Barrera, L. Et Al. de El Feminismo A Los Feminismos. Propuesta Incluyente para Grandes Luchas. Debate Feminista 2010

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64 jóvenes y feminismo

De "El feminismo" a "Los feminismos":


propuesta incluyente para grandes luchas

Lourdes V. Barrera
Cecilia Garibi
María Fernanda Guerrero
María Victoria Montoya1

"Feminismo femenino"
En el imaginario de la mayoría de las personas, se ha entendido que "El
feminismo"2 es un movimiento político para y de las mujeres. Desde esta
perspectiva, su marco de referencia son las categorías sexo/género, y en
torno a estas se han perfilado las reivindicaciones políticas y sociales de los
movimientos de mujeres desde hace más de medio siglo.
No obstante, debe entenderse que el feminismo representa otra cosa
más allá de un conglomerado de mujeres, es un movimiento político y social
que surge como una respuesta a las situaciones de desigualdad a las que se
enfrentaban, y nos seguimos enfrentando, las mujeres. Si bien es complejo
hacer un recuento de los antecedentes, características y aportaciones de la
primera y segunda ola del feminismo, resulta fundamental reconocer que
esta lucha inició con la firme convicción de hacer visibles las principales
demandas y experiencias de las mujeres que, hasta entonces, se creían abar-

1
La vuelta a la experiencia como punto central de los feminismos no es casualidad y en gran
medida es la reivindicación de nuestras propias experiencias. En agosto de 2007, nos encon-
tramos al comenzar la maestría en Estudios de Género o porque el trabajo estaba asociado
con este programa de posgrado. Los caminos que nos llevaron a este encuentro eran tan
diferentes como nuestras historias personales, nuestras expectativas, posturas académicas,
en fin. Durante el periodo que duró la maestría y posterior a ella no hemos desaprovechado
un solo momento para discutir, para debatir, para pensar. La reflexión que aquí presentamos
es parte de la sistematización de nuestras conversaciones y evidencia los puntos en los cuales
confluyen nuestras posturas, posturas que han cambiado dos años después de nuestro primer
encuentro, en algunos casos se han radicalizado, en otros se han modificado completamente,
porque después del reconocimiento de las diferencias entre nosotras mismas, el único
camino posible era aprender de las otras, de los otros.
2
"El feminismo" es un término utilizado con fines prácticos que aglutina particularidades y
características de una única forma de hacer y pensar en el feminismo, afirmación que será
trabajada en el transcurso del texto.
Lourdes V. Barrera, Cecilia Garibi, María Fernanda Guerrero y María Victoria Montoya 65

cadas en un marco de referencia cultural y simbólico androcéntrico, esto es,


un marco que sólo hacía visibles las experiencias de los hombres.
Lo anterior permitió conocer que las vivencias de lo privado, general-
mente asociado a las mujeres (unidades domésticas y relaciones familiares),
van de la mano con las vivencias del plano público (relaciones con las ins-
tituciones). "Lo personal es político", como bien argumentó Betty Friedan
en 1963.
Las primeras luchas feministas abrieron la discusión de las mujeres en
torno a la inclusión en las esferas políticas, laborales y educativas, espacios
que aún hoy, a pesar de los frutos de dichas luchas, no logran cubrir la to-
talidad de carencias y circunstancias a las que nos enfrentamos las mujeres
de principios de siglo xxi.
El camino que abrieron las feministas desde hace más de medio siglo no
puede ser desvalorizado. Reconocemos su lucha, agradecemos sus aportacio-
nes, que nos han permitido comprender nuestra condición y los retos a los
que nos enfrentamos las mujeres en México y en el mundo. Frente a dichos
aprendizajes, sabemos que existen nuevas maneras de hacer feminismo, de no
traicionar la lucha y de incluir a otros sujetos con nuevas necesidades.
Quienes hoy nos asumimos como feministas, jóvenes, nacidas durante
la década de los ochenta creemos que una de las características de "El fe-
minismo" es que está conformado únicamente por mujeres, si atribuimos
a las categorías sexo/género el punto de partida para conformarnos como
sujetos. Así, para no romper la norma, "El feminismo" ha retomado estos
parámetros, lo cual significa que el primer marco de referencia para saberse
feminista es adscribirse a la disposición binaria de los sexos y con ello a la
representación de los géneros.
Esta postura es comprensible al considerar que los primeros movimien-
tos feministas partieron de un cuestionamiento a la condición histórica de
las mujeres, sitio desde donde se nos han atribuido características puntuales
de lo nombrado femenino, esto es la llamada esencia femenina con la que se
pretendía justificar la condición de las mujeres en la sociedad. El cuestio-
namiento de esta postura derivó en comprender que ser mujeres también
significa entendernos como grupo diferenciado, poseedor de una historia
común, la cual, a través del tiempo, ha traído dinámicas de poder y subor-
dinación, y frente a las cuales tenemos una lucha en común.
El hecho de ser mujeres tiene implicaciones que no son del todo favo-
recedoras: poco acceso a la justicia, desigualdades en ámbitos socioeconó-
micos, discriminación, exclusión social y laboral, vulnerabilidad frente a
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situaciones de violencia, inequidad de género, entre otras. Asumiendo que


