Vivante 1959 Parafrasis A Un Tema Decorativo Mochica

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 33

I. Antecedentes: 1, g_Jueg0 0 escritura mochicas?

· 2, Sintesis de
una polémica - 3, La 0pini6n de 0tr0s autores - 4, Qué se investigara
en este estudio - 5, Perfeccionar las formulaciones iniciales - 6, L0s
cinc0 temas que se analizarén. II. La llamada bolsita: 7, Un artefacto
0 representacién singular - 8. C6m0 10 interpreta R. Larco Hoyle - 9.
N0 se trata de un m.0del0 1i·nic0 - 10, Ejemplares aberrantes - ll, B01
sitas en la pintura nazca — 12, La ic0n0grafia de Baessler - 13, Una
representacién b0tellif0rme - 14, LFTrasquit0 de llipta; chuspita? - 15,
Diversas interrpretaciones - 16, El parejhara guarani - 17, El analisis
de J. Alcina Franeh - 18, Resumen de 10s significados pr0puest0s - 19,
Ccnclusiones. III. gTenian los pallares valores ordinales y cardinales?
20, g_Pallares ordinales y cardinales? - 21, J ueg0s de azar y numeracién
22, Combinaciones c0n val0r numérico - 23, Tantos y dad0s - 24, Las
semillas dados. IV. Personajes enmuscaradosz 25, Figuras z00m0rfas
26, Personajes sin mascaras - 27_ Seres humanos - 28, Hombres dis
frazados - 29. Uniformes, segun R. Larc0 H0yle — 30, Seres simb6lic0s,
segém R. Larc0 H0yle — 31, Seres miticos, segén G. Kutscher - 32,
Sshamanes, segun J. Alcina Franch - 33, Trajes rituales. V. Lax parejas
que se enfrentan: 34, Las parejas de la lamina XXIII - 35, L0s intér
pretes no las consideran - 36, Interpretacién de R. Larc0 Hoyle - 37,
Dificultad sin resolver — 38, Interpretacién de A. Vivante - 39, Rein
terpretacién - 40, Antecedentes figurativos sacr0s - 41, E1 patolli. VI.
Las figuras colocadas en hilera: 42, L0s personajes que c0rren en hi
lera - 43, R. Larc0 Hoyle l0s considera mensajeros - 44, Otras aprecia
ciones - 45, El estudio de G. Kutseher - 46, Su exp0sici6n: carreras
rituales - 47, E1 trabajo de K. Hissink — 48. Comqpetencias agrarias
49, Integracién de temas: parejas y corredores - 50, Una reconstruc
cién probable. VII: Bibliografia.

345
1—Emilia Romero fué la primera autora que haya adelantado la
hipotesis de que ciertas escenas pintadas sobre los ceramios mochicas
reproducen escenas de juego (53), especialmente el de la apaytalla des
cripto por Morua (47, t. II, 177). A este proposito E. Romero publica
como prueba de su aserto la misma figura que ilustra R. Larco Hoyle.
Luego fué Armando Vivante quien —ir1dependientemente del tra
ba]o de E. Romero— sostuvo la misma tesis, ampliandola con pruebas
extraidas de los Cronistas, de la arqueologia, de la etnografia y del folk
lore. E1 primer trabajo de Vivante (62) a la vez de sostener que cier
tas escenas de los ceramios mochicas ilustraban un juego de propositos
culticos, trataba, subsidiariamente, la inexistencia, en esa esplendorosa
cultura preincaica de la costa, de un sistema de escritura en base a pa
llares "pictografiados". El material mochica utilizado por Vivante era
extraido del segundo tomo de la obra "Los Mochicas" de Rafael Larco
Hoyle (30).
El sefior R. Larco Hoyle —quien en seguida vio que, en cierto modo,
ese trabajo desautorizaba un capitulo integro (30, t. II, c. V) de su fu
tura obra sobre los mochicas proyectada en ocho tomos——- respondio
defiendo su teoria acerca de un sistema de escritura que habria existido
entre los mochicas Asi comenzo una serie de trabajos por parte de R.
Larco Hoyle y A. Vivante en la cual ambos autoreg trataron de fun
damentar mejor sus respectivos puntos de vista. Benigno Martinez So
ler resumio (40) los trabajos producidos por ambos, agregando algunos
antecedentes y la opinion de otros especialistas que, posteriormente, se
refirieron de paso al mismo tema.

2—Conviene recordar, a modo de sintesis de la polémica susci


tada, que Larco Hoyle sostiene la existencia entre los antiguos mochicas
de una clase de escritura mediante el empleo de pallares (Rhaseolus lu
natus, L.) cuyas cuticulas eran alteradas intencionadamente ("pictogra—
fiadas") y que, luego de ordenados segun cierta convencién, podian
leerse; consecuencia de esto es el reconocimiento por parte de R. Larco
Hoyle de una compleja "instituci6n" dedicada al labrado, transporte y
descifrado de los textos-pallares. La prueba iconografica por excelencia
de esta teoria la sefnala en una tipica serie de figuras que embellecen los
ceramios mochicas: grupos en filas de mensajeros zoomorfos corriendo
con las bolsitas que llevan los pallares y grupos de parejas, la mayoria

346
también zoomorfa, cuando no interviene la misma divinidad, dedicadas
al desciframiento de los mensajes. Las figuras zoomorfas son simbolicas;
los jarrones, con numerosos pallares pintados, son textos, "narraciones
de la interesante historia Mochica" (30, t. II, 120). En el desarrollo pos
terior que R. Larco Hoyle diera a su tesis (31 a 34) vincula direc
tamente las escrituras mayas y mochica, aunque para facilitar y hacer
mas persuasiva su demostracion corte y trunque las figuras dibujadas
en los ceramios y olvide el significado elemental y clasico de los glifos
de los Codices. A. Vivante toma las mismas escenas mochicas y las con
templa como representacion de un juego que subsiste en el folklore de
toda América; un juego de adultos con caracter adivinatorio. Luego per
fecciono esta tesis vfendo en esas escenas un juego cu=ltual, que incluso
aparece mas pristino y puramente religioso en el Fresco del Templo de la
Agricultura de Teotihucan. Los pallares son fichas; los personajes zoo
mnrfos son hombres con trajes rituales. El acto liturgico, mantico y pro
piciatorio de intencién agraria se transforma. finalmente, en puro juego,
al perder toda su intencionalidad y sustancia magico—religiosa y sobrevivir
en el esqueleto descarnado de su liturgia y parafemalia.

3. —Los pocos autores que se han ocupado de este tema no son


unénimes en la opinion. Es de observarse, no obstante, que los autores
més autorizados no son favorables a la hipétesis de R. Larco Hoyle, asi
Horlcheimer (17, 9-10, nota 9), Métraux, (43), Muelle (54), Rowe (54),
Sacchetti (56) y Kutscher (26); en cambio, dilectantes como Bouroncle
(1], 37-38), Sola (58, 139) o Marban Escobar (39, 125) la mencionan
como si se tratara de algo ya demostrado y aceptado. Lamentable es la
conducta de otros especialistas que sin estar en posesion de todos los
elementos de la discusion se dejan arrastrar por la sugestion de la teoria
y su poderosa posibilidad publicitaria y la presentan sin ningun escolio
critico (1).
John Howland Rowe le dedica unas lineas en su trabajo "A new
(2*
pottery style from department of Piura, Peru"
J. H. Rowe considera ingeniosa la teoria de R. Larco Hoyle, pero
1e encuentra serias dificultades como ser, por ejemplo, que se haya
exhumado un solo ejemplar de pallar con serias de marcas intenciona
das; ademas -y esto no es ya tan decisivo— le pareoe que son esca

Por ejemplo W. C. Bermetf, 7, 611 ss.


Brevcmenre, Vivante se ocupé de él en 68 y reprodujo el interesanrisimo tema
figurarivo del vaso.

347
sos los pallares dibujados sobre cada ceramio m,ochica como para ob
tener de los mismos un sentido verbal. Recuerda como un hecho pa
ralelo para 1lustrar los dibujos. la inclinacion de los indios de la sierra
y de la costa a toda clase de augurios y que en base a esto podria in
terpretarsc los dos hombres del ceramio De Vault dedicados a tareas
adivinatorias con porotos de color. J. C. Muelle toca el tema de paso
al rescnar el trabajo recién aludido (48).
Su opinion es que, probablemente, se trate de un juego de azar (3);
en este supuesto y teniendo en cucnta algunas de las voces emplea
das en el juego (pisca, pin,co; chunca, diez) supone que no serira
extraiio que los pallares tuvieran marcas artificiales o naturales que
representasen cantidades, ba.ndas o partidos (ver § 21). J. C. Muelle
no lleva mas a fondo su analisis porque su principal preocupacién
es la de tipiucar estilisticamente el vaso publicado por kowe. D_ Ed
gurd Ibarra Grasso, muy de sesgo considera este asunto (18, 19) y,
sm negar la posibilidad de que hubiera existido un sistema de escri
tura parecido a la que Moisés Bertoni atribuia a los guarani W, reco
noce que "a1gunos de los dibujos de los vasos rcprcsentados por Hoyle,
parecen representar mas bien un juego". La impontancia de estas bre
ves lineas reside en el hecho fudamental de distinguir dos custiones
quc Larco Hoyle y Vivante —y con ellos todos los demas— confun··
dian en una sola: cl tema de la escritura y el juego. Els posible com
prcnder ahora que si las publicaciones de Vivante pueden invalidar
las pruebas de Larco Hoyle respecto a la existencia de una escritura
mochica, nada dicen en cuanto a la posibilidad hipotética de que exista.
dicha escritura y, en caso de que existiera tenga que ser mediante pa
llares. Wendell C. Bennett —sin ninguna noticia aparente de la discu
sién suscitada— dedica unas pocas lineas acriticas a la teoria (hoy
liana (7, 611 s) con la misma superficialidad que el mismo "Hand
book" (37) dara acogida a la teoria de Larco Hoyle respaldandola

]. C. Muelle no dcscarta, absolutamente, que los mochicas pudieran usar los


pallares como medic mnemotécnico en la transmisién desus mensajes: "Por subjetivo
que esto sea —-escribe, 48, 278-—· cabe denrro de lo posihle", pero no parece.‘inc.li-.
narse a que la ilustracién del vaso esrudiado por Rowe constituya una prueba afirma
tiva en ese sentido.

