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El COVID-19 continúa afectado las vidas de centenares de miles de personas alrededor del

mundo y ha ocasionado una de las crisis más severas en todos los aspectos, sean sociales,
económicos, culturales, emocionales y de bienestar.
Las medidas de prevención y de aislamiento social no aseguran de modo explícito que la
pandemia haya concluido. En suma, mientras el COVID-19 esté presente a través de contagios
-ojalá cada vez menores- la emergencia sanitaria no podrá levantarse del todo, e inclusive,
puede ocurrir que nuevas medidas de prevención sean necesarias. Solo si los niveles de contagio
disminuyeran notablemente al punto de ser manejables por los sistemas sanitarios, la
emergencia podrá ser superada.

Esta guía está destinada al uso de docentes tutores, hombres y mujeres, con la finalidad de aunar
esfuerzos para contener la crisis y evitar que sus secuelas afecten todavía más a niños, niñas y
adolescentes, en sus condiciones de estudiantes e integrantes de la familia.

El programa Educando en Familia se propone, de este modo, apoyar a las familias, en


procesos de recuperación psicosocial, que permitan apuntalar capacidades de contención
emocional, prevención y protección de sus hijos e hijas, frente a nuevos y crecientes riesgos.

Pues bien vamos a ver las siguientes a orientaciones para que ustedes puedan integrarlas en sus
acciones de desarrollo educativo.

Las familias y los hogares en la mitad de la crisis


Las familias han sido vulnerabilizadas en modo extremo No todas han recibido los impactos en
el mismo nivel, porque hay diversidad de contextos económicos, sociales y culturales. Las
informaciones registran mayores golpes en las familias de zonas de pobreza urbana y rural,
especialmente en aquellas que subsisten de actividades informales en la economía, como
también en las que dependen de salarios fijos medios y bajos, porque sus ingresos se han
reducido drásticamente.

Hay familias viviendo situaciones de ansiedad porque han caído sus niveles de vida, porque los
progenitores han perdido sus empleos o porque la muerte de alguno de sus miembros ha
representado para niñas, niños y adolescentes condiciones
de orfandad y desprotección.

La gravedad de la crisis en las familias se acentuará en la convivencia y en la relación con hijos


e hijas. Si antes de la pandemia existían situaciones de vulnerabilidad, ahora esas condiciones se
habrán profundizado, a lo que se agrega la muerte de familiares y las secuelas de la enfermedad
entre sus miembros.

Es notorio los impactos de la crisis en las niñas, niños y adolescentes expresados


en el miedo, la ansiedad, el temor, la tristeza, la inseguridad, la violencia intrafamiliar
y sexual, los suicidios;
• El dolor profundo ocasionado por la pérdida de sus familiares y un presente incierto
en quienes quedan huérfanos;
• Un no saber cómo se resolverán los procesos escolares, al tener la amenaza de
nuevos contagios;
• Algunas familias vivirán la disyuntiva de sostener o no a sus hijos en las escuelas;
• Muchas familias verán justificada la decisión de pedir a sus hijas e hijos que colaboren
en actividades laborales, para generar ingresos de subsistencia.
Con seguridad, algunos roles que no se consideraban antes, ahora serán integrados en los
servicios educativos, para activar mecanismos de contención emocional a las familias y
protección a sus hijos e hijas, estudiantes de las instituciones educativas.
En particular para:
• Prevenir y evitar que niñas y niñas dejen los estudios;
• Realizar la contención emocional que la mayoría de niñas y niños necesitan;
• Para apoyar a madres y padres de familia que buscan información para orientar a
sus hijas e hijos, y armonizar en sus hogares el teletrabajo;

1. Urgente: conocer y tratar los impactos de la crisis en niñas, niños


y adolescentes
1, madres y padres de familia deben conocer en sus hijos e hijas los impactos
que la crisis ha generado en ellas y en ellos, y ser conscientes que hay que apoyarlos. Algunos
de esos impactos pueden convertirse en verdaderas amenazas y perjudicarles en su desarrollo.
Es lo que los especialistas llaman “factores de riesgo”.