muchas mujeres vivimos alguna o varias de estas situaciones, que limitan
nuestro desarrollo y dignidad como seres humanos, es momento de repensar
la función del feminismo.
Como jóvenes feministas creemos necesaria la evaluación y crítica a la
lucha planteada exclusivamente desde las diferencias binarias y sus corres-
pondientes categorías masculino o femenino, como el marco de acción desde
donde se puede o no ser feminista, pues ello ha derivado en exclusiones
que invisibilizan la diversidad de experiencias que no están comprendidas
en las definiciones heteronormativas.
Si consideramos haber superado la idea de que existe una mujer con
características homogéneas tanto en la construcción como sujeto, como en
sus relaciones con instituciones tales como el estado, la familia, la iglesia,
así como en la vivencia de sus experiencias, tenemos un paso a favor para
reconocer que no se es mujer por el hecho de nacer mujer. Como dice De
Beauvoir (1949), "la mujer no nace, se hace". Esta afirmación implica todo
un complejo sociocultural, histórico y experencial a partir del cual las mu-
jeres podemos vivir y reconocernos como tales. Este reconocimiento lleva
a vincular las experiencias de las mujeres con su correlato masculino y las
múltiples posiciones entre estas dos definiciones, como reto para renovar
la agenda de "El feminismo".

El imperio de "El feminismo"


Instaladas en la reflexión de la lucha feminista en México, nos proponemos
pensar en torno a cómo se hace feminismo, asumiendo que existe una forma
legítima, un imperio de "El feminismo". En el caso mexicano, "El feminismo"
durante los últimos cuarenta años se ha fundado en la premisa de que se es
feminista cuando se es mujer o viceversa, se es mujer para después decidir
ser feminista. "El feminismo" no siempre resignifica las pautas dicotómicas
entre los sexos y los géneros; sólo si eres una mujer, como se dice popular-
mente, hecha y derecha puedes entrar a las filas del feminismo en México.
Fuera de ciertas esferas,3 popularmente "El feminismo" ha sido recha-
zado y descalificado incluso a través de símiles perversos como el término

3
Nos referimos a los grupos de militantes por los derechos de las mujeres, la diferencia sexual
y los derechos humanos, el ámbito académico dedicado a los estudios de género, así como a
los aliados y simpatizantes.
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feminazi. Sin duda alguna, dicho apelativo es insostenible para las y los
militantes de los movimientos de reivindicación de la equidad entre gé-
neros; sin embargo, se ha convertido en un estigma social que estereotipa
a una amplia y diversa gama de hombres y mujeres, desde quienes son
partícipes de una forma de pensar sensible a los derechos de las mujeres
hasta quienes participan de manera constante en las luchas activistas de
grupos sociales organizados.
Los estereotipos son cadenas significantes que dependen unas de otras.
Feminazi es uno que se construye a partir de otros originarios: el "deber ser"
mujer u hombre, según roles binarios. Si bien es cierto que algunas de las
posturas feministas más radicales rechazan lo masculino a ultranza a la vez
que reproducen en gran número de ocasiones una conducta violenta, esta
imagen ha funcionado como metonimia de todas las mujeres militantes. Esta
apreciación por supuesto es reduccionista, se ha instaurado efectivamente
en el imaginario social pero no alcanza la amplitud del modelo sexo/género,
un modelo móvil, fluido y abierto en el que los significantes se construyen
de ida y vuelta y más allá de la concepción de hombres y mujeres como
entidades biológicas.
Que esta imagen de la "feminista radical", "masculinizada", tenga una
vigencia social tan alta es a su vez un dispositivo de control del propio
orden androcéntrico. El estereotipo anula la diversidad y le otorga a los
feminismos una etiqueta homogénea de radicalidad que los deslegitima,
porque reproduce la relación de poder a la que los propios movimientos se
oponen, pero en sentido contrario.
El término feminazi es el epítome de las relaciones de exclusión. El sufijo
-nazi, con una carga histórica, social y política deleznable, sinónimo de vio-
lencia racista y genocida, pervierte la palabra y retrata a la lucha feminista
como un monstruo de equiparables dimensiones. Más allá de los grupos
neonazis, ¿quién en el siglo xxi se adscribiría al nazismo abiertamente?
Aunque un sinnúmero de prácticas políticas y sociales son discriminatorias,
excluyentes y homicidas, en su gran mayoría se leen bajo un envoltorio de
terciopelo: la ocupación israelí, los homicidios en Gaza, la persecución reli-
giosa a musulmanes en la India, las escaladas de violencia xenófoba en París
y Sudáfrica, la Seguridad Democrática en Colombia, la presencia militar y
paramilitar en México, entre otros. Sin embargo, la mera pronunciación del
nazismo se ha convertido en tabú, y pensar en su uso como una reivindi-
cación identitaria es prácticamente inconcebible tanto por un convencido
descrédito como porque es políticamente incorrecto.
68 jóvenes y feminismo

