Diseño de Edificios de Elevada Eficiencia Energetica

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Diseño de edificios de elevada

eficiencia energetica
El objetivo último de la eficiencia energética en la edificación es, como se ha dicho, reducir el
consumo de energía primaria, y consecuentemente las emisiones de CO2 a la atmósfera debido a
la actividad constructiva y sobre todo, al uso y explotación de los edificios. Para conseguir este
objetivo de reducción de consumo energético, es necesario entender una concepción en la que el
edificio supera su papel de consumidor de energía para convertirse en una infraestructura
energética urbana, capaz de generar, recibir, almacenar y distribuir energía térmica y eléctrica de
forma inteligente, reduciendo el impacto energético y ambiental provocado por el hecho de
construir. Y ello sin renunciar a la estética, ni a la transparencia, ni a la ligereza, ni al resto de
condicionantes técnicos, espaciales y formales propios de la Arquitectura.

Efectivamente, hoy en día la consecución de un adecuado nivel de confort en los edificios se suele
confiar fundamentalmente, a los sistemas convencionales de climatización; en menor medida a los
sistemas y soluciones pasivas; y apenas se presta importancia a la influencia de la forma
arquitectónica. La eficiencia energética en la edificación exige alterar el orden de estas estrategias
y proponer un esquema inverso, donde la mayor parte del confort se consiga gracias a la forma, la
proporción, los materiales y la orientación elegidos; en menor medida, pero de forma decidida, a
los sistemas pasivos, que aprovechan las condiciones climáticas del entorno; y, por último, a los
sistemas activos de alta eficiencia alimentados con energías renovables. Basándose en estos
principios, la metodología que debe llevar un diseño que quiera ser eficiente energéticamente
deberá seguir la siguiente eco-lógica:

a) Un estudio climático exhaustivo, con análisis de todas las variables higrotérmicas


temperatura, humedad, radiación solar, velocidad y dirección de los vientos dominantes,
… - que afectan al proyecto, de forma que desde el primer momento se dispone de datos
sobre cuáles pueden ser, a priori, las variables de las que habrá que protegerse, y las que
tienen un potencial de aprovechamiento energético.

b) Del análisis conjunto de estos datos y el resto de condicionantes, debe surgir la primera
idea de cómo adecuar programa, forma y lugar. De esta primera fase saldrán ideas que
gracias a la comprensión del clima y simplemente con una respuesta sensible a éste,
darán lugar a proyectos de baja demanda energética.

c) A partir de aquí las estrategias de reducción de la demanda se consiguen con medidas


pasivas, soluciones bioclimáticas puntuales que han de incorporarse de manera natural al
diseño de edificio.

d) El siguiente paso ha de ser buscar la máxima eficiencia a través de las medidas activas
de ventilación y en los sistemas de climatización. De esta forma garantizamos la
minimización del consumo energético del edificio.

e) Finalmente, tras haber diseñado un volumen con muy poca demanda energética para
su funcionamiento, y haber previsto los sistemas activos más eficientes para cada
situación, se analizarán cuidadosamente las fuentes o recursos locales y las demandas
para captar el máximo de la energía necesaria proveniente de fuentes renovables
minimizando las energías fósiles con criterios de máxima eficiencia.
Contenido

 1 Demanda Energética y Consumo Energético

 2 Estrategias de reducción de demanda de calefacción

 3 Estrategias de reducción de demanda de refrigeración

 4 Estrategias de eficiencia energética en iluminación

Demanda Energética y Consumo Energético


Llamamos demanda energética de un sistema a la energía que necesita para realizar su
función. En un edificio, por tanto, la demanda energética será la energía necesaria para que
el edificio funcione con los estándares de confort (térmico, lumínico) adecuados, y cumpliendo
con todos los requerimientos básicos de su función. 

Esta energía es suministrada por un sistema que tiene un rendimiento determinado y, por
tanto, la energía que se suministra al sistema no tiene porque coincidir con la energía
consumida. Salvo excepciones (bombas de calor, calderas de condensación,…) se consume
más energía que la estrictamente requerida por el sistema para suministrar la demanda. A la
energía consumida por el equipo para satisfacer la demanda es lo que llamamos Consumo.
El consumo atiende pues a la relación siguiente entre la demanda y el rendimiento del
sistema suministrador de energía.

Consumo = Demanda / Rendimiento

El objetivo final de la eficiencia energética es reducir el consumo de energía en los


edificios, luego para ello podemos 
a) reducir la demanda, 
b) aumentar el rendimiento de los sistemas y 
c) actuar simultáneamente sobre la demanda y los sistemas. 

En términos generales, es mucho más eficiente – y también sensiblemente más barato -


disminuir la demanda del edificio que aumentar el rendimiento de los equipos, si bien la
optimización se consigue realizando ambas acciones simultáneamente. 

Por otra parte, para evaluar el impacto real de un determinado equipo, hay que realizar el
análisis teniendo en cuenta no sólo energía final que se le ha suministrado para cubrir la
demanda, sino que hay que considerar la fuente de energía primaria utilizada para este
fin. 

