Jael...
una mujer valerosa
Jael o Yahel (en hebreo Ya'el, יעל, nombre hebreo para el íbice de Nubia) es un personaje
femenino del libro de los Jueces del Antiguo Testamento. Yael aparece como la heroína que
mata a Sísara para salvar a Israel de las tropas de Jabín, rey de Canaán, clavándole una
estaca en la cabeza con un mazo. Era esposa de Heber el ceneo. (Jue. 4, 17-21 y 5, 24-27).
Yael o Jael, nombre femenino de origen hebreo que significa la más hermosa.
Yael matando a Sísara, pintado por Palma el Joven.
Esta es la parte de la Canción de Deborah1 en la que se narra la muerte de Sísara:
"Bendita sea entre las mujeres Yael, Mujer de Heber Ceneo; Sobre las mujeres
bendita sea en la tienda. El pidió agua, y dióle ella leche; En tazón de nobles le
presentó crema. Su mano tendió a la estaca, y su diestra al mazo de trabajadores; Y
golpeó a Sisara; hirió su cabeza, llagó y atravesó sus sienes. Cayó encorvado entre
sus pies, quedó tendido: Entre sus pies cayó encorvado; Donde se encorvó, allí cayó
muerto.
Los expertos reconocen la Canción de Débora, basándose en evidencias lingüísticas,
como una de las partes más antiguas de la Biblia.2 Yael se puede encontrar en el Libro de
los Jueces, en el Antiguo Testamento de las Sagradas Escrituras.
“LA COSA de embellecimiento no llegará a ser tuya en el camino por el cual estás yendo,
porque será en la mano de una mujer que Jehová vendrá a Sísara.” (Jue. 4:9) Así habló la
profetisa Débora a Barac, un juez israelita que dirigió la pelea contra las fuerzas del rey
cananeo Jabín, un cruel opresor de Israel. (Jue. 4:2, 3) El cumplimiento de las palabras de
Débora exigió notable valor por parte de una mujer. ¿Por qué? Porque el Sísara
mencionado por Débora era el comandante del ejército de Jabín. Sísara, como guerrero
experimentado, había regresado repetidamente a su casa como vencedor, con
abundancia de botines y cautivos de guerra. (Jue. 5:28-30) En vista de esto, pudiera
parecer muy improbable el que Sísara fuera a caer en manos de una mujer.
Sin embargo, ésta era la palabra de Jehová por medio de la profetisa Débora y por lo
tanto tenía que realizarse sin falta. Así y todo, el participar en el cumplimiento de la
profecía impondría una prueba a la mujer que tuviera este privilegio. Ella tendría que ser
lo suficientemente valerosa como para tomar acción contra un guerrero y también tener
un aprecio profundo de lo correcto de ejecutar justicia en un enemigo enconado del
pueblo de Dios.
La mujer que con buen éxito se enfrentó a la prueba y cumplió la profecía no fue una
israelita. Fue Jael, la esposa de Heber el quenita. Estos quenitas eran descendientes de
Hobab, el cuñado de Moisés. En la Tierra Prometida se habían establecido en el desierto
de Judá al sur de Arad. Sin embargo, en un período posterior Heber se separó de los
demás quenitas y se mudó hacia el norte. Levantó su tienda en Quedes de Neftalí, unos
cinco kilómetros al noroeste de lo que ahora se conoce como la cuenca del Huleh.—Núm.
10:29-32; Jue. 1:16; 4:11.
Fue en la vecindad de este lugar de Quedes, en Neftalí, que Barac reunió una fuerza de
10.000 hombres para pelear contra Sísara, después de lo cual Barac y su ejército se
apostaron sobre el monte Tabor. Esto atrajo al río Cisón a Sísara, sus carros y su ejército
bien equipado. Pero Sísara no tenía idea alguna de que su fuerza armada y equipo tan
superiores no valdrían de nada, porque Jehová estaría peleando por su pueblo.
Evidentemente hubo un aguacero torrencial que convirtió el terreno en fango y el Cisón en
un torrente enfurecido que inmovilizó el equipo de guerra de Sísara. Esto permitió que los
israelitas ganaran una victoria decisiva. En cuanto a Sísara, huyó a pie, en dirección a
Quedes, donde acampaba Heber el quenita. Puesto que no existía estado de guerra entre
Heber y el rey Jabín, Sísara buscó seguridad allí—Jue. 4:10-17.
En aquellos días no era lo acostumbrado el que un hombre entrara en la tienda de
campaña de una mujer casada. Pero cuando Jael la esposa de Heber expresó que estaba
dispuesta a recibir a Sísara, él no vaciló en aprovechar el refugio que se le ofrecía allí.
Exhausto debido a la experiencia que acababa de tener, se acostó, y Jael lo cubrió con
una frazada. Más tarde, cuando él pidió de beber agua, ella le suministró leche.
Indudablemente esta leche había sido agriada por medio de sacudirla en un odre
no lavado, y por lo tanto se había mezclado con leche vieja que todavía se adhería al
interior del odre. Después que Sísara se hubo bebido la leche, Jael lo cubrió de nuevo.
(Jue. 4:18, 19; 5:25) Él entonces le dio esta instrucción: “Ponte de pie a la entrada de la
tienda, y tiene que suceder que si alguien viene y de veras te pregunta y dice: ‘¿Hay aquí
un hombre?’ entonces tienes que decir: ‘¡No!’”—Jue. 4:20.
Debido a la hospitalidad de Jael, Sísara tiene que haberse sentido seguro, y pronto quedó
profundamente dormido. Así, este comandante militar se había colocado a merced de
Jael. Pero, ¿se pondría ella de parte de él y en contra del pueblo de Dios, o sería ella la
que hubiera de tomar acción contra Sísara?
Jael obró valerosamente; aprovechó la oportunidad de ponerse de parte de los israelitas.
Como persona que moraba en tiendas, estaba acostumbrada a hundir estacas de tienda
en el suelo con un martillo. Por eso, con una estaca de tienda en una mano y un martillo
en la otra, furtivamente Jael se acercó a Sísara, quien dormía profundamente de lado.
Seleccionando la parte más débil del cráneo de Sísara, ella colocó la estaca en el lugar
apropiado y se la hundió en la cabeza. Más tarde, cuando Barac se presentó en el
escenario de los acontecimientos, Jael le mostró lo que había hecho. Allí delante de él
yacía Sísara, muerto con la estaca a través de la sien. La valerosa Jael había participado
en el cumplimiento de la palabra que Jehová había dado por medio de Débora. Más tarde,
cuando la victoria fue recordada en música, Débora y Barac cantaron: “Jael la esposa de
Heber el quenita será muy bendita entre las mujeres, entre mujeres en la tienda será muy
bendita.”—Jue. 4:21, 22; 5:24-27.
Sí, fue por la valerosa acción contra un enemigo enconado del pueblo de Dios que se
conservó el nombre de Jael en el registro bíblico. Aunque hoy no se exige que los siervos
de Dios de la “grande muchedumbre” participen en guerrear físico de esa índole, a
menudo se exige que muestren un valor similar mientras adoptan acción positiva al lado
del cristiano “Israel de Dios” en la batalla espiritual de éstos contra los enemigos de
Jehová. (Efe. 6:11-13; Gál. 6:16) Además, el tener confianza en Jehová, y en lo correcto
de apoyar lo que él aprueba, hará que tanto las mujeres fieles como los hombres sean
hoy valerosos como Jael.