Requisitos de La Compensación Unilateral

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REQUISITOS DE LA COMPENSACIÓN UNILATERAL

Para que las obligaciones se extingan por compensación unilateral es necesaria la


concurrencia de los requisitos que la ley civil exige. Tales requisitos se encuentran
establecidos en el artículo 1288 del Código Civil:
Artículo 1288.-
«Por la compensación se extinguen las obligaciones recíprocas, líquidas, exigibles y de
prestaciones fungibles y homogéneas, hasta donde respectivamente alcancen, desde que
hayan sido opuestas la una a la otra.
La compensación no opera cuando el acreedor y el deudor la excluyen de común
acuerdo». Analicemos brevemente cada uno de los cuatro requisitos que deben concurrir:
2.1. Que las obligaciones sean recíprocas
Por regla general, la compensación opera en tanto y en cuanto cada uno de los sujetos de
la relación obligatoria ocupe simultáneamente la parte acreedora, respecto de una o más
obligaciones, y la parte deudora, en relación a otra u otras obligaciones. Ello ocurriría, por
ejemplo, si «X» debe a «Y» la suma de 6,000 nuevos soles en virtud de un contrato de
mutuo, en tanto que «Y» adeuda a «X» igual cantidad por concepto del precio de un bien
que «X» le vendió. En esta hipótesis se advierte que «X» es deudor de «Y», al hallarse
obligado a la devolución del dinero que le fue prestado mediante un contrato de mutuo, y
que «X», simultáneamente, es acreedor de «Y», por cuanto este último le adeuda el pago
del precio del bien materia del contrato de compraventa.
Lo propio ocurriría si «Y», por ejemplo, fuese deudor de «X» en virtud de un contrato de
arrendamiento en el cual adeudase el pago de tres mensualidades, cada una de 2,000
nuevos soles. En este caso, la compensación extinguiría no sólo dos, sino cuatro
obligaciones. Al respecto, entonces, cabe resaltar que nada obsta a que la compensación
se produzca respecto de dos o más obligaciones, en tanto reúnan los requisitos que la ley
exige.
La reciprocidad versa, precisamente, en que los diversos créditos existan entre los mismos
sujetos, quienes son (cada uno de ellos) acreedor y deudor del otro. Ahora bien, cabe
formularse la interrogante de si la reciprocidad a la que la ley peruana alude en el artículo
1288 del Código Civil, se refiere a la reciprocidad derivada del contrato con prestaciones
recíprocas, del contrato bilateral y del contrato oneroso.
La reciprocidad que se deriva del contrato en mención se advierte a nivel de las
obligaciones, al momento de la celebración del contrato, y a nivel de las prestaciones, al
momento en que se ejecuta la relación obligatoria.
En opinión nuestra al menos en el plano teórico la reciprocidad que hace posible la
compensación de dos o más obligaciones, comprende tanto al último concepto anotado,
como a la reciprocidad que se presenta en el ámbito contractual.
De este modo, cuando las obligaciones en las que los sujetos sean simultáneamente
deudor y acreedor uno del otro, emanen de diversas fuentes o de un mismo contrato, a
nuestro modo de ver se habrá verificado el requisito de reciprocidad de las obligaciones
que la compensación exige.
No hallamos razón alguna para excluir la reciprocidad propia del ámbito de una misma
relación contractual. Teóricamente, podría ocurrir que a través de un contrato con
