114 19DTO JN 6, 41-51 Yo Soy Pan Vivo de La Vida Bajado Del Cielo 1re 19,4-8 Ef 4,30-5,2

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19vo Domingo T. O.

-Ciclo B Impar (1Re 19, 4-8; Ef 4, 30-5, 2; Jn 6, 41-51)

INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO

✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.

✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: ES TU PAN VIDA PARA MIS MUERTES”
 «Cafarnaún. ¿Éste el de José y Maria nos dice que ha bajado del cielo?»

 «No murmuréis. Ninguno puede venir a Mí, si el Padre no lo atrae. Y yo


lo resucitaré el último día».
 «En verdad, os digo, el que cree tiene vida eterna. Yo soy el Pan de
vida. Éste es el Pan del cielo, y ha bajado para que quien lo coma no
muera».
 «Jesús añadió: Yo soy el Pan vivo bajado del cielo. El que come de este
Pan vivirá siempre. Y el Pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la
vida del mundo».

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Sal 73, 20. 19. 22. 23

Piensa, Señor, en tu alianza, no olvides sin remedio la vida de tus pobres. Levántate, oh
Dios, defiende tu causa, no olvides las voces de los que acuden a ti.
Monición de entrada
Jesús es el Pan vivo bajado del cielo, alimento necesario para los creyentes. El Señor
nos invita hoy a levantarnos de nuestra postración cómoda y anodina, para que
fortalecidos con el sacramento de la Eucaristía, seamos testigos de aquel que se hizo
carne para la vida del mundo у nos prometió la resurrección en el último día.

Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
Misa del Domingo: XIX Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B. 08 de Agosto 2021
El profeta Elías, con la fuerza del alimento que le proporcionó el ángel del Señor —pan y
agua—, caminó hasta el monte de Dios (1 lect.). Se nos anuncia aquí la eucaristía,
nuestro alimento para el camino de la vida. En el Ev., Jesús se manifiesta como el Pan
bajado del cielo: no es solo ya la fe en él lo que nos da la vida eterna, sino el participar
en su sacrificio, comulgando, lo que nos salva (cf. orac. después de la comunión). Desde
ahí tenemos que vivir en el amor, que fue lo que llevó a Cristo a entregarse por nosotros
como oblación y víctima de suave olor (2 lect.).
• Como hijos queridos de Dios sigan a Cristo, amando a todos como Él nos amó, y
entregándose a Dios como ofrenda y sacrificio. Que el Señor Jesús esté siempre con
nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.

✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, te doy gracias por la especial protección que me has dado en este día.
Alcánzame la gracia de ser siempre fiel a tu amistad y haz que este momento se
convierta en un verdadero encuentro, un encuentro que me anime a hacer lo que debo
hacer, andar hacia donde Tú me llamas y, así, logre cumplir tu voluntad.

✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.

¿Qué es lo que mantiene a la gente, creciendo, sana y robusta? Por lo que respecta al
cuerpo: el alimento y la comida. Sin embargo, incluso para el cuerpo no solo son
necesarias la comida y la bebida, sino también el alimento del amor y de la seguridad...
¿Qué es lo que necesitamos para mantenernos caminando hacia adelante como
cristianos? Nuestra fe y confianza en Dios. Esa fe se mantiene viva y creciente en
nosotros a través de nuestra íntima relación con Cristo. Él nutre esta fe y amor en
nosotros con el alimento y bebida de su palabra, y con la fuerza que nos proporciona la
eucaristía. Este es nuestro “viático”, nuestro alimento y bebida para el camino de la
vida. Este “viático” nos da valor para alzarnos en favor de todo lo que es justo, bueno y
bello. Que el Señor Jesús nos dé en esta eucaristía el alimento y bebida de su palabra y
de su cuerpo.
• El profeta Elías, con la fuerza del alimento que le proporcionó el ángel del Señor —pan
y agua—, caminó hasta el monte de Dios (1 lect.). Se nos anuncia aquí la eucaristía,
nuestro alimento para el camino de la vida.
En el Evangelio, Jesús se manifiesta como el pan bajado del cielo: no es solo ya la fe en
Él lo que nos da la vida eterna, sino el participar en su sacrificio, comulgando, lo que nos
salva (cf. oración después de la comunión). Desde ahí tenemos que vivir en el amor, que
fue lo que llevó a Cristo a entregarse por nosotros como oblación y víctima de suave olor
(2 lect.).

✞ ✞ ✞ Acto penitencial
Con demasiada frecuencia hemos fallado en escuchar la palabra de Cristo, y no nos
hemos alimentado lo suficiente con el pan de vida de la eucaristía. Pidamos al Señor que
nos perdone. (Pausa)
Señor Jesús, tú nos das el alimento de tu palabra y nos mandas levantarnos de nuestro
pecado, y caminar.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, tú nos das el alimento de tu cuerpo en la comunión y nos mandas caminar
firmes y seguros, movidos por su fuerza.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú nos das el alimento de tu amor y nos mandas salir a encontrar y amar
a nuestro hermano.
Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovacion perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de
las misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a
nuestros hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una
verdadera contriccion en nuestro propio corazón, una confesión sincera. !Dios Padre! en
el nombre de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a
Cristo como nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él,
caminar por Él y gozar en Él. Amén.
Ten misericordia de nosotros, Señor, y elimina todos nuestros pecados. Entrégate a
nosotros como alimento para el camino y llévanos a la vida eterna. Amén.

✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.

✞ ✞ ✞ Oración Colecta:

• Dios todopoderoso y eterno, a quien, instruidos por el Espíritu Santo, nos atrevemos a
llamarte Padre, renueva en nuestros corazones el espíritu de la adopción filial, para que
merezcamos acceder a la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo.
• Roguemos para que el pan de vida de Jesús nos sustente en este nuestro viaje de la
vida. (Pausa)
Dios, Padre de vida, tu Hijo Jesús es nuestro Pan vivo bajado de los cielos, que,
procediendo de ti, ha venido a nosotros y al mundo para darnos vida. Qué Él restaure
nuestra fuerza y valor mientras caminamos con Él a través de la vida y danos voluntad y
amor para compartir nuestro pan con los que lo necesitan, porque es Cristo quien, en
ellos, nos grita su hambre. Te lo pedimos en el Nombre del mismo Jesús, el Señor.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: 1 Reyes 19, 4-8

Pan para el Camino. Con la fuerza de aquella comida, caminó hasta el monte de
Dios.
En aquel tiempo,
4 Elías se adentró por el desierto un día de camino, se sentó bajo una retama y,
deseándose la muerte, decía: -¡Basta, Señor! Quítame la vida, que no soy mejor que
mis antepasados.
5 Se tumbó y se quedó dormido, pero un ángel le tocó y le dijo: -Levántate y come.
6 Elías miró y vio a su cabecera una hogaza cocida, todavía caliente, y un vaso de agua.
Comió, bebió y se volvió a dormir.
7 De nuevo, el ángel del Señor le tocó y le dijo: -Levántate y come, pues te queda
todavía un camino muy largo.
8 Él se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento anduvo cuarenta días y
cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb.
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En tiempos de Elías reinaba Ajab en Israel: el soberano «ofendió con su conducta al


Señor más que todos sus predecesores. No contento con imitar los pecados Jeroboán,
hijo de Nabat, se casó con Jezabel, hija de Etbaal -un sacerdote de Astarté-, rey de los
sidonios, y dio culto a Baal, adorándolo» (1 Re 16,30ss). A causa de la idolatría que se
había extendido en el pueblo, Dios, por boca de Elías, anuncia y envía tres años de
sequía.
La lluvia vuelve sólo después de que Elías haya avergonzado a los profetas de Baal,
mostrando que hay realmente un solo Dios. Jezabel jura vengarse de Elías y le amenaza
de muerte: «Elias se llenó de miedo y huyó para salvar su vida» (1 Re 19,3).
Como hiciera Moisés, tras la enésima lamentación del pueblo, se desahoga con el Señor:
«¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué me has retirado tu confianza y echas sobre
mí la carga de todo este pueblo? ¿Acaso lo he concebido yo [...]? Yo solo no puedo
soportar a este pueblo; es demasiada carga para mí. Si me vas a tratar así, prefiero
morir» (Nm 11,11-12.14-15). Elías acaba de comer y pide quedarse solo, alejado
también de su criado (1 Re 19,3): no le queda otra cosa más que la invocación
desesperada de la plegaria. Huye al desierto del sur para salvar su propia vida; sin
embargo, una vez llegado allí, ora, paradójicamente, pidiendo la muerte: en su
comportamiento se puede vislumbrar una particular ambivalencia.
La intervención del ángel produce un vuelco de la situación: el enviado de Dios no le
habla de huida o de muerte, sino de «levantarse, comer y caminar» (vv. 5.7). Elias
continúa huyendo (en efecto, Dios le preguntará: «¿Qué haces aquí, Elias?», deberías
encontrarte en Israel), pero la hogaza que recibe es «pan del cielo» (Sal 104,40); el
agua recuerda a la recibida como don por Israel cuando acababa de salir de Egipto (Ex
15; 17); los cuarenta días y las cuarenta noches recuerdan el tiempo transcurrido en el
desierto antes del don de la tierra prometida; «el monte de Dios, el Horeb» (v. 8), hacia
el que Elías se pone a caminar, es el lugar de las teofanías experimentadas por Moisés
pero ahora ya no se trata de una fuga, sino de un éxodo que le conducirá al encuentro
con Dios (1 Re 19,9-18).
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1. Un camino largo
1.1 La primera lectura nos deja ver el espantoso desaliento que padece uno de los
hombres más grandes del Antiguo Testamento.
1.2 Se trata de Elías, el campeón de la fe, el gigante de la profecía, que abrumado por la
soledad y las persecuciones se deja caer en el sueño de la depresión, no sin antes
anunciar su absoluta amargura: "¡Basta, Señor! Quítame la vida, que no soy mejor que
mis antepasados".
1.3 Elías había dado lo que podía dar. Se ha agotado tratando de sostener en sí mismo y
en los demás la fe verdadera, en tiempos en que todo parecía ser engullido por la
religión cómoda, prometedora y libertina de Baal. El fruto de su predicación es inmenso,
si pensamos en lo que logró y en los testimonios que leemos en la Biblia, pero el costo
es muy alto en términos de soledad y de zozobra. Finalmente, el peso doblega a nuestro
héroe, que se derrumba en silencio, en una caverna sin nombre. Allí envía Dios a su
ángel, para que lo consuele y levante, pero sobre todo para darle pan y nuevas fuerzas.
1.4 La frase del ángel es fundamental: "el camino es largo... es superior a tus fuerzas".
Necesitamos el pan de Dios para recorrer el camino de Dios. Uno puede "vivir" sin la
fuerza que Dios da, pero no para recorrer el camino que Dios ofrece. Porque es cierto
que el mundo da su propio pan, que sirve para hundirse en su jungla de engaños y
placeres. Y el demonio da su pan de orgullo, que sirve para perderse en las sendas del
odio y la locura. Y la carne da su pan sabroso de pecado, que sirve para acabar
ahogándose en el vacío y en la nada.
1.5 Pero para avanzar por el camino de Dios, que es el camino de la vida, se necesita el
pan de Dios, el Dios de la vida.
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El profeta Elías representa la fatiga y el desaliento que, más de una vez, ataca a todo
hombre. Huyendo de su compromiso con el Señor, Elías decide abandonarse en el
desierto. Espera la muerte, prefiere morir como víctima de su vida de predicador. Pero el
compromiso por la Palabra a ser más fuerte que el miedo de anunciarla. El Señor se
compromete a alimentar, a sostener y a acompañar a quien ha llamado a ser su voz y
testigo. Nada podrá tener más valor que responder al llamado del Señor.

✞ ✞ ✞ Salmo

Sal 33,2-3.4-5.6-7.8-9
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se
gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al
Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido
invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno,
es el Señor, dichoso el que se acoge a él.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

✞ ✞ ✞ Segunda lectura: Efesios 4,30-5,2

Sigue el Ejemplo de Amor de Cristo.


Hermanos:
30 no causéis tristeza al Espíritu Santo de Dios, que es como un sello impreso en
vosotros para distinguiros el día de la liberación.
31 Que desaparezca de entre vosotros toda agresividad, rencor, ira, indignación, injurias
y toda suerte de maldad.
32 Sed más bien bondadosos y compasivos los unos con los otros y perdonaos
mutuamente, como Dios os ha perdonado por medio de Cristo.
5,1 Sed, pues, imitadores de Dios como hijos suyos muy queridos.
2 Y haced del amor la norma de vuestra vida, a imitación de Cristo, que nos amó y se
entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de suave olor a Dios.
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¿Le es posible a un hombre «hacer del amor la norma de su vida» {cf v. 2)? Sí, gracias
al hecho de haber recibido como don en el bautismo el sello del Espíritu Santo que había
sido prometido (cf. Ef 1,13; 4,30): es ésta una «idea fija» de la carta a los Efesios. El
Espíritu se hace presente de un modo tan personal y respetuoso de la libertad que las
decisiones del cristiano pueden «causarle tristeza» (v. 30). En el orden concreto, las
cosas que disgustan al Espíritu enumeradas en el pasaje son aspectos que podemos
encontrar en otros pasajes del Nuevo Testamento (por ejemplo, en Rom 1,29-31; Gal
5,19-21) o incluso en las obras helenísticas de tema moral. La «maldad» es la raíz que
provoca toda división y todo mal; vibra interiormente en la «agresividad, rencor, ira»; se
precipita contra los hermanos con la «indignación » y las «injurias» (v. 31). En este
contexto se refiere Pablo, de modo particular, a los vicios que resquebrajan la vida
comunitaria.
El crecimiento de la caridad pasa de la «bondad» a la «compasión» y a la cumbre del
«perdón mutuo» (v. 32). Entre las quince características de la caridad citadas en el
«Himno a la caridad» (1 Cor 13,4-7), hay ocho negativas (lo que no hace la caridad:
«No tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia») y otras seis que tienen que ver con la
caridad en acción: «Todo lo aguanta» («es paciente y bondadosa [...] Todo lo excusa,
todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta»). ¿Qué es lo específico del perdón
cristiano, dónde está el límite ante el que podríamos pretender detenernos? «A cada uno
de nosotros, sin embargo, se le ha dado la gracia según la medida [literalmente, el
metro] del don de Cristo» (Ef 4,7); «Los amó hasta el extremo» (Jn 13,1).
Y vosotros «sed misericordiosos como también es misericordioso vuestro Padre» (Lc
6,36; cf. Mt 5,48). Así es para Juan (cf. 1 Jn 3,16), para Pablo (cf. Gal 2,20), para cada
cristiano que quiera ser causa de alegría para el Espíritu Santo.
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San Pablo nos exhorta a no entristecer al Espíritu Santo indicándonos cuál debe ser
nuestra conducta. A pesar que el cristiano vive ya la vida en y según el Espíritu, necesita
constantemente revisar su vida, para evaluar si está viviendo de acuerdo al don recibido
en el bautismo. Pero el criterio para examinar la vida no está en hacer una larga lista de
vicios y virtudes, de pecados y milagros realizados. Según lo que nos dice Pablo, el
criterio está en si vivimos o no como el Padre, Cristo y el Espíritu Santo quieren que
vivamos. La imitación de Dios que Pablo nos plantea aquí no supone una vida de
esfuerzos para divinizarse, sino vivir con el mismo amor de Cristo Jesús.

