107 18DTO JN 6, 24-35 Danos de Ese Pan Yo Soy El Pan de Vida Ex 16,2-4.12-15 Ef 4,17.20-24
107 18DTO JN 6, 24-35 Danos de Ese Pan Yo Soy El Pan de Vida Ex 16,2-4.12-15 Ef 4,17.20-24
107 18DTO JN 6, 24-35 Danos de Ese Pan Yo Soy El Pan de Vida Ex 16,2-4.12-15 Ef 4,17.20-24
20-24; Jn 6, 24-35)
✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a Nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.
✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén
✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: HAZME IR A TÍ, PAN DE VIDA ETERNA”
«Cafarnaún. La gente encuentra a Jesús: ¿cuándo has llegado aquí?».
1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Sal 69, 2. 6
Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme. Que tú eres mi auxilio y
mi liberación. Señor, no tardes.
Monición de entrada
Es el mismo Señor el que nos convoca cada domingo para celebrar la Eucaristía, el
banquete pascual de su amor. Él mismo se nos da como alimento de vida eterna, como
el verdadero Pan que sacia todas nuestras necesidades más profundas. Celebremos con
alegría esta Eucaristía, con agradecimiento de corazón a Dios, por todos los bienes que
nos otorga.
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
Misa del Domingo: XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B. 01 de Agosto 2021
En el desierto Dios alimentó a su pueblo con el maná, el pan bajado del cielo (1 lect. y
sal. resp.). Y en el Ev. Jesús nos dice que trabajemos por el alimento que perdura para
la vida eterna. Ese alimento es él mismo: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no
pasará hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás». Y ese trabajo es ir
acercándonos cada vez más a Cristo por medio de la fe. Ello supone aceptar sus
enseñanzas: despojarnos del hombre viejo, corrompido por sus apetencias seductoras;
renovarnos en la mente y en el espíritu, vistiéndonos de la nueva condición humana
creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas (2 lect.).
• Hermanos: Hemos estado buscando alimento perdurable, el verdadero Pan del cielo,
Jesús mismo. Los que creen en Él jamás tendrán sed. Que Jesús nuestro Señor sea
siempre nuestro alimento y nuestra bebida de vida, y que Él esté siempre con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.
Pidamos ahora al Señor que perdone nuestros pecados; que esta eucaristía nos acerque
más a él y suscite en nosotros sus mismos sentimientos y su mentalidad. (Pausa)
Señor Jesús, pan de vida, tú nos alimentas con tus palabras de vida. Señor, ten piedad
de nosotros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, pan de vida, tú te das a ti mismo en la eucaristía como comida y bebida.
Cristo, ten piedad de nosotros.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, pan de vida, tú nos pides que por nuestra entrega nos convirtamos, los
unos para los otros, en alimento y comida, Señor, ten piedad de nosotros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovación perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de
las misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a
nuestros hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una
verdadera contrición en nuestro propio corazón, una confesión sincera. ! Dios Padre! en
el Nombre de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a
Cristo como nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él,
caminar por Él y gozar en Él. Amén.
Señor, en tu bondad perdona nuestros pecados y susténtanos con tu cuerpo y con tu
sangre en nuestro caminar hacia la vida eterna.
R/ Amén.
✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.
Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.
✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
Tiende, Señor, a tus siervos y derrama tu bondad imperecedera sobre los que te
suplican, para que renueves lo que creaste y conserves lo renovado en estos que te
alaban como autor y como guía. Por nuestro Señor Jesucristo.
Pidamos a Dios nuestro Padre que Jesús sea para nosotros pan de vida. (Pausa)
Señor, Dios de vida: Tenemos hambre de felicidad y de vida eternas y de ver cumplidas
todas nuestras esperanzas. Sacia todas nuestras hambres por medio de tu Hijo
Jesucristo, nuestro Pan de vida. Y, cuando Él nos haya colmado de sí mismo, que nos
guíe y fortalezca para que sepamos proporcionar a un mundo que espera el alimento de
reconciliación y alegría que solo tú puedes dar cabalmente. Te lo pedimos por el mismo
Cristo nuestro Señor.
R/ Amén.
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Éxodo 16, 2-4.12-15
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Ver Homilia.
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Yo haré llover pan del cielo. Peregrinos los israelitas por el desierto hacia la tierra de
promisión, el alimento providencial del maná fue signo permanente del amor divino
sosteniendo su indigencia de emigrantes. San Gregorio Magno dice: -Truena Dios
maravillosamente con su voz, porque con fuerza oculta penetra incomparablemente
nuestros corazones y, cuando con secretos impulsos los oprime en el terror y los
reforma en el amor, publica de alguna manera calladamente con cuánto ardor debe ser
seguido; y hácese en el alma una grandeza de ímpetu, aunque no suena nada en la voz.
La cual tanto más fuertemente resuena en nosotros cuanto hace ensombrecer el oído de
nuestro corazón de todo sonido exterior.-
-Por lo cual el alma, recogida luego en sí misma por esta voz interior, se maravilla de lo
que oye, porque recibe la fuerza de la compunción no conocida. La admiración de la cual
fue bien figurada en Moisés cuando el maná vino de arriba (Ex 16,15). Porque aquel
dulce manjar es llamado maná que quiere decir: “¿Qué es esto?” Y entonces decimos:
¿qué es esto, cuando, no sabiendo lo que vemos nos maravillamos- (Tratados morales
sobre el libro de Job 27,42
✞ ✞ ✞ Salmo
Sal 77
R/. El Señor les dio un trigo celeste.
Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, lo contaremos a la
futura generación: las alabanzas del Señor, su poder.
R/. El Señor les dio un trigo celeste.
Dio orden a las altas nubes, abrió las compuertas del cielo: hizo llover sobre ellos maná,
les dio un trigo celeste.
R/. El Señor les dio un trigo celeste.
Y el hombre comió pan de ángeles, les mandó provisiones hasta la hartura. Los hizo
entrar por las santas fronteras, hasta el monte que su diestra había adquirido.
R/. El Señor les dio un trigo celeste.
Los cristianos no deberían dejarse llevar ya más ni por sus caprichos ni por
deseos de inmediata gratificación personal, porque han llegado a ser nuevos en
Cristo.
Hermanos:
17 Os digo, pues, y os recomiendo encarecidamente en el nombre del Señor, que no
viváis como viven los no creyentes: vacíos de pensamiento.
20 ¡No es eso lo que vosotros habéis aprendido sobre Cristo!
21 Porque supongo que habéis oído hablar de él y que, en conformidad con la auténtica
doctrina de Jesús, se os enseñó como cristianos
22 a renunciar a vuestra conducta anterior y al hombre viejo, corrompido por apetencias
engañosas.
23 De este modo os renováis espiritualmente
24 y os revestís del hombre nuevo creado a imagen de Dios, para llevar una vida
verdaderamente recta y santa.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
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✞ ✞ ✞ Aleluya:
Aleluya Mt 4, 4b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
Los judíos tienen hambre y ansían el pan. Jesús les dice que le busquen a Él,
Jesús mismo, que es el verdadero Pan bajado del cielo. Él se les va a dar a sí
mismo.
En aquel tiempo,
24 cuando se dieron cuenta de que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subieron a las
barcas y se dirigieron a Cafarnaún en busca de Jesús.
25 Lo encontraron al otro lado y le dijeron: -Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?
26 Jesús les contestó: -Os aseguro que no me buscáis por los signos que habéis visto,
sino porque comisteis pan hasta saciaros.
27 Esforzaos no por conseguir el alimento transitorio, sino el permanente, el que da la
vida eterna. Este alimento os lo dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, le ha
acreditado con su sello.
28 Entonces ellos le preguntaron: -¿Qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?
29 Jesús respondió: -Lo que Dios espera de vosotros es que creáis en aquel que él ha
enviado.
30 Ellos replicaron: -¿Qué señal puedes ofrecernos para que, al verla, te creamos? ¿Cuál
es tu obra?
31 Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les
dio a comer pan del cielo.
32 Jesús les respondió: -Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. Es
mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo.
33 El pan de Dios viene del cielo y da la vida al mundo.
34 Entonces le dijeron: -Señor, danos siempre de ese pan.
35 Jesús les contestó: -Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener
hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.
La ocasión para crear de nuevo la comunión con Jesús se la brinda a la gente la llegada
de algunos galileos que vienen en barcas desde Tiberíades al lugar donde Jesús había
realizado el signo el día anterior, tras elevar la oración de acción de gracias al Padre. Al
día siguiente, la muchedumbre, disminuida en parte por la decepción del rechazo
opuesto por Jesús, se traslada hacia Cafarnaún por vía marítima en busca del hombre
del prodigio. Juan, al referir de nuevo algunos detalles sobre el milagro del día
precedente, pretende conectar una vez más con el tema cristológico e invitar de nuevo a
los oyentes a rebasar el nivel humano de interpretación del signo para llegar a la
comprensión de la acción trascendente de Jesús.
La gente vuelve a encontrar a Jesús junto a Cafarnaún y le dirige una pregunta
destinada a satisfacer su curiosidad: «Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?» (v. 25).
También Nicodemo había ido al encuentro de Jesús impulsado por una curiosidad basada
en la autosuficiencia y se había dirigido a él llamándole «Maestro» (3,2). Sin embargo,
Jesús no responde a las preguntas que le hacen en ninguno de los dos casos. Revela
más bien a la muchedumbre las verdaderas intenciones que le han impulsado a buscarle
y desenmascara la mentalidad excesivamente material y egoísta de las personas: «Os
aseguro que no me buscáis por los signos que habéis visto, sino porque comisteis pan
hasta saciaros» (v. 26). En realidad, todos siguen a Jesús por el pan material que les
había saciado el hambre el día anterior. La multitud, encerrada en su sueño mesiánico,
no ha comprendido el signo realizado por el Profeta y su alcance espiritual. Ha dado más
valor al pan que al que lo da. Ha buscado más las ventajas materiales y pasajeras que
las ocasiones de respuesta y de amor.
Ante esta ceguera espiritual, Jesús proclama la diferencia radical que existe entre el pan
material y corruptible y el que permanece para la vida eterna, el que el Hijo del hombre
dará (v. 27), e invita a la gente que le rodea a superar el estrecho horizonte en el que
vive y a pasar del plano terreno al de la fe y el Espíritu.
