".

Aurora: _ Y bueno… ¡Ves! ¡Ves! Ya te decía yo que era lo mismo.

Rómulo: (Asombrado.) _ ¿Lo mismo? ¿Me lo decís en serio?


Aurora: _ ¡Claro! Rómulo Ernesto y mamar leche de loba es igual. Es que
estoy enojada y me la desquito con ese nombre ridículo que tenés.

Rómulo: _ ¡Ah, pero bueno! Te faltó decir que es lo mismo porque bien loba
habrá tenido que ser mi madre para ponérmelo. ¡No seas infantil Aurora, si ni
vos te lo creés!

Aurora: _ Es que es así, no es cuestión de que me lo crea. Creer… creer…


dejemos mi fe para otras cosas… Mirá qué lindas están mis rosas, ¿vos pensás
que ellas se abren todas las mañanas porque yo creo que se abren?

Rómulo: (Enojado.) _ ¡Peor entonces! ¡Me estás dando la razón! No es que lo


creas sino que no es lo mismo cuando me llamás de una forma o de otra. Y
decime… ¿vos pensás que la loba era capaz de comerse a las sabrosas
gallinitas?

Aurora: (Bufando.) _ ¡Mirá, no me embarulles más! ¿Qué tendrá que ver,


ahora, el chiste de la loba con esa pobre gallina indefensa que tenés entre tus
manos? Te juro que si me seguís pinchando te robo ese cadáver y le hago una
corona con mis florcitas.

Rómulo: _ ¡Pero qué bonito, una corona de florcitas! (Sarcástico.) Contame…


¿reina de qué es esta gallina?

Aurora: (Furiosa.) _ ¡Reina de nada! Es su corona de muerte.

Rómulo: _ ¡Ah, qué interesante!, una coronación en el mismo día de su


muerte… Ahora me dejás mucho más tranquilo, (Trata de disimular su risa.) si
hasta podemos decir que la muerte es una reina bien gallina…

Aurora: _ ¡Ni en broma! (Haciendo todo tipo de muecas y tocando la madera


de los estantes de su puesto.) Dejá de nombrarla, querés. Además vos le diste
una buena manito a esa reina…

Rómulo: _ ¡Qué va! Como si necesitara de mi ayuda, ella se las arregla bien
solita… La muerte siempre tiene una excusa, Aurora.

Aurora: _ Esta fue muy mala.

Rómulo: _ ¡Y qué importa! Como si alguna vez tuviera que justificarlas…

Aurora: _ ¡Más vale! Qué va a justificar si tiene coronita…

Rómulo: _ Y se la hiciste vos con tus manos…

Aurora: _ La hice con mis flores y se la puse con mis manos… (Con furia.)
pero a la gallina, no a tu amada…

Rómulo: (Con los ojos enormes de asombro.) _ ¿La muerte mi amada? ¡La
muerte mi amada!

Aurora: _ Así parece, vive siempre entre tus brazos…

Rómulo: (Guiñándole un ojo.) _ O en las espinas de tus rosas para unos


cuantos…

Aurora: _ Imposible, mis pimpollitos sólo están llenos de vida… si no los


picotean tus gallinas.
Rómulo: _ Estas adorables criaturitas sólo picotean por hambre.

Aurora: _ Adorables criaturitas ante las que no te tiembla el pulso a la hora de


la verdad… (Imitándolo.) ¡Si hay que matar, se mata y ya!

Rómulo: _ Y, no pretenderás que las venda vivas… quién me las va a


comprar. A ver si, todavía, me acusan por trata de blancas. Nadie se preocupa
por quién las tiene que matar una vez que están muertas pero te imaginás si
llegaran a sus manos vivas… ¡qué dilema! (Se agarra la cabeza.) ¡La millonada
que les ahorro en psicoanalista!

Aurora: _ Si ser un lobo con escalpelo es el precio que estás dispuesto a


pagar…

Rómulo: _ ¡Vamos! Si ellas saben que no van a estar mejor cuidadas que en
mis manos.

Aurora: _ Claro, por eso se dejan. Confían y se dejan agarrar tan fácil…
naturaleza de no picotear la mano que les da de comer.

Rómulo: _ Y, ¡me agradecen! Si yo las amo de la más perfecta manera.

Aurora: (Sarcástica.) _ ¡Gorditas y vestidas para matar!

