Salvia, Agustin y Eduardo Chavez Molina (2007) - Sombras de Una Marginalidad Fragmentada. Aproximaciones A La Metamorfosis de Los S
Salvia, Agustin y Eduardo Chavez Molina (2007) - Sombras de Una Marginalidad Fragmentada. Aproximaciones A La Metamorfosis de Los S
Salvia, Agustin y Eduardo Chavez Molina (2007) - Sombras de Una Marginalidad Fragmentada. Aproximaciones A La Metamorfosis de Los S
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Sombras de una
marginalidad fragmentada
Aproximaciones a la metamorfosis
de los sectores populares de la Argentina
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Buenos Aires · Argentina
colección
Ricardo Sidicaro
Sombras de una
marginalidad fragmentada
Aproximaciones a la metamorfosis
de los sectores populares de la Argentina
Índice
13 Presentación
15 Introducción,
por Agustín Salvia y Eduardo Chávez Molina
67 PRIMERA SECCIÓN
Sobreviviendo en la marginalidad económica
de los espacios urbanos
363 Bibliografía
13
enseñanzas e interrogantes que dejó abiertos un primer compilado
de trabajos de investigación denominado Los Nuevos Rostros de
la Marginalidad, cuya coordinación estuvo a cargo de Fortunato
Mallimaci y Agustín Salvia, publicado en Buenos Aires en 2005
por la editorial Biblos.
Por último, corresponde agradecer a todos aquellos que han acompañado
en diversos momentos el desarrollo de esta empresa, en particular cabe hacer
destacada mención al valioso apoyo brindada por la Lic. Claudia López a
los trabajos de campo, así como a las invalorables tareas de compilación
y corrección realizada por Eduardo Chávez Molina, Juan Pedro Alonso y
todo el equipo a cargo de la coordinación académica editorial. Especial
reconocimiento merecen Federico Schuster, actual decano de la Facultad
de Ciencias Sociales, y Carolina Mera, actual Directora del Instituto de
Investigaciones Gino Germani, en ambos casos por su confianza y decidido
respaldo a nuestro labor científica.
14 PRESENTACIÓN
Introducción
15
Un interrogante que desde su origen orientó nuestras investi-
gaciones fue la pregunta de ¿cómo es posible que la emergencia de
inusitados niveles de pobreza, deterioro en las relaciones laborales y
marginalidad no implicó una fractura o transformación del modelo
de acumulación económica ni de dominación político-institucional?
Esta pregunta tuvo en su momento una importancia política
destacada, sobre todo cuando se creía que la movilización de los
“nuevos actores sociales” y las llamadas “economías populares”
implicaba un significativo avance en la lucha social, a la vez que
un germen en la construcción de un estadio superior del capitalismo
y una ampliación del sistema político democrático. En dicha oca-
sión, nuestras investigaciones dieron cuenta –tal como se reitera
y amplía en este volumen– de lo lejos que estaban las “economías
de la marginalidad” de generar tales cambios.
Aunque los ecos de ese debate todavía continúan, la realidad en
la Argentina post devaluación parece ser otra, así también como
sus “espejismos”. En este sentido, los resultados de las investiga-
ciones reunidas ponen en duda la validez de aquellos discursos
que –de manera intencional o ingenua, acá no importa– creen ver
en la actual fase de crecimiento económico, aumento de la tasa de
empleo y retroceso de los elevados niveles de pobreza, la emergencia
de una sociedad más integrada y asimilada a un efectivo “círculo
virtuoso” de desarrollo económico y social. En el marco de estos
debates –que tienden a involucrar fuertemente a la intelectualidad
académica de las ciencias sociales–, la principal hipótesis que atra-
viesa esta obra es que la marginalidad laboral que se extiende en
los grandes centros urbanos de la Argentina y de América Latina
–en tanto países capitalistas sometidos a un desarrollo desigual,
combinado y dependiente– constituye un componente sistémico
–y, por ahora, al menos no disfuncional–, encadenado al funciona-
miento global del régimen de reproducción social y de dominación
político-institucional.
Por otra parte, cabe explicitar en esta presentación una orien-
tación metodológica que hace a las condiciones de producción del
trabajo realizado. Es evidente que a lo largo de la investigación
la propia realidad social objeto de estudio fue cambiando. Del
mismo modo, lo fueron haciendo sus preguntas, conjeturas y, sin
duda, los marcos de referencia de quienes la protagonizamos. Sin
embargo, hay algunos denominadores comunes que como princi-
pio metodológico supieron mantenerse en el tiempo. Al igual que
16 INTRODUCCIÓN
durante los trabajos realizados para la elaboración del primer libro,
no pudimos evitar poner bajo sospecha la realidad tal cual se nos
presentaba y preguntarnos tanto por las estructuras como por los
actores, los hechos como las representaciones, abandonando toda
ilusión sobre la transparencia del lenguaje y de los signos, poniendo
en duda nuestros propias conjeturas y argumentos.
Si bien contamos con amplia información estadística sobre
varios de los temas abordados, optamos por elaborar datos pri-
marios generados a partir de estar en contacto directo con las
relaciones sociales y los mundos de vida de los actores sociales
involucrados en la problemática estudiada. En lo fundamental,
tal decisión se basó en la idea de que en momentos de importantes
cambios históricos, la investigación micro social puede cumplir un
papel relevante en función del descubrimiento de nuevos hechos y,
por lo tanto, en la puesta en revisión de los supuestos aceptados a
partir de los cuales se abordan tradicionalmente ciertos problemas.
Hasta donde sabemos, el proceso social es siempre un sistema en
conflicto, significado de manera ideológica por los sujetos y actores
participantes, abierto a una construcción interesada pero no deter-
minada de manera intencional, a la vez multifacética y polivalente
en cuanto a las consecuencias de su desarrollo. Un orden frente al
cual, para su reconocimiento, y con el objeto de no vernos engañados
por nuestras propias expectativas o temores, resulta conveniente
–siguiendo las recomendaciones de Raymond Boudon2 – que las
evidencias específicas sobre procesos emergentes sean priorizadas
por sobre las representaciones generales del fenómeno tomado en
su sentido global.
En el marco de este enfoque, la presente compilación recoge
una serie de investigaciones de campo “significándolas” como micro
datos, en procura de una representación general en elaboración
que no sólo resulta a nuestro juicio epistemológicamente posible
sino también políticamente necesaria: ¿cuáles son las nuevas
reglas de funcionamiento y diferenciación social que plantea el
orden emergente en las sociedades del subdesarrollo a principios
del siglo XXI?
Dicho esto, cabe adelantar al lector que Sombras de una
marginalidad fragmentada se divide en una Introducción gene-
ral y tres secciones de artículos temáticamente diferenciados.
18 INTRODUCCIÓN
a la feria los trabajadores que forman estas actividades?, ¿pueden
y quieren escapar de ella?, ¿qué organización del trabajo constru-
yen y cómo intervienen sobre el campo de conflictos que abre su
legitimada “extra-legalidad” económica?
En tanto, el trabajo de María Laura Raffo, “Marginalidad
laboral y segregación espacial: trayectorias laborales de travestis
y mujeres en situación de prostitución en el Sur del Gran Buenos
Aires”, evidencia un conjunto de reflexiones sobre las condiciones
de vida y de trabajo de un grupo de mujeres y travestis en situa-
ción de prostitución y pobreza en el partido de Florencio Varela.
El enfoque del estudio gira en torno a la descripción de las trayec-
torias laborales del grupo de mujeres y travestis, a los procesos
de estigmatización derivados de la actividad que realizan y la
significancia que adquiere el barrio en los procesos de segregación.
En este sentido, el artículo examina los efectos que los procesos
de marginalidad laboral y segregación espacial producen en las
condiciones de vida y trabajo de los grupos bajo estudio, afectando
las posibilidades u oportunidades de movilidad social. Asimismo
se analizan las diferentes formas en el manejo del estigma que
presentan mujeres y travestis.
Creemos que un análisis de este tipo permite comprender algu-
nas de las consecuencias sociales de las crecientes desigualdades
socioeconómicas y simbólicas, y los mecanismos que nutren, sos-
tienen y reproducen la pobreza urbana contemporánea.
Por su parte, el artículo de Esteban Bogani y María Florencia
Graziano, “De esquinas y rebusques. Los jóvenes limpiavidrios de un
barrio de la Ciudad de Buenos Aires”, estudia un segmento laboral
típicamente marginal inserto en los espacios sociales dominados
por la modernidad urbana. Se trata de los jóvenes que limpian para-
brisas en las esquinas transitadas de la Ciudad de Buenos Aires.
En un contexto en el que los “rebusques callejeros” se presentan
para muchos como la única práctica de subsistencia posible, abordar
el estudio a fondo de esta actividad permite entender no sólo su
origen y conformación como resultado de una trama indeterminada
de trayectorias individuales, sino también un rasgo central de su
modo de funcionamiento: constituir una práctica laboral compleja
y organizada a cargo de una “población excedente” no funcional a
la organización urbana moderna. A través de ella, sus miembros
se encargan de hacer efectiva y violenta ocupación de semáforos,
esquinas y parabrisas, es decir, de ocupar y tomar control de
espacios públicos y de bienes privados como un modo legitimado de
20 INTRODUCCIÓN
aborda el estudio de las trayectorias sociolaborales de un grupo
de hombres de entre 40 y 65 años, residentes en la zona Sur del
Gran Buenos Aires, que han sido desplazados de sectores formales
de la economía durante la década del ‘90 y que en la actualidad
trabajan como remiseros informales. Se analiza aquí la especifici-
dad del surgimiento y desarrollo de esta actividad como un nuevo
y precario nicho de supervivencia para una población excedente,
en su momento potencialmente disfuncional al modelo económico
y al sistema político. El análisis de las respuestas socio-laborales
dada por esta población a las condiciones de crisis que han debido
enfrentar, muestra que la marginalidad económica genera no pocas
veces entidad, identidad y organización social. En este caso, se
muestra que este tipo de actividad encuentra en el “barrio” –como
relación social situada– particulares condiciones de posibilidad
para su subsistencia.
En tanto, el trabajo de Pablo Molina Derteano, “Juventud
¿divino tesoro? Trayectorias socio-laborales de jóvenes trabajadores
de delivery”, estudia las prácticas socio-laborales y percepciones
de un grupo de jóvenes en condiciones de segmentación socio-terri-
torial, que trabajan de delivery para actividades económicamente
marginales en el sur del Gran Buenos Aires, prestando especial
atención a los disloques de sus discursos de solidaridad comunita-
ria y la incertidumbre de los procesos de inserción socio-laboral de
estos jóvenes. Se trata, sin dudarlo, de un trabajo precario en un
sector informal de la economía. ¿Se trata también de una población
excedente no funcional al desarrollo capitalista? Al parecer sí;
obviamente, no por las expectativas y sueños de los jóvenes trabaja-
dores, sino por las efectivas posibilidades que ofrece el mercado de
trabajo y el tipo de perfiles sociales que demanda el sector formal.
Los jóvenes delivery de la pobreza constituyen un grupo que la eco-
nomía capitalista no parece necesitar. Sus prácticas laborales y su
propia existencia, en un contexto de relaciones laborales altamente
precarizadas, abre nuevas contradicciones y diferenciaciones en el
campo de las relaciones económicas y laborales que operan en el
mundo de la informalidad.
El último artículo de esta sección es el de Pablo Molina Derteano,
con colaboración de Carlos Ortega, “Sueños del eterno retorno de
la sociedad salarial para los jóvenes asalariados precarios en con-
diciones de segmentación territorial”, que centra su estudio en un
grupo de jóvenes asalariados precarios que trabajan en pequeños
establecimientos informales de la zona Sur del Gran Buenos Aires.
22 INTRODUCCIÓN
la subsistencia y constituye una forma marginal de lucha por la
existencia social. Asimismo, un aporte novedoso es la respuesta que
en materia de significados y valoraciones estos trabajadores dan a
su trabajo actual. Ahora bien, su vida –y la de las propias empresas
recuperadas– no depende del mercado, sino cada vez más, de la
voluntad política orientada a apoyar y legitimar su existencia (no
sin esperar su pronta disolución), con fin último de acallar éstos
y otros reclamos que pongan en cuestión la capacidad del modelo
económico de incluir a todos.
Por su parte, el artículo de Astor Massetti y Manuela Parra,
“Comedores comunitarios como estrategias de supervivencia: el caso
del Centro de Actividades Comunitarias de La Boca”, se enmarca
en una serie de interrogantes: ¿Cómo se llega a encarar la partici-
pación en este tipo concreto de prácticas sociales? ¿Qué distingue
u homogeneiza a estos sujetos sociales? ¿Qué trayectorias de vida
han desarrollado? ¿Qué sentidos le atribuyen a estas prácticas en
su vida cotidiana? Y fundamentalmente: ¿Qué lugar ocupa en la
actividad comunitaria que desarrollan en el contexto de su super-
vivencia familiar?, y ¿Cuánto de estas prácticas se asemeja a un
“trabajo” y cuanto a “vocación”?
La propuesta es entonces bucear por la especificidad del fenó-
meno, donde no será ya el comedor una respuesta social macro, sino
las opciones y oportunidades de sujetos sociales concretos. Entre
sus valiosos aportes y hallazgos, cabe destacar las “devaluadas”
demandas y expectativas de desarrollo económico y social que
tienen para sí las propias organizaciones sociales de subsistencia.
Por otra parte, no sólo son estas trabajadoras las que encuentran
en esta actividad un sentido para sus vidas, sino también un
amplio sector de población excedente para el capitalismo argentino.
En cualquier caso, lo cierto es que para mantener la integración
social, el Estado, en este caso, debe gastar muy poco en procura
de garantizar la reproducción de la economía social.
En tanto, el artículo de Emilse Rivero, “Relaciones de inter-
cambio y organización en el mundo de la venta ambulante. Los
vendedores del Ferrocarril General Mitre”, aborda el estudio del
trabajo de vendedores ambulantes en los trenes y en los andenes
(plataformas), analizando el grado de organización de los vende-
dores. En el desarrollo de esta actividad en el ferrocarril Mitre, se
visualiza la existencia de un grupo de heterogéneas identidades
conformadas por vendedores viejos y nuevos, de línea y de plata-
forma, músicos o vendedores de productos, en cuya permanente
24 INTRODUCCIÓN
I.
Agustín Salvia
Introducción
25
mercado de trabajo, educación, salud, hábitat residencial, brechas
de ingresos, inseguridad, etc.2
Resulta importante señalar que, en el escenario social argen-
tino, estos problemas emergen con fuerza durante las últimas tres
décadas, después de mostrar el país –comparativamente con la
mayor parte de los países de la región– estándares relativamente
altos de bienestar y equidad social.
La explicación de este proceso, si bien es compleja, no puede elu-
dir las transformaciones generadas por los procesos de globalización
económica y los cambios en los paradigmas tecnológicos, la crisis
fiscal del Estado en el contexto del agotamiento del modelo indus-
trial sustitutivo, y los reiterados y fallidos ensayos de políticas
de ajuste y de cambio estructural aplicadas a partir de los años
setenta. El resultado fue un aumento constante de la pobreza
y la polarización social, tanto en ciclos de crecimiento como de
crisis y estancamiento económico. Ahora bien, por mucho que el
problema pueda ser reconocido a través de sus determinantes
históricos y sus efectos no deseados, no por ello queda implicado
un conocimiento sobre los procesos sociales que han hecho y hacen
posible la emergencia y reproducción en una matriz social de tales
características.
Una línea de investigación plausible, sin pretender agotar el
desafío, es preguntarse sobre la naturaleza de las actuales rela-
ciones sociales que presenta el mundo de la pobreza, sin perder
de vista que las condiciones de existencia de tales entramados se
vinculan con el resto del sistema económico, social y político. Jus-
tamente, uno de los ejes de análisis de los trabajos de investigación
aquí presentados es la idea de que el campo de la marginalidad
urbana –al menos en el caso de las relaciones sociales de producción
y trabajo localizadas en el Gran Buenos Aires– no es la expresión
de un fenómeno en transición, sino un componente encadenado
al funcionamiento general del sistema socio-económico y político-
institucional.
2 Entre los estudios a los que se hace referencia cabe mencionar a Altimir
y Beccaria (1999a, 1999b); FIEL (2001); PNUD-Argentina (2002); Neffa,
Battistini, Pánigo y Pérez (2000); Riquelme (2000); Beccaria (2001); Becca-
ria, Feldman, González Bombal, Kessler, Murmis y Svampa (2002); Delich
(2002); Damill, Frenkel y Maurizio (2002); Salvia y Tuñón (2003); Salvia y
Rubio (2003); ODSA/UCA (2004); Golberg (2004); Grassi (2004); Mallimaci
y Salvia (2005); Gasparini (2005); entre otros.
