Antología 2, Proyecto Radio Lecturas

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1

Jinete en imágenes

Jesús Urzagasti
Poeta boliviano

Se enloqueció el caballo
y el jinete piel y huesos
rodará por la tierra.
De allí no pasará.
Porque al fondo crecen
delicados jazmines
y de una dulce emanación
se contaminan
seres propios del sueño.
No pasará a perturbar
aquella región fundada
por el primer suspiro
de la oscuridad.
Caballos de orígenes
nunca transferidos
cruzan los dominios
de ángeles negros
y una cruel enredadera
se cubre de intrusos.
No pasará a nombrar
el peligro de la dicha
ni los gérmenes
de la música fiel.
Se levantará
como una sombra
poblada de imágenes
y dejará que el animal
se aleje galopando
en el territorio de la leyenda.

2
Lengua de nuestra tierra

Janina Degutytè
Poeta lituana

Respiro en ti
como si fueras lluvia de verano.
Tus palabras
tocan mi cuerpo
con agua vivificante.
Penetran en la sangre,
echan raíces en los tejidos,
vibran en las puntas de los dedos
y en el cielo del silencio
se agrupan
como pájaros
ante el largo viaje desconocido.
O brotan de cicatrices ennegrecidas
como rosas silvestres…

… Cántaro, canasta, ajenjo,


sombra dorada… Enumerar
lo que quedó olvidado
en un rincón de aquel granero,
qué dulce letanía.
El espacio suena, campana azul,
cuando me miro en ti
como en un espejo,
donde
encuentro
mi origen.

3
Canción Triste

Alex Pausides
Poeta cubano

Estoy dándole forma a las palabras llegadas en un hilo.


Estoy pulsando mis canciones más claras las raíces más secas
He salido hoy al día y terrible es este aire si no estás aliviándolo
Y me vuelve qué huraño contra el triste y opaco el tristísimo
invierno.
que se adhiere a las puertas. Y pareciera
que alguien me llamara silencio y ya no le respondo
Ya no soy el que habla. Ahora soy
el que calla inconsolable bajo los quietos árboles
Ya no viene la muchacha delgada a tocarme los párpados
Ya no soy el que canta.

4
Exilio

Alejandra Pizarnik
Poeta argentina

Esta manía de saberme ángel,


sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.
¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?
Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.

5
Víspera hacia ti

José García Nieto


Poeta español

Doblaban en el viento las banderas


de todos los adioses que esperabas.
Caían copos blancos de chilabas
por una despedida de palmeras.

Dormida en las arenas de tu cuna


quedó una huella de tus pies perdidos.
Se levantaban ecos escondidos
en las ciudades de color de luna.

Marcó el mar entre espumas tu partida;


iba por una brisa la arrogancia
de tu mirada limpia hacia otra vida

Se suicidaron, lejos, muy pequeñas,


cerca del horizonte de tu infancia,
dos nubes de blanquísimas cigüeñas.

6
Piedra…

Puri Rubio
Poeta española

Piedra sobre piedra,


¡Quién sabe quién!
La colocó en la tierra.

Símbolo de vida
del nacimiento que perpetúa,
bajo las aspas de un sol
que los ojos ven o ciegan.

Símbolos de luz
que emana entre la tierra,
dando fuerza a quien lo vive,
pues lleva la luz eterna.

Piedra que va suspendida


y satisfecha de su materia,
ante un alma que respira
aunque tú no la sientas.

Apoyada en el abismo
de tu propia existencia,
para que ejerzan
pensamientos y diferencias.

Al contemplar tal odisea


las preguntas acechan,
evadiendo los misterios,
te da miedo abrir puertas.

Aquí está lo espeso,


lo llamo y lo eterno.
Tú lo mueves por doquier,
cómo gustes o lo hayan impuesto.

Porque llevas luz.


Porque eres piedra.

