General Invierno Stalingrado
General Invierno Stalingrado
General Invierno Stalingrado
Palabras clave: batalla, alemanes, frío, guerra, invierno, niebla, presión, precipitación,
soviéticos, Stalingrado, viento.
Tras la derrota en la Primera Guerra Mundial el ejército alemán fue reducido a su míni-
ma expresión. El Alto Mando tuvo que ingeniar nuevas formas de combate que minimizasen
su inferioridad numérica ante una posible guerra con Francia y Gran Bretaña que, en la
década de los 20, eran claramente superiores. Y así es como surgió la blitzkrieg, una táctica
que no era nueva pero que el ejército alemán perfeccionó y sacó el máximo partido: la
“guerra relámpago” abandonaba la anticuada idea de los soldados atacando en un frente con
la artillería y los tanques disparando desde posiciones mucho más retrasadas y ayudando a
la infantería. En la guerra que habría de venir los papeles se intercambiaban: los tanques,
aviones y unidades motorizadas avanzaban por los flancos sin pararse y tan rápido como
podían de modo que el enemigo no tenía tiempo para replegarse o contraatacar y quedaba
atrapado y destruido en una bolsa cuando ambas líneas conectaban entre sí. Horas —o días—
después llegaban los soldados a pie y se encargaban de desarmar y liquidar los restos.
La técnica funcionó tan bien que, en apenas mes y medio, los germanos derrotaron a
franceses, holandeses, belgas y británicos en suelo continental. Animados por estas victorias
y con Europa de rodillas, el 22 de junio de 1941 se lanzaron en tres frentes hacia la con-
quista de la Unión Soviética, una tierra donde la blitzkrieg podría explotarse al máximo.
La operación debía durar el menor tiempo posible para que los comunistas se derrumbasen
antes del invierno y la guerra se diera por finalizada. La indeterminación de Stalin y la
inoperancia del Ejército Rojo estuvieron a punto de lograr el colapso de la Unión Soviéti-
ca: en los primeros cinco meses el gigante con pies de barro perdió 4,5 millones de solda-
dos, 20 500 tanques y 21 200 aviones.
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Este avance en tiempo récord pasó factura a los alemanes. Los combates se extendían
sobre un frente más largo, las tropas estaban cansadas y su abastecimiento era deficitario
porque los suministros quedaban cada vez más lejos y las infraestructuras rusas eran las
propias de un país subdesarrollado. A las puertas de Moscú el ejército se paró extenuado y
no pudo avanzar más. Entonces llegó el invierno, no uno habitual sino el más gélido de
Europa en el siglo XX según Lejenäs. Se sucedieron varias situaciones de bloqueo asocia-
das a depresiones aisladas en niveles altos y la mayor parte de las borrascas se desplazaron
desde Suecia hacia el sureste. El frío extremo alcanzó su cénit en enero y febrero de 1942
y el ejército del Eje lo pagó caro con numerosas bajas por congelación. El Alto Mando
estaba verdaderamente convencido de que la guerra acabaría en otoño y no dispuso de la
ropa de abrigo adecuada. Por eso, un invierno con condiciones más suaves no hubiese
cambiado la situación.
Los soviéticos pudieron tomar aire pero solamente hasta la primavera del año 42 al rea-
nudarse el ímpetu atacante y arrollador alemán. En una decisión polémica y no compartida
por la mayoría de los generales germanos, Hitler trasladó parte de las tropas del frente de
Moscú hacia el sur para apoyar a los ejércitos IV y VI en la conquista del sur de la URSS y
acceder a los pozos petrolíferos. Otra importante ciudad se encontraba en su camino.