AGUSTÍN SALVIA 27
que tiene para los sujetos la nueva matriz social que ha emergido
en la Argentina de la crisis del modelo sustitutivo y de las políticas
de cambio estructural. En tal sentido, las investigaciones reuni-
das en este libro también se preguntan qué dicen de sí los actores
sociales marginados. Ese “decir” nos habla de sus estrategias de
subsistencia, sus conflictos laborales, sus devaluadas condiciones
de vida, pero también de sus proyectos, esperanzas y fracasos. Esta
serie de realidades sociales, se convierten en un objeto de estudio
por demás significativo en una Argentina en franco proceso de
recuperación económica con aumento de la demanda de empleo3.
Esta situación abre una segunda serie de preguntas de interés
para esta investigación: ¿En qué medida una salida –aunque sea
transitoria– de la crisis crónica de la economía del país hace posible
disipar o disminuir las estrategias de subsistencia sumergidas en
la marginalidad? ¿Cuán posible y esperable es en tales condiciones
el retorno o inserción al sector formal de la economía de la pobla-
ción excedente marginada? ¿Qué nuevas realidades, porvenir y
esperanzas genera entre los sectores marginados este nuevo ciclo
de crecimiento?
En el marco de estas preocupaciones que orientaron las inves-
tigaciones realizadas, este capítulo busca brindar al lector algu-
nas claves teóricas a partir de las cuales interpretar y juzgar los
hallazgos, aportes y debates que abren los estudios de caso que se
presentan en este libro. Al respecto, cabe en primer lugar tomar en
cuenta que cualquier elaboración de conocimiento resulta imprecisa
si no se tienen claros los conceptos utilizados. Por lo mismo, las
AGUSTÍN SALVIA 29
entre muchos otros, constituye parte del repertorio de estrategias
de supervivencia que han puesto en acción los sectores populares
para hacer frente al desempleo generalizado y a las reiteradas
condiciones de crisis económica y social.
Sin duda, sus protagonistas constituyen expresiones de un
“rostro social” largamente existente en la región, cuya actualidad
ha generado una renovada producción literaria y de investigación
académica. Sin embargo, surgen algunas preguntas obligadas: ¿en
el marco de qué teoría resulta adecuado establecer el significado
de tales observables, entender su existencia y proyectar su porve-
nir? No pocas veces se supone que términos como marginalidad,
exclusión, informalidad, pobreza y desigualdad social predican
sobre el mismo problema o fenómeno general; sin embargo, esto no
necesariamente es así. Estos conceptos están insertos en matrices
teóricas distintas, ofrecen, según el caso, distinto grado de abstrac-
ción y presentan referentes empíricos diferentes; o, incluso, como
es el caso de la marginalidad y la pobreza, el mismo término puede
hacer referencia de distintos objetos teóricos y empíricos4.
El objetivo de toda construcción científica es remitir los dominios
indiferenciados de lo observable a categorías teóricas desde las cua-
les lo real pueda ser organizado de un modo particular y concreto, y
esto en función de reducir la complejidad a ideas que el pensamiento
pueda identificar y proponer como núcleo inteligible del fenómeno
que se considera. Para el problema que nos ocupa, es evidente que
el uso indiferenciado que se hace de ciertos términos presenta poca
utilidad al estudio de los procesos de empobrecimiento y polariza-
ción social. En función de aclarar las distintas teorías que esconden
algunos de los términos mencionados, se hace a continuación una
lectura de sus diferencias teóricas y metodológicas. En esta oca-
sión, el análisis se habrá de centrar en las nociones que mantienen
un uso frecuente y no siempre bien especificado: marginalidad,
marginalidad económica y exclusión social5.
AGUSTÍN SALVIA 31
privilegiándose el factor ecológico: la población de marginales habi-
taba en los cinturones de miseria urbana o llamadas “poblaciones
marginales”7.
A la marginalidad de la teoría de la modernización se le opuso
a fines de los años sesenta la teoría de la marginalidad econó-
mica surgida de los estudios marxistas realizados en el marco
de las teorías de la dependencia. El sentido teórico del concepto
de marginalidad estaba dado en el contexto de una revisión de la
teoría marxista, en particular, en cuanto al papel del trabajo en
el proceso de producción y reproducción bajo un modelo de desa-
rrollo capitalista desigual y combinado (Nun, Marín y Murmis,
1968; Nun, 1969; Quijano, 1970). La idea central que recorría las
investigaciones realizadas desde este enfoque es que en el proceso
de desarrollo de las economías capitalistas dependientes, algunas
actividades que fueron centrales para la acumulación se transfor-
maban en marginales (Quijano, 1970; Duque y Pastrana, 1972). En
este tipo de sociedades, los sectores no monopólicos, las actividades
precapitalistas y la economía de subsistencia ocupaban trabajado-
res que conforman una población excedente “no funcional” a los
sectores monopólicos dominantes, denominada “masa marginal”
(Nun, 1969, 1978, 1999). Esta idea era opuesta a quienes argu-
mentaban que toda la superpoblación relativa constituía el ejército
industrial de reserva (Lange, 1966, Sweezy, 1958; Cardoso, 1970).
Según este enfoque, durante la etapa del capitalismo monopólico –y
especialmente en los países de América Latina–, una parte de la
fuerza de trabajo desocupada o subempleada podía dejar de cumplir
la función de ejército industrial de reserva, transformándose en
“masa marginal”, es decir, en una población excedente y prescin-
dente a los procesos dominantes de acumulación capitalista. En
los ciclos de retracción o periodos de crisis del capitalismo, podía
ser que una parte de la superpoblación relativa fuese marginal
tanto para el sector monopólico como para el sector competitivo, es
decir, que tampoco fuese funcional al sector informal. En este caso,
esta masa marginal podía desempeñar un papel “disfuncional” al
AGUSTÍN SALVIA 33
tecnológicos (1999)8. De hecho, la hipótesis propuesta por Castel
es que el cambio se expresa en una modificación fundamental en
el proceso de inserción de los asalariados bajo el modelo del Estado
de bienestar: a) precarización e individualización del mercado de
trabajo; b) desigualdad en las oportunidades frente a los cambios
en las relaciones laborales; y c) predominio de la incertidumbre del
trabajo sobre la reducción de la desigualdad (Castel, 1997).
Sobre la base de estas tres tendencias habría tenido lugar un
proceso de desestabilización de los empleos estables, afectando espe-
cialmente a la clase obrera clásica y a los pequeños propietarios,
así como también a los jóvenes, y dando lugar a la reaparición de
un sector de la población que podría clasificarse de: supernumera-
rios. La degradación de la sociedad salarial se manifestaría en, al
menos, tres niveles: a) desestabilización de los estables, implicada
por la flexibilización económica; b) instalación de la precariedad
como destino que consiste en vivir al día a través de un trabajo
no registrado, la ayuda social, la solidaridad familiar, etc.; y c)
como consecuencia de lo anterior, la aparición de un nuevo perfil
social a la que se denomina como supernumerarios, los cuales se
encuentran en una situación de inutilidad social, no son integrables,
y ni siquiera están explotados en el sentido habitual del término.
Esta inutilidad social los descalifica también en el plano cívico y
político. A diferencia de los grupos subordinados de la sociedad
industrial, explotados pero indispensables, éstos no gravitan en
el curso de las cosas. Pueden suscitar inquietudes y necesidad
de implementar políticas, pues plantean demandas y problemas
sociales. Ahora bien, el verdadero problema es que existan. Los
“excluidos” pueden optar entre la resignación o la violencia espo-
rádica (Castel, 1997).
8 Durante al menos tres décadas, hasta los años ‘70, la llamada por Castel
“sociedad salarial” había logrado articular trabajo y protección, trabajo y
seguridad relativa para la mayoría de la población. Sin embargo, a partir
de esos años, como consecuencia de la globalización, los avances y cambios
tecnológicos y científicos y la masificación de los medios de comunicación y
producción, este sistema comienza a cuestionarse y erosionarse por el retorno
del mercado: “a medida que el mercado se internacionaliza y que aumenta la
competencia, el trabajo se vuelve blanco principal de una política de reducción
de costos de producción acompañada por esfuerzos para bajar el precio de la
fuerza de trabajo, mientras se aumenta su eficacia productiva. La flexibilidad
que traduce esta doble exigencia responde a requisitos de productividad y
apunta a reducir el precio del trabajo. A partir de ese momento, la condición
salarial estable y protegida fue considerada por muchos como lo que obsta-
culizaba la hegemonía del mercado” (Castel, 1999:26).
9 Sería el caso, por ejemplo, de las poblaciones inmigrantes que residen en los
barrios periféricos de París o Londres, las cuales sufren procesos de segre-
gación económica y social asociados a una marginación étnica. También,
forman parte de estos observables los “nuevos pobres” en los tradicionales
guetos latinos o afroamericanos en las grandes ciudades de Estados Unidos.
Al respecto, véase Wacquant (2000), también Wilson (1996).
AGUSTÍN SALVIA 35
del concepto de marginalidad introducido por la teoría de la moder-
nidad, la unidad de análisis es la población marginal (aunque, en
los hechos, con referencia específica a quienes residen en áreas
urbanas marginales). En cambio, en el caso de la exclusión social,
la clase de referencia pueden serlo los individuos, las relaciones
laborales, familiares o vecinales, las trayectorias profesionales, es
decir, no hay una clara referencia al objeto sobre el cual se predica.
La exclusión social podría ser considerada como un caso particular
de la marginalidad propuesta por la teoría de la modernidad. En
este sentido, ambos conceptos comparten la crítica de presentar
criterios de clasificación ambiguos. Por ejemplo, cabe preguntarse
¿en cuántas dimensiones se necesita ser excluido/marginal para
ser comprendido en esa condición? ¿Basta con una, con dos o hay
que serlo en todas: ecológica, política, económica, social y cultural?
En el caso de la exclusión, se suma a este problema que el sentido
teórico del concepto en sí (enunciados antecedentes y derivados) no
queda bien especificado en la medida que no forma parte de una
malla de conexiones teóricas más amplia y consistente.
En cuanto a los vínculos entre el concepto de marginalidad
económica y exclusión social, el propio Nun, en una revisión actua-
lizada a la tesis de masa marginal, sostiene que en la década de
los años ‘90, el concepto europeo de exclusión social aborda los
temas que las ciencias sociales se planteaban en la década del ‘60
en América Latina. Sin embargo, no está claro que dicho concepto
aporte mayor precisión teórica y capacidad explicativa a los proble-
mas a los que se refiere, sobre todo cuando se analizan contextos de
economías y sistemas políticos con modelos de desarrollo desigual
y dependiente (Nun, 2000)10. De tal manera que, si se emplea el
concepto de exclusión social para hacer referencia a los procesos
sociales vividos desde los años ‘80 en América Latina, habría que
tomar en cuenta, junto con las limitaciones explicativas del con-
cepto, algunas especificidades históricas.
Una importante diferencia se encuentra en el hecho de que en
Europa la población que quedó excluida de los progresos generados
por la globalización lo fue porque alguna vez estuvo incluida a tra-
10 Al respecto, Nun cita como ejemplo a Freund (1993), el cual observa que la
noción de excluido está “saturada de sentido, de no sentido y de contrasentido”,
y que prácticamente “se puede pedir que diga lo que uno quiere que diga”
(Nun, 2000: 31). Estas vaguedades y ausencias importantes en el concepto
de exclusión social empleado por Castel han sido también destacadas recien-
temente por Murmis y Feldman (2002: 16-25).
AGUSTÍN SALVIA 37
tores de la fuerza de trabajo queden “afuera” de diversas maneras
por los procesos económicos, y de los sistemas sociales de bienestar,
sea por las limitaciones estructurales del desarrollo capitalista
periférico o por los efectos de las recientes políticas orientadas a
una mayor integración al mercado mundial11.
De este análisis surge que una mejor opción teórica –aunque no
necesariamente la única– para entender estos procesos sociales, al
menos para América Latina, es el enfoque de la marginalidad eco-
nómica. La teoría de la marginalidad parte de reconocer los cambios
en la dinámica de internacionalización del capital a escala mun-
dial, la heterogeneidad estructural del capitalismo subordinado y
el carácter histórico de los procesos que llevan a su reproducción,
resultado de lo cual permite hacer observable la conformación
de procesos de trabajo, explotación y estrategias de subsistencia
heterogéneas al interior mismo del capitalismo avanzado.
Sin duda, no son éstas las únicas matrices teóricas a partir de
las cuales es posible abordar el actual proceso de cambio social en
la región, pero, frente a ellas, al menos debe quedar claro que no
es útil ni adecuado que las investigaciones empíricas aborden sus
respectivos problemas utilizando una u otra categoría de manera
indiferenciada.
descubierta por Trotsky para explicar las peculiaridades de los países atra-
sados que “combinan” segmentos “desigualmente desarrollados”, por ejemplo,
una industria monopólica en algunas ramas con relaciones de un capitalismo
en su fase competitiva o precapitalistas en otras actividades. Esta teoría fue
sistematizada por Novack (1965) en un ensayo relativamente poco conocido,
pero sobre todo tuvo gran impacto y difusión a través de autores marxistas
como André Gunder Frank, Paul Barán, Samir Amin, entre otros, que gene-
ralizaron su utilización en los debates sobre el desarrollo y la dependencia
en América Latina y África en los años ‘60 y ‘70.
AGUSTÍN SALVIA 39
“Llamaré ‘masa marginal’ a esa parte afuncional o disfuncional de la super-
población relativa. Por lo tanto, este concepto –lo mismo que el de ejército
industrial de reserva– se sitúa a nivel de las relaciones que se establecen
entre la población sobrante y el sector productivo hegemónico. La cate-
goría implica así una doble referencia, al sistema que, por un lado, genera
este excedente y, por el otro, no precisa de él para seguir funcionando.”
(Nun, 1969).
El criterio central de referencia que da cuenta de este fun-
cionamiento, es el tipo dominante de organización productiva, o
sea, el sector monopólico. Sin embargo, que éste sea el proceso
de acumulación dominante en la actual fase de desarrollo capi-
talista no quiere decir que sea el único. Junto con él coexiste un
contingente amplio de pequeñas y medianas empresas que operan
de manera mucho más parecida al estadio competitivo del capita-
lismo. De esta manera, se superponen y combinan dos procesos de
acumulación cualitativamente diferentes, los cuales introducen
una diferenciación creciente del mercado de trabajo y respecto
de los cuales varía la funcionalidad del excedente de población.
En el contexto de desarrollo capitalista heterogéneo, desigual y
dependiente, los mecanismos de generación de esta superpobla-
ción relativa se generalizan, y varía también la funcionalidad de
sus efectos según el sector de que se trate. Por ejemplo, los des-
ocupados (el componente más visible pero no el único de la masa
marginal) pueden actuar a la vez como un ejército industrial de
reserva en el mercado secundario (competitivo), y como una masa
marginal en el primario (monopólico), y además la mano de obra
absolutamente redundante para este último sector puede estar
ocupada en el secundario e incluso hallarse todavía fijada a formas
precapitalistas (Nun, 1969).
Dada esta manera de representar la dinámica de acumulación
en países periféricos, importa particularmente determinar de qué
manera y bajo qué condiciones la estructura global determina,
inhibe o potencia la no funcionalidad de la masa marginal. En lo
fundamental, esta tesis discute con los enfoques desarrollistas y
marxistas ortodoxos de la época (Lewis, A., 1960; Lange, 1966;
Sweezy, 1958; Cardoso, 1970), señalando que según fuesen las
condiciones del desarrollo capitalista, podía crecer una población
excedente que, en el mejor de los casos, podía ser irrelevante para
el sector hegemónico de la economía, pero que, en el peor, podía
constituirse en un peligro para su estabilidad. Esto le planteaba
AGUSTÍN SALVIA 41
actualidad en el marco de los regímenes de acumulación surgidos
del Consenso de Washington y de la mayor internacionalización
experimentada por el capital. En la actualidad, nadie discute que
la mayor gravedad de los problemas de empleo, pobreza y desigual-
dad social en América Latina, tienen como escenario los procesos
de crisis fiscal y endeudamiento de los Estados nacionales, las
derivaciones negativas generadas por los procesos de integración
y apertura de las economías nacionales al mercado mundial y las
consecuencias económicas y sociales impuestas por las políticas de
ajuste y cambio estructural en la región14.