prestaciones recíprocas o de uno bilateral u oneroso, ambas partes hayan contraído
obligaciones con prestaciones recíprocas, fungibles, líquidas y exigibles, e intentasen
compensar dichas obligaciones, por ser la compensación el mecanismo que mejor
satisface sus intereses.
Por ejemplo, si Manuel celebra con Carla un contrato de renta vitalicia a título oneroso, a
través del cual Manuel se obliga a entregar a Carla la suma mensual de 1,000 nuevos soles
durante el resto de la vida de Carla, en tanto que ésta se obliga a entregar a Manuel dos
meses después de la celebración del contrato, la suma de 100,000 nuevos soles.
Supongamos que Manuel incumple con entregar a Carla, a su vencimiento, dos
mensualidades correspondientes a la renta vitalicia, es decir, le adeudaba la cantidad de
2,000 nuevos soles, y persiste en su incumplimiento. Debido a que la obligación de Carla
acaba de vencer (por haber transcurrido los meses de plazo convenidos), ésta podría optar
por compensar las obligaciones.
Así, si a Carla, como acreedora de la renta vitalicia, le interesa conservar la relación
contractual, pero evitar, además, el desplazamiento de numerario en vista de ser, a su
vez, deudora de Manuel, podría invocar la compensación, con lo que se extinguiría lo
adeudado a ella por Manuel y se reduciría su obligación hacia este último hasta el monto
de 98,000 nuevos soles. Vemos, pues, cómo en el supuesto analizado reviste sentido la
compensación que se produce entre las obligaciones dimanadas de un mismo contrato y
carece de argumentos que la impidan, tanto en el plazo teórico como en el práctico.
Ahora bien, es consecuencia de este primer requisito de reciprocidad el que un tercero se
vea impedido de invocar la compensación, pretendiendo extinguir el crédito o la deuda
que tuviese con alguno de los obligados recíprocamente.
Advertimos, por lo analizado, que la reciprocidad a la que se refiere la norma no está
aludiendo al tema de los contratos con prestaciones recíprocas.
Es decir, para efectos de la compensación lo que interesa es que una persona le deba a
otra y, a su vez, ésta le deba a ella, mas no importa si esa reciprocidad proviene de un
mismo contrato o de dos contratos.
La compensación, entonces, opera cuando se reúnen las condiciones establecidas por la
norma entre quienes son mutuamente acreedor y deudor. La ley no admite la
intervención de un tercero.
De esta regla se derivan algunas otras consecuencias que mencionamos a continuación:
(a) El deudor de un pupilo, requerido por el tutor o curador, no puede oponer la
compensación por lo que el tutor o curador le debe a él. Y esto obedece al hecho de que
guardador y pupilo son dos personas distintas, con patrimonios diversos.
(b) El deudor principal no puede oponer a su acreedor, por vía de compensación, lo que el
acreedor deba al fiador. Esto es así porque el deudor principal está obligado
personalmente y no puede disponer de un crédito que pertenece a su fiador. La falta de
reciprocidad de las obligaciones, indispensable para el funcionamiento de la
compensación, es en este caso evidente, pues el obligado no es acreedor de su acreedor,
sino que lo es el fiador, quien para él resulta ser un tercero.
c) El mandatario que es requerido por una deuda suya, no puede oponer la compensación de lo
que su acreedor debe a su mandante. Cada sujeto debe ser, a la vez, acreedor y deudor del otro.

