Velocidad y Precision

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Escuela Oficial de Entrenadores César Luis Menotti

LA VELOCIDAD EN EL FÚTBOL

Hemos adelantado algunos conceptos en “tiempo, espacio y engaño” sobre la velocidad en el fútbol. En los
últimos tiempos se habla mucho de la misma, a mi entender se magnifica su importancia, adquiere carácter
casi de imprescindible, de definitoria, pero en general se arriba a estas conclusiones sin ninguna profundización
en el análisis, sin observar el porqué de su supuesta importancia, de su utilidad. Y muchas veces resulta que
parece que la velocidad es un objetivo futbolísti co en sí mismo, incluso hasta el punto de suponer que desde
ella, exclusivamente, puede hacerse un análisis sobre potencialidades de jugadores o de equipos.

Para seguir desarrollando esta valencia, intentaremos analizar la velocidad en el marco de las dif erentes
acciones, dando nuestras conclusiones, permitiendo un marco en el que cada aspirante a entrenador pueda
también concluir desde su propio análisis.

En primer lugar, daremos dos definiciones necesarias para situar a la velocidad en el fútbol.

La primera, ¿qué es la velocidad en el fútbol? La definimos como “la forma más rápida de resolver una acción
eficazmente”.

Este es el punto de partida, pues el fútbol está compuesto de cuatro (únicas) acciones , entonces cuando
hablamos de velocidad, hablamos de cómo r esolver en el menor tiempo posible y eficientemente deter minada
acción.

Acá surge una diferenciación fundamental, que en general no se hace y es lo que lleva a grandes confusiones y
es, justamente, diferenciar la velocidad en fútbol (atada a resolver acciones eficazmente en el menor tiempo
posible) de la velocidad atlética. Esta primera diferenciación, o las confusiones que se producen cuando no se
las distingue, está ligada al concepto que ya vimos con Fernando Signorini, respecto a la utilizació n de modelos
de pensamiento y entrenamiento del atletismo, “importados” al fútbol.

Si analizamos la historia de la carrera de 100 metros llanos, la más rep resentativa de las
disciplinas de carrera atlética, lo primero que observamos es que desde 1912 a 20 09, es decir, casi
en 100 años de evolución de la medicina, la nutrición, la p repara ción física, el d esarrollo de la s
neuro-ciencias, la ciencia digital y, si se quiere, la física cuántica, el récord de 100 metros pasó de
10,5 a 9,58. Es decir, en esta super-evolu ción cien tífica (en la que algunos pretenden incluir
trineos, paracaídas, estimulación auditiva y d rones), se n ecesita ron 100 años, para bajar la marca
0,92 segundos. Algo menos, que el 10% de la marca original. Y esta mos hablando del primer
atleta recordman en 100 metros llanos, Don Lippinco tt, y el actual poseedor del récord, Usain
Bolt. Es decir, dos de los más grandes exponentes de su época y de la historia , en cuanto a bagaje
genético y talento para esta disciplina, y que además, entrenaron una vida para este logro . Desde
este hecho de la realidad, resulta curioso escu char a en trenadores que “sugieren ” al Prepa rador
Físico trabajar la velo cidad “porque vieron a su equipo lento”. Y más cu rioso aún, que
Preparadores Físicos profesionales no discu tan esta posibilidad, apoyados ahora sí en el
empirismo científico : ¿puedo en una semana, entrenado un par de ho ras 3 días de la misma,
suponer que lograré un mejo ramiento en estas capa cidades individuales? Evid entemen te no, y

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evidentemente también, entonces, el diagnóstico del entrenador está equivocado: su equipo


podrá haber sido lento en las acciones del ju ego, pero esto evidentemente deb e tener ra zones
diferentes a aquellas que supone, dado que esta regla respecto al mejo ramiento de esta valen cia,
es válido para mi equipo, y para cualquier rival. Si queremos ser aun má s cla ros…el último y a ctual
reco rdman logró su mejo r marca en 2009... en 8 años, ni él, ni nadie, pudo bajarla una centésima.

¿Por qué esta diferenciación?

Quizás la forma más sencilla sea observar que en carrera de 100 metros, por ejemplo, cuando el corredor cruza
la línea “terminó el partido”, está resuelta (mejor o peor) toda la acción que plantea esta disciplina, que es
evidentemente, velocidad pura: llegué más rápido que los demás a la meta, gané, se acabó la competencia.

