Este documento resume las ideas centrales de dos libros recientes del filósofo Roberto Esposito sobre la noción de institución. Esposito argumenta que 1) la política puede entenderse desde una perspectiva teórica a través de paradigmas como el destituyente, constituyente e instituyente, y 2) las instituciones no deben verse como estáticas sino en continua transformación. También critica las interpretaciones que identifican a las instituciones solo con el Estado o las ven como meros aparatos represivos. Recupera en cambio la noción de plural
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Este documento resume las ideas centrales de dos libros recientes del filósofo Roberto Esposito sobre la noción de institución. Esposito argumenta que 1) la política puede entenderse desde una perspectiva teórica a través de paradigmas como el destituyente, constituyente e instituyente, y 2) las instituciones no deben verse como estáticas sino en continua transformación. También critica las interpretaciones que identifican a las instituciones solo con el Estado o las ven como meros aparatos represivos. Recupera en cambio la noción de plural
Este documento resume las ideas centrales de dos libros recientes del filósofo Roberto Esposito sobre la noción de institución. Esposito argumenta que 1) la política puede entenderse desde una perspectiva teórica a través de paradigmas como el destituyente, constituyente e instituyente, y 2) las instituciones no deben verse como estáticas sino en continua transformación. También critica las interpretaciones que identifican a las instituciones solo con el Estado o las ven como meros aparatos represivos. Recupera en cambio la noción de plural
Este documento resume las ideas centrales de dos libros recientes del filósofo Roberto Esposito sobre la noción de institución. Esposito argumenta que 1) la política puede entenderse desde una perspectiva teórica a través de paradigmas como el destituyente, constituyente e instituyente, y 2) las instituciones no deben verse como estáticas sino en continua transformación. También critica las interpretaciones que identifican a las instituciones solo con el Estado o las ven como meros aparatos represivos. Recupera en cambio la noción de plural
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La
Institución en tiempos de crisis
Buenos Aires, 28 de julio de 2021 Giulio Goria
1. Pensamiento fundacional En primer lugar, me gustaría agradecer a los profesores Castro y Serratore esta invitación en un contexto tan estimulante y prestigioso. Hoy quisiera comentar algunas ideas sobre el tema de la institución, empezando por los últimos trabajos de Roberto Esposito, un filósofo italiano que seguramente conocen y que no necesita demasiadas presentaciones. Pienso en particular en el libro corto titulado Institución (Esposito, 2021) y en el anterior titulado Pensiero istituente (Esposito, 2020).
Naturalmente, estos dos volúmenes están estrechamente relacionados, en cuanto a los temas y las tesis argumentadas, aunque no tengan un sesgo totalmente análogo. El primero, Pensiero istituente, es más teórico, mientras que el segundo, titulado Istituzione, se ocupa más de cuestiones políticas y jurídicas, y fue escrito en 2020, es decir, en plena pandemia. Partiré de dos consideraciones que, en mi opinión, son el marco de la propuesta de Esposito.
1) La primera podría sintetizarse del siguiente modo: la política se puede descifrar desde un horizonte teórico. Toda actitud, toda postura con un estatus político efectivo tiene una fuerte base teórica. En Pensamiento Instituyente, éste es el motor a partir del cual se perfilan los tres principales paradigmas del pensamiento político: destituyente, constituyente e instituyente. En cuanto al primero, Heidegger es sin duda la figura principal. En particular, porque, según Esposito, con el filósofo alemán se crea una separación profunda e incomponible entre filosofía y política. Una separación entre el ser y el trabajo, entre la verdad y la técnica, que impide pensar en la política como un campo específico.
El segundo paradigma, el llamado paradigma constituyente, es el que tiene en Deleuze el exponente de mayor importancia y protagonismo. En el sentido de que Deleuze es emblemático por su capacidad de interpretar la voluntad de poder nietzscheana como el poder de un ser que, en el fondo, es una continua metamorfosis. Un ser-poder que mantiene una capacidad constitutiva, sí, pero no una capacidad de decisión. Y en esta clave Deleuze hace una desconexión entre institución y derecho, que pone a la primera en continuidad con las necesidades sociales. Un ejemplo, en el ámbito del derecho, es, como es bien sabido, la jurisprudencia, en la que Deleuze identifica, de hecho, una fuerza creativa de la que carece la "fuerza del derecho".
