Periodo de La Conquista

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PERIODO DE LA CONQUISTA

ANTESEDENTE

Cristóbal Colón descubrió el Nuevo Mundo para la Corona de Castilla en 1492.


Posteriormente, aventureros privados entraron en tratos con la Corona española para
conquistar las tierras recién descubiertas a cambio de ingresos fiscales y la potestad de
gobernarlas. En las primeras décadas después del descubrimiento de las nuevas tierras,
los españoles colonizaron el Caribe y establecieron un centro de operaciones en la isla de
Cuba. Tras escuchar rumores de las riquezas del Imperio azteca que se extendía por el
continente, al oeste de la isla, Hernán Cortés salió en 1519 con once naves para explorar la
costa mexicana. En 1520 un soldado español llegó a México con la viruela; como
consecuencia, epidemias devastadoras azotaron las poblaciones nativas de América. En
agosto de 1521, la capital azteca de Tenochtitlan había caído ya en manos de los
españoles. En menos de tres años desde la caída de Tenochtitlan, los españoles lograron
conquistar gran parte de México, extendiendo sus campañas por el sur hasta el istmo de
Tehuantepec. El territorio recién conquistado se convirtió en Nueva España, dirigida por
un virrey, quien respondía ante el rey de España a través del Consejo de Indias. Hernán
Cortés recibió informes de tierras ricas y pobladas en el sur y envió a Pedro de Alvarado a
explorar la región.

La conquista de Guatemala fue un conflicto que forma parte de la colonización española


de América en el territorio de lo que hoy es la república de Guatemala en América Central.
Antes de la conquista, este territorio comprendía varios reinos mesoamericanos, la
mayoría de los cuales pertenecía a la civilización maya. Muchos conquistadores vieron a
los mayas como «infieles» que necesitaban ser pacificados y convertidos a la fuerza al
cristianismo, sin tener en cuenta los logros de su civilización. El primer contacto entre los
mayas y los exploradores europeos se dio en el siglo XVI, cuando un barco español que
navegaba de Panamá a Santo Domingo naufragó en la costa este de la península de
Yucatán en 1511. En 1517 y 1519 siguieron varias expediciones españolas que tocaron
tierra en diferentes partes de la costa de Yucatán. La conquista española del territorio de

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los mayas fue un conflicto prolongado que duró casi dos siglos por la tenacidad de la
resistencia de los reinos mayas a su integración en el imperio español.

Pedro de Alvarado era un capitán español que se distinguió en la conquista de México por
su valor y su capacidad de mando, por lo que Hernán Cortés decidió enviarlo a conquistar
estas tierras y tratar de someterlas. Según Bernal Díaz del Castillo, Alvarado salió de
Tenochtitlán, México el 13 de noviembre de 1523, al frente de 300 soldados y numerosos
indios auxiliares tlaxcaltecas.

DENTRO DEL ALTIPLANO

La conquista de las tierras altas se vio dificultada por la multitud de entidades políticas
independientes en la región que los conquistadores habían de someter, en lugar de tener
que enfrentarse a un solo aunque poderoso enemigo, como había ocurrido en el centro de
México. Después de que los españoles conquistasen Tenochtitlan, capital de los aztecas,
en 1521, los kakchiqueles de Iximché enviaron emisarios a Hernán Cortés a declarar su
lealtad al nuevo gobernante de México. Es incluso posible que los k'iche' de Q'umarkaj
enviasen una delegación. En 1522, Cortés mandó a sus aliados mexicanos a explorar la
región de Soconusco, en las tierras bajas de Chiapas, donde se reunieron con nuevas
delegaciones mayas en Tuxpan, tanto de Iximché como de Q'umarkaj. En este encuentro
los emisarios de ambos poderosos reinos mayas declararon su lealtad al rey de España. No
obstante, pronto los aliados de Cortés en Soconusco le informaron de que los k'iche' y
kakchiqueles no cumplían con su palabra, sino que hostigaban a los aliados de los
españoles en la región. En respuesta, Cortés mandó a Pedro de Alvarado con una
caballería de ciento ochenta hombres montados, una infantería de trescientos soldados
armados con ballestas, arcabuces, cuatro cañones y gran cantidad de munición y pólvora,
y cientos de guerreros mexicanos aliados de Tlaxcala y Cholula. Llegaron a Soconusco en
1523. Pedro de Alvarado ya era conocido por la infame masacre de los nobles aztecas en
Tenochtitlan y, de acuerdo a Bartolomé de las Casas, cometió más atrocidades durante la
conquista de los reinos mayas de Guatemala. Algunos grupos permanecieron leales a los
españoles una vez que hubieron aceptado la conquista, entre ellos los zutijiles y los k'iche'

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de Quetzaltenango, y les proporcionaron guerreros para contribuir a extender sus
dominios. Sin embargo, otros grupos no tardaron en rebelarse y en 1526 ocurrieron
numerosas insurrecciones en las tierras altas de Guatemala.

