Renato Ortiz
Renato Ortiz
Renato Ortiz
Cultura-mundo: panoramas
Diversidad cultural y cosmopolitismo
Renato Ortiz
1
Pienso en Theodore Levitt, teórico del mercado global; v. "The Globalization
of Markets", en Harvard Businness Review, 5-6/1983.
RENATO ORTIZ
3o
1
Van Gennep, Os Ritos de Pasagem, Vozes, Petrópolis, 1978.
4
Por ejemplo, Ruth Benedict, Padróes de Cultura, Livros do Brasil, Lisboa.
Visión que la autora retoma en su estudio sobre la sociedad japonesa; v. The Cry-
santhemum andthe Sword, Houghton Mifflin Company, 1989.
5
Un texto representativo de este tipo de estrategia es el de Robert Redfield,
The Folk Culture of Yucatán, The University of Chicago Press, Chicago, 1941.
Diversidad cultural y cosmopolitismo
33
3 4
' I. Wallerstein, The Modern World System (2 vols.), Academic Press, Nueva
York, 1976-1979.
8
Jack Goody, The East in the West, Cambridge University Press, Cambridge,
1996; Eric Wolf, Europe and the People without History, University of California
Press, Berkeley, 1982.
Diversidad cultural y cosmopolitismo
35
9
Cario Cipolla argumenta que el predominio europeo en Asia se limitaba a la
costa marítima. La conquista y el control de vastos territorios dentro del continente
se realizaron más tarde, como subproducto de la Revolución Industrial; v. Canhóes
e Velas na Primeira Fase da Expansáo Européia: 1400—1700, Gradiva, Lisboa, 1989.
RENATO ORTIZ
36
I
Consultar The Cambridge History of Tapan, Vol. 3 y 4, Cambridge University
Press, Cambridge, 1990-1991.
II
Consultar A. Miguel, L'Islam etsa civilisation, Colon, París, 1986; Bernard
Lewis, O Oriente Meio, Zahar, Rio de Janeiro, 1996.
12
Buena parte de esta tradición se prolonga durante todo el siglo XIX; v. Amo
Mayer, A Porga da Tradigáo, Companhía das Letras, Sao Pablo, 1987.
Diversidad cultural y cosmopolitismo
37
13
Octavio lanni, A Sociedade Global, Civilizacao Brasileira, Rio de Janeiro, 1993.
14
Acerca de la relación entre el proceso de mundialización de la cultura y la
constitución de los lugares, v. R. Ortiz, "Espaco e territorialidades", en Um Outro
Territorio, Olho d'Agua, Sao Pablo, 1996.
Diversidad cultural y cosmopolitismo
39
40
' 6 Recuerdo que el concepto de "situación colonial" fue introducido por Georges
Balandier, precisamente con la intención de escapar del relativismo del culruralismo
norteamericano; v. Sociologie actuelle de TAfrique noire, PUF, París, 1971.
RENATO URTIZ
44
Alvin Toffler, The Third Wave, Bantam Books, Nueva York, 1980.
RENATO ORTIZ
4ó
18
Máxime Rodinson, "Lanotionde minoritéetl' Islam", en U Islam: politique
etcroyance, Fayard, París, 1993.
Diversidad cultural y cosmopolitismo
47
19
Gilberto Freyre, Interpretando do Brasil, José Olympio, Rio de Janeiro, 1941.
20
Es interesante notar que la antropología culturalista norteamericana tiene un
papel importante en el proceso de construcción de las imágenes nacionales. Esto no
ocurrió sólo en América Latina, donde los estudios de Herskovitz, Robert Redfield,
Margaret Mead y Ruth Benedict ejercieron gran influencia. Lo mismo ocurrió en
Japón. El culturalismo presentaba un conjunto de conceptos apropiados para la ela-
boración de la "diferencia nacional". Al respecto, consúltese Harumi Befu, "A cri-
tique of the group model ofJapanese Society", en Social Análisis, Vol. 5, N° 6, 1980.
RENATO ORTIZ
48
21
Para una discusión acerca del concepto de masa y su inadecuación al enten-
dimiento de la problemática de la mundialización de la cultura, v. R. Ortiz, "Cultu-
ra, comunicacáo e massa", en Um Outro Territorio, cit.
22
Herré Bourdieu, Ladistinction, Minuit, París, 1979.
Diversidad cultural y cosmopolitismo
49
blos libres, los países colonializados tuvieron que romper con la me-
trópoli y constituirse en naciones independientes. Mientras tanto,
la relación entre la nación y lo universal se rompió. La moderni-
dad—mundo replantea el problema sobre otras bases. Ante al surgi-
miento de una sociedad globalizada, la nación pierde su preemi-
nencia para ordenar las relaciones sociales. Su territorio es atravesado
por fuerzas que la trascienden. Las formaciones nacionales se cons-
tituyen ahora en diversidades (y no en punto final de la historia,
como querían los pensadores del siglo XX), lo que significa que las
culturas nacionales adquieren un peso relativo. Pasan a ser consi-
deradas en el ámbito de las otras diversidades existentes.
