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Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle Docente: Romeen Aguirre

Curso: Comunicación Empresarial II

OPINIÓN PÚBLICA

I. Concepto y valor de la opinión pública en la modernidad


Generaciones de filósofos, juristas, historiadores, politólogos, periodistas y sociólogos
han intentado definir con precisión el concepto de opinión pública. A mediados de los
sesenta Harold Childs emprendió la tediosa tarea de recoger las definiciones que se
habían dado de ese concepto. Encontró 50 diferentes en la literatura existente hasta
esa fecha. Ante la imposibilidad de acotarlo se decidió que lo mejor era abandonarlo.
Que era una ficción, que era historia. No sirvió de nada, “el concepto sencillamente se
niega a morir”, se lamentaba el profesor de periodismo Emil Dovifat.

En 1968 W. Phillips Davison, profesor de periodismo de la Universidad de Columbia,


comenzaba su artículo Public Opinion, escrito para la InternationalEncyclopedia of the
Social Sciences comenzaba con esta frase: “No hay una definición generalmente
aceptada de “opinión pública”. Sin embargo, el término se ha utilizado con frecuencia
creciente...los esfuerzos por definir el término han llevado expresiones de frustración
tales como “la opinión pública no es el nombre de ninguna cosa, sino una clasificación
de un conjunto de cosas”. En definitiva, ante esta evidente dificultad creo que lo mejor
es comenzar con un recorrido desde su nacimiento. Su aparición y su trayectoria nos
aproximarán a lo que significa y será mucho más fructuosa que el intento de localizar
una definición clara y concisa.

1.1 LOS ORÍGENES DE LA OPINIÓN PÚBLICA EN LA MODERNIDAD


.
De lo que sí que no hay ninguna duda en la actualidad es que estamos hablando de
uno de los conceptos más importantes y decisivos en las ciencias sociales. Pocos
términos han generado tanto interés y controversia en los foros intelectuales, sociales
y políticos como el que nos ocupa. Podemos remontarnos y encontraremos
aproximaciones en la filosofía del XVIII, en la literatura del Renacimiento, e incluso en
los trabajos de los clásicos griegos (Platón y Aristóteles).

El concepto de O.P. es producto de la Ilustración. Es una idea cuyo desarrollo está


íntimamente ligado a las filosofías políticas de finales de siglo XVII y XVIII (Locke,
Rousseau) y fundamentalmente a la teoría democrática y liberal del siglo XIX.

Con anterioridad a esa concepción en el marco de la democrática moderna, existían


dos sentidos de la palabra opinión, que aún persisten. El primero es epistemológico,
tomada del latín opinión, y se utiliza para referir a un estado cognitivo, a una forma de
conocimiento que discierne algo incierto de algo que se sabe cierto.

El segundo sentido, se considera equivalente a maneras, morales y costumbres.


En esta acepción se subraya el papel de la opinión una clase de presión y control
social
(Locke: hay tres leyes que regulan la conducta humana, la divina, la civil y la “ley del
uso ley de la censura privada). Como una manera informal de aprobar o condenar.

Este uso tiene unas connotaciones negativas en el sentido que se la opone a racional,
y se la relaciona con el sentimiento.

Por su parte, el término público proviene del latín publicus, que a su vez es una
derivación de poplicus o populus, que significa el pueblo. Pero había dos sentidos
diferentes del pueblo. En un primer sentido el término hace referencia al acceso
común, como “lugar público”, espacios comunes de acceso abierto (un mercado, una
plaza, etc.). El concepto de apertura, accesibilidad. Esta noción continúa en la
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actualidad. Por ejemplo, si decimos “hacer público” significa hacer algo accesible a la
mayoría.
El otro uso del término refiere a cuestiones de interés general o común, al bien común,
y más concretamente a asuntos relacionados con la administración o el Estado.

Hoy día casi no se puede evitar la asociación entre asuntos públicos y


gubernamentales.
Pero como hemos dicho la noción de opinión pública no surge hasta la Ilustración. Se
considera a los franceses como inventores y divulgadores del término.

Noelle-Neumann afirma que es Rousseau el primer usuario de la combinación opinión


público como expresión unida, utilizándola en el segundo sentido al que hemos
referido antes: aludiendo a costumbres y modos de la sociedad. En cualquier caso
parece que hay acuerdo en afirmar que a finales del XVIII en la literatura y en la
intelectualidad francesa se hacía uso frecuente de esa expresión para referirse a
asuntos de índole más político que social, muy ligados a ideas como el “bien público”,
“espíritu público” o “conciencia pública”.

Habermas une la aparición del concepto al nacimiento de una esfera pública de


razonamiento crítico, ligada al crecimiento del capitalismo y el dominio de la burguesía
europea que se reunía en los cafés ingleses, en los salones parisinos o en las
sociedades de tertulias alemanas, lugares de reunión en los que se conversaba de los
más diversos temas (sobre todo artísticos), y donde la autoridad de los argumentos
suplantó a la autoridad del título. Según Habermas el ilustrado del XVIII ganó fuerza
pública al consolidarse la burguesía y comenzar a construir un crítica liberal del
Estado.

El libre flujo de información y crítica, el razonamiento y la argumentación pública se


convirtieron en instrumentos del asentimiento público sobre temas políticos. En esa
esfera pública surge la opinión Como una nueva forma de autoridad política con la que
la burguesía desafiaba al gobierno.

Es a Necker (Ministro de Hacienda, de la corona francesa) a quien frecuentemente se


le atribuye la popularización de la frase opinión durante la década de 1780/90,
reconociendo que era necesario el apoyo de la elite francesa para el éxito de la política
gubernamental. Apostaba por la publicidad total de las actividades estatales.

Afirmaba que “sólo los locos, los teóricos puros o los aprendices dejan de tener en
cuenta la opinión pública”.

En definitiva los cafés, y los salones de la Ilustración dieron lugar a la idea original de
opinión aunque los escritos del XVIII no terminaron, ni mucho menos, de precisar el
concepto, pero sí que se unió a la discusión, al intercambio de información al bien
común, perfilándose como un nuevo y poderoso instrumento para examinar las
acciones del gobierno. Sin embargo no son precisos en cómo la OP debía de influir en
el Estado.

Sería a lo largo del XVIII y principios del XIX, concretamente con los trabajos de Mil y
Bentham con los que se atribuye un papel político mucho más formal a la opinión
pública en el gobierno apoyándose en términos legislativos y electorales. Estos
autores piensan que la gente actúa por intereses egoístas y particulares, por lo tanto
era necesario un mecanismo que arbitrase intereses tan distintos. La solución: el
gobierno de la mayoría, establecido por elecciones. En esta visión la OP se asimila
con “la reunión de intereses de los hombres de una comunidad”.
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Por tanto el pensamiento liberal, como Rousseau, vio la opinión pública como una
forma de realizar la voluntad común, que se manifestaba en el debate igualitario y
razonado; mientras que en la nueva versión la OP se concreta en el gobierno de la
mayoría dentro de un modelo democrático en la que se asimila con “la idea más
comúnmente sostenida” (que no siempre se identifica con el bien común), la elección
de la mayoría expresada en elecciones regulares. El público que en un principio se
identificaba con las clases ilustradas que frecuentaban los cafés se identifica en esta
versión con el electorado.