En los edificios varía considerablemente la demanda de energía dependiendo de su


función, así un edificio comercial presenta una demanda muy diferente, tanto en la
calidad como en la distribución temporal, a la de una vivienda. Las necesidades de
iluminación en un centro comercial son muy elevadas y la demanda de agua caliente
sanitaria (ACS en adelante) es muy baja. Sin embargo, en una vivienda, este tipo de
demanda se invierte, En general, la demanda en los edificios es, básicamente de tres
tipos:

 Térmica, para satisfacer los requerimientos de ACS, calefacción y


refrigeración,

 Luminosa, para los requerimientos de confort lumínico,

 Eléctrica, para las aplicaciones (diferentes aparatos).

El tipo de energía que se use para satisfacer estas demandas puede ser eléctrica o
térmica, y la fuente de energía primaria puede ser fósil, nuclear o renovable. 

La demanda energética de un edificio varía ostensiblemente dependiendo de varios


factores que básicamente podemos clasificar en los siguientes: 

1. La ubicación

La ubicación es clave en el comportamiento de un edificio, ya que determina las


características climáticas que influyen en él, afectando a las demandas de
calefacción, de refrigeración o de iluminación. Dichas condiciones climáticas se
pueden dividir en macroclimáticas y microclimáticas. 

Las condiciones macroclimáticas dependen de la zona del planeta donde se


encuentre el edificio, es decir, dependen de la latitud, la longitud y la región
determinada. Las más importantes son:

 Las temperaturas media, máxima y mínima a lo largo del día durante el


invierno y el verano.

 La humedad relativa.

 La radiación solar incidente (directa y difusa).

Las condiciones microclimáticas son aquellas que vienen determinadas por la


geografía del lugar, como por ejemplo los accidentes geográficos, y que alteran las
condiciones macroclimáticas. Las más importantes son:

 La orografía del terreno, que pueden determinar la accesibilidad solar, y la


dirección de los vientos dominantes.

 La existencia de masas de agua cercanas, que reducen las variaciones


bruscas de temperatura e incrementan la humedad ambiente.

 La existencia de vegetación.

2. La función

El uso final de un edificio condiciona lógicamente la demanda energética de


éste. Un edificio de oficinas tendrá necesidades muy diferentes en calidad y
cantidad de energía que una vivienda, un hotel o un hospital. La demanda
variará asimismo de forma diferente a lo largo del día. 

3. El diseño

El diseño del edificio tiene una enorme repercusión en su demanda


energética. Es determinante buscar soluciones que garanticen unas
demandas energéticas mínimas cubiertas mediante climatización artificial y
que se aproveche al máximo la radiación solar y la iluminación natural.

La forma y proporción del edificio influye determinantemente sobre:


 La superficie de contacto entre el edificio y el exterior, que se ve
directamente afectada para la radiación solar y la exposición a
los vientos. Es en definitiva un indicador de las pérdidas o
ganancias de energía interior hacia el exterior. Cuánta mas
superficie de contacto haya, más intercambios térmicos habrá,
situación que es en principio favorable en el caso de clima
templado y cálidos, y desfavorable en el caso de clima
continental.

 La resistencia frente al viento. Cuanto mayor es un edificio,


mayor es la resistencia al viento, excepto que haya obstáculos
que lo eviten. Una mayor resistencia al viento es bueno en
verano, ya que incrementa la ventilación, pero malo en invierno
porque favorece las infiltraciones. El proyectista debe jugar con
la forma del edificio para conseguir una buena ventilación en
verano y unas infiltraciones mínimas durante el invierno.

 La situación de los huecos en la fachada y su tamaño, ya que


permitirán una mayor ganancia solar y reducir así la demanda de
energía. El proyectista debe buscar las soluciones más
adecuadas en cada caso. Por ejemplo, son habituales las
fachadas ventiladas, los espacios tapón, las cubiertas aljibe, etc.

 La orientación del edificio determina la captación de energía


solar a través de las superficies de vidrio. En general, en climas
continentales en vivienda interesa captar cuanta más energía
mejor, ya que ayuda a reducir los consumos de calefacción en
invierno. Durante el verano es necesario limitar dicha radiación
mediante elementos de sombreamiento, u otras técnicas para
que no se produzcan indeseados efectos de sobrecalentamiento.
En edificios destinados a oficinas es necesario encontrar el
compromiso entre iluminación natural y refrigeración, ya que si
entra la luz, entra también el calor. Las características generales
de las principales orientaciones son las siguientes:

 Orientación norte: Sólo recibe radiación solar algunas horas en verano, y


ninguna en invierno. Corresponde a la zona más fría de la casa.

 Orientación sur: En invierno, la fachada sur recibe directamente muchas


horas a lo largo del día, mientras que en verano la radiación llega más
vertical, y la recibe sobre todo la cubierta. La fachada sur en España
recibe aproximadamente tres veces más radiación solar en invierno que
no en verano. La cubierta por su lado recibe aproximadamente 4,5 veces
más radiación en verano que en invierno.