En fútbol, cuando llegué a la pelota, recién ahí comienza la acción: y lo que realmente se busca es resolverla
eficientemente, en el menor tiempo posible (veremos también, no siempre, no en todas las acciones y
situaciones, la velocidad individual colabora con “ser más rápido”). Es lo mismo que cuando alguien se lesiona
en el campo de juego: médico y kinesiólogo salen corriendo, generalmente este último es más joven y atlético,
llega antes…ahora, si era para darle agua , todo bien, pero si el jugador de verdad se lesionó, deberá esperar al
médico para saber qué hacer…

Porque desde la lógica de entrenar la velocidad física, individual, por sí misma, Usain Bolt insertando en un
plantel de primera división saldría primero en todos estos trabajos (sin pelota)... y último lejos, si lo que debe
hacer es resolver la acción futbolística.

Y entonces, llevado al entrenamiento, entender la velocidad por fuera de las acciones, plantear modelos de
entrenamiento sobre esa base, es absolutamente inútil. Debemos entender que si lo que debemos entrenar
realmente es cómo resolveremos cada acción de juego, en este análisis estratégico es necesario relacionar la
velocidad con las cuatro acciones, las nociones de tiempo, espacio y engaño, nu estros jugadores, y los rivales.

Porque, como ya veremos, en general lo colectivo se vuelve fundamental respecto a conseguir la eficacia.

Colocando en el centro de la escena la eficacia, aparece un segundo concepto fundamental para el análisis
correcto de la velocidad. Cualquier acción colectiva, desde la más sencilla como el pase, requiere para ser
eficaz, de precisión: es ella la que define, la que deter mina a la velocidad a la que podemos ir, sin perder
control, dominio de la pelota, sin dividirla, que es el primer objetivo desde la tenencia, y el camino que nos
permite aspirar a una gestación que promueva el arribo a espacios claros en la zona de definición.

Es fundamental entender entonces que si la velocidad está relacionada a la eficacia, está rela cionada entonces
al correcto control, dominio de la pelota, que me permita aprovechar las oportunidades que observe, porque
muchas veces, el afán de aumentar la velocidad de juego (en sectores donde ese aumento no genera ventajas
determinantes), conlleva a la pérdida de precisión y posibilidad de pérdida de la pelota, porque aún logrado
que reciba un compañero, si el mismo recibe incómodo, “asediado”, con dificultades de dominar la pelota, se
le dificultará la próxima acción, el próximo pase a mi compañero. O, en el mejor de lo casos (que mi compañero
logre recibir) requerirá que este necesite “perder el tiempo” que había ganado, para resolver su primera acción
de recepción, y recién entonces estar de condiciones de seguir la jugada. Entonces, entender que ir a mayor
velocidad, no siempre genera una ventaja en la construcción de juego.

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Profundicemos el análisis de la velocidad en el marco de las cuatro acciones.

Si hablamos de las acciones que se realizan con la pelota en poder del rival, recuperar y defend er, podemos
observar que respecto a recuperar, es importante la velocidad: pero esa “velocidad” debe ser entendida como
la repentización y sincronización de los movimientos cole ctivos, acorde a la estrategia preestablecida.
Porque, por ejemplo, si hablamos de la recuperación, hablamos sobre todo de la sincronización, de la
capacidad de coordinación de los movimientos de todo el equipo, que es la que hace la diferencia.

La velocidad está relacionada entonces a “la perfecta coordinación de movimientos colectivos”: de nada me
sirve que un jugador llegue en menos de un segundo sobre un rival que tiene la pelota, si es un movimiento
individual (el famoso “salir de a uno”) y, por ejemplo, nadie llegó a marcar el pase atrás de apoyo, con lo que el
rival diluye la maniobra de presión simplemente, con un sencillo pase atrás.

Lo que marca la diferencia son los movimientos coordinados de todo el equipo, porque no se trata solo de los
recuperadores, que los delanteros crucen la línea imaginaria de la pelota, que los defensores acompañen el
movimiento de los recuperadores sin dejar espacio entre líneas cuando los recuperadores presionan, todos
estos movimientos, y la correcta coordinación del equipo en su ejecución, son los elementos fundamentales
para la eficacia de la acción.

Y como decíamos, en esta coordinación estratégica es fundamental tener en cuenta los tres principios, en este
caso el espacio, que es la forma de encontrar cómo ser rápidos en esta acción, por ejemplo, achicar
correctamente los espacios, permite una rapidez en los movimientos de recuperación que ninguna velocidad
humana puede equiparar, ya que al trabajar sobre espacios más pequeños, todo nos queda “mucho más
cerca”, mientras que si tengo un equipo de velocistas, pero ninguna estrategia para achicar los 7000 m² del
campo, los mismos ya no me parecerán tan veloces cuando deban recuperar la pelota que circula el rival si le
permitimos hacerlo en todo el terreno del campo de juego.

