Neko Corporation Oficial

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JASMINE STEVENS

NEKO

CORPORATION
Título: Neko Corporation.
Autor: Jasmine Stevens.
Libro impreso. Primera edición.
REGISTRADO EN SAFE CREATIVE: 1505234155254
Todos los derechos reservados.
Perú – 2016
ÍNDICE
PRÓLOGO .................................................................................................................. 9

CAPÍTULO I ............................................................................................................13

CAPÍTULO II ..........................................................................................................23

CAPÍTULO III .........................................................................................................33

CAPÍTULO IV .........................................................................................................41

CAPÍTULO V ...........................................................................................................51

CAPÍTULO VI .........................................................................................................63

CAPÍTULO VII .......................................................................................................73

CAPÍTULO VIII ......................................................................................................85

CAPÍTULO IX .........................................................................................................97

CAPÍTULO X ........................................................................................................ 107

CAPÍTULO XI ...................................................................................................... 127

CAPÍTULO XII..................................................................................................... 135

CAPÍTULO XIII ................................................................................................... 149

CAPÍTULO XIV ................................................................................................... 163

CAPÍTULO XV ..................................................................................................... 173

CAPÍTULO XVI ................................................................................................... 185


CAPÍTULO XVII .................................................................................................. 197

CAPÍTULO XVIII ................................................................................................ 209

CAPÍTULO XIX ................................................................................................... 223

CAPÍTULO XX ..................................................................................................... 239

CAPÍTULO XXI ................................................................................................... 253

CAPÍTULO XXII .................................................................................................. 267

CAPÍTULO XXIII ................................................................................................ 283

CAPÍTULO XXIV ................................................................................................ 301

CAPÍTULO XXVI ................................................................................................ 329

CAPÍTULO XXVII ............................................................................................... 343

CAPÍTULO XXVIII ............................................................................................. 357

CAPÍTULO XXIX................................................................................................. 371

CAPÍTULO XXX .................................................................................................. 385

CAPÍTULO XXXI................................................................................................. 399

CAPÍTULO XXXII ............................................................................................... 413

CAPÍTULO XXXIII ............................................................................................. 425

CAPÍTULO XXXIV .............................................................................................. 439

CAPÍTULO XXXV ............................................................................................... 453

CAPÍTULO XXXVI .............................................................................................. 465


CAPÍTULO XXXVII ............................................................................................ 479

CAPÍTULO XXXVIII .......................................................................................... 491

CAPÍTULO XXXIX .............................................................................................. 503

CAPÍTULO XL ..................................................................................................... 515

EXTRA ................................................................................................................... 531

EPÍLOGO............................................................................................................... 535

NAVIDAD ............................................................................................................. 551

AGRADECIMIENTOS ....................................................................................... 569


RESUMEN
William es un joven de cabello castaño y ojos azules, él vive
una vida totalmente normal hasta que un pequeño niño-gato
toca a su puerta pidiéndole alimento. Este niño resultará ser uno
de los experimentos de una organización llamada Neko Corpo-
ration, que fue destruida hacía muchísimos años, o eso es lo que
se pensaba. Por otro lado, uno de los mejores amigos de Wi-
lliam, Zack, un moreno de ojos negros y cabello oscuro vivirá la
aventura de su vida al defender y encargarse de un rubio niño-
gato llamado Nico. Los problemas comienzan cuando William
descubre que el dueño del felino lo está buscando, generando
así una serie de acontecimientos desafortunados que pondrán en
peligro a este grupo de amigos.
NEKO CORPORATION

PRÓLOGO
“Incrementan los casos de pedofilia en el mundo.”

“Neko Corporation lanzó su nueva línea de juguetes se-


xuales.”

“Los juguetes están haciendo revolución.”

“Al fin, la organización de protección al menor logró su


cometido.”

“Neko Corporation lleno de demandas.”

“Empresa famosa por sus juguetes sexuales humanos


queda en la quiebra.”

“La pedofilia aumenta considerablemente en los países


Asiáticos.”

Y así fue que para el año dos mil veinticinco, el proyecto


de juguetes sexuales humanos había desaparecido por completo.
Las personas alrededor del mundo estuvieron todo el tiempo al
pendiente de las noticias sobre ello.

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Jasmine Stevens

¿De qué trataba dicho producto? En los países Asiáticos


trataron de eliminar todo el rastro de pedofilia posible, en base a
este experimento. ¿Alguna vez se han cuestionado cuál es el tra-
bajo de una prostituta? Muchos piensan que no es ni siquiera un
trabajo digno o que es catalogada tal cual una puta; también que
esas mujeres no deberían existir. Pues bueno ¿Lo han conside-
rado? ¿Qué tal si ninguna mujer vendiera su cuerpo? ¿Qué tal si
esos hombres solitarios y calientes no tuvieran dónde liberar to-
dos esos deseos sexuales? Simple, las violaciones, los maltratos
sexuales o la pedofilia aumentaría considerablemente. Los hom-
bres solteros o urgidos son eso, personas que buscan un agujero
dónde meterla.

Y eso les proporcionaba “Neko Corporation”, un agujero


donde dar hasta que se te acabaran las ganas, pero aún mejor,
podías tener tu prostituta personal y no solo para lo sexual, ella
debía hacer lo que tú desearas, servirte como quisieras y respe-
tarte como su dueño. Todo en base a una gran cantidad de dinero
para la compra.

Lo más cuestionable de todo esto, era el simple hecho de


que no eran prostitutas normales, eran infantes, menores de los
dieciocho años en su mayoría. Y no solo niñas, la empresa con-
taba con una cantidad mayor de varones pequeños con cuerpos

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frágiles y delgados, carne fresca para cualquier persona con gran


necesidad de follar.

Nunca ninguna queja por parte del infante, ni de unos pa-


dres buscando desesperadamente a sus hijos, jamás Neko Corpo-
ration recibió demanda alguna, hasta que fue la organización de
protección al menor la que consiguió hundirla.

Y todavía había más ¿Qué era lo que atraía de dichas pros-


titutas? Es decir, cualquier hombre puede coger un huérfano de
la calle y conseguirse su muñeco ¿Por qué pagar tantos millones
por los pequeños de esa empresa? Muy aparte de que legalmente,
era como una adopción de hijos y tenían los papeles oficiales para
ser nombrados como suyos, otro factor importante era una pe-
queña aunque complicada alteración genética que habrían reali-
zado en cada pequeño, unas esponjosas orejas de minino reem-
plazando las normales, junto con diferentes variaciones de colas
del mismo animal. La ciencia sorprendiendo a la humanidad nue-
vamente, esos niños tenían en su sangre una gran cantidad de ge-
nes felinos. Algunos hablaban, otros no, varios solo contaban con
la capacidad de maullar, mientras que los más grandes podían
decir lo que cualquiera deseara, con solo enseñárselos.

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Jasmine Stevens

Enfermo o no, las ventas iban en aumento. Enfermo o no,


ya era normal en Asia y en distintas partes del mundo ver a pe-
queños con orejas y cola de gato vagando por los parques, siem-
pre acompañados, ¡Vamos! Eran como minas de oro en infantes
que al desconocer en su mayoría lo que era la vida, no se queja-
ban por los distintos tratos que les eran realizados.

Pero bueno, el experimento completamente retorcido ha-


bía sido dado de baja y exterminado para siempre.

¿O no?

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CAPÍTULO I
Ya era como la séptima… Octava, quizás novena puerta
que tocaba y tal vez también ésta se la tirarían en la cara, sin im-
portarles que golpearan su pequeña y frágil nariz. Siendo sincero
consigo mismo, debería haber entendido hace rato que nadie lo
querría en su casa, pero su estómago rugía, hacía soniditos a los
que estaba un poco acostumbrado, aunque ahora eran mucho más
fuertes.

Un vaso de leche, un pan, jugo, lo que lo sea, lo que tengan


para comer ayudaría a que ese pobre gatito no se muriera de ham-
bre. Eddy sacaba la lengua, pasándola por sus labios secos mien-
tras acariciaba su vientre, tratando de calmarlo un poco.

Tocó de nuevo otra de las puertas, esperando a una señora


amargada que de seguro le diría algún insulto como lo deforme
que es por esas raras orejas y esa esponjosa cola meneando la
punta de un lado a otro. Estaba cansado, aburrido y sentía que sus
ojos se llenaban de lágrimas, mas no podía llorar. Él tenía una
teoría, si dejaba que el agua de sus ojos saliera, tendría más sed
¿Verdad que era muy listo? Lo pensó solito y se alabó con lindos
halagos mentales por como quince minutos.

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Jasmine Stevens

Esperó, esperó, y al fin abrieron. Lo que Eddy no sabía,


era como su mundo daría un giro de ciento ochenta grados a
causa del muchacho de cabello castaño y ojos azules que ahora
lo miraba con curiosidad y una pisca de pena.

Estaba aburrido, cambiando de canal en canal, ya habiendo


pasado como tres veces por todos los de su paquete de cable y
seguía ahí. Maldecía el momento en que había pedido un mes de
vacaciones en su trabajo, según Zack era bueno que se desestrese
y tome aire cerca, William tenía apenas veinte años y desde sus
dieciocho que no pedía vacaciones; las merecía.

Sí, las merecía, pero ¿En qué demonios gastaría todo su


tiempo? Nada bueno en la televisión y aunque quería al raro de
su mejor amigo, verlo unas cuantas horas en la tarde no ayudaba
con las otras más de diez horas en las que se aburría completa-
mente. Tampoco podía dormir, tenía miedo de alterar su horario
de sueño, así que con dormirse a las doce y despertar a las nueve
era más que suficiente para su persona.

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De repente, para su suerte, escuchó el timbre, quizás al an-


tes mencionado se le había ocurrido visitarlo más temprano. Ge-
nial, pensó, ya que se estaba resignando a ver otra vez el especial
de todas las películas de Crepúsculo. Se levantó con pesadez,
peinando un poco su cabello por si llegaba a no ser Zack y sin
pensar mucho, abrió la puerta, sorprendido con lo que encontró
del otro lado de esta.

A una muy temprana edad, William vivía con sus padres


aún, recordaba todas sus noches el estar sentado junto a ellos y
sus hermanitas pequeñas, cenando. La típica comida de familia
estadounidense, aunque ellos fueran británicos, esas charlas de
“¿Qué novedades en el trabajo?” y las respuestas de “Nada nuevo
¿A ustedes como les fue en el colegio?” Todo eso, la típica rutina;
pero lo que más recordaba de dicha edad, de esos años dos mil
doce o dos mil trece, era cuando se sentaba en una de las sillas de
la mesa que daba directa vista a la televisión, y empezaba el no-
ticiero, informando sobre el caso de moda en ese momento, esas
noticias mundiales de niños que tenían detalles felinos. Siempre
le dio curiosidad, incluso con sus cortos siete años su madre fue
muy directa con el tema y su curiosidad solo aumentó. De hecho,
hasta hizo su reporte final de literatura con su opinión sobre dicho
tema.

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Jasmine Stevens

Y ahora, volviendo a la actualidad, tenía a uno de esas


prostitutas en la puerta de su casa. ¿Qué edad tendría aquel niño?
¿Quince o dieciséis? ¿Quince? Más de dieciséis no podía, sim-
plemente no. Era un pequeño que lo miraba hacia arriba, de más
o menos un metro con cincuenta y algo, delgado, de piel pálida,
ojos verdes esmeralda muy grandes, pero cansados, del mismo
modo que unos hermosos rizos oscuros revueltos y despeinados,
quizás más de lo permitido en un cabello ruloso. Podía observar
claramente el miedo en los ojos de ese pequeño, la duda, y el
modo como su labio inferior temblaba, quién sabía si por el frío
o por la incertidumbre, esperando una respuesta coherente de Wi-
lliam, un movimiento de cabeza, una palabra o algo, lo que sea.

—Meow —dijo el menor.

Y en ese instante, algo en el corazón de William hizo una


especie de clic, porque fue el maullido de aquel niño lo que fal-
taba para perderse entre tanta ternura, tanta inocencia, tantas ga-
nas de abrazar al gatito que seguía parado en la puerta de su casa.

— ¿Quieres pasar?

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Fue lo primero que se le ocurrió decir, y lo siguiente que


vio fueron las orejas algo sucias del pequeño moverse, quizás tra-
taba de procesar lo que William le había dicho. No faltó mucho
para que el pequeño entrara en su casa y esa nueva historia co-
menzara.

Lo primero que hizo el minino fue caminar hasta el sofá


de William y subirse a este, encogiendo sus piernas y abrazándo-
las, observando también cada rincón de la gran casa, aunque para
William era una simple vivienda cualquiera, era grande para
Eddy, mucho más grande que los callejones donde llevaba dur-
miendo los últimos días y más que la celda donde vivía antes de
eso.

Después de unos segundos, de nuevo, sus miradas se co-


nectaron, William se había perdido observando cada acción del
pequeño gatito, la punta de su cola se movía sin detenerse, no
descansaba en ningún momento, incluso al mayor se le ocurrió
que desearía agarrarla y detenerla. Eso sonaba divertido ¿Cómo
reaccionaría el gatito si le agarraban la cola? ¿Cómo los gatos
reales? ¿Se enojaría y arañaría el rostro de William igual que ese
gato gris al que le jaló la cola a sus cinco años?

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Jasmine Stevens

Negó con la cabeza, tratando de dejar de divagar, era un


experto en hacer eso, sin embargo debía volver a la realidad, el
pequeño tenía hambre, de eso no cabía duda, así que con cuidado
de no hacer ningún movimiento brusco, se sentó a su lado, mi-
rando a Eddy con una pequeña sonrisa, intentando transmitirle
confianza.

—Hey ¿Cómo te llamas? —preguntó después de unos se-


gundos.

El gatito lo miró y quizás pensó un poco, separando sus


labios un par de veces, volviéndolos a juntar sin decir nada aún,
al parecer es del tipo que no sabe hablar, pensó William, mientras
esperaba impaciente alguna señal o algo que le indicara como se
llamaba ese niño.

—Eeeee… —Lo vio claramente, aquel gatito abrió sus la-


bios y por raro que parezca, a pesar de su corta aparente edad,
tenía una voz un poco más ronca de lo que pensaba, más que
cuando maulló en la entrada; sin embargo, igual de encantadora
o incluso más, porque tal vez y solo tal vez, William sintió su piel
erizarse al escuchar al pequeño— Eeee… —repitió, gruñendo un
poco— Dy…

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— ¿E…Dy? ¿Eddy? —habló rápidamente William, si-


guiendo al chico de ojos verdes.

Sintió de nuevo esa opresión en su corazón cuando el pe-


queño afirmó con la cabeza, moviéndose un poco en su lugar,
batiendo sus felinas orejas y asintiendo de nuevo, ahora rápida e
irregularmente.

— ¡Eddy! —Dijo el niño— ¡Eddy! ¡Eddy! ¡Eddy!

La sonrisa de William que siguió después de eso, fue sin


lugar a dudas, una de las más sinceras que había mostrado en lo
que llevaba de vida ¿Cómo podía ese gatito emocionarse tanto
solo por haber dicho una palabra? Estaba claro que no sabía ha-
blar pero ¿A qué grado llevaba su inocencia que su nombre era
digno de emoción?

—Bueno, Eddy —dijo, ahogando una risita en su garganta,


no quería que él pensara que se estaba burlando, realmente no
podía burlarse de lo más tierno que había visto en su vida. —
¿Quieres algo de comer? ¿Hamburguesa? ¿Carne? ¿Leche?
¿Pan?

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Jasmine Stevens

El cambio en las expresiones de Eddy fue lo que sí logró


hacerlo reír. Como por ejemplo, cuando mencionó lo de comer,
el pequeño volvió a la acción de asentir frenéticamente con la
cabeza, mientras que cuando dijo hamburguesas, Eddy negó; al
mencionar carne, no cambió de expresión, pero cuando dijo le-
che, los ojitos verdes se iluminaron como la esmeralda más bri-
llante de todas y bueno, pan ni al caso, no mostró ningún efecto.

—Leche entonces —afirmó con la misma sonrisa, levan-


tándose del sofá y caminando a paso algo rápido hacía la cocina.
La verdad, si se permitía ser sincero consigo mismo, esa situación
le estaba trayendo algo de emoción a su vida, así que bienvenido
sea Eddy, que se quede cuanto tiempo desee, porque al menos
ahora tendría un poco de compañía de alguien que no sea Zack y
solo le hable de chicas aun sabiendo que William era gay y en el
momento, no tenía intención alguna de enamorarse, menos de so-
portar escuchar las aventuras de su bisexual amigo.

Regresó después de unos minutos con el vaso y la leche


tibia, sentándose otra vez al lado de Eddy. Sonrío al ver la feliz
mirada del pequeño una vez aceptó el vaso y lo agarró con las
dos manos. Pero lo siguiente que sucedió, no pasó por ningún
rincón de la mente de William.

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Para Eddy existían cosas que eran normales, y otras que


no. En lugar de dónde venía, le habían enseñado muchas de esas,
como las formas de agradecer a una persona si hacía algo bueno
por él ¿Qué iba a saber el pequeño Eddy que eso no se hacía con
todos sino solo con la persona que lo compraba? Él quizás no
había prestado atención a la siguiente parte de la lección, pero lo
hecho, hecho estaba.

Ahora, sin previo aviso, se acercó al rostro de William con


sumo cuidado de no botar nada de la leche, no quería que William
lo golpee por ser tonto, solo deseaba demostrarle cuanto le agra-
decía por hacer algo que ninguna persona, casas más abajo, había
aceptado hacer. Eddy terminó de cortar la distancia entre ellos y
unió sus labios con los del mayor. No fue un beso rudo, ni pro-
fundo, mucho menos con gran cantidad de sentimientos, simple-
mente un choque de sus labios, en donde el mayor tuvo la opor-
tunidad de sentir el delicioso sabor dulce que dejó el primer sorbo
de leche en esos algo gruesos pero suaves labios.

Después un maullido, ya tenía a Eddy sentado sobre sus


piernas, tomando tranquilamente el contenido del vaso, con sus

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Jasmine Stevens

orejitas peludas bien alzadas y su cola estirada por lo que que-


daba de sofá. Incluso podía sentir su ligero ronroneo, quizás por
la felicidad de tener un vaso de leche. Sí, seguro era eso.

¿Y William? Bueno, William acababa de ser besado por lo


más cercano a un pequeño ángel, así que se podía decir que aún
continuaba en un pequeño estado de shock.

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CAPÍTULO II
Después de quedarse minuto tras minuto simplemente aca-
riciando las orejas del gatito, William comprendió que al pe-
queño minino le agradaba ese gesto, debido a que cerraba sus
ojos y ronroneaba un poco más fuerte, estando aún sobre su re-
gazo. Si él podía ser sincero, en realidad Eddy tenía muchas ac-
titudes de un felino, pero no le molestaba, eso no quitaba que
fuera, para él, la criatura más hermosa del planeta.

Con simplemente verlo, William notaba el precioso color


esmeralda brillante y hermoso de su mirada tan cargada de vida
y de inocencia; esa piel suave, como de un menor —bueno, Wi-
lliam, es que es un menor— pero definitivamente él podría vol-
verse adicto a simple roce de su piel. Más de una vez ya había
sentido a Eddy estremecerse cuando tocaba un punto en sus ore-
jitas que le causaba cosquillas, y William no evitaba sonreír ante
eso.

Bajando la mirada, observó la traviesa cola del menor, que


si bien él estaba relajado, la punta de esa larga extremidad se mo-
vía de lado a lado, en lo que Eddy continuaba sosteniendo el vaso

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Jasmine Stevens

con las dos manos, sin querer derramar nada, ya lo habían gol-
peado mucho por eso y aunque se consideraba un poco torpe,
aprendía la lección a la tercera o a la cuarta vez.

De hecho, aún existían cosas que el gatito no entendía,


como la razón por la cual William le estaba acariciando las orejas
de esa manera tan delicada, quizás era porque había podido pro-
nunciar su nombre y ahora merecía su premio, un perfecto pre-
mio lleno de caricias. La gran mano del chico más grande se pa-
saba de una a otra de sus gatunas deformidades sin ningún pro-
blema, causándole cosquillitas de vez en cuando. No era que se
quejara, eso se sentía extremadamente bien.

Pasados unos minutos más, Eddy aún tenía el vaso a medio


tomar, pero lo alejó de sus labios para luego relamerlos, quitán-
dose todos los restos de leche. Miró hacía su cola, subiendo luego
la vista a William. Ese chico había sido muy amable con él
¿Cómo podía agradecerle? No, el pequeño Eddy sentía que ya no
era suficiente un simple beso en la boca, así que miró a William
de nuevo y sin decir más, volvió a cortar la distancia entre sus
rostros, atrapando sus labios en un lento beso.

Eddy jamás había besado a nadie antes. Por raro que pa-
rezca, durante sus dieciséis años de vida, o lo que recordaba,

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siempre lo tenían encerrado en una zona diferente a los demás


gatos, solo junto a unos pocos más. Él creía que era porque se
portaba muy mal, ya que lo que sí solían hacer, era golpearlo sin
piedad alguna hasta dejarlo en el suelo, lleno de moretones y lar-
gos raspones. Claramente nunca en su cabeza y jamás en la cara,
y según escuchó decir a uno, era porque tenía que mantenerse
bonito, como una puta sin estrenar. Sin embargo, Eddy aprendía,
a diario veía a los otros ser sacados de sus jaulas a tirones de
cabello, los escuchaba llorar, gritar, algunos maullar; otros de-
cían palabras cortas, quizás fue de ahí que aprendió a decir sí y
no, también reconoció que su nombre era Eddy por las miles de
veces que al golpearlo, con esas sonrisas oscuras y perversas, gri-
taban el “Eddy, eres un buen gato” ya que nunca se oponía a los
golpes, y de hecho, supuso que de eso se trataba su vida. No tenía
que hacer nada, porque ese era su mundo, un lugar del que nadie
lo salvaría y donde él consideraba no había razón para ser sal-
vado.

También sabía que los besos se dan por agradecimiento o


por obligación, cuando veía a esos hombres grandes encargarse
de moler su boca contra la de alguno de sus compañeros, quizás
amigos, si Eddy comprendiera mejor el significado de amistad.
Pero con este chico era diferente, él no sentía miedo, mucho me-
nos chillaba como los otros cuando sus labios impactaban contra

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Jasmine Stevens

los del mayor. Podía hasta romper el beso cuando él deseara, cosa
que no sucedía en el otro caso ¿Por qué este tipo era tan raro?

—Meow —soltó un pequeño maullido al separarse de los


labios del precioso chico de ojos azules. Eddy le sonrío y enton-
ces William hizo lo mismo.

Para William, todo esto era una tremenda locura, tenía tan-
tas preguntas en la cabeza en ese momento, pero aunque quisiera
decirlas, ese niño frente a sus ojos no podía responderle a nin-
guna, ya que lo único que salía de sus labios eran esos pequeños,
tiernos y definitivamente encantadores maullidos.

Volvió a la realidad, viendo a Eddy con una pequeña


mueca de confusión. Increíble pensar que hasta con el ceño frun-
cido se veía tan tierno. Ya sin ningún temor, le acarició la mejilla,
susurrándole:

— ¿Qué pasa, minino? —Eddy lo miró e hizo un pequeño


puchero, soltando unos cuantos maullidos, como intentando de-
cirle algo a William, pero obviamente, él no entendía ni una pa-
labra.

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Y por primera vez en lo que llevaba vivo, el gatito se enojó,


refunfuñó un poco al no poder decirle a William lo que deseaba,
así que mordió su labio inferior, cuando se le ocurrió otra idea.
Sin pensarlo dos veces, listo para poner en práctica su plan, dejó
el vaso un poco alejado de ellos, en la pequeña mesa del centro
de la sala y se acomodó mejor sobre las piernas de castaño, ahora
con una de sus rodillas a cada lado de este. Se vieron directo a
los ojos, fue ahí cuando Eddy aprovechó.

—E… Eddy —dijo, señalándose con ambas manos, para


luego llevar estas mismas al pecho de William, esperando que
comprendiera lo mucho que deseaba saber su nombre también.

William meditó un poco, era divertida y extremadamente


tierna la mirada que le lanzaba el pequeño ahora. Eddy podía ha-
cer de todas las expresiones del mundo un completo encanto, in-
cluso ahora, observaba a William con los ojos entrecerrados, es-
perando su respuesta, removiéndose ligeramente sobre sus pier-
nas. Definitivamente parecía que no podía dejar de ser adorable.

— ¡Oh! —exclamó el mayor, dando a entender que ya ha-


bía comprendido, aunque llevaba rato sabiéndolo, pero ver a
Eddy levantar ambas orejitas, estirándolas bien sobre sus rizos

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Jasmine Stevens

color chocolate, mientras abría los ojos emocionado; definitiva-


mente valía la pena. —Yo soy William —Sonrío tranquilamente.
—Pero puedes llamarme Will, creo que se te hace un poco más
fácil.

El gatito lo miró y asintió suavemente, para después bajar


la mirada, cosa que preocupó al mayor ¿Había dicho algo malo?
Pero si apenas y dijo algo. Aún peor ¿Por qué le preocupaba tanto
lo que un niño, que acaba de conocer hace máximo una hora,
pensara de él?

— ¿Qué pasa?

William lo observaba con atención, cuando comprendió


todo al escuchar a Eddy murmurar suaves “W…Wi….Wi…” sin
poder decirlo completo. Otra de esas sonrisas completamente sin-
ceras apareció en el rostro del mayor, así que tomó al pequeño de
la barbilla para que subiera su mirada, encontrándose con sus her-
mosos ojitos llenos de decepción.

—Vamos, dilo después de mí ¿De acuerdo? —Eddy asin-


tió. —Will.

—W-Wi…

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—No, Eddy. Tienes que pasar juntar la U y la I, para luego


pasar a la L, no trates de hacerlo idéntico a mí, no sabes hablar
bien, así que te debe ser un poco difícil, pero con el tiempo saldrá
como debe, además, si me quieres llamar “Wi”, no hay problema.

Acarició la mejilla del pequeño con uno de sus dedos y


este cerró el ojo de ese lado, estremeciéndose un poco ¿Y los
golpes? Ahora William debería golpearlo por no haber sido capaz
de pronunciar su nombre. Él sabía que cuando hacía algo mal
debía recibir golpes y no le molestaba recibirlos de William, era
un chico que en definitiva le agradaba demasiado.

—Will.

Dijo al fin, sorprendiéndose no solo él, sino que ambos se


miraron a los ojos totalmente emocionados, Eddy lo abrazó con
fuerza, apegando más su cuerpo al del mayor, causando un estre-
mecimiento en este, uno que definitivamente William tenía que
ignorar.

Se separaron apenas un poco para luego tenerlos atrapados


en otro de esos castos besos. Pero William ya tenía suficiente, la
vida le estaba jugando una mala broma pesada que simplemente

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no soportaría más, y sin pensarlo, empezó a corresponder al acto,


sintiendo un estremecimiento por parte de Eddy.

Llevó sus manos a las caderas del más pequeño, mientras


este continuaba con sus manitos sobre sus anchos hombros, al
menos para esas pequeñas manos. La lengua de William repasaba
los labios de Eddy, y besaba cada parte de estos, disfrutando del
sabor dulce causado por la leche. Eddy tembló un poco, de hecho,
hasta presionó más sus manos sobre William cada que él atrapaba
sus labios y los mordía suavemente. Aprovechando uno de estos
momentos, el castaño ingresó su lengua en la cavidad bucal del
minino, dejándose embriagar completamente por tan perfecto y
adictivo sabor.

De repente, Eddy se separó de golpe, colocando sus manos


ahora en el pecho del otro, alejándolo apenas un poco más, al
menos hasta que sus pechos dejen de tocarse.

¿Por qué mierda había hecho eso? Sentía el bulto en su


entrepierna despertar. Joder, que era un maldito enfermo, se es-
taba excitando no solo con un simple beso con lengua, sino ante
la imagen frente a sus ojos. El pequeño Eddy jadeaba una y otra
vez, tratando de recuperar su propia respiración, tenía los labios
un poco rojos y húmedos, las mejillas con un pequeño rubor,

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mientras llevaba una de sus pequeñas manos a su labio inferior,


tocándolo un poco, seguro sintiéndolo caliente.

—Wi-Will…

Escuchó ese pequeño jadeo entre tantas respiraciones pro-


fundas y entonces William comprendió que se estaba volviendo
loco, o mejor dicho, que Eddy terminaría volviéndolo loco.

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CAPÍTULO III
¿Cómo había terminado así? Bueno, si este chico normal
llamado William Tunner, se dedicaba a recapitular cada mo-
mento de su vida desde la llegada del pequeño minino, todo ha-
bría sido muy fácil de explicar, claro, si estás metido en una pe-
lícula de ciencia ficción en donde es posible que los cerdos vue-
len y que las jirafas conduzcan autos, aún en tremendo año 2025,
este tipo de cosas continuaban considerándose tan irreales para
él.

Realmente le parecía muy fascinante como ahora podía de-


cir que sentía una especie de adoración por aquel gato, sí, porque
le era imposible tomar a Eddy como una persona normal, cuando
en ese preciso instante lo tenía durmiendo sobre él, hecho un ovi-
llo, con su larga y peluda cola enredada en la parte superior de la
pierna del susodicho. El minino respiraba lenta y profundamente,
clara señal de la gran confianza depositada en William, a pesar
de haber estado ahí menos de dos días.

¿No se supone que los perros eran los fieles? ¿Por qué
Eddy no se iba después de haber arrasado casi con toda la leche
de la casa de William? El mayor había intentado hacer dormir al

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pequeño gatito en su cama, mientras él dormía en el sofá, al me-


nos durante esa primera noche, pero después de más o menos
media hora, sintió a Eddy venir caminando a paso suave y sigi-
loso, asegurándose de que William estuviera “dormido” y acos-
tándose en su pecho como ahora lo hacía. El castaño tuvo que
levantarse y decirte “Ven, vamos a la cama” porque era ilógico
el terminar durmiendo ambos en ese estrecho sofá.

Y fue así como William Tunner, este don nadie que estaba
sintiendo cosas raras por el gatito Eddy, pasó su primera noche
con el pequeño híbrido.

A la mañana siguiente, la situación mejoró un poco, se ha-


bía quedado dormido más que nada por el cansancio, sorpren-
diéndose por su nuevo temor de que la frase conocida en donde
hablan de que los gatos solo nos usan y luego se van, se pusiera
en práctica con Eddy, pero no, el niño rizado aún dormía sobre
su cuerpo al amanecer.

Una sonrisa llena de calidez se hizo notar en su rostro y


dejó que su brazo se posara sobre los esponjosos rizos del más

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pequeño, empezando a acariciarlos, admirando lo bien que se


veía desde ese ángulo. Eddy al instante comenzó a ronronear,
clara señal de que estaba despertando. Abrió sus hermosos ojos
color esmeralda y subió la mirada, encontrándose con esos mares
perfectos, los ojos de la persona que más quería, de su salvador,
de aquel por quién su corazón latía con tanta felicidad.

—Will. —Saludó el pequeño felino, desperezando sus


orejas también, las sacudió un poco. Actos como este, hacían sor-
prender al mayor por su gran capacidad de no lanzarlo contra la
cama y comérselo a besos, literalmente.

—Buenos días, pequeño. —William continuó acariciando


sus rizos un poco más, mientras Eddy estiraba su cabeza para
hundir más la suave y pequeña mano de su salvador entre su gran
cantidad de cabello.

Luego de eso, no pasó gran cosa que no haya ocurrido ya


la noche anterior, Eddy acercó más su rostro y ¿A quién mierda
le importa el aliento mañanero? Fundió sus labios con los del ma-
yor, siendo correspondido al instante. La noche pasada, después
del profundo beso, se podía decir que el cerebro de esponja del
minino había aprendido otras formas de besar que dar simples
piquitos en los labios. Ahora le era más fácil abrir apenas un poco
la boca para darle paso a la lengua traviesa de William, y aunque

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Jasmine Stevens

al comienzo se sentía desfallecer, poco después ya le correspon-


día y permitía que sus lenguas jueguen de ese modo, causándole
esa conocida sensación de mariposas en el estómago, aunque se-
gún Eddy, era hambre. Sí, él tenía hambre siempre que William
y él se besaban.

Soltó un pequeño quejido cuando sus labios se separaron,


aunque no duró mucho porque otro largo y profundo beso se
inició. William no comprendía cómo, pero ya había volteado las
cosas, teniendo el cuerpo de Eddy tumbado en la cama con él casi
sobre este, acariciando su cuello, sintiendo sus rizos en el dorso
de su mano y las pequeñas manos del niño aferrándose a su es-
palda, acariciándola, creando esos deliciosos espasmos en su
cuerpo.

Eddy no sabía qué era excitarse, de hecho, él seguía cre-


yendo que era hambre, pero cuando su cuerpo se sintió caliente
y su pequeño miembro empezó a ponerse duro, notó que algo no
marchaba normal, jamás se había puesto así por el hambre, era
algo que solo le causaba William.

—Ahh. —Un pequeño gemido salió de su boca cuando sin


desearlo, su entrepierna rozó una de las piernas de William,
mientras terminaban de acomodarse en esa nueva posición. Se
separó de los labios del mayor y un diminuto puchero apareció

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en sus ahora enrojecidos labios. —Will. —Murmuró en un que-


jido suplicante.

Sí, ni el mejor premio del mundo podía ganarle a aquella


imagen, William siempre terminaría fuera de sí, y también eso
era algo que solo causaba Eddy.

—Tranquilo, bebé. —Susurró sobre sus labios, dejando


que una de sus manos pase por el desnudo pecho de Eddy, estaba
tan agradecido de haberle quitado la playera durante la noche
cuando el minino tuvo calor. — ¿Qué tienes?

Eddy mordió su labio con impotencia, no solo no sabía


cómo explicar lo que tenía, sino que tampoco podía hacerlo, él
no sabía hablar ¿Cómo decirle a William que le estaba empe-
zando a molestar su entrepierna? Entonces, en su inocente mente,
se le ocurrió algo. El pequeño minino sonrió decidido cuando
tomó la mano de William que estaba sobre su pecho y la guio a
su miembro, aún sobre la ropa interior y el pantalón que traía.
Fue entonces cuando el ojiazul comprendió.

El pequeño miembro del niño de aparentes quince años


despierto, estirado y duro, listo para ser atendido por el causante
de tal grado de excitación. William sintió como la saliva pasaba

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Jasmine Stevens

por su garganta, tragando profundo, impresionado porque, since-


ramente, no esperaba que el cuerpo de Eddy reaccionara del
mismo modo que el de él.

—Will. —Eddy insistió, queriendo volver a sentir esa co-


rriente de placer que experimentó cuando colocó la mano del cas-
taño en su miembro.

William entonces, perdido en el morbo de la situación, vol-


vió a cazar los labios de su felino, con hambre, ansias y deseo,
distrayendo la atención de la pequeña mente del chico, quien
ahora se dedicaba a corresponder lo mejor posible. Eddy sentía
que esta vez las cosas iban diferentes, el beso no era dado con
delicadeza, William mordía sus labios, acariciaba su lengua y ex-
ploraba cada espacio de su boca con insistencia, de modo deman-
dante y controlador, pero Eddy no tenía ningún problema con
eso.

La mano del mayor empezó entonces a delinear el delgado


cuerpo de Eddy, su pecho, tan suave, una piel tan delicada y tan
tierna, una que algún lado de su ser deseaba marcar, llenarlo de
sus mordidas, de sus moretones, dejar en claro que le pertenecía
alguien que ni siquiera sabía si le pertenecía, pero que lo ansiaba
más que a cualquier otra cosa. William pudo sentir la yema de
sus dedos tocar el inicio del pantalón que usaba Eddy, y cuando

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su mano se empezaba a adentrar bajo este, escuchó el molesto


sonido del timbre sonar, resonando por toda la casa.

—Mierda.

Después de tranquilizarse un poco, se alejó de Eddy de


manera sutil, no tan rápido como si este quemara porque tampoco
deseaba hacerle creer que lo que estaban haciendo estaba mal,
aunque lo estuviera. Acostó su delicado cuerpo en la cama y llenó
de pequeños besos todo el rostro del minino, dejando un último
pequeño pico en sus labios, susurrándole con voz cálida: —
Ponte la playera y me sigues ¿Si, amor?

Bajó con pereza las escaleras, intentando arreglar el desas-


tre que seguro tenía en su cabello, y de hecho cuando se observó
en el espejo de la pared, sí que parecía un erizo.

Abrió la puerta después y gruñó una maldición ¿En serio?


¿Justo ahora? ¿Después de haber deseado que se aparezca du-
rante tanto tiempo, él tenía que venir y perturbar su momento con
Eddy, justo en ese maldito instante?

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Jasmine Stevens

—Oh, a mí también me da gusto verte, Wonka.

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CAPÍTULO IV
William se sentó con pereza en el sofá, dejando que el
idiota de Zacky —Como le gustaba llamarlo. —Se colocara justo
a su lado. No era que no amara a su mejor amigo, de hecho junto
con Andrew eran los dos amigos más cercanos que tenía y no
sabía que haría sin ese par; ellos podían considerarse los únicos
que podían comprenderlo a totalidad, no juzgarlo y que le abrie-
ron las puertas de su casa cuando todos sus demás “amigos” le
dieron la espalda.

Así que la idea de un posible odio al pelinegro frente a sus


ojos, estaba descartada, pero ¿Por qué llegar justo cuando estaba
tan entretenido con su pequeño gatito? ¿Suyo? Sí, ya, suyo. Des-
pués de descubrir y aceptar esa atracción magnética que tenía por
ese minino, no le costó mucho decidir que apenas pudiera, habla-
ría con Eddy y le pediría que no se vaya, que se quede en su casa
a vivir con él, al fin y al cabo William podía cuidarse y cuidarlo;
sería como su novio, si es que se le puede llamar novio a un chico
con orejitas y cola que no sabe decir más que cuatro o cinco pa-
labras.

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Jasmine Stevens

—Oh, que feliz te ves de verme, Wonka. —Sonrió Zack


con burla, molestando a William como solo a él le gustaba ha-
cerlo. — ¿Te arruiné alguna conquista o algo así?

—No, Zacky. —Gruñó William, estirando su cuello y de-


jando que su cabeza se apoye en el respaldar del sofá, cerrando
sus ojos, soltando un aburrido suspiro de resignación.

— ¿Entonces?

Cuando él pensaba responder, a lo lejos se escuchó un pe-


queño maullido, junto con unos pasitos que lentamente bajaban
las escaleras de la casa. William se irguió casi al instante, obser-
vando tiernamente como Eddy bajaba, pegando sus manos a la
pared para tener más cuidado. El minino estaba en una especie
de posición defensiva, con las orejas inclinadas hacía atrás y su
cola sacudiéndose, mirando fijamente al intruso, o mejor dicho,
a Zack.

El moreno también volteó, pensando que quizás su mejor


amigo había descubierto que ser soltero no era tan malo y que, ya
que se quedaría así toda la vida, se había comprado un gato para
hacerle compañía; pero lo que vio no fue exactamente lo que él
esperaba ¿Un niño? No, no cualquier niño; este pequeño era de
esos juguetes sexuales que salieron a la venta hace cierto tiempo
¿Cómo no recordarlo? Si incluso él cuestionó su sexualidad

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cuando pensó que desearía tener a alguno de esos pequeños en su


cama, gimiendo de placer.

— ¿Qué mierda…?

Zack no sabía bien qué decir, giró hacía William y este le


dio una mirada de reproche, indicándole que se callara, aunque
tampoco es que el moreno fuera un tipo de muchas palabras.

William se levantó del sofá, caminó hasta el pequeño de


catorce años o quince años, según Zack, mientras este mismo lo
observaba sin poder creerlo. ¿William se había follado a ese
gato? Porque el niño apenas traía una playera puesta con unos
pantalones ligeros y definitivamente esa ropa se la había visto al
ojiazul un par de veces.

Por su parte, Eddy estaba igual o más confundido que


Zack, él no era bueno con las personas, siempre le habían dado
miedo, pero esto se debía únicamente a la cantidad de cosas que
le hicieron a él y a sus demás amigos de donde venía; así que con
el tiempo había descubierto que no, los humanos eran malos. Wi-
lliam era diferente, William era como un rayito de luz para Eddy,
él amaba a William, por raro que suene, ese instinto animal hacía
que su corazón agradecido sienta ganas de quedarse con el ma-

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Jasmine Stevens

yor, la única persona que le abrió las puertas de su casa y lo ali-


mentó, además de que hacía que sienta muy bonito cuando lo be-
saba o cuando tocaba su cuerpo de la manera anterior.

—Hola amor. ¿Estás bien? —El mayor envolvió en un


protector abrazo a Eddy y este asintió con la cabeza, abrazándolo
también, empezando a ronronear contra su pecho, causándole a
William una agradable sonrisa. —Ven, tengo que presentarte a
alguien ¿De acuerdo? —Intentó romper el abrazo para guiar al
más pequeño, pero este lo presionó más fuerte hacía sí mismo,
dejándole en claro que no se quería separar de él, ni mucho me-
nos moverse de ese lugar.

Otro pequeño maullido escapó de sus labios y subió la mi-


rada para observar al más alto, negando lentamente con la cabeza.
William, por un segundo, empezó a debatirse entre qué podía ser
más tierno, si la carita del Gato con botas en esa rara película de
DreamWorks, o el rostro de Eddy en ese momento. Y como antes,
no le costó tanto decidir.

—Oye, está bien. —Se inclinó hasta ponerse de cuchillas


para quedar a una altura que al más pequeño le pareciera menos
agresiva, es decir, William lo miraba de abajo hacia arriba y en-
tonces le sonrió tiernamente. —Estaré contigo en todo momento,

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te prometo que no dejaré que nada malo te pase ¿Si? ¿Confías en


mí?

Besó una de las manos de Eddy, cerca de sus nudillos y


este al fin se dejó guiar por William, dándole el tiempo para que
se levante y camine hacía el mueble. Cuando llegaron, el castaño
se sentó y colocó a Eddy sobre su regazo, mientras Zack, quién
hasta ese instante ya empezaba a cuestionarse si se había equivo-
cado de casa, sonrió tiernamente al ver a su mejor amigo junto
con aquel minino que, según él, parecía un pequeño gatito con
cuerpo de un infante de quince años ¿Cómo era eso posible?

—Bueno, Zack, este es Eddy. Eddy, él es Zack, es mi


amigo, así que no te hará nada ¿De acuerdo? —Le habló suave-
mente al oído al chico felino, y este, tras un pequeño estremeci-
miento, asintió con la cabeza, manteniendo siempre su mirada en
el desconocido pelinegro.

La curiosidad del último mencionado no faltó esta vez, así


que estiró su mano lentamente hasta Eddy. Zack nunca fue malo
con los animales, de hecho, era muy naturalista, tenía un pequeño
perrito en su casa, al cual llamaba Hachi, como el perro de la
película, sabía que el nombre real tendría que ser Hachikō, pero
el animalito era tan pequeño que no podía ponerle el nombre del
que fue un Akita.

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Jasmine Stevens

Eddy entrecerró los ojos y acercó su rostro a la mano de


Zack, olfateándola un poco, después se inclinó al lado de esta y
dejó que el pelinegro paseara su mano por sus rizos, haciéndole
esas pequeñas caricias que tanto le encantaban. Una sonrisa llena
de tranquilidad se hizo presente en William cuando vio que su
mejor amigo se llevaba bien con el pequeño minino, pero eso no
pudo evitar que una punzada de celos golpeara su corazón y au-
tomáticamente, poco después, abrazó con algo más de fuerza a
Eddy por la cintura, logrando captar de nuevo la atención de su
pequeño felino.

— ¿Meow? —Volteó el minino, preguntándole a William


qué había ocurrido. Él le sonrió y besó su mejilla, sacándole una
sonrisa llena de felicidad al más pequeño y un movimiento alegre
de su cola, que logró caer sobre el sofá, sorprendiendo a Zack por
lo larga que era.

—Y… —habló el pelinegro, concentrado en la longitud de


esa extremidad sobre el sofá. — ¿Me piensas explicar o seguiré
admirando lo jodidamente tierno que es ese pequeño?

William lo observó, arqueó una ceja y Zack le mandó una


de sus miradas prepotentes, logrando que el ojiazul dejara su se-
sión de mimos a Eddy y se volviera a concentrar en su mejor
amigo.

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—Vino a casa, no tenía a donde ir y durmió aquí, el resto


es historia. Se va a quedar, ya lo decidí. —dijo William, vol-
viendo su mirada a Eddy, quien ahora tomaba su cola y empezaba
a peinarla, logrando que otra sincera sonrisa apareciera en el ros-
tro del castaño.

—Pero sabes que no es tuyo ¿Tienes idea de lo caros que


son, William? Debe tener un dueño y pueden estarlo buscando
por ahí. Sé que es tierno y todo, y puede hacer dudar de su sexua-
lidad hasta a Chuck Norris pero algún día alguien lo pedirá y ten-
drás que devolverlo, Willy.

¿Por qué Zack tenía que ser un amigo tan realista? Era ver-
dad, sí, pero ¿Por qué bajarlo de su nube de esa manera? William
quería que Eddy se quede a su lado el mayor tiempo posible ¿Era
tan difícil aceptar eso? No pensaba devolverlo, primero porque
le encantaba su compañía y segundo porque algo le hacía pensar
que su Eddy no era feliz en el antiguo lugar de donde venía.

—Bueno, pero por ahora es mío. —Murmuró, aunque él


deseaba que ese “por ahora” se alargara el mayor tiempo posible.
—Ya no quiero que hablemos de eso ¿Bien? Apenas lleva poco
tiempo aquí y ya quieres que lo devuelva. No seas envidioso.

El último comentario fue sin intenciones de hacerlo enojar,


simplemente deseaba ya cambiar de tema, lo que sea que no le

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dejara tal mal sabor en la boca. Zack rió silenciosamente y asintió


con la cabeza, aceptando la propuesta de su mejor amigo. —Aho-
rraré para comprarme uno. —Rió de nuevo, aligerando el am-
biente tenso que habían formado.

Eddy solo entonces levantó la mirada de su cola hacía ellos


y les sonrió a ambos, aunque no había prestado ni la más mínima
atención a la conversación, William le sonreía de regreso así que
sabía que todo estaba bien. Aprovechando la calma, se acercó un
poco más al ojiazul y capturó sus labios en un suave beso, lo-
grando sorprender a los dos mayores, mientras el gatito solo en-
redaba su cola lo mejor posible en la pierna de William. Cuando
se separaron, Eddy se acurrucó en su pecho, mientras era abra-
zado por esos firmes brazos.

William miró a Zack y quiso matarlo por la risa burlona de


sus labios, pero no era eso lo que más le preocupada, sino que
apenas notaba el peso del trasero del menor sobre sus muslos,
exactamente sobre su entrepierna. Ese beso fue un gran recorda-
torio de lo sexualmente frustrado que se había sentido desde el
primer contacto con esos gruesos pero suaves labios.

William suspiró y tomando el valor suficiente, antes de


que Zack o quizás Eddy sintieran o notaran el bulto que se hacía
presente bajo su pantalón; él se levantó, dejando a Eddy sentado

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en el sofá, sin comprender que había pasado. Caminó a paso rá-


pido hasta la cocina y le gritó a Zack que serviría algo para co-
mer.

Su mejor amigo rió otra vez, ahora en una ruidosa carca-


jada, él sí había notado la incomodidad sexual de su amigo, prin-
cipalmente porque no era la primera vez que sucedía, también
cuando terminaban viendo películas porno o algo parecido y un
cuerpo le llamaba la atención a William, él acababa burlándose a
risas sueltas hasta que su mejor amigo lo sacaba a patadas de su
casa, seguro para aliviar el dolor en su parte baja.

Pero para Eddy eso era nuevo, y el pequeño creyó que qui-
zás había hecho algo malo.

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Jasmine Stevens

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CAPÍTULO V
Eddy ya no se sentía tan seguro de lo que hacía, al menos
no como antes. Él sabía, bueno, él presentía en su pequeño cora-
zoncito que había hecho sentir mal a William por algo y no que-
ría eso. Eddy deseaba que William fuera feliz, no quería que
terminara corriéndolo de su casa o dejando de darle los besos y
mimitos que tanto le gustaban.

También quería seguir durmiendo en su cama. Oh sí, ado-


raba la cama de William, pero por sobre todo, le gustaba acos-
tarse sobre este y escuchar los latidos de su corazón. Por otro
lado, el castaño olía muy bonito y eso se sentía bien, porque al
olfatear a William todo su cuerpo se relajaba, eso era bueno y se
sentía correcto. O cuando William lo besaba, definitivamente los
besos y cariños del mayor eran la parte favorita de entre todas las
nuevas experiencias de Eddy. Y él no quería acabar con eso por
sus metidas de pata.

Por su pequeña mente pasaron tantas imágenes de William


echándolo de la casa, quizás su amigo Zack le había dicho algo
como que Eddy era feo o que tenía piojos. Él no tenía piojos, lo
sabía porque además de vivir en la calle por un tiempo, cuidaba

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Jasmine Stevens

mucho sus rizos, ya que eran lo único bonito que encontraba en


su anormal forma.

O tal vez… Tal vez William ya no lo quería por ser dife-


rente. Lo diferente es raro, lo raro es feo y lo feo no le gusta a
nadie, así lo entendía Eddy.

Una vez Zack se fue de la casa, quedaron solo William y


su gatito en el sofá, el mayor estaba algo sorprendido porque
Eddy no había querido sentarse en sus piernas cuando lo llamó,
siendo que desde el día anterior era lo que más hacía, tampoco le
había sonreído en todo el tiempo que Zack estaba ahí, pero eso
no era lo importante, seguro fue causado por lo mismo, por la
presencia de alguien que simplemente no era de la confianza del
pequeño niño y por ello se sentía un poco incómodo.

Cuando él al fin se sentó en el sofá y con la casa comple-


tamente sola, jaló con cuidado a Eddy del brazo y lo sentó a hor-
cajadas sobre sus piernas, logrando que el gatito lo mire algo con-
fundido, hasta que William atrapó sus labios en un profundo beso
al cual el menor no dudo ni dos segundos en corresponderle.

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Eddy amaba con locura a William, simplemente por salvarlo y


mimarlo, pero William era extraño y la mente del minino no lo-
graba comprender la mayoría de acciones de su dueño.

¿Entonces William no estaba enojado? Porque ahora lo be-


saba, y lo estaba haciendo muy bien. Eddy dejó libre a su cola
para menearse y sus orejas sacudirse debido a los estremecimien-
tos de todo su cuerpo.

La lengua de William se movía ya de manera experta por


toda su cavidad bocal, por cada rincón de esta, escuchando sus
pequeños jadeos, sintiendo las vibraciones de su cuerpo y, si se
atrevía a entreabrir los ojos, podía observar con claridad el tem-
blar de las cejas del pequeño. Tan hermoso, tan precioso, tan mal-
ditamente sexy y frágil.

—Ñam. —Un pequeño maullido salió de los labios de


Eddy una vez colocó una de sus manos en el pecho de William,
alejándolo un poco para poder respirar. Las mejillas del menor
estaban rojas, ni siquiera rosadas, simplemente rojas, mientras
este tenía la punta de la lengua fuera y jadeaba ante la mirada
llena de lujuria de William. Eddy ya sentía su entrepierna moles-
tándolo de nuevo y sabía y comprendía, por los ojos ahora azul
oscuro del mayor, que esta vez esto sería diferente que todas las
otras veces.

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No alcanzó respirar por demasiado tiempo porque antes de


siquiera esperarlo, ya William volvió a cazar sus labios con ham-
bre y el felino se derritió por completo, dejándose llevar. —Res-
pira por la nariz, amor. —Le dijo el más alto cuándo se separó
únicamente para mordisquear su labio inferior y tras un asenti-
miento de este, lo besó otra vez, dejando que sus manos bajen
hasta el pequeño y duro trasero de Eddy, acercándolo más a su
cuerpo.

En ese instante Eddy pudo sentir con más claridad que no


solo su cosita se ponía juguetona en esos momentos, sino tam-
bién había algo entre las piernas de William, ese mismo algo que
tenía él y que al rozarlos con su trasero como lo acababan de ha-
cer, causaba que unas fuertes corrientes deliciosas atravesaran
todo su cuerpo. Eso estuvo bueno y Eddy quería más.

El pequeño, sin dudarlo ni un poco, volvió a mover sus


caderas al ritmo que William lo había hecho la primera vez
cuando estrujó sus glúteos, frotándose de nuevo aún a pesar de
las telas de la ropa, soltando un ronco jadeo, mientras se apoyaba
con firmeza en los hombros de William y seguía el ligero movi-
miento.

Y si hay algo más malditamente caliente que el pequeño y


sexy Eddy, definitivamente era el pequeño y sexy Eddy frotando

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su culo contra la erección de William mientras la del minino se


rozaba entre sus abdómenes, haciendo esos gestos llenos de
inocente placer ante los ojos atentos del mayor. No, no podía ser
posible tal erótica escena.

—Ya-Ya, amor. —William detuvo el movimiento de su


pequeño, ante la mirada de este, quien al instante hizo un pu-
chero, sintiendo su cosita muchas veces más grande y dura que
antes. — ¿Quieres que te haga sentir bien, bebé? ¿Quieres jugar
conmigo?

Eddy asintió, sin saber muy bien a que se refería, pero eso
en realidad no importaba, él quería jugar con William y si Wi-
lliam decía que se iba a sentir bien, no tenía ningún problema con
ello.

Los fuertes brazos del mayor se encargaron de sacarle la


polera al más pequeño, dejándolo únicamente con el pantalón que
le había conseguido, uno que se resbalaba con bastante facilidad.
El cuerpo de Eddy era el deseo de cualquier hombre, homose-
xual, heterosexual y una mierda, cualquiera desearía tener ese pe-
queño cuerpo bajo el suyo, gimiendo y gritando de placer.

—Ahh. —Un gemido escapó de sus labios cuando William


acercó su rostro a uno de sus pezones, empezando a jugar con
este, pasando su lengua sobre la sensible piel. Las manos de Eddy

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al instante fueron a parar en el cabello del mayor, acariciándolo,


mientras se arqueaba ligeramente, soltando más de esos agudos
sonidos que encendían cada parte del cuerpo del ojiazul. —Will.
—jadeo de nuevo, mientras la lengua de William pasaba desca-
radamente por su botoncito de piel ¿Estaba bien sentir tanto pla-
cer?

Un maullido escapó de los gruesos y rojizos labios de


Eddy cuando sintió la leve mordida sobre su pequeño pezón de-
recho. Tironeó de los suaves cabellos castaños de su amor y luego
jaló su rostro para atrapar sus labios en un beso. Eddy se sentía
extraño y le gustaba, pero a la vez estaba nervioso, quizás tirar
del cabello de William no era bueno y tenía miedo de arruinarlo,
así que un beso seguro le diría cuanto lo lamentaba.

El mayor no perdió oportunidad y acomodó al más pe-


queño sobre el sofá, bajándolo de su regazo con cuidado, sin des-
pegar sus labios de esa pequeña lucha entre sus lenguas, entre
caricias y ligeras mordidas. Los pequeños colmillitos de Eddy le
dolían cuando el gatito se atrevía a morderle su labio inferior,
pero esa sensación de dolor aumentaba la excitación de su cuerpo
¿Qué tan bien se sentirían alrededor de su miembro?

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Una de sus manos bajó hasta el pantalón ligero de su mi-


nino y acaricio por sobre la tela el duro miembro de este, cau-
sando que Eddy maullara de nuevo, en otro sonido encantador.
— ¿Te gusta, nene? —preguntó con la voz ronca, observando el
rostro del gatito cargado de placer, mientras su mano seguía aca-
riciando el sensible bulto, aún sobre la tela de lo único que lo
alejaba de ese hermoso pedazo de carne, porque sí, no le había
puesto ropa interior, ninguna le quedaba y solo se resbalaban al
igual que el pantalón.

—Meooow. —Los maullidos de Eddy eran tan fuertes, tan


inocentes y encantadores, tal cual escuchar a un ángel gemir, uno
que no comprendía el significado del autocontrol, de callarse o
de bajar la voz, uno que simplemente se dejaba llevar por las sen-
saciones y si quería gritar, lo haría, porque eso sentía. Vagamente
William pensó en que así eran los gatos, durante el apareamiento,
solían gritar bastante alto. Totalmente ignorante hacía ese pensa-
miento, con lentitud, las caderas del menor empezaron a tomar
vida propia, moviéndose hacia adelante, empujando su miembro
más hacía la gran mano de William, que lo acariciaba con firmeza
sin dejar de observar su rostro. Las mejillas de Eddy sonrojadas,
mientras algunos de sus rizos le cubrían sus ojos fuertemente ce-
rrados por el mar de sensaciones que estaba atravesando su
cuerpo era la imagen más erótica que podía existir.

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Eddy era tan hermoso y tan puro, que la simple idea de ser
el primero en corromperlo le fascinaba y hacía que su miembro
vibrara más adolorido aún debido a estar atrapado bajo ese pan-
talón; pero primero lo primero, darle el placer que necesitaba su
pequeño niño en ese justo momento.

—Wi-Will. —Eddy lo llamó, atreviéndose a entreabrir sus


ojos mientras meneaba sus orejitas, tratando de relajarse ante la
sensación, hasta el momento, no sabía qué hacía William para
hacerlo sentir tan bien, pero le bastaba con observar su sonrisa
para saber que al mayor le gustaba hacerlo sentir bien, así que
todo estaba en su lugar. Eddy lamió tiernamente la barbilla de
William antes de darle un juguetón mordisco, logrando sacarle
otra sonrisa a este y luego que un beso se hiciera presente entre
ambos.

La cola del minino se meneaba de un lado a otro, pero esta


pasó a segundo plano al igual que sus sensibles orejitas estiradas
hacía atrás, mientras sus rizos se pegaban a su frente debido al
sudor que se empezaba a hacer presente. Luego de eso, todo se
volvió blanco. Eddy sintió la mano de William meterse bajo la
ropa y luego esa misma mano tomar su miembro, empezando a
estimularlo, moviéndose de arriba a abajo.

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Los gemidos se escucharon más fuertes, mientras una de


sus manos iba hacía la de William, tratando de apartarla, eso era
mucho, se sentía tan malditamente bien que no parecía correcto,
no podía ser posible una sensación tan profunda y sofocante, el
pequeño minino sentía que se terminaría ahogando en sí mismo
si William continuaba de esta forma.

—Will. —Los gemidos que salían de su boca eran de pura


súplica, pero ni siquiera él sabía si suplica por más o porque Wi-
lliam se detenga, solo sabía que eso estaba causando que su ca-
beza le diera vueltas. Escuchaba la voz de William decirle cosas
tiernas cerca del oído. Le decía lo hermoso y perfecto que era, y
lo mucho que amaba escuchar su voz de esa manera, pero Eddy
estaba perdido en sí mismo y su propio placer.

—Así, mi amor, sigue así. Estás siendo un buen niño,


Eddy. —El corazón de Eddy seguía latiendo a mil por hora, pero
esas palabras habían ayudado mucho a que continuara apretando
con fuerza el brazo de William ante cada oleada de placer y a que
no callara esos sonidos que escapaban de sus labios junto al nom-
bre de del mayor, una y otra vez, repitiéndolo constantemente.

La mano de William era traviesa, pero ágil y gentil, él no


comprendía porque, tampoco es que fuera de practicar muy se-
guido el masturbar a alguien más, de hecho, no recordaba haberlo

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Jasmine Stevens

hecho hace años, pero solo le hacía a Eddy lo que le gustaba


cuando se lo hacía a sí mismo y ahora era mejor, porque el del-
gado miembro del menor encajaba perfectamente con la palma
de su mano. William aumentó el ritmo sin dudarlo, bajando su
mirada a la punta del miembro del pequeño que sobresalía de de-
bajo de la prenda. Con su mano libre, le bajó la odiosa tela por
sus delgadas piernas, para apreciar mejor como la punta de la
erección goteaba irregularmente, indicándole que Eddy estaba
cerca de llegar al final.

Todo encajaba tan perfectamente. Eddy susurraba su nom-


bre y solo su nombre mientras se estremecía de placer bajo el
simple tacto de su mano. Mierda, si eso solo era el nivel uno, no
quería ni imaginarse todo lo que pasaría cuando aumentaran a
algo más complejo.

—Ahmm, Will. —Eddy lo llamó, logrando juntar sus la-


bios un poco, al menos, para que William pudiera observar su
infantil puchero antes de continuar gimiendo, arqueando su es-
palda de tal modo que esta se despegaba de la tela del mueble.
Eddy entreabrió sus pequeños ojos esmeraldas con dos lagrimo-
nes a los lados de estos, causados por el placer, mientras William
se acercaba a besarlos y limpiarnos.

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—Está bien, amor. Quiero que llegues. Vamos, Eddy, có-


rrete para mí ¿Si? —Y otro beso más en su rostro. Eddy no com-
prendía muy bien a que se refería William, pero lo hizo cuando
tras sentir un fuerte apretón de la mano del mayor en su sensible
miembro, un líquido color blanquecino salió con fuerza de la
punta de este, manchando todo su pecho, observando claramente
como tira tras tira escapaba de la cabeza de su cosita, como Eddy
le decía, mientras sentía su cuerpo vibrar y llegar a tal punto de
placer que no podía pensar y solo sabía gemir.

William también llegó simplemente con observar como


Eddy, aún ido por el placer, llevaba su mano a su propio abdo-
men, pasando sus dedos por lo que quedó de su esencia y lleván-
dose eso a la boca, lamiéndolo un poco, entre pequeños jadeos,
tratando de recuperar su respiración normal. Eddy solo quería sa-
ber qué era eso y a qué sabía, pero eso se vio tan malditamente
caliente para William.

Ahora el mayor comprendía porque los gatos como Eddy


eran considerados los mejores juguetes sexuales de todo el
mundo y sabía mejor porque el cuerpo de Eddy era tan perfecto,
pero por sobre todo, ahora comprendía el cuerpo de quien quería
y ansiaba tener bajo el suyo para siempre, porque eso deseaba y
eso tendría, Eddy sería suyo para siempre.

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Jasmine Stevens

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NEKO CORPORATION

CAPÍTULO VI
William se despertó muy lentamente, aún en medio de la
oscuridad de la habitación, abrió sus ojos con calma, aunque ya
debía hacerlo, por alguna razón sentía como que había dormido
una eternidad o que hubiera estado en modo de hibernación. Se
estiró y solo entonces notó el cuerpo que estaba acurrucado al
lado del suyo, y esas pequeñas manos abrazándolo cálidamente,
mientras él tenía sus brazos alrededor de la cintura del pequeño
niño gato más hermoso y perfecto que podía existir.

Lentamente los recuerdos del día anterior invadieron su


mente, logrando que una tranquila sonrisa se dibuje en su rostro,
ahora tenía muy presente el cómo terminaron acostándose tem-
prano debido a que Eddy no podía con su alma después de su
tremendo quizás primer orgasmo y aunque al comienzo su plan
original era solo observar a su precioso minino dormir, al final
terminó dejándose llevar por la paz y la comodidad, y se quedó
inconsciente más o menos alrededor de las ocho de la noche.

—Will. —Escuchó al pequeño Eddy decir su nombre entre


sueños, mientras abrazaba más fuerte su cuerpo, ahora enredando
sus piernas alrededor de las del mayor, logrando que una pequeña
y silenciosa risa escapara de los labios de este. Eddy tenía las

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Jasmine Stevens

orejas tan relajadas como lo estaba él, además de la larga cola


que ocupaba la mayor cantidad de la cama, porque ambos se en-
contraban acurrucados a un lado.

Bueno, quizás dormir un poco más no los mataría.

Tres días después y la relación de ambos estaba dando sus


buenos frutos, William y Eddy tuvieron que pasar por su primer
problema: Las reservas de comida de William se estaban ago-
tando. Si bien el mayor era precavido y hacía las compras por
semana, ahora se le hacía increíble el no desear salir de su casa
por el simple hecho de no querer dejar a Eddy solo.

William había descubierto muchas cosas gracias a esas pá-


ginas que ahora ni actualizaban sobre los gatos de Neko Corpo-
ration, páginas iniciadas por el año 2017 para adelante por ejem-
plo, llenándolo de datos importantes como por ejemplo: Descu-
brió que Eddy podría aprender a hablar, solo era cosa de tenerla
una paciencia extrema y enseñarle palabra por palabra. Compren-
dió también que el cerebro de su minino era como una esponja,
todo lo que observaba, lo grababa de una forma automática en su

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NEKO CORPORATION

memoria; otra cosa importante estaba en la verdadera utilidad de


estos juguetes sexuales, Eddy tenía la sensibilidad de un animal
en celo, por tanto, era esa la razón por la cual reaccionaba de esa
manera ante el más mínimo roce, y también la causa de su ex-
trema sensibilidad cuando le hizo lo que le hizo hace unos días.
Los pequeños niño-gato se entregaban completamente al placer,
como animalitos, según el artículo. Otro dato importante estaba
casi al final, donde le explicaban al dueño del gatito, que cuando
el niño-animal se encariñe con él, automáticamente lo amaría, era
cosa de su instinto animal doméstico, porque así era con los pe-
rros o los gatos, al verte a los ojos, te amaban en una cantidad
equivalente a la de una persona al ver al amor de su vida. Debido
a esto, una sensación de calidez invadió al mayor cuando enten-
dió que Eddy estaba enamorado de él, porque era de él ¿No?
Eddy no quería a su verdadero dueño, sea quien sea, si el gatito
se mantenía en su casa, significaba que había elegido a William
por sobre cualquier persona.

Había otra cosa más, pero esa parte del artículo no estaba
disponible, solo le explicaban a William que al final, antes de que
la empresa cierre, se crearon unos últimos modelos de juguetes
sexuales, con algo nuevo en ellos, pero extremadamente secreto
hasta que saliera a la venta, ya que ni siquiera los que informaban

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Jasmine Stevens

sobre los avances de la modificación genética de los infantes co-


nocían la verdadera nueva función adquirida por los niños gato.

A William la mayor parte del tiempo no le gustaba tener


que leer de Eddy como si fuera simplemente un juguete, porque
él quería al pequeño como algo más, es decir, como alguien con
quien deseaba permanecer toda su vida, así que si debía entrar a
esas páginas para saber más del minino de rizos que lo traía loco,
lo haría.

—Eddy, amor, tienes que quedarte quieto. —William soltó


un largo suspiro mientras observaba a Eddy jugar con las burbu-
jas de la tina llena de agua, le estaba dando su baño del día y ya
su gatito empezaba a encariñarse con el agua, porque cada vez le
era más y más difícil hacer que logre prestarle la debida atención
o sacarlo de la bañera al terminar.

“Cuidado con las orejas de los gatos, si les entra agua,


pueden perder el sentido del oído” recordó, pasando sus manos
llenas de shampoo con cuidado por los rizos del más pequeño,
logrando que este le regale un ligero ronroneo y se estire un poco,

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NEKO CORPORATION

tratando de alcanzar más de esos mimos. —Meow. —Eddy mau-


lló, mirando a William, regalándole una de sus hermosas sonrisas
con esos preciosos dientecitos blancos y dos encantadores hoyue-
los en sus mejillas.

Él continuó bañando al minino, mientras este hacía soni-


ditos raros, jugando a hundir su pequeño patito de hule, uno que
le pertenecía a William y lo había tenido guardado entre sus ca-
jas, seguro de cuando él era pequeño y se lo había traído de la
casa de su madre al mudarse a su departamento, pero vaya que
ahora le servía, porque Eddy empezaba a amar ese patito amarillo
chillón.

—Bebé, quiero que me escuches. —Lo llamó, logrando


que Eddy subiera la mirada, observándolo algo dudoso, me-
neando las orejas, prestándole total atención. William sonrió y le
dio un ligero beso en los labios, antes de seguir hablando. —Ma-
ñana temprano debo salir a hacer unas compras. Tengo que con-
seguirte ropa, pequeño, y además comida. También se me está
acabando la leche y la necesitas para dormir. —Sí, William tam-
bién había descubierto eso por su cuenta, ya eran cinco días en
los que a Eddy le gustaba dormir después de un pequeño vaso de
leche, claro, luego de pasearse este por toda la casa, porque era
de tomarla muy, muy lento.

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Jasmine Stevens

Eddy ladeó la cabeza y William rió, quizás hablarle direc-


tamente no servía de mucho, porque parecía que el minino no
entendía el significado de ello. —Te quedarás solo por un par de
horas, mi amor. —Dijo al fin, y al instante la mirada de Eddy se
agudizó por la sorpresa y luego, lágrimas, solo lágrimas.

El pequeño no quería quedarse solo, y definitivamente Wi-


lliam no deseaba dejarlo solo. Al verlo, el mayor lo cargó con
sumo cuidado mientras secaba su cuerpo y se encargaba de rega-
larle una larga y tierna sesión de besitos por todo su rostro, para
distraerlo y que deje de llorar, susurrándole muchas veces cuanto
lo quería.

Esa noche de nuevo se acostaron abrazados, mientras di-


ferentes cosas pasaban por la mente de cada uno. William re-
cordó otra parte de los artículos, donde dejaban en claro que una
de la cosas más difíciles para cuidar a los juguetes era dejar solos
después de apegarse mucho a ellos, porque si de por sí era difícil
para el dueño que comprendía la situación y lo extrañaba, el pe-
queño podía hasta entrar en una depresión si no se le explicaba
todo con cariño y afecto.

¿Cómo haría William ahora? ¿Y su trabajo? ¿Y el dinero?


No quería perder a Eddy, no después de los cinco más hermosos
días que recordaba haber tenido junto a su niño, y aunque tuviera

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NEKO CORPORATION

el dinero suficiente para sobrevivir por un largo tiempo después


de tanto ahorro sin gastos, él sabía que todo tenía su final, los
billetes igual.

— ¿Hm? —Eddy subió la mirada una vez William pre-


sionó con más fuerza su cuerpo contra el del menor, logrando que
sus ojitos se encuentren y vea el gesto cargado de curiosidad pro-
veniente del pequeño con esos hermosos ojos esmeralda que aun
brillaban a pesar de la oscuridad de la habitación.

—Te amo, mi amor. —Le susurró William, besando sus


labios con ternura, logrando que Eddy meneara las orejas y enro-
llara su cola en la pierna del más alto, correspondiéndole al beso
al instante, pasando sus manos hasta abrazar el cuello de este,
mientras William volvía a tener todo el control de la situación,
colocándose sobre el minino luego de dos hábiles movimientos.

— ¿Will? —Eddy volvió a preguntar, una vez sus labios


se separaron, y tras una sonrisa traviesa de William, comprendió
mejor lo que sucedería después. Luego un fuerte apretón en la
zona de su entrepierna y definitivamente, esa no sería una noche
de plena paz para el corazón del pequeño Eddy, pero él tampoco
sería tonto para desaprovechar el sentirse tan mimado, amado y

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Jasmine Stevens

feliz junto al dueño de su corazón y de su vida. — ¡Will! —Ar-


queó su espalda cuando la mano empezó a bombear su miembro
de arriba abajo, rápidamente.

William se encargaba de dejar marcas por todo el cuello


de Eddy, escuchando sus fuertes gemidos salir de sus labios
mientras continuaba con la excitante idea de masturbarlo lenta-
mente, aumentando el ritmo y luego disminuyéndolo otra vez.

Sentía las uñas de las manos del menor arañar suavemente


la piel de su espalda, mientras lo abrazaba y movía su pequeño
cuerpo al compás de los dedos de William.

—Ñaw~

Soltó el milésimo suspiro de la madrugada, observando el


techo de la habitación, mientras la cabeza de Eddy descansaba
sobre su pecho y sus brazos se enrollaban alrededor de su fuerte
cintura. Si William se concentraba, podía escuchar el ligero ron-
quido escapar de los labios de su pequeño en lo que este soñaba

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NEKO CORPORATION

con lo que sea, porque después de correrse en su mano, el rizado


cayó dormido en cuestión de segundos.

A decir verdad, su poca resistencia también era algo ado-


rable, y William había decidido que iría con calma en el descu-
brimiento sexual de Eddy, al fin y al cabo, tenía muchísimo
tiempo para irle enseñando nuevos trucos al pequeño. Él no tenía
problema tampoco, porque lograba llegar a sus orgasmos simple-
mente escuchando esos indecorosos sonidos proviniendo de los
labios del híbrido.

Pero esa no era la razón precisa por la cual no podía dor-


mir.

Si bien tenía un plan, existía un margen de error muy alto


para este. Sabía que Eddy estaba lo suficientemente cansado
como para dormir gran parte de la mañana del día siguiente, y él
podría escaparse para hacer las compras, volviendo antes de que
el felino despierte, pero su cabeza se llenaba de las interrogantes,
qué tal si no funcionaba o Eddy llegaba a despertar, él no sabía
si el pequeño lo perdonaría por abandonarlo de esa manera, aun-
que fuera un tiempo mínimo como lo era una simple mañana.

De cualquier forma William había intentado explicarle a


Eddy el porqué de cada cosa, pero era una completa misión fa-

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Jasmine Stevens

llida cuando observaba esos ojitos que lo traían loco y se le olvi-


daba su objetivo principal. Al final, todo se reducía a besar y ju-
gar con los preciosos labios del menor.

Sea como sea, estaba seguro de que tendría que intentarlo,


porque dejar a Eddy con Zack no era una opción, conociendo a
su amigo se desesperaría apenas Eddy se pusiera a llorar. Quizás
podía pedirle a alguien más, pero no quería que otra persona que
no fuera alguien cercano a él descubriera que tenía uno de los
pocos especímenes restantes de la empresa ya muerta, Neko Cor-
poration, durmiendo en su casa.

Andrew tampoco era una opción, considerando que él so-


lía estar algo alejado últimamente y también que tendría que ex-
plicarle todo, cuando lo necesitaba para la mañana siguiente. Ha-
blando con sinceridad, William no quería escuchar otro reproche
de alguien más diciéndole que debía devolver a Eddy.

Así que, saliera bien o mal su plan, tendría que intentarlo.

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NEKO CORPORATION

CAPÍTULO VII
Sintió el cuerpo caliente de William sobre el suyo, con el
gran miembro de este empujándose con fuerza en su interior, vol-
viéndolo completamente suyo, profanando todo espacio virgen
en las paredes internas de su entrada. Eddy solo sabía gemir,
siendo un completo lío, no sabía por dónde llegaba más placer, si
por la traviesa mano del mayor masturbando su miembro con tal
velocidad y rudeza, o la forma como entraba y salía de su cuerpo,
llenándolo con esa sensación de fuego ardiendo por todo su ser,
logrando hacer que su mundo se volviera blanco y todo el placer
corrompiera su mente y su cuerpo.

— ¡Ah! ¡Will! —soltó un fuerte gemido al sentir otro de


esos toques en un punto de sí que lo llevaba al placer más pro-
fundo. Eddy vio claramente la sonrisa del mayor antes de tocar
de nuevo ese lugar con su miembro, él sentía que ya no podía
más, que terminaría muriendo o algo parecido porque no era po-
sible tanto para su pequeño cuerpo, tales sensaciones juntas le
hacían cuestionarse como es que aún estaba respirando. Arqueó
su espalda, deseando poder resistirlo, no quería terminar, no
cuando él y William estaban tan unidos como en ese momento.

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Jasmine Stevens

— ¿Te gusta, pequeño? ¿Más rápido? ¿Más profundo? —


Escuchó la voz de William algo distante, pero sin embargo estaba
ahí. Él solo asintió con la cabeza, relamiendo sus labios, perdién-
dose en todas las sensaciones que el más alto le proporcionaba,
hasta que de un momento a otro, colapsó.

Y el gatito Eddy se despertó.

Removió sus esponjosas orejas, abriendo sus ojos tan rá-


pido que quizás hasta le dolieron, pero no importó, se encontró a
sí mismo en la cama donde dormía con William, aunque faltaba
algo ahí: William.

Meneó su cola y se sentó despacio, estirándose, sintiendo


todo su cuerpo un poco más rígido de lo normal, y entonces lo
vio, ahí bajo sus pequeños boxers, su miembro totalmente des-
pierto creando una pequeña carpa con su ropa. Eddy gruñó ante
eso, recordando lo que había soñado y negó con la cabeza, era
injusto que haya sido solo un sueño, él quería que en serio Wi-
lliam le estuviera haciéndole todo eso.

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NEKO CORPORATION

El minino sabía de sexo, sí, no sabía que se llamaba sexo


porque para él no tenía nombre, pero sabía del acto porque lo
había visto muchas veces entre gatitos como él y los señores que
los “cuidaban” por decirlo de una manera. Como siempre, Eddy
se preguntaba qué era eso que hacía que los iguales a él se llena-
ran de placer, porque a él nunca se lo hicieron y de hecho, en
medio de su ignorancia, siempre pensó que sus compañeros exa-
geraban, no podía ser algo bueno aquello que al inicio les dolía
tanto, porque él lo veía, esa expresión llena de dolor y las lágri-
mas cuando eran poseídos de manera brutal por las personas sin
orejitas ni cola.

Pero ahora, estaba soñando con William haciéndolo suyo


¿Eso estaba bien? ¿Qué tal si William se enojaba por su culpa?
No debía de pensar en esas cosas, pero su cuerpo lo demandaba,
y aunque el minino Eddy no se imaginaba cuanto el mayor lo
deseaba, ahora se estaba regañando a sí mismo por haber tenido
lo que el humano común denominador conoce como “sueño hú-
medo”.

Tratando de no molestarse o frustrarse demasiado y sim-


plemente pensando que William estaría en el primer piso o más
bien en la cocina preparando algo, Eddy se tomó su tiempo para
estirar correctamente sus músculos y peinar sus orejas, al igual
que su colita, porque él quería verse hermoso para su dueño Will.

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Jasmine Stevens

Una vez terminó, se levantó de la cama y caminó tranquilamente


hasta el primer piso, bajando con cuidado las escaleras, ya se ha-
bía caído una vez y aunque cayó de pie, se golpeó la nariz ese
día, sumándole que también William lo había sermoneado por no
tener el cuidado suficiente.

Sonrió al recordar que después del sermón, William lo


cargó y lo trató como un bebé todo el resto del día, llenándolo de
besitos y pequeños mimos. William era perfecto y él amaba a
William. Con esa misma sonrisa encantadora y enamorada, ca-
minó hasta la cocina, pero para su mala suerte, no encontró a la
persona dueña de todos sus pensamientos.

Sus orejas se movieron, estirándose, tratando de identificar


el menor ruido posible de la casa y saber dónde estaba su Wi-
lliam, pero no oía nada más que a sí mismo, respirando algo agi-
tado por el susto. Asegurándose, buscó por cada rincón posible y
al final, cuando se dio por vencido, automáticamente se acercó a
la puerta de entrada, observando por el ojito mirador, viendo la
calle tal cual como tantas veces con su curiosidad lo había hecho,
pero ahora era diferente, ahora solo buscaba a William, y tam-
poco estaba ahí.

Mientras sus ojitos se aguaban, Eddy subió corriendo a la


habitación y se metió bajo las frazadas, sacando su cabeza por el

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NEKO CORPORATION

lado de la cabecera, él empezó a llorar, soltando lágrimas y lágri-


mas que escapaban de sus ojitos mientras maullaba fuerte y re-
petía tantas veces como podía el nombre de su William. No im-
portaba si no podía oírlo, no importaba si William no estaba, él
lo continuaría llamando hasta escuchar de nuevo su hermosa voz
o sentir otra vez esos fuertes brazos rodeándolo y saber que todo
estaba bien, porque ahora no era así.

Para William esto de estar lejos de Eddy tampoco era nada


sencillo. Se suponía que solo tardaría dos horas cuanto mucho en
lo que sería las compras para el mayor tiempo posible sin tener
que salir de casa, pero encima que tuvo un problema en el súper
mercado, su carro no traía la gasolina y luego no encontró ropa
disponible para el nuevo guardarropa de su bebé. Al final, tuvo
que comprarle cosas un tanto infantiles, pero estaba bien, porque
Eddy era un niño y todo le quedaría completamente adorable.

