Bianchi y SCH

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BIANCHI cita a Paul SCHILDER, quien divide a la imagen corporal en tres planos:

• Bases fisiológicas (corporal).

• Estructura libidinosa de la imagen corporal (afectivo).

• La sociología de la imagen corporal (sociológico).

En base esta división tripartita de la imagen corporal expuesta por SCHILDER, BIANCHI hace hincapié en la estructura
libidinosa de la imagen corporal, y dice que:

La influencia emocional afecta el valor de las regiones del cuerpo, de acuerdo con las tendencias libidinosas. Esta
influencia modifica la valoración interna y externa del cuerpo, dicha valoración puede llegar a provocar trastornos en
la sensibilidad cutánea o en la percepción de la gravedad.

Las regiones del cuerpo pueden sustituirse simbólicamente en el nivel de su representación psíquica. En este sentido
las cavidades y las salientes corporales son psíquicamente “intercambiables”. Especialmente, el desplazamiento se
produce de los órganos sexuales hacia otros órganos.

La actitud que el niño adopta con relación a su cuerpo y a sus partes, está influida por la actitud que los mayores
revelan con relación a él. La importancia que los adultos otorguen a ciertas regiones corporales del niño harán que
éste las sobrevalore o las desvalorice.
Las identificaciones con otros sujetos pueden llevar a incorporar las regiones de sus cuerpos, lo que se revela en los
gestos o actitudes imitados consciente o inconscientemente.

La unidad emocional del cuerpo se halla ligada al desarrollo del complejo de edípico y, por ende, a la evolución
libidinosa de la etapa pregenital a la genital. Según dice SCHILDER, un total desarrollo de la sexualidad genital es
indispensable para la completa apreciación de nuestra imagen corporal.

El proceso de construcción de la imagen corporal supone un proceso paralelo en el campo perceptivo y en el emocional
– libidinoso. Los objetos de amor y nuestras relaciones con ellos juegan un papel importante, que se conjuga con
nuestra total actitud hacia el mundo animado e inanimado.

Por otro lado, BIANCHI hace mención a que los límites del cuerpo son estáticos y se extienden o se contraen según las
circunstancias. Cualquier prenda de vestir que nos ponemos, inmediatamente se convierte en una parte de la imagen
de nuestro cuerpo y se colma de libido narcisista.

Esto es especialmente visible en el adolescente. El vestido cumple una doble función protectora y decorativa. BIANCHI
hace una analogía y dice que, en la niñez, la preocupación por el vestido es variable. Sin duda, se halla influida por la
mayor o menor preocupación que los mayores demuestren acerca del mismo y, aunque el niño se enorgullezca de
estrenar alguna prenda, pronto lo vemos olvidar la ropa y subordinarla en su actividad esencial, el juego.
Pero en la adolescencia el vestido se vuelve crítico. La función protectora y decorativa se une al sentido simbólico que
la ropa implica.
Ariel BIANCHI expone que, la organización de la idea de “YO” se va elaborando sobre un basamento físico. Antes de
conocernos como persona, nos conocemos como cuerpo. La imagen corporal no agota la idea del “YO”, pero
evolutivamente la anticipa.

La imagen del propio cuerpo se torna problema a partir de la pubertad. Y ello es así porque la desadaptación de la
adolescencia comienza por el plano biológico. Todo el cuerpo se trasforma y se ofrece como incógnita al sujeto púber.
El crecimiento tiene un su ritmo individual, se acelera o tiene pausas. En tanto la figura pierda armonía, y los
movimientos se tornan torpes y bruscos. El adolescente se siente extraño en relación con su cuerpo.

Por otro lado, Paul SCHILDER, ha resumido las proposiciones fundamentales con relación a la sociología de la imagen
corporal.

La imagen corporal no se halla nunca asilada, sino en conexión con las imágenes corporales del contorno, seamos o
no conscientes de ellos. Esta relación de imagen a imagen se establece sobre factores de aproximación o lejanía
espacial y emocional.
La intimidad de la relación se agudiza en las zonas erógenas. La trasferencia emocional modifica la relación social con
otras imágenes corporales.

Todo cambio en la imagen corporal de índole erótica se convierte en un fenómeno social que trasforma la percepción
de las imágenes ajenas. Se infiere, pues, un continuo intercambio entre la propia imagen y la de los demás. En ese
intercambio y trasformación continua deben señalarse procesos de proyección e identificación fundamentalmente.
Debe enfatizarse que la imagen corporal es una Gestalt en continua trasformación y nunca una estructura estática.