No es así el caso de feminazi, etiqueta que convierte a los feminismos


en un monolito lejano, indestructible e indeseable. Un concepto universa-
lizante que pasa de largo la diferencia. Esto no significa que en el campo
feminista no se ejerzan relaciones de poder excluyentes. Por el contrario,
hay numerosos filtros que limitan la posibilidad de pertenecer a las filas
de "El feminismo", como ya hemos mencionado. En eventos nacionales e
internacionales, hemos visto que hombres y sujetos trans han sido discri-
minados y violentados por grupos feministas que justifican estas acciones
desde una postura bastante cuestionable del significado de las normas para
interesarse en las luchas feministas.
Otro elemento excluyente de este Imperio se estructura a través de tener
o no conocimiento de la existencia de una lucha feminista en México, hecho
que, aunque parecería absurdo, cuestiona el acceso, la calidad y la difusión de
la información sobre estos temas. Al respecto, no todas las mujeres, hombres
o demás sujetos tienen conocimiento de las causas feministas, y si lo tienen,
han construido una idea errónea y estereotípica tanto del movimiento como
de sus integrantes, en gran medida por la forma excluyente en que estas
han actuado desde sus posiciones privilegiadas.
Quienes nos nombramos feministas continuamos siendo mujeres
letradas, clase medieras, no indígenas, en general académicas o activistas,
con privilegiadas condiciones socioeconómicas en comparación con el
grueso de la población mexicana. Mujeres que conocemos y que estamos
involucradas de pies a cabeza en movimientos y situaciones a las que se
enfrentan las mujeres, pero que desde esta posición, corremos el riesgo de
aplicar supuestos teóricos dejando de lado la realidad local de las mujeres,
sus experiencias.
Otra barrera para formar parte del Imperio del feminismo resulta de la
dificultad de ser reconocidas y reconocidos como portavoces oficiales del mo-
vimiento mexicano para el resto del mundo. El feminismo en México ha sido
representado, en ocasiones, por un coto de mujeres empoderadas y legitima-
das por instituciones educativas y de investigación, financiadoras nacionales
y extranjeras, así como organizaciones civiles establecidas, que han dado a
conocer sus perspectivas en seminarios, congresos, simposios, convenciones,
entre otros eventos principalmente académicos y políticos, dejando de lado
nuevas visiones de jóvenes feministas con perspectivas sí académicas, pero
también con otra visión del mundo y de las propias y ajenas necesidades. Al
respecto cabría preguntarse ¿cuáles son las perspectivas de una nueva gene-
ración de hombres y mujeres que se asumen como feministas?
Lourdes V. Barrera, Cecilia Garibi, María Fernanda Guerrero y María Victoria Montoya 69