• La muchedumbre, a pesar de las distintas pruebas aportadas por Jesús, no se siente
satisfecha ni con sus signos ni con las palabras con las que ha intentado iluminar sus
mentes y sus corazones. Pide aún garantías para poder creerle. Pone condiciones antes
de adherirse a él plenamente (v. 30). El milagro de los panes que había hecho un día
antes no es suficiente. Para que puedan creer en el Mesías como enviado de Dios hace
falta un signo particular y más estrepitoso que los ya hechos, que demuestre que Jesús
renueva los prodigios de Moisés y que, por consiguiente, es superior a él. La ironía está
en que piden un signo cuando la misión de Jesús ya se muestra rica en milagros.
Si sus oyentes piden la pura repetición del milagro del maná, eso significa que no han
comprendido el alcance espiritual y profético contenido en su símbolo. El maná, que
cada día bajaba del cielo y alimentaba al pueblo de Israel en el desierto, no lo había
dado Moisés, ni mucho menos era el pan del cielo. Era sólo una imagen imperfecta y
pasajera de éste, porque el verdadero pan del cielo lo había dado el Padre de Jesús y
expresa el mismo amor de Dios por los hombres (v. 32). Más aún, el pan de Dios
coincide con la persona de Jesús, que ha venido al mundo procedente de Dios, como don
suyo (cf. 1,11.14; 3,16) y fuente de vida (5,26).
La nueva incomprensión lleva a Jesús a enfrentarse directamente al tema de su
identidad con afirmaciones explícitas que ponen a los hombres ante opciones concretas.
En efecto, precisa de una manera que no deja lugar a equívocos: « Yo soy el pan de
vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed»
(v. 35). Él es el pan venido del cielo para sostener al nuevo pueblo de Dios. Él es el don
de amor hecho por el Padre a cada hombre, peregrino en el desierto del mundo. Él es la
Palabra que deben creen para gustar la vida eterna (cf. Gn 2,9; 3,22-24; Prov 11,30;
13,12; 15,14).
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1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo
con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la
Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los
acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final
de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu
palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura:
El Discurso del Pan de Vida no es un texto que hay que discutir o disecar, sino un texto
que hay que meditar y rumiar. Por esto, si no se entiende todo, no hay porqué
preocuparse. Este texto del Pan de Vida exige toda una vida para meditarlo y
profundizarlo. Un testo así, la gente lo debe leer, meditar, rezar, pensar, leer de nuevo,
repetir, rumiar, como se hace con un buen caramelo en la boca. Tenerlo en la boca,
dándole vueltas, hasta que se acaba. Quien lee el Cuarto Evangelio superficialmente
puede quedarse con la impresión de que Juan repite siempre la misma cosa. Leyendo
con más atención, es posible percibir que no se trata de repeticiones. El autor del Cuarto
Evangelio tiene su propia manera de repetir el mismo asunto, pero a un nivel cada vez
más profundo. Parece como una escalera de caracol. Girando uno llega al mismo lugar
pero a un nivel más profundo.
b) Una división del 6° capítulo:
Es bueno tener presente la división del capítulo para poder percibir mejor su sentido:
Juan 6,1-15: el pasaje sobre la multiplicación de los panes
Juan 6,16-21: la travesía del lago, y Jesús que camina sobre las aguas
Juan 6,22-71: el diálogo de Jesús con la gente, con los judíos y con los discípulos
1º diálogo: 6,22-27 con la gente: la gente busca a Jesús y lo encuentra en Cafarnaún
2º diálogo: 6,28-34 con la gente: la fe como obra de Dios y el maná en el desierto
3º diálogo: 6,35-40 con la gente: el pan verdadero es hacer la voluntad de Dios
4º diálogo: 6,41-51 con los judíos: murmuraciones de los judíos
5º diálogo: 6,52-58 con los judíos: Jesús y los judíos
6º diálogo: 6,59-66 con los discípulos: reacción de los discípulos
7º diálogo: 6,67-71 con los discípulos: confesión de Pedro
c) El texto: Juan 6, 24-35
3. Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros
e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) La gente tenía hambre, comió el pan y buscó más pan. Buscó el milagro y no la señal
de Dios que en el milagro se escondía. ¿Qué es lo que más busco en mi vida: el milagro
o la señal?
b) Hambre de pan, hambre de Dios. ¿Cuál de las dos predomina en mí?
c) Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida”. Él sacia el hambre y la sed. ¿Qué experiencia
tengo de esto?
d) Por un momento, haz silencio dentro de ti y pregúntate: “Creer en Jesús: ¿qué
significa esto para mí, bien concretamente en mi vida de cada día?”
5. Para aquéllos que deseen profundizar más en el tema
a) Contexto:
En el evangelio de hoy iniciamos la reflexión sobre el Discurso del Pan de Vida (Jn 6,22-
71). Después de la multiplicación de los panes, el pueblo se fue detrás de Jesús. Había
visto el milagro, había comido hasta saciarse y ¡quería más! No trató de buscar la señal
o la llamada de Dios que había en todo esto. Cuando la gente encontró a Jesús en la
sinagoga de Cafarnaún, tuvo con él una larga conversación, llamada el Discurso del Pan
de Vida. No es propiamente un discurso, pero se trata de un conjunto de siete breves
diálogos que explican el significado de la multiplicación de los panes como símbolo del
nuevo Éxodo y de la Cena Eucarística.