Rómulo: _ Las amo bien muertas.

Aurora: _ ¡Pero qué amor esforzado!

Rómulo: _ ¡Ay, ay, ay! Es un esfuerzo para mi conciencia, Aurora, a la que


sólo pueden redimir estas manos…
Aurora: (Interrumpe la frase de Rómulo.) _ …esas que una lava a la otra…

Rómulo: _ Esas que dan la muerte. ¿O sólo hay amor en las que sueltan el
aliento vital?

Aurora: _ ¿Amor?

Rómulo: _ Amor a mis gallinas muertas. El amor exacto que ya nada puede
cambiar, que ellas no pueden cambiar. El amor que se siente en esa forma
acabada, solamente, por quienes ya no respiran…

Aurora: _ Rómulo, ¿qué sentirías por otra criatura?

Rómulo: _ Otra es la misma, para mí las gallinas son siempre las mismas.

Aurora: _ Digo, si sentirías lo mismo por otra criatura como… (Titubea.) un


hijo.

Rómulo: _ No tengo hijos.

Aurora: _ Por un hijo nuestro, quiero decir…

Rómulo: _ Es que no voy a tener hijos Aurora.

Aurora: _ ¿Estás diciendo que no vamos a tener?


Rómulo: _ Estoy diciendo que no tengo, ni voy a tener… además, la posesión
me parece poco probable. Estoy diciendo que no hay críos para mí.

Aurora: (Triste y sorprendida.) _ Nunca me lo habías dicho.

Rómulo: _ Tampoco me lo habías preguntado.

Aurora: _ Debía suponerlo ¿no?

Rómulo: _ Sabés que no podría soportar la mirada de un hijo sobre mí, su


derecho amoroso a hacerme ver que no soy perfecto en una tarea que sólo
puede ser imperfecta. En su mirada, en la pérdida de protagonismo de mi
vida... un hijo me mataría de evidencias, dos veces…

Aurora: _ Nadie muere dos veces.

Rómulo: _ ... En la conciencia de mi vejez, en la posibilidad de que él pensara


que no pidió venir a este mundo.... Más de dos, cientas…

Aurora: _ ¡Ay! (En ese momento se pincha con la espina de una rosa y
aprovecha la excusa para ponerse a llorar. Llora desconsolada mientras agarra
un pañuelo y lo ata, de manera exageradamente visible, sobre su mano. Sin
parar de llorar sale corriendo hacia el otro lado del mercado.)

(Telón.)
Tercer acto

(El escenario está divido por una pared con una puerta. De un lado de la pared
se ve el baño del mercado. Hay un inodoro y una bacha con sus canillas sobre
una mesada. Del otro lado de la pared se ve parte del mercado. Ambos lados se
ven iluminados. Aurora está dentro del baño del mercado y Rómulo afuera, al
lado de la puerta. Ella sigue llorando mientras, bruscamente, se desata el
pañuelo que le cubre el dedo pinchado, lo abolla y lo tira con furia en el
inodoro. Rómulo, del otro lado, golpea la puerta.)

Rómulo: _ ¿Puedo pasar?

Aurora: (Gritando desde adentro.) _ ¡No!

Rómulo: _ Vine a buscar la escoba del armario. Saliste como una ráfaga y
arrasaste con varios floreros a tu paso… ¿Puedo pasar?

Aurora: _ ¡No!

Rómulo: _ Vamos... no voy a esperar horas detrás de esta puerta...

Aurora: _ ¿Por qué no?

Rómulo: _ Me hacés sentir un mendigo Aurora...

Aurora: _ No busco hacerte sentir eso... sólo te estoy diciendo que no podés
pasar... además, no creo... al menos no creía... que fuera a resultarte tan pesado
ese sentimiento.

Rómulo: _ Aurora...
Aurora: _ Me enamoré de vos el día en que te vi quedarte sin monedas de
darle a tantos mendigos por el camino... a lo mejor, por eso, no podía hacer
otra cosa que caminar a tu lado, siempre esperando...

Rómulo: _ Otra vez, no voy a esperar horas detrás de esta puerta...

Aurora: _ No vas a esperar horas detrás de mí...

Rómulo: _ No voy a esperar... no tengo tanta paciencia...

Aurora: _ Es una pena, creo que yo tampoco tengo tanta. Es otra pena... todo
llega para los pacientes...