 Las fachadas con orientación este y oeste reciben 2,5 veces más
radiación en verano que en invierno. Las fachadas de orientación sudeste
y suroeste reciben una cantidad de radiación muy similar a lo largo de todo
el año. Las orientaciones este y oeste son muy conflictivas durante el
verano, sobre todo la orientación oeste, pues a partir del mediodía solar
recibe una gran cantidad de radiación, muy difícil de controlar, ya que
incide de forma perpendicular sobre la superficie vidriada. Además,
durante las horas de la tarde, en verano, la temperatura ambiente ya ha
subido de forma considerable, por lo que las condiciones exteriores son
más desfavorables. En esta orientación los huecos vidriados deben estar
protegidos de la insolación durante el verano. Y por las características
geométricas de la incidencia solar, las protecciones horizontales
(voladizos, pérgolas vegetales, etc) son poco efectivas en estas
orientaciones, siendo preferibles las protecciones verticales, tales como
lamas, árboles o similares.
Ilustración 6: Análisis de la incidencia solar y esquema de medidas bioclimáticas -
Fuente: Glenn Murcutt

4. La calidad de la construcción

Es evidente que la calidad constructiva afectará directamente


al consumo energético. El nivel de aislamiento térmico, la
estanqueidad al aire, el tipo de vidrio empleado, los detalles
constructivos que eviten los puentes térmicos, etc.,
determinarán la transferencia de energía entre el edificio y el
entorno, y por lo tanto, su demanda energética. En este punto
es fundamental hacer un comentario sobre la importancia de
la puesta en obra de los elementos y materiales
constructivos, ya que unos materiales muy buenos y costosos
pueden, si están defectuosamente colocados, tener un
comportamiento térmico muy malo, penalizando a todo el
edificio en su consumo energético. 

5. El comportamiento del usuario

Es uno de los aspectos críticos, y en el cual también


podemos actuar. Los hábitos que tengan los diferentes
usuarios pueden conllevar diferencias en los consumos
energéticos enormes. Hábitos como la temperatura a la
que tengan el edificio, la ventilación que realicen, la
utilización correcta de los sistemas de protección solar,
etc., tienen un impacto enorme. La optimización de la
operación del edificio es un factor crítico para la
consecución de ahorros de energía, por lo que es
especialmente importante actuar en acciones de
formación y sensibilización en este sentido. 

Todos estos factores harán que la demanda energética


del edificio varíe considerablemente, tanto en la cantidad
de energía como en la distribución horaria a lo largo del
día. Para el acondicionamiento térmico del edificio
(calefacción/refrigeración), considerando un edificio
convencional entendiendo por tal un edificio construido
según las costumbres constructivas de cada lugar, las
demandas globales varían dependiendo de todos los
factores antes mencionados. 

Las demandas energéticas térmicas en vivienda se


pueden agrupar en demandas de calefacción, de
refrigeración y en ACS. A la hora de analizar las
estrategias de reducción de la demanda energética nos
centraremos en intentar reducir las demandas de
calefacción y refrigeración, tal y como se detalla a
continuación:

Estrategias de reducción de demanda de calefacción


Cuando el objetivo es reducir las demandas de calefacción en los edificios, la estrategia consiste en
captar la mayor energía solar posible, almacenarla y distribuirla en el edificio, y finalmente
conservarla durante las horas en las que no existe esa ganancia solar. Dicho en otras palabras, el
arquitecto debe diseñar un edificio que permita que la radiación solar penetre en su interior, y por otra
parte la envolvente térmica debe garantizar, a través del aislamiento de fachadas, vidrios adecuados
y estanqueidad en carpinterías, que las pérdidas de energía a través de la envolvente sean las
menores posibles.

La acción más inmediata a la hora de reducir la demanda energética es aprovechar al máximo las
ganancias solares. Hemos visto como durante el invierno, la fachada sur de los edificios reciben
numerosas horas de radiación al día. Si aprovechamos la energía calorífica de esta radiación para
calentar el interior de edificio, estaremos necesitando, lógicamente, menos aportes del sistema de
calefacción, y por lo tanto, estaremos ahorrando energía. En el informe de European Passive Solar
Handbook[1] se hace una clasificación de éstos sistemas de captación pasiva, dividiéndolos en
captación directa y captación indirecta.

La captación directa es la solución más simple. La radiación solar penetra directamente en los
espacios habitados a través de las superficies acristaladas, donde es recogido y acumulado gracias a
la inercia térmica de los suelos y las paredes. Una ventana representa el ejemplo más sencillo de
este sistema.

Para entender bien este concepto, es necesario refrescar algunos conceptos, como el de Efecto
Invernadero. Estas aportaciones directas a través de los vidrios se fundamentan en lo siguiente: la
longitud de onda de la radiación solar que llega a la tierra se encuentra comprendida generalmente
entre 0,3 µm y 3,5µm.

La mayor parte de los vidrios son permeables a estas longitudes de onda corta, lo que hace que
aproximadamente un 80% de la radiación incidente sobre el vidrio lo atraviese, mientras que el otro
20% se refleja o lo absorbe el propio vidrio.

Esta radiación que ha atravesado el vidrio calienta las paredes, el suelo, y en general todas las
superficies contra las cuales incide, de forma que estos cuerpos, al calentarse, re-irradian al
ambiente una energía que, en esta ocasión es de onda larga (del orden de los 11µm) frente a la cual
el vidrio se comporta como un cuerpo opaco.

De esta forma, el vidrio se comporta como la compuerta de una trampa de calor, de forma que
permite la entrada de la energía pero no su salida, calentando el ambiente exterior.

Para que un sistema de captación directa sea eficiente, se debe cumplir que la ganancia de calor en
invierno a través de la superficie acristalada sea mayor que las pérdidas por transmisión a través del
vidrio, que no se produzca sobrecalentamiento en verano y, por último, que la contribución neta a las
necesidades térmicas del edificio sea importante. Todo esto implica grandes superficies acristaladas
de los muros con exposición sur, acristalamiento doble y/o protección nocturna, adecuada capacidad
térmica expuesta a la radiación, y protección solar en verano.

