Tercero Cuarto Actividad
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¡La había amado desesperadamente! ¿Por qué se ama? Cuán que ven la luz del día al mismo tiempo, beber agua del
extraño es ver un solo ser en el mundo, tener un solo manantial y vino de las vides, y comer pan de las llanuras.
pensamiento en el cerebro, un solo deseo en el corazón y un ¡Y para todas estas generaciones de los muertos, para todos
solo nombre en los labios… un nombre que asciende los muertos que nos han precedido, aquí no hay apenas
continuamente, como el agua de un manantial, desde las nada, apenas nada! La tierra se los lleva, y el olvido los borra.
profundidades del alma hasta los labios, un nombre que se ¡Adiós!
repite incesantemente, que se susurra una y otra vez, en Al final del cementerio, me di cuenta repentinamente de que
todas partes, como una plegaria. estaba en la parte más antigua, donde los que murieron hace
Voy a contarles nuestra historia, ya que el amor sólo tiene tiempo están mezclados con la tierra, donde las propias
una, que es siempre la misma. La conocí y viví de su ternura, cruces están podridas, donde posiblemente enterrarán a los
de sus caricias, de sus palabras, en sus brazos tan que lleguen mañana. Está llena de rosales que nadie cuida,
plenamente envuelto, atado y absorbido por todo lo que de altos y oscuros cipreses; un triste y hermoso jardín
procedía de ella, que no me importaba ya si era de día o de alimentado con carne humana.
noche, ni si estaba muerto o vivo, en este nuestro antiguo Yo estaba solo, completamente solo. De modo que me
mundo. acurruqué debajo de un árbol y me escondí entre las frondosas
Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé y sombrías ramas. Esperé, aferrándome al tronco como un
nada. Pero una noche regresó a casa muy mojada, pues llovía náufrago se agarra a una tabla.
intensamente, y al día siguiente tosía, y tosió durante una Cuando la luz diurna desapareció del todo, abandoné el refugio
semana, y tuvo que guardar cama. No recuerdo ahora lo que y eché a andar suavemente hacia aquel espacio de muertos.
ocurrió, pero los médicos llegaron, escribieron y se Caminé de un lado para otro, pero no logré encontrar la tumba
marcharon. Se compraron medicinas, y algunas mujeres se de mi amada. Avancé con los brazos extendidos, chocando
las hicieron beber. Sus manos estaban muy calientes, sus contra las tumbas con mis manos, mis pies, mis rodillas, mi
sienes ardían y sus ojos estaban brillantes y tristes. Cuando pecho, incluso con mi cabeza, sin conseguir encontrarla.
yo le hablaba me contestaba, pero no recuerdo lo que Anduve a tientas como un ciego buscando su camino. Palpé las
decíamos. ¡Lo he olvidado todo, todo, todo! Ella murió, y lápidas, las cruces, las verjas de hierro, las coronas de metal y
recuerdo perfectamente su leve, débil suspiro. La enfermera las coronas de flores marchitas. Leí los nombres con mis dedos
dijo: “¡Ah!” ¡y yo comprendí! ¡Y yo entendí! pasándolos por encima de las letras. ¡Qué noche! ¡Qué noche!
Me preguntaron acerca del entierro pero no recuerdo nada ¡Y no pude encontrarla!
de lo que dijeron, aunque sí recuerdo el ataúd y el sonido del No había luna. ¡Qué noche! Estaba asustado, terriblemente
martillo cuando clavaban la tapa, encerrándola a ella dentro. asustado, en
¡Oh! ¡Dios mío! ¡Dios mío! aquellos angostos
¡Ella estaba enterrada! ¡Enterrada! ¡Ella! ¡En aquel agujero! senderos entre dos
Vinieron algunas personas… mujeres amigas. Me marché de hileras de tumbas.
allí corriendo. Corrí y luego anduve a través de las calles, ¡Tumbas! ¡Tumbas!
regresé a casa y al día siguiente emprendí un viaje. ¡Tumbas! ¡Sólo
Ayer regresé a París, y cuando vi de nuevo mi habitación tumbas! A mi
(nuestra habitación, nuestra cama, nuestros muebles, todo lo derecha, a la
que queda de la vida de un ser humano tras la muerte), me izquierda, delante de
invadió tal asalto de nostalgia y de pesar, que sentí deseos de mí, a mí alrededor, en
abrir la ventana y de arrojarme a la calle. No podía todas partes había
permanecer ya entre aquellas cosas, entre aquellas paredes tumbas. Me senté en
que la habían encerrado y la habían cobijado, que una de ellas, ya
conservaban un millar de átomos de ella, de su piel y de su que no podía
aliento, en sus imperceptibles grietas. Cogí mi sombrero para seguir andando. Mis rodillas empezaron a doblarse. ¡Pude oír
marcharme, y antes de llegar a la puerta pasé junto al gran los latidos de mi corazón! Y oí algo más. ¿Qué? Un ruido
espejo del vestíbulo, el espejo que ella había colocado allí confuso, indefinible. ¿Estaba el ruido en mi cabeza, en la
para poder contemplarse todos los días de la cabeza a los impenetrable noche, o debajo de la misteriosa tierra, la tierra
pies, en el momento de salir, para ver si lo que llevaba le caía sembrada de cadáveres humanos? Miré a mí alrededor, pero
bien, y era lindo, desde sus pequeños zapatos hasta su no puedo decir cuánto tiempo permanecí allí. Estaba
sombrero. paralizado de terror, helado de espanto, dispuesto a morir.
