San Macario se encontró con un demonio en su celda que trató de atacarlo con una hoz pero perdió su fuerza. El demonio le dijo a San Macario que aunque él ayuna más y duerme menos, San Macario lo supera en humildad.
Napoleón saludó con reverencia a una estatua de San Francisco de Asís cuando pasó frente a ella. Cuando uno de sus generales preguntó por qué, Napoleón respondió que San Francisco dominó a un ejército más grande que el suyo sin armas a través de su influencia en el
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San Macario se encontró con un demonio en su celda que trató de atacarlo con una hoz pero perdió su fuerza. El demonio le dijo a San Macario que aunque él ayuna más y duerme menos, San Macario lo supera en humildad.
Napoleón saludó con reverencia a una estatua de San Francisco de Asís cuando pasó frente a ella. Cuando uno de sus generales preguntó por qué, Napoleón respondió que San Francisco dominó a un ejército más grande que el suyo sin armas a través de su influencia en el
San Macario se encontró con un demonio en su celda que trató de atacarlo con una hoz pero perdió su fuerza. El demonio le dijo a San Macario que aunque él ayuna más y duerme menos, San Macario lo supera en humildad.
Napoleón saludó con reverencia a una estatua de San Francisco de Asís cuando pasó frente a ella. Cuando uno de sus generales preguntó por qué, Napoleón respondió que San Francisco dominó a un ejército más grande que el suyo sin armas a través de su influencia en el
San Macario se encontró con un demonio en su celda que trató de atacarlo con una hoz pero perdió su fuerza. El demonio le dijo a San Macario que aunque él ayuna más y duerme menos, San Macario lo supera en humildad.
Napoleón saludó con reverencia a una estatua de San Francisco de Asís cuando pasó frente a ella. Cuando uno de sus generales preguntó por qué, Napoleón respondió que San Francisco dominó a un ejército más grande que el suyo sin armas a través de su influencia en el
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San Macario y el demonio
Al regresar un día san Macario a su celda encontró en ella al
demonio, que lo esperaba con una hoz en la mano y trató de segarlo por el medio. Pero al acercarse al santo perdió las fuerzas y no pudo mover la hoz. Entonces, lleno de coraje, le dijo: — Demasiada violencia sufro por ti, Macario, pues deseo vivamente dañarte y no puedo lograrlo: y me extraña sobremanera, porque yo hago todo lo que tú y aún más. Tú ayunas algunas veces: yo jamás como. Tú duermes poco: yo jamás cierro los ojos. En una sola cosa me aventajas. — ¿Cuál es ella? — preguntó san Macario. — Tu humildad — respondió el demonio. .
(Mauricio Rufino, Vademecum de ejemplos predicables, Ed.
Herder, Barcelona, 1962, nnº 1429)
Napoleón I frente a una imagen de San Francisco de Asís
Al pasar Napoleón I por delante de una estatua de san Francisco
de Asís, saludó al santo descubriéndose con mucha reverencia la cabeza. Preguntóle uno de sus generales que blasonaba de filósofo o, como diríamos ahora, de librepensador, por qué hacia a un fraile tanta reverencia. Contestó el emperador: «Porque este santo dominó a un ejército más numeroso que el mío, y sin fusiles ni cañones ejerció en el mundo más imperio que yo».
(Mauricio Rufino, Vademecum de ejemplos predicables, Ed.