The Unhoneymooners - Christina Lauren

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Sinopsis

Olive siempre tiene mala suerte: en su carrera, en el amor, en…


bueno, todo. Su hermana gemela idéntica, Ami, por otro lado, es
probablemente la persona más afortunada del mundo. Su linda cita con
su prometido es algo sacado de una comedia romántica (gag) y se las
ha arreglado para financiar toda su boda al ganar una serie de
concursos por Internet (doble gag). Lo peor de todo es que está
obligando a Olive a pasar el día con su enemigo jurado, Ethan, quien
resulta ser el padrino de boda.
Olive se prepara para pasar las 24 horas del infierno de la boda
antes de que pueda regresar a su vida cómoda y desafortunada. Pero
cuando toda la fiesta de bodas se intoxica por comer mariscos malos,
las únicas personas que no están afectadas son Olive y Ethan. Y
ahora hay una luna de miel con todos los gastos pagados en Hawaii
en juego.
Dejando a un lado su odio mutuo por el bien de unas vacaciones
gratuitas, Olive y Ethan se dirigen al paraíso, decididos a evitarse a
toda costa. Pero cuando Olive se encuentra con su futuro jefe, la
pequeña mentira blanca que ella le dice está repentinamente en riesgo
de volverse mucho más grande. Ella y Ethan ahora tienen que fingir que
son los recién casados, y su suerte parece peor que nunca. Pero lo
extraño es que a ella no le importa jugar fingir. De hecho, ella se siente
un poco… afortunada.
Índice
Estimado Lector
Sinopsis
Índice
Dedicatoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo
Agradecimientos
Sobre las autoras
Para Hugues de San Vicente.
Trabaja como capitán, juega como pirata.
Capítulo uno

En la calma antes de la tormenta (en este caso, la bendita


tranquilidad antes de que la suite nupcial sea tomada bajo control por la
fiesta de bodas) mi hermana gemela mira críticamente hacia una uña
de gasa rosada recién pintada y dice—: Apuesto que estás aliviada de
que no sea una Noviadzilla1. —Me observa a través de la habitación y
me sonríe generosamente—. Apuesto a que esperabas que fuera
imposible.
En el momento es una afirmación perfectamente dicha, quiero
tomarle una foto y enmarcarla. Comparto una mirada comprensiva con
nuestra prima Julieta, quien está pintando de nuevo las uñas de los pies
de Ami.
—Debería ser más un rosado pétalo en lugar de rosa palo, ¿no
crees? —Señala al corsé del vestido de novia de Ami; el cual cuelga de
una percha de satín, en la cual estoy actual y dolorosamente
asegurándome que cada lentejuela esté acostada.
—Define «noviadzilla».
Ami encuentra mis ojos de nuevo, esta vez desganadamente. Se
encuentra en su lujoso sujetador de boda y diminuta ropa interior de la
cual estoy consciente (con un grado de náusea de hermanas) su amigo-
esposo Dane posiblemente destruirá más tarde. Su maquillaje está
exquisitamente hecho y su esponjoso velo está sostenido en su pulcro
cabello oscuro. Es decir, solíamos lucir idénticas mientras sabíamos que
éramos totalmente distintas en el interior, pero esto es algo
rotundamente desconocido: Ami es el retrato de una novia. Su vida de

1Original
«Bridezilla»: Mezcla de las palabras bride (novia) y Godzilla. Término aplicado a las novias
que unos meses antes de su boda son capaces de arrasar todo, con tal de que su boda sea tal y
como habían soñado.
—No soy una noviadzilla —argumenta—. Soy una perfeccionista.
Encuentro mi lista y la sostengo por lo alto, ondeándola para
atrapar su atención. Es una pieza pesada de bordes festoneados
rosados de papelería que tiene escrito: «Lista de tareas pendientes de
Olive - Edición día de la Boda», escrita en caligrafía meticulosa en la
parte superior, que incluye setenta y cuatro (setenta y cuatro) artículos
que van desde: Comprobar la simetría de las lentejuelas en el vestido
de novia hasta Remover cualquier pétalo marchito de los arreglos de
mesa.
Cada dama de honor tiene su propia lista, quizás no tan extensa
como la de la Dama de honor, pero igualmente elegante y escrita a
mano. Ami incluso dibujó las casillas de verificación para que así
podamos registrar cuando cada tarea sea completada.
—Algunas personas llamarían a estas listas un poco exageradas
—le digo.
—Esas son «las mismas personas» que —responde—, pagarían
un brazo y una pierna para que su boda sea la mitad de agradable que
esta.
—Correcto. Ellos contrataron a un organizador de bodas para…
—Me remito a mi lista—, limpiar la condensación de las sillas media
hora antes de la ceremonia.
Ami sopla sus uñas para secarlas y suelta una risita de villano de
película.
—Tontos.
Ya sabes qué dicen sobre las profecías que se cumplen, estoy
segura. Ganar te hace sentir como un ganador, pero de alguna
manera… continúas ganando. Tiene que ser cierto, porque Ami gana
siempre todo. Ella tiró un boleto en una urna de rifa en la feria local y
regresó a casa con un set de boletos para el teatro de la comunidad.
Deslizó su tarjeta de presentación en una copa en el “Gnomo Feliz” y
ganó boletos para una hora de cerveza gratis por todo un año. Ha
ganado cambios de imagen, libros, boletos para la premier de películas,
una podadora, infinitas camisetas, incluso un automóvil. Por supuesto,
también ganó el set de caligrafía que utilizó para escribir las listas de
tareas pendientes.
Todo esto para decir, que tan pronto como Dane Thomas le
propuso matrimonio, Ami lo vio como un reto para evitarles costos a
nuestros padres para la boda. Como sucedió, mamá y papá pudieron
permitirse contribuir (son desordenados en muchos ámbitos, pero el
financiero no es uno de ellos), pero para Ami, librarse de pagarlo todo
es el mejor tipo de juego. Si antes del compromiso Ami veía los
concursos como deporte competitivo, la Ami comprometida los veía
como las Olimpiadas.
Nadie de nuestra enorme familia estaba sorprendido, entonces,
cuando planeó una elegante boda con doscientos invitados, un
banquete de mariscos, una fuente de chocolate y rosas de muchos
colores emanando de cada frasco y un globo; y despilfarró, como
mucho, mil dólares. Mi hermana trabaja intensamente para encontrar
las mejores promociones y concursos. Comparte todos los sorteos en
Twitter y Facebook que encuentra, incluso tiene un correo electrónico
apropiadamente llamado [email protected].
Finalmente, convencida de que no hay ninguna lentejuela
descarrilada, levanto el perchero de donde está suspendido en un
gancho de metal unido a la pared, con la intención de llevarle el vestido.
Pero tan pronto como lo toco, mi hermana y mi prima gritan al unísono
y Ami alza sus manos, sus labios rosado mate horrorizados en una O.
—Déjalo ahí, Ollie —dice—. Yo iré. Con tu suerte, te tropezarás y lo
romperás. No discuto: no está equivocada.

•••
MIENTRAS AMI ES UN TRÉBOL DE CUATRO hojas, yo siempre
he sido desafortunada. No lo digo para sonar dramática o porque
parezco no tener suerte en comparación; es una verdad objetiva.
Googlea: «Oliver Torres, Minnesota», y encontrarás docenas de
artículos e hilos de comentarios dedicados al suceso cuando escalé una
de esas máquinas de peluches y quedé atorada. Tenía seis, y cuando
el peluche de animal que había atrapado no cayó directamente en el
conducto, decidí ir a tomarlo.
Pasé dos horas adentro de la máquina rodeada de un fuerte olor
a químicos por los juguetes de osos. Recuerdo mirar a través del vidrio
borroso con marcas de manos, a una variedad de caras desesperadas
gritando órdenes ahogadas entre ellos. Aparentemente, cuando los
dueños del juego les explicaron a mis padres que ellos no eran
realmente los dueños del juego por lo tanto no tenían la llave para entrar,
el departamento de bomberos de Edina fue llamado, seguido por un
grupo local de noticias, quienes diligentemente documentaron mi
extracción.
Avanzando rápidamente veintiséis años (gracias, YouTube) el
video aún continúa flotando alrededor. Hasta la fecha, casi trescientas
mil personas lo han visto y descubierto que era lo suficientemente terca
como para subir y no tener la fortuna suficiente de alcanzar el lazo de
cinturón de salida, dejando a mis papás atrás con los osos.
Esta es solo una historia de muchas. Así que, sí, Ami y yo somo
gemelas idénticas: ambas medimos 1.62 con cabello oscuro indomable
a la mera señal de humedad, profundos ojos café, narices respingadas
y constelaciones de pecas a juego; pero ahí es donde las semejanzas
terminan. Nuestra mamá siempre intentó aceptar nuestras diferencias
para que nos sintiéramos como seres individuales en lugar de un par a
juego. Sé que sus intenciones son buenas, pero desde que tengo
memoria, nuestros roles estaban definidos: Ami es la optimista que
busca el lado positivo; yo suelo asumir que el cielo se está cayendo.
Cuando teníamos tres años, mamá incluso nos disfrazó de los Ositos
Cariñositos para Halloween: Ami era alegrosito. Yo era gruñonsito.
Y es claro que las plenas profecías funcionan en ambas
direcciones: desde el momento en que me vi a mí misma picándome la
nariz detrás de un grueso y mugriento espejo de vidrio en las noticias
de las seis, mi suerte no ha mejorado. Nunca he ganado un concurso
de dibujo o alguna apuesta en la oficina, ni siquiera un boleto de lotería
o juego de «Ponle la cola al burro». Me he roto la pierna, al menos,
cuando alguien se cayó de espaldas por las escaleras y me noqueó
(ellos se alejaron ilesos). Constantemente me tocaba estar en servicio
de limpieza de los baños durante cada extensa vacación familiar por
cinco largos años, me orinó un perro mientras me bronceaba en Florida,
me han cagado innumerables pájaros durante años, y cuando tenía
dieciséis, me alcanzó un rayo (sí, realmente) y sobreviví para contar la
historia; pero tuve que ir a clases en verano por que perdí dos semanas
al final del año.
A Ami le gusta recordarme que una vez adiviné correctamente el
número de shots que quedaban en una botella media vacía de tequila.
Pero después de beber la mayoría de ellas en alegría celebrando para,
posteriormente, vomitarlas de regreso, esa victoria no se sintió
particularmente afortunada.

•••

AMI REMUEVE EL VESTIDO (GRATUITO) del perchero y se lo


pone justo cuando nuestra madre entra a la habitación desde su
(también gratuita) suite adjunta. Ella jadea dramáticamente cuando mira
a Ami con el vestido, estoy segura de que Ami y yo compartimos
pensamientos: Olive de alguna forma, se las arregló para ensuciar el
vestido de boda.
Lo inspecciono para asegurarme de que no lo hice.
Todo despejado, Ami exhala, indicándome que cuidadosamente
le suba la cremallera.
—Mami, nos diste un buen susto.
Con la cabeza llena de enormes rodillos de velcro, una copa media
llena (lo adivinaste, también gratis) de champaña en mano, y sus
gruesos labios con brillo rojo, mamá está logrando una maravillosa
interpretación de Joan Crawford. Si Joan Crawford hubiera nacido en
Guadalajara.
—Oh, mijita, te ves hermosa.
Ami le echa un vistazo, sonríe, y parece recordar (con inmediata
ansiedad) la lista olvidada a través de la habitación. Enganchando su
vestido ondulante, se arrastra hasta la mesa.
—Mamá, ¿Le diste al DJ el USB con la música?
Nuestra madre vacía su copa antes de tomar asiento en el sofá de
felpa.
—Sí, Amelia. Le di tu pequeño palo de plástico al hombre blanco
con trenzas africanas y horrible traje.
El vestido magenta de nuestra madre luce impecable, sus piernas
bronceadas, cruzadas por las rodillas, mientras acepta otra copa de
champaña del encargado de la suite nupcial.
—Tiene un diente de oro —agrega nuestra mamá—. Pero estoy
segura de que es bastante bueno en su trabajo.
Ami ignora eso y su planeador resuena a través de la habitación
mientras lo marca. No le importa realmente si el DJ está a la altura de
los estándares de nuestra madre, o incluso los suyos. Es nuevo en la
ciudad y ganó sus servicios en una rifa en el hospital donde trabaja
como enfermera en hematología. Un talentoso triunfo gratis, cada vez.
—Ollie —me dice, sin que sus ojos dejen su lista enfrente de ella—
. Necesitas vestirte también. Está colgado detrás de la puerta del baño.
Desaparezco inmediatamente en el baño con un saludo burlón.
—Sí, señora.
Si hay alguna pregunta que nos hagan constantemente más que
otra, es quién de nosotras es la mayor. Me gustaría creer que es
bastante obvio, porque, aunque Ami es cuatro minutos mayor que yo,
ella es, sin duda alguna, una líder. Creciendo, jugábamos lo que ella
quería jugar, íbamos a donde ella quería ir, y por un tiempo me quejaba,
pero la mayoría de las veces la seguía felizmente. Puede convencerme
de casi cualquier cosa.
Que es exactamente como terminé con este vestido.
—Ami. —Aviento la puerta del baño abriéndola, horrorizada por lo
que he visto en el pequeño espejo del baño. Quizás es la luz, pienso,
alzándose sobre este monstruoso verde brilloso y abriéndome paso
hacia uno de los espejos más grandes de la suite.
Wow, definitivamente no es la luz.
—Olive —me responde.
—Luzco como una lata gigante de 7up2.
—¡Si, chica! —canturrea Jules—. Tal vez alguien intente romper
esa cosa abriéndola.
Mi mamá carraspea.
Le frunzo el ceño a mi hermana. Estaba susceptible ante el hecho
de ser la dama de honor en una boda de Paraíso-Invernal en enero, así
que mi única petición fue que el vestido no tuviera una porquería de
terciopelo rojo o pelaje blanco. Ahora veo que debí haber sido más
específica.
—¿Realmente escogiste este vestido? —Apunto hacia mi abundante
escote—. ¿Fue intencional?

2
Seven up: bebida gaseosa de color verde sabor a lima-limón.
Ami ladea la cabeza, estudiándome.
—O sea, intencionalmente en el sentido que gané una rifa en el
Valley Baptist. Todos los vestidos de las damas de golpe, solo piensa
en el dinero que te ahorré.
—Somos católicos, no Bautistas, Ami. —Tiro de la tela—. Luzco
como la anfitriona en el O’Gara durante el día de San Patricio.
Me doy cuenta de mi error principal (no ver el vestido hasta hoy)
pero mi hermana siempre ha tenido un impecable gusto. El día de las
pruebas, estaba en la oficina de mi jefe, rogando inútilmente, para no
ser una de las cuatrocientas científicas que la compañía estaba
despidiendo. Sé que estaba distraída cuando me envió una foto del
vestido, pero no recuerdo que luciera tan satinado ni verde.
Me volteo para verlo desde otro ángulo y, Santo Dios, se ve
incluso peor por detrás. No ayuda que semanas de cocción por estrés
me hayan hecho, digamos… un poco más llena en las caderas y el
pecho.
—Colócame en la parte trasera de todas las fotos y podría ser tu
pantalla verde. Jules viene detrás de mí, pequeña y tonificada en su
propio conjunto verde.
—Te ves caliente con él. Créeme.
—Mami —llama Ami—, ¿Acaso el escote no hace lucir las
clavículas de Ollie?
—Y sus chichis. —La copa de mamá ha sido llenada una vez más,
tomando otro profundo y largo trago.
El resto de las damas de honor llegan a la suite; hay un ruidoso
alboroto conjunto emotivo sobre lo hermosa que Ami luce en su vestido.
Esta reacción es un estándar en la familia Torres. Me doy cuenta de que
esto puede sonar como una observación de la prima amargada, pero lo
juro, no lo es. Ami siempre ha amado la atención, y, como evidencia mi
grito en las noticias de las seis, yo no. Mi hermana prácticamente brilla
bajo los reflectores; yo estoy más que feliz de dirigirlos hacia ella.
Tenemos doce primas; todas nosotras metidas en los problemas
de las demás 24/7, pero con solo siete vestidos (gratis) incluidos en el
premio de Ami, difíciles decisiones tuvieron que hacerse. Algunas
primas aún actúan de forma pasivo- agresiva sobre ello, y se dirigen
hacia sus propias habitaciones para arreglarse juntas. Probablemente
fue lo mejor, de todas formas, esta habitación es muy pequeña para que
tantas mujeres maniobren sus fajas en sí mismas al mismo tiempo.
Una nube de laca para el cabello nos rodea, suficientes tenazas y
planchas, y varias botellas esparcidas en el mostrador para mantener
un salón de tamaño suficiente. Cada superficie termina pegajosa con
algún producto para estilizar el cabello, o escondido bajo el contenido
de alguna bolsa volcada de maquillaje de alguien.
Hay un golpe en la puerta de la suite, y Jules la abre
encontrándose con nuestro primo Diego parado del otro lado.
Veintiocho, gay y mejor arreglado de lo que yo nunca podría estar.
Diego chilló sexismo cuando Ami le dijo que no podía ser parte del
cortejo nupcial, y que tendría que pasearse con la del prometido. Si su
expresión mientras visualiza mi vestido sirve de indicación, él debería
considerarse bendecido.
—Lo sé —le digo, rindiéndome y caminando lejos del espejo—.
Es un poco…
—¿Ajustado? —adivina.
—No…
—¿Brilloso? Lo miro mal.
—No.
—¿Exótico?
—Iba a decir verde.
Ladea la cabeza mientras me rodea, absorbiéndolo desde todos
los ángulos.
—Me iba a ofrecer a maquillarte, pero sería una pérdida de mi
tiempo. —Agita una mano—. Nadie estará viendo tu cara el día de hoy.
—Nada de decirle prostituta, Diego —dice mi madre, y noto que
no estaba en desacuerdo con su evaluación, solo le dijo que no me
avergüence por ello.
Me rindo en preocuparme por el vestido (y cuánto pecho mostraré
durante toda la boda y la recepción) y le doy la espalda a todo el caos
de la habitación. Mientras las primas de la Guardia Estática se
preguntan entre ellas opiniones sobre zapatos, una docena de
conversaciones suceden al mismo tiempo. Natalia se tiñó el cabello de
marrón a rubio, y está convencida de que arruinó su cara. Diego
concuerda. Uno de los aros del sostén sin tirantes de Stephanie se soltó
y Tía María está intentando explicar cómo pegarse los pechos en su
lugar. Cami y Ximena están peleando sobre qué faja es de quién y mi
mamá puliendo su copa de champaña. Pero entre todo el ruido y
químicos, la atención de Ami se enfoca hacia su lista.
—¿Olive has chequeado a papá? ¿Ya llegó?
—Estaba en la recepción cuando llegué aquí.
—Bien. —Otra palomita.
Puede ser extraño que el trabajo de chequear a papá recaiga
sobre mí y no su esposa (nuestra madre) quien está sentada justo ahí,
pero, así es como funciona nuestra familia. Nuestros padres no
interactúan directamente, no desde que papá engañó a mamá y ella lo
pateó, pero se rehusó a divorciarse de él. Por supuesto que estábamos
de su lado, pero han pasado diez años y el drama continúa fresco como
si hubiera sucedido hace un día. No puedo pensar en alguna
conversación que hayan tenido que no haya sido a través de mí, Ami o
alguno de nuestros siete hermanos combinados desde que papá se fue.
Nos dimos cuenta, posteriormente, que era mejor de esta forma, pero
el persistente sentimiento que me queda de todo esto es que el amor es
agotador.
Ami alcanza mi lista, y me muevo para agarrarla antes que ella; la
falta de cosas marcadas la lanzaría hacia un ataque neurótico de
pánico. Escaneándola, estoy emocionada de ver que lo que sigue en la
lista requiere que deje esta cueva nublosa de laca.
—Iré a chequear que la cocina me prepare un platillo separado.
—El buffet gratis de la boda tiene un preparado de mariscos que podría
enviarme directamente a la morgue.
—Con suerte Dane también ordenó pollo para Ethan. —Ami
frunce el ceño—. Dios, eso espero. ¿Puedes preguntar?
Toda la charla en la habitación llega a un alto ensordecedor y once
pares de ojos se dirigen hacia mí. Una oscura nube me ensombrece
ante la mención del hermano mayor de Dane.
Aunque Dane es definitivamente adecuado, o más bien un poco
más como un hermano para mi gusto: piensa en gritos hacia la televisión
durante eventos deportivos, vanidad sobre músculos y un esfuerzo real
para igualar toda su ropa deportiva; hace a Ami feliz. Eso es suficiente
para mí.
Por otra parte, Ethan es un cabrón criticón.
Consciente de que soy el centro de atención, doblo mis brazos,
molesta.
—¿Por qué? ¿Es también alérgico? —Por alguna razón, la idea
de compartir algo en común con Ethan Thomas, el hombre vivo más
loco, me hace sentir irracionalmente violenta.
—No —dice Ami—. Él solo es quisquilloso con los buffets. Este
cretino es una burla para mí.
—Con los buffets. Está bien. —Por lo que he visto, Ethan es
quisquilloso con, literalmente, todo.
Por ejemplo, en la parrillada del cuatro de Julio de Dane y Ami, no
tocó nada de la comida que me pasé todo el día haciendo. En Acción
de Gracias intercambió de asiento con su papá para que no estuviera
sentado al lado mío. Y la noche anterior, en la cena de ensayo, cada
vez que tomaba un bocado de pastel, o Jules y Diego me hicieran reír,
Ethan masajeaba su sien en el acto más dramático de sufrimiento que
nunca haya visto. Finalmente, dejo mi pastel atrás y me dirijo al karaoke
con mi papá y Tío Omar. Quizás sigo furiosa por haber dejado tres
mordidas de pastel restante por culpa de Ethan Thomas.
Ami frunce el ceño. Tampoco es la mayor fan de Ethan, pero
debería estar cansada de esta conversación también.
—Olive. A penas lo conoces.
—Conozco lo suficiente. —La miro y digo una sencilla palabra—:
Requesón.
Mi hermana suspira, negando con la cabeza.
—Lo juro por Dios, nunca lo olvidarás.
—Porque si como, río o respiro, estoy ofendiendo sus delicados
sentimientos. ¿Sabes que he estado alrededor de él al menos quince
veces y él continúa haciendo ese gesto como si intentara recordar
nuevamente quién soy? —Hago un movimiento entre nosotras—.
Somos gemelas.
Natalia habla desde donde se encuentra jugueteando con la parte
decolorada de su cabello. ¿Cómo es justo que su pecho se las arregle
para acomodarse dentro del vestido?
—Ahora es tu oportunidad para ser amigos, Olive. Él es tan bonito.
Le doy una ceja alzada de disgusto a lo Torres como respuesta.
—Tendrás que ir a buscarlo de todas formas —dice Ami, y mi
atención se vuela hacia ella.
—Espera, ¿por qué?
Ante mi mirada de confusión, señala mi lista.
—Número seten…
El pánico se asienta inmediatamente ante la sugerencia de
hablarle a Ethan, y levanto una mano para que deje de hablar.
Efectivamente, cuando observo la lista en el apartado setenta y tres
(porque Ami no se molestaría en leerme la lista completa antes de
tiempo) es la peor tarea de todas: haz que Ethan te enseñe su discurso
de padrino. No dejes que diga algo horrible.
Si no puedo culpar a la suerte por esta carga; puedo culpar a mi
hermana.
Capítulo dos

Tan pronto como estoy en el vestíbulo, el ruido, el caos, y los


vapores de la suite nupcial se vieron sellados al vacío. Es
hermosamente silencioso aquí afuera. Es tan pacífico, que de hecho,
no quiero dejar el momento para ir a buscar la puerta abajo en la sala
con la linda caricatura pequeña del novio sobre la mirilla. La tranquila
figura esconde lo que es sin duda una alocada fiesta pre-boda
alimentada con hierba y cerveza ocurriendo dentro. Hasta Diego, el
amante de las fiestas estaría dispuesto a poner en riesgo su problema
de escucha y de salud respiratoria para atender a la fiesta nupcial.
Me doy diez respiraciones profundas para retrasar lo inevitable.
Es el matrimonio de mi gemela, y realmente me siento tan feliz por
ella que hasta podría reventar de la emoción. Pero es difícil mantenerme
completamente a flote, especialmente en este solo, tranquilo momento.
Mala suerte crónica a un lado, estos dos meses han sido especialmente
malos: mi compañero de piso se fue, así que tuve que encontrar un
nuevo, pequeño apartamento. Hasta entonces, había extendido
demasiado lo que pensaba que podía afrontar por mi propia cuenta y –
como si mi patentada mala suerte lo hubiera tenido– haber sido
despedida de la compañía farmacéutica donde había trabajado por seis
años. En las semanas anteriores, había asistido a varias entrevistas, no
más de siete compañías, y de ninguna de ellas había escuchado ni una
sola palabra. Y ahora estoy aquí, a punto de enfrentarme cara a cara
con mi némesis, Ethan Thomas, mientras vestía la desollada y brillante
piel de Kermit la rana.
Es difícil creer que hubo un tiempo en el cual moría de ganas por
conocer a Ethan. Las cosas entre mi hermana y su novio estaban
comenzando a tornarse más serias, y Ami quería presentarme a la
familia de Dane. En el estacionamiento de la feria del estado de
Minnesota, Ethan salió de su coche, con sorprendentes piernas largas
y ojos tan azules que podría verlos dos coches más adelante. De cerca
tenía más pestañas de lo que un hombre tendría derecho de tener. Su
parpadeo era lento y soso. Él me miró directamente a los ojos, me dio
la mano, y luego me sonrió peligrosamente con una sonrisa desigual.
Basta decir, no sentí nada más que interés de hermana.
Pero entonces, al parecer, cometí el pecado capital de ser una
chica con curvas consiguiendo una cesta de deditos de queso. Nos
detuvimos pasada la entrada para hacer un plan de juego para nuestro
día, y me escapé un momento para ir por un aperitivo, no hay nada más
glorioso que la comida de la feria de Minnesota. Volví para encontrarme
al grupo cerca de la exhibición de ganado. Ethan me miró, luego abajo
a mi deliciosa canasta de deditos de queso, frunció el ceño, y
inmediatamente se dio la vuelta y comenzó a irse, murmurando alguna
excusa sobre necesitar encontrar la competición de cerveza casera. No
pensé mucho sobre eso en aquel momento, no lo vi el resto de la tarde,
de todas formas.
Desde aquel día hasta ahora, él no ha hecho nada más que
mostrarme su desprecio y ser irritante conmigo. ¿Qué se supone que
debo pensar? ¿Qué él pasó de la sonrisa al disgusto en cuestión de diez
minutos por alguna otra razón? Obviamente mi opinión de Ethan
Thomas es: él puede joderse. Con la excepción de hoy (plenamente por
este vestido), me gusta mi cuerpo. Nunca voy a dejar que alguien me
haga sentir mal por eso o por unos deditos de queso.
Voces llegan del otro lado de la suite del novio, algo de alegría de
la fraternidad sobre el sudor de hombre o abrir un paquete de Cheetos
con la fuerza de una dura mirada; quién sabe, es la fiesta nupcial de
Dane de la que estamos hablando de todos modos. Levanto mi puño y
toco, y la puerta se abre tan deprisa que me asusto y doy un paso hacia
atrás, enganchando mi tacón con el borde de mi vestido y casi cayendo.
Es Ethan; claro que lo es. Él tiende su mano, está atrapando
fácilmente mis muñecas. Mientras él me estabiliza, siento mi labio
fruncido, y ver la leve repulsión que trabaja por pasar a través de él
mientras retira sus manos y las lleva a sus bolsillos. Me imagino que va
a desinfectarse apenas tenga la oportunidad.
El movimiento que realiza me hace reparar en lo que está
vistiendo –un smoking, obviamente– y como de bien encaja con su
largo, y su complexión robusta. Su cabello castaño está
cuidadosamente peinado libremente sobre su frente; sus pestañas son
tan ridículamente largas como siempre. Me digo a mí misma que sus
gruesas cejas oscuras son exageradamente desagradables –
tranquilízate, madre naturaleza – pero estas lucen indudablemente
geniales en su cara.
Realmente no me agrada.
Siempre he sabido que Ethan era guapo (no estoy ciega) pero
verlo vistiendo de corbata negra es demasiada aclaración para mi gusto.
Él me regala la misma lectura. Empieza por mi cabello –de pronto
me debe estar juzgando por llevarlo demasiado recortado hacia atrás–
y luego se fija en mi pobre maquillaje (él probablemente salga con
modelos que hacen tutoriales de maquillaje de Instagram), para luego
suave y metódicamente fijarse en mi vestido. Doy una respiración
profunda para resistirme a cruzar los brazos sobre mi estómago.
Él levanta su barbilla. —Eso fue gratis, estoy asumiendo
Y yo estoy asumiendo dirigir mi rodilla directo a su entrepierna
sería fantástico.
—Hermoso color, ¿No lo crees?
—Te ves como un Skittle.
—Ay, Ethan. Para con la seducción.
Una pequeña mueca nace al costado de su boca. —Muy pocas
personas pueden lucir bien ese color, Olivia.
Por su tono, puedo concluir que no soy parte de ese poco. —Es
Olive.
A mi extensa familia les hace gracia que me llamaran Olive, en
lugar del mítico Olivia. Desde que tengo memoria, todos mis tíos por
parte de mamá me llaman Aceituna solo para irritarla.
Pero dudo que Ethan sepa sobre eso; él solo está siendo un idiota.
Él da la vuelta sobre sus talones. —Está bien, está bien.
Estoy cansada del juego. —Okay, esto es gracioso, pero necesito
ver tu discurso.
—¿Mi brindis?
—¿Estás corrigiendo mi vocabulario? —Extiendo una mano hacia
él—. Déjame ver.
Él apoya casualmente su hombro contra el marco de la puerta. —
No.
Ethan inclina su cabeza, evaluándome. Mide un metro noventa, y
Ami y yo… no. Su propósito es muy claro, diciendo sin palabras: Me
gustaría ver cómo lo intenta.
Dane aparece sobre su hombro, su rostro decae tan pronto como
me ve. Aparentemente no soy la muchacha de las cervezas que ambos
esperaban.
—Oh. —Se recupera rápidamente—. Hola, Ollie. ¿Todo bien?
Sonrío radiantemente.
—Genial. Ethan justo se estaba preparando para mostrarme su
discurso.
—¿Su brindis?
¿Quién sabía que esta familia era tan exigente con las etiquetas?
—Sip.
Dane asiente hacia Ethan y regresa a la habitación.
—Es tu turno. —Me mira, explicando—. Estamos jugando a Kings.
Mi hermano mayor está a punto de recibir una paliza.
—Un juego para beber antes de la boda —digo y dejo salir una
pequeña risita—. Suena muy prudente.
—Estaré en un minuto. —Ethan sonríe hacia la espalda su
hermano antes de volverse hacia mí; ambos dejamos de sonreír, y
volvemos a poner nuestras caras de póquer.
—¿Has escrito algo al menos? —pregunto—. No vas a tratar de
improvisar, ¿no? Eso nunca sale bien. Nadie es tan divertido
improvisando como creen que lo son, especialmente tú.
—¿Especialmente yo? —A pesar de que Ethan es el retrato del
carisma alrededor de casi cualquier otro ser humano, conmigo es un
robot. En este momento su cara está tan controlada, tan cómodamente
en blanco, que no podría decir si está genuinamente ofendido o si me
está molestando para decir algo peor.
—Ni siquiera estoy segura de sí podrías dar en el clavo… —
Titubeo, pero ambos sabemos que estoy comprometida a este horrible
chiste— … improvisando.
Una ceja oscura se levanta. Me ha ganado con éxito.
—Vale —gruño—, solo asegúrate de que tu brindis no apeste. —
Miro hacia el pasillo y luego recuerdo el otro pequeño asunto que tenía
pendiente—. ¿Y asumo que verificaste con la cocina para asegurarte
de no tener que cenar del bufé? De lo contrario, puedo hacerlo cuando
esté allí.
Deja caer la sonrisa sarcástica y la reemplaza con una expresión
parecida a la sorpresa.
—Eso es muy considerado. No, no he pedido una alternativa.
—Fue idea de Ami, no mía —aclaro—. A ella es a la que le importa
tu aversión a compartir comida.
—Yo no tengo problemas en compartir comida —explica—, es que
los bufés son literalmente cloacas de bacterias.
—Realmente espero que tu discurso tenga ese nivel de poesía y
comprensión.
Da un paso atrás, alcanzando la puerta.
—Dile a Ami que mi brindis es divertidísimo, y para nada estúpido.
Quiero decir algo descarado, pero el único pensamiento coherente
que viene a mi cabeza es lo insultante que es que unas pestañas como
esas estén desperdiciadas en el Chico de los Recados de Satanás, así
que solo asiento de manera superficial y regreso por el pasillo.
Es todo lo que puedo hacer para no ajustarme la falda mientras
camino. A lo mejor estoy siendo paranoica, pero creo sentir sus críticos
ojos sobre el apretado brillo de mi vestido mientras camino hacia el
ascensor.

•••

EL PERSONAL DEL HOTEL SE HABÍA tomado realmente en


serio el tema de Ami, Navidad en enero. Afortunadamente, en lugar de
Santas de terciopelo rojo y renos de peluches, el centro del pasillo está
cubierto con nieve falsa. A pesar de que estemos fácilmente a casi
veinticinco grados, el recordatorio de la húmeda nieve de afuera hace
que toda la sala tenga la sensación de estar fría y ventosa. El altar está
decorado con flores blancas y bayas de acebo, unas coronas de pino
en miniatura cuelgan del respaldo de cada silla y pequeñas luces
blancas resplandecen desde el interior de las ramas. En verdad, todo
es encantador, pero incluso desde la parte de atrás donde nos hemos
alineado, puedo ver las pequeñas tarjetas pegadas a cada silla que
animan a los invitados a confiar en Finley Bridal para su día especial.
El cortejo de la boda estaba inquieto. Diego está asomado al salón
del banquete informando de la ubicación de los invitados masculinos
atractivos. Jules está intentando valientemente conseguir el número de
teléfono de uno de los padrinos y Mamá está ocupada diciéndole a Cami
que le diga a Papá que se asegure de que su bragueta no esté abierta.
Todos estamos esperando a que el coordinador de la señal para enviar
a las niñas de las flores por el pasillo.
Mi vestido parece ir apretándose con cada segundo que pasa.
Finalmente, Ethan se coloca a mi lado, y cuando aguanta la
respiración y la libera en una corriente lenta y controlada, suena como
un suspiro resignado. Sin mirarme, me ofrece su brazo.
Aunque estoy tentada a pretender que no me doy cuenta, lo tomo,
ignorando la sensación de su bíceps curvado pasando bajo mi mano,
ignorando la manera en la que lo flexiona solo un poco, agarrando mi
brazo a su lado.
—¿Sigues vendiendo drogas?
Aprieto los dientes. Ethan sabe muy bien que trabajé para una
compañía farmacéutica.
—Sabes que eso no es lo que hago.
Mira detrás de nosotros y luego se da vuelta, y lo escucho tomar
aliento para hablar, pero entonces lo retiene, sin palabras.
No puede tratarse del tamaño, el volumen o la locura general de
nuestra familia, la conoce desde hace mucho, pero sé que algo lo está
molestando. Lo miro, esperando.
—Sea lo que sea, solo dilo.
Juro que no soy una mujer violenta, pero al ver cómo me dirige su
sonrisa malvada, la necesidad de clavar mi tacón puntiagudo en la punta
de su zapato pulido es casi irresistible.
—Tiene que ver con las damas de honor Skittle, ¿no? —pregunto.
Incluso Ethan tiene que reconocer que hay unos cuerpos increíbles en
el grupo de las damas de honor, pero igualmente, ninguna puede lucir
el satén verde menta.
—Lees mentes, Olive Torres.
Mi sonrisa sarcástica combina con la suya.
—Recuerden este momento, gente. Ethan Thomas recordó mi
nombre tres años después de conocernos.
Él regresa su rostro hacia el frente, suavizando sus facciones.
Siempre es difícil conciliar al Ethan contenido e imbécil que consigo con
el encantador que he visto abrirse paso en una habitación, e incluso el
salvaje del que he oído durante años por las quejas de Ami.
Independientemente de lo determinado que parece a no recordar nunca
nada de lo que le digo, como mi trabajo o mi nombre, odio saber que
Ethan tiene una terrible influencia en Dane, alejándolo de todo, desde
fines de semana salvajes en California hasta aventuras llenas de
adrenalina al otro lado del mundo. Por supuesto, estos viajes coinciden
convenientemente con eventos muy apreciados por cazadores de
concursos como mi hermana, su prometida: cumpleaños, aniversarios,
día de San Valentín. Justo el febrero pasado, por ejemplo, cuando Ethan
se había llevado a Dane a Las Vegas para un fin de semana de chicos,
Ami terminó llevándome a una cena romántica, y gratis, en St. Paul Grill.
Siempre he pensado que la razón por la que Ethan es tan frío
conmigo es simplemente que soy voluptuosa y repulsiva físicamente, y
él una basura humana y un intolerante; pero se me ocurre que, de pie
aquí, aferrada a su bíceps, tal vez la razón por la que es tan idiota es la
siguiente: Ethan está resentido con Ami por haber tomado gran parte de
la vida de su hermano, pero no lo puede mostrar directamente sin alejar
a Dane. Entonces se desquita conmigo en su lugar.
La epifanía se me revela con fría claridad.
—Ella es muy buena para él —digo ahora, escuchando la fuerza
protectora en mi voz.
Siento cómo se gira para mirarme.
—¿Qué?
—Ami —aclaro—. Ella es realmente buena para Dane. Me doy
cuenta de que me encuentras completamente desagradable, pero sea
cual sea tu problema con ella, solo debes saber eso, ¿de acuerdo? Ella
tiene un alma buena.
Antes de que Ethan pueda responder, la coordinadora de bodas
(gratis) finalmente da un paso adelante, hace una señal a los músicos
(gratis) y la ceremonia comienza.

•••

TODO LO QUE ESPERABA QUE PASARA, pasa; Ami está


hermosa. Dane parece mayormente sobrio y sincero. Se intercambian
los anillos, se pronuncian los votos y al final hay un beso
incómodamente obsceno. Definitivamente no era un beso de iglesia,
aunque no estemos en una iglesia. Mamá llora, Papá finge no hacerlo.
Y durante toda la ceremonia, mientras sostengo el enorme ramo de
rosas (gratis) de Ami, Ethan parece como un silencioso recorte de
cartón de sí mismo, moviéndose solo cuando tiene que meter una mano
en el bolsillo de su chaqueta para sacar los anillos.
Me vuelve a ofrecer su brazo cuando salimos por el pasillo, y está
incluso más rígido esta vez, como si estuviera cubierta de barro y
tuviese miedo de que se le pegue al traje. Así que me inclino hacia él y
luego le doy una voltereta mental cuando salimos del pasillo,
permitiéndome romper el contacto para dispersarnos en direcciones
distintas.
Tenemos diez minutos antes de tener que reunirnos para las fotos
de la boda, y voy a usar ese tiempo para quitar los pétalos marchitos de
los arreglos florales de las mesas. Este Skittle va a tachar algunas cosas
de su lista. ¿A quién le importa lo que Ethan vaya a hacer?
Aparentemente me va a seguir.
—¿Qué fue todo eso? —dice. Miro sobre mi hombro.
—¿Qué fue qué? —pregunto.
Asiente hacia el pasillo.
—Allí. Justo ahora.
—Ah. —Volteando, le sonrío reconfortantemente—. Me alegra
que cuando estás confundido, te sientes cómodo pidiendo ayuda. Así
que; eso fue una boda, una ceremonia importante, si no requerida, en
nuestra cultura. Tu hermano y mi…
—Antes de la ceremonia. —Baja sus cejas oscuras y mete las
manos hasta el fondo en los bolsillos del pantalón—. Cuando dijiste que
te encontraba desagradable. Que tengo un problema con Ami.
Lo miro boquiabierta.
—¿En serio?
Mira a su alrededor, confundido.
—Sí. En serio.
Por un momento, estoy sin palabras. Lo último que esperaba era
que Ethan necesitara alguna aclaración sobre nuestra constante ola de
comentarios sarcásticos.
—Ya sabes. —Agito la mano vagamente. Bajo su mirada, y lejos
de la ceremonia y la energía en la sala, de repente tengo menos
confianza sobre mi teoría anterior—. Creo que te molesta Ami por
quitarte a Dane. Pero no puedes, tipo, desquitarte con ella sin que él se
enoje, así que eres un idiota crónico conmigo.
Cuando simplemente parpadea, me apresuro a decir—: Nunca te
he gustado (y ambos sabemos que va más allá del requesón, quiero
decir, ni siquiera comiste mi arroz con pollo el cuatro de julio, que está
bien, tú te lo pierdes), pero para que lo sepas, ella es genial para él. —
Me inclino, yendo a por todas—. Excelente.
Ethan deja salir una sola e incrédula carcajada y luego la sofoca
con su mano.
—Es solo una teoría —me defiendo.
—Una teoría.
—Sobre por qué claramente no te gusto.
Sus cejas se arrugan.
—¿Por qué no me gustas?
—¿Solo vas a repetir todo lo que digo? —Saco mi lista de donde
la había puesto en mi pequeño ramo y la sacudo hacia él—. Porque si
ya has terminado, tengo cosas que hacer.
Recibo otros segundos de silencio desconcertante antes de que
parezca asimilar lo que probablemente pude haberle dicho hace años.
—Olive. Hablas como si estuvieses loca.

•••

MAMÁ LE PONE UNA COPA DE CHAMPÁN a Ami en la mano, y


que se mantenga llena parece estar en la lista de cosas por hacer de
alguien porque la veo bebiendo, pero nunca la veo vacía. Lo que
significa que la recepción va de lo que podría decirse algo
perfectamente programado y ligeramente rígido a una verdadera fiesta.
Los niveles de ruido van desde lo cortés hasta una casa de fraternidad.
La gente se arremolina alrededor del bufé de mariscos como si nunca
antes hubiesen visto comida sólida. El baile aún no ha comenzado y
Dane ya ha arrojado su corbata a una fuente y se ha quitado los zapatos.
Es un testimonio de la embriaguez de Ami que a ella ni siquiera parece
importarle.
Para el momento en el que el brindis comienza, hacer que al
menos la mitad de la sala haga silencio parece una tarea monumental.
Después de golpear suavemente un tenedor contra un vaso algunas
veces y no lograr nada en lo que respecta a controlar el ruido, Ethan
finalmente se lanza a su brindis, ya sea que la gente esté escuchando
o no.
—Sé que muchos de ustedes tendrán que mear pronto —
comienza, hablando a través de un micrófono gigante—, así que lo haré
corto. —Finalmente la multitud se silencia y el continúa—. No creo que
Dane quiera que hable hoy, pero teniendo en cuenta que no solo soy su
hermano mayor sino también su único amigo, aquí vamos.
Sorprendiéndome, suelto una carcajada ensordecedora. Ethan se
detiene y me mira con una sonrisa de sorpresa.
—Soy Ethan —continúa y cuando toma un control remoto cerca
de su plato, una presentación de fotos de Ethan y Dane de niños
comienza con un lento desplazamiento en una pantalla detrás de
nosotros—. Mejor hermano, mejor hijo. Estoy encantado de poder
compartir este día no solo con tantos amigos y familiares, sino también
con el alcohol. En serio, ¿han visto el bar? Que alguien vigile a la
hermana de Ami porque con demasiadas copas de champán no hay
forma de que ese vestido se quede en su sitio. —Me sonríe—. ¿Te
acuerdas de la fiesta de compromiso, Olivia? Bueno, si no lo recuerdas,
yo sí.
Natalia agarra mi muñeca antes de que pueda alcanzar un
cuchillo.
Dane grita un borracho «¡Tío!» y luego se ríe de esto una cantidad
desagradable. Ahora desearía que la Maldición Asesina existiera. (Por
cierto, no me quité el vestido en la fiesta de compromiso. Solo usé el
dobladillo para limpiarme la frente una o dos veces. Era una noche
calurosa y el tequila me hace sudar).
—Si miran algunas de las fotos familiares —dice Ethan, señalando
hacia atrás, donde Ethan y Dane adolescentes esquían, surfean y, en
general, parecen imbéciles genéticamente dotados—, verán que yo era
el hermano mayor por excelencia. Fui al campamento primero, manejé
primero, perdí mi virginidad primero. Lo siento, no hay fotos de eso. —
Guiña el ojo seductoramente hacia la multitud y una ola de risitas
atraviesa la sala—. Pero Dane encontró el amor primero. —Los
invitados sueltan un clamor de «oooh» colectivo—. Espero ser lo
suficientemente suertudo para encontrar a alguien la mitad de
espectacular que Ami algún día. No la dejes ir, Dane, porque ninguno
de nosotros tiene idea de lo que está pensando. —Alcanza su whisky,
y casi otros doscientos brazos se unen al suyo para levantar sus copas
en un brindis. —Felicidades a ambos. Bebamos.
Se sienta de nuevo y me mira.
—¿He dado lo suficientemente en el clavo para ti?
—Fue casi encantador. —Miro por encima de su hombro—.
Afuera es de día aún. Tu trasgo interior debe estar durmiendo.
—Vamos —dice—, te has reído.
—Lo que nos sorprende a ambos.
—Bueno, es tu turno de superarme —dice, gesticulando que debo
ponerme de pie—. Es mucho pedir, pero intenta no avergonzarte.
Busco mi teléfono, donde tengo guardado mi discurso, y trato de
ocultar el tono defensivo en mi voz cuando antes de levantarme digo—
: Cállate, Ethan.
Bien hecho, Olive.
Se ríe mientras se inclina para tomar un bocado de su pollo.
Unos pocos aplausos recorren la sala de banquetes cuando me
pongo de pie y encaro a los invitados.
—Hola a todos —digo, y toda la sala se sobresalta cuando el
micrófono suelta un estridente chirrido. Alejando el micrófono de mi
boca, y con una temblorosa sonrisa, me dirijo hacia mi hermana y nuevo
cuñado—. ¡Lo han hecho!
Todo el mundo vitorea mientras Dane y Ami se juntan en un dulce
beso. Los he visto antes bailar la canción favorita de Ami, «Glory of
Love» de Peter Cetera, consiguiendo ignorar la presión de los intensos
esfuerzos de Diego por captar mi atención y compadecerse a través de
su expresión facial del terriblemente famoso gusto musical de Ami. Yo
sinceramente estaba absorta en la perfección de la escena ante mí: mi
gemela en su hermoso vestido de novia, su cabello suavizado por las
horas y el movimiento, su dulce y feliz sonrisa.
Las lágrimas me resqueman en los ojos mientras busco en mi
aplicación de notas y abro mi discurso.
—Para aquellos que no me conozcan, déjenme tranquilizarlos: no,
no están tan borrachos aún, soy la hermana gemela de la novia. Mi
nombre es Olive, no Olivia —digo, bajando la mirada fijamente hacia
Ethan—. Hermano favorito, cuñado favorito. Cuando Ami conoció a
Dane... —Me detengo cuando un mensaje de Natalia aparece en mi
pantalla, tapando mi discurso.

Para tu información, tus tetas


se ven increíbles ahí arriba.

Desde la audiencia, me levanta un pulgar, y yo aparto su mensaje.


—... habló de él de una manera en la que nunca la había...

¿Qué talla de sujetador llevas


ahora?
También de parte de Natalia.
Lo descarto y rápidamente intento encontrar mi parte de nuevo.
Honestamente, ¿qué familia te manda mensajes durante un discurso
que obviamente estás leyendo desde un teléfono? Mi familia, ellos lo
hacen.
Me aclaro la garganta.
—… nunca la había escuchado antes. Había algo en su voz...

¿Sabes si el primo de Dane


está soltero?
O podría estarlo… ;)

Le doy a Diego una mirada de advertencia y regreso


agresivamente a mi pantalla.
—... algo en su voz que me decía que ella sabía que esto era diferente,
que se sentía diferente. Y yo...

Deja de poner esa cara. Te


ves estreñida.

Mi madre. Por supuesto.


Lo quito y continúo. A mi lado, Ethan cruza las manos detrás de la
cabeza, y puedo sentir su sonrisa satisfecha sin tener que mirarlo
siquiera. Yo sigo adelante (porque él no puede ganar esta ronda) pero
solo continúo dos palabras de mi discurso cuando me interrumpe el
sonido de un adolorido gemido de sorpresa.
La atención de toda la sala oscila hacia donde Dane está
encogido, agarrando su estómago. Ami tiene el tiempo justo para
colocar una mano reconfortante sobre su hombro y para girarse hacia
él con preocupación antes de poner una mano sobre su boca, y
entonces proceder a proyectar vómito a través de sus dedos, cubriendo
completamente a mi hermana y a su hermoso vestido (gratuito).
Capítulo tres

La repentina enfermedad de Dane no puede ser causada por su


consumo de alcohol porque una de las hijas de las damas de honor tiene
sólo siete años, y después de que Ami contraataque y vomite sobre
Dane, la pequeña Catalina pierde su cena también. A partir de ahí, la
enfermedad comienza a propagarse como el fuego por la sala de
banquetes.
Ethan se levanta y se aleja para estar cerca de una de las paredes.
Yo hago lo mismo, pensando que probablemente es mejor ver el caos
desde tierras más altas. Si esto estuviera pasando en una película, sería
cómicamente asqueroso. Aquí en frente de nosotros, pasándole a
personas que conocemos y con quienes hemos hecho brindis y con
quien nos hemos abrazado, ¿y tal vez incluso besado? Es aterrador.
Va desde Catalina, de siete años, hasta la administradora del
hospital de Ami y su esposa, hasta Jules y Cami, algunas personas del
fondo de la mesa cuarenta y ocho, entonces Mamá, la abuela de Dane,
la chica de las flores, Papá, Diego…
Después de eso, soy incapaz de rastrear el brote, por se comienza
a agravar. Un estallido de porcelana atraviesa la habitación cuando un
invitado pierde el control sobre un camarero desafortunado. Unas
cuantas personas intentan huir, aferrando sus estómagos y llorando por
un inodoro. Sea lo que sea, parece querer salir del cuerpo por cualquier
ruta disponible; no estoy segura de sí reír o gritar. Incluso los que no
están vomitando o corriendo hacia los baños se ven verdes.
—Tu discurso no fue tan malo —dice Ethan, y si no me preocupara
que me vomitara encima en el proceso, lo empujaría para sacarlo de
nuestra pequeña zona segura.
Con el sonido de las arcadas rodeándonos, una pesada
conciencia se asienta en nuestro espacio tranquilo, y nos giramos
lentamente el uno al otro con los ojos bien abiertos. Él escanea
cuidadosamente mi cara, así que escaneo cuidadosamente la suya
también. Se ve de color normal, ni siquiera un poco verde.
—¿Tienes náuseas? —me pregunta en voz baja.
—¿Más que por ver esto? ¿O por verte a ti? No.
—¿Una diarrea inminente?
Lo miró fijamente.
—¿Cómo es que estás soltero? Francamente, es un misterio.
Y en lugar de sentirse aliviado de no estar enfermo, relaja su
expresión formando la sonrisa más arrogante que he visto.
—Así que tenía razón sobre los bufés y las bacterias.
—Es demasiado rápido para ser una intoxicación alimentaria.
—No necesariamente. —Señala las bandejas de hielo donde
solían estar los camarones, las almejas, la caballa, el mero y otras diez
lujosas variedades de pescado—. Me apuesto… —Sostiene un dedo
como si estuviera probando el aire—. Me apuesto a que esto es la toxina
ciguatera.
—No tengo ni idea de lo que es.
Respira profundamente, como si se estuviera empapando del
esplendor del momento y no pudiera oler lo fétido que se ha vuelto el
baño justo al final del pasillo.
—Jamás en mi vida me he jactado más de ser el eterno
aguafiestas de los bufés.
—Creo que lo quieres decir es: «Gracias por conseguirme el plato
de pollo asado, Olive».
No vomitar me hace sentir tanto alivio como terror. Este era el día
de ensueño de Ami. Ha pasado la mayor parte de los últimos seis meses
planeándolo, y esta es la boda equivalente a un camino lleno de
llameantes zombies en marcha.
Así que hago lo único que se me ocurre hacer: ir hacia ella,
agacharme para poner uno de sus brazos sobre mis hombros, y
ayudarla a subir. Nadie necesita ver a la novia en este estado: cubierta
de vómito (suyo y de Dane) y además aferrando su estómago como si
pudiera perderlo.
Nos tambaleamos más que caminamos (realmente, estoy medio
arrastrándola) por lo que estamos sólo a mitad de camino hacia la salida
cuando siento la parte posterior de mi vestido se rasgarse de par en par.

•••

POR MUCHO QUE ME DUELA admitirlo, Ethan tenía razón: la


fiesta de bodas ha sido demolida por algo conocido como ciguatera, que
sucede cuando uno come pescado contaminado con ciertas toxinas. Al
parecer, el catering está libre de culpa porque no es una cuestión
relacionada con la preparación de alimentos; aunque el pescado
contaminado se cocine de muerte, sigue siendo tóxico. Cierro Google
cuando leo que los síntomas normalmente duran de semanas a meses.
Esto es una catástrofe.
Por razones obvias, cancelamos la tornaboda; la enorme fiesta
que iba a tener lugar después de la celebración en la casa de Tía Sylvia
tarde en la noche. Ya me veo pasando la mañana envolviendo y
congelando la impía cantidad de comida que pasamos los últimos tres
días cocinando; después de esto, nadie querrá comer de ninguna
manera por un largo tiempo. Algunos invitados fueron al hospital, pero
la mayoría acaban de retirarse a casa o a sus habitaciones de hotel para
sufrir en soledad. Dane está en la suite del novio; Mamá está
acurrucada en el baño de la suite de la suegra, y ha desterrado a Papá
a uno de los baños en el vestíbulo. Me envió un mensaje de texto para
recordarme que le dé propina al encargado del baño.
La suite nupcial se ha convertido en una especie de unidad de
triaje. Diego está en el suelo en la sala de estar, aferrando un cubo de
basura contra su pecho. Ambos, Natalia y Jules, tienen un cubo —por
cortesía del hotel— y están en posición fetal en los extremos opuestos
del sofá de la sala. Ami gime de agonía y trata de salir de su vestido
completamente empapado. La ayudo e inmediatamente decido que está
bien en ropa interior, de todas formas, será por un tiempo. Al menos ha
salido del baño; seré honesta, los ruidos que venían de dentro no tenían
lugar en una noche de bodas.
Cuidadosa con mi paso mientras me muevo por la suite, mojo
paños para frentes y trato de frotar espaldas, vaciando cubos según sea
necesario y agradeciendo al universo mi estómago constitucionalmente
sólido.
Cuando salgo del baño con guantes de goma subidos hasta los
codos, mi hermana gime como un zombie en un cubo de hielo.
—Tienes que tomar mi viaje.
—¿Qué viaje?
—La luna de miel.
La sugerencia es tan extremadamente aleatoria que la ignoro y en
su lugar cojo una almohada para ponerla bajo su cabeza. Al menos dos
minutos después vuelve a hablar.
—Tómalo, Olive.
—Ami, de ninguna manera. —Su luna de miel es un viaje de diez
días a Maui con todo incluido que ganó rellenando más de mil
formularios de inscripción. Lo sé porque la ayudé a poner los sellos en
al menos la mitad de ellos.
—No es reembolsable. Se supone que nos vamos mañana y… —
Tiene que parar por las arcadas—. Es imposible.
—Venga, los llamaré. Estoy segura de que solucionarán en esta
situación. — Ella sacude la cabeza y luego pota el agua que le hice
sorber. Cuando habla, suena como una rana, como si fuera la víctima
de una posesión demoníaca—. No lo harán.
Mi pobre hermana se ha convertido en una criatura del pantano;
en mi vida he visto a alguien con ese tono de gris.
—No les importan ni las enfermedades ni las lesiones, está en el
contrato. —Se cae al suelo y mira al techo.
—¿Por qué siquiera te preocupas por esto ahora? —pregunto,
aunque conozco la respuesta. Adoro a mi hermana, pero ni una violenta
enfermedad conseguirá que redima un premio ganado justamente.
—Puedes usar mi identificación para registrarte —dice—. Solo
finge que eres yo.
—¡Ami Torres, eso es ilegal!
Girando la cabeza para verme, me mira en blanco de manera tan
cómica, que tengo que ahorrar una risa.
—Está bien, veo que no es tu prioridad en este momento —digo.
—Sí que lo es. —Le cuesta sentarse—. Me estresará muchísimo
si no lo tomas.
La miro fijamente, y el conflicto hace que mis palabras salgan
enredadas y espesas.
—No quiero dejarte. Y tampoco quiero que me arresten por
fraude. —Puedo decir que no va a dejarlo ir. Finalmente, me rindo—.
Bueno. Déjame, aunque sea llamarlos y ver qué puedo hacer.
Veinte minutos después ya sé que tiene razón: al servicio al cliente
representante de Aline Voyage Vacations les importa una mierda los
intestinos o el esófago de mi hermana. De acuerdo con Google y con
un médico que el hotel llamó quien está haciendo lentamente las rondas
a cada habitación de invitados, es poco probable que Ami se recupere
la semana que viene, mucho menos mañana.
Si ella o su invitado designado no hacen el viaje, lo pierde.
—Lo siento, Ami. Esto es completamente injusto —digo.
—Mira —comienza, y luego hace un par de arcadas—, considera
este el momento en el que tu suerte cambia.
—Doscientas personas vomitaron durante el discurso de Olive —
nos recuerda Diego desde el suelo.
Ami se las arregla para empujarse hacia arriba, apoyándose
contra el sofá.
—Lo digo en serio. Deberías ir, Ollie. No te has enfermado. Tienes
que celebrarlo.
Algo dentro de mí, una pequeña esquirla de luz asoma por detrás
de un nube, y luego desaparece de nuevo.
—Me gusta más la idea de la buena suerte cuando no es a
expensas de otra persona —le digo.
—Desafortunadamente —dice Ami—, no puedes elegir las
circunstancias. Ese es el quid de la cuestión de la suerte: sucede dónde
y cuándo quiere.
Le traigo una nueva taza de agua y un paño fresco y luego me
agacho a su lado.
—Lo pensaré —digo.
Pero en verdad, cuando la veo así —verde, húmeda, pegajosa,
indefensa— sé que no sólo no tomaré sus vacaciones de ensueño, sino
que no me alejaré de su lado.

