La República A Través Del Espejo. Marxismo y Nación en Los Años 40 y 50

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La República a través del espejo:

marxismo y nación en los años 40 y 50


La República a través del
espejo: marxismo y nación
en los años 40 y 50

Orlando Cruz Capote


Wilder Pérez Varona
Madelaine Zorrilla Contino
Regina Agramonte Sorel
Glenda Suárez López
Edición O. Cruz, W. Pérez, M. Zorrilla,
R. Agramonte y G. Suárez

Diagramación Eduardo Morales Hernández

Sobre la presente edición © 2016, Editorial [email protected]


© 2016, O. Cruz, W. Pérez, M. Zorrilla,
R. Agramonte y G. Suárez

ISBN 978-959-7197-16-4

Instituto de Filosofía Editorial [email protected]


Calzada No 251 esquina J,
El Vedado, Plaza de la Revolución,
CP: 10 400, La Habana, Cuba
(53) 7 8320301
www.filosofia.cu | [email protected]
Índice

Introducción 7

“El fantasma del comunismo” recorre a Cuba.


Visiones diferentes sobre el lugar intelectual
cultural del marxismo en la Isla (1940-1950) 13
Orlando Cruz Capote

El espíritu de la época. 13
Apuntes sobre el análisis histórico crítico
constructivo del marxismo y el leninismo. 37

Marxismo, economía y nacionalismo 57


en los años 40 y 50. El proyecto de nación
de Raúl Cepero Bonilla
Wilder Pérez Varona

Nacionalismo y populismo en los años 40. 59


Fundamentos del nacionalismo
económico de Raúl Cepero Bonilla. 69
La filípica contra la política económica de Batista. 78
La crisis de la economía no se soluciona
con un punto de vista exclusivamente azucarero. 79
Un edificio es una fuente de ocupación
transitoria, una industria: permanente. 83
A modo de conclusión. 87
A propósito de Marx. Las políticas públicas de cultura 95
Madelayne Zorrilla Contino

De influencias y significados: una brújula. 95


Sobre el marxismo cubano en el seno del partido. 103
Un proyecto y un pensador. 116
Para concluir. 126

Las mujeres comunistas en Cuba, 1940-1950 137


Glenda Suárez López

Las mujeres comunistas entre el PCC, la FDMC y la Asociación


Provincial Pro Enseñanza Popular de la Mujer. 139
Ofelia Domínguez Navarro, Edith García Buchaca y Nila Ortega. 149
Conclusiones. 162

1941. La unidad de marxistas y no marxistas


167
por la escuela cubana en Cuba libre
Regina Agramonte Rosell

La campaña Por la escuela cubana en Cuba libre. 174


Hacia una dimensión política de la educación:
Emilio Roig de Leuchsenring, Elías Entralgo,
José Antonio Portuondo y Fernando Ortiz. 182


Bibliografía 189
Introducción

El contenido de este libro partió de la demanda de estudios


nacionales en torno al pensamiento marxista de las décadas
que precedieron al triunfo revolucionario de 1959. Ello devenía
más perentorio si consideramos que, tras el derrumbe de los
regímenes este-europeos, la crisis que asolara a nuestro país
se ha expresado en la investigación y en la enseñanza del tipo
de marxismo que las presidiera durante décadas. Además, se
necesitaba retomar una tradición de historias del pensamien-
to marxista nacional que había caracterizado al Instituto de
Filosof ía. De ahí que los siguientes artículos sinteticen los
resultados obtenidos por el grupo de Pensamiento Cubano
en el 2014.
Su objetivo era alcanzar una visión del periodo a partir de
temas que permitieran mostrar la riqueza de sus condiciones,
expresar aristas o dimensiones bien diferenciadas en las que
el pensamiento marxista pudo incidir. Pues determinar el
lugar del marxismo en el entramado de sentidos que confor-
maban las décadas entre las dos revoluciones de nuestro siglo
xx, no podía ser una tarea a encarar a partir de los trabajos al
uso sobre figuras “representativas” del período.
Todo estudio obedece a determinaciones del tiempo en
que se realiza. La diversidad actual de la sociedad cubana re-
quiere de un cambio en la perspectiva con que se encaran las
condiciones del pasado que, con las necesarias mediaciones,
la han hecho posible. Los estudios que pretendían un perfil
más o menos uniforme de figuras relevantes ya predetermi-
nadas por su afiliación política, que tendían a mostrar la vali-
dez de sus asertos y argumentos, o incluso su radicalización,
desde posiciones solo consolidadas a posteriori, no podía ser
la perspectiva que presidiera este proyecto. Como toda revo-
lución, la que triunfara en 1959 estableció las pautas con que
se aprehendería el periodo que la precedió. Y esta necesidad
de afirmar el nuevo orden conllevó a identificar una otredad
deslegitimada y en abierta oposición: el pasado neocolonial,
imbricado al imperialismo norteamericano.
Por tanto, existían dos obstáculos que sortear desde un
inicio: asumir sin más al marxismo como juez y parte de
nuestra historia, y reproducir la visión peyorativa del periodo
en que es instaurada la democracia representativa burguesa,
cuya incapacidad para superar sus males diera lugar al golpe
de Estado y a la espiral de violencia del último batistato. Y
ello aparejaba dos desafíos. Pues un estudio del pensamiento
marxista de décadas que funcionaron en condiciones muy
diferentes a las actuales no puede contentarse con reiterar
verdades consagradas o tenidas por tales, ni denostar toda
una época como expresión por antonomasia de la corrup-
ción política-administrativa, del latrocinio y el peculado, del
entreguismo pro-norteamericano, etc. El carácter certero de
los análisis y valoraciones marxistas no deben preservarse
ya sobre la superioridad de su teoría y la infalibilidad de la
actuación histórica del partido, ni las condiciones que hicie-
ron posible la revolución posterior pueden reducirse a una
negatividad de tipificaciones y dicotomías.

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Más que contemplar esta etapa desde la visión que consa-
grara el pensamiento marxista contemporáneo al mismo, se
trataba de situar este pensamiento en el conjunto de condi-
ciones de las que formó parte y que le confirieron sentido, y
valorar, claro, su peculiaridad.Para ello, tales condiciones de-
bían ser trazadas de modo que tornaran inteligibles la riqueza
y diversidad de este pensamiento, pero también los rasgos
comunes que le hicieron propio de su época. Entre ellos, su
propósito de transformar sus consabidas -ya lo eran para su
tiempo- limitaciones.
Una época no puede ser comprendida solo por la imagen
que ofrece de sí misma; con todo, esa imagen es ineludible
para su estudio. Ello nos coloca en el terreno común de las
ideologías. Pues en el mismo “Prólogo” a la Contribución a
la crítica de la economía política se resalta que las ideas do-
minantes de una época solo pueden ser enfrentadas en sus
propios términos. El aserto de Marx presupone un “lenguaje”
común entre sus diversos elementos –no siempre antagóni-
cos-, que torna evidentes para cada uno sus respectivas pro-
yecciones, asentadas en la similitud de sus condiciones tanto
como en las diferencias valorativas. Por tanto, estos textos
se han propuesto una aproximación a las determinaciones
ideológicas que permiten valorar el papel desempeñado por
el pensamiento marxista en el periodo tratado.
El grado en que ello haya sido conseguido permitirá enjui-
ciar la eficacia de la complementariedad de las miradas que
conforman el presente libro. Pues desde los temas y proble-
mas particulares que despliega, se confluye en una visión co-
mún del conjunto de la sociedad de aquella Republica.
La recomposición de la hegemonía burguesa a que obligara
la fallida revolución del 30 y el cambio de las condiciones in-
ternacionales, requirió la asimilación de demandas genuina-
mente populares, como mostrara la promulgación de la Carta

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magna que inaugura el periodo. De ahí la entronización de
un horizonte reformista que sostuvo la expansión del rol del
Estado como la vía idónea para “nacionalizar la nación”, “co-
rrigiendo”, asimilando las opciones radicalmente antimperia-
listas y de subversión revolucionaria. Las nuevas prerrogativas
estatales que iría consolidando el periodo (como interventor
en la economía, como regulador de las relaciones capital/tra-
bajo, como garante de una más inclusiva participación, de
una civilidad también expandida en el espacio público y en la
vida cultural de la nación, como agente modernizador de la
sociedad, dotándole de instituciones necesarias para el pro-
greso nacional, como demiurgo e interlocutor de un “pueblo”
declarado soberano y heredero de las tradiciones patrias), son
rasgos que se retoman, de un modo u otro, en cada trabajo.
El carácter generalmente multiclasista de las instituciones
de la sociedad política como de la civil hacía además posi-
ble, en el clima nacionalista prevaleciente, la invocación a la
unidad de todos los cubanos como condición imprescindible
para alcanzar el progreso de la nación. La divergencia de me-
tas y soluciones proyectadas se amparaban en ese interés ge-
neral, en el llamado a la colaboración entre las clases, grupos
e instituciones sociales, como mostrara el lanzamiento de la
política económica “revolucionaria” de Fulgencio Batista tras
el golpe de Estado.
La condición de “revolucionario” fue tan usurpada que per-
dió basamento real. Canalizada por los comunistas a través de
la creación e inserción en múltiples espacios de socialización
y disputa de poder, aquellos perseguían la concientización
y educación de las masas, el reclamo y obtención de leyes
en su beneficio, o la defensa de sus intereses, amenazados
por condiciones cada vez más depauperantes. Ello, unido a la
sujeción a instituciones centrales del partido, y a la serie de
pactos políticos concertados, promovieron el eclipse de la op-

10 |
ción revolucionaria del horizonte de acción de los comunistas
cubanos durante el periodo, aun antes de verse obligados a
recular hacia posiciones de resistencia por la cruzada antico-
munista propia de la guerra fría.
De modo que la influencia del pensamiento marxista de
entonces era tan amplia como dispersa, y limitada en capaci-
dad de subversión. Debido a la visión de conjunto -histórica
y estructural- de sus enfoques, contribuyó a configurar una
conciencia nacional sobre las condiciones de dependencia y
los múltiples problemas en que se expresaba, y cuya repro-
ducción vedaba toda transformación real de aquella sociedad.
O, dicho de otra manera, incidió en la creación de un sujeto
revolucionario, cuya acción estaría presidida por los valores
con que luego se instauraría el socialismo en Cuba: soberanía
nacional, igualdad y justicia social. No hay razón para subesti-
mar esta influencia, pero tampoco debe ser sobrestimada asu-
miéndola como la única valida. Otras fuerzas, movimientos
e iniciativas de entonces confluyeron en similares proyectos,
o al menos compartieron el enfrentamiento a los males de
aquella sociedad. Mérito no menor de los comunistas fue el
de articular sus esfuerzos a tales movimientos, con indudable
éxito en campos como la cultura, la educación y la lucha por
la igualdad de la mujer.
Finalmente, no está de más recordar que se trata de una
época ensombrecida por el esplendor de dos revoluciones, y
que pese a los esfuerzos de años recientes, se halla lejos aún de
poseer el cúmulo de bibliografía que han deparado los gran-
des eventos que la limitan.
Ello ha conllevado, como hemos resaltado, a la asunción de
una imagen simplificada del que este libro pretende restituir
su diversidad.

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“El fantasma del comunismo”
recorre a Cuba
Visiones diferentes sobre el lugar intelectual
cultural del marxismo en la Isla (1940-1950)

Orlando Cruz Capote

El espíritu de la época
A principios del siglo xix, el eminente poeta alemán Johan
Wolfgang Goethe puso en boca de su personaje Fausto los
siguientes versos, durante una conversación sostenida con su
criado Wagner: “[…] lo que llamáis el espíritu de los tiempos
/ es, en el fondo, el espíritu de los grandes hombres / en que
se reflejan”. A lo que Fausto añadió con inmediatez, “[…] lo
cual verdaderamente suele ser un dolor” (Goethe, 1968: 20),1
es decir, con frecuencia no es más que una miseria, “[…] un
cubo de la basura y un desván de trastajos, a lo sumo, una
acción principal y de estado, con excelentes máximas pragmá-
ticas, según cuadran en los labios de las marionetas” (Goethe,
1968: 20).
La expresión, irónica y escéptica, estaba enfilada contra
la sentenciosa literatura producida en torno a la imagen del
espíritu absoluto de la época, la filosofía idealista de Frede-
rich J. G. Hegel (Rodríguez Ugidos, 1972: 15-54), represen-
tado en última instancia en el Estado prusiano, el cual era
considerado por algunos críticos y adversarios, entre ellos
el poeta (Kohan, 2003), como la manifestación fenoménica
de una realidad presumiblemente clasista, individual y limi-
tada en elámbito social, colectivo y psicológico de una re-
ciente burguesía complicada en abandonar al ancien regime,
a contracorriente de los pueblos inmersos aún en dilatados
procesos de conformación como nacionalidades, naciones y
Estados-nacionales (Cristóbal, 2008), masas populares que
personificaban de forma más cabal, lucha de clases concen-
trada, el hito fundamental del proceso de la historia nacional
alemana, y también europea en sus distintas escalas. Fue el
rechazo del “primer fin de la historia”, a pesar de la profunda
y genial construcción filosófica hegeliana que, sin embargo,
pecaba de cierta unilateralidad social e ideopolítica por sus
condicionamientos sociohistóricos y de clase.
Lo que se dirimía teóricamente en esos años, y proseguiría
en los venideros, era cómo calcular, visibilizar e identificar en
un complejo entramado social, económico y político, de deca-
dencia y auge de ideas, formas de pensar feudales, aristocráticas
y religiosas en conjunto y, paradójicamente, con las demolibe-
rales y conservadoras burguesas, más una naciente clase obrera
y un campesinado semi-organizados que comenzaban, o con-
tinuaban, la disputa ante esas maneras de ver, pensar y actuar
en sus países y el mundo, es decir, la real atmósfera intelectual
cultural de una época histórica sumida en el accionar de las
relaciones de producción capitalistas, su inteligentsia orgánica
y aquellas otras formas que coexistían en otras esferas de la
sociedad, también del conocimiento humano.
Ese ambiente filosófico, político y espiritual existía cuan-
do habían pasado sólo unos años de la Revolución Francesa
(1789), restaban muy pocos para que fuera público El Mani-
fiesto Comunista (1848), con aquel histórico pasaje de que “[...]
un fantasma recorre a Europa: el fantasma del comunismo.
Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cru-

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zada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich
y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes”
(Marx y Engels, s/f: 32), así como la creación de la Asociación
Internacional de los Trabajadores, la Primera Internacional,
en 1863, con sus antecedentes en la Liga de los Justos y la
Liga Comunista (1847) y, un poco más tarde, se produjera
el estallido de la Comuna de París (1871), en el actuante y,
a veces, intangible subsuelo de las luchas de los explotados
y oprimidos en sus embrionarias formas de bregar clasista.2
Fieles reflejos todos de la eterna beligerancia ideológica
por el intento de impregnar, a la larga imponer, la hegemonía
de un clima, un espíritu epocal, a contracorriente de otras
presencias omitidas, ignoradas y obviadas por la cultura do-
minante que solo logra establecer, aproximadamente, su de-
terminación histórica. A la vez, demostraba la urgencia de la
aplicación del análisis de lo histórico-lógico en su dialéctica
inseparable, cuyas miradas permitieran enfocar problemas
similares y diversos desde formas y ángulos diferentes, para
precisar el “movimiento real social de una época”, fin último
de la búsqueda de ese clima espiritual.
Fieles reflejos todos de la eterna beligerancia ideológica
por el intento de impregnar, a la larga imponer, la hegemonía
de un clima, un espíritu epocal, a contracorriente de otras
presencias omitidas, ignoradas y obviadas por la cultura do-
minante que solo logra establecer, aproximadamente, su de-
terminación histórica. A la vez, demostraba la urgencia de la
aplicación del análisis de lo histórico-lógico en su dialéctica
inseparable, cuyas miradas permitieran enfocar problemas
similares y diversos desde formas y ángulos diferentes, para
precisar el movimiento real social de una época, fin último de
la búsqueda de ese clima espiritual.3
De tal manera, los términos acerca del espíritu, ambiente,
clima y el perfil de una época, al que añadiremos el de atmósfe-
ra intelectual-cultural por su similar significado para nuestro

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ensayo, han sabido y podido intercambiarse pues son, sin lu-
gar a dudas, expresiones “metafóricas” que van a las esencias
(Ferrater, 1979: 1013-14; Dynnik, 1968), al fin y al cabo, de
una realidad (realidades, si se expresan en distintas latitudes
geográficas y procesos civilizatorios asimétricos sucedidos en
un país o grupo de ellos) y como tales, pueden hacerse valer
indistintamente, aunque, cuando se equiparan con determi-
nadas manifestaciones culturales, artísticas y religiosas (que
incluyen las tradiciones, costumbres, la psicología social, el
folclor, los mitos, los ritos, etcétera) requieren de la investiga-
ción rigurosa de determinadas estructuras socioeconómicas
y políticas, porque la supuesta “unidad” del espíritu epocal
transita por el riesgo de disolverse en un maremagno de con-
flictos y dinámicas societarias, tanto en la base como en la
superestructura de las formaciones económico-sociales y po-
líticas, así como en los modos de producción predominantes,
con sus relaciones sociales de producción convivientes en sus
diferenciados estadios de desarrollo.
Ha sido, entonces, una difícil tarea determinar, tanto para
los estudiosos como para los políticos, cuál sería “el clima es-
piritual epocal preponderante”, no exclusivo, que permitiera y
acogiera la contradictoria producción espiritual que contiene
las diversas esferas de la vida de los hombres, dado que nun-
ca estaremos en un solo mundo, como tampoco existirá un
único espíritu epocal, porque hay muchos mundos, pero están
en este, tal como escribiera, parafraseándolo, el intelectual
francés, Paul Eluard.
En tal sentido, el concepto de producción espiritual4 para el
marxismo y el leninismo —de ahora en adelante cuando es-
cribamos marxismo estará incluido el leninismo— es parte de
la revelación de la interrelación interna del principio material
y espiritual en la actividad vital del hombre, de la dependencia
(relativa) de la conciencia social y de todas las formas de acti-
vidad espiritual de los seres humanos, en el conjunto de mo-

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dificaciones sociales, además, de la evolución del pensamiento
acorde con las condicionantes de clase, los posicionamientos
ideológico-políticos que asume y las circunstancias históricas,
económicas en “última instancia”, en que se desarrolla ese ser
humano individual y colectivo, siempre social. De la misma
forma, la producción espiritual es una realidad muchas ve-
ces (in)-tangibleque desempeña un rol teórico-metodológico
trascendente para analizar los vínculos entre el ser social y la
conciencia social, contribuyendo a la interpretación científica,
hasta del llamado sentido común cotidiano, de esos entrama-
dos y conexiones, de las complejísimas interrelaciones entre
ellos, dado que, en esta elaboración espiritual se reflejan, en
sus maneras específicas, el sistema real de ligaduras sociales,
las relaciones de intercambio de actividad entre los individuos,
intersubjetividades incluidas, en el carácter y en las particula-
ridades de la producción del saber y el conocimiento (Rodrí-
guez Ugido, 1988a: 229-234). En este sentido, la producción
espiritual, que también es intelectual y cultural, desempeña
un rol mediador en la comprensión de esa interacción entre
el ser social y la conciencia social no sólo como mero reflejo
ideológico, que también puede y debe ser asumido, sino desde
la actividad económica, socioclasista y político-organizativa,
entre otras, con cierta autonomía e independencia.
Al mismo tiempo, los cambios, relativamente lentos, en la
esfera de las mentalidades, la cultura y el pensamiento de una
época tienen su mediador en esta producción espiritual como
elemento que Carlos Marx denominó, la transformación de
los hombres por los hombres (Marx y Engels, 1966), es decir
las nuevas cualidades espirituales, intelectuales y físicas del
hombre, sin obviar la concepción materialista de la historia
que arropa al marxismo, de esa conciencia y de su producción
espiritual (Lukács, 1970; Braudel, 1978; VV.AA, 1996).
A nuestro juicio, sólo en los marcos de las observaciones
anteriores es que son válidas las discusiones sobre si la no-

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ción de espíritu de la época —más correcto sería, los diversos
espíritus epocales coexistentes— no vistos nunca dicotómica-
mente, sino en diálogo constante, representan una realidad o
son una hipóstasis de ciertas heterogéneas realidades. Pues las
concepciones sobre el “espíritu de una (la) época”, también se
han percibido como un conjunto de modos de ser o de actuar
que expresan lo más “esencial” de un período histórico, rico
en matices, interrelacionándolos con las razones de la “psico-
logía colectiva” por las cuales puede entenderse la fascinación
que ejerce la noción como tal, cuanto “poder organizador de
la historia”, resultante de esa hegemonía político-cultural so-
bre el cuerpo societario. Finalmente, la idea del “espíritu de
la época” se ha relacionado también con la de “concepción del
mundo” (Ferrater, 1979), aunque ésta última suele ser `per-
manente´, reiterativa, estructuralmente expresada, mientras
que los “espíritus de época” suelen manifestarse a lo largo de
la historia, en los marcos contextuales específicos y como
epistemología —formas de recepcionar, percibir y construir
saberes y conocimientos— dialéctica e historicistamente.
En esa línea de pensamiento el filósofo marxista italiano
Antonio Gramsci afirmó que

[…] la filosofía de una época no es la filosofía de tal o cual


filósofo, de tal o cual grupo de intelectuales, de tal o cual
sector de las masas populares: es la combinación de todos
estos momentos, que culmina en una determinada direc-
ción y en la cual, esa culminación se torna norma de acción
colectiva. (1966: 30)

Idea que corrobora lo complejo y dif ícil de determinar ese


marco espiritual, intelectual-cultural de un período histórico,
en especial, en el caso del marxismoy el socialismo porque, un
siglo y medio de existencia significa poco tiempo, comparado
con la propia existencia de la humanidad y con los más de
quinientos años de desenvolvimiento capitalista en el mundo.

18 |
Ya en la primera mitad del siglo xix Carlos Marx sentenció
que no
[…] fue la caída de las antiguas religiones la que causó la
caída de los Estados antiguos, sino la caída de los Estados
antiguos la que ha causado la caída de las antiguas religio-
nes [...] Por lo tanto, los filósofos no brotan como hongos
del suelo, sino que son productos de su época, de la nación
cuyos zumos más sutiles, valiosos e invisibles fluyen en las
ideas de la filosofía [...] La filosofía no existe fuera del mun-
do, de manera análoga, como el cerebro no existe fuera
del hombre, porque no está ubicado en el estómago [...] En
vista de que cada filosofía verdadera es la quinta esencia
de su época, debería llegar la época cuando la filosofía, no
sólo interiormente, debido a su contenido, sino también
exteriormente, debido a su forma, hace contacto y produce
una interacción con el mundo real existente. (Marx, 1842)

Consecuentemente, es bajo estas diferentes concepciones,


unas más aproximativas a la realidad, otras que la opacan y,
en ocasiones, la distorsionan debido al alejamiento refractario
de ella (nunca fiel reflejo de la misma) las que serán “deter-
minantes” en una lectura e interpretación “culpable” o no del
pasado histórico —ninguna lectura es inocente, afirmaría Louis
Althusser— que se desarrollan desde la perspectiva de quienes
dominan, construyen e instrumentalizan (y hasta “exportan”)
ideológicamente sus conceptos, y tratan de precisar el por
qué,dónde y cuándo la omnipresente y uniformadora cultura
capitalista moderna y contemporánea pretende constituirse
en un “único” referente “teórico” y “filosófico” de poder, Ser y
saber —hay otros de creación y valor, axiológico, que estudia
actualmente el filósofo cubano José Ramón Fabelo Corzo,
colonizador por más señales (Dussel, 2005: 41-56; Castro,
2005: 153-72; Mignolo, 2007)— cuando se trata, sobre todo,
de captar la identificación del clima, el espíritu epocal, en
el complejo proceso contextual sociohistórico, en el que se

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verifican las probables relaciones existentes entre los movi-
mientos filosóficos, las corrientes políticas dominantes, y las
que no son, y los caracteres fundamentales de la época, en
la cual dichos movimientos se expresan, sin olvidar y obviar
los factores económicos, sociales, jurídicos, ideológicos y
políticos, culturales que lo originan, fomentan y circundan.
En el caso que nos ocupa, el pensamiento marxista re-
volucionario, así como otros pensamientos (sociales) críticos
es necesario, entonces, rectificar esa pretensión correcta, a
veces manipuladora, haciéndolo desde una posición episte-
mológica que no olvide el estadio del conocimiento y saberes
de las épocas pretéritas, y se ubique lo más cercano posible a
esas realidades, permeándolas con un soplo crítico construc-
tivo que sirva para rescatar lo mejor de aquellas enseñanzas
y analizar las fluctuaciones acertadas y erróneas en el queha-
cerde los hombres y mujeres representados en agrupaciones,
organizaciones, la sociedad civil y política, que vivieron en
otros tiempos, sin necesidad de ser subjetivos. Colocándonos
en esos espacios tiempos, con sus periodizaciones, etapas y
fases históricas para precisar el pensar y accionar de estos
sujetos sociales. Dicho posicionamiento epistemológico su-
presor o limitante de los elementos acusatorios, posibilitaría
la utilización en distintas vías y medios para el acercamiento
hacia un conocimiento más pleno, justo, no solamente como
un simple fin.
El replanteo de esta compleja temática, en la perspectiva
crítica que proponemos, hace insoslayable la prosecución de
los esfuerzos investigativos para precisar, con sentido apro-
ximativo, la identificación y caracterización del lugar del
marxismo y leninismo, o los marxismos en plural como lo
reconocemos en nuestros días (Aguirre, 1999 y Martínez He-
redia, 1995) en la atmósfera intelectual cultural de Cuba en
los años del 40 y 50, por lo que hemos de relanzar una mirada

20 |
epistemológica crítica retrospectiva a la historia acaecida y
presente, para poder atisbar el futuro (Cruz, 2013d; Guan-
che, 2008 y 2009).
Conscientes de que una investigación sobre pensamiento
marxista, y acerca de la historia de las ideas en general, tiene
el riesgo de que sea abordada a partir de algunos de los cri-
terios contemporáneos incorporados, que pueden operar de
forma involuntariaen la conformación de los juicios que se
emitan y en la que, además, toda valoración está permeada
de una u otra forma por las consecuencias que acarreó el
modo en que se difundió el marxismo que hoy son visibiliza-
das y susceptibles de ser interpretadas y criticadas más que
en años anteriores, decidimos optar por ese desafío académi-
co y político porque tal empeño, sus resultados, significarían
un peldaño ineludible en el recuento del proceso de enlace,
prolongación y quiebre superador del devenir histórico de las
heterogéneas ideas y los accionares acaecidos, no solo mar-
xistas y socialistas, en la historia nacional.
Los presupuestos teórico-metodológicos formulados an-
teriormente, más otros implícitos, han sido los basamentos
básicos para la investigación acerca del espacio, siempre en
contextos históricos temporales concretos, del marxismo en
la atmósfera intelectual cultural de Cuba en los años selec-
cionados, adecuándolo a la situación específica de la Mayor
de las Antillas.
Nos adentramos, entonces, en etapas cruciales de la his-
toria nacional donde se cobijaron y desplegaron variadas for-
mas de pensar y hacer en un país neocolonial y dependiente,
atrasado y deformado estructuralmente, subdesarrollado /
subdesarrollante (Pino, 1973; Zanetti, 1989 y 2006), como lo
denominara el intelectual cubano Roberto Fernández Reta-
mar, perteneciente, además, al Tercer Mundo, a pesar de los
mitos del “desarrollo capitalista medio” cubano comparado

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con las economías del subcontinente, incluso con naciones
industrializadas (Rodríguez, 1988 y Márquez, 2006), en las
que se vivían intensos momentos históricos coyunturales de
cambio, muy limitados realmente, pero mudanzas al fin, como
consecuencia de la repercusión de la Revolución del 30, que
acarreó nuevas perspectivas y expectativas para el cuerpo so-
cietario, en sus seculares batallares por la independencia y so-
beranía nacional, y la justicia social (Roa, 1969; Tabares, 1971;
Soto, 1977; IHMCRSC, 1987; Ibarra, 1992 y 1995 y Cruz, 2009).
Estaban teniendo lugar novedosos procesos de re-nacio-
nalización de la nación, con su atrofiado “Estado nación Mo-
derno”, las nuevas muestras de permanente reconstrucción
sociocultural de la denominada identidad nacional,5 así como
la implosión, recomposición y acomodamiento de diversas
fuerzas de izquierda en los “abiertos” espacios sociales, ideo-
lógicos y políticos nacionales, posibilitados, en parte, por la
celebración de la Asamblea Constituyente,entre 1939-1940,
que aprobó la avanzada Constitución de la República burgue-
sa en 1940 (República de Cuba, 1940a y 1940b).
En este contexto, entran a desempeñar un rol histórico
actores sociales de variopintos matices ideopolíticos y nacio-
nalistas, entre ellos, los socialistas, los marxistas (que no mi-
litaban en el partido comunista), los comunistas del primer
Partido Comunista de Cuba (PCC), 6 reformistas y populistas,
más las derechas representadas por los grupos y sectores de
una sumisa y clientelista oligarquía burgués-terrateniente y
sus acólitos, donde emergieron, además, los grandes casate-
nientes y grupos de industriales, bancarios y financieros, su-
ficientemente imbricados entre sí (Collazo, 1989 y Del Toro,
2003), proclives a los intereses norteamericanos y con matices
en algunas zonas de ese espectro burgués, aunque también
existió un ala burguesa, pequeña y mediana, que asumió posi-
ciones contradictorias y diferentes (demoliberales en esencia)

22 |
con respecto al problema del “Estado nación Moderno” capi-
talista dependiente y la explotación-expoliación monopólica
imperialista en la Isla (Winocur, 1987 y Castro, 2006).
En este sentido, permitiéndosenos una urgente digresión,
el pensamiento reformista en la Cuba de entonces fue diverso
y predominó en las mentalidades del cuerpo societario, inclu-
yendo a la mayoría de las vanguardias político-culturales, con
muy notables excepciones.
Las posiciones reformistas estuvieron presentes en las
filas antioligárquicas, antiplattistas, antinjerencistas, anti-
norteamericanas, incluso antimperialistas, retóricos y radi-
cales, además de manifestarse en las esferas del pensamiento
ideopolítico nacionalista, evolucionista dentro del status quo
capitalista, en el economicista y conservador.
Se involucraban en estas corrientes reformistas, aunque
no lo reconocieran de esa forma, aquellas fuerzas más a la
izquierda del espectro ideopolítico, donde casi todos coinci-
dían con respecto al “fatalismo geográfico” que paralizaba, en
cierta medida, las acciones revolucionarias en la Isla, dada la
presencia a sólo 90 millas de sus costas del imperialismo esta-
dounidense, conjuntamente con las ideas abrumadoras acerca
de que Sin azúcar no había país y la existencia de fuertes
creencias como de que “todo podía realizarse con el Ejército o
sin él, pero nunca en su contra”, y de que solamente “triunfan-
do el socialismo en el vecino del Norte” podría suceder una
revolución socialista en América Latina y el Caribe, incluida
Cuba. Ésta última infundida por el movimiento comunista
internacional, al unísono de una circunstancial corriente po-
lítica conciliadora de clases y de convergencia entre los siste-
mas opuestos, socialista y capitalista, que se engendró en el
partido comunista de losEE.UU., por su secretario general,
Earl R. Browder, quien había fungido como como vicepresi-
dente de la Comintern.7

| 23
Hecha esta digresión, nos ubicamos una vez más en aque-
llos momentos históricos, donde algunas de las agrupaciones
políticas partidarias de soluciones radicales y/o moderadas,
tendían a considerar como algo linealmente establecido el efí-
mero balance político nacional, regional e internacional en la
compleja coyuntura de la Segunda Guerra Mundial (anterior,
durante y posterior a la misma), la supuesta continuación de
la política del “Nuevo Trato”, el “Buen Vecino” y el capitalismo
monopolista de Estado de las élites de poder estadouniden-
ses, tras el “crac financiero” de 1929 (Galbraith, 1969; Suárez,
2003 y Zinn, 2004), así como las nuevas circunstancias de la
aparición de un campo socialista este europeo, gracias a la
victoria del Ejército Rojo de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (URSS) sobre el nazifascismo.
Igualmente, percibían dichas agrupaciones el frágil equi-
librio mundial, pero decisorio por un tiempo, entre las dos
superpotencias y los dos sistemas antagónicos (EE.UU. vs.
URSS, Este vs. Oeste, capitalismo vs. socialismo); el auge
limitado de una política económica nacionalista latinoame-
ricana-caribeña de ideas y accionares para romper con cier-
tas reglas del subdesarrollo y la supeditación a los EE.UU.,
además de la instrumentación de la doctrina de la Guerra
Fría en los años 1946-1947 con sus fatales consecuencias
socioeconómicas, ideológicas, políticas, culturales y ecoló-
gicas para el mundo y la región nuestramericana. Eviden-
temente, los comunistas cubanos de entonces no supieron
percatarse adonde conduciría semejante política y cuáles
serían sus consecuencias inmediatas para el devenir de su
propio desarrollo como fuerza que le correspondía avizorar
el curso de los acontecimientos históricos. 8 De tal suerte, se
propició, a nuestro juicio, la peculiaridad histórica-política
de que en medio de las coyunturas históricas de despliegue
y repliegue revolucionario cubano de esos años, surgió el

24 |
‘peligro’ inminente de una especie de “revolución pasiva”, tal
como la denominara el marxista italiano Antonio Gramsci.
Su significado, consistente en una modalidad de “revolu-
ción-restauración” bajo el liderazgo de algunas fracciones
de las clases burguesas, en conjunción con algunas izquier-
das dada la cierta re-compensación de fuerzas alcanzado,
facilitó cierto hálito modernizador, nacional-reformista y
populista que trató de promover un conjunto de medidas
socioeconómicas y políticas con el objetivo de modificar y
reacomodar las relaciones de poder y dominación existen-
tes. Las izquierdas derrotadas en la Revolución del 30 no
pudieron imponer su hegemonía y las derechas lo intentaron
realizar pero a costa de grandes concesiones porque tampo-
co habían alcanzado una victoria conservadora definitiva.
Fueron los instantes históricos de la democracia represen-
tativa burguesa en la Isla, representada por los presidentes
Fulgencio Batista y Zaldívar (1940-1940), Ramón Grau San
Martín (1944-1948) y Carlos Prío Socarrás (1948-1952). El
golpe de Estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952,
alteró ese proceso de consenso burgués y abrió una nueva
etapa de enfrentamientos y luchas protagonizadas por viejas
y noveles organizaciones revolucionarias.
En tal escenario de permutas, compensaciones y desbalan-
ces continuos, existieron agrupaciones que no cejaron en sus
acciones insurreccionalistas, algunas de ellas provenientes
del enfrentamiento contra la tiranía machadista (1925-1933),
de la Guerra Civil Española, de la Segunda Guerra Mundial,
entre otras, que re-tomaron las armas en la etapa dictatorial
batistianadesde 1934 hasta 1938-39, así como en los años sub-
siguientes, 1952-1958.9 En el ambiente de reformismo político
predominante, estas fueron transformándose y precipitándo-
se en fraccionados grupos que practicaron el “bonchismo” (en
las universidades), el pandillerismo, el gansterismo y el para-

| 25
militarismo en una sociedad atestada de latrocinio, malver-
sación y corrupción gubernamental. Siendo, a fin de cuentas,
consustanciales a ella.
La inconsecuencia de los gobiernos burgueses para cum-
plir las promesas políticas y populares, en esos tres lustros,
sobre una supuesta nación “cubanísima” (el gobierno de
la Cubanidad) y honesta, justa y ética trajo como correla-
to una ola política, moral y psicológica de frustraciones y
desencantos colectivos e individuales que propiciaron la
proliferación de grupúsculos de acción que se autoprocla-
maron “defensores” de la “Revolución” —término que fue
usado hasta por los informes analíticos de las comisiones
estadounidenses que estudiaron la realidad social en la Isla
(Problemas de la Nueva Cuba, 1935 y el Informe Truslow,
1951)—, las “libertades públicas”, ‘la libertad y transpa-
rencia de la prensa’, el “adecentamiento de la sociedad”, la
“honestidad administrativa”, una “economía socializada”,
la “verdadera justicia social” y una “cultura y educación
integral que llegara a los más humildes estratos de la po-
blación”, practicando todo lo contrario a esos enunciados
y repetidos fines.
Paradójicamente, algunos de los miembros de estos grupos
de accionar violento combatieron del lado republicano de la
Guerra Civil Española, así como en la apertura retardada del
desembarco del Segundo Frente de las Fuerzas Aliadas contra
el nazifascismo, en Normandía, y estuvieron en los planes
de derrocamiento de la dictadura dominicana de Rafael Leó-
nidas Trujillo en la malograda expedición de Cayo Confites
(Vázquez, 2012). Desbancándose, finalmente, en un abismo
de descomposición inhumana y criminal, con una estrategia
vengativa, en una cruenta lucha, principalmente urbana, por
posesionarse de cargos públicos, policíacos y en otros cuerpos
represivos, dentro y al margen de la ley, que incluyó el ataque

26 |
a las legítimas fuerzas revolucionarias, las cuales fueron so-
metidas a constantes presiones, chantajes y asesinatos.
Las interrelaciones de clases y políticas que sostuvieron
como pivotes los reajustes en el sistema de poder, la hegemo-
nía burguesa de la sociedad cubana en el período de la “nueva
república”, con su tambaleante y distorsionada “democracia
representativa” fueron: la “redistribución” social,generación
de consensos sociales y acuerdos nacionales con vistas a “mo-
dernizar” el Estado-nación con transformaciones en el marco
jurídico e institucional, así como la creación de nuevas formas
institucionales- administrativas, comerciales y monetario-fi-
nancieras, más el impulso al aparato productivo, sumándose
la introducción de algunos cambios en los modos de parti-
cipación ciudadana, entre otros, que trataron de neutralizar
los intentos de resolver la crisis orgánica-estructural por una
vía no capitalista. De esta manera, se inició, reiteramos, ese
complicado proceso de “revolución pasiva”, lo que vendría a
convertirse en “perecedero equilibrio” de diversísimas fuerzas
políticas e ideológicas que no lograban una victoria defini-
tiva. Sin embargo, su gran handicap fue la subordinación a
los poderes internos y externos: por una parte, la poderosa
oligarquía burgués terrateniente, y por la otra, de los intereses
monopólicos de EE.UU. y sus lógicas de re-neocolonización,
además, de la presencia del mito del fatalismo geográfico, ya
descrito (Cruz, 2013c).
Se dibuja, entonces, un cuerpo societario nacional donde
primó un ambiente ideológico y político, férreamente anti-
comunista en general, y contra el primer partido marxista y
leninista (antipartido); también antisocialista, aunque este
con un poco de menos resonancia y fuerza por circunstan-
cias históricas-concretas desde 1939 hasta 1946,10 resultado
de una enorme campaña represiva y divulgativa guberna-
mental, dirigida desde Washington contra los partidarios

| 27
del comunismo, que golpeó sucesivamentea los demócratas
y progresistas, y atemorizó acerca del “peligro de la mano
del Kremlin” en la Isla y el subcontinente nuestroamericano,
denominándolo como las “injerencias de potencias extra-
continentales”, recordando las teorías del Destino Manifiesto
y, más que todo, a la Doctrina Monroe.11 Paralelamente, se
propagó un rancio antisovietismo, éste último solamente
amainado en los años de la Segunda Guerra Mundial, en
especial, cuando se produjo la agresión nazi a la URSS, el 22
de junio de 1941, y se consolidó, temporalmente, la alianza
de la Unión Soviética, los EE.UU. y el Reino Unido, junto a
las fuerzas de la resistencia de otros países europeos que
unieron sus esfuerzos bélicos contra el fascismo, reforzán-
dose cuando la Unión Soviética ganó en autoridad y legiti-
midad por su rotundo triunfo en la lucha contra el nazismo
alemán,12 al derrotar y rendir a los nazi-germanos, un 9 de
mayo de 1945, en su propia capital, Berlín.
Así, en los cambiantes tiempos históricos descritos, las
fuerzas marxistas y comunistas, conjuntamente con las otras
izquierdas, se adueñaron “fugazmente” de cierto caudal polí-
tico y popular gracias a su verticalismo en la lidia antifascista,
dado por el de los compromisos y ciertos pactos, consensos
sociales y nacionales contraídos con otras fuerzas sociopolí-
ticas en el escenario cubano, a nivel regional y mundial. Sino,
también, en el exterior de Cuba con la participación de 1412
combatientes cubanos en la Brigada Internacional “Abraham
Lincoln” y en las unidades del ejército español a favor de la
República española (1936-1939)13 y los alrededor de 4000 in-
tegrantes nacionales en las fuerzas militares aliadas, princi-
palmente en el Ejército estadounidense.
Empero, tales concertaciones de amplio espectro en el es-
cenario sociopolítico patrio trajo también costos políticos in-
mediatos y mediatos a los comunistas. En primer lugar, cuan-

28 |
do las tácticas y estrategias asumidas por ellos a lo interno
se mezclaron, confundieron —sobre lo que nos detendremos
más adelante— y los pusieron a la zaga de los acontecimientos
políticos y del movimiento popular, influenciados por las tri-
bulaciones y manipulaciones de los gobiernos y agrupaciones
burguesas, tampoco ajenas a la crisis política nacional (López
Civeira, 1990); y, en segundo lugar, cuando el prestigio y credi-
bilidad del partido comunista se deterioró sentidamente por
el apoyo irrestricto e incondicional hacia la URSS, aun luego
de la victoria contra el fascismo.
Fatalmente, el esfuerzo mayor de esta organización se
puso en función de la defensa a ultranza de los intereses de
la Unión Soviética,cuando se debían haber conjugado las
tareas nacionales con las internacionales, sin desplazarse en
esencialismos únicos que los desviara del curso prioritario
de la urgente lucha socioclasista, nacional y antimperialista,
hecho que tuvieron en cuenta, pero con la concepción prác-
tica de un economicismo y parlamentarismo excesivos, que
gestionaban insustancialmente una “huelga general revolu-
cionaria de masas” como fin último para la toma del poder.
No obstante, ello no significó que dejaran de impulsar y
apoyar, de manera general y específica, las luchas obreras,
campesinas, estudiantiles, de los desocupados y defendie-
ran la causa de los negros, las mujeres, la reforma agraria,
el papel de la educación pública, entre otras sentidas de-
mandas de la sociedad nacional. Asimismo, mantuvieron
un departamento y dispositivo militar, casas de seguridad
y organización clandestina que, no priorizados, brindó un
apoyo inconmensurable a los comunistas perseguidos y a
los combatientes de otras organizaciones revolucionarias
durante todo el período.
Posición histórica contraproducente que no fue causada
sólo por una errada política endógena partidista, de la cual

| 29
hubo bastante, sino que tuvo indicaciones precisas desde los
órganos del movimiento comunista internacional, rectorados
desde Moscú: la Internacional Comunista (III Internacional,
IC o Comintern), creada en 1919 y autodisuelta en 1943, el
Buró de Información (Cominform, 1947-1956), más la Con-
ferencia Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros
de 1957 (IML, s/f y VV.AA 1984: 7-24), entre otras reuniones
internacionales, algunas de ellas que tuvieron por conteni-
dos con los llamadosa la Paz,14 el fin del armamentismo, las
pruebas nucleares y la coexistencia pacífica, políticas enarbo-
ladas por la Unión Soviética y su partido comunista, quienes
prosiguieron sus andares15 bastantes alejados de las realida-
des particulares y singulares latinoamericano-caribeñas, así
como de los continentes y regiones africanas y asiáticas, en
específico, las de China, Corea y Vietnam.16 El comporta-
miento descrito estuvo permeado de la política de coexis-
tencia pacífica enarbolada por la dirección política soviética
—traducida como de un cierto “colaboracionismo de clase”
por zonas de las izquierdas nacionales e internacionales—;17
coyunturas externas en la que los comunistas cubanos sub-
estimaron el panorama sociopolítico, democrático y nacional,
así como el nuestroamericano, lejos de realizar una lectura
propia creadora desde el marxismo y leninismo, a pesar de sus
déficit teóricos acerca de la lectura actualizada y correcta de
los clásicos, así como la insuficiente recepción y percepción
críticas de ellos, más sus ideas acerca de la realidad nacional
y social fueran aún muy elementales, aunque en la historio-
grafía cubana se acuñara el término de que en los años 40
existiera un marxismo maduro en la Isla.
De modo que los inconvenientes enunciados representa-
ron una limitación relativa en la actuación de los comunistas
en la arena nacional, aunque no entorpecieron totalmente el
alcance de importantes y significativos avances del pensa-