La conversación de Jesús con la gente, con los judíos y con los discípulos es un diálogo
bonito, pero exigente. Jesús trata de abrir los ojos de la gente para que aprenda a leer
los acontecimientos y descubra en ellos el rumbo que debe tomar en la vida. Pues no
basta ir detrás de las señales milagrosas que multiplican el pan para el cuerpo. No de
sólo pan vive el hombre. La lucha por la vida sin una mística no alcanza la raíz. En la
medida en que va conversando con Jesús, la gente se queda cada vez más contrariada
por las palabras de Jesús, pero él no cede, ni cambia las exigencias. El discurso parece
moverse en espiral. En la medida en que la conversación avanza, hay cada vez menos
gente que se queda con Jesús. Al final quedan solamente los doce, y Jesús ¡no puede
confiar ni siquiera en ellos! Hoy sucede lo mismo. Cuando el evangelio empieza a exigir
un compromiso, mucha gente se aleja.
b) Comentarios del texto:
Juan 6,24-27: La gente busca a Jesús porque quiere más pan. La gente va detrás
de Jesús. Ve que no ha entrado en la barca con los discípulos y, por ello, no entiende
cómo ha hecho para llegar a Cafarnaúm. Tampoco entiende el milagro de la
multiplicación de los panes. La gente ve lo que acontece, pero no llega a entender todo
esto como una señal de algo más profundo. Se detiene en la superficie: en la hartura de
la comida. Busca pan y vida, pero sólo para el cuerpo. Según la gente, Jesús hizo lo que
Moisés había hecho en el pasado: alimentar a todos en el desierto, hasta la saciedad.
Yendo detrás de Jesús, ellos querían que el pasado se repitiera. Pero Jesús pide a la
gente que dé un paso más. Además del trabajo por el pan que perece, debe trabajar por
el alimento que no perece. Este nuevo alimento lo dará el Hijo del Hombre, indicado por
Dios mismo. El nos da la vida que dura por siempre. El abre para nosotros un horizonte
sobre el sentido de la vida y sobre Dios.
Juan 6,28-29: “¿Cuál es la obra de Dios?” La gente pregunta: ¿Qué debemos hacer
para realizar este trabajo (obra) de Dios? Jesús responde que la gran obra que Dios nos
pide “es creer en aquel que Dios envió”. O sea, ¡creer en Jesús!
Juan 6,30-33: “¿Qué señal realizas para que podamos creer?” La gente había
preguntado: “¿Qué debemos hacer para realizar la obra de Dios?” Jesús responde “La
obra de Dios es creer en aquel que le ha enviado”, esto es, creer en Jesús. Por esto la
gente formula una nueva pregunta: “¿Qué señal realizas para que podamos ver y creer
en ti? ¿Cuál es tu obra?” Esto significa que no entendieron la multiplicación de los panes
como una señal de parte de Dios para legitimar la multiplicación de los panes como una
señal de parte de Dios para legitimar a Jesús ante el pueblo como un enviado de Dios. Y
siguen argumentando: En el pasado, nuestros padres comieron el maná que les fue
dado por Moisés. Ellos lo llamaron “pan del cielo” (Sab 16,20), o sea, “pan de Dios”.
Moisés sigue siendo un gran líder, en quien ellos creen. Si Jesús quiere que la gente crea
en el, tiene que hacer una señal mayor que la de Moisés. “¿Cuál es tu obra?”
Jesús responde que el pan dado por Moisés no era el verdadero pan del cielo. Venía de
arriba, sí, pero no era el pan de Dios, pues no garantizó la vida para nadie. Todos
murieron en el desierto. (Jn 6,49). El verdadero pan del cielo, el pan de Dios, es el pan
que vence la muerte y trae vida. Es aquel que desciende del cielo y da la vida al mundo.
¡Es Jesús! Jesús trata de ayudar a la gente a liberarse de los esquemas del pasado. Para
él, fidelidad al pasado no significa encerrarse en las cosas antiguas y no aceptar la
renovación. Fidelidad al pasado es aceptar lo nuevo que llega como fruto de la semilla
plantada en el pasado.
Juan 6,34-35: “Señor, ¡danos siempre de este pan!” Jesús responde claramente:
"¡Yo soy el pan de vida!" Comer el pan del cielo es lo mismo que creer en Jesús y
aceptar el camino que él nos ha enseñado, a saber: "¡Mi alimento es hacer la voluntad
del Padre que está en el cielo!" (Jn 4,34). Este es el alimento verdadero que sustenta a
la persona, que da un rumbo a la vida, y que trae vida nueva.
6. Plegaria del Salmo 111
¡Aleluya! Doy gracias a Yahvé de todo corazón, en la reunión de los justos y en la
comunidad. Grandes son las obras de Yahvé, meditadas por todos que las aman.
Actúa con esplendor y majestad, su justicia permanece para siempre. De sus proezas
dejó un memorial. ¡Clemente y compasivo Yahvé! Dio de comer a quienes lo honran, se
acuerda por siempre de su alianza.
