Las Masas y El Poder

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PIETRO INGRAO

LAS MASAS Y EL PODER



Traducci6n castellana de RICARDO POCHTAR

EDITORIAL CRiTlCA Grupo editorial Grijalbo BARCELONA

ADVERTENCIA

Titulo original:

MASSE E POTERE

Los escritos e intervenciones que recoge este volumen han sido redactados durante los quince aiios que van desde 1964 basta la [ecba. No estdn ordenados cronol6gicamente sino par temas )' -como se intenta explicar en el ensayo introductorio- segun el hila de una cierta reflexi6n politica. Las notas que les acompaiian han sido reducidas intencionalmente al minima, y su sola funci6n consiste en brindar una informaci6n escueta y una referencia bibliograjica alli donde las mismas han parecido indispensables para la comprensi6n del discur so. En cuanto al texto de los escritos ya publicados, en reuistas 0 en aetas de congresos, s610 he practicado algun breoisimo corte 0 retoque estrictamente formal, para aliuiar la lectura: los juicios de valor, los intentos de andlisis y las posiciones politicas han quedado tales como fueron expresadas en el momenta de la publicacion, con las limitaciones que eso implica hoy, y tam bien con reiteraciones, «uueltas» a las mismas diiicultades, sucesiuos esjuerzos de actualizecion. Al lector le corresponde juzgar.

T engo una gran deuda de agradecimiento para con los compaiieros Salvador Secbi y Roberto De Liso, por su preciosa contribucion para la puesta a punta del uolumen y la seleccion de los textos, y por su paciente colaboracion, que me ba ayudado a superar dudas y atenuar dejectos.

Cubierta: Alberto Corazon

© 1977: Editori Riuniti, Roma

© 1978 de la traduccion castellana para Espana y America:

Editorial Critica, S. A., calle de la Cruz, 58, Barcelona-34 ISBN: 84-7423-061-6

Deposito legal: B.25441 - 1978 Impreso en Espana

1978. - Graficas Salva, Casanova, 140, Barcelona-36

P. I.

1. ACERCA DEL «CASO ITALIANO»

Conviene que ellector sepa de entrada que esta coleccion incluye escritos profundamente marcados por el momento politico en que fueron redactados, aunque sin embargo su intencion apunta hacia el presente. Tarnbien el relativo discernimiento con que tales escritos han sido escogidos y ordenados tiene en cuenta la actualidad y sus problemas. Quiza se producen reiteraciones en los diferentes escritos: estas expresan la dificultad para hallar respuestas solidas, pero tambien la obstinada conviccion de que ciertas preguntas no han sido afrontadas de manera adecuada ni en el momenta oportuno, razon por la cual ahora vuelven a plantearse con mayor fuerza.

Por detras de esa vuelta empecinada a ciertos temas hay una pregunta que conviene explicitar. El «caso italiano», por el cual en cierto modo el mundo, incluso el mas alejado de nosotros, se ha visto obligada a interesarse, (expresa un «retraso» con respecto a soluciones y metodos ya elaborados y experimentados en otros sitios, 0 en cambio representa una anticipacion, exacerbada y parad6jica, de problemas que estan madurando tambien en otros paises, en areas que suelen ser consideradas como mas tranquilas 0 quiza mas avanzadas?

(Las conmociones que vivimos nosotros son aproximaciones, eventualmente confusas, a nuevas metas, 0 en cambio se trata de las imitiles rebeliones de quien se resiste a entrar dentro de las reglas (y dentro de los limites) de la modernidad y por consiguiente se trata de exaltaciones «ludistas» en virtud de las cuales, como ha escrito un publicista, seriamos como una especie de «indios metropolitanos» que pretenderiamos prescindir de las rigurosas leyes de la civilizaci6n industrial?

He querido exponer claramente esta pregunta porque quiza permita explicar en alguna medida c6mo han sido agrupados los escritos.

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* Parte suprimida por el propio autor en la presente edici6n a causa de su referenda exclusiva al hecho italiano. (Nota del editor.)

y meritos. EI problema atafie al presente e involucra directamente la comprension de los asuntos actuales, en la medida en que en aquel momento se asumieron unas opciones de las que deriva la crisis de hoy. Esas opciones no solo fueron «economicas», sino que definieron tambien una jerarquia social precisa, y rigida, Quisieselo 0 no, dijeselo o no (yen parte tambien se 10 dijo), la salvaje concentracion de recursos humanos y materiales bajo 10 que, para ser breve, denomino «el modelo Fiat» marco la subordinacion de todo un sector de la vida italiana, como la agricultura, y definio la suerte de territorios y capas sociales enteros. Quienes tuvieron que pagar no fueron s6lo los obreros de las fabricas. En ese momenta se asesto el golpe al Mediodia y al campo. Muchas cuestiones que ahora nos inquietan y que se han puesto francamente de mod a (el urbanismo exacerbado, la imposibilidad de controlar las grandes areas metropolitanas y e1 coste de las mismas, la absurda congestion en estrechas fajas de llanura, el deterioro ecologico) tuvieron su punto de partida en las decisiones que se adoptaron a finales de 1a decada de 1940 y comienzos de 1a de 1950.

Se ha dicho que existieron condicionamientos internacionales. Por cierto los hubo: en Occidente, con la grave opcion norteamericana por la guerra fda; en el Este, con la continuacion del estalinismo, que puso en crisis la hipotesis de las «democracias populates» como camino nuevo y diferenciado respecto del esquema ruso. Sin embargo hay que preguntarse si dentro de esos condicionamientos se busco y se explore realmente un espacio para una «rnediacion», para un «mode- 10» diferente. Tampoco considero que la alternativa de ese momenta haya quedado circunscripta dentro del dilema capitalismo-socialismo. No se trata tampoco de una discusion ociosa acerca de los «si hubiese sucedido tal cosa ... » de la historia: hay que comprender que fue liquidado en ese momento y que permaneci6 abierto, si se quieren entender las contradicciones que de alli surgieron y los desarrollos de los afios siguientes.

Si el lector tiene la paciencia de leer, vera que se insiste mucho en una fecha: el vuelco de 1956. Esta periodizacion se apoya sobre la conviccion de que ese afio (se sobreentiende que escogemos esa fecha como simbolo, como sefial) en todo el mundo comenzo a cerrarse una etapa. 1956 fue un momento muy dificil y significative para las filas de 1a izquierda. Se tenia la impresi6n de que podian volver a desencadenarse conBictos irremediables. Perc en definitiva, a partir de esos alios, se comenzo a vislumbrar que se habra logrado iropedir

Suponiendo que exista un hilo que los vincule entre S1, el mismo no es temporal sino logico,

En la primera parte de este libro* el lector encontrara algunos ensayos que tienden a presentar, en forma bastante sucinta, una interpretacion del proceso de los treinta afios de la Republica. En esos escritos se rechaza la tesis de la «continuidad» entre el viejo y el nuevo Estado republicano. Esto entrafia una exageracion polemica que pretende subrayar el alcance de la ruptura creada por la Resistencia, la novedad que surgio con la derrota del fascismo, que rransformo los equilibrios sociales, la condicion y la conciencia de las grandes masas provo cando la aparicion de nuevas «instituciones» en la sociedad civil y en el Estado. En pocas palabras: el impulso de la Resistencia y el cambio que ella provoco no fueron un aprendizaje tardio de la democracia liberal en nuestro pais. La Resistencia inauguro un capitulo distinto. Tan es asi que cuando en 1947 y 1948 se actuo para impedir el progreso del pais y para la reestructuracion capitalista dentro de los esquemas del liberalismo de Einaudi, y e1 grupo dirigente democrata cristiano acepto moverse dentro de estos esquemas, se pusieron en funcionamiento mecanisrnos y opciones sociales que produjeron profundos desgarramientos.

No comparto la tesis segun la cual en 1948 se habria producido una especie de «pacto silencioso», de acuerdo «objetivo» entre De Gasperi y Togliatti, en virtud del cual, ante la ineluctabilidad de la entrada de I tali a en el area hegemonica norteamericana, los dos lideres de las nuevas fuerzas poliricas emergentes se habrian comprometido redprocamente a permanecer dentro de los limites de la legalidad. De hecho en ese momento se produjo U:1 arduo conflicto precisamente porque 1a derrota del fascismo marco ana ruptura real y el pais habia cambiado profundamente en los niveles de conciencia y de organizacion de las masas, en la relacion entre las masas y el Estado, y se habian difundido y puesto en practica nuevas hip6tesis basicas acerca de las perspectivas de organizacion general de 1a sociedad. No por casualidad hubo sangre en las calles.

La valoracion de esta cuestion no carece de importancia. No se trata solo de una correcta sistematizaci6n historiografica, Tampoco es cuestion de poner votos sobre unas papeletas para distribuir condenas

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la revancha reaccionaria; revancha que no habia podido ser contenida en las decadas de 1920 y 1930 y que despues peso duramente sobre toda la historia de la primera mitad del siglo. La politica norteamericana del roll-back fue desbaratada; no pudo sofocarse la emergencia del tercer mundo; la misma crisis grave del mundo estalinista registro el. desgasre historico de viejas formas de alianza internacional y determino el profun?o desgarramiento de la ruptura entre la URSS y China, pero no produJ_O una disgregacion, Mas tarde, tambien la sangrienta aventura de VIetnam, que entraiiaba un ataque y una provocacion contra Chin~ y contra todo el tercer mundo, aunque costa un precio tan elevado incluso en terminos econornicos, fue rechazada con energia, En ese memento aparecen en escena hombres diferentes, aunque marcados por contradicciones internas: Kruscbev, Kennedy, Juan XXIII; y .ademas Mao, Nasser, Castro, Ho Chi Minh, imageries ?e nuevos continentes que surgfan. Tarnbien tuvo una significacion importante (que quiza todavia no ha sido valorada suficienternente) la firrne posicion de la Europa occidental: el mismo retorno de De Gaulle tuvo mas de una faceta.

Es p~obable que en esta apreciacion pese por parte del autor de este lIbro un elemento subjetivo. Para muchos militantes v cuadros comunistas el esta11ido de la crisis del estalinismo represento un momento fundamental, comparable con el de su adhesion al mov~mle~to comunista. Por cierto constituyo un punto central en la historia del Partido Comunista Italiano: mas import ante de 10 que en ese ,momento pudo parecer. Sin embargo, al margen de los hechos d~ caracter pe~sonal, me parece evidente que a partir de la segunda m~tad de la decada de 1950 la situac.on volvio a ponerse en movimlento: El t~rmino «deshielo», que entonces utilizo por primera vez e~ escntor Ilia Ehrenburg, pudo aplicarse no solo al mundo comurusta, De alguna manera se inicio par entonces, a finales de 1a dec ada de ~ 950 y comienzos de la de 1960, un discurso acerca de la estrategla y, para usar terminos un poco retoricos acerca de las perspectivas del mundo. Se replantearon dilemas, te6ricos y practicos, con respecto a las rfgidas certidumbres de antes. Mas tarde, en e~ transcu~so de la decada de 1960, pudo verse que no se trataba solo de discursos Iiterarios.

. En 1 tali a los signos de una situacion dinamica tuvieron al 00- mlenzo ~~ aspecto meramente polftico, de alineacion: fue la larga preparaClOn polemics y despues la puesta en marcha del regimen de

centro-izquierda. ~CuaI fue la novedad de esos aiios? (Cwiles fueron las fuerzas fundamentales que operaron entonces y a traves de que contradicciones 10 hicieron? Vuelve a surgir aqui Ia pregunta, el dilema que sefiale al comienzo. Afirmo con claridad que no considero valida la tesis segiin la cual las luchas y las crisis de la decada de 1960 serian esencialmente la consecuencia del «retraso» de la sociedad italiana, interpretado como el peso patologico de posiciones parasitarias y clientelares, alimentadas durante el regimen democristiano, y como frustracion de una solucion racional y moderna del problema del coste del trabajo y por consiguiente de la productividad de nuestra economia.

Las reHexiones publicadas en este libro, algunas de las cuales proceden precisamente de la decada de 1960, apuntan en otra direccion: basicarnente tienden a indagar si acaso en Italia no se ha estado planteando una cuestion mas general. La pregunta insistente acerca de si las luchas de la decada de 1960 remiten a los temas de la acumulacion, la exigencia asumida de un nuevo «modelo de de sarro- 11m>, la interrogacion acerca de las vias por las que la democracia definida en la Constitucion puede realizar 1a transicion hacia un nuevo regimen social, representan las form as en que reaparece en los diferentes escritos, de un modo por cierto aproximativo v confuso, una interpretacion que considera los acontecimientos de 1a decada de 1960 como algo vincu1ado con el caracter basico del proceso productivo, y que no se refiere iinicamente a Italia.

Quiza se diga que la cuestion es obvia. Pero no 10 es. Sigue siendo aiin uno de los puntos basicos del debate acerca de los asuntos actuales, y no por casualidad vuelve a surgir continuamente.

Guido Carli es uno de los protagonistas del conflicto social y politico de los ultimos quince aiios: 10 fue anterior mente como maximo dirigente de uno de los centros decisivos de 1a politica economica, la Banca de Italia; 10 es actualmente como presidente de 1a Confindustria. A 18s posiciones que Carli adopta se les reconoce e1 rnerito de la claridad y del rigor, cua1quiera sea el juicio concreto que las mismas susciten. Por e110 me ha impresionado el pasaje de una reciente entrevista en It Resto del Carlino, donde, en respuesta a unas declaraciones del economist a norteamericano Friedman e interviniendo en la polemica acerca de la incidencia del mecanismo de 1a escala rnovil, replantea de una manera que considero esclarecedora una interpretacion global de las vicisitudes

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sociales y economicas de estos iiltimos aiios. Vale 1a pena citar ese pasaje in extenso:

En la comunicacion pronunciada ante la asamblea anual del Banco de Italia, en mayo de 1964, afirme: «Dadas las dificultades que se manifiestan en concreto, y por diversos motivos, en las perturbaciones de los factores de la produccion, resulta practicamente superfluo subrayar por ultimo las consecuencias cada vez mas desastrosas que surgen cuando los sectores de concentracion de la demanda son aquellos donde se producen los bienes que mas influyen sobre los indices del coste de la vida. En estos casos el mecanismo de 1a escala movil muestra un funcionamiento aberrante, que consistiria en incrementar la capacidad de adquirir bienes monetarios sin el aumento correlativo de la cantidad de productos»,

Este discurso puede parecer oscuro. Se 10 puede iluminar de la siguiente manera: 1963-1964 son los alios de la gran explosion salaria!' El nivel de los salarios de nuestro pais tiende a alcanzar al que estaba vigente en los paises europeos industrialmente mas adelantados. Al aumento de los salarios corresponde el aumento de los consumos, en particular el de ciertas categorias de consumes: la carne y el pescado. Vale decir que se produce una profunda modifica cion de las condiciones de vida de la clase trabajadora: la primera reaccion de esta ante 1a percepcion de salarios mas elevados consiste en gastarlos en determinadcs alimentos. En esos alios comienza en nuestro pais la expansion del con sumo de carne.

A la demanda concentrada en determinadas categorias de articulos alimenticios, aquellas que inciden mas directamente sobre el in dice a1 que sc refiere el compute de la escala movil, corresponde el aumento de los precios, porque result a imposible adecuar inmediatamente la oferta. Algunos economistas afirman que la rigidez de la oferta de productos agricolas es una de las causas de la inflacion en nuestro pais, cuando se producen aumentos en las retribuciones, que se orientan ante todo hacia los productos alimenticios. Pues bien: en tal situacion, como he sostenido, se pone de manifiesto cuan aberrantes resultan los efectos de un mecanismo de escala movil. Los salarios aumentaban y se gastaban en la adquisicion de carne 0 de otros articulos alimenticios; 1a oferta no podia adecuarse instantaneamente; entonees los precios subian y por consiguiente el indice del coste de la vida se desplazaba correlativarnente; entonces los salarios, que volvian a ser gastados en mayores consumos, aumentaban nuevarnente. Como resultado de este circuito, el aumento de las retribuciones se anulaba a sf mismo en terminos reales.

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El profesor Friedman quizas objetaria que todo esto ocurria porque la autoridad monetaria hacia una politica de acomodamiento, es decir porque adecuaba la moneda al aumento de los precios. De no haber sido por eso, el proceso se hubiese cortado.

A ello contestamos: si, pero en tales condiciones hubiese ocurrido 10 que en parte ocurrio durante los alios siguientes, es decir que el aumento de los costes, al que no hubiese correspondido un aumento equivalente de los precios, hubiese producido una contraccion de los beneficios de las explotaciones agrarias, 10 cual hubiese provocado una contraccion de las inversiones y por consiguiente de la ocupacion: es decir que el ajuste se hubiese realizado en el nivel de la ocupacion.

Hay que reconocer que este pasaje es simple y agudo. Yo dirla que las esenciales indicaciones economicas permiten aprehender de modo plastico, concreto, el cambio social (0, mas exactamente: uno de los aspectos del cambio; pero ya volveremos mas tarde sobre esto ) que han entraiiado las luehas de la decada de 1960: la aparicion de la carne y del pescado en la mesa del asalariado (recordad que nos estamos refiriendo a los afios 1963-1964). Puede discutirse -y as! se 10 ha hecho- si cabe hab1ar de «perversidad» respecto de esta conexion entre el aumento del precio de los artfculos alimenticios basicos y el descontro1 de 1a escala rnovil. Tambien cabe discutir acerca del desarrollo real de 1a relaci6n entre coste del trabajo, productividad y precios, por ejernplo en el afio 1976, y por consiguiente scbre sus efectos en los nive1es de las ganancias. Pero no me propongo detenerme en ello: tampoco intento negar importancia a la discusian acerca de la dinamica del coste del trabajo y acerca de las formas en que esta se expresa.

Lo que me impresiona es el horizonte dentro del cua1 se mueve el razonamiento del presidente de la Confindustria. Carli se hace cargo del problema de la ocupacion; incluso 10 esgrime polemicarnente contra Friedman. Pero su manera de abordar el tern a resulta signifieativa: vincula la cuestion de la ocupacion con 1a garantia del nivel de la ganancia, que ha de realizarse a traves del aumento de los precios (inflacion) 0 bien a traves del control-contencion de la dinamica salarial. No quiero cometer la injusticia de atribuirle a Carli la opinion de que ambos datos, nivel de la ganancia y niveles de la ocupacion, se relacionan de un modo puramente automatico, aunque sea curioso que pase por alto un nexo tan complejo y controvertido

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como el de acumulaci6n-inversiones-ocupaci6n. Sin embargo no se ?uede evitar la impresi6n de que su actitud vuelve a proponer la Idea de que en el fondo la raiz fundamental de las actuales dificultades del desarrollo reside en las alteraciones provocadas en la dinamica del coste del trabajo por las «rupturas- salariales introducidas por las masas obreras ocupadas durante la decada de 1960. Entiendase bien: no creo en absoluto que quepa res tar importancia e incidencia a esas luchas: pienso incluso que Carli reduce el alcance de l~s mismas, no aprehende su sentido mas profundo ni sus irnplicaClones; y esto entrafia el riesgo de cometer un grave error tambien en cuanto a las terapias que cabe aplicar a la crisis del pais.

Hablemos claro: si las luchas sociales de esta ultima dec ada han planteado solo un problema -par asf decirlo- de reequilibrio salarial 0 s610 de «Iibertad» (entend.da en el sentido garantista) dentro de la fabrica, entonces resulta valida la interpretacion que considera la crisis actual del pais efectivamente como un «retraso» italiano. Retraso que ha de colmarse de dos maneras: saliendo del despotismo patrona] salvaje de la dec ada de 1950, reconociendo la legitimidad de representacion conquistada por el sindicato, y evitando al mismo tiempo dispersiones en el cumplimiento de tal correcci6n mediante una cierta capacidad de autorreg.arnentacion por parte de las masas obreras, que le deje a la ganancia el espacio necesario para zarant~zar la ocupacion, Si se ace pta esta inte;pretacion, resulta co;prensible que el «resto» (Mediodia, parasitismo, improductividad, areas ~arginadas, etc.) sea considerado por separado, como degeneraciones imputables en gran medida a la Democracia Cristiana dada su vocacion clientelar y ademas, como se ha sostenido, a las concesiones que el PCl y la izquierda liabrian hecho a la presion reivindicatoria descontrolada, a las exigencias corporativas y a la agitacion de los grupos de protesta. En sintesis: en ultima instancia el «resro» derivaria del provincialismo de: sistema politico italiano; exactamente de las caracteristicas espedficas del «caso italiano», no siempre descifrable por ;YJ_ ~shington, par Bonn. y quiza tam poco par Pads y por Londres. T am Olen result a cornprensible la conclusion a que llega esta interpretacion de la crisis: Italia debe aprender finalmente a regular de manera moderna el conrlicto salario-ganancia, acabando tambien con las escisiones maniqueas, apelando eventualmente -~por que no?-, con moderacion, a alguna forma de corresponsabilidad de los partidos obreros y de los propios comunistas.

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Como puede verse, se tratarfa de retomar y de completer aquella operacion «interrumpida», iniciada mediante la importacion a Italia, despues de la dictadura y de la autarquia fascista, de los metodos de las gran des producciones industriales en serie (10 que antes he denominado «el modelo Fiat»), teniendo en cuenta que de ahora en adelante la explotacion inmoderada de los grandes «yacimientos» meridionales y campesinos de mana de obra desocupada debe ser sustituida por las formas civilizadas, «occidentales», complejas pero no ineditas, de las relaciones industriales modernas. De hecho no es casual que tal interpretacion siga proponiendo como eje del desarrollo italiano determinadas exportaciones, a las que corresponde devolver un espacio competitivo por medio de la correccion sindical y politica de las exageraciones 0 camelos de 1968. Tambien se sefialan, de un modo mas 0 menos preciso, los instrumentos sociales y politicos aptos para efectuar esa correccion: se trata de ese sindicato de tipo aleman y de ese tipo de dialectica entre los partidos que reduce to do al esquema tradicional rnayoria-oposicion. En este sentido, la interpretacion «justa» y finalmente aclarada del eurocomunismo serfa considerarlo como el Bad Gcdesberg del partido comunista.

Entendamonos: no quiero soslayar tampoco los elementos de novedad que contiene semejante posicion con respecto a los viejos enfoques tanto del marco politico como de las relaciones sociales. Sin embargo, considero que la misma no da cuenta en absoluto de los procesos reales que han sacudido a Italia durante la decada de 1960, empezando par los que, en la fabrica, han tenido como protagonista precisamente a ese obrero de la gran produccion estandarizada que, en el momenta en que junto con el fascismo se desplomaban las fronteras de la autarquia, Valletta y Sinigaglia -dos de los maximos representantes de los ernpresarios italianos~ presentaron como la autentica carta «economica» que habia que jugar, extrayendole de los parados de las plazas del Mediodia y las callejas pobres de las comarcas del centro de I talia 0 los campos de la region de Venecia.

. (~~aso ese obrero-masa solo pedia salario? Puede ser que al pnncipio eso fuese todo. Pero muy pronto, al reivindicar un salario mejor, y en algunos casas casi antes de reivindicar un salario mayor se tope can unos horari.os, unos ritmos, unos roles y unas normas que en conjunto evocaban un rigido condicionamiento no solo de su posibilidad de comer carne y pescado, sino tambien del uso de su in-

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teligencia, del desarrollo de sus aptitudes y por consiguiente de su relacion con el trabajo y de su posicion dentro de la sociedad. No se si ha sido comprendida cabalmente, incluso en el plano de la representacion artistica, la experiencia traumatic a del joven emigrado que dejaba su comarca y se iba a Turin, donde en uno de esos santuarios de la industria avanzada verificaba, dia a dia, hora a hora, la dualidad, la escision que entrafia el sistema social de nuestra epoca, La confirmacion de esto se prcdujo cuando el obrero, alluchar a proposito de la duracion, los ritmos y la calificacion de su trabajo, llego a un umbral mas alla del cual se planteaba el problema del modo en que estaba organizada la produccion, Es cierto que por ese camino se llega a un punto en el que surge una cuestion de compatibilidad entre las necesidades y las reivindicaciones que expresaban las masas obreras y el estado de la economia 0 mejor los equilibrios, las politicas, las jerarquias sociales subyacentes a la misma. Perc tambien se plantearon (quiero decir que se convirtieron en hechos de masas) unas preguntas acerca de las razones de ese problema de compatibilidad. (Como podia ser que surgiese ese limite? c:Como se usaba la riqueza producida?

De este modo, en el centro mismo de la gran fabrica modern a, y a partir de las necesidades mas elementales, se planted una cuestion referida al conjunto del proceso productivo, que fue el contenido de una extraordinaria experiencia de conocimiento y de lucha colectiva; en esto reside la novedad. Se planted una pregunta acerca de los poderes: (Quien decide acerca de estos puntos?

La pregunta tambien era Iegitima porque cada vez era mas evidente la crisis de los canones de separacion entre 10 publico y 10 privado, que habian constituido la ideologia del viejo Estado liberal. c:Hasta que punta seguia siendo privada esa gran empresa monopolista, que ya entonces Ie pedia al Estado que drenase metodicamente hacia ella, en forma de incentivos, un as masas de ahorro, que modelase de determinada manera los consumos y que directamente elaborase complicados instrumentos publicos para regular, de acuerdo con unas jerarquias muy precisas, la distribucion de la plusvalia entre los diversos sectores del capital? Ya se estaba muy lejos del esquema clasico del mercado como libre arena contractual para un intercambio entre iguales. Lejos de limitarse a desempeiiar el papel de garante politico de la libre contratacion entre elementos privados «iguales», el Estado ya no &610 se presentaba entonces como una parte

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esencial para la formacion de la demanda y la manipulaci6n del con<urno, sino que se convertia en mediador permanente de la relaci6n entre ahorro e inversion; mientras que en la industria surgia un sector cuya direcci6n era publica, can una serie de consecuencias para toda la dialectica interna del capital y de las relaciones sociales en general. Ya sabemos cuales son las rakes estructurales, de larga duracion, de sernejante transforrnacion de las funciones del Estado, de este nuevo entrelazamiento de economia y politica, de 10 publico con 10 privado. (Es necesario recorder la catastrofe de 1929, la respuesta dada por el new deal y par el fascismo, y las aceleraciones inducidas por las politicas de guerra? (0 recordar el exito de las tecnicas keynesianas en Occidente, a la salida del tune! fascista, que buscaron una nueva forma de reglarnentacion y control de las masas en movimiento? Por consiguiente, la idea de una esfera econornica «separada», como la que entrafiaba el esquema del viejo Estado liberal, resultaba golpeada en su base por los procesos reales que se produdan, de diferentes formas pero en una escala ya entonces mundial.

Esta creciente participaci6n del sector publico en el proceso productivo agudizo mas el cuestionamiento acerca de los fines y de los poJeres, exacerbo mas 1a protesta contra 1a exclusion de los trabajadores en la etapa de las decisiones productivas, incremento la conciencia de una dua1idad no resue1ta, que se aceptaba cada vez menos a medida que las decisiones concretas producidas en nuestro pais por e1 mecanisme de decisi6n, se mostraban mas controvertidas y discutibles. No era casual que un determinado modelo de relaciones industriales, que en la decada de 1950 e1 sentido cormin consideraba objetivo, natural, «racional», apareciese entonces historicamente localizado: no s610 como expresion de un sistema social especlfico, sino tambien de un tipo determinado de desarrollo. E1 trabajador tomaba conciencia del mismo a medida que se incrementaba la crisis y la conmocion de los aparatos ideologicos destinados a asegurar 1a reproduccion social y los viejos «valores»: la escuela, donde los viejos rcles y formas del saber chirriaban por el ingreso en ella de las clases subalternas; la familia, en la que se deterioraba irremediablemente una idea antigua de la reIad6n de pareja y ante todo de la mujer; Ia justicia, en la cualia via completamente italiana de la maxima «criminalizaci6n» de toda desviacion resultaba impracticable en una sociedad de masas conmovida en su totalidad, y desembocaba en un vaciamiento de la norma y en una crisis del sistema juridico.

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Por consiguiente, las dificultades de la organizaci6n taylorista del trabajo en la fabrica, en la etapa de la utilizacion de la fuerza de trabajo, se entre1azaban con una crisis de los instrumentos politicosociales de control de las rnasas sobre el terreno mas amplio de la reproduccion y de la rnisma forrnacion de Ia fuerza de trabajo. Esta situacion implicaba probndos trastornos en los roles y en las clases sociales: y la prirnera en acusarlos naturalmente fue la importante v delicada estructura de 1a intelectualidad. De alguna manera se midieron asi, en la decada de 1960, los fecundos efectos de aquella renovacion dernocratica, que simbolicarnente he fechado a partir del afio 1956.

Si estes han sido los desarrollos, (resulta realista, y aceptable, en 1977, encerrar el discurso acerca de la productividad dentro de las fronteras de la industria e incluso dentro de esas orientaciones especificas de politica industrial y en ultima instancia en el interior de 1a masa actual de los ocupados? (Yes legitimo limitar sustanciaImente a ese ambito el razonamiento ace rca de los castes y productos del pais?

Durante estas ultimas semanas se ha discutido acerca de los encierros en las universidades italianas, acerca de los conflictos que los mismos han originado, acerca de los grupos de escuacristas que han fomentado y utilizado unas guerrillas urbanas. Se han p1anteado interrcgantes acerca de esto. Ha florecido toda una Iitera:ura sobre la marginacion. Pareee dificil pensar en una respuesta que no se centre sobre el tern a de la ocupacion: y no s610 sobre la cantidad de la ocupacion, sino tambien sobre 1a calidad de la ocupacion y, por consiguiente, sobre la relacion entre el trabajo y la formaci6n cultural y profesiona1, tal como se presenta actualmente en el nivel de una sociedad de masas, en la que unos grupos sociales hasta ahora excluidos y confinados durante siglos a determinados roles, redefinen, 0 tratan de redefinir, su posicion den:ro de la sociedad.

Salvo que en realidad se piense que la universidad y la escuela constituyen un area «asistida». De hecho, no excluyo que hay a quien piense seriamente en esto -incluso entre los jefes de cierros grupos de as alto de escuadristas-, segiin una linea de corporativizacion de Ia sociedad, que tienda cada vez mas a crear «cotos de caza», ghettos protegidos 0 garantizados, a partir de los cuales puedan realizarse irrupciones para obtener concesiones, para presionar, para condicionar.

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Pero entonces hay que hacer las cuentas en serio: de cabo a taboo Las cuentas politicas: como un espacio continuo que, a partir de los ghettos juveniles, puede obtener quien maneje una estrategia de la tension y prepare reflujos hacia la derecha; como deterioro y confusion, introducidos en la relaci6n entre las generaciones, en el dificil proceso de formaci6n de un nuevo principio educativo, es decir, en un momento esencial para una democracia moderna. cAcaso en una sociedad de masas como la nuestra, actualmente, en esta decada de 1970, no se influye sabre la orientaci6n del pais ya desde el momenta de la formaci6n y de la calificacion de las nuevas generaciones? (Y esto no vale rodavia mas en el caso de un pals que tiene urgencia por reconvertir su propio aparato productivo y que quiere jugar la carta de la innovacion y, por consiguiente, de una nueva cultura de masas? En realidad no parece demasiado previsora la «exclusion» de nuestra mente, y de 1a accion practica, de las crisis y dificultades que estan sacudiendo a IDS aparatos fundamentales de 1a reproduccion social, como si se tratara de 6rganos aut6nomos y no de elementos intrfnsecos a la estructura social y, a su modo, tambien de «aspectos» del momento productivo tal como se organiza en 1a actualidad.

No puedo ocultar una cierta perplejidad ante una especie de esquizofrenia. Cada dia, cada uno de nosotros, al abrir el periodico 0 al recorrer la ciudad, registra la conmocion y la alarma generada par la extension de la industria del crimen. Muchas veces me he preguntado como puede ser que un estado de animo tan difundido y tan profundo, que en algunos casos llega a concretarse como un reclamo del establecimiento de las medidas mas duras (j la pen a de muerte l ), no implica la menor protest a ante las cifras irrisorias (jpoco mas del uno por ciento del presupuesto nacional!) asignadas para la adrninistracion de la justicia, ante la desastrosa carencia incluso de salas (como consecuencia de la cual los jueces dec1aran abiertamenre que la anhelada y necesaria aceleraci6n de los procesos :10 podrla encontrar en la actualidad lugares materiales donde realizarse), ineluso ante la presencia de una flagrante contradicci6n entre la tendencia de nuestro sistema jurfdico a «criminalizar» incluso la «falta» mas elemental (y por consiguiente a nivelar todas las formas de desviaciones) y la mezquindad y aparatosidad de los dispositivos judiciales. En este terreno hemos sido muy avaros. Precisamente hemos «corporativizado» e1 problema de la justicia, con la secreta esperanza

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de que las viejas tecnicas represivas sedan suficientes en esta sociedad y ante esta industria del crimen y la violencia. Ahora 10 estamos pagando. La crisis del «cuerpo separado» se refleja gravemente sobre todos.

Aqui es necesario referirse tambien a una contradicci6n especial.

Cuanto mas se socializa el proceso productivo, cuanto mas penetra la economia en el Estado y desplaza sus funciones, sus aparatos, sus ordenamientos, mayor parece la dificultad que encuentra el Estado para reordenar el conjunto de sus funciones y mayor parece su incapacidad para hacer su propio balance. No me refiero tanto a los (conocidos) defectos y mixtificaciones de ese especffico instrurnento oficial que llamamos «balance del Estado», sino a la dificultad para realizar (0 bien a la negativa para cmprenderlo) un calculo real de las implicaciones econornicas, sociales y por consiguiente tarnbien financieras, que han producido unas opciones que denorninamos estructurales. r!_Donde y como se har; de calcular los costes del desorden ecologico, provocado por determinadas operaciones de concentracion industrial,' que en realidad han decidido la suerte de zonas enteras del territorio nacional, con las consecuencias (financieras, econornicas, sociales) que luego se registran en terminos de abandono de tierras cultivable, y de patologias urbanas? (Y como y donde se ha hecho un «compute» de las decisiones y de los procesos sociales que, si bien se mira, constituyen un aspecto del enorme crecimiento del deficit del gas to publico?

En estos dias se ha vuelto a hablar del coste del sistema de la seguridad social. Hemos releido las cifras. Nos hemos enterado de que el INPS, que ya en 1976 tenia un pasivo de mas de 1.000 billones, corre el riesgo de alcanzar para 1980 un deficit de 12.282 billones; sobre to do por la puesta en marcha de las gestiones-pensiones de los «trabajadores autonomos», que preve para 1978 un deficit de 9.000 billones, para 1979, de 12.461 billones y para 1980, de 16.315 billones: preocupantes niveles de perdida, que se comen y superan ampliamente el saldo activo de la gesti6n trabajadores-dependientes. Cuando se busca la causa de estos agujeros, aparecen con-

1. Dentro de. la cuenta real ~e .10s costes industriales se incluyen las categorlas de los ~cclde.?-tes de trabajo y d~ las enfermedades profesionales, que desde hace vanes anos han llegado al mvel de 1.600.000 casos por afio con un coste (perdida de capacidad de trabajo, perlodos de trabajo perdidos,' etc.) que el CENSIS ha estimado en 4.000 billones por afio.

ACERCA DEL «CASO ITALIANO»

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tradicciones significativas: resulta que el mimero de los cultivadores directos censados por el ISTAT es de 1.834.000, mientras que los asegurados de esa gesti6n llegan a los 2.350.000 y la cantidad de campesinos pensionados es de 2.238.000. Por consiguiente, existe ura franja muy amplia de pensiones «campesinas» que no van a los rrabajadores del campo.

Esto no es todo. Resulta que en la totalidad del sistema previsional se ha llegado a la extrafia situaci6n de que las pensiones por invalidez (4.602.000) ya superan a las pensiones por vejez (4.162.000); entre los cultivadores directos se llega directamente a una relacion paradojica entre 638.00Q pensiones de vejez contra 1.410.719 pensiones de invalidez. Entonces queda claro que a traves del mecanismo previsional pasan unas areas de «asistidos» que son el reflejo espectacular de la debilidad de la base productiva nacional: de esa manera los grupos y las clases obtienen unas «gratificaciones» y compcnsaciones por la precariedad de su posicion en la sociedad, (Cuantas comarcas del Sur, marginadas ahora del proceso productivo, se han defendido y «apafiado» de esta manera? (Que juicio nos merece la racionalidad economics de tales operaciones sodales? (Habra que tenerlas a no en cuenta cuando se discuta acerca de la productividad o acerca del deficit de la balanza de pagos?

Detengamonos todavia un momenta en la organizacion sanitaria.

Italia es el pals que registra, dentro del marco del gasto sanitaria publico, las mayores tasas de incremento en el componente Iarmaceutico, que ha crecido en un 32 por ciento entre 1974 y 1975, y en un 44 por ciento en el primer semestre de 1976, mientras expande el «Iorzamiento» artificial de las especialidades medicinales (i 9.000 especialidades en 18.000 preparaciones!) con enormes costes de publicidad. (Quien paga estas distorsiones? La mayor parte de los costes financieros terminan en el balance del Estado; y sabemos con segurid ad que una parte de los perjuicios --en terrninos de deformaci6n del aparato productivo comercial, de espacio para la especulacion, de proliferad6n de entes estatales, de deformaci6n en el cuidado de la salud y en la construcci6n de una medicina moderna- nunca sera computada.

Podriamos quedar en paz con nosotros mismos imputando estos deterioros y derroches a los mecanismos clientelares. El fen6meno clientelar es causa y efecto: alimenta la fragmentaci6n corporativa, pero es tambien la solucion motivada por el fracaso de la recalifica-

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cion social: es la sustitucion de la insercion dentro del desarrollo productivo par la «asistencia publica». La responsabilidad de la DC no reside tanto en el usa desenfrenado del sistema clientelar, como en el mantenimiento de un orden y de una jerarquia social que alimentaban Ia corporativizacion sabre la base clientelar. Par ella el saneamiento del balance del Estado y la moralizacion de la vida publica son ante todo una operacion social y se vinculan estrechamente can los caracteres y can las dimensiones de la arnpliacion de la base product iva nacional, es decir can los sujetos sociales que la misma puede poner en movimiento; y results estrecho (y mixtificadar) un razonamiento aeerca de la productividad y la lucha contra la inflacion, que permanece totalmente inmerso dentro del esquema de desarrollo que esta conduciendo a esta dilapidacion 0 marginacion de recursos materiales y humanos. (Estamos seguros en realidad de que, si permanecemos dentro de la jaula de semejante esquema, los sacrificios que habra que hacer seran precisamente cornprendidos y aceptados por la gente?

Se ha dicho con justicia que existe un problema de cantidad de recurs os disponibles, al que no solo resulta demagogico sino tambien ilusorio sustraerse, sobre todo dados los niveles preocupantes a que han Ilegado el proceso inflacionario y el endeudamiento del pais; y sabemos que, mas alla de un cierto techo, el endeudamiento significa el sometimiento del pais. Se trata de la cuestion especifica de los sacrificios y la austeridad. Para poder dar hay que quitar. Pew el derroche no reside solo en el consumismo V en la existencia de clientelas, y en la defensa del privilegio corporative. Hay un derroche grave en las potencialidades sacrificadas, en la descalificacion productiva, en el deterioro de los bienes can que contamos, en la inercia y en el a traso cultural.

Este es uno de los nuevos y dinamicos contenidos que es necesario dar al discurso acerca de la austeridad, porque el mismo solo sera aceptado en la medida en que pueda verse 10 positivo que pone en movimiento, el espacio que abre para grupos sociales actualmenre perjudicados y oprimidos, la ampliacion del campo de las fuerzas activas que propicia. Si no se ve esto, el riesgo de las resistencias corporativas y de la defensa empecinada de 10 existente, sera enormemente mas grande. Porotra parte, la puesta en marcha de otro «calculo nacional» de los recursos, de un censo de las potencialidades, puede tener un significado muy importante para el Mediodfa,

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para las zonas marginadas y estancadas del interior, para los ghettos juveniles y para las grandes masas femeninas.

Nadie piensa que hay respuestas ya listas ni soluciones breves.

Pero va la decision de marchar hacia semejante cambio de horizonte tiene -como consecuencia una serie de opciones muy concretas.

A partir de esta nueva optica, puede ocurrir que la politica agraria ya no tenga que estar subordinada -como 10 ha estado hasta ahora- a la industria (es decir: a una cierta utilizacion de la industria), sino que se plantee una estrecha correlacion entre ambas; que "J no sea necesariamente sacrificada (como ocurre en la actualidad) :1 las decisiones y a las conveniencias de determinados grupos monopolistas, sino que ineluso condicione ciertas decisiones financieras e industriales. Y puede ser que se Begue a la conclusion de que ya resulta insostenible 1a destruccion de recursos materiales y humanos producida por el abandono de comarcas y regiones, y que por consiguiente lleguen a ser prioritarias desde el punto de vista economico la construccion combinada de producciones agro-industriales, la real.zacion de programas territoriales, 1a busqueda de nuevas tecnologias integradas ajustadas a esas nuevas metas. De hecho, semejante orientacion no quita importancia al ro1 desempefiado por la industria: ineluso puede abrirle un espacio de innovacion, un futuro que no se limite a set la repeticion de formulas ya descubiertas; y puede abrirle (a ella y al mundo de los tecnicos ) un campo de iniciativa dentro de la division internacional del trabajo.

Se trata de decisiones dificiles, pero capaces de proporcionar una indicacion no solo acerca de los contenidos productivos, acerca de los bienes que queremos producir, sino tarnbien acerca de los metodos y los instrumentos piiblicos por medio de los cuales sea posible lograr una coordinacion entre unas iniciativas economicas, unos roles sociales y unas competencias tecnicas bastante diversas. No me refiero solo a los programas del Estado (los que el Estado realiza), sino tambien al papel del Estado para ayudar a que las grandes masas de los productores programen por si solos y hagan sentir su peso en las decisiones publicus. Me parece que de este modo es posible salir de una vision verticalista y burocratica de la programaci6n. Es evidente, pues, que seria cuestion de superar unas actitudes que: proceden exclusivamente por descomposiciones verticales y que 10 mas que han generado hasta ahora son unos intentos de programaciones sectoriales, que no han logrado establecer ningiin contacto (y este es su aspecto pa-

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radojico) con 1a dimension horizontal del poder local (regiones, cornun1S, provincias, circnmcripciones) ni con la ambigua y artificiosa polisectorialid8d de las partidpaciones estata1es. En esto consiste, pues, 1a fecundidad de los provectos integrados, capaces de realizar las conexiones necesarias nara un encuentro entre la agricultura, la industria, 1a ordenacion y eI uso del territorio, }' capaces por ello de encontrar un centro de prornocion en las asambleas electives perifericas, sin dejar de vincularse a1 mismo tiempo con las grandes decisiones verticales de caracter nacional,

Se trata, pues, de una programaci6n que apunte a alcanzar nuevos niveles de productividad, a traves de una combinacion de los factores de la oroduccion y, podrfa dedrse, mediante una fusion entre la iniciativa economics coordinada y la ciencia social. Me refiero a una capacidad del Estado para unir la formula cion de claras lfneas zenerales de orientacion economics con Ia accion tendiente a elevar 1a presencia y el poder contractual de determinadas fuerzas sociales en la produccion aludo, por consiguiente, a un impulso v a una iniciativa piiblicos orientados hacia formas de apoyo estru~turaIes, de promocion y organizaci6n de los servicios, de puesta a disposici6n de instalaciones, de ayudas a Ia reestructuracion de la red cornercinl, de control y reforma del mercado de trabajo: para tratar de definir v de diferenciar, de ese modo, los sujetos sociales a los que cabe recurrir y cuya agrupacion conviene favorecer. Dentro de una hipotesis ?e trabajo de esta dase resulta evidente que ocuparfan un puesto muy importanre la escuela, la investigaci6n cientffica, la reorganizacidn del mercado de trabajo, 1a urbanfstica y el ordenamiento del territorio v

si bien se mira, la misma inform3ci6n de masas. Me pregunto si este no es tarnbien uno de los modos de poner en marcha nuevas formas y roles de trabajo inteIectual, que brinden a las masas de j6venes unos espacios de ocupacion calificada distintos del viejo estancamiento parasitario en eI viejo tipo de burocracia. Por cierto, contaremos en tal caso con un punta de referenda para restituir al sistema de hs participaciones estatales una fundon que sea realmente innovadora, que saIga de Ia mera imitaci6n, complementaria v subalterns de las acti~idades industriales existentes, y que les asigne un papel de promocton v de asociaci6n de fuerzas empresariales mas debiles quiero decir un papel de iniciativa para 1a transformacion del tejido social.

(No sera este el camino que exige un maximo de creatividad a

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la empresa publica concreta, pero dentro de un signo, de una inspiradon de caracter general, de orientacion racional y program~da .de 1 economia? Quiza de este modo sea posible hallar unos cntenos c~aros para salir de esa poli-sectorialidad de tipo. ~nde~ido, que ha confundido y contaminado la accion de las ~artlCl~a~lOne.s estata1es v que ha conducido a un uso faccioso, arbitrario, politico-clientelar de il empresa publica. .. .

En to do caso, si es cierto que hay que ampliar el horizonte, SI hay que abordar nuevas combina:iones producti~as, resulta entonees evidente que el discurso economico debe confluir ?e a~ra en ade'ante con el razonamiento ace rca del Estado. Esta exrgencia se plantea :':1 todos los niveles. Considerad el debate y el conflicto que actualmente se desarrolla acerca de las nuevas Fuentes de energia, don de :_para quien quiera reflexionar- aparece con claridad que la busqueda de nuevas tecnicas (por ejemplo, nucleates) esta estrechamente asociada con una respuesta precisa en el terreno del control y ?el poder publico: en caso contrario, se corre el riesgo de que surjan cnorrnes resistencias.

La cuestion del Estado se plantea, pues, a cada paso; no tanto en 10 que atafie a la extension material de su ,intervencio.n, como. ala luncion que desernpefia, a la logics que le guia, vale decir a los mtereses reales a los que sirve. A partir de los problemas de la produccion nos topamos con 1a necesidad imperiosa de hacernos cargo de los temas candentes del debate acerca de las instituciones.

Los acontecimientos de los iiltimos afios han asestado un golpe a la vieja fabula reaccionaria que carga sobre las asa~bleas. pollti;as :a responsabilidad de 1a impotencia de 1a ~emocracla. ~eJ~r asi, SIn embargo hay que decir con no menor claridad que 1~ izquierda de~ salir del esquema que consiste en reducir en cualquier cl~cunstancla 1a crisis de la democracia politica a los abusos de un «gobierno Iuerte», que aplasta y vacia de poder a las asambleas politicas. La perezosa y abstracta repetici6n de este esquema no ha ayudado, de hecho, a percibir los complejos cambios introducid~s por ~as presiones y la.s necesidades de los oligopolios financieros e industriales en la orgaruzacion del ejecutivo, ni 1a influencia especlfica de la entrada en acci6n de grandes masas populares organizadas; y ha terminado posterzando tanto la lucha por una reform a del ejecutivo, como la reflexi6n crltica acerca de las actualizaciones que hay que realizar en cuanto a1 rol y el funcionamiento de las grandes asambleas electivas.

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Los adjetivos «fuerte» y «debil» , referidos al gobierno, est ali demasiado gastados por la polernica politica coyuntural, para podei expresar algo preciso. Pero, si hay que utilizarlos, diria que el regi men dernocratico en Italia ha padecido durante estos aiios no por unos gobiernos «fuertes», sino por unos gobiernos «debiles», No me refiero a los errores especificos cometidos por este 0 aquel ministeric durante los iiltimos treinta aiios. Pienso en el modo de formaci6n de los gobiernos, en sus caracteres institucionales, en sus estructuras, ancl~das totalmente en viejas reparticiones por materias (ministerios), consideradas en su separaci6n cristalizada, con escasisimos (0 debiIfsi~os) elemen.tos de interconexi6n 0, si se prefiere, de interdisciplinariedad, y privadas de cualquier tipo de «movilidad». Es decir: repa~ticiones de funciones y de responsabilidades de ninguna manera relacionadas con unos objetivos peculia res y especfficos respecto de los c~al:s el gobierno se proponga definirse a sf rnismo, sino preconstituidas de un modo fijo y distribuidas alternativarnente entre las diversas corrientes politicas, de acuerdo con Iogicas extrafias al programa. A esta corriente politica Ie corresponde este ministerio: tal ha sido el criterio aplicado; al margen, en la gran mayorfa de los casas, ~~ toda referencia a los programas y por consiguiente al margen tambten de las competencias. Se trata de la manifestaci6n de un error d: fondo, de un verdadero atraso institucional. Semejante comp~~tamlento ~ra coherente cuando estaba referido a la ideologia del VIeJO Estado liberal, segiin la cual la tarea del gobierno consistia en eI mantenimiento del marco politico y la reunificacion polftica (abstractal, por debajo de Ia cuaI actuaba Ia burocracia tradicional en su c~;acter de presunto 6rgano metapolitico y de garante de I; aplicacion de la ley. Pero ~que sentido tiene semejante criterio en Ia epoca del Estado que interviene cotidianamente en la economla 0 debe definirse so?re todo a traves de su capacidad y diligencia para coordinar sus diferentes sectores de intervencion y para conducir una sociedad profundamente interrelacionada? Ante esta unidad es evidente que .la rlgida estructura por ministerios ha sido un lastre que ha termmado por exacerbar la sectorializaci6n del momento politico ge-

neral y por acelerar la parcelacion del poder, -

Ademas: el canicter hjo de esta repartici6n de los gobiernos en tantas «fortalezas» separadas, atribuidas en funci6n de calculos ajenos a .10s p.rogramas, s610 podia agravar Ia tendencia de los aparatos admirustratlvos a actuar sobre todo en funciones de control formal, po-

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niendo en un segundo plano la verificaci6n del mayor 0 menor logro de Ins metas fijadas. Si no queremos reducir todo a «pecado» 0 a pereza, ni limitarnos a predicar, debe~~s interpretar de este. modo tambien la disminucion de 1a productividad de una burocracia tradicional, que tambien por esto ha que dado desfasada respecto de 1a sociedad y del Estado, y se ha visto impulsada a replegarse cada vez mas hacia una autolegitimaci6n prejudicial, vale decir hacia el espi-

r i tu de corporaci6n. .

De ese modo contabamos aparentemente con un gobierno: pero de hecho se trataba de un agregado de segmentos gubernamentales; 0, si se me permite retomar una metafora reiterada a ~enudo en los escritos de este volumen, un sistema de «feudos», dificultosamente mediados por un emperador disminuido en S'.lS carismas y por consiguiente obligado mas que nunca a apoyarse en un regateo constante entre los potentados.