Bentham aboga en sus escritos por el sufragio universal y elecciones parlamentarias


para mantener el control público. El resultado fue un enorme incremento en el número
y en la variedad del público que emite la opinión.

Pregunta 1: REDACTE UN CONCEPTO DE OPINIÓN PÚBLICA A LA LUZ DE


LO LEÍDO

I. 1. ¿Cómo se convierte la opinión pública en objeto de estudio para las


ciencias sociales?
En el inicio la mayor parte de los escritos sobre Opinión Pública versaban más sobre la
teoría política o filosófica que sobre la O misma. Aunque la teoría democrática liberal
iba asentándose cada vez con más fuerza, no se evaluaba con precisión la
competencia o la función de la opinión Los partidarios de las reformas democráticas la
veían como el control del gobierno, un filtro de seguridad y progreso; mientras que los
más conservadores la temían en tanto que superficial, voluble y desinformada.

Fue a finales del XIX cuando la Opinión Pública se encontró sometida a cada vez más
frecuentes análisis empíricos al estilo de las ciencias sociales, que cada vez cobraban
más fuerza y representatividad como disciplinas científicas. A los científicos les
intrigaba esa nueva fuerza social que iba ganado poder, y se expandía a una mayor
población, a través de los avances en educación y en medios de comunicación.

En torno a 1900 el cambio de perspectiva en el estudio de la Opinión Pública era


palpable. Con el crecimiento de las ciencias sociales, la Opinión Pública pasó a ser
objeto de estudio de sociólogos, politólogos e incluso psicólogos. Hay un cambio
clarísimo de enfoque. Ahora de lo que se trata es de averiguar y conocer los aspectos
sociales y de conducta de la opinión. Interesa la función y el poder de la Opinión
Pública en la sociedad, los medios que la controlan y/o configuran, así como la
importancia de los factores emocionales e intelectuales en su constitución. Eran
nuevos campos de estudio que se relacionaban con: la conducta colectiva y la
psicología social, la relación entre actitud y opinión, análisis de la propaganda,
conducta política e investigación sobre los media.
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Todas estas investigaciones ya del XX han ido evidenciando una serie de problemas y
miedos que han impulsado y llenado de contenido los trabajos sobe la opinión

Veámoslos.

Pregunta 2: RESUMA EN 2 LÍNEAS LO ANTERIOR:

I.1.1 Problemas de la opinión pública en el siglo XXI.

A) Falta de competencia: Refiere a las reservas sobre la capacidad del público para
opinar en los asuntos públicos.

Quizás una de las posturas más críticas sobre la Opinión Pública ha sido la de
Lippmann en su obra Public Opinion: Su tesis es que la democracia pide demasiado
altos ciudadanos ordinarios, máxime cuando éstos además tienen poco interés en ese
tipo de asuntos. El conocimiento correcto e incluso exacto que debieran tener los
ciudadanos para tener una opinión formada e informada es sencillamente imposible.
Afirma que "el mundo político queda fuera de su alcance, de su vista y de su mente”.
Los individuos forman sus opiniones a través de informaciones gravemente
incompletas, sesgadas cuando por ellos mismos (temores, prejuicios, ideas
preconcebidas, etc.) o por los medios de difusión (la prensa misma contribuye, para
este autor, a perjudicar la Opinión Pública)

La solución que él propone es remodelar la gobernabilidad democrática (crear


gabinetes de información expertos e independientes, que tuvieran acceso sin
limitaciones a todos los hechos y que hicieran inteligible toda la información), de lo
contrario hay que abandonar la idea de crear de una opinión pública competente.

B) Falta de recursos: Otros autores posteriores como Dewey consideraban que el


problema no era la incompetencia del individuo, sino la falta de medios suficientes
para la comunicación pública. La respuesta estaba en la educación y en los canales de
expresión. Gracias a ellos se podría pasar de la "Gran Sociedad" a la "Gran
Comunidad “que según Liman era necesaria para que la teoría democrática realmente
funcionase.
Para Dewey no era necesario que los individuos tuvieran el conocimiento completo y
exacto de todo lo que sucede a su alrededor, bastaba sólo con que tuviesen la
capacidad de juzgar el conocimiento proporcionado por los expertos en esa
transmisión. La solución es ofrecer más y mejores recursos para la
información/formación.

C) Tiranía de la mayoría: Es el peligro de que prevalezca la mediocridad generalizada


en la opinión creada y mantenida por la presión de la mayoría, o lo que eso mismo,
que frente a amplias mayorías, los puntos de vista de una minoría importante, aun
siendo válidos, se desvanezcan. Este temor fue explicitado por Tocqueville en el XIX,
quien advirtió que en una sociedad de iguales los individuos dela minoría quedarían
“solos y desprotegidos” frente a los imperativos de la mayoría.

Precisamente será Noelle-Neumann quien, en su tratamiento de la opinión, se refirió al


retraimiento de la minoría frente a la mayoría como la espiral del silencio.

Son muchos los analistas que han tratado este problema, y ven que ese poder pueda
resultar problemático. Incluso puede condicionar las actuaciones políticas, ya que los
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políticos estarán más preocupados por descubrir cuál es esa opinión y obedecerla
(tema violencia doméstica), que de crear una Opinión Pública sólida.

La solución indudablemente pasa una vez más por la formación de una individualidad
fuerte que asegure los asuntos minoritarios sean adecuadamente protegidos.

D) Susceptibilidad a la persuasión: La capacidad de los medios para despertar fuertes


emociones (no racionales) en el público y derivarlo a determinadas posiciones
conductuales.

El éxito de las políticas fascistas en Europa, y su intenso uso de los medios de


comunicación, despertó un gran interés en los científicos sociales por el estudio de la
propaganda y la seducción (propaganda nazi, La guerra de los mundos de H.G.Wells).

No es extraño que en este siglo el estudio de la Opinión Pública y el análisis de la


persuasión a través de los media haya ido casi siempre unido.

E) Dominio de las élites: Otra cuestión de controversia que despierta la Opinión


Pública es lo que Ginsberg dominó “la domesticación de las creencias de la masas”,
refiriéndose a la pasividad del público, lo que provoca el dominio por parte del
gobierno las élites agrupadas.

El sociólogo norteamericano W. Mills denunciaba como la población americana había


transformado en un mercado que consume, más que en un público que produce ideas
y opiniones. Las personas apoyan al Estado porque se han convertido independientes
de sus servicios, la han domesticado.

Aunque hay más temas que estos 5, todos ellos son de gran importancia en nuestra
sociedad actual, sobre las que se va investigando para abrir nuevas vías de estudio.