Me detuve delante de aquel espejo en el cual se había Súbitamente, tuve la impresión de que la losa de mármol sobre
contemplado ella tantas veces… tantas veces, tantas veces, la cual estaba sentado se estaba moviendo. Se estaba
que el espejo tendría que haber conservado su imagen. moviendo, desde luego, como si alguien tratara de levantarla.
Estaba allí de pie, temblando, con los ojos clavados en el Di un salto que me llevó hasta una tumba vecina, y vi, sí, vi
cristal –en aquel liso, enorme, vacío crista–- que la había claramente cómo se levantaba la losa sobre la cual estaba
contenido por entero y la había poseído tanto como yo, tanto sentado. Luego apareció el muerto, un esqueleto desnudo,
como mis apasionadas miradas. Sentí como si amara a aquel empujando la losa desde abajo con su encorvada espalda. Lo vi
cristal. Lo toqué; estaba frío. ¡Oh, el recuerdo! ¡Triste espejo, claramente, a pesar de que la noche estaba oscura. En la cruz
ardiente espejo, horrible espejo, que haces sufrir tales pude leer:
tormentos a los hombres! ¡Dichoso el hombre cuyo corazón “Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y
olvida todo lo que ha contenido, todo lo que ha pasado un años. Amó a su familia, fue bueno y honrado y murió en la
delante de él, todo lo que se ha mirado a sí mismo en él o ha gracia de Dios”.
sido reflejado en su afecto, en su amor! ¡Cuánto sufro! El muerto leyó también lo que había escrito en la lápida. Luego
Me marché sin saberlo, sin desearlo, hacia el cementerio. cogió una piedra del sendero, una piedra pequeña y
Encontré su sencilla tumba, una cruz de mármol blanco, con puntiaguda, y empezó a rascar las letras con sumo cuidado. Las
esta breve inscripción: “Amó, fue amada y murió”. ¡Ella está borró lentamente, y con las cuencas de sus ojos contempló el
ahí debajo, descompuesta! ¡Qué horrible! Sollocé con la lugar donde habían estado grabadas. A continuación, con la
frente apoyada en el suelo, y permanecí allí mucho tiempo, punta del hueso de lo que había sido su dedo índice, escribió
mucho tiempo. Luego vi que oscurecía, y un extraño y loco en letras luminosas, como las líneas que los chiquillos trazan en
deseo, el deseo de un amante desesperado, me invadió. las paredes con una piedra de fósforo:
Deseé pasar la noche, la última noche, llorando sobre su “Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y
tumba. Pero podían verme y echarme del cementerio. ¿Qué un años. Mató a su padre a disgustos, porque deseaba heredar
hacer? Buscando una solución, me puse en pie y empecé a su fortuna; torturó a su esposa, atormentó a sus hijos, engañó
vagar por aquella necrópolis. Anduve y anduve. Qué pequeña a sus vecinos, robó todo lo que pudo y murió en pecado
es esta ciudad comparada con la otra, la ciudad en la cual mortal”.
vivimos. Y, sin embargo, no son muchos más numerosos los Cuando terminó de escribir, el muerto se quedó inmóvil,
muertos que los vivos. Nosotros necesitamos grandes casas, contemplando su obra. Al mirar a mí alrededor vi que todas las
anchas calles y mucho espacio para las cuatro generaciones tumbas estaban abiertas, que todos los muertos habían salido
de ellas y que todos habían borrado las líneas que sus parientes Pensé que también ella había escrito algo en su tumba. Y
habían grabado en las lápidas, sustituyéndolas por la verdad. Y ahora, corriendo sin miedo entre los ataúdes medio abiertos,
vi que todos habían sido atormentadores de sus vecinos, entre los cadáveres y esqueletos, fui hacia ella, convencido de
maliciosos, deshonestos, hipócritas, embusteros, ruines, que la encontraría inmediatamente. La reconocí al instante sin
calumniadores, envidiosos; que habían robado, engañado, y ver su rostro, el cual estaba cubierto por un velo negro; y en la
habían cometido los peores delitos; aquellos buenos padres, cruz de mármol donde poco antes había leído:
aquellas fieles esposas, aquellos hijos devotos, aquellas hijas “Amó, fue amada y murió”.
castas, aquellos honrados comerciantes, aquellos hombres y Ahora leí:
mujeres que fueron llamados irreprochables. Todos ellos “Habiendo salido un día de lluvia para engañar a su amante,
estaban escribiendo al mismo tiempo la verdad, la terrible y enfermó de pulmonía y murió”.
sagrada verdad, la cual todo el mundo ignoraba, o fingía Parece que me encontraron al romper el día, tendido sobre
ignorar, mientras estaban vivos. la tumba, sin conocimiento.
NOMBRES
APELLIDOS………………………………………………………………………………………
CURSO……………………………………………………………………………………………………………………………………
muerta.
10
2. Lugar donde se desarrolla la obra.
4
3. Apellido del autor.
4. Verbo en infinitivo (lo que hacían los difuntos en sus 1
8. Sinónimo de mirar. 7
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