7
Alba

Samuel Beckett
Poeta francés

antes de que amanezca aquí estarás


y Dante y el Logos y todos los estratos y misterios
y la luna marcada
allende el blanco plano de la música
que establezcas aquí antes del alba

solemne suave seda cantarina


inclínate hacia el negro firmamento de areca
lluvia sobre bambúes flor de humo callejuela de sauces

quienes aunque te inclines con dedos compasivos


para abonar el polvo
en nada aumentarán tu generosidad
cuya belleza ante mí será como un sudario
informe de sí misma que se extiende sobre la tempestad de los emblemas
de modo que no hay sol ni hay revelaciones
ni víctima? tampoco
yo solamente y el sudario luego
y un bulto muerto ya

Versión de Jenaro Talens.

8
Morirnos por vivir

Augusto Macher M.
Poeta peruano

Podemos prender luces


en la calleja estrecha de la muerte
que surjan todas nuestras
ansias por llenarnos de vida
mirar sonrientes al que pasa
por nuestro lado
encender el fuego del amor
el gesto risueño de la amistad
quebrar el hielo del odio
el zarpazo del egoísmo
cerrarle los ojos a la envidia
tenemos todas las armas
en nuestras manos
en nuestros deseos de hacer
más armónica la vida
que siempre nos da la contra
busquemos ese amor que
no siempre es fácil de hallar
muchas veces es caprichoso
y esquivo
quememos las velas del desanimo
saquemos a la luz los deseos
ocultos de vivir
tenemos que morirnos por vivir
hagamos grande el rato corto
de la vida.

9
Oda primera

Orfila Bardesio
Poeta uruguaya

Canto a los agujeros


en los pies y en las manos
del hombre
que colgaron en un leño,
a la herida por gusto
labrada en su costado,
a su carne rayada
por azotes como una piel de cebra
en donde viborea
sangre seca,
a sus ojos cegados por el llanto,
a su cabeza hendida
por espinas de donde cuelgan
como adornos
estalactitas duras de saliva,
canto al gusto a vinagre
que le quema la lengua,
y pende, de su boca
como badajo
que la sed golpea.

10
Remordimiento por cualquier muerte

Jorge Luis Borges


Escritor argentino

Libre de la memoria y de la esperanza,


ilimitado, abstracto, casi futuro,
el muerto no es un muerto: es la muerte.
Como el Dios de los místicos,
de Quien deben negarse todos los predicados,
el muerto ubicuamente ajeno
no es sino la perdición y ausencia del mundo.
Todo se lo robamos,
no le dejamos ni un color ni una sílaba:
aquí está el patio que ya no comparten sus ojos,
allí la acera donde acechó la esperanza.
Hasta lo que pensamos podía estarlo pensando él también;
nos hemos repartido como ladrones
el caudal de las noches y de los días.

11
El prisionero

Roberto Ibañez
Poeta uruguayo

Ya oigo la voz del río y su conjuro,


ya la rosa levísima presiento,
ya al ave escucho de lejano acento,
y con mis manos ensangriento el muro.

¡Recobrar, recobrar el reino puro!


¿No me reclama el río, claro y lento?
¿No me nombra la rosa desde el viento?
¿No me responde el pájaro en lo oscuro?

Pájaro que no sé sí me responde,


si canta en mi o a incógnita distancia
Intima rosa que no sé si esconde
en la fronda o el sueño su fragancia.
Río que llega ya no se de dónde,
si de su sierra azul o de mi infancia.

12
Tu gemelo…

Mónica Velásquez
Poeta boliviana

Tu gemelo está en un dios que no viste


en un amor que dejaste olvidado
en las opciones
en otra forma de vivir
en todo lo que callas
tu gemelo canta desde tu niñez
te cuida como al más solo de sus hijos
te va siguiendo los pasos
y recoge a diario lo que queda de tu sombra
sabe tus transformaciones
no se parece a ti aun con tu misma cara
tu gemelo es el que quieres
el que pudiste
el que dejaste de ser
tu gemelo duerme a tu costado sin decir palabra
su nombre es el nombre que pondrás a tu hijo
sin saber que lo convocas
que también le sigues los pasos
entregándote sin peros
a las almas de doble filo

13
Hijas del viento

Alejandra Pizarnik
Poetisa argentina

Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo de tu llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.

