107 18DTO JN 6, 24-35 Danos de Ese Pan Yo Soy El Pan de Vida Ex 16,2-4.12-15 Ef 4,17.20-24

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18vo Domingo T. O. -Ciclo B Impar (Ex 16, 2-4.12-15; Ef 4, 17.

20-24; Jn 6, 24-35)

INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO

✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a Nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.

✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: HAZME IR A TÍ, PAN DE VIDA ETERNA”
 «Cafarnaún. La gente encuentra a Jesús: ¿cuándo has llegado aquí?».

 «Jesús: Os aseguro que no me buscáis por los signos vistos, sino


porque comisteis pan hasta saciaros. Esforzaos no por conseguir el
alimento transitorio, sino el permanente, el que da la vida eterna».
 «Ellos le preguntaron: ¿Qué debemos hacer para actuar como Dios
quiere? Jesús respondió: -Lo que Dios espera de vosotros es que creáis
en aquel que Él ha enviado».
 «El pan de Dios viene del cielo y da la vida al mundo. Y le dijeron:
Señor, danos siempre de ese pan. Jesús: Yo soy el pan de vida. El que
viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá
sed».

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Sal 69, 2. 6

Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme. Que tú eres mi auxilio y
mi liberación. Señor, no tardes.
Monición de entrada
Es el mismo Señor el que nos convoca cada domingo para celebrar la Eucaristía, el
banquete pascual de su amor. Él mismo se nos da como alimento de vida eterna, como
el verdadero Pan que sacia todas nuestras necesidades más profundas. Celebremos con
alegría esta Eucaristía, con agradecimiento de corazón a Dios, por todos los bienes que
nos otorga.

Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado

Misa del Domingo: XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B. 01 de Agosto 2021
En el desierto Dios alimentó a su pueblo con el maná, el pan bajado del cielo (1 lect. y
sal. resp.). Y en el Ev. Jesús nos dice que trabajemos por el alimento que perdura para
la vida eterna. Ese alimento es él mismo: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no
pasará hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás». Y ese trabajo es ir
acercándonos cada vez más a Cristo por medio de la fe. Ello supone aceptar sus
enseñanzas: despojarnos del hombre viejo, corrompido por sus apetencias seductoras;
renovarnos en la mente y en el espíritu, vistiéndonos de la nueva condición humana
creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas (2 lect.).
• Hermanos: Hemos estado buscando alimento perdurable, el verdadero Pan del cielo,
Jesús mismo. Los que creen en Él jamás tendrán sed. Que Jesús nuestro Señor sea
siempre nuestro alimento y nuestra bebida de vida, y que Él esté siempre con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.

✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

• Señor, ven a ser el alimento de mi alma porque sólo Tú eres mi fortaleza.

✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.

Nuestra hambre de Jesús


Jesús nos confronta hoy con esta pregunta: “Por qué me estáis buscando?” ¿Por qué
buscamos nosotros a Dios, a Jesús? ¿Es únicamente por las cosas que él nos da? --
Recibimos mucho de Dios, es cierto, pero ¿buscamos a Jesús por él mismo, por lo que
significa para nuestras vidas? Él es quien da sentido a nuestra vida y quien nos dice
cómo podemos seguir creciendo como hermanos y hermanas suyos. Y él nos pide
también que aprendamos de él a darnos a los demás, para llegar a ser, por nuestra
entrega, como comida y bebida los unos para los otros. Pidámosle que nos enseñe
cómo.
Pan partido para un mundo Nuevo
Hoy en día hay muchos millones y millones que padecen de hambre. Pero ¿es solo de
pan, o de arroz o de su alimento básico? Como cristianos tenemos que preocuparnos por
el problema del hambre en el mundo, pero no deberíamos olvidar la tremenda hambre
espiritual, que anhela respeto de la dignidad personal y de los valores humanos, de
justicia y de paz. Hay Alguien que vino a vivir entre la gente para satisfacer las más
profundas hambres del hombre y se hizo a sí mismo pan para la vida del mundo. Es
Jesús, el Señor, que está aquí en medio de nosotros. Si creemos en él y le seguimos en
su camino de entrega de sí mismo, podemos trabajar por medio de él y con él para
llevarle, a un mundo hambriento, el alimento eficaz que sacie toda clase de hambre.
✞ ✞ ✞ Acto penitencial

Pidamos ahora al Señor que perdone nuestros pecados; que esta eucaristía nos acerque
más a él y suscite en nosotros sus mismos sentimientos y su mentalidad. (Pausa)
Señor Jesús, pan de vida, tú nos alimentas con tus palabras de vida. Señor, ten piedad
de nosotros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, pan de vida, tú te das a ti mismo en la eucaristía como comida y bebida.
Cristo, ten piedad de nosotros.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, pan de vida, tú nos pides que por nuestra entrega nos convirtamos, los
unos para los otros, en alimento y comida, Señor, ten piedad de nosotros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovación perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de
las misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a
nuestros hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una
verdadera contrición en nuestro propio corazón, una confesión sincera. ! Dios Padre! en
el Nombre de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a
Cristo como nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él,
caminar por Él y gozar en Él. Amén.
Señor, en tu bondad perdona nuestros pecados y susténtanos con tu cuerpo y con tu
sangre en nuestro caminar hacia la vida eterna.
R/ Amén.

✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.

✞ ✞ ✞ Oración Colecta:

Tiende, Señor, a tus siervos y derrama tu bondad imperecedera sobre los que te
suplican, para que renueves lo que creaste y conserves lo renovado en estos que te
alaban como autor y como guía. Por nuestro Señor Jesucristo.
Pidamos a Dios nuestro Padre que Jesús sea para nosotros pan de vida. (Pausa)
Señor, Dios de vida: Tenemos hambre de felicidad y de vida eternas y de ver cumplidas
todas nuestras esperanzas. Sacia todas nuestras hambres por medio de tu Hijo
Jesucristo, nuestro Pan de vida. Y, cuando Él nos haya colmado de sí mismo, que nos
guíe y fortalezca para que sepamos proporcionar a un mundo que espera el alimento de
reconciliación y alegría que solo tú puedes dar cabalmente. Te lo pedimos por el mismo
Cristo nuestro Señor.
R/ Amén.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Éxodo 16, 2-4.12-15

En su marcha hacia la Tierra Prometida, el Pueblo de Dios de Israel tiene que


aprender a confiar en Dios. Él se cuida de ellos y les da el maná como señal de
su cuidado, cada día.
2 la comunidad de los israelitas comenzó a murmurar contra Moisés y Aarón en el
desierto, diciendo:
3 -¡Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, cuando nos sentábamos junto a
las ollas de carne y nos hartábamos de pan! Pero vosotros nos habéis traído a este
desierto para hacer morir de hambre a toda esta muchedumbre.
4 El Señor dijo a Moisés: -Mira, voy a hacer llover del cielo pan para vosotros. El pueblo
saldrá todos los días a recoger la ración diaria; así los pondré a prueba, a ver si actúan o
no según mi ley.
12 -He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: Por la tarde comeréis carne y,
por la mañana, os hartaréis de pan, y así sabréis que yo soy el Señor, vuestro Dios.
13 Por la tarde, en efecto, cayeron tantas codornices que cubrieron el campamento, y
por la mañana había en torno a él una capa de rocío.
14 Cuando se evaporó el rocío, observaron sobre la superficie del desierto una cosa
menuda, granulada y fina, parecida a la escarcha.
15 Al verlo, se dijeron unos a otros: -¿Manhu? (es decir, ¿qué es esto?). Pues no sabían
lo que era. Moisés les dijo: -Éste es el pan que os da el Señor como alimento.
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• El pueblo judío fue liberado de la esclavitud egipcia gracias a la intervención de Dios


por medio de Moisés (Ex 13,17-15,21). Tras el paso del mar Rojo, empieza el camino
por el desierto, que al principio se hizo difícil a causa de tres problemas: la falta de agua
potable, la falta de alimento y la presencia de pueblos adversarios que salían a combatir
contra Israel. Cuando llega la dificultad, el pueblo parece echar la culpa a Moisés y a
Aarón: sólo a causa de los frágiles sueños de libertad de estas dos personas habían
abandonado la seguridad de la esclavitud egipcia y habían emprendido el peligroso
camino de la liberación: « ¡Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, cuando
nos sentábamos junto a las ollas de carne y nos hartábamos de pan!» (v. 3).
Parece una rebelión contra los jefes. Moisés comprende que, en realidad, «no van contra
nosotros vuestras murmuraciones, sino contra el Señor» (v. 8). En el fondo, el
verdadero problema no es la falta de alimento o de agua, sino la duda: « ¿Está el Señor
en medio de nosotros o no?» (Ex 17,7). A pesar de todo, Dios provee: con las fuentes
de Elín (Ex 15,22-27) y con el agua que mana de la roca (Ex 17); llegan del cielo el
maná y las codornices (Ex 16); los amalecitas son derrotados (Ex 17,8-16). En la
relectura practicada por el salmista, el maná es un don del Dios fiel a «una generación
rebelde y obstinada, una generación de corazón inconstante y espíritu infiel» (Sal 78,8).
El maná es una sustancia natural que tiene el aspecto de granos blancos dulces: se trata
de la linfa que cae de la corteza de las ramas de una especie de tamarisco picadas por
ciertos insectos que se alimentan de ella. El alimento del desierto «sabía cómo a torta de
miel» (Ex 16,31). La dulzura de la que se habla aquí no es «culinaria», sino teológica,
según el libro de la Sabiduría: «Aquel sustento manifestaba a tus hijos tu dulzura, ya
que se acomodaba al gusto de quienes lo tomaban y se transformaba según los deseos
de cada uno» (Sab 16,21).
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Ver Homilia.
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Yo haré llover pan del cielo. Peregrinos los israelitas por el desierto hacia la tierra de
promisión, el alimento providencial del maná fue signo permanente del amor divino
sosteniendo su indigencia de emigrantes. San Gregorio Magno dice: -Truena Dios
maravillosamente con su voz, porque con fuerza oculta penetra incomparablemente
nuestros corazones y, cuando con secretos impulsos los oprime en el terror y los
reforma en el amor, publica de alguna manera calladamente con cuánto ardor debe ser
seguido; y hácese en el alma una grandeza de ímpetu, aunque no suena nada en la voz.
La cual tanto más fuertemente resuena en nosotros cuanto hace ensombrecer el oído de
nuestro corazón de todo sonido exterior.-
-Por lo cual el alma, recogida luego en sí misma por esta voz interior, se maravilla de lo
que oye, porque recibe la fuerza de la compunción no conocida. La admiración de la cual
fue bien figurada en Moisés cuando el maná vino de arriba (Ex 16,15). Porque aquel
dulce manjar es llamado maná que quiere decir: “¿Qué es esto?” Y entonces decimos:
¿qué es esto, cuando, no sabiendo lo que vemos nos maravillamos- (Tratados morales
sobre el libro de Job 27,42

✞ ✞ ✞ Salmo

Sal 77
R/. El Señor les dio un trigo celeste.
Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, lo contaremos a la
futura generación: las alabanzas del Señor, su poder.
R/. El Señor les dio un trigo celeste.
Dio orden a las altas nubes, abrió las compuertas del cielo: hizo llover sobre ellos maná,
les dio un trigo celeste.
R/. El Señor les dio un trigo celeste.
Y el hombre comió pan de ángeles, les mandó provisiones hasta la hartura. Los hizo
entrar por las santas fronteras, hasta el monte que su diestra había adquirido.
R/. El Señor les dio un trigo celeste.

✞ ✞ ✞ Segunda lectura: Efesios 4, 17.20-24

Los cristianos no deberían dejarse llevar ya más ni por sus caprichos ni por
deseos de inmediata gratificación personal, porque han llegado a ser nuevos en
Cristo.
Hermanos:
17 Os digo, pues, y os recomiendo encarecidamente en el nombre del Señor, que no
viváis como viven los no creyentes: vacíos de pensamiento.
20 ¡No es eso lo que vosotros habéis aprendido sobre Cristo!
21 Porque supongo que habéis oído hablar de él y que, en conformidad con la auténtica
doctrina de Jesús, se os enseñó como cristianos
22 a renunciar a vuestra conducta anterior y al hombre viejo, corrompido por apetencias
engañosas.
23 De este modo os renováis espiritualmente
24 y os revestís del hombre nuevo creado a imagen de Dios, para llevar una vida
verdaderamente recta y santa.
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• El apóstol prosigue su exhortación a vivir en la verdad, conservando la unidad del


espíritu en el cuerpo de Cristo (Ef 4,1-6, cf. 17° domingo, ciclo B) y acogiendo la acción
de la cabeza, que edifica su cuerpo, la Iglesia (Ef 4,7-16). El texto analiza la tarea del
cristiano, contraponiendo la situación pagana con la cristiana (vv. 17-24): «Si un tiempo
estabais muertos por vuestras culpas, sin esperanza, alejados, extranjeros, huéspedes,
tiniebla [...], ahora sois luz en el Señor, cercanos, conciudadanos de los santos y familia
de Dios (cf. Ef 2,1.12-13.19-22; 5,8).
Abandonar la vida pagana significa rechazar la propia autosuficiencia, la mala voluntad
que mantiene prisionera la verdad, o sea, la vaciedad de pensamiento (cf. v. 17).
Significa liberarse de todo lo que aleja la vida de la realidad humana, pensada y querida
por el Creador; volver a encontrar como don un corazón sensible a todas las llamadas
del bien, de la verdad, de la belleza (v. 18). De otro modo, el hombre queda consumido
por una «avidez, insaciable» (v. 19), por la codicia de la posesión, con la que el hombre
espera colmar su vacío. La vida cristiana, en cambio, consiste en «aprender sobre
Cristo» (v. 20), poniendo su persona en el centro de la vida. Se trata de «aprender» y
de ponerse en camino. No se trata de limitarse a los gestos materiales, sino de adoptar
una conducta de vida conforme con el proyecto de Dios y con su voluntad (cf. Ef 1,10).
Los cristianos ya han sido revestidos en el bautismo del «hombre nuevo» (v. 24). Ahora
se trata de hacer aparecer, de una manera personal y concreta, este ser y esta vida, de
un modo que corresponda a la realidad divina que han recibido: «Y eso no procede de
vosotros, sino que es don de Dios» (Ef 2,8).
«Cristo, que es nuestro cordero pascual, ha sido ya inmolado. Así que celebremos fiesta,
pero no con levadura vieja, que es la de la maldad y la perversidad, sino con los panes
pascuales de la sinceridad y la verdad» (1 Cor 5,7-8).
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Vestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios. En la Nueva Alianza


Cristo mismo es el misterio de la vida divina que nos vivifica y nos transforma en hijos
suyos. El paso de una situación a otra se denomina «nueva creación» No se trata de un
cambio exterior, como el que tendría lugar en quien cambia de vestido, sino de una
renovación interior, por la que el cristiano, al ser hecho nueva criatura en Jesucristo,
puede vivir la justicia y la santidad con una profundidad y verdad que superan las
fuerzas de la propia naturaleza humana.

✞ ✞ ✞ Aleluya:

Aleluya Mt 4, 4b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Juan 6, 24-35

Los judíos tienen hambre y ansían el pan. Jesús les dice que le busquen a Él,
Jesús mismo, que es el verdadero Pan bajado del cielo. Él se les va a dar a sí
mismo.
En aquel tiempo,
24 cuando se dieron cuenta de que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subieron a las
barcas y se dirigieron a Cafarnaún en busca de Jesús.
25 Lo encontraron al otro lado y le dijeron: -Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?
26 Jesús les contestó: -Os aseguro que no me buscáis por los signos que habéis visto,
sino porque comisteis pan hasta saciaros.
27 Esforzaos no por conseguir el alimento transitorio, sino el permanente, el que da la
vida eterna. Este alimento os lo dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, le ha
acreditado con su sello.
28 Entonces ellos le preguntaron: -¿Qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?
29 Jesús respondió: -Lo que Dios espera de vosotros es que creáis en aquel que él ha
enviado.
30 Ellos replicaron: -¿Qué señal puedes ofrecernos para que, al verla, te creamos? ¿Cuál
es tu obra?
31 Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les
dio a comer pan del cielo.
32 Jesús les respondió: -Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. Es
mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo.
33 El pan de Dios viene del cielo y da la vida al mundo.
34 Entonces le dijeron: -Señor, danos siempre de ese pan.
35 Jesús les contestó: -Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener
hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

Evangelio del Domingo: “Yo soy el pan de vida”


Las palabras de Jesús en el Evangelio que conocemos como el Discurso del Pan de vida,
nos deben llenar el corazón de alegría y de una profunda esperanza. ¿Por qué?
Cuando Jesús dice: «Yo soy el pan de vida. El que viene a Mí no pasará hambre, y el que
cree en Mí nunca pasará sed» (Jn 6,35), nos está manifestando con toda claridad por lo
menos dos cosas: primero, que Él sabe que tenemos hambre y sed; segundo, que Él es
la respuesta definitiva a esas necesidades fundamentales.
Si leemos con atención este pasaje del Evangelio veremos cómo Cristo Maestro va
conduciendo a sus discípulos de una realidad histórica —el maná con el que Dios había
alimentado a los israelitas en el desierto a pesar de sus quejas y rebeldía— a una
realidad mucho más profunda y definitiva: que Él es el verdadero Pan del Cielo que el
Padre ha enviado para dar la vida al mundo. San Ambrosio escribe al respecto unas
lindas palabras que vale la pena recordar: «Aquel maná era del cielo, este de más arriba
de los cielos; aquel era un don del cielo, este es del Señor de los cielos; aquel estaba
sujeto a la corrupción si se guardaba hasta el día siguiente, este no conoce la
corrupción. Para los hebreos el agua ha brotado de la roca, para ti la sangre brota de
Cristo. El agua les ha calmado la sed por un momento, a ti la sangre te lava para
siempre. Los hebreos bebieron y siguieron teniendo sed. Tú, una vez que hayas bebido,
ya nunca más tendrás sed (Jn 4, 14). Aquello era la prefiguración, esta es la verdad
plena».
Esa realidad tan humana, que todos sentimos cotidianamente (el hambre y la sed) en
realidad nos remite al hambre y la sed espiritual que, de diversas maneras, también
todos experimentamos. Jesús conoce que tenemos hambre y sed, sabe que tenemos un
corazón colmado de anhelos profundos, que tenemos sueños y esperanzas; conoce
también nuestros miedos y temores, desde los más tontos hasta los más arraigados,
esos que calan hondo en nuestra intimidad, a veces nos paralizan o nos producen
profundas desconfianzas, quizá nos hacen sentir incomprendidos o incomprensibles
incluso para nosotros mismos. El Señor Jesús lo sabe todo, lo comprende todo… nos
conoce hasta la médula y por sobre todo nos ama así como somos. ¿Cómo no dar lugar
a la alegría y a la esperanza al sabernos así entendidos y amados?
El Señor no pudo haber escogido mejor analogía para hacernos comprender lo que está
en juego. Cuando se tiene hambre o sed, nos embarga una cierta inquietud,
inconformidad, hasta que calmemos esas necesidades vitales. Tener hambre o sed
incluso incide decididamente en nuestro estado de ánimo. No es difícil imaginarlo. A
mayor fuerza de estas necesidades, mayor urgencia por buscar alimento o bebida que
de verdad nos satisfaga. ¿Sucede igual con el hambre y la sed espiritual?
Ciertamente sí, hasta donde la analogía lo permite. Nuestro interior “nos hace saber”
que necesita alimentarse para vivir. A veces nos damos cuenta y a veces no. Y muchas
veces entendemos mal el “mensaje”, o buscamos satisfacer esa hambre y sed con
naderías. Como si una lechuga —por más rica que sea— pudiera satisfacer el hambre de
un adulto desfalleciente luego de un día sin comer y varias horas de trabajo. O lo que es
peor, como si ingerir alimentos podridos o dañinos, aunque momentáneamente nos
calmen, a la larga no nos hicieran daño, y a veces muy grave.
¿Qué hacer? ¿Dónde encontrar un alimento verdadero? Antes que salir nosotros a
buscarlo, abramos los ojos y veamos que Él ya vino a nuestro encuentro. Y por eso
decíamos que escuchar a Jesús decir con total seguridad y autoridad: «Yo soy el Pan de
vida», nos debe dar gran alegría y esperanza. ¡Nuestra búsqueda, nuestras preguntas
tienen respuesta! ¡Existe un alimento capaz de saciar nuestra hambre interior! ¡Podemos
alimentarnos con seguridad y confianza! Cristo Jesús es el alimento definitivo, y no hay
que seguir “experimentando”.
Sabiendo que Jesús es el Pan verdadero, que da la vida verdadera, ¿me alimento de Él?
¿O a pesar de saberlo, sigo —a veces, o muchas veces— intoxicándome con
sucedáneos?
¿Qué hacer, pues? Los apóstoles en una ocasión le preguntan a Jesús algo semejante:
¿Qué hacemos para obrar las obras de Dios? Y Jesús responde: «La obra de Dios es
ésta: que crean en quien Él ha enviado» (Jn 6,29). Creámosle a Jesús cuando nos dice
que es el alimento verdadero (el único) que nuestro interior reclama. Confiemos en que
nos conoce, en que nos ama tanto que está presente en cada Eucaristía dando vida al
mundo, dando la vida por cada persona y a cada persona. Vayamos a su encuentro y
abrámosle la puerta del corazón pues Él está esperando: «Mira que estoy a la puerta y
llamo; si alguno oye mi voz entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20).
Obrad por el alimento
Jesús quiere que vivas, que quieras vivir para esperar el momento diario o semanal de
hallarte con Él, en el Pan de la Eucaristía. Que vuestro deseo de vivir sea por la fe, no
por el bienestar, y estarás bien si vives por el pan de la Palabra que te alimente cada
día, leyendo y meditando el Evangelio de la fe, esta fe que debes sentir viva dentro de
ti, que te hará feliz y harás feliz a todos los que te vean y sepan de ti, porque ya no van
a ser nunca más líderes los capitalistas, fracasaron, ahora han empezado los tiempos
espirituales, porque se ha comprobado que el dinero no lo es todo, es más, ¡ya no hay
dinero!, ¡se acabó!, pero la fe del que se alimentó del Pan Eucarístico, esa fe hará
cambiar a los tristes y deprimidos, que lo han perdido todo, todo en lo que habían
puesto sus esperanzas en esas especulaciones económicas.
La fe, y sólo la fe en Aquel que nos ama; puede salvaros el alma, el corazón y los
sentidos.
Jamás compró el dinero el Cielo.
Apuesta tu vida no por dinero, sino por el éxito del reconocimiento de ser persona
espiritual en un cuerpo carnal que también forma tu ser, pero no tiene por qué tener el
protagonismo, sino que las obras que perduran son las que no se pueden pagar. Y te
pregunto a ti, ¿qué tal estás de estas obras de piedad?…
P. Jesús