El caso argentino es un ejemplo por demás paradigmático de
este proceso15, dando lugar a que el enfoque de la marginalidad
económica parezca encontrar particular vigencia. En este sentido,
sostenemos que, reconocer que la tesis de la marginalidad econó-
mica, no sin limitaciones ni críticas posibles, ha tenido y continúa
teniendo una utilidad teórica y política clave en la medida que, en
el marco de la teoría marxista y de posteriores revisiones, permite
hacer inteligibles una serie de observables no siempre reconocibles.
Específicamente, creemos que su contribución teórica y política
sigue siendo importante dado que: a) pone en evidencia la relación
estructural que existe entre los procesos de acumulación capitalista
y los fenómenos de la pobreza y la desigualdad social; b) destaca la
heterogeneidad y fragmentación creciente de la estructura socio-
ocupacional, con las consecuencias que esto tiene en la formación
de identidades sociales y culturales; y c) llama la atención sobre los
modos en que incide sobre la integración del sistema la necesidad
de “afuncionalizar” –garantizando y legitimando márgenes autó-
nomos de subsistencia– a los excedentes de población para evitar
que se vuelvan “disfuncionales”.
14 Entre otras características, cabe destacar que para algunos autores la actual
dinámica del capitalismo global no sería factible sin una ampliación de las
brechas de desigualdad en la distribución del ingreso, el acceso a la infor-
mación y los recursos político-institucionales, entre otras manifestaciones de
poder “imperial” (Hardt y Negri, 2002).
15 Para el caso argentino, una serie amplia de investigaciones estadísticas
destacan un crecimiento constante –junto a un cambio cualitativo– de la
composición de la masa marginal y de las actividades de subsistencia no
vinculadas al proceso de acumulación dominante. Resulta relevante observar
que este proceso se constata tanto en las fases de crecimiento como en los
momentos de depresión o crisis de la economía. Ver al respecto Salvia et al.,
2000; Salvia, 2002, 2003; Salvia et al., 2003; Graziano y Molina Derteano,
2005; Persia y Fraguglia, 2006).
AGUSTÍN SALVIA 43
han tenido y tienen las estrategias de acción colectiva surgidas en
el marco y como efecto del agravamiento que experimentó la crisis
económica crónica, sobre todo a partir de la aplicación de políticas
de ajuste y el fracaso político de las políticas de reforma estructural
aplicadas en el país.
Algunos especialistas tienden a calificar tales prácticas de
reproducción como una respuesta social de tipo defensivo, a la vez
que “solidaria”, frente al aumento experimentado por el desempleo
y la pobreza, o, incluso, como una expresión activa del “capital
social de los pobres”. Con base en este diagnóstico, han surgido
no pocos programas de gobierno de tipo asistencial o de promoción
del desarrollo orientado a apoyar estas iniciativas. Por otra parte,
en otros ámbitos, sobre todo de tipo académico o político, se tiende
a designar a estos emergentes bajo el título de “organizaciones
populares”, “organizaciones de la sociedad civil” o “economías
populares”, asignándoles un papel destacado en la construcción
de una nueva matriz de organización política, o, incluso, como un
“modelo alternativo” de desarrollo económico y social, capaz de
dar respuesta más integral a las necesidades humanas, algo que
–según se argumenta– la economía de mercado no puede ni nunca
podrá resolver. Desde ambas perspectivas, ha surgido una amplia
literatura y numerosos proyectos de intervención que reconocen
en esta masa de desocupados y sectores pobres movilizados por
la crisis económica y político-institucional a un nuevo “sujeto
histórico”18.
Por otra parte, cabe también observar que, en general, ambas
perspectivas emplean de manera coincidente el término genérico
de “economía social” para referirse a estos emergentes. Ahora
bien, ¿en qué medida se trata de diferentes lecturas ideológicas
de una misma realidad? O, por el contrario, ¿son dos realidades
AGUSTÍN SALVIA 45
todo en condición de desempleo o subempleo); y, por otra parte, en
función de permitirles a los trabajadores escapar parcial o com-
pletamente del mercado de trabajo y de las relaciones salariales.
Dicho en otros términos, la noción parece remitir, en ambos casos,
a todas aquellas actividades colectivas desmercantilizadas en un
sentido amplio. Es decir, capaces de substraer satisfactores de los
intercambios mercantiles y de disminuir la dependencia de los
trabajadores a una relación salarial de mercado. A esta referencia,
la posición emancipadora agrega el sentido de que tales estrategias
colectivas habrán de constituir una contradicción para el capita-
lismo ya que violentan la correspondencia entre ingresos derivados
de una venta19. Al mismo tiempo que, para la perspectiva solidaria
o filantrópica, se espera con ello producir efectos de bienestar y
fortalecer la integración social de los pobres.
De esta manera, la diferencia entre ambos enfoques no parece
estar dada por el tipo, modo y valor objetivo de la actividad econó-
mica implicada, sino por los distintos efectos de sentido que dichas
prácticas podrían tener sobre la integración social o la integración
sistémica en un régimen basado en relaciones capitalistas de pro-
ducción e intercambio. Es decir, en cuanto a las predicciones que
cabe esperar o es posible hacer desde una u otra posición teórico-
ideológica. Hasta aquí, por lo tanto, la diferencia no estaría en el
referente empírico sino desde dónde y para qué se objetiva y predica
sobre dicho referente. Para poder evaluar esta disociación e ilustrar
el contexto de sentido en donde el término de economía solidaria
o economía popular es representado, se analizan a continuación
una serie de argumentos expuestos por dos autores reconocidos
en este campo, uno desde la perspectiva solidaria y otro desde
la perspectiva emancipadora. Nuestro interés sigue siendo dar
respuesta a la pregunta de ¿cuál es la particular característica
histórica que revisten estas estrategias desmercantilizadas de sub-
sistencia de base organizacional? Y, en este marco, interrogarnos
sobre ¿qué papel desempeñan estas formas de reproducción social
para orientar o definir un determinado proceso de integración o
cambio social?
AGUSTÍN SALVIA 47
y otro modo de reproducción social, sobre todo en los sistemas
económicos periféricos al mercado capitalista mundial20.
En ambas lecturas, se observa un desplazamiento desde un
enfoque exclusivamente económico a un tipo de abordaje que pri-
vilegia tanto el contexto social y político en el cual se desarrollan
las actividades de la economía social, como un particular interés
en la perspectiva subjetiva de los actores respecto del papel que
juegan dichas actividades en sus representaciones acerca de la
realidad. Ambos procuran otorgarles a las llamadas actividades de
subsistencia de base organizacional un enfoque más interpretativo
que enlace las actividades económicas de subsistencia con otros
componentes culturales, sociales y políticos, los cuales, puestos en
movimiento, servirían para constituir una economía paralela a la
economía de mercado capitalista. A pesar de esta similitud, de los
argumentos esbozados surge también una diferencia de sentido
importante: mientras que Razeto está claramente preocupado en
cómo las prácticas de la economía social favorecen la integración
social, lo que moviliza a Coraggio es la perspectiva de que tales
prácticas sean un medio y un modo de transformación del sistema
económico y social.
Esta ambigüedad de sentido y a la vez disociación que ofrece el
término y los posibles usos indiferenciados que se hace del mismo,
no es casual. Al igual que las consideraciones teórico-metodológicas
efectuadas sobre el concepto de exclusión social, cabe destacar aquí
que el significado teórico de la “economía social” no parece estar
suficiente ni claramente precisado en ninguno de los dos enfoques
arriba considerados. Si bien el significado del término denota en
general a las estrategias colectivas de reproducción económica
desmercantilizadas, no queda explicitado en ninguno de los dos
enfoques un marco conceptual de enunciados antecedentes y deri-
vados capaces de otorgarle un sentido teórico específico. Incluso,
las controversias existentes en cuanto al alcance o extensión del
significado (p.e. si incluye o no las prácticas de reproducción domés-
AGUSTÍN SALVIA 49
condiciones de crisis y desempleo? Los resultados de investigación
muestran que, si bien estas estrategias colectivas de superviven-
cia de la marginalidad se han generalizado en los últimos años,
habiendo generado un alto grado de exposición y proyectado formas
novedosas de identidad social, la precariedad laboral y la pobreza
de sus protagonistas, incluso la marginalidad económica de sus
actividades, continúan dominando el escenario de su participación
en el proceso de reproducción social.
En contrario a lo que se afirma en diferentes ámbitos académicos
y políticos sobre el carácter “emancipatorio” de tales iniciativas,
cabe llamar la atención en el hecho de que estas estrategias de
autogestión social se plantean en espacios cada vez más locales, sin
otro horizonte de integración que no sea el propio sector marginal
y los encadenamientos político-clientelares tradicionales –incluso,
cada vez más comprometidos con el régimen estatal de control
corporativo–. En este sentido, las investigaciones también mues-
tran que los actores protagonistas de tales estrategias colectivas
o, incluso, los movimientos sociales más radicales emergentes a
partir de dichas prácticas, no han logrado todavía conformar un
proyecto político alternativo (Palomino, 2004; Lenguita, 2002). Si
bien su identidad parece fundarse en una crítica social y en una
afirmación de su autonomía política frente al Estado, la realidad
muestra de manera incremental una infinidad de movimientos
segmentados socio-políticamente, más o menos cooptados por los
poderes oficiales o grupos de oposición, a la vez que enfrentados
entre sí por su desigual acceso a programas y beneficios sociales.
En este marco, las demandas sociales se multiplican logrando
instalar algunos temas en la agenda, pero el eje de sentido domi-
nante de tales acciones sigue siendo la descarnada lucha por la
subsistencia. Incluso, para los propios protagonistas, la llamada
economía social constituye en sus expectativas una primera esta-
ción y no la última de una estrategia que procura insertarse en un
empleo asalariado estable y protegido por el Estado, para poder así
lograr una largamente esperada movilidad social; por mucho que
esta estrategia no encuentre asidero objetivo en las condiciones
bajo las cuales funcionan actualmente los mercados formales de
trabajo. Por otra parte, tales prácticas tampoco garantizan una
reparación de los lazos de integración y de los soportes perdidos
por el desmantelamiento de los vínculos asociativos y corporativos
del trabajo asalariado. Al mismo tiempo que la afirmación de su
AGUSTÍN SALVIA 51
¿Qué tipo de cambio social promueve la marginalidad econó-
mica?
Diferentes resultados de investigación estarían mostrando que
lo característico de la nueva matriz social que surge de las cam-
biantes condiciones históricas no sólo estaría dado por la fluidez
de los desplazamientos descendentes en términos ocupacionales y
sociales, sino también por la persistencia de la marginalidad y la
pobreza para vastos sectores sociales, de manera independiente
de los ciclos económicos. Junto a la caída que experimentaron las
clases medias urbanas durante los últimos treinta años (formada
por trabajadores asalariados calificados y cuenta propia tradicio-
nales) (Minujin y Kessler, 1995; Beccaria, 2001; Salvia y Chávez
Molina, 2003; Persia y Fraguglia, 2006), se hace evidente también
la existencia de sectores que se reproducen en la marginalidad
bajo lógicas de “auto exclusión” socioeconómica con alto riesgo de
disfuncionalidad para el régimen económico y el sistema político-
institucional (Forni y Roldán, 1996; Isla, Lacarrieu, Selby, 1999;
Salvia et al., 2000; Feijoó, 2001; Feldman y Murmis, 2002; Graziano
y Molina Derteano, 2005; Svampa, 2003, 2005; Bogani, 2004; 2005;
Mallimaci y Salvia, 2005).
De acuerdo con la evidencia recogida, los sectores que dominan
el nuevo escenario de la marginalidad socio-económica han acumu-
lado dos o más generaciones impedidas de acceder a oportunidades
de inserción laboral estable o formal y de efectivas posibilidades
de movilidad social en ese marco. Para estos sectores estar abajo
constituye un estado inercial. Por lo tanto, el mayor problema para
ellos no es haber caído, sino no poder salir de los encadenamientos
socio-económicos y político-institucionales que generan las con-
diciones inerciales de marginalidad y que se actualizan bajo las
renovadas formas de subsistencia que instalan los propios sectores
populares a través de sus estrategias de reproducción social. Pero
si bien estas características parecen ser, al menos en nuestro país,
el rasgo típico que asumen las nuevas/viejas expresiones sociales
de la marginalidad, esto no implica sostener que su papel en el
cambio social sea inocuo. El heterogéneo entramado de estrategias,
de representaciones y de prácticas defensivas que convocan las eco-
nomías de la marginalidad –sean éstas comunitarias, familiares o
individuales– constituyen un importante factor de transformación
del sistema social. ¿Pero cuál es el sentido de este cambio? ¿Qué
tipos de innovación generan o hacen posible a nivel sistémico estos
AGUSTÍN SALVIA 53
destacar, sin la intención de ser exhaustivos, su particular impacto
sobre los procesos de trabajo, la fragmentación social y la emergen-
cia de nuevas formas de segregación socioeconómica. Siguiendo esta
perspectiva, cabe destacar algunas de las tendencias que según
muestran las investigaciones, parecen funcionar en tal sentido en
el escenario de la reproducción socio-económica de los segmentos
que funcionan actualmente como masa marginal:
a) mayor alejamiento de la estructura social del trabajo formal
(dominado por los mercados primarios) y las redes asociativas
de libre afiliación (afiliación a sindicatos, partidos políticos,
asociaciones de bien público tradicionales, etc.);
b) creciente auto-aislamiento frente a sectores medios y el resto
de la estructura social dominante (mercados, circuitos y valores
cada vez más globalizados) como un mecanismo de tipo estra-
tégico-defensivo por parte de los sectores marginados;
c) reforzamiento de los lazos familiares y comunitarios de recipro-
cidad como reacción y efecto de los procesos de confinamiento
social, segregación residencial y de deterioro de los servicios
públicos de educación, salud y seguridad que reciben los pobres;
y
d) aumento de la subordinación clientelar alrededor de los pro-
gramas públicos y privados de tipo asistencial y/o filantrópico a
cargo de organismos de gobierno, grupos políticos y asociaciones
sociales o religiosas sin fines de lucro.
Sin duda, desde una perspectiva de desarrollo capitalista avan-
zado, estas tendencias amenazan y preanuncian un riesgo para la
matriz dominante, tensándola en dirección a una redefinición del
contrato social y del sistema político. Sin embargo, en los hechos, tal
redefinición parece resultar en una dirección opuesta a promover
el desarrollo, el progreso y la equidad a nivel sistémico. Es en este
proceso que el entramado atomizado de formas de subsistencia que
hemos denominado “economías de la marginalidad” se constituye
en un factor de cambio social. Pero la potencial “disfuncionalidad”
de esta población excedente –expresada en la radicalidad de los
reclamos, sobre todo en los momentos de crisis– va quedando
disipada en la medida que la respuesta de los poderes públicos se
centra en el reconocimiento al derecho de subsistencia bajo reglas
de cooptación, reclusión y confinamiento. Es decir, paradójicamente,
es a través del reconocimiento oficial de su “derecho a existir” y a
negociar corporativamente sus reclamos reivindicatorios, que el
AGUSTÍN SALVIA 55
2) En segundo lugar, la valoración de las prácticas colectivas de
subsistencia tiende a generar un debilitamiento –cuando no una
degradación– de los derechos universales de ciudadanía. En este
sentido, cabe señalar –recogiendo algunas argumentos hechos
por Hinze (2004)– que el énfasis en valorizar la utilización de
recursos sociales de la pobreza (lo cual no deja de ser un recurso
tradicional de las estrategias de subsistencia de los sectores
populares) tiende a eludir el problema central de los pobres y
de la marginalidad. En cuanto a los primeros, debido a que el
núcleo duro de la superación de la pobreza pasa centralmente por
la distribución de la riqueza y el acceso real a un nivel de vida
de bienestar. En cuanto a los segundos, debido a que la efectiva
superación de la heterogeneidad estructural, la marginalidad
económica y sus efectos de precariedad del empleo, requiere de
un régimen económico y social de acumulación más dinámico,
integrado y regulado por los poderes públicos, capaz de consti-
tuirse en un medio de inclusión y de superación de los procesos
de segmentación de las relaciones sociales de producción.
