Articulo Sobre Hagiografía
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2 Ibidem, p. 291.
3 André Vauchez, “El santo” en Jacques Le Goff et al. El hombre medieval, Madrid,
Alianza Editorial, 1991, pp. 332 y s.
4 Jacques Le Goff, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, Barcelona,
Gedisa, 1986, p. 14.
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ricio, san Acacio, san Crisógono, san Hipólito, san Eustaquio o san
Sebastián habían entregado su vida por la fe, y se habían salvado,
siendo hombres laicos cuyas vidas estaban dedicadas al combate. Un
caso especial fue el de san Jorge, cuyo culto llegó a Occidente proce-
dente del Oriente bizantino y tuvo un gran impacto. También a par-
tir del siglo xii comenzaron a insertarse rasgos caballerescos en otros
modelos de santidad, por ejemplo la de los obispos que habían tenido
en su juventud un pasado caballeresco (san Martín, san Huberto). Un
caso singular fue el del apóstol Santiago, quien se convirtió en un
violento guerrero matador de musulmanes, dentro del contexto de la
reconquista castellano-leonesa sobre las tierras hispanas dominadas
por el Islam.
En este proceso de formación de modelos jugó también un impor-
tante papel la retórica. Con su codificación de técnicas, con sus tropos,
sus reglas y sus alegorías, con su reutilización de modelos clásicos, la
retórica definió en adelante, hasta el Renacimiento y el Barroco, los
usos sociales de la lengua y afectó todos los campos del discurso.6
La nueva literatura hagiográfica se enriqueció además con los libelli
miraculorum: recopilaciones de historias de los milagros realizados
por las reliquias, hechas por los clérigos guardianes de los santua-
rios, aderezadas con las narraciones de descubrimientos y traslados
de reliquias (las llamadas inventio). Asimismo, estas vidas de varones
ilustres se incluyeron en las crónicas religiosas de las órdenes mendi-
cantes como menologios que servían de modelos a las generaciones
de jóvenes frailes. En este periodo las vidas de los santos se convir-
tieron en “sofisticadas biografías ricas en detalles y delineación de
personalidad”.7
En este contexto se produjo en el siglo xiii la primera recopilación
monumental de materiales hagiográficos: La Leyenda Dorada del do-
minico Jacobo de la Vorágine. Este texto fue escrito en latín como un
manual auxiliar de la predicación y de la liturgia para combatir las
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12 Antonio Rubial, La santidad controvertida, México, fce, unam, 1999, pp. 93 y ss.
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13 En los tres siglos virreinales, los novohispanos lograron tan sólo dos beatificaciones:
la del mártir franciscano criollo Felipe de Jesús en 1621, y la del también fraile, el penin-
sular Sebastián de Aparicio en 1790.
14 Éstos fueron el ermitaño Gregorio López, el mártir en Japón Bartolomé Gutiérrez,
el obispo Juan de Palafox, la monja María de Jesús Tomellín y el misionero franciscano
Antonio Margil de Jesús.
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18 Diego de Leyba, Virtudes y milagros en vida y muerte del venerable padre fray
Sebastián de Aparicio, Sevilla, Imprenta de Lucas Martín de Hermosilla, 1687. Isidro de
San Miguel, Paraíso cultivado de la más sencilla prudencia... vida del venerable siervo de
Dios... fray Sebastián de Aparicio... Nápoles, Imprenta de Iván Vernunccio, 1695. Este
beato fue quizá el que recibió una mayor atención por parte de los hagiógrafos: fray
Joseph Manuel Rodríguez, en su Vida prodigiosa del siervo de dios fray Sebastián de
Aparicio, México, Imprenta de Felipe Zúñiga y Ontiveros, 1769, señala en el prólogo que
“más de quince escritores entre regnícolas y extranjeros”, han tratado sobre ese asunto
hasta sus días.
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19 Dolores Bravo, “Santidad y narración novelesca en las crónicas de las órdenes reli-
giosas (siglos xvi y xvii)” en América-Europa. Encuentros, desencuentros y encubrimientos,
Memorias del II encuentro y diálogo entre dos mundos: 1992, México, uam, 1993, p. 38.
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20 Rudolph M. Bell y Donald Weinstein, Saints and Society, Chicago, The University of
Chicago Press, 1982, p. 8.
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minante como fuente para el estudio de los valores, las prácticas, las
mentalidades colectivas y la sociedad que la produjo. La lectura actual
de la hagiografía nos puede mostrar valores morales dominantes, pre-
juicios, expectativas, variados aspectos relacionados con la historia
del arte, con la vida cotidiana, e incluso elementos sobre la formación
de conciencias de identidad local o nacional. “La vida de un santo
—dice Michel de Certeau— es la cristalización literaria de las percep-
ciones de una conciencia colectiva”.23
Como puede verse por la bibliografía citada, la mayor parte de las
obras sobre el tema están escritas en inglés o en francés y sólo un
pequeño número de ellas ha sido traducido al castellano. Por otro
lado, frente a los numerosos trabajos que tratan del ámbito europeo,
aquellos sobre hagiografía novohispana o peruana son aún muy esca-
sos. Los estudios de género, sobre todo las vidas de las religiosas, han
recibido una especial atención por parte de algunas escritoras norte-
americanas como Kathleen A. Myers, Amanda Powell, Elisa Sampson
Vera Tudela y la islandesa Ellen Gunnarsdóttir.24 Ronald Morgan ha
trabajado algunos casos de México y Perú y Allan Greer y Jodi Bi-
linkoff editaron una serie de ensayos sobre la santidad en América.
En Perú, varios investigadores se han dedicado a Santa Rosa de Lima,
pero sin duda Ramón Mujica ha escrito el estudio más completo y
propositivo sobre ella.25 En México, está por publicarse un revelador
estudio de Norma Durán sobre Sebastián de Aparicio y en 1999 salió
mi libro La santidad controvertida sobre los “santos” no canonizados
y su incidencia en la formación de las identidades novohispanas. No
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