•••
SALGO DEL PASILLO antes de recordar que mi vestido tiene una
enorme raja por toda la espalda. Mi culo está literalmente al aire libre.
En el lado positivo, de repente es lo suficientemente suelto como para
cubrir mis tetas. Volviendo a la suite, paso la llave tarjeta contra la
puerta, pero la cerradura parpadea de color rojo.
Voy a intentarlo de nuevo y la voz de Satanás suena de detrás de
mí.
—Tienes que —Un resoplido impaciente—. No, déjame te
muestro.
En este momento no hay nada en el mundo que quiera menos que
ver a Ethan aparecer, listo para explicar cómo deslizar la llave de un
hotel.
Me quita la tarjeta y la sostiene contra el círculo negro en la puerta.
Lo miro con incredulidad, escucho la cerradura soltarse, y empiezo a
agradecerle de manera sarcástica, pero él ya está embobado con la
vista de mi faja de color bronceado.
—Se te ha roto el vestido —dice amablemente.
—Tienes espinacas entre los dientes.
No las tiene, pero al menos lo distrae lo suficiente como para que
pueda escapar a mi habitación y cerrarle la puerta en la cara.
Por desgracia, llama a la puerta.
—Un segundo, necesito algo de ropa.
Responde con acento perezoso, a través de la puerta—: ¿Por qué
empezar ahora?
Consciente de que nadie más en la suite está remotamente
interesado en verme cambiarme, tiro mi vestido y mi faja al sofá y tomo
mi ropa interior y un par de jeans de mi bolso, saltando en ellos. Tirando
de mi camiseta, me muevo a la puerta y abro sólo una raja para que no
pueda ver a Ami dentro, acurrucada en una bola en su ropa interior
nupcial de encaje.
—¿Qué es lo que quieres?
Frunce el ceño.
—Necesito hablar con Ami rápidamente.
—¿En serio?
—En serio.
—Bueno, lo tendré que hacer yo, porque mi hermana apenas está
consciente.
—¿Entonces por qué la abandonas?
—Para tu información, me dirigía abajo a buscar un Gatorade —
digo—. ¿Por qué no estás con Dane?
—Porque no ha salido del baño en dos horas.
Asqueroso.
—¿Qué es lo que quieres?
—Necesito la información de la luna de miel. Dane me dijo que
llamara a ver si la pueden aplazar.
—No pueden —le digo—. Ya llamé.
—Vale. —Exhala largo y tendido, pasando una mano a través de
su fascinante pelo grueso sin razón alguna. —En ese caso, le dije que
yo iría.
Literalmente ladro una carcajada.
—Vaya, eso es tan generoso de tu parte.
—¿Qué? Él me lo ofreció.
Me enderezo a mi altura completa.
—Desafortunadamente, tú no eres su invitado designado.
—Solo tenía que decir su apellido. Por cierto, es el mismo que el
mío.
Maldita sea.
—Bueno... Ami también me lo ofreció. —No estoy planeando
tomar el viaje, pero que me aspen si Ethan lo consigue.
Parpadea a un lado y luego de vuelta a mí. He visto a Ethan
Thomas parpadear con esas pestañas y usar esa irregular y peligrosa
sonrisa para engatusar a Tía María de que le traiga tamales recién
hechos. Sé que puede ser encantador cuando quiere. Claramente, no
quiere serlo en este momento, porque su tono sale plano—: Olive, tengo
vacaciones que necesito tomar.
Y ahora el fuego se enciende en mí. ¿Por qué cree que se lo
merece?
¿Tenía una lista de papel de lujo con setenta y cuatro cosas por
hacer para la boda? No, no la tenía. Y ahora que lo pienso, ese discurso
suyo me ha resultado indiferente. Apuesto a que lo escribió en la suite
del novio mientras bebía Budweiser caliente de una jarra de plástico.
—Bueno —digo—. Estoy desempleada contra mi voluntad, así
que es probable que necesite las vacaciones más que tú.
Su ceño se profundiza.
—Eso no tiene sentido. —Se detiene—. Espera. ¿Te han echado
de Bukkake?
Con el entrecejo fruncido, contesto—: Es Butake, idiota, y sí. Me
despidieron hace dos meses. Estoy segura de que eso te da una alegría
inconmensurable.
—Un poco.
—Eres Voldemort.
Ethan se encoge de hombros y luego levanta el brazo rascándose
la barbilla.
—Yo supuse que iríamos los dos.
Frunzo el ceño y espero no verme como si estuviera mentalmente
analizando su declaración, a pesar de que lo esté haciendo. Sonó como
si él hubiera propuesto que fuéramos…
—¿A su luna de miel? — Pregunto escéptica.
El asiente
—¿Juntos?
De nuevo asiente
—¿Estás drogado?
—Ahorita no.
—Ethan, apenas podemos soportar sentarnos juntos en una
comida de una hora.
—Por lo que entendí, —dice él— tienen una suite. Será enorme.
Realmente no tendremos que vernos. Estas vacaciones ya están listas:
tirolesa, snorkel, caminatas, surf. Vamos. Podemos estar alrededor el
uno del otro por diez días sin cometer un crimen violento
Desde dentro de la suite nupcial, Ami se queja en voz alta —
Veeee, Olive.
Volteo para verla. —Pero… es Ethan.
—Maldición, —murmura Diego— si puedo llevar este bote de
basura conmigo, ire.
En mi visión periférica, Ami levanta un brazo pálido, agitándolo. —
Ethan no es tan malo.
¿No lo es? Volteo hacia él dándole un vistazo. Muy alto, muy
atlético, muy tradicionalmente hermoso. Nunca amigable, nunca
confiable, nunca ni un poco divertido. Con una sonrisa inocente en su
cara… inocente a simple vista: una línea perfecta de dientes, un
hoyuelo, pero en sus ojos se refleja un alma oscura.
Pero luego pienso en Maui: olas rompiéndose, piña, cócteles y la
luz del sol. Oh, la luz del sol. Una vista al exterior de la ventana muestra
pura oscuridad, pero sé del frío que hay fuera. Sé de la nieve amarillenta
cubriendo las calles. Sé que los días son tan fríos que mi cabello
húmedo se congelaría si no lo secara por completo antes de salir del
departamento. Sé que para cuando llegue abril y no esté del todo cálido,
yo estaré agotada y rendida, como si fuera un skeksis.
—Vengas o no, —dice él, cortando mi espiral mental— voy a ir a
Maui. —Se inclina— Y voy a pasar el mejor momento de mi vida.
Volteo a ver a Ami, quien asiente alentándome… aunque
lentamente… y un fuego surge de mi interior con el pensamiento de
estar acá, rodeada por nieve y el olor a vómito y el desolador paisaje
del desempleo mientras Ethan está recostado en la orilla de la alberca
con un cóctel en su mano.
—Está bien. —le digo, y me inclino hacia delante para presionar
un dedo en su pecho— Voy a tomar el lugar de Ami. Pero tú mantén tu
espacio y yo mantendré el mío.
El agita su mano. —No lo querría de otro modo.
Capítulo cuatro

Resulta que estoy deseando tener la soñada luna de miel de mi


hermana loca, pero tengo que evitar estafar a una aerolínea. Porque
estoy prácticamente en quiebra, buscar un vuelo de último minuto de la
tundra congelada a Maui en enero… al menos uno que pueda pagar…
requiere algo de creatividad. Ethan no es de ninguna ayuda,
probablemente porque él es uno de los altamente evolucionados chicos
de treinta-y-algo que tiene de verdad una cuenta de ahorro y nunca tiene
que rebuscar en el cenicero del coche por algo de cambio en el
autoservicio. Debe ser agradable
Pero acordamos que debemos de viajar juntos. Por mucho que
quisiera abandonarlo tan pronto como sea posible, la compañía de
viajes dejó suficientemente claro que, si hay algún fraude en marcha, se
nos cobrará el precio total del paquete de vacaciones. Es la posibilidad
de vomitar o la probabilidad de que lo mande hacia el pasillo hasta su
habitación con un “hazme saber cuánto te debo”, antes de que pueda
advertirle exactamente lo poco que va a ser.
Afortunadamente, mi hermana me enseñó bien, y al final tengo
dos (tan baratos que podrían ser gratis) tickets a Hawái. No estoy
segura porque son tan baratos, pero intento no pensar mucho en eso.
un avión es un avión, e ir a Maui es todo lo que importa, ¿verdad?
Estaré bien

•••
ASÍ QUE QUIZÁS THRIFTY JET NO SEA la aerolínea más
atractiva, pero no está mal y ciertamente no justifica el constante
nerviosismo y montón de pesados suspiros del hombre sentado junto a
mí.
—Sabes que puedo escucharte, ¿verdad?
Ethan se queda callado por un momento antes de darle la vuelta
a otra página de su revista. Desliza sus ojos hacia mí en silencio. —No
puedo creer que te puse a cargo de esto.
No estoy segura de haber visto a alguien hojear tan
agresivamente una copia de Knitting World antes de hoy. Es un toque
lindo tener revistas en la terminal como si estuviéramos en la oficina del
ginecólogo, pero es un poco desconcertante que ésta sea de 2007.
Reprimo el impulso de darle un golpe en su oreja. Se supone
debemos hacernos pasar como recién casados en este viaje; podría
empezar a fingir desde ahora.
—Así que, sólo para cerrar el círculo de esta estúpida discusión,
—le digo— si ibas a tener una opinión tan fuerte acerca de nuestro
vuelo, no debiste de haberme dicho que me hiciera cargo.
—Si hubiera sabido que nos ibas a reservar un vuelo en un galgo
con alas, no te lo hubiera pedido. —Mira hacia arriba y le echa un vistazo
al rededor con un asombro horrorizado— Ni siquiera sabía que esta
parte del aeropuerto existía.
Pongo los ojos en blanco y cruzo mi mirada con la mujer sentada
en frente de nosotros, quien claramente está espiándonos. Bajando mi
voz, me inclino con una sonrisa socarrona. —Si hubiera sabido que ibas
a ser tan quisquilloso, te hubiera dicho felizmente que te levantaras y te
consiguieras tu maldito boleto.
—¿Quisquilloso? —Ethan apunta hacia afuera en donde el avión
está estacionado a través de lo que creo es una ventana de plexiglás—
¿Has visto nuestro avión? No me sorprendería si nos mandaran a
nosotros a ponerle gasolina.
Arrebato la revista de sus manos y le hecho un vistazo a un
artículo de Summer Sherbet acerca de “¡Tops y geniales jerseys de hilo
de algodón!”. —Nadie te está forzando a tomar un soñado viaje a Maui.
—le digo— Y para que quede claro, no todos podemos comprar boletos
de avión caros para el mismo día. Te dije que mi presupuesto era bajo.
Suelta un bufido. —Si hubiera sabido a qué clase de presupuesto
te referías, te hubiera prestado lo que costara.
—¿Y tomar dinero de tu fondo de acompañante sexual? —
Presiono horrorizada mi mano en el pecho— No me atrevería.
Ethan toma la revista de vuelta. —Mira, Olivia. Sólo estoy sentado
aquí leyendo. Si quieres discutir, ve allá y pídeles a los oficiales de la
puerta que nos cambien a primera clase.
Me pregunto cómo es posible que esté yendo a Maui y aun así
sea más desagradable de lo usual cuando mi teléfono vibra en mi
bolsillo. Seguramente es alguno de las siguientes: A) Ami con una
actualización de vómito, B) Ami llamando para recordarme acerca de
algo que olvidé y que ahora aun así no puedo tener, C) alguno de mis
primos con chismes o D) Mamá queriendo que le pregunte algo a papá,
o que le diga algo a papá o llamar a papá para algo. Tan desagradables
como estas posibilidades puedan sonar, escucharía cualquiera de ellas
en vez de tener una conversación con Ethan Thomas.
Contestando el teléfono le digo: —Hazme saber si abordamos. —
Y obtengo a cambio nada sino un gruñido evasivo.
El teléfono sonó de nuevo, pero no era el número de su hermana
en la pantalla, sino un número desconocido con el código de St. Paul.
—¿Hola?
—¿Hablo con Olive Torres?
—Si, soy Olive.
—Soy Kasey Hugh, recursos humanos de Biociencias en
Hamilton. ¿Cómo estás?
Mi corazón se acelera a medida que recuerdo mentalmente la
docena de entrevistas que he tenido en los últimos dos meses. Todas
ellas fueron para el puesto de promotora de ciencias médicas (un
término elegante para los científicos que se reúnen con médicos para
hablar más profesionalmente que los vendedores acerca de los
medicamentos en el mercado), pero la de Hamilton estaba en la cima
de mi lista por el enfoque en la vacuna de la gripe de la compañía. Mis
conocimientos son en virología, y no tener que aprender un sistema
biológico completo en cuestión de unas semanas era un extra.
Pero para ser sincera, en este punto ya estaba lista para solicitar
trabajo en Hooters si eso es lo que se necesita para pagar la renta.
Con el teléfono presionado contra mi oreja, me dirijo a un lugar
más callado de la terminal y trato de no sonar tan desesperada como
me siento. Después del fracaso como dama de honor, soy mucho más
realista acerca de mi habilidad para llevar los shorts naranjas de hooters
pantimedias brillosas.
—Estoy bien, —contesto— gracias por preguntar.
—Llamo porque después de considerar a todas las candidatas
para el puesto, al señor Hamilton le gustaría ofrecerte el puesto de
promotora de ciencias médicas. ¿Aún está interesada?
Me doy media vuelta, volteando a ver hacia Ethan como si la pura
genialidad de estas palabras fuera suficiente para activar una bengala
de felicidad sobre mi cabeza. Él todavía está frunciendo el ceño ante su
revista de tejer.
—Oh por Dios. —digo, aplaudiendo frente a mi cara— ¡Si!
¡Absolutamente!
¡Un cheque de pago! ¡Un ingreso estable! Ser capaz de dormir en
la noche sin miedo a quedarme sin casa.
—¿Sabe cuándo podrá empezar? —pregunta— Tengo un dicho
del señor Hamilton que dice cuanto antes mejor.
—¿Empezar? —Hago una mueca, mirando alrededor a todos los
viajeros baratos con guirnaldas de plástico y playeras con estampado
Hawaiano— ¡Pronto! Excepto que no ahora, ahora. No por una semana.
Diez días de hecho. Puedo empezar en diez días. Tengo... —Un
anuncio suena por encima, y veo a Ethan levantarse. Con un
fruncimiento de cejas, él señala hacia donde las personas se están
formando. Mi cerebro va entre la emoción y el caos a toda velocidad—
Apenas tuvimos este asunto familiar y… y también, necesito ver a este
pariente enfermo, y...
—Está bien, Olive —dice ella calmadamente, afortunadamente
deteniéndome. Presiono mi frente, haciendo una mueca ante mi mentira
estúpidamente balbuceada— Apenas acabaron las vacaciones y todos
están todavía como locos. Te pondré una fecha tentativa de inicio para
el lunes ¿21 de enero? ¿Funciona para ti?
Exhalo para lo que se siente la primera vez desde que respondí al
teléfono: —Eso estará perfecto.
—Genial. —dice Kasey— Espera un correo pronto con una carta
de oferta, junto con papeleo que necesitamos que firme tan pronto sea
posible si escoge aceptar. Una firma digital o escaneada está bien.
Bienvenida a Biociencias Hamilton. Felicidades, Olive.
Camino aturdida de regreso con Ethan.
—Por fin. —dice el, con su equipaje de mano colgado en un
hombro y el mío en el otro— Somos el último grupo en abordar. Pensé
que iba a tener que... —Se detiene, fijando sus ojos en mi cara— ¿Estás
bien? Te ves… sonriente.
Mi llamada telefónica sigue repitiéndose una y otra vez en mis
oídos. Quiero checar el historial de llamadas y volver a llamar sólo para
estar segura de que Kasey tiene a la Olive Torres correcta. Me salvé de
una terrible intoxicación por alimentos, me las arreglé para escabullirme
en unas vacaciones gratuitas y se me ofreció un trabajo ¿en un lapso
de veinticuatro horas? Está clase de golpe de suerte no me pasan a mí.
¿Qué está pasando?
Ethan chasquea sus dedos y doy un brinco para encontrarlo
inclinado, mirándome como si deseara tener un palo para golpearme.
—¿Todo bien? ¿Cambio de planes o…?
—Conseguí trabajo.
Le toma un momento procesar mis palabras. —¿Justo ahora?
—Tuve una entrevista hace unas semanas. Empiezo después de
Hawái.
Espero verlo visiblemente decepcionado con el hecho de no estar
renunciando a este viaje. En vez de eso, alza su ceja y me dice en voz
baja: —Eso está genial, Olive. Felicidades. —Antes de dirigirme hacia
la línea de personas abordando.
Estoy sorprendida de que no me haya preguntado si me uniré al
servicio de limpieza o que al menos dijera que espera que en mi nuevo
trabajo vendiendo heroína a niños en riesgo me vaya bien. No esperaba
sinceridad. Nunca estoy en el lado que recibe su encanto, incluso si ese
encanto es simple; sé cómo tratar con el Ethan sincero tan bien como
se alimentar a un oso hambriento.
—Um, gracias.
Le mandó un mensaje rápido a Diego, Ami y a mis padres, (por
separado, por supuesto) para hacerles saber las buenas noticias, y
luego estamos parados en la entrada del puente de embarque,
entregando nuestros boletos. La realidad me llega y me funde de
alegría: con el estrés por trabajo aliviado, puedo dejar de verdad las
Ciudades Gemelas por diez días. Puedo tratar este viaje como unas
vacaciones de verdad a una isla tropical.
Sí, es con mi némesis, pero aun así lo tomaré.

•••
EL PUENTE DE EMBARQUE ES MÁS como un puente
destartalado que nos lleva de nuestra terminal chica a un avión a un
más chico. La línea se mueve lentamente a medida que las personas
en frente de nosotros intentan meter sus enormes bolsas a unos
compartimentos superiores diminutos.
Con Ami, voltearía y le preguntaría porque la gente no marca sus
bolsas para que podamos entrar y salir en tiempo, pero Ethan ha
logrado estar cinco minutos enteros sin encontrar algo acerca de lo cual
quejarse. No le voy a dar ninguna razón para que lo haga.
Nos sentamos en nuestros asientos; el avión es tan angosto que,
en cada hilera, hay solo dos asientos en cada lado del pasillo. Están tan
juntos entre ellos que son de hecho una banca con un delgado
reposabrazos entre ellos. Ethan está aplastado contra mí. Tengo que
pedirle que se apoye en una nalga para que pueda encontrar la otra
mitad de mi cinturón de seguridad. Después del desconcertante sonido
cascajoso del metal contra metal, se endereza y nos damos cuenta que
nos estamos tocando del hombro al muslo, separados solamente por un
duro e inamovible reposabrazos en el medio.
La mira hacia las cabezas de las personas en frente de nosotros.
—No confío en este avión.
Luego mira hacia el pasillo. —O en la tripulación. ¿El piloto estaba
usando un paracaídas? —Ethan es siempre (desagradablemente) la
personificación de lo fresco, calmado y completo, pero ahora que prestó
atención veo que sus hombros están tensos y su cara se ha vuelto
pálida. Creo que está sudando. Está asustado, me doy cuenta, y de
repente su estado de ánimo en el aeropuerto tiene mucho más sentido.
Mientras veo, él desliza fuera de su bolsillo un centavo y pasa su
pulgar sobre él. —¿Qué es eso?
—Un centavo
Dios mío, esto es encantador. —¿Quieres decir un centavo de la
buena suerte?
Con un ceño, lo desliza de nuevo en su bolsillo.
—Nunca pensé que tuviera buena suerte, —le digo, sintiéndome
gentil— pero mira. Mi alergia me salvó de comer del buffet, estoy yendo
a Maui y conseguí trabajo. ¿No sería divertido —me río y muevo mi
cabeza hacia él— tener un golpe de buena suerte por primera vez en
mi vida, sólo para tener un accidente de avión?
A juzgar por su expresión, Ethan no le ve lo chistoso. Cuando una
azafata pasa cerca, lanza su brazo en frente de mí, deteniéndola.
—Disculpe, ¿podría decirme cuántas millas son en el avión?
La azafata sonríe. —Los aviones no tienen millas. Tienen horas
de vuelo.
Puedo ver a Ethan tragarse su desesperación. —Bien, entonces
¿cuántas horas de vuelo son en el avión?
Ella inclina su cabeza, evidentemente confundida por su pregunta.
—Tendré que preguntarle al capitán, señor.
Ethan se inclina sobre mí para acercarse y yo me aprieto contra
mi asiento, aplastando mi nariz contra su odiosamente agradable olor a
jabón.
—¿Y qué piensan del capitán? ¿Competente? ¿Confiable? —
Ethan guiñe un ojo y me doy cuenta de que no está menos nervioso que
hace un minuto, pero lo está ocultando por medio del coqueteo— ¿Bien
descansado?
—El capitán Blake es un gran piloto —contesta ella, inclinando su
cabeza y sonriendo.
Veo de un lado a otro entre ellos y dramáticamente agito el anillo
de compromiso que tomé prestado de tía Sylvia. Nadie se da cuenta.
Ethan le sonríe, y wow, probablemente él le podría preguntar su
número de seguridad social, el de una tarjeta de crédito y que dé a luz
a sus hijos y ella le diría que sí.
—Por supuesto. —dice él— Quiero decir, no es como que haya
estrellado un avión o algo así, ¿verdad?
—Sólo una vez. —Contesta ella, antes de darle un guiño de su parte y
continuar caminando por el pasillo.

•••

DURANTE LA SIGUIENTE HORA, ETHAN APENAS SE MUEVE,


no habla y se sujeta como si respirar muy fuerte haría que el avión se
mueva y caiga.
Busco mi iPad antes de darme cuenta que, por supuesto, no
tenemos internet. Abro un libro, esperando perderme en una asombrosa
diversión paranormal, pero no me puedo concentrar.
—Un vuelo de ocho horas y no hay película. —digo para mí misma
observando el asiento sin pantalla en frente de mí.
—Tal vez creen que tu vida pasando por delante de tus ojos es
distracción suficiente.
—Estás vivo —Volteo a verlo— ¿Hablar no desestabilizará la
presión barométrica en la cabina o algo?
Deslizando su mano en su bolsillo, saca su centavo de nuevo. —
No lo he descubierto aún.
No hemos pasado mucho tiempo junto, pero de las historias que
he escuchado de Dane y Ami, siento que he construido una imagen
bastante completa de Ethan en mi cabeza. Temerario, aventurero,
ambicioso, despiadado…
El chico sosteniéndose al posa brazos como si su vida dependiera
de ello… no es ese chico.
Con un profundo respiro, mueve sus brazos, haciendo una mueca.
Mido 1.60 y estoy bastante incómoda. Las piernas de Ethan deben
medir al menos tres metros; no puedo imaginar cómo se siente él.
Después de que él habla, es como si el hechizo de calma se rompiera:
sus rodillas se mueven con una energía nerviosa, sus dedos golpean la
bandeja de bebidas hasta que, incluso la dulce anciana que lleva un
muumuu Day-Glo3 delante de nosotros, lo mira mal. Sonríe en disculpa.
—Háblame sobre ese penique de la suerte tuyo —digo, haciendo
un gesto a la moneda que aún tiene en su puño—. ¿Por qué piensas
que da suerte?
Él parece contemplar internamente el riesgo de interactuar
conmigo contra el potencial alivio de la distracción.
—De verdad que no quiero fomentar la conversación —dice—,
pero ¿qué has visto?
Abre la palma.
—Es del 1955 —observo.
—¿Qué más?
Miro más de cerca.
—Oh… ¿te refieres a cómo se doblan las letras?
Se inclina, señalando.
—Realmente lo puedes ver justo aquí, por encima de la cabeza
de Lincoln.
Lo suficientemente segura, las letras que dicen «EN DIOS
CONFIAMOS» habían sido estampadas dos veces.
—Nunca había visto algo como esto —admito.

3Tipo de vestido Hawaiano.


—Solo hay unas pocas de estas ahí fuera. —Frota su pulgar sobre
la superficie y lo vuelve a meter en su bolsillo.
—¿Es valiosa? —pregunto.
—Vale unos mil dólares.
—Maldita sea —jadeo.
Golpeamos algunas suaves turbulencias, y los ojos de Ethan se
mueven salvajes sobre el avión como si las máscaras de oxígeno
pudieran desplegarse en cualquier momento.
Esperando distraerle de nuevo, pregunto.
—¿Dónde la conseguiste?
—Compré un plátano justo antes de una entrevista de trabajo, y
era parte de mi cambio.
—¿Y?
—Y no solo conseguí el trabajo, pero cuando fui a conseguir
algunos rollos de monedas la máquina escupió la moneda fuera porque
pensó que era falsa. La he llevado encima desde entonces.
—¿No te preocupa que la vayas a perder?
—De eso se trata la suerte, ¿no es así? —dice, a través de sus
dientes apretados—. Tienes que confiar en que no es fugaz.
—¿Estás confiando en eso ahora mismo?
Trata de relajarse, sacudiendo sus manos. Si estoy leyendo su
expresión correctamente, no está arrepentido de contarme nada. Pero
las turbulencias se intensifican, y su cuerpo de más de metro ochenta
se endurece de nuevo por completo.
—¿Sabes? —digo—. No creí que fueras alguien que le tuviera
miedo a volar.
Toma una serie de respiraciones profundas.
—No lo soy.
Esto no requería realmente ninguna especie de refutación. El
modo en el que había espiado sus dedos desde mi lado del
reposabrazos lo comunica claramente.
Ethan cede.
—No es mi cosa favorita.
Pienso en el fin de semana que había pasado con Ami porque
Dane se fue a una aventura salvaje con su hermano, todas las
discusiones que esos viajes causaron.
—¿No se supone que eres como un, Bear Grylls4 o algo?
Me mira, frunciendo el ceño.
—¿Quién?
—¿El viaje a Nueva Zelanda? ¿El rafting en el río, el viaje del
hermano que desafía a la muerte... surf en Nicaragua? Vuelas por
diversión todo el tiempo.
Reposa su cabeza hacia atrás en el asiento y cierra sus ojos de
nuevo, ignorándome.
Mientras las ruedas chirriantes del carrito de bebidas se abren
paso por el pasillo, Ethan se agolpa en mi espacio otra vez, haciendo
señas a la azafata de vuelo.
—¿Puedo tener un escocés y soda? —Me mira y modifica su
pedido—. Dos, en realidad.
Agito la mano.
—No me gusta el escocés. Él parpadea.
—Lo sé.

4Edward Michael Grylls, más conocido como Bear Grylls, es un aventurero experto en supervivencia,
escritor, presentador y exmilitar británico.
—En realidad, no tenemos escocés —dice ella
—¿Una Ginebra con tónica?
Ella hace una mueca.
Los hombros de él caen.
—¿Una cerveza?
—Eso, sí que tenemos. —Mete la mano en un cajón y le da dos
latas de cerveza de aspecto genérico—. Son veintidós dólares.
—¿Veintidós dólares americanos?
—Tenemos también productos de Cola. Esos son gratis. —Él se
mueve para devolver las latas—. Pero si quieres hielo serán dos
dólares.
—Espera —digo, y busco en mi bolso.
—No vas a comprar mi cerveza, Olive.
—Tienes razón, no lo hago. —Saco dos cupones y se los
entrego—. Ami lo hace.
—Claro que lo hace.
La azafata continúa caminando por el pasillo.
—Un poco de respeto, por favor —digo—, la necesidad obsesiva
de mi hermana por conseguir cosas gratis es la razón por la que
estamos aquí.
—Y porque doscientos de nuestros amigos y familia estaban en la
habitación de emergencia.
Siento una picazón protectora por mi hermana.
—La policía ya dijo que no era responsable.
Él abre su cerveza con un satisfactorio pop.
—Y las noticias de las seis.
Quiero fulminarle con la mirada, pero estoy momentáneamente
distraída por la forma en que su nuez de Adán se mueve mientras bebe.
—No sé por qué estoy sorprendido —dice—. Fue una tontería de
cualquier forma.
La picazón se dispara a una llama completa.
—Hola, Ethan, esos son tu hermano y cuñad…
—Tranquila, Olive. No me refería a ellos. —Toma otro trago y
mira—. Me refiero a las bodas en general. —Se estremece y una nota
de repulsión cubre la siguiente palabra—. Romance.
Oh, es uno de esos.
Admito que mi modelo parental de romance había sido escaso,
pero Tío Omar y Tía Sylvia habían estado casados por cuarenta y cinco
años, Tío Hugo y Tía María habían estado casados por casi treinta.
Tengo ejemplos de relaciones duraderas alrededor mío, así que sé que
existen. Incluso si sospecho que posiblemente no existen para mí.
Quiero creer que Ami no había empezado algo estúpido, que ella puede
ser feliz de verdad con Dane.
Ethan termina al menos la mitad de su primera cerveza en un largo
trago, y trato de juntar el alcance de mi conocimiento de Ethan. Tiene
treinta y cuatro, dos años mayor que nosotras y Dane, se gana la vida
con… las matemáticas, lo que explica por qué se ríe tanto. Lleva al
menos una forma de desinfectante personal todo el tiempo, y no come
en los bufetes. Creo que era soltero cuando nos conocimos, pero no
mucho tiempo después él se metió en una relación que parecía al
menos medio sería. No creo que a su hermano le gustara porque
recuerdo claramente a Dane despotricando una noche sobre lo mucho
que jodería si Ethan se la propusiera.
Oh, Dios mío, ¿voy a Maui con el prometido de alguien?
—¿No estás saliendo con nadie ahora mismo verdad? —
pregunto—, ¿cuál era su nombre… Sierra o Simba o algo?
—¿Simba? —Casi se ríe. Casi.
—Sin duda te sorprende cuando alguien no sigue de cerca tu vida
amorosa. Su frente se arruga con el ceño fruncido.
—No habría ido en una luna de miel falsa contigo si tuviera una
novia. — Hundido de nuevo en el asiento, cierra los ojos otra vez—. No
más charla. Estás en lo cierto, sacude el avión.

•••

CON LEIS5 ALREDEDOR DE NUESTRO CUELLO y el pesado


aire del océano adhiriéndonos la ropa a nuestra piel, cogemos un taxi
justo fuera del aeropuerto. Me paso la mayor parte del trayecto con la
cara presionada en la ventana, mirando el brillante cielo azul y los
destellos del océano visibles a través de los árboles. Ya puedo sentir mi
pelo rizándose con la humedad, pero vale la pena. Maui es
impresionante. Ethan está tranquilo a mi lado, viendo las vistas y
ocasionalmente tecleando algo en su teléfono. No queriendo molestar
su paz, hago unas cuantas fotos borrosas mientras conducimos por la
autopista de dos carriles y las envío a Ami. Ella contesta con un simple
emoji.

Lo sé. Lo siento.

5Collar de flores típico de Hawaii.


No lo sientas.

Quiero decir, tengo a mamá conmigo


por el futuro cercano.

¿Quién es el verdadero ganador aquí?

Divierte o te patearé el trasero.

Mi pobre hermana. Es verdad que no me hubiera importado estar


aquí con Ami o… cualquiera, de hecho, pero aquí estamos y estoy
decidida a sacar el máximo provecho de ello. Tengo diez preciosos días
soleados por delante.
Cuando el taxi desacelera y hace un último giro a la derecha, los
terrenos del hotel parecen desplegarse delante de nosotros. El edificio
es gigante: una estructura de alto nivel de cristal, balcones, y vegetación
por todas partes. El océano rompía justo allí, tan cerca que alguien de
pie en uno de los pisos más altos podría probablemente lanzar una roca
y llegar a las olas. Conducimos por un amplio carril alineado a ambos
lados con árboles de banano. Cientos de linternas se balancean con la
brisa, suspendidas de las ramas en lo alto. Si esto era así de precioso
durante el día. No podía imaginarme la vista una vez el sol se haya
puesto.
La música se filtra a través de altavoces ocultos en el follaje
espeso, y a mi lado incluso Ethan está sentado hacia delante, los ojos
entrenados en el terreno mientras pasamos.
Nos detenemos, y dos asistentes de aparcamiento aparecen de la
nada. Salimos, tropezando un poco mientras miramos alrededor,
nuestros ojos se encuentran por encima del techo del coche. Huele a
plumaria6, y el sonido de las olas rompiendo cerca acalla el sonido de
motor al ralentí en el aparcacoches. Estoy bastante segura de que
Ethan y yo hemos alcanzado nuestro primer y entusiasta consenso:
Joder. Este lugar es genial.
Había estado tan distraída que me sobresalto cuando el primer
aparcacoches saca un puñado de etiquetas de equipaje y pide mi
nombre.
—¿Mi nombre?
El aparcacoches sonríe.
—Para el equipaje.
—El equipaje. Verdad. Mi nombre. Mi nombre es… bueno, es una
historia graciosa…
Ethan rodea el coche e inmediatamente toma mi mano.
—Torres —dice—, Ami Torres (pronto Thomas), y marido. —Se
inclina y me da un beso fuerte a un lado de la cabeza para ser realista—
. Está un poco agotada por el viaje.
Aturdida, miro cómo se vuelve al aparcacoches y cómo está
resistiendo el impulso de limpiarse los labios con la mano.
—Perfecto —dice el auxiliar, escribiendo el nombre en algunas de
las etiquetas y adjuntándolas a las manijas de nuestro equipaje—. El
registro es pasando esas puertas de ahí. —Sonríe, apuntando hacia el
vestíbulo al aire libre—. Sus maletas serán llevadas a su habitación.
—Gracias. —Ethan presiona unos cuantos billetes doblados en la
palma de la mano del aparcacoches y me lleva al hotel—. Tranquila —
dice tan pronto como estamos fuera de escuchas.
—Ethan, soy una terrible mentirosa.

6Plumeria o Plumaria es un pequeño género de plantas nativas de las regiones tropicales y


subtropicales de América.
—¿De verdad? Lo escondiste tan bien.
—Nunca ha sido mi fuerte, ¿vale? Aquellos que no estamos
convocados por la Marca Oscura consideramos la honestidad como una
virtud.
Él curva sus dedos hacia su palma, haciendo un gesto.
—Dame las dos identificaciones, la tuya y la de Ami, para que no
les entregues accidentalmente el equivocado en la recepción. Dejaré mi
tarjeta de crédito abajo para imprevistos, y lo arreglaremos más tarde.
Una discusión surge en mi pecho, pero él tiene razón. Incluso
ahora, con un poco de ensayo mental, estoy segura de que la próxima
vez que alguien pregunte mi nombre, gritaré, «MI NOMBRE ES AMI».
Es mejor que casi contarle toda la historia de la portada a un ayudante
de aparcacoches, pero no por mucho.
Busco en mi bolso por mi cartera y saco las dos identificaciones.
—Pero ponlos en la caja fuerte cuando estemos en la habitación.
Él los desliza en su cartera al lado del suyo.
—Déjame hablar en la recepción. Por lo que Dane me dijo, las
reglas de este hotel son muy estrictas, e incluso solo con mirarte, puedo
decir que estás mintiendo en algo.
Estrujo mi cara, y entonces frunzo el ceño y sonrío en rápida
sucesión para tratar de despejarla.
Ethan observa la expresión medio horrorizado.
—Concéntrate, Olive. Estoy seguro que estaba en mi lista de
deseos en algún momento, pero realmente no quiero dormir en la playa
esta noche.
«Mele Kalikimaka» suena de fondo cuando entramos en el hotel.
La festividad perdura después del Año Nuevo: árboles de navidad
gigantes flanquean la entrada del vestíbulo, sus ramas goteando con
luces centelleantes y el peso de cientos de adornos rojos y dorados.
Guirnaldas de gasa y más adornos cuelgan del techo, envuelven las
columnas y se posan en cestas y tazones decorando cada superficie
plana. El agua de una fuente gigante salpica en una piscina que está
abajo y los aromas de la plumaria y el cloro se mezclan en el aire
húmedo.
Saludamos casi inmediatamente. Mi estómago se retuerce y mi
sonrisa es demasiado brillante cuando una hermosa mujer polinesia
toma la identificación de Ami y la tarjeta de crédito de Ethan.
Introduce los nombres y sonríe.
—Enhorabuena por ganar el sorteo.
—¡Me encantan los sorteos! —digo, demasiado brillante, e Ethan
me codea en el costado.
Y entonces, sus ojos permanecen en la foto de Ami por un
momento antes de parpadear lentamente de nuevo a mí.
—He subido un poco de peso. —Me sonrojo.
Porque no hay una buena respuesta a esto, ella me da una sonrisa
educada y comienza a introducir la información.
No sé por qué me siento obligada a continuar, pero lo hago.
—Perdí mi trabajo este otoño, y ha sido una entrevista detrás de
otra. — Siento a Ethan tensarse a mi lado, la mano casual en mi espalda
baja agarrándose a mi camisa hasta que su agarre debe parecerse al
de un ave de presa tratando de sacar a un ratón de campo de su
miseria—. Tiendo a hornear cuando estoy estresada, por eso es por qué
me veo un poco diferente en la foto. La foto de mí. Pero he conseguido
un trabajo. Hoy, en verdad, si puedes creerlo. No es que no sea creíble
o nada. El trabajo o el matrimonio.
Cuando finalmente paro a tomar aire, ambos, la mujer e Ethan
solo están mirándome fijamente.
Sonriendo fuertemente, desliza una carpeta llena de varios mapas
e itinerarios a través del mostrador.
—Parece que los tenemos en nuestra suite de luna de miel.
Mi cerebro tropieza con la frase suite de luna de miel y se llena de
imágenes de la habitación que Lois y Clark Kent comparten en
Superman II: las telas rosas, la bañera en forma de corazón, la cama
gigante.
—El paquete romántico es todo incluido —continúa—, y pueden
elegir de un número de servicios, incluido cena con velas en el jardín
Molokini, un masaje en pareja en un balcón del spa al atardecer, el
servicio de rechazo con pétalos de rosa y champán…
Ethan y yo cambiamos una breve mirada.
—Nosotros somos mucho más de exteriores —la corté—. ¿Hay
alguna actividad permitida que sea un poco más escarpada y un poco
menos… desnudo?
Entra en la pausa incómoda. Ella aclara su garganta.
—Podéis encontrar una lista más completa en vuestra habitación.
Échenle un ojo, y podemos programar todo lo que quieran.
Le agradezco y aprovecho para echar un vistazo a Ethan, quien
ahora estaba mirándome con amor, lo que significaba que estaba
planeando el menú “no buffet” para la recepción del funeral, después de
que me matara y escondiera mi cuerpo.
Con un golpe final de nuestra llave de la habitación para activarlas,
se las tiende a Ethan y sonrío calurosamente.
—Están en la última planta. Los ascensores están por la esquina
de allí. Haré que les suban sus bolsos ahora mismo.
—Gracias. —Se las arregla con facilidad, sin derramar los detalles
del último año de su vida.
Pero me complace verlo vacilar en sus suaves pasos mientras ella
nos llama:
—Enhorabuena, Sr. y Sra. Thomas. Disfruten de su luna de miel.
Capítulo cinco

La cerradura hace un ruido y las puertas dobles se abren. Mi


aliento se atasca en mi garganta. Nunca en mi vida me he quedado en
una suite, y mucho menos en una tan opulenta. Dejo uno en el suelo7
por la luna de miel soñada de Ami y trato de no sentirme agradecida de
que esté de vuelta en St. Paul sufriendo para que yo pueda estar aquí.
Pero es difícil; objetivamente esto ha resultado muy bien para mí.
Bueno, mayormente. Miro a Ethan, que me hace un gesto para
que nos lleve dentro. Delante de nosotros hay una sala de estar
absurdamente espaciosa, con un sofá, un adorable asiento, dos sillas,
y una mesa de café baja de cristal sobre una esponjosa alfombra
blanca. La mesa está cubierta con una hermosa orquídea violeta en una
cesta tejida, un complicado control remoto que parece que
probablemente opera un ama de casa biónica, y un cubo con una botella
de champán y dos flautas que tienen grabados al Sr. y la Sra. en el
cristal.
Me encuentro con los ojos de Ethan sólo lo suficiente para que
nuestras dos burlas instintivas tomen raíz.
Justo a la izquierda de la sala de estar hay un pequeño rincón de
comedor, con una mesa, dos candelabros de latón, y un carrito de bar
con temática tiki cubierto de todo tipo de vasos de cóctel decorativos.
Me trago mentalmente unas cuatro margaritas y me da una felicidad
anticipatoria todo el alcohol gratis que estoy a punto de disfrutar.
Pero al final está la verdadera belleza de la habitación: una pared
de puertas de cristal que dan a un balcón con vistas al estrellado mar

7Pourone out: Es poner una bebida alcohólica en el piso típicamente como respeto o tributo a alguien
muerto o encarcelado.
de Maui. Jadeo, deslizándolos hacia un lado y salgo a la cálida brisa de
enero. La temperatura es tan agradable, tan no Minnesota, me
sorprende en una conciencia surrealista: estoy en Maui, en una
habitación de ensueño, en un viaje con todo incluido. Nunca había ido
a Hawaii. Nunca había hecho nada como un sueño, punto. Empiezo a
bailar, pero solo me doy cuenta de que lo hago cuando Ethan sale al
balcón y arroja un enorme cubo de agua sobre mi alegría, aclarando su
garganta y entrecerrando los ojos a través de las olas.
Parece que está pensando, eh. He visto mejores.
—Esta vista es impresionante —digo, casi confrontándolo.
Lentamente parpadeando hacia mí, dice.
—Al igual que tu propensión a compartir en exceso.
—Ya te dije que no era una buena mentirosa. Me puse nerviosa
cuando estaba mirando la identificación de Ami, ¿vale?
Levanta las manos en una rendición sarcástica. Con el ceño
fruncido, escapo del Sr. Aguafiestas y vuelvo a entrar. Justo a la
derecha de la entrada, hay una pequeña cocina que pasé
completamente por alto en mi camino al balcón. Pasando la cocina hay
un pasillo que conduce a un pequeño baño y, justo después de él, el
opulento dormitorio principal. Entro y veo que hay otro baño enorme con
una bañera gigante para dos personas. Me doy la vuelta para
enfrentarme a la cama gigante. Quiero rodar en ella. Quiero quitarme la
ropa y meterme en la sedosa…
Siento que las llantas se detienen dentro de mi cerebro…
Pero… ¿cómo? ¿Cómo hemos venido hasta tan lejos sin discutir
la logística de los arreglos para dormir? ¿Los dos habíamos asumido de
verdad que la habitación de luna de miel tendría dos habitaciones? Sin
ninguna duda, los dos podríamos morir felizmente en la colina «No
compartiré una cama contigo», pero ¿cómo decidimos quién se queda
con la única habitación? Obviamente, pienso que yo debería… pero,
conociendo a Ethan, él probablemente piensa que él cogería la cama y
yo felizmente construiría mi pequeño fuerte debajo de la mesa del
comedor.
Salgo de la habitación justo cuando Ethan está cerrando las
amplias puertas dobles, y entonces estamos encerrados en un
momento incómodo de una no preparada convivencia. Nos giramos al
unísono para mirar nuestras maletas.
—Wow —digo.
— Sí —concuerda.
—Es muy bonito.
Ethan tose. Un reloj hace tic tac en algún lugar de la habitación,
demasiado alto en el incómodo silencio.
Tick.
Tick.
Tick.
—Es esto. —Levantó la mano y se rasco la nuca. Las olas del mar
chocan en el fondo— Y, obviamente, tú eres una mujer. Deberías tomar
el dormitorio.
Algunas de esas palabras son las que quería escuchar, y algunas
de ellas son solo terribles. Incline mi cabeza, frunciendo el ceño. —No
consigo el dormitorio porque soy mujer. Consigo la habitación porque
mi hermana la ganó.
Él se encoge de hombros y dice: —Quiero decir, si vamos a pasar
esos estándares, entonces deberías conseguir la habitación, ya que Ami
la obtuvo en parte usando el estado de Dane en el Hilton.
—Ella todavía logró organizarlo todo. —le digo— Si fuera por
Dane, estaría quedándome en el Doubletree en Mankato esta semana.
—Te das cuenta de que solo estás discutiendo conmigo por el
simple hecho de discutir, ¿verdad? Yo ya te dije que podías quedarte
con la habitación.
Lo señalo —¿Lo que estás haciendo ahora no es discutir?
Suspira como si yo fuera la persona más irritante del mundo. —
Toma la habitación. Yo dormiré en el sofá —Él lo mira, se ve lujoso y
agradable, claro, pero sigue siendo un sofá y estaremos aquí por diez
noches—. Estaré bien —Agrega con un dejo grande y fuerte de martirio.
—Está bien, si vas a actuar como si estuviera en deuda contigo,
entonces no la quiero —Exhala lentamente y luego se acerca a su
maleta, la levanta y la lleva a la habitación.
—¡Espera! —Lo llamo— Lo tendré de vuelta. Sí quiero el
dormitorio.
Ethan se detiene sin girarse para mirarme. —Solo voy a poner
algunas cosas en los cajones, no voy a vivir con mi maleta en la sala de
estar por diez días —Me mira por encima del hombro—. ¿Supongo que
eso está bien?
Él es tan cuidadosamente equilibrado y generoso con ser pasivo—
agresivo que estoy completamente confundida acerca de cuán imbécil
es realmente. Lo hace que me hace imposible medir la dosis correcta
de gruñidos.
—Está bien —digo, y agrego magnánimamente—. Toma todo el
espacio del tocador que quieras.
Escucho su resoplido desconcertado cuando desaparece de mi
vista.
La conclusión es que no nos llevamos bien. Pero la otra conclusión es
que ¡realmente no necesitamos hacerlo! La esperanza me llena como
el helio. Ethan y yo podemos movernos entre nosotros sin tener que
interactuar, y hacer lo que queramos para que estas sean nuestras
vacaciones individuales soñadas.
Para mí, este pedazo de paraíso incluirá el spa, tirolesa, snorkel y
todas las aventuras que pueda encontrar, incluidas las aventuras con la
gran variedad de alcohol. Si la idea de Ethan de unas vacaciones
perfectas es la melancólica, quejarse y suspirar exasperadamente,
seguramente puede hacerlo en cualquier lugar que quiera, pero no
donde tenga que soportarlo.
Reviso rápidamente mi correo electrónico y veo uno nuevo de
Hamilton. La oferta es... buena, basta con decir que no necesito revisar
nada más para saber que la tomaré. Podrían decirme que mi escritorio
estaba posado en el borde de un volcán, y aceptaría en un instante por
esa cantidad de dinero.
Saco mi iPad, firmo digitalmente todo y lo envío.
Prácticamente vibrando, hojeo la lista de actividades del hotel y
decido que el primer orden del día es un exfoliante facial y corporal de
celebración en el spa. Sola. No creo que Ethan sea del tipo de mimos,
pero lo peor sería que levantara una rodaja de pepino refrescante de mi
párpado y el estuviera mirando hacia abajo mientras estoy descansando
en una bata.
—Ethan —lo llamo— ¿Qué estarás haciendo esta tarde?
En el silencio de su respuesta, siento su pánico de que podría
estar solicitando su compañía.
—No pregunto porque quiero acompañante —agrego
rápidamente.
Duda de nuevo, y cuando finalmente responde, su voz sale débil.
Como si realmente hubiera estado asustado. —Gracias a Dios.
—Bien. Probablemente yo voy a ir al spa.
—Haz lo que quieras. Simplemente no uses todos los créditos de
masaje — añade.
Frunzo el ceño, a pesar de que no puede verme. —¿Cuántas
veces crees que iré a qué me masajeen en una sola tarde?
—Prefiero no imaginarlo.
Volteo mi mirada en su dirección, consulto el directorio para
confirmar que el spa tiene duchas que puedo usar, agarro mi tarjeta
llave y dejo a Ethan desempacando hoscamente.
•••

LOS BORDES DE LA CULPA GOLPEAN UN poco cuando estoy


siendo mimada y consentida por casi tres horas usando el nombre de
Ami. Mi cara está exfoliada, masajeada e hidratada. Mi cuerpo está
cubierto de arcilla, restregado hasta que estoy roja y me hormiguea todo
encima, y luego cubierta con toallas de eucalipto tibias.
Prometo en silencio separar el dinero de cada cheque de pago por
un tiempo para que pueda enviar a mi hermana a un lujoso spa cuando
ya no se sienta "Como un cadáver recién reanimado". Puede que no
sea Maui, pero con cualquier poco que pueda devolverle el dinero por
esto, estoy comprometida a hacerlo. Todo lo que tengo que hacer esta
semana entera es dar propina al personal; Parece tan absurdo. Este
tipo de spa maravilloso y trascendente. La experiencia no es para mí.
Soy yo quien contrajo una infección micótica por pedicura en las
ciudades y una cera de bikini quemada en un spa en Duluth.
Vibrando como una medusa por todas partes y borracha de
endorfinas, miro a mi terapeuta.
—Eso fue… asombroso. Si alguna vez gano la lotería, me mudaré
aquí y te pagaré por hacer eso todos los días.
Probablemente ella escucha eso a diario, pero se ríe como si yo
fuera extremadamente inteligente.
—Me alegra que te hayas divertido.
Disfrutarlo es un eufemismo. No solo fue de ensueño, sino que
fueron tres horas completas lejos de Ethan.
Me llevaron de regreso a la sala, donde me dijeron que tomara
todo el tiempo que quisiera. Zambulléndome en el lujoso sofá, saqué mi
teléfono del bolsillo de mi bata. No me sorprendo de ver mensajes de
mi mamá (Dile a tu papá que nos traiga un poco de papel de baño y
Gatorade), mi hermana (Dile a mamá que vaya a casa), Diego (¿Esto
es un castigo por burlarme del terrible trabajo de lejía de Natalia? Diría
que lo siento, pero he visto trapeadores con menos puntas abiertas) y
Jules (¿Te importa si me quedo en tu casa mientras estás fuera? Esto
es como la peste y podría tener que quemar mi departamento).
Demasiado cansada y feliz para lidiar con nada de eso ahora,
tomo una muy querido copia de Us Weekly, pero ni siquiera los chismes
de celebridades o el último drama de Bachelor puede mantenerme
despierta y siento que mis párpados se cierran bajo el peso de la
felicidad del agotamiento.
—¿Señorita Torres?
—¿Hmm? —Tarareo, atontada.
—Señorita Torres, ¿es usted? —Con los ojos abiertos, casi vuelco
el pepino. Tengo agua precariamente encaramada en mi pecho.
Cuando me siento, miro hacia arriba y casi todo lo que veo es un enorme
bigote blanco.
Oh, conozco este bigote; Conocí este bigote por primera vez en
una entrevista muy importante. Recuerdo que en ese momento pensé;
“Wow, ¡Un doppelgänger de Sam Elliott es el CEO aquí en Hamilton
Biosciences! ¿Quién lo diría?”
Mis ojos se mueven hacia arriba. Sí, es el doppelgänger Sam
Elliott: Charles Hamilton, mi jefe del nuevo trabajo está justo frente a mí
en el Spa Grande de Maui. Espera... ¿Qué?
—¡Señor Hamilton! ¡Hola!
—Pensé que era usted. —Se ve más bronceado que cuando lo vi
hace unas semanas. Hace un tiempo, su cabello blanco era un poco
más largo y definitivamente no estaba usando una esponjosa bata
blanca y zapatillas.
Él cruza la habitación, con los brazos extendidos para un abrazo.
Oh. Bien, vamos a hacer esto. Me paro, y él capta mi expresión
de incomodidad, porque generalmente no abrazo a mis jefes,
especialmente cuando estoy desnuda debajo de una bata, y luego veo
cuando se da cuenta de que su cerebro está de vacaciones y él tampoco
abraza a sus empleados, pero estamos comprometidos ahora y
venimos juntos en un torpe abrazo lateral que asegura que nuestras
túnicas no se abran en ningún lado.
—Si este no es un mundo pequeño —dice una vez que se ha
alejado—. ¿Recargando baterías antes de comenzar tu nueva aventura
en Hamilton? Eso es exactamente lo que creo. No puedes cuidar a los
demás si no te cuidas a ti mismo primero.
—Exactamente. —Mis nervios han vertido cubos de adrenalina en
mis venas; pasar de Zen a alerta de nuevo jefe es discordante. Me
pongo un poco el nudo de la bata más apretado—. Y quiero agradecerle
nuevamente por la oportunidad. Estoy más que emocionada de unirme
al equipo.
El señor Hamilton le quita importancia. —En el momento en que
hablamos, supe que serías un ajuste genial. Su dedicación a Butake fue
encomiable. Siempre digo que Hamilton es nada sin las buenas
personas que trabajan allí. Honestidad, integridad, lealtad, esas son
nuestras señas de identidad.
Asiento con la cabeza; Me gusta el Sr. Hamilton, tiene una
reputación impecable en el campo de las biociencias y es conocido por
ser un increíblemente involucrado y práctico CEO, pero no puedo evitar
notar que esta línea es una réplica casi exacta de la línea me dio cuando
nos dimos la mano al final de la entrevista. Ahora que le he mentido a
unas veinte personas del personal del hotel, escucharlo aquí se siente
más siniestro que inspirador.
El sonido de pasos acelerados se puede escuchar al otro lado de
la puerta antes de que Kelly entrara en pánico. —Señora Thomas.
Mi estómago se enreda.
—Oh, gracias a Dios que todavía está aquí. Dejó su anillo de
bodas en la habitación del tratamiento. —Ella ofrece una mano
extendida y coloca la banda simple en mi palma.
Dejo escapar un grito desquiciado y silencioso dentro de mi
cabeza mientras me las arreglo para darle un silencioso gracias.
—¿Señora Thomas? —Pregunta Hamilton.
La terapeuta mira entre nosotros, obviamente confundida.
—Te refieres a Torres. —dice él.
—No… —Ella parpadea hacia un portapapeles y luego vuelve a
nosotros—. Esta es la señora Thomas ¿A menos que haya habido algún
error?
Me doy cuenta de que hay dos cosas que puedo hacer aquí:
1. Podría admitir que tuve que tomar la luna de miel de mi hermana
porque se enfermó y pretendo estar casada con un chico llamado Ethan
Thomas para que podamos tomar este dulce paquete de luna de miel.
O.
2. Podría mentir y decirles que me acabo de casar y, tontamente,
todavía no estoy acostumbrada a mi nuevo nombre.
En cualquier caso, soy una mentirosa. La opción uno me deja con
mi integridad. Sin embargo, con la opción dos no decepcionaré a mi
nuevo jefe (especialmente dado que la mitad de mi entrevista se centró
en la creación de una fuerza laboral con "una brújula moral fuerte" y
personas que "ponen la honestidad y la integridad por encima de todo
lo demás"), y no terminan durmiendo en la playa, hambrientos y
desempleados, con solo un spa gigante y factura del hotel para usar
como refugio.
Sé que hay una elección correcta obvia aquí, pero no la tomo.
—Oh sí. Recién me casé.
Oh, Dios. ¿Por qué? ¿Por qué mi boca hace esto? Eso fue
sinceramente la peor elección. Porque ahora, cuando regresemos a
casa, voy a tener que fingir estar casada cada vez que me encuentre
con el Sr. Hamilton, que podría ser diario, o fingir un divorcio falso
inmediatamente después de la boda falsa.
Bah.
Su sonrisa es tan grande que levanta el bigote. El terapeuta se
alivia masivamente. El momento de tensión se ha ido y se excusa con
una sonrisa. Todavía radiante, el Sr. Hamilton extiende la mano y me la
da. —Bueno, esas son maravillosas noticias. ¿Dónde fue la boda?
Al menos aquí puedo ser sincera: —En el Hilton, en el centro de
St. Paul.
—Dios mío —dice, sacudiendo la cabeza—. Recién comenzando.
Que bendición.
Él se inclina y guiña un ojo—. Mi Molly y yo estamos aquí
celebrando nuestro trigésimo aniversario, ¿Puedes creerlo?
Pongo los ojos en blanco, como si fuera una locura que este
hombre de pelo blanco haya estado casado por tanto tiempo, y consigo
algunos ruidos acerca de que eso es increíble y emocionante y debes
ser tan feliz.
Y luego saca un yunque metafórico y me tira al suelo:
—¿Por qué no se unen a nosotros para la cena?
Ethan y yo, sentados uno al lado del otro en una mesa, teniendo
que… tendríamos que ¿sonreír y fingir amarnos? Ahogo una risa.
—Oh, no queremos molestar. Ustedes dos probablemente nunca
salgan juntos.
—¡Por supuesto que lo hacemos! ¡Los niños están fuera de la
casa, solo somos nosotros dos todo el tiempo, venga! Es nuestra última
noche, y estoy seguro de que está harta de mí, ¡para ser honesto. —El
deja soltar una carcajada—. No sería ninguna molestia en absoluto.
Si hay una forma de salir de esta situación, no voy a encontrarla
lo suficientemente rápido. Creo que tengo que morder la bala.
Sonriendo, y esperando verme mucho menos aterrorizada de lo
que me siento, me rindo. Necesito este trabajo, y me muero por aterrizar
en las buenas gracias del Sr. Hamilton. Voy a tener que pedirle a Ethan
un gran favor. Le voy a deber tanto, me dan ganas de golpearme.
—Claro, señor Hamilton. A Ethan y a mí nos encantaría eso.
Extiende la mano y aprieta mi hombro. —Llámame Charlie.

•••

EL PASILLO SE ENREDA Y SE ALARGA FRENTE A MÍ.


Desearía que no fuera solo una ilusión nacida del temor, y que
realmente fueran cinco millas a nuestra suite. Pero no lo son, y antes de
lo que quisiera, estoy de vuelta en la habitación, medio rezando para
que Ethan esté haciendo algo increíble hasta mañana, y rezando a
medias para que esté aquí, así que podemos llegar a cenar con el Sr.
Hamilton a tiempo.
Tan pronto como entro, lo veo sentado en el balcón. ¿Por qué está
él en Maui, pasando el rato en una habitación del hotel? Aunque, ahora
que lo pienso, suena encantador. Me produce picazón instintiva ante la
perspectiva de compartir el gen de la casa con él.
Al menos se ha puesto pantalones cortos y una camiseta, y tiene
los pies descalzos apoyados arriba en la repisa. El viento sopla su
cabello oscuro sobre su cabeza, pero me imagino que él entrecierra los
ojos para juzgar las olas, silenciosamente diciéndoles que podían
hacerlo mejor.
Cuando me acerco, veo que está sosteniendo un cóctel en un
vaso alto. Sus brazos desnudos están bronceados y tonificados; sus
piernas son sorprendentemente musculosas y parecen seguir por
siempre. Por alguna razón, esperaba que, con pantalones cortos y una
camiseta, luciera como una alubia con extremidades incómodas que se
doblan en ángulos extraños. Quizás es porque es tan alto. O tal vez era
más fácil decirme a mí misma que solo su cara podría ser bonita, y
estaría retorcido y desgarbado debajo de su ropa.
Francamente, él está tan bien redondeado físicamente, es un
poco injusto. Deslizo la puerta lo más silenciosamente que puedo; se ve
bastante relajado.
Estoy segura de que está pensando en ahogar cachorros, pero no
estoy aquí para juzgar. Al menos no hasta después de cenar con mi
jefe. Entonces comencemos.
Me doy cuenta de que tendré que ser encantadora, así que sonrío.
—Hola tú. Se da vuelta y sus ojos azules se estrechan. —Olive
Wow, me estoy cansando de su estúpido juego de nombres. —
¿Qué estás haciendo, Elijah?
—Simplemente disfrutando de la vista.
Bueno eso es lindo. —No sabía que hicieras eso.
Parpadea hacia el agua. —¿Qué hiciste? ¿Disfrutaste las cosas?
Ethan se ríe incrédulo, y se me ocurre que podría soportar el juego
de hablarle dulcemente solo un poco.
—Cómo estuvo el masaje? —Me pregunta.
—Excelente. —Busco más palabras para no entrar en pánico y se
arrastran—. Súper relajante.
Me mira de nuevo. —¿Así es como te ves relajada? Guau. —
Cuando no digo nada más, él pregunta: —¿Qué pasa contigo? Estas
siendo más rara de lo habitual.
—Nunca te había visto en shorts antes —admito. Sus piernas,
específicamente los músculos en ellas están desarrollados bastante
interesante. Rápidamente trabajo para eliminar el atisbo de apreció en
mi voz. Torpe.
—Quiero decir, no es como poner una bandeja de escote en
exhibición —dice, agitando su mano de forma casual—. Pero me dijeron
que los pantalones cortos siguen siendo apropiados para la isla.
Estoy bastante segura de que es otra referencia a mi vestido de
dama de honor, pero sinceramente no puedo molestarme en seguir
este. —Entonces, algo gracioso —digo, llevando una silla a su lado y
tomando asiento—. ¿Recuerdas cómo, en el aeropuerto, me ofrecieron
el trabajo en Hamilton?
Él asiente, ya aburrido.
—Bueno, ¿adivina quién está aquí? —Intento entusiasmo por
medio de manos forzadas de jazz—. ¡El propio señor Hamilton!
La cabeza de Ethan azota mi camino. Y absolutamente tengo
miedo de sus ojos: nuestra capacidad de ser completamente anónimos
acaba de ser un fracaso. —¿Aquí, aquí? ¿En el resort?
—Me encontré con él en el spa. —Y agrego innecesariamente: —
En una bata. El me abrazó. Fue raro. De todos modos, entonceees...
nos invitó a cenar esta noche. Con su esposa.
Se ríe una vez. —Paso.
Doblo los dedos en puños para no estirarme y darle una bofetada.
Pero un golpe podría dejar una marca, así que aplano mis manos
nuevamente y me siento sobre ellas. —El masajista terapeuta me llamó
la señora Thomas. Delante del señor Hamilton. —Hago una pausa para
ver si lo capta. Cuando él no reacciona, agrego—. ¿Entiendes lo que te
estoy diciendo? Mi nuevo jefe cree que me casé.
Muy lentamente, Ethan parpadea y luego parpadea de nuevo. —
Podrías haberle dicho que solo estamos fingiendo.
—¿En frente del personal? De ninguna manera. Además, ¡Se trata
de integridad y confianza! En el momento, parecía que continuar la
mentira era la mejor opción, pero ahora estamos totalmente jodidos
porque cree que me casé.
—Él piensa eso porque literalmente le dijiste que te casaste.
—Cállate, Eric, déjame pensar. —Me inclino, mordiendo una uña,
reflexionando—. Eso podría estar bien, ¿verdad? Quiero decir, por lo
que él sabe, resultará que eres un abusivo y consigo una rápida
anulación después de este viaje. Nunca sabrá que estaba siendo
deshonesta —Me siento, golpeado con una idea—. ¡Oh! ¡Podría decirle
que moriste!
Ethan solo me mira.
—Fuimos a bucear —le digo, frunciendo el ceño ahora—.
Lamentablemente, nunca volviste al barco.
Él parpadea.
—¿Qué? —le pregunto—. No es como si alguna vez volvieras a
verlo después de esta noche. No necesitas gustarle. O, ya sabes,
continuar existiendo.
—Pareces bastante segura de que voy a cenar.
Puse mi expresión más dulce. Cruzo las piernas y luego las
descruzo. Me apoyo adelante, bato mis pestañas y sonrío. —¿Por favor,
Ethan? Sé que este es un gran favor.
Él se aleja. —¿Tienes algo en el ojo?
Mis hombros se hunden y gimo. No puedo creer que voy a decir
esto. —Te daré el dormitorio si vienes esta noche y actúas el papel.
Se muerde el labio, pensando. —¿Entonces tenemos que fingir
que estamos casados? ¿Como, tocarnos y calentarnos?
Ethan escupe la palabra calentarnos como la mayoría de la gente
diría desmembramiento.
—Significaría todo para mí. —Creo que ya lo tengo. Solo muevo
mi silla un poco más cerca—. Prometo ser la mejor esposa falsa que
hayas tenido.
Levanta su bebida y la termina. Definitivamente no me doy cuenta
de cuan lentamente y fuerte su garganta se ve mientras traga. —Está
bien. Iré.
Casi me derrito de alivio. —Muchas gracias, Dios mío
—Pero obtendré el dormitorio.
Capítulo seis

S.O.S.

AMI

EL SEÑOR HAMILTON ESTÁ


AQUÍ Y LE DIJE QUE ESTOY
CASADA Y NO SÉ POR QUÉ,
AHORA DEBO PRETENDER QUE
ESTOY CASADA CON ETHAN POR
TODA UNA CENA Y PROBABLEMENTE
ME DESPEDIRÁ Y TENDRÉ QUE
DORMIR EN LA DUCHA PORQUE
SOY UNA TERRIBLE MENTIROSA.

AMI ESTO ES UNA EMERGENCIA.

DETENTE

No tengo más fluidos en mi


cuerpo.
He estado con mamá sin
descanso durante las
últimas 36 horas.

Si no muero por esto,


necesitare que alguien me
mate. O a ella.

TRANQUILIZATE

Lo siento, lo siento

PERO ME ESTOY VOLVIENDO


LOCA

¿Tu nuevo jefe está en el hotel?


¿En Maui?

Esta aquí por su aniversario

Alguien me llamo señora Thomas


y yo aparentemente perdí la cabeza.
La gente te estará llamando
señora Thomas todo el tiempo.

Será mejor que te acostumbres


a eso. Y cálmate.
Puedes hacerlo.

¿Nos hemos conocido?


Absolutamente no puedo
hacer esto.

Solo mantén tus respuestas


simples.

Cuando te pones nerviosa te


ves culpable.

Oh por dios, eso fue


exactamente lo que
dijo Ethan.

Quien sabía que Ethan era


tan listo.
Ahora si me disculpas, tengo
que ir a vomitar por quincuagésima
vez en el día.

No desperdicies mi viaje.

Miro mi teléfono, deseando que mi hermana estuviera aquí. Sabía


que esto era muy bueno para ser cierto. Escribo otro mensaje rápido
diciéndole que llamara en la noche para que me dijera cómo se estaba
sintiendo, después le mandó un mensaje a Diego.

Enséñame a mentir.

¿Quién es?

Maldita sea Diego.

BIEN.

¿A quién le estamos mintiendo?


¿¿En Maui??

Mi nuevo jefe.

Por favor no preguntes.


Solo dime cómo te las
arreglaste para salir
con aquellos gemelos
sin que ninguno de los dos
se enterara.

Enséñame, Yoda.

Primero, solo miente cuando


lo necesites y mantenlo simple.

Tú siempre explicas de más y


da vergüenza ajena.

LO SIGUIENTE.

Conoce la historia.
No trates de inventarla en
el momento. Dios, eres muy
mala para eso.

No te muevas nerviosamente
y no dudes, no toquetees tu
cara. Haces eso también. Solo
siéntate quieta.

Oh, y si puedes, tócalos.

Crea un sentido de intimidad y


hace que quieran quitarte los
pantalones en vez de hacerte
preguntas.

Eww, es mi jefe.

Solo digo que eso no le haría


daño a nadie.

Diego.
Eres una científica.
Investiga un poco.

Levanto mi vista de mi buscador de Google cuando llaman a la


puerta.
—No quiero ponerme cliché o en modo esposo y molestarte
porque vas tarde. — Hay una pausa y puedo prácticamente ver a Ethan
frunciendo mientras observa su reloj del otro lado de la puerta—, pero
son casi las seis.
—Lo sé. —Me las arreglo para mantener callada la versión
contenida de la respuesta dentro de mi cabeza. Después de que Ethan
accediera a la cena, corrí hacia la habitación para probarme cada
prenda de ropa que traje conmigo, antes de mensajear a mi hermana y
a Diego con pánico. El cuarto es un desorden, no estoy segura de estar
más lista para hacer esto ahora de lo que estaba hace una hora. Soy un
desastre.
La voz de Ethan atraviesa la puerta de nuevo, más cerca esta vez.
—¿«Lo sé» como casi lista o «lo sé» como sé cómo medir el
tiempo y amablemente mandarme a la mierda?
Ambas, si estamos siendo honestos.
—La primera.
Ethan toca.
—¿Está bien si entro a mi habitación?
Mi habitación. Abro la puerta y lo dejo pasar, sintiéndome
deleitada con el desorden que estoy dejando detrás.
Ethan camina hacia adentro. Está a punto de conocer a mi jefe y
pasar las siguientes horas mintiendo en su cara, y está en unos jeans
negros y una playera Surly Brewery. Luce como si fuera a tener una
cena en Chilli´s, no como si fuera a cenar con el nuevo jefe de su
esposa. Su calma exterior solo amplifica mi pánico porque por supuesto
que él no está preocupado; no tiene nada que perder. El temor en mi
estómago florece. Ethan puede hacerlo, yo de ninguna manera.
Recorro la vista por la habitación y pasa airadamente una mano
por su cabello. Por supuesto que se las arregla para lucir perfectamente
de nuevo en su lugar.
—¿Todo esto estaba en una maleta?
—Estoy completamente fuera de lugar aquí.
—Esa ha sido mi impresión general hasta ahora. Sé más
específica.
Me dejo caer sobre la cama, haciendo a un lado un brasier rosa
magenta y gimiendo cuando se atora en el tacón de mi zapato.
—Cuando sea que digo mentiras, me atrapan. Una vez le dije a
mi profesor que tenía que faltar a la clase para cuidar a mi compañera
de cuarto enferma, justo cuando la vio caminar a nuestro lado en el
pasillo. La conocía de sus martes/jueves de lectura.
—Tu error para empezar fue haber asistido a clase. Solo envía un
email como un mentiroso normal.
—O está aquella vez en la secundaria cuando hice que mi primo
Miguel dijera que estaba enferma por mí y pretendiera que era mi papá,
pero la oficina llamó a mamá para confirmar porque mi padre nunca
había ido anteriormente.
—Bueno, eso solo fue un miserable plan de tu parte. ¿Cómo es
que esto es relevante ahora?
—Es relevante porque estoy tratando de lucir como una esposa, y
he estado investigando cómo mentir.
Alcanzando mi pierna, Ethan envuelve su cálida palma alrededor
de mi pantorrilla y desatora el brasier de mi zapato.
—De acuerdo. ¿Una esposa tiene una imagen específica?
Arranco la lencería de donde cuelga ahora en la punta de su dedo.
—No lo sé. ¿Como Ami?
Su profunda risa hace eco a través de la habitación.
—Sí, eso no va a pasar.
—Oye. Somos gemelas.
—Esto no es sobre su apariencia —dice, y el colchón se hunde
ante su peso mientras toma asiento a mi lado—. Ami tiene esta
confianza indescriptible. Es como se conduce a sí misma. Como si no
importara lo que pase, tendrá todo bajo control por ambas.
Estoy en conflicto entre estar orgullosa de mi hermana (porque,
sí, ella hace que la gente se sienta de esa manera) y ligeramente curiosa
de lo que él piensa de mí. La vanidad y mi lado controvertido deja atrás
a Ethan y alza la cabeza triunfante.
—¿Qué impresión doy?
Mira hacia mi teléfono, y estoy segura de que ve las palabras
«Cómo mentir de manera convincente» en la barra de buscador. Con
una risa, sacude su cabeza.
—Como si debieras poner tu cabeza entre tus piernas y rezar.
Estoy a punto de empujarlo fuera de la cama cuando se pone de
pie, mira de forma significativa su reloj y después de nuevo a mí.
Señal pasiva-agresiva notada. Parándome, le doy una mirada final
al espejo y busco mi bolso.
—Acabemos con esto.

