Cuento
Cuento
Subgéneros
Algunos de los subgéneros más populares del cuento son:
Cuento policíaco.
Cuento de ciencia-ficción.
Cuento fantástico
Cuento de hadas.
Cuento de terror.
Cuento de suspenso.
Cuento de humor.
Cuento histórico.
Cuento romántico.
Microrrelato: Si bien no tiene la estructura del cuento, algunos autores lo
consideran también un subgénero del mismo.
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Cuento fantástico
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El cuento fantástico narra acciones cotidianas, comunes y naturales; pero en un
momento determinado aparece algo sorprendente e inexplicable desde el punto de vista
de las leyes de la naturaleza.
El autor Italo Calvino nos dice, el «cuento fantástico» nace en Alemania como sueño
con los ojos abiertos del idealismo filosófico, con la declarada intención de representar
la realidad del mundo interior, subjetivo, de la mente, de la imaginación, dándole una
dignidad igual o mayor que a la del mundo de la objetividad y de los sentidos. Por tanto,
ésta también se presenta como cuento filosófico, y aquí un nombre se destaca por
encima de todos: Hoffmann.
Definición
Un relato fantástico se basa en lo irreal y causa un efecto de realidad, por lo que el
lector encuentra una lógica a lo que está leyendo. El personaje no distingue lo que es
real de lo que es irreal. Dentro de éste género lo imposible es posible. El espacio en el
que viven los personajes es ilógico y sigue normas irracionales, como en "Alicia en el
país de las maravillas". Por la suma de elementos reales y de elementos extraños e
inexplicables, hace vacilar entre una explicación natural o una sobrenatural y deja al
lector sumido en la incertidumbre.
Autores españoles de cuento fantástico: Ángel Olgoso, Félix J. Palma, Juan Jacinto
Muñoz Rengel...
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Presentación/Introducción
Cuento
Es más difícil decir con exactitud cuándo se originó el cuento, y ello se debe en gran parte
a los equívocos que conlleva su mismo nombre. Cabría, por lo tanto, distinguir en el
concepto cuento, dos aspectos distintos: el relato fantástico y la narración literaria de corta
extensión, oponiéndose así a la idea de novela, estos dos aspectos no son excluyentes, a
menudo se dan en la misma obra, y tienen como base común el hecho de tratarse de
relatos breves, generalmente en prosa; pero suelen representar dos vertientes claramente
diferenciadas del mismo genero literario.
No se sabe con exactitud cuándo comenzó a utilizarse la palabra "cuento" para señalar un
determinado tipo de narrativa, ya que en los siglos XIV y XV se hablaba indistintamente
de apólogo, ejemplo y cuento para indicar un mismo producto narrativo. Boccaccio utilizó
las palabras fábula, parábola, historia y relato. Estos nombres han ido identificándose con
una forma de narración claramente delineada.
Esta concepción del cuento como estructura literaria autónoma predomina hoy día, y esto
significa que lo rige una organización y forma determinadas que lo dotan de un carácter
peculiar, intrínseco e individual. No por ello, sin embargo, se habrán descartado las
ambigüedades, porque en el siglo XIX, cuando el género nace a la vida hispanoamericana,
y aun en el siglo XX, se le confunde con las tradiciones, los artículos de costumbres, las
leyendas, las fábulas, y más tarde con la novela corta. Con el correr del tiempo, los
géneros anteriores se van definiendo, y el cuento se separa definitivamente como signo
literario, como mundo poético, como fragmento de realidad con límites determinantes. En
ese proceso, también el cuento se ha ido modificando.
No obstante ser esta definición un tanto ambigua por su amplitud; existen numerosas
definiciones sobre la naturaleza del cuento, las cuales reproduciremos, por creer que ellas
ayudarán a comprender mejor lo que implica el cuento como género literario.
Sainz de Robles, en su libro Cuentistas españoles del siglo XX, dice: “El cuento es, de los
géneros literarios el más difícil y selecto. No admite ni las divagaciones ni los
preciosismos del estilo. El cuento exige en su condición fundamental, como una síntesis
de todos los valores narrativos: tema, película justa del tema, rapidez dialogal,
caracterización de los personajes con un par de rasgos felices. Como miniatura que es de
la novela, el cuento debe agradar en conjunto”.
Raúl A. Omil Alba y Piérola, en su libro El cuento y sus claves, dice: “Cuento es el acto
de narrar una cosa única en su fragmento vital y temporal, así como el poema poetiza una
experiencia única e irrespetable. El narrador de cuentos está en posesión de un suceso que
cobra forma significativa y estética en la fluencia lógico-poética de lo narrado.
Abelardo Díaz Alfaro, citado en La gran enciclopedia de Puerto Rico, cuyas autoras son
Margarita Vázquez y Daisy Caraballo, dice “El cuento es, para mí, síntesis poética; se
acerca en mi concepto a lo que es en poesía el soneto. No puede en este género perderse
una sola línea, un solo trazo. La trama es secundaria en el cuento. Ésta puede ser
elemental y, sin embargo, resultar efectiva si el tratamiento es adecuado... El trazo que se
da debe ser definitivo, no hay lugar a enmiendas”.