Pregunta 3: Redacte un ejemplo de la vida real en relación a cada problema


(en total, 5)

I.2.- La idea de lo público en la teoría social. Multitud y Masas


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Nos situamos: a principios del XX la opinión pública se entendía como un producto


social, no como una colección de diferentes opiniones individuales, sino como la
opinión de un público. Se entendía la opinión como una entidad supraindividual. A
comienzos de siglo las sociedades fueron sacudidas por una serie de sucesos que
afectaban a la vida colectiva (manifestaciones masivas, disturbios, huelgas, etc.) que
despertaron, entre los científicos del momento, un gran interés por las manifestaciones
de la vida colectiva, y por el papel que jugaban en todas ellas los media (sobre todo la
prensa) como configuradores de una psicología de las masas.

En definitiva, los primeros intentos de estudiar la opinión se presentaron acompañados


por un interés sobre la conducta de masas y las multitudes. Enfocaban los estudios
sobre el público como un grupo estructurado imprecisa y transitoriamente, tratando de
entender la OP a la luz de su significado sociológico más amplio. Es decir:
concepciones sociológicas del público a las que se alude constantemente en la
investigación empírica de la opinión (procesos y efectos colectivos que se dan en la
OP).

I.2.1 El concepto de multitud


Las concepciones sociológicas del público se desarrollaron paralelamente a los
estudios de la multitud. Desde principios del S XX existe un claro intento por
comprender los fenómenos referidos a la masificación de la sociedad y sus males
próximos: estallidos violentos, pánico masivo, etc. La cuestión era responder a la
pregunta de cómo individuos que en principio se les supone civilizados pueden
transformarse en multitudes alborotadoras o entusiastas.

LeBon es el primero en definir el concepto de multitud. Enuncia la “ley de la unidad


mental de las multitudes”. Afirma que el ascenso de las clases populares a la vida
política, es uno de los aspectos más significativos de las sociedades modernas. La
multitud era una herramienta fundamental que aquellas utilizaban para presionar y
conseguir sus demandas, incluso, con medidas de destrucción y violencia. Por eso el
estudio de esa multitud y su comportamiento debía ser uno de los objetivos de la
ciencia social contemporánea.

Indicó tres causas básicas de la conducta multitudinaria:

a) el anonimato: formar parte de una multitud relaja las limitaciones de los


instintos básicos de los individuos.

b) Las emociones y las acciones se extienden rápidamente. Como por contagio.

c) La personalidad consciente se desvanece: bajo el influjo de la multitud el


individuo queda seducido por la voluntad colectiva, queda como hipnotizado lo
que permite a la multitud actuar como un solo hombre.

Estudios posteriores abandonaron esta interpretación demasiada trágica (esa hipnosis


colectiva) de la multitud aunque siguieron interesados en movimientos semejantes
como las modas, movimientos sociales, etc.

I.2.2 El concepto de público.

Algunos de los estudios que no siguieron esa línea fueron los de Park8, a quienes la
atribuye el acierto de entender que tanto la multitud como el público son mecanismos
de adaptación social y cambio, formas sociales transitorias utilizadas por los grupos
sociales para transformarse en nuevas organizaciones. Pueden ser caminos para la
creación de entidades sociales totalmente nuevas. Ninguno de los dos son grupos
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formalmente organizados (están en formación). Y ambos están dominados por una
fuerza colectiva, pero que aún no se ha convertido en norma social.

Park indica diferencias entre ellos. Mientras que la multitud se une por emociones
compartidas donde lo único que se necesita es empatizar o compartir un sentimiento;
el público se caracteriza por la oposición y el discurso racional, se genera como
respuesta meditada a una cuestión. Afirma que cuando el público deja de ser crítico se
convierte en multitud.

No obstante, fue Blumer quien realizó el tratamiento conceptual más completo al


término de público en tanto que entidad colectiva. Señala que para que un colectivo
considere público debe cumplir estos requisitos:

a) que esté enfrentado sobre un tema,


b) que estén en desacuerdo en las posibles soluciones,
c) que plantean el debate sobre el tema que les ocupa.

El desacuerdo y la discusión sobre un asunto concreto hacen que exista un público.


Un problema hace a la gente actuar colectivamente para buscar respuestas, y a la vez
hace surgir la controversia.

Para Blumer la argumentación y contrargumentación son los instrumentos que


modelan la opinión pública. Sin embargo, inmediatamente advirtió de que el debate
público podía ser “altamente emocional y lleno de prejuicios” hasta “altamente
inteligente y serio”. En sus esfuerzos por conseguir apoyos los grupos
interesados(puesto que el público se constituye por grupos que tienen eventualmente
intereses comunes y que los defienden activamente), pueden desplegar un tipo de
discurso que procure despertar emociones aunque sea sesgando y/o falseando
información. En cualquier caso, sigue manteniendo que el proceso de discusión fuerza
a la op a una cierta dosis de racionalidad, aunque no de inteligencia.

PREGUNTA 4: ¿Qué se necesita para que algo sea considerado público y no


una multitud?

I.2.3 El concepto de masa.


Blumer indicó que bajo ciertas condiciones de excitación emocional común, el público
podría transformarse en multitud, generando un “sentimiento público”, y no una opinión
pública. Pero a la vez apunta que en las sociedades modernas es más probable que el
público sea desplazado por las masas que se convierta en multitud.

El tercer agrupamiento colectivo elemental es la masa, que se distingue de la multitud


y del público. La masa se compone de individuos anónimos con escasa o nula
interacción entre ellos; muy heterogéneos (diversos estratos y profesiones), y muy
dispersa geográficamente. No está tan organizada como la multitud o el público, y
cuyos miembros son incapaces de actuar concertadamente.

Lo que une a las masas no es una emoción compartida (como sucede en la multitud)
ni el desacuerdo o la discusión (el público) sino un foco de interés común, algo que
atrae a la gente fuera de lis límites de su experiencia restringida. Lo que consigue la
masa es según Blúmer “atraer la atención de la gente fuera de su cultura local y su
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esfera vital, dirigiéndola hacia un universo más amplio, hacia áreas que no están
definidas o cubiertas por reglas...”.

Este mismo autor nos indica que la conducta de masa va creciendo significativamente
en las sociedades industriales, modernas y urbanas, como consecuencia entre otras
cosas de haberles alejado de “sus raíces costumbristas” lanzarlos a un mundo más
amplio, la creciente movilidad, los medios de comunicación de masas y la educación.

Es más pensaba que la masa iba poco a poco sobrepasando al público, porque
factores como el desarraigo de la vida local, expansión de las agencias de
comunicación, multiplicidad de asuntos públicos, ha empujado a actuar “más a la
gente por selección natural, más que participando en una discusión pública”. Como
consecuencia el público y la masa están cada vez más entremezclados, y son más
difíciles de distinguir.