Esta falta de sintesis ha tenido consecuencias mas graves en un sistema estatal caracterizado ya par una diversidad y una complejidad de sus organismos, y dados los cambios experiment ados por las iorrnas fundamentales de la normativa estatal, Los estudios realizados por algunos juristas han aclarado con agudeza el caractcr de proceso abierto que ha ido cobrando la aplicacion de las leyes, que ahora Sf »lantean como finalidad la creaci6n de nuevos sujetos econ6micos, en ?3rte publicos (y referidos a intereses generales) y en parte autorizad~s a actuar como privados, en la esfera del mercado. Ante estos organismos, la fuerza coordinadora y unificadora de la direcci6n politics hubiese sido decisiva para evitar que los mismos fueran absorbidos por logicas particulares e impulsados a identificarse con intereses de grupo. Es decir: el Estado ponia en movimiento unos mecanismos y unos procesos que despues no lograba controlar y coordinar,

Esta desconexi6n y desarticulaci6n del ejecutivo y del Estadoaparato se reflej6 de manera espectacular en las asambleas politicas: en el parlamento, pero tarnbien en las regiones, en el sistema de las autonomias, 0, al menos, ha «forzado» en una direcci6n inadecuada determinados mecanismos de las asambleas politicas: la consecuencia de esto ha sido tanto mas fastidiosa par cuanto ha surgido en el momento en que el parlamento y las regiones, £rente a la crisis de los viejos equilibrios politicos, debian encararse con unas tareas nuevas \' dificiles de unificacion.

. Me explico. En el parlamento, antes y a espaldas de la confron-

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tacion en la sala, opera una difusa (y se ' n di ;

demasiado fragmentada) urdimbre d gu . l~en mUdchfio~J ya de po~,,", ..

te . fl . e comlSlOnes e nidas por

nas, que re ejan aproximadamente la ' ... ,

Itamentos ~inisteriales. La falta de cole~7:rfJaad d~:lS~O~ porb; dep

a separaClOn entr " . 1 ' 10., go ,crnos

mites interminister~al:ln~ste~os: e b f~acaso substancial de los c~ «feudos» han impulsad ecflt, aSI~amente, la cristalizacion en

, 0 con recuencia a las di ti . .

parlamenta=ias a definirse r s, rntas comlSl0nea:

cuando no las han p l' despecto del enfrenClIl11Cnto mil1"sterial

ara iza 0 como conse . d 1 '

surgidos entre los ministerios P cuencin e as conflictos

composicion y fragmentacion 'd or o~ra parte, en m~d~o de Ia dessulta dificil tambien para 1 e 10bsl mterIocutores mlll1steriales, re-

d . . as as am eas comprender 1

«a mmistraciones paralelas r y centro ar esas

eli » que ya lorman parte del E t d

no se po an encerrar con facilidad d d . 5 a 0 y que

ni siquiera euando se trataba d 1 ~n.tro. e una casilla ministerial,

estatales, Esta es pues Ia dif ~ rr;;mstetl~ de las participaciones solo para (progra~ar» 'sino t~l~b/,a que nenen las a~mbleas no aetividad mas nueva d:l Estado en bPara canacer efectlvamente Ia boracion de Ia conexion entr '1 y s~./e todo para lograr una reelaquina publica, Conviene recorJar os 1 erentes ~ome~t,os d.e .Ia rnaeste regimen de «feudos» h qude edsta desartlculaclon ministerlnl,

, 1 ' a opera 0 entro de un . .

ciona marcado por un fuert bi li sistemj, constmj,

igual jerarqufa y funci6n e ;camera isrno, con dos Camaras de de la otra y con debiles inc sOt n p ena adutonomfa de Ia una respecto

., rumentos e coordinac" L f

tacron de los cuerpos estatal I Jon, a ragmen-

nisterial del eJ'ecutivo t _ ebs y a exacerbada sectorializacion mi-

" en rana an pues unos f "

mas graves, precisamente por 1 " '. d e ectos toaana rnucho

ralismo. a eXlstenca e este tipo de bicame.

De esta manera heroos tenido una accion d 1

como fragmentada y subordinad EI E d ie E.sta~o tan extensa camente en todo sin 10 a, d sta 0 se ha mmlscuido oracti.

b ,grar poner or en en su j . , •

010 de este intervencionismo h' u ,mte:;enclOn. EI sfrn-

ineentivacion, la erogaci6n descona s{d~ la Ie?lsIacl0n a~erca de Ia cual se ha llegado a una . d tto a a de dmero, en virtud de Ia que determinados billonesesdPecblfe c: resu1ltado espastico: se anunciaba

lean ir a os pequefi . d . I

os campesinos del Mediodfa bi os In usrna es y a

dos por algunos grandes oli ' y ~n c~ 10 estos resultaban absorbi-

la2amiento de los faetores p~~rc~~~sSl junta.m_o~ a. un nuevo entremos que remover las causas d Y ; la Intclatlva publica, tene-

e este caracter espastico de la accion

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statal. Se afirma que esto depende de los partidos y de los sindicatos. ~ero ya es hora de liberarse de ciertas mixtificaciones. Los partidos y los sindicatos, Y tambien ciertos aparatos piiblicos, no son una misteriusa Y patol6gica superfetad6n respecto del proceso productivo; ,u:1, a su manera, «caras» y momentos del actual proceso producti\0, tal como se desarrolla hoy, a mediados de este siglo, La gran c::npresa financiera e industrial tiene que ver con su expansion, en la ;:lcJiua en que, precisamente del desarrollo monopolistico y de 1a crisis del viejo mercado y de los nuevos modos de acumulacion a de lllntrol de los consumos, ha surgido el impulso para 1a ampliaci6n de las funciones del Estado, y el establecimiento de nuevas formas Je: nsociacion de las masas, No hay que asombrarse por el hecho de que de ese modo el terreno de la politica se haya ampliado y toda LJ:1d serie de instancias «politico-estatales» ejerzan, a su manera, ya U:1a influencia (a veces incluso directa) sobre la economia y tiendan ,; realizar cada vez mas una cierta autonomia (relativa). No es casual que haya existido el intento Iascista de «regular» autoritariamente desde arriba estos procesos, destruyendo la democracia politica, No es casual que un nuevo impulso para la extensi6n de la maquina estatal, en 1a segunda posguerra, haya provenido de las politicas neocapitalistas, que se enfrentaban con las contradicciones de la sociedad de masas. Por eso, en vez de lanzar anatemas instrument ales contra los partidos, 10 importante es volver a examinar y a calificar criticamente el rol que los mismos deben desempefiar.

Sigo estando convencido de que durante estos setenta afios unas rnasas enormes, que antes estaban subordinadas, tanto en nuestro pais como en todo el mundo, han ido conquistando espacio y poder, con una aceleracion que no tiene precedentes en 1a historia, aunque para lograrlo hayan tenido que vivir unas experiencias tragicas. S610 unas valoraciones miopes 0 unas fan tasias vacias, que han usurp ado el puesto de la razon critica, pueden ignorar 10 que la asociacion en partidos, sindicatos y movimientos organizados de 1ueha ha aportado a 1a conciencia de millones de mujeres, de hombres y de j6venes, al progreso de su socialidad humana, as! como la unificaci6n de experiencias, de realizaciones, de culturas que 1a misma ha desencadenado. A pesar de las apariencias, si se considera el conjunto de las areas del planeta, se ve que se ha producido una extension de algunas formas esenciales de democracia, entendida al menos como presencia activa de las masas. S610 un oportunismo barato puede ignorar 10

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que ha aportado a la vida de todos el mundo moderno de la politica, tal como se ha desarro11ado con las novedades puestas en marcha por la revolucion burguesa y por la presion del antagonisrno obrero. Seria esnipido olvidar que una gran parte de la sociedad humana ha salida de ese modo de la disgregacion y del aislamiento, y se ha articulado y organizado, produciendo una nueva dialectics de la historia.

Sin embargo cabe preguntarse si actualmente no hay que ampliar el objeto y las forrnas de la politica, tal como los hemos conocido en estas epocas tambien tan convulsionadas. Precisamente: justa porque se ha dado un proceso real de Iiberacion de fuerzas, y a escala nacional y mundial han surgido nuevos protagonistas, los organismos politicos deben unificar experiencias y tradiciones mas complejas y diversificantes. Por eso parcce necio e1 discurso que pretende decidir ace rca de la economia prescindiendo del Estado, y resulta necesario un saber que nos perrnita comprender los entrelazamientos que se han creado, las articulaciones y diferenciaciones que caracterizan hoy la rnediacion social y la mediacion politica, e incluso la sociopolitica, porque si no se logra abarcar en su totalidad este horizonre, sera dificil producir las innovaciones (es decir, la ampliacion de las fuerzas productivas}, que permitan resolver de manera positiva las contradicciones de los interests, las estratificaciones de los roles y las resistencias corporativas, municipales y nacionalistas.

Para que entren en el juego, en el calculo nacional hombres v

, -

recursos hasta ahora marginados, el Estado debe plantearse la tare a

explicita de favorecer la agrupacion y la capacidad productiva de nuevos sujetos sociales. Pero una empresa de este tipo excede tanto el horizonte de la gran masa multinacional como la 6ptica de las tecnoestructuras con que la politica keynesiana ha tratado de hacer frente a la transiormacion del rnercado y a la crisis del viejo Estado liberal. Por eso la reform a del Estado es el verdadero banco de pruebas: quizas esta sea la principal reforma econ6mica que haya que realizar. Rechacemos con energia las lamentaciones oportunistas que no entienden nada del Estado moderno. Pero al mismo tiempo tomernos eoncieneia de las cecisivas «economias» y de las potencialidades productivas que puede entrafiar la construcci6n de un Estado eapaz de ayudar a que las masas de productores se organicen y se agrupen, de acuerdo con un plan coordinado. Dado que tanto se habla de produetividad, ~ aeaso no es este el primer campo en el que corresponde dar un salto hacia adelante?

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Se que el tema es difkil e inedito, La prograrnacion ha sido la gran prueba en la que ha fracasado el centro-izquierda, Por otra parte, la izquierda italiana busca una via clara mente distinta de la planificacion de Ia economia que, aunque con diversas variantes, ha prevalecido en los paises del Este, can gobiernos comunistas. En uno de los escritos recogidos en este volumen, subrayo que no me parece convincente el analisis que estabIece una distincion en los pafses del Este entre una estructura econ6mica socialista y el regimen politico autoritario 0 iliberal que estaria superpuesto a la misma. Al margen del hecho de que las definiciones de tal regimen politico suelen ser muy imprecisas y se refieren a unas categorias bastante genericas, me resulta dificil pensar en un regimen politico que de alguna manera exista de por sf y cuyas rakes y las motivaciones de sus contradicciones no residan en los rasgos y en la dinamica de las organizaciones sociales, en las relaciones entre las clases. Precisamente hemos dado un import ante paso hacia adelante en Ia realizacion del ajuste de cuentas critico con el estalinismo, cuando comenzamos a buscar en las nuevas contradicciones de clase la causa de las involuciones regresivas que esta11aron en la cumbre dirigente sovietica. E1 juicio de la izquierda italiana acerca de la planificaci6n sovietica ha llegado a ser mas critico y problematico precisamente porque ya no se limita a registrar la persistencia y la «eficiencia» de un gobierno con base obrera, sino que comienza a relacionar la valoracion de la eficiencia can los fines, y por eonsiguiente can las relaciones entre las clases, con el proceso real de ernancipacion politica y social. Se :rata de un criterio severo, pero que nos permite medir tanto 1a novedad efectiva, historica, de las transformaciones realizadas en el Este, como las verdaderas limitaciones que todavia hoy se manifiestan a11L

La importancia y la dureza de la batalla que esta librando la izcuierda en Occidente reside, pues, en su novedad. Las revoluciones realizadas en el Este han transform ado las relaciones de fuerza a escala mundial, pero no nos proporcionan soluciones validas para asociarnos par nuestra parte en la actualidad a un bloque vencedor, dados los proeesos sociales determinados en Occidente par la fase del capitalismo monopolista de Estado. Esto implica la necesidad de comprender eorrectamente, en todo su alcanee, el elemento por el eual el discurso acerca de la reform a del Estado (es decir, Ia organizacion del poder) sale en la actualidad de 10 cormin y adquiere rasgos propios: la democratizacion de las grandes decisiones que orientan

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la economia, elevando el peso contractual y politico de masas de productores actualmente subordinadas.

La referencia a nuestra Constitucion no es algo meramente formal. Nos guste 0 no, en las paginas de la Constituci6n se encuentra la conciencia de la escision intrinseca de la sociedad canitalista asl como el esbozo de un programa de reconstituci6n social, que transforme las bases de clase del Estado. En algunas paginas de este libro, el lector podra encontrar testimonios de la polemic a acerca de las deformaciones que la Constitucion material ha representado respecto de la Constituci6n formal. Aqui me interesa subrayar que precisamente en este terreno se libra hov una batalla fundamental tambien para la suerte de esas asambleas electivas, tan exaltadas de palabra, perc que en la actualidad estrin atravesando una dura prueba en cuanto a su posicion histories.

Acerca de este punto conviene hablar con claridad. Mil personas de orientaci6n diversa, que deciden conjuntamente, son algo comp!icado: mas .a,un si sus. decisiones estan vinculadas con otros organ!~mos, tarnbien com~leJos y a rnenudo abusadores. Esta compJicacron resulta cornprensible cuando acnia, no como impedimenta, sino como fuerza: es decir, si representa el camino para realizar las conexion~s a las que nos referiamos antes, para comprometer un arnplio abanico de fuerzas en una prograrnacion y, por consiguiente, para elaborar en las mas as ese consenso que produce la autodisciplina, Esta es la «carta» verdadera con que cuentan las asambleas electivas. La misma posicion central del parlamento, de la que se habla en la actualidad, habra de medirse por esa capacidad para saber conducir hac.ia estas nuevas sintesis productivas, que cohesionen el cuerpo SOCIal y superen las tendencias hacia la fragmenracion corporativa. De no ser asi, resultara dificil que el parlamento pueda dejar de desempefiar un rol de cornpensacion sectorial: prevalecera una producci6n de «leyezuelas» de tipo corporativo. Tengamos cuidado de no volver a caer en las viejas supersticiones, en la ilusion de que basta con colocar en la cumbre un «directories inteligente, «eficiente». La enciencia de la democracia es la democracia. Muchos habfan jurado por la capacidad racionalizadora de la gran empresa, como nueva ordenadora no solo de la fabrica, sino del territorio y de la sociedad civil' y en relacion con ella, el municipio y la cuestion del poder local parecian antigualIas, residuos decimononicos, provincialismo. Despues nos fuimos dando cuenta de que no sabiamos como dirizir la

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ciudad; que las «fortalezas» ministeriales rornanas no son capaces de dominar la sociedad multi forme y contradictoria en que vivimos; y que no habiamos ca1culado suficientemente 10 perjudicial y 10 absurdo que resultan la centralizacion del fisco, la ilusion de dccidir solarnente desde Roma el gasto de rnillares de billones, y 1a pretenSJon de mantener el orden con los instrumentos de unos «cuerpos» cerrados, separados de la vida dernocratica. Frente a estas ineiiciencias , vuelve a cobrar una justificacion profunda un sistema de asambleas politicas, capaz de activar y a1 mismo tiempo de unificar, en cuanto punto de referencia y de coordinacion para una vida social lJue ha llegado a ser tan compleja. Por consiguiente: asambleas que importan, no por el mimero y la minuciosidad de las leyes, sino por la coordinacion que realizan, par su capacidad para controlar, no solo los «Iragmentos», sino el conjunto.

Por eso, cuando hablamos de un entrelazarniento mas fuerte entre ciencia y produccion, debemos pensar en una mayor incorporacion en la vida product iva no s610 de nuevas tecnologias, sino tambien de una ciencia politica, entendida como capacidad de los productores para incidir en la vida y en las formas del Estado. Esta es la razon por la cualla insistencia en 10 privado, entendido en el viejo sentido, ya no tiene vigencia. Pero precisamente por el hecho de que tantos aspectos privados de nuestra vida -salud, formacion educativa, seguridad de la vida, relacion con la naturaleza- remiten directamente al modo en que esta organizado el Estado, y parecen impregnarse cada vez mas de politica, esta no puede permanecer confinada en 10 alto ni reducirse a una delegaci6n en grupos iluminados de la cumbre. Si esta incorporacion de ciencia politica, de direccion programada en la actividad product iva y social, fundamental para renovar y ampliar el abanico de las fuerzas productivas, quiere set efectiva, debe llegar a difundirse y a penetrar, debe llegar a convertirse en un proceso de masas que implique y trans forme a millones de hombres y de mueres y que se realice en una rnultiplicidad de niveles y de ambitos. La necesidad de «socializacion de fa politics» cada vez se presenta menos como un sueiio generoso, como una demanda abstracta de democracia, y mas como una exigencia practica: «economica». Por otra parte, ,acaso este proceso amplio de «socialiUJd.fJ'iJ '1h..Ja politica» no constituye el verdadero camino, no sololhal'a'qu~'la~mocracia se vuelva concreta, sino tambien para t~ar....aw l~llttual confusion y pasar a 10 que denominamos un <Eden nuev:o,~s ~~ir,

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para poner en marcha una disciplina real que sepa enfrentarse con los riesgos enormes de disgregacion, de fragmentacion eorporativa, que dejan e1 camino expedito para el autoritarismo?

Todo esto signifiea una prueba para 105 partidos, pone en cues. tion su modo de ser hoy, en e1 momento actual, y sefiala tarnbien cual es la direcci6n en que los mismos pueden realizar un desarrollo positivo. De hecho, si el caracter de la innovacion que hay que in. troducir en el mismo proceso productivo requiere esta ineorporaci6n de ciencia general y estatal, resulta evidente que en el nivel de las masas tiene que enriqueeerse Ia dialectics entre Ia «espontaneidad» de las mismas, de la gente, de Ia sociedad civil, y la conciencia acumulada en las organizaciones, en las «instituciones» de masas. Naturalmente, me estoy refiriendo a una «espontaneidad» que no es la reaccion elemental del individuo a del grupo, sino a ese «sentido cormin» de las agrupaciones, de los grupos, de las fracciones de clases, en los que los impulses innovadores sue1en convivir con estrategias e ideologias contradictorias. Por eso no me convence en abo soluto Ia tendencia -que parece estar actua!mente de moda- a nivelar la capacidad proyectiva y fir.alista de los partidos, para decir- 10 con una sola palabra: su dimension ideal. No me convence porque [a nivelaci6n empirica -mas aun en la presente fase de Ja sociedaden vez de aproxirnarse se aleja de Jo concreto y ni siquiera representa una apertura real a la «espontaneidad», a Ia autoproducci6n de 10 «social», que -actualmente en nuestro pais- es tambien una «so. cialidad» estratificada, ideologizada, sedimentada hist6ricamente y que, por consiguiente, requiere, como deda Gramsci, una permanente revolucion cultural, una expansi6n «arnplia» de Ia hegernonia. La superaci6n de Ia politica como privilegio y exclusividad de un grupo se presenta de este modo como el camino para transformar substancialmente a unas masas decisivas y para dar una funcionalidad y, par consiguiente, una «tecnicidad» efectiva a las soluciones.

EI rol y el porvenir del partido politico moderno se realizan actualmente en su capacidad para expresar sintesis de masas, y sintesis en el grado de conexi6n y de proyeccion hacia el futuro que requiere nuestro tiempo y sus contradicciones; sintesis que sean capaces de unificar, no en el nivel de una vanguardia iluminada a de una curia sacerdotal, sino en las grandes masas protagonicas. Par eso el vida, el peligro, quisiera decir el enemigo que hay que combatir, es la reducci6n del partido politico a un conglomerado de mediaciones cor.

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Clorativas, al papel de administrador y agente de «fragmentos» socia'es v de factor de equilibrio entre hermandades. Todo 10 que empuja en esra direccion envenena y pone en peligro Ia democracia par Ia que hemos combatido: y en todo caso la vuelve impotente e incapaz de responder a las nuevas contradicciones que estallan en el cuerpo "ociaI.

Dado esto, la ampliaci6n y Ia socializaci6n de la politica son pre· cisamente 10 contrario del encierro en la propia parroquia y del orr;ullo del partido. No repetire aqui algunas palabras que acerca de cste tema aparecen en ciertas paginas de este libro. Buscamos una unficacion de «rnundos» que por cierto no puede realizarse cubriendo piidicamente los antagonismos de clase y la diversidad de las tradiciones, y que seria pueril pensar tcdavia -actualmente, en 1977, .lespues de la pluralidad de procesos a cuyo desarrollo hemos asistido en todo el planeta- como la convergencia bajo una sola bandera. Si en realidad viesernos asi las cosas, significaria que seguiriarnos aferr.indonos a viejas ideas acerca de las alianzas y que no habriamos comprendido los nuevas hechos producidos incluso en grupos alejados de la clase obrera y las potencialidades abiertas por nuestra pro»ia lucha.

. Par 10 dermis, actualmente estrin en proceso de transformaci6n rambien las institueiones del movimiento obrero organizado, es decir, 'us propias tradiciones, La dialectica entre sindicato y partido se ha rransformado profundamente: con un enriquecimiento y con unas dificultades. Hemos llegado al punto en que el sindicato condiciona, (' puede condicionar, en 10. actualidad, no solo al patron de la fabrica v a su poder, sino tambien a las instancias bastante delicadas de las funcion~s y de la soberanfa del Estado. Se trata de un desarrollo que lia sido esenci al para 1a transformacion de las condiciones y de las .claciones de fuerza, v que tarnbien ha suscitado problemas nuevas. ;Que puesto ocupara la contratacion sindical? <Cual sera su posicion resnecto del Estado? <Donde se determinara Ia diversidad y donde la sernejanza entre el sindicato y el organo institucional de Ia representacion politica en el Estado, es decir el partido? No creo en Ia nivelacion que elimine a uno en favor del otro, 0 que subordine el uno ,,1 otro; y en algunas paginas de este libra he tratado de explicar por que no 10 creo. Pero tampoco creo en la confusion entre ambos. Y sigo dudando, cuando veo que el sindicato decide junto con el go":)ierno, al margen de las asambleas electivas, unas soluciones que

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entrafian consecuencias pertinentes para el ordenamiento del Estado. El sindicato es la autonomfa de la sociedad civil: que exprese su fuerza y que luche, pero sabiendo que el uso de su poder de contratacion puede condicionar, pero no puede borrar la instancia de la representacion politica general ni arrebatarle su autonomfa. Precisamente porque el tipo de «garantisrno» del viejo Estado liberal ha sido quemado por el desarrollo del capital monopolista y por el advenimiento de la sociedad de masas, debemos tener clara conciencia de una nueva articulacion entre las divers as instancias de la dialectics democratica. Ya no puede ni debe existir un monopolio de la «politica» en favor de unos organismos predeterminados, aunque se trate de los partidos. Pero, precisamente en pro de la riqueza y de la daridad de la vida democratica, hay que saber cual es la relacion que existe entre los organismos que hacen politics y el Estado.

Puede preguntarsenos donde conduce este impulso hacia la politizac.ion de 10 «social», esta remisi6n directs al Estado, que ya se manifiesta en tantas instancias asociativas, incluso en las mas elementales. Se trata de un signo de esa crisis del «privatismo» (como ideologia liberal de la separacion) a la que he aludido mas arriba, y de la necesidad de unificacion que madura pot tantas razones, Naturalmente esto no significa en ebsoluto que 10 «privado» se debilita, sino que, por el contrario, no logra vivir «separado» v cada vez menos logra existir como un «recorte», en la medida en que a cada paso se encuentr~ con 10 «publico». ~Acaso no es este el camino propio de nuestra epoca para dar -dentro de una nueva socialidad- un fundarnento distinto y tarnbien un espacio mas rico a la individualidad?

Por. esto, de cara. a esta relacion mas estrecha entre 10 publico y 10 ~tlvado, los partidos se encnentran con una tarea mas compleja y delicada, puesto que constituyen el camino mas directo -v en nuestro pais directamente institucionalizado y constitucionalizadoentre la sociedad civil y el Estado. Existe un peligro, que tiene dos a.spectos solidarios. El primero: que la insercion organic a de los partidos en el Estado entrafie el predorninio de logicas, metodos v tiempos «privados», en una instancia publica, general, con las' consiguientes parcel~ciones y feudalizaciones. £1 otro aspecto es el siguiente: . q,ue :: partido se confunda con el Estado, pierda su caracter de ~ntIClpaCIon,. de «prcyecto», pierda, en sintesis, esa iniciativa, ese impulso bacia el futuro, que expresa a la instancia de 10 «social» y la inserta en la vida del Estado, quebrando la tendencia a la cris-

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ralizacion y a la Iormalizacion exagerada de las instituciones, es decir, al burocratismo, De modo que parecen igualmente necesarias una capacidad de sentirse Estado y una capacidad de ser partido, ambas en el fondo mutuamente necesarias, segun mi criterio.

Quizas esto implica la exigencia de que se definan mejor, de manera mas precisa, las articulaciones organizadas, los procesos internos, los metodos de presencia en el Estado, mediante los cuales los partidos pueden desempefiar su dificil papel de charnela, del que tanto depende a mi parecer la construccion de una nueva democracia. No me convence la respuesta que dice: ya sabemos que existen riesgos; los iremos enfrentando a medida que se presenten. Por dificil que resulte resolverlos, cuando se quiebran los equilibrios sociales profundos, los problemas de la organizacion del poder se presentan inmediatamente en la escena.

Gramsci hablo de unas soluciones «refinadas» que habia que buscar en las instituciones y a traves de la nueva hegemonia. Puede parecer que esto implica querer forzar el cur so del proceso; puede interpretarselo como una forma de privilegiar incorrectamente 10 «erico-politico», como un tributo premarxista pagado a una vieja matriz idealista. Por el contrario, considero que se puede interpretar esa expresion como la confirrnacion de que iinicamente a traves de un «refinamiento», es decir de una riqueza y complejidad, de las formas de la politica, resulta posible abrir un camino que al menos permita que nos vayamos acercando al punto de llegada, diHcil y controvertido, que Marx denominaba «desaparicion del Estado». Ya sabemos que el tema es muy discutido: son numerosos los signos que a nuestro alrededor parecen sugerirnos permanenternente que se trata de una anticipacion utopica, que si seria un residuo «filosofico» en 1a misma ciencia critic a de Marx. De todos modos creo que una experiencia, que nos ac1are ace rca de esta cuesti6n y que nos permits avanzar, no puede ser una burda regresion a 10 puramente «social», una ilusion de espontaneidad entendida de esta manera, sino una innovaci6n capaz de reordenar tambien las instituciones, y por consiguiente consiste en ese «refinamiento» complejo del que nos hablaba Gramsci. Se trata de un camino que debemos buscar, pero que no nos es absolutamente desconocido. Cuando unas masas obreras del Norte piden en sus consejos que surjan fabricas, no en su propia ciudad, sino en el Mediodia, tratan de indicar el caracter y la raz6n de ser de estas fabricas alejadas de elIos, e inician una lucha que se

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esfuerza por presionar desde ahora sobre la conducci6n del Estado republicano, por dificil y todavia embrionaria que ella sea, cabe reconocer que se ha plantado una semilla. ~Es insuficiente? Desde luego, pero comienza a vislumbrarse un camino. Veamos si somos cap aces de ponernos de acuerdo para recorrerlo.

En estos dias, he Ieido un articulo de Paolo Volponi, escritor alineado junto al movimiento obrero. Me ha interesado porque se referia al tema del «plan», del program a, que constituye la cuesti6n subyacente a to do 10 que aqui hemos dicho. Quiero citar la conclusion de ese escrito:

No es imposible, porque se puede comenzar sin leyes y sin preceptos, en 1a confrontacion y en la colaboracion; no por cierto mediante oficinas, provisores, presidios, rectores, distritos, organos centrales o descentralizados de este 0 de aquel ministerio. En cuanto tales y en cuanto oficiales, todos estos estan congelados dentro del viejo «Estado» y solo de tiempo en tiernpo se liciian, como la sangre de San Genaro, perc siempre dentro del mismo relicario y siempre a traves de los flujos y corrientes internas del llamado marco politico. Se puede comenzar, para dar un ejemplo irreverente, con los ciudadanos de Roccacannuccia, discutiendo con ellos que es 10 que hacen, donde y corr;o 10 hacen, como viven, hacia donde se dirigen, que desean. Precisamente Roccacannuccia, porque actualmente el lugar proverbial del provincialismo, de la incultura y de la inercia es Rorna; la Roma que es el fondo y el subfondo de la oficialidad. Se puede continuar, siempre de manera irreverente, con la Roma de los villorrios y de las universidades, con los jovenes destinados al bandolerismo y con sus compafieros destinados a diplomarse en leyes; manotazos hacia la misma manzana perversa. La cultura (de izquierda) debe disponerse con humildad alrededor de la idea y del contenido ~el plan, con tcdos sus instrumentos, y debe trabaJar. en el plan incluso con sus manos, reconociendo su propia validez, no solo en la afirmacion, sino tambien precisamente en la produccion.

No . est~y se~uro de interpretar correctamente 10 que propone ~olpom: PI~O disculpas si me equivoco. Pero si he comprendido bIe.n, quiere irnpulsar energicamente la iniciativa de abajo, de la periferia, comprometiendo e implicando tambien a las fuerzas mas extraii.as al Estado actual. No creo que yo me haya cerrado a esta exigencia: en el pasado he tenido ocasi6n de hablar algunas veces acerca del

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r~pel que pod ian desempefiar las diversas Roccacannuccias de 1talia, .mnque haya adoptado un terrnino de jerga y haya hablado de «au.to-iornias». Sigo estando convencido de que este es un punto crucial. De no ser aSI, marchariamos hacia el resquebrajamiento a partir d:l cnal se desarrollaria la disgregacion corporativa y el intento autorirario.

Pero tambien estoy convencido de que Roccacannuccia no puede

.riunfar ignorando a Roma, a los cuestores, a los prefectos y a 10 'ILe Volponi llama el «viejo Estado», que ya actualmente -y tami;iC:n por efectos de nuestra propia acci6n- no resulta Iacil encerrar dcntro de esa formula. Actualmente, es decir en esta epoca y en esta cr sis, menos que nunca podemos ignorar aRoma y al Estado, si, como dice Vo1poni, queremos que e1 «plan» descienda hasta la pro.h.ccion «inc1uso con las manos». Roma no es exterior ni puede ser ;c:xlrada de Roccacannuccia. Hay quien piensa que es necesario atalJ~;a desde el exterior y destruirla. Actualmente ese camino me parcce inconducente. Considero que es equivocado e incluso ilusorio no asumir va desde ahora, el hecho de Roma, cualquiera que sea [a \'rilla 0 comarca por donde comience el discurso renovador.

EI problema no carece de importancia; se v.ncula en forma direcLl precisarnente can los acontecimientos que han motivado el escrito de- Volponi. Es cierto: los acontecimientos de 1a universidad de Roma " de Bolonia remiten a un hecho social. Reconocerlo no implica reduci~' en 10 mas minimo 1a condena de los grupos de escuadristas ,'ue han injertado su vio1encia ma1hadada en esos hechos; equivale : "elmo a denunciar el peligro que imp1ican esas escuadras, por la rcaccion social con la que pueden, y en parte han logrado, llegar a a.rarse.

Quitar espacio de operacion a estas escuadras, aislarlas y com\Jtirlas implica luchar contra un peligro: el de que unas masas i.ivcniles se alineen v luchen al margen de ese patrimonio cognoscirivo y politico que fue objeto de confrontacicnes y de impugnaciones en las luchas de 196.8, pero que tambien entonees represento un punto de referencia claro e imprescindible, en virtud del cuallos partidos de izquierda y los sindicatos fueron impugnados precisamente s'~,bre la base de la acusacion de que estaban malvendiendo ese pa'rimonio. Temo algo todavia pear: que se pueda produeir una ruptura mas profunda respecto de unos principios, unas ideas y unas e)~periencias que ya desde hace casi un siglo son patrimonio de las

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masas explotadas y de su movimiento; 1a idea de una lucha con unos objetivos precisos, de unos movimientos que se construyen por agregacion de experiencias y verificaciones de masas, de unas batallas politicas y sociales que por eso proceden a traves de program as , alianzas, tradicion acurnulada, disciplina colectiva. Es evidente que ese camino nos conduciria a una perdida historica. Quiza se trate de una falsa alarma, pero es necesario que estemos atentos a la posibilidad de que algun aventurero (y algun titiritero montado sobre SllS hom bros) trate de trabajar para que eso se produzca.

No es posible combatir contra este peligro (y debemos andar con los ojos abiertos) si no se amplia e1 espacio de la creatividad de 10 «social», si no se desarrolla una iniciativa que acerque la «polltica», su modo de ser, tambien a las experiencias, a las formas de conciencia, que actualmente maduran en ciertos grupos de esta sociedad y que no responden hoy a nuestra tradicion. Si Volponi piensa en esto, estoy de acuerdo con el.

Pero esta apertura a las novedades, inc1uso diHciles y duras, de 10 «social» no se produce en la «tierra de nadie», sino que de inmediato choca con el Estado, con sus formas actuales y con su historia, y tambien encuentra de inmediato dentro de este Estado los signos de las luchas desarrolladas por un movimiento que ya es fuerte y durable. Si queremos que Roccacannuccia no se quede inmovil y no se encierre en el municipio 0 en la vieja rebe1i6n fracasada, tenemos que mostrarle con claridad 10 que ha ocurrido y esta ocurriendo dentro de este Estado y emil es la situacion actual. Me gustarla que algunos de los razonamientos recogidos en este libro ayudasen a desarrollar esta reflexion.

Abril de 1977.

2. DE NUEVO ACERCA DEL VUELCO DE 1956 *

Han transcurrido ceinte ahos desdc el VIII Congreso de! partido, un congreso calificado de «bistorico», de «vu.e!co», atri~~tos e~tos que solo han recibido los congresos de funda,czon y de Lion. :' etnte 50n muchos arias y ademiis se trata de dos decadas bastante rtcas en transiormaciones. Sin embargo, la importancia de ese congreso no parece baberse atenuado. c:Podemos acometer en este punto una ualoracion, por asi decirlo, un poco distanciada, que tenga en cuel:ta tiO s610 las importantes novedades teoricas y politicas, sino tambien las limitaciones, los atrasos y las dificultades obietiuas Y subtetiuas del mismo? EI congreso se produjo ell tin momenta grave. Quiza sea oportuno partir precisamente de esto: de fa [ecba en que se desarrollo el congreso.

De acuerdo. Yo tarnbien cree que hny que establecer una periodizacion que marque con enfasis el afio en que se celebr6 el congreso -1956- como un punto en el que llegaron a entrelazarse una serie de crisis v de transforrnaciones en 1a escala mundial. Los mayores protagonistas de 1a escena internacional --desde la URSS hasta los Estados Unidos, desde la Europa occidental hasta el tercer mundo-asistieron al desencadenamiento de unos problemas que se habian ido acumulando, y se encontraron ante unas opciones de fonda. Y no siempre parecieron estar en condiciones de dominar e1 conjunto de los problemas que se planteaban.

EI principal protagonista en Occidente, los Estados Unidos, se vio obligado a redefinir su actitud con respecto ados grandes realidades conternporaneas: el mundo socialist a y el tercer mundo, de car a

* Rinascita, n." 3 (21 iunio 19771. Entrevista a cargo de Romano Ledda.

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a las cuales habra mantenido hasta entonces una posicion de rechazo y de lucha abierta. En este sentido, Suez y Hungria constituyeron dos grandes tentaciones para los dirigentes norteamericanos, pero al mismo tiempo representaron un nuevo tipo de vacilacion, la necesidad de asumir 10 que yo llarnaria el «crecimiento democratico del mundo», incluyendo en el, al margen de las realidades estatales, la nueva conciencia de grandes masas humanas. El desembarco anglofrances en Suez se entrelazo con Ia intervencion sovietica en Hungria y puso drarnaticarnente en evidencia 10 que se jugaba en el mundo en ese momento. Antes de que lcs Estados Unidos interviniesen de manera positiva, Foster Dulles tuvo la tentacion de apoyar la agresion antiegipcia; y en todo caso la tolero,

En ultima instancia, en el conflicto de Suez se quemaron de manera definitiva las viejas posiciones coloniales; Francia e Inglaterra quedaron redimensionadas; cornenzo a surgir 10 que despues se llamo el «bipolarismo»; el tercer mundo cobro nuevo impulso en su lucha de liberacion, los Estados Unidos comenzaron a moverse de acuerdo con una estrategia neocolonial. En sfntesis: se modificaron unos aspectos fundamentales de la politics occidental.

Vayamos at otro protagonist a, la URSS, y mas en general el mouimiettto comunista. En [ebrero se produce el XX Congreso, en [unio se producen los hechos de Poznan, en octubre la crisis bungara. c'C6rno se entrelaza toda esta dramdtica sucesion de acontecimientos con el FIJI Congreso?

EI XX Congreso, Poznan y Hungria representan el estallido de unas cuestiones que se habfan acumulado peligrosamente a 10 largo de las decadas precedentes y que el movimiento comunisra no habia afrontado. Considero que en ese momento concluyo una fase del movimiento comunista mundial. En el fragor de esos terremotos politicos, volvieron a ser cuestionadas una estrategia y un cuerpo de doctrinas: un analisis del capitalismo mundial, considerado basicamente como estancamiento y progresiva degeneracion; una interpretacion osificada y manipulada de las relaciones entre democracia y socialismo; una concepcion del internacionalismo basada sobre los principios de un Estado-gufa y de un partido-guia- una vision «monolltica» del campo socialists y de la transicion hacia el socialismo refe~i~a en la practice a un solo «modelo». Estos fueron los puntos ('anODICOS que recibieron un golpe decisivo en 1956.

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Por ultimo, en esa coyuntura ernpezo a surgir, ~? el seno de. la~ , rzas generadas por la III Internacional, una cuestion, que !ogltatt~ -lanteo por primera vez en la entrevista de Nuovi Argomentz y en e ;;~forme presentado al Cornite central en junio de ~ 956, cuan~o era a~~

. I de las experiencias cuban a y argelma- consid

ics inc usa diri id

.o ibilidad de que se diesen revoluciones socialistas no ingi as por t'OSI II .• , . tra car a lns eomunistas. De alguna manera esta posicion constituye ~ Ii .

lie la tesis famosa, y fundamental, expuesta ento~ces p.o,r og. atti .Kerca del policentrismo, es decir, acere~ de la arttculacl~~ .ha~a 1~ clue ya en esa epoca, a mediados del sl~lo, se estaba dirigien 0, e mundo y e1 propio movimiento cornurusta. Pero no se trata S?~o .le esto. Con esa afirrnacion se asestaba un golpe a una co.ncepclOn carismatiea de los particlos cornunistas, que ya no eran considerados, siempre y en cada caso, como los verdader?s portador?s y los gar~ntes de la conciencia revolucionaria. En sintesis: se rornpia c~n un ~lerto . . d la III Internaeional y se reconocia la posible existen-

mtegnsmo e . , .'

cia de otras matrices, de otras rradiciones revoluclonanas.

Subrayo esto ultimo porque el haberlo afrontado de u.na manera correcta ha significado para nuestro partido a:~o muy importante incluso en los afios siguientes: le ha permitido ~onservar una -claei6n con un area no europea, as! como europea, incluso en los nomentos de crisis entre el movimiento comunist~ y ot~as fuerzas :1rogresistas. Se trara de una relacion que b resistido incluso las

rupturas con los compafieros chinos. .

Como ves despues de un largo periodo de estancamiento e? la investigaci6n 'marxista y de graves condicion~~ientos do~~a.t1c?s, volvi6 a abrirse en ese momenta un debate teorico y una micranva practica acerca de la estrategia general del movimi~n~o obrero, acerca de las diferentes vias de la transici6n hacia el socialismo y ace rca de las formas historicas mediante las cuales es posible llegar a la sociedad comunista. Puedo decir sin jactancia que fuimos protagonistas importantes de ese vuelco. Por eso l~ e~trevista de !ogliatti publicada en Nuovi Argomenti tuvo eco Y significado mundial.

Sin embargo no puede decirse que, a pesar del XX Congreso, el mooimiento comunista internacional, en su conjunto, baya tomado una_&onciencia . inmediata, plena y aJecuada de la vastedaJ de las cuestiones que ya emergjan de manera explosioa.

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Creo que no debemos olvidar los meritos del XX Congreso, que'; fueron grandes, y no solo por la denuncia de los delitos de Stalin. Abri6 el camino para unas nuevas orientaciones acerca de la coexis, tencia, del uso del parlamento en 1a transicion hacia e1 socia1ismo y de 1a arnpliacion de las alianzas socia1es y politicas de la clase obrera. En ese lugar, en ese momento, no era facil decir mas ace rca de estos puntos; y 10 que se dijo, con todas sus Iimitaciones, perduro, dej6 una impronta, abrio una puerta. La debilidad residio en otro aspecto: precisamente 1a novedad de 10 que se dijo y Ia violencia desca1abrante del ataque contra Stalin, requerian unos cambios consecuentcs. Par el contrario, no se prcdujo una «reforms» de los sistemas politicos que funcionaban en los paises del Este, y ni siquiera un cambio de grupos dirigentes. Paradojica y peligrosarnente, 1a situacion quedo sin una guia; y esto ocurrio en unos paises marcados por una gran centralizacion politic a y estata1, en los que, por asi decirlo, la iniciativa «desde arriba» era todavia mas necesaria.

De hecho, la crisis no tarde en desencadenarse. Poznan y Budapest fueron, en este sentido, no solo una tragica sefial sino tambien una consecuencia de esa situacion.

Tratemos de fijar algunas [ecbas. El XX Congreso fue en [ebrero, pero la entre vista a Nuovi Argomenti [ue ell [unio y al mismo tiempo se celebre la importante reunion del Comite central, que anuncio la celebracion del VIII Congreso. c!Que ocurrio entre [ebrero y [unio en el grupo dirigente del partido J milS en general en el partido?

Ya sabes que, a1 regresar del XX Congreso, y antes de la entrevista, Togliatti fue canto; y creo que 10 fue porque tenia esperanza en una iniciativa de Kruschev para «guiar» el proceso de cambio: ta~to 10 fue ~ue, en la reunion de abril del Consejo nacional, se produjo un conflicro y algunos compafieros del grupo dirigente urgieron ~ q~e se ~frontasen los temas ya entonces divulgados por la prensa italiana e rnternacional.

La di~cusion en el partido fue dramatica, Hubo desgarramientos y. ;eparaClon~s. Pero, cuando se 10 considera desde hoy, Ia connotacion predominanre fue la riqueza y la positividad del debate. En ese ~omento pudi~os experimentar de manera particular esa peculiar:dad de 1a Italia moderna, segiin la cual los grandes ternas ideologICOS son discutidos y vividos por millones de personas.

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He dicho: vividos, Y entonces menos que nunca sc trato de un ,Jc:bJte abstracto. Considero que no se puede compren~er la imp~~rncia que para nosotros tuvo 1956 y las razones por <as. que puci.ics soportar la prueba, si no se tiene en cucnta que el conflicto ace rca 'c: los principios se entrelazo con una nueva iniciativa politica.

Esa iniciativa era necesaria. En 1953 habiamos ganado la batalla l!C la ley-fraude, perc en 1955 habiamos perdido en la Fiat. En esos ,}os se llego incluso a sospechar que eramos el «partido del atraso», ,1 comparacion con una modernidad que habria estado representada ur h gran empresa y que -segun af.rmaban algunos-s- estaba

Clnquistando a la clase obrera. No fue asi. Pero es indudable q~e, .lcspues de habet ganado la batalla de la resistencia ante la of ens Iva de 1948 y de haber mantenido abierta una via dernocratica, habiarnos 11co:ldo a un punta que requeria un salto cualitativo 1'\0 par casua: iJ~d la Hamada «estrategia frentista» estaba en diiicultades, No por casua1idad el esfuerzo, importante y original, de Togliatti consisti6 en soldar la amarga reflexion acerca de Stalin con el desarrollo de \: 11a nueva estrategia.

Vayamos ahora al significado del VIII Congreso. (:Por que le

. ere alcance renouador, casi constituyente, en la v;da del

I,slgnamo5 0

p artido?

Para decirlo de una manera extrernadamente sintetica: fuimos la Iuerza de izquierda que -quiz a mas que nadie en Occidente.sumio las novedades y los cambios producidos en las sociedades capitalistas y que a la luz de tales cambios puso en marcha el discurso en favor de un nuevo bloque de poder guiado por la clase obrcra, En definitiva: en ese momenta se dio un paso esencial para ampliar las bases de una posible hegemonia de la clase obrera. Si se va al fondo de la cuestion puede verse que en 19,~8 la maniobra y :a represi6n capitalista se impusieron porque todavia resultaron restringidas, 0 eran debilisimas, las relaciones de la izquierda con sectores decisivos en la I talia de la segunda posguerra: con las nuevas capas urbanas; con estratos fundamentales del campo lombardo, piarnontes y veneciano; con una gran parte del Mediodia. Considero que a partir de 1956 el contacto con esos nuevos estratos se amplia y podemos uti.izar plenamente (yo diria: concretar) las novedades de la politica de Salerno.

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Todo esto puede parecer poco; en cambio, era mucho. Creo que todas las cuestiones que caracterizaron nuestro VIII Congreso (Iucha por las reformas de estructura, democracia politica, autonornla de los partidos comunistas) estan relacionadas con esta modificacion de la actitud hacia la sociedad, En terrninos muy sencillos: el VIII Congreso nos perrnitio ampliar el radio de accion del partido, abrir otros «frentes» de iniciativa, realizando en cierto modo una refundacion e~trategica 0 de todos modos unos actos determinantes para la ultenor elaboracion y definicion de nuestra lucha por el socialismo y de nuestra concepcion del socialismo.

Quisiera que se releyese la declaracion pro gram a tic a del VIII Congreso, can la que se liquida toda clase de ambigiiedad acerca del problema de la democracia politica, No quiero antedatar artificiosan:ente ciertas posiciones actuales, sino subrayar que las raices, y en ciertos aspectos la formulacion, de determinadas afirrnaciones nuestras ac:r~a del pluralismo se encuentran ya en esa Declaracion program_attca, en la n:ane;a en que alli se formula la dialectica de las mayonas y de las mmorias. )Jo se trataba de un as frases insertadas al azar. Recuerdo cuantas discusiones tuvimos con Togliatti en la comision que prepare ese texto renovador.

Sin embargo, no [altaron precedentes. No aludo s6lo a los desarrollos -: la revolueion. antifaseista y en la investigacion emprendida en los ~nOJ de la Resistencia ace rca de la noci6n de «democracia progrestva»: sino ta"!bien a al%unos aspectos del VII Congreso de fa Internacional, a ctertos escrttos de Togliatti sobre Espana ...

Desde Iu~~o; Bubo precedentes; y de hecho no fue casual que entonces «explicitararnos» el vinculo con esa tradicion. Pero Ia respuesta del. VIII Congreso va mas alla, Basta entonces habia estado vigente la ~dea de ~ue el u.so y la valorizacion de las instituciones represent~tlvas tenia gran irnportancia en Ia fase de avance hacia el socialismo, ~r~ ~o en Ia fase de gestion del poder socialista, considerada como el inicio de una fase «monolitica». De heeho en nuestro campo l~ ,vulgata (que en definitiva era Ia que contaba) r~spondia a Ia acusa~ el~n de totalitarismo, que se nos dirigia, diciendo que el derroean:~ento ~el poder capitalista ereaba las condiciones para una unificaelOn.bfclal y politics en virtud de la cual la victoria resultaba irreversi e, eliminando por ella los problemas de las mayorias y de las

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minorias, de la pluralidad de las fuerzas politicas, etc. ~Acaso_ Stalin no reduda las contradicciones de la sociedad socialista a la accion del enemigo? La declaracion de 1956 sefiala claramente una forma distinta del poder socialista y vuelve a propaner la expansion de la democracia politica, hasta la etapa del autogobierno del pue~lo: como clemen to insuprimible, caracteristico de una sociedad socialista, de transicion hacia el comunismo. Se asoma, en sintesis, por una nueva ver tiente del problema democraeia-socialismo.

i Podemos decir que entonces se inicia un discurso europeo? Acerea .le estos temas T ogliatti polemiza en Rinascita can Garaudy.l

La elaboracion ulterior irnplico muchos des"rrollos, hasta est os afios mas recientes. En ese momento insistimos mueho incluso en la via nacionaI. Pero, sin jactancia provinciana, creo que can e1 VIII Congreso se sembro una semilla que luego tuvo incidencia europea. En sintesis: en medio de la crisis que sacudi6 al moV"imiento comunista, en aquel vuelco de 1956, definimos lln nucleo estrategico que, con todas sus partes oscuras, constituyo poco a poco un polo valido tambien mas alla de las Ironteras italianas y rambien un punto de referencia -esto es 10 que me interesa subrayar- para luerzas catolicas, socialistas y democraticas que, de otro modo, ante el derrumbe del mito de Stalin, probablemente habrian perdido conexion con el ideal del socialismo y can la izquierda obrera.

Cuando releemos, pues, las aetas del V III Congreso tenemos esta vision de la riqueza de las innouaciones estrategicas y teoricas. Periectamente. Sin embargo, hay un punto que resulta, al menos considerado desde el presente, debit, y que contrasts can el resto: el analisis de los procesos politicos es demasiado somero. Falta, par ejemplo, toda una parte rejerida al Estado. Llama fa atencion el [uicio acerca de la DC, si se piensa que ya entonces se babia producido el congreso de Napoles de 1954. llama tambien la atencion el silencio acerca del PSI: sin embargo ya se babia producido el encuentro de

1. R. Garaudy, «Osservazioni critiche ai dibattiti e ~e posizioni d~'yIII Congresso» Rinascita n," 12 (1956), p. 614 con una apostilla de Togliatti, ibid., p. 680. R;ger Garaddy era miembro de la delegaci6n del ~artido Comunista Frances que asistio al VIII Congreso y, al comentar el rrusmo, plante6 una serie de objeciones a la estrategia de las «reformas de estructura»,

4. - INGRAO

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Praiognan y el abandono del pacta de unidad de accion. c·Como se explica esto?

La observacion es correcta. Es cierto que en esos meses asistiarnos a un resurgimiento del anticomunismo visceral. Pero mientras tanto algo estaba carnbiando 0 ya habia cambiado en la DC, donde la nueva direccion politica encabezada en primer lugar por Fanfani estaba operanclo una nueva compenetracion entre cl partido y el Estado, entre el partido y el grupo dirigente de la economia publica, sobre 1a base de una ideologia de ericientismo productivista. Con otros terminos: la DC de esos afios fue adquiriendo nuevos instrumentos de influencia, fue estableciendo nuevas alianzas y fue dando un nuevo cemento a su bloque social. El VIII Congreso, en cambio, todavia polemiza can una DC que tiene el rostro de Scelba y presenta una vision de la misma que resultaba estatica 0 al menos incapaz de registrar las modificaciones que se estaban produciendo.