Concluyendo, se cuestionó que quizás tardaría más cuando


observó las cajas registradoras completamente llenas y las largas
colas de gente, pero esperaba que su bebé no se hubiera levantado

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Jasmine Stevens

todavía y continuara tan tranquilamente dormido como lo había


dejado hace unas aproximadamente tres horas. Miró su celular y
vaciló un poco, quizás hubiera servido que le enseñara a Eddy a
contestar el teléfono de la casa, así ahora estarían hablando; y
quizás si todo salía bien, Eddy aprendería a marcar a su móvil,
teniéndolo como número rápido, solo para escuchar su voz y
tranquilizarse un poco.

Escuchó su celular, lo sacó y observó el nombre, en letras


grandes y claras decía: Andrew Smith. Atendió, hacía muchísimo
tiempo que no hablaba con su amigo, eso lo causó algo de nos-
talgia, puesto que antes él y Zack se pasaban largas horas en su
casa. Lo curioso era que tuvo un pensamiento sobre Andrew la
noche anterior, y dejar que cuide de Eddy, pero otro factor por el
cual la idea se descartaba era que por cosas de la mudanza de
Andrew a un lugar mucho más lejos, ya no se les hacía tan sen-
cillo verse.

— ¡Hey! Smithy, al fin te acuerdas de los amigos. —Escu-


chó la risa del otro lado de la línea y sonrió también, observando
que la fila avanzaba al menos, un par de personas. Suspiró con
pesadez, volviendo a la llamada. — ¿Cómo has estado, Andrew?

—Bien, sí. De hecho te llamaba para decirte que al fin


tengo mis semanas de vacaciones en mi trabajo, así que estaré

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NEKO CORPORATION

visitando a mis padres y me quedaré en mi antigua casa, por eso,


podemos vernos el día que tengas libre, así que tú solo dime. Te
he echado de menos, Willy.

William sonrió de nuevo, recordando que eran Zack y An-


drew los que le llamaban como sus pequeñas hermanas durante
una temporada, eso antes de que el pelinegro notara que William
odiaba la película esa de la fábrica de chocolates, así que el apodo
de Wonka quedó desde entonces.

—Bueno, la verdad estoy de vacaciones, pero no creo po-


der ir a verte porque…

Las palabras del castaño quedaron en el aire, observando


en un punto fijo de la entrada al gran establecimiento, una carita
demasiado conocida para él se encontraba impresa en una hoja
de anuncio. Sin pensarlo, colgó el teléfono y dejó la cola, acer-
cándose al pequeño cartel de papel que colgaba en la zona de
anuncios, sorprendiéndose al confirmar que se trataba de la per-
sona que tanto amaba, ese alguien a quién jamás hubiera espe-
rado encontrar más que dentro de su casa.

La hermosa carita de su pequeño Eddy en un cartel de “SE


BUSCA” no era algo que le agrade ni que le cause una sonrisa,
una amarga mueca se formó en su rostro cuando arrancó la hoja

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Jasmine Stevens

de la pared y se aseguró de que no hubiera ninguna otra. Esa era


la única imagen de su gatito, por suerte.

SE BUSCA: Responde al nombre de Eddy. Favor de


llamar al siguiente número en caso de encontrarlo. De ver-
dad estamos muy preocupados por él y les daremos una
buena recompensa si encuentran a nuestro pequeño animal.

En letras muy grandes junto al número correspondiente.


No, simplemente eso no debía estar pasando. Ahora las palabras
de Zack le regresaban a la mente. Él no se esperaba que después
de seis hermosos días junto a su pequeño niño felino, terminaría
pasándoles eso, como una buena sacudida de realidad para sa-
carlo de aquel sueño, un muy hermoso sueño. No podían estar
buscando a Eddy, Eddy era completamente suyo, y fuera de eso,
¿Cómo que pequeño animal?

Arrugó el papel y lo metió al bolsillo de su chamarra, re-


gresando a la cola, ya no importaba Andrew ni lo que se le había
ocurrido de quizás salir a pasear con Eddy y visitar a su amigo en
el proceso. Ahora nadie podía verlo, y no dejaría que absoluta-
mente ningún ser vivo tocara a su pequeño.

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NEKO CORPORATION

Cuando volvió a su casa, William abrió la puerta tan rápido


como pudo y dejó la gran cantidad de bolsas en el sofá, corriendo
hasta la habitación, gritando el nombre de su minino, hasta que
lo encontró ahí, en la cama durmiendo, siendo otra vez la imagen
más adorable de su vida.

Eddy estaba abrazando una de las poleras de William, y


quizás de tanto removerla entre sus manos, ahora estaba total-
mente arrugada mientras sus ojitos se empezaban a abrir, desper-
tando. El mayor supo que Eddy si se había levantado cuando ob-
servó en los lados exteriores de los ojos del pequeño restos de
lágrimas, dejando en claro que había llorado esperándolo.

—Amor, ya llegué. —le susurró William, sentándose a su


lado, mientras pasaba su mano por la mejilla de su bebé, asegu-
rándose de quitarle todo rastro de lágrimas secas. Vio a Eddy es-
tirarse y luego de una curiosa mirada, ya tenía a su minino llo-
rando en sus brazos, sentándose sobre los muslos de William y
rodeándolo con sus piernas, brazos y cola, maullando miles de
cosas que él no entendía, pero qué importaba, hasta sermoneán-
dolo Eddy se continuaba viendo adorable. —Ya, ya, lo siento,
Eddy, nene, pero te traje muchas cosas que te gustarán, ya verás.

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Jasmine Stevens

El pequeño se apartó solo entonces para mostrarle otro pu-


chero y dejando de llorar, al fin unió sus labios con los tan deli-
ciosos labios de su amado, demostrándole todos sus sentimientos
en ese beso. William lo recibió gustoso, abrazando también a su
pequeño por su cintura, escuchando el ligero ronroneo del mi-
nino, soltando una pequeña risita en medio del beso.

—Will. —Murmuró el menor contra sus labios, antes de


alejarse y continuar con ese diminuto puchero. Se suponía que
estaba molesto pero eso ni siquiera le duró, Eddy estaba tan feliz
y lo estaría siempre que tuviera a su William a su lado.

Meneo sus ojeras cuando se removió un poco y William


sintió claramente la tensión de su cuerpo, bajando su mirada
hasta más abajo del vientre del pequeño de rizos, se sorprendió
al ver el bulto en sus pantalones. Pequeño quizás, pero estaba ahí,
una clara y notable erección.

— ¿Y esto? —Sonrió, bajando su mano para que rozara


esa zona, logrando que Eddy jadeara y sus mejillas se tiñeran de
nuevo de ese rojo tan característico de él. — ¿También me ha
extrañado tu cosita, bebé? —le susurró en su oído, lamiendo des-
pués esa zona, logrando que Eddy se estremeciera antes de alejar

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a William para que lo observe y simplemente asentir con la ca-


beza, acercándolo otra vez para ahora llenar de pequeños piquitos
los labios del mayor. —Eres insaciable, Eddy.

Pero William no tenía ningún problema con ayudar a su


pequeño amor, mucho menos cuando ambos disfrutaban de ba-
jarle las erecciones al minino.

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Jasmine Stevens

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CAPÍTULO VIII
Esa mañana, Eddy ya cumplía dos hermosas semanas vi-
viendo en la casa de William, y este no podía estar más feliz. Si
bien no era del todo fácil criar al pequeño Eddy, definitivamente
tenía sus hermosas ventajas, como por ejemplo, despertarse todos
los días al lado del cuerpo más tierno y precioso que la humani-
dad y unos cuantos experimentos pudieron crear.

—Mmm. —William se logró estirar su cama, sonriendo al


sentir como los delgados brazos de su gatito se enredaban con
más fuerza alrededor de su cintura, y un ligero sonidito escapaba
de los labios del, aún dormido, Eddy.

El mayor apoyó su codo en la cama y su cabeza sobre su


palma, para quedarse observando desde un ángulo más alto esa
cantidad de rizos despeinados que tanto amaba acariciar. A veces
se preguntaba cómo era posible que Eddy tuviera un cabello tan
suave, y una vez hasta se puso a pensar en lo genial que era el
hecho de que al pequeño no se le cayera el pelo como a los gatos,
odiaría que esos rizos desaparezcan de a pocos, y aunque crecie-
ran más, definitivamente su bebé era perfecto tal y como estaba.

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Jasmine Stevens

Observó claramente sus esponjosas orejas sacudirse y son-


rió, inclinándose lo suficiente, presionó la más cercana a sus la-
bios con estos, sin usar los dientes, logrando que su minino se
estirara y volviera a mover esos triángulos felpudos en su cabeza.

—Bebé. —Lo llamó, tratando de despertar a Eddy, eso era


un poco difícil para él absolutamente todos los días, pero tenía
que hacerlo, aunque su niño felino siempre le hacía de esa expe-
riencia un reto, aún peor desde que hace ya más de una semana
habían empezado sus juegos sexuales que dejaban al pequeño ga-
tito totalmente cansado. —Amor, recuerda que quedamos que
hoy haríamos algo. —Volvió a hablar, sabiendo que Eddy lo es-
cuchaba por la mueca de disgusto que tenía en su rostro.

De nuevo Eddy estaba siendo un mal gatito, un gatito re-


belde y eso era algo que William no podía permitirle. Sonrió con
malicia y lentamente se liberó de los brazos de su niño, incorpo-
rándose lo suficiente para lograr meterse bajo las frazadas, en lo
que Eddy se acurrucaba de nuevo abrazando la almohada, quizás
creyendo que se trataba de su William.

William rió y de un tirón le bajó al pequeño sus ligeros


calzoncillos rojos, logrando que Eddy soltara un respingo, pero

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NEKO CORPORATION

antes de que sus pequeñas manos cubran su zona sensible, Wi-


lliam tomó con firmeza su miembro, escuchando claramente un
gemido ronco escapar de los labios de su minino.

— ¡Ah! —Eddy se erizó por completo, encogiendo las


piernas, mientras sus manos bajaban para tocar ese cabello suave
que ya conocía tan bien. Meneó sus orejas y removió su cola,
acariciando las hebras del mayor, jadeando cuando la mano de
William empezó a moverse por su miembro, de arriba hacia
abajo.

Pero esta vez hubo algo diferente, algo que el minino no


se esperó y que logró hacer que su espalda se arqueara hasta des-
pegar del colchón, Eddy sintió con claridad una calidez húmeda
que rodeaba la punta de su miembro, antes de sentir como la len-
gua de William pasaba por todo el ancho de su glande. Dejándose
llevar por el placer, Eddy tomó con fuerza los mechones de ca-
bello del mayor y lo empujó más hacía su entrepierna.

William sonrió al sentir los constantes tirones y obedeció,


separando más sus labios, permitió que toda la longitud de la
erección ingresara en su boca, iniciando un vaivén, asegurándose
de humedecer bien cada parte del tronco del miembro, escu-
chando complacido todos los sonidos que escapaban de la boca
de Eddy.

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Jasmine Stevens

El menor encogía los dedos de sus pies tratando de aguan-


tar lo más posible el orgasmo, pero es que William movía su len-
gua por todo el largo de su cosita y se sentía tan malditamente
bien. Eddy incluso creía de nuevo que toda la resistencia que ha-
bía conseguido en la última semana con la cantidad de veces que
William había jugado con su miembro se había ido por el caño,
porque eso no se comparaba en lo más mínimo a cuando su
glande tocaba el fondo de la boca del mayor, disfrutando de estar
atrapado en esa cavidad. Joder, como lo amaba.

—Will… Will. —Eddy intentó avisarle que ya estaba


cerca, quería que William se aparte, porque la primera vez que el
minino había probado su propia esencia, no le había agradado
tanto el sabor, era demasiado salado para su gusto, quizás al ojia-
zul tampoco le gustaría. Y aunque incluso Eddy ya había supe-
rado la mayor parte de su temor porque William lo deje, aún te-
mía hacer algo que hiciera que él se enojara y lo botara de casa.
—Meoow. —Tras un fuerte maullido, sin poder aguantar más, se
corrió en la boca del más alto, sintiendo claramente como este
trataba de tragar todo ese líquido blanco.

Una vez William creyó que ya tenía todo, se apartó del


miembro de Eddy, dejándole un último beso de despedida sobre
este para subir y atrapar ahora los labios de su pequeño, disfru-
tando de aún tener las pequeñas manos en su propio cabello y

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sintiendo las tímidas caricias del gatito sobre sus hebras. — ¿Ya
obedecerás o tendré que seguir convenciéndote? —Y Eddy no
sabía si responder un sí o un no.

Después de esa agradable mañana, William se encargó de


bañar a su pequeño niño y luego tomaron desayuno juntos, ese
día Eddy quería desayunar en la mesa con William, así que mien-
tras este comía sus panes con huevo y café, Eddy mantenía su
taza con leche entre sus manos y meneando sus orejas cada vez
que veía a William comer.

¿Era normal eso? Él amaba con devoción cada acto o cada


estado de ánimo del mayor. Le encantaba el William alegre, el
William enojado, el William meloso, el William gruñón. Amaba
cada vez que William bostezaba, sonreía, gruñía; hasta incluso
adoraba cuando comía o ese cabello alborotado con el que se des-
pertaba y andaba hasta que recordaba que también debía pei-
narse. A veces el pequeño estaba seguro de que William se preo-
cupaba mucho más por él que por su propio cuidado, ya que una
vez lo escuchó hablando por teléfono, diciendo algo como que ya

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Jasmine Stevens

no iría a su trabajo y eso sin contar con la gran cantidad de cosas


que le había comprado la última vez que salió.

Todo ese tema estaba un poco solucionado ahora, William


terminó convenciendo a Zack de que hiciera sus compras y las
llevara a su casa semanalmente. La realidad económica de ellos
era simple, William no estudiaba, pero venía trabajando desde
que terminó la escuela, así que al no tener que hacer gastos real-
mente importantes, la mayoría iban para sus ahorros, lo cual fue
lo más sensato ahora que lo pensaba, ya que podía darse el lujo
de renunciar y esperar un poco antes de tener necesidad de buscar
otro empleo en donde pudiera llevar a Eddy o algo parecido, qui-
zás un trabajo en casa.

Zack era Zack, también venía trabajando desde hace mu-


cho, pero con eso se pagaba sus estudios una universidad de Be-
llas Artes, así que no contaba con demasiado dinero. Andrew sí
tuvo la suerte de nacer en cuna de oro, como quien dice, porque
sus padres tenían una constructora muy poderosa en el país, así
que el apellido Smith estaba en un muy bien puesto económica-
mente. Sin embargo, desde que Zack y William lo sabían, jamás
aceptaron trabajar para el padre de Andrew o alguna caridad mo-
netaria de este, de hecho, era curioso cómo ni siquiera el mismí-

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NEKO CORPORATION

simo Andrew tenía una gran casa tal como la mansión de sus pa-
dres. No, él vivía en una pequeña casa de dos pisos y pocos cuar-
tos, tal y como sus otros dos mejores amigos.

—Amor, ven. —William llamó al minino una vez vio que


se había acabado la leche de su taza, Eddy obedeció sin dudarlo,
levantándose de su sitio para sentarse sobre las piernas del ma-
yor, apoyándose bien con una de sus rodillas a cada lado de esas.
Meneó su cola, moviendo su cabecita hacía un lado, esperando
que William hable, mientras colocaba sus manos en los hombros
de este, ronroneando ligeramente. — ¿Recuerdas en qué queda-
mos hoy?

—Mmm. —Eddy emitió un sonidito y escondió rápida-


mente su cabeza en el hombro del mayor. No, no le agradaba lo
que se supone que harían, tenía tanto miedo, que la verdad de no
ser por el juego de la noche anterior, quizás no hubiera podido
dormir en toda la noche. Negó con la cabeza, queriendo evitar el
tema, pero unos fuertes brazos lo rodearon por la cintura, acari-
ciando su espalda después.

—Sí, bebé y verás que te irá excelente, yo lo sé. —William


se tomó su tiempo antes de continuar. —Hoy aprenderás a hablar,
Eddy.

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Jasmine Stevens

Se sentó en el sofá con Eddy entre sus piernas, observando


la gran cantidad de rizos hermosamente despeinados, mientras el
minino jugaba con los dedos de la mano de William. Este sonrió,
besándole tiernamente la cabeza.

Eddy en serio tenía miedo, lo sabía, pero si no practicaban,


no había forma de que aprendiera a decir algo, y según lo que
había entendido, para que esos niños-gato hablen, tenían que en-
sayar muchísimo, como bebés.

—Ahora ¿Qué te gustaría aprender primero? Son tantas


cosas, puedes decir “Hola”, “gracias”, “Adiós” “Espera” “No”
“Sí”, aunque creo que esos ya te los sabes. —William sonrió ante
la cantidad de ejemplos, mientras su pequeño gatito negaba con
la cabeza, soltando un largo suspiro. El más alto acarició tierna-
mente el abdomen de Eddy, aun dejando que su otra mano conti-
nuara entre las del pequeño, mientras este analizaba sus deditos,
uno a uno. — ¿Entonces, amor?

La mente del felino voló un poco, solo un poco, recor-


dando cada detalle de su vida desde que tocó la puerta de la casa
de William, y supo entonces que no había palabras que desee más

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NEKO CORPORATION

aprender, que aquellas dos que el mayor le dijo esa vez, antes del
incidente de quedarse absolutamente solo en la casa. Él recordaba
las palabras, sin embargo, no tenía idea de cómo pronunciarlas,
y tampoco entendía la forma de explicarle a William qué era
exactamente lo que deseaba aprender.

—T… —William lo observó, sorprendido al escuchar que


Eddy murmuraba algo, muy bajito. Sin embargo, no dijo nada,
mientras continuaba repartiendo pequeñas caricias a su minino,
tratando de darle confianza de esta forma. —T-T… —Eddy es-
taba metido en su mundo, observando la mano de William, gru-
ñía, tratando de que su lengua deje de enredarse al querer moverla
de la forma como William había movido sus labios aquel día. —
Te…

Meneó un poco su cola al descubrir que sí, ese sonido era


igual al que había dicho William, pero, sin embargo, faltaba la
otra parte, y la consideraba peor porque William movió sus labios
dos veces en lo siguiente. Eddy hizo una pequeña “o” con la bo-
quita, tratando de articularlo, pero no le salía exactamente igual.
Negó con la cabeza, gruñendo, intentó de nuevo con los labios
un poco más cerrados, logrando que la primera bocal saliera de
estos, emocionándose.

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Jasmine Stevens

William estaba realmente hipnotizado por la belleza del


pequeño, por su inocencia y por su perseverancia porque esa pa-
labra le saliera bien. Y bueno, él no era tonto, comprendía que
deseaba decir Eddy, y anhelaba eso tanto como nadie se podía
imaginar, ni siquiera el menor.

—Mo. —Susurró cerca del oído del más pequeño, lo-


grando que este se estremeciera y subiera su mirada, haciendo un
pequeño puchero, dejando que su nariz roce la barbilla del más
alto. —Sí puedes, sabes que sí. Es “mo”, juntas la eme, con la o
y saldrá, mi bebé, inténtalo.

William trató de articular lo mejor posible las palabras,


ante la mirada curiosa de Eddy, quién después volvió a bajar su
rostro y continuó con sus pequeños susurros, tratando de que le
saliera el sonidito que William había hecho.

No fue hasta el cuarto intento que lo logro. Se sentó más


erguido y levantó sus esponjosas orejas castañas, aclarando su
garganta, trató de juntar todas las sílabas y ¡Bingo! Lo había
aprendido. Volteó por completo, hasta quedarse apoyado en sus
rodillas, aún entre las piernas de William y meneó su cola, mi-
rándolo fijamente, mientras este le regalaba una cálida sonrisa,
entregándole más seguridad.

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NEKO CORPORATION

— ¿Algo que decir, pequeño? —Susurró, a lo que Eddy


sonrió.

—Te a…mo. —Dijo despacio, sonriendo al notar que le


había vuelto a salir y ahora un poco más rápido. William no lo
dudó ni un poco y jaló el rostro de su niño, atrapando sus labios
en un tierno beso, escuchando y sintiendo el ligero ya conocido
ronroneo del menor.

—Yo te a…mo muchísimo, Eddy.

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Jasmine Stevens

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CAPÍTULO IX
Las calles de la ciudad estaban realmente vacías, Zack aún
se preguntaba por qué demonios había aceptado cumplirle ese fa-
vor a William de ser el encargado de comprar las cosas para su
hogar. Aunque tampoco era que tuviera elección con las casi cin-
cuenta llamadas que tuvo de su mejor amigo en un solo día, ex-
plicándole que no podía dejar solo a Eddy por distintas razones,
las cuales sinceramente Zack ya se había aburrido de escuchar.

La curiosidad de saber que se sentía tener a otro como


Eddy causaba que muchas imágenes pasaran por su mente, a pe-
sar de solo haber visto al gatito un día y otros pocos cuando iba
a entregar las bolsas, no sabía hasta qué punto esa clase de mini-
nos aguantaban el mantenerse al lado de un humano, y tampoco
le entraba en la cabeza como pudieron hacer una mutación a tal
grado de lograr que algo realmente fantasioso, friki y raro se con-
virtiera en esos niños que cualquier hombre tanto hetero como
gay desearía follárselos hasta partirlos en dos, si era posible. Es
decir, no es que estuvieran en la época de las cavernas, pero la
tecnología y sus avances aún lo desconcertaban.

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Jasmine Stevens

Cuando el pelinegro pasó por una calle oscura, escuchó


claramente un fuerte golpe seguido por una maldición, y deján-
dose llevar por la curiosidad, inclinó la cabeza hacía dentro de
esa pequeña calle, para intentar divisar lo que estaba ocurriendo.

Le sorprendió ver a un sujeto grande, gordo y con una gran


gorra blanca que parecía un rectángulo con un algodón gigante
en la punta. —Un cocinero. —Mejor dicho. Pero esa no era la
razón de su sorpresa, sino que detrás de este, o más bien, siendo
arrastrado por aquel tipo, venía un cuerpo, un pequeño niño que
se removía intentando escapar del tacto del sujeto que lo jalaba
desde la gorra unida de su playera.

Zack no se inmutó, se mantuvo observando la escena con


la mirada más fría que podía tener, no le gustaban esos tipos de
maltratos, pero tampoco comprendía el porqué de este, es decir,
quizás aquel pequeño rubio había intentado robarle al sujeto y
este lo logró atrapar, sin embargo, Zack aún pensaba que el tipo
se estaba pasando un poco.

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NEKO CORPORATION

POV ZACK.

—Como te vuelva a ver queriendo robar en mi cocina te


juro que no la cuentas, fenómeno. —La voz del tipo enorme re-
sonó en mis oídos, observándolo lanzar el delgado cuerpo del
chico fuera del callejón, directo a la calle principal, justo frente a
mí, pero muy por el contrario de lo que esperaba, el sujeto ni se
inmutó cuando me vio. —A ver si te mueres de hambre de una
puta vez.

Ahí fue cuando pude verlo, por unos instantes, me perdí en


los dos bultos rubios que sobresalían de su cabello, al igual que
una cola se meneaba a un lado, mientras el chico se intentaba
incorporar con pesadez y con una notable mueca de dolor, no sé
si debido a la cantidad de golpes que había recibido o al último
cuando lo estrelló prácticamente contra el suelo. Me quedé aún
más sorprendido al oírlo decir. —Jódete, viejo estúpido. —
Bueno vaya, el gato sabía hablar.

Vi al enorme hombre, que cada vez se me hacía más des-


agradable, voltear, al parecer queriendo continuar con la agresión
física, pero yo ya podía reaccionar de mejor forma después de
observar y analizar toda la situación. Me acerqué al niño y me
coloqué delante de este, tratando de retar al tipo con la mirada.
Maldita sea ¿Cómo iba a ganarle en una pelea a esta mole de

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Jasmine Stevens

grasa? Él me miró como esperando que dijera algo y tras un largo


suspiro de resignación, voltee para observar al pequeño, admi-
rando unos hermosos ojos azules igual de sorprendidos que los
del otro sujeto.

—Ya déjelo, yo me encargo de que no vuelva a entrar a


robarle nada.

Caminaba con las bolsas en las manos y el niño sostenién-


dose de mí, agarrándose de la parte trasera de mi playera de The
Beatles. La verdad no comprendía, yo lo invité a mi casa ¿Por
qué la inseguridad de que lo fuera a dejar a medio camino? En lo
poco que había logrado observarlo, ya que se mantenía atrás mío,
pude ver que tenía un rostro de un niño de a lo mucho dieciséis
años, pero a la vez le encontré tantas heridas en sus brazos que
me hizo cuestionarme cuantas más traería en todo su cuerpo. Y
aunque ya lo había escuchado hablar, ahora ese rubio se empe-
ñaba en no decirme palabra alguna, aunque por milagroso que
suene, yo ya había intentado sacarle un tema de conversación al
menos unas cinco veces.

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NEKO CORPORATION

—Bueno, esta es. Sé que no es la gran cosa pero vivo solo.


—Me reproché por mi mala imitación al diálogo de Linguini,
abriendo la puerta de mi apartamento, dejé las odiosas bolsas de
William al lado de la entrada y bufé exageradamente, de no ser
porque ese niño las había mirado con tanto anhelo, las hubiera
dejado tiradas en el mismo lugar donde me quedé observando
toda la escandalosa escena.

Él entró, estando aún detrás mío, sin embargo podía ver su


nariz olfateando hacía cada rincón y de hecho me causó un poco
de ternura. Si bien no era tan tierno como Eddy, podía notar que
su apariencia se parecía a la de esos mocosos que no respetaban
a nadie, los niños que normalmente veías robando en la calle,
solo que en este caso le agregabas un par de orejas y una cola
larga y mucho más felpuda que la del rizado de mi mejor amigo.

No era que me gustara comparar, pero Eddy era lo más


cercano que había estado a uno de esos niños y ahora empezaba
a cuestionarme cómo es que un niño gato puede estar libre en las
calles como lo está él ¿Qué no costaban una mina de oro según
los periódicos y noticieros?

Un momento, tampoco sabía otra cosa importante.

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Jasmine Stevens

—Oye ¿Cómo te llamas? —Le pregunté en el mismo ins-


tante en que lo vi observar los cuadros de mi pared, todos pinta-
dos por mí. Me sentía bastante orgulloso de ser el artista de cada
una de las pinturas que decoraban mi casa.

—Son bonitos. —dijo, al parecer, ignorando completa-


mente mi pregunta. Ahora lo veía mejor, porque lo observaba
algo alejado de mí y tuve la oportunidad de admirar cada detalle
de su cuerpo, como esas delgadas piernas, shorts que no podían
estar más gastados y sucios y luego una simple remera con las
mangas cortadas y una gorra adherida, quizás lo hizo el mismo,
los tejidos de la prenda se notaban y parecía más como que hu-
biera sido arrancados o tejidos por una pésima mano de obra. Su-
puse que usaba la gorra para cubrir u ocultar uno de sus dos de-
talles sobrantes.

Cuando volteó a verme, sentí una especie de corriente, era


la segunda vez que esos ojos azules se encontraban con los míos.
Y se debía al color, William tenía los ojos también azules claros,
casi grises, pero en este caso, los de este chico eran diferentes,
me mostraban emociones que no podía descifrar, unas que jamás
captaría en los ojos de mi mejor amigo.

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NEKO CORPORATION

—Gracias. —Le mostré una media sonrisa y me senté en


el sofá, relajando todos los músculos, escuchando tronar mi cue-
llo. No era para menos, de por sí era una persona demasiado floja
y cualquier trabajo físico lograba cansarme, pero imaginé que era
más cansancio mental que cualquier otra cosa. Cerré los ojos para
descansarlos un poco, pero los abrí de golpe al sentir un peso
sobre mis piernas y luego unas suaves manos en mis hombros.

El cuerpo de ese niño estaba sobre el mío, con una de sus


piernas a cada lado de las mías mientras él me miraba con una
traviesa media sonrisa. — ¿Pero qué…? —La pregunta quedó al
aire en el momento en que sus labios besaron boca, provocando
que un torpe movimiento iniciara, sintiendo también como se
movía sobre mis piernas, intentando que su cuerpo frote contra
el mío.

—Espera, espera. Pausa. Stop. No sé, como mierda quieras


decirle ¡Alto! —hablé tan rápido como pude y coloqué mis ma-
nos sobre su cintura, alejándolo de mi cuerpo, no lo suficiente
como para tirarlo pero sí la distancia prudente para lograr que sus
labios se alejaran de los míos. Eso no me estaba pasando, no a
mí, no ahora. Joder.

— ¿Qué? —me preguntó, sorprendentemente de mala


gana, soltando un gruñido cuando relamió sus labios, al parecer

103
Jasmine Stevens

muy malhumorado. — ¿Quieres algo más? ¿Primero tengo que


mamártela o cómo?

—Espera ¿Qué? —pregunté de nuevo, sin entenderlo.

—Oh vamos ¿Eres o te haces? ¿Cuánto me costará que-


darme a dormir aquí está noche? Prefiero ahorrarme las pláticas
estúpidas y acabar con esto sí al menos quiero mi trasero en tu
mueble hoy. Así que dime ¿Qué quieres que haga?

Todo en mi cabeza hizo clic y pode soltar un: —Oh, Jesús.


—Mientras relajaba mi cuerpo. No era porque no me hubiera
gustado que me besara o que se intentara frotar contra mi miem-
bro, quizás si no me encontrara tan malditamente sorprendido
hasta me habría puesto duro o algo así. Vamos, nunca he sido del
tipo que juzga por si eres gay o algo y si se me presentaba la
oportunidad la tomaría pero ¿En serio era eso lo que tenía que
hacer este chico para poder dormir en una casa decente? ¿Desde
cuándo venía haciéndolo? ¿Por cuántas cosas habría tenido que
pasar?

—No tienes que hacer nada de esto ¿Sabes? —Al fin volví
la mirada hacía él, observando un pequeño puchero en sus labios,
logrando que una leve sonrisa se formara en los míos. —Quiero
decir, no te avergüences, no es que no me parezcas adorable, co-
gible y todos los adjetivos que se le parezcan, pero no te traje a

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mi casa para follarte, solo quería darte un techo por una noche,
quién sabe si más. No todos somos personas como las que sea
que te haya tocado conocer ¿Comprendes eso?

Observé su gesto sorprendido, pero al instante su expre-


sión volvió a una cargada de amargura, incluso se intentó bajar
de mis piernas, pero no lo permití, manteniéndolo en ese mismo
lugar. Era curioso, pero hasta podía observar con más detalle
como su mente procesaba cada cosa que le había dicho.

— ¿Por qué? —preguntó, en un hilo de voz, al parecer


realmente asustado o bastante incómodo.

—Le dije a ese cerdo gigante que ya no molestarías en su


tienda, y creo que para encargarme de que no lo hagas tengo que
vigilarte de cerca ¿Está bien? —Admiré sus hermosos ojos azules
volverse más cristalinos hasta el mismo momento en que unas
pequeñas lágrimas se empezaron a formar en las esquinas, para
luego derramarse por su pequeño rostro. Mi corazón se encogió
y llevé una de mis manos a su mejilla, acariciándola con total
suavidad. —No tienes que llorar, niño. —Él no dijo nada, solo se
inclinó y se acercó a mí, logrando que su nariz se roce con la mía,
mientras esas pequeñas lagrimitas salían y salían. ¿Quién era yo
para privarlo de llorar? Ni siquiera imaginaba cuando había sido
la última vez que aquel pequeño había soltado lágrimas, así que

105
Jasmine Stevens

si deseaba liberarse, aquí me tenía, para asegurarme de que sepa


que todo estaba bien. —Puedes empezar por decirme tu nombre,
si gustas.

Él tembló ligeramente, seguro debido al llanto, pero des-


pués de unos segundos, meneando las orejitas rubias de su ca-
beza, murmuró un suave: —Nico. —Empezando con sus sollo-
zos nuevamente, ahora mucho más fuertes y ruidosos, acercán-
dose después para rodearme en un fuerte abrazo por el cuello,
llorando contra este, casi gritándome en el oído, oyéndolo tam-
bién sorber por la nariz.

Pero estaba bien, no me importaba. Y puede que si Wi-


lliam, o Andrew incluso, me vieran en esta situación, se sorpren-
dan mucho de mi actitud, pero les podría asegurar de que no exis-
tía nadie más sorprendido que yo. Y quién lo diría, al final parecía
que hacerle las compras a William podía traer buenas cosas,
como un pequeño gatito rubio de ojos azules llamado Nico.

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CAPÍTULO X
Tres semanas y contando. A veces, William se levantaba
en la madrugada solo para asegurarse de no estar soñando, por-
que tenía una vida completamente hermosa y era algo que no so-
lía suceder más que en los cuentos de hadas o en Disney, esas
películas que causaban que su minino sonriera cuando terminaba
bien y en los momentos de los besos, Eddy se acercaba a William
y lo besaba suavemente, quizás imaginando que era él quien es-
taba dentro de la película. Para el mayor, no existía criatura ni
persona en el mundo más hermoso y tierno que el minino que
ahora descansaba con su cabeza sobre sus piernas. Eddy le estaba
hablando, bueno, le maullaba un montón de cosas mientras pa-
saba sus manitos por el rostro de William, así que este supuso
que estaba diciéndole algo sobre su rostro, dejándolo expresarse
aún sin entenderlo.

—Te amo. —Susurró Eddy, logrando que otra cálida son-


risa se forme en el rostro del mayor, inclinándose hacia adelante
para atrapar los labios de su gatito, capturándolos en un suave
beso, disfrutando del tierno ronroneo del más pequeño.

Una vida tan tranquila, hermosa y perfecta no podía tener


nada de malo.

107
Jasmine Stevens

O quizás sí.

No, definitivamente sí.

William estaba frustrado… Sexualmente frustrado.

Soltó un suspiro resignado cuando terminó de ponerle el


pijama a Eddy, acariciando sus preciosas orejas, logrando que su
bebé se acercara y besara suavemente sus labios, pero la cabeza
de William estaba en otro lugar ahora. Él jugaba con Eddy cada
dos días, y eso estaba bien porque tampoco quería exigirle mucho
a su pequeño niño, y sabía, por las reacciones de este, lo mucho
que le encantaba cuando él tomaba su miembro de esa manera y
se lo llevaba a la boca. Oh sí, los gemidos de Eddy eran el deto-
nante para cualquier persona, pero aunque le encantaban, estaba
el detalle de que William quería ese algo más del menor y sa-
biendo que podía tenerlo, ya no llegaba con la misma facilidad
que antes. Él deseaba más, y todo su ser se lo pedía a gritos.

Pasó largas noches en las que se cuestionaba si debía ha-


cerlo o no, e incluso en una de esas jugaditas, logró que uno de

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sus dedos roce la pequeña y virgen entrada de Eddy, y no estuvo


nada mal, los espasmos que derretían por el cuerpo del minino
eran tantos que juro poder correrse simplemente con eso. Pero…
Le iba a doler.

Ahí era donde moría toda la pasión. William si bien sabía


de eso, no recordaba con mucho recelo su primera vez porque
había sido con una persona tan irrelevante en la actualidad que
no le interesaba, Eddy tenía el poder de llenarle su mundo y ha-
cerle olvidar hasta la capacidad de respirar.

Eddy era vulnerable, era un niño indefenso e inseguro que


ante cualquier cosa, pensaba haber cometido un error, y ese era
el principal problema. William quería que Eddy disfrute de esta
primera vez tanto como sabía William que él lo haría, pero
¿Cómo hacerlo cuando al principio duele como el peor dolor que
puede ser provocado en una zona tan sensible? No es que Wi-
lliam fuera egocéntrico, no es que creyera que contaba con un
miembro tan grande, pero sí sabía que Eddy era tan puro como
un ángel en este mundo lleno de impurezas, y la idea de desvirgar
ese agujerito lo excitaba a tal manera, incluso por momentos él
llegaba a sentirse un demonio o el mismo diablo por querer ha-
cerle esas cosas al gatito que ahora lo abrazaba mientras meneaba
la cola y movía sus orejitas debido a que corría una ligera brisa

109
Jasmine Stevens

por la habitación, gracias a la ventana principal de esta abierta de


extremo a extremo.

Definitivamente tenía que solucionar ese problema o ter-


minaría mal en cualquiera de los casos. Él volvió a la realidad tan
pronto como escuchó un maullido de su gatito, observándolo
bien, notó esa miradita llena de preocupación en los hermosos
ojos esmeralda.

Eddy ladeó la cabeza, no era la primera vez que se encon-


traba con William tan concentrado en algo más, tanto que termi-
naba ignorándolo. Una de sus orejitas se inclinó y antes de poder
pensar más en eso, ya William estaba totalmente sobre el felino,
con este a espaldas de la cama, mientras el castaño devoraba sus
labios con la misma necesidad de siempre.

—Meow. —Otro maullido escapó de los labios de Eddy,


pero este mucho más ronco y excitado, mientras flexionaba sus
piernas y las separaba más para recibir el cuerpo de William entre
estas, tratando de corresponderle al húmedo beso tan bien como
el mismo ojiazul le había enseñado. —Will. —jadeo en el ins-
tante en que ambos se separaron para respirar, mirándolo a los
ojos, con las mejillas sonrojadas y sus constantes respiraciones
aceleradas.

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NEKO CORPORATION

William no tardó mucho, de hecho, ya estaba tan acostum-


brado a ese simple acto que despojó a Eddy de su gran chamarra
verde, quitándole el pequeño short también, tratando de no des-
pegar demasiado sus cuerpos, logrando observar con más detalle
cada rincón de esa hermosa y pálida piel. Ahí estaban, William
relamió sus labios al observar una a una todas las marcas que le
dejaba entre besos cuando jugueteaban. Eddy era tan suyo que
dolía, claro, un dolor malditamente agradable.

Hacía unos días, William había tomado la decisión de ha-


cer que Eddy deje de usar ropa interior y solo utilice los diminu-
tos y pegados shorts que compró para él ese día que salió. A am-
bos les costó al principio adaptarse a ello, pero funcionaba mejor
cada vez que terminaban en la cama, ya que de un solo tirón, toda
la parte inferior del menor se mostraba como una hermosa obra
de arte ante los ardientes ojos azules.

—Ah. —Escuchó un gemido provenir del menor mientras


este pasaba sus manos por sus propios pezones, acariciándolos
con sus pequeños dedos, como ya alguna vez William le había
dicho que hiciera y al parecer le había fascinado tanto la sensa-
ción que se buscaba siempre ese placer, mientras también movía
sus caderas al ritmo de las de William, que se encargaban de mo-
ler su cuerpo contra el de Eddy, simulando un vaivén duro y rudo.
— ¡Oh! —Eddy gimió. Su miembro rozaba el jean del mayor,

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Jasmine Stevens

logrando que la sensación sea dolorosa, pero le agradaba, porque


quizás tenía en sus venas ese instinto masoquista, más si se ter-
minaba esfumando gracias al placer que le proporcionaba el amor
de su vida.

Y entonces, debido a esos estimulantes sonidos, a William


se le ocurrió algo que quizás ayudaría a que Eddy no sintiera
tanto dolor al prepararlo para la penetración, porque estaba se-
guro de que después de que se acostumbrara, el minino en celo
amaría jugar de esa nueva manera, todo el tiempo.

—Amor. —Dejó de moverse contra el cuerpo del menor,


logrando que este llevara una de sus manos a su rostro, quitando
los rizos que caían sobre sus ojos para abrirlos lentamente, tra-
tando de observar a William, intentando prestarle toda su aten-
ción, y tras un ligero y ronco maullido, William continuó. —Voy
a intentar algo nuevo hoy ¿De acuerdo? Si no te gusta, me dices
que pare. —Eddy asintió, aunque sabía que no lo haría, todo lo
que William hacía era tan malditamente perfecto, absolutamente
todo. William era todo ante los ojos del minino.

William se separó de su pequeño para poder levantarse de


la cama, despojándose una a una de sus prendas ante la mirada
curiosa de su gatito. ¿Cómo se había podido controlarse tres mal-
ditas semanas? Eddy era la reencarnación de la palabra lujuria y

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de la ternura también. Incluso ahora lo tenía tendido completa-


mente desnudo removiéndose con sus piernas juntas, tratando de
esconder su despierto miembro entre estas, mientras meneaba la
cola de un lado a otro, mirando atentamente cada detalle del ma-
yor. —Eres completamente hermoso.

Eddy maulló en respuesta y una vez terminó William de


desvestirse se lanzó sobre el cuerpo del más pequeño, sin darle
tiempo de contemplar con detalle su anatomía, devorando sus la-
bios de nuevo, mientras el gatito se derretía tratando de corres-
ponderle lo mejor posible. A veces Eddy llegaba a pensar que
podía morir en alguno de sus encuentros sexuales con William,
porque lo llevaba a calentarse tanto que no había palabras para
describir ese nivel de placer, ni cuerpo que lo resista, según Eddy.

Pero algo lo sorprendió e hizo que se separe de los labios


del castaño, jadeando, miró asustado a William, observando esa
media sonrisa que siempre le veía cuando jugaban, junto a sus
hermosos ojos azules tan oscuros que hasta se perdía el color y
llegaban a un tono parecido al negro. Eddy hizo una mueca y
chilló, sin saber qué estaba pasando cuando el dedo de William
rozó una zona muy sensible de su trasero, sintiendo como se con-
traía.

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Jasmine Stevens

El mayor ya lo había hecho una vez, sin embargo, ahora se


le aumentaba el leve empuje del dígito, preocupándolo.

—Solo déjame rozarlo ¿Está bien? No va a pasar nada. —


dijo William al mismo tiempo que llenaba de pequeños besos las
mejillas y la frente de Eddy. Este último respiró hondo y asintió,
llevando sus manos a las frazadas, las apretó con fuerza, cerrando
sus ojos y gruñendo bajo cuando de nuevo aquel dígito rozó ese
punto entre sus nalgas que lo hacía estremecer.

William se quitó de encima del minino y por un segundo


este se asustó, pensando que quizás había hecho algo malo, pero
cuando se decidió a abrir los ojos, observó al mayor inclinado
con su cuerpo de rodillas en el suelo y la parte superior de este
sobre la cama, analizando con detalle el trasero de Eddy.

Escuchó un fuerte maullido de vergüenza del oji-verde y


sonrió, Eddy se volvió a tumbar bien en la cama, dejándose con-
vertir en un lío de gemidos, sintiendo con claridad el dedo de
William sobre aquella parte, pero eso no era todo, la mirada de
este lo encendía, saber que William estaba viéndolo así aumen-
taba más el placer y sus ganas de demostrarle cuanto le gustaba
esa sensación. —Ñam. —Maulló de nuevo entre gemidos, ente-
rrando sus uñas en la tela de las frazadas, como ya estaba acos-
tumbrado a hacer. Sus orejas se inclinaron y todo su cuerpo saltó

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cuando algo más pasó por la raja su trasero, juntando sus piernas,
trató de cubrir su miembro, sintiendo este tan duro, viéndolo in-
cluso casi golpear la parte baja de su vientre debido a su rigidez.
—Will. —Eddy no sabía exactamente qué sucedía y tampoco po-
día tomarse el tiempo para pensarlo debido a que sintió de nuevo
ese algo húmedo hundirse entre sus pequeñas nalgas, mientras
las manos del mayor se encargaban de separarlas lo más posible.

William estaba usando su lengua. Sabía que de seguro el


lubricante que había comprado ese mismo día que salió, serviría
mucho más, pero no se privaría de tener la deliciosa experiencia
de llevar a Eddy a tal nivel de placer. —Hmmm. —Subió la mi-
rada y logró observar parte del rostro del minino, con unos pe-
queños lagrimones a los lados de sus ojos mientras llevaba una
de sus pequeñas manos a su miembro, queriendo masajearlo tal
cual William lo hacía, porque le empezaba a doler y Eddy supuso
que era debido a que en otras ocasiones el mayor solo se ocupaba
de este, y ahora estaba entretenido jugando con su agujerito.

William hundió más la lengua y otro fuerte gemido escapó


de la boca de Eddy, en lo que este gruñía y estimulaba su duro
miembro con necesidad.

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Jasmine Stevens

El ojiazul sonrió enternecido, llevando una de sus manos


al pene del minino, bombeando sobre este como era debido, per-
mitiendo así que Eddy volviera su mano a la tela, arqueando la
espalda de nuevo gracias a ambas sensaciones, los dedos de Wi-
lliam alrededor de la longitud de su miembro y saber que su agu-
jerito, ese pequeño espacio estaba siendo lubricado poco a poco
por la traviesa lengua de este mismo.

—Oh, Will ¡Will! —No encontraba otra cosa que hacer


que no fuera gemir debido a todo. Incluso aunque deseara ver, le
era imposible incorporarse cuando sentía sus brazos y sus piernas
volverse gelatina, sin obedecerle, rindiéndose tanto que no podía
ni moverlos, manteniéndolas alejados de William, para evitar
obstruirle el trabajo.

La entrada de Eddy era tan estrecha, aun dedicándose prin-


cipalmente a esta, le costaba mucho lograr que esas paredes se
abrieran para que pasara la punta de su lengua, aunque poco a
poco, parecía funcionar. William llevó su mano libre a su propio
miembro, masturbándolo con la misma velocidad con la que lo
hacía con Eddy. No podía creer que estuviera resistiendo tanto,
él merecía todos los malditos premios del mundo por aguantar
todo ese tiempo sin lanzarse sobre el adolescente y follárselo tan
fuerte como le fuera posible.

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NEKO CORPORATION

Sin embargo, Eddy no pudo aguantar tanto como hubiera


deseado, y una vez sintió que William dejó en libertad su miem-
bro para hundir un dedo profundamente en su trasero, se corrió
en un fuerte grito, jadeando mientras tira tras tira de su esencia
manchaba su abdomen. —Ahh… Will. —Con su dedo aún hun-
dido en el agujero de Eddy, William soltó un gruñido al sentir las
paredes de este contraerse con tanta fuerza alrededor de su dedo.
Si hubiera sido su miembro, estaba seguro de que hubiera muerto
de placer en ese momento.

—Hmm. —Eddy soltó un quejido, removiéndose ligera-


mente en su lugar, mientras su cuerpo trataba de expulsar el dedo
de dentro de él. Lo normal era que ellos acabaran de jugar una
vez Eddy se corría, pero ahora él podía ver en los ojos de William
que no habían terminado, y que de hecho faltaba mucho, mucho
más. Meneó sus orejas mientras quitaba esos mechones de su
frente debido al sudor y logró apoyarse en sus codos con sumo
esfuerzo, buscando los ojos de su amor.

—Mantente despierto, bebé. Sigo queriendo probar algo


nuevo hoy. —dijo William, tan claro como le era posible hablar
con semejante erección muriéndose por profundizarse en ese
cuerpo tan delicado. Incluso trató de pensar en algo más, pero
eran los levemente exagerados gemidos de Eddy los que lo vol-
vían a la realidad. —Mierda, Eddy. —Gruñó. —Separa más las

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Jasmine Stevens

piernas, príncipe. —El gatito así lo hizo, tumbándose de nuevo,


respiraba hondo y separando las piernas, dándole a William una
mejor visión de su dedo aún enterrado en la entrada apretada del
oji verde. El mayor sonrió y sin decir mucho, hundió un segundo
dedo acompañando el primero, logrando otro gemido más fuerte
de parte de su bebé. —Amor, tienes que ser bueno y aguantar.

Eddy asintió, cerrando sus ojos. Sentía esos intrusos dentro


y era tan raro, el primero ya no dolía, pero cuando se le sumó un
segundo, se encontró con una sensación diferente en su interior,
una que no consideró normal. —Ñam. —Otro maullido escapó
una vez William empezó a mover sus dedos por la entrada, al
comienzo simplemente girándolos, observando con detalle las
expresiones del menor para saber a qué grado de incomodidad o
dolor llegaba, pero al ver que este aún podía aguantar, los sacó lo
suficiente, antes de meterlos de nuevo. — ¡Ah!

Tras unos cuantos más de esos movimientos, el pequeño


Eddy empezó a sentir como sus paredes cedían un poco, ansiando
de nuevo ese toque profundo cada que William los sacaba, gi-
miendo más fuerte una vez entraban, deseando y anhelando saber
qué tan dentro podían estar.

William se dio cuenta que todo marchaba perfecto cuando


las caderas de Eddy se movían hacía abajo cada que sus dedos

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entraban, buscando más de estos. Se arriesgó, metiendo un tercer


dedo en la pequeña entrada, escuchando otro gemido, mucho más
fuerte.

Poco, falta poco. Su mente trataba de ayudarle, ya llevaba


rato que había dejado su miembro en libertad porque no quería
correrse antes de tiempo y sonrió aún más cuando vio el de Eddy
totalmente erguido, en busca de atención. Soltó un largo suspiro
y no resistió más, ras separarlos unas cuantas veces en el agujero,
los sacó, sorprendiendo al menor.

— ¿Will?

—Tienes que ayudarme, amor. —William habló, con la


misma voz ronca de antes. Se levantó del suelo, con sus rodillas
entumidas por todo el tiempo que pasó ahí y se sentó en la cama,
tomando la mano de Eddy, jalándolo. Dios, el pequeño parecía
un muñeco de trapo por lo rápido que pudo colocarlo a horcaja-
das sobre sus piernas, sonriendo al ver la expresión de este
cuando sintió su gran miembro rozando su trasero. —Lo si-
guiente quiero que lo hagas tú ¿De acuerdo? —Le susurró jugue-
tonamente cerca del cuello, logrando un estremecimiento por
parte del menor cuando su pene golpeó entre el estómago de Wi-
lliam y el suyo. —Está bien, amor, vamos a encargarnos de eso
ahora mismo. —Besó sus labios con un suave piquito, alzando el

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Jasmine Stevens

cuerpo de Eddy, ante la curiosa mirada de este, observando con


detalle cada acción del mayor. Eddy meneaba la cola de un lado
a otro, pero luego se erizó al sentir la punta del gran miembro de
William rozando justo el mismo lugar donde habían estado sus
dedos y su lengua antes.

—Hmm. —Otro sonidito de queja escapó de los labios del


gatito, comprendiendo mejor qué se supone que tenían que hacer
ahora. Estaban jugando a tener sexo desde hacía mucho, pero lo
peor era que no se imaginó que terminarían haciendo todo el pro-
cedimiento. —Will. —Lo miró a los ojos, sin saber muy bien si
debían hacerlo o no.

—Vamos, bebé. Si lo haces bien, te prometo que te dejaré


dormir hasta más tarde. —Algo infantil en ese preciso momento,
pero las orejas de Eddy se estiraron mientras este sonreía, emo-
cionado ante la idea, afirmando frenéticamente con la cabeza.
William estaba a punto de hacerle el amor a un niño de quince
años, un niño malditamente sexy y alterado genéticamente para
vivir exclusivamente para ser penetrado.

Eddy, emocionado, llevó una de sus pequeñas manos al


miembro de William, consiguiendo un gruñido de este, eran muy
pocas las veces en las que Eddy lo tomaba a él, pero sin duda

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sentir una mano tan delicada, pequeña y suave hacía que la rigi-
dez de su longitud llegue al tope.

El mayor se moría por tumbarse y disfrutar de la sensación,


pero debía estar al pendiente de cada movimiento, era ahora
cuando Eddy se aseguraba de alinear bien el pene del ojiazul con
su entrada y, asegurándose de que estuviera bien colocado, llevó
sus manos a los hombros de William, tomándolos como impulso,
bajó su cuerpo con rapidez. La sensación de ser profanado fue
tan punzantemente dolorosa que hasta su voz se le quebró antes
de que grito alguno saliera de sus labios.

—Oh mierda, mierda, mierda. —William no podía creer


que al fin estaba dentro de esa estrechez tan malditamente deli-
ciosa, él pudo sentir su respiración y su corazón detenerse. Eddy
ahora abrazaba fuerte a William por el cuello, mientras pequeñas
lágrimas escapaban de sus ojos. Se sentía tan raro, doloroso y si,
quizás se pasó un poquito, porque la cosa de William, que era
como el doble de grande que la suya, estaba totalmente enterrada
en su entrada, hasta tal punto en que podía sentir los testículos de
este rozando las mejillas de su trasero. —Por Dios y todos los
santos. Eddy, bebé.

El gatito lamió el cuello de William con la punta de su len-


gua, tratando de decirle de alguna forma que lo sentía, se había

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Jasmine Stevens

puesto a llorar debido al dolor y no había pensado en William. —


¿Will? —Lo llamó, con su voz algo quebrada, sintiendo las gran-
des manos del mayor posarse sobre su cintura, mientras guiaba
las caderas de Eddy para que este se movieran de atrás hacia ade-
lante, sacándole otro profundo estremecimiento al felino. —Oh,
meow. —Se aferró más fuerte al cuello de William, dejándose
guiar por este.

William gruñía cada que su miembro se movía de lado a


lado en la estrechez de Eddy, deseando más, aunque tampoco po-
día hacer gran cosa hasta que el cuerpo de su gatito se acostum-
brara. Escuchó un gemido del menor y fue él quien se apoyó en
el abrazo que mantenía en William para alzarse apenas, deján-
dose caer de nuevo sobre el miembro.

—Oh bebé. —Escuchar los gemidos del más pequeño lo


estaba matando, y William no tardó mucho en tratar de tomar el
control, yendo a un ritmo más acelerado. Debía de estar mal que
los ruiditos combinados entre dolor y placer de Eddy le excitaran
tanto, pero incluso estando terriblemente mal, Eddy trataba de
moverse al mismo ritmo de la velocidad que William le imponía.
—Así, amor. Oh Eddy… Tan bueno.

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—Aaah, Will. —Eddy arqueó la espalda, apartándose un


poco del abrazo para poder impulsarse mejor, colocando sus ma-
nos en los hombros de William nuevamente, cabalgando sobre el
gran miembro. Cerró sus ojos y se dejó llevar, concentrado en
continuar dándose ese delicioso y doloroso placer que lo estaba
volviendo loco. Quería más, más profundo, más rápido, más Wi-
lliam. Necesitaba más. —Oh.

Montaba el cuerpo de William como si fuera un profesio-


nal, y el mayor sabía que no aguantaría mucho si Eddy conti-
nuaba a esa constante velocidad, viendo también como este asfi-
xiaba su miembro entre el cuerpo de ambos cada que se movía.
—Espera, bebé, dé-déjame a mí. —dijo, con dificultad, vol-
viendo a poner presión en las caderas del menor, guío su cuerpo
para que se alce lo más posible, sin que su miembro saliera por
completo de su interior y luego le ayudó para que bajara con tanta
fuerza que tocó un lugar en Eddy que nadie nunca antes podía
haber tocado. Todo el cuerpo del ojiverde tembló y tras un par
más de esos golpes, Eddy se derramó entre su pecho y el de Wi-
lliam, sin poder aguantar tal nivel de éxtasis vivida.

Sin embargo, él se siguió moviendo para William, gru-


ñendo ligeramente antes de dejar caer su cabeza en el hombro del
ojiazul, sintiendo el miembro de este apretarse en su interior y
luego, tras un fuerte gemido del mayor, lo siguiente que sintió

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Jasmine Stevens

fue como su interior era llenado por la esencia del amor de su


vida.

Su cuerpo temblaba, recibiendo por completo las tiras y


tiras de líquido en su interior, mientras William trataba de recu-
perarse de semejante orgasmo, escuchando los ligeros jadeos del
más pequeño, intentando buscar aire de donde sea que pudiera
encontrarlo.

Hicieron falta un par de minutos para que William pudiera


razonar mejor, sabiendo que al fin había logrado lo que tanto se
moría por hacer y con su miembro aún enterrado en lo más pro-
fundo del minino, acarició su espalda, volteando su rostro para
darle un lento y cansado beso, que a duras penas era correspon-
dido por el rendido Eddy.

—Estuviste increíble, mi niño. —Eddy hizo un sonidito y


cerró sus ojos, totalmente cansado. Soltó otro quejidito cuando el
miembro de William salió de su interior y uno último al sentir la
esencia de este resbalar por su entrada antes de caer profunda-
mente dormido.

Fue William quien se aseguró de acostarlo y limpiarlo


como era debido antes de colocarle su ropa a un absolutamente
soñoliento Eddy. Bañándose y vistiendo una nueva pijama des-
pués, William luego se tumbó en la cama, recibiendo entre sus

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brazos la calidez de su pequeño, estrechándolo en un abrazo


mientras el oji verde se acurrucaba contra el mayor, enredando
su larga cola en una de las piernas de William, como lo ya había
hecho antes.

Ahora William estaba totalmente seguro de que podía con-


tarles a todos que había conocido el cielo, porque la sensación de
estar dentro de Eddy era mil veces mejor que este mismo, de eso
estaba seguro, le parecía imposible tanta perfección en un pe-
queño niño. Y lo principal era que Eddy le pertenecía, porque
después de esto, a él le importaba una mierda lo demás, se ase-
guraría de que absolutamente nadie toque a ese pequeño minino.
Amaba a Eddy, lo amaba con cada pequeña centímetro de su ser,
incluso más.

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CAPÍTULO XI
A la mañana siguiente, William cumplió con su promesa y
dejó que Eddy durmiera incluso siendo ya las doce del día, él no
podía estar de mejor humor, sentía de alguna forma que todo su
cuerpo había liberado una tensión tan inmensa y no dudaba que
había sido así, literalmente.

Observó el cuerpo durmiente de su pequeño minino y aca-


rició sus rizos despeinados, sintiendo los brazos de Eddy abra-
zarlo con más fuerza por la cintura, causándole una suave risita.

Se acercó para besarle esa melena de rulos al menor,


cuando escuchó el sonido proveniente de su celular, soltando un
gruñido de fastidio. Él se alejó lentamente de los brazos de Eddy
y aunque en realidad el gatito luchó por que no fuera así, terminó
cediendo, abrazando una de las almohadas como si se tratase del
recuerdo de William. El mayor tomó el teléfono y observó, el
nombre de uno de sus mejores amigos en la pantalla. Sonrió, sí,
no había forma de que su bonito día se arruinara.

— ¿Andrew? —Preguntó, aunque estaba muy seguro de la


respuesta.

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—Will, hola. Siento estarte llamando recién, desde ese día


que hablamos no sé nada de ti y me quedé un poco preocupado,
pero todas las obligaciones, ya sabes. —William asintió, aun sa-
biendo que Andrew no podía verlo.

—Sí, está bien. Igual no es nada preocupante, amigo. ¿Tú


cómo has estado? —El ojiazul volvió a la cama, repartiendo ca-
ricias por la zona de las orejas felpudas de Eddy, causando que
este suelte ligeros ronroneos.

—Bien, por suerte. ¿Sabes? He estado pensando en algo


y creo que eres la persona indicada para preguntarle sobre el
tema. No es que quiera que me digas que hacer, solo necesito un
consejo, sé que si llamo a Zack lo más probable es que…

—…Se ría de ti, sí. Entiendo.

Ellos tres eran amigos de hace mucho tiempo, sí, pero sin
duda sus personalidades tan diferentes se hacían notar desde una
primera charla con cada uno. Andrew y Zack serían como las dos
caras respectivas de una moneda, algo tan curioso, porque mien-
tras Andrew se comportaba como la típica persona amante de los
sentimientos y de la paz, para Zack el mundo era tan caótico que
de no ser por el arte, seguro hubiera terminado siendo uno de esos
drogadictos que se mantuviera a base de vivir de casa en casa,
entre William y Andrew. Pero aunque ambos sabían que dentro

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de Zack existía un corazón de oro, este lo cubría con tantas capas


que la metáfora de Shrek no estaba tan alejada de él.

—Bueno, y dime ¿Qué ha pasado?

—Es… Un poco complicado ¿Sabes? He estado, uhm,


bueno. —Andrew tartamudeó, sin saber muy bien por dónde em-
pezar, mientras William se acomodaba mejor en su cama, de-
jando que Eddy volviera a la tarea de abrazarlo por la cintura, con
una ligera y calmada sonrisa en esos tiernos y gruesos labios. Wi-
lliam sonrió orgulloso cuando notó que aún se veían algo rojos,
quizás por las veces que el pequeño los había mordido la noche
anterior. El castaño aclaró su garganta, esperando que Andrew
comprendiera la indirecta y continúe. —Es que últimamente he
visto en los periódicos algo sobre un niño, de esos de Neko Cor-
poration ¿Recuerdas? —Todo su cuerpo se tensó y de nuevo se
encontró estúpidamente asentando con la cabeza, aun sabiendo
que Andrew no lo vería. —Claro que lo recuerdas, nosotros so-
líamos hablar mucho de eso hace años. —Rió el ojimiel, sin ima-
ginarse lo rígido que estaba William debido a sus palabras. —El
punto es que le pregunté a mi padre sobre ello y dijo que hay una
organización ilegal que está subastando los últimos prototipos
de esos niños. Y bueno, sé que no está bien apoyar a ese tipo de
cosas pero, umm. —William incluso podía sentir el sonrojo en
las mejillas de su mejor amigo en ese momento.

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Jasmine Stevens

—Andrew, espera. Detente. —dijo, levantándose de la


cama tan rápido que logró asustar a Eddy, causando que este des-
pertara y mire a William, tratando de regular su vista a la cantidad
de luz que iluminaba la habitación.

— ¿Meow?

—Espera, amor.

El mayor se disculpó con Eddy dándole un suave beso en


la punta de los labios, mientras caminaba fuera de la habitación,
asegurándose de cerrar la puerta, suspirando antes de volver al
teléfono con Andrew.

—Espera ¿Dijiste amor? ¿Estás viendo a alguien y no nos


has dicho nada, Willy?

—Zack sabe… —dijo, aunque tampoco fue muy inteli-


gente de su parte, porque estaba seguro de que había confundido
más a Andrew. —Escucha, no es que no te tenga confianza, es
que Zack viene todos los días y… Oh mierda ¿Qué hago ha-
blando de esto? ¡Andrew! Dime cómo es eso de que el niño sale
en los periódicos. —casi gruñó contra el auricular del teléfono,
mientras el otro chico tardaba en recordar la descripción de ese
pequeño.

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—Sí, bueno, no lo recuerdo bien William, pero he visto


como dos veces esos mensajes de “SE BUSCA”. Creo que es cas-
taño, y tiene rizos. ¡Oh cierto! También unos grandes ojos ver-
des, y parecía un niño, decía que en promedio debía tener menos
de quince o dieciséis años, además de…

—Lo siento, Andrew, debo…

La frase del ojiazul quedó totalmente en el aire en el


mismo segundo en que tocaron su timbre. Todo su cuerpo se con-
geló tan rápidamente que sabía que podía sentir y escuchar cada
uno de los latidos de su corazón. Él nunca recibía visitas, menos
cuando no se anunciaban. A él solo lo visitaban Zack, Andrew y
su madre dependiendo si se le ocurría visitar la ciudad.

Oyó el ligero maullido de Eddy abriendo la puerta de la


habitación y de nuevo reaccionó, logrando abrazar a su minino
mientras este se acurrucaba contra su pecho, ronroneándole. Na-
die le quitaría a Eddy, absolutamente nadie lo haría, no importaba
lo que ocurriera.

—Amor, escúchame, es la puerta. Entra al cuarto y qué-


date en la cama hasta que yo regrese ¿Entendiste? Obedece y te
prometo que pasamos todo el día acostados mientras acaricio tus
rizos ¿Si? —habló un poco rápido, pero tras un asentimiento por

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parte del gatito, lo observó volver y sentarse en la cama, reco-


giendo su cola mientras la acariciaba, dándole una tierna sonrisa
a William.

Nadie le iba a quitar a su bebé.

Bajó las escaleras tan lentamente como le era posible y


cuando escuchó de nuevo el timbre, ya se encontraba frente a la
puerta, observando a través del ojo de esta. Vio a un hombre ves-
tido completamente de negro, era alto, muchísimo más que él,
aunque bastante delgado. Tenía el cabello corto, negro, del
mismo todo de sus ojos, pero por sobre todo, podía sentir la frial-
dad simplemente mirando esos oscuros y neutrales ojos.

— ¿Quién es? —gritó desde entro. Sí, quizás estaba siendo


jodidamente paranoico pero no podía darse el lujo de dejarse ver
por un hombre que, según sus instintos, no estaba ahí precisa-
mente para vender productos de Avon.

—Buenos días. Disculpe, estoy buscando a mi mascota.


La última vez me dijeron que lo vieron vagando por esas calles
y estoy preguntando de casa en casa si lo han visto ¿Podría
abrirme la puerta para enseñarle una foto de él?

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A pesar de la amabilidad, se escuchaba un cierto raspar en


la voz del otro lado. Como si no fuera poco, William se asustó
cuando vio al pequeño Eddy asomarse desde el segundo piso.

— ¡No! —gritó, exaltando al minino, que por esa mirada


de susto, William hubiera deseado poder acercarse y subir para
llenarlo de abrazos. Eddy no había hecho nada malo, era real-
mente normal en él el tener curiosidad. Tosió, recordando a la
otra persona tras la puerta. —Disculpe, pero apenas me he ba-
ñado y no estoy disponible, además no he visto a ningún animal
por aquí. —gruñó, refiriéndose al término mascota, como le dijo
a Eddy.

—Creo que no me entiende, es que no es un animal cual-


quiera. Es un niño-gato, ya sabe, de esos que ya no se venden.
Le dejaré un cartel por debajo de la puerta, cualquier cosa
llame, prometo que tendrá una recompensa jugosa, porque ese
gato es muy importante para mí.

“Ni por todo el dinero del mundo te entregaría a Eddy”


pensó, luego solo escuchó unos cuantos pasos caminar lejos.
Soltó un largo suspiro y se derrumbó en el suelo, tratando de re-
cuperar su ritmo cardiaco normal. El menor bajo corriendo hacía
William y se arrodilló frente a él, entre sus piernas, mirándolo
preocupado.

133
Jasmine Stevens

William subió la vista encontrándose con la hermosa ima-


gen de su bebé meneando las orejitas, mirándolo totalmente an-
gustiado. Eso bastó para tranquilizarlo, como siempre decía y se
repetía, él no dejaría que nadie le quite a Eddy. —Hola, mi amor.
—susurró, acariciando su mejilla. El minino acercó más su rostro
a la mano del mayor, ronroneando y moviendo su cola.

Abrazó al pequeño, recibiéndolo gustoso entre sus brazo,


mientras este se acurrucaba y se frotaba cariñosamente contra
William.

El castaño solo cerró sus ojos y presionó más a Eddy con-


tra su pecho. Tenía miedo, estaba malditamente asustado y no
sabía qué hacer al respecto.

Pero por lo otro solo tenía una idea en la cabeza.

Tenían que salir de ese lugar.

Tomó su celular que mantenía en su mano derecha desde


que cortó a Andrew y marcó el primer número en su lista de lla-
madas recientes, esperando un par de timbradas, luego escuchó
la voz de su amigo y suspiró antes de hablarle. —Andrew, nece-
sito ir a tu casa hoy mismo, en la noche. Tengo un problema.

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CAPÍTULO XII
Meneó las ojeras como por milésima vez. No, bueno, ha-
bían sido cinco, pero Eddy no terminaba de comprender la razón
por la cual William caminaba de cuarto en cuarto por toda la casa,
metiendo cosas en dos grandes maletas, mientras le decía al mi-
nino que se quede quieto en la cama y no diga nada. Soltó otro
maullido estirando sus brazos hacía el mayor, queriendo abra-
zarlo, y es que Eddy sabía que nada estaba bien después de que
fue a abrazar a William en la puerta, aquella mañana, pero no
entendía lo que sucedía, y estaba seguro de que el mayor no lo
comprendería si se lo preguntara.

Cuando William alzó su mirada y vio que su bebé lo nece-


sitaba, soltó todo lo que tenía en sus manos, corriendo a abra-
zarlo. Eddy se acurrucó contra el cuerpo de William, encajando
su cabecita en su cuello mientras el ojiazul lo sostenía con fir-
meza por la cintura.

—Will. —Maulló el pequeño, frotando su nariz contra la


sensible piel del cuello del más alto, logrando que este se estre-
meciera y besara sutilmente la cien de Eddy. —Will. —Volvió a
insistir, tratando de darle todo el apoyo moral que podía. —Te
amo, Will.

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Jasmine Stevens

Había pasado poco tiempo desde que Eddy aprendió a de-


cir eso, pero ambos estaban contentos de que fueran esas, dos de
sus primeras palabras. Eddy porque sabía que no había nada que
le gustara más que decirle a William cuanto lo amaba y William
porque, sin esas palabras, seguro en aquel momento seguiría he-
cho un manojo de nervios.

No era para menos, el padre de Andrew tenía sus trabajos


buenos, así como sus trabajos malos. Como todo buen millona-
rio, él conocía muchas industrias ilegales en el país y, de hecho,
estaba seguro de que en el extranjero también. Sin embargo, era
obvio que si le pedía ayuda para capturar a esas personas antes
de que supieran donde estaba Eddy, el señor se negaría ya que no
le incumbía y siempre es mejor mantenerse lejos de cualquier
cosa ilegal que no te trajera ningún beneficio.

Pero entonces ¿Por qué permitían que anuncios como ese


aparezcan en el periódico? ¿Significaba que los diarios se ven-
dían a tan poco que aceptaban que cualquier persona publique en
estos? ¿Qué pasaba si los denunciaba? ¿Y si todo salía mal? ¿Per-
dería a Eddy para siempre? No, no y no.

Esas preguntas rondaban por su cabeza porque, ilegales o


no, Eddy les pertenecía y aquí quienes estaban secuestrándolo
ellos, no él, ya que su pequeño Eddy había nacido para estar a su

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lado; pero si William no lograba demostrar que aquellos hombres


aún seguían creando más de esos niños-gato, él quedaría como
un gran mentiroso y estaba seguro de que con un buen dinero,
aquellas personas rastrearían de donde fue la llamada de denun-
cia o cualquier tipo de queja anónima.

Sí, bien, quizás estaba siendo paranoico o había visto de-


masiadas películas ¡Pero eran mafiosos! Y con los mafiosos na-
die se mete, porque siempre uno termina mal. Sin embargo ahí
estaba, alistando todo para llevar a Eddy a la casa de Andrew
hasta que se le ocurra algo mejor que hacer.

No, corrección: Ahí estaba, abrazando a su mundo como


si su vida dependiera de ese pequeño con orejitas y cola de gato,
y de hecho, así era. William no entendía si era debido a la muta-
ción o alguna cosa en el ambiente, pero desde que vio a Eddy, se
podía decir que se enamoró instantáneamente de él, y en el mo-
mento en que lo hizo suyo, sintió esas chispas y ese mar de emo-
ciones en el estómago.

William jamás se había enamorado, jamás había creído en


esas cosas de las medias naranjas o en las parejas que dicen aquel:
Yo moriría si no estás a mi lado; pero ahora él estaba seguro de
que lo que sentía por el minino era mucho más fuerte que cual-
quier palabrería de un poema, desde el más conocido, hasta el

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Jasmine Stevens

más barato. Eddy era su mundo, y no lo perdería por nada, ni


nadie.

—Te amo tanto, bebé. —Estrechó mejor al minino, sen-


tándolo sobre sus piernas mientras entrelazaba sus dedos con los
de Eddy y lo atraía en un beso, un suave beso en el que ambos se
sumergieron por varios segundos. El ligero ronroneo del minino
no tardó en hacerse presente, y tras una mordida, volvieron a be-
sarse ahora de una forma más profunda.

William conocía de memoria cada rincón de la boca del


gatito, él sabía hasta por cuales zonas pasar su lengua para recibir
un estremecimiento, sabía también dónde tocar para ganarse un
jadeo, al igual que sabía dónde besar para llevar al menor al borde
de la excitación.

Lo conocía, porque Eddy era suyo, en tan poco tiempo, ya


el chico de ojos verdes le había entregado su vida completa a Wi-
lliam, y este no le fallaría, porque él también le estaba entregando
su alma, su cuerpo y su corazón a Eddy tantas veces como él lo
deseara.

—Escúchame, amor. —Separaron sus labios para que


Eddy recupere energías, jadeando contra la boca de William, mi-
rándolo fijamente a los ojos. Meneó las orejas, clara señal de que
lo estaba escuchando. —Te amo, y te amo como no te imaginas.

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Sé que quizás no entiendas la magnitud de estos sentimientos aún


pero te amo, Eddy. Quiero vivir mi vida a tu lado para siempre,
y, si es posible, después de la muerte sé que seguiría estando a tu
lado, pase lo que pase. —Bien, William, estás siendo un poco
dramático, pensó. —Pero, a lo que me refiero es que si fuera por
mí, nos casaríamos en este mismo instante y nos encerraríamos
en un lugar bajo tierra para que nadie nos encuentre. Bebé, eres
todo lo que necesito, más que al oxígeno, más que a mi vida, más
que cualquier cosa, sé que moriría si no cuento con tu cuerpo
cerca al mío, tus labios en sobre mi boca y tu corazón pertene-
ciéndome como lo hace ahora.

Dejó otro besito sobre los gruesos y suaves labios del mi-
nino, observando como los ojos esmeraldas de este se llenaban
de lágrimas, William no necesitaba preguntar, porque podía ver
esa pequeña sonrisa dibujarse poco a poco en los labios del amor
de su vida, mientras que un par de preciosos hoyuelos se le for-
maban en las mejillas. Eddy soltó las manos del mayor solo para
tomarlo de las mejillas y atraerlo hacía él, besándolo tan profun-
damente como su capacidad se lo permitía.

Fue ahí cuando Eddy pensó que William podía hacerlo


morir de amor y revivir al instante siguiente debido a la misma
razón, porque estaba seguro de que con esas palabras, había
muerto, y renacido solo para besarlo después.

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Meneó la punta de su cola, enredándola alrededor de una


de las piernas del más alto, sin dejar en libertad sus labios. No
quería hacerlo, aunque le hiciera falta respirar, no quería alejarse
de su William.

—Es hora de irnos, amor.

Andrew observó extrañado a William una vez abrió la


puerta de su casa, era tan raro lo que le había pedido esa mañana,
principalmente porque le dijo que no le comente a nadie que iría
esa misma noche para quedarse unos días. Pero, en definitiva, la
parte más rara de todas fue ese pequeño encapuchado que venía
tomado de la mano con su mejor amigo. Ni siquiera se le podía
ver el rostro por la gran capucha roja, además de la hostilidad del
muchacho, escondiéndose detrás de William, como si le tuviera
miedo al mismísimo Andrew.

— ¿Nos vas a dejar mojándonos aquí afuera o ya podemos


pasar?

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NEKO CORPORATION

La voz del mayor sacó al más alto de sus pensamientos y


se hizo a un lado, permitiéndoles ingresar. Una vez ambos dentro,
junto con las maletas, Andrew cerró la puerta y observó mejor a
su mejor amigo. William no traía nada llamativo, como siempre
iba más de negro que de otros colores, pero ahora tanto sus jeans
como su playera era de un color negro azabache, peor que en un
velorio.

Siguió los pasos de este hasta que llegaron a la sala, y solo


entonces William se sentó sobre el sofá, empujando su flequillo
hacía un lado. Empezó a quitarle la capucha roja al niño, ante los
ojos de Andrew.

El ojimiel no pudo ocultar su sospecha cuando las manos


del ojiazul llegaron a, lo que supuso, las mejillas del más pequeño
y dejó un suave beso sobre sus labios; aunque tampoco dijo nada,
él sabía que tenía que esperar para pedir cualquier tipo de expli-
cación.

—Ya está, bebé, sé que es fastidioso pero tienes que lle-


varlo cuando salimos a la calle. —La gorra de la capucha cayó y
el cuerpo de Andrew se congeló al observar una gran cantidad de
rizos, pero la principal razón de tal sorpresa eran las dos pequeñas

141
Jasmine Stevens

y esponjosas orejas sobre la cabeza del más pequeño, sustitu-


yendo las orejas de humano, las cuales, existiendo o no, se ocul-
tarían entre tal cantidad de rizos revueltos.

El niño meneó la cabeza, al parecer sacudiéndose, y enton-


ces Andrew pudo notar esos hermosos verdes que brillaban en
sus ojos. Luego un ligero maullido, no cabía duda alguna, ahora
comprendía la razón por la cual ese rostro se le hacía tal familiar.

— ¿Es uno… De esos niños?

William y el pequeño lo miraron, pero a diferencia de Wi-


lliam, que asintió tranquilamente y luego continuó con su tarea
de quitarle las ropas extras al menor, este último mencionado en-
trecerró los ojos, aún con ese gesto hostil en su rostro.

—Sí, y no es “esos niños”, es Eddy, Andrew. Eddy, amor,


él es Andrew, es como Zack, es mi mejor amigo, así que tú tran-
quilo ¿De acuerdo? No te hará daño.

—Es hermoso.

El comentario salió sin siquiera ser procesado con totali-


dad por su cabeza. Andrew dibujó una sonrisa nerviosa cuando
una de las cejas del ojiazul se alzó, al parecer queriendo saber a
qué se refería con ese comentario o qué tal malintencionado iba
el piropo.

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— ¿Qué?

—Quiero decir, nunca había estado tan cerca de uno, Wi-


lliam ¿Puedo tocarlo?

Después de meditarlo y de ya terminar de sacarle las pren-


das odiosas al más pequeño, solo lo dejó con un pantalón algo
suelto que le llegaba hasta terminar las rodillas y su playera larga
roja que tanto Eddy amaba. El minino se subió sobre las piernas
de su William y se acurruco contra este, meneando la larga cola
que apenas sintió su libertad, se hizo presente. Andrew tragó en
seco, tratando de no demostrar en su rostro su sorpresa ante ese
detalle, un muy largo detalle.

—Puedes sí, pero despacio. Es todo.

Solo bastaron unos pasos para que el ojimiel ya estuviera


al lado de William en el sofá. Eddy no le daba la cara, la tenía
totalmente enterrada en el cuello del mayor, pero algo le decía a
Andrew que, por algún lugar o incluso por el rabillo del ojo, lo
estaba observando. Una tierna sonrisa se formó en el rostro del
más alto de los tres y llevó su mano a los rizos de Eddy, decidido,
empezó a acariciarlos, sintiendo al gatito tensarse.

—Lo siento. —dijo, apartando su mano.

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Jasmine Stevens

—No, está bien. —William le sonrió, besando la cien del


minino, pasando su mano ahora él por los rizos suaves de Eddy,
justo donde antes Andrew había tocado. — ¿Ves? No fue tan
malo ¿O sí? —Ahora fue al ojimiel al que le tocó sonreír cuando
el minino negó con la cabeza lentamente. —Eres un buen niño,
bebé.

—William, Eddy es impresionante, eso lo veo, pero ¿Ya


me vas a decir qué demonios está ocurriendo?

—No, no aún, espera a que Eddy se duerma, ya es algo


tarde y debe estar cansado ¿Tienes leche?

—Sí, pero…

—Trae un vaso con leche tibia ¿De acuerdo? Lo acostamos


y te explicaré todo, Andrew.

No le quedó de otra más que asentir, caminando hasta la


cocina. William era su mejor amigo y la verdad no tenía idea de
en qué se había metido el mayor, pero si desde siempre ellos es-
tuvieron juntos en las buenas y en las malas, definitivamente esta
vez no sería la excepción.

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—Ya se durmió.

Habrían pasado menos de cuarenta minutos cuando se es-


cuchó por toda la sala unos ligeros ronquitos provenientes del
gatito. William lo acurrucaba en sus brazos con una de sus más
cálidas sonrisas y Andrew entonces comprendió que ese era el
pequeño al que le dijo “mi amor” cuando hablaron por teléfono.

—Puedes ir a acostarlo ahora si quieres, tengo una habita-


ción disponible arriba.

—Lo haré luego, ahora tengo que pedirte un favor. —Res-


pondió el mayor rápidamente.