En este sentido, al mandatario no se le puede oponer en compensación el débito que él tuviera a


favor del deudor de su mandante, cuando dicho mandatario ejercita la acción de cobro.

2.2. Que las obligaciones sean líquidas Constituye requisito esencial de la compensación la
liquidez de ambas obligaciones. Una deuda es líquida cuando los sujetos de la relación obligatoria
conocen con certeza la cuantía de su objeto. Se ha expresado que la liquidez supone dos
condiciones de la obligación, a saber, certeza en cuanto a su existencia y determinación respecto a
su cuantía.

No obstante, compartimos la opinión de Cazeaux y Trigo Represas cuando señalan que, en


estricto, definiciones como las anotadas unifican y pueden confundir dos aspectos diferentes: el
de la certidumbre y el de la liquidez. La certeza de una deuda precisa responde a su existencia
indiscutida, mientras que lo relativo a la determinación de su importe, el conocer a cuánto
asciende lo que se debe, es en verdad la cuestión de liquidez.

Así las cosas, constituyen obligaciones de dudosa certeza aquéllas negadas o discutidas en un
proceso arbitral o judicial, en tanto que son obligaciones líquidas, por ejemplo, el crédito
proveniente de una cláusula penal, el crédito que corresponde a un legatario de bien
determinado, el crédito que emana de un título valor o aquéllas contraídas con arreglo al
nominalismo.2

Ahora bien, cabe formularse la interrogante de por qué la ley civil peruana exige la liquidez de
ambas obligaciones para que se configure la compensación. A nuestro modo de ver, dicha
exigencia obedece a razones de orden práctico. Si por la compensación se extinguen dos o más
obligaciones hasta la concurrencia de sus respectivos montos, resulta evidente que para ello se
precisa conocer la cuantía de las obligaciones compensables.

De lo contrario, sería poco probable saber si ambas obligaciones o sólo una se extinguió
totalmente y, en este último caso, cuál es el monto del saldo pendiente de pago. De otro lado y en
opinión nuestra, no resulta posible efectuar la compensación unilateral, en tanto una o las dos
obligaciones materia de este acto sean ilíquidas.

Esto lo determinan razones de lógica evidente, al no resultar posible oponer compensación


unilateralmente cuando nos encontramos en presencia de cantidades inciertas. Si ello fuera
factible, en buena cuenta lo que se estaría produciendo sería algo así como «compensar en el
aire» o «compensar en el vacío», pues no resultaría factible conocer precisamente cuánto es
aquello que resulta materia de la compensación y, por tanto, si ambas deudas se han extinguido
en su integridad o si una de ellas se ha extinguido y la otra subsiste parcialmente, ni, en este
último caso, conocer el monto por el que resulta subsistente dicha obligación.

Dentro de tal orden de ideas, queda claro que son deudas compensables las obligaciones líquidas,
mas no las ilíquidas.
Aun cuando las obligaciones ilíquidas no pueden constituir objeto de compensación, resulta de
interés efectuar algunas precisiones en torno a las mismas, ya que la iliquidez de la obligación
versa en la indeterminación de su cuantía. Cabe señalar que la iliquidez de una obligación se
presenta no sólo cuando el valor de la prestación no se ha determinado con certeza, sino también
en los casos que, a manera de ejemplo, anotamos a continuación: - Si la determinación de su
monto o cuantía se confía a un tercero.

- Cuando su monto o cuantía deba determinarse según la naturaleza de la obligación o las


circunstancias del caso. - Cuando el valor de la prestación deba determinarse mediante resolución
judicial. - Cuando la determinación de su cuantía precise de una liquidación compleja y
necesariamente documentada.

2.3. Que las obligaciones sean exigibles El tercer requisito es que las obligaciones sean exigibles.
La exigibilidad de las obligaciones constituye, entonces, presupuesto esencial para que opere la
compensación.

Dicha exigibilidad versa, a nuestro modo de ver, en la facultad que asiste al acreedor de requerir,
judicial o extrajudicialmente, el cumplimiento forzoso de la obligación.

Siendo, pues, la exigibilidad de las obligaciones un requisito medular para la posibilidad de oponer
la compensación unilateral, podemos concluir en que no son deudas compensables por carecer de
exigibilidad, los siguientes créditos, que utilizamos a manera de ejemplos representativos:

- Aquellos créditos respecto de los cuales la ley ha prescrito su inexigibilidad.

- Los créditos expectaticios.

- Los créditos sujetos a una condición suspensiva.

- Las obligaciones naturales. - Los créditos sujetos a plazo suspensivo.

Así, por ejemplo, queda claro que no podría compensarse si una de las obligaciones fuese civil,
pero la otra hubiera devenido en una obligación natural pues, como bien sabemos, en las
obligaciones naturales el deudor si quiere no paga, y el acreedor no tendría mecanismo legal
alguno para exigirle el cumplimiento de la prestación debida.