René Marqués, citado en la misma obra anterior, dice “El cuento es, para mí, de modo
esencial y en último análisis, la dramática revelación que un ser humano -hecho personaje
literario- se opera, a través de determinada crisis, respecto al mundo, la vida o su propia
alma. Lo psicológico es, por lo tanto, lo fundamental en el cuento. Todo otro elemento
estético ha de operar en función del personaje. De lo contrario, deja de ser “funcional” y
se convierte en materia extemporánea, muerta. Dada la brevedad que, en términos de
extensión, dicta el genero, el cuento se presta, quizás más que otras expresiones en prosa,
al uso afortunado del símbolo como recurso de síntesis práctica...”
M Baquero Goyanes, en su libro El cuento español en el siglo XX, dice lo siguiente: “El
cuento es un precioso género literario que sirve para expresar un tipo especial de emoción,
de signo muy semejante a la poética, pero que no siendo apropiado para ser expuesta
poéticamente, encarna en una forma narrativa, próxima a la novela pero diferente a ella en
la técnica e intención. Se trata, pues, de un genero intermedio entre poesía y novela,
apresador del matiz semipoético, seminovelesco, que sólo es expresado en las
dimensiones del cuento”.
Definiciones de Cuento
2. Breve relato de sucesos ficticios y de carácter sencillo, hecho con fines morales o
educativos.
5. Breve narración en prosa, que desarrolla un tema preferentemente fantástico y cuyo fin
es divertir.
6. Es una narración corta, breve, de hechos reales o ficticios, cuyo origen es la anécdota y
su finalidad es entretener; a veces algo moralizadora.
7. Es un relato corto donde se narra una acción realizada por unos personajes en un
ambiente determinado.
Antecedentes
Los cuentos más antiguos aparecen en Egipto en torno al año 2000 a.C. Más adelante cabe
mencionar las fábulas del griego Esopo y las versiones de los escritores romanos Ovidio y
Lucio Apuleyo, basadas en cuentos griegos y orientales con elementos fantásticos y
transformaciones mágicas. Junto a la eternamente popular colección de relatos indios
conocida como Panchatantra (siglo IV d.C.), la principal colección de cuentos orientales
es sin duda Las mil y una noches. Cada noche, por espacio de 1001 días, Scheherazade se
salva de morir a manos de su marido, el sultán, contándole apasionantes cuentos recogidos
de diversas culturas. La influencia de esta obra fue decisiva para el desarrollo posterior del
género en Europa.
El romanticismo inspira un florecimiento del relato corto, sobre todo del cuento, que,
como se sabe, resultó uno de los géneros favoritos de ese movimiento. Los escritores
románticos darán una nueva vida al elemento maravilloso como soporte fundamental del
cuento: Nodier en Francia, Hoffmann en Alemania, Poe en Estados Unidos y Bécquer en
España, son nombres representativos de esta fase. Pero la aportación más significativa en
este campo es la del danés Andersen, quien en 1835 publicó su libro titulado Cuentos
para niños.
En la primera mitad del siglo XIX el relato costumbrista, de aldea, y el relato de vida
campesina, adquieren gran interés durante la época realista, y lo cultivan con éxito, entre
otros, Gottfried Séller, Gogol y Bjornson. Ya en la segunda mitad del siglo, el cuento
adquiere plena vigencia y popularidad con Chejov, uno de los eximios creadores
universales en esta modalidad narrativa. En Francia, Flaubert, en sus Tres cuentos, aplica
al genero la prosa de arte que había experimentado en sus novelas; su discípulo
Maupassant fue, sin duda, uno de los grandes maestros del cuento como esbozo narrativo
que condensa en pocas páginas una rápida y penetrante impresión. En España, Clarín,
Valera, Pereda y Pardo Bazán son los cuentistas mas destacados.
A fines del siglo XIX el cuento parece, pues, haberse desembarcado de sus significados
primigenios, para ponerse en un plano semejante al de la novela, de la que viene a ser
como un apunte. Se identifica el relato breve con la historia de sabor popular, como
Daudet, la fantasía, con autores como Stevenson y Gutiérrez Nájera; o la poesía
imaginativa de los niños, como Wilde y Lewis Carroll. En la primera mitad del siglo XX
los escritores norteamericanos, al igual que en la novela, han aportado su propia versión
de cuento, cuyas fórmulas de singular eficacia narrativa han fortalecido el género.
Algunos de esos escritores que han incursionado en el cuento han sido: Scott Fitzgerald y
Hemingway. Es España, después de la guerra civil, el cuento ha conocido un nuevo
florecimiento; algunos de los autores que más se han destacado son: Cela, Laforet,
Aldecoa, Carredano, etc.
