CAMIROTE Ensayo Educación+emocional

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INSTITUTOS NORMALES MARÍA STAGNERO DE MUNAR Y JOAQUÍN R.

SÁNCHEZ

Las prácticas docentes


mediadas por sus
competencias emocionales

Estudiante: Lucía Camirotte

CI: 5.096.187-8

Cel: 094 102 531

Docente: Laura Curbelo

1
ÍNDICE

Resumen............................................................................................................................3

Introducción.......................................................................................................................4

Fundamentación................................................................................................................5

Marco teórico.....................................................................................................................7

¿Cómo influye el docente en la práctica?......................................................................7

¿De qué se trata ser un profesional competente? ¿El educador debe ser uno?..............9

¿Qué son las competencias emocionales y por qué ellas en el aula?...........................11

¿Por qué y para qué el educador debe formarse en las competencias emocionales?...14

¿Qué cualidades posee un educador competitivamente emocional?...........................17

La adquisición de dichas habilidades ¿de qué forma le serán útiles en las prácticas
pedagógicas?..................................................................................................................20

Análisis pedagógico.........................................................................................................23

¡Así no se puede dar clase!..........................................................................................24

Reflexiones finales..........................................................................................................28
Resumen

Las prácticas pedagógicas son prácticas sociales, por lo que la comunicación,


relaciones e interacciones entre los miembros son los principales componentes. Cada
individuo proporciona sus vivencias, carácter y personalidad, de modo que, los roces y
conflictos pueden presentarse de forma recurrente. El aula es un espacio rico en el
acontecer de diversas situaciones, muchas de ellas representan retos, dilemas o
conflictos para el docente. Entonces, las prácticas son un contexto donde los
sentimientos y emociones se encuentran a flor de piel.

El docente siendo la figura de referencia, debe encargarse de mediar en tales


acontecimientos, por medio de sus competencias emocionales. Cuando el docente no se
ha formado en educación emocional, no logra resolver las diversas tensiones que pueden
surgir en el aula, ya que se desborda por sus emociones, lo cual repercute en su labor
como educador.

En este ensayo, se abordará la importancia de la formación en competencias


emocionales en los profesores, no solo en el aspecto personal, sino en el profesional.
Introducción
Fundamentación

Las prácticas educativas son prácticas sociales, donde interactúan todos los
agentes entre sí. De modo que, la comunicación, contacto y relaciones son elementos
claves de las prácticas. Estas cualidades, son lo que enriquece la diversidad de
acontecimientos que se presentan. Cada integrante comparte su personalidad, carácter y
vivencias, siendo este el elemento que tanto las diferencia entre sí. Las situaciones
problemáticas que surgen son únicas e irrepetibles, y es el docente el que debe mediar
en dichos acontecimientos. Estos dilemas, pueden ser de diferentes cuestiones como,
por ejemplo, con el sistema educativo, alumnos, padres, con otros colegas, problemas en
el relacionamiento, entre otras.

Durante el transcurso de mis prácticas, he observado las diversas situaciones que


deben enfrentar a diario los docentes. Muchas de ellas, son problemas que surgen
inesperadamente, por lo que se actúa con los recursos que se posee en el momento y sin
tener la oportunidad de reflexionar sobre el tema. Diversas cuestiones, representan retos,
desafíos o situaciones límites que lo pueden desestabilizar emocionalmente al docente.

En el año 2018, realicé mi práctica docente en primer grado. En el aula, asistía


un alumno que presentaba hiperactividad, falta de atención e impulsividad. Sus
comportamientos, no se adaptaban a las normas de clase, ni contribuían a establecer un
orden o clima de aula adecuado. Así mismo, la forma en la que abordaba la docente
dichas situaciones no era agradable. Como consecuencia, se intensificaba la
incomodidad y molestia por todos los presentes. Generando un ambiente desagradable y
engorroso, poco motivador para que se desarrolle el aprendizaje.

Estas situaciones, ocurren con frecuencia en la actualidad y representan un reto o


desafío que debemos afrontar como educadores. Sin duda, puedo afirmar que, si el
docente no está apto para actuar correspondientemente ante estas cuestiones, repercutirá
negativamente en él. Generándole incertidumbre, angustia, alteración, desmotivación,
euforia o abatimiento.
Aquí es cuando me cuestiono, si el docente no logra sobrellevar las diversas
situaciones imprevisibles ¿repercutirá en la práctica docente?, si es así, ¿habrá alguna
herramienta para el educador?

Este ensayo se desarrollará en torno a estas preguntas, reflexionando sobre la


repercusión del docente en sus prácticas y las posibles habilidades o herramientas que
podrán contribuir al ejercer su profesión.
Marco teórico

¿Cómo influye el docente en la práctica?

Para comenzar a explicar la posible influencia del docente en la práctica, es


necesario determinar qué la constituye.

Las prácticas son las diversas acciones que realiza un docente en función del
desarrollo integral de los estudiantes. Lo que requiere la utilización del saber el qué
hacer y la didáctica. En este proceso, interviene el docente como el estudiante, poniendo
a disposición sus cualidades, carácter y conocimientos previos. Así que, el educador
debe desarrollar competencias para potenciar las funciones de comunicar, liderar,
trabajar en equipo y resolver conflictos.

Según (Meirieu P. , 2018) la educación consiste en trasmitir y emancipar. Es el


docente quien se apoya en el principio de educabilidad, debiendo trasmitir a cada
alumno lo que le va a permitir afrontar el mundo y elegir su vida. Así mismo, se encarga
de promover la libertad, los deberes y la capacidad de debatir en democracia de los
niños.

La práctica es un relacionamiento social, en donde se pone en juego los


esquemas conceptuales de cada miembro. Por medio de la potenciación de las
predisposiciones en el niño, el docente a través de la educación es quien prepara a los
alumnos para el futuro. De modo que, el educador posee grandes influencias en la
educabilidad de ellos, entonces posee gran influencia sobre las prácticas.

En las prácticas pedagógicas, existen una relación necesaria que es asimétrica


provisoria. No hay un niño que pueda desarrollar la educabilidad sin el acompañamiento
de un adulto (Meirieu P. , 2018).