En cuanto a defender, nuestro objetivo no es “defender velozmente” sino defender eficazmente: lograr que no
vulneren nuestro arco. Y muchas veces esa acción defensiva pueda estar más ligada a demorar la acción del
contrario, que a tratar de resolver velozmente. En una jugada de un defensor mano a mano, por ejemplo,
probablemente sea más eficiente en la mayoría de los casos, que él trate de demorar la jugada, que trate de
retardar la acción del rival, que “defender velozmente”: si yo logro “aguantar” (demorar) al rival que me encara
mano a mano, seguramente llegarán compañeros en mi ayuda, si voy encima del delantero “velozmente”, en
caso de perder, el delantero se va al gol inexorablemente. Sucede lo mismo que cuando hablamos de no
dejarse sacar de nuestra zona defensiva, en el intento de recuperar la pelota, a veces esta tenta ción de
velocidad para resolver hacernos de nuevo de la pelota, es una trampa, voy velozmente a una zona de
gestación atraído por la pelota, y desprotejo la zona defensiva. Fui velozmente a una zona de donde a priori no
me vulneran en una jugada, pero si pierdo en esa acción, dejo abierta la puerta del arco para que cualquiera
entre.
Y volvemos a la relación del tiempo y el espacio para el correcto análisis.

Siguiendo con el ejemplo del central, supongamos que este se ve obligado a salir hacia afuera, pues por
ejemplo nuestro lateral perdió contra el delantero rival, y este se viene para el arco. Acá una vez más, la
velocidad de reacción (rapidez) de mi equipo será más importante que la velocidad física, para realizar los

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relevos de manera inmediata. Y es fundamental, imprescindible, determinante, la correcta ubicación de mis


jugadores (espacio): si el volante central que debería relevar a mi central, está a 10 metros de nuestra área
grande, no llegará a tiempo a relevar eficazmente, así se llame Bolt, Johnson o Carl Lewis.

Entonces, será seguramente más eficiente que mis entrenamientos estén dirigidos a la conceptualización de
estos movimientos, al ensayo que logre la repentización del equipo para realizarlos, a no perder los espacios
vitales de la cancha, que a la velocidad individual de mis jugadores.

Llegamos a las acciones con la pelota en nuestro poder. Hablamos de la velocidad y la gestación. Y acá
volvemos al concepto con el que arrancamos: la precisión. ¿Por qué? Porque la pelota es más rápida que el
jugador y entonces no hay forma de ser más rápidos que manejando correctamente la circulación del balón. La
idea de “vértigo”, de “velocidad continua”, generalmente atenta contra la precisión, y también, contra el
engaño: es muy difícil generar engaños si siempre intento hacer todo a gran velocidad, si “denuncio” el vértigo,
si por hacer todo velozmente, no percibo espacios, maniobras de distracción.

Formas de engaño individual, como el freno, el corte, el amague, se “desechan” en general cuando intento
gestar a toda velocidad. Es obviar algo que es hasta un saber popular futbolístico: cuando un partido es
vertiginoso (y en la mayoría de los casos, poco claro), es habitual escuchar “no hay nadie que haga la pausa”.

¿Qué es la pausa? Posibilidad de percibir movimientos de mis compañeros que atacan espacios, posibilidad de
generar movimientos colectivos de distracción, engaño, y que el rival los perciba como nuestra estrategia para
resolver la acción, cuando nosotros sabemos, que solo estamos distrayéndolo par a terminar la jugada por otro
lado, por ejemplo.

Entonces, si la mayor velocidad se logra con la correcta circulación de la pelota, es más importante (y una vez
más) el movimiento y la ubicación de mis jugadores en el espacio que me per mita la mayor participación de
todos en la tenencia, que la velocidad de quien pueda llevarla. Evidentemente, si yo llevo la pelota en equipos
como la selección alemana campeona en Brasil o el Barcelona de Guardiola, y tengo siempre 4 compañeros que
se ofrecen para jugar, seguramente r esolveré eficazmente y antes, que en un equipo donde no se marca como
obligación a todos, participar en la tenencia (por supuesto también, esto debe apoyarse en los entrenamientos,
con trabajos que permitan depurar, mejorar, las cualidades técnicas individuales).

Algo que ya dijimos: se corre mucho para recuperar, pero muy poco para jugar. Sostengo que en la gestación,
la participación me da más velocidad que la velocidad física de los jugadores, más eficacia también, que si cada
vez que llegamos a ¾ de cancha mi enganche agarra la pelota, sale disparado junto a mis dos delanteros,
arrancan todos a toda velocidad... para jugar ellos 3 contra 5 o 6 rivales y pretenden en esas circunstancias,
penetrar la zona de definición a toda velocidad: salvo que los 3 míos sean Messi, Maradona y Pelé, rara vez
podremos generar una acción eficaz (es una mala estrategia). Ahora, claro, hay “soldados” como los que
nombré, que ganan las batallas aunque el general/entrenador, equivoque siempre los caminos.