Tipos de cuentos
La clasificación del cuento puede ser muy variada. Depende del punto de vista que
adoptemos en cuanto a contenido, época literaria, enlace con la realidad, elemento
sobresaliente, etc., lo que permite que un mismo cuento pertenezca a varios encasillados
simultáneamente. Esbozaremos, en líneas generales, los principales tipos de cuentos que
existen:
Cuentos en verso y prosa: los primeros se consideran como poemas épicos menores; los
segundos son narraciones breves, desde el punto de vista formal. Los teóricos sajones,
atendiendo a la extensión del relato, clasifican como novela corta toda narración que
fluctué entre 10.000 y 35.000 palabras, y como cuento el relato que no sobrepase las
10.000 palabras.
Cuentos populares y eruditos: los primeros son narraciones anónimas, de origen remoto,
que generalmente conjugan valores folclóricos, tradiciones y costumbres, y tienen un
fondo moral; los segundos poseen origen culto, estilo artístico y variedad de
manifestaciones.
Tanto unos como otros pueden subclasificarse en: infantiles, fantásticos, poéticos y
realistas.
Cuentos poéticos: se caracterizan por una gran riqueza de fantasía y una exquisita belleza
temática y conceptual. Autores destacados en este genero son Wilde y Rubén Darío.
En un cuento se conjugan varios elementos, cada uno de los cuales debe poseer ciertas
características propias: los personajes, el ambiente, el tiempo, la atmósfera, la trama, la
intensidad, la tensión y el tono.
La atmósfera corresponde al mundo particular en que ocurren los hechos del cuento. La
atmósfera debe traducir la sensación o el estado emocional que prevalece en la historia.
Debe irradiar, por ejemplo, misterio, violencia, tranquilidad, angustia, etc.
El tono corresponde a la actitud del autor ante lo que está presentando. Éste puede ser
humorístico, alegre, irónico, sarcástico, etc.
Estructura
Desde el punto de vista estructural (orden interno), todo cuento debe tener unidad
narrativa, es decir, una estructuración, dada por: una introducción o exposición, un
desarrollo, complicación o nudo, y un desenlace o desenredo.
Extensión
Respecto a la extensión de las partes que componen el cuento, ésta deben guardar relación
con la importancia concreta que cada una tenga dentro del relato. Debemos señalar que la
estructura descrita se refiere al cuento tradicional, que es organizado de forma lineal o
narrado cronológicamente. Actualmente, los escritores no se ciñen a dicha estructura:
utilizan el criterio estético libre, el que permite que un cuento pueda empezar por el final,
para luego retroceder al principio; o comenzar por el medio, seguir hasta el final y
terminar en el principio.
Técnica
El punto de vista, se relaciona con la mente o los ojos espirituales que ven la acción
narrada; puede ser el del propio autor, el de un personaje o el de un espectador de la
acción. Los puntos de vista suelen dividirse en dos grupos: de tercera y de primera
persona. Si el relato se pone en boca del protagonista, de un personaje secundario o de un
simple observador, el punto de vista está en primera persona; si proviene del autor, en
tercera persona.
Tercera persona limitada: el autor cuenta la historia imaginada desde fuera de sus
personajes, en tercera persona, pero desde la perspectiva de uno de ellos.
Estilo
El estilo que corresponde al modo, a la manera particular que tiene cada escritor de
expresar sus ideas, vivencias y sentimientos. Sobre este punto debemos decir que todo
escritor forja su propio estilo, que se manifiesta en la forma peculiar de utilizar el
lenguaje. La imaginación, la afectividad, la elaboración intelectual y las asociaciones
síquicas contribuyen a la definición de un estilo.
Debido a la diversidad de estilos que existen, nos limitaremos a decir que muchos autores
para lograr efecto musical y poético, se dejan llevar por la sonoridad de las palabras.
Algunos, para lograr mayos expresividad, adornan su prosa con múltiples modificadores,
mientras que otros, pretendiendo crear un mundo más conceptual, prefieren la exactitud en
el decir y eliminan todo elemento decorativo.
Análisis de un cuento
Todo cuento está constituido por varios elementos literarios que, en el momento de
realizar un análisis, debemos distinguir:
1. Titulo
2. Asunto
2.3. ¿El asunto o argumento tiene fuerza expresiva o contenido dramático? ¿Por qué?
3. Tema
3.3. Hacer una relación del tema central con las ideas secundarias.
4. Personajes
4.3. ¿Actúan los personajes de acuerdo a su índole y propósito, o a expensas del autor?
4.5. ¿Hay personajes que conjuguen algún tipo de valor ético, estético, ideológico u otro?
5. Ambiente
5.1. ¿En qué tipo de escenario se desarrolla el hilo de la acción?
5.3. La atmósfera es ¿sórdida o diáfana?, ¿de misterio o de amor?, ¿de angustia o de paz?
6. Acción
6.3. ¿La acción es externa o interna? ¿Existe algún tipo de conflicto entre los personajes
que determine la acción? ¿Entre un personaje y alguna fuerza natural? ¿Un personaje
consigo?
1. Adecuación a la Edad: El cuento que sirve para una edad o época infantil, puede no
convenir para otra.
Conviene tener presente (y siempre en torno a la edad) que siendo el cuento una de las
múltiples formas del juego (a la que se puede llamar intelectual), está sujeto a los matices
diferenciales que existen entre el desarrollo psíquico y el desarrollo intelectual.