Los adultos de los hogares debieran preguntarse o alguien debería hacerlo, cuáles de las
características de sus familias apoyan a reducir esos impactos negativos en niñas, niños y
adolescentes y cuáles no apoyan y están agravando aún más las cosas.

 Seguramente en familias igualitarias,


la crisis ha ocasionado miedo, incertidumbre y amenaza; pero,
el confinamiento pudo ser sobrellevado.
actividades escolares sí
pudieron ser resueltas. Saben cómo qué se debía hacer para prevenir los contagios, disponer de
una red social
de apoyo y la forma de abordar con asertividad el día a día del encierro.

 Así mismo, en familias cuya relación frecuente ha sido la violencia y los malos
tratos, las tensiones se habrán marcado hasta límites insospechados 2. Sumado a
esto las adversidades económicas, espacios reducidos y dificultades
en el cuidado de hijas e hijos habrán agudizado el confinamiento. Las actividades
escolares no han podido ser apoyadas porque comúnmente esa función no ha sido
integrada en el quehacer de los adultos. La mayoría de condiciones que viven
hogares con violencia suponen riesgos. La cuarentena no habrá sido para niños,
niñas y adolescentes una oportunidad de diálogo y reconocimiento con sus progenitores,sino
una situación de la que hay que salir lo más pronto.

Si además de violencia, en estos hogares se registra pobreza, entonces el abandono y la


desprotección son realidades que habrán golpeado aún más la convivencia de esas familias.
En estos casos, factores de protección a considerar de manera inminente serían asegurar la
alimentación, las ayudas externas emergentes, buscar hogares seguros para niñas, niños y
adolescentes, y activar las redes de protección de la escuela.

Se recomienda que los docentes tutores enfoquen factores de riesgo y factores de


Protección teniendo presente estas diferencias en los hogares
Cuadro

En este sentido, la escuela deberá concentrarse en apoyar a las familias que sufrieron
afectaciones de distintas maneras, y, por lo tanto, los riesgos que viven sus hijas e hijos
requieren ser prevenidos a tiempo y potenciar las capacidades de protección en su mayoría, a fin
de garantizar sus derechos desde la corresponsabilidad.
2. Cuarentena, confinamiento y el tiempo en casa

en el interior de
las familias, la cuarentena ha puesto en el tapete las debilidades y fortalezas de las relaciones
familiares, específicamente en tareas y actividades como la limpieza de los hogares,
la elaboración de alimentos, el acompañamiento a los estudios en línea y tareas escolares
o el uso de medios electrónicos, el teletrabajo de los adultos, la gestión de actividades de
recreación y distracción, entre otros.

En todo caso, el confinamiento resulta ser el más aconsejado método de prevención de


Contagio, por lo tanto hayq que cntiuar orintando a la familia.en cuanto a;

El tener más tiempo para los diálogos, expresión de emociones, intercambios y


la realización de tareas compartidas siempre será más favorable y, por lo mismo,
para generar ambientes con mejores tratos, mayor conocimiento y consolidar la
confianza entre unos y otros.
b. El argumento mil veces señalado por madres y padres de familia en relación a “no
tener tiempo para dedicarse a sus hijos e hijas”, ahora perdió sustento, de un solo
golpe. Quizá se haya aprendido a dimensionar en qué consiste verdaderamente el
tiempo, en función de lo que ahora se ha conseguido con hijos e hijas: conocerlos,
tratarlos, hablar de cómo se sienten, discutir asuntos que nunca se habían tocado,
saber de sus intereses en detalle, advertir de los cambios en su desarrollo, darse
cuenta de lo qué se sabe como padres y madres y que sería interesante comenzar
con nuevas prácticas de relación familiar, etc.
c. Apreciar el valor del tiempo vinculado a la acción de acompañar a los hijos e hijas
resulta crucial y deja atrás una de las falacias justificadoras, cuando se decía “a mi
hijo le doy tiempo de calidad”, que en realidad no era lo suficiente.
d. Reaprender la gestión del uso del tiempo para atender el teletrabajo y desarrollar cercanía con
los miembros de la familia, sin perder las funciones de empleado ni
de los roles de cuidador adulto.