El educador, debe estar preparado para ejercer diversas acciones en el aula,


como lo es enseñar, evaluar, reflexionar y relacionarse socialmente. Su labor no se basa
simplemente en trasmitir los saberes teóricos, sino de generar conocimientos útiles para
sus alumnos.
Entonces, este agente social posee grandes influencias en la práctica, las cuales
pueden ser negativas o positivas para sus alumnos. De ahí que, es imprescindible que se
encuentre preparado para ejercer su labor.

El docente debe desarrollar competencias o habilidades personales para generar


buenas relaciones, crear un ambiente adecuado en el aula y así motivar a sus alumnos
(Barrientos Fernández , 2016).

De esta forma, es elemental que el educador posea la capacidad de reflexionar


sobre sus prácticas, para así poder constituir prácticas reflexivas. Según (Perrenoud,
Desarrollar la práctica reflexiva en el oficio de enseñar, 2001) la práctica reflexiva es
una condición necesaria.

La habilidad de reflexionar, le proporciona la capacidad de cuestionarse sobre


cómo se debe desenvolver en el aula, si lo realiza de forma adecuada o que otros aportes
podría tener en cuenta. Por consiguiente, el aula se trasforma en un contexto rico para la
potenciación y desarrollo de conocimientos y habilidades en los alumnos.

Conforme a (Perrenoud, Para desarrollar las competencias de sus alumnos


¿necesitan los maestros desarrollar nuevas competencias?, 2013) los docentes pretenden
ser profesionales libres de elegir sus métodos, por lo que les corresponde inventar el
cómo. No obstante, propone que no solo se pregunten el cómo, sino el por qué y el para
qué.

En la medida que el docente tenga en cuenta estas interrogantes, comienza a


transformarse en un sujeto competitivamente reflexivo, en sus prácticas pedagógicas. El
educador es el encargado de formar futuros ciudadanos, posee un gran papel en la vida
de cada alumno. Por consiguiente, es primordial ser capaz de reflexionar sobre su papel
en el aula.

De acuerdo con (Perrenoud, Desarrollar la práctica reflexiva en el oficio de enseñar,


2001):

En el oficio de enseñante, la reflexión fuera del impulso de la acción no siempre


es tranquila. A veces se ve presionada, constreñida entre dos tiempos fuertes, por
ejemplo, cuando roba unos minutos al control de la clase, mientras que los
alumnos trabajan individualmente o bien durante el recreo. Puede desarrollarse
entre dos clases, durante la pausa de mediodía o al final de una jornada escolar.
Entonces, a menudo conduce a un problema que debe resolverse bastante rápido,
por ejemplo, decidir si hay que eximir de educación física a un alumno que no se
siente bien o bien confirmar la sospecha en relación con el trabajo entregado por
otro alumno. La reflexión sobre lo que ha pasado o pasará en clase ocupa, de
forma más o menos planificada, una parte del tiempo libre de los enseñantes, en
los atascos de circulación o mientras se duchan, pero también con ocasión de
conversaciones con colegas o familiares. (p.36)

El oficio de enseñar es una carrera sacrificada, en vista de que requiere de mucho


tiempo y disposición del docente. En ocasiones, puede acontecer que no se tenga el
tiempo adecuado para destinar a la reflexión de las prácticas docentes o que se requiera
una solución en el momento, obligándolo actuar de forma improvisada. Así que, el
docente debe ser competitivamente reflexivo para actuar sobre la marcha.

¿De qué se trata ser un profesional competente? ¿El educador debe ser
uno?

En el oficio del docente, un principal componente son las interacciones entre


diferentes agentes, sean colegas, padres o alumnos. Como todo relacionamiento social,
se pueden generar ficciones en diversas situaciones. Muchas de ellas, son simples por lo
que no requiere de mucho esfuerzo solucionarlas. Pero otras, pueden llegar a ser muy
complejas y enfrentan al docente a situaciones complicadas.

“... un profesional reúne las competencias del creador y las del ejecutor: aísla el
problema, lo plantea, concibe y elabora una solución, y asegura su aplicación. No tiene
un conocimiento previo de la solución a los problemas que emergerán de su práctica
habitual y cada vez que aparece uno tiene que elaborar esta solución sobre la marcha, a
veces bajo presión” (Perrenoud, 2001, p. 10).

Como plantea Perrenoud, varias de las decisiones que se deben tomar se realizan
sin mucha meditación al respecto, porque no se posee el tiempo para hacerlo. Es por
ello, que es fundamental que el educador sea un profesional competente.
Con respecto a la profesionalización (Perrenoud, Desarrollar la práctica reflexiva
en el oficio de enseñar, 2001) explica que “…promueve la formación de personas lo
bastante competentes como para saber «cuál es su cometido» ...”. (p.11)

En el oficio de enseñar, el educador debe ser un profesional, ya que le va a


permitir tener las cualidades necesarias para la realización de su labor. La
profesionalidad lo dotará de confianza, respeto, honestidad y sobre todo de
competencias.

La competencia en el ámbito educativo según (Picardo Joao, 2004) son una


capacidad para realizar algo. Lo que implica conocimientos, habilidades, destrezas,
actitudes y comportamientos integrados, de tal forma que le permitan a la persona
desempeñarse exitosamente en distintas circunstancias.

Según (Perrenoud, Para desarrollar las competencias de sus alumnos ¿necesitan


los maestros desarrollar nuevas competencias?, 2013) afirma que las competencias son
el conjunto de esquemas que permiten combinar razonamientos, conocimientos y
habilidades de manera segura y rápida, con pocos errores, dudas y angustias.

Al constituir un sujeto competente, poseerá las herramientas o habilidades


necesarias para la resolución de conflictos que se pueden presentar en la práctica, ya sea
combinando diversos recursos o creando nuevos. De esta forma, podrá realizar su labor
sin inconvenientes. Al ser un profesional será capaz de “…saber lo que tienen que hacer
y cómo hacerlo de la mejor forma posible.” (Perrenoud, 2001, p.11).