Stalingrado no era una ciudad cualquiera. Se encuentra en la orilla izquierda del Volga,
un inmenso río que en esa localidad alcanza una anchura increíble: en su zona más estrecha
supera el kilómetro y llega a los cinco en los barrios del norte. El gran río ruso es navega-
ble casi en su totalidad y es una importante ruta de comercio que conecta los pozos de
petróleo del Cáucaso con el interior del país. No es de extrañar que en aquella época la
ciudad se extendiera longitudinalmente a lo largo de la orilla superando los diez kilómetros
y que hoy día esa distancia sea tres veces mayor. Esta situación privilegiada la hacía difícil
de conquistar porque no es sencillo rodear y ocupar una ciudad con esas características,
pero los germanos la tenían en el punto de mira al ser el último bastión antes de los pozos
de petróleo. Si caía la ciudad-símbolo que llevaba el nombre del gran líder, caería todo
el sur.
El ejército alemán seguía imparable en su avance pero pagando un alto precio. Durante
la segunda quincena de julio la temperatura en la estepa rozó los 40 °C, la plaga de moscas
era insoportable y aparecieron la disentería y la fiebre paratifoidea. Las fuerzas del Eje
estaban muy agotadas y con escasez de suministros cuando a mediados de agosto divisaron
la ciudad. El día 23 realizaron un sanguinario bombardeo que mató a 50 000 civiles y que
pagarían muy caro a partir de entonces: con una ciudad en ruinas los alemanes perdieron
toda la ventaja estratégica al no poder desplegar los tanques con facilidad y permitieron a
los soviéticos refugiarse y resistir en los escombros, contraatacar mediante escaramuzas e
infligir muchas bajas al enemigo. De la blitzkrieg (guerra relámpago) se pasó a la rattenkrieg
(guerra de ratas).
La ciudad estuvo a punto de caer varias veces en septiembre y octubre pero supo resis-
tir bajo el mando del general ruso Vasili Chuikov. Así pues, cuando llegó la rasputitsa
—estación de lluvia y barro— y más tarde el frío y la nieve, las fuerzas de Friedrich Pau-
lus se vieron atascadas en un frente de más de 200 kilómetros y supieron que tendrían que
pasar el invierno allí. Lo que no advirtieron era que los soviéticos estaban preparando en
secreto un ejército de más de un millón de hombres en la otra orilla del Volga que contra-
atacó a mediados de noviembre en una maniobra envolvente.
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Figura 1. Estatua de seis niños danzando frente a la estación de tren en llamas.
La foto fue tomada instantes después del bombardeo del 23 de agosto
y tiene unos tintes apocalípticos que podrían servir para ilustrar escenas
de la saga Terminator. (Autor: Emmanuel Evzerihin).
Figura 2. En azul, movimiento del ejército alemán durante la operación Fall Blau
(Operación Azul) que culminó con la llegada a la ciudad. En rojo, contraataque ruso
a mediados de noviembre (Operación Urano) para encerrar a su rival.
El punto verde representa la ciudad, aumentada a la derecha.
(Fuente: elaboración propia).
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La ciudad gozaba de tanto simbolismo que Hitler se negó a abandonarla efectuando
cualquier acción que evitara que más de 350 000 soldados se dejaran atrapar en una gigan-
tesca bolsa (kessel). Confiaba en que las tropas resistirían y para ello planificó un puente
aéreo que desde el principio se sabía que no iba a funcionar. Simplemente abandonó a la
élite de su ejército con la orden “Ni un paso atrás” que tan malos resultados le había dado
anteriormente a Stalin. Los papeles se habían intercambiado: alemanes, italianos, rumanos,
húngaros, croatas e hiwis (soviéticos que habían cambiado de bando) tuvieron que soportar
la llegada del invierno sin apenas suministros, alimentos, medicamentos y ropa de abrigo.
Dos meses después del inicio del cerco, el 2 de febrero de 1943, el general Von Paulus se
rindió poniendo fin a un combate que se llevó la vida de un millón y medio de personas y
dejó heridas o enfermas a otro millón. Solamente 5000 soldados germanos pudieron regre-
sar a sus casas años más tarde, el resto pereció durante o después de la batalla.