— ¿Qué sucede?

—Al salir de casa, un par de mis vecinas me vieron cami-


nando con Eddy, supongo que pensaran que es un niño cual-
quiera, pero si vuelven a ir a buscarme por alguna razón y no me
encuentran ahí, sabrán que yo lo tengo, Andrew.

—Espera, no me has explicado nada ¿Es el gato de los pe-


riódicos?

—El mismo.

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Jasmine Stevens

— ¿Y por qué lo tienes tú, William?

—Porque es mío ahora.

—No es tuyo, sabes eso.

—Andrew, ¿Crees que pienso devolver a Eddy? Me cono-


ces desde que tengo memoria ¿En serio pasa por tu cabeza que
voy a entregarlo si estoy viniendo hasta aquí a estas horas de la
noche pidiéndote de favor que cuides al amor de mi vida?

Hubo un pequeño silencio, y luego un largo suspiro por


parte del ojimiel.

—No, creo que eso no suena mucho al William Tunner que


conozco.

—Gracias.

—Entonces ¿Estás huyendo?

—No. —William pasó su dedo por el rostro dormido de su


pequeño amor, quitando un mechón travieso de su cabello que
había caído sobre uno de sus ojos, dándole un suave beso en la
frente. —O sí, no lo sé. Solo quiero asegurarme de que nadie note
que me estoy yendo de mi casa por un tiempo, y tengo unas ve-
cinas suficientemente chismosas como para llamar a esos hom-
bres por un par de dólares.
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— ¿Qué harás, en todo caso?

—Iré a casa esta noche, y fingiré que ese niño era mi her-
mana o no lo sé, algún pequeño que cuidé, haré como que todo
está normal para que ellas me noten tranquilo, y a la tarde si-
guiente saldré cuando no estén husmeando para chismosear lo
primero que vean. Después ya tengo un plan, solo necesito que
me ayudes esta noche y luego te prometo que Eddy y yo no te
molestaremos más.

—Eso lo entiendo, William, pero. —Andrew mordió su la-


bio. — ¿Y si se despierta y no te encuentra aquí? ¿No crees que
se asuste?

Andrew observó como el rostro de William se entristeció


y cerró sus ojos con fuerza, mientras la sonrisa en los labios de
Eddy se notaba más en el mismo instante en que se acurruco me-
jor contra el cuerpo del mayor.

—Por eso, tenemos que encerrarlo en la habitación hasta


que yo vuelva.

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CAPÍTULO XIII
Esa noche Zack tenía qué estudiar para su práctica del día
siguiente y estaba sentado en la pequeña mesa de estudio que ha-
bía puesto en su sala. Su casa no era demasiado grande, de hecho,
el espacio más grande lo había cogido el gran televisor que se
compró por capricho, así que no tenía un comedor y siempre ter-
minaba comiendo sobre el sofá, observando lo que sea que esté
en la programación, porque tampoco tenía un horario para su
hora de almorzar.

Escuchó de nuevo las grandes explosiones de la televisión


y soltó un gruñido, prácticamente estampando su frente contra la
mesa, suspirando con amargura. Estaba realmente estresado por-
que lo que deseaba leer no le entraba en la cabeza y él pagaba
todo, si reprobaba tendría que dar un dinero extra para presentar
el examen otra vez. Maldijo en voz baja, tratando de quitar esos
hermosos ojos azules de su mente. El problema era que seguían
ahí, todo el tiempo, recordándolos mejor debido al ruido de la
televisión.

Se levantó de esa silla, dejando que esta rechine al rayar el piso


y caminó lo poco que le faltaba para llevar a la sala, observando

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Jasmine Stevens

ahí al causante de ese mar de sentimientos que lo consumían


desde que empezaron a vivir juntos. Estúpido Nico, era la frase
que pasaba por su mente cada que su corazón se detenía y luego
latía a mil por hora, todas las veces que esos hermosos y tiernos
ojos se conectaban con los suyos. Estos feos y perversos azules.

— ¿Puedes bajarle un poco? Estoy estudiando. ¿No se su-


pone que los gatos tienen buen oído o algo así?

—Hm. —El más pequeño lo miró, recargando sus manos


contra el respaldar para regalarle una traviesa mirada al mayor,
logrando que este suspire, no iba a caer de nuevo en los tontos
juegos del rubio, peor cuando había logrado pasar tanto tiempo
sin ponerle ni una mano encima. —Podemos hacer más ruido de
otra forma, Zacky.

—Eres un caso perdido, Nico. ¿Lo sabes?

Y olvidándose del examen, Zack se sentó junto al pequeño


rubio en el sofá, causando que este al instante se acueste a lo largo
del gran mueble, apoyando su cabeza en las piernas del ojinegro.
Nico cogió la mano de Zack, se alzó la playera y la colocó ahí,
mirándolo con un puchero.

—Sóbame la panza ¿De acuerdo? Me gusta lo haces.

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Un simple meneo de orejas y ya tenía al mayor en la bolsa,


sobándole el abdomen como tanto lo deseaba Nico. La relación
de ambos era realmente como una de las tantas comedias que se
habían hecho series exitosas. Desde el primer beso, cuando el
mayor le dijo que no debía hacer ese tipo de cosas para vivir en
su casa, Nico no dejaba de insinuársele de una y mil maneras. Por
lo que el rubio le había contado, ellos eran prototipos de niños
alterados, agregándole genes de animales en celo, así que aunque
no lo deseara, su cuerpo siempre terminaba ardiendo en busca de
un poco de placer. Y eso quería el rubio de Zack: Placer.

Pero para el más alto, las cosas eran completamente dife-


rentes. Desde que esos tiernos ojos lo cautivaron, Nico no solo
despertaba una erección en él, sino había sido el interruptor para
encender sentimientos que hacía mucho no sentía, además de
reacciones de una colegiala de catorce años al ver al chico del
que ha estado enamorada por más de cinco años, o así lo definía
el mayor.

Zack sabía que le gustaba Nico, no había que ser experto


en la materia para notarlo, pero no quería terminar realmente en-
ganchado de un mocoso con orejas y cola de animal del que no
sabía absolutamente nada, porque aunque lo había intentado más
de una vez, no había obtenido información del rubio.

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Jasmine Stevens

— ¿Por qué no quieres follar conmigo?

En ese momento, Zack hubiera preferido tener en su boca


algún líquido para escupirlo como en esos comics que se pasaba
muchas horas leyendo en sus ratos libres, pero no, nada, solo en-
trecerró los ojos y luego dirigió una mirada al pequeño felino,
quien solo lo miraba atentamente, sin ningún rastro de broma o
de burla, solo serio. Nico hablaba en serio.

— ¿Por qué no aprendes a controlar tus palabras?

—Follar, tener sexo, hacer el amor, hacerlo, coger, joder,


no sé, tu pene en mi trasero, Zack ¿Por qué? Ni siquiera me to-
caste la vez que fui a tu cama y casi te hago un-

Nico se calló cuando la mano del más alto se colocó en su


boca, causando que suelte un gruñido y luego se cruce de brazos,
frunciendo el ceño. ¿Cómo podía ser tan asqueroso y gruñón,
además de decir tantas palabrotas y tener un carácter de mierda,
pero ser tan adorable al mismo tiempo? Zack quería besarlo,
Zack se moría por besarlo, pero Zack no lo iba a besar.

— ¿Pomme? (¿Por qué?)

Escuchó el balbuceó del mínimo provocado por la mano


en sus labios y río, quitándola para devolverla al vientre del ru-
bio, acariciando con la yema de sus dedos esa zona, logrando que

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NEKO CORPORATION

todo el rostro del menor se tranquilice, mostrando ahora un se-


reno gesto. — ¿Qué?

—Por qué. —Dijo de nuevo Nico, con los ojos cerrados.


— ¿Es porque soy callejero? ¿Tienes miedo de que tenga alguna
enfermedad o algo así? Podemos ir a revisarme si quieres, o ha-
cerlo con condón, no tengo problema con eso, Zack, pero anda,
hazme tuyo ¿Si?

La insistencia del minino estaba rematando los límites


consientes de Zack, y en ese momento ni imaginar a la criatura
más horrible del mundo lograba ahuyentar la hermosa imagen de
ese rubio de ojos azules observándolo de forma tan suplicante.
Tragó en seco, tratando de mantener un poco de la cordura que
aún deseaba quedara en su cuerpo.

—No, Nico.

—Mierda ¿Por qué? ¡No te entiendo!

Ya dando a notar su tan conocido y explosivo humor, Nico


iba a levantarse de las piernas del mayor pero este lo retuvo en
su sitio, pensando en la mejor forma de poder cambiar de tema
antes de que las cosas terminen mal. Él no quería que Nico se
enojara y se fuera, Zack ya no podía imaginarse su vida sin llegar
de clases y encontrar al rubio minino quemando la cocina cuando

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Jasmine Stevens

intenta cocinarle algo, o simplemente acostado en el sofá viendo


televisión. Zack deseaba vivir con ese “Bienvenido a casa” toda
su vida, el que solo se oía bien saliendo de la boca del gato con
un leve acento irlandés.

—Te propongo algo. —dijo el pelinegro, estirando el al-


cance de las caricias en el abdomen del menor, logrando que este
empiece a ronronear. —Cuéntame más de dónde vienes, y te pro-
meto que te daré un premio si lo haces ¿Está bien?

El nuevo puchero que se formó en los finos labios del rubio


causó otro mar de emociones en Zack, pero trató de ignorarlo,
manteniendo su mirada en la de Nico, mostrándole que iba en
serio con ese tipo de trueque de información. Y cuando pensó
que ya lo tenía solucionado, debido a que Nico no diría nada,
escuchó su hermosa voz empezar a hablar.

—Vengo de un laboratorio. —Empezó, llevando una de


sus manos a su frente, soltando un largo suspiro antes de conti-
nuar. —Un laboratorio de dónde venimos todos, o eso creo. La
verdad supongo que vengo de otro lado, ya sabes, antes de estar
ahí, pero no recuerdo absolutamente nada que no sean los cuartos
donde nos dormían o las jaulas donde nos metían. Solo sé que un
día desperté y estaba encerrado junto a otros iguales a mí. Uno a
uno, nos sacaban de los contenedores con barrotes y nos tomaban

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muchas fotografías. A algunos, incluyéndome, nos tocó la parte


dura. —Una triste sonrisa se formó en sus labios. —Las mismas
personas que nos crearon, supongo, se encargaban de follarnos
para asegurarse de, ya sabes, que el producto se encuentre en
buen estado antes de subastarlo en la red. —De un momento a
otro, la mirada de Nico se fue hacía la pared frente a él, recor-
dando cada detalle de esos momentos. —Por suerte, también su-
pongo, luego crearon otro grupo de prototipos donde ya no era
necesario hacerles esto, y esos fueron los más vendidos de todos
nosotros, porque ¿Quién no deseaba quitarle lo virgen a un buen
culo? Pero ¿Y los que ya no tenían esa virginidad que tanto los
pedófilos anhelaban? ¿Qué pasaba conmigo?

Zack no iba a llorar, no debía llorar, Nico era quien ya lo


estaba haciendo involuntariamente. De hecho, parecía tan per-
dido en su mundo, en su infierno y en sus recuerdos que Zack
estaba a punto de pedirle que parara, que deje de contar detalles
tan feos que un niño no debió vivir, pero continuó tan mudo como
siempre y tan asombrado como nunca.

Dejó que su mano prosiga con las caricias que se habían


detenido en el momento que Nico mencionó lo de “probar el pro-
ducto” y entonces el rubio prosiguió hablando.

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Jasmine Stevens

—Prácticamente nos regalaban porque necesitaban los


contenedores para los nuevos niños, ya sabes, un negocio ilegal
no puede ser tan grande o despertaría sospechas. Me regalaron a
la primera persona que les dio unos malditos centavos por mí, era
un irlandés con dinero. No sé nada de ese lugar, lo último que
supe fue que estaban trabajando en otro prototipo aún más mejo-
rado, pero eso no me importa ya, solo quería salir de aquel in-
fierno, aunque no sabía que estaba yéndome a uno mucho peor.
Cuando me llevaron, ni te imaginas todo lo que tuve que pasar
con ese viejo estúpido. —En ese momento, por primera vez los
ojos azules se juntaron con los negros, regalándole una diminuta,
pero nada sincera, sonrisa. —Una vez el viejo se consiguieron un
mejor juguete, me botó a la calle ya que era una boca más que
alimentar. Al final, terminé convirtiéndome en lo que ya conoces.
Si sé hablar así, es por todo lo que me han dicho alguna vez. —
Nico suspiró. —Zack… La calle es dura. Todos son duros con-
migo, ahora con tanta carne fresca por ahí ¿De qué les sirve un
estúpido idiota como yo? —Sus ojos de nuevo se llenaron de lá-
grimas, y el corazón del ojinegro se volvió a quebrar. —Nadie
jamás se fijaría en mí porque no soy como los otros, soy un mo-
delo no mejorado, debí haber muerto de hambre desde que me
lanzaron a la calle, pero… Llegaste tú y me salvaste ¿Ahora lo
entiendes?

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El menor no pudo continuar hablando, porque, en menos


de lo que había podido imaginar, tenía los labios del mayor sobre
los suyos, encargándose de besarlo profundamente, sorprendién-
dolo por completo. Nico llevó una de sus manos al pecho del más
alto, apartándolo, jadeando gracias a lo cerca que estuvo Zack de
entrar entre sus labios.

—Basta, no tienes que sentir pena por mí, idiota.

—Cállate y escucha ¿Puedes hacer eso, Nico?

—No, no escucho una mierda. Eres un idio- ¡Ah!

Todo el cuerpo del ojiazul se erizó, arqueando su espalda


cuando la mano de Zack bajó con tal velocidad que no pudo de-
tenerlo y ahora tenía los dedos del mayor rodeando la longitud de
su miembro por debajo del pantalón y de la ropa interior. Zack
no lo agarraba despacio, no, ese fue un claro “Cierra la maldita
boca” y la orden silenciosa ahora era cumplida.

—Sa-Saca tú… Hmm. —Nico mordió su labio con algo de


fuerza, jadeando ahora ante los movimientos lentos sobre su
miembro, sentía los dedos de Zack pasearse por el tronco de su
pedazo de carne y ¡Por todos los cielos! Él en serio había anhe-
lado tanto aquello que se sentía más sensible de lo normal. —

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Para… Zack pa- Oh mierda. —Llevó una de sus manos a la mu-


ñeca del mayor, pero sin tener la fuerza para jalar y apartarlo.
Nico cerró sus ojos, tratando de no rendirse ante el placer. Por su
pequeña mente solo pasaba la idea de que todo era un acto por
pena, pena provocada por todo lo que le había contado y no que-
ría estar con el mayor de esa manera, no así. —Ahh… Basta. —
Gimoteó, siendo ignorado completamente.

Los dedos se movían sin mayor problema, de hecho pare-


cían unos expertos en la materia, porque, de tanto en tanto, cho-
caban con los dos testículos del menor, logrando sacarle roncos
gemidos. — ¿Ya vas a escuchar? —Nico asintió con su cabeza,
relamiendo sus labios, llevando su mano libre contra sus rubios
cabellos, jalándolos, con las orejas ligeramente inclinadas. —Me
gustas, Nico. Me gustas mucho. Y no me importa si no me crees,
pero me gustas tanto que no quiero que esto sea solamente por tu
exceso hormonas o lo que sea que te hayan puesto para que actúes
como un animal en celo. Quiero que entiendas esto, estás jodido.

— ¿Qué? —La mano del más alto se encargaba de presio-


nar, de tanto en tanto, el glande del miembro de Nico, logrando
hacer que este dude de su capacidad de aguantar el orgasmo, pero
trataba de mantener todos sus sentidos en Zack, en sus palabras,
y al mismo tiempo controlar su corazón para que no saliera de su
pecho.

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—Estás jodido porque ahora eres y serás siempre comple-


tamente mío. Novio, amante, la mierda que quieras llamarle. Tú,
esto, —Hizo presión de nuevo en el miembro, logrando otro que-
jido de placer y dolor por parte del rubio. —Y también cada de-
talle de tu cuerpo me pertenece, así que me vale una grandísima
mierda si te ha follado medio Londres, porque eso fue antes. Yo
me encargaré de hacerte mío tantas veces que cada rincón de tu
cuerpo entenderá a quien le perteneces ahora y siempre ¿Com-
prendes eso?

Aceleró el movimiento de su mano, disfrutando de cada


mueca de placer y dolor que aparecía en el rostro del más pe-
queño. ¡Joder! Claro que lo disfrutaba. Nico tenía las mejillas
sonrojadas, de hecho, hasta sus orejas se teñían de un tierno rojo
en la parte interna, mientras su cabello rubio, ahora totalmente
despeinado, era jalado por su mano y su cola no dejaba de mo-
verse, como si su vida dependiera de ello. Para Zack, tener ese
cuerpo debajo de él podía ser una situación a la que seguro se
acostumbraría con facilidad y rapidez.

Sintió las gotas de líquido pre seminal escurrir por la ca-


beza del miembro de Nico, y, sin dudarlo, dejó que su pulgar cu-
briera era zona, evitando que lograra correrse. Le gustaba ver ese

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pequeño cuerpo retorcerse debajo de él con lagrimones en las es-


quinas de sus ojos, pero ya no debido a la tristeza, sino a una
causa mucho, mucho mejor.

—Za-Zack… —chilló Nico, entreabriendo los ojos para


mirarlo. —Sa-Saca tu… ¡Saca tu dedo!

—Aún no has aceptado ser mío, Nico.

—Pe-Pero sabes que- Oh por la grandísima virgen, sácalo,


quiero correrme, Zack ¡Quiero correrme!

Esperó un par de segundos y liberó la punta sensible, bom-


beando unas cuantas veces más. Solo eso bastó para que el bóxer
y su mano se llenaran de aquel espeso líquido aperlado. Una larga
y profunda corrida que llenó de espasmos al más pequeño, ha-
ciéndolo gritar. Nico llevó sus manos a su rostro, cubriéndolo
completamente. Meneó su cola y sacudió sus orejas, sin dejar de
jadear, sintiéndose terriblemente mareado y cansado.

—Soy tuyo. —Dijo después, separando un par de sus de-


ditos para mirar, por entre estos, el rostro de Zack. —Soy tuyo.
Soy tuyo desde el primer día que te vi, Zack.

Después de esas palabras, Nico ya tenía los labios del ma-


yor sobre los suyos nuevamente.

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Ronroneando, lo rodeó con sus brazos y enredó sus dedos


en su nuca para profundizar aquel contacto. El minino entonces
entendió lo que sintió desde la primera vez que vio al pelinegro,
comprendía todo lo que sentía en ese momento y todo lo que sen-
tiría con el pasar de los días, pero Zack no tenía que enterarse de
ello aún, no, decirlo era demasiado para su orgullo felino inque-
brantable.

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CAPÍTULO XIV
Como ya se le había hecho costumbre, Eddy estaba te-
niendo un hermoso sueño con William, porque para el pequeño
minino, no solo en sus días se encontraba al lado del mayor, sino
que también en todas sus fantasías y sueños estaba a su lado,
siempre de la mano con ese castaño que para él ya era el completo
amor de su vida.

—Mmm. —Se acurrucó en el gran espacio de la cama,


cuando reconoció que algo no andaba bien. ¿Desde cuándo tenía
un gran espacio en la cama? No, hacía falta un bulto a su lado y
unos fuertes pero delgados brazos rodeándolo por la cintura. —
¿Will? —preguntó casi por inercia, estirándose en su lugar y
abriendo lentamente los ojos.

Pero toda pereza quedó extinguida cuando, no solo no en-


contró al dueño de su corazón a su lado, sino que se vio a sí
mismo en un lugar que no conocía, un cuarto con las paredes di-
ferentes, con el piso diferente y una cama diferente, una que no
olía a William.

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Se estiró cautelosamente y pisó al suelo, apoyando sus pies


con lentitud, mordiendo su labio inferior. Desde que no vio a Wi-
lliam ya se le había formado un horrible nudo en el estómago,
pero aun así tenía la confianza de que lo encontraría pronto, o eso
quería creer para no entrar en pánico. Él se acercó a la puerta a
pasos lentos y en silencio, pero toda su ilusión se arruinó cuando,
al girar la manija, no pudo salir ni mover la puerta, ni para ade-
lante, ni para atrás.

— ¿Will? —Un pequeño susurro escapó de sus labios,


ahora llevando ambas manos a la manija de ese lugar descono-
cido, girándola tanto como se podía, pero sin ningún éxito. Sus
pequeños ojitos ya se le habían llenado de pequeñas lágrimas, y
de hecho no tardaba mucho en romper en llano, pero no, no debía
llorar, él tenía que encontrar a William. — ¡Will! —Empezó a
gritar, sin soltar la perilla y sin dejar de darle vueltas y vueltas,
todas en vano. — ¡Will! ¡Will!

Mientras, en el primer piso, Andrew soltaba un suspiro,


sentado en su sofá principal, dirigiendo su mirada a la puerta por
donde William había salido esa madrugada, y aún no regresaba.
Escuchar los fuertes llantos del minino encerrado en su habita-
ción no estaba ayudando, parecía un pequeño abandonado que no
se cansaba de girar la perilla de la puerta, pronunciando el nom-
bre de su mejor amigo una y otra vez.

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— Zack ¿Ya estás llegando? Dios, hermano, necesito tu


ayuda esta vez, no sé qué hacer. —William hablaba por su celular
casi gritando, caminando de lado a lado por su sala con tal velo-
cidad, que si pudiera hacer una zanja sobre su piso, seguro lo ha-
ría y no se detenía. Él estaba preocupado, ya era medio día y aún
su mejor amigo no llegaba.

— Tuve unos problemas, pero, uhm, William. —La voz


nerviosa del ojinegro a través de la línea hizo que William se de-
tuviera, esperando que él continuara. —Voy acompañado, y no te
he contado esto pero…

— ¡Mierda, Zack! ¡La puta luz roja cambió hace tres mal-
ditas horas!

— ¡Cierra la puñetera boca, Nico! —William se vio obli-


gado a cerrar el ojo más cercano a su oreja debido al grito de Zack
contra el celular.

— ¿Nico?

— Sí, de eso se trata. Como sea, debo seguir conduciendo.


Llego en diez, hermano, espérame y por favor, no entres en pá-
nico.

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— Entré en pánico desde los primeros diez minutos.

— Sí, bueno... Adiós.

Después de cortar, William soltó un profundo suspiro,


tumbándose sobre su sofá, apoyando su codo en el brazo de este
y cubriendo sus ojos con su mano. Chasqueo la lengua, pensando
qué debía hacer, tampoco es como si se pudiera simplemente ir,
eso levantaría todas las sospechas posibles, pero no podía tam-
poco quedarse hasta tarde en ese lugar, sabía que Eddy podía ya
estar despierto en ese momento y si no lo encontraba ahí seguro
se pondría muy mal.

Ese tipo de dependencia podía ser muy juzgada por la ma-


yoría de personas, pero no era que la relación con un niño-gato
se considerase normal, sino mucho más posesiva e intensa, por-
que Eddy no podía simplemente dividir sentimientos, él amaba a
William con todo su corazón y era reciproco, William se volvía
el dueño más posesivo del mundo si se trataba del minino que le
dio luz a su vida de nuevo.

Tomó su celular, pensando si debía llamar a Andrew para


saber qué tal estaban las cosas, pero justo cuando estaba bus-
cando el número de su mejor amigo, escuchó el timbre, asustán-
dose hasta que escuchó unos susurros de Zack y se relajó, levan-
tándose para poder abrir la puerta.

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Lo siguiente que vio no se lo esperaba, era su mejor amigo


como siempre, sí, vestido con unos jeans negros y su playera del
mismo color, con algún logo de Marvel que simplemente no le
importaba, pero lo más importante no era Zack, sino el pequeño
niño a su lado, casi apenas rozando la altura del hombro de su
amigo, un poquito más alto que Eddy aproximadamente. Rubio
de ojos azules, brazos cruzados y mirada molesta que observaba
directamente al ojinegro, al parecer asesinándolo con los ojos.

—Eh. —William no sabía muy bien qué decir en ese mo-


mento, así que solo atinó a moverse hacia un lado, dejando que
su mejor amigo y aquel niño entren a la casa, cerrando después,
aún sin comprender qué sucedía.

—Ya, Nico, ya puedes quitártelo.

Apenas el ojinegro dijo esas palabras, el rubio sonrió


frente a William y se quitó de encima la gorra de la polera que
traía, dejando ver así un par de esponjosas orejas rubias, sacando
después de debajo de su ropa una larga y ondeaba cola, al parecer
la había tenido rodeando su cintura para no que no se la descu-
brieran, puesto que la polera le quedaba lo suficientemente
grande y holgada.

Los ojos de William se abrieron desmesuradamente, im-


presionado, mas no dijo nada, él intentó mantener la compostura,

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Jasmine Stevens

tampoco es como que no hubiera estado en contacto con uno de


esos pequeños antes, Eddy era uno.

—William, él es Nico. Nico, William.

Antes de que incluso Nico pudiera decir una palabra, el


ojinegro interrumpió, dándole una muy buena explicación a Wi-
lliam.

— ¿Qué? Te dije que me llamaba la atención comprarme


uno. —Se encogió de hombros.

—Sí, pero no me comentaste que ya lo tenías.

—No me compraste, tarado. Me encontraste en la calle y


te enamoraste de mí. Un placer William ¿Tienes algo de comer?

—Sí… En la cocina.

Las palabras del mayor salieron con algo de duda, pero fue
lo suficientemente claro como para que el minino saliera casi co-
rriendo en busca de la cocina y luego de la comida, meneando su
cola de lo más feliz, de lado a lado. Después de que lo perdió de
vista, William volvió hacia su mejor amigo.

—Raro ¿No? No es nada parecido a Eddy. —Agregó Zack


antes de que pudiese siquiera decir algo.

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—Estoy sorprendido, Zack. ¿Dónde lo encontraste?

—Pues ya lo escuchaste. —La sonrisa de autosuficiencia


en el rostro del pelinegro dejó muy en claro toda la situación,
William comprendía a la perfección a sus amigos y sabía que
Zack se enorgullecía de tener a ese pequeño gato con él.

— ¿Tú le enseñaste a hablar?

—No, vino con el paquete, me ahorré llevarlo a la escuela


¿Lo notaste?

Por irónico que suene, y aún a pesar de la situación en la


que se encontraban, William rió, acompañado por la risa de su
mejor amigo, sentándose ambos en el sofá, soltando un largo sus-
piro después de esos segundos entre risas bastante exageradas.

—Tengo problemas, Zack.

—Eso ya lo sé, Willy. Explícate.

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Jasmine Stevens

Mientras William se encargaba de explicarle a Zack con


lujo de detalles lo que había sucedido y sus planes para después,
en la casa de Andrew las cosas no habían mejorado. Alrededor
de dos horas habían pasado desde que Eddy despertó y los pri-
meros sesenta minutos fueron un tormento para el ojimiel, no
porque Eddy le causara algún problema, simplemente porque ha-
bía tenido que aguantar escuchar los gritos y sollozos escandalo-
sos del pequeño minino encerrado en su habitación, arañando la
puerta y jalando del picaporte tantas veces como su voluntad se
lo permitía.

Andrew aún no comprendía como el corazón no se le había


roto en todo ese transcurso, era igual que escuchar a un pequeño
animalito ser torturado, porque esa era la magnitud de los llantos
del menor. El castaño se tuvo que contener bastante de llamar a
William para decirle que se apurase, tenía miedo de hacer cual-
quier especie de ruido o de interferir con algo que su mejor amigo
estuviese haciendo.

—Ya lleva mucho tiempo callado. —murmuró para sí


mismo, subiendo la mirada hacía la habitación donde Eddy se
encontraba. El ojimiel estaba asustado de no escuchar nada de él
en los últimos veinte minutos, así que algo dudoso subió las es-
caleras, colocando su mano sobre el mango de la puerta. Soltando
un suspiro, la giró, quitando el seguro exterior y abriéndola.

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NEKO CORPORATION

Lo siguiente que pasó fue demasiado rápido, Andrew ape-


nas había llegado a mirar al exterior cuando el pequeño cuerpo
de Eddy saltó sobre él a todo lo que le daban sus piernas, tum-
bándolo en el suelo. Eddy bajó las escaleras corriendo hacía el
primer piso y luego hasta la puerta, abriéndola y saliendo de la
casa en menos de diez segundos.

Andrew no podía creer lo que estaba ocurriendo, acababa


de escaparse el gatito de su mejor amigo y todo por su culpa
¿Cómo mierda se lo diría a William? Aún peor ¿Qué tal si alguien
encontraba a Eddy? Tomó su celular y marcó con desesperación
el número del mayor, escuchando la voz del otro lado algo alar-
mada, creyendo que era una emergencia, cosa que sí era, y una
muy grande.

—Will… Lo siento…

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Jasmine Stevens

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NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XV
¡Quería matarlo! No, definitivamente eso era muy poco
para las miles de ideas de tortura que pasaban por su cabeza, to-
das hacía Andrew, claramente. Matarlo sería muy fácil, quizás
hacerlo sufrir arrancándole cada uno de sus dedos hasta verlo llo-
rar y después cosérselos sería más placentero. Y no, William no
era un seguidor de esas películas donde todo se basaba en el sa-
dismo, pero para ese momento sabía que podía moler a golpes al
ojimiel si lo tuviera frente a sus ojos.

Era la tercera, quizás cuarta vez que recorría las mismas


calles cercanas a la urbanización donde vivía uno de sus mejores
amigos, Eddy no aparecía por ningún lado y ya se había hecho de
noche.

William se encontraba pasando por cada etapa de la locura


hasta ese momento, donde sus sentidos se agudizaban, intentando
escuchar hasta el más mínimo ruido de las calles, por si alguno
de esos se parecía al maullido de un gatito.

No era que fuera llorón, él podía justificar las lágrimas que


no dejaban de caer de sus ojos con el simple hecho de que se le
había escapado el amor de su vida, no encontraba a su pequeño

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Jasmine Stevens

niño y si no aparecía era capaz de golpearse la cabeza contra la


pared hasta que reventase, claro, eso después de hacerle lo mismo
a Andrew.

Una vez el castaño le había contado, William cortó el telé-


fono sin siquiera escuchar lo que seguía después del “Eddy se
escapó, Will.” Salió de la casa, sin importarle absolutamente
nada, solo buscar al pequeño, que no había estado en la calle
nunca desde que lo conocía y que, para agregar, se encontraba
lejos de la casa de William, además de agregar el factor principal,
Eddy era buscando por unos hijos de puta para hacerle sabrá Wi-
lliam que cosas.

Claro, se había asegurado de dejar a Zack y a Nico en su


casa, con la intensión de que si alguien volvía a pasar pregun-
tando por Eddy, supieran que sí había un adolescente y un gato
ahí, pero no eran los que ellos estaban buscando.

Zack servía de mucho, ya William se encargaría de quitar


las manchas de evidencia de los actos sexuales entre esos dos de
su sofá, esa no era su prioridad ahora.

—Maldición, Eddy, ¿Dónde estás?

Quería sacar la cabeza fuera de su auto y gritar a los cuatro


vientos el nombre de su bebé, pero a la vez sabía que era ya tarde

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NEKO CORPORATION

y si lo hacía, al menos una persona terminaría llamando a la po-


licía por un loco psicópata que se le ocurre hacer un teatro de
gritos en esas horas.

Lo peor de todo era que su mente le jugaba muchas malas


pasadas. Él podía hasta ya imaginarse a Eddy siendo raptado
fuera del país con tal de que no se escape de nuevo, o a personas
haciéndole tantas que cosas al pequeño minino por ser tan mal-
criado y huir. No quería, William jamás se perdonaría la vida si
perdía al dueño de su mundo una vez lo había encontrado.

Detuvo su auto en un semáforo en rojo y golpeó su cabeza


contra el volante. Dolía, sí, pero nada se comparaba a la opresión
en su pecho por la simple idea de perder a Eddy.

¿Cómo podía cambiar tanto su vida de un momento a otro?


William había pasado desde ser un chico completamente normal,
con un trabajo casual y una vida monótona, a un ladrón del pe-
queño que le robó el corazón y no iba a dejar que esos, que se
decían sus dueños, pusieran una mano sobre lo que le pertenecía,
porque Eddy era suyo, completamente suyo. Él sabía que no po-
dría vivir más sin volver a escucharlo.

—Meoooooow~

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Jasmine Stevens

Exacto. Sin volver a escuchar esos maullidos hermosos


que le hacían sentir como su corazón bailaba en su pecho y las
mariposas de su estómago le informaban que todo, todo estaba
bien. Él había caído en una especie de hechizo desde la primera
vez que Eddy dijo su nombre.

— ¡Will!

Esa vocecita tan hermosa, esos labios tan suaves que-

¿Qué?

Levantó su cabeza del volante, sin importarle el dolor que


sintió por la rapidez con la que lo hizo, o que ahora tenía toda su
frente marcada con el diseño que cubría dicha parte del vehículo.

Giró la cabeza lo más que le fue permitido y estacionó su


auto a un lado, bajándose, él lo había escuchado, estaba comple-
tamente seguro de que esos eran los maullidos y la voz de su pe-
queño.

Entonces él caminó en cámara lenta, observando todo, es-


perando alguna otra señal, pero todas parecían casas de los subur-
bios realmente normales. Menos una, y ahí fue donde detuvo su
vista: Una casa abandonada arruinaba todo el estereotipo perfecto
lugar; ésta estaba demolida, sabrá Dios la razón por la cual nadie
se preocupaba en reconstruirla. Parecía un bonito espacio, pero

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NEKO CORPORATION

las maderas que cubrían su puerta se encontraban ligeramente


abiertas, y William pensó que nadie le diría nada si echaba un
vistazo en ese lugar.

Una vez tocó las maderas, observó hacía adentro del lugar
y confirmó que todo estaba destruido, pero a pesar de eso, las
paredes continuaban algo estables, así que estaba seguro de que
esa sería una buena casa para cualquier vagabundo que pasara
por ahí, de no ser porque el espacio que permitía entrar entre los
maderos era muy pequeño y peligroso; la mayoría se encontraban
partidos, cualquiera que intentara entrar ahí, se llevaría más de
dos raspones como mínimo o muchas astillas en su piel, por
suerte su pequeño no…

—Meoooooow.

Oh mierda, tiene que ser una broma. Cambiando su ángulo


de visión, William se encontró con Eddy dentro de ese lugar,
claro, un cuerpo de un niño tan pequeño podía pasar por ese es-
pacio casi sin ningún problema, y ahora estaba ahí, había encon-
trado a su pequeño entero, aunque llorando y encogido en un rin-
cón del lugar. Ahí estaba Eddy, y William por fin pudo sentir
como su corazón volvía a latir con tranquilidad.

—Eddy, amor. ¡Oh por la…! Dios, no puedo creer que es-
tés aquí.

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Jasmine Stevens

El minino levantó la mirada, apartando sus manitos de sus


ojos, observando el rostro del ojiazul del otro lado de todos esos
maderos. La mirada de Eddy se suavizó, al parecer lo reconoció,
sin embargo, no hizo el menor intento por moverse de su lugar,
maullándole a William una y otra vez, mientras las lágrimas no
dejaban de salir de sus preciosos ojos verdes.

—Vamos, mi amor, tienes que venir, yo no puedo pasar


por este lugar.

Pero Eddy seguía ahí, acurrucado en ese pequeño rincón


del lugar, mientras le seguía maullando a William su nombre una
y otra vez, pidiéndole a gritos que pase y que lo cargue. Y aunque
la idea resultaba malditamente adorable, William no sabía si su
pequeño tenía un tipo de parálisis por miedo, si estaba herido o
simplemente cansado, solo comprendía lo necesario, Eddy no se
quería mover.

Soltando un dramático suspiro lleno de resignación, Wi-


lliam volvió a analizar uno a uno los maderos, inclinándose un
poco. Sinceramente se le haría un mundo pasar por ese espacio y
eso que él era pequeño para su edad, sin embargo esta fue la única
vez en su vida que hubiera deseado serlo incluso más, con tal de
entrar a salvar del miedo a su angelito.

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NEKO CORPORATION

Se arrodilló en el suelo y empezó a gatear entre los made-


ros, sintiendo al instante como algunas puntas rozaban su piel.
Chasqueó la lengua, no iba a ser fácil pero como buen idiota va-
liente, continuó empujando su cuerpo hacía dentro , tratando de
evitar los lados con más puntas abiertas, aunque aun así, sentía
como su ropa se raspaba y tenía que poner más de fuerza para
lograr pasar, rasgándola o quizás rompiéndola, eso no importaba.

Una vez su cuerpo estuvo más o menos adentro, su cabeza


chocó contra sus manos, que estaban apoyadas en el suelo y no
por la posición comprometedora en la que se encontraba, con el
trasero más hacía fuera que para adentro y la otra mitad tan cerca
de su pequeño bebé, sino por el pedazo de madero que le impedía
continuar avanzando, justo haciendo presión en su cadera dere-
cha.

Escuchó el maullido de Eddy a lo lejos y lo observó me-


near la cola, mientras continuaba llorando, pidiendo a gritos por
William. William quería detener esas lágrimas, quería besarlo,
quería decirle que todo estaría bien y llevarlo a algún lugar donde
absolutamente nadie pudiera encontrarlos.

Y con ese pensamiento motivacional, empujó su cuerpo


hacía adelante, logrando entrar a ese espacio que cada vez se le

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Jasmine Stevens

hacía más sofocante. A la mierda si era un lugar bonito para cons-


truir, le había costado la vida entrar y estaba seguro de que le
saldría el doble de caro salir.

Un paso a la vez.

William corrió hasta su pequeño, lanzándose al suelo sin


importarle el golpe en sus rodillas, atrayendo el cuerpo de Eddy
a sus brazos, rodeándolo con fuerza, sintiendo las manos de este
aferrarse a su remera, mientras la respiración del minino chocaba
contra su cuello, y sus llantos se hacían más fuertes, sollozando
exageradamente.

—Ya, ya mi amor. Aquí estoy. —Una de sus manos subió


hasta los rizos despeinados del minino, acariciándolos, mientras
Eddy lloraba contra su cuello, maullando infinidad de cosas, en-
tre estas el nombre de William. Seguro su bebé estaba regañán-
dolo por haberlo dejado solo en la casa de un desconocido, pero
sea como sea, William estaba feliz de ser castigado porque ahora
que lo tenía entre sus brazos, absolutamente nadie los separaría.
—No lo volveré a hacer ¿De acuerdo? Tenía que arreglar unas
cosas. Tú eres todo mío, bebé, te prometo no volver a dejarte
solo.

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De hecho, lo era desde que había entrado a su casa, desde


el primer vaso de leche, o desde el primer beso, Eddy era de Wi-
lliam, porque William se había entregado por completo a Eddy.

Al fin, después de un par de minutos así, aferrándose el


uno al otro hasta saber que eran reales y que estaban juntos, Eddy
apartó su rostro del cuello de William, observándolo directa-
mente, maullando mientras dejaba que sus ojitos hinchados ana-
licen cada espacio del rostro de su William, meneando sus oreji-
tas y llevando una de sus manos a su mejilla, acunándola con
ternura, mientras se acercaba, eliminando la distancia con labios
del mayor, demostrando toda la necesidad que sentía por él.

William no dudó ni un segundo y le correspondió, incluso


sintió su propio ronroneo cuando sus labios encajaron a la per-
fección con los de Eddy, demostrándole que no había persona
que pudiera ser tan perfecto para él como lo era su minino.

Sus manos bajaron a la cadera del felino, buscando cam-


biar de posición o sus piernas luego le fallarían, y lo logró, con
el cuerpo de este de rodillas frente a él, William separando sus
piernas, una a cada lado de Eddy, mientras disfrutaba del ronro-
neo suave en lo que sus lenguas se encontraban, y aunque una de
las manos del menor continuaba colocada sobre su mejilla, la otra

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Jasmine Stevens

quería impulsarse hacia adelante para acortar mucho más su dis-


tancia, así que Eddy apoyó esta en la cintura de William y recibió
un quejido por parte del mayor, rompiendo el beso ante la preo-
cupación de ambos, porque ni él mismo sabía que le había suce-
dido.

Bajó la mirada, encontrándose con su remera mojada y una


vez la alzó para ver que sucedía, su cadera, justo en ese espacio
por donde había pasado el madero, tenía una línea recta algo
grande, de la cual salía pequeñas gotas de sangre y habían sido
estas las causantes del punzante dolor, además de ensuciar su
ropa.

William sabía, por una frase, que la mente podía controlar


más el dolor físico de lo que muchos creían, siempre había escu-
chado “El dolor está en la mente” pero ahora podía confirmarlo,
él estaba tan sumergido en que al fin tenía a Eddy en sus brazos,
que ni siquiera se había percatado de ese arañón algo profundo
en su piel.

Eddy lanzó un maullido hacía William, con el ceño frun-


cido y la barbilla un poquito arrugada, en lo que hacía su tan co-
nocido puchero. William rió ante esa mirada conflictiva en su
minino, así que sin dudarlo se acercó y le dio un rápido beso, en
la punta de los labios.

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—Está bien bebé, es solo un rasguño. —Intentó calmarlo,


pero Eddy apartó su rostro de la mano de William, y aún con esa
mueca disgustaba dibujada en su angelical carita, se inclinó hasta
que su nariz estuvo a la altura de la herida, olfateándola primero.
Terminó pasando la punta de su lengua sobre la piel lastimada,
causando que una corriente de dolor y placer hiciera jadear al
mayor. —Amor, no… No hagas eso.

Pero Eddy lo ignoró, apoyándose en los muslos de Wi-


lliam, volvió a lamer sobre la herida, llevándose parte de la san-
gre de en su lengua, pero eso no importaba, él quería detener y
curar al mayor, y Eddy sabía, por todas las heridas que se había
hecho en la calle y en la jaula, que esa era una buena forma de
hacerlo, lamiendo hasta que la sangre se detenga.

Pero el minino desconocía cuánta razón tenía, puesto que


por todas las propiedades curativas de la saliva misma, inclu-
yendo sus genes felinos que hacían su lengua mucho más rasposa
y áspera, esto no causa el mismo efecto en otra persona, de hecho,
causa uno mucho, mucho mejor. Que además de curar, terminaría
en algo más productivo para ambos.

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Jasmine Stevens

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CAPÍTULO XVI
Después de como la doceava lamida, Eddy ya había per-
dido la cuenta de cuantas veces soltaba un gruñido al ver que
continuaba saliendo sangre de la herida, a pesar de sus intentos
por detenerla. Pero, al fin, luego de todo ese proceso, la herida se
veía mucho mejor que antes y ya no salía nada de ella, así que el
pequeño, orgulloso de su trabajo, dejó un último beso sobre esta
antes de intentar levantar su cabeza, pero no contaba con que la
mano de William que descansaba sobre sus rizos le impidiera ha-
cerlo.

— ¿Meow?

—Quieto ahí. ¿Si, bebé? —La voz ronca de William, tan


suave y raspada a la vez estremeció al felino. Eddy conocía muy
bien en qué momento se ponía de esa forma. Con esa actitud do-
minante, esa manera de expresarse como si fuera una orden, pero
a la vez con la sutileza suficiente para que Eddy no se sintiera
asustado. Sí, William solo se ponía así cuando jugaban juntos.

Sin necesidad de decir más, William bajó su mano libre


hasta sus pantalones, desabrochando el botón de este y luego ba-
jando su cremallera, alzando sus caderas, aunque su herida aún

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Jasmine Stevens

se encontraba resentida y le causaba un pequeño dolor, eso no le


podía importar menos, necesitaba lograr deslizar su pantalón y su
ropa interior lo suficiente como para que su miembro saliera
fuera de este, dejándose ver, erguido por completo, con un pe-
queño brillo por las primeras gotas de líquido pre seminal que
escapaban desde la punta.

Eddy, aún con el rostro inclinada hacia abajo, subió su mi-


rada para observar a William, encontrándose con este mordiendo
su labio, apoyando su espalda justo en la pared donde Eddy antes
había estado acurrucado y tras regalarle una mirada, suspiró, lle-
vando su propia mano sobre su miembro, tomándolo por la base
y empezando a masturbarse, de arriba a abajo, con movimientos
lentos.

—Will.

—Amor, quiero que lo chupes.

Después de esas palabras, Eddy llevó su mirada hasta el


largo miembro casi al lado de su rostro. Volviendo a confirmar
que era eso lo que William quería, obedeció, permitiendo que el
ojiazul guie la longitud hasta su boca y entonces pasó la punta de
su lengua sobre esta, causando que todo el cuerpo de William se
estremeciera debido a semejante espasmo. —Oh, mierda.

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El pequeño al instante subió la mirada, sin estar seguro de


si eso era bueno o malo, pero al encontrarse con el mayor incli-
nado hacia atrás y sus labios entre abiertos, Eddy relamió los su-
yos, apartando la mano de William de su pene para ahora ser él
quien lo sostuviera, con mucho cuidado de no apretarlo muy
fuerte.

El minino meneó sus orejas justo antes de volver a pasar


su lengua por el largo, examinando el sabor. Le gustaba, le agra-
daba tener el control, aunque sea por una vez, y podía acostum-
brarse a esa amarga y agradable sensación cuando su lengua pa-
saba por la piel del miembro, definitivamente el doble de grande
que el suyo, o tal vez más.

Eddy entonces se concentró en su tarea, volviendo a pasar


su lengua por esta, ya más repetidas veces, repartiendo besos y
largas lamidas en todos los lugares que su lengua podía, sintiendo
aún la mano de William sobre sus rizos, acariciándolo, pasando
por detrás de sus orejitas. Entonces Eddy supo que estaba hacién-
dolo bien.

—Be-Bebé. —William tiró suavemente de los cabellos en-


tre sus dedos, atrayendo la atención de su minino, quien conti-
nuaba con su lengua sobre el miembro, esperando que el mayor

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Jasmine Stevens

le dijera qué sucedía. — Llévalo a tu boca. —Ordenó, imagi-


nando esos gruesos labios rojos y esa pequeña boquita tragándose
toda su glande. —Lo más que puedas, y ju-juega con él, como yo
contigo ¿De acuerdo?

—Meow. —Fue el único sonido que emitió el pequeño,


asintiendo con la cabeza e inclinándose de nuevo, hasta que es-
cuchó la voz de su dueño otra vez.

—Oh, y nada de dientes, mi amor.

Después de eso, William solo se dedicó a disfrutar, con los


ojos entreabiertos, observando las expresiones inexpertas de su
pequeño, mientras seguía pasando su lengua lentamente por su
erección, mojándolo todo lo que podía, hasta que, sin decir más,
separó sus labios y se lo metió en la boca, logrando escuchar un
fuerte y ronco gemido proveniente desde lo más profundo de la
garganta de William.

William arqueó la espalda, él intentaba continuar masa-


jeando los mechones de cabello entre sus dedos, empujándolo
hacia abajo, más hacía su miembro, deseando que la boca virgen
de Eddy trague todo lo posible, y aunque sabía que jamás podría
con todo el largo, Eddy ya empezaba a darle la mejor mamada de
su vida, succionando mientras cerraba sus ojos y sus dos manos

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mantenían la base del miembro quieto, disfrutando del palpitar


de la longitud.

Eddy gemía, aún sin poder soltar los sonidos con totalidad
como deseaba, gemía cada que la punta del miembro tocaba el
inicio de su garganta y trataba de alejarlo, para hundirlo de nuevo
de la misma forma, aunque sabía que se podía atorar, intentaba
de la mejor forma respirar por la nariz, porque el placer que sentía
era bueno, y su cosita estaba despertándose también, sin necesi-
dad siquiera de que William la toque, eso era nuevo.

William soltó una especie de grito cuando pudo sentir con


claridad como los pequeños colmillos de los extremos de la boca
de Eddy rozaban la piel sensible de su miembro, era algo tan do-
lorosamente excitante, aún mejor cuando su minino inclinó el
rostro, enredando su lengua en toda la longitud, mientras empu-
jaba más de esta dentro de su boca, todo lo que podía, quería tra-
garla toda, él quería pero le era imposible.

Una vez William sintió un fuerte tirón pasar por toda su


columna hasta centrarse en su miembro, indicándole lo ya obvio,
él se inclinó hacia adelante, colocando sus manos en los hombros
del más pequeño, empujándolo hacía atrás, obligando a Eddy a
apartarse de su dura erección, recibiendo una especie de gruñido
por parte del gatito.

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Jasmine Stevens

—Lo siento, bebé. —William sonrió, no podía creer lo


malditamente sensual y sexual que podía ser su pequeño, tal ado-
rable hace menos de una hora. — Otro día me correré en tu boca,
lo prometo. —Acercó sus labios hasta besar los de Eddy, disfru-
tando del sentirlos tan húmedos e hinchados. —Ahora necesito
hacerte mío, Eddy.

Eddy asintió, él comprendía mejor lo que William le decía


ahora, y se sentía bien por eso, así que sin dudarlo, llevo sus ma-
nos a sus pantalones, empezando a deshacerse de ellos con rapi-
dez, demostrando que él también quería que William juegue con
su cuerpo y le haga sentir bien. Era ahora cuando volvía a ser el
pequeño adorable, desnudándose completamente para el mayor.

—No, espera, amor. —Lo detuvo, incorporándose a la par


como Eddy lo había hecho, evitando que se quite la parte superior
de sus ropas. —Hace frío, así que vas a tener esto puesto. Tran-
quilo. —Y aunque el más pequeño no entendió, espero a que Wi-
lliam se quite su remera y se dejó llevar por los hambrientos la-
bios de su amor, capturando los suyos con intensidad.

A él realmente no le costó nada tomar el cuerpo de Eddy y


guiarlo hasta apoyarlo contra la pared, mientras dejaba sin aliento
al más pequeño. William pensó la posición más exacta para poder

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hacer el amor, sí, quizás un pensamiento responsable sería al me-


nos esperar hasta llegar al auto, pero a la mierda, él necesitaba
poseer a Eddy en ese maldito lugar de una vez por todas. Y no,
no era su culpa, fue culpa del minino que lo calentó simplemente
con ese acto lleno de inocencia lamiéndole la herida en la cadera,
tan cerca de la “V” que guiaba hasta su miembro. William solo
estaba siendo justo, era eso.

Una vez Eddy colocó sus manos sobre el pecho del mayor,
rompiendo el beso y pidiendo un poco de oxigeno como siempre
hacía cuando ya no podía respirar, jadeó contra la boca de Wi-
lliam, maullando suavemente, mirándolo directamente a los ojos,
con ese verde oscuro que William conocía muy bien. La mirada
de Eddy se encontraba cargada de deseo, ansiando que William
jugara con él a su antojo, y William iba a complacer a su pequeño.

—Ven aquí. —Sin decir más, cargó el cuerpo del más pe-
queño, alejándolo del suelo, logrando que este lleve sus manos a
sus hombros y una vez su espalda se apoyó de nuevo contra la
pared, las piernas de minino abrazaron las caderas de William,
sintiendo la erección de este chocar contra la suya. Eddy gimió,
presionando con algo de fuerza los hombros del ojiazul. —Si
quieres gritar, muérdeme ¿De acuerdo? —Ordenó, besándolo
después.

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Eddy asintió con irregularidad, en ese momento él estaba


en su mundo, sentía la punta de la gran erección, que antes había
estado en su boca, justo rozando su entrada y sabía lo que ven-
dría, su cuerpo quemaba pidiendo a gritos que sucediera, así que
movió un poco sus caderas, intentando acelerar el proceso. —
Will.

No hizo falta que dijera nada más, la punta del miembro


de William se alineó y lo siguiente fue sentir como se abría paso
por su entrada. Eddy iba a gritar, iba a gritar a todo lo que daba
su voz pero a lo lejos, en algún rincón de su mente recordó las
palabras del mayor, así que sin dudarlo se acercó al cuello de este
y hundió sus colmillos y dientes en la piel, logrando escuchar un
gemido ronco por parte de William.

Con toda su erección ya sumergida en ese pequeño cuerpo,


el castaño se mantuvo quieto, sintiendo la cola de Eddy, antes tan
ignorada, rodeando una de sus piernas, mientras el minino conti-
nuaba acostumbrándose a las sensaciones. Pasaron unos segun-
dos así, con William repartiendo pequeños besos por el hombro
de su gatito. — Estás siendo bueno, amor. —Susurró, cerca de su
orejita gatuna. — Estás recibiéndolo todo, ese es mi bebé.

—Meoow. —Con su maullido ahogado contra la piel de


su cuello, William comprendió que su bebé se sentía orgulloso

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de sí mismo por recibir la felicitación de este. Eddy movió sus


caderas y entonces iniciaron. William empezó los empujes contra
el pequeño cuerpo y este, aún apoyado en la pared, se dedicaba a
gemir bajito mientras el gran miembro exploraba su estrecha en-
trada. — ¡Ah!

Las embestidas iban aumentando cada vez más, el cuerpo


de Eddy se golpeaba contra la pared de su espalda, sin embargo,
gracias a su ropa no se arañaba ni nada por el estilo, y tampoco
pasaba frío, pero eso no era por su ropa, Eddy sabía quién era el
único causante de que su cuerpo se encontrara tan caliente. Wi-
lliam continuó empujando, aumentando la velocidad del vaivén,
mientras los gemidos del minino llenaban absolutamente todo ese
espacio, toda esa casa abandonada, esperando que ningún vecino
cercano quiera salir a averiguar que era ese escándalo.

Sinceramente, para William, ese ruido era igual a cuando


dos gatos cogían sobre su tejado, con la hembra gimiendo en gri-
tos desesperados. Sin embargo, él amaba la exageración en la voz
de su felino.

—Más bajito, bebé. —Murmuró William, mordiendo el


cuello de Eddy, escuchando como este le lanzaba un maullido de
protesta, pero continuaba con su rostro hundido en su cuello, tra-
tando de callarse. Y ese pequeñito lado cruel del mayor salió a la

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Jasmine Stevens

luz, así que mientras le decía a Eddy que se callara un poco, au-
mentaba el ritmo de su cuerpo contra el del menor, logrando ha-
cerle imposible el cumplir la orden al pequeño niño. —Dios,
Eddy.

Pero aunque le encantaba divertirse con las sensaciones y


el cuerpo de su bebé, William se conocía muy bien y sabía que
estaba cerca del final. Así que, con cuidado, quitó una de las ma-
nos con las que sostenía los glúteos de Eddy para evitar que caiga
y la guio hasta el miembro de este, presionándolo con su palma,
agarrándolo entre sus dedos y empezando a bombear sobre la lon-
gitud, recibiendo otro fuerte gemido de parte del menor.

Eddy arqueó su espalda cuando William tocó su próstata,


no era la primera vez que lo hacía, pero siempre era igual o más
placentera que la vez anterior, así lo veía Eddy. Él volvió a ente-
rrar sus colmillos sobre la piel de William, tratando de callarse
mientras su cuerpo se inclinaba hacía adelante, alejándose por
completo de la pared detrás suyo, simplemente siendo cargado
por el brazo de William, abrazando su cuello para empezar a sal-
tar, una y otra vez, tratando de que el miembro de William toque
de nuevo su punto exacto que lograba quitarle la cordura.

Uno, dos, tres veces más, solo tres bastaron para que Eddy,
en un grito incontenible, pronuncie el nombre de su dueño y se

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corra con fuerza, soltando tira tras tira de gotas de su esencia,


manchando su ropa, el pecho y la mano de William.

Sus paredes abrazaron con más fuerza el miembro ente-


rrado entre sus nalgas y aunque lo intentó, William no pudo
aguantar más de dos embestidas, acabando corriéndose en el in-
terior de Eddy, en lo más profundo de este, disfrutando de los
espasmos causados por semejante clímax.

—Meow. —Maulló el minino, apoyando su espalda en la


pared de nuevo, dejándose retener por William y con su cuerpo
flojo, cansado y relajado, mientras su respiración intentaba vol-
ver a la normalidad, tratando de capturar todo el aire posible para
sus pulmones. —Will…

— ¿Te amo? —La voz del mayor también sonaba cansada,


pero sabía lo que su pequeño trataba de decirle, a lo que Eddy
asintió con la cabeza, con una pequeña sonrisa, sintiendo como
el miembro de su William salía lentamente de su interior.

—Te amo. —Murmuró débilmente, dejando un pequeño


beso sobre las marcas de mordidas en el hombro y cuello de
amor.

—Ese es mi niño. —Fue lo último que Eddy escuchó, que-


dándose dormido después.

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Jasmine Stevens

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NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XVII
Durante la noche, William se mantuvo junto a Eddy en ese
horrible lugar. De algún modo había logrado vestir a su pequeño
cuando este estaba ya dormido. Una vez lo logró y lo sentó entre
sus piernas, con el cuerpo de Eddy casi hecho un ovillo sobre el
suyo, se quedó dormido, pasando la noche entera ambos enros-
cados en ese rincón de la casa abandonada.

A la mañana siguiente, el mayor estuvo muy feliz de ver a


su pequeño despertar sin un horrible resfriado y él, sin contar con
la herida que le fastidiaba, estaba bien también. Sacó su celular,
marcando el número de Zack, realmente no tenía ganas de hablar
con Andrew y seguro no lo haría en muchísimo tiempo.

— ¿Por qué mierda me llamas si no son ni las seis de la


mañana, William?

— ¿Quizás porque estás durmiendo en mi cama? O tal vez


¿Por qué estoy encerrado en un estúpido lugar a punto de morir
de hipotermia con una maldita herida abierta? —Zack se terminó
de despertar cuando escuchó los casi gruñidos por parte de su

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Jasmine Stevens

amigo, quitando el brazo del cuerpo dormido de Nico que ro-


deaba su cintura, sentándose en la cama, dejando que el frío del
suelo roce sus pies.

—Sí, son buenas razones. —El ojinegro se estiró, tomando


su pantalón y colocándoselo. — ¿Encontraste a Eddy?

—Por suerte sí, está aquí conmigo.

Quizás a Zack, en otra situación, le sorprendería el cambio


en el tono de voz de William, de gritarle hasta parecer la voz de
los orcos en El Señor de los Anillos, a esos idiotas enamorados
de las películas como Tres metros sobre el cielo o sabrá Dios qué,
a Zack solo le gustaba el Señor de los Anillos. Escuchó el pe-
queño gruñido de su rubio en la cama, estirándose y meneando la
cola a la par con sus esponjosas orejas rubias solo terminó de
hacerlo reflexionar.

Se acercó, cubriéndolo mejor con las frazadas de la cama


y dejando un suave beso en la cien de su gruñón novio.

— ¿Y está bien? —Terminó con el jean, buscando donde


sea que haya dejado su camisa roja a cuatros. —Quiero decir,
¿Estás bien? ¿Te duele mucho? ¿Llevo una ambulancia?

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NEKO CORPORATION

—No, estoy bien. —El cálido tono de William le hizo sa-


ber a Zack que seguro estaba admirando a su minino dormir, por-
que era lo más probable, Eddy era un gatito, los gatos no suelen
levantarse tan temprano, o Nico era el único gato vago, quien
sabe. —Solo necesito que me ayudes a salir de aquí, el lugar por
donde entré me raspó la piel y bueno, ya no sangra, Eddy se en-
cargó de eso, pero no quiero salir con otro igual, así que si puedes
traer un fierro o algo para ayudarme con los maderos podridos,
te lo agradecería.

—Como los viejos tiempos, eh. —Ambos sonrieron, recor-


dando sus travesuras de más jóvenes. — ¿Puedo dejar a Nico
aquí o eso cuenta como un “Desalojen mi casa y no se olviden
de limpiar”?

—No, por mí no hay problema. Tengo mi auto cerca, solo


quiero salir, Zacky. Te dije que tengo planeado llevarme a Eddy
a un mejor lugar, pero, por ahora, mientras más alejado esté de la
zona donde se supone que está Eddy, mejor. Iré a ver a mi madre.

— ¿Con Eddy? ¿Estás loco?

— ¿Una mejor idea que aportar, Blair?

— ¿Y Andrew?

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Jasmine Stevens

—Tengo llamadas perdidas de él, no le he contestado, creo


que con esto sabemos que no puede con la responsabilidad, así
que iré con la mujer que sabe mantener a seis hijos, sin contarme
a mí y no perder la cabeza, seguro Eddy le encantará.

—Tu mamá es increíble.

—Sí, bueno, tiene que pagar por sus años ninfómanos.

Ambos soltaron grandes carcajadas, pero William se calló


cuando sintió a su pequeño removerse en su regazo. Él no tenía
problema con bromear de esa forma sobre su madre, ya se lo ha-
bía dicho a la cara muchísimas veces, y es que tres compromisos
diferentes y siete hijos no era algo que cualquier mujer en Lon-
dres pudiera hacer, encima continuar siendo tan fuerte, paciente
y luchadora. Sus seis hermanos menores aún vivían con su madre
y vaya que los amaba, pero ir a esa casa era literalmente visitar
una guardería, de no ser por Charly y Emily, que estaban en-
trando a su etapa de rebeldía: La adolescencia.

—Espero que estés en camino, Zack.

—Sí, sí. Yo espero que Nico no se despierte.

—Estará bien, creo que se sabe cuidar solo.

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NEKO CORPORATION

—No tienes idea. —Zack sonrió, recordando la nevera de


William totalmente vacía.

Terminó de hablar con William para pedirle en un mensaje


que le diga la dirección exacta y ya entonces pudo coger un taxi,
asegurándose de darle las indicaciones al hombre para que lle-
gase lo más pronto posible.

Cuando Eddy abrió los ojos, este ya se encontraba en la


parte trasera del auto de William, acostado con una manta encima
como si fuera su frazada, y una vez se aseguró que el conductor
era su Will, Eddy se tomó su tiempo para desperezarse y estirarse
antes de maullar, llamando la atención del más alto.

—Hola, bebé. —La cálida voz de William le removió el


corazón, de la buena manera, claro. Eddy se estiró hasta que sus
manos estuvieron una sobre el asiento de William y la otra sobre
el del copiloto, dándole un rápido beso a William en la mejilla.

201
Jasmine Stevens

—Meoow. —Maulló feliz, dirigiendo ahora su vista hacía


las ventanas, reconociendo que se encontraban en una carretera,
con muy pocos autos alrededor.

Logró hacer las suficientes maniobras para pasarse al


asiento de adelante, y no fue hasta que William comprendió lo
que quería que bajó la manija del asiento y le ayudó, evitando así
que su cola termine enredada con la palanca de cambios del auto.

El minino se colocó el cinturón como tanto había visto en


sus programas infantiles. “Usa el cinturón de seguridad, para
que estemos seguros” era lo que decía el mono gris ese que acom-
pañaba siempre a la niña de ojos gigantes pero que nunca veía
nada. Giró su rostro hacía William, preguntándole en un maullido
a dónde iban.

—Will.

— ¿Si? ¿Qué pasa, mi amor?

—Ñam. —Eddy ladeó su rostro de modo que señalaba ha-


cía el camino y no fui difícil para William comprender a lo que
se refería.

—Oh. Vamos a casa de mi madre. —La interrogante mi-


rada de su pequeño le hizo entender que, en definitiva, Eddy no
sabía a qué se refería. —La casa de mi madre, amor. Escucha,

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tengo una idea de a donde llevarte para que estemos los dos jun-
tos sin problemas y que nadie nos moleste, pero para eso tenemos
que ir primero a la casa de mi madre, ella podrá cuidarte y des-
pués de regañarme, seguro me ayudará manteniéndonos ahí un
par de días en lo que acabo con algunas cosas.

—Hmm.

Eddy bajó la mirada hasta su cola, tomándola con sus pe-


queñas manos y acariciándola. William comprendía que su niño
no entendía a qué se refería, pero de igual forma se le veía algo
nervioso, tal vez porque Eddy presentía, por esa corta explica-
ción, que estaban yendo a un lugar que no era su casa, y quizás
William lo dejaría encerrado otra vez, absolutamente solo.

Por la mente del minino solo pasaba el creer que su dueño


y amor se estaba aburriendo de él, aunque no comprendía la ra-
zón, Eddy estaba siendo un buen niño, o eso pensaba, aunque ya
empezaba a dudar un poco, más con tantos lugares a los que iba
y que ninguno era su hogar con William.

Peinó su cola con sumo cuidado y luego sus orejitas, aco-


modando cada uno de sus cabellos, fijándose en el espejo del lado
en el auto, alguna parte de su cerebro le decía que si se veía más
bonito para William, quizás así él no lo volvería a dejar solo en
algún lugar y serían muy, muy felices juntos.

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Jasmine Stevens

—Bebé. —El minino giró su rostro rápidamente cuando


sintió la mano de William colocada sobre la suya, entrelazando
sus dedos, mientras el mayor intentaba ponerle total atención a la
carretera, a pesar de hacerle caso a su gatito también. Eddy no se
sentía bien, así que en un intento por liberar su mano, la jaló más
hacía su cuerpo, pero William presionó el agarre, demostrándole
que no pensaba soltarlo. —Amor, no te apartes de mí, eso duele.

No quería que doliera, no deseaba hacer sufrir a William,


y no era su culpa no ser perfecto, él solo quería que William lo
ame, vivía por eso, sonreía por él. Así, sin pensarlo ni quererlo,
lágrimas escaparon de sus orbes y se encogió en su asiento, obli-
gando al castaño a estacionar el auto a un lado de la carretera y
jalar a su minino sobre sus piernas, mientras este se acurrucaba
contra su pecho y continuaba llorando, abrazando su propia cola
en un intento por darse confort.

A veces, aún después de tanto tiempo, William no com-


prendía como Eddy podía ser tan adorable, al punto de usar su
colita como un peluche o un juguete.

—Lo siento tanto, mi pequeño. —Sus brazos atrajeron más


el cuerpo del menor, acomodándolo en su pecho, dejándolo llorar
mientras repartía pequeños y dulces besos en toda esa cantidad
de rizos. —Hay cosas que no entiendes, es todo.

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—Will… —Eddy habló entrecortadamente, dejando que


su voz se le fuera cada que el llanto aumentaba, pero William le
tuvo paciencia, esperando que continuara explicándole, de al-
guna forma, lo que sentía. Por algún rincón de la mente del ojia-
zul pasó el necesitar a Nico, quizás ese rubio raro podía compren-
der y ayudarle a tener mejor comunicación con su pequeño. —
No… Will no te amo Eddy.

—Oh no, bebé ¿Cómo puedes pensar eso? —

Bien, tenía que ser un completo fracaso como dueño y no-


vio si su pequeño gatito pensaba eso de él, así que sintiendo la
impotencia por sus venas, tomó el rostro del más joven con todo
el cuidado del mundo y llenó sus suaves labios con pequeños be-
sos, besos que fueron bien recibidos por el menor.

—Te amo, Eddy. William te amo Eddy. Te amo con mi


vida y más. Sé que desde un punto de vista de alguien más, pue-
des amarme más porque te hicieron cosas y es como “Tu función”
el amarme, pero bebé, no te miento cuando te digo que me creo
capaz de amarte más que eso. Eres mi vida, mi corazón sin ti ya
no latería, todo lo que hago es por ti, sé que no entiendes, y no
encuentro forma de explicártelo aún, pero te amo y no quiero se-
pararme de ti, mi inocente gatito. Lo siento. —William tuvo que
cerrar sus ojos, en un intento desesperado por no llorar, no sabía

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Jasmine Stevens

que así de mal se sentía cuando dañabas a la persona que amabas,


porque él jamás había amado a nadie como amaba a Eddy, y sabía
tampoco amaría tanto a alguien después de él, porque Eddy ya
era su todo. —Perdóname ¿Si? He estado tan sumergido en pro-
tegerte que ni siquiera me he fijado en lo que sientes… Bebé. —
Tomó con cuidado una de las manos del menor, acercándola a su
boca, llenando su palma de pequeños besos, manteniendo su mi-
rada, ya con rastros de lágrimas, atenta al minino. —Te amo, no
quiero que lo dudes nunca, por favor.

A Eddy no le gustaba ver llorar a William, era la primera


vez desde que se conocieron que veía como por las mejillas del
mayor caían gotas de agua desde sus ojos hasta que se perdían en
alguna parte entre su cara y su cuello.

Negó, él no quería que William llore, sentía un fuerte dolor


en su pecho cuando eso pasaba, así que se incorporó lo suficiente
y, a pesar de la incomodidad que les proporcionaba el timón del
auto, Eddy logró quedar sobre el mayor, con una pierna a cada
lado de su cuerpo, porque el pequeño deseaba verlo de frente para
poder llenar su rostro de besos, llevándose en su boca todos los
rastro de las lágrimas, que por cierto, sabían bien, eran saladas y
tenían un buen sabor ¿Por qué no lo había notado antes?

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—Amor. —William soltó una pequeña risita, llamando la


atención del minino, quien se apartó lo suficiente y le correspon-
dió la sonrisa a William, dejando que ahora sean los besos del
ojiazul los que aparten todo rastro de tristeza de su rostro. —Muy
pronto seremos tú y yo, te lo prometo ¿Si?

—Meow. —Eddy apoyó su cabeza en el pecho de William,


meneando su cola de lado a lado antes de dejarla reposar sobre el
timón, mientras ronroneaba, sintiendo las caricias del mayor so-
bre sus rizos, rozando y acariciando el inicio de sus orejas. Cerró
sus ojos suavemente y él confió en William, porque amaba a Wi-
lliam, y William nunca le mentiría. —Eddy te amo Will.

—William te amo Eddy, bebé, muchísimo, y no habrá per-


sona en este mundo que no ame a un pequeño tan hermoso como
lo eres tú. Incluida mi familia.

Porque sí, William no dudaba de que Eddy se ganaría el


corazón de todas sus hermanas e incluso de sus dos pequeños
hermanitos, o de su madre. Su casa de toda su infancia no que-
daba ya tan lejos, pero él se mantendría ahí, mimando a su pe-
queño hasta que este se sintiera lo suficientemente seguro para
continuar.

Ninguna de las palabras dichas anteriormente era algo de


la boca para afuera o parecidos, lo amaba, lo amaba con cada

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Jasmine Stevens

partícula de su ser y lucharía por tenerlo consigo siempre. Nadie


se llevaría a Eddy, podía jurarlo por su vida en ese preciso mo-
mento.

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CAPÍTULO XVIII
Una vez William estacionó su auto frente a la casa de
campo que tenía su madre, se dirigió hacia la puerta del copiloto
para bajar a su pequeño gatito. Eddy tenía aún la vista algo infla-
mada y sus mejillas sonrojadas después de todo el llanto de hace
poco menos de una hora, pero para William aún se veía como el
ser más adorable de la tierra. Besó la palma de su mano un par de
veces, con ternura, escuchando las suaves risitas de su pequeño
niño, indicándole que todo marchaba bien.

—Tú solo tienes que ser igual de adorable que siempre, mi


amor. —Le susurró cerca de su orejita derecha, besando su meji-
lla y después sus labios, tomando su mano para caminar hasta la
entrada de la casa.

La madre de William trabajaba como enfermera en un hos-


pital muy reconocido del pueblo, eso desde que tuvo sus veinte
años cumplidos y era solo una practicante. Actualmente, con ya
más de cuarenta, contaba con una variedad de beneficios de dicho
hospital, como el poder trabajar únicamente los fines de semana
o en las madrugadas, para así ver a todos sus hijos en los horarios
necesarios y que la niñera que contrataba no se volviera loca cui-
dando demasiado tiempo a actualmente seis menores de edad.

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Jasmine Stevens

Aunque, por otro lado, ella recibía dinero mensual del pa-
dre de William y del padre de sus otras hermanas, además de su
actual pareja que se encontraba de viaje constantemente, pero era
un buen empleo, al menos dinero era lo que menos les faltaba,
aunque cuando William era más joven, él siempre deseaba que el
dinero pudiera comprar tiempo, así su madre no andaría tan ata-
reada y estresada, siempre haciendo muchas cosas a la vez.

Cuando William decidió dejar su casa, apenas terminados


sus estudios, ella no estuvo de acuerdo, realmente adoraba a su
pequeño, además de todo lo que William le ayudaba con las ni-
ñas. De algún modo cedió, pero ella continuaba estando al pen-
diente del mayor de sus hijos, después de todo era su bebé y siem-
pre lo sería, según la agradable Rebecca. Luego llegaron los ge-
melos, y William se cuestionó si su madre era un ángel por poder
tener todo bajo control sin arrancarse los pelos de la frustración.

Despejando su mente de los recuerdos de su infancia, tocó


el timbre de la gran casa de campo y sintió la mano de su gatito
tensarse sujetando la suya. Eddy le maulló roncamente y él se
inclinó para besar la punta de su nariz, observándolo menear las
orejas.

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NEKO CORPORATION

— ¡Enseguida voy! ¡Hayley, deja de molestar a Sam! —


Sí, William incluso podía imaginar a sus pequeñas gemelas celo-
sas de esos encantadores bebés.

Una vez la puerta se abrió, ante los ojos de ambos apareció


una mujer muy atractiva aunque ya de edad, ni muy delgada ni
de cuerpo demasiado proporcionado, ella podía cubrir el perfil de
la madre común, con esos ojos caídos y hermosos, de un azul
brillante.

Eddy sonrió apenas, esos ojos le recordaban mucho a su


William, eran idénticos. Detrás de ella apareció una pequeña,
agarrándose de las faldas de su madre y asomando la cabecita,
mientras la mujer mayor observaba atónita al chico frente a ella.

— ¡William Tunner, dichosos los ojos que te ven! —La


voz de regaño y emoción sorprendió al pequeño minino, sin-
tiendo luego como William era jalado hacía adelante y apartado
de su lado, mientras la mujer abrazaba con fuerza al mayor.

Eddy soltó su mano, quedándose quieto donde estaba, to-


mando al instante su larga cola entre sus manos, jugando un poco
con ella, tratando de no alzar la mirada, aún le intimidaban las
personas y no quería ponerse a llorar cuando William ya le había
dicho muchas veces que todo saldría bien.

211
Jasmine Stevens

—Mamá… Tengo que respirar. —La mujer soltó a Wi-


lliam después de escuchar la voz estrangulada de su hijo y tomó
su rostro, llenándolo de besos. Eddy sintió esa punzada de celos
en su pecho y un maullido escapó de su boca, llamando la aten-
ción de Rebecca junto con la pequeñita detrás de ella, quien hasta
el momento se mantenía callada.

— ¡Gatito!

Hannah corrió para tocar a Eddy pero fue detenida por los
brazos de William antes de siquiera rozar al minino, quien, por
cierto, retrocedió unos cinco pasos aproximadamente cuando vio
a esa pequeña desconocida acercándose peligrosamente a él.
Subió la mirada hacía William y le pidió ayuda con los ojos. Eddy
no se sentía seguro, él quería irse a su casa.

—Quieta, princesita. —William alejó su mirada de su pe-


queño para dirigirse a su hermana, ahora cargada en sus brazos.
— Eddy es muy tímido y no le gustan las personas, no debes
acercarte así o lo asustas ¿Entiendes? Y tú no quieres hacer llorar
al gatito ¿Verdad? —La pequeña Hannah negó con la cabeza,
abrazando a su hermano, mientras dirigía su mirada al minino
que la observaba asustado, aún con su cola en manos y sus orejas
inclinadas hacía abajo, temeroso.

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NEKO CORPORATION

—Perdón, gatito. —Susurró ella, recibiendo una caricia en


su cabello por parte de su hermano mayor, quien la bajó después,
observando la mirada curiosa de su mamá, enarcando una ceja;
estaba seguro de que su madre no entendía absolutamente nada,
pero tal como solían ser cuando William estaba en casa, ella de-
jaba que él controlara la situación.

—Ahora ve adentro ¿Si, princesa? Dile a Hayley que no


moleste a los bebés porque ya estoy aquí, y a Charly y Emily que
bajen a saludarme ¿Puedes cumplir con esa misión? —William
le hizo una pequeña caricia en el cuello a su hermanita, logrando
que esta se estremezca por la cosquilla, encogiéndose y escon-
diendo su cuello alzando su hombro.

Una vez la niña asintió con la cabeza y entró corriendo a


la casa gritando el regreso de su hermano, William le pidió un
segundo a su madre en lo que se acercaba a su pequeño minino,
arrodillándose en el suelo para quedar más a la altura del gatito.

Con cuidado, acarició los suaves rizos, recibiendo un que-


jido de Eddy, no el típico ronroneo, así que definitivamente no
todo andaba perfecto, pero William se lo debió imaginar, sus her-
manas eran demasiado cariñosas e impulsivas para alguien tan
temeroso y cuidadoso como lo era su bebé.

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Jasmine Stevens

— ¿Estás bien, amor? —Eddy negó con la cabeza, con sus


ojitos brillando a causa de sus prontas lágrimas.

A William le tomó unos segundos pensar en alguna forma


para ayudar a su minino, pero después de meditarlo, se estiró de
nuevo, parándose y tomando con cuidado a Eddy en sus brazos,
dejando que el felino enrede sus piernas alrededor de su cintura
y sus brazos en su cuello. William sintió al instante como su bebé
escondía su rostro en su cuello y sus rizos le picaban la barbilla,
haciéndole cosquillas.

—Iremos así ¿De acuerdo? Te prometo que nada malo te


pasará mientras estés conmigo. —Se aseguró de rodearlo bien,
con sus manos en los muslos del menor y escuchó un suave mau-
llido, luego Eddy afirmó con la cabeza, solo entonces William
camino hasta encontrarse con su mamá, quien continuaba mirán-
dolo sin decir absolutamente nada.

Rebecca confiaba muchísimo en su joven hijo, toda su


vida, desde que nació Charly, William había sido de los mejores
hermanos que podían existir, por ello a sus cortos doce años, ella
ya solía dejarle toda la casa a cargo y él tenía que arreglárselas,
tal fue su sorpresa esa primera vez que dejó a su hijo solo con
una pequeña bebé, que William fue capaz hasta de preparar la
cena en su espera, confirmándole que todo estaba en orden.

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NEKO CORPORATION

Ella confiaba más en su hijo que incluso en su capacidad


de tener paciencia, y cuando lo vio hablar tan pacíficamente con
ese pequeño niño con orejitas y cola, supo que la paciencia de
William hacía este era por toda la práctica que había tenido hasta
hace poco, cuidando a absolutamente todas sus hermanas.

—Mamá. —William tosió, aclarando su garganta para que


su madre baje de su nube y lo observe, ya en frente a ella, con un
niño meneando la cola siendo cargado por su hijo, aunque el más
pequeño no se atrevía a mirarla. —Él es Eddy. Amor, creo que
ya la viste, así que ella es mi madre, Becca ¿Recuerdas que te
dije que ella nos iba a ayudar? Bueno, no te preocupes ¿Si? Es la
misma mujer que antes me llamaba a mi departamento para sacar
los ratones de la casa porque no quería llamar a un exterminador
y que los mate; es adorable.

Becca sonrió ante ese recuerdo, después se enteró de que


los exterminadores te daban la opción de sacar a los animales sin
necesidad de matarlos, pero sí se recordaba a si misma llamando
a su hijo a altas horas de la madrugada, y es que teniendo una
casa entre tantos árboles, era absolutamente normal que algunos
animales se metieran a ella cuando encontraban la oportunidad.

—Bueno. —Al fin William escuchó la voz de su madre,


regalándole una tranquila sonrisa. —Es un milagro que estés

215
Jasmine Stevens

aquí, que necesites de mi ayuda y que traigas compañía, creí que


morirías solo y con gatos, amor, pero no por eso debes tener un
niño-gato, la idea no era esa. —William rió, negando con la ca-
beza con suma resignación. Sí, esa era su madre. —Vengan, en-
tren.

Eddy se sostuvo con más fuerza de William cuando escu-


chó el “Entren” y tensó todo su cuerpo, mientras sentía los suaves
besos del mayor en su cien, en lo que caminaban hasta dentro de
la casa. El minino no podía observar con detalle porque no se
atrevía a voltear, pero lo poco que notaba estando de espaldas y
solo ojeando las zonas donde William ya había pasado, era ese
lugar absolutamente enorme. La casa estaba pintada de un agra-
dable color crema y tenía muchos muebles por todos lados, o así
lo veía Eddy.