Sé que la historia del universalismo encierra numerosos percan-
ces. De la razón instrumental, como decía Adorno, al etnocentrismo
arrogante. No siento predilección ni nostalgia alguna por ese pre-
sente/pasado de la "razón occidental" (asociar la idea de razón a la
de occidentalidad es un tour de forcé eurocéntrico; al igual que en
los departamentos de filosofía, donde se sustenta el mito de la raza
griega como punto de origen de todo pensamiento racional, deján-
dose de lado la riqueza de otras culturas: china, árabe, india 23 ). Lo
universal no existe en abstracto, especie de a priori kantiano cuya
presencia sería inmanente a la mente humana. Las sociedades tu-
vieron que sufrir profundas transformaciones para que pudiera ex-
presarse la universalidad del pensamiento. Una de ellas fue el ad-
venimiento de la escritura. Tal como lo recalca Jack Goody, la es-
critura hizo posible para las culturas un grado de abstracción y de
trascendencia que les permitió escapar de las imposiciones locales
(de los dioses, los poderes y las creencias)"4. Por ello, Weber consi-
Nota: Presenté una versión resumida de este texto en el encuentro "La dimen-
sión cultural y educativa de la integración regional: situaciones y perspectivas en el
Mercosur", organizado por el Centro de Formación para la Integración Regional,
Montevideo, diciembre de 1997.
Vida insular en la aldea global
Paradojas en curso
Martín Hopenhayn
Preámbulo finisecular'
Ciuisiera empezar este artículo con cuatro citas de fin de siglo que
se refieren a la globalización, por un lado, y a la postmodernidad,
por otro. Son las siguientes:
1
En los acápites segundo y tercero de este artículo he recurrido a varias ideas y
algunos párrafos contenidos en artículos precedentes de mi autoría.
ívl A R T1N I I O P K N l i A Y N
54
2
Rénsese en libros de McLuhan que tuvieron mucho impacto hace tres déca-
das, como Understanding Media, La galaxia Gutenberg y Contraexplosión.
3
Ver de Peter Sloterdijk, En el mismo barco, Madrid, Ediciones Siruela, 1993.
MARTÍN HOPENHAYN
56
a) Globalización económica:
interdependencia progresiva con vulnerabilidad progresiva
4
En su último libroTouraine muestra como estamos, a escala global, lidiando
con tensiones que resumen tanto la máxima racionalización con los máximos es-
fuerzos de afirmación de identidad (Pomrons—nous vivre ensemhle?, París, Fayard, 1997.
Vida insular en la aldea global
59
h) Globalización comunicacional:
mayor presencia y mayor anonimato
Ocurre con los actos comunicativos lo mismo que con las inversio-
nes financieras: no hay límite espacial ni demora temporal entre
emisores y receptores de mensajes. Los flujos de información y la
circulación de imágenes en la nueva industria comunicativa son
instantáneos y globalizados. Esto imprime en quienes participan
percepciones paradójicas. De una parte, sensación de protagonismo,
porque a través de Internet son muchos los que hacen circular sus
discursos con un esfuerzo mínimo. De otra parte, sensación de ano-
nimato al contrastar nuestra capacidad individual con el volumen
inconmensurable de mensajes y de emisores que están presentes a
diario en la comunicación interactiva a distancia. Para los que sólo
acceden a la televisión y no a la pantalla del monitor (y que son la
aplastante mayoría), el protagonismo creciente por la decodificación
propia de los múltiples mensajes ajenos y, en contraste con ello, la
conformidad con el hecho de que no serán nunca ellos quienes
decidan sobre qué imágenes, qué textos y qué símbolos se impo-
nen en el mercado cultural. Por un lado, la impotencia del sujeto
ante un orden que lo rebasa en volumen de información, de tran-
sacciones, mensajes e innovaciones tecnológicas; y por otro lado
las tantas nuevas opciones de autorrealización por vía de la extra-
versión mass-mediática (o por el contrario, imposibilidad de rea-
lizarse por esta extraversión en que nada sedimenta de verdad);
de una parte, la expansión de la interlocución desde lo presencial
al diálogo a distancia como expediente cotidiano de vínculo con
el otro y, por otro lado, la aniquilación del otro en esta falta de
presencialidad que afecta una porción creciente de nuestros actos
comunicativos.
MARTIN HORENHAYN
62
5
Ver Peter Berger, "El pluralismo y la dialéctica de la incertidumbre", Santia-
go, Revista de Estudios Públicos, N° 67, invierno 1997, pp. 5—22.
Vida insular en la aldea global
63
Hace dos años se requería la fortuna de las 358 familias más ricas para soste-
ner esta onerosa proporción.
MARTIN HÜPENIIAYN
64
' Véase por ejemplo de Maritza Urteaga Castro—Pozo, Por los territorios del
rock: identidadesjuveniles y rock mexicano, México, Consejo Nacional para la Cultu-
ray las Artes, Causa Joven, 1998.
Vida insular en la aldea global
67
s
Véase al respecto Martín Hopenhayn, Ni apocalípticos ni integrados: aventuras
déla modernidad en América Latina, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económi-
ca, 1994.
MARTIN HOPENIIAY'N
68
9
Sintomático el impacto del artículo y la metáfora acuñada por Putnam al
respecto: ubowlingalone"" o "rodando solo".
Vida insular en la aldea global
69
10
La noción de "empoderamiento" ("empowerment") ya aparece en la semánti-
ca de las políticas sociales formuladas por el Banco Mundial, el BU) y muchos go-
biernos de la región.
1
' Véase por ejemplo UNESCO, Nuestra diversidad creativa, Informe de la Co-
misión Mundial de Cultura y Desarrollo, 1997.
yo
12
Véase la recopilación hecha por Amador Calafat, Characteristics and Social
Representation ofEctasy in Europe, IREFREA—Comisión Europea, Palma de Ma-
llorca, 1998.