1 Contexto. La palabra se ilumina.


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El discurso eucarístico (6,22-71). El siguiente discurso revela plenamente el


verdadero significado de los dos «signos» anteriores. Se atiene al esquema habitual de
los diálogos joánicos (—> 30, supra), que presentan cierto aire artificioso o de
elaboración. Sin embargo, la situación en sí enlaza con los acontecimientos anteriores
con absoluta naturalidad, como parte del testimonio joánico.
Diálogo: Jesús es el Pan bajado del cielo (6,22-40). La cita bíblica del v. 31
constituye la espina dorsal del discurso y de su prolongación hasta el v. 59.
22-24. Después del fallido intento de proclamar a Jesús como Mesías judío (v. 15),
hemos de suponer que los más obstinados de la multitud se empeñarían en seguir
buscando su paradero. Sabían que no había partido en compañía de los discípulos, pero
no lograban dar con Él en aquella orilla del lago; en consecuencia, marcharon a
Cafarnaúm, donde era sabido que solía recogerse con sus discípulos. Se sospecha que
todo el v. 23 no es joánico por diversas razones: por ejemplo, las palabras «después de
que el Señor hubo dado gracias» (eucharistésantos tou kyriou), ausentes en varios
manuscritos que habitualmente amplifican el texto, son probablemente una adición
tardía.
22-25. al día siguiente: Una transición característica de Juan (p.ej., 1,29.35.43).
Estos versos resultan extraños como enlace entre la multiplicación de los panes y el
discurso. El gran número de variantes textuales de esta sección atestigua que fue
también problemática en la antigüedad. La conexión entre Tiberíades y la multiplicación
de los panes (v. 23) quizás fuera añadida por editores posteriores. La multitud deduce
que Jesús ha cruzado el lago de forma misteriosa porque en la orilla había solamente un
bote, el que tomaron los discípulos, mientras que ellos debieron ir a buscar sus botes a
Tiberíades. La geografía se complica porque, presuntamente, el siguiente discurso tiene
lugar en Cafarnaún, que no se encuentra «en la otra orilla del lago» sino en la orilla
norte, un poco al oeste de Tiberíades. La confusión sugiere que el autor no estaba
familiarizado con la región.
25. La multitud se siente naturalmente curiosa por su llegada a este lugar, rabí: Los
discípulos (1,38) y Nicodemo (3,2) empezaron así sus primeras conversaciones con
Jesús, con resultados un tanto dispares; también en esta ocasión será diferente el
resultado.
26-29. La pregunta de la multitud sobre «cuándo» llegó Jesús (v. 25) queda sin
respuesta. El comentario de Jesús opone «ver el signo» a la preocupación por las
necesidades materiales. La primera reacción de la multitud, «proclamar rey a Jesús» (v.
14), fue rechazada por Jesús al retirarse.
26. Jesús no responde a su pregunta: darles a conocer un nuevo milagro tendría
justamente el efecto contrario al que se trata de conseguir. En vez de esto, les hablará
de sus proyectos, que son lo que realmente importa.
No porque habéis visto signos: Jesús quiere decir que no han comprendido el
verdadero significado de los signos. La gente sólo ha tenido en cuenta el aspecto
material del milagro y no ha llegado a reflexionar sobre su significado (cf. la actitud de
la mujer en 4,15).
27. El discurso se inicia con el enunciado del tema. Sirviéndose de una metáfora, pan =
doctrina, cuyo significado era posible comprender (cf. Str-B 2, 482ss, pan = Torah),
Jesús trata de elevar sus pensamientos de las preocupaciones puramente terrenas a las
que conducen a la vida eterna (cf. 4,13s; Is 55,2); para ello, afirma, tendrían que
esforzarse al menos tanto como para conseguir el pan terreno.
El Hijo de hombre: Cf. comentario a 1,51.
Dios Padre ha autorizado: Cf. 3,17s; 5,19. 28. La gente entiende únicamente que
habla de un alimento milagroso no perecedero. ¡Evidentemente una obra de Dios! El
mismo ha dicho que se trata de una obra. Pues bien, ¿qué han de hacer para realizar
una obra de Dios?
Dios, el Padre, lo ha acreditado con su sello: Remite a 3,33: el que acepta el
testimonio del enviado «de lo alto» acredita con su sello la veracidad de Dios. La frase
anticipa la polémica subsiguiente al enfatizar que es Dios quien da testimonio de la
misión de Jesús.
No os esforcéis por conseguir el alimento transitorio: Remite al discurso sobre
Jesús como agua viva (4,14; 6,35 combina ambas imágenes). En ambos casos, la clave
para recibir el don de Jesús es la fe en Jesús como enviado de Dios. Así, el «alimento»
no se refiere en primer lugar al «pan» eucarístico sino a la palabra-revelación de Jesús.
28-29. las obras de Dios: Puede referirse a lo que Dios hace y demanda (p.ej., CD
2,14-15). Jesús se refiere a sí mismo como el que lleva a cabo las «obras» de quien lo
ha enviado (9,4). Insiste en que solamente una «obra» es necesaria, la de creer en el
enviado de Dios.
29. tened fe en aquel al que Dios ha enviado: Ellos no pueden hacer realmente una
obra de Dios; lo que les corresponde es aceptar a Jesús en la fe (cf. 1QS 4,3s). Su obrar
se refiere únicamente a esta exigencia. La mayor parte de los manuscritos prefiere el
imperativo presente al aoristo.
30-31. un signo para que creamos: La tradicional demanda de una señal presupone
que la multitud ha entendido que Jesús afirma ser el enviado de Dios y remite al lector
al v. 26, donde Jesús concluye que la multitud «no ha visto el signo». Retan a Jesús
citando Ex 16,4-5. En la respuesta de Jesús, Juan asocia Ex con Sal 78,24. La creencia
que en el tiempo escatológico el pueblo recibirá de nuevo el «maná» está atestiguada
por escritos judíos posteriores. P.ej., ApBar (gr) 29,8: «el tesoro del maná les será de
nuevo enviado desde lo alto y lo comerán en aquellos días» (para otros ej. véase Midv.
Rabb. Eccl 1,9; Midv. Ta&uma [Beshallah 21,261).
30. Se sigue un nuevo malentendido. La gente entiende que se le pide «tener fe» en
Jesús simplemente para dar crédito a algo que éste se dispone a decir, ¿qué signo vas a
realizar para que nosotros lo veamos?: La exigencia planteada en Mc 8,11; Mt 16,1; Lc
11,16. Van a probar hasta qué punto sus pensamientos son materiales, como el mismo
Jesús había afirmado. Ya se ha desvanecido su entusiasmo por el milagro del día
anterior.
31. Después de todo, replican, Jesús sólo ha multiplicado un pan de la tierra. Pero en
tiempos de Moisés Dios dio a su pueblo «pan del cielo» (Neh 9,15). La creencia popular
esperaba que volvería a ocurrir el milagro del maná en la era mesiánica (2 Baruc 29,8).
32-33. La respuesta de Jesús corrige la cita de Ex al insistir: (1) no Moisés, sino mi
Padre; (2) no dio, sino «da»; (3) el verdadero (Akthinos) pan del cielo. A continuación,
define el «verdadero pan» no como comida sino como el «pan que proviene de Dios», el
que viene a dar vida al mundo (p.ej., 3,15-16; 5'24).
32. Jesús les instruye acerca de la verdadera naturaleza del pan del cielo (cf.
comentarios a 1,9; 1,14); el maná era pan del cielo sólo en cierto sentido (cf. también
1,17).
33. El verdadero pan de Dios que desciende del cielo es Cristo mismo (v. 35); es Él
quien da la vida verdadera (cf. 1,4), mientras que el maná sólo podía alimentar a
hombres mortales.
34-35. La demanda de la multitud es paralela a la de la mujer samaritana (4,15). La
respuesta de Jesús es decisiva: «Yo soy el pan de vida». La sed y el hambre quedarán
saciadas de acuerdo con la promesa que reciben los que creen en Jesús.
34. Sin salir de su interpretación errónea, el pueblo se hace eco de las palabras de la
samaritana en 4,15. Si bien han captado que Jesús habla de un pan no material y que Él
puede dar ese pan, no han caído en la cuenta de que ha identificado ese pan consigo
mismo, siempre: Piden que les abastezca continuamente de semejante pan; así
adquieren toda su importancia las siguientes palabras de Jesús.
35. Jesús se identifica explícitamente con el pan de que ha venido hablando. Él es el
«pan de vida», que, al igual que el «agua de vida» (4,10), satisface el hambre y la sed
para siempre (4,14).
Viene a mí: Significa lo mismo que «cree en mí» (cf. 5,40).
Yo soy el pan de vida: Esta es la primera vez que aparece la fórmula «yo soy» con un
predicado, un rasgo característico del lenguaje de Cristo en Jn (cf. vv. 48.51; 8,12,
etc.). La fórmula «yo soy» sin predicado apareció ya en 4,26; 6,20. Esta última, que no
es exclusiva de Jn (cf. Mt 14,27 par.; Me 13,6 par.; 14,62), es la fórmula revelatoria del
AT (Ex 3,6.14; 20,2; Dt 32,39; Is 43,10; 46,4; 51,12, etc.) e indudablemente encaja en
la pretensión consciente que Jesús tiene de ejercer poderes revelatorios en la nueva
alianza (cf. Mt 5,22.28.32.34.39.44), aunque históricamente en algunos casos él mismo
quisiera dar a entender algo de menor alcance. La fórmula con predicado se explica
mejor como una explanación joánica de la misma fórmula, ya que en la mayor parte de
los casos el tema corresponde a las «parábolas del reino» de los sinópticos. No es
preciso ver el origen de esta fórmula en Filón, en el mandeísmo o en cualquier otro lugar
al margen del AT griego (S. Schulz está de acuerdo en que los motivos empleados en la
fórmula son judíos, pero cree que la forma se deriva principalmente de fuentes
helenísticas; ve aquí la aparición de la cristología neotestamentaria como una teología
[Komposition und Herkunft, 130]); sin embargo, puede admitirse, como en el caso del
Logos (cf. 1,1), que Juan estaba al tanto del empleo de esta fórmula en las religiones
helenísticas.
Pan de vida: La expresión usada para el pan se ha alejado poco a poco de la expresión
del AT «pan del cielo«, primero para convertirse en «pan de Dios» y, finalmente -de
acuerdo con la afirmación de que el «pan de Dios» da vida al mundo (v. 33)-, en «pan
de vida». La expresión «pan de vida» no aparece en los textos judíos sobre el maná.
Encontramos, sin embargo, expresiones paralelas en José y Asenet. El judío que teme a
Dios come el pan de vida bendecido, bebe el vino de la inmortalidad bendecido y es
ungido con el aceite de la eterna perdurabilidad bendecido». El panal que recibe Asenet
recién convertida se describe como «blanco como la nieve, lleno de miel a rebosar como
rocío bajado del cielo» (JosAs 16,8-9), una descripción que demuestra que se lo
considera comparable al maná del desierto (p.ej., Éx 16,14.31; Sab 19-21; OrSib
3,746). Asenet, en respuesta a sus plegarias, ha recibido este alimento celestial de
manos de una figura angélica bajada del cielo (JosAs 14,7- 11). El ángel promete la
inmortalidad a todos los que coman del alimento celestial que él les ofrece, «Y todos los
ángeles de Dios comen de él, y todos los escogidos de Dios y todos los Hijos del
Altísimo, porque éste es el panal de vida, y quien coma de él no morirá sino que vivirá
eternamente» (JosAs 16,14). A diferencia de lo que ocurre en JosAs, la cristología de
Juan le permite identificar al mismo Jesús con «el pan», no simplemente como un ser
angélico que ofrece una sustancia celestial a sus devotos de la tierra.
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• Tras la multiplicación de los panes, el evangelista Juan alude a la búsqueda de Jesús


por parte de la muchedumbre. Lo encuentran junto a Cafarnaún y le dirigen esta
pregunta: «Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?» (v. 25). Jesús no responde a lo que le
preguntan, pero revela las verdaderas intenciones que han impulsado a la gente a
buscarle, desenmascarando una mentalidad demasiado material (v. 26). Todos siguen a
Jesús por el pan material, sin comprender la señal hecha por el profeta.
Buscan más las ventajas materiales y pasajeras que las ocasiones de adhesión y de
amor. Ante esta ceguera espiritual, Jesús proclama la diversidad que existe entre el pan
material y corruptible y ese otro «que da la vida eterna» (v. 27). Invita a la gente a
superar el estrecho horizonte en el que vive, para pasar a la fe. Los interlocutores de
Jesús le preguntan entonces: « ¿Qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?» (v.
28). Jesús exige una sola cosa: la adhesión al plan de Dios, es decir, «lo que Dios espera
de vosotros es que creáis en aquel que él ha enviado» (v. 29).
La muchedumbre no está satisfecha (v. 30). El milagro de los panes no es suficiente;
quieren un signo particular y más estrepitoso, el nuevo milagro del maná (cf. Sal 78,24),
para reconocer al profeta de los tiempos mesiánicos.
Jesús, en realidad, da verdaderamente el nuevo maná, porque su alimento es muy
superior al que comieron los padres en el desierto: él da a todos la vida eterna. Pero
sólo el que tiene fe puede recibir ese don. El verdadero alimento no está en el don de
Moisés ni en la ley, sino en el don del Hijo, que el Padre ofrece a los hombres, porque él
es «el verdadero pan del cielo» (v. 33). La muchedumbre parece haber comprendido:
«Señor, danos siempre de ese pan» (v. 34). Pero, en realidad, no comprende el valor de
lo que pide y anda lejos de la verdadera fe. Entonces Jesús, evitando todo equívoco,
precisa: « Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre» (v. 35).
Él es el don amoroso hecho por el Padre a cada hombre. Él es la Palabra que han de
creer: quien se adhiere a Él da un sentido a su propia vida y consigue su propia
felicidad.
www.EvangelioJuan.GiorgioZevini

La ocasión para crear de nuevo la comunión con Jesús se la brinda a la gente la llegada
de algunos galileos que vienen en barcas desde Tiberíades al lugar donde Jesús había
realizado el signo el día anterior, tras elevar la oración de acción de gracias al Padre. Al
día siguiente, la muchedumbre, disminuida en parte por la decepción del rechazo
opuesto por Jesús, se traslada hacia Cafarnaún por vía marítima en busca del hombre
del prodigio. Juan, al referir de nuevo algunos detalles sobre el milagro del día
precedente, pretende conectar una vez más con el tema cristológico e invitar de nuevo a
los oyentes a rebasar el nivel humano de interpretación del signo para llegar a la
comprensión de la acción trascendente de Jesús.
La gente vuelve a encontrar a Jesús junto a Cafarnaún y le dirige una pregunta
destinada a satisfacer su curiosidad: «Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?» (v. 25).
También Nicodemo había ido al encuentro de Jesús impulsado por una curiosidad basada
en la autosuficiencia y se había dirigido a él llamándole «Maestro» (3,2). Sin embargo,
Jesús no responde a las preguntas que le hacen en ninguno de los dos casos. Revela
más bien a la muchedumbre las verdaderas intenciones que le han impulsado a buscarle
y desenmascara la mentalidad excesivamente material y egoísta de las personas: «Os
aseguro que no me buscáis por los signos que habéis visto, sino porque comisteis pan
hasta saciaros» (v. 26). En realidad, todos siguen a Jesús por el pan material que les
había saciado el hambre el día anterior. La multitud, encerrada en su sueño mesiánico,
no ha comprendido el signo realizado por el Profeta y su alcance espiritual. Ha dado más
valor al pan que al que lo da. Ha buscado más las ventajas materiales y pasajeras que
las ocasiones de respuesta y de amor.
Ante esta ceguera espiritual, Jesús proclama la diferencia radical que existe entre el pan
material y corruptible y el que permanece para la vida eterna, el que el Hijo del hombre
dará (v. 27), e invita a la gente que le rodea a superar el estrecho horizonte en el que
vive y a pasar del plano terreno al de la fe y el Espíritu.
• La muchedumbre, a pesar de las distintas pruebas aportadas por Jesús, no se siente
satisfecha ni con sus signos ni con las palabras con las que ha intentado iluminar sus
mentes y sus corazones. Pide aún garantías para poder creerle. Pone condiciones antes
de adherirse a él plenamente (v. 30). El milagro de los panes que había hecho un día
antes no es suficiente. Para que puedan creer en el Mesías como enviado de Dios hace
falta un signo particular y más estrepitoso que los ya hechos, que demuestre que Jesús
renueva los prodigios de Moisés y que, por consiguiente, es superior a él. La ironía está
en que piden un signo cuando la misión de Jesús ya se muestra rica en milagros.
Si sus oyentes piden la pura repetición del milagro del maná, eso significa que no han
comprendido el alcance espiritual y profético contenido en su símbolo. El maná, que
cada día bajaba del cielo y alimentaba al pueblo de Israel en el desierto, no lo había
dado Moisés, ni mucho menos era el pan del cielo. Era sólo una imagen imperfecta y
pasajera de éste, porque el verdadero pan del cielo lo había dado el Padre de Jesús y
expresa el mismo amor de Dios por los hombres (v. 32). Más aún, el pan de Dios
coincide con la persona de Jesús, que ha venido al mundo procedente de Dios, como don
suyo (cf. 1,11.14; 3,16) y fuente de vida (5,26).
La nueva incomprensión lleva a Jesús a enfrentarse directamente al tema de su
identidad con afirmaciones explícitas que ponen a los hombres ante opciones concretas.
En efecto, precisa de una manera que no deja lugar a equívocos: « Yo soy el pan de
vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed»
(v. 35). Él es el pan venido del cielo para sostener al nuevo pueblo de Dios. Él es el don
de amor hecho por el Padre a cada hombre, peregrino en el desierto del mundo. Él es la
Palabra que deben creen para gustar la vida eterna (cf. Gn 2,9; 3,22-24; Prov 11,30;
13,12; 15,14).
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Juan 6. Galilea, Jerusalén, Galilea, Jerusalén


Al final de capítulo 4 Jesús se encuentra en Galilea. En capítulo 5 está en Jerusalén.
Capítulo 6 (nuestra lectura para esta semana) le sitúa de nuevo en Galilea. En capítulo 7
Jesús regresa a Jerusalén. La geografía sería más simple si capítulo 6 se encontrara
entre capítulos 4 y 5, pero este autor se preocupa más por la teología que por la
geografía. Jerusalén será el lugar de la muerte de Jesús durante la Pascua subsiguiente.
Allí romperá pan con los discípulos en el Cuarto de Arriba, momentáneamente
resguardados de sus enemigos. Aquí, durante la Pascua, lejos de Jerusalén, romperá
pan con miles en la cima de una montaña.
La lección del Evangelio de esta semana incluye dos historias. La primera (vv. 1-15)
relata el alimentar de los cinco mil. La segunda (vv. 16-21), trata de Jesús caminando
sobre el agua. Ambos el milagro del pan del cielo y la milagrosa travesía a través del
mar nos recuerdan al Éxodo.
Este capítulo 6 empieza con la alimentación de los cinco mil (vv. 1-15) y continúa con
Jesús caminando sobre el agua (vv. 16-21), y la multitud dándose cuenta de que Jesús
se ha marchado (vv. 22-23).
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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Juan 6:24-27. No trabajéis por comida que perece


