Ortiz Espacio y Tiempo en La Modernidad - Resumen

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1) Las categorías de análisis que utiliza Ortiz para comprender la transformación del espacio

en el proceso de modernización son:

 Circulación. El principio de circulación (de mercancías, objetos y personas) es un


elemento fundamental de la estructura de la modernidad. Si bien en el Antiguo
Régimen existía la movilidad, era sólo en espacios determinados, impuestos por
factores como la división estamental, las precarias condiciones de locomoción y
porque, en definitiva, los traslados no eran tan necesarios.
 Sistema. A partir de las políticas de urbanización, se pone en marcha un sistema de
circulación, que puede visualizarse según varios autores como un organismo vivo, del
que pueden verse los órganos comunicándose entre sí. El espacio comienza a
proyectarse como una red de interconexiones - de la cual el ferrocarril constituye un
elemento fundamental – que comunica zonas distantes, antes aisladas entre sí. El
espacio forma parte de un sistema.
 Funcionalidad. El principio de la funcionalidad es parte del espíritu de esta época, en
la que no se aceptan los obstáculos ni las demoras. Como se plantea en el video
introductorio, espacio y tiempo son dos categorías que van de la mano, aunque el autor
las analice de forma separada para una mejor comprensión. La cercanía, el acorte de
las distancias y, para esos fines, la funcionalidad del sistema, se vincula estrechamente
con la necesidad de realizar todas las tareas en menos tiempo. La funcionalidad está
relacionada al mismo tiempo con el surgimiento y extensión de un tipo de arquitectura
estandarizada, impuesta por la necesidad de circulación.
 Planificación. Haussmann, el encargado de la urbanización de París, puso en pie por
primera vez un plan de urbanización, consciente, explícito y fundamentado
(ideológica, política y económicamente), con eje en la racionalización del espacio.
Este plan se relaciona estrechamente con el principio de circulación y con la necesidad
de contar con un sistema que la permita.

2) Las dos ciudades que se categorizan como modernas en Argentina, y que forman parte del
documento de trabajo cuyas imágenes analizamos, son Buenos Aires y La Plata. Como señala
el profesor Valiente en el video introductorio, si se realiza el ejercicio de visualizar las
imágenes sin leer el pie de foto, el resultado es que las similitudes entre las fotografías de
París y las de las dos ciudades argentinas son muy notorias. Las fotografías que muestran
vistas aéreas exhiben ciudades organizadas a partir de planes de urbanización, e incluso
pueden apreciarse como sobresalen en las imágenes las formas geométricas que ponen al
descubierto la intención de racionalización del espacio. Por otra parte, en las fotos que
muestran imágenes más cercanas se pueden ver las avenidas y boulevares que constituyen las
arterias de la ciudad y que desembocan, además, en el centro de las ciudades. En el caso de
Buenos Aires puede apreciarse, asimismo, el crecimiento de la ciudad “hacia arriba”, la
construcción de edificios que favorecen la funcionalidad, al tener pisos y mayores divisiones.
En las fotos de Buenos Aires puede verse que el proceso de urbanización se desarrolló de
forma acelerada en pocos años. Son muy evidentes las diferencias arquitectónicas entre la
imagen de Plaza Italia en 1917 y las dos imágenes que muestran la Avenida de Mayo y, al
mismo tiempo, se nota el aumento de las construcciones y el cambio de estilo en las mismas si
se compara la foto de 1911 con la de 1925. En la fotografía más reciente, por último, puede
apreciarse mayor circulación y movilidad, evidenciada en una mayor cantidad de vehículos.
3) En el texto de Ortiz puede percibirse permanentemente la tensión que existe en la época
analizada entre lo nuevo y lo viejo, entre lo móvil y lo estático, entre lo rápido y lo lento,
entre lo moderno y lo antiguo. Si bien los cambios que se dan en esta época se dan mucho
más rápido que los cambios que la humanidad había experimentado previamente, el paso de
un sistema productivo a otro, con sus implicancias no solo económicas sino también
culturales y sociales conllevan necesariamente momentos intermedios en los que predominan
las contradicciones entre viejas costumbres y hábitos y las nuevas modalidades. Desde luego,
al hablar de costumbres y hábitos no se trata de señalar que la cultura sea un ente abstracto ni
algo que solo se da en la mente de los individuos, sino que se entiende que los hábitos
culturales son producto de determinadas condiciones materiales y de determinadas formas de
organización social. Durante el siglo XIX conviven en la organización de París las
contradicciones que son propias de la misma modernidad.
Lo primero que llama la atención al observar las películas de Lumiére es la presencia de
caballos, cuya circulación permanente gana casi completamente las escenas en varias de las
películas. Ortiz cuenta cómo el caballo es justamente el símbolo – del pasado - y uno de los
signos que se insiste en sostener. A medida que se va instalando la noción del valor del
tiempo, el número de caballos aumenta considerablemente en la ciudad, como el medio de
transporte que se considera más rápido. Este cuadro, según el autor, comienza a revertirse
recién a fines del siglo XIX, cuando la electricidad reemplaza definitivamente a la tracción
animal. La tensión a la que se hizo referencia, entre lo nuevo y lo viejo, está presente en las
películas de Lumiére porque si bien las primeras escenas contienen un número predominante
de caballos, a medida que se avanza en las películas aparecen los elementos del “futuro”,
como el ferrocarril, la plataforma que se utiliza para trasladarse o el barco desde el cual se
toman las imágenes de la torre Eiffel, (que, por la velocidad y estabilidad parece ser un barco
a vapor).
El interés por el movimiento, presente también en la sección del artículo en la que se piensa
alrededor del espacio (movilidad/circulación) se refleja en diversas áreas en esta época. Un
ejemplo de ello es la invención del disparador fotográfico a través del cual se busca captar el
paso del tiempo, y como ejemplo último es el cinematógrafo el que termina por alcanzar la
sensación de movilidad. Es muy interesante el planteo de Ortiz alrededor de esta búsqueda del
traslado y la rapidez es que no surge de las ideas de los artistas, de los inventores y de los
científicos, sino que es la misma sociedad la que propone e impone la intensificación de los
ritmos cotidianos, reflejados en los cambios que se dan en la nociones de tiempo y espacio.
Las películas de Lumiére, como un reflejo fiel de la época, son puro movimiento.

4) La acción que realiza Chaplin apenas ingresa a la fábrica es la de “marcar tarjeta”. Ortiz, al
hablar de los relojes y los horarios, analiza la evolución de los mismos a lo largo del siglo
XIX, contraponiendo los ritmos de la modernidad a comienzos y a fines de siglo. En el primer
tramo de la Revolución Industrial el objetivo era disciplinar la fuerza de trabajo, y aún los
patrones consideraban que el trabajo debía medirse por volumen de producción, por eso los
relojes apenas se utilizaban. La acción de marcar tarjeta se corresponde con el período que en
términos productivos está marcado por el taylorismo – en Francia, comienzos de siglo XX)
como respuesta a las demandas de mayor productividad. El taylorismo incorpora la idea de
medir el tiempo que se necesita para fabricar una pieza, estableciendo un intervalo ideal de
trabajo que es necesario cumplir.

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