13
Véase de Mauricio Sepúlveda, "El silencio de los angustiados: contextos
discursivos en el consumo de pasta base de cocaína", en La grieta de las drogas: des-
integración social y políticas públicas en América Latina, CEPAE, compilación de Mar-
tín Hopenhayn, Santiago, 1997.
iRTIN IIOPENHAYN
72
mundo de los pobres. Las riquezas livianas conviven con las po-
brezas duras, pero no se mezclan.
Si la industria cultural volcada en los mass-media es el medio
de la integración blanda, las nuevas formas de marginalidad son
expresión de la desintegración dura. Este dato es quizás el más
complicado de afrontar cuando hablamos hoy de juventud en Amé-
rica Latina: todos interconectados con las mismas o parecidas aspi-
raciones simbólicas, de identificación y de pertenencia por vía de la
cultura publicitaria y el acceso a los canales en que circulan las
imágenes y los iconos globalizados; pero a la vez buena parte de
ellos habitando en márgenes opacos, irrecuperables, atrincherados
en el extravío de las tribus suburbanas donde la droga es siempre
dura, el trato está siempre abierto a la violencia y las oportunidades
de empleo son siempre para los demás.
14
El término "Macmundo" es utilizado por Guy Sorman en su libro El mundo
es mi tribu. Versión castellana en Editorial Andrés Bello, Santiago, 1997.
MARTIN HOPKNHAYN
74
76
15
Benjamín Arditi, "The Underside of Difference", versión en print, p. 2.
16
Entiendo por ratio la razón restringida a cálculo e instrumentación, pero al
mismo tiempo a la manipulación que un sujeto hace de otros por medio de esta re-
ducción de la razón a sus funciones instrumentales y formales. (Véase el concepto de
ratio en Adorno y Horkheimer, Dialéctica del lluminismo, Bs. As., trad. de H. A.
Murena, Sur, 1969; y Gianni Vattimo, El sujeto y la máscara: Nietzschey el problema
de la liberación, Barcelona, trad. de Jorge Binagui, Península, V.
Vida insular en la aldea global
11
Santiago Castro
No cabe duda de que uno de los logros más importantes de los estu-
dios culturales fue el haber desmitificado la noción moderna de "cul-
tura nacional", entendida ésta como la expresión de una idiosincrasia
nacida y anclada en territorialidades específicas. La ruptura consiste
principalmente en haber mostrado que la modernidad taxonomiza
la cultura, es decir, la produce como algo telúrico y orgánico, como
una forma "nacional" de estar-en-el-mundo. La cultura es tratada por
la modernidad como una función especializada de la reproducción
social, que es estudiada por especialistas, reorganizada por institucio-
nes oficiales de diverso tipo, ligada esencialmente a los avatares del
mercado y,finalmente,ofrecida al público como un "producto" o bien
como un servicio público al que todos los ciudadanos tienen "dere-
cho"1. En una palabra: los estudios culturales muestran que la idea
de cultura nacional es producida y reproducida por mecanismos de
control y selección que originan violentas exclusiones y dan lugar a
nuevas formas de profesionalización y división del trabajo.
1
Véanse, por ejemplo, los planteamientos sobre la cultura que hace Raymond
Williams en su libro Sociología de la cultura, Barcelona, Paidós, 1994. Para el caso
específico de América Latina, véase: N. García Canclini, Consumidores y ciudada-
nos. Conflictos multiculturales de la globalización. México, Grijalbo, 1995; J. J. Brunner,
América Latina: cultura y modernidad. México, Grijalbo 1992.
Fin de la modernidad nacional
7 9
4
Cf. H. Blumemberg, Die Legitimitát der Neuzeit. Frankfurt, Suhrkamp, 1997,
parte II.
Este concepto de "seguridad ontológica" es uno de los pilares de la sociología
de Max Weber y continúa siendo importante para la teoría social contemporánea.
Anthony Giddens muestra que el mantenimiento de hábitos y rutinas es una coraza
protectora contra la amenaza de la angustia, es decir, contra losriesgosque compor-
ta la tarea misma de vivir. Aunque en todas las culturas humanas la tradición ofrece
un repertorio de seguridades que permiten organizar y controlar la vida social, la
modernidad instaura un tipo suigeneris de seguridad ontológica, que Giddens deno-
mina "postradicional". Este consiste en que la "confianza básica" ya no se coloca en
las certezas ofrecidas por las imágenes religiosas del mundo, sino en el conocimiento
generado por sistemas abstractos. Los marcos de acción empiezan a quedar defini-
dos por los presupuestosfilosóficosque transmiten las ciencias naturales y sociales,
a saber, la perfectibilidad del hombre, la certeza del conocimiento científico—técni-
co, la armonía preestablecida entre razón teórica y razón práctica, etc. (Cf. A.
Giddens, Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea.
Barcelona, Ediciones Península, 1995).
SANTIAGO CASTRO
8 2
1
Cf. F Bacon, Novum Organum, N° 1—33; 129.
Fin de la modernidad nacional
8 3
2. Conocimiento y gobernabilidad
8
Cf. I. Wallerstein, Uníhinking Social Science. The Limits ofNineteenth—Century
s. Londres, Polity Press, 1991, p. 20.