La imagen del cuerpo es la resultante de la vida social. Por tal motivo, el factor “belleza” no es sólo social porque
resulta del constante intercambio entre la imagen del individuo y las de los demás, sino también porque obedece su
calificación a pautas o normas condicionadas por las culturas y los tiempos históricos.

El adolescente busca dilucidar el misterio de su cuerpo en los encuentros con los otros, especialmente con sus pares.
Ahí se da la curiosa reciprocidad de los cuerpos que se exponen unos a otros como objetos, siendo en sí mismos, cada
uno para sí, sujeto. Este intercambio puede ser amistoso o agresivo. Nadie como el adolescente para juzgar con
crueldad el cuerpo del otro y caricaturizar sus debilidades. Este acceso destructor al prójimo lleva una intencionalidad
reactiva, ya que encubre su propio temor a mostrar sus falencias.

Aporte libidinal: El cuerpo tiene una influencia emocional por la libido (carga), esta información modifica la
valoración interna y externa del cuerpo, es decir, que la carga de la libido se alguna manera determina si nos
sentimos más lindo o más feo. Esta carga puede generar trastornos en la piel (acné) o en la percepción de la
gravedad (se lleva todo por delante cuando no tiene buen esquema).
Modifica la percepción externa o interna del cuerpo.

Las regiones del cuerpo pueden sustituirse simbólicamente en el nivel de su representación psíquica, es decir, que
las cavidades y las las saliencias corporales pueden ser intercambiadas simbólicamente, y en general el
desplazamiento se produce de los órganos sexuales hacia otros órganos. Hay una sustitución simbólica libidinal
erógena corporal en la que el genital femenino homologa el del varón ( y viceversa) y esto puede ser intercambiado
simbólicamente, hay una sustitución simbólica.

La actitud que el niño adopta con relación a su cuerpo y a sus partes está influenciada por la relación que los mayores
revelan en relación con él. La importancia que los adultos otorgan a ciertas regiones del cuerpo del niño hará que
este las sobrevalorice o las desvalorice. Las caricias determinan mayor sensibilidad erógena y las experiencias
infantiles en relación con el cuerpo modifican la representación afectiva del mismo.

Las identificaciones con otros sujetos pueden llevar a incorporar las regiones de su cuerpo lo que se revela en gestos
o actitudes imitados consciente o inconscientemente (ej.: padres e hijos que caminan igual a la par).

La unidad emocional del cuerpo se halla ligada al desarrollo del complejo edípico y a la evolución libidinal de la
etapa pregenital a la genital. Un total desarrollo de la sexualidad genital es indispensable para la completa
apreciación de nuestra imagen corporal.

El proceso de construcción de la imagen corporal supone un proceso paralelo en el campo perceptivo y en el


emocional libidinoso. Los objetos de amor y nuestras relaciones con ellos juegan un papel importante que se
conjuga con nuestra actitud hacia el mundo animado e inanimado.
Nosotros nos identificamos consciente o inconscientemente con los otros.

Aporte sociológico: La imagen corporal nunca se halla aislada sino en conexión con las imágenes conscientes del
entorno. Esta relación de imagen a imagen se establece sobre factores de aproximación o lejanía espacial y
emocional.

Transferencia emocional: transfiero al otro mis propias idealizaciones, y el otro pasa a ser un fenómeno inexplicable.
Lo veo con un plus que en realidad no tiene.
La intimidad de la relación se agudiza en las zonas erógenas. La transferencia emocional modifica la relación social
con las zonas corporales.
Todo cambio en la imagen corporal de índole erótica (Por ejemplo, vestirse mejor) se convierte en un fenómeno
social que transforma la percepción de las imágenes ajenas. Hay un continuo intercambio entre nuestra imagen y
la de los demás, en este intercambio y transformación continúa deben señalarse procesos de proyección e
identificación (a través de éstos nos adueñamos de otras imágenes corporales).