✞ ✞ ✞ Aleluya:

Aleluya Jn 6, 51
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo –dice el Señor–; el que coma de este Pan
vivirá para siempre.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Juan 6,41-51

Pan para la Vida del Mundo. Lo mismo que necesitamos pan y alimento para
vivir, así también nos es necesario el Pan espiritual para la vida eterna. Jesús
es ese Pan para la vida del mundo.
En aquel tiempo,
41 los judíos comenzaron a murmurar de él porque había dicho: «Yo soy el pan que ha
bajado del cielo».
42 Decían: -Éste es Jesús, el hijo de José. Conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo
se atreve a decir que ha bajado del cielo?
43 Jesús replicó: -No sigáis murmurando.
44 Nadie puede aceptarme si el Padre, que me envió, no se lo concede, y yo lo
resucitaré el último día.
45 Está escrito en los profetas: Y serán todos instruidos por Dios. Todo el que escucha al
Padre y recibe su enseñanza me acepta a mí.
46 Esto no significa que alguien haya visto al Padre. Solamente aquel que ha venido de
Dios ha visto al Padre.
47 Os aseguro que el que cree tiene vida eterna.
48 Yo soy el pan de la vida.
49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y, sin embargo, murieron.
50 Éste es el pan del cielo, y ha bajado para que quien lo coma no muera.
51 Jesús añadió: -Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan vivirá
siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

Evangelio del Domingo: Prenda de eternidad


El pasaje del Evangelio de Juan que leemos este Domingo es continuación del que
leímos el Domingo pasado. Por ello es que podemos encontrar muchas similitudes entre
uno y otro pues forman parte de la predicación de Jesús sobre el Pan de la vida y,
efectivamente, hay frases y términos en el discurso que son muy semejantes. Dentro de
las muchas cosas que particularizan las palabras de Jesús este Domingo, detengámonos
en una: la insistencia del Señor en que el pan que nos ofrece nos da la vida eterna.
Ante las críticas y murmuraciones de los judíos, Jesús les refresca la memoria y les
recuerda que sus antepasados comieron el maná en el desierto y sin embargo murieron.
Y añade, refiriéndose a sí mismo: «Este es el Pan que baja del cielo, para que el hombre
coma de él y no muera» (Jn6,50). Sabemos, como enseña el Papa San Juan Pablo II,
que «además del hambre física, el hombre lleva en sí también otra hambre, un hambre
más fundamental, que no puede saciarse con un alimento ordinario. Se trata aquí de un
hambre de vida, un hambre de eternidad. La señal del maná era el anuncio del
acontecimiento de Cristo, que saciaría el hambre de eternidad del hombre,
convirtiéndose Él mismo en el “pan vivo” que “da la vida al mundo”».
A esa hambre de vida, profunda, interior, nos remite el Señor. “Hambre de eternidad” la
llama el Papa. Expresión muy significativa, que dice tanto. Somos seres que vivimos en
el tiempo y sin embargo tenemos hambre de eternidad. Sabemos que vamos a morir. Es
más, si de algo podemos estar totalmente ciertos en esta vida es de que un día
moriremos. ¿Cuándo? No lo sabe nadie. Pero sí que moriremos. Junto a ello, tenemos la
experiencia de anhelar la eternidad, y la fe nos da la certeza de que con la muerte
nuestra existencia no se disuelve en la nada. Se transforma, pasamos a la “otra vida”, la
que no acaba y por eso la llamamos “vida eterna”.
¿Quieres la vida eterna? A la eternidad vamos a llegar todos. El asunto es si la viviremos
en comunión con Cristo, o alejados de Él. Si la eternidad la vivimos con Dios o lejos de
Él, depende de lo que hagamos en esta vida terrena con la gracia que Él nos da.
¿Pensamos suficiente en estos temas? A veces parecería que no. A la luz de ese
horizonte de eternidad, muchas cosas en nuestra vida de aquí y ahora cobrarían otro
color, ¿no? Urgencias, prioridades, qué es lo imprescindible, qué es lo necesario, qué es
lo importante, qué lo accesorio, qué lo superfluo…
Preguntémonos: ¿Qué relación hay entre la Eucaristía (el Pan vivo que es Jesús) y la
“vida eterna”? Tal vez hemos escuchado alguna vez decir, o lo hemos leído, que la
Eucaristía es “prenda de la vida eterna”. Es decir, es garantía, seguridad de esa vida
futura. Es adelanto de la felicidad que viven por toda la eternidad los que mueren en
Cristo. ¿Por qué? El Compendio del Catecismo nos da una respuesta muy concisa: «La
Eucaristía es prenda de la gloria futura —nos dice— porque nos colma de toda gracia y
bendición del Cielo, nos fortalece en la peregrinación de nuestra vida terrena y nos hace
desear la vida eterna, uniéndonos a Cristo, sentado a la derecha del Padre, a la Iglesia
del Cielo, a la Santísima Virgen y a todos los santos».
Es impresionante constatar cómo esta certeza de fe está viva en la Iglesia desde los
primeros siglos del cristianismo. Los discípulos de Jesús acogieron su mensaje y vivieron
este peregrinar en la tierra alimentados y nutridos por el Pan de vida, garantía de la vida
eterna. En este sentido, San Ignacio de Antioquía, mártir del s. II, en una de sus cartas
tiene unas palabas muy hermosas: «En la Eucaristía, nosotros partimos un mismo pan
que es remedio de inmortalidad, antídoto no para morir sino para vivir en Jesucristo
para siempre». ¡Vivir en Jesucristo para siempre! ¿No es eso lo que anhelamos? ¿No es
en el fondo ese el ideal de ser cristianos, discípulos de Jesús? ¿No es eso lo que nos
enseña María, la perfecta discípula?
«Yo soy el Pan Vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este Pan vivirá para
siempre. Y el pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo». (Jn6,51). Este
Domingo —como en cada Eucaristía— esto se hace realidad frente a nuestros ojos.
Sacudámonos el polvo gris de la rutina, maravillémonos de la sobreabundancia del amor
que Jesús nos tiene y no desaprovechemos la oportunidad de recibir una prenda de
eternidad, el alimento verdadero que nos nutre y sostiene, ¡a Cristo mismo!
Si alguno come este Pan
Atrévete, y come el Pan de vida. Atrévete a creer en la Iglesia Católica, y olvídate de los
malos católicos, piensa la verdad, el que Judas ya traicionó a Jesús, y siguen muchos
traicionando a Jesús, Dios, siendo malos católicos, como esos que conoces y esos otros
de los que has oído hablar tan mal, pero no son sólo estos judas los que componen la
Iglesia de Dios, sino todos los santos y los futuros santos; tú puedes ser uno de ellos;
¡sélo!
No es Pan simple la Eucaristía, sino que es Dios mismo, Jesús, en apariencia de pan. que
entra dentro de ti para que lo tengas bien tuyo, ¡sólo tuyo!, ¡sólo para ti!, aunque
compartas con todos el Pan, cada uno recibe entero a Dios mismo, Jesús; es de fe, por
la palabra de Dios, Jesús, que dijo a sus apóstoles. No es invención, es la verdad de un
Dios que te ama con todo su corazón y que comprende la soledad en que vives y quiere
unirse a ti para que tú vivas la fe, y seas uno en los que Dios Padre ha puesto su mirada
para que te salves.
Dios quiere que todos se salven, ¡también tú!
P. Jesús

1 Contexto. La palabra se ilumina.


www.sanJeronimo.Brown,Fitzmyer,Murphy

Disputa acerca de la procedencia de Jesús (6, 41-51a). Al murmurar contra Él, la


audiencia de Jesús reproduce el comportamiento de los israelitas en el desierto. La
«murmuración» fue causa del don mosaico del agua (Ex 15,24) y del maná (Ex
16,2.7.12). Se convirtió en ejemplo paradigmático de la falta de fe (1s 10,12; Sal
106,24-25).
41. los judíos: Conforme la multitud empieza a adoptar un tono hostil en su respuesta
a Cristo, Juan le atribuye —y ello resulta significativo— este nombre (cf. 1,19).
Murmuraron: Lo mismo que hicieron sus antepasados después de recibir el maná en el
desierto (Ex 16,2.8s).
42. Juan ha utilizado un episodio tradicional, el rechazo de Jesús porque se conoce su
procedencia (p.ej., Lc 4,22; Mc 6,3), para dejar constancia de que la multitud está
convencida de que Jesús no puede provenir «del cielo» (en 7,27-28, ésta es la objeción
que se dirige contra los cristianos joánicos).
Su padre y su madre: No consta que Juan conociera ninguna de las tradiciones sobre
la concepción de Jesús o sobre su nacimiento en Belén. Aunque así fuera, tampoco
resultaría relevante en este caso puesto que su objetivo es dar testimonio de que Jesús
procede del cielo.
• Lo que afirmó Jn en 4,44 tiene ahora una verificación en su evangelio; la misma
reacción se atribuye a los galileos en Mc 6,2ss. La protesta de la multitud en el sentido
de que le es conocida la familia de Jesús y que por ello puede rechazar su pretensión de
proceder del cielo es un primer ejemplo de ironía joánica (—> 29, supra); Juan no
necesita señalar el error a sus lectores cristianos, que están al tanto de que Cristo fue
concebido por madre virgen.
43-47. Jesús les conmina a dejar de murmurar y desarrolla a continuación la teología
joánica sobre la fe. Los VV. 44-45 reiteran que solamente los que son «atraídos por
Dios» creen en Jesús. De nuevo en el v. 44c (como en el v. 40c) nos hallamos ante una
adición que hace de Jesús el agente de la resurrección en el último día.
43-44. Jesús no se preocupa de la protesta en sí, que es marginal, e insiste en lo que se
dijo en los vv. 37ss: si fueran capaces de responder a la gracia de Dios, creerían, sin
perder el tiempo en objeciones que no hacen al caso.
45. Probablemente Juan haya creado una nueva cita de las Escrituras, quizás
combinando 1s 54,13 y Jr 3 1,34, para fundamentar la afirmación de que Dios es
responsable de la fe de los que creen en Jesús.
Enseñados por Dios: Las palabras de Is 54,13 tendrán su cumplimiento en el creyente
que escucha al Padre y aprende. Es necesario que el creyente responda a la gracia de
Dios con una disposición obediente.
Ha visto al Padre: Cf. comentario a 1,18. Es esencial reconocer este llamamiento de la
gracia en el Hijo, que es su único mediador; sólo así se puede ver a Dios (cf. 14,9).
46. esto no significa que alguien haya visto al Padre: No existe conocimiento de
Dios aparte de Jesús (p.ej., 1,18; 3,33; 5,37). Nadie puede «ser instruido por Dios» sin
escuchar y creer la palabra de Jesús.
47-50. Así es como el creyente alcanza la vida eterna (cf. comentario a 3,15). Jesús
repite que él es el pan de vida en un sentido en que no podía serlo el maná del AT (cf.
vv. 32-35).
47. El pasaje concluye afirmando una vez más que el creyente tiene vida eterna.
48-51a. La continuidad del discurso en el v. 51 es problemática. Mediante la frase
conclusiva de este versículo, «el pan que yo daré es mi carne», el tema se desplaza de
Jesús como revelador del Padre bajado del cielo a la caracterización eucarística del pan
ofrecido por Jesús. Este nuevo tema se prolonga hasta el v. 59. Algunos concluyen la
primera sección del discurso con el v. 50 y reservan el v. 51 completo para la sección
siguiente. Hemos optado por dividir el v. 51 para sugerir la posibilidad de que los \v. 51
b-59 representen una adición al discurso original llevada a cabo durante la redacción
final del evangelio (véase M. Gourges, RB 88 [1981] 515-31; M. Roberge, LTP 38 [1982]
265-99).
48-49. Vuestros padres comieron y murieron: Reasume los w. 32-35. La referencia
a los israelitas comiendo el maná en el desierto explicita la cita insinuada en el v. 31.
50. La vida que se obtiene comiendo el pan del cielo se contrasta con la muerte de la
generación del desierto. Esta secuencia reproduce el patrón de los w. 32-33: (a) un
comentario negativo en referencia a la tradición del éxodo, «no fue Moisés...», «vuestros
padres murieron...»; (b) seguido de una definición: «el pan de Dios es...», «el pan que
procede del cielo es...».
51. el pan que yo daré es mi propia carne: Se llega al tema eucarístico. En el climax
de su reiteración, la afirmación de Jesús resulta más asombrosa que cuanto lleva dicho
hasta ahora.
51a. Completa el pasaje retomando la secuencia en el v. 35; (a) afirmación tipo «Yo
soy»; (b) condición: «el que viene...», «el que come...»; (c) salvación: «...no volverá a
tener hambre...», «...vida eterna». El v. 51 a expresa abiertamente la promesa implícita
en las imágenes de no tener hambre ni sed, a saber, la vida eterna.
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• Las precedentes revelaciones de Jesús sobre su origen divino -«Yo soy el pan de vida»
(v. 35) y «yo he bajado del cielo» (v. 38)- habían provocado el disentimiento y la
protesta entre la muchedumbre, que empieza a murmurar y se muestra hostil. Es
demasiado duro superar el obstáculo del origen humano de Cristo y reconocerle como
Dios (v. 42). Jesús evita entonces una discusión inútil con los judíos y les ayuda a
reflexionar sobre su dureza de corazón, enunciando las condiciones necesarias para
creer en él.
La primera es ser atraídos por el Padre (v. 44), don y manifestación del amor de Dios a
la humanidad. Nadie puede ir a Jesús si no es atraído por el Padre. La segunda condición
es la docilidad a Dios (v. 45a). Los hombres deben darse cuenta de la acción salvífica de
Dios respecto al mundo. La tercera condición es la escucha del Padre (v. 45b). Estamos
frente a la enseñanza interior del Padre y a la de la vida de Jesús, que brota de la fe
obediente del creyente a la Palabra del Padre y del Hijo.
Escuchar a Jesús significa ser instruidos por el mismo Padre. Con la venida de Jesús, la
salvación está abierta a todos, pero la condición esencial que se requiere es la de
dejarse atraer por él escuchando con docilidad su Palabra de vida. Aquí es donde precisa
el evangelista la relación entre fe y vida eterna, principio que resume toda regla para
acceder a Jesús. Sólo el hombre que vive en comunión con Jesús se realiza y se abre a
una vida duradera y feliz. Sólo «el que come» de Jesús-pan no muere. Es Jesús, pan de
vida, el que dará la inmortalidad a quien se alimente de él, a quien interiorice su Palabra
y asimile su vida en la fe.
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini

La muchedumbre, a pesar de las distintas pruebas aportadas por Jesús, no se siente


satisfecha ni con sus signos ni con las palabras con las que ha intentado iluminar sus
mentes y sus corazones. Pide aún garantías para poder creerle. Pone condiciones antes
de adherirse a él plenamente (v. 30). El milagro de los panes que había hecho un día
antes no es suficiente. Para que puedan creer en el Mesías como enviado de Dios hace
falta un signo particular y más estrepitoso que los ya hechos, que demuestre que Jesús
renueva los prodigios de Moisés y que, por consiguiente, es superior a él. La ironía está
en que piden un signo cuando la misión de Jesús ya se muestra rica en milagros.
Si sus oyentes piden la pura repetición del milagro del maná, eso significa que no han
comprendido el alcance espiritual y profético contenido en su símbolo. El maná, que
cada día bajaba del cielo y alimentaba al pueblo de Israel en el desierto, no lo había
dado Moisés, ni mucho menos era el pan del cielo. Era sólo una imagen imperfecta y
pasajera de éste, porque el verdadero pan del cielo lo había dado el Padre de Jesús y
expresa el mismo amor de Dios por los hombres (v. 32). Más aún, el pan de Dios
coincide con la persona de Jesús, que ha venido al mundo procedente de Dios, como don
suyo (cf. 1,11.14; 3,16) y fuente de vida (5,26).
La nueva incomprensión lleva a Jesús a enfrentarse directamente al tema de su
identidad con afirmaciones explícitas que ponen a los hombres ante opciones concretas.
En efecto, precisa de una manera que no deja lugar a equívocos: «Yo soy el pan de vida.
El que viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed» (v.
35). Él es el pan venido del cielo para sostener al nuevo pueblo de Dios. Él es el don de
amor hecho por el Padre a cada hombre, peregrino en el desierto del mundo. Él es la
Palabra que deben creen para gustar la vida eterna (cf. Gn 2,9; 3,22-24; Prov 11,30;
13,12; 15,14).
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Juan 6. resumen
“Yo soy el Pan de vida: el que á mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no
tendrá sed jamás” (v. 35). Jesús acaba de alimentar a cinco mil personas (vv. 1-15),
pero la multitud no comprendió el significado del milagro y respondió solo al almuerzo
gratuito. Jesús aconseja, “De cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis
visto las señales, sino porque comisteis el pan y os hartasteis. Trabajad no por la comida
que perece, mas por la comida que á vida eterna permanece, la cual el Hijo del hombre
os dará: porque á éste señaló el Padre, que es Dios” (vv. 26-27). Jesús ofrece
proveerles sus más profundas necesidades, pero no pueden ver más allá de sus
estómagos.
La multitud pregunta, “¿Qué haremos para que obremos las obras (plural) de Dios?
Respondió Jesús, y díjoles: Esta es la obra (singular) de Dios, que creáis en el que él ha
enviado” (vv. 28-29). La multitud quiere saber como cumplir con la ley, pero Jesús
responde con la simple declaración que crean en él.
La multitud, notando la radical naturaleza de la respuesta de Jesús, pide que Jesús
verifique sus declaraciones. “¿Qué señal pues haces tú, para que veamos, y te creamos?
¿Qué obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan
del cielo les dio á comer” (vv. 30-31). No mencionan el hecho que Jesús acaba de
alimentar a cinco mil personas.
Jesús les corrige. No fue Moisés, sino Dios, el que regaló pan del cielo a los israelitas,
“mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo” (v. 32). No como el maná que solo
sustentó la vida física – solo para los israelitas – y solo por corto plazo – el pan de Dios
“da vida al mundo” (v. 33). La gente responde, “Señor, danos siempre este pan” (v.
34).
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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Juan 6:41-42. Murmuraban entonces de Él los judíos