Fin de la modernidad nacional
8 5
9
Sin embargo, no comparto con el primer Foucault la tesis de que los saberes
que aquí llamo "ideográficos" nacen a partir de la crisis de la mathesis configurada
por la episteme clásica, en donde tendrían su locus los saberes nomotéticos. Pienso,
más bien, que tanto los saberes ideográficos como los nomotéticos son generados a
partir de un mismo campo de saber—poder, que el segundo Foucault identifica con el
campo de la "gubernamentalidad" (Cf. M. Foucault, Las palabras y las cosas. Una
arqueología de las ciencias humanas. Barcelona, Siglo XXI, 1985, cap. 7; M. Foucault,
La verdad y lasformasjurídicas. Barcelona, Gedisa, 1991).
SANTIAGO CASTRO
8 6
yo". Todo esto significa que cuando un autor como Werner Jaeger
identifica sin más el concepto de paideia con el "espíritu nacional"
de la Grecia clásica, expresado orgánicamente en las costumbres, la
religión, el arte y la filosofía de un pueblo, se encuentra extrapo-
lando hacia la Antigüedad un concepto articulado desde una episteme
moderna. Lo mismo ocurre cuando hablamos en este mismo senti-
do de la "cultura muisca" o de la "cultura maya", para colocar sólo
dos ejemplos. Pues es únicamente desde un conjunto de dispositi-
vos de saber-poder fundamentalmente modernos que es posible in-
ventar a los griegos, a los mayas y a nosotros mismos, los latinoa-
mericanos, como "culturas".
Voy a ilustrar lo que acabo de decir mediante un breve examen
de la filosofía de la historia en Herder y Hegel, haciendo caso a la
observación de Koselleck, en el sentido de que en estos autores se
opera una especie de "revolución copernicana" en la reflexión so-
bre la cultura. E n efecto, los dos autores alemanes empiezan a tra-
bajar con un tipo de discurso en el que los conceptos "pueblo" y
"cultura" quedan ligados directamente con el concepto de "na-
ción"10. La nación será, entonces, la máxima expresión política de
la cultura de un pueblo. De hecho, tanto Herder como Hegel
retoman el sentido literal de la palabra latina natío y la refieren no
sólo al "nacimiento" natural de los pueblos, sino que la utilizan
como un criterio normativo que ordena a ciertas personas en cate-
gorías específicas de tipo geográfico, religioso, étnico, moral o
idiomático.
10
Cf. R. Koselleck, "Vblk, Nation, Nationalismus, Masse", en O. Brunner/
W. Conze / R. Koselleck (eds.), Geschichtliche Grundbegriffe. Historisches Lexicón
zurpolitisch—sozialen Sprache in Deutschland. Stuttgart, Corta, 1992, tomo 7, p. 147.
SANTIAGO CASTRO
nidos a partir del "contraluz" que se establece con los hábitos y cos-
tumbres de los "bárbaros". Las naciones europeas tenían que poseer
una cultura, pero ésta debía distinguirse claramente de los hábitos que
caracterizan a los pueblos sometidos al dominio colonial. En Hegel
esta jerarquización de la cultura llegará a extremos tales como "fijar"
a los pueblos africanos y latinoamericanos en el ámbito todavía in-
consciente de la "naturaleza", esto es, en un punto de la escala feno-
menológica muy inferior al ámbito del "espíritu", cuya expresión
máxima serían, por supuesto, las naciones centroeuropeas.
Con todo esto quiero decir lo siguiente: el discurso que esta-
blece una identidad entre la "nación" y la "cultura" cumple una clara
función taxonómica, pues establece límites entre los individuos, los
grupos o los pueblos sobre la base de una escala normativa defini-
da desde el poder estatal-colonial. La "humanidad" queda subdi-
vidida en pueblos con mayor o menor "cultura", mayor o menor
"desarrollo cultural", mayor o menor "civilización", mayor o me-
nor "espíritu". En algunos casos se podía llegar a la conclusión de
que los pueblos clasificados en la parte inferior de la escala no de-
bían ser considerados ni siquiera como seres humanos. Tenemos en-
tonces que el concepto ideográfico de "cultura", tal como fue desa-
rrollado sobre todo en los siglos XVIII y XIX, expresa, por un lado,
el sentimiento de superioridad que posee Europa en relación con
los pueblos subordinados a su poder colonial y, por el otro, la nece-
sidad de normativizar la vida de los mismos ciudadanos europeos
sometidos al gobierno del Estado, de acuerdo con las nuevas nece-
sidades del capital. Había que identificar al ciudadano con las po-
líticas del Estado, mostrando que éste no es otra cosa que la expre-
sión "orgánica" de la "voluntad general" del pueblo.
No es extraño, entonces, que en la narrativa de Herder las na-
ciones sean presentadas como unidades "orgánicas", es decir, como
SANTIAGO CASTRO
9 o
18
Vale la pena recordar que Herder concibe sufilosofíacomo un "sistema de la
historia", tal como lo afirma al comienzo del libro octavo de Ideas: "El filósofo de
la historia no puede basarse en una abstracción, sino únicamente en la historia, y si no
ordena los innumerables hechos aislados bajo un punto de vista común, corre peli-
gro de obtener resultados erróneos". (Cf.J. G. Herder, op. cit.,p. 219). Hegel, por
su parte, considera que, a diferencia de la historiografía, lafilosofíade la historia es
una "ciencia universal filosófica", en donde el punto de vista no es la descripción
empírica de acontecimientos aislados, sino la conceptualización del espíritu univer-
sal, que es el alma que dirige el proceso histórico (Cf. G. W. F. Hegel, op. cit., pp.
153-160).
