Debora Tajer Genero y Generaciones

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Revista de Estudios de Género.

La ventana
ISSN: 1405-9436
[email protected]
Universidad de Guadalajara
México

TAJER, DÉBORA
VARONES, MUJERES, GENERACIÓN Y GÉNERO EN EL TRABAJO EN SALUD MENTAL
Revista de Estudios de Género. La ventana, vol. II, núm. 16, 2002, pp. 57-77
Universidad de Guadalajara
Guadalajara, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=88432175005

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DÉBORA TAJER 57

VARONES, MUJERES,
GENERACIÓN Y GÉNERO EN EL
TRABAJO EN SALUD MENTAL
DÉBORA TAJER

Los estudios de género aplicados al campo de la


salud mental surgieron y han sido muy benéficos
para el trabajo con los malestares de las mujeres fundamen-
talmente de mediana edad, determinados por las condicio-
nes inequitativas de vida que sostiene el modelo patriarcal.
Su eficacia para conectar las condiciones de vida con la apa-
rición de problemas de salud mental sugirió la idea para al-
gunos/as profesionales de que pudiera ser útil para pensar
otras problemáticas relativas a los malestares que surgen como
efecto de vivir en sociedades patriarcales para otros gru-
pos etarios: niños/as, adolescentes, adultos/as jóvenes y ter-
cera edad.
Este artículo pretende contribuir al avance en tal camino,
para lo cual se presentan algunos aportes generales de la
articulación entre el género y las diferencias generacionales,
focalizando específicamente en lo referente al grupo poblacional
del cual más consulta clínica recibo en la actualidad que son
los y las adultos/as entre 25 y 40 años.
La elección de focalizar sobre este grupo etario se debe a
dos razones: la necesidad de sistematizar y transmitir a los y
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las colegas la experiencia de trabajo clínico con este grupo y


lo fecundo que resulta incorporar la perspectiva de género
en el trabajo en salud mental con los/as mismos/as. La se-
gunda razón es efecto de una inquietud que me han trans-
mitido los/as alumnos/as en el marco de mi práctica docente
universitaria.
Mi experiencia como docente en la cátedra Introducción a
los Estudios de Género de la Facultad de Psicología de la
Universidad de Buenos Aires, me ha permitido constatar que
la población estudiantil, que valora muy altamente esta asig-
natura, visualiza que la literatura vigente en este campo no
incluye su experiencia de vida. Esto nos permite identificar
que su experiencia aún es invisible para la perspectiva de género
en salud mental, lo cual amerita el menester de escribir para
sistematizar y compartir nuestro conocimiento al respecto.
El grupo poblacional, del cual se presentará información
fruto de la experiencia clínica, está conformado por adultos
jóvenes, mujeres y varones del sector urbano y predominan-
temente de clase media y media-alta.
La mayor parte de las problemáticas que traen como moti-
vo de consulta son efecto de la coexistencia de “lo nuevo” y
“lo viejo” con respecto al modo de conformar su identidad
adulta como varones y mujeres. Coexistencia que aparece de
forma sintomática y que es necesario que puedan desplegar
en el espacio terapéutico para conformar su modo particular
de ser varones y mujeres adultos/as.
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Suelen consultar cuando se dan cuenta de que, luego de