2.4. Que las prestaciones sean fungibles y homogéneas

Además de los requisitos de reciprocidad, liquidez y exigibilidad de las obligaciones, para oponer
unilateralmente la compensación es indispensable que las prestaciones sean fungibles y
homogéneas. Al respecto, consideramos que el Código Civil incurrió en un error de redacción al
referirse a este requisito, pues lo centra en las prestaciones y no en el objeto de éstas.

Es el objeto de las prestaciones el que va a ser comparado a fin de establecer su grado de


semejanza con otro, por lo que la calidad de fungible se le aplicará a él y no a la prestación.
Entonces, para que opere la compensación unilateral, se requiere que los objetos de ambas
prestaciones sean fungibles y homogéneos. Esto quiere decir que ambas deudas deben referirse a
bienes u objetos (en la acepción más amplia del término) fungibles entre sí. En efecto, no basta
que el objeto de cada prestación sea fungible únicamente respecto a sí mismo, sino que también
sea fungible respecto al objeto de la otra prestación.
Dicho en otros términos, el objeto de la prestación debida por una de las partes debe ser fungible
con el objeto de la prestación adeudada por la otra parte.

La homogeneidad requerida por nuestra norma (artículo 1288 del Código Civil) alude, pues, a una
sintonía de género, especie y calidad entre los objetos de ambas prestaciones.

En este punto, nos parece pertinente señalar que tal fungibilidad también podría darse en las
obligaciones de hacer, en la medida en que el objeto de ellas lo permita. La doctrina y la mayor
parte de las legislaciones no contemplan este supuesto, debido a que se considera que no puede
presentarse en la realidad de los hechos. Pero podrían existir casos en los que, a nuestro criterio,
aparecieran las características necesarias de fungibilidad, a pesar de sus muy escasas
probabilidades de ocurrencia práctica. Un ejemplo podría ser el siguiente:

Una persona, Javier, se halla comprometida a sembrar césped de calidad «A–1» en el jardín de
otra, Ana. Este jardín tiene una extensión de 200 m². Posteriormente, en virtud de otro contrato,
Ana se obliga a sembrar el mismo tipo de césped en el jardín de Javier, cuya área es de 120 m². En
este punto, suponiendo que ambas obligaciones hayan vencido y sean exigibles, cualquiera de las
dos partes podría oponer a la otra la compensación, ya que el objeto de sus prestaciones es
equivalente y, por tanto, intercambiable; esto es, fungible.

Procediendo la compensación, la obligación de Ana se extinguiría, en tanto que la de Javier


quedaría reducida a sembrar 80 m² de césped en el jardín de Ana. Esta simetría en el objeto de las
prestaciones entre acreedor y deudor no es tan frecuente, desde luego, como en las obligaciones
de dar, pero existen diversas situaciones que, dado el caso, podrían concurrir en el supuesto bajo
análisis.

Así como en el ejemplo anterior, la compensación unilateral podría operar en otras situaciones,
como en el caso de dos partes que se encuentren recíprocamente obligadas a pintar la vivienda de
la otra o a transportar hasta un punto determinado una carga de similares características de peso
y volumen, etc.

La calidad de la fungibilidad no se exige, con relación a las cosas consideradas en sí mismas, sino
con respecto al objeto de la otra obligación. De esta forma, la obligación de entregar gasolina no
se compensa con el crédito por una suma de dinero, pese a ser ambos objetos fungibles, puesto
que no hay «fungibilidad recíproca».

El deudor de gasolina no puede imponer a su acreedor que reciba dinero como pago, así como
tampoco quien debe dinero puede pretender liberarse entregando cualquier otro bien fungible.
Por ello es que la fungibilidad no debe ser independiente, sino recíproca.