SANTIAGO CASTRO
9 4
19
Me he ocupado con mayor amplitud de este tema en mis artículos "Los
vecindarios de la ciudad letrada. Variaciones filosóficas sobre un tema de Ángel
Rama", en M. Morana (ed.), Ángel Rama y los estudios latinoamericanos. Universidad
de Pittsburgh, 1997, pp. 123-133; y "Latinoamericanismo, modernidad, glo-
balización", en Cuadernos Americanos, 61 (1998).
Fin de la modernidad nacional
9 S
4. El retorno de lo reprimido:
globalización o el final del proyecto de la modernidad
a partir del siglo XIX. El cambio radica en que esos elementos han
perdido su "punto arquimédico", es decir, han dejado de quedar
coordinados entre sí por una instancia central que es el Estado-
Nación y, por lo tanto, han dejado de constituir un "proyecto". Es
en este sentido que podemos hablar del "fin" de la modernidad o, si
10 prefieren ustedes, de una "condición postmoderna". Precisando
lo anterior, diremos entonces que el concepto de globalización hace
referencia a la dispersión de aquellas prácticas de control que ante-
riormente se encontraban coordinadas por el Estado nacional.
Así, por ejemplo, mientras que el capitalismo moderno asegu-
raba la reproducción material de la sociedad a través de políticas
laborales yfiscalescontroladas por el Estado, el capitalismo global
socava los cimientos de las economías nacionales, lo cual desenca-
dena un proceso en el que el crecimiento económico termina
erosionando las relaciones sociales de trabajo21. De hecho, las em-
presas multinacionales abandonan el marco de los Estados nacio-
nales y dejan de sentirse comprometidas con las políticas sociales
de sus países de origen. Empresas como la Mercedes Benz o la
Volkswagen, para colocar sólo un ejemplo, han trasladado sus fá-
bricas a países de Latinoamérica, donde la mano de obra es más
barata, eludiendo de este modo los impuestos anteriormente debi-
dos al Estado alemán, para no mencionar los irrisorios subsidios que
pagan a los Estados anfitriones. Se presenta, entonces, la siguiente
contradicción: mientras que la soberanía en materia fiscal está liga-
da al concepto moderno de control estatal en el interior de un terri-
torio concreto, las empresas multinacionales se hallan vinculadas a
redes de comunicación, relaciones de mercado y formas de vida que
22
S. Lash/J. Urry, Economies ofSigns andSpace. Londres, SAGE Publications,
1994, cap. 11.
SANTIAGO CASTRO
9 8
23
Cf. U. Beck, Risikogesellschaft. Aufdem Weg in eine andere Modeme. Frankfurt,
Suhrkamp, 1986.
Fin de la modernidad nación
9 9
ra. La vida social se torna cada vez más plural, más descentrada,
más interdependiente pero, a la vez, más abstracta, más ambigua y
más inmanejable. Las contingencias que el proyecto de la moder-
nidad se proponía eliminar han regresado con mayor furia, cabal-
gando sobre los propios instrumentos que la modernidad había
diseñado para expulsarlas. Asistimos a una situación social muy
parecida a la descrita por Blumemberg para el caso de la decaden-
cia del Imperio romano o del final de la gran síntesis cristiana lo-
grada durante la Edad Media europea.
En este contexto, ¿qué ocurre con los discursos ideográficos sobre
la cultura nacional? En la medida en que el Estado nacional pierde
su capacidad para configurar lo social, se reseca también la fuerza
aglutinante de los discursos que proponían una identidad orgánica
entre la nación, el pueblo y la cultura. En América Latina estos
discursos formaron parte importante del arsenal tanto de la derecha
como de la izquierda política hasta bien entrados los años setenta;
los unos buscando una modernización populista sobre la base de la
sustitución de importaciones, los otros promoviendo una "resisten-
cia a la modernidad", sobre la base del potencial revolucionario de
la cultura popular. Pero a partir de los años ochenta comienza a
hacerse claro que esta cruzada por la recuperación de los "valores
del pueblo" resulta en extremo ilusoria, puesto que ni el Estado ni
ninguna otra instancia tiene la capacidad para controlar esa expan-
sión global de mensajes y símbolos que los teóricos de Frankfurt
denominaron "industria cultural". Este mercado rompe los marcos
organizativos de lo social establecidos por el Estado moderno y
somete las identidades personales y colectivas a los cambios intem-
pestivos de la oferta y la demanda. La rápida sucesión de las mo-
das, la banalización de lo sagrado, los espectáculos de consumo "li-
viano" y la producción siempre cambiante de referentes identitarios,
SANTIAGO CASTRO
IOO
Anthony Sampson
' Véase Lelio Fernández, "Esclavos por naturaleza, Aristóteles, Política I", en
Praxis Filosófica, Octubre de 1995, Cali, Universidad del Valle. Más adelante volve-
remos a este tema del "dominio de sí".
Mente universal y particularidad cultural
i o5
2
Existe una larga serie de estudios de helenistas que documentan esta muta-
ción conceptual, iniciada por la obra de Erwin Rohde, Psique, originalmente publi-
cada en 1894 (en español Psique, México, Fondo de Cultura Económica, 1S
proseguida por Bruno Snell en Die Entdeckung des Geistes, 1948 (publicado en inglés
como The Discovery ofMind, New York, Dover, 1953), luego por E. R. Dodds en
The Greeks and the Irrational, Boston, Beacon, 1957, Hermann Fránkel, Poesía y
filosofía de la Grecia arcaica, Madrid, Visor, 1993 (en el alemán original, 1962),James
Redfield, "Le sentiment homérique du moi", Le Genre Humain, 12, 1985, Jean—
Fierre Vernant, "L individu dans la cité", en U individu, La mort, Tamour, París,
Seuil, 1989, y Cari F Graumann, "Psyche and her Descendants", en Psychological
Discourse in Historical Perspective, C. F Graumann and K. J. Gergen (eds.), New
York, Cambridge University Press, 1997, etc.