Hablamos de que el jugador “percibe, analiza, decide, ejecuta”. Es muy difícil percibir, si tozudamente apuesto
a la velocidad, es difícil analizar, cuando en vez de percibir agarro la pelota y salgo corriendo para adelante.
Volvemos al engaño, y a los espacios. ¿Para qué gesto? Para buscar oportunidades propicias, con ventajas, para
penetrar la zona de definición. Entonces, imprimo velocidad, cuando percibo una oportunidad.

Por último, en el paso de la gestación a la definición, y en la definición.

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Es en general el cambio de ritmo, que no es más que engaño (juego a una velocidad, sabiendo que cambiaré a
otra, juego por un lado, sabiendo que definiré por el otro), lo que suele generar formas eficientes de
penetración a la zona de definición. Aquí sí, cuando observo una oportunidad (gesté por un lado, el rival
desprotegió el otro, mis compañeros están preparados para cambiar para el otro sector) imprimo velocidad a
la acción. ¿Por qué? Justamente, porque observé una oportunidad que me per mite “llegar con ventajas”, y si
demoro le doy tiempo al rival a corregir su maniobra, su posición. Ahora... “velozmente” en este caso puede
suponer, por ejemplo, la pausa: un compañero mío tira una diagonal, amago que juego con él, pero sé que
detrás de esa diagonal “viene una línea recta” de otro compañero que parte de atrás, aprovechando la
distracción de mi compañero que se llevó la marca (por citar un ejemplo). Supongamos que la jugada que
acabamos de explicar, funciona (a veces sí, a veces el rival descubre la trampa): ¿qué es más veloz? ¿Que como
recibo le dé la pelota de primera al compañero que tiró la diagonal, y que tendrá que ver cómo resuelve su
marca (es decir, si lo anticipan, si recibe, pero sigue marcado…), o si uso el engaño, amago que haré eso, meto
la pausa, y toco a quien viene de atrás, que puede estar solo?

En la primera acción, la velocidad y eficacia solo puede quedar a expensas del talento del que r ecibe. Porque si
no logra gambetear y definir, deberá realizar una segunda jugada, jugar para atrás, volver a empezar (y para el
caso de que no hayamos perdido la pelota). En la segunda opción, con una pausa de uno o dos segundo s,
quizás deje a un compañero solo frente al arco: la acción que busca quién lleva la pelota, es la de dar un pase
de gol, de penetrar la zona de definición en situación de ventaja para nuestro equipo, no en ser veloz por serlo.

Y en todo caso, en las jugadas de penetración a la zona de definición, sigue siendo más importante, más
eficiente, más veloz, la precisión (en el último pase, en una pared) que la velocidad por sí misma. Una vez más,
la correcta ubicación, la participación de mis compañeros: si a favor de la velocidad, o a toda velocidad, llego a
zona de definición pero en notoria inferioridad numérica... ¿la acción veloz fue eficiente?

En la definición, el engaño suele ser el arma más poderosa para ganar un partido, y muchas veces ese engaño,
puede traducirse en detener la velocidad: amague, freno, corte, antes de definir. O antes de decidir dar un
pase más al compañero mejor ubicado (que es muy probable, la pausa me permita percibir). Paciencia para
definir: saber que el defensor es el que está más apremiado, paciencia para observar compañeros en mejor

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situación, paciencia de esos compañeros, para que si están en un lugar correcto, libres, esperar la jugada, no
moverse “para ser veloz”, “vertiginosos”, que me hace terminar abandonando un lugar propicio, para salir
corriendo... a buscar lo que ya había encontrado. Esto se ve en muchos equipos, donde un jugador está libre
para recibir, en un espacio donde nos puede solucionar, por ejemplo, salir hacia él porque estamos en
inferioridad numérica en el sector donde tenemos la pelota, y él se ofrec e libre... y si no recibe
inmediatamente, corre, se mueve... ¿para qué, si estaba solo? En tal caso, si aunque tenga paciencia no recibe,
será porque su compañero no tuvo la capacidad de verlo, o de elegir bien la jugada. Pero este juego no suma
puntos por moverse, y si es muy redituable, encontrar los espacios correctos para jugar.