Pero, atencion, Esta debilidad en el anaiisis de las fuerzas poli tic as probablemente tiene una raiz. He dicho que nos hernos adecuado a una sociedad que habia cambiado. Los otros no 10 advirtieron a tiempo. Sin embargo el camino no fue corto. Aprendiendo de Lenin, comenzamos a superar una interpretacion ritual del esquema obreroscampesinos. Pero el analisis especifico cie toda una serie de procesos siguir, siendo aproximativo, en el VIII Congreso e incluso despues, Sobre todo resultaron defectuosos los instrumentos para aliarnos can las nuevas capas sociales cuyo ccntacto buscabamos.

Como recordaras, desarrollamos entonces una doble polemica: contra una vision del capitalismo como puro estancamiento productivo y contra otra vision -que entonces estaba en rapida expansion-s«tecnicista evolucionista», que consideraba que el propio capitalismo podia resolver las contradicciones. Pero fuimos debiles en el analisis de las formas concretas que el desarrollo capitalists estaba adoptando, de algunas de sus modificaciones estructurales, de sus proyecciones y de sus nexos politicos. Por eso, la estrategia de las reformas de estructura, que constituyo una parte esencial del VIII Congreso, tuvo que arraigarse despues en la realidad, tuvo que sorneterse a la verificaci6n del movimiento y «caminar COil las piernas» de la experiencia de masas.

A-Ie in teresa uoluer un momenta a las [uerzas politicos. Has aludi-

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(0 al tema de los socialist as. En los articulos de c?m.entario, que en rstas semanas han aparecido acerca de los acontecimientos 1e .1956, ;;110 serie de voces, procedentes del area socialista, han tnsts~tdo en una reualoracion de la posicion adopt ada entonces .p.or Nenni y por fa mayoria del PSt reivindicando su oalidez an~lCt.padora en contraste con to que deciamos nosotros. No es por patrlOttSm~ de r=: pem hay argo en tal [uicio que [rancamente no me c~e bien. Todauia hoy, en el modo en que los socialistas en~::~an. ciertos problemas rinculados con esa cuestion, percib o un anaitsts mcompleto, que no me resulta con vincente. (Como se discutio ? se actuo en aquel momento?

Habia un atraso general de 1a izquierda en el analisis de .la URSS v no resultaba Hcil superarlo en breve tiernpo, en medic de. l~ jucha de esos meses. Considero que incluso el juicio que. p_r~domll1~ entonces en nuestras fibs tampoco era complete: ese lUIClO, par decirlo con pocas palabras, distinguia entre la ~<estructura): de la sociedad sovietica, en la que afirrnabamos que ya estaba ~u.nclOnando una transformaci6n socialista, y la «superestructura» poht:co-estata~, considerada como ellugar de los errores y de las degeneraClones stalinianas. Tal separaci6n no me parece convincente en el caso de U:1a sociedad en la que economia y Estado se encontraban tan estrechamente fundidos; y de todos modos la misma terminaba. por sosl~3:ar las contradicciones concretas existentes en el cuerpo social. La critrca socialista registraba algunas de esas debilidades de nue:t:o :azoI13- mien to v tenia razon, a pesar de que tendia a arnpliar la cnnca mc1us,o hasta el pensamiento de Lenin, que por 10 dernas era mucho mas rico v complejo de 10 que se mostraba en la dogmatics stalin!~n.a.

A pesar de eso no estoy dispuesto a afirrnar que el anah.S1S Y. ,la polernica socialista hayan estado orientados, en 1956, en 1a direccion corrects. Su actitud parecia dirigida mas a decretar «condenas» que a generar un cambio positivo de posici6~ e~ las rr:a~as y e~ los grupos diriaentes que habian vivido la expenencia staliniana, Sin em~argo, durante un periodc de casi treinta afios, se habia creado un vinculo entre Stalin y unas masas bastante amplias, e~ la U~SS y en ,esca1a mundial. Por terribles y sanguinar ios que hubiesen s.ldo los m~todos con que Stalin habia afirmado su poder absolute de jefe, ese vinculo se habia establecido a 10 largo de prolongadas y atormentadas luchas antifascistas, anticapitalistas, antiimperialistas, vividas por millones

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de hombres, quienes habian vista como esas 1uchas transformaban sus niveles de conciencia, de organizacion y de combatividad. La resistencia de esas masas a romper con Stalin no expresaba solo el apego a un gran mito, sino tarnbien la conciencia de un crecimiento politico, que representaba en sl un hecho democratico; y se temia que junto con Stalin se liquidase todo un patrimonio ideol6gico y practice, que habia influido en la his roria del mundo. Tener en cuenta esta complejidad del proceso historico, hablarle a esa masa, desplazarla en la direccion correcta, no entrafiaba una reticencia, una ambigiiedad 0 -para decirlo con una expresion tomada del reciente articulo de Salvadori sabre Gramsci- 2 una astuta «sabiduria catolica» para la maniobra. Significaba incluso arriesgarse a asumir a fondo una critica real del stalinismo, asestar un golpe a su solids base en la gente y conferir tambien un horizonte internacional a la accion, sin cortar la comunicaci6n con los paises del Este, con sus cuadros y con esos pueblos.

Ademas, entre nosotros, en Italia, era bastante evidente 1a importancia de irnpedir una desbandada de ciertas fuerzas obreras y populares, que habian sido uoa parte esencial de la Iormacion de izquierda; asi como aclararles cual era el sentido de clase de la critica a Stalin y sefialar concretamente que, fuera del horizonte sta1iniano, existian otras vias de avance hacia e1 socialismo: se criticaba a Stalin, no para abandonar la lucha par el socialismo, sino para conducirla eficaz, correctamente. Quiza me equivoque, pero el grupo que entonces dirigia el PSI descuid6 este aspecto, que era decisivo; y quiza precisamente en ese momenta se inicio (0 se acentuo) una cierta separaci6n del partido socialista can respecto a algunos estratos obreros y populares, que no vieron con claridad hacia d6nde apuntaban, hacia donde se dirigian las cosas (incluso las correctas) que deda el PSI.

EI problema no fue nada senciIlo, tampoco para nosotros. El partido adopto algunas posiciones sectarias, que se manifestaron tambien en amp1ios sectores de cuadros, en grupos dirigentes, a veces incluso solo a traves de la inercia, de 1a resistencia pasiva.

Sin embargo, en su conjunto, el partido -incluso frente a una tempestad de tales proporciones y a un ataque del enemigo, que par primera vez despues de tantos afios se expreso en forma de manifestaciones ante nuestras sedes- Ileg6 sustancialmente unido al con-

2: Massimo L. S~lvadori, «Gramsci e il PCI: due concezioni dell'egemoma», Mondo Operata, n," 11 (noviembre 1976), p. 59 y especialmente p. 68.

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"reso. Y de este arranco el impulso para un relevo y una renovaci6n :J~ los grupos dirigentes. El enemigo no 10 advirti6, 0 bien logro »roducir solo chismorreos. Pero se trato de unos cambios que pusieron J frente de muchas de nuestras organizac1ones a una nueva generacion, Quiza tarnbien haya Ilegado el momenta de empezar a reflexionar acerca de ese relevo, que entonces cenominamos «renovacion en la continuidad», para valorar mejor sus dificultades, sus implicaciones y sus limites. Creo que la historia de c6mo vivi6 el partido en .iquella mitad de la dccada de 1950 es importante para comprender :-,lUchas cosas que nos ocurren hoy y muchos problemas todavia no resueltos.

\'eamos las casas call un poco mas de deialle. Uno de los aspectos .lel proceso de 1956 he tam bien el debate can nutridos grupos inte- 1 cctuales. Antes decias que [ueron decenas de millares de militantes

.ricnes discutieron como nunca se babta beebe basta entonces en un nartido comunista. Sin embargo, el debate con los intelectuales !UVO su »ccnliarid ad, porque me parece que puso de maniliesto alga milS »rojttndo en las relaciones entre el partido y los intelectuales.

Puede parecer obvio, trivial 0 ritual, pew perrniteme que recuerde 10 sizuiente: la idea del «nuevo partido» fue una intuicion profunda de T~'~liatti que innovaba con resnecto a la tradicion de la III Inter-

b , "

nacional y surgia claramente de una reflexi6n acerca de los cambios

»roducidos en Ias sociedades capitalistas. Algo cambia en el canicter mismo del partido, en la medida en que la adhesion a el ya no se baso tanto en el elemento ideo16gico como en el programa y en la lucha por un programa de avance hccia el socialismo.

El VIII Congreso significo un progreso, y no solo por el modo en que rechaz6 abiertamente la idea de un Estado-guia y de un partidoguia. Me parece muy importante que entonces se haya abandonado (aunque el hecho no hay a tenido mucha resonancia en el congreso) la concepcion (propia de Stalin) del sindicato como «correa de transmision». De esa manera rompiamos con la idea del partido «totalizante», que reabsorbe e incluye dentro de sf tadas las instancias de la sociedad civil. Permiteme decir que ya en esa opci6n estaba implicito un enfoque que actualmente denominamos «pluralists» ... Y digo mas: en el momento en que reconociamos esa esfera de autonomia para el sindicato (atencion: para un sindicato que absorbia dentro

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de 51 nada rnenos que el manejo del derecho de huelga), de alguna manera estabamos asestando otro golpe a 10 que antes he llama do « vision carismarica» del partido, que tiende a resolver de rnanera pre-

judicial en este ultimo toda la ~oncienci~ ~ev~~ucionaria: ., .

Par consiguiente se prcdujo una laicizacion, una VIsion compleja del proceso de Iormacion de la conciencia de clase. Sin embargo, marchar por ese cami~~ implicaba inevita~lemente fbntear. a ;?n~o el problema de la relacicn con los se~t?res ~nte.lectuales .. 10 Impllc~b.a en dos sentidos distintos, En el scnndo mas simple: Sl el grupo dirigente del partido ya no 1 tenia «CJri,sma» y ya .n? mono?oba~a la doctrina, se abria un debate y habia que admitir 1a existencia ~e diversas «escuelas» dentro del propio marxismo, cc:.:,ro del propio partido. Adernas ~s~aba el teI_TIa m.is esencial: en el i::ome.~to ,en que la critic a del stalinismo poma tan crudamente en discusion 13 doctrina codificada y el caracter del partido, se abrfa todo un aLlD~CO de nuevas preguntas acerca del rol del partido, ]a v.nculacicn entre el partido y la cultura y el tern a mas amplio de una «ciencia» marxista. Ahora, despues de tantos afios, creo que puedo decir que detras del arduo conflicto que tuvimos entonces en el partido con todo un sector de intelectuales, en su mayoria inscriros en el per, se encontrabas estas cuestiones de fonda, y no solo la conmocicn provoeada por los delitos de Stalin.

Naturalmente, muchos de esos intelectuales mczclaban, a mi

d b f· t bl l'

parecer, e una manera astante con usa, crer os pro iemas ue inves-

tigacion teorica con la agiracion politica mas inmediata, terrninaban por dejar de lado precisamente ese «rigor» qL!C invocaban, y llegaban a forzar las casas de una manera bastante unilateral; en sintesis: no lograban llegar a una valoracion a::ticulada y de conjunto. El grupo dirigente del partido reacciono de modo correcto ante tales confusiones; pero quiz.i tarde en reconocer que por debajo de la agitacion habra problemas de fondo, a los que las mismas innovaciones que estabamos realizando otorgaban valor de evidencia, A menudo salimos del paso arrojando en el debate todo el peso de la autoridad del grupo dirigente. Sabre todo dimos la impresion de que todavia quedaba en pie una cierta distincion entre un cuerpo esclarecido de dirigentes y una «masa simple» de dirigidos: en el fondo esa era una de las rnaneras de seguir quedandoaos a media camino entre la vieja concepcion del partido y la nueva concepcion del partido propiciada por Togliatti.

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No por azar se produjo entonces un ataque durisimo contra el -crpo de [uncionarios

Sf. Pero tambien tenemos que preguntarnos si el reflorecimiento .c unos espontaneismos anarquizantes, el ataque contra el cuerpo de 'CJcio:1arios, no pudo desarrollarse tambien oor la falta de defi:r:iones a que he aludido. El hecho de que no nos hayamos encarado rondo con la cuestion dirigentes-dirigidos, constituvo una limitacion 'C' creo incluso de inrnediato una cierta descon6anza. Por cierto, el ',<cter incomplete de nuestras respuestas limite nuestra capacidad

"lra influir sabre el area socialista e inc1uso sabre esa parte del rmndo catolico que ya se encontraba en una etapa de fermentaci6n \ de crisis. No afirmo que fuese facil hacer mas de 10 que hicimos. \firmo que siguio existiendo una escision en [a izquierda y que esta ;' 'ci)ito la maniobra del grupo dirigente dernocrata cristiano, como _',lllO verse por Ia manera en que se llego al centro-izquierda.

La cues/ion va mas alla de fa relacion intelectual-partido.

Evidenternente: se refiere a la vida interna del partido, a su demo.racia, a los problemas del disenso. Por cierto, no fue fac:] guiar de ",:mera positiva en 1956 el debate interno del partido, sobre to do

: se tiene en cuenta la dureza del conflicto declarado en la escala .nternacional v la importancia de 10 que estaba en juego. Sin embar',0, creo que la respuesta que se dio 31 problema de la declaraci6n "iblica v del mantenimiento publico del disensc, fue demasiado fuer:.- Por' mi parte no estaba de acuerdo con .o que entonces dijo Onofri. pero me parece que la respuesta que recibi6 fue duramente ',·presiva. En el caso de Giolitti no result6 simple expresar incluso " -n e1 voto su disenso en el congreso: entonces las cosas eran muy !o:intas que ahora. En sintesis: se discutia apasionadamente, y con '':-1(ha libertad y espiritu crftico, pero formalizar piiblicamente el '~:5enso, incluso en un periodo previa al congreso. tcdavia era un .'::'0 que suscitaba arduos problemas en la relacion con e1 partido. '.- ;, .o Clue decir CDI1 fr;'n::>l!eZc! que no me cor+r-nce e1 arcumento de

'1:0 ~lureza era necesaria porque 13s '!o~ic;c'1e. .Ie k!~ disidenres , ,"':1:1 de ruptura v de separacion, Creo oue se tr36bl cle r'Js;ciones uivocadasv g Pero la separacion era obligatoria, la imponiu e1 cur so cic- las cosas? No estoy seguro de que asi fuera.

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Hay una ultima fecha que se vincula can el VIII Congreso, aunaue sea de 1958.' el primer coloquio gramsciano, que puede ser considerado como un corolario te6rico de fa declaracion programdtica del congreso. T ogliotti pronunclo en el tina importante comunicacion titulada «El leninismo de Gramsci». Esto nos sittia en el centro de un debate de gran actualidad. E,; ese momento Togliatti estaba realizando una operacion teorica y politico mu» importante. c'A que apuntaba?

Creo que ese coloquio tuvo el sentido de restituirle a Gramsci una dimension internacional como teorico y estratega de la revolucion. Relaciono ese enfoquc con aquella reapertura de la investigaci6n acerca de las vias de avance bacia el soc.alismo, a la que ya me he referido, \' con el nuevo impulse dado a b. autonomia del partido. Tienes razon cuando dices que el coloquio gramsciano esta estrechamente vinculado can 10 ecurrido en 1956.

Pew, atencion: crco oue Tortliatt: nunca se presto a esa reducci6n de Gramsci al papel de «gran intelectual», papel dentro del cual, sin embargo, se intento confinar en un primer momento al descubrimiento de Grams::i y de los Ql!aderni. Puso, en cambio, mucho enfasis -y no es diticil comprender hs razones politicas para e11o- en el arraigo de Gramsci en la historic nacional, en su panel de «traductor» al italiano del 1eninismo. Quizas exagere, perc creo que con e1 coloquio de Roma, Gramsci comienza a ser colocado plenamente en el debate reorico v estrategico mundial.

En este sentido, no debemos dejarnos engafiar por la firme persuasion con que Togliatti subravo la continuidad Lenin-Gramsci. La misma reflejaba un enioqne explicitarnente polemioo contra ciertas interpretaciones exageradarnente unilaterales de Gramsci, procedentes de corrientes sindicalistas y «espontanefstas» que precisamente en 1956 habian contrapr.csto el «consejisrno» de Gramsci al «nartidismo» de Lenin,

Exactamenie 10 contrario de !o que baccn hoy algunos de nuestros intelocutores.

Pues mira: en general. tengo serias dudas acerca de los merodos que aislan determinadas citas del texto y el texto de su fecha, de la. fase histories concreta en que estd situado. Esta duda se vuelve bas.l

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rante mas fuerte ante Iiguras como las de Gramsci, Lenin 0 Trotski, en quienes 1a reflexi6n reorica y la definicion de categorias interprerativas estaban fundidas con 1a iniciativa politica. No creo que resulte Licil, si se hace con atencion, extraer los elementos de general i.cacion sistematica, que a veces estrin contenidos en una forma basiante elfptica dentro de textos que son tambien, v en ciertos casos sobre todo, «rnaniobra» politics (en el sentido correcto y feliz del :"rmino). De 10 contrario, se corre e1 riesgo de caer en graves errores.

A proposito de esto, dime cual cs tu opinion ace rca de fa pol!:<rica que se este desarrollando alrededor del articulo de Salcadori. .rtte inscribe toda fa obra de Gramsci dentro del leninismo,

Precisamente por las razones a que estaba aludiendo, !a interpret acion de Salvadori no me convence; po que le quita a la investigacion de Cn1'TIsci su [ccha. su fecha verdadera , «historica»: s1.1 posicion [rente a , dcsp:lt:s de la derrota de las revo1uciones proletarias en Occidente. CLlITIsci es 1a reilexion accrca de este acontecimiento, que segun creo h:1 condicionado tantos procesos de este siglo (no pienso solo en el iascismo, sino tambien en las consccuencias generales que aquella .icrrota tuvo para la marcha de pnises fundamentales corno los Esta(lOS Unidos V Alemania). Esta es tambicn otra razon pot 1a que no creo ,0, .e quepa ~onfinar la investigacion rcalizada por los Ql!aderni dentro ;,' un horizonte italiano.

Desde semejante perspectiva, Gramsci ernprendio un analisis del l.stado (los vinculos entre economic y politica en los paises de capir.ilisrno rnaduro, las formas que asume la politica como consecuencia de esta nueva relacion Estado-masas i que arnplia todo el sentido del l"Dcepto de hegemonic respecto del uso que Lenin hacia del mismo. Tcrnpoco creo que la misma estrategia de la «guerra de posiciones», : J como es analizada v propuesta, no en una frase aislada, sino en .odo el cuerpo de los Quaderni, deba ser considerada como un simple preambulo instrumental para una conquista del poder, interpretada segun 1a formula del «asalto a1 Palacio de invierno».

Pero acerca de esto se han dicho, inc.uso en Rinascita, cosas bastante mas precisas y documentadas de 10 que yo puedo saber 0 pucdo decir aqui, Me interesa, en cambio, subrayar la importancia que esa «novedad» de Gramsci ha tenido para la formaci6n y la tradicion del Partido Comunista Italiano. La «:ortuna» de Gramsci ha

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~ido variada; la relacion con su obra ha sido bastante compleja, incluso en nuestras Iilas. Conviene insistir, para evitar equivocos: hay ~~gunas cosas qu~ solo ahora percibimos. Pero es cierto que 1a rela~lOn con Grarnsci, en la segunda posguerra, le proporciono al partido, a sus cuadros, diria a1 «rnundo» del comunismo italiano un enfoque de 1a concepcion del Estado, una capacidad de investigacion acerca de las forrnas politicas de la transici6n, que -aunque no haya llegado a una claridad teorica completa- ha orientado a millares de cuadros y ha penetrado en rnasas Iundamentales de nuestra sociedad. Seria una tonteria atribuirle a Gramsci la nocion de autonornia del sindicato, con la que hoy contamos; sin embargo, me parece indudable que los comunistas italianos han llegado a esta nocion tarnbicn porque han encontrado en las paginas de Gramsci una determinada concepci6n d~ la dialectics entre 10 «social» y 10 «politico».

Para decirlo con una expresion gramsciana, algunas cosas han llegado a formar parte del «sentido comun»; naturalmente, con todas las simplificaciones y a veces contradicciones del sentido cormin. (Acaso no es este el proceso real por el que se va formando una

di ., ;l "\7 1·

tr~ icron. (~ no se exp ican de este modo ciertos rasaos del movi-

mientos obrero italiano y de los co:nunistas italianos? b

A menudo has escrito que no podemos car gar sobre los hom bros de Gramsci todo to que decimos ahora.

. As! es. Entre Gramsci y nosotros hay unos acontecimientos tan l1~~ortantes. como los q.ie rnarcaron las decadas de 1920 y 1930. Sltu.o en primer Iugar la nueva relaci6n que -en el conflict; con el fasclsmo-- se ha establecido entre Ia clase obrera y las instituciones de ~a democracia representativa, incluido el parlamento; es decir: el ~~nculo .que, en 1a lucha antifascis:a, se ha creado entre la reivindicac~on de igualdad politica formal y la lucha anticapitalist a contra Ia desigualdad social. El fascismo ha pesado mucho: por 10 que ha sido por 10 que ha revel ado y por las masas que ha obligado a entrar en la pal~stra. Co~eso que no puedo equiparar las instituciones representativas ~e 1a :poca liberal con las actuales de la decada de 1970 ~adas las dl!~enSlenes que ha adquirido hoy el sindicalismo mundial' llr L'le"O - , I r J .. 'j , '

~ 'C .' S '\'\ e CJ e org.'1l1lZaClOl1 <l canzados por cnorrnes masas de

sectores ~:eQlos, antes cispersas en la disgregacion clientelar, dada Ia extension de lus bases sociales de los partidos politicos y las

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t"rmas asumidas por las comunicacioncs de masas, de una mancra . cada vez mas organizada e interrdacionada, con el avance de

':1Linentes ayer confinados a los margenes de la historia. ..

Adernas, entre Gramsci y nosotros ha habido toda 1a expencnO<1 ,>-.j sta1inismo. No me refiero solamentc a nuestro rechazo de deter.:: nudos delitos. Tarnbien en este cas a se pusieron en tela de juicio . ,iciones fundamenta1es. Pudimos ver, desplegadas ante nosotros, las ,li'tradicciones que se manifiestan, inc1uso despues de 1a conquista ..~l poder, no solo en e1 sistema de alianzas de 1a clase obrera, sino

"mb:en dentro de la pro pia clase obrera; por 10 cual, 1a unidad de la '_ .ase aparece cad a vez rnenos como un dato y cad a v cz E18.S como ,i.l conquista que hay que verificar (()l1tinuamente, volviendonos a :.'ntear el caracter perennemente problcmitico que tiene 1a media-

,.011 politica revolucionaria. Por esto se nos ha presentado de rna.cra acuciante 1.1 cuestion de la formaci6n de 1a voluntad politic a .1 la euoca de la transici6n hacia e1 socialismo y e1 problema de las ;"tituciones en que esa vo1untad --en las diversas situaciones nacio';l11es- ha de coneretarse, a1 margen de carismas y de de1egaciones

.le poder jacobinas.

Aqut e1 tema de la hegemonla confluye con el del dominio. La for-

ma y la dimension que asume el aspecto coercitivo del Estado no .lejan de influir sobre 105 contenidos y el carjicter de la hegemonia. I~ccurrir a la arbitrariedad en el conflicto con el enemigo de clase :1(. s610 reduce la capacidad hegem6nica de la clase obrera can respecto ,1 .os otros sectores, sino que rambien pone en tela de juicio los derechos de libertad de la clase obrera y en 1a c1ase obrera, y por consilcljente vuelve Iragil, precaria, «burocratica», para usar una expresi6n de Gramsci, la unidad en el seno de la clase. Me parece que una intuicion de esta ternatica se encuentra ya en la famosa carta de Gramsci de 1926. Pero hay una distancia entre los proleg6menos de la segunda mitad de la decada de 1920 y los desarrollos dramaticos que el movimiento comunista vivi6 en su propia piel, a finales de la decada de 1930 y aiin mas tarde; desarrollos que han vuelto a poner en discusion categorias analiticas, fermas de la politica e institucior.es obreras. En este sentido, nosotros hemos desarrollado una busqueda. Par eso, Togliatti y el llarnado rogliattismo no S011 reducibles a U~;1 variante del stalinismo ni a un mero ejercicio de tactica carente de princi»ios. De otro modo es imposible comprender que el movmienro obrero italiano haya po dido alcanzar tales niveles de fuerza. Tampoco

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LAS MASAS Y EL PODER

me satisface que todavfa hoy se recurra a aquella confusion instru. mental entre el debate teorico y 1" lucha politica, que mencione a prcposito de 1956.

c:A que te rejieres?

Me refiero a alga precise: al intento de utilizar 18 necesaria prablematicidad e incluso limitacion de nuestra investigacion teorica actual para una condena prejudicial de la proposicion politica que prcsenta hoy e1 PCr. So trata de un camino engafioso. Todos hemos aprendido, p:-ecisamentc por Ia experiencia de estos afios, que la relacion entre teorfa y praxis no es lineal ni univoca. A veces e1 rnovimicnto de la lucha llega a nuevas fronteras, antes de que lagre tener plena conciencia teorica de las mismas; y viceversa: hay anticipaciones reoricas, instrumentos de analisis, que se introducen en la conciencia del movimiento a traves de vias accidentales v a menudo de manera ccn tradictoria, controvertida, que continuame~te requieren reajustes. Y me parece curioso precisamente c-ue hoy, en 1977, despues de las experiencias que hernos hecho, se pretenda -per asf decirlo- que una sola organizacion polftica proporcione la respuesta ya definida a los grandes y nuevos interrogantes teoricos con gue nos estarnos cnfrentando. La dialectica entre culrura y organizacion politica se ha vuelto mas cornpleja, incluso porgue -hemos de clecirlo-- la invesrigacion se ha vuelto rna, rica y mas libre. La actual reilexirin teorica marxista italians (aquella en la que estan embarcados militantes del pcr v aquella en [a gue estan embarcados otros marxistas) no es reducible a una sola version ni es comprimible dentro de la curnbre de un partido.

Aqui se plant en fa cuestion del caracter actual del partido politico obrero ...

Precisamente: esa cuestion que va se planted en 1956 v que entonces, segtin creo, no afrontamos plenamente. Pero en este caso el discurso resulraria aiin mas extenso de 10 que va es v resu1taria tambien demasiado pesado para tus Iectores. Por ~so 10 "cerrare con un toque polemico. Me parece que actua1mente algunos querrlan encerrarnos en un dilema: a bien 5er un partido-Iglesia, con una curia que, pot mas que no dictase cogmas, administrase la relaci6n

ACERCA DEL VUELCO DE 1956

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con la verdad; a bien convertirnos en un partido-intermediario, [5 decir, un partido que dia a dia media entre unos intereses soc,:les aline ados de una manera acritica, sin disponer de una Ill? , de una clave para comprender sus causas y para ordenarlos. No-

tros -pero digo «nosotros» en cu anto movimiento obrero y -pular-c-, en cambio, no debemos dejarnos apartar de una via que

.isca una respuesta cientitica para las dificultades de la sociedad; pero uc sabe cual es la riqueza de las instituciones )' la cornplejidad de ., mediaciones, de las formas politicas y sociales que se necesitan ;Y,'; y 10 sabe precisamente porque se trata de una ciencia de rnasas, 'e,: una «politica» vivid a conscientemente por millones de hombres. :1 partido politico obrero resulta vital S fecundo cuanto mas cons.:cnte es de estas formas complejas, a traves de las cuales progresa .ctualmente una transformaci6n racional de la sociedad.

3. UNA PRIMERA DISCUSION ACERCA DEL PLURALISMO POLfTICO *

,(.De que deriva la crisis que poco a poco ha ido afectando a la politica de centro-izquierda, a tan breve tiempo de su inicio, si no querernos l.'educirla s610 a una insuficiencia de los hombres 0 a los errores de tactica del partido socialista? Considero que la misma . h~ d.e ser vinculada con los ritmos acelerados que la coyuntura eco- , noml~a desfavorable ha impreso a un fen6meno fundamental: la necesidad creciente que tienen los grupos capitalistas dominantes :-dad~s la s dimensiones que estrin adquiriendo e1 mercado v las l~verslOnes, e1 nivel alcanzado por e1 conflicto econ6mico in;ernaClonal, l~ .rapidez de los desarrollos tecnol6gicos y otros factores-ed~ condlclanar y orientar e1 rumbo de toda la riqueza nacional, el nive] y 1.a calidad de los consumos y tambien e1 funcionamiento de los propics, instrumentos constitucionales, como consecuencia de la nueva relaci6n que ha llegado a establecerse entre el poder politico

v la econotnia E t id d creci . 1· . .

. . . s a necesi a creciente, expansiva y «tota itana» (no

se mterprete mal este terrnino), derivada del capital monopolista, es la .que ha puesto en dificultades y ha desgastado el componente reforrmsta y el elemento democratico, presentes en los programas (en plural) de la coa1ici6n de centro-izquierda y tarnbien del gobierno. Desgaste del c()rnponente reformist a del centro-izquierda tanto en cuanto a la capncidad para modificar la distribuci6n de la rent a (desgaste

de 1: :t,lk:ado e.n Rinascita,. n.o. 27 (25 abril 1964), inmec:liatamente despues

., Inferencla de Organizaciones del PCI, celebrada en Napoles. En rela-

clo~'~ln e Adebate suscitadc por este articulo, publicamos a continuaci6n con

qeue It °b'«' cerca de Ia relaci6n entre democracia y socialismo» un ar{icu!o

am len ·6 Ri . '

carda Lombard1.arec1 en nascita, como respuesta a una intervenci6n de Ric-

ACERCA DEL PLURALISMO POLiTICO

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que incluso puede ser totalmente temporario) como en cuanto a la posibilidad de !levar a cabo reformas de estructura particulares y parciales y de ampliar las libertades democraticas (en este caso la .letencion y el desgaste tiencn un alcance mayor).

Pero, atencion: hemos hablado de desgaste, de deterioraci6n del componente reformista del centro-izquierda, no de anulacion. El mismo impulso que proviene de los grandes grupos monopolist as es hi «resultante» de intereses burgueses multiples, a menudo contrasrantes entre si: para expresarse en determinados terrenos, ese irnpulse debe atravesar unas mediaciones y unas fuerzas politicas que tienen que defender su autonomia, su experiencia hist6rica y su rei aci6n con las masas. Sin embargo, quiero subrayar que esas mediaciones politicas (en su aspecto de rcformismo, de compromiso corporativo, de concesiones a algunas reivindicaciones de masa particularrnente fuertes y tambien en cuanto instancias democraticas sinceramente vividas) son consideradas par las fuerzas dirigentes burguesas cad a vez mas como un lujo, un «derroche», y cada vez mas se las presenta como «retraso», atraso y veleidad con respecto a las sacrosantas necesidades de Ia acumulaci6n privada. Esta es la crisis que actualmente tienen que afton tar tanto el interclasismo catolico (0 al menos las instancias democraticas y anticapitalistas presentes en el) como el PSI.

En esta crisis se abren nuevas posibilidades para un partido autonomo de clase, que sepa recoger y expresar en su lucha tambien unas instancias de renovacion democnitica, que por la logica del sistema resultan lesionadas, sacrificadas y en todo caso colocadas en una posicion subalterna. Sin embargo, la lucha se vuelve mas dificil porque tambien la satisfaccion de determinadas exigencias democraticas requiere unas operaciones economicas y poll tic as que cada vez lesionan mas directamente la esfera de intereses y el poder de los grandes grupos (ya no s6lo a sus ali ados de clase, a los componentes de su bloque de poder y al «principiox de la propiedad privada). La lucba antimonopolista, aunque se con centre en cuestiones particulates y sectoriales, no tarda en verse obligada a afrontar opciones vinculadas con la masa y la orientaci6n de las inversiones, la ier«rqtllli .roe los consumos, las relaciones econ6micas internacionales e, 'Psr- 'c:iliJBl guiente, el propio mecanismo de acurnulacion, la aaestion * 13 superioridad del poder publico sobre los intereses prfrados- vde ins instrumentos democraticos capaces de asegurar y al ~ bism~ tiemOo

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LAS MASAS Y EL PODER

regular esa superioridad. Por cso la lucha antimonopolista no solo debe elevarse cada vez mas desde los terrenos particulares hacia una lucha coordinada, pot una nueva linea politica, sino que adernas debe descubrir y vcrihcar las palancas --econ6micas y politicas-s- capaces de dar acabado eficacia v coherencia a esa linea antimonopolista, palancas que en' defrnitiva" permitan poner en marcha un nuevo mecanismo de desarrollo; de 10 contrario se corre d riesgo de ser derrotados. Afrontar la lucha en un determinado terreno (por ejemplo, el regimen del suelo urbano l requiere que se afronte al misrno tiempo la lucha en otros terrenos (por ejemplo, la construccion publica, los nuevos poderes de las comunas, la reforma tributaria ), indispensables para dar una respuesta al contraataque y a la maniobra de los grupos conservadores lesionados y de las Iuerzas politicas que los cxpresan, Esto exige poner en movimicnto todo un arco de fuerzas sociales y de intereses econornicos y politicos, que esten en condiciones de rnantener una lucha tan dilicil y que contrapongan -en los hechos- a las «conveniencias- del mecanismo monopolista otras «conveniencias», propias de un tipo de desarrollo dernocratico.

Nosotros misrnos debernos tener claro que, cuando la lucha antimonopolista alcanza tal nivel y requiere tal coherencia y movilizacion de fuerzas, las rnasas y las fuerzas politicas perciben que se trata de un conflicto fundamental, que compromcte intereses y posiciones ya no solo sectoriales, sino que afectan la estructura de 1a sociedad. Por otra parte, en una bat alla antimonopolista que alcanza ciertos niveles, que se plantea el objetivo de incidir en el mecanismo de la acumulacion y de poner en movimiento detcrrninadas fuerzas sociales, el papel de nuestro partido se vuelve esencial. Vue1ve a plantearse el problema de una nueva mayoria, vale decir de una relacion con nosotros, cualesquiera sean las etapas, las dificultades y las crisis a traves de las cuales la misma deba madurar. Pero el problema de la alianza con nosotros es el problema de la alianza con una fuerza de oposici6n al sistema; y las otras fuerzas politicas 10 saben bien. Ademas, una cosa es la alianza con nosotros realizada en una determinada fase de la situacion politica y otra es Ia alianza con nosotros realizada en medio de un conflicto que apunta a minar los pilares del sistema capita1ista. Debemos tener conciencia de esto. Por eso surgen preguntas que no se limitan al alcance inmediato de la 1ucha, sino que tambien se refieren a 1a perspectiva. Tarnbien nuestra respuesta

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a estas preguntas acerca de la perspectiva adquiere una nueva actualidad. Se trata de unas respuestas que ante todo nos damos a noso-ros mismos, de una claridad que introducimos en nosotros, para ~ue "10 que den -antes incluso que en 105 otr05-- en nuestr05. ,rroplos compaiieros unas antinomias que puedan pe~ar sobre la, a~clOn y sobre la bat alia ideologies: sobre nuestra capacidad hegemomca y sobre nuestra accion unitaria.

- Bosquejare algunas cuestiones. Hemos super ado la concepcio,n del sindicato como correa de transmision, sostenemos la autonomia del sindicato respecto del partido y afirmamos que tal autonornia debe existir -en condiciones clistintas y con contenidos distintos- tambien en una sociedad que construye el socialismo, es decir en una sociedad donde los grupos capitalist as hayan sido expu1sados del poder. No solo eso. Afirmamos que Ia direcci6n socialist a del nuevo Estado proletario puede realizarse tarnbien a trave~ de una plurali~ad de fuerzas politicas. (Que signihcan estas afirrnaciones? (Acaso implican que nos estamos volviendo pluralistas a la manera de los catolicos 0 de los socialdcrnocratas? De ninguna manera. Mantenemos como elemento central de nuestra accion la critica a la division de la sociedad en clases antag6nicas, en explotadores y explotados, y 1uchamos por la superacion de esta escision, que arraiga en la estructura de la sociedad y que para nosotros es la fuente de todo un proceso de cornpresion y de disgregaci6n de la personalidad humana. La superacion de tal escision es 1a razon basica par la ~ue so~os eomunistas, e1 fin a1 que apunta cad a una de nuestras acelone:. Sin emb~rgo, 1a construccion de una estructura unitaria de .la sOCleda~ no significa para nosotros -aqul corregimos algunas mterpretaclOn~s esquematicas de nuestra doctrina- 1a reduccion ~e toda la sociedad a un solo organismo social (totalitarismo de partido): por eso, pues, la autonomia del «rnomento» sindical, de la investigaci6n cultural, etc., etc.; por eso, pues, la «supremada» del momento po~itico que no se realiza como una anulaci6n de los otros momentos sino como una direeci6n como una sintesis y como U:1a salida para toda una serie de impulses que maduran en la sociedad. Y por eso tambien la posibilidad de que la unidad de direccion politi~a de~ nuevo Es,tado socialista se realice no a traves de un solo partido, SIn::> a traves de una colaboracion (de un debate y de una eonfrontaei6n) entre una variedad de fuerzas politicas de orientacion socialista.

S. -UiGILlQ

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Esto significa =-considero que cabe explicitar este elemento-que vemos y subrayamos el origen de clase de las formaciones pollticas (partidos), pero que no reducimos toda difereneia de formacion politica a una diferencia de clase: pueden existir mas partidos que se hayan originado en la clase obrera, y la construccion de una voluntad politica unitaria puede surgir tambien de una dialectics entre los mismos. Aqui adquiere importancia la historia de cada pais y el desarrollo del conflicto de clases: es decir que eI modo, las fases y los eontenidos por los que se llega a carnbiar la estructura eapitalista, se reflejan en el nivel de la superestructura, en la organizacion del nuevo Estado, en la articulacion de las fuerzas politicas y en las reIaeiones entre la soeiedad politica y la sociedad civil.

Los cornpafieros dirigentes del PSI, y no solo elIos, nos plantean la siguiente pregunta: «Adrnitis la posibilidad de una pluralidad de fuerzas politicas en un Estado socialista. Perfectamente. Pero (aceptais el metodo de las mayorlas y de las minorias, y sobre to do acepdis que tal metodo de organizacion de la lucha politica funcione

incluso cuando vosotros esteis en el poder?» .

Creo que ninguno de nosotros deja de percibir el fuerte elemento de abstracci6n que hay en este tipo de preguntas, que prescinden completamente del desarrollo historico y pretenden hipotecar un futuro que hay que construir de punta a punta. Sin embargo, considero que no debemos soslayar el sentido politico que tiene semejante tipo de discusion. Creo que el compafiero Berlinguer ha heeho bien al contestar que aceptamos el metodo de las rnayorias )' minorias; considero que esta respuesta no surge solo de una serie de documentos nuestros, sino tarnbien de la misma posicion que adoptamos con respecto a la Constitucion y las Iibertades politicas inscritas en ella. Dire mas. Nuestra respuesta afirrnativa acerca del metodo de la mayoria y de Ia minoria entrafia a mi parecer tarnbien otra respuesta: que proyectarnos la organizacion de un poder socialista y de un Estado proletario en el que determinados derechos politicos -de voto, de palabra, de organizacion, etc.- les sean reconocidos a todos, incluso a hombres y grupos que no son de orientacion socialista.

Tarnbien aqul hay un pero: cdentro de que marco puede ser viilida y correcta semejante respuesta?, cque significa realmente?, csignifica acaso que reemplazamos nuestra concepcion clasista por un democratismo abstracto? 0, peor aun, csignifica que adoptamos las posiciones de la democracia liberal? De ninguna manera. No solo

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sornos perfectamente conscientes de las lim~ta~iones. ra~ic~les de la jgualdad politica formal en una soci~dad capltah~ta (limitaciones tanto porque tal igualdad resulta continuarnente v,lO.lada y co~culcada; como porque, incluso cuando se la arnplia al maximo, la misma e~ta basada sobre una radical desigualdad social). No ignoramos que ineluso alli donde la clase obrera conquista e1 poder e inicia la consrruccion de la sociedad socialista, durante mucho tiempo acnia en favor del capitalismo el peso de la herencia historica, de la trad~cio~, de la situacion internacional, etc. No olvidamos nunea, en ningun momento, la profunda diferencia cualitativa que existe entre las fuerlas que operan para abolir la explotacion y las que opera:) par~ man:ener en pie la vieja estructura. Es decir que mantenemos mt.a~ta .iuestra posicion clasista y la critica marxista y leninista de las Vl~J~S estructuras, en el mismo momento en que proyectamos una gestion del poder en la que determinados derechos de libertad se les reconozcan incluso a fuerzas no socialistas. No ignoramos en absolute que esas libertades podran ser utilizadas como instrumento de luc~a por las fuerzas conservadoras, que ya tienen a su favor la ven~aJa acumulada durante siglos de dorninio. Tenemos que saberlo y decirlo para deducir de esa concieneia la necesidad de atacar con may?r. du~eza y decision las viejas estructuras, de demoler todos lo~ prlVlleg~os de los sectores conservadores, de proceder ccn coherencia a la edificac ion socialista. Yo diria que cuanto mas amplios sean los derechos de libertad poHtica mas rigurosa ha de ser la lueha para minar las bases economicas de la vieja estructura, asi como la lucha --este es un punto decisivo- para renouar y desarrol?ar ~a~ ~nstituciones democraticas, para vincularlas con las masas, para oioijicarlas y hacerlas

ejicaces contra la resistencia de las [uerzas de! pasado. ., .

Pero cpor que entonces -si partimos de est a concepcion clas~sta y si colocamos el conflicto de c1ase en el centro del desarroll~ histodco-- aceptamos este metodo y concedemos algo que podra ser utilizado contra la revolucion? cAcaso solo 10 hacemos para llegar a un compromiso y a un acuerdo con otras fu~rzas obreras y popu~ares? Me parece que no es solo por esto. En primer lu~ar) la expenen~la vivida en los paises de capitalismo avanzado nos dice que la amph~cion de la democracia en todos los niveles es actualmente una condicion para combatir contra los nuevos modos de .penetracion. y de dominio del capital monopolista, para romper su SIstema de alianzas y para poner en marcha la construccion de un nuevo oloque de poder;

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aquf reside el nexo profundo que segiin nosotros existe entre la Iucha democratica y la lucha socialista.

A esto se aiiade otra raz6n. Vamos teniendo una conciencia cada vez mas clara de que determinadas limitaciones de las libertades polfticas crean un problema incluso en cuanto a la dialectics intern a del movimiento obrero y socialista: por cuanto tales limitaciones pueden ser utilizadas para soluciones autoritarias que compriman y ahoguen Ia democracia interna de la alineacion socialista. Tarnbien sabemos hoy por experiencia que -incluso alH donde han sido liquidadas las bases estructurales del dominio capitalista y ocupan el poder las fuerzas socialistas- la correcta orientacion revolucionaria, la unidad poutica de clase, el ejercicio de la soberania popular no son datos inmediatos, sino frutos y resultados que hay que conquistar en medio de un proceso articulado, capaz de tener en cuenta a gobernantes y gobernados, a dirigentes y dirigidos, a vanguardias y masas. El caracter democratico de este proceso no es algo automatico; la existencia de una red de autonornias, de determinadas libertades e incluso de derechos individuales se nos presenta como un elemento importante para dar realidad y desarrollo a exigencias y valores que la clase obrera hereda de la historia, hace propios y asume en el patrimonio y el progra~~ del movimiento revolucionario. No concebimos, pues, Ia afirmacion y el desarrollo de determinados derechos de li bert ad como «concesiones» ante los otros y como renuncias al conflicto de clase sino como un terreno y un modo de dirigir nuestra lucha contra el enemigo de clase; modo que es mas complejo y diffcil, pero que entraiia un gran potencial unitario, de cohesion revolucionaria, de fuerza creativa. En substancia, tratamos de realizar un modo de desarrollo de la lucha de clases y una via de construccion del nuevo Estado, sobre la base de la conciencia de que se han planteado algunos problemas que implican que la capacidad de conquistar la hegemonia en nuestro pais depende tan-bien de nuestra capacidad para dar respuesta a dichos problemas.

~Esto quiere decir que recogemos tambien algo de ciertas instancias expresadas por el pensamiento de la democracia liberal y del a~tonomisII_lo catolico? No me preocuparia dar una respuesta afirmativa, Asunumos el valor que hay en determinadas instancias, a partir de una concepcion mucho mas fuerte de la sociedad, a partir de una

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perspectiva y una solucion que desvincula ciertos derechos de liber:ad y ciertas instituciones con respecto a los condicionamientos es-ructurales que los han distorsionado y desecado en la sociedad capiralista y que les confiere un valor, un signa nuevo, en una democracia proletaria apoyada sobre una base estructural unit aria y capaz de -ealizar un nuevo tipo de relacion entre la sociedad civil v la socie.lad politica. La superioridad de la solucion socialista deb; expresar'ce en su capacidad para dar una respuesta organica y concreta a todo .in arco de exigencias que constituyen el resu1tado de la historia moderna del hombre, en su capacidad para responder allf donde otros :18.n fracasado 0 solo han logrado expresar una verdad parcial.

Por 10 demas, el desarrollo de esta investigacion creativa nos 10 : mpone tambien la polemic a y el desganamiento que se ha declarado en el movimiento comunista internacional. EI problema de la rnanera en que debe realizarse y desarrollarse la dialectica interna del -novimiento comunista internacional es un problema totalmente abierto. La III Internacional fue disuelta 1 cuando se vio que ya no era »osible dirigir todo el movimiento desde un solo centro. Y la experiencia negativa del Cominform -que fracaso en el conflicto con Yugoslavia- dernostro que no podiamcs detenernos en esa decision \- que era necesario ex traer de ella otras consecuencias: era r.ecesario cxtraer la imposibilidad de proponer un modelo iinico de conquista \' gesti6n del poder, y -mas aun- la imposibilidad de resolver la .nvestigacion, la discusi6n y los contrastes internos del movimiento "or el camino de las excomuniones y de las condenas. Imposibilidad, »orque el problema ya' se habra ampliado. Despues de los fracases de 'as tentativas revolucionarias en el periodo 1919-1924, la revolucion socialista volvia a plantearse en una serie de paises, donde la clase obrera ya estaba en el poder 0 donde volvia a proponerse el objetivo .lel poder. El modelo sovietico, que sin embargo habla significado la »rimera v decisiva ruptura revclucionaria y que habia iluminado el camino de todo el movimiento, no podia bastar por 51 solo para dar una respuesta ante la multiplicidad y la diversidad de las sit~l:1Ciones que se planteaban. A partir de esa primera experiencia victoriosa, era necesario ampliar la investigaci6n de las vias de avance hacia el socialismo y de edificacion del socialismo. Por eso e~ reconocimiento de la autonomia formal de los diferentes partidos comunistas debia deiar

J. La III Internacional se disolvi6 el 15 de mayo de 1943.

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paso a la afirmacion de la autonornia substancial. La conquista de tal autonomia substancial se convertia, y se convierte, en la condicion basica no solo para el progreso de la iniciativa revolucionaria en cada pais particular, sino tambien para poner en marcha un tipo de colaboracion y de dialectica interna del movimiento comunista, capaz de elaborar un analisis cornun del mundo contemporaneo y los elementos de una estrategia revolucionaria mundial.

Hay que reconocer que la marcha en tal direccion sera diflcil y delicada; tanto mas dificil por cuanto en el pasado el momento de la centralizacion, de la disciplina des de arriba y del «monolitismo» ha sido muy fuerte. Tambien sera dificil por otra razon, que conviene subrayar.

Cuando los comunistas italianos hablamos de la autonomia de cad a partido, cuando a6rmamos y reivindicamos la autonornia de nuestro partido, esto no signi6ca, no puede significar de ninguna manera, que nos cerremos de manera provinciana, que nos retiremos a1 pequefio huerto paisano. ~Como podriamos reducirnos de este modo ante el creciente desarrollo del proceso de internacionalizacion de la econornia y el progresivo estrechamiento de los vinculos que, en 1a escala internacional, se dan entre los diferentes aspectos de 1a 1ucha? Hemos criticado incluso a los compafieros chinos porque subrayaban y absolutizaban un solo componente de la alineaci6n revolucionaria -el movimiento contra la opresion colonial-e-, sin valorar adecuadamente e1 papel de los paises socialistas y de la lucha de Ia clase obrera en los paises capitalistas y soslayando e1 momento de 1a unidad entre estos tres componentes. Siempre hemos rechazado toda interpretacion de la estrategia de las vias nacionales hacia e1 socia1isrno que implicase reducirla a una suma de 1uchas particulares, encerradas cad a una en sf misrna. Hablamos de via italiana al socialismo, es decir de la relacion que debe establecerse entre 1a particularidad naciona1 yel objetivo general; hablamos del caracter concretamente nacional que debe asumir el objetivo general si quiere convertirse en realidad. Por eso, nuestra afirmacion de autonomia no implica un compromiso menor, sino precisamente mayor en la lucha revo1ucionaria: no entrafia menos internacionalismo sino mas intemacionalismo, si internacionalismo no signifies s610 solidaridad moral y practica con las luchas de los «ctros» partidos y movimientos, sino conciencia de la unidad del sistema que queremos construir y de los nexos que hay en las luchus revolucionarias de los diferentes paises.

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Y resulta extrafio que el compafiero De Martino acuse hoy a los «comunistas italianos» de ser «conciliadores». Hemos expresado nuestras reservas 2 con respecto a una conferencia internacional en las actuaies condiciones, no solo porque estamos en contra del metodo de las excomuniones sino tambien porque no creemos en una conciliaci6n superficial, reaIizada a1rededor de una formula generics y ambivalente, y porque consideramos que la construccion de una nueva unidad s610 puede ser emprendida afrontando la substancia de los problemas que se encuentran en la base de la polernica, impuisando la investigaci6n cormin, la elaboraci6n de los objetivos que se Ie plantean a todo el movimiento. Este es el desaHo que hay que aceptar y al que se ha referido Togliatti.

Tarnbien por este camino vuelve a plantearse, pues, 1a exigencia de una respuesta creativa. Pero p1antear tal exigencia remite de inmediato a la cuestion del desarrollo de la vida democratic a del partido. No hay que sorprenderse demasiado de que -mientras y alli dande predomin6 una concepcion del partido de tipo militar (como escuadron que tenia que prepararse esencialmente para el conflicto armado decisive), mientras el marxismo fue presentado como un cuerpo de verdades va totalmente definido y la estrategia del movimiento fue cancebida substancialmente como 1a aplicacion de un modela- e1 trabajo del partido haya sido considerado sobre todo como la ejecucion de una politica decidida desde arriba y que el elemen to de fe hay a predominado sobre el de 1a investigaci6n. Sin embargo, incluso esa 'discipline de hierro. que marcaba con tanta fuerza 1a accion de los comunistas, representaba --en polemics can las degeneraciones socialdem6cratas- la afirmaci6n de un componente de la lucha, entrafiaba una fuerte carga de tension moral y revolucionaria: v en cierto modo en el animo del militante habia una coherencia entre esa manera de concebir el conflicto revolucionario v la manera de trabajar dentro del partido. Pero ~como ignorar hoy no s610 las limitaciones v los perjuicios de ese enfcque, sino sobre todo los problemas que despues se p1antearon v que aun siguen planteados?