3. Comparación: Por ser mucho más clara y comprensible que la metáfora, es importante
preferir su empleo, sobre todo en los cuentos para los niños menores. Las comparaciones
con objetos de la naturaleza (cielo, nubes, pájaro, flores, etc.) enriquecen el alma infantil
envolviéndolo desde temprano en un mundo de poesía.
4. Empleo del Diminutivo: Conviene evitar el exceso de éstos en los relatos para niños,
pero se considera importante su empleo, especialmente en las partes que quieren provocar
una reacción afectiva que puede ir desde la tierna conmiseración hasta la burla evidente.
6. Título: Deberá ser sugestivo, o sea, que al oírse pueda imaginarse qué tratará el cuento.
También puede despertar el interés del lector un título en el cual, junto al nombre del
protagonista, vaya indicada una característica o cualidad.
Del mismo modo, tienen su encanto los títulos onomatopéyicos, como "La matraca de la
urraca flaca", o aquellos con reiteración de sonidos; por ejemplo, "El ahorro de un
abejorro".
* Desenlace: es la última y esencial parte del argumento. Deberá ser siempre feliz. Aun
aceptando las alternativas dolorosas o inquietantes que se suceden en el transcurso de la
acción, el final del cuento habrá de ser sinónimo de reconciliación, sosiego y justicia; vale
decir, felicidad total y duradera.
La Idea Principal: debe ser el punto de partida del cuento, es la esencia de lo que se quiere
expresar; puede ser Un hecho, ya sea real o imaginario, Una imagen o Un sueño. En
muchos casos la idea es un problema que se le presenta a unos personajes; por ejemplo, el
robo de algo muy valioso.
El Mapa del Cuento: en todo cuento hay un narrador que conduce al lector por un camino
desde la situación inicial, la cual se va desarrollando y complicando, constituyendo el
conflicto o nudo, hasta llegar al desenlace o solución. En la situación inicial se precisan el
tiempo y el espacio narrativo, que sirven de marco para la historia.
Narradores: la posición que asume el narrador está determinada por la persona verbal que
utilice el escritor, que puede ser primera persona, donde el narrador participa como un
personaje más del cuento, ya sea como protagonista, que experimenta en carne propia los
hechos, o como testigo que observa y tiene una participación limitada como personaje.
Los Personajes: es necesario que dentro del relato haya información sobre las
características o rasgos físicos y psicológicos de los personajes, para que el lector los
conozca bien y pueda entenderlos.
En todo cuento hay personajes principales y personajes secundarios; en los relatos más
elementales, por lo general los personajes principales están claramente definidos como
“buenos”, y en ese caso se llaman protagonistas; y los “malos” como antagonistas. En los
cuentos más realistas y complejos, tanto los personajes principales como los secundarios
tienen rasgos positivos y negativos, tal como ocurre en la vida real.
El espacio narrativo: es una recreación de un espacio real, donde el autor maneja el grado
de hostilidad u hospitalidad del lugar para determinar el carácter o los estados de ánimo de
sus personajes.
La Acción del Cuento: es todo lo que les ocurre a los personajes y lo que ellos hacen
dentro de una historia. Las acciones son generalmente en orden cronológico, es decir, en
el orden en que ocurrieron; sin embargo, puede romperse la secuencia temporal haciendo
“viajes” a tiempos pasados o futuros, desfasándose el tiempo real y el subjetivo o
deteniendo el transcurrir del tiempo. Cuando el cuento es largo conviene organizarlo en
episodios.
El Siglo XIX
El cuento tal como lo conocemos hoy alcanza su madurez a lo largo del siglo XIX en las
numerosas publicaciones aparecidas en las revistas literarias, que a menudo reflejan las
principales modas de la época. Durante el romanticismo destacan los relatos de Heinrich
von Kleist y E.T.A. Hoffmann en Alemania; Edgar Allan Poe y Nathaniel Hawthorne en
Estados Unidos, y Nikolái Gógol en Rusia. El realismo florece en Francia durante la
década de 1830 y hacia finales del siglo desemboca en el naturalismo, basado en la
posibilidad de predecir científicamente las acciones y reacciones humanas. Otras
influencias estilísticas dignas de mención en el relato del siglo XIX son el simbolismo y el
regionalismo.
Estados Unidos
Hasta la llegada del siglo XIX el cuento tiene como elemento principal la narración de
determinados acontecimientos. A partir de este momento, los escritores se interesan más
por las motivaciones de los personajes que por los propios sucesos. Simultáneamente, su
atención se dirige hacia una economía narrativa: estructuración elaborada de los hechos,
exclusión de todo material secundario, control estricto del punto de vista y concisión.
Edgar Allan Poe definió de este modo el relato y demostró su teoría artística en algunos de
sus propios cuentos, manipulando el escenario, los personajes y los diálogos para crear
inexorablemente en el lector el estado de ánimo propicio para el crimen perfecto. Los
cuentos de Hawthorne, por su parte, ponían seriamente a prueba el carácter y la
importancia moral de los hechos, ofreciendo una descripción ambigua de su realidad
física. Henry James destacó la importancia de una “inteligencia central” para configurar y
filtrar los elementos del relato. En algunos de sus relatos James se sirve del narrador para
transmitir una sensación de proximidad y realismo psicológico, mientras que en otros,
como “El fajo de cartas”, experimenta con el punto de vista para presentar la historia a
través de una serie de cartas escritas por seis personas que viven en una pensión francesa.