haber sido rebeldes durante mucho tiempo, sienten dificul-
tades para realizar con estilo propio los logros que les per-
mitirían asumirse como adultos. Por lo general, lo que reportan
es que se encuentran capturados reproduciendo modelos y/o
mandatos amorosos y laborales en los cuales no creen o por-
que se encuentran detenidos “viendo pasar los años” sin poder
construir un modo propio de amar y trabajar.
Cabe destacar, como caracterización general del histórico
social que les ha tocado transitar generacionalmente, que
estos sujetos fueron criados para trabajar y amar de manera
más democrática que la generación anterior; pero les toca
entrar en la vida adulta en un momento histórico en el cual
el trabajo escasea y casarse ya no es el único modelo posible
de vida afectiva madura y placentera.
El problema entonces se produce entre la identidad y los
valores adquiridos a muy temprana edad y el desarrollo de la
vida adulta en un sociohistórico en el cual las reglas han cambiado
muy aceleradamente en el marco de muy pocos años.
En este sociohistórico, la familia nuclear ya no es el único
modo valorado de vida compartida en términos afectivos. La
parte positiva de este cambio es que no sea ya compulsiva la
obligación de conformar “una familia” para ser considerado
un adulto sano. Los aspectos negativos son que, aun cuando los
valores hayan cambiado, al haber sido criados en este marco
familiar, se mantiene el anhelo de formarlo para sí, apare-
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ciendo contradicciones entre los valores y los anhelos que


son fuente de gran malestar.
En cuanto a los vínculos amorosos, el modo de cortejo de la
generación de los padres estaba basado en roles muy diferen-
ciados para varones y para mujeres. Se suponía que la mutua
atracción estaba basada en una gran diferencia entre varones
y mujeres. Lo masculino y lo femenino como mundos total-
mente diferenciables y complementarios con metáforas que lo
representaban: la media naranja, el anillo para el dedo, etc.
Por el contrario, para esta generación el cortejo y la atracción
están más basados en las afinidades y en las cosas en común
más que en las diferencias. Pero el modo anterior aparece por
debajo de las modalidades nuevas, sin diálogo y a veces como
fuerzas que tiran simultáneamente hacia modelos opuestos.
Éstos son puntos muy importantes de considerar para el
trabajo terapéutico desde una perspectiva de género y gene-
ración. Puesto que no sólo debemos estar atentos a cómo
estos/as sujetos/as procesan la equidad y las relaciones de
poder entre los géneros, sino a entender que los/as mismos/as
pueden no conformar una familia ni adquirir un trabajo es-
table y no por eso debe pensarse que son indicadores de su
incapacidad de producir y amar basándonos en los criterios
de una salud mental estructurada en los valores y posibilida-
des de un momento histórico anterior.
Asimismo, pueden evidenciarse en la actualidad modali-
dades a la inversa de las anteriores, en las cuales las eleccio-
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nes amorosas y laborales de muchos varones y mujeres de


esta generación siguen modelos más tradicionales y conser-
vadores que las opciones de la generación anterior de la pro-
pia familia. Estas elecciones producen rechazo en padres y
madres progresistas que han cargado a sus hijos con ideales
de lograr la democratización y equiparación entre los géne-
ros, anhelada por éstos para sí. Anhelo muchas veces no com-
partido ni apropiado como proyecto por los hijos e hijas.
Para seguir adentrándonos en lo específico del trabajo te-
rapéutico con perspectiva de género con este grupo poblacional,
he elegido como criterios orientadores de salud mental tres
ejes:

El modo de atravesar la confrontación


generacional (que para este grupo está fundamen-
talmente basada en el desasimiento de los padres y
el decidir o no ser padres).
El trabajo (o la capacidad de producir).
El amor (o la capacidad de disfrute y placer en
compañía).

LOS MODOS DE ATRAVESAR LA


CONFRONTACIÓN GENERACIONAL
El primer trabajo que debe realizar esta generación
es el desasimiento de la autoridad y los ideales
parentales. Desasirse de los padres permite establecer para
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sí un lugar en la cadena de las generaciones, lo cual permite