Reveló a su pueblo la fuerza de su acción, les dio como herencia las naciones. Su mano
actúa con verdad y justicia, son leales todos sus mandatos, válidos para siempre jamás,
para cumplirlos con verdad y rectitud.
Envió la redención a su pueblo, determinó para siempre su alianza; santo y temible es
su nombre. Principio del saber es temer al Señor; son cuerdos los que lo practican. Su
alabanza permanece para siempre.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del
Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén.
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Oración en Familia
Sacerdote: Los signos y milagros de Jesús son sólo un camino para descubrir su amor
por nosotros. Pidamos al Padre que nos introduzca en su misterio. Digamos todos
juntos:
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.
Papá: No permitas que el egoísmo de nuestro corazón te siga sólo por conveniencia y
busque sólo tus milagros.
Todos: Danos un corazón lleno de amor para servirte y amarte sin mayor interés que el
saber que tú eres nuestro Dios.
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.
Mamá: Danos siempre el pan que alimenta nuestra vida y no permitas que falte lo
indispensable en nuestros hogares.
Todos: Pero ante todo, danos siempre del pan que alimenta nuestras almas.
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.
Hijo(a): Tú que nos alimentas con el pan Eucarístico.
Todos: Santifica al Papa, a los obispos y a todos aquellos que hacen posible que el pan
Eucarístico llegue a nosotros.
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.
Hijo(a): Manifiesta tu poder en nuestros gobernantes, para que realmente te busquen y
descubran tu presencia en los demás.
Todos: Que no se cierren a los signos de salvación que vas poniendo en sus vidas.
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.
Hijo(a): Ayuda de manera especial a nuestra juventud que con facilidad se deja fascinar
por lo superfluo.
Todos: Envía la luz del Espíritu a sus corazones para que puedan descubrir tu presencia
en cada acontecimiento.
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.
Sacerdote: Escucha Padre Santo todas estas súplicas, y concédenos participar siempre
de tu mesa y de tu amor. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas, por los siglos de los
siglos.
Todos: Amén
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Si el milagro de los panes, realizado por Jesús y destinado a la gente que le seguía (Jn
6,2-14), tiene la finalidad de revelar el poder de Jesús como Mesías y Profeta
escatológico, el signo siguiente -el Señor caminando sobre las aguas-, destinado
únicamente a los discípulos (6,16.21), pretende hacerles comprender la divinidad de
Jesús, prevenirles ante el escándalo de la muchedumbre -un escándalo suscitado por el
discurso del pan- e impedir su defección.
Una vez acabada la primera parte del capítulo 6, correspondiente al signo-milagro, Juan
se dispone a pasar al discurso sobre el pan de vida: en él comenta Jesús el milagro que
ha realizado y saca a la luz el significado escondido del signo. El autor sagrado se
inspira, para la composición del discurso eucarístico, en el género homilético- midrásico,
conocido en la tradición judía: no quiere contar la cena del Señor como en los sinópticos,
sino que presenta una homilía eucarística que emplea un texto bíblico y lo comenta en
sus diferentes partes.
El tema central de la perícopa es Jesús, verdadero pan bajado del cielo, que cuando es
comido da la vida, en contraposición con las otras obras humanas de salvación.
La yuxtaposición entre un plano terreno, mundano, y uno celeste, de fe, aparece en más
ocasiones para expresar que existe un orden de vida nuevo, «otro», que se basa en
Dios. Los hombres pueden introducirse en este nivel «ulterior» únicamente a través de
la persona de Jesús. El posee el sello de Dios (v. 27), que es el Espíritu, y el dinamismo
divino del amor (cf. 1,32-34). La muchedumbre tenía que haber comprendido que ese
pan repartido entre muchos, del dia precedente, era la expresión del amor de Jesus,
pero, desgraciadamente, se habia limitado a ver la humanidad de Jesus y su poder
taumatúrgico, sin comprender el signo del Espíritu y el amor del Padre.
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¿Qué tipo de alimento busco? En este domingo Jesús viene a ser nuestro compañero,
"cum panis" –el que comparte el pan. El Evangelio que meditamos se ubica después de
la multiplicación de los panes. Mucha gente seguía a Jesús, no porque vieran en Él al
mesías, al hijo del Dios vivo, sino por haber comido gratis sin darse cuenta del signo que
había detrás.
Nuestro recorrido por la vida es un continuo camino, como el pueblo de Israel por el
desierto después de haber salido de la esclavitud. Dios nos acompaña, nos alimenta con
el pan vivo que ha bajado del cielo que es la Eucaristía como nuevo y verdadero maná;
pero nosotros, como los israelitas, nos acostumbramos a este alimento y nos
empezamos a quejar por el calor abrasador de nuestros problemas, nos quejamos de los
guías que Dios ha elegido y nos encerramos tanto en nuestra propia vida que perdemos
la perspectiva de la compañía real y cercana de Dios. En definitiva, es más fácil decir
Dios no existe, ¿de qué me sirve a mí un Dios lejano? Cuando esto sucede empezamos a
buscar otros alimentos podridos, otros falsos dioses creados a nuestra imagen y
semejanza que, llenando el vientre con la banalidad de las alegrías pasajeras, nos dejan
más vacíos en nuestro interior, en nuestro ser verdadero.