Alemania
Rusia
Durante la primera mitad del siglo XIX los cuentos rusos se ocupan de hechos fantásticos
o sobrenaturales, y abundan en ellos, como en otras literaturas europeas, los relatos de
fantasmas, apariciones y seres de otros mundos. Posteriormente se desarrolló una corriente
realista que analizaba los pensamientos y emociones del ser humano o criticaba la
sociedad de su época. Entre los principales autores del género cabe citar a Lérmontov,
Turguéniev, Tolstoi y Chéjov. Gógol influyó en el desarrollo posterior del género al fundir
el sueño y la realidad en "El abrigo", la historia de un insignificante oficinista que se
derrumba psicológicamente cuando le roban su abrigo nuevo y más tarde regresa de entre
los muertos convertido en fantasma con el propósito de hacer justicia. La influencia de
Gógol se observa en "El cocodrilo" de Dostoievski, en que un funcionario es devorado por
un cocodrilo y comienza a desarrollar sus teorías económicas desde el vientre del animal.
Los relatos realistas de Tolstoi se inscriben en una línea diferente dentro de la ficción rusa.
Así, por ejemplo, en "La muerte de Ivan Illych" analiza los pensamientos y emociones de
un hombre a punto de morir, al tiempo que critica la frivolidad de la familia y amigos, que
se niegan a afrontar la realidad de la muerte. Pero, sin duda, el maestro de la ironía fue
Chéjov. Para Chéjov el personaje es más importante que la trama. En "El ataque al
corazón" ("La tristeza") un cochero intenta transmitir a sus pasajeros el dolor que siente
ante la muerte de su hijo, pero el único que lo escucha es su caballo. En Vania un niño
escribe a su abuelo pidiéndole que lo rescate de sus duras condiciones de vida, pero envía
la carta sin la dirección correcta y sin sello.
Francia
Durante el siglo XIX Honoré de Balzac y Gustave Flaubert, más conocidos por sus
novelas, escribieron también cuentos que gozaron de un amplio y merecido
reconocimiento. Próspero Mérimée, por su parte, puso todo su talento al servicio del
relato. Pese al estilo desafectado y fluido de sus obras maestras ("Colomba" o "Carmen"),
Mérimée logra expresar la pasión en toda su fuerza. El maestro del relato naturalista en
Francia fue Guy de Maupassant, autor de más de 300 cuentos en los que pone de
manifiesto su talento para encontrar un perfecto equilibrio entre la economía y la
estructura formal del relato. Tomados en conjunto, sus relatos ofrecen una detallada
descripción de la sociedad francesa de finales de siglo.
El Siglo XX
A partir de 1900 se ha publicado una enorme cantidad de cuentos en casi todas las
lenguas. Los experimentos temáticos y narrativos rivalizan con la maestría en el arte de
narrar cuentos a la manera tradicional, como se observa en la obra del escritor inglés
Somerset Maugham. Discípulo de Maupassant, Maugham figura entre los escritores de
cuentos más prolíficos y populares. La mayoría de los países cuentan al menos con un
gran escritor de relatos en el siglo XX. Cabe mencionar a la escritora neozelandesa
Katherine Mansfield, en cuyo personal estilo se deja sentir la influencia de Chéjov. El
gran talento de Mansfield para captar y reflejar las ironías de la vida ha servido de
estímulo a varias generaciones de escritores.
Otras tradiciones
A lo largo del siglo XX se han escrito cuentos en todas las lenguas europeas, así como en
las lenguas de Asia, Oriente Próximo y algunas lenguas africanas. Una lista que incluyera
sólo a los principales exponentes del género resultaría ya excesivamente larga. Entre los
más sugerentes y cautivadores cabe citar al escritor checo Franz Kafka. En sus relatos
míticos y experimentales, la realidad se funde magistralmente con la fantasía, al tiempo
que aborda temas eternos como la soledad humana, la ansiedad y la relación entre el arte y
la vida.
Los autores del África subsahariana, ya sean negros o blancos, comparten invariablemente
la fusión de fantasía, realidad y compromiso político. Son de destacar en este ámbito los
Cuentos africanos de Doris Lessing o los Cuentos escogidos de Nadine Gordimer.
Cuentos tradicionales
Término genérico que engloba varios tipos de narraciones de tradición oral en todo el
mundo. Como manifestación del folclore, los cuentos tradicionales se han transmitido de
generación en generación, sufriendo con el tiempo muchas alteraciones debido a las
incorporaciones o eliminaciones que realizaban los narradores. Durante este proceso de
difusión cultural algunos se escribieron, como hizo don Juan Manuel con Doña Truhana
(La lechera), pasando de nuevo a la transmisión oral, que es el rasgo fundamental de los
cuentos tradicionales y de toda la literatura popular.