la posibilidad de incorporar lo recibido, valorar lo consegui-
do y componer la habilidad de dar y donar. Este paso es fun-
damental para poder elegir libremente ejercer o no la maternidad
o la paternidad, desligándolo del peso del mandato social
reproductivo para que pueda constituirse en una posibilidad
personal de dar, donar y transmitir valores.
Cabe destacar una dificultad específica de este periodo histórico
en desasirse de los padres, además del trabajo psíquico ne-
cesario para tal logro, dada la incertidumbre laboral. Para
muchos adultos jóvenes, el independizarse puede ponerlos
en riesgo de bajar de clase social, por lo cual el precio para
evitar el desclasamiento puede ser seguir siendo “hijo/a” por
mucho más tiempo que el deseado y posible.
Esta situación, sumada a que los conflictos generacionales con
los padres suelen ser más atenuados, implica que, al acentuarse
la exclusión social, el estar afuera de la familia se visualiza como
muy peligroso, por lo tanto la tentación de estos/as sujetos/as
para quedarse suele ser más grande que el estímulo para irse.
De todos modos es importante no confundir, tanto para la
promoción de salud como en el trabajo clínico, el fenómeno
del “alargamiento” de la estancia en la casa de los padres con
la dependencia de los mismos. Un/a adulto/a joven puede vivir
en la casa de los padres y no haber entrado nunca en una gue-
rra generacional y, al mismo tiempo, tener una subjetividad
sana y autónoma.
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Quizá se trate de un nuevo modo de atravesar el pasaje de


la adolescencia a la adultez, diferente al que describen los
manuales de psicología con los cuales nos hemos formado.
Estos/as sujetos/as necesitan simultáneamente reconocimiento
e independencia y esto puede adquirirse de varios modos,
no sólo confrontando. Necesitar el reconocimiento no quie-
re decir ser dependiente, sino en todo caso interdependiente.
Ser interdependiente conceptualizado no en términos de “sacarse
de encima al otro”, sino como participante activo/a en el mutuo
reconocimiento en el marco de las relaciones con el/la otro/a
(en este caso un/a otro/a de diferente generación), lo cual
hace necesario como criterio terapéutico que los/as profe-
sionales no decodifiquemos esta necesidad de reconocimiento
como dependencia, sino como una mutua necesidad de la
interrelación con el otro.
Éste es un punto de mira acerca del par autonomía-depen-
dencia que es muy importante de introducir en la interrelación
entre los estudios de género y la salud mental, uno de cuyos
objetivos fundamentales es abordar y desmontar el vínculo
psicológico entre el poderoso y el impotente. Se necesita cues-
tionar la lógica de la escisión que ese vínculo, efecto del pa-
triarcado, produce en los psiquismos de hombres y mujeres,
promoviendo el desarrollo de falsos dualismos, polarizacio-
nes, búsqueda de simple inversión de roles y confusión entre
situaciones de dependencia y de apego.
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Presentaré algunas de las problemáticas más comunes en


la relación madre-hija con la cual nos encontramos en esta
generación:

1. Las madres más tradicionales que aspiraban a


tener hijas que, aunque más modernizadas, fueran
igual de tradicionales que ellas. Estas madres por
lo general se encuentran sumamente perplejas,
defraudadas y avergonzadas por los cambios rela-
tivos a las vidas de sus hijas. Por lo tanto, parte de
la consulta con este tipo de mujeres se desarrolla
en términos de lograr la valorización de sus vidas,
partiendo como base de la desvalorización mater-
na. La paradoja que presentan estas pacientes es
que padecen un sufrimiento relativo a la desvalori-
zación por parte de sus madres, quienes, a su vez,
son desvalorizadas por estas jóvenes mujeres por
haber permanecido como tradicionales en un mo-
mento de aumento de la valorización social de las
mujeres modernizadas.
2. Las madres tradicionales que no tuvieron mayo-
res oportunidades pero que aspiraban a tener hijas
innovadoras parecidas a otras congéneres más de
avanzada, se sienten más contentas con los logros
de sus hijas, a quienes les han transmitido la com-
pleja herencia de “no seas como yo”. Este manda-
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to paradójico ha sido transmitido sin decir cómo se