En v. 1, Jesús fue “de la otra parte de la mar de Galilea” – suponiendo que es el lado
este. Entonces, en v. 16, los discípulos “entrando en un barco, venían de la otra parte
de la mar hacia Capernaum,” en el lado oeste. Después de remar dos o tres millas,
habiendo casi cruzado el lago, Jesús camina sobre el agua para reunirse con ellos.
Después de hacer esto, “el barco llegó a la tierra donde iban” (v. 21).
El próximo día la multitud descubre que Jesús y los discípulos se han ido, entonces, se
suben a los botes y se van a Capernaum en busca de Jesús (v. 24). Seguramente, pocas
de las cinco mil personas (o diez o veinte mil con mujeres y niños) actualmente cruzan
el mar en sus botes pequeños. Versículo 24 no nos dice porque la multitud está
buscando a Jesús, pero la última vez que la vimos, intentaba hacerle rey a Jesús (v. 15).
Al encontrar a Jesús, le preguntan, “Rabí, ¿cuándo llegaste acá?” (v. 25). Mucho de
este Evangelio se puede comprender a dos niveles, y eso es verdad de esta pregunta
también. La multitud intenta preguntar solo sobre la manera en la cual Jesús llegó hasta
Capernaum, pero este Evangelio ya nos ha dicho que “aquel Verbo fue hecho carne, y
habitó entre nosotros” (1:14). La encarnación es una respuesta más profunda a la
pregunta de cómo Jesús llegó aquí.
Jesús ignora la pregunta y les reprende por el interés superficial que demuestran. “De
cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales,
sino porque comisteis el pan y os hartasteis” (v. 26). “En vez de ver la señal en el
pan, en la señal solo vieron el pan” (Lange, citado en Morris, 317). En su jerarquía de
necesidades, se enfocan en el estómago en vez del espíritu. Al alimentar a los cinco mil,
Jesús satisfizo su hambre física, y ahora buscan más de lo mismo.
El cumplir con las necesidades físicas nunca pierde su atractivo. “Dios nos dará pan y
peces, mejores casas, horas más cortas, salarios más altos, aparatos que nos
disminuyen trabajo y añaden a nuestro descanso – éstas son cosas que merecen la pena
tener, y le seguiremos a él por ellas. ¿Pero quién quiere sus regalos espirituales? ¿Qué
haríamos con ellos? ¿Qué diferencia harían?” (Gossip, 563).
“Trabajad no por la comida que perece, más por la comida que á vida eterna
permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará” (v. 27a). Jesús reta a la multitud
que alcen la vista y vean más allá de lo físico. Antes, él dijo de sí mismo, “Mi comida es
que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (4:34). Ahora reta a la
muchedumbre a unirse a su viaje espiritual: Primero oímos estas palabras, “perecer” y
“vida eterna” en 3:16, donde Jesús habla de amar al mundo y de dar a su Hijo “para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Jesús no dice que las necesidades físicas no sean importantes. En otra parte él habla del
alimento, la bebida, y la ropa, asegurándoles a sus oyentes de que “su Padre en el cielo
sabe que necesitan todas estas cosas,” y prometiéndoles que, si primero buscan el reino
de Dios y su virtud, “recibirán todas estas cosas también” (Mateo 6:32-33). Mucho de su
ministerio terrenal se enfoca en curar las necesidades físicas de la gente. Pero ahora,
pide que la gente acepte su necesidad por “la comida que á vida eterna permanece,”
prometiéndoles que el Hijo del Hombre se lo dará.
La gente se dirige a Jesús como Rabí (v. 25), pero él se refiere a sí mismo como
“el Hijo del Hombre (v. 27).” Él podría referirse a sí mismo como el Mesías, pero esa
palabra crearía expectativas que él no está dispuesto a cumplir. La gente espera que el
Mesías eche a los romanos y que haga Israel grande de nuevo, pero ése no es el
ministerio de Jesús. La frase, Hijo del Hombre, lleva consigo menos connotaciones
políticas y, en este Evangelio, “está más y más asociada…con revelaciones traídas del
cielo a la tierra” (Carson, 284).
“Porque a éste señaló el Padre, que es Dios” (v. 27b). En la época de Jesús un sello
autenticaba autoridad o propiedad. Un oficial usaba un anillo con un símbolo para sellar
un documento con cera. Tal sello le daba al documento su estatus oficial, tal como una
firma lo hace hoy día. El propietario de tal documento era recibido con el respeto debido
a la persona que lo selló. Dios Padre ha puesto su sello sobre el Hijo, quien actúa como
su emisario del cielo en la tierra (1:51; 3:13). Jesús no nos dice cuando esto lugar, pero
lo más probable es que fuera durante su bautizo, cuando el Espíritu descendió sobre él
(1:33) y una voz del cielo dijo, “Tú eres mi Hijo amado; en ti tomo contentamiento”
(Marcos 1:11).
Juan 6:28-34. Ésta es la obra de Dios, que creáis
“¿Qué haremos para obrar las obras (plural) de Dios?” (v. 28). Desde que se
estableció la ley del Tora en el Monte de Sinaí (Éxodo 20 ff.) el pueblo judío ha aceptado
el obedecer la ley como la manera aceptable de servir a Dios. Sin embargo, la ley del
Tora es compleja, y suena como si esta multitud está pidiéndole a Jesús que les dirija
hacia el corazón de la ley – de la misma manera que el joven regidor preguntará,
“Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna?” (Lucas 18:18). Comprendiendo
que la ley es compleja, no le piden a Jesús que la resuma en un mandamiento, como
hará uno de los escribientes (Marcos 12:28) – aunque más adelante Jesús hará lo
mismo (13:34; 15:12 – véase también Marcos 12:30-31, donde Jesús resume la ley en
dos mandamientos). En vez, la multitud le pide a Jesús que identifique las obras (plural)
– las leyes que son verdaderamente críticas – para que puedan enfocarse en ellas. Le
están pidiendo a Jesús una guía para su fe que les ayude a navegar por el laberinto de
leyes y comentarios en los cuales se centra su práctica religiosa.
En vez de dirigirles a unas cuantas leyes críticas, Jesús les aleja de la ley y les acerca a
él mismo. “Esta es la obra (singular) de Dios, que creáis en el que él ha enviado”
(v. 29). Mientras que la multitud parecía segura de que podían cumplir cualquier obra
que Jesús identificara como crítica, el hecho es que la obediencia de la ley está repleta
de fallos. Como dijo Pablo, “Porque lo que hago, no lo entiendo; ni lo que quiero, hago;
antes lo que aborrezco, aquello hago” (Romanos 7:15). Nuestros espíritus están
dispuestos, pero nuestra carne es débil (Marcos 14:38). Al invitar a la multitud a creer
en él, Jesús les provee una alternativa accesible al trabajo Sisypeano de seguir la ley.
Pablo expresó la misma idea con estas palabras: “Así que, concluimos ser el hombre
justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28).
“Dijéronle entonces: ¿Qué señal pues haces tú, para que veamos, y te creamos?
¿Qué obras?” (v. 30). Señales han sido parte de la vida humana desde el principio
cuando Dios puso un arco en las nubes como señal de su convenio que nunca destruiría
la tierra por medio de un diluvio otra vez (Génesis 9:12ff), Dios ha utilizado señales de
varios tipos – símbolos o milagros que señalan más allá de si mismos hacia algo más
grande. Por lo tanto, la circuncisión es señal del convenio (Génesis 17:11). El pan sin
levadura de la Pascua es señal que recuerda a Israel de la salvación que Dios proveyó
en Egipto (Éxodo 13:9). El sábado es señal (Éxodo 31:13, 17). Dios esperaba que los
israelitas respondiesen a las señales y maravillas creyendo, pero quedó desilusionado
cuando no lo hicieron (Números 14:11, 22; Deuteronomio 4:34).
El Éxodo de Egipto y los milagros que lo acompañaron fueron la señal más grade de
todas (Josué 24:17). Señales particulares incluyeron la vara milagrosa de Aarón (Éxodo
7:8-13) – las varias plagas (Éxodo 7:14-12:32) – la Pascua (Éxodo 12) – columnas de
nubes y fuego (Éxodo 13:17-22) – cruzar el Mar Rojo (Éxodo 14) – agua amarga hecha
dulce (Éxodo 15:22-26) – maná del cielo (Éxodo 16) – y agua de una peña (Éxodo 17).
Estos milagros no solo salvaron a Israel, sino que también sirvieron de señales que
verificaban el liderazgo de Moisés y señalaban el amor de Dios y su provisión especial
para Israel.
Pero la multitud reconoce la naturaleza radical de la invitación de Jesús y le piden que
asegure que él tiene la autoridad de pedirles tal alejamiento de su práctica religiosa
tradicional. Por doce siglos, han observado la ley del Tora – la ley Mosaica – la ley de
Dios – como la manera de agradar a Dios y de asegurar su propia salvación. Durante
siglos, sus mejores hombres han hecho un gran esfuerzo para comprender la aplicación
de la ley para cada situación, y su trabajo ha sido codificado en comentario sagrado de
una ley aún más sagrada. A través de la historia de Israel, Dios les ha llamado una y
otra vez para observar fielmente la ley, y ha llamado a profetas para ayudarles a
comprenderla.
Ahora este producto de treinta y algo años, de un padre sin distinción, y de un pueblo
aún menos distinguido les sugiere que abandonen su larga alianza con la ley y que
pongan sus vidas sobre él. ¡No es raro que quieran verificar su autoridad de una manera
inconfundible! ¡Hacer otra cosa sería un descuido! Sin embargo, la multitud parece
haberse olvidado de que Jesús acaba de verificar su conexión a Dios al alimentar los
cinco mil (o más), ¡con el almuerzo de un niño!
“Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del
cielo les dio á comer” (v. 31). Piden una señal – una obra (v. 30) – y nombran maná
como el tipo de señal que esperan (v. 31). Citan la Escritura, aunque de manera
imprecisa – “Pan del cielo les dio á comer” (v. 31) – una compilación de varias escrituras
(Éxodo 16:4; Nehemías 9:15; Salmos 78:24; 105:40). El regalo de maná por parte de
Moisés verificó su estatus de profeta. Si Jesús espera que la multitud le acepte a él como
profeta tal como lo hizo con Moisés, debe darles una señal como Moisés les dio. Han
visto falsos profetas ir y venir, y quieren pruebas de que Jesús no es uno de ellos.
La demanda de la multitud representa la respuesta de gente común que se ve
confrontada con una situación nueva. Jesús les ha descentrado, y están intentando
recobrar el equilibrio. Y entonces establecen los criterios que Jesús debe cumplir si le
han de creer – y se establecen a sí mismos como juez y jurado. “Muéstranos una señal,
nosotros veremos, evaluaremos las pruebas, haremos conclusiones, y hasta que
podremos decidirnos a creer” (Craddock, 367).
Su visión parece sorprendentemente miópica, dado que Jesús acaba de alimentar cinco
mil (o los diez o veinte mil) con unos cuantos panes y peces (vv. 1-15), pero el milagro
de Jesús palidece cuando se compara con el de Moisés. Jesús alimentó a unos miles en
una ocasión; Moisés alimentó a la nación entera por cuarenta años. Jesús le dio a la
muchedumbre pan corriente; Moisés le dio a Israel pan del cielo. La gente ha visto a
Jesús hacer un milagro, pero ahora esperan más para que su milagro se iguale al de
Moisés.
Hay una lección aquí para nosotros. Nosotros, también, sufrimos de miopía espiritual.
Hay cosas maravillosas que pasan a nuestro alrededor todos los días, pero no las vemos.
Habiéndonos acostumbrado a ellas, no las tomamos en cuenta. Como observó Martin
Luther King:
“Las obras maravillosas de Dios que ocurren cada día son poco estimadas, no porque no
sean importantes, sino porque pasan tanto y sin interrupción. El hombre está
acostumbrado al milagro que Dios rige el mundo y mantiene toda creación, y porque las
cosas siguen su curso asignado cada día, parece insignificante. Ningún hombre piensa
que le merece la pena meditar sobre ello y tratarlo como una obra maravillosa de Dios.
Aún, es una maravilla más grande que Cristo alimentara a cinco mil hombres con cinco
barras de pan y que hiciera vino del agua.”
Dios alimenta a billones a diario, pero solo lo notamos cuando nos falta comida – o
cuando el alimentar toma lugar bajo circunstancias dramáticas. Nosotros, también,
decimos, “Danos una señal, Jesús. Haz algo espectacular, para que podamos creer en
ti.” A veces, hasta que le presentamos a Jesús con pruebas triviales – “Encuéntrame un
lugar para estacionar mi coche, Jesús, y después te creeré.”
Jesús le responde a la multitud, diciéndoles, “De cierto, de cierto os digo: No os dio
Moisés pan del cielo; mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el
pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (vv. 32-33).
Jesús marca varios puntos aquí:
• Fue Dios, no Moisés, el que les dio maná (v. 32).
• El maná no era el pan verdadero del cielo (v. 32), sino que era, “al máximo, un tipo
del pan verdadero que Dios, quien en sentido único es el Padre de Jesús, ahora les da”
(Smith, 153).
• No es que el Padre “dio” (tiempo pasado), pero que el Padre “da” (tiempo presente)
(v. 32).
• El pan de Dios es de encarnación – que baja del cielo (v. 32). Esto concuerda con el
prólogo de este Evangelio: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios… Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.” (1:1, 14).
• El pan de Dios nos da vida (v. 33). El maná sostiene la vida física, pero el pan
verdadero de Dios da la vida eterna (véase 3:16).
• El alcance de dar vida es amplio e incorpora todo el mundo (v. 33; 3:16). Maná dio
vida a los israelitas, pero solo provisionalmente – los israelitas del desierto habían
muerto hace siglos. El pan verdadero de la vida da la vida eterna – y se la da al mundo
entero – no solo a Israel.
La multitud dice, “Señor, danos siempre este pan” (v. 34). Esta respuesta se paralela
a la de la mujer samaritana, que dijo, “Señor, dame esta agua” (4:15a). Ambas suenan
como si le están pidiendo a Jesús un regalo espiritual, pero la mujer samaritana añadió,
“para que no tenga sed, ni venga acá a sacarla” (4:15b). Su comprensión era solo
superficial. Sospechamos que lo mismo es verdad de esta multitud.
Juan 6:35. Yo soy el Pan de vida
La multitud no comprendió cuando Jesús habló del “pan de Dios es aquel que descendió
del cielo y da vida al mundo” (v. 33), entonces, Jesús clarifica su significado. “Yo soy el
pan de vida,” él dice (v. 35a).
Ésta es la primera de una serie de declaraciones de “YO SOY” (griego: ego eimi) en este
Evangelio, que nos recuerdan al cuento del arbusto en llamas. Cuando Moisés le
preguntó a Dios su nombre, Dios contestó, “Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me
ha enviado” (Éxodo 3:14). “Yo soy,” claro, puede ser simplemente identificación propia,
pero en el Evangelio de Juan claramente significa más. Las declaraciones de “YO SOY”
son:
• “Ego eimi, que hablo contigo” (4:26).
• “Ego eimi el pan de vida” (6:35)
• “Ego eimi el pan vivo” (6:51).
• “Ego eimi la luz del mundo” (8:12; 9:5).
• “Antes que Abraham fuese, Ego eimi” (8:58).
• “Ego eimi la puerta de las ovejas” (10:7).
• “Ego eimi la puerta” (10:9).
• “Ego eimi el buen pastor” (10:11).
• “Ego eimi la resurrección y la vida” (11:25).
• “Ego eimi el camino, la verdad, y la vida” (14:6).
• “Ego eimi la vid verdadera” (15:1).
“Las frases ‘Yo soy’ forman la base del lenguaje de auto-revelación de Jesús en el Cuarto
Evangelio… A través de estos símbolos comunes, Jesús declara que las necesidades
religiosas y los deseos humanos se cumplen en él” (O´Day, 601).
“El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed
jamás” (v. 35b). “Según Deuteronomio 8:3, el maná fue regalado para demostrarle a
Israel que ‘uno no solo vive de pan, sino de cada palabra que viene de la boca del
Señor.’ Claramente, esta declaración tiene el punto de vista del Tora… Philo establece
una conexión parecida…del maná como un tipo de Sabiduría… o de los Logos… Ahora,
como el que revela divinidad y el que da la vida venidera, Jesús declara que cumple y
sobrepasa lo que el Tora, la Sabiduría, y los Logos hubieran significado para el judaísmo
del primer siglo. Esta declaración central de la discusión se relaciona a v. 27 y v. 31. El
alimento que permanece para la vida eterna y el pan del cielo se encuentran en Jesús, el
pan de vida” (Lincoln, 228-229).
Los comentarios de Jesús crearon quejas entre “los judíos,” que dirán, “¿No es éste
Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice
éste: Del cielo he descendido?” (v. 42). No nos debe sorprender que se quejen. “Un
hombre que era solo un hombre y decía las cosas que Jesús decía no sería un buen
maestro moral. O sería un loco – como el hombre que dice que es un huevo cocido – o
sería el Demonio del Infierno. Tú debes elegir. O este hombre era, y es, el Hijo de Dios,
o es un loco o algo peor” (C. S. Lewis, The Case for Christianity).
Pablo habla de la ofensa (griego: skandalon – punto de tropezar) de la cruz (Galatos
5:11), y la cruz es seguramente un skandalon para los que esperan que Dios se
comporte a nivel de su estatura. Pero la encarnación es también un skandalon – quizás
un skandalon aún mayor.
www.ocarm.org

