La Institucion en Tiempos de Crisis Goria

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La

Institución en tiempos de crisis


Buenos Aires, 28 de julio de 2021
Giulio Goria


1. Pensamiento fundacional
En primer lugar, me gustaría agradecer a los profesores Castro y Serratore esta
invitación en un contexto tan estimulante y prestigioso. Hoy quisiera comentar
algunas ideas sobre el tema de la institución, empezando por los últimos trabajos
de Roberto Esposito, un filósofo italiano que seguramente conocen y que no
necesita demasiadas presentaciones. Pienso en particular en el libro corto titulado
Institución (Esposito, 2021) y en el anterior titulado Pensiero istituente (Esposito,
2020).

Naturalmente, estos dos volúmenes están estrechamente relacionados, en cuanto a
los temas y las tesis argumentadas, aunque no tengan un sesgo totalmente análogo.
El primero, Pensiero istituente, es más teórico, mientras que el segundo, titulado
Istituzione, se ocupa más de cuestiones políticas y jurídicas, y fue escrito en 2020,
es decir, en plena pandemia.
Partiré de dos consideraciones que, en mi opinión, son el marco de la propuesta de
Esposito.

1) La primera podría sintetizarse del siguiente modo: la política se puede descifrar
desde un horizonte teórico. Toda actitud, toda postura con un estatus político
efectivo tiene una fuerte base teórica. En Pensamiento Instituyente, éste es el motor
a partir del cual se perfilan los tres principales paradigmas del pensamiento
político: destituyente, constituyente e instituyente. En cuanto al primero,
Heidegger es sin duda la figura principal. En particular, porque, según Esposito,
con el filósofo alemán se crea una separación profunda e incomponible entre
filosofía y política. Una separación entre el ser y el trabajo, entre la verdad y la
técnica, que impide pensar en la política como un campo específico.

El segundo paradigma, el llamado paradigma constituyente, es el que tiene en
Deleuze el exponente de mayor importancia y protagonismo. En el sentido de que
Deleuze es emblemático por su capacidad de interpretar la voluntad de poder
nietzscheana como el poder de un ser que, en el fondo, es una continua
metamorfosis. Un ser-poder que mantiene una capacidad constitutiva, sí, pero no
una capacidad de decisión. Y en esta clave Deleuze hace una desconexión entre
institución y derecho, que pone a la primera en continuidad con las necesidades
sociales. Un ejemplo, en el ámbito del derecho, es, como es bien sabido, la
jurisprudencia, en la que Deleuze identifica, de hecho, una fuerza creativa de la que
carece la "fuerza del derecho".

2) El segundo punto es este. Según Esposito, al mismo tiempo, la política no se basa
en ninguna teoría. En el sentido de que la política tiene una especificidad que no
puede rastrearse ni en un paradigma fundacionalista ni en su opuesto nihilista, ni
en el paradigma constituyente ni en el destituyente. Este carácter específico de la
política viene dado por la realidad del conflicto y al mismo tiempo por su gestión
simbólica.

Este es, sin duda, el horizonte en el que se introduce la noción de institución o
praxis instituyente, que es una categoría para interpretar el papel de las
instituciones a través del pensamiento institucionalista, ya sea en el ámbito
jurídico, jurídico-político, sociológico y antropológico, o en el filosófico en sentido
estricto.

La institución es lo que, por un lado, impide que el orden político vuelva a su punto
de origen constitutivo. Aunque sólo sea porque ese punto, como decisión que
coloca este orden de la nada, no existe. Y por otro lado, porque la institución
permite recuperar el valor simbólico del conflicto, es decir, no reducir la política a
su nivel estrictamente inmanente.

Aquí la presencia de Claude Lefort es evidente. Sobre todo por la idea de que la
tarea de la política es la "institución de lo social".

