La Nulidad Del Contrato Falsificado - Dr. Alejandro Cardona

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Revista Boliviana de Estudios Constitucionales, Número 8, Marzo 2021, Cita: IJ-MLXXI-274.

La nulidad del contrato falsificado en el Derecho Civil

De la teoría de la inexistencia a los principios y valores ético morales de


la constitución

Alejandro Cardona Herrera[1]

I. Introducción

Pese a los efectos que produce en los intereses privados y el tráfico jurídico,
la falsificación de los contratos es un hecho que no ha sido suficientemente
abordado por el Derecho Civil boliviano hasta su reciente recepción por parte
de la jurisprudencia emanada del Tribunal Supremo de Justicia.

En ese sentido, a través del presente trabajo nos aproximaremos a la


naturaleza jurídica de la falsificación de los contratos en el Derecho Civil,
las diferentes teorías que lo rodean, los efectos que produce en el orden
privado y finalmente el criterio del Tribunal, que ha encontrado en los
principios constitucionales una solución que, pese a ser coincidente con la
del Derecho Civil, dimensiona el problema desde el orden moral de esta
conducta.

Sin pretender dilucidar en qué consiste la conducta de la falsificación, que


se presume ilícita y ha sido ampliamente regulada por el Derecho Penal;
consideramos útil señalar que en el presente trabajo la falsificación del
contrato se concibe objetivamente dentro de los supuestos de suplantación
de identidad; falsificación de las firmas o rúbricas, sean estas calcadas,
imitadas o a mano libre[2]; de huellas dactilares (por ejemplo, en los
contratos firmados a ruego); sellos y estampados; o aquellos constitutivos del
abuso de firma en blanco[3]. Sin que esta mención resulte limitativa a
supuestos análogos, aunque excluyendo aquellos casos de falsedad ideológica
que, creemos, son suficientemente tratados en el Derecho Civil por la
simulación.

II. La falsedad de los contratos en el Código Civil


Entendiendo que la falsedad del contrato a priori supone la ausencia de
elementos esenciales del contrato cuya afectación normalmente se aborda
desde la ineficacia, previo a determinar la regulación del fenómeno de la
falsificación en el Código Civil es necesario delimitar qué se entiende por
ineficacia, cuál es el sistema de la ineficacia contractual adoptado por dicha
norma y, finalmente, el lugar que corresponde al contrato falsificado en la
norma sustantiva.
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1. La ineficacia contractual

El Código Civil no contiene una definición de la ineficacia. Sin embargo, en


el art. 519 sí hace mención a la eficacia de los contratos al señalar que el
contrato tiene fuerza de ley entre los contratantes y no puede ser disuelto
sino por consentimiento mutuo o por las causas que autoriza la ley.

De acuerdo con lo anterior, y siendo que el codificador utiliza el término


disolución conviene delimitar el significado de la ineficacia a partir de aquel.
En ese sentido, en la acepción que interesa al tema en estudio, Ossorio señala
que la disolución es la Destrucción de un vínculo. Término de una relación
contractual, especialmente cuando no se debe al cumplimiento del fin o del
plazo[4]. De esto se infiere que una nota esencial de la ineficacia es que la
misma supone un modo de extinción de los contratos que no se produce por
cumplimiento de las prestaciones o del plazo establecido en el contrato.

Por su parte, Blasco Gascó señala que…un contrato es ineficaz cuando no


produce ningún efecto, pero esta afirmación no se corresponde siempre con
la realidad de los hechos, pues cuando se decreta la ineficacia de un
contrato, se quiere decir con ello que la modificación de la realidad jurídica
que el mismo está llamado a producir no se opera[5]. En ese orden de ideas,
extinguida la relación contractual como consecuencia de una causa anómala,
es coherente que opere la retroactividad de aquellas prestaciones que se
hubiesen cumplido, pues como señala el mismo autor ello es necesario “para
dejar las cosas tal cual estaban antes de celebrar dicho contrato”[6].

Tales anomalías, denominadas así por no pertenecer a las causas normales


de extinción de los contratos, presentan mayor complejidad de acuerdo con
el tiempo en el que se manifiestan. Así, siguiendo la clasificación elaborada
por Tartuce, las anomalías en la ejecución de los contratos podrán
presentarse por hechos anteriores a su celebración, hechos posteriores a su
celebración y por muerte de uno de los contratantes[7].

2. El sistema de la ineficacia adoptado por el Código Civil

En principio, siendo que la ineficacia extingue la relación contractual, que


su declaración impide que se produzcan los efectos normales del contrato, y
que tal extinción no obedece a un modo normal de extinción de los contratos
como sería, por ejemplo, el cumplimiento; los hechos que dan paso a dicha
anomalía exigen una respuesta por parte del legislador. Al respecto, el
codificador boliviano, siguiendo el modelo adoptado por el Código Civil
italiano de 1942, ha optado por regular la ineficacia distinguiendo la misma
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a partir de cuatro clases: la nulidad, la anulabilidad, la resolución y la


rescisión de los contratos.

La nulidad se encuentra regulada de los arts. 549 a 553 del Código Civil[8] y
opera esencialmente ante la falta, ab initio, de alguno de los requisitos
esenciales de formación del contrato[9] como son el consentimiento, el
objeto, la causa y la forma, esta última en los casos que la ley la exija como
requisito de formación. Asimismo, debido a que esta clase de ineficacia se
funda en la infracción del orden público[10] las consecuencias de su
declaración son la imposibilidad su confirmación, de que produzca efectos y,
en consecuencia, la retroactividad de las prestaciones para el caso de que
exista un principio de ejecución o dichas prestaciones ya se hubiesen
ejecutado.