•••
MIENTRAS CAMINAMOS HACIA EL ELEVADOR, RECUERDO
el supremo desbalance del universo; incluso con la luz poco
favorecedora encima, Ethan se las arregla para lucir bien. De alguna
manera las sombras afilan sus facciones en lugar de exagerarlas de
forma poco atractiva. De pie en frente del reflejo de las puertas, noto
que el resultado no es el mismo en mí.
Como si estuviera leyendo mi mente, Ethan empuja su cadera con
la mía.
—Basta. Te ves bien.
«Bien —pienso—. Como una mujer que ama su requesón. Como
una mujer cuyas tetas salen de su vestido de dama de honor. Como una
mujer que merece tu desprecio porque no es perfecta».
—Puedo oírte pensando en la palabra leyendo más allá de lo que
quise decir. Luces genial. —Una vez adentro, presiona el botón hacia el
vestíbulo y agrega—. Siempre lo haces.
Esas últimas tres palabras golpean alrededor de mi cráneo antes
de ser absorbidas. ¿Siempre luzco bien? ¿Para quién? ¿Ethan?
Los pisos hacen su cuenta regresiva y se siente como si el
elevador estuviera aguantando la respiración junto conmigo. Encuentro
mis ojos en el reflejo de las puertas y le lanzo una mirada a Ethan.
Siempre lo haces.
El color de sus mejillas aumenta, y parece como si estuviese feliz
si los cables se rompieran y la muerte nos tragara enteros.
Aclaro mi garganta.
—En un estudio de 1990, los investigadores mostraron que es
más fácil atrapar a alguien diciendo una mentira la primera vez que la
dicen. Deberíamos de saber qué vamos a decir.
—¿Necesitabas que Google te dijera eso?
—Lo hago mejor cuando estoy preparada. Ya sabes, la práctica
hace la perfección.
—Cierto. —Se detiene, pensando—. Nos conocimos a través de
un amigo (técnicamente no es una mentira, entonces será más difícil
para ti que lo eches a perder) y nos casamos la semana pasada. Soy el
hombre más suertudo que existe, etcétera.
Asiento estando de acuerdo.
—Nos conocimos por unos amigos, salimos por un tiempo y, oh
por dios, estaba tan sorprendida cuando me suplicaste que me casara
contigo.
Los labios de Ethan se curvan.
—Me arrodillé mientras acampábamos en el lago Moose. Te lo
pedí con un anillo de dulce.
—¡Los detalles son buenos! Apestamos a leña todo el día
siguiente —digo—, pero no importó porque estábamos tan felices
teniendo un montón de sexo de celebración.
El elevador cae en un terrible silencio. Miro alrededor con una
extraña combinación de horror y alegría al ver que me las había
arreglado para dejarlo sin palabras con la posibilidad de tener sexo
conmigo. Finalmente, murmura—: Bueno. Probablemente podemos
dejar ese detalle aparte para tu jefe.
—Y recuerda —digo, adorando su incomodidad—, no te mencioné
a ti, o haber estado comprometida, siquiera en el almuerzo casual de la
entrevista, así que tenemos que dejarlo correr del todo.
El elevador timbra, y las puertas se abren hacia el vestíbulo.
—No creo que tengamos ningún problema dejando eso fuera.
—Y sé encantador —digo—. Pero no como, encantador
agradable. Pasablemente encantador. No deberían irse queriendo
pasar realmente tiempo contigo. Porque probablemente vas a morir o
terminar siendo terrible al final. —Alcanzo a ver su pequeño e irritado
ceño fruncido cuando se dirige hacia el lobby y no puedo evitar
disfrutarlo un poco—. Básicamente se tú mismo.
—Hombre, voy a dormir tan bien esta noche. —Se estira, como si
se estuviera preparando para echarse como estrella de mar a la cama—
. Para tu información, ten cuidado con el lado izquierdo del sofá. Estaba
leyendo ahí hace rato y noté que hay un resorte que sobresale un poco.
La suave música hacía eco a través del vestíbulo mientras
caminábamos hacia la salida. El restaurante está justo a la orilla de la
playa; era conveniente porque cuando todo esto explotara en mi cara,
solo tendría que hacer un corto recorrido para ahogarme en el océano.
Ethan abre la puerta del extenso patio y gesticula hacia mí para
que guiara el camino a través de la iluminada vereda.
—¿Me repites cuál es esta compañía? —pregunta.
—Biociencia Hamilton. Son una de las más famosas compañías
de biología contratadas en el país y, en el lado de los descubrimientos,
tiene una nueva vacuna para la gripe. Por todos los papeles que he
leído, suena muy innovador. De verdad quiero este trabajo, así que tal
vez menciona cuán feliz estoy de que me contrataran, y que es lo único
de lo que he hablado desde entonces.
—Se supone que estamos en nuestra luna de miel, y ¿quieres que
diga que has estado hablando de su vacuna para la gripe sin parar?
—Sí, eso quiero.
—¿Cuál era tu trabajo? ¿Conserje?
Oh. Ahí está.
—Soy una intermediaria de la medicina y la ciencia, Eragon8.
Básicamente hablo con los médicos sobre nuestros productos desde un

8Eragon es una novela fantástica escrita por Christopher Paolini.


punto de vista más técnico del que lo hacen en ventas. —Lo miro de
reojo mientras caminamos. Luce como si estuviera tratando de estudiar
para un examen—. Él y su esposa están aquí por su trigésimo
aniversario. Si somos afortunados, podemos preguntarles un montón de
cosas sobre ellos y no tener que hablar en lo más mínimo sobre
nosotros.
—Para alguien que aclama ser desafortunada, estás poniendo
una terrible cantidad de fe en tu racha de buena suerte. —Me mira con
un poco de sorpresa cuando se da cuenta de que sus palabras me han
golpeado como una cachetada de honestidad. Nos detenemos en frente
de la resplandeciente fuente, Ethan saca un centavo (pero no ese
centavo) de su bolsa y lo arroja hacia dentro—, En serio, cálmate.
Estaremos bien.
Lo intento. Seguimos el camino hacia un edificio con techo de paja
al estilo polinesio y caminamos hacia donde está la recepcionista del
restaurante.
—Creo que la reservación está bajo el nombre de Hamilton —dice
Ethan. Vestida toda de blanco a excepción de la larga gardenia prendida
en su cabello, la recepcionista escanea la pantalla frente a ella y alza la
mirada con una brillante sonrisa.
—Justo por este lado.
Me conduzco sobre el pódium, y ahí es cuando sucede. Ethan se
mueve a mi lado, su palma presionada sobre mi espalda baja, y solo
así, nuestra cuidadosa y preservada burbuja de espacio personal se va.
Baja sus ojos hacia mí con una dulce y suave sonrisa, adorables
ojos azules y me propone guiarlo con la mano hacia el actualmente no
extraviado sur. La transformación es… asombrosa. Debilitante. Tengo
un nudo en el estómago, mi corazón en la garganta, y soy consciente
de que algo pasa en cada centímetro de mi piel.
El restaurante es sostenido por pilares sobre un lago, y nuestra
mesa está cerca de una barandilla que da al agua. El interior es elegante
pero acogedor, con filas de candelabros de cristal y farolillos de mimbre
que hacen que todo brille.
El Sr. Hamilton se pone de pie cuando nos ve, la suave bata
blanca afortunadamente reemplazada por una camisa estampada con
flores. El bigote gigante tan vigoroso como siempre.
—¡Ahí están! —canta, asintiendo hacia mí y acercándose para
estrechar la mano de Ethan—. Cariño, ella es Olive, la nueva integrante
del grupo de la que te hablé, y su marido…
—Ethan —termina la frase, y su deslumbrante sonrisa me golpea
directo en la vagina—. Ethan Thomas.
—Encantado de conocerte, Ethan. Esta es mi esposa, Molly. —
Charles Hamilton se mueve hacia la morena a su lado, sus mejillas
sonrojadas y profundos hoyuelos la hacen parecer demasiado joven
para ser una mujer celebrando tres décadas de matrimonio.
Todos estrechamos las manos y Ethan sostiene mi silla. Sonrío y
me siento tan cuidadosamente como puedo. La parte racional de mi
cerebro sabe que no lo hará, pero la parte primitiva espera que Ethan la
saque de debajo de mí.
—Gracias por invitarnos —dice Ethan, con una sonrisa
deslumbrante. Con calma, pone su brazo sobre el respaldo de mi silla,
inclinándose—. Olive está tan emocionada de trabajar contigo. No
puede dejar de hablar de eso.
Me río con un ja, ja, ja, ese canalla ríe y cuidadosamente piso su
pie por debajo de la mesa.
—Me alegra que no haya sido secuestrada todavía. —dice el Sr.
Hamilton— Somos afortunados de tenerla. ¡Y qué sorpresa descubrir
que ustedes dos son recién casados!
—Pasó todo rápido —digo y me apoyo en Ethan, tratando de
parecer natural.
—Se coló junto encima nuestro. ¡Como una emboscada! —Gruñe
cuando mi tacón empuja más profundo en la parte superior de su pie—
. ¿Y qué hay de ustedes? ¿Así que las buenas noticias están a la orden
del día? Treinta años es simplemente fantástico.
Molly se dirige hacia su esposo—: Treinta años maravillosos, pero
aun así hay momentos en los que no puedo creer que no nos hayamos
matado el uno al otro todavía.
Ethan ríe tranquilamente, dándome una adorable visión.
—Oh, cariño ¿Puedes imaginar treinta años de esto?
—Por supuesto que no.
Digo, y todos ríen, pensando, por supuesto, que estoy bromeando.
Levanto el brazo para apartar el cabello de mi frente antes de recordar
que se supone que no estoy nerviosa. Entonces me cruzo de brazos y
recuerdo que el internet dice no hacer eso tampoco.
Maldita sea.
—Cuando Charlie me dijo que se topó contigo, —dice Molly—
bueno, no podía creerlo. ¡Y en tu luna de miel!
Aplaudo de forma patética.
—¡Sí! Es tan... divertido.
La mesera aparece, y Ethan pretende inclinarse y besar mi nuca.
Siento su respiración caliente en mi oreja.
—Mierda. —susurra— Relájate.
Enderezándose otra vez, sonríe a la mesera mientras lee los
platos especiales. Después de unas cuantas preguntas, ordenamos una
botella de Pinot Noir para la mesa, y nuestra cena.
Cualquier esperanza que tenía de alejar la conversación de
nosotros se derriba tan pronto como la mesera se va. —¿Entonces
cómo se conocieron? —pregunta Molly.
Una pausa. Mantenlo simple, Olive.
—Un amigo nos presentó. —Me encuentro con las sonrisas
educadas de Molly y Charles esperando a que les cuente parte de la
historia. Me remuevo en mi asiento, cruzo las piernas—. Y, emm, él me
invitó a salir…
—Teníamos amigos en común que habían empezado a salir —
Ethan interrumpe, y su atención, por suerte, pasa hacia él—. Planearon
una pequeña fiesta esperando que nos conociéramos. La vi de
inmediato.
Las manos de Molly revolotean a sus clavículas.
—Amor a primera vista.
—Algo así. —Las esquinas de su boca se elevan—. Llevaba una
remera que decía: «La colisión de las partículas me dan un hadrón», y
pensé que cualquier mujer que entienda un juego de palabras de física
es alguien que necesito conocer.
El Sr. Hamilton ladra una risa y golpea la mesa. Francamente,
apenas puedo evitar que mi mandíbula caiga al suelo. La historia que
está contando Ethan no es realmente la primera vez que nos vimos,
pero tal vez la tercera o la cuarta; de hecho, esa fue la noche que decidí
que no iba a poner ni un poco de esfuerzo en él porque cada vez que
trataba de ser amigable, se escapaba y se iba a otra habitación. Y aquí
está, narrando qué estaba vistiendo. Apenas puedo recordar lo que
llevaba puesto ayer, mucho menos qué llevaba otras personas dos años
y medio atrás.
—¿Y supongo que el resto es historia? —dice el Sr. Hamilton.
—Algo así. No nos llevamos bien al principio. —Los ojos de Ethan
hacen un adorable recorrido por mi cara—. Pero aquí estamos. —
Parpadea de nuevo hacia los Hamilton—. ¿Qué hay de ustedes dos?
Charles y Molly nos cuentan sobre cómo se conocieron en un baile
de solteros realizado por iglesias vecinas, y cuando Charles no le pidió
bailar, ella caminó directamente hacia él y lo hizo por sí misma. Hago lo
mejor que puedo para prestar atención, realmente lo intento, pero es
casi imposible con Ethan tan cerca. Su brazo sigue sobre el respaldo de
mi silla y si me inclino hacia atrás solo un poco, sus dedos rozan la curva
de mi hombro, mi nuca. Se sienten como pequeños lametones de fuego
cada vez que entra en contacto.
Definitivamente no me inclino más de dos veces.
Una vez que nuestro plato principal llega, comemos. Con el vino
fluyendo y Ethan haciéndose el simpático con todos, se vuelve no solo
una comida tolerable sino también placentera. No puedo decidir si
quiero agradecerle o estrangularlo.
—¿Sabían que cuando Olive era una niña, se atoró en una de
esas máquinas arcade? —dice Ethan, volviendo a contar mi menos
favorita (pero tengo que admitir, mi más divertida) historia—. Pueden
buscarla en YouTube y ver la extracción. Es comedia de oro.
Molly y Charles lucen horrorizados por la Pequeña Olive, pero
puedo garantizar que van a mirar esa mierda más tarde.
—¿Cómo supiste de eso?
Le pregunto, genuinamente curiosa. Ciertamente nunca se lo
conté, pero tampoco puedo imaginarlo en una conversación sobre mí
con nadie más, o (incluso más increíble) googleándome. La idea
realmente me hace tener que tragarme las ganas de reír.
Ethan alcanza mi mano, enroscando sus dedos con los míos.
Están cálidos, fuertes, y me sostienen apretadamente. Odio lo bien que
se siente.
—Tu hermana me contó —dice—. Creo que sus palabras exactas
fueron: «el peor premio de la historia».
La mesa entera estalla en histeria. El Sr. Hamilton está riendo tan
fuerte que su cara es una sombra de color rojo, empeorada por el
contraste plateado de su gran bigote.
—Recuérdame agradecerle cuando lleguemos a casa.
Digo, alejando mi mano y terminando lo que me queda de vino.
Todavía riendo, Molly se da unos toques cuidadosamente en los
ojos con una servilleta.
—¿Cuántos hermanos y hermanas tienes, Olive?
Tomo el consejo anterior de Ethan y lo mantengo simple. —Solo
ella.
—Es su gemela, en realidad —añade Ethan.
Molly está intrigada. —¿Son idénticas?
—Lo somos.
—Lucen exactamente iguales, —le cuenta Ethan— pero sus
personalidades son polos opuestos. Como el día y la noche. Una lo tiene
todo, y la otra es mi esposa.
Charlie y Molly enloquecen de vuelta, y alcanzo la mano de Ethan,
dándole un dulce «oh, te amo» y una sonrisa tonta mientras intento
romper sus dedos en mi puño. Tose, con ojos llorosos.
Molly malinterpreta su expresión vidriosa y nos mira con cariño. —
Oh, esto ha sido de lo más divertido. Una forma encantadora de terminar
este viaje.
Es evidente que no podría estar más encantada con mi marido
falso y se inclina hacia adelante, con su hoyuelo fuertemente marcado.
—¿Ethan, mencionó Olive que tenemos un grupo de parejas en
Hamilton?
¿Grupo de parejas? ¿Contacto continuo?
—Seguro que no lo hizo —dijo. Ella ya está frotando sus manos.
—Nos reunimos una vez al mes. Más que nada las mujeres son
las que se ocupan de hacerlo, pero Ethan, eres simplemente adorable.
Ya puedo decir que todos van a amarte.
—Somos un grupo muy unido. —dice el Sr. Hamilton— Y más que
colegas, nos gusta pensar en todos como una familia. Ustedes van a
encajar bien. Olive, Ethan, estoy encantado de darles la bienvenida a
ambos a Hamilton.

•••

—NO PUEDO CREER QUE HAYAS CONTADO LA HISTORIA


DE LA MÁQUINA. —digo cuando caminamos por el camino al aire libre,
volviendo a la habitación—. Sabes que van a Googlearlo, lo que
significa que el Sr. Hamilton me verá en ropa interior.
Afortunadamente, la burbuja de espacio personal está de vuelta.
Estar cerca de un Ethan que no quiero golpear es suficientemente
desconcertante. Estar cerca de un Ethan cariñoso y encantador es
como, de repente, ser capaz de caminar sobre el techo.
Dicho esto, la cena fue un éxito innegable, y aunque estoy feliz de
no haberlo arruinado y aún tener trabajo, estoy molesta de que Ethan
sea siempre tan bueno en todo. No tengo idea de cómo lo hace; no tiene
encanto alguno el 99% del tiempo, y entonces, boom, se vuelve el Sr.
Simpatía.
—Es una historia divertida, Olive —dice, caminando rápido y
dando unos pasos por delante de mí—. ¿Debería haberles contado
sobre la vez que me regalaste ese programa informático de testamentos
en la fiesta navideña familiar? O sea, honestamente...
—Solo estaba velando por tus seres queridos.
—Estaba manteniendo una conversación.
Ethan frena tan de repente que choco con el muro de ladrillos que
es su espalda.
Recupero el equilibrio, horrorizada por haber aplastado toda mi
cara contra el esplendor de su trapecio.
—¿Estás teniendo un ataque?
Presiona su mano en la frente, girando la cabeza para poder mirar
frenéticamente el camino detrás de nosotros, por donde vinimos.
—Esto no puede estar pasando.
Me muevo para seguir su mirada, pero me arrastra detrás de una
enorme palmera, donde nos acurrucamos.
—¿Ethan? —dice una voz, seguido por el chasquido de tacones
sobre el camino de piedras. Continúa con un entrecortado— ¡Juraría
que acabo de ver a Ethan!
Vuelve su cara hacia mí. —Gran favor: necesito que me
acompañes. —Estamos presionados tan cerca que puedo sentir su
respiración en mis labios. Huelo el chocolate que comió de postre, y una
pizca de pino de su desodorante.
Trato de odiarlo.
—¿Necesitas mi ayuda?
Pregunto, y si suena un poco entrecortado estoy segura de que
es porque comí demasiado en la cena y estoy un poco cansada por el
paseo.
—Sí.
Mi sonrisa literalmente se despliega. De pronto, soy el Grinch con
un sombrero de Santa.
—Esto te va a costar.
Parece molesto alrededor de dos segundos antes de que el pánico
lo borre.
—La habitación es tuya.
Los pasos se acercan, y luego una cabeza rubia invade mi
espacio.
—Oh, Dios mío. ¡Eres tú!
Dice ella, ignorándome completamente para envolver a Ethan en
un abrazo.
—¿Sophie? —dice, aparentando sorpresa—. Yo… ¿Qué haces
aquí?
Desenredándose del abrazo, Ethan me mira con los ojos bien
abiertos.
Ella gira para hacer señas al hombre de pie a su lado, y aprovecho
la oportunidad para farfullar (porque oh Dios mío) ¿¡Ésta es Simba!?
Asiente, claramente desdichado.
¡La hostia de incómodo! ¡Esto es mucho peor que encontrarte con
tu nuevo jefe desnudo en bata!
—Billy —dice Sophie orgullosa, tirando hacia delante al tipo, y me
quedo boquiabierta porque se ve exactamente igual a Norman Reedus,
pero de alguna manera más grasiento—. Él es Ethan. El tipo del que te
hablé. Ethan, él es Billy. Mi prometido.
Incluso en la oscuridad veo cómo Ethan palidece.
—Prometido.
Repite. La palabra aterriza con un fuerte golpe, y es infinitamente
más incómodo con Ethan descrito como solo el tipo del que te hablé.
¿No estuvieron juntos un par de años Ethan y Sophie?
No hace falta a un genio para juntar las piezas: la reacción de
Ethan viéndola sobre el camino, la forma en la que se apagó cuando
pregunté sobre una novia en el avión. Una ruptura reciente, ¿y ella ya
está comprometida? Auch.
Pero es como si alguien hubiera apretado un botón en algún lugar
en su espalda, porque el Ethan robot está de vuelta y de pronto en
marcha, adelantándose para ofrecerle a Billy una mano segura.
—Encantado de conocerte.
Moviéndome a su lado, engancho mi brazo en el suyo.
—Hola. Soy Olive.
—Cierto, lo siento —dice—. Olive, ella es Sophie Sharp. Sophie,
ella es Olive Torres. —Se detiene y todo va bien entre nosotros como
anticipación a lo que viene después. Tengo la sensación de estar en la
parte trasera de una motocicleta, mirando por encima el borde del
cañón, sin saber si está por apretar el acelerador y enviarnos al límite.
Lo hace—: Mi esposa.
Las fosas nasales de Sophie se ensanchan y por una fracción de
segundo, luce absolutamente homicida. Pero entonces la mirada
desaparece, y le concede una sonrisa fácil.
—¡Wow! ¡Esposa! ¡Asombroso!
El problema de mentir sobre las relaciones es que los humanos
son volubles, criaturas volubles. Por lo que sé Sophie podría ser la que
terminó la relación, pero viendo que Ethan ya no está en el mercado lo
hará parecer prohibido (y, por consiguiente, más atractivo). No tengo ni
idea de qué pasó para que su relación terminase; ni sé si él quiere volver
con ella, pero si lo hace, espero que se dé cuenta de la ironía de que
estar casado solo ha hecho más probable que ella quiera volver
también.
Me mira y luego a él.
—¿Cuándo ha sucedido?
Estoy segura de que podemos escuchar cómo se esfuerza para
evitar que su voz sea afilada, lo que solo lo hace mucho más incómodo
(e impresionante).
—¡Ayer! —Muevo mi dedo anular, y el sencillo anillo de oro
parpadea a la luz de la antorcha.
Ella se vuelve hacia él. —¡No puedo creer que no me haya
enterado!
—Bueno, —dice Ethan, riendo bruscamente—. no es que
hayamos hablado, Soph.
Y oh. Tensión. Esto es tan, tan incómodo (y jugoso). Mi curiosidad
está, oficialmente, despierta.
Hace un tímido pequeño mohín.
—¡Aun así! No me contaste. Wow. Ethan… casado.
Es imposible ignorar la manera en la que su boca se endurece, su
mandíbula se dobla.
—Gracias —dice él—. Pasó muy rápido.
—¡Se siente como si solo hace unos momentos decidiéramos
hacer esto! — coincido con una gran sonrisa hacia él.
Presiona sus labios con un fuerte y rápido beso en mi mejilla, y
me fuerzo por no sacudirme como si hubiera sido abofeteada con una
lagartija muerta.
—Y están comprometidos —dice, levantando el pulgar más rígido
del mundo—. Míranos… avanzando.
Sophie es pequeña, delgada, viste un bonito top sin mangas de
seda, unos vaqueros ajustados, y tacones altísimos. Su bronceado
viene de una botella, y supongo que el color de su cabello también, pero
en realidad es todo lo que puedo encontrar mal con ella. Intento
imaginarla en veinte años (vagamente curtida, largas uñas rojas
enroscadas alrededor de una Coca-Cola Light) pero por ahora, aún es
hermosa a una manera semi-inalcanzable que me hace sentir regordeta
en comparación. Es fácil imaginarla con Ethan, uno al lado del otro en
una tarjeta de Navidad, envueltos en cárdigans J.Crew y apoyados
contra su gran chimenea de piedra.
—Tal vez podamos ir a cenar o algo.
Dice, y es tan poco entusiasta que realmente ladro una risa antes
de que Ethan alcance mi mano y la apriete.
—Sí —digo, intentando ocultarlo—. Cenar. Lo hacemos todos los
días.
Ethan baja la mirada hacia mí, y me doy cuenta de que no me está
mirando; está luchando contra una risa.
Billy cambia de tema, tan bueno como el de la idea de cenar—.
¿Cuánto tiempo llevan aquí?
Definitivamente no tengo estómago para otra cena falsa, así que
lo arriesgo todo. Cuando Ethan contesta «Diez días», envuelvo mis
brazos en su cintura y lo miró fijamente con lo que espero que sea un
gesto sexy.
—De hecho, calabacita, me sentiría fatal si planeamos algo y no
lo hacemos. Sabes que apenas hemos salido de la habitación hoy. —
Hago caminar mis dedos por su pecho de forma coqueta, jugando con
los botones de su camisa. Wow, hay un auténtico muro de músculos ahí
abajo—. Ya te compartí esta noche. No puedo prometer nada para
mañana.
Ethan levanta una ceja, y me pregunto si la tensión en su
expresión es porque no puede imaginar tener sexo conmigo una vez, y
mucho menos durante una tarde entera ininterrumpidamente.
Retirándose de ese infierno mental, presiona un veloz beso en la punta
de mi nariz.
—Tienes razón.
Se vuelve hacia Sophie.
—¿Tal vez podamos improvisar?
—Claro. ¿Todavía tienes mi número?
—Me imagino que sí —dice con gesto aturdido.
Sophie da un par de pasos hacia atrás, y sus tacones dorados
suenan como garras de gatitos en la calle.
—De acuerdo, bueno… ¡Felicitaciones, y espero que nos veamos
otra vez!
Con un tirón atrae a Billy, y siguen su camino por el sendero.
—Fue lindo conocerlos —grito antes de volverme hacia Ethan—.
Podría ser una esposa terrible algún día, pero ahora al menos sabemos
que puedo fingirlo.
—Me imagino que todos necesitan una meta.
Quitando mis manos de su cuerpo, las sacudo a mis lados.
—Dios, ¿por qué me has besado en la nariz? No acordamos eso.
—Debí haber pensado que te parecería bien una vez empezaste
a tocarme.
Me burlo de eso, partiendo de nuevo hacia el hotel a una distancia
considerable detrás de ellos.
—Nos saqué de otra cena. Si no fuera por mí pasarías la noche
de mañana con Barbie Malibú y Daryl Dixon. De nada.
—Tu jefe se va ¿y ahora mi exnovia está aquí? —Ethan saca su
frustración en una serie de grandes zancadas con las que tengo que
trotar para seguir el paso—. ¿Nos hemos ganado un lugar en el octavo
círculo del infierno? Ahora tenemos que mantener esta estúpida
actuación todo el tiempo.
—Tengo que admitir sentirme parcialmente responsable de esto.
Si algo va bien y estoy cerca, cuidado. ¿Gana un viaje gratis? Aparece
el jefe. ¿El jefe se va a casa? La exnovia del cómplice aparece de la
nada.
Abre la puerta, y me encuentro con una ráfaga de aire
acondicionado y el disparo burbujeante de la fuente del vestíbulo.
—Soy un gato negro —le recuerdo—. Un espejo roto.
—No seas ridícula —saca otro centavo (todavía no ese centavo)
y lo desliza desde su pulgar hasta las salpicaduras de agua—. La suerte
no funciona así.
—Por favor explícame cómo realmente funciona la suerte, Ethan
—digo arrastrando las palabras, siguiendo la trayectoria de la moneda.
Lo ignora—. De todos modos —digo—, este complejo es enorme. Tiene
como, cuarenta hectáreas y nueve piletas. Apuesto a que ni siquiera
vemos a Simba y Daryl otra vez.
Ethan deja ver una renuente media sonrisa.
—Tienes razón.
—Por supuesto que la tengo. Pero también estoy agotada. —
Camino a través del vestíbulo y aprieto el botón para llamar al
ascensor—. Digo que nos acostemos y empecemos de nuevo por la
mañana.
Las puertas se abren, y entramos, lado a lado, pero bastante
alejados. Aprieto el botón del último piso.
—Y gracias a la señorita Sophie tengo una cama gigante
esperándome.
Su expresión reflejada en las puertas de vidrio es mucho menos
petulante de lo que era hace unas pocas horas.
Capítulo siete

Una vez de vuelta en el cuarto, se siente la mitad de grande de lo


que se sentía cuando llegamos, y estoy completamente segura de que
es por el hecho de que nos quitaremos la ropa tan pronto como estemos
listos para ir a la cama. No estoy lista.
Ethan deja su billetera y la llave en la mesada. Juro que cuando
deja las cosas sobre el mármol suena como un choque de platillos.
—¿Qué? —dice en respuesta ante mi dramático sobresalto.
—Nada. Solo. —Señalo hacia sus cosas—. Uf.
Se queda mirándome un persistente momento antes de parecer
decidir que lo que fuera que me pasaba no valía la pena, y voltea a
sacarse los zapatos cerca de la puerta. Atravieso el cuarto, y mis pies
sobre la alfombra suenan como botas crujiendo a través de la maleza.
¿Es una broma? ¿Cada sonido se amplifica aquí?
¿Qué pasa si tengo que ir al baño? ¿Enciendo la ducha para
amortiguar los sonidos? ¿Qué pasa si él se tira un pedo y lo oigo?
¿Qué pasa si lo hago yo? Oh Dios.
Seguirlo por el corto pasillo hasta el cuarto es como una marcha
fúnebre. Una vez allí, Ethan se mueve silenciosamente hacia uno de los
vestidores y yo me muevo al otro. Es la tranquila rutina de una cómoda
pareja casada, super rara al saber que ambos estamos listos para
arrancarnos la piel por la tensión.
La enorme cama se cierne como la Parca entre nosotros.
—No sé si lo has notado, pero solo hay una ducha —dice.
—Lo he notado, sí.
Mientras el segundo baño es simple, con un inodoro y una pileta
pequeña, el baño principal es palaciego. La ducha es tan grande como
mi cocina en Minneapolis, y la bañera debería venir con trampolín.
Hurgo en mi cajón, rogando que, durante la loca carrera que fue
empacar después de la bodapocalípsis, me acordara del pijama. No me
había dado cuenta hasta ahora cuánto tiempo paso en nada más que
ropa interior en casa.
—¿Lo haces normalmente de noche? —pregunta.
Me doy la vuelta.
—Eh, ¿Perdón?
Ethan suspira profundamente, cansado como el alma de un
demonio en pena.
—Ducharte, Oscar.
—Ah. —Presiono mi pijama contra el pecho—. Sí. Me ducho en la
noche.
—¿Te gustaría ir primero?
—Ya que yo tengo la habitación —digo—, ¿por qué no vas tú
primero? —Aunque como suena demasiado generoso, agrego—: Así te
pierdo de vista.
—Toda una cuidadora, tú.
Pasa cerca de mí para ir al baño, cerrando la puerta tras de sí con
un sólido chasquido. Incluso con las puertas del balcón de la habitación
cerradas, puedo oír el sonido de la marea acercarse, las olas chocando
contra la orilla. Pero no lo suficientemente alto como para no oír el
susurro de la tela mientras Ethan se desviste y tira su ropa en el piso
del baño, sus pasos, mientras camina descalzo a través de las
baldosas, o su leve gemido cuando se mueve bajo el cálido chorro de
agua.
Nerviosa, corro hacia la puerta del balcón y salgo hasta que
termina.
Honestamente, solo querría escucharlo si se estuviera ahogando
ahí dentro.

•••

ESTOY SEGURA DE QUE A ETHAN LE ENCANTARÍA escuchar


que fue una noche larga y que apenas dormí, pero mi cama es
jodidamente increíble. Lo siento por el sofá, amigo.
De hecho, estoy tan descansada y rejuvenecida que me levanto
convencida de que esto de toparse con personas de nuestra vida real
no es una catástrofe. ¡Está bien! Estamos bien. Sophie y Billy no quieren
vernos más de lo que nosotros queremos y probablemente se estén
quedando en el otro lado de resort de todas formas. Y los Hamilton se
van hoy. Estamos a salvo.
Como si la suerte lo quisiera, nos encontramos con los Hamilton
de camino al desayuno. Aparentemente la amistad se consolidó
profundamente durante la noche: nos dan a cada uno un fuerte
abrazo… además de sus números de teléfono personales.
—Decía en serio lo del club de esposos —le dice Molly a Ethan de
forma conspiradora—. Nos divertimos, si saben a lo que me refiero. —
Guiña un ojo—. Llámennos cuando estén en casa.
Ellos se giran hacia mesa de la recepción, y nosotros saludamos
mientras nos movemos entre la multitud hacia el restaurante. Ethan se
inclina, murmurando con voz temblorosa—: En realidad no sé a qué se
refiere por diversión.
—Podría ser algo inocente, como un grupo de esposas bebiendo
Merlot y quejándose de sus esposos —le digo—. O complicado, como
en Tomates Verdes Fritos9.
—¿Tomates Verdes Fritos?
Asiento sombríamente.
—Un grupo de mujeres mirándose los labios con espejos de
mano.
Ethan parece estar literalmente luchando contra las ganas de salir
corriendo por el camino hacia el océano.
—Pienso que lo estás disfrutando mucho.
—Dios, soy lo peor, ¿cierto? ¿Disfrutando de Maui?
Nos detenemos frente al puesto de anfitriona, decimos nuestro
número de habitación, y seguimos a la mujer hasta un pequeño
reservado en la parte de atrás, cerca del bufé.
Me rio.
—¡Un bufé, cariño! Tu favorito.
Una vez sentados, Ethan (viéndose con un poco menos de sueño
que yo) mira el menú, claramente trabajando en hacerle un hoyo con la
mirada. Doy una vuelta por el bufé llenando mi plato con grandes trozos
de frutas tropicales y todo tipo de carnes a la parrilla. Cuando regreso,
Ethan aparentemente ha pedido a la carta y está acunando una taza de
café negro entre sus enormes manos.
—Hola.
Él gruñe.
—Con toda esa comida allí, ¿y tú pides algo del menú?

9Películaestadounidense de género comedia-dramática de 1991, basada en la novela homónima de


Fannie Flagg de 1987.
Suspirando, dice—: Joder, Olive, no me gustan los bufés.
Después de lo que atestiguamos hace dos días, pensaría que estás de
acuerdo conmigo.
Muerdo un poco de piña y me satisface verlo asqueado mientras
hablo con la boca llena.
—Solo me gusta molestarte.
—Ya veo.
Dios, es todo un cascarrabias en la mañana.
—Ahora en serio, ¿piensas que estoy disfrutando mucho de estas
vacaciones? ¿Te estás escuchando siquiera?
Él baja la taza con cuidado, como si estuviera tomando cada
gramo de control que tiene para no usar la violencia.
—Lo hicimos bien anoche —dice calmadamente—, pero las cosas
se pusieron mucho más complicadas. Mi exnovia, con la que comparto
un montón de amigos en común, piensa que estamos casados. La
esposa de tu nuevo jefe quiere mirarse los labios con espejos de mano
conmigo.
—Eso es sólo una posibilidad —le recuerdo—. Es posible que lo
que Molly considera divertido sea una fiesta de tuppers.
—¿No piensas que esto es complicado?
Me encojo de hombros, devolviendo la culpa a donde merece.
—Para ser honesta, fuiste tú quien tuvo que ir y ser ridículamente
encantador anoche.
Él vuelve a coger la taza y se inclina sobre la superficie.
—Porque me pediste que lo fuera.
—Quería que fueras un sociópata encantador —digo—.
Demasiado encantador, para que cuando la gente mirase atrás pensase
«Sabes, no lo entendí en ese momento, pero siempre fue demasiado
perfecto», ese tipo de encantador. No como, autocrítico y lindo.
Ethan hace una media sonrisa, y sé lo que se viene antes de que
él lo lance.
—Crees que soy lindo.
—De forma asquerosa.
Esto lo hace sonreír abiertamente.
—Lindo de forma asquerosa. Bien.
El mesero trae su comida, y cuando levanto la vista, veo que la
sonrisa de Ethan se ha ido y está mirando sobre mi hombro, su cara
cenicienta. Frunciendo el ceño, parpadea de vuelta a su plato.
—¿Acabas de recordar que el tocino en restaurantes es diez mil
veces más propenso a tener salmonela? —pregunto—. ¿O has
encontrado un pelo en tu plato y piensas que te vas a enfermar de
lupus?
—Una vez más, para la gente del fondo: ser cuidadoso con la
seguridad alimentaria no es lo mismo que ser hipocondríaco o idiota.
Le saludo en plan «Sí, capitán», pero entonces me doy cuenta.
Está enloqueciendo sobre algo que no es su desayuno. Miro alrededor,
y mi pulso se dispara. Sophie y Billy han estado sentados detrás de mí.
Ethan tenía la vista despejada de su ex y su nuevo prometido.
Por más frecuentemente que quiera golpear a Ethan a mano
abierta, también puedo apreciar cuánto debe apestar el estar
cruzándote a tu ex continuamente cuando están celebrando su
compromiso y tú solo estás pretendiendo estar casado. Recuerdo
haberme encontrado a mi exnovio Arthur la noche que defendí mi tesis.
Habíamos salido para celebrarme a mí y a mis logros, y ahí estaba él,
el chico que me dejó porque «no podía distraerse con ninguna relación».
Tenía a su nueva novia de un brazo y la revista médica que acababa de
publicar en la otra mano. Mi humor de celebración se evaporó y me fui
de mi propia fiesta cerca de una hora después para ir a casa y ver toda
una temporada de Buffy.
Un poco de simpatía florece en mi pecho.
—Ethan…
—¿Podrías masticar con la boca cerrada? —dice, y el
florecimiento es aniquilado por una explosión nuclear.
—Para que sepas, hay mucha humedad aquí y estoy
congestionada. —Me inclino y digo entre dientes—: Y pensar que
estaba empezando a sentir lástima por ti.
—¿Por ser lindo de forma asquerosa? —pregunta, pinchando su
plato, mirando sobre mi hombro de nuevo y rápidamente volviendo a mi
cara.
—Por el hecho de que tu ex esté en el Hotel y sentada justo detrás
de mí.
—¿Lo está? —Levanta la mirada y su actuación de sorpresa de
verla ahí es terrible—. Ah.
Sonrío con satisfacción, aunque él evade mi mirada
estudiosamente. Con la pequeña insinuación de vulnerabilidad justo al
borde de su expresión, la simpatía regresa.
—¿Cuál es tu desayuno preferido?
Se detiene con un pedazo de tocino a medio camino de su boca.
—¿Qué?
—Vamos, desayuno. ¿Qué te gusta?
—Rosquillas. —Come, mastica y traga, y me doy cuenta de que
eso es todo lo que va a decir.
—¿Rosquillas? ¿En serio? De todas las opciones en el mundo,
¿me dices que tu desayuno favorito son las rosquillas? Vives en Twin
Cities, ¿acaso tienen buenas rosquillas ahí?
Aparentemente piensa que mi pregunta es retórica, porque vuelve
a su comida, completamente feliz de parpadear con esas pestañas
hacia mí y permanecer callado. Me doy cuenta de por qué lo odio: me
humilló por mi peso al verme comer, y siempre ha sido un capullo
monosilábico. ¿Pero cuál es su problema conmigo?
Doy un último intento con amabilidad.
—¿Por qué no hacemos algo divertido hoy?
Ethan me mira como si acabara de sugerir ir a un festival de
muertes.
—¿Juntos?
—¡Sí, juntos! Todas nuestras actividades gratuitas son para dos
personas —digo, meneando un dedo entre nosotros—, y como acabas
de mencionar, se supone que deberíamos actuar como recién casados.
Ethan se retrae y se encorva de hombros.
—¿Podrías quizás no gritarlo por todo el restaurante?
Respiro profundamente, contando hasta cinco para no alcanzarlo
a través de la mesa y pincharle el ojo. Inclinándome digo—: Mira, ahora
estamos metidos hasta el fondo en este juego de mentiras, ¿por qué no
aprovecharlo al máximo? Eso es todo lo que trato de hacer, disfrutar
mientras puedo.
Se me queda mirando por varios silenciosos segundos.
—Eso es muy optimista de tu parte.
Empujando la silla, me levanto.
—Voy a ver a qué nos podemos apuntar por hoy…
—Está mirando. —Me interrumpe con fuerza, rápidamente
mirando tras de mí—. Mierda.
—¿Qué?
—Sophie. Sigue mirando hacia aquí. —En pánico, sus ojos se
encuentran con los míos—. Haz algo.
—¿Como qué? —pregunto, empezando a entrar en pánico
también.
—Antes de irte. No lo sé. Estamos enamorados, ¿cierto? Solo…
—Se levanta abruptamente y me toma por los hombros, tirando de mí a
través de la mesa y plantando su boca rígida sobre la mía. Nuestros
ojos se mantienen abiertos y horrorizados. Mi aliento está atrapado en
mi pecho, y cuento tres eternos latidos hasta que nos apartamos.
Fija una convincente sonrisa cariñosa en su cara, hablando entre
dientes
—No puedo creer que acabo de hacer eso.
—Voy a hacer gárgaras con lejía ahora —digo.
No hay duda de que fue la peor versión de un beso de Ethan
Thomas, y aun así… no fue terrible. Su boca era cálida, sus labios
suaves y firmes. Incluso cuando nos estábamos mirando el uno al otro
con terror, todavía se veía bien de cerca. Incluso mejor quizá que a
distancia. Sus ojos son increíblemente azules, sus pestañas son largas
hasta el punto de lo absurdo. Y es cálido. Tan cál…
Mi cerebro está en corto circuito. Cállate, Olive.
Oh por Dios. Pretender que estamos casados significa que quizá
tengamos que hacer eso de nuevo.
—Genial. —Se me queda mirando con los ojos muy abiertos—.
Genial. Te veo en la habitación en unos minutos.

•••

LA IDEA DE CONSTRUIR UNA casa de la nada siempre me


aterrorizó, porque sé que no soy una persona que se preocupa por los
detalles como pomos de puertas, tiradores de cajones y adoquines de
piedra. Serían muchas decisiones que simplemente no me importan
para nada.
Mirar la lista de actividades se siente un poco como eso. Tenemos
la opción de paravelismo, tirolesa, cuatriciclos, buceo, lecciones de hula
kahiko, masajes en pareja, y mucho, mucho más. Honestamente,
cualquiera me parece bien. Pero Trent, el, excesivamente entusiasta,
director de actividades me mira expectante, listo para agregar «mi»
nombre en el horario que desee.
El tema que nos ocupa es, ¿qué actividad haría que Ethan
frunciera menos el ceño?
—¿Podría ser un paseo en barco un buen comienzo? —dice Trent
gentilmente—. Nuestro barco va hacia el Cráter Molokini. Es un sitio
muy tranquilo. Tendrán almuerzo y bebidas. Pueden bucear, o probar el
Snuba, que es una mezcla de buceo y submarinismo, o pueden
quedarse en el barco si no quieren entrar al agua.
¿Una opción para estar sentado y callado en lugar de unirse a la
diversión? Definitivamente un as en la manga para cuando tenga a
Ethan a cuestas.
—Hagamos eso.
Entusiasmado, Trent introduce a Ethan y Ami Thomas en el
manifiesto del barco y me dice que vuelva a bajar a las diez.
Arriba, Ethan ya está en bermudas, pero no se ha puesto todavía
una camiseta. Una extraña y violenta reacción me atraviesa cuando se
da vuelta y veo que, en efecto, tiene músculos en sus músculos. Una
oscura capa de vello sobre su amplio pecho causa que cierre mi mano
en un puño.
—Cómo te atreves.
Sé que lo he dicho en voz alta cuando Ethan me mira con una
sonrisa y mete su cabeza en la camiseta. Inmediatamente, con sus
abdominales fuera de mi vista, el fuego de la ira en mi vientre bajo se
extingue.
—¿Cuál es el plan? —pregunta.
Me doy tres silenciosos segundos para quedarme con el recuerdo
de su torso desnudo antes de responder.
—Vamos en barco a Molokini. Buceo, tragos, etcétera.
Espero que ponga los ojos en blanco o se queje, pero me
sorprende.
—¿En serio? Genial.
Con cautela, dejo esta engañosa versión optimista de Satán en la
sala de estar para ponerme mi traje de baño y empacar una mochila.
Cuando vuelvo, Ethan se abstiene valientemente a hacer algún
comentario sarcástico sobre mi traje de baño que apenas contiene mis
pechos o de mi chal desaliñado; nos dirigimos al vestíbulo y seguimos
las instrucciones hasta una furgoneta de doce plazas que espera en la
acera.
Con un pie apoyado para subir, Ethan se detiene tan rápido que
colisiono contra su espalda. De nuevo.
—¿Estás teniendo otro...?
Ethan me calla disparando una mano hacia atrás y me toma por
la cintura. Entonces lo escucho: la voz chirriante de Sophie que me
recuerda a un clavo arañando una pizarra.
—¡Ethan! ¿Olive y tú vienen a bucear?
—¡Seguro que sí! ¡Qué coincidencia! —Se da la vuelta y me lanza
dagas asesinas con la mirada antes de sonreír y seguir adelante de
nuevo—. ¿Deberíamos sentarnos allí atrás?
—Claro, creo que esos asientos son los únicos libres. —La voz de
Billy suena bastante frívola, y cuando Ethan se agacha para subir, veo
el porqué.
Ya hay ocho personas sentadas en la furgoneta y solo la última
fila está libre. Ethan es tan alto que prácticamente se tiene que arrastrar
para atravesar la tormenta de bolsos, sombreros y cinturones
entrecruzando el pasillo. Con mucha más facilidad me instaló junto a él
y miro por encima. Sorpresivamente, el hecho de que se vea totalmente
deprimido no me llena de alegría como esperaba. Me siento… culpable.
Claramente no sé elegir.
Pero son Olive e Ethan de quienes estamos hablando. La actitud
defensiva es siempre nuestra primera reacción. Esto me recuerda al
fiasco de billetes de avión baratos, versión 2.0.
—Podrías haber elegido tú la actividad, ¿sabes?
No responde. Para anoche haber cubierto mi mentira siendo un
recién casado tan convincente, es bastante hosco cubriendo la suya.
Realmente debe odiar estar en deuda conmigo.
—Podemos hacer otra cosa —le digo—. Todavía estamos a
tiempo de irnos.
De nuevo, no dice nada, pero entonces se desinfla cuando el
conductor cierra la puerta doble de la furgoneta y ve sus pulgares arriba
a través de la ventana, indicando que estamos listos para irnos.
Gentilmente, codeo a Ethan. Él claramente no entiende que
significa un
«¡Aguanta, tigre!» porque me devuelve el codazo. Idiota. Lo codeo
de nuevo, más fuerte esta vez, y él comienza a girarse para
regresármelo, pero lo evado, volteando para clavarle mis nudillos en las
costillas. No esperaba encontrar el punto débil de Ethan, y él deja
escapar un ensordecedor y agudo grito que juro que me deja
momentáneamente sorda. Es tan alarmante que todos en la furgoneta
se giran para averiguar qué demonios estamos haciendo en el asiento
trasero.
—Lo siento —les digo, y bajando la voz me dirijo a él—. Jamás
había escuchado a un hombre hacer un sonido así.
—¿Podrías no hablarme, por favor?
Me inclino.
—No sabía que vendría.
Ethan desliza su mirada hacia mí, claramente poco convencido.
—No voy a besarte de nuevo, en caso de que pensaras que esta
situación me llevaría a ello.
¿Quiéncuándocómo? Idiota. Lo miro boquiabierta, le siseo en voz
baja—: Honestamente, preferiría lamer la suela de mi zapato antes que
volver a tocar tu boca con la mía.
Él se vuelve, mirando por la ventana. La furgoneta se aleja de la
acera, el conductor pone una música suave isleña, y estoy lista para una
siesta de veinte minutos cuando, en frente de nosotros, una adolescente
saca una botella de protector solar y comienza a rociar generosamente
por un brazo y luego por el otro. Ethan y yo nos perdemos
inmediatamente en una nube de aceitoso vaho sin ventanas o puerta.
Nos intercambiamos una mirada de profundo sufrimiento.
—Por favor, no rocíes eso en la furgoneta —dice Ethan, con suave
autoridad que hace de mi respiración algo extrañamente intermitente.
La joven se voltea, nos suelta un simple «Ups, lo siento» y luego
guarda la botella de nuevo en su mochila. Junto a ella, su padre está
absorto en una revista de divulgación científica, completamente ajeno.
La niebla de bloqueador solar lentamente se aclara, y aparte de la
vista de Sophie y Billy besándose dos asientos delante de nosotros,
podemos ver a través de las ventanas, el paisaje de una costa
serpenteante a nuestra izquierda, las brillantes montañas verdes a
nuestra derecha. Un sentimiento de cariño me embarga.
—Maui es tan bonito.
Siento a Ethan girarse para mirarme, pero no me encuentro con
sus ojos, en caso de que esté confundido porque mis palabras no
pretendían insultarlo. Su ceño fruncido podría arruinar este breve
momento de felicidad que estoy sintiendo.
—Lo es.
No sé por qué siempre espero alguna discusión por su parte, pero
continuamente me sorprende cuando en su lugar está de acuerdo. Y su
voz es tan profunda; casi se siente como una seducción. Nuestros ojos
se encuentran y luego se alejan, pero desafortunadamente nuestra
atención aterriza directamente frente a nosotros, entre las cabezas del
adolescente con bloqueador solar y su padre, donde Sophie y Billy
murmuran cariñosamente entre ellos con sus caras a unos milímetros
de distancia.
—¿Cuándo terminaron ustedes dos? —Pregunto
silenciosamente. Pareciera que no va a responder para exhalar en su
lugar.
—Hace seis meses.
—¿Y ya está comprometida? —Suelto un suave resoplido— Dios.
—Quiero decir, hasta donde ella sabe estoy casado, así que no
puedo sentirme muy lastimado.
—Puedes estar tan lastimado como quieras, pero no debes
aparentarlo. —Digo y cuando no responde, me doy cuenta que di en el
clavo. Se esfuerza en pretender que no le afecta— En mi opinión, —
susurro— Billy luce como un juguete. La versión sustituta de Reedus,
sin el peligroso encanto sensual. Esta versión solo se ve aceitosa.
Ethan me sonríe antes de recordar que no nos gustamos el uno al
otro. Su sonrisa se endurece.
—Están justo arriba besuqueándose. Hay como, ocho personas
más en esta furgoneta. Puedo ver sus lenguas. Es… asqueroso.
—Apuesto a que Ethan Thomas nunca ha actuado
inapropiadamente de ese modo.
—O sea. —dice refunfuñando—. Me gusta creer que puedo ser
cariñoso, pero algunas cosas son mejores cuando suceden a puerta
cerrada.
Un calor engulle cualquier pensamiento restante en mi cabeza,
pero asiento. La idea de Ethan haciendo cosas desconocidas y
cachondas tras cuatro paredes derrite el interior de mi cuerpo.
Carraspeo aliviada cuando aparto la mirada, tomando un fuerte
bocanada de aire mientras ese sentimiento desaparece. Querida Olive
Torres: este es Ethan. No es atractivo.
Ethan se inclina un poco, atrapando mi mirada.
—¿Crees que puedas hacerlo hoy?
—¿Hacerlo?
—El juego de la «esposa-falsa».
—¿Qué gano yo? —Pregunto.
—Hm. —Ethan golpetea su barbilla— ¿Qué tal si no le digo a tu
jefe que eres una mentirosa?
—Está bien, es justo. —Trato de hacer una lluvia de ideas sobre
qué puedo hacer para ayudarlo a ganar esta difusa guerra sobre La
Mejor Pareja que supongo tiene con Sophie y Billy. Me hago hacia
enfrente encontrándome con él—. No quiero que te hagas ilusiones o
algo, pero realmente me veo increíble en este traje de baño. No hay
mejor venganza que estar con alguien que tiene buen trasero.
Frunce los labios.
—Qué declaración empoderadora feminista tan buena.
—Puedo apreciar mi cuerpo en un traje de baño y a la vez querer
quemar al patriarcado. —Miro hacia mi pecho—. ¿Quién hubiese sabido
lo que un poco de carne sobre mis huesos lograría?
—¿A eso te referías en la recepción? ¿Sobre perder tu trabajo y
hornear?
—Si. Horneo cuando estoy estresada. —Hago una pausa— Y
cómo. O sea, obviamente ya sabes eso.
Me observa por un par de intensos segundos y dice:
—Ya tienes un empleo ahora. Tus días de repostera pueden
quedarse en el olvido, si quieres.
Cuando miro hacia arriba, él retira la mirada rápidamente de mi
pecho. Si definitivamente no lo supiera, creería que le gustaría que
continuara horneando un poco más.
—Si, tengo un empleo, asumiendo que puedo mantenerlo.
—Ya hablamos sobre eso anoche, ¿cierto? —dijo—. Vas a
quedarte con el empleo.
—También con el trasero, quizás.
Se sonroja un poco. Ver su incomodidad me da la vida. Pero luego
sus ojos viajan hacia al frente de mi traje de baño, casi como si no
pudiera evitarlo.
—No tuviste ningún problema mirándome con el vestido de bolos.
—Para ser honestos, parecía que llevabas un foco de luz
fluorescente. Atraía las miradas.
—Después de todo esto, sacaré algo para ti de él. —le prometo—
Quizá una corbata. Unas braguitas sexis.
Se ahoga un poco, sacudiendo su cabeza. Tras unos segundos
en silencio, confiesa.
—De hecho, me estaba acordando que Sophie casi se pone unos
implantes mientras estábamos juntos. Siempre las quiso más grandes…
Hace gestos como si sostuviera su pecho.
—Puedes decirlo —Le digo.
—¿Decir qué?
—Pechos, senos, tetas, melones.
Ethan se pasa la palma de la mano por toda la cara.
—Jesús, Oliver.
Lo miró fijamente, retándolo a que me mire. Finalmente lo hace y
luce como si quisiera arrancarse su propia piel.
—Así que quería implantes. —Le doy pie.
Él asiente.
—Apuesto a que se arrepiente no haberlos obtenido antes cuando
era quien recibía mis cheques.
—Bueno, ahí lo tienes. Tu nueva novia falsa tiene pechos
increíbles. Enorgullécete.
Dudando, dice.
—Pero tiene que haber más que eso.
—¿A qué te refieres con «más que eso»? No usaré tanga.
—No, solo… —Dirige su mano exasperadamente a través de su
cabello— No solo se trata de que salga con alguien atractiva ahora. —
Espera, ¿qué? ¿Atractiva? Continua como si no hubiera dicho algo
increíblemente vergonzoso—. Tienes que pretender que te gusto
también.
Un rizo cae sobre su ojo tras decir eso, convirtiendo el momento
en una escena de Hollywood que me resulta una parodia. Unos
pequeños fuegos artificiales (solo una chispa, lo juro) recorre mi
esternón, porque es tan malditamente guapo. Y verlo vulnerable,
aunque sea solo un segundo, es desorientador y me hace recordar
aquel tiempo cuando podía ver su cara y no odiarla.
—Puedo fingir que me gustas —Hago una pausa, agregando
como por autoprotección—: Probablemente.
Algo se suaviza en su comportamiento. Su mano se acerca,
envolviendo la mía por completo. Mi reflejo es alejarme, pero me
sostiene segura y gentilmente, y dice:
—Bien, porque tendremos que ser aún más convincentes en ese
barco.
Capítulo ocho

El barco en cuestión es enorme, con una cubierta gigante, un


lujoso interior con un bar y parrilla, y una terraza superior en la azotea
bajo el vasto y brillante sol. Mientras el resto del grupo encuentra un
lugar donde guardar sus maletas y buscar algo de picoteo, Ethan y yo
vamos directo hacia al bar, tomamos unas bebidas y nos encaminamos
hacia la escalera que se dirige a la azotea vacía. Estoy segura que el
vacío no durará mucho, pero es increíble aplazar por un momento el
sentimiento de sentir que estamos actuando en un escenario.
Hace calor; me quito el chal, Ethan se deshace de su camiseta,
por lo que ambos estamos semidesnudos, a plena luz del día,
hundiéndonos en el silencio.
Miramos hacia cualquier lugar excepto entre nosotros. De repente
deseo que estuviéramos rodeados de personas.
—Bonito barco —Digo.
—Sí.
—¿Cómo está tu trago?
Se encoge de hombros.
—Es licor barato, pero está bien.
El viento avienta mi cabello sobre mi cara, y Ethan sostiene mi
vodka con tónica mientras saco una liga de mi mochila para atarme el
cabello. Sus ojos van y vienen desde el horizonte hasta mi traje de baño
rojo.
—Lo he visto —Digo.
Da un trago a su copa.
—¿Ver qué?
—Miraste mi pecho.
—Por supuesto que lo hice. Es como tener a dos personas más
aquí con nosotros. No quiero ser grosero.
Como si fuera una señal, una cabeza sobresale encima de las
escaleras; el maldito rechazado de Daryl Dixon, por supuesto, seguido
de cerca por Sophie. Lo juro, puedo escuchar el alma de Ethan grita.
Caminan por la cubierta sosteniendo sus propias margaritas en
vasos de plástico.
—¡Hola chicos! —dice Sophie, acercándose— Oh por dios, ¿no
es maravilloso?
—Mucho. —Concuerdo con ella, ignorando la mirada horrorizada
de Ethan. No hay forma de que él pueda juzgarme más de lo que ya lo
hago yo misma. Nos paramos juntos, el cuarteto más desafortunado del
mundo, mientras intento disipar la incómoda tensión entre nosotros—
Así que Billy. ¿Dónde se conocieron?
Billy entrecierra los ojos por el sol.
—En un supermercado.
—Billy es subgerente en un Cub Foods10 de San Pablo. —dice
Sophie—. Estaba acomodando material escolar y yo comprando platos
desechables a través del pasillo.
Espero, suponiendo que habrá más historia. No la hay. El silencio
se estira hasta que Ethan llega el rescate.
—¿El que está en Clarence o…?
—Huh…uh —murmura alrededor de su pajilla, sacudiendo la
cabeza mientras traga—. En Arcada.

10Cub Foods*: cadena de supermercados.


—No suelo ir por ahí. —digo. Más silencio—. Me gusta el que está
por la Universidad.
—Buen departamento de producción. —Concuerda conmigo
Ethan.
Sophie se me queda mirando fijamente por unos segundos, y
después a Ethan.
—Se parece a la novia de Dane.
Mi estómago revolotea y dentro de mi cráneo, mi cerebro toma la
forma de El Grito de Munch. Por supuesto que Sophie conocía a Ami.
Tanto Ethan como yo somos más inteligentes que el promedio,
entonces, ¿por qué juntos somos tan idiotas?
Lo bombardeo con una ráfaga de olas de pánico mentales, pero
él solo asiente calmadamente.
—Si, son gemelas.
Billy suelta un impresionado “Amigo”, pero Sophie luce claramente
menos emocionada ante la imagen del potencial porno casero.
—¿No es un poco raro? —Pregunta.
Quiero gritar: Sí. MUCHO. TODO ESTO ES RARO, pero me las
ingenio para mantener mi boca cerrada alrededor de la pajilla y beberme
la mitad de la copa. Después de una larga pausa, dice Ethan:
—No realmente.
Una gaviota nos sobrevuela. El barco se sacude mientras empuja
a través de las olas. Llego al fondo de mi bebida y succiono
ruidosamente aire acuoso a través de mi pajita hasta que Ethan me da
un codazo en el costado. Esto es muy doloroso.
Eventualmente, Sophie y Billy deciden que es tiempo de sentarse
y se dirigen directamente hacia el banco acolchado a través de la
cubierta donde están parados; lo suficientemente cerca como para
continuar compartiendo el mismo espacio vital, pero lo bastante lejos
como para que no tengamos que intentar conversar o escuchar las
asquerosidades que Billy le está diciendo ahora mismo a Sophie en el
oído.
Ethan apresa un brazo alrededor de mis hombros con un torpe
movimiento robótico simbolizando que Nosotros También Somos
Afectivos; de nuevo, se veía más natural que anoche. Con soltura, lo
alcanzo, rodeando su cintura con mi brazo. Se me había olvidado que
estaba sin camiseta y mi alma entra en contacto con su piel desnuda.
Ethan se pone un poco rígido a mi lado, así que me acerco
completamente, acariciando el hueso de su cadera con mi pulgar.
Mi intención era pincharlo, pero… honestamente, es agradable.
Su piel besada por el sol es firme y distrayente.
Es como tener un solo bocado de algo delicioso, quiero regresar
por más. El punto de contacto donde mi pulgar toca su cadera es de
repente la parte más caliente de mi cuerpo.
Con un gruñido cursi, Billy tira de Sophie hacia su regazo, mientras
patalea entre risitas. Después de un momento de silencio durante el cual
de veras debería haberme dado cuenta, Ethan se sienta también
colocándome sobre sus muslos. Caigo con menos gracia (con menos
ligereza) y suelto un eructo al aterrizar.
—¿Qué estás haciendo? —Preguntó en voz baja.
—Dios, no sé. —susurra dolorosamente—. Solo sígueme la
corriente.
—Puedo sentir tu pene.
Se acomoda debajo de mí.
—Esto era más sencillo anoche.
—¡Porque no lo intentabas tanto!
—¿Por qué está aquí arriba? —sisea—. El barco está vacío.
—Chicos, se ven tan lindos. —brama Sophie sonriendo— ¡Tan
cariñosos!
—Cariñosos. —repite Ethan, sonriendo con los dientes
apretados—. Estamos hartos el uno del otro.
—Totalmente —añado y para empeorarlo, alzo mis dos pulgares.
Sophie y Billy lucen tan naturales. No obstante, nosotros, no. Una
cosa es estar en un restaurante con el Sr. Hamilton, con nuestras
propias sillas y algo de espacio personal. Y otra es estar aquí, con mis
piernas bañadas en protector solar encima de las de Ethan, quien tiene
que acomodarme nuevamente. Estoy metiendo mi estómago y mis
piernas tiemblan por el esfuerzo que me produce no recargar todo mi
peso sobre él. Como si lo sintiera, me jala hacia su pecho intentando
que me relaje.
—¿Estás cómoda? —Murmura.
—No.
Soy plenamente consciente de cada donut que he comido en toda
la vida.
—Ponte de lado.
—¿Qué?
—Como… —Guía mis dos piernas hacia la derecha ayudándome
a enroscarme en su pecho— ¿Mejor?
—Bueno… —Sí, es mejor—. Como sea.
Estira sus brazos a través de la barandilla de la cubierta y
experimentalmente coloco mi brazo alrededor de su cuello, intentando
lucir como alguien con quien disfruta tener sexo frecuentemente.
Cuando miro hacia arriba, está mirando de nuevo hacia mi pecho.
—Muy sutil.
Aparta la mirada, se ruboriza y un golpecito de electricidad recorre
mi cuello.
—Sabes, son bastante increíbles —Finalmente admite.
—Lo sé.
—Se ven mejor con esto que con el vestido de bolos.
—Tu opinión es tan importante para mí. —Me muevo,
preguntándome por qué estoy tan sonrojada—. Y puedo sentir tu pene
de nuevo.
—Por supuesto que puedes. —dice con un pequeño guiño—.
Sería duro no hacerlo.
—¿Acabas de hacer una broma sobre el tamaño o sobre la
erección?
—Uh, definitivamente sobre el tamaño, Orville.
Tomo un trago de mi bebida para después exhalar directamente
en su cara para que se estremezca por el olor a vodka barato.
Entrecerrando los ojos, dice:
—Eres toda una seductora.
—Me lo suelen decir.
Tose, y juro ver a Ethan Thomas batallando contra sonrisa
genuina.
Y lo entiendo. Por mucho que lo odie… creo que me está
comenzando a gustar lo nuestro.
—¿Alguna vez has buceado? —Le pregunto.
—Sí.
—¿Te gusta?
—¿Eres normalmente mejor conversador con el resto que
conmigo?
—Sí.
Caemos de nuevo en un silencio, pero estamos tan cerca, y sobre
la cubierta solo se escuchan los húmedos besos de Sophie y Billy. Ethan
y yo no podemos no hablar.
—¿Cuál es tu bebida favorita?
Me mira con dolorosa paciencia, gruñendo.
—¿Tenemos que hacer esto?
Asiento señalando hacia la ex de Ethan y su nuevo prometido,
quienes parecen estar a segundos de hacer petting.
—¿Acaso preferirías mirar? O podríamos enrollarnos.
—Caipirinhas. —responde— ¿Quieres?
—Me van más las margaritas. Pero si te gustan las caipirinhas,
hay un lugar a un par de millas de mi departamento que prepara las
mejores que haya probado.
—Deberíamos ir.
Dice, pero está claro que lo ha hecho sin pensar porque
inmediatamente ambos soltamos un ja-ja-ja nervioso, ese tipo de risa
que dice «Ups, ¡eso no va a suceder!».
—¿Es raro que no seas tan desagradable como había pensado
inicialmente? —Pregunta.
Uso su táctica monosilábica contra él.
—Sí.
Pone los ojos en blanco.
Sobre el hombro de Ethan, el cráter Molokini se deja ver. Es de un
vibrante verde, en forma de media luna y maravilloso. Incluso desde
aquí se puede ver que la bahía azul claro está llena de barcos como el
nuestro.
—Mira. —señalo con la cabeza hacia el horizonte— No estamos
perdidos en el océano.
Suelta un bajo «uau». Y ahí, por un simple segundo, nos
permitimos disfrutar el encantador momento juntos. Hasta que Ethan
decide arruinarlo
—Espero que no te ahogues.
Le sonrío.
—Si lo hago, el esposo es siempre el primer sospechoso.
—Retiro el «desagradable» comentario.
Otro cuerpo se une a nuestro incómodo cuarteto en el techo: el
instructor de Snuba, Nick, un chico rubio con mechas demasiado
bronceado y con brillantes dientes blancos, que se llama a sí mismo
«isleño», pero estoy bastante segura de que nació en Idaho o Misuri.
—¿Quién planea hacer Snuba y quién bucear? —Nos pregunta.
Lanzo una esperanzadora mirada a través de la cubierta hacia
Sophie y Billy (quienes caritativamente se han separado), pero quienes
entusiasmadamente gritan un «¡Snuba!» por lo que creo estaremos
pegados a ellos incluso bajo el agua.
Confirmamos que planeamos hacer Snuba también, y Ethan me
levanta sin ningún esfuerzo, usando sus notables fuerte brazos. Me baja
a un brazo de distancia frente a él, colocándose detrás de mí. Pasa un
segundo hasta que recuerda que deberíamos estar al nivel de los recién
casados en cuanto a afecto se refiere, así que me rodea con ambos
brazos sobre mi pecho, tirando de mi espalda contra su parte delantera.
Siento como los dos ya estamos húmedos por el calor, y cómo nos
pegamos el uno al otro de inmediato.
—Qué asco. —gimo— Estás muy sudado.
Sus antebrazos se comprimen contra mis pechos.
Trastabillo, pisando su pie.
—Ups. —miento— Lo siento.
Desliza su mejilla en mi espalda, de arriba a abajo,
intencionadamente contaminándome con su sudor masculino.
Es de lo peor… ¿Entonces por qué estoy intentando no reírme?
Sophie se acerca a su lado.
—¿Tienes tu centavo de la suerte? —pregunta, y me gustaría
poder explicar el pequeño monstruo celoso que se alza dentro de mi
pecho. Ella está comprometida con alguien más. Esos pequeños chistes
internos y secretos de pareja ya no le pertenecen.
Antes de que pueda decir algo, Ethan desliza su brazo hacia
abajo, sobre mi pecho y a través de mi frente, entonces él está
presionando una mano aplastada contra mi estómago, sosteniéndome
apretadamente.
—No lo necesito más. La tengo a ella.
Sophie suelta un muy falso—: ¡Aww! —Y luego me mira y wow,
es un intercambio cargado y silencioso. En nuestras cabezas, estamos
teniendo una competencia. Ella me está midiendo, tal vez tratando de
conectar los puntos de cómo Ethan pasó de salir con ella a casarse
conmigo.
Supongo que ella terminó las cosas; de lo contrario, a él
probablemente no le importaría tanto hacer un espectáculo sobre tener
una nueva esposa. Y me pregunto si el disgusto que veo en su rostro
es porque Ethan la haya superado con tanta facilidad o porque lo haya
hecho con alguien que no se parece en nada a ella.
Me recuesto contra él en una impulsiva muestra de solidaridad, y
me pregunto si él se dará cuenta de que sus caderas se arquean
sutilmente contra mi espalda en respuesta: un empuje inconsciente.
Dentro de mi pecho, hay una explosión de mariposas traidoras.
Han pasado unos segundos desde que sugirió que soy su amuleto
de buena suerte, y parece demasiado tarde para decir que es todo lo
contrario: que, con mi suerte, conseguiré una astilla al costado del bote,
desangrar en el océano y atraer a una manada de tiburones
hambrientos.
—¿Están listos para divertirse? —pregunta Nick, rompiendo mi
congelado silencio.
Sophie grita, como una chica de hermandad—: ¡Demonios, sí! —
Y choca la mano con Bill.
Espero un golpe de puños forzado de parte de Ethan en
respuesta, así que me sorprende cuando siento sus labios aterrizar
suavemente en mi mejilla.
—¡Demonios, sí! —Me susurra al oído, riendo en voz baja.