— ¿Verdad que es hermoso? —Escuchó la voz de William


y giró su rostro, lo suficiente como para encontrarse con la mi-
rada del mayor, transmitiéndole seguridad, logrando sacar una
pequeña sonrisa del gatito y una afirmación con la cabeza. —
Todo saldrá bien, mi pequeño. Si algo no te agrada, solo llámame
y yo estaré a tu lado antes de que termines de decir Will. Re-
cuerda lo que hablamos, no pienso dejarte solo, príncipe mío.

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NEKO CORPORATION

Eddy dejó un pequeño beso en los labios del mayor,


cuando escuchó a una persona contener el aliento dramática-
mente, así que otra vez tensó su cuerpo, con temor de voltear.

—Iugh, se besaron. —Era una voz parecida a la de la pe-


queña de la entrada, porque no era la misma, Eddy podía encon-
trar esa ligera diferencia entre la niña anterior y la que acababa
de hablar, además de un acento británico un tanto más exagerado.

— ¡Oh por Dios! ¡Es un niño de esos de la televisión!

Una voz mucho más madura se fue acercando a ellos, pero


antes de que llegase, William se dejó caer en uno de los muebles
individuales de la casa y sentó al minino sobre sus piernas, con
las de Eddy a un lado, aun acurrucándolo contra su pecho, pero
al menos ahora los grandes y temerosos ojos del menor podían
ver por el rabillo de estos como eran las personas que hablaban.

—Emily, él le tiene mucho miedo a los ruidos fuertes y no


conocidos, no grites ¿De acuerdo? —La niña ante ellos era mu-
cho más grande que la rubia pequeña que los fue a recibir, ade-
más de que ella tenía el cabello castaño, del mismo color del ca-
bello de William. Eddy soltó un suspiro cuando observó a la niña
obedecer, sentándose en uno de los asientos frente a ellos, aunque
ese era para más personas.

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Jasmine Stevens

Una vez ya todos estuvieron sentados en la sala, Eddy ya


reconocía mejor a cada una de las chicas, o al menos así le pare-
cía. La mayor bajó mucho después que las demás, con unos au-
dífonos puestos y su celular en mano, pero tuvo la misma reac-
ción que la mayoría, de no ser por la pequeña que le dijo Iugh a
su beso. Incluso Charly —Porque así había escuchado Eddy que
William llamó a la rubia mayor. —Se había vuelto loca con él, a
tal punto de ignorar cuando su celular casi cae al suelo, pidiendo
a William que le permita cargar a Eddy, pero Eddy ni siquiera
tuvo tiempo de tensarse antes de que el abrazo de William se vol-
viera más firme y dijera un “No, mío” que aceleró el corazón del
pequeño.

Después estaba la niña con el cabello bonito, ella se llama


Emily, o así la reconocía Eddy; luego eran Hayley y Hannah, am-
bas tenían mucho parecido, de no ser porque una tenía un gan-
chito de cabello en forma de conejo hacía la derecha, y la otra
pequeña hacía la izquierda, en forma de gatito, y las voces, pero
ese era un detalle que solo las sensibles orejitas de Eddy podían
notar. También, y por último, dos pequeños gateaban en el suelo,
en uno de sus tantos susurros dándole tranquilidad, William le
explicó a Eddy que la niña se llamaba Sophia y el otro bebé era
Sam.

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NEKO CORPORATION

—William, por favor. Queremos tocarlo. —Insistía la niña


de cabello bonito. Eddy ronroneó en el pecho de su William, qui-
zás dejaría que ella sí lo toque, el minino quería tener la oportu-
nidad de sentir el cabello de la niña ¿Sería tan suave como el de
William? ¿Olería tan bien también?

Sin embargo, comprendía que si dejaba que una de ellas se


acerque, todas lo harían a la vez también, y eso le daba aún algo
de miedo.

—Solo si Eddy quiere. —William les sonrió, volteando a


ver a su minino aún sentado en sus brazos. —Amor ¿Ves allá?
—Señaló a un lado de la sala, donde había una conexión directa
con el comedor. —Ahí voy a estar yo hablando con mi madre, te
dejaré en este mismo sofá y si no quieres que ellas se acerquen,
solo tienes que decir “No” ¿De acuerdo? O si algo anda mal, me
llamarás y vendré corriendo. Podrás verme desde aquí, así te ase-
guras de que no me iré a ningún lado ¿Te parece?

Eddy soltó otro quejido cuando escuchó la propuesta, ana-


lizando que tan lejos estaba el lugar que William le había seña-
lado, por si al final tendría que ir corriendo evitando que el mayor
se fuera. Él quería obedecer a William y confiar en él, así que
haría lo posible y esperaba no terminar metiendo la pata o las
cuatro patas con todo y cola con sus errores.

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Jasmine Stevens

Una vez afirmó con la cabeza, William lo dejó cuidadosa-


mente sobre el sofá. Eddy encogió las piernas y las abrazó casi al
instante, ante la mirada ansiosa y curiosa de las demás pequeñas.

—Charlotte, nada de fotos. —Casi gruñó William cuando


observó a su hermana apuntado con su celular al pequeño. —Na-
die debe saber que Eddy está aquí ¿Entiendes? —La voz autori-
taria con la que su William le hablaba a la niña mayor rubia sor-
prendió a Eddy, a él nunca le había hablado de esa manera, es-
taba seguro de que si lo hacía, se pondría a llorar. Para Eddy,
William era el ángel de la paciencia y no quería dejar de verlo
así. —Ahora, ya me escucharon, se acercan una por una hasta
que coja confianza, si es posible dejan que las huela primero, le
gusta hacer eso, y se quedan quietas si dice algún “No”, ya saben
que si no se comportan no lo verán de nuevo, además de que su
hermano aquí, al que obligan a vestirse de Santa todas las navi-
dades les traería carbón y se los meterá en los calzones ¿Entien-
den?

Todas las pequeñas afirmaron, William le regaló una en-


cantadora sonrisa al minino, inclinándose hacía él para dejar otro
pequeño beso en sus labios, escuchando los Iugh’s de las gemelas
rubias. Eddy rió, ya se estaba acostumbrando a esos sonidos, y,
de hecho, si los iban a soltar cada que se dieran un beso, sonaban
bonito para sus orejitas.

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NEKO CORPORATION

Una vez estuvo donde le indicó a Eddy, llamó a su madre,


quien se encontraba en la cocina preparando la cena. Ella salió
limpiándose las manos con uno de sus trapos y primero se ase-
guró de sus hijas, para luego observar al ojiazul frente a ella.

—Má… Creo que tienes que sentarte.

La suave voz de William le recordó a Becca las veces


cuando él hacía sus travesuras, esos días en que fueron solo ellos
dos contra el mundo, y el encantador pequeño niño de apenas
unos cuantos años le contaba a su madre que cometía errores,
porque ella crio a un pequeño muy sincero, que no podía dormir
por las pesadillas de su subconsciente diciéndole que confiese sus
malos actos ante su madre. Así de adorable fue y seguía siendo
William.

Becca obedeció, sentándose en una de las grandes sillas


del comedor, mientras William hacía lo mismo y al instante le
tomó la mano, colocándola sobre la mesa.

—Hijo, me asustas ¿Qué sucede?

—Estoy en problemas… Y muy serios.

221
Jasmine Stevens

222
NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XIX
Eddy observaba a William hablar con su madre, así que,
luego de asegurarse de mantenerlo en su campo de visión, pasó a
enfocarse en su problema principal, en ese grupo de niñas al
frente suyo, que lo miraban peor que a algo raro, aunque tenían
unas sonrisas como las de las muñecas feas que no le gustaban,
de lado a lado, casi de oreja a oreja.

— ¿Meow? —Maulló suavemente, sin saber cómo comu-


nicarse con las cuatro pequeñas, observando la mirada de cada
una. Se supone que tenían que acercarse, pero Eddy prefería oler
primero a la niña de cabello bonito, Emily, antes que a las demás.
Soltó otro maullido, tratando de mantener el contacto visual con
el azul de los ojos de la pequeña, aunque ese color no era tan
claro como el azul de su William.

Una vez Emily entendió, tuvo una pelea con Charly porque
ella era la mayor, y quería ir primero, pero luego de que la niña
de cabello bonito le dijera a su hermana que llamaría a William,
ambas se callaron. Emily se acercó a paso lento hasta el sofá
donde se encontraba Eddy aún con sus piernas encogidas hacía
su pecho y sus manos descansando sobre sus rodillas.

223
Jasmine Stevens

La pequeña niña estiró su mano relajada hasta el rostro del


gatito, obedeciendo lo que su hermano le había dicho sobre pri-
mero dejarlo olerlas, y Eddy olfateó con sumo cuidado, hasta que
hizo lo que antes con Zack, acercó su cabeza de tal modo que la
mano quedó sobre sus rizos, y Emily comprendió que podía aca-
riciar, así que lo hizo.

Las cuatro niñas se cubrieron la boca para callar sus gritos


llenos de emoción, mientras Emily soltaba un “Yaaass” en un su-
surro, tratando de no asustar a Eddy. Para el minino estaba bien,
la niña tenía manos pequeñas y se sentía genial cuando sus dedi-
tos pasaban por su cabello, o por el inicio de sus orejitas.

—Charly, ahora acércate tú.

Parecía que todas hacían una travesura juntas, puesto que


susurraban para mantener la calma de Eddy, en lo que este ron-
roneaba, disfrutando de las caricias, luego sintió otra mano cerca
de su rostro y al abrir los ojos se encontró con otros azules pare-
cidos a los de William y una sonrisa amable.

—Hola, yo soy Charlotte, pero todos me dicen Charly. ¿Tú


cómo te llamas?

224
NEKO CORPORATION

Eddy abrió la boquita, separando bien los labios y las pe-


queñas tuvieron que aguantar otro grito al notar los adorables col-
millitos superiores e inferiores en la boca del menor, antes de es-
cucharlo hablar con la voz ronca e infantil. —Eddy.

Otra mano se posó sobre su cabeza y ahora fueron mucho


más caricias agradables. Eddy no tardó en cerrar los ojos y entre-
garse a las sensaciones, con suaves ronroneos, escuchando las ri-
sitas de las niñitas. Todo iba a estar bien, se dijo, meneando la
cola de un lado al otro con tranquilidad.

William observaba con una gran sonrisa como ahora sus


cuatro hermanas tenían sus manitos sobre el cabello de Eddy,
aunque luego tendría que lavarlo, no quería que su bebé tuviera
sus rizos sucios, eso contando las cosas que sus hermanas podían
haber estado tocando antes, como la tierra del bosque entre al-
guna de sus travesuras o cualquier otra cosa, aún peor conociendo
lo mucho que a Eddy le gustaba verse bien, porque no era algo
anormal el encontrar a su pequeño cuidando sus rizos, al parecer
le gustaban mucho.

225
Jasmine Stevens

—William ¿Estás siquiera escuchándome?

Becca llevaba dándole el sermón de su vida desde que la


puso al tanto de todo, y el mayor ya había recorrido toda su casa
con la mirada, fingiendo escuchar. No era que fuera mal hijo, sino
que todo lo que le pudiera decir su madre ya se lo habían dicho,
y por otro lado, el pensar en el “Hubieras” era algo que a él no le
gustaba, ya estaba ahí, tenía al amor de su vida y un plan para
estar juntos al menos por unos cien años. A él no le importaba
mucho que tanto sermón pudiera hacerle su mamá.

—Sí, má. Fuerte y claro. —Suspiró, apoyando su codo so-


bre la mesa y su barbilla sobre la mano de ese brazo, admirando
a su madre.

—De verdad que eres imposible. —Ahora fue ella quien


soltó todo el aire de sus pulmones en un largo suspiro. — ¿Cuál
es tu plan entonces?

— ¿Recuerdas la casa de papá, en la playa?

La sonrisa de William se ensanchó cuando Becca empezó


a negar repetidas veces, con las manos y con la cabeza. Oh, claro
que recordaba esa casa. Su padre, cuando estaba casado con su
madre, era un hombre de mucho dinero, la verdad William nunca
se lo cuestionó antes, pero si lo pensaba, podía imaginar su papá

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NEKO CORPORATION

en algo ilegal para tener la fortuna que tenía, como esa casa de
playa era, que, por decirlo de una manera, el nidito de amor donde
William fue procreado.

Sirvió de lugar para la luna de miel de su matrimonio.


Tarde Becca comprendió que tantas atenciones eran nada más y
nada menos por la cantidad de cuernos que le metía su esposo
con un sinfín de mujeres que conocía durante su trabajo. Su ma-
trimonio no duró ni dos meses más de esa luna de miel, pero la
casa de playa quedó totalmente abandonada, aún peor conside-
rando que se encontraba en una zona algo excluida de la ciudad
y de la parte turística de la playa en sí.

Oh sí, una casa oculta en la genial Weymouth Beach so-


naba como música para sus oídos, y el mejor lugar para iniciar su
nidito de amor junto con su pequeño minino.

—Ni siquiera haz llamado a tu padre para preguntarle. —


Se defendió la mayor.

— ¿Para qué? Creo que está muerto ese viejo, el punto es


que tú tienes las llaves, me lo dijiste una vez cuando te saqué a
fuerza la historia con mi papá.

— ¿Y qué te hace pensar que te la daré? William, ese lugar


está abandonado desde hace más de diez años.

227
Jasmine Stevens

— ¡William!

—Lo sé, mamá pero escucha-

— ¡William! —El segundo grito lo hizo reaccionar.

Ambos mayores voltearon para observar a la pequeña


Hannah, mientras las otras tres niñas e incluso Eddy miraban en
dirección a los mayores. William le regaló una hermosa sonrisa
a su pequeño, y Eddy supo que era para él, porque al instante
meneó las orejas y mostró sus dientes en una inmensa sonrisa,
dejando notar los hermosos hoyuelos en sus mejillas.

— ¿Qué pasa, princesa?

— ¿Eddy no sabe hablar?

—No, solo unas cuantas palabras.

Después de decir eso, William continuó concentrado en


hablar con su madre, de una u otra forma tenía que convencerla
de darle las llaves de ese lugar, así lo podía arreglar un poco y
luego listo, su vida estaría solucionada por mucho tiempo más.
Observó a Rebecca y entrecerró los ojos, analizando cada una de
las muecas que hacía su madre, al parecer ella estaba en una cons-

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NEKO CORPORATION

tante pelea interna por saber si hacer lo mejor para su hijo y de-
cirle que no participaría en algo que podía meterlo en problemas
o hacer lo que a su pequeño lo hiciera feliz.

— ¿Entonces? —Cuestionó ella. — Necesitas las llaves,


de acuerdo, pero ¿Podrás volver a poner esa casa en buen estado?
Te recuerdo que no ha sido habitada por muchos años.

—Necesitaré unos cuantos días, quizás una o dos semanas


porque tengo que hacer mucho y no sé si permitas que nos que-
demos aquí, pero igual puedo hospedarme en un hotel o algo pa-
recido por este tiempo, solo… Necesito esas llaves, mamá.

La voz suplicante de su hijo causó que ella solo soltara un


suspiro lleno de resignación. William era increíble, era terco, tes-
tarudo y siempre pretendía tener la razón, bueno, al fin y al cabo
era su hijo, y lo amaba, Becca quizás no había pasado la mejor
infancia de su vida, ni adolescencia tampoco, cuando decidió ca-
sarse con el padre de William, su familia le dio la espalda, y aún
embarazada y sola, le continuaron dando la espalda; ella no co-
metería esos mismos errores.

—De acuerdo, las buscaré.

— ¿En serio? —William se levantó de la silla, tirándola


hacía atrás sin desearlo, golpeando sus palmas contra la mesa,

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Jasmine Stevens

casi lanzándose sobre su madre para abrazarla hasta dejarla sin


aire. — ¡Oh por Dios! Mamá, eres un ángel. —Y lo hizo, la
abrazó fuerte después de que ella asintió con la cabeza, mientras
le repetía una y otra vez lo agradecido que estaba.

—Y no seas idiota, tú y Eddy están invitados a quedarse el


tiempo que sea necesario. Una, dos semanas, no importa, son
bienvenidos.

— ¡Gracias má! Gracias, gracias, gracias.

— ¡WILL!

William se incorporó casi pegando un salto, incluso Becca


se sorprendió por lo fuerte que sonó el grito grave de un pequeño
que le llegaba a menos del hombro en cuanto al tamaño. El mayor
giró su cabeza y se encontró con su bebé, con los ojitos llorosos
y mirándolo suplicante, las orejitas inclinadas hacía atrás, esti-
rando sus brazos y sus manos, esperando que William fuera por
él. Las niñas se miraban entre ellas, culpándose y dándose leves
empujones unas a otras, discutiendo, mientras Eddy solo repetía
una y otra vez el nombre del mayor.

Cuando William se acercó, lo tomó en brazos. Dejó que


Eddy lo abrace con fuerza por el cuello y sus piernas se enreden
alrededor de su cintura, mientras escondía su rostro e inspiraba

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NEKO CORPORATION

el dulce y agradable olor del castaño, eso siempre lograba cal-


marlo.

—De acuerdo ¿Qué sucedió?

Las niñas se observaron entre ellas y todas empezaron a


hablar a la vez, a William normalmente le causaba ternura
cuando se comportaban de esa manera, y normalmente también
era algo sin importancia, incluso sabía que Eddy solo se había
asustado por alguna razón insignificante, pero tenían que com-
prender lo que no le agradaba a su minino para evitarlo, al fin y
al cabo estarían ahí por una o dos semanas, y él no deseaba que
su pequeño la pasara mal.

—Chicas, ya, cállense. —Las cuatro obedecieron, aunque


aún se miraban entre ellas con el ceño fruncido, culpándose las
unas a las otras con la mirada. — Charly ¿Qué pasó?

—Todo es culpa de Hannah y Hayley.

— ¡Claro que no! ¡Es tu culpa! —Gritó impulsivamente


Emily, defendiendo a sus hermanas pequeñas.

— ¡Fue ella! —Hayley señaló a Hannah y curiosamente


Hannah hizo lo mismo con Hayley.

Sí, adorables.

231
Jasmine Stevens

William las dejó que discutan un rato más, girando su ros-


tro para dejar tiernos y suaves besos en la cien de su pequeño,
mientras lo atraía mejor contra su cuerpo, permitiendo que Eddy
se relajara en sus brazos, escuchándolo maullar una y otra vez.

— ¿Estás bien, mi amor?

—Meoow.

Eddy asintió débilmente, dejando suaves besos en el cuello


de William, riendo cuando sintió el estremecimiento del cuerpo
del mayor, hasta que sus labios se encontraron y fue suficiente
para calmarse. Eddy besó a William con suavidad, como tanto
había ansiado hacerlo desde que llegaron, aunque solo habían po-
dido darse besos pequeños y cortos.

—Entonces. —William volvió a sus hermanas, pisando


algo fuerte el suelo para que todas se callaran otra vez, y sus pares
de ojos se centren directamente en su hermano. — Probemos de
nuevo. —Suspiró. —Emily ¿Qué ocurrió?

—Intentamos enseñarle a Eddy nuevas palabras, y… Su-


pongo que nos pasamos un poco, le repetíamos una y otra vez
nuestros nombres y él se asustó. Como no nos hacía caso, una
que otra empezó a alzar la voz, bueno… Sé que dijiste que nada
de eso, la cosa es que luego vi que sus ojitos estaban llorosos y

232
NEKO CORPORATION

segundos después te llamó. ¿Puedes decirle que lo sentimos? No


fue nuestra intención, es solo que nos agrada y espero no nos odie
ahora.

William le sonrió a su pequeña hermana y pasó su mano


por su cabello, despeinándoselo, mientras Emily cerraba los ojos
con fuerza, esperando a que su hermano se detuviera, y no es que
le molestara demasiado, podía peinarse luego, ella estaba feliz
porque William siempre hacía eso cuando se encontraba orgu-
lloso de alguna de ellas.

Quizás ellos no eran una familia modelo, tal vez demasia-


dos niños con una sola persona mayor, pero no era sorpresa para
nadie que las cuatro hermanas querían y admiraban mucho a Wi-
lliam. Él nunca había sido de ese tipo de chicos retraídos, a Wi-
lliam le gustaba demostrar su carácter, eso a ellas les encantaba,
y soñaban algún día defender sus ideales como él, por sobre lo
que cualquier persona diga, como William defendiendo sus pre-
ferencias sexuales, por ejemplo.

—Eddy, amor. ¿Puedes responderme algo?

—Meoow.

Las cuatro hermanas se quedaron calladas cuando Eddy


dejó de esconderse y, aun abrazando a William, volvió a mirarlas,

233
Jasmine Stevens

con los ojitos algo vidriosos, observando luego al mayor, espe-


rando que hablase.

—Las chicas me preguntaron si las odias ¿Las odias?

Eddy volvió a mirarlas y negó con la cabeza, meneando


sus orejas, para luego apoyar su cabeza en el hombro de William,
dejando que sus rizos le hicieran cosquillas en su mejilla y en su
cuello. Las pequeñas sonrieron, soltando algunos suspiros, y Wi-
lliam supo entonces que su mamá estaba criando a cuatro señori-
tas de bien, se sentía tan orgulloso.

—Eddy solo sabe decir “Sí”, “No”, “Will” y “Te amo”, no


le he enseñado más porque le cuesta un poco, y si no le sale bien,
es normal que se frustre o llore. Seguro se aprenderá sus nombres
luego, o quizás diminutivos como “Char”, “Em”, “Hay” o “Han”
pero tienen que tenerle muchísima paciencia ¿Si? Lo tendrán
aquí dos semanas y no quiero que se repita lo de hoy, chicas. Si
todas le enseñan a decir Char, luego Em, Hay y Han, se enredará
menos que cada una gritándole su nombre y esperando que lo
diga. No es una grabadora, es como un bebé, bueno, es mi bebé,
de hecho.

— ¿Se van a quedar? —Preguntó la pequeña Hayley, es-


peranzada.

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NEKO CORPORATION

—Sí, nos entran unos días por aquí.

Cuando William entró a su habitación, contuvo todo el aire


posible al observarla tal y como la había dejado al irse de su casa,
aunque sorprendenmente estaba limpia, y era algo que se lo agra-
decería a su madre al día siguiente. Dejó a su pequeño minino en
la cama, imaginándose durmiendo acurrucado con Eddy, porque
sí, solo era de una plaza y tendrían que compartirla ambos.

— ¿Te gusta?

Eddy admiraba cada rincón de la habitación, pintada de un


azul oscuro, con muchos posters de Marvel pegados en las pare-
des, además de una estantería llena de juguetes, vaya que William
estaba feliz de su loca idea de nunca tirar sus cosas de pequeño,
eso que tener cuatro hermanas, causaba que por su mente pasara
el pensamiento de jamás tener un hermano varón al cual here-
darle su fortuna en juguetes, pero ahora, muy aparte de ya tenerlo,
sabía cuánto le gustaría a su pequeño Eddy todo eso.

235
Jasmine Stevens

Eddy estiró su mano señalando uno de los peluches de


cuando William era un bebé, un conejo grande y naranjo, con
algunas partes amarillas. El ojiazul solo le sonrió y se acercó al
peluche para tomarlo y entregárselo, observando enternecido al
pequeño abrazar el muñeco casi al instante.

—Creo que tomaré eso como un sí.

Se sentó al lado de Eddy y se mantuvo observándolo,


mientras el minino analizaba detalle a detalle del peluche. A
Eddy le gustaba que tuviera orejitas como él, pero era diferente
en la parte de la cola porque la del muñeco solo era un círculo
pequeño, y la suya era muy pero muy larga.

—Bebé ¿Y si me miras?

Eddy dejó de observar su peluche y volteó a ver al mayor,


meneando la cabeza, sin comprender qué deseaba su Will. Iba a
soltar un maullido cuando sintió la mano del más alto en su bar-
billa y luego sus labios capturando los suyos. Cerró los ojos, sí,
eso era mil veces mejor que cualquier juguete nuevo.

Soltó un dulce gemido cuando los dedos del más alto aca-
riciaron su vientre, por debajo de la remera que traía y solo en-

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tonces se descubrió ya acostado en la cama, con el cuerpo de Wi-


lliam casi por completo sobre el suyo, observando la oscuridad
de los ojos azules del mayor.

— ¿Will?

—Te necesito, amor.

Eddy sintió la mano de William sobre su entrepierna y no


preguntó más, ni siquiera se molestó en oponerse, él también ne-
cesitaba mucho a William. Quería sentir su amor a través de las
caricias, de los besos y de la manera como lo llevaba al cielo te-
niéndolo dentro suyo, corriéndose en su interior.

237
Jasmine Stevens

238
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CAPÍTULO XX
William toda su infancia y su adolescencia amó su habita-
ción. Cuando pequeño, en la secundaria, a él y a un grupo de
amigos se les ocurrió la idea que pasa por la mente de todo chico
adolescente: Tener una banda.

Él no cantaba bien, para William su voz era demasiado


aguda siquiera para ser de un chico, eso sin considerar que no
entonaba como él deseaba, y aunque nunca se acomplejó con eso,
el sueño de ser cantante se vio interrumpido innumerables veces.
Aunque claro, en su momento fue su mayor capricho, a tal punto
de gastar todos sus ahorros en su primera batería, bajo y guitarra,
puesto que su papá le pasaba una buena cantidad de dinero men-
sual y así podía practicar con la mayoría de sus amigos que no
podían costear sus propios instrumentos.

El segundo problema que atravesaron fue la necesidad de


un lugar donde practicar, siendo música pop/rock lo que ellos
más tocaban, y ese un lugar lleno de ancianas renegonas queján-
dose de las diferencias de generaciones, William casi tuvo que
arrodillarse frente a su mamá para que los deje ensayar en su casa.
Pero Becca no soportó ni una semana con tremendo ruido prove-
niente de la habitación de William, donde tenía metidos a cinco

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Jasmine Stevens

chicos con instrumentos en un lugar demasiado reducido. Así que


eso cambió gracias a una buena idea que consiguió de su profesor
de música.

Espuma acústica, esas dos palabras que solucionaron su


vida. La música saliente de su habitación ya no fue tan potente
como para romperle los tímpanos a Becca o a sus hijas que se
quejaban del ruido al no poderse concentrar en nada que no fuera
la música, ahora el ruido no estresaba a nadie y si cerrabas los
ojos, podías hasta imaginar que escuchabas la radio, o veías un
programa de talentos, porque bueno, tan bien no se escuchaban,
pero Becca siempre le dio su apoyo a su hijo mayor.

Sin embargo, ahora William conocía otra buena función


de la espuma acústica, y vaya que adoraba su habitación.

— ¡Ahh!

Tomó con firmeza la cintura de su bebé mientras lo man-


tenía estable, embistiendo lenta pero profundamente contra el
cuerpo de su pequeño, alzando las caderas cada que Eddy bajaba
y hundiendo lo más posible su miembro, hasta el punto de tocar
la próstata del menor, lo cual reconocía porque Eddy arañaba su
pecho cada que esto pasaba.

240
NEKO CORPORATION

Observando con detalle el rostro de su minino, sus mejillas


sonrojadas, sus orejitas estiradas mientras disfrutaba del leve cos-
quilleo de su cola moviéndose sobre sus piernas. Eddy tenía la
boca abierta, en una “o”, moviendo su cuerpo por instinto propia,
entregándose completamente al mayor mientras llenaba de sus
dulces gemidos toda la habitación.

—Así, eso bebé… Ya casi. —William tomó con firmeza


el miembro del pequeño y empezó a bombear este, masajeando
con velocidad, desde la base hasta su glande, dejando que las go-
tas de líquido pre seminal escurrieran desde la punta, ayudándose
con eso para tener más facilidad al masturbar al felino.

—Will. — Eddy jadeo, impulsándose hacia adelante para


atrapar los labios del mayor, besándolo con anhelo, con necesi-
dad, dejando que sus lenguas bailen juntas tanto dentro como
fuera de sus bocas, mientras movía sus caderas de adelante hacía
atrás, presionando sus pequeñas uñas contra la piel del mayor. —
Will.

William mordió la barbilla de Eddy, presionando la punta


de su miembro con su pulgar, evitando que este pudiera llegar,
logrando sacar un lamento de los gruesos y rojos labios del mi-
nino.

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Jasmine Stevens

Eddy abrió los ojos, intentando mantenerlos así para ob-


servar con suplica al mayor, sabiendo que no debía detener el
movimiento de sus caderas, pero quería correrse, su cuerpo le pe-
día liberarse y el dedo de William se lo impedía.

— ¡Will! ¡Ah! —William volvió a impulsar sus caderas


hacía arriba, tocando otra vez ese punto que logró hacer que Eddy
arquee la espalda.

—Dilo, bebé, vamos… Dilo que ya no aguanto. —Sabía


que también estaba en su límite, pero había estado practicando
con Eddy un par de nuevas palabras o más, y no había mejor mo-
mento que ese para obligar a su bebé a sacar lo que tanto habían
enseñado y que no solía decir por temor a hacerlo mal.

—Wi-Will…

William, con decisión, tomó las caderas del menor y lo


tumbó en la cama, tratando de, en el proceso, no salirse de su
interior. Dejó a Eddy con su cabeza apoyada a los pies del col-
chón y sus piernas separadas, reteniendo el cuerpo del mayor en-
tre estas. Eddy jadeó y casi gritó cuando inició de nuevo con las
embestidas, profundas y certeras, además de rápidas tocando una
y otra vez su punto y él sin poderse venir.

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—Vamos, bebé. —William dejó un rápido beso en la


frente del minino, sintiendo las piernas de este rodear su cuerpo,
intentando que William empuje más profundo, en definitiva
Eddy podía ser la cosa más tierna del mundo, pero en la cama…
Era una máquina cargada de sensualidad.

—Po. —Eddy cerró sus ojos, llevando sus manos a los


hombros de William, presionando sus uñas con fuerza en su piel,
sin tomar en cuenta las marcas que dejaría en el cuerpo del ojiazul
para después. — Porrrrr. —Alargó la “r” en un sonido parecido
a un ronroneo, llevando incluso más al límite al mayor, si es que
era posible, admirando con detalle el rostro lleno de placer de
Eddy. — ¡Por! ¡Por fa…! —Otro empuje más y Eddy ya sentía
el líquido fuera, pero no salía, y vaya que lo necesitaba. — ¡Por
favor… Ahhh!

Sin poder aguantarlo más, William se corrió en una pro-


funda embestida, liberando su esencia en el interior de su minino,
mientras dejaba en libertad su miembro y permitía que Eddy
manche sus pechos con ese líquido tan conocido para ellos.

Eddy arqueó la espalda, con su cuerpo rendido, recibiendo


todos los espasmos de semejante corrida, mientras William be-
saba sus rendidos labios, en un beso lento y largo, en lo que Eddy
solo se entregaba por completo al mayor.

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Jasmine Stevens

—Te amo, Will. —Ronroneó el chico de rizos, sintiendo


sus ojos pesados, encogiéndose en la cama, soltando un quejidito
cuando el miembro de William resbaló fuera de su interior. Él
quería que se quede ahí, se sentía cálido y lleno.

—Te amo, bebé. Descansa, yo me encargo del resto.

William quitó algunos mechones de cabello de la frente de


Eddy y se incorporó, listo para limpiar a su pequeño, vaya que
disfrutaban de su tiempo juntos, y vaya también que la espuma
acústica era muy buena, llevaban dos semanas con el mismo pro-
ceso y hasta el momento ninguna queja de su madre sobre los
gemidos de Eddy en la mañana y en la noche.

Dos largas semanas viviendo con su madre y William no


se podía sentir más feliz. Las niñas y Eddy se llevaban muy bien,
él ya había aprendido a decir “Em” y aunque William no enten-
día, a Eddy parecía agradarle mucho su hermana Emily, además
de que su minino siempre le andaba tocando el cabello a la pe-
queña, y a pesar de las constantes quejas de las demás niñas, ellas
con el tiempo dejaban de tratar a Eddy como un extraño o un ser

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que admirar por horas de horas, a veces Hayley y Hannah juga-


ban con los mellizos en la sala y Eddy los observaba desde el
sofá, todo empezaba a encajar como era debido; e incluso Charly
había vuelto a su etapa de chicos, amigas, salidas, y más, igno-
rando en gran parte al pequeño minino.

Pero como siempre, después de toda tormenta viene la


calma, sí, lamentablemente luego tiene que volver la tormenta.

William ya tenía lista la casa, había estado monitoreando


todo a base de los arquitectos y sus gráficas de cómo estaba que-
dando, sin salir de casa de su madre, le había prometido a Eddy
que no lo dejaría solo, y aunque no dudaba que su minino amaba
a su familia, jamás había intentado irse, temía por lo que pudiera
pasar, no cometería el mismo error tres veces, además, dejarle
toda la responsabilidad a su madre y a sus hermanas no era buena
idea tampoco.

— ¿Diga? —Habló la voz del otro lado de la línea.

—Hey, Zacky.

— ¡William! Oh mierda, idiota ¡Te has desaparecido!


¿Dónde estás? ¿Anda todo bien? ¿Qué ha pasado? ¿Ya tienes el
lugar para ti y Eddy? ¿Cómo está ese pequeño?

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Jasmine Stevens

—Estoy con mi madre, sí, todo perfecto. No mucho, ando


arreglando la casa y esos detalles, así que aún no estamos allá y
Eddy anda bien, perfecto, diría yo.

— ¿Entonces qué sucede?

— ¿No puedo llamarte solo para saludar?

—No.

—Bien, tú ganas. —Rió el mayor, volteando para observar


a su minino sosteniendo una de las muñecas de Hannah, mau-
llando, mientras acercaba esa Barbie a la de Hayley y juntaba sus
cabezas, en lo que las niñas reían con él. —Necesito ir a revisar
los últimos detalles de la casa, resulta que tengo que irme mañana
desde temprano y no puedo llevar a Eddy. —Susurró, esperando
que su minino no lo esté escuchando.

—De acuerdo, ese es un problema. —Suspiró Zack del


otro lado de la línea. — ¿Quieres que vaya? Sé que le caigo bien,
pero no creo poder aguantar un par de gatos locos, además, es-
toy en parciales y debo pasar tiempo estudiando, William.

—Lo sé, algo así me imaginaba, en realidad quería pedirte


a Nico.

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— ¿Nico? Oh bro, él aún no conoce a Eddy ¿Crees que se


lleven bien?

—La verdad no tengo idea, pero es todo lo que me queda,


mañana es domingo, no habrá nadie en mi casa hasta altas horas
de la tarde porque mamá tiene que trabajar, Hannah y Hayley
estarán en casa de la abuela y Emily y Charly estudiarán en casa
de sus amigas hasta que mamá las recoja en la noche, porque adi-
vina, exámenes también.

— ¿Y los mellizos?

—Ese es otro problema. —Rió William, nerviosamente.


—Le he dicho a mamá que vendrás tú a cuidar a Eddy y a los
mellizos.

—Déjame ver si entiendo. —Zack aclaró su garganta. —


Me estás diciendo que me harás llevar a Nico, la persona menos
adorable del mundo para que cuide de Eddy y de un par de bebés
llorones. William, lo de los porros fue una sola vez, te dije que
no haríamos esas mierdas de nuevo.

— ¡No estoy drogado, Zack!

—Bueno… No sé qué planeas, pero supongo que eres mi


amigo y tengo que ayudarte.

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—Ajá, eres el mejor.

—Llevaré a Nico mañana en la mañana, déjame ver si


puedo convencerlo de hacer esto. —Suspiró el ojinegro. —Me
debes una grande, prófugo de la ley.

—Claro, claro. Mañana nos vemos, Zacky.

Una vez William cortó el teléfono, suspiró largamente, no


sabía qué tan bien terminaría todo eso, solo esperaba que Nico
supiera explicarle a su pequeño que debía salir únicamente por
un día, después solo ellos por el resto de sus días, o eso esperaba.
No, definitivamente eso pasaría.

Intentando ocultar su preocupación, se acercó al sofá


donde descansaba Eddy y besó su cabeza, recibiendo después los
dulces labios de su pequeño, mientras escuchaban el típico
"Iugh” de Hayley y Hannah.

William se levantó muy temprano a la mañana siguiente,


encargándose de embarcar a su mamá y a sus hermanas, mientras

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le aseguraba a ella que él no se iría de ahí hasta que llegue Zack,


y no mentía, llegaría Zack, solo no se quedaría.

Una vez tuvieron la casa sola para ambos, solo con los pe-
queños durmiendo en el piso de arriba, William subió a la habi-
tación para despertar y vestir a su pequeño, tal y como todos los
días. Era encantador ver a Eddy vestirse solito, sin embargo, a
veces no sabía meter su cola en el hueco que le había hecho a
absolutamente todos sus pantalones con un parche para que no se
abriera de más la tela; incluso en algunos momentos, Eddy no
encontraba el agujero de los brazos en las remeras, o dejaba la
parte trasera de estas toda doblada, sin poder encontrar como ba-
jarla por su piel.

Una vez lo alistó, le colocó la gran cantidad de pulseras al


pequeño, todas regaladas por sus hermanas, y a Eddy le gustaban,
él no podía estar tranquilo después de bañarse, hasta que tuviera
esa lista de como diez o más decorativos en su brazo.

Eddy y William bajaron a tomar desayuno con tranquili-


dad, a William le servía los biberones guardados que tenía su ma-
dre, de Hannah y Hayley, porque incluso aunque Eddy ya tuviera
el físico de un chico de quince o dieciséis, a veces le gustaba en-
greírlo y darle cosas como esa, porque su bebé era eso, un bebé
ante sus ojos.

249
Jasmine Stevens

—Amor, escucha, hoy vamos a conocer a alguien. —Ha-


bló William, mientras tomaba una de las manos de su bebé, lo-
grando hacer que este deje su mamadera, mirándolo con los ojitos
llenos de curiosidad, meneando las orejas. — Es un amigo mío y
seguramente tuyo también. Se van a llevar muy bien, mi pe-
queño.

En el mismo instante en que Eddy iba a decir algo, o mau-


llar quizás, tocaron la puerta con fuerza, casi como si fueran pa-
tadas y de hecho lo eran, William lo confirmó cuando escu-
chando un grito proveniente de su mejor amigo del otro lado de
la puerta.

— ¡Mierda, Nico! ¡Respeta!

— ¡Es una casa gigante, Zack! ¿Me vas a decir que nunca
has querido patear una puerta de una familia rica?

— ¡Claro que no, tarado!

El minino se puso de pie al instante, acercándose a los bra-


zos de William, subiéndose sobre sus piernas, mientras el mayor
lo abrazaba con cuidado y dejaba tiernos besos en su cien, tra-
tando de tranquilizarlo.

—No es nadie malo, amor, solo un par de idiotas. —Sus-


piró el castaño, cargando a Eddy y acercarse a la gran puerta,

250
NEKO CORPORATION

esperando que esas patadas no hayan despertado a sus pequeños


hermanos, en serio esperaba poder explicarle todo a Eddy para
que entendiera que debía cuidarse él y cuidar a los otros dos be-
bés del piso de arriba.

Una vez abrió, lo primero que observó fue al ojinegro con


sus manos en su cara, suspirando. En realidad a William le diver-
tía todo eso, Zack no era alguien con mucha paciencia, y que se
enamore de un pequeño que requería de mucha, mucha más in-
cluso que Eddy, era divertido ante sus ojos.

Lo siguiente fue el minino ya conocido para él, Nico venía


con un short de más abajo de sus rodillas, y una remera larga
manga cero, además de una gorra colocada hacía atrás, siendo lo
único que lo delataba su esponjosa y larga cola meneándose en
su retaguardia.

—Bueno, aquí estamos. —saludó Zack, observando el


cuerpo de Eddy prácticamente colgado del de William, abrazán-
dolo con sus brazos y piernas, sin querer voltear. —Hola Eddy,
es lindo verte. —Bromeó el ojinegro, recibiendo una mirada de
enojo de parte de su mejor amigo, e incluso del rubio a su lado.

— ¿Eddy? —Preguntó Nico. — Me dijiste que William


nos iba a dar comida.

251
Jasmine Stevens

William observó a Zack y este solo se encogió de hombros,


estaba claro que eran mejores amigos, sus mentiras terminaban
siendo igual de mal ejecutadas, o quizás peor con forme avanza-
ban en ellas. Eddy, al fin, suavizó su agarre del cuello del mayor
y se volteó, encarando a Zack, entregándole una suave sonrisa y
luego observó al minino a su lado.

La mirada de Eddy se agudizó y volvió a tensar su cuerpo,


él no había visto a otro de ellos desde que se escapó de ese horri-
ble lugar.

¿Acaso William iba a remplazarlo? Observó al mayor y


este le dio un suave beso, bueno, eso contaba como un no ¿Ver-
dad? Él no había hecho nada malo, y aprendió palabras nuevas,
tomaba toda su leche, incluso dormía las horas que William le
decía y no ponía caras desde hace mucho ¿Por qué iría a reem-
plazarlo? No tenía sentido.

—Amor, él es Nico, es el gatito de Zack.

252
NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XXI
—Así que… ¿Ese es Eddy?

El ambiente se volvió tenso mientras Nico analizaba con


detalle al gato que colgaba del cuerpo de William, observando su
cola y sus pequeñas orejas meneándose y revolviéndose entre
tanto rizo. No estaba mal, aunque para Nico nunca nadie le gana-
ría a su cabello rubio y sus ojos azules, pero Eddy tenía toda la
madera de ser un material digno para cualquier viejo verde que
deseara satisfacer sus necesidades en algún prototipo de Neko
Corporation.

William bajó a Eddy con mucho cuidado, y aunque Eddy


se mantenía sosteniendo la mano del mayor, se acercó sin temor
al rubio frente a sus ojos, olfateando cerca de este, con su par de
orejas más levantadas de lo normal, analizando el olor del rubio,
aunque no, no lo reconoció. Nico hizo lo mismo, solo que menos
exagerado, meneó su cola una vez notó que Eddy era casi de su
mismo tamaño.

—Hmm. —Nico volteó hacía el pelinegro, que se mante-


nía igual que William, esperando su primer comentario, en lo que
Eddy admiraba la cola más esponjosa que la suya meneándose de

253
Jasmine Stevens

un lado a otro. — ¿Y la comida, Zack? —William aclaró su gar-


ganta, llamando la atención del rubio y de su pequeño.

— Hay toda la comida que quieras en la cocina, Nico, pero


necesitamos que nos hagas un favor.

—Favor por comida, que novedad. —Rodó los ojos el mi-


nino, recordando cómo había vivido toda su vida y se cruzó de
brazos en una clara muestra de autodefensa, retrocediendo unos
pasos, apegando más su cuerpo al de Zack. — Te advierto que ya
no hago nada sexual, William, Zack dijo que esas cosas están mal
y me siento tranquilo entregándole mi culo solo a él, así que si es
algo de eso, no. ¡Zack, dile! —Habló infantilmente el pequeño
de ojos azules, mientras Zack observaba el marco de la puerta,
preguntándose si era posible golpearse hasta perder la concien-
cia. Ojalá algún día Nico aprendiera a hacerle caso a esa estúpida
voz de tu cabeza que te dice “No digas eso, suena mal”, sí, ojalá
algún día.

—Eh… No es eso. Nico, Zack, mejor pasen ¿Si? Ahora les


explico todo.

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NEKO CORPORATION

— ¿QUÉ?

Tanto William, como Zack y Eddy cerraron los ojos y se


encogieron cuando escucharon el fuerte grito del minino, sentado
frente a ellos en el sofá individual, mientras Eddy estaba arrodi-
llado a su lado, con sus manos en el brazo del sofá, admirando
esas felpudas orejas rubias que meneaba el gato que ahora se in-
clinaba agresivamente hacia adelante.

—Déjenme ver si comprendo lo que me están diciendo. —


Nico gruñó, hasta que observó a Eddy demasiado cerca y soltó
una maldición, levantándose del sofá para alejarse del minino. —
¡Con un demonio! ¡Eddy, mierda! Ya deja de olerme, puta ma-
dre.

— ¡Meooow! —Muy por el contrario de lo que William


pensaba, de imaginarse a su pequeño corriendo a sus brazos des-
pués de semejante grito, Eddy solo se levantó del suelo y le mau-
lló a Nico, captando su atención, logrando que el otro felino me-
neara las orejas y girara su rostro con totalidad al pequeño de
rizos.

— ¿Cómo pretendes que no le grite? ¡Me ha dicho que


tengo que cuidar de ti y de dos mocosos! Encima ¿Por qué mierda
no sabes hablar? Pareces un bebé más, Eddy.

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Jasmine Stevens

Muy por el contrario de lo que ahora Zack y William se


esperaban, Nico estaba calmado o más de lo que ellos podían si-
quiera creer. El rubio manteniendo una conversación con el pe-
queño felino a su lado, claramente ambos no se acercaban, con-
tinuaban cuidando su espacio mutuo y no tenían ninguna inten-
ción de lanzarse sobre el otro, pero era sorprendente la forma
como el rubio entendía cada maullido de Eddy.

Los ojos de William brillaron emocionados, él sabía que


tenía un buen pequeño, pero no al punto de escucharlo, aún sin
entenderlo, tratar de calmar a la fiera frente a ellos, o protegién-
dolo a él, sí, Eddy estaba protegiendo a William y a Zack de los
gritos de Nico.

—Calmados mis huevos, Eddy ¿Cómo quieres que me


calme? ¡Estos imbéciles me han traído aquí a base de mentiras!
En fin, a ti puedo aguantarte si te amarro a una silla o te encierro
en un cuarto, pero dos mocosos ¡Son esos mini humanos que ca-
gan y comen y lloran! No, no lo acepto.

Nico se volvió a tumbar en el sofá, rendido, mientras Eddy


se mantenía quieto, incluso llevó su mirada a William, esperando
que este dijera algo al respecto. Eddy en realidad estaba total-
mente excluido del tema, lo único que sabía era que tenían que
cuidar a Sophia y Sam, pero no comprendía la razón, William y

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NEKO CORPORATION

él se podían encargar perfectamente de ambos pequeños, no era


la primera vez tampoco.

—Nico, escúchame. —habló William, oyendo el claro


gruñido del rubio mientras apartaba sus manos de su rostro, al
parecer tratando de relajarse y no continuar mandando a la
mierda a todos. — No solo te trajimos para que los cuides, eres
el único que puede entender a Eddy y al que Eddy puede entender
con facilidad, necesito que de alguna forma le expliques que no
será para siempre, ya tuvimos problemas antes porque lo dejé
solo, y yo… Te lo ruego, solo este día, luego te prometo darte lo
que quieras, por favor.

Nico escuchó cada palabra saliente de la boca del ojiazul,


llevó su mirada a Zack y recibió una sonrisa leve, comprensiva,
Zack era justo, él no iba a obligar a Nico a que acepte semejante
cosa, peor aun cuando por culpa de sus parciales no le estaba
prestando la debida atención a su pequeño minino.

El rubio comprendía que si decía que no, Zack hablaría con


William para dejar en claro eso, su última palabra. Luego de ver
al ojinegro afirmar con la cabeza, Nico llevó su mirada a Eddy,
observándolo caminar lentamente hasta el regazo de William,
acurrucándose sobre sus piernas, escondiendo su rostro en su

257
Jasmine Stevens

cuello, admirando como el mayor rodeaba al pequeño con sus


brazos, repartiendo dulces caricias en su costado.

Soltó un largo suspiro, admirando la escena, William y


Eddy eran muy parecidos a Zack y a él, porque a pesar de su mal
genio y de sus muchas discusiones, ellos tenían sus fines de se-
mana, cuando se acurrucaban juntos en el sofá a ver las películas
de súper héroes que tanto le gustaban a Zack. Nico sabía que su
favorito era Linterna Verde, y que Zack soñaba dibujar como en
esos comics de donde hacían las películas, para Nico no era im-
posible, una vez había descubierto un cuaderno de bocetos de
Zack, con muchos dibujos de él en caricaturas, a Nico le gustó
verse en aquellas imágenes, pero más aún le agradó ser lo princi-
pal dibujado en aquel cuaderno.

Él no tenía razón para odiar a Eddy. De acuerdo, quizás


era un pequeño sumamente desesperante porque parecía hacer
vomitar arco iris a cualquiera que lo viera; Eddy reflejaba esa
inocencia que él ni siquiera recordaba haber tenido e incluso le
sorprendió el notar que Eddy no sabía hablar, entonces pensó que
era parte de los nuevos prototipos, esos separados de los demás,
“los especiales”, los puros, aquellos que nadie tocaba, que no los
follaban, que no los hacían sentir la mayor escoria del mundo.
Pero aun así, no tenía por qué odiarlo, Eddy no le había hecho
nada e incluso era agradable encontrarse con uno igual a él.

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Sabía Eddy sentía lo mismo hacía su persona, ambos se


compadecían, porque ambos habían encontrado a ese alguien que
los salve, a alguien que los saque de su oscuridad.

—De acuerdo. —Suspiró el rubio. —Lo haré, solo espero


que no se acabe la comida antes de que regresen porque de lo
contrario me comeré a Eddy, y literal, el canibalismo no suena
tan malo cuando se tiene hambre.

William soltó un largo suspiro de tranquilidad, relajándose


mientras continuaba mimando el cuerpo del pequeño en sus bra-
zos, y con su mano libre chocaba los puños con Zack, quien des-
pués se levantó y caminó hasta su rubio, acariciándole los cabe-
llos, dejando un suave beso en su frente.

—Sabía que lo harías.

—Sí, sí, bésame bien, imbécil.

Nico llevó su mano a la playera del mayor y lo jaló de la


tela, aplastando sus labios contra los del moreno, dejando que
estos se movieran tan acostumbrados, entregándose ambos en ese
acto, mientras Eddy meneaba la cola, observando desde su es-
condite en el cuello de William, curioso, hasta que se alejó del
pecho del mayor y le hizo un puchero.

— ¿Qué pasa, mi bebé? ¿Quieres un beso también?

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Jasmine Stevens

El castaño acarició dulcemente por detrás de la orejita al


minino, observándolo asentir con la cabeza y entonces lo besó,
sin cohibirse ni un poco, no vería a su pequeño por unas largas
horas y aún se preguntaba cómo sobreviviría sin aquellos labios
que lo llevaban al mismo cielo, o sin ese encantador ronroneo
que relajaba todos sus sentidos.

—Meoow.

William y Zack tomaron el auto de la madre del primero


mencionado, William se aseguró de hacerle saber a Nico que de-
jaría al ojinegro en su casa y lo encerraría con llave para que es-
tudie como era debido: Sin detenerse. Ya después iría camino a
la casa de playa para hacer sus respectivas supervisiones, mien-
tras tanto, Eddy le preguntaba por milésima vez a Nico si William
volvería, en lo que ambos observaban el auto marcharse por la
carretera, alejándose cada vez más.

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NEKO CORPORATION

—Por no sé qué número de vez, Eddy, William vuelve an-


tes de que anochezca, cuando entres cierras ¿Vale? —Nico mo-
vió su mano, restándole importancia y metiéndose a la casa, diri-
giéndose directo a la cocina.

Eddy se mantuvo unos minutos más observando al auto


alejarse, sintiendo sus ojitos nublarse debido a las lágrimas que
deseaban salir. Él confiaba en Nico, al final no tenía razón para
no creerle, Nico era el gatito de Zack, y no una amenaza para él,
además, quería confiar en que William volvería; sin embargo, ya
sentía un vacío en su pecho solo por su ausencia.

— ¡Eddy! ¡Esta familia de ricos tiene la nevera más grande


que he visto! ¡Ven a ver!

Escuchó los gritos emocionados del rubio y rió, volteán-


dose para entrar a la casa y cerrar la puerta, pasando sus manitos
por sus ojos, eliminando las lágrimas. Entonces sintió el claro
olor de comida proveniente de la cocina y una punzada de algo
horrible nació en su estómago y subió por su garganta, obligán-
dolo a hacer una mueca de dolor y presionar su abdomen y sus
labios, encogiéndose, en ese instante Nico salió de la cocina con
pollo recién descongelado en sus manos, sin cubiertos, sin nada,
traía las dos piernas del pollo entre sus cortos deditos.

261
Jasmine Stevens

— ¡Mira! ¿A poco alguna vez has visto unas piernas tan


grandes? No es por presumir, pero he robado comida de los me-
jores restaurantes de Londres y-

Nico no completó la oración cuando observó al minino


ante sus ojos con una mueca de dolor. Dejó las piernas sobre la
mesa y corrió hasta el gatito, llevando una de sus manos sobre las
de Eddy en su vientre y la otra en su frente.

—Hey, vamos, apenas se ha ido William, no me hagas sen-


tir mal niñero ¿Qué tienes? ¿Te duele? —Eddy negó con la ca-
beza, aunque su rostro aún mostraba dolor, la punzada de sabor
horrible bajó su intensidad hasta que casi solo le quedó un dolor
resentido sobre esa zona del vientre. — ¿Qué sentiste?

—Meoow. —Maulló unas tres o cuatro veces, explicán-


dole a Nico lo que sucedió.

—Oh, eso se llama nauseas, pasa cuando hueles algo as-


queroso o no sé, quizás comiste algo en mal estado ¿Nunca has
tenido nauseas? —Eddy negó con la cabeza. — Vaya gato mi-
mado, yo he sabido vomitar hasta mi estómago un par de veces,
y mierda, no tienes idea de cuan horrible es.

Sacudió los rizos de Eddy y lo dejó, permitiendo que el


minino se componga y empiece a caminar tranquilo, aún con sus

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NEKO CORPORATION

manos sobre su vientre, acariciándolo dulcemente, pidiéndole


mentalmente a su cuerpo que se calmara, que solo eran nauseas,
como lo había nombrado Nico.

—Oh Dios ¡Cállalos, Eddy! ¿Qué tienen?

Eddy alzó los hombros y maulló un par de veces. Ellos pa-


saron juntos apenas tres horas juntos, quizás un poco más, todo
estaba resultando tranquilo con Eddy jugando con las muñecas y
Nico comiendo, hasta que se hizo la una de la tarde, y sorpresi-
vamente escucharon fuertes sollozos provenientes del segundo
piso.

Una vez subieron, se encontraron con los bebés llorando


en sus cunas, así que, después de una discusión en la que solo
Nico le indicaba a Eddy qué hacer, los bajaron al primer piso,
sentándolos sobre la alfombra de la sala, en medio de todos los
muebles. Pero aún los bebés seguían llorando.

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Jasmine Stevens

— ¡Juro que voy a estrellar mi cabeza contra la pared!


¡Mátalos! No sé ¡Que paren! —Nico sostenía sus orejas pegán-
dolas a su cráneo, tratando inútilmente de no escuchar los llantos,
mientras Eddy intentaba distraerlos con su cola, moviendo la
punta de lado a lado sobre estos. Otras veces había funcionado,
pero ahora Sophia y Sam no dejaban de llorar, ya con sus voces
a todo lo que daban, gritando y sollozando, con sus pequeñas ma-
nitos en puños, sin prestarle atención a nada más que no fuera su
inentendible razón para quejarse. — Listo, se acabó, voy por el
cuchillo.

Nico se levantó, obviamente no iba a matar a nadie, pero


estar sentado en uno de los sofás no ayudaba, así que en su de-
sesperación se mantuvo de pie, mientras Eddy continuaba arro-
dillado al lado de los bebés, ambos pequeños acostados sobre la
acolchonada alfombra.

—Meooow.

— ¿Cómo que “¿Por qué lloran los bebés?”? ¿No te digo


que cagan, comen, duermen y lloran? O quieren cagar, o quieren
comer o dormir y si no lo hacen, lloran.

—Ñaaam. —Eddy meneó sus pequeñas orejitas, Nico ha-


blaba muy gracioso y aunque no comprendía del todo muchas de
las expresiones usadas por este, él deseaba algún día hablar tan

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NEKO CORPORATION

fluidamente como lo hacía Nico, seguro así podría decirle a Wi-


lliam todo lo que pensaba, o lo mucho que le aceleraba el cora-
zoncito.

—Pues, cuando cagan, se les tiene que… —Nico se calló


un momento, sonriendo. — ¡Eddy, eres un genio!

— ¿Meow?

— ¡Tenemos que-…! Oh, mierda. —

La cara de Nico cambió de felicidad por encontrar la solu-


ción, a un total tormento imaginándose lo que tendrían que hacer
ambos con esos bebés que solo eran unos megáfonos, gritando
cada vez más fuerte.

—Eddy… Tenemos que cambiarles el pañal, eso o dejar


que se ahoguen en sus lágrimas y mocos.

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Jasmine Stevens

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CAPÍTULO XXII
—Bueno, creo que podremos hacer esto ¿Listo?

Nico observó al pequeño Eddy justo frente a él, soste-


niendo a uno de los bebés, mientras el otro se encontraba apoyado
en su pierna. Los bebés aún gimoteaban, pero milagrosamente
ahora estaban calmados, mucho más en comparación con los gri-
tos de antes, y aunque Nico había mencionado el dejarlos así
hasta que lleguen Zack o William, cuando le explicó a Eddy que
los pequeños se habían hecho popo en su pañal y eso les moles-
taba, tuvo que aguantar unos minutos de quejas del minino, di-
ciéndole que si fuera al revés, a ellos no les gustaría tener popo
molestándoles el trasero. Así que al final colmó la paciencia de
Nico y los cambiarían.

Después de ser convencido, Nico dijo que no tocaría


mierda de bebé, sí, esa fueron sus palabras, así que junto a Eddy
caminaron hasta la cocina para buscar cosas que les sirvieran y
de algún modo evitaran que se ensucien. Nico encontró en uno
de los cajones unos guantes de látex nuevos, y le ordenó a Eddy
que usara los que ya estaban utilizados y secos al lado del frega-
dero; también Nico, en su intento por calmar la peste que sabía
saldría apenas abrieran esos pañales, caminó fuera de la casa y

267
Jasmine Stevens

tomó un par de ganchos pequeños para colgar ropa, entregándole


uno al minino de rizos y ordenándole que se lo pudiera en la na-
riz. Después de eso y que Nico se colocara el delantal de cocina
de la madre de William, ellos ya estaban listos o eso decía el ru-
bio.

Subieron a la habitación de los pequeños y dejaron a Sam


en su cuna, mientras tomaron a Sophia, y ya que no encontraron
una superficie sólida, Nico abrió una de las puertas y de esta cayó
la base recta para planchar la ropa. Perfecto, pensó él, colocando
a la pequeña bebé encima, mientras esta se chupaba el puño y los
observaba, con sus ojitos llenos de lágrimas secas y su naricita
con mocos caídos.

—Bueno, Eddy, esto es simple, le sacamos esto. —Señaló


el pañal una vez le alzaron el pequeño vestido rosa con flores de
colores. — Y tenemos que limpiarle el trasero, sino ensuciará el
nuevo pañal ¿Entiendes? —El otro minino asintió, pasando su
mano por su nariz por milésima vez, el gancho le fastidiaba mu-
cho, además de hacerlo respirar dramáticamente por la boca, pero
si Nico lo decía, él lo haría, al final William había dejado al rubio
a cargo, y Nico le caía bien.

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NEKO CORPORATION

Una vez sacaron el pañal, la bebé movió sus pequeños pie-


citos, en lo que Nico le entregaba el pañal sucio a Eddy, dicién-
dole que lo botara en algún tacho de por ahí, y que le trajera ese
papel higiénico gigante que había visto en la cocina, Eddy le pre-
guntó por qué no el del baño, si ese era más suave, pero Nico solo
contestó que, como era más pequeño, tenía miedo de mancharse
con la mierda de la bebé, así que mejor prevenir que lamentar.

Durante el proceso de limpiar a la niña, Nico estuvo obli-


gando a Eddy a ir y venir cada que tiraba el papel sucio, ya que a
ninguno se le había ocurrido la idea de una bolsa, hasta que al
final le dijo a Eddy que trajera el tacho de basura entero, aunque
luego lo hizo devolverlo porque traía el olor de la popo de la
bebé, y no es que fuera muy fuerte, pero sus narices estaban más
desarrolladas de lo normal, así que para ambos era insoportable,
aún con los ganchos tapando sus fosas nasales.

Eddy le hablaba a la pequeña mientras Nico terminaba de


ponerle el pañal, y aunque nunca supo si estaba al revés o no, el
rubio se sintió orgulloso cuando ya tenía a la pequeña como
nueva, con esta estirando su manito, queriendo tocar las rubias
orejas en la cabeza del ojiazul.

Nico por un momento iba a acceder, pero bastó que Eddy


le dijera un comentario lleno de ternura para que casi tire a la

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Jasmine Stevens

bebé al suelo, entregándosela al otro minino, ordenándole que se


lleve a esa cosa que servía únicamente para llorar, comer, dormir
y hacer mierdas.

El procedimiento se repitió con el otro bebé, y de algún


modo ambos mininos sobrevivieron al mayor caos de todos los
que enfrentaban los padres primerizos: Cambiar el pañal.

Después de la repentina aventura, Nico encontró en la te-


levisión una de las películas que a Zack le gustaban y le ordenó
a Eddy que la viera con él, pero antes de que esta terminara, otra
vez se escucharon los llantos de los dos bebés acostados en la
alfombra del suelo, porque sí, decidieron dejarlos en el suelo así
los vigilaban, y el piso era cómodo, Eddy muchas veces quiso
acostarse sobre esa cálida alfombra de color vino.

— ¿¡Ahora que mierda quieren!? —El casi chillido del ru-


bio se escuchó tan fuerte, que ambos bebés terminaron gritando
más entre sus llantos, al parecer a todo lo que daba su voz. Eddy
miró con reproche a Nico, pero luego solo gateó hasta quedar
junto a los bebés, preguntándoles entre maullidos qué deseaban,

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NEKO CORPORATION

aunque para Nico no fue difícil adivinarlo, los pequeños se co-


mían sus manitos entre babeos con sus pocos dientes como si pu-
dieran arrancarlas de sus brazos, así que estaba claro que tenían
hambre; ahora la pregunta era si indicarle a Eddy que vayan a
buscarles algo de comer o fingir no saber hasta que las neuronas
del otro pequeño gatito captaran lo que era obvio.

—Ven, Eddy. —Nico se levantó, suspirando cuando Hulk


agarró a Loki y lo estampó contra el suelo como un juguete, esa
era su parte favorita, la pelea del final, pero se la estaba perdiendo
por un par de mocosos que no sabían ni caminar solos.

Una vez Eddy lo siguió, llegaron hasta la cocina y Nico


buscó algo para los bebés, según sabía ellos tomaban solo leche,
él prefería mil veces una Coca-Cola, pero le pareció gracioso
como, apenas sacó la leche, las orejas de Eddy se menearon e
incluso pudo ver sus ojitos brillar ante la caja.

— ¿Te gusta? —Movió la caja hacía un lado y la cabeza


de Eddy la siguió, al igual que la mirada, hizo lo mismo hacía
otro lado y Eddy continuó, así que, riendo ante su inocencia, Nico
se alejó poco a poco, hasta estar cerca de la puerta de entrada a
la cocina.

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Jasmine Stevens

Eddy maulló, anticipándose y preguntándole a dónde iba,


pero antes de que pudiera dar un paso más, Nico ya estaba co-
rriendo hacía la sala.

— ¡Meow!

— ¡Si me atrapas te sirvo un poco! —Rió el rubio entre


gritos, siendo perseguido por el otro minino, jugando y riéndose
de la mirada preocupada de Eddy, además de sus maullidos ad-
virtiéndole que no corra, que podía tirar la leche.

Alrededor de las cinco de la tarde y los dos mininos corre-


teándose como si su vida dependiera de eso, Nico jugaba con
Eddy mientras este intentaba quitarle la leche, hasta que en su
milésima corrida alrededor de la mesa principal del comedor,
Nico se tropezó con una de las patas de la silla de un extremo y
cayó al suelo, tirando la leche a un lado, derramándose gran parte
de esta, pero lo peor no fue eso, sino que Eddy iba con tanta ve-
locidad detrás de él que al final cayó sobre el rubio, arrastrándolo
lo suficiente en el suelo para que el rostro de Nico se manche con
leche mientras su nariz se golpeaba contra el piso, debido al peso
de Eddy sobre su cuerpo.

— ¿Meow? —Eddy le preguntó si estaba bien, quitándose


de encima del rubio, arrodillándose en el suelo.

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—Mierda, mi nariz. —Nico se levantó lentamente, lle-


vando al instante su mano hacía la parte herida, dejando que su
rostro haga una mueca por el dolor en esa zona. — ¡Puta madre!
Eddy, tenías que tener cuidado. —Gruñó, cerrando sus ojos
cuando las lágrimas amenazaron con escapar de sus ojos,
deseando correr y huir, él no quería llorar, él lloraba solo cuando
Zack le decía cosas bonitas, o de placer también, pero no por el
dolor. No le dolía, nunca le dolía nada, sin embargo no podía
evitar sus ojos enrojeciéndose hasta que una lágrima resbaló por
su mejilla. — Agh, quiero a Zack. —dijo, como niño pequeño.

Eddy no sabía qué hacer para calmar a su nuevo amigo, así


que cuando observó unas gotitas de leche resbalando por la bar-
billa del rubio, se acercó y pasó la lengua por esa zona, consi-
guiendo recibir un manotón de Nico, empujándolo para que se
aleje.

—Puaj, Eddy ¡No hagas eso! —Gruñó, pasando su ante-


brazo por su barbilla, girándose para ver al otro minino, regalán-
dole una calmada sonrisa, tratando de tranquilizarlo. — Estoy
bien, solo que cuando te golpean aquí. —Le señaló la nariz a
Eddy, quien ya tenía los ojos llorosos, temiendo haber hecho algo
mal. — Pues las lágrimas salen porque quieren, aunque tú no lo
quieras. El cuerpo es raro, no es mi culpa.

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Jasmine Stevens

Nico continuó con su sonrisa despreocupada, pero la borró


cuando observó que las pequeñas lágrimas de Eddy se escapaban
por sus mejillas, cayendo sobre sus rodillas apoyadas en el suelo.
El rubio centró su mirada en el lugar hacía donde Eddy miraba y
se encontró con la mayor parte de la leche derramada en el suelo
y el minino ya comenzando a hipar debido al llanto, llevando sus
manos hasta sus ojos, inclinando sus orejitas a los lados.

— ¿Es por la leche? —Eddy asintió, todavía llorando, sen-


tándose al fin sobre sus glúteos para alzar sus piernas y apoyar su
frente en sus rodillas, abrazándose a sí mismo. Nico frunció el
ceño, no le gustaba ver a Eddy así. — ¿Te van a gritar?

—Meooow… ¡Meow!

Eddy tenía miedo, por suerte al fin existía una persona que
lo comprendía, así que entre gritos y llanto, le contó a Nico que
no quería que William ya no lo ame por botar la leche. Él decía
que le causaba muchos problemas a William, y que prefería que
lo golpee antes de ya no amarlo. “Eddy te amo Will”, “Will no te
amo Eddy”, eran, entre esas y sus “defectos físicos”, las cosas
que Nico escuchaba gritar al minino, aún encogido en una bolita,
sintiéndose tan malcriado, incluso su cola la había enrollado y la
mantenía sujeta entre sus manitos, escondidas detrás de sus pier-
nas.

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NEKO CORPORATION

— ¿William te ha golpeado antes? —Nico se acercó hasta


sentarse al lado del pequeño minino, abrazándolo por sobre los
hombros, dejando que Eddy apoye su cabeza en su pecho y con-
tinuara llorando cerca del minino rubio. Incluso Nico intentó con
su cola darle ánimos, así que la acercó para que Eddy pudiera
presionarla también, tal y como estaba haciendo con su propia
esponjosa cola marrón oscuro.

Una vez Eddy negó con la cabeza ante la pregunta de Nico,


el rubio comprendió que, quizás y solo quizás, los nuevos proto-
tipos no la pasaban tan bien como él creía y se sintió mal por
haber juzgado a Eddy simplemente por ser diferente a él.

El pequeño rubio se mantuvo junto al minino, acaricián-


dole los rizos hasta que el llanto cesó algo, al menos lo suficiente
para que la voz de Nico se escuche con claridad por sobre los
sollozos.

—Eddy, no fue tu culpa, yo te estaba molestando con la


leche, y si William pregunta le diré eso. —Eddy alzó la mirada,
observando atentamente los ojos azules del rubio, recordándole
esos ojos azules que amaba con todo su corazón. — Y otra cosa,
no seas menso, William no te va a dejar de amar nunca, ni si-
quiera creo que quiera no amarte, yo pienso que te ama mucho,
así como tú a él o yo a Zack.

275
Jasmine Stevens

— ¿Meow?

—En serio, ahora deja de llorar ¿Quieres? Tengo que la-


varme y estoy aquí viéndote tirar moco. Te digo que eres como
un bebé.

Después de que el mal momento pasó, Nico llevó a Eddy


a que cuide a los bebés mientras terminaba de relajarse, clara-
mente ninguno limpió la leche derramada, pero Nico usó su re-
mera para colocarla sobre la mancha, él podía haber usado algo
de la ropa tendida afuera, solo que ya no quería causar más pro-
blemas; quizás el haber hecho mierda los guantes, gastado todo
el papel higiénico y derramado leche era más que suficiente para
que Zack lo regañe, y por Eddy se calmaría un poco.

Sirvió lo que quedó de leche en tres biberones, claramente


Nico no sabía que la leche debía regularse con agua, así que solo
lo dividió lo más preciso que pudo y llevo los biberones a los
bebés en el suelo, alimentándolos a ambos a la vez, usando sus
dos manos. Eddy le decía que no fuera muy rápido, pero él solo
quería que Sophia y Sam se durmieran, así que no se detuvo hasta

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NEKO CORPORATION

que los bebés se terminaron la última gota de sus biberones, ca-


yendo dormidos al poco tiempo después.

Eddy al final se tumbó en medio de ambos bebés, con sus


pies apoyados en el sofá personal. Le gustaba estar en la alfombra
ya que era cómoda, por lo tanto, mientras los pequeños dormían,
él tomaba su leche tranquilamente, jugando con el chupón del
biberón, mordiéndolo, observando el techo y de vez en cuando
alzando la mirada hasta poder divisar a Nico sentado en el sofá
opuesto hacía donde él estaba mirando; así que tenía que hacer
esfuerzos para observar al rubio, pero a Eddy no parecía moles-
tarle.

—Eddy, tengo una pregunta.

Cuando de nuevo inclinó su cabeza hacía atrás, lo sufi-


ciente para aplastar sus pequeñas orejitas pero también para ver
al rubio, Eddy esperó pacientemente la pregunta, meneando su
cola de lado a lado, tomando otro poco más de su leche en el
biberón.

— ¿Meow?

— ¿Cómo era ahí? —Después de verlo menear la cabeza,


Nico rodó los ojos, resignado, pensando una mejor forma de ser

277
Jasmine Stevens

específico. — Antes de William, ese lugar donde estabas ¿Cómo


era? ¿Qué te hacían?

—Meoow. —Eddy encogió sus piernas por un momento,


antes de relajarse de nuevo y alejar el chupón del biberón de su
boca, para responderle. —Meooow, meow, ñaw.

Él empezó a describir una escena para Nico, le contó que


antes estaba en una jaula negra, y con otros como él, pero no de-
jaban que nadie se acerque a él y a otros cinco que estaban dentro
de su jaula. Nico pensó que esos cinco y Eddy debían ser los pro-
totipos mejorados, pero no dijo nada, solo lo escuchó atenta-
mente.

El minino castaño le contó también que a veces se llevaban


a algunos a una habitación blanca, pero que ninguno volvía a la
jaula después de eso, y él fue el último que quedó. Cuando lo
llevaron a la habitación, el cuarto era tan blanco por dentro como
por fuera, ahí le amarraron las manos y los pies, colocándole una
gran luz que apuntaba hacía su cuerpo. Él no comprendía qué
pasaba, solo sabía que pasó tanto tiempo ahí, hasta que un día
uno de los señores vestidos de blanco le acarició las orejas. Era
la primera caricia que recibía en tanto tiempo, antes de eso todo
era inyecciones por su pancita. —Eddy señaló para que Nico

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NEKO CORPORATION

comprenda mejor. —Y después, él fue el único que volvió a la


jaula.

Nico iba a preguntar, pero primero Eddy terminó su histo-


ria, contándole al final que un día, cuando todos dormían, logró
escaparse gracias a que su reja de seguridad no estaba bien ce-
rrada. Huyó, corrió y tocó puerta por puerta, hasta que vio por
primera vez a William, y él lo dejó entrar a su casa, incluso le dio
leche.

William siempre fue bueno con él.

—Es genial, Eddy. —Nico se acomodó mejor en el sofá,


soltando un largo suspiro mientras Eddy volvía a llevarse el chu-
pón del biberón a la boca, observando sus pies moverse de lado
a lado.

Nico pensó que quizás Eddy tenía razón, y no solo Wi-


lliam, sino que Zack también era como un ángel.

Los habían salvado.

279
Jasmine Stevens

Una vez ya en casa, William casi corrió fuera del auto para
llevar a la puerta y tocar la madera con desesperación. Eran las
siete y media de la noche y esperaba sí o sí haber llegado incluso
antes que su madre, sino tendría problemas, pero más allá de eso,
estaba tan ansioso que su cuerpo quemaba, sus manos sudaban y
no dejaba de pasarse estas por su cabello como un reflejo deses-
perado.

Quería ver a su pequeño, quería asegurarse de que todo


estaba bien, contarle a Eddy que la saca quedó perfecta y besarlo,
mimarlo, cargarlo, dormir con él, necesitaba a Eddy incluso más
de lo que era racionalmente posible.

Nico abrió la puerta a la tercera tocada de William y este


entró como alma que lleva el diablo, buscando con la mirada a
Eddy, sin siquiera saludar al minino, ignorando por completo el
detalle de la desnudez superior del felino rubio.

—Nico ¿Y Eddy? —Casi gruñó cuando no lo vio salir a


saludarlo, temiendo que hubiera pasado lo mismo que aquella vez
con Andrew.

—Tranquilo, idiota. Está dormido en la sala. —

Nico suspiró con una pequeña sonrisa cuando William ca-


minó a paso rápido a la sala y vio claramente la tensión disminuir

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NEKO CORPORATION

de los hombros del mayor al ver a su minino durmiendo en el


suelo, abrazando a uno de los bebés, mientras el otro se acurru-
caba en la espalda de Eddy y la cola de este último mencionado
caía sobre la pequeña Sophia, usándola como una manta bastante
diminuta. William sonrió, enternecido ante la escena, prestán-
dole, al fin, atención al rubio.

— ¿Y tu remera?

—Derramé leche en el comedor, no sabía con qué limpiar


así que solo la puse ahí. Antes de que digas algo, Eddy no tiene
nada que ver, fue mi culpa.

—Oh, vamos, está bien. —William se encogió de hom-


bros. — ¿No tienes frío? Puedes subir a mi habitación y tomar
algo, Zack me dijo que llega en diez o veinte minutos, dice que
te extraña mucho.

—No lo dudo, no puede vivir sin mí. Que vergüenza.

William rió, acercándose al cuerpo dormido de su bebé


junto a los dos pequeños, admirando con detalle todo el cuerpo
de Eddy, asegurándose de que no tuviera absolutamente nada
malo, sonriendo cuando vio el biberón a un lado de su minino.

—Oh, antes de que se me olvide. —Nico estaba a punto de


subir las escaleras, pero se detuvo antes de impulsarse para el

281
Jasmine Stevens

primer escalón. — Creo que Eddy está enfermo, no se ha que-


jado, pero en la tarde le dieron ganas de vomitar, fíjate lo que le
das de comer.

— ¿De acuerdo? —William cuestionó, recordando si ellos


comieron en algún momento algo en mal estado. — ¿Crees que
este enfermo?

—Quizás debas llevarlo al médico.

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NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XXIII
— ¿Te divertiste?

Nico soltó un suspiro después de escuchar la pregunta de


Zack. No sabía si todo lo que había pasado en la casa de ricos de
William contaba como diversión, pero si la pregunta hubiera sido
mejor formulada, seguro él habría dicho que jamás se había sen-
tido tan comprendido en todos los años que llevaba vivo, como
cuando estuvo con Eddy.

A esas alturas quería mucho al otro felino, este se había


ganado un espacio en su corazón desde la primera vez que lo en-
frentó, hasta cuando Nico, antes de irse y a modo de despedida,
le tiró una almohada en la cara para despertarlo, burlándose
cuando Eddy se sentó sobresaltado, buscando con la mirada a
William y gritando su nombre entre maullidos.

—Nah, estuvo aburrido. Llévame a comer, Zack.

—Nico, aún tengo que estudiar historia del arte ¿Sabes? Y


por mucho que ame el arte, me vale una mierda su historia.

— ¿Entonces para qué estudias eso?

—Para terminar la universidad, necesito eso.

283
Jasmine Stevens

—Boberías ¿Para qué estudias? Para trabajar, ¿Para qué


trabajas? Para morir igual que todos en una caja, mejor vivamos
la vida loca. Vamos a comer, me follas toda la noche y mañana
te quedas a dormir conmigo hasta las seis de la tarde.

—No tienes remedio.

—No, tú eres quien se complica la vida por tonterías como


el estudio y esas porquerías.

Nico suspiró, inclinándose hacía el lado para tomar la


Coca-Cola que Zack le había comprado. La abrió, buscando la
pajilla en la bolsa y luego la metió en la botella, mordiéndola
primero, Nico amaba morder la pajilla, así sentía que no se le
escapaba de la boca cuando tomaba su gaseosa, además de que a
veces sus pequeños colmillos le hacían hueco a esa cosa plástica,
y más bebida entrada a la vez entre sus labios.

—Nico… Solo… Solo vamos a casa ¿Quieres?

Zack ya llevaba un buen tiempo conociendo a su felino,


así que sabía que cuando Nico se cerraba en que sus creencias
eran lo correcto, nadie podía hacerle cambiar de idea y estaba
bien, porque hasta el pelinegro entendía que si alguna vez la hu-
manidad pensara como su novio, sería un estrés menos en más de
la mitad de la población.

284
NEKO CORPORATION

—No, quiero ir a comer hamburguesas, Zack.

—No he leído ni una hoja de las separatas de historia ¿Sa-


bes qué es lo peor? El examen es oral, encima de sacar mala ca-
lificación, me humillaré frente a mi grupo de cincuenta personas.

—Deja la universidad.

—No.

—Llévame a comer una puta hamburguesa, Zack.

Zack gruñó, presionando con más fuerza el volante del


auto, observando al pequeño rubio con mirada retadora, vol-
viendo después su mirada al frente, encontrándose cerca del des-
vío hacía Burger King, donde sabía estaban las hamburguesas
que tanto le gustaban a Nico; pero tampoco podía dejarse someter
de esa forma por su novio, ni aunque lo amara tanto, o supiera
que si iban a su casa, Nico no le hablaría hasta que él tuviera que
salir en las madrugadas a comprarle su antojo solo porque el ru-
bio lo quería así y ya, sino, la ley del hielo eterna.

—Es injusto. —Escuchó un lamento del pequeño, obser-


vándolo por el rabillo del ojo. — Si Eddy le pide algo a William,
él sale a comprarlo a la hora que sea.

—Eddy no habla, idiota.

285
Jasmine Stevens

— ¡Ese no es el punto, imbécil! —Nico gritó, aunque des-


pués volvió a tumbarse sobre el asiento, jugando con la pajilla de
su gaseosa, soltando un largo y melancólico suspiro, con uno de
esos pucheros que se le hacían irresistibles a Zack, y a cualquier
persona con capacidad de reconocer lo adorable. — William hace
eso porque lo ama, yo quisiera que tú… —El rubio llevó su mano
sobre la que Zack mantenía en la palanca de cambios, inclinán-
dose hacia adelante, pestañando repetidas veces, meneando sus
orejitas y al final dejándolas caer hacía los lados. — Quisiera que
me ames al menos un poquito de lo mucho que yo te amo… Y
así saber que harías todo por mí, como yo lo haría por ti, Zacky.