30 |
miento marxista en Cuba a partir de los años 1940-1947, y
en adelante. Esta última fecha constituyó el momento en que
los comunistasfueron despojados de la dirección de la Con-
federación de Trabajadores de Cuba (CTC-1939) (IHMCRSC,
1987), como parte del clima anticomunista de la Guerra Fría
que se entronizaba en la Isla. En este sentido tres organiza-
ciones represivas, bajo la consigna aparente de diferentes ac-
tividades enemigas, todas anticomunistas en realidad, fueron
creadas: el 21 de marzo de 1942, en plena II Guerra Mundial,
se creó el Servicio de Investigación de las Actividades Enemi-
gas, más tarde fue fundado el Grupo de Represión de Activi-
dades Subversivas, luego de promulgarse la ley No 5 de 1948
o Ley contra el Gangsterismo. Finalmente, se crea el Buró
para la Represión de las Actividades Comunistas (BRAC) el
cual, institucionalmente, tuvo su amparo en el Decreto-Ley
No. 1456, del 3 de mayo de 1955.
Sin embargo, paradójicamente, los comunistas contaron,
como nunca antes, con un apreciable apoyo popular, eviden-
ciado en el número creciente de militantes del partido (aun-
que no todos sus miembros cotizaban), simpatizantes y cola-
boradores, más una palpable cantidad de votos ganados en las
urnas. En su tiempo fue considerado el partido marxista con
mayor voto electoral en América Latina. Indicadores de lo an-
teriormente expuesto, fueron los representantes elegidos a la
Cámara, las senatorias alcanzadas en los distintos gobiernos
de turno donde el Partido Unión Revolucionaria Comunista
(PURC, 1940-1944), luego Partido Socialista Popular (PSP,
1944-1961),18 y otras izquierdasde diverso espectro ideopolí-
tico, lograron una inserción política importante, aunque no
decisiva aún, en la vida pública nacional.19
Este panorama varió abruptamente con el desarrollo de la
Guerra Fría y el golpe de Estado militar del 10 de marzo de
1952, ejecutado por Fulgencio Batista, en contubernio con

| 31
la embajada estadounidense, entiéndase el Departamento de
Estado, grupos de militares adeptos a este y políticos civiles
quienes no deseaban que el candidato del Partido del Pue-
blo Cubano (Ortodoxo),20 ganara las elecciones programadas,
como señalaban las encuestas públicas.
Después de las consideraciones anteriores, posiblemente
el desenlace histórico para el pensamiento marxista, que se
desenvolviaen un espíritu epocal hostil, hubiera sido fatal de
no coexistir un clima patriótico-nacionalista en el cuerpo so-
cietario como consecuencia de una heroica historia acumula-
da de antianexionismo, antiplattismo (Roig de Leuchsenring,
1935), antinorteamericanismo y de antimperialismo, cuatro
conceptos de connotaciones diferentes, a contrapelo de la in-
fluencia del “American Dreams” y “American Way of Live”,
causada en gran medida por las disímiles luchas revoluciona-
rias a favor de la liberación nacional y social, en el que mucho
habían influido las prácticas beligerantes de las heterogéneas
izquierdas, entre las que se encontraban los nacionalistas,
los nacional-reformistas, los reformista antioligárquicos, los
populistas, así como los militantes del partido comunista cu-
bano y los marxistas.21
De este conjunto de fuerzas, es evidente que los comunistas
y marxistas cubanos, a pesar de las complicadas problemá-
ticas teóricas-prácticas y los avatares que le impuso el movi-
miento comunista internacional, dirigido desde la URSS y el
PCUS, más los desaciertos propios, desempeñaron un papel
capital en la vida política, intelectual y cultural nacional en
las décadas investigadas, irradiando una fuerza ideológica
marcadamente superiorque la de su fuerza política, como
organización, en los sindicatos, así como en el seno del movi-
miento obrero en su conjunto.22
Este rol se revela, asimismo, tanto por las propias condicio-
nes de atraso y subdesarrollo dependiente que facilitaban la

32 |
denuncia del régimen, como por el hecho de contar con una
teoría explicativa —la marxista— muy superior a las doctri-
nas liberales de esos años, que poseyó una capacidad induda-
ble para determinar los problemas (Ribeiro, 1984: 257-69), las
apremiantes y nefastas condiciones de la Cuba neocolonial,
así como de la presencia intrusiva imperialista en los asuntos
de “nuestra isla fiel”, tal como la denominaron los grupos de
poder de Washington, que desenmascaró las elaboraciones
conservadoras y las viejas-nuevas doctrinas justificativas del
status quo capitalista, con sus esquemas empiristas, positi-
vistas y sociologistas en que, lamentablemente, la doctrina
marxista también se vio envuelta por los esquemas dogmá-
ticos y sectarios.
Hay que significar que en la compleja atmósfera intelectual
cultural en la que interactuaba el marxismo, o los marxismos,
representados fundamentalmente por los comunistas orga-
nizados, una parte de su instrumental teórico-metodológico,
político y cultural para los análisis diagnosticadores, interpre-
tativos y propositivos fue abrazado, conciente e inconsciente-
mente, aunque tambien de forma ecléctica dada la existen-
cia de otras escuelas y corrientes de pensamiento, tanto por
las diversas izquierdas como por los distintos intelectuales,
pensadores y científicos sociales, todos ellos comprometidos
de una u otra forma con la causa nacional, socioclasista, la-
tinoamericanista, antimperialista y solidaria. No podemos
excluir de esta apropiación de las ideas marxistas tampoco
al ciudadano común.23
Las razones estaban dadas en que todos percibieron en
los marxistas, comunistas y las izquierdas radicales, la dis-
posición, vocación y honestidad, así como la decencia y el
sacrificio a toda prueba por la causa de los explotados y opri-
midos. Y porque el marxismo cubano no se concibió ni asu-
mió como un cuerpo teorético “puro”, toda vez que estuvo

| 33
muy vinculado a la realidad nacional y social. Esta teoría del
conocimiento, su lógica y la dialéctica materialista e histori-
cista se volcaron como ninguna otra en el país, al mundo de
lo práctico social. Aunque hubo mucha repetición mecánica
teórica-política del marxismo soviético en la economía, la
toma del poder político (la lucha armada no fue opción), la
urgencia de una instrumentación, de una formación polí-
tico ideológica más afín a Cuba, etcétera. Esta es una idea
que no puede negarse, siempre que realicemos matices en
las esferas que se estén estudiando.Los flujos y reflujos, en
el pensamiento y la práctica, nunca fueron similares. En el
terreno educacional y cultural, incluyendo el religioso y el
problema del negro, el partido y los marxistas se ubicaron
en las zonas más positivas; de tal manera con menos pero
mejor satisfacción estuvieron en la lucha por el derecho de
las mujeres en la sociedad. En ello también influenció la lar-
ga tradición de una cultura de resistencia y de liberación
que se manifiesta en la intelectualidad política y artística
cubana desde las primeras décadas del siglo xx, y que las
convierte en parte importante de las vanguardias políticas
de la tercera década de esa centuria, superando paulatina-
mente la visión demoliberal y positivista, encaminando sus
rumbos hacia una cultura emancipatoria antimperialista y
anticapitalista (González, 2012).
Según nuestro criterio, hasta aquí hemos ofrecido al-
gunos primeros elementos que permiten apreciar cómo el
marxismo en Cuba pudo sostenerse como una fuerza real,
simbólica y significativa en la compleja y diversa atmósfera
intelectual cultural en las décadas del 40 y 50 del siglo xx,
no obstante su contrariedad teórica y práctica, a lo interno
y lo externo, percibiéndolo con los matices y tonalidades
propiciados por un ambiente epocal, general y particular,
apenas estudiado con toda rigurosidad en las valoraciones

34 |
que se han acometido sobre su trayectoria, las cuales han
tendido a resaltar, sin un balance adecuado, tanto sus acier-
tos como sus desaciertos.
Su éxtasis positivo, como sistema de acumulación de ideas
en la Cuba de entonces, vendría a manifestarse cuando un
grupo de jóvenes patriotas y martianos, la Generación del
Centenario, opuestos al dictador Fulgencio Batista, reinicia-
ron desdeenero de 1953, en la Marcha de las Antorchas, la
lucha por una Cuba independiente y soberana, sin tiranicidios
y dependencias a potencias extranjeras, menos la estadouni-
dense. Sin esquemas preconcebidos, los nuevos marxistas, so-
cialistas y comunistas, imbuidos del patriotismo nacionalista
cubano, con fuerte vocación y convicción latinoamericanista
y antimperialista radicales, emprendieron el rumbo hacia el
poder revolucionario y socialista.
La estrategia y táctica, los métodos de lucha y el pro-
grama enarbolado en La historia me absolverá (1973) en el
juicio donde Fidel Castro expuso el Programa del Moncada,
fueron coronados por el éxito. La capacidad de la dirección
político-militar de la insurrección popular y cívica de unir
a todas las fuerzas posibles —“pueblo, si de lucha se tra-
ta”— en el enfrentamiento contra la dictadura batistiana y
de conducir con acierto al Ejército Rebelde y al pueblo en las
complejidades del combate, demostró la factibilidad del pro-
ceso revolucionario. La realidad que representó el Primero
de Enero de 1959 rompió todo un esquema teórico anterior
en el panorama económico y político cubano y latinoameri-
cano. No fue una quimera llevar adelante una lucha armada,
política y popular victoriosa en contra de la oligarquía go-
bernante y su ejército profesional apoyado por un vecino tan
poderoso como los Estados Unidos de América. Cuba fue un
ejemplo vital de su factibilidad y de la destrucción del mito
del fatalismo geográfico.

| 35
Heredera de las mejores tradiciones históricas de la na-
ción cubana y, en especial, del pensamiento martiano como
síntesis suprema de las ideas libertarias y de justicia social
del siglo decimonónico, así como de las luchas de libera-
ción nacional y social propias, pero teniendo presente la
experiencia teórico-práctica atesorada por el movimiento
revolucionario mundial y, en particular el latinoamericano,
la Revolución Cubana emergió triunfante sin derivarse de
una confrontación militar de carácter internacional y no
contó con el apoyo material de fuerzas externas. La victoria
fue consecuencia de una guerra llevada a cabo en su terri-
torio donde la derrota armada y política, moral también, del
aparato represivo de dominación fue el factor determinante.
Demostró que sin lo nacional específico ninguna revolución
puede ser creación heroica y que ninguna revolución autén-
tica puede separarse de la mejor historia de su pueblo sin
peligro de frustración.
Solo la Revolución Cubana, victoriosa un primero de enero
de 1959, hizo el milagro político de unificar bajo un solo haz
a las heterogéneas fuerzas sociales e ideopolíticas, evitando
que las escisiones y divisiones de antaño y las que se mani-
festaron en el proceso revolucionario, ahogaran el esfuerzo
insurreccional armado, político-popular y antidictatorial, el
cual transitó por necesidad histórica hacia un proceso nacio-
nal liberador, antimperialista y socialista sumamente radi-
cal, que persevera su desarrollo con espíritu innovador hasta
nuestros días (Cruz, 2008a, 2008b y 2008c, 2013a: 139-140).
La interpretación correcta del lugar del pensamiento mar-
xista, tal y como nos lo hemos propuesto, requiere tener en
consideración otros argumentos e ideas, análisis e interpre-
taciones acerca de su pensar y accionar, sobre las cuales nos
detendremos a continuación.

36 |
Apuntes sobre el análisis histórico crítico
constructivo del marxismo y el leninismo

[…] Esta generación podrá aprender el comunismo únicamente si


liga cada paso de su instrucción, de su educación y de su formación a la
lucha incesante de los proletarios y los trabajadores contra la vieja
sociedad basada en la explotación […] Si el estudio del comunismo
consistiera sólo en asimilar lo que dicen los trabajos, los libros y fo-
lletos comunistas, esto nos proporcionaría con excesiva facilidad exege-
tas o fanfarrones comunistas, lo que muchas veces nos causaría daño y
perjuicio, porque esta gente, después de haber leído y aprendido lo que se
expone en los libros y folletos comunistas, sería incapaz de coordinar to-
dos esos conocimientos y de obrar como exige realmente el comunismo.
Lenin (1986, t-41: 318).

[…] No pretendemos implantar en nuestro medio copias serviles


de revoluciones hechas por otros hombres en otros climas, en algu-
nos puntos no comprendemos ciertas transformaciones, en otros nues-
tro pensamiento es más avanzado, pero seríamos ciegos si negásemos
el paso de avance dado por el hombre en el camino de su liberación.
Mella (1975: 87-8)

El pensamiento de Julio Antonio Mella (1903-1929) es fiel re-


flejo de la mirada crítica del primer marxista orgánico cubano,
algunos autores señalan a Carlos Baliño, hacia el marxismo-
leninismo (M/L) que hoy acertadamente llamamos marxis-
mo y leninismo, apartándonos de la denominación cerrada,
anquilosada y escolástica estalinista, que estaba arribando y
siendo recepcionada en Cuba y Nuestra América, en los años
20 del siglo xx, bajo el impacto de la Revolución Socialista
Rusa y de su cimera personalidad bolchevique-comunista,
Vladimir Ilich Lenin. Ideario que no era ajeno a la Ideología
Mambisa, el pensar y accionar de José Martí, los ecos de la
Revolución Mexicana y la Reforma Universitaria de Córdova,
en Argentina, procesoshistóricos que estaban en la órbita más
cercana de su conciencia política en franca evolución dialéc-
tica. Visión, por demás, tampoco extrañada del pensamiento

| 37
patriótico y antimperialista de otros pensadores cubanos y
latinoamericanos de la época.24
Él significó el puente más lozano, junto al viejo luchador
patriótico-social Carlos Baliño, de la continuidad-ruptura y la
articulación ad infinitum de las ideas martianas (Mella, 1975:
271-2) y el marxismo —a partir de este momento se incluye
al leninismo sin mencionarlo— fuera de encasillamientos y
tours de forces para dar nacimiento a una teoría y práctica
aportadora y novedosa a la causa de la liberación nacional
y social en un período histórico de re-“despertar de la con-
ciencia nacional”, la “década crítica”25 de la seudorepública o
República mediatizada, sesgada e inconclusa en los años que
antecedieron a la Revolución del 30. Punto de vista original y
creador, que sostuvo hasta su asesinato en tierras mexicanas,
en 1929, bajo las balas de los agentes de la tiranía de Gerardo
Machado (1925-1933). Una interpretación conceptual y prác-
tica en la que se unía la cultura de la resistencia emancipatoria
cuando expresó que el “[…] Dólar vence hoy al Ciudadano;
hay que hacer que el Ciudadano venza al Dólar” (Mella, 1975:
182), y una praxis insurreccionalista popular y política que el
resumió en: “[…] Hay que hacer, en fin la Revolución Social
en los países de América” (Mella, 1975: 182), la cual represen-
tó la única forma válida de aprobar y disentir dentro de los
principios generales, tanto teóricos como metodológicos del
marxismo que, además de reflexionar sobre la realidad inter-
nacional, regional y nacional, nunca abstracta ni especulati-
vamente, se propuso transformarlas revolucionariamente con
distintas innovaciones, adecuaciones y aplicaciones particula-
res y singulares, para lograr la plena emancipación humana.
El líder político y carismático Julio Antonio Mella, junto a
otros coterráneos cubanos, latinoamericanos e internaciona-
les, se inscribe entre los defensores creativos del marxismo,
el socialismo y el comunismo desde una perspectiva crítica

38 |
enriquecedora, de superación viva, dinámica, ante los nuevos
escenarios y desarrollos societarios de un mundo que difería
de aquel —el europeo— donde se había desarrollado la teoría
y la práctica marxista, que desafiaban esquemas y estereoti-
pos, los caminos y vías con despliegues conceptuales propios
e independientes, diferenciadamente histórico-concretos que
eran (in)admisibles en la concepción materialista de la histo-
ria y guía para la acción marxista.26
Sin embargo, luego de la muerte de Vladimir Ilich Lenin, en
1924, la polémica marxista, su desarrollo y enriquecimiento cri-
tico y autocrítico fue mermando ante la política asumida por la
dirección de Iosif Stalin y sus seguidores. La entronización del
estalinismo como anomalía de esa (in) evolución que se traspoló
de manera mecánica del Partido Comunista de la Unión Sovié-
tica (PCUS) hacia la III Internacional (Comintern, Internacio-
nal Comunista o IC), creada en 1919, hasta su autodisolución
en 1943, y sus órganos regionales,27 alcanzó un auge e impacto
inconmensurable en las fuerzas revolucionarias y progresistas en
el orbe, más allá de las décadas del 40 y 50 del siglo xx.28
Dicho sistema de ideas dogmáticas y sectarias obstaculizó
y desafió el desarrollo de la doctrina de las ideas de Carlos
Marx en el movimiento comunista mundial y buena parte del
movimiento obrero internacional y de liberación nacional,29
los que muchas veces se plegaron y subordinaron a la mis-
ma, asumiendo el internacionalismo proletario como un acto
irrevocable con respecto a la política rectorada por el Parti-
do Comunista, el Estado y el gobierno de la Unión Soviética.
Y cuyo efecto duradero y pernicioso subsiste hasta nuestros
días, al cual no escaparon los marxistas, comunistas y las iz-
quierdas en Cuba, en mayor o menor medida, aunque existie-
ron personalidades y organizaciones políticas que se trazaron,
como reto imperioso, un marxismo a la altura de los nuevos
tiempos, que fueron excomulgadas, destruidas y obviadas por

| 39
tal deformación vulgar y autoritaria. De tal suerte, el riesgo
real de ser sancionados y separados de la órbita global comu-
nista y marxista, tal como sucedió a algunas agrupaciones y
personalidades, 30 hizo que las iniciativas propias fueran muy
bien meditadas y consultadas, a pesar, de que las “movidas”
políticas, teóricas y prácticas de Moscú fueran impredecibles.
Por ejemplo, la Internacional Comunista fue llamada por el
mismísimo Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista
(CEIC), sin modestia y humildad alguna, como la “Casa Ma-
triz”, el centro del marxismo y el comunismo mundial. Y en
ese maremagno de certezas e inseguridades, los comunistas y
marxistas cubanos, salvo las excepciones de los que eligieron
independizarse a cualquier costo, fueron comedidos y mesu-
rados en el cumplimiento obligado y, a veces relativo, de las
directrices soviéticas (entiéndase el PCUS y la Comintern),
así como del aprendizaje y difusión mecanicista del diamat
e hismat “teórico” que se patrocinaba desde esa sede. Por lo
que resultó muy difícil abrir una senda de originalidad y crea-
tividad en la teoría y la praxis marxista, pues muchos de los
que lo ejercieron a contracorriente de los ukases cayeron en
el olvido y la omisión intencionada. En ese sentido, los casos
del italiano Antonio Gramsci y el peruano José Carlos Ma-
riátegui son paradigmáticos. En el peor de los casos, como
narrara Isaac Deutscher en su texto Herejes y renegados, otros
ex dogmáticos dañados en su amor propio, se desmoralizaron
y desilusionaron precipitándose hacia las redes del antiestali-
nismo al antipartidismo y antisovietismo y, como correlato,
no absoluto, al antimarxismo y el anticomunismo más inmo-
ral (Deutscher, 1970a y 1970b).
De tal manera, el estudio de la totalidad multidimensional,
nada ajena a sus partes, de las vicisitudes internacionales de
la teoría y la práctica (Sánchez Vázquez, 2004a y 2004b) del
marxismo o los marxismos, de lo acontecido en la “transición

40 |
socialista” de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS), 31 en la Europa del Este y otras zonas geográficas don-
de se expandió con grandes obstáculos, endógenos y exógenos,
así como en el proceso histórico del movimiento comunista
mundial, ya referido, nos permiten concluir que estos desa-
rrollos resultaron determinantes en los quehaceres teóricos
y prácticos nuestroamericanos y cubanos, este último en su
condición singular, aunque con regularidades intermitentes
que no escapan del contexto histórico universal.
Por ello, urge elaborar una visión reflexiva, restauradora de
su evolución histórica, señalando períodos, etapas y fases (con
sus subetapas y subfases), desde el punto de vista cronológico
y lógico histórico —aunque existe la paradoja, al decir de Ho-
racio Cerutti (1986), de que toda periodización es necesaria
y a la vez arbitraria— que permitan profundizar, de manera
balanceada, sus destellos y máculas con el fin de reivindicar lo
que significó, y resignifica hoy, esta guía teórica-metodológica
para la acción transformadora y emancipatoria humana, en
todos los niveles, que si bien abrigó sus errores propios y mi-
metismos fatales, también mostró sus originalidades y crea-
ciones heroicas, muchas veces relegadas al olvido y manejo
incorrecto, con intencionalidad abierta o solapada, por parte
de los viejos órganos matrices del movimiento comunista y
obrero internacional, la actividad subversiva de los centros de
poder capitalistas, sus tanques pensantes y las propias hete-
rogéneas izquierdas desilusionadas y travestidas.
Asimismo, correspondería situar estos desarrollos marxis-
tas junto a otras escuelas de pensamiento, corrientes y ten-
dencias políticas, ideológicas, económicas y culturales con
las cuales dialogaron y polemizaron en las diferentes etapas
históricas de la época que analizamos, a través, de un diálo-
go paradójico, pocas veces complementario y, esencialmente,
dicotómico / antagónico en el cual incidió la forma y el con-

| 41
tenido de la recepción, asimilación, interpretación y puesta
en práctica, realmente azarosa, de los disímiles marxismos y
socialismos en Nuestra América y Cuba (Cruz, 2009 y Pérez,
2010), así como las divergencias y rivalidades con el socia-
lismo utópico, el reformismo en sus disímiles variantes, el
anarquismo, el anarcosindicalismo, las propias tendencias
socialdemócratas y socialistas provenientes de Europa, los
Estados Unidos de América y México; de las concepciones
de la Alianza Popular Revolucionaria Americana —APRA, el
aprismo, el trotskismo, 32 el browderismo, etcétera.
Desde ese propio ángulo conceptual-metodológico, ten-
dremos que justipreciar el por qué y cómo se des-encontra-
ron, a veces inevitablemente, con los diversos nacionalismos
presentes en la sociedad cubana: el antioligárquico, el nacio-
nal-reformista, el populista y el nacional-revolucionario, prin-
cipalmente, con las variables antiplattistas, antinjerencistas,
antinorteamericanas y antimperialistas, retóricas y reales,
además de las diferentes posiciones ideopolíticas demolibe-
rales y conservadoras burguesas presentes en la sociedad cu-
bana y latinoamericana.
Un cuerpo societario nacional rubricado por la conviven-
cia, en la primera mitad del siglo xx, de permanentes cri-
sis, conmociones y estallidos sociales, mayores o menores,
al confrontarse los diversos proyectos de nación y país pro-
puestos y pospuestos, en la esfera económica, social, política
y cultural por distintos actores sociales y políticos; por las
tensiones de clases enfrentadas, fundamentalmente, entre el
obrero asalariado y el capital burgués nacional y extranjero,
con características diversas en las zonas urbanas y rurales,
bien diferenciadas en las distintas provincias, municipios y
localidades, así como la existente entre el obrero manufac-
turero e industrial —la principal industria era la azucarera y
estaba enterritorio agrario— y la disímil estratificación social

42 |
en el campo; por las diferencias y similitudes entre grupos de
poder y de presión políticos y económicos; los fraccionamien-
tos en clases fundamentales y subalternas, grupos, sectores,
estratos, segmentos y estamentos sociales coexistentes en un
país subdesarrollado/subdesarrollante, atrofiado, deformado
estructuralmente y dependiente; las luchas de toda índole por
los espacios asociativos ciudadanos, algunos de ellos muy ex-
cluyentes; los batallares entre los heterogéneos programas po-
líticos e ideológicos asumidos, también, por disímiles organi-
zaciones, agrupaciones y movimientos de una sociedad civil y
política invariablemente fragmentada; los estremecimientos
ante las problemáticas de las percepciones acerca de la nacio-
nalidad, nación y el Estado-nación moderno, éste último tan
requerido y nunca alcanzado en plenitud.
Problemáticas no resueltas, en cuanto a la conformación y
conceptualización de la identidad nacional, compendiada en
cubanía y cubanidad del Ser responsable, conciente y com-
prometido o no, ante la conformación, nunca finiquitada, de
la nacionalidad y la propia nación cubana, términos dese-
mejantes aunque asumidos como similares por ese marxis-
mo prosoviético; los desafíos de la dependencia neocolonial
hacia las élites de poder estadounidenses y la omnipresente
oligarquía burgués terrateniente azucarera, ganadera y arro-
cera (ésta luego de la Segunda Guerra Mundial), además, de
la compradora-importadora y exportadora —con bajo valor
agregado—, los casatenientes, así como el surgimiento de una
débil burguesía nacional, que no significó ser nacionalista en
bloque, con los hacendados y colonos, con el burgués indus-
trial, bancario y financiero, a mediados de los años 30, y más
consolidadas, relativamente, en los años 40 y 50, que pujaban
por losde mercados nacionales e internacionales en el contex-
to histórico analizado; encontronazos entre los métodos de
lucha aplicados por las fuerzas revolucionarias para confron-

| 43
tar la gama de adversarios y enemigos burgueses y otros;33 los
fuertes y variados intereses de una población uniétnica, pero
pluriracial y multicultural, que aun procediendo de raíces
histórico-culturales comunes, poseían demandas específicas
en el panorama socioeconómico, político y espiritual-cultural
nacional, ante las desigualdades, inequidades y diferencias
abismales en la posesión de los medios de producción y la
redistribución de la riqueza nacional, en el acceso a la edu-
cación, salud pública, asistencia y protección social, en las
posibilidades de los grupos raciales (color de la piel) (Cruz,
2010 y 2011), generacionales, con el fin de obtener iguales
oportunidades y alcanzar la justicia social.
De tal manera que, en esos escenarios históricos y de am-
biente intelectual cultural contradictorio y de acceso casi
inextricable, las fuerzas de izquierdas, los marxistas, los co-
munistas, los nacional-reformistas, nacional-populistas y na-
cional revolucionarios no lograron la unidad organizativa, de
acción ni la complementación, siquiera parcial, en los enfren-
tamientos contra la dominación norteamericana, la oligar-
quía burguesa, así como tampoco alcanzaron compromisos
estables entre ellos y con agrupaciones burguesas de centro y
centro izquierda, cuyas bases sociales pensaban, a veces, dife-
rentes a sus gurús elitarios, más afines al entendimiento y a la
desconexión paulatina haciala dependencia norteamericana,
aunque sin consecuencias para el status quo capitalista, y para
el despliegue de un país más independiente y diversificado en
su economía, siempre abierto al intercambio exterior.
En tales disyuntivas, o se pecó de un reduccionismo obre-
rista, así como el de otras clases sociales —las clases medias y
los estudiantes, por ejemplo—, o se extralimitaron los compro-
misos tácticos más allá de la estrategia y fueron vulneradas las
líneas principistas con sus trágicas consecuencias. La desunión,
las escisión y la fragmentación entre las izquierdas fue un pro-

44 |
ceso constatado y dramático, el cual no pudo salvarse cuan-
do, en instantes precisos, se percibía la posibilidad de llegar a
acuerdos dentro de un programa político de acción mínimo,
dado los recelos, las disputas “sordas” internas, las ansias de
protagonismos (caudillismos) personales y grupales, así como
por las desorientaciones que llegaban de los órganos centrales
y regionales del movimiento comunista internacional, más las
incesantes injerencias imperialistas que colocaron innumera-
bles zancadillas, presiones y chantajes contra esos procesos de
unidad, en confabulación con las fuerzas burguesas conserva-
doras internas. Esas divergencias (in)salvables condujeron, una
y otra vez, al fracaso de la articulación, la unión y la revolución.
Entonces, solo el pensamiento marxista revolucionario, el
social crítico y otros que poseen una mirada desde la totali-
dad del movimiento real, por ende de la reflexión que intenta
aprehenderla, sin menoscabar los factores objetivos y subje-
tivos, intermediaciones, sobre las esencias de los procesos,
hechos y personalidades histórico-políticas, y sus manifes-
taciones fenoménicas, pueden achicar las brechas en los re-
duccionismos y simplismos analíticos y brindar valoraciones
aproximativas,adecuadas, de las causas y consecuencias que
condujeron al estancamiento, retraso de esta teoría de la pra-
xis y al catastrófico derrumbe acaecido hace más de veinte
años en la Unión Soviética y el centro-este europeo, el mal
denominado “socialismo real” (Regalado, 2012), así como las
desviaciones y anomalías que sufrió el marxismo y socialismo
en su decursar desde el siglo decimonónico hasta el actual
siglo xxi.
Tales pasos de análisis mesurados que, a la vez, deben ser
radicales, sin embargo, tienen sus deudas pendientes por consi-
deraciones de “inconveniencias políticas e ideológicas” que pocos
desean asumir con la rigurosidad exigida, en primer lugar, por
las condiciones actuales de transicionalidad, reconfiguración y

| 45
recomposición geopolítica del capitalismo imperialista a nivel
mundial que, si bien es cierto, en el caso norteamericano con
mayor especificidad muestra una “declinación” y “decadencia”
visible por hallarse “sobrecargado” y “sobredimensionado” (Pa-
nitch y Leys, 2005 y Wallerstein, 2006) en varias esferas de su
estructura-funcionamiento, posee una fuerza inconmensura-
ble económica-comercial y financiera, militar y cultural para
interferir, frenar y detener de variadas formas los procesos re-
volucionarios-progresistas, más su capacidad manipuladora y
tergiversadora de las mentalidades a través del extraordinario
poder mediático y la acción de los tanques pensantes (“Think
Tanks”)34 a su servicio, marketing real de ideas y procedimientos
obnubiladores de la realidad.En segundo lugar, porque algunos
ideólogos, políticos y científicos revolucionarios perciben que tal
debate crítico, a “calzón quitado”, no va a beneficiar en mucho
a las aún confusas ideas de las izquierdas y masas populares,
en que muchas de las primeras prosiguen ancladas en las viejas
formas de pensar y hacer, sin apreciar que una mayoría de espe-
cialistas y masas de pueblo están solicitando, a sotto vocce, que
se escriba, hable y polemice sobre esa historia nada lineal, zigza-
gueante, de retroacción y estancamiento que aun hoy se aprecia
sobre el marxismo y el socialismo a nivel universal.
Por tales razones, coincidimos con la mayoría de los argu-
mentos esgrimidos recientemente por el politólogo cubano
Rafael Hernández, en un artículo publicado en el blog Ca-
talejo, y reproducido en otras web digitales, quien expresó
que, la literatura y otras manifestaciones artísticas de corte
histórico no poseen
[…] la menor responsabilidad en ese páramo injustificable
sobre la revolución rusa, la historia de la URSS y sus prota-
gonistas, y del socialismo en el siglo xx, que ha prevalecido
en Cuba, y que solo se explica por la renuencia a asumir el
ajuste de cuentas con el socialismo soviético; por tal mo-
tivo, sólo las ciencias sociales (en su interdisciplinaridad

46 |
o transdisciplinaridad) podrían tener […] la llave maestra
para guiarnos por la escondida senda de la Revolución rusa,
ni por sus resonancias descomunales a lo largo del siglo xx,
algunas vibrantes todavía (Hernández, 2014).

Faltaría, además, a juicio de este autor, un saldo de balance crítico


responsable, constructivo, profundo pero osado, por parte de las
mayorías de las izquierdas latinoamericana-caribeñas y cubanas
con el marxismo y el socialismo predominante durante casi
todo el siglo xx y el que transcurrepor más de una década del
xxi (Cruz, 2013b). Se trata, como afirman algunos intelectuales,
de recuperar los lados sanos de la teoría y la práctica marxiana.
El marxismo, realmente castrado, promovido desde la
Unión Soviética, el denominado (pro)soviético que, en muchas
ocasiones, con justeza se identifica con el estalinismo pero que
no sólo se reduce al mismo, porque fue copiado y reproducido
singular e íntimamente por una inmensa mayoría de proce-
sos y personalidades revolucionarias de otras latitudes dado
su “paradigma exaltado”, así como la necesidad del re-ajuste
crítico al denominado marxismo occidental, y otros que se
promovieron indistintamente, más las disciplinas científicas
correspondientes que lo asumieron de una forma u otra, in-
tentando convertirse en herederos “legítimos” de Carlos Marx,
Federico Engels, Vladimir Ilich Lenin, éste último, olvidado
a veces, como sus coterráneos y continuadores contemporá-
neos, se ha convertido en una omisión que desde hace un lar-
go tiempo es imperdonable. En ese interregno de confusiones,
algunos autores marxistas y desde la izquierda han arribado a
conclusiones paradójicas al mencionar a un marxismo que no
fue marxismo (por el diamat y el hismat), y un socialismo en
tránsito que no fue realmente un socialismo, olvidándose de los
contextos, las condicionantes y limitaciones objetivas y subje-
tivas en que se desarrollaron. Solamente, de tal manera crítica,
reafirmaremos la validez teórica, interpretativa y transforma-

| 47
dora del marxismo, con sus creatividades según las nuevas cir-
cunstancias espacio-temporales, así como podremos equilibrar
científicamente el aspecto negativo, anómalo, en que se vio en-
vuelto su desarrollo, motivado por circunstancias históricas
de diversa índole. Según las líneas doctrinarias y fosilizadas
del estalinismo acerca de cómo conocer y comprender al mar-
xismo para “pensar y actuar”, las definiciones generales de las
leyes, categorías y conceptos básicos, no elaboradas ni siquiera
suficientemente, adquirieron una importancia omnicompren-
siva, muchas veces consideradas como las únicas contentivas
de la interpretación de la verdad, que suponía abarcar lo esen-
cial —sin las mediaciones siempre presentes— de la realidad
a través de un segmento o la totalidad de la misma, trayendo
como consecuencia que bajo su cobertura se admitiría, cuando
más, su enclaustramiento academicista, la “departamentaliza-
ción” en los aparatos ideológicos del Partido y el Estado, aunque
con intencionalidades de que fuera asumido por el pueblo con
predominio de lo ideológico a través de las instituciones “es-
pecializadas” y su reciclaje en una aprehensión especulativa y
abstracta de la misma realidad, metafísica en muchos aspectos,
por subestimación y desprecio del accionar de los individuos
y colectivos de las sociedades bajo su influjo, quienes deberían
ser los reales protagonistas del socialismo.
Entonces, en ese alejamiento contemplativo de lo singular,
no puede realizar su divulgación y enseñanza, bajo el supuesto
objetivo de “satisfacer” pedagógica-didácticamente el apren-
dizaje y la asimilación de este cuerpo teórico-metodológico
por las masas populares que de forma simplista y esquemática
no se aviene jamás en conciencia convincente como tampoco
en cultura política sintetizada y comprendida, y el asumir,
además, un rol justificativo, teológico y teleológico (ideologi-
zante in extremis) y no de interpelación, contraparte y com-
plementación crítica ante el poder, así como tampoco debió
ser sometida al antojo de cualquier interpretación espontánea

48 |
y maniquea por parte de los hombres y mujeres que la estu-
dian, ejercitan y ejecutan en la mutante realidad, ante diná-
micas y problemáticas extraordinarias —hasta anómalas—,
conciente e inconscientemente, tantas veces manifestadas a
lo largo de su historia (Guevara, 2012).
No puede repetirse que los intelectuales orgánicos —
dentro y fuera del Partido— para preservar su libertad de
pensamiento y actividad teórica, tengan que mantener una
distancia imprudente respecto al compromiso militante y
subsumir su conocimiento y saberes ante el poder, porque
cuando escogieron ese camino subordinado, no complemen-
tario y contestatario, en el sentido de interpelación crítica,
muchas veces tuvieron que sacrificar su conciencia crítica y
trabajo teórico en aras de sistemas y métodos burocráticos y
tecnocráticos que se apartan de los caminos de la realidad, a
través del pragmatismo, las miradas no multidimensionales y
los criterios de un funcionariado, nomenclatura, que defiende
privilegios y prebendas individualistas y de grupos.

Notas
1
Fausto, creación poética y filosófica del poeta alemán Johan Wolfgang
Goethe (1749-1832), escrita entre 1808 y 1832.
2
Habían luchas “espontáneas” y otras con mayor conciencia y dirección
sociopolítica, así como huelgas, paros de trabajadores en manufacturas
e industrias, sublevaciones campesinas, surgimiento de organizaciones
e instituciones gremiales, sindicales, gérmenes de los primeros partidos
políticos de la clase obrera y también existían conflictos sobre problemá-
ticas nacionales y étnicas, raciales, etcétera.
3
La Guerra Civil en Francia, es uno entre los tantos textos escritos por
Marx que demuestra cómo narrar científicamente una síntesis histórica
interpretativa utilizando el método dialéctico de lo lógico-histórico, y a

| 49
la inversa, en medio de los reales y no distanciados procesos históricos
acaecidos (Marx, s/f: 256-322).
4
Este enfoque filosófico marxista, sobre la producción espiritual, permite
aspirar al estudio crítico multidimensional de las esencias y los fenó-
menos de los procesos que se desencadenan en la conciencia social e
individual, tan complejos por su contenido, haciéndolo sin prescindir del
análisis sociológico-psicológico e histórico de los mecanismos del funcio-
namiento de la misma, estudiando la estructura social de la producción
del saber, incluidas las ciencias, las formas institucionales concebidas,
formales o no, la tipología de los sujetos del saber, su condicionamiento
social, etc., presentes en los distintos períodos históricos (Tollstyj, 1989;
Rodríguez Ugido, 1985: 21-87).
5
Desde mediados de la década del 30, se “prohibió” la entrada masiva de
inmigrantes a Cuba, y solo se admitieron braceros antillanos `tempora-
les´ (jamaicanos, haitianos, etc.), porque existió un “ejército nacional de
trabajadores de reserva”, que dio lugar a un proceso de re-constitución
de la identidad nacional, lo cubano, que resalta una renovación-consoli-
dación popular de la cultura artística, la propia psicología social del ser
y la conciencia nacional, en la forma de pensar la cubanía y cubanidad,
conciente y responsable (Alonso, G. y E. Chávez, 1978; IHC, 1998; Mar-
tínez Heredia, 2000).
6
El PCC fue creado el 16 y 17 de agosto de 1925 (véase Grobart, 1985).
7
Las ideas de Earl Russell Browder —el browderismo— giraron alrededor
del colaboracionismo entre el socialismo y el capitalismo y la conciliación
de clases al interior de los países burgueses. Este rumbo reformista partió
de un análisis político desacertado acerca de la “perdurabilidad” de la alian-
za antifascista, los acuerdos y tratados firmados entre la URSS, los Estados
Unidos, el Reino Unido y otras naciones capitalistas durante y posterior
de la confrontación bélica. El browderismo constituyó un intento de teo-
rización acerca de la convergencia entre el socialismo y el capitalismo, así
como la disolución-liquidación de los partidos comunistas y su inserción
en organizaciones socialdemócratas, reformistas y revolucionarias de otra
índole. Dicha corriente creó una división en los comunistas norteameri-
canos, siendo, finalmente, sancionado y expulsado de éste en 1945-1946,
correspondientemente. Y fue rebatida internacionalmente, en 1945, en una
carta abierta del comunista francés Jean Duclòs, quien acusó a Browder de
revisionista y traidor a la causa del marxismo y el comunismo, lo que desató
otra lucha crítica a lo interno de las organizaciones marxistas, comunis-
tas y de izquierda en los planos internacional, regional y nacional, cuando
muchas agrupaciones comunistas habían comulgado con dichos criterios
acríticamente e iniciado un desmontaje paulatino de sus organizaciones
lo que condujo a graves confusiones entre sus filas, las clases y sectores
sociales que conocieron de ese conato ideológico y por el eco inmediato de
la Guerra Fría que cuestionó radicalmente su pertinencia (Browder, 1940,
1943 y 1944; IHMCSC, 1981; Rojas, 2007 y Massón, 2013).

50 |
8
En el continente Americano, bajo el dictado de EE.UU. y en contuber-
nio con las oligarquías domésticas latinoamericana-caribeñas se creó,
en 1946, la Junta Interamericana de Defensa, un año después se firmó
el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y, en 1948,
se fundó la Organización de Estados Americanos (OEA). Como dato
adicional, aunque no menos importante, en 1947 fue creada la Agencia
Central de Inteligencia (CIA) (Lippmann, 1947; Kennan, 1951; Aguilar,
1965; Antiasov, 1986; Patterson y Merril, 1995; Vázquez, 2002; González,
2003 y Stronos, 2003).
9
Las agrupaciones insurreccionalistas sufrieron un profundo golpe en sus
estructuras organizativas y propósitos ideopolíticos originales. Por ejem-
plo, “Pro Ley y Justicia” y “Ejército Caribe”, grupos armados vinculados al
Directorio Estudiantil Universitario (DEU) del 30 y al Partido Revolucio-
nario Cubano (PRC-Auténtico), los que apoyaron al primer gobierno de
Ramón Grau San Martín (10 de sept. 1933-15 de enero de 1934) a partir
del golpe de Estado de Mendieta-Caffery-Batista, devienen en la Legión
Revolucionaria de Cuba, proclamando la “insurrección armada” contra
Batista. Así sucede con la Organización Auténtica (OA). Igualmente,
“Joven Cuba”, muy diferente luego del asesinato de su líder Antonio Gui-
teras Holmes, que cambia su denominación por Acción Revolucionaria
Guiteras (ARG) cuyos rumbos “insurreccionales” fueron variados; la Or-
ganización Revolucionaria Cubana Antimperialista (ORCA) e Izquierda
Revolucionaria (IR) fundidas en el Partido Democrático Revolucionario.
La organización política, celular y secreta, el ABC, de posición fascistoide
(gran admiración por Benito Mussolini), transita hacia el reformismo.
En los años 40 surgen otros grupos: Unión Insurreccional Revolucio-
naria (UIR) que se contrapone a la dirección bonchista de la Federación
Estudiantil Universitaria (FEU); el Movimiento Socialista Revoluciona-
rio; la Alianza Nacional Revolucionaria (ANR); la Asociación Libertaria
de Cuba (ALC), los Combatientes Antifascistas, entre otras. Posterior
al golpe de Estado de Fulgencio Batista y Zaldívar, el 10 de marzo de
1952, algunos de estos grupos y otras nuevas fracciones retornaron al
insurreccionalismo, aportando un martirologio significativo en la lucha
antidictatorial, mientras otras siguieron su andar paramilitar y gansteril
(Vignier y Alonso, 1973; Aguiar, 2000 y Vázquez, 2005).
10
Entre 1939 hasta 1948, el término “socialista” fue utilizado oportunis-
tamente por varias agrupaciones burguesas cubanas, latinoamericanas y
planetarias acorde con los tiempos de la alianza antifascista, e incluso lue-
go de la contienda bélica por pandillas, grupos paramilitares y gansteriles.
11
La gran campaña anticomunista fue encabezada desde, y en, los
EE.UU., específicamente, por el senador Joseph R. McCarthy (“macar-
tismo”, 1947-1957) que arremetió furibundamente contra los militantes
y simpatizadores del partido comunista, además de provocar una verda-
dera “cacería de brujas” contra las fuerzas progresistas y democráticas
de gran repercusión internacional, teniendo un impacto especial en
América Latina y el Caribe, región considerada el “traspatio natural” y

| 51
“la tercera frontera” del Imperio del Potomac (Cruz y Viamonte, 1981;
Faulkner, 1972 y Foster, 1972).
12
La derrota del fascismo sucedió en toda la Europa invadida y ocupada,
así como en el Japón militarista, salvo el régimen `franquista´, en España.
Igualmente, existió una gran resistencia popular insurreccional interna
en los países agredidos (VV.AA, 1975 y Baxter, 1975).
13
En la Guerra Civil española (1936-1939) participaron del lado republi-
cano mil 412 cubanos. Asimismo, fueron internacionalistas en el Ejér-
cito Rojo, Enrique Vilar Figueredo, Aldo y Jorge Vivó Laurent, Everardo
Álvarez, los dos primeros caídos en 1943 y 1944, en Polonia y Leningra-
do, respectivamente, más otros cubanos y cubanas que laboraron en la
retaguardia (IHMCRSC, 1981; Pacheco, Cruz y Suárez, 1987; Briones
Montoto, 2011 y Lozano, 2013).
14
El Consejo Mundial de la Paz fue creado en 1949 y su brújula política
fue la de fortalecer la paz, la coexistencia pacífica y el desarme nuclear
a nivel internacional. El Congreso Nacional por la Paz y la Democracia
se celebró en la Habana del 6 al 8 de agosto de 1949, en homenaje al
IV aniversario de las víctimas del genocidio de Hiroshima y Nagasaki,
al mismo asistieron delegados de todos los rincones del país. La in-
auguración del magno evento tuvo lugar en el Anfiteatro del Hospital
“Calixto García” y el discurso de apertura estuvo a cargo del eminente
sabio cubano Don Fernando Ortiz. La clausura del importante evento se
celebró en el teatro “Auditórium”, el día 8 de agosto, el Congreso eligió
el ejecutivo de lo que entonces se denominó “Comité Permanente por
la Defensa de la Paz y la Democracia”. Una de las primeras acciones
desarrolladas por este Comité, fue la recolección de firmas en apoyo
del Primer Llamamiento de Estocolmo, proscribiendo la bomba ató-
mica, al pie del Llamamiento suscribieron 786 778 firmas. Teniendo
en cuenta el número de habitantes de Cuba en aquellos momentos y la
hostil actitud del gobierno de turno, esta cifra fue un destacado logro,
ya que, así mismo constituyó un alto porcentaje en relación con otros
países del Continente Americano. Otro hecho que pone de relieve el
papel desempeñado por el Comité Permanente a favor de la paz, durante
los dif íciles años de la “guerra fría”, estuvo relacionado con la invasión
en 1950 de los Estados Unidos a Corea. Bajo el lema “Manos fuera de
Corea” se obtuvieron miles de firmas que consignaban su repudio a esa
guerra, a la par que se oponían a que los ejércitos de los países títeres
de Latinoamérica participaran en dicha contienda; toda esta labor fue
realizada bajo persecución. Ya en septiembre de 1949, el joven Comité
Permanente, participaba con 57 delegados procedentes de los sectores
más diversos, en el Congreso de México donde puso de manifiesto de-
finitivamente la posición del pueblo cubano respecto a los problemas
de la paz, la soberanía y la integridad de los pueblos. A partir de 1959,
en el llamamiento a la I Conferencia Nacional por la Paz, se sugirió el
cambio de nombre y la institución pasó a denominarse Movimiento
Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos.