Otro aspecto que se ha cultivado es la experiencia de que “la casa enseña”. Es decir, hijos e
hijas que no sabían desempeñarse en las actividades del hogar, es posible que ahora el encierro
haya obligado a desplegar destrezas que estaban ocultas o simplemente necesidades de hacer
actividades cooperativas y con sentido de bienestar. En otras palabras, adolescentes que no
participaban en estas tareas, han aprendido a hacerlo, y esto quizá los haya gratificado.

3. Aplicando formas de contención emocional


Citando a Unicef, podemos decir que3: “En un escenario de alerta sanitaria como este, puede ser
difícil para madres y padres gestionar la inquietud y curiosidad de los hijos e hijas,
especialmente de los más pequeños. Las respuestas más comunes de las niñas y niños ante
situaciones de estrés como la actual suelen incluir dificultades para dormir, mojar la cama, tener
dolor de estómago o de cabeza, y estar ansiosos, retraídos, enojados, demandantes o temerosos
de que los dejen solos.
¿Cómo ayudar a las niñas y niños?

 expliquemos que son reacciones normales ante una situación difícil . Es mejor no ocultar
lo que ocurre ni inventar historias que trastocan la realidad. Las niñas y niños necesitan
respuestas sinceras y desarrollar capacidades de afrontamiento.
 Es vital, también, que escuchemos sus preocupaciones y nos tomemos el tiempo
necesario para consolarlos, darles afecto y asegurarles que están seguros en casa.
 debemos crear oportunidades para que las niñas y niños jueguen y se relajen, y
mantener sus rutinas y horarios regulares, especialmente antes de que se vayan a
dormir.
En el caso de los adolescentes, informaciones de los medios complementarán las
explicaciones que les ofrecen los adultos de casa.

La prioridad en esta etapa es, precisamente, proteger a niños y niñas de toda aquella
información que aún no puedan procesar y que les puede llevar a desarrollar ansiedad y
miedos debido a la incertidumbre. En este sentido conviene:
• Evitar que vean o escuchen noticias y reportajes con un enfoque sensacionalista o
violento de la situación.
• Evitar que se expongan mucho tiempo a medios y recursos digitales, más si no hay
un acompañamiento de adultos.
Evitar involucrarlos en conversaciones acaloradas entre adultos sobre la situación,
y priorizar intercambios y diálogos intergeneracionales de naturaleza participativa.
• Dedicar tiempo a resolver sus dudas e inquietudes, en un lenguaje adaptado a su
capacidad de comprensión, pero no engañoso. Si sienten que les faltan recursos
para transmitir información, pueden recurrir a algunos de los cuentos que se editan
cada año sobre salud y enfermedades, ya que permiten a los niños y niñas procesar
el impacto emocional a través de la imaginación4.
• Inventar, adecuar o construir espacios en familia que posibiliten la expresión
de emociones, el aprendizaje de la experiencia, que motiven la calma, que brinden
seguridad y confianza, que no juzguen, que escuchen más y hablen menos, que
generen acuerdos de convivencia, que abracen más y brinden afecto.

4. Cuando la contención emocional requiere de mayores capacidades


¿Cómo se reconoce una situación de crisis?

La persona es incapaz de enfrentar sus problemas, se siente impotente y no puede


pensar con claridad en las posibles soluciones.
• Se encuentra en un estado de desorganización y desequilibrio, por tanto, no puede
realizar sus tareas habituales.
Se muestra cansada/o y puede decir que se siente agotada. Tiene problemas para
dormir bien.
• Muestra síntomas de ansiedad, aprensión intensa o angustia.
• Presenta algunos problemas físicos asociados a los estados de angustia, tales
como taquicardia, palpitaciones, náuseas, sensación de ahogo, dolor de cabeza
constante y sensación de debilidad.
• Se siente abrumada y desamparada. Presenta agresividad y confusión.