“Murmuraban entonces de él los judíos” (v. 41a). En este Evangelio, la frase, “los
judíos,” suele referirse a judíos que se oponen a Jesús (2:18 ff; 5:10 ff; 6:41 ff; 7:11 ff;
8:31 ff; 9:18 ff; 10:19 ff; 11:8, 54; 18:31 ff; 19:7 ff; 20:19). Sin embargo, en esta
historia, “los judíos,” se refiere a gente de Capernaum de Galilea o sus líderes religiosos.
Ellos “murmuraban (egonguzon) (v. 41a). Ésta es la misma palabra que se utiliza en el
Septuaginto (Antiguo Testamento Griego) de los israelitas que protestaron sobre el
aparente fallo de Dios al no proveer por ellos en el desierto (Éxodo 15:24; 16:2, 7-17;
Números 11:1). Teniendo en cuenta la mención de maná en este pasaje (v. 31), el
paralelo entre los que protestaron del maná y los que protestan del pan de vida apenas
puede ser casualidad. Los críticos de Jesús manifiestan la misma falta de fe que los
críticos de Moisés (y de Dios) hace tantos siglos.
Los israelitas eran famosos por sus quejas, pero no están solos. Todos estamos tentados
a sentirnos abandonados cuando la vida se pone difícil – a retar las Escrituras y las
históricas creencias cristianas cuando van en contra de nuestra cultura popular – a
quejarnos cuando Dios no cumple nuestras expectativas.
“¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos?”
(v. 42a). Jesús está en Galilea – en la ciudad de Capernaum, su hogar de adulto (Mateo
4:13). La gente local apenas puede contenerse cuando Jesús declara que él es el “pan
de vida” (v. 35) y que “ha descendido del cielo” (v. 38). Conocen a su padre y su madre
(v. 42), y piensan de él como cualquier niño local – uno que promete ser inusual si lo
que se dice de él resulta ser verdad – pero un niño local de todos modos.
“¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?” (v. 42b). Esta gente recuerda
cuando Jesús se mudó de Nazarea a Capernaum. ¿Cómo puede él declarar que ha
“descendido del cielo” (vv. 38, 42)?
Aquí, algunos eruditos acusan al pueblo de Capernaum de mal representar a Jesús, pero
han ligado lo que Jesús dijo en versículos 35 y 38 con bastante integridad.
No debemos preguntarnos por que esta gente cuestionaría las declaraciones de Jesús.
“Un hombre que era solo un hombre y decía las cosas que Jesús decía no sería un buen
maestro moral. O sería un loco – como el hombre que dice que es un huevo cocido – o
sería el Demonio del Infierno. Tú debes elegir. O este hombre era, y es, el Hijo de Dios,
o es un loco o algo peor” (C. S. Lewis, The Case for Christianity).
Pablo habla de la ofensa (griego: skandalon – tropiezo) de la cruz (Galatos 5:11), y la
cruz es seguramente un skandalon para los que esperan que Dios se comporte según su
estatura. Pero la encarnación es también un skandalon – quizá un skandalon aún mayor.
Este Evangelio deja a los sinópticos la historia del nacimiento y, en vez, nos relata los
verdaderos orígenes de Jesús en 1:1-18. Es, solo por casualidad, de Belén y Nazarea y
Capernaum, pero verdaderamente es el Hijo de Dios del cielo. En su afán por enfocarse
en lo más obvio de Jesús, esta gente se pierde lo que es más significante de él.
Juan 6:43-47. Ninguno puede venir a mí, si el Padre no le trajere
“No murmuréis entre vosotros” (v. 43). Jesús no se dirige directamente a las quejas
de la multitud, sino que simplemente dice a la gente que no se queje. Después continúa
con su discurso en un tono aún más provocativo – uno tono que hasta sus discípulos
encontrarán difícil de aceptar (vv. 60-66).
“Ninguno puede venir á mí, si el Padre que me envió no le trajere” (v. 44). Esto
acompaña sus palabras anteriores, “Todo lo que el Padre me da, vendrá á mí” (v. 37a),
demostrando que la salvación depende de Dios. También, “Este ‘sorteo’ es selectivo, o,
la nota negativa de versículo 44 no tiene ningún significado. Muchos intentan diluir la
fuerza de la declaración refiriéndose a 12:32, donde aparece el mismo verbo para ‘traer’
(helkyo): Ahí, Jesús declara que traerá a ‘todos los hombres’ hacia él. Sin embargo, el
contexto demuestra claramente que 12:32 se refiere a ‘todos los hombres sin
discriminar’ (es decir, no solo judíos) en vez de ‘todos los hombres sin excepción’”
(Carson, 293).
Esta palabra, “atraer,” ha inspirado debate entre aquéllos que representan las teologías
calvinistas y las arminianas. La primera, que favoriza la predestinación, enfatiza la
fuerza de Dios para atraer gente hacia si mismo. La otra, que favoriza el libre albedrío,
enfatiza la necesidad de fe por parte de aquéllos atraídos a Dios. Quizá sería mejor una
posición en el medio – una posición “que mantiene la tensión entre elementos divinos y
humanos de la salvación que se encuentran en este texto. La salvación nunca se logra
sin la fuerza de atracción de Dios, y nunca es consumada sin la disposición humana para
oír y aprender de Dios” (Borchert, 268).
Barclay anota que esta palabra, atraer, “casi siempre implica algún tipo de resistencia.
Representa la acción de tirar de una red llena hacia la orilla (Juan 21:6, 11). Es la
palabra usada para Pablo y Silas, arrastrados hacia los magistrados en Filipos (Hechos
16:19)…. Siempre existe esta idea de resistencia. Dios puede y atrae a los hombres,
pero la resistencia del hombre puede derrotar el tirón de Dios” (Barclay, 226).
“Y yo le resucitaré en el día postrero” (v. 44b). Ésta es la gran promesa – y la
tercera de cuatro veces en este discurso en que Jesús promete resurrección para los
creyentes (vv. 39, 40, 54).
“Y serán todos enseñados de Dios” (v. 45a). La cita es un resumen de Isaías 54:13,
donde el profeta asegura al pueblo de Jerusalén, recién llegado de su exilio en Babilonia,
que Dios instruirá a sus hijos (véase también Jeremías 31:31-34). Más adelante en este
Evangelio, Jesús les dirá a sus discípulos que “el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el
Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las
cosas que os he dicho” (14:26) – y que “cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os
guiará á toda verdad” (16:13).
“Todo aquel que oyó del Padre, y aprendió, viene á mí” (v. 45b). De nuevo, Jesús
declara el papel del Padre en la empresa de salvación.
“No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios, éste ha visto
al Padre” (v. 46). Éxodo nos cuenta de Moisés escondiendo su cara, porque temía mirar
a Dios (Éxodo 3:6) – y siendo permitido a ver la espalda de Dios pero no su cara (Éxodo
33:22-23). Poner los ojos en la santidad de Dios es demasiado para mortales. Sin
embargo, es diferente para el Verbo, que era con Dios, y era Dios (1:1). Éste “fue hecho
carne, y habitó entre nosotros” (1:14) para hacer conocer el Dios a quien nadie vio
jamás (1:18).
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (v. 47). Jesús
ha enfatizado el papel del Padre en la salvación (vv. 44-46), pero ahora enfatiza el papel
del creyente. Aunque el Padre atrae (v. 44) y enseña (vv. 45-46), atraer y enseñar
requieren una respuesta creyente.
La recompensa por creer es la vida eterna (v. 47). El creyente tiene (tiempo presente)
vida eterna. En este Evangelio, la vida eterna es una calidad de vida que poseemos en el
presente (3:36a) y que poseeremos aún más plenamente en el futuro. En su Oración de
Alto Sacerdocio, Jesús define vida eterna en términos de la relación con el Padre y el
Hijo: “Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á
Jesucristo, al cual has enviado” (17:3). Vida eterna es lo contrario de condenación
eterna (3:14-18; 5:29) e incluye la promesa de una vida libre de muerte (6:50-51;
10:28).
Juan 6:48-51. Yo soy el pan de vida
“Versículos 32-35 se duplican en 48-51, pero con la introducción gráfica del concepto de
‘mi carne’” (Sloyan, 71).
Jesús repite, “Yo soy el pan de vida” (v. 48; véase también v. 35), y compara este pan
con el maná comido por los israelitas en el desierto. El pueblo habló de “nuestros
padres” en versículo 30, pero Jesús habla de “vuestros padres” (v. 49). Esto le distingue
a él de ellos. Los israelitas también son los padres de Jesús, ya que él es de la casa de
David. Sin embargo, este Evangelio deja tal lenguaje para los sinópticos. El Verbo es de
Dios y es, por lo tanto, único.
“Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y son muertos” (v. 49). El
maná sustentó Israel por una temporada en el desierto, pero después murieron. Por su
falta de fe, murieron en el desierto sin llegar a ver la Tierra Prometida (Números 14:22-
23).
“Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él comiere, no
muera” (v. 50). Jesús contrasta el pan que él ofrece – el que lleva a la vida eterna –
con el pan de sus padres, que murieron en el desierto sin haber visto la Tierra
Prometida. La muerte que experimentaron los israelitas fue una muerte física, pero “los
rabíes creían que los padres que murieron en el desierto no solo se perdieron la Tierra
Prometida, sino que también se perdieron la vida venidera” (Barclay, 226). Jesús, por
supuesto, habla de una vida espiritual cuando promete que el que coma del pan que
desciende del cielo no morirá.
“Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo” (v. 51a). Este “pan vivo” se
paralela al “agua viva” que Jesús ofreció a la mujer samaritana (4:10).
“Si alguno comiere (phage) de este pan, vivirá para siempre” (v. 51b). Phage es
el aoristo de esthio (comer), y por lo tanto representa una acción que ocurre y después
para. En esta situación, comer este pan es una metáfora para aceptar a Cristo una vez
por siempre.
“Y el pan que yo daré es mi carne (sarx), la cual yo daré por la vida del mundo”
(v. 51c). Este lenguaje es de sacrificio – el regalo de la carne es el más grande y
personal de todos los sacrificios. En esta situación, Jesús hace su sacrificio por el mundo
– no solo por Israel (véase también 3:16-17). Su sacrificio es ambos voluntario y
delegado.
• El lenguaje de sacrificio recuerda a la previa referencia de Juan Bautista, quien se
refirió a Jesús como “¡el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (1:29) –
recordándonos del cordero de la Pascua, sacrificada por las vidas de los israelitas en
Egipto (Éxodo 11-12).
• También recuerda al Sirviente que Sufre de Isaías 53, que “llevó el pecado de muchos
y oró por los transgresores” (Isaías 53:13).
La palabra, “carne” (comparada con “cuerpo”) es terrenal y provocativa:
• La ley del Tora mandaba que israelitas solo comieran carne de animales purificados,
que la ley definía en gran detalle (Levítico 11:1-3). Cualquier mención de comer carne
inmediatamente suscitaría el tema de la limpieza ritual de la carne en cuestión.
• Al ser escrito este Evangelio, el movimiento gnóstico que consideraba la carne (y toda
materia física) como malvada, constituía una amenaza significante para la iglesia. La
declaración de este Evangelio que “aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros” (1:14) se intenciona, en parte, para refutar el Gnosticismo.
• Sin embargo, en su conversación con Nicodemo, Jesús dijo “Lo que es nacido de la
carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (3:6). Esto enfatiza que el
nacimiento físico ha de ser sucedido por un nacimiento espiritual – y Jesús también dirá,
“El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he
hablado, son espíritu y son vida” (6:63).
• “Muchos comentaristas hablan como si la palabra ‘carne’ dejaba evidente una
referencia a la Santa Comunión. Claro está que no hace nada de eso. La palabra no se
encuentra en las narrativas de la institución, ni en 1 Corintios 10 ni 11 en relación al
sacramento… La palabra común para actos sacramentales es ‘cuerpo’” (Morris, 331-
332).
• De hecho, por razones que no podemos comprender, éste es el único Evangelio que no
incluye un relato de la institución de la Última Cena del Señor (véase Mateo 26:26-30;
Marcos 14:22-26; Lucas 22:14-23).
www.ocarm.org

Oración inicial
Shadai, Dios de la montaña, que haces de nuestra frágil vida la roca de tu morada,
conduce nuestra mente a golpear la roca del desierto, para que brote el agua para
nuestra sed. La pobreza de nuestro sentir nos cubra como un manto en la obscuridad de
la noche y abra el corazón para acoger el eco del Silencio para que el alba
envolviéndonos en la nueva luz matutina nos lleve con las cenizas consumadas por el
fuego de los pastores del Absoluto que han vigilado por nosotros junto al Divino
Maestro, el sabor de la santa memoria.
1. Lectio
a) El texto: Juan 6, 41-51
b) Clave de lectura:
El sexto capítulo del evangelio de Juan presenta un carácter unitario que desarrollándose
en torno al tema de la fiesta de la Pascua, análogamente se articula a través de un
prodigio ( 5, 1-9a 6,1-15) a quien sigue un discurso (5,16-47; 6,22-59). Presenta una
parte de la actividad de Jesús en Galilea y precisamente el momento culminante: Jesús
se autorevela como pan de vida para ser creído y comido para poder ser salvos. En los
vv. 1-15 encontramos el gran signo de la multiplicación de los panes cuyo significado
viene desvelado por el discurso del día siguiente en los vv. 26-59: el don del pan para el
hambre del pueblo prepara las palabras sobre el pan de la vida eterna. Entre los vv. 16-
21 tenemos la narración del camino de Jesús sobre las aguas. En los v. 60-71 Jesús
invita a los discípulos a decidirse, ya conociendo su incredulidad (vv. 60-66), ya
solicitando la fe de los doce (vv. 66-71).
El discurso completo sobre el pan de vida (6,25-71) presenta semejanzas con algunos
testimonios judaicos, de modo particular de Filón.
c) Momento de silencio: Dejamos que la voz del Verbo resuene en nosotros.
2. Meditatio
a) Algunas preguntas:
- Murmuraban de él: ¿cuántas voces de murmuración cuando se trata de Dios?
- Yo soy el pan bajado del cielo: ¿dónde tomamos el pan que comemos cada día?
- Ninguno puede venir a Mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado: ¿el Padre nos
atrae o más bien vamos tras sus pasos criticando lo que dice a nuestra vida de cada día?
- Si uno come de este pan, vivirá para siempre: nosotros nos alimentamos de la Palabra
de Dios y del Pan repartido, una vez a la semana o a lo mejor todos los días...¿por qué
no corre la vida eterna en nuestras palabras y en nuestra experiencia humana?
b) Clave de lectura:
Murmurar. ¿Qué mejor instrumento para no vivir profundamente lo que el Señor nos
pide? Miles de razones, plausibles...miles justificaciones, válidas...miles motivaciones,
lícitas...para no masticar una Palabra que rompe toda razón, toda justificación, toda
motivación para dejar ecos nuevos de un cielo no lejano que habita en los corazones de
los hombres.
v. 41. Murmuraban de Él los judíos porque había dicho: "Yo soy el pan bajado
del cielo". Jesús apenas había afirmado: Yo soy el pan de la vida (v.35) y he bajado del
cielo (v.38) y esto provoca desacuerdo entre la gente. Judíos, término teológico en Juan,
podemos considerarlo como su homónimo: los incrédulos: En realidad se trata de
Galileos que se llaman Judíos a causa de su murmuración contra Cristo, porque sus
palabras sobrepasan las categorías usuales. Un lenguaje familiar el del pan bajado del
cielo. Los hijos de Israel conocían el pan de Dios, el maná, que en el desierto había
saciado el hambre, y la precariedad de un camino de horizontes que se recorrían sin un
final. Cristo, maná del hombre que en el desierto de su hambre inapagada invoca al cielo
como sostén de su caminar. Único pan que quita el hambre. Las palabras de los judíos
son objeciones contra la persona de Jesús y al mismo tiempo paso para introducir el
tema de la incredulidad. En relación con otros pasajes en los cuales el pueblo “bisbisea”
(7,12.32)) en este capítulo tenemos sobre Jesús un “murmurar” sobre lo que Él dice, o
sea sobre sus palabras. Este murmurar claramente deja ver la incredulidad y la
incomprensión.
v. 42. “¿No es éste Jesús el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros
conocemos? ¿Pues cómo dice: Yo he bajado del cielo? La ironía es sutil. Los incrédulos
conocen los orígenes terrenos de Cristo, conocen ciertamente al hijo de José, pero no al
Hijo de Dios. Sólo los creyentes conocen su origen transcendente por intervención
directa de Dios en la Virgen Santísima. El pasaje de un lenguaje netamente material, un
pan de agua y harina, a un lenguaje espiritual, un pan para el alma humana. Como otra
vez en el desierto, los judíos murmuraban: no comprenden el origen ni el don de Jesús:
Como en otro tiempo los padres rechazaron el maná, porque era un alimento muy
ligero, ahora los hijos rechazan al Verbo hecho carne, pan bajado del cielo, pero de
origen terreno. Los judíos toman de lo que Jesús había dicho, sólo la afirmación: Yo he
bajado del cielo (V.38). Porque es ésta lo que da fundamento a los precedentes
anuncios, al ser el pan de la vida (V.35). La pregunta. ¿No es quizás éste... está
presente, en un contexto de estupor, en los evangelios sinópticos. En Mateo o en Lucas
el lector a través de la narraciones de la infancia ya ha tenido conocimiento de la
concepción virginal de María. En Juan los Judíos tienen delante a quien declara que ha
bajado del cielo sin poner en discusión su naturaleza humana. Hijo de José, quiere decir
entonces ser un hombre como todos (cfr 1,45).
v. 43-44. Jesús respondió: “No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí
si el Padre que me ha enviado no le trae; y yo lo resucitaré en el último día”. Jesús no
parece firmarse sobre su origen divino, pero subraya que sólo el que es traído del Padre
puede ir a Él. La fe es pues un don de Dios que tiene como condición la apertura de
parte del hombre, la escucha... pero, ¿qué quiere decir que el Padre lo trae? ¿Es que no
es libre el hombre en su caminar? La atracción es sólo en la trayectoria de un deseo
escrito en aquellas tablas de carne que todo hombre lleva consigo. Es por tanto libertad
plena, adhesión espontánea a la fuente del propio existir. La vida no puede ser atraída
sino por la vida, sólo la muerte no se deja traer.
v. 45. En los Profetas está escrito: «Y serán todos enseñados de Dios». Todo el
que oye a mi Padre y recibe su enseñanza, viene a mi. El seguimiento está determinado
por un orden bien preciso. No es una invitación, es un imperativo. La palabra de Dios
creadora, en vez de llamar a la luz y a las otras criaturas de la nada, llama a su imagen
a participar de la nueva creación. El seguimiento no brota de una decisión autónoma o
personal, sino del encuentro con la persona de Jesús y su llamada. Es un acontecimiento
de gracia, no una elección del hombre. Jesús no espera una libre decisión, sino que
llama con autoridad divina, como llamaba Dios a los Profetas en el Antiguo Testamento.
No son los discípulos quienes eligen al Maestro como sucedía con los “rabbi” del tiempo,
sino es el Maestro quien escoge los discípulos como depositarios de la herencia de Dios
que es más que una doctrina o enseñanza. La llamada comporta el abandono de los
familiares, de la profesión, un cambio total de existencia por una adhesión de vida que
no admite espacios al autocentralismo. Los discípulos son hombres del Reino. La llamada
para convertirse en discípulos de Jesús es una “llamada escatológica”. La frase del
profeta del destierro babilónico dice textualmente: “y todos serán sus hijos [de
Jerusalén]” en referencia a los hebreos. El uso de: “todos serán” es una expresión de la
universalidad de la salvación de la que Cristo es el cumplimiento.
v. 46. No que alguno haya visto al Padre, sino sólo el que está en Dios, ése ha
visto al Padre. Sólo Jesús, que viene de Dios, ha visto al Padre y lo puede revelar
definitivamente. El hombre es llamado a venir de Dios. El conocimiento de Dios no es
una conquista, es una proveniencia. El movimiento no es externo. Si yo busco la
proveniencia externa puedo decir que tengo un padre y una madre, criaturas del mundo
creado. Si yo busco la proveniencia profunda de mi significado existencial puedo decir
que vengo del Padre, Creador de toda vida.
v. 47. En verdad, en verdad os digo: El que cree tiene la vida eterna. Creer a la
palabra de Jesús, a su revelación, es condición para obtener la vida eterna y poder ser
“amaestrado por el Padre”. Creo, me apoyo en una roca. La estabilidad no está en mi
límite de creatura, ni en la realización de mi perfectibilidad humana. Todo es estable en
Aquel que no tiene enganches naturales. ¿Cómo puede una criatura apoyarse sobre sí
misma, cuando no es dueño de un solo instante de su vida?
v. 48. Yo soy el pan de vida. Se vuelve a presentar el tema del pan de vida que
enlaza con el de la fe, y el de la vida eterna. Jesús es el verdadero pan de vida. Este
versículo está ligado al 51. “Yo soy el pan vivo”. Sólo el que se alimenta de este pan, el
que asimila la revelación de Jesús como pan vital, podrá vivir.
v. 49. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron.
v. 50 Este es el pan que baja del cielo, para que el que lo coma no muera. El pan
que baja del cielo es contrapuesto al maná que alimenta a los padres sin preservarlos de
la muerte. Este pan que da la vida eterna y proviene de lo alto es el Verbo Encarnado de
Dios. El tema eucarístico apuntado en algunas expresiones precedentes, ahora se
convierte en central. La experiencia de la muerte terrena no contradice esta experiencia
de vida si se camina por las sendas de lo transcendente. El límite no es un límite para el
que se alimenta de Él.
v. 51. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para
siempre y el pan que yo le daré mi carne, para la vida del mundo. Alimento vital para el
creyente será la “carne” de Jesús. El término carne (sàrx) que en la Biblia indica la frágil
realidad de la persona humana de frente al misterio de Dios, ahora se refiere al cuerpo
de Cristo inmolado sobre la cruz y a la realidad humana del Verbo de Dios. No es un pan
de vida metafórico, o sea la revelación de Jesús, porque el pan es la misma carne del
Hijo. Para la vida del mundo indica en favor y pone de relieve la dimensión sacrificial de
Cristo donde por el mundo expresa la salvación que de esta dimensión brota.
c) Reflexión:
Murmurar. Si nuestra murmuración fuese como la de un viento ligero haría de
acompañamiento armonioso a las palabras eternas que se hacen nuestra carne: Yo soy
el Pan vivo bajado del cielo. Qué sorpresa entonces, sabiendo que este Pan eterno no es
un extraño, sino Jesús, el hijo de José, un hombre del que conocemos el padre y la
madre. Porque el que come de este pan vive para siempre. Un Pan que nace de un amor
de Padre. Estamos invitados a escuchar y a aprender para llegar a Él sobre la senda de
la atracción, sobre la huella de aquella fe que permite ver. Pan con pan, Carne con
carne. Sólo aquel que viene de Dios ha visto al Padre. El hombre lo ha visto cuando ha
hecho de su carne el pesebre del Pan vivo. Desierto y muerte, cielo y vida. Un dulce
connubio que se cumple en cada Eucaristía...sobre cada altar, aquel altar del corazón en
el cual la vida del Soplo divino consuma la arcilla desfigurada del hombre perdido.
3. Oratio
Salmo 33 (32)
Por la palabra de Yahvé fueron hechos los cielos, por el aliento de su boca todos sus
ejércitos. Él recoge, como un dique, las aguas del mar, mete en depósitos los océanos.
Yahvé frustra el plan de las naciones, hace vanos los proyectos de los pueblos; pero el
plan de Yahvé subsiste para siempre, sus decisiones de generación en generación. Los
ojos de Yahvé sobre sus adeptos, sobre los que esperan en su amor, para librar su vida
de la muerte y mantenerlos en tiempo de penuria.
4. Contemplatio
La experiencia del alimento que aleja del corazón el hambre, me recuerda, Señor, que
podré andar de la imperfección al cumplimiento para ser espejo tuyo no anulando el
hambre, sino interrogándola para no encontrar jamás en ella un homo sapiens, que no
se interroga nunca, que vive sin intereses, que no quiere ver ni sentir, que no se deja
tocar, que vive en el miedo, superficialmente más que en profundidad y en los sucesos
se muestra quedando en posición horizontal, dormitando, o destrozando todo lo que
encuentra...sino como homo vigilans, que está siempre presente a sí mismo y a los
demás, capaz de apagarse en el trabajo y servicio, aquél que responsablemente no se
acaba en lo inmediato, sino que sabe madurar en la larga y paciente espera, aquél que
expresa todo lo que es en cada trozo de su vida, aquél que no tiene miedo de sentirse
vulnerable, porque sabe que las heridas de su humanidad pueden transformarse en
hendiduras a través de la cuales la vida llega con el fluir del tiempo, una Vida que,
pudiendo realizar finalmente su Fin, canta al Amor con su “corazón llagado” envuelto en
una “llama que consuma y no da pena” y además de encontrarlo definitivamente está
dispuesta a “romper la tela”. El hambre ya no es hambre. Porque queda como dulce
peso del límite, protegido por la deliciosa llaga y siempre abierto al dulce encuentro que
saciará todo deseo: “Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las
ínsulas extrañas, los ríos sonorosos... .es como noche calma, música silenciosa, soledad
sonora...¿quién podrá sanar este mi corazón llagado?... Es llama que consuma y no da
pena... ¡Oh Amado rompe la tela de este dulce encuentro!
www.santaclaradeestella.es