3) En tercer lugar, cabe observar que del mismo modo en que las
corporaciones políticas, sociales y gremiales tradicionales rei-
vindican –cada vez con mayor éxito– la cuota de poder y de
privilegios pactados, los nuevos sectores de la marginalidad
económica demandan su particular cuota política y económica
de resarcimiento histórico, reconocimiento institucional y de
derechos de excepción. De esta manera, la marginalidad gene-
ralizada –a la vez que políticamente movilizada y legitimada–
implica una redefinición de los lazos sociales; pero no en clave
de “autonomía” e “integración” y “equidad”, sino de “negociación”
–frente al Estado– y de “fragmentación” –entre actores e intere-
ses marginados–. De ninguna manera una anomia individual,
ni tampoco ausencia o vacío de vínculos sociales. Dicho en otros
términos, bajo las economías de la marginalidad no florece una
“mayor autonomía” sino una mayor dependencia del Estado,
de las agencias promotoras y de las organizaciones promotoras
de una estrategia de poder político. Muy lejos de dicha preten-
dida autonomía frente al mercado capitalista, se reproducen
diferentes maneras de convalidar la marginalidad social y las
condiciones político-ideológicas que la hacen “aceptable”. Se rei-
tera en este sentido, que surge de estas prácticas una mayor
fragmentación de los espacios sociales y de los actores políticos
locales involucrados.
Comentarios finales
El objetivo principal de este primer capítulo introductorio ha
sido exponer de una manera general algunas de las claves teóri-
AGUSTÍN SALVIA 57
cas, metodológicas y empíricas que habrán de hacerse presentes
con el desarrollo de nuestra investigación, y cuyos principales
efectos de sentido se ponen a discusión en cada uno de los artícu-
los que componen este libro. El capítulo aborda la fenomenología
de la marginalidad desde un interrogante poco explorado por las
ciencias sociales: ¿cómo es posible una reproducción no funcional
pero a la vez inofensiva de los sectores que ha dejado afuera la
dinámica del sistema económico-político argentino durante las
últimas décadas?
Frente a este tipo de interrogante, es común encontrarse en
la literatura de las ciencias sociales con enunciados que hacen
referencia, muchas veces de manera indiferenciada, a sectores o
grupos que el capitalismo deja afuera a través de términos como
marginalidad, informalidad o exclusión social. Al respecto, tal
como hemos visto, se trata de conceptos que no pueden ser asimi-
lados a una misma matriz teórica de significados ni de referentes
empíricos. Sin embargo, su utilización no es casual ni ha estado
carente de intencionalidad. Más allá de sus ambigüedades, en
un sentido no siempre explícito, estos términos representan una
tradición en las ciencias sociales de América Latina a la hora de
analizar el “capitalismo realmente existente” en nuestros países
y su profunda dificultad para que “todos entren”23. Ahora bien,
tal como hemos señalado, cualquier elaboración de conocimiento
resulta imprecisa si no se tienen claros los conceptos utilizados, y,
en tal sentido, la literatura latinoamericana todavía está en deuda
consigo misma.
Las expresiones sociales y culturales del subdesarrollo latino-
americano fueron elevadas al rango de problema en la década de
los ‘60, década signada por los intentos de extender las promesas
del programa económico y político del Estado de bienestar a los
países en desarrollo. El carácter y la magnitud de aquellos esfuer-
zos modernizadores tuvieron alcances muy diferentes en el caso
de los países que habían logrado un mayor avance en el proceso
AGUSTÍN SALVIA 59
funcionamiento general de los países en situación de transición. En
un determinado momento, el debate entre estas posturas se centró
sobre la población que debía ser objeto y participar del proceso de
cambio social, sea a través de un proceso de modernización o, por
el contrario, a través de acciones tendientes a una transformación
revolucionaria. Tal como señalamos en los apartados iniciales, las
condiciones que debían ser superadas fueron reunidas a través de la
noción de “marginalidad” y sus actores fueron denominados “mar-
ginales”. A esta perspectiva se opuso una mirada crítica a partir de
un enfoque marxista no ortodoxo –basado en una aplicación de la
ley del desarrollo desigual y combinado– a través del concepto de
“marginalidad” en un sentido económico, señalando el carácter “no
funcional” para el desarrollo capitalista de la población excedente,
la cual fue designada como “masa marginal”, en oposición a su
alternativa histórica, el “ejército industrial de reserva”. Décadas
después, en el contexto de los procesos de globalización y de las
consecuencias en la región de las políticas surgidas del Consenso
de Washington, los sectores que fueron quedando al margen de las
nuevas formas de desarrollo capitalista y de integración social han
pasado a ser objeto de estudio bajo las categorías de “nueva pobreza”
y “exclusión social”. Por último, más recientemente, las respuestas
de supervivencia familiares o comunitarias generadas bajo tales
procesos, han tendido a ser visualizada como un tipo particular de
actor colectivo, conformando sus prácticas las llamadas “economías
sociales”, “populares” o “solidarias”.
Es relevante observar que la discusión teórica en torno al carác-
ter y función de formas que asume la marginalidad no es nueva
en América Latina, habiendo estado tradicionalmente asociada
a la preocupación política sobre las posibilidades y límites de la
organización de esos sectores para ejercer demanda sobre el Estado
y montar proyectos alternativos de sociedad. Pero frente a este
panorama complejo –cuando no ambiguo– en materia de conceptos
y realidades objeto de estudio, cabía ensayar una revisión teórico-
metodológica de estos significados que actualmente sobreviven y se
recrean en el contexto de los graves problemas sociales que siguen
afectando a las sociedades latinoamericanas. En este sentido, en
la segunda y tercera sección se evaluaron algunas importantes
diferencias que presenta el concepto de masa marginal con rela-
ción a los términos también empleados de marginalidad social
–por parte del enfoque de la modernidad– y, más recientemente,
AGUSTÍN SALVIA 61
los antecedentes y del alcance teórico del concepto de marginalidad
económica. Este análisis incluyó una revisión teórica de algunos
de los aportes conceptuales originales efectuados por esta pers-
pectiva, en función de ubicar las actuales condiciones de creciente
precariedad laboral, pobreza y fragmentación social que afecta a
América Latina en el marco de dicha teoría (Nun, 2000).
Retomando el planteo original de Nun y sus colaboradores,
definimos como “masa marginal” a la parte de la superpoblación
relativa excedente “no funcional”, obligada a realizar actividades
laborales y prácticas sociales de subsistencia –sean individuales,
familiares o comunitarias– en el sector informal de la economía, es
decir, por fuera de las relaciones sociales de producción capitalistas
que operan en sectores formales y mercados de trabajo primarios
(Murmis, 1968; Nun, 1969). Las relaciones sociales de trabajo
que estas prácticas generan –lejos de constituir el componente
tradicional de un proceso de modernización o una exclusión del
sistema– serían expresiones sociales necesarias que surgen de las
condiciones de reproducción que genera el desarrollo capitalista
desigual, combinado y dependiente, en el marco de la actual fase de
internacionalización y globalización del mercado capitalista mun-
dial. Particularmente agravado, en el caso de América Latina, por
las políticas neoliberales de ajuste y ajuste estructural ensayadas
sin éxito durante los últimos treinta años.
Al respecto, uno de los ejes de trabajo a investigar que hemos
retomado y actualizado es que, en ciertos contextos, el principal
efecto histórico que ha tenido este mayor despliegue defensivo
de estrategias de subsistencia, no sólo ha sido el aumento de la
pobreza y la desigualdad social, sino también la emergencia en la
estructura social de una más heterogénea, políticamente inofen-
siva y socialmente fragmentada marginalidad. Entre sus efectos
“ideológicos” cabe destacar la mayor legitimación que presentan
las relaciones laborales precarias y las estrategias de subsistencia
basadas en la auto-explotación forzada de la fuerza de trabajo.
En particular, la expansión que ha tenido el fenómeno cabe ser
explicada por la efectividad conocida que presentan los métodos
de acción basados en reglas de reciprocidad y de protesta en un
contexto de fuerte deterioro económico y político-institucional.
Por otra parte, aquí también la teoría de la marginalidad ha sido
útil para entender los importantes esfuerzos que hacen el sistema
político-institucional y el propio régimen social de acumulación
AGUSTÍN SALVIA 63
el principal sentido político de estas prácticas es funcionar como
mecanismos de afuncionalización de la ruptura social que genera el
régimen social de acumulación. Para ello, el propio sistema político-
institucional ha ido creando mecanismos efectivos de asimilación
político-institucional y de subordinación económica clientelar. Sin
lograr por ello, en ningún caso, una salida honrosa del mundo de
la marginalidad económica y social, ni una mayor conquista de
derechos políticos y sociales ciudadanos.
Por último, en la sexta sección de este capítulo hemos querido
mostrar que una clave ciertamente relevante de los procesos socia-
les que genera la marginalidad económica, es la propia capacidad
de “afirmación” y “diferenciación” que presentan los sectores de
la población llevados a esta situación. Esta aparente “autonomía”
frente al sistema capitalista se logra en la medida que los modos de
subsistencia marginales se apoyan en las relaciones de reciprocidad
bajo las que opera el sector informal, en los sistemas de regulación y
asistencia pública oficial y/o en el marco de alguna red de protección
o promoción a cargo de agentes particulares o privados (incluyendo
los partidos políticos de oposición). De esta manera, las estrategias
económicas de la marginalidad logran un doble efecto sistémico:
por una parte, sostener a bajo costo la subsistencia de los sectores
que quedan fuera de la dinámica de acumulación, reduciendo los
riesgos de desintegración social; y, por otra parte, generando for-
mas variadas de competencia económica y distinción socio-cultural
que aumentan la fragmentación de los sectores populares y hacen
más viable su control político. Al respecto, hemos buscado llamar
la atención sobre la pobreza persistente y la heterogeneidad cre-
ciente que experimentan las estrategias de reproducción social de
la marginalidad, sin que ello altere el orden económico, social ni
político hacia un modelo de desarrollo distinto.
En definitiva, a través de este abordaje hemos querido desta-
car que el reconocimiento de tramas relacionales y sistemas de
intereses y formas discursivas que organizan el funcionamiento
reproductivo de la marginalidad económica, significa introducir
un esquema alternativo de interpretación y evaluación de los
procesos de desarrollo y cambio social. Al menos, tal como éstos
tienden actualmente a ser abordados por conceptos como pobreza,
marginalidad social o exclusión social. De ninguna manera se
trata de un enfoque nuevo, sin embargo, cabe reconocer que su
empleo durante las últimas décadas ha sido fuertemente descui-
dado –aunque no olvidado– por las investigaciones de las ciencias
AGUSTÍN SALVIA 65
PRIMERA SECCIÓN
SOBREVIVIENDO EN
LA MARGINALIDAD
ECONÓMICA DE LOS
ESPACIOS URBANOS
II.
Al borde de la informalidad:
Introducción
69
En un trabajo anterior, se han diferenciado tres sectores entre
los feriantes, en función de las características y los modos de ser
y hacer que la actividad adquiere en la extensión de la feria: los
feriantes tradicionales, el grupo conformado por los llamados
“cola de feria” y, por último, los feriantes buscas1 (Chávez Molina
y Raffo, 2005)2 , que en su mayoría han arribado a la feria con
posterioridad a la crisis del año 2001. Sobre este último grupo se
centrará este trabajo.
Las dimensiones que hemos introducido en estas páginas y
que se han constituido en las lentes desde las cuales observamos
aspectos de la cotidianeidad de los feriantes buscas, nos han
permitido situar la singularidad de la práctica ocupacional de
estos feriantes. En este sentido, el objetivo que guía el artículo es
describir y analizar las formas de vida y de trabajo de este grupo,
prestando particular atención a lo que refiere a sus trayectorias
laborales –desde el inicio de la actividad, la llegada a la feria–, la
relevancia de las redes sociales, la relación con los pares y los otros
grupos de feriantes, la planificación y la incertidumbre constituti-
vas de su hacer cotidiano, la ausencia de toda relación con alguna
instancia de contención y regulación formal, las imágenes acerca
del “rebusque”; elementos que, entre otros aspectos, enmarcan
algunas especificidades que nos permiten categorizar a este sector
y diferenciarlo tanto, de aquellos feriantes tradicionales, como de
los “cola de feria”. ¿De dónde vienen? ¿Cómo llegan a la feria?
Un segundo grupo de interrogantes, a partir de la considera-
ción de esta primera estratificación, se relaciona con el interés
en definir cómo este grupo de feriantes se posiciona respecto a
aquellos feriantes que ingresaron a la feria en otros contextos
socio-económicos. En ese sentido, nos interesa desentrañar cuál
es la singularidad que expresan estos nuevos feriantes, y cómo se
inscriben al interior de las actividades informales. Para el desa-
rrollo de este punto, el énfasis se situó en comparar la perspectiva
del grupo de feriantes buscas con la de los feriantes tradicionales,
de mayor trayectoria en la feria.
Buscando conceptos
El análisis sobre nuevas formas de segmentación laboral a
partir de un estudio de caso, nos induce necesariamente a indagar
acerca del sector informal en el mercado de trabajo argentino. Sin
embargo, no es objetivo de este artículo profundizar en el debate
sobre la operacionalización del concepto de informalidad, debate
que claramente trasciende estas páginas. La puesta en juego de
este concepto se vincula a la necesidad de analizar qué procesos
se estarían evidenciando en la actual situación ocupacional de
nuestros entrevistados.
En este sentido, retomaremos como categoría afín a nuestro
objetivo de estudio, la noción de informalidad definida como aquel
sector compuesto por unidades productivas de pequeña escala,
correspondientes al medio urbano, organizadas en torno al tra-
bajo de otros no familiares, así como en base al propio y familiar,
caracterizadas por la utilización de trabajo intensivo, donde la
vinculación entre empresarios y feriantes, o en el propio desarrollo
del autoempleo del emprendimiento familiar, no se encuentra regu-
lada, y por ende protegida, por las instituciones públicas (Portes,
2000; Tokman, 2000; Loutier, 2004).
La elección de esta definición radica en que nuestro planteo
coincide con el supuesto de que al centrarse en la lógica de fun-
cionamiento de la unidad productiva, el carácter organizativo y
relacional de la misma define el modo informal de la actividad,
aunque la misma muestre una perfomance económica más vincu-
lada a la subsistencia que a la acumulación o rentabilidad. Nos
referiremos a los feriantes y emprendedores feriantes de este
sector de la feria como marginales. Sin embargo, es importante
aclarar que consideraremos aquí el término marginal en una
acepción que remite a dos dimensiones: la primera vinculada a las
características de la unidad económica (fuertemente dirigida a la
obtención de los medios de vida para la subsistencia). La segunda
dimensión se refiere al aspecto relacional en la actividad de estos
4 Cabe destacar a Neffa: “El trabajo es una actividad realizada por personas,
orientada hacia una finalidad, la producción de un bien, o la prestación de
un servicio, que da lugar a una realidad objetiva, exterior e independiente del
sujeto, y socialmente útil para la satisfacción de una necesidad. (…) Cuando
el trabajo así definido se hace para obtener a cambio un ingreso, en calidad
de asalariado, de empleador, o actuando por cuenta propia, estamos en pre-
sencia del empleo. El mismo puede desenvolverse en el ámbito mercantil o en
actividades sin fines de lucro, y llevarse a cabo sin relación de dependencia
o como asalariado (…)” (2000).
Los buscas.
Caminos y eventos en la vida de los feriantes
Las trayectorias laborales de los feriantes buscas constituyen
un elemento esencial para entender su actual ocupación. Los entre-
vistados se caracterizan por trayectorias laborales discontinuas,
El pasado y el presente:
¿la llegada a la feria como punto de partida?
¿Es posible plantear la llegada de estos feriantes a la feria como
una decisión al interior de un marco de opciones? O, siguiendo a
Bourdieu: ¿esta llegada debería plantearse como una práctica, que
si bien no niega la existencia de los condicionamientos estructu-
rales, los diluye en la intersección entre pasado y presente que la
misma práctica oculta en su acto?