52 |
15
En 1979, Carlos Rafael Rodríguez, dirigente comunista cubano, escribió
que “[...] solo en mayo de 1969, cincuenta años después del II Congreso
de la Internacional Comunista, vino a reconocerse en un texto donde se
abordan colectivamente problemas del movimiento comunista, la dife-
rencia en el desarrollo económico y social que distingue a América Latina
de la mayoría de los países coloniales y semicoloniales de Asia y África”
(Rodríguez, 1983b: 305-360).
16
El triunfo de la Revolución China y la fundación de la República Popu-
lar China, en 1949, fue consecuencia de la creatividad teórica-práctica
del partido comunista y de su líder Mao Tse Dong a contracorriente de
las indicaciones del Comintern. La República Popular Democrática de
Corea (Corea del Norte) alcanzó su victoria sobre las tropas japonesas,
en 1948, quedando escindida del Sur por la injerencia estadounidense.
Entre 1950 y 1953, los estadounidenses agreden militarmente a Corea
del Norte y se desarrolla la guerra, en la cual la resistencia interna y el
apoyo de la URSS-China Popular produjo la derrota estadounidense. La
República Democrática de Vietnam (Vietnam del Norte) triunfó con-
tra la agresión japonesa (1945), la francesa (1954) y la norteamericana
(1975), fundándose la República Socialista de Vietnam (unificada), en
1976 (Karoll, 1967).
17
La URSS proclamó su política de coexistencia pacífica, planteó el fin de
los ensayos atómicos y la carrera armamentística, así como evitó zonas de
conflictos como las sucedidas en la Guerra de Corea y el enfrentamiento
en el Canal de Suez, Egipto, en 1956.
18
El PCC se fusiona entre 1940-1944 con Unión Revolucionaria titulándo-
se Partido Unión Revolucionaria Comunista. Entre 1944-1961, se nombra
Partido Socialista Popular hasta la autodisolución en 1961 (Grobart, 1985
y Rojas, 2007, t-2 y 3).
19
Luego de 1940, hubo 10 comunistas representantes a la Cámara, cerca
de 80 concejales y el primer alcalde comunista, Francisco Rosales Bení-
tez, en Manzanillo. En julio de 1942, en el gobierno de Fulgencio Batista
y Zaldívar, fueron nombrados Juan Marinello Vidaurreta Carlos Rafael
Rodríguez, como ministros sin cartera. En 1944, bajo el mandato de Ra-
món Grau San Martín, hubo tres senadores comunistas: Juan Marinello,
César Vilar Aguiar y Salvador García Agüero. En 1945, Juan Marinello fue
vice-presidente del Senado; y, en 1948, eran representantes a la Cámara,
además de los ya mencionados, Aníbal Escalante Dellundé, Lázaro Peña
González, Joaquín Ordoqui Mesa, Gaspar Jorge García Galló, Manuel
Luzardo García, Esperanza Sánchez Mastrapa, Juan Taquechel López,
Segundo Quincosa Valdés y Jesús Menéndez Larrondo, entre otros (IHM-
CRSC, 1987 y Rojas, 2007, t-2 y 3).
20
El Partido del Pueblo Cubano-Ortodoxo, fue un desprendimiento del
Partido Revolucionario Cubano-Auténtico, acaecido públicamente en
1947, bajo la dirección política del líder Eduardo René Chibás y Rivas,
quien acusó al PRC (A) de traicionar su programa original “revolucio-

| 53
nario” ante el pueblo (1934), así como el haber instituido un régimen de
corrupción política y administrativa, colmado de prebendas e indecen-
cias, además, de propiciar la proliferación del robo del erario público, las
bandas gansteriles y paramilitares, entre otras inmoralidades públicas
y ciudadanas. Sus banderas de lucha fueron “vergüenza contra dinero”
y “la escoba” como símbolo de la “limpieza” ética que debía realizarse
en el cuerpo societario político. El candidato presidencial fue el Doctor
Roberto Agramonte Bustamante (Hart, 1997 y 2002; Depestre y Úbeda,
2002; Briones Montoto, 2005; Vázquez, 2005 y Chibás, 2011).
21
“[…] En la Cuba neocolonial (1902-1958), las organizaciones de izquier-
da y sus líderes, en su acepción generalizadora —nacionalistas, marxis-
tas, comunistas, socialistas—, siempre se encontraron en la disyuntiva de
enfrentar enemigos principales y fundamentales diversos, como fueron
las elites de poder del imperialismo estadounidense y la gran oligarquía
doméstica muy conservadora y atada a este. De combatir contra adver-
sarios nacionales variados, de mayor o menor cuantía, en un escenario
geopolítico regional y mundial mutante. De luchar con consignas ideoló-
gicas y políticas muy “similares” aunque diferentes contra los gobiernos
burgueses de turno. De presentarse con estrategias, tácticas y métodos
de lucha disímiles, algunos errados, contra ese entramado numeroso
de organizaciones e instituciones burguesas, y al mismo tiempo lograr
imbricarse con las proyecciones nacionalistas y revolucionarias cuyas
plataformas programáticas parecían coincidir y que, paralelamente, se
desencontraban abruptamente, perdiéndose la oportunidad histórica de
alcanzar la urgente unidad de las izquierdas […]” (Cruz, 2013c).
22
“[…] La larga predica, la lección y el ejemplo de los comunistas, ini-
ciados en los días gloriosos de Baliño y Mella al calor de la Revolución
victoriosa de Octubre, habían contribuido a divulgar el pensamiento
marxista-leninista, de modo que se convirtió en doctrina atrayente e in-
contrastable de muchos jóvenes que nacían a una conciencia política. Los
libros y la literatura revolucionaria jugaban de nuevo un papel en el seno
de los acontecimientos históricos” (Castro, 1976: 40-1).
23
Paradigmas en ese quehacer intelectual fueron: Julio César Gandarilla
Contra el Yanqui (1913); Rubén Martínez Villena Cuba, factoría yanqui: Los
empréstitos (1927); Ramiro Guerra Azúcar y Población en las Antillas (1927);
Fernando Ortiz Contrapunteo cubano del azúcar y el tabaco (1940) y Órbita
de Fernando Ortiz (1973); Elías Entralgo Perioca sociográfica de la cubani-
dad (1947); La liberación étnica cubana (1953); Emilio Roig de Leuchsenring
Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos (1950); Raúl Cepero
Bonilla Azúcar y abolición (1948) y Escritos económicos (1983), entre otros.
24
Entre ellos podemos citar, además, de los próceres de la independencia
nuestraamericana a José Enrique Rodó, José Ingenieros, José Vasconcelos,
José Carlos Mariátegui, éste último marxista de confesión y convicción,
sin olvidar a los cubanos Juan Gualberto Gómez, Diego Vicente Tejera,
Manuel Sanguily, Enrique José Varona, Enrique Collazo, Julio César Gan-
darilla, etcétera.

54 |
25
El marxismo arribó “contaminado” junto al socialismo utópico, el
anarquismo, anarcosindicalismo, el socialdemócrata y-socialistas, y
sus componentes oportunistas-revisionistas, el divulgado por la III
Internacional, el trotskista, que provenían de la prensa ibérica, los
inmigrantes, los contactos con revolucionarios internacionales y las
pocas y tardías publicaciones traducidas al español de los clásicos
(Pérez y Cruz, 2010).
26
Entre esas figuras nacionales y latinoamericanas y planetarias de esas
primeras tres décadas del siglo xx, podemos mencionar a Carlos Baliño,
Rubén Martínez Villena, Leonardo Fernández Sánchez, Juan Marinello
Vidaurreta, Gabriel Barceló Gomila, Pablo de la Torriente Brau, Antonio
Guiteras Holmes; al chileno Luis Emilio Recabarren Serrano, el Amauta
peruano José Carlos Mariátegui, el argentino Aníbal Ponce, entre otros.
En el plano internacional están las extraordinarias figuras de Clara Zetkin,
Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Georg Luckas, Karl Korsch, Anton
Pannekoek, Leon Trotsky, el propio Nicolás Bujarin, especialmente en
sus últimos trabajos, Yevgueni Preobrazhinki, Franz Mehring, Antonio
Gramsci, Antonio Labriola, entre otros.
27
En el caso de Nuestra América: el Secretariado Latinoamericano (1919-
1920 y 1925), radicado en Moscú, el Buró Panamericano (1919-1920)
igualmente en la URSS, el Secretariado Sudamericano (1925), con sede
en Buenos Aires, Argentina, y el Buró del Caribe, en New York, EE.UU.
(1930-1931).
28
En 1947, se crea el Buró de Información (Cominform) y, desde los años
50, se celebran las conferencias internacionales de los partidos comunis-
tas y obreros, otras concernientes a la lucha por la paz mundial, contra el
armamentismo y a favor de la coexistencia pacífica.
29
Otros órganos subsidiarios de la IC fueron: la Internacional Juvenil
Comunista (1919), la Internacional Sindical Roja (1920), la Organización
Internacional de Ayuda a los Luchadores de la Revolución, más conocida
como Socorro Rojo Internacional, en 1922, etcétera.
30
A fines de 1925, Julio A. Mella fue separado del partido comunista por
tomar la iniciativa” inconsulta” y “anarquizante”, según el Comité Cen-
tral del PCC, de realizar una huelga de hambre contra el tirano Gerardo
Machado, cuyo régimen lo acusó de realizar atentados dinamiteros. La
sanción, en realidad, tuvo sus causas en envidias personales y porque
desde su lecho hospitalario se reunió con numerosas personalidades de
otras agrupaciones antimachadistas, hasta de corte burgués. En 1927,
el Comintern le devolvió la militancia a Mella, quien había protestado,
no públicamente, la sanción. También Rubén M. Villena fue sancionado
y separado en diciembre de 1933 del CC del PCC, por no cumplir con
premura las órdenes dictadas desde la IC acerca de la constitución en la
Isla de los Soviets de Obreros y Campesinos ante la caída del dictador,
entre otros artilugios utilizados para llevar a cabo esa expulsión. Las ca-
lumnias contra Villena tomaron el camino más ideologizante, al acusarlo

| 55
de oportunista y revisionista, más arreciadas cuando declaró que “[…]
no todo se puede dirigir desde Moscú”. Finalmente, Villena se rehusó a
exponer públicamente su culpabilidad y murió en enero de 1934, víctima
de la tuberculosis (Martín, 2001 y Cruz, 2009).
31
La Revolución Socialista de Octubre triunfa en la Rusia de los Zares, el
25 de ese mes en 1917, según el calendario Juliano, 7 de noviembre en el
Gregoriano. El 28 de diciembre de 1922, se funda la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS) que contó, finalmente, con 15 repúblicas
independientes, 16 repúblicas autónomas, múltiples nacionalidades, et-
nias y pueblos, lenguas, idiomas, dialectos y religiones (VV.AA., 1958).
32
Desde la época leninista se desarrolló en Rusia, luego la URSS, una
“oposición comunista” en el partido bolchevique-comunista, que ganó
espacio fraccional y beligerante contra el estalinismo, hasta la expulsión
de León Trotsky del PCUS y del país, en 1928 y 1929, respectivamente.
33
Habrá que abrir un aparte para indicar la influencia de la jerarquía de la
Iglesia Católica, Apostólica y Romana en Cuba, quien poseía inversiones
en inmobiliarias, tierras y latifundios, propiedades de terrenos en zonas
urbanas y rurales, bancos, etcétera, y cuya membresía curial era hispáni-
ca, conservadora, pro-franquista por más señas.
34
La Sociedad Mont Pelerin, (1947); Institute of Economic Affairs (IEA,
1955), Atlas Economic Research Foundation (1981), Cato Institute, He-
ritage Foundation, Mahattan Institute y Center for International Priva-
te Enterprise (CIPE- 1983); Fundación Internacional para la Libertad,
(2002), más 16 instituciones en Nuestra América (Mato, 2007).

56 |
Marxismo, economía
y nacionalismo en los años 40 y 50
El proyecto de nación de Raúl Cepero Bonilla

Wilder Pérez Varona

Todo estudio es de pensamiento, por su naturaleza y por su


objeto. Pero aquellos que se definen como tales deben asumir
tal identidad para no dar por sentado lo que hay que explicitar
y esclarecer. El análisis y la comprensión de la estructura de
significados que determinan su objeto han de primar sobre la
clasificación y el enjuiciamiento. Pues el pensamiento de una
época no es solo el modo en que es aprehendida en conceptos
por sus contemporáneos, ni mero resultado de la misma: es
parte integrante del conjunto social, y como tal, condición
de su devenir real. Los enjuiciamientos a posteriori suelen
ser tan inevitables como parciales, al descuidar tal premisa.
Eludiendo en lo posible esquemas y categorías preestable-
cidas, se pretende una aproximación al pensamiento marxista
orientado a la vida económica de la República, en las décadas
inmediatas que precedieron a la Revolución de 1959.
El estudio de uno de sus exponentes —Raúl Cepero Bo-
nilla (1920-1962)—, puede definir lo que caracterizara a este
pensamiento en el periodo tratado: la práctica de una suerte
de “economía militante” que procuraba concientizar a am-
plios sectores —particularmente a aquellos oprimidos por el
orden social vigente— de los problemas que aquejaban a la
sociedad y de sus condiciones, así como de los medios para
su superación.1 Estos “tribunos de la plebe” —sin posibilidad
de veto— denunciaron las condiciones de dependencia na-
cionales y sus diversas expresiones, que consagraran obstá-
culos infranqueables para todo cambio en pos de una socie-
dad sustentada en el ejercicio de su soberanía y de la justicia
social. Resaltar la singularidad de la obra de Cepero permite
dar cuenta de la diversidad de expresiones, pero también del
trasfondo ideológico común que marcara a una sociedad que
padecía el reconocido estancamiento de su industria tradi-
cional, hegemónica.
Graduado de Derecho, fungió como comentarista de temas
económicos desde mediados de los años 40 en algunos de los
más relevantes diarios y semanarios de la época, de alcance
nacional (Prensa Libre, Carteles, Bohemia). Ello, unido a sus
ensayos históricos y sobre política económica, le granjearon
mérito entre el público entendido, además del seguimiento
de una población más amplia, a la que por su intermedio re-
sultaba accesible esta clase de problemas. Y no hay modo de
exponer mejor el núcleo de su pensamiento, enel período que
nos ocupa, que delineando su proyecto para la transformación
de la nación. Ello constituye el objetivo de este trabajo. La
perspectiva económico-política, la integración en el conjunto
de la sociedad de las implicaciones de su devenir económico y
la toma de partido por el interés de las clases y grupos sociales
que juzgaba constitutivos de la nacionalidad, marcaron sus
análisis y valoraciones desde los inicios de su labor.
Claro que comprender el contenido de la propuesta de Ce-
pero supone detenerse en las condiciones del período, como
en los interlocutores que permean su pensamiento y respecto
a los cuales define sus posiciones. Implica recrear el medio en

58 |
que se despliega su labor, indispensable para valorar la espe-
cificidad y el alcance de su propuesta, más cuando requería
atenerse a las reglas de juego de la democracia representativa,
a fin de no vedarse el acceso a sus órganos de prensa.

Nacionalismo y populismo en los años 40


El eminente historiador francés Marc Bloch señalaba la si-
guiente paradoja. Siendo el Medioevo la época en que más
respeto se guardaba a la autoridad en todos los niveles de
la vida social, fue también el tiempo de mayor prolijidad de
escritos apócrifos. Ello, claro está, entrañaba un reto para
el estudioso del período (Bloch, 1971). De modo análogo, a
juzgar por textos y declaraciones de la llamada segunda Re-
pública burguesa cubana, la frecuencia con la que aparecía el
calificativo de “revolucionario”, o al menos la reclamación de la
herencia de la revolución del 30, oculta la virtual ausencia de
una opción revolucionaria. En cambio, la idea de cubanizar la
nación, a partir de un proceso de reformas encaminadas a este
fin,sí fungió como el horizonte de la mayoría de los cubanos
de entonces (Martínez Heredia, 2009: 157-91).2
Como es sabido, “Cuba para los cubanos” fue el estandarte
que llevó a la presidencia de la agónica República de septiem-
bre de 1933 el gobierno provisional que lideraba Ramón Grau
San Martín. La derogación unilateral de la Emmienda Platt,
unida al conjunto de regulaciones sociales y laborales —la po-
lémica ley del 50%,3 la jornada de ocho horas, la expropiación
y reparto de tierras, el derecho de las mujeres al voto—, así
como la mediación en conflictos entre patronos y obreros de
centrales, promovieron una nueva modalidad de relaciones
entre el Estado y la sociedad que aún aguardaría unos años
para consolidarse. En todo caso, el septembrismo inició el fin
de la hegemonía del bloque oligárquico tradicional —agra-

| 59
rio exportador— que había regenteado a Cuba en nombre de
grandes firmas norteamericanas. Sin embargo, a diferencia de
otros países de la región, el proyecto populista cubano no sur-
gió como expresión de la alianza de las clases sociales urbanas
—la burguesía industrial, la clase media y los obreros— para
hacer del Estado el instrumento tecnico de progreso nacional,
capaz de emprender la cubanización de la riqueza, o sea, el
desarrollo amputado por la monoproducción.
Y es que la burguesía industrial no azucarera de Cuba, a
la par altamente centralizada y fragmentada en multitud de
pequeñas empresas semi-artesanales, desde antaño aparecía
vinculada tanto a la burguesía agraria y mercantil, como al
capital foráneo. De ahí la elasticidad de las fronteras que ca-
racterizara a los diversos sectores burgueses. Usualmente, el
débil sector manufacturero asumía una postura reformista
frente a los dueños de grandes latifundios, lo que supuso no
pocas situaciones de conflicto,4 pero en general no confor-
maban contradicciones antagónicas. Las expectativas de los
industriales respecto a una reforma agraria que ampliase el
mercado interno para sus productos, unida a una política
arancelaria proteccionista y de estímulo crediticio, iban de la
mano con la necesidad de importar materias primas y, cada
vez más, bienes de capital para sus plantas industriales (López
Segrera, 1972: 351-6).
Lejos de fomentar una alianza con los sectores populares,
durante el período hubo una tendencia en ascenso —y que
alcanzaría su cenit durante el segundo de los gobiernos autén-
ticos (1948-1952)— a considerar las conquistas y demandas
de aquellos como obstáculos para la inversión privada. Con-
quistas que habían sido alcanzadas desde el vuelco “democrá-
tico” de Batista y la alianza concertada con los comunistas, y
conservadas durante los dos primeros años del autenticismo.
La inconsistencia política y las limitaciones de los industriales

60 |
para expandirse condenaroan al fracaso la concertación nece-
saria para sostener los proyectos populistas cubanos.
La relativa autonomía que fue caracterizando al Estado, sus
prerrogativas para regular la economía nacional, redistribuir
los ingresos y mediar entre el capital y el trabajo, expresaba
una recomposición de la hegemonía burguesa, que optó por
el reformismo a fin de sostener su dominio ante el empuje
de las fuerzas populares y las clases medias de la población.
Este “equilibrio inestable” resultaba de una doble impotencia:
de la burguesía para conservar el monopolio del poder tras
la revolución del 30, de las fragmentadas tendencias revolu-
cionarias para disputarlo efectivamente (Ibarra, 2011: 31). La
irrupción de amplios sectores populares a la vida política del
país marcó el sello del nuevo período, y la idea de un Estado
garante de la cooperación entre las clases fue ganando espacio
en la voluntad general.
Sin embargo, el renovado Estado-nación se inauguraría con
escasas posibilidades para realizar su proyecto de moderni-
zación capitalista, debido a los prontos efectos del New Deal
sobre Cuba. En contraste con países como Argentina, México
y Brasil, cuyas principales ramas de exportación se hallaban
en manos nacionales, y que lograron emprender estrategias de
industrialización sustitutiva desde el período de la crisis (1929-
33), la Ley de Cuotas Jones Costigan y el Tratado de Recipro-
cidad de 1934 reafirmaron la sujeción de la economía cubana
a su principal producto agro-exportador y al mercado y capi-
tales norteamericanos. A la larga, representaron una barrera
infranqueable paralas aspiraciones de diversificación del agro
y la industria nacionales. Pese a sus efectos estabilizadores a
corto plazo, la invasión de manufacturas y productos nortea-
mericanos de bajos aranceles anegaban nuestro mercado inter-
no y disuadían de toda competencia a las incipientes industrias
nativas —muchas de las cuales habían despegado tras la refor-

| 61
ma arancelaria de 1927 y la crisis—, reforzando la posición de
grandes hacendados e importadores-almacenistas.
En tanto, las limitadas cuotas de azúcar a precios relativa-
mente altos condenaban a la economía nacional a depender
de las exportaciones de un producto semi-elaborado —era
ínfimo el porcentaje exportable de azúcar refinada—, en su
mayor parte en manos de inversores norteamericanos. En lo
adelante sería incapaz, limitada su participación en el mer-
cado norteño y sujeta a los altibajos del mercado mundial,
de garantizar el crecimiento económico para una población
en aumento. Llegó a ser de uso común referir que el número
de habitantes subía en ascensor, mientras que la producción
usaba las escaleras. La conciencia de la incapacidad del azúcar
para continuar impulsando el desarrollo económico nacional,
como para poner coto a una desocupación en ascenso, iría
ganando fuerza durante el periodo en determinados sectores
que promovieron proyectos de reforma.
Este constituyó, sin dudas, el gran dilema de la época,
frente al que aparecían dos alternativas, que se fueron reve-
lando como poco plausibles. Cabía aumentar la exportación
de azúcar al mercado mundial y explotar los subproductos
durante el “tiempo muerto”, a fin de proveer de empleo a la
población creciente. O bien promover el cambio de estruc-
tura económica, fomentando la diversificación del agro y la
industria. La sujeción de la economía nacional a los intereses
del capital norteamericanoy la incapacidad de los gobiernos
para emprender una reforma que equilibrara las demandas
de clases contrapuestas, determinaroan la imposibilidad de
alcanzar tales metas —que el pensamiento más lúcido no es-
cindía— dentro de las condiciones del sistema. Los proyec-
tos más radicales, de diversificación industrial y la necesaria
reforma del agro que modificara efectivamente las relacio-
nes ciudad-campo, y con ello las aspiraciones de soberanía

62 |
política y justicia social, acabaron por estrellarse contra la
estructura de reproducción del sistema.
Estas condiciones, sin embargo, se vieron por mucho tiem-
po disfrazadas tras una “fetichización” general del Estado.
Contrario a sus determinaciones reales, aquel aparecía en
plena capacidad para llevar a cabo reformas en beneficio de
todas las clases nacionales, para fomentar las inversiones y la
productividad, al tiempo que garantizar empleos justamente
remunerados para los obreros y tierra para los campesinos.
Y es que, pese a Marx, las ideas dominantes no son precisa-
mente las ideas de los que dominan. Más bien, obedecen a
una reconfiguración de legítimas demandas populares con
vistas a sostener la hegemonía de las clases dominantes.5 Las
metas proclamadas por la revolución del 30 fueron reapropia-
das —distorsionadas, recodificadas en función de sus propios
intereses— por el nuevo Estado populista, a fin de garantizar
la estabilidad del sistema. Tras una cruenta represión, sus pro-
clamas y medidas nacionalistas conllevaron, por lo pronto,
hacia efectos concomitantes: difuminar el antimperialismo
como fenómeno de masas y reencauzar las fuerzas políti-
cas más radicales hacia la vía reformista (Martínez Heredia,
2009). Las presiones de Washington por una estabilización
adecuadamente democrática de la situación nacional, y la im-
posibilidad de regresar a las condiciones pre-revolucionarias,
impulsaron ya a fines de la década del 30 las nuevas relaciones
Estado-sociedad. Fueron rehabilitadas por entonces muchas
de las medidas de corte social y laboral del gobierno de los
Cien Días, ya despojadas de su carácter beligerante, y que lue-
go integrarían los progresistas preceptos de la Constitución
de 1940. La supervivencia de pequeños y medianos colonos
quedó garantizada mediante la Ley de Coordinación Azuca-
rera de 1937, que reguló a lo interno la principal agroindus-
tria nacional y favoreció su paulatino traspaso a manos de

| 63
nacionales, si bien impuso serias trabas a su modernización.
Se iniciaron repartos de tierras del Estado continuados por
los gobiernos constitucionales —por más que, al decir popu-
lar, la tierra fuera repartida “en cartuchitos”. Fue ampliada la
burocracia estatal a tono con la expansión de sus funciones,
se legalizaron los partidos de oposición, el gobierno patrocinó
la fundación de la Central de Trabajadores Cubanos (1939)
bajo el liderazgo comunista; en fin, fue convocada la Asam-
blea Constituyente que legitimaría las bases del nuevo modelo
político.
La primacía del tema económico entre los debatidos du-
rante la Convención Constituyente obedeció al reconoci-
miento del necesario reordenamiento estructural del país,
como de su carácter determinante sobre el destino de la na-
ción. La participación del Estado en la economía, el papel de
la situación del agro, o sea, del latifundio y del monocultivo
en la subordinación económica del país, los límites a las in-
versiones foráneas, la dependencia financiera y el monopolio
norteamericano sobre el comercio nacional figuraronentre
los problemas más acuciantes,sobre los cuales se proyecta-
ron nuevos rumbos para una futura orientación económica
(Suárez, 2011: 6).6
La Carta Magna promulgada en julio de 1940, expresión
de la alianza entre tendencias incapaces por sí mismas para
imponer su diseño de país, alentó el nuevo rol del Estado
como orientador de la economía y la creación de los organis-
mos institucionales correspondientes a esta modernización
del sistema. Supuso, de hecho, una ampliación del contenido
de la soberanía, que, en lugar de ser redefinida solo desde
lo político, incluyó el disfrute inalienable de la economía y
la administración nacional de la misma. “Solo recuperando
nuestra perdida economía ha de ser la nación una realidad
tangible” (citado en Bobes, 2007: 88), rezaba el proyecto cons-

64 |
titucional que el PRC (Auténtico) llevara a los predios de la
Convención. El nacionalismo económico fue entrelazándose
al imaginario nacional, ya no solo en oposición a la influen-
cia norteamericana, sino afirmando el control estatal de la
economía como medio para investir de soberanía al pueblo
cubano.
Son reconocidas las contradicciones inherentes al texto
legislativo —la más referida, la asunción de la función social
de la propiedad, aceptada sin embargo como un derecho cons-
titucional—, y la frustrada espera por leyes complementarias,
por mecanismos legales necesarios para el cumplimiento de
sus principios rectores. Y cuando ello se produjo, se impuso
como regla el uso perverso del marco institucional prescrito
durante los mandatos constitucionales posteriores.7 Es indu-
dable, sin embargo, que su promulgación cambió el modo de
hacer política en Cuba.
Valgan dos ejemplos para ilustrarlo.
Con vistas a su elección, Grau San Martín tornó su propia
postura frente a los problemas económicos nacionales en el
centro de su política de oposición al gobierno constitucional
de Fulgencio Batista (1940-44). Junto a su célebre “misticismo
revolucionario”, fueron sus críticas al alto costo de la vida y a
la bolsa negra, a la corrupción administrativa y a la ausencia
de presupuestos, así como las expectativas suscitadas en tor-
no al abaratamiento de las subsistencias, a la honestidad en la
gestión de los fondos públicos y a la reducción de la burocra-
cia, los factores inmediatos que permiten comprender el in-
usitado éxito de la “Jornada Gloriosa” (Torras, 1984a: 158-9).
Otra peculiaridad impensable en las reglas de juego de la
Cuba pre-revolucionaria, la constituye el hecho de que, entre
el gobierno de Batista y los mandatos auténticos, las inter-
venciones estatales de empresas privadas ascendieron de la
modesta cifra de once a noventa. Claro que tales interven-

| 65
ciones fueron estrictamente operacionales. Lejos de hallarse
ideológicamente motivadas, se proponían por norma regular
conflictos obrero-patronales, dando por sentados el respeto
a la propiedad y a los beneficios de los empresarios (Domín-
guez, 1978: 60).
Los efectos sobre la sociedad del carácter monoproductor
de la economía nacional y de su sujeción al mercado nortea-
mericano habían estado en la palestra pública desde la crisis
de fines de los años 20. Pero lo específico del período analiza-
do es la existencia de un mínimo consenso entre estudiosos
de la economía, exponentes de diversos intereses, sobre el
diagnóstico de la cuestión nacional, en torno a la necesidad de
una política económica deliberada y coordinada por el Estado
para su remedio. Una política económica que para entonces
iba siendo traducida en términos de desarrollo. Y el adecuado
aprovechamiento de la fuerza de trabajo disponible era una de
las condiciones esenciales para alcanzar mayores índices de
ingreso real y consumo por habitante, o sea, que la absorción
de la masa de desempleados era una de los fines generales de
esta clase de políticas.
Tal consenso sobre la situación cubana, pese a la comu-
nidad de los problemas abordados, se mostraba aparente al
referir sus causas y envergadura. El reconocimiento de la
deformación estructural del sistema distaba de ser general,
siendo común su tratamiento como crisis coyuntural: la re-
ducción del problema a ladependencia del comercio exterior,
a la asimetría de la balanza de pagos internacionales, al defici-
tario funcionamiento de las instituciones, entre otras razones
que buscaban localizar su solución “técnica”. Ello limitaba la
envergadura de los reajustes necesarios. La incapacidad del
Estado para emprender tales programas era achacada a las
dificultades para costearlos, debida a la ineficacia de los me-
canismos fiscales, a la inexistencia de las instituciones ade-
cuadas, etcétera.

66 |
A grandes rasgos, puede resultarnos familiar lo que distin-
guió a las posiciones marxistas sobre el tema. Ellas han determi-
nado, a posteriori, el modo en que se ha valorado el período. La
posición frente a los problemas nacionales, para estos autores,
se hallaba vinculada a un proyecto de transformación integral
de la sociedad. Pues la solución del problema del empleo y de
la omnipresente cuestión del desarrollo, digamos, se hallaban
sujetas a la necesidad de cambios estructurales que eliminaran
el monopolio norteamericano y extranjero sobre las principales
fuentes de la riqueza nacional. Tal condición semicolonial era
considerada el principal obstáculo para una industrialización
que creara nuevas fuentes de trabajo y absorbiera el excedente
de mano de obra procedente de la tecnificación de un agro
profundamente reformado. La necesidad de diversificar y ex-
pandir la producción para el mercado interno, sustituyendo im-
portaciones, no era obstáculo para emprender una política de
comercio exterior encaminada a obtener nuevos y más amplios
mercados para los productos exportables —incluida, claro está,
el azúcar, rectora aún de la economía en un futuro previsible.8
Estas posiciones forzaban los límites del ideario nacionalista
reformista, de cuyos postulados, en tanto conservaban truncas
aspiraciones propias de la revolución del 30, resultaron sus más
consecuentes exponentes. Los exponentes de este pensamiento
marxista elaboraron los fundamentos y medios de una política
económica encaminada a nacionalizar los principales recursos
y hacia una más justa redistribución de los ingresos. Para ello
propugnaban, al uso de entonces, la unidad nacional, la coo-
peración entre las clases trabajadoras y elementos del capital
nativo, capaces de oponer una alternativa de desarrollo frente
a los intereses imperialistas, aliados al bloque oligárquico tra-
dicional. Lo común en tales enfoques era, por tanto, la crítica
a fenómenos cuya inmediatez requería de soluciones prácticas,
la denuncia de tendencias y situaciones perjudiciales al interés
nacional o popular, sustentadas en un andamiaje conceptual y

| 67
metodológico que se proponía aprehender a la sociedad en su
conjunto, al tiempo que lograban movilizar, sea a la opinión
pública, sea a sectores explotados u organizaciones sindicales
que en ocasiones lidiaron con esporádico éxito en la realización
de sus demandas.9
A inicios de los años 50 el reformismo nacionalista ago-
nizaba sumido en un descrédito general que ni siquiera el
chibasismo ortodoxo alcanzó a reencauzar. La espiral de la
corrupción administrativa coincidió con la embestida a los
logros de la clase obrera y a su unidad organizativa, con el
éxodo del capital privado y una readecuación de las inversio-
nes norteamericanas, que dieron nuevo impulso a la desca-
pitalización de laeconomía nacional (López Segrera, 1972).
Este proceso se vio agudizado cuando el 10 de marzo de 1952
Batista dio el tiro de gracia a la vida constitucional y puso en
crisis la función reguladora del Estado, que pasó a ser priva-
tizado cada vez más por el capital financiero.
Aun cuando dejara intactas las bases económicas de repro-
ducción del sistema, el ideario populista contribuyó a reelabo-
rar las relaciones prevalecientes de dominación, al incorporar
a la vida política a grandes masas populares, aunadas bajo el
concepto heterogéneo de “pueblo”. Su reivindicación de de-
mandas nacionales y populares configuró la expresión de los
intereses económicos hasta ocupar el espacio de los debates
meramente políticos. Y es que, al decir de Carlos Rafael Ro-
dríguez, la nación de súbito había tomado conciencia de su
ser económico (1983a, t-2: 31).
Una expresión cabal de la madurez alcanzada por las pro-
yecciones nacionalistas que sustentaban una idea reformula-
da de la soberanía nacional, e integraba a un tiempo la vida
económica del país y el rol de las “clases nacionales” en su
realización, y que, desde un prisma marxista, conllevaba a
una visión radical del cambio necesario, puede hallarse en la
obra de Raúl Cepero Bonilla.

68 |
Fundamentos del nacionalismo
económico de Raúl Cepero Bonilla

La labor de Raúl Cepero Bonilla irrumpe a la sombra de dos


revoluciones que han propiciado desigualmente la atención
de los estudiosos. Pese a que su obra trazó un vínculo singular
entre ambos procesos, su huella se ha mitigado algeneralizarse
un modo de representar la nación y su devenir que como pocos
contribuyó a delinear. De ahí que, fuera de la academia, resulte
tan poco conocida, y a un tiempo tan raramente familiares
las tesis que esgrimió, las premisas que las fundamentaron,
la lógica con que las expuso y aún el propio lenguaje que
empleara para ello.
Sin embargo, tales rasgos debieron disputar un espacio en
el entramado ideológico de las décadas que precedieron al
triunfo revolucionario, donde la necesidad de todo cambio
solía ser entendida y canalizada, como se ha visto, desde un
prisma reformista. La imagen de Cepero como verdadero tá-
bano de los manejos económicos del batistato, o aún como
forjador —junto a autores como Pinos-Santos y Segundo Ce-
ballos— de la conciencia económica de toda una generación,
ha sido recurrente en quienes refieren su labor como comen-
tarista de estos temas (León, 1979: 155-74; González, 2002:
82-96 y Molina, 2007: 161-72).
Prensa Libre, donde contó con una columna habitual des-
de 1949, era el primer diario vespertino de alcance nacional,
leído por amplios sectores de la población. De talante libe-
ral, su definida oposición al mandato ilegítimo de Batista le
colocó en el grupo de las publicaciones más censuradas del
régimen. En particular, la columna de Cepero, junto a las de
comentarios políticos —como la de Mario Kuchilán—, fue
objeto de reiteradas restricciones del ministro de Goberna-
ción (Osa, 2008: 249 y ver notas al pie de Cepero, 1983: 467 y
486). Tanto funcionarios como particulares solían proveerle

| 69
de información de primera mano, seguros del empleo que
tendrían sus revelaciones. De manera que ya en diciembre
de 1951 —a poco más dos años de labor en el diario— podía
reclamar el seguimiento de sus “Motivos Económicos” por
miles de lectores, lo que ofrece una idea de su influencia en
la opinión pública nacional (Cepero, 1983: 163).
La colaboración y firma de Cepero fueron vedadas en 1956
de las páginas de Carteles —tras Bohemia el semanario de
mayor difusión—, donde llevaba su “Actualidad económica”,
al tiempo que los intentos de soborno, las detenciones e in-
cautación de manuscritos mostraban la prolija atención del
aparato represivo. De ahí que su Política azucarera debiera
aparecer en 1958 con un falso pie de imprenta mexicano y
que figuras oficiales del régimen se hallaran compulsados a
ripostar su incesante interpelación, como fueron los casos
del ministro sin cartera Jorge Barroso —uno de los recto-
res del ICEA—,10 del presidente del Banco Nacional, Joaquín
Martínez Sáenz, y del ministro de Hacienda y presidente del
Consejo Nacional de Economía, Gustavo Gutiérrez (Cepero,
1983: 235-8, 287-8 y 395-9).
Cabría analizar algunas de las razones de esta influencia.
Para ello será delimitado su programa económico, su pro-
yecto de transformación de la sociedad cubana de entonces,
que es posible abstraer de una labor tan enlazada a las con-
tingencias de la época. Dicho conjunto de elementos integra
un proyecto de nación, con sus fundamentos, problemáticas,
soluciones y vías para realizarlas. La premisa ideológica que
sostuvo dicho proyecto, y que fundamentara toda su labor
del período, el propio Cepero laidentificó —si bien para nom-
brar una tradición revolucionaria a la que se adscribía— como
“nacionalismo económico”, y puede suponerse una de las cla-
ves de su acogida entre amplios sectores de la sociedad. Su
enunciación, radical y desafiante en sus primeros escritos de

70 |
prensa, cederá con el tiempo a una expresión más ceñida a
problemas concretos y a soluciones que ganan en precisión
sin perder la visión de conjunto que le caracterizara.
Como se ha observado antes, el lastre del sistema neocolo-
nial entonces vigente promovía una incongruencia —propia
del periodo— entre el marco institucional y el ejercicio de sus
atribuciones, entre las expectativas, legislaciones, proyectos,
de un lado, y las acciones efectivas de las instituciones esta-
tales, de otro. La incoherencia de las políticas económicas
encaminadas a reorientar la economía nacional agudizaba
el estado crónico de incertidumbre en que vivía el país. Su
diseño tropezaba con la extrema dependencia del comercio
exterior, el disenso de intereses y la carencia de un contexto
institucional adecuado. En este sentido, la lentitud del proceso
de institucionalización y las deformaciones del aparato estatal
—corrupción político-administrativa y burocratismo— de-
terminaron las fisuras entre las prerrogativas intervencionis-
tas con que contaban las entidades consultivas y financieras
ya creadas o que lo serían luego, y sus posibilidades de des-
empeño reales (Marqués, 1994: 57-9).
En este contexto el joven abogado de 25 años decide rom-
per lanzas en un recién fundado semanario, y lo hace res-
catando, sin ambages, el proyecto económico trunco de la
revolución de los años 30: hacer del cubano el dueño de sus
propios recursos. Diluido a medio camino, por así decir, entre
la Constitución de 1940 y la realidad, era el saldo de las pro-
mesas y declaraciones del grausismo. Sin embargo, el clima
ideológico era aún propicio para forzar el sentido de lo na-
cional hasta tornar flagrante la inconsistencia del sistema.11
La nacionalidad cubana, su plena realización, su indepen-
dencia, se hallaba indisolublemente entrelazada —según Ce-
pero— con el desarrollo de una economía propia y diversifica-
da, puesta al servicio del progreso nacional y de los intereses

| 71
y beneficios de sus ciudadanos. A poco más de una década de
formulado el Programa de la Joven Cuba, aquel hacía suya una
de sus premisas fundamentales: la independencia económica
es el sustento de la nacionalidad.12 Esta perspectiva condicio-
naría su concepción de nuestra historia, de las raíces de los
problemas que analizó. Y de esa peculiar visión del devenir
nacional extraerá argumentos para demostrar la validez de
sus juicios, como la lógica de su exposición.
Pues a este “nacionalismo económico” Cepero vinculaba,
singularmente, una perspectiva marxista de la historia.13 El
trazado de los límites del “economicismo histórico” de Enri-
que José Varona le dio oportunidad de plasmar su apropiación
del legado de Marx. Se trataba de una concepción unitaria de
la historia queafirmaba la interdependencia de los momentos
sociales e indagaba en las relaciones causales que se conca-
tenan en el desarrollo de los fenómenos. Su concepción no
contenía solo esta visión totalizadora del cambio social, sino
que, pese a la prioridad concedida al análisis de la estructu-
ra económica, rechazaba todo determinismo que relegara la
intervención de lo político en la conformación de la sociedad
(Cepero, 1983: 111-6). Toda su labor periodística de entonces,
su demanda de una política nacionalista que revirtiera la de-
pendencia estructural de la economía nacional, carecería de
sentido sin esta convicción.14
De la industria azucarera, verdadero pivote de la econo-
mía nacional, dependían las recaudaciones fiscales, el mo-
vimiento comercial, la circulación monetaria, el crédito y
las inversiones, los niveles de empleo y consumo y un largo
etcétera, de modo que las crisis cíclicas de esta industria ha-
cían pender de un hilo al conjunto de la economía. La “crisis
crónica” de nuestra economía —afirmaba— era el necesario
resultado de la peculiar conformación de la industria azuca-
rera, del modo en que se hallaba organizada su explotación,