No es raro oír la expresión: «¡Basta, no puedo más!». La vida, en determinados


momentos, es verdaderamente dura. ¿Y quién la siente difícil, desagradable,
insoportable durante años y años? La experiencia de Elías está presente como nunca en
la condición humana, especialmente en los que se toman en serio la tarea a favor o en
apoyo de los otros que les ha sido confiada: «¡Basta, Señor! Quítame la vida, que no soy
mejor que mis antepasados».
Esta experiencia, típica de la condición humana, marcada por el límite y por la
precariedad, por la vulnerabilidad y por la fragilidad, puede ser el comienzo de una
invocación que se abre al misterio de Dios. Dios quiere que sus hijos tomen conciencia
de que él está presente en sus vidas. Elías le mandó un ángel con un pan; a nosotros
nos envía a su Hijo, que se hace pan de vida, pan para nuestra vida, pan para
sostenernos en el camino, pan para no dejarnos solos en las misiones difíciles.
El pan que nos ofrece contiene todas las atenciones que tiene con nosotros. Es el punto
de llegada de la acción creadora del Padre, de la obra de reconstrucción llevada a cabo
por el Hijo; es pan siempre tierno por la obra del Espíritu. Ese pan es memorial de una
historia infinita de amor: con él también nos sostiene, nos alienta, nos invita a
reemprender el camino, con el mismo corazón y la misma audacia recordada y
encerrada en el pan de vida.
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

No hay reflexion.
www.fraynelson.com

2. Pan del Cielo


2.1 Los últimos domingos hemos venido siguiendo el capítulo sexto del evangelio de
Juan; se trata del discurso del Pan de Vida, que tiene su comienzo en un hecho --la
multiplicación de los panes-- pero que se convierte en un mensaje trascendente.
2.2 Del pan que sacia un día, Jesús pasa a revelarnos el pan que sacia para siempre. Del
pan preparado en nuestros hornos, pasa a revelarnos el Pan que viene del cielo. Del pan
hecho con nuestro trigo, al Pan que es Él mismo.
2.3 De esta manera, el pan mismo se convierte en una inmensa parábola que habla del
hambre humana y de la providencia divina, de nuestra indigencia y de su largueza, de
su vida que sostiene y de la muerte que nos acecha, de nuestra necesidad de
permanecer y de su gracia, que nos hace perdurar y ser fecundos.
2.4 Estas verdades sobre el pan de la vida se cumplen en todo lo que tiene que ver con
Jesucristo: creer en él alimenta; leer su Palabra alimenta; adorarle alimenta; practicar
sus enseñanzas, servirle en sus hermanos pobres, invocarle con fe... todo esto es
alimento y vida del alma humana. Mas nunca es tan claro el mensaje del Pan de Vida
como ante el misterio eucarístico. En la sencillez de la hostia y en aquellas palabras que
escuchamos al comulgar está todo: "El Cuerpo de Cristo... Amén".
www.elmisericordioso.me

“Yo soy el Pan vivo bajado del cielo; todo el que coma de este Pan vivirá eternamente.
Aleluya…” Laudes EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO.
(Oración de la mañana)
Invitatorio
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. A Cristo el Señor, el Pan de vida, venid, adorémosle.
Salmo 94 Invitación a la alabanza divina
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su
presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las
simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo
hizo, la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es
nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de
Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí,
aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán
en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A Cristo el Señor, el pan de vida, venid, adorémosle.
Himno: Sin dejar la derecha de su Padre
Sin dejar la derecha de su Padre, y para consumar su obra divina, el sumo Verbo, que
ha venido al mundo, llega al fin a la tarde de su vida. Antes de ser, por uno de los
suyos, dado a quienes la muerte le darían, en el vital banquete del cenáculo se dio a los
suyos como vianda viva.
Se dio a los suyos, bajo dos especies, en su carne y su sangre sacratísimas, a fin de
alimentar en cuerpo y alma a cuantos hombres en este mundo habitan. Se dio,
naciendo, como compañero; comiendo, se entregó como comida; muriendo, se empeñó
como rescate; reinando, como premio se nos brinda.
Hostia de salvación, que abres las puertas celestes de la gloria prometida: fortalece y
socorre nuestras almas, asediadas por fuerzas enemigas.
Glorificada eternamente sea la perpetua Deidad, que es una y trina, que ella finalmente
nos conceda, en la patria sin fin, vida infinita. Amén.
Salmodia
Ant 1. Alimentaste a tu pueblo con manjar de ángeles y les enviaste pan desde el cielo.
Aleluya.
Salmo 62, 2-9 – el alma sedienta de Dios
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene
ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. ¡Cómo te contemplaba en el
santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis
labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares
exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos. En el lecho me acuerdo de ti y velando
medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi
alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alimentaste a tu pueblo con manjar de ángeles y les enviaste pan desde el cielo.
Aleluya.
Ant 2. Los sacerdotes consagrados ofrecen a Dios incienso y panes. Aleluya.
Cántico: Toda la creación alabe al Señor – Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor. Aguas del espacio,
bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor. Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor. Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos,
bendecid al Señor. Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor. Escarchas y
nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor. Luz y tinieblas, bendecid al
Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor. Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con
himnos por los siglos. Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la
tierra, bendiga al Señor. Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al
Señor. Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor. Fieras y
ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Hijos de los hombres,
bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor. Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor. Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos
y humildes de corazón, bendecid al Señor. Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos. Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos. Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado
y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Los sacerdotes consagrados ofrecen a Dios incienso y panes. Aleluya.
Ant 3. Al vencedor le daré del maná escondido y un nombre nuevo. Aleluya.
Salmo 149 – Alegría de los santos
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey. Alabad su nombre con
danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con
la victoria a los humildes. Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con
vítores a Dios en la boca y espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de
los pueblos y aplicar el castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los
nobles con esposas de hierro. Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus
fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Al vencedor le daré del maná escondido y un nombre nuevo. Aleluya.
Lectura breve Ml 1, 11
Desde el oriente hasta el poniente es grande mi Nombre entre las naciones, y en todo
lugar se ofrecerá incienso a mi Nombre y una oblación pura, porque mi Nombre es
grande entre las naciones -dice el señor de los ejércitos-.
Responsorio breve
V. Sacas pan de los campos. Aleluya, aleluya.
R. Sacas pan de los campos. Aleluya, aleluya.
V. Y el vino que alegra el corazón del hombre.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sacas pan de los campos. Aleluya, aleluya.
Cántico evangélico
Ant. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; todo el que coma de este pan vivirá
eternamente. Aleluya.
Cántico de Zacarías. El Mesías y su precursor lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había
predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas: Es la salvación que nos libra de
nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la
misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento
que juró a nuestro padre Abraham. Para concedernos que, libres de temor, arrancados
de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos
nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del
Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus
pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de
lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar
nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Yo soy el Pan vivo bajado del cielo; todo el que coma de este Pan vivirá
eternamente. Aleluya.
Preces
Oremos, hermanos, al Señor Jesús, Pan de vida, y digamos llenos de gozo: Dichosos los
invitados a comer el Pan en tu reino.
Cristo Jesús, sacerdote de la alianza nueva y eterna, que sobre el altar de la cruz
presentaste al Padre el sacrificio perfecto, enséñanos a ofrecerlo contigo en el sacrificio
eucarístico.
Cristo, Señor nuestro, rey supremo de justicia y de paz, que consagraste el pan y el vino
como símbolo de tu propia oblación, enséñanos a ofrecernos contigo al Padre en el
sacrificio eucarístico.
Cristo Jesús, verdadero adorador del Padre, cuyo sacrificio ofrece tu Iglesia desde la
salida del sol hasta el ocaso, reúne en tu cuerpo a los que alimentas de un mismo pan.
Cristo, Señor nuestro, maná bajado del cielo, que alimentas a tu Iglesia con tu cuerpo y
con tu sangre, fortalécenos con este alimento en nuestro camino hacia el Padre.
Cristo Jesús, huésped invisible de nuestro banquete, que estás junto a la puerta y
llamas, entra en nuestra casa y cena con nosotros.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Pidamos al Padre, como Cristo nos enseñó, nuestro pan de cada día:
Padre nuestro…
Oracion
Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de
tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu
sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú
que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos
de los siglos. Amén
Conclusión
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
www.evangelizacion.org.mx

Oración en familia
Sacerdote: Jesús, en el evangelio de hoy nos llama a entrar en el ámbito de la
eternidad, de la vida futura y no quedarnos en lo mundano, en lo que no puede darnos
la felicidad. Oremos con fe pidiéndole:
Todos: Jesús, eleva nuestro corazón y nuestra mente a las cosas del cielo.

