Lectura 93. Cierto Orgullo de Ser Peruano

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 2

Mentor Consultores

Cierto orgullo de ser peruano


Alonso Cueto

Ser peruano es acostumbrarse a alternar las riquezas y las dificultades. La realidad


física que nos rodea es un ejemplo. Nuestra geografía reúne los climas de casi todo
el planeta. Los más de cincuenta ríos que nacen en los Andes y llegan a la costa,
las más de doce mil lagunas esparcidas por nuestro territorio, los cálidos y
oceánicos ríos amazónicos que se abren en remolinos y contracorrientes, el lago
navegable más alto del mundo, las cumbres del Cañón del Pato y los volcanes
dormidos de Arequipa: todos ellos guardan la fauna y la flora más diversas.
Podemos decir que el universo entero cabe en nuestro territorio.

A esta diversidad geográfica corresponde una cultural. A pesar de que la mayoría


han desaparecido, sobreviven casi cincuenta lenguas originarias. Muchas de ellas
tienen varias decenas de miles de hablantes (el quechua tiene casi cuatro millones
y el aimara casi medio millón). La música y el arte de distintas partes del Perú
forman una galería siempre renovada por sus creadores. Allí están todas las
coloraciones, todas las formas, todas las visiones del mundo. La materia de la que
están hechas nuestras casas (y nuestros sueños) es el barro, pero también el
ladrillo, la piedra, la paja, las esteras y la quincha. Si uno piensa en la historia de
las migraciones, se puede decir que el destino nos ha escogido para realizar un
experimento de convivencia social. Los pobladores de todo el planeta han coincidido
desde hace siglos en nuestras tierras. Tenemos todos los orígenes. Pero todavía no
un destino.

Porque el grave problema es que esta enorme variedad histórica, geográfica y


cultural requería de una clase política que la representara. La riqueza que la historia
y la cultura nos ofrecieron no fue recogida por nuestros líderes. Salvo algunas
excepciones, nunca encontramos una clase de gobernantes a su altura. Creamos
grandes artistas, pero no grandes instituciones. Tuvimos una nación, pero no una
sociedad con un proyecto nacional. En vez de abarcar la diversidad, como lo
hicieron creadores como Arguedas o investigadores como María Rostworowski, la
mayor parte de nuestros gobernantes tomó el camino del caudillismo. No fue raro
que la corrupción floreciera en esta opción de los partidos sobre el país y las
camarillas sobre la sociedad. El racismo, la discriminación, el abandono, y sobre
todo la falta de un sistema educativo, han sido otras consecuencias de las
divisiones entre la gente y sus gobiernos. La centralización del país ha sido una
marca visible de esta tara. Ya en su estancia a inicios del siglo XIX, Alexander von
Humboldt escribía que “Lima está tan alejada del Perú como de Londres”

Sin embargo, la razón por la que creo que debemos ser optimistas en esta hora es
que esta pandemia ha vuelto a ofrecer un examen de nuestra reacción como
sociedad. En medio de todas las terribles noticias de estos días hemos mostrado
una conciencia por los problemas de distintas partes del país. Desde el inicio de la
crisis, supimos lo que ocurre en el interior. El hecho de que podamos protestar e
indignarnos, cuando ocurre sin prejuicios políticos, es una buena señal. Al fin ahora
nos importa lo que le pasa a muchos si es que realmente la indiferencia ha
disminuido.

Recuerdo muy bien lo que podía verse en el Perú de los años sesenta. Para mi
generación de clase media, la idea de la sierra y la selva peruanas era más bien
distante. Es cierto que hubo movimientos revolucionarios, pero estos se veían como
incidentes lejanos. Por entonces había unos pocos vuelos semanales al Cusco y
nuestra televisión estaba poblada de rostros rubios y sonrientes. Las alusiones a los
barrios marginales eran mínimas. En los años ochenta, cuando estalló el conflicto
de Sendero Luminoso, tardamos en reaccionar porque tardamos en comprender. En
su primera época, las incursiones senderistas se tomaron como asuntos de
provincias secundarias. Solo cuando Sendero fue creciendo y finalmente llegó a
Lima se adquirió plena conciencia de su gravedad entre algunos habitantes de la
capital.

Todo eso ha cambiado en algo. Hoy, gracias a las migraciones y a la expansión de


las redes televisivas, recibimos las noticias de muchos puntos del Perú. Por otro
lado, en las últimas décadas, la autoestima de los peruanos se ha elevado por dos
motivos: la valoración de las culturas precolombinas impulsada por el turismo y el
reconocimiento de nuestra gastronomía. Aun cuando el camino todavía es largo,
ambos hechos han contribuido a nuestra identificación cultural, una base del
patriotismo.

Nuestra crisis tiene villanos, pero también héroes como el señor Mario Romero.
Esta pandemia nos ha mostrado lo peor y lo mejor de lo que somos. Pero algo de la
crisis puede servir como base de lo que podríamos ser: un país más integrado. Por
ahora podemos celebrar nuestro aniversario, con pena, recelo y cierto orgullo.

También podría gustarte