puede ser alguien sin parecerse a nadie, por lo cual
parte del trabajo con estas jóvenes es encontrar
modelos de mujeres valorizadas por fuera de su familia
de origen para poder identificarse con ellas.
3. Las madres con prácticas más innovadoras han
posibilitado en términos generales una identifica-
ción con un modelo de mujer más valorizado. Los
conflictos de la generación más joven con este tipo
de madre suelen basarse fundamentalmente en los
casos de madres que se piensan excesivamente va-
liosas y exitosas y que no valoran en sus hijas nin-
gún tipo de proyecto de vida que no se asemeje al
propio. Éste es un punto importante de destacar
puesto que la perspectiva de género aplicada al trabajo
en salud mental con mujeres (y también con varo-
nes en su especificidad) no debe sólo promover la
posibilidad de las mujeres de acceder a mejores es-
pacios sociales, sino también promover la capaci-
dad de respetar y reconocer al otro/a en tanto diferente
y valioso/a más allá del espejo del propio anhelo.

En lo que concierne a los varones de este grupo y a los


padres de su mismo género, las problemáticas se centran en:
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1. La sensación de perplejidad de algunos de estos


padres varones que, habiendo intentado transmitir
un modelo de masculinidad ligado a los valores del
trabajo, el esfuerzo y la solidaridad, se encuentran
con hijos varones que en su proyecto laboral están
más regidos por anhelos de experiencias inmedia-
tas de poder y con una mayor preocupación por sí
mismos, al mismo tiempo que le otorgan muy poco
valor al cuidado de los demás, en términos de com-
pañerismo.
2. Se identifica en estos varones un anhelo de pre-
sencia y reconocimiento paterno. Demanda compren-
sible en términos de valores por sus padres, pero
difíciles de ejercer en experiencias concretas, pues
éstos han sido sociosubjetivados para un ejercicio
del rol paternal con predominio del valor de ser sostén
económico y de la distancia afectiva. Por lo tanto,
estos adultos jóvenes varones tienen dificultad para
la intimidad afectiva, en general, y, en particular,
con los varones.

Con respecto al segundo trabajo psíquico que nos plan-


teamos en este apartado, que es el concerniente a tomar la
decisión de ejercer (o no) la maternidad o la paternidad, para
las mujeres debemos poder dar un espacio específico a quie-
nes están muy cercanas al final de su capacidad reproductiva
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biológica para analizar si han podido revisar con detenimiento


cuál es el lugar que la maternidad ocupa en sus proyectos.
En el trabajo terapéutico con estas mujeres debemos ayu-
darles a diferenciar muy claramente si se trata de una elec-
ción personal de no-ejercicio de las posibilidades reproductivas
o si son hijas obedientes del mandato materno de “no seas
como yo” que hemos señalado con anterioridad.
Con respecto a los varones, se recomienda hacer hincapié en
contribuir a que puedan construir representaciones que les
permitan un tipo de ejercicio de la paternidad que no esté
basada fundamentalmente en ser el sostén económico, sino
poder complejizar la representación y práctica de ese rol para
incluir la cercanía afectiva y la presencia en la resolución de
las necesidades básicas y cotidianas de los/as hijos/as. Repre-
sentación que hay que ayudar a construir en el trabajo tera-
péutico, pues en su mayoría estos sujetos no las poseen como
bagaje puesto que no han podido extraerlas de la identifica-
ción con el ejercicio de la paternidad de sus propios padres.

EL TRABAJO (O LA CAPACIDAD
DE PRODUCIR)
Con respecto al trabajo, agrego a lo señalado ante-
riormente, que no es un área en que en la actuali-
dad sea posible adquirir identidad y focalizar en exclusividad
el desarrollo de la capacidad productiva y creativa ni para va-
rones ni para mujeres. Los varones han sido criados para ello
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y las mujeres para valorar esta área como un modo de adqui-