Esta misma idea fue desarrollada por Mills quien opina que la masa había suplantado
al público en la sociedad americana. Piensa que en las condiciones modernas
favorecen mucho más la masa que la op, en especial por cuatro razones:

1) Son muchas menos las personas que expresan opiniones que las que la
reciben, ya que la mayoría se convierte en una serie abstracta de personas
receptores de información transmitida por los media.
2) En los sistemas de comunicación mediática es imposible la respuesta
inmediata.
3) La realización de la opinión está controlada por autoridades que controlan y
organizan los canales de acción.
4) La masa no tiene autorización de las instituciones, sino que al contrario agente
de las instituciones autorizadas se incorporan a esta masa (periodistas de
simpatizantes).

Como resultado de todo esto hay pocas discusiones reales en la vida política
moderna, y cualquier discusión que se produzca no puede considerarse del todo
auténtica, ya que está mediatizada en gran medida por los medios de comunicación.

Otros autores han adoptado puntos de vista más optimistas, pero la distinción básica
conceptual entre masa y público se mantiene: desde la perspectiva sociológica el
público se considera como una colectividad imprecisamente organizada que surge en
el transcurso de una discusión en torno a una cuestión; mientras que la masa se basa
sólo en una atención común hacia un asunto y compuesta por respuestas
idiosincrásicas formadas lejos de cualquier debate o discusión; el público se distingue
por una resolución colectiva de algún problema por medio de argumentos o réplicas.

PREGUNTA 6: ¿Cuál es la diferencia entre público y masa?

I.2.4 El público: formación, composición y variación.

A) Fases de desarrollo.
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Foote y Hart identifican cinco fases colectivas de formación.

1) Fase del problema. Una situación es considera como problemática por una persona
o por un grupo determinado y con el tiempo es considerado como tal. En estafase la
indeterminación caracteriza al problema y a sus consecuencias. Hay un alto grado de
indeterminación en la gente que a menudo no sabe lo que quiere.

Al final de esta fase el problema se ha materializado en algo más concreto, y la gente


implicada, el público de este asunto tiene alguna idea de lo que quiere, aunque no
saben muy bien cómo conseguirlo.

2) Fase de propuesta. Se formulan una o más propuesta de solución, aunque sin


concretarse, se tantean las dimensiones del problema y se estudian posibles
soluciones.

3) Fase política. Fase en la que las fortalezas y debilidades de las propuestas se


discuten activamente. Es la fase que más se identifica con el discurso político, en la
que los más implicados buscan el apoyo de los menos involucrados, intentando
conseguir que salgan sus propuestas.

Esta fase acaba con una decisión para llevar a cabo un plan específico de acción.

4) Fase programática. En ella se realiza la acción aprobada.

5) Fase de valoración. Se realizan evaluaciones periódicas de la efectividad de las


soluciones puestas en marcha, especialmente por parte de las minorías no
convencidas que se van formando en el transcurso del debate.

B) Composición y variación.

A lo largo de estas fases el público cambia de tamaño y también de composición,


ampliándose desde aquellos más implicados en la definición del problema, los que
formulan propuestas y debaten, hasta los que simplemente siguen la escena según se
desarrolla. Lippmann y Blumer (ya citados) consideran que en el público encontramos
fundamentalmente dos niveles: los elementos activos y los relativamente pasivos.
Lipmann habla de actores y espectadores.

Los actores son los que intentan influir directamente en los asuntos públicos. Sedan
cuenta del problema. Proponen soluciones e intentan persuadir a los demás. Los
espectadores, componen la audiencia de los actores. Sin embargo hay que aclarar
que la distinción entre actores y espectadores no es definitiva, y que lo más frecuente
es que haya mezcla de los dos. Además los miembros de estos estratos cambian
según el tema, no están totalmente definidos.

Lo cierto es que un problema o un debate no se convierten en un asunto público hasta


que no consigue captar el interés de una mayoría. El éxito en consigue una audiencia
mayor se debe en gran medida a los esfuerzos de los actores para hacer públicas sus
desacuerdos. Muchos analistas apuntan que la política consiste en gran medida en la
creación y supresión de asuntos. Los actores gastan muchos esfuerzos intentando
presentar el conflicto en la forma que mejor convenga a sus intereses.

Por otra parte, los asuntos no surgen sólo por los esfuerzos de los actores ¿por qué
unos asuntos calan en una audiencia amplia y otros no? Muchos temas potenciales de
la comunidad no consiguen convertirse en asuntos públicos porque se ven
desacreditados por fuertes antagonismos, otros son fácilmente relacionables con
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grupos de intereses; por otra parte las mismas características del tema (complejidad,
importancia social etc.) pueden influir. Pero la clave del éxito está en la forma en que
los actores definen el problema y las acciones alternativas. Las primeras fases de la
formación de la opinión (del problema y de la propuesta) determinan las facciones del
electorado que se activará y por tanto hasta qué punto y con qué profundidad se
dividirá el público durante la fase política. En la conclusión de la fase política, una vez
que el asunto está debatido y decidido, su público, en principio, retrocede debido al
agotamiento y la reducción de la comunicación. Pero las asociaciones, alienaciones y
escisiones formadas en la respuesta pública al problema persisten. El público
remanente de un asunto forma así la materia prima para nuevos asuntos y nuevos
públicos.

En definitiva, el público es una entidad difícil de precisar; que está “imprecisamente”


organizado alrededor de un asunto, que incluye una parte activa y una pasiva; que
cambia de tamaño y forma según se desarrolla, y existe o deja de existir el mismo
tiempo que persiste una cuestión. Además, en un tema determinado el público puede
ser un sector de la población, y en otro un sector bastante diferente.
Entonces la cuestión que se nos presenta es cómo identificar públicos tan diferentes.
Al intentar responder a esta cuestión los analistas del tema lo equiparan a realidades
diferentes: algunos lo identifican con aquellas personas o grupos que participan
activamente en el debate público de un asunto concreto; otros consideran al público
como aquel sector de la población que parece informado y atento a las cuestiones
públicas; otros lo equiparan al electorado o incluso con la población en su conjunto.
Veámoslo.

Una concepción bastante generalizada es considerar al público como la población en


su totalidad. Allportt defendía esta postura, afirmando que cualquier intento de
delimitar el concepto de público, que no incluya a toda la población, es demasiado
ambiguo. Creyó que el público era una población definida por la jurisdicción
geográfica, comunitaria y política, o por otros límites.

La identificación del público con la totalidad de la población arraigó con fuerza en los
círculos de investigación y pronto se consideró el sustrato que sostiene la mayoría de
las prácticas de encuesta. Los iniciadores de las encuestas de opinión (años30),
estaban entusiasmados con la idea de proporcionar una voz al pueblo, y que ésta
soyera con fuerza. La decisión de considerar al público como el conjunto de todos los
ciudadanos fue una decisión democrática populista.

Pero el público en general, en este sentido no es como se identifica con el sentido más
tradicional del término. Muchos años de investigación han confirmado los temores de
Liman y Bryce15acerca de que la mayor parte de la población es desinteresada y
desinformada sobre los asuntos públicos. Key descubrió ya en 1961que casi un 10%
no presta ninguna atención a las elecciones presidenciales. Neumann llegó a la
conclusión de que un 66% de la población americana tiene poco o ningún interés por
la política.