QUE ES CONTENCION EMCPIOAL

Para cuidar de los demás es necesario cuidar de nosotros mismos


Estos principios sobre la compasión personal son indispensables en nuestra responsabilidad para
ayudar a sanar desde lo colectivo .
1. Bondad hacia mí: ¿Puedo ser amable conmigo, en lugar de tratarme con agresividad
y autocrítica? La bondad es la que permitirá a nuestro sistema nervioso estar
en mejor disposición para asimilar el estrés y resolver problemas.
2. Consciencia Plena: ¿Puedo conectarme con el momento presente desde la consciencia
plena de observarlo todo, de aceptar este momento? El mañana no existe.
El ayer ya se fue. La conexión con el aquí y el ahora desde la respiración profunda
puede ayudarnos en este ejercicio de observación.
3. Humanidad común: se trata de reconocer que mi experiencia no es ni más ni menos
que una experiencia humana, compartida por las otras personas. Esta consciencia
de que cada uno de nosotros no es ni más ni menos que un ser humano,
puede ayudarnos a reconectarnos con nuestra naturaleza y con el reconocimiento
de que no estamos solos.

ASI PUES Si soy capaz de ofrecerme bondad a mí misma,


podré compartirla con otros, tanto propios como extraños: con mis hijos e hijas pequeños,
con la persona adulta mayor a la que cuido, con ese miembro de la familia que necesita de
una llamada telefónica, con los miembros de nuestra comunidad que sufren el embate de
la crisis con mayor fuerza. La consciencia plena también puede ayudarnos a aceptar el momento
presente desde la observación atenta y la escucha activa, en lugar de la reactividad
ansiosa y distraída. Finalmente, el sentido de humanidad común puede ayudarnos a
salvaguardar
el distanciamiento físico sin caer en un aislamiento emocional.

Se recomienda con niñas, niños y adolescentes:


Estar atentos a señales de intranquilidad, tensión, ceño fruncido, mutismo. Confíe en su
intuición, usted conoce ese niño, a esa niña. Recuerde que muchas veces uno dice: “lo
note raro cuando se sentó a la mesa”, “está así desde que despertó”, “llegó así desde
que volvió de ver a sus amigos”.
• Acérquese e intente que se desahogue, HAGA CONTACTO VISUAL, AFECTIVO Y
SEGURO. Agáchese al nivel del niño, de la niña.
• Pregúntele: - ¿te pasa algo? - ¿te puedo ayudar?- ¿alguien te hizo algo?-¿podemos
solucionar el problema? . Si no se le pasa llévelo a un lugar más apropiado, ojalá si
identifica uno que es suyo: “¿vamos a tomar un vaso de agua?” “Demos una vuelta
por el patio”. Ayúdelo a reconocer la emoción (verbalizando, utilizando ejemplos o
cualquier otra herramienta)
• Si se calma busque una solución con el niño, con la niña. Sea flexible para que vuelva
a la actividad de la casa o juegue, puede demorarse. En todo momento, acompáñelo
y no lo pierda de vista.
• Si el niño o niña no se calma, esté atento porque puede provenir una explosión mayor,
y esta se da cuando trata de agarrar los cabellos, arañar, dar patadas, lanzar objetos,
romper cosas. Se recomienda que un adulto cercano esté con ella o él, durante el
tiempo que sea suficiente. En ese período, le acompaña, no le toma ni se acerca si
está muy agresivo. Si se puede acercar expresa lo siguiente: “calma, todo va a estar
bien”, “respira profundo”, “al parecer estás muy enojado”, “a veces yo también me
enojo”, “tenemos tiempo para que te calmes”, “yo estoy aquí para ayudarte”, “nadie
está enojado contigo”, “todo problema tiene solución”. Utilice la calma en el lenguaje,
tampoco lo sature con mensajes. Frente a la crisis, el adulto debe mostrar calma y
seguridad.
• No razone en esta etapa. El cerebro se encuentra invadido por las emociones. Nunca
sostenga con fuerza de los brazos u otra parte porque lo podría dañar. Sea amable,
los gritos y los retos aumentaran el nivel de estrés de todos. No pierda el control.
• Recuerde: la prioridad es la seguridad del niño o niña, de los hermanos y los adultos
del hogar. Ayúdelo a recuperar el control con la mayor dignidad posible.