sición de autonomía, pero la situación actual no lo permite
por la reconversión del mercado de trabajo, de su forma de
organización y por la concentración económica que genera
grandes cantidades de excluidos del mundo del trabajo.
Esto tiene especial impacto en los varones por el peso que
tiene en la conformación de su identidad de género, puesto
que el trabajo está ligado a la adquisición de la masculinidad
social. Por lo tanto, el trabajo terapéutico específico que debe
hacerse con los varones de este grupo etario es ayudarlos a
constituir una identidad masculina que no esté excluyentemente
1
Este planteamiento de los efectos del quiebre
basada en torno a la figura de ser un
de la posibilidad de adquisición de una identidad
masculina en relación con un solo trabajo que
varón como igual a tener un solo tra-
otorga el ser, se puede encontrar identificado en
un trabajo mío anterior, escrito en los comienzos
bajo para toda la vida, 1 fundamen-
del proceso de reconversión económica-laboral
en el país (Tajer, 1992).
talmente por la dificultad para que
esto acontezca dado el tránsito que
se ha producido desde las posibilidades de inserción laboral
más estables a las actuales más “flexibles”. Y también cola-
borar a que reconozcan las posibilidades personales de par-
ticipar en actividades sociales o de bien público no consideradas
como específicamente laborales, pero que contribuyen al bien
común.
En lo referente a las mujeres, cabe señalar que las mismas,
por su pertenencia generacional, han sido incentivadas y
habilitadas tanto familiar como socialmente para conquistar
mayores grados de ciudadanía y de autonomía vía la adqui-
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sición de un trabajo estable. No obstante, se encuentran con


que el mundo laboral, al cual les está permitido ingresar a
diferencia de las mujeres de generaciones anteriores, valora
fundamentalmente las habilidades masculinas hegemónicas
y el modo de inserción concomitante de los varones en el
trabajo, ya que se mide el desempeño y la dedicación feme-
nina desde este patrón y se exige que demuestren que son
eficientes “a pesar” de ser mujeres; incluso se les incentiva a
que depongan desarrollar su vida privada, al exigirles dedi-
caciones incompatibles con el mantenimiento de una pareja
o una familia en los términos en que aún se les pide a las mu-
jeres desempeñar el rol que les permita sostener estos víncu-
los en nuestros países. Estas situaciones colocan a las mujeres
en conflictos con un alto costo para su salud mental y física.
Otro aspecto importante de visualizar en términos psico-
terapéuticos es la idea de que para que una mujer se desta-
que debe demostrar ser mejor que un varón para tener el
mismo puesto. Este empeño por ser mejor que un varón puede
ser parte de un terrible sometimiento al ideal paterno relati-
vo a la elección y al modo del ejercicio de una profesión. Ser
la niña mimada de papá hoy puede llevar a una mujer a una
“carrera loca” por llegar a un lugar más anhelado por el pa-
dre que por ella misma. Éste es un punto al que hay que
prestarle especial atención, pues podemos confundir el de-
recho de una mujer a tener ambiciones con casos en los cua-
les estamos más bien frente a la presencia de una mujer-niña
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empeñada en satisfacer las ambiciones de mamá y papá para


lograr ser la preferida.
Esta motivación de ser el niño mimado de mamá también
puede rastrearse como motivación inconsciente en muchos
varones que han elegido campos profesionales que poco tie-
nen que ver con sus afinidades personales y que muchas ve-
ces responden a “carreras” postergadas por sus propias madres
por razones de género y generación. Estas madres que han
soportado postergar para sí un anhelo de desarrollo han trans-
mitido a su hijo varón el mandato de reivindicarlas desarro-
llando “eso” que ellas no pudieron en el espacio de lo público.
Éste es un aspecto muy importante que debe tomarse en cuenta
en el trabajo terapéutico con estos varones, para promover
que puedan agenciarse de esa elección o que se permitan
efectuar una elección más sintónica con sus propios anhelos
personales.