ALIANZA KAQCHIKEL

El 14 de abril de 1524, poco después de la derrota de los k'iche's, los españoles fueron
invitados a Iximché, donde fueron bien recibidos por los gobernantes Belehe Qat y Cahi
Imox. Los reyes kakchiqueles proporcionaron guerreros que ayudaron a los
conquistadores en la campaña que emprendieron para aplastar la resistencia de los
k'iche's y derrotar al reino vecino de los tzu'tujiles. Los españoles sólo se quedaron
brevemente en Iximché antes de continuar su marcha y pasar por el lago de Atitlán,
Escuintla y Cuscatlán. Regresaron a la capital kakchiquel el 23 de julio de 1524. El 27 de
julio, Pedro de Alvarado declaró Iximché primera capital de Guatemala, llamándola
Santiago de los Caballeros de Guatemala. Los españoles llamaron «Guatemala» a Iximché,
palabra que deriva del náhuatl Quauhtemallan, que significa «tierras forestales». De ahí
proviene el nombre actual del país.

CONQUISTA A LOS TZU´TUJILES

Los kakchiqueles aparentemente se aliaron con los españoles para derrotar a sus
enemigos, los tzu'tujiles, cuya capital era Tecpán Atitlán. A petición de los gobernantes
kakchiqueles, Pedro de Alvarado envió dos emisarios kakchiqueles a Tecpán Atitlán;
ambos fueron ejecutados por los tzu'tujiles. Cuando los españoles en Iximché recibieron la
noticia de la muerte de los emisarios, marcharon con sus aliados kakchiqueles en contra
de los tzu'tujiles. Pedro de Alvarado salió sólo cinco días después de haber llegado en
Iximché, con una caballería de sesenta hombres montados, ciento cincuenta soldados de
infantería españoles y un número indeterminado de guerreros kakchiqueles.

Los españoles y sus aliados llegaron a la orilla del lago sin encontrar oposición, tras una
dura marcha de un día. Viendo la ausencia de resistencia, Alvarado se adelantó a lo largo

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de la orilla del lago con un contingente de caballería formado por treinta hombres jinetes.
Frente a una isla poblada, los españoles finalmente encontraron guerreros tzu'tujiles
hostiles y lanzaron una carga de caballería, dispersándolos y persiguiéndolos hacia un
estrecho paso a través del cual huyeron los tzu'tujiles sobrevivientes. Como la calzada era
demasiado estrecha para los caballos, los conquistadores desmontaron y cruzaron a la isla
antes de que los habitantes pudieran destruir los puentes. El resto del ejército de Alvarado
llegó para reforzar a la vanguardia y logró apoderarse de la isla. Los tzu'tujiles
supervivientes huyeron por el lago, nadando a otra isla. Como las trescientas canoas
enviadas por los kakchiqueles aún no habían llegado, los españoles no pudieron
perseguirlos. Al día siguiente, los españoles entraron en Tecpán Atitlán, pero encontraron
la ciudad desierta. Pedro de Alvarado instaló su campamento en el centro de la ciudad y
envió exploradores para encontrar al enemigo. Lograron atrapar a algunos lugareños que
mandaron como mensajeros a los gobernantes tzu'tujiles, ordenándoles someterse al rey
de España. En respuesta los reyes tzu'tujiles decidieron rendirse a Pedro de Alvarado y
juraron lealtad a España; entonces Alvarado les consideró pacificados y regresó a Iximché.

REBELION KAQCHIKEL

Pedro de Alvarado no tardó en exigir tributo de los kakchiqueles, agriando la amistad


entre los dos pueblos. Exigió que los reyes kakchiqueles entregaran mil hojas de oro, con
un valor de quince pesos cada una. Cuando un sacerdote kakchiquel predijo la destrucción
de los españoles por los dioses kakchiqueles, la población kakchiquel abandonó la ciudad
el 28 de agosto 1524, refugiándose en los bosques y las colinas. Diez días después, los
españoles declararon la guerra a los kakchiqueles. Dos años más tarde, el 9 de febrero de
1526, un grupo de dieciséis desertores españoles quemó el palacio del Ahpo Xahil, saqueó
los templos y secuestró a un sacerdote, actos que los kakchiqueles atribuyeron a Pedro de
Alvarado. El conquistador Bernal Díaz del Castillo relató que en 1526 regresó a Iximché y
pasó la noche en la «vieja ciudad de Guatemala», junto con Luis Marín y otros miembros
de la expedición de Hernán Cortés a Honduras. Mencionó que las casas de la ciudad

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todavía estaban en excelente estado. Su relato fue la última descripción de la ciudad
cuando aún estaba habitable.

UNA NUEVA CIUDAD

Los españoles fundaron una nueva ciudad en la cercanía que llamaron Tecpán Guatemala;
tecpán es la palabra náhuatl para «palacio» y el nombre de la nueva ciudad significa «el
palacio entre los árboles». Sin embargo, debido a los continuos ataques de los
kakchiqueles, los españoles abandonaron Tecpán en 1527 y se trasladaron al valle de
Almolonga, hacia el este, donde fundaron una nueva capital en el sitio que hoy es
conocido como el barrio de San Miguel Escobar en la Ciudad Vieja, cerca de Antigua
Guatemala.

La insurrección de los kakchiqueles duró varios años, pero el 9 de mayo de 1530, agotados
por la guerra que había causado la muerte de sus mejores guerreros y el abandono
forzoso de sus cultivos, los dos reyes de los linajes más importantes regresaron de sus
refugios. Un día más tarde, muchos nobles y sus familias se juntaron a ellos, seguidos de
muchas otras personas, para finalmente rendirse en la nueva capital española de Ciudad
Vieja. Los antiguos habitantes de Iximché fueron dispersados, algunos trasladados a
Tecpán, otros a Sololá u otros asentamientos alrededor del lago de Atitlán.