Se denomina captación indirecta cuando entre la radiación solar y el espacio que se desea


calefactar se colocan elementos intermedios que almacenan y, posteriormente, distribuyen la
energía.

Así como en el caso anterior, el único fenómeno de transferencia de calor que interviene es la
radiación, en este caso cobran importancia capital, además, la conducción y la convección. Se
genera entre el espacio a calentar y el exterior un espacio tampón que proporciona al edificio una
protección adicional. Parte de la radiación solar entra directamente en el espacio interior, ya que
entre el espacio tampón y el interior existen, a su vez, elementos transparentes que permiten la
captación solar. Los sistemas más frecuentes son los espacios invernaderos (galerías adosadas) y
los atrios.

Todos los componentes poseen una parte masiva que almacena la energía solar captada, emitiendo
esta energía en forma de radiación térmica con un desfase temporal (mas tarde) que depende de las
características de los materiales empleados. Básicamente existen dos tipos de sistemas: el que
exclusivamente tiene un muro masivo, tras un vidrio (el cual produce el efecto invernadero,
favoreciendo la absorción de energía del muro) y los que, además, combinan el almacenamiento con
la convección introduciendo el aire caliente en el espacio que queremos calentar.
Ilustración 8: Ejemplo de Invernadero. Sede CENER en Pamplona (España) - Fuente:
CENER

El aislamiento térmico

La influencia del aislamiento térmico es decisiva para obtener edificios energéticamente


eficientes. Con unos niveles de aislamiento mayores a los normativos actualmente, podríamos
ahorrar mucha energía en los edificios, sobre todo en los que tengan importantes demandas de
calefacción.

Además, es interesante tener presente que el aislamiento térmico es la medida que


probablemente tenga una mejor relación coste / eficacia.

Los materiales de aislamiento térmico son aquellos que presentan una elevada resistencia al
paso de calor. Hemos visto que la propiedad física que mide la capacidad aislante es la
conductividad térmica, λ. Cuanto más bajo sea su valor más capacidad aislante tiene el material.
Se considera un material aislante térmico aquel cuyo valor de λ es menor a 0,06 W/m.K referidos
a 10 ºC. La conductividad térmica es una característica intrínseca de cada material.

Otra característica que se utiliza para evaluar el aislamiento es la resistencia térmica, que ya se
ha explicado anteriormente, y que recodemos que se define como el cociente entre el espesor y
la conductividad térmica del material. Esta propiedad es característica de cada producto (tipo de
material y espesor). Cuanto mayor sea el valor de la resistencia térmica mayor es la capacidad
aislante del producto.

Por último, para definir el aislamiento que presentan los cerramientos de un edificio hay que
utilizar la transmitancia térmica (valor U). Los cerramientos del edificio en contacto con el aire
exterior (muros de fachada, cubiertas, suelos) suelen poseer varias capas o productos y el valor
U caracteriza el cerramiento, ya que es la inversa de la suma de resistencias térmicas de todas
las capas que componen el cerramiento y las resistencias térmicas superficiales tanto exterior
como interior. Cuanto menor es el valor de U, más difícil será atravesar el calor a través del
mismo, por tanto, mayor aislamiento poseerá dicho cerramiento.

El Centro Nacional de Energías Renovables – CENER realizó un estudio muy interesante que
identificaba el espesor de aislamiento matemáticamente óptimo para cada una de las zonas
climáticas y capitales de provincia españolas. Puede descargarse en www.cteplus.es.

Reducción de las infiltraciones

La diferencia de temperatura entre el interior y el exterior de un edificio genera un flujo de aire


constante a través de grietas, juntas entre materiales, etc. El volumen de aire infiltrado dentro del
edificio dependerá de la superficie total de estas pequeñas aberturas o juntas, así como el
gradiente térmico, y el grado de exposición al viento de la fachada. Las infiltraciones tienen un
impacto muy importante tanto en el nivel de eficiencia energética del edificio, como en el confort
de sus usuarios. Resulta evidente que cuando la temperatura exterior es baja, tener un ingreso
de aire frío dentro del edificio aumentará las cargas de calefacción, así como a la sensación del
confort de los usuarios que se sitúen cerca de dichas infiltraciones.

Sin embargo, como es habitual cuando hablamos de eficiencia energética en la edificación, el


impacto de las infiltraciones dependerá de la zona climática en la que se encuentre el edificio.

En climas fríos, el control de las infiltraciones puede convertirse en un factor clave de ahorro
energético. Es recomendable sellar al máximo los edificios y controlar las renovaciones de aire
por medio de sistemas mecánicos de flujo constante con el objetivo de reducir las pérdidas de
calor. Es una de las estrategias principales del estándar Passiv Haus [2], que basa la eficiencia
energética de los edificios en un control máximo de sus infiltraciones, limitándolo en 0.6
renovaciones de aire por hora. Este estándar constructivo es muy interesante y se recomienda
profundizar sobre él[3].

Sin embargos, en climas suaves, este aspecto no es tan relevante en cuanto a la eficiencia
energética, e incluso en climas cálidos y húmedos pudiera suponer una ventaja el hecho de
aumentar la tasa de ventilación del edificio. Es responsabilidad del proyectista evaluar la
estanqueidad idónea para cada proyecto. 