¿En qué medida la llegada y permanencia en la feria constituye
una acción que reproduce la misma situación socio-ocupacional
vulnerable? Para algunos de estos buscas la feria aparece como una
posibilidad más en un contexto de desocupación que era paliado
con diferentes actividades al interior del sector informal. En el
caso de una de las entrevistadas es un momento crucial, ya que
le permite el ingreso a un intercambio monetario del que estaba
alejada, debido a que conseguía bienes y servicios para su hogar a
través del trueque, al que llegó después de un período de desempleo
prolongado de su marido. Allí conoce a otra feriante que la lleva a
la feria y comienza vendiendo la ropa de su familia. Otra jugaba al
básquet, contratada por clubes de la zona. Un accidente deportivo
la marginó de la actividad y se quedó sin trabajo. En ese momento
su hermana la lleva a la feria, para también vender ropa de su
familia. En el caso del feriante de mayor experiencia, su llegada a
la feria sucede a principio de los ‘90 y desde aquel momento hasta
seis meses antes de la entrevista, constituyó una actividad paralela
que intercalaba con trabajos de pintura a domicilio. Sin embargo,
en los últimos meses se ha convertido en su única actividad (ade-
más del cuidado de una huerta en su casa como contraprestación
de la percepción de un plan Jefas y Jefes de hogar). Este feriante
no llegó por un contacto personal sino que vio la posibilidad de
instalarse:
Incertidumbre y predecibilidad
Los entrevistados coinciden en la impredecibilidad de los resul-
tados de su actividad. Sin embargo, y en relación con lo señalado en
el apartado anterior, manejan algunas orientaciones al respecto:
todos señalan los fines y mediados de mes como los momentos en
que más se trabaja. Esto se debe en gran medida a que este sector
de la feria funciona como mercado de abastecimiento de quienes
perciben el Plan “Jefas y jefes de hogar”.
De todos modos, la incertidumbre es lo que parece preponderar
por sobre la planificación, acrecentándose principalmente cuando
Representaciones:
nosotros los buscas, ellos los feriantes
Analizar las percepciones y representaciones9 de los feriantes
del sector marginal nos acerca al sentido que dan a sus prácticas,
a un conocimiento de cómo llevan a cabo las mismas y al lugar que
ocupan en la estructura de la feria. En este contexto, consideramos
que las construcciones verbalizadas por estos actores respecto a la
identidad del “ser busca” en relación con el espacio de la feria en
donde desarrollan su actividad, así como sus percepciones respecto
al mundo ilegal, nos ofrecen elementos de importancia para cap-
tar la especificidad de sus prácticas. Para tal fin hemos extraído
la información de las manifestaciones de los feriantes durante
la realización del Grupo Focal en que participaron los feriantes
tradicionales y los buscas.
“— Ser busca… termina la feria de ellos empieza la nuestra.
— Moderadora: ¿qué quiere decir [ser busca]?
— Buscas somos nosotros, nosotros somos buscas ahora…
— Moderadora: ¿qué quiere decir ser buscas?
— Buscamos lo que tenemos que vender.
— Moderadora: ¿Adónde lo buscan?
— En la calle, adonde tiran los demás.
— Uno va, al tacho de basura, a la bolsa de basura. Uno abre una bolsa y
se fija, si te sirve algo lo sacás, vos vas con el chango, con bolsos y los vas
juntando.
El trabajo de busca
En cuanto a la representación acerca de la actividad, si bien
los feriantes del grupo marginal perciben su actividad como un
trabajo y manifiestan cierta satisfacción por estar en la feria, de
inmediato señalan la importancia de tener un trabajo con mayor
estabilidad, sobre todo en lo que refiere al aspecto monetario. En
sus discursos está presente la noción de que lo ideal sería tener
un “trabajo”:
“Y mirá, te digo la verdad, es como que me gusta estar en la feria, pero
también me gustaría tener un trabajo (…), que vos sabés que es algo en lo
que tenés que trabajar todos los días, tu dinero, vos vas a fin de mes y sabés…
porque acá venís y capaz vendés y por ahí no.” (Beatriz, feriante busca).
Consideraciones finales
Retomando los interrogantes que dieron inicio a este artículo,
podemos señalar que el grupo de los feriantes buscas está consti-
tuido por mujeres y hombres que a través de prácticas vinculadas
con el rebusque y con el afianzamiento de sus redes sociales de
proximidad dan forma a una actividad signada por la incertidum-
bre y alejada de todo lazo institucional que les proporcione algún
tipo de contención. En este esquema, la actividad de los feriantes
del sector marginal se constituye en una amalgama que vincula
fortalezas de su entorno familiar, social y productivo; junto con
una lógica del rebusque donde el puesto, la mercadería, los clientes
y la provisión perduran atravesado la debilidad institucional y la
falta de oportunidades concretas, y donde la solidificación continua
de procesos de confianza –con sus compañeros de ferias, con sus
clientes, y con su red amorfa de proveedores– se constituyen en
aspectos fundamentales en tanto garantes de la reproducción de
la actividad.
Otro de los interrogantes que orientó el trabajo fue la mirada
acerca de la diversidad socio-espacial que presenta la feria, con
relación a la heterogeneidad que supone la presencia de diferentes
grupos, en concordancia con los cambios acontecidos en el mundo
del trabajo posterior a la crisis de 2001, principalmente en lo que
Introducción
99
a) profundizar el análisis de las nuevas formas de segregación
sociolaboral, centrándonos en las prácticas de supervivencia
de un grupo de mujeres y travestis en situación de prostitución
para enfrentar un contexto cada vez mas adverso y de creciente
segregación espacial, con limitadas posibilidades de acceso ocu-
pacional, junto a sus implicancias sociales y simbólicas (implica
la reconstrucción y análisis de las trayectorias laborales de estos
grupos en el espacio local);
b) describir y analizar el espacio de lo local (el barrio) como lugar
donde situar las estrategias, prácticas de subsistencia desplega-
das por estos grupos para la apropiación de recursos materiales
y simbólicos específicos; y determinar qué tan posibles son,
para estas categorías sociales, los desplazamientos por fuera
del barrio de residencia;
c) describir y analizar las formas de sociabilidad que se dan en
estos espacios locales (barrio) y las consecuencias y efectos dife-
renciales que sobre estos actores tiene la actividad que realizan
cuando convergen el “lugar de residencia” y la “zona de trabajo”
en un “espacio social general” signado por una fuerte vulnera-
bilidad social con altos niveles de pobreza (implica reconstruir
el universo de sus relaciones sociales pasadas, presentes y sos-
pechadas a futuro);
d) describir los procesos de estigmatización (y sus consecuencias)
relacionados con las características sexuales del trabajo en un
espacio segregado; así como las formas que asume y los contextos
donde opera teniendo en cuenta las capacidades diferenciales
de gestión del estigma que tienen las mujeres y las travestis.
Prácticas de subsistencia
Existe una extensa bibliografía sobre estrategias de subsisten-
cia (Lomnitz, 1975; Torrado, 1998; Hintze, 1991; González de la
Rocha, 1986), que dan cuenta de la forma en que los trabajadores en
situación de gran debilidad laboral y pobreza establecen relaciones,
comparten recursos y capacidades por medio de los cuales resuelven
4 Cabe advertir, que las conclusiones del autor sobre los análisis de los procesos
de segregación territorial del gueto norteamericano o la vivienda precaria en
la periferia de París no pueden ser extrapolables a la villa o asentamientos
argentinos.
5 Habría que tener en cuenta el aporte de las investigaciones que dan cuenta
de la configuración de nuevos barrios exclusivos, que estarían evidenciando
procesos de fragmentación del espacio urbano fuerte en contrastes. Parale-
lamente al aumento de la concentración territorial de los pobres se da una
proliferación de barrios cerrados para uso exclusivo de poblaciones de altos
ingresos. Para un estudio del caso de Buenos Aires véase Maristella Svampa
(2001).
Procesos de estigmatización
En el marco de estos problemas, postulamos que los procesos
de segregación territorial y marginación en los cuales se inscriben
nuestros casos, no pueden ser comprendidos del todo sin tener en
cuenta los procesos y efectos de estigmatización, relacionados con
las características “sexuales” del trabajo, que pueden ser particular-
mente severos en determinados contextos: familias y comunidades
locales; escuelas y otras instituciones educativas; empleo y lugares
de trabajo; sistemas de salud (Goffman, 2001, Parker y Aggleton,
2002). La mirada estigmatizante (Goffman, 2001) no es un plus que
viene a sumarse a la realidad de marginación y segregación que
sufren estos grupos sino un elemento que constituye esa realidad
produciendo la desmoralización o no de los mismos. Cabe profundi-
zar los análisis que den cuenta de qué modo el espacio social cons-
tituido por el barrio –para nuestro estudio de caso en particular–,
lejos de ser dominios vacíos en los que los actores flotan libremente,
están estructurados por posiciones; reglas; clasificaciones; estereo-
tipos; esquemas evaluativos y recursos materiales y simbólicos. En
ese sentido, la dinámica particular que asume la articulación del
entramado territorial junto con las características de los grupos
a estudiar, moldeará las características de las interacciones, los
procesos de sociabilidad, las posibilidades de trascender los límites
del barrio y de mejorar las oportunidades de movilidad social que
se construyen en los espacios públicos locales.
En nuestra sociedad, la prostitución constituye una práctica
que es motivo de estigmatización, discriminación y exclusión
(Fernández, 2004; Maffia, 2003; Meccia, Metlika y Raffo, 2005).
Sin embargo, habría que mencionar dos rasgos que determinan la
especificidad del estudio:
1) Para el caso de las mujeres, la actividad que efectivamente rea-
lizan –prostitución– no es evidente ante los ojos de los demás,
a partir de lo cual se puede ocultar con relativa facilidad. La
no-evidencia permite a los individuos manejar la información
acerca de la actividad que realizan en función de los distintos
interlocutores (familia, vecinos, hijos, posibles clientes), espacios
Ejes metodológicos
Para comprender los procesos bajo estudio consideramos nece-
sario un enfoque que ponga en articulación las tendencias objeti-
12 Los motivos del abandono que pueden distinguirse son diversos: por sucesos
internos (fracaso escolar, procesos de estigmatización y el enfrentamiento con
los compañeros) o factores más externos a la escuela. En el grupo de mujeres,
la deserción se asocia más a factores externos a la escuela, como la separación
de sus padres o la necesidad de salir a trabajar (situación que, como se verá,
es distinta en las travestis).
13 Cabe destacar que las mujeres entrevistadas tienen conciencia de la necesidad
de un diploma para tentar una mínima suerte en el mundo del trabajo. Por
su lado, tratan de inculcarles a sus hijos que la educación es el único camino
de ascenso legítimo, “para ser alguien en la vida”, al mismo tiempo que la
propia experiencia y la de su entorno desmienten con su realidad lo mismo
que se les intenta transmitir.
14 Los trabajos mencionados están relacionados con el cuidado de chicos a domi-
cilio, el empleo doméstico en Capital, o el trabajar en una fábrica de juguetes
como operaria. Desde la perspectiva de la oferta de empleo persiste una fuerte
segmentación ocupacional entre géneros. Mientras que los hombres participan
en todo tipo de sectores económicos, las mujeres urbanas se concentran en
los servicios y el comercio, y dentro de ellos desempeñan tareas “típicamente
femeninas”, es decir, aquellas definidas socialmente como extensión de las
propias de la labor doméstica. Para las mujeres populares: servicio doméstico
en otras casas; limpieza y lavado/planchado de ropa; costura; cuidado de niños,
ancianos y enfermos; para las mujeres más educadas, de sectores medios:
enfermería, secretariado, docencia. (Jelin, 2000: 48).
23 Hay que tener en cuenta que este grupo de travestis pobres no han podido
acondicionar sus cuerpos, lo que se traduce en la carencia de piezas dentales;
imposibilidad de acceder a cirugías para implantarse siliconas en los senos y
los glúteos; para comprar pelucas y demás accesorios; o para acceder a buenas
sesiones de depilación, todo ello debido a carencias materiales extremas.
En la actualidad
En la actualidad, la mayoría de las mujeres entrevistadas ha
dejado la prostitución. Dos situaciones parecen haber influido en
esta decisión: la edad de sus hijos, a partir de la cual cada vez se
hace más difícil mantener en secreto la actividad que efectivamente
realizan, y por otro lado la decadencia del cuerpo/su propia edad.
Para las mujeres la actividad prostibular es momentánea, no se
perfila como una actividad duradera en el tiempo, y esto como lo
dijimos anteriormente está relacionado con la presencia de los hijos;
de manera contraria, para las travestis la actividad prostibular
implica una actividad que tiende a extenderse a lo largo del tiempo,
aunque es posible articularla con otras actividades.
Los itinerarios laborales de estas mujeres se caracterizan por
enmarcarse en procesos de empobrecimiento, presentando un
mayor distanciamiento-desconexión con respecto al mercado de
trabajo. Desde estas posiciones, los canales de ascenso económico
y social se tornan difusos. Actualmente, el modo de satisfacer
las necesidades24, de hacer frente a este contexto es a través de
la combinación de los recursos provenientes de distintas fuentes:
el trabajo remunerado y no remunerado de sus miembros, las
transferencias de instituciones formales reconocidas para este fin
26 Para un análisis más exhaustivo sobre la gestión del estigma entre mujeres y
travestis en situación de prostitución, véase Meccia, Metlika y Raffo (2005).
27 Erving Goffman utilizó el término “estigma” para hacer “referencia a un atri-
buto profundamente desacreditador”, aclarando de inmediato que “lo que en
realidad se necesita es un lenguaje de relaciones, no de atributos. Un atributo
que estigmatiza a un tipo de poseedor puede confirmar la normalidad de otro
y, por consiguiente, no es ni honroso ni ignominioso en sí mismo”. (Goffman,
2001:13).
28 Parker y Aggleton (2002) sostienen que los procesos de estigmatización
operan también relacionados con una serie de formas de estigmatización y
exclusión preexistentes o independientes, reforzando su impacto y efectos. Es
decir, el estigma vinculado a conductas de género socialmente inaceptables se
puede encontrar cruzado con la estigmatización sexual y la estigmatización
relacionada con el VIH, de maneras mutuamente reforzadas, creando un
círculo vicioso difícil de romper. La intersección entre distintas formas
de estigmatización se refuerza en grupos socialmente estigmatizados pre-
viamente, ya sea por la pobreza, por la identidad u orientación sexual que
adoptan.
29 Las nominaciones descalificadoras a las que apelan, ya sea los vecinos, policías
y las mismas mujeres, se constituyen en formas de nominar pero también
de establecer separaciones y de inferiorizar a los “otros”. Las estrategias
de delimitación se llevan a cabo mediante una desvalorización lingüística
referida a prácticas, conductas y gustos de aquellos a quienes se percibe como
diferentes o amenazantes. La importancia de la acción de nominar cobra en
estos casos una dimensión tangible, ya que el acto (aparentemente falto de
sentido) de decir una cosa u otra (en este caso un nombre femenino o mas-
culino) es precisamente el límite que, según la percepción de las travestis,
marca la diferencia entre la discriminación o el reconocimiento hacia el otro.
La ambivalencia en la utilización de simples términos como “el” o “la” abarca
las distintas instancias de la vida familiar, educacional, laboral y social del
grupo de travestis estudiado.
30 Ejemplos de esas afirmaciones: “Y los peores son ellos, los que más riesgos
corren son ellos.” (Viviana, Grupo Focal) “Ellos tienen mucha más persecuta
que nosotras las mujeres. Y así como nosotras mujeres, peores son ellos, porque
la que más feo la llevan son ellos.” (Miriam, Grupo Focal).
La vida en el barrio
Nuestro estudio de caso fue llevado a cabo en un barrio con alta
concentración de pobreza en el Sur del Gran Buenos Aires, en el
partido de Florencio Varela. Florencio Varela pertenece al Gran
Buenos Aires y forma parte del segundo anillo del Conurbano, a 25
km al sur de la Capital Federal. La localidad de Florencio Varela
se caracteriza por la baja densidad de población y la homogeneidad
en su composición social, con absoluto predominio de los sectores
pobres, siendo el municipio con el índice de pobreza más alto en el
Conurbano bonaerense (Saravi, 2004). Al respecto, en nuestro tra-
bajo nos interesa indagar los procesos sociales que se desenvuelven
al interior de ciertos “espacios/territorios de relegación” (espacios
en los que las privaciones se acumulan y refuerzan), caracterizados
31 En ese sentido, cabe destacar que la situación del grupo estudiado difiere
sustancialmente de las experiencias recolectadas por Josefina Fernández
(2004), las cuales se centran en el estudio del “travestismo organizado” en
la Ciudad de Buenos Aires, reconstruyendo las luchas que desplegó este
colectivo en pos de cierta visibilidad social y de la conquista de derechos. La
experiencia de las travestis organizadas les ha permitido transformar su
autoimagen y desplegar la posibilidad de una identidad construida fuera del
mundo del ejercicio de la prostitución como medio de sustento y escenificación
de sí mismas, impugnando la violencia simbólica e interpelando aquellos
esquemas dominantes que las han conducido a auto percibirse y apreciarse
según una imagen desvalorizada.