14
Desconfianza

Eduardo Langagne
Poeta mexicano

No confiar en la muerte. Es ruda y traicionera,


donde quiera te lleva con su sonrisa astuta.
Es confiar en la vida, mas confiar cautamente
porque siempre transborda los límites del vaso.
Quién habría dicho tantas mentiras encubiertas,
pues la mentira abrasa, quema y consume al alma.
Sólo cuando crepita te das cuenta de todo.
Yo no quería inventar una historia de dudas,
de sabores futuros, de sensaciones rotas.
Debo salir al viento hasta que el frío seduzca.
Por el agua corría un lirio desatado
y un poderoso sol existía en el reflejo.
Ya recelan los lobos y es austero el aullido
encima del silencio de la colina en llamas.
Cómo me acuerdo bien de todo lo que ignoro.

15
Poema

Erza Pound
Poeta estadounidense

Entre el agua y la sombra, a orillas


de una sedosa mirada nocturna
y en la mitad ardiente del brazo,
la lámpara nos une como una caricia,
como una flor espesante a un hombro perfecto.
(No sé si he respirado los rayos de su luz
y si al mirarte una impalpable lágrima aproximó,
una abrigada pluma, una burbuja; rizada,
un titubeante círculo de amor y sueños).
Ajena al paso de mi voz, al incesante
fuego que va contra el olvido, retirada
a música inmóvil había de escucharte.
Detenido en silencio todo cuanto tocas,
Rostro, vaso de fugaz derredor, madura espalda.

16
Observo

Alejandra Veruschka
Poeta boliviana

La silueta de las calles


inhóspitas vestidas de neblina
matizadas de sombras con
enormes ráfagas de indiferencia
donde
la nostalgia agobia al desprotegido
y va marchitando el florecimiento
del silencio de las almas
destiñendo así las huellas recorridas
por alcanzar la paz de los inocentes
escondiendo gritos mudos de desaliento
en estos tiempos oxidados
por la violencia y desamor en el planeta
¡Cuánta ironía!! Pisamos ahora
en cada esquina del planeta
Cuanta nostalgia nos enreda el corazón
de tanta hipocresía
Cuanta fe y amor necesitamos
para salvar y rescatar a la humanidad
de nuestro Planeta.

17
Verde manzana

Marianella Saenz Mora


Poeta costarricense

No lamento el ocaso
donde blandí mis dudas al poniente
y me despojé presurosa del temor
y de su red de desaciertos,
pues yo
preparé en el lento caminar del tiempo,
mi piel verde manzana de esperanza.

No lamento la osadía,
no lamento nada,
sé que nuestros pasos habían de juntarse
y desde entonces espero repetir:
en cada brote hambriento de vida,
en las delicadas flores blancas
que hacen cobijas a la hierba
y en el brillo de tus ojos
cuando a pesar de la nostalgia
rememoras.

18
Gándara en Flor

Florbela Espanca
Poetisa italiana

Rellena mi pecho, en un encanto mago,


El frémito de las cosas dolorosas…
Bajo los urces quemados nacen rosas…
En mis ojos las lágrimas apago…

¡Ansío! ¡Alas abiertas! ¿Lo que traigo


En mí? ¡Escucho bocas silenciosas
Murmurarme las palabras misteriosas
¡Que perturban mi ser como un halago!

Y, en esta fiebre ansiosa que me invade,


Desnudo mi palio, mi burel,
Y ya no soy, Amor, Sóror Saudade…

Ojos ardiendo en éxtasis de amor,


Boca sabiendo a sol, a fruto, a miel:
¡Soy la gándara ruda abriendo en flor!

Traducciones al español, Sandra Santos.

19
En la raíz de todo está mi madre

Elvira Hernández
Poeta chilena

En la raíz de todo está mi madre


como un manto de tejido bajo tierra
un sombrío huerto de hierbajos tósigos
un vuelo de mariposillas terrosas.
Los años han contribuido a su alacrán
círculos que ciñen mis días
a sus caricias púas y cruces
rastrillándome el cerebro.
Es tierra que espera por mí
tras haberme soltado la jauría
de células que me prohíjan.
Tantas noches que quise cortar mi cuello
aserruchar mis cervicales
descuartizar mis imágenes
pero a cambio me contenté
con restregar plumas
llorar tinta y otros mendrugos
y seguir ese dictado —una vez más—
meticuloso de las venas.