El presente artículo tiene por objeto reconstruir el tiempo reinante durante los meses
más fríos de la batalla (desde el 1 de noviembre al 2 de febrero) que coinciden además con
el contraataque ruso y la debacle alemana. Gracias a los datos de reanálisis ERA-20 apor-
tados por el ECMWF se han analizado la temperatura, precipitación, viento, presión y techo
de nubes durante esas fechas del punto de la rejilla (grid) del modelo más cercano a la
localidad de Volgogrado, antigua Stalingrado. Se considera que este punto es representati-
vo de toda el área de combate por las condiciones geográficas (extensa planicie esteparia
situada entre dos grandes ríos, el Volga y el Don) y porque coincide a grandes rasgos con
los datos que ofrecen los historiadores y las estaciones alemanas situadas en el kessel.
La figura 3 muestra la curva de temperatura a las 00 UTC (03 hora local) dibujada en
color negro. De ella se infiere que el invierno llegó la segunda semana de noviembre. El
Volga se congeló totalmente y permitió la movilidad de las tropas soviéticas que habían
estado atrapadas dentro de la ciudad los dos meses anteriores. De los 94 días comprendidos
entre el 1 de noviembre y el 2 de febrero tan solo en 11 la temperatura superó 0 °C mientras
que en 45 días bajó de –10 °C y en 19 bajó de –20 °C. Hubo tres claros episodios fríos: el
de Navidad, el de mediados de enero y el de finales de enero. El valor mínimo ofrecido por
los datos se alcanza el 16 de enero: –33,7 °C.
La curva azul es la sensación térmica asociada (wind chill) mediante la ecuación ofre-
cida por estadounidenses y canadienses que es la que se usa en la mayoría de los países,
que puede dar una idea de la percepción que tenían los soldados cuando eran expuestos a
la intemperie. Se ha adjuntado porque es un dato que se ofrece diariamente en los servicios
meteorológicos aunque (en opinión del autor) se trate de una variable que ha de usarse con
precaución porque lleva asociado un error muy grande, al considerar solamente el viento
y no tener en cuenta aspectos vitales que también tienen una influencia significativa en la
capacidad de aguante de los soldados: tiempo de exposición, indumentaria, alimentación y
salud entre otros. Por otro lado, llega un momento en que poco importa que la sensación
térmica sea de –30 °C o –35 °C. El valor mínimo se alcanza también el 16 de enero:
–44,5 °C.
Las botas altas, ceñidas y reforzadas de acero aceleraban el proceso de congelación
de los alemanes. Su Alto Mando había aprendido de los errores del año anterior y las
nuevas prendas de invierno comenzaron a ser enviadas a finales de octubre pero cuando
se cerró el cerco ruso muchos soldados aún no las habían recibido. El Ejército Rojo iba
mejor equipado con ushanki (gorro redondo de piel con orejeras a cada lado) y valenski
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(botas de fieltro). El frío era tan intenso que, cuando un soldado moría, enseguida se le
quitaba la ropa porque minutos más tarde quedaba literalmente pegada al cuerpo e inser-
vible. La mayoría de las tropas del Eje estaban desplegadas fuera de la ciudad en campo
abierto y algunos refugios eran simples hoyos excavados en el suelo. La poca carne que
recibían estaba tan congelada que los cuchillos no servían; hacía falta una sierra de
zapador.
Había días que el frío era tan intenso que era imposible encender los motores de los
aviones ni siquiera prendiendo hogueras debajo de ellos. Los ratones se refugiaban en los
cascos de los tanques buscando calor, roían los cables y los estropeaban.
La estepa rusa no es una zona húmeda y, de hecho, el conjunto de esos tres meses re-
sultó ser ligeramente seco. No obstante, hubo 60 días con precipitación que recogieron un
total de 87,3 mm, la mayoría de ellos en forma de nieve o lluvia engelante. Las cantidades
diarias en la mayoría de los casos no superaron el milímetro y a menudo la nieve recién
caída era desplazada por el viento antes de endurecerse haciendo que el espesor fuese di-
ferente según la zona. El suelo estaba tan duro que aumentaron las heridas estomacales por
la explosión de morteros.