ANTHONY SAMPSON
I o6
6
Cf. Carol Fleisher Feldman, "Thought from Language; The Linguistic Cons-
truction of Cognitive Representations", en Making Sense: The Child's Construction
ofthe World, Jerome Bruner and Helen Haste (eds.), London and New York, Rout-
ledge, 1987.
' Richard Rorty, Philosophy and the MirrorofNature, Princeton, New Jersey,
Princeton University Press, 1979, p. 56.
ANTHONY SAMPSON
I o8
Pero esta libertad es más que una no esclavitud, más que una
liberación que volvería al individuo independiente de toda coac-
ción exterior o interior; en su forma plena y positiva, es un poder
que se ejerce sobre sí mismo en el poder que se ejerce sobre los demás.
...[A]quel que debe dirigir a los demás, es aquel que debe ser
capaz de ejercer una autoridad perfecta sobre sí mismo9.
8
Cf. Hans Georg Gadamer, "The Proofs of Immortahty in Plato's Phaedo",
Dialogue andDicdectic: Eight Hermeneutical Studies on Plato, New Haven and London,
Yale University Press, 1980, p. 21-38.
9
Michel Foucault, L usage desplaisirs (Histoire de la sexualité, t. II), p. 93—4,
énfasis agregado.
10
Ibid, p. 100.
Mente universal y particularidad cultural
109
1
' Philippe Julien, Letrangejouissance duprochain, París, Seuil, 1995, p. 41.
12
Marcel Gauchet, Ledésenchantementdu monde, París, Gallimard, 1982, p. 35.
n
Ibid, p. 49.
ANTHONY SAMPSON
I i o
14
Ibid, p. 56.
15
Consúltese de Aristóteles Metafísica, Libro XII:8, y Acerca del alma, Libro
3:5. El último fragmento de Zettel de Wittgenstein reza así: " 'No puedes oír a Dios
hablar con otro, sólo lo puedes oír si tu eres su destinatario'. — Esta es una observa-
ción gramatical". Ludwig Wittgenstein, Zettel, Berkeley, University of California
Press, 1970,717.
16
Marcel Gauchet muestra convincentemente lo mismo en lo que concierne
a la episteme que surge en el siglo XVII. Véase igualmente Alexandre Kojéve, "Ori-
gine chrétiennedélasciencemoderne", &»;«£«, 31,mai-juin, 1964.
Mente universal y particularidad cultural
17
Op. cit, p. 84.
18
Cf. Stephen Jay Gould, The Mismeasure ofMan, New York, W. W. Norton
&Co., 1981.
19
lan Hacking, "Normal People", en Modes of Thought: Explorations in Culture
and Cognition, David R. Olson and Nancy Torrance, eds., New York, Cambrige
University Press, 1996, p. 59-71.
ANTHONY SAMPSON
112
20
En este contexto es imposible no recordar el célebre artículo de Georges
Canguilhem que debería periódicamente volverse a leer: "Qu'est—ce que la psy-
chologie?" en Eludes d'histoire et dephilosophie des sciences, París, Vrin, 1970.
2
Como señala Jack Miles en God, a Biography, aunque muchos en Occidente
ya no creen en Dios, sus efectos perduran. Todo el mundo lo conoce y todo el mun-
do puede contar algo respecto a él, pues es un miembro virtual de cada familia.
22
Citado por Howard Gardner en La nueva ciencia de la mente, Barcelona,
Paidós, 1987, p, 89.
Mente universal y particularidad cultural
i i 3
23
Véase la última publicación de Daniel Dennett, Kinds ofMinds, New York,
Basic Books, 1996.
24
Véase el éxito de librería, The Bell Curve, New York, The Free Press, 1994,
de Richard J. Herrnstein y Charles Murray, que pretende demostrar con estadísti-
cas que los negros son incorregiblemente, y hasta biológicamente, inferiores en in-
teligencia a los blancos y asiáticos. Muchos de los "datos" en que se fundan los au-
tores provienen de estudios financiados por fundaciones racistas y dirigidos por
"académicos" comprometidos con la doctrina de la supremacía blanca. Cf. Charles
Lañe, "The Tainted Sources of'The Bell Curve'", New York Review, Vol. XLI, N°
20,Dec. 1, 1994, p. 14-19.
Mente universal y particularidad cultural
i i 5
25
El pionero en los estudios de procesos cognitivos diferenciales fue Alexander
Luria, quien quiso poner a prueba tesis de su maestro Vigotsky en Uzbekistán en los
años treinta {Losprocesos cognitivos, Barcelona, Fontanella, 1980). Posteriormente
Peeter Tulviste, The Cultural—Historical Development of Verbal Thinking, New York,
Nova Science Publishers, 1991, llevó a cabo estudios similares en pequeñas etnias
no escolarizadas con resultados semejantes a los de Luria. Hoy en día la literatura se
ANTHONY SAMPSON
I i 6
ha vuelto demasiado vasta para que quepa en una nota de pie de página, e indicar
sólo algunos textos sería una injusticia con otros autores igualmente dignos de citar-
se.