Por su parte, la anulabilidad supone una clase de ineficacia motivada por la


existencia de algún vicio del consentimiento[11]. En ese sentido, Borda
sostiene que “…el consentimiento, para tener efectos jurídicos, debe ser
expresado con discernimiento, intención y libertad (…) el consentimiento se
presume válido en tanto el que lo prestó no demuestre que ha estado viciado
por error, dolo o violencia. Pero si concurre alguno de estos vicios, el acto es
anulable”[12].

A diferencia de la nulidad, la anulabilidad es de orden privado y, en


consecuencia, solo puede ser demandada por la persona legitimada para ello
que es aquella quien tiene interés en la causa de la anulabilidad[13]. En ese
sentido, quien se encuentre legitimado demandar la anulabilidad también
tendrá la facultad de consentir el contrato anulable o, de no ejercer la acción
de anulabilidad, dejar prescribir su derecho.

En cuanto a la resolución, ésta siempre supone una causa de ineficacia


originada con posterioridad a la formación del contrato, por lo que a
diferencia de la nulidad o de la anulabilidad la resolución no se encuentra
motivada por la ausencia de alguno los requisitos de formación de los
contratos. Así, el Código Civil señala como causas de la resolución el
incumplimiento voluntario, la imposibilidad sobreviniente y la excesiva
onerosidad[14].

De acuerdo con lo anterior, al tratarse de un hecho posterior a la formación


del contrato, como es el incumplimiento[15], los efectos del mismo se
producen en tanto dicha resolución no sea declarada. Por el contrario, una
vez declarada la resolución, quedará extinguida la relación contractual que
vinculaba originariamente a las partes, generándose otra de tipo
indemnizatoria y restitutoria[16].
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Por último, respecto a la rescisión el Código Civil subordina este modo de


ineficacia a dos supuestos concretos: el estado de peligro y la lesión. Ambos
supuestos, al igual que ocurre anulabilidad, por su naturaleza corresponden
a defectos en el consentimiento, por cuanto el peligro inminente o la
necesidad en el estado de peligro y la ligereza o ignorancia en la lesión,
resultan determinantes para la obtención de dicho consentimiento, aunque
sin perder de vista que objetivamente la rescisión obedezca a la idea de
equidad entre las prestaciones.

3. La falsedad: ¿supuesto de ineficacia o de inexistencia?

Del análisis del sistema de la ineficacia de los contratos adoptado por el


Código Civil puede inferirse que la falsedad no se encuentra regulada
expresamente como supuesto de alguno de ellos. Así, no obstante no cabe
dentro de la resolución ni la rescisión, en la primera por no corresponder al
incumplimiento de las prestaciones u otro hecho posterior, y en la segunda
por el carácter cerrado de las causales de rescisión; tampoco se encuentra
contenido entre las causas de nulidad o anulabilidad.

La ausencia de su regulación en el Código Civil ha llevado a que en la práctica


la falsedad de los contratos haya devenido en la proliferación de casos de
penalización del Derecho Civil[17], que comúnmente son llevados ante la
justicia en forma de denuncias de falsedad material y uso de instrumento
falsificado. Sin embargo, sin perjuicio de que el Derecho Penal es de última
ratio, la condena por estos delitos no produce un efecto directo respecto a
la eficacia o ineficacia de los contratos[18] por cuanto la competencia para
su declaración reside en los jueces públicos en materia civil de acuerdo con
lo establecido en el artículo 69.3 de la Ley del Órgano Judicial.

La razón de que el codificador haya omitido regular la falsedad de los


contratos puede encontrarse en la naturaleza de este hecho ilícito, pues
siendo evidente que la ineficacia extingue la relación contractual como
consecuencia de un hecho diferente al cumplimiento de las prestaciones, a
priori no implica la negación de la existencia de tal relación que, pese a ser
fácticamente existente en un momento determinado, no puede producir los
efectos que le asigna la ley.

Por el contrario, la falsedad de los contratos es un hecho ilícito consistente


en la alteración fáctica y material sobre la existencia de una relación
contractual inexistente. La alteración fáctica consiste en la declaración de
voluntad, que nunca se produjo, y la alteración material en la creación de
las firmas y la suplantación de la identidad del declarante u otras conductas
análogas que tengan como finalidad el engaño.
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Lo anterior nos lleva a plantear la falsedad de los contratos como un supuesto


de inexistencia y no de ineficacia, ello justamente debido a que en esta
última no se niega la existencia de la relación contractual. Sin embargo,
dicha inexistencia debe entenderse en su sentido puramente fáctico y no
jurídico[19], como podría ocurrir con los actos de disposición posteriores a la
anotación de un embargo[20] o la situación de las cláusulas abusivas
reguladas en el Derecho de Consumo[21] en los que la ley crea la ficción de
inexistencia de los actos jurídicos, aunque en los hechos sí se hubiesen
producido.

III. La teoría de la inexistencia como solución del Derecho Civil

Debido a que la falsificación pertenece al género de la inexistencia y que, en


consecuencia, no puede ser abordada desde la ineficacia, en el presente
apartado analizaremos sucintamente la teoría de la inexistencia y la solución
del Derecho Civil a los supuestos de inexistencia en general y a la falsificación
en particular.

1. La teoría de la inexistencia y el Código Civil

A diferencia de la ineficacia, en la que los requisitos de formación del


contrato existen, pero presentan algún defecto o las prestaciones no se
llegan a cumplir; en la inexistencia dichos requisitos no se han producido,
teniendo como consecuencia, según Coronel Jones y Del Brutto Andrade,
“…que el acto no alcance a perfeccionarse y que no produzca ni obligaciones
civiles ni obligaciones naturales”[22].

