Catequesis 4 Dios Nos Entrega A Su Hijo Único
Catequesis 4 Dios Nos Entrega A Su Hijo Único
Catequesis 4 Dios Nos Entrega A Su Hijo Único
SALUDO
ORACIÓN INICIAL
Señor Dios nuestro, compadécete de nuestras limitaciones y míranos con ternura y compasión.
Rescátanos del abismo del pecado y enséñanos tu perdón y tu amor. Concédenos Padre, conocer
más a tu Hijo y tener vida nueva en Él. Amén.
Primera parte
ANUNCIO - ¡DIOS NOS ENTREGA A SU ÚNICO HIJO!
Metodología: se organizan los asistentes en tres grupos de igual número de personas. Cada grupo
contará con la compañía de un misionero que se encargará de coordinar la lectura de uno de los
tres títulos siguientes. Deben leer despacio y fijarse en las ideas que se han resaltado en negrita y
en las imágenes que acompañan el texto. A medida que lean cada párrafo, profundizan lo que dice
y comparten opiniones sobre el posible episodio de la vida del Señor, al que hace alusión la
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imagen. Para precisar la respuesta, miran la parte final donde dice: (textos bíblicos de cada
imagen).
Cuando cada grupo haya terminado de estudiar su parte, se reúnen todos los asistentes y un
delegado de cada grupo comparte las ideas más relevantes que pudieron recibir.
Como hemos reflexionado, el pecado es el principal enemigo del hombre. Por el pecado han
entrado la muerte (ver Cf. Rom 5,12) y la injusticia en el mundo
y, sujetos a su yugo, experimentamos las más profundas
limitaciones y dolores. El hombre que se rebela contra Dios se
rebela contra la fuente misma de su felicidad y de su paz. Por eso,
el pecado crea en todos nosotros las más profundas divisiones:
con nosotros mismos, con Dios, con lo que nos rodea y
especialmente con nuestros semejantes. Cuando pecamos
dejamos de recurrir a la fuente del amor para poder amar y optamos por hacernos nuestro 1
propio camino de felicidad, encontrando en la vía más desilusiones que esperanzas, más
dolores que consuelos, más tristeza que felicidad.
Sin embargo, a pesar de que el pecado es culpa del hombre, Dios no nos rechaza ni nos mira con
ojos de odio o de condenación. Su amor permanece siendo fiel ante nuestras infidelidades, su
misericordia se dirige de una manera diligente a nuestras miserias. Por esta razón, desde su más
profunda ternura y compasión, decide no dejarnos a merced de
nuestras equivocaciones, y al vernos incapaces de regresar a Él
por nosotros mismos, nos ofrece la solución: Nos envía a
Jesucristo, su único HIJO para mostrarnos el camino de
regreso:
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“Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que
cree en Él, no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16)
Dios, que detesta el pecado, ama al hombre pecador, en una muestra de amor gratuito e infinito se
compadece de él y decide visitarlo y rescatarlo en la persona de su HIJO JESUCRISTO.
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2. EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN
Dios habla en nuestra vida de distintos modos y llama la atención de nuestra inteligencia revelando
las magnificencias de su poder en nuestra vida cotidiana a través de las maravillas de la creación,
los acontecimientos diarios y su palabra predicada. Sin embargo, cuando llega Jesucristo, todo lo
que puede parecer confuso a nuestro entendimiento adquiere una claridad diáfana:
En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los
profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo,
y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser
(Hebreos 1, 1-3a).
Dios envía a su único Hijo al mundo, no como un visitante extraño ni como alguien ajeno a nuestra
realidad cotidiana. No viene a nosotros como un “ser de otro mundo”, sino que llega hasta
nosotros y habita con nosotros como, uno más de nuestro
mundo. ¡Cuán maravillosamente se revela el amor de Dios en
Jesús! en su Persona podemos contemplar como la
omnipotencia del Creador se “envasa” en la inocencia y
debilidad de un niño, y cómo la fuerza indecible de Dios que
es rey del cielo y de la tierra se convierte en la limitación de un
hombre que vive con nuestras fragilidades más extremas.