72 |
bajo condiciones de vínculo semicolonial con los Estados
Unidos. Ello significaba que el azúcar había trazado la suerte
de la nación, como rezaba el slogan “sin azúcar no hay país”,
que difundiera José Manuel Casanova, presidente de la Aso-
ciación Nacional de Hacendados.
Pero Cepero desafiaba la asunción de semejante destino.
En un clima donde se declaraba la unidad nacional como
necesaria para el logro de todo esfuerzo renovador, el novel
periodista no vacilaba en ir más allá de la conocida réplicade
Jesús Menéndez.15 Pues no se trataba para él de sostener las
demandas de un sector específico, ni siquiera de uno de la
envergadura de los trabajadores de la caña, sino de estable-
cer una convicción más radical. “Por el azúcar no hay país”:
los hacendados, dueños de la caña y de los ingenios, lejos de
ser reconocidos como condición inexcusable de la nación, del
ser nacional, son denunciados como el obstáculo mayor a su
efectiva consolidación (Cepero, 1983: 10).
El fracaso de la gesta independentista para subvertir la
estructura económica, las condiciones coloniales de nuestra
economía, conllevó a una República en la que nuevas relacio-
nes de propiedad modificaron el tipo de sometimiento colo-
nial —de comercial a financiero—, mas preservando el poder
económico, y con este los resortes de la política, en manos
extranjeras. El capital norteamericano endeudó al naciente
Estado cubano y controló su principal agroindustria expor-
tadora. Y determinó así el predominio del monocultivo, obs-
táculo principal para una diversificación agraria que sirviera
de base al desarrollo de la incipiente industria nacional.
Si tales argumentos no otorgaban originalidad a su expo-
sición, sí lo hacía la finalidad propuesta, en los términos que
la enunciara. Pues Cepero identificó, sin ambages, junto al
obstáculo a la diversificación —y por ende al desarrollo— la
meta a trazar: “romper el control yanqui en la fabricación del

| 73
dulce” (Cepero, 1983: 1). Y unido a ello quebrar los intereses
que lo sustentaban en el país, en primer lugar, el de los ha-
cendados, acostumbrados a sacrificar la integración nacional
a sus privilegios de clase. Este interés de clase se agravaba con
la procedencia del capital invertido en el azúcar, pues según el
censo de 1943 el capital norteamericano involucraba a cerca
del 80%. Era entonces necesario dar por sentada la incapaci-
dad de una clase, cuya existencia dependía del control impe-
rialista, para apoyar cualquier legítima aspiración nacional.
En ello residía la “causa eficiente de nuestro colonialis-
mo”, pues el modo en que era organizada la explotación había
conducido al latifundismo y al monocultivo, y con estos, a
la dependencia de la importación y a una raquítica indus-
trialización, una vez anegado nuestro mercado de productos
norteamericanos. En lo referido al régimen de propiedad, los
procesos agrario e industrial del azúcar eran vinculados por
la agrofagia de los dueños de centrales y el cultivo extensivo
de la caña, causantes de la proletarización del campesinado. El
requerimiento histórico de protección estatal a la exportación
de azúcar, revertida en sucesivos convenios arancelarios con
Estados Unidos, se había encargado del resto.
Este método de afrontar el estado de la economía nacional
privilegiando el análisis de los procesos históricos que confor-
maran los problemas, más que la exposición de indicadores
meramente estadísticos —que dada las limitaciones de la épo-
ca, eran fragmentados y manipulados a antojo—, distinguie-
ron el estilo de Cepero durante el gobierno de la Cubanidad.
Tomadas aisladamente, sus demandas podían coincidir con
la de otros exponentes, grupos y partidosde la época,16 pero
la perspectiva con que organizaba sus argumentos confería
una radicalidad inusual a sus conclusiones.
La solución, proclamada sin medias tintas, no podía ser
otra entonces que subvertir la condición misma de nuestra

74 |
economía: la nacionalización de la industria azucarera. Era
esta medida el sustento de toda reforma agraria encaminada
a diversificar el agro, a entregar la tierra a quien la trabaja y a
crear un mercado interno que posibilitara el desarrollo de una
industria sustitutiva de importaciones (Cepero, 1983: 7 y 11).
La reorganización de la industria azucarera debía ser condi-
ción imprescindible para enrumbar la economía al servicio
de la nación, para asegurar que las ganancias de las empresas
se invirtieran en el país.
Cepero saludó la aprobación del diferencial azucarero
como un precedente de una legislación nacionalista, así como
el anuncio de Grau San Martín para el reparto de tierras del
Estado, al tiempo que embistió contra la cláusula 202-E de
la reajustada Ley de Cuotas (1947), que atribuía al secretario
de Agricultura norteamericano la facultad de disminuir, a
discreción, la cuota asignada, o contra los conatos de conve-
nios internacionales librecambistas, que atentaban contra el
imprescindible proteccionismo de los países menos desarro-
llados. Y es que, contrario a Ramiro Guerra17 —de cuya obra
se sentía deudor como tantos cubanos de su tiempo— las
relaciones que nos sujetaban a los Estados Unidos no residían
en insuperables condiciones geográficas o naturales, sino en
la peculiar organización política y económica de la sociedad:
Rompiendo la base en que descansan, se transformarán: deje
Cuba de ser productora exclusiva de azúcar para ser ven-
dido en un único mercado […] Diversifiquemos la produc-
ción agraria, industrialicemos, plurifiquemos los mercados
de exportación, nacionalicemos las empresas extranjeras,
liquidemos los créditos que gravan al tesoro público, y las
leyes que apruebe el Congreso de Estados Unidos, en actos
unilaterales, no nos preocuparán (Cepero, 1983: 19-20).
Como la mayoría de quienes demandaran reformas en las
condiciones del país durante la última década, Cepero iden-

| 75
tificaba en el Estado, dotado por entonces de funciones am-
pliadas y mayores atributos de soberanía, el agente de cambio
capaz de gestionar tal programa nacionalista. Claro que ello
requería, previamente, del saneamiento de la Hacienda, la
erradicación de las condiciones que propiciaban el peculado
y la creación del marco institucional y legislativo normado
por la Carta Magna, pero sobre todo, suponía la demolición
de la estructura de dominación imperante. Y, como premisa
inapelable, las soluciones implementadas debían beneficiar
a las “clases nacionales”, cuyo concurso general resultaba el
único garante posible para semejante política gubernamental.
En su réplica a la tesis anti-inflacionista de Julián Alie-
nes —por entonces consultor de la Cámara de Comercio—,
quien promovía la reducción de salarios para hacer costeable
la exportación del dulce, uno de sus argumentos centrales
era que semejante medida afectaría no solo a los asalariados
de la industria, sino a toda la economía. Los salarios de los
obreros y las utilidades de los pequeños colonos se gastaban
e invertían en el país, en tanto que la mayor parte de las ga-
nancias de hacendados y grandes colonos emigraban hacia
los Estados Unidos (Cepero, 1983: 39). Gravar el salario en
beneficio del capital, razonaba, favorecería a la economía
norteña, no a la cubana.
Una economía propia y diversificada, sustento del desarro-
llo nacional, debía apoyarse en una política económica que
se propusiera nacionalizar nuestra principal fuente de rique-
za –condición de las medidas reconocidas por muchos como
necesarias. Su dependencia y organización tradicionales había
conllevado al estado semicolonial de la República, en el que las
“clases nacionales” no hallaban medios para potenciar sus posi-
bilidades económicas, ni garantizar su independencia política.
Puede afirmarse así que los fundamentos del nacionalis-
mo de Raúl Cepero Bonilla, que regirían la elaboración de su

76 |
programa económico durante el período pre-revolucionario,
ya aparecían conformados a la altura de 1949. Pues en tales
escritos de prensa el también ensayista volcaba premisas y
resultados de su Azúcar y abolición (1948), acuciosa empresa
contra los mitos de la historiografía tradicional. Su examen
heterodoxo de los vínculos entre los intereses de clase de ha-
cendados y terratenientes y las ideas abolicionistas durante el
siglo xix, le permitió develar las consecuencias de la mono-
producción sobre el proceso nacional cubano.
Con su entrada en Prensa Libre las declaraciones de prin-
cipios del primer período se perfilaron hacia un análisis que
ganaba en concreción, una mirada que llegaría a abarcar casi
todas las esferas en que economía y política se entrecruzan,
una observación atenta a los pormenores del acontecer na-
cional, y la promoción, en fin, de alternativas “realistas”. Y es
que las condiciones nacionales disuadían cada vez más so-
bre proyectos radicales de cambio, frente al agravamiento de
los problemas y la incapacidad gubernamental para hallarles
solución. Pero la visión totalizadora no dejó de presidir sus
juicios y propuestas, ni los fundamentos de su labor durante
este primer período fueron abandonados. Solo la radicalidad
con que eran expuestos. Más bien, pasaron a insertarse en el
marco referencial que era objeto de su crítica, la cual ganó en
inmanencia, al apelar a las propias contradicciones que dima-
naban del sistema. De modo que sus conclusiones devinieron
necesarias, y no dictadas por premisas propias, por más que
apelaran a una legítima tradición revolucionaria.
Bajo el gobierno de facto de Fulgencio Batista el interven-
cionismo estatal agudizó las limitaciones de los gobiernos
auténticos, agravadas por nuevas dificultades para exportar
el dulce y por la ausencia de legitimidad del régimen. Las
políticas de restricción azucarera (1953) y de gastos compen-
satorios (1954), en su formulación y en su práctica —pretex-

| 77
tos para la especulación y el saqueo sistemático del erario
público—, la nueva oleada —con otra composición— de in-
versiones norteamericanas, la disposición de instituciones
públicas al servicio de personas y grupos, la ofensiva contra
las regulaciones laborales, hallaron en Cepero al crítico sagaz
y oportuno, tan molesto al régimen y a los intereses que le
sustentaban. Pues desde marzo de 1952 resultaba claro que
el gobierno de facto apostaba a paliar la inestabilidad política
en que sumiera al país mediante un reencauzamiento de la
vida económica.

La filípica contra la política


económica de Batista
Para Cepero, sin embargo, era claro que ambos factores, la
estabilidad política y el emprendimiento de una adecuada
gestión económica, se entrelazaban. El restablecimiento del
régimen constitucional, por tanto, era condición de toda
intervención promisoria del Estado en la economía, por la
necesidad de recabar el apoyo de la opinión pública y de las
clases económicas en el necesario programa de desarrollo.
Solo con medidas económicas no se solucionaría no ya la
crisis política, ni siquiera los problemas económicos del país,
precisamente agudizados por aquella.
“El talón de Aquiles del régimen de Batista está en la eco-
nomía […]”, vaticinio que reiterara desde mayo de 1952, con-
vencido de que el golpe militar había acelerado la contracción
económica, afectando la seguridad para la inversión privada.
La incapacidad para dar con soluciones acertadas a la crisis
azucarera en ciernes no solo imposibilitaría planes de fomen-
to económico de envergadura, sino que sumiría al país en una
verdadera depresión. Y es que Batista heredaba una deuda
pública de 120 millones de un empréstito solicitado por Car-

78 |
los Prío, unido a la urgencia de vender la mayor zafra de la
historia nacional, de 7 millones de toneladas, en un momento
en que el mercado mundial, recuperado de la coyuntura bé-
lica de Corea, regresaba a sus niveles normales de demanda.
Dos fueron los frentes principales de la crítica de Cepero
a la política económica batistiana: la política azucarera res-
trictiva encabezada por el ICEA y la de gastos compensatorios
dirigida por el Banco Nacional, organismos medulares en la
proyección económica del régimen. En el curso de estas cam-
pañas no solo desplegó una visión integradora en la que se
enjuiciaba el rol de las instituciones económicas y su inciden-
cia en los principales problemas del país, sino que argumentó
sobre la alternativa necesaria para enrumbar la nación.

La crisis de la economía no se soluciona


con un punto de vista exclusivamente azucarero
En julio de 1952 se inició una política azucarera restrictiva
que asumió un sobrante de 1 750 000 toneladas, sancionando
así la hipertrofia de la zafra récord de ese año. Esta medida
no solo incidiría en la restricción de las zafras venideras, sino
que, al ser financiada con las reservas del Banco Nacional,
acabaría, junto a la política posterior de gastos compensato-
rios, socavando la estabilidad monetaria del país.
La industria azucarera operaba, de hecho, como un cartel
dirigido por el Estado. Pese a que la propiedad de los 161 inge-
nios existentes permanecía en manos privadas, las atribucio-
nes estatales superaban a las que regían en otros sectores. Su
intervención abarcaba casi todos los aspectos de la industria:
fecha inicial y monto de la zafra, las cuotas de producción
de ingenios y colonias, cuotas de venta en los tres mercados
— norteamericano, mundial y local—, regulaciones del precio,
salarios de obreros e industriales, venta directa de las mieles y

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de buena parte del azúcar producido. Bajo el último batistato,
el ICEA desplazó al Ministerio de Agricultura en el rectorado
de la industria, fungiendo, en la práctica, como una depen-
dencia administrativa del poder ejecutivo.
Cepero, sin embargo, no se limitó a embestir el contuber-
nio que tales condiciones propiciaban entre los intereses de
gobernantes y grandes hacendados, y que entrelazaban las
medidas oficiales a las acciones de especulación con el azúcar
y las mieles, relegando el interés nacional. La alternativa a esta
situación suponía la acción simultánea en pos de dos objetivos
indisolublemente vinculados y que apuntaban a transformar
el conjunto de la economía del país.
Había que promover una política azucarera encaminada
a ampliar los mercados para la exportación de azúcar. Y se
debía diversificar e industrializar la producción doméstica
para disminuir la incidencia del azúcar sobre la estructura
económica nacional. La diversificación e industrialización,
además, crearía una demanda interna de bienes capitales y
de materia prima que colocaría la política exterior —incluida
la azucarera— sobre nuevas bases. Convencido de la incapaci-
dad de los gobiernos auténticos para haber tornado la pasada
prosperidad azucarera en el motor que impulsara el proceso
de diversificación e industrialización, ahora, en una coyun-
tura crítica, optaba por emplazar no solo al gobierno, sino a
la ANIC para que demandara dicha política.
Este programa de desarrollo de Cepero, cuya amplitud
deber ser sopesada, consistía en: crear un Instituto de Inves-
tigaciones Industriales; dotar a la Comisión de Fomento — im-
potente por falta de fondos— de la capacidad para financiar
la instalación de industrias; cambiar la política crediticia del
BANFAIC (liberar el crédito, bajar la tasa de interés) de modo
que cumpliera la finalidad con que fue instituido; crear una
política fiscal y arancelaria que estimulase la promoción de
industrias, con exenciones no solo para nuevas industrias,

80 |
sino para renovar y ampliar las existentes, y que permitiese
la libre importación de maquinarias y materias primas no
nacionales; adoptar una política de diversificación agraria
vinculada a la de industrialización: producir los cultivos y
las materias primas que sean posibles y necesarios en el país;
establecer centros vocacionales para obreros y universidades
de ingeniería industrial para técnicos directores; promover
una política laboral que ganase la colaboración de la clase
obrera hacia el programa de industrialización; trazar una po-
lítica comercial exterior que hallara mercado para las nuevas
industrias que rebasaran el consumo nacional.
Este esfuerzo de industrialización iría dirigido a alcanzar
una estructura económica de mayor solidez, capaz de liquidar
el problema del desempleo —que asumía signos tan alarman-
tes en el campo—18 y a sostener la independencia económica
nacional sobre la base de un uso racional de sus recursos y po-
tencialidades, lo que suponía nacionalizar —insistía— la pro-
ducción industrial y agrícola del país (Cepero, 1983: 180- 1).
Con relación a la producción agraria, Cepero mantenía su
convicción de que mecanizar la agricultura, sin dudas nece-
sario para aumentar la productividad, junto a un conjunto
de medidas que atendieran reconocidas carencias (escasez
de capital, desprotección arancelaria sobre las importacio-
nes, déficits en sistema de precios, canales de distribución y
vías de comunicación, de estadísticas, etcétera), solo podía ser
realizada sin un alto costo social atendiendo a un obstáculo
con frecuencia pasado por alto por los economistas oficiales.
Una vez más, diversificar el agro requería de una verdadera
reforma queremoviese los obstáculos institucionales para po-
ner en producción las tierras ociosas, medida indispensable
para dicho fin (Cepero, 1983: 279-80).
Con relación a la política azucarera, base de la economía
nacional, se había caracterizado porque todo periodo de auge,
de bonanza, determinaba el abandono de cultivos menos ren-

| 81
tables, y por la incapacidad estatal para crear condiciones que
estimularan el incremento de la producción no azucarera,
tanto de cultivos como de industrias. Como consecuencia,
el país era cada vez más dependiente de la importación para
satisfacer las demandas del consumo doméstico, de productos
que en muchos casos podía cosechar, sustituir o transfor-
mar.19 Con la caída de las exportaciones y del precio de ventas
de azúcar, debida a la normalización del mercado mundial y a
la política restrictiva batistiana, se producía un desequilibrio
en la balanza de pagos internacionales. Y este debía ser cu-
bierto con las reservas del Banco Nacional. La ausencia de una
adecuada política económica determinaba que el gobierno
subvencionara producción extranjera, en lugar de la nacional.
De ahí que una certera política azucarera requiriese fór-
mulas novedosas de negociaciones de intercambio: concer-
tación de convenios de pagos a crédito y de nuevos tratados
comerciales, revisión de los acuerdos vigentes, trueques con
países carentes de divisas que procuraran la importación
de bienes capitales necesarios, etcétera (Cepero, 1983: 201-2
y 213). Ello suponía organizar y centralizar las ventas para
alcanzar mayor dinamismo y eliminar la competencia de
los productores y la especulación de las casas corredoras, así
como crear una cooperativa de ventas dirigida por técnicos
del mercado azucarero que reemplazara la estructura admi-
nistrativa-burocrática vigente —o sea, convertir al ICEA en
un organismo técnico, donde no primaran los intereses de los
grandes hacendados. Se debía además rehabilitar la empresa
ferroviaria, fomentar una flota propia, mecanizar y racionali-
zar el cultivo de la caña y tecnificar los equipos industriales,
diversificar la misma industria explotando los subproductos
y derivados (celulosa, papel periódico, rayón, furfural) a fin
de elevar el nivel de empleo en el campo. Todo ello sería in-
eficaz sin la coordinación de un plan integral de la economía,
interna y externa, pues las medidas azucareras aisladas eran

82 |
contraproducentes si conservaban la lógica monoproductora
(1983: 197-8, 284-5, 293-4 y 1958: 51-2).
Dicha gestión de ventas debía vincularse a una política
azucarera interna, que subsidiara a los pequeños ingenios
— más vulnerables a la contracción acarreada por el menor
volumen de producción, menores precios y mayor costo
relativo—, protegiéndoles de la rapacidad de los grandes
hacendados que dirigían la ANHC, y fijara cuotas míni-
mas para los pequeños colonos. Cepero reiteraba que los
propietarios de los 50 ingenios pequeños eran cubanos, y
daban empleo a unos 50 000 obreros, en tanto que su des-
aparición en aras de concentrar la producción favorecería a
los grandes ingenios, por lo general, de dueños extranjeros
(1983: 202-4 y 211-2).
Esta crítica a la política del ICEA, y como es evidente, la
oposición de una política económica nacionalista —de las
más acabadaspara el periodo—, no puede ser desligada de la
campaña de Cepero contra las alarmantes secuelas del incre-
mento de la deuda pública para gastos suntuarios preconizada
por el régimen. Pues tal política apenas bastaba a paliar los
efectos, en lugar de afrontar la causa de los males nacionales.

Un edificio es una fuente de ocupación


transitoria, una industria: permanente
Una de las consecuencias de la contracción económica que
catalizara el golpe de estado frente a la crisis azucarera en
ciernes fue, como se mencionó, el aumento de la desocupa-
ción. Las zafras restringidas a partir de 1952, la caída de los
precios que la poda del Convenio Internacional de Londres20
no pudo compensar, la tendencia a acortar la duración de la
molienda debida a adelantos tecnológicos, ocasionó que el
Estado procurara incentivar la inversión privada deprimiendo

| 83
los salarios obreros y aprobando el “despido compensado”, y
que el desempleo alcanzara cifras de espanto.
Acudir a las obras públicas para atenuar el estado de co-
sas fue una pronta tentación para el batistato, que procuró
realzar las deprimidas recaudaciones fiscales creando y vio-
lentando impuestos. Pero esto resultó insuficiente y desató la
consiguiente repulsa ciudadana. Pronto halló la vía idónea en
la concertación de nuevos empréstitos a través de la emisión
indiscriminada de bonos del gobierno y de los organismos
paraestatales (BANFAIC, Financiera Nacional), así como de
pagarés de la Tesorería para financiar continuos déficits pre-
supuestales. Como recapitulara Cepero después: “Los grandes
negocios del régimen se iniciaron con el azúcar, pero pronto
serían emulados y superados con los “gastos alegres”: obras
públicas adjudicadas por la gracia presidencial, financiadas
con empréstitos y pagadas con escandalosos sobreprecios”
(Cepero, 1958: 9)
Esta política, justificada con el axioma de que, ante la con-
tracción de la inversión privada —y por ende, de la actividad
económica— se requería el aumento de la inversión pública,
llegó a convertirse en la punta de lanza de la política eco-
nómica batistiana. Enmascarada tras el Plan de Desarrollo
Económico y Social de 1954, creado por técnicos del Banco
Nacional, la “política inversionista” fue manejada, sin restric-
ción, por el Poder Ejecutivo a través de una institución creada
ad hoc, el Banco de Desarrollo o BANDES (1955).
Para nuestro comentarista, la principal objeción contra
esa política de gastos compensatorios consistía en que, en un
país por desarrollar económicamente, el aumento del gasto
público durante la restricción azucarera no se justificaba con
la realización de obras no productivas. “El desempleo cubano
no tiene un origen cíclico, sino estructural, y, por tanto, úni-
camente se resolverá con modificaciones en la “estructura”
de la producción” (Cepero, 1983: 346). El abuso del crédito

84 |
público solo podía ser compensado si se dirigía a incrementar
efectivamente la riqueza nacional, mediante la creación de
fuentes permanentes de producción y empleo: la planificación
y el financiamiento de un desarrollo integral, de nuevos culti-
vos e industrias (1983: 243 y 274-5). Por otra parte, tales emi-
siones de bonos, absorbidos impositivamente por los bancos
comerciales, paraestatales y otras instituciones económicas
(cajas de retiro, compañías de seguro, etcétera), pero redes-
contados en el Banco Nacional — que además practicaba una
política de expansión monetaria o aumento de circulante—,
produciría un éxodo significativo de las reservas monetarias
(1983: 276-8, 287-8, 334-5 y 339-41). La imposición de la com-
pra de bonos estatales conllevaría, cerrando el círculo vicioso,
a un deterioro progresivo de la capacidad de crédito de la
banca privada para financiar la industria, la agricultura y el
comercio (1983: 391).
Pues la economía nacional, sujeta a las exportaciones de
azúcar y derivados —fuente primera de obtención de divi-
sas—, se veía afectada en monto y precio por la política res-
trictiva vigente. Este descenso del valor de las exportaciones
no era equilibrado por una disminución similar de las im-
portaciones. La política de incremento del gasto público, al
financiar inversiones consuntivas y proyectos no productivos
que aumentaban la circulación monetaria sin incrementar la
producción doméstica, alentaba las importaciones en bienes
de consumo —y no de capital—, y provocaba un déficit soste-
nido en el balance de pagos internacionales, con el deterioro
de la solidez de la moneda. Ello es particularmente crítico
respecto al saldo del balance comercial y de pagos con los
Estados Unidos, tras los sucesivos reajustes (1948, 1952, 1956)
de la Ley de Cuotas en menoscabo de la posición de Cuba en
su mercado preferencial. Ello que requería revisar las rela-
ciones comerciales para poner coto al alza desmedida de las
importaciones cubanas (1983: 393).

| 85
Para colmo de males, las concertaciones de empréstitos y
la concesión de préstamos a entidades no eran precedidas por
un plan de inversiones. Y cuando la inversión era decidida, no
seguía el expediente que las regulaciones dictaminaban sobre
el control de los gastos. Las obras eran otorgadas sin sujeción
a subasta y sin fiscalización. La arbitraria selección de obras,
en su mayoría ornamentales y suntuarias, y el escandaloso
encarecimiento de los costos, con amplios márgenes de ga-
nancia, alentaron un peculado sin parangón en la historia
republicana pre-revolucionaria, ya que en menos de cuatro
años el gobierno de Batista dispuso de cientos de millones de
pesos más que los gastos totales de ambos gobiernos auténti-
cos, que, sin embargo, gozaron de una prosperidad azucarera
ausente bajo el último batistato (1983: 370-1 y 383).
Cepero sentenciaba:
El régimen desperdició la oportunidad de justificarse con
una magna reforma económica […] Está dilapidando reser-
vas monetarias y agotando la capacidad de crédito de la na-
ción. Nunca se ha dado tanto por tan poco, ni nunca ha sido
tan afortunada la frase histórica: Después de mí el Diluvio
[…] En realidad, el régimen no tiene una política económica
definida; es, en lo político, unipersonal, pero en lo económico
responde a la voluntad contradictoria, y a veces antagónica,
de dos o tres jefaturas rivales. Es un régimen que practica el
intervencionismo estatal, pero sin planeamiento alguno. No
organiza, sino desorganiza. (1983: 406 y 408)

El anunciado diluvio tomó a Cepero privado desde marzo de


1958 del ejercicio de su labor: “la Historia no plantea proble-
mas sin solución a los pueblos" (1983: 366). El hostigamiento
reiterado del régimen21 fue sin dudas su principal aval para
ser llamado a comandar las carteras de Hacienda y Comercio
en enero de 1959.22 El curso de los acontecimientos le colocó
frente a la realización de las ideas que preconizara, al comandar
un ministerio que por entonces aunaba comercio exterior e

86 |
interior, en un país cuya inestabilidad económica, articulada
en torno a su principal industria agroexportadora, tan bien
conocía. Ostentó además la administración de la llamada
“economía popular”, esto es, la política de precios que regía
el mercado interno, y procuraba la mediación necesaria entre
los organismos representantes de la producción, distribución
y consumo nacionales.
El devenir del proceso revolucionario alteraría radicalmen-
te las condiciones de aquella República, y con ello, las bases
—materiales e ideológicas— para su ulterior transformación.
Pero esta, como diría alguien, es otra historia.

A modo de conclusión

Dos tesis pueden cotejarse para valorar el pensamiento económi-


co, de orientación marxista en particular, en el periodo tratado
(1940-1958), asumido como el del fracaso de la vía reformista-
populista para la transformación de las condiciones nacionales
de dependencia. Si bien arrojó saldos positivos, como la moder-
nización del entramado político-institucional, consagró funciones
ampliadas para el Estado y la reapropiación de lo económico e
incorporación del pueblo en el horizonte ideal de una nación
soberana, la Cuba para los cubanos no pasó de ser, respecto al
tema que nos ocupa, un proyecto de desarrollo trunco.
La primera de las tesis concibe el proceso de “nacionaliza-
ción de la nación” que caracterizara a la etapa como escindi-
do, grosso modo, por la asimetría base/superestructura. Las
posibilidades de expansión y los logros efectivos en materia de
pensamiento, en el plano más ampliamente cultural, el alien-
to institucional para dar marco apropiado a tales avances, se
vio cercenado por las condiciones de dependencia al capital
norteamericano y por los sectores nativos de la burguesía,
que lograron recomponer su hegemonía entre el espejismo

| 87
de imposibles reformas y la apelación a las armas. Según la
imagen que Cepero nos legara en su Política azucarera, en el
momento en que tal equilibrio, siempre precario, se desvane-
cía y mostraba su constitución, resultó evidente que “el fusil
se apoyaba en el saco de azúcar.”
Desde esta perspectiva, debía ser el pensamiento econó-
mico quien debiera dar cuenta de manera más inmediata
de tal dicotomía. La Constitución del 40 normó las atri-
buciones de un Estado cuya capacidad para redistribuir
la riqueza nacional y para regular las relaciones capital/
trabajo apareció cada vez más limitada, en la medida en
que resultaba más flagrante la nulidad de sus programas
económicos. Consagró el carácter social de la propiedad
sin que ningún proyecto de reforma agraria o de efecti-
va nacionalización de los recursos maculara el sacrosanto
respeto a la institución privada, natural o extranjera. En
fin, concibió un conjunto de instituciones que se anegaron
en un lodazal de usos y prácticas que particularizaban el
interés nacional.
De ahí que las aspiraciones de nacionalismo radical,
alentadas por la reapropiación burguesa de los ideales de
la fallida revolución, y que se plasmaron en proyectos, en
ideas, valoraciones y argumentos económicos del cambio
necesario, debieron, o bien atemperarse al orden domi-
nante, o batallar tan incesante como vanamente por su
transformación. En este sentido, Cepero, desde su labor
como columnista y ensayista, vio frustrados sus ideales de
consumación de soberanía económica bajo el dominio del
autenticismo, para impugnar y demostrar luego la nega-
ción de los mismos que significara el batistato, pese a sus
declaraciones y programas.
En todo caso, las perspectivas marxistas del periodo tuvie-
ron el mérito de preservar, en su disputa cotidiana de espacios
de socialización e influencia:

88 |
a) una apreciación integral de los problemas y limitaciones de
aquella sociedad que obstaculizaban los cambios necesarios
en pro del interés nacional;
b) dicha perspectiva de conjunto contenía, como momento ne-
cesario —y rasgo singular para la época— una concepción
histórica y esencialmente crítica del devenir nacional, del la
conformación de las condiciones sociales efectivamente ac-
tuantes, al tiempo que recuperaba la memoria de una tradi-
ción de ideales de nación, portadora de valores de soberanía,
igualdad y justica social;
c) un compromiso con el interés y el destino de las clases na-
cionales, en particular de las que padecían las condiciones
del orden dominante;
d) un compromiso militante que procuraba incidir tanto en
la política gubernamental como, sobre todo, en la acción
organizada y consciente de las clases y grupos oprimidos.

La segunda de las tesis aludidas, menos evidente en el curso del


trabajo, comulga con aquella idea del “Prólogo” de Marx a su
Contribución… que sostiene la imposibilidad de conocer a una
sociedad por la imagen que de sí expresa. Asume, por tanto,
a la sociedad civil cubana de entonces a partir de la escisión
entre la idea que invariablemente proyectaba de sí misma, de
sus condiciones pero en particular de sus posibilidades, y las
condiciones reales vedadas a su apreciación. En este sentido,
la entronización de un nacionalismo que hallaba en el Esta-
do fetichizado y en el uso trunco de los tan usurpados como
infinitos recursos de la nación el aliento para el desarrollo de
sus posibilidades, condicionó la valoración y la práctica de
los proyectos de cambio del periodo.
Pues tales programas se hallarían determinados por la ne-
gación de las condiciones prevalecientes, y como mostraría el
devenir revolucionario, resultaron inadecuados, una vez que
tales condiciones cambiaron de manera radical. Y es que las

| 89
revoluciones exigen, ante todo, rebasar en obra y pensamiento
sus propias condiciones de posibilidad.
Sin embargo, este pensamiento económico marxista, del
que la obra de Raúl Cepero Bonilla ilustra quizá sus mayores
logros, eludiendo algunas de sus limitaciones —al menos las
que atañen a los compromisos y requerimientos partidistas—,
ha legado, hasta hoy, una indispensable apreciación del pa-
sado nacional, a partir de las condiciones que tornaban su
cambio no solo necesario, sino también posible.

Notas
1
En este sentido, el prólogo con que Cepero encabezara su clandestina
Política azucarera (1952-1958) puede ilustrar este compromiso, en su
apelación a la honestidad intelectual, al deber cívico y a la acción cons-
ciente de los explotados:
Este es un libro de economía militante. Denuncia e invita a la acción. No
basta con localizar el tumor canceroso: hay que extirparlo. No es impar-
cial, porque toma partido contra una situación que hiere la sensibilidad
ciudadana, pero es objetivo porque sus conclusiones descansan en hechos.
La crítica no está vedada al economista. Por el contrario, como trabajador
intelectual es su función más señera […] En los momentos de crisis nacional
nunca se está ni con unos ni con otros. La neutralidad no existe [...] Mi labor
periodística —hoy interrumpida por la censura— ha tenido una meta inva-
riable: popularizar el tratamiento de las cuestiones azucareras, que antes se
desarrollaban en el ámbito reservado de las asociaciones, de los bufetes y de
los ministerios [...][Este libro] está dedicado no a los especialistas, sino al
hombre de la calle, para el cual es cuestión práctica que la economía se libre
del lenguaje esotérico de los técnicos de la oscuridad. La acción adecuada
depende, en última instancia, de un planteamiento teórico al alcance de las
masas, que son las protagonistas de la historia. (1958: 7-8)
2
Este ensayo de Martínez Heredia, al que mucho debemos para la com-
prensión del periodo, y aún para la valoración de la posición del propio
Cepero Bonilla, desarrolla el tema, añadiendo otros elementos además de
los ya considerados, en una síntesis inusual de lo que su autor denomina
como un proceso de “nacionalización”, del que sopesa logros y límites en
el conjunto de la vida social de entonces.

90 |
3
Muchas de las medidas aprobadas por este gobierno, debido a la ines-
table situación nacional y a su propia debilidad constitutiva por la desu-
nión de las fuerzas de izquierda, no llegaron a realizarse. La ley del 50%,
también conocida como la ley de nacionalización del trabajo, una vieja
demanda popular enfilada contra el monopolio español sobre el comercio
y para paliar el alarmante desempleo desatado por la crisis, estipulaba que
al menos la mitad de todos los empleados contratados por las empresas
fuesen cubanos. De modo ilustrativo, la medida desató inicialmente la
oposición de la CNOC y del PCC, alarmados por lo que consideraban
como pretensiones demagógicas del gobierno y en particular de su secre-
tario de Gobernación, Antonio Guiteras (véase Whitney, 2010, cap. V).
4
Serán bien conocidos, durante los años 50, los conflictos que giraron en
torno a la producción textilera y arrocera nacionales, en contra de las ar-
bitrarias concesiones del gobierno a importar productos competitivos nor-
teamericanos, presionado por los representantes de tales monopolios. Como
era de esperar, con amenaza de recortes de cuota mediante, los azucareros
se unieron a los grandes importadores contra los industriales (véase Zanetti,
2006: 114).
5
Resulta de interés en este sentido la concepción del filósofo esloveno Slavoij
Zizek sobre la apropiación ideológica de auténticos anhelos de las mayorías
explotadas que deviene condición de toda hegemonía (1997: 28-51).
6
Como es notorio, a los comunistas, aliados en ocasiones con auténticos y
abecedarios, correspondió el mérito de muchas de las medidas progresistas
que aprobara la Constituyente. Jacinto Torras, desde las páginas de la revis-
ta CTC, sintetizó el programa económico que llevara el partido a la Con-
vención, y que, con algunos cambios y añadidos, mantendría durante todo
el periodo. Encaminado a revertir la estructura semicolonial y supeditada
al capital monopolista de Wall Street, preconizaba las siguientes medidas:
impuesto progresivo sobre las tierras baldías de los latifundios azucareros y
ganaderos, reivindicación y distribución de las tierras del Estado entre los
campesinos, establecimiento del “patrimonio familiar agrario”, creación de
un Banco de Refacción Agrícola que proveyera de medios e insumos ade-
cuados, de mecanismos de distribución de los productos y regulación de
precios, medidas estatales anti-trust, nacionalización de los servicios públi-
cos, regulación de los salarios de los obreros industriales, política arancelaria
y comercial que protegiese el fomento de la industria nacional sustitutiva,
creación de la Banca nacional. Algunas de estas medidas fueron normadas
por la Constitución (véase Torras, 1984b: 16-20).
7
Los gobiernos auténticos realizaron algunos de los cambios que previera
la nueva Constitución, a fin de aumentar la soberanía económica y lograr
la diversificación. Diversos organismos fueron creados para garantizar la
regulación estatal de la economía, como la Agencia de Importación y Ex-
portación, la Oficina de Regulación de Precios y Abastecimiento (ORPA),
la Comisión Marítima Cubana, la Junta de Defensa Industrial, etc. en tanto

| 91
la ley que creaba el Banco Nacional sería promulgada en 1948, la Ley de
Presupuestos al año siguiente, el Tribunal de Cuentas en 1950 y 1951 daría
a luz el tan solicitado Banco de Fomento Agrícola e Industrial (BANFAIC).
Sin embargo, las viejas prácticas se impusieron sobre el nuevo diseño insti-
tucional, y pese a algunos avances de la producción no azucarera, la lógica
primario exportadora permaneció imbatible (Marqués, 1994).
8
Fueron precisamente los comunistas los primeros en insistir sobre un
punto que, con el tiempo, seria aceptado por la mayoría de los econo-
mistas del periodo —no así por los señores del azúcar, la tierra y el co-
mercio—, a saber: la falacia de la disyuntiva entre la expansión de la pro-
ducción para el comercio exterior y la encaminada al mercado interno,
es decir, la falsedad de la dicotomía azúcar vs. agrarización e industriali-
zación (véase Torras, 1984b).
9
La obtención del pago del diferencial azucarero (1946-47) ha sido, con
razón, ejemplo paradigmático en este sentido. Pero las mejoras salariales
conseguidas en determinadas coyunturas (ej. 1942), ciertos reajustes de la
Ley de Coordinación azucarera de 1937 en beneficio de obreros y peque-
ños colonos, o aun el enfrentamiento a intentos diversos de mecanización
de la producción para el consumo interno (como la del tabaco), ofrecen
otros ejemplos de demandas exitosas en la que los comunistas jugaron
un papel de consideración.
10
El Instituto Cubano de Estabilización del Azúcar (ICEA) fue creado
en 1931 durante la crisis y la aplicación del Plan Chadbourne que res-
tringía las cifras de exportación. Su reglamento, establecido en 1941,
le otorgaba las funciones de representar a la industria en el extranjero
y en conferencias internacionales, celebrar negociaciones y convenios
sobre la producción y exportación del dulce, fijar el inicio y volumen
de la zafra, así como las cuotas de producción y molienda de hacen-
dados y colonos.
Justo en 1946 se presentaba al Congreso un proyecto de ley de reforma
11

del agro por un diputado autentico.


12
El programa de Guiteras, cuyo tono general —no las medidas concre-
tas— había dotado de vigor al proyecto auténtico, ofrecía la premisa que
Cepero Bonilla reiteraría durante todo este período: “[…] Cuba no es
Nación aún, porque carece de aquella unidad funcional en su economía
necesaria para presentarse como un todo capaz de bastarse a sí misma.
En una palabra, Cuba permanece en estado colonial. Supeditada al capital
extranjero, la estructura económica cubana es un aparato que no sirve a
necesidades colectivas de dentro, sino a rendimientos calculados por y
para los de fuera” (Guiteras, 2007: 42).
13
Su disertación para obtener el título en Derecho Civil versó sobre “El Dere-
cho según la concepción materialista de la historia” (véase León, 1979: 156).

92 |
14
Ello a pesar de que en su magistral ensayo pionero (Azúcar y abolición)
no concede similar autonomía a lo político, más preocupado en demos-
trar cómo las condiciones técnico-productivas y los intereses de clase
determinaron la orientación de los representantes de la oligarquía criolla.
Es sabido que el prestigioso líder de la FNTA ripostó al propio Casano-
15

va: “sí, pero sin los obreros no hay azúcar” (citado en Winocur, 1979: 118).
16
A manera de comparación, dos propuestas disímiles propias de la época
podrían valer para sopesar estas afirmaciones, una de los auténticos: Na-
cionalización de la riqueza: auténtica solución del problema económico,
La Habana, Lex, 1944, en la que el abogado Mario Alzugaray propone
una serie de medidas paliativas encaminadas a revertir las consecuencias
nefastas de la inversión foránea, mas soslayando la lógica que entrelaza-
ba los males nacionales al capital y a la política gubernamental nortea-
mericanos. La otra, el Programa Socialista resultante de la II Asamblea
Nacional del PSP, en que, pese a la certera valoración de la situación
nacional, la consideración de coyunturas políticas imprimía un carácter
limitadamente reformista a las medidas propuestas (PSP, 1944: 293-310).
17
Dos años antes, el prestigioso historiador había publicado una conocida
conferencia en la que sostenía la incapacidad o inconveniencia para Cuba
de emprender un desarrollo industrial que quebrase la tradicional depen-
dencia externa de su economía, sobre la base de constricciones naturales
y geográficas (véase Guerra, 1944).
18
De acuerdo con el Censo Agrícola de 1955, la población rural del país
—alrededor del 40% de su población total—, poseía unos 830 mil traba-
jadores, de ellos unos 550 mil asalariados, y durante el tiempo muerto,
la cifra de desocupación llegaba a alcanzar unos 457 mil, escandaloso
cuadro que venía a ser completado por los regímenes de tenencia de la
tierra y de subretribución imperantes (véase Pino, 2001a: 102-7).
19
Oscar Pino Santos, desde las páginas de Carteles, citaba datos que ilus-
traban el costo de la sujeción monoproductora de Cuba a los Estados
Unidos, ofrecidos por el propio Consejo Nacional de Economía en 1956,
en lo referido a la agricultura: Cuba (sexto de los mercados exteriores
de EEUU y primero de Latinoamérica) importaba de ese país productos
agrícolas que podía cultivar en solo 130 mil caballerías de tierra, que
permanecían ociosas en posesión de grandes latifundios (2001b: 169).
20
La campaña de Cepero Bonilla por una reforma o, en su defecto, el
repudio del Convenio Azucarero firmado en Londres en 1953 y que rigió
con algunas modificaciones hasta 1958, fue presentada como condición
para una transformación integral de la política de ventas nacional. Sus
objeciones relativas a la capacidad del Convenio para lograr la estabili-
zación de los precios del dulce en el mercado mundial, pueden resumirse
en que premiaba a los países no participantes, cuya producción aumentó

| 93
durante esos años, en tanto limitó la de los países miembros, afectando
particularmente a Cuba. Para más detalles véase Cepero, 1958: 71 y ss.
21
Además del encarcelamiento, la incautación de documentos y otras
agresiones personales, hay que recordar que Prensa Libre —donde era
columnista habitual—junto a Bohemia y El Mundo compartían el honor
de ser blanco predilecto de la censura del régimen. Quien luego sería
subdirector de Revolución no dudará en afirmar, refiriéndose a la labor
periodística de Cepero Bonilla, que “su denuncia constante de los ilícitos
negocios que se tejían por los magnates de nuestra primera industria,
en íntima connivencia con las figuras del batistato y con Batista mismo,
fueron los que más profundamente calaron en la opinión pública nacio-
nal”. Al punto que su vocabulario periodístico, para designar fenómenos,
instituciones y personajes del régimen, se tornó de uso corriente y alcan-
zó a acuñar frases populares como “Jinetes del Apocalipsis” o “Jinetería
del Desastre”, política de “gastos alegres”, “Retentor Único”, “bibijagua de
tiempo-muerto”, etcétera (véase Vázquez, 1962: 42-3 y además la síntesis
biográfica que ofrece el número anterior, Bohemia, 54 (49), 7 de diciembre
de 1962, pp. 56-57.
22
Cepero declinaría casi de inmediato la cartera de Hacienda, debido
al monto de funciones que requerían ambos ministerios, no sin antes
deponer a Martínez Sáenz de la presidencia del Banco Nacional y de
Ferrocarriles Occidentales SA., y colocar en su lugar a Felipe Pazos y
Roque, su primer presidente hasta el golpe de Estado de 1952 (véase
Busch y Suárez, 2009).