Según algunas estimaciones el 33% de las opiniones recogidas en los sondeos de


población son respuestas no reflexionadas (lo que primero pasa por la cabeza). Por
tanto, es muy difícil aceptar que toda la población sea un grupo comprometido en una
discusión seria sobre mayoría de los temas.

Los puntos de vista dados a los encuestadores son en gran medida opiniones dela
masa. Lo que no significa que carezcan de importancia o de significado social. Es
más, el hecho de que los sondeos de opinión tengan un protagonismo
institucionalizado en la esfera política ha dado a la opinión de masas un impulso
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creciente en la esfera política. Aunque se reconoce que la opinión de masas es
superficial, se sigue equiparando con el público en muchos estudios.

Otra entidad identificada con el público es el electorado: el público que vota. Se trata
de un colectivo indiferenciado que supone aproximadamente el 70% de la población
occidental y en algunas elecciones la cifra es menor. El electorado es una delas
definiciones operacionales más comunes del público, y los resultados electorales ese
ejemplo más gráfico de la opinión pública de la sociedad occidental.

No hay duda de que el acto de votar es una clara manifestación de una opinión, es
incluso una forma de participación en el debate público. Sin embargo, el hecho de que
haya participado en unas elecciones no supone que haya reflexionado sobre todas las
posibilidades. Las investigaciones demuestran que gran parte del electorado va a votar
sin mucha información que manejar en su decisión (votantes desinformados).

Otra concepción es la que cita como el público atento. Del 70% de las personas que
van a votar, sólo el 50% está realmente atento a los problemas públicos. En el
electorado se incluyen muchas personas que ni están implicadas en temas sociales ni
son activas políticamente.

Lo que se entiende con esta categoría de público atento, es aquel sector de la


población que está informado e interesado en las cuestiones sociales. Es el grupo que
se implica en los temas y que habla con los demás de esas problemáticas. Estos son
los que anteriormente hemos catalogados como espectadores. Aquí es donde
encontramos entremezclados la más y el público de Blumer.

La investigación sobre la atención a las noticias políticas confirma la idea de que hay
un estrato más o menos estable de la población que presta atención a estos temas.
Devine utiliza 5 medidas de reconocimiento: interés general en política, interés
encampanas electorales, hablar sobre política y lectura sobre política en revistas.
Sobre esta base clasificó a un tercio de la población como generalmente atento. Es un
grupo bastante heterogéneo, aunque las variables socioeconómicas guardan bastante
relación con pertenecer a esta categoría.

Este colectivo son mucho más activos que los otros en los debates públicos, suenen
con mayor facilidad a las manifestaciones o llevan emblemas de las campañas, y
tienen unas diez veces más probabilidades de escribir sobre temas de interés público.

Si damos un paso más nos encontramos con el público activo. Se trata de un grupo
mucho más pequeño que puede ser el 15% del público atento. Son los actores en el
esquema anterior.

Su comportamiento incluye medios formales de participación activa (contribución


monetaria, pertenencia a grupos o partidos, asistencia a mítines) y una participación
informal muy activa (discusiones públicas y debates con los demás).

Estos miembros activos a veces se les consideran como la elite, término que se usa
con bastante frecuencia. Incluso hay analistas que equiparan la opinión de la elite con
la opinión efectiva: quien moviliza a las elites moviliza al público.

En este grupo la heterogeneidad es decisiva, porque, aunque las clases altas


contribuyen a este grupo, debe haber populismo entre ellas. Es necesario una
multiplicidad en los centros de poder, con cierta autonomía e independencia
económica.
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PREGUNTA 7: Elabora un Mapa Conceptual de formación, composición y


variación (EN HOJA APARTE)

I.3 Los elementos constitutivos de la opinión Pública: actitudes, opiniones,


creencias y representaciones sociales.

En los años 30 se produjo un giro muy significativo en la concepción de la opinión Se


abandona la idea de que la opinión es un fenómeno supraindividual, colectivo a favor
de una perspectiva mucho más individualista, donde la opinión es un conjunto de
opiniones de una población determinada. Este cambio de enfoque viene definido por
dos hechos concretos: uno fue el desarrollo de las técnicas cuantitativas para medición
de las actitudes, y el segundo avance fue el desarrollo de las técnicas demuestre, que
aunque ya se había utilizado anteriormente para obtener datos objetivos como
condiciones económicas, fue a finales de los años 20 y principio de los 30 cuando
comenzaron a utilizarse para muestreo de aspectos subjetivos.

La combinación de estos avances metodológicos situaron a los investigadores en


situación de analizar opiniones y actitudes de diversos colectivos. Ya en los 40 centros
de investigación de sondeos se establecieron en universidades, instituciones e
industrias privadas. La revista Public Opinion Quaterly que se publicó por primera vez
en 1937 ya American Association for Public Opinion Research se estableció en 1947, y
ambas se convirtieron en centros neurálgicos para la investigación sobre sondeos y
estudios de opinión y actitud. Por lo tanto, parece evidente que desde el comienzo de
este cambio de perspectiva se ha visto una estrecha relación entre opinión y actitud.
Analicemos ambos conceptos para determinar su relación y diferencia.

I.3.1 Opiniones y actitudes. Dos conceptos muy próximos.


Como decíamos parece que la historia de ambos conceptos va unida, y que incluso
bastantes autores los utilizan análogamente. Por ejemplo, Childs afirma que una
opinión es “una expresión de la actitud por medio de palabras”.

Sin embargo, y a pesar de todo ello los dos conceptos tienen matices diferentes.
Concretamente se apunta a tres diferencias básicas:

1) En primer lugar, se entiende que las opiniones son observables, respuestas


verbales ante una situación o asunto público, mientras que la actitud es algo más
secreto, más interna, una predisposición/tendencia.

2) Aunque los dos impliquen acuerdo o desacuerdo, la actitud incide más en el afecto
(gustos o fobias), y la opinión, indica más hacia el conocimiento, a modo de decisiones
conscientes de apoyo u oposición.

3) La actitud se entiende más como una orientación global, perdurable, mientras que la
opinión se entiende como más coyuntural, referida a un tema concreto en una
situación determinada.

Desarrollemos un poco más cada uno de estos puntos.

En relación al primero, digamos que Thurstone fue uno de los primeros analistas que
diseñó una distinción conceptual entre ambos conceptos. Al intentar medir actitudes,
observó que nunca eran directamente accesibles al investigador. Había que inferirlas
de las opiniones expresadas o de cualquier otra conducta pública. Definía actitud
como una disposición subyacente a responder ante una situación de una forma dada,
y la opinión como la respuesta misma. Las opiniones eran expresiones manifiestas y
por tanto indicadoras de actitudes latentes no directamente observables.
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Aunque para este autor esta distinción resultaba ser más metodológica que real (el
mismo en bastantes ocasiones los utilizaba indistintamente), sí que esta distinción caló
en ámbitos científicos, de tal manera que para poder hablar de opiniones éstas debían
estar expresadas.