•••

NICK NOS TRAE UN EQUIPO con aletas y mascarillas. Las


máscaras sólo cubren nuestros ojos y narices; porque iremos más
profundo que en un buceo regular, también nos dan boquillas para que
podamos respirar, que están conectadas mediante un tubo largo a un
tanque de oxígeno en una pequeña balsa que arrastraremos a la
superficie sobre nosotros mientras nadamos.
Cada combinación de tanque-balsa puede soportar dos buzos, así
que, por supuesto, Ethan y yo estamos emparejados, lo que también
significa que estamos, en esencia, atados juntos.
Cuando nos deslizamos en el agua y alcanzamos nuestras
boquillas de oxígeno, puedo ver a Ethan investigando la boquilla,
tratando de estimar cuántas personas lo han usado y qué tan confiable
es la limpieza entre clientes. Después de mirarme y darse cuenta de mi
completa falta de simpatía por su crisis de higiene, respira hondo y se
lo coloca, dándole a Nick unos ambivalentes pulgares hacia arriba.
Nos agarramos a la balsa que lleva nuestro tanque de oxígeno
compartido. Al final nos miramos por encima, nos agachamos,
desorientados por un momento al estar respirando a través del
respirador y viendo a través de la máscara. Y, fieles al hábito, tratamos
de nadar en direcciones opuestas. La cabeza de Ethan aparece por
encima del agua, emerge de nuevo y mueve la cabeza detrás de él con
impaciencia, indicando qué camino quiere seguir.
Me rindo, dejándolo liderar. Bajo el agua, soy inmediatamente
consumida con todo a nuestro alrededor. El kihikihi negro, amarillo y
blanco pasa rápidamente. Un pez corneta corta a través de nuestro
campo de visión, elegante y plateado. Cuanto más nos acercamos al
arrecife, más irreal se vuelve. Con los ojos muy abiertos detrás de su
máscara, Ethan señala un brillante banco de peces soldado rojizo al
pasar otra gran masa de exuberante espiga amarilla. Las burbujas
brotan de su respirador como confeti.
No sé cómo sucede, pero en un momento estoy luchando para
nadar más rápido y al siguiente, la mano de Ethan está alrededor de la
mía, ayudándome a avanzar hacia un pequeño racimo de o'ili con
puntos grises. Es muy tranquilo aquí abajo; sinceramente, nunca he
sentido esto, una especie de ingravidez, calma silenciosa, y ciertamente
nunca en su presencia. Pronto Ethan y yo estamos nadando
completamente sincronizados, nuestros pies pateando perezosamente
detrás de nosotros. Él señala cosas que ve; yo hago lo mismo. No hay
palabras, no hay golpes verbales. No hay deseo de golpearlo o sacarle
los ojos, solo existe la verdad confusa de que sostener su mano aquí no
solo es tolerable, sino agradable.

•••
CERCA DE LA PARTE TRASERA DEL BARCO, EMERGEMOS
empapados y sin aliento. La adrenalina danza a través de mí, quiero
decirle a Ethan que deberíamos hacer esto todos los días de las
vacaciones. Pero tan pronto como nos quitamos nuestras máscaras y
salimos del agua, la realidad vuelve. Nuestros ojos se encuentran y lo
que sea que él estaba planeando decir, muere de manera similar en su
garganta.
—Eso fue divertido —digo simplemente.
—Si. — Se quita el chaleco del traje de neopreno, se lo entrega a
Nick, y luego da un paso hacia adelante cuando ve que estoy luchando
con mi cremallera. Estoy temblando porque está frío, así que lo dejo
abrirla, y trabajo muy duro para no notar lo grandes que son sus manos
y cuán hábilmente trabajan para liberar la cremallera atascada.
—Gracias. —Me agacho, revolviendo en mi bolso mi ropa seca,
no estoy encantada por él. No lo estoy—. ¿Dónde debo cambiarme?
Nick hace una mueca.
—Solo tenemos un baño y tiende a estar bastante lleno cuando
comenzamos a regresar y los cócteles de todos están golpeando su
vejiga. Sugeriría que bajemos pronto, pero ustedes dos son bienvenidos
a entrar juntos.
—¿Entrar... juntos? —pregunto. Miro hacia los estrechos
escalones del baño y observo que la gente ya está empezando a juntar
sus cosas para usarlas en sí mismos.
—¡Nada que no hayas visto antes! —dice Ethan con una sonrisa
malvada. Le envío una milicia de pensamientos dañinos.
Pronto se arrepiente de ser tan caballeroso. El baño es del tamaño
de un armario de escobas.
Un armario de escobas muy pequeño con un piso muy
resbaladizo. Nos amontonamos en el espacio empapado, pegando
nuestra ropa a nuestro pecho. Desde aquí abajo, parece que el bote
está en medio de una tormenta; somos víctimas de cada pequeña
sacudida e inclinación.
—Tú primero —dice.
—¿Por qué yo primero? Vas primero.
—Ambos podemos cambiarnos y terminar con esto —dice—. Te
pones de frente a la puerta, y yo mirando hacia la pared.
Escucho el sonido húmedo de sus pantalones cortos mientras
estoy trabajando con mi bikini bajando por mis piernas temblorosas, y
soy muy consciente de que el trasero de Ethan probablemente está solo
a pulgadas de distancia del mío. Experimento un momento de puro
terror cuando imagino qué mortificante sería tocar nuestras frías y
húmedas nalgas.
Un poco asustada, busco mi toalla y me resbalo, mi pie derecho
va directo a un charco poco profundo de agua cerca del fregadero. Mi
pie se engancha en algo, Ethan grita sorprendido, y me doy cuenta de
que ese algo era de la espinilla de Ethan. Después de que su mano
golpea ruidosamente contra la pared, también pierde el equilibrio.
Mi espalda golpea el piso, y con un golpe, Ethan aterriza encima
de mí. Si hay dolor, estoy demasiado distraída por el caos para
registrarlo, y hay un momento de horroroso silencio cuando ambos nos
damos cuenta de lo que sucedió: estamos completamente desnudos,
mojados y pegajosos, una maraña de brazos y piernas desnudos y otras
partes, en el más mortificante juego de Twister que alguien haya
experimentado.
—¡Dios mío, sal de encima! —grito.
—¿Qué demonios, Olive? ¡Me derribaste!
Intenta ponerse de pie, pero el piso está resbaladizo y en
movimiento, lo que significa que él sigue cayendo sobre mí mientras
lucha por encontrar el equilibrio. Una vez que estamos de pie, está claro
que los dos queremos morir de mortificación. Nos movemos frente a la
puerta y frente a la pared increíblemente rápido; no hay forma de que
hagamos esto sin destellos de trasero y tetas y todo tipo de cosas
colgantes, pero a este punto, no nos importa.
Ethan se apresura a ponerse unos pantalones cortos limpios, pero
me toma alrededor de cuatro veces más de tiempo acomodar mi ropa
sobre mi cuerpo mojado. Afortunadamente, él se viste relativamente
rápido y se da vuelta, presionando su frente contra la pared, ojos
cerrados mientras lucho con mi sostén y mi camisa.
—Quiero que sepas, —le digo mientras los acomodo en mi torso—
y estoy segura de que escuchas mucho esto, pero esa fue la peor
experiencia sexual de mi vida.
—Siento que deberíamos haber usado protección.
Me vuelvo para confirmar lo que escuché en su voz, una risa
reprimida de nuevo, y lo atrapo sonriendo, todavía frente a la pared.
—Puedes darte la vuelta ahora —le digo—. Estoy decente.
—¿Alguna vez lo estás realmente? —pregunta, volviéndose,
sonrojándose y sonriendo. Es mucho para asimilar.
Espero la reacción molesta, pero no llega. En cambio, me doy
cuenta con sorpresa que ver su verdadera sonrisa apuntando hacia mí
se siente como recibir un cheque de pago.
—Tienes un buen punto.
Parece igualmente sorprendido que no le haya gruñido, y logra
pasar para abrir la puerta.
—Me siento mareado. Salgamos de aquí.
Salimos con la cara roja por razones que se malinterpretan de
inmediato, Ethan se choca los cinco con un par de hombres que nunca
hemos conocido. Me sigue al bar, donde ordeno una margarita y él
ordena una bebida de jengibre para ayudar a su estómago.
Una mirada hacia él me dice que no estaba bromeando sobre sentirse
mareado, se ve verde. Encontramos asientos dentro, fuera del sol, pero
cerca de una ventana, y él se inclina hacia adelante, presionando su
cabeza contra el panel, tratando de respirar.
Culpo este momento aquí, por crear una pequeña fractura en su
papel como mi némesis. Un verdadero enemigo no muestra debilidad,
y seguro, cuando me acerco a frotar su espalda, un verdadero enemigo
no se inclinaría hacia mí, gimiendo de alivio. No se movería para poder
alcanzarlo más fácilmente, y ciertamente no se desplazaría por el banco
y descansaría su cabeza en mi regazo, mirándome en agradecimiento
cuando suavemente paso mis dedos por su cabello, calmándolo.
Ethan y yo estamos comenzando a construir más de estos buenos
momentos que malos; eso hace que la balanza se incline en una
dirección desconocida.
Y creo que realmente me gusta.
Lo que me pone demasiado incómoda.
—Todavía te odio —le digo, apartando un rizo oscuro de su frente.
El asiente.
—Sé que lo haces.
Capítulo nueve

Una vez que volvemos a tierra firme, la mayoría de su color vuelve,


pero en lugar de empujar nuestra suerte, o correr el riesgo de tener que
cenar con Sophie y Billy, decidimos regresar temprano y ordenar en
servicio a la habitación.
Aunque él come en la sala de estar y yo en el dormitorio, se me
ocurre en algún lugar entre mi primer bocado de ravioles y mi cuarto
episodio de GLOW11 que pude haber enviado a Ethan de regreso al
hotel e irme a pasear yo sola. Podría haber hecho cien cosas diferentes
sin siquiera irme de los terrenos del hotel y, sin embargo, aquí estoy, de
vuelta en la habitación por la noche porque Ethan tuvo un día difícil. Al
menos ahora solo estoy a una habitación de distancia si necesita a
alguien.
Necesita a alguien… ¿cómo yo? Quiero señalarme y burlarme de
mí misma y esta nueva inocencia por pensar que Ethan me buscaría
como una fuente de consuelo en cualquier momento que no sea cuando
estamos atrapados en un bote. No lo haría.
¡Y eso no es por lo que estamos aquí de todos modos!
Pero tan pronto como empiezo a hacer una sombra en mi mente
sobre la necesidad de disfrutar de mis vacaciones y no caer en el
encanto de este tipo que solo ha sido casi amigable conmigo en el
paraíso, pero nunca en la vida real, recuerdo cómo se sintió bajo el agua

11GLOW es una serie de televisión de Netflix del género comedia dramática.


en el cráter, cómo se sentía su frente a lo largo de mi espalda en la
cubierta del bote, cómo se sintió pasar mis dedos por su cabello. Mi
corazón late como loco pensando en cómo su respiración comenzó a
sincronizarse con el ritmo de mis uñas mientras le rascaba ligeramente
el cuero cabelludo.
Y luego me eché a reír al recordar a nuestro Twister desnudos en
el baño de la perdición.
—¿Te estás riendo de lo del baño? —grita desde la otra
habitación.
—Me reiré de lo del baño hasta el final de los tiempos.
—Yo igual.
Me encuentro sonriendo en dirección a la sala de estar, y me doy
cuenta de que permanecer en el equipo de odio a Ethan Thomas va a
ser más trabajo de lo que puede valer.

•••

LA MAÑANA LLEGA A LA ISLA EN UN LENTO Y BORROSO


brillo en el cielo.
Ayer por la mañana, la humedad fresca de la noche fue quemada
gradualmente por el sol, pero hoy no. Hoy llueve. Hace frío cuando salgo
de la habitación en busca de café. La suite aún está bastante oscura,
pero Ethan está despierto. Está estirado a lo largo del sofá cama con un
grueso libro abierto frente a él. Él sabiamente me deja sola hasta que la
cafeína ha tenido tiempo de introducirse en mi sistema. Finalmente, me
dirijo a la sala de estar.
—¿Cuáles son tus planes hoy? —Todavía estoy en pijama, pero
me siento mucho más humana—. Lo estás mirando. —Cierra el libro,
descansando sobre su pecho. La imagen se archiva inmediatamente en
la enciclopedia de mi cerebro como una postura de Ethan, y
subcategorizado como sorprendentemente caliente—. Pero
preferiblemente en la piscina con una bebida alcohólica en mi mano.
Al unísono, fruncimos el ceño ante la ventana. Gruesas gotas
sacuden las hojas de la palmera afuera, y la lluvia corre suavemente por
la puerta del balcón.
—Quería hacer paddle board... —Me marchito.
Recoge el libro de nuevo.
—No parece que eso vaya a suceder.
Mi primer instinto es mirarlo, pero ya ni siquiera me está mirando.
Agarro la guía del hotel del soporte de TV. Tiene que haber algo que
pueda hacer bajo la lluvia; Ethan y yo somos capaces de pasar tiempo
juntos afuera, pero habría derramamiento de sangre si los dos
estuviéramos en esta suite todo el día.
Acerco el teléfono y abro el directorio frente a mí. Ethan se mueve
a mi lado y lee la lista de actividades sobre mi hombro. Su presencia ya
es (de repente) como una enorme ola de calor moviéndose por la
habitación y ahora él está parado hombro con hombro conmigo. Mi voz
se agita mientras leo la lista.
—Tirolesa… helicóptero… caminata… submarino… kayak… off—
roading… paseo en bicicleta…
Me detiene antes de que pueda llegar al siguiente.
—Oh. Paintball.
Lo miro sin comprender. Paintball siempre me pareció algo que,
obsesionados de las armas, chicos de fraternidad alimentados con
testosterona harían. Ethan realmente no parece ese tipo.
—¿Has jugado paintball?
—No —dice—, pero parece divertido. ¿Qué tan difícil puede ser?
—Eso se siente como una burla peligrosa para el universo, Ethan.
—Al universo no le importa mi juego de paintball, Olive.
—Mi papá me dio una pistola de bengalas una vez cuando hice un
viaje por carretera en la universidad con un novio. Se disparó en el
maletero y prendió fuego a nuestro equipaje mientras estábamos
nadando en un río. Tuvimos que ir a un Walmart local para comprar
ropa, sin importar que todo lo que teníamos eran nuestros trajes de baño
mojados, y era esa pequeña ciudad, en serio, solo poblada por la
espeluznante gente de Deliverance. Nunca me he sentido más como la
futura cena de alguien que caminando por esos pasillos tratando de
encontrar ropa interior nueva.
Me estudia por unos largos segundos.
—Tienes muchas historias como esta, ¿no?
—No tienes idea. —Echo un vistazo a la ventana de nuevo —.
Pero en serio. Si ha estado lloviendo toda la noche, ¿no estará todo
lodoso?
Se apoya contra el mostrador.
—¿Así que solo querrías estar cubierta de pintura, pero
definitivamente no de barro?
—Creo que el objetivo es no quedar cubierto de pintura.
—Eres incapaz de no discutir conmigo —dice—, y eso es molesto.
—¿No estabas discutiendo conmigo sobre estar cubierto de
pintura, pero no de barro?
Él gruñe, pero lo veo luchando con una sonrisa. Señalo a través
de la habitación.
—¿Por qué no vas al minibar y sacas fuera esa molestia?
Ethan se recuesta, más cerca que antes. Huele increíblemente
bien, y es increíblemente molesto.
—Hagamos paintball hoy.
Al pasar la página, sacudo la cabeza.
—Definitivamente no.
—Vamos —grita—. Puedes elegir lo que haremos después.
—¿Por qué quieres pasar el rato conmigo? No nos queremos.
Él sonríe.
—Claramente no estás pensando en esto estratégicamente.
Podrás dispararme con bolitas de pintura.
Un montaje de videojuego se desplaza por mi cabeza: mi arma
escupe una corriente de bolas de pintura verde skittle, salpicaduras
verdes que aterrizan en ráfagas en todo el frente del chaleco de Ethan.
Y finalmente, el disparo mortal: una salpicadura verde gigante justo
sobre su ingle.
—¿Sabes qué? Iré y nos haré algunas reservas.

•••

EL HOTEL DISPONE DE UN AUTOBÚS PARA LLEVARNOS al


campo de paintball. Nos detenemos frente a un edificio industrial al
frente de un estacionamiento a un lado, con bosque a su alrededor. No
está lloviendo directamente, más bien como una llovizna constante y
brumosa, y oh sí, está lodoso.
En el interior, la oficina es pequeña y huele, adivinaste, a tierra y
pintura. Un tipo blanco, grande y alto en una camisa híbrida hawaiana
floral/camuflaje con un nombre en la etiqueta que dice HOGG está
detrás del mostrador para darnos la bienvenida. Ethan y él discuten las
diversas opciones para jugar, pero apenas estoy escuchando. Sobre el
mostrador las paredes están cubiertas con cascos y chalecos antibalas,
gafas protectoras y guantes. Un póster cuelga al lado de otra puerta y
se lee: MANTÉN LA CALMA Y RECARGA. También hay armas,
muchas de ellas.
Es probablemente un mal momento para darme cuenta que nunca
he sostenido ningún arma antes, mucho menos disparado una.
Hogg se va a otra habitación y Ethan se gira hacia mí, señalando
a una pared con una lista de nombres y puntuaciones, jugadores que
han ganado algún tipo de guerra de paintball.
—Esto parece muy intenso.
Señalo al otro lado de la sala, y a un cartel que dice
ADVERTENCIA: MIS BOLAS PODRÍAN GOLPEARTE EN LA CARA
—La palabra por la que creo que Hogg iba es ‘con estilo’.
Levanto una pistola vacía de paintball que se parece a un rifle.
—¿Recuerdas esa escena en Nine to Five12 donde Jane Fonda
está vestida con un traje de safari y va a través de la oficina buscando
al Sr. Hart?
—No —dice Ethan, inclinando su cabeza hacia el equipo en las
paredes, dulcemente distraído—. ¿Por qué?
Sonrío cuando me mira.
—Por nada. —apuntando a la pared, pregunto— ¿Has disparado
alguna vez una pistola?
Minnesota tiene algunos apasionados cazadores deportivos y
¿Quién sabe? Quizás Ethan sea uno de ellos.

12(1980) Cómo eliminar a su jefe. Película de comedia protagonizada por Jane Fonsa, Lily Tomlin,
Dolly Parton y Dabney Coleman.
Él asiente y se queda en silencio mientras mi mente va por el túnel
de la locura, imaginando la tragedia de la cabeza de una cebra montada
en la pared de su sala. O de un león. Dios mío, ¿Qué si es una de esas
horribles personas que van a África y cazan rinocerontes?
Mi furia hacia esta versión de Ethan Thomas empieza a volver con
toda su fuerza y caliente esplendor, pero luego añade.
—Aunque solo al campo de tiro con Dane unas cuantas veces. Es
más cosa suya que mía. —Hace una doble toma cuando ve mi cara—
¿Qué?
Tomo una enorme bocanada de aire, dándome cuenta de que
acabo de hacer lo que siempre parece ser que hago, lo cual es pensar
inmediatamente en el peor escenario posible.
—Antes de que lo aclararas, tuve una imagen de ti con un
sombrero de safari y tu pie encima de una jirafa muerta.
—Detén eso —dice él—. Asqueroso.
Me encojo de hombros, haciendo una mueca.
—Es solo como soy.
—Trata de conocerme, entonces. Dame el beneficio de la duda.
Dice las palabras con tanta calma, casi sin pensarlo, luego frunce
el ceño hacia una hebilla de cinturón encima del mostrador donde se
lee, La primera regla de seguridad de armas: No me cabrees.
Pero todavía estoy tambaleándome en la profunda enormidad de
su percepción, y cuan repentinamente expuesta me siento, cuando
Hogg regresa, gruesos brazos llenos con equipos. Nos pasa a cada uno
un par de overoles de camuflaje y guantes, un casco, y un par de gafas
de protección. La pistola es de plástico y muy ligera, con un largo cañón
y un cargador fijo encima, donde las bolas de pintura son puestas. Pero
todo lo demás es pesado. Trato de imaginarme corriendo en esto y no
puedo.
Ethan inspecciona su equipo y se inclina sobre el mostrador—.
¿Tienes alguna, eh, protección?
—¿Protección?
Las puntas de las orejas de Ethan se vuelven rojas, y sé en ese
momento que lee las mentes y que vio mis imaginarios choques de
pintura sobre toda su entrepierna. Mira a Hogg de forma significativa,
pero Hogg solo sacude su cabeza riéndose.
—No te preocupes por eso, amigo. Vas a estar bien. Palmeo su
hombro.
—Sí, amigo. Yo te cuido la espalda.

• ••

EL JUEGO TIENE LUGAR EN UN DENSO bosque de 5 acres.


Docenas de cobertizos de madera conducen a una línea de árboles,
montones de troncos están dispersados para dar cubierto, y unos pocos
puentes se extienden por encima, abarcando la longitud entre los
árboles. Nos indican reunirnos, junto con otros jugadores, debajo de un
gran metal sobresaliente. Ahora la lluvia es más niebla que llovizna,
pero hay una frialdad húmeda en el aire y siento mis hombros alzarse
hacia mis orejas debajo del holgado overol.
Ethan me mira, y por detrás de sus gafas de seguridad sus ojos
se arrugan en burla. Apenas ha dejado de reírse desde que salí del
vestuario.
—Te ves como una caricatura —dijo.
—O sea, te queda igual de encantador.
Le respondo. Pero en cuanto a respuestas, es bastante floja dado
que Ethan realmente se ve muy bien en el atuendo de camuflaje de
paintball. Tiene ese estilo de soldado sexy que no esperé encontrar
atractivo, pero que aparentemente si hago.
—Elmer Fudd13 —pregunta—. ¿Cazando conejos?
—¿Te callarías?
—Eres como la patética recluta Benjamin14.
—La recluta Benjamin es realmente patética.
Ethan se regocija.
—¡Lo sé!
Bendito sea: nuestro instructor, Bob, se acerca. Es bajo pero
sólido y se pasea frente nuestro grupo como un general alistando a sus
tropas. Uno inmediatamente tiene la sensación de que Bob quiso ser
policía, pero que no lo logró.
Nos dice que jugaremos una versión llamada combate a muerte.
Suena genial y terrible a la vez: nuestro grupo de alrededor de veinte
será separado en dos equipos, y en esencia solo correremos
disparándonos los unos a otros hasta que todos los de un mismo equipo
sean eliminados.
—Cada jugador tiene cinco vidas —dice, mirando a los ojos de
cada uno con perspicacia mientras camina—. Una vez que les den
bloquearán sus armas, engancharán la tapa del cañón, y regresarán al
campamento. —señala al pequeño edificio envuelto en protectoras

13Elmer gruñon, personaje ficticio de los dibujos animados de Warner Brothers.


14Private Benjamin Película de comedia que trata de una mujer joven y mimada que se alista en el
ejército tras la muerte su esposo durante la noche de bodas.
cercas; un cartel garabateado donde se lee CAMPAMENTO BASE
cuelga por encima—. Se quedarán ahí hasta que esperen que el tiempo
termine, luego regresan al juego.
Ethan se inclina, sus palabras cálidas contra mi oreja.
—Sin rencores cuando te saque inmediatamente ¿Verdad?
Alzo la mirada hacia él. Su cabello se encuentra húmedo por el
clima y está reprimiendo una sonrisa. Literalmente está mordiendo su
labio, y por un suspiro de tiempo quiero estirarme y liberarlo.
Pero estoy mayormente alegre de que no asuma que hoy
vayamos a trabajar juntos.
—No me amenaces con un bueno rato —digo.
—Hay algunas difíciles y rápidas reglas —continúa Bob—.
Seguridad primero. Si piensan que es tonto, no lo hagan. Guantes
puestos, siempre. Cualquier momento en que su arma no está en uso,
tienen que mantenerlo bloqueado y el cañón tapado. Eso incluye si les
han dado y están saliendo del campo.
Alguien aplaude detrás de mí y miró sobre el hombro. Un hombre
alto, corpulento y calvo está asintiendo a todo lo que el instructor dice y
prácticamente vibrando con energía. Él también está sin camiseta, lo
que es… raro, y llevando un cinturón de herramientas con frascos de
pintura extra y suministros. Intercambio una mirada burlona con Ethan.
—¿Has jugado antes? —supone Ethan.
—Todas las veces que pueda —dice el hombre—. Clancy. Se
estira, estrechando la mano de Ethan.
—Ethan. —me señala, y lo saludo con la mano—. Se llama
Skittle15.

15Marca de caramelos de fruta, descendiente de la marca “sparkies”. Hace referencia al vestido que
llevo a la boda de su hermana.
—En realidad, —digo, mirándolo— es…
—Entonces debes ser bastante bueno. —le dice Ethan a Clancy.
Clancy cruza los brazos sobre su pecho
—He llegado a nivel prestigio en Call of Duty unas doce veces, así
que dejaré que ustedes sean los jueces.
No puedo evitarlo.
—Si no te importa que te pregunte, ¿Por qué no llevas una
camiseta? ¿No te dolerá cuando te den?
—El dolor forma parte de la experiencia.
Explica Clancy. Ethan asiente como si eso explicará todo, pero ahora
que lo conozco lo suficiente bien veo la diversión en sus ojos.
—¿Algún consejo para los nuevos? —pregunto.
Clancy está claramente encantado de que le haya preguntado.
—Usen los árboles, son mejores que las superficies lisas porque
te puedes mover a través de ellos, realmente furtivo. Para vigilancia,
siempre doblados por la cintura. —hace una representación para
nosotros, subiendo y bajando varias veces—. Mantengan el resto de su
cuerpo protegido. No lo hagan, y ya sabrán lo que se siente que les den
a tus galletitas con el poder de una bola a doscientos setenta pies por
segundo. —parpadea en mi dirección—. Sin ofender, Skittle.
Ondeo mi mano.
—A nadie le gusta que le den en las galletitas.
Él asiente, continuando.
—Lo más importante, nunca jamás se tiendan en el suelo, golpean
el suelo y están muertos.
La gente alrededor de nosotros aplaude cuando Bob termina de
hablar y empieza a dividirnos en dos equipos. Ethan y yo nos
desanimamos un poco cuando ambos terminamos en el equipo Trueno.
Esto significa, tristemente, que no estaré cazándolo por el bosque. Su
desaliento se profundiza cuando ve al equipo contrincante: un pequeño
puñado de adultos y un grupo de siete chicos de 14 años que vinieron
por un cumpleaños.
—Espera. —dice Ethan, gesticulando en su dirección— No
podemos disparar a un montón de niños.
Uno con tirante y la gorra volteada da un paso adelante.
—¿A quién estás llamando niño? ¿Asustado, abuelito?
Ethan sonríe fácilmente.
—Si tu madre te trajo aquí, eres un niño.
Sus amigos se ríen detrás de él, alentándolo.
—En realidad, tu madre me trajo aquí. Tomó mi polla en el asiento
trasero.
A esto, Ethan suelta una carcajada.
—Sí, eso suena exactamente a algo que Barb Thomas haría. —
se gira y aleja.
—Mírenlo esconderse como una pequeña perra —el niño dice.
Bob se acerca y nivela a los adolescentes con la mirada.
—Vigilen sus bocas. —se gira a Ethan—. Guárdalo para el campo.
—Creo que Bob me acaba de dar permiso para eliminar a ese
pequeño gilipollas.
Dice Ethan maravillado, bajando sus gafas.
—Ethan, es un flacucho.
—Es decir que no gastaré mucha munición en él.
Coloco una mano en su brazo.
—Puede que te lo estés tomando un poco muy en serio.
Me sonríe y guiña para que vea que solo está divirtiéndose. Algo
revolotea vivo en mi pecho. Juguetón Ethan es la evolución más
reciente de mi compañero de viaje y estoy completamente aquí por ello.

•••

—SIENTO QUE DEBÍ HABER PRESTADO MÁS atención a las


reglas. —Ethan está jadeando a mi lado, manchado de barro y con
salpicaduras de pintura morada. Ambos lo estamos. Alerta de spoiler:
las bolas de pintura jodidamente duelen—. ¿Hay un límite de tiempo
para este juego? —saca su celular y busca en google, gimiendo cuando
se da cuenta de la mala señal.
Giro mi cabeza hacia atrás contra el cobertizo de madera y miro
hacia el cielo. El plan original de nuestro equipo era dividirnos y
escondernos cerca de los búnkeres, asignando a unos pocos
defensores para que se quedaran en territorio neutral y se encargaran
de los atacantes que vinieran. No estoy realmente segura en donde se
arruinó el plan, pero en algún momento hubo una emboscada y ahora
solo quedamos cuatro de nosotros. Todos los del otro equipo,
incluyendo esos mierdecillas adolescentes, están todavía vivos.
Ahora Ethan y yo estamos atrapados debajo de una pared
dilapidada, siendo cazados desde todos los lados por niños que son
mucho más despiadados de lo que habíamos esperado.
—¿Están todavía ahí? —pregunto.
Ethan se estira para ver sobre la barricada e inmediatamente se
agacha de nuevo:
—Sí.
—¿Cuántos?
—Solo vi a dos. No creo que sepan dónde estamos. —se arrastra
para mirar el otro lado y rápidamente lo deja—. Uno de ellos está
bastante lejos, y el otro solo está pasando el rato en el puente. Digo que
esperemos. Alguien vendrá y captará su atención tarde o temprano, y
podremos correr hacia los árboles de allá.
Unos pocos segundos pasan, llenos con el sonido de gritos
distantes y ocasionales erupciones de bolas de pintura. Esto está tan
lejos del mundo real de lo que puedo imaginar. No puedo creer que
estoy disfrutándolo.
—Quizás deberíamos intentar de correr más que ellos —digo. No
me entusiasma la idea de recibir más bolitas en el trasero, pero está frío
y húmedo donde estamos acurrucados, y mis muslos están
comenzando a hacer ese bailecito tembloroso—. Podríamos
conseguirlo. Eres sorprendentemente no terrible en esto.
Me mira y luego entrecierra los ojos hacia el bosque—. Tienes la
agilidad de una roca. Probablemente deberíamos quedarnos.
Me estiro y le pateo, le hago cosquillas cuando gruñe en dolor
fingido.
Porque estamos agachados aquí, escondiéndonos de un grupo de
agresivos chicos púberos, estoy tentada a entablar una conversación,
pero vacilo, inmediatamente analizándolo por segunda vez. ¿Quiero
conocer a Ethan? Solía pensar que conocía las cosas más importantes
de él, que es un tipo juzgón que tiene algo en contra de las chicas
curvilíneas comiendo comida de ferias con altas calorías. Pero también
he aprendido que:
1. Su trabajo involucra algo de matemática.
2. Que yo sepa, ha tenido una novia desde el momento en que lo
conocí por primera vez, hace 2 años y medio.
3. Es muy bueno frunciendo el ceño (pero también sonriendo).
4. Insiste que no le importa compartir la comida; pero no come en
bufets.
5. A menudo lleva a su hermano a caros viajes de aventura.
El resto de la lista se desliza en mis pensamientos, sin invitación.

6. En realidad, es muy divertido.


7. Se marea en el mar.
8. Parece estar hecho de musculo, debo confirmar que de alguna
manera hay realmente órganos dentro de su torso.
9. Es competitivo, pero no en una manera que de miedo.
10. Puede ser extremadamente encantador si se le soborna con un
. colchón cómodo.
11. Piensa que siempre luzco muy bien.
.12. Recordó la camiseta que me puse la tercera vez que nos vimos.
.
13. Por lo que puedo decir, tiene un pene decente en esos
. pantalones.

¿Por qué estoy pensando en el pene de Ethan? Súper asqueroso.


Obviamente, vine aquí con lo que pensé era una clara imagen de
quien él era, pero tengo que admitir que esa versión parece estar
desmoronándose.
—Bueno, ya que tenemos algo de tiempo de sobra —digo, y me
acomodo a una posición más sentada que agachada—, ¿puedo hacer
una pregunta totalmente personal e invasiva?
Se frota una mancha de su pierna: —Si significa que no me
patearás otra vez, sí.
—¿Qué pasó entre tú y Sophie? También, ¿Cómo terminaron
juntos en primer lugar? Ella es muy… mmm, 9021016. Y tú pareces
más…
Ethan cierra sus ojos y luego se inclina para ver fuera de la
barricada.
—Quizás solo deberíamos correr.

16TV show, telenovela juvenil emitida por la cadena FOX.


Lo empujo de vuelta: —Solo tenemos una vida cada uno, y te voy
a usar como escudo humano si salimos. Habla.
Toma una respiración profunda y sus mejillas se ondean cuando
exhala.
—Estuvimos juntos alrededor de dos años —dice—. Estaba
viviendo en Chicago en ese tiempo, si te acuerdas, y fui a las Ciudades
Gemelas para visitar a Dane. Me pasé por su oficina y ella trabajaba en
el mismo edificio. La vi en el estacionamiento. Dejó caer una caja llena
de papeles y le ayude a recogerlos.
—Eso suena como un increíble inicio cliché de una película.
Para mi sorpresa, se ríe.
—¿Y te mudaste ahí? —pregunto—. Solo así.
—No fue solo así. —se estira para quitar algo de barro de su cara,
y me gusta el gesto, la forma en que puedo ver que viene de
vulnerabilidad, durante esta conversación, más que de vanidad. En un
extraño estallido de consciencia, me doy cuenta que esta es la primera
vez que estoy realmente hablando con él—. Fue después de unos
meses, y había tenido una oferta de trabajo permanente en las
Ciudades por un tiempo. Una vez regrese a Minneapolis, decidimos, ya
sabes, ¿Por qué no? Tenía sentido mudarse juntos.
Cerré mi boca cuando me di cuenta que estaba colgando
abierta—. Guau. Me toma unos pocos meses decidirme si me gusta un
nuevo champú lo suficiente para seguir usándolo.
Ethan se ríe, pero no es particularmente un sonido alegre y hace
que algo se retuerza en mi pecho.
—¿Qué pasó? —pregunto.
—No me engaño o no que yo sepa. Conseguimos un apartamento
en Loring Park, y las cosas iban bien. Realmente bien. —me mira a los
ojos por un breve momento, casi como si no estuviera seguro de que le
creeré: —Iba a proponerme el 4 de julio17.
Levanto una ceja en pregunta a la especifica fecha, y él se estira
para rascarse el cuello, avergonzado: —Pensé que sería genial hacerlo
mientras los fuegos artificiales terminaran.
—Ah, un gran gesto. No estoy segura de que te hubiera imaginado
de ese tipo.
Suelta una medio risa medio gemido.
—Fui así de lejos, si es eso lo que te estás preguntando. Un amigo
estaba haciendo una barbacoa, y fuimos a su casa, pasamos el rato,
luego la llevé al techo y me propuse. Ella lloró y nos abrazamos, pero
me di cuenta luego que, de hecho, nunca había dicho que sí. Después
volvimos adentro y lo ayudamos a limpiar. Sophie dijo que no se estaba
sintiendo bien y que me esperaría en casa. Cuando llegué, ya no
estaba.
—Espera, ¿Te refieres a no estar de irse?
Él asiente: —Sip. Todas sus cosas no estaban. Empacó todo y se
fue, dejándome una nota en la pizarra de nuestra cocina.
Mis cejas se unen: —¿Pizarra?
—“No creo que deberíamos casarnos, lo lamento”. Eso fue lo que
dijo, lo lamento. Como si me estuviera diciendo que salpicó salsa de
tomate en mi camisa favorita. ¿Sabes que limpié esa pizarra cientos de
veces y esas malditas palabras nunca se borraron? Y no lo digo en un
sentido metafórico. Uso un marcador Sharpie, no uno de pizarra, y
literalmente las palabras se quedaron ahí.
—Oof. Eso es horrible. ¿Por qué no simplemente quemaste la
pizarra?
Se encoge de hombros con una sonrisa de auto-desprecio: —Soy
económico.

17Día de la independencia de EE.UU. Día de gran celebración.


Eso me hace reír, pero rápidamente me ponga seria ante el
pensamiento de ser dejada de esa manera: —Hiciste un gran gesto, y
¿ella te dejó por medio de una pizarra? Dios, sin ofender, pero Sophie
es una grandísima imbécil.
Esta vez cuando se ríe, es más alto, más ligero y llega a sus ojos.
—No ofende. Fue una cosa terrible, incluso aunque estoy contento
de que lo hizo. Pensé que éramos felices, pero la verdad es que nuestra
relación rozaba lo superficial. No creo que hubiera funcionado por más
tiempo. —Se detiene—. Solo quería asentarme, tal vez. Creo que hice
un gran gesto para la persona incorrecta. Sé que necesito a alguien con
quien que hablar, y ella no es de las que va muy profundo.
Esto no encaja enteramente con la imagen que tengo de él como
un temerario sofisticado18, pero entonces, tampoco la visión de él en el
avión, apretando los reposabrazos. Ahora tengo nuevos Datos de Ethan
para añadir a la lista.
14. Es moderado.
15. Es introspectivo.
16. Y tanto como probablemente lo negaría, es un romántico.

Me pregunto si hay dos lados muy distintos de Ethan, o solo nunca


he mirado más profundo de lo que Dane y Ami me han dicho sobre él
todo este tiempo.
Recordando la manera en la que se paralizó cuando vio a Sophie
en el regreso al hotel, le pregunto: —¿Se habían visto desde entonces?
Antes de…
—¿Antes de la cena con Charlie y Molly? Nop. Ella todavía vive

18N.de T. En el original Jet-setting. Característica de una persona con dinero y estilo que viaja por
el mundo y frecuentemente por placer.
en Minneapolis. Sé eso. Pero nunca la vi por ahí. Y definitivamente no
sabía que estaba comprometida.
—¿Cómo te sientes al respecto?
Golpea con su dedo el borde de un palo y mira a la distancia.
—No estoy seguro. ¿Sabes de lo que mi di cuenta en el bote?
Terminamos en julio. Ella dijo que se conocieron mientras él estaba
acomodando materiales escolares. ¿Eso es agosto? ¿Quizás,
Setiembre? Esperó un mes. Yo era un desastre después de… como
mucho tiempo. Creo que parte de mí pensó que volveríamos a estar
juntos hasta que la vi en el hotel, y de repente me di cuenta de que
estaba siendo totalmente iluso.
—Lo siento —digo, francamente.
Él asiente, sonriéndole al piso: —Gracias. Apesta, pero estoy
mejor ahora.
Que esté mejor ahora no quiere decir, necesariamente, que la
haya superado, pero no puedo pedirle una aclaración porque me
interrumpen unos disparos que suenan en el aire, los cuales parecen
estar demasiado cerca como para ser cómodo. Los dos saltamos, e
Ethan se levanta para asomarse por el borde mientras yo tropiezo a su
lado.
—¿Qué pasa?
—No estoy seguro… —Se mueve de un lado al otro del recinto,
observando, sus dedos descansando sobre el gatillo.
Me aferro al arma en mi costado, mi corazón latiendo tan fuerte
que lo puedo sentir pulsando en mis oídos. Solo es un juego, y
técnicamente podría rendirme en cualquier momento, pero mi cuerpo
no parece entender que esto no es real.
—¿Cuántos disparos te quedan? —me pregunta.
Como estuve un poco en modo francotirador al inicio del juego,
disparé muchas ráfagas aleatorias sin realmente enfocar a un objetivo.
Mi arma se siente ligera.
—No muchos. —Miro en el cargador, donde encuentro cuatro
bolas amarillas moviéndose dentro del contenedor de plástico—.
Cuatro.
Ethan abre el suyo y deja caer dos bolas más en el mío. Se
escuchan pasos en el lodo. Es Clancy, aún sin camisa y nada más que
un borrón de piel pálida mientras dispara y se esconde detrás de un
árbol.
—Corran —grita.
Ethan se estira por mi manga y tira de mí, alejándome del muro
mientras apunta hacia el bosque.
—¡Vamos!
Me lanzo a correr, mis pies golpeando el suelo mojado. No estoy
segura de que me esté siguiendo, pero corro hacia el árbol más próximo
y me escondo detrás. Ethan se detiene en medio del claro y mira hacia
atrás. Solo hay un jugador vagando por ahí.
—Es ese niño bocón —susurra, sonriendo—. Míralo, está solo.
Escaneo el bosque a nuestro alrededor, insegura.
—Quizás está esperando a alguien.
—O quizás está perdido. Los niños son estúpidos.
—Mi primo de 10 años construyó un gato robot con algo de goma,
un par de tornillos y una lata de Coca Cola —le digo—. Los niños de
hoy en día son mucho más listos de lo que fuimos nosotros en su
tiempo. Vamos.
Ethan sacude su cabeza.
—Primero hay que eliminarlo. Solo le queda una vida.
—A nosotros también nos queda una vida.
—Es un juego, el objetivo es ganar.
—Tenemos que sentarnos en todo el camino de vuelta. A mi
magullado trasero no le importa si ganamos.
—Démosle dos minutos. Si no podemos conseguir un disparo
limpio, corremos.
Acepto a regañadientes e Ethan hace señas para que cortemos
entre tres árboles y lo sorprendamos desde el otro lado. Lo sigo de
cerca, escaneando el bosque y manteniendo mis pasos silenciosos.
Pero Ethan tiene razón, no hay nadie cerca.
Cuando llegamos al final del claro, el niño aún está ahí, vagando,
pinchando algunos troncos con su arma. Ethan se inclina, su boca cerca
de mi oreja.
—Trae puestos unos malditos audífonos. ¿Qué tan arrogante
tienes que ser para escuchar música en medio de una zona de guerra?
Retrocedo para ver su cara.
—Realmente estás disfrutando esto, ¿no?
Su sonrisa es enorme—. Oh, sí.
Ethan levanta su arma, apuntando silenciosamente conmigo a su
lado.
Avanzamos dos pasos hacia el claro cuando el niño levanta la
cabeza con una mueca burlona en su cara, labios curvados alrededor
de un conjunto de frenillos. Levanta su dedo medio y solo entonces me
doy cuenta de que es una trampa. No nos giramos a tiempo para ver a
su compañero venir detrás de nosotros, pero lo siguiente que sé es que
mi trasero está completamente morado.

•••
—NO PUEDO CREER QUE NOS ENSEÑARA EL DEDO antes
de que su amigo nos disparara —gruñe Ethan—. Pequeña mierda
presumida.
Estamos en la sala de relajación del spa del hotel, vestidos con
batas blancas a juego, esperando a que nos llamen. Estamos tan
adoloridos que ni siquiera nos negamos cuando nos acordamos de lo
que significaba la parte de «pareja» en los masajes en pareja: estar
desnudos y cubiertos de aceite en la misma habitación.
La puerta se abre y una mujer sonriente de cabello negro entra.
La seguimos por un largo pasillo tenuemente iluminado hasta una
habitación aún más oscura. Un jacuzzi hundido burbujea en el centro de
la habitación; el vapor levantándose de forma tan tentadora.
Ethan y yo nos miramos a los ojos y luego apartamos la mirada
rápidamente. Me arropo más en mi bata, consciente de que no llevo
nada debajo. Pensé que iríamos directamente a las camas de masaje,
soportando solo unos pocos minutos de incomodidad mientras nos
deslizáramos bajo nuestras respectivas sábanas.
—Pensé que sólo habíamos reservado masajes —digo.
—Su paquete incluye tiempo en el jacuzzi para un remojo previo,
y luego su masajista vendrá a buscarlos. —Su tono es calmado y
liviano—. ¿Necesitan algo más, Sr. y Sra. Thomas?
El instinto me hace abrir la boca para corregirla, pero Ethan
reacciona rápido.
—Creo que estamos bien —dice él, dándole su sonrisa más
encantadora—. Muchas gracias.
—Disfruten. —Se inclina y luego cierra la puerta lentamente tras
ella. El jacuzzi burbujea entre nosotros.
Su sonrisa desaparece y levanta la mirada hacia mí, sombrío.
—No llevo nada debajo de esto. —Señalando al nudo de su bata,
añade—, supongo que tú tampoco…
—Sip.
Observa el agua caliente, su anhelo casi palpable.
—Mira —dice alargándolo—. Haz lo que tengas que hacer, pero
yo apenas puedo caminar. Voy a meterme.
Apenas termina de hablar, jala el cordón y yo obtengo un vistazo
rápido de su pecho. Me volteo rápido, repentinamente muy interesada
en la mesa con aperitivos y botellas de agua que se encuentra contra la
pared. Se escucha el sonido de la tela cayendo al suelo antes de que
gima un bajo y profundo «Oh, Dios». El sonido es como un diapasón
que dispara un temblor a través de mi cuerpo.
—Olivier, tienes que meterte.
Tomo una copa pequeña con frutos secos, y cojo un puñado—.
Estoy bien.
—Ambos somos adultos, y de cualquier forma no se ve nada. Mira.
Me volteo y miro a regañadientes sobre mi hombro. Tiene razón,
las burbujas del jacuzzi llegan justo por debajo de sus hombros, pero
aún hay un problema. ¿Quién diría que tengo algo por las clavículas?
Sus labios forman una sonrisa y se inclina hacia atrás, recargando sus
brazos hacia los costados y suspirando dramáticamente.
—Dios, esto se siente increíble.
Cada uno de mis moretones y adoloridos músculos prácticamente
lloriquean en respuesta. El vapor es como un juego de dedos que me
incitan a entrar. Burbujas, chorros de agua y la sutil esencia de lavanda
en todo el lugar.
Clavícula desnuda.
—De acuerdo —digo—, pero, cierra tus ojos. —Lo hace, pero
apuesto a que aún puede ver—. También cúbrelos. —Pone una palma
sobre sus ojos, sonriendo—. Usa las dos manos.
Una vez que está lo suficientemente ciego, lucho por salir de la
bata.
—Cuando me apunté a esta luna de miel, no tenía pensado que
incluiría mucho desnudismo.
Ethan ríe detrás de sus manos, y yo meto mi pie en el agua. La
calidez me envuelve —está casi demasiado caliente— y siseo mientras
me hundo más en el agua. Se siente irreal, todo el calor y las burbujas
sobre mi piel.
Dejo escapar un suspiro tembloroso—. Oh Dios, se siente tan
bien.
Se endereza.
—Ya puedes ver. Estoy decente —digo.
Baja sus manos, su expresión cautelosa—. Eso es debatible.
Chorros de agua chocan contra mis hombros y las plantas de mis
pies. Inclino mi cabeza hacia un lado.
—Esto se siente tan bien que ni siquiera me importa lo que digas.
—Bueno, entonces desearía tener la energía para decir algo
realmente brillante.
Resoplo y río. Me siento borracha.
—Estoy tan agradecida de ser alérgica a los mariscos.
Ethan se sumerge aún más en el agua.
—Sé que en este momento estamos pagando las consecuencias,
pero ¿te divertiste hoy?
Quizás solo sea el hecho de que el agua caliente me haya dejado
más como gelatina que como músculos adoloridos y moretones, pero
realmente me divertí.
—Aun teniendo en cuenta, que tuve que tirar mi par favorito de
tenis y que apenas me puedo sentar. Sí, me divertí. ¿Tú?
—También. De hecho, sin contar todo el asunto de Sophie, estas
vacaciones no han sido tan terribles.
Le echo una mirada con un solo ojo.
—Guau, tranquilo con los halagos.
—Ya sabes a lo que me refiero. Pensé que estaría por mi cuenta
en la alberca, comería mucho y volvería a casa con un bronceado.
Pensé que solo tenía que soportarte.
—Creo que debería estar ofendida por lo que acabas de decir,
pero… realmente pensé lo mismo.
—Por eso es tan raro estar aquí. —Ethan gesticula hacia la
habitación antes de estirarse para coger un par de aguas embotelladas
que estaban en el borde del jacuzzi. Mis ojos siguen todos sus
movimientos, la manera en la que los músculos de su espalda se
contraen y luego se estiran, la manera en la que el agua se escurre por
su piel. Mucha piel—. Dios, tu hermana enloquecería si nos viera ahora
mismo.
Parpadeo de vuelta a la realidad, estirándome por la botella que
me tiende.
—¿Mi hermana?
—Sí.
—Mi hermana piensa que eres genial.
—Ella… ¿En serio?
—Sí. Odia todos los viajes que tú y Dane hacen, pero no tiene mi
«Odio hacia Ethan».
—Uh —dice, considerando lo que acabo de decir.
—Pero no te preocupes, no le voy a decir que he disfrutado de
pequeños fragmentos de tu compañía. La Ami presumida es la peor
Ami.
—¿No crees que sea capaz de saberlo? ¿Ustedes no tienen algo
así como telepatía entre gemelas?
Me río mientras abro mi botella—. Lamento decepcionarte, pero
no.
—¿Qué se siente tener una gemela?
—¿Qué se siente no tener un gemelo? —replico, y él se ríe.
—Touché.
Ethan debe haber entrado en calor porque se desliza un poco
hacia atrás antes de moverse a otro lugar del jacuzzi, un lugar que está
un poco más alto y deja más piel expuesta al aire.
El problema, como veras, es que eso también deja más piel
expuesta para mí. Mucha más.
Veo sus hombros, clavícula, pecho… y cuando levanta el brazo
para quitar el cabello de su frente, alcanzo a vislumbrar un pedazo de
los abdominales bajo sus pezones.
—Ustedes siempre han sido tan… —Se calla, agitando
perezosamente una mano como si supiera de lo que está hablando.
Cosa que hago.
—¿Diferentes? Sí. Según mi madre, desde que éramos bebés. Lo
cual es bueno porque tratar de seguirle el ritmo a Ami ya me habría
vuelto loca.
—Definitivamente es un montón. ¿Es raro ahora que está casada?
—Ha sido diferente desde que conoció a Dane, pero eso estaba
destinado a pasar, ¿sabes? La vida de Ami sigue su curso como
debería. Mientras que la mía se estancó en algún momento.
—Pero eso está a punto de cambiar. Eso tiene que ser
emocionante.
—Lo es. —Es raro platicar de estas cosas con Ethan, pero parece
genuinamente sincero e interesado. Me hace querer platicar, hacerle
preguntas.
—Sabes, no creo que sepa en qué trabajas. ¿Algo relacionado
con matemáticas? Te apareciste en el cumpleaños de Ami vestido en
traje y corbata, por lo que solo asumí que, o habías desahuciado
algunos huérfanos, o cerrado algunos negocios familiares.
Ethan pone los ojos en blanco.
—Soy un planificador de identificación digital para una compañía
de investigación.
—Eso suena inventado. Como en «El Padre de la Novia» cuando
ella le dice a Steve Martin que su prometido es un consultor de
comunicaciones independiente, y él le responde que ese es un código
para «desempleado».
Se ríe sobre la tapa de su botella de agua.
—No todos podemos tener trabajos que se explican por sí solos
como «vendedores de droga».
—Ja, ja.
—Siendo específico —dice—. Me especializo en desglose y
análisis presupuestario, pero en términos simples, yo le digo a mi
compañía cuánto dinero nuestros clientes deberían gastar en publicidad
digital.
—¿Es la manera elegante de decir «¡Promueve esta publicación
de Facebook!» O «¡Pon tanto en Twitter!»?
—Sí, Olive —dice secamente—. Eso es a menudo lo que es. En
su mayor parte estás en lo correcto, es un montón de matemáticas.
Hago una mueca—. No, gracias. Paso.
Suelta una sonrisa tímida que hace vibrar mis huesos.
—¿Honestamente?, siempre me han encantado los números y los
datos, pero esto es otro nivel.
—¿Y en serio te gusta?
Se encoge de hombros, levantando distraídamente un musculoso
hombro.
—Siempre quise un trabajo en donde pudiera jugar con los
números todo el día, examinándolos de manera diferente, tratando de
descifrar algoritmos y anticipar patrones… este trabajo me permite
hacer todo eso. Ya sé que suena súper nerd, pero en verdad lo disfruto.
Uh. Mi trabajo siempre ha sido solo eso, un trabajo. Amo hablar
de la ciencia, pero no siempre me entusiasma el aspecto comercial de
mi empleo. Básicamente, lo tolero porque es de lo que he estudiado y
porque soy buena en ello. Pero escuchar a Ethan hablar de su trabajo
es sorprendentemente sexy. O tal vez es solo el agua caliente, que
continúa burbujeando entre los dos. El calor me está haciendo sentir
adormilada y ligeramente mareada.
Atenta de mantener mis bubis bajo el agua, me estiro por una
toalla.
—Siento que me derrito —digo.
Ethan murmura un «Emmm» en acuerdo—. Voy a salir primero
para informarle a la masajista que estamos listos.
—Suena bien.
Usa su dedo para indicarme que debería voltearme.
—Nada que no hayamos visto ya —dice. Lo escucho secarse, y
esa imagen en mi cabeza, lanza escalofríos extraños por todo mi
cuerpo—. El baño de la perdición ya se encargó de eso.
—Siento que te debo una disculpa —le digo—. Vomitaste justo
después de eso.
Se ríe quedamente, bajo su aliento.
—Como si esa fuera a ser mi reacción al verte desnuda, Olive.
La puerta se abre y cierra de nuevo. Cuando me volteo para
preguntarle a qué se refiere, ya no está.
•••

ETHAN NO REGRESA por mí, y tan pronto como Diana, nuestra


nueva masajista, me lleva a la sala de masajes en pareja, entiendo el
porqué. Parece estar congelado por el horror, observando la mesa.
—¿Qué tienes? —pregunto quedamente mientras Diana cruza la
habitación para atenuar las luces.
—¿Tú ves dos mesas en algún lado? —murmura en respuesta.
Miro alrededor sin entender lo que quiere decir.
Oh.
—Espera —digo, mirándolo—. Pensé que los dos recibiríamos un
masaje.
Diana sonríe serenamente.
—Lo harán, obviamente. Pero ya que yo les voy a enseñar, y
ustedes practicarán el uno en el otro, solo pueden hacerlo uno a la vez.
Mi mirada se dispara hacia Ethan, y sé que ambos compartimos
el mismo pensamiento: «Oh, diablos no».
Diana confunde nuestro terror con otra cosa, porque se ríe
encantada, diciendo—. No se preocupen. Muchas parejas se ponen
nerviosas al llegar, pero yo solo les enseñaré algunas diferentes
técnicas y después los dejaré para que practiquen, así no sentirán que
están siendo calificados o supervisados.
«¿Esto es un burdel?» me dan ganas de preguntar, pero no lo
hago. Casi. Ethan vuelve a mirar sombríamente a la mesa.
—Ahora —dice Diana, caminando alrededor de la mesa para
levantar la sábana para que uno de nosotros pueda deslizarse debajo
de ella.
—¿Cuál de los dos quiere aprender primero y cuál quiere recibir
el masaje?
El silencio de Ethan tiene que significar que está siguiendo mí
misma línea de pensamiento: «¿Nos tenemos que quedar?»
Particularmente dado el último comentario sobre su reacción al
verme desnuda, no tengo idea cómo esa cuestión se sacude la mente
de Ethan, pero dada mi nueva fascinación por su clavícula, el vello de
su pecho y abdominales, estoy tentada a seguir adelante con esto. Me
pregunto si sería más fácil recibir el masaje primero así no tendría que
tocarlo y pretender que no me afecta. Dicho esto, una sola mirada a sus
grandes y fuertes manos, y no estoy segura de que tener esos dedos
cubiertos de aceite frotando mi espalda desnuda vaya a ser más
sencillo.
—Aprenderé primero —digo, al mismo tiempo que Ethan dice—,
masajearé primero.
Nuestras sorprendidas miradas se encuentran.
—No —digo—, puedes subir primero. Yo voy a…mmm… frotar
primero.
Se ríe incómodamente.
—En serio, está bien. Yo masajeo primero.
—Voy a buscar algunas toallas —dice Diana cortésmente—, así
les doy algo de tiempo para que decidan.
Una vez que se va, volteo a verlo.
—Métete en las sábanas, Elmo.
—Preferiría hacer… —hace señas de estar apretando algo, como
si fuera a estrujarme las bubis.
—No creo que vaya a haber nada de eso.
—No, me refiero a… —gruñe, arrastrando una mano sobre su
cara—. Solo súbete a la mesa. Me voy a voltear para que puedas subir.
Desnuda, o como quieras.
La luz es tenue, pero estoy segura de que está sonrojado.
—¿Estás…? Oh, Dios, Ethan, ¿Te preocupa tener una erección
en la mesa?
Levanta la barbilla, tragando. Pasan por lo menos cinco segundos
antes de que responda.
—De hecho, sí.
Y con esa sola palabra, mi corazón da un fuerte latido contra mi
pecho. Su respuesta fue tan honesta y real que mi garganta se cierra al
pensar en burlarme de él.
—Oh —digo y lamo mis labios. Mi boca está repentinamente muy
seca. Giro a ver a la mesa y siento mi piel volverse un poco húmeda.
—Okay. Voy a subirme a la mesa. Solo… lo digo en serio, solo no
te burles de mi cuerpo.
Se queda totalmente callado y quieto, antes de murmurar un
apasionado—. Yo nunca haría eso.
—Ya, seguro —digo, consciente de cómo mi voz sale un poco
estrangulada—, excepto cuando sí lo haces.
Abre la boca para replicar, su ceño fruncido con profunda
preocupación, pero justo Diana regresa con una pila de toallas. Deja
salir un suspiro incrédulo a través de su nariz, y aun cuando alejo la
mirada, sé que está buscando una manera de que vuelva a mirarlo.
Siempre he apreciado mi cuerpo —incluso medio me gustan mis nuevas
curvas— pero no quiero estar en la situación en la que sienta que
alguien tenga que tocarme y no quiera.
Por otro lado, si no confío en él y no quiero que me toque,
simplemente podría decirle a Diana que hoy no estamos para esto.
Así que, ¿Por qué no lo hago?
¿Será cierto que realmente quiera las manos de Ethan sobre mí?
Además, si él no lo quisiera, también sería capaz de decirlo, ¿no?
Lo miro, buscando cualquier señal de que se sienta incómodo,
pero el rubor en sus mejillas ya no está, y en su lugar hay una mirada
de fiera determinación. Nuestros ojos se encuentran por uno… dos…
tres segundos, y luego su mirada se desliza hacia mis labios, mi cuello,
bajando a lo largo de todo mi cuerpo. Su frente se arruga, sus labios se
separan un poco y escucho como su respiración se acelera. Cuando
sus ojos encuentran los míos otra vez, entiendo lo que está tratando de
decirme: «Me gusta lo que veo».
Ruborizada, toqueteo el nudo de mi bata; se supone que estamos
casados, lo que quiere decir que deberíamos conocer bien como se ve
el otro desnudo, y a pesar de que definitivamente conseguimos vistazos
de nosotros en el baño del bote, no estoy segura de estar lista para que
Ethan me dé una larga y persistente mirada cuando suelte mi bata y
suba a la mesa. Gracias a Dios, Diana sostiene la sábana en alto y
voltea su mirada hacia otro lado para darme privacidad, Ethan a su vez
se pone a juguetear con el cordón de su bata. Rápidamente, me quito
la bata y me deslizo entre las suaves y calientes sábanas.
—Bueno, vamos a empezar contigo boca abajo —me dice ella en
voz suave y tranquilizadora—. Ethan, acércate a este lado de la mesa.
Ruedo sobre mi estómago tan elegantemente como puedo,
acomodando mi cabeza en el apoyo de espuma para rostros. Estoy
temblando, emocionada, nerviosa y tan caliente por todas partes que el
placer inicial de las sábanas calientes se ha desvanecido y me dan
ganas de patearlas al suelo.
Diana le está hablando a Ethan en voz baja, sobre cómo debe
doblar la sábana, bromeando sobre que, si hacemos esto en casa, no
hay necesidad de ser tan pudorosos. Él se ríe también; el encantador y
alegre Ethan está de regreso, y tengo que admitir que es más fácil así,
mirar al suelo en lugar de hacer contacto visual con el hombre que aún
odio, pero con quién repentinamente también quiero follar hasta caer en
coma.
Escucho un ruido, luego el sonido del aceite sobre unas manos,
un silencioso―: Más o menos esta cantidad —de Diana y luego―: Yo
empiezo aquí.
Sus manos recorren mis hombros, primero masajeando con
gentileza y después con más presión. Relata lo que hace, explicando
cómo alejarse del punto de inserción muscular, abarcando la forma y el
largo del músculo. Explica dónde aplicar presión, dónde evitar lugares
sensibles. Me estoy empezando a relajar, a caer más profundamente
sobre la camilla, y entonces indica gentilmente―: Ahora inténtalo tú.
Más aceite.
Hay un intercambio de cuerpos al lado de la camilla, y un profundo
y tembloroso suspiro.
Y luego el calor de las manos de Ethan se acerca a mi espalda,
siguiendo los pasos de Diana; yo me derrito y me muerdo los labios para
contener un gemido. Sus manos son enormes, incluso más fuertes que
las de ella (una profesional) y cuando estira su mano para apartar un
mechón de pelo de mi cuello, se siente como un beso.
— ¿Está bien así? ―pregunta en voz baja.
Trago saliva antes de hablar―: Sí… está bien.
Siento cómo se detiene, y después sigue trabajando más abajo
cuando ella lo alienta, moviendo la sábana para exponer la parte baja
de mi espalda. Incluso sabiendo que Diana está de pie junto a él, creo
que nunca he estado tan caliente y excitada. Sus manos recorren mi
piel, masajeando con habilidad y calidez.
―Ahora ―dice Diana―, cuando llegues a las nalgas, empuja
hacia adentro, no afuera.
Suelto una risa de incredulidad sobre la camilla, agarrando en un
puño la sábana.
A mi lado, con sus manos justo sobre mi coxis, Ethan se ríe entre
dientes.
―Um. De acuerdo.
Con cuidado, retira la sábana hasta la parte superior de mis
muslos. Me han dado masajes antes, así que por supuesto que
profesionales me han masajeado el culo… pero nunca en mi vida me
he sentido más expuesta que ahora.
Extrañamente, no lo odio.
Más aceite, más sonidos de manos hábiles frotándose, y entonces
esas enormes manos bajan a mi trasero presionando las palmas contra
el músculo, haciéndolo justo como Diana indicó. Tras mis párpados
cerrados, mis ojos giran del placer. ¿Quién iba a saber que un masaje
en el culo sería tan increíble? Es tan bueno, de hecho, que olvido
contenerme, y en vez de eso dejo que se me escape un pequeño
gemido.
―¿Quién hubiera sabido que eras tan bueno en esto?
La risa de Ethan es un sonido profundo y retumbante que envía
vibraciones por mi cuerpo.
―Oh, estoy segura de que sabías si era bueno con las manos
―dice Diana, en tono de broma y estoy muy cerca de decirle que se
vaya y nos deje a solas en nuestro burdel.
Recorre mis piernas hasta mis pies. Me da cosquillas, pero es
dulce lo cuidadoso que es y me calma, sin una palabra, haciéndome
saber que puedo confiar en él. Regresa hacia arriba y luego baja por
mis brazos, masajeando las palmas de mis manos y las puntas de cada
dedo antes de dejarlas con cuidado de vuelta sobre las sábanas.
―Buen trabajo, Ethan ―dice Diana―. ¿Sigues con nosotros,
Olive?
Yo gruño.
―¿Crees poder masajearlo a él ahora? ―dice Diana con
diversión en su voz. Suelto otro gemido, más largo. No estoy segura de
poder moverme todavía. Pero si lo hiciera, sería para girarme y arrastrar
a Ethan conmigo bajo las sábanas. El fuerte deseo bajo mi vientre no
se irá solo.
―Así es normalmente ―dice ella.
―Por mi está perfecto —dice Ethan, y puede ser por mi cerebro
adormecido, pero su voz suena más profunda, lenta, como la miel
espesa y caliente. Como si también él estuviera un poco excitado.
―Lo mejor de esto ―dice Diana―, es que ahora puedes
enseñarle a ella también. ―Siento cuerpos moverse detrás de mí y su
voz suena más lejana, más cercana a la puerta cuando dice―: Los dejo
para que cambien de lugares si quieren, o son libres de volver al agua
calientita del spa.
Luego de unos largos segundos, Ethan pregunta―: ¿Estás bien?
De alguna forma, logro formar las palabras―: Ohpordios.
―¿Ese es un «oh por Dios» bueno o un «oh por Dios» malo?
―Bueno.
Se ríe, y es ese mismo, increíble y enloquecedor sonido otra vez.
―Excelente.
―No presumas.
Percibo que se acerca a mí y siento su aliento en mi cuello.
―Oh, Olivia. Acabo de pasar mis manos por todo tu cuerpo y
estás tan relajada que apenas puedes hablar. ―Da un paso atrás y su
voz suena a la distancia, como si hubiera caminado hacia la puerta―.
Más te vale creer que voy a presumir.
Capítulo diez

Me levanto e inmediatamente me quejo del dolor; a pesar del


maravilloso masaje, estoy tan adolorida por ser golpeada en el bosque
que apenas puedo destaparme. Cuando miro, mis brazos están llenos
de moretones tan coloridos que por un segundo dudo si ayer me bañé
después del paintball. Hay uno de un morado oscuro en mi cadera del
tamaño de un albaricoque, un par en mis muslos y uno enorme en mi
hombro que parece una piedra rara.
Miro mi teléfono y abro el último mensaje de Ami.

Me reporto en el número
de bajas.

Seguimos vivos a pesar de todo.

¿Tú cómo te sientes?