—Por tu puta madre, Nico, para. Bien, iremos por tus mal-
ditas hamburguesas.

Zack giró el timón en la vuelta debida para dirigirse al Bur-


ger King. Nunca le confesaría a Nico que había reducido un poco
la velocidad con tal de no pasar esa curva, porque al final, sin
necesidad ponerse tan melodramático, seguro lo habría conven-
cido con simplemente un par de besos.

—Gobernado. —Susurró el minino.

— ¿Qué?

—Que te amo, Zacky.

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NEKO CORPORATION

Una vez el ojinegro abrió la puerta, Nico entró caminando


tranquilamente, con su, quizás, quinta hamburguesa comida en
apenas la noche. Zack soltó un suspiro al estar por fin en la co-
modidad de su casa, además de ver su precioso sofá llamándolo
para recostarse en él, con el cuerpo de Nico al lado del suyo,
Dios, eso era vida.

Pero luego, girando apenas un poco más la cabeza a la


mesa central de su sala, observó las diez separatas que tenía que
leer para su examen oral del día siguiente, de las cuales había
repasado lo que se dice… Nada.

—Hoy estuve viendo Los Vengadores ¿Te conté? —Escu-


chó la voz alegre de su minino, observándolo sentarse con tran-
quilidad en el sofá, y vaya que Zack se moría por ver esa película
aunque fuera por millonésima vez.

Nico colocó su cola sobre su regazo y continuó comiendo


su hamburguesa, olvidándose del mundo mientras meneaba las
orejas ante cada brisa que entraba por la ventana abierta y apo-
yaba sus pies sobre la mesita de noche, incluso sobre las hojas
que Zack tenía que repasar. Si se tuvieran que entregar, el mayor
lo hubiera regañado, pero como solo eran impresiones para repa-

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Jasmine Stevens

sar, incluso él había dibujado miles de veces a Nico ahí, en cari-


catura, claro, en un boceto de comic que tanto se moría por per-
feccionar.

—Tengo que estudiar aquí en la sala ¿Por qué no ves tele-


visión en el cuarto? —Nico asintió, levantándose y caminando a
paso tranquilo a su habitación, preguntándole a Zack dónde es-
taba su Coca-Cola. Cuando el mayor se la entregó, el rubio se
fue con tranquilidad, como el buen niño que era siempre que es-
taba comiendo algo.

Pasadas menos de dos horas, Zack tenía su frente apoyada


sobre su escritorio en la sala, absolutamente nada de lo que leía
le entraba en el cerebro, y la parte más desesperante de esto era
que escuchaba las constantes risas de su pequeño gatito desde su
cuarto, burlándose por algunos vídeos graciosos que estaban pa-
sando en el noticiero.

Nico había salido un par de veces para ir a buscar algo de


comer, por suerte aún quedaban sobras del día anterior cuando
pidieron pizza, eso sí sobras se les puede decir a los pedazos que

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NEKO CORPORATION

Zack escondió para que Nico no arrasara con todo y después tu-
viera hambre de nuevo.

— ¡ZACK! ¡Zack, corre! ¡Mira esto!

Escuchar los gritos alarmados del minino fue suficiente


para desperezar al mayor, casi corriendo hacía la habitación, y
soltando el aire de sus pulmones cuando se encontró con Nico
sentado al borde de la cama, manteniendo su mirada en la televi-
sión, mirando a Zack y luego señalando hacía el aparato.

—Es Eddy.

Zack caminó a paso tranquilo hasta sentarse al lado de


Nico, admirando las figuras que aparecían en la televisión: Un
hombre de poco más de treinta años en un canal de noticias, pre-
sentando la imagen del pequeño Eddy en sus manos, y otra más
grande al lado de él, colocada en la pantalla. Era Eddy, de eso no
cabía duda. Esos eran sus ojos esmeralda apagados, y sus rizos
chocolate desordenados, además de que ese Eddy no sonreía,
pero era él, sin ningún cambio más que el vacío con el que miraba
a la persona que tomó la fotografía.

El anuncio fue el típico del que William le había hablado,


al parecer ese sujeto era muy reconocido en Tokio como un em-

289
Jasmine Stevens

presario de una tienda de juguetes infantiles, él decía haber per-


dido a su gatito en un viaje de negocios que hizo hacía Londres,
así que necesitaba que se lo regresaran porque lo extrañaba mu-
cho, además de ofrecer una gran suma con muchos ceros, que no
tardó en aparecer en la parte posterior de la pantalla.

—Zack… Yo lo conozco.

La voz aterrada de Nico le erizó la piel, el pelinegro volteó


alarmado, encontrándose con su pequeño temblando, sin despe-
gar la mirada de la televisión, aunque el anuncio ya había desa-
parecido y el programa se fue a comerciales.

—Yo-Yo… Ese hombre, Zack.

Zack atrajo a su minino contra su pecho, cargándolo con


cuidado, hasta sentarlo sobre sus piernas, dejando que el gatito
enredara su cola alrededor de la pierna del mayor y sus brazos los
mantuviera en su propio cuerpo, dándose un abrazo, protegién-
dose a sí mismo.

El ojinegro acarició dulcemente los cabellos de Nico, sin-


tiéndolo temblar aún, escuchándolo repetir una y otra vez que
conocía a esa persona.

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NEKO CORPORATION

El mayor perdió la cuenta del tiempo que mantuvo a Nico


en brazos, solo sabía que ya se habían recostado, realmente a él
no le importaba su examen si su minino se encontraba mal, por-
que Nico era la única prioridad de su vida, su gran amor, su pe-
queño niño malcriado y en ese mismo momento tan vulnerable
como un bebé recién nacido.

— ¿Por qué quiere a Eddy?

Escuchó la voz aguda y temblorosa de su novio, separán-


dose lo suficiente para observar el rostro lleno de lágrimas de
Nico, sintiendo los pequeños dedos del gatito aferrarse ahora a la
oscura remera de Zack, temiendo que este se aparte de su lado.

—Estoy aquí, mi amor, no me iré a ningún lado. —Nico


asintió con la cabeza, acurrucando su rostro contra el pecho del
mayor, frotándose en la tela.

— ¿Por qué quiere a Eddy? —Repitió.

—No lo sabemos. William solo me comentó que cuando


Eddy huyó, ese sujeto se encargó de buscarlo hasta bajo las pie-
dras, por eso nos quedamos unos días en casa de William, para
ayudar a eliminar los rastros de otro minino, con mi minino. —

291
Jasmine Stevens

Acarició dulcemente la espalda del pequeño rubio, escuchándolo


sorber por la nariz.

—Re-Recuerdas… Hmm. ¿Recuerdas lo que te conté el


otro día? —Nico respiró profundamente, llenándose del aroma
del mayor, queriendo relajarse con lo único bueno que le había
pasado en la vida, es decir, con la persona que lo estaba cuidando
en ese momento. — Nadie quiere a los gatos que no son vírgenes.

—Sabes que yo te amo, Nico.

—Lo sé. —El gatito suspiró, sintiendo como la tensión dis-


minuía de sus hombros debido a las preciosas palabras de Zack.
— No me refiero a eso… Solo ¿Lo recuerdas?

—Sí, Nico, no es lindo recordarlo, me dan ganas de matar


a todos los desgraciados que… Les hicieron eso. —Ni siquiera
Zack tenía la capacidad de repetir con totalidad lo que había su-
cedido, era la cosa más horrible del mundo, el acto más desagra-
dable, enfermo e inhumano.

—Ese hombre es mi desgraciado. Bu-Bueno, mi primer


desgraciado. Su-Supongo que ahora es más importante, eh. —
dijo, con una sonrisa cargada de falsedad y dolor. — Ahora ya no
es el quien debe estrenar a los gatos como yo.

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NEKO CORPORATION

A Zack le tomó menos que un par de segundos comprender


lo que Nico le estaba diciendo y entonces pudo dejar imaginarse
el rostro del ser más despiadado que podía existir, ya tenía la ima-
gen de la persona más desgraciada, inhumana e imperdonable de
la humanidad.

Presionó su puño, sintiendo sus ojos arder de la impotencia


y esas ganas de levantarse solo para ir y golpear a ese maldito
degenerado. Él pudo hasta ver a un Nico, idéntico al que estaba
admirando en ese momento, el mismo Nico, un inocente pequeño
que le tocó vivir la noche más desagradable para cualquier ser
viviente, esa donde te quitan una parte importante de ti, y te vuel-
ven alguien completamente diferente. Roto, destrozado y usado.

Nico estaba tan roto, pero él lo curaría, le sanaría una a una


las heridas hasta que solo sean cicatrices y aunque Zack com-
prendía muy bien que ninguna cicatriz profunda se iría para siem-
pre, haría lo posible por cubrir esa parte de su corazón con buenos
recuerdos a su lado.

—Zack.

Escuchó el llamado del pequeño, regresándolo a la reali-


dad, quitando la tensión de su cuerpo cuando observó a su Nico

293
Jasmine Stevens

ya más apartado, meneando las orejitas rubias de su cabeza, mi-


rándolo fijamente a los ojos con ese azul encantador, y sus meji-
llas cubiertas de rastros de lágrimas secas.

—Hazme el amor ¿Si? Por favor. Dame tu amor, dime…


Dime que soy tuyo y que nadie nos separará nunca ¿Puedes? Te
lo ruego.

Zack accedió, porque él también quería hacerle el amor a


su minino, quería que Nico comprendiera cuanto lo amaba y todo
lo que haría por él, incluso dar su vida todas las veces que fueran
necesarias; se mataría con tal de cambiarle el pasado a su gatito,
aunque eso significase nunca haberlo conocido, aunque eso qui-
siera decir no tener a Nico, el ángel de su mundo, él deseaba po-
der rectificar el pasado. Por primera vez en su vida,

Zack quería volver el tiempo, con tal de saber que en al-


guna parte del mundo caminaba un Nico feliz.

Le sacó con sumo cuidado la remera, y luego bajó su short,


dejándolo únicamente con esa ropa interior pequeña, mientras se
levantaba de la cama y se colocaba frente al cuerpo de Nico, qui-
tándose también su prenda superior por sobre sus hombros, tirán-
dola a un lado, desabrochando luego el botón de su jean para
arrodillarse en la cama y gatear hasta colocarse sobre el cuerpo

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NEKO CORPORATION

del más pequeño, con sus rodillas y manos a los lados de su mi-
nino.

—Te haré el amor. —Le murmuró cerca de su cuello, be-


sando la clara piel de Nico, sintiendo la tensión de este ante el
primer peso dado. No era su primera vez, pero considerando que
Nico, para quien follar y hacer el amor eran completamente igua-
les, que le esté rogando porque hiciera uno y no otro, hacía de
esta vez fuera completamente diferente. — Quiero que gimas mi
nombre, bebé, y que se quede marcado en tu ser. Para mí eres la
criatura más hermosa sobre la faz de la tierra.

Las dulces palabras de Zack lo volvían a la vida, sintiendo


la calidez de sus besos bajando por su pecho, guiando sus manos
para arañar la firme espalda, gimiendo a causa de las dulces mor-
didas del mayor en sus tetillas, besándolas, succionando sobre
esa sensible piel, obligándolo a alzar sus caderas, ayudando para
que Zack le quitara el bóxer, dejándolo completamente desnudo.

—Zack. —Nico gimió apenas el más alto empujó sus ca-


deras contra su cuerpo, sintiendo la áspera tela del jean sobre su
erección, jadeando apenas se rozaron nuevamente. — Oh Zack.
—Una de las manos del minino arañó la espalda del mayor, pi-
diendo más, deseando recibir todo de su novio.

295
Jasmine Stevens

El rubio jadeó mientras la mano del mayor tomaba su


miembro, estimulándolo con rapidez, hasta tenerlo lo suficiente-
mente duro para poder continuar; observando el rostro de Nico,
sin perderse ninguna de sus expresiones y de su voz llenando la
habitación.

La mano larga de Zack se sentía tan bien, su miembro


siendo bombeado por esos dedos y su palma aplastando apenas
el tronco de su erección lo volvían loco.

—No… No toques mucho… Me voy a correr. —Nico hizo


un puchero, observando la sonrisa traviesa en los labios del ma-
yor, inflando las mejillas, aunque un fuerte apretón en su erección
logró hacer que soltara el aire, liberando una especie de maullido.
Sorprendido, Nico se cubrió la boca con sus dos manos, pero
luego alejó una para colocarla sobre la boca de Zack apenas vio
que este iba a decir algo. — No-digas-nada-o-te-la-corto, Blair.

—Maullaste.

— ¡Cállate!

—Quiero escucharlo de nuevo.

—En tu puta tumba lo vas a escuchar.

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—Oh, parece que mi novio no comprende aún en qué si-


tuación se encuentra.

La sonrisa burlona de Zack se agrandó, dejando que uno


de sus dedos roce la pequeña y contraída entrada del minino bajo
su cuerpo, sintiendo la tensión aumentar en Nico, quien encogió
sus piernas, cediendo ante los dulces besos de Zack por todo su
rostro.

El ojinegro dibujó pequeños círculos alrededor del agujero


con su dedo índice, hasta que, sin decir nada, hundió este en el
estrecho orificio, viendo a Nico bajar sus manos, aferrándose a
las frazadas de la cama, enterrando sus diminutas uñas en estas.

—Mierda, Zack. —Nico arqueó su espalda, él sentía con


claridad el dedo del más alto moviéndose en su entrada, abrién-
dolo para él, eso más la intensa mirada de este sobre su rostro, lo
obligó cerrar sus ojos, reconociendo el calor en sus mejillas como
un típico sonrojo. — Eres un… Eres un hijo de…

—Me amas. —Zack introdujo otro dedo, separándolos en


ese estrello lugar, con su propio miembro haciendo presión con-
tra su bóxer Él aún conservaba la parte inferior de sus ropas, solo
dejando que su pequeño esté listo para él. — Me amas mucho, y
me extrañaste todo el día.

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Jasmine Stevens

—Mierda, sí, sí… Dios ¡Sí! Te amo. —Nico movía sus


caderas al ritmo de los dedos, necesitando de más, quería a Zack
haciéndolo suyo.

Después de prepararlo lo suficiente, Zack se terminó de


quitar la ropa, al menos hasta más abajo de las rodillas, alineando
su miembro a la altura de la entrada, sacando sus dedos y apo-
yando de nuevo sus dos manos a los lados de la cabeza del mi-
nino. Nico estaba hecho un mar de sensaciones, dejándose hacer
como Zack desease, a él no le molestaba si era Zack quien le
causaba tanto placer, de hecho, Nico jamás se había sentido bien
teniendo sexo, de no ser por Zack.

— ¿Listo? —Mordió juguetonamente la barbilla del pe-


queño, recibiendo una afirmación con la cabeza por parte de este,
observando los llorosos ojos del rubio, viéndolo menear sus pe-
queñas ojeritas, dibujando un puchero en sus labios. — Eres tan
hermoso. —Besó a Nico con desespero, devorándolo hasta que
en un fuerte movimiento se hundió con profundidad entre las nal-
gas del pequeño, volviéndose uno, dejando que esas estrechas pa-
redes abracen su miembro, obligándose a aguantar un orgasmo
debido a tan sofocante sensación.

—Mué-Muévete. —Las manos de Nico abrazaron la es-


palda de este, arañando su piel, dejando sus marcas de propiedad

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como cada vez que lo hacía suyo. A Nico le gustaba marcar a su


pelinegro novio. — Vamos, Zack, dámelo todo.

—Tus deseos… Son ordenes, bebé.

— ¡Ah! —Zack inició con las embestidas, rápidas, profun-


das, golpeando una y otra vez el interior de su pequeño, qué im-
portaba si al día siguiente tenía exámenes orales, de los cuales
solo había estado a medias, a él solo le interesaba darle amor a su
pequeño gatito, y qué mejor que hacerlo de esa forma.

Todo sea por el bien de Nico.

—Nico… Reprobé historia del arte.

—Eso te pasa por idiota.

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❝Pero recuerda que ahí afuera hay alguien cómo tú, al-
guien que confiará en ti porque comprende tu dolor. Así que
no te rindas, porque tal vez sea esa persona quien comparta
su corazón contigo❞

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CAPÍTULO XXIV
—Con un demonio ¡Sí, Zack! Entiendo eso pero…

William dejó la oración a la mitad, acariciando con más


cuidado la espalda de su minino, observándolo agarrar fuerte-
mente su mano libre, mientras su otra manita se encontraba en el
protector del asiento del inodoro, con Eddy casi apoyando su bar-
billa en este, jadeando una vez William jaló la palanca. Le gus-
taba ver el agua limpia llevarse eso asqueroso que salía de su
boca, además de los dulces mimos de su amor.

—Él está mal, Zack, es la tercera vez que vomita y siempre


es lo que come o cuando está en la cocina, también se queja de
dolor de estómago y ¡Mierda! Te juro que no sé qué hacer.

Al ojinegro se le partía el alma al escuchar a su amigo de


esa forma, incluso a través de la línea. Zack observó a Nico sen-
tado a su lado, en la cama, su minino se movía, buscando una
mejor forma de escuchar lo que William decía, hasta que el ma-
yor se compadeció de él y colocó el altavoz.

—William ¿Cómo está Eddy? —La voz preocupada del


rubio sorprendió a ambos chicos, pero ninguno dijo nada al res-
pecto, no era el momento.

301
Jasmine Stevens

—No está bien, Nico. Tengo que llevarlo al médico.

—Pero no puedes, sabes lo que pasaría si lo llevas al mé-


dico. William, lo hemos visto, ese sujeto sigue buscando a Eddy
y hay mucho dinero en juego, cualquiera puede darle una pista
si lo ven llegando al hospital, sea el que sea.

— ¡Te dije que ya lo sé, Zack! Lo sé.

Eddy se alejó del retrete para acurrucarse con el mayor,


quien al instante se levantó, junto con su pequeño, llevándolo al
caño para ayudarle a cepillar sus dientes, y luego cargarlo con
mucho cuidado, directo a la cama, mientras oía los preocupados
maullidos del minino, acariciándole la mejilla a William, que-
riendo que se calme.

¿Cómo hacerlo si veía a su pequeño Eddy pálido? No es-


taba bien, menos de un día así y ya sentía que su corazón se le
saldría si no hacía algo para aliviar a Eddy.

Sus planes de mudarse se vieron interrumpidos cuando su


pequeño amor pasó una mala noche con dolores estomacales, por
órdenes de su madre William no hizo la mudanza respectiva. Al
día siguiente empezaron las náuseas y vómitos, hasta la actual
madrugada, con su cabeza estaba reventando sin saber qué hacer.

302
NEKO CORPORATION

—William, Eddy dice que por favor te calmes, no le gusta


verte así. —William escuchó la voz de Nico a través del auricular
del celular y acarició los suaves rizos de su gatito, él lo sabía,
nadie conocía a Eddy como él.

William podía reconocer esa mirada cargada de preocupa-


ción, pero si seguían así, podía perderlo. Eddy era frágil, pe-
queño, delgado, quizás había engordado un poco después de
todo, pero su cuerpo aún parecía hecho de trapo, como esos mu-
ñequitos que quieres cuidar y proteger hasta de la más mínima
caída.

—Yo sé, es solo que… Tengo miedo.

Zack y Nico oyeron el quejido de William, y Eddy pudo


ver esas pequeñas lágrimas escapar de los hermosos ojos, resba-
lando por sus mejillas.

Eddy se incorporó en la cama, sentándose para acurrucarse


contra el cuerpo del mayor, sintiendo sus ojitos humedecerse
ahora, él no quería ver a William llorar, y verlo era más doloroso
que cuando su pancita lo molestaba, mucho peor. Eddy pediría
mil dolores de pancita más fuertes, todo porque William deje de
llorar.

303
Jasmine Stevens

—Chicos… No quiero… —William abrió los ojos, ya ro-


jos por las lágrimas que había contenida por horas y la presión
que ejercía en estos por mantenerlos secos, admirando el preocu-
pado rostro de Eddy, sus preciosos ojos esmeralda brillando aún
entre tanta oscuridad, oyendo los dulces “Meow” tan asustados,
dejando que los labios del minino le dieran tiernos besos. — No
puedo perderte, Eddy. —Juntó su frente con la del gatito, disfru-
tando del roce de sus rizos con su piel. No podría vivir sin eso,
no ahora que ya había experimentado lo que era tenerlo.

— ¿Amor?

William se tensó, sentándose mejor, giró la cabeza hasta la


puerta de la habitación y observó a su madre ahí, acercándose
preocupada al ver a su hijo llorando, escuchando los maullidos
de Eddy. Aún sin entender, supuso que el minino intentaba ex-
plicarle lo que había sucedido.

William cortó la llamada y pasó sus manos por sus ojos,


quitando las lágrimas antes de que llegue su madre a su lado y se
siente también en la cama, acariciando la mejilla de su hijo.

—Lamento si te desperté, mamá. —William gimió, aun


con las lágrimas resbalando por sus mejillas, tratando de retener-
las inútilmente. — Es solo que… Hablaba con Zack y…

304
NEKO CORPORATION

—No me despertaste, William. Vine a ver cómo estaba


Eddy.

—Meoow. —Becca acarició con ternura detrás de la dulce


oreja del más pequeño, dejando que el rostro de Eddy se froté
sobre su mano, escuchando el dulce ronroneo ¿Para qué mentir?
Ella, al igual que cada persona en esa casa, le había agarrado un
cariño increíble al pequeño minino,

Eddy era la inocencia pura, y Becca aún se sentía culpable


porque el primer vomitó del gatito fue cuando le estaba ayudando
en la cocina. Aunque no comprendía qué ocurría, Eddy comía
saludable, de hecho lo alimentaba con lo mismo que a sus hijas y
hasta la leche de los bebés cuando deseaban engreírlo, cosa que
terminaban haciendo toda la familia.

—Vomitó de nuevo hace un rato. —murmuró William.

— ¿Lo llevarás al médico?

—No puedo, mamá, si ni tú sabes qué tiene, tendrían que


analizarlo y si alguien más lo ve… Pueden llamar a los hombres
esos. Zack me dijo que lo vio ayer, sigue buscándolo… El mal-
dito desgraciado no ha parado de buscar a Eddy ni aunque ya ha
pasado más de un mes.

—Pero debes.

305
Jasmine Stevens

— ¡Lo sé, mamá! ¡Lo sé! —De nuevo sus ojos se llenaron
de lágrimas cargadas de impotencia, pero ahora a William no le
importó no llorar. Estaba enojado, dolido y se odiaba por no po-
der descubrir lo que le ocurría a Eddy, pero más se odiaba por no
querer llevarlo al médico, sabiendo que era lo mejor, aunque po-
día perderlo para siempre.

—William, espera, creo que tengo una solución.

William miró a su madre de nuevo, viéndola salir de la ha-


bitación, mientras Eddy meneaba la cabeza, inclinando una de
sus orejitas, volteando después a observar al mayor, quien tam-
poco comprendía mucho de lo que estaba ocurriendo.

Acarició con dulzura detrás de la oreja del minino y le aco-


modó algunos rizos despeinados, besando sus labios suavemente,
en lo que esperaba a que vuelva su madre, aunque estaba seguro
de que no encontraría solución que él ya no la hubiera pensado y
descartado.

— ¿Cómo te sientes?

Eddy se arrodilló en la cama, bajando la mirada a su pan-


cita y alzándose la remera de Marvel que se había puesto, junto
con unos pequeños boxers. El minino tocó su vientre y gruñó,
indicándole a William que su estómago hacía ese ruido. El mayor

306
NEKO CORPORATION

rió, llevando su mano hasta la suave piel del abdomen del pe-
queño, suspirando.

—Me encantaría saber qué tienes… Y pasarme ese dolor,


Eddy, lo sabes ¿Verdad?

Eddy maulló, negando con la cabeza, hasta que ambos ob-


servaron a Becca entrar a la habitación con el teléfono inalám-
brico de la casa y un cuaderno en su otra mano. Ella le entregó el
teléfono a William, revisando entre cada página, repitiendo un
nombre entre sus labios, en un susurro, intentando no olvidarlo:
Amy Wood.

—Aaaa. —Eddy alargó la “A” del nombre de esa mujer,


llamando la atención de William, quien le sonrió, besando la
punta de su nariz.

—Sí amor, es A junto con la I, pero luego viene la “my”


¿Puedes decirla?

—Hmm. —Eddy bajó la mirada, empezando a luchar con-


tra su lengua para que le saliera la sílaba que William había pro-
nunciado, mientras este acariciaba su dulce cabello y observaba
la cola de Eddy menearse, bajándole la remera que hasta ese mo-
mento aún la tenía algo alzada. William rió cuando Eddy dijo una

307
Jasmine Stevens

sílaba equivocada y besó su entrecejo, eliminando así el gracioso


ceño fruncido del minino. — Aaaamy. No es tan difícil, amor.

— ¡Aquí está!

— ¿Aaaaa…my?

—Sí, Eddy, Amy. —Habló Becca.

El minino sonrió, dejando que los brazos de William lo


carguen y lo coloquen sobre sus piernas, mientras le llenaba el
rostro de pequeños y dulces besos, con el gatito riendo a causa de
las cosquillas de la corta barba del rostro de William, ronro-
neando contra su piel de igual forma.

—Ese es mi pequeño.

—William, te digo que la encontré. —Becca suspiró, ob-


servando a su hijo engreír a su bebé, y no era para menos, en ese
tiempo en casa, Eddy ya había aprendido a decir su nombre y el
de sus hijos. William no podía estar más emocionado, aunque el
minino aún lo decía con su cierta paciencia, suavemente y lento,
igual se le entendía, incluso las niñas reaccionaban más rápido a
sus llamados que a los de su misma madre.

—Mamá, no tengo ni idea de quién es esa mujer.

308
NEKO CORPORATION

—Amy Wood. —habló Becca, como si fuera lo más obvio


del mundo. — Es una amiga mía, William, ella trabajaba junto a
mí como enfermera en el hospital, hace ya muchos años, casi
veinte, creo. — Suspiró ella, observando con nostalgia el número
garabateado en la hoja que sostenía entre sus dedos, para que no
se le perdiera de nuevo. — No estoy segura de qué fue de ella,
un día solo abandonó el empleo. Aunque ocurrió después de la
muerte de su hijo.

— ¿Falleció su hijo? —William dejó de besar a Eddy,


prestándole atención a su madre.

—Recién nacido, los doctores dijeron que nació muerto.


Lo recuerdo porque Amy nunca dejó de decir que ella escuchó a
su pequeño llorar antes de perder el conocimiento, sin embargo,
nunca pudo probarlo, al final solo abandonó el hospital una vez
le mostraron el cadáver de su bebé.

—Wow… Debió ser duro.

—Por suerte nunca he pasado por eso. —Becca estiró su


mano hasta alcanzar la de su hijo, dándole un suave apretón. —
Creo que si hay alguien que puede ayudarnos, es ella, solo espero
continúe conservando el número celular que me dio.

309
Jasmine Stevens

— ¿Por qué podría ayudar ella? Sin ofender, mamá, pero


si tú no pudiste entender lo que tiene Eddy ¿Por qué ella sí?

—Hace un par de años, ella me llamó y hablamos después


de muchísimo tiempo, me dijo que luego de sobrellevar lo de su
hijo, ella y su hija mayor se unieron a un programa de protección
infantil, con la finalidad de salvar las vidas de niños traficados,
robados o abandonados.

— ¿Y?

—Es una organización que está en contra de todo lo que


tenga que ver con la fabricación de… —Becca miró a Eddy, pen-
sando bien que palabra usar. — Pequeños, iguales a Eddy. —
William iba a hablar, pero de nuevo su madre lo interrumpió, no-
tando su inseguridad. — William, te estoy diciendo que ella y el
lugar donde trabaja están en contra de todo maltrato a los niños,
me dijiste que Eddy tenía marcas de golpes cuando lo conociste
¿Verdad? —El castaño asintió. — Puedo decirle eso a ella, y lle-
var a Eddy a ese lugar, supongo que deben tener su propio hos-
pital en sus instalaciones, así se evitan la exposición de niños en
algún lugar público.

— ¿Y dices que ella puede ayudarnos? Mamá, Eddy no es


mío con papeles y eso, bien puede ayudar o puede llamar a ese
hombre para que me lo quite mucho más rápido.

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NEKO CORPORATION

—Si le explicamos tu situación, sé que ayudará, no es


como que tú maltrates a Eddy, ese sujeto sí lo hacía, sin contar lo
que me dijiste de Nico.

—Zack ya me dejó en claro que Nico no hará nada para


dañar a ese hombre, mamá, y es la palabra de un gato contra la
suya.

—Pero Amy confiará en ti.

— ¿Por qué lo haría? No la conozco.

—Porque eres mi hijo.

William bajó la mirada, se había distraído con su madre y


ahora su pequeño ya descansaba en sus brazos, acurrucado contra
su pecho, con sus piernas encogidas y abrazando su larga y cas-
taña cola.

Acarició los dulces rizos del minino, meditando, su mamá


tenía un punto y él no lo había pensado, sin embargo también
tenía las de perder, una cosa era una vieja amistad de su madre y
otra muy diferente toda una organización que no desearía in-
cluirse en problemas con un millonario mafioso o traficante solo
por un gato, uno de los muchos que debían existir ya en el pla-
neta.

311
Jasmine Stevens

Pero Becca no estaba diciendo que William les fuera a pe-


dir ayuda, solamente necesitaba que revisen a Eddy y volver. Él
podía usar su sala de enfermerías, o lo que fuera, y luego irse, sin
hacer mayor escándalo ni alboroto.

— ¿Ese es su número?

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NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XXV
William estacionó el auto fuera de un gran edificio aban-
donado, aunque bastante inmenso. En realidad no era difícil darse
cuenta que se encontraba totalmente deshabitado, la pintura se
veía descascarada en muchas partes de este y los colores apaga-
dos tampoco ayudaban, eso sin contar las ventanas sucias.

No entendía la razón por la cual Amy los había citado en


ese sitio, pero si fue una estrategia para que sepan que ningún
viejo millonario estaría esperándolo, era una muy buena, porque
no creía capaz a ese enfermo de llegar hasta ese lugar tan muerto,
además de ser su coche el único en muchas calles alrededor.

Suspiró, dejando la puerta abierta mientras esperaban a la


mujer, no estaba del todo de acuerdo con lo que haría, pero pasar
la noche con su madre y luego lo largo del siguiente día solo vi-
viendo uno a uno los dolores de Eddy lo iba a terminar matando.
Él tenía que hacer que su niño comiera algo más que no fuera
leche, o Eddy podía terminar con alguna enfermedad por falta de
proteínas y nutrientes en su cuerpo.

Observó a su minino y pensó que podía haberlo llevado


durante el día, pero tenía miedo de que alguien en las calles lo
reconociera, así que citó a Amy a las diez de la noche. Funcionó,

313
Jasmine Stevens

ni un alma caminaba por esas calles tan desiertas. Sin embargo,


tenía a su bebé más dormido que despierto, cabeceándose en el
asiento trasero del auto, observando por segundos a William y
regalándote una sonrisa cansada, junto con unos cuantos maulli-
dos.

—Puedes dormir, mi amor, no has estado durmiendo bien


en los últimos días. —Las palabras preocupadas del ojiazul no le
gustaban a su minino, él de por sí odiaba hacerlo sentir mal.

Eddy sabía que todo lo que estaba pasando era por su


culpa, pero en sus conversaciones con su pancita no lograba ha-
cerle entender que tenía que dejar de doler. Incluso le hacía mi-
mitos para que no ande enojada, porque Eddy pensaba que esos
dolores ocurrían porque su abdomen estaba enojado, por eso ha-
cía que le doliera tanto y que quisiera vomitar. Negó con la ca-
beza, llevando una de sus manos a sus ojos, sobándolos suave-
mente para quitarse el sueño y luego de menear las orejas, intentó
despertarse. No quería dejar a William solo.

Pasaron alrededor de diez minutos en los que William le


acariciaba los dulces rizos a su pequeño. Ya había acostado por
completo el asiento del conductor y de esta forma llegó hasta
Eddy, recostándolo sobre sus piernas, con la puerta entreabierta,

314
NEKO CORPORATION

mientras su mano acariciaba los traviesos rizos, disfrutando del


dulce ronroneo del felino.

William escuchó el potente ruido de metal siendo arañado


o raspando algo, así que él giró su cabeza hacía la entrada del
gran edificio abandonado, viendo como la puerta principal se
abría y que era debido a la oxides de esta el fastidioso sonido,
incluso la entrada parecía tan antigua y olvidada que en cualquier
momento seguro se caería.

Vio aparecer a una señora, quien salió y se acercó directo


al auto del castaño.

Ojos bonitos, una sonrisa encantadora y su rostro con al-


gunas pequeñas arrugas, la mujer le recordó mucho a su madre y
estaba seguro de que esa era una buena señal. Ella se detuvo tran-
quila ante él, paseando su mirada desde William hasta el pequeño
que descansaba en sus piernas. Al comienzo, el instinto del ma-
yor fue abrazar a Eddy, pero ella no parecía peligrosa, esos ojos
tristes no podían hacerle daño a nadie.

— ¿Eres el hijo de Becca?

—William. —Él extendió su mano hasta la señora, y ella


la tomó, pero al hacerlo Eddy soltó un sonidito parecido a un

315
Jasmine Stevens

maullido en señal de protesta. El pequeño solo sabía que William


había dejado de hacerle caricias, y quería más. —Y él es Eddy.

Amy asintió, admirando al menor de rizos por unos segun-


dos, era demasiado adorable. Ella había visto muchísimos de esos
mininos a lo largo de su vida y sin duda ese era uno de los más
preciosos ante sus ojos, con solo verlo sentía esas ganas inmensas
de llenarle el rostro de besos, incluso solo estando dormido.
Ahora comprendía la razón de que ese gatito fuera tan especial.

— ¿Pasamos ya? Corre aire y no creo que eso sea bueno


para Eddy.

William supuso que ella no había dicho su nombre porque


él ya lo sabía, así que asintió con la cabeza, pidiéndole a Amy
que por favor coja una manta que había traído. Grande, suave y
de color rosa. El castaño tomó el cuerpo dormido de su pequeño
y lo cargó tal cual bebé en sus brazos, colocándole la manta en-
cima, evitando así que se resfríe por el aire. Lástima que no en-
contró un color más masculino, pero le pertenecía a una de sus
hermanitas cuando fueron bebés, y a Eddy le gustaba mucho el
color.

Caminaron hasta entrar en ese enorme lugar. A William no


le molestó tanto, aunque se sorprendió por el hecho de que al-
guien pudiera vivir en ese sitio tan horrible. Apenas la puerta

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NEKO CORPORATION

principal se cerró, después de ese insoportable chirrido que sol-


taba al moverse, Amy prendió una luz que le dio cabida a un
enorme corredor, con las paredes blancas y pequeñas lozas rojas
por las partes bajas. Él siguió a la mujer, admirando lo que se
conoce como “Nunca juzgues un libro por su portada” porque
increíblemente, mientras avanzaba el lugar lo sorprendía más y
más.

Un pasillo lleno de puertas a los lados que daban paso a


enormes habitaciones captó toda su atención, suspirando cuando
observaba los pequeños ventanales con niños dentro, aunque to-
dos estaban dormidos y con las luces apagadas. Era entendible,
Amy había tardado aproximadamente media hora en salir, así que
los pequeños debían estar durmiendo a las casi once de la noche.

Caminaron hasta llegar a una habitación un poco más


grande, y la única con las luces prendidas. Una vez entraron,
Amy le indicó a William que deje a Eddy en una camilla, rodeada
de aparatos raros. A él se le puso la piel de gallina, vaya que había
olvidado que su odio a los hospitales era por eso, tantas máquinas
que no conocía, con personas que sabían mucho más que él. Le
parecía insoportable.

317
Jasmine Stevens

—Tiene el sueño profundo. —habló la mujer, captando su


atención, observando con detalle al pequeño dormido, quien ape-
nas sintió cama se acurrucó en esta, encogiendo su cola y mau-
llando, con el ceño fruncido. William sonrió, acercándose al mi-
nino para tomar su mano y besarla, dibujándose una sonrisa en
su rostro cuando Eddy cambió de expresión, a una ligera sonrisa,
quitando toda tensión de su cuerpo.

—No duerme si no está conmigo. —Giró su rostro a Amy,


pidiéndole disculpas con la mirada por no contestarle a su pre-
gunta. —Y sí, si me siente cerca, suele dormir mucho, aunque
últimamente no lo ha hecho, por sus dolores estomacales.

—Háblame de eso. Becca me adelantó algo pero duerme


contigo ¿No? Tú debes saber darme más detalles.

William acarició con su pulgar el torso de la mano de su


pequeño, mientras suspiraba, observándolo dormir tranquilo. Él
estaba preocupado porque Eddy no había comido nada desde la
mañana, en realidad solo esperaba que le dieran lo que necesitaba
para las náuseas y luego llenarlo de comida, porque no lo había
alimentado como se debía y eso hacía que sintiera una fuerte
opresión en su pecho.

—Comenzó el último domingo, yo tuve que salir y lo dejé


con un amigo. En la noche, cuando llegué, él me avisó que Eddy

318
NEKO CORPORATION

había sentido nauseas, pero pensé que quizás se debía a que ese
amigo mío le dio leche sin calentar, incluso los bebés que tene-
mos en casa pasaron una noche llena de diarreas por eso, pero
nada preocupante. Supuse que con Eddy pasaría lo mismo, pero
ya al día siguiente, cuando estaba ayudando a mi mamá con la
cocina solo vomitó, ni siquiera tuvo tiempo suficiente de avisar,
es un niño, supongo que no sabe contenerlas muy bien. —Amy
asintió, dejándole en claro que estaba escuchando atentamente
toda la historia. —Ese día lo hizo tres veces, esa primera, después
de comer y luego de la cena, ahí fue cuando mi madre la llamó,
ha pasado un día y solo a vomitado una vez, pero es debido a que
solo le he dado de comer una vez hoy.

Amy asintió nuevamente, mordiéndose el labio al observar


la preocupación en el joven chico frente a ella. William se veía
tan cansado, él tenía unas ojeras considerables y ni siquiera ha-
blaba de su falta de sueño, su mundo se resumía en la impotencia
que sentía de no poder ayudar al pequeño minino, e incluso ella
admiró esos ligeros temblores de su cuerpo, lleno de rabia, an-
gustia.

— ¿Algo más?

319
Jasmine Stevens

—No que yo sepa. Eddy no habla, entonces no puede de-


cirme si comió algo malo, además de que cuando vomita solo
llora y llora, hasta que lo calmo.

—De acuerdo. —Ella se acercó hasta William y colocó


amistosamente una mano sobre el hombre del castaño, regalán-
dole otra sonrisa. — No hay problema, Eddy es un bebé un poco
grande, podemos hacerle análisis sin temor a que no los resista,
y de eso me encargaré yo ¿Está bien? Tú solo mantente a su lado
y ayúdame calmándolo, es mejor cuando está dormido, así no se
queja o no se mueve si algo le asusta.

—Sí, yo me encargo.

Amy le tendió una silla a William y este se mantuvo al lado


de su pequeño. William besó los pequeños nudillos de Eddy, ob-
servándolo dormir tranquilamente, mientras a su lado Amy se
vestía como era debido, con los implementos médicos, iniciando
por sacarle una muestra de sangre, si algo iba mal en su sistema,
lo sabrían por ello, además de saber si tenía las defensas bajas,
tres días sin comer bien no era algo bueno para alguien tan pe-
queño como Eddy.

El minino gimió en sueños cuando lo pincharon, pero no


hizo nada, solo continuó durmiendo, hasta que Amy tomó las

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NEKO CORPORATION

muestras necesarias de sangre y asintió con la cabeza hacía Wi-


lliam, entregándole el algodón para que coloque en el brazo del
ojiverde, haciendo presión.

Ella dejó las muestras de sangre del pequeño a un lado y


le indicó a William que colabore para que Eddy acueste su cuerpo
recto, con toda la espalda apoyada en la camilla. Lo hicieron con
algo de esfuerzo, mientras ella alzaba la remera del paciente y
tocaba en distintas zonas de su abdomen, iniciando desde la parte
más baja, observando atentamente el rostro de Eddy.

—A veces. —Inició ella. —No hace falta que un bebé ha-


ble para comprenderlo, su rostro dice muchas cosas. —Continuó
tanteando con sus dedos en distintas partes, pero ninguna le cau-
saba mayor dolor o un cambio en la expresión al minino que dor-
mía tranquilamente, disfrutando de los mimos de William sobre
sus rizos.

Amy frunció el ceño, esperaba encontrar que fueran sim-


ples gases o algo menor, dependiendo de la zona donde tocaba,
pero al no recibir ninguna señal de Eddy, esperó que en las prue-
bas de sangre que le había sacado pudiese encontrar la razón del
malestar.

—Bueno, es todo.

321
Jasmine Stevens

— ¿Qué? ¿Eso y ya?

—No, William, debo analizarlas.

William volvió a arropar a su pequeño, soltándole la mano


solo para cargarlo en sus brazos, pero ahora en una posición di-
ferente. Necesitó despertar a Eddy, sí, pero le ayudó porque el
menor enredó sus piernas alrededor de su cintura, ocultando su
cabeza en su cuello, rodeándolo con sus brazos, dejando un dulce
besito sobre la piel del castaño.

— ¿Y cuándo tendrá la respuesta?

—Si todo sale bien, mañana ¿Pueden volver mañana a esta


hora?

— ¿No puede decirme lo que tiene y lo que debe tomar por


teléfono? Es que eso de estar sacando a Eddy a tan altas horas de
la noche no me parece bien.

—De acuerdo, tienes razón. —Amy suspiró, pensando por


unos segundos antes de asentir. — Hagamos esto, si no es nada
grave, te lo diré por teléfono, pero si pienso que es necesario, te
pediré que vengas y traigas a Eddy, quizás el análisis de sangre
no sirve de nada, así que necesitaré hacerle radiografías. Quizás
tenga algún hueso de su cuerpo dañado que le esté causando ese
malestar en el abdomen.

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NEKO CORPORATION

— ¿Es posible eso?

— ¿Se ha caído o golpeado a gravedad?

—No, estoy casi seguro que no. —William suspiró, ese día
con Nico no podía contar como un día en el que él esté comple-
tamente seguro de que no se había resbalado o golpeado con algo.
— Odio el “casi” —dijo, con una amarga sonrisa.

—Todos, William. En cualquier caso, yo te avisaré ¿De


acuerdo? Por ahora solo dale lo que puede pasar, sea lo que sea,
tiene que tener algo en el estómago, no puede seguir así.

Una vez el mayor asintió, ambos caminaron de nuevo por


el mismo recorrido que cuando entraron. Una vez afuera, Wi-
lliam le dio las gracias a Amy y le pidió que por favor lo llame
lo antes posible.

Cuando se dio la vuelta, Eddy abrió sus pequeños ojos y


alzó su rostro, observando el lugar y a la mujer que estaban de-
jando atrás. La mayor sintió una corriente recorrer su cuerpo
cuando esos hermosos ojos verdes llenos de sueño se mantuvie-
ron observándola por segundos, hasta que el minino se arrulló de
nuevo contra la piel de William y el corazón de Amy dejó de latir
tan fuerte.

323
Jasmine Stevens

Ella no sabía la razón, pero ese gatito y su bienestar se ha-


bían vuelto una prioridad.

El día siguiente transcurrió con normalidad, Eddy pasó la


mañana y la tarde jugando con Hayley y Hannah, maullando
cuando tocaba que su Ken hablara, haciendo reír a las dos peque-
ñas. Por su parte, William había obedecido a Amy, y después de
contarle a Becca todo lo ocurrido, él ya le tenía una gran con-
fianza en la amiga de su madre, al fin y al cabo todo salió bien,
no vio a absolutamente ninguna otra persona despierta durante
toda la noche y entendió la razón por la cual Amy lo citó tan
tarde, para que nadie descubra que estaba analizando a Eddy.

Becca y él se encargaron de darle leche a Eddy cada que


los mellizos tomaran su leche, al fin y al cabo la leche en polvo
de bebés tenía más vitaminas que la normal.

Pero todo se puso complicó cuando Amy llamó, diciéndole


a William que tenía que ir a la noche siguiente y aunque él intentó
sacarle a ella qué tenía su bebé, no hubo forma, la mujer no le
explicó nada, así que su mente estuvo torturándolo durante todo
lo que restó del día hasta la hora citada; aunque, por otro lado,
intentaba calmarse, ya que apenas Eddy sentía su preocupación,
su expresión cambiaba a una llena de tristeza y él odiaba hacer
sentir de esa forma a su pequeño.

324
NEKO CORPORATION

Llegando las diez, William se contuvo de ir hacía la gran


puerta de metal y patearla para que Amy saliera, intentando pen-
sar que quizás no era nada grave, tal vez solo algo que saldría en
la radiografía y tras un poco de descanso su pequeño estaría bien.
Sí, debía ser eso.

—En la camilla, William. —Él dejó con cuidado a Eddy


sobre el mismo lugar del día anterior. Amy no le había dicho mu-
cho desde que entró, solo le explicó que si lo citaba a las diez y
abría la puerta a las diez y media se debía a que hacía dormir a
todos los pequeños de ese establecimiento, además de que se ase-
guraba de que todo esté perfectamente apagado.

William tomó de nuevo la mano de Eddy, aunque ahora


este estaba despierto, Amy por segundos se perdía en el hermoso
verde de los ojos de aquel minino, sin embargo, le alzó la remera
tal y como la última vez, encendiendo uno de los aparatos de los
que William no comprendía nada, calentándolo mientras tomaba
una crema y la colocaba con cuidado sobre el abdomen de Eddy,
escuchándolo reír y estremecerse.

325
Jasmine Stevens

En ese momento, Amy hizo la señal de silencio, llevando


uno de sus dedos a sus labios y con un claro “Shh” para que Eddy
entienda. Él miró a William y lo observó haciendo el mismo
gesto, así que también lo hizo, soltando un “Shh” mientras sus
orejitas se meneaban y recibía de premio un cálido beso del cas-
taño.

Amy colocó el transductor sobre el abdomen del minino,


iniciando por moverlo de lado a lado, observando atentamente el
monitor a su costado. William y Eddy también podían verlo, pero
no comprendían nada de esas rayas blancas y negras, solo veían
el movimiento mientras Amy moviera ese aparato sobre el pe-
queño minino.

—Lo tengo.

William no pudo interpretar la mirada de Amy, ni mucho


menos el tono de voz que había usado para dar por resuelta la
situación de Eddy, pero una vez la vio limpiando el abdomen del
más pequeño, ella suspiró, observando a este acostado en la
cama, sabiendo muy bien que Eddy no comprendería los térmi-
nos que usaría en ese momento.

—Quizás te suene muy loco lo que te voy a decir, pero es


necesario que mantengas la calma y me dejes explicarte todo
¿Entendido?

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NEKO CORPORATION

El ojiazul asintió, presionando con algo de fuerza la mano


del minino, teniendo miedo de que hubiera encontrado algo de
mucha gravedad en su pequeño.

—Eddy está embarazado, William.

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Jasmine Stevens

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CAPÍTULO XXVI
—Eddy está embarazado.

Las palabras salieron tan lentas de la boca de Amy, aunque


ella las dijera en un ritmo normal, para William aquello se le hizo
completamente imposible y a la vez tan probable.

Su cabeza le dio vueltas por unos segundos, presionando


con algo más de fuerza la mano de su pequeño minino, mante-
niendo aún su mirada sobre la de la mujer, aunque su mente di-
vagaba entre todos los recuerdos de los síntomas de su pequeño
y absolutamente todo encajaba perfectamente. Él conocía todos
los síntomas de los embarazos, ya que su madre tuvo a sus her-
manas y era William quien estaba la mayor parte del tiempo para
apoyarla; sin embargo, por ningún rincón de su cabeza pasó que
Eddy pudiera estar embarazado, eso no era naturalmente posible,
pero ¿A quién engañaba? Ni siquiera la apariencia de Eddy era
naturalmente posible y ahí estaban unas esponjosas orejitas y una
larga cola dejaban en claro que lo natural se había ido a la mierda
hace muchísimo tiempo.

Sintió su garganta seca y no fue hasta el quinto o sexto


maullido de Eddy que volvió a la realidad, observando el rostro

329
Jasmine Stevens

preocupado del minino. Él ya no estaba acostado en la camilla,


sino que rodeaba el cuerpo de William con sus delgados brazos,
escondiendo su cabeza en su cuello, mientras el mayor sentía su
remera mojarse, había asustado a su pequeño por ese lapso en
que su mente se perdió en los recuerdos.

Amy tampoco se encontraba donde él la había dejado,


ahora la mujer colocó su mano sobre el hombro de William y este
la miró, mientras sus brazos rodeaban con ternura a su bebé, es-
cuchando los suaves sollozos del gatito.

William colocó una de sus manos sobre sus rizos, acari-


ciándolo, estremeciéndose cuando recordó que el abdomen de
Eddy estaba chocando contra el suyo ¿Había un pequeño bebé
ahí? ¿De verdad él se había encargado de embarazar a Eddy?

—Yo. —Su voz salió rasposa e incluso sintió la garganta


seca, sin embargo, buscó a Amy, relamiendo sus labios antes de
hablar nuevamente. — ¿Él está… bien? —Sus labios pasaron a
besar los suaves rizos de su pequeño, murmurándole dulces pa-
labras cerca de sus orejitas, calmándolo poco a poco, mientras
Eddy iba tranquilizando los temblores de su cuerpo gracias a las
palabras de William.

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NEKO CORPORATION

—Era un proyecto secreto, William. —Las suaves pala-


bras de Amy lo tranquilizaron, ella no estaba preocupada o alte-
rada, al contrario, podía sentir la paz en su voz y de algún modo
eso ayudó a que supiera que Eddy no tenía nada malo, aunque lo
que sabía, no podía ser malo para ellos. Un bebé creado a base de
amor nunca es malo. — Llevo estudiando muchísimo de los ni-
ños alterados genéticamente por Neko Corporation y te aseguro
que Eddy es el primer pequeño que ha sido capaz de lograr esto.
Es peligroso, sí, pero puedo decirte que actualmente él se encuen-
tra fuera de peligro, lo peor ya lo ha pasado.

A pesar de no comprender nada, la sinceridad en los ojos


de esa mujer ayudó a calmarlo lo suficiente para que se siente
sobre la camilla, colocando a su pequeño encima de sus piernas.
Él acurrucó a Eddy en sus brazos, depositando un dulce beso en
sus labios antes de volver su atención a la mayor, mientras el mi-
nino se sobaba contra su pecho, meneando sus orejitas, con sus
ojitos aún rojos a causa de las lágrimas.

—Uno de los detalles principales de los “Nekos” es su ca-


pacidad de tener un apetito sexual parecido o igual al de una hem-
bra en celo ¿Sabes eso? —William asintió, acurrucando más a su
pequeño contra su cuerpo. — Eso es debido a que un largo pe-
riodo, para lograr la perfecta mutación genética, a los niños se les
inyecta genes felinos diariamente, aunque siempre usaban genes

331
Jasmine Stevens

de hembras, no machos. Algo salió mal con uno de los niños hace
muchísimos años, y cuando examinaron al pequeño, encontraron
algo parecido a un feto muerto en descomposición en su vientre,
que había causado un derrame interno, lo que causó su muerte.
Bueno, fue una perdida, pero sabes que esos sujetos solo piensan
en ganancias. Después de aquello iniciaron con unos nuevos pro-
totipos de Nekos, esta vez, en palabras crudas y entendibles, su
objetivo era lograr que los gatos tuvieran lo necesario para poder
preñarse.

Las palabras entraban en la cabeza de William e intentaba


procesarlas de la mejor manera, aunque realmente nunca fue
bueno en la escuela, sabía que Amy se lo estaba planteando lo
más fácil y menos complejo posible. Aun así, solo comprendió
que debido a una deformidad en uno de los niños-gato, a esos
locos se les había ocurrido el embarazar a los nuevos niños alte-
rados que crearan.

—Entiendo, más o menos, pero… ¿Por qué es la primera


vez que ve uno? ¿Qué no hay otros como Eddy?

—Me temo que no, William.

Amy se quitó los implementos médicos y se aseguró de


colocar todo en su lugar antes de sentarse en una banca apartada

332
NEKO CORPORATION

y continuar explicando, a William no le agradaban esos momen-


tos de suspenso en donde ella lo tenía completamente en sus ma-
nos, pero también pensaba que debía ser difícil para ella explicar
algo tan científico con una persona que desconocía todo termino
médico, y aun así ¿Por qué Amy sabía tanto del tema?

—El implantar en el organismo de un niño la cantidad de


células para que pueda embarazarse es altamente complicado y
riesgoso, estás creando básicamente las partes necesarias del apa-
rato reproductor femenino en un cuerpo pequeño, como jugar a
expandir una bolsa en un espacio tan minúsculo, que con un sim-
ple error en que la bolsa crezca demasiado, causa un colapso to-
tal, y seguramente la muerte, pocos cuerpos son capaces de resis-
tir tantos cambios genéticos, pocos o ninguno.

William otra vez ejerció presión sobre su pequeño, hasta


que lo escuchó casi gruñir y cuando bajó su mirada Eddy ya se
encontraba dormido, con el ceño fruncido al sentir a William
queriendo fundirlo contra su pecho, pero el mayor no podía evi-
tarlo, escuchar hablar sobre aquello le ponía la piel de gallina.
Eso e imaginarse todo lo que había pasado Eddy en ese lugar sa-
cado de película de ciencia ficción y de tortura total, inhumana y
enferma.

333
Jasmine Stevens

—Monitorear todo el tiempo los cambios en los prototipos


debió costar tantos cuerpos, tantos sacrificios y tanto dinero.
Hasta donde sé, ese proyecto jamás se concluyó, incluso antes de
que se anunciara, Neko Corporation se extinguió gracias a esa
organización que acabó con todos esos dementes… Y ahora no
me explico cómo… Eddy…

— ¿Está segura de que él está…? Si todo lo que me ha


dicho es cierto ¿Qué pasa si algo sale mal con lo que sea que le
hayan colocado en su cuerpo? ¿Él puede morir? ¿Puedo per-
derlo?

La rapidez con la que las palabras salieron de su boca sor-


prendió a Amy, además de lo crudas que fueron, pero solo bastó
observar esos ojos rojos, húmedos y asustados para comprender
el miedo que recorría todo su cuerpo, mientras él no alejaba ni un
poco al minino en sus brazos, el cual descansaba tranquilamente,
sin tener idea de nada de lo que estaba sucediendo.

—William, tienes que calmarte.

— ¿Calmarme? ¡Con un demonio! Amy ¡Él…!

— ¡William!

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NEKO CORPORATION

Amy alzó la voz también, sorprendiendo al ojiazul frente


a ella. Eddy se removió en los brazos del mayor, pero no des-
pertó, él estaba muy ocupado en recuperar aún el sueño que le
faltaba de las últimas noches en vela por los vómitos y los dolores
en su pequeña pancita.

William mordió su labio lleno de impotencia, sin embargo,


se calló, observando a la mujer sobar sus cienes, intentando darse
paciencia y comprender al joven frente a ella.

—Eddy ha sido capaz de engendrar un embrión de actual-


mente dos semanas, él ya tiene su útero, sus ovarios, su cuello
uterino y sus trompas de Falopio formados si fue capaz de emba-
razarse, no hay nada de lo que debas preocuparte ¿Acaso él ha
mostrado algún síntoma de dolores estomacales antes de estos
últimos días? —William negó con la cabeza. — Ahí lo tienes,
Eddy se encuentra en perfecto estado de salud, sorprendente y
milagroso quizás, pero lo está, no te debes preocupar.

Dejaron que unos cuantos segundos pasaran para poder


continuar hablando. William sorbía por su nariz como todo un
niño pequeño, calmándose las ganas de llorar él mismo. Amy in-
cluso sintió el impulso de querer abrazarlo, recordando a su hija
Scarlett cuando ella pasaba por algo parecido, aunque la joven ya

335
Jasmine Stevens

tenía sus veinticinco años, de niña era increíblemente fuerte y ca-


prichosa, no dejaba que nadie le ayudase, siempre prefería lograr
hacer todo por su cuenta.

—Entonces. —Amy escuchó hablar a William y le regaló


una cariñosa mirada, dándole la confianza suficiente para que
continuara. — Eddy. Mi Eddy ¿Está esperando un hijo mío?

—Sí, William. —Ella asintió. — No te tienes que asustar,


debido a que no cuenta con una vagina, y que su cuello uterino
está conectado directamente a su ano, para el nacimiento del bebé
tendríamos que practicarle una cesárea, él no sufrirá absoluta-
mente nada, claro, solo los cambios de su organismo debido al
nuevo huésped que crecerá en su interior.

— ¿Los dolores?

—Ahora que sabemos la causa, no es nada preocupante,


ese es él acostumbrándose al embrión, seguro los dolores pasaran
en una o dos semanas más, claro que te recetaré unas pastillas si
es demasiado insoportable para él, y bueno, los cólicos y las náu-
seas imagino que ya te haces una idea de la causa de estos.

— ¿Durará durante todo el embarazo? Espera ¿Estará em-


barazado nueve meses? ¿Cómo una persona normal? No estoy

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NEKO CORPORATION

diciendo que mi bebé no sea normal, él es jodidamente especial


pero… No lo sé, solo ¿Es igual?

—Te puedo decir que actualmente el embrión se encuentra


en perfecta salud, al igual que Eddy, sin embargo lo he encon-
trado un poco más grande de lo normal, pero esa no es mi área,
así que tendría que consultar con algunas compañeras para que
me informen si su tamaño está dentro del promedio. Muy aparte
de eso, puedo hacerle ecografías cada semana o cada dos sema-
nas, eso para estar al tanto del crecimiento y de cualquier irregu-
laridad que presente, así podré darte con certeza el tiempo que
tardará el feto-

—Bebé.

— ¿Qué?

—Bebé, dígale bebé, por favor. —William le regaló una


cálida mirada a su pequeño dormido, apartándolo apenas un poco
para alzar la remera de Eddy, solo lo que su posición se lo per-
mitiera, observando su pequeño y plano abdomen, pasando la
yema de sus dedos por ahí.

Ya con el susto fuera, le era mucho más fácil de procesar


la idea de un embarazo e incluso su corazón se iba acelerando
más y más cada que Amy hablaba, explicándole con detalle cómo

337
Jasmine Stevens

serían sus días de ahí para adelante, mencionando al pequeñito


que crecía en su Eddy. Su Eddy le iba a dar un bebé, un hijo…
Iban a tener un hijo de ambos.

William mordió su labio inferior, de nuevo sintiendo sus


ojos llorosos, aunque ahora por una razón muy diferente.

— ¿William? ¿Estás bien?

Amy, ya con más confianza, se acercó al ojiazul y se sentó


a su lado en la camilla, colocando su mano sobre el hombro del
joven, dándole su apoyo en esa situación, aunque no lo vio mal
cuando William subió la mirada, mostrándole una pequeña son-
risa escondida tras su mordida de labios y sus ojos tan rojos que
las lágrimas no tardarían mucho en escapar.

—Vamos a ser papás. —Le dijo a Amy. —Vamos a ser


papás, mi amor. —Bajó de nuevo la mirada al cuerpo dormido de
Eddy y le acarició la mejilla, dejando un suave beso en la punta
de su nariz, escuchándolo ronronear, mientras se volvía a acurru-
car contra su William. — Sé que duermes… Y no me escuchas,
pero no tienes idea de lo jodidamente feliz que me haces, que
estoy… Un mini tú, bebé, o una, no lo sé, solo… Dios.

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NEKO CORPORATION

William llevó su muñeca a sus ojos para limpiarse las lá-


grimas. No quería que estás cayeran sobre el minino y lo asusta-
ran. Rió sin razón o con la razón que acababa de llenarle el cora-
zón, iba a ser papá, de hecho, ya era papá de un pequeñito bebé
de apenas dos semanas.

— ¿Será como un embarazo normal? ¿Cambios de humor,


cólicos, antojos, sueño y chequeos?

—Así tal cual. —Amy le sonrió, feliz de la forma como


William tomó semejante noticia. — Claro que por ser pequeño,
tendrá que tomar muchas medicinas y comer lo debido, una dieta
balanceada sin demasiados dulces. Además del hecho de que no
podrás saber lo que tiene a la primera, ya que no habla ¿Quieres
ayuda con eso? Tengo unos vídeos que pueden servir para que
Eddy aprenda a hablar.

—No, está bien. —William apartó unos cuantos rizos de


la frente de su pequeño, sonriendo de nuevo, sin poder ni querer
evitarlo. — Él es como es, no quiero cambiarlo. Pero, tengo otra
pregunta.

—Claro, dime.

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Jasmine Stevens

—Bueno, de hecho son dos. —Amy asintió, dejándolo


proseguir. — Nuestro hijo o hija, tendrá, ya sabe ¿Orejitas y cola?
Como Eddy.

—El plan es ese. —Hasta el momento William no sabía si


la idea le agradaba o le disgustaba, pero no era algo tan impor-
tante como para quitarle esa alegría que le causaba solo el saber
que su pequeño estaba esperando un bebé suyo. — Pero Eddy es
el primer pequeño que ha podido embarazarse, William, o el pri-
mero que conozco, no tengo la menor idea de si esa parte saldrá
bien, si sus genes podrán más que los tuyos, por decirlo de una
manera “tendrán más potencia”, supongo que para los experi-
mentos ellos usarían un donante de esperma elegido especial-
mente para que predominen los genes de felino, en tu caso, no
tengo idea de la potencia de tus genes, así que puede pasar, como
puede que no, de cualquier manera, mientras más crezca el fe…
bebé. —Se corrigió. — Más oportunidades de confirmarlo gra-
cias a las ecografías.

—De acuerdo.

— ¿Y la otra pregunta?

— ¿Por qué esos locos hicieron todo eso con los niños?
¿Cuál es el fin de embarazarlos? ¿No era suficiente con modifi-
carlos genéticamente para el parecido felino? Quiero decir, ellos

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NEKO CORPORATION

deseaban usarlos sexualmente ¿A qué persona le gustaría un ju-


guete sexual que se pueda embarazar?

—Es complicado.

El cuerpo completo del mencionado se tensó cuando alzó


la mirada y se encontró con otra persona intrusa en la habitación.
Él no tenía ni la menor idea de cómo ese hombre había entrado
sin ser descubierto o hacer el menor ruido, pero al ver a Amy
pararse, reaccionó también, subiéndose sobre la camilla con to-
talidad para caer del otro lado, aún con su pequeño en brazos,
alejándose lo suficiente de aquella persona desconocida. Ese su-
jeto que le mostraba una media sonrisa y al que Amy parecía te-
nerle miedo.

—Embarazar a los Nekos, William, es el mejor avance po-


sible para la empresa, no para los compradores. Lograr crear ni-
ños alterados genéticamente desde nacimiento ayudaría a no ne-
cesitar seguir robando de los hospitales bebés recién nacidos.

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Jasmine Stevens

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NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XXVII
—Adam… ¿Qué haces aquí?

Amy giró su rostro hacía William, encontrándose con el


castaño casi matando con la mirada a aquel hombre presente. Al
instante ella se acercó a él y negó con la cabeza, colocando su
mano sobre su hombro y dándole un suave apretón, tratando de
tranquilizar al ojiazul, viendo a Eddy despertarse a causa del rá-
pido y fuerte movimiento que William dio segundos antes.

—Chicos, él es Adam. En realidad, es el dueño de todo


esto. Adam, ellos son…

—William y Eddy, sí. —El hombre mayor dio unos cuan-


tos pasos al frente, pero eso no puso menos alerta al ojiazul, quien
cargaba a su pequeño niño, mientras Eddy meneaba las orejitas y
observaba de re ojo a aquel extraño. — Escuché que los llamaste
así.

—Entonces llevas rato oyendo.

—Bueno, querida Amy, ustedes no son precisamente las


personas menos ruidosas del mundo ¿Lo notaste?

343
Jasmine Stevens

Ella notó eso, desde los gritos de William durante su con-


versación había temido que alguien los escuchara; Amy estaba
usando las instalaciones sin el permiso de Adam, de hecho, de
nadie en todo el lugar, y eso sin contar con que ella misma se
consideraba una simple enfermera.

Sin embargo, desde que Becca le pidió discreción, Amy


sintió que debía hacerle ese favor a la mujer que estuvo apoyán-
dola durante los peores días de su vida, así que corrió el riesgo.
El problema era que ahora con Adam presente, no sabía cómo
reaccionaría este.

—William, puedes dejar a Eddy sobre la camilla de nuevo,


Amy te confirmará que no pienso hacerle absolutamente nada.

El extraño alzó las manos en señal de paz, mostrando sus


palmas y encogiendo sus brazos, mientras William le lanzaba una
mirada a Amy y ella asentía, así que, con mucho cuidado, sentó
a su pequeño minino en la camilla, pero para su lado, con sus
piernas rodeando su cintura, observando la miradita curiosa de
Eddy.

— ¿Meow? —Eddy ladeó la cabeza, mientras William to-


maba sus mejillas y le dejaba un suave beso en los labios, son-
riendo cuando sintió la cola de su pequeño rozar su pierna. Eddy

344
NEKO CORPORATION

estaba bien, su bebé no tenía ni idea de lo que ocurría pero con


William ahí, no tenía miedo.

—Creo que es hora de irnos. —dijo William después de un


largo silencio incómodo. Amy lo miró y asintió, pero cuando el
castaño se dispuso a cargar a su pequeño de nuevo, el otro hom-
bre se acercó otro paso más, captando toda su atención.

— ¿Me dejas darte una charla antes que te vayas? Prometo


que serán solo unos minutos y luego te retiras con Eddy.

La actitud de aquel sujeto no le gustaba en absoluto, se


sentía acorralado, puesto que Amy no decía nada ante la mirada
penetrante y prepotente que aquel hombre le mandaba a su pe-
queño Eddy y a él. Además, ese tal Adam se encontraba justo
frente a la puerta, salir de ahí sin terminar cayéndose o golpeán-
dose, encima con Eddy en brazos, era casi imposible. Adam no
pasaba de los sesenta años, tan lento no podía ser.

— ¿Y qué si no lo hago? —Respondió William, desa-


fiando sus límites.

—Amy será despedida y nadie podrá ayudarte a llevar el


chequeo del embarazo de Eddy. No quiero que lleguemos a eso
porque Amy lleva trabajando aquí años de años, pero es ilegal
utilizar las instalaciones de su trabajo para uso personal sin el

345
Jasmine Stevens

consentimiento de sus jefes y es lo que ha estado haciendo esta


noche.

—Adam, William solo está atendiendo a Eddy aquí, no es-


tamos haciendo nada ma-

—Amy, por favor, retírate.

La mujer se mordió la lengua para no continuar hablando,


la mirada dura del mayor calló cualquiera de sus argumentos y
después de mantener sus ojos fijos en William, pidiéndole dis-
culpas solo con este gesto, pasó por el lado de Adam, saliendo de
la habitación y quedándose en el pasillo, esperando.

William soltó apenas ella salió. Su mente estaba maqui-


neando qué debía hacer para escapar. Eddy no era suyo, ese tipo
se notaba más encabronado que anciano con vejez solitaria y él
tenía a Eddy consigo, con su pequeña cabecita apoyada sobre su
pecho, mientras le acariciaba los rizos, sin detener el movi-
miento, queriendo no asustarlo. Para ese momento, William sabía
que tenía todas las de perder.

— ¿Qué quiere? Hable ya.

Después de que Adam caminó hasta sentarse en el mismo


lugar que Amy cuando le explicaba todo sobre el embarazo de su
pequeño, William soltó aire que ni siquiera había notado estaba

346
NEKO CORPORATION

conteniendo al ver que entre él y la puerta de salida no había un


gran espacio de diferencia; así que si algo salía mal, podía si-
quiera intentar huir de ahí de la forma que fuera, no le importaba
si se encontraba con más hombres tras esa puerta, nadie lo apar-
taría de Eddy.

—Mi nombre es Adam Brooks, William, como ya escu-


chaste, soy el dueño principal de todo esto, y ex trabajador de
Neko Corporation.

De nuevo el aire no llegó a sus pulmones, ahora compren-


día mejor la razón por la cual aquel sujeto le daba tan mala es-
pina. Claro, esos aires de superioridad y aquella mirada fría solo
podían significar un pasado tan oscuro que no cualquiera recono-
cía ¿Qué ganaba Adam contándole eso? ¿Causar temor? Porque
lo que William sentía eran unas increíbles ganas de golpearlo. No
le tenía miedo, solo temía por la seguridad de Eddy.

Eddy soltó un maullido que calmó aquel ambiente tenso,


mientras miraba a William suplicante, llevando una de sus mani-
tos a su abdomen para acariciarlo, el castaño sabía lo que signi-
ficaba: Eddy tenía hambre. Sin embargo, no pudo evitar la son-
risa enorme que apareció en sus labios pensando en que no solo
era Eddy quien tenía hambre, sino un pequeño bebito que estaba
creciendo en la misma zona donde su bebé se acariciaba. Escuchó

347
Jasmine Stevens

la puerta y alzó la mirada, agudizando su vista cuando vio a


Adam abrir, asomando la cabeza hacía el pasillo externo.

—Amy, trae un biberón de los de repuesto, con leche tibia,


por favor.

William no tenía idea si la mujer la había obedecido, pero


imaginó que si para cuando Adam entró y cerró la puerta de
nuevo, caminando tranquilamente de regreso a su lugar.

— ¿Will? —Eddy meneó las orejitas, observando a su


amor con esos ojitos llenos de súplica, tomando una de las manos
del mayor para colocarla sobre su pancita, soltando otro mau-
llido, un poco más bajo que el anterior. — ¿Por favor?

—Sí, amor, ya la están trayendo ¿De acuerdo? Mucha le-


che para ti, bebé. —Besó la frente de su niño y escuchó su suave
ronroneo, sonriendo tranquilamente de nuevo, no sabía cómo,
pero la paz que le transmitía Eddy parecía mágica. — ¿Te duele
la pancita?

Cuando el minino negó con la cabeza y Adam tosió, lla-


mando de nuevo la atención de ambos chicos, mientras Eddy vol-
vía a apoyar su cabecita sobre el pecho de William y este conti-
nuaba repartiendo dulces caricias por cada parte posible del ga-
tito, escuchándolo ronronear, lleno de tranquilidad.

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NEKO CORPORATION

—Trabajé ahí y yo fui de los primeros en revelar secretos


importantes de la corporación a esa organización de protección
al menor para que ese lugar fuera cerrado y demolido casi a las
horas siguientes, asegurándose de, con eso, exterminar todos los
restos de los experimentos que se realizaban ahí.

—Pero, según recuerdo, Neko Corporation estuvo en su


época de oro por muchísimos años ¿Por qué no fue cerrada antes?

—Cometieron un error, los empleados juramos ser confia-


bles y no comentar de eso a nadie, claro que creo ciegamente en
que un juramento elimina otro, y yo juré hundir esa empresa hasta
que dejaran de hacerle ese daño a los niños.

— ¿Qué error cometieron? —William estaba realmente


metido en el tema como tal, hasta que escuchó unos suaves gol-
pes a la puerta y luego vio a Amy aparecer tras ella, con una ma-
madera nueva y llena de leche. Adam caminó hasta encontrarse
con la mujer y después de agradecerle, le entregó el biberón a
William, aunque siempre con cuidado, el hombre comprendía
muy bien la poca confianza que aún le tenía el ojiazul.

William revisó la temperatura de la leche y el sabor antes


de entregarle el biberón a Eddy, casi riendo encantado cuando
por poco su pequeño se lo arrebató de las manos y empezó a to-

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Jasmine Stevens

mar, recostándose en la camilla, estirando sus piernas y acer-


cando su cabeza hasta que tuviera contando con el muslo de Wi-
lliam.

Para ese entonces, ya el castaño podía quitar sus manos de


encima del menor, solo acariciando sus rizos o sonriéndole, ob-
servando como Eddy disfrutaba del contenido del biberón, entre-
cerrando sus ojos, capturando su cola con su otra mano, soste-
niéndola sobre su pecho, lo más cerca que llegara esa larga ex-
tremidad para empezar a acariciarla con la mano que no sujetaba
el biberón.

—William, ellos se estaban quedando sin niños para expe-


rimentar con ellos. —La voz de Adam lo devolvió a la realidad,
volviendo a observar al hombre mayor hablando. — La idea prin-
cipal era recoger niños de la calle y usarlos a ellos. Les daban
alimento, casa, todo con tal de experimentar con sus cuerpos,
pero muchos pequeños no tenían la resistencia adecuada por la
falta de nutrientes para la alteración genética, y terminaban mu-
riendo en el proceso o días después, cuando su cuerpo no se ter-
minaba de acostumbrar a las nuevas células. La gente no decía
nada, nadie reclamaba a los niños porque eran huérfanos o calle-
jeros, entonces solo eran comentarios por aquí o por allá, cosas
que con dinero la empresa podía comprar. Sin mentir… He visto

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NEKO CORPORATION

a más niños inocentes morir que un soldado en una guerra ve caer


a sus compañeros… Y no me siento orgulloso de eso.

William sabía que estaba mal vivir en el pasado. Ya no


había lugar a remordimientos o dolor por tantos niños que estu-
vieron muriendo a causa de los desgraciados que experimentaban
con ellos a base de engaños, obteniendo pequeños que a nadie le
importaban, creyendo que hacían un bien en la humanidad bus-
cándoles una finalidad o un propósito en la vida, claro, eso sí ser
un juguete sexual a fuerza cuenta como algo bueno por lo que
valga la pena vivir.

Pero alejándose de ese increíble odio que le tenía a cada


persona de esa corporación, algo en la voz de Adam le hizo saber
que él realmente estaba arrepentido, así que no dijo absoluta-
mente nada, no le sacó en cara sus errores, porque William sabía
que la conciencia del hombre frente a él, se encargaba de carco-
merlo por dentro, entendiendo mejor ese aspecto demacrado y
con unas ojeras demasiado grandes bajo sus ojos.

—Cuando Neko Corporation estuvo en su mejor mo-


mento, las organizaciones de protección al menor trabajaron a la
par con ellos, si no podían hundirlos legalmente, lo harían qui-
tándoles su suministro principal: Los niños. Así que ellos se en-
cargaban de recoger pequeños con la finalidad de llevarlos a un

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Jasmine Stevens

lugar seguro y evitar que sea la misma Neko Corporation los que
los “rescate”, eso, más las pérdidas que ya mencioné, estaban lle-
vando la corporación a la ruina. Tenían que hacer algo, un paso
arriesgado, pero que podía ayudarles a tener muchos mejores pro-
totipos y probar su último avance en otros niños.

—Embarazarlos.

—Sí, William, embarazarlos. —Adam suspiró, obser-


vando al pequeño Eddy mordisqueando el chupón de la mama-
dera, dejando que así de esta saliera más leche a causa de la
fuerza de sus pequeños colmillos. — Esos sujetos… Empezaron
a robar recién nacidos de los hospitales.

William recordó que fue una frase parecida la que Adam


dijo cuándo hizo acto de presencia, pero no se imaginaba que pu-
diera ser cierta ¿Robar niños de los hospitales? ¿Y nadie hacía
absolutamente nada por evitarlo? ¿Acaso era tal fácil sacar a un
pequeño de un hospital sin que absolutamente nadie se enterase?

— ¿Lo dices en serio?

—Los hospitales también se manejan corruptamente, les


das dinero que favorece el hospital y ellos te entregan un recién
nacido, solo fingen su muerte y usar un cuerpo cualquiera para

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NEKO CORPORATION

eludir a las madres o a la policía. Es más fácil de lo que te ima-


ginas si las personas están tan dolidas que no se toman la molestia
de hacer ninguna prueba para asegurarse de que sea su hijo el que
esté muerto.

— ¿Y eso fue lo que contaste para que hundieran a Neko


Corporation?

—Bastó que robaran en un primer hospital y ya tuve a las


autoridades comprobando las palabras de esta fuente “anónima”,
una corporación de casi treinta años de trabajo público se fue a la
ruina gracias a ese paso en falso, y no me pude sentir más orgu-
lloso, al menos hice algo para evitar más pérdidas.

—Sigo sin entender. —Al fin, después de que Adam ter-


minó de hablar, William pudo preguntar aquello que le atormen-
taba desde la explicación de Amy. — Amy dijo que nunca se
completó eso de los niños embarazados ¿Qué pasó con Eddy en-
tonces? ¿Por qué ese hombre que lo persigue sale en la televisión
sin ningún temor de ser capturado? Maltrataba a Eddy y un amigo
mío también fue maltratado por ese sujeto.

—Ese sujeto se llama Cameron Rowling, es uno de los


hombres más reconocidos a nivel nacional y quizás internacional.
Tiene un socio, Chad Hamilton y dentro de sus trabajos, nunca

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Jasmine Stevens

se les ha encontrado nada ilegal, eso que han habido muchas per-
sonas intentaron hundirlos de diferentes maneras, lamentable-
mente nunca se tienen las pruebas necesarias para que el dinero
no pueda comprar su libertad. —William iba a volver a decir su
pregunta sobre Eddy, pero al parecer Adam lo entendió y conti-
nuó hablando. — Cuando cerraron y demolieron Neko Corpora-
tion, quiero dejar en claro que estoy hablando de la sede principal
de la compañía, la que se encontraba en Asia, sin embargo eso no
quiere decir que radicaron las sedes construidas en otras partes
del mundo. Inglaterra - Londres, por ejemplo.

—Entonces Neko Corporation no se acabó con totalidad.

—Lo hizo, pero a un ritmo lento, lo suficientemente lento


para que salven lo necesario del experimento para continuarlo de
un modo completamente ilegal y doy fe en que es de ese modo
en que Eddy surgió.

Eddy meneó su orejita cuando de nuevo las miradas fueron


hacía él, alejando la mamadera de su boca para observar a ambos
hombres, sin saber qué estaba ocurriendo. Meneó la cola y se
tumbó por completo otra vez, acurrucándose más contra William,
ya casi terminando el contenido del biberón.

— ¿Lo dice por el embarazo?

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NEKO CORPORATION

—Sí, William. Eddy es un milagro de Neko Corporation,


para que un niño logre soportar toda la alteración genética que
conlleva el lograr que procree, no puede haber sido un pequeño
que encontraron en las calles, Eddy tiene que haber sido robado.
De grande, de bebé, no lo sé, pero estoy seguro de que lo han
robado.

—Y para que eso suceda, significa que ese tal Cameron


Rowling está alterando niños aún en la actualidad ¿Verdad?

—Exacto.

No hizo falta que William fuera un maestro en toda esa


ciencia para comprender los puntos de Adam y encontrar una res-
puesta a todas las dudas que atormentaban su cabeza sobre Eddy,
aunque en realidad nunca fueron algo primordial, él sabía que
amaba a Eddy con todo su corazón y era lo que bastaba. Sin em-
bargo, si todo era cierto, no iba a poder librarse de ese hombre
con facilidad.

— ¿Cuál es el punto de contarme todo esto, Adam? —


Soltó en un suspiro, mientras tomaba el biberón que Eddy le en-
tregaba, ya vacío.

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Jasmine Stevens

—Que quiero que sepas que cuentas con todo nuestro


apoyo, mío y de toda la compañía. No dejaremos que Eddy caiga
en las manos de ese hombre nunca más, William. Están a salvo.

Y aunque esas palabras habrían calmado el corazón de


cualquier persona, algo en William le dijo que Adam no estaba
siendo del todo sincero con su finalidad de contarle toda la histo-
ria sobre Neko Corporation.

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NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XXVIII
— ¿Listo?