En general, los principales tipos de cuentos tradicionales, los mitos (véase Mitología), las
leyendas y los cuentos fantásticos, se intercambian entre sí y se refieren a cualquier tipo
de narración ficticia producto de la imaginación que por lo común implica falsedad o
inverosimilitud. Sin embargo, para los eruditos del folclor cada uno de estos tres tipos
representa una forma característica de este género. Otros tipos son los cuentos de animales
y fábulas, las patrañas o relatos fantásticos, las anécdotas y chistes, el grupo formado por
cuentos reiterativos, retahíla (como los cuentos de nunca acabar) y fábulas cantadas, cuya
narración incluye canciones o rimas. Véase también Balada.
A comienzos del siglo XIX, los filólogos alemanes Jacob y Wilhelm Grimm (véase
Hermanos Grimm) publicaron Cuentos para la infancia y el hogar (2 volúmenes, 1812-
1815) animando a muchos escritores de otros países a recopilar y publicar materiales
similares de sus propios pueblos, como el escocés Andrew Lang y el escritor danés Hans
Christian Andersen. Los hermanos Grimm observaron muchas semejanzas entre los
cuentos europeos y los de otros continentes.
La mayor parte de los eruditos del siglo XIX se centró en detallar estas semejanzas, pero,
en general, ignoró el extenso acervo de los folclores africano, oceánico y de los indígenas
americanos, que existían al margen de la tradición indoeuropea, e investigaron sólo en
aquellas partes del mundo que creyeron las más importantes. Así, los hermanos Grimm
postularon un origen común de los cuentos tradicionales; el filólogo alemán Theodor
Benfey y el escritor escocés William Clouston creyeron que los cuentos se difundieron
gracias a los viajeros que emigraron de la India hacia Oriente y Occidente. Estas teorías,
sin embargo, han resultado ser incompletas o incorrectas, a pesar de que las
investigaciones de estos y otros estudiosos estimularon, en gran medida, el interés por el
folclor y por los cuentos tradicionales. Max Muller, erudito alemán, sostuvo que los mitos
se originaron cuando el sánscrito y otras lenguas antiguas empezaron a declinar, opinión
que rebatió el clasicista y folclorista escocés Andrew Lang. Los cuentos tradicionales
empezaron a ser objeto de una atención más detenida a partir de la inmensa popularidad
que alcanzó La rama dorada (1890), obra de doce volúmenes del antropólogo británico
James George Frazer, y que contribuyó a estimular la investigación.
Mitos
Los mitos, estrictamente definidos, son cuentos tradicionales que están cargados de
elementos religiosos que explican el universo y sus primeros pobladores. Son historias que
tanto el narrador como su audiencia consideran verdaderas y narran la creación y la
ordenación del mundo, tareas normalmente llevadas a cabo por una deidad (dios o diosa)
que existe en el caos, en el vacío o en algún mundo aparte. Con una serie de hijos y
compañeros, la deidad da forma al mundo y lo llena de vida, e inicia una serie de
aventuras y luchas en las que él o ella logra liberar el sol, la luna, las aguas o el fuego,
regula los vientos, crea el maíz, las alubias o los frutos secos, derrota monstruos y enseña
a los mortales cómo cazar y arar la tierra.
El ser que lleva a cabo estas tareas, el arquetipo o héroe cultural, puede presentar una
forma antropomórfica (como Zeus en la antigua mitología griega) o animal (como el
coyote y el cuervo en los cuentos de los indios norteamericanos) y con frecuencia cambia
de forma. Algunas mitologías, como las americanas y las de África occidental, encierran
ciclos completos en los que el héroe cultural es un embaucador, pequeño, ingenioso,
codicioso, presumido, embustero y estúpido a la vez; una criatura paradójica que es
engañada o se engaña a sí misma tanto como engaña a los demás. Anansi, la araña heroína
de un gran número de cuentos tradicionales de África occidental, muestra a los seres
humanos lo que no hay que hacer e ilustra el precio de la rebelión que supone apartarse
del camino recto. Personajes parecidos de otras culturas son el conejo Brer de los cuentos
afroamericanos, o el coyote, el cuervo y la liebre en los cuentos estadounidenses.
Leyendas
Las leyendas equivalen a una historia popular, e incluso cuando tratan de temas religiosos
se diferencian de los mitos en que narran lo que sucedió en el mundo una vez concluida la
creación. Tanto el narrador como su audiencia creen en ellas y abarcan un gran número de
temas: los santos, los hombres lobo, los fantasmas y otros seres sobrenaturales, aventuras
de héroes y heroínas reales, recuerdos personales, y explicaciones de aspectos geográficos
y topónimos de lugares, son las llamadas leyendas locales.
Coincidencias formales
Los intentos por definir con precisión las leyendas, los cuentos fantásticos y los mitos,
pueden ser útiles, pero esas clasificaciones y definiciones nunca deberán tomarse como
campos separados radicalmente, ya que las tres formas se superponen. Ciclos de cuentos
como los relativos a los trabajos de Hércules o los del rey Arturo son una mezcla de
leyenda y mito que funde ambas formas, y con frecuencia emplean ideas y temas que
aparecen también en el cuento fantástico. Una de las razones principales por las que esto
ocurre es que los cuentos cambian constantemente de función (y por ello de definición)
conforme unas sociedades conquistan o se asimilan a otras, mezclándose y cambiando,
por lo tanto, las creencias de los pueblos en contacto.