20
Poesía

José García Nieto


Poeta español

No sé si soy así, ni si me llamo


así como me llaman diariamente;
sé que de amor me lleno dulcemente
y en voz a borbotones me derramo.

Lluvia sin ocasión, huerto sin amo


donde el fruto se cae sobradamente
y donde miel y tierra, juntamente,
suben a mi garganta, tramo a tramo.

Suben y ya no sé dónde coincide


mi angustia con mi júbilo, ordenando
esta razón sonora y sucesiva.

Y estoy condecorado, aunque lo olvide,


por un antiguo nombre en que cantando
voy a mi soledad definitiva.

21
La piedra imán

Rubén Vargas
Poeta boliviano

En la distancia y en el eco
El corno concierta
la oscuridad de la vida
y la oscuridad de la muerte.

Bajo el ala del sombrero


el hombre va y viene
a través de la noche
y no se inmuta
y mira de reojo
las grandes obras
que sostienen
la tiniebla y el vacío.

Hay que aprender a estar quieto


para permanecer en la oscuridad
frente a la esfera de un reloj
escuchando una jubilosa canción.

22
Epílogo

Jorge Teillier
Poeta chileno

Tal vez nos queda contemplar el cielo.


Nunca estuvo entre nosotros.
Aun cuando la lluvia se escurrió entre los dedos,
y los dedos capturaron al humo en el sueño.
No sabíamos nada.
Lo miramos porque un amigo
nos reveló el nombre de una nube,
porque una muchacha nos pidió le eligiéramos una estrella,
o a la salida de la fiesta
creyendo que su rostro nos libraría
de la falsa música y el vino.
Ahora nuestros ojos deben olvidar que lo vieron,
así el niño olvida su primer paso, y la luz olvida la obscuridad,
cuando duerme como una joven bajo la sombra de los castaños.

23
Pueblos

Gloria Mendoza Borda


Poeta peruana

No creo en la negación
de los pueblos
ante las manos
que imploran

no creo en la negación
de la muerte ante la vida

no creo en la negación
de los empedernidos

no creo en la negación
de las cosas

no creo en la negación
de los jóvenes
ante los antiguos
edificadores
de la palabra
el estiércol
el amor

no creo en la negación
de la tristeza
la locura
la maldad

creo en los pueblos


creo en las voces
creo en los niños

cruz con Cristo


cruz con hombre

habitantes todos
hombres benditos
que moráis en la tierra
pueblos voces niños
somos el punto de contacto
entre el choque de distintos mundos
de la realización más pronta

somos la lluvia en la que se humedecen


nuestros hijos en supersónica combinación.

24
Un desconocido silba en el bosque

Jorge Teillier
Poeta chileno

Un desconocido silba en el bosque.


Los patios se llenan de niebla.
El padre lee un cuento de hadas
y el hermano muerto escucha tras la puerta.

Se apaga en la ventana
la bujía que nos señalaba el camino.
No hallábamos la hora de volver a casa,
pero nos detenemos sin saber dónde ir
cuando un desconocido silba en el bosque.

Detrás de nuestros párpados surge el invierno


trayendo una nieve que no es de este mundo
y que borra nuestras huellas y las huellas del sol
cuando un desconocido silba en el bosque.

Debíamos decir que ya no nos esperen,


pero hemos cambiado de lenguaje
y nadie podrá comprender a los que oímos
a un desconocido silbar en el bosque.

25
Rostro

Edmundo Camargo
Poeta boliviano

He aquí que de mis dedos penden las marionetas de la lluvia


los trigales rojos como la barba de los muertos
doblarán los días bajo mis ojos claros como horda de cuervos.
Yo vengo a dictarte al oído un rostro
entre los pinos las jaurías persiguen el ciervo fantasma
vengo a anunciarte que de mi nacerán
los que como un rodaje oculto
giran el peso dulce de las dalias
en mí se reconstruyen y su grito tiende a perpetuarse
como un metal golpeado que de pronto
inunda el crepúsculo
segado en un trigal de gallos alarmados.
Sobre las ramas de mi lengua trinan pájaros.
que en otros siglos gotearon de bosques carbonizados.
Yo ando en ti elegida
el amor teje en tu hueso
en tu substancia el rostro se bautiza de gestos invisibles.