De la misma forma, una obligación contraída en moneda extranjera (por ejemplo, en dólares de
los Estados Unidos de América) no puede ser compensada con un crédito por un monto en otro
tipo de moneda, también extranjera (como por ejemplo, reales brasileños).

Ambas obligaciones recíprocas son susceptibles de compensación si las dos monedas resultan
fungibles entre sí, es decir, si corresponden al mismo país. Así, puede compensarse una obligación
de entregar pesos argentinos con otra que también consista en dar pesos argentinos, etc.
A nuestro entender, la exigencia de la fungibilidad como requisito para la compensación unilateral,
se da en dos niveles: el primero, al interior del objeto de cada prestación; y el segundo, entre los
objetos de ambas prestaciones.

Este segundo nivel de fungibilidad es lo que nuestra norma denomina «homogeneidad», para no
confundirlo con el primero. Ambas deudas de bienes fungibles deben ser, por tanto, homogéneas,
es decir, fungibles entre sí.

Ahora bien, podría constituir un exceso de nuestra norma la exigencia de ambos niveles de
fungibilidad mediante los términos fungibilidad y homogeneidad, ya que bastaría con decir «[...]
de prestaciones fungibles entre sí [...]» para que la fungibilidad opere respecto de ambos niveles.

En efecto, si los objetos de ambas prestaciones son fungibles entre sí, esto implica la fungibilidad
individual de cada uno. Basta que un objeto sea fungible con otro para que el concepto de
«fungible» se aplique a ambos indistintamente.

Entonces, si el objeto de una prestación es fungible con el objeto de la otra, no sólo serán
fungibles entre sí sino que implícitamente son objetos fungibles al interior de la prestación misma.
De igual manera, en términos conceptuales, un bien fungible debe ser homogéneo respecto de los
bienes con los que es intercambiable o equivalente.

La homogeneidad es la característica principal de la fungibilidad, está incluida en ésta; alude


particularmente a la equivalencia de calidad entre los bienes. Así, lo que es fungible es por esencia
homogéneo. Lo heterogéneo no puede ser fungible.

En conclusión, resultaría reiterativo emplear el vocablo «homogéneos» al aludir a los objetos de


estas prestaciones. En cuanto a la posible confusión relativa al espectro que debe abarcar la
fungibilidad, este problema se resolvería haciendo explícito en la norma que los objetos de las
prestaciones han de ser «fungibles entre sí».

Por otra parte, como anteriormente hemos expresado, el requerimiento de fungibilidad entre los
objetos de las prestaciones, para que pueda operar la compensación, no debe tomarse en su
sentido más estricto; a saber, que los objetos de ambas prestaciones deban ser idénticos tanto en
naturaleza como en magnitud, supuesto de muy difícil ocurrencia.

Ciertamente es muy poco probable que en dos momentos distintos dos personas o partes se
obliguen a ejecutar una respecto de la otra y la otra respecto de la primera exactamente lo mismo
y en idéntica cuantía.

De admitir ésta como la interpretación correcta de la noción y alcances de la fungibilidad,


estaríamos reduciendo el campo de la compensación unilateral a límites inadecuadamente
estrechos. Sólo cabría la compensación total, no la parcial.

Así, de acuerdo a este criterio, si tuviésemos de un lado la obligación de pagar 4,300 nuevos soles,
sólo podríamos compensar dicha obligación con otra cuyo monto exacto fuese de 4,300 nuevos
soles.

O si César debiese entregar a Juan 275 gramos de sal refinada, no podría compensar su deuda a
menos que Juan llegase a adeudarle 275 gramos del mismo producto, ni más ni menos. Se estaría
hablando de identidad no sólo en cuanto a especie y calidad, sino también en cantidad,
entorpeciendo sin sentido la utilidad práctica de esta figura jurídica.