94 |
A propósito de Marx
Las políticas públicas de cultura

Madelayne Zorrilla Contino

De influencias y significados: una brújula


Tras la Revolución de Octubre, Anatoli Vasílievich Lunacharski
(1875-1933) fue nombrado Comisario de Instrucción. Y su
designación no fue tan sublime si no por la labor de impulsar
un peculiar acontecimiento de la historia del marxismo: el
juicio contra Dios por sus crímenes “contra la humanidad”.
Por primera vez el tema se hizo público: en el banquillo de
los acusados, una biblia; la declaración, culpable. Luego, un
pelotón de fusilamiento disparó cinco ráfagas contra la Biblia
para cumplir la sentencia. Formaba parte de los que constitu-
yeron el grupo de los “constructores de dios”. Fue la expresión
objetiva de lo que la historia —por demás “ahistórica”— del
pensamiento marxista tradujo como “opio del pueblo” o ateís-
mo científico. Pero más que eso convirtió el debate epistemo-
lógico académico del marxismo en un impulso doctrinario
cuasi religioso. El marxismo se convirtió en el gran enemigo
de las religiones. ¿Qué significó? Al hablar del marxismo y
sus lugares no se pueden ignorar, ni la historia, ni sus sím-
bolos y significados. El marxismo no fue solo una teoría de
Carlos Marx y Federico Engels. Fue escuelas de pensamiento,
políticas e ideologías, y sobre todo, reproducción cultural y
hegemónica de la apropiación que de él se realiza. De ahí la
intención de mirar más que a la teoría de Marx, a propósito
de Marx. Y asumo como reto el superar los posicionamientos
“revisionistas” que intentaron retomar las ideas o citas de los
clásicos para deslegitimar posturas.
La premisa primera es que el marxismo trascendió el espa-
cio de la academia hacia la vida cotidiana y fue una teoría so-
cial de la emancipación humana. ¿Qué sentido pudiera tener
para no caer en la reiteración o la evidencia? La proposición
responde a la cualidad ideológica que la historia le dio a la
teoría y que la mitificó como antinomia del pensamiento. Y
tuvo condicionamientos caóticos para los desenvolvimientos
teóricos posteriores, sobre todo de los partidos comunistas.1
Implicó un desconocimiento del marxismo como epistemolo-
gía social que tradujo la esencia natural en el desarrollo de las
relaciones sociales como una teoría de los condicionamientos.
Cuyo objeto de trabajo fue la sociedad capitalista desde su
origen, sus tendencias y su naturaleza social.
Claro que un estudio de tal naturaleza impone otras formas
de desplegar la historia y el pensamiento que le den contenido
a lo múltiplemente clasificado, ya sea por vicio de lenguaje,
por falta de elementos o por conveniencia ideológica, como
dogmático. El dogmatismo ha estado tan íntimamente ligado
al marxismo que a veces desde los mismos posicionamientos
teóricos aparecen intenciones revolucionarias resultado de un
sistema de relaciones de la época esencialmente y viceversa.
La visión de un marxismo cubano o de marxismos cuba-
nos en el periodo de estudio, más que entender la instrumen-
talización de la teoría de Marx, como en efecto ocurrió entre
los comunistas, intenta aproximarse con una concepción de

96 |
pensamiento marxista constantemente transformada en las
condiciones concretas de posibilidad. El asunto no es tanto
que sea marxista o no, que sea dogmático o no. El proble-
ma es que a propósito de la teoría marxista el partido de los
comunistas logró la políticacultural mejor estructurada del
periodo, logró legalizar su partido, logró que el pueblo cuba-
no estuviera al tanto de la asamblea constituyente a través
de su emisora radial, logró un mayor reconocimiento de los
negros y de las mujeres cubanas. Y eso que se logró desde los
representantes del dogmatismo fue de lo más democrático
para la época.
Claro que tampoco fue tan inocente porque también hubo
manipulación política, educación como domesticación ideo-
lógica y apropiación colonizada de sus posibilidades. Por lo
que recurrí al pensamiento para enfrentar el periodo desde
sus posibilidades, salvando la catarsis o la especulación vacía
en la que se puede caer en este empeño.
Casi como una perogrullada apareció la idea eurocéntri-
ca de conocer en el contexto del campo socialista el desen-
volvimiento de la teoría marxista. Porque no hace falta una
investigación para reconocer nuestra dependencia teórica
con aquel sistema que se presentó como sistema hegemónico
cultural de la teoría marxista en el periodo, como doctrina
ideal de la clase trabajadora y como una teoría o instrumen-
tal metodológico para validar proyectos nuevos de creación
transformadora.
El lugar social y su relación con la historia, por lo tanto, re-
sultó una relación propiamente intuitiva. Pero el lugar social
como el desarrollo lógico espacial de las relaciones sociales
impuso un posicionamiento crítico.
La historia misma le dio vida y credibilidad a las relaciones
de existencias. De manera que la apropiación del marxismo
con respecto al arte respondió por la naturaleza del objeto de

| 97
estudio a los diferentes conflictos académicos que se suscita-
ron en la URSS con respecto a lo que los historiadores luego
consideraron como arteen tanto ideología. Con las denomi-
naciones del arte revolucionario2, arte proletario,3 realismo
soviético,4 arte de la inconformidad.5 El lugar social del mar-
xismo con respecto al sujeto “de la cultura” significó entender
al marxismo desde sus relaciones de construcción y descons-
trucción ideológicas del sujeto que determinó cuyas formas
de expresión estuvieron en los símbolos y las significaciones.
Desde el VI Congreso de la Internacional Comunista (1928)
Nicolai I. Bujarin estableció públicamente que la filosofía ofi-
cial de la Internacional Comunista fue el “materialismo dia-
léctico” (DIAMAT) como un intento de retomar la tradición
ortodoxa de la II Internacional. En ese momento se interpretó
la teoría marxista como una doctrina materialista metafísica
o una filosofía de la historia universal que se debió aplicar
mecánicamente a todos los países. El DIAMAT constituyó
la interpretación ideológica, por excelencia, de la filosofía del
marxismo durante gran parte del siglo xx. Tanto para criticar
como para apoyar con la designación del nuevo sistema como
“marxismo-leninismo”. Ser marxista significó ser comunista
y luchar a favor de la clase trabajadora. Se convirtió en la
teoría de la subversión, de los oprimidos y ¡de los militantes
comunistas! O sea, aunque en efecto las versiones y visiones
marxistas habían pasado por las múltiples interpretaciones
por donde inevitablemente transitan todos los escritores, la
designación posibilitó institucionalizar, en nombre de Marx,
un marxismo en el que en ocasiones ni Marx se salvó.6
De tal modo el marxismo colisionó con respecto al pen-
samiento de Marx. El marxismo como teoría e ideología, so-
bre todo en nuestras condiciones históricas de “predicadores
marxistas”, constantemente chocó entre las propuestas teó-
ricas metodológicas de los clásicos y la instrumentalización

98 |
que de ella hizo la ideología política. La línea teórica Engels7-
Plejanov8-Bujarin9-Stalin10 preparó condiciones diferentes de
apropiación del legado de Marx. Sin contar con la polémica
Kautsky-Bernstein11 y la obra de Lenin Materialismo y em-
piriocriticismo12 que cerraron el cuadro doctrinario del mar-
xismo “ortodoxo”.
En el terreno cultural, el fascismo y el socialismo soviético
tuvieron una lógica común: subordinar la propaganda del ré-
gimen al arte, alineando a los “amigos” del régimen y exilan-
do, reprimiendo o eliminando directamente a los opositores.
En 1937 Trosky definió la situación del arte y la cultura como
un “martirologio” (Trotsky, 2001). El Manifiesto por un arte
revolucionario independiente (MARI), escrito por Breton y
corregido por Trotsky, surgió de la discusión entre ambos
junto con Diego Rivera reunidos en México en 1938, y fue de-
claración inicial para un intento de reagrupamiento de aque-
llos artistas y críticos. El acercamiento de Breton a Trotsky se
produjo no sólo por cuestiones políticas13 sino también por-
que reivindicó mucho de lo planteado por Trotsky en sus es-
critos de los años ’20 sobre arte y literatura en particular.14La
elaboración del MARI no estuvo exenta de discusiones15 entre
quienes sin dudas eran muy diferentes en formación y prácti-
ca política: el dirigente de la revolución rusa y el más conocido
referente del surrealismo. Pero para los efectos de la propues-
ta fue uno de los ejemplos de enfrentamiento a las doctrinas
marxistas. Hubo además dos escenarios fundamentales en el
sentido de la aceptación e identificación con la teoría marxis-
ta: el I Congreso Internacional en defensa de la cultura,16 en
Paris junio de 1935 y II Congreso en Madrid, 1937.17 En ellos
los intelectuales se reunían entre tantos temas hacia la nece-
sidad de escritores y artistas de buscar un marxismo creador,
inspirado en los principios de Marx fuera de mecanicismos y
dogmatismos. En busca de la libertad del artista para escoger

| 99
su propia temática en la época. El marxismo era la teoría que
permitía la transformación social y el involucramiento con
la realidad desde las expectativas de los congresos. Ello fue
significativo a la hora de valorar los marxismos cubanos en
las décadas de estudio.
Todas estas influencias teóricas y de prácticas políticas
moldearon las posturas posteriores de losl partidos comu-
nistas latinoamericanos, desde la influencia de las contra-
dicciones internas suscitadas en ellas. En el caso cubano fue
más fácil, en el sentido que las insuficiencias teóricas y poca
membrecía para la altura de 1935 lo posibilitaron. Desde el
plano económico hubo carencia de recursos para desplegar
una sólida actividad divulgativa y movilizadora. No fue legal
el PCC hasta 1938 a partir de iniciativas, alianzas y proyectos
culturales que ayudaron a su conformación oficial. Primero
como PUR, luego como PCC.18
A partir del VI pleno del partido se propició la consecu-
ción de las nuevas estrategias, que se correspondieron con las
estrategias de la Internacional Comunista. En el VII Congre-
so de la Internacional Comunista el informe del camarada
George Dimitrov, celebrado el 2 de agosto de 1935, formuló la
política de Frente Popular para frenar la ofensiva del fascismo
y colocar a los partidos comunistas y a la clase obrera en la
perspectiva de la toma del poder político.19 No fue casual que
en el programa del VI Pleno los acuerdos más importantes
fueran las líneas de trabajo orientadas por el VII Congreso
Internacional Comunista para las tareas del partido en los
años venideros: “[…] en la presente etapa histórica, la tarea
inmediata principal del movimiento obrero internacional, es
el establecimiento del frente único de lucha, del frente popu-
lar antifascista y, en los países coloniales y semicoloniales, la
tarea fundamental con que se enfrentan los comunistas, con-

100 |
siste en el establecimiento del frente popular antimperialista”
(Roca, 1980). ¡Cualquier semejanza es pura coincidencia!
Claro, el dato pareciera una evidencia aparentemente su-
perada pero encierra una posición política colonial de la cual
devienen posiciones eurocentristas contemporáneas no supe-
radas. Además reforzó una condición de servidumbre tam-
bién enraizada en la cultura contemporánea que aunque tuvo
origen en el esclavismo dejó las nociones del “desde arriba”,
“desde abajo” en el quehacer de la política. Por supuesto que
no intento encontrar en el hecho concreto referido hábitos
de una envergadura tal que requieren de prácticas y repro-
ducciones sistemáticas. Pero este tipo de condicionamientos
característicos del partido contribuyeron en un tipo de cul-
tura heredados, ya sea desde el lenguaje, el hacer político, el
imaginario político.
Lo mismo ocurrió con la educación. Adoptó como política
las formas modernas de la ilustración y dentro de las políticas
culturales del partido no resultó problema su reproducción
como domesticación o adoctrinamiento. Donde en nombre de
la justicia se educó políticamente y se reforzó indirectamente
la tesis althusseriana de educación como aparato ideológico
de estado.
Las adecuaciones de los comunistas cubanos al panorama
nacional se adaptaron a los cambios de las estrategias políti-
cas, por lo menos hasta 1953.20 Y ello, desde las posturas de
sus líderes en nombre de una mayor incidencia en la defensa
de las masas populares. Prácticamente en este periodo las
mayores alianzas y diálogos se realizaron con Batista21 a par-
tir de X Pleno del partido efectuado en julio de 1938, cuya
política también se encaminó hacia el logro de adeptos para
el alcance del poder político, pues con los auténticos fueron
más enrarecidas las relaciones históricas.

| 101
Dentro de la influencia directa en los comunistas no se
puede desconocer el pensamiento de Earl Browder, secretario
general del PCEEUU. Entre las ideas que defendió estuvo la
lucha contra el imperialismo y la reivindicación de las prin-
cipales demandas de diversos sectores sociales que se orga-
nizaban. Por solo tener claves del influjo de su pensamiento
concilió encuentros entre los cubanos Blas Roca y Grau, líder
del PRC (A), para las intenciones del frente único en los pro-
pios Estados Unidos, además de las conferencias que impartió
para los cubanos en Cuba. Como representante de la Inter-
nacional Comunista en América Latina, concertó los debates
mexicanos entre Lázaro Cárdenas y los representantes del
partido comunista mexicano —como se citó con anteriori-
dad— para estrechar relaciones y procurar la expulsión de
Trotsky de México.
Y por supuesto que el panorama mexicano tuvo mucho
que aportar. México logró, por la vía electoral un gobierno
que, aun sin romper su fundamento burgués, pudo demo-
cratizar la estructura política del país con la participación
de los trabajadores y de los campesinos en el gobierno. En
Noticias de Hoy apareció una sentencia de Lázaro Peña en un
“Discurso” de más de 80 mil personas: “El México de hoy será
la Cuba de mañana” porque “sobre los hombres de la clase
obrera nuestra, sobre los hombros de nuestro pueblo —dis-
perso aun— y solamente sobre esos hombros, está repartida la
responsabilidad inmensa de hacer la patria que Martí quería”
(Peña, 1938: 1).
Todo este panorama de contradicciones donde estuvo im-
plicada la teoría marxista, y que, ni remotamente, lograron
sistematizar los innumerables matices y avatares con los que
históricamente se condicionó, permiten algunas conclusiones.
No existe una ideología, ni siquiera una ideología marxista sino
que la ideología es el entramado de relaciones ideales que se

102 |
condicionan en contextos y audiencias que si están determi-
nadas. Tanto la catarsis del fin de las ideologías, como de la
bipolaridad del mundo y las herencias deterministas del mundo
moderno han posibilitado una visión unilineal de la ideología
que reproduce esquizofrenias clasificatorias donde la historia
queda como principal víctima. El marxismo, el dogmatismo,
son expresiones de la multiplicidad de formas en las que la ideo-
logía existe como condición histórica en el despliegue de las
posibilidades de los individuos y sus clases sociales.

Sobre el marxismo cubano


en el seno del partido
Ciertamente la ideología oficial “marxismo-leninismo” fue
la guía de la labor y el quehacer del partido. Con ella de los
discursos restringidos y repetitivos en los órganos de prensa
por ejemplo, donde abundaron los informes de las estrategias
de trabajo. El seguimiento incondicional de las directivas del
partido de los lineamientos de la Internacional Comunista con
las inadecuaciones al panorama nacional. El posicionamiento
defensivo hacia las posturas religiosas representadas por los
intereses aristocráticos del periodo en todos los planos cultu-
rales. La asunción “acrítica” en los casos que involucrara sus
asensos o lugares en la política del país con el pretexto de la
defensa de los intereses de las masas populares. Y, entre tan-
tas, la concepción educacional se tradujo en adoctrinamiento
educacional, en la misma lógica que criticaban.
Pero pensar que el quehacer del partido de los comunistas
fue solamente la inserción del DIAMAT era un error. Y ver
un lugar del marxismo solo desde su contenido doctrinario y
dogmático, peor.El marxismo del partido de los comunistas
cubanos tuvo una readecuación entre las circunstancias na-

| 103
cionales e internacionales que dotó de peculiaridad sus pers-
pectivas. Lo más significativo fue cómo lograron incidir en la
histórica Constitución del 40, que cambió la manera de hacer
política del país y con la participación e incidencia de la clase
trabajadora. Probablemente lo que más ganó el partido en la
etapa de estudio.
Con una historia desde su vida interna, con condiciones de
ilegalidades que tuvieron que superar a través de proyectos
culturales disímiles hasta la conservación de su lugar en la
vida política en el país para la defensa de la clase trabajadora.
Y pasó por una influencia internacional desde los manda-
mientos de la Internacional Comunista, la política de Buen
Vecino de Roosevelt, el browderismo, la situación mexicana,
los comunistas españoles, el trotskismo. En un ambiente cada
vez más nacionalista entre los cubanos.
El PUR, Partido Unión Revolucionaria, con relación a la po-
lítica cultural fue quien desempeñó el mayor empeño unifica-
dor y político. Estuvo integrado por personalidades (marxistas)
cuya producción intelectual de calidad artística y literaria, y
sentido político, influyó en la conciencia nacional. Actuó al
mismo tiempo como imagen pública del partido comunista.
Por solo tener una idea, el PUR logró su inscripción en el Re-
gistro de Asociaciones en marzo de 1937. Desde entonces fue
expresión legal del PCC. Con un programa de carácter demo-
crático y antimperialista en lo nacional, y de enfrentamiento al
fascismo en lo internacional, no cesó de ganar adeptos y hacia
finales del año sobrepasó los 15 000 afiliados.
Con respecto al lugar social del marxismo cubano, desde
las directrices del partido hay varios elementos que apuntar:
tuvo una tonalidad defensiva en sus propuestas teóricas, sin
llegar a la violencia, ya que tal como afirmó Fernando Mar-
tínez, la clave de la hegemonía de la segunda república fue
mantener el consenso en cuanto excluir la insurrección y la
revolución como vía para solucionar los problemas cubanos.22

104 |
Y en esta lógica de no violencia y constantes alianzas el parti-
do se armó en tanto que aprendió. La lucha del partido23 estu-
vo más bien concentrada en la lucha de clases. Como cuando
respondieron a ideas diferentes ya sea en sus periódicos o en
sus revistas en el tono defensivo que le caracterizará como
método de lucha. Pues mientras los periódicos de la Marina,
el Mundo y otros tuvieron páginas sociales sobre las “clases
vivas”; los órganos del partido de los comunistas, además de
exagerar las labores del campo socialista, reforzaron en visi-
bilizar los sectores más discriminados: negros y mujeres.
Dentro de las formas de enfocar la teoría marxista como
arma de lucha ideológica, más concretamente desde las ló-
gicas de J. Stalin en Materialismo Histórico y Materialismo
dialéctico, en el periodo se educó a las masas populares desde
lineamientos militantes. Ello se unió a las constantes alianzas
culturales que permitieron, de alguna manera, la socializa-
ción de las ideas marxistas.24 Así, se reforzó el ideal de unidad
y el nacionalismo tanto para los intereses de legalización del
partido, como para el espacio que buscaban en la esfera polí-
tica, como para las intenciones de la Internacional Comunista
que se vio amenazada por la avanzada fascista. De ahí el VI
Pleno del Comité Central del PCC, efectuado en octubre de
1935. Desde entonces la política del partido se encaminó ha-
cia la vía de la unificación nacional.25
En el caso del partido se hizo énfasis en esta idea de la
unidad como concepción ideológica fundamental del proyec-
to de nación por la historia anterior a 1935. Por lo que a la
concepción igualitaria y democrática de esta unidad se le unió
una concepción pragmática o utilitaria, típico de las ideolo-
gías políticaspero que se perdió cuando se hizo un análisis
pasional o emocional del asunto. Y otra nota con respecto a
estas concepciones ideológicas fue que también las tácticas de
unidad y nacionalismo eran intenciones del fascismo europeo
del contexto.

| 105
Para el asunto que se trató la concepción de ideología
fue vital. Tanto en su visión de ideología política como de
objeto de la filosofía, como de sus funciones de catalizador
social o legitimador vinieron a describir el panorama de
lugar social deldel marxismo en el ámbito cultural . Un
poco porque el marxismo devino ideología por excelencia.
Otro poco porque el campo simbólico de la cultura está
indisolublemente ligado al campo ideológico. O porque al
nivel de la filosofía no se puede pensar teóricamente sin
pensar ideológicamente.
Y eso ya es un problema que pasa por una apropiación
mítica, teórica e ideo política, como mínimo. Ya sea por la
asunción que hace el imaginario popular de ella; por las for-
mas en las que la comunidad académica estudia, analiza y
trasmite el problema; o por la correspondencia a la raciona-
lidad instrumental que se apropió de ella para legitimar dis-
cursos políticos o políticas determinadas. Sobre la veracidad
de alguna o primacía puede haber muchas consideraciones.
Para el proyecto la historia tuvo la última palabra. Y para la
concepción marxiana todas.
El proyecto se ubicó en una etapa significativa para la
concepción social de un problema: la Constitución de 1940.
Un episodio que sintetizó las necesidades y frustraciones de
una época y las esperanzas de otras. Al decir de la profesora
Berta Álvarez con la que se empezó a pensar la realidad cu-
bana en términos de modernidad (2011: 216). Y se instauró
una nueva manera de hacer política en la isla donde cada
uno de los sectores de las clases más oprimidas constituyó
el punto de mira en las defensas posteriores de su lucha de
clases. En el periódico Noticias de Hoy por ejemplo, siempre
hubo un espacio para divulgar las actividades del Club Ate-
nas, que era una sociedad de negros en Cuba donde además
hubo mucha labor del partido y de las mujeres.

106 |
Hago énfasis en algunas de las posturas clásicas de los dis-
cursos políticos del partido que refirieron los usos de la teoría
marxista. En el VI Pleno se ahondó más sobre la política de
frente único (mandato del VII Congreso de la Internacional)
que mostró las instrumentalizaciones de los dirigentes del
partido con respecto al marxismo en tanto doctrina oficial:

Habrá seguramente agentes que ven en esto un alejamiento


de nuestra LÍNEA BOLCHEVIQUE,26 gentes enamoradas
del tiempo en que nosotros marchábamos “solos contra todo
y contra todos”. Pero los que tal piensan no toman en cuenta
que la vida es DIALÉCTICA y no estática, que cambia la si-
tuación, cambian los partidos y cambian los hombres, lo que
implica cambios de tácticas y de relaciones. Un ejemplo es
la cuestión del ABC. Antes de marzo y especialmente antes
de agosto del año pasado, nosotros teníamos todo el derecho
cuando concentrábamos el fuego de nuestro ataque contra
la dirección fascista del ABC. Pero después de la concentra-
ción de junio, después que salió del gobierno, después que el
proceso de descomposición se aceleró en esa organización,
después que con motivo de la derrota de marzo, la burguesía
comercial española le retiró su apoyo, después que Batista
consolidó sus posiciones y se pasó completamente al campo
del imperialismo: en la situación actual, no se puede seguir
gritando sobre el peligro fascista del ABC. Tal cosa no sería
consecuencia revolucionaria: sería un ridículo cuando todo
el mundo esta viendo 23 000 hombres armados de Batista,
una reserva militar y el surgimiento de los machadistas. Ha
habido cambios en el ABC. La Cedula Directriz ha sido sus-
tituida. Se critica la política anterior de la organización y hay
una real crisis dentro de sus elementos. Justamente nuestro
partido ha cesado sus ataques al ABC y ha considerado la
posibilidad del frente único con él. Quien no tome en cuenta
estos cambios y pretenda seguir mirando la vida como un
cuadro en un museo, será cualquier cosa menos REVOLU-
CIONARIO REALISTA, será lo que ustedes quieran menos
comunistas. (Roca, 1980: 18)

| 107
En esta amplia cita el lugar social del marxismo en el partido
de los comunistas no quedó mejor expreso. La forma y uso
ideopolítico en el que la función de la ideología marxista se
tradujo en una doctrina instrumental que calificó y cualificó el
accionar de los militantes. Por declaración se asumió un mar-
xismo que fue la línea de Stalin y la Internacional Comunista,
con los convenientes usos del leninismo ahistórico. Porque el
accionar de un líder político solo pudiera ser comprensible a
partir de la historia y las intenciones de su discurso, con las
audiencias y los mensajes que también son diferentes.
Con respecto a la relación del marxismo con los sujetos, el
cambio de estrategia de las líneas del partido se justificó con
la supuesta vida dialéctica distinta a la estática. Con lo que la
propuesta desenajenadora gramsciana de subvertir el rol de
la educación o domesticación de las masas hacia la de prota-
gonizar el proceso mismo de subversión no fue intención de
la línea estratégica unitaria del partido en ese momento. Tan
solo el uso hecho de la dialéctica se predeterminó como una
antidialéctica instrumental por el sentido maquiavélico que
imprimió en una suerte del fin justifica los medios.
Asimismo aparecieron en el discurso político nuevas ca-
tegorías para designar al comunista que se correspondió con
la política de realismo stalinista. Revolucionario realista que
era un comunista nuevo o de nuevo tipo y para el discurso de
Blas Roca era la condición necesaria y suficiente para ser un
comunista. También el lenguaje formal del silogismo aristo-
télico utilizado por Engels y divulgado por Plejánov definió el
lugar del marxismo en el significativo VI Pleno.
Lo de la ideología marxista vino por decreto. No era una
determinación del partido en Cuba sino de Bujarin cuando
declaró que esa fuera la ideología de la Internacional. Porque
hay que partir de que el marxismo era y es, por demás, la
ideología de los partidos comunistas. Pero que además por

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los avatares de la historia era la ideología que acabó con el
marxismo, era la ideología de los oprimidos,27 era la ideología
de la emancipación.. Y era y es tanto una ideología humani-
zadora al defender desde la desalienación una situación de
mejoramiento y justicia social que a sus fieles predicadores
no se les pudo hablar en términos de errores. A pesar de ello,
la historia fue escenario humano de actitudes “erradas”, mo-
ralmente inhumanas y socialmente injustas.
Y luego la clásica legitimación citatoria de sus tesis. Las
enseñanzas del leninismo al servicio del discurso de cambio
de estrategia:
Yo creo que el pueblo cubano deberá estudiar las enseñan-
zas del más grande de todos los revolucionarios, nuestro
maestro, el camarada Lenin, cuando planteaba las condi-
ciones precisas para una insurrección, en el momento de
una crisis revolucionaria, cuando las masas, los de abajo, no
quieren seguir viviendo en las condiciones que hasta aquí,
y las clases dominantes, los de arriba, no pueden seguir go-
bernando con los mismos métodos. Decía Lenin que “para
que la insurrección sea un éxito, tiene que apoyarse no en
la sedición, no en el partido sino en la clase avanzada. Esto
es lo primero. La insurrección debe apoyarse en el ascenso
revolucionario del pueblo. Esto es lo segundo. La insurrec-
ción debe apoyarse en un punto de viraje tal en la historia
de la revolución creciente, cuando la actividad de las filas
avanzadas del pueblo es mayor, cuando son más fuertes las
vacilaciones en las filas de los enemigos y en las filas de los
amigos inseguros y no decididos de la revolución. Este es
el tercero. (Roca, 1980)

O sea haciendo uso de circunstancias diferentes se traspoló


un discurso para legitimar una línea de partido hacia una
táctica realista y revolucionaria según se llamó. Y se legitimó
en este sentido para el partido otra lógica ideológica que se
unió a la concepción de unidad para cerrar su línea de trabajo

| 109
en lo adelante en correspondencia con todos los panoramas
ilustrados con anterioridad. La intención nacional.
[…] la nación es pues el punto de partida para reconocer al
cubano…En el terreno conceptual aparecen de inmediato
una gran complejidad —y ciertas insuficiencias— alrededor
del propio concepto de nación, de la identidad nacional y de
sus relaciones con otras identidades y factores, del Estado,
los nacionalismos, las diferentes aproximaciones científico
sociales posibles […] La constitución del Estado nacional
resultó el mecanismo eficaz de una clase dominante a su
vez dominada, capaz de ejercer la hegemonía a un nuevo
nivel de complejización mayor. Eso fue posible porque el
Estado republicano satisfizo un ideal de todos los cubanos,
aunque fuera totalmente ineficaz de servir a la liberación
nacional. Las representaciones colectivas de que la unidad
de todos los cubanos, la politización de lo social y a la utili-
zación amplia del poder político son tres factores positivos
y necesarios para realizar la liberación, quedaron también
asociadas de manera permanente a las ideas revoluciona-
rias. (Martínez Heredia, 2005)

La concepción de la unidad entendida como paso previo e


indispensable para la materialización de cualquier intento
transformador se auxilió de la cuestión nacional desde su
perspectiva más teórica: “el factor nacional, la defensa de
la patria cubana, oprimida por el imperialismo, no es causa
ajena al proletariado, sino su primera obligación, su supremo
deber” (Roca, 1935).
Pero la etapa se extendió no solo a la labor divulgativa
sino además a su acceso al poder político y a la capacidad de
gestión y alianzas logradas.28 El Partido Unión Revolucionaria
(PUR) y su vocera la revista Mediodía29 fueron, a los efectos
de políticas culturales, dos espacios prácticos de consecución.
Sin abandonar su vocación cultural llevó el mensaje orienta-
dor y revolucionario que precisaron los comunistas. A ello
contribuyeron la divulgación del pensamiento de izquierda

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cubano y extranjero de: Carlos Montenegro, Loló de la To-
rriente, las hermanas Villar Buceta, Carlos Rafael Rodríguez,
Raúl Roa, Ángel Augier y el propio Nicolás Guillen; las ca-
ricaturas de Hernández Cárdenas (Her-Car); la obra de los
españoles Miguel Hernández y Rafael Alberti junto a la infor-
mación y apoyo a la lucha de Lázaro Cárdenas en México, al
pueblo español y a todo el movimiento antifascista. Escribió
además Blas Roca con el seudónimo de Marcos Díaz.
La consecución en lineamientos de lo que se pudo enten-
der como las políticas públicas del partido para el periodo
de estudio y su relación con el marxismo lo constituyó la III
Asamblea Nacional del Partido Comunista de Cuba, efectua-
da en la ciudad de Santa Clara 10-15 de enero de 1939 con el
titulo “La unidad vencerá al fascismo” y que apuntó sobre la
“Educación Comunista” ideas importantes para su quehacer
en lo adelante:
El otro problema importante relacionado con la construc-
ción del partido, es el de la educación revolucionaria de
sus miembros […] Es un gran error creer que por el solo
hecho de que alguien llene la plantilla y lea los estatutos, ya
es comunista completo […] No, ese ciudadano, no es más
que uno que quiere ser comunista, que quiere aprender
los métodos de trabajo comunistas, que quiere ser un tra-
bajador activo por el socialismo […] Hay que educar esos
ciudadanos, hay que desarrollar su conciencia política,
enseñarles pacientemente, sin precipitaciones, sin impa-
ciencia, las reglas del trabajo comunista […] Para llevar a
cabo esa educación hay que organizar en primer término la
distribución y venta de la literatura marxista, de los folletos
de nuestro Partido,de los libros de Lenin, de Stalin, de En-
gels, de Marx. Quien no sabe hacer esto, no podrá ayudar
a crecer el Partido [...] En segundo lugar, es necesario orga-
nizar círculos de estudio, lecturas comentadas, conferen-
cias sobre principios de comunismo, mediante los cuales
los compañeros que comprenden mejor los problemas los
explican a los más atrasados y se despierta el entusiasmo

| 111
por el estudio [...] En tercer lugar, hay que aprovechar el
trabajo práctico para la educación de los miembros del
Partido. La realización de cualquier trabajo, de cualquier
movilización, debe ir precedida siempre por una amplia
explicación política de su importancia, de las razones de
su realización de sus consecuencias probables. Al mismo
tiempo hay que extraer todas las experiencias de las movi-
lizaciones realizadas, señalando las debilidades, las partes
positivas y las faltas, para que sirva de enseñanza a todos.
(Roca, 1939: 249)

O sea que la educación comunista hacia la ideología marxista


unida a las defensas de la cultura nacional concentraron las
líneas fundamentales de las estrategias del partido desde sus
políticas culturales. Con los matices locales de significado que
se le atribuyen no solo desde lo que expresó y sus intenciones
sino desde la apropiación concreta de la audiencia. El marxis-
mo como arma de lucha de clases devino educación revolu-
cionaria donde la concepción militante era para los valores y
costumbres de la época una suerte de catecismo pasional que
respondió al espíritu “revolucionario” que desde la mayoría
de los discursos fueron modas para la sociedad hasta de las
necesidades de lograr instancias de poder gubernamental.
Claro que la educación fue una expectativa para la época con
altos niveles de analfabetismo y que el partido incluyera a los
sectores menos favorecidos en el centro de la educación era
genuinamente marxista y un logro para su proyecto de nación.
La cuestión fue en cómo se instrumentalizó. Ahora bien con
respecto a la asamblea constituyente el partido más que apor-
tar sobre la teoría marxista incidió en el valor nacionalista y
democrático de la misma, tanto desde la preparación como
en los debates. En ello la labor de los comunistas fue vital
porque aunque Marx no escribió en términos de pasiones, sí
entendió de necesidades que se tradujeron en pasiones na-
cionales, en voz de lo que en ese momento sí se pudo llamar

112 |
patria o pueblo. Pues las sesiones fueron seguidas a través
de la radio Mil Diez. Esta fue una importante conquista con el
respaldo del movimiento sindical, ya que hizo posible el apoyo
de las masas de todo el país a las exigencias de los delegados por
URC. Propició que los radioescuchas hostigaran el Capitolio con
mensajes y exigencias a favor o en contra de los asuntos a debate.
Las demandas sociales de los comunistas y la defensa que
se hizo de las posiciones de la URSS, más que a la doctrina
marxista, respondió a su labor militante y al proyecto de na-
ción que trazaron a partir de 1935. El marxismo, en este caso,
tuvo un lugar social simbólico que acompañó sus defensas.
En lo declarativo fue la Constitución más avanzada del con-
tinente americano, y dio la oportunidad para la lucha legal
por su cumplimiento. Aportó en participación y autonomía
de la clase desposeída, apostando por una concepción clasista
marxista, a los efectos teóricos.
La conferencia “Aspectos de un Programa Constitucional”,
dictada por Juan Marinello a nombre de “Unión Revoluciona-
ria” en el ciclo de charlas sobre los Proyectos de Constitución
organizado por el “Club Atenas”, destacó en el plano educa-
cional30 la perspectiva del partido en lo adelante. Por supuesto
que en correspondencia con las directrices de la organización.
En este caso, se encaminó hacia la defensa de la justicia como
criterio ético que fundamentó no solo la necesidad de la edu-
cación sino la de garantizar lo recursos óptimos para ella.
Claro que en el hacer de la educación la vía revolucionaria
cayó en algunas trampas a la hora de concretar sus políticas
directrices.
Por los resultados electorales31 se confirmó que una buena
parte del electorado estuvo interesado en que la Constitución
reflejase los anhelos democráticos y de mejoramiento social
de las masas. La Constitución logró condensar las pasiones,
emociones y frustraciones del cubano que aunque su nivel de

| 113
analfabetismo era inmenso, y probablemente no tuvieron la
mínima cultura jurídicay de alguna manera determinaron en
sus resultados: “una de las primeras Constituciones de cor-
te social de América y del mundo”. Y la recuperación de la
autoestima de las masas populares. Aunque los casi veinte
años posteriores se encargarían de traducirlos en expectativas
frustradas. Concluidas las sesiones, la nueva Constitución32
se firmó el 1 de julio en Guáimaro en Conmemoración de la
primera Asamblea Constituyente de Cuba Libre. Que no dejó
de enfatizar el carácter nacionalista de ella.
Sobre las elecciones generales de 1940 la URC llegó a los
anuncios de los comicios generales con el papel desempeñado
en la Constituyente. El programa de gobierno de Batista que
se realizó en la práctica, presentó con la consigna central de
“Democracia, Justicia Social y Defensas de la Economía Na-
cional” e incluyó el mantenimiento de la paz y la neutralidad
de Cuba ante la guerra imperialista. Fue las síntesis de las
aspiraciones y objetivos inmediatos de las fuerzas democrá-
ticas y de izquierda, representativas de los intereses de las
masas populares y de los sectores más radicales de las capas
medias.33
Por los resultados en números pareciera poco lo que se
logró, pero significó el primer partido comunista en América
Latina con representación en un Congreso burgués en el in-
tento de adoptar o propiciar medidas en beneficio popular. En
el ámbito interno el partido se empezó a pensar en términos
de conciliación política y de alcance de poder a partir de la
masificación o aceptación popular. Claro que eso reforzó una
concepción pragmática del poder y una política en función
de consolidarla por una parte y por otra, que los sectores
desposeídos tuvieran una expresión en las demandas de los
comunistas.El plato estuvo servido para traducir al marxismo
en una lucha de clases desde los ideólogos del partido hacia
el mantenimiento del poder como vía para defender los de-

114 |
rechos y necesidades de las masas. La estrategia continuó: la
educación de las masas. Las vías: las alianzas de clases y la
ampliación de los medios culturales para promover y divulgar
sus “intenciones partidistas”. Y digo “intenciones partidistas”
porque se mantuvieron en la perspectiva coyuntural de ade-
cuarse según decisiones de la Internacional y, a partir de los
espacios de poder alcanzados, según les garantizaba mayor
cuota.34
Las políticas culturales35 tuvieron entonces, entre otros
efectos, una función eficaz: servir para subrayar el carácter
impersonal de los determinantes ideológicos e históricos de
sus estrategias. En este sentido, las prácticas culturales po-
seyeronuna cierta estabilidad dentro de la sociedad de modo
que ordenaron y dieron significado y valor a las conductas,
como un instrumento de ordenación y orientación para la ac-
ción militante. En el caso que ocupó las iniciativas, proyectos
y alianzas culturales del partido determinaron los sistemas
simbólicos del marxismo oficial en Cuba en las décadas del
cuarenta y cincuenta, expresión de su lucha.
La labor de los comunistas cubanos en la esfera de la cultu-
ra durante el período alcanzó sus concreciones mayores en la
década de los años 50, cuando rediseñaron su política cultural
en un profundo proceso autocrítico y crearon la Comisión
para el Trabajo Intelectual (1953), integrada por Carlos Ra-
fael Rodríguez, Juan Marinello y Mirta Aguirre, junto a otros
miembros del propio Partido. La Comisión determinó el nivel
de conocimiento de la teoría en aquellos años y la dependen-
cia de decisiones emanadas de la dirigencia del movimiento
comunista internacional. De ahí que se adherían escritores
y artistas vinculados con la organización. Trabajó en la for-
mación de un frente amplio donde tuviesen cabida diversos
sectores de la intelectualidad y los artistas, en la lucha común
contra la guerra fría y por la preservación de la paz. Alentó y
dirigió el quehacer de instituciones progresistas que promo-

| 115
vieron la literatura y el arte de los creadores cubanos en las
difíciles circunstancias que atravesó el país bajo la dictadura
de Batista. La realización mayor de la política fue la Sociedad
Nuestro Tiempo, que se fundó en 1951 y que desde 1953 es-
tuvo orientada por la Comisión a través de Mirta Aguirre.

Un proyecto y un pensador

Abril de 1954 testimonió lo que hacía tres años transcurrió


en los circulos de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo. Fue el
primer número de la revista que constituyó el órgano teórico
y difusor de la vida política y cultural de esta Sociedad. Por
eso tuvo su nombre Revista Nuestro Tiempo y posee el valor
historiográfico de guardar las memorias del ambiente cultural
en el que se desenvolvió principalmente el cotidiano repre-
sentante de la clase media de aquellos tiempos, protagonistas
y herederos de la revolución que se gestó.
Harold Gramatges, el director de la revista, en la nota Edi-
torial del primer número anunció una intención clásica en las
revistas culturales de la época cuyo fin, en última instancia,
fuera la emancipación social y el desarrollo creador de una re-
volución que incluyó al sujeto todos como actor o protagonista
de su quehacer intelectual. Y de ello se trató, en fin de cuentas.
De ofrecerle alternativas a la vida para lograr vivir en opresión
con esas armas humanistas que brindó el arte creador.
Y en ese quehacer, a toda la carga ideológica nacionalista
y antimperialista del proyecto unitario del partido, se juntó
la lucha contra la violencia de Batista. La Sociedad Cultural
Nuestro Tiempo tuvo así desde su propio nombre la arries-
gada intención (típica de la generación de jóvenes que la en-
gendraron y del propio espíritu reaccionario de la época), de
socializar la cultura con una perspectiva contemporánea. O
sea, se apropiaron de las necesidades políticas, económicas y

116 |
sociales de los sectores populares para reflejarlos en la vida
cultural. Se encontró un lugar en el arte popular y social que
se engendró para sumar al proyecto cultural de construcción
de la nación expresiones de la visión marxista del arte como
ideología.
Desde las proyecciones documentalistas semejantes al cine
ojo se intentó sensibilizar desde el arte a sectores desposeídos
y sin visibilidad para los efectos de la creación. Se involucró
además con el realismo soviético y a la intención de un arte
propio para el proletariado. Aunque ninguna de esas posturas
era explícita para los artistas de la sociedad cultural. Lo que si
los caracterizó fue la intención nacionalista radical donde se
procuró amar lo que se engendró desde la vida cotidiana, des-
de la naturaleza del cubano, desde sus necesidades, desde los
miedos que provocó las políticas del gobierno con las ansias
de ser libre para ser humano. Era una cultura que se nutrió
de las más amplias corrientes de pensamiento con un tronco
común en el ideario martiano y una historia construida ya
desde la exégesis mítica revolucionaria.
La crítica fue un espacio perfecto de expresión nacional.
De encarar al cubano como centro de la creación artística,
incluso aunque el fundamento teórico proviniera del exis-
tencialismo con expresiones en Sartre, Heidegger o de las
propuestas de Unamuno u Ortega y Gasset o del marxismo
stalinista que sacudió principalmente a los comunistas. Por-
que tuvieron escuelas diferentes, ideologías diferentes, forma-
ciones diferentes, desde las nutridas fuentes de pensamiento
provenientes de los estudios en los centros de la cultura mun-
dial. En un mundo de constantes encuentros iberoamericanos
y ansias liberadoras, abogaron por una máxima: priorizar lo
nacional en las propuestas.
La Juventud Socialista y el Partido Socialista Popular apo-
yaron y orientaron la iniciativa desde sus inicios. Y ello no
significó, para nada, que la sociedad fuera comunista sino que

| 117
contó con la supervisión y el apoyo de los comunistas cuba-
nos, entre otros. Ya desde 1953 se creó por los comunistas la
Comisión para el Trabajo Intelectual por Carlos Rafael Rodrí-
guez, Juan Marinello y Mirta Aguirre junto a otros miembros
del propio partido. La política cultural del partido logró so-
lidez en ese periodo. Aunque no dejó de ser ideológicamente
dogmática y partidista, como posibilitaban la política cultural
stalinista y la dirigencia del movimiento comunista interna-
cional al que pertenecieron.
Pero la diversidad no creyó en contemplaciones cuando
se trató de la lucha antibatistiana y antimperialista. La So-
ciedad Cultural tuvo también sus apuestas políticas. En un
orden de importancia para la exposición se pudieron ubicar
tres eventos políticos significativos. Uno, cuando jóvenes de la
Sociedad se opusieron a la intención de dividir en dos el país,
con el Canal Vía Cuba, al servicio yanqui. Otro, cuando se
promovieron protestas de los pintores cubanos contra la falsa
Bienal auspiciada por la dictadura. Y probablemente lo más
atrevido (aunque fue primero) de su quehacer político fue la
intención estética revolucionaria de sus promotores al cons-
tituirse la entidad, clara expresión de su proyecto de nación.