AMOR (O LA CAPACIDAD DE GOCE Y


DISFRUTE EN COMPAÑÍA)
Con respecto al eje del amor, la información que se
presenta en este trabajo sólo se refiere a la diferen-
cia que existe entre los géneros para establecerse para sí la
posibilidad del amor heterosexual en tiempos de atenuación
de la asimetría entre los géneros.
Esta atenuación tiene como efecto que las mujeres de esta
generación (fundamentalmente las urbanas) no estén cons-
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cientes de las aún presentes diferencias jerárquicas entre los


géneros, precisamente porque les toca vivir en condiciones
sociohistóricas con un mayor nivel de equidad. Podemos se-
ñalar, entonces, que el amor es uno de los espacios privile-
giados en el cual advierten por primera vez que la equidad
entre los géneros es un largo camino todavía por transitar.
Estas mujeres sostienen una ilusión de igualdad, basada
en parte en el hecho de que muchos de sus padres varones
mantuvieron un doble código de oportunidades entre sus
esposas y sus hijas (Volnovich, 2000). Estas hijas estaban des-
tinadas al goce de oportunidades negadas a sus madres no
sólo cuando éstas tenían la misma edad, sino coexistiendo
las habilitaciones diferenciales en el mismo periodo históri-
co. Estas jóvenes han sido mujeres estimuladas para el éxito,
manejar automóviles, dormir en las casas con los novios, hablar
de política y fútbol (espacios masculinos por excelencia en la
región) y ser escuchadas.
De todos modos, esta nueva plasticidad del rol paterno
con respecto a las hijas mujeres ha coexistido con aspectos
de reafirmación de su diferencia con relación a las mujeres y,
por lo tanto, de desconocimiento de algunos de los atribu-
tos de agencia de sus hijas. El efecto en estas otrora niñas es
la existencia de dificultades de visualización de esta coexis-
tencia de reconocimiento/desconocimiento. Coexistencia que
aparece claramente cuando se ven envueltas en algunas si-
tuaciones amorosas, más ligadas al desconocimiento de ellas
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como sujetas por parte de sus parejas, que las coloca en con-
tradicción con la imagen valorizada que han forjado de sí
mismas.
A continuación se caracterizan algunas de estas situaciones:
Una primera situación que se nos presenta cotidianamente en la
consulta psicológica de jóvenes mujeres es que se encuentran
en vínculos que no las satisfacen y cuyo valor central es el de
estar acompañada, no importando con quien, pues necesitan
“tener novio” para sentirse valorizadas. Esto es porque parece
ser que cuando una mujer no está en pareja suele ser leído so-
cialmente y también por las consultantes como que no son me-
recedoras de amor. A lo anterior se suma que estos acompañantes
a veces actúan para esta mujer como objetos contrafóbicos, con-
cepto que utilizamos en psicología para definir lo que sería que
una persona actúe para otra como defendiéndola externamente
de cumplir las supuestas fantasías de desenfreno erótico que
acontecerían al circular por el espacio público sin compañía mas-
culina.
Cuando estas mujeres se perciben a sí mismas con esta
capacidad de sentirse atraídas fundamentalmente por la si-
tuación de estar acompañadas, sin poder elegir con quien,
advierten su falta de libertad con relación a sus elecciones y
eso las sumerge en una profunda insatisfacción y conflicto
con su autoestima.
Una segunda vicisitud que observamos es un tipo de elec-
ción amorosa, que algunos autores caracterizamos como
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“enamoramiento del héroe” (Tajer, 2000). Estos varones re-