No por azar la busoueda de vias nacionales hacia el socialisno (vale decir, Ia construcci6n de una estrategia revo1ucianaria que

2. Se alude a la discusi6n que se produjo, en ese periodo, acerca de la oportunidad de una conferencia mundial de los partidos comunistas,

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no se redujese a la aplicaci6n de un modelo externo ya listo) plante6 de in media to una serie de cuestiones vinculadas no s6lo con las ali anzas, los objetivos intermedios, etc., sino tam bien con la vida del partido. No por azar a los comunistas italianos la biisqueda estrategica inaugurada por Gramsci y Togliatti nos estimu16 y casi nos oblig6 a afrontar de una manera particular y nueva tarnbien la cuestion del trabajo y del caracter del partido (caracter de rnasa, metodo organizativo, discusi6n politics interna, etc.), La cuesti6n de la democracia intern a del partido y mas en general de la dialectics interna del movimiento cornunista se planteo con gran fuerza, «estallo», cuando el XX Congreso oper6 una drastica revision critica del estalinismo: y se plante6 no solo porque el XX Congreso y el XXII Congrcso realizaban una dcnuncia violenta y tremenda de las degeneraciones autoritarias, sino mas aun par otra razon: porque atacaban el principio de autoridad, incitaban a la biisqueda de nuevas vias de avance del movimiento y restauraban la misma nocion del marxismo como ciencia en desarrollo.

A partir de ese momento se volvi6 esencial la exigencia de desarrollar el debate, la confrontacion de ideas, la investigaci6n cormin y por consiguiente el tema de 1a vida intern a de 1a organizacion cornunista, si se quiere evitar que perdure en e1 alma del militante una irremediable contradiccion. Exigencia tanto mas esencial para quien ha vivido y aceptado radical mente el vuelco del XX Congreso. Paradojicamente (aunque no tanto) podria decirse que a los compafieros chinos -que conciben 0 presentan la estrategia revolucionaria rnundial como aplicacion de SL modelo 0 directamente como aceptacion de su hegemonb- puede importarles un bledo la democracia interna del partido; pero los cornunistas ita1ianos necesitabamos y necesitamos avanzar por una VLl que la desarrolla y estimula.

Por cierto, hay que decir de inmediato que estoy refiriendorne a unos problemas v a unas soluciones cue son bastante distintas (si se consideran todos sus aspectos) de los cue cada tanto nos sugieren pretenciosarnente ciertos doctores dem6cratas cristianos e incluso algunos cornpafieros dirigentes del PSI. No quiero subestimar 10 que significa en el Partido Dem6crata Cristiano la existencia de una articu1aci6n en diversas corrientes y la discusi6n entre las mismas, como un paso positive respecto de la vieja organizacion de tipo clientelar, dominada por unos notables y como biisqueda de una relativa autonornia con respecto a la jerarquia eclesiastica. Sin embargo me parece evi-

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.lente que se trata de una competencia y de una discusion que subs· .1Dcialmente dejan fuera a las masas de militantes, quienes no llegan .: siquiera a agruparse en unas organizaciones de base con una es· ructura y una fisonomla daras. Tambien creo que la solucion dada

1a vida intern a de un partido obrero como el PSI representa solo n metodo de opci6n entre divers as posiciones politicas e1aboradas en 1 seno del grupo dirigente, metodo que a menudo se ha transformado .n una mera contraposici6n v medicion cuantitativa de las diferentes

· csis y que por consiguiente se parece bastante poco a una discusion (:31 y a una biisqueda com/In. T ambien en este caso -por mas inte-csantes que hay an sido y sean las discusiones en la cumbre del PSI. stamos lejos de los problemas (y de las dificultades) que se presen':'1 ante nosotros v que debemos afrontar.

Problemas que atafien particu1armente a nuestra concepcion del ":1rtido. como organizaci6n colectiva que clabora continuarnente una .onciencia critica del mundo conternporaneo y que quiere cambiar ',() s610 un gobierno v una mayoria parlamentaria, sino tarnbien las -clacicnes de produccion, las bases y la estructura del Estado y en iltirna instancia el propio modo de ser de 1a convivencia humana. F, cecir: una organizaci6n en la que la lucha pnictica se entrelaza con una investigacion ideal, y para 1a cual la aoci6n par1amentaria . zubernativa es solo un aspecto de una tarea mas amplia, que tiende :'~:~ia 1a creaci6n de una 'cohesion intelectual y politica de ur.as fuer'as sociales, de un «bloque de poder», Por eso para nosotros el desarrollo de la democracia interna del partido no puede agotarse en una <1eterminada tecnica [uridica de organizacion interna -cuyo signiGcado no cuercrncs subestimar-e-, sino que se refiere de una rnanera ':';)stante mas amelia a! modo v a la medida en que el partido logra claborar esta co~ciencia vest; voluntad revolucionaria y, por consiniiente, a su misma rela~i6n con la clase obrera y con las masas. Por cso las cuestiones que se nos p1antean no son s610 de desarrollo nurnerico (conexiones con la poblacion) y de participaci6n 0 activismo, -ino que se refieren a una determinada clase de participacion. No solo necesitamos votes v ciudadanos que asuman nuestras consignas y .isistan a nuestras . manifestaciones. sino tambien trabajadorcs que »articipen y contribuyan precisamente en la formaci6n de una conciencia y de una lucha revo1ucionaria.

Se nos ha preguntado emil es 1a razon de la discordancia entre el

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aumento de nuestros votos y la disminuci6n y el estancamiento d rnimero de los afiliados. Considero que esta discordancia expresa po . una parte el hecho de que ciertas masas de italianos se adhieren hoy nuestros programas politico-sociales y tambien a nuestros fines ulti. mas, pero todavia no han sido ganados para la «via» de avance revoa lucionario que nos hemos trazado, para el tipo de lucha, para la: construccion del «bloque de poder»: por eso no perciben la «nece-: sidad» del partido revolucionario 0 de su presencia activa en el par. tido revolucionario. Sin embargo hay otro elemento que conviene considerar con atenci6n. Hay actualmente grupos importantes de trabajadores y de ciudadanos -y sobre todo grupos de jovenes-s- que yen sobre todo en el partido el aspecto del limite (disciplina, activis-' mo intenso en sentido exterior, «oficialidad», etc.) mas que el aspecto creativo. Naturalmente, en estas posiciones a menudo hay residuos de anarquismo, de individualisrno pequefioburgues y de prirnitivisrno ideol6gico. Pero tenemos que ver cuantos defectos subietivos existen hoy en la vida y en la organizacion del partido, que favorecen estos estados de animo y estos errores.

La cuestion no tiene una importancia solo secundaria. Cuando pienso en la forma en que, en otros momentos, generaciones enteras han venido al partido, me parece que en 'gran medida ello se debi6 a que la militancia en el partido era no s610 un deber para la defensa de determinados valores, sino tambien un instrumento necesario para adcuirir una claridad acerca de las cosas humanas, para enriquecer la propia personalidad, para pesar e incidir en la trernenda cornpleiidad de la sociedad rnoderna, para comprender e influir mas. Actualmente los jovenes y los no j6venes vuelven a plantearse lin as grandes interrogantes acerca de los fines del socialismo, las vlas para lograrlos, las victorias que se han conseguido y tambien los errores entrelazados con esas victorias. La propia situaci6n creada en el movimiento cornunista internacional y la necesidad de la lucha contra las posiciones equivocadas, alimentan estos interrogantes v exizen sobre todo un nuevo impulso creative. El partido se desarr~llara en la medida en q~e sepa convertirse en la fuerza propulsora y organizadora de ese impulso creativo y en que sepa presentarse con ese rostro. Por eso no es suficiente que haya, como la hay, franoueza v liber;ad en ~a discusicSn y en la confrontaci6n de las ideas. sino que conviene estimular y prom over la participacion real v numerosa en la j bUsqueda, en la elaboraci6n de las diffciles respuestas que han de.~

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darse en muchos campos, para conferir de ese modo mas poder efectivo de decision a cada militante.

La descentralizaci6n organizativa y la organizaci6n de deterrninados «grupos de trabajo» por problemas, son modos interesantes mediante los cuales queremos ampliar esa participaci6n del militante v articular la direcci6n politica, acerdndola a la base. Sin embargo ~reo que para que esta articulaci6n no resulte me:amente. secto~ial 0 incluso particular, debe ir acompafiada par un mejor funcionamientc de los orzanismos dirigentes, en cuanto organismos politicos, que no s6lo dese~pefian unas'" tareas de discusi6n (eonsulta), sino, tambie? de decision (elaboracion) de las opeiones ge:1erales de !a linea polltica y organizativa. Esto no significa que los organismos dirigentes tengan que agotarse en una discusi6n permanente y general de la linea politica del partido. Por e1 contr~rio: me, ?arece qu~ a menudo 1a discusi6n no es eficaz y el orgamsmo politico no decide realmente, precisamente porque parte de unos inf~r:nes que repla~t~~n de manera global toda 1a situaci6n, todo el juicio, toda la posicion poHtica del partido, cuando en cambia seria mas o~ortuno destaca.r v discutir aquellos desarrollos, novedades y correcCiones que efectivamente afiaden, quitan 0 modifican algo a los analisis, ala linea y a la tactica del partido, haciendo mas evidentes y explicitas las modificaciones y los desarrollos, incitando as! a1 organismo politico a decidir efectivamente, incluso acerca de opciones presentadas de una mane-

ra problematica. .

. A que me refiero cuando hablo de opcicnes presentadas de una

man~ra problematica? De ningun modo quiero decir que al pr.eparar una discusion los organismos ejecutivos y les grupos de trabajo tengan que limitarse a exponer los problemas que se presentan a a exponer posibles soluciones alternativas. Esto se.ria absudo, serfa l1~a dimisi6n, una renuncia a desempeiiar Ia propia tarea. Por 10 demas, no es esto 10 que rec1ama el compafiero de base: reclama no ya que e1 compafiero dirigente se «comprorneta» menos, sino que se «comprometa» y se involucre mas en la opci6.n '.

Por consiguiente se trata de algo distinto: se trata de aclarar e1 proceso, el debate, 1a investigaci6n y por 10 tanto la problematic» a traves de la cual se llega a una determinada proposici6n, de modo tal que el organismo politico y cad a compafiero llama do a decidir puedan participar rea1mente en 1a opcion, tomar conciencia del alcance de los problemas que la misma entrafia, sentirse coparticipes y no sentirsc

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llamados solo a dar un aval. Lo contrario, pues, de una participacion formal; se trata de un camino que intenta impulsar al maximo una busqueda cormin, es decir, exactamente en 1a direccion inversa de las corrientes y fracciones -es decir, de las contraposiciones cristalizadas-, experimentadas can poca fortuna por el partido sacia1ista y que continua, y curiosamente tantos predicadores proponen como modelo.

Par 10 dernas, (hay en la actualidad otra manera de comprometer en una corresponsabilidad, es decir, en un desarrollo de la iniciativa a la mayor cantidad posible de compafieros? <Hay otra manera de preservar a nuestro partido de la crisis que corroe a otras formaciones politicas, que es una crisis de su relacion can las masas y las redu.ce a ser s610 una delegacion de poder 0 bien una maquina para brindar y obtener servicios?

4. ACERCA DE LA RELACI6N ENTRE DEMOCRACIA Y SOCIALISMO ,'r

Riccardo Lombardi y otros compafieros del PSI, que han comentada can in teres mi escrito publicado en el mimero de Rinascita del 25 de abril, se han referido al ana 1956 y nos han acusado a los comunistas de haber eludido en aquel momento las cuestiones que se planteaban. Algunos 10 han hecho can un cierto aire de suficiencia doctoral, del que no me interesa ocuparme: en todo caso me asombra un poco que en los tiempos que corren algunos compafieros del PSI tengan ganas y tiempo para dedicarse a un cierto tipo de escaramuzas polernicas. No nos engafiemos: una discusion sobre 1956 puede ser iitil e incluso interesante. Sin embargo hay que partir de un examen objetivo de los problemas que se p1antearon en 1a escala interna e internaciona1, de las posiciones del partido socialista y de las nuestras. Las frases acerca de los comunistas, que solo habrian sabido «deletrear en italiano 1a leccion que venia de Moscii», son imitiles fatuidades: dejemoslas para el compafiero Pietro Nenni. Por nuestra parte, estamos dispuestos a investigar y discutir juntos 10 que hicieron y 10 que no hicieron en ese «inolvidable afio 1956» los comunistas y las otras fuerzas politicas. Pero le pregunto a Lombardi si esto es 10 mas urgente en el momento par el que estamos atravesando. No creo que 10 sea.

Prestemos mucha atenci6n. Si no queremos caminar a ciegas hacia una crisis profunda de 1a sociedad italiana, tratemos de comprender a tiempo -y todos- el orden de los problemas que estan llegando a su vencimiento y que me pareoen mas profundos que la mera

• Rinescita, n," 21 (23 mayo 1964). Vease la nota relativa al ensayo anterior, p. 62.

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suerte de un gobierno. Es extraiio -y poco reconfortante- que Lombardi, Parri u otros, que han querido ocuparse de mi articulo, hayan soslayado la parte en que intentaba definir los terminos de la «crisis» que estamos atravesando, para afrontar a partir de ella determinadas cuestiones de perspectiva. Perrnitaserne recordar sucintamente y precisar dos cuestiones que me parecen cruciales y que 1a experiencia del centro-izquierda ha puesto de manifiesto. La primera es 1a siguiente: se ha revelado -0 esta revelandose->- el caracter absurdo, abstracto, la impotencia demagogica de una accion de renovaci6n estructural de la sociedad italiana que conciba las reformas como otros tantos «trozos», separados 0 separables unos de otros. Una accion que siga siendosectorial, una sola reforma, aunque fuese la mas audaz, estrin condenadas al fracaso. Se necesita una politico de relormas, gradual pero organica.

La segunda cuesti6n es esta: se ha revel ado -0 se esta reve1ando-- que determinados desequilibrios estructura1es de la sociedad italiana solo pueden ser superados interviniendo en 1a fase de 1a acumulacion, es decir mas arriba de los problemas de distribuci6n de la rent a y de orientacion de los consumos. De hecho hablamos de «incidir en e1 proceso de acumulaci6n» y de asegurar una superioridad de 1a acumulaci6n publica, 0 mas en general del momenta publico, dentro del proceso de acumulaci6n. En 1a ultima reunion del Cornite central del PSI,1 el cornpafiero Lombardi ha hablado de impugnar «la supericridad de 1a acumulacion privada». En un editorial de Auantit? e1 compafiero Giannotta ha hablado de «transferir rea1mente a los centres publicos de decision las opciones privadas de acurnulacion y de inversion». No es poca cosa.

Tenemos que saber cual es el alcance de tales palabras, porque ace rca de esto no podemos engafiarnos ni engafiar. Si tales afirmaciones no estrin destinadas a quedarse en meras frases, sino que expresan una necesidad, debemos saber que en el momento en que se traducen en voluntad politica imp1ican un ataque directo a1 poder de las grandes ooncentraciones economicas privadas; un ataque en dos aspectos vitales, de los que con toda razon esas grandes concentra-

1. La intervencion de Lombardi en la reunion del Comire central del PSI celebrada entre el 15 'Y el 17 de mayo de 1964, puede leerse en Avantij (17 mayo 1964), p. 9.

2. Avanti! (5 mayo 1964).

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(iones son muy celosas: en el aspecto de la acumulaci6n y en e1 as-ecto de la decision de las inversiones.

Tengamos todos mucho cuidado en no dar por descontada y por obvia tal conclusion, que la izquierda italian a valera en toda su dificult ad y complejidad. Es un hecho que a partir de unas reivindica,iones gene rica mente democratic as (quiero decir: que no ponen directamente en tela de juicio al sistema capitalista), como la cuestion meridional, el desequilibrio entre la industria y 1a agricultcra, etc., se ha llegado, clitia obligadamente, a atacar no solo la periferia sino rambien algo esencial del actual sistema. Lo cual demuestra el potencial anticapitalista que la sociedad italian a tiene en su seno, pero iambien los vencimientos y las dificultades a que se esta acercando la politica que hemos denominado de renovacion democratica.

~Como asegurar la superioridad del aspecto publico de la acumulacion en una economia que siga reconociendole un papel a la ;.':anancia privada (es decir, en una sociedad que utilice tambien el impulso hacia el provecho individual y la remuneraci6n del ahorro, hasta que no hay a logrado difundir gradualmente unas Iormas superiores y mas eficaces de produccion de riquezas)? ~ Cual es el «espacio» que habra que reconocerle a la ganancia privada? <Como habra que organizar la relaci6n entre el poder publico y la empresa privada? (Cemo tal superioridad del poder publico podra ser compatible con la actual «libertad» de la Fiat, con un determinado ordenamiento de las estructuras del credito 0 con el actual sistema de integracion europea?

Es suficiente con ponerle nombre a cada una de estas preguntas

para verificar de inmediato que no se trata, y no se trata solamente, de elaborar y de experimentar las tecnicas econ6micas y los instrumentos juridicos necesarios, sino rambien de suscitar en el tejido de la sociedad Los intereses materiales e ideales capaces de guiar y de mantener semejante enfrentamiento, rransformandolo en voluntad politics organizada. Es evidente que la respuesta a estos problemas requiere una programaci6n del desarrollo; por otra parte e5 evidente gue en el momento en que la sociedad italian a encara --de una u otra manera- el tema de la programaci6n, todos estos problemas estallan y -al margen de la ambigi.iedad, ambiva1encia 0 hipocresia de las f6rmulas- exigen opciones urgentes.

El compaiiero Lombardi nos pide que renunciemos a una movili-

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zacion qualunquista de los descontentos. En este terreno no tenem~' na?a q~e cone-tier, porque .tal exigenci~, es nuestra exigencia: es '. exigencia que surge de la mrsma valoracion que hacemos de la sit . cion. cHan habido errores por nuestra parte? Que nos 105 sefial concretamente: con nombre, apellido y lugar. Y que sobre todo n los sefialen no para salir a la caza de coartadas a evasiones, sino pari buscar juntos, cad a uno desde su posicion -que no ternan los COlJl\ paneros del PSI: no querernos entrar a hurtadillas en la mayoda"""; 10 que corresponde hacer para avanzar.

Pero quien exige correctamente sernejante rigor tambien tiens que preguntarse si cabe imaginar un oportunismo de izquierda peor que el que se ha expresado en la politica del actual centro-izquierda en la inconsistencia de los programas que nos han presentado lo~ gobiernos de centro-izquierda, en el caos de la accion emprendida y en la irracicnalidad -para no decir: irrcsponsabilidad- can que se han dejado pudrir ciertas situaciones. No intento lanzar una facil acusacion. Me interesa comprender si al menos estamos de acuerdo o podemos estar de acuerdo acerca de la calidad v del nivel de las cuestiones con las que se tapa hoy el mo\'imjent~ obrero italiano, cuestiones en las que se decide su futuro.

No quisiera que se me entienda mal. Si me refiero a estos probl~mas y parto de elias, no es para producir una Iacil replica polemica, que «explote» las abundantes incoherencias v debilidades de la actual acci6n eel partido socialista, sino porque estos problemas estan estrechamente vinculados can los temas de la democracia politica, que he tratado de encarar en mi articulo de Rinasci:a. En ese articulo se dice con mucha claridad que, en el momento en que la lucha social y politica pone en tela de juicio elementos esenciales del sistema y tiende a modificar profundamente el equilibrio de los mismos es indispensable que la vanguardia obrera afronte radicalmente los proble~as planteados por la edificacion del nuevo Estado y por la perspecnva general que la misma brinda a la actual lucha por determinadas modificaciones del sistema. Subrayaba que el asumir dererminados valores democraticos (y, por consiguiente, la expansion de 1a participacion de las rnasas y de las libertades polfticas en todos los niveles) en la lucha por el socialismo, en Ia gesti6n del poder y en la misma concepcion de la sociedad socialista, nos parece esencial para romper la trama del dominio burgues, para atacar los modos en que 1

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los grupos monopolistas logran 1a hegemonia sobre todo un areo de {uerzas sociales y para fundar un nuevo bloque de poder: en sintesis: nos parece esencial para que la c1ase obrera tenga fuerza y titulos capaces de convertirla en la c1ase hegemonica, portadcra y realizadora de los valores mas elevados, madurados en el proceso de nuestra historia, y ante to do para que la clase obrera pueda encontrar su unidad politic a , es decir, realizarse plena mente como clase.

Pero p1antear esta relacion necesaria entre democracia y socialisrno tiene otra implicacion directamente vincu1ada con la primera: significa construir una democracia politic a que este en condiciones no s6lo de intervenir en la economia con fines de equidad y solidaridad, sino tambien de hacer madurar las relaciones de produccion y mas Gun de operar un cambia de clases dirigentes. Se trata, pues, de construir una democracia abierta hacia el socialismo y que permita llegar G una transformaci6n socia1ista basada sobre el consenso, sobre la base de la hegemonia y no de 1a obligad6n. Los compafieros del PSI saben que hasta ahara no se ha experimentado un camino de este tipo. Es decir, que buscarnos una via inedita, una salida que hay que conquistar.

Los compafieros del PSI -0 al menos algunos de ellos- dicen que para elIas las cosas ya estaban claras desde 1956. Respondo: jfe[ices de vosotros! Pero me entran dudas acerca de si nos hemos entendido correctamente. Tratemos, pues, de explicarnos mediante algunos ejemplos.

Los comunistas trabajamos en favor de una perspectiva de avance hacia el socialismo y de gestion socialista que prevea, no 1a liquidacion, sino la defensa de las instituciones representativas sefialadas en la Constitucion. Pero esta linea politica no ignora la critica radical que se ha hecho de la democracia representativa --0 mas precisamente de la democracia liberal- por parte de Lenin y Marx, y dentro de un cierto contexto tambien por parte de Rousseau: esta linea politica exige incluso una plena conciencia de esta critica, y arranca de la misma para plantear el problema de la renovacion y del desarrollo de las instituciones representativas, para transfo:marlas, para salvarlas del anquilosamiento y restituirles un puesto en la corriente de la historia. cC6mo hacer efectivo el poder de las grandes asambleas electivas no solo frente a las grandes y decisivas concentraciones economicas, sino tambien frente al peso de los aparatos burocratico-militares, sobre todo en el momenta en que se multiplican las funciones

6. -JNGRj.O

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del Estado y se extiende la division del trabajo y, por consiguiente, la incidencia de la especializacion y del aspecto tecnico? ,COmo acabar can Ia utilizacion reaccionaria de Ia division de los poderes y asegurar un caracter, articulado par cierto, pero unitario y plena a la soberania popular, a la supremacia de la voluntad colectiva? ,Y como asegurar el caracter democratico y la libertad de la formacion de Ia voluntad colectiva en los paises de capitalismo avanzado, donde el analisis gramsciano nos ha revelado el refinamiento y la complejidad del aparato hegem6nico burgues (y no solo de sus instrumentos estatales de coercion) y frente a las nuevas armas de fragmentacion corporativa y desintegrac.on de la personalidad, que operan en esta civilizacion? ,Y como impedir que el mecanismo de las asambleas electivas se reduzca a una mera delegacion de poder, que solo les deje a las masas y ante rodo a las clases inferiores el derecho (por 10 demas precario y continuamente impugnado) de escoger cada tantos afios Ia casta que decidira, 0 mas exactamente administrara 0 mediara las opciones reaLizadas por las grandes concentraciones monopolis tas?

Hemos tratado de dar respuesta a estos problemas. Por eso hemos hablado de una difusion y de una capilaridad de las asambleas electi vas (que es 10 contrario de una resurrecci6n del viejo localismo municipalista y provinciano). Por eso hemos hablado de nuevos poderes de direccion y de control (y no solo legislativos y reglamentadores) que hay que conquistar para el parlamento, las regiones y las comunas, con e1 objeto ce asegurarles la superioridad sobre los aparatos ejecutivos y burocraticos, Por eso hemos afirmado la necesidad de Ia autonomia de una serie de «instancias» y exigencias que rnaduran en la sociedad civil, de manera que Ia continua vinculacion can estos impulsos aut6nomos, esta dialectica real, nutra la vida de las asambleas politicas y de los partidos, es decir Ia instancia de la rnediacion general, de la determinacion politica de los fines y de los medics. ,Es tan dificil advertir que esta es una via notoriamente distinta de Ia que conduce a un totalitarismo de partido?

,Es tan dificil advertir nuestro esfuerzo para extraer esta nueva p~rspectiva de avance hacia el socialismo a partir de un analisis marxista de las sociedades de capitalismo desarrollado y mas aun de la fase a que ha llegado el conflicro de clases en e1 mundo? En sintesis: < tanto Ies cuesta a los compaiieros del PSI comprender y reconocer que la perspectiva por Ia que trabaja nuestro partido parte exactamen-

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i e del rechazo de una estrategia que encierre la accion actual del par: ide dentro de una presunta «tactica» democratica, a la espera y en i1reparacion de la solucion socialista, que habria que conquistar rna'j~ma por mctodos autoritarios?

No pretendemos haber dado respuesta a todo. Lo que pretende-

'nos es que quien impugna la plenitud y 1a coherencia de nuestra~ resouestas se atenga al tipo de problemas que, como fuerza revoluciona',:<1, como fuerza socialista nos esforzamos por encarar; y que tenga .onciencia de las cuestiones planteadas tanto con respecto a los fines .ocialistas que nos son propios como con respecto a la suerte de las mismas libertades politicas actuales.

Tenemos que percibir correctamente y reconocer cual es la prolunda crisis que atraviesa hoy el parlamento, ta. como ha quedado reducido por efecto del proceso de expansion monopolista Y del abu,;0 dernocrata cristiano de poder: crisis que se esta agudizando por .iccion del metodo de las mayorias deslindadas, asumido y potendado nor el gobierno de centro-izquierda y practicamente reducido al meredo de los acuerdos en la cumbre entre los aparatos de los partidos. Tenemos que saber que entregar la autonomia del sindi~ato y la funcion de las asambleas politicas a cambio de una presencia en los aparates burocnitico-corporativos de la programacion significa comprometer no solo cosas de hoy sino rambien aspectos esenciales del fuiuro, Y tenemos que sab~r que detras del caracter presuntamente concreto 0 realista de muchas soluciones empiricas, que estan vaciando la funci6n de las instituciones representativas y debilitandio Ia red de las organizaciones de c1ase y dernocraticas, se oculta una dimisi6n, una subordinaci6n, una renuncia a basar Ia relacion entre democracia y socialismo sobre un fundamento solido y de principio.

Por eso siento una gran decepci6n y me asombro cuando nuestras interlocutores del PSI responden satisfechos a nuestra biisqueda «: Pero nosotros ya 10 habiamos dicho en 1956!». Y siento esa decepcion no s610 porque, por 10 que yo recuerdo, los textos socialist as de 1956 se quedaban bastante mas aca de estes problemas, sino en especial porque todos -coIDunistas, socialist as y catolicos- nos enfrentamos rodavia can estos problemas, que no estill resueltos y que incluso estan agravados en ciertos aspectos. (9uere- mos y debemos iniciar a prop6sito de estos problemas un discurso positivo una experiencia, que de veras supere los viejos enfoques y que par' eso no pretenda presentarnos hoy como validos y actuales

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,.-":

J" l~_

-jen 19641- los enfoques y las respuestas socialdernocratas, 4

fueron impugnados radicalmen te en 1914 y desarticulados en las '

gedias de la primera posguerra? ,

i

La pregunta es licita e incluso result a necesaria cuando considero la respuesta y la propuesta que se nos plantea a prop6sito de las: cuestiones de la vida interna de nuestro partido. En el fondo, acerca del enorme problema que implica actual mente el desarrollo de un partido politico revolucionario en una sociedad capitalista moderna, los dirigentes del PSI -De Martino v Lombardi- v rarnbien Ferruccio Parri solo son capaces de volve; a pIantearnos ia necesidad de la existencia de las corrientes internas (y resulta extrafio que Lombardi las proponga no porque las mismas representen una fuerza, sino para no dejar al PSI en condiciones de debilidad con respecto al competidor comunista). Ya he dicho que la experiencia de las corrientes que ha hecho el PSI es cualquier otra cosa menos alentadora. Pero creo que hay que hacer una observacion mRS fundamental. Discutamos, pues, acerca de la mayor 0 menor validez de las corrientes en un partido obrero revolucionario: tampoco en este caso hav tabiies, Pero tal discusion solo tiene sent.do si se parte de 10 que - quiere y debe ser un partido revolucionario, de los fines que el mismo se propone y en particular de la estrategia de la revolucion que el mismo se traza, es decir de su relaci6n con la sociedad. Afirmamos la necesidad de un partido que sepa elaborar un analisis del mundo contemporaneo y que sepa ex traer del mismo los elementos para Ia elaboracion de una conciencia revolucionaria capaz de superar continuamente las posiciones unilaterales y las limitaciones de las actitudes corporativas y sectoriales, y que se eleve al nivel de una concepci6n del mundo, de una so.ucion de los problemas generales. Consideramos que para un partido revolucionario es esencial organizar una voluntad politica colectiva capaz no solo de formular un juicio, sino tambien de desarrollar una lucha permanente en todos los niveles en que se presente el conflicto de clases, hasta el nivel del Estado y de las asambleas politicas, A la luz de estas tareas y de estos caracteres, para nosotros la participacicn de millares, de millones de proletarios en la construcci6n de tal voluntad colectiva se convierte en un aspecto fundamental de la dialectics interna, de las estructuras organizativas y del modo de circulacion de las ideas dentro de semejante partido. A la luz de estas tareas y de estos fines, adquiere para

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i\Osotros una importancia insoslayable, junto con el asr:~cto ~e ~a investigaci6n Y de la discusion, el aspecto de la proyeCClo~ unitana hacia la accion; en la medida en que para nosotros es radicalmente ncompleta la democracia que se detiene en el momento de la .elec,ion de los program as y no encara al mismo tiempo la lucha ~ed13nte h cual la eleccion politica e ideal que se ha hecho, se conso~lda y se ,i\'e en 1a historia. De aqui deriva nuestro rechazo dd metodo de . ,15 corrientes organizadas, que crista1iza la division ~entro del p~r- 1 ido y termina por dafiar objetivamente tan.to la busque~a, comun,

-encial en un partido de masas, como 1a unidad en la accion.

2Hay alguna impugnacion valida de tal posici6n? Exponednosla.

Due sea sin embargo, una impugnaci6n basada sobre e1 problema de ,; const;ucci6n de un partido de masas, que elabora una concepcion .lc] mundo y que lucha por 1a revo1ucion para establec:t de esa ,ll_lancra una nueva relaci6n entre la sociedad civil y la sociedad politica

" abrir nuevas vias para la transformaci6n de las estrUcturas y de las imtituciones. Porque si, por el contrario, solo se dis~u.t~ acerca. d~ ,en partido obrero que funcione como un partido de opinion y ~e Iimi:e a buscar un metodo de seleccion de los programas inrnediatos v de los grupos dirigcntes que tendran que sostener1os en el nivel de lOS organos estatales, nuestra respuesta es la siguiente: nosotros buscamas otra cosa. Comprendo que a los liberales de It Mondo -quienes no se plantean ni siquiera el terna de un r:1ovimiento en eI que participan millones de hombres, como protagonistas y no .c?mo clientela, como fuerza politics aut6noma y no como corporaClon- estos razonarnientos mios, ya sean correctos 0 equivocados,. no les inte~,esen n.ucho y que inc1uso les resulten completamente JQcompre.nsmles. Pero estamos discutiendo acerca de un partido rcvoluclOnano y no acerca de una secta iluminada; discutimos ace rca del modo en que nuede ser desarrollada y potenciada la democracia interna de serneiante partido, y en esta sociedad italiana en que vivimos v a 1a que

querernos cambiar. . " .

En la actualidad se habla bastante de partido unlCO y de unifica-

cion. Todavia esui fresca la tinta de In proposici6n hecha par Saragat oara una unificaci6n entre el PSI y el PSDI. El instrurrtentallsmo de ~:tles movimientos me parece perceptible a simple vista v creo que r.o hay nada mas errado y mas vacuo que entrar en el campo de la oompetencia con respecto a maniobras de ese tipo Personalrnente

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considero que seria superficial soslayar hoy las diferencias y las divergencias que existen entre las formaciones de orientaci6n socialista que operan en nuestro pais. Apenas estamos superando una escision del partido socialists, provocada por un desplazamiento politico de ese partido (sea cual sea el juicio que quiera hacerse acerca de tal desplazamiento). Considero que tambien se equivoca quien asimila facilmente el PSIUP 3 al PCr. Pensar gue hoy resulte Hcil -y que este al alcance de la mano-- Ia superaci6n de las diversidades de formaci6n ideologica, de historia y de posiciones politicas que existen entre las formaciones politicas que se dedaran marxistas, me parece, pura ret6rica. Traternos mas bien de comenzar a desarrolIar con los pies sobre la tierra la busqueda de POJ perspectiva unitaria: comencemos -a la luz y en medio de las experiencias unitarias que ya existen- a verificar y a reconstruir un analisis cormin de 1<1 sociedad actual, de los problemas que la misma presenta y del papel que Ie corresponde en ella a U:1 partido obrero. Puede parecer un camino lento. Pero este es e1 terreno s6lido, es incluso -dirfa- el terreno necesario, dado el tipo de problemas que ya tenernos que des entrafiar,

Por cierto, aqui vuelvo al punta de partida. Para tal biisoueda hay que dejar de lado las frases rituales y los juicios faciles, e investigar 10 nuevo. Los compafieros del PSI afirman que tenemos miedo de las revisiones. (Acaso no seria mejor para elIos, y mas fructlfero, que en vez de encerrarse en la jaula melancolica de este tipo de declaraciones, prestasen mas atenci6n a nuestra biisqueda ideal, a 10 que hemos estado desarrollando en la vida politica de nuestro pais y que, segun nos parece. ha tenido cierta resonancia tarnbien mas alia de nuestras fronteras? Hemos escrito que el marxismo no es para nosotros un cuerpo de verdades reveladas, sino una ciencia en desarrollo. Hemos dado prueba de ello. ~Acaso Ia via de avance y de conquista del poder, que hemos estado proponiendonos, ya est a completamente planteada en El Estado y la revoluci6n, en ese gran libra del que tanto hemos aprend:do? No; y no tenemos ningrin inconveniente en decirlo, aunque nos depare algiin insulto por parte de los talmudistas chinos. Sepamos reconccer en los textos que nos han formado 10 que esta vivo y 10 que esta muerto, 10 que era valido ayer y 10 que

~. En en~ro ~e 1964 se PW?ujo In separacion del partido socialists de la'

PcoSrrluplen~e de. IzqUle~dll;, que ~eadi6 cre~ una nueva formaci6n politica, el . Partido Socialista Italiano de Unidad Proletaria.

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hov se encuentra superado. Sobre todo sepamos situar en 1a historia dei movimiento obrero el valor, el significado y tarnbien las limitaciones de determinadas a£rmaciones. Cuando leo en Lenin la afirmaci6n de que la dictadura del proletariado es «un poder no atado por ninguna ley», se que dicha afirrnacion ha de ser situada en funcion de una ruptura violenta con el oportunismo socialdem6crata y de una situacion de guerra civil; se que fuera de ese contexto polernico no cabe aceptarla, y que de hecho no la ha aceptado el XX Congreso cuando ha planteado con tanta energfa la cuesti6n de la legalidad socialista. No me interesa la frase: se incluso que la absolutizaci6n de esta 0 de aquella {rase separada del contexte hist6rico ha producido limitaciones, errores e incluso degeneraciones. Me interesa el proceso del pensamiento revolucionario y la construccion de una es.rategia. Y se que ademas del Lenin de El Estado y la revoluci6n esta el Lenin de El izquierdismo, esta el Lenin que ha incitado a resolver los problemas de un Estado sovietico en terminos que en fran parte no estaban previstos en El Estado y la revoluci6n, y se que en el desarrollo genial de ese pensamiento revolucionario quedan tarnbien -como en todo momenta del pensamiento humano-- contradicciones no resueltas, nudos que otros debian deshacer.

De esta manera tratamos de acercarnos a nuestros maestros y nutrirnos de enos, al margen del talmudismo, tratando incluso de comprender d6nde Lenin innova con respecto a Marx y donde el movimiento obrero actual innova 0 tiene que innovar con respecto a Lenin. Tampoco esto entrafia concesiones a quienes discuten con nosotros, porque necesitamos esta biisqueda critica para nosotros mismos. Pero (que tiene esta en cormin con quienes no nos plantean una comprensi6n hist6rica de la leccion de Lenin, sino que nos incitan a arrojar acriticamente par la borda los descubrimientos que constituven la esencia del leninismo -anaIisis del imperialismo, critica del 'Estado burgues, construccion de una estrategia de las alianzas de la clase obrera-, que han abierto el camino para el actual movimiento revolucionario? No nos interesa malvender. Nos interesa el aumento y el desarrollo de un gran patrimonio ideal: con el necesario sentido de la responsabilidad, en 1a medida en que se trata de alga vinculado con las conciencias de millones de hombres. Y tambien porque no queremos volver a caer en el burdo empirismo de las frases acerca de «la habitaci6n de los botones».

5. LOS HECHOS DE CHECOSLOV AQUIA

Y EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO ,',

Hemos dicho que Ia discusi6n dentro de nuestras organizaciones acerca de los sucesos checoslovacos y acerca de la posici6n adoptada por el partido tiene que set amplia y libre: y esto es 10 que esta ocurriendo. Se trata de algo importante no solo por la profunda conmoci6n suscitada por la crisis checoslovaca,' sino tarnbien porque en el curso de Ia discusi6n surgen, a mi entender, algunas cuestiones de orientacion general, que incluso van bastante mas alla de los sucesos checoslovacos.

Estas cuestiones de orientacion no deben ser disimuladas: deben ser afrontadas para que del debate surja una fuerte elevacion de la unidad politica y de Ia capacidad de iniciativa del partido.

En primer lugar, tenemos que profundizar mucho, en el debate interno del partido, la cuestion de las verdaderas causas que han provocado la crisis checoslovaca. En muchos cornpafieros hay una preocupaci6n radical por el futuro del poder proletario en los paises socialistas y por los posibles aflojamientos 0 debilitamientos: se trata de una preocupaci6n que no debe ser ignorada, porque se vincula con una valoracion sana, internacionalista, del gran peso que tienen las relaciones de fuerza en el plano mundial. Precisamente por eso tenemos que ser 10 mas claros posibles acerca de las verdaderas fuentes de un debilitamiento 0 de una crisis de los regimenes socialistas construidos en el Este de Europa. La crisis checoslovaca no ha comenzado en absoluto con la reunion del Cornite central del pas ado enero 0 con

* Rinascita, n." 36 (13 septiernbre 1968).

1:, La .c~isis checoslovaca se precipito eL 20 de agosto de 1968 con la intervenclo~ militar de las tropas de la URSS y de otros Estados del Pacta de Varsovia, que condujeron a 1a liquidaci6n del gobierno de Dubcek.

CHECOSLOVAQUIA Y EL INTERNACIONALISMO 89

la de abril: comenz6 bastante antes. Su origen reside en el tipo de organizaci6n del poder que ha habido durante el gobierno de Novotny.? en e1 centralismo burocrdtico que ha marcado la vida interna del partido, la estructura de la planificacion y las relaciones entre el partido y la sociedad. Tal organizaci6n de la superestructura politica (yen un pals socialis ta Ia su peres tructura poll tica inc ide directa y radicalmente en la econornia), que concentraba todo el poder en un rcstringido aparato central, ha provocado graves dafios a las grandes cor.quistas realizadas durante la primera decada de Ia Republica Ponular Checoslovaca: ha provocado un estancamiento y un envejeci'miento de la red productiva y sobre todo ha reprimido Ia libre discusiO:1 en la vida interna del partido y ha impulsado hacia posiciones de pasividad politica a la clase obrera y las grandes masas populates, esterilizando la investigaci6n creativa y provocando una grave separaci6n entre la cumbre del partido y el pals.

Si este juicio es basicamente correcto -y nadie, ni siquiera en los paises que han intervenido militarmente, ha tratado de rebatirJo-, la verdadera fuente, el origen profundo del peligro para el poder socialista reside en estos metodos, en esta concepcion y en esta praxis de Ia vida del partido revolucionario y de su relaci6n con la sociedad. Defensa del poder socialista quiere decir superaci:5n de estos errores. Todo 10 que no ayuda a liquidar estos errores, tampoco ayuda a defender el poder socialista: prolonga y agrava la crisis.

La prensa burguesa afirrna que s610 ahora descubrimos estos problemas. Pero esto es absolutamente falso. Acerca de estes problemas esta planteado desde hace afios un debate en e1 movimiento comunista internacional. No se trata imicamente del XX Congreso: desde entonces, acerca de los mismos, en todos los encuentros internacionales, nuestro partido ha desarrollado una .nvestigacion e incluso una polernica, basta los Protocolos de Yalta, que planteaban dramaticamente y con acentos de urgencia Ia cuestion del desarrollo de la democracia socialista, como cuesti6n que incidia sobre la fuerza y 1a estrategia de todo el movimiento cornunista y obrero internacional.

Por consiguiente, el problema que h3 conducido 3 la crisis en

2. Novotnv. secretario del Partido Comunista Checoslovaco, asumi6, despues de Ia muerte de Gottwald, acaecida el 4 de marzo de 1953, tambien el cargo de jefe de Estado. Al dimitir como secretario del partido. Ie sucedid el 5 de enero de 1968 Alexander Dubcek; en marzo siguiente dimiti6 tambien del cargo de presidente de la Republica.

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Checoslovaquia no puede ser reducido a algunos errores de individuos 0 a algunos episodios de falta de libertad 0 de ilegalidad: se trata de la cuestion de la orcanizacion del poder politico proletario y de su relacion con 18. clase obrera y con las otras fuerzas sociales que constituyen la base de la revolucion sodalista. Lenin, e induso antes Marx, nos han ensefiado que este es un punto decisivo para el futuro de la revoluci6n, para el socialismo: nadie puede considerar como un hecho marginal Y secundario una distorsi6n que surja en este punta capital. Se ha recordado justamente la famosa f6rmula que utiliz6 Lenin para defnir el poder socialista en la URSS: los soviets mas Ia electrificacion. Junto con el desarrollo de las fuerzas productivas, Lenin sefialaba, pues, como elemento esencial, al sistema politico de los soviets: es decir, basicarnente, el autogobierno de las masas.

Aqul se presenta otro aspecto vinculado con la orientacion, acerea del cual tenemos que discutir ampliamente en el partido. Me parece que en la posicion de algunos cornpafieros, que no com patten la crftica a la intervenei6n militar sovietica, no s610 se expresa su profunda vinculacion con la Union Sovietica, sino tarnbien una determil1arta concepcion «estrategica»: se advierte la conviccion de que la soluci6n del conf1icto con el enemigo de clase reside en definitive en eI peso y la intervencion de las arrnes.

Sabernos perfectamente de donde surge esta concepcion «estrategica», a menu do no explicitada, pero profundamente arraigada: Nuestro militante se topa cada dia con la violencia y Ia insidia de la rndquina capitalista: experimenta mil veces, en su vida y en su piel, la hipocresla de tantos jefes patronales que hablan de libertad y despues la conculcan; ve como resurge continua mente en el mundo el bandolerismo imperialista; lleva en su interior la acumulacion de secu1ares experiencias de lucha, que han chocado con la violencia reaccionaria mas brutal. De aqui surge el fastidio ante las «palabrerfas», la desconfianza hacia el verbali~mo dernocracista y la justificacion de 1a accion armada.

Seria un profundo error soslayar esta conciencia vivida de la violencia de 1a c!ase dominante. Tenemos que aclararles a est os compafieros Que nuestra posicion acerca de los sucesos checoslovacos no subestima en )0 mas minimo la cuesti6n decisiva de las azresiones imperialistas v el peligro de las recaidas reaccionarias, aunque no nos hava parecido que en Checoslovaquia se estuviese produciendo en estos meses una amenaza de contrarrevolud6n.

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Cuando exigimos un desarrollo de la democracia socialista, una liquidaci6n de las degeneraciones burocrat~cas y represivas, una ~~pliaci6n de 1a democracia interna del partido, y apoyamos la accion emprendida en tal direcci6n por el grupo dirigente checoslovaco agrunado a1rededor de Dubcek, planteamos unas cuestiones que se relacionan directamente con la [uerza del poder socialista y e1 futuro de la revolucion. Exigimos unos desarrollos que, segiin nuestro criterio, son esenciales para 1a defensa del poder socialista y para 1a derrota de los impulses antisociales. Y nos movemos por un surco muy preciso: 1a tradici6n marxista v leninista ha afirmado siempre que el elemento decisive en el cheque con el enemigo de clase es la [uerza politica, comprendida no solo como consenso de la mayoda sino como movilizacion consciente de la c1ase obrera y como iniciativa de las masas v mas aun como capacidad para derivar del trabajo colectivo, de 1a relacion entre el partido y las rnasas, de la praxis revolucionaria, todas las enerzias creativas del socia1ismo.

La revo1u~i6n. como derrocamiento del viejo orden y al mismo ticmpo como fundacion de la nueva sociedad, es capaz de veneer precisamente porque 1a rnovilizccion colectiva de las masas libera una fuerza cualitativamente nueva, capaz de encarar los problemas enormes que entrafia la construccion de una sociedad socialista, EI partido desempefia el pape1 dirigente en la medida en que sabe suscitar esta maduracion de fuerza y de conciencia socialistas.

La democracia interna, 1a discusion, la critica son necesarias para e1 partido con el fin de establecer una relaci6n correcta con la clase v con los desarrollos del conf1icto de clases, CDn la dinamica de la ~cciedad: no se trata de debilidades ante posiciones socialdemocratas, sino inc1uso de la via para superar Ia concepcion socialderr.ocrata del partido como federaci6n de corrientes y para superar una concepcion ~t{)mista e individua1ista de los derechos de libertad. Al margen de esta dialectica entre el partido y las masas, el partido queda, como deda Gramsci, «colgado de las nubes» , con dos graves consecuencias: la experiencia real de las masas resulta truncada en su desarro- 11o, queda encerrada en las formas eespontaneas» (limitadas) de conciencia de clase y el dirigente del partido, el revolucionario profesiorial, se separa de los procesos reales y se convierte en burocrata. Y todos sabemos que el bur6crata es conservador y termina siempre en la derecha, porque renuncia a oonstruir 10 nuevo y confia en la -epeticion de unas formulas esquematicas. Checoslovaquia ha vivido

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estos procesos. La funci6n de gufa del partido es exactamente 10 contrario de una delegacion 0 de un monopolio del poder adquiridos de una vez para siempre: cada una de nuestras organizaciones ha tenido ocasi6n de experimentar 0 verificar en su trabajo los perjuicios y la perdida de combatividad que se producen siempre que un grupo dirigente se separa de los procesos reales y de las experiencias que realizan las masas y las otras fuerzas polfticas.

La expansi6n de la democracia, la participacion de las masas en la gesti6n del poder econ6mico y politico, la investigacion critics, la correcta relaci6n dialectica entre la elaboracion del partido politico y la experiencia de la clase y de las masas no son, pues, un lujo, una concesi6n a los otros, sino una necesidad para desarrollar nuestra lucha, para crear una fuerza revolucionaria duradera, sin la cual tampoco no logra sostenerse la fuerza militar. Los comunistas italianos siernpre hemos rechazado la tesis, que se nos atribuye, segun la cual la democracia s610 sirve para nuestra lucha antes de la toma del poder y no despues de Ia misma. No podemos aceptar esta tesis porque attn mas despues de la toma del poder, cuando la tarea de construir la nueva sociedad resulta prioritaria y la resistencia del pasado se expresa ante todo en 1a «duracion» de los viejos modos de ser y de pensar, la investigaci6n crftica, la ampliaci6n de la participacion de las masas, la creaci6n de nuevas formas de organizaci6n social, que liquiden los residuos del viejo modo de producci6n, se convierten en un elemento decisivo. Si es exact a la tesis sostenida por algunos cornpafieros alemanes en los pericdicos de la Republica Democratica Alernana, segiin la cual la acci6n del imperialismo se expresa hoy fuertemente como «presi6n ideol6gica», la respuesta a esta presion debe consistir en desarrollar mas aiin la democracia sccialista y no puede quedar en manos de la censura.

A prop6sito de esto hay que volver a las fuentes de la crltica leninista de la democracia burguesa, para combatir las distorsiones y deformaciones que la misma ha sufrido. Esa critica era durisirna y partia de una desmistificaci6n implacable de la «violencia que opera incluso detras de las formas» del parlamentarismo v de las libertades burguesas: pero se trataba de una critica que apuntaba a fundar una democracia bastante mas profunda, basada sobre la iniciativa y el autogobierno de las masas, y que hablaba de la violencia que la gran maycria del pueblo ejerce contra un pteiiado de explotadores. Sepamos que el conjunto de la investigacion de Lenin acerca de la cuesti6nEI

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del Estado ha de ser revisada y redescubierta en sus desarrollos, en <us varias etapas y tarnbien en sus contradicciones no tesueltas, al margen de manipulaciones instrumentales en uno u otto sentido, al margen del absurdo metodo de recurrir a algunas citas oportunas. Pero esta reflexi6n rigurosa nunca podra hacernos eliminar el hecho de que toda la posici6n leninista incitaba a fundar una sociedad en que la funci6n represiva del Estado y el propio Estado como rnaquina de dominio se fuesen extinguiendo poco a poco y desde el comienzo. Toda la acci6n de Lenin durante los ultimos afios de su vida esta marcada por el acicate de la lucha contra el burocratismo, por la conciencia de una dificultad no superada, de una amenaza burocratica oculta en la esencia del poder sovietico.

Tarnbien tenemos que volver a discutir y a trabajar acerca de estas lejanas rakes de los problemas que se nos plantean hoy, para aclarar las motivaciones profundas, marxistas, de nuestra posicion acerca de la cuestion checoslovaca y sobre todo las conexi ones entre cstas motivaciones v nuestra lucha actual. Nuestra posici6n acerca de la democracia socialists no es una «atestaci6n» que hacemos para salvar nuestra alma 0 un artificio astuto para desarmar los ataques unticomunistas en nuestro pais: es una opci6n politica que corresponde a nuestra concepcion estrategica de la lucha y de la construeL ion del socialismo y que tiene para nosotros implicaciones en la accion ya desde ahora. De hecho la democracia socialista, comprenelida como capacidad de las masas para determinar pot sf mismas su desarrollo v como unidad oolftica fundada sobre una pluralidad de instancias, no podra surgir desde arriba el dia de la llegada al poder: ha de ser preparada desde ahora a traves del crecimiento del nivel de organizaci6n y de coneiencia socialista de la clase obrera, de la riqueza articulada de los movimientos de masas, de la eapacidad de las fuerzas politicas para brindar una salida a los impulsos que proceJan de elios y ante todo de una relacicn feeunda entre la van guardia rcvolucionaria y la amplitud del rnovimiento de base.