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Tengan en ustedes los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó a sí mismo, tomando la
condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. (Filipenses 2,5-7).
No es voluntad de su Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños.
(Mateo 18, 14)
Porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. (Juan 12, 47)
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, que quiere que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad. (1 Timoteo 2, 3-4)
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En Jesucristo, Dios contempla el rostro del hombre. En Él no encontramos
un modelo alejado ni sobrehumano, como de “otro mundo”. Porque en
verdad ha asumido nuestra carne, Jesús es hombre verdadero; y podemos
afirmar, sin temor a equivocarnos, que Él es el modelo acabado y perfecto
de la humanidad. Vive en Dios y para Dios, por eso imitarlo a Él es el
camino seguro de felicidad y vida verdadera. Tentado como nosotros, nos
muestra el camino que vence todo pecado (Cf. Lc 4, 1-13) y alimentando
su vida con la voluntad del Padre (Cf. Jn 4, 34), nos muestra el camino a
la verdadera realización y felicidad humana.
Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí (Juan 14, 6). 8
La magnífica noticia es que Dios se hizo hombre por ti, para acercarse
más a ti, para hablar más claramente tu lenguaje, para darte esperanzas
e ilusiones nuevas, para poner la armonía de Dios en el caos de las
cosas humanas. Jesucristo es el Hijo eterno de Dios, hecho hombre
por ti, para rescatarte, para darte la mano y para salvarte de las
profundidades de los abismos a los que podrías caer si Él no te libra.
Él tiene las lleves de los cerrojos que te encierran y sólo él puede destruir las cadenas que te 10
impiden caminar libre. El Hijo de Dios, goza de todo poder y la sabiduría propios de Dios,
como el Padre y el Espíritu, para ayudarte, y es hombre como tú para poner al interior de lo que es
humano las posibilidades reales de una relación plena, cercana y salvadora, con Dios y para que
sepas que te conoce y te comprende perfectamente. Acéptalo en este momento en tu corazón…
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Segunda parte
RESPUESTA Y ECOS DEL ANUNCIO
Después de al menos diez minutos de trabajo personal, en diálogo con los demás asistentes, se
responden estas preguntas:
¿Por qué se dice que Jesús es la solución que Dios mismo ofrece para los enredos y
consecuencias del pecado y para el mal presente en el mundo?
Compartir como humilde testimonio con los compañeros: ¿Qué sentimientos provoca en mí el
saber que Dios se ha puesto con Jesús de nuestra parte? ¿Cómo debo responder a la presencia
de Jesús en mi vida?
¿Puedo confesar con convicción definitiva que hoy, más que nunca, he aceptado a Jesús como
el único que me puede salvar? Si la respuesta es afirmativa, hazlo.
COMPROMISOS
En la oración de cada día me voy a preguntar: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Deseo conocerlo?
¿Cómo voy a conocerlo y a quererlo más? En el mismo ambiente reconoceré a Dios como un
Padre que jamás se da por vencido ante el pecado y que supera el rechazo con la compasión y
la misericordia.
¿Quién es Jesús, qué significa para ti? Leer con atención y tomar nota en el cuaderno de apuntes.
Escribe tu propia reflexión. Mateo 16, 13-20.
Para una mayor profundización puedes leer los cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y
Juan), puedes hacerlo tomando diariamente uno o dos capítulos. Esta es la manera más precisa
para conocer a Nuestro Señor Jesucristo.
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Tercera parte
FE Y VIDA
Meditar y orar cada día
Sólo tu fuerte como un león y tierno como un brote, eres capaz de abrir el libro de la vida. Ap 5,5
Has muerto por todos, para que los que vivimos, no vivamos ya para nosotros mismos, sino para ti que por
nosotros has muerto y resucitado. 2Cor 5,14 -15
Hijo amado. Mt 3, 17
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ORACION FINAL
Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, concédenos tu presencia para conocer lo íntimo de Dios,
para conocer a Cristo y dejar que su obra se realice en nosotros. Abre nuestros labios para la
oración, mueve nuestra voluntad para hacer el bien, ayúdanos a trabajar por la unidad, ilumínanos
y santifícanos. Amén.