26
Al otro lado de los sueños

Teresa Pacheco Iniesta


Poeta española

Al otro lado de los sueños


esperan los abrazos y la fiebre de la piel.
Reposa su mirada en el verde sosiego
como un cormorán sobre las rocas
hambriento de mar, temblando de deseo
entre el viento y la luz de la sal.

Ahora, ya navega el miedo, detenido


en esta orilla y desaparece, mar adentro.
Las lágrimas del tiempo se vuelven invisibles
y confunden nuestros ojos, que no hablan
nada más que para implorar silencio.

Toman al espejismo de las manos,


caminan con pasos enlazados y seguros
al otro lado de los sueños, inalcanzables.
Ahora todo será posible. Se aman.
Ya no necesitan soñarse en aquel acantilado,
ni cerrar nunca más sus párpados para verse.

27
Miro la calle…

Fredy Rolando Ruilova Lituma


Poeta peruano

Miro la calle que en el quieto


grito de la tarde
con una luz seca y curvada,
una lluvia que se deshace
en medio camino:
se ha inclinado.
La sombra de la higuera
se retuerce en los espejos
de los guijarros húmedos.
Me levanto de la orilla
desde donde rastreaba
este descenso con la plomada
de mis ojos
y mis pies se hunden
como en una ciénaga
de aguas vagabundas,
espumas de plomo bajo tierra
ampollas en los bordes cuando
los pasos atados
con piedras de molino
se sumergen en este sueño.

28
Perdida está tu alma

Alejandra Solórzano Sánchez


Poeta costarricense

Esperanzas que no avanzan,


invaden su mente ya afligida,
piensa en lugares felices,
lejanos recuerdos;
todo da vueltas y, una soledad efímera que abraza,
arropa sus más intrínsecos deseos.
Quiere esconderse,
ser invisible ante el resto,
como quien pinta un paisaje sin firmar su lienzo;
hallarse libre,
de sus anhelos ser consciente,
desconectarse del mundo,
que agobia, que atrapa.
Brazos que abrazan su alma confundida,
esa que busca una salida incansablemente.
Ante realidades inherentes, sueña,
subleva por un nuevo amanecer,
de incertidumbres que esperan a la vuelta.
Estrellas que encierran respuestas,
acompañan sus noches largas;
solo espera llegar a ellas,
llenarse de tenue luz de vida.
Y la suya, hundida y estropeada,
advierte aún el renacer,
que reclama esperanzas perdidas,
como perdida está su alma.

29
Despierto y soy un pasajero…

Marco Antonio Gabriel


Poeta mexicano

Despierto y soy un pasajero en una nave,


una nave de crujientes y agónicas maderas.
Voy bordeando la cubierta
y la acción que realicé hace un segundo
me persigue como una fotografía.

Me da por sentir
cosas sin sentido;
como esta nave
que vuela apenas tocando el mar,
y soy un pasajero
de alguna película que olvidé.

Es en ese momento
cuando imagino el rumbo,
una nave igual a ésta
se abalanza sobre nosotros,
y las olas que se rompen
son arena tibia en el rostro.

Unas letras en la madera


“Todo el tiempo el tiempo
o todo el tiempo el rumbo”,
me admira sorprenderme
y en algo que parece un altavoz
escuchamos sonidos suaves
y el espejo que nos persigue
está siempre a punto de cubrirnos.

30
Insomnio

Ada Zapata Arriarán


Poeta boliviana

En el horizonte interminable de la oscuridad


Las aves se reúnen.
Alrededor del cuerpo
que se duerme.

Abriendo
la luz de sombras.

Se aproxima invisible
Entra a la casa.

Y busca el sueño perdido.

Aquí
solos en el mundo dormido

Subimos al silencio

El sueño del ausente


Se hunde en el árbol negro.

Una distancia nos observa


Trepada al árbol

Para desaparecer sin límites


Volando hacia el silencio.

31

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