El Constitucioalismo

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CONSTITUCIONALISMO

La palabra constitucionalismo está compuesta por el adjetivo constitucional, o sea lo que se relación con la

Constitución de un Estado, y por el sufijo ismo, que se emplea generalmente para formar sustantivos
abstractos sobre nombres propios o comunes, o indica alguna tendencia moderna vinculada con la práctica
de principios religiosos (cristianismo), artístico (cubismo) o filosóficos, como en nuestro caso particular, que
denota doctrina o práctica de principios de derecho para adherirnos al sistema liberal constitucional.

Sánchez Viamonte argumenta que constitucionalismo “es el ordenamiento jurídico de una sociedad política
mediante una constitución escrita, cuya supremacía significa la subordinación a sus disposiciones de todos
los actos emanados de los Poderes constituidos que forman el Gobierno ordinario”.

Los Poderes constituidos son los que ejercen el Gobierno dentro de una Nación, configurando de esta manera
la representación del Estado, cuyo origen ha de ser legítimo y emanar de la Constitución.

Sánchez Viamonte dice: “Derecho Político es el Derecho Constitucional anterior a las constituciones escritas
y Derecho Constitucional es el Derecho Político ulterior a ellas. A partir del constitucionalismo escrito, el
estudio del Estado se convierte en el estudio del Derecho Constitucional.

Debe entenderse que las monarquías absolutas y hasta las tiranías orientales tenían una Constitución, es
decir, estaban constituidas orgánicamente, por lo menos para determinar la forma de designación del titular
del poder, la capacidad requerida para desempeñarse como tal, el orden de sucesión, la delegación de
facultades en otras autoridades y otras limitaciones impuestas por la ley o por la costumbre a las atribuciones
de los reyes absolutos.

Refiriéndonos a los antecedentes propiamente dichos del constitucionalismo, encontramos los más remotos
de ellos en Inglaterra y en España, aunque algún autor afirma que la idea de ley fundamental y escrita, con
carácter de garantía, tiene raíces que llegan hasta la Edad Media. España e Inglaterra tenían documentos
calificables de constitucionales porque establecían algunas garantías individuales que impedían
extralimitaciones del Poder real.

Entre esos antecedentes mediavales, de notoria importancia, tenemos las instituciones de Aragón y otras
constituciones de tipo elemental, las Cartas que contenían convenios entre el Príncipes y sus Vasallos o
estamentos, que en España estaban conformados por los diferentes órdenes sociales o Estados que
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concurrían a las Cortes, que en la corona de Aragón eran el estado eclesiástico, el de la nobleza, el de los
caballeros y el de las universidades, esto es, de las ciudades y villas.

La más conocida de esas cartas es la Carta Magna, obtenida del Rey Juan Sin Tierra de Inglaterra en 1215
por los barones, eclesiásticos y laicos, en la que se establecía garantías relativas a la libertad de la Iglesia y la
determinación de que los impuestos no podían ser recaudados sin el consentimiento del Consejo Común del
Reino. Se concedía perpetuamente todas las libertades para todos los hombres libres de Inglaterra, así como
a las ciudades, distritos y aldeas, y barones, el goce de sus privilegios, fueros y costumbres.

La Carta Magna era un instrumento jurídico-político, protector originario de las libertades públicas y civiles
(garantía de derechos fundamentales frente al poder real o público que tenía el rey y lo ejercía).

Era un conjunto de provisiones contra los abusos de las prerrogativas reales, reclamadas por los condes y
barones (señores feudales), la Iglesia y los hombres libres, categorías que formarían después al parlamento
(lores temporales, lores espirituales y comunes).

Según algunos, la Carta Magna protegió derechos o libertades preexistentes reconocidos en la Carta de
Enrique I (año 1100), la de Esteban (año 1136), la de Enrique II (año1154) y en las Constituciones de
Clarendon (año 1164).

Además, otros antecedentes los encontramos en el Estatuto de Tallagio non concedendo de 1306, “La
petición de Derechos” de 1628, que no se puede llamar concesión de derechos sino una verdadera
declaración y un triunfo del Parlamento integrado por los Lores y los Comunes.