Allport afina un poco más e insiste en que aunque las opiniones han de ser
verbalizadas, los estudios sobre la opinión no deben olvidar aquellas opiniones que las
personas pueden tener y no expresar, porque las opiniones pueden pertenecer
también al ámbito de lo privado o internas. A lo cual se responde que las expresiones
para tener un peso social han de manifestarse públicamente.

En definitiva, el resultado de este debate es que aunque las investigaciones sobre


opinión se centran más en las opiniones expresadas, en la práctica los investigadores
poseen una visión más amplia del concepto y contemplan también las actitudes
internas que las sostienen.

Pasemos al segundo aspecto, que también tuvo mucha importancia a la hora de


perfilar ambas nociones. Se entendió que la opinión era algo más racional, más
meditado, y menos afectivo que una actitud. La opinión se decide, mientras que la
actitud aparece como algo más visceral, algo que se siente de una manera un tanto
impulsiva, una predisposición negativa o positiva hacia algo (esta visión enlaza muy
bien con la perspectiva ilustrada que hemos desarrollado aquí). En definitiva, las
opiniones son juicios y las actitudes son el agrado o desagrado.

No obstante, tampoco está distinción se mantiene con mucha fuerza ya que los
investigadores son conscientes de que las opiniones muchas veces no son tan
meditadas, sino impulsivas, respuestas o a sentimientos concretos. De manera, que
ninguno de los términos se pueden identificar plenamente con afecto, uno y
racionalidad, el otro, de forma tajante.

El tercer aspecto indicado, entiende las actitudes como una especie de cimentación
básica de la que van saliendo posiciones a temas concretos. Opiniones como
adaptaciones de las actitudes ante situaciones concretas. Las opiniones eran
respuestas ante sucesos concretos mientras que las actitudes referían a los motivos
más profundos que subyacían a esos posicionamientos.

Una actitud es una predisposición estructural, una orientación permanente favorable o


desfavorable; y una opinión es una respuesta concreta, una decisión que adapta las
actitudes relacionadas con un tema a la percepción coyuntural que las personas tienen
en un momento determinado.

De manera, que ambas pueden divergir, sobre todo cuando un tema enfrenta dos
actitudes potencialmente conflictivas. Hay ocasiones en que las personas pueden
ocultar sus verdaderos sentimientos, y además la opinión puede implicar una elección
meditada entre alternativas concretas en un entorno determinado.

PREGUNTA 8: Indique la diferencia entre OPINIÓN Y ACTITUD


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I.3.2 Bases pico-sociales de la opinión.


Del punto anterior podemos inferir que existen opiniones abiertas, públicas entendidas
como juiciosa expresos sobre temas concretos. Existen también opiniones secretas,
juicios formados en la mente sobre acciones o asuntos que no hacemos públicos; y
finalmente actitudes como predisposiciones permanentes predispuestas favorables o
desfavorablemente a determinadas cuestiones. Las tres nociones están íntimamente
relacionadas, sin embargo deben diferenciarse conceptualmente, porque pueden no
ser las mismas.

Está constatado que las personas pueden expresar opiniones muy diferentes de sus
verdaderos puntos de vista privados o íntimos, sobre todo si están sujetos a presión
social. Cuando se espera oposición, puede haber cambio de posiciones expresadas, o
incluso abstenerse de dar opiniones. Por otra parte, es cierto que no es necesario
haber desarrollado un juicio subyacente o una preferencia para expresar una opinión
sobre un tema.

Hay investigaciones que demuestran que las respuestas que se dan en las encuestas
son inestables, son respuestas no formadas y sobre las que no se ha meditado.

A veces incluso, cuando se analizan, son respuestas inconsecuentes con sus puntos
de vista políticos o sociales. Todo ello sugiere que las opiniones son sólo conductas o
respuestas superficiales que no implican necesariamente una actitud o resolución
subyacente (en contra de todo lo dicho anteriormente). Las opiniones pueden ser sólo
respuestas efímeras construidas en el momento.

Pero pese a todo ello, se sigue investigando, y mucho, sobre los elementos que
sostienen la opinión (actitudes, esquemas, valores, identificaciones de grupo) que se
caracterizan por:

a) ser inferidas y no observable directamente,


b) más básicos y elementales que las opiniones, que son situacionales y transitorias,
c) se usan como explicaciones teóricas de las expresiones públicas de opinión.
Veamos algunos de ellos porque centran la perspectiva actual sobre la naturaleza de
las opiniones.

A) Esquemas.
Un esquema es una estructura cognitiva que representa el conocimiento general que
alguien tiene sobre algo. Un sistema de ideas inferidas relacionadas con cualquier
concepto (persona: María, grupo: los profesores, acontecimiento: la guerra, etc.)El
esquema una vez activado funciona como un filtro perceptual a través del cuales pasa
y se selecciona la información relevante sobre una cuestión pública.

Estos esquemas pueden formar la base para una serie de inferencias hechas en
respuesta a informaciones sobre cuestiones públicas. Un esquema activado trae a
lamente un conjunto de ideas interrelacionadas que afectan, influyen y condicionan las
asociaciones que las personas hacen al considerar información nueva.

Las teorías sobre el procesamiento de información esquemática han tenido una gran
influencia en las investigaciones sobre la opinión pública. Incluso el concepto de
actitud ha sido últimamente recreado como una subclase especial de esquema. Según
esta concepción, las actitudes serían redes de creencias interconectadas respecto a
un objeto particular unido a un sentimiento general (bueno o malo) respecto a él.
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Las actitudes sirven como instrumentos perceptuales y cognitivos que ayudan a
organizar los pensamientos sobre los objetos. Su función principal es la de simplificar
la labor de evaluar objetos. Si las estructuras de actitud existen se reduce muchísimo
la necesidad constante y pesada de evaluar la nueva información. Cuando una actitud
queso sostiene durante tiempo respecto a algo concreto se evoca, se puede formar
rápidamente un juicio en la mente, de manera que la información y procesos cognitivos
subsiguientes quedan sujetos a una interpretación selectiva.

Ejemplo: aquellas personas con predisposición favorable a los homosexuales, son


más receptivas que otras a la información científica sobre cómo se transmite la
enfermedad.

B) Valores.
Los valores son otra construcción teórica subyacente a la formación de las opiniones.
Los valores se conceptualizan como creencias evaluadoras, pero tiene la cualidad de
ser creencias sobre lo que es deseable y lo que no, sea como un fin o un estado; que
funcionan normalmente como pautas para la conducta personal o social, y como
planes que guían la acción personal.

Los valores han sido incorporados a la investigación sobre los efectos de los medios
de comunicación y empleados, sobre todo, en estudios sobre la opinión pública.