Un aporte fundamental que le ofrece ser un profesional competente, es la


capacidad reflexiva. “...un profesional no se entiende sin una gran capacidad de
reflexionar en la acción y sobre la acción. Esta capacidad está en el interior del
desarrollo permanente, según la propia experiencia, las competencias y los
conocimientos profesionales de cada uno.” (Perrenoud, 2001, p.12).

Un aspecto fundamental que requiere nuestra profesión es la reflexión. Los


maestros deber meditar sobre su práctica, para no transformarla en un contexto de puro
hacer, sino para configurarla en un qué hacer sobre la práctica y la teoría. “La formación
permanente de las educadoras, que implica la reflexión crítica de la práctica, se apoya
justamente en esta dialéctica entre la práctica y la teoría.” (Freire, 1993).
La reflexión es un componente que poseen los profesionales competentes, la cual
le otorga la prudencia necesaria para la resolución de conflictos. Mediante ella, se
desenvuelven las habilidades que le proporcionará las competencias personales del
docente. Cuando el profesional posee la capacidad de la reflexión, sus prácticas se
tornan reflexivas, de manera que se convierten en espacios ricos para el aprendizaje.

La postura como las competencias reflexivas, no van a garantizar nada, pero


pueden ser de gran ayuda creando soluciones para los dilemas o conflictos que surjan en
la práctica (Perrenoud, Desarrollar la práctica reflexiva en el oficio de enseñar, 2001).

Como se ha mencionado, el aula es un contexto social por el que las


interacciones entre los sujetos estan obligadas. Los sentimientos y situaciones delicadas
de cada individuo se reflejan en el aula. En consecuencia, pueden resultar un motivo de
conflicto o malestar entre los individuos. En este sentido, (Perrenoud, Desarrollar la
práctica reflexiva en el oficio de enseñar, 2001) menciona que la reflexión va a permitir
transformar los malestares, desórdenes y las decepciones en soluciones, puesto que le
proporciona un sentimiento de coherencia y control sobre los posibles acontecimientos.

Las competencias que le permiten regular y controlar los sentimientos, que


pueden surgir en las prácticas, son las emocionales. Según (López Cassá, Obiols, &
Pérez Escoda, 2014) estas competencias cobran importancia desde el momento en que
facilitan la adaptación al contexto y favorecen en el enfrentamiento a las circunstancias
de la vida. Esto le permite al profesorado tomar conciencia sobre la relevancia de
gestionar sus emociones, a causa de que estas influyen en su comportamiento,
repercutiendo en las práctica pedagógicas.

Conforme a (Meirieu P. , 2006) las situaciones límites es cuando realmente


vemos la especialidad de la labor docente. Entonces cuando se presentan problemáticas,
conflictos o retos para el docente se puede observar que tan profesional es al ejercer su
labor.

¿Qué son las competencias emocionales y por qué ellas en el aula?

A partir de lo anteriormente mencionado, se puede comprender la importancia de


la formación de las competencias en los individuos. Sobre todo, para los educadores,
puesto que se enfrentan a diversos desafíos diariamente, poniendo en juego sus
habilidades.

Dentro de la categoría de competencias, se han realizado numerosas


clasificaciones, pero se pone el acento en dos grandes grupos, las técnico-profesional y
las socio-personales. En torno a la primera, se asocia al “saber” y “saber hacer”
necesario para un experto en una actividad laboral (Bisquerra Alzina & Pérez Escoda,
Las competencias emocionales, 2007). En cuanto a las competencias socio-personales,
aún no existe un acuerdo unánime para referirse a ellas. Por ello, encontramos diferentes
denominaciones como: competencias personales, competencias básicas, competencias
relacionales, competencias genéricas, entre otras (Bisquerra Alzina, Educación
emocional y competencias básicas para la vida, 2003). No existe un único nombre para
referirse a esta competencia, por esta razón, encontramos autores nombrándolas como
“habilidades socioemocionales” (INEEd, 2018) o como competencias socio-
emocionales (Bisquerra Alzina & Pérez Escoda, Las competencias emocionales, 2007).

Conforme a (INEEd, 2018) prefieren hablar de habilidades, a causa de que


permite pensar en herramientas del individuo, cargadas de genética y personalidad, las
cuales se moldean a partir del entorno. Las habilidades socioemocionales como
herramientas afectivas, comportamentales, cognitivas y regulatorias. De tal forma, que
inciden sobre el propio estado emocional, el relacionamiento con otros y la comprensión
del impacto de las acciones sobre acontecimientos.

Según (Bisquerra, Educación Emocional. Propuestas para educadores y familias,


2011) entiende las competencias emocionales como el conjunto de conocimientos,
capacidades, habilidades y actitudes. De modo que, el sujeto toma conciencia,
comprende, expresa y regula de forma apropiada los fenómenos emocionales.

El aula, es un espacio educativo único, diariamente surgen acontecimientos


nuevos y diversos. Si un docente, replica exactamente la planificación de una clase en
otra, aunque sea del mismo grado, con la misma cantidad de alumnos, nunca será igual.
Cada participante, aporta sus conocimientos y vivencias, de manera que cada día de
cada aula es único. Por esta razón, la clase es un espacio propicio a roces, conflictos y
enfrentamientos. La diaria interacción social entre los sujetos puede ocasionar
disconformidades, desacuerdos y malestar en los alumnos o maestro. Los sentimientos y
emociones se encuentran a flor de piel, una herramienta que puede contribuir a diluir o
resolver dichos acontecimientos son las competencias emocionales.

De acuerdo con (INEEd, 2018) UNESCO destaca la importancia de las


habilidades socioemocionales para el aprendizaje y a lo largo de toda la vida. Surge la
idea de que los aspectos socioemocionales se deben incluir en el ámbito educativo.

Comienza a difundirse la importancia del desarrollo de dichas competencias en


los niños. Debido a que influye positivamente en la adaptación al medio, dar respuesta a
soluciones, resolver problemas y aporta en el bienestar psicológico y social de los niños.
(INEEd, 2018). Empieza a tomar importancia la formación de los niños en este aspecto,
no solo porque contribuye en los aprendizajes en el sistema educativo, sino porque son
habilidades útiles para el desarrollo de su vida.