Sin embargo, lo que hay que subrayar inmediatamente es el contexto en el que esta
praxis institucional hace valer especialmente sus "derechos" teóricos y su
significado: la democracia. De hecho, la sociedad democrática, la sociedad de las
instituciones, no tiene un origen, no capta un origen consumado, ni del deseo al
que acuden las instituciones para frenar su tendencia autodestructiva, ni del poder
que en la democracia no posee una fuente única y unitaria.

Por otra parte, el propio Lefort identifica aquí el rasgo revolucionario e inédito de
la democracia. En otras palabras, la razón por la que la democracia se convierte en
un tema interesante para la filosofía.

El espacio vacío de poder en la democracia implica, por tanto, una
institucionalización del conflicto. El hecho de que no sea posible dotar de sustancia
al poder, es decir, que no se pueda sustanciar, ni siquiera situándolo en la sociedad
por la sola razón de que exista el sufragio popular, hace que sea funcional al
conflicto. No es un elemento neutralizador en sí mismo, sino lo que hace que el
conflicto avance. Y esto ocurre dentro de formas, procedimientos, prácticas en las
que el poder y el conflicto están juntos. En una palabra: instituciones.
Este me parece el vínculo más fuerte que Esposito establece con Lefort: el enfoque
principal no es sólo en las diferentes instituciones democráticas, históricamente
determinadas, sino en su lógica.


2. La institución y lo negativo
Este es el marco en el que se mueve la reflexión de Esposito. Y en esta reflexión, la
institución no es un elemento de conservación, ni un elemento completamente
estabilizado del sistema jurídico.

Por el contrario, la institución es una tensión continua entre el interior y el
exterior, entre las instituciones ya constituidas y la vida social y política que está
fuera de ellas pero que se activa en una forma de relación, aunque sea conflictiva.

Es, por tanto, un sujeto en transformación, expuesto a su propia alteración y, por
tanto, al conflicto. Y, por tanto, no sólo las formas institucionales habituales, como
un Estado o incluso una universidad, un tribunal, una empresa o un partido,
pueden considerarse instituciones.

En este doble carácter, nada fácil de mantener, se juega el doble reto de esta
reflexión.

El primer reto es en relación con la tradición institucionalista, ya sea sociológica,
jurídica o filosófica, que se recupera, al menos en parte, en aspectos individuales, y
se repiensa y relanza. Pensemos, por ejemplo, en el uso que se hizo de Santi
Romano, un jurista italiano que vivió y trabajó a principios del siglo XX, llevando a
cabo roles mucha importancia en el régimen fascista.

Pero el otro desafío es contra un doble enfoque que caracteriza a gran parte de la
filosofía de la segunda mitad del siglo XX y, yo diría, también de estos años.

Esposito habla de un doble supuesto que es el objetivo polémico de este libro.

"por un lado, la actitud de identificar las instituciones con el Estado; por otro, la de
considerarlas en términos estáticos, estatales, en lugar de en continuo devenir"
(Esposito 2021, p. 19).

Esta doble perspectiva se convirtió en una rígida oposición en la segunda mitad del
siglo XX. Un aut aut, en definitiva, entre instituciones y movimientos que ha
caracterizado el debate filosófico y jurídico, pero también el político en las últimas
décadas, a partir de los años 60 y 70.

Puede decirse que existe una interpretación de las instituciones, promovida por la
derecha y la izquierda, aunque con objetivos diferentes y opuestos, que sin
embargo converge en interpretar las instituciones como un aparato coercitivo,
inhibidor, necesario para ordenar la vida social y sus tendencias naturales que de
otro modo irían hacia la autodestrucción. Es significativo que Esposito remonte a
esta lógica, o al menos a un polo de esta oposición, algunos de los resultados de la
extraordinaria propuesta genealógica de Foucault; en particular la aplicada al
aparato penitenciario y psiquiátrico, que presupondría una concepción cerrada y
represiva de todas las instituciones. Desde este punto de vista, las instituciones son
un bloque único y compacto cuya función es confinar la vida en espacios cerrados y
vigilados.