Eddy asintió, emocionado. William dejó un pequeño beso


en sus labios antes de abrirle la puerta del copiloto, dejando que
su minino baje y dándole la mano después. El lugar era inmenso,
además no muy lejos se podía observar el muelle y el mar, con la
marea tan calmada, junto a un hermoso atardecer.

El pequeño se mantuvo observando el lindo paisaje, lla-


mando la atención de William con un maullido, mientras este le
pedía a Eddy que se agarrara de su remera, ya que él tenía que
sacar unas cajas de la parte trasera del auto.

—Will. —Eddy le señaló con insistencia la playa, cap-


tando la atención del mayor.

—Te prometo que terminando de conocer la casa, iremos


a ver el agua ¿Qué te parece? No sé si te guste mucho, pero quizás
te agrade remojar tus pies ahí.

Después de una afirmación por parte de su pequeño, cami-


naron hasta la puerta principal de la preciosa casa de playa. Dos

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Jasmine Stevens

pisos con una azotea inmensa, además de contar con tres habita-
ciones, dos baños, la cocina, también el comedor y la sala prácti-
camente juntos, dándole ese toque hogareño. Sí, William se sen-
tía orgulloso de haber gastado casi todos sus ahorros en la recons-
trucción de ese lugar. Ahí podría pasar días hermosos junto con
su pequeño, alejados de absolutamente todos, cualquier preocu-
pación o temor, se había quedado en la ciudad.

Una semana había pasado desde el descubrimiento de


Eddy embarazado, ahora con tres semanas de embarazo, el pe-
queño minino tenía una pancita casi ni visible, sin embargo, si te
dedicabas a admirarlo, podías notar el pequeño bulto en la zona
de su abdomen.

Amy le dijo que no tenía que preocuparse, con el permiso


de Adam, ella iría semana a semana a hacerle las revisiones ne-
cesarias al pequeño Eddy, afortunadamente ya para ese momento
existían ultrasonidos portables, conectados con cable USB, ade-
más de muy fiables. La mujer también insistió en que William no
debía preocuparse por ningún gasto, todo quedaba en manos de
Adam y de ella.

Becca había tomado la noticia con muchísima inquietud


los primeros días, pero después de reconocer por sí misma cada

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NEKO CORPORATION

uno los síntomas primerizos en Eddy, abrazó fuerte a su hijo ma-


yor hasta llorar, demasiado feliz por ser abuela, aunque niños era
lo que le sobraba a esa mujer.

William había decidido que, ya después de toda la conmo-


ción, se llevaría a Eddy a su casa y fue por culpa de sus hermanas,
quienes faltaron a clase para despedirse de Eddy, que terminó
partiendo muy tarde, ya casi anochecía y apenas le mostraría a su
pequeño el interior de su nuevo hogar.

Una vez abrió la puerta, encendió las luces y Eddy admiró


con detalle cada lugar. Se veía muy bonito con las paredes pinta-
das de un color crema claro, quizás no tenía tantos detalles como
la casa de Becca, pero contaba con una mesa pequeña para el co-
medor, unas sillas del mismo color de la mesa, y unos tres sofás
de diferentes largos, junto con una pequeña mesita en medio. El
minino miró a William, cuestionando con sus ojitos si podía ob-
servar con más detenimiento.

—Claro, bebé, solo ten cuidado, yo voy a dejar tus cosas


en el cuarto.

Eddy asintió, meneó sus orejitas antes de tomar vuelto y


correr como desesperado rumbo a los sofás, lanzándose sobre
uno. No era raro para William ver como su pequeño olfateaba el

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Jasmine Stevens

espacio y estaba bien, el dulce meneo de la cola de Eddy le indi-


caba que el minino se sentía seguro. Eddy debía adaptarse a todo,
al fin y al cabo era su nuevo hogar.

William subió las escaleras para llegar a la que sería su


habitación. Le había costado mucho saber cómo decorar esa
parte, y aunque anteriormente el lugar ya estaba amueblado, él se
encargó de contratar a alguien para que vendiera las cosas, y
comprar otras; William deseaba decorar su nuevo hogar, al fin y
al cabo su pequeño Eddy y su hijo o hija vivirían con él de ese
momento en adelante, no iba a dejar que, en un futuro, cuando
hablara con su pequeño o su pequeña, tuviera que decirle que el
desgraciado de su abuelo compró y amuebló esa casa para man-
tener tranquila a su esposa mientras la engañaba. Ya era sufi-
ciente con saber que ese lugar anteriormente era de ese hombre.

Al final, William se decidió por arreglar la habitación tal y


como recordaba su cuarto en su casa anterior, quizás este era mu-
cho más grande, pero los colores de las paredes y hasta el diseño
de la cama era igual. Las colchas y frazadas también, parecidos a
los que él solía usar, esperaba que eso le dé un poco más de se-
guridad a su pequeño.

Dejó las cajas sobre la cama, empezando a colocar las ro-


pas de Eddy en los cajones. Las suyas ya las había traído en cajas

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NEKO CORPORATION

el día que Nico cuidó a Eddy, las pocas que conservó y usó en la
casa de su madre eran de cuando él vivía ahí. De acuerdo, no le
motivaba saber que no había crecido absolutamente nada desde
hace años, pero detalles eran detalles, al menos era más grande
que Eddy.

— ¿Terminaste ya de ojear todo?

Pasadas las siete de la noche, William ya le había dicho a


Eddy que dejarían su salida al muelle para el día siguiente, así
que ahora se estaba encargando de prepararle su mamadera noc-
turna, viéndolo entrar a la cocina, observándola también con de-
tenimiento. Eddy maulló, corriendo para envolver sus brazos al-
rededor de William, meneando su cola lentamente, sobando su
rostro contra el costado del mayor.

— ¿Qué pasó, nene? ¿Viste algo malo?

—Will…

William dejó de calentar la leche para prestarle total aten-


ción a su niño, observándolo morderse el labio, con nerviosismo.
361
Jasmine Stevens

Eddy inclinó una de sus orejas y bajó la mirada, así que al ya no


tener contacto directo con sus ojos, William terminó colocándose
de cuchillas, para, en una altura más baja poder buscar el verde
esmeralda de los ojos de su niño.

— ¿Quieres algo? ¿Y si me lo señalas?

Eddy negó con la cabeza, sin dejar de mordisquear su labio


inferior hasta que un dedo de William apartó el labio de los col-
millitos de su niño, no quería que se hiciera daño, y después de
acariciarlo con su pulgar, continuó observando a su minino.

Todo eso iba a ser tan complicado, él había rechazado la


ayuda de Amy para que Eddy hablase, pero en momentos como
ese deseaba un traductor, no sabía si su niño sentía algún dolor o
tenía un antojo. Pasados un par de segundos, Eddy meneó su cola
y suspiró, estirando su brazo hasta que uno de sus deditos señaló
directamente la entrepierna de William.

William, aún sin comprender, siguió el camino en la direc-


ción que le mostraba Eddy y se observó a sí mismo, captando
después de un par de segundos, dibujándosele automáticamente
una media sonrisa en el rostro, cuando disimuladamente también
notó que Eddy tenía un pequeño problema en su entrepierna.

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NEKO CORPORATION

— ¿Qué pasa, bebé? ¿Las hormonas de nuevo? —Su dedo


fue a colocarse justo sobre el bulto del minino, escuchándolo
maullar y viéndolo cerrar sus ojos, inclinando esas dos felpudas
orejas de su cabeza, mordiéndose el labio otra vez. — ¿Quieres
que te haga el amor, Eddy? ¿Aquí? —Eddy asintió repetidas ve-
ces, dejando como las manos de William lo tomaban y con sumo
cuidado lo cargaban, colocándolo sobre la cubierta de la cocina,
sentándolo al borde, observando la mirada ya oscura y perversa
del más alto. — ¿Vas a abrir las piernas para mí, mi amor?

Eddy asintió con la cabeza, obedeciendo. Separó sus pier-


nas a los lados de William, dejando que el cuerpo del mayor se
coloque en medio de estas, jadeando de anticipación cuando Wi-
lliam tomó su barbilla y capturó sus labios en un profundo e in-
tenso beso, comiéndose los labios del minino, permitiendo que
las pequeñas manos de Eddy lo abracen por el cuello y luego este
ladee su cabeza y entregándose completamente al castaño.

No tenía nada de malo, según lo que William había inves-


tigado y lo que le había dicho Amy, mientras Eddy estuviera dis-
puesto, no había razón para preocuparse por el pequeño bebé en
el vientre del minino. Es más, mientras más contento se le tuviera
a Eddy, el feto tendría un mejor crecimiento, así que durante toda
esa semana en casa de su mamá, su vida sexual no había dismi-
nuido en ningún momento.

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Jasmine Stevens

Manteniendo el contacto con los labios de Eddy, se en-


cargó de bajarle con mucho cuidado su pantalón, hasta que se lo
sacó por completo y, no es que William sea un pervertido ni nada
parecido, pero desde que vistió a Eddy antes de salir de la casa
de su madre, no le había puesto roba interior ¿Para qué? Estor-
baba mucho en momentos como ese y ahora vivirían en una casa
completamente de ambos, solo de ambos.

Observó el palpitante miembro de Eddy cuando sus labios


se separaron, admirando las hermosas mejillas sonrojadas del pe-
queño, al igual que su respiración entrecortada. Eddy meneó las
orejas, murmurando un “Will” antes de soltar un fuerte gemido
cuando la palma del mayor tomó con firmeza su miembro, em-
pezando a estimularlo con movimientos rápidos, de arriba abajo,
robándole jadeos a Eddy, mientras este arqueaba su espalda.

Los labios de William besaban cada espacio del cuello del


pequeño Eddy, quien ya estaba lleno de marcas, “marcas de
amor” como les decía William, pero esas eran mucho más boni-
tas, al menos al minino le gustaba quedarse en el espejo mirando
su cuerpo, todo lleno de marcas de amor de William, esas no eran
a causa de golpes, sino de besos, William lo marcaba a besos, y
eso hacía al corazón de Eddy palpite muy feliz.

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NEKO CORPORATION

— ¡Ah! —Sintió otra mordida en su cuello y tironeó del


cabello del castaño, mientras los dedos de este jugaban con el
glande del pene de Eddy, tirando de su miembro de arriba hacia
abajo. — Will… Will.

Eddy llevó una de sus manos hasta su entrada, pasando sus


pequeños deditos por esa zona, captando la atención del mayor,
quien jaló un poco de Eddy, teniendo una mejor vista de su agu-
jero, asegurándose de que su pequeño se sentara más al borde de
la cubierta, tratando de no dañar su espalda. Una vez lo hizo, Wi-
lliam apartó sus dedos y sin cuidado alguno metió uno de los su-
yos en el pequeño agujero, profundo, jadeando al sentir la presión
de las paredes de Eddy.

— ¿Así, mi amor? ¿Te gusta? —Eddy asintió con la ca-


beza, inclinándola después hacía atrás, gimiendo e intentando
aferrarse inútilmente a algo en la cubierta, aunque la superficie
lisa le impedía poder afirmarse en algo para callarse un poco. —
¿Quieres otro, Eddy?

—S-Sí, Will. Mmm. —Eddy mordió su labio, llevando


una de sus manos al hombro de William, tomando con firmeza
este, enterrando sus pequeñas uñas en la remera del mayor, mien-
tras recibía sin compasión otro dedo en su interior, gimiendo ante

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Jasmine Stevens

el movimiento brusco de los dígitos, abriéndolo, preparándolo


para el duro miembro de William.

La cocina se llenaba de los gemidos de Eddy, su cuerpo se


entregaba completamente al placer que William le proporcio-
naba. Sintiéndose ya preparado, murmuró un “No” para que Wi-
lliam lo entendiera, y entonces William sacó los dos dedos, no
sin antes hundirlos profundamente, rozando la próstata del pe-
queño, escuchándolo casi gritar.

—Meoow. —Todo el cuerpo del menor se relajó, apo-


yando su cabeza en el pecho de William, ronroneando, con sus
manos sobre los hombros del mayor, escuchándolo abrir la cre-
mallera de sus pantalones y bajar el cierre, terminando por qui-
tarse por completo el jean.

Una de las orejitas de Eddy se sacudió cuando su entrada


vibró por el contacto con la punta de la erección de William. Ya
listo, trató de relajar cuerpo, esperando la penetración.

—Esta es nuestra casa, amor. —Le susurró el mayor, cerca


de su orejita izquierda. — Quiero que grites y gimas todo lo que
quieras. Di mi nombre mientras te hago mío, Eddy. —Eddy no
tuvo tiempo ni de responder cuando sintió como de una embes-
tida todo el miembro de William se abría paso entre sus paredes,
llevándolo a gemir mientras sus ojos se nublaba a causa de las

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lágrimas provocadas por el dolor y el placer de la penetración.


Era increíble, pero ese tipo de dolor le gustaba.

—Will. —Eddy se removió, esperando el movimiento de


William cuando este inició con las embestidas, una tras otra, gol-
peando contra Eddy sin parar, sacándole fuertes gemidos. Wi-
lliam se apoyó en la cubierta, empujando contra el delicado
cuerpo frente a él.

Una vez notó que la posición no le estaba favoreciendo en


lo más mínimo, le ordenó a Eddy que lo rodee con sus piernas,
quitándole completamente el pantalón primero, y colocando sus
manos sobre los glúteos del menor, lo cargó, volviendo a intro-
ducir su erección en Eddy, para luego apoyarlo contra la pared al
lado de la puerta de la cocina, empezando a empujar con más
fuerza y decisión, utilizando esa misma pared como soporte. —
¡Nhya! ¡Will! ¡Will!

Las piernas de Eddy se aferraron a él y los gemidos se vol-


vieron más fuertes, William se empujaba rudeza, una y otra vez,
buscando volver a rozar el punto que enloqueciera al más pe-
queño, mientras as manos de Eddy intentaban aferrarse a los
hombros de William. El mayor besaba y marcaba, escuchándolo
maullar, gritar, repetir su nombre una y otra vez.

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Jasmine Stevens

— ¿Así, amor? —William empujó con más fuerza, evi-


tando que así Eddy pudiera decir algo y solo gimiera otra vez,
más fuerte y más ronco, tirando su cabeza hacía atrás, entregán-
dole su cuello a William para que marque a su total antojo.

Un par de embestidas profundos más y Eddy dejó que una


lágrima escapara de uno de sus ojos, gritando el nombre de Wi-
lliam cuando esté tocó ese punto que lo enloquecía, su miembro
vibró entre el cuerpo de ambos y cuando William supo que había
encontrado el lugar, se dedicó a empujar una y otra vez contra
este. Los labios de Eddy buscaron los suyos y los besó con pa-
sión, con deseo y con amor, embistiendo una y otra vez, mientras
su lengua jugaba con la de Eddy, continuando aun cuando el beso
se había roto.

Eddy se dejaba hacer, aferrándose a William, ayudándole


con los empujes, usando sus delgadas piernas, marcando sus
hombros y besándolo. Para él, que todo se volvió William y Wi-
lliam, y más William en su corazón y en su cuerpo, hasta que no
lo resistió y se corrió, tira tras tira de gotas su esencia marcó los
abdómenes de ambos, e incluso después, continuaba gimiendo
sin control, dejando que su respiración se vuelva una contra la de
William, disfrutando de las embestidas hasta que el mayor no
pudo más y lo llenó completamente, bañando las paredes internas
de Eddy, permaneciendo inmóviles, mientras los delgados brazos

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de Eddy lo abrazaban y William se apoyaba de la pared, así in-


tentando evitar que sus músculos de sus piernas flaqueen ante los
espasmos de semejante orgasmo.

—Meow. —Eddy ronroneó cuando se sintió lo suficiente


capaz de hacerlo, dejando suaves besos en el cuello de William,
junto con pequeñas lamiditas. — ¿Will?

El mayor tomó aire y se apartó de su pequeño, al menos lo


suficiente para observar por completo su rostro, disfrutando de la
tranquila sonrisa en los labios de Eddy y de cómo sus orejitas se
menearon. El felino besó dulcemente los labios de William, sin-
tiéndose feliz, siempre que jugaba con William se sentía muy fe-
liz, aunque luego extremadamente cansado.

—Vamos a darte una ducha y luego a la cama, mi amor.

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CAPÍTULO XXIX
— ¿Cómo está?

William se acercó con mucha calma a su pequeño, mien-


tras le limpiaba el abdomen y le acomodaba su polera, no eran
buenos días para estar en la playa, el aire corría con demasiada
fuerza y él temía que Eddy se enferme, así que lo mantenía con
distintas poleras con diseños infantiles, esas que a su novio le
encantaban tanto.

Besó la nariz del minino, quien solo se acurrucó en el pe-


cho de William, aunque él continuaba sin entender nada, solo
obedecía las palabras de su amor porque sabía que luego le toca-
ban muchos besitos como recompensa.

—Está bien, el feto se encuentra bien, solo…

Amy cortó la oración, sentándose en una de las bancas que


William le había indicado antes que podía, no era la primera vez
que hacían eso, de hecho era la segunda. Eddy acababa de cum-
plir cuatro semanas de embarazo, cuatro semanitas donde su es-
tómago había crecido y William no podía sentirse más como un

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Jasmine Stevens

novio y padre orgulloso, inflándosele el pecho cada que obser-


vaba al minino menear las orejas cuando se encontraba frente al
espejo, seguro preguntándose la razón de su pancita grande.

— ¿Solo qué…? Amy, la última vez que viniste dijiste que


tenías que confirmar algo hoy. Dime si algo le está pasando a
Eddy o al bebé, por favor.

—No es nada malo, William. El cuerpo de Eddy se ha


adaptado excelentemente al cambio con un feto creciendo en su
vientre, sin embargo, tienes que saber que el tamaño del feto no
es el tamaño que debería tener cuando está cumpliendo apenas
los veintiocho días.

— ¿Está muy pequeño? Eddy es un niño, es normal que lo


esté ¿No?

—Ese es el problema. Está muy grande.

Amy soltó un suspiro, mientras sacaba del maletín una


placa y le mostraba una fotografía de la ecografía anterior que le
había sacado a Eddy, William realmente no entendía mucho de
esas cosas, sin embargo, a juzgar por ambos, sí era visible como
en el estómago de Eddy se encontraba un bebé mucho más
grande que en la placa del costado.

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—Esas son dos ecografías de fetos a sus veintiún días.


Como notarás, el de Eddy es considerablemente grande, además
de que, confirmándolo con la ecografía de hoy, el bebé sigue cre-
ciendo más y más.

— ¿Qué significa eso?

— ¿Sabes cuánto dura el embarazo de un felino, William?

—Hey, amor. ¿Cómo estás?

William había terminado de lavar los platos donde Eddy y


él habían comido. Estaba algo nervioso, así que más de una vez
se había quedado quieto, dejando que el agua corra mientras su
mente se llenaba de imágenes, de pensamientos, de ideas de
cómo hablar con Eddy sobre todo lo que estaba ocurriendo, por-
que no era una tarea sencilla.

Después de haber terminado, subió las escaleras hasta la


habitación que compartía con el minino y lo encontró ya con su
pijama. Le había comprado un conjunto, un pijama blanco con
pequeños ositos arcoíris y la parte superior en forma de camisa
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Jasmine Stevens

de manga larga, hasta con el cuello doblado. Bueno, todo eso más
el agujero por donde salía la larga cola de su bebé, Eddy se veía
tan adorable como absolutamente cualquier día, aunque William
pudo notar una diferencia: Lo veía mucho más radiante a cada
segundo que pasaba.

— ¿Will? —Eddy alejó la mamadera de su boca, me-


neando las orejas mientras veía al mayor sentarse en la cama a su
lado, así que automáticamente tomó lugar sobre su cuerpo, sen-
tándose encima del regazo de William, mientras este lo acurru-
caba en sus brazos, peinando los rizos rebeldes que Eddy despei-
nada cada que se vestía, porque no importaba que esa pijama
fuera con botones, de algún modo Eddy siempre se despeinaba,
o también podía terminar colocando el botón en el agujero inde-
bido, aunque esta vez no fue una de esas.

— ¿Terminaste tu leche, nene? —Eddy observó el bibe-


rón, moviéndolo de lado a lado, viendo que aún contenía algo de
líquido y negó con la cabeza, llevándoselo de nuevo a la boca,
tomando su larga cola para atraparla entre sus manos y empezar
a peinarla. William había descubierto que ese era un tic de Eddy,
o una forma de darse auto-apoyo, y de nuevo, él pensó que su
niño no podía ser más adorable. — Bueno, tengo que hablarte de
algo. Escucha ¿Recuerdas a Sophia y Sam? —Eddy asintió ener-

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gético ¿Cómo olvidar a esos pequeños que, según Nico, solo ca-
gan, comen, lloran y duermen? — Bueno, bebé ¿Sabes que ellos
estuvieron en la pancita de mi mamá, verdad?

Eddy meneó la cabeza, tratando de ordenar las ideas, no


era tan difícil para él imaginar que un bebé tan pequeño como lo
eran los mellizos entrara en la panza de alguna mujer, él había
visto mujeres muy, muy gordas a lo largo de sus días en la calle,
aunque no fueron muchos, algunas señoras le asustaban y él creía
que lo golpearían con su barriga o algo, sin embargo, no sabía
cómo entraban dos nenes, como lo eran Sophia y Sam, uno estaba
bien ¿Pero dos?

— ¿Auch? —Eddy colocó su mano sobre su abdomen, so-


bándoselo de imaginar que sería doloroso tener dos bebés en la
panza, y pensar como salieron de ahí, sin embargo se calmó
cuando sintió un dulce beso de William en su frente. Y sí, Eddy
aprendió a decir “Auch” solito, gracias a una vez durante la se-
mana cuando a William se le habían caído unas cajas sobre el
dedo gordo del pie, y él gritó algo parecido, junto con otra palabra
que Eddy le prometió a William no repetir.

—No, mi vida. No Auch. —William sonrió, pasando sus


dedos por la suavidad de los rizos de su pequeño, encontrándose
con el inicio de sus esponjosas orejas, acariciando en esa zona.

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Jasmine Stevens

—Es bonito, amor. Mamá tuvo dos hijos a los que ama mucho,
mucho, mucho. ¿Imaginas eso? ¿Tener en tu pancita una pequeña
parte tuya, y de alguien más que vas a amar mucho pero mucho,
mucho?

William colocó su mano sobre la de Eddy y acarició tam-


bién el abdomen algo abultado de su pequeño, hasta él había per-
dido la idea de a donde quería llegar, solo suspiraba enamorado,
encantado con la fascinante noticia de tener un hijo. No podía
bajarse de esa nube desde hace ya dos semanas que se había en-
terado, y sabría jamás podría hacerlo.

—Amo. —Eddy repitió, refiriéndose a la palabra “Amor”


y captando de nuevo la atención del mayor.

—Sí, amor, bebé. ¿Quieres tener una parte tuya y mía en


la pancita? —La mirada de Eddy bajó a su vientre y William le
ayudó, desabotonando un par de los botones de la zona interior
de la camisa para liberar la piel y que Eddy observaba su abdo-
men. Ladeando una de las dos orejitas de su cabeza, alejando su
cola para prestarle atención a la zona de la que estaban hablando.

—Meoow. —Eddy le maulló a su abdomen, William creyó


que su niño le estaba cuestionando a esa parte de su cuerpo si
quisiera tener un pedacito de ambos, como él le había dicho, y

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por ello el castaño tuvo que contenerse de llenar de besos a su


pequeño.

Una vez Eddy se aseguró de no sentir ningún dolor, es de-


cir, de que su vientre no proteste ante la idea, subió la mirada a
William y le regaló una enorme sonrisa, afirmando con la cabeza,
acurrucándose más contra William mientras este besaba sus la-
bios, sintiendo como si le sacaran el peso más grande de sobre
sus hombros.

William llenó de besos los labios de Eddy como si apenas


se hubiera enterado del embarazo, aunque realmente estaba igual
de feliz que en ese momento. Eddy lo amaba, Eddy quería tener
un hijo con él y Eddy ya tenía un hijo de él creciendo en su vientre
¿Qué podía ser mejor que todo eso? Estaba tan feliz, debía llamar
a Becca y a Amy para contarles que, por mientras, todo marchaba
perfectamente bien.

—Es bueno eso, amor. —Eddy lo miró con cierta duda, sin
embargo se limitó solo a acariciar la mejilla de William, regalán-
dole una pequeña sonrisa, viendo a William tomar su pequeña
mano y la llevaba de besos, de mimos y de caricias. — Tienes un
mini tú y yo creciendo en tu pancita, bebé.

— ¿Will? ¿Eddy? —William afirmó, Eddy vio como los


ojos del mayor se llenaban de lágrimas, pero por primera vez, no

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le asustó, él veía la sonrisa de William y quiso compartirla, quiso


llorar con él, quiso sentir siempre que William llorara solo esa
comezón en su pancita diciéndole que todo está bien, que esas
lágrimas no eran tan malas como las otras. — ¿Meow? —Eddy
señaló su abdomen y William volvió a asentir, así que el minino
simplemente se limitó a mirar su pancita, y entonces comprendió
la razón por la cual había engordado. No era la leche o que su
estómago esté haciendo huelga, él tenía un mini Will en ese ju-
gar, así que era como tener dos William, y eso lo hacía doble-
mente feliz.

William volvió a besar sus labios y Eddy meneó sus orejas,


entregándose al cálido beso que le estaba regalando su William.
Encogió sus piernas, ronroneando al sentir las caricias del mayor
en su pancita.

Un William. Había un pequeño, muy pequeño William ahí.

Después de que Eddy se quedó dormido en sus brazos, Wi-


lliam no pudo pegar un ojo en toda la noche, aunque no era la
primera vez que le ocurría, esta vez fue diferente porque Eddy ya

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se encontraba al tanto de su embarazo, así que la realidad lo gol-


peó con fuerza: Eddy iba a tener un hijo de ambos más pronto de
lo que él imaginaba.

Tomó su celular, marcando un número ya conocido para


él, tecleando solamente los primeros tres primeros cuando ya le
apareció el nombre, así que le dio al botón verde, pegándose el
aparato al oído, escuchándolo timbrar y no ser contestado en nin-
guno de los cinco timbres. Repitió ese proceso otras tres o cuatro
veces, hasta que al fin lo atendieron.

— ¿Hmm? —William mordió su labio, sin querer carca-


jearse muy fuerte por la voz dormida de su mejor amigo de otro
lado. — ¿Te das cuenta que son…? —Zack cortó su voz para
seguramente buscar un reloj y entonces volvió al teléfono. —
¿Las dos y media de la madrugada de un lunes? Me voy a levan-
tar en menos de tres horas para ir a clases, William.

—Lo sé, no diré que lo siento porque no lo siento, pero


necesitaba hablarte, Zacky. —El tono feliz de su amigo, hizo que
Zack comprendiera que debía escuchar, así que después de des-
pabilarse lo suficiente, se sentó en la cama, quitando con mucho
cuidado el brazo de Nico que descansaba sobre su pecho, entre-
gándole una almohada para que su pequeño rubio se acurruque al
lado de esta.

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—Y bueno ¿Qué ocurre?

—Eddy está embarazado. —William, en las dos semanas


que llevaba sabiéndolo, no había tenido la confianza de contár-
selo a nadie que no fuera su familia e incluso la mayoría de sus
hermanos menores no sabían, de no ser por Hayley y Emily que
se quedaron escuchando detrás de la puerta cuando se lo dijo a su
madre. William no iba a decírselo a nadie hasta que el mismo
embarazado lo supiera, y ahora con todo aclarado, no pudo con-
tenerse más de contarle la noticia a alguien tan importante para
él. — Tiene cuatro semanas, Zack.

—Eso es realmente inesperado, pero felicidades, Will.

— ¿No te sorprendes?

—William, dejaste embarazado a un niño alterado gené-


ticamente para que parezca más un gato pidiendo ser violado
que un niño normal de los que te patean cuando no les das lo que
quieren ¿Crees que a estas alturas algo me sorprenda?

—Bueno, hombre, pero tampoco esperé que lo tomaras


con tanta naturalidad. —William se encogió de hombros, como
si el mismo Zack pudiera verlo, aun acariciando los rizos de su
pequeño. Zack soltó un largo bostezo y entonces William se pre-
guntó si Zack estaba o sonámbulo o aún medio dormido, porque

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NEKO CORPORATION

su amigo parecía más una computadora arrastrando las palabras


con voz ronca. — Creo que te volveré a llamar mañana en la tarde
también.

—Harías bien. —William sonrió y Zack también lo hizo,


entonces sintió como su amigo se aclaró la garganta, esperando
que hablara. — William, escucha, sé que nos hemos separado
mucho este tiempo. Tú sabes, Universidad, o lo que sea, yo real-
mente lamento no poder estar contigo tanto como lo desearía.
Tú, Andrew, Nico, Eddy y yo ¿Te imaginas? Sería bueno vivir
esta etapa juntos, pero yo tengo cosas que hacer y quizás… Qui-
zás este ciclo me entreguen una beca para Estados Unidos. Nico
entiende, él me apoya mucho y sé que tú también, solo… Quiero
seguir el camino que me haga feliz ¿Sabes? No sé la razón por
la cual te digo esto ahora, si dependiera de mí, continuaría tra-
bajando contigo en la tienda de antes ¿Recuerdas? Nosotros
tres, me encantaría seguir y vivir con ustedes todos los momentos
que se vienen, pero por primera vez, estoy haciendo algo que me
gusta, por mi cuenta. Es cansado, trabajoso y créeme que hay
días que quiero lanzarlo todo y volver el tiempo pero…

—Oye, oye, está bien. —William mostró una enorme son-


risa, negando con la cabeza, aunque Zack no pudiera verlo, ese
era su mejor amigo, esa persona que en la madrugada se ponía a
pedirle perdón por no continuar con la vida que ellos habrían

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deseado tener, aunque ese sueño no era el de Zack también y


ahora se enteraba de que posiblemente… Se alejaría por mucho,
muchísimo tiempo. — Andrew y yo, aunque ya no sé mucho de
Andrew, vamos a estar bien mientras tú estés bien ¿De acuerdo?
Te queremos a nuestro lado y sabes que siempre tienes las puertas
abiertas para volver con nosotros, para que consigamos un em-
pleo o al final aceptar la oferta de Andrew y su padre, pero por
sobre todo, hermano, si quieres estudiar y la Universidad te lleva
a abandonar el nido, oye, me sentiré la madre más orgullosa de ti
al ver que eres feliz haciendo lo que te gusta. Te apoyo, Zack.
Nico, Andrew e incluso Eddy que no entiende nada, también lo
hacen. No te sientas mal por tomar tus decisiones, eres jodida-
mente valiente y me tienes orgulloso hasta los huesos. Todas las
personas que te amamos te comprendemos y apoyamos, no sirve
de nada ser egoísta y pedirte que te quedes, si no eres feliz.

—Parecemos dos maricones hablando de un adiós para


siempre.

William rió, negando con la cabeza. — No es un adiós, no


importa que tan lejos te mande tu camino, jamás será un adiós,
porque decir adiós significa olvidar y nunca olvidaremos todo lo
que hemos pasado juntos, lo sabes ¿Verdad?

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NEKO CORPORATION

—Compañeros del crimen, tendremos que hacer nuestras


fechorías un poco más alejados ahora.

—Te entrego Estados Unidos, sé que sabrás hacerlo.

—Te quiero, William.

—Ahora sí te escuchas maricón, Zacky.

William y Zack rieron después de eso, mientras cambiaban


de tema al embarazo del pequeño Eddy nuevamente. William
limpió con sumo cuidado una lágrima que escapó de su ojo iz-
quierdo, riendo cuando Zack le contó que Nico, al enterarse de la
posible beca, empezó a medir su tamaño para ver en que maleta
podía caber y ser llevado al otro país junto a Zack.

Era increíble como la llamada había ocurrido con el fin de


hablar de Eddy, pero al final, ellos se habían dicho cosas que am-
bos guardarían en su corazón por mucho tiempo o para siempre.

383
Jasmine Stevens

En otro lugar, no muy lejos de la playa, Amy le mostraba


con orgullo a Adam las placas de las ecografías de Eddy, mien-
tras este sonreía emocionado. Ambos estaban felices de saber que
no tendrían que esperar mucho, el embarazo de un felino duraba
aproximadamente de sesenta y dos a sesenta y siete días, por ello,
tendrían al hijo de Eddy respirando muy pronto.

Aunque, tal vez ambos estaban emocionados por el mismo


acontecimiento pero por repercusiones muy diferentes que traería
consigo ese pequeño ser en el estómago del minino.

384
NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XXX
Un mes embarazado, exactamente un mes según la última
ecografía que le hizo Amy. Eddy apenas se había enterado hace
unos días que iba a ser papá y que tenía a un mini William en el
pancita, pero no pudo tomarlo de una mejor manera. Él hablaba
mucho con su pancita desde entonces e incluso en momentos,
William se había encontrado con su pequeño acostado, solo ad-
mirando o acariciando su abdomen, acurrucado en sí mismo.

Su vientre seguía creciendo, William no sabía cómo era


posible, pero desde que se enteró que sería cosa de solo menos
de setenta días y que aproximadamente le quedaba un mes y una
semana para que Eddy le entregara el maravilloso regalo que era
un hijo; él había notado que la pancita de Eddy crecía considera-
blemente más rápido.

Becca iba a visitarlo con frecuencia, incluso Zack y Nico


pasaban agradables días en su casa. William y Zack no habían
vuelto a tocar el tema de la beca, eso gracias a que el pelinegro
le pidió que no hablaran de aquello frente a Nico, el rubio aún
estaba algo sensible, aunque intentara no demostrarlo.

— ¡Oh, vamos, Zack! ¡Yo también quiero cerveza!

385
Jasmine Stevens

Nico meneó su cola con prepotencia. William, Zack, Eddy


y él habían decidido pasar ese día juntos en la playa, en esa parte
alejada que era más que nada privada para las personas que tenían
sus casas ahí, aunque realmente la única que se podría apreciar a
kilómetros de distancia era la de William, y eso ayudaba muchí-
simo a que el pequeño Eddy no tuviera que esconderse.

William y Zack llevaron dos six packs de cerveza, al igual


que un poco de leche para Eddy y mucha más comida para Nico.
Colocando unas toallas sobre la arena, se sentaron a apreciar el
mar, esperando la hermosa puesta de sol ya que William le había
hablado a Zack muchísimo sobre ella y Zack deseaba ver si se
podía inspirar alguna forma con la imagen.

—Ya te dije que eres muy pequeño, idiota. —Zack gruñó,


harto de la insistencia del pobre felino. Nico entrecerró los ojos,
alzando una ceja después.

—Oh, claro, imbécil. Ahora soy “pequeño” pero cuando


estoy entre tus piernas chupándote la Hmmm… ¡Mmm!

Zack cubrió con una de sus manos los labios del ojiazul y
este pasó descaradamente su lengua por toda la palma de la mano,
causando que Zack la alejara al instante con una mueca de asco,
ante la mirada atenta de Eddy y William.

386
NEKO CORPORATION

—…Polla. —dijo el rubio, con una victoriosa sonrisa.

—Ugh ¡Eres un puerco, Nico!

Eddy rió fuerte al observar la sonrisa burlona en el rostro


de Nico, clara señal de victoria, captando así la atención de todos
los demás. El minino cubrió sus labios, inclinando sus orejas ha-
cía abajo. Él no había querido hacer tanto ruido, solo la risa salió.

William dejó un dulce beso sobre su mejilla, acomodán-


dolo mejor entre sus piernas, porque sí, el cuerpo de Eddy se en-
contraba descansando entre las piernas de William, con su es-
palda pegada al pecho del mayor y este inclinado hacia atrás,
apoyado en la palma de sus manos.

— ¿Qué es gracioso, Eddy? ¿Acaso no te gustaría saber a


qué sabe la cerveza? —Eddy negó con la cabeza, y soltó un par
de maullidos, mientras Nico bufaba y se cruzaba de brazos, vol-
teando el rostro para ya no verlo. — Eres tan idiota, no hace daño
si se toma solo una vez, esto de que estés embarazado te hace tan
aburrido.

Eddy subió la mirada hasta arriba. Alto, alto, queriendo


encontrarse con los ojos de William, así que se dejó caer un poco
más, hasta que por fin sus dulces y grandes ojos conectaron con

387
Jasmine Stevens

los del mayor y le hizo un puchero, recibiendo un beso por parte


de este.

—No, nene, no eres aburrido. —El minino sonrió, mo-


viendo su cola, otra vez levantando algo de arena, sintiendo
como le hacía cosquillas a su piel, volviendo a reír, llevando am-
bas manos a su pequeña pancita, acariciándola por mero instinto.
— ¿Hambre?

Negó con la cabeza, tomando la mano de William para co-


locarla sobre su vientre y moverla suavemente, indicándole que
deseaba mimos. Así que William no tardó en alzarle su pequeña
remera, empezando a acariciar con ternura la suave piel de su
pequeño, ahora siendo ambos el centro de atención de sus otros
dos amigos.

— ¿Siempre hace eso? —Cuestionó Zack. —Creo que de-


berías estar orgulloso de Eddy, hermano, se ha tomado bien el
tener a una persona creciendo en su vientre. —William asintió,
mientras el pequeño Eddy cerraba sus ojos y se dejaba hacer entre
las caricias de William, soltando unos cuantos ronroneos, en lo
que la sombra de su amor se encargaba de evitar que los últimos
rayos del sol caigan directo sobre su rostro.

—Eddy dice que es un mini William. —Habló Nico, en-


cogiéndose de hombros. — Está muy emocionado. Ni crean, yo

388
NEKO CORPORATION

también pensé que él no tomaría bien la noticia, por eso le dije a


Zack para venir lo más pronto posible, pero cuando lo vi, me
abrazó y me dijo “¡Nico! ¡Tengo a un William creciendo en mi
pancita! Se mueve y hace grr como nosotros.” —Nico sonrió ins-
tintivamente, observando el suave movimiento de la punta de su
cola sobre la arena.

—Ow ¿Quieres un hijo, Nico?

—Claro, Zack, ven, lléname de tu leche.

— ¡Nico! ¡Deja de ser tan cerdo!

—Gato, Blair, gato.

William rodó los ojos ante la pelea que su mejor amigo y


su novio habían empezado a tener y aún más cuando al final ter-
minaron besándose. Les dio su respectivo espacio, permitiendo
que sean ellos los que compartieran una escena cursi, mientras
sus caricias continuaban haciendo dormir al minino entre sus bra-
zos, soltando un largo suspiro, lleno de tranquilidad.

—Si tomas cerveza y te beso… ¿Estaría tomando cerveza


yo también?

—No te voy a besar mientras tomo cerveza, rubio.

— ¿Estás seguro de eso?


389
Jasmine Stevens

— ¡Ni se te ocurra, Nico!—La sonrisa pícara que se formó


en los labios del rubio le hizo saber a Zack que estaba en un pro-
blema muy serio, aún peor cuando Nico tomó la lata que Zack
acababa de abrir y se lanzó encima, moviendo el embace de lado
a lado, obligando a William y a Eddy a pararse antes de terminar
llenos de ese meloso líquido, tal y como Zack había acabado en
ese momento.

—Toma, mi amor. —Eddy recibió gustoso la mamadera


llena de leche caliente, acomodándose en el sofá para empezar a
tomarla, mientras Nico estaba sentado en el mueble personal y
William se sentaba al lado de Eddy, hasta que este se acomodó y
tumbó su cabecita sobre el regazo del mayor. — ¿Sabe bien? —
El minino asintió, concentrándose en el contenido de la leche,
volviendo a su estado de calma total, ronroneando para William.
—Hablando de otra cosa, Nico ¿Zack no tenía un perro?

—Oh, sí ¿La rata esa?

—Sí, la de su ex novia.

390
NEKO CORPORATION

—Bueno, después de unos cuantos besos, una mamada y


un buen sexo, lo convencí de que se deshaga de ese animal de
porquería. No hacía más que chillar, ya que lo que salía de su
boca no eran ladridos ¡Chillaba, William! No sé qué habrá sido
de esa rata con pelo luego. Es decir, creía que yo le tenía miedo,
mira que de una puta patada lo mandaba a la luna.

—Se la regalé a mi hermana. —Zack entró por fin a la sala,


cambiado con ropa de William y con una toalla sobre su cabeza,
terminando de secarse sus negros cabellos. Nico lo observó por
unos segundos, buscando el enojo en su mirada, pero al no en-
contrarlo, le mandó un beso al pelinegro, uno que no pasó desa-
percibido por William.

Nico meneó las orejas, estirándose para que uno de sus de-
dos toque la planta del pie de Eddy, causándole cosquillas al pe-
queño, que no hacía más que reír aún con el chupón del biberón
en su boca.

— ¿Qué tal estuvo la ducha?

—Estupenda. Gracias, hermano, aunque sigo sintiendo


que apesto a cerveza, y ahora no solo es el aliento. —Nico se
levantó del sofá personal para que Zack se sentara y luego se acu-
rrucó sobre sus piernas, sin decir o hacer ningún tipo de comen-
tario, William tampoco lo hizo, para él, su amigo y Nico hacían

391
Jasmine Stevens

una gran pareja, se compenetraban muy bien, y sí, en todos los


sentidos que podía tener esa palabra.

—Hay una pregunta que me está atormentando. —Ahora


le prestaron atención al rubio minino, que meneó sus orejas
cuando los tres pares de ojos se colocaron sobre él. — ¿Le pon-
drán nombre? ¿O solo será “Engendro uno”? Déjenme decirles
que es buena opción, así no se me olvida luego.

—Creo que le pondremos nombre. —Dijo William, y Zack


bufó ante las tontas ideas de su pequeño minino, sin embargo, lo
agarró con firmeza de la cintura, acurrucándolo más contra su
cuerpo, aún con este sentado sobre su regazo. — Solo que aún no
sabemos si será niña o niño, según entiendo Amy nos dirá eso
dentro de unos días, pero tenemos que ir a las instalaciones esas
porque con un aparto tan pequeño, es difícil saberlo totalmente.

— ¿Cómo vas con ese tema, William? ¿Aún no te dice


nada ese tal Adam?

—Me siento mal por desconfiar de ellos siendo que han


dado mucho por nosotros, Zack, pero hay algo en Adam que no
me cabe todavía. No me agrada esa mirada sin escrúpulos, sim-
plemente siento que no puedo leer en sus ojos lo que planea o si
lo que dice es real.

392
NEKO CORPORATION

—Amigo, trabajó en esa empresa de porquería, es normal


que no le des el 100% de tu confianza. —Eddy encogió sus pier-
nas mientras miraba al techo, escuchando la conversación, aun-
que como siempre, él no entendía mucho de lo que estaba ocu-
rriendo.

William asintió, Zack tenía razón, él nunca había sido de


las personas que juzgaban a otros por su pasado, pero Adam no
le cuadraba en lo más mínimo, tantas atenciones sin beneficio
propio o sin siquiera cobrarles era algo demasiado bueno para el
mundo actual.

— ¿El tipo ese ha vuelto a salir en las noticias?

—Sí, Nico y yo lo vimos antes de ayer. No se rinde, Wi-


lliam, Eddy es demasiado importante para él, lo sabes. —William
dejó que su mano izquierda, justo del lado contrario de Eddy, se
presione en un puño, maldiciendo internamente ante las palabras
de su amigo. Odiaba tanto esa situación, ni siquiera podían salir
del país porque cualquiera descubriría que Eddy era mitad gato.
Zack y Nico notaron la tensión sobre los hombros de William, y
soltaron un suspiro, lo comprendían perfectamente.

—Eddy se pone nervioso, William. —Escuchó la voz de


Nico y volvió a la realidad, notando que ya su minino no descan-
saba en su regazo como antes, sino que Eddy se había sentado en

393
Jasmine Stevens

el sofá, colocando su mano sobre el muslo del mayor, mirándolo


totalmente preocupado. — Él siente lo que sientes, si te pones
así, lo sentirá, y creo que no es bueno para ninguno. Ahora están
a salvo, solo deben dar un paso a la vez y tener mucho cuidado,
tarde o temprano podrán con eso.

—Lo siento, bebé. —William dejó que su pequeño se


siente sobre sus piernas, tal cual Nico en el regazo de Zack y
luego lo rodeó por su cintura, dejando un dulce beso en sus labios
antes de que el minino se acomode en su pecho, y enrede su larga
cola en una de las piernas de William, quedando bien sentado ahí,
asegurándose de estar por si William se ponía malito de nuevo,
como en ese momento.

—Nico tiene razón, William. —Ahora el que habló fue


Zack. — No lo hagas por ti, hazlo por Eddy, tienes que estar a la
defensiva pero nunca olvidas que él te necesita ¿De acuerdo? —
William asintió, acariciando dulcemente los rizos de su pequeño,
permitiendo que ahora Eddy continúe tomando su leche con tran-
quilidad.

Esa noche, después de que Zack y Nico se fueron a su casa,


William arropó a Eddy hasta acostarlo, y ¿A quién le iba a men-
tir? Tuvieron una amorosa y agradable sesión de buen sexo,
claro, con mucho cuidado de no aplastar la pequeña pancita del

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NEKO CORPORATION

minino; para después caer rendidos en la cama, dejando que los


segundos pasen, mientras Eddy se acurrucaba en su pecho y des-
cansaba, disfrutando de esa tranquilidad que solo el latir del co-
razón de William le entregaba.

William escuchó el timbre de su celular y supuso que era


su madre, ella a veces llamaba a esas horas para saber cómo iban
las cosas con Eddy y su futuro nieto, sí, porque últimamente Wi-
lliam había notado que su madre ya ni preguntaba por él y le cau-
saba gracia, él había pasado a ser el hijo menos consentido en la
historia de los hijos.

Pero al ver un número desconocido, tensó su cuerpo, man-


teniéndose mirando como el teléfono sonaba y sonaba, hasta que
Eddy se movió entre sueños y automáticamente contestó, espe-
rando que sea la voz del otro lado la que empiece a hablar.

— ¿Bueno? —Escuchó una gruesa voz ya conocida, aun-


que de igual forma, el miedo que corría por su cuerpo perduraba.
— ¿William Tunner?

—Hola, Adam. —Aclaró su garganta después de escuchar


ese irregular timbre de su voz, para luego volver a afirmar, cre-
yendo que el mayor no lo había escuchado. — Sí, soy yo.

395
Jasmine Stevens

—Hola, niño. —William suspiró, definitivamente era


Adam. — Lamento llamarte a estas horas, intenté un poco más
temprano pero no me contestabas el celular y Amy me confirmó
que aún no instalan una línea en el nuevo lugar donde vives.

—Sí, lo siento, salí a la playa con Eddy y unos amigos.


Dejamos los teléfonos.

—Ya veo. —Se hizo un corto silencio incómodo y luego


Adam aclaró su garganta, volviendo a hablar. — ¿Y cómo está
Eddy? Vendrán el sábado ¿Verdad? Tengo todo listo para que
Amy se encargue de revisar el sexo del bebé, aunque también
tengo algunas preguntas para ambos.

— ¿Preguntas sobre qué?

—Lo usual, si Eddy ha tenido mareos, náuseas, antojos,


esas cosas de rutina.

—Todo eso puede decírtelo Amy, se lo he informado cada


vez que ha venido aquí.

—Lo sé, chico, no te pongas nervioso, es lo habitual.


¿Vendrán?

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NEKO CORPORATION

—No lo sé, Adam. —William realmente iba a ir, pero sa-


biendo que Adam estaba tan interesado en su presencia, tuvo un
mal presentimiento.

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Jasmine Stevens

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NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XXXI
William estacionó el auto en las afueras de la corporación
de Adam, soltando un largo suspiro lleno de resignación. Eddy
descansaba en la parte trasera del vehículo y él solo intentaba re-
pasar las mil y un razones que le dio Amy para convencerlo de
ir, diciéndole que ya habían estado ahí, que no había pasado ab-
solutamente nada malo y que con una máquina mucho más
grande, podría observar con mayor detalle el creciendo del pe-
queño bebé, que ya estaría cumpliendo sus cinco semanas en el
vientre del minino.

—A ver, nene, ponte la capucha y vamos ¿Si? Te revisan


y de regreso a casa te compro leche con chocolate ¿Te parece?
—Eddy asintió emocionado, colocándose el sombrero de la ca-
pucha, tal como le indicó William, y tomando su mano, saliendo
del auto para tocar la gran puerta principal del lugar, siendo
abierta prácticamente al instante por Amy, mostrándoles una
gran sonrisa de bienvenida.

—Me alegra mucho que al final hayan decidido venir. Wi-


lliam, Eddy, adelante.

399
Jasmine Stevens

William se tragó un “Como si hubiéramos tenido otra op-


ción”, sin embargo no lo dijo, dejando que sea Eddy quien pase
primero y después que Amy se encargue de cerrar la gran y oxi-
dada puerta.

Muy al contrario de las veces anteriores, ahora no eran ni


las seis de la tarde y ya estaban en tal sitio, así que Eddy y Wi-
lliam no debieron sorprenderse al observar tanto niño-gato cami-
nando por todas las instalaciones del lugar, desde por el corredor
principal hasta sus habitaciones, todas con las puertas abiertas, e
incluso Amy les iba informando que los pequeños tenían un patio
enorme con gras artificial donde pasaban sus horas leyendo, con-
versando o simplemente jugando entre ellos.

Vieron niños de muchos tamaños, algunos se quedaron se-


gundos observando a William, siendo él y el personal del lugar
los únicos que no contaban con orejitas y colas largas, cortas,
anilladas, bicolores ¡Wow! Definitivamente una gran variedad de
pequeños con los mismos detalles felinos pero agregándoles sus
particularidades.

— ¡Hola! —William y Eddy se detuvieron cuando justo


frente a sus ojos se detuvo un niño, un poco más pequeño que
Eddy y parecido, aunque sus ojos se veían diferentes. No sabía la
razón pero William no encontraba el mismo rastro de inocencia

400
NEKO CORPORATION

que en su pequeño. Era como una especie de Nico, aunque tenía


el cabello casi del mismo color que el de su pequeño novio. —
¡Me llamo Lukas! —Meneó sus dos grandes y esponjosas orejas.
Se veían bien, el niño era considerablemente adorable o eso creyó
William, hasta que sintió como los pequeños brazos de su bebé
rodearon su cuerpo y escuchó un sonido diferente a cualquiera
que hubiera oído de Eddy antes. — Uh, uhm.

Lukas retrocedió unos pasos, hasta que llegó Amy y, al


verla, automáticamente se escondió detrás de la señora, sacando
su cabeza e inclinando sus orejas, manteniendo su mirada fija en
Eddy.

— ¿Qué pasa, nene? —Eddy no apartaba la mirada de Lu-


kas, con sus orejas caídas hacía atrás, gruñendo después de que
Lukas volvió a esconder su cabeza detrás de la mujer.

—Está celoso. —Habló la voz dulce de Amy, volteando


para dirigirse a Lukas, colocándose en cuclillas, quedando a una
altura más reconfortante para el pequeño. — Lukas, William es
el novio de Eddy. Sabes que no debes mirar mucho a los novios
de los demás.

—Yo no sabía. —Lukas movió sus pies como pataleando,


recibiendo una caricia sobre sus ondulados cabellos, sonriéndole
después a la madura mujer. — ¿Puede decirle que lo siento?

401
Jasmine Stevens

—Él lo sabe. Ahora ve a jugar ¿De acuerdo? Encárgate que


nadie mire mucho a William. Se bueno y podrás ver tu programa
ese de bichitos raros aunque lo pasen muy tarde.

— ¡Pokémon, Amy! ¡Se llama Pokémon!

Mientras Amy veía a Lukas alejarse y cumplir con sus pa-


labras, William bajó la mirada, observando como Eddy no lo sol-
taba a pesar que la “amenaza” ya se había ido; el minino lo miró
y le maulló, mostrándole sus ojitos llorosos.

William no iba a admitir en ese momento lo adorables que


eran los celos de Eddy, así que solo se inclinó y besó con mucho
cuidado y ternura los deliciosos labios de su pequeño, haciéndolo
sonrojar, sabiendo que muchos pares de ojos los estaban obser-
vando.

—Ven, mejor así. —William estiró sus brazos para que


Eddy hiciera lo mismo, cargándolo hasta que el minino enredó
sus piernas alrededor de su cintura y coloque sus manos en sus
hombros. El mayor lo sostuvo desde la parte trasera de sus mus-
los para evitar que Eddy caiga, dejando que su corazón palpite
emocionado al notar el peso que Eddy había aumentado conside-
rablemente.

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NEKO CORPORATION

—Todos los niños de aquí han sido rescatados, William.


—Le habló Amy, caminando con más lentitud, cuidando de no
tropezar con alguno de los pequeños que correteaban por ahí. —
Lukas fue recogido de las calles hace dos años también, es un
buen niño, no sabemos mucho de su historia porque aún no se
abre a nosotros, sin embargo cuando lo encontramos tenía múlti-
ples quemaduras sobre su cuerpo, esas que son realizadas cuando
con el extremo encendido del cigarro lo colocas sobre la piel.

William presionó con algo más de fuerza el cuerpo de su


pequeño, si esa era la historia de solo uno de los tantos, no quería
ni imaginar lo que podía haber pasado cada uno de los niños que
ahora correteaban y reían por ahí, como si todo dolor fuera bo-
rrado, aunque él sabía que eso era prácticamente imposible.

Cuando estaban ya a poco de llegar a la habitación donde


atendieron a Eddy las últimas dos veces, William encontró una
habitación cerrada, y desde el gran ventanal observó un bulto en
medio de la oscuridad. Deteniéndose un momento, dejando que
Eddy también se alejé de su cuerpo para observar por el vidrio,
ambos se sorprendieron al ver una persona.

Un niño, mejor dicho.

403
Jasmine Stevens

— ¿Y él? —Amy detuvo su andar cuando escuchó la pre-


gunta. Retrocediendo, William observó como el rostro de la mu-
jer se hizo un gesto con pesar, admirando también al pequeño de
dentro.

—Él se llama Agustín. Lo encontramos en un prostíbulo


hace menos de cuatro meses. Aún no logramos que haga amigos
y todavía tiene sus momentos donde no quiere comer o le dan
unos ataques de ansiedad terribles. Parece que hoy tampoco ha
sido un buen día, luego me informaré con las demás enfermeras
qué ha sucedido con él.

El pequeño Eddy colocó una de sus manitos sobre el cris-


tal, meneando sus orejitas. Él no entendía mucho de lo que ha-
blaba Amy, pero sabía reconocer cuando alguien estaba triste y
el niño de dentro de ese cuarto estaba muy, muy triste, como él
antes de encontrar a su Will.

William, Amy e incluso Eddy se sorprendieron cuando el


infante de dentro de la habitación se acercó a paso acelerado hasta
el ventanal y colocó su manito sobre este, aunque del lado
opuesto del cristal, justo donde Eddy la había dejado, soltando un
maullido que no se escuchó, pero se entendió, o al menos eso
pasó con William y Eddy.

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—Meoow. —Eddy maulló igual, regalándole una pequeña


sonrisa al niño, siendo correspondida por este. El pequeño se veía
algo menor que Eddy, sin embargo, William notó en esos parpa-
dos cansados y en esas ojeras debajo de sus ojos que no la tenía
fácil con sus demonios, era una situación completamente estre-
sante y agobiante no poder hacer mucho para ayudar a tan pobres
criaturas, que habían tenido la mala suerte de nacer en el segundo
equivocado, ya que nada de lo que les había pasado era culpa
suya.

Después de despedirse ambos gatitos con sus pequeñas


manitas, William y Eddy continuaron el recorrido hasta que por
fin entraron a la habitación que servía como una enfermería, solo
que mucho más equipada.

El cuerpo de William se tensó cuando notó que ya Adam


los estaba esperando en ese lugar y no se animó a bajar a Eddy
hasta colocarlo sobre la camilla, parándose a su lado, como las
primeras dos revisiones que ya le habían hecho a su pequeño.

Ya conociendo el procedimiento, le alzó la remera a su


niño, mientras Eddy entrelazaba sus dedos con los de William y
soltaba un gemidito a causa de la crema fría que le colocaron so-
bre su vientre. Ahora el pequeño de rizos estaba mucho más des-

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Jasmine Stevens

pierto, revisando con cuidado que absolutamente nada le pare-


ciera lo suficientemente amenazante para apartarlo. Nadie le ha-
ría daño a su pancita, mucho menos al mini William que estaba
creciendo dentro de esta.

William le acarició con ternura los rizos, dejando un suave


beso en sus labios, mientras Amy observaba ya la imagen de la
ecografía en una pantalla mucho más grande de lo que William
recordaba.

Se veía bien, él no entendía de eso pero su corazón se ace-


leraba al lograr observar por segundos a su hijo o hija en posición
fetal, moviéndose regularmente, mientras Eddy inclinaba una de
sus orejas; él sí definitivamente no veía nada ahí, solo manchas
negras y líneas blancas.

—Hola, William, Eddy. —Adam hizo un pequeño movi-


miento de cabeza, saludando básicamente mucho después del
tiempo normal, hasta antes solo se había mantenido ahí, obser-
vando todo movimiento de ambos chicos, en completo silencio.
— Te agradezco que hayas venido, William, quería poder obser-
var con mis ojos el milagro de la vida. —La voz ronca del mayor
le hizo saber a William que estaba emocionado, pero muy por el
contrario de agradarle, le causó un pequeño escalofrío.

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—Adam, mira esto, por favor. —Amy llamó la atención


del mayor y este dejó de observar al pequeño Eddy con tanto de-
tenimiento, acercándose a la altura que estaba la mujer, admi-
rando el monitor. — ¿Tú qué opinas? Creo que es un varón, sin
embargo se mueve bastante.

William suspiró mientras Eddy lo miraba y le dio un suave


apretón a sus manos entrelazadas, regalándole una sonrisa, recor-
dándole que todo iba a salir bien si se mantenían así de unidos
como hasta ese momento. Después de que Eddy sonriera para él,
ambos escucharon al mayor aclarar su garganta, captando su
atención.

—Definitivamente es un varón.

Eddy meneó la cabeza, sin entender lo que sucedía, pero


antes de maullar, sintió un suave empujón desde su abdomen.
Sonriendo, llevó su pequeña manito sobre la zona, aunque aún
tenía el líquido, la acarició con la yema de sus deditos, maullán-
dole, diciéndole a su pequeño William que no se preocupe, que
todo estaba bien.

Amy, después de ver como Eddy se ensuciaba su pequeña


mano, tomó un trapo limpio y se lo pasó a William para que se
encargue de su niño, limpiándole el abdomen y también su mano,
dejando un dulce beso en la palma de Eddy, sonriendo a la par

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Jasmine Stevens

que su minino sonreía y meneaba esas esponjosas y hermosas


orejitas.

Iban a tener un niño, un hermoso pequeño que esperaba


sea tan precioso como lo era Eddy. William se moría por salir de
ese lugar y contarle a su madre, a Zack, a Nico e incluso a sus
hermanas que pronto serían tías de un pequeño fruto de su amor
con el amor de su vida.

Sin embargo, sabía que la cosa ahí no había acabado aún.

—Adam ¿Puedo hablar contigo un momento, por favor?

La voz serena de William le sirvió para que el hombre


asintiera al instante, aunque ninguno hizo ni el más mínimo ade-
mán de moverse, William no dejaría solo a Eddy ahí y salir para
ser escuchado por los niños que correteaban afuera, no era una
opción, así que después de un debido intercambio de miradas, fue
Amy de nuevo la que salió de la habitación, dejándolos a los tres
completamente solos.

—Soy todo oídos, muchacho. —Adam se sentó sobre una


de las bancas del lugar, mientras William terminaba de acomo-
darle la remera al pequeño Eddy, quien al instante estiró sus bra-
citos, queriendo que de nuevo William lo cargue, aunque esta vez
no pasó, William le dio un beso en la frente y le susurró un

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“Luego” para después acomodar la cabecita de su pequeño sobre


su pecho, teniéndolo aún sentado sobre la camilla.

—Sé que suena muy desconsiderado de mi parte, pero la-


mentablemente nunca he aprendido a callarme las cosas y nece-
sito saber cuál es la verdadera razón por la que nos estás ayu-
dando tanto, cuando no tendrías razón para hacerlo.

—Tu madre es una gran amiga de Amy, ella lleva traba-


jando conmigo mucho tiempo ¿No es suficiente razón?

—Lo siento, pero no creo en la caridad, esas cosas no exis-


ten, así que para mí no es suficiente razón. —William habló, ya
con más autoridad en su tono de voz, logrando que el hombre
frente a él se levante, estirándose, pero sin avanzar ni un solo
paso.

—Escucha, muchacho. —Adam de nuevo aclaró su gar-


ganta, dando dos pasos al frente. — Tengo mis razones por las
cuales quiero arruinar a Cameron, por lo tanto no me conviene
que él consiga lo que quiere. Te estoy ayudando para hacerme un
favor a mí mismo, realmente.

— ¿Ves? Eso suena mucho más creíble. —William mostró


una media sonrisa, comprendiendo y encajando las piezas de la

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verdadera razón por la cual recibía tanta amabilidad de un com-


pleto desconocido. — Sin embargo, aún no me explicas lo de tu
ayuda voluntaria. Con las primeras dos revisiones y con no de-
cirle nada a Cameron sobre nuestra ubicación es más que sufi-
ciente, de hecho, si comprendo bien, te conviene que Eddy sufra
un accidente o algo por el estilo, así Cameron jamás lo encontra-
ría.

Adam no pudo evitar sorprenderse por lo cruel y sincera


que sonaba la voz de aquel joven frente a sus ojos, ese chico que
lo estaba retando con la mirada, intentando penetrar en su ser para
descubrir cuál era el secreto detrás de tanta hospitalidad. El ma-
yor suspiró, William tenía un punto, definitivamente era un chico
muy listo.

—William, a la investigación le conviene que el bebé


nazca, es algo revolucionario para-

— ¿Para qué? ¿Me estás insinuando que cuando nazca mi


hijo vas a traer un montón de cámaras para que le hagan el segui-
miento al nuevo avance de la ciencia? Estás de coña si crees que
voy a permitir eso, Adam.

—Debes entender que todo tiene un fin, si demostramos


que Eddy ha sido alterado genéticamente después de que Neko
Corporation haya sido cerrada, ya que es un prototipo nuevo ¿Te

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NEKO CORPORATION

das cuenta de lo que implica? Iniciarían otra vez las investigacio-


nes sobre el caso. William, esto puede significar Cameron y su
cómplice yendo por fin presos ¿Entiendes la situación?

—Estás demente, Adam. No vas a utilizar a Eddy ni a mi


hijo en ninguna de tus porquerías ¿Te das cuenta que Eddy no es
mío? Mostrarle al mundo el nacimiento de mi hijo significa que
ese hombre, en la cárcel o no, tiene el poder legal de quitármelo.

—William yo… Yo no había pensado en eso.

—Te agradezco toda la ayuda, Adam, pero a partir de


ahora ya no aceptaré nada de tu parte, ni de la de Amy.

Y a pesar de la firmeza y seguridad en su voz, William


comenzó a temer no poder salir de ese lugar de nuevo cuando la
penetrante mirada de Adam no se doblegó ante sus palabras.

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Jasmine Stevens

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CAPÍTULO XXXII
—Y me fui de allí.

William terminó de explicarle la situación a su madre, él


variaba mucho sus expresiones mientras narraba, aunque para
Becca era común toda mueca proveniente de su hijo. William no
se dejaba doblegar por nadie o al menos por nadie que no tuviera
un par de orejas de gato, una cola, cuerpo de niño y responda al
nombre de Eddy.

—O sea que te pudieron hasta matar por enfrentarte de esa


forma a ese señor ¿Me estás hablando en serio, William Tunner?

—Sí, mamá, pero ¡Vamos! Estar en peligro ya es algo que


me pasa todos los días.

Dejando que su madre se tome el tiempo para procesar ab-


solutamente todo lo que le había contado, William se giró sobre
su lugar y admiró como su pequeño jugaba con Hayley y Hannah.

Después de dos largas noches en las que William no pegó


un ojo, imaginando que quizás muy pronto el idiota ese de Adam
le caería con una sorpresa, decidió que lo mejor era alejarse de
su casa de playa, ahora que Amy conocía su ubicación.

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Jasmine Stevens

De acuerdo, era un completo idiota por haber dejado que


esa mujer conociera el lugar sin antes tener una conversación pro-
funda con Adam, pero ya estaba pagando por su idiotez. Ahora
su nidito de amor que compartía con Eddy se había vuelto el lugar
más peligroso en toda la ciudad. Así que al final terminó volvién-
dose con su madre, eso al menos hasta pensar que otra cosa podía
hacer.

— ¿Qué harás ahora que no tienes la ayuda de Amy para


los chequeos de Eddy? William, ella me ha estado llamando
preocupada ¿No crees que vengan a buscarte aquí?

—Es lo más probable, por eso no es permanente, mamá,


solo hasta conseguir un mejor lugar donde quedarnos. Y sobre
los chequeos, ya sé que Eddy tendrá que ser intervenido en más
o menos cuatro semanas, después… La cesárea… ¡No lo sé, má!
No es tan simple como parece, cuando algo me da miedo, tiendo
a huir y aunque deba cambiar, no cambiaré en esto. Pueden qui-
tarme a Eddy si me continúo quedando en manos de esa señora y
de ese viejo loco.

—Entonces me estás diciendo que de nuevo fue tu instinto


el que actuó ¿Verdad? —William afirmó, resignado. Él no era un
niño, ya tenía más de dieciocho años, pero de verdad esperaba
que su madre tenga una respuesta para su problema. — Sabes

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muy bien que yo puedo encargarme de la cesárea, pero necesito


más manos, William, no es una operación cualquiera, un mal
cálculo y algo malo podía salir de todo esto.

— ¿Qué estás insinuando?

—Hablemos con Amy.

— ¡Claro que no, mamá!

—Mira, William, piensa un poco las cosas, aún tienes cua-


tro semanas antes de que llegue la hora, pero también intenta con-
siderar que por el hecho de que ese viejo loco haya querido hacer
eso, no quiere decir que Amy esté enterada de cómo son las co-
sas. Ella jamás aceptaría que te separen de Eddy como a ella “la
separaron” —Becca usó las comillas con los dedos para este
punto. —de su hijo. Considéralo, si me contaste que les tiene
tanto amor a todos los niños de ese lugar, no es una mala mujer.
Ella sigue órdenes, como tú, como yo. Mira, ahora me vienes a
contar tú que hasta en el hospital donde he trabajado práctica-
mente toda mi vida, es probable que hayan raptado niños en algún
punto de mi carrera y yo ni siquiera estaba enterada. No culpes a
los peones, culpa a quien los controla. Te conozco, William,
nunca juzgarás a alguien sin tener las pruebas suficientes. Eres
mi hijo, al fin y al cabo. —Becca colocó una mano sobre el hom-
bro del castaño antes de dejar un beso en su frente, caminando de

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Jasmine Stevens

nuevo en dirección a sus hijas, explicándoles que por unos días


Eddy y William estarían de visita.

Las siguientes dos semanas pasaron tan rápido que Wi-


lliam ni siquiera las vio venir. Faltaban menos de veinte días para
que Eddy le entregara un hermoso pequeño y su niño no podía
ser más mimado de lo que ya era. Las primeras noches William
no había pegado el ojo, pensando que quizás podían ir a buscar a
Eddy en cualquier segundo, aunque después empezó a dormir
con tranquilidad y luego descubrió que la casa de su familia se
había vuelto su nuevo hogar. Él y su bebé no podían estar más
cómodos.

Sus hermanos tomaron muy bien la noticia, incluso los be-


bés parecían sentir a su hijo, porque no dejaban de corretear a
Eddy entre gateos y risas ruidosas de su pequeño de rizos. Charly,
Emily, Hannah y Hayley se encargaban de mimarlo como si fuera
un pequeño recién nacido, incluso más que a sus hermanos bebés.
Ellas solo tenían ojos para Eddy y su futuro hijo, diciéndole nom-
bres todo el tiempo, al final parecía que el nuevo Tunner iba a

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NEKO CORPORATION

tener más de quince nombres con todo lo que se les ocurría a las
pequeñas.

—Chicas, ya les dije que basta, lo sacuden mucho. —Wi-


lliam tomó entre sus brazos a su pequeño, alejándolo de sus her-
manas menores, observando el puchero que se formó en los la-
bios de las cuatro. Eddy al instante enredó sus piernas alrededor
del cuerpo de William y le dio un suave beso, maullándole, di-
ciéndole que no se preocupara, que él se sentía muy bien. Wi-
lliam aún no comprendía cómo, pero cada día podía entender un
poquito más a su minino, sin la necesidad de que este hable.

— ¡Queremos ir al bosque con él! —Dijo Hannah, aunque


al instante su voz bajó a un tono mucho más dulce, tratando de
convencer a su hermano mayor. — ¿Podemos?

—No, nena, Eddy tiene que comer ahora.

Después de que sus hermanas suspiraron con resignación,


William llevó a su pequeño a la habitación que compartían, re-
costándolo y colocándose a su lado, mientras admiraba el volup-
tuoso vientre de su niño, había crecido tanto.

— ¿Te duele algo, mi amor?

No era cierto que Eddy tenía que tomar su biberón, ade-


más de que apenas habían pasado dos largas horas desde la hora

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Jasmine Stevens

del almuerzo, pero sus hermanas le quitaban muchos tiempos con


su bebé y al final, solo tenían las noches juntos, minutos antes de
que Eddy quede completamente rendido del cansancio y se acu-
rruque en su pecho.

William suspiró, no podía creer que sentía celos de sus her-


manas, ese era un nuevo nivel de posesión, pero todo se le olvidó
cuando vio a Eddy negar con la cabeza, mostrándole esa adorable
sonrisa de siempre, meneando las orejas mientras acercaba más
su cuerpo al de William.

—Eso es bueno, mi vida. —Llevó una de sus manos a la


mejilla del pequeño y este al instante cerró los ojos, entregándose
a la dulce caricia, soltando un dulce gemido que no pasó desa-
percibido por el mayor. — ¿Está despierto?

Eddy se puso serio y bajó su miradita a su abdomen, pa-


sando sus manos por este, colocándolas ambas sobre su vientre
para respirar profundo, mientras William lo observaba atento, sin
decir absolutamente nada. Las expresiones llenas de gestos de su
Eddy siempre lo tenían completamente embobado, dispuesto a
verlo por días completos si se pudiera.

Eddy suspiró y negó con la cabeza, regalándole una dulce


sonrisa, William entonces se estiró para atrapar sus labios, colo-
cándose poco a poco sobre el cuerpo del más pequeño.

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El minino se estremeció cuando una de las piernas de Wi-


lliam quedó justo entre las suyas, sintiendo como la rodilla del
castaño empujaba hacía arriba, rozando toscamente su entre-
pierna. Llevándolo a cubrir su boca cuando otro gemido mucho
más alto escapó de esta, rompiendo el beso debido a ese delicioso
sonido debía ser oído por sus oídos.

—Estás sensible, mi niño. —Eddy sintió su rostro enroje-


cer, asintiendo suavemente con la cabeza, acomodándose mejor
en la cama, mientras la punta de la nariz de William no dejaba de
acariciarle cada pequeño rincón de su bonito y suave rostro. —
¿Extrañas que te haga mío, amor?

William y Eddy no habían dejado de hacer el amor a pesar


del embarazo, no era tanto el tiempo que llevaban el uno sin el
otro. Sin embargo, algo había cambiado desde hace semana y
media, más o menos, Eddy empezó a sentir con más frecuencia a
su pequeño bebé, incluso cuando hacía el amor con William, lo
sentía moverse y eso le avergonzaba. Una vez se negó a hacer el
amor con el mayor y de no ser porque William notó la mirada
llena de inseguridad, inocencia y excitación en su pequeño, hu-
biera entrado en una crisis existencial por temor a pensar que su
bebé ya no lo deseaba de esa manera.

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Jasmine Stevens

Después de muchísimas señales, William comprendió la


razón por la cual Eddy no quería acostarse con él. El pequeño
sintió vergüenza y no quería hacer esas cosas. Entendió y de he-
cho le pareció algo demasiado tierno, aunque disminuiría mucho
sus encuentros sexuales porque su bebé parecía un jugador de
fútbol pateando una y otra vez a su infantil papá.

Eddy soltó un gemido cuando los dedos de William tiro-


nearon sobre su pezón, devolviéndolo a la realidad. Quería tener
a William consigo e incluso la boca se le secó al mayor cuando
sin previo aviso, Eddy se empezó a quitar su ropa, abriéndose de
piernas para él.

—Mierda, Eddy. —William gruñó, admirando el cuerpo


desnudo de su pequeño, esperaba que Eddy no tuviera inseguri-
dad alguna sobre su cuerpo ligeramente cambiado, porque aún
con esa pancita ya notable, para William su minino seguía siendo
igual de adorable y sexy, eso definitivamente nunca cambiaría.
— Eres tan perfecto, bebé. —Besó sus labios, colocando cada
una de las piernas de su niño a los lados de su cuerpo, empezando
a desvestirse también. No tenían tiempo que perder y si su hijo
despertaba, esperaba tener tan hundido en el placer a Eddy como
para que no lo detenga.

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NEKO CORPORATION

—Will. —Eddy gimió solo de observar el erecto pene del


castaño, estremeciéndome después. Lo quería tanto en su interior
haciéndole el amor, estaba rogando mentalmente porque el pe-
queño William siguiera durmiendo, él no debía escuchar o sentir
a sus padres jugando de esa manera, eso estaba mal ¿Por qué? No
sabía, pero él pensaba que estaba mal. —Ahm. —Mordió su labio
inferior cuando la polla palpitante de William se colocó en posi-
ción, rozando su entrada, lubricándola con las gotas de pre-semen
que se escurrían desde la cabeza del ancho miembro. — Por-Por
favor. —Insistió el minino, moviendo sus caderas impaciente,
ganándose una risita por parte del mayor.

— ¡William!

Ambos escucharon la voz aguda de Becca y un gemido de


susto escapó de los labios de Eddy, quien al instante pasó a cu-
brirse la boca, mirando asustado a William.

Empezó a cerrar sus piernas muy lentamente, dándole


tiempo a William para que se levante y se vista, cuando, en un
rápido movimiento, William colocó sus manos sobre los muslos
del pequeño, abriéndolo para él y hundiéndose en su interior de
una sola embestida.

— ¡Oh! —Eddy sintió su cosita querer estallar y como


unas lágrimas se formaban en sus ojos. Dolió, pero mayor fue el

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Jasmine Stevens

placer al sentirse completamente lleno de nuevo. La voz no salía


de su garganta, incluso cuando estuvo a punto de gemir, entre-
abriendo sus pequeños ojos esmeralda, tratando de encontrar res-
puestas en el rostro del mayor.

William se inclinó hacia adelante, pasando sensualmente


su lengua por el dulce cuello del pequeño, disfrutando de otro
estremecimiento, sintiendo su miembro ser estrujado por las pa-
redes de Eddy con tanta intensidad. Quería moverse, quería hacer
suyo a su niño y ni la voz de su madre o que viniera el mismo
papa en ese instante lo iba a detener.

—No hagas ruido. —Le ordenó. Eddy iba a reprochar,


pero no tuvo tiempo alguno, las embestidas empezaron, y su
cuerpo se entregó por completo, como absolutamente siempre
hacía, dejándose llevar por los movimientos del mayor. — ¡¿Qué
pasa, mamá?!

—Llevaré a Charly de compras, te quedas a cargo.

Eddy no entendía la razón, no quiso saberla tampoco, pero


la excitación en su cuerpo y en todo su ser aumentó de saber que
Becca estaba a solo una puerta de distancia. Presionó sus manos
contra sus labios, sin importarle si se arañaba la cara, no debía
gemir, mientras su cuerpo se entregaba al de William y la cama
empezaba a rechinar por el hambriento vaivén de las embestidas

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NEKO CORPORATION

taladrando su pequeño agujero. Eddy quería besar a William,


deseaba callarse y callarlo con sus labios, pero sabía que William
no podía inclinarse hacia adelante o aplastaría al pequeño Wi-
lliam y ambos debían cuidar al pequeño William.

— ¡De acuerdo! —La ronca voz de William hizo gemir a


Eddy, más aún cuando William cambió el ángulo de las penetra-
ciones. Fuerte, constante, profundo. El pequeño y sensible cuerpo
de Eddy se movía al ritmo que el ojiazul marcaba. Eddy volvió a
gemir, las manos de William habían bajado a presionar sus pe-
queñas nalgas, separándolas, estirando más su agujero para que
su miembro entrara más y más profundo a cada embestida.

— ¡Ah! —Apenas la puerta de la calle se cerró, Eddy


apartó sus manos y gimió, gimió a todo lo que daba su voz, de-
jando que sea la espuma la que lo callara si es que aún había al-
guien más en la casa, porque no podía, simplemente no podía con
tanto.

—Es tu culpa. —Gruñó William, observando las orejitas


de su pequeño moverse a ritmo de todo su cuerpo siendo embes-
tido con persistencia, mostrando una media sonrisa, aunque no
estuvo seguro de si Eddy pudo verla o no. — Te voy a hacer mío
todo el día, bebé.

— ¡Will! Ah… Will.

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Jasmine Stevens

Golpeó profundamente y Eddy vio todo blanco, una lá-


grima escapó de su mejilla mientras William empujó una y otra
vez contra su próstata, llevándolo al cielo, a donde sea, el menor
solo sabía que tanto placer no era algo de este mundo.

Su esencia se derramó desde la cabeza de su pene, man-


chando su abultado vientre, gimiendo con necesidad cuando Wi-
lliam continuó empujando contra él hasta llenarlo.

Y quizás después de eso también.

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CAPÍTULO XXXIII
William suspiró, pasando sus manos por milésima vez so-
bre sus cabellos, observando el cuerpo dormido de su pequeño al
lado, en su cama. Una semana, faltaba una semana, quizás podía
esperar un poco más, tal vez podría llamar en los próximos días,
pero no tendría el valor de hacerlo después. Así que, con deci-
sión, tomó el número que le dejó su madre hace unos días sobre
su escritorio y cogió su celular, presionando botón por botón,
acercando el aparato a su oreja después para esperar mientras los
pititos de llamada entrante sonaban, impaciente porque la mujer
del otro lado atienda.

— ¿William? —Escuchó un susurro desde el otro lado de


la línea, y cuestionó si la mujer que le hablaba estaría en un buen
lugar para entablar la conversación que necesitaba. — Cariño
¿Eres tú?

—Ujum. —Digo, como afirmación, mientras las palabras


luchaban por salir de su boca, aún se le hacía extremadamente
difícil. — ¿Tienes tiempo, Amy?

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Jasmine Stevens

—Sí, ya salí. —Escuchó la voz mucho más tranquila de la


mujer y ambos suspiraron al unísono. Su mirada viajó al pequeño
que descansaba sobre la cama, abrazándole la cintura.

Con mucho cuidado de no hacer ningún movimiento


brusco, quitó las frazadas del cuerpo del minino de rizos, admi-
rando lo grande y hermosa que estaba su pancita. Sí, con el pasar
de los días William había logrado convencer a Eddy de dormir
sin remera, porque él amaba hablar con su pequeño hijito cuando
Eddy miraba e incluso cuando no lo hacía. — Lo siento, a estas
horas ya debería estar descansando en mi casa, pero Agustín
tuvo una crisis nerviosa, tuvimos que quedarnos todas las enfer-
meras.

— ¿Está bien ahora?

—Sí, no te preocupes. —La pacífica voz de la mujer le


hizo cuestionar a William su desconfianza ante ella, aunque al
instante se resistió al pensamiento de creer en su ingenuidad.
Amy era demasiado buena para ser verdad. — ¿Cómo están us-
tedes? Lamento si mis llamadas a tu madre te han incomodado,
no me sentía capaz de llamarte directamente después de lo que
pasó ese día.

—No, está bien. Gracias por respetar mi decisión.