"Los feminismos": una propuesta incluyente


Tal como el feminismo se ha vuelto un monolito, un coto de ingreso restrin-
gido en los sentidos en que ya hemos explicado, también lo es porque se ha
limitado en México a su vinculación a la tradición de Occidente. El modelo
desde el que se piensa, los textos desde los cuales se forma la academia
feminista y de los estudios de género provienen de Occidente, entendido
como la tradición de la Europa Central y los Estados Unidos. Este es un he-
cho totalmente vinculado al poder, una desigualdad estructural que moldea
la manera de producir conocimiento y oculta experiencias enriquecedoras
que son híbridas, auténticas y provienen de la base.
Naila Kabeer (2005) al hablar sobre la ciudadanía incluyente recono-
ce que a pesar de que la idea de ciudadanía es casi universal hoy en día, lo
que significa y cómo se experimenta no lo es. Sucede lo mismo con las
vivencias feministas, desde México es difícil acceder a la amplia gama de
experiencias que existen alrededor del mundo.
Los señalamientos críticos de militantes feministas en los márgenes
de los canales dominantes de la producción del conocimiento son vivos,
creativos y propositivos, ofrecen la oportunidad al feminismo de tradición
occidental de salir de sí y comprender la complejidad de la performativi-
dad del sistema sexo/género en un cruce con particularidades culturales,
políticas y religiosas que nos son poco familiares.
Ejemplo de lo anterior es la desconstrucción de la imagen del harem vista
desde Occidente que hace la feminista marroquí Fátima Mernissi (2003).4
Por su parte, la académica turca Nilünfer Göle derrota la percepción de Oc-
cidente al escribir sobre el uso del velo por estudiantes jóvenes turcas como
una reapropiación que politiza lo religioso y "cruza las relaciones de poder
entre el Islam y Occidente, modernidad y tradición, secularismo y religión
así como hombres y mujeres, y mujeres en sí mismas" (2007: 1).5

4
Mernissi sostiene que la imagen del harem construida desde Occidente androcéntrico es la
de un paraíso sexual, un lugar orgiástico donde se puede someter a la voluntad sexual de
los hombres a las mujeres, sin un reparo de molestia o inconformidad de las mismas por su
esclavismo. Para Mernissi esta visión del harem pasa por alto el actual panorama en ebullición,
que concibe a las mujeres como una amenaza o un agente perturbador del orden, así como la
agitación que se ha desencadenado como consecuencia del acceso de las mujeres, por ejemplo,
al sistema educativo o algunos puestos políticos en Medio Oriente.
5
Göle sostiene que el velo es comúnmente percibido como una "fuerza del obscurantismo",
opuesta tangencialmente a las nociones occidentales de la liberación y el progreso. Por el
70 jóvenes y feminismo

¿Cómo ser capaces de salir de sí para localizarnos en las diversas


maneras de militar desde el feminismo? La liberación implica también un
desapego a las categorías culturales de una academia eurocentrista. Una
renovada manera de militar en el feminismo debe ser capaz de escapar a los
determinismos sociales y a los universales ideales del ser mujer o ser hombre
o ser sexuado. Por el contrario si la práctica feminista se convierte en una
plataforma que aglutine sin homogeneizar y sea lo suficientemente abierta
para dislocar su propia historicidad y dar entrada a subjetividades en pri-
mera instancia disímbolas a las propias, los propios conceptos y prácticas
revolucionarias se amplían y su vigencia se ensancha.
Múltiples grupos conformados por sujetos sexuales y deseantes de un
amplio abanico de posibilidades (mujeres y hombres heterosexuales, les-
bianas, gays, mujeres y hombres transgéneros, bisexuales, travestis, entre
muchos otros) han puesto en la mesa de diálogo la propuesta de renovar
"El feminismo" bajo una visión más incluyente. Una postura crítica ante
esta demanda es reconocer las carencias de este y obligadamente proponer
nuevas vetas de acción. Uno de los problemas al impulsar esta perspectiva
es enfrentarse al cierre de filas de feministas ya posicionadas en el ámbito
público, a la poca apertura de la diversidad de mujeres y, a nuestro parecer
la situación más grave, a la discriminación por cuestión de sexo y/o de
género desde las propias filas de lo que ya hemos denominado El imperio
del feminismo en México.
Estas complejas situaciones hacen pensar y proponer nuevos concep-
tos y vías para ser y hacer feminismo. Para lograrlo creemos fundamental
romper con el concepto encriptado de "El feminismo", y a su vez que este se
reconfigure a partir de las realidades sociales. Desde esta propuesta consi-
deramos que "los feminismos" deben ser entendidos como la articulación de
un conjunto de demandas encaminadas a conseguir una condición diferente
respecto a las mujeres y, a consecuencia de ello, un cambio en la condición
de los hombres, en una sociedad concreta. El cambio de esta condición re-
percute necesariamente en la agenda del feminismo, dando prioridad a las
acciones y reflexiones que deriven en una forma diferente de representar
la diferencia sexual.