CONQUISTA DE LOS POQOMAMES

En 1525, Pedro de Alvarado envió un pequeño contingente a conquistar Mixco Viejo, la


capital del reino poqomam. Cuando los españoles se acercaron, los habitantes se
encerraron en la ciudad fortificada. Los conquistadores y sus aliados intentaron atacar
desde el oeste a través de un estrecho paso, pero sufrieron grandes pérdidas y se vieron
obligados a retirarse. Alvarado lanzó el segundo asalto con doscientos aliados tlaxcaltecos,
pero también fue rechazado por los defensores. Los poqomames recibieron refuerzos,
posiblemente de Chinautla, y ambos ejércitos se enfrentaron en campo abierto a las

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afueras de la ciudad. La batalla fue caótica y se prolongó durante la mayor parte del día,
pero finalmente la caballería española decidió la suerte del combate al obligar a los
refuerzos poqomames a retirarse. Los jefes de los refuerzos se rindieron a los españoles
tres días después de la retirada y revelaron que la ciudad tenía una entrada secreta, una
cueva que conducía a su interior desde un río cercano y que les permitía a los habitantes
salir y entrar en ella sin ser observados por los sitiadores.

Con el conocimiento obtenido de los prisioneros, Alvarado mandó a cuarenta hombres a


cubrir la salida de la cueva y puso en marcha un nuevo asalto a lo largo del barranco desde
el oeste, en fila india debido a la estrechez del pasaje, con los ballesteros alternando con
soldados armados de mosquetes, cada uno con un compañero protegiéndolo de las
flechas y piedras con un escudo. Esta táctica permitió a los españoles atravesar el paso y
tomar por asalto la entrada de la ciudad. Los guerreros poqomames se retiraron
desordenadamente a través de la ciudad y fueron perseguidos por los conquistadores y
sus aliados. Los que lograron replegarse hacia el valle vecino fueron emboscados por la
caballería española que había sido enviada a bloquear la salida de la cueva. Los
sobrevivientes fueron capturados y llevados a la ciudad.

ZACULEU

A pesar de que había existido un estado de guerra entre los mames y los k'iche' de
Q'umarkaj después de la rebelión de los kakchiqueles contra sus antiguos aliados k'iche',
se produjo un cambio en el panorama político con la llegada de los conquistadores. Pedro
de Alvarado describe que el rey mam Kayb'il B'alam fue recibido con gran honor en
Q'umarkaj mientras él estaba allí. La expedición española contra Zaculeu se inició
aparentemente tras la amargura k'iche' por su incapacidad de controlar a los españoles en
Q'umarkaj, mientras que el plan para tenderle una trampa a los conquistadores dentro de
la ciudad hubiera sido sugerido por el rey mam. Dado que la fracasada estratagema
procedía de los mam y no de los k'iche', la ejecución de los reyes k'iche' se consideró

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injusta. La sugerencia por parte de los k'iche' de marchar contra los mames en Zaculeu fue
rápidamente adoptada por los españoles.

LOS CUCHUMATANES

En los diez años posteriores a la caída de Zaculeu, diversas expediciones españolas se


dirigieron hacia la Sierra de los Cuchumatanes para contribuir en la compleja y gradual
conquista de los pueblos chuj y q'anjob'al. La esperanza de extraer oro, plata y otras
riquezas atraía a los españoles a la región montañosa, pero su lejanía, la dificultad del
terreno y la densidad de población relativamente baja hicieron que su conquista y
explotación resultaran difíciles. Se estima que la población de los Cuchumatanes
alcanzaba los doscientos sesenta mil habitantes antes del contacto con los europeos. A la
llegada de los españoles en la región, empero, la población ya había caído hasta los ciento
cincuenta mil habitantes como consecuencia de las enfermedades del Viejo Mundo que
les habían precedido.

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Periodo Colonial

LA COLONIA EN GUATEMALA

Las grandes divisiones sociales durante la época colonial dependían básicamente del
origen racial de las personas. Al principio hubo sólo dos grupos étnicos: españoles e
indios. Los primeros eran, en 1524, unos 450. En una cantidad menor a la mitad de dicha
cifra, los españoles se avecindaron en la ciudad de Santiago. Otros regresaron a México o
a España, o se trasladaron a varios lugares de las Indias -América-. En Guatemala no
encontraban oro, por lo que preferían trasladarse a regiones en las que tuvieran mejores
oportunidades de hacerse ricos rápidamente.

Durante toda la época colonial los españoles ocuparon la posición social más alta. Su
número aumentó en los siglos siguientes, con la llegada de inmigrantes, hombres y
mujeres, y por el nacimiento de los hijos de éstos, a los que se les dio el nombre de
criollos o españoles criollos. Nunca llegaron a ser muy numerosos, pero constituían la
clase privilegiada que gobernaba el país.

A ese sector pertenecían los gobernantes y altos funcionarios, los miembros del
Ayuntamiento, el clero, los ricos comerciantes y agricultores, de clase ilustrada, los
descendientes de los conquistadores y de los primeros colonizadores. Había también
españoles que no formaban parte de la nobleza local. Eran los pequeños agricultores,
empleados de menor categoría y artesanos, entre otros. Los criollos, entre los que hubo
familias que se enriquecieron en las Indias, tenían frecuentes choques con los españoles
nuevos, o sea, aquellos que llegaban de España a ocupar altos cargos en el gobierno. Tales
roces se producían aún entre frailes y sacerdotes, por lo que las órdenes religiosas
llegaron a un acuerdo de alterabilidad para ocupar los cargos importantes.