Entreno entonces para que mi equipo sea rápido, para que pueda manejar la gestación eficientemente, y para
gestar necesito la pelota y la mayor capacidad de circularla eficazmente. Por eso, entr eno velocidad ligada a la
gestación, dominio, destino preciso del balón, participación de cuantos más jugadores en esta acción,
sincronización de movimientos colectivos, la velocidad en la decisión de qué hago con la pelota (y como ya
dijimos, no “busco” con la pelota en los pies, circulo hasta que aparece la oportunidad, hasta que detecto una
posibilidad de penetración con ventajas), que está ligada también al ensayo (a través del mismo, yo sé que
cuando llegue a tal lado, esté en tal situación de juego, tendré un compañero aquí, otro allá, otro más atrás...).

Por eso a veces la velocidad es malentendida en cuanto a sus bondades. Y esto sucede porque no se analiza en
el contexto de otras variables fundamentales del juego, por ejemplo, la más conveniente ubicación de nuestros
jugadores en el campo en cada acción: de nada sirve, por ejemplo, ganar por afuera a gran velocidad, si cuando
arribo a línea de fondo, no llegó mi apoyo, no tengo compañeros en zona de definición con quienes intentar
penetrarla. Toda la velocidad lograda se desvanece si ahora debo demorar la jugada, esperar a mis
compañeros, o lo que es aún peor, dividir la pelota, jugar un pase apostando exclusivamente a la capacidad
individual del receptor/definidor, que puede llegar a estar en inferioridad numérica.

En fútbol, la superioridad numérica es una gran ventaja, cosa que en general solo logro si mantengo un ritmo
que me permita la participación de la gran mayoría de mis jugadores para distraer, para apoyar, para
triangular, o para definir. Por supuesto, hay excepciones, siempre pensamos en que el rival “jugará bien”, pues
en el ejemplo dado anteriormente, si observo que un central rival no muy rápido, “le da 5 metros en la marca a
Caniggia que juega en mi equipo”, a 3 metros del área, desde ya es una oportunidad, y puedo no esperar a
nadie, pues a priori me conviene ese duelo individual, es decir, puedo apostar a ese mano a mano, ya que es
muy posible que Claudio gane. Ahora si vuelvo al ejemplo anterior, acelero, acelera mi lateral para llegar al
fondo, y continúa la jugada tirándole un centro... a Caniggia entre los dos centrales, “usamos” la velocidad en
vano, para generar una jugada donde la ventaja la tiene el contrario.

Vamos a insistir con el engaño. Tener claro el engaño que, como ya dijimos, genera tiempos. Y el engaño
muchas veces está relacionado con el cambio de ritmo. Es fácil observar equipos que arrancan desde el fondo
queriendo jugar a gran velocidad, cuando en realidad dificultan la tenencia, la gestación, “alertan” al rival, y
están en un lugar de campo, a 50 metros de la zona de definición...
¿De qué sirve acelerar ahí? ¿De qué sirve si, además, complico la gestación? Pierdo incluso, capacidad de
percepción, entro en una vorágine de ir rápido, en vez de ir por los mejores lugares, preparando una jugada...
Los grandes jugadores de la historia usan el cambio de ritmo como arma, saben que es tan importante la
velocidad (para arrancar después de un amague), como el freno (para engañar al defensor y quitármelo de
encima).

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Generalmente, mi equipo acelera cuando imagina que surge una acción para penetrar la zona de definición. Y
muchas veces esta se construye desde la percepción, desde esperar los tiempos para que “aparezca”
(imaginemos) la jugada. O para que mis compañeros tengan tiempo de generar jugadas de distracción: salir de
una jugada, para volver a entrar.

Este ejercicio de profundizar los análisis, desde las cuatro acciones y los tres principios -tiempo, espacio y
engaño- nos permite evitar confusiones monumentales. Porque estas “modas”, que desde el desconocimiento
sobredimensionan cualidades, pueden llegar a conclusiones disparatadas.

Ahora escuchamos frecuentemente de una individualidad “juega muy bien, pero es lento”. Y no solemos
escuchar de la misma forma (al menos) “es veloz, pero muy pobr e en su técnica y comprensión del juego”.

Y de allí, desde desconocer que llegar antes no es resolver antes, se realizan análisis ridículos, hasta
irrespetuosos, como intentar discutir jugadores de la talla de Valderrama, Riquelme, Redondo o Fábregas (este
último menos discutido, será que en Europa, paradójicamente, le dan mayor valor al conocimiento del juego,
que a las capacidades atléticas) “porque sí, juegan bien, pero son poco veloces”, como si esto los inhibiera de
pertenecer al grupo de excelentes jugadores, de estar entre los más “rápidos resolvedores” de situaciones de
la historia.