La formación en emociones se realizará mediante la educación emocional, ya


que tiene como objetivo el desarrollo de las habilidades como conciencia emocional,
regulación emocional, autogestión, inteligencia interpersonal, habilidades de vida y
bienestar. (Bisquerra Alzina, Educación emocional y competencias básicas para la vida,
2003).

Bisquerra (2000) propone la siguiente definición de la educación emocional:

“Un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el


desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo,
constituyendo ambos, cognitivo y emocional, los elementos esenciales del
desarrollo de la personalidad integral. Para ello se propone el desarrollo de
conocimientos y habilidades sobre las emociones con el objeto de capacitar al
individuo para afrontar los retos que se plantean en la vida cotidiana”. (p.243).

A partir de este concepto, podemos señalar el rumbo que ha tornado la educación

en la actualidad, apuntando a una formación para la vida. Se comienza a dejar de lado la


escuela como institución exclusiva de instrucción disciplinar, promoviendo una
educación con un valor aún más grande, una educación imprescindible para la vida de
cada niño. La que impulsa el autoconocimiento y el relacionamiento armónico con los
otros, comprendiendo una formación integral en los alumnos.
Este aspecto lo podemos observar en nuestro Programa de Educación Inicial y Primaria
(2008):

“Como consecuencia la escuela debe redefinir alguno de sus roles,


particularmente aquellos vinculados a la postura frente a la información. En la
era del conocimiento es fundamental superar la exigencia utilitarista que se
plantea prioritariamente; ofrecer información útil para competir en el mundo
real. Se deberá construir un nuevo imaginario para acceder críticamente a la
información en el marco de una educación integral, asegurar relaciones con el
saber para favorecer el crecimiento cultural de la población.” (p.35).

En otras palabras, fundamenta la implementación de la educación emocional en


el aula. Un elemento clave en esta educación es la emoción, lo que deriva al constructo
de la inteligencia emocional.

En otro sentido (Bisquerra, Educación Emocional. Propuestas para educadores y


familias, 2011) plantea la incorporación de las competencias emocionales en la escuela,
como consecuencia de que muchas familias no están aptas para formar a sus hijos en
valores y desarrollo afectivo.

A lo largo de muchos años, la educación emocional se preservó en el ámbito


privado, y la escuela se encargaba de enseñar exclusivamente los conocimientos
disciplinares. El aula es un contexto que favorece la estimulación de la formación
emocional, puesto que constantemente se presentan desafíos de dicha índole que se
deben enfrentar. Sin embargo, para que esto se presente es necesario que los docentes
estén formados en este aspecto. Solo un docente emocionalmente competente, podrá
formar a sus alumnos en competencias emocionales.

¿Por qué y para qué el educador debe formarse en las competencias


emocionales?

En la actualidad, los docentes se deben enfrentar a una infinidad de retos,


desafíos, nuevas propuestas que involucran cambios, por lo tanto, una posible
inseguridad en ellos. Los educadores de hoy en día son más propensos a producir
trastornos o síntomas
relacionados con la ansiedad, ira, depresión, o síndrome de burnout. Diversos aspectos
como la falta de disciplina en los alumnos, comportamientos inadecuados, bajo
rendimiento, exceso número de estudiantes, falta de motivación para aprender, la apatía
de los alumnos, influyen en el estrés del docente (Extremera & Fernandez Berrocal, La
importancia de desarrollar la inteligencia emocional en el profesorado, 2004).

Estas son algunas causas que pueden generar trastornos en los maestros, pero la
diversidad de situaciones que se pueden presentar en el aula es infinita. Algunas de ellas
pueden ser, la falta de colaboración de las familias, innovación educativa sin formación
previa, escasez de recursos educativos y la falta de reconocimiento a la profesión.
Debido a estas posibles situaciones, sin lugar a duda, es necesario que el profesorado se
encuentre capacitado para ser capaz de sobrellevar estas situaciones.

La inteligencia emocional ejerce efectos beneficiosos a nivel preventivo. Al


poseer la capacidad de razonar nuestras emociones, percibirlas y comprenderlas, implica
una regulación emocional que contribuye a disminuir el estrés docente que los
profesores están expuestos diariamente (Extremera & Fernandez Berrocal, La
importancia de desarrollar la inteligencia emocional en el profesorado, 2004).

De modo que, si el educador se forma en inteligencia emocional poseerá las


competencias emocionales para afrontar situaciones difíciles. De esta forma, la persona
sufre menos en contextos negativos, disfrutando más de los momentos positivos.

Aún más, según Bisquerra (2007) el profesorado emocionalmente competente


está mejor preparado para relacionarse de forma positiva aumentando la eficacia de la
educación.

Las situaciones difíciles que se nombraron anteriormente pueden desembocar en


un ambiente desfavorable para el aprendizaje. Es el docente el encargado de crear un
clima de aula propicio y adecuado para que se desarrolle la enseñanza y aprendizaje. Si
este no esta apto o capacitado emocionalmente para realizarlo, no se generará un
ambiente educativo asertivo.

Conforme a (Extremera & Fernández Berrocal, La importancia de desarrollar la


inteligencia emocional en el profesorado, 2004):
“…la inteligencia emocional es un conjunto de habilidades que el
docente debería aprender por dos razones: (1) porque las aulas son el modelo de
aprendizaje socio-emocional adulto de mayor impacto para los alumnos y (2)
porque la investigación está demostrando que unos adecuados niveles de
inteligencia emocional ayudan a afrontar con mayor éxito las contratiempos
cotidianos y el estrés laboral al que se enfrentan los profesores en el contexto
educativo.”

Por consiguiente, se puede afirmar que no solo es necesario que los docentes se
formen en inteligencia emocional para poder superar los desafíos de su profesión, y así
obtener un mayor bienestar personal, sino porque la repercusión de este podría influir en
el desempeño laborar de los educadores y así influir negativamente en el aprendizaje.

Según (Giroux, Diciembre 2001) los profesores deben ser responsables de


plantearse las cuestiones serias de cómo están realizando su labor. Concebir la forma en
que están enseñando y sus objetivos generales.

