La Antijuricidad
La Antijuricidad
La Antijuricidad
1. CONCEPTO
La antijuricidad es la contrariedad del hecho con el Derecho; esto es, comparando el hecho con
el ordenamiento jurídico establecer si el Derecho prohíbe o permite la conducta. La norma
emite mandatos prohibitivos, donde la antijuricidad lo que hace es excluir la existencia de un
permiso para realizar el hecho; por ello, para Bacigalupo la antijuricidad es la teoría de las
autorizaciones (Rodríguez, Ugaz, Gamero, & Schönbohm, 2012).
• Un comportamiento típico
Antijuricidad significa “contradicción con el derecho”. La conducta típica tiene que ser
confrontada con los valores provenientes de todo el ordenamiento jurídico. Solo producto de
la graduación de valores de la antijuricidad, se decide definitivamente si el hecho es
antijuridico o conforme a derecho, si es que contradice o no al ordenamiento jurídico en su
conjunto. Este es el sentido de la contradicción con el derecho (Villavicencio, 2019).
2. TIPOS DE ANTIJURICIDAD
La antijuridicidad material consiste en el carácter dañ ino del acto con respecto al bien
jurídico protegido por la norma penal (Rodríguez, Ugaz, Gamero, & Schö nbohm, 2012).
se concibe como la ofensa socialmente nociva a un bien jurídico que la norma busca proteger
(Villavicencio, 2019).
Se examina si el hecho típico afecto realmente al bien jurídico. Pero, esto no basta, se
requiere establecer el grado de afectación del bien jurídico, esto puede darse a dos niveles:
• “A” conduce su vehículo prudentemente por la carretera cuando un suicida se lanza a las
ruedas, matándolo instantáneamente.
Como vemos, en los cuatro casos se ha lesionado el bien jurídico “vida”, pero el desvalor
de acto es completamente diferente en cada caso (Bramont-Arias, 2008).
La comparació n entre el hecho y el ordenamiento jurídico se hace sobre el hecho típico; la
contradicció n no ha de ser analizada examinando acció n y norma ni resultado y norma,
sino que es preciso comparar el hecho típico (esto es lo que cada tipo exige
normativamente) de manera que, en unos casos, deberá tomarse en cuenta ú nicamente la
acció n, en otros el resultado y, por ú ltimo, en otros casos ambas cuestiones: acció n y
resultado.
Por ello, la antijuridicidad no se agota en el ataque o amenaza de un bien jurídico. Debe,
ademá s, derivar de una acció n desaprobada por el ordenamiento jurídico (desvalor de
resultado).
El desvalor de la acció n se debe al peligro que, para un bien jurídico, un espectador comú n
puede observar en una acció n antes de que se realice. Es por ello que el desvalor de la
acció n es intersubjetivo ex ante.
Tal como dice Zaffaroni, las normas jurídicas configuran un orden- orden normativo, de
normas-, pero el orden jurídico no se agota en las normas prohibitivas, sino que se
integran también con preceptos permisivos, es decir, el orden jurídico se compone del
orden normativo completado con los preceptos permisivos. En este sentido el profesor
Ferná ndez Carrasquilla nos dice: “La antijuricidad de un hecho depende, en el derecho en
general de la correlació n entre normas jurídicas prohibitivas y permisivas, y, en el
específico campo del derecho penal, de la correlació n ló gica entre tipos de prohibició n
(tipos de injusto) y tipos permisivos (causas de justificació n). El tipo permisivo presupone
para la aplicació n una tipicidad prohibitiva, porque no puede pensarse en tratar de
averiguar si una conducta está justificada cuando no
4.1. OBJETIVO:
Por ejemplo: en el caso de la legitima defensa -art 20º num.3- basta con que la persona
reconozca la agresió n de que es objetivo y el peligro que corre, actuando con la finalidad
de defenderse.
Puede darse el caso que el sujeto actué sin saber que se encuentra objetivamente dentro
de una causa de justificació n, conforme la opinió n mayoritaria de la doctrina, en este caso
se le debe castigar como si se hubiese realizado una tentativa. En principio, se acepta que
el tipo penal se ha realizado en su totalidad -incluyendo el resultado-, pero no resulta
desvalorativo en la misma forma que un delito consumado por encontrarnos dentro de una
causa de justificación por tal motivo solo se la sancionara como si fuera una tentativa. Por
ejemplo: “A” ha decidido matar a “B” y va a su encuentro, sin conocer esta circunstancia “B” –
enemigo de “A” al ver que se acerca “A” decide acabar con él. Momentos antes de que “A”
saque el arma, “B” se adelanta y dispara causándole la muerte. En ese caso “B” actúa
objetivamente dentro de una legítima defensa sin saberlo, por lo que será sancionado solo
como tentativa de homicidio, a pesar de que quedo consumado.
Así como el tipo prohibido requiere una congruencia entre sus aspectos objetivos, también lo
requiere el tipo permisivo. Es así como se pueden presentar diversos casos:
b. Cuando existe elemento objetivo y no subjetivo: se pena como si fuera una tentativa, es
decir, no se aplica la causa de justificación, pero se reduce la sanción.