Como señalamos anteriormente, fuera de aquellos supuestos en los que el


Código Civil sanciona algunos actos jurídicos con inexistencia jurídica o
ilegalidad y con nulidad, no regula expresamente la falsedad del contrato
como especie, así como tampoco su género determinado por la inexistencia.
Sin embargo, no se puede perder de vista la relación que con ella presentan
otras categorías. Así, por ejemplo, en la simulación absoluta o en el pago al
acreedor aparente, en los cuales la inexistencia del acto o de la legitimación
originan diferentes efectos, sancionándose la primera con nulidad y la
segunda con la liberación del deudor de buena fe, lo que también denota que
la inexistencia no siempre genera efectos negativos.

Por otro lado, en el Código Civil pueden encontrarse otros ejemplos de


inexistencia regulados en supuestos de ineficacia. En ese sentido, el art. 554
contiene como primera causa de anulabilidad la falta de consentimiento,
criticado categóricamente por Morales Guillén quien al respecto manifestaba
que “…el contrato se forma, esto es, existe, en cuanto han concurrido, como
expresión del consentimiento, la oferta y la aceptación para constituir el
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acuerdo. En otras palabras, si falta el consentimiento de una de las partes,


porque el policitado no da su aceptación o porque el oferente retira la oferta,
el contrato no se forma, esto es, no cobra existencia, al tenor de dicho art.
455. Ergo, no puede ser anulado un acto inexistente, que no se ha
formado”[23].

La falta de consentimiento como causa de anulabilidad también ha merecido


un pronunciamiento por parte del Tribunal Supremo de Justicia que al
respecto ha señalado lo siguiente: Si bien el art. 554 inc. 1) del Código Civil
establece la causal de anulabilidad por falta de consentimiento, se debe
puntualizar que esta causal no contempla dentro sus previsiones aquellas
causales que derivan de una ilicitud sancionada incluso penalmente, sino que
esta contempla esencialmente aquellos casos en los en que por ejemplo: un
cónyuge transfiere un bien inmueble sin el consentimiento de su cónyuge,
cuando este bien inmueble resulta ser un bien ganancial, sin encontrar en
este acto de disposición un ilícito sino simplemente, una ausencia de
consentimiento del cónyuge quien resultaría el legitimado para validar esa
transferencia, o; en el caso de que se le confiera poder a una persona para
hipotecar un bien inmueble, y este mandatario va más allá de lo dispuesto
en su mandato y transfiere el bien inmueble, acto que, per se, no constituiría
un ilícito, sino que solo implicaría la ausencia de consentimiento del
legitimado para disponer la venta del bien inmueble…[24]

De acuerdo con lo anterior, la doctrina y jurisprudencia glosadas coinciden


en que la falta de consentimiento regulada por el art. 554 del Código Civil
más bien se trata de un supuesto de inexistencia y no de anulabilidad. Sin
embargo, la jurisprudencia además reconduce la interpretación de este
supuesto evitando sustraerlo totalmente de la anulabilidad, por cuanto en
aquellos actos jurídicos que exigen el consentimiento de dos o más personas,
como ocurre con la disposición de bienes gananciales o de bienes en
copropiedad[25], si bien existe un consentimiento, el mismo se encuentra
incompleto.

Además de la falta de consentimiento, la inexistencia también puede hallarse


en el objeto o la causa. En ese sentido, en la simulación absoluta el
consentimiento se encuentra presente, siendo este inclusive esencial para
exteriorizar una declaración no verdadera[26], pero no así la causa ni el
objeto cuya ausencia determina la nulidad del acto jurídico.

Otro ejemplo de inexistencia de alguno de los requisitos de formación del


contrato antes mencionados lo encontramos en las causas reguladas por el
art. 549 del Código Civil. Este precepto contiene entre supuestos de nulidad
la falta del objeto o la forma en los casos que lo exige la ley. Al respecto,
consideramos que la inexistencia del objeto y la causa podría ser uno de los
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motivos que llevaron al codificador francés a suprimir estos requisitos de


formación, reemplazándolos por el de contenido lícito y cierto[27], pues de
faltar éste el contrato igualmente será nulo.

2. La inexistencia desde la ineficacia: la falsedad como causa de nulidad

Encontrándose claramente delimitada la diferencia entre la ineficacia y la


inexistencia aún queda por resolver cual es el efecto que otorga la ley a esta
última. Así, mientras que los supuestos de ineficacia encontrarán la
respuesta del legislador en la nulidad, anulabilidad, resolución o rescisión,
según sea el caso; la inexistencia no contiene una sanción específica más allá
de determinados supuestos que el Código Civil no reconoce como tal.

Para aclarar este punto resulta trascendental lo señalado por Ramón


Fernández, quien sostiene que Es frecuente que se produzca la confusión
entre la causa (ilegalidad o inexistencia) con la consecuencia (nulidad)[28].
A partir de este criterio es evidente que, más allá de las diferencias
conceptuales que existan entre la ineficacia y la inexistencia, la sanción
siempre será la misma: la nulidad del acto jurídico.

Esto es así por cuanto la ley no regula sanción mayor que la nulidad del acto,
pues esta tradicionalmente ha sido entendida desde la doctrina y la
jurisprudencia como el modo de ineficacia más enérgico de los actos
jurídicos. Ello se infiere de los efectos que origina, tales como su carácter
de orden público, imprescriptibilidad de la acción y legitimación para ser
demandada por las partes o terceros.