La imagen corporal es una Gestalt en continua transformación y nunca es una estructura estática.
Las emociones determinan la imagen corporal, como nos vestimos, nos paramos, etc. Indican elementos de ese
sujeto

 PAUL SCHILDER

Paul SCHILDER enuncia que, la imagen del cuerpo humano es aquella representación que nos formamos mentalmente
de nuestro cuerpo. Disponemos de ciertas sensaciones, vemos algunas partes de la superficie corporal, tenemos
impresiones táctiles, térmicas, de dolor, etc., recibimos sensaciones que provienen de los músculos, sensaciones
provenientes de la inervación de los músculos y sensaciones provenientes de las vísceras.
Fuera de ello, está la experiencia inmediata de que existe una unidad corporal. Esta percepción de esta unidad corporal
es conocida como esquema corporal. El esquema corporal es la imagen tridimensional que todo el mundo tiene de sí
mismo. Es la apariencia del propio cuerpo, la cual formamos a partir de esquemas. Los esquemas se forman con la
suma de experiencias históricas que comienzan desde nuestros primeros años de vida. Al mismo tiempo todo
movimiento consiente de nuestro cuerpo suma el modelo de nosotros mismos y pasa a formar parte de dicho esquema
corporal.

Dice SCHILDER que, mediante perpetuas alteraciones de la posición, construimos constantemente un modelo postural
de nosotros mismos, sujeto a cambios continuos. Por lo que, cada postura o movimiento nuevo queda registrado sobre
este esquema plástico.

SCHILDER también hace mención al miembro fantasma, fantasma corporal o carácter fantasmal, el cual puede
aparecer ante una amputación o pérdida de un miembro, donde la persona puede sentir y experimentar el miembro
faltante. Ésta imagen del miembro que falta es la expresión del esquema corporal. La actitud hacia el miembro
fantasma, demuestra que la persona afectada por la pérdida procura recrear la integridad del cuerpo.
Cuando se amputa una pierna, aparece un “fantasma”, el sujeto siente todavía su pierna y experimenta la vívida
impresión de que aún la tiene ahí. Hasta puede llegar a olvidarse de que ya no la tiene, y caer al suelo. Este fantasma,
esta imagen animada de la pierna, es la expresión del esquema corporal.
Gracias a la existencia de estos esquemas podemos proyectar nuestro reconocimiento de la postura, movimiento y
localización más allá de los límites de nuestro propio cuerpo, hasta el extremo de cualquier instrumento que tengamos
en la mano. Sin ellos, no podríamos hurgar en el fuego con un hierro ni usar cubierto alguno, a menos que fijáramos
nuestros ojos en el hogar o en el plato, según el caso. Todo aquello que participa del movimiento consciente de nuestro
cuerpo, se suma al modelo de nosotros mismos y pasa a formar parte de dichos esquemas.

Según explicita SCHILDER el modelo postural del cuerpo se halla en perpetua autoconstrucción y autodestrucción
interna. Es una cosa viva, en su continua diferenciación e integración. Por otra parte, nuestras emociones y acciones
son inseparables de la imagen corporal.

Paul SCHILDER considera al cuerpo como una unidad y una entidad.

Existe un mundo parcialmente animado y otro parcialmente inanimado, es decir, existe nuestro cuerpo y finalmente
existe una personalidad que guarda una relación estrecha y específica en el cuerpo. Estas estructuras se nos dan desde
el principio.
Pues tenemos tres categorías específicas que son:

• Mundo.

• Cuerpo.

• Personalidad.

Por otra parte, dice SCHILDER, existe una experiencia inmediata de algo que llamamos cuerpo o imagen del cuerpo.
Pero esta primera experiencia es incompleta y difiere de ser clara, y aun para este modelo postural primitivo es
indispensable el contacto con la realidad externa, puesto que aun la imagen corporal más primitiva que sea posible
imaginar, ya está modificada por la experiencia. Pero la experiencia no es aceptada en forma pasiva, algunas partes
de esta son tomadas y luego rechazadas.

La imagen del cuerpo es construida y, como en toda construcción, existe un continuo probar a fin de descubrir qué
partes encajan dentro del plan total. El individuo trata de obtener la mayor cantidad posible de impresiones, porque
desea arribar a formaciones definidas. Según SCHILDER, la Gestalt es construida. En esta construcción y organización
no sólo se utilizan las experiencias actuales, sino también las pasadas.

La memoria, el aprendizaje y la experiencia se basan en el hecho psicológico fundamental de que las experiencias
pasadas no desaparecen de nuestra mente, y pueden ser utilizadas para las nuevas organizaciones. La memoria y el
aprendizaje son fundamentales para que la organización sea factible.