¿Qué tipo de pan queremos comer este día? Si elegimos el pan vivo que ha bajado del
cielo, nuestra alegría será completa y nuestras fuerzas se renovarán para hacerle frente
a esta semana.
• Además, el "Pan de cada día", no lo olvidemos, es Jesús. Sin él no podemos hacer
nada. Él es el alimento primordial para vivir bien. Sin embargo, a veces lo reducimos a
una guarnición. Pero si él no es el alimento de nuestra vida, el centro de nuestros días,
el respiro de nuestra cotidianidad, nada vale, todo es guarnición. Pidiendo el pan
suplicamos al Padre y nos decimos cada día: sencillez de vida, cuidado del que está a
nuestro alrededor, Jesús sobre todo y antes de nada. (Homilía de S.S. Francisco, 21 de
junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy recibiré a Cristo en la Eucaristía con la consciencia de que Él es quien nos da la vida
nueva. Si no lo puedo hacer sacramentalmente, le pediré que venga espiritualmente a
mi corazón.
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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.
Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
• Con un solo corazón y una sola voz alabemos y demos gracias al Padre porque a través
de Jesucristo ha dado sentido a nuestras vidas y nos ha prometido una vida y alegría sin
fin.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio VIII dominical del tiempo Ordinario. La iglesia unificada por virtud ya
imagen de la Trinidad
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has querido reunir de nuevo, por la sangre de tu Hijo y la fuerza del Espíritu, a
los hijos dispersos por el pecado; de este modo tu Iglesia, unificada por virtud y a
imagen de la Trinidad, aparece ante el mundo como cuerpo de Cristo y templo del
Espíritu, para alabanza de tu infinita sabiduría.
Te doy gracias Jesús por este momento de oración. Te pido que pueda profundizar cada
vez más en las verdades que me muestras para mi felicidad. Obtenme, Señor, la
fortaleza para cooperar activamente con tú gracia, y así seguir, día a día, la guía de tu
Santo Espíritu. Amén.
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Por eso, unidos a los coros angélicos, te alabamos proclamando llenos de alegría:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.
• Con las palabras de Jesús, nuestro Pan de vida, pidamos a nuestro Padre del cielo que
nos dé siempre su pan, el de la eucaristía:
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/. Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
Líbranos, Señor. Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos la paz en nuestros
días. Haznos nuevos de mente y de espíritu, créanos de nuevo a tu imagen y semejanza
y aliméntanos con el pan de vida mientras esperamos con alegre esperanza la venida
gloriosa de Aquél que nos llevará a tu felicidad eterna, nuestro Señor y Salvador
Jesucristo.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de la comunión Cf. Sab 17, 20
Señor, nos diste el pan del cielo, lleno de toda delicia y grato a cualquier gusto.
O bien: Cf. Jn 6, 35
Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí no tendrá
sed jamás, dice el Señor.
A quienes has renovado con el don del cielo, acompáñalos siempre con tu auxilio, Señor,
y, ya que no cesas de reconfortarlos, haz que sean dignos de la redención eterna. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Oh Dios, Padre amoroso: En el pan partido aquí para nosotros reconocemos a Quien es
la luz de vida, Jesucristo, tu Hijo. Danos siempre este pan; que la eucaristía sea nuestro
“pan de cada día”, que resulta más sabroso cuando se comparte con los que padecen
cualquier clase de hambre. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. R/ Amén
4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen
gloriosa y bendita! Amén.
✞ ✞ ✞ Bendición
Hermanos: El Señor mismo nos ha dicho hoy: “No trabajen por el alimento que perece,
sino por el alimento que da vida.” Busquemos, pues, en nuestra vida al Señor y sus
cosas de valor eterno: integridad, justicia y amor.
Que éste sea nuestro camino hacia Dios y hacia nuestros hermanos y hermanas, con la
bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo.
R/ Amén.
Podemos ir en paz. R/. Demos gracias a Dios.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16
Papa Francisco
ÁNGELUS. Domingo, 5 de agosto de 2018.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En estos últimos domingos, la liturgia nos ha mostrado la imagen cargada de ternura de
Jesús que va al encuentro de la multitud y de sus necesidades. En el pasaje evangélico
de hoy (cf. Jn 6, 24-35) la perspectiva cambia: es la multitud, hambrienta de Jesús,
quien se pone nuevamente a buscarle, va al encuentro de Jesús. Pero a Jesús no le
basta que la gente lo busque, quiere que la gente lo conozca; quiere que la búsqueda de
Él y el encuentro con Él vayan más allá de la satisfacción inmediata de las necesidades
materiales.
Jesús ha venido a traernos algo más, a abrir nuestra existencia a un horizonte más
amplio respecto a las preocupaciones cotidianas del nutrirse, del vestirse, de la carrera,
etc. Por eso, dirigido a la multitud, exclama: «Vosotros me buscáis, no porque habéis
visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6, 26).
Así estimula a la gente a dar un paso adelante, a preguntarse sobre el significado del
milagro, y no solo a aprovecharse. De hecho, ¡la multiplicación de los panes y de los
peces es un signo del gran don que el Padre ha hecho a la humanidad y que es Jesús
mismo!