Papá: Jesús, te pedimos que le des fuerza y vitalidad a nuestro pastor, el Santo Padre
Francisco, para que sea incansable en la predicación del evangelio.
Todos: Que, como Elías, recobre continuamente la fuerza en cada Eucaristía para que
conduzca a tu Pueblo hasta las puertas del cielo.
Todos: Jesús, eleva nuestro corazón y nuestra mente a las cosas del cielo.
Mamá: Señor Jesús, protege a nuestras familias de toda la mundanidad que hoy entra a
nuestras casas por los medios de comunicación.
Todos: Dales a los padres de familia la sabiduría y tu gracia para que ayuden a sus hijos
a conocer cada día más tu misterio.
Todos: Jesús, eleva nuestro corazón y nuestra mente a las cosas del cielo.
Hijo(a): Señor, tú sabes que nuestro mundo ha quitado la vista de las cosas que
verdaderamente valen la pena.
Todos: Ilumina la mente de quienes dirigen los medios de comunicación para que se
den cuenta del mal que hacen al apartarse de las cosas del cielo.
Todos: Jesús, eleva nuestro corazón y nuestra mente a las cosas del cielo.
Hijo(a): Te pedimos hoy también por los profesores de todas las escuelas, para que
puedan descubrirte y conocer tu misterio.
Todos: Dales la plenitud de tu Espíritu e inspira en ellos pensamientos que eleven su
mente para que su enseñanza esté permeada de ellos.
Todos: Jesús, eleva nuestro corazón y nuestra mente a las cosas del cielo.
Hijo(a): Señor, te pedimos por todos los trabajadores, para que no se afanen sólo por
el pan cotidiano.
Todos: Eleva sus corazones para que busquen el pan que da la vida eterna y lo
compartan con sus familias como comparten el pan material.
Todos: Jesús, eleva nuestro corazón y nuestra mente a las cosas del cielo.
Sacerdote: Escucha Padre Santo todas estas súplicas, y concédenos participar siempre
de tu mesa y de tu amor. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas, por los siglos de los
siglos.
Todos: Amén
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini

Las revelaciones de Jesús sobre su origen divino -«Yo soy el pan de vida» (v. 35), «Yo
he bajado del cielo» (v. 38)- provocan disentimiento y protestas entre la muchedumbre,
que se vuelve hostil y murmura contra el Maestro. Es demasiado duro superar el
obstáculo del origen humano de Cristo. Jesús, con su respuesta, intenta evitar una
discusión inútil con los que le escuchan y les ayuda a reflexionar sobre la dureza de su
corazón. A continuación, eleva el discurso a un nivel superior, el de Dios, enunciando las
condiciones necesarias para creer en él.
La primera es la de ser atraído por el Padre (v. 44). La atracción del Padre es un don
hecho al hombre que empuja hacia Jesús al que lo recibe: nadie puede ir al Verbo hecho
carne si no le atrae el Padre. La segunda condición es la docilidad ante Dios (v. 45a).
Los hombres deben darse cuenta de la acción salvífica de Dios respecto almundo y no
oponerse a es ta atraccion del Padre. La tercera condición es la escucha del Padre (v.
45b): estamos ante la enseñanza interior del Padre y ante la enseñanza de la vida de
Jesus. Para ser enseñados por el Profeta de Nazaret es preciso ser instruido por Dios.
Ahora bien, ser instruidos por Dios coincide con el dejarse «atraer» por Jesus (12,32).
En este punto del discurso el texto presenta una nueva revelación, una revelacion que
ilumina el misterio: quien come a Jesus-pan no muere. Es preciso corner el pan vivo
bajado del cielo para sobrevivir y entrar en comunion íntima con Jesus. La revelacion
divina consiste en el pan que contiene la eficacia de comunicar vida mas alla de la
muerte. Es Jesús-pan de vida el que da la inmortalidad a quien se alimenta de el, a
quien interioriza su Palabra en la fe y asimila su vida. La escucha interior de Jesus es
alimentarse del pan celeste y saciar el hambre que cada hombre tiene en sí mismo. La
vida eterna que tendran los que se alimenten de este pan sera la resurreccion, la
participacion definitiva de toda la realidad humana en la vida trinitaria de Dios.
www.catholic

El camino de la vida. En el siglo primero los recorridos que la gente hacía podían durar
días e incluso semanas, de forma que debían unirse diversas personas para cuidarse
unos a otros. Caminaban a un mismo ritmo, a una misma dirección, a una misma meta.
Al compartir el tiempo y el pan, surgía una relación. Al sentirse acompañados no se
ocultaban ni desaparecían las dificultades, pero rompiendo con los obstáculos que
alejan, como la autosuficiencia, y buscando la unidad, sabían que siempre contaban con
un amigo a su lado.
Nosotros vamos por el camino de la vida y no podemos ir solos. Necesitamos compañía.
Por eso Dios ha querido recorrer este camino a nuestro lado. Se trata de un Dios que
permanece junto a nosotros y que da el impulso para levantarnos cada día. Así, el Padre
se ha preocupado por darnos el alimento que da las fuerzas para seguir adelante. Se
trata del Pan que da la vida.
Esta compañía, que Dios da gratuitamente, sólo pide que nos dejemos acompañar cada
vez que vamos a la Eucaristía y escuchamos interiormente sin la ayuda de palabras. Es
en el sagrario donde podemos ver, sin hacer uso de nuestros ojos, podemos sentirnos
acompañados al estar delante de un pedazo de pan que sin manos, da palmadas de
consuelo, y sin pies, camina siempre a nuestro lado.
Cristo se ve necesitado de nosotros en la medida que nosotros le necesitemos. Por eso
optó por darse como alimento que da las fuerzas. El camino es largo y Él lo sabe. Nos
comprende y también nos sabe exigir para que seamos más conscientes de lo mucho
que valemos. La compañía que Cristo ofrece desde el sagrario implica un encuentro
constante y, por pura gracia, se va haciendo profunda y personal.
Pero debemos permanecer a su lado.
• El Señor sale a nuestro encuentro con una fragilidad amorosa que es la Eucaristía. En
el Pan de vida, el Señor nos visita haciéndose alimento humilde que sana con amor
nuestra memoria, enferma de frenesí. Porque la Eucaristía es el memorial del amor de
Dios. Ahí "se celebra el memorial de su pasión", del amor de Dios por nosotros, que es
nuestra fuerza, el apoyo para nuestro caminar. Por eso, nos hace tanto bien el memorial
eucarístico: no es una memoria abstracta, fría o conceptual, sino la memoria viva y
consoladora del amor de Dios. Memoria anamnética y mimética. En la Eucaristía está
todo el sabor de las palabras y de los gestos de Jesús, el gusto de su Pascua, la
fragancia de su Espíritu. Recibiéndola, se imprime en nuestro corazón la certeza de ser
amados por él. (Homilía de S.S. Francisco, 18 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy me tomaré un pequeño rato para ser acompañado por Jesús en el sagrario.
www.BibliaStraubinger

41. Nótese, como siempre, la ingratitud con que responden los hombres a las
maravillosas revelaciones que Jesús acaba de hacerles. Véase v. 34 y nota.
44 s. Cf. Is. 54, 13; Jr. 31, 33-34; Mt. 16, 17. Es decir que Dios nos atrae
infaliblemente hacia Jesús (si bien, como dice S. Agustín, no contra nuestra voluntad).
Es el misterio del amor del Padre al Hijo. El Padre está engendrando eternamente al
Hijo, el cual es todo su tesoro (Mt. 17, 5); no obstante ello fue el mismo Padre quien nos
lo dio, lo cual hace aún más asombrosa esa bondad. Justo es entonces que el Padre sea
el solo Dispensador de su Hijo y Enviado, infundiendo a los que Él elige, el Espíritu Santo
(Lc. 11, 13), que es quien nos lleva a Jesús. Cf. 14, 23.
46. Esto es: al hablar (en el v. 45) de los que han “escuchado” al Padre, no digo que lo
hayan visto directamente, como me ven a Mí, sino que el Padre habla por boca del Hijo,
como se vio en Él v. 40 y nota.
51. Hasta aquí Jesús se ha dado a conocer como el pan de vida. En este v. se llama el
pan vivo, y en vez de que baja (v. 50) dice que bajó. Pirot anota a este respecto: “La
idea general que sigue inmediatamente en la primera parte del v.: Si uno come de este
pan vivirá para siempre –repetición en positivo de lo que se dice negativamente en el v.
50– podría aún, en rigor, significar el resultado de la adhesión a Cristo por la fe. Pero el
final del v.: y el pan que Yo daré es mi carne... para vida del mundo introduce
manifiestamente una nueva idea. Hasta ahora el pan de vida era dado, en pasado, por el
Padre. A partir de ahora, será dado, en el futuro, por el Hijo mismo. Además, el pan que
hasta aquí podía ser tomado en un sentido metafórico espiritual, es identificado a la
carne en Jesús (carne, como en 1, 14, más fuerte que cuerpo)... La única dificultad que
aún provoca el v. es la de saber si el último miembro: Para la vida del mundo se refiere
al pan o a la carne. La dificultad ha sido resuelta en el primer sentido por algunos raros
manuscritos intercalando la frase en cuestión inmediatamente después de daré: el pan
que Yo daré para la vida del mundo es mi carne. Pero la masa de los manuscritos se
pronuncia por el segundo sentido. No parece, pues, dudoso que Juan haya querido
establecer la identidad existente entre el pan eucarístico y la carne de Cristo en su
estado de Víctima inmolada por el mundo”. El mismo autor cita luego como acertada la
explicación del P. Calmes, según el cual en esa frase “se hallan confundidas la predicción
de la Pasión y la promesa del pan eucarístico, y esto sin que haya equívoco, pues la
Eucaristía es, al mismo tiempo que un sacramento, un verdadero sacrificio, un memorial
de la muerte de N. S. J.”. Cf. Ef. 2, 14; Hb. 10, 20.
http://www.ciudadredonda.org

Ø Pan para el camino.


- Con frecuencia se ha comparado la vida con un camino, un viaje: Hay un punto de
partida, una meta, un equipaje, unas etapas, unos compañeros, un montón de
imprevistos... Los que han hecho alguna vez el Camino de Santiago o alguna otra
peregrinación lo saben muy bien.
+ Israel fue un pueblo que se forjó en un largo camino, con muchas dificultades. Y
caminando tuvo ocasión de ir conociendo a Dios y purificando su imagen, acogiendo
muchos dones, enfrentando tentaciones... Y aprendiendo también a caminar «con
otros». Así lo quiso Dios.
+ Por un camino de huida, el profeta Elías necesitó pan y agua, cuando se sentía
derrotado y a punto de abandonarlo todo.
+ En los comienzos del «camino» (que así se autodenominaban los primeros cristianos),
y también en nuestros comienzos del camino de la fe, recibimos el don del Espíritu, que
nos «selló» como propiedad de Dios (2 lectura). Y recibimos el Pan de Vida para «ser
todos discípulos de Dios».
Son los medios que Dios y su Hijo ofrecen a los que caminan, a los que se ponen en
marcha, para los que se mueven, para los que no se conforman en donde están, para
los que buscan, aunque sea tientas o equivocadamente... Precisamente porque el
camino es difícil, y no pocas veces agotador.
Ø El camino está salpicado por las crisis
- Elías podría presentarnos una larga y bien detallada descripción de su hartazgo,
cabreo, decepción, cansancio existencial y estrés por intentar hacer las cosas como
«creía» que Dios se las había pedido, tal como él entendía o se imagina a Dios...
Equivocándose completamente. Le faltó «discernimiento». Digamos que actuó en
nombre de Dios... pero sin contar debidamente con Él.
- Las primeras comunidades (muy parecidas a las nuestras) nos podrían describir lo
complicada que fue la convivencia entre hermanos, y el amor al prójimo, sobre todo al
más cercano. La Carta a los Efesios tiene que advertirles sobre la ira, los enfados, los
insultos, la maldad (que es una palabra «fina» para describir la mala leche que tenían
algunos «hermanos»)...
- Tampoco a Jesús le faltaron las dificultades. En la escena de hoy, se topa con un buen
grupo de murmuradores y escandalizados por lo que acaba de decir. Resulta que Dios
quiso hacerse cercano («carne», como lo llama este Evangelio), y compartir, y
enseñarnos a aceptar y enfrentar la debilidad, los conflictos, las dificultades... Quería
también purificar su «pobre» concepto de Dios, atado a ritos, leyes y lugares
«sagrados», para que lo encontraran en la vida cotidiana, y sobre todo en el otro. Pero
las mentes cerradas y la obsesión por las tradiciones de siempre no le impedían abrirles
caminos:¡Tú que vas a ser un enviado de Dios, si sabemos perfectamente quién es tu
familia y cuál tu pueblo! ¡Quién te crees que eres para cambiarnos nada!
Ø Lo de murmurar es muy habitual
- El profeta Elías murmura de su pueblo, que ni le hace caso ni le apoya; murmura de la
reina Jezabel a la que intentaba convertir un poco por la fuerza, y sobre todo murmura
de Dios por meterle en semejantes berenjenales. Cuando las cosas no salen conforme a
nuestros planes, protestamos, nos quejamos, echamos culpas a quien sea. Incluso a
Dios.
- Las comunidades cristianas -los bautizados- también eran dadas a murmurar de sus
prójimos, ponerles verdes porque eran como eran y no como debieran ser. Murmuraron
de Pedro, de Pablo y de cualquiera que intentara ayudarlas a responder a Dios (lo que
llamamos «corrección fraterna»). Les dice a los de Éfeso: Sed imitadores de Dios, como
hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros. La
amargura, la ira, los enfados e insultos, la maldad, la falta de perdón... no son rasgos de
un «hijo de Dios». El hermano no era visto como un compañero de camino, sino como
un obstáculo que les hacía tropezar.
Ø Al caminar ... lo normal es «cansarse»
- Por una parte está el peso mismo del camino, que se deja sentir en nuestras piernas.
Todos hemos pasado momentos en los que no teníamos ganas de ir a ningún sitio; las
metas nos resultaban inalcanzables, y nos tentaba dejarlas. Así que nos sentamos junto
a cualquier retama a ver pasar los días y los acontecimientos, dándole vueltas a todo,
repartiendo culpas, y masticando la amargura.
- Por otra parte, en el camino siempre ocurren imprevistos, no salen las cosas como
habíamos calculado. No conseguimos ponernos de acuerdo con los compañeros de viaje,
y saltan chispas y puede que algún que otro incendio.
- También está el peso de las propias limitaciones: ya no puedo más, no sé si me habré
equivocado, siempre estoy igual, siempre caigo en lo mismo, parece que no avanzo, que
no salgo de esto...
- Y está el cansancio de las personas, sobre todo de ciertas personas. Fácilmente,
cuanto más cercanas, más nos cansan... Hay que reconocer que algunas personas nos
ponen muy difícil caminar con ellas....
- O el cansancio por el ambiente que nos rodea, los espejismos, las tentaciones, los
malos ejemplos, las injusticias, las tantas malas noticias de cada día...
Nos pasa entonces como a Elías: «Ya es demasiado», «¡basta ya!»
Ø ¿Y cuál es la terapia que ofrece Dios?
Menos mal que Dios no abandona a Elías con su cansancio, aunque buena parte del
mismo sea por su propia culpa. El ángel de Dios le recuerda que EL CAMINO ES
SUPERIOR A SUS FUERZAS y le pone delante un pan, una jarra de agua y una
propuesta: Levántate, come y sigue caminando. Tendrá que aprender a discernir: Que
Dios no es lo que él se pensaba, y sus planes y caminos no eran los de Dios. Tendrá que
dejar de mirar para atrás y a tener una esperanza. Y a contar con el pan de Dios (como
el mamá del desierto que Israel necesitó para llegar a su meta).
Sólo el que camina se cansa. Sólo el que no se acomoda, el que no se deja llevar, el que
intenta superarse cada día, el que busca la voluntad de Dios... necesita el Pan de Dios.
Los demás no lo necesitan. Comulgamos para echarnos a andar. Comulgar implica
moverse, encontrar fuerzas en Dios para hacer su voluntad.
Para los cristianos Jesús se ha presentado/revelado a sí mismo diciendo: «Yo soy el Pan
Vivo bajado del cielo». Y también se revelará un poco más adelante: «Yo soy el
camino». Es decir: Dios nos ofrece Pan y Camino (con mayúsculas) O también: Jesús
nos ofrece el pan para el camino y se ofrece como Pan para el camino.
Tendremos que seguir sus pasos, recorrer sus mismos caminos. Éste es el pan que baja
del cielo, para que el hombre coma de él y no muera en el empeño, para que tenga vida
eterna. Y al añadir «para la vida del mundo» está subrayando que nuestro camino y
nuestro pan tienen una ineludible dimensión social, un compromiso con el mundo y su
vida.
Así que concluyo con las palabras de Dios a Elías: «Levántate y come, pues el camino
que te queda es muy largo». ¡Y tanto!
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Juan 6, 41-51 – vivirá para siempre.
La promesa de Jesús es hermosa; supera toda expectativa posible. Nadie, sino solo
Dios, puede ofrecer la vida eterna. Eso es lo que Jesús ha venido a traernos por
Voluntad de Dios Padre. Todo ha sido previsto para que la alcancemos; sin embargo
depende de nosotros, de cada uno, el alcanzarla. Oímos hablar de amor, de oración, del
proceder de todo buen cristiano pero nunca enfatizamos lo suficiente en comer del pan
vivo bajado del cielo. Tendemos a pensar en estos párrafos como alegorías referidas al
amor y a la caridad, y es cierto, así son, pero la Palabra de Dios va más allá de nuestras
interpretaciones, no se encierra en ellas, porque ninguna definición puede atraparlas por
completo. Nos sentimos fuertemente orientados a reflexionar en el aspecto que para el
Señor parece inseparable de toda esta revelación Divina, como es el comer de este pan
vivo. ¿Qué duda cabe que el Señor se está refiriendo a la Eucaristía, que Él mismo
instituirá en la Última Cena? El Comulgar con Cristos puede ser legítimamente
interpretado como aceptar su Palabra, Sus Enseñanzas y Sus Mandatos y ponerlos en
práctica en nuestras propias vidas, tal como Él lo hubiera hecho. Así, Comulgar con Él
será sentirnos plenamente identificados con Jesús, con todo lo que dice y hace, a tal
punto que quien nos vea a nosotros no pueda dejar de ver al mismo Jesús. Esta
identificación plena y total es la que llamamos Comunión: unión común de
pensamientos, sentimientos, emociones y voluntades, con un solo propósito: alabar a
Dios o amar y servir a Dios, lo que es imposible realizar si no amamos y servimos a
nuestro prójimo como si se tratara de nosotros mismos.
Pero Jesucristo en su infinita sabiduría ha querido tener un gesto adicional que simbolice
toda esta común unión y esta es el Sacramento de la Eucaristía, por el cual Él nos da de
comer su propio cuerpo y su propia sangre, como la verdadera comida y la verdadera
bebida para la vida eterna. No escapa a nuestra limitada capacidad de entendimiento
que este gesto de querer quedarse entre nosotros como alimento cotidiano es
fundamental para alcanzar el propósito de nuestra salvación. Jesús nos pide que tal
como necesitamos comer y beber cotidianamente para mantenernos vivos y saludables,
como seres vivos en este mundo, hemos de comer y beber de sus cuerpo y de su sangre
para mantenernos vivos en Él y estamos evitando adrede emplear la palabra
“espiritualmente” porque esta es una categoría inventada por nosotros para diferenciar
el cuerpo del alma, que creemos que no necesariamente alcanza a englobar todo lo que
implica e involucra la unión vital con Cristo. Y es que comer de su cuerpo y beber de su
sangre nos lleva a una unión más profunda, más amplia, más consistente y vital que la
sola comunión de ideas, voluntades y afectos. Jesús quiere sellar de tal modo esta
unión, que nada ni nadie la pueda separar y nos permita anticipar las primicias de Reino,
fortaleciéndonos y ayudándonos a recuperar las energías, de modo tal que podamos
cumplir con la misión encomendada, sin dejarnos doblegar por el Maligno.
Conociendo nuestra debilidad, es absurdo dejar de enfatizar en la importancia de comer
y beber el cuerpo y la sangre de Cristo, no como algo simbólico, sino como algo real y
cotidiano, es decir tan frecuentemente como requerimos alimentar nuestro cuerpo si
queremos sobrevivir y mantenernos saludables. No se trata entonces de comulgar de
vez en cuando, en las fiestas más importantes y ni si quiera todos los domingos, sino de
hacerlo diariamente, como lo hace todo ser humano para mantenerse vivo y saludable
cada día, y con la misma dedicación que asume su entrenamiento el campeón mundial
de cualquier disciplina deportiva. Ser el mejor demanda esfuerzo, perseverancia y
dedicación. Si es la Vida Eterna, la Vida en Dios la mayor Gracia que podemos alcanzar,
bien vale la pena ordenar la vida entera en función de este Bien, dándole la importancia
que requiere día a día, segundo a segundo. Todo lo que hacemos debe ayudarnos a
alcanzar esta meta. Por lo tanto, la oración, la meditación, la reflexión y la Eucaristía
deben ocupar un lugar especial e importante en nuestra rutina diaria. Si no podemos
programar evento que ocupe uno o más días sin tener en cuenta la alimentación de los
participantes, tampoco debemos planearla sin considerar un tiempo para la oración, la
meditación y la comunión. Si bien estas sola no bastan, si no van unidas a una vida
cristiana caracterizada por la práctica concreta del amor en cada uno de nuestros actos,
estas nos brindarán la “energía” suficiente para garantizar verdad, transparencia,
solidaridad, bondad y amor en acto y cada gesto. Es Jesús quien ha querido darse y
quedarse así entre nosotros para siempre, para que recurriendo a Él, alimentándonos
con Él, profundicemos en esta unión vital que finalmente nos permitirá alcanzar la vida
eterna.
Oremos: Padre Santo, ayúdanos a compartir la Gracia Infinita que has puesto a nuestro
alcance por medio de Tu Hijo Nuestro Señor Jesucristo, quien ha querido quedarse entre
nosotros como verdadera comida y bebida. Danos la Gracia para comprender lo que esto
significa y para no volver a desairarlo nunca más, ni un solo día, por el restos de
nuestras vidas…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, quien vive y reina contigo
en unidad del Espíritu Santo…Amén. Roguemos al Señor… Te lo pedimos Señor.
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Jesucristo se presenta nuevamente como el verdadero Pan de Vida insistiendo en que