Vidrios de baja emisividad

Hemos visto como las superficies de vidrio permiten las ganancias solares, permitiendo a la
radiación solar atravesarlas calentando el edificio. Sin embargo, en ausencia de radiación solar
directa, y cuando las temperaturas exteriores son bajas, los huecos son un elemento delicado,
porque a través suyo se producen una gran cantidad de pérdidas de energía hacia el exterior, al
tener, lógicamente una mayor constante de conductividad térmica (λ)que un cerramiento opaco
masivo.

Por esta razón es interesante la utilización de vidrios bajo emisivos en climas fríos. Los vidrios
bajo emisivos o Low-E, por su contracción en inglés, es un vidrio desarrollado para reducir las
pérdidas de calor desde el interior. Los vidrios bajo emisivos son vidrios monolíticos sobre los
que se ha depositado una capa de óxidos metálicos extremadamente fina, del orden de
nanómetros, proporcionando al vidrio una capacidad de aislamiento térmico reforzado.

Los vidrios bajo emisivos están ensamblados en un acristalamiento doble (o triple), y la


superficie en la que se ha aplicado la paca de óxidos metálicos ha de quedar dando a la cámara
de aire. 

La industria del vidrio está avanzando rápidamente, y ya podemos encontrar en el mercado


vidrios bajo emisivos que, junto con un relleno de gas argón en la cámara de aire, alcanza
conductividades térmicas inferiores a 1, similares a la que pudiera tener un paño de cerramiento
opaco de baja calidad constructiva. 

Sistemas de recuperación de calor

Una medida que puede tener un gran impacto en el ahorro energético sobre todo en climas fríos,
pero también en climas cálidos es la instalación de un sistema de recuperación de calor. Los
recuperadores de calor permiten la renovación del aire interior de un local conservando y
recuperando la energía utilizada para climatizar este aire.

El recuperador de calor funciona mediante la combinación de dos ventiladores centrífugos de


bajo nivel sonoro, donde uno de ellos realiza la extracción del aire viciado del interior del local
hacia la calle, y el otro impulsa aire fresco del exterior hacia el interior del local. Los dos circuitos
se cruzan sin mezclarse, en un intercambiador de placas, donde el calor del aire saliente, se
transfiere al aire fresco del exterior y lo calienta.

De esta forma conseguimos recuperar un alto porcentaje de la energía utilizada para calentar o
enfriar el aire del interior del local, y reutilizarla. Sin la utilización del recuperador, esta energía se
perdería totalmente. También es una de las estrategias principales del estándar Passiv Haus.

Estrategias de reducción de demanda de refrigeración


En los climas continentales como en el que nos encontramos en España, lo habitual es tener
demandas de energía térmica tanto para calefacción como para refrigeración. Hemos visto como la
estrategia en invierno es captar el máximo de energía, almacenarla y conservarla. En verano, la
estrategia fundamental es evitar el sobrecalentamiento del edificio minimizando la radiación solar
sobre los vidrios de fachada, ventilando y refrigerando el edificio cuando la temperatura exterior
descienda, y reduciendo las cargas internas, sobre todo en el sector terciario. 

Protecciones solares

Las protecciones solares del hueco acristalado son sin duda la medida más eficaz y rentable
económicamente para reducir las demandas energéticas de refrigeración, especialmente en edificio
de oficinas con un ratio vidrio/opaco elevado.

Una vez más, los arquitectos nos encontramos con el problema de diseñar una protección solar que
reduzca la radiación incidente sobre el hueco en verano, pero que permita la captación energética en
invierno. Esto se consigue mediante la utilización de dos tipos de protecciones: fijas o móviles,
aunque también se pueden considerar el efecto de árboles u otro tipo de elemento vegetal.

En la orientación sur son muy eficaces los elementos horizontales fijos integrados en el diseño
arquitectónico – voladizos, lamas horizontales, pérgolas, etc. Sin embargo, este tipo de protecciones
no son eficaces en las orientaciones este y oeste. Debido a la baja altura solar en esas orientaciones,
la radiación llega al edificio muy horizontal, y no es bloqueada por un voladizo horizontal. En estas
orientaciones lo más eficaz es colocar protecciones móviles, o bien fijas en forma de lamas
verticales.

Ilustración 9. Ejemplo de protecciones solares en viviendas en Madrid - Fuente: FOA

El dimensionado de las protecciones solares fijas depende de la orientación de la ventana


considerada (y también de la latitud).

Una posibilidad interesante es la de integrar en los elementos de protección solar, los sistemas
de captación de energía solar, de forma que un solo elemento nos proteja de la radiación solar y
a la vez, esté captando o generando energía.
Por último, y aunque resulte una obviedad, recordar que en caso de trabajar con árboles como
protección solar, las especies deberán ser de hoja caduca, de forma que protejan de la radiación
solar en verano, pero permitan las ganancias solares en invierno.

Ilustración 10. Ejemplo de protecciones móviles - Fuente: CENER

Estrategias de Ventilación y refrigeración

Una de las estrategias más interesantes a la hora de reducir las cargas de refrigeración es
el uso de la ventilación de los edificios. La entrada de aire a temperatura inferior a la de
confort favorece la disipación del calor acumulado en la masa térmica, “descargando”
térmicamente el edificio y actuando también sobre la sensación de confort de los ocupantes,
aumentando la evapotranspiración.