En estos engaños no debe caer el aspirante a entrenador. Porque si no revisamos estas aseveraciones en serio,
la escalada de conclusiones erradas, no tiene límites. Damos un par de ejemplos, que están relacionados con la
velocidad:

“Terminó la jugada”: moda periodística (que luego se extiende a algunos entrenadores, al punto de escuchar a
DT de inferiores por ejemplo, trasmitir, pedir a sus jugadores “que terminen la jugada”) que se utiliza para
“exonerar” a un jugador que tomó una decisión incorrecta en la gestación / definición, sustentada en “cierta
velocidad necesaria” que implica que hizo lo correcto, ter minar la jugada. Un cúmulo de incongruencias de
sencillísima refutación.

Si la pelota la tenemos nosotros, y estamos tratando de meter la pelota en el arco rival (de eso se trata, ¿no?),
¿cómo justificar que la perdimos en una acción claramente ineficaz? Separemos dos situaciones: a veces
tomamos la decisión correcta, pero el rival “jugó mejor” esa acción y la neutralizó, es decir, que no ter mine en
gol no quiere decir que no hayamos jugado bien. A veces, incluso, la pelota le picó mal a quien tenía que definir
y erró el gol solo bajo el arco.

Está bien, hicimos la jugada correcta: en este último ejemplo, el equipo dejó solo a un delantero frente al arco,
que es lo que buscamos, la jugada no salió, pero si logramos repetir esa acción 10 veces en un partido,
seguramente marcaremos varios goles.

Supongamos que en esta jugada, después de varios movimientos, uno de los nu estros ganó por afuera, varios
compañeros realizaron movimientos de distracción para lograr que arribe a posición de gol un compañero en el
punto del penal, al que habilitamos y al que le picó mal y la tiró a la tribuna. La jugada es correcta, el azar jugó
para el rival. El jugador debía intentar definir: está solo frente al arco para rematar desde posición ideal.
Ahora, supongamos que en el afán de terminar la jugada, de resolver, en este tema de que más veloz es mejor,
patea al arco el que ganó por afuera desde ese ángulo absurdo, aun cuando tenía al compañero solo en el
punto del penal... ¿Está bien? ¿Está bien que él termine la jugada? No, es hasta ridículo que el entrenador le
pida que “la termine” cuando su tarea se supone, es ayudar a que “la termine BIEN”.

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El cirujano, dado el peligro que representa la anestesia en una operación de alta complejidad y tiempo de
realización, resolvió velozmente el triple bypass del paciente, a quien, en el apuro, le perforó un pulmón. El
abogado resolvió velozmente la demanda contra su defendido, el mismo ya no deberá seguir yendo a
tribunales: le dieron 25 años de cárcel...

Terminar la jugada, bien. Eficacia. A veces, puede ser que apoyados en la velocidad, y entendiendo que la
velocidad es la de resolver la acción, que para eso suele ser imprescindible la velocidad en la ejecución
sincronizada colectiva. Y otras veces no, a veces es desde la paciencia, desde el freno, sino siempre, casi
siempre desde el engaño, ya que si hablamos de terminar la jugada, debemos hacerlo en el sentido de “definir”
correctamente.
Es tan evidente el absurdo, que no hay más que remontarse a siendo niño, cuantas veces abuela, mamá o
maestra, nos han enseñado a reflexionar sobre “no hacer la tarea apurados por irnos a jugar, pues la haremos
mal”.

Otra moda insólita en esta idea de exacerbar la velocidad es la que concluye que si la velocidad es
imprescindible, es una gran virtud que un equipo sea “vertiginoso”. Es decir, parece que ser vertiginoso, nos
hace peligrosos.

El vértigo en este juego, es una amenaza: y nadie se muer e porque lo amenacen (es decir, en muchas
ocasiones, no nos da ir más rápido, una ventaja concreta de por sí, aunque visualmente parezca). Pero sí es
cierto que las amenazas me alertan. Entonces , cuando yo acelero, también el equipo rival, entra en “alerta”, a
la espera de nuestra agresión.

VÉRTIGO

1. Sensación ilusoria de que la s cosas externas están rotando o desplazándose alrededor de uno o
de que es uno mismo quien está dando vueltas en el espacio; es d ebido a u na alteración de los
órganos del oído que regulan el equilib rio o del sistema nervioso central.
“puede padecerse vértigo al encontrarse a gran altura o aso marse a un precipicio ”

2. Actividad intensa que se desarrolla a una velocidad o a un ritmo muy a celera do.

Parece difícil poder percibir, poder pensar, poder engañar, poder ser precisos, desde el objetivo de ser
vertiginoso. Esto de estar apurados suele operar a favor de la mala construcción.