Filman descubrió que las mediciones del apoyo hacia algunos valores políticos básicos
podrían explicar una cantidad sustancial de variaciones en las opiniones sobre
políticas públicas específicas (ejemplo: apoyo a la igualdad de género)

C) Identificaciones de grupo.
Otro concepto que encontramos tras las opiniones es lo que se viene denominando el
auto concepto, que en gran medida se basa en las diferentes identificaciones de los
grupos a los que pertenecen o se identifican las personas.

Muchos estudios de psicosociología se han interesado por ver cómo la unión con los
grupos puede influir en los pensamientos y conductas de los individuos, o qué
perspectiva de grupo emplea una persona al definirse y reaccionar en diferentes
situaciones (ejemplo: madre o profesional)

Turner define el auto concepto como un sistema integrado cognitivo que incluye dos
subsistemas primarios: la identidad personal, o creencia sobre la unicidad delas
propias características, gustos personales y atributos (ejemplo: soy honrado, soy
equilibrado, soy visceral); y la identidad social, compuesta por las creencias sobre la
propia pertenencia a varios grupos o categorías sociales formales o informales
(ejemplo: soy católica, soy madre, soy profesora).

En definitiva, el auto concepto es el sistema de creencias organizado de una persona


sobre sus propias características sociales y personales.

La identificación social puede estar íntimamente implicada en la formación de


opiniones sobre asuntos públicos, ya que se pide al público que se alineen con los
grupos afectados en un debate público. Hay estudios que demuestran, al analizar las
respuestas abiertas en encuestas sobre cuestiones políticas, que aproximadamente a
un50% de una muestra de alcance nacional se refería a sus propias afiliaciones de
grupo o intereses de grupos, mientras sólo el 3 o 4% de la población utilizaba
abstracciones ideológicas del tipo de “progresista” “conservador”, etc. Para grandes
porciones del electorado, los lazos con grupos o partidos (disciplina de partido) son
muy importantes para sus pensamientos políticos (más que su propia ideología).
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D) Conclusión.
Esquemas, actitudes, valores, identificaciones de grupo, todos ellos son conceptos
que terminan entremezclándose, y que aluden, en definitiva, a estructuras de
información que reflejan diferentes aspectos del proceso de información que puede
influir en el cálculo y expresión de opiniones. El grado en que cada uno de estos
conceptos actúa en esa formación de opiniones no está claramente definido, pero
cuando se disecciona una opinión vamos a encontrarlos a todos. Y cuando se
pregunta altos individuos el cómo y el porqué de una opinión particular termina
refiriéndose a estos elementos.

El proceso es el siguiente: cuando se presenta un tema cualquiera, se activan


esquemas, actitudes, valores o adhesiones de grupo de forma selectiva (aquellos a los
afecta tal asunto). Una vez activados, esos elementos son la base fundamental que
configuran los juicios internos y las opiniones expresadas. Pero, como ya vimos, ellos
solos no conforman totalmente la respuesta. También entran en juego percepciones
de cómo responderán al problema los demás, los amigos y los grupos que se valoran.
Todo ello juega un papel importante.

Las opiniones se basan en el propio sistema de valores, en el esfuerzo por dar


respuesta a un nuevo asunto. Durante la reflexión sobre el tema en cuestión las
creencias y las actitudes acuden a la mente, y se combinan con nueva información.

Finalmente estas ideas se configuran en una opinión expresada.

Esta combinación es lo que Abelson denominaba opinión molécula compuesta de tres


átomos:

a) Una creencia. (Ejemplo: esta medida requiere una guerra)

b) Una actitud. (Ejemplo: odio las guerras)

c) La percepción de algún tipo de apoyo social (ejemplo: todo el mundo ódialas


guerras).

De manera, que una opinión expresada resulta de una especie de cálculo mental.
Porque una opinión meditada y calculada depende en gran medida de las creencias
específicas, las actitudes, los valores o las identificaciones de grupo evocadas por
lamente, unidos a los diferentes entornos en los que se puede encontrar la persona
querocharan diversas opiniones incluso en el mismo individuo.

PREGUNTA 9: comente sobre lo leído

1.4. Opinión pública y medios de comunicación de masas


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A mitad del XX aparecieron dos obras reveladoras en la investigación de la opinión
Una fue la de Walter Lippman Public Opinion (1922) y otra la de NiklasLuhmann
“Öffentliche Meinung”, en Politische Planung: Aufsätze zur Soziologie vonPolitik und
Verwaltung, 9-34 (1971). Ambas obras revelaron aspectos de la opinión desconocidos
de la dinámica de la op, y ambas insistían en la relación opinión y el periodismo.

Comencemos hablando del de Lippmann. Esta obra no tenía precedentes, no por su


definición de opinión que es precisamente uno de sus puntos débiles, tal y como
afirma Noelle-Neumann. Es revelador porque desenmascara nuestro autoengaño
racionalista de cómo las personas se informan y hacen sus juicios, que se supone es
con madurez, tolerancia, observando, analizando, pensando, etc. Lippmann
contrapone a esta ilusión una realidad totalmente diferente, mostrando cómo forma
sus concepciones, cómo selecciona parte de los mensajes que le llegan, cómo los
procesa y los transmite. Hace un análisis de estos procesos, que se ha ido
confirmando en posteriores trabajos.

La tremenda influencia de la Primera Guerra Mundial (países y políticos que


respondieron a estereotipos positivos -héroes y salvadores- y negativos-demonios-) le
permitió identificar el punto central de la opinión: la materialización, cristalización de
las concepciones y las opiniones en estereotipos con carga emocional.
Los estereotipos favorecen la eficacia de los procesos de opinión Se extienden
rápidamente en las conversaciones y transmiten asociaciones negativas o positivas.

Orientan la percepción, atrayendo la atención sobre algunos elementos y produciendo


una percepción selectiva.

Los estereotipos aparecen durante un tiempo y luego pueden desaparecer para


siempre. Incluso alguien que un día se halló bajo ellas será incapaz después de
describir lo sucedido.

La gran aportación de Lippmann sobre otros autores del SXX fue su realismo y su
entendimiento de las emociones y razonamiento humano. Captó con gran suspicacia
la diferencia entre las percepciones que tienen las personas de primera mano, y las
que proceden de otras fuentes, especialmente de los medios de comunicación. Y
observó cómo esa diferencia se difumina tanto que la gente no es consciente de ella.
Las personas tienden a adaptar la experiencia indirecta tan completamente que sus
experiencias directas e indirectas se convierten en indiscernibles.

Afirma: “¡Qué pequeña es la porción de nuestras observaciones directas en


comparación con las observaciones que nos transmiten los medios!” y continúa: “el
medio real es demasiado grande, demasiado complejo y demasiado fugaz como para
poder conocerlo directamente. No estamos preparados para afrontar tanta sutileza,
tanta variedad, tanta permutación y combinaciones. Y, aunque tengamos que actuar
en ese medio, debemos reconstruirlo en un modelo más sencillo antes de poder
afrontarlo”.