presentan para la mujer los ideales de autonomía, desarrollo
y libertad que quiere para ella misma. Esta mujer está dis-
puesta a realizar actos de abnegación por estos hombres bajo
el lema de “su causa es mi causa”, en aras de asegurar el
triunfo y el poder del otro. Algunas de estas selecciones amorosas
frente a una lectura superficial podrían ilusoriamente carac-
terizarse como una elección de pareja entre pares semejantes
en pos de una misma causa. Mientras que, en realidad, mu-
chas veces suelen ser una variación dentro de las modalidades
del amor ligado al ideal, que es una de las formas del maso-
quismo psicológico (Benjamin, 1996).
Otra vicisitud que estamos registrando es la de algunas
mujeres que, frente a las dificultades y contradicciones entre
su aspiración de autonomía y la dependencia amorosa, deci-
den renunciar al amor posible de conseguirse en estos tiem-
pos. No confían en poder establecer vínculos gratificantes y
no quieren seguir sufriendo.
En cuanto a los varones de esta generación, no eligen ya
una mujer que no tenga un trabajo e intereses propios. Tam-
poco están dispuestos a cargar con el peso de ser el único
sostén económico y social de esa pareja y la futura familia.
Pero aun con todos estos cambios positivos, existen en los
varones muchas contradicciones basadas entre lo nuevo más
equitativo y lo viejo que es haber sido criados en una cultura
patriarcal.
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El síntoma en psicología es una expresión que nos puede


mostrar cómo dos ideas diferentes o contrarias establecen un
“acuerdo psicológico” para poder desarrollarse. En este caso,
un síntoma de lo nuevo y lo viejo en los varones al mismo
tiempo es lo que podríamos denominar “la pasión pigmaliónica”,
lo cual implica una fantasía de hacerse una mujer a su imagen
y semejanza. Esto es, que eligen amorosamente a una mujer
que trabaja y desea progresar, pero necesitan que este progre-
2
Este “más atrás” puede ser expresado a través so vaya siempre por lo menos un paso
de la inscripción en un oficio o profesión menos
valorada socialmente o perteneciendo a la atrás que el propio,2 para poder sen-
misma rama ocupacional, pero a condición de
que él esté ubicado en mejor posición o ganando tirse un caballero que pueda ofrecer
más dinero, entre otras cosas.
su mano a la dama para “saltar el char-
co” o salir del fango enseñándole “las verdades de la vida”. Se
ven obligados a demostrar que son más que una mujer para
no sentir que dejan de ser hombres, que es uno de los miedos
que más los asusta. Si un hombre siente que pierde su mascu-
linidad caracterizada en términos de ser más y de dominio de
la situación, siente que va a desaparecer como persona, lo cual
es motivo de grandes angustias.
Esto es muy doloroso para los varones porque, a diferen-
cia de las generaciones precedentes, casi ninguno piensa hoy
de verdad que las mujeres son inferiores sólo por el hecho de
ser mujeres; pero necesitan mostrar así su superioridad so-
cial para poder mantenerse deseantes y disfrutar de estar
acompañados sin sentir que desaparecen como personas.
DÉBORA TAJER 75

De todos modos, resulta importante señalar que existen


diferencias en esta generación que describo con relación a
reconocerse enamorados, en el modo de hablar del otro, en
los derechos que se le suponen al otro y en recuperar la pa-
reja como una posibilidad válida de disfrute mutuo sin te-
mer el convertirse en una pertenencia del otro.
A modo de conclusión, podemos señalar que este trabajo
intenta dar luz sobre algunos aspectos específicos para el
trabajo en salud mental con perspectiva de género, focalizando
en un grupo generacional que ha sido muy poco estudiado
desde esta visión. Esto nos convoca a utilizar la categoría
género de un modo flexible para que nos permita captar el
modo específico del histórico-social en el cual los/as sujetos/as
han adquirido su identidad genérica y su modo particular de
anudamiento o desanudamiento del deseo al poder (Fernández,
1993).
También es posible considerar en términos más amplios
que el trabajo presenta algunas contribuciones para la tarea
psicoterapéutica con varones y mujeres en general, desde una
perspectiva de una salud mental propositiva que pueda con-
tribuir a andar los caminos que puedan llevarnos a ser suje-
tos/as más democráticos/as, libres y felices en esta tierra y en
este instante, como diría el poeta.
76 LA VENTANA, NÚM. 16 / 2002

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