Por su parte, el Tribunal Supremo de Justicia ha justificado la aplicación de


la nulidad al contrato falsificado no desde la nulidad misma, sino a partir de
su contrastación con la anulabilidad y los efectos que tendría para el
ordenamiento jurídico acoger la falsedad como supuesto de anulabilidad. En
ese sentido, ha señalado lo siguiente: Siendo una característica del acto
anulable la posibilidad de operar su confirmación, resulta también
inaceptable que esta característica del acto anulable opere respecto a un
acto ilícito de falsedad…[29].

De acuerdo con lo anterior, tratándose la falsificación del contrato de un


supuesto de inexistencia que, por tanto, no puede originar los efectos
jurídicos establecidos en el contrato debido a que el acto jurídico no se ha
producido, encuentra en la nulidad la sanción idónea para la conducta ilícita
en el plano privado. En ese orden de ideas, el contrato falsificado siempre
podrá ser declarado nulo, esta acción será concedida tanto a las partes que
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aparentemente figuran en el contrato, como a los terceros que vean


afectados su interés legítimo, y no podrá confirmarse.

Pese a que la nulidad es una consecuencia apropiada para la inexistencia en


general y la falsificación del contrato en particular, respecto de este último
aún quedan por resolverse ciertas cuestiones que dimanan de su carácter
ilícito y que son tratados con diferente criterio en la nulidad. En ese sentido,
encontramos la posibilidad de su declaración o no de oficio, la legitimación
de terceros y la buena fe del tercer adquiriente o adquiriente a non domino,
cuestiones todas que exigen un tratamiento más allá del Derecho Civil.

IV. El enfoque constitucional del contrato falsificado y sus efectos en el


Derecho Civil

Debido a que, más allá de la legalidad, la falsificación del contrato también


lesiona la moral y el orden público, en el presente apartado analizaremos
concretamente la línea jurisprudencial marcada por el Tribunal Supremo de
Justicia a partir del Auto Supremo 275/2014 de 2 de junio. Dicho fallo resulta
paradigmático en cuanto a los alcances de la falsificación en el ámbito civil
y los fundamentos constitucionales de la sanción que merece este hecho
ilícito que no solo afecta los intereses privados.

Para abordar los efectos de la falsificación del contrato en el ámbito civil el


Tribunal Supremo de Justicia sustenta su criterio en la supremacía
constitucional establecida por el art. 410-II de la Constitución Política del
Estado para posteriormente analizar la naturaleza y aplicación de los
principios y valores ético morales contenidos en la misma. En ese sentido, el
Tribunal sostiene que Bolivia asume un nuevo modelo de Estado a partir de
la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado, cuyas bases
filosóficas son los valores y principios ético morales, que de manera
transversal irradian en las normas que hace al conjunto del ordenamiento
jurídico, sin desechar los principios generales del derecho, reforzando en
consecuencia la observación por parte de los operadores de justicia en la
aplicación de estos principios y valores establecidos en el art. 8 de la norma
suprema. En este sentido el art. 8 parágrafo I) de nuestra norma
fundamental, señala que: “El Estado asume y promueve como principios
ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no
seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien),
ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi marei (tierra sin mal)
y qhapaj ñan (camino o vida noble)” …[30].

Asimismo, dichos principios, a decir del propio Tribunal Supremo de Justicia


no se limitan a ser simples postulados culturales o históricos, por lo que
también influyen tanto en las funciones de los órganos e instituciones del
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Estado, como en el razonamiento de todos los jueces de las distintas


jurisdicciones que integran la administración de justicia por parte de éste.
El alcance general de tales principios, de indudable valor en la consecución
de una sociedad justa, también han servido para orientar otras figuras no
previstas por el legislador[31], lo que además tiene un efecto en la seguridad
jurídica de todos los ciudadanos[32].

Posteriormente, en cuanto a la relación concreta de la falsificación con los


principios y valores éticos morales de la Constitución, el Auto Supremo N°
275/2014 añade que…toda falsificación es evidentemente un acto ilícito y
como tal no puede ser considerado como válido para generar efectos
favorables para su autor, más al contrario como se mencionó, por lógica,
debe producir efectos de reproche a ese acto, que atentaría contra el orden
legal y la convivencia social, recriminación que si bien debe operar
esencialmente en la vía del derecho penal, pero también en la esfera del
derecho civil debe reprimirse el acto ilícito que altera el ordenamiento
jurídico, no pudiendo en consecuencia avalarse los pretendidos efectos del
hecho ilícito[33].

Nótese que, a diferencia de la teoría de la inexistencia sustentada desde el


Derecho Civil que sanciona la falsificación con nulidad por una cuestión
técnica -la ausencia de los requisitos de formación del contrato-; la
perspectiva constitucional añade la ilicitud de la conducta, el reproche que
ésta merece, y los efectos de su eventual consolidación en la sociedad y el
ordenamiento jurídico. Todo ello indudablemente encuentra su raigambre en
la esencia misma de los valores contenidos en la Constitución Política del
Estado que traspasan los tecnicismos[34] e ingresan al ámbito psicológico y
personal de la conducta y sus respectivos efectos en el círculo de derechos
de los demás individuos que integran la sociedad.

Lo anterior responde a un movimiento que ha comenzado desde hace algunos


años y que ha encontrado su mayor expresión a partir de los principios y
valores ético morales establecidos en la Constitución y su integración a la
totalidad del ordenamiento jurídico, hablamos de la constitucionalización
del Derecho Civil. La necesidad de la influencia de la Constitución sobre esta
rama del Derecho responde principalmente a tres razones: temporal,
jerárquica y cultural.