Esta idea del vértigo, de dejarnos encantar por su adrenalina, lleva a errores hasta individuales y, muchas
veces, de los jugadores más preciados, distinguidos, como por ejemplo los gambeteadores. Hay jugadores con
gran habilidad, gambeta, que 5 metros antes de llegar a su marcador, le están amagando, le están “avisan do”
que tratarán de gambetearlos. Lo único que logran, es alertar al rival, el defensor está cada vez más atento al
posible duelo individual, si repite esta acción varias veces, el rival seguramente tratará de doblar la marca,
buscará formas de neutralizarlo. Si lo usé como una jugada de distracción (le amago para que él esté pendiente
de mí, y no de los movimientos que tenemos previstos de algunos de mis compañeros, por ejemplo), es
correcto, lo estoy tratando de engañar… Ahora, si realmente voy a tratar de gambetearlo... mejor que él no lo
espere.

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Hace algún tiempo, se decía popularmente “cuando más rápido va la pelota, más rápido vuelve”, como forma
de graficar que la precisión, es la variable que hace útil la velocidad. Y que el vértigo por sí mismo, es más “un
mareo visual” que una acción eficaz. Vértigo no es, justamente, velocidad para resolver acciones.

La velocidad muchas veces me la permite el movimiento de mis compañeros, acá aparece, como decíamos, la
distracción. Que varios compañeros en ¾ de cancha se tiren afuera por el lado que vengo, puede generar que
velozmente, ubique compañeros en buena situación de recibir por el centro (por el lugar que, si lo logramos,
liberen los defensores rivales que fueron tras nuestra jugada de distracción). El mismo Diego Maradona cuenta
en su gol a los ingleses, que levantaba la cabeza (si, parece que además de todo lo que hizo en esa jugada,
también levantaba la cabeza) y lo veía a Terry Fenwick, que “iba y volvía” entre el espacio al que podría llegar
Diego, y el espacio que ocupaba Jorge Valdano: Valdano entonces le está dando espacios a Diego, y
confundiendo al defensor, haciendo más lento a Fenwick, porque no logra “leer” adonde irá la jugada. Ya lo
hemos visto, además de todas las acciones individuales de engaño de Maradona (freno, amague, gambeta), “la
participación de Jorge, le genera espacio y tiempo a la acción de Diego”, sin dudas hubiera sido más fácil la
tarea de los defensores ingleses, si Jorge no hubiera llegado al área acompañando la acción.

Jugadores como Cruyff o Maradona podían tocar 4, 5, 6 veces de primera en la gestación, a ritmo cansino, y de
golpe “usaban ese ritmo” para en algún momento cambiarlo... la séptima pelota que recibo, amago tocar,
corto, y arranco a otra velocidad.

Si no, veamos dos jugadas emblemáticas, de 2 de los 5 jugadores más grandes de la historia.

GOL DE MARADONA A IN GLATERRA

JUGADA DEL PENAL DE CRUYFF A ALEMAN IA

Ahora bien… ¿queremos decir con esto que la velocidad física de un jugador no es un atributo a tener en
cuenta? Sí, claro que lo es, como la habilidad, la técnica, el remate largo, la lectura del juego, la gambeta, el
juego aéreo, entre tantas. Lo único que estamos tratando de hacer, es de colocar las cosas en su dimensión. El
remate largo, es sin duda una gran arma, eso no quiere decir que si le pego bien, tengo que patear 15 veces al
arco por partido, desde 40 metros.

En los ejemplos que dimos, claro que siempre es mejor que mi volante central que releva a mi central que se ve
obligado a salir afuera porque el lateral perdió, sean tremendamente veloz, que mis delanteros que cruzan la
línea de la pelota para recuperar, o cambian de ritmo para penetrar zona de definición, sean un “rayo”. Y ya
que estamos, además de que todos sean veloces, que todos tengan la tremenda técnica de Riquelme, la
gambeta de Diego o Messi, el remate de afuera de Kempes, el juego aéreo de Cristiano... pero aquí el
entrenador también debe entender, que eso no existe. Y que en su tarea se encontrará con rivales que
muestren algunas características individuales superiores a las que presentan sus jugadores (alguna vez,
enfrentaremos un equipo que tiene un punta por a fuera notoriamente más veloz que nuestro lateral, y
también a la inversa, alguna vez nosotros lo tendremos). Y acá aparece el desarrollo estratégico, el profundo
sentido colectivo que debe manejar el entrenador ¿Qué estrategia busco para desde ella, complicar la virtud
del wing rival veloz al que referíamos, ya que sabemos no nos conviene un duelo mano a mano con nuestro
lateral? O bien, ¿Cómo utilizo la supremacía en velocidad de uno de mis delanteros, para lograr a través de ella,
la eficacia?