La acción del viento sobre la envolvente del edificio genera diferencias de presión (positivas
o negativas) producidas al intentar el flujo de aire superar el obstáculo que supone el
edificio, y que encuentran un “atajo” en las aberturas que hubiera en la envolvente,
provocando corrientes de aire en el interior del edificio.
Como es lógico, cuando exista carga de calefacción, la ventilación solo será deseable
cuando la temperatura exterior sea inferior a la temperatura de confort; cuando por medio
del movimiento del aire sea posible disipar cargas internas y ganancias solares o cuando
sea necesario reducir los niveles de humedad o de contaminación del aire.

Un parámetro de diseño que el proyectista ha de tener en cuenta es la ubicación de los


puntos de entrada de aire del exterior. La radiación incidente sobre cada fachada, la
exposición a los vientos dominantes, la presencia de vegetación, agua o zonas de alta carga
interna pueden hacer variar sensiblemente la temperatura del aire de ventilación.

Existen diferentes tipos de ventilación. A continuación vamos a detallar las más interesantes
en este contexto de construcción sostenible:

Ventilación simple: es la que se produce a través de una única fachada. No es una


estrategia eficiente, ya que tiene escaso potencial de ventilación, al no existir otra abertura
que permita la salida del aire y por lo tanto, el flujo pasante. En cualquier caso, es siempre
preferible la apertura de dos huecos en una fachada, aunque sean de menor tamaño, que
de un solo hueco, aunque sea de mayores dimensiones.

Ventilación cruzada: La ventilación cruzada es una de las estrategias fundamentales para


reducir las cargas de refrigeración. Consiste en disponer de las estancias ventiladas de una
entrada de aire fresco, y una salida de aire caliente y viciado. Por eso, si se persigue un
edificio de elevada eficiencia energética, el arquitecto tendrá que diseñar los espacios
previendo cuales podrían ser los flujos de ventilación, y adecuando los espacios, aberturas y
salidas de aire de forma que se consiga la mayor eficiencia.

En este punto, es importante recalcar que, si bien en el diseño de viviendas, la experiencia y


la intuición del arquitecto pueden ser suficientes para diseñar un buen sistema de
ventilación cruzada, el edificios de oficinas y sector terciario en general, el problema se
complejiza mucho, debido a la gran cantidad de variables que influyen en la ventilación,
siendo indispensable la simulación del efecto de la ventilación con programas informáticos
de fluidodinámica.

La ventilación mecánica: consiste en inducir el flujo de aire mediante algún tipo de


dispositivo mecánico. Esta es una importantísima vía de investigación al basarse en
componentes de gran efectividad sobre el confort, con grandes posibilidades de
individualización, bajo coste y consumo mínimo (un ventilador doméstico tiene un consumo
equivalente al de una bombilla incandescente: 60-140 W).

Los sistemas de ventilación mecánica no deben plantearse como alternativa a los sistemas
de acondicionamiento natural o artificial. Su diseño integrado puede permitir un amplio
abanico de posibilidades de combinación y coordinación entre sistemas de
acondicionamiento que multipliquen la eficiencia global.

Existen principalmente dos tipos de sistemas: aquellos que por medio de una red de
conductos toman el aire del exterior y lo introducen en cada uno de los espacios y aquellos
únicamente destinados a hacer recircular el aire del interior de los locales.

Los primeros se asocian habitualmente a la renovación o la climatización del aire interior


con el objetivo de mantener la calidad de este. Se componen de ventiladores, filtros, una red
de conductos de impulsión o extracción y unos elementos terminales o difusores.

Los ventiladores por el contrario tienen como objetivo la manipulación de la velocidad del
aire interior sin modificar sus condiciones de temperatura o humedad, generando o
direccionando corrientes de aire, desestratificando bolsas de aire frío o caliente,
incrementando el intercambio convectivo entre la corriente y la masa interior o reduciendo la
temperatura de sensación de los ocupantes. 

Enfriamiento gratuito

El Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios, RITE, obliga a incorporar un


sistema de enfriamiento gratuito (también conocido por su denominación en inglés, free
cooling), basado en la inyección de aire exterior en aquellos sistemas todo aire cuyo
régimen de funcionamiento exceda de 1000 horas/año. El ahorro de energía que comportan
es considerable en grandes instalaciones gracias al aprovechamiento de las energías del
entorno siempre que esto sea posible.

El sistema funciona de la siguiente forma: La admisión de aire exterior se basa en la


comparación de entalpías. Si la energía contenida en el aire exterior (entalpía) es netamente
inferior a la del aire interior, se renueva completamente el aire interior sin consumo de
energía por parte de los compresores.

En el caso de que la entalpía exterior sea inferior a la interior, se fuerza una renovación
parcial del aire con un consumo energético para su climatización ajustado en todo caso al
mínimo necesario.

La ventilación nocturna consiste en el establecimiento de corrientes de aire, de forma


natural o mecánica, con el objetivo de refrigerar el interior durante la noche aprovechando el
descenso de las temperaturas.

Estrategias de
eficiencia
energética en
iluminación
Iluminación Natural

El Código Técnico de la
Edificación hace obligatorio el
aprovechamiento de la luz
natural, mediante la
instalación y utilización de
sistemas de control y
regulación, en aquellas zonas
en las que la aportación de luz
natural así lo permita. Por esta
razón, lo que antes era
exclusivamente una elección
del proyectista es ahora
obligación normativa.