Nuestra estética es la de un arte americano, libre de pre-


juicios políticos o religiosos, enaltecidos por encima de
concesiones, que sea síntesis de lo que estimamos vigente
y permanente en América. No nos interesan ni la oscu-
ridad muerta ni la endeblez académica, sino una estética
tan infinita como el hombre mismo. Surgimos para traer
el pueblo al arte, acercándonos a las inquietudes estéticas
y culturales de nuestro tiempo, precisamente ahora en que
se intuyen ya estas realidades, demanda un vehículo que
le permita palparlas y asimilarlas para su más rápida for-
mación y madurez cultural […] Somos la voz de una nueva
generación que surge en el momento en que la violencia,
la desesperación y la muerte quieren tomarse como únicas
soluciones. Nos definimos por el hombre, que nunca está

118 |
en crisis, por su obra que es su esencia permanente. (Gra-
matges, 1954: 31-2)

La naturaleza de una generación que se nutrió de los deseos


más liberales impuso cambios radicales en la vida del país
expotadasdesde las capacidades objetivas del sujeto revolu-
cionario. El protagonista del cambio también fueron jóvenes
en busca de su identidad nacional. Probablemente porque
tuvieron una Constitución del 40 de lo más radical para su
época lastimosamente incumplida, expresión de las expec-
tativas frustradas. Por la constante ruptura de sus derechos
ciudadanos. Por los infinitos episodios de violencia que padeció
el pueblo. Y por todo.
El cambio, que constituyó una expectativa de la época,
en la Sociedad Cultural se tradujo en admisión de todos los
"ismos" sin afiliarse a ninguno. Recibieron como maestros a
destacadas figuras del arte, la literatura y el pensamiento, que
junto a sus diversas formaciones determinaron en la conso-
lidación del proyecto. En ella maduraron músicos orientados
hacia lo popular y lo cubano junto al músico José Ardévol,
quien enseñó del rigor de la creación. Y surgió el verdadero
cine cubano en figuras como Alfredo Guevara, Julio García
Espinosa, Titón Gutiérrez Alea, Pepe Massip, Jorge Haydú y
Jorge Herrera. O en el caso de Santiago Álvarez lo condujo a
ser el primer documentalista de nuestros tiempos.
La cultura oficial constituyó un campo de batalla de la So-
ciedad, sobretodo desde la fundación del Instituto Nacional de
Cultura (INC) que fue la principal arma de la política cultural
de Batista en los últimos años de la década del cincuenta. Tal
vez, la mayor manifestación de tal propugnación fue la expe-
riencia cinematográfica, que dio los primeros frutos del cine
cubano en el periodo revolucionario dónde resaltó el documen-
tal El Mégano, realizado por jóvenes cineastas de la Sociedad.
¿Sobre el quehacer de la revista? Fue una manifestación
más de la institución. Un medio difusor que permitio dimen-

| 119
sionar hacialas provincias y fuera del país. En ella se concretó
los objetivos de la Sociedad del rescate de la cultura propia
contra la penetración norteamericana y los intentos de apoyo
a la cultura oficial. Y, de hecho, la memoria para el futuro se
facilitó mediante la publicación. Claro, que tal caracterización
respondió a un análisis del contenido de sus artículos porque
visualmente no resultó vendible. Tuvo falta de colores, careció
de instrumentos editoriales básicos para su edición. No usó
imágenes que ilustraron o fundamentaron sus intenciones. Y
distó mucho de tener un público popular que lo entendiera.
No obstante, resaltaron artículos de balance crítico que
recrearon las condiciones específicas del arte en Cuba. En el
caso del teatro se pudo nombrar el artículo “El teatro en Cuba:
formas de una expresión por definir” de Mario Rodríguez
Alemán (1955), con el que se logró un balance del estado del
teatro en Cuba y propuso soluciones. Pero el ejemplo más
significativo para recrear el ambiente cultural que se expre-
só desde la revista lo constituyó sin dudas la crítica de Juan
Macías (1955) sobre “Muertos sin Sepultura” (Éxito de Teda y
Nuestro Tiempo). Una crítica posesionada de las intenciones
del autor, el mensaje que expresó.
Era recrear las condiciones para el espectador y las posi-
bilidades de ser un héroe. Se podía crear desde lo cubano y
desde sus condiciones, por difíciles que fueran. El sujeto real
del cambio no perdió la capacidad de ofrecerle al público la
esperanza del poder. Aunque lo más significativo para Ma-
cías fue la recepción que tuvo por el público: la obra se puso
por siete días consecutivos, a salón lleno y con una cifra sin
precedente para el teatro no profecional. Y en la critica no
faltó el llamadohacia un arte nacional o propio, manifestación
esencial de las posturas marxistas nacionales:

No es extraño que organizaciones de veteranos de la lucha


contra la ocupación Nazi se hayan manifestado en Francia

120 |
contra esta obra por no reflejar, por desfigurar, el verdadero
carácter patriótico, heroico y revolucionario de la Resisten-
cia […] Que no le queden holgados a Erick Santamaría y a
TEDA este laurel. Que recuerden bien que están solamente
en el comienzo. Queda mucho que hacer. Hay retos más
difíciles y más esenciales para nuestro teatro. Por ejemplo:
¿por qué no emprende TEDA la presentación de una obra
cubana? Lo nuestro necesita para su desarrollo la interpre-
tación digna, que raras veces obtiene. He aquí el Director y
los actores capaces de otorgársela.

En síntesis hubo varios asuntos para Juan Macías, represen-


tativo de la mayoría de la Sociedad, dignos de resaltar. El
verdadero significado de la puesta fue develar las posibilida-
des reales que tuvo el pueblo de convertirse en héroes y de
construir su propia historia con un énfasis particular en la
resistencia, cuyo problema era cotidiano. Otro tema, que no
por gusto cerró la crítica, fue el reto de construir sus propias
obras, sus propias creaciones.36
Con respecto al pensador, ¿qué se puede decir de Car-
los Rafael Rodríguez37 en un estudio sobre el lugar social
del marxismo?Mucho, sobre todo porque era de los jóve-
nes, que más y mejor lo defendió. Sintetizó las principales
tendencias del marxismo desde la concepción “oficial “del
partido de los comunistas.
En su obra el marxismo-leninismo encontró maneras, es-
trategias y modos de expresarse. Y fue que, desde su ingre-
so en el partido comunista, reforzó la adecuación doctrinal
como instrumento ideológico del contexto nacional, con vi-
gencia posterior en el período revolucionario. El significado, la
temporalidad y el dominio de su ideología marxista fue parte
del proyecto nacional del partido de los comunistas. De ahí la
importancia de volver y continuar reflexionando con su obra,
en su obra y desde su obra.
El cuestionamiento por el lugar de la ideología marxista
ante las continuas problemáticas sociales caracterizó sus ar-

| 121
tículos. Tanto frente a la religión como frente a asuntos como
la enseñanza de la historia de Cuba, o las discusiones sobre la
pureza del arte, como en los problemas raciales. La filosofía de
la praxis de Carlos Rafael se puso en función de una realidad
a transformar desde variantes de unificación y nacionalismo
que respondieron a su militancia.
Desde una visión integral de sus obras en el período se de-
fendió el materialismo histórico como el marxismo aplicado al
terreno de la historia y de los hechos sociales. "[…] es un modo
nuevo de concebir la historia y las relaciones sociales aplican-
do a ellas los principios del materialismo dialéctico.” Tesis de-
fendidas desde la utilización e instrumentalización de autores
como C. Marx (XVIII Brumario; Manifiesto Comunista; Tesis
sobre Feuerbach; El Capital, t-1), de F. Engels (Las guerras de
los campesinos; El Anti During); de J. Plejanov (El papel del in-
dividuo en la historia);38 de V.I. Lenin39 (Apuntes críticos sobre
el problema nacional, Materialismo y empiriocriticismo); y de
J Stalin (Materialismo Dialectico y Materialismo Histórico).
Para la tarea teórica de la ideología de los comunistas de
la época lo más importante de la obra de Lenin resultó la
base ideológica permanente del marxismo leninismo: el mo-
vimiento obrero. Y como instrumental, el pequeño folleto,
resumen de la filosofía marxista que fue Materialismo dia-
léctico y Materialismo histórico de Stalin. Carlos Rafael lo
resaltó “como de las más preciadas contribuciones de Stalin
al desarrollo teórico del marxismo junto a sus enseñanzas de
cómo conducir las masas al triunfo.”
Ello significó, por la interpretación de Carlos Rafael, la
concreción de la importancia de las luchas políticas y de la
búsqueda en tratados, juegos diplomáticos y debates parla-
mentarios, antecedentes apreciables para conocer la historia
de cada país y el desarrollo universal. En esta construcción lo
determinante era el modo de obtención de los medios de vida
necesarios para la existencia de los hombres, el modo de pro-

122 |
ducción de los bienes materiales: calzado, vivienda, combus-
tible, alimentos, etcétera. El modo de producción se extendió
como la base sobre la cual actuaban el medio geográfico, la
raza, la población y hasta las ideas de cada época.
La idea marxista que guió la interpretación de la mayoría
de sus enfoques sociales fue: “no es la conciencia del hom-
bre la que determina su existencia, sino, por el contrario, la
existencia social la que determina su conciencia”. Y por su
papel de ideólogo en el partido la idea de la ideología como
falsa conciencia y del materialismo histórico conformaron sus
representaciones generales articuladas a las defensas estraté-
gicas militantes ya estudiadas.

[…] al expresar un punto de vista correspondiente al interés de


la clase social a la que pertenecen o cuyo predominio ideoló-
gico aceptan, no lo hacen partiendo de los intereses materia-
les inmediatos, sino con una falsa conciencia, creyendo que
obedecen a impulsos ideales o a criterios científicos objetivos
[…] Cuando Aristóteles defendía la esclavitud como una ins-
titución natural, no hacía más que expresar los intereses so-
ciales de las clases dominantes en la Grecia de su época, pero
ese interés de clase se manifestaba en él bajo la forma de una
aparente verdad científica, basada en la diferencia biológica
"natural" entre señor y esclavo. El proceso ideológico escondía
las fuerzas motrices que lo impulsaban. (Rodríguez, 1938)

Un detalle interesante apuntó Carlos Rafael hacia los escritores


marxistas cubanos que concretó la utilización del materialismo
histórico y respondieron a las intenciones de construir una
nueva historia con las herramientas de la teoría marxista. Para
ello se auxilió del texto de Plejanov, que hizo una explicación
detallada de cómo enfocar el materialismo histórico hacia los
individuos en la historia:

[…] Determinar si Céspedes fue impulsado por la "falsa


conciencia" que le llevaba a ver en su odio a España un

| 123
simple sentimiento patriótico o si tenia plena conciencia de
la necesidad económica que lo movía; indagar si la quiebra
económica producida por la crisis mundial de 1857, como
insinúa Ramiro Guerra, convirtió en revolucionario acti-
vo y militante "a Francisco Vicente Aguilera quien según
dicho historiador jamás lo habría sido en circunstancias
normales debido a su manera de ser modesta y condición
apacible y bondadosa" unida un "carácter un tanto irreso-
luto". (Rodríguez, 1938)

Auxiliándose además de las tesis sobre Feuerbach, Carlos


Rafael apuntó que el materialismo histórico sostuvo que las
circunstancias sociales en que el hombre se movió determinan
su acción, la limitan y fijan el marco en que puede moverse
su voluntad "libre". Otra de las temáticas fue el marxismo en-
tendido como la teoría del proletariado. Sobre ello tuvo varias
ideas. El proletariado como la única clase capaz de apreciar en
toda su significación la grandeza de la tradición nacional y el
llamado hacia la clase obrera sobre la vanguardia de la lucha
por nuestra plena independencia. Unido a que los intereses
de la clase obrera representó los de la nación cubana.
Los análisis sobre la cultura tuvieron un lugar revelador, en
aras del amplio movimiento cultural de la época. En algunos
de sus trabajos, mayoritariamente periodísticos, se despren-
dió la intención de encontrar para la ideología del partido al
sujeto oprimido, criollo, cubano. Hacia una estética revolu-
cionaria implicada con los tiempos y sus protagonistas donde
el marxismo, el arte y el uso del discurso político (Rodríguez,
1937) tuvieron las clásicas tesis del arte en tanto ideología que
no respondió tanto a la concepción de Marx sobre el tema
sino a la apropiación posterior que se hizo del asunto, ampa-
rado por una lógica de materialismo dialéctico aplicable a los
condicionamientos sociales.

¿Qué otra consigna podía esgrimirse frente a él que la de


afirmar reiteradamente que la pureza artística es un sim-

124 |
ple escamoteo de la verdad y que el artista honrado debe
exponer recia y completamente los vicios del sistema ideo-
lógico de que el capitalismo se mantiene? […] creemos que
el artista no “debe” producir según tal o cual ideología sino
inexorablemente, quiéralo él o no, aparte de sus preferen-
cias subjetivas, cuando poetiza o cuando escribe refleja en
sus obras el punto de vista con que enjuicia el mundo […]
Pero, si dilata su pupila y tiene las retinas encurtidas podrá
resistir en ellas la herida que esa visión espantosa del mun-
do moderno infiere a cada hombre sensible y será entonces
capaz de trasladarla en palabras modas, logrando de este
modo un arte sin intención propagandística pero que ha
de contribuir con seguridad a la faena revolucionaria. Tal
artista no será necesariamente apologético ni tendencioso
sino objetivo. Pero para serlo es menester que se coloque
según adecuado miraje. Y no hay otro en esta hora de la
historia que la doctrina marxista prismático de la ansiedad
humana. (Rodríguez, 1937: 276)

Terminar con Carlos Rafael resultó de la conclusión de que


incluso dentro de la concepción “dogmática” del marxismo
oficial las adecuaciones mismas fueron distintas. En este pensa-
miento hubo tendencias ideológicas marcadas por una cultura
y habilidad donde las tesis marxistas se trabajaron diferentes.
En una suerte de análisis marxista sobre la alienación de la
clase trabajadora y la necesidad de humanizarse. Sucedió con
el problema racial y su disertación de
¿Hasta dónde —en efecto— la bullanguería de guitarra y
solar es en Papá Montero negra sin alienidad ni compromi-
sos? Tanto la bullanguería, la guapería, el alboroto descritos
en los versos de Papá Montero de Guillén son caracterís-
ticos del negro y el blanco cubanos. Y en ello radicó su
primera conclusión en su Curso sobre poesía negra, en una
especie de confusión entre lo realmente negro o lo que para
el autor no fue más que lo cubano. (Rodríguez, 1937: 276)
Así planteó la necesidad de organizar la polémica ideológica
también desde la filosof ía. Y surgió, en nuestro contexto como

| 125
un enfrentamiento al “americanismo”, o como un reflejo del
antiamericanismo. A esas alturas tanto la historia, la teoría, el
marxismo y hasta la propia ideología han dado valoraciones
suficientes a los fundamentos dogmáticos que caracterizaron
dichas propuestas.Pero lo que no se puede negar fue que
constituyeron partes considerables de nuestro proyecto de la
nación, y en tanto perfiles culturales cubanos deben tomarse
en cuenta a la hora de juzgar y pensar en lo cubano, por la
herencia y las determinaciones.
Esto fue un ejemplo de articulación del matiz ideoló-
gico que ofreció el marxismo-leninismo a las intenciones
emancipadoras y de unificación del partido que prevale-
cieron en el ambiente nacional de las ultimas dos décadas
neocoloniales. El asunto sería ¿por qué prevalece a la altu-
ra de nuestros tiempos sin el cuestionamiento contextual
que desentrañan las intenciones del autor y la audiencia a
que se refirió? ¿No será que el valor universal tiene que ir
acompañado del contexto teórico metodológico tal y como
nos enseñó además Carlos Rafael?
La historia les ha rendido cuentas a favor y en contra. El
punto sería, rescatar lo aprovechable de estas tesis: nuestra
tradición (aún fielmente asumida). A mi modo de ver, la ma-
nera en que se dialoga con los sectores populares reconocien-
do sus problemas y ofreciendo alternativas para solucionarlas.
Y ese nacionalismo radical que junto a la sandunga y la cum-
bancha, matizaron el cubaneo.

Para concluir
En una suerte de aceptar la invitación de Hebe Bonafini de
que “El marxismo no solo hay que estudiarlo también hay
que vivirlo”. Y no tanto hacia la intención romántica de la
frase y también hacia tal intención. Porque el marxismo tuvo

126 |
la genialidad —no sé si teórica e ideológica o emotiva— de
despertar en su filosof ía de la praxis la necesidad revolucio-
naria de reproducirse culturalmente en su negación y en su
apropiación. Para la actualidad, adentrarse en la historia del
marxismo rebasó la lucha entre dogmáticos y no dogmáti-
cos hacia el reconocimiento del marxismo como entramado
ideológico cultural de nuestra nación. Ello implicó, como
mínimo, conocerlo. De ahí que los análisis filosóficos reali-
zados demostraron que en filosof ía no hay solución para el
problema científico sino historia del problema, que permite
referencias y fundamentos para el presente de las ciencias
sociales, en aras de concebirse como ciencia de la discusión
y posesionarse como teoría crítica de la sociedad. El ejem-
plo lo constituyó el lugar social del marxismo, que siendo la
doctrina oficial tuvo legitimidad y la perdió en las relaciones
sociales de su historia.
En el asunto de la apropiación del marxismo no se puede
desconocer que surgió en una doble significación: como teoría
de la subversión social de la clase trabajadora y como expre-
sión ideológica del bloque histórico comunista. Por ello son
tan proclives las tesis de revisionismos, de marxismo igual
a comunismo o socialismo, el mito del anticlericalismo, o la
defensa de los oprimidos, etcétera. Y es que, el carácter oficial
del marxismo, también dotó de universalidad mitológica a la
aprehensión cotidiana y académica. Al punto que, al menos
en Cuba, la mayoría de las personas dan algún significado a
su término y eso le garantizó una existencia.
Lo fundamental de las prácticas culturales fueron las ma-
neras en que se afianzaron a las estrategias del partido. En
específico el marxismo no dejó de ser la ideología que justi-
ficó la defensa de las masas populares que encontraron en el
partido el espacio y desarrollo de sus inquietudes. Por ello se
convirtió en parte indisoluble del propio proyecto nacional
porque en sus defensas, incluso, de lo más radical fue objeto

| 127
de legitimación y deslegitimación del discurso nacionalista.
De ahí resultaron nuevas tesis sobre cultura de resistencia en
el proyecto nación.
El acercamiento a la problemática impuso nuevos cues-
tionamientos para enfrentarse: ¿de qué marxismo se trata?
¿Cuáles son los significados, intenciones y propósitos para
la época de estudio? El despertar interés por el reencuentro
con la historia nunca podrá ser un proceso óseo para el hacer
de la filosofía, máxime si continua siendo un problema de
investigación.

Notas
1
Ser marxista es sinónimo de comunista, de revolucionario y lo peor es
no serlo.
2
Un ejemplo del arte revolucionario y de sus principales posturas lo cons-
tituyeron los trabajos de cine documental que los iniciaron. A partir de
un grupo de jóvenes pioneros en una aldea soviética, Dziga Vertov acercó
con su cámara a la realidad de los cambios producidos en Rusia tras la Re-
volución. Con lo que denominó como el “ojo” del objetivo, mostró como
se transformó la injusticia, el atraso y la pobreza tradicionales de la clase
trabajadora y campesina rusas, y nació un mundo nuevo.
Un mundo nuevo revolucionario, que cambió totalmente el pasado y que también
se proyectó en la creación artística. Apareció con ello una nueva expresión de
cine: el cine documental. Es lo que se conoció como “cine-ojo”, estilo cinemato-
gráfico en el que Dziga Vertov y el cine soviético fueron innovadores.

3
Por solo tener una idea de lo que significaba el arte proletario en las
Tesis del informe a la Primera Conferencia de Organizaciones de Cultura
Proletaria —Proletkult— de toda Rusia, Anatoli V. Lunacharsky bautizó
el carácter ideológico en el sentido político del arte. Ello significaba un
obstáculo al desarrollo pleno de la creación. “El arte es, o bien expresión
pura de la ideología de tal o cual clase, o bien experimenta sobre sí las
influencias cruzadas de varias clases; pero el análisis clasista de la obra de
arte es el método más fructífero para su investigación” A la concepción
del arte no le quedó otra. Tuvo que sumirse en la “psicología de la clase”

128 |
si quería el reconocimiento oficial como posteriormente se llamara para
explicar el carácter clasista de la clase y su legitimación en la sociedad.
Ello era lo que determinaba “el futuro arte proletario” (véasse Conferencia
de Organizaciones de Cultura Proletaria de Toda Rusia, 2000.
4
El realismo socialista como el método principal y por excelencia del arte
soviético se asoció con mayor fuerza generalmente con el período 1930-
1950, con J Stalin. La política cultural del realismo soviético respondió,
en alguna medida, a la búsqueda de una consonancia con las metas y
objetivos de la sociedad socialista. Fue un arte oficialmente aprobado
para seguir la doctrina del realismo socialista. Uno de los artistas sovié-
ticos oficiales más conocidos fue Aleksandr Gerasimov. A lo largo de su
carrera produjo un elevado número de pinturas heroicas de Stalin y otros
miembros del Politburó.
5
El arte de la inconformidad que fue expresión de las discusiones entre
lo oficial y lo no oficial, lidereado por una política de realismo científico
que primó oficialmente a partir de 1930 y que mucho le tocó a los países
latinoamericanos.
6
Siendo pequeño burgués, no lograba la militancia del partido. O como en
el caso cubano con Rubén Martínez Villena que siendo el líder del partido
no logro la secretaria general por su condición clasista.
7
Engels nunca utilizó el término DIAMAT pero sostuvo en 1877 (10 años
después de escrito El Capital) que el nuevo materialismo de Marx es un
“es un materialismo sencillamente dialéctico y no necesita filosofía alguna
que esté por encima de las demás ciencias” (Engels, 1975: 11-38). Así en sus
obras el Anti-Düring y en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosof ía clásica
alemana condenó a Marx a las vicisitudes del desarrollo de la construcción
socialista en la URSS y el movimiento obrero. De la relación entre el ser
y el pensar como problema fundamental de la filosof ía moderna, Engels
pasó a la relación entre espíritu (pensar) y naturaleza (ser) para enrolarse
en un problema de la prioridad ontológica de la existencia como eje de
su pensamiento. Consecuentemente, divide la historia de las disciplinas
filosóficas en función de las respuestas a que es lo primario si el espíritu
o la naturaleza. O sea un materialismo ontológico que postuló la depen-
dencia y subordinación de la filosofía con relación a las ciencias naturales
y la reducción de la tarea filosófica al horizonte de generalización de los
resultados de aquellas. El materialismo dialectico se concibió como cons-
trucción ontológica de la cual se derivan consecuencias gnoseológicas. La
teoría del conocimiento de Engels la concibió como el conocimiento con-
ceptual imagen del mundo real. Este conocimiento al que se le atribuyó la
propiedad de ser una imagen exacta de la realidad, producida por el cerebro
humano, constituyó la base fundamental de lo que fue la teoría del reflejo.
La ecuación de la operación engelsiana del materialismo dialéctico tuvo
la ecuación: idealismo de Hegel más materialismo de Feuerbach igual a
Materialismo Dialéctico (véase Kohan, 2003).

| 129
8
Jorge Plejanov el principal generalizador del sistema filosófico iniciado
por Engels. En aras de su reproducción hegemónica y ante los ataques
de Bogdanov, los marodniks (populistas) y los neokantianos; recurrió a
los descubrimientos científicos y retomo la herencia del materialismo
ontológico para superar las explicaciones o divulgación hacia un nuevo
término que caracterizaría al conjunto de la filosof ía materialista: el mo-
nismo. “Todo idealista consecuente es monista, en igual grado que lo es
todo materialista consecuente” (Plejanov, 1964 y Kohan, 2003). Monos del
griego único y para Plejanov y la época significó explicar los fenómenos
por un principio fundamental único que el idealismo no le dio respuesta.
9
Bujarin en el VI Congreso de la Internacional Comunista planteó que el
“materialismo dialéctico” era el método y la concepción materialista del
mundo que sustentó la Internacional (véase Internacional Comunista,
1977, t-2: 147 y Kohan, 2003).
10
En 1905 publicó un ensayo “¿Anarquismo o socialismo?” que contenía
gran parte de las teorías posteriormente canonizadas por los manuales.
Primero definió el DIAMAT como un sistema filosófico y lo denominó
materialismo dialéctico. Sostuvo que la ciencia social no solo se derivó
de la ontología natural sino que además el “socialismo proletario”, como
movimiento político se derivó, lógicamente, del sistema filosófico. O sea
que los sistemas filosóficos dejarían de ser meras generalizaciones de la
ciencia para legitimarse como la práctica política más importante. Pues
de él “supuestamente” se deducen axiomáticamente todas las propuestas
políticas. O sea, se oficializa el sistema político filosófico como la práctica
política “ideológica” del socialismo (Kohan, 2003).
11
La polémica Kautsky-Bernstein concretó el mapa cultural e ideológico
de la II Internacional y por el lado de Kautsky aportó a la conformación
histórica del DIAMAT Ambos opacaron incluso a F Mehering, quien fue
el biógrafo de Marx.
12
Escrito por Lenin en 1908 de dónde apareció la tan discutida Teoría del
Reflejo con el concepto de materia. Esta obra fue escrita bajo la influen-
cia de Plejanov y la II Internacional y no había estudiado a la filosof ía
hegeliana, según apuntan los defensores leninistas. Para 1914 hubo un
viraje leninista que lo encamino hacia la filosof ía de la praxis de Marx y
el hegelianismo (véase Korsch, 1979 y Kohan, 2003).
13
En 1934 se opuso a la expulsión de Trotsky de Francia y rompió final-
mente con el PCF en junio de 1935 (véanse Roche, 1998 y Díaz, 2008).
14
El libro de Trotsky Literatura y revolución compila lo que originalmente
fueran artículos de periódico, donde discutió con las diversas corrientes
vivas en los primeros años de la revolución, tanto vanguardistas como
realistas, teóricas o experimentales, escrito desde el marxismo contra
las concepciones burguesas del arte pero que también le valió no pocas
discusiones dentro del propio partido bolchevique con sectores que de-
fendieron concepciones populistas para el arte.

130 |
15
El borrador de Breton empezó con un largo párrafo abordando la fa-
mosa metáfora de “base y superestructura”, tratando de fundamentar
por qué los elementos superestructurales del arte no podían reducirse
mecánicamente a la base económica. Uno pensaría que tal recurso a los
textos clásicos marxistas vendría no del poeta surrealista sino del teóri-
co marxista, sin embargo, Trotsky es quien suprime este párrafo (y más
adelante lo hará con una frase similar incluido en el borrador), no porque
no la comparta en términos generales tal como las planteaba Breton, sino
porque ese tipo de definiciones, utilizadas de manera mecánica por la
cada vez más positiva versión del marxismo “oficial”, tendía a considerar
al arte como mera derivación de la base y a perder todo filo dialéctico para
dar cuenta de él. Así, lo que quedará es el parágrafo siguiente del borrador
donde, en línea con su definición de Literatura y revolución, se define al
arte como interacción entre la subjetividad del artista y sus condiciones
objetivas, a las que en esa interacción aporta a conocer (véase Breton,
1985). Roche plantea en la introducción a la edición brasilera ya citada
esta idea. Peor más tajantemente lo hace Wald, 1995 (véase Díaz, 2008).
16
Protestan contra el documento de los 546 prisioneros de Oviedo, contra
la sentencia dictada por los tribunales a los asesinos de Luis Sirval, contra
la pena de muerte, contra la invasión fascista a Etiopía, por la libertad de
Thaelmahn, Luis Prestes y Gramsci.
17
El 25 de junio de 1935 clausuró el primer congreso. Para la resolución
final la Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cul-
tura (AIDC) quedó fundada. Luego para diciembre acogió la disuelta
Unión Intelectual de Escritores Revolucionarios, con sede en Moscú. La
reunión plenaria de la Asociación en Londres durante el mes de junio
decidió convocar para febrero de 1937 un segundo congreso en Madrid
.El secretariado de la AIDC española en octubre de 1936 envió a París la
primera declaración al Congreso “[...] esta lucha pone en juego la cultura
y con ella la libertad, la independencia, la dignidad humana, condiciones
de toda creación [...]” La invitación siguió en pie para todos los miembros.
Firmaban los españoles Alberti, Bergamín y Machado y varios escritores
europeos que acudieron en el primer momento y luchaban integrados en
las filas de las Brigadas Internacionales. La Asamblea de la Alianza espa-
ñola celebrada en enero de 1937 ratificó a su vez el acuerdo. El congreso
comenzó en el Ayuntamiento de Valencia el 4 de julio, con un discurso del
presidente del gobierno Juan Negrín dándoles la bienvenida y ofreciendo
todo el apoyo de la República. La delegación cubana: Juan Marinello, Ni-
colás Guillén, Alejo Carpentier y Félix Pita Rodríguez (véase Zorilla, s/f ).
18
En el ámbito cultural son tres las principales adecuaciones a estas políti-
cas que caracterizaron la tónica partidista: la edición de un periódico legal
con un nuevo estilo que sustituyó a Bandera Roja cuyo contenido atrajo
para facilitar sus relaciones con las masas y de la Editorial Páginas, en
marzo y mayo de 1938, respectivamente. Otra medida fue el empleo de un
medio lícito para llegar al pueblo, función que cumplió el Partido Unión

| 131
Revolucionaria (PUR) hasta marzo de 1939 que se legalizó el PCC. Y la
publicación de la Revista Mediodía quien fuera la revista oficial del PUR.
Estos medios sirvieron para la proliferación de círculos de discusión, la
publicación de folletos aclaratorios especiales y artículos de prensa; la
orientación en las agrupaciones obreras, debates en círculos intelectuales.
Por solo centrarse en unas la aparición del periódico Noticias de Hoy y
de la Editorial Páginas representaron, por la dimensión divulgativa de su
labor, una etapa superior en el despliegue de su influencia.
19
Nuestros partidos tienen que superar estas desviaciones y atreverse a
pelear sus ideas y el control de las masas populares a los demás partidos
de izquierda, socialdemócratas, o de centro, según los casos de cada país
[…] Es necesaria la comprensión por parte del partido del proletariado de
concebir y practicar la política de alianzas, de acuerdo y compromisos, en
cualquier circunstancia: resistir la ofensiva de la reacción, ampliar espacios
para la participación política […] asumir posiciones en las organizaciones
sindicales y populares, participar en las elecciones de la democracia bur-
guesa, avanzar en el proceso de acumulación de fuerzas […] El partido del
proletariado debe tener presente que estas políticas son necesarias tanto en
las condiciones de dificultades e inferioridad, así como en las circunstancias
de superioridad de las fuerzas revolucionarias (Dimitriv, 1935).
20
En que se enrarecieron las relaciones con Batista.
21
Lo más democrático en esta vida política fue el Plan Trienal o Plan de
Reconstrucción económico social dado a conocer por el entonces coro-
nel F. Batista en el mes de Julio de 1937. Se trató de un plan de reformas
sociales políticas y económicas que se le hizo propaganda por la prensa.
El plan contuvo los puntos básicos de cualesquiera de los programas re-
volucionarios de la época: banca nacional, establecimiento profusos de
bibliotecas y centros culturales en todo el país, creación de gran cantidad
de aulas para llevar los conocimientos al igual que la salud, a los lugares
más apartados; reparto de tierras con vivienda, aperos y animales a los
campesinos; seguros contra la vejez y la enfermedad. En fin, un plan ideal
que hubo cambiado el status económico social de la isla de cumplirse
Plan Trienal o Plan de Reconstrucción económico social (PRES) (Batista,
1938: 74-93).
22
“La base de aquel consenso era una institucionalidad avanzada: hacerla
cumplir y prosperar debía ser el camino; las movilizaciones cívicas, los
partidos de masas muy bien estructurados, la vía electoral, las libertades
ciudadanas, una sociedad civil fuerte y capaz de presionar y negociar,
serían los instrumentos […]” (Martínez Heredia, 2013: 35).
23
Entre los años 1936-1958, el partido de los comunistas cubanos tuvo di-
ferentes denominaciones hasta alcanzar la definitiva de Partido Socialista
Popular (PSP) a finales de 1943. El inicio del nuevo periodo se caracterizó
por la necesidad de reagrupación y unidad de las fuerzas populares de
izquierda y por la definición de nuevos objetivos y métodos de lucha.

132 |
Ello se concretó en el apoyo al pueblo español en defensa de la república
amenazada por el fascismo, así como, por la convocatoria a una Asamblea
Constituyente —Constitución de 1940— por la legalización del Partido
(1938) y la creación de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC)
(1939) (Rojas, 2007, t-2).
24
Entre estas alianzas se destacó la UEAC, las publicaciones en la sección
“En Cuba” de Bohemia, la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, etcétera.
25
La unidad no era un proyecto esencialmente comunista sino una estra-
tegia ideológica política que en las condiciones cubanas se articulaban
bien con las la unidad martiana de “Con todos y para el bien de todos”.
Esta tesis la ratifica la cantidad de proyectos unitarios en la época tanto
desde los partidos de izquierda como de los más conservadores, incluso
el propio Batista utilizó la estrategia ideológica de unidad y nacionalismo
en sus pretensiones de poder.
26
Mayúsculas de la autora.
27
No por gusto se pueden encontrar tesis de articulación de pensamiento Martiano
y Marxista en la Cuba contemporánea.
28
Que luego se verán tras la legalización del partido y los resultados de
la Constitución.
29
Se editó entre junio de 1936 y enero de 1939, la dirigió Nicolás Guillén
y la financió y orientó el PCC.
30
Los criterios matrices de Unión Revolucionaria en materia educacional
no pueden ser sino una derivación natural y obligada de la orientación
constitucional del Partido […] Precisa disponer el mejor tipo de supe-
ración por la cultura y es lo cierto que escasean o faltan por comple-
to los instrumentos adecuados para ello. El ideal educativo, lo que nos
representamos como cubanidad lograda y superada, está de continuo
impedido o desnaturalizado por profundas razones de orden político y
económico. Mas que en caso alguno, en este de la educación precisa de
una fe poderosa en la capacidad de nuestro pueblo: capacidad que asegure
la liquidación paulatina pero firme de vicios manquedades gravísimos,
realizada por los mismos que las sufren […] La educación, entendida al
modo de nuestro Partido es en esencia, un impulso radicalmente revolu-
cionario. En efecto, toda enseñanza técnicamente certera, ampliamente
dispensada y liberada de dogmatismos de todo orden es el conocimiento
neto y verdadero del hombre y del mundo y, por serlo, la expresión exacta
de cuanto hay que trasformar en el mundo y en el hombre. Quien conoce
la justicia la ama para siempre y la quiere en la convivencia colectiva. Eso
es lo que quiere la Revolución […] Para lograr finalidad tan ambiciosa,
para hacer de la educación la vía revolucionaria que decimos, sin renun-
ciar de las metas más altas y con atención cuidadosa de la realidad, cree
nuestro Partido que una Constitución cubana debe asegurar cuatro cosas

| 133
fundamentales: los elementos materiales indispensables para la gran obra
transformadora, la universalidad de la enseñanza, la más acabada técnica
y la orientación que impone nuestro momento histórico y nuestro pro-
pósito renovador […] (Marinello, 1939).
31
Los resultados electorales fueron con 97 944 votos obtenidos que superó
la cifra de afiliados. Ello significó un 8,5 % de votantes que ocupó el quinto
lugar nacional entre los partidos; el primero en varios municipios del
interior (Manzanillo, Jiguaní, Alto Songo, Santiago de Cuba, Ranchuelo
y Guanajay), y el tercero en La Habana.
32
Posteriormente fue promulgada en el Capitolio de La Habana, (julio 5),
y después apareció publicada en la Gaceta Oficial, el 8 de Julio de 1940.
33
En oposición estuvieron los partidos ABC, PDR y AR que se nuclearon
en sus posiciones anticomunistas y antidemocráticas en torno al PRC (A)
con Ramón Grau San Martin como candidato presidencial de la oposi-
ción. El PURC se incorporó a la Coalición Socialista Democrática con la
candidatura de Batista.
34
Ello también influyó en que no incluyeran la lucha armada dentro de
sus líneas de lucha.
35
De los proyectos que a partir de 1938 fueron más determinantes: el
diario Noticias de Hoy, la Cuba Sono Film, la Unión de Escritores y Ar-
tistas de Cuba (UEAC), la emisora radial Mil Diez y el Teatro Popular de
Paco Alfonso.. Dentro de los proyectos editoriales existieron revistas que
salieron simultáneamente en noviembre de 1939 y alcanzaron prolongada
existencia. Ellas fueron orientadas directa o indirectamente por el partido
de los comunistas cubanos: El Comunista (de la cual devinieron las re-
vistas Fundamentos y Dialéctica Revista continental de teoría y estudios
marxistas) y C.T.C. Bajo otras circunstancias históricas, donde era más
fuerte la violencia social y las ansias revolucionarias, en 1954 vio la luz
Cuadernos de Arte y Ciencia (al parecer disuelta en 1956, en su número
5). Como editor figuró Luis Pérez Rey, a quien únicamente se le debió el
trabajo íntegro de la publicación, que sustentó en realidad el PSP, oculto
para evitar la represión dictatorial. Divulgó, en su rústico formato de
páginas mecanografiadas y presilladas, carentes de ilustraciones y con
un modesto diseño de portada, textos de escritores, científicos, músicos
y especialistas de arte, todos soviéticos. Otra publicación de “los intelec-
tuales y artistas que tienen al marxismo como ideología”, editada por el
PSP en esos años finales del período fue Mensajes. Cuadernos marxistas
(1956-1958, reaparecida en 1960), de circulación clandestina, presenta-
ción rústica y editada con escasos medios (mimeografiada). Se descono-
cen sus editores, pues no aparecen consignados en ningún ejemplar. En
torno a la Cuba Sono Film existe un documentado trabajo de Saceiro,
1984: 14-9. Una valoración más reciente incluye su labor como muestra
del “cine sumergido” cubano (García, 2000: 14-9). También véase Her-
nández y Saínz, 2000.

134 |
Estos enfoques fueron característicos también en los reclamos hacia una
36

música popular, hacia un cine propio y hacia una plástica que reflejara las
condiciones de vida de las clases trabajadoras cubanas.
37
Sobre el quehacer de Carlos Rafael Rodríguez durante el periodo 1940-
1958 se puede significar que: en 1939 ingresó en el Comité Nacional del
Partido Unión Revolucionaria Comunista, más tarde Partido Socialista
Popular. Fue codirector de El Comunista y de Fundamentos, publicacio-
nes del partido. Dirigió Dialéctica (1942), revista de teoría marxista. Cola-
boró en Noticias de Hoy. Ocupó cargos directivos en la Sociedad Cubana
de Estudios Históricos Internacionales, de la Asociación de Fomento de
la Economía Cubana. Fue tesorero de la Sociedad Cubana de Prensa y
de la Sociedad Interamericana de Prensa. Formó parte de la comisión
organizadora y de la dirección del Congreso Continental por la Paz, ce-
lebrado en México en 1949. Como miembro del Buro ejecutivo supremo
del Partido Socialista Popular se incorporó a la lucha insurreccional de la
Sierra Maestra, en julio de 1958, contra la dictadura de Fulgencio Batista
(véase VV.AA, 1980).
38
En 1943 en el número uno de revista Dialéctica se publicó por primera
vez al español.
39
El estudio de la obra de Lenin Materialismo y empiriocriticismo (que
era casi desconocida hasta el momento pero que acababa de poner a cir-
cular Ediciones en Lenguas Extranjeras de Moscú, recientemente llegada
a Cuba y con una traducción aceptable).

| 135
Las mujeres comunistas en Cuba
1940-1950

Glenda Suárez López

La revista Mujeres Cubanas, por los años 50 del siglo pasado,


daba la noticia de que entre gritos de espantos era desalojada
de su conferencia una reconocidísima abogada de prestigio
para la época, la Dra. Candelaria Rodríguez Hernández, con
ramo de flores en mano como símbolo de su excelente di-
sertación y seguida de una augusta procesión multitudinaria
de prosélitos que entonaban el Himno Nacional de Cuba, al
compás de los gritos del gendarme de Casals, que con voz
gutural vociferaba ¡vamos p΄alante que desalojo! En fin, ¿de
qué se le acusó?, de explicar Marxismo.
Desmontando el prejuicio presente de nuestras pasadas so-
ciedades androcéntricas, sobre la incapacidad cognoscitiva de
las mujeres, se comenzará a relatar otra historia de las mujeres
cubanas, la de las comunistas. Este pequeño texto, intentará
dar una mirada al período que comprende la década 1940-
1950, mostrando aspectos significativos de los temas y argu-
mentos que se generan por los movimientos de mujeres con
influencia marxista ante la coyuntura nacional e internacio-
nal, a través del discurso de Ofelia Domínguez Navarro, Edith
García Buchaca y Nila Ortega. Y caracterizar los principales
movimientos de mujeres influenciados por el pensamiento
marxista, específicamente, la Sección Femenina del Partido
Comunista de Cuba,1 la Asociación Provincial Pro Enseñanza
Popular de la Mujer y la Federación Democrática de Mujeres
Cubanas (FDMC). Las mujeres socialistas contaron para la
divulgación de sus trabajos, tanto teóricos como prácticos,
con la siguiente prensa militante comunista, que respondía
al organismo central del partido de los comunistas cubanos:
las revistas El Comunista (de 1939 a 1941), Fundamentos (de
1941 a 1953), Mujeres Cubanas,2 así como como el periódico
Noticias de Hoy, 3 en el que posterior a 1946 contó con una
página dedicada a la mujer, que no se mantuvo intermiten-
temente. Fue esta, fundamentalmente, la prensa sistemáti-
ca representativa del Partido en aquel momento,4 sin obviar
otras. En este medio de difusión, la prensa escrita comunista,
se pueden encontrar artículos y noticias que nos posicionan
ante el criterio de que luchaban por la causa nacional y por
la igualdad real de género, como también se unían a causas
internacionales. Con la misma colaboraron activamente, en
temas relacionados con la mujer, los y las comunistas: Edith
García Buchaca, Sara Pascual, Mirta Aguirre, Nelita Martin,
Elena Gil, Federata Nova, Candelaria Rodríguez, Jacinto To-
rras, Aníbal Escalante, Blas Roca, Severo Aguirre, entre otros.
Medardo Vitier escribió, y lo relaciono con la militancia de las
comunistas, que “todo adelantamiento en lo intelectual y en lo
moral es siempre obra de minorías. Estas […] son las iniciadoras
y las propulsoras […] sin que olvidemos la vinculación de los
guiadores con sus masas” (1938: 12). Lo genuino de la intelectua-
lidad de este movimiento de mujeres, fue su función rectora y de
dirigencia de masas, intelectualidad consciente del cambio que
querían y de la sociedad que aspiraban a construir; su estandarte,
el primer experimento marxista de Socialismo en la historia, el
de la URSS, sociedad idealizada y soñada muchas veces por las
y los comunistas cubanos de la época hasta el absurdo, cuando

138 |
denunciaban enfurecidos a los trotskistas o a cualquier germen
belicoso que no resguardara las sentencias últimas del “paraíso”
de Stalin. Alguien dijo una vez que los rusos no comprendían
ciertas cosas porque no había tenido la oportunidad de darse
una democracia, a diferencia del pueblo cubano que sí se dio
constituciones democráticas hasta en la manigua mambisa: en
Guáimaro, Baraguá, Jimaguayú, la Yaya hasta la más progresista
de todas en el período republicano, la Constitución del 40. Con
independencia de cómo se pueda juzgar el desarrollo del Socia-
lismo en la URSS, aún con las dotes de idealidad con que fue
captado por los comunistas, algo valioso y a tener en cuenta, es
que fue una generación muy bien preparada ideológicamente.
Basta la producción intelectual de sus artículos y textos para
comprender que aún en un ambiente hostil frente al Marxismo
trataron de absorber lo mejor de este método de interpretación
y transformación de la realidad, revolucionariamente. Me llamó
mucho la atención, y es la claridad de estas mujeres de apropiarse
de toda esa savia creativa que es el Marxismo, comprendiendo
atinadamente que la función de la intelectualidad de avanzada
no es la de imponerse autoritariamente, presentándose como
una verdad de Perogrullo, sino de dirigirlas en una dialéctica de
espontaneidad-organización como proceso necesario, plantea-
miento similar al de Rosa Luxemburgo.