Las guerras de conquista fueron dolorosas para la población indígena, aunque no duraron
mucho tiempo. El contacto de los naturales con los españoles causó una disminución

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acelerada de su población, principalmente por las enfermedades que eran nuevas para
ellos y para las cuales carecían de defensas biológicas.

Las epidemias de sarampión, viruela, tifus, influenza y otras similares causaban gran
mortalidad entre los nativos. A esto hay que agregar las muertes por las guerras, la
esclavitud que sufrieron en las primeras décadas, y las hambrunas que padecían cuando
las plagas de langosta o chapulín destruían sus siembras.

Se estima que la población indígena había disminuido en un 50 por ciento, en 1550.


Todavía siguió decreciendo en los siglos siguientes, lo que preocupó seriamente a los
españoles. Sólo a partir del siglo XVIII comenzó a recuperarse. Se calcula que en 1820 la
población de Guatemala era de unos 500 mil o 600 mil habitantes, de los cuales el 66% era
de indígenas.

El descubrimiento de América y sus habitantes sorprendió a los europeos. Colón creía


haber llegado a las Indias Orientales, y por eso dio el nombre de indios a los habitantes del
Nuevo Mundo.

Durante los primeros años hubo en España discusiones académicas y religiosas sobre los
indios. En ciertas ocasiones se llegó al punto de negar su condición de humanos. Algunos
los consideraban salvajes a los que era lícito conquistar por la fuerza y esclavizarlos
(Diccionario Histórico Biográfico, 2004). Otros, entre ellos Bartolomé de Las Casas y
Francisco de Vitoria, defendían a los indios y aceptaban que se les cristianizara, pero
respetando sus derechos naturales.

Más allá de los planteamientos académicos estaban los intereses económicos de los
conquistadores, quienes necesitaban mano de obra barata para sus empresas agrícolas y
mineras. Por eso, en los primeros años de la de la época colonial, los indios fueron
esclavizados en su condición de prisioneros de guerra, o por compra o “rescate”, cuando
se trataba de indios que ya eran esclavos de otros indios, puesto que la esclavitud existió
también la sociedad prehispánica.

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La Corona española sostenía que los indios eran súbditos libres del Rey, pero esta
disposición sólo se comenzó a cumplir después de 1542, cuando se emitieron las Leyes
Nuevas u Ordenanzas de Barcelona. Aunque los indios ya no fueron esclavos oficialmente
después de la aplicación de las Leyes Nuevas, los hacendados, dueños de ingenios o de
empresas agrícolas, siempre encontraron los medios para utilizar el trabajo forzado de los
nativos.

Uno de tales procedimientos fue la Encomienda. Ésta es una merced real, concedida a un
español, a veces conquistador venido a menos económicamente, a quien se daba o
encomendaba un número determinado de indios tributarios del Rey, quienes deberían
pagar el tributo al encomendero, a quien, además, prestaban otros servicios. Otras formas
de trabajo que se impusieron a los indios fueron los mandamientos y repartimientos. En la
misma época en la que surgió la encomienda se produjo un hecho que influyó
grandemente en la vida y costumbres de la población indígena. Éste fue la reducción a
poblados, es decir, la concentración en pueblos de los grupos indígenas que vivían en
asentamientos dispersos, desde la época prehispánica.

Esta dispersión dificultaba la labor de los curas doctrineros que tenían la obligación de
cristianizar a los indios, y también la labor de los funcionarios encargados de recoger el
tributo que los indios pagaban a la Corona.

Los poblados se fundaban en terrenos adecuados, rodeados de tierras destinadas a los


cultivos, con suficiente agua y donde se pudieran satisfacer diversas necesidades. Se
construían según el patrón castellano: trazo de cuadrículas, con calles que formaban
manzanas. En la parte central estaba el mercado, la iglesia y los edificios para el cabildo y
el gobernador indígena, que era un indio Principal. Luego se asentaban los barrios para las
familias o parcialidades, que se habían concentrado en la reducción.

Alrededor del pueblo estaban las tierras comunales o ejidos, de extensión variable, según
el número de habitantes. Cada pueblo tuvo sus propias autoridades indígenas y sus curas
doctrineros. Los nuevos pueblos sirvieron para que los españoles controlaran a los
indígenas, pero éstos los aprovecharon también para preservar muchas de sus costumbres

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y sus idiomas. Algunas de las modificaciones derivadas de sus relaciones con la cultura
española y mestiza, se conservan hasta nuestros días.

Durante la época colonial las comunidades indígenas manifestaron una serie de protestas
y motines contra sus gobernadores indios, los curas doctrineros y las autoridades
españolas. Era una reacción ante los abusos cometidos por los alcaldes indígenas,
corregidores, alcaldes mayores y otros funcionarios.

Algunas de tales protestas tuvieron en carácter de grandes rebeliones, como la de los


indios zendales de Chiapas, en 1712. En Totonicapán, en 1820, poco antes de la
Independencia, ocurrió una rebelión contra las autoridades coloniales, cuando los indios
quichés de la región se opusieron a seguir pagando tributo.