En otras palabras, se apunta a que los docentes sean personas críticas para poder
visualizar la forma en que están ejecutando su trabajo. El docente debe reflexionar sobre
sus prácticas, pensar si realmente logar discernir entre las problemáticas que se le
presentan y sus prácticas, logrando ejercer su labor eficazmente. De esta manera, se
convierten en profesionales críticos y reflexivos de sus prácticas. De ahí que, tendrán las
herramientas para mejorar su labor y conformarse en maestros competentes.

Conforme a (Bisquerra , La educación emocional en la formación del


profesorado, 2005) expresa que el desarrollo de las competencias emocionales del
alumnado de forma sistemática e intencionada requiere de una formación previa de ellas
en el profesorado.

Como se ha nombrado anteriormente, la formación de competencias


emocionales en los alumnos es una nueva tendencia de la educación. El Programa de
Educación Inicial y Primaria del 2008 al igual que UNESCO, destacan la importancia
de ellas en la formación integral del alumnado. De esta manera, se asegura que la
formación en competencias emocionales en el docente no solo contribuye a la
resolución de conflictos, dilemas y desafíos presentes, generando un ambiente propicio
para el aprendizaje, sino también para la formación en competencias emocionales de los
niños.
Teniendo en cuenta los aportes de (Giroux, Diciembre 2001) los profesores
deben ser considerados como intelectuales transformadores, ya que realizan una tarea
intelectual. Al contemplar la tarea docente de esta forma, aclaramos que toda tarea
humana implica una forma de pensamiento.

Los educadores deben ser agentes transformadores, que según (Picardo Joao,
2004) la transformación educativa es un proceso absoluto y social que implica un
cambio sustantivo. Esto solo se va a poder ejecutar si el docente es un sujeto reflexivo
sobre sus prácticas, conformando un profesional competente. De modo que, solo así
podrá evaluar si posee las competencias emocionales necesarias para ejercer su labor
asertivamente, creando un ambiente propicio para el desarrollo del aprendizaje,
superando los obstáculos inesperados y formando alumnos emocionalmente
competentes.

Conforme a (Meirieu P. , 2006) los docentes realizan una labor profesional,


debiendo esforzarse día a día, con la que están comprometidos de una forma autónoma.
Este debe proporcionar la ayuda necesaria para que el niño interiorice los saberes
proporcionando sus recursos a disposición del aprendizaje.

De modo que, al comprometerse con su labor es imprescindible ser un


profesional competitivamente reflexivo, para poder meditar sobre sus prácticas. Solo
así, podrá ser responsable e involucrarse profundamente con su tarea. Es necesario tener
en cuenta, que el docente se transforma en un referente y modelo para sus alumnos.
Entonces, al ser un sujeto competente emocionalmente podrá ofrecer sus recursos
(habilidades emocionales) a disposición de sus alumnos, y así poder favorecer el
desarrollo de la formación integral en los niños.

¿Qué cualidades posee un educador competitivamente emocional?

Un educador que se forme en competencias emocionales va a potenciar su


adaptación en el medio y tendrá la capacidad de afrontarse a las circunstancias de la
vida con mayor éxito. Varios aspectos del individuo se ven favorecidos como los
procesos de aprendizaje, las relaciones interpersonales, la solución de conflictos, entre
otros (Bisquerra Alzina & Pérez Escoda, Las competencias emocionales, 2007).
Cuando el docente se forma en educación emocional desarrolla las competencias
emocionales. A su vez, estas cinco dimensiones se dividen en diferentes habilidades o
cualidades que le proporcionan al docente, una vez adquiridas.

Las competencias emocionales se pueden dividir en cinco bloques: conciencia


emocional, regulación emocional, autonomía personal, competencia social y habilidades
para la vida y el bienestar. (Bisquerra Alzina, Educación emocional y competencias
básicas para la vida, 2003).

Una de las cualidades que adquiere el docente al formase en competencias


emocionales es la conciencia emocional. Le proporciona la conciencia de las propias
emociones, pudiendo identificarlos y etiquetarlos, utilizando un vocabulario emocional
adecuado. Así mismo, comprende las emociones de los demás, incluyendo la capacidad
de captar el clima emocional en un contexto (Bisquerra Alzina & Pérez Escoda, Las
competencias emocionales, 2007).

Al adquirir esta capacidad, el docente toma conciencia e identifica lo que siente


y piensa. Conforme a (Freire, 1993) existen dos maneras de movernos por el mundo: la
espontánea y la sistemática. Afirma que debemos movernos de forma epistemológica,
siendo cuerpos conscientes. De esta forma, el docente se convierte en un ser pensante de
lo que hace y siente. Esto es una gran herramienta para entender porque realiza ciertas
acciones en su práctica, constituyendo una habilidad que le permite reflexionar sobre
sus qué hacer. Según (Freire, 1993) a partir de pensar sobre la práctica aprendo a pensar
y practicar mejor. Además, la conciencia emocional le posibilita comprender las
emociones de sus alumnos, que según (Freire, 1993) es imposible que un docente
enseñe sin saber cómo piensan sus alumnos en su vida.

Otro aporte que realiza las competencias emocionales es la regulación


emocional, generando en el docente la capacidad de manejar sus emociones de forma
apropiada. Tendrá la conciencia de la interacción entre sus emociones, cognición y
comportamiento. De esta forma, regula sus sentimientos y emociones como pueden ser
la ira, impulsividad tolerancia a la frustración, entre otros. (Bisquerra Alzina & Pérez
Escoda, Las competencias emocionales, 2007). Según (INEEd, 2018) la
autorregulación es la capacidad de manejar las propias emociones, conductas y
cogniciones, lo cual es un componente fundamental para la competencia social. No
obstante, el docente poseerá la habilidad de afrontamiento necesaria para afrontar
emociones negativas y, a su vez, la
habilidad para autogenerar emociones positivas (Bisquerra Alzina & Pérez Escoda, Las
competencias emocionales, 2007).

La regulación emocional es una gran herramienta a la hora de las practicas.