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—Cariño, quiero que entiendas que yo no tenía idea de…

—Lo sé, lo sé, de los planes de Adam. Yo entiendo, Amy.


—William suspiró, aclarando su garganta antes de continuar. —
Espero también me entiendas a mí y sepas que todo lo estoy ha-
ciendo por proteger a Eddy y a mi hijo. Cuido a mi familia.

—No te reprocho nada. Tu madre y yo hablamos, ella no


puede estar más orgullosa y si fueras mi hijo, yo también lo es-
taría.

El castaño sintió una punzada en su pecho, recordando que


la mujer del otro lado de la línea había perdido a un ser demasiado
importante para ella. Él no se imaginaba qué sería de su vida si
las cosas con su hijo o con su razón de sonreír, salían mal; solo
por ello era esta conversación, solo por ello daría su brazo a tor-
cer una última vez.

—Lamento lo de tu hijo, nunca tuve la oportunidad de de-


círtelo. —Fue sincero, estar en los zapatos de Amy debía ser una
tortura constante.

—Tengo la esperanza de que sea feliz, donde sea que esté,


eso motiva mucho, creo yo. —William asintió, aunque la mujer
del otro lado no pudo verlo, él dejó que pasen unos cuantos se-
gundos de consuelo para la amiga de su madre, imaginando lo

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Jasmine Stevens

simple que era decir esas cosas, cuando el corazón de la señora


podía estarse despedazando ante cada recuerdo de haber perdido
a un ser que amó, durante nueve largos meses. — ¿Qué necesitas,
William?

—Que me ayudes a no perder a mi familia, Amy.

Scarlett Stilis, la hermosa hija de Amy, estaba a punto de


llegar y él solo quería que todo saliera bien. Después de una con-
versación intensa con la mamá de aquella chica, Amy le dijo que,
como mínimo, necesitaban una tercera persona para ayudarles
con la cesárea, así que Scarlett se encargaría de ir y revisar al
pequeño Eddy.

Aunque al comienzo él no estuvo del todo seguro, Amy le


explicó que había pasado muchísimos años solo con su hija y ella
sabía utilizar bien el ultrasonido portable, porque, para asegu-
rarse de la fecha exacta cuando deban intervenir a Eddy, tenían
que saber la posición del bebé en aquel momento.

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NEKO CORPORATION

El pequeño minino se encontraba sobre el sofá, con sus


piernitas estiradas, alejándolas del suelo para moverlas cada
cierto tiempo, observando a William parecer un león hambriento
cazando a su presa, porque no dejaba de moverse de lado a lado,
mirando por la ventana. Para rematar la tensión, las niñas estaban
en clases y su madre había tenido un turno sorpresa por falta de
enfermeras en el hospital, así se ambos estaban completamente
solos, aparte de sus mellizos hermanos que descansaban en sus
cunas, en el piso de arriba.

William observó aparcar un auto en la entrada y durante


los segundos siguientes él se convenció de que haber llamado a
Amy fue la peor idea que pudo tener en la vida. De ese mismo
auto podía salir el tipo Cameron ese y William estaba completa-
mente acabado; aunque el alma le volvió al cuerpo cuando de ese
hermoso Ferrari solo salió una chica, con un raro gorro de lana
en pleno sol y unos cabellos rubios muy largos. William prefirió
no cuestionar la rara vestimenta de la joven, con la ropa de unos
colores negros, al igual que su gorrita y unas botas de tacón an-
cho. Demasiado gótica para su gusto.

Después de escuchar el timbre, le indicó a su pequeño que


se quede ahí y Eddy asintió, simplemente meneando las orejas y
tumbándose en el sofá, estirando sus pies hasta que se colgaron

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Jasmine Stevens

del espaldar, inclinando su cabeza hacía atrás, observando el ner-


vioso andar de William.

William es muy bonito, pensaba Eddy, aunque parece que


quiere ir al baño ¿Tú qué opinas? Llevó su mano a su vientre y
acarició su gran abdomen, sonriendo cuando su pancita le con-
testó con un empuje y un “Grr”, entonces Eddy supo que su pe-
queño William pensaba exactamente lo mismo.

El castaño abrió la puerta y se encontró con la rubia aco-


modándose el gorrito. Cuando sus miradas se encontraron, Wi-
lliam observó en ella el rostro de su pequeño Eddy, aunque al
final se dijo que era una locura, lo único que podían tener de pa-
recido era que ambos contaban con unos preciosos ojos verdes y
valía aclarar que jamás en su vida los ojos de una chica le habían
parecido preciosos, así que la ojiverde frente a él tenía un punto
de confianza por contar la mirada tierna y dulce de su pequeño
desparramado en el sofá.

—Hola. —habló ella, regalándole una sonrisa, dejando


mostrar esos profundos hoyuelos de sus mejillas. — ¿Eres Will?

—William. —Corrigió el castaño al instante, no le gustaba


que nadie que no sea Eddy le dijera de esa forma.

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—Claro, lo siento. —Scarlett soltó un suspiro y entonces


hizo el ademán de mirar hacia adentro, para después golpear con
algo de fuerza sus pies sobre la entrada, incómoda con la mirada
interrogante que le lanzaba el mayor. — Oye, si quieres puedes
revisar mi mochila. No hay armas, drogas, quizás encuentres un
gas pimienta, pero aun no aprendo a usarlo.

Sí, porque muy por el contrario de cualquier chica extra-


vagante, la rara hija de Amy llevaba una mochila de colgar, del
mismo color oscuro y con un montón de parches de diferentes
muñecos coloridos y raros. William rió, haciéndose a un lado
para dejarla pasar, suspirando después de eso, por alguna razón,
esa chica le daba incluso más confianza que Amy y Adam juntos.

Después de que Scarlett ingresó, no se tomó tanto tiempo


en mirar el interior del lugar, solo hizo falta dar unos pasos y
mirar a un lado, observando a un bonito pequeño de rizos que la
mirada curioso, desde el sofá.

Eddy meneó su cola, ladeando su cabeza aunque la estaba


observando al revés y Scarlett rió. El minino se incorporó para
observarla mejor y por primera vez, desde que conoció a Wi-
lliam, él no sintió miedo de una persona.

— ¿Meow? —Maulló apenas la imagen de William apare-


ció detrás de la chica.

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Jasmine Stevens

—Se llama Scarlett, bebé, es la hija de Amy. Scarlett, él es


Eddy, supongo que tu mamá ya te habrá explicado la situación.

—Lo hizo, pero ¡Oye! Eres un muy bonito amiguito, Eddy.


—Scarlett también se sentía en un ambiente muy familiar, no iba
a admitirlo, pero nunca había sido muy devota de todo el trabajo
que hacía su madre. Ella comprendía a la mujer, pero su obsesión
con salvar a otros por haber perdido a su hermano, no tenía sen-
tido alguno; Scarlett nunca tuvo una infancia normal después de
lo que sucedió con su pequeño hermano, ella hubiera deseado que
Amy note eso en vez de cerrarse en sus creencias y supuestos
pensamientos de su fallecido hermano siendo robado de sus ma-
nos. — ¿Puedo acercarme? —Pero esta vez, vio en los ojos ver-
des de aquel pequeño algo que no había visto en ningún otro niño
y eso que visitaba el trabajo de su madre muy a menudo. Lo que
ella vio, no tenía explicación.

Eddy asintió suavemente, meneando la punta de la cola


para volverse a sentar de forma decente, tanteando con su manito
en el sofá, a su lado, indicándole que se siente ahí, aunque por
pura precaución sus dos brazos cubrieron su abultado abdomen.
William sintió un poco de celos al observar la rápida conexión
que habían hecho ambos chicos, pero no podía culpar a su bebé,
en serio esa joven tenía algo especial.

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NEKO CORPORATION

Sonrió cuando Scarlett se fue acercando hasta sentarse, y


una vez AHÍ, Eddy se paró al instante, caminando para tomar la
mano de William y jalarlo, pidiéndole que se siente. Cuando Wi-
lliam obedeció, Eddy se colocó sobre sus piernas, acurrucándose
en William, listo para escuchar lo que le tuviera que decir la rubia
de ojos bonitos. Incluso más bonitos que los de Emily, pero
nunca más hermosos que los de William.

— ¿Sabes por qué estoy aquí, Eddy? —El minino negó


con la cabeza y Scarlett tuvo que aguantar una risita cuando, por
la agresividad del movimiento de lado a lado, las orejas de Eddy
se movieron al compás de él, entregándole otra imagen dema-
siado adorable. —Bueno ¿Recuerdas que mi mamá te ponía algo
frío en la pancita y luego veían al bebé? —Eddy asintió. — Haré
eso ¿De acuerdo? ¿Me dejas asegurarme de que tu hijo este bien?

Eddy se lo cuestionó, dirigiendo su mirada a William, sin


saber qué decir, pero no obtuvo respuesta de ese lado tampoco,
William le dio un suave beso en la mejilla y acarició su cintura
mientras Eddy escuchó que le decía: — Es tu elección, mi pe-
queño. —Y entonces él se acurrucó en el pecho de William, atra-
pando su cola entre sus manos para empezar a peinarla, asin-
tiendo con la cabeza. Aunque no estaba seguro, una cosa era que
la chica le agradaba, sin embargo, no le gustaba que tocaran a su
pequeño William. Era suyo y de William, claro, pero más suyo.

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Después de que Scarlett se aligeró con la ropa y sacó la


“cremita fría”, como le había dicho a Eddy, junto con el ultraso-
nido portable, Eddy se acostó, alzándose su remera para dejar ver
ese abultado vientre. Ella no reparó en cuestionar, se notaba lo
mucho que Eddy amaba a su pancita, así que tendría muchísimo
tacto con él.

Le colocó la crema, mientras William tomaba la mano de


Eddy y ella empezó a analizar con sumo cuidado, concentrándose
en ello.

William buscaba en las expresiones de la rubia señales de


cómo iban las cosas, aunque no dudaba que bien, Eddy no había
tenido dolores desde sus semanas de nauseas, todo había sido pe-
queños antojos, cambios de humor, risas y la experiencia más
hermosa de su vida.

Él recordó por un momento los antojos de su bebé, y como,


con el pasar de los días, tuvieron que recurrir a una pizarra de
juguete que Hayley le regaló a Eddy, era de esas que funcionaban
a base de imanes, después de que el pequeño minino logró com-
prenderlo, dibujaba lo que deseaba comer y entre todos sus her-
manos y él, se encargaban de adivinar qué era el raro y deforme
dibujo en la pizarra.

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NEKO CORPORATION

—Uhm. —Salió de su nube de recuerdos cuando la rubia


dio un comentario en voz alta, analizando nuevamente lo poco
que la pantallita le permitía observar. William de nuevo, algo
exagerado, se imaginó la peor de las situaciones y pensó que qui-
zás fue un idiota al no insistirle a su madre en que compren un
ultrasonido personal y ella se encargue de revisar semanalmente
al bebé, pero no era el área de Becca, ella se lo había dicho. —
Creo que tengo que llamar a mi mamá.

Eddy se tensó cuando el agarre de la mano de William se


volvió más fuerte. Le causó un poco de dolor, pero más le asustó
la expresión del mayor: Su William estaba preocupado y Eddy
empezó a estarlo. No quería que nada malo le sucediera a Wi-
lliam pequeño.

— ¿Qué pasa? —Al fin las palabras salieron de la boca del


castaño.

—Parece que se ha enredado con su cordón. —Scarlett


sacó su celular, buscando el número de su madre, acercando al el
aparato a su oído. Observó por fin la expresión de ambos chicos
y le sorprendió ver tanta preocupación en dos personas que antes
se estaban dando miraditas de amor y emoción. — ¡Wow! Wi-
lliam, Eddy, tranquilos, no es tan grave.

— ¿Tan? —Cuestionó William, algo exasperado.

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Jasmine Stevens

—Desde esta máquina no puedo observar bien cuantas


vueltas le ha dado el cordón al bebé ¿Entiendes?

— ¿Tiene que ver la cantidad de vueltas?

—Sí. Aló ¿Mamá? —Scarlett se levantó del suelo para ca-


minar por la casa, al parecer escuchando o esperando que Amy
esté disponible del otro lado de la línea. — Sí, estoy con ellos
ahora. —Otro largo silencio, mientras William colocaba su mano
sobre la pancita de su pequeño, odiaba ese ambiente tan tenso
¿Por qué Scarlett no le decía qué ocurría y ya? — De acuerdo,
pero trae los que tienes en casa, no queremos que ese sujeto se dé
cuenta ¿Vale? Te espero aquí. Ella cortó la comunicación, de
nuevo enfrentándose a la mirada de ambos chicos. — Hey, está
bien.

— ¿Qué tiene que ver cuantas vueltas se ha dado con el


cordón? ¿Se está asfixiando?

—No lo sé. —La rubia soltó un suspiro, sintiéndose impo-


tente en ese momento. — Escucha, el cordón no es como una
soga, no te va a apretar hasta matarte, según entiendo, pero si da
muchas vueltas, tiene que ser intervenido porque puede empezar
a estarle faltando el aire al bebé ¿Entiendes?

— ¿Y cuántas vueltas ha dado ahora?

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—Eso es lo que no te puedo afirmar porque por un monitor


de este tamaño no puedo observar nada, lo acerco pero, se ve mal.

— ¿Qué haremos ahora?

— ¿Yo? Esperar a mi mamá ¿Tú? Deberías estar llamando


a tu madre ahora mismo, William. —La voz a modo de orden de
la rubia logró que William reaccione, dejando un beso en los la-
bios de Eddy, susurrándole unas cuantas palabras de aliento antes
de levantarse e ir por su celular. — Dios, voy a hacer mi primera
cesárea y hoy quería ir a la Disco con unos amigos. Vaya que mi
mamá me complica mi vida. —Escuchó hablar a la hija de Amy.

El bebé ya iba a nacer.

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CAPÍTULO XXXIV
—Hey, Nico.

Zack entró a su casa después de hacer las compras de la


semana. Había aprendido, por William, que esa era una mejor
manera de evitar salir de casa diariamente, encima con tremenda
temporada en Londres, si bien no hacía demasiado calor, para él
era insoportable salir a las calles simplemente aunque fuera solo
para hacer compras. Así que, llegó con un montón de bolsas, lle-
vándolas todas directo al refrigerador.

Cuando no oyó respuesta de su novio, una parte de él se


preocupó, aunque seguramente al final Nico debía de estar to-
mando solo una siesta como siempre hacía, eso para después le-
vantarse al sentir el olor de comida llenar la habitación.

Llegó a su cuarto y observó al pequeño rubio jugando con


su cola. Nico la movía de lado a lado, y su mirada perseguía el
movimiento, meneando las orejas cada que su cola se mantenía
quieta, no era la primera vez que lo hacía, pero tampoco Nico
solía sacar ese lado suyo con tanta frecuencia. Él le había dicho
muchas a veces a Zack que su lado felino hacía que se sintiera
humillado. Por eso no maullaba, por ejemplo.

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—Te hablé al entrar, Nico ¿Estás sordo? ¿De nuevo no te


lavaste bien las orejas?

Nico negó con la cabeza, encontrándose con la mirada pe-


netrante del mayor y entonces Zack pudo ver en esos preciosos y
tiernos ojos, que algo no andaba bien. Caminó hasta sentarse a su
lado, notando apenas que el rubio tenía un sobre abierto en su
regazo. Un sobre grande, todo arañado, seguro Nico había per-
dido la paciencia cuando el material no cedía.

— ¿Qué es eso? —Zack tomó el papel y por un momento


Nico quiso detenerlo, quiso que no leyera, deseó haber tenido la
fuerza para ser egoísta y romper en mil pedazos o arrojarlo a la
basura, solo que… No pudo.

—Tu boleto de avión, el ciclo acaba en una semana ¿No?


Eso dice ahí… Y quieren que te vayas adaptando al cambio, así
que está programado para la semana que viene. Todo pagado, Es-
tados Unidos.

Zack comprobó con sus ojos lo que su pequeño le decía,


se sentía feliz, su universidad le estaba dando la oportunidad de
llevar su amor por el arte a un nuevo nivel, de explorar horizontes
que nunca antes se hubiera imaginado, pero cuando quiso abrazar
a su novio, este se negó, inclinándose hacia atrás, colocando su
mano sobre el pecho del mayor, deteniéndolo y apartándolo.

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— ¿Qué pasa, Nico? —Gruñó, no le gustaba que su novio


se negara a besarlo, intentaba comprender pero una parte de su
corazón se encogía y enojaba al ser rechazado de esa manera.

Nico negó con la cabeza y se acercó a él, quitándole el


sobre para sentarse sobre las piernas de Zack y después de colo-
car sus manos sobre sus mejillas, atrajo su rostro al propio para
besarlo, un beso al que definitivamente Zack no se resistiría ni
por muy enojado que esté.

El pequeño rubio empezó a mecer sus caderas hacía ade-


lante y hacía atrás, mientras las manos del mayor tomaron su tra-
sero, presionándolo entre sus dedos, robándole un gemido, eri-
zando su larga cola ante el placer que le proporcionaba que Zack
lo cogiera así. Tan demandante, con fuerza y posesión.

—Fóllame. —Ronroneó el minino apenas sus labios se se-


pararon, Zack por esa fracción de segundo pudo observar los ojos
azules de su novio, brillando, llenos de un sentimiento que podía
confundirse con lujuria, pero no era eso, lo sabía, Nico le estaba
ocultando algo y no se lo planeaba decir. Sintió las manos hábiles
del menor empezar a desabrochar su pantalón, sacando miembro
de Zack fuera de la tela, inició con un rápido movimiento de sus

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Jasmine Stevens

dos manos sobre toda la longitud, robándole varios jadeos al ma-


yor, olvidándose por completo de cómo inició ese juego. —Fó-
llame, Zack.

—Nico.

Pero Zack no se resistió. Como siempre, se entregó al in-


menso placer que le causaba el cuerpo de su novio. Los gemidos
y cada centímetro de él, al igual que la conexión que sentía al
hundirse en su interior. Disfrutaba de Nico perdido entre tantos
sentimientos juntos, hasta que en unas últimas embestidas, am-
bos llegaban juntos al clímax. Siempre tomados de la mano, des-
cansando el uno sobre el otro.

Después de unas largas horas de sueño, Zack se despertó


en medio de la penumbra de su habitación, definitivamente Nico
lo dejaba completamente exhausto. Sonrió, complacido por pasar
tan buen tiempo con su bebé. Estiró su brazo para poder atrapar
el pequeño y delicado cuerpo de su rubio, cuando, en el intento,
su brazo cayó directamente sobre la cama, indicándole lo solo
que estaba en toda la habitación.

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Bufó, imaginando que de nuevo Nico estaba asaltando la


cocina, por suerte ahora había comprado unos cuantos bocadillos
en la panadería, seguro le agradarían mucho. Espero unos minu-
tos, intentando hacer más sensible su oído para escuchar algún
ruido proveniente de fuera de la habitación y al no oír nada por
el tiempo suficiente, se atrevió a pararse y caminar a la cocina,
comprobando así que no solo estaba solo en el cuarto, sino tam-
bién en todo su departamento.

Era la segunda vez en el día que se equivocaba sobre las


costumbres de su minino, pero ahora estaba asustado, Nico se
había salido de la casa sin decirle nada. Él se vistió, tomó su cha-
queta y abrió la puerta de salida, cuando su mente reaccionó antes
de dar un paso más y se preguntó ¿Qué estaba haciendo? ¿A
dónde iría? ¿Por dónde buscaría? Nico no era Eddy, Nico sabía
cómo volver a su casa y no se había perdido en un intento de huir,
como Eddy aquella vez con Andrew. Nico era un chico que co-
nocía mejor las calles que el propio Zack y solo se fue, sin decir
nada.

Pasó sus manos por su cabello, metiéndose de nuevo a la


casa. Bufó molesto y le mandó una patada al sofá aunque al ins-
tante hizo un gesto de completo dolor, reconociendo que había

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Jasmine Stevens

golpeado justo en medio de uno de los soportes de los lados. Mal-


dijo, incluso mencionó a la madre de sabrá Dios quien y se sentó
sobre el maldito el mueble, analizando su pie.

De un momento a otro escuchó la puerta abrirse, miró rá-


pidamente en esa dirección y vio al rubio que entraba al departa-
mento tal cual ladrón: De puntillas. Nico había salido con una
chaqueta que cubría sus orejas con la gorra y un short más abajo
de las rodillas, también cubriéndole o escondiéndole la larga ex-
tremidad gatuna.

— ¿Puedo saber por qué entras a tu hogar como si no fuera


tuyo?

En otra oportunidad, a Zack le pudo haber parecido extre-


madamente cómica la forma como los hombros de Nico se ten-
saron e incluso todo su cuerpo se puso rígido en un momento.
Divisando el cuerpo y luego el rostro del mayor, al mirarse fija-
mente, solo entonces Nico pudo relajarse.

— ¡Mierda! Zack ¿Por qué en la oscuridad? No te vi.

—Te pregunté algo, Nico.

El rubio dio pasos torpes por la casa, pasando desde el co-


rredor hasta el sofá donde Zack estaba sentado, colocándose al

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otro extremo, dejando caer su peso muerto, soltando un largo sus-


piro lleno de cansancio ¿Cansancio de qué? Pensó Zack, si Nico
se rascaba la panza veinticinco horas al día. Claro, si eso fuera
posible.

—Solo salí un rato a tomar aire y no quería despertarte,


por eso caminé así. Joder, Zack, actúas como una vieja paranoica
¿Quieres ponerme un transmisor en el culo o algo?

—No sé, dime tú ¿Debo ponerte un tapón en el culo?

El minino frente al mayor arqueó una ceja. Le tomó cosa


de segundos entender lo que insinuaba Zack y se levantó del sofá,
soltando un gruñido, tal cual animal, moviendo su cola de lado a
lado, erizada, como dando latigazos al aire con su larga extremi-
dad.

Zack se sintió mal, no había medido la gravedad de sus


palabras y ahora pudo ver el enojo y la rabia en la mirada del
pequeño frente a sus ojos.

—Eres un hijo de tu puta madre, Zack.

—No, Nico, espera, no quise-

Pero a pesar de sus intentos por atraparlo, Nico le dio un


manotón a la mano del mayor y esquivó su cuerpo, saliendo de

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la casa, dejando que la puerta sonara con un fuerte estruendo gra-


cias a ese portazo.

Zack se mantuvo observando la puerta cerrada. Él quería


seguirlo, quería ir y abrazar a Nico, también pedirle perdón de
rodillas, pero ¿Cómo hacerlo cuando la había jodido en grande?

— ¡Joder, Nico! Esa caja iba del otro lado, idiota.

Nico soltó un suspiro, mandándole una mirada de disculpa


al hombre frente a él y luego se mordió los labios para evitar al-
guna ofensa. Apenas llevaba tres días ahí y ya quería largarse,
pero la pelea con Zack solo le demostró que necesitaba el empleo,
él necesitaba dinero, para la razón que fuera, tenía que trabajar.

Después de salir corriendo de la casa del mayor, Nico llegó


al trabajo que había obtenido después de insistir mucho y casi
colgarse de la pierna del dueño del servicio de cargas. Él era muy
pequeño y tierno para mover cajas, pero unas manos nunca esta-
ban de más, así que después de ser tan persistente y fastidioso
como un grano en el culo, el hombre aceptó, eso hace tres noches

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y a pesar que le pareció raro que el rubio minino quiera trabajar


en las madrugadas y no durante el día, no se quejó después de la
primera noche, porque Nico no había robado nada y movió más
cajas de las que se esperaba.

— ¿Qué te pasa? —Gruñó el tipo alto y rudo, cruzándose


los brazos, sin la suficiente paciencia para aguantar a un em-
pleado que tuviera la cabeza en otro lado, no importa que tan co-
gible sea ese chico.

—Nada, estoy distraído, es todo.

—Escucha, niño ¿Por qué no vas a casa? Me sirves más


sin hacer nada que jodiendo el trabajo que ya hicieron los demás.
Vete, es una orden, vuelve mañana o renuncia, vas a terminar
chaparro si sigues cargando cosas que pesan más que tú.

— ¡Necesito dinero, yo…!

Nico suspiró, no iba a contarle sus problemas a un tipo


cualquiera, ni mucho menos contradecir a la única persona en
toda la ciudad que le había dado un trabajo estable, uno donde no
le dijeran bájate los pantalones o arrodíllate. Él ya no hacía eso,
él amaba a Zack y le dolía solo pensar que Zack lo continuara
considerando un puto de las esquinas, ese ya no era él.

—Bien.

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Nico había dejado que las horas pasen y pasen. Él cami-


naba por las calles, ya había amanecido y ni siquiera pegó un ojo
durante toda la noche. Alrededor de las doce del día, solo pensaba
en que haría para comer, quizás, si la suerte le sonreía, podría ir
al mismo restaurant donde conseguía sobras y cosas robadas.
Está bien que ya no entregue su trasero, pero aún tenía la capaci-
dad de conseguir su propia comida.

Decidido, corrió rumbo al restaurant donde conoció a


Zack, tratando de ignorar el recuerdo del mayor. Solo corrió,
hasta que antes de llegar al puesto, observó a un chico sentado en
la misma entrada del restaurant, justo al lado.

Zack.

Su Zack estaba ahí, con sus piernas encogidas mientras fu-


maba un cigarro y por lo que Nico logró ver, él tenía la ropa del
día anterior. Una vez, hace tiempo, el pelinegro le confesó a Nico
su ansiedad extrema y como el cigarrillo lo calmaba mucho, pero
desde que su extraña relación comenzó, Nico solo había visto a
Zack fumar tres veces, y esas tres fueron a petición de él, que-
riendo ver ese lado rudo y sexy de su idiota.

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Empezó a caminar más calmado, hasta que sus pies casi


tuvieron contacto con los zapatos de Zack y entonces sintió un
escalofrío cuando la mirada del mayor se centró en él. Nico te-
mió, temía saber que pasaría después de eso.

— ¿Ansiedad? —cuestionó.

No alcanzó a decir nada más cuando Zack le tomó la mano


y lo jaló para que se arrodille en el suelo, atrayéndolo a su cuerpo,
abrazándolo con tanta fuerza que sintió le faltó el aire por un mo-
mento. Sin embargo, después del shock, él hizo lo mismo con
Zack, aferrándose tanto que temió romper la chaqueta del hom-
bre con sus pequeñas uñas. Nico dejó que las lágrimas salgan, él
se volvió el niño indefenso que solo Zack conocía. Nico le de-
mostró lo débil que era ante su amor.

—Temía no volver a verte nunca. —Escuchó la calmada


voz de Zack. Meneando sus orejas, escondiendo más su rostro en
su cuello, acomodándose mejor entre las piernas del mayor,
oyéndolo. — Después de pensarlo unos dos minutos, salí a bus-
carte pero ya no estabas, no quería volver a la casa porque signi-
ficaría darme por vencido.

— ¿Pasaste la noche aquí? —Nico se apartó para mirarlo


a los ojos y Zack tuvo la oportunidad de limpiar las pequeñas
lágrimas de su niño, mirándolo con tanta preocupación. — Eres

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un idiota, pudo darte algo o pudieron hacerte cualquier cosa,


Zack. Yo sé vivir en la calle, tú no.

— ¿Crees que regresaría a casa cuando no estás tú en ella?


¿De qué serviría? No pegaría un ojo en toda la noche.

Nico sintió su corazón bombear con fuerza y sus mejillas


calentarse ante las palabras del mayor, odiándose a sí mismo por
seguro verse tan ridículo. Ambos se contemplaban, Zack ya había
dejado el cigarrillo a un lado y ahora todo su mundo era el pe-
queño entre sus brazos; cuando una corriente de realidad golpeó
contra el pequeño minino.

—Bueno… Así será después ¿No?

— ¿Por qué? ¿Me vas a dejar? —Las cálidas yemas de los


dedos del ojinegro le estremecían la piel al sentirlas sobre su me-
jilla, acariciándolo. — No me dejes, Nico.

— ¡Idiota! ¡Yo no quiero dejarte! Eres tú quien me dejará


a mí para irte a vivir fuera de Londres. —El cuerpo de Nico tem-
bló de pensar de nuevo en aquello que no dejaba de rondar por
su cabeza. Se sentía tan mal por ser tan inútil. — Pero no te creas
que te dejaré irte y tener sexo por ahí. Empecé a trabajar, quizás
demore más de lo debido pero te voy a alcanzar y nunca te libra-
rás de mí, Zack.

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Zack entonces comprendió la razón por la cual las cosas


habían estado tan tensas últimamente. Él jamás viajaría sin Nico,
eso ya lo tenía decidido y, de hecho, la llegada de su boleto solo
significaba que ya podía asegurarse de comprar el de Nico para
la misma fecha. Sin embargo, ellos nunca habían hablado al res-
pecto porque Zack lo daba por hecho y Nico siempre intentaba
cambiar de tema, incluso desde que se enteró del traslado.

Ahora las salidas nocturnas y la inseguridad del pequeño


fueron comprendidas, aunque eso no evitó que una corriente de
culpabilidad azote a Zack. Él no estaba siendo ni buen novio, ni
buen dueño al no demostrarle a Nico que no pensaba dejarlo solo
nunca.

—Te amo, Nico.

Zack colocó su mano en la suave y pequeña nuca del me-


nor, jalándolo para unir sus labios en un dulce beso. Ya luego
tendría tiempo de explicarle detalle a detalle a Nico que estaba
demente si pensaba que se separarían, pero ahora Zack se encon-
traba ocupado. La boca de su chico era el paraíso.

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CAPÍTULO XXXV
Para Becca no fue nada sencillo salirse de su turno en el
hospital, aunque le hubiera encantado hacer la escena de película
y escaparse por más que la amenazaran con despedirla, su familia
necesitaba ese trabajo eterno, así que tuvo que calmar a su hijo
como por quince minutos, hasta que los gritos de William llega-
ron a su compañera de turno y la mujer aceptó hacer todo el tra-
bajo. Ella le dijo que parecía que su hijo estaba dando a luz, si
tan solo supiera.

Becca subió a su auto y casi voló rumbo a su casa, espe-


rando que sus hijas se pudieran quedar en la casa de una de las
vecinas. Era un sitio pequeño, entre todos se conocían al menos
por el nombre y no era la primera vez que sus pequeñas eran cui-
dadas por esa amiga; además, Becca no quería tener cuatro pares
de ojos viendo todo lo que iba a suceder en el cuarto de William.

Cuando la mujer llegó a su casa, abrió la puerta y corrió


directo a la habitación de su hijo, encontrando todo ya preparado
para la operación. La cama de William había sido movida de tal
modo que las tres mujeres tuvieran fácil movilidad por toda la
habitación, colocándola al centro. También tenían preparada la
tina donde lavarían el pequeño cuerpo del bebé. Claro, usando

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Jasmine Stevens

una de las de sus mellizos. Ella dejó de analizar todo cuando se


encontró con la mirada de Eddy y de William, ambos estaban
hechos un mar de nervios, lo podía notar por la agitada respira-
ción del más pequeño y por como su hijo tenía los hombros algo
encogidos.

—Hola, Becca. —Oyó la voz de su gran amiga después de


hace muchos años y le mostró una sonrisa agradecida. — Lamen-
tamos haberte sacado de tu turno, sabes que esto no es fácil y hay
que ser muy rápidos.

—Lo sé, gracias a ti por venir después de todo lo que ha


ocurrido. —Scarlett se presentó ante la madre de William y des-
pués de eso, las tres rodearon el pequeño cuerpo de Eddy. — ¿La
anestesia? —Habló ella, desparasitándose las manos, colocán-
dose luego los guantes y las batas descartables que trajo Amy
entre las cosas; al igual que unos cubre boca, pidiéndole a Wi-
lliam que hablara lo más bajo y lo menos posible, ya de por si se
estaban arriesgando con la contaminación de la habitación.

William odiaba no poder tener a su pequeño en un hospital


normal, aunque quizás la palabra normal estaba sobrevalorada, él
jamás se imaginó a sí mismo en una situación como esta.

Él jamás pensó estar a punto de tener un hijo con un niño


mitad gato que lo enamoró desde el primer maullido al abrirle la

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puerta de su casa; meneando las orejas por el frío, pidiéndole un


vaso de leche.

William jamás se pensó a si mismo teniendo todo eso y sin


embargo ahí estaba, tomando la mano del amor de su vida mien-
tras la anestesia hacía efecto en el pequeño cuerpo de Eddy. Entre
él y Scarlett crearon esa pequeña carpa a base de trapos y unos
percheros, e incluso la hicieron un poco más grande de lo que
Amy les pidió, para así evitar que Eddy pudiera ver lo que estaba
pasando en la parte inferior de su cuerpo. No querían asustarlo,
puesto que él se mantendría despierto.

— ¿Nervioso? —William se arrodilló, dándole un dulce y


rápido beso en los labios a su minino, escuchándolo suspirar.
Eddy tenía lagrimones en los ojos a causa del susto de la inyec-
ción, pero se mantenía fuerte, mirando a William con esos asus-
tados ojos esmeralda, queriendo lanzarse a sus brazos y pedirle
que no sigan, que tenía mucho miedo. Eddy quería llorar por no
ser fuerte, pero William se encargaba de recordarle que ya lo era.
— Eres el niño más especial del mundo, Eddy, tú vas a poder y
luego tendremos a nuestro pequeño en los brazos ¿De acuerdo?
—Eddy asintió, estirando sus labios para pedir otro beso, que fue
concedido por William.

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El pequeño de ojos verdes suspiró, quería menear su cola


pero no podía, de hecho no sentía que pudiera mover absoluta-
mente nada desde su abdomen para abajo y aun así intentó estar
tranquilo. Él podía, claro que podía, lo haría por el pequeño Will
y por su Will.

William se incorporó firme para observar lo que le hacían


a su pequeño, tomó su mano y entrelazó sus dedos con Eddy,
sintiendo su estómago removerse y querer vomitar la comida de
hace quince años de su vida cuando, sin hacer mucho preparativo
y después de calcular el espacio, Amy cortó sobre la piel de su
novio. Un corte pequeño pero considerable y lo suficientemente
grande para que William entienda que se iba a terminar desma-
yando. Oh sí, lo haría.

Amy inició dándole indicaciones a Scarlett, palabras cla-


ves, no quería asustar a Eddy con oraciones demasiado largas o
algo que tuviera que ver con corte, sangre, entre otro. Becca se
dedicó a limpiar y lavar el corte, dejando que los segundos pasen
y William intentara despegar sus ojos de esa escena, ver la sangre
de Eddy le hacía mal, no importaba si era por el nacimiento de su
pequeño. Temía que algo se complicara, que las cosas se pongan
horribles, porque feas sería muy poco.

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—Will. —Escuchó un pequeño llamado con esa adorme-


cida y gruesa voz, una voz que en definitiva era tierna, aunque no
cabía en el cuerpo tan pequeño de su bebé. — ¿Will? —Él le
dedicó una dulce mirada, acercándose para llenar de besos todo
el rostro de su niño. Deseaba comerlo a besos como siempre ha-
cían, pero temía hacer que algo saliera mal. Pasó sus dedos por
los suaves rizos del pequeño, acariciando detrás de sus esponjo-
sas orejas, sonriendo cuando Eddy cerró los ojos, encantado con
el gesto. — Te amo, Will.

—Te amo, mi pequeño. —La mente de William en ese mo-


mento se llenó de tantas promesas, él no sabía qué sucedería des-
pués de eso, de hecho hacer planes de vida en este punto no tenía
ni el más mínimo sentido. Su plan de vida desde que tenía me-
moria era tener la vida aburrida con una adolescencia llena de
amigos, hasta que encuentre a alguien con quien complementarse
y se casen, para luego cruzar los dedos a ver si su matrimonio
duraba, pero todo eso podía irse directo a donde debía, porque la
vida le había dado el mejor regalo del mundo. Le entregó al amor
de su vida y el destino se encargó de mantenerlos juntos, a pesar
de todas las adversidades. — Quiero casarme contigo, Eddy. —
Susurró, besando la frente de su minino, escuchándolo maullar,
ambos dándose pequeños besos y suaves mimos.

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Las tres mujeres intentaban decirse todo con la mirada, no


querían interrumpir ese momento ni tampoco alarmar a ninguno.
La siguiente parte era cosa de menos de dos minutos, tenían que
hacerlo lo más rápido posible, así que Amy se encargó de todo,
ante la mirada atenta de Scarlett y Becca, por si Eddy sufría de
algún tipo de hemorragia.

Dos segundos pasaron y cuando Eddy ya sentía que no po-


día más con aquella incertidumbre, escuchó solo un llanto, un
llanto agudo y fuerte que llenó absolutamente toda la habitación.

Los ojos del pequeño se abrieron impresionados cuando su


mirada buscó al causante del ruido y vio que Scarlett tenía entre
sus brazos a un bebito. Él sabía que era un bebito, aunque tenía
un color muy rosado y era muy, muy pequeñito. Eddy se pre-
guntó si ese era el pequeño Will, él esperaba que dejara de llorar,
no quería que su hijito llore pero era algo contradictorio porque
él estaba llorando y al subir su mirada a William, él también es-
taba llorando.

Eddy no sabía desde que momento las lágrimas salieron


pero ahora tenía sus mejillas empapadas, mientras Becca cortaba
con sumo cuidado el cordón y Scarlett tomaba al pequeño bebé
llorón.

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Nico hubiera dicho que era un bebé muy llorón, pero Eddy
estaba seguro de que por ser un pequeño Will, era completamente
hermoso hasta siendo un bebé llorón.

— ¿Está bien? —El pequeño escuchó la dulce voz de Wi-


lliam, y sonrió al ver la sonrisa sincera de Scarlett cuando asintió
con la cabeza, tomando mejor al bebé en brazos para lavarlo y
cubrirlo con todas las mantas que habían podido encontrar. Amy
no podía festejar como era debido, ella y Becca estaban aún su-
mergidas en cerrar punto por punto la herida de Eddy. Las capas
de piel tenían que unirse para coser sobre ellas, y si dejaban que
el tiempo pasara, el efecto de la anestesia podía jugar en su con-
tra. Eddy jamás aguantaría tanto dolor.

A William no le hizo falta que dijeran más, él quería ver a


su hijo, ansiaba tener a su pequeño pero a la vez deseaba quedarse
justo donde estaba y no alejarse de su Eddy, el niño más fuerte
sobre la faz de la tierra.

Eddy podía ser increíblemente adorable, pero jamás nadie


entendería con sus propios ojos lo luchador que era, ante todas
sus adversidades. Ya sin preocuparse tanto, lo besó. Besó los la-
bios de Eddy hasta dejarlo sin aire, incluso a pesar del regaño que

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escuchó de Becca, él no dejaba de llorar, ni Eddy tampoco, mien-


tras sus frentes estaban juntas y apartaba los rastros de lágrimas
de las mejillas de su niño, muy en vano porque salían más.

—Mierda, bebé. —William sonrió, incluso más de lo que


ya lo había hecho en todo ese tiempo. — Eddy, amor… Somos
papás. —Eddy asintió emocionado, inclinando una de sus oreji-
tas cuando la mano de William acarició sobre estas, sin dejar de
mirarlo a los ojos.

—Will. —El pequeño minino se acercó y lo besó, ambos


se besaron de nuevo, escuchando el suspiro lleno de resignación
de Becca, para luego oír como Scarlett aclaraba su garganta, te-
niendo entre sus brazos un pequeño bulto envuelto en muchas
mantas pequeñas.

—Lamento interrumpir, ya saben. —Bromeó ella, ahora


que la situación se había relajado muchísimo y Amy estaba ter-
minando ya con la herida de Eddy. — Pero su pequeño hijo tam-
bién quiere amor ¿O lo dejo tirado por ahí?

—Tonta.

A pesar de apenas conocerla, William le mostró una sin-


cera sonrisa y tomó el montón de mantas entre sus brazos, obser-
vando un pequeño bebé cuyo cuerpo debía alcanzar en su mano,

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claro, sin contar los brazos y las piernas. Estaba tan envuelto que
parecía de esos muñequitos que usan para hacer de niño Jesús en
los nacimientos, además de tener los ojos cerraditos, y estar com-
pletamente tranquilo cuando se mantuvo mirándolo, inclinándolo
entre sus brazos, para que Eddy también pueda darle una buena
mirada.

—Meoow. —Eddy soltó un maullido algo fuerte, y al ins-


tante el pequeño bebé entre los brazos de William se removió,
luchando por abrir sus pequeños ojitos, mientras William se li-
mitaba a observar la tierna reacción que tuvo su hijo ante el mau-
llido ya conocido para él. — ¿Will?

—Creo que tenemos que ponerle nombre, amor, o me voy


a confundir cuando nos llames Will a los dos. —Eddy sonrió y
William se enamoró de él. Al igual que lo hacía día a día, fle-
chado por la perfección de sus, ahora, dos hermosos pequeños.

Después de un suave beso, él sintió que todo en su vida


encajaba como debía. Su corazón ahora se había dividido en dos,
o mejor dicho, crecido el doble, porque se encargaría de cuidar y
proteger con todo su ser a sus dos amores, pase lo que pase.

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—Sí, Eddy está muy bien, Nico.

Apenas todo terminó, Becca, Scarlett y Amy se encargaron


de limpiar la habitación de William, mientras arropaban al pe-
queño Will en una de las cunas de las gemelas. William no tenía
tiempo ni dinero para comprar todo lo que se requería para el
nacimiento de un niño y de no ser por la felicidad que recorría su
cuerpo en ese momento, se habría sentido el peor padre del
mundo por ello. Para su suerte contaba con dos hermanos peque-
ños que podían prestar sus cosas mientras tanto. Oh sí, al fin ser-
vía de algo tener una madre ninfómana.

Eddy se acostó en la cama ya con las frazadas cambiadas


y un bastante insoportable dolor en su parte baja. Amy le explicó
a William que, en un hospital, le pondrían un suero para poder
disminuir el dolor y ayudar a que el sueño llegue rápido a su pe-
queño, pero como se venían recordando, ellos no estaban en el
hospital y el molesto dolor, que iba aumentando cada que la anes-
tesia terminaba de dejar su cuerpo, iba a poner a llorar a Eddy en
cualquier momento.

Al final, por decisión de todos, le dieron al pequeño un


sedante para dormirlo, al menos en lo que conseguían suero y un
soporte, porque lo demás ya venía trayendo Amy en la gran ma-
leta con la que entró a la casa.

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Eddy descansaba tranquilo, con la cuna de su hijo al lado


y William ya estaba solo con él en la habitación. Les había to-
mado más de hora y media preparar y calmar el mar de senti-
mientos encontrados y fue entonces cuando se le ocurrió llamar
a Zack y a Nico para contarles la noticia. Al inicio habló con
Zack, pero apenas escuchó la pesada y ruidosa voz de Nico del
otro lado y después unos golpes, ya tenía al rubio al teléfono.

— ¿Y puedo hablar con él? ¿Cómo es su engendro? ¿Eddy


lloró mucho? —William sonrió ante la preocupación del pequeño
rubio y estaba seguro que Zack del otro lado también lo hizo. —
Uh ¿Seguro que todo bien?

—Sí, Nico, todo salió perfecto, pero ahora Eddy duerme,


tratamos de evitarle el dolor de la cicatriz, al menos hasta conse-
guir suero ¿Quieres que le diga algo de tu parte?

—Claro que no, idiota. —Nico suspiró, alejándose del te-


léfono y entregándoselo a Zack, caminando para sentarse sobre
el sofá y empezar a ver la televisión.

—Quería hablar con Eddy. —dijo el pelinegro, obser-


vando a su novio cruzarse de brazos, colocando las luchas en la
televisión. — No tienes idea de lo ansioso que estaba con tu lla-
mada ¡Me jaló de los cabellos! Hermano, eso puede pasar como
maltrato doméstico.

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—Sí Zack, cuéntale a todos que un niño que te llega al


hombro te golpea. Yo seré el primero en reírme de ti.

Ambos mejores amigos rieron ante sus palabras. La felici-


dad no cabía en William y sabía, de alguna forma, que Zack le
estaba entregando todo su apoyo sin necesidad de decir las pala-
bras exactas. Al final todo salió bien, Eddy estaba bien, y su hijo
no podía ser más hermoso.

— ¿Sabes? Siempre creí que yo tendría hijos primero que


tú, quiero decir… Eras más solterón que las viejas de cincuenta
años buscando citas por internet y que tienen un gato llamado
Bigotes, ya sabes. —William rió, no hacía falta negar algo que
era completamente obvio, hasta él se imaginaba como esos suje-
tos sin un futuro que al final terminan adoptando muchos gatos
para no sentir la soledad de su casa.

—Me casaré con Eddy, Zack. Ya sé, tampoco tengo idea


de cómo hacer, pero me voy a casar con Eddy apenas se recupere.

—Felicidades, Willy, espero ser el padrino.

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NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XXXVI
— ¿Amor?

William entró a la habitación después de darse una mere-


cida ducha, observando a su pequeño recostado de costado, mi-
rando al diminuto Ian durmiendo en la cuna al lado de su cama.

Sí, al final, después de tanta crisis sobre el nombre, su pe-


queño nacido un seis de diciembre obtuvo el nombre de Ian. fue
una crisis total y llena de conflictos, nadie aceptaba ningún nom-
bre hasta que Eddy soltó un maullido, “Ian” suena muy parecido
a los ligeros “Nhya” que liberaba el minino de vez en cuando,
por ello la idea surgió en base a eso y la tomaron; además el nom-
bre provenía del hebrero y significaba “Aquel dado por el señor”
quizás no valía mucho creer en Dios en aquellas épocas, pero el
nacimiento de Ian fue un milagro y a alguien había que agrade-
cerle, claro, aparte de Eddy.

Ian nació con orejitas y una cola que se fue haciendo más
larga con el pasar de los días. Llevaba una semana exacta de vida,
y ahora contaba con una fina, delgada y larga cola de color cas-
taño, casi rubio, al igual que sus pequeños cabellitos y unas poco

465
Jasmine Stevens

visibles orejitas en la parte superior de su cabeza, del mismo ru-


bio semi-oscuro.

William no podía expresar lo que sintió cuando Amy le


confirmó que su hijo tenía los genes felinos, al igual que Eddy.
Él solo sonrió en el momento en que todos lo observaron, pero
una parte de su corazón se sintió asustado, temía que las cosas no
salieran bien si alguna vez se le ocurría salir a la calle con lo que
sería conocido como el primer bebé con genes felinos existente
en el mundo, eso no podía significar algo bueno, sin embargo,
trataba de no quejarse cuando los preciosos ojos azules de Ian lo
observaban. Sí, sacó los ojos de William y según su madre le ha-
bía dicho, pronto también tendría los rizos de Eddy en esa cabe-
llera rubia.

¿Por qué rubio? Bueno, no entendía, pero al investigar un


poco, descubrió que la mayoría de bebés nacientes de castaños,
pasaban sus primeros días siendo rubios, eso hasta cierta edad
que el cabello conseguía tener el tono de alguno de sus dos pro-
genitores. En fin, su pequeño hijo era el niño más hermoso exis-
tente. Eddy y él no podían estar más orgullosos.

—Will. —Eddy le sonrió y estiró sus manitos hacía Wi-


lliam cuando lo vio por fin en la habitación. Ellos se habían
vuelto mucho más unidos en ese tiempo, mejor aun considerando

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NEKO CORPORATION

que la mayor parte del día ninguno salía de la habitación porque


no deseaban dejar al pequeño Ian solo.

William le mostró una amorosa sonrisa a su minino antes


de acercarse y besarle el rostro. Escuchándolo ronronear, atrapó
sus labios en un tierno besito, tumbando por completo el delicado
cuerpo de su bebé, colocándose sobre él.

Según tenía entendido, el tiempo normal para que el


cuerpo de Eddy esté completamente recuperado, eran cuarenta
días, pero al no ser completamente normal el origen de esa ope-
ración, ni Amy ni nadie sabía a ciencia cierta cuál era la veloci-
dad con la que las células de Eddy se regeneraban, así que le di-
jeron a William que apenas su pequeño se sintiera bien, que ini-
ciara con sus actividades normales, aunque definitivamente de-
berían de estar al menos por dos semanas sin sexo.

Eso según lo que Becca le obligó a Amy a decirle, porque


para ella no era un secreto la muy viva vida sexual que tenía su
hijo con Eddy.

Suspiró cuando sus labios se separaron de los del minino,


en un húmedo sonido que los hizo reír a ambos. William observó
los hermosos ojos de Eddy, pensando que cada que esos precio-

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Jasmine Stevens

sos esmeralda lo observaban, él terminaba mucho más enamo-


rado. Si es que era posible no haber llegado al tope desde su pri-
mer beso.

—Estuve hablando con mi padre ¿Sabes? —Eddy meneó


sus orejitas, escuchando atentamente. — Sí, al final sí está vivo.
—Bromeo. —Él sabe más de procesos legales y esas cosas, su-
pongo. Creo que si todo sale bien, o como él me ha dicho, puedo
iniciar con los trámites para ponerte un apellido ¿Qué opinas?

El pequeño minino no entendía mucho de lo que William


decía, sin embargo estiró una de sus manos y acarició la mejilla
de William, acunándola, dejando que el mayor acercara más su
rostro al dulce tacto. Eddy podía sentir a William feliz por eso
del apellido, así que si le hacía feliz a William, él también estaba
feliz. Esa era su psicología y le había funcionado muy bien hasta
el momento.

—Una vez tengas apellido, puedo sacarte tus papeles y si


existe la suficiente discreción posible, saldremos del país, Eddy.
—Dejó un suave beso en la punta de la nariz del pequeño. — Sé
que no entiendes mucho esto, pero al salir, seremos libres, quizás
no completamente, pero mucho más libres que aquí. Tú, Ian y yo,
nos iremos al otro lado del mundo con tal de que dejen de moles-
tar y me casaré contigo ahí, supongo que se puede hacer eso ¿No?

468
NEKO CORPORATION

William sabía que estaba fantaseando mucho, sabía que


soñar no costaba nada pero las cosas legalmente no eran tan sim-
ples como un mágico sueño, además del hecho de que, con solo
una persona avisando de Eddy intentando hacer trámites para ser
una persona con documentos, solo un codicioso que deseara la
fortuna que ofrecía Cameron, ellos estarían acabados. Así que
todo era extremadamente complicado.

—Meoow.

— ¿Quieres casarte conmigo, mi pequeño amor?

Eddy separó los labios para responder cuando escucharon


unos suaves golpes en la puerta. William se giró, sentándose al
lado de Eddy, observando que su pequeño Ian no se hubiese le-
vantado y murmuró un “Adelante”, sin sorprenderse al ver a la
pequeña Hayley asomando su cabeza y con mucho cuidado en-
trando a la habitación. La niña ya estando acostumbrada, puso su
dedito sobre sus labios, en señal de silencio y caminó en una exa-
gerada forma sigilosa, o de puntitas, como ellos le decían.

Llegó hasta la cuna de Ian y lo observó, soltando un


“Oww” cuando el pequeñito se removió en su lugar, pero sin des-
pertarse.

—Quiero darle su leche. —Dijo infantil la pequeña.

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Jasmine Stevens

—Tomó hace menos de una hora, Hay, no podemos lle-


narlo de leche. —Ella asintió, comprendiendo lo que su hermano
decía, regalándole una sonrisa a Eddy después de eso.

— ¿Y Eddy ya puede jugar con nosotras como antes? Le


compramos nueva ropa a Ken y aunque mamá lo intentó, nadie
lleva tan bien a Ken como Eddy.

William se preguntó mentalmente cómo es que Eddy in-


terpretaba a un muñeco cuando su niño no llegaba a decir ni
veinte palabras, sin embargo, él dejó eso al criterio de sus peque-
ñas hermanas. Observó al pequeñito acostado mientras este hizo
un puchero y William lo comprendió a la perfección.

—Quizás mañana ¿Si? Eddy se muere por jugar con uste-


des, preciosa, pero aún no se siente del todo bien. —Ella asintió,
algo triste, dispuesta a irse cuando, por la cabeza de William,
pasó una curiosa idea. Tomó la mano de su hermanita, deteniendo
su andar. — Nena ¿Por qué no nos haces un favor que hará que
Eddy se sienta mucho mejor?

Hayley asintió emocionada, lista para la misión que le en-


comendaría su hermano. Después de las palabras de William, ella
corrió hacía fuera de la habitación, casi golpeándose con el
mango de la puerta, pero tras dar unos algo hábiles movimientos,
logró salió y ambos chicos sonrieron cuando escucharon el golpe

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NEKO CORPORATION

de las rodillas de la niña, seguro cayendo al suelo por correr a


velocidad sobe la alfombra.

Ella entró al cuarto que compartía con su otra hermana,


mientras Hannah la observó alarmada y vio a Hayley volcar su
baúl de juguetes.

— ¡Le diré a mamá que tú desordenaste todo! Sino luego


me hace limpiar a mí también. —Hannah le sacó la lengua, con-
tinuando peinando la cabeza de su muñequita, ya que deseaba
ponerle una gorrita de lana que le había hecho su mamá en su
tiempo libre.

—Es para una misión ultra secreta que me dejó William,


tonta. —Dijo la otra pequeña, arrodillándose y buscando como
loca entre sus juguetes.

— ¿Misión? —Hannah dejó de hacer lo que hacía, acer-


cándose a su otra hermana. La pequeña se arrodilló a su lado y
observó todo, ella no sabía lo que su Hayley buscaba, pero siem-
pre que jugaban con William, él hacía que todo fuera extremada-
mente divertido. — ¿Qué misión? ¿Puedo buscar también?

—Síp. Ayúdame y le digo a William que nos despeine a


las dos. —Las pequeñas sonrieron con complicidad, siguiendo
con su búsqueda.

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Jasmine Stevens

Después de unos largos minutos, William y Eddy escucha-


ron pasitos correr hacía su habitación y la puerta abriéndose sin
avisar. Esta vez William no tuvo reparo en decirles a sus herma-
nas que recuerden sus modales, él solo se enterneció por como
las pequeñas llegaron con todos sus largos cabellos desordenados
y no quería ni imaginarse como había quedado su habitación.

—Will, le traje esto a Ian. —Dijo Hannah, entregándole a


William el gorrito de lana que le pertenecía a su muñeca, un go-
rrito de un suave color lila. William cálculo, observando la cabe-
cita descubierta de su pequeño hijo, y, tras meditarlo un poco, se
levantó, tomando la manito de Hannah para que rodeen la cuna.
— ¿Le gusta?

—Claro que le gusta, bebé. Mira.

Con sumo cuidado, William levantó la cabecita de su hijo


dormido, colocándole la gorrita de lana, asegurándose que no le
diera mucho calor, por suerte esa no era una lana demasiado
gruesa. Hannah chilló de felicidad e intentó aplaudir cuando se
auto recordó a ella misma no hacer ruido, llevando su dedito a su
boca, tal cual Hayley minutos antes.

—Will. —Interrumpió la otra hermana.

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NEKO CORPORATION

—Oh, claro. —William despeinó cariñosamente a Hannah


antes de volver a sentarse al lado de Eddy, tomando la mano de
su niño, amaba esa mirada curiosa del pequeño de rizos ante cada
uno de los movimientos de las hermanitas de William e incluso
del William mismo. El castaño no se contuvo, dejó un beso en la
punta de la nariz de Eddy y luego centró toda su atención en la
pequeña Hayley, quien tenía sus dos manitos cerradas, hasta que
las estiró hacía su hermano, mostrándole los dos anillos de color
dorado con brillantina, el material de los anillos era claramente
de plástico. Ella le sonrió a William, entregándoselos. El castaño
no se contuvo y la atrajo a sus brazos, presionando el delicado
cuerpo de su hermanita, dejándole un beso en su cuello que la
hizo reír. — Gracias, Hay.

Tomó los anillos, ahora mirando a su pequeño minino


acostado en la cama. Cogió la mano derecha de este y dejó un
dulce beso en sus nudillos, mirándolo a los ojos, escuchando un
maullido del felino.

Eddy se mantenía contemplándolo, sin saber exactamente


lo que estaba sucediendo.

—Sé que nos casaremos de verdad algún día. —Empezó


William, aclarando su garganta para continuar hablando. — Ya
que no pienso separarme de tu lado nunca, pero hoy mismo, aquí,

473
Jasmine Stevens

frente a dos de mis princesas, quiero pedirte a ti, Eddy, que seas
mi esposo y solamente mío, porque prometo amarte por el resto
de mis días, e incluso después de mi muerte.

Eddy escuchó las traviesas risitas de las pequeñas mientras


él solo se centraba en entender las palabras y en los ojos de Wi-
lliam mirándolo. El pequeño sintió su corazón tan acelerado, Wi-
lliam le estaba diciendo algo importante que quizás él no podía
comprender con totalidad o desconocía muchos significados, sin
embargo, él sabía que William le estaba abriendo su corazón
¿Cómo lo sabía? Solo con mirar el destello encantador en esos
ojos color mar.

Eddy estaba feliz de ser el elegido por William, no había


palabras para describir lo emocionado que se sentía.

—Meow. —Le pidió a William que siguiera, él sabía que


William aún no había terminado por la manera nerviosa como
separaba y juntaba sus labios de nuevo. — ¿Will?

—Lo siento, nene, es que no recuerdo como son las pala-


bras de los matrimonios, eso pasa cuando durante toda tu vida
piensas que son una tontería, hasta que llega alguien a cambiar tu
mundo, poniéndolo de cabeza. —Eddy sonrió, eso sí lo entendía,
a él le había pasado exactamente eso cuando conoció a William,

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NEKO CORPORATION

literalmente, William le salvó la vida y le entregó la única y prin-


cipal razón para sonreír. — Era algo, no sé… En fin, Eddy, yo,
William Tunner, te tomo como esposo. Prometo amarte, respe-
tarte y cuidarte, en la salud y en la enfermedad, en la tristeza y en
la pobreza, y cada uno de los días de mi vida, sin que ni la muerte
pueda separarnos.

Mientras hablaba, William le colocó con mucho cuidado


el anillo de plástico a su pequeño, intentando eliminar ese lado
llorón de su cabeza, o que por lo menos su corazón dejara de latir
como un loco cuando no estaban haciendo nada legal. Y sin em-
bargo, lo que él sentía era lo más real que le había tocado vivir
en sus veinte años.

Eddy observó su dedo decorado con ese anillo lleno de bri-


llitos, mientras su mirada viajó a las pequeñas que no dejaban de
saltar, totalmente emocionadas, para luego dirigirse directo al
amor de su vida. Entendiendo lo suficiente tomó el otro anillo y
al ver que no calzaba en el dedo gordito de William, lo probó en
cada uno, hasta que justo en el más pequeño entró. Emocionán-
dose, Eddy intentando sentarse, abrazando a William mientras
llenaba su rostro de pequeños y dulces besos, moviendo su cola
frenéticamente, sintiendo encantado como los brazos del castaño
rodeaban su cuerpo, fascinado con tanta seguridad que este acto
le otorgaba.

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Jasmine Stevens

Eddy ahora estaba casado, aunque mucho no entendía, él


deseaba estar eternamente con William porque lo amaba, lo
amaba incluso más que a su vida misma.

— ¿Esa es?

Cameron observaba, desde su auto escondido entre los ar-


bustos, la enorme casa perteneciente a la madre de William. Él
encendió su cigarro, aunque al instante, su compañero, Chad, le
quitó el cigarrillo, apagándolo para lanzarlo al suelo del auto,
maldiciendo.

—No puedes fumar en un auto, idiota, se supone que no


tenemos que estar aquí. —Se quejó el otro hombre, aunque nunca
había sido el que daba las órdenes. Él y Cameron se conocían
desde hace más tiempo del que podían recordar, así que se tenían
una plena confianza a pesar de todo. Cameron lo ignoró, sacando
de su bolsillo una cajetilla de cigarros, llevándose otro a la boca
y encendiéndolo, ante la furiosa mirada de Eddy.

—Te pregunté si esa es.

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—Lo es. —Suspiró Chad lleno de frustración. — Los mu-


chachos han estado observándola desde hace tres días. —Señaló
a los dos hombres grandes y musculosos sentados en el asiento
del piloto y del copiloto del auto. — Una mujer, cuatro niñas de
diferentes edades, hasta dos bebés y claro, el chico y el prototipo
que no han salido de la casa durante todo este tiempo. Ahora no
hay nadie, solo las dos pequeñas que se las acaba de llevar su
niñera y los dos bebés. Siempre se mantienen en casa, ya sabes,
aparte del objetivo y el muchacho del que nos hablaron.

—De acuerdo. —Cameron apagó el cigarro, acomodán-


dose mejor en el asiento del auto, suspirando como si tuviera toda
la pesadez del mundo. — Les doy quince minutos, chicos, luego
entraré yo.

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Jasmine Stevens

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CAPÍTULO XXXVII
En realidad, uno nunca sabe las sorpresas que nos tiene la
vida, hasta que ocurren. Para nuestra desgracia, no siempre son
sorpresas buenas. William jamás se esperó que lo que había co-
menzado como una perfecta mañana en la que contrajo matrimo-
nio con el amor de su vida, se vuelva el día más horrible que le
había tocado experimentar, si es que continuaba vivo para con-
tarlo.

Llamaron a la puerta unos minutos después de que una mu-


jer de edad, su vecina de unas casas más abajo, viniera a llevarse
a Hannah y Hayley, después de todo Emily y Charly tenían clases
de inglés en la tarde y su mamá no regresaría hasta altas horas de
la noche. Él pensó que sus hermanas habían olvidado algo im-
portante, así que dejando solos al pequeño Eddy y a su hijo por
un momento, bajó las escaleras a trote, aunque lo que se encontró
del otro lado no fue nada de lo que se pudiera esperar, ni en sus
peores pesadillas.

En menos de dos segundos su cuerpo rebotó contra el suelo


cuando uno de los gigantescos hombres golpeó no su rostro, sino
impactó el puño justo sobre la parte superior de su cráneo, mien-

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Jasmine Stevens

tras el otro se encargó de taclearlo y dejar que el cuerpo del cas-


taño caiga, causando un ruido sordo. Dolor, mucho dolor se juntó
en su cabeza mientras presionaba sus ojos y una de sus manos se
dirigió a esta, pero le costó otros dos segundos recordar lo que
estaba ocurriendo, así que muy a su pesar, estiró su brazo para
tomar a uno de los sujetos de la pierna, intentando utilizarla para
levantarse.

Una patada directo hacía su columna vertebral y otra vez


su cuerpo fue de directo contra el sueño, golpeándose el rostro,
sintiendo un metálico sabor en su boca cuando uno de esos dos
sujetos lo volteó de lado, con suavidad, para que después el otro
le dé un golpe más en su abdomen, causando que escupiera y se
retorciera en el suelo.

Otras muchas patadas dieron justo contra su cuerpo, no ha-


bía forma de retorcerse, porque incluso los golpes iban sin cui-
dado alguno hacía su rostro. William se hizo un ovillo, tratando
de cubrir su cabeza, no se podía permitir caer inconsciente, sino
todo estaba acabado. Sus ojos se llegaron de lágrimas cuando el
miedo inundó su cuerpo, la figura del pequeño Eddy apareció en
su mente justo antes de volver a separar los labios y escupir otra
buena cantidad de sangre.

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NEKO CORPORATION

Sus ojos se abrieron en el segundo en el que subió la mi-


rada y detrás de la silueta del semejante monstruo que lo gol-
peaba, apareció Eddy, su Eddy, observando a su niño observar la
escena desde arriba de las escaleras, con los ojos llenos de lágri-
mas. William escuchó a Eddy llamarlo y quiso ir, quiso abra-
zarlo, quiso que al cerrar los ojos en alguno de esos golpes, todo
fuera una maldita pesadilla.

— ¿Ese es? —Gruñó uno de los mastodontes que al pare-


cer sabían hablar, viéndolo voltear después para sonreír divertido
ante la expresión de susto del minino en la parte superior de la
casa. — Seguro es, mira nada más que lindo.

— ¿Crees que el jefe nos deje follarlo cuando saque de él


lo que necesita?

Su sangre hirvió y William se removió en el suelo, esti-


rando su pierna para darle una potencial patada en la canilla a uno
de los tipos, logrando que este se doblegue de dolor y se concen-
tre de nuevo en él, queriendo asesinar al muchacho tendido en el
suelo.

— ¡Hijos de puta! ¡A sus madres me follaré cuando todo


esto acabe!

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Jasmine Stevens

William supo que había dado en el blanco cuando el rostro


de ambos sujetos se endureció más y luego le dio una mirada al
pequeño Eddy. Le pidió que huya, le dijo que corra, pero las pa-
labras no salieron con la suficiente fuerte antes de que otra patada
diera justo sobre su pierna, causando que grite de dolor, mientras
el minino quiso bajar, dio un paso sobre las escaleras cuando otra
silueta mucho más pequeña se dejó notar desde la puerta y Eddy
palideció del miedo, retrocediendo, subiendo otra vez y quedán-
dose petrificado.

—Hola, Eddy. —La voz taladró en los oídos de William y


entreabrió uno de sus ojos, todo su cuerpo dolía peor que cual-
quier dolor físico que hubiera experimentado en alguna pelea pa-
sada, pero pudo recobrar al menos algo de su aliento para obser-
var al hombre que ahora hablaba con los dos monstruos. — ¿Aún
no acaban con él? ¿Qué tanto hacen?

—Es resistente, jefe. Delgado y todo, parece que no


aprende.

—Bueno, pues háganlo aprender y vayan por Eddy. Tene-


mos que irnos antes de que alguien vuelva.

Cameron salió de la casa de nuevo, no sin antes darle una


mirada de completa victoria a William y entonces lo dejó solo de
nuevo con los dos hombres, mientras ya el minino no estaba. Solo

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escuchó el golpe sordo de la puerta de, seguro, su habitación con


Eddy escondido en ella.

Los tipos patearon el cuerpo tumbado en el suelo unas


cuantas veces más, riendo y escupiéndole. William solo se dedicó
a protegerse la cabeza.

—Mierda que es resistente.

— ¿Si? Ya veremos.

Uno de los tipos sonrió encantado con la mirada del otro,


entendiendo a lo que se refería cuando el sujeto tomó la pierna
de William. William cerró sus ojos con fuerza y se permitió llo-
rar, pensando únicamente en sus dos pequeños en el piso superior
y en que deseaba poder salir vivo de esa para estar con ellos.

Un “Crack” sordo sonó, luego el agudo dolor en su pierna,


junto con un sonoro grito de su parte, escuchando a los tipos reír
antes de que todo se apagara y ya nada se escuchara.

Lo último que William oyó fue llanto y gritos. Gritos que


no venían de él, llanto que no era el suyo y la dulce voz de su
amado mientras repetía su nombre, junto a los forcejeos de la
puerta de su habitación., Una y otra vez el “Will, por favor”, pero
William… No pudo ir.

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❝Eddy, yo, William Tunner, te tomo como esposo. Prometo


amarte, respetarte y cuidarte, en la salud y en la enferme-
dad, en la tristeza y en la pobreza, y cada uno de los días de
mi vida, sin que ni la muerte pueda separarnos.❞

—Nico ¿Puedes dejar de acosar a ese niño?

Zack gruñó, su vuelo rumbo a estados Unidos se había


atrasado muchísimo y mientras él perdía la paciencia, Nico mo-
lestaba a un pequeño de no más de diez años, acercando su meji-
lla tanto a la del niño, intentando ver encantado el movimiento
de los gráficos en el Nintendo DS que cargaba aquel mocoso y
tenía que estar muy bueno para que Nico acepte tener contacto
con alguien más, peor ahora que ambos estaban tan estresados.

No fue cosa fácil sacarle los papeles a Nico, ya que tam-


bién era un niño de la calle. Zack necesitó ayuda de su madre
para que legalmente la familia Blair adopte a Nico y les conceda
su apellido, solo de esa forma el rubio minino podría viajar como

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una persona normal y aunque el aeropuerto le dio a Zack la op-


ción de llevarlo como un animal, este se rehusó mil veces, incluso
queriendo golpear al practicante imbécil que le había sugerido
esa idea.

Al final, atrasó el viaje unos días, pero por fin viajarían.


No se había comunicado con William, prefería hacerlo ya es-
tando en Estados Unidos, él quería evitar cualquier tipo de des-
pedida dramática, principalmente porque se conocían lo sufi-
ciente como para saber que ambos tenían sus cosas que hacer,
aunque él nunca olvidaría las palabras que William le dijo esa
madrugada.

Zack escuchó su celular sonar, increíble porque segundos


antes había pensado en apagarlo y en la persona dueña del nom-
bre que apareció en la pantalla del aparato, sin embargo contestó,
con una gran sonrisa en su rostro. Lo había extrañado tanto.

— ¡Joder! Andrew ¿Dónde mierda te habías metido?

—Sí, Hola, Zack. —El pelinegro sonrió, oh sí, ese era su


amigo Andrew. — Lo siento, yo… Después de la metida de pata
tremenda que me pegué, creí que ni tú ni William querrían
verme, así que esperé que me llamaran, creo que al final fui yo
quien rompió la ley del hielo.

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Jasmine Stevens

Zack reconoció en la voz de su amigo que realmente estaba


arrepentido. Él comprendía a Andrew, el castaño era un chico con
demasiado corazón como para perdonarse el haber perdido a al-
guien tan importante para William, pero ya había pasado un
tiempo, no tenía por qué castigarse de una manera tan cruel.

— ¿Zack? —Nico se sentó a su lado, observando al mayor


hablar con teléfono. — ¿Es William? ¿Puedo hablar con Eddy?

—No, es Andrew. —Murmuró Zack, colocando su mano


sobre el teléfono, para evitar que el castaño escuche. Él quería
explicarle de una mejor forma cómo estaban las cosas, que tenía
pareja y estaba a nada de viajar fuera del país. Sí, había que ser
sutil.

— ¿Quién es Andrew?

—Ya te dije, Nico, mi amigo. Como William ¿Recuerdas?

El rubio intentó recordar, pero al realmente no haberle to-


mado importancia a muchas palabras que Zack le decía, com-
prendía que aunque lo intentara, no entraría en su cabeza o no
recordaría quien era ese sujeto, sin embargo, se sentó tranquilo al
lado de Zack, escuchándolo renegar cuando aterrizó un avión y
el sonido evitó que escuche la voz del otro lado.

—Bueno ¿Qué te decía, Smithy?

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—No lo sé, no te escucho bien ¿Podemos reunirnos para


hablar o la universidad no te da tiempo? Aunque según entiendo,
ya están de vacaciones de fin de ciclo.

—Sí, sobre eso. —Zack disimuladamente tomó la mano de


su pequeño rubio, entrelazando sus dedos con este, suspirando.
— Me voy del país, Li.

— ¿Qué? —El desconcierto era notable en la grave voz


del castaño del otro lado.

—Eso. Me surgió una beca y me estoy yendo justo ahora,


lamento no habértelo dicho antes, creí que no tenías tiempo para
nosotros, pero es lo que hay ¿No?

—No puedo creerlo, Zack, felicidades ante todo pero…


Me hubiera gustado enterarme un poco antes ¿Sabes?

Mientras Zack atendía su llamada, Nico observaba el abu-


rrido televisor gigante de la sala de espera. En la imagen salió de
nuevo aquel hombre, Cameron, mostrando la imagen de Eddy en
todas las pantallas, ante las miradas atentas de todas las personas.

Nico bufó, queriendo tomar el Nintendo del niño y lan-


zarlo contra la pantalla para quitar la imagen de su amigo de esta.
Él solo deseaba paz para William, Eddy y su engendro ¿Era tan
difícil que ellos pudieran conseguir eso?

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Jasmine Stevens

Gruñó meneando sus orejas, cuando oyó que el vuelo


rumbo Estados Unidos y una parte de Estados Unidos que le era
difícil mencionar, estaba a punto de despegar y que era el último
llamado para que lo abordaran los pasajeros ¿Cuánto habían es-
tado ellos en la nada?

El pequeño felino sacudió a Zack, pidiéndole que escuche


y entonces Zack se puso alarma, levantándose, aún con sus dedos
entrelazados con los de Nico, caminando hacía la puerta que la
computarizada voz indicaba.

—Andrew, lo siento, tengo que colgar, es tarde y ya debe-


ríamos estar en el avión. —Zack no le dio tiempo a Andrew de
seguirle contando más de su vida, solo cortó la llamada, salu-
dando a las señoritas que verificaron sus boletos, indicándoles
cuales eran sus asientos.

— ¿Ya me dirás quién es Andrew?

—Claro, es…

Escuchó su celular sonar de nuevo y gruñó ¿Qué parte de


que ya iba a volar Andrew no entendía? Amaba a su amigo, pero
seguro luego las aeromozas se la agarrarían con él por no cumplir
con sus instrucciones y no es que no ame ser rebelde, pero quería
que durante el viaje, las bebidas o lo que sea que pida, no le llegue

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con algo de baba o lo que sea que esas mujeres altamente estre-
sadas por volar veinticuatro horas al día, quieran darle.

—Solo apágalo.

—Sí Nico, eso hago.

Zack ni siquiera tomó en cuenta que el nombre que ilumi-


naba su pantalla no era el de Andrew, ni siquiera le prestó aten-
ción al “Wonka” cuando su celular se apagó y se acomodó mejor
en su asiento, con Nico al lado, lo que fuera, seguro podría espe-
rar, se dijo a si mismo antes de relajarse.

Pero a William, le hubiera servido que su mejor amigo


contestara antes de caer completamente inconsciente.

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CAPÍTULO XXXVIII
El dolor punzante que tenía sobre su cabeza ya no estaba,
de hecho, aún sentía molestia pero podía al menos moverla, lo
que sí, aún sus ojos no se abrían como tanto venía insistiéndoles.
Se sentía pesado, relajado y muy tranquilo, aunque su corazón
estuviera latiendo con fuerza dentro de su pecho, y lo sabía por
el constante pito que sonaba a su lado izquierdo. Según él y las
películas que había visto, además de los documentales, esa cosa
se encargaba de monitorear los latidos de su corazón.

Pasaron largos minutos en los que se tomó la molestia de


despertar cada una de sus extremidades, aunque su pierna dere-
cha no le funcionó, no le importó, una vez sus manos y sus par-
pados se movieron considerablemente, él abrió los ojos, encon-
trándose a sí mismo en una habitación completamente blanca,
llena de aparatos que no conocía. Sí, un hospital, y él estaba acos-
tado sobre una cama de metálico material.

Escuchó la puerta abrirse, así que al instante sus ojos pe-


sados se movieron hacía ese lugar, observando a su madre entrar
y como la mirada preocupada y cansada de la mujer mostró una
alegría indescriptible cuando llamó entre gritos al doctor, acer-
cándose a su hijo, tomando su mano, escuchando una queja de

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Jasmine Stevens

William ante el agresivo movimiento antes de dejarla sobre su


lugar, disculpándose.

El doctor llegó apenas unos minutos después, William ad-


miró la mirada llena de satisfacción del desconocido hombre,
mientras las enfermeras le indicaban datos como la velocidad del
pulso de William, todos con grandes sonrisas en sus rostros, pero
William… Él seguía sintiéndose en un tipo de transe, observando
todo, hasta que su mirada se dirigió de nuevo a la puerta.

El doctor, las enfermeras e incluso Becca miraron hacía


esa dirección, pero solo estaba la puerta cerrada, entre tanto color
blanco. William no despegó su mirada de ese lugar incluso a pe-
sar que el doctor le explicaba que tuvo suerte, que los múltiples
golpes y la pierna rota, además de los daños en sus costillas e
incluso el fuerte dolor de cabeza pudieron matarlo.

¿William? Él seguía mirando hacía la puerta, esperando.

Él no lo sabía, pero lo que ocurrió después de su desmayo


y de despertar para llamar a Zack en un último hilo de resistencia

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NEKO CORPORATION

contra la inconsciencia antes de desmayarse nuevamente, fue


algo bastante complicado.

Luego de que Zack no atendió el teléfono, él cayó y un par


de horas después, Charly regresó de su clase de inglés. Ella ha-
blaba con Emily sobre sus calificaciones altas y sobre presumirle
a su madre que podía tener novio y ser estudiosa a la vez.

Las chicas palidecieron cuando encontraron el cuerpo de


su hermano en el suelo, rodeado de grandes manchas de sangre,
así que, aunque primero ambas quisieron tumbarse y llorar,
Emily se encargó de llamar a Becca mientras subía las escaleras
con Charly, asegurándose de que Sam y Sophia estén bien, des-
pués pasaron a la habitación de William, escuchando al pequeño
Ian llorar entre tantos gritos. La voz del pobre bebé ya ronca, llo-
rando a todo pulmón con el rostro tan lleno de lágrimas que pa-
recía pedir auxilio o que lo estuvieran torturando, cuando solo
quedaba él en la habitación.

Eddy ya no estaba.

Becca llegó en menos de veinte minutos, la mujer, al con-


trario de sus hijas, se desplomó en el suelo y lloró, queriendo
mover el cuerpo de su hijo, aunque conocía lo suficiente como
para saber que lo mejor para un cuerpo golpeado era no ser mo-
vido hasta que los médicos especializados en eso lo asignaran,

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Jasmine Stevens

los cuales no tardaron en llegar, llevándose a William en la am-


bulancia. No contaban con mucho tiempo.

Mientras William estuvo en la sala de emergencias, pasa-


ron horas de horas en lo que los doctores la mantuvieron sin in-
formación, luego Becca recibió una llamada al celular de su hijo,
era Zack, quería saber la urgencia de llamarlo en aquel momento;
cuando ella le contó todo, Zack cortó y maldijo de las mil y un
formas posibles, golpeó su puño contra la pared hasta que Nico
tuvo que detenerlo y luego de que el rubio minino se enterara,
supo que habían tomado la peor decisión del mundo al no con-
testar la llamada antes del vuelo. Ahora debían volver, pero sa-
bría Dios cuando tendrían el dinero para la posibilidad del viaje
de regreso a Londres, sin el permiso de la Universidad del peli-
negro.

Una semana después, en todos los televisores del país, se


podía observar la noticia:

CAPTURAN AL ÚLTIMO TRABAJADOR DE


NEKO CORPORATION, SE DEMOSTRÓ QUE CONTI-
NUABA EXPERIMENTANDO CON INFANTES

Adjuntas muchas imágenes de ese sujeto siendo sacado de


su enorme mansión para ser llevado a prisión junto con su ayu-
dante. Becca no supo nada de Eddy, nunca se habló de él en las

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NEKO CORPORATION

noticias y las veces que llamó al canal para información, le dije-


ron que los niños estaban siendo llevados a un lugar seguro, un
centro de adopción muy conocido en Londres.

Zack y Nico llegaron un par de días después, el mayor tuvo


que mover cielo, mar y tierra para conseguir que le hicieran un
préstamo y pagar para ambos el vuelo de regreso. Con ellos ahí,
fueron al centro de adopción para saber si Eddy se encontraba
allí, pero no había ningún registro del pequeño minino, ni por su
nombre ni por sus conocidos rasgos.

Ni siquiera existían palabras para expresar la impotencia


que sentía la madre de William, Zack y Nico. Zack se juró en-
contrar a Eddy antes de que su mejor amigo despierte, sin em-
bargo, a estas alturas, la esperanza en su corazón se perdía más y
más; muy por el contrario de Nico, quien día a día salía a recorrer
las calles, deseando que Eddy haya podido escapar y esté cerca
de algún lugar ya conocido, sea la casa antigua de William, la de
playa o incluso la de Becca, pero absolutamente nada.

William despertó exactamente dos semanas después de lo


ocurrido, veintisiete de diciembre, ya habiendo pasado el cum-
pleaños de William y las fiestas, aunque eso era lo último que
pasaba por la mente de todos. Ellos no pudieron recuperar a
Eddy.

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Jasmine Stevens

Zack no tuvo fuerzas para mirar a los ojos a su amigo des-


pués de eso. E incluso Andrew, que iba a visitarlo cada cierto
tiempo pero sin ingresar en la habitación, podía observar la mi-
rada muerta del castaño al que consideraba su mejor amigo, ese
mismo chico lleno de decisión que le pidió el favor de cuidar a
Eddy hace ya mucho tiempo.