Véanse Moirér S. Bertoni, "Resumen de prehisroria y protohistoria dc los paises


guaranies"; Asuncion, _]. E. O'Leary, 1914; p. 53 ss. V. Caride-A. Vivume, "IAS Cbrdu·
nicuiones entre los rupi-guarani" en ·Revista Geogréfica Americana-, NV 101, P
75, Buenos Aires, l942.

348
con su enorme poder de difusion editorial y la autoridad cientifica de
muchos de sus colaboradores *5% J. C. Bouroncle (11) da por perfec
tamente demostrado lo que el mismo Larco Hoyle procura demostrar
y agrega que solo "fa1ta descifrar esa escritura" (p. 38). Es natural
que Larco Hoyle acoja amgpliamente el texto de Bouroncle e, incluso,
lo transcriba en parte; lo unico lamentable es que las pruebas que
aduce Bouroncle sean de caraoter folklorico y se refieran, precisa
mente, a juegos. De distinto modo hay que apreciar la posicion asu
mida por José Alcina Franc·h, idoneo en materias americanisticas; en
su "Nota acerca de la escritura mochica con pa11ares" (3) se ocupa
exclusivamente del posible significado de un objeto que muchas figu
ras mochicas llevan en la mano, y cuyos detalles se veran mas ade
lante en acaipite aparte (§ 7 y sigs.). La lectura de éste y de otros dos
trzxbajos debidos a su pluma (1, 2), estos ultimos mas felices, hacen
sospeohar que su adhesion a la tesis de una escritura mochica no ha
sido atentamente pensada. Se dice esto porque sus atrayentes obser
vaciones al caracter shamanico de los personajes y a que las esoenas
eolectivas no representan mensajeros sino bailarines rituales, inducen
a esperar que si hubiera conducido con la misma perspicacia y erudi
cion el analisis de las pruebas hoylianas sobre una escritura mochica,
su parecer podria haber sido otro. Es de esperar que el Prof. J. Al
cina Franch retome el tema y publique algo al respecto. Luis E. Val
ccircel, en uno de los tomitos dedicados por el Instituto Panamericano
dc Geografia e Historia a un "Programa de Historia de América" (60)
no resiste a la idea de que no existiera una escritura preincaica (6) —idea
que, por otra parte, es psicologicamente justificable— y compromete
su opinion en una formula tan vaga como la siguiente "[debio existir]
alguna forma de escritura ideografica en asociacion con figuras de
mensajeros" (ver pags_ 59 y 73). Pedro Armillas, en su comentario
al "Programa" (5) dice lo siguiente: "Otros autores consideran los
frijoles labrados encontrados en la costa norte y sus representaciones

La misma actitud superficial asumio la Sociedad Argentina de Antropolaogh


cuando dio cabida en el tomo IV de sus "Re1aciomes" al trabajo de R. Lzmco HOJ'l€i
(34) tan bella y sugestivamente ilustrado como carente de pruebas de cualquier na
turaleza.

R. [4rco Hoyle afirrna explicitamente que existio esta escritura (35). En otro
lugar (30, 85) confiesa que "muy duro fué para nosotros, desde el principio, resxg
namos a pensar lo mismo [la falta de escritura entre los antiguos perunnos (A\V.)]
respecto de la Civilizacion Mochim".

349
epintadas en la cerémica moohica como ideogramas usados posiblemen
.te con fines adivinatorios, pero no como testimonio de un verdadero
sistema de escritura; en el arte de la cultura Paracas-Necropolis de 1a
costa sur y mas tarde en el estilo de Tiahu·anaco se usaron como ele
mentos decorativos simbolos semejantes a los frijoles pintados de la
ceramia mochica. Mi opinion personal es que la representacion de
ideograrnas aislados no constituyen un sistema de escritura y en conse
cuencia que los testimoniog aducidos hasta ahora no son prueba sufi
ciente sobre la escritura americana preincaica" (pag. 12),

4—Seré conveniente para lograr mayor precision y claridad de


los futuros es·tudios, fijar el tema esencial que se investiga; esta aclara
cion previa es necesaria porque desde el mismo principio de estos
analisis hubo cierta confusion. En efecto, el seior Rafael Larco Hoyle
dedicaba un capitulo integro de su extensa obra "Los Moohicas" (t.
II, c. V) a la demostracion de la existencia de la escritura entre los
portadores de esa vieja cultura costeiia, para ello, entre otras pruebas
de su supuesto acerto reproducia unas escenas entresecadas de las
decoraciones de los ceramios en donde aparecian ya los "mensajeros"
llevando las bolsitas con los pallares "pictografiados", ya parejas en
frascadas en la ordenacion y lectura de los mensajes. Por su parte Ar
mando Vivante, en su primer articulo (62) no tenia por tema central
la cuestion de la realidad o no de la escritura mochica sino considerar

si las escenas en donde aparecian las aludidas parejas no representa


rian mas bien competidores en un juego agrario—adivinatorio que ha
bria sobrevivido etnografica y folkloricamente. Ahora bien, Vivante
se cxcedia a veces del tema y trataba la cuestion de la escritura y Larco
Hoyle, por su lado —en las respuestas a las objeciones—, se empeiiaba
en no considerar como principal el tema del juego en los pasajes cues
tiouados y solo se dedicaba a defender la existencia de la presunta es
critura mochica y todas las derivaciones con ella implicadas. Es evidente
la imposibilidad de tratar un tema restringido sin sus contextos, pero la
economia de un trabajo o serie de trabajos requiere mas adherencia al
asunto central planteado. En el caso concreto que se considera ia situa
cion siguio la siguiente suerte. Vivante se cifno cada vez mas al tema
del juego y Larco Hoyle al de la escritura y si esto, por un lado, alejaba
toda posibilidad de entendimiento entre ambos, por el otro les permitio
profundizar sus respectivos temas, librandolos de gangas. Al volver,
ahora, a rctomar el analisis de algunas de las figuras mochicas se apro

350
vecharé la experiencia adquirida durante la breve polémica y, desde el
principio, se plantea el proposito de este trabajo: profundizar la inter
pretacion de las figuras que corren con una "bolsita" en la mano y de
las que estan sentadas en parejas, es decir, enfrenténdose dos individuos
que tienen en sus manos sendos haces de palillos y, entre los dos, se
levantan monticulos de arena con pallares. Debe reconocerse que la
cuestion de la existencia 0 no de la escritura, con todo lo que tenga de
importante y apasionador, no interesara aqui directamente; por consi
guiente, las referencias que se consignan sobre l·a misma son subsidia
rias y solo utiles a los fines del asunto central del tema.

5 —La investigacion sucesiva, realizada criticamente, permite per


feccionar las formulaciones iniciales y es lo que sucede en esta oportu
nidad. En el trabajo de 1949 (71, 281) se decia, a modo de conclusion,
que era "casi seguro que las representaciones mochicas representan jue
gos que conservan todavia los vetustos propositos magico-agrarios";
ahora es aconsejable suprimir la palabra "juego" —por equivoca— y
reconocer en las escenas examinadas auténticos actos rituales, momen
t0s litrirgicos, inspirados por preocupaciones de magia adivinatoria y
propiciatoria de intencién agraria. Asi y todo, hay que reconocer que
en esas escenas esencialmente religiosas —como las que aiparecen en el
famoso fresco del Templo de la Agricultura de Teotihuacan y en otros
ejem5p1os— estdn las raices de una interesante familia de juegos con fi
chas y tablero que, a través de un venerable proceso de alteracion y
lavado, que elimina o transfigura complicados pasajes colticos oficiados
por sacerdotes y acolitos, concluyen en el sencillo y folklorico "anoho"
del noroeste argentino o en el vistoso ludo que todavia luce la reliquia
de la esvéstica y de los colores templarios.
6—Cinco cuestiones se considerarén en este estudio: I) signifi
cado del artefacto que llevan las figuritas que corren o danzan, II) Si
los pallares pudieron tener o no distintos valores ordinales y cardinales,
III) Si los personajes en cuestion, incluyendo los grupos en parejas, lu
ces caretas y aditamentos zoomorfos o solo tienen un sentido simbolico,
IV) Si las figuras que se enfrentan en parejas, con pallares y un mon
ticulo de arena y empuriando un manojo de palillos, estan dedicadag a
un quehacer cniltico-propiciatorio y V) Si las figuras colocadas en hilera
llevando un artefacto en la mano estan relacionadas con un juego dei
tipo de "competencia" para favorecer la fertilizacion en general. En su
lugar se vera (§ 49) que los puntos IV y V constituyen una sola cosa.

351
7-A p0c0 que se contemple una de las series de figuritas mo
dhicas llamara la atencién una muy atrayente en la que aparecen perso
najes en fila llevando en la mano un 0bjet0 singular. L0 mas comiin
es que 10 empuien con la mano izquierda que esta ligeramente levan
tada_ Examinando una buena cantidad de l0s mismos, tal cual los repre
senté el arte mochica, se distinguen d0s elementos p0c0 menos que in
variables: a) su plastica subglobular 0 periforme por debajo de la mano
y b) los d0s apéndices que se asoman por encima de la misma. E1 pri
mer elemento (a) varia bastante en sus pr0p0rci0nes y en su mayor
0 menor gl0bul0sidad; siempre es unilineal sin representacién alguna en
su superficie. En p0c0s ejemplares —c0n referencia a 10s publicados
aparecen d0s lineas paralelas inferioreg en relacién a la mano cerrada.
En el supuesto que se tratara de una b0lsita 0 de un peiiuelo atado p0r
sus puntas estas lineas podrian ser d0s vueltas visibles del c0rdel que
los cine. En el Segundo elementc (b) las variaciones son relativamente
muchas: apéndices hemilunares, de muy distintos tamaiios y 0rientad0s
hacia el mism0 lad0, uno y 0tr0; divergentes, casi c0nfundid0s 0 sepa
rados, reipresentadcs cada unc por una s0la linea 0 p0r un trazo doble.
L0 mas comfm es que terminen en punta aguda. En algunog ejemplares
se ve un s0l0 apéndice; a veces, un0 arriba de la mano y el 0tr0 abaj0 (
En un ejemplar l0s apéndices uni y bilineales salen de entre 10s de
dos, paralelos e i-nclinados. Segun R. Larc0 H0yle (30, 90) las "largas
puntas" —cuand0 existen, debe agregarse— habrian facilitado a 10s
mensajeros "pasarles de una mano a 0tra c0n presteza", c0m0 en una
ininterrumpida carrera de postas.