S610 si somos capaces de volver a impulsar esta motivaci6n profunda de la relaci6n entre democracia y socialismo llegaremos a aclarar el valor que tienen para nosotros el desarrollo desde abajo de los movimientos de lucha, el control de la base sobre las orientaciones y los desarrollos de las luchas sindicales, la construe cion de un sindicato unitario y de clase, que no sea una ecorrea de transmisian», sino que desempefie un papel autonomo en la dialectics in-

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terna del movimiento obrero y democratico, la formaci6n de gru~ par1amen~~rios .que ,no sean «cuerpos autonornos» de especialis~ de la politica, sino organos de lucha capaces de establecer un vinculof permanente entre la acci6n en el pais y la iniciativa parlamentaria.:

S610 la comprensi6n exacta de esta relaci6n entre democracia y socialismo puede movilizar plenarnente al partido para In construcci6n de una red de alianzas que permita fun dar un nuevo «bloque hist6- rico», atacando tanto los enfoques e ilusiones «verticalistas» como los instrumentalismos sectaries, que suelen darse juntos. Desde esta perspectiva, puede expandirse la vinculacion entre los contenidos de las luchas y la construccion de las alineaciones politicas; asi como la conciencia de los procesos complejos y cansadores, pero decisivos, mediante los cuales determinados contenidos programaticos pueden llegar a convertirse en una conviccion profunda y en una iniciativa de millones de hombres. Si logramos aclarar estas vinculaciones can nuestra lucha politica, la posici6n que hemos asumido a prop6sito de Checoslov~qllia podra desarrollarse plenamente y sernos iitil para encarar las dificultades de la situacion italiana.

El otro elemento de orientaci6n acerca del cual debemos impulsar la discusi6n radical consiste en que este desarrollo de la participacion y de la iniciativa de las masas es importante no s610 para la lucha en nuestro pals, sino tambien por los ternas que se le plantean al movimiento obrero in:ernacional. Cuando hemos dicho que las fronteras del socialismo no coinciden hoy con las fronteras de los paises socialistas, tarnbien queriamos decir que nuestras tare as no pueden ser 5610 las de defender las fronteras de los paises socialistas o las de confiar a ello solos el futuro de la revoluci6n. Hoy se presenta la posibilidad y la exigencia de volver a irnpulsar 1a lucha por el avance del socialismo en los paises de Occidente y de efectuar nueva.s y mas maduras convergencias entre la accion de los paises socialistas, la lucha en el Occidente capitalista v los movimientos de

liberacion del tercer mundo. .

Esto significa que Ia estrategia del campo antiimperialista debe extenderse cada vez mas al margen de Ia iniciativa de los Estados socialista~ y. debe im~licar luchas de masas y movimientos de pueblos; y signifies ademas que nuestra lucha en la escala mundial necesita avanzar en los paises de capitalismo rna duro, que enriquezcan el patrimonio del .socialismo y creen condiciones mas favorables para nuevas perspectivas de los palses socialistas; y necesita tambien nue-

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\'as contribuciones procedentes de la maduracion de fuerzoas antiimndialistas no surgidas de la «cepa tradicional de los part.i edos cornu-

1 l1i,tas».

Por consiguiente, hoy menos que nunca nuestra prese:ncia en .el

pAimiento obrero internacional y en la lucha en la esca.Lla mundial ;uede quedar reducida solo a una tarea limitada de apoyo propagan· :;iStico a la iniciativa de la URSS y de los paises socialistas. Se requieI': un trabajo intenso para realizar una coordinaci6n de las) luchas de DUsas tambien en el nivel supranacional; y se refuerza lal exigencia l:C un tipo de relaciones, en el seno del movimiento comumista y de l.lS filas antiimperialistas, que permitan una confrontaci6n Jrea1 de po"ciones distintas y de experiencias multiples. Nuestra v.iisiOn interDacionalista debe tener en cuenta este horizonte nuevo y ; aroplio, asi como las necesidades de desarrollo de todo el campo antiir:mperialista. Pero no solo esto: al companero que justifica la intervenc::i6n militar de los cinco paises en Checoslovaquia, invocando el hechczo de que la URSS tendra sus buenas razones para ello aunque noso 1tros no las veamos, y que expresa de esa manera su fe en la Unionl Sovietica, tenernos que aclararle que tampoco la solidaridad can lla URSS )' LUn los paises socialistas puede consistir en la aceptacio xn acritica e inmotivada de todo 10 que hace la Union Sovietica: asf : entendida, la solidaridad con 1a URSS resulta degradada a1 nivel de uma subordinacion pasiva y de ese modo se desgasta y no se conso Llida nuestra

relacion con la URSS.

Tenemos claro cual es el papel y el peso de estos paise ss en el COf-·

ilicto con el imperialismo; sabemos que una parte muy importante de la victoria depende de su contribucion y de su desarrrollo, y ninguna campafia burguesa podra hacernos olvidar 10 que dc;_ebemos a la revolucion de octubre y a los paises socialistas, Pero p?recisamente po[que va1oramos cual es su papel y su peso en la 1ucha coCoIllUn, nuestra participacion en el movimiento comunista :10 puede estar hecha de pasividad y de silencios, y tampoco solo de fe. Se requiere de nosotros un compromiso mas fuerte y mas elevado: y SDe nos 10 reo quiere mas aun porque somos una gran fuerza politica ita}liana y tenemos una indiscutible influencia en el movimiento obrerc:o internacional; con nuestra lucha y nuestra busqueda hemos lcgracido esta Iuerza y debemos dar la contribucion exigida por las neccesidades de todo el campo antiimperia!ista y socialista, Estamos der:ntrO del movimiento comunista internacional, que es nuestro ban ... do; estamos

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en ei co~o fuerza creativa, consciente de sus 1imitaciones, profundamente interesada en la biisqueda cormin y abierta a la confrontacion '!_ a ~a critic a de los partidos hermanos; sin presunciones pero tamble~ sin automutilaciones, que si irnplicarian una debilidad y una renuncia a cumplir con nuestros deberes.

6. UN DIAGNOSTICO DE LA CRISIS DE LAS INSTITUCIONES >~

En 1a actual discusi6n entre las fuerzas politicas, bajo la ex presi6n ambigua de «crisis del Estado» se termina por agrupar 0 por aproximar unos fen6meoos de naturaleza diversa e induso opuesta, y que se desarrollan en distintos niveles.

En 10 que atafie a la presente intervenci6n, me refiero sobre todo

a tres aspectos:

1) 1a situaci6n de atraso e ineficacia del aparato estatal enten-

cido en sentido estricto, en el que se superponen confusamente un Han de burocracia tradicional, unos mecanismos V aparatos mas «modernos», vinculados con las nuevas funciones del Estado en l~_ econornia y en los servicios sociales, y por ultimo unas excrecencia! particulares derivadas del monopolio clerical del poder;

2) la crisis de las instituciones de la democracia representative (parlamento, comunas, provincias, regiones), vaciadas de muchos d~ los poderes de decision que les incumben, condicionadas en su fun. cionamiento y en gran me did a paralizadas por las [njerencias det ejecutivo; instituciones que, mas en general, se encuentran con qu! tienen que funcionar dentro de un marco politico y social radical. mete distinto del que Ie asignaba la Constitucion;

3) un debilitamiento de Ia capacidad de los partidos politicos surgidos en esta segunda posguerra, para guiar las transformacion~ de la sociedad italian a y para encontrar una salida poHtica para UIl) serie de impulsos que maduran en ella. Naruralmente. aqui se pn,

* Conclusiones del coloquio «Problemi di rinnovamentO delle struttl.l:e statsli», convocado por el Istituto Gramsci, Roma, 16-18 de etleIO de 1968.

7.-DlGIUO

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sentan diferencias substanciales: no es posible asirnilar los procesos que se dan en partidos como 1a DC, que se ha convertido en el principal gestor de la restauraci6n capitalista, y los que se presentan en fuerzas de izquierda, que han luchado y luchan contra tal restauraci6n. Sin embargo, tenemos que decir con much a franqueza que tambien los partidos obreros se enfrentan hoy con problemas nuevos en cuanto a1 desarrollo de sus relaciones con las masas: en particular con las nuevas generaciones y con determinados movimientos de Iucha y de opinion, que se forman a1 margen de los instrumentos tradicionales de organizaci6n politica y de formaci6n ideal. En todo C~S?, resu1ta indudable que la sociedad italiana es hoy menos «partidista» que hace diez 0 veinte afios: quiero decir que se ha ampliado el area de quienes acceden a una experiencia de luella social y politica a1 margen de 1a militancia en los partidos 0 en las organizac~ones influidas por los partidos; y adernas han adquirido importanCIa unas formas de presencia politico-social (circulos, revistas, movltl.l1entos estudianti1es, grupos de investigaci6n, asociaciones prof~slOnales, etc.), que en el pas ado habian tenido en nuestro pais una v.lda tota1mente marginal. La cuest.on de 1a relacion entre los partidos politicos, los sindicatos y estas nuevas formas de presencia (aunque casi siempre resulten minoritarias) no se encuentra en absoluto resuelta; e incluso parece encontrarse en un memento crucial.

Aquf se presenta la siguiente pregunta: cesta situacion depende esencialmente de disfunciones 0 defectos propios de los mecanismos institucionales en cuanto tales, 0 bien del modo en que las fuerzas politicas los han dirigido y los han hecho funcionar? Percibirnos unas ~sfunciones especificas de las instituciones; percibimos ademas opClones. ~~Hticas equivocadas por parte de los grupos politicos que han dirigido y controlado predominantemente 1a maquina estatal durante estos afios: pero localizamos una causa mas profunda, vinculada con las estructuras productivas de la sociedad y con las modificaciones producidas en elias. Nos referimos ante todo a la posicion dominant~ de 1a gran e~presa monopolist a en 1a sociedad italiana y mas ampliamente en el area europea occidental, en la que actualmente se encuentra integrado el sistema economico italiano, y a los contenidos q.ue ha ido asumiendo su presencia en la sociedad. Se trata de la principal fuer~a qu~ impide el desarrollo de la democracia polftica y que va~ia y distorsiona el funcionamiento de las instituciones representativas.

CRISIS DE LAS INSTITUCIONES

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Quisiera aclarar que no me refiero solo a la influencia de la gran empresa monopolist a sobre las orientaciones economicas generales, y a su penetraci6n directs en el aparato estatal, sino rambien a las nuevas «tecnicas» de politica salarial, de organizaci6n del trabajo dentro de la Iabrica, de induccion de los consumos, de condicionarniento de 1a ordenaci6n territorial y de las formas asociadas de vida: tecnicas mediante las cuales la gran empresa monopolista ha ampliado y actua1izado su incidencia en la formacion de 1a personalidad del trabajador y a traves de la cual opera para dividir a la clase obrera y a las masas trabajadoras, para bloquear al obrero en posiciones corporativas, empresGriales 0 localistas, para obstacu1izar su participacion plena y aut6noma en el desarrollo del movimiento de clase y democratico.

Consideramos que esta es una causa esencial de 1a degradaci6n

de 1a democracia representativa a1 nivel de una «delegacion de poder» en favor de unos grupos de politiqueros, que favorece los fenomenos de burocratizaci6n en los partidos politicos y su reduccion a meras maquinas de poder y a federaciones de clientelas, y que Iacilita la formaci6n de esos «grupos separados y contrapuestos dentro de las asambleas electivas».

Consideremos, por ejemplo, el problema de las disfunciones del parlamento. Los cornunistas hemos rechazado una imagen del actual parlamento que 10 present a como un organo c_ue «no hace nada»; y 10 hemos hecho tanto porque impide cornprender 10 que ocurre allf entre el gobierno y la oposicion, ybarra las responsabilidades en una noche en que todos los gatos son pardos; como porque oscurece las operaciones de «rnediacion» politica que les partidos burgueses realizan a traves del instrumento parlamentario. Por consiguiente, no hemos hecho concesiones a valoraciones superficiales y sumarias. Sin embargo, es indudable que en el parlamento actualla exposici6n retorica de las posiciones predomina sobre el trabajo de conocimiento de la sociedad, de busqueda y de confrontacic5n real entre las diferentes lineas politicas, como consecuenda de 10 cual resultan arcaicos los metodos y las mismas estructuras a las que recurre una gran parte de la actividad parlamentaria. Esto no puede ser achacado solo a determinadas normas reglamentarias, que no han sido adecuadamente renovadas: influye sobre todo e1 caracter que ha ido adquiriendo la mayoria de las fuerzas politicas, que no tienen una autonornia respecto de las opciones del sistema dominante y se han limitado a 1a

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tarea de mantener una vinculaci6n entre esas opciones y determinadaa' masas, sobre unas bases de tipo corporativo: par esa raz6n, la Parte de oropel oratorio, de mediaci6n clientelar (jeste es el verdadero artgen de las suplicadas «eyezuelasvl ) predornina y retarda, maniata, degrada a toda la instituci6n.

Pero esta «corporativizacion» de las fuerzas politicas vinculaclas con el sistema, cuyo ejemplo mas claro es la DC, esta reducci6n a maquina de administraci6n del poder y de cementa clientelar, se ha producido tam bien porque ya en el modo de organizar las relaciones productivas y en el papel dominante asumido por la gran empresa se ejercen graves condicionamientos, que obstaculizan la participaci6n de las masas en el conflicto politico y de clases, y en 1a vida de los partidos.

En esto se revel a el «caracter especifico» de la experiencia italiana. En las peculiares dificultades que sacuden a la superestructura politics de nuestro pais, en la ineliciencia y en el desorden de la maquina estatal se siente el peso del bloque de poder especifico mediante el cual el capital monopolist a ha establecido su dominio en nuestro pais. Este bloque de poder se ha construido mediante una alianza y una cornpenetracion incluso con un as fuerzas atrasadas vinculsdas can posiciones de la renta, de la especulacion y del para: srtismo, y marcadas profundamente por el inmovilismo politico e ideo16gico. Esto ha determinado La persistencia de una serie de «sedimentaciones» institucionales y politicas en la maquina estatal y mas en general en la superestructura politica de nuestro pals: sedimentaciones que se han mezcIado de una manera confusa e inorganica con fuerzas e instrumentos mas «rnodernos».

Otra peculiaridad de la situacion italiana, que agudiza la crisis de las instituciones, reside en el caracter del partido politco que ha «administrado» la restauraci6n capitalist a en Italia y que ha gozado -como se sabe- de una situaci6n de monopolio del poder. En el momenta en que funcionaba como canal y como instrumento de la restauraci6n capitalista, la DC daba su propia irnpronta a la rnaquina estatal, de dos maneras diferentes. En primer lugar, ha introducido en la maquina estatal la influencia de unos intereses especificamente clericales (ya sea como intereses privilegiados de la jerarqufa cat6lica, 0 bien como penetracion de ideologfas, maneras y men talidades en la gesti6n del Estado, vinculadas con la tradici6n clerical moderada). En segundo lugar, han incidido en 1a maquina estatallas

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r:1aneras de perpetuar el habito «interclasista» practicado pot la DC .1 medida en que iba asumiendo la politica de restauraci6n capitalis:,1. De hecho, la DC se ha encontrado con el problema de mantener ·.is vinculaciones con ingentes masas campesinas y tam bien obreras

de sectores medios urbanos, que resultaban perjudicados por la po" rica de restauracion capitalista. Por eso, para la DC ha sido muy -nportante el establecimiento de esas vinculaciones y «rnediaciones» .!e tipo corporativo, a las que he aludido antes, las cuales resultaban <',enciales tanto para mantener el barniz «interclasista» como para "'cgurarles a los grupos dominantes determinados instrumentos poli. ices de integraei6n, que el sistema capi talista necesita en una socie- 1,ld en la que no opera un regimen de dictadura reaccionaria y en la .ne el sistema esta obligado de alguna manera a hacerse cargo del

1 specto «consensual».

Hay que afiadir que la presencia de estos intereses corporativos :~a ido haciendose mas pronunciada en la medida en que en estos .iltimos afios han ido perdiendo influencia algunos «cementos» ideo,,;gicos -que, por ejemplo. habian servido para «unificar» el Partido Democrats Cristiano y para mantener agrupadas a su alrededor a ·:randes masas- como el anticomunismo, el sanfedismo, el «occiden:alismo». Tarnpoco el advenimiento del centro-izquierda (a pesar de

odo 10 que se ha perorado acerca de una «opcion de civilizacion») ha cngendrado hast a ahora un nuevo tejido conectivo resistente, La invoI (1Ci6n hacia la derecha del PSI, el nacimiento de un conglomerado .nmo el PSU, la extension de los fen6menos clientelares hacia el inte,iot de la nueva formaci6n socialdem6crata, han incrementado ineluso 1 a incidencia de los intereses particulares y de las luchas internas de "oder sobre la maquina estatal.

Esa fragmentaci6n corporative ha desarrollado los elementos de desorganizaci6n, de lentitud y de ineficiencia en el aparato estatal c'n sentido estricto agudizando la disfunci6n de las asarnbleas politicas.

A esta altura, el «coste» de semejante situacion comienza a ser advertido por un sector muy amplio de la sociedad italiana. La oposicion de izquierda se enfrenta con el vaciamiento y la distorsi6n de las asambleas pollticas y ve dafiada su capacidad para operar transformaciones radicales de la sociedad, es decir su capacidad renovadora, 10 que se paga con una perdida de confianza en las instituciones representativas, que ya se percibe con bastante fuerza en las nuevas generaciones.

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Por otros motivos se produce un malestar tambien en el seno de las fuerzas que integran la coalicion de centro-izquierda, Este rnalestar es profunda en el ala que llamare «dirigista» del centro-izquier, da; ala que habia exa1tado la «neutralidad» (en acto 0 potencial) del Estado, que habfa descripto las instituciones representativas «modernizadas» (mediante la politica del plan y el manejo de la empresa publica y del sindicato) como el instrumento capaz de «corregir» y «reformat» el sistema, y que ahora tiene que lamentar no solo la subordinaci6n, sino tambien la ineficienda de tal instrumento.

Este males tar penetra tambien en las filas dem6crata cristianas donde se advierte que las insuficiencias de la rnaquina estatal terrninan por repercutir sobre la autonornia del partido, que tam bien par esto es desplazado hacia un papel de gestor, poderoso pero subalterno, de las decisiones del sistema. De hecho, esta situacion no solo resulta preocupante para aquellos dirigentes de la izquierda dem6- crata cristiana que tratan de reencontrar una autonomia real del partido y que buscan un terreno de «dialogo» con la oposici6n acerca del problema de las instituciones (aunque de una manera totalmente generica), sir.o tambien para hombres como Piccoli, que buscan en la exbortacio.i moralista una via de salida para la situaci6n ((0 acaso s?lo una nueva «capa de barniz s P) y hombres como Colombo, que han sido algunos de los principales, y convencidos, gestores de la restau~aci6n capitalists, pero que sin embargo ahora, alarmados ante las Implicaciones de la 16gica del sistema (por ejernplo, el agravarniento de la cuestion meridional), tratan de recuperar alzun instrumento de co~dicionamiento res~~cto de los oligopolies industriales 0 (quizd mas exactamente ) solicitan de estos iiltimos la contrapartida de una «cornprension».

Parad6jicamente (.aunque no tanto), tambien el ala mas sagaz de esos grupos monopolisras, que constituyen la principal causa de la actual situacion. comienzan a percibir el coste de 1a misma. Esto ocurre no solo por la tradicional y nunca desmentida hostilidad de las, ~uerzas capitalistas italianas hacia cualquier forma de vida democ~attca y por .la constante pretension de mantener la rnaquina estatal siempre servilmenre sometida a sus propios deseos, sino tambien por unas necesidades mas profundas. Sabemos cual es la relacion que e.n la fase act~al del capitalismo ha llegado a establecerse entre pelftica y econo~'l1a; asi com? el papel que el capitalismo de Estado (en sus formas diversas y articuladas) ha ido asumiendo a los efectos de,

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esa movilizacion y (relativa) prograrnacion de los recursos, de ese control de los ciclos y de esa inducci6n de los consumos, necesarios para la vitali dad y la «seguridad» de 1a gran empresa privada moderna. Dentro de este marco, la eficiencia y la (relativa) «racionalizaci6n» de la maquina estatal (y por consiguiente de la intervenci6n del Estado en la econornia y mas ampliamente en la sociedad) adquieren -para los grupos capitalistas italianos mas comprometidos y arnbiciosos- un alcance mas grande y mas imperioso. EI coste de los atrasos, de la confusion y de la lentitud resulta cada vez mas pesado, dada la perspectioa internacional. Quiero decir que hoy tales grupos capitalist as italianos se enfrentan con unos problemas de competitividad en el nivel internacionaI, que ya no pueden ser resueItos s610 en terminos de intensificacion de la explotacion del obrero y del campesino, y mediante meras operaciones de reorganizaci6n de las capacidades productivas existentes. La dinamica del imperialismo norteamericano, tanto en sus aspectos politico-militares (por ejemplo, la guerra de agresion en Vietnam) como en sus aspectos mas inmediatamente economicos, provoca nuevas tensiones en el seno del sistema capitalists mundial y tiende a descargarlas inc1uso sobre Europa. Denrro de este marco y ante este horizonte nuboso, el «coste» de la superestructura politics italiana cornienza a resultar elevado incIuso para los grupos dominantes. Tampoco hay que dejarse engafiar por eI desencadenamiento de Ia campafia «privatista», que arrecia en los periodicos de la gran burguesia: los mismos que animan tales campafias saben perfectamente que la expansion de la intervcncion del Estado en una serie de sect ores es un hecho irreversible; can su privatismo apuntan a desacreditar el «poder publico» para asegurarse su incapacidad de autonomia y para lograr que se sorneta mejor a su voluntad. En efecto: esas camnafias conservadoras no aountan a tina impracticable «reprivatiz9cicn>; de deterrninados sectcres piiblicos, sino a una «publicizacidn» de esos sectores, que sc aiuste a las

necesidades de los gran des grupos. .

Por consiguiente, las fuerzas que advierten 1a disfuncion de las instituciones, y que se encuentran con que tienen que asumirla, son divers as y de signa diverse e incluso opuesto. Esta es la razon profunda de Ia amplitud de los debates y de las polemicas acerca de la llamada «crisis del Estado», Ante nosotros se extiende un terreno de lucha que nos ofrece vastas e importantes posibilidades de intervenir y de provocar desplazamientos positivos. Tamoien se perfilan unos

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riesgos que tenemos que saber advertir con 1ucidez y Sin tern or de dramatizar la situaci6n.

(Por que hemos insistido tanto en estos meses en nuestra polemica ace rca de los oscuros acontecimientos de junio y julio de 1964? 1 Porque, al margen de los aspectos peculiares (e incluso tristes) de esa experiencia, advertimos que el desfasaje existente entre la sociedad politics y la sociedad civil puede generar un impu1so imperio so y apremiante bacia soluciones autoritarias; hacia esa c1ase de salidas que Gramsci llamaba «cesarismo». Subrayo que Gramsci incluia tambien dentro de 1a f6rmula del cesarisrno reaccionario a la hip6tesis de ciertos gobiernos de coalici6n, que pueden ser, como el decia, «un primer inicio de cesarismo, que puede 0 no desarrollarse hasta niveles mas expresivos».

El hecho de que hoy nos veamos impulsados a discutir un os problemas tan graves, significa que los problemas que ocupan el centro del presente coloquio ya estan alcanzando un grado especial de agudeza. El discurso acerca de tales problemas ya esta planteado entre las fuerzas politicas, e incluso entre la mayoria y la oposicion, Una respuesta a los mismos de ninguna manera puede limitarse a unas medidas de tecnica parlamentaria y menos aiin detenerse en los fen6- menos que se maniliestan en la superficie politica: corresponde adoptar una linea capaz de intervenir en los procesos sociales que originan esos fen6menos politicos, y que a su vez reciben la reacci6n de los mismos. De 10 contrario, el discurso ace rca de la «crisis del Estado» se queda en mera palabreria.

Tambien en este caso me refiero a unos acontecimientos politiccs de estos dias. Sabemos que existe una posici6n tendente a reforzar los poderes normativos del ejecutivo y que incluso presenta ese proceso como el elernento fundamental para salir de la crisis de las instituciones. No hay mucho que discutir cuando tal tesis proviene de unas fuerzas cuya inspiraci6n es adversa ala soberania popular. Pero sabernos que tal posicion favorable al refuerzo de los poderes del ejecutivo tambien ha surgido entre unos grupos de inspiraci6n de-

1. Con la dimision del gobierno de Mcro (26 de junio de 1964) se plante6 una compleja crisis, que concluyo el 22 de julio. Durante esa crisis se produjo una iniciativa del general De Lorenzo, considerada por las izquierrlas como un intento de gclpe de Estado. Acerca de estos acontecirnientos, la ley del 31 de marzo de 1969 (n." 93), orden6 una investigaci6n parlamentaria, que finalizo sus trabajos el 15 de diciembre de 1970.

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mocratica, La grave limitaci6n de la linea que proponen estos grupos reside ante to do en el hecho de que basicamente asignan a las asambleas electivas el mere papel de «escoger» al ejecutivo y de controlar su acci6n. En realidad, cuando estos grupos examinan la situaci6n actual se limitan a comprobar la existencia de los elementos de paralisis y de lentitud que se manifiestan en las asambleas politicas, y no perciben hasta que punto tal paralisis deriva del caracter del propio cjecutivo y de la intervenci6n de grupos de poder y de presion, que condicionan gravemente a este ultimo y que de ese modo sabotean la capacidad renovadora de las asambleas electivas. En sintesis: no perciben las causas reales que obstaculizan la dinarnica de la democracia.

Hemos criticado de rnanera documentada esta posici6n. Hemos demostrado que una gran parte del atraso vinculado con las leyes de reforma y la enorme mayoria de las denominadas «leyezuelas», derivan del ejecutivo 0 de las fuerzas conservadoras relaeionadas can el mismo. Hemos sefialado los numerosisirnos casas de leyes-delegaci6n, que durante muchos afios no han sido aplicadas (resulta particularmente significativo el caso de la reform a del sistema de las pensiones) por causa de las contradicciones, de las resistencias 0 de la pasividad existentes en el sene del mismo ejecutivo y de la mayoria. Y asi sucesivamente.

Ahora nos encontramos ante una clamorosa confirmacion de todo csto. Me refiero al asunto de los servicios secretes de contraespionaje militar: el SIFAR. Se trata de unos servicios sobre los que el ejecut ivo se ha arrogado poderes exclusivos de norrnativa, de direccion y de control, manteniendo durante muchos afios al parlamento en la ianorancia acerca de los mismos. Pues bien: hoy tenemos que comorobar la confusion 0 directamente 1a inexistencia de reg las precisas en 10 que se refiere a las tareas y al funcionamiento de tales servicios. Tenemos que comprobar la existencia de gravfsimas degeneraciones. Tenemos que registrar los abusos de los generales. Y cada dia comprcbamos concretamente la incapacidad del ejecutivo para encontrar una salida limpia de este asunto.

Pero quiero decir algo mas. Si no se modifican algunas orientaciones generales de la vida politica nacional, las degeneraciones del SIFAR, las injerencias ilicitas de castas militares italianas y extranjeras, los abusos internos, se reproduciran, EI peri6dico de la DC me ha criticado porque en un articulo de presentacion de los temas

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del coloquio que estamos desarrolIando destacaba tambien la cuesti6n de los pactos atlanticos. EI articulista de It Popolo comentaba: «[Ya 10 veis: los comunistas siempre hacen "propaganda"!», Sostengo, Dar eI contrario, que el tema de los pactos atlanticos resulta decisivo ~ambien en el caso de los problemas que estamos discutiendo aqui. De hecho, si se continua con una politica de intensificaci6n del rearme, si el peso de la economia de guerra en el area atlantica sigue creciendo, si se mantienen, se consolidan y directamente se extienden los procesos de integraci6n de nuestras fuerzas armadas en 1a NATO, necesariamente la infIuencia de la casta militar en la vida del pais aumentara: y can ella volveran a surgir las rifias de los generales, las colusiones ilicitas can las fuerzas politicas :' por ultimo la insidia de los grupos militares de poder vinculados can potencias extranjeras, que precisamente denunciaba Amendola esta manana. Por consiguiente resu1ta esteril llorar hoy a prop6sito de los acontecimientos de julio de 1964 si no se interviene en las rakes de estos procesos. Y resulta absurdo que determinadas fuerzas politicas lamenten su irnpotencia ante unas estructuras que ellas mismas contribuyen a construir y a mantener en pie.

Par eso el discutso entre las fuerzas politicas no puede limitarse a unas modernizaciones «tecnicas» ni tampoco debe agotarse en unas medidas limitadas. Los cornunistas no desestimamos el significado del reconocimiento -par parte de algunos dirigentes de la mayoria de centro-izquierda- de Ia necesidad de abrir un «dialogr» con la oposici6n acerca del tema de las instituciones. Se trata de un signo de los tiempos, de una prueba de las dificultades que sacuden a la superestructura politica. Pero no son suficientes unas dec1araciones ~enericas; los cuchicheos parlamentarios resultan absurdos y ridiculos; tarnpoco :;e trata de decidir alguna medida «neutra». Se requieren unas opciones de contenido y de alineaci6n politica que sean claras. El discurso acerca de la «eficiencia» de las instituciones s610 tiene sentido en la medida en que se 10 refiere a unas metas precisas: (eficiencia y Iuncionalidad en nombre de que y para que? Per eso es imnortante discutir, por cierto, ace rca de las instiruciones, pero adarando ante todo al servicio de que han de estar las mismas: tambien se puede «dialogar» acerca de unas medidas parciales, con la condicion de que quede clara la perspectiva en que estas deben situarse,

El sentido politico de las proposiciones que present amos surge de algunos puntos definitorios que emanan de los informes y que en

este debate han sido subrayados par numerosas intervenciones. Permitidme que los recuerde de manera sucinta.

1) Precisarnente porque Ia raiz profunda de la crisis que atravies an las instituciones de la democracia representativa reside en el modo en que esta organizada la sociedad, s6lo es posible superar esa crisis interviniendo en las estructuras sociales. Para defender y desarrollar la misrna democracia politica, es necesario ante todo atacar la Fuente esencial de las tendencias autoritarias, Ioca1izada precisamente en el dominio de la gran empresa monopolista. Esta es, pues, la posicion que ocupa en la lucha por la renov,a~i6n del Estado la estr~rezia de las reformas de estructura y la politica del plan, como pohtica que apunte no solo a la obtencion de deter min ados aumentos 0 redistribuciones de 1a renta, sino sobre todo a la construcci6n de nuevas relaciones sociales, a la ernancipacion de las clases oprimidas v par consizuiente a un desarrollo de la libertad y de Ia capacidad del hombre ~ara organizer el mundo.

Una limitaci6n de este coloquio es la atenci6n todavla insuficiente que se asigna en e! a Ia experimentaci6n, a la generalizaci6n y a 13 valoraci6n crltica de posibles formas de presencia obrera, de «cont:-01>> obrero sobre la organizacion de la producci6n, que se concreten va en la fabrica. Me interesa destacar que fortalecer a este «suieto» "de la dernocracia que es el trabajador, en el momenta mismo en que produce, significa valorizarlo nc solo en su aspecto «corporativo(algunas proposiciones de cogestion pueden entrafiar un grave riesgo de ideologia empresarial), sino precisamente en su conciencia de clase v en su poder de clase, en su potencialidad hegem6nica y por consi~uiente en Sll posibilidad de elevarse desde la fabrica hasta las dime~siones n:1Cion~les e internacionales de la econornia v del Estado. Dentro de este marco, quisiera sefialar algunos terrenos en los que va desde ahora una «presencia» obrera en la fabrica puede ir aumentando, ir conquistando posiciones de lucha mas Iavorables e ir madurando una conciencia mas avanzada: e1 desarrollo del poder contractual del sindicato; la organizacion de conferencias en las que la plantilla discuta con autonomia y afirme sus orientaciones acerca de la marcha de 1a nroducci6n, el ambiente v las condiciones de trabajo, es decir acerca del modo en que esta organizada Ia fabrica, inserrandolas dentro de una vision general del confIicto de clases que se desarrolla en la sociedad: [a ge;ti6n directs de los servicios sociales de la fabrica.

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Por consiguiente, la renovaci6n de las instituciones y el ataque al autoritarismo patronaI, en sus formas viejas y nuevas, no son para nosotros cosas separables. Esto no entrafia afiadir algo desde fuera a la Constituci6n, porque la «novedad» de 1a Constituci6n reside precisamente en el nexo muy estrecho que la misma -a pesar de sus contradicciones internas- establece entre democracia politica y transformaci6n social. Togliatti ha insistido siempre en el heche de que en el centro de la Constituci6n aparece la figura del ciudadano trabajador, as! como en una interpretacion de Ia Constitucidn segiin la cual los derechos sociales se afirman en ella no como un elemento afiadido de progreso social, sino como la condici6n y la base para un nuevo regimen democratico, para una nueva «participacion».

2) Si Ia salida de la crisis de las instituciones requiere una intervenci6n en las estructuras y una lucha contra el autoritarisrno que opera ya en la organizaci6n de las re1aciones sociales, esto significa precisamente que el ataque contra el poder de las oligarquias capitalistas cobra una importancia capital para la suerte de la democracia politica. De esto surge otro gran punta «definitorio», que se vincula con la posicion y con el rol de las asambleas electivas dentro del sistema institucional de nuestro pais,

El representante del partido republicano asistente al coloquio nos ha dicho: <<j Pero si los comunistas quereis una politica eel plan, entonces tambien vosotros necesitais un gobierno fuerte!». Y de hecho desde esta perspectiva se habla actualmente (como 10 hacen algunos grupos del centro-izquierda) de un gobierno de legislatura, de un refuerzo de los poderes normativos del ejecutivo y de una reducci6n del parlamento a una funcion basica de control.

Luchamos en contra de tal transferencia y de tal desplazamiento de los poderes. Y 10 hacemos no solo porque hoy somas oposici6n y somos una oposicion de clase, y porque nos enfrentamos con un gobierno que es la expresidn de la clase explotadora y que realiza una politica de apoyo a 1a reestructuracion monopolista y al autoritarismo patronal: lo hacemos tambien por otra razon: porque por ese camino se marcha hacia una intensificaci6n de 10 que los informantes y otros participantes en este debate ban denominado «politica de delegacidn del paden>; bacia 1a ampliacion de la separaci6n entre gobernantes y gobernados; hacia un incremento del poder de los aparatos administrativos y, par consiguiente, de Ia tendencia a Ia «no participaci6n» de las masas. Todo 10 cual debilita enormemente a las

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fuerzas politicas populares en el coo icto con a gran em d

b ' . , . iocula os con

polista y can los aparatos urocrancos y tecnocraticos v I

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el predominio de la misma, porque agrava la separac10n , I d

f I f ' 1 puc eos e

instituciooes y las masas, re uerza as enomenos y as . al

. . , b l' 1 d democrac1a re ,

burocratizacion que a stacu izan e proceso e una ..' , d

ib 1 d 1" . , 1 orat1\112aCl0n e

deja el campo It re para a espo itizacion y a corp .' d

. h' 1 f ., d onc1enc1a e

1a sociedad y dificulta muc 0 mas a ormacion e esa c 1-

d ... 1 tit 1 base para a can

clase y e esa conciencia naciona que cons 1 uye a '1'

. , C ' d h tantas e ites

zar 1a editicacion de un nuevo Estado. ~ on que erec 0 l'

di . . d . de' an de a «m-

iluminadas y tantos «cmgrstas» ecepciona os se qu J d

1 . 11 . d fi d n unOS or ena-

comprensi6n» de as masas, Sl e as mismos e en e b 1

. . 0 so re as

mieotos y unas estructuras que connnuamente presione d

rnasas y sobre el iodividuo para inducirlos a «delegar el po er» y

I d d .. , . I1'eotelar?

para encerrar os entro e una V1S10n corporativa y c d

, . . 'a fun amen-

Esta es la razon por 1a que asignamos una importanci d

. . pue en coo-

tal a las asambleas electivas, en cuanto orgamsmos que

trarrestar esa separacion, que derivan su poder del pueblod y d~ue

, di d .. , d 1 as euan 0 190

apelan mas irectamente a una eC1S10n e as mas . '1

. d d 1 bI e6ero so 0 a

«asarnbleas que denvan su po er e pue 0» no me r

. f 1 d 1 . , . 1 h h de que estos orga-

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1, . . (1 t l'C1'P1' as reglOnes,

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. . Clones e a

etc.) solo en parte y solo en ciertos aspectos son institu .

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instrumentos para reducir incluso las asambleas a «maquinas» de politiqueros, que han sido utilizados por los grupos capitalistas mas «modernos». Pero todo esto no elimina el hecho de que, en la historia concreta de nuestro pais, el poder y la accion de estas asambleas se encuentran particularmente «expuestos» a la influencia y al condicionamiento de la clase obrera y de las fuerzas populares.

3) De esta manera llegamos al tema de la conexi on entre las instituciones democraticas y el movimiento de las masas. ~Donde reside para nosotros la motivaci6n intima de esa conexion? Las asambleas electivas cuentan con armas contra las oligarquias capitalistas, contra las fuerzas conservadoras, contra los «cuerpos» burocraticos que terminan por contraponerse a la voluntad popular, en la medida en que sus poderes Iormales se convierten en poderes reales a traves de la presencia y de la accion organizada de las masas. Sin estas armas, las asambleas electivas resultan incapaces para expresar una autonomia con respecto al sistema y solo estan en condiciones de administrar las decisiones de los grupos capitalistas dominantes y de operar «mediaciones» subordinadas con respecto a tales decisiones,

Por cierto, la descentralizacion politica regional -he aqui el ejemplo-- me interesa como elemento de articulacion racional del poder politico, como instrumento de agilizacion del trabajo de las Cameras y de una programacion «penetrante», como se dice en la jerga que esta de moda: pero al mismo tiempo, y mas aun, me parece urgente como instrumento de participacion y de aproximacion entre las instituciones y las masas, porque ~e que si tal aproximad6n no se realiza tampoco la «racionalizacion» regional resulta funcional para el poder que deseo construir y ya no sirve para la lucha que deseo desarrollar. Incluso -vease 10 ocurrido en Sicilia- pierde directamente su componente «racionalizador» y se convierte en una elefantiasis burocratica y en la expansion del subgobierno.

Quiero afiadir otra consideraci6n. Esta relaci6n entre las instituclones y las masas, entre las asarnbleas y el pueblo, no ha de entenderse como 1a adici6n de una presi6n generics de las masas a1 conflicto politico que se desarrolla en las asambleas. Es preciso que la conexi6n entre los dos aspectos sea real y esto ha de entenderse de dos maneras diferentes. Primero: la 1ucha por la renovacion de las instituciones representativas debe desarrollarse de manera tal que por su estructuraci6n, por su relaci6n con e1 pais, por la politica que expresan, estimulen continua y organicamente el crecimiento de la

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participacion de las masas. Entiendo aqui por «participacion», no el concepto generico y polivalente que esta de moda, sino el sentido nreciso que la misma debe tener en una sociedad est!ucturada como la nuestra: es decir, como desarrollo organizado del movimiento de emancipaci6n de los trabajadores, como crecimiento del movimiento de clase y democratico, que rompe las estructuras opresivas, cornbate la disgregaci6n c1ientelar y supera las participaciones subalternas. Queremos que la renovaci6n y el funcionamiento de las instituciones tengan como finalidad este aumento del poder de las mas as. Por eso no somos, ni podemos ser, indiferentes a la suerte de las instituciones. a su estructuraci6n, a su posicion en el pais, precisamente porque la manera en que las mismas estan organizadas y funcionan puede incidir sobre el desarrollo y sobre la calificaci6n del rnovimiento de las masas en sus diversos aspectos (autonomia y £uerza del sindicato de clase; creacion de un poder contractual campesino mediante el surgimiento de organismos publicos regionales; reorganizaci6n y renovaci6n de la relaci6n entre la cultura y Ia sociedad a traves de una reestructuracion de las universidades; democratizacion de los partidos mediante la consolidacion de la capacidad real de decision, de elaboraci6n y de trabajo de los militantes). Y viceversa: esta calificaci6n y esta articulaci6n del movimiento organizado de las masas me parece indispensable para que las asambleas tengan influencia, para que dispongan de una fuerza efectiva contra las oligarquias privadas, para que se conviertan en instrumentos capaces de combatir de una manera moderna el autoritarismo patronal, el peso de los aparatos y de las castas, y el mono polio de las fuerzas politicas conservadoras.

Por consiguiente, tenemos clara conciencia de la dureza que asume la crisis de las instituciones representativas y del contraste ereciente entre la maquina estatal actual y las necesidades de renovacion del pais. Esta crisis no nos sorprende, porque la defensa y el desarrollo de la democracia politica son un cornponente organico de nuestra estrategia de avance hacia el socialismo. Tampoco nos limitamos a invocar genericarnente el «modele» constitucior.al. Con el presente coloquio plante amos unas proposiciones concretas y articuladas, que se refieren tambien a los mecanismos institucionales en sentido estricto, a su funcionamiento y a las posibles revisiones que cabe aportar; y encaramos el tema de Ia maquina administrative, convencidos de que la lucha contra el burocratismo tiene que desarrollarse no mediante invocaciones genericas a lejanos modelos de democracia direc-

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ta, sino construyendo unos canales nuevos para la dialectics democratica y para el control y la intervencion popular dentro mismo de la instancia administrativa. En la preparaci6n de este coloquio, hemos destacado tambien la busqueda espedfica de soluciones sectoriales, precisamente porque queriamos subrayar e1 caracter concreto de nuestro compromiso en la renovaci6n de las instituciones, Estamos dispuestos a discutir tarnbien modificaciones comprometedoras que entrafien una actualizacion del espiritu de la Constituci6n. Habeis vis to, ! en efecto, que hemos encarado la cuesti6n del bicameralismo y hemos I hecho proposiciones que entraiian la superacion de las lentitudes, de las imitiles duplicaciones de trabajo y de los elementos de desorganizacion, que se manifiestan en la acci6n de las des Camaras, Mas aiin: con este colcquio hemos vuelto a proponer, a nosotros y a las otras fuerzas politicas, el discurso acerca de la perspectiva de una iinica asamblea legislativa, como posible reforma institucional que ayude a dar unidad y fuerza al organo maximo en que se expresa 1a soberania popular y que haga posible un contacto mas eficaz con las masas.

Pero todavia mas importante que la solucion 0 la reforms particular es la direccion, el sentido politico del camino que se quiere reo correr. Queremos una transformaci6n y una renovacion de la mao quina estatal, que acreciente el poder de la clase obrera y de los trabajadores. Exigimos la descentralizaci6n politica y la democratizaci6n de los aparatos administrativos porque nos urge ampliar la participacion popular. Asignamos un papel central a las asambleas electivas p.a,rque creemos que e:tas pueden convertirse en 6rganos de promoCIOn de una democracia real, es decir de un crecimiento del movimien to de emancipaci6n de los trabajadores. Cualquier discusion acerca de las instituciones no puede eludir el problema de si acepta o no esta orientaci6n. Las otras fuerzas politicas 10 saben, puesto que hoy finalmente reconocen que no cabe afrontar seriamente una discusion acerca de las instituciones al margen de una confrontaci6n con la oposici6n obrera.

Insisto en un punto. No nos negamos a examinar algunas dificultacl:s. particulares. Por ejemplo, no estamos en contra de ciertas proPOSlClones hechas por el partido republicano acerca de la manera de evitar una excesiva separaci6n entre el trabajo de las legislaturas; de he-cho, algunas proposiciones presentadas en este coloquio presentan Sugerencias en tal sentido. Perc consideramos que el interes, Ia vali-

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dez, la posibilidad misma de soluciones particulares dependen ampliamente del hecho de que surja con claridad que las mismas se orientan precisamente hacia un refuerzo de la soberania popular. Esta voluntad politica ha de demostrarse DO solo mediante una confrontacion de programas, sino tambien a traves de las opeiones realizadas en el corazon del conflicto politico actual.

(CUaDtas veces los comunistas hemos discutido en los ulrimos rneses con dirigentes demccrata cristianos y socialistas que, polemizando con nuestras posiciones «asambleistas», presentaban al control sobre el gobierno como la tarea autentica y primaria del parlamento? (Cmintas veces algunos exponentes «rnodernizadores» del centroizquierda y algunos tecnocratas vinculados con la constelacion del centro-izquierda, e incluso ciertas persorialidades de la izquierda laica y catolica, nos han hecho el elogio de las hearings norteamericanas y las han propuesto como una reforma «calificadora»? Pues bien: ya nos enfrentamos con la necesidad de esclarecer los acontecimientos de julio de 1964, las responsabilidades politic as de esos acontecimientos y los graves problemas estructurales e institucionales vinculades con ellos. La exigencia de una investigacion parlamentaria resulta elemental e imperiosa: con esto tocamos la razon basic a del control parlamentario, que tiene que impedir especialmente que el cjecutivo, 0 una parte del ejecutivo, 1esionen 0 amenacen la soberania popular.

Ya sabeis, en cambio, a que argumentos se recurre para rechazar la investigacion parlamentaria. E1 ministro de defensa nos ha dicho: el parlamento puede intervenir solo despues de la investigacion administrativa (una mas de las tantas investigaciones administrativas) desarrollada por 1a burocracia militar, y s610 sobre la base de la confirmacion de los hechos que produzca esa investigaci6n.

Respuesta grave e inaceptable. No se trata 5610 de una prepotencia que 1esiona un derecho esencial de la oposicion, y de un vergonzoso atropello para tratar de sacar al centro-izquierda de una situacion diffcil. El rechazo de la investigacion, en el caso de un asunto vincu1ado con 1a suerte misma de las instituciones, expresa toda una concepcion del parlamento, precisamente en cuanto asamblea que s6lo puede decir S1 0 no, y alinearse a favor 0 en contra del gobierno, y no en cuanto organismo con derecho a controlar directamente, a realizar directamente una comprobaci6n de los hechos y a extraer de la investigaci6n de los mismos una salida para la crisis pIanteada. E1

s. - INGRAO

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parlamento es concebido como una camara de registro, que solo puede ejercitarse en una justificacion oratoria de su si 0 de su no, y no como organa de trabajo, de invcstigacion, de elaboracion efectiva de una linea y de una salida politica. [Vayan «nuevos» metodos de cono. cimiento parlamenrario!

No solo eso. Estas rcspuestas acerca de los acontecirnientos de 1964 enrrafian una flagrante dis torsion de pcderes. Veamos los heel1OS: el magistrado, y no solo el sino tambien el alto oficial de la burocracia militar, pueden indagar alli donde a los parlarncntarios se nos dice que no: pueden conocer el informe Manes/ que le fue negado al parlamento; pueden intcrrogar a generales y ministros, cosa que el parlamento no puede hacer. ~Acaso esto no significa que determinadas institucioncs, e incluso direcramente determinados aparates, Began a predominar por sabre la represcntacion popular?

No hemos aceptado, y no aceptamos, 1a reducci6n del parlamento al papel de un mero organo de control, porque incluso el control sin poder de direccion politics y de iniciativa legislativa no tarda en reducirse a una practica solamente externa. Querernos y debemos denunciar, en carnbio, la flagrante contradiccion que existe entre las palabras y los hechos, y dejar en clare que el debate acerca de la Hamada crisis del Estado y acerca de las salidas que la rnisma ha de tener, tiene que medirse y calificarse con respecto a unos problemas candentes ya planteados. (Por que tantos apologistas del llamado metodo biparticlario (ejecutivo que legisla y parlamento que controla) se han quedado mudos como peces? (Por que la izquierda dem6crata cristiana, que sin embargo declara que considera prioritario el tema de las instituciones, ha intervenido tan tarde y con tanta timidez? Que nadie vaya a creer que bastan las palabras. Las cuestiones del Estado son las cuestiones del poder; por eso resultan todavia mas concretas, y prceisamente exigen unas opciones ccncre-

2. EI general Manes, vioecomandur-te de ]0, ;.\:'Jb:l:eros, be cncornc.i.l,«!« el 18 de mayo de 1967 por el eomandante del anna, general Ciglieri, instado a su vez por el ministro Tremelloni, para que realizase indagaciones dentro de ese cuerpo con el objeto de verificar el fundamento de las noticias publieadas en el semanario L'Espresso aeerea del plan De Lorenzo del verano de 1964. El informe Manes nunca fue eonocido fntegramente ni por el tribunal de Roma, encargado del proceso De Lorenzo-L'Espresso ni por Ia comisi6n pariamentaria de investigaci6n, dado su caracter de materia reservada invocado por el ministro de defensa y confirm ado por el presidente del consejo. Cf. Camara de Diputados, Commissions parlamentare d'ir.chies/aneg/i eoenti del giugno-luglio 1964, Informe de la minorfa, Roma, 1971, p. 42.

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tas, visibles y actuales. S610 asi la confrontaci6n y la busqueda de una salida positiva para la crisis podran progresar realmen~e.

A prop6sito de esto, permitidme hacer algunas observaciones sobre 10 que ha dicho Basso acerca del «dialogo» con las, otras fuerzas politicas y en particular con hombres y grupos que actuan en el seno de la coalicion de centro-izquierda. Basso ha subrayado con ~u~ho vigor, como en otras ocasiones, que la socia.ldem:)C~~cia es orgamcamente una fuerza que actiia a favor de la integracion de las masas obreras y populares en el sistema. Si considero el sentido profund,o del desplazamiento haeia la derecha efectuado por el PSI, y despues la unificaci6n del PSI y del PSDI, y los procesos politico-sociales vinculados con Ia misma, cs in dud able que el juieio de Basso se percata con claridad del rneollo, de la direccion predominante de toda la operaci6n.

Pero ·aeaso no es demasiado poco y demasiado sucinto detener-

sc en esa (afirmaci6n? No me refiero solo a las contradicciones, a las crisis internas y a las rupturas que casi siempre y en diversos g~ados cntrafia un proceso de socialdemocratizacion. Aludo a alga mas .espedfico y actual, es decir, a las implicaciones del proceso ~e socialdemocratizacion tal como se realiza en esta etapa del conflicto mundia. entre capit;lismo y socialismo y en la !talia de hoy. En particular: 1) la socialdemocracia actual realiza la politica de integr~c~~n inientras se encamina bacia el gobierno y no desde la oposicion (como ocurio, par ejemplo, en el caso del reformismo de Turati) y cuando tiene que afrontar, por consiguiente, en primera persona (aunque sea en gobiernos de coalicion ) la gesti6n del sistema burgues; 2) las politicas neocapitalistas, que predominan. e~ los paises de capitalismo avanzado, son par cierto algo bas~nte dlstlnt~ ~el ~~scismo y por consiguiente son capaces de perrmtir una participacion socialdemocrata, pero ponen en tela de juicio unos compor.entes importantes de la ideologia reformista: nec~sita~ vaciar cada :ez mas de contenido a la democracia representativa (incluso en su interpretacion democratico-liberal); necesitan reducir el sindicato a un mere aparato burocratico de cumbre., que cont~~la y contrata. ~~sde arri?a la dinamica salarial (10 cual difiere tambien de la tradicion del sindicato reformista europeo occidental); exigen 1a eliminaci6n de una serie de «instancias» autonomistas, ya se trate de la autonomia municipal (que tuvo su peso en el reforrnismo tradicional) 0 bien de la autonomia de determinadas fuerzas culturales, etc. Por eso resultan

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lesionados unos «canales», especificos e importantes, de vinculaci6n entre la socialdemocracia y las masas; y resultan lesionados, no ya por la supervivencia de unos grupos burgueses atrasados, arcaicos (que tambien los hay) y por consiguiente superables, sino por ciertas exigencias (per ejemplo, por la necesidad de una relativa «programacion» de la anarqufa capitalista) de los grupos capitalistas «dinamicos», que no constituyen un «residue» del pasado.