La optimización en el empleo
de la luz natural conlleva un
ahorro energético importante,
sobre todo en el sector
terciario, y concretamente en
los edificios de oficinas, y por
otra parte, su utilización
contribuye de manera
fundamental al confort
lumínico y por tanto a la
calidad ambiental de los
edificios.

La presencia de luz natural


depende de la profundidad de
la habitación, el tamaño y
localización de las ventanas y
techos de luz, el sistema de
acristalamiento y cualquier
obstrucción externa.
Normalmente estos factores
se fijan en la etapa inicial de
diseño del edificio. Una
planificación y diseño
apropiados en esta primera
etapa pueden producir un
edificio que será más eficiente
energéticamente.

La orientación de los huecos


en fachada es importante. Los
más adecuados son los
orientados hacia los puntos en
los que se capte
exclusivamente radiación
difusa; en general el norte. Si
penetra radiación directa en
zonas donde se pretende
aprovechar como iluminación
natural, los efectos de
deslumbramiento que
conllevará serán muy
negativos y no será posible su
aprovechamiento.

Como arquitectos debemos


encontrar un equilibrio entre
los aspectos térmicos y
lumínicos, entre captación
pasiva, protección solar, e
iluminación natural. En este
sentido, es interesante desde
el punto de vista
arquitectónico diseñar
dispositivos de transformación
de la radiación directa en
difusa. Un modo de evitar la
entrada de la radiación directa
es proteger el hueco con un
elemento que al tiempo actúe
reflejando la radiación hacia el
interior del local, pero en
forma difusa.

El Instituto para la
Diversificación y Ahorro de la
Energía – IDAE ha editado
unas interesantes guías
técnicas sobre iluminación que
se aconseja su estudio[4]. 

Iluminación Artificial
Un sistema de alumbrado
energéticamente eficiente
permite obtener una
importante reducción del
consumo, sin necesidad de
disminuir sus prestaciones de
calidad, confort y nivel de
iluminación. 

Una de las exigencias básicas


del CTE es la HE 3 –
Eficiencia energética de las
instalaciones de iluminación
donde se fijan, por primera vez
en la normativa española,
unos requisitos para las
instalaciones de iluminación. 

Establece que los edificios


dispondrán de instalaciones
de iluminación adecuadas a
las necesidades de sus
usuarios y a la vez eficaces
energéticamente, contando
con un sistema de control que
permita ajustar el encendido a
la ocupación real de la zona,
así como un sistema de
iluminación que optimice el
aprovechamiento de la luz
natural en aquellas zonas que
reúnan unas condiciones
adecuadas. Los apartados
principales que incluye son:
 Valores de
eficiencia
energética mínima
para cada tipo de
edificio y utilización.
El parámetro
utilizado para medir
esta eficiencia es el
Valor de Eficiencia
Energética: VEE = 1
W/m2 por cada 100
lux.

Los valores exigidos están


dentro de los estándares
actuales en oficina, con
iluminación fluorescente y alta
frecuencia, pero supone un
gran avance en otras
instalaciones hoy en día
menos eficientes como
escuelas, hoteles, etc.

 Sistemas de
control y regulación:
hace obligatorio el
uso de sistemas de
control básicos para
cada zona (prohíbe
explícitamente que
el encendido y
apagado se haga
en exclusiva desde
los cuadros
eléctricos),
detección de
presencia en zonas
de uso esporádico y
regulación en las
luminarias más
cercanas (a una
distancia de 3 m o
inferior) a las
ventanas en función
de la luz natural.

Con este punto se hace


imprescindible contar con un
sistema de gestión de
alumbrado en el edificio. En el
caso de edificios pequeños
será muy interesante la
utilización de sistemas de
control incorporados a las
luminarias.

 Diseño y
dimensionado de la
instalación: con
objeto de garantizar
la calidad de la
instalación de
alumbrado se
indican los datos
mínimos que deben
incluir los proyectos
y los parámetros de
iluminación se
confían a la Norma
UNE 12464-1,
relativa a
“Iluminación de los
lugares de trabajo
en interior”, con lo
que se convierte en
norma de obligado
cumplimiento.

 Características
de los productos de
la construcción: en
este apartado se
establecen los
valores máximos de
consumo para cada
tipo de punto de luz.
Para las lámparas
fluorescentes se
confirman los
valores recogidos
en el Real Decreto
838/2002, del 2 de
agosto, que
establece que
desde 2007 no se
pueden
comercializar
balastos que no
sean de bajas
pérdidas o alta
frecuencia.
Todas las
luminarias deberán
contar con un
certificado del
fabricante que
acredite la potencia
total consumida.

 Mantenimiento
y conservación: se
hace obligatorio que
todas las
instalaciones
tengan un plan que
garantice el
mantenimiento de
los niveles de
eficiencia
energética y los
parámetros de
iluminación. Este
documento incluirá,
entre otras
informaciones, el
período de
reposición de las
lámparas y la
limpieza de las
luminarias.

En la eficiencia de la
iluminación influyen:

 Eficiencia
energética de los
componentes
(lámparas,
luminarias, equipos
auxiliares).
 Uso de la
instalación (régimen
de utilización,
utilización de
sistemas de
regulación y control,
aprovechamiento de
la luz natural).

 Mantenimiento
(limpieza,
reposición de
lámparas).