Por otro lado, existen tendencias que tratan de completar la imagen corporal, pero también existen tendencias
opuestas, que tratan de destruirla.
La imagen corporal no es nunca una estructura completa, nunca es estática, pues siempre hay tendencias disolventes.
Con las cambiantes situaciones fisiológicas de la vida, tienen lugar nuevas estructuraciones y las situaciones vitales
varían de continuo.

La personalidad pasa por múltiples situaciones vitales que tornan necesarias distintas adaptaciones. Las actitudes
emocionales dirigidas por las situaciones de la vida orientan la construcción de la mitad libidinal de la imagen corporal,
como así también su parte sensual.

La experiencia de nuestro propio cuerpo se basa en impresiones ópticas y táctiles. Por consiguiente, el modelo postural
del cuerpo puede sufrir alteraciones originadas en lesiones que destruyan o menoscaben las sensaciones táctiles y
ópticas. Pero el modelo postural del cuerpo también puede ser perturbado por lesiones corticales que no menoscaben
directamente la esfera táctil u óptica. SCHILDER recalca que, el punto desde donde puede perturbarse el modelo
postural del cuerpo se halla probablemente en la región parietooccipital.

Para construir la imagen corporal debemos saber dónde se encuentran los distintos miembros de nuestro cuerpo. Pero
aparte de esto, también debemos contar con la posibilidad de orientarnos en lo que concierne a la relación que
guardan entre sí las distintas partes del cuerpo.

Las percepciones, en todo el campo de la psicología, tienen significado sólo en la medida en que constituyen la base
para las acciones. El modelo postural del cuerpo, el conocimiento de los miembros y de su relación recíproca, es
necesario para iniciar cualquier movimiento.

La estructura de la imagen corporal en su sentido puramente fisiológico se basa, en gran medida, en procesos que
permanecen en el fondo de la consciencia, pues es allí donde tiene lugar una activa construcción de la imagen corporal.
Sin embargo, parte de esta construcción se halla por cierto completamente fuera del campo de la consciencia, pero
también está representada por procesos psíquicos conscientes e inconscientes.

En el modelo postural de nuestro cuerpo no sólo se nos da un contorno, sino que también encontramos una superficie.
Ésta adquiere su carácter definitivo únicamente en relación con las impresiones ópticas, aunque también hay una
percepción de lo que ocurre en el interior de nuestro cuerpo.

Por otro lado, SCHILDER dice que existen cuatro planos generales que infieren constantemente en el modelo postural
del cuerpo.
• El primero es el plano puramente fisiológico.

• Existe un segundo plano que se relaciona con las actividades focales del cerebro. El mecanismo como tal es
fisiológico, pero tiene de continuo resonancia en la consciencia.

• Un tercer plano guarda relación con las actividades orgánicas generales vinculadas con la región cortical. El
proceso orgánico tiene el aspecto aquí de un proceso psicológico congelado.

• Por último tenemos un cuarto plano cuyos procesos se desarrollan en la esfera psíquica, pero influyendo, al mismo
tiempo, sobre lo que acontece en la esfera somática.

Hay, pues, en el modelo postural del cuerpo una permanente interacción de esos cuatro planos.

Expone SCHILDER que, nuestro modelo postural no se halla rigurosamente definido, sino que se modifica con cada
objeto que toca el cuerpo, además de guardar relación con el modelo postural de las personas que nos rodean. Aparte
de sus otras cualidades, el espacio posee determinadas cualidades que se hallan vinculadas con el modelo postural del
cuerpo. Derecha e izquierda, arriba y abajo son extensiones en el espacio del modelo postural del cuerpo.
La vida emocional desempeña un papel decisivo en la configuración definitiva del modelo postural del cuerpo. La
influencia emocional altera el valor y claridad relativos de las distintas partes de la imagen corporal, de acuerdo con
las tendencias libidinales.

Nosotros elaboramos nuestra imagen corporal de acuerdo con las experiencias adquiridas mediante las acciones y
actitudes de los demás. Éstas pueden consistir en palabras o acciones dirigidas hacia nuestro cuerpo.
Las experiencias infantiles tempranas son de particular importancia en este sentido.