Rómulo: _ ¡No seas chiquilina y dejame entrar!

Aurora: _ Sí, supongo que es eso, soy chiquilina, pero nunca la chiquilina de
la que vos hablás... eso le decías a Mauro, el otro día, cuando él te hablaba de
mí, de tu mujer, y vos le preguntaste riéndote: ¿qué mujer?
Creo que tenías razón... tu mundo me es tan ajeno que a veces pienso que yo
sigo jugando en el mío mientras te siento lejos, borroso, viviendo tu adulto
mundo a mi costado. Sin duda soy una nena porque te miro extrañada; no te
comprendo y mi soledad es infinita...

Rómulo: _ ¿Por qué no puedo pasar? ¿Qué estás haciendo?

Aurora: _ Nada, sólo que no podés...

Rómulo: _ ¿Qué hacés?


Aurora: _ ¿Tanto te preocupa?

Rómulo: _ Es que no quiero seguir acá, apoyado en esta puerta... ¿Qué


es lo que me tiene que preocupar?
Aurora: _ Supongo que nada. ¿Qué puede preocuparte verdaderamente si no
morirías por nadie? ¿Podrías preocuparte por alguien siempre dispuesta a morir
primero?

Rómulo: (Sarcástico.) _ Vamos, que antes murieron mis gallinas y no hay


escalpelo que reclame tu vida... (Serio.) Mejor disponete a abrirme ya... o
entro, sin más preguntas (Abre la puerta y entra al baño. Se apaga la luz que
iluminaba el otro lado de la puerta y la escena queda reducida al interior del
baño.)

Aurora: (Está de espaldas, no contesta y se tira, constantemente, agua sobre la


cara para disimular el llanto.)

Rómulo: _ ¡Te vas a ahogar con tanta agua!

Aurora: (Sigue sin contestar y sumerge toda la cabeza dentro de la bacha de la


pileta.)

Rómulo: _ ¡Pero qué hacés! Vamos a tener que secar esta laguna antes de que
llegue la gente del mercado… ¡Tanto lío por un tajito en el dedo!
(La toma de la cintura para que saque la cabeza del agua.) A ver… mostrame
por dónde te estás desangrando…

Aurora: (Saca la cabeza del agua, se mira el dedo, se lo aprieta un poco, se lo


mete en la boca y gira para quedar frente a Rómulo.)

Rómulo: (Está frente a ella. La toma de los hombros, la mira, le revuelve el


pelo con las manos, le acaricia una mejilla.) _ ¡Parecés otra con el pelo
mojado!
Aurora: (Se saca el dedo de la boca y se ayuda con las manos para sentarse
sobre la mesada de la pileta del baño.) _ Soy la misma de siempre. Es sólo mi
pelo que está un poco más salvaje...

Rómulo: (Apoya sus manos sobre las piernas de Aurora que cuelgan de la
mesada.) _ No te reconozco así...

Aurora: (Apoya sus manos sobre las de Rómulo.) _ Y, sin embargo, sigo
siendo Aurora... bueno, podría concederte que soy una de las Auroras
posibles... la más salvaje...

Rómulo: _ Ahora te podría contar alguna de mis historias que tanto te gustan y
podríamos jugar... (Le toma la cabeza e intenta besarla.)

Aurora: (Apoya el pie sobre el pecho de Rómulo y, suavemente pero segura,


lo aparta extendiendo su pierna. Suelta una carcajada.) _ Esta no tiene coronita,
ni puede valerse de excusas...

Rómulo: (Se trata de acercar pero ella mantiene su pierna firme.) _ ¿Quién?

Aurora: (Carcajada. Tira su cabeza hacia atrás) _ Ay, mi lobo de loba fiera, la
pequeña hermana de tu amada...
(Se baja de la mesada y va saliendo del baño, caminando hacia atrás, mirando a
Rómulo y cantando acompañada por una música muy dulce.)
"...Una muerte pequeña...
...Sola mi mano izquierda
atravesaba montes sin fin
de flores secas...
... Prado mortal de luna.
La nieve gime y tiembla
por detrás de la puerta..."1

(Se corta la música, queda Rómulo iluminado, y se cierra la puerta del baño
con un fuerte portazo.)

(Telón.)

FIN

1
"Canción de la pequeña muerte", Federico García Lorca.

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