Sesion 4
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Además, la gente que proviene de determinadas regiones del Perú tiende a migrar a lugares precisos.
Por ejemplo, España es la meta preferida de quienes salen de la costa norte y central; y de ese país,
Madrid atrae sobre todo a migrantes de Lima, mientras que casi la mitad de peruanas y peruanos que
viven en Barcelona son de Trujillo.
En los últimos quince años la migración peruana cambió de dirección hacia nuevos destinos, de acuerdo con las
leyes de inmigración y las cambiantes ofertas de trabajo.
Cuando alguien migra, su vida cotidiana se trastoca. Cambian sus prácticas culturales, o costumbres, pues deja
el lugar en el que ocurrían. Este proceso se llama desterritorialización. Se parece en algo a sacar una planta
de la tierra y sembrarla en otro lado, pero la planta no toma la decisión de moverse. En la mayoría de los casos,
la migración es voluntaria. Algo de decisión tiene que haber para dejar un lugar conocido e irse a otro, luego de
hacer un balance de costos y ventajas. En el proceso se produce desarraigo y añoranza. Pero, como la
construcción de la identidad es dinámica, cada migrante comienza a hacer suyo el nuevo espacio que habita: se
reterritorializa.
Quien se va, también cruza sus fronteras internas —de ocupación según su género, de etnia, de grupo social—.
Antes de migrar, por ejemplo, muchas parejas estaban acostumbradas a que el hombre fuera el principal
proveedor de la familia. Al llegar, resulta que las mujeres consiguen trabajo más fácilmente.
Ellas se convierten, por un tiempo o para siempre, en las proveedoras
principales. La dinámica de la pareja cambia para adaptarse al nuevo lugar. A
esto se le llama experiencia transnacional o transfronteriza.
Las organizaciones de migrantes se crean por afinidad y tienden a especializarse. Además de su propósito
central, las asociaciones son espacios de encuentro y socialización. Ayudan a conseguir trabajo, casa, colegio e
incluso a conocer parejas potenciales.
En lugares con numerosos migrantes peruanos se organizan festivales, ferias y actos culturales para ocasiones
especiales. En Buenos Aires, Argentina, el fin de semana cercano a cada 28 de julio se celebra el Día de la
Peruanidad. Es una ocasión de reencuentro que permite dar a conocer la cultura peruana a la comunidad local.
Estos encuentros también son espacios de soporte cuando se enfrentan situaciones de discriminación.
MIGRAR AL JAPÓN:
El Japón, por ser una isla, ha generado una idiosincrasia con características propias. La sociedad japonesa es
muy cerrada frente a la población extranjera. El carácter, el temperamento y los rasgos propios de la sociedad
japonesa —es decir, su idiosincrasia—, así como sus valores culturales y sociales, son su bien más preciado y se
expresan en todas las esferas del Japón. Por este motivo, ningún grupo o subgrupo social peruano, tenga o no
permiso de residencia, puede considerarse integrado a la sociedad japonesa. Los peruanos que en 1990-1992
decidieron migrar al Japón — mujeres y hombres— se plantearon una permanencia temporal en ese país. Esto
marcó su experiencia.
Por el contrario, en esa misma época, quienes viajaban a Europa o a Estados Unidos solían tener la intención de
quedarse en esos lugares, lo que les permitió resistir un proceso largo y difícil. Muchos de los que viajaron al
Japón lo hicieron gracias a “agencias contratistas de trabajo”, que fueron vistas como una oportunidad. El ahorro
de dinero marcó la vida de peruanas y peruanos en ese país. Su objetivo era ahorrar lo máximo posible en el
menor tiempo y retornar al Perú. Por esta transitoriedad, la mayoría no se interesó por integrarse a la cultura
japonesa.
No consideraron prioritario, por ejemplo, aprender el idioma japonés. Solo aprendieron las palabras básicas para
resolver sus necesidades más elementales. Más bien, trataron de reproducir su modo de vida del Perú, para hacer
más llevadera su permanencia en el Japón.
En consecuencia, la población peruana que migró y vivió en el Japón no asumió como suya la realidad japonesa
ni sus problemas. Se aisló en su marginalidad social y la sociedad japonesa, en general, ignoró su presencia,
salvo cuando hubo fricciones o problemas.
Establecieron lazos entre sí, sobre todo según su localidad de origen (Puerto Maldonado, Huaral, Trujillo y
Lima, entre otras), y reprodujeron vínculos sociales muy similares a los de un club provincial en Lima. A través
de esta unión, formal o informal según las circunstancias, permanecieron viviendo en un microcosmos social
ligado al Perú, pendientes de lo relacionado con su país: las fiestas, las amistades, la política, el fútbol.
El Mundial de Fútbol Rusia 2018 movilizó hinchas no solo en el territorio nacional sino en todos los países
donde el equipo jugó partidos preparatorios y de clasificación. La participación de la afición peruana fue tan
masiva que el equipo se sintió casi siempre “en casa”. Esto se debe, en gran medida, a que, como vimos al inicio
de la ficha, hay peruanas y peruanos en muchos países del mundo.
Así, era más fácil su traslado a las ciudades de los partidos clasificatorios. A pesar de no haber tenido logros
internacionales en fútbol los anteriores 36 años, muchos migrantes, sobre todo jóvenes, se seguían identificando
con su selección. Los clubes, sobre todo los más populares, Alianza Lima y Universitario de Deportes, también
forman parte de la identidad peruana en el exterior.