8 —Desde un principio R. Larc0 H0yle intrpreté esas figuracio


nes c0m0 "b0lsitas" (29, 48) "que servian a 10s mochicas para portar
pallares" (30, 90). Arsimismc, en la c0lecci0n de C. A. R0a con 0bjet0s
procedentes de la Hacienda Santa Clara, en el Valle de Santa, pud0 se
parar "una serie de bolsas hechas de cuero curtido de llama en f0·rma n0
c0n0cida y en magnifico estado de c0nservaci6n. Est0s 0bjet0s consis
ten en un fragmento de piel que ha sido cuidadosamente d0blad0 ni mas
ni men0s que 10s papeles que se usan en la filtracién de los pr0duct0s
quimicos. Las bolsas llevan en un0 de sus extremos un c0rd6n la1·g0
hermosamente tejido que servia para atar el en-v0lt0ri0" (30, 121 y fig.
Iconogmfta; 30, liminas xx y xxii; 33, 96; 24, xm lim. H; 6. pwim

352
187). Ademas, R. Larco Hoyle publica un atrayente conjunto de vasos
en donde un zorro con cuerpo humano tendria entre las mano; “'la bolsa
de pallares" *8*.

9—Si se examina con un poco de detenimiento las piezag exhi


bidas por R. Larco Hoyle no es posible reducirlas a un solo tipo; las
pintadas son en extremo variadas y algunos ejemplares francamente son
aberrantes. Las bolsitas modeladas en vasos antropozoomorfos son de
un modelo muy distinto y mas bien recuerdan chuspas para coca. Por
tiltimo, las piezas exhumadas en el Valle de Santa en ningun momento
son parangonables a las "bolsitas" pintadas: atadas hacia la boca nun
ca pudieron presentar la fonmacion bifida superior que, con sus varian
tes, dibujo el artista mochica. Esta formacion bifida es la que mas ha
dado que hacer a los intérpretes y es la que. precisamente, seria impo
sibl·e senalar en las piezas de la ex coleccion C. A. Roa y publicadas
por R. Larco Hoyle (30, 123, fig. 187).

10—Un vaso keroide publicado por R. Larco Hoyle (32, 98)


luce, en su cara interior, hacia la parte acampanulada y visible de la
boca, tres figuras aladas y enmascaradas, una detras de otra, llevando
sendos ejemplares del artefacto en cuestion. Conviene comentar aparte
esta representacion porque dentro de la iconografia inmediata de que
se dispone es la (mica que lo representa como si fuera un largo tubo
o estuche flexible, de extremos afinados; este tubo esta replegado sobre
si mismo en sus dos cuartos centrales, encorvandose libremente por los
extremos opuestos y a cada lado, los dos cuartos distales, respectiva
mente. Se puede tener una idea de esta figura si se piensa en una gran
letra S de imprenta aplastada por el medio. Estos ejemplares pueden
ser considerados aberrantes y nada tienen que los aproxime a las bol
sitas de la ex coleccion C. A., Roa ni con las chuspas de los ceramios
antropozoomorfos. En carnbio podria pensarse que se trataren de la
tigos y ver a los corredores como flagelantes; surge esta posibilidad de
los analisis de Kutscher en el estudio de la Dra. Karin Hissink (1951),
segnin se vera mas adelante (§§ 15 y 47). La importancia de identificar
como corredores 0 bailarines con latigos a los personajes del vaso citado
consiste en que obliga a ver con otros ojos todas las supuestas repre
sentaciones mochicas de "mensajeros". (Figura 1).

Iconografia: 30, 118, fig. 182 (aqui es un felino), p. 122, fig. 186 (aqui S¢
trata de un hombre); 32 [apartado], 8. 9.

353
11—R. Larco Hoyle también trae a colacion unas bolsitas pin
tadas SObI'C C€I`3ITllOS 1’1aZC3s y qU€ le 1'€CU€1'dE1l’1 otros €j€1’l'lpl3I'CS vistos
por él en el Museo de Lima, Peru, conteniendo colorantes. Naturalmen—
te, esto no prueba nada ya que las tierras de color siempre fueron de
amplio empleo entre los pueblos primitivos.

LB7%
• (• IT
• [• (•
• (• Lt

EM ·

·/•l•l;Q(fJil1\\4·i
O wm

?$§\ ·

FIGURA 1 — Tema de un ceramio mochica en donde puede verse la forma singular


del artefacto que llevan en la mano; en nada se parecen a las llamadas "bolsitas" de
la ex-coleccién C. A. Roca, Lseran létigos de flagelacién, hondas rituales?

12—Examinado la iconografia publicada por Baessler (6, I, fig.


196) —examinada aqui en el detalle que interesa— se ve que la prime
ra figura de guerrero lleva en la mano una honda tejida provista de
un proyectil esférico. En la misma obra de Baessler (6, I, lam. 46) la
tercera figura de la primera fila (9) lleva en la mano algo que recuerda
la honda de referencia, incluso con su proyectil esférico. R. Larco Hoyle
(30, 98) interpreta la figura de este guerrero como si fuera "un men
S3j€r0 ideulizado" llevando algo "muy parecido al pallar”, es d€Cll', S6

En conjumo son sei; personajes alados disrribuidos en dos bandas.

354
trataria de una bolsita mostrando por transparencia un pallar-mensaje.
En otra representacion (33, 5) dos figuras de guerreros parcoen llevar
hondas en la misma mano que sostiene el escudo y los dardos. Lo mas
plausible no es asimilar las hondas con las llamadas bolsitas. Si bien
a veces algunos ejemplares pueden ser perfectamente hondas e, incluso,
estar asociados a pasajes de esos "cam·peonatos agrarios" bien conoci
dos por los etnélogos y etnografos, la mayoria de los artefactos no pa
recen serlo y, en mas de un caso, la su·puesta esferucula proyectil puede
ser muy bien la abertura que se forma entre los extremos de un paiio
cuadrado, atado y utilizado a guisa de canasta 0 bolsa.

13—En esta busqueda de analogias que podrian iluminar este


primer punto del tema, vale la pena detenerse en otra figura reprodu
cida por Baessler (6, I, lam. 47, fig. 214) y copiada de un vaso de Tru
jillo. Alli, en una escena de evidente sentido ritual compuesta por dos
seres de traje y mascara ornitomorfos y tres soldados, aparecen unas
representaciones botelliformes que, por un apéndice que llevan a la ar
tura del gollete, hacen recordar a bolsitas con su cordel de cierre_ En
el conjunto de la escena que podria ser parte final de carreras o bailes
ceremoniales. las representaciones botelliformes aludidas podrian ser los
recipien-tes que llevaban los personajes alados. LLlevaran, en este caso,
agua o bebida estimulante? Baessler ilustra otros ejemplos en los cua
les esta figura es un recipiente para beb`da (6, II, figs, 227, 228 y 269)
y, por lo tanto, conviene rechazar la idea ·de compararla con el arte
facto que se investiga aqui. Aquél es de forma definida, rigida y cons
tante, bien conocido por otras representaciones figuradas y modeladas;
éste, variable, irregular y sin réplicas modeladas.

l4—La supuesta bolsita esta intimamente asociada a la serie de


personajes en hilera en actitud de correr o bailar y, por lo comun, cada
uno de ellos llevando uno. En el caso de que fueran, en efecto, corre
dores o bailarines, moviéndose en amplios escenarios desérticos, no des
entonaria que llevazran su bolsita de coca y su frasquito de llipta. LSera,
entonces, una u otro? Los antecedentes y correlaciones son en favor de
la primera. Vasijas de Nazca y Moche testifican en este sentido. pero,
como dicen Yacovleff y Herrera (73, 297), aun sin estos testimonios
indirectos del uso de la coca, se conoce el frecuente hallazgo, en las se
pulturas, de las bolsitas llenas de sus hojas y, ambos autores,_s_ef1a1an
ejemplares que se hallan en el Museo de Lima, Peru, con dimensiones
355
promedias de 32 X 15 cm. El arqueologo argentino E. Casanova (9,
451, fig. 25) publico una de estas bolsitas "coqueras" de unos 20 cm
aproximadamente, hallada arqueologicamente en Sorcuyo, provincia de
Jujuy. No obstante estos datos propicios, hay una razén importante que
no hace recomendable la equiparacion. De acuerdo al testimonio de
la ceramica, la bolsita "coquera" tendria que ser una verdader-a y cla
sica chuspita que no se llevaba en la mano sino colgada del hombro,
a la bandolera 0 de modo parecido. El hallazgo del tipo publicado por
E. Casanova parece ser propio de la ofrenda o ajuar p6stum.o. De cual
quier modo, la hipétesis de que sean bolsitag "coqueras" del tipo de
Sorcuyo o de panos utilizados a modo de tales, no es la mas conve
niente, sobre todo por el contexto de las mismas ilustraciones.

15—Baessler los supone bolsas (6, I, lam. 44, fig. 210; lam. 45,
fig. 212) o algo semejante a tijeras de [podar; J. A. Joycee (24 113) co
mo tijeras, espigas u hojas; G. Kutscher (26, 246) como un "emblema
singular", pero también sugiere (16, fig. 2, pp. 117 y 120) que se tra
te de una tela cuadrangular, como se ve desplegada en una figura mo
chica, dentro de la cual y a modo de bolsa, el corredor ritual llevase
la ofrenda de pallares en su esforzada marcha de competencia agraria
propiciatoria. La suposicion de Joyce de que fueran espigas esta abo
nada, por lo menos, por otra representacion publicada por R. Larco
Hoyle (30, 106, fig. 176) en donde cada una de las figuras lleva en la
10)
mano algo asi como una rama con hojas *

16—Aunque en otro trabajo se hablara de la llamada bolsita


mensaje del correo guarani 0 parejhara de Bertoni, es util recordar que
se llamaria asi al corredor o correo indio que llevaba el mensaje com
puesto por pequenos objetos en una bolsita de cuero. Sea cual fuere
la autenticidad de este sistema d·e escritura, seria forzado colocar al pa
rejham al lado de la serie de personajes antropozoomorfos mochicas.