Esta declaración es extensa y fundada en principios y en hechos (protege la libertad y seguridad personal, la
defensa de la propiedad frente al Poder público, se reivindicó el habeas corpus que ya existía en la Carta
Magna, se afirma también la libertad del domicilio.

En el proceso español, tenemos como antecedentes los fueros municipales (constituciones de alcance local),
las Cortes de la Edad Media, cuyo régimen representativo fue interrumpido primero por dinastía austriaca, en
1516; y la borbónica, después, en 1800, que implantaron un régimen de monarquía absoluta distinto al
tradicional español.

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La reacción constitucionalista en España se produjo como consecuencia de las ideas de la Revolución
Francesa. Fuera del Estatuto de Bayona, con el cual Napoléon quiso asentar en el trono de España a su
hermano José, puede decirse que la primera Constitución española, en sentido moderno, fue la de 1812,
sancionada por las Cortes de Cádiz, que mantuvo el régimen monárquico con Fernando VII.

Finalmente, el constitucionalismo como concepto más político que jurídico, quiere expresar la idea del estudio
histórico y crítico de las decisiones de las autoridades, o de las representaciones populares en función
Constituyente, sobre el establecimiento de principios de Gobierno y de normas relativas diversas, verbigracia:
cartas, estatutos, constituciones, etc.

Estas formas denotan el origen y los caracteres de los actos constitucionales, en los que la palabra
Constitución tiene actualmente un significado definido en el orden jurídico-político, pero también fuera de éste,
una acepción distinta que puede referirse al modo de actuar o proceder en las relaciones de convivencia y en
la conducta personal externa.

En los Estados actuales, democráticos y republicanos, la definición de Constitución es sustancialmente:


cuerpo de disposiciones fundamentales de Gobierno y enunciación de derechos y garantías, emanados de
Convenciones o Asambleas Constituyentes que en forma representativa expresan la soberanía del pueblo.

A lo largo de los siglos, los hechos políticos marcan avances que son índices del proceso constitucional,
desde la referida Carta Magna hasta hace tres o cuatro decenios, en que se produjeron modificaciones,
drásticas a un mayor ritmo que el que pareció estar establecido en el siglo XIX, que fue el siglo de las
Constituciones.

Desde las revoluciones de Inglaterra, de Francia y de Estados Unidos de América, hasta comienzos del siglo
XX, y luego los acontecimientos políticos ocurridos como consecuencia de la Primera Guerra Mundial (1914 –
1918), han dado cuerpo al constitucionalismo moderno como disciplina jurídica y hecho positivo.

El constitucionalismo no es una corriente meramente descriptiva, sino también es disciplina científica, de


fondo sociológico, en cuya órbita figuran los grandes problemas políticos de la hora presente. La materia
prima de esos problemas la forman varios conceptos o principios, algunos de ellos fundamentales, que no son
nuevos sino que han experimentado serias conmociones como la división de Poderes, su ejercicio armónico y
su consiguiente limitación, a fin de mantener el equilibrio institucional.

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Además, las causas que pueden debilitar no ya a los Poderes sino los derechos y garantías de los individuos,
pues estos derechos pueden ser y son, en efecto, desnaturalizados por la deformación o la interpretación
arbitraria de ciertos conceptos como el de orden público o el de la razón de Estado, que por ser políticos
pretenden librarse de la revisión jurisdiccional o por la invocación de la máxima salus populi suprema lex est
(La ley suprema es la salvación del pueblo), en la cual se introducen los postulados de la función social de la
propiedad, por ejemplo y otros. Luego, la expresión Estado de Derecho no interesa como fórmula sino por su
contenido, pues no basta que el Estado autolimite su potestad en reconocimiento del Derecho y las garantías
de los habitantes, sino que es necesario determinar el contenido de esa limitación.

Las garantías políticas sirven de relativa protección frente al Gobierno, pero las únicas garantías efectivas
para los derechos subjetivos, privados y públicos, son las jurisdiccionales, y más propiamente las judiciales,
en el supuesto de la efectiva independencia y autoridad moral, no formal, del Poder Judicial.

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