La niebla y las nubes bajas han tenido poco eco en los miles de relatos que se han
escrito sobre Stalingrado pero son variables que a partir de la Segunda Guerra Mundial
cobran más importancia que el frío y la nieve. La escasa visibilidad y los techos bajos
reducen casi a cero la capacidad de operación de cualquier ejército del aire. Al menos
durante 61 días el techo de nubes estuvo por debajo de 300 metros (aproximadamente
1000 pies). Bajo estas condiciones hoy día ningún avión está autorizado a volar en régi-
men visual, por lo que es posible hacerse una idea de lo difícil que sería para un aparato
de aquella época. Además, hubo nieblas en 36 ocasiones reduciendo la eficacia del puen-
te aéreo alemán y los bombardeos rusos. Cuando salía el sol, se reflejaba en la nieve y
era cegador.
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Figura 4. En rojo, presión reducida a nivel del mar (hPa). Las líneas negras representan
la altura del techo de nubes (m); cuanto más largas son estas, más bajas son las nubes.
(Fuente: elaboración propia a partir de datos de ERA-20, ECMWF).
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empleando un método parecido al de los análogos realizaban predicciones a medio plazo
que abarcaban un periodo de 2 a 5 días pero que distaban de ser fiables. No obstante, du-
rante la guerra, sus análisis y predicciones en general fueron más acertadas que las de rusos
y británicos porque disponían de mayor número de datos al ocupar gran parte del territorio
europeo.
Los soviéticos hicieron predicciones en aras de concentrar efectivos y suministros en
ciertos momentos de la batalla. Varios de ellos recibieron medallas por su predicción de
nubes bajas y espesor de la capa de hielo del Volga.
Se ha afirmado en numerosas ocasiones que la derrota del ejército alemán fue debida al
frío. Hay que matizarlo porque tiene parte de verdad pero otra parte que se ha mitificado
con los años. Los alemanes no eran estúpidos cuando invadieron la URSS, sabían que el
invierno allí era muy duro y las infraestructuras escasas. De ahí que llevaran con ellos
miles de caballos y mulos y que su plan de conquista estuviera diseñado para tres o cuatro
meses pues cualquier operación que se alargase más de ese periodo contaría con más in-
convenientes que ventajas. El error táctico que cometieron fue el mismo de los franceses
el siglo anterior: tenían miedo al frío y nunca lo subestimaron pero pensaron que si con-
quistaban una región o determinadas ciudades el resto del país se derrumbaría como un
castillo de naipes. Más bien al contrario, los soviéticos siguieron mandando continuamen-
te maquinaria y tropas de refresco desde el este sin importar lo más mínimo la cantidad de
hombres que caían en el frente o lo equipados que estuvieran: un tanque o soldado ruso era
reemplazable pero uno alemán no.
El principal obstáculo al que se enfrentaron no fue el frío sino la falta de suministros:
combustible, medicinas, alimentos, soldados, etc. El año anterior el ejército podía avanzar
30 kilómetros al día en su conquista pero cuando llegó a la ciudad en pleno verano fue
incapaz de tomarla porque estaba extenuado. Desde mitad de agosto a mitad de noviembre
se enfrascó en una lucha diferente a la que no estaba acostumbrado, se atascó sin poder
progresar y cuando los soviéticos contraatacaron simplemente no hubo manera de hacerles
frente. La suerte ya estaba echada cuando llegó el invierno. Quizás el principal papel del
frío fue acelerar el proceso de desintegración: incrementó el número de enfermedades,
ralentizó las comunicaciones y el abastecimiento y hundió las esperanzas de supervivencia.
“El enemigo número uno es y será siempre el hambre”, comentaba un médico alemán.