La primera de ellas -la razón temporal- justifica la necesaria influencia de la


Constitución en las normas contempladas por el Código Civil a partir del
tiempo y contexto en que una y otra norma han sido integradas al
ordenamiento jurídico. Ello es aún más latente si se toma en cuenta la fecha
de vigencia del Código Civil (1976) y los cambios sociales y jurídicos que ha
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supuesto la introducción del actual texto constitucional a partir del 7 de


febrero de 2009.

A lo anterior se añade la práctica del Código Civil y los criterios


jurisprudenciales sobre la aplicación de sus distintas normas a lo largo de
estos años, teniendo en cuenta además la calidad y contenido de la
jurisprudencia emanada en años más recientes como consecuencia de una
mejor accesibilidad a la doctrina y al Derecho comparado por parte de
nuestros operadores de justicia. Ello, aunado a un mayor desarrollo doctrinal
de las distintas instituciones del Derecho Civil, han proporcionado a los
ciudadanos y quienes forman parte de la actividad jurídica más herramientas
para la defensa de sus derechos e intereses legítimos.

Respecto a la razón jerárquica, no puede perderse de vista la supremacía de


la Constitución establecida por su art. 410-II, lo que indudablemente exige
por parte de los jueces una compulsa de todas las normas que forman parte
del ordenamiento jurídico y que se encuentran un plano jerárquicamente
inferior con respecto a la norma constitucional. A esto también se suma el
hecho de, en reconocimiento de su propia jerarquía, la misma Constitución
ha elevado algunas instituciones clásicas del Derecho Civil como la propiedad
o la herencia a rango constitucional[35].

Por último, la razón cultural responde a la esencia misma del Derecho Civil y
su aplicabilidad en el contexto nacional. Con ello no se desconoce de modo
alguno la importancia y actualidad del Derecho Civil de raigambre romano-
germánica, que hasta nuestros días no ha encontrado otro que opaque sus
bondades y riqueza técnica. Sin embargo, también es preciso señalar que
algunas de sus instituciones en el último tiempo han sufrido variaciones,
muchas veces motivadas por la cultura y la idiosincrasia de las sociedades en
que se presenta.

Un ejemplo de lo anterior se encuentra la familia, que aún en otros


ordenamientos jurídicos continúa formando parte del Derecho Civil, y que
por una cuestión cultural y humana han merecido su regulación autónoma[36]
e inclusive una traslación del Derecho Privado al Derecho Público[37]. Al
respecto, resultan clara manifestación de la influencia cultural la naturaleza
del matrimonio y la equiparación al mismo de las uniones libres en el
contexto jurídico nacional.

V. Efectos de la falsedad frente al tercero adquiriente de buena fe

Las alusiones a la protección del tercero en el Código Civil pueden


encontrarse en instituciones como la usucapión ordinaria (art. 134 CC), la
anulabilidad (art. 559 CC), la rescisión (art. 565-III CC), la resolución (art.
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574-III CC), la disolución de las sociedades (art. 792-II CC), la nulidad de las
asociaciones de hecho (art. 803-II CC), la extinción del mandato (art. 833-I
CC), la acción pauliana (1448-III CC), y la adquisición de parte del heredero
aparente (art. 1457-II CC), entre otros. En todos estos casos el codificador
coincide en exigir al tercero la adquisición de la cosa a título oneroso y buena
fe.

Sin perjuicio de aludir a la protección del tercero de buena fe frente a la


nulidad del contrato de la asociación de hecho, el Código Civil no señala nada
respecto a los efectos de la nulidad de los actos jurídicos regulada por el art.
549 respecto de este tercer adquiriente de buena fe. Esta omisión ya fue
advertida por el Tribunal Supremo de Justicia que al respecto señaló lo
siguiente: nuestra legislación siempre contó con la protección a los terceros
de buena fe, pero solamente en los casos previstos de anulabilidad, nunca
para los casos de nulidad de documentos que conforme la regla de
retroactividad establecida en el art. 547 del CC -efectos de la nulidad-, las
cosas vuelve al estado original y al volver a su estado primigenio, surge o
nace el efecto cascada de la nulidad declarada, alcanzando así los derechos
de terceras personas que pudieron comprar de buena fe y que fueron
demandadas de nulidad, lógicamente teniendo estás (terceros de buena fe)
las vías legales para reclamar sus derechos a su vendedor o finalmente hacer
prevalecer su buena fe conforme lo norma el art. 134 del CC[38].

De acuerdo con el criterio del Tribunal, la regla general de la nulidad es que


éste produce efectos ex tunc, es decir, retroactivos, lo que lleva a que la
nulidad sea declarada desde el origen e inspire a señalar desde la doctrina
que por la misma el contrato no produce ninguno de los efectos que le es
propio[39] y arrastre consigo inclusive los derechos constituidos por terceros
de buena fe[40].

Pese al criterio del Tribunal Supremo respecto a los efectos retroactivos de


la nulidad, por nuestra parte consideramos que el mismo no condice con la
protección contra la misma se otorga a terceros adquirientes de buena fe en
otros supuestos contenidos por el Código Civil. Así, por ejemplo, en el caso
de la adquisición de un bien de parte del heredero aparente regulado por el
art. 1457-II.

Este precepto emplea el principio de protección registral al señalar que


Quedan a salvo los derechos adquiridos por terceros de buena fe, como
efecto de convenios a título oneroso con el heredero aparente, excepto sobre
bienes inmuebles o bienes muebles sujetos a registro, cuando los títulos de
adquisición que tiene el heredero aparente y el tercero han sido inscritos
después que el título de adquisición del heredero verdadero o después que
la demanda contra el heredero aparente. Así, de una interpretación a
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contrario sensu se tiene que, si el título del heredero aparente es inscrito


con anterioridad al del heredero verdadero, la nulidad, por ejemplo, del
testamento, no afectaría los derechos constituidos por el tercer adquiriente
de buena fe.