Por otra parte, SCHILDER enuncia que, podemos tomar ciertas partes de los cuerpos de los demás e incorporarlas a
nuestra propia imagen corporal. Este fenómeno se llama personización. Pero también podemos desempeñar
íntegramente el papel de los demás, es decir, identificarnos con ellos y esto puede inducirnos a prestar una atención
especial, con una actitud también específica, a las partes de nuestro propio cuerpo.

La unidad emocional del cuerpo sólo pude preservarse una vez alcanzado el complejo de Edipo y una vez que se han
desarrollado relaciones objetales completas. La preponderancia de las tendencias sadomasoquistas conduce a la
ruptura del modelo postural del cuerpo.

La identificación y la personización desempeñan un papel fundamental en la construcción de la imagen del


cuerpo.
Los problemas mentales y los conflictos libidinales de la neurosis se encuentran en el centro de la personalidad y pasan
de allí a la periferia de ésta y hacia el modelo postural del cuerpo.

Los conflictos libidinales alteran constantemente la imagen corporal.

En la esfera perceptiva advertimos una estrecha interrelación entre los modelos posturales de los cuerpos de las
distintas personas. Pero su vinculación es aún más íntima en el plano emocional libidinal. Cuandoquiera que exista un
interés específico por determinadas partes de los cuerpos de los demás, igual interés habrá de concederse a las partes
correspondientes del propio cuerpo. Cuandoquiera que haya una anormalidad en el propio cuerpo, habrá de
observarse con especial atención las partes correspondientes de los demás.
La vida social se basa en las interacciones de los modelos posturales. A desnudez y la vergüenza se hallan vinculadas
con la importancia social de las imágenes corporales.
Mediante la identificación y la personización nuestra propia imagen corporal se une a las imágenes corporales de los
demás, las cuales conservan una independencia relativa.

Una imagen corporal es siempre, en cierto modo, la suma de las imágenes corporales de la comunidad entera, de
acuerdo con las diversas relaciones de dicha comunidad. Las relaciones con las imágenes corporales de los demás se
hallan determinadas por el factor de la proximidad y lejanía espaciales y por el factor de la proximidad y lejanía
emocionales.

Existen dos tendencias antagónicas, una que, mediante la identificación, procura incorporar a otros dentro de
nosotros, y otra que, necesita sentir a los demás como objetos independientes.

Un cuerpo es siempre la expresión de un YO y de una personalidad, y está dentro de un mundo.

Para el adolescente el cuerpo asume una nueva significación. Todas las facetas de la adaptación social y de la
personalidad están afectadas por la configuración y el funcionamiento del cuerpo, por la impresión que una persona
les causa a los demás, y por el modo en que el cuerpo se aparece ante la persona misma, o sea, la imagen corporal.
La imagen corporal fue elaborada por Paul SCHILDER. La misma fue definida como la imagen que formamos
mentalmente de nuestro cuerpo, como el modo en que vemos nuestro cuerpo.

Por su parte, KOLB ha dividido la imagen corporal en dos componentes: la percepción del cuerpo y el concepto del
cuerpo.

La percepción del cuerpo está integrada por múltiples percepciones vinculadas con el cuerpo. Mientras que el
concepto de cuerpo depende de procesos psicológicos internalizados y de sensaciones internas.
Todos tenemos una imagen mental de nuestra propia apariencia, que es algo más que una imagen en un espejo, y que
puede o no aproximarse mucho a nuestra apariencia real. Aunque se trata de un fenómeno enteramente psicológico,
la imagen corporal abarca la visión que tenemos de nosotros mismos no sólo físicamente, sino también fisiológica,
sociológica y psicológicamente.

En la adolescencia esta consciencia de uno mismo, es decir, la imagen corporal, se intensifica mucho debido a los
cambios físicos radicales que tienen lugar en ella, como la creciente introspección, el énfasis que pone el grupo de
pares en los rasgos físicos y la creciente tendencia a cotejarse con normas de origen cultural.

Los rápidos cambios de la adolescencia imponen una revisión de la imagen corporal en el preciso momento en que el
joven se halla preso de gran agitación afectiva, de modo tal que hasta el adolescente normal siente a menudo que su
cuerpo es algo extraño a él y se preocupa demasiado comparándose con sus compañeros.
Estudios reiterados han demostrado que cuanto más perturbado afectivamente está un
adolescente, menos tolerante se muestra respecto a su aspecto físico.
Muchos adolescentes que se hallan dentro del margen normal de variación en cuanto a su
desarrollo no pueden aceptarse por una diversidad de razones afectivas, y proyectan su
preocupación sobre algún aspecto de su apariencia física o de sus realizaciones.