El principal cabecilla de esta revuelta fue Atanasio Tzul, un principal de San Miguel
Totonicapán, quien, según la tradición indígena, llegó a coronarse rey de los pueblos San
Miguel y San Cristóbal Totonicapán, San Andrés Xecul, San Francisco El Alto,
Momostenango y Santa María Chiquimula. Los rebeldes fueron finalmente sometidos por
milicias que llegaron de Quetzaltenango.

Los primeros esclavos de raza negra arribaron con los españoles y vivieron en una
situación de esclavitud, salvo en aquellos casos en los que conseguían su libertad. Los
precursores llegaron desde 1524, con los conquistadores.

Eran pocos, pero su número aumento en los años siguientes. Alvarado trajo a Guatemala
una buena cantidad de negros artesanos, carpinteros, herreros y cafetaleros, para
construir barcos en el pacífico.

En 1543, Alonso de Maldonado trajo unos 150 esclavos negros, destinados éstos a
trabajos vinculados con el comercio. Poco después, López de Cerrato ordenó la liberación
de los esclavos indios y autorizó la venida de otra buena cantidad de esclavos negros. Así
aumentó éste segmento, que llegó a conformar al tercer elemento étnico de la población
de la colonia. Los grupos más numerosos de negros estuvieron en el Valle de Las Mesas, la

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ciudad de Santiago, los ingenios de Amatitlán y Verapaz, La Gomera, Gualán y otros
lugares.

A fines del siglo XVIII, el número de esclavos negros había disminuido, pues algunos
obtuvieron su libertad y trabajaban como artesanos libres. Otros se habían fugado y
vivían, como cimarrones, en lugares alejados de los centros urbanos.

En 1824, la Asamblea Nacional Constituyente de Centro América decretó la abolición de la


esclavitud. Las relaciones maritales entre personas de los distintos grupos étnicos
originaron una clase compleja de mestizos: español e indio, español y negro, indio y negro,
mestizo y mestizo.

Al principio, éstos se diferenciaban con nombres como mulato, mestizo o zambo, entre
otros. Así se pretendía identificar el tipo racial de una persona. Pero esto se tornó
imposible a medida que el mestizaje fue más complejo, por lo que al final se llamó a todos
gente ordinaria o casta.

Con los años, la mezcla entre los tipos étnicos diluyó las diferencias físicas y se terminó
denominando ladino a todos los que no eran indios o españoles. Ladino es una palabra
con la cual se designó, en un principio, al indio españolizado culturalmente.

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ECONOMIA DE LA COLONIA EN GUATEMALA

En la colonia, la agricultura fue la actividad económica más importante. En sus tierras


comunales, los indígenas cultivaban maíz, frijol y hortalizas. Entre los productos nuevos
traídos por los españoles estaba el trigo, introducido alrededor de 1529. Además, ciertas
frutas que no existían en América, como los cítricos y otras -durazno, manzana o pera, por
ejemplo. Los españoles también trajeron animales domésticos, que se convirtieron
en especies comunes: gallinas, caballos, asnos, vacas, cabras, ovejas, cerdos, etc.

Las mulas fueron ampliamente utilizadas para el transporte de mercancías. Recuas de


estas bestias se utilizaban en el comercio interno y en el que se hacía con las provincias
vecinas. También comenzó a usarse la carreta de bueyes y, desde luego, otros vehículos
tirados por caballos y mulas.

Los primeros ejemplares de ganado vacuno fueron importados de Cuba, por el español
Héctor de la Barreda, en la década de 1520. Tiempo después, en el valle que luego ocupó
la Nueva Guatemala de la Asunción, que también se llamó Valle de la Virgen y Valle de Las
Vacas, hubo haciendas ganaderas. Anualmente, se celebraban ferias en distintos lugares,
en las cuales se compraba y se vendía ganado. Los frailes enseñaron a los indios a cortar,
hilar y tejer la lana de las ovejas, y así surgió la industria de los tejidos de ese material, en
los telares de los nativos.

Algunos productos agrícolas originarios de la región se destinaban al comercio interno o a


la exportación. Por ejemplo, el cacao, el jiquilite o añil, la grana, el algodón, la
zarzaparrilla, el achiote, el bálsamo y las maderas finas. También se cultivó la caña de
azúcar, planta nueva en Guatemala, y se formaron ingenios para procesar el azúcar y la
panela. El cacao fue originalmente el producto de exportación más importante y se
mantuvo un cultivo principal durante toda la época colonial, pero cedió el primer lugar al
añil o jiquilite, que conservó un mayor valor como producto de exportación, hasta
principios de la época republicana.

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En la elaboración de los panes de añil se empleaban más negros esclavos que trabajadores
indígenas, porque a veces se prohibió que éstos se utilizaran en esos obrajes. Cuando la
industria textil aumentó la demanda de añil, creció el área de tierras destinadas a dicho
cultivo y a los obrajes.

El algodón también se cultivó ampliamente y se utilizaba en los telares de indígenas y por


artesanos ladinos, en la fabricación de mantas y diversas telas. Durante los siglos XVI y
XVII, el comercio exterior del Reino de Guatemala fue muy irregular, pero se canalizó hacia
España, México, Perú y Filipinas, país este último que también era una colonia española.
En esta época los corsarios y piratas ingleses, holandeses y franceses, asaltaban las naves
de bandera española, por lo que se dispuso que los barcos que navegaran entre los
puertos de las Indias y la metrópoli lo hicieran protegidos por naves de guerra.