William no comía, no miraba a nadie, él despertaba cada


día solo para que sus ojos se conecten con la puerta blanca, o de
lo contrario se enfoquen en el anillo de plástico que empezó a
decorar de nuevo su dedo una vez despertó. Para nadie era fácil,
cada persona que quisiera a William se destrozaba al verlo de esa
manera, era como tener a un chico muerto en vida, postrado en
una cama con la pierna enyesada.

—William, vamos amigo, ya va a cumplirse un mes ¿Pue-


des mirarme por lo menos?

Zack se encontraba sentado al lado de la cama de William,


en una pequeña silla, observando el almuerzo que le habían traído

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NEKO CORPORATION

a William y continuaba estando intacto, por suerte mantenían nu-


trido al castaño a base de suero que tenía inyectado en la vena y
también contaban con la suerte de que William no se había puesto
histérico o intentando quitarse algo, pero verlo solo ahí, no era
una imagen que alguien disfrutara.

—Por tu puta madre, William.

El pelinegro apoyó sus codos sobre sus piernas y pasó sus


manos por su cabello, tirando con fuerza de estos. Se sentía como
la peor mierda del mundo por no haber estado ahí para William.
Zack estaba seguro de que si él hubiera contestado, nunca habría
tomado el vuelo y quizás, solo quizás, con su presencia movién-
dose y siguiendo el caso de cerca, él habría podido encontrar a
Eddy.

—William, no tienes una idea de cuanto lo siento, yo…

Sintió como sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras sol-


taba un sollozo, desgarrado y arruinado, él no estuvo para Wi-
lliam, nadie lo estuvo, su amigo luchó completamente solo por
cumplir su sueño junto a la persona que amaba y a pesar de todo,
la perdió ¿Qué sentido tenía vivir ahora? Zack comprendía a Wi-
lliam, él sin Nico, estaría muerto en vida también pero al menos
Nico no era un niño inocente. Nico conocía el camino de regreso,

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Jasmine Stevens

Eddy no, Eddy debía estar asustado, llorando en algún lugar, qui-
zás con la cicatriz de la cesárea doliéndole, llamando a William,
pidiendo a gritos a William en alguna parte del mundo, eso si no
es que ya no estaba en este mundo.

Los ojos de William se dirigieron a su amigo, vio a Zack


llorando y quiso decirle que todo estaba bien, que no era su culpa,
que deje de agobiarse cuando él no tenía idea de lo que ocurría al
recibir la llamada, pero William no tenía fuerzas, él no era capaz
de consolar a nadie cuando sentía su alma tan destrozada, o a
veces, se preguntaba si eso que tenía eran solo las sobras de todo
lo que se habían llevado esos malditos cuando se fueron con su
Eddy, porque él sin Eddy era eso… Sobras de lo que una vez fue
una persona.

— ¡Maldita sea! William, piensa un poco ¡Mierda! ¿Vas a


rendirte así como así? ¿Puedes dejar de ser un puto egoísta y pen-
sar en Eddy al menos?

En un cambio total de actitud, Zack se levantó de la banca


y la pateó con fuerza contra una de las paredes blancas, movién-
dose de lado a lado en la habitación, como un animal encerrado.
Él miró con profunda seriedad a su mejor amigo y William notó
que había algo más en esa oscura mirada: Decepción.

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— ¿Y tu hijo? ¿Has siquiera pensado en Ian, William? ¡Ian


está en tu casa extrañándolos a ambos y tú te encuentras aquí ha-
ciendo el papel de la más puta víctima que he visto en mi vida!
—Escupió Zack, sacando todo lo que estaba conteniendo. —
Eddy, amigo, está en algún lugar llorando mientras le hacen sabrá
Dios qué cosas y tú andas aquí de quejica queriendo que todos
los problemas se solucionen por magia propia ¿Quieres que entre
por esa puta puerta? NO LO HARÁ, WILLIAM. EDDY-NO-
ESTÁ.

William sintió sus ojos llenarse de lágrimas y por primera


vez, Zack vio que su mirada se conectó con la de su amigo, am-
bos se observaban de la misma forma, desafiantes, tal cual ani-
males. Él tenía que hacer entrar en razón al castaño o moriría en
el intento, no importaba si luego William no le dirigía la palabra
en toda su vida. Debía hacerlo.

—Eddy no está aquí. —Murmuró Zack, soltando un largo


suspiro, intentando calmarse. — Pero eso no significa que no
pueda estarlo. Si vas a dejar que lo hagan mierda por ahí mientras
te hundes y te vuelves la peor basura que he visto, no digas
amarlo, porque es una puta mentira un amor que sabe abandonar.
Tú no lo amas, no te mereces a Eddy, idiota.

— ¡Ya cállate, imbécil!

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Jasmine Stevens

Un mes, un mes de William siendo un completo vegetal y


por primera vez en todo ese tiempo, habló. Soltó un grito fuerte
y profundamente ronco debido a lo poco que había usado su voz
en todo ese tiempo, mientras le lanzaba el control del botón de
emergencias a Zack y aunque este logró esquivarlo, William le
tiró su almohada, cayendo directo en el rostro del pelinegro.

Zack no pudo contener una enorme sonrisa cuando los ojos


enojados de su amigo le mostraron más vida en él de la que había
visto en todo ese mes. Incluso pensó si llamar a Becca o a Nico
para que vieran eso, pero se mantuvo ahí, observando a William
removiéndose, sacándose con algo de impaciencia el suero in-
yectado, bajando su pierna del lugar alto en que la mantenía.

—Espera que te agarre, hijo de puta, te mataré.

William gruñía, removiéndose en la cama a pesar del aún


notable dolor en su pierna ya había sido rota internamente, según
lo que sabía de medicina por su mamá, no debía usarla hasta den-
tro de un mes más. Pero una pierna rota no le impediría golpear
a Zack hasta sacarle un diente. William había tenido suficiente y
no solo suficiente de esas palabras, sino del antiguo estado en el
que se encontraba.

— ¿Y luego?

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Zack poco a poco se iba acercando más a la puerta, sabía


que su buen amigo estaba con una pierna rota y seguramente no
podría hacerle nada malo, pero conocía lo suficiente a William
como para saber también que cuando estaba enojado, ni una
pierna rota podría detenerlo, como estuvo seguro que esos sujetos
que lo golpearon debieron sorprenderse.

William no era ningún debilucho.

Pero por otro lado, Zack sabía que todo eso no era única-
mente para golpearlo y que esa rabia en los ojos de William se
dirigía totalmente a él, sino a su persona, algo de todo lo que dijo
hizo clic en el castaño y se sintió bien cuando las siguientes pa-
labras de su mejor amigo sonaron muchísimo más claras.

—Vamos a buscar a Eddy.

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CAPÍTULO XXXIX
—Bueno Zack, no sé qué hiciste, pero te debo la vida por
traerme a mi hijo de regreso.

Becca apoyó su codo en el sofá y su barbilla suavemente


sobre su mano, observando a William jugar con Ian, dándole tier-
nos besitos en la pancita, mientras el pequeñito de ojos azules lo
observaba y sonreía cada tanto, estirando sus manitos pequeñitas
para tener contacto directo con el rostro de William, acaricián-
dolo, llenándolo de las pocas caricias que podían dar esos deditos
tan delgaditos.

Según lo que William había sospechado, los hombres no


se llevaron a Ian por lo mismo que llenaba la gorrita de lana im-
pidiendo que sus orejas se notasen, además de que su cuerpo es-
taba cubierto, por tanto su larga cola no dejaba ver tampoco. Así
que ellos fueron directo a su Eddy, sin tomarle importancia al
bebé que en realidad. Si lo veían, debía de ser una mina de oro
para ese desgraciado.

La idea de que Cameron no supiera de su hijo, significaba


que la persona que fuera que le había dado la información, no
tenía entre sus planes hacer prosperar a Cameron, de lo contrario

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Jasmine Stevens

le hubiera pedido más dinero a cambio de esa información adi-


cional.

William besó con ternura los labios de su pequeño en bra-


zos, justo después todos escucharon el timbre de la casa de Becca
y se pusieron alerta. Nico gruñó en el regazo de Zack, mientras
Becca se fue a abrir, sorprendiéndose ante la presencia de la chica
que vio parada justo frente a sus ojos: Scarlett. Scarlett Stilis.

—Buenas. —murmuró ella, claramente dudosa, jugando


con la tira de su cartera. — ¿Se encuentra William? Yo, uh, ape-
nas llego de un viaje que tuve, recién me enteré de lo ocurrido
por mi madre y tengo información que seguro él querría saber,
claro… Si me permite pasar. Lo busqué en el hospital pero me
dijeron que ya le habían dado de alta y…

— ¿Qué sucede?

Detrás de Becca apareció William, con sus dos muletas,


ayudándole a no apoyar su pierna en el suelo, observó a Scarlett,
eso no le hizo ningún bien, en los ojos esmeralda de la chica pudo
encontrar la hermosa mirada que aún recordaba de su niño, eso
fue demasiado para él.

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NEKO CORPORATION

Evitó observar de la joven, que ahora tenía el cabello de


color naranjo. Ella mordió su labio, sin saber bien qué decir o
hacer, aparte de entrar a la casa cuando Becca le cedió el paso.

—William, yo… Realmente siento lo que ha pasado,


cuando mi mamá me contó, me dijo que lo sentía que ella…

— ¿Lo sentía? —William olvidó por un momento el mal


de su corazón, centrándose en la chica de nuevo, observando a
Scarlett retroceder lentamente, de seguro la mirada que le lanzó
no fue para nada agradable. — ¿Cómo sabes que ha pasado aquí,
Scarlett? Esto no salió en las noticias.

—Lo sé. —Afirmó ella, con más seguridad. — Por eso te


digo que tenemos que hablar.

Pasados unos minutos, William guio a Scarlett a la sala,


donde se encontraban Zack y Nico besándose, ambos se compor-
taron después de eso, aunque la palabra “comportarse” no entraba
en el vocabulario de Nico hasta él sabía que no podía actuar de
esa forma y presumir que todo andaba muy bien con Zack cuando
aún tenían que encontrar a Eddy para traerlo de regreso con ellos.

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Jasmine Stevens

Scarlett se sentó con cuidado, sin dejar de presionar su car-


tera entre sus manos, hasta que todo se volvió silencio y ella en-
tendió que tenía que hablar y que los dos chicos de más y Becca
no se moverían de ahí.

Porque era así, nadie dejaría solo a William nunca más.

—Quiero primero dejar en claro que yo estaba de viaje


todo este tiempo, me fui a ver a mi padre, nuestro abuelo falleció
hace un mes, entonces lo acompañé desde tiempo antes, para es-
tar a su lado. —William asintió, hace un mes, el mismo tiempo
que él había estado internado en el hospital. — La cosa es que
cuando volví, la casa que comparto con mi madre era un com-
pleto desastre, la encontré a ella al borde de… No lo sé, estaba
tomada, William, ella… ¿Sabes? La última vez que la vi de esa
forma fue con la muerte de mi hermano, parecía que le habían
roto el corazón y me dispuse a preguntarle cuando la tuviera so-
bria. Después de eso, ella, ya estable, me contó lo que sucedió
con el lugar donde trabajaba.

William, Becca e incluso Nico y Zack prestaban total aten-


ción a la historia de Scarlett. William no entendía la razón, pero
le creía, de verdad creía en lo que la chica le estaba diciendo, al
menos en su rostro, ella dejaba en claro que estaba demasiado

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NEKO CORPORATION

preocupada por la salud de su madre, en general, y que su cargo


de consciencia era el causante de que ella dijera todo lo que sabía.

—Cuando mi madre y yo vinimos a ayudarte con la cesá-


rea de Eddy, él la siguió hasta conocer la ubicación de esta casa.
Sé que quizás puedes creer que ella tuvo algo que ver, pero te
juro que no sabía nada yo no habría permitido que ella…

—Sigue, jovencita. —Habló Becca, interrumpiendo el


semi-ataque de inseguridad que le estaba dando a la joven de ojos
verdes. Scarlett se calmó, volviendo a su posición en el sofá. —
Lo haya sabido Amy o no, créeme que es lo que menos nos im-
porta. Queremos saber que ocurrió.

—De acuerdo. —Suspiró. —Adam ya sabía el lugar


exacto donde se estaban quedando ustedes. Mi madre lo descu-
brió una vez, cuando él estaba dándole la información al otro su-
jeto, el que quería a Eddy.

—Cameron.

—Sí, él. —La joven pasó uno de sus brazos por sobre el
otro, como empezando a sentir frío, suspirando. — Mi madre
nunca lo encaró, personalmente creo que es por eso que está tan
destruida. Ella no lo hizo sino hasta que ya habían encerrado a
Cameron. Adam le confesó que le dio indicaciones a Cameron

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Jasmine Stevens

del lugar exacto donde estaba Eddy, claro, como fuente anónima
y sabía que era cuestión de días para que el hombre viniera por
Eddy, así que cada vez él… Bueno, vino y espió la casa, al igual
que unos hombres de ese tal Cameron. Analizaron la hora en que
entraba y salía cada quien… Hasta estar seguros de que no había
nadie más en la casa.

William soltó un sonido parecido a un gruñido, todo tenía


mucho sentido en su cabeza si lo pensaba como era debido, Adam
no había querido continuar con eso ni insistido porque planeaba
entregar a Eddy desde un inicio, era por eso que los dejó tan tran-
quilos y permitió que Amy les ayudara o fingió no notarlo,
cuando era más que claro que él la necesitaría en algún momento,
por ello también quería comprobar el tiempo de embarazo del
bebé y por lo mismo los había citado en su establecimiento.

El puto cabrón tenía todo perfectamente planificado con


un plan B incluido y ahora había cumplido con su cometido.

—William, mi mamá está realmente mal, ella…

—Adam.

William se levantó del sofá, tomando sus muletas, las co-


locó bajó sus brazos para acercarse a la cómoda y le lanzó las

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NEKO CORPORATION

llaves de su auto a Zack. Este las tomó antes de que vayan directo
contra su cuerpo y se levantó, con Nico junto a él.

—No, Nico, tengo que ir solo con Zack.

— ¿Qué? ¿Por qué? —Protestó el minino, moviendo sus


orejas, ofuscado ante la idea de dejar ir al mayor, de por sí ya
estaba teniendo que acostumbrarse a alejarse un poco de Zack a
causa de que su novio se encontraba apoyando a su mejor amigo,
pero le costaba mucho no besarlo o insinuársele en público ¿Y
ahora esto? —William, estás de coña, voy con ustedes.

—Nico, no es fácil, necesito hablar con el hijo de puta de


Adam, y no es por nada, pero si algo pasa, necesito a Zack que
me cubra la espalda, tú solo estorbarías.

— ¡Oye!

Nico iba a decir algo más cuando Zack le tomó el brazo y


el pequeño rubio se giró hacía él, Zack pudo notar el puchero que
se formó en el rostro de su minino. Nico sabía que William tenía
razón, pero odiaba esa impotencia que sentía de no poder ayudar
más a sus amigos. Y sí, en tan poco tiempo, Nico había aprendido
a querer a William y a Eddy como dos buenos amigos. Odiaba
ser un estorbo en toda esa situación, lo frustraba.

—Ya vuelvo ¿De acuerdo?

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Jasmine Stevens

—Si los matan, los revivo para matarlos después.

Zack comprendió eso como un “Cuídense” y le sonrió a


William, abriéndola la puerta de la casa para que ambos salieran
y subieran al auto del castaño. Scarlett soltó un largo suspiro,
cuando sintió la mano de Becca en su hombro y se giró a verla.

—De verdad, lamento mucho todo esto.

—Está bien, Scarlett, tu mamá no tuvo la culpa de nada,


más bien, mis hijos están en el colegio ahora, y los mellizos los
cuida una vecina ¿Puedo ir a verla?

—Yo iré con ustedes. — dijo el pequeño rubio, meneando


la punta de su cola, intentando no dar a notar ese leve sonrojo en
sus mejillas. — No quiero quedarme solo.

William tocó como un desesperado la puerta de fierro de


ese lugar, utilizando su pierna buena, apoyándose por momentos
en la mala, hasta que Zack le dijo que deje de hacerlo y como
bien amigo, se dedicó a patear el metal oxidado repetidas veces.

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Si no querían abrirles, pues lo terminarían haciendo porque


ese sonido asustaría a todos los niños dentro del lugar. Y si lla-
maban a la policía, al demonio, William volviera cada día de su
vida hasta que ese maldito hombre se atreva a abrirle, escucharlo
y responderle unas preguntas, eso después de partirle la cara.

—Señor, no puede… —Al parecer, una de las enfermeras


del lugar se tomó el atrevimiento de abrir y fue suficiente para
que William y Zack empujaran sus cuerpos contra la puerta,
abriéndolo más, entrando y caminando rápidamente por el am-
plio pasillo. Habitación por habitación, nada más veían pequeños
asustados en sus cuartos y al contrario de calmarlo, eso le dio
mucha más rabia.

Su pequeño podía estar de una manera peor en sabrá Dios


qué lugar y él no estaba para cuidarlo. Gruñó cuando se encontró
con Adam a mitad del pasillo, el hombre mostraba sus manos en
señal de calma, pero Zack y William no estaban precisamente
obedeciendo.

—Está bien, está bien. —Adam suspiró, observando a to-


dos los pequeños del lugar escondidos, sacando sus cabecitas
para ver lo que ocurría. — Aquí estoy. Hablemos en mi oficina,
pero por favor, deja de hacer eso, los asustas.

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— ¿Y tú qué, maldito? ¿Tú crees que Eddy no estaba asus-


tado, imbécil?

—William.

William escuchó la voz de su mejor amigo segundos antes


de que una pequeña mano lo tome de la remera, tironeándola para
llamar su atención. Bajó la mirada para encontrarse con un par
de ojos ya conocidos para él, además de otro pequeño un poco
más alejado. Lukas y Agustín, así los recordaba.

— ¿Algo le pasó a Eddy? —Preguntó el pequeño detrás de


Lukas, según le había dicho Amy, él se llamaba Agustín. — ¿Al-
gún día vendrá a jugar con nosotros? Cuando lo vi, él me dijo
“Tú puedes” y pude… Quiero agradecerle ¿Cuándo lo trae, se-
ñor?

El corazón de William se tranquilizó cuando recordó aquel


día, ese en el que Eddy tuvo contacto con el pequeño durante su
etapa de encierro. Eddy tomó su mano, aún detrás de un vidrio y
le maulló algo, ahora William comprendía exactamente que era.

Él se arrodilló, aún con su pierna rota, él lo hizo, a pesar


de las palabras de Zack diciéndole que no, William quería estar
a una altura un poco más baja para que los pequeños lo observen
mejor. Él mordió su labio, regalándoles una pequeña sonrisa.

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NEKO CORPORATION

—Él pronto estará bien y vendrá a jugar con ustedes ¿De


acuerdo?

Les removió los suaves cabellos a ambos niños y luego


ellos se alejaron, dejando que el ambiente se relaje al menos algo,
mientras William con muletas y Zack seguían a Adam hacía su
despacho, como él le llamó.

Una vez entraron, William y Zack no perdieron tiempo,


importándole poco su pierna rota, el castaño le lanzó un puñete
justo contra el rostro, haciéndolo tambalearse hacia atrás, lo-
grando así que Zack tome al hombre por las manos, colocándolas
en su espalda.

En cuestión de segundos Adam estaba tan inmovilizado


como lo estuvo William y él por primera vez en su vida, sintió
tanta sed de venganza que estaba feliz de tener a Zack ahí para
recordarle la finalidad de ver a Adam, y no, la principal no era
matarlo a golpes por ser un hijo de perra enfermo, no.

—De acuerdo. —William se acomodó las muletas, ha-


ciendo tronar sus nudillos mientras veía como un lado del rostro
de Adam se encontraba rojo, eso seguro por el puñetazo que le
metió. — Ahora vas a contarme cómo y dónde encuentro a Eddy,
Adam o te juro que no me importara irme preso por matarte a
golpes.

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—No lo harías. —Escupió Adam. Zack presionó más el


agarre de sus manos, haciéndole doler sus brazos y ante brazos.
— Mierda, suéltame.

—No deberías retarlo ¿Sabes? —habló Zack, volviendo a


tirar de los brazos del hombre. — Literalmente, por tu maldito
plan, le quitaste su vida y créeme que a William no le importa ir
a la cárcel en este momento si es que no le respondes. Al final,
ya no tiene por qué vivir y tú eres el único causante de eso.

Adam se tomó unos segundos para meditar, su mirada


viajó a los ojos de William, tratando de leerle el alma a través de
estos, pero nada, ese no era el chico que conoció hace más de un
mes. William no era William y él sabía que las personas sin una
chispa de vida en sus ojos eran capaces de todo, como él, por
ejemplo.

—La verdad no me importa morir ahora que ya cumplí con


vengarme de Cameron. —dijo el hombre, con una media sonrisa
en su rostro. — Pero solo para disfrutar más de esto, te mostraré
dónde estaba Eddy.

William y Zack se lanzaron unas miradas cuando el hom-


bre mayor volvió a aclarar su garganta.

—Oh pero, William, créeme que no te gustará lo que verás.

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NEKO CORPORATION

CAPÍTULO XL
— ¿A qué te refieres?

Las cosas se fueron de las manos de ambos chicos cuando


Adam sonrió perversamente, o mejor dicho, tan frívolo como
solo era él, ignorando su propio dolor para mostrar aquella son-
risa desquiciada, dejándole en claro lo mucho que iba a disfrutar
de lo que estaba por decir.

—Subastas, niño. —dijo mientras buscaba con la mirada


por su habitación, encontrando su notebook sobre su escritorio.
— Ahí ¿Quieres ver a Eddy? Abre la notebook, entra al navega-
dor y escribe rowcorporation.com, así como suena.

William, muy a su pesar, obedeció, sabiendo que Zack te-


nía bien sujeto al hombre y que no intentaría nada malo. Él se
sentó en la silla corrediza de Adam y abrió la notebook, siguiendo
paso por paso, ingresó la dirección url y dejó que la página cargue
lo suficiente, encontrándose con una red de subastas, el mismo
título central de la página lo decía, aunque al observar los “obje-
tos subastados” sus ojos se abrieron llenos de sorpresa al notar
que no eran cosas, sino niños, niños parte gato, tal y como todos
aquellos que estaban correteando fuera de esa habitación.

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Jasmine Stevens

William mordió su labio, viendo las imágenes totalmente


pornográficas de los pequeños posando y al lado cierta cantidad
de dinero, mientras más abajo se encontraba el botón de “Apostar
más”. Eso en cada una de las fotos.

— ¿Qué mierda es esto? —Casi gritó ante la mirada inte-


rrogante de Zack. — Zack, son niños, como Eddy, Nico o cual-
quiera de los pequeños de afuera, los están vendiendo como si
fueran juguetes o muñecos y apuestan por ellos de manera online
¿Qué mierda es esto?

—Ese es el verdadero trabajo de Cameron y su compañero,


William. Es para eso que continuaron con Neko Corporation. La
subasta de niños nuevos y vírgenes para entrega en cualquier
parte del mundo.

William empujó su silla hacía atrás con sus pies mientras


pasaba sus manos por su rostro, evitando caerse debido a la forma
como perdió el equilibrio por un instante. Otra vez, todo encajaba
tan enfermizamente, quizás debió haber investigado eso mucho
antes, pero jamás pensó que la cosa se resumiera a subastas ile-
gales por internet.

— ¿Y cómo sabes quién es el comprador? —Preguntó Wi-


lliam, empezando a sentir como todo su cuerpo temblaba ante las
ideas que estaban pasando por su cabeza. — Porque lo sabes

516
NEKO CORPORATION

¿No? Internet tiene todo un sistema para encontrar la ubicación


exacta de cualquier computador, aunque el usuario de este sea
anónimo.

—Claro. —Habló Adam, encogiéndose de hombros. —


Pero los compradores son suficientemente inteligentes y millo-
narios como para perder su IP en la red, o, en todo caso, hacer la
compra desde un lugar que no tenga nada que ver con su verda-
dero paradero. Son ricos, William, llegaron hasta donde están no
por ser precisamente estúpidos.

William gruñó cuando notó que él no había pensado en


eso. Suspiró, inclinándose de nuevo hacía la notebook. Su mente
viajó hacía el par de ojos verdes más hermoso de su vida y en-
tonces tuvo miedo, ese miedo creciendo en su cuerpo cada vez
más. Ni siquiera quería hacer la pregunta pero debía hacerla, era
por lo que estaban ellos ahí.

—Busca a “Eddy”, así tal cual, Eddy. Seguro te aparecen


muchos pequeños que se llamen así, pero a ti solo te interesa uno
¿No?

El castaño obedeció, dejándose llevar por la incertidum-


bre, entró a la parte de “Buscar” en la página y colocó el nombre
de su pequeño. “Se han encontrado 20 resultados”, bajo entre las

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Jasmine Stevens

fotos, subastas aún abiertas, algunas aún terminas, niños desnu-


dos, pequeños siendo vendidos en internet con el nombre de
“Eddy” y luego Eddy, su Eddy estaba…

(VENDIDO EL 02 DE ENERO)

Cuando volvían a casa, Zack conducía el auto mientras


William se encontraba a su lado, con la cabeza apoyada en el
cristal de la puerta, sin decir absolutamente nada.

Todas las esperanzas se habían ido cuando encontró la foto


de su pequeño, desnudo y posando para la cámara de cualquier
desgraciado siendo vendido a sabrá William cuánto dinero, a al-
gún degenerado en el mundo, porque ahora su pequeño podía es-
tar en absolutamente cualquier lugar del mundo.

Zack observó la mano roja de su amigo, suspirando, re-


cordó que tuvo que alejar a William de Adam antes de que ter-
mine matándolo a golpes, porque así fue, después de enterarse de
todo, William caminó sin muletas y sin importarle su dolor hacía
el hombre, lanzándosele encima, golpeándolo sin piedad alguna,

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NEKO CORPORATION

mientras lágrimas llenas de frustración, ira y tristeza escapaban


de sus ojos.

Después de unos segundos, Zack aclaró su garganta.

—Nunca me dijiste la razón del anillo en tu dedo. —mur-


muró, hablando del anillo que William tenía en su mano iz-
quierda. Ese anillo de plástico de color dorado que ya había per-
dido todo el brillo con el pasar de los días.

Nunca se lo sacaba, ni siquiera para darse sus respectivas


duchas en las mañanas, aunque bueno, su higiene no estaba
siendo demasiado buena cuando realmente no le importaba ser
atropellado por un auto en ese mismo instante.

—Me casé con Eddy. —susurró, sin observar a su amigo.


— El mismo día que se lo llevaron, me casé con él, le dije que
estaríamos juntos para siempre y él me puso el anillo en ese dedo
porque no cabía en los demás. Es solo parte de un pack de matri-
monio que le compramos a Hayley para la navidad del año pa-
sado.

—Ya veo.

Otro largo silencio se hizo presente, ninguno dijo absolu-


tamente nada más en el camino de regreso a la casa de la familia
de William.

519
Jasmine Stevens

William pensaba, pensaba y no encontraba una respuesta


de alguna forma rápida para encontrar a Eddy. Solo tenía pre-
sente en su corazón y en su mente que no podía rendirse.

Sin embargo era como buscar una aguja en un pajar, Eddy


se encontraba perdido en alguna parte del mundo y él estaba más
que perdido sin su pequeño niño, sin su voz, sin sus “Te amo” y
sin cada palabra que pudiera salir de la boca de ese pequeñito que
había crecido a su lado por tanto, tanto tiempo.

Un mes después de eso, Zack tuvo que volver a Estados


Unidos para continuar con sus estudios, él no veía a William
bien, de hecho, nadie veía bien a William. El castaño había pa-
sado por muchas etapas de depresión en los últimos tiempos, al
final, solo optó por encerrarse en su habitación. Él no recibía la
visita de absolutamente nadie y no esperaba que alguien lo visi-
tara tampoco.

De vez en cuando revisaba la página de subastas esa, para


asegurarse de que Eddy no volviera a aparecer entre las opciones,
aunque estaba seguro de muchas cosas, primero de que quien sea

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NEKO CORPORATION

que tenga a Eddy, no lo devolvería, nadie podía devolver a Eddy,


nadie que entrara a esas páginas tenía el corazón suficiente para
apreciar como su pequeño se estaba consumiendo, porque Wi-
lliam sentía que Eddy pasaba días aún más feos que los suyos,
donde sea que esté.

Por otro lado, si Eddy aparecía de nuevo en esa cosa de las


subastas, estaba claro que ni aunque le vendiera su vida al diablo
conseguiría dinero para pagar por su bebé, jamás Eddy le perte-
necería con papeles, él nunca tendría la fortuna de tenerlo entre
sus manos y poder salir de la mano con Eddy a la calle sin temor
a que alguien lo reconozca y lo entregue a otra persona.

William observó a su pequeño hijo durmiendo en la cuna


al lado de su cama. Por suerte, su madre entraba de vez en cuando
a ver a Ian, aunque él se encargaba de alimentar bien a su pe-
queño bebé, como por ejemplo, amaba el ligero ronroneo que sol-
taba su bebé cuando tomaba la leche o que separaba sus labios
para soltar soniditos parecidos a maullidos ¿Le costaría aprender
a hablar luego?

Se mantuvo mirando a su pequeño hijo cuando tocaron la


puerta. Suspiró, acercándose a esta y abriéndola, encontrándose
con su madre del otro lado, trayéndole unas galletitas con leche
en una bandeja.

521
Jasmine Stevens

—Hola, amor. —saludó la mujer del modo más amigable


posible, pero William solo le dedicó una pequeña sonrisa, permi-
tiéndole pasar mientras se sentaba en su cama y Becca dejaba las
cosas sobre la cómoda al lado de la cama, colocándose ella des-
pués al lado de su hijo, admirando a Ian dormido, acurrucado
mientras meneaba sus orejitas cada tanto, al parecer teniendo al-
guna especie de sueño. — Está muy bonito ¿No?

—Sí. —Suspiró William, observando también a su pe-


queño hijo. — Maulla… Su voz es bonita.

—Lo imagino, Will.

Pasaron unos minutos en los que ninguno dijo absoluta-


mente nada. William no tenía nada que decir y sabía que si su
madre se estaba sentando a su lado, era porque ella quería decirle
algo a él, solo buscaba las palabras adecuadas.

Hasta que tomó la mano del castaño, soltando un largo sus-


piro antes de hablar.

—Estoy muy orgullosa de ti ¿Lo sabes?

— ¿Por qué? Mamá, no puedo ni siquiera traer a casa al


amor de mi vida ¿Qué hay de admirable en este desastre? —Wi-
lliam podía ser sincero con su madre, él de alguna forma, se sen-
tía así. Admiró los suaves dedos de su mamá y suspiró, él deseaba

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NEKO CORPORATION

que otra mano esté entrelazada con la suya en ese instante y para
el resto de su vida. — Yo le prometí que estaríamos juntos para
siempre.

—Es por eso que estoy tan orgullosa. —Lo interrumpió


Becca, tirando suavemente del brazo de su hijo para que este le
preste la debida atención. — William ¿Recuerdas como eras an-
tes de Eddy? Antes de que ese pequeño toque a tu puerta pidiendo
un vaso de leche, tu vida no tenía sentido alguno. No existía mo-
tivación, teníamos amigos, un trabajo, casa y dinero, sin embargo
nunca fuiste realmente feliz, y tú y yo lo sabemos. —William
suspiró, su mamá tenía muchísima razón. — De un día para otro
ese niño con ojos esmeralda tocó a tu puerta y tomaste una res-
ponsabilidad demasiado grande. Lo amaste, lo cuidaste y por so-
bre todo lo defendiste de cada cosa posible. Pasaste los días más
mortificantes de tu vida y sin embargo tus deseos eran ir más y
más adelante, por ti, por él, por tu hijo. E incluso ahora… No
podría estar más orgullosa de ti, William.

Después de dichas palabras, Becca no tardó nada en aco-


modar a su hijo en sus brazos, escuchándolo romper en llanto en
cuestión de segundos, mientras dejaba que los sonidos se aho-
guen en su cuello y William se aferraba a la blusa de ella.

523
Jasmine Stevens

Él se sentía como un niño pequeño, ya no podía ocultar


más esa parte de su corazón que se estaba consumiendo, su madre
orgullosa de él era algo hermoso y todo lo que ella había dicho
era cierto, pero nada podía hacer para sentirse feliz de nuevo. Su
vida se estaba cayendo a pedazos cada vez más con el pasar de
los días, y vivirlo, saberlo y no poder cambiarlo era lo más dolo-
roso que él podía sentir.

Su voz calló cuando escuchó su celular sonar e instantá-


neamente lo agarró, antes de que el tono molestara a su pequeño.
Leyó el nombre de “Smithy” e iba a cortar, no tenía ganas de
hablar con nadie, menos con Andrew, quien no lo había llamado
en todo este tiempo y aunque agradecía no sentir la compasión
de las personas, ahora menos que nada deseaba tener a alguien
diciéndole lo que ya sabía o intentando comprender lo que sentía
su corazón cuando absolutamente nadie podría hacerlo nunca.

Porque cada corazón es diferente, cada quien ama y sufre


a su manera y al menos él ya no tenía fuerzas para nada.

— ¿Por qué no contestas? —Escuchó la voz de su madre,


suspirando mientras el nombre de su amigo continuaba en su ce-
lular, aunque ya lo había puesto en vibrador para evitar más del
sonido molesto y que molestara a su hijo.

—No tengo ganas de hablar con nadie, es todo.

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NEKO CORPORATION

—Vamos William, al menos para que sepa que estás vivo.


—Becca le dio un dulce beso en la mejilla a su bebé antes de salir
de la habitación, dejándolo completamente solo, con su hijo y el
celular vibrando constantemente.

Suspiró, apretando la tecla con el signo verde, acercando


el teléfono a su oreja.

— ¿Andrew? —Esperó la voz del otro lado.

—Hey, William. —Andrew se oía demasiado alegre para


su tristeza, así que casi gruñó contra el teléfono, esperando que
Andrew solo comprenda que William esperaba que continuara
hablando. — ¿Puedes venir a mi casa hoy? Mi papá acaba de
llegar de viaje y los invitó a Zack y a ti. Sé que Zack no está en
el país, pero tú.

—La verdad, Andrew, no creo estar de humor.

—Venga, William. Te extraño mucho.

—Andrew, en serio. —Suspiró el castaño, tumbándose en


su cama. — No sé si Zack te haya contado, pero no me encuentro
en mi mejor estado en este momento.

—Sí, me ha contado. —William escuchó unas voces de


fondo en el celular, suponiendo que se trataba de los padres de

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Jasmine Stevens

Andrew. — De verdad que deberías venir. Vamos, son pocas las


veces que mi padre está en la ciudad y estoy seguro de que nece-
sitas un respiro de todo.

A pesar de su mal ánimo, William se cuestionó si podía al


menos salir una vez de casa. Miró a su hijito durmiendo, quizás
y solo quizás, despejarse al meno algo y alejarse de esas cuatro
paredes le serviría para organizar sus ideas y que se le ocurra una
mejor forma de conseguir encontrar a Eddy, porque en este
punto, solo había pensado en vender su alma, pero para conseguir
viajar por todo el mundo, casa por casa, preguntando si sabían de
un pequeño minino hermoso de ojos verdes, que respondía al
nombre de Eddy y era el amor de su vida.

—De acuerdo, voy para allá.

William cortó la llamada antes de escuchar la respuesta de


su amigo. Levantándose de la cama, bajó las escaleras para pe-
dirle a Becca que cuide a Ian, ignorando la emoción de su madre
cuando le dijo que iba a salir a tomar aire, a la casa de Andrew.

Caminó tranquilamente por las frías calles de Londres, se


había puesto su chaqueta color gris con la frase “British Rogue”,
ni siquiera tomándose la molestia de colocarse una remera de-
cente debajo de esta. Después solo traía bóxers, unos pantalones
de buzo algo ajustados a su cuerpo y unas zapatillas.

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NEKO CORPORATION

Sopló sobre sus manos, calentándolas para luego tocar un


par de veces la puerta de la casa de Andrew. La conocía de me-
moria, Junto a Zack y Andrew había pasado por muchas aventu-
ras ahí dentro.

Andrew abrió la puerta apenas unos segundos después,


sorprendiendo a William cuando lo abrazó fuerte y él correspon-
dió al abrazo, aunque más como cortesía que porque realmente
tuviera ganas de recibir o darle un abrazo a algún ser vivo. Entró
a la casa, quitándose la gorra de la polera, observando el interior
completamente desolado, sin ni una sola persona.

— ¿Qué es esto? ¿Y tus papás?

—Salieron al cine, ya sabes, tiempo de pareja. —Andrew


encogió los hombros, caminando hasta dentro, mientras William
continuaba observándolo con la indignación en su rostro.

— ¿Entonces que mierda hago aquí? —Gruñó, con ese tan


no lindo humor que lo caracterizaba desde la partida de Eddy.

—Bueno, siempre te dije que lamentaba haber metido la


pata hace unos meses al no saber cuidar a Eddy o no te lo dije,
pero lo pensé y me prometí que algún día arreglaría eso, así que
tengo algo para ti. Algo que me costó conseguir, de hecho, mi

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Jasmine Stevens

padre y yo tuvimos que hacer de todo para que llegue lo más


pronto posible aquí, a Londres.

Andrew se tomó su tiempo para caminar hacía la habita-


ción más cercana al living, abriendo la puerta con cuidado y, con
lentitud, se metió en el cuarto para luego salir tomado de la mano
con alguien.

Un par de orejas felpudas se dejaron ver, aunque casi esta-


ban escondidas entre una mata de rizos. Unos preciosos ojos ver-
des y una boquita tan roja en un pequeño de no más de no más de
metro con cincuenta y cinco. Los ojos de William y su corazón
no pudieron con tanto cuando frente a él apareció, entregándoselo
Andrew, el amor de su vida.

Eddy vio a William y ambos se observaron, reconociendo


lo que sintió el uno por el otro cuando William avanzó y Eddy
corrió a su encuentro, lanzándosele encima.

— ¡Meoow!

El encantador grito felino de Eddy llegó a sus oídos y el


corazón de William se encogió de felicidad, mientras se curaba.
Pedazo a pedazo se restauraba en lo que sus brazos rodeaban el
delgado cuerpo de su niño. Su pequeño Eddy estaba entre sus
brazos y ambos no hacían más que llorar.

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—Eddy. ¡Oh mierda! Mi amor.

—Will. Will, te amo, Will.

Ninguna espera valió tanto la pena. Ningún amor fue tan


puro y verdadero como el de ese chico que adoptó a un pequeño
infante mitad gato que tocó la puerta de tu casa un día cualquiera,
pidiendo un lugar dónde dormir.

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Jasmine Stevens

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EXTRA
— ¿Aló?

— ¿Hola, William? ¡Hey, amigo! Soy Zack ¿Cómo estás?

—Oh, uhm… Bien, sí.

— ¡Mierda, hombre! Pero que ánimos son esos, Andrew


me contó lo que ocurrió, no puedo creer que su padre le com-
prara a Eddy al hombre que lo compró en la subasta como regalo
para Andrew de navidad, vaya suerte ¿No? Andrew es genial…
Mira que cuando se enteró de que el comprador era amigo de su
padre, casi le pone una pistola en la cabeza para que lo consiga.

—Mierda, sí…

—William ¿Estás bien?

—Sí, sí, excelente… ¿Cómo está, uhm, Nico? —Zack es-


cuchó un “Will” de fondo y entonces todo se acomodó en su ca-
beza. Cubriéndose la boca para no soltar un grito, suspiró contra
el teléfono.

— ¿Te lo estás montando, verdad?

—Zack ¿Me crees capaz de…?

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Jasmine Stevens

— ¡Ah, Will!

—Te llamo luego, Nico me habla.

—Buena cogida, Zacky.

Una vez William cortó la llamada, observó el ceño frun-


cido de su pequeño, pero solo capturó sus labios en un profundo
beso, mientras cambiaba las posiciones sobre la cama, acostando
a Eddy y empezaba con las penetraciones más rápidas y profun-
das, tomando el pequeño miembro del minino para masturbarlo,
mientras Eddy se deshacía en gemidos bajo su cuerpo, arañando
profundamente la espalda de William.

—Ah… Will… ¡Will!

Eddy se corrió sobre su pecho y el de William, mientras el


mayor le daba las últimas embestidas antes de dejarse ir en su
interior, taladrando el pequeño culo de su pequeño, llenándolo
completamente con su esencia. Oh sí, Eddy y él iban a tener mu-
chos, muchísimos bebés más.

William salió con mucho cuidado del pequeño cuerpo de


su minino, escuchándolo maullar a modo de queja, mientras
Eddy meneaba sus orejitas y se acurrucaba más contra el pecho
de William. Siendo atraído por este, acurrucándolo entre sus bra-
zos.

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Se habían mudado, ahora sí, definitivamente a la casa de


playa, junto con Ian, claro. El mismo pequeño que dormía en la
habitación de al lado en ese momento.

El castaño admiró con detalle el anillo en el delicado dedo


de su esposo, besándole la palma de la mano, observando los pre-
ciosos ojos de Eddy admirándolo, antes de atrapar sus labios en
un dulce y profundo beso, ronroneando a la par que Eddy. Él no
era un gato, pero podía hacerlo, no se le hacía tan difícil y le cau-
saba risitas a su niño, risitas que nunca pasaría por alto o las es-
cucharía cuantas veces pudiera.

Dicen que cuando una persona está destinada a estar con


otra, no importa si el destino se encarga de separarlos, o si alguno
es mitad gato y no sabe hablar. No, lo único que importa es que
tarde o temprano la vida mueve sus cartas y se encarga de unir
dos corazones que estuvieron hechos para ser uno, desde siempre
y para siempre.

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EPÍLOGO
TRES AÑOS DESPUÉS.

— ¡Will! ¡Will! ¡Will!

—Mmm.

Solté un ligero gemido de disgusto cuando escuché esa


hermosa, ronca pero en este momento fastidiosa voz llamán-
dome. Recordaba haber cerrado los ojos hacía menos de cinco
minutos y ya me despertaban como si fuera de mañana, merecía
descansar al menos hasta el año tres mil cinco o yo que sé, alguno
por ahí.

— ¡WILL!

—Ya, ya, estoy despierto. Mira. —Sonreí aún con los ojos
cerrados, sabiendo muy bien que él se encontraba mirándome
como si buscara alguna señal en mi rostro que confirmara mis
palabras.

—No despierto.

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Jasmine Stevens

— ¿Sabes, Eddy? Extraño cuando no podías hablar y te


dormías en mi pecho hasta las doce del mediodía ¿No quieres
volver a esos días, bebé?

Reí apenas escuché un ligero gruñido por su parte y luego


como la cama se movía, así que abrí mis ojos tan rápidamente
como pude al verlo levantarse de esta, meneando su larga cola de
lado a lado, removiendo cada uno de sus rizos perfectamente des-
peinados.

Desapareció al doblar fuera de la habitación y solté un sus-


piro, sentándome al fin en mi cama, estiré mis músculos para ad-
mirar a los rayos de sol dejarme en claro que no había dormido
tan poco como me imaginaba. Quizás era el medio día o algo
más.

No tuve que esperar ni cinco minutos cuando Eddy volvió


a entrar a la habitación, él no había cambiado nada o casi nada.
Mi pequeño continuó igual de adorable que siempre, con esa son-
risa deslumbrante que dejaba admirar sus preciosos hoyuelos y
las orejitas felpudas moviéndose ante cualquier corriente. Sus
ojos esmeraldas brillaban y por si alguna vez tuve miedo de que
sucediera, no, aún sigo siendo unos cuantos centímetros más alto
que él, para la suerte de mi hombría y orgullo. Aunque él creció,
sí, él pasaba por su metro con sesenta y cinco mientras yo medía

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metro con setenta y tres. También dejó crecer su cabello, lle-


gando hasta la altura de sus hombros ahora.

Otra diferencia del antes y el ahora, era que esta vez Eddy
cargaba a un precioso pequeño en sus brazos, Ian estiró sus ma-
nos hacía mí, moviendo sus casi rubias orejas mientras se inten-
taba lanzar desde los brazos de su papá a la cama.

Eddy no lo permitió hasta que estuvo lo suficientemente


cerca y entonces recibí gustoso a nuestro pequeño de ojos claros.
Ian se me acercó hasta que rozamos nuestras narices como saludo
y después de menear su larga cola, se frotó contra mi pecho, abra-
zándome con todas las fuerzas que poseían sus pequeños y gor-
ditos bracitos.

— ¡Papá Will! —dijo con un muy alegre tono, comprendí


mejor el plan de Eddy al traer a nuestro hijo, él siempre lograba
despertarnos. No era por presumir pero tenía baterías incorpora-
das y completamente interminables. No dudaba que Ian se co-
rriera todo el largo de la playa y aún deseara jugar a las luchas
conmigo.

— ¿Dormiste bien, campeón?

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Jasmine Stevens

—Nop. —Me respondió casi al instante, haciendo un gesto


lleno de disgusto. — Ruiro (ruido). —La forma como Ian no sa-
bía pronunciar la “erre” y que la nombrara como una “ere” era
también muy tierna, aunque debía admitir que de no ser por eso,
hasta diría que podía hablar mejor que su padre.

— ¿Ruido? ¿Fue mi culpa, entonces?

—Síp.

La sonrisa orgullosa en el rostro de mi hijo me hizo sentir


más que feliz. Lo escuché atentamente contarme y quejarse sobre
su falta de sueño mientras Eddy se acercaba y me permitía ro-
barle un largo beso, oyendo a Ian llamarnos la atención con el
pasar de los segundos. Era normal, él odiaba cuando lo ignorába-
mos.

Hablando un poco de lo que sucedió en estos tres años, la


vida nos había tratado convenientemente bien desde que Andrew
me entregó a Eddy aquel día. Eddy y yo ya teniendo los papeles
necesarios y con la plena seguridad de que Cameron y su compa-
ñero estaban fuera de esto, volvimos a la casa de playa para ini-
ciar nuestra vida familiar juntos. Llevamos tres años ya y todo
había salido más que perfecto.

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En cuanto a cómo nos manteníamos, gran parte fue gracias


a Andrew también. Un par de meses después de lo sucedido,
Zack volvió a visitarnos por una semana y nos juntamos los tres
mientras Nico se quedaba con Eddy e Ian.

Resultó que Andrew deseaba hacer su propia empresa por


su lado, independizarse para no ser toda su vida reconocido como
hijo del dueño de una famosa constructora, así que después de
mucho hablarlo, Zack nos dio la idea de hacer una empresa pu-
blicitaria tanto para Inglaterra como para Estados Unidos, puesto
que podíamos cubrir ambos países o sus capitales, mejor dicho.
El dinero de inversión lo teníamos gracias a Andrew, igual que
él podía cumplir con hacer los viajes necesarios, mientras Zack y
yo, por nuestra mayor parte, nos enfocábamos en el trabajo desde
casa, puesto que ahora las normas, medidas, requisitos, especifi-
caciones y todo lo necesario era enviado por la red, al igual que
la revisión de cada uno de los acabados.

Tenía que admitir que al comienzo no sabía de cómo hacer


trabajos publicitarios, pero después de un par de largos meses
pasando horas y horas en clases en línea, todo se volvió muy en-
tretenido. Este trabajo me permitía liberar mi creatividad y ganar
por eso, además de lo principal, no tenía que salir de casa para
nada que no fuera pasear con Eddy y hacer las compras.

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Jasmine Stevens

Un año después, los tres concordamos con que fue una


buena inversión. A la empresa le iba bastante bien y yo me sentía
muy orgulloso de encontrarme con mis diseños en distintos anun-
cios de las calles, e incluso Zack colaboraba muchísimo con lo
que era edición de comerciales o de publicidades a marcas en ho-
logramas o vídeos. Andrew era el que más viajaba y el que ad-
ministraba del dinero, en realidad no soy de preocuparme por eso,
así que mientras él me pague lo suficiente para mantener a mi
familia, todo continuaría yendo perfecto.

Eddy también cambió psicológicamente con los años, aun-


que, como ya lo dije antes, solo creció poquito, MUY poquito. Él
se arriesgó a aprender a hablar gracias a las insistencias de Nico
cuando le llamaba por teléfono a larga distancia y apenas enten-
día los maullidos de mi bebé; luego de mucho, mucho insistir,
Eddy se aventuró al mundo de las palabras y ahora puedo decir
que le va bastante bien, su voz es mucho más grave de lo que
imaginé, aunque igual es lenta y me transmite una paz sorpren-
dente. A veces se confunde en los verbos, pero al menos le sigue
ganando a Ian porque él sí sabe pronunciar la erre y decir oracio-
nes completas sin confundirse.

A veces Eddy y yo visitamos a Agustín y a Lukas, además


de los otros pequeños en el ex refugio de Adam. Dije ex porque
él abandonó ese lugar casi a los nueve o diez meses después de

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lo sucedido, justo al mismo tiempo que Amy aceptó sus disculpas


por ser un idiota repulsivo y volvió a trabajar. Resulta que tanto
legal como moralmente, Adam le entregó el lugar completo a
Amy. Scarlett, Eddy y yo tuvimos que insistirle mucho para que
lo acepte; para nuestra suerte lo hizo, porque jamás había visto a
esa mujer más motivada que ahora, ayudando a pequeños con
problemas.

Andrew, Zack y yo estuvimos de acuerdo con, mensual-


mente, pasarle una buena suma de dinero a Amy de forma anó-
nima, conociéndola era capaz de insistirme para que, como mí-
nimo, baje la cantidad y realmente todos sabemos que ella lo ne-
cesita, no hay muchas personas que donen para los híbridos. Ac-
tualmente Andrew se encuentra ayudándola para hacer los trámi-
tes legales necesarios y reconocer su organización de ayuda
como una oficial que le brinde apoyo y hogar a cualquier pe-
queño niño-gato que se encuentre en apuros o sufra de algún caso
de violencia.

Además de ello, hacía falta un nombre, y para mí fue una


gran sorpresa enterarme que Amy deseó llamarle Neko Corpora-
tion, como la organización causante de todo esto. Si lo pensamos
un poco, era algo loca la idea, pero también muy motivante, así
que apenas el nuevo nombre estuviera registrado, Neko Corpora-
tion pasaría de ser una empresa creadora de juguetes sexuales y

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Jasmine Stevens

niños con partes felinas, a ser una empresa de ayuda para esos
mismos niños con partes felinas.

Eso era todo, Zack y Nico no tienen mucho que reportar,


nos sorprendimos al descubrir que, con Zack ya estando en un
mejor estado monetario, Nico era un chico que amaba ser en-
greído, comprándole Zack una cantidad interminable de juguetes.
La última vez que hablé con ellos, hace dos días, Nico le presu-
mía a Eddy su nueva colección de trenes a batería, de los colec-
cionables que salieron en el año 2015.

Eddy y yo aún no nos casamos legalmente y no era algo


que nos molestara. Tuvimos una boda simbólica fuera de la casa
de playa, donde asistieron todos nuestros amigos y Eddy fue muy
feliz con Ian llevando unos anillos nuevos, él estaba triste porque
los primeros ya se estaban rompiendo y es que el plástico nunca
fue eterno. Después de jurarle amor eterno ante todos, hice que
Eddy se apellide Tunner y él y yo creímos que con eso bastaría,
estábamos en lo correcto, la felicidad solo iba en aumento.

Definitivamente ya no había más que contar, a menos que


se me haya olvidado un detalle importante.

— ¡Will!

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Oí el grito de mi Eddy y segundos después un potente y


agudo llanto resonando por toda la casa. Intenté abandonar el mar
de pensamientos y recuerdos en el que me había sumergido y
solté un largo suspiro mientras bajaba a Ian de la cama y este
salía corriendo de la habitación, en otras circunstancias seguro
me hubiera metido a la ducha con mi novio y jugado un momento
con él pero… Bueno, la razón de mi insomnio me llamaba.

Caminé a paso rápido hasta unas tres habitaciones al lado


y sonreí al ver ya a Ian a los pies de la cuna, señalándome hacía
dentro de esta, para luego ir y subirse casi trepándose por el lado
de su cama, sentarse al borde con sus pies al aire, esperándome
ahí. Saqué a su pequeña hermanita de la cuna y la mecí suave-
mente, hasta que Diana se calmó y abrió sus ahora húmedos oji-
tos, removiendo las pequeñas orejitas en su cabeza.

Oh, claro, quizás se me olvidó comentar que Eddy y yo


tuvimos otra pequeña hija hace más o menos seis meses; chiquita,
de tez clara, ojos verdes y cabello rizado, la viva imagen de mi
ángel, además de sus cabellitos ondulados en la parte inferior,
como un Eddy pequeño en versión femenina y con pañales y ves-
tidos.

— ¿Qué pasa, Diana? ¿Ya tienes hambre de nuevo? —Mi


preciosa hija pasó su pequeña manito por su rostro, removiéndose

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Jasmine Stevens

hasta que me senté al lado de Ian y la acomodé sobre mis muslos.


Ambos la miramos enamorados, porque sabía muy bien que Ian
caía encantado con ella; él la amaba muchísimo y también desa-
rrolló un gran sentido protector hacía Diana, uno completamente
adorable considerando que él apenas estaba empezando los tres
añitos.

—Will siempre tiene hambre.

Escuché la voz ronca de mi Eddy y al levantar la cabeza


sonreí, admirándolo apoyado en el marco de la puerta. Ya estaba
bañado y vestido, además de que traía la mamadera para Diana.
Ni siquiera noté cuanto tiempo pasamos Ian y yo simplemente
haciéndole muecas a nuestra bebé.

—Si es hambre de ti, por supuesto.

— ¡William!

Solté una carcajada cuando noté como el bonito color ro-


jizo se le subía a las mejillas y al verme reír, Ian hizo lo mismo,
removiendo sus pies mientras me observaba y se aseguraba de
que el chiste continuara, entonces sus risas también lo hacían,
como un efecto espejo.

Eddy se sentó a mi lado y le entregué con sumo cuidado a


nuestra pequeña. Ella estiró sus manitos y meneó sus orejitas,

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emocionada al observar los rizos de su padre. Siempre hacía eso,


le gustaba intentar tocárselos e incluso en ocasiones había lo-
grado jalárselos, cerrando su manito con fuerza, sin soltarlos.

—Siempre quiere mi cabello. —Eddy hizo un puchero.


Puchero que besé y mordí sin cohibición, nuestros dos hijos ya
estaban acostumbrados a nuestras muestras de amor, además,
siendo completamente sincero, jamás podría sobrevivir sin besar
los gruesos pero suaves labios de mi minino.

—Es que es hermoso ¿Puedo morderlo yo? —Dije.

—No.

Rocé mi nariz con la de Eddy antes de que él empiece a


alimentar a Diana e Ian gatee por la cama hasta llegar al otro lado
de su padre. Le gustaba admirar como su hermanita entrecerraba
los ojos y se relajaba con el sabor del cálido líquido.

— ¿Qué quieres que hagamos hoy, Eddy?

— ¿No trabajo?

—No, por suerte. —Relajé mis hombros, los últimos días


había estado demasiado estresado con la entrega de un proyecto,
encima con Diana despertándose en la madrugada, se supone que
Eddy y yo compartíamos ese tiempo para ir una vez yo y otra él,

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pero últimamente mi bebé andaba con mucho más sueño que an-
tes.

—Mmm… Hagamos un… Ahmm… —Esperé tranquila-


mente a que Eddy encuentro la palabra, aún le era algo difícil y
no me molestaba, su carita llena de confusión y ese ceño fruncido
que ponía al no poder recordar, era un rostro digno de ver por
horas de horas. — ¿Playa?

— ¿Quieres que vayamos a la playa? ¿De nuevo?

—Vivimos en la playa. —Hizo un puchero otra vez. Lo


mordí, sin dudarlo.

—Entonces vamos a la playa.

—No agua.

—Ya sé, nada de agua, amor, solo en la arena.

La suave y larga cola de Eddy pasó a acariciar mi piel por


debajo de mi remera. Sonreí, arqueando una ceja ante su clara
provocación, él sabía muy bien lo nervioso que era en mi co-
lumna y se lo estaba buscando, además, su hermosa sonrisa lo
delataba.

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—Oh no. —Reí, negando con la cabeza. — Solo espera


que Ian tome su siesta y Diana duerma al menos por treinta mi-
nutos, es más que suficiente para acabar con usted, amado minino
mío.

—Tuyo.

Sin aguantarlo más, besé sus tiernos labios mientras Ian se


levantaba de la cama para buscar su pelota para nuestra salida a
la playa. Él amaba perseguir su pelota de fútbol y me prometí ver
cómo hacer para construirle un pequeño campo al menos para
que se entretenga, considerando que estábamos rodeados de
arena; pero lo valdría la pena, la sonrisa de una de mis razones
de vivir, valía hasta que entregue mi vida por él.

Como dije, todo encajó exactamente donde debía después


del accidente y de la tensa situación que me tocó vivir cuando
conocí al amor de mi vida. Aunque, si me preguntan, definitiva-
mente no cambiaría ninguno de los pasos que di, si sabía que al
final terminaré como ahora, teniéndolo en mis brazos, devorando
sus labios, siendo el único dueño de él, tal cual a él le pertenece
mi vida.

Ian y Diana eran mis hijos legalmente, así que nadie podía
tocarlos aunque sean los únicos niños híbridos existentes hasta el
momento, eso en cuando a lo legal, pero no los llevamos mucho

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Jasmine Stevens

a la ciudad a menos que sea para visitar a mi madre o a los pe-


queños del refugio. Incluso en las compras, ellos esperan en el
auto.

Tengo una familia muy diferente, pero lo diferente es raro,


y lo raro es hermoso.

Bueno, quizás había algo más, algo que ni siquiera a Eddy


se lo había contado ya que ni yo lograba entenderlo aún, pero
existían algunas noches en las que tenía sueños muy cálidos, sue-
ños donde nos veía a ambos, a él y a mí tomados de la mano o
encontrándonos después de muchísimo tiempo. Siempre, cuando
despierto después de alguno de esos fragmentos que no he vivido,
tomo la mano de mi bebé y observo el anillo de plástico en ella,
solo así me confirmo que absolutamente todo lo que hemos pa-
sado es 100% real, que no importa cada adversidad que enfren-
tamos juntos, al final el destino logró juntarnos de nuevo.

—Uhm… Will…

— ¿Qué pasa, amor?

— ¿Cómo se dice cuando… Todo da vueltas y la cabeza


da vueltas?

—Mareos, Eddy.

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— Yo hoy tuve mareos en el baño.

¿Qué?

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NAVIDAD
Uno de los días que Eddy más amaba, no solo porque el
cumpleaños del amor de su vida era un veinticuatro de diciembre,
sino porque William le permitía hacer todas las decoraciones que
quisiera, acabando por llenar la casa de tanto rojo, verde y blanco
que acabaría hundiendo hasta al mismo Grinch en el espíritu na-
videño de Eddy.

—Amor ¿Qué haces ahora? —El minino escuchó la voz


de su esposo y removió sus esponjosas orejas, bajándose del ban-
quito donde se había subido para continuar colocando unas cuan-
tas guirnaldas.

—Ya van a llegar. —Hizo un puchero Eddy, acercándose


a su castaño. —Y no luces allá, allá y allá también. —Señaló res-
pectivamente.

—Bebé, ya hemos hablado de esto. La casa está hermosa,


no te preocupes más ¿De acuerdo? —William se estiró para co-
locarle a Eddy el gorrito de Santa, doblando la punta de este y
asegurándose de que no esconda sus felpudas orejas. Él, por su
parte, se colocó las astas de los renos. —Listo ¿Ves cuan her-
moso te ves?

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Jasmine Stevens

—Yo quería ser reno.

—No, no, ni lo pienses, gato engreído. —William suspiró,


cruzándose de brazos. —Ya lo hablamos, lo que menos quiero es
que cuando la visita llegue, note que ya me pasaste por dos cen-
tímetros. No te lo voy a permitir.

Eddy sonrió, moviendo su larga cola. Él y William habían


prometido mantenerlo en secreto, pero la última vez que se mi-
dieron, hace algunas semanas, Eddy ahora medía metro con se-
tenta y cinco, mientras William se mantuvo en su metro con se-
tenta y tres. No se notaba tanta la diferencia de tamaños, pero
para el mayor fue un golpe directo en su orgullo.

—Soy Santa y tú reno. —Afirmó Eddy.

—Se dice “Tú mi reno”, amor.

—Tú mi reno.

—Muy bien. —William se inclinó y beso sus labios. —


Pero ya no sigas creciendo. Mira que si para la próxima navidad
esto perdura, te prometo que serás un duende ¿Vale?

— ¡Vale! —Aunque Eddy no tenía idea de cómo hacer


para no continuar creciendo.

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Después de un beso, Eddy se dedicó a bañar, cambiar y


vestir a sus hijos con todo el espíritu navideño que tenía. Ian fue
un hermoso reno de cuatro años, Diana una Mamá-Claus de dos
e Ethan un duende de un añito cumplido hace poco.

Dejando que Ian y Diana disfruten de los decorados de la


casa y saquen sus juguetes a la sala de estar mientras Ethan des-
cansaba en su cuna, Eddy se acercó para asegurarse de que Wi-
lliam tuviera lista la cena, sonriendo y meneando sus orejas al
escuchar el dulce cantar de su amado, moviendo sus caderas de
lado a lado.

Él quiso acercarse para rodear la cintura de su esposo y


llenar su cuello de besos, hasta terminar jugando nuevamente en
la cocina, pero sabía que no era correcto. Aunque imaginarse a
William renegando debido a que Eddy ya era más alto que él y
ahora era el felino de cola larga quien rodeaba la cintura del otro,
era algo que Eddy adoraba oír.

Porque aunque llegara a medir dos metros, él siempre sería


el pequeño bebé de William. Pase lo que pase.

Sus orejas se menearon una vez oyó el timbre, sacándolo


de sus pensamientos y devolviéndolo a la realidad, justo a tiempo
para ver a Ian corriendo hacía la puerta, pegando su oreja espon-
josa a la madera.

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— ¿Quién es? —Preguntó el pequeño.

—La vieja Inés. —Ian sonrió emocionado al oír la voz de


su tío Nico, así que abrió la puerta sin dudarlo, recibiendo al rubio
felino que lo tomó en brazos y al instante lo puso de cabeza, ha-
ciéndolo reír.

—Nico… Te he dicho que dejes de hacer eso. —Detrás del


rubio entró Zack, siendo seguido por Andrew, quien observaba
la joven pareja con una mirada llena de resignación.

Eddy amaba las visitas de sus amigos.

Él no recordaba la última vez que habían estado todos jun-


tos, pero ahora, por fin, después de tanta insistencia de William
hacía los demás, ellos consiguieron quedar juntos para pasar el
cumpleaños del castaño y la navidad en su hermosa casa de playa.

—Cada día este engendro pesa más. Mierda. —Nico mal-


dijo, costándole devolver a Ian a su posición normal, mientras el
pequeño reía y reía, amando la adrenalina. — ¿Qué les das de
comer, Eddy? ¿Esteroides?

Eddy ladeó la cabeza, sacudiendo su castaña y larga cola,


sin comprender a qué se refería Nico. El felino vio a Zack cargar
a Diana mientras Andrew buscaba a Ethan, sin embargo, la pre-
gunta de Nico aún seguía en su curiosa cabeza.

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—Son como proteínas, solo que malas a largo plazo. —


Oyó la voz de William y justo después, uno de los brazos del
castaño rodeó su cintura, sacándole una sonrisa. —Son malas, no
le damos esteroides a nuestros hijos, amor.

—No estero…ides. —Aceptó Eddy, acercándose para, do-


blándose un poquitito, apoyar su cabeza en el hombro de Wi-
lliam. Soltó un gruñido cuando le costó y le fastidió la posición,
antes era tan fácil hacerlo. A veces ni a él le gustaba ser alto.

—William… Veo que estás… —Andrew alargó la ora-


ción, mirándolo de pies a cabeza.

— ¿Enano, cornudo y viejo? Sí Andrew, pienso lo mismo.


—Zack sonrió con burla, logrando que William arquee una de
sus cejas, completamente indignado.

—Por eso no quería que vinieran, tengo los amigos más


estúpidos de la vida.

Eddy soltó un suspiro al escuchar las risas. Él creía que


William estaba tan hermoso como el primer día, o como la pri-
mera vez que vio esos ojos azules mirarlo con curiosidad cuando
le pidió algo para comer. Sin embargo, después de mucha, mucha
explicación, Eddy comprendió que cuando las burlas vienen de
tus amigos y son soltadas con tal noto, no se consideraban burlas,

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Jasmine Stevens

sino bromas y lo mejor era reírte de ti mismo junto con ellos. Las
risas eran buenas, eso se lo repetía Scarlett muchas veces.

El resto de la noche, los tres mejores amigos junto con


Nico y Zack se sentaron en los sofás, observando a los bebés ju-
gar frente al enorme árbol cubierto de luces de colores. Eddy se
acurrucó al lado de William, soltando un largo suspiro, obser-
vando el hermoso brillo de la chimenea. Porque sí, William tuvo
que mandar a hacer una chimenea para que Eddy disfrute del total
espíritu navideño, eso hace un par de navidades.

Sí, se podía decir que Eddy y Nico eran bastante mimados


ahora, pero estaba bien, porque se lo merecían, o así pensaban
William y Zack.

—Esto es como los viejos tiempos. —Dijo Andrew, rom-


piendo el cómodo silencio en el que todos se habían sumergido,
uno en el que solo se oían los balbuceos o palabras de los peque-
ños bebés. —Ya saben, antes de Eddy, Nico y todo… Cuando
solo éramos William, Zack y yo, solíamos también pasar la navi-
dad en la casa de William.

— ¿Qué hacían? —Preguntó Eddy, con curiosidad.

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—Observábamos la chimenea y nos preguntábamos si al-


guna vez Papa Noel se habría quemado el culo bajando por ahí.
—Respondió Zack, sacándole una sonrisa al rubio felino.

— ¡Yo sé que sí! ¡Lo vi en un programa! Por eso Santa ya


no entrega los regalos, sino sus duendes. —Nico continuó, total-
mente orgulloso. —Es un viejo estúpido y gordo al fin y al cabo.

— ¿Es estúpido? —Le murmuró Eddy a William, sacán-


dole una sonrisa. El mayor negó con la cabeza, rozando su nariz
con la de su esposo.

—No es estúpido. —Eddy sonrió, besando los labios del


castaño, ronroneando como puro instinto, olvidándose por un
momento que estaban acompañados.

—Otra vez lo están haciendo. —Le gruñó Nico a Zack,


haciendo un gesto de asco hacía sus dos amigos. — ¡Siempre lo
hacen! Por eso te dije que no importa si cogemos frente a ellos
¡Ni siquiera nos notan!

—Creo que está bien. —Andrew habló ahora, llamando la


atención de Zack y el rubio minino. —Quiero decir, si nos pone-
mos a pensarlo por un segundo, William ya cumple veinticinco
años ¿No? Él y Eddy han pasado por tantas cosas para llegar
hasta aquí, cosas que cualquiera no podría superar.

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Zack y Nico estuvieron de acuerdo. A pesar que el inicio


del problema fue también el inicio de la felicidad, ellos tuvieron
que estar cerca de perderlo todo para encontrar el camino a su
eterna felicidad. Ahora solo lo disfrutaban y se lo merecían. Na-
die se merecía tanto ser feliz como William y Eddy.

—Me gusta que sean felices. —Admitió Nico, después de


un largo silencio. — ¡PERO PUEDEN DE UNA MALDITA
VEZ DEJAR DE BESARSE FRENTE A NOSOTROS HIJOS
DE LA GRAN..:!

Sí, ese era Nico. Lo curioso era que los bebés no se asus-
taban ante sus gritos, muy por el contrario, ellos reían.

— ¡Hey! ¡Bienvenidas!

Amy y Scarlett entraron a la casa, saludando con alegría,


dejando los regalos cerca del árbol y sentándose junto a Zack.
Andrew al final se sentó al lado de William, y Eddy con Nico
pasaron al suelo, acercando a los bebés, manteniéndolos entre sus
brazos para que no se dirigieran a los juguetes.

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Una vez Amy y Scarlett acomodaron sus obsequios bajo el


árbol, William, Eddy, Zack, Andrew y Nico sacaron también los
que habían traído y colocaron todos. El árbol se vio mucho más
hermoso con tantos regalos envueltos en preciosos colores, y
Eddy nuevamente no pudo sentirse más feliz.

La verdad era que ese ambiente familiar y cálido no se po-


día crear con facilidad en cualquier hogar, sin embargo, justo en
este parecía nacer con tal espontaneidad que Eddy consideró lla-
marle magia navideña. Tenerlos a todos ahí hacía que su corazón
se acelerara y que deseara abrazarlos para que se mantuvieran
juntos por siempre, aunque sabía que cada uno tenía sus obliga-
ciones que cumplir.

— ¡Yo voy primero! ¡Yo voy primero! —Nico se iba a


lanzar sobre los regalos cuando Zack lo cogió del cuello de su
remera, logrando evitar que fuera con todo hacía el árbol. Nico
gruñó y meneó sus orejas, mirando con odio al peligro. — ¡Arg!
¡Deja de hacer eso! ¡En la calle haces lo mismo!

—Y si sigues así te pondré correa, pareces más un perro


que un gato. —Le respondió el ojinegro, mirando retadoramente
al felino. Nico bufó, rodando los ojos.

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— ¿Por qué no me enamoré de alguien millonario? ¿De un


político o de un narco? ¿Por qué de alguien que no puede com-
prarme todo lo que veo en la calle?

Zack y todos los presentes suspiraron con resignación. Los


dramas de Nico ya los conocían lo suficientemente bien, sin em-
bargo, todos olvidaron aquello cuando vieron a los pequeños
avanzar emocionados hacía los obsequios, cogiendo los primeros
que tuvieron en frente. Fue William quien se levantó y avanzó,
entregándoles a sus hijos sus regalos designados y así pasó uno
por uno, asegurándose de que todos reciban los que debían.

Como era de esperarse, fue William también quien recibió


más regalos, aunque la mayoría de estos eran solo bromas de
Zack y Andrew. Cosas como consoladores, lubricantes de sabo-
res, condones con textura, plugs y muchos más juguetes sexuales,
consiguiendo que Eddy solo pregunte una y otra vez qué era cada
cosa y para qué servía. Pero no, con Amy presente, no le expli-
caría en ese momento.

—Esto es el colmo. —Chilló el castaño, mirando a sus


amigos aguantando las carcajadas. — ¿Para qué mierda un plug
con cola de gato? ¡Eddy tiene una!

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—Uno nunca sabe. — Zack se encogió de hombros, termi-


nando por reír a carcajada suelta junto con Nico y Andrew, quie-
nes tampoco aguantaron un segundo más sin burlarse de su mejor
amigo.

Eddy, aunque realmente no entendía nada, solo compartía


divertidas risas contagiadas de los demás, admirando como Scar-
lett observaba su nueva mochila con diseños de cuadros negros y
blancos, al parecer la chica estaba enamorada de ese regalo.

—Hey, mamá. —Scarlett le dio un ligero codazo a su ma-


dre, quien la miró, para luego volverse a concentrar en la caja
entre sus manos. Una muy grande caja. — ¿Por qué no lo abres?
Es para ti.

—Lo sé, pero no dice quién me lo envió, eso estoy bus-


cando, amor. —Eddy ladeó la cabeza, solo escuchando atenta-
mente.

—Bueno, tómalo como un regalo de todos nosotros. —


Scarlett suspiró, observando la mirada preocupada de su madre.
— Anda, má, no es una bomba, te lo aseguro.

—De acuerdo, de acuerdo. —Amy sonrió, dándole una


agradecida sonrisa a su hija. Notó la mirada de Eddy sobre ella y
asintió, abriendo la caja entre sus manos.

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Scarlett suspiró encantada al ver el gesto sorprendido de


su madre. Sí, la joven de cabellos ahora turquesas conocía muy
bien el contenido.

William, a pesar de oír de vez en cuando las carcajadas de


sus amigos o las bromas que se podían hacer Zack y Nico oca-
sionalmente, estaba suficientemente atento en Amy como para
notar la confusión en su mirada al no encontrar nada en la enorme
caja. Scarlett, quien estaba consiente de todo, se inclinó para mi-
rar hacia adentro, respondiendo a la pregunta silenciosa de su
progenitora.

—Hay un sobre ahí. — Le señaló hasta el fondo de la caja


envuelta. —Sácalo y míralo. Vamos, mamá.

Amy, no muy convencida, hundió su brazo para sacar di-


cho sobre y tenerlo entre sus manos, ignorando completamente
que ahora todas las miradas estaban puestas en ella, incluso la de
Eddy, aunque él era el único que no comprendía qué sucedía,
pero la curiosidad lo mataba. Sí, muy bien refrán.

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Scarlett le dedicó una rápida mirada al esposo de Eddy an-


tes de devolvérsela a su madre, mientras Amy sacaba los papeles
de dentro del sobre, leyendo línea por línea, cambiando la expre-
sión de su rostro a una de total asombro, para después dejar que
sus ojos se llenaran de lágrimas, antes de mirar instintivamente a
Eddy.

William vio a Eddy maullar como instinto. Su bebé ya po-


día hablar con normalidad y preguntar qué sucedía, pero aún des-
pués de tantos años, en momentos donde solo su instinto actuaba,
él continuaba siendo un pequeño niño felino con orejas esponjo-
sas y cola larga.

—E-Eddy. —La voz entrecortada de Amy preocupó a


Eddy, quien al instante se alejó de William para acercarse a ella
entre gateos silenciosos, mirándola con sigilo y preocupación. —
Be-Bebé hermoso. Eddy, pequeño. —Amy no dejaba de llorar y
mientras más lo hacía, menos Eddy entendía sus palabras.

— ¿Amy? —El felino se acercó hasta estirar su mano y


acariciar la mejilla de la mujer, eliminando unas cuantas lágri-
mas, lo cual fue en vano, porque Amy no dejaba de llorar. —
¿Amy estás triste?

—No. No. —Amy negó repetidas veces, mirando fija-


mente al joven ante sus ojos. Eddy era un chico hermoso, más

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que hermoso. Ella no podía estar más orgullosa del precioso


chico que ahora la observaba con preocupación. — Claro que no.
—Soltó un sollozo, inclinándose hacia adelante. — ¿P-Puedo…
Puedo abrazarte, cariño? ¿Puedo…Yo?

Eddy no la dejó seguir. William suspiró totalmente fasci-


nado al ver a su joven esposo lanzarse a los brazos de la madre
que lloraba, ahora con ella hundiendo su rostro en el cuello del
felino, sollozando sin reparo, olvidándose de absolutamente todo
lo demás.

—Nico ¿Estás llorando? —Preguntó Zack en un susurro,


captando la atención del rubio felino, quien al instante pasó sus
manos por sus ojos, negando con la cabeza, frunciendo exagera-
damente el ceño.

— ¡Claro que no, estúpido! Se me metió algo… Al ojo.

William sonrió, justo antes de ver que Scarlett le hacía un


movimiento con la cabeza para que vayan hacia la cocina. Asin-
tiendo, William la siguió hasta que estuvieron fuera de la vista de
los demás. Ella estiró su puño hacía el mayor y luego el de Wi-
lliam golpeó cariñosamente contra el de ella.

—Tenías razón… Funcionó. —Admitió la joven mucha-


cha, inclinándose para volver a ver a su madre, aferrada aún a

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Eddy. Ella sabía que no lo soltaría en un largo tiempo. —Mi


mamá no lo vio venir… Créeme que me costó guardar el secreto
hasta hoy.

—Creo que no hay mejor momento para regalar algo que


en navidad, Scarlett. —William mordió su labio inferior, aguan-
tando una sonrisa. — Sé que cuando le explique a Eddy, él tam-
bién se sentirá muy feliz.

—Tú has hecho feliz a mi madre, William, no hay forma


de pagarte el devolverle la razón por la cual dejó de sentirse viva.

—Ella siempre te ha tenido a ti.

—Lo sé, no es un reproche. —La joven acomodó sus ca-


bellos. —Mi madre rara vez me ha faltado, yo la considero una
de mis mejores amigas, no me estoy quejando. Sin embargo, sé
que ella sentía que algo le faltaba ¿Entiendes? Como una intui-
ción de hija… Supongo.

—Bueno, por algo la de la idea de la prueba de ADN fuiste


tú. —William le despeinó los cabellos, en su típica señal de or-
gullo hacía la muchacha que ya la consideraba una hermana más.

—Sí, pero la idea surgió después de que mencionaste que


los ojos de Eddy, los de mi madre y los de los míos tenían el
mismo precioso verde. Quiero decir, yo sentí algo cuando vi a

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Eddy, sin embargo podía haber vivido mi vida pensando que se


trataba solo de un inmenso cariño al inocente niño.

—Lo importante es que nos aseguramos ¿No? Tú conse-


guiste una muestra de sangre de tu mamá mintiéndole con que
era para ayudar a uno de los niños de Neko Corporation y con
Eddy fue difícil, pero no imposible.

—Y me diste un hermano. —Scarlett sonrió, dejando que


sus ojos se humedezcan, antes de pasar sus manos por estos, eli-
minando los rastros de lágrimas. —Gracias por compartir a tu
Eddy con nosotras, William.

—Cuando vives cumpliendo años un veinticuatro de di-


ciembre. — William dijo, soltando un suspiro. —Aprendes que
compartir es la única opción que tienes para pasar un buen cum-
pleaños. —Él se acercó a la puerta de la cocina, observando a
Eddy siendo abrazado aún por su madre. —Y ahora sé que es así,
no me molesta darles un poco de Eddy, al final, él tiene el cora-
zón lo suficientemente grande para entregar amor a todos.

—No lo dudo. —Scarlett caminó hasta William, mirán-


dolo a los ojos antes de inclinarse y dejar un suave beso en la
mejilla del castaño. — Pero recuerda que no es solo él, fueron los
dos los que consiguieron llegar hasta aquí. Juntos.

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—Y todo gracias a una empresa llamada Neko Corpora-


tion. Quién lo diría.

No hacía falta decir que esa fue la mejor navidad en la casa


de la familia Tunner, no solo porque fue ese el día en el que le
regalaron a Amy el mejor regalo del mundo, sino porque cuando
Eddy miró a los ojos a William y murmuró su nombre, este con-
firmó lo que tanto oía susurrar a sus amigos.

Desde el golpe más doloroso o la lágrima más triste valía


la pena si al final de tanto sufrimiento, era Eddy quien descansaba
a su lado, besándole los labios y repitiéndole lo mucho que lo
amaba.

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AGRADECIMIENTOS
¡Wow! ¡Al fin terminamos Neko Corporation! Digo termi-
namos porque este fue un trabajo en grupo entre cada persona
que me acompañó durante su creación y su servidora. La historia
lleva existiendo desde el 2014 y por fin he conseguido ponerle el
final que tanto había esperado, no saben lo emocionada que es-
toy.

Agradezco a cada persona que ha leído este coso cargado


de amor, fluff, porno (es smut, pero porno suena más asdfgh) y
mucho derrame de azúcar junto con diabetes y una sobrecarga
maullidos. Todos ustedes se merecen un enorme abrazo y un
aplauso, por llegar hasta aquí en la primera historia que me he
animado a terminar, corregir y sacar en físico.

Aprovecho también para agradecer a todas las personas


que me han ayudado con las correcciones (Como Ro y Fa, gracias
hermosas), aunque aún faltan algunas y mi redacción no es per-
fecta, es gracias a ellos que esto está aquí. Gracias a mi madre
también porque siempre me apoyó en este sueño y gracias nue-
vamente a todos ustedes.

Nos estaremos leyendo por ahí ¡Los quiero mucho! x

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