Esa reconstrucción se va produciendo a través de una selección rigurosa: lo queso va


referir y lo que hay que percibir se ordena en pasos sucesivos. Los cancerberos,
expresión del psicólogo social Kurt Lewin, deciden lo que se va a dejar llegar al público
lo que se retiene. Cualquier periódico que llega al lector es fruto de una serie de
selecciones.

Las circunstancias, una estricta limitación de tiempo y de la atención, exigen la


selección. Los medios que llegan al público hacen esa selección.
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Lippmann explicó lo que los periodistas denominan valores de la noticia (un tema claro
que se pueda comunicar sin contradicciones, conflictos, lo sorprendente, algo con lo
que el lector puede identificarse por encontrarse próximo física o psicológicamente, lo
que afecta personalmente, lo que tiene consecuencias para elector). Como todos los
periodistas tienen casi las mismas reglas terminan creando un cierto consenso en sus
informaciones, lo que supone una confirmación para el público.

Así se produce lo que nuestro autor denomina un pseudoentorno. Lippman se limita a


proporcionar pruebas evidentes del surgimiento de una pseudorrealidad, que está
constituido por estereotipos, símbolos, imágenes, ficciones, etc. Lippmann basa todas
sus afirmaciones en el análisis de la prensa, cuánto más válidas serían son sus
afirmaciones con la televisión. En la actualidad, la proporción de la realidad que se
transmite a los individuos a través de los medios de comunicación, en comparación
con las experiencias directas se ha multiplicado enormemente.

Las imágenes de la realidad son la realidad. No importa cuál sea la realidad, sólo
cuentan nuestras suposiciones sobre ella, ellas determinan lo que hacemos. Lo que no
se cuenta no existe, o si se prefiere, sus posibilidades de formar parte de la realidad
percibida son mínimas.

La cultura mediática consiste en lo que seleccionan del mundo y nos ofrecen los
medios de comunicación. Parece que la opinión pública y la opinión publicada son
básicamente lo mismo. Se ve lo que se espera ver. En definitiva, su mayor logro
consistió en mostrar cómo se transmite y cómo se impone la opinión Nuestro otro
autor, Niklas Luhmann, coincide con Lippmann en describir conoce realiza el consenso
social, la reducción de la complejidad cognitiva que hace posible la comunicación. Los
contenidos de los dos son muy parecidos, incluso parece que sóleos distinguen en los
términos que usan. Mientras que uno habla de estereotipos el otro habla de la
necesidad de encontrar fórmulas verbales para que comiencen los procesos de
opinión

Las fórmulas son necesarias para hacer que un tema merezca ser discutido o
negociado. Para Luhmann la opinión ha cumplido su función cuando ha llevado un
tema la mesa de negociación. Los procesos de opinión, regulan el foco de la atención
pública. La atención general se orienta durante un tiempo hacia un tema apremiante, y
en ese breve espacio de tiempo hay que encontrar una solución, porque en el campo
dela comunicación de masas hay que contar con rápidos cambios de interés.

Luhmann afirma que el logro de la opinión es la selección de los temas, que se


desarrolla conforme a reglas de atención susceptibles de análisis.

Esta versión de la opinión sólo se aplica a acontecimientos breves. Los procesos


históricos prolongados (lucha por la igualdad, etc.) no suelen verse afectados por la
opinión

La importancia de este autor es el destacar la estructuración de la atención, la


selección de los temas, como una fase del proceso de opinión, y no deja dudas sobre
la importancia de los medios de comunicación, que asume la tarea de seleccionar los
temas.

Muchos investigadores posteriores, especialmente los estadounidenses, han llegado a


resultados similares a los de Luhmann. El objetivo de aquellos era estudiar los efectos
de los medios de comunicación, concluyendo que son éstos los que suscitan los temas
y los ponen sobre la mesa. Estos investigadores inventaron la expresión deagenda-
setting function (función de establecimiento de la agenda) para describir ese proceso.
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PREGUNTA 10: ¿Qué propone Lippmann sobre la comunicación de masas y


qué propone Luhman sobre los mismos?

I.5.- la idea “establecimiento de la agenda” como función de los medios.


Algunas investigaciones sobre la opinión pública se han centrado no en la opinión de
la gente en sí misma, sino en conjuntos de agendas de asuntos, los temas sobre las
que las personas tienen opinión. Esos estudios investigan hasta qué punto la atención
del público hacia un problema específico depende del volumen de la cobertura de
noticias que se le dedica.

La agenda-setting refiere a la selección de lo que debe ser atendido por el público, de


lo que debe considerarse urgente, de los asuntos que deben importar a todos.

Todo esto lo deciden los medios.

En la década de los 70 diversos investigadores americanos constataron que los temas


que venían subrayándose en los medios de comunicación correspondían a los
reflejados en las encuestas de opinión de la población. Aunque la convicción de la
existencia de una percepción selectiva temática entre la audiencia y los medios, ya
había comenzado a forjarse durante los primeros años del S XX.

Serán McCombs y Shaw quienes en 1972 popularizarán el término de agenda setting


function: función de establecimiento del orden del día. Estos autores establecieron que
existe una relación directa entre las percepciones de la gente acerca de la importancia
de las cuestiones tratadas y el contenido objetivado en los medios.

Ambos llaman la atención sobre la convergencia mediática a la hora de sopesar la


importancia de los acontecimientos. Siendo la coincidencia mayor en las cuestiones
principales que en las secundarias. En definitiva, existe una selección en la
comunicación pública; pero esta no la realizan las personas sino los sistemas de
comunicación.

Enric Saperas, en su obra Los efectos cognitivos de la comunicación de masas (1987),


reconoce la existencia de una pluralidad de tipologías de agendas, llegando a hablar
de “desuniformidad de las distintas clasificaciones tipológicas de agendas propuestas”.
A nivel general identifica los siguientes tipos de agendas:
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a) agenda de los medios periodísticos: repertorio destacado por los medios, temas que
éstos consideran relevantes.

b) Agenda política: temas que, de manera generalizada, la colectividad estima que son
los temas a tener en cuenta, o son considerados de referencia común general.

c) Agenda institucional: prioridades temáticas que cada institución, pública o privada,


establece como elenco de sus preocupaciones y adopción de decisiones.

En cualquier caso, los teóricos de la agenda-setting ponen el énfasis en la


construcción de la realidad que realizan los medios al elegir una entre varias opciones
de noticias, y al construir la primera plana atendiendo a sus preferencias.

La teoría de la agenda-setting modifica el centro de interés de la investigación, dado


que ahora comparará la agenda de los medios con la de la población, llegando a
conclusiones muy relevantes sobre la influencia específica de cada medio en la
agenda pública de una circunstancia determinada.

Esto es, los medios, como afirma Fermín Bouza, han terminado por configurar una
nueva realidad, especialmente en el mundo político, en la que los propios medios son
sus más destacados protagonistas. La astucia y sutileza comunicativa se ha
convertido en una fuerza de poder en sí misma.

PREGUNTA 11: ¿En qué consiste la Teoría de la Agenda Setting?

BIBLIOGRAFÍA

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