El doctor Girgensohn advirtió que los soldados del kessel empezaron a morir de inanición
a mediados de diciembre: atrofia del corazón y del hígado, ausencia total de tejido graso y
drástica reducción del músculo. Según sus estudios, la combinación de cansancio, tensión
y frío desequilibró gravemente el metabolismo de la mayoría de los soldados de modo que
asimilaban solo una parte de las calorías ingeridas (que apenas llegaban a 500). Las aluci-
naciones y los suicidios aumentaron a causa de la inanición y se redujo la capacidad de
supervivencia a las enfermedades. A partir de noviembre se produjeron epidemias de tifus,
disentería, fiebre paratifoidea e ictericia y la plaga de piojos era terrible. Un soldado llegó
a encontrar hasta 200 solamente en su casco.
Los soldados soviéticos tampoco lo pasaron bien. Ellos sí estaban preparados ideológi-
ca y mentalmente para una batalla de desgaste pero carecían de la preparación y las armas
necesarias. Se repartía una por cada pareja de atacantes. Si tú ibas desarmado y tu compa-
ñero caía, automáticamente tomabas su arma. Se les mandaba a atacar como a ovejas al
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matadero y los que retrocedían eran fusilados por traición a la patria. Las mejores prendas
de abrigo eran reservadas para los francotiradores y el resto tenía que conformarse con lo
que había. Pese a la victoria, las bajas soviéticas fueron el doble de las de su enemigo.
La falta de material médico también fue una tónica general en ambos ejércitos. Si un
soldado caía herido generalmente se le dejaba aparcado con otros enfermos porque no se
podía hacer nada más. Esta situación se fue agravando en el ejército germano a medida que
avanzaba la batalla mientras que los rusos lo sufrieron durante la primera mitad. Una vez
que el Volga se congeló totalmente y comenzó el contraataque, los heridos rusos pudieron
ser evacuados a enfermerías del margen derecho del río.
Figura 6. Presión reducida a nivel del mar (líneas negras en hPa) y temperatura
a dos metros (contorneado en °C) el 16 de enero de 1943 a las 00 UTC, quizás el día
más frío de la batalla. Los círculos rojos corresponden a las ciudades de Berlín, Moscú
y Stalingrado y las fronteras dibujadas son las existentes el 31 de diciembre anterior.
(Fuente: elaboración propia a partir de datos de ERA-20, ECMWF).
5. CONCLUSIONES
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o ciudades para pasar el invierno. A medida que avanzaba la Edad Moderna las guerras se
fueron extendiendo tímidamente a la época fría y desde los últimos dos siglos poco ha
importado la estación en la que se lucha aunque la preferencia siga siendo la primavera y
el verano por las ventajas que ello supone.
Se tiende a pensar erróneamente que los avances tecnológicos pondrán remedio tarde o
temprano a los efectos que el tiempo adverso pueda generar. Nada más lejos de la realidad,
la vulnerabilidad es mayor que en siglos pasados aunque la percepción sea la contraria y
eso es debido precisamente al adelanto tecnológico: se han olvidado las antiguas técnicas
y la dependencia a la tecnología es tan alta que cuando esta desaparece la indefensión es
mayor que en épocas anteriores.
Los inviernos en territorio ruso son tan duros que incluso hoy día cualquier ejército
vería limitada su capacidad de operación pese a los adelantos de los que se disponen. El
error táctico del ejército germano fue subestimar la extensión de la URSS y no disponer de
un plan B en caso de que la conquista se alargara más allá del otoño. El ocaso del Tercer
Reich no sobrevino por el frío en sí mismo, sino por no haber retrocedido a ciudades refu-
gio cuando las cosas se pusieron feas, algo que se había aprendido en el pasado. Los orgu-
llosos dirigentes políticos del partido nazi pensaron que no haría falta retroceder porque la
moderna tecnología podría solventar los problemas derivados de las condiciones adversas.
Pensaron mal, para nuestra suerte.
BIBLIOGRAFÍA
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