Por otro lado, sin perjuicio de que en criterio del Tribunal Supremo la nulidad
del art. 549 del Código Civil también alcanza los derechos constituidos por
terceros adquirientes de buena fe; para el caso en el que estos derechos
deriven de un contrato falsificado, éstos también se verán afectados por la
ilicitud e inmoralidad de la conducta. En ese orden de ideas, el Tribunal
Supremo de Justicia también ha señalado lo siguiente: “…este Tribunal
Supremo no puede reconocer una transferencia que se originó en una
falsificación de documentos, ya que estaría yendo contra la ética, los
principios, valores, la moral y las buenas costumbres que rigen el Estado,
desechando la posibilidad de que en aquellos casos en que a raíz de una
falsificación que evidencia un ilícito penal, pueda confirmarse en total
detrimento del derecho del propietario original quien por hechos
fraudulentos pierde su derecho propietario, aspecto que no puede ser
consentido porque supondría generar un caos en el ordenamiento jurídico por
contravención a los principios y valores consagrados en la Constitución
Política del Estado que determinan la moralidad y las buenas costumbres que
deben regir en la convivencia social del Estado Plurinacional de Bolivia”[41].

VI. Reflexión Final

El fenómeno de la falsificación de los contratos, en cuanto a hecho ilícito,


tradicionalmente ha sido abordado desde el Derecho Penal y no desde el
Derecho Civil respecto de los efectos que origina en el tráfico jurídico y los
intereses privados. Así, se advierte que el Código Civil no contiene una norma
expresa que regule la falsificación en concreto ni la inexistencia de los actos
jurídicos en general.

Lo anterior encuentra su fundamento en el hecho de que la falsificación de


los contratos refleja la inexistencia del acto jurídico y, por tanto, no
configura un supuesto de ineficacia contractual que pueda abordarse desde
la nulidad, la anulabilidad, la rescisión o la resolución. Sin embargo, en un
claro esfuerzo de constitucionalizar el Derecho Civil e incluso llenar algunos
vacíos que dicha norma no trata, el Tribunal Supremo de Justicia ha
consolidado desde el año 2014 una línea jurisprudencial que sanciona el
contrato falsificado con la nulidad.

Como se expuso a lo largo de este estudio, pese a que la nulidad


tradicionalmente ha sido entendida como un modo de ineficacia, no se
excluye para la sanción de aquellos supuestos de inexistencia. Ello es así por
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cuanto no debe existir confusión entre la inexistencia en cuanto a causa con


la nulidad en cuanto a efecto. Asimismo, debido a que la nulidad resulta una
sanción idónea para el caso concreto de los contratos falsificados en el
sentido que impide que los mismos que surtan los efectos jurídicos a los que
están destinados, le otorgan el privilegio de la imprescriptibilidad e
imposibilitan que el hecho ilícito pueda ser confirmado, como ocurriría
contrariamente con la anulabilidad.

Se ha destacado al final del presente trabajo que, pese a los efectos que
produce el hecho ilícito de la falsificación en el orden civil, las soluciones no
pasan únicamente desde el Derecho Civil, pues es evidente que en ese
esfuerzo de constitucionalización de esta rama el Tribunal Supremo de
Justicia ha puesto de paradigma los principios y valores éticos morales
establecidos por la Constitución.

Lo anterior no solo constitucionaliza el Derecho Civil, sino que también lo


humaniza al no limitar el análisis de los supuestos como el estudiado a una
cuestión puramente técnica en la que se determina la presencia o ausencia
de los requisitos de formación de los contratos. Así, a partir de los principios
y valores establecidos en la Constitución puede indagarse en la conducta de
los individuos y extraer de ellas los efectos que resultan en una sociedad
jurídicamente organizada como la nuestra.

Bibliografía

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Jurisprudencia

Tribunal Supremo de Justicia (Sala Civil). Auto Supremo N° 159 de 27 de mayo


de 2010.

Tribunal Supremo de Justicia (Sala Civil). Auto Supremo N° 506/2016 de 16


de mayo.

Tribunal Supremo Justicia (Sala Civil). Auto Supremo N° 275/2014 de 2 de


junio.

Tribunal Supremo de Justicia (Sala Civil). Auto Supremo N° 134 de 25 de julio


de 2012.

Tribunal Supremo de Justicia (sala Civil). Auto Supremo N° 149/2014 de 16


de abril.

Tribunal Supremo (Sala Civil). Auto Supremo N° 263/2017 de 9 de marzo.

Tribunal Supremo (Sala Civil). Auto Supremo N° 767/2017 de 24 de julio

Sentencia Constitucional N° 1138/2004-R de 21 de julio

Tribunal Supremo de Justicia (Sala Civil). Auto Supremo N° 112/2016 de 5 de


febrero.
Revista Boliviana de Estudios Constitucionales, Número 8, Marzo 2021, Cita: IJ-MLXXI-274.