Igual.

No estoy lista para salir


al mundo todavía, pero
estoy viva.
¿Y tú marido?

Ah, salió

¿Salió?

Si. Se sentía mejor y estaba un


poco inquieto.

Pero tú sigues enferma.

¿Por qué no te está cuidando?

Ha estado en casa por días.

Necesitaba juntarse con sus amigos.


Me quedo mirando mi teléfono, sabiendo que no tengo una
respuesta que no haga que terminemos discutiendo.
―Quizás se quedó sin crema para afeitar ―murmuro, cuando
escucho a Ethan arrastrarse por el pasillo hacia el baño.
―Casi no me puedo mover ―dice a través de la puerta.
―Estoy llena de moretones. ―Lloriqueo mirando a mis brazos ―.
Parezco uno de los Fraggle Rock19.
Escucho que alguien golpea la puerta―: ¿Estás presentable?
―¿Alguna vez lo estoy?
Abre la puerta, asomándose un poco.
―Hoy no puedo ser social. Lo que sea que hagamos, por favor,
que sea solo nosotros dos.
Y luego desaparece, dejando la puerta abierta y a mí sola con mi
cerebro tratando de procesar esto. Otra vez: ¿Cuándo el plan se volvió
pasar todas las vacaciones juntos? ¿Y desde cuándo esa idea no nos
deja a los dos con un ataque de náusea?
¿Y cuándo empecé a quedarme dormida pensando en las manos
de Ethan en mi espalda, mis piernas y entre mis piernas?
Tira de la cadena del baño, el agua corre y le escucho lavándose
los dientes. Estoy confundida; estoy acostumbrada al ritmo de su
cepillado de dientes, ya no me sorprendo al ver su pelo despeinado a la
mañana. Ya no me horroriza la idea de pasar el día solo nosotros dos.
De hecho, estaba contemplando las opciones en mi mente.
Ethan aparece desde el baño del pasillo y mira dos veces cuando
me ve en la habitación.

19Fraggle Rock fue una serie infantil de los años 80, protagonizada por muñecos (diferentes tipos de
títeres) llamados Fraggles.
―¿Y a ti qué te pasa?
Miro hacia abajo para entender a qué se refiere. Estoy sentada
derecha y rígida, con el antifaz para dormir en la frente, las sábanas
apretadas sobre contra pecho y los ojos bien abiertos.
La honestidad siempre funcionó mejor para nosotros—: Estoy un
poco asustada porque sugeriste pasar el día juntos, solo nosotros, y la
idea no hace que me quiera tirar por el balcón.
Ethan se ríe.
―Prometo ser lo más irritante posible. ―Luego se gira, volviendo
al salón mientras grita―: Y lo más presumido también.
Con este recordatorio del día de ayer, mi estómago da un vuelco
y mis partes femeninas se despiertan. Esto es suficiente. Empujándome
con los codos, lo sigo, ya no me importa que me vea en mi pequeño
pijama, o que él esté en boxers y una remera desgastada. Después de
nuestro encuentro en el baño del barco, el jacuzzi y sus manos sobre
mi piel aceitada ayer, no quedan más secretos.
―¿Podríamos ir a la pileta? ―sugiero.
―Gente.
―¿Playa?
―También gente.
Miro por la ventana, para pensar.
―¿Podríamos alquilar un auto y manejar por la costa?
―Ahora me hablas. ―Coloca las manos detrás de su cabeza y
sus bíceps aparecen, distrayéndome. Pongo los ojos en blanco (a mí
misma, por supuesto, por darme cuenta) y porque es Ethan y nada se
le escapa, el muy descarado lo hace otra vez―. ¿Qué estás mirando?
―Empieza a alternar entre sus brazos, hablando con ritmo desigual
para seguir el de las flexiones de sus bíceps―. Parece-que-a-Olive-le-
gustan-los-músculos.
―Me recuerdas tanto a Dane ―digo, tratando de no reír, pero no
hace falta porque la risa muere en mi garganta al ver cómo cambia la
postura de Ethan.
Baja sus brazos y se inclina hacia adelante, apoyando los codos
sobre sus muslos―. Está bien, entonces.
―¿Es un insulto? ―Pregunto.
Sacude la cabeza, pero después parece pensar su respuesta por
un momento. Suficiente tiempo como para que me aburra y me vaya a
la cocina para hacerme un poco de café.
Al final, dice―: Tengo el presentimiento de que no te gusta mucho
Dane.
Uh, este es un territorio peligroso.
―Me cae bien ―contesto de manera evasiva y le sonrío ―. Me
cae mejor que tú.
Sigue un silencio raro. Raro porque los dos sabemos que es
mentira. El ceño de Ethan se va transformando en una sonrisa con
lentitud.
―Mentirosa.
―Vale, admito que ya no eres Satanás, pero definitivamente eres
uno de sus secuaces. Me refiero ―digo, mientras llevo dos tazas al
salón y dejo la suya en la mesa ratona―, siempre pensé que Dane era
más como un chico de fraternidad y, como, del tipo que toma cerveza
Budweiser con un koozie20, pero lo que me confundía es cómo podías
ser peor cuando parecías mucho más apañado.
―¿A qué te refieres con «peor»?

20Fundade tela o espuma que está diseñada para aislar térmicamente un recipiente de bebidas,
como una lata o una botella.
―Vamos ―le digo―, ya sabes. Siempre lo llevabas a viajes
increíbles cuando Ami tenía algo planeado. El día de San Valentín en
Las Vegas. Su aniversario el año pasado, lo llevaste a surfear a
Nicaragua. Lo llevaste a esquiar a Aspen en su; bueno, nuestro treinta
y un cumpleaños. Terminé comiéndome el postre gratuito de Ami en
Olive Garden porque estaba muy borracha como para agarrar un
tenedor.
Ethan se me queda mirando, confundido.
―¿Qué? ―pregunto.
Sacude la cabeza, todavía mirándome. Al final, dice―: Yo no
planeé esos viajes.
―¿Qué?
Riendo sin gracia, se pasa la mano por el pelo. Su bíceps sale de
nuevo.
Lo ignoro.
―Dane planea todos los viajes. Incluso me metí en problemas con
Sophie por ir a Las Vegas en San Valentín. Pero no tenía idea de que
se estaba perdiendo eventos. Simplemente asumía que necesitaba un
tiempo de hermanos.
Durante un par de segundos en silencio revivo en mi memoria todo
esto, porque me doy cuenta de que está siendo sincero. Recuerdo en
específico estar ahí cuando Dane le dijo a Ami del viaje a Nicaragua,
cómo iba a tener que perderse el aniversario de su primera cita, y ella
se veía devastada. Dijo―: «Ethan, el muy idiota, compró pasajes no
reembolsables. No puedo decir que no, nena».
Estoy a punto de decirle esto a Ethan cuando habla antes.
―Estoy seguro de que no se dio cuenta de que estaba cancelando
los planes que hacía ella. No haría eso. Dios, se sentiría horrible.
Por supuesto que lo vería así. Si esto fuera al revés, haría o diría
cualquier cosa para defender a mi hermana. Pensándolo mejor, debo
admitir que este no es el momento de discutir esto, y tampoco somos
los que deberían hacerlo. Esto es entre Ami y Dane, no Ethan y yo.
Ethan y yo estamos en un buen lugar; no lo arruinemos, ¿está
bien?
―Seguro que tienes razón ―digo, y me mira con gratitud, y quizás
con un poco más de claridad también. Todo este tiempo pensé que era
él quien estaba detrás de todos esos viajes, ahora lo entiende. No es
solo que no sea el imbécil sentencioso que creí que era, sino que
tampoco es la terrible influencia que hizo que lastimaran a mi hermana.
Es mucho que procesar.
―Vamos ―le digo―. Vistámonos y consigamos un auto.

•••

ETHAN AGARRA MI MANO cuando estamos saliendo del hotel.


―Por si nos encontramos a Sophie ―explica.
―Claro. ―Sueno como una nerd ansiosa en una película
adolescente aceptando algo con mucha facilidad, pero qué importa.
Tomar la mano de Ethan es raro, pero no desagradable. De hecho, se
siente tan bien que me siento un poco culpable. No la hemos visto, ni a
ella ni a Billy, desde que hicimos snorkel, así que toda esta
demostración de cariño seguro es innecesaria. Pero… ¿para qué
arriesgarse no?
Además, me he vuelto una gran admiradora de esas manos.
Alquilamos un Mustang descapotable verde lima porque somos
turistas estúpidos. Estoy segura de que Ethan espera una discusión
sobre quién maneja, pero felizmente le tiro las llaves. ¿Quién no quiere
tener un chofer en Maui?
Una vez que entramos a la costa noroeste, Ethan acelera todo lo
que puede; la gente no maneja muy rápido en la isla. Pone una lista de
reproducción de Muse, y yo la quito para poner The Shins. Él gruñe y
en un semáforo, elige The Editors.
―No estoy de humor para esto ―digo.
―Yo manejo.
―No me importa.
Con una risa, me hace un gesto para que elija algo. Pongo Death
Cab y me sonríe, lo que hace al sol más brillante. Con el sonido tranquilo
flotando a nuestro alrededor, cierro los ojos, el viento golpea mi rostro,
mi trenza suelta detrás de mí.
Por primera vez en días, sin duda alguna, soy completamente
feliz.
―Soy la mujer más inteligente del mundo por sugerir esto ―digo.
―Me gustaría discutirlo, solo por discutir ―dice―, pero no puedo.
Me dedica una sonrisa y mi corazón da un salto bajo mi esternón
porque me doy cuenta de que estoy equivocada: por primera vez en
meses (quizás años) soy feliz. Y con Ethan, de entre todas las personas.
Como soy una experta en el autosabotaje, vuelvo a los viejos
hábitos.
―Debe ser muy difícil para ti.
Ethan ríe―. Es divertido discutir contigo.
No es una provocación, me doy cuenta; es un cumplido.
―Para.
Me mira rápidamente antes volver al camino.
―¿El qué?
―Ser majo. ―Y Por Dios, cuando me vuelve a mirar para ver si
estoy bromeando, no puedo evitar sonreír. Ethan Thomas le está
haciendo algo raro a mis emociones.
―Prometí ser irritante y presumido, ¿no?
―Es verdad ―concuerdo―, así que se lo.
―Sabes, para alguien que me odia, sí que gemiste bastante
cuando te toqué ―dice.
―Cállate.
Me vuelve a sonreír y rápidamente mirar al camino otra vez.
―«Empuja hacia adentro, no afuera».
―¿Podrías callarte?
Se ríe con esa enorme sonrisa; es un sonido que nunca había
escuchado, y un Ethan que nunca había visto: la cabeza hacia atrás,
sus ojos achinados con alegría. Se ve tan feliz como yo me siento.
Y milagrosamente, pasamos horas juntos sin pelear ni una vez. Mi
mamá me manda un par de mensajes, Ami también, pero las ignoro a
las dos. Siendo honesta, que recuerde estoy pasando uno de los
mejores días. La vida real puede esperar.
Exploramos la orilla escabrosa, encontramos varios géiseres21
alucinantes y paramos en el arcén a comer tacos cerca de una bahía de
coral de agua cristalina. Tengo alrededor de cuarenta fotos de Ethan en
mi teléfono ahora y, por desgracia, ninguna se puede usar para
chantajearlo porque se ve genial en cada una de ellas.
Se estira, señalando la pantalla de mi teléfono cuando desplazo
una foto de él. Su sonrisa es tan amplia que podría contar sus dientes,

21Esun tipo especial de fuente termal que emite periódicamente una columna de agua caliente y
vapor al aire.
y el viento está azotando lo suficientemente fuerte para ceñir su camisa
contra el pecho. Detrás de él, el géiser Nakalele erupciona
majestuosamente a casi cien pies en el aire.
—Deberías enmarcar esa para tu nueva oficina —dice.
Lo miro sobre el hombro, insegura de si está bromeando. Una
rápida inspección a su expresión no me aclara las cosas.
—Sí, no lo creo. —Ladeo la cabeza—. Es extrañamente obscena.
—¡Había viento! —protesta, claramente pensando que me refiero
al hecho de que cada contorno de su pecho es visible bajo la camiseta
azul.
Lo cual... Sí, pero—: Hablaba de la enorme eyaculación detrás de
ti.
Ethan se calla, y lo miro de nuevo, sorprendida de que no haya
rehuido de esta. Parece que se está mordiendo la lengua. Admito que
he virado del territorio del insulto para correr precipitadamente hacia el
de la conversación sexual. Creo que está evaluando si pretendía ligar
con él.
Y entonces parece decidir que no—lo cual es cierto, pero ahora
que lo pienso, quizá debería haberlo hecho—y se inclina para morder la
última porción de su taco. Exhalo, pasando a la siguiente foto: una
imagen que me tomó de pie frente a la famosa roca con forma de
corazón. Ethan mira sobre mi hombro otra vez, y siento como ambos
nos quedamos quietos.
Ciertamente es una gran fotografía de mí. Mi pelo está recogido,
pero suelto de la trenza. Mi sonrisa es enorme; no me veo como la
pesimista que soy. Parezco totalmente embelesada con el día. Y
mierda, con el viento aplastando mi camisa contra el torso, las gemelas
se ven increíbles.
—Envíame esa, ¿vale? —dice en voz baja.
—Claro. —Se la envío, y escucho el pequeño ring cuando su
teléfono lo recibe.
—No hagas que me arrepienta.
—Necesito una buena imagen para mi muñeca vudú.
—Bueno, siempre y cuando esa sea tu intención.
—¿Si no cuál? —Se inclina por un tono pícaro, y no aparta la
mirada, que de repente grita «spank bank22».
Mi estómago se retuerce de nuevo. Una insinuación de
masturbación. Humor sugerente. Esto se siente como una caída libre
sin paracaídas. Puedo manejar a Ethan cuando es terrible; pero no sé
cómo manejarlo cuando está dirigiendo su encanto legendario hacía mí.
—¿Qué haremos por la noche? —pregunta, apartando la mirada
mientras parpadea, relajando inmediatamente el ambiente.
—¿Realmente queremos forzarlo? —pregunto—. Hemos estado
juntos por... — Tomo su brazo y miro el reloj—. Como casi ochenta años
ya. Hay moretones, pero aún ningún derramamiento de sangre. Digo
que renunciemos mientras podamos.
—¿Qué implica eso?
—Yo me quedo con la habitación y Netflix, tú deambulas por la
isla para echarle un vistazo a tus horrocruxes escondidos.
—Sabes que para crear un horrocrux debes asesinar a alguien,
¿verdad?
Alzo la mirada hacia él, odiando el pequeño aleteo que se produce
en mi pecho ante el hecho de que entiende la referencia de Harry Potter.
Sabía que era un amante de la lectura, ¿pero ser el mismo tipo de
amante de la lectura que yo? Hace que mi interior se derrita.

22Spank bank: Colección de imágenes, pensamientos, sueños y deseos que uno evoca para
aumentar la excitación para conseguir el clímax, cuando se está en plena masturbación.
—Has hecho de mi broma algo muy oscuro, Ethan.
Aplasta entre sus manos la envoltura del taco y se reclina sobre
sus manos.
—¿Sabes qué quiero hacer?
—Oh... Me sé esta. Quieres cenar en un bufet.
—Quiero emborracharme. Estamos en una isla, en una luna de
miel falsa, y está jodidamente hermoso afuera. Sé que te gustan tus
cócteles, Octavia Torres, y no te he visto achispada ni una sola vez. ¿No
suena divertido la idea de unas cuantas copas?
Titubeo—. Suena peligroso.
Eso le hace reír.
—Peligroso, ¿como si fuéramos a acabar o bien desnudos o bien
muertos?
Escucharle decir eso se siente como un puñetazo, porque es
exactamente a lo que me refería, y la idea de terminar muerta no me
asusta ni de cerca como lo hace la otra alternativa.

•••

COMO A MEDIO CAMINO DE REGRESO AL hotel, estacionamos


en el polvoriento solar de Cheeseburger Maui; que vende Mai Tai a
$1,99 los miércoles. Esto es emocionante ya que es miércoles y estoy
sin un centavo.
Ethan se despliega sobre el asiento delantero, estirándose
distraídamente. Definitivamente no atrapo ni un atisbo de su camino
feliz23. Pero si lo hiciera, notaría lo suave que se ve contra su duro,
plano...

—¿Lista? —pregunta, y mi atención se dispara hacia su cara.


—Lista —digo con mi mejor agresiva voz de robot. Definitivamente
no me ha pillado embobada. Extiendo mi mano, haciéndole señas, y por
un graciosísimo momento, Ethan piensa claramente que quiero tomar
su mano. La mira, desconcertado.
—Llaves —le recuerdo—. Si vas a emborracharte, yo conduzco.
Tras ver la lógica en ello, me las lanza y, puesto que soy la
persona menos atlética del mundo, casi consigo atraparlas, pero a
último momento las golpeo y caen en una pila de gravilla cerca del
neumático.
Ethan se ríe mientras troto para recuperarlas, y cuando paso
mientras me sujeta la puerta del bar, mi codo se desliza y embiste contra
su estómago.
Ups.
Apenas muestra signo de dolor.
—¿Es todo lo que tienes?
—Dios, te odio.
Su voz es un gruñido detrás de mí—: No, no lo haces.
El interior del restaurante es desmesurado, cursi y tan
exageradamente mágico que me detengo en seco. Ethan choca contra
mi espalda, casi tirándome—. ¿Qué demonios, Olive?
—Mira este sitio —le digo. Hay un tiburón a tamaño real saliendo

23Happy trail en idioma original. Hace referencia al vello abdominal masculino que empieza bajo el
ombligo y termina en su vello púbico.
de la pared, un pirata con un mural de barco pirata en la esquina, un
cangrejo con un salvavidas colgado de una red.
Ethan silba en respuesta.
—Esto es otro rollo.
—Está siendo un día tan bueno al no estar asesinándonos, que
voy a ser cortés y sugerir que podemos ir a algún lugar un poco más
ostentoso si lo prefieres, pero no veo un bufet en ningún lado, así que...
—Deja de actuar como si fuese un esnob. Me gusta este sitio. —
Se sienta, toma un pringoso menú y lo lee detenidamente.
Un camarero vestido con una camiseta del Cheeseburger Maui se
para junto a nuestra mesa y llena los vasos de agua.
—¿Quieren comida, o solo bebidas?
Puedo ver que Ethan está a punto de decir solo bebidas, pero me
le adelanto—. Si nos vamos a quedar aquí por un buen rato, vas a
necesitar comida.
—Acabo de comer tacos —reprocha.
—Mides casi dos metros y pesas como noventa kilos. Te he visto
comer, y esos tacos no van a saciarte por mucho tiempo.
El camarero coincide con un murmuro apreciativo detrás de mí, y
alzo la vista hacia él.
—Le echaremos un vistazo al menú.
Pedimos las bebidas, y entonces Ethan apoya sus codos sobre la
mesa, examinándome.
—¿Te estás divirtiendo?
Pretendo que estoy concentrada en el menú y no en el remolino
de inquietud que siento ante el tenor sincero de sus palabras.
—Shh. Estoy leyendo.
—Venga ya. ¿No podemos tener una conversación?
Pongo mi mejor cara de confusión.
—¿Una qué?
—El intercambio de palabras. Sin cháchara. —Exhala
pacientemente—. Te pregunto algo. Me respondes, luego tú me
preguntas algo.
Con un quejido, digo—: Vale .
Ethan me mira.
—Dios mío, ¿qué? —Pregunto—. ¡Pregúntame algo, entonces!
—Te pregunté si te estabas divirtiendo. Esa era mi pregunta.
Tomo un sorbito de mi agua, giro el cuello, y le doy lo que quiere.
—Vale. Sí. Me estoy divirtiendo.
Continúa observándome, expectante.
—¿Te estás divirtiendo? —pregunto obedientemente.
—Sí, me estoy divirtiendo —responde sencillamente, apoyándose
contra el respaldo de su silla—. Esperaba que esta isla tropical fuera el
infierno sobre la tierra, y estoy gratamente sorprendido de que solo
quiera envenenar tu comida la mitad del tiempo.
—Progreso. —Levanto mi vaso de agua y brindo con el suyo.
—¿Entonces, hace cuánto de tu último novio? —Pregunta, y casi
me ahogo con un trozo de hielo.
—Caray, esto ha escalado rápido.
Se ríe y hace una mueca tan adorable que quiero derramar el agua
sobre su regazo.
—No quería sonar raro. Solo que justo ayer hablamos de Sophie,
y me di cuenta de que no había preguntado nada sobre ti.
—Está bien —le aseguro con un ademán relajado—. Me parece
bien no hablar de mi vida amorosa.
—Ya, pero quiero saberlo. Ahora somos como amigos, ¿no? —
Unos ojos azules parpadean cuando sonríe, el hoyuelo hace acto de
presencia, y aparto la mirada, dándome cuenta de que los demás
también notan su sonrisa—. O sea, ayer te masajeé el culo.
—Deja de recordármelo.
—Anda ya. Te gustó.
Me gustó. La verdad es que sí. Respiro hondo, y le digo—: Mi
anterior novio era un chico llamado Carl, y...
—Perdona. ¿Carl?
—Mira, no todos tienen nombres sensuales como Sophie —digo,
e inmediatamente me arrepiento porque le hace fruncir el ceño, incluso
cuando el camarero coloca una gran bebida alcoholizada llena de frutas
frente a él—. Bueno, se llamaba Carl, y trabajaba en 3M24, y... Dios, esto
es ridículo.
—¿Qué es ridículo?
—Rompí con él porque cuando todo el asunto de 3M y la
contaminación del agua se fue cuesta abajo, defendió a la empresa y
simplemente no pude soportarlo. Se sintió muy corporativo y tosco.
Ethan se encoge de hombros—. A mí me parece una razón muy
justa para dejarlo.
Le choco los cinco sin pensarlo, y entonces anoto mentalmente lo
genial que ha sido que me chocase los cinco en ese momento.
—De todas formas, eso fue... hace bastante, y aquí estamos
ahora. —Se ha pimplado ya como la mitad de su mai tai, por lo que se
lo devuelvo—. ¿Ha habido alguien desde Sophie?

243M: Abreviación de Minnesota Mining and Manufacturing Company. Compañía multinacional


estadounidense dedicada a investigar, desarrollar, manufacturar y comercializar tecnologías
diversificadas u otras cosas en distintos sectores.
—Un par de citas de Tinder. —Vacía el resto de su copa, y
entonces nota mi expresión—. No está tan mal.
—Supongo que no. En mi mente, solo imagino a cada tipo de
Tinder esperando conseguir solo sexo.
Se ríe—. Muchos probablemente se lo esperan. Probablemente
también muchas mujeres. Yo definitivamente no espero que haya sexo
en la primera cita.
—Oh, ¿y cuándo? ¿En la quinta? —digo, gesticulando hacia la
mesa, y entonces me tapo la boca porque HOLA, ESTO NO ES UNA
CITA.
Afortunadamente, mi idiotez coincide con la llegada del camarero
para tomar nota de más bebidas, así que para cuando Ethan me
devuelve su atención, ya está listo para seguir.
Y resulta que Ethan es un lindo y feliz borracho. Sus mejillas se
vuelven rosas, no puede parar de sonreír, e incluso cuando regresamos
al tema de Sophie, sigue con una risita nerviosa.
—No era muy buena conmigo —dice, y luego se ríe—. Y estoy
seguro de que quedarme lo empeoró. No hay nada peor en una relación
que no tenerle respeto a tu pareja. —Apoya su mentón pesadamente
contra la mano—. No me gustaba quién era cuando estaba con ella.
Estaba dispuesto a intentar ser el chico que ella quería en lugar de ser
quien soy.
—Ejemplos, por favor.
Se ríe—. Vale, he aquí uno que puede darte una idea: hicimos una
sesión de fotos de pareja.
—¿Camisas blancas y vaqueros con una cerca de fondo? —
pregunto con una mueca.
Se ríe más fuerte—. No, ella vestía de blanco, yo de negro. En
frente de un granero ingeniosamente deteriorado. —Ambos soltamos
un quejido—. Aunque lo más importante es que nunca discutíamos.
Odiaba discutir, así que casi ni podíamos discrepar en nada.
—Justamente como tú y yo —digo sarcásticamente sonriéndole.
Se ríe, y mantiene su sonrisa mientras me mira—. Sí. —Tras una
pausa que parece perdurar, pesada y expectante, inhala profundamente
y dice—: Nunca había sido así antes.
Dios, me identifico con esto más de lo que esperaba—.
Honestamente, lo entiendo.
—¿En serio?
—Antes de Carl... —digo, y de nuevo se ríe disimuladamente por
el nombre—. Salí con otro tipo, Frank...
—¿Frank?
—Nos conocimos en el trab...
Pero Ethan no se disuade—. Sé cuál es tu problema, Odessa.
—¿Cuál es mi problema, Ezra?
—Solo sales con chicos que nacieron en los años 40.
Ignorándolo, continúo—. Bueno, conocí a Frank en el trabajo. Las
cosas iban bien, teníamos una buena y sensual vibra si-sabes-a-lo-que-
me-refiero —le digo, esperando que se ría, pero no lo hace—. Bueno,
un día me vio perdiendo los papeles por una presentación (estaba
nerviosa porque sentía que no había pasado suficiente tiempo con el
material como para estar cómoda) y lo juro, que el solo verme así hizo
que perdiera su interés en mí. Seguimos unos meses más, pero no fue
lo mismo. — Me encojo de hombros—. Quizá todo estaba en mi cabeza,
pero, sí. Esa inseguridad solo empeoró las cosas.
—¿Dónde dijiste que conociste a Frank?
—Butake. —Tan pronto como lo digo, me doy cuenta de que me
había tendido una trampa.
—¡Bukkake25! —canturrea, y le empujo su agua.
—Es Butake, idiota, ¿por qué siempre haces eso?
—Porque es divertido. ¿No pusieron a prueba el nombre de la
empresa a través de test de audiencia? o... o... ¿cómo se llama?
—¿Grupos de sondeo?
Chasquea los dedos—. Eso. ¡El Diccionario Urbano está justo ahí!
Es como llamar a un niño Richard. —Se inclina, susurrando como si
estuviese impartiendo sabiduría universal—. Lo van a llamarán Dick26.
Solo es cuestión de tiempo.
Me doy cuenta de que estoy mirándolo con evidente cariño
cuando se acerca, tocando cuidadosamente con la yema del dedo mi
barbilla.
—Me estás mirando como si te gustara —dice.
—Son las gafas de mai tai que llevas. Te odio más que nunca.
Ethan alza una ceja con escepticismo—. ¿En serio?
—Síp.
Nop.
Exhala un pequeño gruñido y liquida su sexto mai tai.
—Pensé que te había masajeado el culo bastante bien, lo
suficientemente bien como para al menos subir de categoría a la de
«fuerte aversión».
El camarero, Dan, regresa, sonriéndole a un dulce y mitigado
Ethan.
—¿Otra más?

25Actividad sexual en donde muchos hombres eyaculan sobre otros.


26Literalmente significa verga, lo que significa que se está burlando del nombre.
—No más —respondo rápidamente, e Ethan protesta con un
borracho Psssshhhhhh.
Dan menea las cejas en mi dirección, como si fuera a pasarlo bien
con este tipo esta noche.
Mira, Dan, solo estoy deseando poder meterlo en el coche.
Puedo, de hecho, pero somos necesarios ambos, Dan y yo, para
mantenerlo enfocado.
Ethan borracho no es solo feliz, es excesivamente amigable, y
para cuando los tres salimos por la puerta, ha conseguido el número de
teléfono de una linda pelirroja del bar, pagado una copa para un hombre
vestido con una camiseta de Vikings27, y chocado la mano con casi
cuarenta extraños.
Balbucea suavemente en el camino de regreso —sobre su perro
de la infancia, Lucy; sobre cuánto ama ir en kayak en el Boundary
Waters28 y que no ha podido ir en mucho tiempo; y sobre si alguna vez
había comido palomitas de maíz con sabor a pepinillo (la respuesta es:
joder, sí)— y para cuando llegamos al hotel, sigue borracho hasta las
cejas, pero un poco más compuesto. Conseguimos atravesar el
vestíbulo con tan solo algunas paradas para que Ethan pueda hacerse
amigo de extraños.
Se detiene para abrazar a uno de los aparcacoches que nos ayudó
a registrarnos. Le dedico una sonrisa afligida sobre el hombro de Ethan
y compruebo su chapa de identificación: Chris.
—Parece que los recién casados la están pasando bien —dice
Chris.

27Vikings es una serie de televisión de drama histórico creada y escrita por Michael Hirst para el
canal History.
28La Boundary Waters: en español significa literalmente Aguas Fronterizas, también llamada
Quetico-Superior country, o país de Quetico-Superior— es una región virgen situada a caballo entre
la frontera de Estados Unidos y Canadá.
—Demasiado bien quizá. —Me inclino hacia el escape... Digo,
hacia el camino hacia el ascensor.
—Solo tomen este y llegarán arriba.
Ethan levanta un dedo y atrae a Chris—. ¿Quieres saber un
secreto?
Uhhhh...
Divertido, Chris se inclina—. Claro.
—Ella me gusta.
—Eso espero —Chris contesta en un susurro—. Es tu esposa.
Un estallido recorre mi corazón. Está borracho, me digo. No es
algo que diga en serio, solo son palabras de un borracho.
A salvo en la suite, no puedo evitar dejar que Ethan caiga sobre
la enorme cama por esta noche. Va a tener un fuerte dolor de cabeza
por la mañana.
—Dios, estoy tan cansado —se queja.
—¿Un duro día de turismo y bebida?
Se ríe, levanta una mano que aterriza pesadamente sobre mi
antebrazo—. No me refiero a eso.
Su pelo ha caído sobre un ojo, y estoy muy tentada a apartárselo.
Por comodidad, por supuesto.
Extiendo la mano, cuidadosamente recorriendo el cabello por su
frente, y él alza la mirada con tal intensidad que me congelo con mis
dedos cerca de su sien.
—¿A qué te refieres, entonces? —pregunto con voz queda. No
rompe el contacto visual. Ni por un respiro.
—Es tan agotador pretender que te odio.
Eso me detiene brevemente, y —aunque ahora lo sé, la verdad
todavía me sorprende— le pregunto—: ¿Entonces no me odias?
—Nop. —Sacude la cabeza dramáticamente—. Nunca lo he
hecho.
¿Nunca? —Parecías hacerlo.
—Eras muy agresiva.
—¿Yo era agresiva? —pregunto confundida. Rememoro la
historia mentalmente, intentado ahora verla desde su perspectiva. ¿Fui
agresiva?
—No sé qué hice. —Frunce el ceño—. Pero de todas formas no
importó, porque Dan me dijo que ni me molestara.
Estoy tan perdida—. ¿Qué te dijo que no hicieras qué?
Sus palabras son un murmullo silencioso—: Dijo: «Ni de coña».
Estoy empezando a entender qué es lo que me está diciendo, pero
repito sus palabras de todas formas—: ¿Ni de coña al qué?
Ethan levanta la mirada hacia mí, su vista danzando, y se estira
para tomar mi nuca. Sus dedos juegan con mi trenza por un
contemplativo segundo, y luego tira de mí hacia abajo con una mano
sorprendentemente cuidadosa. Ni siquiera me resisto; es casi como si,
en retrospectiva, hubiese sabido que este momento llegaría sí o sí.
Mi corazón bombea en mi garganta mientras nos movemos juntos;
unos breves besos exploratorios seguidos por el alivio no solicitado de
algo más profundo, con pequeños sonidos de sorpresa y hambre
provenientes de ambos. Sabe a alcohol barato y contradicciones, pero
sin duda alguna es el mejor beso de mi vida.
Separándose, parpadea diciendo—: Esto.
Tendré que ver si hay algún médico en el hotel mañana. Algo está
definitivamente mal con mi corazón: está latiendo demasiado fuerte,
demasiado firme.
Los ojos de Ethan se cierran, y me tira a su lado en la cama,
enroscando su largo cuerpo alrededor del mío. No puedo moverme,
apenas puedo pensar. Su respiración se iguala, y sucumbe a un sueño
borracho. El mío llega mucho después, bajo el perfecto peso de su
brazo.
Capítulo once

Abro la puerta de nuestra suite tan silenciosamente como puedo.


Ethan aún no estaba despierto cuando finalmente me rendí en esperarlo
y fui a buscar algo de comer, pero ahora sí lo está. Está sentado en el
sofá en nada más que boxers. Tiene tanta piel bronceada para
asimilarlo –me dispara el pulso. Tendremos que hablar sobre lo que
pasó anoche –los besos, y el hecho de que dormimos juntos toda la
noche, acurrucados en un conjunto de paréntesis –pero probablemente
sería mucho más fácil si pudiéramos saltarnos la incómoda plática e ir
directo a los besos nuevamente.
—Hey —digo en voz baja.
—Hey —su cabello es un desastre, sus ojos están cerrados y se
está inclinando hacía atrás como si estuviera solo enfocándose en
respirar o planeando iniciar una petición para prohibir todas las ventas
de $1.99 en mai tais29.
—¿Cómo está tu cabeza? —pregunto.
Él responde con un gemido grave.
—Te traje algo de fruta y un sándwich de huevo —Sostengo una
caja de cartón para llevar con un poco de mango, bayas y un paquete
envuelto con el sándwich, y él los mira a ambos como si estuvieran
llenos de mariscos de buffet.
—¿Bajaste a comer? —Pregunta.
El “¿bajaste sin mí?” está claramente implícito.
Su tono es de imbécil, pero lo perdono. A nadie le gusta el dolor
de cabeza palpitante.

29Mai tai: Coctel a base de ron.


Al poner la comida sobre la mesa, me dirijo a la cocina a traerle
algo de café. —Sí, te esperé hasta las nueve y media, pero mi estómago
estaba digiriéndose a sí mismo.
—¿Sophie te vio allí sola?
Esto se siente como ser sacudido a un punto muerto. Me giro para
mirarlo por encima de mi hombro. —Um, ¿qué?
—Simplemente no quiero que ella piense que hay problemas en
nuestro matrimonio.
Pasamos toda la tarde hablando de cómo él está mejor sin Sophie,
me besó anoche, y esta mañana está preocupado por lo que ella piensa.
Increíble. —¿Te refieres a nuestro matrimonio falso? —le digo.
Se pasa una mano por la frente. —Sí, exactamente. —Dejando
caer su mano, él me mira— ¿Entonces?
Mi mandíbula se tensa, y siento como la tormenta se forma en mi
pecho. Esto es bueno. La ira es buena. Puedo enojarme con Ethan. Es
mucho más fácil que sentir el cosquilleo en los bordes de la herida. —
No, Ethan, tu ex novia no estaba en el desayuno. Tampoco su
prometido, ni ninguno de los amigos nuevos que hiciste en el lobby
anoche.
—¿Los qué? —me pregunta.
—Olvídalo —Obviamente no lo recuerda. Excelente. Podemos
fingir que el resto tampoco pasó.
—¿Estás de mal humor? —pregunta, y una risa seca y sarcástica
sale de mí.
—¿Estoy de mal humor? ¿Es una pregunta en serio?
—Pareces molesta o algo así.
—¿Parezco…? —Respiro hondo, empujándome al máximo. ¿Le
parezco molesta? Me besó anoche, dijo cosas dulces implicando que
tal vez querría hacerlo por un tiempo, y luego se había dormido. Ahora
me está interrogando sobre quien podría haberme visto sola ordenando
comida en el hotel. No creo que mi reacción sea exagerada.
—Estoy genial.
Él murmura algo y luego toma la fruta, abriendo la tapa y mirando
dentro.
—¿Es esto del…?
—No, Ethan, no es del buffet. Ordené un plato de fruta recién
hecho. Lo traje para ahorrarnos los doce dólares del servicio de entrega
a la habitación. —Me pica la palma de la mano por darle un bofetón por
primera vez en dos días, y se siente glorioso.
Él gruñe un “Gracias”, y luego toma un trozo de mango con los
dedos. Se queda mirándolo y luego se echa a reír.
—¿Qué es tan gracioso? —Pregunto
—Solo estoy recordando a esa novia de Dane que tenía un tatuaje
de un mango en su trasero.
—¿Qué?
Él mastica y traga antes de hablar. —Trinidad. Con la que estuvo
saliendo hace como, ¿dos años?
Arrugo la frente, la incomodidad me invade. —No pudo haber sido
hace dos años. Él esta con Ami desde hace tres años y medio.
Él le resta importancia. —Sí, pero quiero decir antes de que Ami y
él fueran exclusivos.
Ante estas palabras, dejo caer la cuchara con azúcar que estaba
sosteniendo y resuena disonantemente en el mostrador. Ami conoció a
Dane en un bar, y en la versión de ella, se fueron a casa esa noche,
tuvieron sexo y nunca miraron atrás. Hasta donde yo sabía, nunca hubo
un tiempo en el que no fueran exclusivos.
—¿Durante cuánto tiempo fue que estuvieron viendo a otras
personas? —Pregunto, con todo el control posible.
Ethan mete una mora en su boca. No me está mirando a la cara
ahora, lo que probablemente es bueno, porque estoy segura que parece
que estoy a punto de cometer un asesinato.
—Como los primeros dos años que estuvieron juntos, ¿no?
Doblándome, me pellizco el puente de la nariz, tratando de
canalizar a la Olive profesional, quien puede mantenerse relajada aun
cuando la desafiaban físicos condescendientes. —Correcto, correcto.
—Puedo enloquecer por esto, o exprimir este momento por
información.— ¿Se conocieron en ese bar, pero no fue hasta … cuando
decidieron ser exclusivos de nuevo?
Ethan me mira, captando algo en mi tono. —Um…
—¿Fue justo antes que se comprometieran? —No sé qué haré
conmigo misma si él confirma este disparo en la oscuridad, pero de
repente tiene sentido que Dane se negara a comprometerse hasta que
estuviera impulsivamente listo para entrar en sagrado matrimonio.
Mi cerebro no es más que fantasías de fuego y azufre.
Ethan asiente lentamente, y sus ojos escanean mi rostro como si
estuviera intentando leer mi estado de ánimo, sin lograrlo. —
¿Recuerdas? Él terminó con las otras mujeres por el tiempo en el que a
Ami le sacaron el apéndice, ¿y luego se lo propuso?
Golpeo mi mano en el mostrador. —¿Me estás tomando el pelo?
Ethan se pone de pie y me señala con el dedo. —¡Me engañaste!
¡No finjas con que Ami no sabía todo esto!
—¡Ami nunca pensó que estaban viendo a otras personas, Ethan!
—¡Entonces te mintió, porque Dane le cuenta todo!
Ya estaba sacudiendo mi cabeza, y de verdad quiero lastimar a
Dane pero Ethan está más cerca y sería un ensayo fantástico. —¿Me
estás diciendo que Dane estuvo durmiendo con varias durante los
primeros dos años que estuvieron juntos, y te dejó pensar que Ami
estaba de acuerdo con eso? Ella comenzó a cortar vestidos de novia
que le gustaban de las revistas después de unos pocos meses saliendo
con él. Trató su boda como un desafío del programa de juego para ganar
tanto como pudiera… y eso la consumió. Ella tiene un delantal
específicamente para hornear magdalenas, para llorar en voz alta, y ya
escogió nombres para sus futuros hijos. ¿Ami te parece el tipo de chica
relajada que estaría de acuerdo con una relación abierta?
—Yo… —Él parece menos seguro ahora—. Tal vez esté
equivocado…
—Necesito llamarla. —Me giro para dirigirme a la habitación a
buscar mi teléfono.
—¡No lo hagas! —Grita—. Mira, si eso es lo que él me dijo,
entonces te lo estoy diciendo en confianza.
—Tienes que estar bromeando. No hay forma que no le diga a mi
hermana sobre esto.
—Jesucristo, Dane tenía razón.
Me quedo muy quieta. —¿Qué se supone que significa eso?
Él se ríe, pero no es un sonido alegre.
—¿En serio, Ethan? ¿Qué significa eso?
Me mira, y con una punzada extraño la dulce adoración en su
expresión anoche, porque la ira ahora es dolorosa.
—Dime —le digo, más tranquila ahora.
—Me dijo que no me molestara contigo. Que estás enojada todo
el tiempo.
Siento eso como un puñetazo a mi esternón.
—¿Puedes creer que quería invitarte a salir? —dice él, y se ríe sin
humor.
—¿De qué estás hablando? —pregunto —¿Cuándo?
—Cuando nos conocimos. —Se inclina, apoyando los codos en
sus muslos. Su larga figura se encoje en una cansada C, y se pasa una
fantástica mano por su desordenado cabello. —Esa primera vez en la
feria. Yo le dije lo bonita que me pareciste. Él pensó que era extraño…
que era extraño que yo me sintiera atraído por ti. Como si eso significara
que también me sentía atraído por su novia o algo ya que ustedes son
gemelas. Me dijo que de todos modos no me molestara, que eras algo
cínica y amargada.
—¿Dane te dijo que soy amargada? ¿Amargada sobre qué? —
estoy asombrada.
—Quiero decir, yo no lo sabía en ese momento, pero parecía
encajar con cómo actuabas. Claramente no te gusté desde el principio.
—Simplemente no me caíste bien porque fuiste un imbécil cuando
nos conocimos. Me miraste comer churros de queso como si yo fuera la
mujer más repulsiva que jamás habías visto.
Me mira con los ojos entrecerrados por la confusión. —¿De qué
estás hablando?
—Todo parecía ir bien —le digo. —Mientras todos estaban
decidiendo que ir a ver primero, fui a buscar churros de queso. Regresé
y tú los miraste, me miraste con total repulsión, y luego te fuiste a mirar
la competencia de cervezas. De ahí en adelante, siempre te has
asqueado estando a mi alrededor, y la comida.
Ethan niega con la cabeza, con los ojos cerrados como si tuviera
que despejar esta realidad alternativa. —Recuerdo conocerte, me
dijeron que no podía invitarte a salir, y luego irme a hacer lo propio por
la tarde. No tengo recuerdos del resto.
—Bueno, yo si los tengo.
—Eso indudablemente explica lo que dijiste ayer —dice —sobre
no hacer bromas de tu cuerpo durante el masaje. También explica por
qué fuiste tan despectiva conmigo después.
—¿Disculpa? ¿Yo fui la despectiva? ¿Estás hablando en serio?
—¡Actuaste como si no quisieras nada conmigo después de ese
día! —él se enfurece— Probablemente solo estaba tratando de hacerme
entender lo que me atraía de ti, y claro, ¿tú lo interpretaste como si
tuviera algo en contra de tu cuerpo y los churros de queso? Jesús, Olive,
eso es tan tú, concentrarse en lo negativo en cada interacción.
La sangre me palpita en los oídos. Ni siquiera sé cómo procesar
lo que estoy escuchando, o el dolor innegable que me atraviesa pensar
que él podría tener razón.
La actitud defensiva deja de lado la introspección: —Bueno,
¿quién necesita ver el lado positivo de las cosas cuando tienes a tu
hermano diciéndote que soy una arpía y que te alejaras de mí de todas
formas?
Él lanza sus manos hacia arriba. —¡No vi nada que contradijera lo
que me dijo!
Respiro hondo. —¿Se te ha ocurrido que tu actitud puede afectar
a como la gente reacciona a ti? ¿Qué heriste mis sentimientos al
reaccionar de ese modo, haya sido intencionado o no? —Me mortifico
al sentir mi garganta tensarse por las lágrimas.
—Olive, no sé cómo decirlo más claramente: me gustabas —
gruñe. —Eres sexy. Y probablemente estaba tratando de ocultarlo. Lo
siento por esa reacción totalmente involuntaria, de verdad lo siento, pero
todo indicaba, de tu parte o de Dane, que tu creías que yo simplemente
era un desperdicio de espacio.
—No lo hice al principio —digo, dejando el resto sin decir.
Sin embargo, él claramente lee el “ahora si lo creo” en mi
expresión, y la línea de su boca se endurece. —Bien —dice, con la voz
ronca—. Entonces el sentimiento es convenientemente mutuo.
—Que jodido alivio. —Lo miro durante dos rápidos suspiros, lo
suficientemente largos para guardarme su cara en el espacio marcado
como IDIOTA en la enciclopedia de mi cerebro. Y luego me doy la
vuelta, apresurándome a la habitación, tirando la puerta.
Me tiro sobre la cama, tambaleándome. Una parte de mi quiere
levantarse y hacer una lista de todo lo que acaba de pasar para poder
procesarlo de alguna manera organizada. No solo porque Dane estuvo
durmiendo con varias durante los primeros dos años de su relación con
mi hermana, sino porque le dijo a Ethan que no se molestara conmigo.
Porque Ethan quería invitarme a salir.
Ni siquiera sé qué hacer con esa información porque está en
contra de las posibilidades con mi historia mental sobre él. Hasta el
último par de días, nunca ha habido un solo indicio de que Ethan
quisiera tener algo que ver conmigo, ni siquiera un destello de suavidad
o calidez. ¿Lo estará inventando?
Es decir, ¿por qué lo haría?
Entonces, ¿eso significa que tiene razón sobre mí? ¿Interpreté
mal todo en esa primera interacción, y la cargué conmigo por los últimos
dos años y medio? ¿Fue una sola mirada ambigua de Ethan suficiente
para enviarme a un lugar sin retorno, donde decidí que somos amargos
enemigos? ¿De verdad estoy tan enojada?
Siento que mi respiración se torna agitada mientras el resto vuelve
a mis pensamientos: ¿Es posible que Ami supiera que Dane veía a otras
personas? Ella supo que yo fui displicente con él desde el principio, así
que debo dejar espacio a la posibilidad de que tuvieran su propio
arreglo, y que no me lo dijo porque sabía que me preocuparía o
protestaría por ser tan protectora. Francamente, es difícil incluso
imaginarme a Ami y a Dane en una relación abierta, pero si es cierto o
no, no puedo hablarle desde Maui y preguntarle. No es una charla para
hablarla por teléfono; es una conversación que tiene que hacerse en
persona, con vino, bocadillos, y una forma cautelosa para comenzar.
Levanto una almohada y grito en ella. Cuando la alejo, escucho
un silencioso toque en la puerta de la habitación.
—Vete
—Olive. —dice, sonando mucho más tranquilo— No llames a Ami.
—No voy a llamar a Ami, solo, en serio, vete.
El pasillo se queda en silencio, y unos segundos después escucho
el fuerte click de la puerta de la Suite al cerrarse.

•••

CUANDO ME DESPIERTO, ya es medio día, y el sol se derrama


sobre la cama, cubriéndome en un rectángulo caliente de luz. Me alejo
de él, justo sobre una almohada que huele a Ethan.
Así es. Anoche durmió conmigo en esta cama. Está en todas
partes de la habitación, en la ordenada fila de camisetas colgando en el
armario y los zapatos ordenados en el vestidor. Su reloj, su billetera, sus
llaves; incluso su teléfono está ahí puesto. Incluso el sonido del océano
está contaminado con el recuerdo de él, de su cabeza en mi regazo en
el bote, luchando contra el mareo.
Con un oscuro destello, obtengo algo de alegría con la imagen de
Ethan miserablemente sentado junto a la piscina, rodeado de gente con
la cual le encantaría hacerse amigo estando tomado, pero a quienes
evitaría estando sobrio. Pero mi alegría se desvanece cuando recuerdo
todo sobre nuestra pelea: la realidad de que he pasado los últimos dos
años y medio odiándolo por una reacción que no fue para nada lo que
yo pensé que era, y la realidad de que el asunto de Ami/Dane no se
resolverá por unos días más, al menos.
Lo que solo me deja una cosa en la que concentrarme, y eso es
Ethan admitiendo que quería invitarme a salir.
Es genuinamente una reescritura de mi historia interna, y requiere
una gran maniobra mental. Por supuesto que encontré a Ethan atractivo
cuando lo conocí por primera vez, pero la personalidad lo es todo, y
definitivamente dejó boquiabierta mi columna de atributos positivos.
Hasta este viaje, fue cuando, que descubrí que no solo es el mejor
compañero, sino que también es extremadamente adorable en varias
ocasiones... y frecuentemente sin camisa.
Gimo. Me levanto, caminando hacia la puerta y asomándome. No
hay señales de Ethan en la sala de estar. Me lanzo al baño, cierro la
puerta y abro el grifo, salpicando agua en mi cara. Me miro al espejo,
pensando.
Ethan quería invitarme a salir. Porque le gustaba a Ethan.
Dane le dijo que siempre estoy enojada.
Le demostré que Dane tenía razón ese primer día.
Mis ojos se ensancharon cuando se me ocurre una posibilidad
adicional: ¿Qué pasa si Dane no quería que yo saliera con su hermano?
¿Qué si él no me quería en sus asuntos, sabiendo que es él que planea
todos estos viajes, que estaba viendo otras mujeres, y Dios sabe qué
otra cosa?
Él ha usado a Ethan como un chivo expiatorio, como un escudo
¿Y si usara la comodidad de mi reputación gruñona para crear una zona
de amortiguamiento? ¡Que idiota!
Saliendo del baño, me giro a la izquierda a comenzar mi búsqueda
por Ethan y comienzo a correr directamente a su pecho de piedra. El
OOF que sale de mi es animadamente cómico. Él lo empeora al
atraparme fácilmente y sosteniéndome a cierta distancia, mirando hacia
abajo con cautela. Tengo la cómica imagen de Ethan sosteniéndome
con una mano extendida sobre mi frente mientras trato de golpearlo con
mis brazos ineficazmente cortos.
Al retroceder, le pregunto, —¿Dónde estabas?
—Piscina, —me dice —Vine a traer mi teléfono y mi billetera.
—¿A dónde vas?
Él levanta un hombro. —No estoy seguro.
Está reservado de nuevo. Claro que está reservado. Admitió que
se sintió atraído hacia mí, y hasta este viaje, solo he sido grosera con
él. Luego salí como un torbellino de la habitación después de insinuar
que él aún sigue siendo una pérdida de tiempo.
Ni siquiera sé por dónde comenzar. Me doy cuenta, que de
nosotros dos, estoy en mayor ventaja para hablar. Quisiera comenzar
con una disculpa, pero es como empujar agua contra un ladrillo— las
palabras simplemente no vendrán.
Comienzo con algo más: —No estoy tratando de hacer lo que
hago, cuando me voy por la peor explicación para las cosas, pero…
¿crees que Dane quería mantenernos separados?
Ethan inmediatamente frunce el ceño. —No quiero hablar de Dane
o de Ami ahora. No podemos entrar en contacto con ellos mientras
nosotros estamos aquí y ellos están allá.
—Lo sé, está bien, lo siento. —Lo miro por un momento y siento
un parpadeo de emoción detrás de sus ojos. Es lo suficiente para darme
la valentía para seguir adelante. —¿Pero, deberíamos hablar sobre
nosotros?
—¿Qué sobre nosotros?
—¿Nosotros, que estamos teniendo esta conversación? —
susurro, con los ojos abiertos de sentimiento— Nosotros, que estamos
en estas vacaciones juntos, teniendo una pelea, teniendo….
Sentimientos.
Sus ojos se estrechan. —No creo que nosotros seamos buena
idea, Olive. La negación es buena; es un desacuerdo familiar. Refuerza
mi resolución.
—¿Por qué? ¿Porque discutimos?
—Ese es un término bastante suave para lo que hacemos.
—Me gusta que peleemos, —le digo, deseando que las palabras
pegajosas y tiernas salgan. —Tu exnovia nunca quiso estar en
desacuerdo. Mis padres no se divorciarán, pero tampoco se hablan. Y…
yo sé que no quieres hablar de eso, pero, siento que mi hermana está
en un matrimonio que (me protejo, así que no tengamos que hablar de
eso y evito enojarme de nuevo) en realidad no conoce a su esposo tan
bien. Pero siempre ha sido seguro para nosotras decirnos exactamente
lo que estamos pensando. Es una de mis cosas favoritas al estar
contigo. ¿Tienes eso con todos? —pregunto, y cuando él no responde
de inmediato, le digo—. Sé que no lo haces.
Sus cejas se arquean, y puedo adivinar que está cambiando de
opinión. Puede que esté enojado conmigo, pero al menos está
escuchando.
Me muerdo el labio, mirándolo. Es tiempo para una táctica
diferente. —Dijiste que soy sexy.
Ethan Thomas voltea sus ojos. —Tú sabes que lo eres.
Respiro hondo, conteniéndome. Incluso si no pasa nada cuando
regresemos a casa, y podría ser más inteligente si ambos mantenemos
distancia, porque quién sabe qué consecuencias nucleares habrá
cuando finalmente hable con Ami, yo sinceramente dudo que podamos
mantener nuestras manos aparte por los próximos cinco días.
Por lo menos sé que no lo haré. Mi odio hacia Ethan se fundió en
cariño y atracción tan aguda que es difícil no lanzar mis brazos a su
alrededor en este pasillo, justo ahora, incluso cuando tiene esa cara de
malhumorado (ceño fruncido y su boca en una delgada línea) y sus
manos están enroscadas en bolas defensivas a su costado. Tal vez
cada vez que quise golpearlo en el pasado, realmente solo quería
presionar mi cara contra la suya.
Entrecierro mis ojos mientras lo miro. No tengo miedo en intentar
la seducción barata.
Alcanzo su mano, y el movimiento accidentalmente presiona mis
pechos juntos.
Lo nota. Sus fosas nasales se ensanchan, y sus ojos suben a mi
cara, como si estuviera tratando evitar que desciendan. Ethan Thomas
es definitivamente un hombre de pechos.
Muerdo mi labio, veo mis dientes ir de adelante hacia atrás. En
respuesta, él lame sus labios y traga, manteniéndose firme. Voy a tener
que esforzarme por esto.
Me acerco con un paso, estirándome, y descanso mi mano sobre
su pecho. Señor bendito, es firme y cálido, y siento espasmos ligeros
debajo de las yemas de mis dedos. Mi voz tiembla, pero siento que estoy
llegando a él, y eso me da confianza para seguir.
—¿Recuerdas haberme besado anoche?
Parpadea hacia un lado, exhalando lentamente, como si estuviera
acorralado.
—Sí.
—Pero ¿lo recuerdas? —pregunto, acercándome con otro paso
para así estar pecho a pecho.
Duda, y luego me vuelve a mirar con el ceño fruncido.
—¿A qué te refieres?
—¿Recuerdas el beso en sí? —Mis dedos rasguñan ligeramente
su estómago, bajo el dobladillo de su camisa, y deslizo mi pulgar hacia
abajo, acariciándolo—. ¿O solo recuerdas que pasó?
Ethan lame sus labios de nuevo, y el fuego explota en mi
estómago.
—Sí.
—¿Fue bueno?
Puedo decir que su respiración ahora sí que está acelerada. En
frente mío, su pecho sube y baja rápidamente. Yo también siento que
apenas puedo conseguir suficiente oxígeno.
—Sí.
—¿Olvidaste tus palabras, Elvis?
—Fue bueno —alcanza a decir, y pone los ojos en blanco, pero
puedo ver cómo lucha para ocultar su sonrisa.
—¿Cuán bueno?
Su mandíbula tiembla, como si quisiera discutir sobre por qué
estoy preguntándole esto cuando obviamente estuve ahí también, pero
el calor en sus ojos me dice que está igual de excitado que yo, y que
está dispuesto a seguirme la corriente.
—Fue el tipo de beso que se siente como si estuvieras follando.
Todo el aire es absorbido por mis pulmones, y solo lo miro, sin
palabras. Esperaba que dijera algo seguro, no algo que enviaría mi
libido en una espiral fuera de control.
Recorriendo su pecho con ambas manos, me deleito con el
pequeño gruñido que no parece poder contener. Tengo que alzarme de
puntillas para alcanzarlo, pero no me importa la forma en que me está
haciendo trabajar por ello. Con su mirada fija sobre la mía, no se dobla
hasta que estoy justo ahí, en el límite hasta donde puedo llegar.
Pero luego se rinde por completo: con un suave gemido de alivio,
sus ojos se cierran, sus brazos se envuelven alrededor de mi cintura, e
Ethan cubre mi boca con la suya. Si el beso de anoche se sintió como
un impulso borracho, este se siente como un completo alivio. Toma mi
boca despacio, y luego con más vigor hasta que siento su profundo
gruñido hasta la médula de mis huesos.
Es el cielo hundir mis manos en su sedoso cabello, sentir la forma
en que el me levanta del suelo para estar a su nivel, lo suficientemente
alto para que pueda envolver mis piernas en su cintura. Su beso me
hace sentir deshecha; no me puedo avergonzar de caer tan rápido en
la lujuria porque él está ahí conmigo, casi frenético.
Digo una sola palabra sobre su boca—. Habitación.
Me lleva por el pasillo, fácilmente maniobrándome a través de la
puerta hacia la cama. Quiero comerme sus suaves gruñidos, las fuertes
exhalaciones que da cuando le doy un tirón a su cabello, o cuando lamo
su labio, o cuando muevo mi boca a su mandíbula, su cuello, su oreja.
Lo acerco hacia mí cuando me baja al colchón, quitándose su
camina antes de que su pecho incluso toque el mío. Toda esa piel
suave, cálida y bronceada debajo de mis manos me vuelve loca, como
si tuviera fiebre. La próxima vez, pienso. La próxima vez lo desnudaré
lentamente y disfrutaré cada pulgada que se muestre, pero ahora mismo
solo necesito sentir su peso encima de mí.
Su boca hace un camino hacia abajo en mi cuerpo; sus manos ya
familiarizadas con mis piernas exploran mis senos, mi estómago, la
delicada piel al lado de los huesos de mi cadera y más abajo. Quiero
tomarle una foto justo así como está: su suave cabello rozando contra
mi estómago en su camino hacia abajo, sus ojos cerrados con placer.
—Creo que este es el tiempo más largo que hemos tenido sin
discutir —murmulla.
—¿Qué tal si todo esto es solo una artimaña para conseguir una
foto con la que chantajearte? —Estoy sin aliento mientras besa una
línea de calor que pasa por mi ombligo.
—Siempre he querido a alguien que aprecie las grandes estafas.
—Desnuda los dientes, mordiendo la sensible unión entre la cadera y
muslo.
Empiezo a reírme, pero luego siento la presión de un beso entre
mis piernas, donde ya estoy caliente y adolorida, Ethan alza una mano
hasta ponerla sobre mi corazón para sentir el martilleo. Con atención y
sonidos tranquilos y alentadores, me desmorona tan a fondo que estoy
demolida, un lío hilarante en sus brazos.
—¿Estas bien ahí, Olivia? —pregunta, succionado gentilmente mi
cuello.
—Pregunta luego. Estoy sin palabras en este momento.
Su gruñido me dice que está feliz con la respuesta; sus
hambrientos dedos se deslizan por mi estómago, mis senos y mis
hombros.
Me las arreglo para recomponerme, demasiado tentada por su
clavícula y su vello en el pecho y abdomen para dejar que un fuerte
orgasmo me impida explorar. Con sus labios separados y dedos
enredados en mi cabello, Ethan me mira moverme hacia abajo por su
cuerpo, besándolo, saboreándolo hasta que me detiene con ojos
oscuros y tensos.
Bajando, me levanta y rueda sobre mí con una agilidad
asombrosa. Siento que el aire sale dulcemente de mis pulmones, el
suave deslizamiento de su cuerpo sobre el mío.
—¿Está bien? —pregunta.
Discutiría con él sobre usar las palabras «¿Está bien?» cuando
las cosas están claramente sublimes, pero no es el momento para
criticar.
—Sí, está perfecto.
—¿Quieres hacerlo? —Ethan succiona mi hombro, deslizando su
cálida mano hacia arriba y sobre mi cadera, hacia mí cintura, mis
costillas y de regreso hacia abajo.
—Sí. —Me trago un enorme suspiro—. ¿Tú?
Asiente, y luego ríe en voz baja, acercándose para un beso.
—Realmente sí, sí quiero.
Mi cuerpo grita «sí», a la vez que mi mente grita
«anticonceptivos».
—Espera. Condones —gimo en su boca.
—Tengo algunos. —Se levanta, y estoy tan distraída con la vista
de él cruzando la habitación que me lleva un segundo darme cuenta de
lo que ha dicho.
—¿Con quién planeabas tener sexo en este viaje? —le pregunto,
frunciendo el ceño falsamente desde la cama—. ¿Y en qué cama?
Desgarra la caja y me mira.
—No lo sé. Mejor estar preparado, ¿no?
Ante eso, me levanto en un codo.
—¿Pensaste que tendrías sexo conmigo?
Ethan se ríe, abriendo el condón con los dientes.
—Definitivamente no contigo.
—Grosero.
Camina de vuelta hacia mí, ofreciéndome una vista muy hermosa.
—Creo que hubiera sido muy iluso de mi parte pensar que alguna
vez podría tener esa suerte.
¿Sabrá que eligió las palabras perfectas para completar esta loca
seducción? Apenas puedo discutir; estar con él en este momento
representa la más asombrosa suerte que he tenido también. Y cuando
se sube sobre mí, presionando su boca contra la mía y pasando una
mano por mi muslo para coger mi rodilla y levantarla sobre su cadera,
discutir es repentinamente la última cosa que tengo en mente.
Capítulo doce

Ethan me mira, sonríe, y luego baja la cabeza y mira su almuerzo.


Es una expresión irónicamente tímida para el caliente pervertido que,
apenas hace media hora, me miraba con la intensidad de un depredador
mientras me vestía. Cuando le pregunté qué estaba haciendo, dijo—.
Solo estoy teniendo un momento.
—¿Qué tipo de momento tuviste? —le pregunto ahora, y Ethan
me mira de nuevo.
—¿Momento?... ¿qué?
Me doy cuenta de que estoy esperando un cumplido. Él me había
estado viendo vestirme con una sed que no vi en sus ojos ni siquiera en
la noche de Mai Tai. Pero supongo que aún estoy en ese extraño punto
donde no creo que nos llevemos bien y mucho menos donde nos
divertimos estando desnudos juntos.
—En el cuarto —digo—. Teniendo un momento.
—Oh —dice y hace una mueca—. Sí. Acerca de eso. Solo estaba
volviéndome un poco loco por haber tenido sexo contigo.
Suelto una risa. Creo que está bromeando.
—Gracias por ser tan consistentemente tú.
—No, pero realmente —corrige con una sonrisa—, estaba
disfrutando el verte. Me gustó verte ponerte la ropa de nuevo.
—Uno pensaría que la parte que implica desnudarse sería la que
más destaca.
—Lo fue. Créeme. —Toma un mordisco, mastica y traga mientras
me estudia, y algo en su expresión me regresa a una hora atrás, a
cuando seguía susurrando «Se siente bien, muy bien» en mi oído antes
de caer en pedazos debajo de él—. Pero después, verte arreglarte fue...
—Mira sobre mi hombro, buscando la palabra correcta, y sospecho que
será una grandiosa (sexy, o seductiva, o tal vez una del tipo cambia
vidas) pero entonces su expresión se vuelve amarga.
Apunto mi tenedor hacia él.
—Esa no es una buena cara para esta conversación.
—Sophie —dice, tanto en explicación como en saludo mientras
ella se acerca a la mesa, con un cóctel en una mano y el brazo de Billy
en la otra.
Claro. Quiero decir, por supuesto que se nos acerca en este
momento, usando un bikini diminuto que no cubre nada, como si
acabara de salir del set de una sesión de fotos para la sección de
deportes. Mientras tanto, mi cabello parece un nido de pájaros, estoy
sudorosa por el sexo y no tengo maquillaje, vistiendo pantalones cortos
para correr y una camiseta con unos sonrientes frascos de kétchup y
mostaza bailando juntos.
—¡Hola, chicos! —Su voz es tan aguda que es como tener a
alguien usando un silbato al lado de tu cabeza.
Estudio a Ethan desde el otro lado de la mesa, curiosa de cómo
esa relación funcionó alguna vez: Ethan con su profunda y cálida voz;
Sophie con la voz de ratón animado. Ethan con su mirada vigilante;
Sophie con los ojos que miran por toda la habitación, buscando la
próxima cosa interesante. Él también es mucho más grande que ella.
Por un segundo me lo imagino llevándola por Twin Cities en una
cangurera, y tengo que tragarme una carcajada gigante que amenaza
por salir.
Soltamos un ligero «Hey» en unísono.
—¿Tomando el almuerzo tarde? —pregunta.
—Sí —dice él, y luego pone una expresión falsa de felicidad
conyugal. Si yo reconozco lo forzado que se ve, Sophie —su novia por
casi dos años— tiene que hacerlo también—. Pasamos el día dentro.
—En la cama —agrego en voz muy alta.
Ethan me mira como si no tuviese remedio. Exhala por la nariz en
una respiración larga y paciente. Para una vez que ni siquiera estoy
mintiendo, aun termino sonando como una maniática.
—Esos fuimos nosotros ayer. —Los ojos de Sophie se deslizan
hacia Billy—. Fue divertido, ¿verdad?
Todo esto es muy raro. ¿Quiénes se hablan así?
Billy asiente, pero no nos mira, ¿Quién podría culparlo? No quiere
pasar el rato con nosotros más de lo que nosotros los queremos aquí.
Pero su reacción claramente no es suficiente para ella, porque un ceño
fruncido se planta en su cara. Le dedica una mirada hambrienta a Ethan,
y luego mira hacia otro lado de nuevo, luciendo como la mujer más
solitaria del planeta. Me pregunto cómo se sentiría Ethan si levantara la
vista y lo notara —el anhelo absoluto en su rostro, la expresión de
«¿Cometí un error?»— pero él está de nuevo hurgando sus fideos,
distraído.
—Entonces —dice ella, mirando directamente a Ethan. Parece
que está enviándole mensajes con todo el poder de su mente.
Los cuales parecen no estar siendo recibidos.
Finalmente, levanta la vista con una expresión en blanco
forzada—. ¿Hmm?
—Quizás podríamos tomarnos unas bebidas más tarde. ¿Hablar?
—propone, claramente hablando en singular, no nosotros, plural. Y
supongo que Billy tampoco está incluido en la invitación.
Quiero preguntarle «¿Ahora quieres hablar?» «¡No lo hiciste
cuando era tuyo!». Pero me abstengo. Un peso incómodo desciende, y
miro a Billy para ver si también lo siente, pero ha sacado su teléfono del
bolsillo y está desplazándose por Instagram.
—No estoy... —Ethan me mira con el ceño fruncido—. Quiero
decir, ¿Tal vez?
Le doy una cara de «¿Estás jodidamente hablando en serio?»,
pero lo ignora.
—¿Me escribes? —pregunta ella suavemente.
Él suelta un confuso sonido de afirmación, y quiero tomar una foto
de su expresión y la de ella para mostrárselo más tarde y hacer que me
explique qué rayos está pasando. ¿Sophie lamenta haber terminado
con Ethan? ¿O solo está molesta de que él esté «casado» y ya no
lamentándose por ella?
Esta dinámica es fascinante... y solo tan, pero tan rara. No hay
otra forma de explicarlo.
Me permito imaginarme a esta burbujeante persona frente a mí
dejando una nota que simplemente diga «No creo que debamos
casarnos. Lo siento».
Y, de hecho, puedo verlo totalmente. Ella es dulce en la superficie
y probablemente terrible en comunicar emociones negativas. Mientras
tanto, yo soy como un dulce agrio en la superficie, pero uno que
felizmente detallaría todas las formas en las que cree que el mundo
vaya a irse al infierno.
Después de unos prolongados latidos, Sophie tira del brazo de
Billy y se dirigen hacia la salida. Ethan suelta un largo suspiro dirigido a
su plato.
—En serio. ¿Por qué insisten en socializar con nosotros? —
pregunto.
Desquita sus sentimientos de enojo con la pieza de pollo,
apuñalándolo con dureza.
—Ni idea.
—Creo que ir a tomar algo esta noche sería una mala idea.
Asiente, pero no dice nada.
Me doy vuelta para ver el alto y firme trasero de Sophie en retirada,
luego miro a Ethan de nuevo.
—¿Estás bien?
O sea, tuvimos sexo como hace una hora. E incluso con su
omnipresente ex paseando alrededor del hotel, la respuesta correcta es
«Sí», ¿Verdad?
Ethan asiente y me da lo que he llegado a reconocer como su
sonrisa falsa.
—Estoy bien.
—Bien, porque estaba a punto de voltear la mesa sobre la forma
en la que ella te estaba mirando con ojos de perro triste.
Levanta su cabeza.
—¿Ella qué?
No me gusta como eso inmediatamente lo anima. Quiero ser
honesta con él, pero mis palabras salen forzadas.
—Solo… parecía que ella quería hacer contacto visual contigo.
—Hicimos contacto visual. Pidió reunirse con nosotros para tomar
unas copas...
—Ya… no. Ella quería reunirse contigo para tomar unas copas.
Ethan trata deliberadamente de parecer como si estuviera bien
con eso, pero hace un muy mal trabajo. Está luchando contra una
enorme sonrisa.
Y lo entiendo. ¿Quién no ha querido presumir de su nueva relación
en la cara de la persona que lo dejó? Incluso los mejores entre nosotros
no están por encima de este tipo de mezquindad. Y, sin embargo, el
calor se precipita a mi cara. No solo estoy cautelosa en este momento,
me siento humillada. Unas vacaciones jodidas. Por lo menos, amigo,
guarda la erección para tu ex durante unas seis horas después de haber
tenido sexo con alguien más.
Me detengo.
Esto es exactamente lo que hago. Asumo lo peor. Necesitando un
descanso, me levanto y dejó caer mi servilleta sobre la mesa.
—Voy a ir a ducharme. Creo que quiero hacer algunas compras
en las tiendas del hotel para comprar recuerdos.
También se levanta, más por sorpresa que por cortesía, creo.
—Okay. Yo podría…
—No, está bien. Te veré más tarde.
No dice nada más. Miro hacia atrás cuando estoy cerca de la
salida, no puedo ver su expresión: está de nuevo en su asiento, mirando
su comida.