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Cada jugador juega con las armas que tiene. ¿Cómo hago para generar que los míos estén en las mejores
condiciones para aprovecharlas, cómo hago para dificultar que el rival use eficientemente las suyas? Trabajo en
mejorar la capacidad de acciones individuales de mis jugadores, pero entendiendo que es imposible, por
ejemplo, suponer que mis jugadores serán siempre más veloces que los rivales, (pues además en este caso la
velocidad es una valencia física fundamentalmente genética, casi inmejorable para un deportista de elite).
Aparece entonces la tarea del entrenador de encontrar a través del funcionamiento colectivo, estrategias que
permitan resolver lo que en alguna oportunidad no se puede individualmente.

La respuesta la encontraré desde el funcionamiento, desde el r azonamiento estratégico: entrenar, a favor de


ayudar a mis jugadores a encontrar sistemas colectivos que nos permitan jugar en las condiciones que
podamos imponer nuestras virtudes, al tiempo que tratamos de complicar “la mejor expresión” de las
cualidades del rival.

Entonces:

• Entrenar conceptualizando a los jugadores, para que entiendan que la velocidad en el manejo de la
pelota con precisión, es la estrategia más eficaz y más veloz. Como ya dijimos, esto es fácil de observar
pues la pelota, es más rápida que cualquier jugador.

• Trabajar sobre conceptos que pueden facilitarle resolver antes, y eficazmente, como por ejemplo,
saber que puedo recibir la pelota de mi compañero y pensar a cada instante qué hago si recibo, antes
de recibir: tener identificada una acción sencilla para continuar la acción, si me toca recibir y no me
aparece ninguna jugada mejor en el camino.

• Ensayar para conocer muchas veces de antemano cuáles serán los movimientos de mis compañeros, lo

que juega a favor de la velocidad. Hace casi 40 años, ya practicábamos con la Selección Argentina, por
ejemplo, el famoso “cuando voy vengo, y cuando vengo, voy”: vengo con la pelota y sé de antemano,

que si mi compañero wing corre hacía mí, está engañando al rival, cambiará y arrancará para adelan te,

con lo que sé que viene hacia mí, porque la quiere larga. Y viceversa: si amaga picar al vacío, sé que se
frenará, y espera el pase corto.

• Logro la velocidad a favor de saber qué sucederá y de intentar que el rival no lo sepa, o cuando lo
sepa, sea tarde. Recordar que en “la medida” de la velocidad de cada uno es deter minante que quien
la lleva, sabe qué hará (y posiblemente también qué harán sus compañeros), y el adversario no… y en
el mejor de los casos, habremos logrado que crea otra cosa.

• Entender que el espacio y su ocupación por compañeros y rivales, hace a la velocida d. Si por ejemplo
jugamos corto sobre un costado de la cancha, seguir tocando en el tiempo en un espacio pequeño, al
lado de la línea, donde cada vez se acercan más rivales, es achi carse el espacio y tiempo solo (lo que
atenta contra la precisión, y también contra la velocidad: es bastante complicado resolver rápido y
eficazmente, rodeado de rivales). Que estas situaciones se entrenan: por ejemplo, la frase “tr es cortas
y una larga” que alguna vez dije (y que no debe ser exacta en cuanto a la cantidad de toques, es una
metáfora) quiere significar que si jugamos corto sobre un lateral y seguimos tocando corto ahí por un
lapso de tiempo, en breve nos veremos rodeados; como ya dijimos, la cancha tiene 70 metros de

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ancho, imposibles de marcar todos al mismo tiempo, por eso en general, “juntar” rivales tocando
corto por ahí, implica luego “salir” de esa zona (tocar atrás para intentar cambiar el sentido de la
jugada, de un lado a otro ) lo que seguramente redundará en que encontremos menos gente, más
espacio, más facilidad para circular el balón por aquel lado, y condiciones mejores para imprimir
velocidad con precisión. La ventaja nos la da tener entrenado qué haremos, y cómo hacerlo, pa ra que
el rival no lo advierta, o cuando lo haga, sea tarde.

• Entender el ancho de la cancha: la pelota viaja a mayor velocidad que el rival, si lo obligo a ir tras ella a
lo ancho (que siempre me ofrece 70 metros) seguramente lograré desordenarlo “a lo la rgo”, es decir,
que aparezcan espacios en la zona de definición, que surjan opciones por adentro, las que además
debo colaborar en generar a través de movimientos de distracción de mis jugadores.

• El mejoramiento de las capacidades de todos nuestros jugadores en la gestación, la obligación de


todos de participar, asistir, a la hora de generar juego: siempre será más difícil para el rival. Si hasta
mis defensores están preparados para dar un pase de gol, para arribar por sorpresa a la zona de
definición, es muy diferente a tirarle pelotazos a dos delanteros, a los que el rival sabe que son los
(únicos) que debe neutralizar.

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