Si tuviera que decir cuál es el elemento que connota esta interpretación, lo
resumiría así. Si la institución es sinónimo de preservación absoluta, ello se debe a
que para preservar el orden es necesario excluir completamente el desorden, lo
ilimitado, lo indeterminado. En todo esto hay una lógica polémica y de "amigo-
enemigo", y no es casualidad que en esta operación se interprete la institución
desde un paradigma que es el de la soberanía política, al menos en un sentido
schmittiano, es decir, basado en la decisión constituyente entre amigo-enemigo.

3. Romano y el pluralismo
En este sentido, hay un elemento diferente que se puede recuperar en el
institucionalismo clásico, en particular el nacido en el ámbito jurídico, del que el
jurista italiano Santi Romano fue ciertamente un exponente, en muchos sentidos
radical y avanzado.

Este elemento es el del pluralismo, que está intrínsecamente ligado al concepto de
institución.

En Romano hay al menos dos elementos que a lo largo del siglo XX el pluralismo
jurídico ha recogido a su manera y reafirmado.

El primero es, sin duda, la tesis de la pluralidad de sistemas. A partir de la ecuación
entre derecho e institución, Romano dejó de lado la tesis de la estatalidad del
derecho y reconoció formas infraestatales, supraestatales, interestatales e incluso
contraestatales de derecho.

El segundo elemento, consecuencia del primero, es la cuestión de la relación entre
los conceptos de soberanía y autonomía de los órdenes. Este será un punto clave
para el debate sobre las cuestiones comunitarias, para el Tribunal de Justicia y
para el Tribunal Constitucional, pero es ante todo una forma de entrar en el
pensamiento institucionalista de Romano. La autonomía y la soberanía mantienen
en él rasgos diferentes e irreconciliables.

Sin embargo, la cuestión fundamental reside en el hecho de que la frontera teórica
entre la autonomía y la soberanía del Estado se hace más fina, o al menos tiende a
hacerse más fina, dado que la soberanía también acaba siendo conceptualmente
limitada.

Estos son también dos aspectos que a Esposito -me parece- le interesan, también
para entender la formación de esa compleja red institucional que es la Unión
Europea (p. 101).

Pero yo diría que en Romano hay un elemento especulativo más. En particular, es
el hecho de que la institución sólo tiene realidad en el proceso de
institucionalización. Este proceso está esencialmente desprovisto de un sujeto
soberano en cuyo nombre se nombra, pero está constituido por un conjunto de
prácticas y mecanismos con los que se definen posiciones, estatus y relaciones.

Así, según este punto de vista, la forma y el lenguaje del derecho no pertenecen
exclusivamente a un sistema jurídico concreto, y mucho menos sólo al Estado,
porque son, en cambio, el terreno al que toda institución accede cuando produce
su propia unidad jurídica. Así, el ordenamiento jurídico se describe como un
edificio cerrado por cimientos y muros, pero dotado de puertas, ventanas y
conductos por los que se abre al mundo, y sobre todo al mundo de los demás
ordenamientos jurídicos.

4. Institución y soberanía
Un último punto que me gustaría señalar se refiere a la relación entre la práctica
institucional y la soberanía. En particular, cómo se relaciona la actividad
institucional, a ojos de Esposito, con la categoría de soberanía.

La soberanía en el arco de la historia política moderna no sólo significa dominación
e imposición, sino también el recurso más poderoso que ha hecho avanzar los
límites de la democracia, el derecho y la igualdad. En esto, Esposito no tiene dudas
y lo tiene muy claro. Y sin embargo, dentro de esta trayectoria histórica y
conceptual que se remonta a la soberanía, la práctica institucional tiene un espacio
autónomo, no ajeno pero sí al menos característico.

Los ejemplos que se dan, al menos en lo que respecta al siglo XX, son, por un lado,
los caminos que llevaron a algunas constituciones nacionales después de la
Segunda Guerra Mundial, y a sentar las bases políticas de la Unión Europea. Y por
otro lado, los treinta años siguientes, digamos los treinta años gloriosos del Estado
del Bienestar, en los que dentro de las instituciones republicanas los partidos y los
sindicatos pusieron en tensión y relación las esferas de la política, el derecho y la
economía.