17—José Alcina Franch es el unico americanista que dedica un

10
"Manojos", dice R. Larco Hoyle, viendo ya "una nueva modalidad del mensaje";
también le parece que sean "unos objetos cuya forma se asemeja al espinazo de ufl
pez" (30, 113). Si se admitiera que algunos empunan latigos (§ 10) para flagelar
no habria dificultad para admitir, dentro de la misma idea funcional, que orros lleva
ran ramas con espirras o cordeles con objetos duros y cortantes anudados. Ademas, nada
repugna a que fueran simples espigas u otros fruros. G. Kutncher (26, 248) hablu dc
IIHIHS df algarrobo.

356
trabajo para dilucidar la naturaleza y funcion de esos "objetos", como
provisoriamente los llamara. "Que tales objetog fuesen bolsas para con
tener pallares —escribe (3, 267 s.)— nos parecio, al principio, buena,
aunque saltaba a la vista un detalle al parecer de importancia en estas su
puestas bolsas. con su parte abultada bajo la mano que las aprisiona,
no terminaban como normalmente debieran hacerlo —mucho mas te
niendo en cuenta el caracter naturalista del arte mochica (2, 512 y
514)- en una prolongacién unica por la parte superior de la mano,
que representaria la boca de la bolsa, sino en dos prolongaciones sepa
radas, completamente independientes y terminadas en puntas" *11*. Li
neas mas adelante continua: "Actualmente, si bien no podemos estar
absolutamente seguros, dado que la nuestra es también una nueva ex
plicacién hipotética, creemos que tales objetos no son bolsas, sino pa
1'iuelos 0 telas de significacion dudosa, como veremos a continuaci6n"
Su demostracion fundamental se basa en la figura de un grupo de dan
zarines coloniales, precisamente de Trujillo, disfrazados y mimetizando
animales y que llevan cada uno en la mano panuelos que remedan per
fectamente los "objetos" mochicas en cuestion. Bien lo dice J. Alcina
Franch que "es curioso observar como en lineas generales es el mismo
objeto el re-presentado en la cronica mochica y el de las danzas diecio
chescas de Martines Compaf16n" (3, 270). Pero surge una dificultad que
reconoce lealmente: mientras en los mochicas la parte redondeada del
“objeto" esta siempre por debajo de la mano U2), en los danzarines
coloniales esta constantemente al revés, es decir, hacia arriba". Y agrega:
"N0 podemos da-r ninguna explicacion satisfactoria del momento.
(3, 270). La dificultad no queda resuelta y por lo tanto. no es posible
sostener la analogia, aparentemente seductora_ No obstante, su llamada
de atencion sobre esas viejas laminas de gran valor folklorico prove
nientes de suwpervivencias en el mismo Trujillo, su justa aproxi-macion
de las mismas a las representaciones mochicas y el planteo de que estas
illtimas tengan caracter shamanico (1**), de que no vea la necesidad de
que los correos vayan corriendo en grupos y que los vasos decorados

U
Ya ha sido senanado (§ 7) las variaciones que representa el dibujo de estos
apéudices y que son mas que la iinica sefialada por ]. Alcina Fnmcb. Basce, por ejemplo,
ver las tres representaciones distintas en el mismo vaso publicado por R. [Arco Hoyle
(30, lam. XXII).
12
No tiene en cuenta, por ejemplo, I0 que hemos llarnhdo modelo abermnte•
ver § 10.
13 No se trata, evidentemente, de un plameo original ni inédito.
357
representen shamanes danzando con sendos paftuelos rituales, parecen
constituir un conjunto de razonamientos de primera calidad, como se
vera mas adelante (§ 42 y ss.). La iconografia que cita y, en parte
reproduce, proviene de un manuscrito del siglo xvm, editado en 1936
y que sirvi6 de tema para varias com-unicaciones de Manuel Ballesteros
Gaibrois (1*).

18—Resumiendo este m,anojo de interpretaciones se tiene la si


guiente lista:
bolsitas (con mensajes tipo parejhura, tipo chuspa, tipo nazquense
con colores, con lhojag de coca), pafiuelo 0 tela (a modo de ata
do, para danza shamanica), recipiente (para bebida, para llipta),
rnanojo de hojas, honda (guerrera 0 ritual), tijera podadora, hojas
cortantes, emblema, latigo de flagelacién.

19—Cerrand0 esta coleccién de opiniones es aconsejable inclinar


se por la suposicién de que sean telas oonteniendo semillas o frutos que
llevan, en carrera de competencia, corredores escogidos para ese unico
fin. Algunos ejemplares parecen ser ramas u otras partes vegetales o
bien latigos u hondas; podria ser que, a veces, las ra-mas se utilizaran
para flagelar. El significado de esas carreras, la meta de las mismas, la
eircunstancia de que lleven semillas 0 frutos 0 que empuflen instrumen
tos de flagelacién, etc., son cuestiones conexas que se veran mas ade
lante (§ 45 y sigs.) y que. como contextos, sostendran la tesis que aqui
se desarrolla y que, por otra parte, no es totalmente original.

III—LTENIAN LOS PALLARES VALORES ORDINALES Y CARDINALES?

20—R. Larco Hoyle ensefia que si. Admite que los pallares in
cididos a propésito con determinados signos representan nfnmeros e ideas
1*
Manuel Ballerteror Gaibroir, "Un manuscrito colonial del siglo XVIII. Su
interés etnogréfico", en ·J0urnal de Ia Société de Américanistes de Paris-, n. se., vol.
27, pp. 145-173; Paris 1935. Del mirmo, "Datos de interés arqueolégico en una fuente
casi desccmocida", en •Trabajos Cientificos del XXVI Congr. Intern. de Amer.-, Se
villa 1935; vol. I, pp. 74-81; Madrid 1948. Balmmr Jaime Martinez Comparion, ·T¤u
jillo del Perri a fines del siglo XVIII. Dibujos y acuarelas que mandé a hacer el obispo
don B. J. M. C.-; edicién y prélogo de ]e:1i.r Dominguez Bordoru; Madrid 1936.
(Citas de J. A. F.), Udo Oberon, •I.a obra del obispo don Baltasar Jaime Marrllnez
Companon, como fuente para la arqueologia del Peru septentrional-; edicién del Inst.
Gonz. Fernémdez de Oviedo; Madrid 1954, Apud •Zeitz. E. Ethnol.-, 1957, p. 308.

358
(30, 119). Al referirse al ejernplar de pallar que reproduce en sus 15
minas XXVI y XXVII —y que considera un espécimen prototipico—
supone que una cara rica en incisiones tenia valor ideologico, mientras
la otra, menos incidida, representaba algun guarismo de la nurneracion
mochica (30, 120-121). Ahora bien, concluye en el lugar citado: "A
base de estos numeros se hacian agrupaciones en las rejillag (15* hasta
lograr dar unidad al contenido del mensaje". Por ahora ninguna prueba
iconografica ni documento apoyan la su-posicion de que cada pallar en
cuesti6n lleve por un lado un simbolo numérico que sirva para ubicar,
dentro del conjunto de piezas, el texto ideologico que luciria del otro
lado, "como si (los modhicas) quisieran a base de ellog (los ordinales)
engarzar las sentencias" (30, 113). Ademas no deja de ser una pura
suposicion que el anverso lleve inscripciones o sefiales de carécter ideo
logicos y el reverso de carécter ordenativo.

21 —J. C. Muelle recuerda, oportunamente, que "los juegos de


azar y los sistemas de numeracion estén estrechamente ligados" (48,
278) y, de esta suerte, que los pallares tuvieron marcas artificiales de
significacion numérica_ Ya se cit6 (ver § 3) la relacion que existe en
tre algunos nombres quechuas de juegog y el nombre de cantidades:
pisca, cinco; chunca, diez; guayro, huayruro, uno (?). En otro lugar A.
Vivante, luego de transcribir el siguiente texto de Garcilaso de la Vega:
"Para decir juguemos dicen chuncasun, que en rigor de propia signifi
caci6n podda decir contemos por dieces o por numeros, que es jugar"
(II, 14), propuso la posible relacion suka < chuncan (64, 276). Es evi
dente que con estos datos no se puede ir muy lejos. Por ejemplo, la
existencia del juego llamado pisca no involucra que un pallar determi
nado valga cinco o l-leve un signo o marca convencional de cinco. Otro
tanto se puede decir respecto al juego llamado chuncara, en este caso
el primer hoyo 0 "casa", como dice Cobo (IV, 228) es el que vale diez.

22—Parece razonable suponer con H. Horkheimer (17, 9, n. 9)


que si ·el pallar sirvio como ficha de juego, entonces las diferentes cons
telaciones formadas con las mismas hubieran podido tener un signifi

15
La cuestién de las "rejillas" constituyé uno de los aguffe: de R. Zurco Hoyk.
En los distintos trabajos de A. Vivante se ve el progresivo esclarecimientode su sig
rnificado. En realidad las llamadas rejillas nada tienen de tales. lPronto se vio que emn
palitos 0 `tablitas con valor de dados homologables a los del Juké chaqueio 0 equiva
lentes a multiples de las camtidades sefialadas u obtenidas en el cunso del juego con
semillas. Consultese, principalmente 68, 27-33.

359
cado numérico. Visto asi, el valor numérico resultaria del modo de
caer sobre el suelo una cantidad determinada de pallares y no del pallar
iridependientemente; es decir que la figura determinada por anversos
daba también un valor determinado. Esto se ve c-laramente en el sukd
ohaqueho (66, 213-216) en donde, por ejem¤plo, si caen 4 caras con
vexas la constelacién vale 4; si 4 céncavas. 2; si 2 convexas y 2 cén
cavas, 1, etcétera.