Sucede también que una narración que deja de ser aceptada como religiosa o filosófica
puede sobrevivir como cuento o fantasía. Por otra parte, las heroínas y los héroes
legendarios pueden asumir propiedades divinas, y sus aventuras adoptar significados
mitológicos.
Existen otras formas de cuento tradicional muy extendidas por todo el mundo. Los relatos
de animales se engloban en dos categorías principales: los protagonizados por animales
que pueden hablar y se comportan como seres humanos, y aquellos en los que las
cualidades humanas de los animales son simplemente una convención que se acepta
durante el curso de la narración; así sucede en los ciclos medievales de animales (por
ejemplo, los cuentos de Reynard el Zorro) o en las fábulas, que se caracterizan por su
moraleja. Cuando no son mitológicos, los cuentos de animales cumplen una función de
sátira social o política, encubierta por la narración literaria.
Los cuentos de fórmula reiterativa incluyen las historias interminables o los cuentos de
nunca acabar; los cuentos acumulativos, que parten de una frase básica a la que se van
añadiendo otras nuevas (por ejemplo, el famoso A mi burro le duele la garganta), y los
cuentos con un final inesperado, que abarcan desde las historias serias o ingeniosas a los
juegos de palabras. Muchos de estos cuentos, como las patrañas, están relacionados con la
gran cantidad de chistes y anécdotas graciosas que circulan en todas las sociedades. Este
género comprende un amplio material, tanto lineal como equívoco, desde retratos sobre
gente ignorante y loca, encuentros sexuales y confusiones producidas por equívocos
lingüísticos o dialectos diferentes, como los modernos chistes malos.
Los cuentos cantados o recitados, otra forma de cuento tradicional oral, fueron muy
populares en la región del Caribe (véase Literatura caribeña). Se trata de historias, a
menudo un cuento de animales o un Märchen, con una canción o estribillo intercalada en
la narración oral.
Los seres humanos siempre han sido contadores de cuentos, y allí donde no tuvieron una
Biblia, libros de historia, novelas o relatos han formado a las generaciones más jóvenes
con historias conservadas en su memoria, ya fueran personales, familiares, del clan o de la
sociedad más amplia, y se han entretenido al amor de la lumbre con diversos tipos de
cuentos tradicionales. Esta función social sigue viva: en la actualidad se practica tanto en
la escuela, bien de manera oral bien a través de la literatura infantil -que ha recogido por
escrito y en distintas versiones los cuentos tradicionales de todo el mundo-, bien en las
familias o comunidades siempre que una persona mayor cuente una historia relacionada
con la familia o un hecho histórico vivido personalmente y matizado por su experiencia
Cuentos de hadas
En este mundo mágico se engloba además, de forma imprecisa, a los duendes, gnomos,
elfos, genios, trasgos, trolls, enanos, banshees, silfos, espíritus y ondinas. La imaginación
folclórica no concibe la tierra de las hadas como un mundo aparte, sino que hace vivir a
los duendes en parajes tan comunes como las colinas, los árboles o los arroyos, y además
usan ropas, adornos, muebles, casas y otros objetos semejantes a los de los humanos.
La creencia en los duendes y hadas fue casi un atributo universal de la cultura popular
primitiva. En la antigua literatura griega, las sirenas de la Odisea de Homero son seres con
poderes mágicos, y varios de los héroes de su Iliada tienen amantes que son hadas en
forma de ninfas. Los gandharvas de la poesía sánscrita (véase Literatura sánscrita), eran
duendes y hadas, igual que los hathors, o genios femeninos, del antiguo Egipto, que
aparecían en el momento del nacimiento de un niño y predecían su futuro.
En el siglo XX se realizaron estudios sobre estos cuentos, entre los que destacan
Morfología del cuento (1928) del soviético Vladímir Yakóvlevich Propp. El español
Antonio Rodríguez Almodóvar en Los cuentos maravillosos españoles (1982) analiza los
temas, periodos y autores del género en España.
Cuento hispanoamericano
Siglo XIX
Aunque las fantasías exóticas elaboradas, a comienzos del siglo XIX a partir de modelos
europeos, por el cubano Heredia pueden invocarse como un antecedente, se considera que
la primera expresión cuentística que refleja la realidad hispanoamericana de un modo
original es "El matadero", escrito por el romántico argentino Esteban Echeverría hacia
1839, y considerado una obra maestra del periodo. La obra permaneció inédita hasta 1871,
cuando el crítico Juan María Gutiérrez la publicó en una revista de Buenos Aires; es decir,
en una situación literaria y social completamente distinta, lo que permitía apreciar mejor
sus valores permanentes. El relato es una síntesis notable de todas las formas narrativas de
su tiempo y adelanta algunas de épocas posteriores: el artículo de costumbres, la leyenda
romántica, la narración ejemplarizante, el realismo social, el naturalismo, y muchos más
detalles. Nadie en ese periodo estuvo a su altura, pese a las esporádicas contribuciones del
cubano Juan José Morillas, la argentina Juana Manuel Gorriti y el ecuatoriano Juan
Montalvo. En el último tercio del siglo, los relatos con elementos fantásticos del mexicano
José María Roa Bárcena y las irónicas tradiciones de Ricardo Palma agregan interesantes
variaciones en el crepúsculo del romanticismo. Pero la expresión más original y moderna
del cuento finisecular es la que brinda Eduardo Wilde, un autor que pertenece a la llamada
generación de 1880 en Argentina, pero literariamente inclasificable por el carácter insólito
de su imaginación.