contrario, reivindica que el uso del velo por las estudiantes jóvenes es un capital simbólico
que les permite empoderarse para reclamar su participación legítima en el conocimiento y la
política del Islam.
Lourdes V. Barrera, Cecilia Garibi, María Fernanda Guerrero y María Victoria Montoya 71

Reivindicamos la existencia de otros feminismos, muchas posturas, muchas


formas de hacer y vivir el feminismo, tantas como variadas son las causas de
hombres y mujeres dependiendo de sus circunstancias sociales y culturales.
Es necesario ensanchar el concepto de "El feminismo", actualmente minimi-
zado y estigmatizado popularmente, para hacerlo tan aglutinante como lo
exijan las experiencias que surgen desde el ras de la vida cotidiana.
La manera de experimentar el género y las luchas por una sexualidad li-
bre y equitativa son múltiples, es indispensable resignificar afirmativamente
el concepto, como sostiene Butler respecto a lo "queer" (2002). La lucha por
la igualdad y los derechos de las mujeres es simultáneamente una lucha
por derechos sensibles para toda la gama de posibilidades sexo/genéricas
y la eliminación del estigma social tanto de las sexualidades de todos los
tipos como de la militancia por el libre ejercicio de las mismas.
La propuesta no es la de la creación de "Un Nuevo Feminismo", sino
reformular toda aproximación que reinstaure y continúe con la visión mono-
lítica de una lucha que se caracteriza, como hemos sostenido, por ser diversa.
Debemos hablar en cambio de "Los feminismos", con la finalidad de recoger
el mayor número de experiencias convencidas de la igualdad entre personas
de diferente adscripción al sistema sexo/género.
La propuesta de "Los feminismos" es una reivindicación por los derechos
humanos. Es un acto de apertura que incluye demandas de una amplia gama
de sujetos que viven en diversidad de situaciones condicionadas también
por el género. Un concepto apropiable que sea un espacio abierto para que
se encuentren las luchas que tienen como fin último la transformación de
las desigualdades con base en el género.
Para ello se necesita buscar estrategias de comunicación y difusión don-
de se rompan los estigmas y las distorsiones del significado y la acción de
las luchas feministas, ser incluyentes y atender a la diversidad. Divulgar las
luchas como una política de vida frente a un mundo caótico donde los
seres humanos buscamos dar la cara a nuestras condiciones, por demás
adversas.
Desde este marco nos cuestionamos si es necesario hablar de una ter-
cera ola del feminismo mexicano, con la idea de desdibujar las fronteras
trazadas en los territorios, sean estos históricos, geográficos, académicos,
experienciales, o en la construcción de sujetos. Las feministas que nos han
abierto el camino y las perspectivas deben estar dispuestas a hacer frente a
las nuevas necesidades, y las y los jóvenes feministas debemos ser capaces
de continuar la lucha desde nuevos puntos de referencia.
72 jóvenes y feminismo

Si se proponen feminismos incluyentes, una opción para romper es rei-


vindicar "los feminismos" como espacios de lucha y de interlocución en los
que se comprenden las demandas de mujeres, pero también de otros grupos
sociales que viven desigualdades asociadas a las representaciones sociales
y culturales dentro de un sistema heteronormativo.

Feminismo académico y estudios de género


El reconocimiento de estos otros feminismos es también el reconocimiento
del cambio. Este hecho hace necesario considerar la dimensión histórica de
las demandas de "los feminismos" y con ello la necesidad de una constante
redefinición de las agendas, de los agentes vinculados a estas, así como la
apertura a pensar que las desigualdades que sufren las mujeres tiene un
correlato en las experiencias de los hombres.
Dicho reconocimiento es una tarea aún pendiente en los espacios
académicos en los cuales hay desinterés respecto al feminismo como tal,
sobre todo porque se cree que no cuenta con los elementos suficientes para
considerarse dentro de los criterios de validación teórica y metodológica
propia de la producción de conocimiento científico, llevando con ello a
que los sectores de la academia que son afines a alguna forma de hacer femi-
nismo hayan sido estigmatizados e incluso relegados por aquellos grupos
que han encontrado en los denominados estudios de género una forma de
hacer investigaciones que abarcan a hombres y mujeres sin la necesidad
de asumirse como feministas.
Ante este panorama hay dos aspectos que deben subrayarse, el primero
es que el feminismo actual no está disociado de las construcciones teóricas
derivadas de los estudios de género, lo cual puede considerarse como uno de
los puntos de quiebre en la actualización misma de los contenidos del fe-
minismo, o por lo menos de los feminismos que se digan incluyentes. En
este sentido, la categoría género es el gran aporte de los estudios de género
al feminismo.
El segundo punto es señalar la importancia de que las investigaciones con
perspectiva de género subrayen la necesidad de retomar al feminismo como un
movimiento aglutinante que recoge las experiencias de los sujetos y como
espacio de interlocución con la sociedad. Lo anterior lleva a reconocer que el
feminismo dentro de los estudios de género implica trasladar a la academia las
luchas políticas que son evidenciadas principalmente desde el activismo.
La academia tiene la posibilidad de ser parte de feminismos incluyentes,
que, librando la batalla dentro de sus propios niveles jerárquicos, luchen
Lourdes V. Barrera, Cecilia Garibi, María Fernanda Guerrero y María Victoria Montoya 73