Muchas veces, cuando el desarrollo sexual es atípico en relación con las normas de la subcultura del grupo al que el
adolescente pertenece, se da una pérdida de autoestima, se tiene un humillante consciencia de sí mismo, y se efectúan
adaptaciones desfavorables, debido a la perturbación de la imagen corporal.

Dichas perturbaciones de la imagen corporal, se pueden manifestar en una directa preocupación por el aspecto y el
funcionamiento físico y en una variedad de pautas de conducta y adaptación inaceptables, en la ansiedad y la
depresión.

La imagen corporal se constituye tanto a nivel consciente como inconsciente, y su estructura está determinada por:

• La percepción subjetiva del aspecto físico y la capacidad funcional.


La imagen corporal cambia lentamente durante la niñez y la preadolescencia. Mientras que en la niñez las alteraciones
son fácilmente asimiladas dentro de la imagen que tiene el niño sobre su cuerpo, en la adolescencia, cuando el ritmo
de cambio se acelera notablemente, se da la necesidad de una reconstrucción radical de la imagen corporal, debido a
los rápidos cambios en cuanto al tamaño, las proporciones y las características sexuales primarias y secundarias que
tienen lugar en la pubescencia.
En la adolescencia el cuerpo adquiere un nuevo valor, de manera que las anormalidades que ya estaban presentes en
la niñez asumen una nueva significación.

Por su parte, GREENACRE confirmó las contribuciones de SCHILDER acerca de la importancia de la imagen corporal
para la identidad personal. En el varón, los rasgos decisivos son la altura, la fuerza y el desarrollo muscular, la longitud
del pene, la presencia de los testículos y el hirsutismo. La menarca, el tamaño de los pechos y el desarrollo de la cadera
son rasgos típicos de la identidad femenina.

Un desarrollo sexual inapropiado durante la adolescencia suscita perturbaciones en la imagen corporal. No obstante,
no todos los adolescentes que tienen deficiencias reales de maduración tienen perturbaciones en su imagen corporal.

• Factores psicológicos internalizados.

Los adolescentes que carecieron de una relativa estabilidad cuando niños, como resultado de perturbaciones en la
relación con sus padres, y tuvieron problemas en el desarrollo de la personalidad, con frecuencia no logran elaborar
un sano marco de referencia para el concepto del YO, y tienen dificultades para afrontar las exigencias sociales,
escolares o vocacionales de la adolescencia. Cuanto más ineficaces fueron sus adaptaciones en la primera fase de la
niñez, peores serán sus adaptaciones a los cambios físicos normales de la adolescencia, y con mayor razón aún, a las
desviaciones reales o imaginarias en la maduración o la configuración corporal.

Muchos adolescentes que se hallan dentro del margen normal de variación en cuanto a su desarrollo no pueden
aceptarse por una diversidad de razones afectivas, y proyectan su preocupación sobre algún aspecto de su apariencia
física o de sus realizaciones.

Es la personalidad la que experimenta las percepciones y crea los conceptos que constituyen la
imagen corporal.

La imagen corporal es una representación condensada de las experiencias presentes y pasadas del individuo con su
propio cuerpo, reales e imaginarias, incluyendo aspectos conscientes e inconscientes.

Aunque la mayoría de los componentes esenciales de la personalidad toman forma durante la niñez, su interrelación
no queda plenamente establecida hasta la última fase de la adolescencia.

Durante la niñez estos componentes están ordenados de acuerdo con la capacidad del niño y de acuerdo con las
exigencias y necesidades de su edad.

Pero la adolescencia altera ese ordenamiento y crea confusión en los modos de respuesta del joven. Entonces, para
poder sentirse cómodo en el mundo adulto, el individuo tiene que reordenar los componentes de su personalidad y
crear un nuevo equilibrio, una nueva imagen corporal.

De esta reestructuración surge la conducta típica de la adolescencia, la necesidad de independizarse del control de
los padres, el impulso hacia la madurez y la lucha por establecer una relación heterosexual.

Todo adolescente necesita tener una sensación de su propio valor, y cualquier cosa que lo haga sentir inadecuado o
inferior puede suscitar prontamente en él alguna clase de reacción defensiva.

Para un joven, ser diferente significa habitualmente ser inferior.