Elección de los
Componentes

En función de las necesidades


del local a iluminar, se eligen
las fuentes de luz, equipos
auxiliares y luminarias. 

Elección de Fuentes de Luz:


Además de por sus
características luminotécnicas,
las fuentes de luz han de
elegirse por su eficacia
luminosa, es decir por la
cantidad de energía eléctrica
que convierten en flujo
luminosos. Por ejemplo, las
lámparas incandescentes
presentan una eficacia
luminosa es muy baja, en
torno al 2%. La Comisión
Europea prohibió en 2009 la
comercialización de este tipo
de lámparas, debido a su baja
eficiencia. 

Elección del equipo auxiliar

El equipo auxiliar influye de


forma determinante en la
eficiencia energética del
conjunto. Los balastos
electrónicos ofrecen
numerosas ventajas respecto
a los electromagnéticos, tanto
en confort de iluminación
como en lo que a ahorro
energético se refiere:

 Reducción del
25 % de la energía
consumida,
respecto a un
equipo
electromagnético.

 Incremento de
la eficacia de la
lámpara.

 Incremento de
la vida de las
lámparas hasta del
50 %.

 Aumento del
confort general, con
luz más agradable,
sin parpadeo ni
efecto
estroboscópico, y
eliminándose los
ruidos producidos
por el equipo
electromagnético.

 Posibilidad de
conectarse a
sensores de luz y
ajustar en
automático la
intensidad de luz de
la lámpara, y
mantener un nivel
de luz constante.

Elección de las luminarias

La distribución de la luz puede


tener dos funciones
diferenciadas, una funcional
donde lo importante es dirigir
la luz de forma eficiente, y otra
decorativa para crear un
determinado ambiente y
resaltar ciertos elementos.
Una iluminación adecuada y
eficiente conseguirá un
compromiso entre ambas
funciones. 

El empleo de más de un tipo


de luminarias, unas para
proporcionar una iluminación
ambiental general y otras para
una iluminación localizada,
permite adaptarse de una
forma más eficiente a las
necesidades del local o
habitación. 

Además, hay que tener en


cuenta el rendimiento de la
luminaria, de forma que refleje
y distribuya mejor la luz, ya
que cuánto mayor rendimiento
menor potencia será necesario
instalar. Las luminarias con
reflector de aluminio de tipo
especular son las de mejor
rendimiento. 

Sistemas de regulación y
control

Los sistemas de regulación y


control apagan, encienden y
regulan la luz según
interruptores, detectores de
movimiento y presencia,
células fotosensibles o
calendarios y horarios
preestablecidos. Permiten un
mejor aprovechamiento de la
energía consumida,
reduciendo los costes
energéticos y de
mantenimiento, además de
dotar de flexibilidad al sistema
de iluminación. El ahorro
energético conseguido al
instalar este tipo de sistemas
puede ser muy relevante.

Como no todas las zonas


requieren el mismo
tratamiento, es importante
controlar las luminarias de
cada zona mediante circuitos
independientes. Por ejemplo,
las luminarias que se
encuentren próximas a las
ventanas deben poder
regularse en función de la luz
natural de distinta forma que el
resto de las luminarias de una
sala o habitación. 

El sistema de control más


sencillo es el interruptor
manual. Su uso correcto,
apagando la iluminación en
periodos de ausencia de
personas, permite ahorros
significativos, más aún cuando
en una misma sala hay varias
zonas controladas por
interruptores distintos de
forma que una pueda estar
apagada aunque otras estén
encendidas. 

Existen interruptores
temporizados que apagan la
iluminación tras un tiempo
programado y que son más
convenientes en lugares
dónde las personas
permanecen un tiempo
limitado. Por ejemplo, el hall
de un edificio de viviendas o
los servicios o escaleras de un
edificio de oficinas. Los
detectores de presencia o
movimiento encienden la
iluminación cuando detectan
movimiento y lo mantienen
durante un tiempo
programado. Son muy útiles
para zonas de paso o
permanencia de personas
durante poco tiempo. 

Por ejemplo, en un edificio de


viviendas se obtiene un
elevado ahorro al instalar
estos detectores en las
escaleras, de forma que la
iluminación se vaya
encendiendo por zonas en
lugar de encenderse todas las
plantas a la vez. 

En los edificios del sector


terciario, por ejemplo edificios
de oficinas o edificios
comerciales, en los que existe
un horario definido, es posible
encender y apagar la
iluminación automáticamente
por control horario, en función
de los distintos días de la
semana, incluyendo los
tiempos libres (comidas, etc.),
haciendo distinción entre fines
de semana y días laborables,
o incorporando periodos
festivos. 

En estos edificios destinados a


usos múltiples (oficinas,
hoteles, etc.) es interesante
disponer de un sistema que
permita el manejo y el control
energético de las instalaciones
de iluminación, de forma
similar a los implantados para
otras instalaciones como las
de climatización. El control
centralizado, compuesto por
detectores (células
fotoeléctricas, detectores de
presencia, etc.) y por una
unidad central programable,
supone una serie de ventajas,
entre las que destacan:

 Posibilidad de
encendido/apagado
de zonas mediante
órdenes centrales,
bien sean manuales
o automáticas.

 Modificación de
circuitos de
encendido a nivel
central sin obras
eléctricas.

 Monitorización
de estado de los
circuitos y
consumos de los
mismos.

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