Por el mismo periodo en que ese escritor empezaba a escribir, dos tendencias surgen con
gran fuerza en el cuento: el realismo y el naturalismo, ambos de origen francés. El rasgo
testimonial y crítico del primero y el determinismo cientifista y el pesimismo ideológico
del segundo pueden encontrarse fusionados -a veces con rastros modernistas- en algunos
de los grandes cuentistas alineados en estas tendencias: los uruguayos Eduardo Acevedo
Díaz y Javier de Viana; los chilenos Federico Gana, Baldomero Lillo y Augusto
D’Halmar; y los argentinos Roberto J. Payró y Fray Mocho.
La fase modernista y posmodernista, que comienza en las últimas dos décadas del XIX,
significan un profundo cambio en estos modelos cuentísticos: surge el relato artístico,
refinado, sugerente, con anécdota mínima y brillantes ambientaciones, con símbolos
sensuales y decadentes. Las variedades del cuento modernista (véase Modernismo) son
múltiples: la crónica-cuento de Manuel Gutiérrez Nájera, las brillantes parábolas y
aguafuertes de Rubén Darío, las historias decadentistas de Manuel Díaz Rodríguez, y
otros. Pero, sin duda, los dos grandes maestros asociados al postmodernismo son el
argentino Leopoldo Lugones y el uruguayo Horacio Quiroga. Posteriores a ellos y
vinculados en mayor o menor grado a las tendencias de vanguardia, aparecerán los
argentinos Macedonio Fernández y Roberto Arlt, el guatemalteco Rafael Arévalo
Martínez, el uruguayo Felisberto Hernández y el ecuatoriano Pablo Palacio. En la
vertiente opuesta, neorrealista, criollista o indigenista, pueden mencionarse el peruano
José María Arguedas, el uruguayo Enrique Amorim, el chileno Manuel Rojas y el
puertorriqueño José Luis González.
A partir de la década de 1940 hay una notable renovación del género que escapa a las
clasificaciones convencionales pues son una verdadera síntesis de formas estéticas muy
diversas, que ya no tiene correspondencias europeas. La indiscutible gran figura es Jorge
Luis Borges, creador de un mundo propio de fantásticas especulaciones basadas en fuentes
metafísicas y teológicas. La madurez artística que el cuento hispanoamericano ha
alcanzado a partir de 1950 queda ejemplificada en la obra de autores tan trascendentes
como los argentinos Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar, los cubanos Alejo Carpentier y
Virgilio Piñera, los guatemaltecos Miguel Ángel Asturias y Augusto Monterroso, el
uruguayo Juan Carlos Onetti, los colombianos Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis, el
peruano Julio Ramón Ribeyro, los mexicanos Juan Rulfo, Juan José Arreola, Carlos
Fuentes y José Emilio Pacheco, el uruguayo Mario Benedetti y los chilenos José Donoso y
Jorge Edwards.
FIN
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Tipos de narrador
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"Pero no le escribo
por eso, esta carta se Hay diferentes tipos de narrador en
la envío a causa de los cada historia, puede tratarse de
conejitos, me parece alguien que está dentro del relato y
justo enterarla; y entrega su testimonio a medida los
porque me gusta hechos ocurren, o bien de una persona
escribir cartas, y tal que recuerda algo que ya sucedió.
vez porque llueve.”
Las obras literarias del género narrativo
Julio Cortázar usa
pueden relatar hechos reales o ficticios,
magistralmente la
pero en definitiva se caracterizan por
segunda persona en
representar un mundo, es decir, un
"Cartas a una señorita
en París". espacio y un tiempo en que se
desenvuelven los personajes y los
acontecimientos. Todo esto, se da a
conocer al lector por medio de la voz de
uno o más narradores, es decir por
medio de uno o más discursos que
construyen (describen y caracterizan) y
articulan cada uno de los elementos
que conforman el relato.
Narradores Heterodiegéticos
Ejemplo:
Ejemplo:
Narradores Homodiegéticos
- Narrador protagonista, el
narrador es a la vez el personaje
principal de la historia. Al relatar los
hechos que ha vivido, está haciendo
una narración autobiográfica y habla
principalmente en 1º persona (Ej. “Para
entonces, yo aún no sabía…”; “Cuando
la conocí…”).
Ejemplo:
Ejemplo:
Ejemplo 1:
Ejemplo 2:
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