Los adolescentes que sufren diversos trastornos de personalidad, los manifiestan en distorsiones del concepto del
cuerpo.

• Factores sociológicos.

En el curso de su desarrollo, el individuo se ve sometido a una gran variedad de presiones por parte de su ambiente,
y aprende a adaptarse a ellas. Tanto las presiones como la adaptación tienen lugar en un medio social, de manera que
la persona es objeto a la vez de las reacciones de los demás y de sus evaluaciones, sobre cuya base pueden alterar su
conducta o reafirmarla.
La actitud de los padres o sus sustitutos deja una huella indeleble en el concepto que tiene el niño de sí mismo, de su
cuerpo y de las funciones de éste. Desde la primera infancia la madre expresa su actitud hacia el niño en la manera en
que lo sostiene, lo alimenta, lo toca y lo cuida. Más tarde expresa también verbalmente su aprobación o
desaprobación.

La forma en que el niño evalúa su cuerpo refleja los valores de quienes lo atienden. Los niños aceptados por sus familias
habitualmente no sobreestiman ni subestiman a sus cuerpos. En cambio, cuando el niño siente que su cuerpo no
satisface las expectativas de quienes lo rodean, con frecuencia llega a menospreciarse.
A su vez, las familias que tienden a enfatizar la significación del aspecto y el funcionamiento físico, les inculcan a
menudo a los hijos una sobrevaloración de la seguridad que ofrecen la “belleza física” o la “musculatura”. Estos
adolescentes están menos dispuestos a aceptar cualquier desviación en la configuración corporal, que aquellos a
quienes sus familias les han enseñado a respetar el carácter único de cada individuo.
Por otro lado, muchos padres expresan abiertamente la insatisfacción que les causa el sexo del niño, porque un niño
de otro sexo se hubiera ajustado más a sus esperanzas y sueños. Esto lleva a que críen a sus hijos con los valores del
sexo que esperaban, generando una confusión en la identidad sexual del hijo.

Aquellos padres que tienen conflictos con su propia imagen corporal, suelen trasmitir dichos
conflictos al hijo.

Los adolescentes se muestran extraordinariamente sensibles a propósito de su concepto del YO. Reaccionan
instantáneamente ante lo que piensan de sí mismos y ante lo que los demás piensan de ellos. Dado que su imagen de
la propia persona se halla en constante fluidez, son especialmente vulnerables ante los juicios de los demás. La
aprobación o la desaprobación de los otros asume una importancia enorme.

Por su parte, durante la adolescencia, los jóvenes, dependiendo tanto del grupo de pares, tienden a aceptar como
verdadero el valor que el grupo le atribuye.

• Imagen corporal ideal.

El adolescente formula una imagen corporal ideal a partir de sus experiencias, percepciones, comparaciones e
identificaciones con otras personas, tanto reales como imaginarias. Al sujeto, a lo largo de su niñez se lo ha comparado
con otros respecto a la altura, al peso y a la inteligencia. En la adolescencia, el sujeto se compara sin darse cuenta con
sus pares. Los medios de comunicación de masas contribuyen a esto con un énfasis excesivo en normas poco realistas,
glorificando el cuerpo ideal y descalificando al que se aparta de él.

Para aumentar su confusión, el adolescente descubre que a menudo el ideal del YO, basado habitualmente en
identificaciones con el padre del mismo sexo y en la conceptualización del ideal por el padre del otro sexo, no es apto
como modelo de lo que él quisiera ser, en cuanto adolescente. Para alcanzar la individualidad tiene que ser diferente,
creándose así un concepto amorfo de sí mismo.

Durante este período en el que el ideal del YO es tan inestable, el adolescente puede sentirse muy ansioso, volviéndose
hacia el grupo de pares. La pandilla o grupo es uno de los muchos ejemplos del esfuerzo que realizan los adolescentes
por hallar una imagen satisfactoria de sí mismos a través del intercambio con otros que luchan por conseguir el mismo
objetivo.

 ANNA FREUD, PAUL ALEXANDER OSTERRIETH, JEAN PIAGET

La adolescencia es una fase dinámica en el continuo de la vida, durante la cual tienen lugar profundos cambios en el
desarrollo físico, fisiológico y bioquímico, así como en el de la personalidad, de manera tal que el niño se trasforma en
un adulto sexualmente “atractivo”, capaz de intervenir en la reproducción.

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