23—La dificultad esta en determinar con rigor, referente a las


figuras mochicas cuestionadas, Lcual es la funcién de los pallares y cual
la de los palitos? Vivante, en su articulo "Un antiguo juego peruano"
ya citado (68, 27-33), se inclina por la funcién de "palitos-tantos", va
liendo los pallares como "dados-constelaciones" y se basa, principalmen
te, en el paralelo etnografico del juego araucano llamado en maipuche
awarkuden o amuica entre los pampas de A. Guinard (65). Todavia
no se esta en condicién de emitir un juicio definitivo. Los ejemplos de
hechos paralelos pueden abonar una u otra suposicién: a) "palitos-tar1
tos" y "dados (pallares)-constelacior1es" 0, b) "palitos-constelaciones"
y "pallares-fichas"

24—Si no obstante se quisiera tener una hipétesis de trabajo po


dria partirse de la suposicién que la prioridad pertenece a la conjetura
a. Em otro estudios (71, 269-308) al ensayar la exégesis del tema cen
tral del fresco del Templo de la Agricultura de Teotihuacén (p. 287
y sigs.) y averiguar la probable genealogia de las fichas de juegos (p.
288 y sigs.) y su relacion funcional con las piedrecillas coloreadas del
Aziliense (p. 294 y sigs.), se pudo ver que las semillas y sus equiva
lentes son las que se arrojan sobre el tablero (representacién micro
césmica) para adivinar el futuro de acuerdo a la figura (constelacién)
que se haya formado. Lo mas probable es que los palitos se agregaran
después, ya con una u otra funcién. El desplazamiento de las fun
ciones de uno a otro artefacto seria una artemativa que habria que es
tudiar aparte.

IV — PERs0NAJEs ENMASCARADOS

25—Un somero examen de las figuritas mochicas permitira dis


tinguir el rostro y apédices zoomorfos de la mayoria de las mismas. Las
representaciones mas comunes son de félidos, canidos y cérvidos, a los

360
que debemos agregar insectos, miriapodos y aves. La iconografia es
abundante y no hace falta sefia-larla. Ademas, se trata de un llamativo
conjunto de detalles que aparecen en escenas independientes de las
en particular se investigan aqui.

26 — Algunas veces los personajes presentan el rostro desnudo; cla.


ro que en estos casos no se puede decir con seguridad que no sean ca
retas, que bien lo pudieran ser mimetizando héroes 0 antepasados.

27 — De cualquier modo, y a veces incluso bajo la exuberencia de


apéndices zoomorfos, siempre se revela, con claridad, la predominante
forma humana: torso, brazos, piernas, asi como en las proporciones, la
dinamica del conjunto, etc.

28 —Al mismo examen sulperficial se hace evidente que, en todos


los casos, se trata de cuerpos ·humanos con aditamentos zoomorficos.
En algunos casos, como los reproducidos por R. Larco Hoyle, (30, lam.
XXI y XXV) el disfraz cubre casi todo el cuerpo, al estilo de las figu
raciones que se conocen en el arte de Paracas (16) y a las de los mis
mos mochicas cuando aparecen, por ejemplo, hombres disfrazados de
pallares con un traje que los envuelve desde la cabeza hasta los pies.
Esto ya lo senalo muy claramente J. Alcina Franch (§ 32). En todos
los casos se trata de disfraces en el sentido etnografico del término.

29 —R. Larco Hoyle no admite este punto de vista. Cuando se re


fiere a los personajes que corren en fila los distingue como mensajeros
uniformados y, de acuerdo a la indumentaria, los clasifica en mensaje
ros guerreros, mensajeros religiosos, mensajeros civiles y mensajeros gu
bernamentales (32, 93).

30—Pero, este mismo autor al considerar escenas en las cuales


los personajes l·levan disfraces distintos, dice: econociendo el gran sim
bolismo mochica (1*) que Hemos advertido ya en muchas escenas de
indole diversa a la que tratamos, bien pronto pudi-mos cercioramos de
que Jos personajes con caracteres de aves eran los "mensajeros" a quie
16
Véase, por eiemplo, 71, pp. 298-299, figs. 13 y 14.
17
Sobre este punto del "simb0lismo" y de la inconveniencia de cmplear un tér
mino de alcances tan amplios y limires ran ambiguos, véase 92, 300-301.

36]:
nes los artistas modhicas habian querido caracterizar en tal forma por
tratarse de hombres tan veloces como los pajaros; y aquéllos que apa
recen con el cuerpo de un miriapodo, demostraban la gran rapidez de
la carrera y la multiplicidad de los pies en el servicio: efectivamente te
nian cien pies para desarrollar las velocidades que ·l0s casos requerian.
Y este simbolismo no solo ha ido a representar al "mensajero" diurno
por aves de raudo vuelo que se representan en el dia hendiendo los es
pacios, sino también han querido simbolizar a los "mensajeros" noctur
nos, representados por lechuzas. . .» (30, 90 y 94). No es necesario ob
jetar una interpretacion semejante que se vale de un método basado en
un simbolismo superficial y grosero.

31 —G. Kutscher (26, p.e., 250) sostiene la tesis de que se trate


de seres miticos. Los demonios se agregan a los corredores en su mar
cha por el desierto hacia el tem·plo de una probable diosa lunar. Asi
concilia la representacion sistematica de corredores zoomorficos y otros
simplemente humanos. Naturalmente rcchaza la idea de que sean men
sajeros por la senci·lla razon de que los chimii no tenian escritura (26,
250). Mas adelante (§ 33) se encararé la tesis de G. Kutscher sobre
este punto, tesis que, por otra parte, ya habia adelantado E. Seler en
1915 —citado por J. Alcina Franch (2, 513 y nota)— aunque sin gene
ralizarla.

32—En 1947, 1949 y 1951 se ocuipo J. Alcina Franch de estas


figuritas disfrazadas. Las considera representaciones de shamanes, perso
najes propios de una religion totemista. Sin dificultad reconoce las masca
ras que lucen, y cuando el disfraz cubre casi todo el cuerpo advierte que
siempre se ven emerger los miembros -del ser humano que, indudablemen
te, hay debajo (2, 514). Una ·cita de Garcilaso (18) y la documentacion
extraida de la ceramica lo llevan a considerar la religion mochica como
de tipo totémico y esta suposicion se complementa al encontrarse con los
sacerdotes-shamanes tan bien representados en las decoraciones. Que esas
figuritas con rostros y apéndices de animales sean shamanes con trajes
ceremoniales o rituales lo demuestra en base a tres pruebas. Primera:
que lleven méscaras y aditamentos animalescos que nunca logran velar
la naturaleza humana del portador. Segundo: a que el arte mochica es

18 Com. Real., lX y X.

362
por excelencia realista y copio fielmente escenas reales lm', de ahi
"que representaban a los shamanes y sacerdotes con sus caracteristicos
disfraces de dioses 0 demonios, es decir, tal y como los solian ver en
la plaza del poblado, en su funcién de oficiantes religi0sos" (2, 514).
Y tercero: por el caracter de las escenas ritualisticas de conjunto de
tipo totémico (2, 515). De acuerdo a este enfoque exegético, en donde
R. Larco Hoyle solo ve recursos simbolicos para representar la astucia,
la rapidez, etc., en relacién a la superagrupacién de los mensajeros, I.
Alcina Franch simplemente clasifica categorias de shamanes, como sha
manes pajaros, shaman-es felinos, shamanes peces, dhamanes cangrejos,
shamanes serpientes y shamanes habichuelas (2, 524).

33 — A. Vivante, en 1949 (71, 269-308) escribia: "Las culturas


preincaicas de la Costa, especialmente las culturas Mochica y Paracas,
representan, en su arte figurativo, interesantisimos especimenes de seres
enmascarados, con caretas y trajes que, sin dificultad, pueden interpre
tarse como rituales y ceremoniales. Means (41, 341) y Montell (46,
104) interpretan esas figuras como la de hombres disfrazados de ani
males. Aqui conviene hacer una aclaracion que a menudo no se hace:
los personajes disfrazados pueden representar, a veces, a los seres mi
ticos, pero no son los seres miticos mismos como se suele pretender
(20)
En todo caso, si llegan a ser esos seres miticos lo son en tanto
que los personajes disfrazados participan de ellos (21). Son los hechi
ceros, los sacerdotes, los grandes personajes disfrazados y las victimas
los que encarn-an al ser mitico 0 llevan sus emblemas". En efecto, pa
rece dificil que el primitivo haya representado su mundo mitico par
tiendo del material que le diera su conoepcién abstracta (22); por el
contrario, es mas facil admitir que sus representaciones parten de l
mimesis de las mismas, es decir, de su dramatizacién, de su liturgia,
de su parafernalia. La consecuencia de esto es lo siguiente: toda figu
racién mitica es, por excelencia, una representacién de algo real, de la
vida misma, incluso de la vida cotidiana.

19 Esta. observacién la formula claramente Ph. Aimwortb Mean: en 1917; véase


la cita bibliogréfica en el § 33 que sigue.
20 Como recién se vié en G. Kutrcber, 26.
21 _ Esta ultima aclaracién, fundamental, la formula F. Aloha Fnmcb, si bien cle4
jando su tesis demasiado rigida y unilateral.
22 No se entrara en este estudio a considerar lu fucmtes intimas mik0P¤Yéd€¤$
que la escucla psicoanalitica —-ortodoxa y heter0doxa— investiga como complejo
némicos dg los estratos profnndos e insospechados del alma humana.

363
34-—Dentr0 Ce la serie homogénea de dibujos moohicas que ve
nimos considerando se ve, con cierta frecuenoia, la representacién de dos
personajes, en·mascarados 0 no, pero siempre de atuendo distinguido,
enfrentandose, sentados en cuclillas, recostados 0 en actitud semejante
y, al parecer, dedicados a una misma tarea, a un quehacer que com
parten y en el que figuran pallares y palitos. Adcmas, es comnin que en
tre los personajes aparezca un monticulo arenoso, muy bien convencio
nalizado, sobre el cual aparecen los porotos en cuestién 0 ya enterrados
y como viéndose por transparencia. Un ejemplo excelente de todo lo
que se viene describiendo es la hermosa lamina XXIII publicada por
R. Larco Hoylecn el segundo tomo de "L0s M0chicas" (30, frente p
98). Otros modelos interesantes pueden verse en el trabajo publicado
por Vivante en "Revista Geografica Americana" (68» 57ss.).