2) El segundo punto es este. Según Esposito, al mismo tiempo, la política no se basa en ninguna teoría. En el sentido de que la política tiene una especificidad que no puede rastrearse ni en un paradigma fundacionalista ni en su opuesto nihilista, ni en el paradigma constituyente ni en el destituyente. Este carácter específico de la política viene dado por la realidad del conflicto y al mismo tiempo por su gestión simbólica.
Este es, sin duda, el horizonte en el que se introduce la noción de institución o praxis instituyente, que es una categoría para interpretar el papel de las instituciones a través del pensamiento institucionalista, ya sea en el ámbito jurídico, jurídico-político, sociológico y antropológico, o en el filosófico en sentido estricto.
La institución es lo que, por un lado, impide que el orden político vuelva a su punto de origen constitutivo. Aunque sólo sea porque ese punto, como decisión que coloca este orden de la nada, no existe. Y por otro lado, porque la institución permite recuperar el valor simbólico del conflicto, es decir, no reducir la política a su nivel estrictamente inmanente.
Aquí la presencia de Claude Lefort es evidente. Sobre todo por la idea de que la tarea de la política es la "institución de lo social".
Sin embargo, lo que hay que subrayar inmediatamente es el contexto en el que esta praxis institucional hace valer especialmente sus "derechos" teóricos y su significado: la democracia. De hecho, la sociedad democrática, la sociedad de las instituciones, no tiene un origen, no capta un origen consumado, ni del deseo al que acuden las instituciones para frenar su tendencia autodestructiva, ni del poder que en la democracia no posee una fuente única y unitaria.
Por otra parte, el propio Lefort identifica aquí el rasgo revolucionario e inédito de la democracia. En otras palabras, la razón por la que la democracia se convierte en un tema interesante para la filosofía.
El espacio vacío de poder en la democracia implica, por tanto, una institucionalización del conflicto. El hecho de que no sea posible dotar de sustancia al poder, es decir, que no se pueda sustanciar, ni siquiera situándolo en la sociedad por la sola razón de que exista el sufragio popular, hace que sea funcional al conflicto. No es un elemento neutralizador en sí mismo, sino lo que hace que el conflicto avance. Y esto ocurre dentro de formas, procedimientos, prácticas en las que el poder y el conflicto están juntos. En una palabra: instituciones. Este me parece el vínculo más fuerte que Esposito establece con Lefort: el enfoque principal no es sólo en las diferentes instituciones democráticas, históricamente determinadas, sino en su lógica.
2. La institución y lo negativo Este es el marco en el que se mueve la reflexión de Esposito. Y en esta reflexión, la institución no es un elemento de conservación, ni un elemento completamente estabilizado del sistema jurídico.
Por el contrario, la institución es una tensión continua entre el interior y el exterior, entre las instituciones ya constituidas y la vida social y política que está fuera de ellas pero que se activa en una forma de relación, aunque sea conflictiva.
Es, por tanto, un sujeto en transformación, expuesto a su propia alteración y, por tanto, al conflicto. Y, por tanto, no sólo las formas institucionales habituales, como un Estado o incluso una universidad, un tribunal, una empresa o un partido, pueden considerarse instituciones.
En este doble carácter, nada fácil de mantener, se juega el doble reto de esta reflexión.
El primer reto es en relación con la tradición institucionalista, ya sea sociológica, jurídica o filosófica, que se recupera, al menos en parte, en aspectos individuales, y se repiensa y relanza. Pensemos, por ejemplo, en el uso que se hizo de Santi Romano, un jurista italiano que vivió y trabajó a principios del siglo XX, llevando a cabo roles mucha importancia en el régimen fascista.
Pero el otro desafío es contra un doble enfoque que caracteriza a gran parte de la filosofía de la segunda mitad del siglo XX y, yo diría, también de estos años.
Esposito habla de un doble supuesto que es el objetivo polémico de este libro.
"por un lado, la actitud de identificar las instituciones con el Estado; por otro, la de considerarlas en términos estáticos, estatales, en lugar de en continuo devenir" (Esposito 2021, p. 19).
Esta doble perspectiva se convirtió en una rígida oposición en la segunda mitad del siglo XX. Un aut aut, en definitiva, entre instituciones y movimientos que ha caracterizado el debate filosófico y jurídico, pero también el político en las últimas décadas, a partir de los años 60 y 70.