<:Acaso la socialdemo:::racia italiana puede aceptar este ataque a tales componentes de su tradicional relaci6n con las masas y convertirse en un mero partido burgues modernizante? Indudablemente puede hacerIo y hay incluso signos notorios de ello; pero el precio de tal transformaci6n con respecto a sus vinculos can las masas y con sus propios militantes y cuadros, puede resultar bastante gravoso (cosa de la que tambien hay signos). Sobre todo, esta socialdemocracia tiene que construirse otros canales de vinculacion con su aliado democrats cristiano y tiene que hacerlo en una sociedad como la italiana, donde estrin tan vivas (y por diversos motivos) la fuerza de la izquierda, las tendencias autonomistas y las resistencias frente a1 autoritarismo de los monopolios, y donde el peso de viejos atrasos estimula continuamente una respuesta «prcgresista».

La politica integradora de la socialdemocracia debe tener en cuenta este entrelazamiento de contradicciones, estas condiciones pollticas espedficas y estos «ritmos de marcha». Tener conciencia de ello -por parte de la oposicion marxista- no significa soslayar 1a politica socialdernocrata de integracion en el sistema; significa incluso tener una clara comprension de la misma. Seria un error confiar s610 en las contradicciones internas del PSI y del centro-izquierda. Serfa un error aislar y sobrevalorar las protestas y las resistencias que se manifiestan en la cumbre de la socialdemocracia, y no ver los profundos procesos de cambio que la unificaci6n entre el PSI y el PSDI ha inducido en el caracter mismo del partido. Sin embargo, eso no signifies dejar de esforzarse por comprender la dinsmica que 1a politica de integracion desencadena, percibir sus contradicciones internas y permitir la maduraci6n de unos actos politicos, unos desplazamientos de fuerzas y unas convergencias que amplien y enriquezcan la lucha general en favor de una alternativa.

No se trata de meras fantasias. Tambien cuando hace afios fuimos e1aboran::lo 1a tematica del «dialogo» con el movimiento cat6- lico, pudo parecer que estabamos cayendo en ilusiones 0 tacticismos,

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Partiamos, por el contrario, de un analisis que se remontaba hasta Gramsci y que fue desarrollado por Togliatti; y nos percatabamos de la existencia de una contra dice ion cua1itativa entre algunos componentes (ideales y politicos) del movimiento catolico y 1a Iinea de restauracion capitalista y de apoyo al imperialismo. Hoy se puede ver que esa contradiccion esta produciendo importantes desacuerdos, que no se refieren a aspectos marginales del sistema econornico-polltico dominante, sino que involucran mas a las estructuras. Considerarnos que el «desacuerdo» cat61ico ha adquirido tal importancia y tal vigor tambien porque ha habido en Italia una oposici6n marxista que ha hecho saltar los muros de division, ha favorecido un contacto v ha permitido, pues, unas experiencias concretas de lucha y de maduracion ideal.

Indudablemente, esto significa que los comunistas interpretamos 1a construccion de una nueva unidad de la izquierda como un proceso que puede y que debe incluir tambien a ciertas fuerzas y grupos oue hoy -desde el punto de vista de la mayoria parlamentaria- forman parte de la coalicion del centro-izquierda, que todavla no han roto con la politica del centro-izquierda 0 que desarrollan una oposicion desde el interior de la misma. Consideramos que una parte de las fuerzas sociales y de las energias politicas que pueden contribuir a la construccion de una sociedad democratica y socialista realizan actualmente sus experiencias de lucha dentro de formaciones agrupadas en la constelaci6n del centro-izquierda (y aqui tenemos en cuenta la influencia que en la particular situacion italiana tienen todavia las organizaciones de los par:idos y su radio de influencia).

De una manera mas general, esto expresa nuestra convicci6n de que las respuestas politicas, de las qr.e habra de nacer una sociedad libre de la explotacion y de la miseria, no pueden ser elaboradas s610 por una «tradicion» marxista, recluida en si misma. Aqui me interesa subrayar el nexo que debe establecerse entre las 1uchas actuales y nuestras metas socialistas, a la luz de nuestra estrategia unitaria de avance hacia el socialismo. No se trata de arrancar unas conquistas democratic as y unos derechos de libertad para hoy, que despues no nos seran de ninguna utilidad para la sociedad socialista de manana. No pensamos que exista tal separacidn entre el hoy y el manana. En las libertades que conquistamos hoy, en las estructuras democraticas que tendemos a fundar desde ahora, en el desarrollo del movimiento de clase y revolucionario, por los que trabajamos, se encuentran las

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semillas de Ia sociedad futura y del modo en que los trabajadores la gobernaran y la desarrollaran. La democracia socialista es algo que se prepara ya mediante la lucha actual. Toda falta de participaci6n en 1a actualidad sera un lastre y una dificultad mas para manana; y viceversa: cuanto mas logremos suscitar ya una presencia del individuo y de 1a clase, que exprese la potencialidad creadora del hombre social, mas podra manana el socialismo avanzar en la 1ibertad y el aspecto de Ia hegemonia mas habra de prevalecer sobre e1 aspecto de Ia coercion, en Ia construccion de la nueva sociedad.

No se trata de fugas hacia adelante: estas ideas expresan incluso Ia conviccion de que la autentica defensa de las Iibertades dernocraticas frente a las insidias autoritarias y a las amenazas reaccionarias, se realiza hoy a traves del desarrollo de la democracia, de su enriquecimiento con nuevas formas y con contenidos mas avanzados,

7. LA NUEVA F~ONTERA DEL SINDICATO ,.,

La cuestion de la relacion entre el movimiento sindical y las instituciones de la democracia representativa ha ido asumiendo en Italia rasgos y contenidos nuevos a partir de la decada de 1960, a meelida que el movimiento sindical ---despues de los desgarrumientcs internos y de la crisis de Ia decada de 1950- iba recuperando una unidad de accicn y adquiriendo dentro de la fabrica una nueva capacidad para incidir sobre el control del salario y la organizacion del trabajo. La fuerza y la dimension que asumia este nuevo imnulso del sindicato, el monopolio concreto del arrna de la huelga, que llego a cstar en manos de la organizacion sindical, la dilatacion del area de sindicalizacion bastante mas aHa de las categorias obreras mas fuerres: todos estos hechos influyeron profundamente en el mismo marco politico y plantearon problemas originales a proposito del funcionamiento concreto de las instituciones del pais.

Al mismo tiempo las organizaciones sindicales fueron estableciendo (y pactando entre si] una serie de «incornoatibilidades» entre los cargos sindicales y determinados cargos en los partidos y en las asambleas electivas. tendiendo a afirmar de ese modo Sl1 autonornia con respecto a los partidos, incluso en el aspecto formal. y decidiendo practicarnenre la retirada de los mayores exponentes sindicales del parlamento y de los 6rganos del poder local. Cualquiera que hava sido despues, en Ia practica, el grado real de autonomia de las diversas organizaciones sindicales. es un hecho sin embargo que tanto las organizaciones del patronato como el gobierno tuvieron que registrar, va a mediados de la decada t\.,> 1960. una disrninucion ell su canacidad para influir sobre la actitud de los sindicatos a tL!VeS de 1a mediacion de los partidos politicos y tuvieron que plantearse de una

" Rinascita, n." 1 (3 enero 1975).

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manera nueva el problema de las formas y de los contenidos de sti1 relacidn con los sindicatos, en el momento en que la influencia de: estos se estaba reforzando tanto. No por azar se fue desarrollando entonces, con creciente intensidad, el debate acerca de la «politica de Ia renta», es decir acerca de la manera de encauzar, dentro de determinadas 16gicas econ6micas y politicas, e1 nuevo poder contractual de los sindicatos: los patrones y el gobierno se hacian cargo de alguna manera del fracaso del ataque frontal contra el movimiento sindical, emprendido en la decada de 1950, v trataban de reinsertarlo dentro de un mecanismo especifico, capaz de condicionar el cardcter del nuevo sindicato unitario y de sus relaciones con las masas.

Sin embargo, hasta cierta altura de la decada de 1960, todavla se vivid una fase preliminar: por ambas partes. Las organizaciones patronales, con diferentes alternancias v tambien con fuertes oscilaciones, jugaron la carta de la prueba de fuerza combinada con concesiones salariales de tipo cuantitativo: se negaron basicamente a asumit la «novedad», social e institucional. que planteaba la 2.firmaci6n de este tipo de sindicato. Las organizaciones sindicales, por su parte, encontraron, en los temas de 18 lucha en la Hbrica, un nuevo espacio dentro del cual pudieron expandirse v trabajar las diferentes aspiraciones e ideologies tumultuosamente presentes en el conjunto del movimiento, pero todavia no sintieron la exigencia de ccnstruir V verificar su unidad con respecto a una proposicion economics global. Los propios gobiernos de centro-izquierda se cuidaron mucho 'de enfrentarse con [a esencia de la cuestion v se limitaron a corrbinar, de acuerdo con las circunstancias. las prudentes mediaciones en los conflictos particulares con el uso de Jas palancas econornico-estatales para condicionar indirectamente 1a maniobra salarial v las polfticas reivindicatorias.

La cuesti6n adquiri6 rnucha mavor azudeza a finales de la decada de 1960, cuando se agotaron los impulso~ expansivos del viejo mode- 10 de desarrollo, v llego a ser exnlosiva con e1 advenimiento de la crisis economics en el con junto del mundo canitalista v la 2q;ravaci6n de 1a crisis politica esnecifica de Ttalia (Fracaso v acornrniento del

cen tro- izquierda). . .

De hecho. la crisis red ucla mucho los margenes de manobra que antes habian atennado el chocue entre el nuevo sindicaro " eI viejo «rnodelo de desarrollo», y que habfan deiado un esnacio para la contrataci6n directa entre los sindicatos y los patrones, y habian ofre-

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cido una posibilidad de intervenci6n para ciertas mediaciones del aobierno. Dentro del marco actual, de reducci6n de los recursos y de ~gudizaci6n de Ia crisis de 1a direcci6n politica, el conflicto social se h'a intensificado y las cuestiones «institucionales» se han vuelto basrante mas apremiantes.

Si se considera 1a reaccion del gran patronato ante estos desarro-

1105. es inevitable sentir cierta confusi6n v notorias contradicciones: en cuanto a la acci6n «a corto plazo», los grupos mas fuertes del calli tal financiero e industrial han opt ado por un uso sa1vaje de la droga de la inflaci6n v se han enzarzado en una lucha feroz por e1 control de esta 0 aquella palanca publica, can el fin de acaparar la mavor raiada de recursos; en cuanto a la perspectiva a medio plazo, han oscilado continuamente entre 1a tentaci6n y el intento de utilizar las c1ificultades econ6micas para un cboque frontal y una prueba de fuerza, y la proposici6n de un «pacto social» que reconoceria a los ,j ndicatos el titulo de agente de «contratacidn» en la cumbre, la coc-rdinaci6n entre la din·amica salarial y la ree5tructuraci6n que el gran capital debe realizer para hacer frente a la crisis: pacta social que a veces se presentaba con In apariencia de un acuerdo corporativo, de una «Santa alianza» contra «los parasitismos v la corrupcion de la clase politica»: mientras que a veoes asumia el rostro de un acuerdo mediado por los partidos, que e quivalla a reducir a los sindicatos a la «razonabilidad», es decir a encerrarlos dentro del ambito de las «compatibilidades.) determinadas por el mecanisme de desarrollo vigente.

Sin ernbarso el movimiento sindical rambien se enfrentaba con nroblemas diffciles: v estes se volvian cada vez mas evidentes a medida que el mismo desarrollo de la lucha reivindicatoria iba planteando 1a e:xigencia de reform as en la sociedad. ~C6DO imponer una pollrica de reform as ? A mediados de la decada de 1960, el movimiento sindical comprob6 que ,j se enfocaba las Iuchas por las reformas s610 como luchas sectoriales 0 se las presentaba solo como «afiadidoss de salario social, no lograban establecer la tram a de alianzas necesarias para la victoria v ~obre todo chocaban con los limites del «modele de desarrollo» que se estaba ~plicando. es decir. can el uso que se hacia de los recursos naciona.es. Los mismos contenidos nuevos de la lucha reivindicatoria, en cuanto superaban la lucha acerca de 1a cantidad del salario v abordaban los modes, los ritmos y los objetivos de 13 produccion Y sus consecuencias sabre la sociedad, em-

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pujaban al movimiento sindical hacia una accion que ponia en tela de juicio el ordenamiento econ6mico general y exigia un cambio en la poHtica economics del gobierno. EI estalIido de Ia crisis econ6mica no hizo mas que acelerar este proceso.

De esta manera se lleg6 a una salida singular y significativa. Despues de haber eomenzado, al principio de la decada de 1960, por un esfuerzo de distinci6n con respecto a los partidos, que directarnente habra tenido aspectos de exageraci6n formal (en la disputa aeerca de las «incornpatibilidades», a que antes nos hernos referido), el movimiento sindical tuvo que asumir el problema del poder politico y del nexo existente entre la estructura social y las instituciones pollticas: se vio impulsado a entrar en el terreno de una proposiei6n general al pals, q.ie «objetivamente» pone en tela de [uicio eI caracter, cl papel y la «forma» del Estado.

No debemos ignorar los problemas v las tensiones que derivan de esta ampliaci6n del campo de acci6n del sindieato, que por ese camino de alguna rnanera llega a expresar una tendencia a convertirse en partido; una tendencia que por 10 demas se hace eco de an fenomeno general: [a fuerte acentuaei6n de la relacion entre el Estado v la econornia y. por consiguiente, la emergencia de la dimensi6n polltico-estatal incluso de los enfoques mas espedfieos. de las necesidades IT':1S dementales.

2Es precise decir que esta arnpliacion del horizonte del sindicato no fue lineal ni estuvo exenta de riesgos? (Acaso podia haber sido de otra manera? En realidad, a partir de la decada de 1960. el acoso de nuevas necesidades, la entrada en Ia palestra de nuevos grunos sociales, el empuje de los impulsos unitarios y. por ultimo', la ruptura de los «colateralismos- y vfnculos interclasistas han determinado la convergencia en las organizaciones sindicales de un conjunto de fuerzas con unos niveles de coneiencia v de organizacion bastante diferenciados, procedentes de matrices ideoldgicas (declaradas 0 no declaradas) diversas, y han convertido al movimiento sindical en un crisol en el que conflufan, a menu do mezc1adas v superpuestas, unas exigencias inmediatas y unos impulses generales todwln no «decantados» politicarnente. En sintesis- el desarrollo concreto de! movimiento -vineulado tarnbien con un caracter de «oolirici~ad,> presente desde e1 origenen la historia de! movimiento ~indieal Italiano- ha engendrado un tipo de organizacion V un instrurnento de rnasas, que hacia saltar las etiquetas y los casille·ros.

En este sentido, no hay que sorprenderse demasiado por las exaltaciones mitologicas que han acornpafiado, durante la pasada decada, este nuevo desarrollo del sindicato, y tampoeo por las burdas declamaciones acerea de la superaci6n de los partidos, por las polernicas contra las «instituciones» y por las tendencias pansindicalistas, en sintesis: por todas las ideologias superficiales mediante las cuales se cayo en la ilusion de que era posible deshacerse del tern a de la democracia politica y del Estado. No es dificil advertir como en ese retorno al pansindiealismo convergian (y a veces se entre1azaban) un obrerismo palingenesico de «izquierda», que redescubria la f8.briea v consideraba que era posible resolver en su interior e1 problema de la revoluci6n y del poder, y un interclasismo corporativo, que mezebb a doctrinas anglosajonas y sociologia catolica, v apuntaba hacia una liquidacion de la democracia representativa en favor de una relacion <de tres terminos»: sindicatos, ernpresarios y Estado. Conviene destacar mas bien que este retorno eel pansindicalismo -por cuanto trataba de atribuir un papel de partido a una experiencia de rnasas que no tenia su dimension historica ni ideal- no s610 ha favorecido un uso distorsionado y falso del sindicato, sino que ha retrasado la toma de conciencia de la verdadera cuestion que se plantea: (como puede el nuevo sindicato asumir todas las implicaciones que entrafia la lucha en favor de un nuevo tipo de desarrollo, y entrar en el terreno de una proposicion general y «estatal», sin convertirse en un partido tout court?

Esta pregunta no es tan «formal» como parece a primera vista: tanto porque se presenta de una manera extrernadamente concreta, practica, en forma de unos comportamientos que hay que decidir con respecto a las fuerzas politicas y a las instituciones representativas. como porque entrafia una respuesta al tema de Ia autonornia de c1ase del sindieato, no solo en 10 vinculado con su independencia respecto del patronato y sus expresiones politicas, sino tambien en 10 vinculado con la definici6n del papel del sindicato dentro del movirniento de c1ase, vale decir con su peculiaridad respecto de los partidos obreros y populates.

Las experiencias de la lucha de es tos afios nos han rnostrado que no cabe d~ducir actualmente ese papel del sindic-to sobre 1:.1 base "de delimitacion de su area de intervenci6n (s610 el salario, solo In fabriea, etc.), es decir de un umbral mas ana del cual el sindicato no avanza y a partir del cual comienza el partido politico. Los espacios

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0, para decirlo de un modo mas simple, los temas sobre los que operan el movimiento sindical actual y los partidos con base obrera y popular, no se presentan separados como reservas de caza cornplernentarias. La peculiaridad ineliminable del sindicato reside, en cambia, en la exigencia de inmediatez que el mismo entrafia, y que tiende siernnre a subravar las necesidades actuales de la c1ase (e incluso de la categorfa), 'mmque las mismas aparezcan inserras dentro de una perspectiva general. AIH donde el partido politico obrero adopta un norizonte que supera inc1uso a la actual generaci6n y considers a 1a clase como agente de una mutaci6n hist6rica, el sindicato afirma permanentemente la necesidad de no perder de vista el presente. La realidad del problema de esta dialectics entre el sindicato v el partdo anarece confirm ada a nuestro alrededor por la experiencia de esos r1:11<;es socialistas en los que la reducci6n del sindicato al rango rl,o 6~[':mo meramente subsidiario del poder politico ha soslavado l",? instancia necesaria en el interior de las instituciones y del movimiento popular, v de esa rnanera ha quitado algo importante incluso :11 poder politico; de hecho, 10 ha privado de una seiial auuinoma, (we evprese coritinuamente (v mantenga frente al poder politico) el p:n,do de tension que se produce entre las necesidades actuales de los trabaiadores (los «hombres de carne y hueso» de esta generacion, nara decirlo con una expresion zrarnsciana) v las metas historicas de 1:1 clase. (Acaso no fue tarnbien la falta de esta instancia aut6noma, una de las razones que hace unos afios provoco estallidos como -)lara dar solo un ejemnlo- los acontecimientos de Danzig? I

£1 problema se complies mas porque, en la historia del rnovimiento obrero occidental. tarnbien los partidos que entrafian una instancia de renovacion radical, de critica al sistema capitalista -por ejernr-lo. los mismos partidos comunistas- han tendido :1 enraizar su rno'1 historica en 13 lueha inmediata y en e1 erecimiento de una conciencia revolucionaria en la experienda de cada dia: hasta t:11 punto, que en determinados momentos hemos visto que unos PMt idos socialistas 0 comunistas. 0 incluso de interclasismo cat6lico. asurnian para sf unas tareas de substitucion sindical, alH donde el

1. En diciernb-e de 1970 se decidi6 en Po!onia un aumento de los precios de los articulos diIT'entkios. Esto provoc6 una fuerte reaccion popular, con huelcas v manifestaciones que culminaron en los graves incidentes entre Ia nolicia v los manifestantes en Danzig (14-15 de diciembre). EI 20 de diciembre Gomulka presento 1a c1imisi6n v Edward Gierek se convirti6 en secretario del Partido Comunista Polaco. Piotr Jaroszewicz fue nombrado primer ministro.

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sindicato era debil 0 incluso inexistente. Por consiguiente: no se trata de dos mundos separados.

Por eso, la ampliacion del area de intervenci6n del sindicato y su entrada en la lucha por un nuevo «modele de desarrollo» (considerado directamente como centro unificador de la estrategia, en terminos y formas que no tienen ni siquiera precedentes en ciertas batallas libradas por la CG IL en la dec ada de 1950) ha plante ado toda una serie de exigencias, no solo por el conflicto que suscitaba, acerca de unos puntas decisivos, con el enemigo de clase, sino tambien porque exigia que se elaborase una respuesta correct a y actualizada para el dificil problema de las formas institucionales que puede asumir, en las condiciones del Occidente capitalista, la dialectica entre 10 social y 10 politico, entre las reivindicaciones inmediatas y las metas historicas de la clase obrera. En el momenta en que las confederaciones, los grandes sindicatos de categoria asumian como punto unificador de su lucha la proposicion de un cambia general del ordenamiento econcmico del pals, se planteaban problemas de semejante dimension y complejidad.

Y de hecho, precisamente porque si el sindicato no quiere disolverse en el partido politico, necesita «contratar» unas conquistas co las que se materialice de inmediato un desplazarniento general y «lleve a casa» de inmediato determinados resultados, (comD debe desarrollarse una «contratacion» de este tipo, y como cabe desarrollarse, ademas, desde la condicion del sindicato, de un organismo que no participa en las asambleas e1ectivas y que no posee titulos formales para estar presente en el gobierno del pals? Aqui surge la necesidad de una reflexi6n critica sobre el conjunto de la dramatics y dificil experiencia del ultimo afio y medio.

Considero que la primera dificultad sobre la que cabe reflexionar es la probada vacuidad de un convenio acerca de la politica economica general que no se articule claramente en ciertas opciones, fundamentales y paradigmaticas, que, sin dejar de serconquistas, funcionen a1 mismo tiempo como piedras de toque. No me refiero aqui a la posible maniobra de la parte gubernativa, al riesgo de formular unas respuestas que prometan y que despues sean incapaces de dar; me refiero al hecho de que, al margen de esa articulacion, resulta mucho mas dificil e1aborar, acerca de los temas del desarrollo, una experiencia de masas real, una verificacion concreta de la unidad a prop6sita de las plataformas, un usa correcro y adecuado de las for-

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2. El gobierno de Rumor estuvo en funciones entre el 14 de marzo y el 13 de noviembre de 1974.

dustrial, nueva jerarqufa de los consumos) resulta esencial desarrollar una accion que incida sobre todo el abanico de las instituciones politicas y que tienda a adecuarlas tanto a las nuevas tareas de programac ion de la economia como -este es el pun to que me importa subrayar- a la necesidad de una participaci6n activa de las masas. La superacion de todo horizonte «economicista», de toda estrechez corporativa, se convierte, pues, en una de las condiciones mas importantes para el exito; y un tipo de convenio, que se agote en el COI1- tacto de la cumbre COI1 el gobierno y que sabre todo conciba de rnanera estatica la relacion can las instituciones, se presenta como iluso rio y perdedor.

Las experiencias realizadas son elocuentes. Consideremcs la mis- 111a cuesti6n del gobierno. EI rnovimiento sindical se ha encontrado frente a un tipo de ejecutivo, que no expresaba una sintesis politics unificadora sino un conglomerado de lineas politicas (a veces directamente de estrategias) diversas, atrincherada cada una en una red de «Ieudos», de aparatos publicos, controlaclos por las diversas corrientes politicas que se ngrupaban en la cumbre del Estado. En tales circunstancias, el gobierno como tal no garantizaba ni siquiera una respuesta efectiva y unitaria, y -al margen de la letra de los comuniCJdos- terminaba por delegar en una serie de centros no coordinaG05 entre si (participaciones estatales, rninisterio del tesoro, sistema bancario, j ungla de organismos paraesta tales, etc.) las decis.ones rea[es, imposibilitando de ese modo que incluso las asambleas electivas desempefiasen su tarea de orientacion general, de sintesis polftica, y ejerciesen su poder soberano. De esta rnanera el sindicato tuvo que asumir la crisis que experimenta el sistema politico de nuestro Dais. El convenio se perdia en los meandros de una discus ion generi~a a cuyas espaldas se tomaban despues las decisiones fundamentales, como ha ocurrido en primavera con la durisima vuelta de tuerca realizada por el ministerio del tesoro y el Banco de Italia.

En realidad el sindicato habia apuntado sobre todo a la confrontacion con el gobierno. Pero el gobierno era s6lo una parte de un sis:ema de poder bastante mas complejo, y era ere gobierno, es decir, que expresaba un modo de ser y una crisis de la capacidad hegemonica y unificadora de deterrninados partidos. Por 10 tanto, una concepcidn estatica y verticalista de la relacion con e. poder politico conducia a un callej6n sin salida. De este modo, 1a fuerza misma de las cosas obligo at sindicato, casi diria que 10 arrastr6 de los cabellos, a

mas de lucha. Aunque s610 sea para dar un ejemplo: al margen de esa articulacion, el mismo uso del arma de la huelga corre el riesgo de reducirse a una presion generica, de perder la capacidad de incidir especificamente sobre un adversario muy definido, y por consiguiente de perder esa penetracion y esa fecundidad que la han convertido, en las luchas de las Iabricas, en un arma de intensidad diversa y graduada, que escande el ritmo de la lucha y estimula tanto otras formas de accion como el desarrollo de la conciencia general de las masas. c:Acaso no ha sido precisamente esta falta de articulacion la que ha quitado fuerza al «convenio» entre los sindicatos y el ultimo gobierno de Rumor 2 y de ese modo dificultado la elaboracion, sobre la base del mismo, de una participacion y de una verdadera unidad de masas, desgastando el anna de las huelgas generales (reducidas -precisamente- a una mera presion generica ), corriendo el riesgo de encerrar la tratativa en una confrontacion de la cumbre, y determinando el resurgimiento de los «colateralismos» y de los «patriotismos» de partido y de corriente?

La otra dificultad que ha surgido se refiere -segun me parecea 1a manera de desarrollar los compromisos que se conquistan en el terreno de una nueva politica econ6mica. La lucha por un nuevo tipo de desarrollo requiere una combinaci6n de palancas econ6micas y politicas, una multiplicidad de intervenciones, una «duracion» en el tiempo; de 10 contrario -como se ha visto-, incluso las conquistas que se obtienen, las primeras decisiones de inversion, corren el riesgo de quedar eludidas 0 trivializadas; a veces nos quedamos con un palmo de narices. De este modo se presenta -con la misma agudeza que en la fabrica, pero con dificultades mucho mas arduas- el problema de la administrccion de las conquistas parciales, que ademas es tarnbien el problema de 1a continuidad de 1a lucha.

c:Puede el sindicato administrar una lucha con esa «duracion» y asegurarse la realizaci6n y e1 desarrollo de los compromisos conquistados, sin tender hacia ur.a dernocratizacion del Estado y hacia una descentralizacion que amplie e1 frente del poder publico expuesto a la influencia y al control de las grandes masas organizadas? Para alcanzar los objetivos de politica econ6mica que ocupan el centro de las plataformas del movimiento sind.ical (Mediodia, reconversion in-

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enfrentarse con el problema mas am plio del modo de Iormacion de la voluntad politica general. Solo asumiendo una concepcion abierta y dimimica de la confrontaci6n con el poder politico, solo ampliando sistematicamente el area de confrontaci6n a las fuerzas politicas y a las asambleas electivas, se puede encontrar una via de salida para el autentico «bloqueo» en que se encuentra el convenio acerca del «rnodelo de desarrollo».

Pero asumir esta vision dinarnica y abierta implica hacerse cargo de las fuerzas politicas. Y esto supone un grave riesgo para el sindicato unitario. No es casual que, al enfrentarse con este riesgo, ciertas corrientes del sindicato hay an sentido la tentacion de substraerse a1 mismo abandcnando, de hecho, el terreno del desarrollo econ6mico y replegandose hacia los viejos senderos de 1a lucha meramente redistributiva y sa1arial.

cPor que hablamos de grave riesgo? Porque el mismo significa una prueba para la autonomia real del sindicato; y no me refiero tanto a la necesidad de liquidar cualquier razonamiento ambiguo acerca de 1a «clase politica», de pronunciarse no ya sobre 1a base de unos prejuicios abstractos, sino concretamente (con nombre y apellido) ace rca de las decisiones politicas concretas de los partidos, de 1a DC o del PCI 0 del PSI; me refiero, pues, a un punto mas general. Hemos subrayado que una lucha par un uso distinto de los recursos -precisamente en cuanto tiene que atacar necesariamente una comp1ejidad de instrumentos econ6micos y de palancas estatales, y atacarlas de manera coherente y duradera- tiene que liquidar cualquier clase de horizonte economicista y adoptar una concepci6n, una politica «institucional», La cuestion resulta evidente incluso desde el punto de vista inmediato y, por asi decirlo, «formal»: ~que es ese «convenio» con el gobierno central? cTiende a prescindir de las asambleas electivas 0 quiere ser un punto de re£erencia para la decisi6n sober ana de las asambleas electivas? ~y que tipo de Estado tiende a consolidar: un Estado sin centro 0 descentralizado? (]uega la carta (y la ilusi6n) de la tecnocracia de Estado 0 apunta a volver a poner bajo el dominio de las asambleas politic as la accion de los aparatos administrativos 'f de los entes economicos piiblicos?

Es evidente que no se trata de extender unos «reglamentos» exteriores; pero no menos clare resulta que la actitud que asuma el sindicato debe expresar de alguna manera una respuesta acerca de la dinamica de las instituciones, una proposicion de poder democratico;

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de 10 contrario, se expone al riesgo de resultar confuso y veleidoso, y en Ultima instancia de quedar atrapado en el desarrollo de la «controversia» 0 de las «controversies», en sintesis: de reve1ar un enfoque en la lucha por las reformas que en los hechos venga a favorccer -al margen de todas las declaraciones y de todas las «prcdicaso-s- un reo pliegue hacia el viejo terre no salarial y deje el campo libre para el desarrollo de las tendencias corporativas. Por esta razon sostengo que se pone a prueba la autonomia real del sindicato, es decir el caracter que qui ere asumir, su caiidad , su decision de perrnanecer dentro del horizonte redistributivo 0 bien de superarlo.

Por otra parte, plantear la lucha por una reforma del Estado y por un determinado tipo de poder dernocratico, entrafia una serie de opciones coherentes tambien en 10 vincula do con las estructuras organizativas del movimiento de lucha. La construcci6n de nuevas organismos horizon tales resulta esencial tanto para organizar el arco de las fuerzas sociales que esa lucha requiere, como para establecer un contacto amplio con la articulaci6n del Estado, comenzando por la red de las asamb1eas electivas. Se necesitan, pues, unos consejos de zona, comprendidos no s610 como organos coordinadores de categorias ya organizadas, sino tambien como estructuras sindicales horizontales que permit an desarrollar una politica de alianzas y que puedan funcionar como unos polos unitarios que promuevan la agrupacion de otros estratos sociales (campesinos, estudiantes, sectores medios, fuerzas culturales), que con bastante frecuencia no han alcanzado una forma de asociaci6n definida v concentrada, «decantada» hist6ricamente. Por eso, asumir la elaboraci6n de los consejos de zona entrafia potenciar, con todos sus problemas, ese aspecto singular de la vida del nuevo sindicato, que ha consistido en el hecho de involucrar a quienes no estan afiliados en el sindicato: en:raiia impulsar mas aun esa extraordinaria y significativa contradiccion en virtud de la cual en Italia, durante los ultimos quince afios, una organizacion ooluntaria como la de los sindicatos haya tratado de someter a la crib a, al debate y a la decision de grandes masas de no afiliados, las propias plataformas y tacticas de lucha y mas en generalla propia estrategia.

<!Esto entrafia un riesgo de ines tabilid ad, de desviaciones e incluso de errores graves en la lucha? Por cierto, Sin embargo, creernos que por este camino se ha llegado a la nueva promocion de la unidad del sindicato, que de ese modo ha podido arrastrar a grandes masas,

9. - JNGllAO

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perdurar durante tantos afios y lograr el mantenimiento de la propia disciplina. Consejos de zona =-digamoslo clara mente- significa la potenciacion y al mismo tiempo el control de esta contradiccion; se trata de otra etapa de la experiencia consejista desarrollada dentro de la fabrica.

Por cierto, esto exige una actividad a traves de la cual la vanguardia organizada verifica continuamente en las masas su proposicion, y busca con ellas 1a linea correcta. En slntesis: se trata del diff· cil y riesgoso camino de la anti-delegacion, en el que la instancia dirigente y la organizacion voluntaria se ponen en juego no para abdicar frente al espontaneismo, sino para superarlo efectivamente en el nivel de las grandes masas, que son hoy las protagonistas obligadas de una lucha de renovacion,

Seria necio disimularse las graves dificultades que presenta tal camino y el peligro de caer en formas de maximalismo demag6gico, de pseudo-asarnbleismo exagerado, que facilita la aparicion de nuevas formas de politiqueros charlatanes y rnequetrefes.

Pero (acaso existe otro camino capaz de brindar al movimiento sindicalla articulacion que necesita en la actualidad para asumir realmente el problema del Estado y las dimensiones propias de una lucha en favor de un nuevo tipo de desarrollo? 2 Y resulta posible consolidar una nueva estrategia del desarrollo sin impulsar un poder democratico amplic, que trabaje para agrupar territorialmente un bloque de fuerzas sociales y que permita un dialogo con toda la red de las asambleas electivas y, pot 10 tanto, con el espesor real de las fuerzas politicas? Me parece que no.

En sintesis: la autonomia del sindicato se defiende hoy, no con la autosuficiencia autarquica, con la separacion respecto de las fuerzas politicas, sino organizando en cambio 1a confrontacion con las mismas en todo e1 arco del pais, en toda la gama de las asambleas electivas, encontrando en esta nueva dialectic a e1 espacio para darle al sindicato un horizonte que no sea solo «redistributive» y que sin embargo mantenga Ia inmediatez reivindicatoria que le es propia.

Pero esta es una salida que no puede pesar s6lo sobre las espaldas del movimiento sind.cal, sino que depende tambien de la capscidad de los partidos con base popular para liquidar realmente cualquier clase de integrismo, cualquier tentaci6n de «co1ateralismo» y de «correas de transmisidn»: de su capacidad para comprender la novedad y la originalidad de la experiencia que entrafia 1a conBuencia en;

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el sindicato de un as fuerzas en via de transformaci6n, de unas masas con niveles de conciencia a menudo todavia no definidos politics e ideo16gicamente; y para trabajar, por eso, en la elaboraci?n ~e una confrontaci6n perroanente y constructiva, superando la ilusion de poder evitar las dificultades y los riesgos con «impaciencias» decla~atorias, con pretensiones de «delegaciones». Creo que esta elaboracion de una dialectica nueva entre los sindicatos y los partidos, entre las organizaciones sociales y las asambleas electivas, rep~esent.a tambien el camino fundamental hacia un orden nuevo, es decir hacia una democracia organizada, disciplinada y capaz de unidad.

Consideremos los hechos, tal como los vernos desarrollarse hoy, en la vida concreta de las ciudades, de las regiones, de los barrios. Es indudable que hoy el sindicato -precisamente por cuanto no se encierra dentro del horizonte de 1a fabrica y tiene en cuenta esa dimension del salario y de la fabric a que depende de la sociedad y del Estado- se enfrenta con unas necesidades apremiantes de casas, escuelas, hospitales, transportes, y asi sucesivamente. Ocurre asi que el sindicato acude a la corouna, a la provincia, a la region 0 a1 parlamento y se encuentra con dificultades y a veces con imposibilidades. No creo que el sindicato pueda detenerse ante esto ni tampoco que pueda hacerse ilusiones de reemplazar can su mera accion las i~capacidades y las dificultades que el poder politico expresa e,n esas instancias. Creo, por el contrario, que debe plantearse un discurso cormin para elaborar una proposicion en la que las fuerzas politicas democraticas no se mantengan estaticas, sino que exijan del sindicato un enfoque conjunto -clentro de la autonornia de sus diferentes papeles- de la lucha politic a que afronte las limitaciones y las dificultades y elabore los instru:nentos y las condiciones, locales y generales, para una salida posit.va. Se que por este camino se plantea un proceso politico que no implica confusion sino orden, dialectica fecunda entre las divers as iostancias, dialogo nuevo, amplio, entre los sindicatos y los partidos, entre los sindicatos y las administraciones piiblicas, entre los sindicatos y los instrumentos publicos de intervencion en 1a economia. AI margen de este camino, en cambio, el sindicato queda limitado ya sea dentro de un horizonte corporativo (y, por consiguiente, de desorden disociador), 0 bien dentro de una inercia subordinada, que supone su declinacion y la depauperacion de la misma democracia politica,

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Ante todo cree que tenemos que tratar de lograr un analisis completo de 10 que solemos llamar «crisis de la administraci6n de la jus ticia». Para comprender sus rasgos es imposible dejar de referirse a las transformaciones ocurridas en el cuerpo de la sociedad: en los procesos productivos. A partir de estos ultimos se ha producido esa ampliaci6n de la intervenci6n del Estado, que por una parte deriva de las necesidades del capitalismo monopolista de Estado en su actual fase de desarrollo y por otra parte ha sido el resultado de la entrada en la escena politics de grandes masas humanas, antes disociadas 0 marginadas de las instancias fundamentales de la sociedad actual. Esta creciente ampliacion del rol del Estado -que ha implicado el cuestionamiento de unos c6digos seculares, escritos y no escritos, que constituian una parte importante de Ia normativa social: pienso en la crisis de la Iglesia, de las instituciones familiares 0 escolares, en las transformaciones de las relaciones en la fabrica- ha provocado profundos desplazamientos en las form as y en las dimensiones del fen6- meno juridico, en la medida en que las sociedades de capitalismo maduro han ido manifestando cada vez mas la necesidad de definir su pro pia vida dentro de los instrumentos de la formalizaci6n jurfdica y cada vez mas se han esforzado por enfrentar de esa manera la tumultuosa irrupci6n de nuevas necesidades y los desplazamientos que se produdan en las conciencias.

No solo esto. Mientras se estaba desbaratando el intento del fascismo por encerrar el proceso mundial dentro de las mallas de un

* Conclusiones del coloquio interregional meridional del Centro di Studi e lniziative per la Riforma dello Stato, Bari, 6-7 de lIllI!ZO de 1976, publicadas eo Democrazia e Diritto, n," 3 (L976), p. 725.

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tenebroso totalitarismo, se produda un proceso aparentemente contradictorio. Por una parte, precisamente como consecuencia del derrumbe del totalitarismo fascista, se desarrollaba un impulso nuevo y poderoso hacia la igualdad formal, hacia el «derecho igual» , como necesidad de las masas de liquidar las diversas formas de arbitrariedad y de privilegio, y de apropiarse totalmente de las conquistas -nunc a verdaderamente s6lidas y seguras- surgidas en la fase hist6rica iniciada por la revoluci6n burguesa. Por otra parte, aunque con esfuerzos y tortuosidades, se iba desarrollando una critica del «derecho igual» , como consecuencia del aumento de la conciencia de la desigualdad social, subyacente a las conquistas de la igualdad formal y al complicado y sofisticado castillo del derecho burgues. Por una parte, pues, permaneda y proseguia la lucha por un «Est ado de derecho»; y por otra se percibian cada vez mas los limites de los tradicionales enfoques garantistas y surgfa la necesidad de un «derecho desigual», que diese consistencia real a 1a igualdad formal. La autentica novedad residia en el hecho de que tal critica a los limites del «derecho igual» superaba las fronteras de las vanguardias juridicas y de los debates culturales, y se convertfa en el contenido de grandes movimientos de lucha, en una critica de masas a los sistemas jurldicos vigentes. En este sentido, la situacion i.aliana ha sido realmente significative. La anticipaci6n programatica esbozada en el articulo 3, apartado segundo, de la Constitucion, que requeria transformaciones estructurales para dar concrecion no solo a los derechos de .ibertad, sino tambien a los de participaci6n y soberani'a, volvfa a cobrar validez e impulso en los grandes movimientos de lucha de la decada de 1960, con los que las clases populates tendfan a transformar aspectos fundamentales de la vida del pals.

Como sabemos, el camino no ha sido lineal. Se ha procedido a traves de desviaciones, brincos y tambien forzamientos unilaterales va sea del as pee to garantista 0 bien del aspecto participative social. Pero en el conjunto se ha superado una contraposicion: y el movimiento obrero ha tendido eada vez mas a presentar la critica del «derecho igual» como resultado y desarrollo de las grandes conquistas de libertad inauguradas con el advenimiento de la era burguesa.

A traves de esta critica «pnictica», de masas, a las limitaciones del derecho burgues e incluso a sus elaboraciones mas complejas y avanzadas, se ha ampliado la conciencia del caracter historico del derecho. Aquf vale la pena aiiadir una precision. Es cierto que la idea

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de la «instrumentalidad», por asf decirlo, de las leyes es algo antiguo, unido en la conciencia de las masas con la idea sucinta y violenta de la Indole «parcial» 0 facciosa del poder politico. Pero tarnbien es cierto que con mucha frecuenda la misma habra estado asociada precisamente por una contraposicion entre esa «datacion» de las leyes y la existencia de una especie de codigos naturales, de caracter metahistorico,

La misma arquitectura juridica surgida con la revolucion burguesa habia trabajado astutamente para mantener viva esta idea de metahistoricidad, para derivar de ella una especie de nueva objetividad del sistema juridico y de «tecnicidad» imparcial del mismo saber juridico. Par eso, en el animo popular solian convivir Ia conviccion del atropello politico contenido en el sistema de Ieyes vigente y la idea de la «objetividad», «imparcialidad» y directamente «sacralidad» del mecanismo y del saber juridico. El juez podia estar sometido a los potentados, pero su ciencia apareda como «objetiva».

Par el contrario, el cambio substancial producido en la opinion publica en estes afios se refiere, segiin creo, precisamente a la his toricidad, quisiera decir a la plasticidad de las categorlas [uridicas fundamentales. A partir de esta verdadera revoluci6n cultural se han vuelto a pensar y a cuestionar el acto mismo de hacer justicia, la reducci6n del caso especifico a la norma, la fund on del juez, el uso de instrumentos cognoscitivos y represivos seculares y su legitimidad y plausibilidad, la relacion entre individualidad y socialidad, y asf sucesivamente. Estas preguntas fueron penetrando poco a poco en el mismo cuerpo de los operadores de Ia justicia, suscitando en su seno conflict as de tendencias y de escuelas, y contribuyendo de ese modo a una «Iaicizacion» de Ia ciencia [uridica, asestando un golpe a su lectura «sacra», a la concepcion de la misma como un sacerdocio aut6nomo. No me refiero a la confrontacion objetiva entre los diferentes sistemas juridicos, surgida por e1 advenimiento de grandes revoluciones sociales, que han transformado la situacion de continentes enteros.

T odo esto ha provocado la crisis de una serie de escalas de valeres. Se han p.anteado unas cuestiones de fondo acerca de los mismos conceptos de norma y de pena, y acerca de las caracteristicas de los sujetos juridicos: cuestionamiento en el nivel, repito, de unas masas cada vez mas amplias.

En este sentido es cierto que nosotros mismos, en cuanto fuerzas

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de la izquierda, en cuanto partidos obreros y populares, somos causa y protagonistas de esta conmocion que afecta al mundo de la justicia: no en el sentido necio de agitadores y organizadores del desorden, como dicen por ahi los grupos reaccionarios e incluso ciertas corrientes moderadas, sino en el sentido mas profunda de protagonistas y guias de esos grandes movimientos sociales que han generado el cuestionamiento de fonda a que me he referido. Por eso no podemos dejar de asumir cabalmente el proceso de renovacion exigido por los cambios que se estan produciendo; y menos que nunca podemos considerar la crisis que acosa a1 mundo de la justicia como un hecho independiente, sectorial, porque la misma se revela cada vez mas como un aspecto de los cambios que se estrin produdendo en los caracteres y en las bases del Estado. Por eso debe preocuparnos profundamente el dramatico contraste entre la entidad y la novedad de los problemas planteados, y la rigidez de los ordenamientos juridicos, el atraso de las medidas renovadoras e incluso [a flagrante insuficiencia de las estructuras materiales.

Por cierto, ese contraste supone unas responsabilidades politicas precisas. Estarnos pagando ahora el precio de una cierta politica, vinculada con los rasgos que ha tenido en Italia el bloque dominante. Considero que esta peculiaridad del blogue dominante ha inf1uido de dos maneras: por el peso que los aspectos clientelares, parasitarios, de exagerada improductividad han tenido sobre el con junto de la actividad del Estado y sobre un derroche de recursos materiales y humanos; y adem as -este es el aspecto que mas corresponde subrayar en este lugar- por el forzamiento de todos los componentes de casta y corporativos de la rnaquina de la just.cia; forzamiento que consistio en utilizar esos componentes de casta como instrumento para imponer unas reglas, que no se lograba hacer aceptar a traves de la elaboracion de unos aparatos de hegemonfa mas modernos.

Aunque esta concepcion exagerada del orden iuridico como corporacion encerrada en una relacion exclusiva con ciertos sectores del ejecutivo haya sido iitil para determinados intereses de partido, ha provocado graves dafios, porque aislaba al mundo del derecho respecto de las grandes corrientes renovadoras y en cierto sentido dejaba a los operadores del derecho, y a los magistrados en particular, a merced de las concesiones y de las dadivas que pudiese 0 quisiese otorgarles el poder constituido. Cuanto mas se aceptaba una concepcion de la justicia como corporacion cerrada, como recnica misteriosa,

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mas arduos resultaban los problemas de los magistrados y mas insuficientes las palancas reales y las alianzas necesarias para afrontar la crisis, e incluso para hallar los recursos materiales requeridos por los organimos judiciales. La separaci6n, querida y favorecida por el poder dominante, se reflejaba en la debilidad de las estructuras.

No subrayo estas casas porque me guste la polernica politica 0 para descargar responsabilidades, sino para ac1arar cuales son las vias necesarias para una politica de reforma y cuales son las fuerzas que pueden fonentarla. Yen realidad es demasiado poco afirmar aqui que el progreso de una politics de reformas reside en la fuerza de las mas as. Si la iniciativa en este terreno se limitase a dirigirse 3 la clase obrera y a los partidos populares presentando un paquete de reformas y requiriendo su apoyo, cree que el discurso no seria ganador. Seria todavia un discurso en el que las masas deberfan ofrecer un apoyo politico a una proposici6n que seguiria siendo exterior a su experieneia y roo se produciria un acercamiento real a los contenidos que constituyen la substancia misma de la reforma. Si queremos veneer 1a separaci6n e involucrar realmente a las grandes masas populares, es necesario que las proposiciones de reforma se vinculen con las necesidades de seguridad, de moralizaci6n de 1a vida publica, de lucha contra 13 desigualdad y el privilegio, de funcionalidad y rapidez en la justicia, que hoy son sentidas agudamente par millones de hombres y son objeto de la discusi6n cotidiana de la gente. Lo peor seria que las proposiciones de reforma quedasen al margen de esta discusi6n molecular, porque entonces, en el mejor de los casos, se verificaria una coexistencia mecanica entre el apoyo a unas medidas de reforma democratica y la supervivencia de unas opiniones confusas y a menudo atrasadas, de un «sentido cormin» acerca de la justicia, no revivido criticamente. De hecho, se reproduciria una «delegacion» en un cuerpo de juristas, aunque se diese en un terreno mas avanzado.

Quiero decir que la valoracion de las medidas de refcrma su congruencia, las etapas y las formas de su aplicaei6n deben conectarse con la determinacion de :as experiencias de rnasas a traves de las cuales se esta produciendo hoy, en el nivel de millones de hombres, una reflexion acerca de 13 justicia. Pienso en la manera en que, a partir de las innovaciones que se estan produciendo en el prcceso del trabajo, cabe elevarse hasta un nuevo modo de administrar justicia, Pienso en la manera en que el debate y el conflicto acerca de bienes

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de masas como el ambiente, el territorio, la vivienda y la salud, pueden provocar la aparid6n de unos sujetos colectivos del fen6meno juridico, superando unas costumbres seculares de atomizaci6n individualista. Pienso en las nuevas orientaciones acerca del reclutamiento de los jueces, ace rca de la importancia y el relieve de la prevenci6n, ace rca de la e1ecci6n de los bienes para poner bajo tutela, acerca de las innovaciones en los instrumentos coercitivos. a que se puede Hegar a partir de la alarma y la ira de la gente frente a las formas que asume la criminalidad en nuestra epoca. ~Acaso nuestra gran experiencia reciente en materia de derecho de familia y de emancipaci6n de la mujer no expresa el patrimonio de sensibilidad, la voluntad de discusi6n y el potencial de progreso que cabe valorizar? Y, par otra parte, ~ acaso son posibles unas conqui stas efectivas y duraderas, en un campo tan inestable y controvertido como el de la justicia, si no se siembra en profundidad? (Acaso las mismas fuerzas de vanguardia, surgidas entre los operadores eel derecho, pueden librar realmente una bata11a eficaz si no se hacen cargo de tantas y tan arraigadas nociones de sentido cormin?

He dicho que la misma eleeci6n y [erarquia de las medidas de reforma ha de estar en correspondencia can el proceso de tales experiencias de masas. Para poder dar ejemplos en este caso es necesario entrar a considerar el contenido de algunas soluciones que se han discutido en el presente coloquio. Se na discutido mucho -este ha sido uno de los temas mas debatidos- si y como es posible Ilegar al juez electivo, y par consiguiente ace rca de las form as de las eleceiones, acerca de los requisites, las cornpetencias, etc., etc. Estoy a favor de la proposici6n de la eleccion directa; propicio esta opci6n precisamente porque me parece esencial impulsar con energia el proceso de implicaci6n de las masas populates en las ternaticas que tanto nos interesan. Precisamente: me parece que este proceso de irnplicad6n -en el est ado de las cosas, tales como se presentan boy en nuestro pals- puede resultar muy favoreddo por el establecimiento de una instancia en 1a que las masas de los ciudadanos intervengan directamente en la designaci6n de una parte de los jueces. En sintesis: advierto, par cierto, los problemas, las dificultades, los interrogantes que se presentan a1 escoget la vla de la eleccion direct a . pero considero que actualmente el hecho de 11amar a la genre a que patticipe de una manera tan explicita en la eleccion de los jueces es un dato, una sefial que -por as£ decirlo-- divulga el secreto de las

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cosas de la justicia y subraya de Ia manera mas incisiva que el mundo de la justicia no es un patrimonio de casta, sino que su fuente primaria es 1a soberania popular. Cabe pensar tambien que quiza mas tarde convenga cambiar el criterio y optar por formas de elecci6n indirecta; pero hoy, para los fines de una toma de conciencia popular, cree que el recurso a 1a elecci6n directa tiene una eficacia incomparable.