1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo
con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la
Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los
acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final
de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu
palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura:
El Discurso del Pan de Vida no es un texto que hay que discutir o disecar, sino un texto
que hay que meditar y rumiar. Por esto, si no se entiende todo, no hay porqué
preocuparse. Este texto del Pan de Vida exige toda una vida para meditarlo y
profundizarlo. Un testo así, la gente lo debe leer, meditar, rezar, pensar, leer de nuevo,
repetir, rumiar, como se hace con un buen caramelo en la boca. Tenerlo en la boca,
dándole vueltas, hasta que se acaba. Quien lee el Cuarto Evangelio superficialmente
puede quedarse con la impresión de que Juan repite siempre la misma cosa. Leyendo
con más atención, es posible percibir que no se trata de repeticiones. El autor del Cuarto
Evangelio tiene su propia manera de repetir el mismo asunto, pero a un nivel cada vez
más profundo. Parece como una escalera de caracol. Girando uno llega al mismo lugar
pero a un nivel más profundo.
b) Una división del 6° capítulo:
Es bueno tener presente la división del capítulo para poder percibir mejor su sentido:
Juan 6,1-15: el pasaje sobre la multiplicación de los panes
Juan 6,16-21: la travesía del lago, y Jesús que camina sobre las aguas
Juan 6,22-71: el diálogo de Jesús con la gente, con los judíos y con los discípulos
1º diálogo: 6,22-27 con la gente: la gente busca a Jesús y lo encuentra en Cafarnaún
2º diálogo: 6,28-34 con la gente: la fe como obra de Dios y el maná en el desierto
3º diálogo: 6,35-40 con la gente: el pan verdadero es hacer la voluntad de Dios
4º diálogo: 6,41-51 con los judíos: murmuraciones de los judíos
5º diálogo: 6,52-58 con los judíos: Jesús y los judíos
6º diálogo: 6,59-66 con los discípulos: reacción de los discípulos
7º diálogo: 6,67-71 con los discípulos: confesión de Pedro
c) El texto: Juan 6, 24-35
3. Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros
e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) La gente tenía hambre, comió el pan y buscó más pan. Buscó el milagro y no la señal
de Dios que en el milagro se escondía. ¿Qué es lo que más busco en mi vida: el milagro
o la señal?
b) Hambre de pan, hambre de Dios. ¿Cuál de las dos predomina en mí?
c) Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida”. Él sacia el hambre y la sed. ¿Qué experiencia
tengo de esto?
d) Por un momento, haz silencio dentro de ti y pregúntate: “Creer en Jesús: ¿qué
significa esto para mí, bien concretamente en mi vida de cada día?”
5. Para aquéllos que deseen profundizar más en el tema
a) Contexto:
En el evangelio de hoy iniciamos la reflexión sobre el Discurso del Pan de Vida (Jn 6,22-
71). Después de la multiplicación de los panes, el pueblo se fue detrás de Jesús. Había
visto el milagro, había comido hasta saciarse y ¡quería más! No trató de buscar la señal
o la llamada de Dios que había en todo esto. Cuando la gente encontró a Jesús en la
sinagoga de Cafarnaún, tuvo con él una larga conversación, llamada el Discurso del Pan
de Vida. No es propiamente un discurso, pero se trata de un conjunto de siete breves
diálogos que explican el significado de la multiplicación de los panes como símbolo del
nuevo Éxodo y de la Cena Eucarística.
La conversación de Jesús con la gente, con los judíos y con los discípulos es un diálogo
bonito, pero exigente. Jesús trata de abrir los ojos de la gente para que aprenda a leer
los acontecimientos y descubra en ellos el rumbo que debe tomar en la vida. Pues no
basta ir detrás de las señales milagrosas que multiplican el pan para el cuerpo. No de
sólo pan vive el hombre. La lucha por la vida sin una mística no alcanza la raíz. En la
medida en que va conversando con Jesús, la gente se queda cada vez más contrariada
por las palabras de Jesús, pero él no cede, ni cambia las exigencias. El discurso parece
moverse en espiral. En la medida en que la conversación avanza, hay cada vez menos
gente que se queda con Jesús. Al final quedan solamente los doce, y Jesús ¡no puede
confiar ni siquiera en ellos! Hoy sucede lo mismo. Cuando el evangelio empieza a exigir
un compromiso, mucha gente se aleja.
b) Comentarios del texto:
Juan 6,24-27: La gente busca a Jesús porque quiere más pan. La gente va detrás
de Jesús. Ve que no ha entrado en la barca con los discípulos y, por ello, no entiende
cómo ha hecho para llegar a Cafarnaúm. Tampoco entiende el milagro de la
multiplicación de los panes. La gente ve lo que acontece, pero no llega a entender todo
esto como una señal de algo más profundo. Se detiene en la superficie: en la hartura de
la comida. Busca pan y vida, pero sólo para el cuerpo. Según la gente, Jesús hizo lo que
Moisés había hecho en el pasado: alimentar a todos en el desierto, hasta la saciedad.
Yendo detrás de Jesús, ellos querían que el pasado se repitiera. Pero Jesús pide a la
gente que dé un paso más. Además del trabajo por el pan que perece, debe trabajar por
el alimento que no perece. Este nuevo alimento lo dará el Hijo del Hombre, indicado por
Dios mismo. El nos da la vida que dura por siempre. El abre para nosotros un horizonte
sobre el sentido de la vida y sobre Dios.
Juan 6,28-29: “¿Cuál es la obra de Dios?” La gente pregunta: ¿Qué debemos hacer
para realizar este trabajo (obra) de Dios? Jesús responde que la gran obra que Dios nos
pide “es creer en aquel que Dios envió”. O sea, ¡creer en Jesús!
Juan 6,30-33: “¿Qué señal realizas para que podamos creer?” La gente había
preguntado: “¿Qué debemos hacer para realizar la obra de Dios?” Jesús responde “La
obra de Dios es creer en aquel que le ha enviado”, esto es, creer en Jesús. Por esto la
gente formula una nueva pregunta: “¿Qué señal realizas para que podamos ver y creer
en ti? ¿Cuál es tu obra?” Esto significa que no entendieron la multiplicación de los panes
como una señal de parte de Dios para legitimar la multiplicación de los panes como una
señal de parte de Dios para legitimar a Jesús ante el pueblo como un enviado de Dios. Y
siguen argumentando: En el pasado, nuestros padres comieron el maná que les fue
dado por Moisés. Ellos lo llamaron “pan del cielo” (Sab 16,20), o sea, “pan de Dios”.
Moisés sigue siendo un gran líder, en quien ellos creen. Si Jesús quiere que la gente crea
en el, tiene que hacer una señal mayor que la de Moisés. “¿Cuál es tu obra?”
Jesús responde que el pan dado por Moisés no era el verdadero pan del cielo. Venía de
arriba, sí, pero no era el pan de Dios, pues no garantizó la vida para nadie. Todos
murieron en el desierto. (Jn 6,49). El verdadero pan del cielo, el pan de Dios, es el pan
que vence la muerte y trae vida. Es aquel que desciende del cielo y da la vida al mundo.
¡Es Jesús! Jesús trata de ayudar a la gente a liberarse de los esquemas del pasado. Para
él, fidelidad al pasado no significa encerrarse en las cosas antiguas y no aceptar la
renovación. Fidelidad al pasado es aceptar lo nuevo que llega como fruto de la semilla
plantada en el pasado.
Juan 6,34-35: “Señor, ¡danos siempre de este pan!” Jesús responde claramente:
"¡Yo soy el pan de vida!" Comer el pan del cielo es lo mismo que creer en Jesús y
aceptar el camino que él nos ha enseñado, a saber: "¡Mi alimento es hacer la voluntad
del Padre que está en el cielo!" (Jn 4,34). Este es el alimento verdadero que sustenta a
la persona, que da un rumbo a la vida, y que trae vida nueva.
6. Plegaria del Salmo 111
¡Aleluya! Doy gracias a Yahvé de todo corazón, en la reunión de los justos y en la
comunidad. Grandes son las obras de Yahvé, meditadas por todos que las aman.
Actúa con esplendor y majestad, su justicia permanece para siempre. De sus proezas
dejó un memorial. ¡Clemente y compasivo Yahvé! Dio de comer a quienes lo honran, se
acuerda por siempre de su alianza.
Reveló a su pueblo la fuerza de su acción, les dio como herencia las naciones. Su mano
actúa con verdad y justicia, son leales todos sus mandatos, válidos para siempre jamás,
para cumplirlos con verdad y rectitud.
Envió la redención a su pueblo, determinó para siempre su alianza; santo y temible es
su nombre. Principio del saber es temer al Señor; son cuerdos los que lo practican. Su
alabanza permanece para siempre.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del
Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén.
www.santaclaradeestella.es

Es menester ponerse en el lugar de los interlocutores de Moisés, de Aarón y de Jesús y


comprender sus dificultades, unas dificultades reales. Los israelitas estaban cargados de
razones para murmurar: ¿qué vida es esta que nos hacéis llevar en el desierto? ¿Valía la
pena? ¿No estábamos mejor cuando estábamos peor? ¿Quién podría decir que están
equivocados? Se trata de una vida de miseria y sin perspectivas, de una vida que se
desarrolla en una inseguridad total. Una vida en la que se juegan la supervivencia.
También los interlocutores de Jesús tenían más de un motivo para mostrarse perplejos,
dado que un hombre, aunque fuera prestigioso, se autoproclama «el pan de la vida».
¿No es un poco demasiado? ¿No se está exaltando? ¿No está exagerando, visto el éxito
del milagro? Es cierto que es capaz de dar pan para comer; ahora bien, para llegar a
considerarse el «pan bajado del cielo», el pan definitivo, queda todavía mucho trecho. Es
preciso reconocer que los que murmuraban o se mostraban perplejos tenían sus buenas
razones para hacerlo.
Y debo reconocer que también yo, si me hubiera encontrado en las mismas
circunstancias, habría tenido más o menos las mismas reacciones, precisamente porque
pienso normalmente que es necesario ser concretos, mantenerse con los pies en el
suelo, no dejarse fascinar ni arrastrar por fáciles entusiasmos que, después, se revelan
ilusorios. Y conmigo, también la gente de hoy, quizás la gran mayoría, habría tenido las
mismas reacciones razonables, sensatas, casi obvias. Y tanto más por el hecho de que
nuestra sociedad nos ha educado para prever, calcular, usar la razón.
Sin embargo...
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

No hay reflexión.
www.fraynelson.com

1. El Pan como Regalo


1.1 Uno asocia el pan con la idea de "ganarse el pan." Y no está mal porque existe el
pan "ganado," o sea, el pan que nos ganamos a través del esfuerzo de sembrar, cultivar,
cosechar, amasar, hornear. Pero no todo pan es esfuerzo; hay pan que es regalo; pan
que nos recuerda que en el fondo todo es regalo, hasta el mismo esfuerzo.
1.2 El pan, en efecto, es ante todo el símbolo del sustento para la vida. Pero, ¿no es la
vida misma un regalo? Es decir: ¿qué hemos hecho para merecer existir? ¿Qué dimos a
cambio para que en justicia se nos diera vivir? Y si el empezar a vivir fue regalo y puro
don, entonces, estrictamente hablando, ¿qué puede haber dentro de la vida que no
tenga radicalmente la condición de regalo y de don? ¡Incluso las mismas fuerzas con que
nos esforzamos existen porque nosotros existimos, y ello es siempre regalo!
2. No dar nada por descontado
2.1 Este carácter esencial de la vida como "don continuado" uno lo olvida fácilmente.
Pronto uno se acostumbra a que las cosas "deben ser" de un determinado modo y
"tienen que estar." Las damos por descontadas. Se vuelven parte del inventario de la
vida y las consideramos como derechos adquiridos. En esta categoría están las leyes de
la naturaleza, la estabilidad y seguridad de la vida en sociedad y la salud, cuando uno la
tiene y disfruta.
2.2 Es en este punto donde las contradicciones y sobre todo los imprevistos nos cambian
la escena. Un accidente, o simplemente una circunstancia en que nos vemos sin esos
recursos que ya considerábamos como "debidos" nos obligan a replantear la vida.
Usualmente la primera reacción es inmadura y quejumbrosa, como Israel en el desierto.
2.3 A su vez, la respuesta de Dios, cuando llega en ese contexto de incertidumbre y
precariedad, adquiere un significado nuevo porque es un recordatorio de que todo viene
de Él incluyendo nuestra propia existencia.
3. El Don y el Donante
3.1 El pan que llega como regalo, el "Pan del Cielo" es Cristo. Esa expresión indica varias
cosas. Por lo pronto implica que Él es el gran recordatorio del plan y las condiciones
iniciales, las de la creación. Luego, es una enseñanza viva: la salvación es gratuita, es
por gracia, porque la existencia misma ya es una "gracia," ya es un don. Y ambos
dones, el de existir y el de ser salvo, nos han llegado por Cristo.
3.2 Por otra parte, el Pan del Cielo no ha caído solo, ni ha caído porque sí. El Pan del
Cielo ha sido regalado y todo receptor de este regalo ha de preguntarse por quién es el
donante. El donante, según explica Cristo, es Dios nuestro Padre. Recibir a Cristo como
don es recibir al Padre como donante. Y recibir al Padre como donante es admitir que
uno mismo es don, a imagen de Cristo.
www.elmisericordioso.me-Pildorasdefe.net
Conversando con el amor
El Cuerpo de Cristo es el pan de los últimos tiempos… o soy el pan de Vida. El que viene
a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed…
Reflexión del Papa Francisco
Además del hambre física, el hombre lleva en sí otra hambre, un hambre que no puede
ser saciado con el alimento ordinario. Es hambre de vida, hambre de amor, hambre de
eternidad.
Y el signo del maná contenía en sí también esta dimensión: representaba un alimento
que satisface esta hambre profunda que hay en el hombre. Jesús nos dona este
alimento, es más, es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo.
Su Cuerpo es el verdadero alimento en forma de pan; su Sangre es la verdadera bebida
en forma de vino. No es un simple alimento con el cual saciar nuestros cuerpos, como el
maná; el Cuerpo de Cristo es el pan de los últimos tiempos, capaz de dar vida, y vida
eterna, porque la sustancia de este pan es Amor.
En la Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros: un amor tan grande que
nos nutre con Sí mismo; un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona
hambrienta y necesitada de regenerar las propias fuerzas.
[…] Si miramos a nuestro alrededor, nos damos cuenta que hay muchas ofertas de
alimentos que no provienen del Señor y que aparentemente satisfacen más.
Algunos se nutren con el dinero, otros con el éxito y la vanidad, otros con el poder y el
orgullo. Pero el alimento que nos nutre verdaderamente y que nos sacia es solamente
aquel que nos da el Señor!
El alimento que nos ofrece el Señor es diferente de los otros, y tal vez no nos parece tan
gustoso como ciertos manjares que nos ofrece el mundo.
Entonces soñamos con otros alimentos, como (hacían) los judíos en el desierto, que
echaban de menos la carne y las cebollas que comían en Egipto, pero olvidaban que
aquellos alimentos los comían en la mesa de la esclavitud.
El Padre nos dice: “Te he alimentado con maná que no conocías”. Recuperemos la
memoria. Este es el deber, recuperar la memoria. y aprendamos a reconocer el falso
pan que ilusiona y corrompe, porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia y del
pecado.
Oración del Papa Francisco
Jesús, defiéndenos de las tentaciones del alimento mundano que nos hace esclavos;
alimento envenenado; purifica nuestra memoria para que no quede prisionera en la
selectividad egoísta y mundana, sino que sea memoria viva de tu presencia a lo largo de
la historia de tu pueblo, memoria que se hace memorial de tu gesto de amor redentor.
Amén. (Homilía en la Plaza de San Juan de Letrán, 19 de Junio de 2014)
Oración de sanación
MI Señor, te doy gracias por ese amor que me brindas cada día que me conduce por
caminos de de paz reparando mis fuerzas y haciéndome sentir que con tu compañía todo
lo puedo vencer.
Tú eres el verdadero Pan de vida entregado por el Padre, ese Pan especial que ha bajado
del Cielo para darme vida en abundancia y a todos los que quieran seguir tus caminos y
vivir según tus designios.
Tu milagro de amor supera en creces el maná con el que alimentaste a tu pueblo en el
desierto, es tu misma Vida, es tu sangre preciosa, manantial de vida, tu Espíritu mismo
que desea habitar en nosotros.
Eres el alimento que necesito para atravesar los momentos de sequías que se me
presenten en mí caminar. De ti saco la fuerza para continuar y luchar por mi salvación.
Tu alimento eucarístico es el único que llena de gozo mi alma, es el motor que me das
las fuerzas y pone a funcionar todo en mí para ser un testigo valiente y comprometido
con anunciar tu proyecto de salvación
Enséñame a amar como Tú amas, a perdonar como Tú perdonas, a hacer lo que Tú
haces y a obrar como Tú obras. Libérame de mis propios miedos que no me dejan
amarte a plenitud
Sólo en Ti, Pan de vida, encontraré consuelo y bienestar, sólo en Ti podré sanar mis
heridas y caminar seguro por las sendas que me tienes preparado.
Confío en tu amor hacia mí, en toda tu providencia y en tu Pan de vida eterna que
renueva mis fuerzas y da tranquilidad a mi vida. Amén
Propósito para hoy
Hoy voy a hablar con alguien sobre el amor que Dios nos tiene y de lo importante que es
tener una relación personal con Cristo para experimentarlo
Frase de reflexión
“Es Dios quien da la vida. Respetemos y amemos la vida humana, especialmente la que
está indefensa en el seno de la madre”. Papa Francisco
www.evangelizacion.org.mx

Oración en Familia
Sacerdote: Los signos y milagros de Jesús son sólo un camino para descubrir su amor
por nosotros. Pidamos al Padre que nos introduzca en su misterio. Digamos todos
juntos:
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.

Papá: No permitas que el egoísmo de nuestro corazón te siga sólo por conveniencia y
busque sólo tus milagros.
Todos: Danos un corazón lleno de amor para servirte y amarte sin mayor interés que el
saber que tú eres nuestro Dios.
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.
Mamá: Danos siempre el pan que alimenta nuestra vida y no permitas que falte lo
indispensable en nuestros hogares.
Todos: Pero ante todo, danos siempre del pan que alimenta nuestras almas.
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.
Hijo(a): Tú que nos alimentas con el pan Eucarístico.
Todos: Santifica al Papa, a los obispos y a todos aquellos que hacen posible que el pan
Eucarístico llegue a nosotros.
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.
Hijo(a): Manifiesta tu poder en nuestros gobernantes, para que realmente te busquen y
descubran tu presencia en los demás.
Todos: Que no se cierren a los signos de salvación que vas poniendo en sus vidas.
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.
Hijo(a): Ayuda de manera especial a nuestra juventud que con facilidad se deja fascinar
por lo superfluo.
Todos: Envía la luz del Espíritu a sus corazones para que puedan descubrir tu presencia
en cada acontecimiento.
Todos: Señor, ayúdanos a no quedarnos en lo superficial.
Sacerdote: Escucha Padre Santo todas estas súplicas, y concédenos participar siempre
de tu mesa y de tu amor. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas, por los siglos de los
siglos.
Todos: Amén
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini

Si el milagro de los panes, realizado por Jesús y destinado a la gente que le seguía (Jn
6,2-14), tiene la finalidad de revelar el poder de Jesús como Mesías y Profeta
escatológico, el signo siguiente -el Señor caminando sobre las aguas-, destinado
únicamente a los discípulos (6,16.21), pretende hacerles comprender la divinidad de
Jesús, prevenirles ante el escándalo de la muchedumbre -un escándalo suscitado por el
discurso del pan- e impedir su defección.
Una vez acabada la primera parte del capítulo 6, correspondiente al signo-milagro, Juan
se dispone a pasar al discurso sobre el pan de vida: en él comenta Jesús el milagro que
ha realizado y saca a la luz el significado escondido del signo. El autor sagrado se
inspira, para la composición del discurso eucarístico, en el género homilético- midrásico,
conocido en la tradición judía: no quiere contar la cena del Señor como en los sinópticos,
sino que presenta una homilía eucarística que emplea un texto bíblico y lo comenta en
sus diferentes partes.
El tema central de la perícopa es Jesús, verdadero pan bajado del cielo, que cuando es
comido da la vida, en contraposición con las otras obras humanas de salvación.
La yuxtaposición entre un plano terreno, mundano, y uno celeste, de fe, aparece en más
ocasiones para expresar que existe un orden de vida nuevo, «otro», que se basa en
Dios. Los hombres pueden introducirse en este nivel «ulterior» únicamente a través de
la persona de Jesús. El posee el sello de Dios (v. 27), que es el Espíritu, y el dinamismo
divino del amor (cf. 1,32-34). La muchedumbre tenía que haber comprendido que ese
pan repartido entre muchos, del dia precedente, era la expresión del amor de Jesus,
pero, desgraciadamente, se habia limitado a ver la humanidad de Jesus y su poder
taumatúrgico, sin comprender el signo del Espíritu y el amor del Padre.
www.catholic

¿Qué tipo de alimento busco? En este domingo Jesús viene a ser nuestro compañero,
"cum panis" –el que comparte el pan. El Evangelio que meditamos se ubica después de
la multiplicación de los panes. Mucha gente seguía a Jesús, no porque vieran en Él al
mesías, al hijo del Dios vivo, sino por haber comido gratis sin darse cuenta del signo que
había detrás.
Nuestro recorrido por la vida es un continuo camino, como el pueblo de Israel por el
desierto después de haber salido de la esclavitud. Dios nos acompaña, nos alimenta con
el pan vivo que ha bajado del cielo que es la Eucaristía como nuevo y verdadero maná;
pero nosotros, como los israelitas, nos acostumbramos a este alimento y nos
empezamos a quejar por el calor abrasador de nuestros problemas, nos quejamos de los
guías que Dios ha elegido y nos encerramos tanto en nuestra propia vida que perdemos
la perspectiva de la compañía real y cercana de Dios. En definitiva, es más fácil decir
Dios no existe, ¿de qué me sirve a mí un Dios lejano? Cuando esto sucede empezamos a
buscar otros alimentos podridos, otros falsos dioses creados a nuestra imagen y
semejanza que, llenando el vientre con la banalidad de las alegrías pasajeras, nos dejan
más vacíos en nuestro interior, en nuestro ser verdadero.
¿Qué tipo de pan queremos comer este día? Si elegimos el pan vivo que ha bajado del
cielo, nuestra alegría será completa y nuestras fuerzas se renovarán para hacerle frente
a esta semana.
• Además, el "Pan de cada día", no lo olvidemos, es Jesús. Sin él no podemos hacer
nada. Él es el alimento primordial para vivir bien. Sin embargo, a veces lo reducimos a
una guarnición. Pero si él no es el alimento de nuestra vida, el centro de nuestros días,
el respiro de nuestra cotidianidad, nada vale, todo es guarnición. Pidiendo el pan
suplicamos al Padre y nos decimos cada día: sencillez de vida, cuidado del que está a
nuestro alrededor, Jesús sobre todo y antes de nada. (Homilía de S.S. Francisco, 21 de
junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy recibiré a Cristo en la Eucaristía con la consciencia de que Él es quien nos da la vida
nueva. Si no lo puedo hacer sacramentalmente, le pediré que venga espiritualmente a
mi corazón.
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26. Desecharon en el milagro la evidencia, negándose a ver en Jesús a un enviado de


Dios, con derecho como tal a ser escuchado. Le buscan como dispensador de bienes,
más no espirituales sino temporales.
27. Pirot recuerda aquí el agua viva que ofreció a la Samaritana en 4, 13. Cf. v. 35. El
sello del Padre son esos milagros que dan fe de la misión de Jesús (3, 33) y que Él
prodiga con una bondad que no puede ser sino divina. Cf. Mt. 11, 4-6.
29. Le preguntan por las obras: Él señala la obra por excelencia: la obra interior que
consiste en creer recta y plenamente. La fe es también la obra de Dios en el sentido de
que es Él quien nos atrae (6, 44 y 66).
30. ¿Qué milagro haces? Asombrosa ceguera y mala fe de los fariseos que hacen tal
pregunta cuando acaban de comer el pan milagrosamente multiplicado por Jesús.
31. Véase Ex. 16, 15-16; Sal. 77, 25 s.; 1 Co. 10, 3.
32s. El “Don perfecto” por excelencia (cf. St. 1, 17) es el que ese Padre nos hizo de su
Hijo muy amado (cf. 3, 16), el verdadero “pan del cielo”, que nos imparte la vida y la
sustenta con el pan de su palabra (v. 63) y con su carne hecha pan supersubstancial (v.
51; Lc. 11, 3).
33. Pan de Dios: De estas sublimes palabras viene la expresión popular que suele
aplicarse para decir que alguien es muy bueno. Pero ¿cuántos piensan en aplicarla a la
bondad del único a quien esas palabras corresponden? (Mt. 19, 16). Desciende del cielo:
Nótese aquí, como en los v. 38 y 42, que Jesús es el único Hombre que se ha atrevido a
atribuirse un origen celestial y a sostener su afirmación hasta la muerte. Cf. 3, 13; 8, 23
y 38 ss.
34. Siguen creyendo que Jesús habla del pan multiplicado que ellos comieron. No
acaban nunca de abrir su entendimiento y su corazón a la fe, como Jesús se lo reprocha
en el v. 36.
35. Aquí declara el Señor que Él mismo es el “pan de vida” dado por el Padre (v. 32).
Más tarde habla del pan eucarístico que dará el mismo Jesús para la vida del mundo (v.
51).
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El Pan de vida y de la libertad