Puede decirse que existe una interpretación de las instituciones, promovida por la derecha y la izquierda, aunque con objetivos diferentes y opuestos, que sin embargo converge en interpretar las instituciones como un aparato coercitivo, inhibidor, necesario para ordenar la vida social y sus tendencias naturales que de otro modo irían hacia la autodestrucción. Es significativo que Esposito remonte a esta lógica, o al menos a un polo de esta oposición, algunos de los resultados de la extraordinaria propuesta genealógica de Foucault; en particular la aplicada al aparato penitenciario y psiquiátrico, que presupondría una concepción cerrada y represiva de todas las instituciones. Desde este punto de vista, las instituciones son un bloque único y compacto cuya función es confinar la vida en espacios cerrados y vigilados.
Si tuviera que decir cuál es el elemento que connota esta interpretación, lo resumiría así. Si la institución es sinónimo de preservación absoluta, ello se debe a que para preservar el orden es necesario excluir completamente el desorden, lo ilimitado, lo indeterminado. En todo esto hay una lógica polémica y de "amigo- enemigo", y no es casualidad que en esta operación se interprete la institución desde un paradigma que es el de la soberanía política, al menos en un sentido schmittiano, es decir, basado en la decisión constituyente entre amigo-enemigo.
3. Romano y el pluralismo En este sentido, hay un elemento diferente que se puede recuperar en el institucionalismo clásico, en particular el nacido en el ámbito jurídico, del que el jurista italiano Santi Romano fue ciertamente un exponente, en muchos sentidos radical y avanzado.
Este elemento es el del pluralismo, que está intrínsecamente ligado al concepto de institución.
En Romano hay al menos dos elementos que a lo largo del siglo XX el pluralismo jurídico ha recogido a su manera y reafirmado.
El primero es, sin duda, la tesis de la pluralidad de sistemas. A partir de la ecuación entre derecho e institución, Romano dejó de lado la tesis de la estatalidad del derecho y reconoció formas infraestatales, supraestatales, interestatales e incluso contraestatales de derecho.
El segundo elemento, consecuencia del primero, es la cuestión de la relación entre los conceptos de soberanía y autonomía de los órdenes. Este será un punto clave para el debate sobre las cuestiones comunitarias, para el Tribunal de Justicia y para el Tribunal Constitucional, pero es ante todo una forma de entrar en el pensamiento institucionalista de Romano. La autonomía y la soberanía mantienen en él rasgos diferentes e irreconciliables.
Sin embargo, la cuestión fundamental reside en el hecho de que la frontera teórica entre la autonomía y la soberanía del Estado se hace más fina, o al menos tiende a hacerse más fina, dado que la soberanía también acaba siendo conceptualmente limitada.
Estos son también dos aspectos que a Esposito -me parece- le interesan, también para entender la formación de esa compleja red institucional que es la Unión Europea (p. 101).
Pero yo diría que en Romano hay un elemento especulativo más. En particular, es el hecho de que la institución sólo tiene realidad en el proceso de institucionalización. Este proceso está esencialmente desprovisto de un sujeto soberano en cuyo nombre se nombra, pero está constituido por un conjunto de prácticas y mecanismos con los que se definen posiciones, estatus y relaciones.
Así, según este punto de vista, la forma y el lenguaje del derecho no pertenecen exclusivamente a un sistema jurídico concreto, y mucho menos sólo al Estado, porque son, en cambio, el terreno al que toda institución accede cuando produce su propia unidad jurídica. Así, el ordenamiento jurídico se describe como un edificio cerrado por cimientos y muros, pero dotado de puertas, ventanas y conductos por los que se abre al mundo, y sobre todo al mundo de los demás ordenamientos jurídicos.
4. Institución y soberanía Un último punto que me gustaría señalar se refiere a la relación entre la práctica institucional y la soberanía. En particular, cómo se relaciona la actividad institucional, a ojos de Esposito, con la categoría de soberanía.
La soberanía en el arco de la historia política moderna no sólo significa dominación e imposición, sino también el recurso más poderoso que ha hecho avanzar los límites de la democracia, el derecho y la igualdad. En esto, Esposito no tiene dudas y lo tiene muy claro. Y sin embargo, dentro de esta trayectoria histórica y conceptual que se remonta a la soberanía, la práctica institucional tiene un espacio autónomo, no ajeno pero sí al menos característico.