Notas

[1] Abogado (UAGRM); Doctor con mención Sobresaliente Cum Laude en


Derecho, Ciencia Política y Criminología (Universidad de Valencia); Máster en
Derecho, Empresa y Justicia (Universidad de Valencia). Docente de grado y
postgrado en Derecho Civil y Procesal (Universidad Nur y UAGRM).
Investigador Visitante de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos
Aires. Director de la Revista Boliviana de Derecho Civil (IJ Editores). Correo
electrónico: [email protected] y [email protected].
[2] Guzmán, C.A., Manual de Criminalística, Ediciones La Rocca, Buenos
Aires, 2000, págs. 152-153.
[3] Citando el proyecto de Tejedor, Donna señala que El abuso de firma en
blanco considerado en sí mismo, dice Chaveau Adolphe, es una verdadera
falsedad, puesto que consiste en una suposición de acto, en una alteración
de cláusulas, ó en una adición fraudulenta a los hechos que el acto firmado
de antemano tenía por objeto comprobar: una sola circunstancia lo coloca
en una clase aparte, y ésta es que la firma en blanco, que sirve a la
fabricación de la falsedad, se ha confiado voluntariamente al falsario. Donna,
E.A., Derecho Penal. Parte especial Tomo II-B, Rubinzal-Culzoni Editores,
Buenos Aires, 2001, pág. 384.
[4] OSSORIO, M., Diccionario de ciencias jurídicas, políticas y sociales [CD-
ROM], Heliasta, Buenos Aires, 1974, pág. 335. El autor también señala como
acepción de la disolución la resolución, extinción y conclusión. Sin embargo,
debido a que la resolución en el Código Civil es una causa de ineficacia
concreta de los contratos y, por tanto, tiene sus propios efectos, no lo
incluimos en el texto principal.
[5] BLASCO GASCÓ, F. «Ineficacia e invalidez del contrato» [En línea]. En:
BLASCO GASCÓ, F. et al, Derecho Civil. Obligaciones y contratos (VALPUESTA
FERNÁNDEZ, M.R., coord.), Tirant lo Blanch, Valencia, 1998.
[6] Íbid.
[7] Tartuce, F., Manual de Direito Civil, Editora Metodo, 5º Ed., São Paulo,
2015, págs. 504 a 514.
[8] Sin embargo, a lo largo del Código Civil también pueden encontrarse
referencias a la nulidad. Así, por ejemplo, los artículos 350, 505, 507, 628-
II, 629-II, 667-I y 716-II, entre otros.
[9] De acuerdo con lo manifestado por Blasco Gasco quien señala sobre la
nulidad que Tiene su origen en un defecto estructural del contrato, que es el
que determina su ilicitud. En: Blasco Gasco, F., Derecho Civil. Obligaciones
y Contratos, cit.
[10] Al momento de diferenciar la nulidad de la anulabilidad el Tribunal
Supremo de Justicia ha señalado lo siguiente: Si bien ambos institutos
emergen del cuestionamiento de la validez y eficacia del acto jurídico, sin
embargo, no son institutos similares, al contrario existen marcadas
diferencias. La nulidad es de orden público, imprescriptible y puede ser
Revista Boliviana de Estudios Constitucionales, Número 8, Marzo 2021, Cita: IJ-MLXXI-274.

interpuesta por cualquier persona que tenga un interés legítimo, conforme


dispone el Art. 551 del Código Civil. La anulabilidad, es de orden privado,
prescriptible como acción, y sólo puede ser demandada por las partes en
interés o protección de quienes ha sido establecida, como prevé el Art. 555
del citado Código Civil… En: Tribunal Supremo de Justicia (Sala Civil). Auto
Supremo Nro. 159 de 27 de mayo de 2010.
[11] No obstante, el artículo 554 del Código Civil también incluye entre las
causas de la anulabilidad la falta de consentimiento, que no puede ser
tratada propiamente como un vicio por cuanto más bien corresponde a su
inexistencia, como se analizará más adelante.
[12] BORDA, G., Tratado de Derecho Civil: Derechos Reales, Vol. 1 [CD-ROM],
Abeledo-Perrot, 1992. pág. 285.
[13] Tribunal Supremo de Justicia (Sala Civil). Auto Supremo Nro. 159 de 27
de mayo de 2010, cit.
[14] Arts. 568 al 583 del Código Civil.
[15] Respecto a la resolución como forma de ineficacia de los contratos, el
Tribunal Supremo de Justicia ha entendido que…la doctrina de manera
general establece que la Resolución del contrato es una de las formas de
extinción del mismo, que generalmente opera por la violación en la
prestación comprometida, supone la extinción del contrato en virtud de un
hecho posterior a su celebración, hecho que es imputable a una de las partes
como consecuencia del incumplimiento voluntario de la contraparte, el
incumplimiento involuntario, por sobrevenida imposibilidad de la prestación
y finalmente el incumplimiento por excesiva onerosidad. Tres reglas que
rigen la resolución de los contratos por incumplimiento. Tribunal Supremo de
Justicia (Sala Civil). Auto Supremo N° 506/2016 de 16 de mayo.
[16] Al respecto, Chaves de Farias y Rosenvald sostienen que…siendo la
resolución apenas un iter del proceso obligacional -y no su extinción-,
podemos afirmar que ella apenas modifica y transforma la obligación. Chaves
de Farias, C. y Rosenvald, N., Curso de Direito Civil. Contratos teoria geral e
contratos em espécie, Editora Ius Podivm, 7º Ed., Salvador, 2017, pág. 592.
[17] Mediante esta calificación queremos aludir a aquellos hechos jurídicos
cuyas consecuencias son civiles o se bifurcan en una cuestión civil y otra
penal, pero que, por desconocimiento de la normativa civil, la ausencia de
su regulación, o la obtención de ciertos efectos resultantes del poder
punitivo, se plantean en la jurisdicción penal prescindiendo de la naturaleza
de última ratio de esta última.
[18] Sin perjuicio de que lo resuelto en el proceso penal y las pericias
producidas dentro del mismo puedan ser introducidas al proceso civil
mediante la prueba trasladada (art. 143 CPC) o la acusación por falsedad en
el proceso penal suspenda provisionalmente la ejecución de la sentencia
dictada en el proceso civil (art. 400-II CPC).
[19] La inexistencia jurídica se aborda por un sector de la doctrina como
ilegalidad, por cuanto, como sostiene Ramón Fernández un contrato legal
Revista Boliviana de Estudios Constitucionales, Número 8, Marzo 2021, Cita: IJ-MLXXI-274.