Él, verdadero «pan de la vida» (Jn 6, 35), quiere saciar no solamente los cuerpos sino
también las almas, dando el alimento espiritual que puede satisfacer el hambre
profunda. Por esto invita a la multitud a procurarse no la comida que no dura, sino esa
que permanece para la vida eterna (cf. Jn 6, 27). Se trata de un alimento que Jesús nos
dona cada día: su Palabra, su Cuerpo, su Sangre.
La multitud escucha la invitación del Señor, pero no comprende el sentido –como nos
sucede muchas veces también a nosotros– y le preguntan: « ¿qué hemos de hacer para
llevar a cabo las obras de Dios?» (Jn 6, 28).
Los que escuchan a Jesús piensan que Él les pide cumplir los preceptos para obtener
otros milagros como ese de la multiplicación de los panes. Es una tentación común, esta,
de reducir la religión solo a la práctica de las leyes, proyectando sobre nuestra relación
con Dios la imagen de la relación entre los siervos y su amo: los siervos deben cumplir
las tareas que el amo les ha asignado, para tener su benevolencia. Esto lo sabemos
todos.
Por eso la multitud quiere saber de Jesús qué acciones debe hacer para contentar a
Dios. Pero Jesús da una respuesta inesperada: «La obra de Dios es que creáis en quien
él ha enviado» (Jn 6, 29). Estas palabras están dirigidas, hoy, también a nosotros: la
obra de Dios no consisten tanto en el «hacer» cosas, sino en el «creer» en Aquel que Él
ha mandado. Esto significa que la fe en Jesús nos permite cumplir las obras de Dios. Si
nos dejamos implicar en esta relación de amor y de confianza con Jesús, seremos
capaces de realizar buenas obras que perfumen a Evangelio, por el bien y las
necesidades de los hermanos.
El Señor nos invita a no olvidar que, si es necesario preocuparse por el pan, todavía más
importante es cultivar la relación con Él, reforzar nuestra fe en Él que es el «pan de la
vida», venido para saciar nuestra hambre de verdad, nuestra hambre de justicia,
nuestra hambre de amor.
Que la Virgen María, en el día en el que recordamos la dedicación de la Basílica de Santa
María Mayor en Roma, la Salus populi romani, nos sostenga en nuestro camino de fe y
nos ayude a abandonarnos con alegría al diseño de Dios sobre nuestra vida.
Del Papa Francisco
ÁNGELUS, Domingo 2 de agosto de 2015.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo continúa la lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan.
Después de la multiplicación de los panes, la gente se había puesto a buscar a Jesús y
finalmente lo encuentra en Cafarnaún. Él comprende bien el motivo de tanto entusiasmo
por seguirlo y lo revela con claridad: «Me buscáis no porque habéis visto signos, sino
porque comisteis pan hasta saciaros» (Jn 6, 26). En realidad, esas personas lo siguen
por el pan material que el día anterior había saciado su hambre, cuando Jesús había
realizado la multiplicación de los panes; no habían comprendido que ese pan, partido
para tantos, para muchos, era la expresión del amor de Jesús mismo. Han dado más
valor a ese pan que a su donador. Ante esta ceguera espiritual, Jesús evidencia la
necesidad de ir más allá del don y descubrir, conocer, al donador. Dios mismo es el don
y también el donador. Y, así, de ese pan, de ese gesto, la gente puede encontrar a Aquel
que lo da, que es Dios. Invita a abrirse a una perspectiva que no es solamente la de las
preocupaciones cotidianas del comer, del vestir, del éxito, de la carrera. Jesús habla de
otro alimento, habla de un alimento que no se corrompe y que es necesario buscar y
acoger. Él exhorta: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que
perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre» (Jn 6, 27). Es decir,
buscad la salvación, el encuentro con Dios.
Con estas palabras nos quiere hacer entender que más allá del hambre físico el hombre
lleva consigo otra hambre –todos tenemos esta hambre– un hambre más importante
que no puede ser saciada con un alimento ordinario. Se trata de hambre de vida,
hambre de eternidad que solamente Él puede saciar porque es «el pan de vida» (Jn 6,
35). Jesús no elimina la preocupación y la búsqueda del alimento cotidiano, no, no
elimina la preocupación por lo que te puede mejorar la vida. Pero Jesús nos recuerda
que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final, en la eternidad,
está en el encuentro con Él, que es don y donador, y nos recuerda también que la
historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías tiene que ser vista en un horizonte
de eternidad, es decir, en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él. Y este
encuentro ilumina todos los días de nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, en
este gran don, los pequeños dones de la vida, también los sufrimientos, las
preocupaciones serán iluminadas por la esperanza de este encuentro. «Yo soy el pan de
vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn
6, 35). Esta es la referencia a la Eucaristía, el don más grande que sacia el alma y el
cuerpo. Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, «pan de vida», da significado y
esperanza al camino a menudo tortuoso de la vida. Pero este «pan de vida» nos ha sido
dado con un cometido, esto es, para que podamos a su vez saciar el hambre espiritual y
material de nuestros hermanos, anunciando el Evangelio por todas partes. Con el
testimonio de nuestra actitud fraterna y solidaria hacia el prójimo, hagamos presente a
Cristo y su amor en medio de los hombres.
Que la Virgen santa nos sostenga en la búsqueda y en el seguimiento de su Hijo Jesús,
el pan verdadero, el pan vivo que no se corrompe y dura para la vida eterna.
DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ciclo B. Decimoctavo domingo del Tiempo Ordinario.
Los signos eucarísticos del pan y del vino
1333 En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que,
por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el
Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en
memoria de él, hasta su retorno glorioso, lo que él hizo la víspera de su pasión: "Tomó
pan… ", "tomó el cáliz lleno de vino… ". Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de
la creación. Así, en el ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino (cf Sal
104, 13-15), fruto "del trabajo del hombre", pero antes, "fruto de la tierra" y "de la vid",
dones del Creador. La Iglesia ve en en el gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que
"ofreció pan y vino" (Gn 14, 18) una prefiguración de su propia ofrenda (cf MR, Canon
Romano 95).
1334 En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las
primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador. Pero reciben también una
nueva significación en el contexto del Exodo: los panes ácimos que Israel come cada año
en la Pascua conmemoran la salida apresurada y liberadora de Egipto. El recuerdo del
maná del desierto sugerirá siempre a Israel que vive del pan de la Palabra de Dios (Dt 8,
3). Finalmente, el pan de cada día es el fruto de la Tierra prometida, prenda de la
fidelidad de Dios a sus promesas. El "cáliz de bendición" (1Co 10, 16), al final del
banquete pascual de los judíos, añade a la alegría festiva del vino una dimensión
escatológica, la de la espera mesiánica del restablecimiento de Jerusalén. Jesús instituyó
su Eucaristía dando un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del cáliz.
1335 Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición,
partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud,
prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía (cf. Mt 14, 13-21; Mt
15, 32-29). El signo del agua convertida en vino en Caná (cf Jn 2, 11) anuncia ya la
Hora de la glorificación de Jesús. Manifiesta el cumplimiento del banquete de las bodas
en el Reino del Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo (cf Mc 14, 25) convertido
en Sangre de Cristo.
1336 El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la
pasión los escandalizó: "Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?" (Jn 6, 60). La
Eucaristía y la cruz son piedras de tropiezo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser
ocasión de división. "¿También vosotros queréis marcharos?" (Jn 6, 67): esta pregunta
del Señor, resuena a través de las edades, invitación de su amor a descubrir que sólo él
tiene "palabras de vida eterna" (Jn 6, 68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía
es acogerlo a él mismo.
La vida en Cristo
1691 "Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza
divina, no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza
perteneces y de qué Cuerpo eres miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del
poder de las tinieblas para ser trasladado a la luz del Reino de Dios" (S. León Magno,
serm. 21, 2-3).
1692 El Símbolo de la fe profesa la grandeza de los dones de Dios al hombre por la obra
de su creación, y más aún, por la redención y la santificación. Lo que confiesa la fe, los
sacramentos lo comunican: por "los sacramentos que les han hecho renacer", los
cristianos han llegado a ser "hijos de Dios" (Jn 1, 12; 1Jn 3, 1), "partícipes de la
naturaleza divina" (2P 1, 4). Reconociendo en la fe su nueva dignidad, los cristianos son
llamados a llevar en adelante una "vida digna del Evangelio de Cristo" (Flp 1, 27). Por
los sacramentos y la oración reciben la gracia de Cristo y los dones de su Espíritu que
les capacitan para ello.
1693 Cristo Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre (cf Jn 8, 29). Vivió siempre en
perfecta comunión con él. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir bajo la
mirada del Padre "que ve en lo secreto" (cf Mt 6, 6) para ser "perfectos como el Padre
celestial es perfecto" (Mt 5, 48).
1694 Incorporados a Cristo por el bautismo (cf Rm 6, 5), los cristianos están "muertos al
pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús" (Rm 6, 11), participando así en la vida del
Resucitado (cf Col 2, 12). Siguiendo a Cristo y en unión con él (cf Jn 15, 5), los
cristianos pueden ser "imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor" (Ef 5,
1), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con "los sentimientos
que tuvo Cristo" (Flp 2, 5) y siguiendo sus ejemplos (cf Jn 13, 12-16).
1695 "Justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios"
(1Co 6, 11), "santificados y llamados a ser santos" (1Co 1, 2), los cristianos se
convierten en "el templo del Espíritu Santo" (cf 1Co 6, 19). Este "Espíritu del Hijo" les
enseña a orar al Padre (cf Ga 4, 6) y, haciéndose vida en ellos, les hace obrar (cf Ga 5,
25) para dar "los frutos del Espíritu" (Ga 5, 22) por la caridad operante. Curando las
heridas del pecado, el Espíritu Santo nos renueva interiormente por una transformación
espiritual (cf Ef 4, 23), nos ilumina y nos fortalece para vivir como "hijos de la luz" (Ef 5,
8), "por la bondad, la justicia y la verdad" en todo (Ef 5, 9).
1696 El camino de Cristo "lleva a la vida", un camino contrario "lleva a la perdición" (Mt
7, 13; cf Dt 30, 15-20). La parábola evangélica de los dos caminos está siempre
presente en la catequesis de la Iglesia. Significa la importancia de las decisiones morales
para nuestra salvación. "Hay dos caminos, el uno de la vida, el otro de la muerte; pero
entre los dos, una gran diferencia" (Didajé, 1, 1).