35—La literatura conocida no m-enciona, en particular, este tipo


de escena; considera los trajes, las bolsitas, el caracter de los persona
jes, la circunstancia de que corran 0 bailen, etc., pero nunca un intento
de interpretacién de las parejas. Salvo R. Larco Hoyle y A. Vivante,
por razones obvias, nadie se preocu.p6 de ellos. Veremos qué dicen es
tos dos autores

36—R. Larco Hoyle lo consideré, en un principio, "c0m0 una


escena agricola de encolcamiento de gran0s" (30, 102), luego, bajo la
deslumbrante suposicion de la existencia de un sistema de escritura y
de su correspondiente organizacién de funcionarios dedicados a escri
birla, transportarla a los diversos lugares distantes y leerla, describe la
escena de la citada lamina XXIII como una preciosa representacién de
la institucién de escribas y mensajeros mochicas (30, 102-110): "En
esta pictografia —escribe— haria falta unicamente el ciempiés, de sig
nificacién ya conocida, para completar el maravilloso simbolismo del
engranaje de una institucién tan destacada y cuyos servicios han sido
valiosisimos"

37—La principal objecién a tal interpretacién de la lamina la


presento Vivante desde un principio (62, 309) de la siguiente manera:
Lpor qué debian aparecer siempre en parejas? Todas las representacio
nes que se conocen alrededor de este tema es invariable que presen
ten parejas en la cual un personaje esta enfrente del otro y los pallares
364
y el monticulo arenoso entre los dos. Esta objecion no ha sido desata
da correctamente ni mucho menos y R. Larco Hoyle recién ge entero
de su existencia (33, 13) despuég que J. Imbelloni (21, 225) la volviera
a destacar. Con todo, la solucion que propone R. Larco Hoyle por pue
ril no vale la pena repetirla.

38—A. Vivante, en todos sus trabajos anteriores insistio en la


idea de que las parejas eran parejas de jugadores: la actitud de los per
sonajes, las semillas y los palitos, etc., le parecian de un realismo in
discutible en cl sentido indicado. Etn su trabajo publicado en Tucuman
(71, 300) decia asi: "El arte mochica, representando parejas de juga
dores con pallares, es la imica documentacion que conozcamos hasta
ahora que registre escenas ludicas con participantes enmascarados. Alli
todavia se puede sorprender el momento de transicion, cuando la tarea
adivinatoria sacerdotal deja de serlo para devenir juego" y remite, a
continuacion, a la mencionada lamina XXIII del tomo II de "Los Mo
chicas".

39—De acuerdo al estado actual de la exégesis conviene retornar


el texto transcripto para reajustarlo_ Realmente, ahora, nada autoriza a
senalar esas escenas como escenas de "transici6n", lo cual pudo decirse
una vez cuando las conjeturas viables se justificaban como pasos pru
dentes sobre un terreno desconocido. Hoy, mejor es presumir que sim
plemente representan a los sacerdotes en plena tarea de adivinar y pro
piciar activamente la germinacién (23*; que los sacerdotes —o los que
en caracter de tales estan ahi— maniobran con plena parafernalia den
tro de una liturgia de magia activa, seiialandose —es0 si- que el rito
y su instrumental contienen evidentemente, todos los elementos forma
les y psicolégicos para transmutarse en un juego, cuando las circuns
tanciag histéricas y sociales lo favorezcan.

40—La pareja mochica tiene sus analogas en documentos de in


dole sacra de Améri-ca indigena pre y poshispanicos. En el trabajo pu
blicado en Tucuman (71, 278-281) Vivante intenté reunir algunos y
relacionarlos por sus rasgos formalcs y funcionales. En el Codex Bor
bonicus, la divina pareja Oxomoco y Cipactonal, la vieja diosa sortilega
23
En el § 50 de este trabajo se vera el contexto de esta afirrnaci6~n. Asi, aislad
como suficiente, no parece muy légica, pero una vez presentado el sentido total dc
esta serie de figuraciones, la escena particular cle las parejas cobraré todo el sign
que le correspoude dentro de un conjunto mas amplio y congruente.
365
deja caer sobre la estera nueve maices que saltan de una caja. Oxomoco
y Cipaetonal recuerdan a Iqmucané e Ixpiyacoc del "P0p01-Vuh" (24)
0 a la escena més reciente registrada en el Codex Magliabecchi en don
de se repite la pareja profana y la divina arrojando sobre la estera dieci
siete semillas bicolores al lado de una imagen divina, y que por més
de un rasgo lleva a pensar en uno de 10s temas de "El Cuadro de las
Ofrendas" del Templo de la Agricultura de Teotihuacén, en el Valle
de México. Las se-millag conservan esa funcién méntica como lo de
muestra un largo testimonio de Cronistas (25) y datos de naturaleza emo
gréfica y folklérica (26).

41—En el sentido de estos pzirrafos es una buena ilustracién el


juego mexicano llamado patolli, representado en el Cédice Florentino
y en el Cédice Magliabecchi y por el cro-nista Durén (27). Muy bien
resume F. Ortiz (49, 608s.) que este juego debié de ser un rito mégico
y adivinatorio relacionado con la agricultura y la fecundidad, segiin
éstas eran influenciadas por los fenémenos césmicos, y que por este ca
récter fué perseguido por los espaiioles. El anélisis del sukd chaquefio,
en sus formas menos corrompidas, muestra su intencionadidad mégica y
propiciatoria alrededor de una preocupacién econémico-agraria.

v1—LAs FIGURAS COLOCADAS EN HILERA

42—Entre 10s temas decorativos mochicas considerados aqui ‘y


que invitan al anélisis, son dos los esenciales: las parejas que se en
frentan y los personajes que aparecen colocados unos a continuacién de
otros en actitud de correr, bailar 0 saltar, etc., llevando sendas bolsitas
-0, a veces, otros objet0s— en la mano. Visto el primer tema, consi
dérese, ahora, el segundo.

43 —R. Larco Hoyle, teniendo como pauta de su exegesis la te0—


ria de la existencia de una escritura mochica y de una institucién a ella
consagrada, légicamente interpreta esas figuras como "grup0s de men
2*
Cf. version de A. Reclnox, 51. 87.
26
10, I, 48s.; 44, 21; 50, 32-33; 57, 187; 60, 152-153, etc.
2•
4, 193; 14, 62; 20, 425-6; 45, 13; 52, 20»23, etc.
27
12, "Atlas", lém. II, f. az Véase Jacquex Souxtalie, "La vida couidiana de los
azteczs en visperas de la conquista", versién espafiola. dc Carlos Villega, Ed. F. C. E.,
México 1955, figs. 52 Y 53; 62, 308-309.

366
sajeros". Ya en su nota general de 1937 (29, 48) reconoce la existencia
de una organizacion mochica de mensajeros llamados chasquiscuen (7).
En su obra fundamental (30, 89 s.) se pregunta: "LQuiéneg eran, pues,
estos personajes. .. Se trataba, indudablemente, de los antiguos men
sajeros 0 pr0pi0s"_ En 1942 (32, 95) los detalla mas a fondo y repro
duce, redibujados, los implementos cefalicos que los distinguiria entre
si. E. Seler —segun G. Kutscher (26, 246)— también los consideraba
mensajcros.

[ fx

W is ·£~ ° lx .5 °r` _f» kc 0 °• ' yi H. ] I


_\ N

` °‘
a. Jie
699

· \"`;

vv ` QI _.-·i).?° Ah l
·"`.:\°A»•"•
»·`:¤`

FIGURA 2 — Otro tema desplegado de un vasg mochica, publicado por T. A. Joyce


24} en donde aparece un numero par de corredores con trajes rituales totémicos; estén
en actitud de carrera llevando sendas bolsitas 0 pafnuelos conteniendo sernillas 0 fru
tos, etc. E3 de inferirse —c0m0 se explica. en el text0— que se disputan la llegada
a un lugar importante previamente senalado para que la prueba agonistica continue cn
manos de sacerdotes, acolitos 0 quizés de las misrnas divinidades encarnadas.

44—T. A. Joyce (23, 154 y 24, 113) los describe como bailari
nes ceremoniales en mimesis totémica (24, 117). Ph. Ainsworth Means
(42, 77 y 79) habla de la ejecucion de una prolija danza ceremonial
realizada por hombres enmascarados. Heinz Lehmann (38, passim) de
carreras de guerreros con caretas. Seguin G. Kutscher (26, 247) y KL
Hissink (16, 116), Baessler, al describir sus viejas laminas considera
que son escenas de un festival en el_cua1 aparecen hombres que se per
siguen rapidamente.

367
45- En el XXIX Congreso Internacional de Americanistas, cele
brado en Nueva York (1949), Gerdt Kutscher presento su original tra·
bajo titulado "Carreras rituales entre lo-s antiguos chi·mu" (26), que dice
bastante con su sola enunciacién. Salvo mejor informacion, es la pri
mera vez que el tema es tratado con esa amplitud y sustentando la tesis
que se pasa a resumir.

46- Redhaza la idea de que ge trate de chasquis porque no se ve


la necesidad de que corrieran en gmpos (28). Tampoco acepta la pe
regrina ocunencia de que la sucesién de figuras indique el movimiento
de un mismo personaje. Por ultimo, supone que la teoria de R. Larco

QEXAM

3§•

V ' $ f - lal Hl¥%

FIGURA 3 —Tema mochica publicado por G. Kutscher y reproducido por K. Hissink


(ver bibliografia): se observa un final de la carrera ritual-agonistica, la llegacla de
los campeones clénicog, un pano desplegado con dog pallares, un supuesto acélito con
honda ritual y el sacerdote 0 divinidad sobre un pedestal, trono 0 plataforma.