5. Gestión del duelo en las familias


Negación (todo está bien, no hay riesgo, esto es una exageración)
- Enojo (¿por qué la vida tiene que cambiar así? ¡Esto no es justo!
- Negociación (si hago la cuarentena perfectamente y si sigo todas las recomendaciones,
sin duda todo volverá a la normalidad para una fecha exacta)
- Depresión (no tengo control sobre lo que pasa)
- Aceptación (hay que asimilar la situación y tomar pasos para adaptarse)
Gestión del duelo con niñas, niños y adolescentes:
Las niñas, niños y adolescentes expresan dolor por pérdidas abruptas como por ausencia
de amistades y dificultad para adaptarse a la nueva norma lidad.
• Ofreceles un trato afectuoso: abre espacios de diálogo para hablar y validar sus
emociones.
• Explícales qué es la muerte y pérdida de una persona, así evitarás confusión, miedo
y angustia sobre lo que sucede, lo peor que puede ocurrirles no es la pérdida, sino el
hecho de no poder procesarla.
• Ayúdales a afrontar la muerte de un familiar o ausencias: establece un diálogo donde
se expresen sentimientos mutuos, incluidos la frustración e ira.
• Acompaña con cariño a cada niña, niño y adolescente para buscar una recuperación.

6. Familias que vuelven a mirarse a sí mismas, para fortalecerse

Siempre ha existido una vinculación entre las familias y las instituciones educativas. Así
que, insistir en lo mismo, parecería que no tuviera sentido. No obstante, se sugiere a las y
los docentes tutores que se tenga claro que esta vinculación debiera fortalecerse porque
todos vivimos una crisis intensa, profunda y con repercusiones en el ámbito emocional y
familiar.
Esta visión hay que compartirla entre todos los miembros de la comunidad educativa.
Una familia sola no sale de esta crisis. Una familia que se aisla y no recibe apoyo, es más
vulnerable que otra que sí se se relaciona con otras. Tras el confinamiento, las personas
necesitan recuperar y profundizar los intercambios con otras personas y familias.

7. Orientaciones para familias que acompañan los procesos escolares


de sus hijas e hijos en casa
La guía de Apoyo de las familias al rendimiento académico de hijos e hijas 9, aplicada por el
Programa Educando en Familia propone 4 ámbitos fundamentales:
……………………….

8. Previniendo discriminaciones por situaciones de salud


Ayudar a distinguir cuando se justifica el distanciamiento social, como medida
de prevención. Y cuando es una excusa para discriminar a un compañero o
compañera, en el aula o en la escuela.
• Promover la convivencia respetuosa en el hogar y en las aulas, sustentada en el
respeto hacia los demás.
• Conversar continuamente con hijos e hijas, en relación a cómo se conducen
frente a un chico o chica que ha padecido la enfermedad o ha ocurrido con alguien
en su hogar, para acentuar más bien la solidaridad y descartar la exclusión.
• Reflexionar si las prácticas pedagógicas de las aulas están promoviendo un vínculo
respetuoso, entre todo el grupo.

Familias y escuelas, en este contexto de emergencias, debieran concentrarse en una especie de


agenda básica:
• Apoyar y ser parte de las medidas de prevención de contagios en las instituciones
educativas y en los hogares, de manera permanente, responsable y oportuna.
• Concentrarse en el uso de mascarillas, aseo de manos y mantenimiento de distancias.
• Fortalecer la comunidad educativa como red social de apoyo y espacio de fortalecimiento
de capacidades, conocimientos y solidaridades.
• Aprender a transformar condiciones de los hogares para sostener factores de protección
y asegurar los derechos de niñas, niños y adolescentes.

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