Se hacían dos viajes comerciales al año, en verano y en primavera. La flota española


llegaba a La Habana y allí se dividía en flotillas menores que viajaban a los diferentes
puertos del Mar Caribe. El Reino de Guatemala tenía, en el Océano Atlántico, los puertos
Bodegas del Golfo –Lago de Izabal, Puerto Caballos y Trujillo -en Honduras-, San Juan -en
Nicaragua- y Matina, en Costa Rica. En el Océano Pacífico estaban Acajutla -en el Salvador
y El Realejo (en Nicaragua).

Los viajes comerciales a filipinas se realizaban desde puertos mexicanos. De regreso a


España, las flotillas se volvían a reunir en La Habana, donde las embarcaciones mercantes
navegaban de nuevo hacia Sevilla, bajo la protección de barcos armados. Al
principio, las colonias sólo podían comerciar entre ellas y con España, pero las cosas
cambiaron en el siglo XVIII, durante la dinastía de los Borbones, cuando se dio libertad
para el comercio con otros países.

La Casa de Contratación fue una institución creada por los los reyes católicos en 1503,
para estimular, encauzar y controlar el tráfico comercial y humano entre España y el
Nuevo Mundo. En principio, la institución se organizó como una agencia de la corona
española para realizar, por cuenta propia y con carácter de monopolio, el comercio con las
tierras recién descubiertas. Pasado el tiempo el tráfico comercial de España con las nuevas

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posesiones fue sobrepasando la capacidad real de control de la Casa de la Contratación
ubicada en Sevilla.

Esta entidad estaba integrada por un factor, a cuyo cargo corría el aprovisionamiento y
revisión de los buques y la compra y expedición de ciertas mercaderías, tales como armas
y municiones, azogue para extraer plata, etc., también por un tesorero, que recibía todos
los caudales procedentes de América y por un contador-secretario, encargado de las
cuentas. En 1790 la Casa de la Contratación cesó sus funciones que duraron 287 años.

Los sastres, albañiles, zapateros, calceteros, herreros, coheteros y quienes ejercían otros
oficios artesanales eran, en su mayoría, de la clase ordinaria, o castas, e inclusive negros
esclavos. En el siglo XVI, todos ellos comenzaron a organizarse en agrupaciones del mismo
oficio, denominadas gremios, los que funcionaban con estatutos u ordenanzas aprobados
por el Ayuntamiento.

En cada gremio había maestros, oficiales y aprendices y no se ascendía de una a otra


categoría sin cumplir requisitos establecidos en los estatutos. Cada gremio tenía su Santo
Patrono y sus celebraciones particulares.

El trabajo artesanal imprimió un sello peculiar al modo de vida de la ciudad de Santiago,


pues la jornada de trabajo se regía por toques de campana del Ayuntamiento, en un
horario que incidió en las costumbres cotidianas. Entre los gremios más importantes
figuraron los de los plateros, batihojas, pintores, escultores, carpinteros, sastres y
albañiles. Los gremios comenzaron a extinguirse a fines de la época colonial y fueron
abolidos, por las Cortes de Cádiz, en 1813.

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LA ENCOMIENDA

La encomienda es una institución muy peculiar, que tuvo un peso específico en el proceso
de la conquista y colonización de Guatemala. Se suele confundirla con el repartimiento de
indios e inclusive con la esclavitud y, al parecer, ello se debe a la forma difusa en la que
el termino se usó desde la época inicial del descubrimiento, a las distintas regulaciones a
las que fue sometida durante muchos años y, sobre todo ala enorme disparidad que
existió entre la concepción teórica de la institución y la utilización practica que hicieron
de ella los conquistadores, colonos e inclusive funcionarios españoles.

En el caso de la encomienda, así como en el de otras instituciones y fenómenos


coloniales de distinto género, todo tipo de generalizaciones debe estar sujeto a criterios
relativos de tiempo, espacio y circunstancias. Por ejemplo entre las muchas premisas de
las que se pudiera partir para definir la naturaleza de los principales hechos sociales de la
era colonial se pueden citar las siguientes: Desde las expediciones de Colon, los reyes
católicos resolvieron que los nativos de las tierras descubiertas debían ser considerados
y tratados como “vasallos libres” de la corona.

El carácter mercantil de la empresa de la conquista y de la colonización, impuso


condiciones de interés económico, como las contenidas expresamente en las
“capitulaciones “que no se pudieron esquivar, aun cuando ello significara violar los
principios de la equidad y de la justicia. Como parte de la realidad colonial, existió
siempre una contraposición entre los que postulaban idealmente las leyes y la reacción
que estas provocaban entre los actores de las relaciones sociales que ellas regulaban. La
dinámica colonial, del mismo modo que ocurre en el ámbito de la dinámica social en
general, obligaba a una permanente adaptación y readaptación de las leyes frente a la
conducta real, lo que ocurría también a la inversa.