Hoyle cae por su base porque los chimu, en comfin con otros pueblos
pcruanos, no poscycron cscrituras. Considcra como aproximacién mas
adecuada la suposicion dc Baessler y Lehmann y examina, especialmen
te, el jarron 520 de la Coleccién Wassermann-San Blas citada (1938) :
en la decoracion de esta pieza aparecen los conocidos corredores con
la bolsita en un tema que se desarrolla a lo largo de una banda espi
ralada que culmina en la cfispide del ceramio y en donde se halla la
plastica de un edificio identificado como un templo pi·ra·midal_ No cree
29*
que sc trate dc una simple marcha atlética. Cita, luego, a K. T. Préuss *
2**
Esta objecién la sustenté, también, ]. Alpina Fmncb, 3, 270.
2**
Konrad T. Preuxr, "Sport's unter den cingcborenen Arnerikas" en A. Mallwitz
Y H- Mlhill (Ed.), "Das Miiseum fur Leibensubungen", Berlin 1930; PP- 5559

368
y a R, Benedict *30* y trae a colacion apropiados ejemplos etnograficos
de América del Norte, en donde aparecen carreras realizadas con el fin
de asegurar la fertilidad de la tierra. A esto agrega las carreras de ferti
lidad de la region diaguita argentina *3** y la preciosa noticia conserva
da por el obispo Villagomes arcerca de la festividad denominada acatay
mita *32*. Ahora bien, la asociacion de estos pasajes con el pallar se debe
a su importancia en la alimentacion en el antiguo Chimu. La conclusion
después del desarrollo escueto y preciso de los argumentos— es la si
guiente: son carreras de fertilizacion que culm.inaban en un templo de
dicado a la divinidad lunar vinculada al desarrollo de los frutos (25).

47 — Es de gran importancia el trabajo publicado por la Dra. Ka


rin Hissink en "Paideuma" (16) que eg un comentario enriquecido de
las ideas expuestas por G. Kutscher. Sefiala en la ceramica mochica re
presentacioncs de carreras, juegos y luchas de competencia en rclacién
a ceremonias —a veces cruenta (flagelaciones, golpes, etc.)- de ferti
lidad, germinacion y maduracion de los frutos de la tierra. Estas prue
bas magicas y ceremoniales, seguramente periodicas, se articulan con
principios propios del status cultural de las dos clases etnograficas y
sus normas de orientacion geografica réplicas de una topografia del
"mas alla". La Dra. K. Hissink reproduce la fundamental lamina XXIII
de "L0s Moohicas" (t. II) de R. Larco Hoyle y se remite ampliamente
al clasico sukd chaquefio. Por ultimo, llama la atencién sobre la posi
ble ubicacion de este y otros elementos en el plano de una "cotradi—
ci6n" en el terreno cultural centroandino, documentable en sus obras
artisticas (33).

30
Ruth Benedict, "Paterns of Culture", New York, Pinguin Books, Inc., 1946.
31
Todavia no estudiadas en la Argentina y que, seguramente, guardan relaction
con la fiesta del Cbiqui del Noroeste; ver final nota 32.
32
Véase Dr. D. Pedro de Villagomer, 60, 173. P. Pablo Jorepb de Arnlaga, "Ex
tirpacién de la Idolatria del Piru", en Lima 1621 (Ed. facsimilar, Buenos Aires 1910),
pég. 36 s. [cap- VI]. Otras referencias y comentarios serén examinados en otro tra
bajo en elaboracién que tiene por tema la fiesta del Chiqui; ver nota 31s
33
Esto parece congruente con el intento de Viwmte de aproxirnar estos discu
tidos temas mochims con el del fresco del Templo de la Agricultura de Teotihuaczn
y el del friso principal esculpido de la Puerta del Sol de Tiahuanaco; en este caso, claro
esta, el horizonte comiin es tanto mas amplio en cuanto homologa el mké 00n el
Ifflllifd p3H`lp3 Y el dllfdfklldéfl BIBLICZDO.

369
48 -—Carreras rituales no parecen decir todo; debe pensarse en ver
daderas justas de competencia, campeonatos de raiz religiosa en los cua
les el triunfo del campeon (individuo, pareja o equipo) equivalia ase
gurar el porvenir del afio agropecuario para su gente. El desarrollo li
turgico era agonistico.

49-Mas atras se dijo (§ 43) que R. Larco Hoy·le agrupo las


parejas y los corrcdores en la unidad arbitraria de la Institucién de las
Comunicaciones; A. Vivante, por su parte, nunca tuvo en cuenta la po
sibilidad de considerar ambas unidades en una unidad mayor que las
integrara. El examen aislado de las parejas le habia resultado suficiente
y hasta mucho después no se le ocurrio la conveniencia de asociarlas a-l
tema de los corredores. Debe confesar que si la idea de la asociacién
se le hubiera presentado antes no habria sabido qué sentido darle. Muy
distinto es ahora con la tesis inicial perfeccionada (§§ 5 y 39) y la sig
nificacion propuesta respecto a los corredores en la ceremonia de la
fertilidad. Nada impide, a esta a-ltura del analisis, conectar ambos temas
dentro de una ceremonia mas amplia y tener en cuenta que asi como
de la pareja ritual en tarea mantica-voluntarista se desarrollara un par
ticular juego de fichas, del mismo modo sucedié con la carrera de los
campeones totémi·cos dando origen a una clase de justa que todavia so
3**
brevive en practica impresionante (

50—Después de los datos y explicaciones propuestos es posible


imaginar una de las principales ceremonias religiosas de los mochicas
cuya capital importancia se colige por la preocupacién de representarla
con tanto primor y frecuencia en la superficie de sus ceramios. Segura—
mente, una vez al afro —en circunstancias de crisis se repetiria— se or
ganizaba la realizacion de la compleja ceremonia a través de la cual se
procuraba asegurar la fertilidad general. Las decoraciones de los cera
mios muestran —hasta donde ha llegado la investigaci6n— tres momen
tos rituales de la ceremonia; 19) la carrera hacia el templo; 29) la lle

3*
Véanse ejemplos en ]. Benedictox Villagarcia, "Bosquejo de la historia de las
ccligiones dc América", Sucre 1927, pag. 282. D. Edgar Ibarm Gratm, "I.ns indios del
sur de Bolivia", en ·Rcvista del Instituto de Antropologizu, Tucuman 1949;vol. IV,
Pall- 135 s. Sobre estos jucgos antagonisticos y las litobolias en rclacién a las esfe
miitas Y pedreas rituales, véase Fernando Orliz, (49, 523-524)

370
gada al templo y 39) el quehacer sacerdotal augurando con las semillas,
En los tres momentos se contempla la agonia entre los participantes, lu
cha vital que si se desarrolla a lo largo de la carrera por el desierto dis
putandose la primacia de llegar primero al templo, continua angustiosa
y apasionada entre los sacerdotes rnagos. La vida de muchos depende
del rito.

VII — BIBLIOGRAFIA

ALCINA Fiumcr-1, José

1 Ia figura del chaman en la ceramica costera del Perri (Resumen), en Actes du


XXVIIIe Congrés International des Amerimnistes. Paris 1947, Paris 1948, p. 650.
2 Nueva: intergbretaciones de la figura del shaman en la ceramica cbimri. Ent
Revista de lndias, ed. por el Consejo Superior de lnvestigaciones Cientifichs. `Insti-4
tuto "Gonzalo Fernandez de Oviedo", afro IX, N° 37-38; Madrid 1949. PP. 507-528.
3 ‘ Una nota acerca de la‘eseritu»ra‘ mocbica con pallares. En Revirta de Indias,.
Consejo Superior de Investigaciones Cientificas, Instituto "Gonzalo Fernandez de Ovie
do". A60 XI, v01. VI, Nos. 43-44, pp. 265-271, Madrid 1951.

ALEGRIA, Cmo

4 El mundo es ancho y ajeno [NoveYa]. Santiago de Chile 1947; 9* edicién.

Ammms, Pmmo

5 Programa de Historia de la América Indigena- Primera parte: Amériw preco-


lombina. Oficina de Ciencias Sociales, Departamento de Asuntos Chlturailes. Union
Panamericana; Washington, D. C. 1957. Estudios Mcnogréficos II.

Baizssuzn, Arm-run

6 Ancient Peruvian Art. Contribution to the Arclzaeology of the Empire of tbr


Incas. Traduccion del aleman por A. H. Keane. Leipzig 1902-1903. 4 volumenes.

BENNETT, WENDELL C.

7 Mnemonic and Recording Devices. En Handbook of South American Indians..


Editor julian H. Steward. Smithsonian Institution. Bureau of American Ethnology.
Bulletin 143. vol. V. The Comparative Ethnology of South Amerimn Indian, pp. 611-
619. Washington 1949.

CA1~1At.s Emu, S.u.vAnoa

8 Ia: aivilizvciovses prebispénica; de América. Ed. Sudamericatm; Buenos Aires,


1955.

371
9 lrwertigacione: arqueoldgicar en Sorcuyo, Puma de Jujuy. En Anales del Museo
Ar-gemino de Ciencias Narurales "Bernardino Rivadavia", t. XXXIX, pp. 423-456,
lém. VI; Buenos Aires 1937-1938.

CERVANTES DE SALAZAR, FRANCISCO

10 Crdnica de Nueva Erparia. Publicado por Francisco del Paso y Troncoso; Ma


drid 1914.

CORNEJO B0u1z0NcL1=s, Jonorz

11 La idolatria en el antigua Peru. Cuzco 1942.

DURAN, Finn Draco

12 Hiriortb de la: India: de Nueva Erparia. México 1867.

Grimnn, RAFAEL

13 Lo: Cborti: ante el problema maya. Historia de la.: culturar imligerrar de Amé
rica, derde m origert barla boy. 5 tomos. México 1949.
14 El Popol Vub, fuente bittdrica. Tomo I: El Popol-Vub como furtdarnertto dv
la birtoria maya quicbé. Gutemala, ed. Ministerio de Educacién Publica, 1952.

Hannan, L. Fo1u·uNA·r0

15 Ver N° 73 de esta bibliografia.

Hissm, Knm

16 Motive der Mocbica-Kerarnik. En Paideuma, Mitteilungen zur Kulturkurtde.


Frobenius-Institut. Frankfurt am Main 1951, Band V. Hcft 3, pp. 115-135.

Hoiuu-naman, H.

17 Virta: arqueoldgicar del rtoroerte del Peru. Libreria e imprenta Moreno; Tru
iillo, Peru 1944.

Imuuul Giusso, Dicx Eocano

18 I4 ercritura irtdigarta artdirta. En Annali Lareranensi, vol. XII, p. 9-124; Citta


del Vaticano 1948.
19 I4 etcritura indigena artdirta. Biblioteca Paceila. Alcaldia Municipal, La Paz,
Bolivia 1953.