por el reconocimiento de los que han sido hasta ahora los otros temas como
estudios válidos que pueden ser sometidos a los sistemas de legitimación
de las ciencias.
Un feminismo vivido desde la academia no puede dejar de librar la batalla
por todas esas experiencias sociales que esperan ser nombradas. La academia
como espacio social que construye parámetros de verdad produce también
parámetros de aceptación y de interlocución. Esta función social no puede
menospreciarse como posibilidad para establecer una agenda para el siglo
xxi, pues de la misma capacidad de interlocución que se genere entre la
academia que se diga feminista y la sociedad, dependerá una mayor acep-
tación de "los feminismos" entre las investigadoras e investigadores. Este
es un reto que debe tenerse presente. "El feminismo académico" debe salir
de los márgenes, pero ello dependerá de su capacidad de incluir y, sobre
todo, de aceptar que el reconocimiento de la continuidad conlleva el reco-
nocimiento del cambio.

Los feminismos como plataforma política


Para nosotras no hay duda de que la agenda de "los feminismos" no es la
misma, precisamente porque consideramos que ha habido un cambio sus-
tancial que ha logrado desmontar, aunque sólo parcialmente, las estructuras
totalizantes del patriarcado.
Nosotras como jóvenes somos testigos de los cambios políticos y sociales
que nos permiten hoy gozar de una sexualidad elegida, lejana a la estigmati-
zación del placer sexual femenino y poseedoras del derecho a decidir sobre
nuestra maternidad. Disfrutamos del beneficio que implica la sexualidad
segura, y de forma más amplia de la resignificación del cuerpo, de los con-
tenidos simbólicos que se le atribuyen y de la posibilidad de negociar los
roles, los horarios, las labores en el ámbito doméstico y público. Estos be-
neficios también los poseen muchas mujeres y simultáneamente muchos
hombres, pero aún deben extenderse a más personas, y es precisamente
esta tarea un punto central de la agenda actual.
Es necesario reconocer que lo que no ha cambiado es el principio que
dio origen a las llamadas luchas feministas y que también reafirmamos: el
compromiso por la visibilización y el cambio de las condiciones de subordi-
nación y marginación que tanto mujeres como hombres y la diversidad de
sujetos deseantes vivimos frente a las estructuras sociales dominantes.
Es necesario restablecer los aspectos prioritarios de una agenda en la
que hombres y mujeres estamos condicionados por un sistema simbólico con
74 jóvenes y feminismo

una fuerte carga religiosa y moral que limita nuestras acciones y que deriva
en desigualdades para todas y todos. Aún hay un largo trecho que recorrer
para que cada persona pueda tener una vida en la que la definición sexual
y su correlato simbólico no impliquen una limitación en su experiencia
cotidiana. Estas luchas no podrán ser posibles sin la inclusión de toda
persona y grupo que decida retomar los objetivos de las luchas feministas,
sea cual fuere su adscripción sexo-genérica y las razones que les hayan
conducido a involucrarse •

Bibliografía
Beauvoir, Simone de, 2005 [1949], El segundo sexo, Universidad de Valencia, Va-
lencia.
Butler, Judith, 2002, "Acerca del término 'queer'", Cuerpos que importan, Paidós,
Buenos Aires.
Friedan, Betty, 1972 [1963], The Feminine Mystique, Penguin.
Göle, Nilüfer, 2007, The Forbidden Modern: Civilization and Veiling, The University of
Michigan Press, Michigan.
Kabeer, Naila, 2005, Inclusive Citizenship: Meanings and Expressions, Zed Books,
Londres.
Mernissi, Fátima, 2003, Le harem européen, Editions Le Fennec, Casablanca.

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