Por ello, reiteramos que la fungibilidad no debe entenderse como equivalencia de los objetos de
las prestaciones hasta sus últimas consecuencias; es decir, pretendiendo que todos los detalles de
lo adeudado sean idénticos a los de la otra prestación. El elemento «cantidad» constituiría,
prácticamente, un obstáculo insalvable para lograr el objetivo de la figura jurídica de la
compensación, y por ello no debe tomarse en cuenta. La compensación tiene como finalidad
eliminar unilateralmente el «doble pago».

La razón de la concesión de esta prerrogativa no se encuentra sólo en un afán de simplificación —


que siempre es eficiente—, sino de modo principal en dar seguridad a ambos deudores respecto
del cumplimiento de la obligación de la cual son, a su vez, acreedores.

Como ambas obligaciones son (en la mayoría de casos) producto de actos jurídicos
independientes, se mantienen autónomas en todos sus extremos, por lo que el incumplimiento de
una no se relaciona con el incumplimiento de la otra.

Por eso, no sería improbable el supuesto de que una persona que debe dinero a otra que a su vez
también le adeuda una suma de dinero, no se sienta proclive a pagar su parte por temor a que
luego la otra no le abone lo que le debe. Posiblemente, la otra parte sienta lo mismo, y por ello
tampoco cumpla su obligación.

Es dentro de ese contexto que la compensación puede aparecer como una suerte de
«intromisión» entre dos contratos independientes y abre la puerta a su vinculación por vía
unilateral, siempre y cuando se verifiquen los requisitos señalados. Entendiendo la razón de la
compensación unilateral, queda claro por qué el elemento «cantidad» no debe tomarse en cuenta
al hablar de fungibilidad. Si lo que se busca es eliminar el «doble pago», resulta irrelevante que
ambas deudas sean distintas en cuantía, ya que de todas maneras una de ellas la menor se
extinguirá.

No obstante, lo señalado, nuestro Código Civil consideró necesario reafirmar este criterio,
empleando la expresión «hasta donde respectivamente alcancen». Conviene ahora advertir que
nuestra legislación excluye la compensación legal, ya que exige que una de las partes la oponga y,
además, no retrotrae sus efectos al momento de la coexistencia de ambas deudas, sino al instante
en que una es opuesta a la otra.

De este modo, por ejemplo, la diferencia entre los intereses que devenguen ambas obligaciones
deberá ser reintegrada por el deudor obligado a pagar mayores intereses, hasta el día en que se
opone la compensación y no basta el día en que ambos créditos iniciaron su coexistencia.

Luego de esta fecha, se seguirán devengando intereses, pero solamente respecto del saldo no
compensado. La compensación legal es la que se produce por simple ministerio de la ley, sin
intervención alguna de las partes. Sólo hace falta que se den los requisitos de reciprocidad,
exigibilidad, liquidez y fungibilidad de dos o más obligaciones entre acreedor y deudor, para que la
ley las declare compensadas hasta el monto de la de menor valor de no ser ellas iguales, aun sin
conocimiento de las partes. Opera, pues, de pleno derecho
3. Requisitos

3.1. Que las obligaciones sean recíprocas

Que dos personas sean simultáneamente deudoras y acreedoras la una de la otra en dos
obligaciones distintas, pudiendo extinguir sus respectivas deudas hasta por el monto de la menor.

Ello ocurriría, por ejemplo, si «X» debe a «Y» la suma de 6,000 nuevos soles en virtud de un
contrato de mutuo, en tanto que «Y» adeuda a «X» igual cantidad por concepto del precio de un
bien que «X» le vendió. En esta hipótesis se advierte que «X» es deudor de «Y», al hallarse
obligado a la devolución del dinero que le fue prestado mediante un contrato de mutuo, y que
«X», simultáneamente, es acreedor de «Y», por cuanto este último le adeuda el pago del precio
del bien materia del contrato de compraventa. (Osterling Parodi y Castillo Freyre, 2008, pp. 716-
717)