creamos y nos alimentemos de él. La vida cristiana es gracia, de manera total y plena.
La vocación a la vida proviene del Padre, es el Hijo quien nos da el alimento para la vida
eterna. El Padre nos enseña a vivir de acuerdo con su voluntad. Al igual que el Hijo,
nuestro alimento es hacer la voluntad del Padre. Esto significa que el Padre está
dedicado exclusivamente a que nosotros podamos vivir su amor y su vida. No es un Dios
que se cruza de brazos esperando un resultado a nuestros esfuerzos por alcanzarlo. Dios
viene hacia nosotros, está con nosotros, camina con nosotros, nos alimenta y nos educa.
1. Yo soy el Pan bajado del Cielo
Las anteriores revelaciones de Jesús sobre su origen divino; "Yo soy el pan de vida” y
“bajado del cielo”, no fueron fácil de comprender y habían provocado desacuerdo y
disconformidad entre los que oyeron estas declaraciones surgieron protestas entre la
muchedumbre, los que comenzaron a murmurar y a mostrarse hostiles, entonces;
Decían: “Éste es Jesús, el hijo de José. Conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo se
atreve a decir que ha bajado del cielo?”. Hoy sucede algo similar, hay muchos que se
resisten a creer que Jesús es pan bajado del cielo, ayer y hoy, para algunos es
demasiado difícil superar el obstáculo del origen humano de Cristo y reconocerle como
Dios. En ese tiempo Jesús evita entonces una discusión inútil con los judíos y les ayuda
a reflexionar sobre su dureza de corazón, enunciando las condiciones necesarias para
creer en él. Hoy nos corresponde a nosotros esta tarea y de seguro que no es fácil.
¡OH misterio de amor! (Comentario de San Agustín) Yo soy el Pan vivo que ha bajado
del cielo. Cristo, el Hijo de Dios vivo, encarnado en nuestra propia carne y sangre, para
hacer a los hombres hijos de Dios, se nos ha convertido en Sacramento de Pan de vida
al alcance de todos los hombres. San Agustín dice: “Pan vivo precisamente, porque
descendió del cielo. El maná también descendió del cielo; pero el maná era la sombra,
éste es la verdad... ¿Cuándo iba la carne a ser capaz de comprender esto de llamar al
pan carne? Se da el nombre de carne a lo que la carne no entiende; y tanto menos
comprende la carne, porque se llama carne. Esto fue lo que les horrorizó y dijeron que
esto era demasiado y que no podía ser. Mi carne, dice, es la vida del mundo. Los fieles
conocen el cuerpo de Cristo si no desdeñan ser el cuerpo de Cristo. Que lleguen a ser
cuerpo de Cristo si quieren vivir del Espíritu de Cristo. Del Espíritu de Cristo solamente
vive el cuerpo de Cristo.... Mi cuerpo recibe ciertamente de mi espíritu la vida.” ¿Quieres
tú recibir la vida del Espíritu de Cristo? Incorpórate al Cuerpo de Cristo... El mismo
Cuerpo de Cristo no puede vivir sino del Espíritu de Cristo.” De aquí que el Apóstol Pablo
nos hable de este Pan, diciendo: “Somos muchos un solo Pan, un solo Cuerpo. ¡Oh qué
misterio de amor, y qué símbolo de unidad, y qué vínculo de caridad!. Quien quiere vivir
sabe dónde está su vida y sabe de dónde le viene la vida. Que se acerque, y que crea, y
que se incorpore a este Cuerpo, para que tenga participación de su vida” (San Agustín,
Tratado sobre el Evangelio de San Juan 26,13).
2. “Murmuraban” contra Jesús
Ante todo esto, Jesús contestó: “No sigáis murmurando, Nadie puede aceptarme si el
Padre, que me envió, no se lo concede, y yo lo resucitaré el último día”. Es decir, una
primera condición es ser atraídos por el Padre, don y manifestación del amor de Dios a
la humanidad. Nadie puede ir a Jesús si no es atraído por el Padre.
En general, cuando san Juan se refiere a los judíos, para el son los enemigos de Jesús;
pero aquí son la muchedumbre, pretenciosa e incrédula, de los galileos, sus coterráneos,
como se desprende; “Nosotros conocemos a su padre y a su madre” sin que haya que
suponer nuevos grupos de judíos llegados de Jerusalén (Mc 2:16.18.24; 3:2), en
contraposición a los galileos, en cuya región se desenvuelve la escena.
Estos galileos “murmuraban” contra Jesús porque había dicho de sí mismo que bajó del
cielo. Es interesante destacar esto, que tendrá valor argumentativo al hablar de Jesús
pan eucarístico. Jesús hace una afirmación, su origen celestial. El origen celestial del
Mesías era compartido incluso por algunas corrientes judías, aunque no debían de
afectar a estos galileos. Por eso, esta afirmación de Jesús les parecía a ellos algo muy
grande, especialmente porque ellos argumentaban conocer a su padre legal, José, y a su
madre María; "¿Acaso éste no es Jesús, el hijo de José?. Sucede que ellos, no conocían
de la concepción virginal de María, entonces hablan al modo humano, como lo
conceptuaban en su vida nazarena.
Pero ante esta actitud pretenciosa, puesto que los milagros que habían visto eran el
sello de Dios aprobando sus palabras y su misión, les reafirma su enseñanza. No les dice
cómo El haya venido al mundo, sino cómo ellos han de venir a Él.
3. Nadie puede venir a Mí, si no lo atrae el Padre que me envió
Jesús dijo a la gente: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió” Es
el Padre, el que eficazmente mueve las almas para venir a Jesús. Se destaca la obra del
Padre, pero no se excluye la acción instrumental de Jesús para venir a Él (San Juan
15:5). Dios trae las almas a la fe en Jesús: cuando Él quiere, infaliblemente,
irresistiblemente, aunque de un modo tan maravilloso que ellas vienen también
libremente, y cuyo aspecto de libertad, en el ser humano, se destaca especialmente en:
“Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí”. San Agustín ha escrito
una página genial, y ya célebre, sobre esta atracción de las almas, infalible y libre, por
Dios Es la doctrina de la gracia eficaz.
Si también aquí se evoca la escatología por el hecho de traer el Padre los seres humanos
a Jesús, es porque los trae para que tengan la vida eterna. Lo que postula
complementariamente la resurrección final.
Más para ello no es necesario, ni posible, ver al Padre; “Nadie ha visto nunca al Padre,
sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre”. Nadie puede ver a Dios sin morir, se
lee en el Antiguo Testamento. Su lenguaje es, por tanto, perceptible, pero El invisible.
Sólo lo ha visto uno: el que está en Dios, Jesús; sin nombrarse explícitamente, se
presenta (San Juan 1:18) y garantiza con ello su verdad. Al estar en el seno del Padre
(San Juan 1:28), conoce sus planes y por eso los dio a conocer (San Juan 1:18), que
aquí es: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió”.
En este discurso sobre Jesús Pan de vida se cierra y sintetiza en una afirmación
solemne: “Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna”. La tiene en causa, en
esperanza, y también la tendrá (luego en la plenitud) de la realidad, cuando Él lo
resucite en el último día: en una “escatología” futura y final. “que coma de este pan
vivirá eternamente”.
4. Todos serán instruidos por Dios
La segunda condición es la docilidad a Dios: “Está escrito en los profetas: Y serán todos
instruidos por Dios”. Los hombres deben darse cuenta de la acción salvadora de Dios
respecto al mundo.
Después de esta afirmación a las multitudes, Jesús les hace ver con el testimonio de los
Profetas, testimonio irrecusable en Israel, la posibilidad de esta atracción del Padre, la
existencia de una acción docente de Dios en los corazones. Les cita un pasaje de Isaías
en el que se describe la gloria de la nueva Sión y de sus hijos en los días mesiánicos.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Y Jeremías
destaca aún más el aspecto íntimo de esta obra docente de Dios (Jer 31:33.34). Según
los profetas, hay una enseñanza que se realiza precisamente en los días de Jesús-
Mesías, de la alianza nueva, y que consiste en que Dios mismo enseñará a los hijos de la
nueva Sión. Esta es la fuerza de la argumentación: ser enseñados y, en consecuencia,
atraídos por el mismo Dios. Si Dios habla a los seres humanos, puede igualmente
moverlos eficazmente a sus fines. Es lo que Jesús quiere dejar aquí bien establecido. Así
se verá la colaboración de ambos en la obra misma del Padre.
Luego Jesús, propone una tercera condición es la escucha del Padre; “Todo el que
escucha al Padre y recibe su enseñanza me acepta a mí”. Estamos frente a la
enseñanza interior del Padre y a la de la vida de Jesús, que brota de la fe obediente del
creyente a la Palabra del Padre y del Hijo.
Escuchar a Jesús significa ser instruidos por el mismo Padre. Con la venida de Jesús, la
salvación está abierta a todos, pero la condición esencial que se requiere es la de
dejarse atraer por él escuchando con docilidad su Palabra de vida. Aquí es donde precisa
el evangelista la relación entre fe y vida eterna, principio que resume toda regla para
acceder a Jesús. Sólo el hombre que vive en comunión con Jesús se realiza y se abre a
una vida duradera y feliz. Sólo “el que come” de Jesús-pan no muere. “El que viene a mí
no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed”. Es Jesús, pan de vida, el que
dará la inmortalidad a quien se alimente de él, a quien interiorice su Palabra y asimile su
vida en la fe.
5. La fe es obra de la gracia de Dios
La fe es una virtud sobrenatural; no bastan nuestra voluntad o nuestras propias fuerzas
para conseguirla, la fe es obra de la gracia de Dios, que ayuda a nuestra voluntad.
Nosotros hemos de agradecer el don de la fe que el Señor nos ha dado y bueno es vivir
conforme a ella.
Pero la fe, no es admitir algunas fórmulas religiosas que son poco precisas, esa que
queda como un residuo de alguna charla catequista, muchas veces olvidada, o como un
saldo de una vida religiosa que viene en decadencia y que parece que va a revivir. Es
una pena, pero es muy cierto, aceptar muchas veces que creemos en Cristo, pero no en
la Iglesia y no participar en esa hermosa comunidad de creyentes, es no querer
participar en un pueblo de hermanos, que intenta llevar la palabra de Dios por el mundo.
"¿Acaso éste no es Jesús, el hijo de José?” Los judíos murmuraban de Jesús que se
presentaba como “pan bajado del cielo”. Se negaban a creer su palabra. No se fiaban de
Él. Preferían permanecer encerrados en su razón, en su experiencia, en sus sentidos... y
en sus intereses. La fe exige de nosotros un salto, un abandono, una expropiación. La fe
nos invita a ir siempre más allá. La fe es “prueba de las realidades que no se ven! (Hb
11,1).
“Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre”. La fe es respuesta a esa atracción del
Padre, a esa acción suya íntima y secreta en lo hondo de nuestra alma. La adhesión a
Cristo es siempre respuesta a una acción previa de Dios en nosotros. “Yo soy el pan de
la vida”. Cristo es siempre el pan que alimenta y da vida; no sólo en la eucaristía, sino
en todo momento. Y la fe nos permite comulgar –es decir, entrar en comunión con
Cristo – en cualquier instante. La fe nos une a Cristo, que es la fuente de la vida. Por
eso asevera Jesús: “Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna”. Todo acto de fe
acrecienta nuestra unión con Cristo y, por tanto, la vida.
El Papa Pablo VI, dijo en una ocasión (Audiencia General del 19-IV-67): Esta es
desgraciadamente la fe de costumbre, una fe convencional, una fe no comprometida y
poco practicada”
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.-¿Qué me falta para ser más como Él?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 No hay oración. www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux
2 Ilumina, Señor, mi mente para que pueda comprender que la eucaristía es «memorial
de la muerte del Señor». En ese pan has puesto «todo deleite», porque en él has puesto
toda tu historia de amor conmigo y con el mundo. Con ese pan quieres recordarme todo
el amor que sientes por mí, un amor que ha llegado a su cumbre insuperable en la
muerte y resurrección de tu Hijo, de suerte que yo no pueda dudar ya nunca.
Oh Señor, ese pan que recibo con tanta ligereza contiene verdaderamente todo tu amor
por mí, contiene el recuerdo de tus maravillas y la cumbre de las maravillas de tu amor.
Y contiene asimismo el recuerdo de que este amor tuyo te ha costado mucho y me
sugiere que, si deseo amarte a ti y a mis hermanos, no debo reparar en costes.
Refuerza mi pequeño corazón, demasiado pequeño para comprender; ilumínale sobre los
costes del amor, para que no se desanime, para que se reanime, reemprenda el camino,
no se achique y esté seguro de que contigo y por ti vale la pena caminar y sudar aún un
poco, especialmente cuando tenemos que desarrollar tareas delicadas. ¡Todavía un
poco, que la meta no está lejos! www.santaclaradeestella.es
3 Por la palabra de Yahvé fueron hechos los cielos, por el aliento de su boca todos sus
ejércitos. Él recoge, como un dique, las aguas del mar, mete en depósitos los océanos.
Yahvé frustra el plan de las naciones, hace vanos los proyectos de los pueblos; pero el
plan de Yahvé subsiste para siempre, sus decisiones de generación en generación. Los
ojos de Yahvé sobre sus adeptos, sobre los que esperan en su amor, para librar su vida
de la muerte y mantenerlos en tiempo de penuria. www.ocarm.org
4 ¡Padre nuestro! Por tu Divina gracia, por tu misericordia y amor, y en el Nombre Santo
de tu Hijo amado Jesús el Resucitado, el hijo de José y María; concédenos aceptar a
Cristo como nuestro Salvador y Rey, pues, nuestro camino es largo aún. Que con la
fuerza e instrucciones del Espíritu Santo nuestras familia se levanten, y llenos de gozo,
comamos y bebamos del cuerpo y la sangre del «Pan Vivo bajado del Cielo», para no
morir jamás. Adorada Virgen María tuega por nosotros para que seamos dignos de
alcanzar las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo. Amén. www.dario.res
5 Jesus bueno, tu nos has recordado que la condición esencial para vivir en comunion
contigo es dejarnos atraer por el Padre, escuchar tu Palabra de vida con docilidad y
prontitud. Tü eres, por consiguiente, la puerta para tener acceso al Padre, y cada uno de
nosotros puede conocer a Dios mediante el testimonio personal en el Espiritu. Señor,
haz que cada uno de nosotros te pida, como el apóstol Felipe, no solo ver al Padre, sino
ser capaz de verlo siempre a traves de tu rostro, a traves de ti, que eres manso y
humilde de corazón, a fin de poder comunicarlo despues tambien a los hermanos y a las
hermanas que te buscan. www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Los que, cayendo en las insidias que les tienden, han tomado el veneno extinguen su
poder mortífero con otro fármaco. Así también, del mismo modo que ha entrado en las
vísceras del hombre el principio mortal, debe entrar asimismo en ellas el principio
saludable, a fin de que se distribuya por todas las partes de su cuerpo la virtud salvífica.
Dado que habíamos probado el alimento disgregador de nuestra naturaleza, tuvimos
necesidad de otro alimento que reúna lo que está disgregado, para que, entrado en
nosotros, obre este medicamento de salvación como antídoto contra la fuerza
destructora presente en nuestro cuerpo. ¿Y qué es este alimento? Ninguna otra cosa que
aquel cuerpo que se reveló más potente que la muerte y fue el comienzo de nuestra vida
(Gregorio de Nisa, La gran catequesis, 37, passim). www.santaclaradeestella.es
Cada vez que el santo evangelista nos recuerda que el Señor sufrió y obró
humanamente, el conocimiento de los hombres carnales se descompone como un mar
en tempestad, puesto que los espíritus débiles no son capaces de escuchar y distinguir.
La infeliz y detestable maldad, siempre dispuesta a contestar más que a creer, se ve
inducida con prontitud por los milagros divinos no a la fe, sino a la calumnia. Desprecia
la doctrina, de la que se sorprende, preguntandose de dónde procede, maliciosamente
curiosa o lamentosa, sospechosa ante el bien, excesivamente dispuesta a lo que es
dañoso; no lleva cuidado con los mandamientos, que, no obstante, aprueba, yendose
por las ramas ante Dios, propensa a los ídolos, cavilosa en las cuestiones divinas,
rebelde a la profecía, contraria a la verdad, ruinosamente credula a los presagios y a los
embustes.
Moises habla realizado muchos prodigios, Elias había hecho ver grandísimas pruebas de
sus poderes, y Eliseo no había hecho empresas diferentes: ¿por que nadie pone en
discusión su figura? ¿Por que nadie plantea el problema de su condicion? ¿Por que nadie
buscó con la misma curiosidad de donde venían, quienes eran, donde y en nombre de
quien hicieron esos prodigios? Solo se juzga a este, que no quiso juzgar para no
castigar; se examina con facciosa severidad al que no pidio nada para conceder el
perdon. Y aunque el único que no tenía culpa encontró a todos culpables, prefirió
acogerlos mediante un juicio de inmensa misericordia antes que pronunciar una
sentencia, a fin de restituir a los mortales, pagando por ello el precio de su vida, la vida
que perdieron en un tiempo. Como dice el apóstol, es verdaderamente grande el
misterio de la piedad que se manifiesta en nuestra came (Pedro Crisologo, Sermo 49, 1-
3; edicion italiana, Sermoni, Milan-Roma 1996, 339-341). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Levántate y come, pues te queda
todavía un camino muy largo» (1 Re 19,7).
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Yo soy el Pan de vida. El que viene a
mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed» (v. 35).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
La vida vivida eucarísticamente es siempre una vida de misión. Vivimos en un mundo
que gime bajo el peso de sus pérdidas: las guerras despiadadas que destruyen pueblos
y países, el hambre y la muerte de hambre que diezman poblaciones enteras, el crimen
y la violencia que ponen en peligro la vida de millones de personas, el cáncer y el sida,
el cólera y otras muchas enfermedades que devastan los cuerpos de incontables
personas; terremotos, aluviones y desastres del tráfico... es la historia de la vida de
cada día que llena los periódicos y las pantallas de los televisores [...]. Este es el mundo
al que hemos sido enviados a vivir eucarísticamente, esto es, a vivir con el corazón
ardiente y con los ojos y los oídos abiertos. Parece una tarea imposible.
¿Qué puede hacer este reducido grupo de personas que lo han encontrado por el camino
[...] en un mundo tan oscuro y violento? El misterio del amor de Dios consiste en que
nuestros corazones ardientes y nuestros oídos receptivos estarán en condiciones de
descubrir que aquel a quien habíamos encontrado en la intimidad continúa revelándose
a nosotros entre los pobres, los enfermos, los hambrientos, los prisioneros, los
refugiados y entre todos los que viven en medio del peligro y del miedo (H. J. M.
Nouwen, La forza delta sua presenza, Brescia 52000, pp. 82ss). www.santaclaradeestella.es
Jesús presentó la nueva realidad divina con tanta crudeza que sus oyentes no sólo
quedaron impactados, sino incluso descompuestos. La protesta no se dirigía aún contra
el misterio de la eucaristía, puesto que todavía no había sido anunciado, sino contra la
pretensión de Jesús de ser el pan de la fe, la verdad eterna. Sin embargo, Jesús no
mitiga lo que ha dicho, ni tampoco intenta aclararlo. Todos se sienten angustiados, pero
Jesús no acude en su ayuda. Se trata de una cuestión de vida o de muerte: o están
dispuestos a acoger la verdadera revelación, que descompone inevitablemente a la
razón humana, o exigen juzgar la posibilidad de la revelación según sus presupuestos.
Ninguna palabra de ayuda o explicación; sólo la petición de decidirse.
Cristo dice que quiere entregarse a nosotros, que quiere llegar a ser sustancia y fuerza
de nuestra vida. Y no en un sentido espiritual, simbólico, sino real: verdadera carne,
verdadera sangre, verdadera comida y bebida. Este es el punto crucial de la fe, la
angostura a través de la cual debe pasar la fe si pretende alcanzar la libertad de su
esencia completa. Y la experiencia demuestra que cuantos niegan esta realidad, lo
niegan todo. Niegan la Iglesia, la encarnación, la Trinidad; niegan que Cristo sea el Hijo
de Dios. Esta es realmente la prueba suprema de la fe. El hombre debe estar dispuesto
a superar su propio sentimiento, pues, de lo contrario, «no conseguirá entrar en el Reino
de Dios». Los criterios se invierten. Sólo cuando advertimos la gravedad de la decisión y
hemos superado el peligro de la rebelión, se abre el milagro del misterio y se hace
justicia a la naturaleza ínsita en él -que el amor se realice no sólo entregando lo que le
es propio, sino a sí mismo-. Ningún tipo de amor terreno llega a su realización cabal.
Cuando el hombre ama de verdad, debe querer más de lo que pueda. En esto se
manifiesta el hecho, de que Dios no sólo ama, sino que «es amor», como dice Juan. El
es el único que no sólo quiere, sino que puede «amar hasta el extremo». Por eso quiere
hacerse alimento del hombre con todo su ser. Sólo él lo puede (R. Guardini, II
testamento di Gesú, Milán 1993, 158-162, passim). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
*****
www.fundacionpane.org