La primera lectura nos presenta una de las ocasiones en que el proyecto de ser un
pueblo libre en una tierra libre, guiados por el Dios que escuchó su clamor cuando eran
esclavos... es puesto en cuestión ante las dificultades que se encuentran en el camino.
No es fácil ser libre, ser libres juntos, y con una estructuras/leyes que aseguren esa
libertad.
Vivimos en un país libre (escribo desde España). Es lo que se suele decir. Hemos ido
ganando muchas cuotas de libertad en muchos ámbitos: laborales, sociales, políticos,
económicos, personales... Aunque también vemos últimamente algunos retrocesos y
cuestionamientos sobre ciertos logros en igualdad, respeto, derechos humanos... Pero
resulta que, realidad, no somos tan libres.
+ Vivimos muy pendientes y condicionados por la opinión de los demás, y nos cuesta
mucho ser nosotros mismos.
+ Nos vemos enredados en una sociedad de consumo, que necesita multiplicar nuestras
necesidades, aun a costa de esquilmar el planeta. Nunca tenemos suficiente, y nos
puede la ansiedad de tener/comprar, visitar, viajar, acumular, probar... de un modo
compulsivo y absurdo, derrochando y malgastando, sin valorar y cuidar, en cambio, lo
que es realmente importante... y a los que necesitan todo para poder simplemente vivir.
+ Esta sociedad de la comunicación y de las redes sociales nunca como ahora nos había
condicionado y «engañado» con las falsas noticias, los bulos, la información que se
esconde (o se impide investigar con la fuerza de los votos la gestión política, los dineros
en negro, las adjudicaciones a dedo, las comisiones ilegales...), porque como se destape
el asunto...
+ Los mensajes políticos se lanzan, se adaptan o se esconden a golpe de lo que revelan
las encuestas, y si ayer dije «X», es que me interpretaron mal, o las circunstancias han
cambiado... La confusión de valores, la desinformación y la manipulación mediática no
son nunca una ayuda para nuestra libertad. Al contrario. Ya lo dijo Jesús: La verdad os
hará libres...
+ Por otro lado se nos multiplican los miedos: miedo al emigrante que «nos invade».
Miedo a que ganen el poder los que no son de los nuestros. Miedo a perder el puesto de
trabajo que parecía tan seguro. Miedo a perder la salud, o a no ser bien atendidos si no
tenemos un seguro privado. A no tener una jubilación suficiente... El miedo provocado
no es un ingrediente compatible con la libertad.
+ También nos «atan» nuestra historia y heridas personales, las relaciones que se han
roto, o que no somos capaces de romper, los errores cometidos, las etiquetas que nos
han puesto...
La Revolución Francesa colocó la «libertad» en un altar (junto a otras dos, formando una
auténtica trinidad indivisible: igualdad y fraternidad). Pero estamos lejos de aquellos
ideales. Habría que empezar por ponernos de acuerdo en lo que realmente significa esta
«mágica» palabra. Nadie puede apropiarse de ella, como bandera o estandarte, dando a
entender que «los otros» nos la quitarían. Cuando la política se dedica a dividir en
«buenos y malos» deja de ser política.
Tiene que ir de la mano de la responsabilidad, y estar al alcance de todos, y no solo de
los que están mejor económicamente, pues cuando se carece de lo básico no hay
libertad (por eso acabaron así los israelitas en Egipto).
Precisamente el libro del Éxodo nos muestra cómo la libertad por la que Dios opta
consiste en «liberar» del trabajo esclavo, de la falta de medios de subsistencia, del
manejo del Faraón y sus leyes abusivas... aunque tengan el estómago lleno y les
permitan ciertas «libertades» para que estén contentos y no se quejen (hoy diríamos:
toros, fútbol, culebrones familiares, conciertos, «Sálvame», «Supervivientes», «First of
Dates»...). Aquella libertad planteada por Dios exigía aprender a ser un pueblo unido y
justo. Por eso es tan necesario lo que nos ha pedido San Pablo: «despojaos del hombre
viejo», de las «ideas vacías», renovar la mente y el espíritu...
El maná y las codornices que vienen «del cielo» fueron la ayuda necesaria de Dios para
poder caminar y vencer las dificultades. Precisamente cesarán cuando entren en la
Tierra Prometida.
Cuando Jesús se presenta a sí mismo como el verdadero pan del cielo que nos da su
Padre, y que baja para dar vida al mundo... nos está llamando a la libertad, a la
fraternidad, a la comunión. Nos falta mucho «éxodo» para ser libres y necesitamos
mucho ese Pan que nos ha ofrecido el Padre para construir la «civilización del amor».
Cuando el sacerdote ponga en tus manos el Maná Eucarístico.... ya sabes que es para
ponerte en camino, salir de tantas ataduras, despojarte del hombre viejo, corrompido
por sus apetencias seductoras; para renovarte en la mente y en el espíritu y ser
revestidos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad
verdaderas. «Señor, danos siempre de este Pan».
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Qué hemos de hacer – Juan 6,24-35


El hombre tiene sed de Dios, tiene hambre y sed de trascendencia y Jesucristo lo sabe.
Pero, no sólo Él lo sabe, sino también el Demonio, que no pierde oportunidad de
confundirnos. Por esos esta gente que sigue al Señor le pregunta sinceramente qué
hemos de hacer.
Que la vida tiene un final, es obvio para todos. Todos, pero especialmente los adultos,
sabemos que tenemos que morir. Lo vemos una y otra vez, así que resulta una realidad
inexorable de la que no podemos escapar.
Es lamentable que en esta sociedad del consumo, la comodidad y la “eterna juventud”
muchos, desdiciendo de su madurez, nos empeñemos en no oír si quiera la sola mención
a la muerte. Nos aterra tanto, que no queremos que nada nos lo recuerde.
Como el avestruz, preferimos meter la cabeza en la tierra con tal de no ver la realidad,
que es contraria a la engañosa publicidad que nos ofrece una larga, saludable y juvenil
vida a cambio de algunos tips que hay que seguir “religiosamente” todos los días.
En general, hemos sustituido nuestra vida espiritual, la oración, la reflexión de la Palabra
del Señor y la Eucaristía por estos tips. Así, somos muchos los cristianos que brillamos
por nuestra ausencia en los templos, pero que ocupamos todos los gimnasios y spas de
moda.
La quiromancia, el feng shui, el reiki y el yoga son otras tantas prácticas que hemos
agregado a nuestras vidas, para mantenernos siempre saludables, jóvenes y alegres.
Todos decimos creer en Dios, pero es evidente que toda esta “cultura del bienestar” nos
impide frecuentarlo como quisiéramos.
Sin embargo, gracias a estas prácticas y a este estilo de vida, hemos alcanzado un
equilibrio físico y espiritual que nos permite alejarnos prudentemente de todas las
“malas vibraciones” y vivir alegres y optimistas, alejándonos de todo aquello que
pudiera ser tóxico, incluyendo algunas viejas amistades.
De un tiempo a esta parte incluso hemos observado con agrado que la meditación nos
hace sentir mucho mejor y más cercanos a Dios, que cuando vamos al templo y oímos a
algunos sacerdotes con discursos incriminatorios, rodeados de imágenes dolientes y
sangrantes.
Ya no nos explicamos cómo pudimos aguantar esas imágenes de un Cristo torturado y
crucificado. ¿Por qué tiene que haber crucifijos en los templos, que asustan a los niños?
La Iglesia tiene que modernizarse y dejar de transmitir esa actitud pesimista y
masoquista.
Por eso están vaciándose los templos. La gente no consigue lo que busca. Los curas y
religiosos se empecinan en seguir transmitiendo el mismo discurso, llamando al perdón
y al arrepentimiento, en vez de hablar del amor y la esperanza.
Esta es la crítica frecuente que oímos de otrora cristianos como nosotros. Ahora siguen
sosteniendo que son cristianos, pero de un modo distinto, que increíblemente ha tenido
eco en algunos religiosos “modernos y liberales”, sacerdotes de “avanzada”.
Cuando los oigo y observo, no puedo dejar de sentirme asombrado. ¿Qué ha pasado?
¿No seguíamos al mismo Cristo? ¿No lo encontramos en similares circunstancias?
¿Cuándo fue que nos distanciamos tanto? No puedo dejar de pensar que han vuelto al
punto del que partimos.
Y es que la gran tentación es esta de la que hoy el Señor nos previene. Le empezamos a
seguir porque nos dio de comer hasta saciarnos y queremos seguir recibiendo del mismo
pan, ese que nos sacia de todo aquello que aquí y ahora podemos desear.
Él nos ha dado a manos llenas, cuanto le hemos pedimos y cuando se lo hemos pedido,
porque es infinitamente misericordioso, sin embargo nosotros hemos hecho de este
recibir un hábito. Solo queremos que nos siga dando de lo mismo.
Que nos siga dando alimento, techo, comodidad, amigos, salud, juventud, bienestar,
tiempo, trabajo, viajes, placer, sabiduría, amor, prestigio, ascenso, fama, tranquilidad…
Gracias a Él nos hemos acomodado muy bien aquí, nos sentimos muy cómodos y
augustos.
Esto es lo que queremos hacer eterno. ¿Hay algo de malo en ello? Nos hemos
acostumbrado y solo queremos de eso, de esa comida, de ese alimento. Pero el Señor
ha venido a darnos un alimento superior. Algo que está por encima; que está más allá.
No, no queremos más. Solo queremos de ese pan que nos aleje del dolor y del
sufrimiento hoy, ahora, aquí y para siempre. ¡Eso es lo que nos ofrecen estas “nuevas
corrientes”! ¡Eso es lo que queremos! Porque aquello que nos ofrece el Señor exige
pasar por la muerte y eso es algo en lo que ya no queremos ni pensar.
No podemos negar que al comienzo, cuando recién conocimos al Señor, cuando recién
nos encontramos con Él, hace 30 o 40 años, nos pareció una novedad. ¡Nos emocionó
tanto! ¡Nos llenó tanto! Pero ahora ya no tiene aquel sabor. Ya no nos llena.
¡Hemos dejado de perseverar! ¿De quién es la culpa? Hemos tenido una vida muelle y
sin contratiempos mayores. Nada fuera de lo normal. Gozar, comprar, ahorrar, viajar,
conocer…Nada parece agotarse, tampoco nuestros deseos de mantenernos en esta
novedad.
¿Qué puede haber de malo en ello? Señor, ¿por qué insistes en darnos de aquel pan
para la vida eterna, cuando nosotros queremos seguir comiendo del que nos satisfaga
hoy y aquí? ¿Es que no existe tal pan? Pues parece que sí. Es del que venimos
recibiendo.
Lo tomamos por otros medios, de Ti mismo, porque los tomamos de la Creación. ¿No te
agrada que hayamos encontrado otros caminos, más amigables, menos espartanos y
exigentes? ¿Es que es preciso que estemos recordando Tu cruz? ¿En qué modo nos
puede convenir revivir tan escabroso episodio?
A nadie le agrada que le recuerden estas escenas una y otra vez. Mucho menos a
nuestros niños. No creemos que a Ti te hubiera gustado tampoco, si viniste trayéndonos
una Buena Noticia. ¿No debíamos estar alegres? ¿Cómo podemos estarlo dentro de los
templos?
¿Es esta la fe que Tú quisiste suscitar en nosotros? Obren, no por el alimento
perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que les dará el Hijo
del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.
Ellos le dijeron: « ¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?»
Jesús les respondió: «La obra de Dios es que crean en quien él ha enviado.»
No fue Moisés quien les dio el pan del cielo; es mi Padre el que les da el verdadero pan
del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.» Entonces
le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la
vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.
Es preciso ira Jesús, ir al Señor, porque solo Él puede quitarnos el hambre y la sed. Solo
Él tiene palabras de vida eterna. Solo Él puede darnos la Vida Eterna: ¡Comiendo Su
cuerpo y bebiendo Su sangre! ¡Es preciso, obligatorio y no alternativo, comer Su cuerpo
y bebe Su sangre!
Hemos de comer Su cuerpo y beber Su sangre para alcanzar las promesas de Jesucristo.
¡Esto es indispensable! ¡Solo así estaremos en Comunión con Jesucristo, con la Voluntad
de Dios Padre y el Espíritu Santo nos guiará, en comunión con nuestros hermanos, hasta
la Verdad completa.
¡Esto es ser cristiano! ¡Estar en Comunión, con nuestros hermanos y con la Trinidad!
¡Solo podemos hacerlo a través del Milagro de la Eucaristía! Es decir, que la Eucaristía es
el centro de la vida de la Iglesia y del cristiano.
Sin la Eucaristía no hay vida cristiana, ni tampoco Vida Eterna. No es un mero abrir la
boca para comer un pedazo de pan, es unirnos en la cruz de Cristo, ofreciéndonos por
Él, con Él y en Él, en el Santo Sacrificio de Su Vida por la Salvación de toda la
Humanidad, redimiéndonos de nuestros pecados.
Todo otro camino que no sea este, el señalado por Jesucristo, no es compatible con la
Voluntad de Dios, por lo tanto hemos desospechar que se trata de una trampa del
Demonio, que engaña y confunde a quienes buscan a Dios por su propio esfuerzo.
Pretender prescindir de Cristo y de Su Sacrificio por la Humanidad, rechazando o
prescindiendo de la Eucaristía es un acto de soberbia a través del cual le decimos al
Señor que no lo necesitamos, que podemos hacerlo solos. ¡Eso es lo que nos conduce al
abismo!
¡Esta es la obra del Demonio! ¡Claro, es astuto! No se presenta con cachos y echando
humo por la nariz, sino haciéndote creer que no eres digno, que no tienes perdón y que
existen vías alternativas, cuando la única que tenemos a nuestra disposición POR
VOLUNTAD DE DIOS es el Cuerpo y la Sangre de Cristo!
¿Qué más? ¿Te parece poco? ¡Él ha muerto en la cruz por nosotros, por ti y por mí! ¿Le
dirás que no lo necesitas, que no lo quieres? ¡Es Él mismo que se nos ofrece como
perfecta comida y bebida a cambio de Vida Eterna!
¿Por qué no lo recibes? ¿Es mucho lo que te pide? ¡El sacrificio ya lo hizo Él! Solo quiere
que le ames y lo recibas con fe, el resto será obra suya. ¡Es su poder el que te salvará!
No ninguno de tus esfuerzos, ni prácticas esotéricas. ¡Cree que esto es Verdad y así
será! No por tu poder, sino por Gracia de Dios.
Oración: Padre Santo, te damos gracias por habernos enviado a Tu Hijo Jesucristo para
comunicarnos Vida Eterna a través del Milagro de la Eucaristía. Te pedimos que nos
permitas participar en ella con toda la frecuencia que nos sea posible, perseverando,
como muestra de amor y acatamiento a Tú Santísima Voluntad. Te lo pedimos por
Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
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Un pan que sacia. Jn 6,24-35