Se ha discutido mucho, tambien aqui, acerca de las funciones del juez elective; y se ha discutido acerca de los requisitos necesarios para las e1ecciones. Se ha dicho que incluso desde un punto de vista democratico hay que tener cuidado de no crear una especie de rnagistrados de segunda clase, que despues resulten re1egados a unas funciones marginales por falt a de competencia, dada 1a especificidad y 1a tecnicidad del saber jurfdico. Y no creo que estas dificultades deban ser desestimadas en 10 mas minimo, Sin embargo, preguntemonos: (acaso no tenemcs que encarar de un modo nuevo tambien 1a cuesti6n de la «competencia» del jcez? Ya se presenta can claridad toda una serie de cuestiones para las cuales la administraci6n de 1a justicia, precisamente porque es «tecnica», precisamente para 1a exacta aplicacion de 1a norma, requiere un conocimiento y una valeracion de unos fen6menos sociales y politicos, que s610 una relaci6n directa con 1a dinarnica de la sociedad, con 1a evoluci6n de las costumbres y con 1a manifestaci6n de los conBictos socia1es, puede proporcionar.

No es diffcil advertir como se esta ampliando el area de estos conocimientos y valoraciones necesarios para el juicio. Por cons iguiente, tambien tenemos que ampliar la noci6n de la «competencia» del juez, mas alla de los Iimites de 1a mera preparacion academica, Y sobre to do se advierte tambien aqui la utilidad de una innovaci6n que introduzca en el cuerpo de los magistrados 1a aportaci6n de otras experiencias, casi diria de otras culturas, para los fines de un enriquecimiento que, sin duda, sera dificultoso y complicado, pero que resulta indispensable precisamente para una nueva «tecnicidad», para una efectiva adecuacion del saber juridico.

Naturalmente, tenernos que trabajar en favor de una dialectics efectiva, de una circulacion de ideas que no sea de sentido iinico. Consideremos e1 tern a del tribunal popular. Se ha discutido acerca del pape1 del tribunal popular, acerca de 1a arnplitud de las funciones que hay que confiarle. Se ha objetado que poner a trabajar al juez

popular junto con el juez togado desemboca en una subordinaci6n del primero respecto de la «tecnica» juridica, precisamente de 1a «competencia», del segundo. Pero (acaso si los mantenernos separados, es decir si exduimos a1 juez popular de la instancia tecnica-especifica, su si.bordinacion queda eliminada? No. Subsiste. Incluso se agravara: se reforzara sobre to do 1a idea de que por encima de las vicisitudes de la sociedad existe una tecnica jurfdica aut6noma, metahist6rica, que s6lo puede ser dominada por una casta. Vale decir que seriamos derrotados precisamente en el punto decisivo para toda 1a renovaci6n de la justicia.

Por e1 contrario, me parece fecundo poner a trabajar a1 juez popular junto con e1 juez togado, precisamente en el aspecto espedfico de 1a discusi6n juridica, no para anular 0 eliminar la especificidad ni para desestimar el peso de la tecnica [uridica, sino incluso para que 1a misma involucre cada vez mas rambien a aquel que es la expresi6n directa de la soberania popular, para que este se habitue a referir su juicio a una concepcion mas general, a una instancia estatal; es decir: para exigirle que se refiera al nivel de la direcci6n del Estado y al mismo tiempo para que sienta que 1a relaci6n con la instancia de la norma general no es, no debe ser, algo «misterioso», reservado para un grupo de i1uminados.

No pretendo que las soluciones que propicio sean las mejores ni q.ie dejen de entraiiar ciertos riesgos. Me interesaba exhibir el nexo existente entre estas opciones particulares y el avance en 1a gente de U:1a proposicion de reforma. Me interesaba subrayar hasta que punto tarnpoco en este caso resulta util ni es posible decidir de manera abstracta un esquema de reforma y despues dirigirse a los «politicos» para decirles: «rea1izad1a»; separando, rambien en este caso, 1a cultura de la politica, la tecnicidad especifica de 1a acci6n politica. Entre las diferentes instancias ha de haber autonomia, pero no puede habet separacion. Debemos elaborar las fcrmas, las instituciones aptas para este dialogo con 1a sociedad y con Ia mediacion politica. Tambien porque resulta verdaderamente extravagante pensar que un «sector» de la justicia pueda ser racionalizado y modernizado desrnernbrando- 10 de un Estado, que en su conjunto siga siendo tal como es actualmente.

Se ha hablado de programar las etapas y los desarrollos de la reforma, y todos comprenden la fuerza de selecci6n y 1a firme voluntad politica necesarias para tal prograrnacion, dada la restricci6n de los

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recursos materiales disponibles y la acumulacion de los problemas no resueltos y de las necesidades Iegitimas. Pero un ejecutivo fragmentado en feudos, como el actual, no puede ni sabe programar. Un parlamento que no reconstruya racionalmente, junto con las regiones, un modo arm6nico v orden ado de organizaci6n del poder legislativo, no puede producir ..:.....en medio del tumulto impetuoso de esta sociedad cambiante- un as leves claras y funcionales. Una administraci6n estatal en la que predomina el formalismo exterior de las «polizas» y el seccionamiento corporativo, no esta en condiciones de producir el extraordinario esfuerzo que se necesita para crear rapidamente nuevas estructuras materiales. Adernas, la programaci6n no significa s610 un prograrna, como los errores cometidos nos 10 han ensefiado: siznihca tarnbien 1a administracion de ese program a, es decir un dete;minado tipo de Estado, una relaci6n de consenso y participacion de 1a gente, en la medida en que quiere ser una programaci6n democratica, He aqui, pues, 1a pregunta que se p1antea: ~es po sible situar los problemas de la justicia dentro de esta nueva concepci6n? Creo que no, a menos que se establezca una nueva relacion entre la magistratura v el pais. Y digo francamente que no me parece suficiente un llamado a los «politicos» ni tampoco una presi6n sobre los mismos, por fuerte que esta sea. Las fuerzas politicas no lcgraran conseguir la fuerza v Ia claridad suficientes para esos cambios y para ese tipo de administracion, a menos que discutan con los operadores del derecho, a partir de sus experiencias, y las sinien dentro del conjunto de un razonarniento organico ace rca del Estado.

Esta dificultad no se soluciona tampoco mediante la introduccion en e1 orden judicial de una delegacion en favor de unos grupos de laicos: no 5610 por razones de principio, sino tambien porque se neccsita una reIaci6n continua y mucho mas organica, que permita un conocimiento redproco del proceso de constituci6n de Ia sociedad \. (Ie 1a proyecc.on del mismo sobre la instancia iuridica.

No ignore que cuando se menciona esta relaci6n surge la preocupaci6n por una eventual injerencia que lesione la independencia del magistrado, y sobre todo surge el temor de que los partidos se «repartan» las areas de influencia. Tampoco afirmo que ese peligro no exisra, puesto que 10 vemos a nuestro alrededor. Sin embargo, digo que e1 peligro de 1a injerencia facciosa no puede ser conjurado insistiendo en 1a separaci6n que ha provocado la marginaci6n de la justicia. Realmente tenemos que asumir todos la pagina nueva que hay que es-

EL JUEZ EN LA SOCIEDAD DE MASAS

cribir. Tenemos que ser capaces de elaborar las formas de una dialec- tica ideal y politica, basada sobre Ia Constituci6n.

A menudo en los debates y en los coloquios que afrontan los problemas de la justicia se insiste sobre el significado de unos valorc» como la independ~n.cia de la ma~~str~t~ra,. 1~ libertad de~ ju~z e~ el momento delicadfsimo de la funcion jurisdiccional, la obediencia de juez a la ley, la exigencia de la certeza del derecho. No creo qve nadie pueda desestimar el significado y el alcance de estos valores o reducir su reafirmaci6n a la manifestacion de un espiritu con~en'i1d dor. ~C6mo es posible, sin embargo, darles vida hoy, en la socled<1 actual, en esta epoca de transicion, de cambio?

Ya he mencionado los gran des interrogantes can que se enfrel1ta hoy la conciencia moderna. ~ Una obediencia a que ley? Incluso [a ley suprema de nuestro pals, 1a Constitucion, requiere una interpretacion y exige una dinamica. Ya he recordado que el articulo 3.0 de la Constitucion sefiala una contradiccion radical que atraviesa toda la sociedad: afirma y exige una igualdad formal y comprueba la e:xj.~tencia de una desigualdad substancial. Precisamente por esto la apltcacion de la ley, 1a reducci6n del hecho a la norma genera., nos I'arece por cierto un valor, pero un valor que sigue siendo incomplet~' contradictorio; en virtud de 10 cual nos parece que esa igualacion formal ante la ley contiene un elemento de injusticia. Y advertirrr-" este caracter contradictorio en virtud de la coneiencia nueva, moder- na, que tenemos de los condicionamientos sociales y tambien en vir, tud de una nueva comprensi6n, tambien aguda y atormentada en nuestra epoca, de la individualidad. Como recordaba antes, estas ccr- ricumbres ya no se encuentran solo en los libros y en la mente de unos pocos y tampoco s610 en la Cons ti tuci6n , sino en el animo de millones de ciudadanos organizados y, par consiguiente, tambien .en la mente y en la experiencia misma del juez. En efeeto: ~c6JPo seria posible substraerse a las mismas? La di6cultad para ~esoLver este problema hist6rico se manifiesta a veces en el carac-t:er contradictorio e incluso en la ambigiiedad del legislador y de tas leyes; par ello, la misma «certeza del derecho» se presenta como '"lln arduo prcceso, como una conquista siempre en discusion.

Esta es la dificultad con que se enfrenta el mundo del derecho en nuestra epoca: la consideramos sin falsas presunciones, dado que se trata de la dificultad de una instancia relevante de la sociedad moder- na y se refiere a un patrimonio que no nos resulta indiferente, por,,- ue

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LAS MASAS Y EL FODER

EL JUEZ EN LA SOCIEDAD DE MASAS

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el movimiento obrero ha eontribuido en gran medida a su constitucion. Se trata de una dificultad que esta eonfiriendo una nueva fisonomia -si no me equivoco-- rambien a la administracion de la justicia, que en muchos easos ya no se limita a la referencia del easo a la norma, sino que entrafia nuevas funeiones por parte del juez; y, por ejemplo en el derecho penal, ya no solo requiere unas sanciones, sino tambien unas formas cada vez mas extensas e interesantes de intervencion preventiva.

Tambien desde la perspeetiva de estas nuevas funeiones, y no solo por una invocacion formal de la obligacion fijada por la Constitucion, vuelvo a percibir 1a va1idez, la importancia, la urgencia de Ia participacion popular en la administracion de Ia justicia. Con esto no quiero presentar una imagen mitica de las masas populares. Me parece incluso que e1 hecho de que, tambien dentro de Los masas (quisiera decir: tambien dentro de muehos de nosotros), subsistan, junto con la exigencia de una nueva justicia, unas concepciones viejas, mecanicas, de 1a justicia como represion; ese hecho entrafia una dificultad. A menudo yeo que, tam bien en e1 hombre del pueblo, la exigencia de un garantismo exagerado frente a la arbitrariedad secular de los prepotentes coexiste con la ilusi6n represiva de que la pistola del policia 0 el endurecimiento de la pen a podrian bas tar para imponer la reparacion de los dafios; cuando, por el contrar.o, estes han de ser combatidos en su raiz,

Estas contradicciones existen, e incluso se introducen en nuestras propias filas. Pero tambien existe un potencial nuevo, que estd madurando. La gente, el pueblo, esta realizando en estos afios unas experiencias sociales a traves de las cuales quid por primera vez llega a conocer, y mas aun diria yo a vi vir, unas cuestiones que se refieren al caracter fundamental del Estado, a la funcion del derecho y a1 papel de la norma. Mirad como, incluso a partir de unas experiencias de violencia y de degeneracion de la sociedad, van surgiendo unas reflexiones de masas acerca de la funcion del juez, y aeerca de la del medico, el psiquiatra, el maestro.

Tambien es un nuevo signo el trabajo que estan desarrollando aeerca de estos temas de la justicia los partidos obreros y populares, colmando retrasos e insuficiencias, y desplegando tarnbien una reflexion autocritica. ~Por que no advertir la contribucion de estas experiencias a la Iucha por una reforma de los ordenamientos judiciales?

Par otra parte, el interes de mi partido en estos temas no tiene un caracter sectorial, sino que se refiere a una necesidad, par as! decirlo, estrategica y 3 la concepcion que hemos estado desarrollando acerca del cambio de la sodedad en Ia democracia. Recordareis la elaboracion teorica, las experiencias practicas y tambien el trabajo politico a traves de los cuales los comunistas hemos definido nuestra propia via de avance hacia el socialismo, que ha de producirse, no solo dentro del pluralismo politico, sino tambien a traves de una rica dialectics ideal, que revitalice los derechos del individuo, las posiciones de las minorias, las biisquedas, las «herejias», necesarias para la libertad de la cultura y para la marcha del pensamiento. Nuestro partido ha surgido para realizar un cambio radical en las estructuras de la sociedad y por eso ha vivido intensamente el problema de la fuerza de las viejas estructuras sociales; fuerza no solo represiva sino tambien ideologica, implicita en los aparatos. Se trata de un partido, pues, que se ha planteado agudamen:e el problema de como desbaratar ese poder coercitivo de las tendencias conservadoras. Sin embargo, las experiencias del movimiento obrero mundial y tarnbien los errores y las dificultades de nuestros compafieros de otros paises nos han ensefiado mucho; por eso quere:nos hoy ur.a lucha de las masas y un cambio social que no dejen lugar para la arbitrariedad: aunque se trate de la arbitrariedad de la parte innovadora; aunque se trate de la arbitrariedad a 1a que se recurre frente a la dureza del conflicto con el enemigo de clase. Entendemos este rechazo de la arbitrariedad en el ejercicio del poder, esta conexi6n entre democracia y socialisrno, no como una concesi6n que hacemos a otras fuerzas politicas, sino como una necesidad para las masas mismas que tienen que emanciparse: como una certeza de las mismas de que la dialectica politica, la solucion de los conflictos sociales, la unificacion del pais, progresaran si se garantiza la libertad y el derecho de los individuos a participar y a decidir, es decir si se garantiza la amplitud, Ia riqueza y la creatividad del proceso renovador. Para la construccion de semejante via resultan fundamer.tales la posicion de los grupos intelectuales, el progreso de un nuevo saber, de una nueva capacidad de cornprensian y de organizacion del mundo; y mas que nunca advertimos el enorme peso que, en esta relacion articulada entre cultura y pueblo, tiene la historia del saber [uridico, tal como se ha ido formando historicamente en nuestro pals: tenemos plena conciencia de Ia influencia que e1 mismo ha tenido -para bien y para mal- en la vida de

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Italia, en Ia determinacion de las hegemonias, en la competencia entre las clases.

~st,o ?s permite apreeiar Ia importaneia que asume para nosotros 1~ ,di~Iect1ca interna de este saber, sus modos de vida y de organizaCIon mtern~ y su relacion con el pueblo. Quizas alguno de vosotros haya advertido, en otros encuentros, la obstinaei6n con que me renero a una socializacion de los problemas de fa [usticia. ~Aeaso es un error 0 una utopia pensar que los problemas que hemos estado discutiendo a~u{ puedan plantearse entre la gente y ser discutidos con la gente?, PI en so que no; y pienso que de esa comunicacion dependen tambien casas mucho mas generales, que se vinculan con el futuro de toda Ia nacion.

9. CRISIS Y RENOV ACION DEL ESTADO *

Creo que la experiencia y la practica del partido politico rncderno han representado, al mencs en un area decisiva del mundo, una gran novedad histories a traves de la cual se ha producido (en resumidas cuentas y a pesar de las mil pruebas e incluso tragedias que ello ha implicado) la agrupaci6n y la promocion de grandes masas humanas, que antes solo eran objeto de historia y se encontraban disgregadas y dispersas en el nivel de la servidumore 0 de la clientela. Un compafiero, que ha intervenido anteriormente, nos advertfa con gran lucidez del peligro de volver a encerrar nuestra investigacion dentro de un esquema eurocentrico y nos incitaba a incluir en nuestra reflexion estrategica e institucional el area enorme y decisiva del tercer rnundo. Creo que tenemos que reilexionar sobre todo su razonamiento, y me parece que no me salgo del mismo si sefialo que la experiencia del partido politico ha terminado por incidir tambien en la vida de continentes con den ados durante siglos a1 subdesarrollo. Considero que ciertos modelos del Este y del Oeste, aunque con diferencias muy profundas, han influido (para bien y para mal) tambien en esos continentes, tarnbien en paises euya composicion social es radicalmente distinta, Conviene recordar estos hechos, contra cualquier reaparicion del qualunquismo 0 bien de las ilusiones espontaneistas.

Pero es verdad que en nuestra epoca el problema de la formaci6n de una voluntad politica colectiva se ha dilatado y complicado; sobre todo a medida que ha ida aumentando la necesidad de realizar una «prevision», la exigencia de un plan, de una capacidad para seguir apuntando a la «meta lejana» y para Iograr un control humano del curso de los acontecimientos. Hoy advertiroos que los interrogantes

* Extracto de la intervencion en el coloquio sobre «Politica e storia in Gramsci», Florencia, 9-11 de diciembre de 1977 , publicado en Rinascita n." 50-51 (23 diciembre 1977). '

10. - INGRAO

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acerca del papel del partido politico, su significado y su crisis, surgen del conjunto de los acontecimientos, del desarrollo mismo del conflicto politico, social e ideologico. Les vemos surgir por el lado de los grupos dominantes: a partir del desarrollo del «Estado asistencial», de su tendencia a organizar las masas desde arriba, dentro de un horizonte que sigue siendo de subordinaci6n: para que la «polttica», el «asunto general», siga siendo tarea de pocos, funcion de unas elites, y para que la organizacion de las masas no transgreda la frontera de una concepcion corporativa,

(Pero como y donde es posible fijar hoy una frontera corporativa en una sociedad en la que tambien continuamente unos intereses particulares y sectoriales chocan cada vez mas con el Estado y se encuentran cad a vez mas (0 bien pueden llegar a encontrarse cada vez mas) en contacto directo con unas formas de organizacion polltica autonorna de la clase obrera 0 de los scctores explotados? Tal es, pues, la contradiccion del «Estado asistencial»: para «rnantener» la relacion can la sociedad tiene que abrir espacios para la organizacion de las masas, para el agrupamiento de intereses y de sectores; tiene que vincularlos de manera organizada coti el Estado; y al mismo tiempo todo esto entrafia el riesgo de que los intereses corporativos se cristalicen, se independicen y que, en el contacto con la dimension estatal, sientan ademas la fuerza de atraccion ejercida par el movimiento dernocratico, par los grandes conflictos politicos e ideologicos provocados per la dernocracia politic a en las sociedades de masas. Por ella, la crisis no se limita solo al campo econ6mico 0 «fiscal» (para utilizar la formula de los conocidos analisis de O'Connor), sino que (al menos en una serie de paises ) se proyecta cada vez mas sobre el sistema de instituciones, sobre el conjunto de las relaciones polltico-sociales.

Se podrla decir que, dentro del marco de la dernocracia. el «Estado asistencial», por una parte, se encuentra perturbado por la exagerada magnitud que asumen los fen6menos corporativos que el rnismo alimenta, hasta llegar a la imposibilidad de controlar la rnaquina publica y a la feudalizaci6n de la mis:na; y, por otra parte, es perjudicado por la posible politizacion de estos baluartes corporativos y, por consiguiente, por un eventual desplazamiento de los mismos hacia un terreno de lucha mas avanzada, De esta manera se desarrolla un proceso contradictorio: por una parte, el impulso Irenetico hacia la corporativizacion, para bloquear la autonomia y la unidad politica

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S Y RENOVACI6N DEL ESTADO

CRISI I

b ' por con-

arte el inrento tra a)oso

de las masas populares; por otra p "". ' , )'unto con la esperanza

, d la corporatlVlZaClon,

trolar las consecuenclas e ito lib bi t de 13 capacidad autorre-

, 1 rmto 1 recam IS a d

recurrente de reammar e It lia es un teatro dpico e esta

guladora del mercado, Me parece que atinua tension entre la dimen-

reiterada 1ucha de front~rb~'l'ddededsta copnansion de la demoeracia, entre

, , ivs v Ia pOSl I I a e ex

sion corporativa y d "'n de la sociedad,

" ' , la emocratlzaClO 1" )

la corporatlvlzaclon Y 'oUtico (de la slntesis po lt1C~

Pero el problema del partido P " 1 del movi-

el lado democratlco, en e campo .

tambien se plantea por £ d las reestructuraclOnes

, te por e eeto e h

miento obrero; precisdamden '1' mo consecuencia de la luc a

id 1 'a capita 1St a co 1

produci as en a socre , ue las mismas suponen en e

obrera; y por ~as transformaCl~n~: ~ocial v en los aparatoS de reprosistema product1v~, en la compos1ClO~es tran~formaciones, se v~e~ve a duccion de la socledad, Frentc a :a h acosado al ffiOVlffilento plantear la vieja pregunta (que sforrne a traVes de las cuales se obrero) acerca de las bases y las, o~~as o~itica v de clase,

produce la fonnacion de una ~on~~en Pcambio 'profundo en el es-

Mientras tanto se ha pro UCI °1 un imiento obrero ha ido orgaquema tradicional :nediante el ~ua1 ~e m~:~o a' el desarrollo de una nizando en los dlferent,es parses 1 m~ consistente en el par cO:lciencia poHtica autonoma: 'de d esque resular las relaciones entre partido-sindicato, con su cap~~l a ~~r~is~o tiempo su incapacidad In lucha social y la lucha politica, Y di a1 de]' ar 10 «social»

bi .. d d s y contra icciones.

para resolver las am igue a e 1 d las institueiones esta-

en manos del sindicato y reservar e campo ~

id 1 rupos parlamentanos,

tales para el parn 0 Y os g r te tipo de relaci6n se

I'd d 1 menos en nuestro pais, es E

En rea I a , a 1 h representado en uropa

ha ido quebrando: ante to do pOdr ? q~: a de tavlorizacion, por el

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el avance e proceso d d tradicion del smdlcato e

golpe que el mismo ha ase~ta ~ ~ t~ a udn: <wbrero de rnasa» y la gremio, por la ~me~~encla te~a ;;~a alienacion, de la separaci6n consiguiente agudlzaclon del ducci , de la proaresiva reduc-

It de la pro UCClon, " ,

can respecto a as me as, "d era fragmenta de un mecamsmo

cion del obrero a la condiclon e rn tros (pero tambien en otras que le es extr~o, Al menos entre nos~n el dnema de~ .~arpartes), el sindicat~ se ha encontrado1 c fabrica e inc~O""Coh "r~S!>~ mado Y debilitad~ lndus? dentr~i~: s: lucha haste irtauir.-1b;;., tel'Qll;'\1I al tern a del, sal~~lO'dol blenb ~mp d las metas de lif .'Ptoduccion ~ ~ de la orgaruzaclon e tra ajo, e

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LAS MASAS Y EL PODER

significado mismo del trabajo. Un dilema, pues, entre experirnentar tambien una calda en la conciencia de categoria laboral 0 bien buscar nuevas enfoques para la forrnacion de la conciencia politica y trabajar en favor de una nueva relaci6n entre la fabrica y el Estado.

Pero este es precisarnente el problema: (cen que procesos de formaci6n de una voluntad colectiva y, por consiguiente, con que rel aciones entre el momento de la teorla de la scciedad y esa bisagra tradicional (al rnenos en los paises avanzados de Occidcntc) entre el Estado y 1a sociedad civil representada par el partido politico? Todos recordamos 13 retlexion gramsciana acerca de las forrnas de transicion de la fase economico-corporativa al memento de la «conciencia estatab, de la transforrnacion en Estado; formas de transicion entendidas no como procesos temporales definidos de una vez por todas, sino como una tension continua, un perrnancnte replantearniento de los diferentes niveles; y recordamos que Gram sci tendiu a vincular esta capacidad de «conciencia general» con d desarrollo de una «psicologia de los productores», con la asuncion por parte de la clase obrera del papel de protagonists de un nuevo desarrollo de las fuerzas productivas, de una nueva «racionalidad» capaz de colmar, en ultima instancia, la milenaria separacion entre gobernantes v go-

bernados. -

Perc por mi parte, a1 menos, sigo pensando (si estov ecnivocado otros podran corregirme) que en la investigscion de Gra~sci no estaban previstas, ni eran previsibles, todas las corisecuencias complejas de los procesos de estandarizacion y de taylorizacion, con el entrecruzamiento de relaciones entre los diferentes sectores, a!imentado por la misma concentracion monopolista, y por consiguiente con la complicaci6n de las mediaciones sociales, esratales e ideologicas.

Tam~ien en el, tambien en sus obras, a veces predornina, al par~cer, la Idea de ~na conciencia polftica externa, de una cultura de positada en el partido, que ha de lograr una reunificaci6n final de la multiplicidad reproducida en la Iabrxa y en la sociedad. Podriamos preguntarn.os si no predomina tambien en ella hipotesis de que el proceso mismo de taylorizacion ha de introducir en la sociedad un elemento de racionalizacion, precursor del advenimiento del «Principe moderno», del nuevo «intelectual colectivo», de la funcion del partido politico.

Hemos visto que. el proceso es mas contradictorio y complejo; sabre todo en 1a medida en que se han ido ampliando el terreno del

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conflicto las fuerzas comprometidas en el mismo y 105 aliados posibles (y ~ecesarios) de la dase obrera. Y en nuestro partido h~mos comprobado e1 peligro de roda tendencia a cristalizar en un orgams~o la conciencia te6rica, que podia entrafiar no solo el riesgo .de sober~;a desp6tica (al que Gramsci ha dedicado frases feroces), sin~ t~mbIen una esclerosis del analisis de los procesos reales, una perdIda de contacto con las experiencias concretas a traves de las cuales las grandes masas trabajadoras maduran una conciencia politica autonoma v se e1evan al nivel de «voluntad colectiva permanente». La misma' magnitud y estratificaci6n de la actividad intelectual genera problemas en su relaci6n con el partido politico.

Considero, ademas, que hay tambien otto campo en gran parte inexplorado. Pienso en el mundo de los que so.emos llarnar «rnarginados de 1a produccion», cuya existencia ha incitado a alguno de nosotros a habiar de «GOS sociedades». No entre en la discusion de esta metafora y su signincado. Sin embargo, percibo el riesgo de una ruptura con respecto a los procedimientos fundamentales con que, desde haee mas de un siglo, las grandes masas de c:plotados y oprimidos elaboraron la conciencia y la experiencia politica; es decir, se organizarcn como «voluntad colectiva permanente» ): trataron de prepararse en [uncion de un programa que apur.taba haCl.a «una meta lejana». Con gran dificultad, a traves de err ores y correcciones , hemos anrendido que ese mundo marginado, ese area improductiva, no es s6lo un resuluo precapitalista, una sedimentac.on de histories pasadas s. por consiguiente, una rugosidad hist6rica ~ue h~bia que s.uperar, sino rambien un aspecto esencial del Estado aSlstenClal y a1 mismo tiempo la manifestaci6n de su limite. En rea1idad, quienes pensaban y esperaban que ese area marginada fuese s610 un residuo del cam~o atrasado, un «Mediodia» que habra que soportar y rolerar, han aS1Stido a la explosion de ese mismo problema en las concentraciones urbanas modernas, en las grandes metropolis y en e1 mundo juvenil. Par consiguiente, ese area marginada constituye una parte viva de esta sociedad es el Iruto de este desarrollo; por eso resulta d:Hd ponerla entre parentesis. Se trata de una nueva rnanifestacion de Ia contradiccion que entrafia esta sociedad, Por consiguiente, es un fenomeno que nos atane, que atafie (1 la clase cbrera, a su capacidad de transformarse en Estado y de guiar un nuevo tipo de desarrollo, una nueva c1ase de racionalidad.

Las experiencias, los canales, las formas con que estas masas de

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jovenes, de estudiantes, de rnuchachos, de «asistidos», de parias de las perisferias mediterraneas, toman conciencia de su opresion y marginacion, las ideologias con que las conocen y las viven, son rnuy distintas de las que se han consolidado durante toda la historia del movimiento obrero y tienen pocas sernejanzas con 10 que ha sido el drama del paro tal como 10 ha vivido no solo el jornalero del Valle del Po en otra epoca, sino tambien e1 de PuIla y el de Calabria 0 el de la Sicilia de la decada de 1950. Pobres de nosotros si solo supiesemos reproducir los esquemas de Iormacion politica y cultural experimentados en el pas ado par nuestra tradicion. Pobres de nosotros si no fuesernos capaces de buscar los posibles puntos de experiencia cormin entre el obrero de la moderna cadena de montaje y este tipo de parados 0 de desocupados. No podemos dejar estas fuerzas al alcance de la subversi6n antidernocratica 0 de la corporativizacion,

Si tratamos de examinar mejor incluso las costumbres que esos grupos exhiben (( acaso Gramsci no exige precisamente que 10 hagamosr ), advertirernos que en elIas se expresa toda la crisis planteada en los grandes aparatos de reproduccion social, es decir en los esquemas con que, durante siglos, se han interpretado y consolidado la relaci6n entre los sexos, el momenta educative v la relaci6n entre el pasado y el presente, los problemas de la indi;idualidad, los interrogantes acerca de la muerte, la Ielicidad y el destino del hombre. Hasta hace todavia treinta 0 cuarenta afios toda una generacion del movimiento obrero vi via estos problemas dentro del marco de unas «instituciones» y de acuerdo con unas nociones que mas tarde han sido controvertidas y en parte rarnbien subvertidas. Esto puede atemorizar a algunos. Pero es 10 que ha ocurrido y constituye el camino atormentado y riesgoso a traves del cual se han quebrado unos tabiies seculares. No es prudente considerar que 1a dificultad ideal y practica, que se expresa a traves de estos fen6menos, pueda ser resuelta y absorbida dentro de un as formas de organizaci6n, de unos modelos colectivos, de unas reglas de comportamiento, que vastos sectores de las nuevas generaciones nc han conocido y con respecto ales cuales ya no pueden tener validez las certidumbres (0 directamente los carismas) del pasado.

Por consiguiente, hay que definir y construir vias mas articuladas y complejas para la e1abcraci6n de una voluntad colectiva permanente, y hay que volver a definir la relacion entre 10 publico y 10 privado, entre pasado y presente y, pot consiguiente, una capacidad

CRISIS Y RENOVACI6N DEL ESTADO

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de memoria y de prevision que esten a la altura de la sociedad surgida de las luchas de estos afios y tal como se present a en la presente crisis. Esto vuelve a recordarnos el caracter sugerente y actual del esfuerzo de Gramsci para replantear una nueva teoria de la politica, una nueva concepci6n de la actividad politica; y a1 mismo tiempo nos indica hasta que punto esa tarea pes a sobre nuestros hombros, cuanta capacidad de exploraci6n y de innovacion necesitamos si realmente queremos acorneter semejante empresa.

Podriamos decir que la dificultad y la nove dad son dobles: por un lado, se trata de organizar y de unificar las tendencias hacia un nuevo principio de la sociedad, que surgen de las contradicciones presentes en 1a fabric a actual, reestructurada por 1a concentraci6n mcnopolista; por otto lado, se trata de unir esas tendencias a las necesidades de emancipaci6n surgidas de las ccntradicciones que el desarrollo y la crisis del «Estado asistencial» desencadenan en tad a una arnplia area, en que se manifiesta hoy al mismo tiempo una demanda y un alejamiento del trabajo productive, y 1a maduraci6n de unas ideologlas abiertamente «contrarias al trabajo», en el limite entre la retirada hacia el gheto corporativo y la rebeli6n.

En todo caso, se trata de unos procesos que sacuden a la sociedad civil y que desplazan las forman institucionales, las articulaciones internas y las expresiones ideologicas. Asistimos a la multiplicacion de movimientos que rechazan programaticamente una participaci6n en el Estado y que, sin embargo, dia a dia, terminan por toparte con la «cuestion general»; asi como al florecimiento de nnas figuras ambiguas que participan de la naturaleza del sindicato, del partido politico y del grupo cultural; asf como 1a fragmentaci6n de las ideologias. El sistema de casamatas y reductos, estudiado por Gramsci, se complica y en parte adquiere autonornia; al mismo tiernpo toda una serie de funciones de 1a sociedad civil dejan de ser desernpefiadas por organizaciones «privadas» y adoptan un ropaje publico, directamente estatal: escuela, asistencia, informacion de masas, cuidado de la salud. Vue1ven a presentarse la polivalencia y la ambigiiedad de tantos fen6menos de nuestra epoca. Se abren nuevos caminos para una conciencia politica autonorna, se producen nuevas capacidades de libertad, de creatividad humana: y al mismo tiempo se vue1ve a presentar esa perspective que Gramsci 11amaba de «disgregaci6n dernocratica», con el peligro (en un pais como Italia) de que surja un verdadero caos corporative.

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Considero que, si bien se mira, en esto reside la razon profunda, historica, de 1a superaci6n del mono1itismo, de cara a 1a complicacion de las contradicciones en las que hay que intervenir y a la entrada en la palestra de unos sectores sociales que se sinian bastante 1ejos de la cultura, de 1a experiencia y de las formas de organizacion de las fuerzas tradicionales del movimiento obrero y popular. Frente a este arco de historias sociales y politicas, de culturas diversas, la dimension pluralista se presenta como una necesidad, si no se desea marchar hacia una depauperacion y una nivelacion, si no se desea renunciar a la tare a gramsciana de la construccion de una voluntad colectiva permanente, de una nueva racionalidad. Yo diria que la dimension pluralista se preserita como necesaria para rcalizar una hegernonia a esta altura de los acontccirnientos.

Pero el problema no se plantea solo en terminos c.e pluripartidismo. Considero que hay que volver a pensar la forma partido; 0 mejor aiin, su relacion con la nueva dinamica de la sccic.lad civil. Resulta mas imperio sa esa cxigencia a la que se referia Crarnsci cuando consideraba al partido como Ia expresion del bloque historico en construcci6n; pero creo que en un sentido distinto, tanto en cuanto a las formas como en cuanto a las relaciones, Si me permitis una frase bastante surnaria, yo diria que la construccion de una voluntad colectiva permanente necesit a cada vez mas a1 partido como punta de referencia, pero que cada vez menos pucde set encerrada dentro de la sola forma partido (ya se refiera a uno solo a bien a var.os partides). Par consiguiente, parece que la funcion selective, y uniiicadcra de la instancia del partido, precisarnente para poder ser real, amplia y duradera, tienc que liquidar y superar toda inspiracion totalizan:e. La misma tarea «educativa» (como capacidad para engendrar un nuevo «sentido cormin»), que de este modo se retleja en la tcmatica grarnsciana del «Principe moderno» (en el momenta mismo en que este se presenta como mas necesario y complejo ante la articulaci6n contradictoria y el dinamismo de la sociedad civil), rcquiere ya una confrontaci6n abierta de «culturas», una relacion entre praxis y teoria, entre conocimiento c iniciariv. politic», que abarcue diferentes tradiciones y, por consiguieo:e, millones de se~'es hum":1::':s. La eu,_cia y la creatividad de este memento «educative» requieren men os que nunca unos intelectuales considerados cemo «organizadores Jel consenso» 0 (para usar la expresi6n de Vittorini ) como «pifanos de 1a revoluci6n». La dialectica entre cu1tura y politics est~ presente en

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todos los problemas, y de ella tienen que surgir, a nivel de las masas, unas opciones actuales y especificas, pero capaces sin embargo de mantener la meta leiana. La construccicn de unas met as intermedias, capaces de mantener 1a vinculaci6n con las met as generales y al misrna tiempo de ir construyendo los equilibrios necesarios en la democracia, se present a como un aspecto esencial de una estrategia para el cambio.

No serfa dificil dernostrar que todo esto sc opone a los metodos del «verticalisrno» politico y a los habi tos de los intelectuales acostumbrados a desempefiar el papel de «conciencia critica externa». Por cierto: las tecnicas de: poder, la soberbia de las elites, la celosa manipulaci6n de las decisiones dentro de los cornpartimentos cerrados de las «cumbres», la vieja inclinacion de las «almas bellas» a constituirse como grupo intelectuai separado, sen todas formas que tienen una largo historia, que se resisten a desaparecer, que se aterran mas que nunca al terrene, pero Clue cada vez mcnos pueden dar respuesta a este tipo de crisis y dominar las tormentas que ya se vislumbran en el horizonte. Por esto (si se me perrnite subrayar una preocupacion), 10 que mas temo es un debate politico que separe el discurso acerca de las formulas de gobierno, acerca de las alineaciones (el marco politico, como suele decirse) y el discurso acerca de los contenidos, ace rca de las soluciones positivas.

Me temo que por ese camino se vaya bacia una cristalizaci6n de la separacion entre una esfera de politicos autorizados para regular los equilibrios 0 desequilibrios entre los particles, y los grupos de espec.alistas sectoriales, de diferentes niveles e intcrnarncnte Iragmcntados y por eso cada vez mas cncerrados en un razonamiento vuelto sabre S1 mismo; a 10 sumo, con una «guarnicion» (perdonadme lc palabra) de cerebros dedicados a discutir acerca de las filosofbs y las concepciones del mundo. No resulta dificil prever que per este camino la fragmentacion se proyectara dentro de las insiituciones .. agravando 1a organizacion por feudos y sabre todo liaciendo mris diffcil Ia participacion de la gente, de las masas, en 1a construccion de 18s transiciones necesarias, de los obictivos interrncdics :; haciendo, por consiguiente, mas dificil la autodisciplina.

Semeianre perspectivu no s610 tittle muy 1'.'(0 l~lle \-~r con un pluralismo dernccr.iticc, sino C}'..lC tambien entrs.ia un grave peligro de producir una precipitacion negativa de la polivalencia ambigua de ciertos procesos que he descrito mas arriba: no proporciona 1a clave

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para establecer csa capacidad de «prevision», que Gramsci invocaba para afirrnar una nueva libertad y un nuevo indi vidualisrno, y aumenta la distancia entre gobernantes y gobernados; agrava las escisiones que desgarran nuestra epoca. ESt3S son las dificultades que arnenazan a 1a «tragi!» democracia en marcha (para usar la expresion de uno de los inforrnuntes ): 0 bien las instituciones seran capaces de expresar unas sin tcsis de rnasas, de recomponer y de unificar a traves de la intervencion en cl cuerpo social (10 que hoy significa, en el Estado), 0 bien las consecuencias seran dolorosas. Que no sc diga que recomponer y uniticar significa arrnonizar todo por la fuerza y desde arriba: [esas son tonterlas! Por el contrario: hoy mas que nunca unificar significa cptar, seleccionar y por consiguiente confrontar realmente las rnetas, considerar la dialectics entre las diferentes alternarivas; es clecir, todo 10 contrario del pastiche clien.elar, del transferrn.srno «gitanesco», que Gramsci denunciara en uno de sus escritos,

Ya he dicho que estoy convencido de que una corporativizacion de la sociedad en un pals que tiene una hisroria y una cornposicion dernografica como I talia, puede con.lucir a resultados drarnaticcs: no se si a unos autenticos fracases 0 bien a unas decadencias incontenibles, de aquellas que sc pagan caro en la historia. Por lc demas, alguna indicaci6n al respecto debe encontrarse en el entrelazamiento entre la dcstruccion y la perversidad (0 desesperaci6n) corporativa, que se expresa en algunos grupos cxtremistas, en algunas secas. Leamos los periodicos de los grupos subversivas y consideramos ciertas ideologias que subyaccn a la violencia de las balas. No se trata 5610 del ataque al partido corr unisra como enemigo principal, sino que hay mas: el proposito premeditado de quebrar el principio mismo de la mcdiacion politico, es decir la laboriosa aproximacion histories de las c1ases subalternas d problema del Estado, de la «universalidad» 0, para decirlo de manera mas simple, de la capacidad de los oprimidos para desarrollar una propuesta general. No es casual que, en esos grupos , la violencia escuadrista se combine con el rechazo sectario de cualquier tipo de responsabilidad hacia los demas, es decir con b mJS impudica arrogancia corporativa, No es casual ~11~ este ataque contra la rnarcha la boriosa de las clases subalternas bacia una dimension ~ene,:, 1 prcduzrn siempre en los sectores conservadores sonrisas y complacencias.

Por eso, el verdadcro desafio oue nos plantea la crisis se retiere a la capacidad de Ia democracia para producir l!DOS nucleamientos al-

rededor de un nuevo principio regulador de la sociedad ; podriamos decir: la capacidad para producir hegemol1ia. Gramsci significa la investigaci6n acerca de este problema, despues de 1a derrota de 1a dacada de 1930, de cara a las «revoluciones pasivas» can que el capitalismo habia reaccionado ante 1a entrada en escena de Los masas. La respuesta a ese problema es algo que nos incumbe a nOSOUDS: no solo a nuestro partido, sino rambien a todas las Iuerzas progresistus. No es casual que cl deba:e ace rca de Gramsci hava superado ya las fronteras de nuestro ~ais.

10. CONCLUSIONES DEL SEfvUNARrO SOBRE «ESTADO Y PROYECTO DE T~<\NSFORl',11ACTON DE LA SOCIEDAD IT ALIANA» *

Quisiera partir de una cuesti6n que considero importante para la interpretacion correcta de estos treinta aDOS de Republica y cuyos diversos enfoq.ies eutrafian una gran cantidad de consecuencias: esa cuestion se refiere 3. si el advenimiento del regimen postfascista supuso «continuidad» 0 «ruptura» en b vida del Estado Italiano.

cEn que consiste la «novedad» (que considero profunda) del re- 6imen politico postfascista? En otros lugares, algunos de nosotros hemos sabido destacar los carnbios Iundamcntcles que (en el fragor de la lueha de la Resistencia y despues del derrumbarnientc del fascismo) se produjeron en la que solernos ll.imar sociedad civil: el nuevo caracter que asumieron los principles particles politicos, "as transformaciones que se produjeron no s610 en sus bases scciales (los nuevos grupos sociales can los que se vincularon), sino tambien en la actividad de los militantes; el surgirniento, por primera vez en nuestro pals, de un sindicato de caracter unitnrio, can las correspondientes consecuencias en cuanto a un acercarniento y una influencia redproca en las ideologias y en las prricticas sindicales; las nuevas relaclones entre cultura y mcvimiento obrero y. podriamos decir, entre cultura y politica, despues de la crisis y los desplazamientcs producidos pot el regimen Iascisra; etc., etc.

Aqui no es posible analizar los desplazamientos de perspectiva provocados por tales transforrnacioncs. Sin emb~go, quizas valga la pena subrayar des aspectos.

* Conclusiones del seminario «Strow C prorerto di tC~5~Lln'1a"ic:,e della societa it ali ana», Albinea (Reggio Emilia), 20-22 de mayo de 1977. en -Stoto e societe in Italia, Editori Riuniti, Roma, 1978, pp. 349-375.

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1) Los cambia! de estrategia que se produjeron entonces dentro de las corrientes [undamentales de pensamiento y de acci6n polftica. Sin duda pienso ante todo en nuestro partido. En el momenta en que decidi6 convertirse en un partido de mas as y en promotor y protagonista de los procesos unitarios que se produjeron en b Resistencia y de la rcalizacion de una nueva Constituci6n democratica, intrcdujo una innovacion radical en su cstrategia politic}: establecio, en S'J teoria y en su praxis, un nexo entre el carnbio social y el desarrollo de la democracia politica, que constituyo una novedad no 5610 en su historia, sino tambien en 1" orientaci6n del conjunto del movimiento obrero v 'Jar consiguiente en la historia del pais. De esa manera comenzo ~ colmarse la brecha que habia surnido en la izquierda durante la primera pmtgllerm v volvio a ~Stirse -\n:l dialectica nnitaria, una influencia reciproca entre cornunistas y socialistas.

No solo en la izquierda se produjeron novcc:ades. Fue entonces cuando en el area catolica cobr6 relieve una rcflexi6n en torno del problema de la libertad, considerada ya EO como mer a recuperacion de la democracia liberal, y en torno del tema de 1a justicia social, (onsiderada mas aHa de una concepcion cquit:1ti'lO-distriburiva: todo esto era el reflejo (aunque Sl1S manifestacio:1es hicsen complejas) de la conciencia de una crisis de la sociedad capitalista, que la catastrofe (12 1929, el advenimiento de lcs re.timenes fascistas en Europa y despues el conflicto mundial, habian cont ribuido a generar. Solo a traves de estos desplazamientos de estratcgia pucde cornprenderse por que despues se lleg6 a ~ormdar U!,3 Constitucion como h actual, cuyos principios (pienso en particular en el articulo 3) fundan h libertad sobre la igualdad y afirman incluso que e1 proceso rnismo de realizaci6n de los derechos de Iibertad presupone que los rrabajadores accedan a la direccio.i del Estado.

2) La articulaci6rl mucbo mas extensa que fue asumiendo fa sociedad civil, no 5610 en oirtnd de las transiormaciones de los rasgos de los partidos y los sindicatos, sino tambien por la aparicion de nuevas [ormas de asociacion tanto en el campo patronal como en el de las masas populares, a menudo can aspectos ambiguos, contradictorios y oscilantes. Basta pensar en el contraste entre la Iuncion inicial (como instrumentos para crear la escision) y la evoluci6n afectiva de una serie de organismos sociales ycorporativos del mundo cat6lico; en las nuevas estrueturas adoptadas par la Confindustria y en la aparicion de una arnplia red de sindicatos denominados «autdnornoss

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(de cufio corporativo 1. Considero que solo ahara (y 5610 en parte) comenzamos a estudiar y a clasificar los fenornenos que se produjeron entonces

Sin embargo, creo que para destacar la noved.id del rc;gimen postfascists no basta can serialar estos hechos. '\19.5 prccisarnente: pienso que no cabe valorar estos hechos en si niismos, separados de los cambios que se expresaron en los dictados de L Carta constitucional y en las instituciones estatales. Me parece que todo sefiala la conveniencia de un analisis global de los procesos (ll'C se desarrollaron en la sociedad civil. en la maquina estatal en sentido esrricro y en la norma escri tao

En primer lugar quiero rccordar los carnbios que SC:pUSO el surgimiento del regimen postfascista, tarnbien en las instiruciones estatales en cuanto tales. Aqui solo puedo sefialarlos sorneramente.

(/) Por pr.mera vel. en nuestro pais se introdujo el sufragio universal, en virtud del cual accedi6 al voto la mitad de la poblaci6n hasta entonees excluida: el electorado [ernenino. Al rnismo tiempo, tue en esos aries cuando echo practicarnente raices en I t:11i:1 el sistema electoral proporcional, que s610 habra hecho una aparicion en la primer a postguerra, y penetro en todos los niveles de eleccion en un grado apenas experimentado en otros paises Se trato, pues, de unos desplazamientos importantes en el uso del veto v en las bases de los instrumentos de la dernocracia representative. Solo una vision estrecha y esquematica puede considerarlos como aspectos sccundarios.

b) Desapareei6 la rnonarquia, polo conservador en el que se habia producido la coagulacion permanente de intereses de casta, con todas las consecuencias que tal desaparicion supuso para el papel de los partidos politicos, para las relaciones con e 1 ejecutivo y los cuerpos separades, para los poderes del parlamento en terrenos fundamentales como la politics exterior y la gesti6n del aparato militar. Es cierto que surgieron otros poles, que trataron de reproducir posiciones de monopolio politico en terrenos fundarnentales: (: pero acaso esto elimina 1a ruptura y 1a innovacion representadas por la Republica en 1a historia concreta de nuestro pais?

c) Tales modificaciones alteraron no solo las relaciones de fuerza denrro del parlarnento, sino tambien un aspecto fundamental de la manera de funcionar de las asamb1eas electivas, Valdria la pena analizar con mas detenimiento las consecuencias de la entrada en accion del partido comunista, de un partido socialista renovado e incluso

de un partido como el dem6crata cristiano, con respecto a los contenidos y a las form as de la democracia representativa, y a la relacion concreta que de esa manera establedan can ella millones de trabajadores y de ciudadanos. Si no me equivoco, hay una gran difcrencia entre to que bacia en el parlamento el partido socialists de la primer a postguerra y la manera en que (a pesar de tantos defectos) se movieron las izquierdas en el parlamento de la segunda postguerra.

d) Se produjo un cambio de hecho en el caracter del poder local, cambio que fue mas alla de la letra misrna de las normas que 10 regulaban. Cornenzo por entonces ese desplazamiento de 1a actividad municipal desde el area del suministro de deterrninados servicios hacia los ternas del desarrollo, de la ocupacion, de. ordenarniento territorial. Por cierto, se produjo una separaci6n dramritica entre estas tareas y los poderes reales de que disponian las asambleas electives locales. Pero el horizonte se modifico: el sindico y el asesor cornenzaron a asumir funciones nuevas.

Seria muy interesante incluir tam bien en esta investigacion a aque- 110s grupos que paredan mas encerrados en una cristalizccion de caste y en los que sin embargo surgieron unos primeros ferrnentos de transformaci6n: por ejernplo, en la organizaci6n de la magisrratura Ceria uti! analizar exhaustivamente 10 que ocurrio en la cultura jurklica :\ partir del gran debate de 1a asamb1ea constituyente y de 1<) C"'L1.',' en 1a palestra del pensamiento catolico y marxista. Si no me equivcco, se desarrollo entonces una nueva reflexi6n general acerca de la siruucion del pals y acerca de su relacion con el mundo moderno.

Pues bien: aqui solo me interesaba recordar aquellos elerncr: ,JS que demuestran que no se trato de una meta restauraci6n de las instit.iciones politicas existentes antes del fascismo; y me interesaba relacionar esas transformaciones institucicnales con [a nueva form" de organizaci6n de las masas y de 1a sociedad civil en general y can los pr.ncipios escritos en la Constitucion, Si quere:nos hab1ar (como se ha hecho) de 1a Constituci6n en sentido material, que entonees se puso en marcha, tenemos que aprehender este ccnjunto de [enomcnos en su interconexion y en su influencia redproca. Por ejemplo: renemos que examinar el sentido que asurnieron el sufragio universal y el sistema electoral proporcional en un pals en e1 que estaban mznifestandose de un modo nuevo (es decir: con nuevas form.is de concien cia politica y de organizacion) grandes masas cue hasta entcnces se habian mantenido bastante alejadas de la vida del Estado; rnasas que

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podian invocar los principios de 1a Constitucion que fijaban fill alidades sociales (y per consiguiente unos lirnites posibles) para la propiedad privada y para la utilizacion de los grandes medios de producci6n, y que a6rmaban (articulo 3 de la Constirucion) la existencia de un nexo entre libertad y ernancipacion social, entre derechos de libertad y derechos sociales.