IMnE1.1.oN|, José

20 El 'Gérurif da lot pueblo: protobirtdricor de América (Religione; de Amé


rica, N° 7) en Boletin de la Academia Argentina de Letras, t. X. pp. 329-449; Bue
nos Aires 1942.

372
21 Emritura rnocbica y arcrituras arnenkanar. En Revisra Geografica Americana,
vol. XVIII, N‘·’ 109, pp. 212-226; Buenos Aires 1942.

Jméunz Ruiana., Juuo

22 Herejiar y ruperxticionex en la Nueva Exparia. Los heterodoxo: en México.


Imprenta Universitaria. México 1946.

Joyce, T. A.

23 South American Archaeology. An introduction to the archaeology of the South


American Continent with special reference to the early hirtory of Peru. London,
MacMillan, 1912.

24 The clan-ancertor in animal form au depicted on ancient pottery of the Pe


ruvian Coaxt. En Man, vol. XIII, N° 65, pp. 112-117; London 1913.

Kurscusn, GERDT

25 Religion und Mythologie der fruher Chirnu (Nord Peru). En Acres du XXVIII
Congres International des Américanistes, pp. 621-631; Paris 1948.
26 Ritual race: among the early Chimu. En Selected Papers of the XXIXth In
ternational Congress of Americanist. Edited by Soltax. The University of Chicago Press,
Chicago, Illinois, 1951; pp. 244-251.

Lnco Hours, RAFAEL

27 Ia ercritura mas antigua de América. Algunar anotacione: de caracter ideo


ldgico, en La Prensa, Buenos Aires, 21 ocrubre 1934.
28 gTunier0n excritura lo: antigua; muchicar? En La Crénica, Lima, de 28 de julio
1934.
29 Le Péru devant l'hist0ire (Civiliratiom pré-colornbienne:). En La Cronica,
lima, 12 septiembre de 1937. [Numero de homenaje a Francia].
30 Lo; Mochicar, t. II. Lima 1939.
31 Did the ancient peruvian: write? En El Palacio, Santa Fe, New Mexico, 1939.
XLVI, pp. 143-144.
32 la ercritura mochica sobre pallarex. En Revista Geografica Americana, r.
XVIII, N° 107, pp. 93-103; Buenos Aires 1942. [Hay apartado con el mismo rirulo
y paginacién; Buenos Aires s. f.].
33 Ia ercritura peruana sobre pallare:. En Revista Geografica Americana, t. XX.
NQ 122, pp. 277-292 y r. XX, N° 123, pp. 345-354; Buenos Aires 1943. [Ambos ar
ticulos fueron agmpados en un opusculo con el mismo titulo, nueva paginacién y
mas ilusrraciones; Buenos Aires, s. f.].
34 la excritura peruana sobre pallare:. En Relaciones de la Sociedad Argentina
de Antropologia, r. IV, pp. 57-63, ..1. XIII laminas; Buenos Aires 1944.
35 I4 excritura peruana pre-incana. En El México Antiguo. Revista Internacional
de Arqueologia, Ernologia, Folklore, Prehistoria, Historia Antigua y Lingiiisrica Me

373
xicm-ms. Fundada por Hermann Breyer, tomo VI, N° 7-8, ‘pp. 219-238; México, D, F,
1944.
36 Lo: Mochica:. Buenos Aires 1945. Edicién Sociedad Geografica Americana.
37 A Culture Sequence for the North Coa:t of Peru. En Handbook of South
American Indians. Editor, julian H. Steward. Smithsonian Institution. Bureau of Ame
rican Erhnology, Bulletin 143, Vol. 2, The Andean Civilizations, pp. 149-175. Wash
ington 1946.

LEHMANN, HE1Nz

38 Ceramica del Antigua Perri de ·la Coleccidn Wa::ermann-San Bla:. [Prélogo


del album]. Buenos Aires 1938.

MA1uaAN Escomuz, EDILBERTO

39 América indigena. Su: cultura:. La Habana 1945.

MAn·ri1~11az 801.1211, B1z1~uc1~10

40 Una intere:ante di:cu:i6n rohre e:critura: americana: debatida: en lo: ultima:


aio:. En Bolerin Bibliografico de Antropologia Americana, vol. IX, pp. 114-119; Mé
xico D. F., 1947.

Mmms, Pm1.11>1-1 Amswonm

41 A :urvey of ancient peruuian art. En Transaction of the Cotnnectitud Academy


of Arts and Sciences. Yale University Press, New Haven, Conn. 1917; vol. 2l1,pp.
315-442.
42. Ancient Civiliration of the Ande:. New York- London; Ch. Schribner’s Sons;
1931.

Mnmmux, Atmuzn

43 Ver N° 62 de esta bibliografia.

MOLINA, Crus16nA1. mz

44 Relacién de la: fahula: y rito: de lo: Inca:. Edicién de H. Urteaga y C. A.


Romero; Lima 1916.

M01~1·r1z1=o11·ru Touzno, MARIO

45 Entre la piedra y la cruz [Novels]. Ed. "El Libra de Gutemnla", Gutemlllt


C. A. 1948.

Mo1~u·m.L, G6s·rA

46 Dre:: and ornament: in Ancient Peru. Archaeological and birtorical studio:.


Gflteborg 1929.

374
Monim, M.uu·iN os

47 Historia de los Inms, Reyes del Perri. 2 tomos. Edicion de H. Urteaga y C.


A. Romero. Lima 1922.

MUELLE, J. C.

48 Ver NQ 54 de esta bibliografia.

Onriz, FEnNAN1>o

49 El Huracdn. Su mifologia y sus simbolos. México-Buenos Aires. Fondo de


Cultura Economica, 1947.

POLO DE O1~mncA1u>o

50 Iriformaciones acerca de la religidn y gobierno de los Inca:. Edicion de H.


Urteaga. Lima 1916.

Rncmos, ADRIAN

51 Popol-Vub. Las antigua: bistorias del quiche. Traducidas del texto original,
con una introduccién y notas. México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Econémica.
1947.

Romxicunz MAniN, Fmmcrsco

52 Erzsalmos y coniuros en Espuiia y América. Madrid 1927.

Romano, EMILIA

53 Contribution al conocimiento de los juegos de los antiguos peruvnos. En


Chaski, vol. 1, NQ 3, Lima 1941 (Reproducido en Peruanidad, vol. II, NQ 10, Lima
1942 y extractado en Revista Geografica Americana, t. XXVI, NQ 155, pp. 109-110,
Buenos Aires 1946; (No hernos podido consultar de la misma autora Iuego del enti
guo Perri. Contribucién a una bistorie de juegos en el Peril, México 1943).

Rown, ]o1-1N Howmwn

54 A New Pottery Style from the Department of Piura, Perri. En Notes on Mid
dle American Archaeology and Ethnology. Carnegie Institution of Washington, Divi
sion of Historical Research, NQ 8, pp. 30-34; Washington 1942. (Comentado por J.
C. MUELLE en Revista del Museo de Lirnw, t. XI, NQ 2, pp. 276-278; Lima 1942);,

SACCHETH, ALPRBDO

55 El problema del metumorfirmo biosocioldgico del irzdio aridino. Ensayo de in


terp-retacion con eanmepilogo rnetodoldgico. Céprdoba- Bdicién de la Universidad Na
cional de Cordoba, 1954.

375
56 Arpeator pricoldgicor de evolucién ciclica de la civilizacidn andina. En Revis
ta de Anrropologia de la Universidad de Sao Paulo, vol. 2, N° 2, pp. 1017-119; Sao
Paulo 1954.

LA SERNA, ]Ac1Nro mz

57 Namral de Mirzirtror de Indio; para el conocimienlo de ru: idolatriar. En


Anales del Museo Nacional de México, t. VI, entregas 7*-11*, 1899.

50rA, Mrcum.

58 Hirtoria del arte precolombiano. Buenos Aires. Labor, S. A., 1936.

SOUSTELLE, JACQUES

59 L: vida colidilma de lor azrecar en virperar de la coriquirta. Version espefiola;


de Carlos Villega, México, Fondo de Cultura Econémica, 1955.

VA1.cA11cE1., Lurs E.

60 Alriplano Arzdino. Periodo Iridigena. De la serie Programas de Historia de`


América, I, 9; publimdo por la Comisién de Historia del Instituto Panamericano de·
Geografia e Historia. México 1953.

VILLAGOMES, PEDRO DE

61 Exbortaciorzer e irmraceién acerca de lar idolarriar de lor india: del arzobir


pado de Lima. Edicién de H. Urteaga Lima 1919.

VIVANTE, A1mANr>o

62 I4 ercriiura de lor rnocbica; robre porolor. En Revista Geografica Amerimnu,.


N'? 92, pp. 297-310; Buenos Aires 1941. (Reproducido en Waman Puma, vol. II,
Nos. 11-14, pp. 11-17, Cusco 1942. Cememado por ALFRED Mérruwx en Handbook
of I4¢iri American Stadier, NO 7, p. 73; Washington 1941).
63 A propdrito del juego de lor '¢nch0r’. En Folklore, Boletin del Departamento
de Folklore del Instituto de Cooperacién Universitaria de los Cursos de Cultura Chtéli-A
ca. 2" trimestre, N° 6, pp. 55-56, Buenos Aires 1942.
64 El juego rn-ocbica con pallarer. En Revista Geografica Americana, N° 110. PP
275-280; Buenos Aires 1942.
65 Hirloria de rm iuego pampa con bueritor. En Argentina Austral, Afro XV.
N" 145, pp. 4-7 y N" 146, pp. 10-13; Buenos Aires 1943.
66 Un iuego de azar indlgena. En Revista Geogréfica Americana, N° 127, PP
213-216; Buenos Aires 1944.
67 Un iuego mn bueritor. En Revista Geogréfica Americana, t. XXI, N° 128r
pp. 27-33; Buenos Aires 1946.

376
Gl Un Jonlmllolob Jon
¤.!XVI.N°l$4,
N' IIT. pp. 243-ISI:
d¢Cr¤nis¤s].C¤|c0
Pd. I9G,2‘d.l
70 A blu
525};
HI
•¤|.|.y|n.269·
“¤}Tu'*I
gg•.h t.X.KXI.N"II6.
ypII7·lH;

Y¢¤n.n·•·,Ly Llauuun

blu
bI.i;¢,|ILN'$.»NI— ISH

También podría gustarte