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Respecto de la primera premisa , existen pruebas documentales que señalan la intención
inicial de los reyes católicos en cuanto a considerar a los indios como “VASALLOS LIBRES”
lo que implicaba la obligación de pagar un tributo , tal como lo hacían también lo súbditos
españoles . Así lo anuncio claramente el propio Colon desde sus primeros contactos con
los indios, estos empero, se opusieron a tal disposición, sobre todo porque el tributo se
taso en oro, en cantidades y condiciones que ellos no podían satisfacer con facilidad. Los
aborígenes por otra parte, en todos los rincones de nuevo mundo comprobaron pronto
que la brújula que orientaba a las expediciones españolas era más bien de carácter
económico. Es preciso reconocer que en casi todas las sociedades prehispánicas,
particularmente en aquellas en las que se había alcanzado un cierto grado de desarrollo,
como los principales señoríos “Guatemaltecos” del siglo XVI o la sociedad maya del
periodo clásico, el tributo formaba parte de la organización social, aunque con las
variantes asociadas de cada época y a uno y a otro contexto. Por lo tanto el pago de un
tributo a la clase gobernante, que desde el principio hasta el final de la existencia
institucional de la encomienda puede definirse como un elemento substancial de esta,
no era totalmente desconocido para los nativos.

LAS LEYES NUEVAS

El sistema de encomiendas en la América Española fue modificado por las Leyes Nuevas,
modificaron las principales instituciones coloniales, prohibieron tácticamente la esclavitud
de los indios, y servicios personales, de lo cual habían abusado los colonos españoles. Por
de pronto se definió su naturaleza, exclusivamente en asociación con el cobro de los
tributos. Entre las principales modificaciones se pueden citar las siguientes: se suprimió
todo tipo de dominio directo de los encomenderos sobre los encomendados; se aprobó el
usufructo de la encomienda por una sola vida en beneficio de los herederos inmediatos,
se prohibió la adjudicación de encomiendas a funcionarios reales; se ordenó que las que
fueren vacantes se transfirieran a la jurisdicción de la Corona; se afirmó la obligación
evangelizadora de los encomenderos, a través del pago a los curas doctrineros.

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Los colonizadores debían estar dispuestos, mediante la tenencia a caballo y armas, a
defender las tierras, ante cualquier amenaza; se otorgó mayor poder a la Audiencia en
cuanto al control del sistema, se trató de eliminar el despojo de tierras y el trabajo
excesivo; se prohibió que los indios encomendados se utilizaran en el trabajo en la minas y
trapiches azucareros; se ordenó que el monto de los pagos correspondientes se basara en
las tasaciones hechas por la Audiencia; se estableció el derecho de los indios a formular
quejas, o denuncias de malos tratos y abusos. Y en caso que tales prescripciones no
fueran cumplidas, los encomenderos estaban sujetos a sanciones que podían incluir la
privación de la encomienda.

La promulgación de las Leyes Nuevas sacudió el ambiente social de manera notoria, sobre
todo por la importancia adquirida por la encomienda en el mantenimiento del sistema
colonial, como por el poder adquirido por los encomenderos. Las quejas, las críticas, los
ataques directos de todo tipo contra los funcionarios metropolitanos que habían
aprobado aquella legislación, si como respecto de aquellos a quienes se consideraba
responsables indirectos, tal el caso de Fray Bartolomé de Las Casas; inclusive un sector de
la iglesia, que se beneficiaba con el cobro dl diezmo sobre los tributos recolectados por los
encomenderos, adoptó una actitud beligerante contra las reformas en cuestión. Para
infortunio de los indios suerte de los encomenderos, el encargado de aplicar las Leyes
Nuevas en el Reino de Guatemala fue el primer Gobernador y Presidente de la Audiencia,
Alonso de Maldonado.

Quien dirigió el juicio contra Alvarado, no solo asumió una inicial posición contraria a la
nueva legislación, sino que se confabuló con los encomenderos para conseguir por todos
los medios la frustración del régimen de encomiendas. Maldonado incurrió en nuevos
vicios de corrupción nepotismo y otras arbitrariedades con el fin de impedir la aplicación
de las reformas. En 1548, Maldonado fue sustituido por Alonso López de Cerrato, y este
nuevo Gobernador se empeñó en hacer una correcta aplicación de las Leyes Nuevas. Uno
de sus logros consistió en ordenar una nueva tasación de los tributos, los que fueron
reducidos considerablemente. Se empeñó en establecer otras medidas dirigidas a evitas
los abusos y excesos de los encomenderos. Exacerbó los ánimos de éstos y provocó la

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simpatía de los indios quienes registraron su testimonio en el Memorial de Sololá: “El
señor Presidente Cerrato, dio libertad a los esclavos y vasallos de los castellanos, rebajó
los impuestos a la mitad, suspendió los trabajos forzados, alivió verdaderamente los
sufrimientos del pueblo”.

A pesar de los esfuerzos de Cerrato, las condiciones en que se explotaba el trabajo de los
indios recobraron sus viejas características, aunque con procedimientos un tanto
diferentes, como el repartimiento por ejemplo. Este retroceso contrasta con el hecho de
que en 1680, en la recopilación de las Leyes de Indias se incluyeron las reformas
contenidas en las Leyes Nuevas y se agregaron otras muchas regulaciones con las cuales
se pretendía mejorar la situación de los indios . La institución comenzó a declinar a finales
del siglo XVII, por el auge del cultivo de añil y de ganadería; por la disminución de la
población indígena; por las dificultades que imponía la Corona en la concesión de nuevas
encomiendas; finalmente los ingresos se destinaron a cubrir gastos vinculados a la
defensa e los puestos y las costas de América, asediados ya por piratas y corsarios
europeos.

