La Evolución de Eufemismos y Disfemismos en Función de Las Condiciones Extralingüísticas. Caso Particular de Las Minorías Sociales
La Evolución de Eufemismos y Disfemismos en Función de Las Condiciones Extralingüísticas. Caso Particular de Las Minorías Sociales
La Evolución de Eufemismos y Disfemismos en Función de Las Condiciones Extralingüísticas. Caso Particular de Las Minorías Sociales
extralingüísticas
Caso particular de las minorías sociales
Julián Zapata Montoya
Español y Aprestamiento a la Traducción II – Universidad de Antioquia, Escuela de Idiomas.
Menciones similares podrían hacerse para otras minorías: el término en inglés faggot,
usado para referirse a hombres homosexuales de manera peyorativa, cada vez se
considera de peor gusto, y su uso es considerado altamente ofensivo y en desacuerdo
con las políticas de igualdad prevalentes en el siglo XIX, y en su lugar, se utiliza el término
gay, la palabra denotativa homosexual, o el eufemismo de perífrasis orientación sexual
diferente. Lo mismo ocurre con la palabra tranny, alguna vez utilizada ofensivamente para
referirse a hombres transgénero; o retard/retrasado, término para denotar a personas con
discapacidades mentales, a quienes actualmente se les refiere eufemísticamente como
especiales. Este último se relaciona con un caso particular, pues el uso del término
mongólico, que fue científicamente aprobado por mucho tiempo, cada vez se considera
menos apropiado, y fue sustituido por un nuevo equivalente científico: persona con
Síndrome de Down; sugerido por la organización mundial de la salud por una petición
formal de Mongolia.
Lo anterior recopila un buen número de ejemplos en los que las características
socioculturales de un período histórico particular no solo hacen necesaria la abolición de
ciertos disfemismos dentro del lenguaje hablado y escrito en la actualidad, sino que dan
lugar al nacimiento de nuevos eufemismos como respuesta al entendimiento de las
condiciones de quienes fueron discriminados en un pasado, todo en función de una
sociedad que cada vez se empeña en ser más políticamente correcta.
Estas consideraciones dan lugar a un interrogante más: ¿es necesaria la implementación
de estos eufemismos o es esta tendencia a la extrema corrección política perjudicial o
irrelevante para las comunidades afectadas? Para lograr encontrar una respuesta
aproximada, es preciso analizar las actitudes y pensamientos de las personas que
pertenecen a tales comunidades. Al hacer esto, se puede ver un fenómeno muy particular:
los términos peyorativos, catalogados como disfemismos, han sido adoptados por algunos
de estos grupos como parte de su dialecto colectivo. Es decir, no es extraño ver a dos
personas negras en los Estados Unidos referirse entre sí como niggers, y en este caso, lo
entienden como algo completamente aceptable y, de hecho, como una muestra de cariño
dentro de su propia comunidad. Lo mismo ocurre con las palabras faggot, marica o loca
en la comunidad homosexual masculina, y tranny en la comunidad de hombres
transgénero. Lo más seguro resulta siendo que estas minorías no rechazan exactamente
la palabra, sino la connotación que traen consigo por su trasfondo histórico, y como
respuesta a ella, la asumen en su cotidianidad como un tipo de celebración de los
obstáculos que han logrado superar.
No son las minorías quienes inicialmente fuerzan el uso de los eufemismos para reparar
las connotaciones adquiridas por los términos denotativos, sino que los medios de
comunicación, generalmente controlados por el régimen político que a su vez tiende a
seguir el paradigma sociocultural de la época, se encargan de implantar esta terminología
en el lenguaje popular. Es decir, si la población general no escuchara constantemente en
las noticias, o demás medios de divulgación de información, las expresiones “persona de
bajos recursos” en lugar de pobres, “peso superior al recomendado” en lugar de “obeso”,
o “integrantes del centro de inserción social” en lugar de “prisioneros”, muy posiblemente
estos eufemismos no se convertirían en lo que la persona del común considera aceptable.
A través de los medios de comunicación, se da un uso masivo de eufemismos como
armas de manipulación social (Jardiel, 2005), y esta manipulación, si bien puede tener
fines positivos, suele generar subdivisiones sociales que son silenciosamente dañinas a
raíz de las confusiones terminológicas producto de este fenómeno lingüístico.
En conclusión, una buena parte de los tabús de la sociedad nacen como resultado de un
cambio súbito del paradigma sociocultural, de tal modo que, en el nuevo marco ético y
moral, múltiples prácticas antiguas se entienden como inhumanas. En vista de que la
lengua siempre tendrá un papel fundamental en la institución de cualquier tipo de
comportamiento, ella es también víctima de cambios, y buena parte de ellos se reflejan en
la desaparición de disfemismos y adopción de eufemismos, y lógicamente, puede ocurrir
lo inverso: pasar de un lenguaje rico en eufemismos a uno donde la realidad o la
vulgaridad pasan a ser la norma. Sin embargo, el papel del ser humano, del hablante,
específicamente del hablante perjudicado o beneficiado por los disfemismos y
eufemismos iniciales, es un rol de suma importancia que condiciona la periodicidad,
velocidad, modos de uso y aceptabilidad de estas variaciones. El rol poco perceptible de
los humanos como seres individuales o miembros de pequeños grupos combinado con la
agenda del régimen político de paso tiende a abrir camino a contradicciones dialécticas
impredecibles, las cuales pueden crear brechas en un tejido social aparentemente
estable, perturbado por diferencias lingüísticas dependientes del contexto geográfico e
histórico.
REFERENCIAS