26
Véase Jerome Bruner, Actos de significado, Madrid, Alianza Editorial, 1991,
p. 133. También hay que señalar la renovación del interés en la obra de Meyerson,
Pour unepsychologie historique, Ecrits en hommage a Ignace Meyerson, Francoise Parot
(ed.), París, PUF, 1996.
27
Richard A, Shweder, Jacqueline Goodnow, Giyoo Hatano, Robert E.
Le Vine, Hazel Markus, and Peggy Miiler, "The Cultural Psychology ofDevelop-
ment: One Mind, Many Mentalities", en Handbook ofChild Psychology, 5a edición,
Vol. I, W. Damon, ed., New York, Wiley, 1998, p. 877.
Mente universal y particularidad cultural
i i 7
2! Citado por Karl R. Popper, en "Of Clouds and Clocks", cap. 6 de Objective
Oxford, Oxford University Press, Revised edition, 1979, p. 225.
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I i 8
29
Cf., Bernard Comrie, Stephen Matthews, and Maria Polinsky, The Atlas of
, London, Quarto, 1996; David Crystal, The Cambridge Encyclopedia of
ge, 2a edición, Cambridge, Cambridge University Press, 1997.
30
Cf, ]ean—Fierre Changevx, L'hommeneuronal, París, Fayard, 1983; Gerald
M. Edelman, The Remembered Present, A Biological Theory of Consciousness, New
York, Basic Books, 1989.
Mente universal y particularidad cultural
i i 9
3
' Véase Stephen Jay Gould, op. cit., p. 119—21.
Lo que sigue es una paráfrasis de Donald Johanson & Blake Edwards, From
Lucy to Language, New York, Simón & Schuster, 1996, p. 76. Johanson, junto con
Yves Coppens del Collége de France, es uno de los más célebres paleoantropólogos
que han hecho descubrimientos cruciales para la historia de la evolución de la huma-
nidad, particularmente el hallazgo del esqueleto de la célebre "Lucy".
ANTHONY SAMPSON
120
grande en el momento del parto pasan por una gestación más lar-
ga. Dado nuestro tamaño cerebral respecto al tamaño cerebral de
otros mamíferos, los humanos deberíamos tener una gestación
mucho más larga de la que tenemos. Además, nuestra gestación
corresponde al esquema general de los primates de un crecimiento
fetal lento en lo que concierne al cuerpo, pero rápido en lo que
concierne al cerebro. En cambio, otros mamíferos paren sus hijos
bien desarrollados, como el joven cebra que salta de pie muy poco
después del nacimiento. Aunque la gestación humana es relativa-
mente larga y el bebé emerge grande respecto al tamaño del cuerpo
de la madre, el cerebro humano nace inmaduro. Y este es el punto
esencial para nuestros propósitos.
Pues, el cerebro de un chimpancé recién nacido, para compa-
rar, ya ha alcanzado la mitad del peso que tendrá de adulto, o el
macaco que viene al mundo con el 60% del peso del cerebro adul-
to33, pero el cerebro del neonato humano no posee sino una cuarta
parte del peso del cerebro adulto. Para compensar, el esquema fetal
de rápido crecimiento del cerebro continúa después del parto du-
rante el primer año de vida, en el cual el cerebro crece más del do-
ble de sus dimensiones en el momento del parto. Esto hace que el
bebé humano sea inconmensurablemente más dependiente que
cualquier otro bebé animal. Así, en lo que respecta a nuestros cere-
bros, se podría decir que la gestación dura 21 meses, prácticamente
tan larga como la de un elefante. Este esquema de crecimiento, lla-
mado "altricialidad secundaria", es único a los seres humanos y evo-
lucionó como consecuencia de, al mismo tiempo, poseer un cere-
bro grande y andar en dos piernas. Un recién nacido humano pue-
33
Bradd Shore, Culture in Mind: Cognition, Culture and the Problem ofMeaning
New York, Exford University Press, 1996, p. 3.
Mente universal y particularidad cultural
35
Bradd Shore, op. cit., p.3,
36
Merlin Donald, Origins ofthe Modern Mind, Cambridge, Massachusetts,
Harvard University Press, 1991, p. 14.
Mente universal y particularidad cultural
i 2. 3
39
Merlin Donald, op. cit., p. 12.
40
Cf, Claude Hagége, L homme de paroles, París, Fayard, 1985.
Mente universal y particularidad cultural
i 2 5
41
Bradd Shore, op. cit., p. 380.
Globalización, terrenos inestables
Jorge Echavarría
1
Walter Benjamín (1970), Ángelus Novus. Tr. H. A. Murena. Barcelona, Edhasa.
La novena "Tesis" reza: "hay un cuadro de Klee que se titula Ángelus Novus. Se ve
en él un ángel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava su
mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de
la historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para
nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única,
que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se la arroja a sus pies. El ángel quisiera
detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta
desciende del Paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no
puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual
vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tem-
pestad es lo que llamamos progreso" (p. 82).