•••

LA TERAPIA DE IR DE COMPRAR ES REAL Y gloriosa. Soy


capaz de merodear alrededor de las tiendas del hotel y encontrar
algunos regalos de agradecimiento para Ami, algunos recuerdos para
mis padres e incluso comprar una camiseta para Dane. Él podría ser un
imbécil, pero se perdió su luna de miel.
A pesar de que me puedo perder mentalmente analizando lo cara
que es la isla tchotchkes, en el fondo, el bajo zumbido de irritación hacia
Ethan permanece, y está acompañado con la palpitante línea de estrés
que me causa no saber si cometimos un error al dormir juntos. Es
posible que lo hayamos hecho, y si es así, acabamos de hacer los cinco
días que nos quedan exponencialmente más incómodos de lo que
serían si todavía nos odiáramos.
Este día ha sido emocionalmente agotador: despertarse con el
recuerdo de un beso, una pelea con Ethan, la revelación acerca de
Dane, la reconciliación y el sexo, y el predecible encuentro diario con
Sophie que cubrió todo un bote lleno de incertidumbre sobre nosotros.
Este día ha durado como cuatro años.
Mi primera opción cada vez que estoy molesta es ir con mi
hermana. Saco mi teléfono y me enfoco en el balanceo de las palmeras
sobre el reflejo del celular. Quiero preguntarle si está bien. Quiero
preguntarle si Dane está cerca, para ver qué ha estado haciendo y con
quién. Realmente quiero su consejo sobre Ethan, pero sé que no puedo
obtenerlo sin explicarle antes los detalles.
No puedo hacerlo por teléfono. Y ciertamente no puedo hacerlo
por mensaje de texto. Entonces, necesito un ancla a casa, le envió un
mensaje a Diego.

¿Cuál es la última noticia?

Tuve una cita anoche.

Oooh ¿Fue buena?

Él estiró el brazo para quitar un


pedazo de comida de mis dientes
sin previo aviso.
Entonces… ¿No lo fue?

Supongo que tú y Ethan aún no se


han asesinado.

Casi, pero no.

Ahora definitivamente no es el momento de dar la noticia de que


Ethan y yo lo hicimos y Diego definitivamente no es la persona indicada
para contarle, perdería el control de los mensajes.

Bueno, estoy seguro que te las


estás arreglando para sufrir de
alguna manera en unas
vacaciones de ensueño.

No, es asombroso. Ni siquiera


puedo quejarme.
¿Cómo está Ami?

Demacrada, aburrida,
casada con un amigo.
¿Y mamá, papá?

Los rumores dicen que tu padre


le trajo flores y ella les quitó todos
los pétalos y los usó para deletrear
PUTA en la nieve.

Guau. Eso es, guau…

Entonces, está todo igual aquí.

Suspiro. Eso es justo lo que me preocupa.

Ok. Te veré en unos pocos días.

Te extraño, mami.
Te extraño también.

Vuelvo a la habitación con mis maletas, deseando —tal vez


esperando— que Ethan esté fuera y que con la calma en la que se
encuentra mi cerebro luego de las compras consiga encontrar la
respuesta a cómo lidiar con él.
Pero, obviamente él está allí, bañado, vestido y sentado en el
balcón con un libro.
Me escucha llegar y se levanta, entrando.
—Hey.
Solo una mirada a él y los recuerdos de lo que pasó hace solo
unas horas volvieron, cómo me miró, sus ojos pesados, su boca floja de
placer. Dejé caer las bolsas en una silla de la sala y empecé a buscar
entre ellas, fingiendo estar ocupada.
—Hey —dije, falsamente distraída.
—¿Querrías ir a cenar? —pregunta.
Mi estómago ruge, pero miento: —Um… No estoy muy
hambrienta.
—Oh. Yo esperaba para ver… —Corta el comentario, frotando su
barbilla con una leve irritación.
Mi respuesta a todo no está muy relacionada, pero es lo que mi
cerebro decide lanzar a la habitación: —Pensé que quizás estarías
tomando algo con Sophie.
Él tiene el descaro de lucir confundido. —Yo… ¿No?
—Podrías haber ido a cenar sin mí, tú sabes. —No tengo nada
que hacer con mis manos, así que agresivamente cierro mi bolsa
plástica de compras y la empujo a la silla— No tenemos que comer
todas las comidas juntos.
—¿Qué si quisiera ir contigo? —pregunta, estudiándome,
claramente enfadado
—¿Rompería eso tus nuevas y confusas reglas?
Ladro una carcajada —¿Reglas? ¿Qué reglas?
—¿De qué estás hablando?
—Duermes conmigo y luego tienes un pedo mental emocional
conmigo delante de tu ex. Yo diría que eso está rompiendo una regla
bastante grande.
Él frunce el ceño inmediatamente. —Espera, ¿Es esto acerca de
Sophie? ¿Es esto otra mala interpretación de la situación?
—No, Ethan, no lo es. Me importa una mierda Sophie. Es sobre
mí. Tú estuviste más centrado en su reacción hacia ti que en lo que yo
pude sentir en ese momento. No es usual para mí el estar en situaciones
donde yo soy un premio o una distracción, así que puedes
probablemente entender que fue incómodo para mí el verla, también.
Pero tú tenías cero conciencias de eso. Y obviamente es lo que se
espera si no sientes nada por mí, pero…— me arrepiento penosamente
—. Lo que sea. No es sobre Sophie.
Ethan pausa, su boca abierta como si quisiera hablar, pero no
estuviera seguro de qué decir. Finalmente, lo consigue. —¿Qué te hace
pensar que no tengo sentimientos por ti?
Es mi turno de vacilar —. No dijiste que lo hacías.
—Tampoco dije que no lo hacía.
Estoy tentada a continuar con esta ridiculez solo para ser
problemática, pero alguien debe ser el adulto aquí. —Por favor, no
pretendas que no entiendes el porqué de mi enojo.
—Olive, apenas hemos conversado desde que tuvimos sexo.
¿Qué es lo que te enoja?
—¡Estabas enloqueciendo en el almuerzo!
—¡Tú estás enloqueciendo ahora!
Me di cuenta que él no está negando nada de lo que yo he dicho.
—Por supuesto que me voy a enojar al verte absorber
quedamente los celos de Sophie luego de acostarte conmigo.
— “¿Absorber quedamente?” —Él se detiene, negando con la
cabeza. Ethan levanta sus manos en una solicitud de alto el fuego
temporalmente —. ¿Podemos solo ir a cenar? Me estoy muriendo de
hambre y no tengo idea de lo que sucede aquí.

•••

TAL COMO ERA DE ESPERAR, la cena es tensa y silenciosa.


Ethan ordena una ensalada, yo ordeno una ensalada… claramente no
queremos esperar mucho para que la comida llegue.
Ambos evitamos el alcohol, también, pero honestamente podría
tener unas cuantas margaritas.
Una vez la mesera se va, saco mi teléfono y pretendo estar
increíblemente ocupada, pero en realidad solo estoy jugando póker.
Obviamente, estaba en lo correcto: tener sexo fue un gran error, y
aún nos quedan cinco días juntos. ¿Debo olvidarlo, sacar mi tarjeta de
crédito y conseguir una habitación para mí? Tal vez sería algo costoso,
pero permitiría que las vacaciones continuaran siendo… divertidas. Yo
puedo hacer todas las actividades que me quedan en mi lista e incluso
si al hacerlo con Ethan se reduzca a un 30% de diversión, sigue siendo
100% más divertido que el quedarme en casa. Pero la idea de que
tendré que terminar sin la marca particular de diversión de Ethan-
fastidioso que he estado disfrutando hasta ahora es un fastidio.
—Olive.
Lo miro sorprendida cuando habla, pero no continua
inmediatamente. —¿Sí?
Él abre su servilleta, la deja en su regazo y se inclina sobre su
antebrazo, mirando directamente a mis ojos. —Lo lamento.
No puedo decir si es una disculpa por el almuerzo, por el sexo, o
por todas las otras cosas por las que él puede disculparse. —¿Por?
—Por el almuerzo. —dice suavemente—. Debería haberme
centrado solo en ti —pausa y recorre con un dedo su ceja negra—. No
estaba para nada interesado en tomar algo con Sophie. Si me retiré, fue
porque estaba hambriento y cansado de encontrarla.
—Oh —Todo en mi cabeza parece detenerse, las palabras en un
descanso momentáneo. Esto es mucho más fácil que encontrar una
habitación de hotel—. Okay.
Él sonrió. —No quiero que las cosas sean raras entre nosotros.
Frunciendo el ceño, pregunto. —Espera, ¿Te estás disculpando
para tener sexo conmigo de nuevo?
Ethan luce como si no pudiera decidir si se quería reír o tirarme su
tenedor.
—¿Creo que me estoy disculpando porque mis emociones me
dijeron que debía hacerlo?
—¿Sientes algo más que irritación?
Ahora se ríe. —No creo haber registrado que había estado
disfrutando sus celos. No mentiré y diré que no me trae algo de placer
que ella esté celosa, pero eso es algo diferente a como me siento por ti.
No quise parecer interesado en Sophie justo después de que
estuviéramos juntos.
Wow. ¿Acaso alguna mujer le escribió esa disculpa? Fue
fantástica.
—Ella me escribió más temprano y yo respondí —dice, y me
muestra su celular para que pueda leerlo. El texto simplemente dice:
Voy a por bebidas. Ten un lindo viaje— Antes de que vuelvas a la
habitación, mira la hora —él dice y señala sonriendo—. No puedes ni
siquiera decir que lo hice porque tú estabas enojada, porque no tenía
idea de que estabas enojada. Finalmente, mi ignorancia sirve para algo.
Nuestra mesera deja las ensaladas frente a nosotros, y ahora que
las cosas están mejores entre nosotros me arrepiento de no pedir una
hamburguesa. Pinchando la lechuga dije. —Bien, genial.
—“Bien, genial” —repite lentamente—. ¿Eso es todo?
Levanto la vista para mirarle. —Quiero decir, fue una disculpa
increíble. Podemos volver a ser groseros el uno con el otro por diversión
ahora.
—¿Qué si me siento con ganas de ser lindo el uno con el otro por
diversión ahora? —pregunta y luego le hace señas a la mesera.
Entrecierro mis ojos. —Intento imaginar cómo es “lindo” en ti.
—Fuiste muy linda conmigo más temprano. —dice en un
silencioso gruñido.
—¿Ves? Sabía que tu disculpa era solo para tener sexo conmigo
nuevamente.
Al lado de la mesa una garganta es aclarada. Ambos alzamos la
vista para ver nuevamente a la mesera.
—Oh, hola. Esto fue oportuno. —saludo y Ethan ríe.
—¿Podrías traernos una botella de Bergstrom Cumberland Pinot?
—le pregunta. La chica se va y él niega con su cabeza.
—¿Ahora harás que afloje con alcohol? —pregunto sonriendo—.
Es uno de mis vinos favoritos.
—Lo sé —Él mueve su brazo por la mesa hasta tomar mi mano y
en mi interior se despliega una ola de calor —. Y no, haré que aflojes
negándome a pelear contigo.
—No podrás resistirte.
Inclinándose, él besa mis nudillos. —¿Quieres apostar?
Capítulo trece

Mientras Ethan habla amenamente en la cena y el postre, lo miro


intentando no dejar que mi mandíbula caiga abierta muy seguido: No
creo haberlo visto sonreír tanto con anterioridad.
Parte de mi quiere sacar mi teléfono y tomar una foto; es la misma
parte de mí que quiere catalogar cada una de sus características: las
cejas y pestañas dramáticas; el contraste de sus ojos brillantes; la línea
recta de su nariz romana; su inteligente y llena boca. Tengo la sensación
de que estamos viviendo en las nubes; no importaba lo que digo a mi
cabeza y mi corazón, me preocupa el horrible choque cuando aterrice
en Minnesota en cuestión de días. No importa cuánto pelee con el
pensamiento, sigue volviendo, sin ser invitado: Esto no puede durar. Es
demasiado bueno.
Él arrastra una fresa a través de una llovizna de jarabe de
chocolate al lado del cheesecake que compartimos, sosteniendo el
tenedor en alto. —Estaba pensando en que podríamos hacer Haleakal
mañana al amanecer.
—¿Qué es eso? —Le robo el tenedor y me como la fresa perfecta
que ha preparado. Él ni siquiera frunce el ceño, sonríe, y yo intento que
esto no me afecte. Ethan Thomas está completamente bien conmigo
comiendo de su tenedor. La Olive Torres de hace dos semanas está en
el suelo.
—Es el punto más alto de la isla. —explica— De acuerdo a Carly,
la recepcionista, tiene la mejor vista de los alrededores, pero tenemos
que estar ahí muy temprano.
—Carly la recepcionista, ¿eh?
Él ríe. —Tuve que encontrar alguien con quien hablar mientras
estabas de compras toda la tarde.
Hace solo una semana yo hubiera dado una respuesta
cortantemente sarcástica en respuesta a esto, pero mi cerebro está
lleno de nada más que ojos de corazones y un deseo de besarle.
Así que extiendo mi mano para tomar la suya. Él toma la mía sin
pensarlo, como si fuera la cosa más natural del mundo.
—Entonces pienso, —digo en un susurro— que, si vamos a
despertar antes del amanecer, deberíamos ir a la cama dentro de poco.
Sus labios se separan y sus ojos se detuvieron en mi boca. Ethan
Thomas entiende rápido: —Creo que estas en lo correcto.

•••

LA ALARMA DE ETHAN SUENA A LAS cuatro, y nosotros


despertamos de un sobresalto, murmurando en la oscuridad y rodamos
desnudos de la cama, enredados entre cobijas hacia nuestras capas de
ropa. Aunque estamos en una isla tropical, la recepcionista Carly le dijo
a Ethan que las temperaturas de antes del amanecer en la cima de la
montaña eran usualmente bajo cero.
A pesar de nuestras mejores intenciones de dormir temprano, el
hombre me mantuvo despierta por varias horas con sus manos, boca, y
una sorprendente extensión de palabras sucias; se siente como una
espesa niebla sexual flotando en mi cerebro incluso luego de que las
luces de la sala de estar estuvieran encendidas. Con dientes cepillados
y besos dados, Ethan prepara café y empaco una mochila con agua,
frutas y barras de granola.
—¿Quieres escuchar mi historia de escalada? —Pregunté.
—¿Hay mala suerte involucrada?
—Obviamente.
—Vamos a escucharla.
—El verano después del segundo año en la universidad, —
empecé— Ami, Jules, Diego y yo tomamos un viaje a Yosemite30
porque Jules estaba en medio de la fiebre fitness y quería escalar el
Half Dome31.
—Uh-oh.
¡Si! —canté— Es una terrible historia. Entonces, Ami y Jules
estaban en forma, pero Diego y yo estábamos, vamos a decirlo, más
teleadictos que corredores. Por supuesto, la escalada por sí sola ya era
de locos y pensé: yo voy a morir por lo menos cincuenta veces (que no
tiene nada que ver con mi suerte, pero sí con mi flojera) pero entonces
empezamos a escalar el ascenso vertical por el sub-domo. Nadie me
dijo que mirara donde ponía mis manos. Metí mi mano en una grieta
para agarrarme y agarré una serpiente cascabel.
—¡¿Qué?!
—Si, mordida por una maldita serpiente cascabel y caí como unos
15 pies de altura.
Ethan me miró boquiabierto. —¿Qué hiciste?
—Bueno, Diego no iba a escalar el último tramo, así que se quedó
ahí parado viéndome, actuando como si su plan fuera orinar mi mano.
Afortunadamente, el guardabosques vino y tenía una antitoxina, y
estuvo bien.

30Es un parque natural en California.


31Es un domo granítico situado en el extremo oriental del valle de Yosemite
—¿Ves? —dice Ethan— Eso es suerte.
—¿Ser mordida? ¿Caer?
Se ríe incrédulo. —Suerte que ellos tuvieran una antitoxina. No
moriste en el Half Dome.
Me encojo de hombros, dejando caer unas cuantas bananas en la
mochila —Entiendo lo que dices.
Puedo sentir su mirada en mí.
—No crees realmente eso, ¿Verdad? —Lejos de mi vista,
agrega—. Que tienes un tipo de mala suerte crónica.
—Absolutamente. Ya he tenido un par de victorias, pero solo para
mantenerlo al día: Perdí mi trabajo un día después de que mi
compañera de piso se mudara. En junio, obtuve unos arreglos a mi auto
y una multa cuando un golpea-y-corre empujó mi auto nuevo en una
zona donde no se podía estacionar. Y este verano una señora anciana
se durmió en mi hombro en un autobús, solo me di cuenta de que ella
estaba muerta y no dormida, luego de que se pasara mi parada.
Sus ojos se agrandaron.
—Estoy bromeando sobre la última. Ni siquiera tomo el autobús.
Ethan se dobla, dejando sus manos sobre sus rodillas. —No sé
qué haría si alguien se muere sobre mí.
—Las probabilidades son pocas —Incluso medio dormida, yo
sonrío mientras sirvo nuestro café en dos vasos de papel y le paso uno
a Ethan.
Irguiéndose, me dice. —Supongo que estoy sugiriendo que tú le
das a la idea de la suerte mucho poder.
—¿Quieres decir cómo la positividad genera positividad? Por
favor no me digas que tú piensas que eres el primero en mencionar esto.
Me doy cuenta que parte de esto viene con la perspectiva, pero
honestamente, también es suerte.
—Bueno, pero… mi moneda de la suerte es solo una moneda. Eso
no tiene ningún gran poder, no es mágico, solo es algo que encontré
antes de que un montón de cosas asombrosas pasaran —Él levanta su
barbilla hacia mí—. Yo tuve mi moneda la noche que nos encontramos
con Sophie. Lógicamente, si todo fuera sobre suerte, eso no hubiera
sucedido.
—A no ser que mi mala suerte contrarrestara tu buena suerte.
Sus brazos rodean mi cintura y me atrae al calor de su pecho.
Todavía no estoy tan acostumbrada a la facilidad con la que da su afecto
por lo que la emoción pasa como un escalofrío por mi columna vertebral.
—Es una amenaza —dice sobre mi cabeza.
—Solo es la forma en que me construyeron —le digo—. Ami y yo
somos como fotos negativas.
—No es algo malo. —Alza un poco mi barbilla, besándome una
vez, lentamente—. No se supone que seamos copias de carbón de
nuestros hermanos… incluso cuando somos externamente idénticos.
Pienso en todo esto mientras entramos al vestíbulo. He vivido mi
vida entera siendo comparada con Ami; es bonito tener a alguien como
yo para mí.
Pero, por supuesto, esta conciencia (de que le gusto como soy)
dispara la siguiente, y una vez que estamos en el elevador y de camino
al lobby, el pensamiento sale de mí, desesperado. —Supongo que
también soy bastante firme ciento ochenta de Sophie también.
Yo inmediatamente quise atrapar las palabras que estaban en el
aire y meterlas de vuelta a mi boca.
—Supongo que sí —dice.
Quiero que añada «Pero no de mala forma», otra vez, o incluso
«Me alegro», pero solo me sonríe, esperando a que suelte más
sandeces.
No le daré el gusto. Me muerdo los labios y lo fulmino con la
mirada: sabe exactamente lo que está haciendo. Todo un monstruo.
Ethan continúa sonriéndome.
—¿Estás celosa?
—¿Debería estarlo? —pregunto, y enseguida agrego—. Quiero
decir, esto es solo un rollo de verano, ¿verdad?
Deja que la sorpresa se deslice lenta (escépticamente) por su
rostro.
—Oh, ¿eso es todo lo que somos?
Su forma de hablar se siente como una roca rodando por mi
espalda. Tan solo llevamos un par de días sin odiarnos y siendo más
cariñosos. Es muy pronto para poder hablar de forma seria.
¿O no lo es? O sea, técnicamente ahora somos familia política.
No es como que podamos irnos de esta isla y no vernos nunca más; en
algún momento tendremos que lidiar con lo que estamos haciendo… y
sus consecuencias.
Salimos del ascensor, atravesamos el vestíbulo y, en la oscuridad,
cuando subimos a un taxi sigo sin responderle. Necesito un tiempo para
analizarlo e Ethan aparentemente está bien ya que no me vuelve a
preguntar otra vez.
Es sorprendente que incluso a las cuatro y media de la mañana
haya tráfico que se dirige desde el parque nacional hasta la cima del
cráter; hay furgonetas con bicicletas, grupos de excursionistas, y
parejas como nosotros (somos algo así como una pareja) planeando
echarse sobre una toalla y acurrucarse en la fría mañana.
Nos lleva una hora atravesar el tráfico para poder subir, donde
sorteamos una serie de rocas para llegar a la cima. A pesar de que el
cielo aún esté oscuro, la vista es asombrosa. Hay un grupo de personas
de pie, acurrucadas entre sí en el frío o sentadas en el suelo con
mantas, pero hay una curiosa tranquilidad, como si todos fuesen lo
suficientemente respetuosos como para mantener la voz baja cuando
están a punto de presenciar un amanecer de 360 grados.
Ethan extiende un par de toallas que tomamos prestadas del hotel
y me hace señas. Me guía para que me siente entre sus largas piernas
extendidas y me tira hacia atrás contra su pecho. No creo que esté muy
cómodo, pero yo estoy en el cielo, así que me dejo llevar, bajo mi
guardia y me estiro tranquilamente.
Ojalá supiera qué está pasando, entre nosotros y dentro de mi
corazón. Siento como si el órgano en sí hubiera crecido, exigiendo ser
visto y escuchado, recordándome que soy una mujer de sangre caliente
con deseos y necesidades que van más allá de las básicas. Estar con
Ethan es como mimarme con unos nuevos y perfectos par de zapatos o
una extravagante cena. No puedo convencerme de que lo merezco a
diario… o que vaya a durar.
Es obvio que los dos estábamos en silencio reflexionando sobre
nosotros y no estoy del todo sorprendida cuando dice—: Te pregunté
algo antes.
—Lo sé.
Se queda callado otra vez; es obvio que no necesita repetir lo que
dijo. Pero no estoy completamente segura de dónde está mi cabeza en
este desastre.
—Estoy... pensando.
—Piensa en voz alta —dice—. Conmigo.
Mi corazón se encoge, una maniobra ante la facilidad con la que
me pide lo que necesita y sabe que le puedo dar: transparencia.
—Hace una semana ni siquiera nos soportábamos —le recuerdo.
Su boca se acerca de forma suave a un lado de mi cuello.
—Creo que deberíamos dejarlo todo eso como un tonto
malentendido. ¿Ayudaría si te invitara a comer requesón cuando
lleguemos a casa?
—Si.
—¿Prometes que compartirás conmigo? —Me besa otra vez.
—Solo si lo pides amablemente.
En estos momentos, solo puedo atribuir mis sentimientos
anteriores por Ethan a causa de mi actitud defensiva. Cuando no le
gustamos a alguien, es normal que tampoco nos guste a nosotros,
¿verdad? Pero el recuerdo de que Dane le dijo que yo siempre estaba
enojada, pone sobre la mesa algo que Ethan no pensaba discutir…
Sé que tiendo a ser la pesimista, en comparación con el optimismo
de Ami, pero no soy enojadiza. No soy violenta. Soy cautelosa y
precavida. El hecho de que Dane le dijera eso a Ethan (y Dane estuviera
durmiendo con otras mujeres cuando lo dijo) me hace ser especialmente
precavida con él.
—No creo que podamos tener esta conversación sin tener en
cuenta la posibilidad de que Dane quiera mantenernos alejados.
Siento como se tensa cuando digo esto, pero no se aleja ni me
deja ir.
—¿Por qué haría eso?
—¿Mi teoría? —digo—. Dejó que Ami creyera que es monógamo,
y tú sabes que no lo es. Si tú y yo empezáramos a hablar, con el tiempo
se te escaparía que se estaba viendo con otras personas. Tal y como
pasó aquí.
Detrás de mí, Ethan se encoge de hombros y lo conozco lo
suficiente como para imaginarme la expresión que está poniendo: no
muy convencido pero despreocupado.
—Es probable que solo sea raro para él —dice—. La idea de su
hermano mayor saliendo con la hermana gemela de su novia.
—Si yo aceptara salir contigo —agrego.
—¿Me estás diciendo que no lo hubieses hecho? —
contraargumenta—. También vi el deseo en tus ojos, Olivia.
—Quiero decir, no eres horroroso a la vista.
—Tampoco tú —dice estas palabras contra la piel sensible detrás
de mi oreja; la particular sensación que me produce pensar en el equipo
«Olive e Ethan» me atraviesa, suave y seductora. La reacción que
Ethan tuvo hacia mí en la boda no dio señales de que pensara que fuese
algo más que un pequeño trasgo vestido en satén verde.
—Todavía estoy analizando el aspecto de las cosas.
—Siempre asumí que mi atracción era obvia. Quería entender tus
ceños fruncidos y descubrir cuál era tu problema conmigo para después
inclinarte sobre el respaldo de mi sofá.
Todos mis órganos internos se derriten ante sus palabras. Me
esfuerzo para mantenerme erguida, apoyando mi cabeza en el hueco
de su cuello.
—Sigues sin responder mi pregunta —me recuerda tranquilo.
Reprimo una sonrisa ante su insistencia.
—¿Es esto solo una aventura?
—Sí —dice—. Me parece bien que sea una aventura, supongo,
pero quiero saberlo para ver cómo lo manejo cuando regresemos en
casa.
—¿Te refieres a si le dirás a Dane o no? —pregunto cuidadosa.
—Me refiero a si necesitaré tiempo para superarte.
Esto me produce un dolor en el corazón. Giro mi cabeza para
encontrarme con su boca mientras él se inclina para besarme y dejo que
la sensación de alivio y deseo recorra mi cuerpo. Trato de imaginarme
a Ethan en la casa de Ami y Dane, manteniendo distancia sin querer
tocarlo así.
No puedo. Incluso en mi imaginación es imposible.
—Sea lo que sea esto, no ha terminado —admito—. Incluso si es
una aventura, no se siente…
—No lo digas.
—…acabada. —Le sonrío y él se queja.
—Eso fue tan malo como tu coqueteo para conseguir bebida gratis
en la boda32.
—Sabía que eso ocuparía un lugar especial de tu memoria. —
Ethan muerde mi cuello, gruñendo.
—Entonces, supongo que me refiero a que —comienzo y respiro
profundamente como si estuviera a punto de lanzarme a un acantilado
o una piscina de agua oscura—, si quieres seguir viéndonos una vez
que estemos en casa, no me opondría.
Su boca sube por mi cuello, succionando. Sus manos se deslizan
debajo de mi chaqueta y camisa, hasta llegar a mi esternón—. ¿Sí?
—¿Qué piensas?
—Pienso que me gusta. —Me besa a lo largo de mi mandíbula
hasta mi boca—. Pienso que significa que puedo hacer esto incluso
después de que nuestra falsa luna de miel se haya acabado.
Me arqueo sobre su palma, instándolo con mi propia mano hasta
que ahueca mi pecho. Pero con un gemido frustrado, Ethan arrastra sus
dedos bajando hacia mi estómago.
—Me gustaría que hubiéramos tenido esta conversación en la
habitación.
—Yo también. —Porque definitivamente ahora no puedo
desperdiciar el tiempo: el sol todavía no está visible, pero se acerca por
el horizonte, iluminando el cielo con un millón de tonos naranjas, rojos,
morados y azules.

32Aventura acabada: es un juego de palabras en inglés, literalmente «fling flung». Ethan hace
referencia a otro de los chistes malos de Olive.
—¿Acabamos de decidir algo? —pregunta.
Sonrió con los ojos cerrados.
—Eso creo.
—Bien. Porque estoy un poco loco por ti.
Conteniendo la respiración admito con tranquilidad—: Yo también
estoy loca por ti.
Sé que, si me girara a ver su cara, estaría sonriendo. Lo siento por
como sus brazos se tensan alrededor de mí.
Observamos el cielo mientras se transforma cada pocos
segundos, un lienzo irreal que cambia constantemente frente a
nosotros. Me hace sentir como una niña pequeña otra vez, y en vez de
imaginar un castillo en el cielo, estoy viviendo en él; es en verdad lo
único que podemos ver a nuestro alrededor es este dramático cielo
pintado.
Toda la audiencia cae en un silencio unificado, y mi propio hechizo
se rompe cuando el sol es grande y brillante y la masa de cuerpos
comienza a prepararse para irse. No me quiero ir. Quiero sentarme justo
aquí, apoyada en Ethan, por toda la eternidad.
—Disculpe —le dice Ethan a una mujer que va pasando en un
grupo—. ¿Podría tomarnos una foto a mí y mi novia?
Bueno… quizá es hora de volver a la habitación del hotel.
Capítulo catorce

—Que alguien me explique la ciencia de que mi maleta pese


aproximadamente 20 kilos más que cuando llegué —digo—. Todo lo
que añadí es un par de camisetas y unas pocas joyas de recuerdos.
Ethan se acerca el lado de la cama, presionando con una grande
mano mi maleta y ayudándome a cerrar la cremallera.
—Creo que es el peso de tu cuestionable decisión de comprarle a
Dane una camiseta que dice «Me Pusieron una Guirnalda Hawaiana en
Maui».
—¿No crees que apreciará mi humor negro? —Pregunto— O sea,
mi verdadero dilema es si se la daré antes o después de contarle que
nos estamos acostando.
Se encoge de hombros, quita la maleta de la cama y me mira.
—Se reirá o te hará el vacío.
—Francamente, podría lidiar con cualquiera de esas opciones. —
Meto cosas dentro de mi equipaje de mano, así que me toma un par de
segundos darme cuenta de que Ethan no me ha respondido de vuelta.
—Ethan, estoy bromeando.
—¿Lo estás?
He evitado estos pensamientos durante el mayor tiempo del viaje,
pero la realidad está asomándose en nuestra feliz burbuja de
vacaciones más pronto de lo que me gustaría.
—¿Se va a convertir Dane en un problema entre nosotros?
Ethan se sienta en el borde de la cama y me atrae entre sus
rodillas.
—Lo mencioné antes… claramente no te gusta mucho, y es mi
hermano.
—Ethan, me cae bien.
—Bueno. También es tu cuñado. Doy un paso atrás, frustrada.
—Mi cuñado, quien básicamente ha estado engañando a mi
hermana por dos años.
Ethan cierra los ojos y suspira.
—No hay manera…
—Si se estuvo viendo con Trinity, la del mango en el culo, hace
dos años, entonces definitivamente estaba engañando a Ami.
Toma aire y lo libera lentamente.
—No puedes llegar como un elefante en una cristalería y contarle
a Ami apenas lleguemos a casa.
—Ten un poco de fe en mi sutilidad —digo. Y cuando intenta
reprimir una sonrisa, agrego—: Por las dudas, yo no elegí el vestido de
madrina.
—Pero elegiste el bikini rojo.
—¿Te estás quejando? —pregunto, sonriendo.
—De ninguna manera. —Su sonrisa se desvanece—. Mira, sé que
tú y Ami, y toda tu familia son cercanos de una manera que Dane y yo
no lo somos, claro, hemos viajado juntos, pero en realidad no hablamos
este tipo de cosas. No sé si es de nuestra incumbencia. Ni siquiera
sabemos si es verdad.
—Por el placer de discutir, ¿cómo te sentirías si lo fuera y hubiese
estado mintiéndole a Ami por años?
Ethan se pone de pie y tengo que alzar la cabeza para mirarlo. Mi
primer instinto es pensar que está molesto conmigo, pero no, supongo:
toma mi rostro entre sus manos y se inclina para besarme.
—Estaría decepcionado, por supuesto. Es solo que me costaría
mucho pensar que lo hizo.
Como siempre, mi mecha de conversación sobre Dane se ha
quemado. Hoy las cosas ya están agridulces —no quiero abandonar el
hotel, pero estoy emocionada por ver cómo irán las cosas entre nosotros
cuando lleguemos— y además el estrés sobre el tema de Ami y Dane
no hará las cosas más fáciles.
Engancho un dedo bajo la cinturilla de sus pantalones cortos,
sintiendo la cálida piel de su ombligo, y tiro de él para acercarlo a mí.
Con una sonrisa de comprensión, su boca vuelva a unirse con la mía,
hambrienta, como si nos hubiéramos vuelto super conscientes del brutal
final de este cuento de hadas. La forma en que me toca, tan familiar, me
produce la misma urgencia como la sensación de su beso. Me encanta
lo suaves y llenos que se sienten sus labios. Me encanta cómo abre sus
manos cuando me toca, como si tratara de sentir toda mi piel. Ya
estamos vestidos y listos para salir, pero no protesto ni por un segundo
cuando me quita con fuerza la camisa de la cabeza y alcanza mi espalda
para desabrochar el sostén.
Nos desplomamos en el colchón; tiene cuidado para no caer
directamente encima de mí, pero ya me he vuelto semi adicta a la
sensación de su peso, al calor y rigidez de su cuerpo. La ropa que
planeábamos ocupar en el avión cae en una pila a un lado
de la cama, él viene hacia mí, y se mantiene con sus brazos rectos
apoyados cerca de mis hombros. La mirada de Ethan recorre cada
centímetro de mi cara.
—Hey, hola —digo.
Él sonríe.
—Hola.
—Mira esto, de alguna forma terminamos desnudos otra vez.
Eleva y baja un hombro bronceado.
—Puedo ver que esto comienza a ser un problema habitual.
—Problema, perfección.
Tanto monta, monta tanto.
El destello de su sonrisa se desvanece rápidamente y la manera
en la que sus ojos recorren mi cara parece que va a decir algo más. Me
pregunto si puede leer mis pensamientos, cómo le ruego en silencio que
no mencione a Dane o cualquier cosa que pueda arruinar esto al
regresar a casa, y por suerte no lo hace. Solo baja con cuidado sobre
mí, gimiendo por lo bajo cuando mis piernas suben por su costado.
Él ya sabe lo que me gusta, creo, y deslizo mis manos por su
espalda mientras comienza a moverse. Ha estado prestando atención
todo el tiempo, ¿no? Desearía regresar en el tiempo y poder verlo a
través de estos nuevos ojos.

•••

El VUELO ECONÓMICO PARECÍA HORROROSO en el camino


de ida, pero en el vuelo a casa, el poco espacio sirve como excusa para
envolver mi brazo alrededor de Ethan y pasar horas sintiendo el olor del
mar contra su piel. Hasta él se ve más relajado en este viaje: después
de estar tenso y cortante en el despegue, una vez que estamos en el
aire, coloca su gran mano sobre mi muslo y se queda dormido
descansando su mejilla en la coronilla de mi cabeza.
Si dos semanas atrás me hubieran mostrado una foto de nosotros
en este momento, creo que podría haber muerto de la impresión.
¿Habría entendido la expresión de mi rostro; la atolondrada
sonrisa de satisfacción sexual que no puedo borrar? ¿Creería en su
mirada calmada y la adoración con que me observa? Nunca había
sentido algo así antes, esta clase de intensidad, una felicidad que no
trae ninguna inquietud o duda sobre lo que Ethan y yo sentimos. Jamás
he adorado a alguien con tanto descuido y algo me dice que él tampoco.
Mi incertidumbre solo trata sobre lo que nos espera en casa;
específicamente, qué tipo de daño causará cualquier drama entre Dane
y Ami.
Entonces me tengo que preguntar a mí misma: ¿vale la pena
contarle a mi hermana? ¿Debería hacer borrón y cuenta nueva?
¿Debería tener una nueva perspectiva y no esperar lo peor sino tener
un poco de fe? O sea, tal vez ella ya sabe todo esto, y, de todas formas,
ya hayan superado el tema. Quizás descubrir que yo sé que Dane no
fue monógamo al principio solo la avergonzaría e inconscientemente
estaría a la defensiva cuando esté cerca de ellos.
Observo a Ethan, que todavía está dormido, y me preocupo,
porque, aunque sepa lo que está pasando, no significa que en realidad
sea así. Este hombre es el ejemplo perfecto. Pensé que sabía
exactamente quién era, y estaba completamente equivocada. ¿Es
posible que existan partes de mi gemela que ni siquiera yo conozca? Lo
sacudo con cuidado para despertarlo, y él bosteza, estirándose, antes
de mirarme. Es como un pinchazo en el pecho lo mucho que me gusta
su cara.
—Hey —dice con voz grave—. ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
—Me gusta tu cara —le digo.
—Me alegra que quisieras decírmelo en este preciso momento.
—Y —digo sonriendo nerviosa—, sé que no te gusta este tema,
pero quería que supieras que decidí no decirle nada a Ami sobre Dane.
Ni siquiera le voy a preguntar si sabía algo.
La cara de Ethan se relaja, y se inclina hacia delante para besar
mi frente.
—Vale, genial.
—Las cosas nos van muy bien a todos nosotros…
—O sea, sí —me interrumpe con una sonrisa—, excepto por la
intoxicación de mariscos que les arruinó su luna de miel.
—Excepto eso. —Agito una mano de forma casual—. Como sea,
las cosas van bien y debería dejar el pasado atrás.
—Totalmente. —Me besa una vez y se recuesta, sonriendo con
los ojos cerrados.
—Solo quería hacértelo saber.
—Me alegra que lo hicieras.
—Vale, vuelve a dormir.
—Lo haré.

•••

EL PLAN: UNA VEZ QUE ATERRICEMOS, cogeremos las


maletas, tomaremos un taxi regreso a Minneapolis y cada uno pasará
la noche en su respectiva casa. Ya hemos acordado que el taxi me
dejará en mi condominio en Dinkytown —para que me vea entrar sana
y salva— antes de que le lleve a Loring Park. Estoy segura de que será
raro dormir sola, pero decidimos vernos en el desayuno, y en ese
momento estoy segura de que lo atacaré en vez hacer lo que teníamos
planeado: averiguar cómo y cuándo les diremos a Ami y Dane sobre
nosotros.
Todo el final de este viaje ha destacado por cuán diferente es del
inicio. No estamos incómodos. Estamos tomados de la mano,
caminando por el terminal del aeropuerto, discutiendo sobre cuál de
nosotros va a ceder primero y aparecerá en la puerta del otro.
Se inclina hacia la cinta de equipaje, plantando un beso en mi
boca.
—Podrías venir ahora y ahorrarte el viaje de después.
—O tú podrías.
—Pero mi cama es genial. —argumenta— Es grande, firme pero
no dura…
Inmediatamente veo cuáles serán nuestros problemas en el
futuro: ambos somos unos tercos hogareños.
—Sí, pero yo quiero meterme en mi propia bañera y usar cada
producto de baño que tengo y que he extrañado los últimos diez días.
Ethan me besa nuevamente y se aleja para seguir hablando, pero
sus ojos revolotean sobre mi hombro y su comportamiento cambia
completamente.
—Mierda.
Las palabras suenan con eco, a la distancia, multiplicadas. Me doy
vuelta para ver qué está mirando y mi estómago se desploma: Ami y
Dane están a solo unos metros de distancia, sosteniendo un cartel de
¡BIENVENIDOS DE NUESTRA LUNA DE MIEL! Ahora entiendo qué fue
lo que oí; Ethan y Ami dijeron las mismas palabras, al mismo tiempo.
Mi cerebro se disturba: solo mi suerte. Estoy temporalmente
inhabilitada para decidir qué procesar primero: el hecho de que mi
hermana está aquí, que me ha visto besando a Ethan, que Dane me ha
visto besando a Ethan, o que —incluso once días después de haber
sido noqueados por una toxina— se seguían viendo horribles. Creo que
Ami ha perdido alrededor de cinco kilos, y es probable que Dane haya
perdido más. El tinte gris no ha desaparecido por completo de la piel de
Ami y sus ropas cuelgan en su cuerpo.
Y aquí estamos nosotros, bronceados, descansados y
besándonos en el área de equipajes.
—¿Qué estoy viendo? —dice Ami, soltanto su parte del cartel, en
shock.
Me aseguraré de evaluar mi reacción más tarde, pero como ahora
no puedo percibir si está emocionada o enojada, suelto la mano de
Ethan y me alejo un paso de él. Me pregunto cómo lo verá ella: me voy
a su luna de miel, pagando casi nada, sin sufrir en absoluto, y vuelvo a
casa besando al hombre que se suponía que odiaba; sin haber
mencionado ni una vez nada de esto por teléfono o por mensajes.
—Nada, solo nos estábamos despidiendo.
—¿Se estaban besando? —Pregunta ella, sus ojos marrones
como platillos. Ethan suelta un confiado «sí» al mismo tiempo que yo
digo un enfático «no».
Él me mira, sonriendo por la facilidad con la que esa mentira salió
de mi boca. Puedo asegurar que está más orgulloso de mi ligereza que
enojado por mi respuesta.
—Vale, sí —me corrijo—. Nos estábamos besando. Pero no
sabíamos que iban a estar aquí. Íbamos a decirles mañana.
—¿Decirnos qué, exactamente? —pregunta Ami.
Ethan se lo toma con tranquilidad y desliza su brazo sobre mi
hombro, acercándome.
—Que estamos saliendo.
Por primera vez, miro detenidamente a Dane. Está observando
directamente a Ethan, sus ojos entrecerrados como si estuviera
intentando enviar palabras hacia el cráneo de su hermano. Intento
esconder mi reacción, sabiendo que probablemente solo es mi lectura
de la situación, pero su mirada parece estar diciendo «¿Qué le dijiste?».
—Es genial —dice Ethan tranquilamente, y mi intento de meterme
en mis asuntos regresa, aumentado por la potente mezcla de adrenalina
en mi sangre.
—Todo es muy genial. —digo, demasiado alto, y le dedico a Dane
un enfermizo y dramático guiño—. Super genial.
Soy una maníaca.
Él estalla en carcajadas y finalmente rompe el hielo, avanzando
para abrazarme a mí y luego a su hermano. Ami continúa mirándome
anonadada, y luego se arrastra hacia a mí. Se siente como un esqueleto
en mis brazos.
—Amigo, ¿realmente están saliendo ahora? —le pregunta Dane
a su hermano.
—Así es —responde Ethan.
—Creo que ya en este punto puedo aprobarlo —dice Dane,
sonriendo y asintiendo hacia nosotros como un jefe benevolente.
—Um, —digo— eso es… ¿bueno?
Ami sigue sin relajar su expresión ni un poco.
—¿Cómo ocurrió esto siquiera?
Me encojo de hombros, frunciendo el cejo.
—¿Lo odié hasta que dejé de hacerlo?
—De hecho, es una sinopsis muy precisa. —Ethan vuelve a poner
su brazo sobre mis hombros.
Mi hermana sacude lentamente su cabeza, mirándonos a los dos
por turnos.
—No sé si sentirme feliz u horrorizada. ¿Es esto el apocalipsis?
¿Es eso lo que está pasando?
—Podríamos intercambiar gemelas algún día —le dice Dane a
Ethan, y estalla en una carcajada fraternal.
Mi sonrisa desaparece.
—Eso sería… —sacudo mi cabeza enfáticamente— No, gracias.
—Oh por Dios, cállate, cariño. —dice Ami riendo y golpeando su
hombro—. Eres asqueroso.
Todos rieron excepto yo, y me doy cuenta de ello demasiado
tarde, por lo que mi «ja ja ja» sale de mí como un juguete a cuerda.
Pero pienso que ese es mi problema con Dane, en resumidas
cuentas: es asqueroso. Y desafortunadamente, mi hermana lo ama, me
he estado acostando con su hermano, y no hace ni cinco minutos atrás
le di el guiño «todo claro». Tomé mi decisión, estoy bastante segura de
que voy a tener que ponerme mis pantalones de niña grande y lidiar con
esto.
Capítulo quince

Yo quería quedarme en Maui. Quería quedarme en la cama junto


a Ethan por semanas, y escuchar el océano mientras me dormía. Pero,
aun así, en el momento en que estoy de vuelta en mi apartamento,
quiero besar cada mueble y tocar cada cosa que he echado de menos
los últimos diez días. Mi sofá nunca ha lucido tan acogedor. Mi televisor
es mucho mejor que el que teníamos en la suite. Mi cama está mullida
y limpia, y no puedo esperar a que esté lo suficientemente oscuro como
para justificar hacer una carrerilla hacia mis almohadas. Soy una chica
de hogar, completamente, y no hay nada como estar en casa.
Este sentimiento dura alrededor de treinta minutos. Porque
después de desempacar, reviso la nevera y me doy cuenta de que no
hay nada allí, entonces sí quiero comer, tengo que ordenar comida
chatarra cutre o meterme nuevamente en mis pantalones y salir de
casa.
Me tiró al suelo en medio de la sala de estar sobre mi esponjosa
alfombra de piel sintética y gimo hacia el techo. Si hubiera ido a casa de
Ethan, podría haber hecho que me consiga comida.
Alguien llama al timbre. Lo ignoro porque mi familia entraría como
en su propia casa, y nueve de cada diez veces es mi vecino de arriba
Jack, un hombre de cincuenta y tantos que presta demasiada atención
a mis idas y venidas. Pero entonces vuelve a sonar, seguido cinco
segundos después por un golpe en la puerta. Jack nunca llama dos
veces al timbre, y nunca toca la puerta.
De pie, me asomo por la mirilla y veo una mandíbula cincelada, un
largo y muscular cuello. ¡Ethan! Mi corazón reacciona antes que mi
cerebro —saltando alegremente en mi garganta— y por eso cuando
abro la puerta con una sonrisa, me toma un momento recordar que no
llevo pantalones.
Ethan me sonríe y entonces sus ojos bajan a la mitad baja de mi
cuerpo y tiene la misma expresión de seducción que yo le estoy
dirigiendo a la bolsa de comida que está cargando.
—Me has echado de menos —digo, quitándole la comida china de
las manos.
—No llevas pantalones.
Le dirijo una media sonrisa sobre mi hombro.
—Deberías acostumbrarte. Mayormente me comporté en el hotel,
pero el noventa y nueve por ciento del tiempo que paso en casa es en
ropa interior.
Alza una ceja e inclina su cabeza hacia el pasillo que, estoy
segura, adivinó que conduce a mi cuarto. Lo entiendo; en una película
estaríamos apretados contra la pared, rebotando apasionadamente por
el pasillo hacia la cama porque nos extrañamos muchísimo después de
estar una hora separados, pero en verdad, ese encuentro en el
aeropuerto fue malditamente estresante, muero de hambre, y esta
comida rápida huele genial.
—Pollo al ajo primero, sexo después.
Me pongo nerviosa por dentro —normalmente no soy
impresionable— cuando me sonríe por la manera en que me sumerjo
en la comida que trajo. Besa mi frente y se gira, encontrando fácilmente
mi cajón de cubiertos y agarrando palillos para ambos. Estamos de pie
en la cocina, comiendo pollo directamente del recipiente. Algo se desata
en mí, porque estaba feliz de estar en casa, pero ahora estoy aturdida.
Me siento más yo misma estando con él que sin él, y pasó tan rápido,
es abrumador.
—Mi refri estaba vacío. —dice—. Me imaginé que el tuyo lo estaba
también, y solo era cuestión de tiempo que vinieras a mi puerta porque
estabas muy sola.
Meto un bocado de fideos en mi boca y hablo.
—Sí, suena a mí.
—Tan necesitada —concuerda él, riendo.
Lo observo comer carne de Mongolia y me doy unos pocos
segundos para mirar la cara que he extrañado durante la última hora.
—Me gusta que te asomaras —le digo.
—Bien. —mastica y traga— Estaba bastante seguro de que así
sería, pero había un veinte por ciento de probabilidades de que
estuvieras como «Sal de mi apartamento, esta noche necesito un baño
de sal».
—Oh, definitivamente quiero un baño de sal.
—Pero después de la comida y el sexo.
Asiento con la cabeza.
—Correcto.
—Voy a fisgonear tu apartamento mientras haces eso. No me va
mucho bañarme.
Esto me hizo reír.
—¿Crees que esto es tan fácil porque nos odiamos al principio?
—pregunto.
Él se encoge de hombros, excavando en el recipiente para dar con
una enorme pieza de carne.
—Llevamos una semana, —explico— y estoy sin pantalones
comiendo comida grasosa enfrente de ti.
—Es decir, te vi en ese vestido de dama de honor. Todo lo demás
es una mejora.
—Me retracto —le digo—. Sigo odiándote.
Ethan se acerca a mí, se inclina y besa mi nariz.
—Claro que sí.
El ambiente cambia. Tantas veces he pasado de intranquila a
enojada con él, pero ahora es de feliz a acalorada. Él desliza la comida
en el mostrador detrás de mí, ahuecando mi cara.
Cuando está a solo un centímetro de distancia, susurro—: Acabo
de darme cuenta de que hemos compartido una caja de comida y no te
dio asco.
Me besa para luego poner los ojos en blanco, pasando su boca
por mi mejilla, mi mandíbula, mi cuello.
—Te lo dije, no me importa compartir. Se. —Un beso— Trata. —
Otro beso—. De los bufés. Y. Yo. Tenía. Razón.
—Bueno, estoy eternamente agradecida de que seas tan raro.
Ethan asiente, besando mi mandíbula.
—Fue la mejor luna de miel en la que he estado.
Acerco su boca hacia la mía y luego salto por encima de él,
aliviada de que él anticipe que tendrá que atraparme, y levanto mi
barbilla señalando hacia la habitación.
—Por allí.

•••

UNA VEZ QUE ETHAN Y YO DESCUBRIMOS que vivimos a solo


tres kilómetros de distancia, pensarías que encontramos la manera de
alternar departamentos por la noche. Estarías equivocado. Claramente
soy terrible en el compromiso, porque desde el miércoles por la noche
cuando volvimos a casa, hasta el lunes por la mañana cuando empiezo
en mi nuevo trabajo, Ethan pasa cada noche en mi apartamento.
No deja sus cosas aquí (excepto por su cepillo de dientes), pero
aprende que debo apagar cuatro veces la alarma antes de salir de la
cama para ir al gimnasio, que no uso mi cuchara favorita para algo tan
sencillo como revolver el café, que mi familia puede aparecer y
aparecerá en los momentos más inoportunos, y que le exijo que
encienda el televisor o ponga música cada vez que uso el baño.
Porque soy una dama, obviamente.
Pero con la familiaridad viene la consciencia de lo rápido que va
esto. Para el momento en que estamos terminando la segunda semana
juntos —lo que en el gran esquema de la vida es nada— se siente como
si Ethan fuera mi novio desde el día en que lo conocí en la Feria Estatal
años atrás.
Las cosas son fáciles, y divertidas, y cómodas. No es así como se
supone que las nuevas relaciones son: se supone que son estresantes,
agotadoras e inciertas.
La mañana antes de ir a trabajar a Biociencia Hamilton por primera
vez no es el momento para tener una crisis existencial sobre ir muy
rápido con mi nuevo novio, pero mi cerebro no retuvo esa información.
En un traje nuevo, con lindos-pero-cómodos tacones y con mi
cabello seco con una sábana de seda en mi espalda, miro a Ethan en
mi pequeña mesa de comedor.
—No has dicho nada sobre cómo me veo esta mañana.
—Lo dije con mis ojos cuando saliste de la habitación, solo que no
estabas mirando. —Muerde una tostada y habla mientras mastica— Te
ves hermosa, y profesional, e inteligente. —Pausando para tragar,
agrega— Pero también me gusta tu versión isleña-desaliñada.
Unto un poco de mantequilla en mi tostada, después dejo el
cuchillo con un estrépito.
—¿Crees que estamos yendo demasiado rápido?
Ethan sorbe su café, sus ojos azules ahora concentrados en las
noticias que se deslizan en su teléfono. Ni siquiera está desconcertado
por la pregunta.
—Probablemente.
—¿Eso te preocupa?
—No.
—¿Ni un poco?
Él vuelve su mirada hacia mí.
—¿Quieres que pase esta noche en mi casa?
—Dios, no —digo, en una respuesta totalmente estúpida. Él
sonríe, presumido, y devuelve la vista al teléfono.
—¿Tal vez? —digo—, ¿deberías?
—No creo que haya reglas para esto.
Bebo mi café hirviendo y luego grito de dolor.
—¡Ow! —Lo miró fijamente, más tranquilo que nunca, volviendo a
meter su nariz en la aplicación del Washington Post de su móvil— ¿Por
qué no estás perdiendo la cabeza, aunque sea un poco?
—Porque no estoy comenzando en un nuevo trabajo hoy y
buscando una razón para explicar mi estrés al respecto. —Baja su
teléfono y se cruza de brazos sobre la mesa—. Lo harás genial, lo
sabes.
Gruño, para nada convencida. Ethan es más intuitivo de lo que
había querido aceptar.
—Quizás deberíamos salir a tomar algo con Dane y Ami más
tarde. —sugiere— Ya sabes, para procesar tu primer día, para
asegurarnos de que todos están bien con la situación actual. Siento
como que te estuve acaparando.
—Deja de hacer eso.
—¿Hacer qué?
—¡Ser tan emocionalmente estable!
Hace una pausa y una mueca aparece lentamente en su rostro.
—¿Vale?
Tomo mi abrigo y mi bolso y me dirijo a la puerta, reprimiendo una
sonrisa porque sé que él se está riendo detrás de mí. Estoy bien con
eso.

•••

RECUERDO CUÁN PEQUEÑO es Biociencia Hamilton cuando


entro en el vestíbulo, donde una mujer llamada Pam ha estado
trabajando en el escritorio por treinta y tres años. Kasey, la
representante de recursos humanos con la que me entrevisté hace un
par de meses, me saluda y me invita a seguirla. Si girásemos a la
izquierda, terminaríamos en la oficina privada del equipo legal de tres.
Pero doblamos a la derecha por el pasillo que nos lleva a la suite imagen
especular de la anterior, donde se halla el departamento de recursos
humanos de dos.
—Investigaciones está justo cruzando el patio —dice Kasey—,
pero toda la gente de asuntos médicos, si recuerdas, está arriba en este
edificio.
—¡Cierto! —Adopto su tono positivo, siguiéndola dentro de la
oficina.
—Tenemos algunos formularios a los que deberás echar un
vistazo, y luego podrás subir a reunirte con el resto de tu equipo.
Mi corazón comienza a galopar cuando caigo en la realidad de
todo esto. He estado en la tierra de la felicidad durante las últimas
semanas, pero la vida real está de vuelta, rodeándome por todas partes.
Por ahora, solo tendré un dependiente trabajando para mí, pero según
lo que me dijeron Kasey y el señor Hamilton la última vez, deberían
presentarse muchas oportunidades de crecimiento.
—Tendrás un entrenamiento de gestión —dice Kasey, rodeando
su escritorio—, el cual creo que es este jueves. Te da tiempo de
adaptarte, de asentarte.
—Genial.
Me paso las manos por la falda y trato de tragarme los nervios
mientras ella abre archivos en su computadora, mientras se dobla y
saca una carpeta de un cajón cerca de su rodilla, mientras lo abre y
toma de allí algunos formularios. Veo mi nombre en ellas. La ansiedad
lentamente le da paso a la emoción.
¡Tengo un trabajo! Un trabajo sólido y seguro, y —seamos
honestos— probablemente será aburrido a veces, pero pagará las
facturas. Es por lo que fui a la universidad. Es perfecto.
Una sensación de felicidad extrema llena mi pecho, haciéndome
sentir como flotando.
Kasey organiza una pila de papeles para mí, y yo comienzo a
firmar. Es lo típico: no venderé secretos de la empresa, no cometeré
abuso de ninguna forma, no haré uso de drogas o alcohol en las
instalaciones, no mentiré, no haré trampa ni robaré.
Estoy metida en la pila de formularios cuando el señor Hamilton
en persona asoma la cabeza dentro de la oficina.
—¡Veo que nuestra Olive está de vuelta en el continente!
—Hola, señor Hamilton.
Él guiña y pregunta—: ¿Cómo está Ethan?
Miro a Kasey lentamente y de vuelta.
—Um, está bien.
—¡Olive se acaba de casar! —exclama él— Nos encontramos
durante su luna de miel en Maui.
Kasey jadea.
—¡Oh, por Dios! ¡Pensé que se había enfermado un familiar! ¡Me
alegro tanto de haber entendido mal!
Mi estómago parece esfumarse; había olvidado por completo
decirle a Kasey sobre esta estúpida mentira en el aeropuerto. Ella
parece no notar nada raro y sigue—: ¡Deberíamos hacer una fiesta!
—Oh no —digo—, por favor no. —Inserte risa incómoda— Ya
hemos tenido fiesta suficiente.
—¡Pero definitivamente debería unirse al club de esposos! —dice
ella, asintiendo vigorosamente hacia el señor Hamilton.
Sé que el señor Hamilton creó el club, pero por Dios, Kasey, bájale
una o dos rayas.
El señor Hamilton me guiña un ojo.
—Yo sé que Molly no fue muy persuasiva, pero es un grupo
divertido.
Esto ya está yendo demasiado lejos. Soy tan mala mintiendo que
he olvidado las mentiras que ya dije. Ethan y yo no seremos capaces
de mantener esto por mucho en una compañía tan unida. Tengo un
sentimiento de hundimiento por dentro, pero siento una leve punzada
de alivio sabiendo que al fin voy a acabar con esta mentira.
—Estoy segura de que el club de esposos es genial. —Hago una
pausa, y sé que podría dejarlo ahí, pero acabo de firmar todos esos
formularios y quiero tener un nuevo comienzo aquí—. Ethan y yo no
estamos casados en realidad. Es una historia divertida, señor Hamilton,
y espero que esté bien si me paso más tarde y le explico todo.
Quería que fuera simple, pero puedo ver que debería haber
construido un poco más mi versión. Esto solo suena... malo.
Él procesa esto por un momento antes de mirar a Kasey, luego de
regreso a mí y diciendo en voz baja—: Bueno, independientemente…
bienvenida a Hamilton. — Antes de escabullirse.
Quiero dejar caer mi cabeza sobre el escritorio y luego golpearla
varias (una docena) de veces. Quiero soltar una larga cadena de
maldiciones. Quiero levantarme y seguirlo al final del pasillo.
¿Seguramente comprenderá la situación una vez se lo explique?
Miro a Kasey, que me mira con una mezcla de simpatía y
confusión. Creo que está empezando a darse cuenta de que realmente
no entendió mal lo que dije sobre un pariente enfermo.
No es exactamente la mejor manera de empezar el primer día de
un nuevo trabajo.

•••

DOS HORAS MÁS TARDE, después de firmar todos los


formularios, de conocer al grupo que será mi equipo de asuntos médicos
(los cuales realmente me agradan), la asistente del Sr. Hamilton, Joyce,
me llama a su oficina.
—¡Solo una bienvenida, supongo! —dice alegremente mi nuevo
gerente, Tom. Pero creo saber que no es eso.
El Sr. Hamilton suelta un «Adelante» después de que toco la
puerta, y su expectante sonrisa decae ligeramente cuando me ve.
—Olive.
—Hola —digo, y mi voz tiembla.
No dice nada de inmediato, confirmando mi suposición de que
esta reunión es una oportunidad para que me explique.
—Mire, señor Hamilton. —No me atrevo a llamarlo Charlie aquí—
. Acerca de Maui.
Ponte tus pantalones de niña grande y dilo, Olive.
El Sr. Hamilton baja su pluma, se quita las gafas y se recuesta en
su silla. En este momento, se ve muy diferente del hombre con el que
me senté en la cena, quien aullaba de risa cada vez que Ethan se
burlaba de mí. Estoy segura de que está pensando en esa comida
también, y cuánto Molly amó a Ethan, de cómo lo invitó a su grupo de
cónyuges y de cómo estuvieron tan genuinamente felices por nosotros,
mientras nos sentábamos allí y les mentíamos en la cara.
Le hago un gesto a la silla, preguntando en silencio si puedo
sentarme, y él hace un movimiento de adelante, deslizando la patita de
sus lentes entre sus dientes.
—Mi hermana gemela, Ami, se casó hace dos semanas —le
digo—. Se casó con el hermano de Ethan, Dane. Organizaron un buffet
de mariscos y todos en la fiesta, excepto Ethan y yo, se enfermaron de
intoxicación alimentaria. Toxina ciguatera — agrego, porque es un
científico y tal vez sepa de estas cosas.
Parece que sí, porque sus pobladas cejas se alzan y suelta un
silencioso—. Ah.
—Mi hermana, Ami... ella gana todo. Rifas,nsorteosn—digo
sonriendo irónicamente—, incluso concursos de colorear.
Ante esto, el bigote del señor Hamilton se tuerce bajo una sonrisa.
—Ella también ganó la luna de miel, pero las reglas eran
realmente estrictas. No era transferible, ni reembolsable. Las fechas
eran fijas e inamovibles.
—Ya veo.
—Entonces, Ethan y yo fuimos en su lugar. —Le doy una sonrisa
vacilante—. Antes de ese viaje, nos odiábamos. O, lo odiaba porque
pensaba que me odiaba. —Quito esto fuera del tema—. De todos
modos, soy terrible mintiendo y realmente odio hacerlo. Casi se lo dije
a cada persona que vi. Y cuando la masajista me llamó señora Thomas,
y usted me preguntó si me había casado, entré en pánico porque no
quería admitir que no era Ami. —Jugueteo un clip de papel magnético
de su escritorio, incapaz de mirarlo—. Pero tampoco quería mentirle.
Así que, o bien mentía y le decía sobre que estaba cometiendo fraude
al robar unas vacaciones, o le mentía diciendo que estaba casada.
—Pretender ser tu hermana para ir de vacaciones no suena como
una horrible mentira, Olive.
—En retrospectiva, y me refiero a una rápida retrospectiva,
también lo sabía. No creo que la masajista me hubiera delatado o algo
así, pero realmente no quería regresar a casa. Me entró el pánico. —
Finalmente lo miro, sintiendo la disculpa hasta el esternón—. Siento
mucho haberle mentido, lo admiro inmensamente, admiro la fundación
de esta empresa y me he estado sintiendo enferma por las últimas dos
semanas. —Deteniéndome, digo—: Por si sirve de algo, y a riesgo de
no ser profesional, creo que la cena con ustedes fue la razón por la que
me enamoré de Ethan en ese viaje.
El Sr. Hamilton se inclina hacia adelante para descansar sus
codos en el escritorio.
—Bueno, supongo que fue seguro que mentir te hizo sentir
incómoda —dice—. Y aprecio tu valentía al decirme.
—Por supuesto.
Él asiente y sonríe, y al parecer, exhalo por primera vez en todo el
día. Esto me ha estado pesando, haciendo que mi estómago se sienta
revuelto durante horas.
—La verdad es que —dice, y vuelve a ponerse las gafas,
mirándome por encima de ellas—, disfrutamos esa cena. Molly
realmente amó tu compañía, adoró a Ethan.
Sonrío—. Tuvimos una gran...
—Pero te sentaste frente a mí en la mesa durante una comida
entera y me mentiste.
El miedo hace que la superficie de mi piel se enfríe.
—Lo sé. Yo...
—No creo que seas una mala persona, Olive, y sinceramente,
bajo cualquier otra circunstancia, creo que realmente me hubieras
agradado. —Inhala lentamente, sacudiendo la cabeza—. Pero esta es
una situación extraña para mí. Pensar que estuvimos juntos por horas
mientras nos engañabas. Es raro.
Y no tengo idea de qué decir. Mi estómago se siente como un
bloque de concreto hundiéndose dentro de mí.
Desliza una carpeta más cerca de él y la abre. Mi carpeta de RR.
HH.
—Firmaste una cláusula de moralidad en el contrato de trabajo —
dice, mirando hacia abajo a los papeles antes de volver su rostro hacia
mí—. Y realmente lo siento, Olive, pero dada la rareza de esta situación
y mi incomodidad general con la deshonestidad, voy a tener que dejarte
ir.