5. CAUSAS DE JUSTIFICACIÓN
Las causas de justificación son disposiciones que prevén casos excepcionales en los que se
puede violar la norma, excluyendo totalmente la posibilidad de cualquier consecuencia
jurídica, no solo penal sino también civil, administrativa, etc.; y no solo respecto del autor, sino
de aquéllos que no lo hubieran ayudado o inducido.
El Código Penal establece las causas de justificación en diversos incisos del art. 20°. Así,
tenemos:
e. Obrar en el ejercicio legítimo de un derecho, oficio o cargo (art. 20°, inciso 8 CP); f.
Consentimiento (art. 20°, inciso 10 CP).
Tanto la Constitución Política del Perú (en el art. 2º, inc. 23) como en el Código Penal (art. 20º,
inc. 3) comprenden el acto justificante de la legítima defensa.
Una conducta típica no es antijurídica cuando fuese necesaria para neutralizar una agresión
antijurídica y actual contra el autor o un tercero.
“La legítima defensa es el caso más unívoco y tangible de causal de justificación. Aquí se
puede reconocer notoriamente al ilícito agresor frente al derecho defendido. Dado que la
relación valorativa entre el Derecho y la ilicitud legítima abiertamente la defensa, a diferencia
de otros derechos que pueden ejercerse en situaciones de excepción (en especial, el estado
de necesidad), básicamente la legítima defensa no depende de una ponderación de intereses
en disputa, la defensa se determina según la peligrosidad e intensidad de la agresión y no de
acuerdo al valor del bien atacado”.
En esa línea, el Código establece tres requisitos para que pueda configurarse la legítima
defensa:
A. Agresión ilegítima
Una agresión consiste en una acción u omisión dolosa por parte de una persona natural. Para
que exista una agresión no es necesario que se llegue a la consumación de una lesión, basta el
intento idóneo de realizar dicha lesión, y no requiere estar basada en una intención de
lesionar; es suficiente con que la conducta represente objetivamente una agresión inminente,
sin importar si ello es querido o solo previsible por el agresor.
La ilegitimidad de la agresión implica que ésta sea antijurídica, pero esta antijuridicidad no
debe ser puramente formal, sino material; es decir, debe darse una efectiva puesta en peligro
de bienes jurídicos defendibles, existiendo un riesgo inminente de ser lesionado. En buena
cuenta, una agresión es antijurídica si representa un ilícito de conducta y hace temer la
realización de un ilícito de resultado (en un interés accesible de legítima defensa).
• Actualidad de la agresión
La agresión puede recaer sobre un bien jurídico individual perteneciente a una persona
natural o jurídica, pudiendo ser bienes jurídicos individuales, como bienes jurídicos de uso
común.
Una pelea o riña mutuamente aceptada no da lugar a la legítima defensa, dado que el agente
no está obligado a participar en dicha riña, siendo el mismo agente quien pone en riesgo su
bien jurídico al aceptar hacerlo.
Otra de las exigencias del Código Penal para que configure una acción como de legítima
defensa consiste en la “necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla”.
Cuando se menciona “medio empleado”, el verdadero espíritu del artículo más que referirse al
simple instrumento o arma con el cual se evita la agresión, tiene como idea central la agresión
ilegítima en sí, es decir, la modalidad de defensa. La defensa es necesaria si la acción del
agredido era menos dañosa en cuanto a aquellas que estaban a su disposición para rechazar la
agresión en una situación concreta.
Para prevenir futuros abusos de este derecho, el Código Penal dispone que el agresor no haya
actuado impulsado por una provocación suficiente por quien ejerce la defensa; por ello es
importante determinar si el agente es responsable de la provocación.De darse el caso de una
provocación fortuita, el agente no es responsable de ésta, salvo que la desidia o descuido sea
lo bastante grave como para considerarlo como suficiente.
Consiste en la exigencia de que el agente haya actuado con conocimiento de las circunstancias
de la agresión ilegítima y con la voluntad de defenderse (animus defendi). En caso de que se
desconozca la agresión y se actúe sin voluntad de defenderse, se estará fuera de las causas de
justificación.
El mismo artículo del Código Penal precisa que está permitido que una persona salga en
defensa de los bienes jurídicos de terceros ante una agresión ilegítima, sin necesidad alguna de
obligación o deber de garante, y siempre y cuando concurran las mismas condiciones que en
la legítima defensa propia.
En esa misma posición de preponderancia de un bien jurídico sobre otro se encuentra el
fundamento justificante del estado de necesidad. La necesidad de la lesión, por sí misma, solo
determina (bajo ciertas circunstancias) la exclusión de culpabilidad.
A. Situación de peligro:
Es el presupuesto del estado de necesidad. La situación de peligro debe ser real, actual, o
inminente. El peligro deja de ser actual para ser permanente o continuo. Habrá peligro
inminente cuando la afectación del bien jurídico aparezca como segura o muy probable.