Como los judíos, también nosotros nos quedamos con demasiada frecuencia en el
alimento material. Pero Dios nos ofrece otro alimento. El pan que el Padre nos da es su
propio Hijo; un pan bajado del cielo, pues es Dios como el Padre; un pan que perdura y
comunica vida eterna, es decir, vida divina; un pan que es la carne de Jesucristo.
Y precisamente porque es divino es el único alimento capaz de saciarnos plenamente. Al
fin y al cabo, las necesidades del cuerpo son pocas y fácilmente atendibles. Pero la
verdadera hambre de todo hombre que viene a este mundo es más profunda. Es hambre
de eternidad, hambre de santidad, hambre de Dios. Y esta hambre sólo la Eucaristía
puede saciarla. Cristo se ha quedado en ella para darnos vida, de modo que nunca más
sintamos hambre o sed.
A la luz de esto, hemos de examinar nuestra relación con Cristo Eucaristía. ¿Agradezco
este alimento que el Padre me da? ¿Soy bastante consciente de mi indigencia, de mi
pobreza? ¿Voy a la Eucaristía con hambre de Cristo? ¿Me acerco a Él como el único que
puede saciar mi hambre? ¿Le busco como el pan bajado del cielo que contiene en sí todo
deleite? ¿O busco saciarme y deleitarme en algo que no sea Él?
1. "Yo soy el Pan de vida"
Luego de la multiplicación de los panes, el evangelista Juan se refiere a la búsqueda de
Jesús por parte del gentío. Y así es como lo encuentran junto a Cafarnaúm y le dirigen
esta pregunta: "Maestro, ¿cuándo has venido aquí?" Jesús no responde a lo que le
preguntan, pero revela las verdaderas intenciones que han impulsado a la gente a
buscarle, desenmascarando una mentalidad demasiado material; "Os lo aseguro, me
buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”. Todos
siguen a Jesús por el pan material, sin comprender la señal hecha por el profeta. Buscan
más las ventajas materiales y pasajeras que las ocasiones de adhesión y de amor. Ante
esta ceguera espiritual, Jesús proclama la diversidad que existe entre el pan material y
corruptible y ese otro; “perdura para la vida eterna”. Jesús entonces, invita a la gente a
superar el angosto horizonte en el que vive, para pasar a la fe. Los interlocutores de
Jesús le preguntan entonces: “¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que
Dios quiere?”. Jesús pide una sola cosa: la adhesión al plan de Dios, es decir, "La obra
que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado”.
La muchedumbre no está satisfecha y pregunta: "¿Y qué signo vemos que haces tú,
para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?”. El milagro de los panes no es suficiente;
quieren un signo particular y más estrepitoso, el nuevo milagro del maná (c f. Sal
78,24), para reconocer al profeta de los tiempos mesiánicos. Jesús, en realidad, da
verdaderamente el nuevo maná, porque su alimento es muy superior al que comieron
los padres en el desierto: él da a todos la vida eterna. Pero sólo el que tiene fe puede
recibir ese don. El verdadero alimento no está en el don de Moisés; Jesús les replicó:
"Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, ni en la ley, sino en el don del
Hijo, que el Padre ofrece a los hombres, él es el verdadero pan del cielo; "Yo soy el pan
de vida”. La muchedumbre parece haber comprendido: “Entonces le dijeron: "Señor,
danos siempre de este pan." Entonces Jesús, evitando todo equívoco, precisa: El que
viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed." Es el don
amoroso hecho por el Padre a cada hombre. Él es la Palabra que han de creer: quien se
adhiere a él da un sentido a su propia vida y consigue su propia felicidad.
2. En busca de Jesus
El milagro que Jesús ha hecho multiplicando los panes es extraordinario, entonces no
quieren separarse de Él. Después que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, despidió
a la multitud después de la multiplicación de los panes. Esto fue la misma tarde, al
embarcarse los discípulos. El Evangelio dice que: Al día siguiente, la multitud que se
había quedado en la otra orilla, es decir un pequeño grupo se habría quedado allí, a la
espera de Jesús, que no había embarcado, y que acaso ese a lo que alude san Juan, es
decir, en la región de et-Batiha, donde multiplicó los panes.
Las gentes que se habían retirado, lo mismo que la que se había quedado, habían
constatado esto: que Jesús no había embarcado con los discípulos, con eso queda
ratificado que Jesús hizo su caminata milagrosa sobre las aguas, y que no había
quedado allí más que una barca.
Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían
comido el pan Pero al siguiente día de la multiplicación de los panes vinieron a este lugar
diversas barcas procedentes de Tiberíades, sin que se diga el motivo de esta arribada.
Acaso en busca de Jesús, avisados por algunos de los que hubiesen retornado la víspera,
o por el rumor de que se hallase allí. Tiberíades era capital y, situada en el lago, era el
puerto principal de Galilea. Josefo, historiador judío, hace ver el gran movimiento de
naves que en él había en ese lugar.
Como estas gentes que había quedado allí se dieron cuenta que no podían encontrar a
Jesús, aunque no lo vieron embarcar; y como vieron que los discípulos se dirigieron a
Cafarnaúm, aprovecharon la oportunidad de estas barcas que acababan de llegar de
Tiberíades, se embarcaron en ellas, dice san Juan: subieron a las barcas y fueron a
Cafarnaúm en busca de Jesús. Aquí lo van a encontrar, y en esta villa tendrá lugar el
discurso sobre el “Pan de vida.”
3. Me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta
saciarse
Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: Maestro, - cuándo llegaste - . La
pregunta que le hacen con el título honorífico de Maestro, Rabí, lleva un contenido sobre
el modo extraordinario como vino. Sabían que no se había embarcado ni venido a pie
con ellos. Deben haber estado maravillados, al pensar como había venido Jesús. Era un
volver a admitir el prodigio en su vida.
La respuesta de Jesús pasa por alto aparentemente la cuestión para ir directamente al
fondo de su preocupación. No le buscan por el milagro como signo que habla de su
grandeza y que postula, en consecuencia, obediencia a sus disposiciones, sino que sólo
buscan el milagro como provecho, Jesús les respondió: “Les aseguro que ustedes me
buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse”.
Que busquen, pues, el alimento no temporal, aun dado milagrosamente, sino el
inmortal, el que permanece para la vida eterna, y éste es el que dispensa el Hijo del
hombre, por eso le dice; “Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que
permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; y cuya garantía es
que el Padre”, que es al que ellos llaman Dios, el Padre, marcó con su sello. La
credencial del que lo envía, son los milagros, los signos.
4. Buscan a Dios no por Dios, sino por la ayuda que pudieran conseguir de el
En nuestra realidad de hoy, con cierta pena vemos como sucede que hay personas que
buscan en la religión algo que les resulte conveniente, entonces buscan a Dios no por
Dios, sino por la ayuda que pudieran conseguir de Él, y además exigen rapidez, luego
suceden que la respuesta les tarda en llegar, entonces, pierden la fe y le dan la espalda
la Señor. No es el alimento material el que debemos buscar, sino el que permanece por
siempre, hasta la Vida Eterna.
Hasta aquí las multitudes, y sobre todo los que los guiaban, no tienen dificultad mayor
en admitir lo que Jesús les dice, principalmente por la misma incomprensión del hondo
pensamiento de Jesús. Por eso, no tienen inconveniente en admitir, como lo vieron en la
multiplicación de los panes, que Jesús esté sellado por Dios para que enseñe ese
verdadero y misterioso pan que les anuncia, y que es alimento que permanece hasta la
vida eterna.
5. La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado
De ahí el preguntar qué - Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios - es decir,
para que Dios les retribuya con ese alimento maravilloso. Piensan, seguramente, que
puedan ser determinadas formas de sacrificios, oraciones, ayunos, limosnas, que eran
las grandes prácticas religiosas judías.
Pero la respuesta de Jesús es de otro tipo y terminante. En esta hora mesiánica es que -
Jesús les respondió: - La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado -
Fe que, en San Juan, es con obras (San Juan 2:21; cf. San Juan 13:34). La multitud
comprendió muy bien que en estas palabras de Jesús no sólo se exigía reconocerle por
legado de Dios, sino la plena entrega al mismo.
Esto es lo que nos dice con mucha claridad Jesús, no está Dios para servir al hombre, al
contrario, el hombre está para servir a Dios. Dios atiende nuestras plegarias y
necesidades, todo esto por el gran amor que les tiene a los hombres, pero debemos
estar siempre dispuestos a servirle, haciendo su voluntad, viviendo una vida y una
conducta agradable a Dios, y a Él le dejamos su misericordioso auxilio. Jesús, le dijo a
Catalina de Siena: Tu preocúpate de Mí, Yo me preocupare de tí y de tus cosas
6. ¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti?
La gente preguntó a Jesús: "¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti?”, Los
que le preguntaban esto a Jesús, aún no están convencidos, en el capítulo anterior de
este evangelio, había comentado que las gentes estaban impresionadas, maravilladas
con Jesús, el milagro que él hizo multiplicando los panes fue extraordinario, entonces no
querían separarse de Él. Sin embargo, estos que preguntan vienen, por una lógica
insolente, a pedirle un nuevo milagro, y preguntan casi despectivamente: “¿Qué obra
realizas?”
En ellos, está presente el hecho del Éxodo. El desierto, la multiplicación de los panes en
él, contra el que evocará la multitud el maná y dicen a Jesús: “Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado
del cielo”. La murmuración de estos judíos contra Jesús, como Israel en el desierto, y,
por último, la Pascua próxima, es un nuevo vínculo al Israel en el desierto. Ya el solo
hecho de destacarse así a Jesucristo es un modo de superponer planos para indicar con
ello, una vez más, la presentación de Jesús como nuevo Moisés: Mesías.
7. Pan del Cielo les dio a comer.
Los judíos exigían fácilmente el milagro como garantía. La multiplicación de los panes les
evocaba fácilmente, máxime en aquel lugar desierto en el que habían querido
proclamarle Rey-Mesías, el milagro del maná. Y esto es a lo que aluden y alegan. Los
padres en el desierto comieron el maná (Ex 16:4ss). La cita, tal como está aquí,
evocaba, sobre todo, el relato del maná, pero magnificado en el Salterio, en el que se le
llama pan del cielo (Sal 105:40; Neh 9:15; Sal 16:20). La cita era insidiosa. Pues era
decirle: Si Moisés dio el maná cuarenta años, y que era pan del cielo, y a una multitud
inmensamente mayor, pues era todo el pueblo sacado de Egipto, y, a pesar de todo, no
se presentó con las exigencias de entrega a él, como tú te presentas, ¿cómo nos vamos
a entregar a ti? Por lo que le dicen que, si tiene tal presunción, lo pruebe con un milagro
proporcionado.
Estaba en el ambiente que en los días mesiánicos se renovarían los prodigios del Éxodo
(Miq 7:15). El Apocalipsis apócrifo de Baruc dice: “En aquel tiempo descenderá
nuevamente de arriba el tesoro del maná, y comerán de él aquellos años.” Y el rabino
Berakhah decía, en síntesis, “El primer redentor (Moisés) hizo descender el maná. E
igualmente el último redentor (el Mesías) hará descender el maná.”
8. Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del Cielo
Si el Mesías había de renovar los prodigios del Éxodo, no pasaría con ello de ser otro
Moisés. ¿Por quién se tenía a Jesús? ¿Qué señal tenía que hacer para probar su
pretensión? Pero la respuesta de Jesús desbarata esta argumentación, entonces
respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da
el verdadero pan del cielo”. Jesús es muy claro con ellos, así se los hace ver.
En primer lugar, no fue Moisés el que dio el maná, puesto que Moisés no era más que un
instrumento de Dios, así Jesús les dice: “mi Padre les da el verdadero pan del cielo
porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”. Es decir, aquel
pan venía de otra realidad y no era el pan verdadero, porque sólo alimentaba la vida
temporal; pero el verdadero pan es el que da la vida eterna; ni el maná tenía
universalidad: sólo alimentaba a aquel grupo de israelitas en el desierto, mientras que el
pan verdadero es el que desciende del cielo y da la vida al mundo.
9. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed
Si directamente alude a la naturaleza del verdadero pan del cielo, no está al margen de
él su identificación con Jesús. Si la naturaleza del verdadero pan de Dios es el que baja
del cielo y da la vida al mundo, entonces es Jesucristo el que se identificará luego,
explícitamente, con este pan. Los judíos, impresionados o sorprendidos por esta
respuesta, tan categórica y precisa, pero interpretada por ellos en sentido de su
provecho material, le piden que él les dé siempre de ese pan, como la Samaritana (Jn
4:15).
Es así como ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les respondió:
“Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás
tendrá sed".
Probablemente vuelve a ellos el pensamiento de que Cristo es el Mesías, y esperan de El
nuevos prodigios. Pero ignoran en qué consistan, y no rebasan la esperanza de un
provecho material. Pero ese pan, que aún no habían discernido lo que fuese, se les
revela de pronto: “Yo soy el pan de vida”
Nosotros estamos con hambre de verdad, sed de felicidad. Jesús, hace que estas
aspiraciones sean verdaderas. En efecto, solo en Jesucristo podremos saciar esta
hambre, solo con El podremos calmar nuestra sed. Jesús no solo nos entrega la verdad,
el mismo es la Verdad del Padre. Entonces si nuestro corazón busca con desesperación
la verdad y la felicidad, no la busquemos en otro lugar más que en Jesús.
San Agustín, escribió: “Señor, nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto y sin
sosiego, mientras no descasa en TI”
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 No hay oración. www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux
2 Fíjate, Señor, cómo ciertos pasos resultan difíciles. Y tú lo sabes bien, porque has
puesto en nosotros el instinto de conservación, que es una de las fuerzas más poderosas
que rigen la vida. Hoy te pido que hagas más poderoso aún este instinto, a saber: que lo
extiendas a la Vida, a la vida que tú prometes, a la vida que debe durar para siempre,
de suerte que pueda sentir dentro de mí las razones del corazón, las razones de la Vida,
la pregunta sobre el cómo alimentarla.
Te pido que me hagas percibir este instinto vital superior al menos con la misma fuerza
que el natural, para que mis decisiones sean prudentes y sabias, no ligadas sólo al
sentido común, y tampoco estén dictadas por la facilidad para creer cualquier propuesta
milagrera.
Otra cosa te pido aún: concédeme el espíritu de discernimiento, para que sepa distinguir
entre la verdadera fe y las ilusiones, el carácter razonable de mi modo de pensar y la
apertura a tu posible acción en el mundo.
Haz, oh Señor, que no desista nunca de ser un hombre bien arraigado en la realidad y,
al mismo tiempo, abierto también a tu Realidad, a ti, que puedes sorprenderme y venir
a mi encuentro en cualquier momento; a ti, que puedes dar la vuelta en un instante a la
marcha normal de las cosas, para plantearme la pregunta radical sobre en qué pongo mi
confianza. www.santaclaradeestella.es
3 Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén. www.ocarm.org
4 ¡Padre de alimento y abundancia! Gracias, porque a pesar de nuestros errores nos
provees siempre nuestras necesidades por doquier. Hoy quiero solicitarte solo «el Pan
nuestro de cada día» y ese pan es «El Pan de Vida»: que cada amanecer al abrir los ojos
sea para ver el rostro de Jesús. Que cada amanecer en su silencio sea para escuchar la
palabra de verdad de Jesús. Que cada amanecer en su oscuridad sea para iluminarnos
con el Espíritu Santo de Jesús. Que cada amanecer al iniciar nuestros pasos seamos
conducidos con los pies de Jesús. Y que cada amanecer llenos de Jesús sea para ver,
compartir, custodiar, brindar caridad, generosidad y mucho amor, para los que
necesitan del «Pan de Vida»; nuestros hermanos. ¡SEÑOR, DANOS SIEMPRE DE ESE
PAN! Amen. www.dario.res
5 Señor, desenmascaraste la superficialidad de los que te buscaban a lo largo de las
orillas del lago de Tiberíades: «0s aseguro que no me buscáis por los signos que habéis
visto, sino porque comisteis pan hasta saciaros» (6,26). Es verdad: también nosotros te
buscamos con frecuencia para ver cosas sensacionales o para encontrar a alguien que
nos ayude a escapar de nuestra vida cotidiana y monótona. También nosotros caemos
con frecuencia en la trivialidad: te seguimos de una manera superficial, sin buscar el
verdadero alimento de nuestra vida, que eres. Haz, Señor, que nuestra petición, como la
de la gente de Galilea: ¿Que debemos hacer para actuar como Dios quiere?» (6,28),
corresponda a una verdadera exigencia del corazón, porque solo así podremos
encontrarte y abandonar nuestra vida superficial y vacía, saliendo al encuentro de las
necesidades de nuestros hermanos. www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
«Descarga en el Señor tus inquietudes y él te sostendrá» (Sal 55,23). ¿Qué es lo que te
preocupa? ¿Por qué andas afligido? El que te ha hecho se ocupa de ti. El que ya cuidaba
de ti antes de que existieras ¿no cuidará de ti ahora que eres lo que él quiso que fueras?
¿No cuidará de ti el que «hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre
justos e injustos»? (Mt 5,45). ¿Se desentenderá, te abandonará, te dejará solo a ti, que
eres justo y vives en la fe? Al contrario, te colma de beneficios, te ayuda, te da aquí lo
que es necesario, te defiende de las adversidades.
Concediéndote dones te consuela para que perseveres, quitándotelos te corrige para que
no perezcas. El Señor cuida de ti, puedes estar tranquilo; te sostiene aquel que te ha
hecho: no caerás de la mano de tu Creador (Agustín, Comentarios sobre los salmos,
38,18). www.santaclaradeestella.es
Los escribas y los fariseos, aunque Cristo hubiera realizado obras que nadie más habia
hecho, insistieron en pedir un signo decisivo que probara de una manera irrefutable su
divinidad. Sí, es cierto, habia realizado un gran evento, pero les habia decepcionado. Se
habría producido un signo, pero no para ellos. Fue el único evento en el que Él no
aparecía como un signo de poder, sino de debilidad. Su humillación fue proclamada y
anunciada al mundo entero. Cuando fue levantado de la tierra, desplego su poder;
atrajo a todos los hombres hacia Él, pero no con lo que estaba a la vista, sino con lo que
estaba escondido, que era materia de fe: con su virtud expiatoria. No vayamos, pues, en
busca de signos y milagros, ni pidamos prendas interiores y sensibles del favor de Dios.
Corramos la aventura de la fe y conseguiremos creer la prueba que los otros exigen
antes de creer. El Dios omnipotente está escondido y el mundo no nos lo descubre;
podemos ir a cualquier parte, pero no lo encontraremos. Lo más que podemos hacer por
los caminos de la naturaleza es ir a tientas detrás de Él, que, aunque no le veamos, está
cerca de cada uno de nosotros.
Empieza con la fe, a fin de que puedas acabar con la santidad. Se te permite comenzar
con la fe porque esta constituye una realidad santa y figura entre los primeros frutos de
la santidad futura. La fe es la religión de los pecadores que empiezan a purificarse a sí
mismos para Dios, y en todos los tiempos y todas las economías el justo ha vivido de la
fe. Esforcémonos, por consiguiente, en ser sabios mientras el tiempo recibe el nombre
de «hoy». Busquemos al Senor y su gracia. Acerquémonos a Él, que caminó sobre el
mar y mandó a los vientos y multiplico los panes. Veámosle con la fe, aunque nuestros
ojos estén cerrados y no podamos reconocerle. Que nuestro dulce Senor este siempre
con nosotros, moviendo nuestros co razones desde dentro, hasta que apunte el día y
desaparezcan las sombras (J. H. Newman, Sermoni liturgici, Fossano 1971, 210-215,
passim). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Señor, ¡ayúdame a creer!».
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Esforzaos no por conseguir el alimento
transitorio, sino el permanente, el que da la vida eterna» (v. 27).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
Cada día trae consigo una sorpresa, pero sólo podemos verla, oírla, sentirla cuando
llega, si la esperamos. No debemos tener miedo de acoger la sorpresa de cada día, tanto
si llega como un dolor o como una alegría. Ella abrirá un nuevo espacio en nuestro
corazón, un lugar en el que podremos acoger nuevos amigos y celebrar de un modo más
pleno nuestra humanidad compartida.
Con todo, el optimismo y la esperanza son dos actitudes radicalmente diferentes. El
optimismo significa esperar que las cosas -el tiempo, las relaciones humanas, la
economía, la situación política y otras cosas como éstas- mejoren. La esperanza es la
verdadera confianza en que Dios cumplirá las promesas que nos ha hecho de
conducirnos a la verdadera libertad. El optimista habla de cambios concretos en el
futuro. La persona de esperanza vive en el momento presente sabiendo que en la vida
todo está en buenas manos. Todos los grandes de la historia han sido personas de
esperanza. Abrahán, Moisés, Rut, María, Jesús, Rumi, Gandhi..., todos ellos vivieron
guardando en su corazón la promesa que les guiaba hacia el futuro, sin necesidad de
saber exactamente cómo habría de ser (H. J. M. Nouwen, Pane per ¡I viaggio, Brescia
1997, pp. 10.25 [edición española: Pan para el viaje: una guía de sabiduría y de fe para
cada día del año, Ediciones Obelisco, Barcelona 2001]). www.santaclaradeestella.es
Los discípulos ven al Señor caminando sobre las aguas y acercándose a la barca. Y como
no viene como le esperaban, son presa del miedo. Sienten que la presencia del Señor
puede ser mucho más insoportable que su ausencia. Tal vez no se liberen ya nunca por
completo de este miedo que ahora aprenden a conocer por vez primera: el miedo a lo
inmenso, a la desaparición de todas las medidas, a verse rebasados, arrollados,
superados por todas partes. Estar solos era algo desagradable, pero todavía es mucho
más incómodo estar con alguien cuya medida hace naufragar constantemente la
nuestra. Su deseo Fue satisfecho de una manera completamente distinta a todo lo que
ellos creían; de una manera que pertenece completa y únicamente al Señor y no a ellos;
de una manera que no cierra la apertura de su deseo, sino más bien la abre de par en
par y la dilata.
Tienen miedo, y él les dice: «No tengáis miedo» (Jn 6,20). No deben tener miedo ante
él, ni por el hecho de haberlos dejado solos, ni de la soledad todavía más profunda de su
compañía, ni de sus milagros, ni de su ser extraordinario. El conoce este desgarro de la
vida habitual y este estar sumergido en una vida desconocida que se dilata cada vez
más. Conoce todo esto porque las peticiones que le ha adelantado el Padre crecen de
una manera desmesurada. Por eso les dice: «No tengáis miedo», porque también él
conoce el miedo. No deben temer, porque él les ayudará a llevar la angustia humana. Ni
deben tener miedo aunque él les invite a compartir su propia angustia divina. En este
intercambio les ofrece lo mejor: aquí ellos pueden perder su egoísmo y hacerse
accesibles a su amor. El les aliviará su pequeño peso humano para hacerles cargar a
cambio, con amor, algo de su cruz infinita (A. von Speyr, doscorsi polemici, Milán 1989,
II, 27-30, passim). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
*****
www.fundacionpane.org

Invocación al Espíritu Santo:


Ven Espíritu Santo, Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere
decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo. Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y
se haga vida en nosotros. Amén
TEXTO BÍBLICO: Juan 6, 24-35
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico.
Este domingo es el XVIII del tiempo ordinario, y continuamos con la lectura del
evangelio de San Juan en su capítulo sexto. Este texto es parte del conocido “discurso
sobre el Pan de Vida”, que esta íntegramente relacionado al suceso anterior de la
multiplicación de los panes.
La gran multitud sigue a Jesús, y lo hace de la forma que puede, sin importar el esfuerzo
que ello conlleve, en este caso se acercan en barcas hasta Cafarnaúm. Pero no se busca
a Jesús por Jesús mismo, sino lo material por encima de lo espiritual que permanece.
Recordemos el signo milagroso de la multiplicación de los panes, este suceso había
ocurrido solo pocas horas atrás, y los protagonistas eran en la mayoría estos mismos
que se acercan y lo “buscan”.
Jesús les hace notar el interés que los embarga y moviliza; “ustedes me buscan, no
porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse”. Es decir, no vienen
porque reconocen plenamente a Jesús como el Mesías, sino como aquel que logro a
través de un signo sobrenatural, darles pan hasta el cansancio. Ellos seguían buscando
signos para creer. Jesús les reprocha su actitud, y los exhorta a buscar y trabajar no por
el alimento perecedero, sino por el que permanece para la vida eterna. Este pan, es el
que dará el Hijo del Hombre, es decir Jesús, quien ha sido marcado por el Padre. Hijo de
Hombre, es uno de los títulos con los cuales se designa a Jesús en los Evangelios, el más
utilizado, y llamativamente el que utiliza Jesús para designarse a sí mismo. Jesús no se
llama a sí mismo Hijo de Dios, como sí lo hizo Pedro, y otros en las escrituras, sino que
a través de esta designación muestra su abajamiento, y humildad. Entonces el Pan de
Vida, lo dará el Hijo de Hombre; Jesús, que fue marcado por el Padre. Marcar es poner
signo propio, para que una cosa no se confunda con otras. Se marca algo para
reconocerlo, para destacarlo por sobre lo demás. Dios Padre marca a Jesús para
compartir con él su naturaleza y atributos divinos.
Creer en aquel que el Padre ha enviado, de eso se trata la obra de Dios. Esta es la
respuesta de Jesús a quienes lo seguían. Jesús no les dice directamente en se trata de
creer en él, ni tampoco les dice que él mismo es el Hijo de Dios, sino que se pone en el
lugar de enviado del Padre, para ser reconocido como tal.
Ante esta respuesta, piden aún más signos, precisan ver para creer. No bastan los
panes multiplicados, ni sus palabras, signos, y gestos. Hasta tienen el atrevimiento de
preguntarle qué obra realiza, menospreciándolo. Le recuerdan el maná que sus
antepasados comieron en el desierto. Le repiten la cita del Salmo “les dio de comer el
pan bajado del cielo” (Sal. 78, 24). No se trata de un recordar histórico por parte del
pueblo, sino una insinuación para que Jesús obre de la misma manera, para que se
vuelva a repetir este hecho prodigioso, para poder alimentarse corporalmente.
No es Moisés quien le dio el pan venido del cielo al pueblo, sino que es Dios, el Padre,
quien lo da. En su momento fue el maná, ahora da el verdadero pan bajado del cielo.
Verdadero, no porque el maná fuese falso, sino por solo era una figura, un anticipo, pero
no una realidad. Jesús es el maná que permanece, que el Señor hizo llover del cielo
como alimento de los hombres. Porque Cristo, descendió por todos los hombres y hasta
el lugar concreto de cada hombre, y de esta forma atrae a todos hacia sí por su gran
amor. Este desciende del cielo, y da vida al mundo. No solo al pueblo judío, sino a todo
el mundo. Ya no se habla de alimento sino de vida, es decir lo da todo, invita al hombre
a la plenitud.
Ellos le responden “danos siempre de ese pan”. Tal vez algunos entendieron
correctamente que se trataba del mismo Jesús como el Pan bajado del cielo que se
presentaba en medio de ellos, aunque podemos deducir que la mayoría continuaba
creyendo que se trataba de un pan material, y no espiritual por lo que expresa Jesús a
partir del versículo 35.
Jesús es el Pan de Vida que cura las enfermedades, alivia los dolores, anima en los
esfuerzos y sacrificios, y fortalece la esperanza. Dice la Palabra que quien se acerca a él,
nunca tendrá hambre. A lo que podemos agregar que nunca tendrán hambre, pero que
siempre estarán deseosos de saborear, y saciarse un poco más de la inmensidad del
amor de Dios.
Reconstruimos el texto:
¿Qué hace la multitud al darse cuenta que Jesús no se encontraba en el lugar?
¿Qué le preguntan al encontrarlo?
¿Qué dice Jesús sobre porque lo buscan?
¿Los exhorta a trabajar para que cosa?
¿Quién les dará el alimento no perecedero?
¿A quién marcó con su sello el Padre?
¿Qué dice Jesús sobre la “obra de Dios”?
¿Qué suceso bíblico le recuerdan a Jesús?
¿Quién es el que da el verdadero Pan de Cielo? ¿Cuál es el Pan de Dios?
¿Qué le pide la multitud con respecto a ese pan?
¿Qué dice Jesús que es? ¿Qué pasa a quienes se acercan a él?
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
¿Busco al Señor cada día, para acercarme y encontrarme con Él? ¿Me mueven otros
intereses a la hora de buscarlo? ¿Hay en mí comportamientos similares de la multitud
que buscaba al Señor por los signos, y el alimento material? ¿Busco ver, para poder
creer?
¿Qué pan busco, el que perece o el que da vida? ¿Cuáles son esos panes perecederos
terrenales que me atan?
¿Cuál es mi experiencia personal con el Pan de Vida; Jesús? ¿Al recordar todo lo que es
capaz de darle a mí vida, me anima a buscar siempre ese Pan, por encima de cualquier
otro?
¿Me pregunto qué significa creer en Jesús, en esta obra de Dios? ¿Entiendo que creer,
requiere de mí una respuesta activa, poniendo mi vida al servicio de Dios,
configurándome su discípulo?
¿Suelo tener la tentación de sentirme “cómodo” en mi vida espiritual, y quedarme allí sin
buscar un poco más? ¿Comprendo que solo el Señor sacia mi “hambre y sed”?
3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el
momento de decirle algo al Señor.
Tú eres el pan vivo, Señor de la Vida. Ayúdanos a creer en tu persona y vivir según tu
Proyecto.
Queremos ser tus discípulos, artesanos del Reino y testigos de tu Causa.
Danos siempre de tu pan, tu persona, tus palabras, tus enseñanzas, tu práctica, tu
presencia, tu Espíritu.
Para que seamos fuertes en la esperanza, valientes en el camino, testimonios de tu
amor ¡Señor, danos siempre de tu pan!
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.
Añadimos nuestras intenciones de oración y decimos: Amén.
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del
Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro
corazón:
«Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no pasará hambre» (Versículo 34)
Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un
verdadero cristiano.
Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a
reconocerlo como el verdadero Pan de Vida. Me comprometo a buscar personas
concretas durante esta semana, que estén pasando un momento difícil, o que estén
apegados a “panes terrenales”, y no encuentren la felicidad, y la dicha de la vida, para
llevarles consuelo a través de mi testimonio de vida, y de la Palabra del Señor.
En el grupo, nos comprometemos a ser una comunidad. Como siempre, las obras son
importantes para demostrar que sí estamos creyendo en el Pan de Vida, que
escuchamos sus Palabras y las llevamos a la práctica. Visitar enfermos, niños huérfanos,
asilos de ancianos, o bien en nuestras propias comunidades ir como grupo a ver a
aquellas personas que necesitan más de nuestra cercanía. Piensen como grupo quiénes
son y vayan a hacerse presentes.
*********************************************************************