•••

DEJO CAER MI CABEZA SOBRE la mesa del bar y gimo.


—¿Esto realmente está sucediendo?
Ethan me frota la espalda y sabiamente se queda callado.
Literalmente no hay nada que pueda cambiar este día, ni siquiera los
mejores cócteles en las Ciudades Gemelas o las mejores palabras de
motivación de un nuevo novio.
—Debería ir a casa —le digo—. Con mi suerte, el bar se
incendiará y caerá en un agujero negro.
—Detente. —Empuja la canasta de maní y mi Martini más cerca y
sonríe—. Quédate. Te hará sentir mejor ver a Ami.
Tiene razón. Después de abandonar Hamilton con la cola entre
las piernas, parte de mí quería ir a casa y enterrarse en la cama durante
una semana, y la otra quería tirar de Ethan por un lado y de Ami por el
otro y hacer que me sostengan por el resto de la noche.
Y ahora que estoy aquí, necesito ver la ira indignada de mi
hermana porque me despidieron el primer día; aunque no sea del todo
justo, y una gran parte de mí no culpa al Sr. Hamilton en absoluto. Pero
me hará sentir un millón de veces mejor.
Enderezándose a mi lado, Ethan mira hacia la puerta y yo sigo su
atención. Dane acaba de llegar, pero Ami no está con él, lo cual es
extraño, ya que generalmente viajan juntos.
—¿Qué pasa, gente fiestera? —Salta por la habitación. Algunas
cabezas giran, lo cual es justo lo que a Dane le gusta.
Ugh. Empujo la voz sarcástica en mi cabeza.
Ethan se levanta para saludarlo con un abrazo, y yo le doy a Dane
un gesto flojo. Se deja caer en un taburete, grita por un India Pale Ale y
luego se gira hacia nosotros, sonriendo.
—Hombre, ustedes están tan bronceados. Estoy intentando no
odiarlos.
Ethan mira sus brazos como si fueran nuevos—. Eh, sí, supongo.
—Bueno, si te hace sentir mejor —le digo, y luego imito un
congestionado acento británico—. Me han jodido33. —Estoy tratando, y

33Original
“I’ve been sacked”. Quiere decir ser despedido o golpeado, pero Dane lo interpreta de
forma sexual, lo cual sería un “me han golpeado con las bolas (masculinas)”. Un equivalente podría
ser «me han follado» (al haberme despedido del trabajo).
fallando, en darle un poco de ligereza a mi estado de ánimo, pero Dane
malinterpreta lo que quiero decir y pone la mano para chocar los cinco.
—¡Obviamente sí! —Dane grita, con la mano extendida.
No quiero dejar al pobre hombre colgando, así que toco un dedo
en el medio de su palma y sacudo mi cabeza.
—Me refiero a, despedida —aclaro, e Ethan lo sigue con un
tranquilo—. No de la forma sexy.
La boca de Dane se contrae en la forma de un pequeño y extraño
ano, y suelta un comprensivo—. Oooh, eso apesta.
Ni siquiera está haciendo nada tonto en este momento, pero lo
juro, su barba perfectamente bien cuidada, las gafas falsas que ni
siquiera necesita y su camisa de vestir de moda rosa me hace querer
tirarle mi Martini a la cara.
Pero esa reacción es muy... Olive, ¿no es así? ¿Estoy de vuelta
en la ciudad por solo unos pocos días y ya estoy en un mal estado de
ánimo? Señor.
—Estoy tan gruñona —digo en voz alta, y Dane se ríe como si
dijera «Lo sé, ¿verdad?» pero Ethan se inclina hacia mí.
—Para ser justos, acabas de perder tu trabajo —dice en voz baja,
y le sonrío sombríamente—. Por supuesto que estás gruñona.
Dane nos mira fijamente.
—Va a ser difícil acostumbrarme a verlos juntos, chicos.
—Apuesto que sí —digo con un significado casi intencional, y lo
miro a los ojos.
—Estoy seguro de que tuvieron mucho de qué hablar en la isla. —
Me guiña un ojo y luego agrega alegremente—. Habiéndose odiado a
muerte de antemano.
Me pregunto si Ethan está teniendo el mismo pensamiento que
yo, que esto es algo muy extraño de decir, pero exactamente lo que
alguien que teme ser descubierto diría.
—Lo hicimos —dice Ethan—, pero todo está bien.
—No tenías que decirle a Ethan que paso enojada todo el tiempo
—le digo, incapaz de evitarlo.
Dane desestima eso.
—Eh, contigo, es una apuesta segura. Odias a todos.
Eso se revuelve dentro de mí, sonando a falso. Por mi vida que no
puedo pensar en una solo persona que odie en este momento. Excepto
quizás a mí misma, por mentirle al Sr. Hamilton y terminar en este lugar,
donde no estoy segura si seré capaz de pagar la renta dentro de un
mes… otra vez.
Ethan pone su mano sobre la mía, un silencioso «déjalo ir». Y
verdaderamente, no parece que merezca la pena discutir con Dane, ya
sea ahora ni nunca.
—¿Dónde está Ami? —pregunto, y Dane se encoge de hombros,
mirando la puerta sobre su hombro. Lleva quince minutos tarde y es
desorientador. Mi hermana es la más puntual; Dane es el tardón y ya
está señalando a la camarera por una segunda cerveza.
—Así que, ¿fue esta la oferta de trabajo que recibiste en el
aeropuerto? —Dane pregunta una vez que ella se fue.
Asiento con la cabeza.
—¿Era, como, el trabajo de tus sueños?
—No —le digo—, pero sabía que sería buena en eso. —Levanto
el palillo y giro la aceituna en mi copa de Martini—. ¿La mejor parte? Me
despidieron porque vi a mi nuevo jefe en Maui, y le mentimos acerca de
estar casados.
Una risa brota de la boca de Dane antes de que pueda contenerla.
Parece darse cuenta de que estoy siendo sincera.
—Espera. ¿En serio?
—Sí, y la esposa, Molly, realmente amó a Ethan y lo invitó al club
de cónyuges y todas esas cosas. Creo que el Sr. Hamilton se sintió
incómodo confiando en mí sabiendo que había mentido por completo
durante toda una comida con él, y no puedo decir que lo culpe.
Dane parece que quiere seguir riéndose, pero sabiamente no lo
hace.
—¿Por qué no simplemente le dijiste que estabas tomando las
vacaciones de tu hermana?
—Esa, Dane, es la pregunta del siglo.
Deja escapar un silbido largo y bajo.
—Por cierto, podemos hablar de cualquier otra cosa —digo—. Por
favor.
Dane cambia hábilmente el tema a sí mismo, su día de trabajo,
cuán mejor se siente. Cómo ha bajado una talla de pantalón. Tiene
algunas entretenidas historias sobre diarrea explosiva en baños
públicos, pero en su mayor parte solo se siente como el Show de Dane.
En el momento en que Dane hace una pausa para echarse unos
cuantos maníes a la boca, Ethan se excusa para ir al baño, y Dane hace
un gesto a la camarera por una tercera cerveza. Una vez que se va de
nuevo, se gira hacia mí.
—Es una locura cuánto tú y Ami se parecen —dice.
—Idénticas, dicen. —Tomo un envoltorio de una pajita y lo enrollo
en una espiral apretada, sintiéndome extrañamente incómoda sentada
aquí sola con Dane. Lo extraño es cómo solía ver el parecido familiar
entre Ethan y Dane, pero en este momento, no se parecen en nada.
¿Es porque ahora conozco a Ethan íntimamente, o es porque es un
buen humano y su hermano parece estar podrido por dentro?
Es especialmente incómodo porque todavía me está mirando. A
pesar de que no lo miro a los ojos, puedo sentir su enfoque en un lado
de mi cara.
—Apuesto a que Ethan te contó todo tipo de historias.
Y oh. Mi mente está zumbando de inmediato. ¿Está hablando de
lo que creo que está hablando?
—¿Sobre él mismo? —me desvío.
—Sobre todos nosotros, toda la familia.
Los padres de Dane e Ethan son dos de las personas más
moderadas que he conocido en mi vida, el epítome de la amabilidad
Minnesota, pero también extremadamente aburrida, así que creo que
tanto Dane como yo sabemos que Ethan no compartiría muchas
aventuras sobre toda la familia. ¿Es mi eterno filtro escéptico lo que me
hace pensar que está hablando acerca de los viajes de hermanos
siendo idea de Dane y, por supuesto, de todas sus novias antes del
compromiso?
Lo miro por encima del borde de mi copa. Estoy tan en conflicto.
Le dije a Ethan (y a mí misma) que dejaría ir esto. Que Ami es una mujer
inteligente y sabe en lo que se está metiendo. Que siempre soy yo la
pesimista matadora de ánimos.
Dane obtiene una última oportunidad, y eso es todo.
—Todos tenemos historias, Dane —le digo de manera uniforme—
. Tú y Ethan tienen las suyas. Ami y yo tenemos las nuestras. Todos las
tenemos.
Se mete un par de maníes en la boca y me sonríe mientras
mastica, con la boca abierta, como si me hubiera superado. Por irritante
que sea, puedo ver que está realmente aliviado. Si fuera alguien más
sonriéndome así, me sentiría honrada de ser claramente bienvenida en
su círculo interno. Pero con Dane, me hace sentir falsa, como si no
estuviera apoyando a mi hermana sino a su esposo, como si la estuviera
traicionando.
—Entonces te gusta mi hermano mayor, ¿eh? —pregunta.
El ronco silencio de su voz me inquieta.
—Es bueno, supongo —respondo en broma.
—Es bastante bueno —dice, y luego agrega—, incluso si él no soy
yo.
—O sea —digo, forzando una sonrisa tonta—, ¿quién lo es?
¿Cierto?
Dane agradece a la camarera cuando entrega la cerveza fresca y
luego toma un sorbo espumoso, todavía estudiándome.
—Si alguna vez quieres intercambiar, házmelo saber.
Mis ojos vuelan a su cara y siento la forma en que la sangre
abandona mi cara en un instante. No hay forma de que esté
malinterpretando su significado.
—Disculpa. ¿Qué?
—Solo una noche de diversión —dice alegremente, como si tan
solo no se hubiera ofrecido a engañar a su esposa con su hermana
gemela.
Golpeo mi barbilla con un dedo, sintiendo el calor de mi cuello, mi
cara sonrojada.
Lucho por mantener mi voz uniforme.
—Sabes, creo que rotundamente voy a pasar de dormir con mi
cuñado.
Se encoge de hombros como si no le importara, y silenciosamente
confirma que sus vagas palabras significaban exactamente lo que
pensé que significaban, pero entonces sus ojos atrapan algo sobre mi
hombro. Supongo que Ethan está caminando de regreso, porque Dane
sonríe, inclinando la barbilla.
—Sí —dice mientras Ethan se acerca—, supongo que él es
bueno.
Me quedo boquiabierta al ver cómo regresa casualmente a
nuestra conversación anterior.
—¿Estaban ustedes dos hablando de mí? —pregunta Ethan,
sentándose en el taburete al lado mío y presionando su sonrisa en mi
mejilla.
—Lo estábamos —dice Dane. Lo miro. No hay ni siquiera una
advertencia en su expresión, ni siquiera miedo de que pueda decirle
algo a Ethan sobre lo que acababa de suceder. ¿Al decirle que todos
tenemos historias, al implicar que no voy a presionar en su pasado, he
indicado que estoy bien siendo eternamente cómplice de algún modo?
Dane mira su teléfono cuando vibra en la barra superior a su lado.
—Oh, Ami llegará con una hora de retraso. Me paro
abruptamente, como un robot.
—Saben, está bien. No estoy en el mejor ánimo esta noche. ¿Lo
dejamos para otro momento, chicos?
Dane asiente con facilidad, pero Ethan parece preocupado,
estirando una mano para detenerme.
—Oye, oye. ¿Estás bien?
—Sí. —Paso una mano temblorosa por mi cabello, mirando más
allá de él. Me siento nerviosa y asquerosa y como si, de alguna manera,
hubiera sido desleal a Ethan y a mi hermana. Necesito alejarme de
Dane y tomar un poco de aire.
—Creo que solo quiero ir a casa y revolcarme un poco. Ya sabes
como soy. Él asiente como si lo supiera y me libera con una sonrisa
comprensiva.
Pero de repente siento que no sé nada. Estoy aturdida
Eso no es del todo cierto. Sé algunas cosas. Por ejemplo, sé que
perdí mi trabajo hoy, y sé que el esposo de mi hermana la engañó antes
y está aparentemente feliz de volver a hacerlo. Con su gemela. Necesito
conseguir algo de claridad y averiguar cómo demonios voy a contarle a
Ami todo esto.
Capítulo deciseis

Estoy a medio camino de mi auto cuando escucho la voz de Ethan


llamándome desde el otro lado del estacionamiento. Girándome,
observo mientras se abre paso cuidadosamente a través del aguanieve
y el hielo y se detiene frente a mí.
No se molestó en ponerse el abrigo antes de seguirme afuera y
temblar contra el frio.
—¿Estás segura de que estás bien?
—Sinceramente no estoy genial, pero estaré bien. —Creo.
—¿Quieres que vuelva a casa contigo?
—No. —Me estremezco, esperando que note que eso salió más
abruptamente de lo que pretendía. Intentando calmar mi ira, respiro
hondo y le doy una sonrisa temblorosa; esto no es su culpa. Necesito
hablar con Ami. Necesito pensar y darle algún sentido de cómo Dane
tuvo las bolas para decirme algo así con su hermano a solo unos metros
de distancia. Y necesito averiguar inmediatamente de qué demonios voy
a trabajar. Rasco la punta de mi bota contra un parche de hielo.
—Creo que solo necesito ir a casa y enloquecer un poco por mi
cuenta. Ethan inclina la cabeza, su mirada recorre mi rostro
deliberadamente.
—Bueno. Pero si necesitas que vaya, solo escríbeme.
—Lo haré. —Aprieto mis labios entre mis dientes, resistiendo el
impulso de decirle que venga conmigo y sea mi tabla de salvación. Pero
sé que eso no funcionará.
—Seré una terrible compañía esta noche, pero aun así será raro
dormir sola en mi propia cama. Me has arruinado.
Puedo decir que le gusta. Da un paso hacia adelante y se inclina
para besarme, profundizándolo gentilmente, un pequeño y dulce sabor.
Cuando retrocede, dirige sus dedos a lo largo mi frente. Él es tan dulce.
Ha comenzado a nevar de nuevo, los copos revolotean hasta descansar
en sus hombros, la palma de su mano y las puntas de sus pestañas. —
Te fuiste de repente —dice y no me sorprende que no pueda dejarlo ir.
Actúo como una maníaca—. ¿Qué pasó cuando estaba en el baño?
Tomo una bocanada profunda de aire y lentamente la suelto. —
Dane dijo algo un poco jodido.
Ethan se aleja ligeramente de mí. Es un gesto tan sutil que me
pregunto si se ha dado cuenta que lo hizo. —¿Qué fue lo que dijo?
—¿Por qué no hablamos sobre esto más tarde? —pregunto—.
Está helando.
—No puedes decir algo como eso y luego posponerlo —Trata de
alcanzar mi mano, pero no la estruja contra la suya —¿Qué pasó?
Meto mi barbilla en mi abrigo, deseando poder desaparecer
completamente en él, como una fortaleza de manta portátil. —Se me
insinuó.
Una ráfaga de viento cruzó por el frente del edificio, erizando la
parte frontal del cabello de Ethan. Me está mirando tan intensamente
que no parece hacer alguna mueca de dolor ante el frío.
—¿A qué te refieres, como…—frunce el ceño— ¿Te tocó?
—No —Niego con la cabeza— Sugirió que Ami y yo
intercambiáramos hermanos por un poco de diversión —Tengo la
necesidad de reír, porque decirlo en voz alta lo hace sonar
completamente ridículo. ¿Quién diablos hace eso? ¿Quién se le insinúa
a la novia de su hermano, la cual es también la hermana de su esposa?
Cuando Ethan no dice nada, repito más lento—. Él quería que le dijera
si alguna vez queremos mezclarnos, Ethan.
Un latido de silencio. Dos.
Entonces, la expresión de Ethan se vuelve inquisitiva. —
“Mezclarnos” no significa necesariamente que, ya sabes, tengamos que
intercambiar parejas.
Mantén la calma, Olive. Le doy una mirada significativa y cuento
hasta diez en mi cabeza. —Si, lo hace.
Su expresión se endurece de nuevo, y una pista de protección
trepa su voz. —Está bien, comprendo que su sentido de humor no es
siempre apropiado, pero Dane no podría…
—Entiendo que esto es sorprendente de muchas formas, pero sé
cómo luce alguien cuando se me está insinuando.
Da un paso hacia atrás claramente frustrado. Conmigo. —Sé que
Dane es algunas veces inmaduro y un poco egocéntrico, pero no haría
eso.
—¿Así como no le mentiría a Ami por solo Dios sabe cuánto
tiempo mientras se tiraba a quien él quisiera?
Su cara se volvió un profundo rojo. —Pensé que habíamos
acordado que no sabíamos sobre eso. Es posible que Ami ya lo sepa.
—Bueno, ¿Le has preguntado?
—¿Por qué debería? —Él dice, moviendo sus manos enfrente de
sí mismo como sugiriendo que no era necesario, es absurdo—. Olive,
acordamos en olvidarnos de eso.
—¡Eso fue antes de que me propusiera eso mientras estabas en
el baño! —lo miró fijamente, esperando obtener alguna reacción, pero
está cerrado, su cara ilegible— ¿Alguna vez has considerado que lo
pusiste en algún tipo de pedestal, aunque por mi vida, no entiendo por
qué, y que eres incapaz de ver que es un total canalla?
Ethan se sobresalta, y ahora me siento mal. Dane es su hermano.
Mi instinto es disculparme, pero las palabras se atoran en mi garganta,
bloqueadas por el inmenso alivio de poder decir lo que pienso.
—¿Has considerado que ves solo lo que quieres ver?
Me enderezo. —¿Qué se supone que significa eso? ¿Qué quiero
que Dane se me insinúe?
Él tiembla y no estoy segura si de frío o rabia. —Significa que tal
vez estás molesta por perder tu empleo y estás en ese modo de ser
amargada porque Ami tiene todo lo que tú no y no estás siendo objetiva
en nada de esto.
Se siente como un puñetazo en mi estómago e instintivamente
doy un paso hacia atrás.
Flamas. A los costados de mi cara…
Sus hombros caen inmediatamente. —Mierda, No me refería…
—Si, lo hiciste. —Me doy la vuelta y continúo caminando hacia mi
coche. Sus pasos a lado de la vereda siguiéndome.
—Olive, espera. Vamos. No solo te vayas.
Saco mis llaves y abro la puerta con tanta fuerza que las bisagras
gruñen en protesta.
—¡Olive! Solo…
Azoto la puerta y con manos temblorosas y pulgares entumecidos,
empujo las llaves en el encendido. Sus palabras se ahogan bajo el
sonido del motor luchando por encender. Finalmente lo hace y meto
reversa. Camina a mi lado; con la mano en el techo del carro mientras
implora por mi atención. Hace tanto frío que puedo ver mi aliento
enfrente de mi cara, pero no siento nada. Mis oídos llenos de estática.
Me ve irme, y en el retrovisor lo veo hacerse cada vez más
pequeño. Nunca hemos estados tan lejos desde la cima de la montaña
de Maui.

•••
EL CAMINO A CASA ES BORROSO. ME ALTERNO entre estar
molesta conmigo misma por todo esto y aterrada por mi futuro ingreso,
furiosa con Dane, triste y decepcionada con Ethan y absolutamente
devastada por Ami. No es suficiente con esperar que Dane le dé la
espalda a una nueva página después de estar casado. Es un mal tipo,
y mi hermana no tiene ni idea.
Intento no ser tan dramática y pensar demasiado lo que dijo Ethan.
Intento darle el beneficio de la duda e imaginar cómo me sentiría si
alguien acusara a Ami de hacer esto. No tengo siquiera que pensar en
ello: haría cualquier cosa por mi hermana. Y ahí es cuando me cae de
golpe. Recuerdo la cara sonriente de Dane en el aeropuerto, y la
sorpresa de que hoy se me insinuara con su hermano a meros pasos
de distancia. La confianza de Dane en ambos casos no es sobre mi o la
habilidad de mantener su secreto. Era sobre Ethan y su inhabilidad de
creer que su hermano intencionalmente haría algo malo. Ethan era su
todo-o-nada.
Considero en ir con Ami y esperarla, pero si Ami planeaba
esperarlos en el restaurante, no estaría ahí de todas formas. Vendrán
juntos después también. Y definitivamente no quería estar ahí cuando
Dane regresara.
No creí que fuera posible, pero mi humor se bajonea aún más
cuando me estaciono. No solo está el coche de mi madre ahí (y
estacionado en mi espacio designado) pero también el de Diego y mi
prima Natalia, lo que significa que la tía María probablemente está ahí
también. Por supuesto.
Con mi coche estacionado del otro lado del complejo, camino a
través del lodo y subo las escaleras a mi departamento. Casi ya puedo
escuchar la rebuznada risa de la tía María, ella es la hermana de mi
madre y la más cercana en edad a ella, pero las dos no podrían ser más
diferentes: mi madre es fina y quisquillosa, tía María es casual y se ríe
constantemente. Mientras que mi mamá sólo me tiene a mí y a Ami
(aparentemente tener gemelas fue suficiente para ella), la tía María
tiene siete hijos, cada uno con dieciocho meses de diferencia. No fue
hasta que estaba en quinto grado que me di cuenta que no todos tienen
diecinueve primos hermanos.
Aunque nuestro núcleo familiar es relativamente pequeño
comparada al resto de los Torres y González, un extraño nunca sabría
que solo cuatro de nosotros vivía en nuestra casa cuando crecíamos
porque al menos dos personas más siempre estaban ahí. Los
cumpleaños eran grandes eventos, las cenas de los domingos rutinarias
tenían al menos treinta personas en la mesa, y nunca había oportunidad
de estar sola de mal humor. Aparentemente no había cambiado mucho.
—Estoy bastante segura que es lesbiana. —dice tía María
mientras cierro la puerta detrás mío. Voltea a ver por el sonido y apunta
hacia Natalia— Dile, Olive.
Desenrosco mi bufanda alrededor de mi cuello y pisoteo la nueva
fuera de mis botas. Después del fangoso camino a través del
estacionamiento, mi paciencia es poca. —¿De quién estamos
hablando?
Tía María está parada a lado del mostrador de la cocina, cortando
tomates.
—Ximena.
Ximena, la hija menor del hermano mayor de mi mamá y tía María,
tío Omar
—Ella no es lesbiana. —digo— Está saliendo con ese chico,
¿Cuál era su nombre?
Volteo a ver a Natalia que les dice. —Boston.
Chasqueo, señalando. —Es cierto. Dios, que nombre tan terrible.
—Así es como nombras a tu perro, —acepta Natalia— no a tu hijo.
Me quito mi abrigo y lo aviento encima del respaldo del sillón. Mi
mamá inmediatamente se aleja de la masa que está estirando y cruza
la habitación deliberadamente para colgarlo. Deteniéndose enfrente de
mí, empuja mi cabello húmedo lejos de mi frente.
—Te ves terrible, mija —voltea mi cara lado a lado— Come algo.
—Besando mi mejilla, regresa a la cocina.
La sigo, sonriendo agradecidamente cuando Natalia coloca una
taza enfrente de mí. Por mucho que me queje de que mi familia esté
siempre metiéndose en mis asuntos… tenerlos aquí es honestamente
bastante bueno. Pero también significa que no puedo evitar decirle a
mamá que me despidieron.
—Un corte de cabello no significa que alguien sea gay, mamá. —
dice Natalia.
Tía María la mira inadecuadamente. —¿La has visto? Está todo
corto por los lados y azul encima. Lo hizo exactamente después de…
—baja la voz hasta que es casi un susurro— la boda.
Ambas, mi mamá y tía María se persignan.
—¿Por qué te importaría si es gay? —Natalia señala a donde
Diego se encuentra viendo TV en mi sillón—. Diego es gay y no te
importa.
Al escuchar su nombre se voltea hacia nosotras.
—Diego salió del vientre gay —dice tía María y se vuelve hacia
él— Lo juro, tenías copias de Vogue debajo del colchón en lugar de
revistas porno.
—Ya nadie ve porno en revistas, mamá. —dice Natalia.
Tía María la ignora. —No me importa si es gay. Solo creo que
deberíamos saber para así conseguirle una buena chica.
—¡Ella no es gay! —afirma Diego.
—¿Entonces por qué encontré un consolador en su cajón de
calcetines? —pregunta tía María a todos en la habitación.
Diego gruñe poniéndose una almohada en la cara —Aquí vamos.
Natalia se vuelve hacia su madre. —Ella tiene treinta y tres. ¿Qué
estabas haciendo en su cajón?
Tía María se encoge como si esa información fuera irrelevante
para la historia — Organizando. Era morado y enorme con una
pequeña…—mueve su dedo enfrente de ella indicando lo que quiere
decir— ondulación en uno de sus lados.
Natalia presiona una mano en su boca intentando sofocar una risa
mientras yo tomo un trago de mi té. Sabe cómo a tristeza y agua
caliente.
Mi mamá deja de cortar y baja el cuchillo. —¿Por qué eso significa
que sea lesbiana?
Tía María parpadea. —Porque las lesbianas usan esos tipos de
arneses.
—Mamá, detente. —dice Natalia—. Muchas personas tienen
vibradores. Yo tengo una caja entera de ellos. —agita la mano en mi
dirección— Deberías de ver la colección de Olive.
—Gracias, Nat.
Mi mamá toma su copa de vino y da un largo trago. —Suena
inteligente ser lesbiana en la actualidad. Los hombres son horribles.
Ella no se equivoca.
Me apoyo casualmente contra el mostrador. —Así que, ¿Por qué
están cocinando en mi departamento? —Pregunto—. ¿Y cuándo
regresan a casa?
Natalia apaga la estufa y mueve la olla hacia una hornalla vacía—
. Tu papá necesitaba algunas cosas de la casa —Eso es toda su
respuesta y en esta familia significa mucho. Papá raramente va a la
casa, vive solo en un condominio cerca del Lago Harriet, pero cuando
va de visita, mi mamá evacua las premisas inmediatamente. Las raras
veces que se siente lo suficientemente valiente para quedarse, ella
causaría algún sabotaje mezquino. Una vez, sacó su colección de
discos de vinilo y los utilizó como trípodes y portavasos. Otro tiempo,
cuando fue de visita después de una larga semana de viaje de trabajo,
puso una trucha fresca entera debajo de los asientos de su coche y no
se dio cuenta hasta que llegó a su casa. Eso fue en agosto.
—Desearía haber nacido lesbiana —Dice mi mamá.
—Pero entonces no me hubieras tenido —Contraataco. Ella me
acaricia la mejilla. —Está bien.
Me encuentro con los ojos de Natalia por sobre mi taza y lucho
contra una risa burbujeando dentro de mí. Me preocupa que si se
escapa, se convierta en carcajadas histéricas para luego volverse en
sollozos ahogados.
—¿Qué sucede contigo? —pregunta tía María, y me toma un
momento comprender que está hablando conmigo.
—Ella probablemente está cansada por su nuevo novio —Natalia
canturrea y hace un bailecito sexy cerca de la estufa— Me sorprende
que no estuviera contigo. Solo entramos porque notamos que su coche
no estaba estacionado. Dios sabe que veríamos.
Todos giran fuera de control sobre Ethan y yo por algunos
minutos. (¡Finalmente! ¡Se te va a pasar el tren34! Tan perfecto y tan
divertido por que se odiaban entre ellos. Gemelas saliendo con
hermanos: ¿Es eso legal?)
Antes de que logre hacerlos regresar a la tierra, Diego camina
hacia la cocina y se quema intentando agarrar a hurtadillas algo del
sartén.
—No estoy segura que sigamos siendo algo. —les advierto— Tal
vez lo somos. Tuvimos una pelea. No lo sé.
Todos jadean y una pequeña disociada parte de mi quiere reír. No

34La frase original del libro está en español, al igual que cada mención de la palabra tía/o.
es como si Ethan y yo saliéramos por años. Mi familia solo invierte
mucho de manera rápida. Pero nuevamente, yo también lo hago.
No puedo pensar en cosas mientras nosotros estamos separados.
Empuja un aumento de dolor en mí.
Y wow, arruiné el ánimo. Me debato por tres segundos si me voy
a molestar en decirles que perdí mi empleo también, pero sé que lo haré.
Si Dane le dice a Ami, y luego Ami habla con uno de mis primos y mi
madre de entera que me despidieron y no le dije, llamará a sus demás
hermanos y antes de que lo sepa, tendré cuarenta y cinco mensajes de
texto de todos mis tíos y tías demandando que llame a mi mamá
inmediatamente. Afrontarlo ahora será terrible, pero es definitivamente
mejor que la alternativa.
—Por cierto. —digo, haciendo una mueca— Perdí mi empleo.
El silencio nos traga a todos. Lenta, muy lentamente, mi mamá baja su
copa de vino y mi tía María la recoge. —¿Perdiste tu empleo? —
cautelosamente un alivio se apodera de su rostro cuando dice— Te
refieres al trabajo de Butake.
—No, Mami35, el que comencé hoy.
Todos jadean, y Diego se acerca, envolviendo sus brazos
alrededor de mí.
—No —susurra— ¿Enserio?
Asiento. —En serio.
Tía María toma mi mano y luego echa un vistazo hacia mi mamá
y Natalia con los ojos abiertos. Su expresión grita, está tomando todo
en mí no llamar a mi familia ahora.
Pero la atención de mi mamá continúa intensamente enfocada en
mí, es la expresión sobreprotectora de mamá-oso que me dice que está
lista para luchar.

35Original en español.
—¿Quién despidió a mi hija en su primer día de trabajo?
—De hecho, el fundador de la compañía. —Y antes de que pueda
desencadenar una diatriba sobre la injusticia de todo esto, le explico que
sucedió. Se sienta en el taburete y sacude la cabeza.
—Esto no es justo. Estabas en una situación imposible.
Encojo los hombros. —Me refiero, es totalmente justo. Tuve
vacaciones gratis. No tuve que mentir sobre eso. Es solo mi suerte que
él se haya mostrado y yo fuera descubierta.
Natalia rodea el taburete para abrazarme y trago cada ciertos
segundos para evitar llorar, porque la última cosa que quiero es que
mamá se preocupe por mi cuando (aunque ella no lo sepa) va a tener
que guardar toda su simpatía maternal para Ami.
—Llama a tu padre, —dice mi mamá— dile que te de algo de
dinero.
—Mami, no le voy a pedir dinero a papá.
Pero mi mamá ya se encuentra mirando a Natalia, quién toma su
teléfono para mandarle mensaje a papá de mi parte.
—Déjame hablar con David —dice tía María, refiriéndose al hijo
mayor del tío Omar y tía Sylvia, el dueño de un par de restaurantes
populares en el Cities—. Apuesto a que tiene un puesto para ti.
Tiene algunos beneficios el tener una familia enorme: nunca estas
sola al resolver problemas. No me importaría que David me pusiera a
lavar platos —el prospecto de un empleo es un gran alivio que siento
que me derrito—. Gracias, tía.
Mi mamá le da una mirada a su hermana. —Olive tiene un
postgrado en biología. ¿Quieres que sea camarera?
La tía María avienta sus manos hacia arriba. —¿Vas a
desagradecer el empleo? ¿De dónde llegará el dinero para su renta?
—Nadie en esta familia es muy buena para cualquier trabajo
siempre que nos ayude a pagar las cuentas —me paro entre ellas,
besando la mejilla de tía María y después la de mi mamá—. Aprecio
cualquier tipo de ayuda que pueda tener. —Después de Butake, apliqué
a todos los trabajos locales para los que estuviera calificada de todas
formas, y solo Hamilton me ofreció un puesto. Ahora estoy tan exhausta
que no me siento quisquillosa— Dile a David que lo llamo mañana, ¿sí?
En este punto del día, me estoy quedando sin energía. Con al
menos un estrés asentado, el prospecto de un empleo, mi cuerpo se
desflexiona y siento como si pudiera quedarme dormida parada. Aunque
la comida que están haciendo huele increíble, sé que tendré el
refrigerador lleno mañana y no tengo hambre ahora. Farfullo un
«Buenas noches», y nadie discute cuando me arrastro abajo hasta mi
habitación.
Dejándome caer en la cama, miro mi celular. Tengo un par de
mensajes de Ethan que leeré mañana, pero abro los mensajes con Ami.
Me escribió hace una hora.

¡Joder, Olli! ¡Dane me ha


dicho sobre tu empleo!

¡Acabo de intentar llamarte!

Te llamaré mañana.

Está bien, cariño. Te quiero.


Yo igual te quiero.

Releyendo la conversación que tendré que tener con mi hermana


mañana, dejo caer mi celular en la mesita de a un lado y coloco el
edredón sobre mi cabeza sin molestarme en desvestirme. Cierro los
ojos y caigo en un sueño agitado con el sonido de mi familia en la
habitación contigua.
Capítulo diecisiete

Porque a quien madruga, Dios le ayuda o algo así, Ami está en mi


puerta incluso antes de que el sol haya salido por completo. Claramente
ya ha ido al gimnasio, está toda sudorosa y con la coleta
balanceándose. Coloca una mochila con un conjunto de uniformes
limpios en la parte superior del sofá, lo que significa que irá al hospital
cuando se vaya de aquí. Si el rebote en sus pies es un indicativo de
algo, Dane no le ha dicho ni una sola palabra sobre lo de anoche.
En comparación (y no somos más que consistentes en nuestros
valores) estoy cansada, sin mi cuota de cafeína, y estoy segura de que
se nota. Apenas dormí anoche, estresándome sobre pagar la renta, lo
que necesito decirle a Ami esta mañana, y lo que pasará con Ethan
cuando finalmente hablemos de todo esto. No tengo planes para hoy ni
mañana, lo que es bueno considerando que necesito llamar a David y
suplicarle por un trabajo.
Una vez que leí los mensajes de Ethan de anoche, vi que solo
fueron dos, y que decían simplemente, «Llámame» y «Me voy a dormir,
pero hablamos mañana». Parte de mí está aliviada de que no me
molestara tratando de disculparse por mensaje porque no soy mucho
de mensajes, y la otra parte está molesta de que ni siquiera lo intentara.
Sé que necesito algo de distancia de Ethan hasta que hable con Ami,
pero también me he acostumbrado a tener un contacto casi constante
con Ethan y lo extraño. Quiero que me insista un poco, considerando
que no fui yo quien lo arruinó.
Ami se acerca, me abraza fuertemente, y luego se dirige a la
cocina por un vaso de agua.
—¿Estás, como, volviéndote loca?
Estoy segura que se refiere al trabajo, así que cuando digo—. Um,
sí. —Ella realmente no tiene idea del nivel de ansiedad en el que estoy
ahora mismo. La veo vaciar medio vaso en un trago largo.
Tomando aire, dice—: ¿Mamá dice que David te va a contratar
para uno de sus restaurantes? ¡Eso es asombroso! Dios mío, Ollie,
podría ir en las noches más tranquilas y sería igual a como cuando
éramos niñas. Podría ayudarte con la búsqueda de trabajo, o tu
currículum, o en lo que sea.
Encogiéndome de hombros, le digo—: Eso sería genial. No he
tenido tiempo de llamarlo aún. Pero ya lo haré.
Ami me da una mirada que es mitad divertida, mitad
desconcertada que parece decir que me he olvidado de cómo funciona
nuestra familia—. Tía María llamó al tío Omar, y el tío Omar se contactó
con David, y ya estás dentro.
Me río—. Dios mío.
Ella traga, asintiendo—. Aparentemente tiene un puesto de
camarera en Camelia para ti.
Uh. Su mejor restaurante. Amo a mi familia.
—Genial.
Eso hace reír a Ami en su manera «Oh, no te puedo creer, Olive».
—¿«Genial»?
—Lo siento —digo—. Lo juro, estoy tan emocionalmente hundida
que no puedo ni siquiera estar emocionada ahora mismo. Prometo que
lo haré mejor cuando hable con David más tarde.
Baja su vaso.
—Mi pobre Ollie. ¿Te sientes mejor del estómago?
—¿Estómago?
—Dane dijo que no te sentías muy bien.
Oh, apuesto a que lo hizo. Lo curioso es que ni bien menciona a
Dane, se me revuelve el estómago.
—Cierto. Sí, ya estoy mejor.
Ami inclina su cabeza para que la siga mientras lleva su agua a la
sala y se sienta en el sofá, con las piernas cruzadas delante de ella.
—Ethan también se fue temprano. —Debe haber notado la mirada
de sorpresa en mi rostro porque levanta una ceja—. ¿No lo sabías?
—No he hablado con él desde que me fui. —Me siento a su
costado.
—¿Cómo, nada nada?
Tomo una respiración.
—Quería hablar contigo primero.
Ella frunce el ceño, confundida.
—¿Conmigo? ¿Esto es acerca de lo raro que estuvo?
—No, yo… ¿qué quieres decir?
—Estaba realmente muy callado, y casi veinte minutos después
de que yo llegara, dijo que se iba. Dane dijo que probablemente pilló lo
mismo que tú tenías.
Aprieto mis puños, y luego me imagino lo que sería golpear la
engreída cara de Dane con uno de ellos.
—En realidad, quería hablarte sobre Dane.
—¿Dane?
—Sí. Él… —Me detengo, tratando de pensar por dónde empezar.
He imaginado esta conversación cientos de veces, pero aún no
encuentro las palabras correctas—. ¿Te acuerdas cuando Ethan y yo
nos conocimos por primera vez?
Ami aprieta sus labios mientras recuerda.
—¿En algún picnic o algo así?
—La Feria Estatal36. Poco después de que tú y Dane empezaran
a salir. Aparentemente Ethan pensó que era linda, y cuando le mencionó
a Dane que quería invitarme a salir, Dane le dijo que ni se moleste.
—Espera, ¿Ethan quería invitarte a salir? ¿Cómo paso de eso a
odiarte en un solo día?
—Es como una larga historia. —Le digo acerca de que cuando lo
vi, pensé que estaba bueno, y que parecía estar coqueteándome… y
luego de su reacción cuando me vio comiendo. Le explico que fue un
mal entendido, pero puedo ver que lo entiende, ambas hemos luchado
con nuestra genética curvilínea y cómo, siendo imparcial, el mundo trata
a las mujeres delgadas de forma distinta—. Pero supongo que Ethan le
preguntó si estaba bien si me lo pedía, y Dane básicamente le dijo que
yo no era muy amable, y que no se moleste. Como había pensado que
Ethan estaba siendo un imbécil por lo de la comida, fui distante con él,
y él solo asumió que Dane estaba en lo cierto, y eso inició nuestra
conocida dinámica.
Ami se ríe como si fuese una broma tonta.
—Dane no diría eso, cariño. Siempre ha odiado que no se llevaran
bien. Estaba realmente feliz cuando los vio en el aeropuerto.
—¿De verdad? —pregunto—. ¿O sólo lo dice porque es lo que
todos queremos oír? —Me levanto del sofá y me muevo para sentarme
en la mesa de café que está delante de ella. Tomo su mano. Nuestras
manos son tan similares en muchas formas, pero la de Ami tiene un
brillante diamante en su dedo anular.
—Creo que… —digo, aun viendo nuestros dedos entrelazados.
Esto es tan difícil de decir, incluso a la persona que conozco mejor que

36Esuna reunión anual de competencias recreativas entre la población de uno de los estados de
EE.UU., que suele celebrarse a finales de verano o principios de otoño.
a nadie en el mundo—. Creo que Dane quería mantenernos a Ethan y
a mí alejados porque no quería que a él se le escapara que Dane había
estado viendo a otras mujeres cuando ustedes estuvieron juntos por
primera vez.
Ami retira su mano como si hubiera sido golpeada.
—Olive, eso no es gracioso. ¿Por qué dirías eso?
—Escúchame. No sé exactamente las fechas, pero Ethan dijo algo
en Maui sobre ti y Dane no siendo exclusivos hasta poco antes del
matrimonio.
—¿Ethan dijo qué? ¿Por qué él…?
—Solo asumió que lo sabías. Pero tú y Dane eran exclusivos todo
el tiempo, ¿verdad?
—¡Obviamente que sí!
Yo ya sabía eso, pero, aun así, siento una punzada de culpa.
Conozco a mi hermana.
Se levanta y camina hacia el otro lado de la sala. Ami ya no está
animada ni vertiginosa del entrenamiento. Está callada y frunciendo el
ceño. Mi hermana se mueve nerviosamente cuando se siente ansiosa,
y ahora mismo está tocando su anillo, girándolo ausentemente
alrededor de su dedo.
Ser una gemela significa sentirse a menudo responsable por el
estado emocional de la otra, y ahora mismo todo lo que quiero es retirar
lo que dije, fingir que estoy bromeando y viajar al tiempo en el que no
sabía nada de esto. Pero no puedo. Puede que nunca logre saber mi
concepto de relación ideal, pero sí sé que Ami merece ser suficiente
para alguien, ser amada completamente. Tengo que seguir.
—¿Todos los viajes que hicieron? Dane te hizo creer que fueron
idea de Ethan, que él los había planeado…
—Fueron su idea. O sea, con objetividad —dice—. Dane no
planearía ese tipo de cosas sin hablarlo primero conmigo. Ethan planeó
esas cosas para superar a Sophie, y porque está soltero, o lo estaba.
—Soltó un extraño y sorprendido resoplido—, él solo asumió que Dane
también estaba libre en todas esas vacaciones.
—La mayoría de esos viajes fueron antes de Sophie, o durante.
—Veo como intenta buscar más razones que puedan explicarlo todo, y
digo—. Mira, entiendo por qué eso era lo que Dane quería que
pensaras. —Espero a que me vea a los ojos, esperando que vea que
estoy siendo sincera—. Quedaría mejor si fuera Ethan quien
constantemente lo arrastraba alrededor del mundo en esas locas
aventuras. Pero Ami, Ethan odia viajar. Deberías haberlo visto en el
avión a Maui, apenas pudo soportarlo. También se marea. Y realmente,
es de los que prefieren quedarse en casa, como yo. Y honestamente no
puedo imaginarme a Ethan planeando un viaje de surf a Nicaragua, la
mera idea me da risa. Dane estaba usando a Ethan como excusa para
hacer cosas y ver a otras mujeres. Hay, al menos, una mujer que Ethan
mencionó.
—¿Dónde mierda está tu sombrero de aluminio37, psicópata? —
gruñe Ami—. ¿Se supone que tengo que creer que mi esposo es así de
manipulador? Que ha estado engañándome por… ¿cuánto? ¿Tres
años? ¿Realmente lo odias tanto?
—No lo odio, Ami… al menos, no lo hacía.
—¿Tienes idea de cuán ridículo suena todo esto? ¿Tienes la
palabra de alguien más aparte de la de Ethan?
—La tengo… porque Dane se me insinuó anoche. En el bar.
Parpadea muchas veces.

37Tinfoil hat: Es un sombrero designado para las personas que creen en teoría conspirativas.
—Disculpa, ¿qué?
Le explico lo que pasó, acerca de Ethan yéndose al baño y Dane
sugiriendo que nos intercambiáramos si estuviéramos en el humor. Veo
la cara de mi hermana, tan parecida a la mía, pasar de confusión, a
dolor, y a algo que se acerca a la rabia.
—Maldición, Olive. —Me mira boquiabierta—. ¿Por qué eres así?
¿Por qué eres tan cínica sobre todo? —Recoge su vaso y camina hacia
la encimera. Su cara está tan contraída y triste que luce enferma de
nuevo, y mi estómago se sacude por la culpa—. ¿Por qué siempre
quieres ver lo peor en la personas?
Ni siquiera sé que decir. Estoy completamente muda. En silencio,
Ami abre el grifo con un agresivo tirón y empieza a lavar el vaso.
—¿Estás hablando en serio? Dane no se te insinuaría. No te tiene
que gustar, pero tampoco tienes que siempre asumir que sus
intenciones son terribles.
La sigo a la cocina, mirando mientras enjuaga el vaso antes de
que le eche jabón y vuelva a lavarlo.
—Cariño, te lo prometo, no quiero pensar lo peor de él…
Cierra el grifo de golpe y se gira para enfrentarme.
—¿Le dijiste algo de esto a Ethan?
Asiento lentamente.
—Justo antes de que me fuera. Me siguió hasta la calle.
—¿Y?
—Y…
Su expresión se aclara.
—¿Es por eso por lo que no han hablado?
—Él quiere creer que su hermano es una buena persona.
—Sí. Conozco el sentimiento. —Los segundos pasan, y no sé qué
más puedo decir para convencerla.
—Lo siento, Ami. No sé qué más decir para que me creas. Nunca
quise…
—¿Nunca quisiste qué? ¿Arruinar las cosas entre Dane y yo?
¿Entre tú e Ethan? Eso duró, ¿qué? —Se ríe mordazmente—. ¿Dos
semanas enteras? Siempre estás tan feliz de creer que todo solo te
pasa a ti. «Mi vida es como es porque tengo muy mala suerte» —dice,
imitándome con una voz dramática y sacarina38—. «Solo las cosas
malas le pasan a la pobre de Olive, y las cosas buenas le suceden a
Ami porque tiene muy buena suerte, no porque quizás se las haya
ganado».
Sus palabras sostienen un vago eco de las de Ethan, y
repentinamente me siento enfadada.
—Guau. —Retrocedo un paso—. ¿Crees que quería que esto
pasara?
—Creo que es más fácil para ti creer que cuando las cosas no van
a tu manera, no es por algo que hiciste, sino porque eres un peón de
algún juego cósmico de la suerte. Pero, noticias de último momento,
Olive: te quedaste sin trabajo y sola por las elecciones que hiciste.
Siempre has sido así. —Me mira, claramente exasperada—. ¿Por qué
siquiera intentar cuando el universo ya ha decidido que fallarás? ¿Por
qué poner algo de esfuerzo en tus relaciones cuando ya sabes que
tienes tanta mala suerte en el amor, y terminarán en desastre? Una y
otra vez como disco rayado. En realidad, nunca lo intentas.
Mi cara está caliente, y me quedo ahí parpadeando, con la boca
abierta y lista para responderle, pero nada sale. Ami y yo discutimos a
veces, es lo que los hermanos hacen, pero ¿esto es lo que realmente
piensa de mí? ¿Piensa que no lo intento? ¿Piensa que terminaré

38Muy dulce.
desempleada y sola? ¿Y recién me estoy enterando de esta visión que
tiene de mí, ahora?
Coge sus cosas y se mueve hacia la puerta.
—Tengo que ir a trabajar —dice, tratando de deslizar la tira por su
hombro—. Algunos de nosotros de hecho tenemos cosas que hacer.
Auch. Avanzo, estirándome para detenerla.
—Ami, en serio. No te vayas en medio de todo esto.
—No puedo estar aquí. Tengo que pensar y no puedo contigo a
mi alrededor. Ni siquiera puedo mirarte ahora mismo.
Me empuja al pasar. La puerta se abre y luego se cierra de golpe
de nuevo, y por primera vez desde que todo esto empezó, lloro.
Capítulo dieciocho

Lo peor acerca de las crisis es que no pueden ser ignoradas. No


puedo simplemente tirarme a la cama, colocarme debajo de las mantas
y dormir hasta el mes siguiente, porque a las ocho de la mañana, solo
una hora después de que Ami se fuera, tía María me manda un mensaje
para hacerme saber que tengo que ir a Camelia y hablar con David
sobre el trabajo de camarera.
David es diez años mayor que yo, pero tiene una cara de niño y
una sonrisa traviesa que me ayuda a distraerme del palpitante impulso
interno de arrancarme todo el cabello y caerme pateando y gritando al
suelo. He estado en Camelia casi ciento de veces, pero verlo desde la
perspectiva de un empleado es surrealista. Me enseña mi uniforme,
dónde el horario se encuentra pegado en la pared de la cocina, cómo
es la dinámica de la cocina y dónde el personal se reúne para la cena
antes de que el restaurante abra cada noche.
Tengo años de mesera bajo la manga, todo nosotros lo tenemos,
la mayoría de ellos en algunos de los restaurantes de mi primo David,
pero nunca en un lugar con este estilo. Tendré que vestir pantalones
negros y una camisa blanca de almidón, con un simple delantal blanco
atado a mi cintura. Necesitaré memorizar el siempre cambiante menú.
Y también tendré una formación con el sumiller39 y el chef de pastelería.
Admito que estoy esperando con ansias estas dos últimas cosas.
David me presenta al resto del personal, asegurándose de dejar fuera
la parte donde yo soy su prima, así como también a los chefs y los chefs
sustitutos y al barman, quien parece estar ahí para hacer el inventario.

39Persona experta en vinos.


Mi cerebro está nadando con todos los nombre e información, así que
estoy agradecida cuando David se gira y me dice que esté aquí mañana
en la noche para la reunión y formación del personal, empezando a las
cuatro. Estaré detrás, como una sombra, de un camarero llamado Peter,
y cuando David guiña insinuando que Peter es lindo, mi estómago se
retuerce porque lo que quiero es estar con mi lindo hombre, el que me
ganó con su risa e ingenio y, sí, sus bíceps y clavícula. Pero estoy
molesta con él, y quizás él también esté molesto conmigo, y por mi vida
no tengo idea de cómo va a pasar esto.
David debe ver alguna reacción en mi cara porque me besa la
parte posterior de la cabeza.
—Yo te cuido, cariño.
Y casi me quiebro en sus brazos porque ya sea suerte o
generaciones de esfuerzo y atención garantizándolo, tengo una
grandiosa familia.
Es casi mediodía cuando llego a casa, y es deprimente darme
cuenta de que debería estar en medio de mi segundo día de trabajo en
Hamilton, conociendo a mis nuevos colegas, estableciendo cuentas.
Pero admito que hay un diminuto rayo de luz en el fondo de mis
pensamientos, no es alivio exactamente, pero tampoco es totalmente
diferente. Es que he aceptado lo que pasó, que lo arruiné, y me
despidieron por ello, y que, de hecho, estoy bien. Que, gracias a mi
familia, tengo un trabajo que puede solventarme tanto como necesite, y
por primera vez en mi vida puedo tomarme mi tiempo para averiguar
qué es lo que quiero hacer.
Tan pronto como terminé mi grado, hice un corto post-doctorado
e inmediatamente luego ingresé a la industria farmacéutica, trabajando
como enlace entre los investigadores científicos y los médicos. Amaba
ser capaz de traducir la ciencia en un lenguaje más clínico, pero nunca
he tenido un trabajo donde me sintiera del todo satisfecha. Hablar con
Ethan acerca de lo que él hacía me hizo sentir como Dilbert40 en
comparación. ¿Por qué debería pasar mi vida entera haciendo algo que
no me prenda como al fuego?
Este nuevo recordatorio de Ethan me hace gemir, y aunque sé
que está en el trabajo, saco mi celular y le escribo un mensaje rápido.

Estaré en casa en la noche


por si quieres pasarte.

Responde en unos pocos minutos.

Estaré ahí cerca de las siete.

Sé que no es el chico más efusivo emocionalmente, pero el tono


de sus tres últimos mensajes me envía en un extraño espiral de pánico,
como si se necesitara más de una conversación para arreglar lo que
está pasando entre los dos, a pesar de que no he hecho nada malo. No
tengo ni una sola pista de lo que piensa de todo esto. Obviamente,
espero que me crea, y que se disculpe por lo de anoche, pero la bola
de plomo apretada en mi estómago me dice que podría no ir de esa
manera.

40Nombre de una tira cómica satírica. La trama se desarrolla en el contexto de lo cotidiano para
millones de empleados de oficina.
Mirando mi reloj, veo que tengo siete horas hasta que Ethan
llegue. Limpio, hago las compras, tomo una siesta, memorizo el menú
de Camelia, horneo por estrés… y todo eso solo me toma cinco horas.
El tiempo está pasando muy lentamente. Este día va a durar una
década.
No puedo llamar a Ami y divagar sobre nada de esto, porque estoy
segura de que todavía no me habla. ¿Cuánto tiempo va a seguir con
esto? ¿Es posible que le crea a Dane indefinidamente? ¿Y tenga que
comerme mis palabras incluso cuando, de nuevo, no he hecho nada
malo?
Coloco el menú sobre la mesa de café y me tumbo sobre la
alfombra. La posibilidad de que esta brecha entre Ami y yo pueda
volverse permanente me deja aturdida. Quizás sería una buena idea
pasar el rato con alguien para distraerme, pero Diego, Natalia, y Jules
están trabajando, mamá solo se preocuparía si se enterara de lo que
está pasando, y llamar a alguien más de mi familia solo resultará en
quince personas apareciéndose en la puerta de mi casa con comida de
simpatía más tarde, cuando Ethan y yo estemos tratando de arreglar las
cosas.
Afortunadamente, no me hace esperar. Llega justo a las siete, con
comida para llevar de Tibet Kitchen que huele mucho mejor que la pizza
que había pedido para compartir.
—Hola —dice, y me ofrece una pequeña sonrisa. Se agacha,
como si fuera a besar mis labios, pero entonces se desvía en el último
segundo, aterrizando sobre mi mejilla en su lugar.
Mi corazón se cae.
Doy un paso hacia atrás, dejándolo pasar, y de repente hace
mucho calor en mi apartamento; todo se ve muy pequeño. Miro a
cualquier lugar menos a su cara, porque sé que si lo miro y siento que
las cosas entre nosotros no están bien, no voy a ser capaz de
contenerme para la conversación que debemos tener.
Es tan extraño. Me sigue hasta la cocina, sacamos platos para la
comida, y luego nos sentamos en el suelo del salón, a los lados
opuestos de la mesa de centro, uno al frente del otro. El silencio se
siente como una enorme burbuja a mí alrededor. Durante las últimas
semanas Ethan prácticamente ha vivido aquí. Siento como si fuéramos
extraños otra vez.
Pincha su arroz.
—Prácticamente ni me has mirado desde que he llegado.
La respuesta a esto se consume en mi garganta: porque cuando
has llegado me has besado en la mejilla. No me acercaste a ti, ni nos
perdimos en un largo beso. Siento como si casi no te hubiese tenido, y
ahora ya te has ido.
Así que, en lugar de contestar en voz alta, lo miro por primera vez
y trato de sonreír. Observa mi intento fallido, y claramente se entristece.
Un dolor se crea y expande en mi garganta hasta que no estoy segura
de poder formar palabras a su alrededor. Odio esta dinámica sombría
más que el hecho que estemos peleados.
—Esto es tan extraño —digo—. Sería mucho más fácil ser
sarcásticos.
Él asiente, moviendo su comida.
—No tengo la energía para ser sarcástico.
—Yo tampoco. —Lo único que realmente quiero hacer es
arrastrarme por el suelo hasta su regazo y que se burle de mí por mi
excesivamente pequeño brasier o por cómo no puedo estar lejos de él
lo suficiente como para terminar mi cena, pero es como si la cara
fraternal de Dane estuviera entre nosotros, no dejándonos actuar de
manera normal.
—Hablé con Dane anoche, —dice él, y añade— tarde. Fui allí
tarde en la noche.
Ami no mencionó esto. ¿Sabía siquiera que Ethan pasó por allí
anoche?
—¿Y? —digo tranquilamente. No tengo apetito y básicamente
estoy empujando un pedazo de carne por el plato.
—Le sorprendió mucho que te tomases así lo que dijo —dice
Ethan. Ácido llena mi estómago.
—Qué sorpresa.
Ethan deja el tenedor y se recuesta sobre ambas manos
mirándome.
—Mira, ¿qué se supone que debo hacer? Mi novia piensa que mi
hermano flirteó con ella, y él dice que no lo hizo. ¿Acaso importa quién
tiene razón? Ambos están ofendidos.
A este punto ya no sé qué pensar.
—Se supone que debes creerme. Y por supuesto que importa
quién tiene razón.
—Olive, hemos estado juntos como por dos semanas —dice con
impotencia.
Me toma unos segundos descifrar el montón de palabras que caen
en mis pensamientos.
—¿Estoy mintiendo porque nuestra relación es nueva?
Suspirando, se pone en pie, pasando una mano por su cara.
—Ethan —digo con calma—. Sé lo que escuché. Se me insinuó.
No puedo simplemente pretender que no lo hizo.
—Simplemente pienso que no quería decir lo que tú entendiste.
Creo que estás predispuesta a pensar lo peor de él.
Parpadeo hacia mi plato. Sería tan fácil hacer las paces con Ethan
y Ami y solo decir «¿Sabes qué? Probablemente tienes razón», y dejarlo
ir, porque después de todo esto, desde luego que estoy predispuesta a
pensar lo peor de Dane, y podría fácilmente dejarlo en paz para
siempre. Pero no puedo hacer eso. Hay muchas banderas rojas; ¿acaso
soy la única que puede verlas? No es porque soy pesimista o porque
veo lo peor de las personas; sé que esa no es la verdad sobre mí, ya
no. Después de todo, me enamoré de Ethan en esa isla. Me emociona
trabajar en Camelia para así tener tiempo para pensar sobre cómo
quiero realmente que se vea mi vida. Estoy tratando de arreglar todas
las partes de mí que no funcionan porque sé que puedo decidir cómo
va mi vida —que no todo es la suerte— pero tan pronto como trato de
ser proactiva, es como si nadie quisiera dejarme serlo.
¿Y por qué Dane no está aquí con Ethan tratando de arreglar las
cosas conmigo? En realidad, sé porque: está tan seguro de que nadie
va a creerme, de que todos pensaran «Oh, Olive solo está siendo
Olive». Simplemente creyendo lo peor de los demás. Mis opiniones
tienen tan poca importancia porque a sus ojos siempre voy a ser la
pesimista.
—¿Has hablado con Ami? —me pregunta.
Siento cómo el calor sube por mi cuello hasta mi cara. El hecho
de que mi gemela esté de lado de Ethan y de Dane de veras me está
matando. Ni siquiera lo puedo admitir en voz alta, así que solo asiento.
—¿Le contaste que él salió con otras personas antes de que
fueran exclusivos? —pregunta. Vuelvo a asentir—. ¿Y sobre lo de ayer?
—Sí.
—Pensé que no le ibas a decir nada a ella —dice exasperado.
Lo miro boquiabierta.
—Y yo pensé que Dane no flirtearía con la hermana de su esposa.
Supongo que ambos te hemos decepcionado.
Me mira fijamente por un largo momento.
—¿Cómo se lo tomó Ami?
Mi silencio le hace notar que Ami tampoco me creyó.
—Ella no sabía sobre las otras mujeres, Ethan. Piensa que Dane
ha estado comprometido desde el primer día.
Ethan me mira lastimosamente y me hace querer gritar.
—¿Así que no vas a poder superar esto? —Pregunta. Mi
mandíbula literalmente cae.
—¿Qué parte? ¿El esposo de mi hermana engañándola antes de
que se casaran, tu hermano flirteando conmigo, o mi novio no creyendo
nada sobre eso?
Su mirada vuelve a mí, luce compungido pero inquebrantable.
—De nuevo: no creo que su intención haya sido la que tú crees
que fue. No creo que haya flirteado contigo.
Le dejo oír la conmoción en mi voz.
—Entonces tienes razón —digo—. Lo pasaré mal mientras supero
esto.
Cuando se inclina hacia delante, pienso que va a comenzar a
comer, pero en su lugar se apoya para levantarse.
—Me gustas mucho —dice calmadamente. Cierra los ojos y pasa
una mano por su cabello—. En realidad, estoy loco por ti.
Mi corazón se encoge dolorosamente.
—Entonces da un paso atrás y mira esta situación desde otro
ángulo —imploro—. ¿Qué puedo ganar mintiéndote sobre Dane?
Hemos tenido tantos desacuerdos, y en comparación, todos han
sido hilarantemente menores. El requesón, el avión, los Hamilton,
Sophie, el vestido. Ahora lo entiendo; todas fueron oportunidades para
tener contacto el uno con el otro. Esta es la primera vez que hemos
tenido una verdadera disputa y ya sé qué va a decir antes siquiera de
que lo suelte.
—Creo que deberíamos terminar, Olive. Lo siento.
Capítulo diecinueve

Con la tranquilidad previa a la carrera de la cena reviso por última


vez mi sección. Natalia es el cuarto miembro de la familia que se ha
pasado esta semana por el Camelia exactamente a las cuatro en punto.
Dijo que quería saludar a David porque no lo había visto en mucho
tiempo, pero sé que es una trola porque Diego —quién vino el día de
ayer para molestarme con una endeble historia similar— dijo que
ambos, David y Natalia, estuvieron donde la Tía María hace menos de
una semana.
Por mucho que el tamaño y la presencia de mi familia en
momentos pueda sentirse opresiva, es el mayor consuelo que tengo en
ahora. Incluso si pretendo que me fastidia el hecho de que me estén
controlando, todos me calan. Porque si cualquiera de ellos tuviera
problemas (y ha pasado, muchas veces) también encontraría una razón
para llegar a su trabajo a las cuatro en punto.
—Querida, cuando estamos tristes, comemos —dice Natalia,
siguiéndome con un plato de comida mientras yo alineo la disposición
de dos copas de vino en una mesa.
—Lo sé. —le contesto— Pero te lo juro, ya no puedo comer más.
—Te empiezas a parecer a un muñeco cabezón de Selena
Gómez. —Pellizca mi cintura— No me gusta.
Mi familia sabe que Ethan terminó conmigo, y que Ami y yo
estamos «peleadas» (aunque no hay nada de acción en eso; la llamé
unas cuantas veces tras nuestro gran arrebato, y dos semanas después
no me ha devuelto las llamadas aún). En los últimos diez días, me han
bombardeada con mensajes bienintencionados y mi refrigerador está
completamente lleno con la comida que mamá trae diariamente de mi
Tío Omar, Ximena, Natalia, Cami, Miguel, Tío Hugo, Stephanie, Tina;
casi como si tuvieran un Calendario de Alimentar a Olive. Mi familia da
de comer a las personas; es lo que hacen. Aparentemente, que me haya
perdido la cena de los Domingos por dos semanas seguidas (por
trabajo) ha puesto a toda la familia en alerta, y no saber qué está
pasando los está volviendo locos. No los puedo culpar; si Jules, o
Natalia, o Diego se escondiesen, yo estaría muerta de preocupación.
Pero no es mi historia como para contarla; no sabría cómo decirles qué
está pasando, y según mi Tío Hugo, quien vino ayer para «Um,
conseguir una tarjeta de negocios para un agente de seguros de David»,
Ami tampoco va a hablar de eso.
—Vi a Ami ayer —dice Natalia, y luego hace una pausa el tiempo
suficiente como para que deje de preocuparme por la mesa y la mire.
—¿Cómo está? —No puedo evitar el sonido amargo de mis
palabras. Echo tanto de menos a mi hermana, y me está matando el
que no me hable. Es como si me faltara una extremidad. Cada día estoy
más cerca de ceder y decirle «Probablemente tienes razón, Dane no
hizo nada malo» pero las palabras simplemente no salen, incluso
cuando intento decir la mentira frente al espejo. Se me atraganta, y me
siento caliente, incómoda y como si fuese a llorar. Nunca me ha sucedió
nada tan terrible (aparte de perder mi trabajo, mi hermana y mi novio en
un período de veinticuatro horas) pero todavía siento una especie de ira
ardiente hacia Dane, como si me hubiera abofeteado con su propia
mano.
Natalia se encoge de hombros y quita un pedazo de pelusa de mi
cuello.
—Parecía estresada. Me estaba preguntando por alguien llamado
Trinity.
—¿Trinity? —repito, recabando en mis pensamientos para reparar
porqué el nombre se me hace tan familiar.
—Aparentemente, Dane ha recibido unos cuantos mensajes de
ella, y Ami los vio en su teléfono.
Me tapo la boca.
—¿Como mensajes comprometedores? —Estoy tanto devastada
como esperanzada por igual de que esto sea verdad: quiero que Ami
me crea, pero prefiero equivocarme sobre todo esto a que pase por ese
dolor.
—Creo que solo le preguntó si quería salir, y Dane estaba como
«No, estoy ocupado», pero a Ami le molestaba el hecho de que se
estuviese escribiendo con una mujer.
—Oh por Dios, creo que Trinity es la chica con el tatuaje de mango
en el trasero.
Natalia sonríe.
—Creo que he leído ese libro.
Esto me hace reír, y la sensación es como limpiar telas de araña
de la esquina oscura de la habitación.
—Ethan mencionó a alguien llamado Trinity. Ella…
Me detengo. No le he contado a nadie de mi familia sobre lo que
Ethan me contó. Podría tratar de destruir toda la historia de Dane si
quisiera, pero ¿Qué bien haría eso? No tengo ninguna prueba de que
estuviera viendo a otras mujeres antes de que se casara con Ami. Y no
tengo ninguna prueba de que se me insinuara en el bar. Solo tengo mi
reputación de pesimista, y no quiero que toda mi familia me mire de la
misma manera en la que Ethan lo hizo cuando se dio cuenta de que
incluso mi gemela piensa que me estoy inventado todo esto.
—¿Ella qué? —Natalia me presiona cuando me quede callada.
—No importa.
—Bueno. —me dice, ahora molesta— ¿Qué está pasando? Tú y
tu hermana están tan raras últimamente, y…
Sacudo la cabeza, sintiendo las lágrimas presionando desde el
fondo de mis ojos.
No puedo hacer esto antes de mi turno.
—No puedo, Nat. Solo necesito que estés ahí para Ami, ¿vale?
Ella asiente sin vacilar.
—No sé quién es Trinity —digo y tomo una respiración profunda—
pero no confío para nada en Dane.