La praxis institucional no es aquí algo desvinculado de la esfera de la soberanía o
un sustituto de ella, sino que es una dinámica capaz de diferenciar la soberanía, de
pluralizarla. Por supuesto, esto supone tener una idea muy concreta de la
soberanía, que la enmarca como un elemento que da orden al conflicto, de
neutralización del mismo.

En otras palabras, la institución es quizás el mayor desafío a la soberanía. Porque si
bien es cierto que dentro de cada institución resurge una dinámica soberana que
tiende a la exclusión del conflicto, también es cierto que el horizonte institucional
es en sí mismo plural y pluralista. Por lo tanto, en un entorno así, siempre
tendríamos que lidiar con una soberanía diferenciada multiplicada por el número
de instituciones.

5. Dos consideraciones finales.

La primera. Creo que podemos decir que la idea de las instituciones autónomas, no
estatales o no necesariamente estatales, que surge de la obra de Esposito,
encuentra en el bienestar, en las formas de bienestar posibles hoy en día, quizás su
campo de aplicación más significativo. En otras palabras, me parece que Esposito
es sensible a la posibilidad de que, sobre todo en un contexto post-pandémico en el
que los grandes Estados nacionales y la Unión Europea recurren a enormes
programas de inversión, la gestión de las políticas sociales no se limite a la vuelta a
un Estado de bienestar enteramente estatal o centralizado, sino que se abra a la
combinación de diferentes formas institucionales, por un lado, las vinculadas a la
intervención pública, pero, por otro, las formas autoorganizadas creadas por
instituciones autónomas que se mueven en la esfera social.

La otra consideración se refiere al estado actual de la democracia representativa y
a la medida en que la práctica institucional puede ayudar a definir esta cuestión,
ante la que a menudo andamos a tientas en la oscuridad.

La pregunta podría ser: ¿qué es lo que a nuestros ojos hace que un determinado
régimen político sea democrático? En este sentido, la práctica institucional nos
permite indagar en formas de legitimación que se alejan del esquema clásico en el
que la democracia es sólo el ejercicio de la soberanía.

Este es, por ejemplo, un camino que ha emprendido en los últimos años con
importantes resultados el politólogo francés Rosanvallon, que ha trabajado sobre
términos como el “pueblo ilocalizable”, la “contrademocracia” y la “legitimación
democrática” (en plural).

Rosanvallon habla de la descentralización de las democracias, refiriéndose a una
cierta pluralización de las fuentes de legitimidad. Si el centro de una democracia es
la soberanía popular, las democracias actuales aparecen descentralizadas, no
simplemente organizadas en torno a ese centro. Y esto tiene algunas consecuencias
en ambos lados, tanto en el de la soberanía como en el del pueblo. De hecho, la
unidad, la compacidad y la homogeneidad ya no pertenecen (si es que alguna vez lo
hicieron) ni a la soberanía ni al pueblo.

El resultado es que las dimensiones de las personas (formales, sustanciales,
ideales) son irregulares y se entrelazan. Lo mismo se aplica naturalmente a la
soberanía (véase, por ejemplo, la experiencia europea). Y es indicativo que las
mismas instituciones a las que se refiere Rosanvallon al hablar de la contra-
democracia (las autoridades independientes, las instituciones de interacción, los
poderes administrativos) son las mismas a las que se refiere Esposito. Lo cual es
un punto fundamental, porque estos elementos son con los que se ejerce una
nueva legitimación de las democracias. Una legitimación
articulada/diferenciada/pluralizada y, diría también, conflictiva. Una legitimación
que, sin embargo, ya no procede únicamente de la simple consagración popular.

Resulta claro, entonces, que para ver y reconocer estos fenómenos, necesitamos
una visión que se aleje de la perspectiva sustantiva de la soberanía. Y, sin duda, la
práctica institucional que Esposito construye en estas obras es un fuerte apoyo en
esta dirección.

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