Las mujeres comunistas entre el PCC,


la FDMC y la Asociación Provincial Pro
Enseñanza Popular de la Mujer
Es factible hablar de estadísticas, siempre y cuando esta infor-
mación se encuentre registrada, aunque a veces esas pequeñas
huellas numéricas se desvanecen en el tiempo y quien intenta
reconstruir parte de la historia se siente tentado a imaginar,
lo cual no es objeto de ninguna investigación científica seria.

| 139
Se utilizó fundamentalmente como estrategia metodológica el
estudio documental, que obedece a la búsqueda de materiales
primarios: informes, manuscritos, cartas y textos de primera
mano de las intelectuales que fueron objeto de mi interés.
Como primer dato, relacionado con la militancia del Partido
Comunista de Cuba fundado por Julio Antonio Mella y Carlos
Baliño, aseverar que en sus inicios contó con una minoría de
mujeres. Durante los años 30 hubo poco trabajo organizativo,
la mujer obrera apenas se encontraba afiliada; en cambio,
para 1940, como Partido Unión Revolucionaria Comunista,
su actividad comenzó a hacerse notar, situándose en varios
frentes de lucha. Arribó para 1939 a los 23 mil miembros; para
1946 a los 156 mil afiliados, de los cuales 48333 eran mujeres;
y para 1948 a más de 70 mil mujeres, lo que representaba un
49,7 % del total de afiliados.
En la década del 40 y 50 se destacaron en la organización
del movimiento femenino las dirigentes comunistas Edith
García Buchaca, Ofelia Domínguez Navarro, Nila Ortega y
María Luisa Soler,5 y las compañeras Sara Pascual, Rosario
Guillaume, entre otras.Las mujeres socialistas trabajaron por
la unidad de las cubanas y de algunas de las asociaciones fe-
meninas de la época, como fueron los casos de la Federación
Democrática de Mujeres Cubanas, la Asociación Provincial
Pro Enseñanza Popular de la Mujer e inclusive hasta de los
sindicatos. Para 1940, las y los comunistas como táctica de
lucha, apoyaron la Asamblea Constituyente,6 a través de la
Coalición Socialista Democrática liderada por Fulgencio Ba-
tista, así como la candidatura de este último para Presidente
de la República. A pesar de no ser Batista el candidato idóneo,7
sirvió al Partido Unión Revolucionaria Comunista (PURC) de
escalada para representar a las masas populares en la Cons-
tituyente, hecho que no hubiese sido posible si el PURC no se
adhería a su plan demagógico. Estos acontecimientos permi-

140 |
tieron que seis comunistas8 asistieran a la Constituyente, en-
tre ellos, una mujer, la abogada Esperanza Sánchez Mastrapa,
por la provincia de Oriente.9
La evidente insatisfacción, en el terreno de la práctica, con
la Constituyente, unido al contexto bélico internacional, dio
lugar a que las mujeres desarrollaran una conciencia y cultura
politica, y es precisamente a través de sus luchas y reveses que
fueron adquiriendo profundidad política. La experiencia en
el campo de las reivindicaciones les fue proporcionando la
dirección a seguir y enlazaron la conquista por la plena igual-
dad civil con la resolución de los problemas más tenaces del
pueblo, en vistas a la independencia y soberanía nacional. Y
para ello, en 1946 las socialistas crearon la Comisión Nacional
de Asuntos Femeninos (CNAF), que trabajó asociadamente
con el Comité Nacional, los Comités Provinciales, Munici-
pales y de Barrios, del Partido Socialista Popular (PSP); con
la finalidad de llevar a cabo una labor de organización más
centralizada, y que, a su vez, las féminas contasen con una
organización socialista de nivel nacional que les permitiese
hacer viable su trabajo dentro del Partido. La CNAF contó con
una representación en las provincias de Camagüey, La Haba-
na y Las Villas, a lo que se les llamó Comisiones Provinciales,
las cuales absorbían también a las Comisiones Municipales y
de Barrios. Pero aún así, faltaba expandir esa estructura orga-
nizativa hacia Matanzas, Pinar del Río y la entonces provincia
de Oriente, funcionando estas últimas provincias desde los
Comités Provinciales del PSP. Esta Comisión —la CNAF—
respondería en muchos aspectos a la Federación Democrá-
tica Internacional de Mujeres, creada en 1945 en París, de
tendencia comunista; y sería —la primera— la que se daría a
la tarea de fundar en el año 1948 la Federación Democrática
de Mujeres Cubanas (FDMC), contando con la presidencia de
Edith García Buchaca, por lo que la actividad de las mujeres

| 141
socialistas a partir del año 1948 estaría visibilizada por el des-
empeño de las mujeres socialistas al interior de la FDMC, sin
dejar estas su militancia en el PSP, sino comprendiendo que
la lucha por el Socialismo no era la lucha aislada de una mi-
noría militante, sino de la dirección militante que ejercía esa
minoría al interior de un policromo movimiento, aún mayor
de mujeres, que abarcaría la FDMC. En un artículo de 1947
que apareció en la revista Fundamentos, titulado “Sobre el
IV Congreso Nacional Femenino” , Edith García Bucha-
ca (1947) declaró por qué las mujeres socialistas decidie-
ron realizar un IV Congreso Nacional Femenino, también
conocido como de la unidad, para 1948. Esta idea surgió
porque en diciembre de 1945 había sesionado el Congreso
Mundial de Mujeres, en París, al cual asistieron la delega-
da comunista cubana Nila Ortega y la compañera Dolores
Soldevilla. Ellas trasladaron hacia Cuba el llamamiento a
la unidad nacional e internacional, de la recién creada Fe-
deración Democrática Internacional de Mujeres (FDIM),
una organización que por sus características y las fuerzas
progresistas que aunó, fue catalogada como comunista y a
favor de la URSS. En este congreso —el IV Congreso Na-
cional Femenino— las socialistas tendrían el protagonismo
de la organización del mismo, intentando lograr el mayor
número de convocatoria y de representatividad de las ma-
sas femeninas. Fue esta la base de la naciente FDMC para
1948. En dicho Congreso lograron las socialistas reunir a:
“auténticas, liberales, socialistas, demócratas, republicanas
y apolíticas, integrado por católicas y masonas, matizado
por la presencia de todos los sectores sociales y de las más
varias tendencias intelectuales” (García Buchaca, 1947).
Integraron además a mujeres de todas las provincias del
país. Aún en la observancia de su composición variada, fue
tildado de comunista por la prensa reaccionaria, como el

142 |
“Diario de la Marina”. Su directiva estuvo compuesta por
las comunistas Edith García Buchaca, Esperanza Sánchez
Mastrapa y Nila Ortega, como Presidenta y Vicepresiden-
tas, respectivamente; y por Esther Barreiro, como Vice-
secretaria; María Argüelles, como Secretaria de Organi-
zación; entre otras interrogantesintegrantes como Mirta
Aguirre, Rosario Guillaume, Sara Pascual —militantes
comunistas—, Elena Gil, Clementina Serra, Magdalena Se-
rra, etc. Además contaron con la revista Mujeres Cubanas,
órgano de comunicación de todas las federadas del país.
Entre el grueso de actividades de la FDMC hay que desta-
car la participación que tuvieron en el Congreso Nacional por
la Paz del año 1949, y al cual asistieron 200 de sus delegadas.
Así como lo fue su participación en los actos organizados por
el Comité Nacional por la Paz en todo el país, para divulgar
los acuerdos del II Congreso Mundial de Partidarios de la Paz,
de noviembre de 1950, contra la guerra en Corea, Malasia,
Vietnam, y por el desarme. En uno de sus folletos de divul-
gación, quedó expresada la posición antibélica de la FDMC:

El peligro de guerra aumenta […] ha dejado de ser una


posibilidad siniestra para convertirse en un hecho terri-
ble en que las madres, mujeres de Coreas, ven como sus
hijos y hermanos crecen a millares en defensa de su patria
y tienen que soportar ellas mismas terribles bombardeos
lanzados por la aviación norteamericana sin clemencia [...]
La paz ha dejado ya a los hogares de EE.UU. Miles de mu-
chachos norteamericanos están perdiendo la vida en Corea
[...] El peligro de guerra amenaza extenderse hacia todos
los confines del mundo [...] Inocente Álvarez, negociante
ayer en manteca y ahora en sangre cubana, ha prometido
en nombre del Gobierno de Prío, que los jóvenes cubanos
serán enviados a Corea. Sobre nuestros hijos y hermanos,
se cierne pues la amenaza de verse convertidos en carne de
cañón en una guerra injusta. (FDMC, 1950)

| 143
La organización estuvo presente en el apoyo al “Llamamiento de
Estocolmo” contra la guerra y el desarme nuclear, recaudando
700 mil firmas, de ellas 300 mil de mujeres cubanas, en firme
oposición al envío de soldados cubanos a Corea. Para las firmas,
trataron de contactar con mujeres de reconocido prestigio, espo-
sas e hijas de veteranos de las guerras de independencia. Llegaron
hasta las zonas más agrestes, fábricas y todo lugar posible donde
pudiesen hallar una madre, una mujer, una joven. Realizaron
envío de cartas, telegramas y postales al Palacio Presidencial y a
la madre del presidente como parte de la Conferencia Provincial
de Madres Partidarias de la Paz, una organización surgida en el
propio seno de la FDMC, con 140 Comités de Madres por todo
el país, en contra de los 25 mil soldados cubanos que la ONU
prometió enviar a Corea. Efectuaron una manifestación frente
a Palacio Presidencial, con una carta en defensa de los jóvenes y
contra los intereses imperialistas. El Presidente declaró pública
y cínicamente haber recibido unos “papelitos” (las cartas, tele-
gramas y postales enviadas por las federadas).
Lucharon también contra el Decreto-Mordaza 2273, que
impedía que la voz contra la corrupción se elevara. Unido a
toda esta situación, agentes norteamericanos (denominados
G-Men) prepararon agentes cubanos para el espionaje al mo-
vimiento progresista, reconstruyeron bases áreas y realizaron
obras de ampliación en la base permanente de Caimanera. Tal
era el nivel de represión, que los obreros tenían que declarar
todo lo que se había hecho la noche anterior y si había sos-
pecha los despedían. Todas estas actividades trajeron serias
consecuencias a las federadas: arrestos, represión policíaca,
persecuciones, el local de la FDMC era visitado cuatro veces
al día por la policía, llegaron hasta ponerles “escuchas” en las
centrales telefónicas y fueron consideradas como enemigas
de la democracia por no asentir en favor de la consigna de la
represión que se sintetizaba en: “no se puede hablar de Corea”,
“ni una palabra sobre Corea”.

144 |
En marzo de 1950 se realizó el Primer Congreso de la
FDMC y al mismo Edith García Buchaca llevó una ponencia
titulada “Contra la crisis y la guerra, trabajo y paz”, donde
abordó la contribución de la mujer en la lucha por la paz, la
esencia de la guerra imperialista, la liberación de la mujer, y la
labor de la FDMC. Y Esperanza Sánchez Mastrapa llevó una
ponencia titulada la “Defensa de los derechos de la mujer y
el niño”, la cual versó sobre la aplicación de las Leyes Com-
plementarias que garantizarían la igualdad civil y jurídica de
la mujer. Esther Barreiro presentó la ponencia “Problemas
económicos que afectan el hogar cubano”, donde realizó un
análisis de la caótica situación de las familias cubanas y de sus
causas. A su vez abordó las diversas formas de represión que
utilizaron los gobiernos auténticos contra las masas populares
que reclamaban sus derechos, analizó la política ventajosa de
los monopolios norteamericanos respecto a Cuba, valoró la
labor sindical y de la CTC, a pesar de la labor subversiva de la
CTK con sus líderes mujalistas. En ese Congreso se propuso
una Ley de Educación en defensa de la Escuela Pública Cuba-
na y contra la discriminación racial. Demandaron reformas
para la Ley de Maternidad Obrera y también formularon una
ley que resguardara a las trabajadoras del servicio doméstico.
Se mostraron en favor de la estimulación de la industria na-
cional contra la disminución de los salarios, el cierre de fábri-
cas, los despidos y contra la mecanización indiscriminada que
generaba desempleos. Otro de los temas abordados fue el de
la lucha contra la cláusula 202-E, para el pago del diferencial
azucarero, contra el desalojo del campesino, por el aumento
delsalario de los maestros, etcétera. Al Congreso asistió el
líder obrero Lázaro Peña, quien planteó que:

las decisiones que ha adoptado el congreso cuentan con el


apoyo colectivo del movimiento sindical de Cuba. Las reso-
luciones que ha tomado no miran solamente los problemas

| 145
particulares de la mujer. Se inspiran en los principios de
solidaridad, en los intereses generales de la causa de los
pueblos del mundo. (Peña, 1950)

Y en cuanto a la lucha de masas, desarrollaron una política


de apoyo a las mismas, imbuidas en conflictos obreros, huel-
gas como las de los años 50 de los trabajadores tabacaleros
contra la mecanización del torcido para el consumo interior,
puesto que provocaría una seria situación de desempleo; así
como la de 1951 en que los azucareros demandaron un 20%
de aumento de sus salarios, la de los cuatro mil obreros fos-
foreros contra un trust extranjero que quería imponer la me-
canización en sus fábricas, entre otras. La Confederación de
Trabajadores de Cuba (CTC), con sus dirigentes comunistas,
estuvo muy conectada a esta Federación, luchando manco-
munadamente contra la sindicalización forzosa que Prío qui-
so imponerle a los obreros, a través de dirigentes sindicales
antiobreristas como Eusebio Mujal.
También trabajaron en favor de la Escuela Pública, de-
nunciando el desvío del presupuesto destinado a hacer nue-
vos ricos. Además protestaron enérgicamente porque el di-
nero de la lotería se destinaba solo a las Escuelas Católicas,
y la Escuela Pública quedaba abandonada a las ruinas, salvo
contadas excepciones. Abogaron por la merienda, los útiles
y uniformes escolares. Plantearon que la Escuela Privada
era sinónimo de exclusivismo social: los niños se educaban
apartados de la verdadera realidaddel pueblo, y al no admi-
tirse niños negros fomentaba la discriminación. La FDMC
fue un arma fuerte de lucha en medio de una situación
nacional crítica. Con una base en su directiva de mujeres
comunistas, permitió una retroalimentación con el Partido
Socialista Popular y no solo con el PSP sino también con la
CTC y los sindicatos. La FDMC hizo suya también la causa
de los obreros, al contar con delegaciones en industrias, ta-
lleres y diversos centros de trabajo.

146 |
Con relación a la Asociación Provincial Pro Enseñanza
Popular de la Mujer, esta surgió el 12 de febrero de 1941 de
manera informal. La novedad de esta Asociación fue que con-
tó con dirigentes socialistas como Nila Ortega, Sara Pascual,
Rosario Guillaume, entre otras.
Como describen sus actas, firmadas por quienes llegarían
a ser su Secretaria de Cultura y su Presidenta, Caridad Pérez
e Ilia Díaz, respectivamente, se constituyeron en el local del
Sindicato de Gastronómicos, en Industria 452 (altos). Algunas
de sus miembros ya venían trabajando desde tiempo atrás en
diferentes barrios de la provincia de La Habana, en el espíritu
de elevar el nivel cultural de la mujer y contra la Segunda Gue-
rra Mundial. Y ante esa situación se hizo necesario patentizar
legalmente esta organización, con un marco constitucional que
propiciara llevar a cabo sus actividades con mayor facilidad.
Aparecen recogidos en su documento fundacional, que no es
más que un acta de la reunión, los estatutos de la organización,
que a continuación pasaré a esbozar brevemente. En el capítulo I
se estableció que abarcarían tantos locales como les fuera posible
alcanzar en los diferentes municipios y barrios de la provincia
de La Habana. La estructura de esa asociación se procuró de la
siguiente forma: Plenum, Junta Directiva, Consejo Ejecutivo y
Presidenta de la Asociación. El Plenum se constituyó por algu-
nas de las delegadas de los diferentes Comités de Barrios de la
Ciudad de La Habana, así como de dos delegadas de cada Comité
Municipal. La Junta Directiva sería responsabilidad del Plenum y
estaría integrada “por un delegado de cada Comité Organizado
disponiendo de Presidente y Vice, de Secretario General y su
Vice, de Secretario de Propaganda y su Vice, de Secretario de
Cultura y su Vice, de Secretario de Organización y su Vice, de
un Tesorero y su Vice, y de seis Vocales” (Peña, 1950).
El 8 de marzo de 1941 quedó constituida oficialmente esta
asociación, con el consentimiento del gobierno. Se eligió por
acuerdo de todas las integrantes que: Ilia Díaz sería la Presi-

| 147
denta y Dora Díaz la Vicepresidenta. Para el año 1944 en la
Conferencia Provincial de la Asociación, ocurre un cambio
en la Junta Directiva, y encabezaría su Presidencia la diri-
gente comunista Nila Ortega con la colaboración de Rosario
Guillaume. En dicha Conferencia se esbozó un análisis de los
condicionamientos objetivos en que estaba inmersa la reali-
dad de las mujeres cubanas, la Cuba del momento y el ámbito
internacional, especialmente el tema de la guerra.
En el capítulo II, específicamente en el artículo 3 de sus
Estatutos, se recalca que la asociación contribuirá a la Educa-
ción y formación cultural de la mujer, trazándose la siguiente
línea de acción:
[…] tiene por objeto el elevar el nivel cultural de la mujer
cubana, a cuyo fin procurará proporcionarle de aquellos
medios que le sean necesarios al fin que se propone, bien
abriendo ysosteniendo Academias de Corte y Costura,
como Escuelas Primarias diurnas o nocturnas, donde se
les pueda ofrecer la enseñanza elemental que le fuere im-
prescindible para ganarse mejor la vida. Trabajará por el
mejoramiento de las condiciones de vida de las familias
cubanas dando su apoyo a toda labor que atienda al bene-
ficio colectivo. (Peña, 1950)

Esta asociación cumplió con el cometido de colaborar con


cursos de formación para las mujeres cubanas en diversas
tareas históricamente desempeñadas por los hombres, dado
el caso que tuviesen que ocupar su lugar en la retaguardia ante
el inminente contexto bélico, hecho que contribuyó a abrir el
diapasón de posibilidades en el que la mujer también podía
ser partícipe y de las que históricamente había estado anulada.
Durante el año 1941, es significativo destacar la postura
de denuncia que mantuvieron respecto a la discriminatoria
Ley de Servicio Militar Obligatorio, la cual contempló sola-
mente a los jóvenes obreros, excluyendo a otros sectores de de
la sociedad como profesionales, senadores, alcaldes, etcétera.

148 |
Lo interesante de estas asociaciones es que todas confluye-
ron hacia un mismo camino para el año 1948, hacia la cons-
titución de la FDMC.

Ofelia Domínguez Navarro,


Edith García Buchaca y Nila Ortega
De manera general, es de destacar el papel de Ofelia Domín-
guez Navarro, luchadora feminista, maestra, periodista y
abogada, así como también la primera notaria de Cuba. De
ella reflejó el periódico Noticias de Hoy en ocasión de una
concentración pública del día 22 de enero de 1940 en Sancti
Spíritus:
puede asegurarse que el discurso de la Dra. Ofelia Domín-
guez fue la sensación del acto que repercutió, no solo por su
brillantez y energías acumuladas, sino por la valentía con
que demostró al pueblo que Grau San Martin le confesó en
México ser el responsable de la sangrienta masacre popular
efectuada en el Parque de la Fraternidad cuando el pueblo
de La Habana pretendió darle sepultura a las cenizas del
líder comunista […] Julio Antonio Mella. (Noticias de Hoy,
1940: 4)

Ofelia reveló la necesidad de la emancipación femenina, con-


tra los abusos que sufrían las obreras de sus empleadores, en
favor de la despenalización del aborto, y contra la persecu-
ción y abuso hacia las prostitutas. Integró las filas del PCC,
desde la asunción de las fuerzas opositoras a la dictadura
de Gerardo Machado. Y en la Asociación Unión Radical de
Mujeres10 se dedicó a enseñar el Marxismo. Teniendo esta
organización un programa abiertamente socialista, ; estuvo
vigente hasta el año 1938 aunque no se cuenta con actas que
reflejen el activismo específico de sus miembros posterior
al año 1933, a no ser lo que escribió Ofelia sobre la misma,

| 149
previo a estos años. Colaboró en periódicos como Noticias de
Hoy, La Palabra, Ahora, en la revista Masas, entre otros. En
el año 1935 fue miembro del Partido Comunista Mexicano
mientras estuvo exiliada de Cuba, al lado del cual socializó
la situación cubana. En 1938 formó parte de la Dirección
delPartido Unión Revolucionaria; y en 1939 fue seleccionada
como delegada al Tercer Congreso Nacional de Mujeres, que
llevaría a la Asamblea Constituyente de 1940 las demandas
de las mujeres cubanas. Desde 1940 fungió como oradora en
distintos mítines, apoyando al PURC dentro de la Coalición
Socialista Democrática que lideraba Batista, e incluso llegó a
ser candidata a Representante a la Asamblea Constituyente por
la provincia de Santa Clara, aunque al final no saliera elegida.
En 1941 fue designada para defender como abogada al ase-
sino de Trotsky, no pudiendo asumir esa tarea, por ser extran-
jera. Para esa fecha, como abogada consultora del Ministerio
de Agricultura, fue designada para realizar un estudio sobre
las Cooperativas de Producción y Consumo en México. En
1942, fue elegida Directora del Departamento de Propaganda
de Guerra de la Defensa Civil del Ministerio de Defensa Na-
cional de Cuba, labor que realizó de 1942 a 1944, de manera
infatigable, en los diferentes medios de difusión masiva. Al
concluir en ese cargo, reabrió su bufete de abogada. En 1945
participó en el Primer Congreso Internacional de Abogadas,
llevando la ponencia “La Educación del Niño y de la Juven-
tud en la Post-Guerra como garantía de una paz duradera”.
Y en 1946 fue designada Vicepresidenta de la Federación In-
ternacional de Abogadas. Para 1947 fue nombrada Secreta-
ria General de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas
(ACNU). En ese mismo año, las Naciones Unidas hicieron un
llamamiento en favor de los niños devastados por la guerra,
y Ofelia se dio a la tarea de recorrer toda Cuba, logrando
recaudar una cantidad de dinero que permitió enviarles dos

150 |
barcos llenos de azúcar, ante la negativa del Presidente Grau
de cooperar en la campaña por recaudar 1 millón de pesos.
Fue Delegada a la Comisión Económica para América Latina
y el Caribe (CEPAL) en 1950 por la ACNU; y hasta 1961 su
labor estuvo vinculada a su participación dentro de esta últi-
ma asociación, obteniendo grandes reconocimientos por su
lucha por la paz, especialmente por su labor en defensa del
pueblo hebreo.
En relación al tema del aborto, que ha suscitado y pro-
duce hoy tantos debates, Ofelia realizó un gran aporte a las
Ciencias Jurídicas, moviéndose alrededor de categorías que
aún hoy son difíciles de explicar: autonomía sobre el cuerpo,
derechos humanos, libertad, etcétera. Presentó una ponencia
en México titulada “El aborto por causas económicas y so-
ciales” (1936), de tal trascendencia que el Presidente Lázaro
Cárdenas la consideró para modificar ciertos aspectos de la
legislación de ese país, pero fue atacada por los grupos más
conservadores que eran mayoría, por lo que no contó con el
consenso de la totalidad de los presentes (juristas, médicos,
científicos, etcétera). Las conquistas democráticas que había
obtenido México debían combinarse con leyes que respalda-
ran a la clase proletaria y campesina. En su criterio, la legis-
lación penal mexicana desembocaba en antinomias producto
de su no mutación en el tiempo. Consideró que los cambios
sociales consecuentemente demandan un cambio sustancial
en las leyes. Comparó la Revolución que estaba ocurriendo
en la URSS en este aspecto, donde el aborto no era un hecho
punitivo —mientras se hiciese con el consentimiento de la
mujer, por personal calificado y con las medidas higiénicas
necesarias. Fue contemplado en las leyes desde 1918, para
quedar definitivamente reglamentado en 1926 bajo el control
del Estado, unido a una enérgica campaña en favor de los
métodos anticonceptivos puestos al servicio de la mujer prole-

| 151
taria.Ofelia propuso los siguientes cambios para la legislación
mexicana que sintetizaré en siete aspectos:

• El aborto como política de Estado por “causas económicas y


sociales justificadas”.11

• Bajo el consentimiento de la mujer.

• Que se realizara en el período que comprende el primer tri-


mestre de gestación.

• La consecución del mismo, solo realizable por personal cali-


ficado y supervisado sistemáticamente, y en el lugar que para
ello destinase el Estado.

• “Que la legalización del aborto tenga la significación de lucha


contra el mismo” (Domínguez, 1971: 374)

• Que quedaran refrendadas las sanciones que se impondrían


a aquellas personas que violaran lo anterior.

• Que una de las políticas del Estado fuese la de divulgar los


métodos anticoncepcionales.

A través de las memorias publicadas en su libro autobiográfico


50 Años de una Vida, fue posible conocer los aspectos que
demandaron las mujeres en el Tercer Congreso Nacional de
Mujeres de 1939, puesto que fue seleccionada como delegada
al mismo. Este Congreso permitió reunir a una representación
de todos los sectores y clases sociales del universo de la mujer
cubana: “sin exclusión de índole política, religiosa o racial,
en la defensa de los derechosde la mujer y el niño, la paz y
el progreso de Cuba” (Domínguez, 1971: 401). Recordemos
que este Congreso fue el que marcó el precedente necesario

152 |
que llevó a la Constituyente de 1940 las reivindicaciones de
las féminas cubanas. Entre los temas más generales se encon-
traban los siguientes:

• Igualdad Civil del hombre y la mujer.

• Eliminación de todas las desigualdades del matrimonio, sobre


todo respecto a los hijos y de toma de decisiones sobre otros
aspectos de la vida.

• Protección para los niños en todos los sentidos, y derogación


de la ley que establecía distinciones entre hijos legítimos o ile-
gítimos —se declaraba legítimo a todo hijo concebido dentro
o fuera de la unión conyugal.

• Demanda de un Código de Familia.

• Agilización del proceso de Divorcio teniendo cualesquiera de


las partes igual derecho y libertad para exigirlo; y protección
legal para los hijos.

• Solución de los problemas económicos de la mujer.

• Cambio en la función social de las cárceles de la época. Se


demanda que estos centros sirvan de reeducación y de for-
mación práctica para las mujeres, que al salir de los mismos
hayan adquirido conocimientos útiles para trabajar y convivir
en sociedad.

• “Que la lucha contra la prostitución no sea lucha contra la


prostituta, por considerar a esta como víctima de distintos
factores que producen naturalmente el sistema. Por ello, es
necesario luchar contra la desocupacion, el desempleo y toda
clase de discriminación y opresión que impida mejorar las
condiciones económicas de la mujer” (Domínguez, 1971: 401).

• Contra la pena de muerte, derogándose todos los artículos en


este aspecto que se relacionen con la mujer.

| 153
Con respecto al tema del aborto se exigió lo mismo que de-
mandara Ofelia para la legislación mexicana en el año 1936.
Como Directora del Departamento de Propaganda de
Guerra de la Defensa Civil del Ministerio de Defensa Nacio-
nal de Cuba, desempeñó una ardua tarea como se mencionó
anteriormente durante el período de 1942 a 1944. Trabajó
vigorosamente desde distintos programas y cadenas radiales,
como Radio Salas, CMQ, RCH-Cadena Azul, etc., desde don-
de divulgaba sistemáticamente el curso de la guerra. Propuso
como medida paliativa a los estragos que la guerra ya traía, y
que se agravarían aún más al término de esta, la diversifica-
ción agrícola e industrial, por dos razones: una, por la coyun-
tura internacional; y dos, para despojarnos de los mecanismos
de dependencia económica del imperialismo norteamericano.
En el año 1945 participó en el Primer Congreso Internacio-
nal de Abogadas, donde presentó la ponencia “La Educación
del Niño y de la Juventud en la Post-Guerra como garantía
de una paz duradera”. Los niños y jóvenes vivían momentos
en que desgraciadamente sus referentes valorativos estaban
en decadencia, y preocupaba la constitución de su carácter
y personalidad, ya que crecían en un ambiente bélico y so-
bresaturado por la explotación capitalista. La preocupación
de Ofelia se fundamentaba desde una de las interrogantes
latentes en su discurso: si era posible que los niños y jóvenes
reprodujesen una ideologíadiferente mientras se encontraban
en constante absorción y apropiación de otra.
Convencida de la necesidad de que había que convertir
la posguerra en una “etapa constructiva y reparadora”, plan-
teando que ello solo sería posible mediante la unidad de los
pueblos y de la masa popular expropiada por el sistema capi-
talista. Consideraba que las masas populares habían adqui-
rido la suficiente maduración política como para interpretar
las bases de la explotación del sistema capitalista, solo que

154 |
debían articularse de manera organizada y unida, a manera
de “pueblo universal”, capaz de absorber la particularidad,
singularidad, y diversidad de cada pueblo del mundo, com-
prendiendo a la categoría “pueblo universal” como la que his-
tóricamente estaría llamada a subvertir la dominación de la
“burguesía internacional”, trascendiendo los límites locales
o nacionales. No había más camino, para una paz duradera
que no fuese el de la unidad entre los pueblos, puesto que
faltando esta: “las montañas de muertos levantadas por la
Gestapo, los rehenes salvajemente torturados y asesinados,
los millones caídos bajo la metralla; los pueblos arrasados, la
juventud deshecha, la niñez tarada; el dolor sin fronteras [...]
Ríos de sangre y de lágrimas [...] todo eso hemos tenido que
contemplar aterrados antes de tomar el camino de la unidad”
(Domínguez, 1971: 419).
Consideró como intrascendentes las diferentes organiza-
ciones surgidas en la postguerra para garantizar la paz de
los países capitalistas, como la OTAN, la ONU y otras, si las
políticas culturales de las naciones no estaban encaminadas
a trabajar con la infancia y la juventud, hacia relaciones de
convivencia saludables bajo la máxima del fomento de valo-
res solidarios.Apeló al trabajo desempeñado por la URSS que
abogaba por la consigna: “Hay que Apoderarse de la Con-
ciencia del Niño”, que derivaba del buen desempeño de este
trabajo, la existencia del sistema socialista.
¿Qué debates afloran en torno a la pregunta sobre si hubo
en Cuba un pensamiento feminista marxista que acompa-
ñara al movimiento de mujeres? Al respecto podemos saber,
puesto que Edith García Buchaca aportó con algunas de sus
colaboraciones periodísticas y reflexiones a distintas revistas.
En un artículo de 1940 que publicó en la revista El Comunista
por el Día Internacional de la Mujer (García Buchaca, 1940),
se encuentran algunos de los debates políticos de las mujeres

| 155
del PURC e incluso de las no comunistas para ese año. Así
como también se exponen elementos que poseen una plata-
forma histórica: nacional e internacional. El discurso es dia-
léctico, se apela constantemente a las circunstancias en que
está inmerso el país, emerge propiamente un pensamiento
conectado con la realidad desde su necesidad y posibilidad
reales.
Reconoció como bandera de lucha del movimiento de mu-
jeres del PURC, el rescate del pensamiento de la luchadora
comunista alemana Clara Zetkin, quien declaró en el año
1910, el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, en
la Conferencia de Copenhague.12 La primera celebración se
realizó en 1911, bajo la consigna de “Derechos electorales para
las obreras”. Clara Zetkin propuso ese día para hacer de él
“un instrumento de lucha por el Socialismo” (García Buchaca,
1940), y referido a esto Buchaca comentó: “el Socialismo era
entoncesuna aspiración de las masas trabajadoras (…) ya ha
pasado a ser una realidad. 160 millones de hombres y muje-
res, viven en la Unión Soviética una existencia feliz, libre de
la explotación y la miseria, en marcha alegre y serena hacia la
sociedad comunista” (García Buchaca, 1940). Ante un pano-
rama de desigualdad en materia de género, situación que no
había variado en muchos países con excepción de la URSS, se
preguntó si había perdido vigencia, en el transcurso de esos
años dicha consigna, y examinando el panorama internacio-
nal se da cuenta de que no. En Francia para 1940 las mujeres
aún no tenían derecho al sufragio, en España el Franquismo
condenó a las mujeres al mismo retraso que tenían antes de
la Constitución de 1931, que les negaba el derecho al voto,
y así en Austria, Checoslovaquia, los Balcanes, etc. ocurría
lo mismo. En Cuba las mujeres tenían derecho al voto, pero
constitucionalmente necesitaban que se habilitaran las Leyes
Complementarias a la Carta Magna y quedase reflejada la
igualdad de género, tocante a todos los aspectos de la realidad.

156 |
En un artículo de 1950 titulado El I Congreso de la FDMC,
Buchaca efectuó un balance de la Federación, desde su crea-
ción en 1948 hasta 1950. En el mismo reflexionó respecto
a la pertinencia de la FDMC, como la forma más acabada
de representación de todas las clases femeninas, por lo que
el compromiso sería aún mayor para sus dirigentes, quienes
tendrían que saber llevar consecuentemente hasta la última
instancia las diferentes demandas e inquietudes de las muje-
res desde esa diversidad que componía la FDMC. El papel del
PSP en la misma, Buchaca lo definió muy claramente, apegada
al criterio marxista de que:
los comunistas no se distinguen de los demás partidos
proletarios más que en esto: en que destacan y reivindi-
can siempre, en todas y cada una de las accionesnacionales
proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el
proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que,
cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lu-
cha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre
el interés del movimiento enfocado en su conjunto. (Marx
y Engels, 1840)

Siendo esa la esencia de las tareas que proyectaron las socia-


listas al interior de cada organización, concretando que
las mujeres del PSP tenemos una gran responsabilidad
hacia la Federación [...] por su parte el PSP tiene también
responsabilidades hacia la FDMC. Así como ayudamos al
movimiento sindical y luchamos por su unidad, hemos de
prestar nuestra colaboración a la FDMC, instrumento de
unión de las mujeres. (García Buchaca, 1950)

En dicho Congreso se abogó por los derechos de la mujer y del


niño, especialmente porque se acabaran de aprobar las Leyes
Complementarias a la Constitución del 40, que a 10 años de
promulgada, seguían pendientes, muy especialmente que se

| 157
pusiera en práctica la Ley de los Derechos Civiles elaborada
por Esperanza Sánchez Mastrapa. Las mujeres demandaron la
creación de creches para niños y salas de lactancia. Así como
por la Escuela Pública que estaba sumida en una total con-
dición de abandono por parte de los gobiernos, acordándose
entre las federadas trabajar por la campaña por el “Rescate de
la Escuela Nacional” en que desgraciadamente “la competen-
cia de escuelas privadas y clericales” (García Buchaca, 1950)
atentaba contra su existencia, y a su vez acordaron sumarse
a la campaña contra la discriminación racial. Se debatió tam-
bién el tema de la función del PSP respecto a organizaciones
como esta, explicando Buchaca que el PSP debía estar “a la
cabeza de las masas de mujeres”, no como dirección aislada
sino asociada a la lucha de las masas, inseparable de estas.
Para concluir queremos destacar que la FDMC para 1950
contaba con 5592 socias, 270 organismos, de esos 13 eran
centrales azucareros, 16 colonias de caña, 53 barrios urbanos
y 42 barrios rurales.
La última de las comunistas que se abordará en este texto,
Nila Ortega, desde los años 30 estuvo vinculada a las filas
del Partido Comunista de Cuba de manera activa, llegando
a dirigir, incluso, el Comité del Partido de su municipio, San
Antonio. Se destacó por su actividad con las masas, muy es-
pecialmente desde el Sindicato de la Aguja, puesto que era
costurera. También fue miembro activo de la Confederación
de Trabajadores de Cuba (CTC) desde su fundación en 1939.
Para el año 1940 llegó a ser concejala por el Ayuntamiento
de La Habana, propuesta hecha por el Partido. Formó parte de
la Asociación Provincial Pro Enseñanza Popular de la Mujer
desde su fundación en 1941 y en 1944 fue elegida Presiden-
ta de la misma. Fue electa delegada por la CTC al Congreso
Mundial de Mujeres celebrado en París en 1945, donde se
fundó la Federación Democrática Internacional de Mujeres.
Formó parte de la directiva de la Federación Democrática de

158 |
Mujeres Cubanas, siendo una de sus Vicepresidentas. Tam-
bién integró, años después, la Organización de Mujeres Oposi-
cionistas Unidas, que luchó por el derrocamiento de la tiranía
de Fulgencio Batista. Colaboró en la revista CTC, que dirigía
Lázaro Peña. Se escogió el acta de la Conferencia Provincial
de la Asociación Provincial Pro Enseñanza Popular de la Mu-
jer, que se realizó el 19 de febrero de 1944, al no contar con
otro material en los fondos del Archivo Nacional de Cuba, ni
bibliografía activa, que refrendara el debate, preocupaciones
y reflexiones de la mujer afiliada en esa asociación. Y porque
en dicha Conferencia Nila Ortega fue de las que más inter-
venciones tuvo.
Nila Ortega realizó un examen del contexto en el que se
encontraba Cuba, período marcado por la II Guerra Mun-
dial; y del lugar de la mujer contra dicho conflicto. Declaró el
apego ideológico de esa Asociación con la Confederación de
Trabajadores de Cuba, apoyando la posición de esta última or-
ganización en lo referente a lo expuesto en su 7mo Consejo, en
el que se pronunciaron “contra la miseria y el estancamiento
nacional, por el aumento proporcional de los salarios y porque
los artículos de consumo tomaran el precio que alcanzaron en
marzo de 1942” (Asociación Provincial Pro Enseñanza Popu-
lar de la Mujer, s/f). Recordar que el Secretario General de la
CTC era el líder comunista Lázaro Peña, y al interior de esa
Confederación se contaba con dirigentes comunistas, por lo
que la CTC fue una organización con un matiz ideológico
marxista-leninista, y la Asociación Provincial Pro Enseñan-
za Popular de la Mujer se identificó con la CTC al integrar
en sus filas a miembros de esa Confederación, que hicieron
suya la causa de los obreros. También el Partido Unión Re-
volucionaria Comunista estuvo dirigiendo y asesorando esta
asociación, muy especialmente gracias a la labor e influencia
desempeñada por Nila Ortega, Sara Pascual, Rosario Gui-
llaume, etcétera.

| 159
Nila Ortega propuso un cambio en la base sobre la que
se sustentaba nuestra superestructura social, es decir, las re-
laciones sociales de producción, yendo o transgrediendo el
marco reformista para proponer alternativas como la diver-
sificación de la industria y la nacionalización de la misma.
Dialogó con los presentes, en función de la ratificación de
los asuntos planteados en la Conferencia de Teherán contra
la guerra, el fascismo y en función de la futura creación de
una organización que garantizara la paz —que sería la ONU”
(Asociación Provincial Pro Enseñanza Popular de la Mujer, s/f
). Abogó por la necesidad de incorporar a la Asociación a un
número mayor de afiliadas para cumplir el fin de una paz jus-
ta y popular, entre ellas: mujeres obreras, campesinas, negras
y especialmente las dedicadas al servicio doméstico, que en
aquel entonces eran quienes soportaban peores condiciones
de explotación. Se debatieron temas como el papel de la mujer
dentro del Servicio Femenino para la Defensa Civil (SFDC),
organización de la que también fueron partícipes. También se
tocó el tema de la carestía de la vida y de la necesidad de que
se aplazara la Ley de Alquileres como tema de interés nacio-
nal. Se saludó al Partido Socialista Popular por ser arranque
y punto de partida de todas esas luchas. Además, se propugnó
que las multas que se les imputaran a los especuladores y
agiotistas se transformaran en condenas que impusieran la
privación de la libertad de estos individuos, siendo esta una de
las formas de palear este mal. También se abogó por el retiro
para todas y todos los trabajadores, muy en especial el caso
de las obreras del Servicio Doméstico, que no contaban con
una jubilación después de años de trabajo.
El Dr. Osvaldo Valdés de la Paz, director de Enseñanza
y Propaganda Agrícola del Ministerio de Agricultura, abo-
gó porque las compañeras concientizaran la gravedad de la
situación que padecían las mujeres campesinas en el ámbi-
to educativo, por lo que apoyó a esta asociación a través de

160 |
premios, que se concedieron a aquellas mujeres que más se
distinguieran por su colaboración por erradicar el analfabe-
tismo presente en las mujeres campesinas, y en lo referente
a la educación y preparación indispensable para un óptimo
desarrollo de la mujer campesina. A su vez, reconoció el papel
realizado por la Asociación por todo el país en función de la
superación de las mujeres campesinas, contando con el apoyo
de la revista La Mujer,13 órgano de prensa que se encargó de
hacer propaganda de esas actividades. Hizo hincapié en la
labor realizada en este aspecto por Rosario Guillaume, quien
con su labor colaboró con la educación de la mujer campesina.
Por su parte, la compañera Sara Pascual realizó una diserta-
ción sobre la necesidad de luchar contra el encarecimiento
de la vida.
Por voto unánime se tomó la decisión de cambiar el nom-
bre, por Asociación Popular de la Mujer y la Junta Directiva
quedó instituida de la siguiente forma: Presidenta, Nila Or-
tega; Vicepresidenta, Dora Ruiz Bello; Secretaria de Organi-
zación, María Argϋelles; Vice-Tesorera, Rosario Guillaume; y
Secretaria de Cultura, Sara Pascual, entre otros cargos. En la
Conferencia se demandó la creación de escuelas en el barrio
de Marianao por el alto porcentaje existente de analfabetos.
La señora Francisca Romay en representación de las Socie-
dades Negras, trató el tema de la discriminación racial, y por
unanimidad adoptaron luchar contra este flagelo. Se expu-
so cómo las compañeras de la Asociación que pertenecen al
SFDC habían luchado por combatir el agio y la especulación,
llevando incluso a bodegueros ante los tribunales. Luz Val-
dés, en representación de laAsociación Protectora del Preso,
reclamó para las reclusas ciertos recursos que permitieran
a las maestras poder llevar a cabo la enseñanza de Corte y
Costura, así como también contra el vicio en los reclusorios
de Menores, muy en especial el Reformatorio “Torrens”. Se re-
conoció la labor desempeñada por Nila Ortega como concejal

| 161
por el Ayuntamiento de La Habana, específicamente porque
a la Asociación se le suministraran fondos. Se exigió ade-
más, un aumento de un 40 por ciento en salarios y jornales.
Mantuvieron una oposición firme contra el frente fascista y
toda la barbarie nazi. Esta asociación culminó su servicio en
enero de 1953.

Conclusiones

Luego de haber analizado y sintetizado la labor de las organi-


zaciones feministas Sección Femenina del Partido Comunista
de Cuba, Asociación Provincial Pro Enseñanza Popular de
la Mujer y la Federación Democrática de Mujeres Cubanas
(FDMC), en el período comprendido entre 1940 y 1950, se
puede afirmar que hubo un pensamiento feminista marxis-
ta que las acompañó, readaptado al contexto específico de
aquella República.
• Las tres asociaciones contaron con la Presidencia de una des-
tacada comunista. De la FDMC y de la Sección Femenina del
Partido lo fue Edith García Buchaca. Y de la Asociación Pro-
vincial Pro enseñanza Popular de la Mujer, Nila Ortega.
• Herederas del pensamiento marxista, supieron articularlo
atinadamente al contexto de la II Guerra Mundial, compren-
diendo que: “la burguesía vive en lucha permanente [y] en to-
das estas luchas se ve forzada a apelar al proletariado” (Marx
y Engels, 1840), por lo que realizaron campañas para explicar
el carácter imperialista de ese tipo de guerra y no fuese a re-
petirse lo que en su momento Lenin llamó la Bancarrota de
la Segunda Internacional.
• Comprendieron la función de la dirección del Partido en las
masas, que se sintetizó en una labor de acompañamiento e
imbricación total.