Por esto hay que corregir la interpretacion extrema segun 1a cual los treinta afios de Republica (0 al menos los primeros veinte afios) revelarian solo una contraposicion entre la Constitucion eruendida como conjunto de norrnas abstractas, conge1adas en el limbo de la imposibilidad de toda realizacion practica, y un regimen dernocrata cristiano que se impuso ampliamente y que beredo y continuo la vieja estructura del Estado liberal y fascista.

Por el contrario: se produjo un proceso que, aunque arduo y contradictorio, ha hecho que las disposiciones de la Constitucion no se hayan quedado en rneras palabras, sino que se hayan convertido en elementos de una experiencia de lucha de amplias masas populares, de la que han surgido unas conquistas reales y unas politicas institucionales: conquistas amenazadas y limitadas, pero que han producido una ruptura er; la vida del Estado italiano:

Desde esta perspectiva se comprende mejor una serie de procesos que maduraron durante la sermnda v la tercera decada de la Re1Jublica y que no cayeron del cielo.T'or ejernplo: en otra parte he subrayado que el «sindicato de los consejos», el sindicato unitario de las decades de 1960 y 1970, que aborda el terna de la organizacion eel trabajo, de las reforrnas sociales y eel desarrollo, ha surgido entre nosotros tambien porque a partir de la Resistencia se puso en marcha una primera aproximacion al rnismo qne, aunque interrurnpida, nunca fue eliminada de raiz. Tarnbien este punta de partidn ha facilitado despues la rnarcha de una nueva unidad sindical, basada sobre 1a autonomia y ccnstruida en el nivel de 13s masas: tarnbien 1a existencia de ese trasfondo ha asegurado la orientacion v la lucha del sindicalismo italiano contra cualquier tipo de ni\'claci6n corporativa, De esa gran tradicion unitaria antifascista ha snrgido el marco politico dentro del cua1 el «sindicato de los consejos» ha realizado y conquistado tan amplios ambitos de libertad y de iniciativa.

Analogarnenre, los estatutos regionales de In decada de 1970 (a pesar de que surgieron con un grave retraso de veinte afios) han tenido tales rasgos democraticos y tales contenidos de poder, porque

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ya se habia formado, habla resistido y se habia desarrollado (no s6lo en la cabeza de algunos intelectuales) toda una concepcion del papel espedfico de las autonomias locales.

De esta manera se ampliaron las bases de la lucha politica y social; se gener6 una riqueza de articulacion dernocratica y de instancias de intervenci6n y de decision (democracia de base:" que ha sido una contradiccion jarnas eliminada de las posiciones de predorninio conquistadas por las fuerzas capitalistas congregadas alrededor del «rnodelo Fiat», a partir de la ruptura de 1947-1948. Se fundo y se mantuvo en actividad una dialectic a entre las mas as organizadas y la red de instituciones representativas en los diversos niveles; dialectica que no logro destruir ni siquiera el pesado monopolio politico ejercido por la Democracia cristiana.

He insistido largamente sobre estos puntos, no tanto para defender un patrimonio politico como para destacar que los mismos nos remiten a un problema de analisis de 1a sociedad capitalists. que supera las fronteras de nuestro pais. Considero que durante estes iiltimos afios en el Occidente capitalista se ha dado un paso import ante en el conocimiento y en el estudio de las modiiicaciones intrcducidas en el sistema capitalista a partir (aunque mas nc sea para atenernos a una periodizacion clasica) de la crisis carastroiica de 1929 y despues en los grandes trastornos de las decades de 1930 y 1940, Y con el intento de renovacion capitalista realizado despues del derrumbamiento del fascismo y la difusion de las politicas keynesianas. Se ha trabajado en el analisis de las novedades producidas con e1 advenimierito del Ham ado «Estado asistencial»: y poce a poco se ha comprendido de manera mas clara la profunda transforrnacion del papel del Estado que se produjo a 10 largo de casi medio siglo: su intervencion direct a en el terreno de la produccion, su nueva fur-cion de regulacion y de control del cielo, Ia manera en que se ha hecho cargo de los crecientes costes sociales, las conmociones producidas en los grandes aparatos que garantizan la reproducci6n del sistema. Para decirlo con pocas palabras: en la actualidad vemos con bastante clsridad que los procesos de concentraci6n monopolist a y su incidencia en el funcionamiento del mercado han puesto er; crisis el esquema y la ideologia del Estado democratico liberal y han modificado cualitatioamente las formas de intervencion estatal y su relaci6n con 1a sustancia del proceso productivo.

Desde esta perspectiva, comprendemos mejor hasta que punto la

11. - JNGIU,O

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extensi6n de los grupos improductivos, la dilataci6n de los aparatos piiblicos, la creaci6n de nuevos roles intelectuales, el enorme crecimiento del gasto publico, con sus consecuencias inflacionarias, etc., etc., no son el fruto ce una «corrupcion» 0 de una degeneracion de casta, sino que tienen un fundamento en los mismos procesos productivos yen sus celulas fundamentales; 0 mejor aun: 1a corrupci6n y la degeneraci6n de casta se injertan en unos fen6menos profundos; por consiguiente, no solo es absurdo pensar que los monopolios industriales y financieros constituyen una «racionalidad» ajena a semejante corrupci6n, sino que tampoco parece que estos fen6menos puedan ser contrarrestados mediante una renovaci6n del moralismo. Per esta razon, y no por espiritu de parrcquia, consideramos con tanto interes las anticipaciones de Gramsci.

Sin embargo, creo que se presentan dos exigencias. La primera surge de la irnpresion de que las novedades del «Estado asistencial» han sido examinadas sobre todo en su vertiente, per decirlo asi, econornica y que tcdavia no han sido suficientemente analizadas con respccto a las transformaciones que el mismo prcdujo en las formas de la dialectics politica y en los mecanismos internes de las instituciones. ~Que cambios ha producido el «Estado asistencial» en el modo de ser concreto, en las funciones y en las teorias del partido politico y del sindicato? ~ Que repercusiones han tenido esos carnbios sobre los instrumentos normativos, las caracteristicas y en las consecuencias de las leyes, el surgimiento de aparatos polivalentes?

Creo que uno de los aspectos mas provechosos de este coloquio consiste en su contribuci6n a una mejor cornprension de estas transforciones. Quiza sea necesario realizar un esfuerzo ulterior para unificar y seleccionar los temas investigados. Por mi parte considero que seria uti! concentrar mas la atenci6n sobre aquellos organismos que (aunC:l1e de moco diverso y de acuerdo can las diferentes situaciones) desernpefian actualmente la funcion de bisagra entre 10 publico y 10 privado, y que por esa razon son tipicos de la nueva relacion que existe entre el Estado y la sociedad civil, y en ese sentido resultan decisivos tambien para comprender los problemas con que se enfrentan los organismos tradicionales de la democracia representativa (parlame::1to, ejecutivo, etc.). Pero mas adelante me referire a este aspecto del problema.

Ahora me interesa destacar que, cuando £alta el analisis de esta

vertiente, se termina por ignorar una gran parte de los problemas que hacen hablar hoy en Occidente de una «crisis del Estado», se permanece encerrado dentro de una concepci6n mecanicista de tipo economicista y se olvida la importancia, el caracter especihco que asume cada vez mas 1a instancia «politics»; importancia que ha producido el desarrollo de 1a conocida polernica (cualquiera sea el ejercicio que nos merezca la misma) acerca de 1a existencia de una virtual «autonomia de 10 politico».

Pasa ahora a 1a segunda exigencia que me interesa destacar. Considero que cuando desarrollamos el analisis de 10 que denominamos el «Estado asistencial» y de su actual crisis, no podcmos detenernos en la relaci6n entre el Estado y los procesos de concentracion monopolista, considerados en forma aislada, como si solo se tratase de una relaci6n de sentido unico. Precisamente al liberarnos de las viejas ataduras del economicismo, estamos aprendiendo que el mecanismo capitalista (y no solo hoy) esta profundamente arraigado en Ia politica y que por eso necesita del Estado segun unas modalidades que estan en vias de ampliaci6n y no de restriccion, Pero todo esto se produce en medio de una lucha en 1a que tambien e1 movimiento obrero participa y desempeiia un papel protag6nico.

Direis que todo esto es algo elemental, Sin embargo, constituye un tema fundamental de confrontaci6n y de conflicto. Considero que de hecho en el examen sistematico de las instituciones estatales y poIiticas del capitalismo maduro se suele hacer abstraccion de la incidencia y de la influencia de las clases oprimidas, es decir del desarrollo real y concreto de las contradicciones que maduran en el seno de la sociedad capitalista. Hecho que resulta curioso, dada la presencia del movimiento obrero y popular a nivel mundial; presencia que (a pesar de sus limitaciones, de sus graves errores y de sus derrotas) ha marcado todo nuestro siglo con con:nociones y transfermaciones de relieve excepcional. Yo dirla que esta negativa a percibir tambien en los mismos desarrollos de la sociedad capitalists (yen las mismas «revoluciones pasivas» a las que se referia Gramsci) 1a marca de la iniciativa obrera y popular, parece un signa 1a persistencia de una concepci6n de 1a crisis del capitalisrno que en ultima instancia sigue siendo «catastr6fica» y rnecanicista, y de un esquema historico que levanta una muralla china entre la vieja y la nueva sociedad, dejando de lado tcda posibilidad de una penetraci6n de las clases explotadas dentro del Estado que no termine reduciendose a una

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integracion claudicante, a una adecuaci6n pasiva respecto de las It:YLs del mecanismo capitalists.

Considero correcto el enicq ue que desarrolla una concepcion mas articulada y «procesual» de la crisis del capitalismo, de Ias etapas y de las aceleraciones que esta entrafia )' sobre redo de la dialectics entre 10 viejo y 10 nuevo que la misma genera. Este enfoque permite tambien comprender mejor la razon de determinados desarrollos del «Estado asistencial» y las causas de las di6cultades que el rnismo atraviesa, del desgaste de algunos de sus mecanismos de intervencion y de mediaci6n.

Tampoco en este caso desestirnaria yo el alcance y la influencia de la renovacion democratica surgida precisamente para retomar una periodizaci6n conocida, de [a crisis y de las di6cultades del afio 1956 (derrota de la politica de Foster Dulies, desescalada de la guerra Ina, crisis del viejo colonialismo, fracaso del imperialismo norteamericano en Vietnam, reafirmaci6n -aunque con graves rctrasos- del :nundo

Dentro de este marco maduraron las luchas obreras v estudiantiles de la decada de 1960, los movimientos de 1968 y .las nuevas exigencias sod ales y politicas. Quiero decir que la irrupci6n de los movimientos anticapitalistas, la afirmacion de las necesidades de igualitarismo y de participacion, los impulsos antiautoritarics no pueden separarse de la pcrsistencia de la democracia poll tica en toda una parte del mundo ni de ciertos desarrollos originalcs, aunque ernbrionarios, de la misma en determinados paises. La misma critica que una serie de movirnientos igualitarios y antiautoritarios de Ia decada de 1960 ha dirigido contra los contenidos de la democracia reprcsentativa, es, en cierto modo, hija tambien del heche de que la democracia politica no s6lo ha evitado la trampa de una revancha reaccionaria (como la de la decada de 1920), sino que se ha caracterizado (de diversas maneras, en los diferentes paises ) por la entrada en 1a palestra de grandes masas organizadas. Quiza me equivoque, pero me parece que todavia no se ha realizado un anal isis completo y comparado de los nive1es de conciencia y de organizacion que las masas populares han ido adquiriendo poco a poco en el Occiden.e capitalista despues del derrumbamiento del fascismo: unos niveles ineditos de sindicalizacion inc1uso en sectores no obreros, unas formas de participacion en la vida politica y unos cambios en las actividades de los partidos, unos desplazamientos en las culturas y en los grandes aparatos de reproduccion, unas modificaciones en toda el area de las

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confesiones religiosas, nuevas formas de influencia redproca en la escala mundial por efecto de los grandes medios de informacion de masas, etc. Tras el «movimiento de 1968» se encuentran estos desplazamientos, que han influido no s610 sobre las relaciones de fuerza en e1 interior de los paises de capitalismo maduro, sino rambien en favor de las luchas de liberaci6n de los paises antes sometidos al colonialismo. Se trata de un entrelazamiento: Vietnam ha venddo tarnbien porque en las metropolis capitalistas, durante la decada de 1960, se produjo una renovacion de la democracia, un peso cada vez mayor de la voluntad de paz. Al mismo riempo, Vietnam, rarnbien Cuba y antes Argelia representaron unos extraordinarios canales de conciencia anticapitalista, de critica de las sociedades burguesas, de union en la izquierda de las rnasas [nver.ilcs de todo el mundo. Este es el trasfondo de la explosion de 1968, que madur6 en la d emocracia politica y en el uso nuevo que logro hacer de la misma el movimiento obrero v popular de una serie de paises. EI desgaste del «Estado asistencial» se vincula can estos desplazamientos de las relaciones de [uerza politicas y sociales (por cierto, en cada pais con diferent.es niveles v en funci6n de diversos tipos de equilibrios): las contradicciones que se producen en el sene del mismo no son, por decirlo asi, solo econ6micas (1a crisis del «Estado fiscal» '., sino tambien (y sobre to do ) contradicciones que se plantean en el nivel politico-estatal: en la utilizaci6n v en las caracteristicas de las instituciones, que en realidad no cabe' interpretar en una sola direcci6n, como si solamente los grandes monopolios industriales v financieros ej:r~iesen u~~ influencia v una in6ltraci6n. Se ha hablado de una «C!lSIS de legwmacion», para utilizar una formula preferida por Habermas. iPero esa crisis deriva de 1a [alt a de [unrionalidad 0 del cardcter incomplete de 1a democracia politica? Esto es 10 decisivo.

Permitidme que me remonte un poco mas 1ejos. Quizas aun no nos hemos liberado p.enarnente de una interpretacion unilateral que considera la misma consolidacior de un Es:ado democratico liberal como el result ado de un «proposito » consciente e incontrovertible de la burguesia triunfante, y que no comprende que tanto en su surgimiento como en sus desarrollos se produjo una lucha en la que los movimientos obreros desempeii.aron tambien un papel activo; lucha que ha marcado y extendido las reivindicacicnes de libertad. de igualdad politica y de soberanf3 popular.

No ignoramos que en este terreno de la democracia politics los

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g:upos dominantes lograron desarrollar una «maniobra», pero tambien sabemos que estuvieron obligados a realizarla, y en terrninos tales que a veces no consiguieron controlarla. (Acaso no es cierto que en toda una serie de paises (incluida Italia) Ia democracia politica se ha ido manifestando como contradict aria con el «privatismo» yean la anarquia de Ia sociedad capitalista, y que ha tendido a superar los limites del «Estado separado» y de la politica de «deIegaci6n de poder» en un deterrninado grupo? (Ac?so no es cierto que, dentro de este marco de dernocracia politica, se ha hecho mas patente el coofIic.to entre Ia Iogica del «trabajo abstracto», ?ropia del sistema capitalista, y la determinacion de unos fines generales, que por su propia natura1eza entrafia Ia democracia polftica?

Pero sigamos adeIante. No ignoramos que eI «Estado asistencial», desarrollado en los paises de capitalismo maduro precisamente para combatir la consolidacion (dentro de un regimen democdtico) de una autonomia politics y de una capacid.id hegemonies de la elase obrera (y por consiguiente eI surgimiento de un nuevo bloque de poder), tiende a dislocar y a frag-mentar la accion de las masas en unos niveles corporarivos, y que para ello recurre a toda una serie de paIancas piiblicas y de instrumentos ideologicos. Sin embargo, reflexionemos un poco. En nuestra epoca, en que masas de millones de hombres y mujeres se vuelven activas ;' de clguna manera entran en Ia paIestra de la competencia democratica, las mismas agrupaciones de tipo co rporativo asurnen unas caracteristicas nuevas y ya no p~eden. ser cornparadas con las viejas camarillas de tipo clientelar: sus ~lmenslOnes se arnplian, adquieren espesor v fuerza organizat.va, const!~uyen cU,adros estables, adquieren unas capacidades de condicionamiento mas consistenres y sabre todo (en muchos casos) quedan exp~lestas a la a traccion qll". 18 dimension politica propiarnente dicha ejerce sobre ell as a 10 largo de una Frontera que suele ser movil. Estos organismos corporativos, pot una parte, se cristalizan v de ese modo tienden a preservar precisamente su capacidad de cont;ataci6n; y por otra, resultan cad a vez mas constrefiidos. ineluso desde Sll propia perspectiva, a definirse con respecto al Estado y a la politica; 'de ~odo tal que quedan expuestos a la influencia ce los grandes confIlc:os politicos e ideo!6gicos que la democracia polltica genera en lac; sociedades de masas. Por eso diria yo que. dentro del ~ marco de la democracia, el «Estado asistencial» por una parte se encuentra nerturbado por la exagerada dimension que asumen los procesos corpo-

rativos que el mismo estimula, basta llegar a la imposibilidad de controlar la maquina publica y ala /eudalizC!ci6n de la misma; y por otra parte resulta resquebrajado por 1a posible politizaci6n de estos ba- 1uartes corporativos y, por consiguiente, par 1a rendencia de estos a desplazarse hacia un terre no de lucha mas avanzado. De esta milnera se da un proceso contradictorio: por una parte, el impulso frenetico hacia 1a corporativizaci6n, para detener ~a transformaci6n de la democracia politica en democracia social; por otra parte, el intento trabajoso par controlar las consecuencias de esa corporatlyizacion, junto con la fantasia recurrente de lograr una restauraci6n de la capacidad autorregu1adora del mercado, es decir: el viejo esquema arruinado de la democracia liberal.

Quiza no resu1te aventurado suponer que ItaHa es uno de los

paises en que est a doble tension se manifiesta con mas fuerza y en que, por consiguiente, la crisis del «Estado asistencial» es mas aguda_ Cada dia nos enfrentemos con las graves disfunciones y los signos contundentes del malestar y de la desconfianza que esta crisis involucra. Considero que tenemos que plantearnos con mayor cbridad las preguntas que subyacen tanto a este estado de animo de la gente como a los interrogantes mas sencillos.

Prestemos atencion: incluso cuando la gente invoca el «buen gobierno» y s610 pide al parecer seriedad y eficiencia, se esta planteando unas preguntas fundamentales acerca del caracter y del ordenamiento del Estado. Tales preguntas nos atafien muy de cerca, porque los comunistas somos la innovacion surgida l'. partir del 20 de [unio. No olvidemos que en 1948 la operacion de De Gasperi se impuso , en gran medida, porque unos sect ares bastante ::Implies consideraron que estabamos ligados a un modele de Estado que rechazaban 0 ternian: en ese momento, nuestra propuesta «estatal» no parecio c\'.ra o clirectamente no fue comprendida; considero que esc fue el asnecto decisive que limite nuestra c?T)~cidad de expansion, \' nC' tanto la cuestion del «Afilatino» norteamericano.

Por eso, hay que colmar dpidamente estes retrasos co S6:8 ~n el plene del analisis sino tambien en el de las propuestas positivas, Retrasos que, per cierto, se han producido: Considero que tambien en nuestras fibs han tenido cierta influenda las concepciones :" enfoques economicistas. Quiza se piense que un [uicio como este carece de Iundamento, dado el peso que tiene sobre la acci6n normal de nues, rras organizaciones la consideraci6n de las condiciones politicas ge-

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nerales y locales y de 10 que, en sintesis, se suele denominar el «marco politico», Sin embargo, me parece que a veces estas valoraciones conducen a una valoracion reductiva de 1a «politica», que se concentra mucho sobre las pos.ciones de los partidos y de la cumbre del Estado y que no profundiza, en cambio, en el conocimiento y en 1a valoracion del conjunto del sistema politico y estatal, de sus articulaciones y de sus desplazarnientos.

De modo que, aunque en elIas se hayan comprometido un os sectores rnuy capaces de nuestro partido y aunque sus resultados hayan sido muy interesantes, la profundizaci6n de aspectos fundamentales de 1a organizaci6n estatal y publica, la investigation y 1a proposici6n referidas a los «cuerpos» y los aparatos del Estado no se han integrado de manera adecuada en el conjunto de nuestra exper.encia, no han dejado de ser «secroriales», no han salido de manos de .os «especialistas» y sobre todo no han logrado convertirse en el contenido de una experiencia politica de masas, es decir realizar una correcta conexion entre cultura y politica, entre tecnicidad especifica y 1ucha poIitica general. POl' esa razon han seguido separadas de los aspectos rea1es de 1a lucha.

Uno de los informes introductorios del presente coloquio ha presentado nuestra propuesta relativa a una reforma del Estado. Esta ultima se interpreta como la base para el desarrollo de 10 que en dicho informe se denomina «la revancha del valor de uso», Me parece que esto entraiia un desplazamiento de nuestra optica. Tendernos a liquidar toda concepcion «instrumental» del Estado como maquina exterior al ciudadano-productor (rnaquina cuya sola «rnoralidad» v eficacia se intenta, a 10 sumo, asegurar). Ponemos en primer plano todos los procesos que ayudan a la maduraci6n del autogobierno y que, por eso, favorecen y organizan la socializacion de la politica, Las mismas descentralizaci6n y articulacion de los poderes no se presentan como un recorte de esferas aisladas, sino como una articulac.on v una democratizacion del proceso de recomposicion de la sociedad, 'como arraigo efectivo de nuevos valores en e1 cuerpo de la sociedad. No creemos en las soluciones desde arriba. No consideramos que sea suficiente con un cambio de dirigentes: precisamente porque no nos convence la idea del Estado como maquina «exterior» a la sociedad civil, como una «racionalidad» autonorna, susceptible de ser adaptada «tecnicamente». La transformacion del Estado, por la que lucharnos, vive, tiene que vivir en el modo de ser y de producir de la gente,

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Esto supone que la discusi6n acerca de nuestro proyecto a media plazo no se agota en las cumbres politicas y en los coloquios de espedalistas. Necesitamos una discusi6n de masas, en el sentido simple y concreto de la palabra; y esto s610 resulta posible en la medida en que la discusi6n acerca del proyecto se vincula con un as experiencias en desarrollo, con la confrontaci6n y can el conflicto activo acerca de las cuestiones que afectan actualmente la vida y la conciencia de las masas populares. Solo de esta manera ese proyecto sera alga mas que un mero libro, algo mas que un mero estudio.

No creo que esto signifique nivelar la investigaci6n a quitarle energia. Entrafia, por el contrario, 1a exigencia de un rigor autentico y efectivo para todos nosotros: precisamente en la medida en que pone directamente de manifiesto todas las implicaciones actuales de Lila opci6n politics e ideologica de largo plaza. Rigor este que mucha falta nos haee.

11e explico: cstamos luchando por una democracia capaz de definir y de afirmar nuevas metas, de expresar nuevos «valores». Esta es la perspective des de la que hemos planteado la cuesti6n de la «austeridad»: que significa, pues, todo 10 contrario de una reducci6n al nivel de 10 existente.

Consideramos que estas nuevas metas no pueden ser obra de una camarilla jacobina, del predominio de una sola tradici6n politics. Para construir su unidad, para afirmar su eapacidad hegemonies, la clase obrera tiene que asurnir 1a diversificaci6n social e histories productc del desarrollo de la sociedad capitaiista. Para ello tiene que ser capaz de elaborar una respuesta a las cor.tradicciones que surgen dentro de 13s mismas fuerzas sod ales que constituyen los sujetos potencia1es de un carnbio. No podemos «pasar por alto» esta realidad, so pena de pagar un precio precisarnente en nuestro propio terreno: es decir, en el terreno del avance hacia el socialismo. Considero que en esto reside 1a verdadera ruptura con cualquier forma de integrismo comunista, nsf como 180 raZO:1 profunda de una estrategia de construccion del socialismo basada sobre el pluralismo, Los otros son necesarios: prescindir de ellos significa depauperar la sociedad que queremos construir y, por consiguiente, dcpauperarnos a nosotros mismos.

Una vez aclarado que este tipo de arnalgama entre democracia y socialismo no es una concesi6n hecha a los otros sino una necesidad nuestra, hay que reconocer que plsntea un problema en cierto modo inedito Si bien se mira, 10 que planteamos es un proceso de transfor-

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macron de la estructura social y el advenimiento de una nueva jerarquia de las clases, ya no a traves de un conflicto «destructive» que congregue las fuerzas sociales bajo una sola bandera, sino a traves de una modificaci6n y de un compromiso mutuo de formaciones politicas con caracteristicas y bases sociales muy distintas y que conservan sus diferentes maneras de vincularse con su propia cultura, con su propia tradici6n.

~Es posible un proceso profundo de transforrnacion de tal amplitud y complejidad? Creo que el mismo supone necesariamente las siguientes condiciones. Primera: una experiencia unitaria de masas que incite a la gente a la biisqueda y la confrontacion, y que estirnule a las fuerzas politicas y sociales para que aborden las transformaciones necesarias de sf mismas y de la sociedad, a traves del encuentro con la realidad. Una confrontacion de las tradiciones, de las culturas, de los programas no solo entre si, sino tarnbien con la realidad: a nivel de millones de hombres y mujeres. ~Dificil? ~Imposible? ~La DC no 10 perrnitira? Pues bien: si pensamos como se han elaborado en nuestro pais las plataformas de los mayores movimientos de lucha de los iiltimos afios, vemos que las mismas no han surgido de un «compromise» estatico, de una suma de posiciones, sino que han supuesto un desplazamiento hacia adelanto de las conciencias de las culturas, del «sentido cormin», que ha involucrado a ciudadanos, a estratos del pueblo, con una historia y una cultura rnuy arraigadas. He aqui, pues, un criterio de seleccion, un panimetro politico que aconseja privilegiar todo aquello que refuerza y arnplia 1a dernocracia de masas y aleja la elaboracion y la decision politicas de las «cumbres», de las elites politicas, para aproximarlas a los ciudadanos, al pueblo, al hombre sencilIo, y conferirle a este unos poderes reales.

La segunda condicion, segiin mi criterio, consiste en la capacidad para elaborar unos objetivos intermedios. Y en este sentido no comprendo realmente por que algunos se han sorprendido tanto pot el hecho de que hayamos hablado de un «proyecto a medio plazo». ~Acaso uno de los aspectos fundamentales de la crisis italiana no exige precisamente una capacidad para producir desplazarnientos progresioos (en este sentido considero pertinente hablar de «proyecto» y tambien de «modelo») y para lograr un control y una orientacion de los conflictos )r de los desequilibrios que, par cierto, suponen estos desplazamientcs progresivos?

Si tal es la perspectiva real, si de otro modo se desemboca en una

escisi6n que reduce la capacidad expansiva de la base obrera, entonces se ve con claridad la urgencia de una «cultura de las reforrnas», capaz de insertarse en las luchas y de operar en el nivel del «sentido cormin», Para ponerla en marcha, para alimentar con ella una estrategia de desplazamientos progresivos, de objetivos interrnedios, es necesario especificar la dialectica, las formas politicas, los instrumentos institucionales capaces de regular su conflictividad y sus tensiones. Solo asi los ciudadanos y el pueblo se sentiran participes y garantes; se sentiran realmente sujetos de un proceso que cabe prever largo y complicado. De otro modo (prescindiendo incluso de la accion de los grupos subversivos y de los «titiriteros» que los utilizan) sera muy grande el peligro de una dispersi6n, de un encierro de cada sector en sf mismo, de una pa:-alisis ante las dificultades.

Dare algunos ejemplos. Cuanto mas busquemos una transformaci6n basada sobre un proceso unitario y un compromiso que modifique las diferentes corrientes politicas e ideolcgicas, mas debemos concentrar la atenci6n en la instancia y en el 9.mbito en que se producen la selecci6n v la unificacion de los fines; para decirlo de un modo mas sencillo:' en los ambitos y en las forrnas que deciden las opciones fundamentales. Ya hemos dicho que el proceso productive remite cada vez mas a la «politica» y revela each dia mas el desgaste del esouerna democratico liberal (que confiaba en la capacidad reguladora ~ selectiva de la espontaneidad del mercado, lirnitandose a garantizar roHticamente su funcionarniento) 0 bien la crisis del «Estado asistencial- (que ha tratado de sustituir ese «modele» desgastado).

De car a a estos problemas, hemos prcsentado una perspective que asigna un papel centra! a las asambleas electivas. Desde este angulo, hemos hablado de «posicion central del parlarnento»: formula que ha tornado carta de ciudadanfa en la discusion politica, y que remite necesariarnente a otras cuestiones: (Posicion central de que parlamento? 0, para decirlo de otra manera, (como se expresa, c6mo se realiza esa «posicion central» del parlamento?

Un compafiero que ha intervenido anteriormente ha present ado una interpretaci6n significativa de esa formula cuando se ha referido al parlamento como «centro de unificacion politica». Me parece que esta interpretacion no es de ninguna manera obvia, Quisiera llamar 1a atencion a algunos de nuestros interlocutores: que no se diga que estamos proponiendo unas soluciones «lotalizantes» 0 que queremos producir una «homogeneizecicn» del parlamento y eliminar la dialec-

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tica entre la mayoria y la oposicion. Nadie puede hoy desestimar la necesidad fundamental de que el regimen democratico (un regimen democratico articulado como e1 nuestro) exprese una capacidad de agrupamiento y sepa producir unas sintesis capaces de incidir en el cuerpo de Ia sociedad.

Hablemos claramente: en torno de este punto se juega el futuro del patrimonio democratico construido durante estos afios. No soy de aquellos que gustan hablar de «ruina del Estado», porque hablar de ruina sugiere la idea de un vado de poder y disimula las operaciones de reestructuracion que siemprc emprenden las clases dorninantes (sobre todo en los momentos en que la crisis se agudiza). Pero nadie puede negar los elementos de fragmentacion «feudal» con que nos encontramos. Sobre todo, no se puede ignorar que la subversion antidemocratica apunta, de manera incluso impiidica, a utilizar, estimular, potenciar estos aspectos de fragmentacion. La carta que tratan de jugar es la de la impotencia de la democracia.

Una vez subrayado esto, hemos de saber que el camino que lleva hacia un parlamento como centro de «unificacion» no es senci- 110 ni corto. Se trata de una opci6n fundamental, que entrafia otras opciones. Por de pronto, excluye un parlamento que se limite a desempefiar una funcion de seleccion y de legitimaci6n formal del poder eiecutivo, y que se encierre en un trabajo de control, renunciando a Ia tarea de la direccion politica. Quiz.is esta sea actualmente la exclusion sobre la cual haya mayor consenso. Pero tarnbien significa excluir la hipotesis de un parlamento entendido como 6rgano, por decirlo aS1, tecnico-sectcrial, que se limite a verificar y a integrar, en el t~~reno de la producci6n Iegislativa microsectorial, las decisiones politicas adoptadas en otro ambito: me refiero a un parlarnento que, aunque desempefia una funcion activa, que no dirige politicarnente a1 pals.

(Estamos realmente de acuerdo acerca de esta segunda exclusion?

Plant eo esta pregunta porque estar de acuerdo y querer un parlamento que elabore las gran des opciones pollricas, entrafia unas consecuencias precisas y requiere ademas una capacidad para articular e~ un complejo ~?itario, coordinado, 1a enorme variedad y multiplicidad de las d~~lslones pa~lamentarias. Se trata, sin duda, de lograr una programacion de los nernpos, de los temas y de las discusiones. En otra parte he sefialado hasta que punto la «feudalizecion» del poder ejecutivo, y la fragmentaci6n del gobierno en una serie de «ba-

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luartes» ministeria1es separados impulsan por reflejo a1 parlamento, a sus comisiones, hacia una forma de organizacion tambien «ministerial», y por consiguiente hacia una reprcduccion del esquema de la division ministerial.

Pero quizas ya sea hora de destacar que el problema es mas amplio. Resulta dificil dejar de percibir que en el trabajo parlamentario pesa y predomina la decision ad hoc, con respecto a cada provision legislativa, frente a las instancias de recomposic.on general. de ponderaci6n global y, par consiguiente, de seleccion efectiva. Es probable que este rnetodo se vincule con una situacion social y politica que suponia una creencia profunda en la capacidad autorreguladora del mercado yen 1a capacidad del ejecutivo para constituirse como la sede de seleccion y de unificacion de 1a intervencion del Estado. Como si dijeramos que la seleccion fundamental se produce por obra del mercado, y que el marco que garantiza esta seleccion y que, por consiguiente, dirige politicamente, reside en el ejecutivo. Hoy estos dos elementos han sido puestos en tela de juicio, por decirlo aSI, por las cosas mismas, es decir: por esos procesos consoEdados (y de caracter mundial) a los que ya me he referido. Ademas, guste 0 no guste, en nuestro pais rige una Constitucion que ha desarrcllado profundamente la funci6n del parlamento y que, de hecho, le asigna unas tareas de transformaci6n estructural de la sociedad.

Consideremos los hechos. Tanto la dialectics politica en acto, como las modificaciones constitucionales y reglamentarias, y la praxis han ampliado la Iuncion, el papel, la cantidad y la cali dad del trabajo del parlamento, han modificado profundamente el papel desempefiado por las comisiones parlamentarias, ban puesto en funcionamiento un bicameralismo con cameras de igual rango y sobre to do han puesto cada vez mas en evidencia la importancia que actualmente tienen las conexiones entre las diferentes medidas, la vinculaci6n entre las decisiones y los tiernpos de realizaci6n, la ejecuci6n (y ya no solo la publicacion) de las leyes, su experimentacion en la practica,

(Como mantener la conexion entre una y otra providencia parlamen taria , no solo en el nivel de las comisiones caroerales, sino tambien en el de la Camara 0 las Camaras? Es decir: (como lograr mantener continuamente activa la instancia de coordinacion y de seleccion? (Y como hacerlo en medio de la multiplicidad de posiciones que se dan en un parlamento como el nuestro, construido sobre la base de unos sistemas electorales proporcionales y frente a esa so-

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ciedad civil tan variada y organizada a la que antes me he referido?

Me parece diHcil que estas preguntas puedan encontrar respuestas satisfactorias si solo se acnia en el nivel del ejecutivo. Que no haya malentendidos: sigo estando convencido de que la instauracion de una colegialidad autentica y efectiva en la formaci6n y en la conduccion del gobierno (es decir, el advenimiento de unos gobiernos efectivamente basados sobre unos contenidos programaticos definidos y no sobre meros acuerdos entre las distintas formaciones politicas) no debilita sino que favorece la consolidaci6n del papel central desempefiado par el parlamento, es decir su capacidad de programacion, de seleccion y de unificaci6n. Pero surgen de inmediato dos observaciones:

a) es necesario saber que la situacion y el sistema politico italiano (y no solo por la utilizacion del sistema de representacion proporcional) entrafian una amplia articulacion de fuerzas politic as muy particular y, por consiguiente, una tendencia hacia unos gobiernos de coalicion can una notable dialectica interna: dialectica que puede y debe ser organizada y fertilizada, pero que excluye al parecer (al menos dentro del marco democratico) la posibilidad de unos gobiernos fuertemente centralizados. Por 10 demas, inc1uso en ciertos paises de O~cidente que han sido exhibidos como modelos de bipartidismo, se asiste actualmente a un proceso que tiende a formas de direcci6n gubernativa de caracter complejo; y cabe comprobar el fracaso de tentativas de centralizacion, incluso en el marco de regimenes presidencialistas (como ocurri6 en el caso de Nixon);

b) la unificacion a Ia que nos estamos refiriendo apunta a un arco muy amplio de fuerzas y de representantes del pueblo. Precisamente, la amplitud extraordinaria que ha adquirido la normativa estatal, la multiplicidad de los actos y de los instrumentos, las fuerzas que es necesario comprometer e involucrar, aconsejan que Ia unificacion-selecci6n se realioe en el nivel parlamentario, en la representaci6n parlamentaria. De no ser asi, el parlamento tended a funcionar de Ia manera exactamente contraria: tendera a producir una dispersion, y aumentardri las fragmentaciones corporativas, el mar de las leyezuelas y la prolongaci6n indefinida del momento de las decisiones.

El problema, pues, no puede ser esquivado. Tampoco creo que pueda reducirselo solo a una cuestion de actualizacion v de adecuaci~n de las normas de funcionamiento parlamentario. par cierto, existen cuestiones de este tipo, vinculadas con la creaci6n de unas

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instancias de interconexion entre las comisiones, con la mejor utilizacion del sistema de dictamenes de determinadas comisiones, can la recalificacion del trabajo de la sala precisamente en Iuncion de unas instancias de sintesis y de selecd6n programatica general, evitando que el mismo sea una mer a repetici6n (en escala mas amplia) del trabajo de las comisiones, can la utilizaci6n eficaz del sistema bicameral,

etcetera.

Pero por encima de todo esto hay que resolver el problema del

caracter y del papel de la representaci6n parlamentaria:. ~ que e.xpresa esta representacion? (S6lo un cuerpo de competenclas especiales, que solo influye sobre el terreno de las opciones politica~, generales a traves del voto positivo 0 negative acerca de la actuacion del gobierno? cO en cambia la «cara» estatal de los partidos, su transformaci6n en Estado y su aetuacion con caracter de Estado, pas a espedficamente par 1a instancia de la representacion parlamentaria,_ considerada como el cuerpo politico mas abierto al control, formahzado y sometido a unas reglas de£nidas, direct a y expHcitamente vinculado con el elector y llamado a actuar institucionalmente en n~mbre de !a colectividad? Un cuerpo, pues, no solo llamado a producir ana sene de leyes 0 a ejercer una multip1icidad de aetas separados de control, sino tambien a formar )' a expresar una voluntad politica general. Esta es una perspectiva capaz de replantear en ~erminos. nuev.os, la cuestion de 1a funcion de los grupos parlamentarzos, consid erados ya no como una limitacion de los poderes de cada diputado, sino como un instrumento capaz de restituir1e a este ultimo una capacidad de estar presente en las decisiones, no r~stringida al nivel de a:~una ley,o leyezuela aislada sino elevada al nivel del programa politico, de "a conexi6n entre las diferentes leyes, al nivel de 1a direcci6n politica del pais, de su unificaci6n. De no ser aS1, la par~icipacion, d~ cada diputado en la determinacion de las grandes opciones organicas se redu-

cira a mera pieza de protesta y de chantaje corporativo. .

No se trata de meras especulaciones, sino ce temas que remiten a aspectos bastante controvertidos de la P?litica de nues:ra epo~~ .. No podemos ignorar el riesgo de que en la Vida de los pa.r:ldc:s POlltlCOS se produzca una escision entre una franja del grupo dirigente, que se especializa en tareas sectoriales (estrechamente vincubda con la ampliaci6n de la intervencion estatal y la multip~icaci6n de las formas de representacion de los diferentes intereses) y grupos reducidos de lideres, que desempefian en Ia cumbre la fund6n de requilibraci6n del

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marco politico, no tanto a traves de una intervenci6n en los contenidos, sino evitando que los conflictos sobre esos contenidos produzcan crisis en las formaciones politicas.

De esa manera se produciria una nueva forma de escisi6n entre «tecnica» y «politica», en virtud de la cualla decision sectorial terminarfa por aislarse al maximo del marco general. Tal acentuacion de 1a escision entre los contenidos particulares de las decisiones y la mediacion politica general se reflejaria en las asambleas e1ectivas, en el gobierno y en ]05 aparatos publicos y por ultimo no podria dejar de agravar los Ienomenos de paralisis y de Ieudalizacion, Todo esto profundizaria 1a crisis del Estado.

No olvidamos que en Italia hay dos Camaras de igual rango, veinte asambleas legislativas regionales y una red de municioios, de provincias, de distritos y de comunidades montanas, que ya desempefian tare as normativas con diferentes grados de importancia )' relieve politico. Al hablar de la posicion central del parlamento nos referimos a Ia definicion de una cierta jerarquia: ese concepto significa que la relacion entre el partido y el Estado ha de definirse en toda esta amplitud; s610 a traves de la clara definicion de una dialectics de instancias y responsabilidades cabe afrontar con seriedad la llaga de de la «parcelacion». No queremos negar el papel de los partidos dentro del sistema constituciona1 y estata1 italiano: queremos que se sepa (y se defina) cuando estos acnian en el nivel del Estado y con tareas de Estado, y cuales son las formas, las condiciones y las lim itaciones de esta representatividad estatal que acnia por todos y en nombre de todos.

En conclusion: considero que la construccion de procesos y ambitos en los que (dentro del marco democrdtico dejinido por nuestra Constitucion) se organizan y se concretan las instancias de sintesis, de unificacion-seleccion de las opciones, de reestructuracion politica y social, es hoy fundamental para la evolucion de la dernocracia politica hacia la democracia social y, por consiguiente para el mismo futuro de 1a democracia politic a , para una nueva legitimacion de esta ultima ante las gran des masas. Segiin mi opinion, esta es la manera de afrontar la contradicci6n entre capitalismo y democracia testa democracia de masas determinada historicamente), entre privatismo capitalista y soberania popular, cuando comprobamos la incapacidad del «Estado asistencial» para asegurar el equilibrio entre la logic a capitalista del trabajo abstracto y la expansi6n de la democracia politics.

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Esto remite a 1a articulaci6n entre el Estado y la sociedad civil, al papel de bisagra desernpefiado por los partidos, si queremos asumir esa concepcion global de la relaci6n entre las instituciones, la economia y las masas, sobre la que he insistido tan extensamente al comicnzo.

Es necesario advertir que tarnbien este aspecto de la situaci6n es cambiante. En particular se ha debilitado la posicion que e1 partido politico ha ocupado durante todo un periodo en la sociedad civil de la Europa occidental. La experiencia de la «politica» ya no se desarrolla solo y sobre todo en los partidos (como ha ocurrido por ejemplo en la I talia de las decadas de 1940 y 1950).

Por consiguiente, el enfcque de la politica ha variado: se ha vuelto menos «ideologico» (en este caso interpreto la ideologla como un cuerpo consolidado y explicito de doctrinas); sus dimensiones han cambiado notablemente: se produce una expansion de grupos, de circulos, de facciones; y ya no procede tanto mediante «proyectos», estrategias codificadas, transmisi6n de tradiciones y de experiencias historicas, ~Acaso esto se debe al hecho de que el «salto» desde la experiencia vivida, desde el «fragmento» sectorial, des de los problemas especiticos (el feminismo, la ecologia, la escuela, la medicina, la justicia, etc.), hacia la politica general es mucho menos amplio que antes? Por cierto: pero esta respuesta rernite de inmediato a unos procesos objetivos y subjetivos, a unos cambios en la composici6n de las clases; a unos desplazamientos de los papeIes y de las relaciones sociales, a la crisis de la capacidad «totalizante» de una serie de sistemas ideologicos (incluidos los que forman parte de nuestra historia ).

Pienso, naturalmente, en los fen6menos que se manifiestan en las nuevas generaciones, record ados (aunque no suficientemente) en la presente discusion. Sin embargo, tambien en este caso me interesa destacar las anticipaciones de estas transformaciones actuales, ya presentes en decadas anteriores (que quizas bubiesemos tenido que reconocer en el momenta oportuno). AI comienzo he recordado la mayor complejidad, diferenciacion y organizacion de la sociedad civil desarrollada a partir de las convulsiones de la decada de 1~ .. ..rlf' Ia reanudaci6n de la democracia y la liquidaci6n del fasosmo.1H-lrSl! modificando la organizaci6n y la conciencia de las mesas l en esta sentido no puedo compartir la interpretacion de nuestro srzto. ane explica todo por la manipulacion desde arriba). AI dlmbiar y al~-

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12. -INGRAO

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LAS MASAS Y EL PODER

pliarse los sujetos y las dimensiones de la lucha social y politica, se transformaron tambien las formas de la misma. La polemic a en torno a los consejos, en 1a primera postguerra, sefialo y anticipo este problema: su rapida crisis no significo 1a eliminacion del problema, sino la debilidad y el caracrer aproximativo de la respuesta que entonces recibio. Nos corresponde a nosotros elaborar la nueva respuesta, a partir de 1a experiencia realizada.

Por 10 dernas, aunque no 10 quisieramos, los hechos que se producen a nuestro a1rededor nos estan mostrando 10 difici1 que es moverse en £unci6n de unas clasificaciones viejas y consolidadas; asi como 10 negative que es moverse a tientas.

Durante estos iiltimos afios se ha desarrollado una discusion acerca de 1a nueva frontera del sindicato y las causas que le han impulsado a extender cada vez mas su 1ucha desde el ambito del salario y de la organizacion del trabajo hacia el de la politica economica general y, por consiguiente, del Estado. Dentro del marco de esta discusion (y tarnbien de la exigencia critic a de que el sindicato asumiese concretarnente en su lucha los temas de la reform a del Estado), algunos nos hemos preguntado donde estaba entonces la frontera entre sindicato y partido, puesto que la diferencia ya no podia hacerse en funci6n de unos «contenidos», de U:10S campos de accion, y puesto que tambien los partidos politicos con base popular iban asumiendo, por Eli parte, cada vez mas el caracter de organisrnos de masas y ya no de elites 0 vanguardias. Considere entonees que habia que destaear 1a relacion del sindicato con la condicion de: trabajador en su aspecto inmediato (por oposiei6n a la insistencia de los partidos en las metas, que apuntan siempre tarnbien al futuro historico, a las generaciones del manana).

Aunque el sindicato se enfrente con los problemas del Estado y, por consiguiente, con los intereses de largo aliento de 1a sociedad, siernpre apunta a unos resultados inmediatos, a un os beneficios actuales y concretos. En e1 partido, en cambio, predomina la dimension de 1a clase obrera como agente historico, es decir como portadora de una transforrnacion estrategica, Es cierto que el partido de masas de nuestra epoca tambien tiene que arraigar en 10 inmediato; pero si se agota en 10 inmediato pierde algo que nos parece muy importante. Analogamenre, creo. que e1 sindicato actual debe expresar una capacidad proyectiva general, pero la misma debe entrafiar permanentemente una tendencia y un momento de caracter casi corporativo.

E1fADO Y TRANSFORMACI6N DE LA SOCIEDAD

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No afirrrn dogmaticamente que esta sea 1a respuesta correcta.

Pero consideo que no se trata de rneras ped:mterias, que pretendan ponerle los ptntalones a1 mundo. Dar una respuesta a1 trastorno de los valores a la (crisis de lep.:itimacion» en que hoy nos encontramos atra-

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pados, signifca tambien asumir el proolema de as reJaClone~ entre

10 «social» : 10 «polirko»: de manera tal que se conserve lo.d~ la riqueza, 1a rroblemc.ticidad, 1a innovacion que ~s ~~p:.iZ ~e. orrgmar 10 «social» .in renunciar a 1a funci6n de la rnediacion pol itica, de 1a proposici6~ de una nueva racionalidad general. Los lim~tes entre uno y otto Yl no son tan rigidos como en el pasado. Por cierto, este hecho pone en tela de [uicio las modalidades y las r:::zon~s. de ser de los partides.Pero tamb:cn abre un, camino hacia una. movl!Jdad y una creatividad, que, cuando se congeia 0 permanece aislada de 10 .«politico», corn el riesgo de quedar encerrada der.tro de unos horizon-

res corporatvcs. .' ,

Actualrrente, no solo seria imposib1e smo tamble~ a?su~do p.en-

sar en encen ar una experiencia original como 1a del smdlcahs~o Italiano dentrc de una jaula; asi como seria fatuo pretender aSlg~ar a los partido: politicos una [uncion predeterm.i~ada. ~er~ considero que precisanente la ~,mp1iaci6n del radio de accion del s~ndlcat~ pued~ hacerle asunir una l1os1c:on original, verdader2.mente innovacota, SI no le convitrte en U~:1 copia mecanica del partido politico, ,en un d~. p1icado ° er un sustituto del mismo Construir un~ nueva (:emocracla sicnitica tanbien crear una articubci6n de instancias y de lDstrumen;~, que evte reducir rode a la estatalizaci6n, o. al estatismo, y que no divida It dinarnica de 1a sociedad en dos UlllCOS polos: el corpo-

rative v el1olitico·esratal.

Co;,sidtrar de q;J~ manera los hechos y las luchas han acabado

drasticamerte can una distinci6n que hn estadc· vigente. d~r~~te to do un periodo de la histor.a del movirniento obrero: l~ dI5tmc~0~,. p~ra decirlo de nanera aproximativa, que conliaba al s;ndleato la rmciativa en 10 «sociu» Y a1 part.do la lucha poiitica, consagrando asi la separadon entre eCOnOlTIi3 y Estado, que ha sido uno de los fundamentos ideologccs y practices de 1a sociedad burgues~.

Los hechos v el desarrollo de la lucha ya nos impulsan a superar ese horizorte, y' exigen de 1a clase obrera 1a capaeidad y el compromiso para realizar una redeiinicion de las ca:egodas fundame~tales de nuestra existencia: tanto en 1a practica como en el pensamlento. ~Tarea difcil? Sin duda. Pero es muy importante ponerse de acuer-

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do en que en esto consiste el desafio, en que esta es la operaci6n que tenemos que emprender. Estoy convencido de que si las masas trabajadoras comprenden la indole de la empresa, sabran enfrentar tambien las durisimas dificultades y los largos procesos necesarios para superarlas. La malo serla que no comprendiesen de que se trata.

Al analizar el papel y las nuevas tareas del sindicato, alguien ha subrayado que el compromiso de este ultimo en el campo de una transformaci6n del modelo de desarrollo y, por cansiguiente, del modo de ser de las instituciones, provoca de inmediato unas tensiones profundas (y pone en tela de juicio un aspecto importante) en la direccion politica y gubernativa del pals.

Es cierto. Hay que tenerlo en cuenta. Lo hernos dicho en e1 pasado y 10 estamos verificando en los hechos: una revalorizacicn y una reestructuraci6n de la sociedad italiana no pueden ser indoloras ni pueden realizarse en un tiempo corto. Pero cuanto mayor es el aliento de la obra, mas importante resulta comprender los terminos y las form as de la dialectica social y politica: can tar con un proyecto «estatal», en el sentido mas amplio del termino.

fNDICE

Aduertencia

1. Acerca del «caso italiano»

2. De nuevo acerca del vuelco de 1956

.3. Una primera discusi6n acerca del pluralismo politico

4. Acerca de la relaci6n entre democracia y socialismo .

5. Los hechos de Checoslovaquia y el internacionalismo pro1etario

6. Un diagn6stico de 1a crisis ce las instituciones

7. La nueva frontera del sindicato

8. El juez en la sociedad de masas

9. Crisis y renovaci6n del Estado

10. Conclusiones del seminario sabre «Estado y proyecto de transformaci6n de la sociedad italiana» .

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