Como se ha nombrado anteriormente, las prácticas docentes pueden ser un contexto
complejo para el educador debido a las grandes exigencias, retos, desafíos y situaciones
inesperadas que surgen espontáneamente. Según (Cullen, 2009) en los escenarios
educativos se pueden presentar conflictos, dilemas, distintos personajes y diferentes
peripecias. El desafío para el docente es irme formando en esta difícil tarea unificando
las tensiones, dilemas, esperanzas, dándonos una identidad que nos defina. Dichas
situaciones pueden generar ira, enojo, frustración e impulsividad en el educador. Poder
controlar esas emociones mediante la habilidad de autorregulación y de afrontamiento
resultan elementales para poder realizar su labor correctamente.

Así mismo, el tercer bloque es la autonomía personal. Lo que incluye diversos


elementos y características de la autogestión personal, auto eficiencia emocional y la
capacidad para buscar ayuda y recursos. Cuando el docente se forme en educación
emocional poseerá autoestima, ya que tendrá una buena relación con el mismo.
Adquiere la capacidad de automotivarse, tener una actitud positiva, ser responsable,
resiliente y realizará un análisis crítico de las normas sociales (Bisquerra Alzina &
Pérez Escoda, Las competencias emocionales, 2007).

Estas cualidades enriquecerán la postura docente que adoptará en el aula. Al


poseer autoestima defenderá sus creencias y posiciones ideológicas, pero siempre con
humildad, reconociendo cuando se equivoca y tomando recursos de diversos sectores
para beneficiar sus prácticas. Conforme a (Freire, 1993) el maestro debe adoptar una
postura de liderazgo democrático, alerta, curioso, humilde y científicamente
competente. Al tener una postura humilde podrá pensar y repensar sus prácticas, y se
involucrará curiosamente con sus alumnos. Conformará un docente crítico, que no
acatará las normas de forma sistematizada, sino que conformará un sujeto consciente y
reflexivo, siendo responsable y automotivándose.

La competencia social es la penúltima dimensión que se adquiere al ser


competitivamente emocional, relacionada con la capacidad de tener buenas relaciones
con los demás. Las cualidades que poseerá el docente será el respeto por los demás, al
aceptar las diferencias individuales y grupales. Las habilidades sociales básicas como
lo
son el saludar, escuchar, manifestar agradecimiento, entre otras. Tendrá la capacidad de
practicar la comunicación expresiva y receptiva al poder iniciar y mantener
conversaciones mientras atiende en la comunicación verbal como no verbal. También se
enriquecerá en la prevención y solución de conflictos, ya que obtiene la capacidad de
identificar, anticipar o afrontar situaciones conflictivas, mientras es asertivo (Bisquerra
Alzina & Pérez Escoda, Las competencias emocionales, 2007).

Las prácticas educativas son escenarios sociales, donde existe una interacción
constante entre diversos sujetos con diferentes realidades. La frecuente comunicación y
relación puede generar choques o fricciones, por lo cual, es elemental hacer uso de las
competencias sociales. Estas permiten poseer la habilidad del respeto por el otro,
mediante una comunicación asertiva. Esto evita posibles conflictos y confrontaciones
entre los sujetos para poder desarrollar la labor educativa.

Por último, al desarrollar las habilidades emocionales adquiere las competencias


para la vida y el bienestar. Posee la capacidad de afrontar satisfactoriamente los desafíos
de la vida, mediante comportamientos adecuados y responsables, ya sea en lo privado,
profesional o social. De esta forma, obtiene una vida sana y equilibrada proporcionando
experiencias satisfactorias y bienestar (Bisquerra Alzina & Pérez Escoda, Las
competencias emocionales, 2007).

La formación en educación emocional le brinda al educador las competencias


emocionales para comprender asertivamente su labor. Debido a que lo enriquece en
cualidades y habilidades que contribuyen tanto en el aspecto personal, social como en el
profesional.

La adquisición de dichas habilidades ¿de qué forma le serán útiles en las


prácticas pedagógicas?

Schmelkes (1995) afirma: “La mejora en la calidad de la educación depende más


de la calidad de las personas que se desempeñan como docentes que de los planes y
programas de estudio” (pág. 80).
En las prácticas educativas se busca formar íntegramente a los alumnos. Para
ello, es fundamental que el docente posea el saber disciplinar y académico, pero no se
puede olvidar la necesidad del buen desarrollo personal en los maestros. El contexto del
aula se basa en interacciones, comunicaciones y relaciones personales entre los diversos
agentes, por consiguiente, es inevitable que el docente se forme en competencias
emocionales.

Un docente con baja autoestima no actúa en las mejores condiciones para la


formación de sus alumnos, ni para su propio desarrollo profesional.
Concretamente, la baja autoestima docente para actuar como fuente generadora
de dificultad de aprendizaje del propio profesor, relacionado con el propio
desarrollo profesional y la práctica de la enseñanza. De un modo especial incide
en aquellas actuaciones didácticas potencialmente favorecedoras de la
motivación y creatividad, lo cual puede cerrar en un bucle en el que trascurre su
vida profesional cotidiana (De La Herrán Gascón, 2004, pág. 52).

La baja autoestima que se puede presentar en los docentes está relacionada con
la falta de competencias emocionales. De aquí la importancia del desarrollo de ellas en
los educadores, ya que no solo se beneficiarán ellos, sino que también sus alumnos. Un
docente enriquecido por dichas habilidades favorecerá el clima de aula y las relaciones
sociales, será responsable, tolerante, afectivo, empático, creativo y motivará a sus
alumnos en el proceso de aprendizaje.

Un buen maestro cumple roles múltiples; debe estar comprometido, contener,


escuchar, tolerar, respetar a los alumnos, manejar bien el grupo, trasmitir y
socializar el conocimiento. Un buen maestro, para nuestros entrevistados, es
también un maestro bueno (Abramowski, 2010, pág. 89).

El educador que desarrolle dichas cualidades será aquel que se haya formado en
educación emocional. Cuando se forme en competencias emocionales podrá favorecer el
aprendizaje significativo en sus alumnos, ya que la motivación, empatía, el buen manejo
de las relaciones sociales, la autorregulación de sus emociones y la autoconciencia
constituyen sus pilares y así favorece sus prácticas docentes beneficiando el aprendizaje
en los niños.