tiene que existir (Ramón Fernández, F., «Conceptualización de la ineficacia,


invalidez e inexistencia», Revista Chilena de Derecho Privado núm. 19, 2012,
págs. 63 – 114). De acuerdo con lo anterior, pueden concurrir los requisitos
esenciales de formación de los contratos y, pese a ello, no surtir efectos
jurídicos por prohibición expresa de la propia ley.
[20] El artículo 414-II del Código Procesal Civil señala que La ejecución
continuará como si el acto de disposición o de constitución de gravámenes
no existiere. La autoridad judicial a pedido del acreedor, ordenará la
cancelación de dichos actos en los registros correspondientes, con
notificación del tercero en cuyo favor se hubiere realizado el acto.
[21] El artículo 22-III de la Ley General de Defensa de los Derechos de los
Usuarios y Consumidores establece que Las cláusulas abusivas insertas en los
contratos, se tendrán por no puestas y no producirán efecto legal alguno.
[22] Coronel Jones, C. y Del Brutto Andrade, O., «Nulidad e inexistencia de
los actos jurídicos en el Derecho ecuatoriano», Ius Humani. Revista de
Derecho, vol.2, 2011, págs. 177-209.
[23] Morales Guillén, C., Código Civil Concordado y Anotado [CD-ROM], pág.
804
[24] Tribunal Supremo Justicia (Sala Civil). Auto Supremo Nro. 275/2014 de
2 de junio.
[25] Respecto a la anulabilidad de los actos de disposición por falta de
consentimiento de los copropietarios, el Tribunal Supremo de Justicia ha
señalado que…si bien los co-demandados …aducen que para disponer de su
cuota parte no se necesita de consentimiento alguno conforme indica el
artículo 161 del Código Civil, no debemos pasar por alto que dicho artículo
tiene un límite para los actos de disposición en los regímenes de co-propiedad
que lo encontramos en el artículo 166 del mismo adjetivo civil, que
textualmente previene: "...Es necesario el consentimiento de todos los
copropietarios para realizar innovaciones y alteraciones en la cosa común así
como para celebrar con respecto a ella actos de disposición", de lo que se
entiende que si, es necesario el consentimiento de todos los co-propietarios
para la venta de sus cuotas partes en el entendido de que se lo realiza no de
forma material, sino de forma ideal… Tribunal Supremo de Justicia (Sala
Civil). Auto Supremo N° 134 de 25 de julio de 2012.
[26] Tribunal Supremo de Justicia (sala Civil). Auto Supremo N° 149/2014 de
16 de abril.
[27] Art. 1126 Código Civil francés.
[28] Ramón Fernández, F., «Conceptualización de la ineficacia, invalidez e
inexistencia», cit.
[29] Tribunal Supremo (Sala Civil). Auto Supremo Nro. 263/2017 de 9 de
marzo.
[30] Tribunal Supremo Justicia (Sala Civil). Auto Supremo N° 275/2014 de 2
de junio, cit.
[31] Así, por ejemplo, Auto Supremo Nro. 767/2017 de 24 de julio que analiza
Revista Boliviana de Estudios Constitucionales, Número 8, Marzo 2021, Cita: IJ-MLXXI-274.

el supuesto de la división y partición de aquellos bienes adquiridos por uno


solo de los cónyuges durante la separación de hecho.
[32] Sentencia Constitucional Nro. 1138/2004-R de 21 de julio.
[33] Tribunal Supremo Justicia (Sala Civil). Auto Supremo Nro. 275/2014 de
2 de junio, cit.
[34] Lo denominamos así por cuanto la ausencia de los requisitos de
formación supone un análisis frío y legal de dichos elementos, de tal manera
que las premisas para determinar la nulidad del acto inexistente se limitan a
la observancia de la ley y no al ámbito personal o moral del individuo que
realiza el acto.
[35] Gutiérrez Santiago, P., «La constitucionalización del Derecho Civil»,
Estudios de Derecho, vol. 68. núm. 151, 2011, págs. 52 a 86.
[36] Aunque este cambio no es reciente y ya se encontraba en el Código de
Familia abrogado, la actual normativa incluye un proceso familiar autónomo.
[37] El artículo 7 del Código de las Familias y del Proceso Familiar señala: Las
instituciones reguladas en éste Código son de orden público y de interés
social, es nulo cualquier acto de renuncia o que establezca lo contrario por
voluntad de las y los particulares, salvo en los casos expresamente permitidos
por este Código.
[38] Tribunal Supremo de Justicia (Sala Civil). Auto Supremo N° 112/2016 de
5 de febrero.
[39] BLASCO GASCÓ, F. «La nulidad: concepto y caracteres» [En línea]. En:
BLASCO GASCÓ, F. et al, Derecho Civil. Obligaciones y contratos (VALPUESTA
FERNÁNDEZ, M.R., coord.), cit.
[40] No obstante, en el derecho comparado encontramos que los efectos de
la nulidad difieren dependiendo de si se trata del adquiriente o el
subadquiriente, alcanzando la extinción solo a los derechos constituidos por
este último. Así, por ejemplo, el artículo 392 del Código Civil y Comercial
argentino.
[41] Tribunal Supremo de Justicia (Sala Civil). Auto Supremo Nro. 112/2016
de 5 de febrero, cit.

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