36 Estos barrios, que desde un punto de vista externo parecen ser comunidades
cerradas y autocontenidas con reglas propias y autónomas, están más integra-
dos al resto de la sociedad de lo que a primera vista parece. En ese sentido,
los grupos estudiados no son distintos del resto de la sociedad, participan
de ella, compartiendo representaciones, valores y normas de los cuales no
pueden escapar. Si bien pareciera cristalizarse un proceso de aislamiento
y desconexión, cabe destacar que las trayectorias y condiciones de vida y
trabajo de los grupos estudiados no dejan de formar parte de la sociedad más
general.
38 En este sentido, habría que profundizar los estudios que exploren los efectos
del entorno social de los lugares de residencia sobre las oportunidades locales
de trabajo, las posibilidades de acumulación de capital social y los procesos
de estigmatización en juego. Ambas circunstancias confluyen en ubicar a
estos grupos en una situación aun más desventajosa respecto al resto de la
sociedad, dificultando enormemente la posibilidad de salir de la pobreza en
la que están inmersos.
De esquinas y rebusques
141
este grupo de jóvenes debido a que son de interés, en este sentido,
las derivaciones objetivas y simbólicas que imponen estos modos
de sobrevivencia sobre el “mundo de vida” de los propios sujetos
(Schütz y Luckmann, 1974).
De acuerdo a lo anterior resulta de interés responder los siguien-
tes interrogantes: ¿Cómo emergen y se reproducen, cómo sobrevi-
ven, estos sectores que realizan actividades improductivas desde el
punto de vista del proceso de acumulación? ¿Cuáles son las condi-
ciones de vida y las estrategias de supervivencia de este conjunto
de sujetos que construye su realidad social sin los parámetros del
sector formal? ¿Qué efectos ocasionan estas restricciones materia-
les sobre sus representaciones y sus prácticas ciudadanas? ¿Cómo
son interpelados por los medios de comunicación y la opinión
pública? ¿En qué medida a partir de ello se sienten parte de “un
todo” social?
La posibilidad de recuperar las perspectivas y vivencias de los
propios actores, permite avanzar en la caracterización de su situa-
ción social y laboral y en la comprensión de las representaciones y
valoraciones que tienen de su trabajo, de sus condiciones de vida y de
las relaciones sociales que sostienen con otros actores sociales.
Este artículo está organizado del siguiente modo; en el primer
apartado, se precisan algunos aspectos vinculados a la metodología
utilizada para recabar información sobre los jóvenes limpiavidrios.
En segundo lugar, se introduce un panorama respecto de cómo es
visualizado, y en consecuencia tratado, este sector de la pobla-
ción por los medios gráficos de comunicación y, en particular, el
Estado. En el tercer punto, se enumeran los hallazgos surgidos
como producto del contacto e intercambio con estos jóvenes. Para
concluir, se efectúan algunos comentarios sobre este grupo social
y su vinculación con el resto de la sociedad.
Metodología
En este apartado se describe sucintamente el abordaje metodológico
llevado a cabo con el propósito de atender a los interrogantes que
dieron origen a este estudio sobre “limpiavidrios”.
Hay que considerar, ante todo, que el segmento socio-ocupacio-
nal de los limpiavidrios comparte con otros (mendigos, cartone-
ros, etc.) la particularidad de constituir un universo difícilmente
identificable y, por tanto, reconstruible en términos de cantidad de
Descripción de la actividad
De la observación in situ del trabajo de los jóvenes limpiavidrios
surgen algunos aspectos a destacar, por ejemplo, suelen trabajar
en grupos de 2 o 3 integrantes. Existen al interior de cada grupo
estrategias diferenciadas; algunos integrantes intentan llevar a
cabo la mayor cantidad de ofrecimientos por cada cambio de luz
de semáforo, en cambio, otros prefieren detenerse a “chamuyar”
(convencer) a uno o dos automovilistas por cada corte de semáforo.
En general, cada grupo suele tener integrantes de ambos perfiles,
conformando así una estrategia de acción más integral y efectiva
en términos de obtención de dinero.
Del Grupo Focal surgió que el hecho de repartirse en las paradas
tiene que ver con una estrategia; si son muchos no logran juntar
la cantidad de dinero que consideran necesaria. En los hechos,
más de tres ya es mucho. Esta situación se resuelve cuando el que
tiene más antigüedad en el lugar manda al resto a otra parada o
se turnan, mientras unos descansan los otros trabajan.
Las tareas involucradas en el trabajo son relativamente senci-
llas y fáciles de aprender y no se necesitan más elementos que un
balde, un secador y, en algunos casos, un poco de detergente. No
obstante, hay ciertos códigos que respetar, no se puede “cortar el
auto”. Es decir, si un joven se acercó a un auto y el otro se pone
adelante, hay conflicto. Hay que respetar al integrante del grupo,
este respeto se asienta en torno a la antigüedad y a la experiencia
en la calle. Como quedó expresado en la interacción grupal:
“Ponele, hay unos cuatro, cinco limpiando vidrios que vienen, eh, que vie-
nen todos los días o por ahí viene más, venían hace una bocha atrás, viste,
no los podés echar porque ellos laburaban primero.” (Grupo Focal).
Práctica cotidiana
En el espacio en que los jóvenes limpian los vidrios de los auto-
móviles ellos también sostienen interacciones diarias con otros acto-
res. Estas relaciones oscilan, según sea el actor en cuestión, entre
la convivencia, casi podría decirse la cooperación, y el conflicto.
En principio, los limpiavidrios se vinculan con vecinos cercanos a
sus “paradas” –principalmente comerciantes–, otros limpiavidrios
y el Estado, cristalizado principalmente a través de las fuerzas de
seguridad, en particular, la policía.
Perspectivas a futuro
En cuanto al futuro, la posibilidad de pensar un proyecto de
vida está asociada, fundamentalmente, a conseguir un nuevo tra-
bajo y/o a retomar los estudios. En este sentido, y más allá de los
cambios sucedidos en los últimos años respecto de la vinculación
de la educación con el mundo del trabajo, la escuela sigue siendo
visualizada como un mecanismo de movilidad social ascendente
o, al menos, como aquel espacio en el que se encuentran elementos
para afrontar de un mejor modo la adversidad. Como dejan ver sus
testimonios:
“…el año que viene me voy a poner las pilas. Voy a ver si engancho un
buen laburito, otra cosa y voy, quiero estudiar. Quiero estudiar porque, no
es vida, toda la vida no voy a estar limpiando vidrios…” (Juan, 19, parada
de la calle Juan B. Justo).
“…me hubiera servido terminar la secundaria. La secundaria si no tenés
ahora no tenés laburo. La primaria no te sirve de nada. La secundaria sí
te sirve porque de última entrás en cualquier lado a hacer cualquier cosa,
lavar copas, entendés, hacer muchas cosas, pero tenés que hacer…” (Juan
18, parada de la calle Dorrego).
Por el lado del trabajo, la posibilidad de proyectarse encuentra
mayores inconvenientes, quizá éste no sea un atributo exclusivo
del grupo estudiado sino que se deba a una situación más general
de deterioro del mercado de trabajo. Humberto nos cuenta:
“…Sí, el trabajo de mi papá era mejor. Yo lo ayudaba a él (en una quinta), era
chico pero lo ayudaba. Lo ayudaba, él me ayudaba, me quería enseñar. Pero
él no quería que deje de estudiar tampoco. … me gustaría estar haciendo
lo que, por lo menos, me dejó mi papá, ponerme un capital y no estar
corriendo de la policía…” (Humberto, 23, de la calle Juan B. Justo).
Comentarios finales
En principio, cabría revisar los acuerdos alcanzados en esta
instancia del análisis hasta aquí llevado a cabo. En los hechos, y
según se pudo observar, limpiar los parabrisas de automóviles en
esquinas céntricas de la ciudad constituye la principal actividad
generadora de ingresos para el grupo estudiado de jóvenes. Esta
labor requiere de un importante esfuerzo, el que solamente les
permite a quienes lo llevan a cabo sobrevivir en condiciones de
pobreza. De por sí la actividad guarda las características propias
de cualquiera de las del sector informal; tiene escasa o nula produc-
tividad respecto del núcleo central de la economía, bajos ingresos,
asume –en ocasiones– un carácter ilegal, suele ser relativamente
sencilla la entrada y salida de la misma13, etc. (Tockman, 2004). De
alguna manera, estas afirmaciones pueden ser, sin mediar grandes
discusiones, fácilmente aceptadas o, por lo menos, no constituyen
parte del debate actual sobre estos sectores sociales.
Dado por cierto lo anterior, cabe preguntarse en qué medida
la información recabada habilita la posibilidad de responder a los
planteos originales de este estudio y, al mismo tiempo, sumar otros
surgidos como producto de este trabajo. En este sentido, surge la
pregunta: ¿De qué manera estas actividades forman parte de reco-
rridos laborales erráticos o la mayoría de las veces truncos? Siendo
esto así, ¿se puede hablar de segregación laboral o, en verdad, se
trata de espacios socio-laborales marginales con una creciente
13 Aunque, como bien plantean Feldman y Murmis (2002: 189), “Para iniciar
y avanzar en el desarrollo de las actividades del sector informal suele ser
imprescindible y gravitante tener la capacidad de movilizar y articular dife-
rentes tipo de recursos”.
15 Este “no haber sido desplazado” guarda relación con su falta de participación
en el mercado de trabajo “moderno”, cuestión que se evidenció a lo largo de
los distintos encuentros sostenidos con los jóvenes limpiavidrios, ellos no con-
forman el desocupado típico ni incluso el desalentado típico. En este sentido,
cabe recordarlo, la historia de la sociología muestra a las claras su intención
de establecer relaciones allí donde quizás no las hay, no existen.
16 Por caso, se puede citar palabras como: mandigás (mendigar), luquear (con-
seguir dinero), raspar (idem anterior), cortar un auto (robar un potencial
cliente), etc.
17 Los sinónimos más aceptados de argot son: jerga, germanía, caló. La germanía
es concretamente el habla de los pícaros y delincuentes en los siglos XVI y
XVII pero el Diccionario de la Real Academia extendió esta denominación a
todas las épocas. En los siglos XIX y XX, la germanía confunde sus límites
con el caló, o el lenguaje de los gitanos.
Introducción
161
cambio, alternando, según las circunstancias, venta ambulante
y mendicidad.
Como objetivo de esta investigación nos proponemos analizar
el segmento de quienes practican la nueva mendicidad en el subte
y responder a la pregunta acerca de qué tipo de actividad cons-
tituye dicha práctica. Para comprender lo novedoso de la misma
se requiere una revisión de las formas de mendicidad a lo largo
de la historia y una posterior discusión en diálogo con las nuevas
formas.
3 Vale aclarar que los mendigos no aparecen en esos siglos, pero la expansión
demográfica, el crecimiento anárquico de las ciudades, la crisis de subsis-
tencia, y el aumento de la mortalidad por las pestes de los siglos XVII-XVIII
ocasiona que este fenómeno se haga visible y sea objeto de “políticas de asis-
tencia moderna” (Castel, 1997).
Descripción de la actividad
El tramo de subte donde el grupo ejerce la actividad es el com-
prendido entre las estaciones Plaza Italia y Congreso de Tucumán,
y es un recorrido de ida y vuelta. La elección del tramo responde a
un doble motivo: la evaluación que hacen de su potencial clientela
y la manera en que realizan la venta. En primer lugar, escoger
el tramo que une el barrio de Palermo con el de Belgrano implica
acceder a un público con mayor poder adquisitivo. Por la misma
razón eligen la línea D, ellos mismos manifiestan que:
“…esta es la línea por la que circula la gente que tiene más plata.”
(Jimena).
El segundo elemento que induce a la elección del tramo men-
cionado, es que cuanto más cercanas a Catedral, las estaciones
presentan un número mayor de pasajeros, hecho que dificulta la
circulación por los vagones y la venta en general. Debería tenerse
en cuenta, no obstante, que probablemente este tipo de elecciones
está condicionado por oportunidades de acceso al espacio que son
diferenciales para cada grupo.
La estrategia utilizada para ofrecer los productos es denomi-
nada por ellos faldeo. Esto consiste en subir a cada vagón por uno de
sus extremos, dejar el producto sobre la falda de los pasajeros hasta
llegar al otro extremo, esperar unos instantes para que el pasajero
pueda observarlo y luego retirarlo –o eventualmente concretar una
Trabajando en empleos
precarios bajo la economía
informal
VI.
Remiseros de la pobreza
Trayectorias descendentes y
nuevas estrategias de sobrevivencia
en el sur del Gran Buenos Aires
Introducción
191
una parte a las consecuencias de las reformas estructurales de la
década del ‘90, más específicamente se vincula con la disminución
de los lugares ocupables en la estructura laboral que se produjo
en esta etapa, afectando de manera particular a los hombres de
entre 40 y 65 años.
Por otra parte planteamos que el surgimiento de esta activi-
dad, como nuevo y precario “nicho económico”, está relacionado
con la existencia de una deficiente prestación y disminución en
el uso de los servicios públicos de transporte en la zona sur del
Gran Buenos Aires1. Hay que tener en cuenta que el deterioro del
transporte público de pasajeros en un marco urbano específico
posibilita que, a nivel local, se pueda explotar un tipo particular
de servicio de transporte como fuente de empleo e ingresos para
sus habitantes. En este sentido, resulta relevante destacar la
importancia de las relaciones que se establecen en el ámbito del
barrio, las cuales brindarán las condiciones de posibilidad para el
despliegue de estas estrategias por parte de los sujetos en tanto
miembros del barrio.
La informalidad en la Argentina
En la Argentina las actividades que integran el sector informal
presentan particularidades referidas a su composición; en este
sentido, retomando lo señalado en el texto de Carpio y Novacovsky
(2000), se observa que dentro de este sector heterogéneo se agrupan
distintas formas o tipos de actividades económicas; por un lado
aquellas denominadas como actividades de acumulación y por otro
aquellas denominadas como actividades de supervivencia. Estos
tipos de actividades de supervivencia se diferencian entre sí por
las características de la articulación de sus unidades económicas
con los mercados de productos y factores de la economía, por la
calidad de las ocupaciones y por las características sociales de la
población que participa de ellas. Así, para el tipo de actividades
de acumulación se hace referencia a los casos representados por
la estrategia cuentapropista tradicional, el pequeño taller, o el
comercio minorista, que significó, años atrás, un espacio de inser-
ción con perspectivas de progreso económico, y en muchos casos
11 Sobre el tema del barrio, véase Agustín Salvia, colaboración a cargo de: Pablo
De Grande y Jimena Macció, “El desarrollo humano y la segmentación social
de los espacios urbanos. El marco teórico y metodológico de una aplicación
útil al diseño de políticas”. Departamento de Investigación Institucional,
Programa Observatorio de la Deuda Social Argentina, serie Monitoreo de la
Deuda Social Argentina, Documento 1 / 2005, UCA.
De la integración a la vulnerabilidad.
Trayectoria laboral: pasado, presente y ¿futuro?
Los remiseros entrevistados y los que participaron del Grupo
Focal, son hombres de entre cuarenta y sesenta años de edad que
han ingresado en esta actividad a partir de mediados de la década
del ‘90.
Sus trayectorias laborales recorren un camino complejo. En la
mayoría de los casos ingresaron al mercado laboral a mediados de
la década del ‘60, desarrollando una carrera ascendente dentro del
sector formal, es decir, el sector más dinámico de la economía, al
tiempo que el más estable y legalmente protegido. El ingreso en
este sector implicaba entonces el acceso a un empleo de calidad (de
tiempo completo, estable, con cobertura social de los riesgos para el
trabajador y su familia) (Fraguglia, Metlicka y Salvia, 2005). Cabe
destacar que estas características que presentaba el sector formal
del mercado de trabajo, estaban vinculadas con una dinámica
socioeconómica que, basándose en el mercado interno, generaba
una relativa seguridad para los trabajadores formales a través del
acceso a seguros y beneficios sociales vinculados al trabajo (prin-
cipalmente el acceso a la salud y a la seguridad social en la vejez).
En este sentido Mario afirma recordando aquella etapa: “La obra
social y el aporte jubilatorio era una de las mayores ventajas”. Sin
olvidar “tus flor de vacaciones”. (Entrevista Mario).
Esta dinámica les permitió diseñar proyectos a futuro como la
compra de la vivienda propia y la conformación de una familia,
a la vez que les garantizó un nivel de bienestar adecuado a sus
expectativas.