•••

DESPUÉS DE MEDIANOCHE, SACO MI mochila de la taquilla de


la habitación trasera y la cuelgo sobre mi hombro. No me molesto
siquiera en revisar mi teléfono. Ami no me escribe, Ethan no me llama,
y no hay nada que pueda responder a los otros cuarenta mensajes en
mi pantalla cada vez que la miro.
Pero a mitad de camino hacia mi coche, suena. Es una breve
ráfaga de campanas y rotores: el sonido de un gran premio. El tono de
mensaje de Ami.
Está bajo cero afuera, y yo estoy en una falda negra y una fina
blusa blanca, pero de todas maneras me detengo y saco el teléfono de
mi mochila. Ami me ha enviado una captura de pantalla de la lista de
mensajes de Dane, y están los sospechosos habituales —Ami, Ethan y
algunos amigos de Dane— pero también hay nombres como Cassie,
Trinity y Julia. El mensaje de Ami dice:

¿Estabas hablando de esto?


No sé cómo responder. Por supuesto que mi instinto me dice que
todas esas son mujeres con las que Dane ha estado, pero ¿Cómo
podría saberlo? Podrían ser colegas del trabajo. Muerdo mi labio
escribiendo con los dedos congelados.

No tengo la menor idea de


quienes son.

No tengo listas de nombres.


Si las tuviera, te las hubiera
mostrado.

Espero a que vuelva a escribir, pero no lo hace, y me estoy


congelando, así que me subo al coche y pongo el calor lo más alto que
puedo.
Pero a tres manzanas de mi apartamento, mi teléfono suena
nuevamente, y me detengo con un brusco tirón del volante.

Dane dejó su teléfono aquí


ayer.

Pasé como dos horas intentando


adivinar su contraseña y es «1111»,
joder.
Reprimo una risa y miro la pantalla hambrienta: sigue escribiendo.

Me envié a mí misma todas las


capturas de pantalla.

Todos los mensajes de estas


mujeres preguntan lo mismo;
sí Dane quiere pasar el rato.
¿Es ese el código de un
polvo asegurado?

Parpadeo hacia la pantalla. ¿Es enserio?

Ami, ya sabes lo que pienso.

¿Ollie, y si tenías razón?

¿Y si me está engañando?

¿Y si me ha estado engañando
todo este tiempo?
Mi corazón se parte justo por la mitad. Una mitad le pertenece a
mi hermana, por lo que va a sufrir; la otra mitad va a seguir latiendo para
mí incluso cuando nadie más lo haga.

Lo siento Ami. Ojalá supiera


que decir.

¿Debería de responder a uno


de los mensajes?

Miro la pantalla por un momento.

¿En su teléfono?

¿Como si fueras él?

A ver, podrías hacerlo.

Si piensas que no vas a


conseguir una respuesta
honesta de su parte.
Espero. Tengo el corazón en la garganta, reptando hacia arriba.

Tengo miedo.

No quiero tener la razón.


Lo sé, cariño.

Pero si sirve de algo,


yo tampoco.

Voy a hacerlo esta noche.

Tomo un profundo respiro, cierro mis ojos, y lo dejo ir lentamente.


De alguna manera, estar convencida al fin no se siente ni de cerca tan
bien como esperaba que fuera.

Estoy aquí sí me necesitas.


•••

AUNQUE TUVE DOS MESES de desempleo hace no mucho


tiempo, dediqué más de ese tiempo buscando trabajos o ayudando a
Ami a prepararse para la boda, así que ahora, mantenerme ocupada
durante el día se volvió mucho más importante. Porque si no lo hago,
pienso en Ethan. O en Ami.
No tengo noticias de ella todo el día siguiente, y hay un nudo en
mi estómago del tamaño de Texas. Quiero saber cómo fueron las cosas
con Dane anoche. Quiero saber si ha respondido los mensajes o se ha
enfrentado a él, y qué pasó. Me siento protectora, y preocupada por ella,
pero no hay nada, literalmente, que yo pueda hacer, y no puedo llamar
a Ethan, tampoco, porque todos sabemos que está en el Tren Dane
hasta el final de las vías.
Dado que estoy fuera esta noche, salir de mi apartamento (y de
mi cabeza) se vuelve una prioridad. Tengo miedo de ir al gimnasio, pero
cada vez que estoy enfrente de la bolsa de boxeo, me sorprende lo bien
que me siento. He empezado a pasear perros en el local Humane
Society y tengo un nuevo amigo Golden retriever llamado Skipper que
estoy considerando llevarme a casa como sorpresa para mamá; no
estoy segura de que sea una buena sorpresa o una mala, lo cual es el
por qué todavía estoy considerándolo. Ayudo a algunos de mis vecinos
a palear sus veredas, voy a una charla sobre arte y medicina en el
Walker Art Center, y encontrar a Diego para un almuerzo tardío.
Tampoco ha tenido noticias de Ami hoy.
Es extraño imaginar que tan pronto como bajé de la cinta de
correr, mi vida de repente empezó a sentirse como la mía de vuelta.
Siento como si pudiera levantar la vista por primera vez en una década.
Puedo respirar. Hay una razón por la que Ethan no sabía mucho de mi
trabajo: nunca hablé al respecto. Era lo que hacía, no lo que era. Y
aunque me duela respirar (porque extraño a Ethan, lo hago, lo extraño
tanto que duele) no tener el peso de un trabajo corporativo sobre mis
hombros es un alivio increíble. Nunca supe que era esta persona. Me
siento más yo misma de lo que nunca he sido.
Ami llama a las cinco, cuando acabo de entrar por mi puerta y
estoy haciendo una línea recta por el rodillo de pelusa; Skipper es una
bola de pelos, incluso a principios de febrero. No he oído su voz en dos
semanas. Y puedo oír mis propios temblores cuando contesto.
—¿Hola?
—Hola, Ollie.
Dejo una larga, silenciosa pausa.
—Hola. Ami.
Su voz sale densa y ahogada.
—Lo siento mucho.
Tengo que tragar varias veces para pasar el atasco de emociones
en mi garganta.
—¿Estás bien?
—No —dice, y entonces—, pero sí. ¿Quieres venir esta noche?
Hice lasaña.
Muerdo mis labios por algunos latidos.
—¿Estará Dane allí?
—Estará aquí más tarde —admite—. ¿Por favor Ollie? Realmente
quiero que estés aquí esta noche.
Hay algo sobre la forma en la que lo dice que me hace sentir que
es más que sólo un tiempo de reconexión de hermanas.
—De acuerdo, terminaré en veinte minutos.
•••
ME MIRO EN el espejo cada día, así que no debería ser tan
chocante ver a Ami de pie en su entrada esperándome, pero lo es.
Nunca hemos pasado dos semanas sin vernos la una a la otra; incluso
en la escuela. Yo estaba en la U, ella en el St. Thomas, y hasta en las
semanas más ocupadas, todavía nos veíamos en las cenas los
domingos.
Envuelvo mis brazos alrededor de ella tan firmemente como
puedo y la aprieto aún más cuando me doy cuenta de que está llorando.
Se siente como inhalar por primera vez después de estar conteniendo
la respiración por mucho tiempo.
—Te extrañé —dice a través de un sollozo en mi hombro.
—Te extrañé más.
—Esto apesta —dice.
—Lo sé. —Retrocedo, limpiando su cara—. ¿Cómo estás?
—Estoy… —dice sin terminar, y entonces nos quedamos paradas
ahí, sonriéndonos telepáticamente porque la respuesta es obvia: Mi
boda fue arruinada por la ciguatoxina, me perdí mi luna de miel, y ahora
mi esposo tal vez me esté siendo infiel—. Estoy viva.
—¿Está en casa?
—En el trabajo. —Se endereza, tomando un profundo respiro y
recomponiéndose—. Estará en casa como a las siete.
Se vuelve y me conduce adentro. Amo su casa; es tan abierta y
luminosa, y agradezco que Ami tenga un fuerte sentido de la decoración
porque asumo que, si estuviera en manos de Dane, el decorado sería
un montón de Vikingos morados, dardos, y tal vez algunos modernos
sillones de cuero y un carro de cóctel artesanal que nunca usaría.
Ami avanza hacia la cocina, sirviéndonos grandes copas de vino.
Me rio cuando me da la mía.
—Ah, entonces es esa clase de noche.
Asiente, sonriendo pese a que puedo decir que no hay nada
alegre sucediendo en su cuerpo ahora.
—No tienes idea.
Todavía siento como que tengo que andar de puntillas con el
asunto, pero no puedo evitarlo y pregunto—: ¿Tomaste su teléfono
anoche? ¿Qué es lo último?
—Sí, tomé su teléfono. —Ami toma un largo trago y me mira sobre
el borde de su copa—. Te contaré todo sobre eso más tarde. —Inclina
su cabeza, indicando que debería seguirla a la sala de estar, donde ya
tiene nuestros platos de lasaña preparados en dos bandejas de TV.
—Bien, se ve cómodo —le digo.
Hace una reverencia, se deja caer sobre el sofá, y pone reproducir
a The Big Sick41. Nos lo perdimos en el teatro y siempre habíamos
querido verlo, así que hay un pequeño dolor que aumenta en mi
garganta sabiendo que ella esperó para verlo conmigo.
La lasaña es perfecta, la película maravillosa, y casi olvido que
Dane vive aquí. Pero luego de una hora de película, se abre la puerta
de entrada. El comportamiento de Ami cambia por completo. Se
incorpora, con las manos en su cadera, y toma un profundo respiro.
—¿Estás bien? —susurro. ¿Estoy aquí como apoyo moral
mientras confronta a su marido? No puedo decidir si esto será fantástico
o espantoso, o ambos.
Escucho a Dane dejar sus llaves sobre la encimera, mezclar el
correo, y entonces grita—: Hola, bebé.
—Hola, cariño —le contesta, alegremente, falsamente, y es tan
incongruente con la forma sombría en la que me mira.
Mi estómago cae en un extraño estallido de estrés anticipatorio, y
entonces Dane está ahí en la entrada. Suena sorprendido y molesto.
—Ah. Hola Olive.
No me molesto en darme vuelta. «Vete al infierno, Dane»

41TheBig Sick (titulada «Por eso lo llaman amor» en Hispanoamérica y «La gran enfermedad del
amor» en España) es una película estadounidense de comedia romántica.
Ami se atraganta con su vino y después me mira, los ojos brillando
de diversión y tensión.
—Cariño, hay lasaña en el horno si quieres un poco.
Puedo sentirlo todavía mirándome la nuca (sé que lo hace) pero
solo se queda detrás de mí por unos pocos segundos más antes de
decir en voz baja—: Está bien, tomaré un poco y las dejaré.
—¡Gracias, cariño! —grita Ami.
Le da un vistazo a su reloj y después alcanza el control remoto,
bajando el volumen.
—Estoy tan nerviosa, tengo náuseas.
—Ami —digo, inclinándome— ¿Qué está pasando?
—Les mandé un mensaje —dice, y mi mandíbula cae—. Estoy
gritando por dentro —lo veo, también por la tensión alrededor de sus
ojos, puedo decir que está conteniendo las lágrimas—. Tenía que
hacerlo de esta forma.
—¿Hacer qué exactamente, Ami? —pregunto.
Pero antes de que pueda responder, suena el timbre.
La atención de Ami cae sobre mi hombro, hacia la puerta que
conduce a la cocina, y escuchamos cómo Dane camina a través de las
baldosas del recibidor para responder. Lentamente, pero muy despacio
puedo ver está temblando. Ami se pone de pie.
—Vamos —me dice en voz baja, y después le grita a Dane con
una clara calma que no puedo creer—. ¿Quién es?
Sigo a Ami justo cuando Dane está tratando desesperadamente
de guiar a una mujer de vuelta afuera, y mi presión arterial cae.
¿Les mandó un mensaje a las mujeres como Dane, y las invitó
aquí?
—¿Quién es, cariño? —repite Ami, inocentemente. La mujer pasa
empujando a Dane.
—¿Quién es esa?
—Soy su esposa, Ami. —Ami le extiende la mano—. ¿Cuál eres
tú?
—¿Cuál soy? —repite la mujer, demasiado atónita para devolver
el saludo de Ami. Echa un vistazo a Dane, y su cara palidece, también—
Soy Cassie.
Dane gira, lívido, y mira fijamente a mi hermana.
—Bebé.
¡Por primera vez, veo la mandíbula de Ami contraerse ante el
apodo, y quiero lanzar un cohete de alegría al cielo porque sabía que lo
odiaba y sólo pretendía que le gustaba! ¡Poderes de gemelos por la
victoria!
—Disculpa, Dane —dice Ami dulcemente—, estoy en medio de
una presentación con una de tus novias.
Puedo ver el pánico en sus ojos.
—Bebé, esto absolutamente no es lo crees.
—¿Qué creo que es, bebé? —pregunta ella, ojos bien abiertos con
curiosidad fingida.
Otro auto estaciona en la entrada, y una mujer emerge
lentamente, observando la escena frente a ella. Luce como si apenas
saliera de trabajar: viste una bata de enfermera y su cabello en un moño.
Se me ocurre que así no es como te vistes para alguien a quien tratas
de impresionar; así es como vistes para alguien que has conocido por
un largo tiempo y con quien estás cómodo.
No puedo evitar mirar a Dane. Que completo desgraciado.
Ami me mira por encima de su hombro y me dice—: Esa debe ser
Trinity.
Oh, Dios mío. Mi hermana está explotando el juego de Dane en
este momento, y ni siquiera necesita un listado para hacerlo. Es un nivel
nuclear de locura.
Dane tira a Ami a un lado, inclinándose para encontrar sus ojos.
—Oye. ¿Qué estás haciendo, cariño?
—Pensé que debía conocerlas. —Su mandíbula tiembla, y es
doloroso de ver—. Vi los mensajes en tu teléfono.
—Yo no he… —empieza.
—Sí —dice Cassie en voz baja—. Tú sí. La semana pasada. —
Mira a Ami, después a mí—. No sabía que estaba casado. Juro que no
tenía idea.
Se gira y camina de vuelta a su auto, pasando a la otra mujer, que
está parada a varios metros de distancia. Puedo decir por la expresión
de Trinity que ha descubierto qué está pasando.
—Estás casado —dice tajante, desde lejos.
—Está casado —confirma Ami.
Trinity mira de vuelta a Dane cuando se sienta en el umbral y pone
la cara en sus manos.
—Dane —dice—. Esto es una mierda.
Él asiente.
—Lo siento.
Para crédito suyo, Trinity mira directamente a Ami.
—No hemos estado juntos durante un tiempo, si eso ayuda.
—¿Qué es «un tiempo»? —pregunta Ami. Trinity alza un hombro,
lo deja caer.
—Cinco meses más o menos.
Ami asiente, respirando profundo y rápido, luchando por no llorar.
—Ami —digo—, ve adentro. Acuéstate. Estaré adentro en un
segundo.
Se gira y rápidamente esquiva la mano extendida de Dane cuando
pasa. La puerta de un auto se cierra de golpe en la calle y mi corazón
se tambalea; ¿cuántas mujeres van a mostrarse esta noche?
Pero no es otra mujer. Es Ethan. Viene del trabajo, viste un
pantalón gris ajustado y una camisa de vestir azul, luciendo bastante
bien para escalar.
Estoy conmocionada por lo que está pasando y tratando de
controlar mi mierda para poder ser fuerte por Ami, pero todavía siento
como si hubiera estado patas para arriba en su presencia.
—Oh —dice Ami desde la puerta, lo suficientemente alto como
para que todos escuchemos—, invité a Ethan, también, Ollie. Creo que
te debe una disculpa. —Y después cierra suavemente la puerta de
entrada detrás de ella.
Trinity me mira a los ojos y me da una sonrisa seca.
—Buena suerte con esto. —Mirando hacia abajo a Dane, dice—:
Pensé que era raro que me escribas para venir después de desaparecer
hace meses. —Mordisquea su labio, luciendo más asqueada que
triste—. Espero que te deje. —Con eso, se sube a su auto y sale de la
entrada.
Ethan se ha detenido a unos pasos para mirar esta interacción,
sus cejas arrugadas en reconocimiento. Vuelve su atención hacia mí.
—¿Olive? ¿Qué es lo que pasa?
—Creo que sabes lo que pasa.
Dane mira hacia arriba, con los ojos rojos e hinchados.
Aparentemente ha estado llorando detrás de sus manos.
—Ami las invitó aquí, creo. —Levanta su mano, derrotado—.
Maldita sea, no puedo creer lo que acaba de pasar.
Ethan me mira otra vez y después de vuelta a su hermano.
—¿Pero no estabas todavía…?
—Sólo unas cuantas veces con Cassie —dice Dane.
—Y Trinity hace cinco meses —agrego amablemente. Este
momento no se trata sobre mí e Ethan, pero no puedo evitar darle mi
mejor cara de te lo dije.
Dane gime.
—Soy tan idiota.
Puedo ver cuando Ethan se da cuenta de lo que está escuchando.
Es como si una mano invisible lo golpeara en el pecho, y da un paso
atrás antes de mirarme con la claridad que debería haber tenido hace
dos semanas.
Dios, debería ser gratificante, pero no lo es. Nada de esto se
siente bien.
—Olive —dice suavemente, la voz cargada de disculpa.
—No —digo. Tengo una hermana adentro que me necesita y no
tengo tiempo para él o su despreciable hermano—. Llévate a Dane
contigo cuando te vayas.
Girando, camino de vuelta dentro de la casa y ni siquiera me
vuelvo a mirar a Ethan cuando cierro la puerta detrás de mí.
Capítulo veinte

Pasan algunas horas antes de que reciba (e ignore) una llamada


de Ethan. Solo puedo suponer que ha estado ocupado con Dane, pero
también estoy lidiando con Dane, solo que menos directamente: estoy
empacando toda su ropa. Y puedo sentir el intenso deseo de Ami de
sacarlo de la casa porque por primera vez en su vida tal vez, ni siquiera
se le ocurre buscar un descuento antes de mandarme a comprar una
pila gigante de cajas en Menards42.
No quise dejarla sola mientras salí corriendo, así que llamé a
mamá, que trajo a Natalia, Jules, Diego y Stephanie, que
aparentemente le escribieron a Tío Omar y su hija Tina que traigan más
vino. Tina y Tío Omar también trajeron galletas (junto con un
cargamento completo de primos) así que, más rápido de lo que puedes
decir
«Buen viaje, basura», hay veintidós de nosotros trabajando en
empacar cada rastro personal de Dane Thomas y poniendo cada una
de las cajas en la cochera.
Agotados pero logrados, nos dejamos caer en cualquier espacio
vacío, superficie plana que podamos encontrar en la sala de estar, y ya
se siente como si tuviéramos tareas: la mía es abrazar a Ami, la de
Natalia es mantener su copa de vino llena, la de mamá es masajear sus
pies, la de Tío Omar es volver a cargar el plato de galletas de vez en
cuando, Jules y Diego están ocupándose de la música, Tina está
paseando por la habitación, detallando con precisión cómo va a castrar
a Dane, y el resto está cocinando comida suficiente para todo el mes.
—¿Te vas a divorciar? —pregunta Steph, con cautela, y todos
esperan que mamá jadee… pero no lo hace.

42Menards es una cadena de tiendas de mejoras para el hogar ubicadas en el medio oeste de los
Estados Unidos.
Ami asiente, con la cara en su copa de vino, y mamá empieza a
hablar.
—Por supuesto que se va a divorciar de él.
Todos la miramos fijamente, sorprendidos, y finalmente suspira
con exasperación.
—¡Ya basta! ¿Creen que mi hija es tan tonta como para enredarse
en el mismo juego estúpido que sus padres han estado jugando por dos
décadas?
Ami y yo nos miramos la una a la otra, y después estallamos en
carcajadas. Después de un fuerte golpe de incrédulo silencio, la
habitación entera hace lo mismo, y finalmente incluso mamá está
riendo, también.
En mi bolsillo, mi teléfono suena otra vez. Miro, pero no lo escondo
de nuevo lo suficientemente rápido porque Ami echa un vistazo a mi foto
de contacto de Ethan en la pantalla antes de que pueda negar la
llamada.
Ya borracha, se inclina hacia mí.
—Oh, esa era una buena foto. ¿Dónde la tomaste?
Honestamente es un poco doloroso recordar ese día, cuando
Ethan y yo alquilamos el Mustang verde lima horrible y manejamos por
la costa de Maui, llegando a ser amigos por primera vez. Me besó esa
noche.
—Fue en el géiser de Nakalele —le conté.
—¿Fue lindo?
—Lo fue —digo despacio—. Increíble, la verdad. El viaje entero lo
fue. Gracias, por cierto.
Ami aprieta sus ojos cerrados.
—Me alegra tanto que Dane y yo no fuéramos.
Mirándola fijo, pregunto—: ¿En serio?
—¿Por qué me arrepentiría ahora? Hubiéramos tenido incluso
más recuerdos arruinados. Debería haber sabido que era un mal
presagio cuando literalmente todos menos Ethan y tú se enfermaron en
la boda. —Subió sus ojos vidriosos hacia mí—. Fue una señal del
universo...
—Dios —interrumpe mamá. Diego levanta un dedo.
—Beyoncé.
—…que tú y Ethan son los que deberían estar juntos. —Ami
arrastra las palabras—. No Dane y yo.
—Estoy de acuerdo —dice mamá.
—Yo también —anuncia tío Omar desde la cocina. Alzo mis
manos para detenerlos a todos.
—No creo que lo nuestro vaya a pasar, chicos.
Mi teléfono vuelve a sonar, y Ami me mira fijamente, con ojos de
repente claros.
—Él siempre ha sido el hermano bueno, ¿verdad?
—Ha sido el hermano bueno, —concuerdo— pero no el mejor
novio o el mejor cuñado. —Me inclino besando su nariz— Tú, por otro
lado, eres la mejor esposa, hermana e hija. Y eres muy amada.
—Estoy de acuerdo —dice mamá de nuevo.
—Yo también —dice Diego recostándose sobre nuestros regazos.
—Yo también —anuncia un coro desde la cocina.

•••
EL HERMANO BUENO CONTINÚA llamándome unas cuantas
veces más al día durante la siguiente semana, y luego se convierte a
textos que dicen simplemente:

Lo lamento.

Olive, por favor llama.

Me siento como un enorme


idiota.

Cuando no respondo a ninguno de ellos, parece haber captado la


señal y deja de tratar de ponerse en contacto conmigo, pero no estoy
segura de sí eso es mejor o peor. Al menos cuando me llamaba o me
mensajeaba sabía que estaba pensando en mí. Ahora puede que esté
enfocado en seguir adelante, y estoy muy confundida sobre cómo eso
me hace sentir.
Por otro lado, que se joda por no haberme defendido, por
permitirle a su hermano ser un terrible novio/esposo, por ser un zoquete
obstinado con un engañador en serie. Pero, por otro lado, ¿qué hubiera
hecho yo en la misma situación para proteger a Ami? ¿Hubiera sido
difícil verla tan sospechosa de la misma manera en la que la que fue
duro para Ethan ver a Dane?
Pero por encima de eso, Ethan era demasiado perfecto en todos
los demás aspectos: ocurrente, bromista, locamente enamorado y
espectacular en la cama; honestamente se siente horrible perder a mi
novio por estar en desacuerdo en una pelea en la que realmente ni
siquiera estamos involucrados, en lugar de por no ser una buena pareja.
Éramos una gran pareja. Nuestro final, en contraste, aún parece
muy abrupto e incompleto.
Alrededor de una semana después de que Dane se marche, me
mudo de mi apartamento a la casa de Ami. Ami no quiere estar
particularmente sola, y funciona para mí también: me gusta la idea de
ahorrar dinero para comprarme mi propia casa o tener algo extra en el
banco para alguna aventura una vez descifre qué tipo de aventura
quiero tener. Veo todas esas posibilidades desplegándose ante mí —
carrera, viajes, amigos, geografía— y a pesar de que las cosas sean
alocadas, duras y desastrosas, no creo que jamás me haya gustado a
mí misma tanto como ahora. Es un sentimiento tan extraño el de estar
orgullosa solo porque estoy cuidando de mí y de los míos. ¿Es así como
se siente madurar?
Ami está tan extraña y constitucionalmente firme que una vez que
Dane recoge sus cosas del garaje y oficialmente se muda, parece estar
mayormente bien. Es casi como si el hecho de saber que es una basura
fuera suficiente para superarlo. El divorcio no parece como si se lo fuese
a pasar salvajemente bien, pero sigue adelante a través de su lista de
cosas por hacer en el divorcio con la misma determinación con la cual
envió miles de boletos de lotería para ganar la luna de miel.
—Mañana cenaré con Ethan —dice de la nada mientras cocino
unos panqueques para la cena. Volteo uno torpemente, y se dobla por
la mitad con masa goteando del borde de la sartén.
—¿Por qué harías eso?
—Porque me lo pidió —dice, como si fuera obvio—, y noto que se
siente mal. No lo quiero castigar por los pecados de Dane.
Le frunzo el ceño.
—Muy amable por tu parte, pero sabes que podrías seguir
castigando a Ethan por los pecados de Ethan.
—Él no me ha hecho daño. —Ami se para para rellenar su vaso
de agua— Te hizo daño a ti, y estoy segura de que quiere enmendar el
error también, pero eso es entre ustedes dos, y tienes que contestar sus
llamadas primero.
—No tengo que hacer nada que involucre a Ethan Thomas.
El silencio de Ami deja que mis palabras hagan eco sobre mí, y
me doy cuenta de cómo suenan. Tan despiadadas, pero… familiares.
No me había sentido como esa versión de mí misma en mucho tiempo,
y no me gusta.
—Bueno, —rectifico— dime cómo va la cena, y decidiré si se
merece una llamada.

•••

POR LO QUE ME DOY CUENTA, Ami y Ethan se lo pasaron


genial en la cena. Él le enseñó fotos de nuestro viaje a Maui, asumió
una suficiente cantidad de culpa por el anterior comportamiento de
Dane, y en general, la cautivó inconscientemente.
—Sí, ser encantador en cenas se le da muy bien. —le digo
descargando el lavavajillas agresivamente— ¿Recuerdas lo de los
Hamilton en Maui?
—Me contó sobre eso. —dice Ami, y ríe— Algo sobre que le
invitaron a un club donde se miran los labios vaginales con espejos. —
Bebe de su copa de vino— No pedí ninguna aclaración. Te echa de
menos.
Trato de pretender como si eso no me emocionara en lo absoluto,
pero estoy segura de que mi hermana ve a través de la mentira.
—¿Le echas de menos? —pregunta.
—Sí. —No tiene sentido mentir— Mucho. Pero le abrí mi corazón,
y él lo pisoteó.
—Cierro el lavavajillas y me inclino contra la encimera para
encararla—. No estoy segura de sí soy el tipo de persona que se puede
abrir de nuevo.
—Creo que lo eres.
—Pero si no lo soy, —digo— entonces eso significa que soy
inteligente, ¿verdad?
Ami me sonríe, pero con su nueva y contenida sonrisa, y eso me
rompe un poco. Dane mató algo en ella, su optimismo, su luz inocente,
y eso me hace querer gritar. Y luego la ironía me golpea: no quiero dejar
que Ethan me vuelva cínica otra vez. Me gusta mi nueva luz optimista e
inocente.
—Quiero que sepas que estoy orgullosa de ti. —dice— Veo todos
los cambios que estás haciendo.
Mi vida se siente como si fuera mía de nuevo, sin embargo, no
sabía que necesitaba que ella lo supiera. Tomo su mano, dándole un
pequeño apretón.
—Gracias.
—Ambas estamos madurando. Haciendo responsables a algunas
personas por sus elecciones, dejando que otras arreglen las suyas… —
deja escapar la frase y me da una pequeña sonrisa. Muy sutil, Ami.
—¿No sería extraño para ti si Ethan y yo regresáramos? —
pregunto.
Sacude la cabeza y rápidamente bebe otro trago de vino antes de
decir—: No, de hecho, me haría sentir como si todo lo que ha pasado
estos últimos tres años hubiese sido por una razón. —Desvía la mirada,
casi como si no quisiera admitir lo que sigue, pero no pudiera evitarlo—
Siempre querré que haya una razón para eso.
Sé que ahora es una pérdida de tiempo andar buscando razones,
o destino, o suerte. Pero definitivamente he llegado a aceptar mis
decisiones durante el mes pasado, y voy a tener que descifrar cuál debo
elegir en lo que respecta a Ethan.
¿Debo perdonarlo, o debo dejarlo ir?

•••

LA NOCHE EN LA QUE UNA ELECCIÓN se pone directamente


frente a mí, lo terriblemente inesperado pasa: estoy felizmente
trabajando durante el turno de noche cuando Charlie y Molly Hamilton
se sientan en mi sección.
No puedo culpar a la recepcionista, Shellie, porque ¿Cómo
hubiera sabido que esta sería quizá la cena más incómoda que podría
haberme dado? Pero cuando me acerco a la mesa y alzan la vista,
caemos en un silencio muerto.
—Oh. —digo— Hola.
El señor Hamilton tiene que mirar dos veces por encima del menú.
—¿Olive?
Disfruto trabajar como camarera mucho más de lo que esperaba,
pero admito que no disfruto de la pequeña crispación que hace su
hombro cuando se da cuenta de que no vengo a la mesa solo a saludar,
sino que de hecho voy a servirles su cena. Esto será incómodo para
todos.
—Señor Hamilton, señora Hamilton, me alegro de verlos. —
Sonrío, asintiendo a ambos. Por dentro, estoy gritando como una mujer
perseguida por una motosierra en una película de terror— Se supone
que les atenderé esta noche, pero me imagino que todos nos
sentiríamos más cómodos si los acomodo en la sección de otra persona.
El señor Hamilton me ofrece una generosa sonrisa relajadamente.
—Estoy de acuerdo si tú también lo estás, Olive. Ah, pero este es
el giro inesperado: yo no lo estoy. Molly lo mira con sus cejas arqueadas.
—Creo que lo que está intentando decir que estaría más cómoda
si no tiene que servir al hombre que la despidió en su primer día de
trabajo.
Me quedo ojiplática. ¿Está Molly en el equipo Hamilton o en el
equipo Olive?
La sonrío de nuevo, después a él, batallando para mantener un
poco de distancia profesional.
—Solo tomará un momento reubicarlos. Tenemos una hermosa
mesa junto a la ventana para ustedes.
Con pinchazos por todo mi cuello, y el siseo de Molly «¿Estás
satisfecho ahora, Charles? ¡Aún sigues tratando de llenar esa vacante!»
haciendo eco en mi oído, me apresuro hacia Shellie, le comento la
situación, y rápidamente reorganiza algunas reservaciones.
Cuando les cambian de sitio y les dan un aperitivo gratis, dejo salir
un gran suspiro. ¡Bala esquivada!
Pero después regreso a mi sección para encontrar que Ethan
Thomas se ha sentado en la mesa en su lugar.
Está solo y lleva una llamativa camisa hawaiana con una vibrante
guirnalda de plástico, y cuando me aproximo a la mesa, boquiabierta,
me doy cuenta de que ha traído su propio vaso: una copa de cóctel de
plástico con una pegatina gigante de $1.99 en ella.
—Por el amor de dios, ¿qué estoy viendo? —pregunto, consciente
de que al menos la mitad de los comensales y la mayoría del personal
del restaurante nos están mirando.
Es casi como si todos supieran que él estaría aquí.
—Hola, Olive —dice tranquilamente—. Yo, um… —Ríe, y verlo
nervioso me provoca una ondulante sensación protectora—. Me
preguntaba si sirven mai tais aquí.
Digo la primera cosa se me viene a la cabeza.
—¿Estás borracho?
—Estoy tratando de hacer un buen gesto. Por la persona correcta.
¿Recuerdas cuando bebimos deliciosos mai tais? —Asiente hacia la
copa.
—Por supuesto que me acuerdo.
—Ese día, creo, fue el día que me enamoré de ti.
Volteo para ver a Shellie, pero ella no nota mi mirada. El personal
de la cocina se desliza de nuevo hacia esta. David pretende estar
distraído con algo en el iPad cerca de las jarras de agua, y si no lo
conociera mejor, pensaría acabo de ver un destello del cabello oscuro
de Ami recorriendo velozmente el pasillo hacia el baño.
—¿Te enamoraste de mí? —susurro, pasándole un menú en un
intento patético de hacer como si no hubiera nada que ver.
—Lo hice. —dice— Y te echo muchísimo de menos. Quería
decirte cuánto lo siento.
—¿Aquí? —pregunto.
—Aquí.
—¿Mientras trabajo?
—Mientras trabajas.
—¿Solo vas a repetir todo lo que digo?
Trata de controlar su sonrisa, pero puedo ver cuánto esta
conversación lo está animando por dentro.
Intento pretender que no me pasa lo mismo. Ethan está aquí.
Ethan Thomas está haciendo un buen gesto vestido en una camisa
horrenda con una copa falsa de mai tai. Le está tomando a mi cerebro
un poco de tiempo emparejarse con mi corazón, el cual en este
momento está martillando fuertemente bajo mi esternón.
De hecho, está latiendo tan fuerte que mi voz tiembla.
—¿Te coordinaste con los Hamilton para provocar un mayor
efecto?
—¿Los Hamilton? —pregunta, y se gira siguiendo mi mirada hasta
su mesa— ¡Oh! —Agachándose, eleva la mirada hacia mí, sus ojos
abiertos con diversión. Como si pudiera esconderse con esa camisa.
Oh, Ethan.
—Guau —susurra—. ¿Están aquí? Es… una coincidencia. E
incómodo.
—¿Es incómodo? —Lo miro refiriéndome a su brillante camisa y
su copa verde fosforescente en el medio del elegante y silencioso
comedor del Camelia.
Pero en vez de lucir avergonzado, Ethan se endereza, bramando
un silencioso—: ¿Oh, estás preparada para lo incómodo? —Se alza y
empieza a desabotonar su camisa.
—¿Qué estás haciendo? —siseo—. ¡Ethan! Mantén tu ropa...
Se encoge de hombros, sonriendo, y las palabras de inmediato
desaparecen. Porque debajo de su camisa hawaiana lleva un top sin
mangas verde brillante que me recuerda fuertemente a…
—Dime que no es eso —digo, dejando salir una cruel y fuerte
carcajada que no estoy segura de ser lo suficientemente grande para
contenerla.
—Era de Julieta —confirma Ethan, y baja la mirada hacia su
pecho—. Lo hicimos con su vestido. El tuyo está, presuntamente,
todavía intacto en tu armario.
—Lo quemé. —le contesto, y él me mira como si fuera a protestar
fuertemente por esa decisión— Bien, de acuerdo, no lo hice. Planee
hacerlo. —No puedo evitar estirarme para tocar el escurridizo satén—.
No sabía que estabas encariñado con él.
—Por supuesto que lo estoy. Lo único mejor que tú en ese vestido
eres tú quitándotelo. —Ethan se levanta, y ahora todos están mirándolo
en serio. Es alto, atractivo, y lleva un top brillante que deja poco a la
imaginación. Ethan está muy en forma, pero aun así…
—De veras es un color horrible —digo.
Ríe cautivado—. Lo sé.
—Ya, dice mucho que si ni siquiera alguien tan lindo como tú
pueda lucirlo. Veo como su sonrisa se vuelve intensa y seductora.
—¿Crees que soy lindo?
—De forma asquerosa.
Ríe ante eso, y el amor que le tengo a esa sonrisa en esa cara
envía verdaderamente una punzada aguda a través de mi pecho—.
Lindo de forma asquerosa. Bien.
—Eres el peor —gruño, pero estoy sonriendo y no me hecho atrás
cuando desliza su mano por mi cadera.
—Tal vez, —concuerda— pero ¿recuerdas lo que te dije sobre mi
centavo? ¿Que no es tanto que el centavo por sí mismo traiga suerte,
sino que me recuerda buenos momentos? —Señala a su camisa y
menea las cejas—. Te quiero de vuelta. Olivia.
—Ethan —susurro, y desvió la mirada a mi alrededor, sintiendo
aún la presión de la atención de todos sobre nosotros. Este momento
está comenzando a sentirse como a una reconciliación, y por mucho
que mi corazón, mis pulmones y mi parte intima estén de acuerdo con
eso, no quiero darle vueltas al verdadero problema aquí, lo que hizo al
ignorar mi honestidad no estuvo bien—. Me hiciste mucho daño.
Teníamos una rara y grandiosa honestidad, y entonces cuando
pensaste que estaba mintiendo, fue realmente duro.
—Lo sé. —Se inclina para que sus labios estén justo cerca de mi
oído—. Debí haberte escuchado. Debí haber escuchado mis propios
instintos. Me voy a sentir como una mierda por esto por mucho tiempo.
Hay dos respuestas en mí. Una es un alegre «Está bien entonces,
¡hagamos esto!» y la otra es un temeroso «Ni de coña». La primera se
siente fresca y luminosa, la segunda se siente cómoda, familiar y
segura. Por muy bien que se sienta ser precavida, y poner en peligro el
aburrimiento y la soledad sobre un corazón roto, particularmente ya no
quiero lo cómodo y seguro.
—Supongo que te mereces otra oportunidad —le digo, solo a unos
centímetros de su beso—. Das masajes buenísimos.
Su sonrisa descansa sobre la mía y todo el restaurante estalla.
Todo a nuestro alrededor; personas se levantan de sus sillas y levantan
la vista, dándome cuenta de que los hombres de la esquina eran papá
y Diego con pelucas, y las mujeres del fondo eran mamá, tía María,
Ximena, Jules y Natalia, La mujer del pasillo del baño realmente era
Ami, y el restaurante está lleno de mi familia, los cuales están de pie
aplaudiendo como si yo fuera la mujer más suertuda del mundo. Y tal
vez lo soy.
Mirando por encima, veo a los Hamilton cerca de la ventana, de
pie aplaudiendo también. Sospecho que no vinieron porque sí esta
noche —que Ami los trajo aquí para que pudieran ver que lo que
padecieron con nosotros en Maui resultó algo duradero entre Ethan y
yo— pero al fin y al cabo no importa.
Creo que nunca hubiera imaginado la felicidad así.
Suerte, destino, determinación; sea lo que sea, lo quiero. Tiro de
Ethan hacia mí, sintiendo el resbaladizo top bajo mis manos y mi risa
haciendo eco en nuestro beso.
Epilogo

Dos años después


Ethan

—Está inconsciente, compadre.


—¿Está babeando?
—Es un lindo durmiente. Pero, guau, se duerme muy profundo.
Apuesto a que la gente dibujaba sobre su cara en la universidad.
—Normalmente no tan profundo —Una pausa. Intento abrir mis
ojos, pero la neblina del sueño sigue siendo muy pesada—. Estoy
tentada a lamer su cara para despertarlo. ¿Estaría mal?
—Sí.
Muchos han dicho que mi novia y su hermana son tan parecidas
que incluso sus voces suenan igual, pero después de dos años con ella,
puedo distinguir la voz de Olive fácilmente. Ambas voces son suaves,
con acento casi imperceptible, sin embargo, la de Olive es más ronca,
ligeramente rasposa en las orillas, como si no la usara mucho. Siempre
la que escucha con la mayoría de la gente; la observadora.
—¿Lucas? —Es la voz de Ami de nuevo, ondeante y lenta, como
si viniera del agua—. ¿Si fuera necesario podrías cargarlo fuera del
avión?
—Lo dudo.
Me sacuden sacudido. Una mano va hacia mi hombro,
deslizándose desde mi cuello a mi mejilla—. Ethannnnn. Aquí tu
paaaaadre. Estamos aterrizaaaaando.
En realidad no es mi padre; es Olive, hablando a través de su puño
directamente en mi oído. Parpadeando me saco a mí mismo del sueño
con un gran esfuerzo. El asiento frente a mí se enfoca borrosamente; la
superficie de mis ojos se siente melosa.
—¡Vive! —Olive se inclina hacia mi campo de visión, y sonríe—.
Hola.
—Hola. —Levanto una mano con pesadez y me froto la cara,
intentando aclarar la niebla.
—Estamos casi en el suelo —dice ella.
—Juro que me acabo de quedar dormido.
—Hace ocho horas —me dice—. Sea lo que sea lo que el doctor
Lucas te haya dado ha funcionado bien.
Me inclino hacia delante, mirando más allá de Olive en el medio y
de Ami en el pasillo hasta donde está el nuevo novio de Ami (y mi amigo
de toda la vida y médico, Lucas Khalif) sentado en el otro asiento del
pasillo.
—Creo que me diste la dosis de un caballo.
Él alza su barbilla.
—Eres un peso ligero.
Me recuesto de nuevo en mi asiento, preparándome para cerrar
mis ojos de nuevo, pero Olive me alcanza, girando mi cara a la ventana
haciéndome mirar. La vista me deja sin aliento; la intensidad de los
colores es como una bofetada. Me perdí esto la primera vez que vinimos
a Maui, pasando el vuelo entero fingiendo no mirar a los pechos de Olive
a través de mi neblina de ansiedad, pero bajo nosotros, el Océano
Pacífico es un zafiro, descansando en el horizonte. El cielo es tan azul
que es casi fluorescente; solo un puñado de nubes débiles son lo
suficientemente valientes para bloquear la vista.
—Hostias —exclamo.
—Te lo dije. —Se inclina, besando mi mejilla—. ¿Estás bien?
—Grogui.
Olive levanta el brazo y pellizca mi oreja.
—Perfecto, porque lo primero es un chapuzón en el océano. Eso
te despertará.
Ami baila en su asiento, y miro a mi novia mientras percibe la
reacción de su hermana. El entusiasmo de Ami es contagioso pero la
de Olive es casi cegadora. Por un tiempo las cosas fueron difíciles para
ella tras perder su trabajo, pero eso también le dio una claridad que
nunca ha tenido antes. Se dio cuenta de que, aunque amara la ciencia,
no le gustaba especialmente su trabajo. Mientras servía mesas en el
Camelia, trabajó para una mujer que dirigía un centro de defensa de la
salud sin ánimo de lucro. Después de una larga comida salpicada de
intensas y entusiastas conversaciones mientras Olive trabajaba en el
turno de noche, Ruth contrató a Olive como su coordinadora de
educación comunitaria, encargada de hablar sobre la ciencia detrás de
las vacunas en colegios, grupos de la iglesia, comunidades de jubilados
y empresas. Ahora puede ponerse en plan friki con la vacuna de la gripe
por todo el Medio Oeste.
Cuando descubrió donde sería este año la conferencia de invierno
de Conciencia Nacional de Salud Comunitaria (Maui) supimos que era
el destino: le debíamos a Ami un viaje a la isla.
El mecanismo de aterrizaje baja; el avión recorre la línea de costa
y luego se desplaza sobre el exuberante paisaje de la isla. Bajo la
mirada hacia mi fila para ver a Ami al otro lado del pasillo tomando la
mano de Lucas. Es apropiado que su primera vez en Maui sea con
alguien que la adore con tanta devoción como ella.
Y es apropiado que esta vez que Olive y yo nos dirigimos a Maui,
tenga un anillo de verdad en mi bolsillo.

•••
DÍA DOS Y COSTÓ UN POCO convencer a Ami de que aceptara
hacer tirolesa. Para empezar, no era gratis. Y, además, hacer tirolesa
requiere básicamente saltar de una plataforma, confiar en el arnés, y
volar a través del aire con la esperanza de que realmente haya una
plataforma al otro lado. Para una mujer como Ami, a quien le gusta
mantener el control sobre todas las variables posibles en un momento
dado, la tirolesa no es ideal.
Pero es una de las pocas cosas que Olive y yo no conseguimos
hacer en nuestro primer viaje, y mi novia no acepta un no por respuesta.
Buscó el mejor lugar, compró las entradas, y ahora nos lleva a la
plataforma para nuestro primer salto con un movimiento de mano
sensato.
—Acérquense —dice.
Ami se asoma al borde de la plataforma e inmediatamente da un
paso atrás.
—Guau. Está alto.
—Eso es algo bueno. —Olive la tranquiliza—. Sería mucho menos
divertido hacer esto desde el suelo.
Ami la mira sin expresión alguna.
—Mira a Lucas —dice Olive—. Lucas no está asustado.
Se da cuenta de que es centro de toda nuestra atención mientras
se está ajustando en el arnés.
Lucas la saluda de manera casi imperceptible, pero yo ladeo la
cabeza.
—Es probable que Lucas no tenga miedo porque Lucas hace
paracaidismo a menudo.
—Se supone que estás en mi equipo —gruñe Olive—. El equipo
«Escucha a Olive porque será divertido, joder».
—Siempre estoy en ese equipo. —Hago una pausa y le dedico
una sonrisa triunfante—. Pero ¿es buen momento para sugerir un
nombre de equipo mejor, o no?
Me intimida con la mirada y yo reprimo una sonrisa, porque si
ahora le dijese que, con esos pantalones cortos azules, ese top sin
mangas blanco, el arnés azul y el casco amarillo que le han dado se
parece a Bob el Constructor, me asesinaría con sus propias manos y
me daría como alimento a las criaturas del suelo del bosque.
—Mira, Ami —dice con la boca curvada en una sonrisa
deleitada—, yo iré primero.
El primer descenso está 15 metros sobre un barranco con una
plataforma a 50 metros de distancia. Dos años atrás, Olive hubiese
esperado hasta que todos estuvieran a salvo al otro lado antes de tomar
su turno, segura de que su mala suerte quebraría el cable o rompería la
plataforma y acabaría con todos nosotros estampados contra el suelo
del bosque. Pero ahora veo cómo se coloca detrás de la verja, sigue las
instrucciones de esperar hasta que su cuerda esté amarrada a las
poleas, y entonces baja a la plataforma. Duda por solo un momento
antes de coger carrerilla, saltar y navegar (gritando) a través de las
copas de los árboles.
Ami la ver partir.
—Es tan valiente.
No lo dice como una epifanía; solo lo dice como un hecho, algo
que todos hemos sabido siempre de Olive, una cualidad natural. Y
claramente es verdad, pero estas pequeñas verdades, finalmente
dichas en voz alta, son diminutas y perfectas revelaciones que caen
como joyas sobre las palmas de Olive.
Así que, aunque Olive no lo oiga, sigue siendo genial ver a Ami
maravillada, cuidando de su hermana gemela, como si siguiese
descubriendo cosas de esta persona, a quien conoce tan bien como a
su propio corazón.
•••

LA ÚLTIMA TIROLESA DEL día es la más grande de Hawaii, con


casi 900 metros entre las plataformas. Lo mejor es que hay dos cables
en paralelo y podemos bajar en grupo. Mientras subimos, le recuerdo
dónde colocar las manos y que doble sus muñecas en la dirección
opuesta a la que quiera girar.
—Y recuerda, aunque estemos uno al lado del otro, es probable
que llegue más rápido ya que peso más.
Se detiene y alza la mirada.
—Vale, señor Isaac Newton, no necesito una lección.
—¿Una qué? No te estaba dando ninguna lección.
—Me estabas explicando cómo funciona la fuerza de la gravedad
con actitud paternalista.
A punto de replicarle, levanta las cejas diciendo «Piensa antes de
hablar» y me hace reír. No está equivocada.
Me inclino y beso la coronilla de su casco amarillo.
—Lo siento.
Arruga la nariz y mis ojos siguen el movimiento. Sus pecas son lo
primero que noté de ella. Ami tiene unas pocas, pero Olive tiene doce,
esparcidas por el puente de su nariz y sobre sus mejillas. Antes de que
nos conociéramos tenía una vaga idea de cómo se veía (obviamente
sabía que era la hermana gemela de la novia de Dane) pero no estaba
preparado para las pecas y la manera en la que se movían con su
sonrisa, o cómo la adrenalina invadió mis venas cuando dirigió esa
sonrisa hacia mí y se presentó.
No volvió a sonreírme así por años.
Su pelo se ha rizado por la humedad y se está soltando de la
coleta; e incluso vestida como Bob el Constructor, sigue siendo la cosa
más hermosa que he presenciado en mi vida.
Hermosa, pero también muy desconfiada.
—Esa disculpa ha sido más fácil de sacar de lo que esperaba.
Recorro con mi pulgar un mechón de su cabello rebelde y lo aparto
de su cara. No tiene ni idea de qué buen humor tengo ahora. Me está
costando encontrar el momento adecuado para pedir su mano, pero
cada segundo que pasa lo disfruto más que el anterior; eso dificulta
elegir cómo y cuándo hacer esto.
—Siento decepcionarte —digo—. A ti y a tu vicio por las
discusiones. Pone los ojos en blanco levemente sonrojada y se gira
hacia el grupo.
—Cállate.
Me muerdo los labios para reprimir una sonrisa.
—Deja de poner esa cara.
Me río.
—¿Cómo sabes que estoy poniendo esa cara? Ni siquiera me
estás mirando.
—No te tengo que mirar para saber que estás poniendo esa cara
de embobado con ojos de corazones.
Me inclino para susurrarle al oído—: Quizá estoy poniendo esa
cara porque te amo, y me gusta cuando me discutes. Puedo enseñarte
cuánto me gusta cuando regresemos al hotel.
—Váyanse a la habitación. —Ami comparte una mirada
compasiva con Lucas pues está atado a la polea.
Pero entonces se gira y su mirada se encuentra con la de Olive a
través de la plataforma. No necesito entender el secreto de la telepatía
gemela para saber que Ami no solo está feliz por su hermana, está
eufórica. Ami no es la única que piensa que Olive se merece cada pizca
de dicha que este mundo tenga para ofrecerle. Ver a esa pequeña e
ingeniosa mujer romperse, derretirse o iluminarse como una
constelación me da la vida.
Ahora tengo que lograr que acepte casarse conmigo.

•••

CREO HABER ENCONTRADO MI momento cuando tras cuatro


noches estamos viendo una puesta de sol tan surrealista que se siente
como si estuviese generada por un ordenador. El cielo es como un
helado de capas color pastel; el sol parece reacio a desaparecer por
completo, y es una de esas secuencias perfectas dónde puedes verlo
disminuir de tamaño lentamente hasta que no queda más que un
diminuto punto de luz y entonces… puf. Ha desaparecido.
Justo en ese momento cojo mi teléfono y Olive y yo nos hacemos
una selfie en la playa. El cielo es de un tranquilizador tono azul púrpura.
Su pelo vuela alrededor de su cara y ambos estamos un poco
achispados. Nuestros pies están desnudos, los dedos cavando en la
cálida arena, y la felicidad en nuestra expresión es palpable. Es una foto
de la hostia.
Bajo la mirada para mirarla, un poco mareado. Estoy tan
acostumbrado a ver nuestras caras juntas, tan acostumbrado a cómo
encaja en mi hombro. Me encantan sus ojos, su piel, su sonrisa. Me
encantan nuestros momentos, tanto los salvajes como los tranquilos.
Me encanta discutir, follar y reír con ella. Me encanta lo fácil que es estar
uno al lado del otro. Me he pasado los últimos días agonizando sobre
cuándo pedirle matrimonio, pero se me ocurre hacerlo ahora: en este
sitio tranquilo, donde solo estamos nosotros, la noche perfecta. Ami y
Lucas están bordeando la playa, caminando sobre las olas que lamen
sus pies, y se siente como si ese pequeño trozo de arena fuera
enteramente nuestro. Me giro hacia ella; mi corazón truena en mi
interior.
—Eh, tú.
Sonríe hacia el teléfono quitándomelo.
—Esto es tan bonito.
—Lo es. —Tomo aire con fuerza, sosegándome.
—Ponle título a esta foto —dice, ajena a mi caos interno, mi
preparación mental para uno de los momentos más importantes de mi
vida.
—Um… —digo, lanzándome un poco, pero pensando mientras le
sigo el juego. Y entonces estalla en carcajadas.
—Ya lo tengo: ¡Ha dicho que sí! —Se reclina sobre mí
desternillándose de risa—. Oh, dios mío, esta es una buena foto, pero
estas son exactamente las fotografías vacacionales que la gente en
Minnesota pone enmarcada con conchas sobre la repisa de la chimenea
para recordar el sol cuando están en lo más profundo del invierno. —
Me devuelve el teléfono—. ¿Cuántos minesotanos crees que se habrán
prometido en la playa? ¿El ochenta por ciento? ¿El noventa? —
Sacudiendo la cabeza me sonríe—. Qué total…
Y entonces se detiene, su mirada recorriendo mi cara. Siento
como si un tubo de algodón se hubiera atorado en mi garganta. Olive se
tapa la boca con la mano mientras se da cuenta con los ojos abiertos
como platos.
—Oh. Mierda. Oh, Ethan. Oh, mierda.
—No, está bien.
—No lo ibas a hacer, ¿verdad? ¿Soy tan gilipollas?
—Yo… pero no. Yo no… no lo es. No te preocupes.
Me mira boquiabierta, con los ojos muy abiertos por el pánico
cuando queda claro que su sarcasmo no estaba tan lejos de la realidad.
—Soy tan imbécil que te he roto el cerebro.
No sé si divertirme o desanimarme por haber destruido este
intento de pedirle matrimonio. Parecía el momento perfecto; sentí que
estábamos en la misma onda y luego... no. Ni siquiera un poco.
—Ethan, lo sien…
—Ollie, está bien. No sabes lo que iba a decir. Crees que lo sabes,
pero no. — Basándome en su mirada insegura, agrego—: Confía en mí.
Todo está bien.
Me inclino y la beso, intentando que lo deje ir al morder
gentilmente su labio inferior, un gruñido que la hace ablandarse,
abriendo su boca para dejarme sentirla. Se intensifica hasta que los dos
estamos un poco sin aliento, con ganas de llevarlo al siguiente nivel
donde nos quitamos la ropa y los cuerpos se unen, pero, aunque está
oscureciendo, la playa no está tan oscura o vacía.
Cuando me aparto y le sonrío como si todo estuviera bien, puedo
sentir el escepticismo persistente en su postura, cómo se contiene con
cuidado como si no quisiera hacer un movimiento equivocado. Aunque
Olive sepa que iba a pedirle matrimonio, todavía no ha dicho nada como
«Ya sabes que diría que sí», o «Estaba deseando que me lo pidieras»,
así que tal vez es algo bueno que no logre decir las palabras. Sé que su
opinión del matrimonio se ha visto dañada por sus padres y por Ami y
Dane, pero también me gusta pensar que he cambiado sus opinión
sobre los compromisos a largo plazo. Estoy locamente enamorado de
ella. Quiero esto —quiero casarme con ella— pero tengo que aceptar
que la realidad es que ella no quiere, y que podemos vivir igual de felices
para siempre sin una ceremonia que nos ate.
Dios, mi cerebro es una batidora de repente.
Se reclina sobre la arena, apartándome suavemente para poder
enroscarse en su lado, con su cabeza sobre mi pecho.
—Te amo —dice simplemente.
—Yo también te amo.
—Sea lo que sea lo que fueses a decir…
—Mi amor, déjalo estar.
Se ríe y besa mi cuello.
—Vale. Bien.
Necesitamos un nuevo tema, algo que nos ayude a alejarnos de
este fracaso.
—Realmente te gusta Lucas, ¿no? —pregunto. Ami ha tardado
casi un año en comenzar a conocer a gente de nuevo tras el divorcio.
Dane mantuvo la esperanza de que ella lo perdonara y que pudieran
resolver las cosas, pero no la culpé por no querer intentarlo. Con todo
esto mi hermano no solo perdió la confianza de Ami; perdió también la
mía. Las cosas entre nosotros han mejorado lentamente, pero todavía
tenemos un largo camino por recorrer.
—Me gusta. Él es bueno para ella. Me alegro de que los hayas
presentado.
Nunca pensé que Olive recibiría de buena manera a otro chico en
la vida de su hermana. Al principio fue protectora, pero una noche,
durante una cena, Lucas — médico, buscador de aventuras y padre
enviudado del niño de cuatro años más adorable que he visto jamás—
se la ganó.
—¿Ethan? —dice en voz baja, dejando una ristra de pequeños
besos en mi cuello y en mi mandíbula.
—¿Hmm?
Contiene el aliento y lo deja salir con una exhalación temblorosa.
—El otro día vi un vestido feísimo.
Espero a que continúe, ciertamente confuso, pero finalmente hago
que siga—: Créeme, estoy fascinado. Cuéntame más.
Se ríe pellizcando mi cintura.
—Escucha. Era de un naranja horrendo. ¿Un tanto peludo? Como,
terciopelo, pero no. Algo entre terciopelo y fieltro. Tercieltro.
—Esta historia solo va a mejor.
Riendo de nuevo, pega los dientes contra mi mandíbula.
—Estaba pensando que podríamos comprarlo para Ami. Como
venganza.
Giro mi rostro hacia el de ella. De cerca, ella solo tiene rasgos
individuales: enormes ojos marrones, gruesos labios rojos, pómulos
altos, nariz suavemente arqueada.
—¿Qué? —Pone los ojos en blanco y gruñe. Cuando habla, veo
su valentía; es la misma Olive que saltó ciegamente de una plataforma
para navegar por el bosque—. Estoy diciendo que… quizá si nos
casáramos ella tendría que llevar el vestido feo esta vez.
Atónito, todo lo que consigo decir es—: ¿Quieres casarte?
De repente, insegura de sí misma, Olive se aleja.
—¿Tú no?
—Si. Totalmente. Absolutamente. —Me tropiezo con mis
palabras, acercándola de nuevo a mí—. No pensé... Por lo de antes…
Pensé que tú no...
Me mira directamente, con la barbilla levantada.
—Sí, quiero.
Olive se desliza sobre mí, ahuecando mi cara.
—Creo que la broma de antes fue totalmente freudiana. Pensé
que tal vez lo harías. Pero hemos estado aquí unos días y no lo hacías.
Y luego pensé, ¿por qué no hacerlo yo? No hay un reglamento que diga
que tenga que ser el hombre.
Me meto la mano en el bolsillo y saco la pequeña caja.
—Es cierto... no tengo que ser yo, y puedes arrodillarte para
pedírmelo, pero para que lo sepas, no creo que este anillo me entre.
Ella chilla, poniéndose de rodillas para tomar la caja.
—¿Para mí?
—Quiero decir, solo si lo quieres. Puedo pedírselo a alguien más
si tú...
Olive me empuja riendo. Si no me equivoco, sus ojos están un poco
llorosos. Abre la caja y se tapa la boca cuando ve el delicado aro forrado
con un halo de diamantes, la piedra esmeralda acunada en el centro.
Lo admito, estoy orgulloso de mí mismo... Es un anillo bastante bueno.
—¿Estás llorando? —pregunto con una sonrisa. Sacar emociones
intensas y positivas de esta mujer me hace sentir como un dios.
Pero, por supuesto, Olive nunca admitiría llorar de felicidad.
—No.
La miro con los ojos entrecerrados.
—¿Estás segura?
—Si. —Intenta aclarar sus ojos con valentía.
—Quiero decir. —Me inclino para mirarla más de cerca—. Pareces
estarlo.
—Cállate.
Beso la comisura de su boca suavemente.
—¿Quieres casarte conmigo, Oscar Olivia Torres? Sus ojos se
cierran y una lágrima se escapa.
—Si.
Beso el otro lado de su boca con una sonrisa y luego deslizo el
anillo en su dedo.
Ambos bajamos la mirada para observarlo.
—¿Te gusta?
Su voz tiembla.
—Um. Si.
—¿Eres normalmente mejor conversadora con el resto que
conmigo?
Ella se ríe y se lanza hacia mí. La arena sigue tibia bajo mi
espalda; este pequeño haz de fuego calienta todo mi pecho y me echo
a reír también. Qué propuesta tan ridícula, tonta y llena de errores.
Fue absolutamente perfecta.
Agradecimientos

Ahhh, ¡qué viaje más divertido! Ningún libro es fácil de escribir,


pero, aunque este no lo ha sido, sí que fue un completo desmadre. Una
de las mejores cosas de escribir en equipo es la oportunidad que
tenemos de hacernos reír los unos a los otros. The Unhoneymooners
me ofreció muchas oportunidades, lo que significa que los días haciendo
el borrador nos los pasamos riendo frente a la pantalla del ordenador.
Nada mal para una jornada de trabajo.
Siempre nos damos permiso para hacer rápidamente el borrador,
editar después, y en parte es así porque es más fácil arreglar que crear.
Pero en realidad, tenemos el lujo de trabajar así porque tenemos
editores fantásticos. Kate Dresser y Adam Wilson; ambos sois
increíblemente buenos en esto. Gracias por siempre asegurar que
nuestros libros sean lo más buenos posibles y por ser personas
divertidas y de buen corazón en el proceso. Lo decimos siempre, pero
nos sentimos muy afortunadas de poder hacer esto con ustedes.
Nuestra agente es Holly Root y es la mejor de entre las mejores:
inteligente, intuitiva, sensata y totalmente encantadora. Gracias, Holly,
por los últimos ocho años siendo nuestra ninja.
Gracias a nuestra preciosa representante de relaciones públicas,
Kristin Dwyer. Lo has hecho tan bien, chica, que está empezando a
sentirse como si no te hiciéramos justicia, pero al final del día siempre
seguirá siendo cierto porque siempre lo haces bien. Cada vez mejor.
Gracias a nuestro equipo de Gallery Books: Carolyn Reidy, Jen
Bergstrom, Jen Long, Aimee Bell, Molly Gregory, Rachel Brenner, Abby
Zidle, Diana Velasquez, Mackenzie Hickey, John el del bigote Vairo,
Lisa Litwack, Laura Cherkas, Chelsea Cohen, la increíble fuerza de
ventas (te amamos) y cualquiera que haya ayudado a que nuestros
libros lleguen a las manos de los lectores. Estamos muy agradecidos
por cada uno de ustedes.
Muchas gracias a nuestros pre-lectores Yesi Cavazos, Arielle
Seleske, Gabby Sotelo y Frankie O’Connor, y también al grupo CLo &
Friends por ayudarnos en nuestra meta de escribir sobre una auténtica
familia mexicano-estadounidense. Su respuesta fue tan fantástica que
esperamos haberlos hecho sentir orgullosos. No hace falta decir que
cualquier equivocación o cualquier oportunidad perdida es totalmente
nuestra. ¡Son todos ustedes tan maravillosos!
A los libreros y bibliotecarios, ¡no todos los héroes llevan capa!
(Quiero decir, tal vez vendan libros mientras llevan capa, lo cual es
increíble, pero incluso si no lo hacen, siguen siendo los número 1 en
nuestro libro). Los libros son vida, son alimento para el cerebro, traen
alegría, alivio y conexión. Hacer lo que hacen y hacer que los libros que
aman lleguen a manos de los lectores es un gran regalo para el mundo,
y no tenemos palabras para expresar cómo les estamos agradecidos.
Para los blogueros, reseñadores, lectores: lo que tenemos es una
relación simbiótica. No podríamos hacer esto sin ustedes, y no hay un
día en el que no pensemos en esto. Gracias por su apoyo, ánimo y
tiempo dedicado a leer nuestras palabras. Cada vez que recomiendan
un libro nuestro a un amigo, a un ángel le salen alas. O a un cachorro
le frotan la barriga. O un erizo consigue un gusano. En pocas palabras:
cosas buenas suceden en el universo. Te amamos.
A nuestras familias: los amamos mucho, pero ustedes ya lo saben.
Lo que realmente necesitan escuchar es nuestro agradecimiento por
aguantarnos. Vivir con un escritor a menudo significa que le estás
haciendo una pregunta y están en la inopia, tratando de descubrir qué
demonios viene después en el libro. Lo manejas con elegancia y
paciencia (y también funciona para ti, porque trabajamos desde casa,
por lo que rara vez hay una excusa por la que no podamos cenar en el
Instant Pot).
Christina, este fue tu año. Tu voz, tu humor y tu capacidad para
desarrollar una historia: todo está de vuelta y listo para explotar todas
las cosas divertidas que quedan por venir. Sé que lo digo todo el tiempo,
pero estoy muy orgullosa de poder hacer esto contigo.
Lo, aún me sorprende tu forma de juntar las palabras. Hay veces
que leo algo que me enviaste y me encuentro mirando el ordenador,
preguntándome cómo narices se te ocurrió esa idea o frase. Si además
no supiera que eres la amiga más amorosa, generosa y leal de todos
los tiempos, realmente te odiaría hasta las entrañas. ¡Ja! Es broma. En
parte. Gracias por dejarme hacer esto contigo. Te quiero.
Sobre las autoras

Christina Lauren es el nombre combinado de las


compañeras/mejores amigas de hace muchos años, Christina Hobbs y
Lauren Billings, las autoras del New York Times, USA Today e
internacionalmente bestselling #1 de las series Beautiful Bastard y Wild
Season, My Favorite Half-Night Stand, Josh and Hazel’s Guide to Not
Dating, Love and Other Words, Roomies, Dating You / Hating You, y
Autoboyography.
Las puedes encontrar en línea como christinalaurenbooks.com,
@christinalauren en Instagram o @ChristinaLauren en Twitter.

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