Invocación al Espíritu Santo:


Ven Espíritu Santo, Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere
decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo. Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y
se haga vida en nosotros. Amén
TEXTO BÍBLICO: Juan 6, 41-51
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico.
Seguimos avanzando en el Tiempo Ordinario, siendo el próximo Domingo el XIX durante
el año, y las lecturas nos adentran en el “Discurso del Pan de Vida”, del evangelista San
Juan en su sexto capitulo. Recordemos que este extenso “discurso”, ocurre luego de la
multiplicación de los panes en la que Jesús dio de comer a 5.000 personas, y donde se
manifestó como el Pan que de Vida que es capaz de saciar cualquier hambre o sed.
Los judíos comienzan a murmurar, las palabras de Jesús se vuelven “inaceptables” y
“polémicas”, como es posible que el hijo de unos “pueblerinos”, como lo son José y
María, conocidos por la mayoría de los presentes, sea el “Pan bajado del Cielo”. Los
judíos no logran comprender y aceptar la divinidad de la persona de Jesús, solo se
quedan con su naturaleza humana, que lo identifica similar a todos ellos.
Jesús no es un ser humano más, no es tan solo un gran hombre histórico, ni un gran
líder. En Jesús, Dios se ha hecho realmente uno de nosotros y con ello nuestro
hermano; pero no por ello dejo de ser Dios y por tanto nuestro Señor. En la persona
divina de Jesús existen dos naturalezas, una humana y otra divina. La divinidad y la
humanidad no están enfrentadas, Jesús no es en parte Dios, y en parte hombre; ni
tampoco estas naturalezas se mezclan. Sino que a través del magisterio de la Iglesia, y
de las fuentes bíblicas, podemos afirmar que Jesús es verdadero Dios, y verdadero
hombre, en una misma y única persona. Esto es lo que nos diferencia de Jesús, él es
Dios. Y esto mismo es lo que los judíos no logran, ni tampoco intentan comprender. Se
quedan en sus apariencias humanas, en sus gestos, en su cotidianeidad. No pueden ir
más allá de su humanidad.
A lo largo de la lectura de este domingo Jesús afirma tres veces la frase “Yo soy el Pan
de Vida”. De la misma manera que Dios se revelaba en la antigüedad con el término “Yo
Soy” o “Yo Soy el que Soy”, que transcrito es Yahvé, Jesús repite esta forma para
autodefinirse.
Jesús explicita que nadie puede ir a Él, si no es atraído por el Padre. El ser humano por
sí solo está incapacitado para llegar al conocimiento “pleno” de Dios. Es por pura
iniciativa suya, que se revela, y deposita en nosotros el don de la Fe, de esta y no de
otra forma podemos ser “atraídos” por el hijo, y seguirlo.
“Yo lo resucitaré en el último día”. Cristo parte de la realidad de la muerte, que es la
herencia de toda persona sobre la tierra, así como fue la herencia de los que comieron el
maná en el desierto. La muerte es en sí el eterno problema del hombre. Jesús conduce
la muerte temporal a la Vida Eterna.
Tambien Jesús cita una frase de los Profetas, “todos serán instruidos por Dios” (Is. 54,
13). Dios otorga al ser humano la capacidad de entendimiento e inteligencia, para que
de esta forma pueda conocer la verdad, y a través del uso de su voluntad, poder
aceptarla y virla.
Sólo el Hijo vio al Padre. De esta forma Jesús manifiesta su intima unión, y que no son
más que una sola cosa. Esta frase nos lleva a recordar el prologo de este mismo
evangelista; “A Dios nadie lo ha visto jamás, el Hijo único, que esta en el seno del
Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Jesús es la Palabra que procede de Dios, de la
contemplación viva, de la unidad con Él.
Creer, es el principio y fundamento de la Vida eterna. Este “creer” es un don, pero
también una tarea, que exige del ser vivir lo que cree, y ser coherente a ello. Quien
cree así, tiene la seguridad de poseer a Dios eternamente.
Jesús es el Pan de Vida, no como en “maná”, que quienes lo comieron, finalmente
murieron. El maná sólo fue figura, este Pan de Vida es presencia real. Dios se hace
“Pan”, para nosotros principalmente en la encarnación, el Logos, o sea el Verbo Eterno
que Dios pronuncia para salvarnos es la persona de Jesús. La Palabra se hace carne, se
hace uno de nosotros. Su carne es vida para el mundo, este es el maná que la
humanidad esperaba, con este pan bajado del cielo, podemos vivir en lo más hondo
como hombres. La encarnación, y la eucaristía están íntimamente relacionadas, ambas
nos hablan de la persona de Jesús, y como el gran encuentro de Dios con los hombres.
Con la encarnación Dios salió al encuentro del hombre de la forma más tangible, y a
través de la eucarística eligió el modo de permanecer entre nosotros, hasta el fin del
mundo.
Reconstruimos el texto:
¿De que forma reaccionaron los judíos al escuchar las palabras de Jesús?
¿Con que palabras se autodefine Jesús?
¿Por qué los judíos no aceptan las palabras de Jesús? ¿Qué preguntas se hacen?
¿Luego de pedirle que no murmurasen, que les dice Jesús?
¿Qué frase cita, del libro de los Profetas?
¿Qué pasa con aquel que oye, y recibe enseñanza por el Padre?
¿Solo quien ha visto a Dios Padre?
¿Que es necesario para tener vida eterna?
¿Qué diferencia hay entre el maná, y el Pan de Vida?
¿Qué será este Pan para el mundo?
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
¿Cuál de las dos naturalezas de Cristo me cuesta más visibilizar, la humana o la divina?
¿Comprendo que Jesús no es un hombre más, sino que es Dios? ¿Esto me ayuda a
reconocer que es posible vivir e imitar la humanidad de Cristo? ¿Lo hago?
¿Soy Cristiano porque tome la decisión de serlo, por una gran “idea”, o porque Dios
mismo salió a mi encuentro, y me deje atraer por él? ¿Qué es lo que me atrae a Dios, y
que lo diferencia de cualquier otra posesión?
¿Cómo utilizo las facultades que Dios depósito en mí; inteligencia y voluntad? ¿Las uso
para llegar a un conocimiento y amor más profundo de Dios, o me pierdo en cuestiones
sin sentido?
¿Si alguien me preguntara que es para mí creer, que le respondo? ¿Entiendo que creer
es la seguridad de llegar a la vida eterna? ¿Existe en mi vida, momentos en que se
ocasiona un divorcio entre lo que creo y lo que vivo? ¿Lo reconozco, y busco unir vida y
Fe? ¿Lo hago pidiéndole a Dios que me ayude?
¿Qué significa para mí “comer” el Pan de Vida? ¿Pienso, y me imagino como sería el
mundo sin su presencia encarnación, y presencia eucarística? ¿Soy agradecido entonces
de este don de Dios que por amor permanece entre nosotros? ¿Respondo acercándome
a él, al Sagrario, y a tantos lugares, y personas donde tambien se hace presente?
3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el
momento de decirle algo al Señor.
Señor, tú eres el Pan de Vida, Gracias por elegir esta forma de hacerte presente en
medio nuestro. Tu presencia es gracia y bendición. Señor, que siempre tenga hambre y
sed de ser poseído un poco más de tu amor, y tu ternura.
Que me alimente solo de Ti, de tus palabras, de tus gestos, de tu ser. Para no
confundirme con los alimentos terrenales, que se presentan apetitosos, pero perecen.
Señor, quiero ser Pan, para aquellos que tienen hambre de justicia y de verdad Quiero
ser Pan, para los pobres y oprimidos Quiero ser Pan para los enfermos y abandonados
Quiero ser Pan al igual que tú, y eso significa Vida.
Tú Señor eres el alimento que conforta el alma, que aumentas nuestras fuerzas, y
alegras nuestro el corazón. Señor, que nunca deje de alimentarme de Ti.
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.
Añadimos nuestras intenciones de oración y decimos: Amén.
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del
Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro
corazón:
«Quien coma de este pan vivirá siempre» (Versículo 51)
Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un
verdadero cristiano.
Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a
“comer” de este Pan de Vida, para vivir eternamente. Pienso en una actitud negativa a
la que quiero renunciar y pido a Jesús que me ayude a ser una mejor persona. Jesús
cumple sus promesas. Piensa en algo bueno que puedas hacer por alguien y cúmplelo.
Busca a esa persona y realiza la acción.
En el grupo, nos comprometemos a ser una comunidad eucarística, que se alimenta del
amor del Pan de Vida. Como grupo nos comprometemos a visitar o llamar a algún
miembro de la comunidad que no frecuenta mucho las reuniones por salud, o cualquier
otro motivo, lo escuchamos con atención y alegría.
Hacemos una visita a Jesús en la capilla y le pedimos que esté cerca de nosotros y que
nos ayude a creer más.
*********************************************************************

✞ ✞ ✞ Profesión de Fe

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.

Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)

• Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha. Oremos confiadamente.


- Por la Iglesia, reunida en comunidades locales, para que sepa valorar la eucaristía.
Roguemos al Señor.
- Por los que tienen en sus manos el poder económico, para que comprendan que los
bienes de la tierra son para todos los hombres y procuren una distribución más justa.
Roguemos al Señor.
- Por los enfermos en extrema gravedad, para que no se vean privados del alimento
necesario en el paso de este mundo al Padre. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, para que realicemos en nuestra vida lo que la eucaristía
significa. Roguemos al Señor.
Señor, Dios nuestro, que nos das el alimento necesario, Jesucristo, tu Hijo, el pan de
vida, escucha nuestras súplicas y concédenos lo que te pedimos. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
• Roguemos a Jesucristo, quien dijo: “Los que vengan a mí no padecerán más hambre;
los que crean en mí no tendrán más sed.” Él es pan para el camino para todos los que le
buscan. Respondamos a cada petición:
R/ Quédate con nosotros, Señor.
• Por los que se alejan y dejan la Iglesia porque no les gusta el proceso de renovación
de la misma, y, por el contrario, por los que dicen adiós a la Iglesia porque los cambios
tardan en llegar, para que tanto los unos como los otros aprendan a aceptar las
dimensiones humanas de la misma Iglesia, roguemos al Señor.
• Por los que se sienten desalentados, por los heridos por la dureza de la vida, por los
que buscan a Dios pero no saben encontrarle, para que nosotros seamos para ellos
como el camino humilde que les lleve hacia Cristo, roguemos al Señor.
• Por los que se sienten abandonados por las personas en las que confiaban, por los que
luchan sinceramente para permanecer leales a su compromiso en matrimonio o en su
misión en la vida, para que el Cristo fiel sea para ellos el pan de fidelidad y de fortaleza,
roguemos al Señor.
• Por los pobres y discapacitados, por los que viven solos, por los inadaptados en la
vida, para que encuentren verdaderos hermanos cristianos que les inspiren y les animen
a creer y a experimentar el amor de Dios y del prójimo, roguemos al Señor.
Señor Jesucristo, cuando nos confrontamos con nuestras propias miserias y las de la
gente a nuestro alrededor, en el ancho mundo, nos sentimos pequeños e impotentes. Sé
tú para todos nosotros pan de fortaleza, para que nuestros corazones sean compasivos,
nuestro amor sea cálido y profundo, y nuestro servicio sea fiel y humilde, porque tú
fuiste así y quieres que seamos como tú, que eres Señor nuestro para siempre. Amén.