Algunas de Aquellas encomiendas se gravaron con el impuesto de la “media annata” que


consistía en el pago de la mitad de los ingresos obtenidos, el primer año, por el
usufructuario.” Otras se destinaron a las ayudas de costa” que eran una especie de
pensiones a los descendientes de conquistadores. Estas “ayudas de costa” ya no tuvieron
el carácter típico de las encomiendas. La terminación efectiva de esta institución se puede
situar en 1694, fecha en que el consejo de Indias aprobó una consulta de la Corona en tal
sentido.

CULTURA DURANTE LA EPOCA

La Iglesia Católica fue el elemento más importante en la vida cultural de la colonia, y


estuvo vinculada no sólo a las costumbres y a las formas populares de vida, sino también a
las artes plásticas, la literatura, los centros de beneficencia y la educación. Las escuelas de
primeras letras surgieron impulsadas por el obispo Francisco Marroquín, quien fundó una
para niñas criollas y otra para niñas mestizas. También las Órdenes religiosas crearon

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escuelas de primeras letras para indígenas, en las que algunos hijos de los principales
aprendieron, además del catecismo, a leer, escribir, cantar y tocar algún instrumento
musical. Algunos de estos indígenas fueron los que después escribieron, en sus lenguas,
sus títulos y crónicas.

En los beaterios y conventos se preparaba a las hijas de los españoles y criollos, para la
vida matrimonial o para la monacal. En el Monasterio de San Jerónimo, de la Orden de la
Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, estuvo recluida la poetisa Sor Juana de
Maldonado.

Los centros de educación superior fueron el Seminario Tridentino, que se dedicó desde el
siglo XVI a la formación de curas seculares, y los Colegios Mayores, adscritos a conventos,
en los que se impartía enseñanza superior para los hijos de las familias españolas.Los
principales fueron los de Santo Tomás y Santo Domingo, de los dominicos; San
Buenaventura, de los franciscanos; San Jerónimo, de los mercedarios; y San Lucas y San
Francisco de Borja, de los jesuitas.

El 31 de enero de 1676, el Rey Carlos II aprobó los estatutos de la Universidad de San


Carlos, la que se instaló en el Colegio Mayor de Santo Tomás de Aquino. Las primeras
cátedras que se ofrecieron en esta Universidad fueron las de Leyes, Medicina, Teología,
Filosofía y Lengua Guatemalteca -cakchiquel-.

Entre los profesores había frailes de Órdenes religiosas; por ejemplo, de la Compañía de
Jesús. Estos religiosos fueron expulsados de Guatemala y de toda América en 1767. Uno
de los que tuvo que abandonar el país fue el poeta guatemalteco Rafael Landívar, autor de
la obra Rusticatio Mexicana, en la que describe escenas de la vida rural de México y
Guatemala.

La actividad académica más notable de la época colonial fue la relacionada con la Historia,
la que está representada por varios cronistas. Algunos de ellos nacieron en Guatemala, en

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tanto que otros llegaron de España, pero hicieron del terruño guatemalteco su nueva
patria. Se pueden mencionar por ejemplo a Bernal Días Díaz del Castillo, quien murió en
Guatemala, en 1584. También el fraile dominico Antonio de Remesal -cronista del siglo
XVII-, el cronista criollo Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán -quien vivió de 1642 a
1699 y es el autor de la Recordación Florida, el franciscano Francisco Vásquez, el dominico
Francisco Ximénez -quién descubrió el Popol Vuh, del cual hizo la primera traducción al
español-, el sacerdote Domingo Juarros autor del Compendio de la Historia de la ciudad de
Guatemala Dentro de las obras de carácter histórico, escritas durante la colonia y
publicadas hasta en los siglos XIX y XX aparecen el Popol Vuh y el Memorial de Sololá,
crónicas y títulos indígenas, redactados en lenguas vernáculas.

La primera imprenta llegó a Guatemala en 1660, y la trajo el Obispo Payo Enríquez de


Rivera, quien la adquirió en México. Con ella vino el primer impresor que hubo en
Guatemala: José de Pineda Ibarra. El primer libro publicado, obra del obispo citado, fue
Explicatio Apologetica. Desde entonces, nunca dejaron de existir imprentas en Guatemala.
La mayoría de las publicaciones era de carácter religioso, pero también las hubo de
naturaleza científica.

El primer periódico, La Gazeta de Guatemala, se editó en 1729, y fue una publicación de


corta vida. Volvió a editarse, en la Nueva Guatemala de la Asunción, en 1797. En cuanto a
las artes plásticas, las obras de arte más notables, heredadas de la época colonial, están
representadas por los monumentales edificios de la Antigua Guatemala –Sacatepéquez– y
de la Nueva Guatemala de la Asunción.

Muchos han sobrevivido a los terremotos y en ellos se puede apreciar la fuerza artística de
los arquitectos coloniales. También sorprenden las muestras de esculturas religiosas,
retablos, pinturas y obras de orfebrería, que se salvaron de los elementos y del tiempo.
Ejemplo de estas obras de arte se aprecian en viejas iglesias de Guatemala, en museos y
colecciones particulares. En la antigua ciudad de Santiago de Guatemala, las más notables
construcciones se realizaron entre los siglos XVII y XVIII, cuando predominaba el estilo
barroco.

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