Como se ha mencionado en reiteradas ocasiones, el aula es un contexto donde se


suscitan diversas dificultades como inasistencias, dificultad en el aprendizaje, falta de
motivación, innovaciones educativas sin información previa, violencia, entre diversos
acontecimientos. Cuando un docente no se encuentra apto para afrontarlas repercute no
solo en el aspecto personal, sino en las prácticas pedagógicas, y así mismo, en sus
alumnos. Sin lugar a duda, un docente que no posee las competencias emocionales, al
enfrentar estas situaciones se encontrará más irritable, sensible, agresivo, menos
tolerante, responsable, tendrá menos confianza y será más permisivo.

Un docente se transforma en un modelo a seguir para los niños, por ello es tan
importante que se forme tanto en el aspecto profesional como en el personal. De esta
forma, podrá hacer de sus prácticas un lugar agradable y rico para el aprendizaje de sus
alumnos, teniendo las competencias necesarias para sobrellevar cualquier situación
inesperada que surja en el aula.
Análisis pedagógico

En este apartado, se abordará la problemática pedagógica que se ha planteado,


mediante los aportes del marco teórico y diversos autores trabajados. Se profundizará
una situación educativa que se expuso en la fundamentación de este ensayo.

Como se ha mencionado anteriormente, las prácticas educativas son entornos


sociales, donde se presentan interacciones, comunicaciones y relaciones entre los
participantes. De ahí que, es un contexto propenso a roces, conflictos y dilemas, que el
docente debe aprender a sobrellevar para poder realizar su labor.

Conforme a (Meirieu P. , 2006) la tarea docente se basa en la trasmisión,


afirmando que todo profesor enseña algo. En (Meirieu P. , 2018) expone que la
educación consiste en la trasmisión, lo cual es deber absoluto de los adultos. Por otro
lado, también es emancipación, el educador debe proveerles la libertad y derechos a los
niños suscitando su propio compromiso.

Por consiguiente, se puede afirmar que el docente posee un papel elemental en


las prácticas pedagógicas. Su labor se centra en enseñar a los alumnos, teniendo grandes
influencias en la educabilidad de ellos. Por esta razón, debe crear un ambiente propicio
para que fluya asertivamente su labor.

Según (ANEP, 2008) la educación es un derecho que debe concebirse como una
acción liberadora, lo que implica educar para pensar y decidir conscientemente. De
modo que, en el proceso de la enseñanza, el docente debe educar a sus alumnos para que
sean ciudadanos críticos. Como afirma (Giroux, Diciembre 2001) los profesores son
intelectuales transformadores en la medida que reflexionen sobre sus prácticas, para
educar a sus estudiantes como ciudadanos reflexivos y activos.

Sin lugar a duda, para que el profesional pueda realizar su labor asertivamente es
necesario poseer un clima adecuado de aula, siendo el docente el encargado de crearlo,
aun cuando, las diversas circunstancias no estén a favor de ello. Conforme a (Cullen,
2009) refiere a las prácticas pedagógicas como escenarios educativos. Sostiene que son
prácticas sociales y, por consiguiente, configuradas por ellas mismas. Por esta razón,
son propensas a presentar dilemas, tensiones y conflictos. Puesto que, representa todo
un reto para el educador sobrellevar las diversas situaciones negativas, que repercuten
en su accionar docente.

A continuación, se presentará una experiencia vivida por la maestra practicante


autora de este ensayo.

¡Así no se puede dar clase!


En el transcurso del año 2018 me encontraba realizando mis prácticas en primer
grado. Un alumno presentaba hiperactividad, impulsividad y falta de atención, por lo
que se le dificultaba acatar las normas de clase. Varios de sus comportamientos no eran
adecuados y no contribuían para establecer un ambiente adecuado de aula. Era un niño
que le costaba permanecer sentado, estaba en permanente movimiento, daba respuestas
apresuradas, gritaba y hablaba constantemente, se distraía fácilmente, no prestaba
atención, no escuchaba, evitaba tareas complejas y ejercía violencia tanto verbal como
física a sus compañeros como a la maestra. Desde el momento de entrada, la maestra ya
se encontraba mal predispuesta. Las situaciones descriptas anteriormente, eran
frecuentes y en cada oportunidad la docente reaccionaba de forma irritable y molesta.
Le gritaba y hablaba de una forma que no era adecuada, logrando que el niño
intensifique y fortalezca su inadecuado comportamiento. En diversas oportunidades, lo
aislaba de los demás compañeros o lo retiraba del aula gritando “qué niño insoportable,
así no se puede dar clase”. A partir de estos momentos, la docente se encontraba molesta
y fastidiada generando un clima de aula incómodo y desagradable para todos los
presentes.

En las prácticas docentes, surgen diversas situaciones que el educador debe


encargarse de resolverlas para poder ejercer su labor. Sin duda, los niños de hoy en día
son impulsivos, dispersos, se excitan demasiado y la atención disminuyó, esto se debe al
mundo en el que vivimos. La tecnología nos lleva a la inmediatez, construyendo una
sociedad que va demasiado rápido. De manera que, dichas características influyen en la
escuela, siendo este el lugar de desaceleración y de reflexión. Es el pedagogo, el
encargado de acompañar al individuo de la pulsión al sujeto reflexivo (Meirieu P. ,
2018).
Entonces, la docente no realiza su labor eficazmente al aislar o negarse a enseñar al
alumno descripto en la experiencia.

Obviamente, si un alumno presenta dichos comportamientos, el clima de clase se


distorsiona y no estimula el aprendizaje. Por ello, es necesario que el educador no solo
posea el dominio de los saberes, sino que, debe desarrollar las competencias
pedagógicas (Meirieu P. , 2006).

Un maestro, debe ser un profesional competente para poseer las habilidades y


herramientas de resolución de problemas. En esta situación, se puede afirmar que la
docente no posee las competencias emocionales necesarias para ejercer su profesión.
“Las competencias emocionales como el conjunto de conocimientos, capacidades,
habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y regular de forma
apropiada los fenómenos emocionales” (Bisquerra Alzina & Pérez Escoda, Las
competencias emocionales, 2007, pág. 69).