3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)

✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas

*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

• Acepta complacido, Señor, los dones que en tu misericordia has dado a tu Iglesia para
que pueda ofrecértelos, y que ahora transformas con tu poder en sacramento de nuestra
salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
• Oh Dios, Padre nuestro: Tú nos atraes a ti por medio de Jesús, a quien nos lo enviaste
como el Pan de vida. Haz que nos convirtamos en esto que estamos a punto de comer,
en el cuerpo vivo de Cristo, unidos como hermanos, siendo sus testigos y llevando su
vida al mundo. Te lo pedimos en el Nombre del mismo Jesús.
R/ Amén.

✞ ✞ ✞ Plegaria eucarística (Prefacio)

Introducción a la plegaria eucarística


Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El
sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de
las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

• Levantemos con alegría nuestros corazones y nuestras voces para dar gracias a Dios-
Padre por su bondad. Él es el poder que nos salva, la fuerza que nos mantiene en la
brecha, por Jesucristo que se nos da en la eucaristía.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Plegaria Eucarístiva IV
En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro glorificarte, Padre santo, porque tú
eres el único Dios vivo y verdadero que existes desde siempre y vives para siempre; luz
sobre toda luz.
Porque tú solo eres bueno y fuente de vida, hiciste todas las cosas para colmarlas de tus
bendiciones y alegrar su multitud con la claridad de tu gloria.
Por eso, innumerables ángeles en tu presencia, contemplando la gloria de tu rostro, te
sirven siempre y te glorifican sin cesar.
•• Gracias Jesús por concederme este momento de encuentro y diálogo contigo. Gracias
porque te hiciste hombre, para que podamos alcanzar la salvación, la plenitud de
nuestra vida humana. No dejes, Buen Señor, que el temor me haga flaquear y que se
debilite mi fe. Que siempre encuentre en Ti la fortaleza; como Pan Vivo bajao del Cielo,
para afirmar tu verdad y pueda iluminar al mundo entero con tu Palabra de vida.
Y con ellos también nosotros, llenos de alegría, y por nuestra voz, las demás criaturas,
aclamamos tu nombre cantando:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu


resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su


admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al
mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu
servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y
diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la
Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.

a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.

• Con las palabras de Jesús, Hijo fiel de Dios, roguemos al Padre de todos pidiendo
fuerza y vida.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre Nuestro...
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor. Líbranos, Señor de todos los males y sobre todo del pesimismo y
desaliento. Cuando los recursos se nos acaban y nuestra fuerza se desmorona,
ayúdanos a aceptar nuestras limitaciones y danos el pan de fuerza de tu Hijo para
mantenernos entusiastas en gozosa esperanza hasta la gloriosa venida de nuestro
Salvador Jesucristo.

R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no
tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/.
Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
• Al Partir el Pan (A Schilling): Más que alimento sobre la mesa, lo que la gente pide
es amor; y nosotros necesitamos comprensión y acogida. Que llevemos a cabo la
palabra de Jesús y sepamos partir el pan unos con otros. Él tiene el poder de cambiar
nuestras vidas.
• Este es Jesús, Señor nuestro, el pan vivo bajado del cielo para la vida del mundo. Los
que comen de este pan vivirán para siempre. Felices y dichosos nosotros, invitados
ahora a comer de este Pan de vida.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.

R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Cf. Sal 147, 12. 14
Glorifica al Señor, Jerusalén, que te sacia con flor de harina.
O bien: Cf. Jn 6, 51
El Pan que yo daré es mi carne para vida del mundo, dice el Señor.

✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión

• La comunión en tus sacramentos nos salve, Señor, y nos afiance en la luz de tu


verdad. Por Jesucristo nuestro Señor.
• Oh Dios, Padre nuestro, que con amor cuidas de nosotros: En esta Eucaristía tu Hijo
Jesús nos ha dicho: Levántate, come y anda. Que Cristo nos sustente en nuestro
caminar, nos libre del desaliento, nos dé el valor para hacerle visible a los hermanos con
nuestras buenas palabras y acciones. Que nos lleve a la montaña donde tú vives como
nuestro Dios por los siglos de los siglos.

4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

✞ ✞ ✞ Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!

Consagración a María
Salve, Reina de los Cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso
a nuestra luz. Alégrate, Virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada
doncella, ruega a Cristo por nosotros. Que con el auxilio de tan dulce intercesora,
seamos siempre fieles en el terreno caminar. Amén

✞ ✞ ✞ Bendición

El Pan de vida que hemos comido nos compromete a darnos a los demás. Si somos uno
con el Señor, tenemos que ser también uno con los hermanos. Si Él se entregó por
nosotros a costa de su vida, tenemos que entregarnos viviendo los unos para los otros
y procurar que entre nosotros nadie sea marginado ni pisoteado.
Podemos llevar a cabo esta misión en la vida con la bendición de Dios todopoderoso, el
Padre, el Hijo ✠ y el Espíritu Santo.

R/ Amén.
Podemos ir con el Señor y acompañarnos unos a otros como hermanos y amigos en la
vida.
R/ Demos gracias a Dios.

✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

Del Papa Francisco


ÁNGELUS, Plaza de San Pedro, Domingo 9 de agosto de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo prosigue la lectura del capítulo sexto del Evangelio de Juan, donde
Jesús, habiendo cumplido el gran milagro de la multiplicación de los panes, explica a la
gente el significado de aquel “signo” (Jn 6,41-51). Como había hecho antes con la
Samaritana, a partir de la experiencia de la sed y del signo del agua, aquí Jesús parte de
la experiencia del hambre y del signo del pan, para revelarse e invitarnos a creer en Él.
La gente lo busca, la gente lo escucha, porque se ha quedado entusiasmada con el
milagro, ¡querían hacerlo rey! Pero cuando Jesús afirma que el verdadero pan, donado
por Dios, es Él mismo, muchos se escandalizan, no comprenden, y comienzan a
murmurar entre ellos: “De él –decían–, ¿no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo
puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'? (Jn 6,42)”. Y comienzan a murmurar.
Entonces Jesús responde: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me
envió”, y añade “el que cree, tiene la vida eterna” (vv 44.47).
Nos sorprende, y nos hace reflexionar esta palabra del Señor: “Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre”, “el que cree en mí, tiene la vida eterna”. Nos hace reflexionar.
Esta palabra introduce en la dinámica de la fe, que es una relación: la relación entre la
persona humana, todos nosotros, y la persona de Jesús, donde el Padre juega un papel
decisivo, y naturalmente, también el Espíritu Santo, que está implícito aquí. No basta
encontrar a Jesús para creer en Él, no basta leer la Biblia, el Evangelio, eso es
importante ¿eh?, pero no basta. No basta ni siquiera asistir a un milagro, como el de la
multiplicación de los panes. Muchas personas estuvieron en estrecho contacto con Jesús
y no le creyeron, es más, también lo despreciaron y condenaron. Y yo me pregunto:
¿por qué, esto? ¿No fueron atraídos por el Padre? No, esto sucedió porque su corazón
estaba cerrado a la acción del Espíritu de Dios. Y si tú tienes el corazón cerrado, la fe no
entra. Dios Padre siempre nos atrae hacia Jesús. Somos nosotros quienes abrimos
nuestro corazón o lo cerramos.
En cambio la fe, que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece cuando nos
dejamos “atraer” por el Padre hacia Jesús, y “vamos a Él” con ánimo abierto, con
corazón abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el rostro de Dios y en
sus palabras la palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la
relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y ahí nosotros recibimos el
don, el regalo de la fe.
Entonces, con esta actitud de fe, podemos comprender el sentido del “Pan de la vida”
que Jesús nos dona, y que Él expresa así: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que
coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del
mundo” (Jn 6,51). En Jesús, en su “carne” –es decir, en su concreta humanidad– está
presente todo el amor de Dios, que es el Espíritu Santo. Quien se deja atraer por este
amor va hacia Jesús, y va con fe, y recibe de Él la vida, la vida eterna.
Aquella que ha vivido esta experiencia en modo ejemplar es la Virgen de Nazaret, María:
la primera persona humana que ha creído en Dios acogiendo la carne de Jesús.
Aprendamos de Ella, nuestra Madre, la alegría y la gratitud por el don de la fe. Un don
que no es “privado”, un don que no es “propiedad privada”, sino que es un don para
compartir: es un don “para la vida del mundo”.

Del Papa Benedicto XVI


ÁNGELUS, Castelgandolfo. Domingo 12 de agosto de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
La lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan, que nos acompaña en estos
domingos en la liturgia, nos ha llevado a reflexionar sobre la multiplicación del pan, con
el que el Señor sació a una multitud de cinco mil hombres, y sobre la invitación que
Jesús dirige a los que había saciado a buscar un alimento que permanece para la vida
eterna. Jesús quiere ayudarles a comprender el significado profundo del prodigio que ha
realizado: al saciar de modo milagroso su hambre física, los dispone a acoger el anuncio
de que él es el pan bajado del cielo (cf. Jn 6, 41), que sacia de modo definitivo. También
el pueblo judío, durante el largo camino en el desierto, había experimentado un pan
bajado del cielo, el maná, que lo había mantenido en vida hasta la llegada a la tierra
prometida. Ahora Jesús habla de sí mismo como el verdadero pan bajado del cielo,
capaz de mantener en vida no por un momento o por un tramo de camino, sino para
siempre. Él es el alimento que da la vida eterna, porque es el Hijo unigénito de Dios, que
está en el seno del Padre y vino para dar al hombre la vida en plenitud, para introducir
al hombre en la vida misma de Dios.
En el pensamiento judío estaba claro que el verdadero pan del cielo, que alimentaba a
Israel, era la Ley, la Palabra de Dios. El pueblo de Israel reconocía con claridad que la
Torah era el don fundamental y duradero de Moisés, y que el elemento basilar que lo
distinguía respecto de los demás pueblos consistía en conocer la voluntad de Dios y, por
tanto, el camino justo de la vida. Ahora Jesús, al manifestarse como el pan del cielo,
testimonia que es la Palabra de Dios en Persona, la Palabra encarnada, a través de la
cual el hombre puede hacer de la voluntad de Dios su alimento (cf. Jn 4, 34), que
orienta y sostiene la existencia.
Entonces, dudar de la divinidad de Jesús, como hacen los judíos del pasaje evangélico
de hoy, significa oponerse a la obra de Dios. Afirman: "Es el hijo de José. Conocemos a
su padre y su madre" (cf. Jn 6, 42). No van más allá de sus orígenes terrenos y por esto
se niegan a acogerlo como la Palabra de Dios hecha carne. San Agustín, en su
Comentario al Evangelio de san Juan, explica así: "Estaban lejos de aquel pan celestial,
y eran incapaces de sentir su hambre. Tenían la boca del corazón enferma... En efecto,
este pan requiere el hambre del hombre interior" (26, 1). Y debemos preguntarnos si
nosotros sentimos realmente esta hambre, el hambre de la Palabra de Dios, el hambre
de conocer el verdadero sentido de la vida. Sólo quien es atraído por Dios Padre, quien
lo escucha y se deja instruir por él, puede creer en Jesús, encontrarse con él y
alimentarse de él y así encontrar la verdadera vida, el camino de la vida, la justicia, la
verdad, el amor. San Agustín añade: "El Señor afirmó que él era el pan que baja del
cielo, exhortándonos a creer en él. Comer el pan vivo significa creer en él. Y quien cree,
come; es saciado de modo invisible, como de modo igualmente invisible renace (a una
vida más profunda, más verdadera), renace dentro, en su interior se convierte en
hombre nuevo" (ib.).
Invocando a María santísima, pidámosle que nos guíe al encuentro con Jesús para que
nuestra amistad con él sea cada vez más intensa; pidámosle que nos introduzca en la
plena comunión de amor con su Hijo, el pan vivo bajado del cielo, para ser renovados
por él en lo más íntimo de nuestro ser.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica
Ciclo B. Decimonoveno domingo del Tiempo Ordinario.
“Haced esto en conmemoración mía”
1341 El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras "hasta que venga"
(1Co 11, 26), no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la
celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su
vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre.
1342 Desde el comienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la Iglesia de
Jerusalén se dice:
"Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles a la comunión fraterna, a
la fracción del pan y a las oraciones… Acudían al Templo todos los días con
perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el
alimento con alegría y con sencillez de corazón" (Hch 2, 42. 46).
1343 Era sobre todo "el primer día de la semana", es decir, el domingo, el día de la
resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para "partir el pan" (Hch 20, 7).
Desde entonces hasta nuestros días la celebración de la Eucaristía se ha perpetuado, de
suerte que hoy la encontramos por todas partes en la Iglesia, con la misma estructura
fundamental. Sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia.
1344 Así, de celebración en celebración, anunciando el misterio pascual de Jesús "hasta
que venga" (1Co 11, 26), el pueblo de Dios peregrinante "camina por la senda estrecha
de la cruz" (AG 1) hacia el banquete celestial, donde todos los elegidos se sentarán a la
mesa del Reino.
“Tomad y comed todos de él”: la Comunión.
1384 El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la
Eucaristía: "En verdad en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y
no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6, 53).
1385 Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan
grande y santo. S. Pablo exhorta a un examen de conciencia: "Quien coma el pan o
beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come
y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo" ( 1Co 11, 27-29). Quien
tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la
Reconciliación antes de acercarse a comulgar.
1386 Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y
con fe ardiente las palabras del Centurión (cf Mt 8, 8): "Señor, no soy digno de que
entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". En la Liturgia de S.
Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu:
"Hazme comulgar hoy en tu cena mística, oh Hijo de Dios. Porque no diré el secreto a
tus enemigos ni te daré el beso de Judas, sino que, como el buen ladrón, te digo:
Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino".
1387 Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben
observar el ayuno prescrito por la Iglesia (cf CIC can. 919). Por la actitud corporal
(gestos, vestido) se manifiesta el respeto, la solemnidad, el gozo de ese momento en
que Cristo se hace nuestro huésped.
1388 Es conforme al sentido mismo de la Eucaristía que los fieles, con las debidas
disposiciones (cf CIC, can. 916), comulguen cuando participan en la misa (cf CIC, can
917. Los fieles, en el mismo día, pueden recibir la Santísima Eucaristía sólo una segunda
vez: Cf PONTIFICIA COMMISSIO CODICI IURIS CANONICI AUTHENTICE
INTERPRETANDO, Responsa ad proposita dubia, 1: AAS 76 (1984) 746): "Se recomienda
especialmente la participación más perfecta en la misa, recibiendo los fieles, después de
la comunión del sacerdote, del mismo sacrificio, el cuerpo del Señor" (SC 55).
1389 La Iglesia obliga a los fieles a participar los domingos y días de fiesta en la divina
liturgia (cf OE 15) y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en
tiempo pascual (cf CIC, can. 920), preparados por el sacramento de la Reconciliación.
Pero la Iglesia recomienda vivamente a los fieles recibir la santa Eucaristía los domingos
y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días.
1390 Gracias a la presencia sacramental de Cristo bajo cada una de las especies, la
comunión bajo la sola especie de pan ya hace que se reciba todo el fruto de gracia
propio de la Eucaristía. Por razones pastorales, esta manera de comulgar se ha
establecido legítimamente como la más habitual en el rito latino. "La comunión tiene una
expresión más plena por razón del signo cuando se hace bajo las dos especies. Ya que
en esa forma es donde más perfectamente se manifiesta el signo del banquete
eucarístico" (IGMR 240). Es la forma habitual de comulgar en los ritos orientales.
1385 Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan
grande y santo. S. Pablo exhorta a un examen de conciencia: "Quien coma el pan o
beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come
y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo" ( 1Co 11, 27-29). Quien
tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la
Reconciliación antes de acercarse a comulgar.
1386 Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y
con fe ardiente las palabras del Centurión (cf Mt 8, 8): "Señor, no soy digno de que
entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". En la Liturgia de S.
Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu:
"Hazme comulgar hoy en tu cena mística, oh Hijo de Dios. Porque no diré el secreto a
tus enemigos ni te daré el beso de Judas, sino que, como el buen ladrón, te digo:
Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino".
1387 Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben
observar el ayuno prescrito por la Iglesia (cf CIC can. 919). Por la actitud corporal
(gestos, vestido) se manifiesta el respeto, la solemnidad, el gozo de ese momento en
que Cristo se hace nuestro huésped.
1388 Es conforme al sentido mismo de la Eucaristía que los fieles, con las debidas
disposiciones (cf CIC, can. 916), comulguen cuando participan en la misa (cf CIC, can
917. Los fieles, en el mismo día, pueden recibir la Santísima Eucaristía sólo una segunda
vez: Cf PONTIFICIA COMMISSIO CODICI IURIS CANONICI AUTHENTICE
INTERPRETANDO, Responsa ad proposita dubia, 1: AAS 76 (1984) 746): "Se recomienda
especialmente la participación más perfecta en la misa, recibiendo los fieles, después de
la comunión del sacerdote, del mismo sacrificio, el cuerpo del Señor" (SC 55).
1389 La Iglesia obliga a los fieles a participar los domingos y días de fiesta en la divina
liturgia (cf OE 15) y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en
tiempo pascual (cf CIC, can. 920), preparados por el sacramento de la Reconciliación.
Pero la Iglesia recomienda vivamente a los fieles recibir la santa Eucaristía los domingos
y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días.
1390 Gracias a la presencia sacramental de Cristo bajo cada una de las especies, la
comunión bajo la sola especie de pan ya hace que se reciba todo el fruto de gracia
propio de la Eucaristía. Por razones pastorales, esta manera de comulgar se ha
establecido legítimamente como la más habitual en el rito latino. "La comunión tiene una
expresión más plena por razón del signo cuando se hace bajo las dos especies. Ya que
en esa forma es donde más perfectamente se manifiesta el signo del banquete
eucarístico" (IGMR 240). Es la forma habitual de comulgar en los ritos orientales.

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