Globalización, terrenos inestables
i 2 7
ria tiene "su cara vuelta hacia el pasado", y "en lo que para nosotros
aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe
única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus
pies". ¿Es el proceso de globalización un resultado o, mejor, un
proceso derivado de la insensata tempestad destructora que sopla
hacia el futuro? ¿O, incluso, "globalización" es un nombre actuali-
zado del progreso? A primera vista, una respuesta afirmativa a ambas
preguntas permitiría despachar hegelianamente el asunto. Sin em-
bargo, Benjamín propone otros centros de interés. La historia, arras-
trada por el progreso, se empeña en mirar atrás y sólo constata no
tanto unidad y homogeneización, dos manifestaciones resultantes
"naturalmente" de la globalización, sino, como observa en su vue-
lo con "los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas",
una catástrofe. Y si el progreso nació ligado al gran proyecto enci-
clopédico (que bajo la sistemática del conocimiento científico con-
vocara la unidad del género humano tan predicada por los filóso-
fos políticos de la primera revolución moderna), con el tiempo se
olvidó de que su racionalidad iluminista era conjetural, atenta al con-
texto, y que no aspiraba a una razón globalizadora que estableciera
una imagen total del universo, una imagen fuerte y definitiva (véa-
se Eco, en Vattimo y Rovatti, 1990, pp. 112-115)2. Por ello, frente
al proceso de disolución que el progreso provoca en todo lo que le
ofrecía su sólida resistencia, la modernidad siente necesidad de pa-
cificar los acusadores escombros, museificándolos. Así, no fue el
modelo racional subyacente a la enciclopedia el que se generalizó,
sino ambiciosas formas de representación que reclaman su carácter
2
Gianni Vattimo y Pier Aldo Rovatti (1990), El pensamiento débil. 2a ed. Tr.
Luis de Santiago. Madrid, Cátedra. El artículo de Eco se titula "El Antiporfirio",
p. 76-114.
JORGE ECHAVARRÍA
I 2 8
3
Ibtd.
4
Regis Debray (1997), Transmitir. Tr. Horacio Pons. Buenos Aires, Manan-
tial.
5
Hubert Markl (1998), "De la sociedad de los medios a la sociedad del saber".
En Humboldt (123) Bonn, Internationes. El doctor Markl es un destacado zoólogo,
presidente de la sociedad Max Planck. El texto forma parte de un discurso de re-
cepción del premio Herbert Quandt, por su labor en medios de comunicación.
6
0p. cit..
Globalización, terrenos inestables
I 2 9
8
Ulrich Beck (1998), ¿Qué es la globalización? Paladas delglobalismo, respuesta a
ón, Tr. Bernardo Moreno—María Rosa Borras. Barcelona, Paidós.
Globalización, terrenos inestables
i 3 i
9
Tzvetan Todorov, El hombre desplazado, Tr. Juana Salabert. Madrid, Taurus.
10
Ibid.
JORGE ECHAVARRÍA
I 3 2
mente, otro trozo que pudiera, con ei que ya tiene en su mano, res-
tituir alguna forma. Realiza esta operación una y otra vez, hasta que,
tal vez seguro de lo insensato de su esfuerzo, se devuelve a su con-
fusa disposición inicial, con la esperanza de que en aquello que él
juzga como caótico exista tal vez algún orden secreto que se rebela
y no quiere mostrarse.
Frente al carácter germinal que para el pensamiento occidental
tiene la cultura griega, el problema de su radical originalidad (o
"milagro") o su carácter de puente abierto a influencias egipcias,
mesopotámicas, etc., en la conformación tanto de sus mitos como
de la posterior racionalidad, representó desde el siglo XVIII un tema
de capital importancia (Véase, por ejemplo, Cappeletti, 1987, pp.
21-25)11. Y tal interés está prolongado en la discusión que perma-
nentemente se hace sobre las culturas y los intercambios y trans-
mutaciones que sufren a través de contactos con otras formas de
organización y pensamiento. El establecer o, por lo menos, el in-
tentar hacer aquello que en cada etnocultura define una identidad,
y que pasaría más o menos indemne tras los contactos y convergen-
cias, ha sido imperativo desde el siglo XIX con el surgimiento de
los Estados nación. Una interesante sugerencia es la que ofrece
Mosterín (1994, pp. 153-154)12, con el concepto de "decalaje cul-
tural", del que se habla cuando "unas dimensiones de la cultura
progresan muy de prisa, mientras que otras quedan estancadas, pro-
duciéndose entonces un desequilibrio que previamente no se daba,
y entrando en crisis el sistema cultural entero". Descontada la lógi-
11
Ángel J. Cappelletti (1987), Mitología yfilosofía:los presocráticos. Bogotá, Cin-
cel-Kapelusz. Véase también Roco Ronchi (1996), La verdad en despejo. Lospre-
socráticosy el alba de lafilosofía,Tr. Mar García L. Madrid, Akal.
12
Jesús Mosterín (1994), Filosofía de la cultura. Madrid, Alianza.
Globalización, terrenos inestables
i 33
13
Giorgio Colli (1991), El libro de nuestra crisis, Tr. Narcis Aragay. Barcelona,
Paidós. La introducción es de Eugenio Trías.
JORGE, ECIIAVARRÍA
I 34
14
Marc Auge (1998), La guerra de los sueños. Ejercicios de etnoficción, Tr. Alber-
to Luis Bixio. Barcelona, Gedisa.
13
Tzvetan Todorov (1989), La conquista de América. Elproblema del otro, Méxi-
co, Siglo XXI.
16
Guy Sorman (1993), Esperando a los bárbaros, Tr. Basilio Losada. Barcelona,
Seix Barral.
Globalización, terrenos inestables
i 35
22
Op. cit.
23
Op. cit.
Globalización, terrenos inestables
i 37
24
Felipe Fernández Armesto, Felipe, Millenium. Tr. C. Boune y V Alba. Bar-
celona, Planeta.