✞ ✞ ✞ Profesión de Fe

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.

Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)

Oremos a Dios Padre. Él nos da el verdadero pan del cielo.


- Por la Iglesia, reunida cada domingo para celebrar la eucaristía, para que supere la
tentación de la pasividad, la rutina, el individualismo, participando conscientemente.
Roguemos al Señor.
- Por los que gobiernan las naciones, para que trabajen por la paz del mundo a fin de
que todos los pueblos puedan vivir y progresar en justicia, paz y libertad. Roguemos al
Señor.
- Por los que tienen hambre, para que, satisfechas sus necesidades primarias, puedan
apetecer los bienes superiores. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, para que trabajemos sobre todo por el alimento que
perdura y da la vida eterna. Roguemos al Señor.
Dios, Padre nuestro, tú nos has enviado a Jesucristo, pan vivo para la vida del mundo,
escúchanos y danos siempre de ese pan. Por Jesucristo, nuestro Señor.
1. Tenemos Hambre de Jesús
Reunidos aquí en el nombre de Jesús nuestro Señor, traemos ante él las necesidades de
su pueblo y todas las clases de hambre del mundo entero. Digámosle suplicantes:
R/ Señor, sé el alimento y la vida del mundo.
Por la Iglesia, para que sus líderes y ministros alimenten al pueblo de Dios con el sólido
y sustancioso alimento del Evangelio, roguemos al Señor.
Por los millones de hombres y mujeres que hoy, en el mundo, no tienen bastante para
comer y son demasiado pobres para llevar una vida realmente humana, para que los
que viven en bienestar muestren auténtica compasión para con ellos. Compasión que les
mueva a trabajar para que todos tengan una vida más decente y humana, roguemos al
Señor.
Por los cristianos divididos, para que pronto podamos partir juntos el único pan del único
Señor, Jesús, roguemos al Señor.
Por todas las comunidades cristianas, para que aprendamos a apreciar el tremendo valor
de la eucaristía y sacar de ella la fuerza espiritual para entregarnos a nuestros
hermanos, cercanos y lejanos, roguemos al Señor.
Por todos nosotros, para que cada eucaristía en la que participamos se convierta en un
encuentro real con el Cristo vivo; que él sacie nuestra hambre de cosas perdurables y
nos ayude a amarnos más unos a otros, roguemos al Señor.
Señor Jesucristo, sé nuestro pan de vida, en la eucaristía; pero también sé la luz y la
vida de todos los que te buscan, y el cumplimiento y alegría de todos los que te han
encontrado. Permanece con nosotros ahora y por siempre. R/ Amén.
2. Pan Partido para un Mundo Nuevo (Del Congreso Eucarístico de Lourdes,
1981)
En memoria de tu Siervo Jesús, que partió para nosotros el pan de su amor y derramó
por nosotros la sangre de su vida, y que ha hecho del servicio mutuo, del compartir y la
solidaridad los signos de un mundo nuevo, te rogamos, Dios Padre nuestro, que envíes
el aliento de tu Espíritu sobre nosotros, mientras decimos:
R/ Que tu nuevo mundo venga a nosotros.
Que venga el mundo nuevo; que llegue el día en que los pobres ya no se vean en
necesidad ni se sientan rechazados por la sociedad; que venga el mundo nuevo, cuando
todos tengan suficiente alimento para comer. Que lleguen los días en que todos tengan
un corazón de pobre según el evangelio. Roguemos al Señor.
Que venga el mundo nuevo cuando la gente no viva ya más de pan material solamente,
sino de la palabra de su Dios. Que lleguen los días en que los hombres no se callen ya
más ni enmudezcan con temor, sino que abran sus corazones para alabar a su Dios.
Roguemos al Señor.
Que venga el mundo nuevo cuando todos sean llamados y acogidos como hijos de Dios.
Que lleguen los días en que la misericordia se muestre a todos, porque habrá justicia,
prosperidad y paz Roguemos al Señor.
Que lleguen los días en que ya no haya más ni odio, ni rencor ni guerras; días en que los
pequeños y los débiles no sean ya más despreciados, sino que puedan ser tratados
como verdaderos hermanos y hermanas, viviendo en paz y trabajando todos por la
misma paz y por el bienestar. Roguemos al Señor.
Padre de bondad: Danos la gracia de que el Espíritu de Jesús viva en nosotros, para que
tu mundo nuevo vaya tomando forma en nosotros y siga creciendo progresivamente.
Esta es nuestra súplica hoy, por mediación de Jesucristo nuestro Señor. R/ Amén.
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)

✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas


*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de


este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Oh Dios y Padre nuestro: Para este banquete de acción de gracias traemos ante ti pan y
vino, regalos que tú mismo nos has dado. Ellos expresan nuestra vida, con sus luchas.
Te pedimos que se conviertan en signos vivos de la presencia entre nosotros de tu Hijo,
de modo que Él nos sustente en nuestro viaje a la vida y a la gloria eterna y nos
disponga a entregarnos con Él por la vida y felicidad de todo tu pueblo. Te lo pedimos
por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.

✞ ✞ ✞ Plegaria eucarística (Prefacio)

Introducción a la plegaria eucarística


Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El
sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de
las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

• Con un solo corazón y una sola voz alabemos y demos gracias al Padre porque a través
de Jesucristo ha dado sentido a nuestras vidas y nos ha prometido una vida y alegría sin
fin.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio VIII dominical del tiempo Ordinario. La iglesia unificada por virtud ya
imagen de la Trinidad
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has querido reunir de nuevo, por la sangre de tu Hijo y la fuerza del Espíritu, a
los hijos dispersos por el pecado; de este modo tu Iglesia, unificada por virtud y a
imagen de la Trinidad, aparece ante el mundo como cuerpo de Cristo y templo del
Espíritu, para alabanza de tu infinita sabiduría.
Te doy gracias Jesús por este momento de oración. Te pido que pueda profundizar cada
vez más en las verdades que me muestras para mi felicidad. Obtenme, Señor, la
fortaleza para cooperar activamente con tú gracia, y así seguir, día a día, la guía de tu
Santo Espíritu. Amén.
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Por eso, unidos a los coros angélicos, te alabamos proclamando llenos de alegría:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu


resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su
admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al
mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu
servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y
diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la
Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.

a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.

• Con las palabras de Jesús, nuestro Pan de vida, pidamos a nuestro Padre del cielo que
nos dé siempre su pan, el de la eucaristía:
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/. Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor. Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos la paz en nuestros
días. Haznos nuevos de mente y de espíritu, créanos de nuevo a tu imagen y semejanza
y aliméntanos con el pan de vida mientras esperamos con alegre esperanza la venida
gloriosa de Aquél que nos llevará a tu felicidad eterna, nuestro Señor y Salvador
Jesucristo.

R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no
tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/.
Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
• Al Partir el Pan
El pan que ahora partimos es el pan de vida destinado a ser compartido por todos.
Fortalecidos con este alimento trabajemos esforzadamente para que nadie permanezca
ni hambriento ni sediento.
• Éste es Jesús, el Señor, el verdadero pan del cielo que sacia toda clase de hambre. Él
nos dice ahora: “Yo soy el pan de vida Quien viene a mí ya no tendrá más hambre;
quienquiera que crea en mí no tendrá más sed.” Dichosos nosotros invitados a este
banquete de salvación.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.

R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de la comunión Cf. Sab 17, 20
Señor, nos diste el pan del cielo, lleno de toda delicia y grato a cualquier gusto.
O bien: Cf. Jn 6, 35
Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí no tendrá
sed jamás, dice el Señor.

✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión

A quienes has renovado con el don del cielo, acompáñalos siempre con tu auxilio, Señor,
y, ya que no cesas de reconfortarlos, haz que sean dignos de la redención eterna. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Oh Dios, Padre amoroso: En el pan partido aquí para nosotros reconocemos a Quien es
la luz de vida, Jesucristo, tu Hijo. Danos siempre este pan; que la eucaristía sea nuestro
“pan de cada día”, que resulta más sabroso cuando se comparte con los que padecen
cualquier clase de hambre. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. R/ Amén

4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

✞ ✞ ✞ Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!

Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen
gloriosa y bendita! Amén.

Oracion a San Miguel Arcángel.


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde
súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén

✞ ✞ ✞ Bendición
Hermanos: El Señor mismo nos ha dicho hoy: “No trabajen por el alimento que perece,
sino por el alimento que da vida.” Busquemos, pues, en nuestra vida al Señor y sus
cosas de valor eterno: integridad, justicia y amor.
Que éste sea nuestro camino hacia Dios y hacia nuestros hermanos y hermanas, con la
bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo.

R/ Amén.
Podemos ir en paz. R/. Demos gracias a Dios.

✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

Papa Francisco
ÁNGELUS. Domingo, 5 de agosto de 2018.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En estos últimos domingos, la liturgia nos ha mostrado la imagen cargada de ternura de
Jesús que va al encuentro de la multitud y de sus necesidades. En el pasaje evangélico
de hoy (cf. Jn 6, 24-35) la perspectiva cambia: es la multitud, hambrienta de Jesús,
quien se pone nuevamente a buscarle, va al encuentro de Jesús. Pero a Jesús no le
basta que la gente lo busque, quiere que la gente lo conozca; quiere que la búsqueda de
Él y el encuentro con Él vayan más allá de la satisfacción inmediata de las necesidades
materiales.
Jesús ha venido a traernos algo más, a abrir nuestra existencia a un horizonte más
amplio respecto a las preocupaciones cotidianas del nutrirse, del vestirse, de la carrera,
etc. Por eso, dirigido a la multitud, exclama: «Vosotros me buscáis, no porque habéis
visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6, 26).
Así estimula a la gente a dar un paso adelante, a preguntarse sobre el significado del
milagro, y no solo a aprovecharse. De hecho, ¡la multiplicación de los panes y de los
peces es un signo del gran don que el Padre ha hecho a la humanidad y que es Jesús
mismo!
Él, verdadero «pan de la vida» (Jn 6, 35), quiere saciar no solamente los cuerpos sino
también las almas, dando el alimento espiritual que puede satisfacer el hambre
profunda. Por esto invita a la multitud a procurarse no la comida que no dura, sino esa
que permanece para la vida eterna (cf. Jn 6, 27). Se trata de un alimento que Jesús nos
dona cada día: su Palabra, su Cuerpo, su Sangre.
La multitud escucha la invitación del Señor, pero no comprende el sentido –como nos
sucede muchas veces también a nosotros– y le preguntan: « ¿qué hemos de hacer para
llevar a cabo las obras de Dios?» (Jn 6, 28).
Los que escuchan a Jesús piensan que Él les pide cumplir los preceptos para obtener
otros milagros como ese de la multiplicación de los panes. Es una tentación común, esta,
de reducir la religión solo a la práctica de las leyes, proyectando sobre nuestra relación
con Dios la imagen de la relación entre los siervos y su amo: los siervos deben cumplir
las tareas que el amo les ha asignado, para tener su benevolencia. Esto lo sabemos
todos.
Por eso la multitud quiere saber de Jesús qué acciones debe hacer para contentar a
Dios. Pero Jesús da una respuesta inesperada: «La obra de Dios es que creáis en quien
él ha enviado» (Jn 6, 29). Estas palabras están dirigidas, hoy, también a nosotros: la
obra de Dios no consisten tanto en el «hacer» cosas, sino en el «creer» en Aquel que Él
ha mandado. Esto significa que la fe en Jesús nos permite cumplir las obras de Dios. Si
nos dejamos implicar en esta relación de amor y de confianza con Jesús, seremos
capaces de realizar buenas obras que perfumen a Evangelio, por el bien y las
necesidades de los hermanos.
El Señor nos invita a no olvidar que, si es necesario preocuparse por el pan, todavía más
importante es cultivar la relación con Él, reforzar nuestra fe en Él que es el «pan de la
vida», venido para saciar nuestra hambre de verdad, nuestra hambre de justicia,
nuestra hambre de amor.
Que la Virgen María, en el día en el que recordamos la dedicación de la Basílica de Santa
María Mayor en Roma, la Salus populi romani, nos sostenga en nuestro camino de fe y
nos ayude a abandonarnos con alegría al diseño de Dios sobre nuestra vida.
Del Papa Francisco
ÁNGELUS, Domingo 2 de agosto de 2015.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo continúa la lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan.
Después de la multiplicación de los panes, la gente se había puesto a buscar a Jesús y
finalmente lo encuentra en Cafarnaún. Él comprende bien el motivo de tanto entusiasmo
por seguirlo y lo revela con claridad: «Me buscáis no porque habéis visto signos, sino
porque comisteis pan hasta saciaros» (Jn 6, 26). En realidad, esas personas lo siguen
por el pan material que el día anterior había saciado su hambre, cuando Jesús había
realizado la multiplicación de los panes; no habían comprendido que ese pan, partido
para tantos, para muchos, era la expresión del amor de Jesús mismo. Han dado más
valor a ese pan que a su donador. Ante esta ceguera espiritual, Jesús evidencia la
necesidad de ir más allá del don y descubrir, conocer, al donador. Dios mismo es el don
y también el donador. Y, así, de ese pan, de ese gesto, la gente puede encontrar a Aquel
que lo da, que es Dios. Invita a abrirse a una perspectiva que no es solamente la de las
preocupaciones cotidianas del comer, del vestir, del éxito, de la carrera. Jesús habla de
otro alimento, habla de un alimento que no se corrompe y que es necesario buscar y
acoger. Él exhorta: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que
perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre» (Jn 6, 27). Es decir,
buscad la salvación, el encuentro con Dios.
Con estas palabras nos quiere hacer entender que más allá del hambre físico el hombre
lleva consigo otra hambre –todos tenemos esta hambre– un hambre más importante
que no puede ser saciada con un alimento ordinario. Se trata de hambre de vida,
hambre de eternidad que solamente Él puede saciar porque es «el pan de vida» (Jn 6,
35). Jesús no elimina la preocupación y la búsqueda del alimento cotidiano, no, no
elimina la preocupación por lo que te puede mejorar la vida. Pero Jesús nos recuerda
que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final, en la eternidad,
está en el encuentro con Él, que es don y donador, y nos recuerda también que la
historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías tiene que ser vista en un horizonte
de eternidad, es decir, en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él. Y este
encuentro ilumina todos los días de nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, en
este gran don, los pequeños dones de la vida, también los sufrimientos, las
preocupaciones serán iluminadas por la esperanza de este encuentro. «Yo soy el pan de
vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn
6, 35). Esta es la referencia a la Eucaristía, el don más grande que sacia el alma y el
cuerpo. Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, «pan de vida», da significado y
esperanza al camino a menudo tortuoso de la vida. Pero este «pan de vida» nos ha sido
dado con un cometido, esto es, para que podamos a su vez saciar el hambre espiritual y
material de nuestros hermanos, anunciando el Evangelio por todas partes. Con el
testimonio de nuestra actitud fraterna y solidaria hacia el prójimo, hagamos presente a
Cristo y su amor en medio de los hombres.
Que la Virgen santa nos sostenga en la búsqueda y en el seguimiento de su Hijo Jesús,
el pan verdadero, el pan vivo que no se corrompe y dura para la vida eterna.