3.2. Que las obligaciones sean líquidas

En opinión de una autorizada doctrina nacional, no resulta posible efectuar la compensación


unilateral, en tanto una o las dos obligaciones materia de este acto sean ilíquidas. Esto lo
determinan razones de lógica evidente, al no resultar posible oponer compensación
unilateralmente cuando nos encontramos en presencia de cantidades inciertas. Si ello fuera
factible, en buena cuenta lo que se estaría produciendo sería algo así como «compensar en el
aire» o «compensar en el vacío», pues no resultaría factible conocer —precisamente— cuánto es
aquello que resulta materia de la compensación y, por tanto, si ambas deudas se he extinguido en
su integridad o si una de ellas se ha extinguido y la otra subsiste parcialmente, ni, en este último
caso, conocer el monto por el que resulta subsistente dicha obligación. (Osterling Parodi y Castillo
Freyre, 2008, p. 720)

En otras palabras, se tiene que conocer el monto determinado o cuantía del objeto de las
obligaciones sobre las que se practicará la compensación.

3.3. Que las obligaciones sean exigibles


Dicha exigibilidad versa, a modo de ver de una doctrina nacional, en la facultad que asiste al
acreedor de requerir, judicial o extrajudicialmente, el cumplimiento forzoso de la obligación.
Siendo, pues, la exigibilidad de las obligaciones un requisito medular para la posibilidad de oponer
la compensación unilateral, concluye esta doctrina en que no son deudas compensables —por
carecer de exigibilidad—, los siguientes créditos, utilizados a manera de ejemplos representativos:

– Aquellos créditos respecto de los cuales la ley ha prescrito su inexigibilidad.

– Los créditos expectaticios.

– Los créditos sujetos a una condición suspensiva.

– Las obligaciones naturales.

– Los créditos sujetos a plazo suspensivo. (Osterling Parodi y Castillo Freyre, 2008, pp. 721-722)

En otras palabras, que los acreedores puedan reclamar el cumplimiento de estas obligaciones ya
sea judicial o extrajudicialmente.

3.4. Que las prestaciones sean fungibles y homogéneas

En la práctica, decir que dos obligaciones son fungibles y homogéneas es algo reiterativo pues, en
definitiva, son fungibles por ser intercambiables; y, si son intercambiables, es porque tienen
prestaciones iguales, es decir homogéneas. La fungibilidad no se exige en relación a las cosas
consideradas en sí mismas, sino respecto al objeto de la otra obligación. De esta forma, la
obligación de entregar gasolina no se compensa con el crédito por una suma de dinero, pese a ser
ambos objetos fungibles, puesto que no hay fungibilidad recíproca. El deudor de gasolina no
puede imponer a su acreedor que reciba dinero como pago, así como tampoco quien debe dinero
puede pretender liberarse entregando cualquier otro bien fungible. (Castillo Freyre, 2018, p. 131)

De igual manera, en términos conceptuales, un bien fungible debe ser homogéneo respecto de los
bienes con los que es intercambiable o equivalente. La homogeneidad es la característica principal
de la fungibilidad, está incluida en ésta; alude particularmente a la equivalencia de calidad entre
los bienes. Así, lo que es fungible es por esencia homogéneo. Lo heterogéneo no puede ser
fungible. En conclusión, resultaría reiterativo emplear el vocablo «homogéneos» al aludir a los
objetos de estas prestaciones. En cuanto a la posible confusión relativa al espectro que debe
abarcar la fungibilidad, este problema se resolvería haciendo explícito en la norma que los objetos
de las prestaciones han de ser «fungibles entre sí». (Osterling Parodi y Castillo Freyre, 2008, p.
724)

En otras palabras, resulta reiterativo señalar que las prestaciones además de fungibles deban de
ser homogéneas ya que las primeras incluyen a las segundas. En estricto, los que deberían de ser
fungibles son los objetos de las prestaciones entre sí. Resultando estas por tanto intercambiables
además de iguales.

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