La formación en estas competencias, lo enriquecerán a la hora de conocer,


controlar y regular sus propias emociones. Diversas acciones de este alumno pueden
causar inestabilidad, enojo o frustración en el docente, pero al poseerlas podrá
controlarlas para poder ejercer su labor. El docente es el encargado de generar un clima
motivador para el desarrollo del aprendizaje, si no logra sobrellevar estas situaciones
emocionales no logrará realizar correctamente su trabajo.

En el proceso de aprendizaje, el docente es quién debe acompañar a sus alumnos


en los obstáculos que se le presentan, ofreciéndoles puntos de referencia estables. De
esta forma, les brinda la ayuda necesaria en el proceso de aprendizaje (Meirieu P. ,
2006). La hiperactividad e impulsividad representan obstáculos para el niño, y es el
docente el encargado de acompañarlo a superar sus dificultades y así poder desarrollar
el proceso de aprendizaje correctamente. Al aislarlo y retirarlo de clase, no realiza
correctamente su desempeño, se niega a enseñarle porque distorsiona el aula y la
desestabiliza emocionalmente. Cuando los docentes se forman en educación emocional,
poseen las habilidades necesarias para regular sus propios sentimientos, comprender las
emociones de sus alumnos, y una vez allí, poder realizar su desempeño laboral.

(Cullen, 2009) afirma que los escenarios educativos son propensos a tensiones,
conflictos y dilemas. Es aquí, donde el educador se forma, siendo su desafío formativo
construir su identidad docente. En el proceso de enseñanza, el maestro debe dejarse
interpelar por todas las diferencias que surjan, mantenerse como un libro abierto, y de
esta forma, se formará para adquirir su identidad docente.

En nuestra formación docente, no nos preparan para la resolución de conflictos


múltiples que pueden presentarse. Sería imposible, porque no existe una solución única
para un dilema que se presente, por ello, es elemental que el docente sea un profesional
competente. Así poseerá las habilidades necesarias para sobrellevar o solucionar los
conflictos que se generen en el aula. Es a partir de la experiencia que nos formamos
como docentes, pero para ello debemos ser críticos y reflexivos sobre nuestras prácticas.

Freire (1993) afirma: “…es pensando la práctica como aprendo a pensar y a


practicar mejor” (pág. 128).

La reflexión y la actitud crítica del docente sobre sus prácticas pedagógicas, es lo


que lo enriquece en su formación e identidad docente. Cuando posee estas cualidades, se
mantiene abierto a nuevas alternativas y conocimientos que podrán aportar a su aula.
Podrá valorar críticamente su accionar en el aula, para mejorar su rol y posición
docente.

En la experiencia planteada, claramente la docente no posee una postura crítica


ni reflexiva. No brinda una enseñanza adecuada al alumno descripto y no favorece a
crear un clima motivador para el resto de sus estudiantes. Al no poseer las competencias
emocionales necesarias, se desborda con sus emociones, repercutiendo en su perfil
docente. Por esta razón, es importante que los educadores no solo se formen a nivel
profesional, sino también personal.

Según (Freire, 1993) lo que caracteriza nuestro operar en lo cotidiano es que


hacemos las cosas, pero no pensamos las razones por las que lo hacemos. Realizamos
las cosas porque tenemos ciertos hábitos de hacerlas. Cuando la maestra actúa de forma
impulsiva gritándole o retirándolo de clase, actúa sin pensar, sin reflexionar sobre su
accionar, respondiendo de igual modo que su alumno. Es importante destacar, que el
oficio de enseñar es una profesión, y como toda profesión implica ser un profesional
competente, saber cuál es el cometido de su oficio (Perrenoud, Desarrollar la práctica
reflexiva en el oficio de enseñar, 2001). La educadora no realiza su desempeño laboral
asertivamente, porque no posee las competencias emocionales que requiere su
profesión.
El aula es un escenario diverso, donde cada día surgen nuevos acontecimientos,
los cuales son sumamente diferentes. A causa de que, son contextos sociales que se
modelan por ellos mismo. Por ello, el docente debe respetar el contexto de la práctica,
ya que es ella quién explica la manera en cómo se debe practicar (Freire, 1993). Las
prácticas pedagógicas, conforman un espacio rico en diversas situaciones y sucesos,
donde el maestro debe permanecer con una postura abierta a recibir nuevos
conocimientos y ser interpelado por ellos. Solo así, se adaptará y responderá
efectivamente al requerimiento de cada práctica educativa que requiere su aula.
Reflexiones finales
Bibliografía

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Schmelkes, S. (1995). Hacia una mejor calidad de nuestras escuelas. México:
Secretaría de Educación Pública: Biblioteca para la actualización del maestro.

DEVOLUCIÓN PRIMER PARCIAL


Hay un trabajo intenso pero no se logra centrar el tema.
Sería bueno determinar si vamos a trabajar desde la enseñanza o desde el aprendizaje.
Y definir las categorías de análisis que se tendrán en cuenta para la temática, de modo de poder centrar el
tema, ¿qué abarca conceptualmente "educación emocional" y qué no para este ensayo?.

¿Vamos a trabajar educación emocional o creatividad?


Consultar la página del INEED para ver estudios sobre el tema.
Quizá también este artículo pueda orientar a la hora de demarcar la temática:
http://repositorio.cfe.edu.uy/bitstream/handle/123456789/740/Presa%2CT.L...

Sugiero desestimar vincularlo también con creatividad, o desarrollar sólo el tema de creatividad.
En la medida que logremos avanzar con el trabajo propuesto en los foros, creo que va a resultar más simple
lograr delimitar el tema.
Tranquila, avancemos!
TRABAJO DE RE-ESCRITURA:
Hola Lucía, te adjunto el archivo con algunos comentarios, fijate si te ayudan a delimitar mejor el tema

Estuve buscando algo de material para poder profundizar y ampliar información.

Luego comentame si algo de esto te sirve:

https://www.redalyc.org/pdf/440/44023984007.pdf

https://www.redalyc.org/pdf/805/80511492005.pdf

Revisá no sólo los articulos sino especialmente la bibliografía a la que refieren

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