B. Acción necesaria:
La realización del acto típico debe ser el medio para evitar el peligro, no existiendo para ello
un camino menos lesivo. El bien jurídico salvado debe ser mayor al que se sacrifica.
El estado de necesidad se presenta de dos formas distintas: ante una colisió n de bienes y
ante una colisió n de deberes.
A. Colisió n de bienes:
Es también conocido como estado de necesidad justificante. Reú ne las características de la
justificació n que surgen del principio del interés preponderante al colisionar dos bienes
jurídicos de distinto valor y salvando al principal. Existe así: a) situació n de necesidad,
que nace del peligro inminente para un bien jurídico, salvá ndose por otro menos
prioritario; y, b) acció n necesaria. La decisió n no depende de la relació n jerá rquica entre
ambos bienes jurídicos, sino del merecimiento de protecció n de un bien concreto en una
determinada situació n social.
B. Colisió n de deberes:
Cuando el cumplimiento de uno de ellos implica el quebrantamiento de otro. Un sector de
la doctrina señ ala que, en la colisió n de deberes de igual jerarquía, el cumplimiento de uno
de ellos tiene efecto justificante, aunque al mismo tiempo se lesione otro, por el que el
comportamiento es antijurídico. Otro sector considera que tal comportamiento excluye
ú nicamente la culpabilidad.
Se está ante este supuesto cuando se da una situació n de peligro imaginaria, a la que
deberá aplicarse las reglas del error de prohibició n.
La redacció n del inc. 8 del art. 20° del CP comienza con la frase “el que obra por
disposició n de la ley”, lo cual nos remite a un sentido imperativo del cumplimiento de
determinadas normas: se estatuyen deberes y derechos.
La autoridad y/o sus agentes utilizan la violencia provocando lesiones o incluso la muerte
siempre y cuando exista una necesidad racional para utilizar dicho medio, no habiendo a
su alcance otro tipo de medida no violenta; eso sí, evitá ndose cualquier exceso.
Existen situaciones en las que ciertas ó rdenes deben ser acatadas a pesar de que el agente
conozca su carácter antijurídico. El que actú e dentro de los límites del cumplimiento lo
hará justificadamente. Existen estos presupuestos que determinan la actuació n del
agente:
Derecho de correcció n de los hijos: El art. 423º del Có digo Civil señ ala que entre los
derechos y deberes de los padres al momento de ejercer la patria potestad está
el “corregir moderadamente a los hijos”. Al respecto Mir Puig señ ala que el concepto de
moderació n es relativo y se encuentra condicionado por las circunstancias culturales, del
medio social y especialmente la edad del menor. Los límites de este derecho los impone la
Constitució n tanto en su art. 1º, que nos habla de la protecció n de la persona y del respeto
a su dignidad; como en el art. 2º, inc. 28, que reprime toda violencia física o psíquica y
tratos inhumanos o humillantes. Es inexorable que, sin una finalidad educativa, no cabe
exenció n de la antijuridicidad de ningú n tipo.
La primera exigencia que se hace para configurar el presente precepto consiste en que el
oficio o cargo estén reconocidos por el ordenamiento jurídico y que sean ejercidos segú n
las formalidades y requerimientos establecidos (v.gr. que un abogado ejerza la profesió n
debidamente habilitado por el Colegio de Abogados).
Se insiste en que la eximente solo configurará cuando los actos profesionales de los que se
traten realicen efectivamente el tipo. Se excluyen así las conductas cuya tipicidad pueda
negarse por razones previas.
5.4. EL CONSENTIMIENTO
Nuestra legislación considera en el art. 725º del Código Civil que estos bienes deben formar
parte de aquellos que la persona puede disponer libremente, estando fuera de la esfera de la
legítima, que es la parte de la herencia de la que no puede disponer libremente el testador
cuando tiene herederos forzosos (art. 723º). Esta porción de libre disposición varía
dependiendo de si tiene herederos forzosos o no, como hijos otros descendientes o cónyuge
(pudiendo solo disponer de un tercio de sus bienes); en caso solo tenga padres u otros
ascendientes podrá disponer de la mitad de sus bienes libremente; y de darse la situación de
que no concurra ninguno de los dos vínculos anteriores, la persona podrá disponer de la
totalidad de sus bienes.
b. Capacidad del titular de disponer de sus bienes; es decir, que la persona tenga capacidad de
discernimiento para tomar decisiones.
c. Ausencia de vicios; caso contrario, cuando concurra cualquier vicio de la voluntad del titular
(error, coacción, engaño, etc.) se invalida el consentimiento.
Para Stratenwerth, se incurre en error sobre una situación objetiva de justificación cuando
estén dados los elementos objetivos de la justificación, pero no los subjetivos, lo que implica
un caso de incongruencia de ambos lados de la exclusión del ilícito. También puede
presentarse la constelación inversa: que solo estén dados los elementos subjetivos de la
justificación, pero no los objetivos.