De este modo esta etapa se constituyó, para los sujetos, como la
más significativa de su trayectoria sociolaboral; en ella tendieron
a formarse y afirmarse patrones relacionales y culturales que se
constituyeron en ejes valorativos para la comparación antes/ahora.
Conclusiones
A lo largo del análisis de las trayectorias laborales de los actua-
les remiseros hemos podido identificar, dos puntos de inflexión que
tuvieron importantes implicancias en lo que refiere a la reorien-
tación de sus estrategias laborales y de vida. El primero refiere
al desplazamiento desde el sector formal hacia el sector informal
tradicional, mientras que el segundo refiere al desplazamiento
desde el sector informal tradicional hacia el sector informal de
subsistencia.
Como vimos, nuestros entrevistados han sido desplazados pro-
gresivamente hacia zonas de mayor vulnerabilidad, en las cuales
operan transformaciones cualitativas en cuanto a la inserción
laboral, en cuanto a la lógica de las estrategias de supervivencia
que se ponen en marcha, así como también en cuanto a los efectos
que estos cambios producen en las condiciones materiales y en la
percepción subjetiva.
En el marco de las transformaciones de las condiciones
sociolaborales laborales señaladas, los sujetos han sido despla-
zados de sus anteriores posiciones sociales hacia un nuevo sector
social: los nuevos pobres (Minujin y Kessler, 1995)16. Frente a esta
situación los sujetos se reposicionan intentando encontrar alguna
Trayectorias socio-laborales
de jóvenes trabajadores de delivery
217
que se desprenden de las subjetividades en su actual empleo, con-
siderando su pasado laboral y familiar y sus perspectivas a futuro.
Adelantaremos aquí que la diferencia entre la noción de carrera y
empleabilidad precaria serán claves para entender el sentido que
dan a sus prácticas y los alcances que tendrán a futuro. Hay una
hipótesis de fragmentación socio-laboral.
En segundo lugar, estudiaremos la importancia y las implicancias
de esta dimensión de “empleabilidad precaria” y el desanclaje que
conlleva en un espacio móvil signado por la marginalidad y la
atomización social. ¿Cómo es su “espacio de vida” dentro de los
mismos? ¿Cuál es la “identidad barrial”, si existe tal cosa? ¿En qué
medida consideran que el entorno de pobreza en el que viven es una
influencia nociva, o estigmatizante, o ambas? Hay una hipótesis
de fragmentación socio-territorial.
Dadas estas indagaciones, se empleó una metodología de corte
cualitativa apuntando a generar datos densos acerca de los aspectos
de las experiencias subjetivas de estos jóvenes trabajadores de deli-
very. Se toman tanto aportes de su realidad objetiva (condiciones de
trabajo, de vida, asignación a un segmento socio-económico) como
sus percepciones subjetivas (visión de futuro, movilidad y/o segre-
gación, etc). Los datos que se analizan en este trabajo corresponden
a jóvenes entre 16 y 21 años que prestan servicios de delivery de
comidas. Todos ellos residen en las zonas de Quilmes Este, Tem-
perley y Banfield y fueron objeto de entrevistas en profundidad y
participaron además en una dinámica de Grupo Focal. Un dato
importante es el hecho de que muchos de ellos tienen hijos –estando
o no en pareja–, por lo que el horizonte de responsabilidades supone
un hogar propio para algunos mientras otros deben aportar parte
de sus ingresos para la manutención de sus hogares de origen.
A continuación presentaremos algunos enfoques teóricos sobre
trabajo y juventud y una somera descripción del empleo de delivery
antes de pasar al análisis de las trayectorias y las conclusiones
que arrojó este estudio de caso.
Fragmentación socio-territorial
En la literatura reciente, la segmentación territorial y/o la
estigmatización socio-residencial han ocupado un lugar de impor-
tancia. Inscriptos en estas condiciones de fragmentación socio-labo-
ral, cabe entonces preguntarnos por las concepciones del espacio
para estos jóvenes. En particular, por el hecho de provenir de este
tipo de espacios, interesa la forma en que estos jóvenes crean y
recrean sus nociones del espacio social y público.
Los enclaves de pobreza urbana no son una realidad nueva en
Latinoamérica y ya autores pioneros como Germani y la DESAL
La identidad delivery:
incertidumbre y explotación
El presente de estos trabajadores se estructura en base al tipo
de empleo en que están actualmente. Sus empleos como delivery
les imponen rutinas e interacciones diferentes.
El panorama de los locales en que trabajan estos jóvenes es
variado. Algunos de ellos corresponden a famosas casas de comida,
otros a restaurantes de capital pero también pequeños locales
de barrio que no cuentan con todas las habilitaciones. Mientras
que el panorama de formalidad, informalidad y hasta ilegalidad
es heterogéneo en cuanto a sus empleadores, las condiciones de
contratación son bastante más homogéneas: todos están en negro.
Algunos cobran algo parecido a un sueldo calculado a grosso modo;
pero otros cobran por quincena, y hasta por día. Las condiciones de
contratación son absolutamente informales, pactadas de palabra.
No existe ningún tipo de beneficio, o derecho laboral, ni seguro
alguno para ellos o sus motos. Las áreas de desempeño les per-
miten a estos trabajadores tomar contacto con zonas geográficas
dinámicas y de mayor desarrollo en algunos casos. Otros trabajan
en los alrededores de sus barrios donde las condiciones no son tan
promisorias. En algunos locales se pide que los trabajadores traigan
su propia moto (tres de los entrevistados tienen la suya propia), pero
en otros la moto es frecuentemente propiedad del local. Cuando es
propia es tomada como un bien preciado, que es arriesgado en el
trabajo. Perder la moto en un robo significa el final de su carrera
como delivery. Al trabajar todo el tiempo en la calle, el tema de
la inseguridad por robos toma especial relevancia para nuestros
jóvenes delivery. El discurso de la calle como amenaza está muy
presente. Esto llega a plantearles conflictos entre los chicos y los
dueños de los locales, como lo atestigua Damián:
8 Klosowsky propone esto para entender las obras literarias del célebre Marqués
de Sade, en el marco de un ensayo donde rechaza la función denotativa del
lenguaje escrito y oral.
9 Véase en este volumen: Molina Derteano, Pablo (2007), “Sueños del eterno
retorno de la sociedad salarial para los jóvenes asalariados precarios en
condiciones de segmentación territorial”.
10 Resaltan sobre esta cuestión autores como Robert Park, E. Burgess y R. D.
Mckenzie.
Introducción
241
¿Cómo perciben estos jóvenes el pasaje? ¿Qué tan lejos (o qué tan
cerca) perciben las fronteras entre lo formal y lo informal? En este
sentido, nos interesa encarar estas subjetividades como insertas en
un tipo de estructuras de oportunidades en donde los sujetos toman
decisiones cuyos resultados son las condiciones de futuras decisio-
nes, estructurando su trayectoria (Pczrewoski, 1983) e inserción
en un posicionamiento dentro del campo social (Bourdieu, 1991).
Cabe destacar que se trata de un enfoque cuyo posicionamiento
es estructural, pero a su vez relacional en un campo de relaciones
sociales dinámicas. En este sentido, el primer interrogante de
investigación tiene que ver con las formas en que se posicionan y
accionan los sujetos en un polo informal de la economía.
Las estrategias de subsistencia en el sector informal les obligan
a hacer un balance sobre su anterior experiencia en el sector formal.
En sus relatos, cabe preguntarse por las formas en que “objetivan”
esa transición. En particular lo que tiene que ver con el habitus
incorporado, el habitus objetivado en el cuerpo (Bourdieu, 1991).
Esto es el Embodiment, corporización (Kin, 2002). En los objetivos
significativos, que ellos perciben a su alrededor. No son centrales
para nosotros diferencias que pasen por los aspectos formales,
sino la forma en que el hecho de ser asalariados precarios en
establecimientos informales cambia sus percepciones del tiempo,
del espacio. Los cuerpos, como instancias del habitus incorporado
nos sugieren interrogantes acerca de la percepción del sujeto en el
todo social. Prevalece la imagen de desprotección ¿Cómo articulan
en sus percepciones, los sujetos esta desprotección?
Segunda aproximación. Podemos anticipar que el hecho de haber
tenido un trabajo en blanco ha resultado trascendente en sus per-
cepciones. Es un hecho liminar que esconde un significante mayor,
un sentido investido en una práctica histórica. Decíamos que en un
campo social dinámico de relaciones sociales y posicionamientos,
los sujetos van tomando estas decisiones que estructuran sus tra-
yectorias y posicionamiento, pero la simple ubicación no alcanza
¿Qué hace que tomen tales o cuales decisiones? La hipótesis de
la necesidad no es completamente satisfactoria. Por el contrario,
muchas de ellas están cimentadas en estrategias que se suponen
de mantenimiento en principio pero que también pueden encerrar
estrategias de promoción (Katzman, 1991). Para ello el actor lego
debe leer la estructura social, buscar una hoja de ruta que le pro-
porcionan los depósitos sociales de sentido (Berger y Luckmann,
Tiempo
Para estos jóvenes asalariados precarios la transición del empleo
en blanco al empleo negro toma necesariamente la forma de explo-
tación. Explotación basada en dos instancias: la inestabilidad y la
explotación horaria. Volveremos sobre la primera más tarde4.
“Las horas que te tenés que laburar de más, ellos ni te las figuran.” (Jen-
nifer).
“En donde laburaba yo antes también era así. Tenías que ir de lunes a
lunes, trabajabas 10 horas (…) y ahí le dabas derecho hasta la 9 y media
y si a ellos se le cantaba, laburabas hasta la 10, 11. Era como se le cantaba
al patrón.” (Maxi).
No es sólo el peso de la cantidad de horas, sino también que
en los relatos surge una percepción que ellos no son dueños de su
tiempo. Subordinados por la necesidad, aceptan un régimen laboral
donde trabajan horas de más y donde su tiempo de descanso, los
francos tampoco son respetados. La lógica de la necesidad aparece
representada en la forma de una cadena. El local trabaja al límite
Beneficios sociales
Durante las diferentes instancias de entrevistas, los sujetos
relataron algunas de sus experiencias laborales. Los eventos labo-
rales fueron diversos según el caso, pero la categorización era más
o menos similar y dicotómica: empleos asalariados en negro, y en
blanco o protegidos. Entre los empleos en blanco y los empleos en
negro las situaciones varían, sobre todo en materia de ingresos.
La diferencia no parece ser significativa, y esto se captó durante
el Grupo Focal, en que la mayoría señaló que no había mucha dife-
rencia en materia de ingresos. Pero pesan los beneficios sociales.
“De trabajar en blanco estuve mucho más tranquila, tenías una obra social,
que de repente no era una obra social ¡uh! pero te cubría algún medica-
mento, podías tener internación y una serie de cosas más que tenías… una
seguridad, digamos, ¿me entendés?” (Sonia).
Jefes y compañeros
Un aspecto sobresaliente de la relación laboral es la interacción
cotidiana en el entorno laboral. Aquí la relación con pares y jefes
adquiere nuevas modalidades. En la relación con el jefe, los casos
se definen como recursos prescindibles, dado que al estar en negro
pueden ser despedidos sin indemnización, “te pueden echar cuando
ellos quieren”, como sostiene Alejandra.
Un aspecto sobresaliente en los relatos es la forma en que los
empleados describen sus relaciones con sus compañeros de trabajo,
si los tienen. Éstas son percibidas como amigables, de ayuda mutua.
Pero la relación con los jefes remite en parte al conflicto. En cierto
sentido, se da una personalización del empleador, reforzada por la
cercanía física. La relación potencialmente conflictiva entre capital
y trabajo se encarna en las figuras del patrón y el empleado. Dentro
del trabajo protegido, se diluye al volverse esta parte una maquina-
ria abstracta e impersonal en donde ambos, jefe y empleado, están
inmersos. Dentro de una relación en negro, en pequeñas unidades
económicas, la relación se personaliza.
El proceso se vuelve bastante contradictorio. Algunos llegan a
alabar a sus patrones, como Adrián, a pesar de que le reproche que
le quiten sus francos. Otros los repudian abiertamente, recargán-
dolos de características negativas, algunas atribuidas a su mera
condición de empleador y otras atribuidas a otros rasgos, como por
ejemplo, su condición de extranjeros.
“Sí… Es lo mejor que hay. No, no fuera de joda. Está buenísimo porque es
un gran chabón. Corte que no es grande el chabón, tendrá 35 años y él sale
a bailar con nosotros y anda con cada pendeja el chabón (…) Es mi ídolo.
Se les pone hablar, las chamuya… Es mi ídolo, el chabón. No puede estar
con las minas que está. Pero bueno, es así. Y está bueno, porque me trata
como… Me manda hacer cosas y no me trata como patrón ‘Anda pa’allá’
Te decís ‘por favor andá…’ ‘Fijate como está aquello’ y no te das cuenta
que es tu patrón, hacés de cuenta que es un empleado o que es tu amigo.
Eso es lo que tiene de bueno. El chabón hace eso, corte para alentarte. Eso
es lo que tiene de bueno, te anima.” (Adrián).
“No, son de China no sé de dónde son… Hablo con una china que habla
castellano. Más o meno la entiendo. No, es más forra que el otro. Te man-
6 Hay, en este sentido, una praxis transformadora, lo que quizás no está presente
en la sociología bourdeana es una evaluación de descenso o ascenso asociada
a la praxis en sí. Pero está presente en su teoría de las clases sociales.
7 La segunda, tiene un uso epistemológico ya que apunta a la evaluación de la
reflexividad de los cientistas sociales en términos de su entendimiento de la
“distancia” que se supone que deben tomar de la vida diaria. Nos preocupa
más la primera.
Conclusión
Si Karl Marx (2004) empezaba el Manifiesto Comunista seña-
lando que “un fantasma recorre Europa: el fantasma del comu-
nismo”, aquí podemos parafrasearlo de la siguiente manera: “Un
fantasma recorre las percepciones de nuestros jóvenes asalariados
precarios. El fantasma de la Sociedad Salarial”.
La descripción de sus condiciones de vida y trabajo nos acerca
a la noción de supervivencia y estrategias de mantenimiento. La
segregación barrial, combinada con las condiciones laborales pre-
carias, toma el efecto de un círculo vicioso en donde sus propias
estrategias de sobrevivencia son las que impiden su promoción.
Aun así, sus percepciones los hacen ubicarse en estrategias de
promoción. Esta “disonancia” debe ser analizada desde dos ángulos
diferentes.
Retomando a Gravano y a Portes, es importante señalar que en
su posicionamiento, estos jóvenes se ven envueltos en esta doble
espiral de segregación territorial y precariedad laboral, pero donde
el primer término estaría más atenuado ya que las redes barriales
no se limitan sólo a la contención. En el pasado fueron quienes
les permitieron acceder a empleos protegidos. Su posicionamiento
tiene que ver con esta doble espiral, pero no hay que olvidar que el
Reproduciendo la
marginalidad a través de
estrategias de organización
y movilización social
IX.
Empresas recuperadas:
Introducción
271
siguientes interrogantes: ¿De dónde vienen?, ¿Dónde se encuentran
ahora? Y ¿Hacia dónde es factible que vayan?
Nuestros intereses e interrogantes buscan dar respuesta a las
hipótesis en juego en este trabajo. En este sentido, consideramos que
si bien estas prácticas colectivas y autogestivas son muy valiosas y
útiles para mejorar las condiciones de existencia y reproducción de
estos trabajadores, constituyen formas marginales de lucha para la
existencia social. También, consideramos que la mayoría de estas
prácticas colectivas, cooperativas y autogestivas, se orientan y
constituyen principalmente por una lógica instrumental, la lógica
de la subsistencia, más que por una lógica política o valorativa
que golpea, de alguna manera, el poder económico y político de la
clase capitalista (Picchetti, 2002) o abre un nueva ciclo de lucha
social que cuestiona en alguna medida los marcos regulatorios del
sistema capitalista (Rebón, 2005).
Asimismo, un aporte novedoso de este trabajo es la respuesta
a los significados y valoraciones que tienen los trabajadores de
empresas recuperadas en torno a su trabajo actual. Ya que en el
marco de nuestras hipótesis poníamos en cuestión la valoración
positiva del trabajo autogestivo, colectivo y cooperativo que presenta
la literatura existente en la materia (Petras y Veltemeyer, 2002;
Picchetti, 2002; Rebón, 2005).