Los ejemplos que se dan, al menos en lo que respecta al siglo XX, son, por un lado, los caminos que llevaron a algunas constituciones nacionales después de la Segunda Guerra Mundial, y a sentar las bases políticas de la Unión Europea. Y por otro lado, los treinta años siguientes, digamos los treinta años gloriosos del Estado del Bienestar, en los que dentro de las instituciones republicanas los partidos y los sindicatos pusieron en tensión y relación las esferas de la política, el derecho y la economía.
La praxis institucional no es aquí algo desvinculado de la esfera de la soberanía o un sustituto de ella, sino que es una dinámica capaz de diferenciar la soberanía, de pluralizarla. Por supuesto, esto supone tener una idea muy concreta de la soberanía, que la enmarca como un elemento que da orden al conflicto, de neutralización del mismo.
En otras palabras, la institución es quizás el mayor desafío a la soberanía. Porque si bien es cierto que dentro de cada institución resurge una dinámica soberana que tiende a la exclusión del conflicto, también es cierto que el horizonte institucional es en sí mismo plural y pluralista. Por lo tanto, en un entorno así, siempre tendríamos que lidiar con una soberanía diferenciada multiplicada por el número de instituciones.
5. Dos consideraciones finales.
La primera. Creo que podemos decir que la idea de las instituciones autónomas, no estatales o no necesariamente estatales, que surge de la obra de Esposito, encuentra en el bienestar, en las formas de bienestar posibles hoy en día, quizás su campo de aplicación más significativo. En otras palabras, me parece que Esposito es sensible a la posibilidad de que, sobre todo en un contexto post-pandémico en el que los grandes Estados nacionales y la Unión Europea recurren a enormes programas de inversión, la gestión de las políticas sociales no se limite a la vuelta a un Estado de bienestar enteramente estatal o centralizado, sino que se abra a la combinación de diferentes formas institucionales, por un lado, las vinculadas a la intervención pública, pero, por otro, las formas autoorganizadas creadas por instituciones autónomas que se mueven en la esfera social.
La otra consideración se refiere al estado actual de la democracia representativa y a la medida en que la práctica institucional puede ayudar a definir esta cuestión, ante la que a menudo andamos a tientas en la oscuridad.
La pregunta podría ser: ¿qué es lo que a nuestros ojos hace que un determinado régimen político sea democrático? En este sentido, la práctica institucional nos permite indagar en formas de legitimación que se alejan del esquema clásico en el que la democracia es sólo el ejercicio de la soberanía.
Este es, por ejemplo, un camino que ha emprendido en los últimos años con importantes resultados el politólogo francés Rosanvallon, que ha trabajado sobre términos como el “pueblo ilocalizable”, la “contrademocracia” y la “legitimación democrática” (en plural).
Rosanvallon habla de la descentralización de las democracias, refiriéndose a una cierta pluralización de las fuentes de legitimidad. Si el centro de una democracia es la soberanía popular, las democracias actuales aparecen descentralizadas, no simplemente organizadas en torno a ese centro. Y esto tiene algunas consecuencias en ambos lados, tanto en el de la soberanía como en el del pueblo. De hecho, la unidad, la compacidad y la homogeneidad ya no pertenecen (si es que alguna vez lo hicieron) ni a la soberanía ni al pueblo.
El resultado es que las dimensiones de las personas (formales, sustanciales, ideales) son irregulares y se entrelazan. Lo mismo se aplica naturalmente a la soberanía (véase, por ejemplo, la experiencia europea). Y es indicativo que las mismas instituciones a las que se refiere Rosanvallon al hablar de la contra- democracia (las autoridades independientes, las instituciones de interacción, los poderes administrativos) son las mismas a las que se refiere Esposito. Lo cual es un punto fundamental, porque estos elementos son con los que se ejerce una nueva legitimación de las democracias. Una legitimación articulada/diferenciada/pluralizada y, diría también, conflictiva. Una legitimación que, sin embargo, ya no procede únicamente de la simple consagración popular.
Resulta claro, entonces, que para ver y reconocer estos fenómenos, necesitamos una visión que se aleje de la perspectiva sustantiva de la soberanía. Y, sin duda, la práctica institucional que Esposito construye en estas obras es un fuerte apoyo en esta dirección.