Del Papa Benedicto XVI


ÁNGELUS, Castelgandolfo. Domingo 5 de agosto de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
En la liturgia de la Palabra de este domingo prosigue la lectura del capítulo sexto del
Evangelio de san Juan. Nos encontramos en la sinagoga de Cafarnaúm donde Jesús está
pronunciando su conocido discurso después de la multiplicación de los panes. La gente
había tratado de hacerlo rey, pero Jesús se había retirado, primero al monte con Dios,
con el Padre, y luego a Cafarnaúm. Al no verlo, se había puesto a buscarlo, había subido
a las barcas para alcanzar la otra orilla del lago y por fin lo había encontrado. Pero Jesús
sabía bien el porqué de tanto entusiasmo al seguirlo y lo dice también con claridad: "Me
buscáis no porque habéis visto signos (porque vuestro corazón quedó impresionado),
sino porque comisteis pan hasta saciaros" (Jn 6, 26). Jesús quiere ayudar a la gente a ir
más allá de la satisfacción inmediata de sus necesidades materiales, por más
importantes que sean. Quiere abrir a un horizonte de la existencia que no sea
simplemente el de las preocupaciones diarias de comer, de vestir, de la carrera. Jesús
habla de un alimento que no perece, que es importante buscar y acoger. Afirma:
"Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida
eterna, el que os dará el Hijo del hombre" (Jn 6, 27).
La muchedumbre no comprende, cree que Jesús pide observar preceptos para poder
obtener la continuación de aquel milagro, y pregunta: "¿Qué tenemos que hacer para
realizar las obras de Dios?" (Jn 6, 28). La respuesta de Jesús es clara: "La obra de Dios
es esta: que creáis en el que él ha enviado" (Jn 6, 29). El centro de la existencia, lo que
da sentido y firme esperanza al camino de la vida, a menudo difícil, es la fe en Jesús, el
encuentro con Cristo. También nosotros preguntamos: "¿Qué tenemos que hacer para
alcanzar la vida eterna?". Y Jesús dice: "Creed en mí". La fe es lo fundamental. Aquí no
se trata de seguir una idea, un proyecto, sino de encontrarse con Jesús como una
Persona viva, de dejarse conquistar totalmente por él y por su Evangelio. Jesús invita a
no quedarse en el horizonte puramente humano y a abrirse al horizonte de Dios, al
horizonte de la fe. Exige sólo una obra: acoger el plan de Dios, es decir, "creer en el que
él ha enviado" (cf. Jn 6, 29). Moisés había dado a Israel el maná, el pan del cielo, con el
que Dios mismo había alimentado a su pueblo. Jesús no da algo, se da a sí mismo: él es
el "pan verdadero, bajado del cielo", él la Palabra viva del Padre; en el encuentro con él
encontramos al Dios vivo.
"¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?" (Jn 6, 28) pregunta la
muchedumbre, dispuesta a actuar, para que el milagro del pan continúe. Pero Jesús,
verdadero pan de vida que sacia nuestra hambre de sentido, de verdad, no se puede
"ganar" con el trabajo humano; sólo viene a nosotros como don del amor de Dios, como
obra de Dios que es preciso pedir y acoger.
Queridos amigos, en los días llenos de ocupaciones y de problemas, pero también en los
de descanso y distensión, el Señor nos invita a no olvidar que, aunque es necesario
preocuparnos por el pan material y recuperar las fuerzas, más fundamental aún es hacer
que crezca la relación con él, reforzar nuestra fe en Aquel que es el "pan de vida", que
colma nuestro deseo de verdad y de amor. Que la Virgen María, en el día en que
recordamos la dedicación de la basílica de Santa María la Mayor en Roma, nos sostenga
en nuestro camino de fe.
ÁNGELUS, Domingo 13 de agosto de 2006
Queridos hermanos y hermanas:
En este tiempo de verano muchos han abandonado las ciudades y se encuentran en
localidades turísticas o en sus países de origen para sus vacaciones. Les deseo que este
esperado período de descanso les sirva para fortalecer la mente y el cuerpo, sometidos
cada día a un continuo cansancio y desgaste, debido al ritmo frenético de la vida
moderna.
Las vacaciones brindan también la oportunidad para estar más tiempo con los familiares,
para reunirse con parientes y amigos, es decir, para fomentar más los contactos
humanos, que el ritmo de los compromisos de cada día impide cultivar como sería de
desear.
Ciertamente, no todos pueden gozar de vacaciones, y no son pocos los que, por diversos
motivos, se ven obligados a renunciar a ellas. Pienso, en particular, en quienes viven
solos, en los ancianos y en los enfermos, los cuales a menudo, en este período, sufren
aún más la soledad. A estos hermanos y hermanas nuestros quisiera manifestarles mi
cercanía espiritual, deseando de corazón que a ninguno de ellos le falte el apoyo y el
consuelo de personas amigas.
El tiempo de vacaciones es para muchos una magnífica ocasión para encuentros
culturales, para largos momentos de oración y contemplación en contacto con la
naturaleza o en monasterios y centros religiosos. Al disponer de más tiempo libre, nos
podemos dedicar con mayor facilidad a hablar con Dios, a meditar en la sagrada
Escritura y a leer algún libro útil y formativo.
Quienes experimentan este descanso del espíritu saben cuán útil es para no convertir las
vacaciones en un mero entretenimiento o diversión. La fiel participación en la
celebración eucarística dominical ayuda a sentirse parte viva de la comunidad eclesial,
también cuando se está fuera de la propia parroquia. Dondequiera que nos
encontremos, siempre necesitamos alimentarnos de la Eucaristía.
Nos lo recuerda el pasaje evangélico de este domingo, que nos presenta a Jesús como el
Pan de vida. Él mismo, como nos dice el evangelista san Juan, se declara "el pan vivo
que ha bajado del cielo" (Jn 6, 31), un pan que alimenta nuestra fe y fortalece la
comunión entre todos los cristianos.
El clima de las vacaciones no nos hace olvidar el grave conflicto que persiste en Oriente
Próximo. Los últimos acontecimientos permiten esperar que cesen los enfrentamientos y
que se garantice pronta y eficazmente la asistencia humanitaria a las poblaciones. Es
deseo de todos que prevalezca por fin la paz sobre la violencia y sobre la fuerza de las
armas. Por esto invoquemos con insistente confianza a María, siempre dispuesta a
interceder por sus hijos y a socorrerlos en sus necesidades, desde la gloria celestial, a la
que pasado mañana la contemplaremos elevada.
HOMILÍA, Colonia, Domingo 21 de agosto de 2005
Queridos jóvenes:
Ante la sagrada Hostia, en la cual Jesús se ha hecho pan para nosotros, que
interiormente sostiene y nutre nuestra vida (cf. Jn 6, 35), comenzamos ayer por la tarde
el camino interior de la adoración. En la Eucaristía la adoración debe llegar a ser unión.
Con la celebración eucarística nos encontramos en aquella "hora" de Jesús, de la cual
habla el evangelio de san Juan. Mediante la Eucaristía, esta "hora" suya se convierte en
nuestra hora, su presencia en medio de nosotros. Junto con los discípulos, él celebró la
cena pascual de Israel, el memorial de la acción liberadora de Dios que había guiado a
Israel de la esclavitud a la libertad. Jesús sigue los ritos de Israel. Pronuncia sobre el
pan la oración de alabanza y bendición. Sin embargo, sucede algo nuevo. Da gracias a
Dios no solamente por las grandes obras del pasado; le da gracias por la propia
exaltación que se realizará mediante la cruz y la Resurrección, dirigiéndose a los
discípulos también con palabras que contienen el compendio de la Ley y de los Profetas:
"Esto es mi Cuerpo entregado en sacrificio por vosotros. Este cáliz es la nueva alianza
sellada con mi Sangre". Y así distribuye el pan y el cáliz, y, al mismo tiempo, les encarga
la tarea de volver a decir y hacer siempre en su memoria aquello que estaba diciendo y
haciendo en aquel momento.
¿Qué está sucediendo? ¿Cómo Jesús puede repartir su Cuerpo y su Sangre? Haciendo
del pan su Cuerpo y del vino su Sangre, anticipa su muerte, la acepta en lo más íntimo y
la transforma en una acción de amor. Lo que desde el exterior es violencia brutal –la
crucifixión–, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se entrega
totalmente. Esta es la transformación sustancial que se realizó en el Cenáculo y que
estaba destinada a suscitar un proceso de transformaciones cuyo último fin es la
transformación del mundo hasta que Dios sea todo en todos (cf. 1Co 15, 28). Desde
siempre todos los hombres esperan en su corazón, de algún modo, un cambio, una
transformación del mundo. Este es, ahora, el acto central de transformación capaz de
renovar verdaderamente el mundo: la violencia se transforma en amor y, por tanto, la
muerte en vida. Dado que este acto convierte la muerte en amor, la muerte como tal
está ya, desde su interior, superada; en ella está ya presente la resurrección. La muerte
ha sido, por así decir, profundamente herida, tanto que, de ahora en adelante, no puede
ser la última palabra.
Esta es, por usar una imagen muy conocida para nosotros, la fisión nuclear llevada en lo
más íntimo del ser; la victoria del amor sobre el odio, la victoria del amor sobre la
muerte. Solamente esta íntima explosión del bien que vence al mal puede suscitar
después la cadena de transformaciones que poco a poco cambiarán el mundo. Todos los
demás cambios son superficiales y no salvan. Por esto hablamos de redención: lo que
desde lo más íntimo era necesario ha sucedido, y nosotros podemos entrar en este
dinamismo. Jesús puede distribuir su Cuerpo, porque se entrega realmente a sí mismo.
Esta primera transformación fundamental de la violencia en amor, de la muerte en vida
lleva consigo las demás transformaciones. Pan y vino se convierten en su Cuerpo y su
Sangre. Llegados a este punto la transformación no puede detenerse, antes bien, es
aquí donde debe comenzar plenamente. El Cuerpo y la Sangre de Cristo se nos dan para
que también nosotros mismos seamos transformados. Nosotros mismos debemos llegar
a ser Cuerpo de Cristo, sus consanguíneos. Todos comemos el único pan, y esto significa
que entre nosotros llegamos a ser una sola cosa. La adoración, como hemos dicho, llega
a ser, de este modo, unión. Dios no solamente está frente a nosotros, como el
totalmente Otro. Está dentro de nosotros, y nosotros estamos en él. Su dinámica nos
penetra y desde nosotros quiere propagarse a los demás y extenderse a todo el mundo,
para que su amor sea realmente la medida dominante del mundo. Yo encuentro una
alusión muy bella a este nuevo paso que la última Cena nos indica con la diferente
acepción de la palabra "adoración" en griego y en latín. La palabra griega es
proskynesis. Significa el gesto de sumisión, el reconocimiento de Dios como nuestra
verdadera medida, cuya norma aceptamos seguir. Significa que la libertad no quiere
decir gozar de la vida, considerarse absolutamente autónomo, sino orientarse según la
medida de la verdad y del bien, para llegar a ser, de esta manera, nosotros mismos,
verdaderos y buenos. Este gesto es necesario, aun cuando nuestra ansia de libertad se
resiste, en un primer momento, a esta perspectiva. Hacerla completamente nuestra sólo
será posible en el segundo paso que nos presenta la última Cena. La palabra latina para
adoración es ad-oratio, contacto boca a boca, beso, abrazo y, por tanto, en resumen,
amor. La sumisión se hace unión, porque aquel al cual nos sometemos es Amor. Así la
sumisión adquiere sentido, porque no nos impone cosas extrañas, sino que nos libera
desde lo más íntimo de nuestro ser.
Volvamos de nuevo a la última Cena. La novedad que allí se verificó, estaba en la nueva
profundidad de la antigua oración de bendición de Israel, que ahora se hacía palabra de
transformación y nos concedía el poder participar en la "hora" de Cristo. Jesús no nos ha
encargado la tarea de repetir la Cena pascual que, por otra parte, en cuanto aniversario,
no es repetible a voluntad. Nos ha dado la tarea de entrar en su "hora". Entramos en
ella mediante la palabra del poder sagrado de la consagración, una transformación que
se realiza mediante la oración de alabanza, que nos sitúa en continuidad con Israel y con
toda la historia de la salvación, y al mismo tiempo nos concede la novedad hacia la cual
aquella oración tendía por su íntima naturaleza.
Esta oración, llamada por la Iglesia "plegaria eucarística", hace presente la Eucaristía. Es
palabra de poder, que transforma los dones de la tierra de modo totalmente nuevo en la
donación de Dios mismo y que nos compromete en este proceso de transformación. Por
eso llamamos a este acontecimiento Eucaristía, que es la traducción de la palabra
hebrea beracha, agradecimiento, alabanza, bendición, y asimismo transformación a
partir del Señor: presencia de su "hora". La hora de Jesús es la hora en la cual vence el
amor. En otras palabras: es Dios quien ha vencido, porque él es Amor. La hora de Jesús
quiere llegar a ser nuestra hora y lo será, si nosotros, mediante la celebración de la
Eucaristía, nos dejamos arrastrar por aquel proceso de transformaciones que el Señor
pretende. La Eucaristía debe llegar a ser el centro de nuestra vida.
No se trata de positivismo o ansia de poder, cuando la Iglesia nos dice que la Eucaristía
es parte del domingo. En la mañana de Pascua, primero las mujeres y luego los
discípulos tuvieron la gracia de ver al Señor. Desde entonces supieron que el primer día
de la semana, el domingo, sería el día de él, de Cristo. El día del inicio de la creación
sería el día de la renovación de la creación. Creación y redención caminan juntas. Por
esto es tan importante el domingo. Está bien que hoy, en muchas culturas, el domingo
sea un día libre o, juntamente con el sábado, constituya el denominado "fin de semana"
libre. Pero este tiempo libre permanece vacío si en él no está Dios.
Queridos amigos, a veces, en principio, puede resultar incómodo tener que programar
en el domingo también la misa. Pero si tomáis este compromiso, constataréis más tarde
que es exactamente esto lo que da sentido al tiempo libre. No os dejéis disuadir de
participar en la Eucaristía dominical y ayudad también a los demás a descubrirla.
Ciertamente, para que de esa emane la alegría que necesitamos, debemos aprender a
comprenderla cada vez más profundamente, debemos aprender a amarla.
Comprometámonos a ello, ¡vale la pena!
Descubramos la íntima riqueza de la liturgia de la Iglesia y su verdadera grandeza: no
somos nosotros los que hacemos fiesta para nosotros, sino que es, en cambio, el mismo
Dios viviente el que prepara una fiesta para nosotros. Con el amor a la Eucaristía
redescubriréis también el sacramento de la Reconciliación, en el cual la bondad
misericordiosa de Dios permite siempre iniciar de nuevo nuestra vida.
Quien ha descubierto a Cristo debe llevar a otros hacia él. Una gran alegría no se puede
guardar para uno mismo. Es necesario transmitirla. En numerosas partes del mundo
existe hoy un extraño olvido de Dios. Parece que todo marche igualmente sin él. Pero al
mismo tiempo existe también un sentimiento de frustración, de insatisfacción de todo y
de todos. Dan ganas de exclamar: ¡No es posible que la vida sea así! Verdaderamente
no. Y de este modo, junto al olvido de Dios existe como un "boom" de lo religioso. No
quiero desacreditar todo lo que se sitúa en este contexto. Puede darse también la
alegría sincera del descubrimiento. Pero, a menudo la religión se convierte casi en un
producto de consumo. Se escoge aquello que agrada, y algunos saben también sacarle
provecho. Pero la religión buscada a la "medida de cada uno" a la postre no nos ayuda.
Es cómoda, pero en el momento de crisis nos abandona a nuestra suerte. Ayudad a los
hombres a descubrir la verdadera estrella que nos indica el camino: Jesucristo.
Tratemos nosotros mismos de conocerlo cada vez mejor para poder guiar también, de
modo convincente, a los demás hacia él. Por esto es tan importante el amor a la sagrada
Escritura y, en consecuencia, conocer la fe de la Iglesia que nos muestra el sentido de la
Escritura. Es el Espíritu Santo el que guía a la Iglesia en su fe creciente y la ha hecho y
hace penetrar cada vez más en las profundidades de la verdad (cf. Jn 16, 13). El Papa
Juan Pablo II nos ha dejado una obra maravillosa, en la cual la fe secular se explica
sintéticamente: el Catecismo de la Iglesia católica. Yo mismo, recientemente, he
presentado el Compendio de ese Catecismo, que ha sido elaborado a petición del difunto
Papa. Son dos libros fundamentales que querría recomendaros a todos vosotros.
Obviamente, los libros por sí solos no bastan. Construid comunidades basadas en la fe.
En los últimos decenios han nacido movimientos y comunidades en los cuales la fuerza
del Evangelio se deja sentir con vivacidad. Buscad la comunión en la fe como
compañeros de camino que juntos continúan el itinerario de la gran peregrinación que
primero nos señalaron los Magos de Oriente. La espontaneidad de las nuevas
comunidades es importante, pero es asimismo importante conservar la comunión con el
Papa y con los obispos. Son ellos los que garantizan que no se están buscando senderos
particulares, sino que a su vez se está viviendo en aquella gran familia de Dios que el
Señor ha fundado con los doce Apóstoles.
Una vez más, debo volver a la Eucaristía. "Porque aun siendo muchos, somos un solo
pan y un solo cuerpo, pues todos participamos de un solo pan", dice san Pablo (1Co 10,
17). Con esto quiere decir: puesto que recibimos al mismo Señor y él nos acoge y nos
atrae hacia sí, seamos también una sola cosa entre nosotros. Esto debe manifestarse en
la vida. Debe mostrarse en la capacidad de perdón. Debe manifestarse en la sensibilidad
hacia las necesidades de los demás. Debe manifestarse en la disponibilidad para
compartir. Debe manifestarse en el compromiso con el prójimo, tanto con el cercano
como con el externamente lejano, que, sin embargo, nos atañe siempre de cerca.
Existen hoy formas de voluntariado, modelos de servicio mutuo, de los cuales
justamente nuestra sociedad tiene necesidad urgente. No debemos, por ejemplo,
abandonar a los ancianos en su soledad, no debemos pasar de largo ante los que sufren.
Si pensamos y vivimos en virtud de la comunión con Cristo, entonces se nos abren los
ojos. Entonces no nos adaptaremos más a seguir viviendo preocupados solamente por
nosotros mismos, sino que veremos dónde y cómo somos necesarios. Viviendo y
actuando así nos daremos cuenta bien pronto que es mucho más bello ser útiles y estar
a disposición de los demás que preocuparse sólo de las comodidades que se nos ofrecen.
Yo sé que vosotros como jóvenes aspiráis a cosas grandes, que queréis comprometeros
por un mundo mejor. Demostrádselo a los hombres, demostrádselo al mundo, que
espera exactamente este testimonio de los discípulos de Jesucristo y que, sobre todo
mediante vuestro amor, podrá descubrir la estrella que como creyentes seguimos.
¡Caminemos con Cristo y vivamos nuestra vida como verdaderos adoradores de Dios!
Amén.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ciclo B. Decimoctavo domingo del Tiempo Ordinario.
Los signos eucarísticos del pan y del vino
1333 En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que,
por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el
Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en
memoria de él, hasta su retorno glorioso, lo que él hizo la víspera de su pasión: "Tomó
pan… ", "tomó el cáliz lleno de vino… ". Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de
la creación. Así, en el ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino (cf Sal
104, 13-15), fruto "del trabajo del hombre", pero antes, "fruto de la tierra" y "de la vid",
dones del Creador. La Iglesia ve en en el gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que
"ofreció pan y vino" (Gn 14, 18) una prefiguración de su propia ofrenda (cf MR, Canon
Romano 95).
1334 En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las
primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador. Pero reciben también una
nueva significación en el contexto del Exodo: los panes ácimos que Israel come cada año
en la Pascua conmemoran la salida apresurada y liberadora de Egipto. El recuerdo del
maná del desierto sugerirá siempre a Israel que vive del pan de la Palabra de Dios (Dt 8,
3). Finalmente, el pan de cada día es el fruto de la Tierra prometida, prenda de la
fidelidad de Dios a sus promesas. El "cáliz de bendición" (1Co 10, 16), al final del
banquete pascual de los judíos, añade a la alegría festiva del vino una dimensión
escatológica, la de la espera mesiánica del restablecimiento de Jerusalén. Jesús instituyó
su Eucaristía dando un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del cáliz.
1335 Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición,
partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud,
prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía (cf. Mt 14, 13-21; Mt
15, 32-29). El signo del agua convertida en vino en Caná (cf Jn 2, 11) anuncia ya la
Hora de la glorificación de Jesús. Manifiesta el cumplimiento del banquete de las bodas
en el Reino del Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo (cf Mc 14, 25) convertido
en Sangre de Cristo.
1336 El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la
pasión los escandalizó: "Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?" (Jn 6, 60). La
Eucaristía y la cruz son piedras de tropiezo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser
ocasión de división. "¿También vosotros queréis marcharos?" (Jn 6, 67): esta pregunta
del Señor, resuena a través de las edades, invitación de su amor a descubrir que sólo él
tiene "palabras de vida eterna" (Jn 6, 68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía
es acogerlo a él mismo.
La vida en Cristo
1691 "Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza
divina, no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza
perteneces y de qué Cuerpo eres miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del
poder de las tinieblas para ser trasladado a la luz del Reino de Dios" (S. León Magno,
serm. 21, 2-3).
1692 El Símbolo de la fe profesa la grandeza de los dones de Dios al hombre por la obra
de su creación, y más aún, por la redención y la santificación. Lo que confiesa la fe, los
sacramentos lo comunican: por "los sacramentos que les han hecho renacer", los
cristianos han llegado a ser "hijos de Dios" (Jn 1, 12; 1Jn 3, 1), "partícipes de la
naturaleza divina" (2P 1, 4). Reconociendo en la fe su nueva dignidad, los cristianos son
llamados a llevar en adelante una "vida digna del Evangelio de Cristo" (Flp 1, 27). Por
los sacramentos y la oración reciben la gracia de Cristo y los dones de su Espíritu que
les capacitan para ello.
1693 Cristo Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre (cf Jn 8, 29). Vivió siempre en
perfecta comunión con él. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir bajo la
mirada del Padre "que ve en lo secreto" (cf Mt 6, 6) para ser "perfectos como el Padre
celestial es perfecto" (Mt 5, 48).
1694 Incorporados a Cristo por el bautismo (cf Rm 6, 5), los cristianos están "muertos al
pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús" (Rm 6, 11), participando así en la vida del
Resucitado (cf Col 2, 12). Siguiendo a Cristo y en unión con él (cf Jn 15, 5), los
cristianos pueden ser "imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor" (Ef 5,
1), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con "los sentimientos
que tuvo Cristo" (Flp 2, 5) y siguiendo sus ejemplos (cf Jn 13, 12-16).
1695 "Justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios"
(1Co 6, 11), "santificados y llamados a ser santos" (1Co 1, 2), los cristianos se
convierten en "el templo del Espíritu Santo" (cf 1Co 6, 19). Este "Espíritu del Hijo" les
enseña a orar al Padre (cf Ga 4, 6) y, haciéndose vida en ellos, les hace obrar (cf Ga 5,
25) para dar "los frutos del Espíritu" (Ga 5, 22) por la caridad operante. Curando las
heridas del pecado, el Espíritu Santo nos renueva interiormente por una transformación
espiritual (cf Ef 4, 23), nos ilumina y nos fortalece para vivir como "hijos de la luz" (Ef 5,
8), "por la bondad, la justicia y la verdad" en todo (Ef 5, 9).
1696 El camino de Cristo "lleva a la vida", un camino contrario "lleva a la perdición" (Mt
7, 13; cf Dt 30, 15-20). La parábola evangélica de los dos caminos está siempre
presente en la catequesis de la Iglesia. Significa la importancia de las decisiones morales
para nuestra salvación. "Hay dos caminos, el uno de la vida, el otro de la muerte; pero
entre los dos, una gran diferencia" (Didajé, 1, 1).

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