En este trabajo buscamos visualizar ciertas encrucijadas en las
prácticas e identidades que viven los trabajadores de las empresas
recuperadas, a partir del abordaje de sus trayectorias. En este
sentido, vale la pena resaltar que al no existir, de manera pre-
dominante, desigualdades estructurales que permitan prever y
direccionar los movimientos de las personas en la estructura social
a partir del conocimiento de ciertas características, sino que, exis-
ten desigualdades mucho más heterogéneas y dinámicas difíciles de
estimar con algún rigor, resulta crucial en estos tiempos describir
las trayectorias individuales (Rosanvallon, 2004).
Asimismo, el abordaje de las trayectorias de los trabajadores
de las empresas recuperadas nos parece crucial, dado que según
Salvia y Chávez (2002) las trayectorias laborales constituyen la
forma a partir de la cual se representan los fenómenos de movilidad
sociolaboral a través del tiempo, y los efectos que tales procesos
generan sobre las relaciones laborales y las condiciones de vida
individuales. La premisa subyacente es que los eventos de vida
del presente se explican por los cursos de consecuencias generados
Posicionamientos teóricos
El trabajo, a partir de la consolidación del estatuto asalariado
como pilar de la identidad social, ha ocupado un lugar medular en
el proceso de conformación de las condiciones de existencia mate-
riales y simbólicas de los sujetos y para la integración social, ya que
los sujetos definían su lugar en la sociedad a partir de la posición
ocupada en la estructura productiva (Castel, 1998).
A partir de ello, buscamos aportar al análisis de los cambios en
el mundo laboral mediante el estudio de las estrategias de super-
Lógicas organizativas:
entre lo novedoso y lo tradicional
Diversos análisis del mundo de las empresas recuperadas coin-
ciden en que el personal administrativo, jerárquico y/o profesional
suele estar escasamente presente en las experiencias de recupe-
ración y autogestión de empresas. La causa de esta ausencia se
debe a las mayores probabilidades de este tipo de trabajadores de
conseguir otros trabajos, así como también a un probable mayor
acercamiento a la parte patronal (Fajn, 2003; Saavedra, 2003;
Facultad Abierta, 2003; Rebón y Saavedra, 2006).
“Sí, todos los que quedamos trabajábamos en producción. Todos somos del
área de producción. El administrativo quedo acá hasta último momento,
[…] se fue cuando entramos nosotros. Digamos [los] administrativos eran
2 Así también, Julián Rebón (2005) sostiene que la crisis capitalista abre un
nuevo ciclo de luchas sociales. Dicha crisis ha generado una respuesta no
capitalista personificada en los trabajadores –una embrionaria fuerza social
que permite el avance sobre la producción–, que pone en crisis los disciplina-
mientos sociales.
Introducción
295
faceta más notoria (Massetti, 2005; 2004). De hecho el CAC com-
parte con las otras organizaciones de la Boca una larga tradición
de luchas centradas en la disputa por el espacio urbano, que se
remonta a principios de los noventa con la toma de las ex Bodegas
Giol en Palermo. En la actualidad esta red de organizaciones desa-
rrolla múltiples actividades relacionadas con la producción (fábrica
textil, carpintería, imprenta, producción de alimentos), la vivienda
(en coordinación con la Comisión Municipal de la Vivienda, CMV)
y prestaciones alimentarias.
En el caso del CAC la “prestación alimentaria” (el servicio
de preparación y distribución de comida con fines asistenciales)
adquiere algunas variaciones respecto al formato ideal del “comedor
comunitario”. Mientras que éstos se suelen considerar a aquellos
servicios de comida que se dan in situ, en el CAC pocas personas
son las que comen allí. La actividad principal se realiza en un patio
cubierto. En el patio no hay demasiado espacio, hay una mesa rec-
tangular de madera, no muy grande, algunos bancos y sillas. Allí
la gente se sienta a comer, a conversar y tomar mate, o se reúne
en asamblea. A un costado, bajo una de las escaleras, hay una
pequeña habitación, donde cabe apenas una cocina grande y una
mesada de unos dos metros sobre la pared lateral derecha. Nunca
trabajan allí más de dos personas juntas, porque no cabrían. Las
verduras y la carne se cortan en unas mesitas que se colocan en
diagonal al lado de la puerta de esta cocina, formando una especie
de mesada alargada y angosta. Hay un lavatorio a la vuelta de la
cocina, contra una pared exterior. Dado que el espacio disponible
es reducido, y la cantidad de beneficiarios es creciente, el servicio
consiste en preparar la comida para que luego cada familia la
retire. Esta modalidad es resistida por algunos de los organismos
que financian las dietas del comedor, arguyendo razones de segu-
ridad alimentaria (falta de control bromatológico). Para el CAC,
por el contrario, representa una ventaja permitir que las personas
puedan comer en su propia casa; respetando así la disposición del
tiempo e intimidad familiares.
En el CAC se prepara el almuerzo para unas 250 personas y la
merienda para unos 50 chicos de hasta 12 años. En total trabajan
en el comedor 20 personas. “(…) Gente que tiene planes hace la
contraprestación acá, ayudando en el comedor y merendero”, nos
comentaría Laura una de la referentes de la organización. No todos
trabajan de lunes a viernes, días en los que el comedor funciona.
Se organizan en turnos de 4 horas diarias, rotando las personas
que colaboran en las distintas tareas (administración, movimiento
Racionalidad y género
en las estrategias de supervivencia
Sin embargo, esta forma de pensar una “estrategia de supervi-
vencia” sólo puede ser el comienzo del análisis. Si se constriñe el
mundo de fenómenos a sólo esta forma de constituir las prácticas
sociales en función a la obtención de recursos, estaríamos redu-
ciendo las relaciones sociales a una única lógica costo-beneficio.
Y en esa lógica, lo que sólo valdría la pena analizar sería si tales
prácticas son las menos costosas (personal o socialmente) para
alcanzar tal o cual beneficio. Sabemos que no es posible sino esbozar
aquí una discusión sobre la naturaleza cartesiana del hombre. Sin
embargo es conveniente atender a la recomendación de Max Weber
en su más célebre obra:
“La acción real sucede en la mayor parte de los casos con oscura semicon-
ciencia o plena inconsciencia de su ‘sentido mentado’. El agente más bien
‘siente’ de un modo indeterminado que ‘sabe’ o tiene clara idea; actúa la
mayor parte de los casos por instinto o por costumbre. Sólo ocasionalmente
se eleva a conciencia un sentido (sea racional o irracional) de la acción.
Una acción con sentido efectivamente tal, es decir, clara y con absoluta
conciencia es en realidad un caso límite. Toda consideración histórica o
sociológica tiene que tener en cuenta este hecho en sus análisis de la rea-
lidad.” (Weber, 1992).
¿Cómo se produce la elección de participar en un comedor? Si nos
aferramos a la idea de una estrategia como un conjunto de prácticas
basadas en un cálculo racional debemos suponer que hay cierto
grado de conciencia en los actores que eligen que un miembro del
Contexto de empleabilidad
Mantener la categoría de trabajo como ordenadora del análisis
supone (correctamente) que las familias requieren para su repro-
ducción ciertos ingresos que deben generar a través del intercambio
de su fuerza de trabajo por dinero o incluso equivalentes. Y en el
sentido del intercambio de fuerza de trabajo por dinero, es posible
relacionar estas tareas comunitarias con un sistema de reproduc-
ción social, en el cual uno o varios miembros de una familia son
un componente y el Estado es otro (el “comprador” de la fuerza de
trabajo). Es decir, por un tipo de relación que el Estado nacional,
provincial o municipal establece con su población. Por supuesto
que el tipo de relación que se establece a través de este tipo de
políticas públicas excede ampliamente un enfoque centrado en roles
típicos de empleador y empleado. Pero podemos afirmar, siguiendo
a Grassi: “en sentido general, la política social no es otra cosa que
la forma política (es decir, “estatalizada”) de la cuestión social”
(Grassi, 2004).
Esta forma de “estatizar” la cuestión social (para seguir el léxico
de esta autora) tiene una historicidad que conviene al menos men-
cionar brevemente: si bien puede rastrearse hasta principios de la
década del ‘30 (con los primeros programas de Copa de Leche), su
gran expansión y sistematización, diversificación y superposición,
forman parte del viraje neoliberal en la concepción del Estado.
Viraje sintetizable como un cambio en el papel del Estado, y por
ende su forma de “estatizar” la cuestión social, caracterizado por
el paulatino abandono del modelo del Estado benefactor (Rosan-
vallon, 2004; Castel, 1997). Y en especial con el abandono de su
concepción de políticas públicas “universales” y su reemplazo por
un modelo de política pública a “cuenta gotas”: pequeños “parches”
que serían puestos en donde se produjeran los mayores daños de
la transformación estructural (Trotta, 2003). Esto es, la idea de
“focalización” de las políticas públicas.
En la Argentina contemporánea esta transformación de la polí-
tica pública comienza con el Plan Alimentario Nacional (PAN) en
1985 y continúa con su posterior reemplazo por diversos subsidios
Enmarcando “trabajo”
Siguiendo la metáfora con la escritura musical que propone Goff-
man en su Frame Analisys de 1974, la palabra trabajo se pensará
únicamente como una “armadura de clave”. Esto es, un componente
cultural que ordena la experiencia cotidiana permitiendo responder
colectivamente a la pregunta básica sobre los límites de la realidad
perceptible. La pregunta teorética goffmaniana ¿Qué es lo que está
pasando?; y su respuesta lógica (como punto de partida analítico)
“Estamos trabajando”; nos permite introducirnos en la dinámica
de construcción de sentidos que atraviesa las prácticas cotidianas
de los sujetos.
Desde este enfoque podemos también recuperar el contenido de
la palabra trabajo en la trayectoria socio-cultural de la Argentina.
Un dato ampliamente significativo y que da cuenta del peso de tal
“armadura de clave” es que esa palabra se halla en el corazón del
proceso de sociabilización de los argentinos. Y esto desde al menos
la década del cuarenta, cuando la transformación de la estruc-
Comentarios finales
Cuando nos referimos a las trayectorias sociolaborales de las
entrevistadas nos permitimos presentar tan sólo tres relatos sobre
las últimas porque a través de ellos nos fue posible resumir las
múltiples trayectorias sociolaborales posibles en tres sencillas
tipologías. Por supuesto que esta reducción sólo es útil en los térmi-
nos de esta exposición. No se pretende así generalizar estas trayec-
Primera especificidad
Segunda especificidad
Emilse Rivero
Introducción
“La vida urbana en sí, tanto en lo referido a las actividades productivas como
en lo concerniente a la cotidianeidad de la existencia, connota múltiples y
expansivos usos sociales –no individuales– del espacio; esta circunstancia
de hecho va a estar permanentemente enfrentada a la apropiación privada
y a la mercantilización de las relaciones sociales en donde bajo esa lógica el
individuo es el principal protagonista reconocido.” (Portillo, 1991).
329
funcionamiento organizado de una actividad compleja en términos
de intereses e identidades?, ¿cómo ocurre este proceso? ¿Por qué
no el caos y la disgregación?
Para dar respuesta a estos interrogantes, este artículo revisará
la clasificación y los aportes teóricos más relevantes referidos a la
venta ambulante, poniendo en juego los testimonios que reflejan
los soportes objetivos y simbólicos del orden y del conflicto.
El presente trabajo es la continuación de una investigación
iniciada en el año 2003 con el propósito de establecer una aproxi-
mación al universo material y simbólico de la venta ambulante
en los trenes1. El trabajo previo, desarrollado específicamente en
las líneas Retiro- José León Suárez y Retiro-Bartolomé Mitre,
mostró la existencia de un cierto orden social que se manifiesta a
través del respeto de una multiplicidad de códigos que operan como
organizadores de la actividad y que refleja la conformación de una
identidad basada en intercambios; en relaciones que se instituyen
no sólo a través de la cooperación sino también del conflicto.
6 Uno de los usuarios entrevistados nos cuenta que sólo compran “pastillas o
pañuelitos de marcas reconocidas pero no alfajores o chocolates, aunque sean
de buenas marcas, porque pudieron haber estado mucho tiempo fuera de la
heladera”.
Consideraciones finales
La venta ambulante se ha incrementado en los últimos años
debido al aumento de las tasas de desocupación, que ha producido
una gran cantidad de individuos desplazados que han optado por
la venta ambulante como forma de subsistencia; la convertibilidad
de la década del ‘90, que permitió la disponibilidad para la venta
de bienes importados a muy bajo costo, y el traslado de productos
sacados del mercado formal para comercializarse en el mercado
informal9.
9 Gustavo nos cuenta que: “Siempre con todos los cambios, cuando se cerraron
las fábricas asé las textiles, mucha gente se dedicó a la venta ambulante. Así
cuando hay cambios mucha gente se queda desempleada y busca en la venta
343
Instancias de exclusión y marginalidad son las que actual-
mente caracterizan el modo de inserción de estos sectores al
conjunto social, dando cuenta de una modalidad de desarrollo
de su propia vida cotidiana en un sentido de des-integración y
desamparo social. Frente a esta situación de exclusión social que
prolifera en los sectores populares, observamos que la acción de
las políticas públicas generadas en torno a mejorar la calidad de
vida y los índices de inserción laboral de estos sectores, se define
actualmente como un sostén primordial y necesario en la vida de
quienes los integran, con lo cual entendemos que la función de los
planes sociales en la propia cotidianidad de estos actores pasa a
ocupar un rol fundamental.
De este modo, nos proponemos indagar en la modalidad de
participación y significación de los planes sociales, específicamente
del Plan Jefes y Jefas de Hogar, en la vida cotidiana de los actores-
beneficiarios convocados, indagando en sus propias experiencias
de vida en torno a su inserción social y ocupacional así como en el
modo de apropiación del plan en la realidad social que viven día
a día.
Jóvenes asistidas:
conformación del estudio de caso
Nuestro estudio se basa en el relevamiento de 5 casos de jóvenes
beneficiarias del Plan Jefes y Jefas de Hogar: María Estela (30
años), Mariel (29), Marisa y Julieta (28) y María (25). Las entre-
vistadas son jóvenes con responsabilidad familiar –en este caso, se
trata de madres solteras o en pareja, con uno o más hijos a cargo–,
que se encuentran en condición de inactividad, y son residentes del
barrio de Rafael Castillo, Municipio de La Matanza de la Provincia
de Buenos Aires2.
pero entendemos que éste sería un análisis que traspasaría los límites de esta
investigación, con lo cual nos focalizaremos en el estudio y comprensión de la
propia especificidad de nuestro caso, atendiendo las particularidades propias
de nuestro segmento. En este sentido, autores como Robert Castel (1997),
Pierre Rosanvallon (1998), Maristella Svampa y Sebastián Pereyra (2003),
Denis Merklen (2005), entre otros, han tratado el tema aquí planteado.
2 Debemos destacar que el Municipio de La Matanza, según el Censo Nacional
de Población y Vivienda de 2001, representa actualmente el segundo Municipio
en cantidad de habitantes a nivel nacional (sin contar la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires) con un total de 1.255.288, con un total de PEA mayor a 14
Responsabilidad familiar:
mucho más que una característica del plan
La familia cumple un papel preponderante en las trayectorias
de estas mujeres, sus relaciones tanto barriales como laborales
están mediadas por su condición de madres. Su responsabilidad
se da en el marco de una heterogeneidad de formas relacionales
familiares, que distan del arquetipo antiguo de familia.
La defragmentación de la familia parece haber acompañado la
defragmentación laboral. Los nuevos lazos familiares que se erigen,
diferentes a los del pasado, parecen tener dos características: por
un lado constituyen el factor por el cual muchas veces se pueden
Conclusiones finales
La realización de este trabajo nos ha conducido a reflexionar
sobre una serie de cuestiones relacionadas a los modos en que estas
madres beneficiarias resignifican el plan que reciben, el modo en
que lo apropian, lo asimilan a su vida cotidiana y desarrollan su
reproducción social en torno a éste. Distintas conclusiones podemos
extraer del desarrollo de este artículo.
En primer lugar, comprender que estas jóvenes experimentan
las consecuencias de un proceso de profundo deterioro económico
y social que las condujo a configurarse en espacios de continua
marginalidad, de la cual suponen no encontrar salida sin la par-
ticipación del Estado.
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el Dr. Salvia A. y, en dicho marco, del Seminario “La sobrevivencia de
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382
La presente edición se terminó de imprimir en agosto de 2007,
en los talleres de Gráica LAF s.r.l., ubicados en Monteagudo 741,
San Martín, Provincia de Buenos Aires, Argentina.