162 |
• Vincularon las reivindicaciones de género con las de lucha
nacional.
• Declararon que el primer paso para caminar hacia el Socialis-
mo era desligarse del imperialismo económico norteamerica-
no, convencidas de que solo con la unidad nacional esto sería
posible. Crearon la FDMC para la consecución de tal objetivo
unitario entre las mujeres, siendo este el mayor impacto den-
tro del movimiento de mujeres, pues en toda la Historia de
Cuba no se había logrado una organización de tal magnitud,
que acogería a auténticas, liberales, socialistas, demócratas,
republicanas y hasta apolíticas, y por si fuera poco, lideradas
por una comunista que supo comprender que su función era
la de estar “a la cabeza de las masas de mujeres”, no aislada,
sino de conjunto y absorbiendo de la misma experiencia de las
masas sin temor a equivocarse, partiendo de la convicción de
que son las masas quienes hacen la Revolución y el Partido las
va orientando, pero sin separarse de sus luchas.
• Siguieron de cerca logros del Socialismo en la URSS, siendo
este su estandarte a seguir.
• Exigieron la igualdad civil de derecho y de hecho. Primero, a
través del Partido —porque aún no existían las otras dos or-
ganizaciones— que logró llevar a una representante femenina
a la Asamblea Constituyente del 40, a la abogada Esperanza
Sánchez Mastrapa. Y después a través de las demandas de
estas tres asociaciones para que se aprobaran las Leyes Com-
plementarias, sin las cuales, no se podía hacer valer efectiva-
mente la Constitución en el plano práctico.
• Su lucha general estuvo orientada hacia la niñez, por la lega-
lización del aborto, contra la guerra imperialista, por la igual-
dad de género, por una política de reinserción de las reclusas
y porque las cárceles fueran centros que contribuyeran a una
eficiente reeducación de las mujeres; y por las cuestiones na-
cionales que afectaban la vida de la familia cubana en general:
la Bolsa Negra, la especulación, porque se le pagaran a los
azucareros su diferencial, por el aumento de los salarios, etc.
• Mantuvieron relaciones cordiales con la CTC, cuyo dirigente
principal fue el comunista Lázaro Peña.

| 163
• En cuando a liderazgo en otras áreas fuera de la militancia del
Partido: Ofelia Domínguez Navarro llegó a ser Candidata a
Representante a la Asamblea Constituyente, por la provincia
de Santa Clara, dirigió el Departamento de Propaganda de
Guerra de la Defensa Civil y llegó a ser la Secretaria General
de la ACNU durante 16 años. Esperanza Sánchez Mastrapa
representó al Partido ante la Convención Constituyente de
1940, así como también posteriormente. Nila Ortega llegó a
ser concejala por el ayuntamiento de La Habana.
• En el seno del Partido el grado de militancia aumenta en ese
período, llegando incluso las mujeres a dirigir Comités del
Partido.

Notas
1
Conocido de 1925 a 1938 como Partido Comunista de Cuba, trabajó
desde este período en la clandestinidad. Del 4 de marzo de 1937 a agosto
de 1939, forma parte del Partido Unión Revolucionaria que “actuaba al
propio tiempo como imagen del PCC” (véase Rojas, 2006, t-1: 24), poste-
riormente se pasa a denominar Partido Unión Revolucionaria Comunista
(PURC) en vistas a la Asamblea Constituyente de 1940, y en 1944 cambia
su nombre por Partido Socialista Popular (PSP).
2
En el Instituto de Historia de Cuba se cuenta con algunos números de
la revista Mujeres Cubanas que abarcan el período de 1950-1956, con
algunos períodos de no publicación.
3
Noticias de Hoy, tuvo un período de publicación de 1938 a 1953, pos-
terior a los sucesos del Moncada en 1953 es censurado, para reabrir otra
vez en el año 1959 hasta 1965.
4
A continuación expongo la directiva de esos órganos de prensa: de No-
ticias de Hoy (director Aníbal Escalante), de Mujeres Cubanas (directora
Edith García Buchaca), de Fundamentos (director Blas Roca), y de El Co-
munista (el consejo de dirección estaba compuesto por: Blas Roca, Aníbal
Escalante, Fabio Grobart y Carlos Rafael Rodríguez).
5
Destacar que el Partido Unión Revolucionaria, antes de devenir en Par-
tido Unión Revolucionaria Comunista (PURC), estuvo dirigido por varios
intelectuales: “Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Gustavo Alde-
reguía, Salvador García Agüero, José María Pérez […]” y entre ellos las
féminas María Luisa Soler y Edith García Buchaca, (Rojas, 2006, t-2: 24).

164 |
6
La Asamblea Constituyente, sesionó entre febrero y junio de 1940.
7
El Programa de Batista dentro de la Coalición Socialista Democrática
para el Pueblo de Cuba consistió primeramente en respeto a la Constitu-
ción, “absoluto respeto al ejercicio de las libertades públicas, asegurando
y respetando la libertad de sufragio, practicado por todos los ciudadanos
organizados en partidos de todas las tendencias e ideologías [...] Respeto
a la esfera de acción y autonomía de los Municipios, favoreciendo las
medidas encaminadas a restituirles las facultades y los recursos de que
han sido privados, a poner en práctica los progresos de la ciencia de la
administración local, y a favorecer el desarrollo de las finanzas munici-
pales [...] Persecución del soborno directo e indirecto de las autoridades
y funcionarios públicos, empleados, etc. [...] y la legislación responda
siempre al general interés de la nación” (periódico Noticias de Hoy, 1940).
Además del mantenimiento de Cuba fuera de la guerra imperialista.
8
Los siguientes fueron los seis comunistas que asistieron a la Asamblea
Constituyente de 1940: Juan Marinello Vidaurreta, Blas Roca Calderío,
Salvador García Agüero, Romárico Cordero Garcés, César Vilar Aguilar
y Esperanza Sánchez Mastrapa.
9
Por el Partido Unión Revolucionaria Comunista asistieron a la Consti-
tuyente, la Dra. Esperanza Sánchez Mastrapa, por Oriente; y de la opo-
sición, María Esther Villoch Leyva y Alicia Hernández de la Barca, por
el Partido Revolucionario Cubano Auténtico, de Oriente y las Villas, res-
pectivamente.
10
El 16 de mayo de 1930 surge la Unión Laborista de Mujeres con la finalidad de tra-
bajar por la obtención de los derechos de la mujer y contra la dictadura de Machado.
Su Presidenta fue la Dra. Ofelia Domínguez Navarro, quien renunció previamente
a la Alianza Nacional Feminista (ANF) para poder conformar esta asociación más
radical. Para 1933, esta asociación cambia su nombre por Unión Radical de Mujeres,
y se unió a todas las organizaciones opuestas a la dictadura de Machado, teniendo en
ese momento como objetivo fundamental, la lucha por alcanzar la liberación nacional
a partir del derrocamiento de Machado.
11
Expresión recurrente utilizada por Ofelia Domínguez.
12
Conferencia de los partidos de la II Internacional.
13
Órgano oficial de la Asociación Nacional Femenina de Prensa a partir del nú-
mero 128, pues anterior a este número era una revista de carácter neutral según
confirma el Diccionario de la Literatura Cubana. Dirigida por María Collado y
Romero.

| 165
1941. La unidad de marxistas
y no marxistas por la escuela
cubana en Cuba libre

Regina Agramonte Rosell

Durante los debates en la Asamblea Constituyente de 1940,


entre las ideas esenciales del Partido Unión Revolucionaria,
estaba la protección por parte del Estado a la juventud contra
la explotación, la desocupación, el abandono moral y corporal,
las enfermedades, los vicios y centros de corrupción con el
objetivo de formar una generación saludable y vigorosa y ale-
gre y organizar una educación que tuviera por objeto formar
ciudadanos aptos f ísica, intelectual y cívicamente (Pichardo,
1969: 129-145). La religión, la discriminación racial, la situa-
ción de los obreros y el tema agrario así como la educación,
figuraban entre los numerosos aspectos de importancia social
que ocuparon la atención de los participantes.
Cuba, durante los primeros años de intervención nortea-
mericana, así como en las décadas siguientes hasta 1940, se
caracterizó por una crítica situación en la esfera educacional,
que motivó a lo largo de esos años, el surgimiento de diversos
movimientos sociales de tipo educacional en defensa de la
escuela cubana.
Juan Marinello Vidaurreta, destacado intelectual marxista,
tuvo a su cargo la responsabilidad de intervenir en la Asam-
blea Constituyente a nombre del partido de los comunistas
cubanos. Expresó el carácter complejo y vital del problema
de la educación, solucionable solo con el mejoramiento de la
superación —léase instrucción— y en general de la cultura
del pueblo. Así mismo, denunció de manera enfática cómo
por razones políticas y económicas se había limitado durante
largos años el alcance del ideal educativo como expresión de
cubanidad lograda y superada. “La educación, entendida al
modo de nuestro Partido es, en esencia, un impulso revolu-
cionario” (Marinello, 1940). Esta sentencia no solo le otorga
un lugar especial al uso adecuado de métodos y procedimien-
tos para la enseñanza, al lugar de los conocimientos en la
formación de la personalidad de hombres y mujeres como
entes potencialmente transformadores del mundo y más con-
cretamente de la realidad cubana de entonces. Y desde esta
perspectiva transformadora vincula a la educación como vía
para la justicia social, máxima expresión de los anhelos revo-
lucionarios del partido.
Julio Fernández Bulté,1 al valorar la intervención de los
miembros de la URC, afirmó que fue un debate difícil, duro,
donde los comunistas llevaron el mayor peso. Relacionado
con la política educacional, el partido URC convocaba a que
la nueva Constitución cubana asegurase al menos cuatro as-
pectos fundamentales, y expresaba de modo directo que en
la Carta Magna debía consignarse:

1) El aseguramiento del presupuesto de cultura (los elemen-


tos materiales indispensables para la obra transformadora).
A partir de las deficiencias y precariedades de la educación,
el partido expresó la necesidad de una considerable dotación
presupuestal para el mejoramiento de la obra educativa, pro-
veniente del presupuesto estatal.

168 |
2) La universalidad de la enseñanza. Lo cual incluía el carácter
obligatorio y gratuito de la enseñanza primaria por dispo-
sición constitucional. Número ilimitado de matrícula para
los centros de enseñanza secundaria. Atención por parte del
Estado a los alumnos más necesitados con becas para su ma-
nutención. Contribución de las escuelas privadas al mante-
nimiento del Fondo de Becas, para lo que deberán pagar un
cinco por ciento de lo que recauden por concepto de cuotas.

3) La más acabada técnica. Se refiere a la Educación Técnica vista


desde el más alto nivel de calidad del proceso formativo, ava-
lado por el uso de métodos y procedimientos no solo eficaces
sino además actuales para la época, en correspondencia con
los últimos descubrimientos de la pedagogía pero con un alto
sentido del nacionalismo verdadero, humano y progresista. Su-
girieron la consulta a especialistas extranjeros y propiciar la
participación de estos con mayor frecuencia y extensión.

Esta propuesta, lejos de estimular la injerencia extranjera como


en la etapa de la intervención norteamericana, apuntaba a una
visión marxista y martiana, toda vez que parte del recono-
cimiento de los saberes acumulados por la humanidad y los
avances en determinados campos de la cultura. Se convocaba
así a la socialización en Cuba de los adelantos de las ciencias
y la cultura universal, con el objetivo de enriquecer el acervo
nacional y brindar la oportunidad a la población de nuestro
país de beber en las más diversas fuentes.
Visto desde la perspectiva martiana, el llamado del partido
expresa la necesidad de que la cultura universal se infiltrara
en lo más hondo de nuestra república, propiciar el diálogo
de culturas en detrimento de la estrechez de pensamiento
y el receloy el recelo nacional, sin perder la confianza en las
capacidades propias y en la identidad nacional.

4) El sentido de orientación del momento histórico. La Educa-


ción debía despojarse de cualquier rezago injerencista, ya sea

| 169
de la etapa colonial española o del período de intervención
norteamericana. Se expresó como objetivo fundamental la
necesidad de educar a los niños y jóvenes en las tradiciones
revolucionarias, laborales y culturales del pueblo cubano.
Fomentar una conciencia social basada en los valores más
autóctonos de la cubanidad, de las más profundas tradiciones
libertarias, del sentido de respeto hacia los valores patrios, el
orgullo nacional que da ser latinoamericano por su relación
histórica con el resto de las Antillas y las Américas, la cul-
turización o el ansia de conocimiento que siempre Cuba ha
tenido con el resto del mundo porque se ha apropiado de lo
mejor y ha sido Cuba también tributaria de esa cultura que
ha nacido en las tierras de América.

Se expresó la responsabilidad del Estado con la Educación y


que esta debía desarrollarse de acuerdo a los intereses histó-
ricos de la nación cubana. En esta dirección se precisó que
el Estado debía hacerse cargo de toda obra educacional del
país y otorgarle carácter laico, obligatorio y gratuito; ejer-
cida en cualquiera de sus grados por maestros y profesores
cubanos, tanto en el contexto público como en el privado.
Sin embargo, consideraban que mientras no existieran los
medios suficientes para ofrecer una cobertura que incluyera
a toda la población escolar, se debía permitir el ejercicio de la
enseñanza a los particulares, pero esta debía estar sometida
a la vigilancia y supervisión de los organismos educacionales
del Estado.
El partido otorgaba así al Estado total responsabilidad so-
bre los programas, contenidos y textos de enseñanza que se
desarrollaran en las escuelas privadas, así mismo sólo el Es-
tado podría entregar títulos con validez oficial.
Una mirada a la escuela rural motivó el llamamiento en-
fático a organizar ese proceso formativo atendiendo a los in-
tereses específicos de los niños y jóvenes campesinos para
contribuir al desarrollo agrícola nacional.

170 |
Quedaba a la Universidad no olvidar su contribución social
orientando las investigaciones hacia los problemas nacionales
y la Educación Superior a las necesidades de país.
Educación y prejuicio racial, fue otro tema de importancia
vital para la nación cubana abordado en la intervención de
Marinello en la Asamblea Constituyente, donde expresó el
punto de vista del partido de Unión Revolucionaria.

La noción de política no se circunscribe al enfrentamien-


to entre partidos. Pensar la nación, analizar los problemas
esenciales que lastran su desarrollo, conocer los contextos
internacionales y caracterizar las ideas en pugna a ese nivel
constituye una forma de acción orientada a fundamentar
las bases de una cultura política. (Pogolotti, 2014)

Y es que llevar a los debates de la Constituyente el sensible


tema de los prejuicios raciales en la Educación como expre-
sión de un grave problema a nivel de toda la sociedad cubana
de entonces, fue expresión no solo de lo flagrante de esta
problemática, sino del papel del partido en el sostenimiento
de las demandas de negros y mulatos —uno de cuyos mejo-
res exponentes era un convencional, García Agüero—, y del
compromiso político de Unión
Revolucionaria con la unidad de la nación cubana. Por esta
razón Marinello fue enfático al plantear que la Carta Magna
debía exigir de la educación lo que llamó el cultivo para todos
los hombres como camino a la liberación interna de Cuba.
Asimismo, llama a considerar como violación constitu-
cional cualquier manifestación de discriminación racial en
cualquier nivel de enseñanza en las escuelas públicas y de
manera especial en las privadas; y se propuso votar una ley
que determinara las penas correspondientes a quienes en ma-
teria educacional, expresa o encubiertamente, establecieran
diferencias por las razas. Propuso penas enérgicas, no sujetas

| 171
a perdón, que abarcaran desde el cierre de la institución que
realizara el acto discriminatorio hasta el encarcelamiento de
los implicados en caso de que fueran reincidentes.
La posición adoptada por el partido Unión Revolucionaria
en la voz de Juan Marinello marcó un momento importante
en la historia de la nación, promoviendo un debate enrique-
cedor con amplio apoyo popular.
La nueva Constitución dedicaba finalmente trece artícu-
los, en el Título Quinto, Sección Segunda (artículos del 47
al 59) al tema educacional, donde se abordaban importantes
aspectos relacionados con la cultura general. Se destaca el
artículo 51, que expresaba el objetivo de alcanzar un sistema
armónico desde la primaria hasta la universidad, el cual debía
garantizar la enseñanza general, la vocacional y la politécni-
ca, en correspondencia con las necesidades e intereses de la
nación. Además el artículo 53, dedicado a la autonomía uni-
versitaria, el 54 a la creación de universidades privadas y en
el 57 el documento legal precisaba los requisitos para ejercer
la docencia.Asimismo, el texto constitucional se pronunciaba
sobre temas incluidos en el debate educacional del país tales
como: la formación y titulación de los docentes en escuelas
normales y la Escuela de pedagogía de la Universidad de La
Habana, la metodología para el nombramiento de docentes
teniendo en cuenta su calificación (sin influencias externas), el
tema del salario de los maestros, que según el texto no debía
ser inferior a la millonésima parte del presupuesto total de
la nación.
El documento final aprobado como Carta Magna estimuló
el desarrollo de la teoría y la práctica educativa sobre nuevas
bases ideológicas. Sin embargo, la concreción en leyes com-
plementarias constituyó una nueva etapa de lucha política e
ideológica frente a una minoría constituida por elementos
oligárquicos, clericales y antinacionales.

172 |
Fue la Constitución de 1940 una de las más progresistas de
su tiempo, pero vio frenada su aplicación por poderosos inte-
reses de la clase gobernante. Muestra de ello fue la herencia de
vicios y todo tipo de corrupción acumulados en la vida social
que hallaron su máxima expresión en los gobiernos de turno
que caracterizaron la década del 40 al 50 del pasado siglo; con
la proliferación de las pandillas gansteriles, con el patrocinio
de la mafia norteamericana que pretendió hacer de Cuba Las
Vegas caribeñas. También fue una época de lucha del mo-
vimiento obrero, de fortalecimiento de las ideas marxistas
y de consolidación de la identidad nacional, expresada en el
sentimiento antiimperialista del pueblo, que tuvo sus voces
en la intelectualidad avanzada, en marxistas y no marxistas.
Nombres como los de Juan Marinello Vidaurreta, Blas Roca
Calderío, Salvador García Agüero, Jorge Mañach, José Anto-
nio Portuondo, Vicentina Antuña, Roberto Agramonte, Raúl
Roa, abogaron por la instrucción del pueblo como vehículo
de emancipación y formador de conciencia.
A partir de 1944 y hasta 1948 se desarrolla el programa
educacional correspondiente al período de gobierno de Grau
San Martín. Él consideraba que existía la necesidad de esta-
blecer un Sistema de Enseñanza fundado en las característi-
cas propias del pueblo cubano. El programa constitucional
del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) defendió una
nueva propuesta educacional: La Escuela Montuna en cone-
xión con la Enseñanza Politécnica, con el objetivo de formar
al personal calificado para la expansión de los sectores eco-
nómicos agrario e industrial.
El también llamado gobierno de la Cordialidad de Prío
Socarras realizó una campaña política en aras de solucionar
el gran problema educacional de la nación. Se nombró a Au-
reliano Sánchez Arango como titular de educación la mayor
parte del período de mandato de este gobierno.

| 173
La información utilizada fue encontrada dispersa en las
fuentes que se consultaron careciendo de análisis de las es-
tadísticas escolares, debido a la ausencia de informes minis-
teriales que permitieran conocer y valorar la situación de la
educación en el período. Los elaborados eran incompletos e
inexactos, por lo que resulta imposible dar un seguimiento
en cada año a indicadores tales como: escuelas construidas en
relación con el presupuesto destinado a la educación, relación
entre el número de alumnos y maestros por aulas y escuelas,
índice promedio de asistencia, repitencia y retención escolar
en las escuelas urbanas y rurales y la edad promedio para la
culminación de estudios, entre otros de interés.

La campaña Por la escuela cubana en Cuba libre

En la Constitución de 1940 fueron refrendados derechos hu-


manos insoslayables, que debían ser puestos en vigor a partir
de la Ley de Reforma general de la enseñanza, entre los que se
deben mencionar: el carácter gratuito de la educación pública
en todos sus niveles, el carácter laico de la enseñanza estatal,
la obligatoriedad de impartición de determinadas asignatu-
ras por maestros y profesores cubanos (Historia, Literatura,
Geograf ía de Cuba, Cívica y Constitución), se aprobó el sis-
tema de educación de adultos con la intención de erradicar
el analfabetismo, así como la creación de un subsistema de
escuelas de oficios y de un sistema de becas.
Sin embargo, ¿Fue esto suficiente para su implementación
inmediata? ¿Alcanzo su realización posterior? No, es la res-
puesta definitiva en casa caso, pero exige una lectura crítica
a las condiciones epocales, donde la atmósfera económico
social enrarecida constituyó un aspecto determinante en el
desarrollo de los hechos.

174 |
El 25 de mayo de 1941 se organizó un acto masivo en el
coliseo del Teatro Nacional, bajo el nombre “Pro Patria y Es-
cuela”. La propaganda del acto y las ideas básicas del movi-
miento que pretendía desarrollar eran anticubanas y sobre
todo anticomunistas y contaron con el apoyo de medios de
difusión masiva tales como el Diario de la Marina y Avance.
El argumento utilizado para estimular la desconfianza fue la
presencia del comunista Juan Marinello en el Consejo Nacio-
nal de Educación y Cultura con sede en el Congreso Nacional.
No se convocaba un debate sobre temas educacionales. Pro
Patria y Escuela convocaba a una reacción anticomunista y
encontraron oídos receptores en representantes del pensa-
miento conservador de la época, como Pepín Rivero, director
del Diario de la Marina y profesores universitarios de pres-
tigio como Alfredo M. Aguayo, la Asociación de Maestras
Católicas y otras fuerzas anticomunistas que tras su palabra
y manipulación escondían los planes de expansión de la en-
señanza privada y los objetivos ideológicos y políticos de las
minorías gobernantes con apoyo clerical.
Estas fuerzas se sentían afectadas por las disposiciones de
la Comisión de Enseñanza Privada, resultante del trabajo del
Consejo Nacional de Educación y Cultura. Era preciso frenar
el apoyo popular alcanzado por lo estipulado en la Constitu-
ción de 1940, y para ello había que dirigir los ataques y la con-
fusión de las masas hacia la orientación de la escuela cubana,
y favoreciendo a la escuela privada, impedir la fiscalización
no solo en lo pedagógico sino también en lo docente por parte
del Estado a estas instituciones, violando el artículo 51 de la
Carta magna que rezaba:

toda enseñanza pública o privada está inspirada en el es-


píritu de cubanidad y de solidaridad humana, tendiendo a
formar en la conciencia de los educandos el amor a la pa-

| 175
tria, a sus instituciones democráticas y a todos los que por
una y otra lucharon. (Roig de Leuchsenring, 1941a)

Como respuesta, se convocó el 28 de mayo de 1941, en el pe-


riódico El Mundo, a iniciativa de Emilio Roig de Leuchsenring,
a una asamblea pública que se efectuó en el salón Juárez de
la Gran Logia de la Isla de Cuba, motivada por la creciente
tendencia de sectores conservadores y clericales a apoderarse
del sistema educativo. “Ante el confusionismo imperante creo
necesario que los cubanos que sentimos la urgencia de actuar
con energía para esclarecer la verdad sobre la entraña de ese
movimiento antinacional nos unamos estrechamente, a fin de
plantear de manera precisa, clara y terminante, ante la opinión
pública, cuáles deben ser los principios de una cruzada POR
LA ESCUELA CUBANA EN CUBA LIBRE.”
En la convocatoria de Emilio Roig de Leuchsenring des-
tacaban tres ideas esenciales que conmovieron a la opinión
pública, a sindicatos obreros, asociaciones culturales, institu-
ciones privadas, logias masónicas, y maestros y profesores de
diferentes niveles de enseñanza, entre otros:

• Se atacaban disposiciones progresistas porque no ceden a los


privilegios que se mantienen desde la colonia hasta aquellos días.
• En nombre de la democracia y de la escuela la reacción or-
ganizaba una campaña en defensa de sus intereses clasistas.

• Mantenía pretensiones injustas para el pueblo al mismo tiem-


po que juraba defender Cuba y la Escuela.
La campaña Por la escuela cubana en Cuba libre contó con la
siguiente Declaración de Principios (Roig de Leuchsenring,
1941b):

1) Este movimiento está desvinculado por completo de toda


militancia, conexión o inspiración, tanto efectiva como ideo-
lógica, de carácter político partidista.

176 |
Al mismo pueden venir los cubanos de buena voluntad, no
importa cuál sea su criterio político, religioso o social, siem-
pre que coincidan en la aspiración fundamental de que la
escuela cubana sea un poderoso vehículo de progreso y su-
peración nacional.

2) Sostenemos la urgencia de que se conviertan en realidades


tangibles los principios democráticos y liberales que man-
tuvieron ininterrumpidamente, como ideales, los apóstoles
héroes y mártires de nuestras luchas emancipadoras, y cons-
tituyen, por ellos, el fundamento y la razón de existencia de
nuestra nacionalidad.

3) Propugnamos el rescate para el Estado, y el diligente cumpli-


miento por éste, del ejercicio de las funciones que la Consti-
tución le concede e impone sobre la enseñanza, como una de
las manifestaciones de la cultura, no solo en lo pedagógico,
sino fundamentalmente en lo que se refiere a su organización,
pues, como dispone el artículo 51 de nuestra vigente Carta
fundamental, “toda enseñanza, pública o privada, está ins-
pirada en el espíritu de cubanidad y de solidaridad humana,
tendiendo a formar en la conciencia de los educandos el amor
a la patria, a sus instituciones democráticas y a todos los que
por una y otras lucharon”.

4) Recabamos para la enseñanza pública —elemental, secunda-


ria y técnica, urbana y rural, para el maestro y para el alum-
no— la atención preferente del Estado y el inmediato aban-
dono de la nefasta política abstencionista, postergadora y de
hostilidad, seguida por los gobiernos.

5) Proclamamos que todo niño cubano debe ser educado por


profesores cubanos, graduados en instituciones docentes cu-
banas, con textos de autores cubanos y en colegios cubanos.

6) Juzgamos de vital trascendencia para el permanente afianza-


miento de la nacionalidad, que el Estado ejerza, no por simple
expediente burocrático, como hasta ahora, sino con miras a la

| 177
plasmación de ese espíritu de cubanidad del precepto consti-
tucional citado, la reglamentación e inspección de las escuelas
privadas, sin que ello envuelva gratuito deseo de dañar inte-
reses ni menoscabar derechos.

7) Requerimos el debido reconocimiento y la justa protección


para los graduados de las instituciones oficiales de enseñanza,
únicos llamados, según sus respectivos títulos, a desempeñar
la función docente, lo mismo se trate de la enseñanza pública
que de la privada.

8) Respetamos el derecho constitucional de la profesión de to-


das las religiones y el ejercicio de todos los cultos, pero sin
que por los gobernantes se olvide que la tradición cubana
patriótica y revolucionaria es laica, y no puede por tanto el
Estado, nacido al calor de esos principios, mostrar simpatías
o parcialidad religiosa, en los asuntos políticos en general, ni
en la enseñanza en particular.

En esta declaración de principios se revela una compren-


sión de los fenómenos sociales como sistema de relaciones,
de procesos que se imbrican entre sí. En el propio acto de
clausura se expresó que aquél era “un movimiento nacional
de afirmación cubana, de recordación y defensa de los más
altos y fundamentales principios mantenidos, ininterrumpi-
damente, desde los albores de nuestras luchas libertadoras,
con el ejemplo de su desinterés y abnegación, de su constan-
cia y su sacrificio, con la ofrenda de sus vidas, por la legión
incontable y gloriosa de apóstoles, propagandistas, héroes y
mártires de nuestra epopeya emancipadora, que deben ser
todos considerados como los verdaderos y genuinos funda-
dores y mentores de la nacionalidad, de la república cubana”
(Roig de Leuchsenring, 1941b).
Se escogió la casa matriz de la masonería por ser conside-
radas las logias masónicas un espacio que sirvió de refugio,

178 |
amparo, calor y ayuda para los reformadores y libertadores de
América, donde se fraguaron ideas y propósitos progresistas
e independentistas, y por considerarse que la masonería es-
taba ligada estrechamente a todos los movimientos liberales
e independentistas de América.
Las dificultades, crisis y contiendas internas acerca de la
Educación y la enseñanza convocaron a los cubanos de enton-
ces a volver los ojos hacia el pasado patriótico y revolucionario
cubano y de los pueblos de América, con el objetivo de buscar
el ejemplo, las normas de conducta de los protagonistas de
gestas libertadoras tanto en el continente como en la nación
cubana, aquellos que devinieron guías durante el camino por
la consolidación definitiva de la república.
Urgía la reunión de hombres, mujeres, blancos, negros, to-
das las personas libres de prejuicios, discriminaciones y con-
vencionalismos ni esclavitudes de ideas, creencias, razas y re-
ligiones. Se había atacado públicamente a la escuela cubana, a
las medidas propuestas para la protección y el mejoramiento de
las condiciones del trabajador, se criticó la propuesta de sanción
contra las discriminaciones raciales, se defendió el manteni-
miento en la Carta Magna de la organización social existente
“[…] a base de dos castas: explotados y explotadores”.2 De ma-
nera oportunista, aprovecharon la proximidad de las elecciones
para coaccionar a los convencionales que aspiraban a ocupar
posiciones electivas —oportunidad para la claudicación de
ideales de muchos de los que alardeaban de progresistas y re-
volucionarios. Gracias a esta traición no pocos salieron electos
representantes, senadores, gobernadores, alcaldes y concejales.
Y luego de varios meses de debate público, la traición a los
intereses del pueblo obstaculizó que se plasmase en las leyes
complementarias que la nueva Constitución prescribía, las
conquistas y mejoras a la escuela cubana propuestas durante
los debates antes mencionados.

| 179
La campaña Por la escuela cubana en Cuba libre cons-
tituyó una convocatoria para intercambiar pensamientos y
sentimientos en un contexto político ideológico de pugna:
democracia-autoritarismo, reaccionarismo-liberalismo, es-
tancamiento-avance, espíritu colonial-espíritu republicano,
Colonia-República. La urgencia del encuentro radicaba en la
gravedad de los ataques que hicieran elementos clericales y
reaccionarios al empeño de cubanización de la escuela cu-
bana, en el contexto de la Asamblea la Constituyente, donde
se trató de desacreditar la campaña ante la opinión pública
con el objetivo de que la nueva constitución no incluyera pre-
ceptos y disposiciones progresistas favorables al pueblo. Im-
pregnada de un espíritu de continuidad histórica en la lucha
por la emancipación integral del pueblo cubano, se apeló a la
comprensión del carácter revolucionario de aquella campaña.
La discriminación racial constituía uno de los males de
aquella República, que tuvo en los marcos de la escuela cu-
bana una de las expresiones más crueles. Hacia este flagelo
dirigió Marinello, como se ha mencionado, gran parte de su
intervención durante los debates de la Asamblea Constitu-
yente, y expresó el sentir del Partido Unión Revolucionaria
respecto al racismo. Este aspecto fue retomado por la fuerza
durante la campaña y correspondió al Dr. Miguel A. Céspe-
des, presidente del Club Atenas, intervenir durante el acto de
clausura, sobre el tema del racismo, y el papel de la escuela
cubana, en particular del maestro y profesor; argumentando
su deber moral y patriótico ineludible de crear en las institu-
ciones educativas un ambiente de igualdad que impidiera que
ningún niño joven se sintiera deprimido por actitudes racistas
de sus compañeros. Valoró el hogar y la escuela como espacios
para educar sentimientos y orientar la vida moral. Y desde
esta perspectiva inclusiva de la educación y la sociedad instó a
trabajar “por la cubanidad integral, por los más puros ideales

180 |
de la Revolución y de la Democracia y por el triunfo definitivo
de la Libertad” (Roig de Leuchsenring, 1941b: 71-72).
Por la escuela cubana en Cuba libre se declaró heredera y
continuadora de la conducta patriótica de los ilustres maes-
tros pioneros de la defensa de la defensa de la escuela cubana
y de la reglamentación y fiscalización de los colegios privados
con vistas a su mejoramiento pedagógico y su efectiva cubani-
dad, entre los que se mencionaron: Enrique José Varona, Ma-
nuel Sanguily, Esteban Borrero Echeverría, Ezequiel García
Enseñat, Carlos de Velasco, Arturo Montori, Juan R. Xiques,
Manuel Márquez Sterling, Manuel Fernández Cabrera, José
M Tagle, Ismael Clark, Ramiro Guerra, Francisco González
del Valle, Federico Córdova, Julio Villoldo, Salvador Salazar,
Fernando Ortiz, Gabriel García Galán, Enrique Gay-Calbó.
Se autoproclamó Por la escuela cubana en Cuba libre
de radicalismos, y de militancia o matiz político partidista.
Empero con un alto sentido patriótico, asumiendo la enseña
nacional conscientes de los esfuerzos, luchas, sacrificios, he-
roicidades y martirios de varias generaciones de patriotas por
la conquistade una patria verdaderamente libre, no solamente
de España, sino de modo especial de los vicios, los defectos,
los prejuicios, las discriminaciones, las injusticias que encar-
nó la colonia.
La referida campaña contó con el apoyo de 104 órdenes fra-
ternales vinculadas a la masonería, 2 partidos políticos (Unión
Revolucionaria Comunista y Partido Socialista de Cuba), 49
instituciones educacionales, 37 colegios privados, 85 agrupa-
ciones obreras, 47 asociaciones varias, 85 veteranos de la gue-
rra de independencia. Un aspecto importante lo constituye la
participación de personas de todo el territorio nacional.
Se debe destacar la colaboración artística de las estrellas
nacientes de la Corte Suprema del Arte de las Emisoras CMQ
y COCQ tales como Rosita Fornés, Elsa Valladares, Dúo Ro-

| 181
may, Trío Servando Díaz, América Crespo, Miguel A. Ortiz,
Carioca, Hermanos Justiniani y Leonel Guitián, quienes in-
terpretaron números musicales.

Hacia una dimensión política de la educación:


Emilio Roig de Leuchsenring, Elías Entralgo,
José Antonio Portuondo y Fernando Ortiz
Luego de una lectura crítica del discurso del maestro Emi-
lio Roig de Leuchsenring, a la luz del contexto histórico de
aquella época, a pesar de que se afirma que la campaña estaba
desvinculada de toda militancia tanto efectiva como ideoló-
gica, es posible afirmar que la misma asume la impronta del
ideario político martiano al espíritu con que se fundara al
Partido Revolucionario Cubano como el partido de la Unidad
de Todo el Pueblo.
Aquella no fue una campaña política desarrollada por un
partido de manera independiente, sin embargo contó con la
articipación de miembros de las más diversas fuerzas políticas
progresistas del momento, así como del amplio apoyo popular
de la nación, por defenderse en esa campaña una de los anhe-
los más preciados del pueblo: la Educación.

Somos cubanos: y como cubanos, aspiramos a que se plas-


men ahora en realidades tangibles, en lo que a la enseñanza
se refiere, los principios democráticos, liberales y laicos,
que son básicos y fundamentales del Estado cubano, […]
encarnación del pensamiento, de los sentimientos, de los
ideales, y de producto de las necesidades políticas, econó-
micas y sociales, y de los esfuerzos, la sangre y la vida de
varias generaciones de cubanos, que idearon fundar para
ellos y para sus compatriotas de los tiempos venideros, una
patria grande y estable, de libertad y de justicia, de igualdad
y de decoro. (Roig de Leuchsenring, 1941b: 88)

182 |
Emergen en estas palabras los anhelos del prestigioso intelec-
tual cubano de alcanzar en un futuro cercano la inmensidad
de un pueblo culto, gozoso por la igualdad de oportunidades
y la dignidad como derechos.
Llamó al recuerdo del pasado patriótico y revolucionario
con el objetivo de rescatar del ejemplo de los hombres y mu-
jeres protagonistas de la historia, normas de conducta que
sirvieran de guía para la consolidación definitiva, humana,
justa y cubana de la República.
Por su parte, el profesor de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de La Habana, doctor Elías Entralgo, inició
su intervención dejando claro que la aparición y desarrollo de
la nacionalidad cubana, así como la constitución en Estado
soberano, fueron producto de un duro proceso en el que va-
rias generaciones lucharon sostenida y heroicamente y alertó:
“Pero el aislado conocimiento, en este caso, sin la asociación
de otros factores,puede decaer en indiferencia o degenerar en
destrucción” (VV. AA, 1941: 89). Argumentó la importancia
no solo de reconocer los valores de varias generaciones de
cubanos en las luchas independentistas, la herencia histórica
amasada con trabajo, dolor, sangre y sacrificio, sino que se
trataba de acrecentarlos con atención vigilante y actividad de-
nodada, es decir, la patria necesitaba cada vez más del rescate
de aquellos valores manifestados por generaciones anteriores,
pero no solo en la memoria histórica sino incorporados en
los modos de pensar y actuar de los cubanos de entonces. Lo
opuesto implicaría la negación de acontecimientos, de una
historia que —al decir de Entralgo— condiciona la persona-
lidad social y política de la nación en el presente y el futuro.
Este fue un discurso que reveló el papel de la Educación, de
la docencia en la sociedad, considerándola simiente de otras
instituciones. Apoyó la campaña y todo lo incorporado en la
Constitución de 1940 en materia de Educación y Enseñanza,

| 183
por considerar que constituían el alma de la cubanidad que
había sido atacada desde varios flancos extranjerizantes y dis-
gregadores, a su juicio. En sus palabras puede leerse una dura
crítica a la carencia de estadísticas, a la fuga de capitales, a
la desoladora situación de la economía nacional que dejó su
expresión en la situación de la escuela, que de mantenerse
continuaría destruyendo el espíritu de la nación cubana.
Concluye con una exhortación que conserva vigencia ac-
tual.
Ciudadanos: de la justicia de esta causa yo no tengo dudas. El
amor que la conmueve aquí se proclama. Nos falta todavía
un tercer sumando: La perseverancia en la empresa. He aquí
la clave del posible y justificado éxito futuro. Y, por ello, mis
palabras finales han de ser de exhortación a la constancia en
el empeño. (VV. AA, 1941: 119)

En calidad de profesor de los colegios privados La Luz y Se-


pulveda, hizo uso de la palabra el Dr. José Antonio Portuondo.
Quien dedicara su breve intervención a la calidad del magis-
terio cubano, a la importancia de que los maestros no solo
fueran poseedores de títulos sino que además se evaluaran sus
competencias y se sometieran a un proceso de revalidación
de los estudios recibidos en el exterior. Pero fue enfático en
el papel que le correspondía al Estado respecto al control de
la formación de aquellos que asumirían la responsabilidad de
educar a los futuros ciudadanos, y para ello expresó la nece-
sidad de establecer tribunales oficiales a fin de que el Estado
tuviera constancia tanto de la preparación general como de la
específica en disciplinas fundamentales para la escuela cubana.
Expresó la relación de lo anterior con otro aspecto esen-
cial del proceso formativo: la formación dentro de principios
fundamentales de la nacionalidad cubana, que contribuyeran
a fomentar sentimientos “especiales” —a juicio de Portuondo-
los cuales solo podían ser infundidos por maestros cubanos.

184 |
En su intervención, deja explícita la idea de evaluar a los maes-
tros por su competencia a la hora de formar valores como el
patriotismo y sentimientos de identidad nacional.
Y antes de concluir dio votos por una legislación coheren-
te con lo aprobado en la Constitución de 1940, que fungiera
como órgano legal protector del profesional cubano dedica-
do a la enseñanza. Con alto sentido de síntesis, su discurso
apuntó hacia aspectos sensibles aprobados en la Carta Mag-
nay sirvió para fundamentar una vez más la importancia de
tenerlos en cuenta.
Correspondió al Dr. Fernando Ortiz pronunciar las pala-
bras finales del acto, quien insistió en la defensa de la identi-
dad nacional, de los valores patrios en la educación y la impor-
tancia del derecho a la soberanía del pueblo cubano a educar
a sus hijos e hijas. Ortiz aprovechó la ocasión para reiterar
algunos párrafos esenciales de un proyecto de ley presentado
por él en 1917 a la Cámara de Representantes y que por su
vigencia fue incorporada en la Carta magna de 1940. Recor-
dó cómo en 1917 aquella iniciativa fue ignorada por fuerzas
coloniales como las que veinticuatro años después habían mo-
tivado la convocatoria a la campaña Por la escuela cubana en
Cuba libre y que a pesar del tiempo transcurrido continuaba
afirmando las siguientes consideraciones:

• Que la libertad de la enseñanza no impide el ejercicio de fis-


calización del Estado.

• Que la profesión de la enseñanza y en especial, de la primaria


debía estar tutelada por el Estado al que le correspondería
cuidar con celo del desarrollo de sentimientos patrióticos en
los niños cubanos.

• Que corresponde al Estado exigir a toda persona que se dedi-


que a la profesión de enseñar, un título que acredite previa-
mente su competencia.

| 185
Continuó citando el referido proyecto de ley que bajo su
autoría presentara en 1917, el cual contaba con 11 artículos
dedicados todos al tema de la enseñanza y la educación. Llama
la atención el artículo 5to, que expresaba:

En ningún colegio, instituto, academia o establecimiento


privado ni público de enseñanza podrá enseñarse la His-
toria de Cuba y la Instrucción Cívica sino por profesores
que sean cubanos de nacimiento. Tampoco se podrá en
los establecimientos privados de enseñanza primaria y
secundaria que no sean exclusivos para niños extran-
jeros, enseñar la Historia especial de ninguna nación
extranjera, y sí solamente la de Cuba y la Universal. (VV.
AA, 1941: 124)

Pasados veinte y cuatro años Ortiz pudo ver incluidos los


preceptos fundamentales de su proyecto de ley en la Cons-
titución de 1940.
Antes de concluir su discurso insistió en la importancia de
no contratar a ningún maestro extranjero mientras hubiera
un educador cubano capaz de asumir la plaza con justificada
preparación. Criticaba y atacaba otros males de la república
relacionados con el tema educacional, y hacía énfasis en la
cantidad de niños sin escuelas, por falta de recursos econó-
micos, debido “al equivocado régimen tributario”, caracteri-
zado por el desvío de los recursos para satisfacer necesidades
e intereses privados por encima de los intereses del pueblo,
todo lo cual estaba en consonancia con el nivel de corrupción
de la época.
Finalizaba Ortiz alertando sobre lo engañoso que resul-
taba entonces el discurso de Monseñor Arteaga al acusar la
campaña como ejemplo de Totalitarismo. Y hacía énfasis en
que “el totalitarismo de ahora es máscara nueva en mismo
yugo absolutista que los cubanos sufrieron durante cuatro

186 |
siglos de tiranía colonial” (VV. AA, 1941: 124). Empero, la
agudeza del pensamiento del Dr Ortiz le permitió alertar en
su discurso de las patrañas ideológicas para dividir, engañar y
vencer al pueblo cubano de entonces. Concluyó su alocución
convocando al pueblo cubano a no cejar en la lucha por una
escuela cubana libre de influencias extranjerizantes, actitudes
disociadoras y orientación ajena a las raíces históricas de la
nación, donde la impronta martiana constituye el corazón de
la patria, “Ahora, POR LA ESCUELA CUBANA EN CUBA
LIBRE, y siempre, ante todas las actitudes disociadoras, de-
fendamos en la escuela y fuera de la escuela, la libertadora
democracia republicana en la patria independiente de José
Martí” (VV. AA, 1941: 124).
Fue este un hecho de importancia trascendental luego de
las sesiones de debate de la Asamblea Constituyente. Sus prin-
cipales demandas se reflejaron en el programa del Moncada
y tuvieron respuesta a desde los primeros años del triunfo de
la Revolución.
A modo de conclusiones se sintetizan las siguientes ideas:

1) La campaña de 1941 Por la escuela cubana en Cuba libre


puso de manifiesto la influencia del pensamiento marxista
y no marxista pero de profundo sentido nacionalista y an-
tinjerencista, lo cual se reveló en los discursos y el accionar
de los participantes. Fue ante todo un movimiento social de
tipo educacional, que tomó como referente el pensamiento
educativo y revolucionario del siglo xix y la impronta de los
precursores de finales del siglo xviii.

2) La participación de intelectuales y personalidades de recono-


cido prestigio nacional tales como Emilio Roig de Leushering,
Juan Marinello, Elías, Entralgo, José Antonio Portuondo y
Fernando Ortiz constituyó un importante motor movilizador
de instituciones, asociaciones, colegios privados y públicos en
apoyo a la campaña y en defensa de la escuela cubana.

| 187
3) Las intervenciones focalizaron dos direcciones fundamen-
tales: por un lado la tarea educacional entendida como parte
importante de un proyecto de liberación nacional, y de otro, la
estrecha relación entre la tradición creadora del pensamiento
revolucionario cubano y los proyectos educativos que le han
sido afines.

4) Durante la campaña de 1941 Por la escuela cubana en Cuba


libre se contó con la participación de un amplio número de
maestros, intelectuales, obreros, artistas y personas de diver-
sos estratos sociales unidos por el interés de salvaguardar los
principios de una educación cubana para y por los cubanos.

Notas
1
Julio Fernández Bulté. Destacado profesor e investigador cubano, con
una amplia obra, que desarrolló una intensa actividad laboral en la Fa-
cultad de Derecho de la Universidad de La Habana.
2
Nota de la autora. E. Roig De Lechsenring cita a Martí en el referido
discurso de culminación de la campaña (Roig de Leuchsenring, 1941b).

188 |
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