Antologia CII - PC
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Educación Básica
CRÉDITOS
Contenido
Introducción ........................................................................................................................................................i
I. Orientaciones de activación cerebral y corporal para I y II ciclo de Educación Básica ............................ ii
Ejercicios de movilidad articular ................................................................................................................... ii
Ejercicios de gimnasia cerebral .....................................................................................................................iv
Ejercicios de estiramiento muscular ..............................................................................................................vi
Ejemplo de una sesión de activación corporal y cerebral para I Ciclo ....................................................... viii
Ejemplo de una sesión de activación corporal y cerebral para II Ciclo.........................................................ix
Consideraciones para atención a la diversidad y otras modalidades flexibles de educación ......................... x
II. Orientaciones para los diez minutos de lectura .......................................................................................... x
III. Cuentos folclóricos ................................................................................................................................. 1
1. Aladino y la lámpara maravillosa ........................................................................................................... 1
2. Arturo y el mago Merlín ......................................................................................................................... 1
3. Los músicos de Bremen ......................................................................................................................... 2
4. Hansel y Gretel ....................................................................................................................................... 4
5. La mamá cabra y los siete cabritillos ..................................................................................................... 5
6. La bola de cristal .................................................................................................................................... 6
IV. Cuentos infantiles ................................................................................................................................... 8
7. Hellen Keller .......................................................................................................................................... 8
8. Hogar ...................................................................................................................................................... 9
9. El niño más bueno del mundo y su gato estropajo ............................................................................... 10
10. El mago de oz ................................................................................................................................... 11
11. Visión del baluarte............................................................................................................................ 12
12. El nido de cisnes ............................................................................................................................... 13
13. El libro mudo .................................................................................................................................... 14
14. El robot y la piel ............................................................................................................................... 15
15. Pinfall (de Voyager) ......................................................................................................................... 16
16. El ave fénix....................................................................................................................................... 17
17. Una rosa de la tumba de homero ...................................................................................................... 18
18. En el mar remoto .............................................................................................................................. 19
19. Es la pura verdad .............................................................................................................................. 20
20. La gota de agua................................................................................................................................. 21
21. La hucha ........................................................................................................................................... 22
22. Ha nacido una niña ........................................................................................................................... 23
23. La aldea ............................................................................................................................................ 24
Segundo Ciclo. Educación Básica
Introducción
«Nuestra misión es transformar el aula en un espacio donde la investigación práctica aporte datos sobre el éxito o las dificultades en
el proceso de enseñanza-aprendizaje…Nuestro cerebro está muy bien diseñado y tiene infinitas posibilidades gracias a la llamada
plasticidad neuronal, base del aprendizaje. El medio y su influencia lo llevan a alcanzar las más altas expresiones. Durante toda la
vida, podemos aprovechar la neuroplasticidad positiva, activando habilidades, informándonos, entrenándonos». (Limongelli &
Waipan, 2012).
Queremos una ciudadanía con las competencias globales: pensamiento crítico, resolución de problemas, juicio
y toma de decisiones, inteligencia emocional, flexibilidad cognitiva y creatividad: la lectura comprensiva es la
base para el desarrollo de todas las habilidades con garantía de éxito en la escuela. Es nuestro compromiso
brindar las herramientas necesarias para la educación básica.
Esta propuesta surge de combinar elementos de la gimnasia cerebral basados en neurociencia, elementos
básicos de activación corporal tomados de la asignatura de Educación Física y la lectura diaria. Permitiendo a
través de ello, generar el estímulo necesario para que el niño y la niña comiencen el proceso de enseñanza y
aprendizaje con la motivación y energía que le permita: mejorar su atención, creatividad, su disposición hacia
el nuevo aprendizaje y el fomento de la lectura. Este documento presenta orientaciones para realizar rutinas de
activación cerebral y lectura diaria.
Estudios recientes afirman que el ejercicio beneficia positivamente al cerebro de los niños y niñas. Pero la
parte más sorprendente son los beneficios de hacer un poco de actividad física entre clase y clase. El ejercicio a
su propio ritmo produce una mejora del humor, la atención y la memoria de los estudiantes. Por otro lado, la
gimnasia cerebral consiste en una serie de ejercicios que se enfocan en mejorar las capacidades cerebrales,
generando nuevas conexiones entre neuronas y favoreciendo de esta forma el aprendizaje; sin embargo, este
no es su único beneficio, también contribuye al equilibrio y a la capacidad de respuesta ante diversos
problemas; con la gimnasia cerebral podemos mantener alerta nuestros sentidos, mejorar la concentración y
las habilidades de lectura y escritura (Morris, Gomes-Osman, & Pascual-Leone, 2019).
De tal manera que al combinar los elementos antes mencionados como la actividad física y la gimnasia cerebral
preparan el camino perfecto para la realización de ejercicios de lectura que permitan a los estudiantes fomentar
en ellos un hábito tan importante para el aprendizaje. Un cerebro activo no sólo realiza mejor sus funciones,
sino que incrementa la rapidez de la respuesta. Mientras leemos, obligamos a nuestro cerebro a pensar, a
ordenar ideas, a interrelacionar conceptos, a ejercitar la memoria y a imaginar, lo que permite mejorar nuestra
capacidad intelectual estimulando nuestras neuronas. La lectura también genera temas de conversación, lo que
facilita la interacción y las relaciones sociales, otro aspecto clave para mantener nuestro cerebro ejercitado.
Destine diez minutos de lectura diaria, antes de comenzar las clases, las conversaciones que se generen en
torno al texto pueden servir como una actividad de anticipación a cualquier asignatura, por tanto, se aconseja
leer previamente las lecturas para realizar las conexiones pertinentes con las diferentes asignaturas.
Aunque la lectura es buena a cualquier edad, en la niñez es la mejor etapa para desarrollar este hábito. Además,
el cerebro y plasticidad se está desarrollando. Por lo que, la incorporación de una rutina diaria de 20 minutos:
10 minutos de activación corporal, cerebral y 10 minutos de ejercicios de lectura, permitirá favorecer y
potenciar los beneficios antes mencionados, mejorando la disposición y estimulo del estudiantado hacia el
aprendizaje y la creación de un clima que beneficie el desarrollo de toda la jornada escolar.
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
Se sugiere realizar esta rutina en 10 minutos aproximadamente, antes de iniciar la jornada escolar.
Fases:
1. Toma de agua y ejercicios de respiración.
2. Movilidad articular.
3. Gimnasia cerebral
4. Estiramiento muscular
2. Movilidad articular
Realizar entre 6 y 8 repeticiones por cada segmento corporal. Realizar el proceso de forma descendente, es
decir desde el cuello hasta las extremidades inferiores. Se pueden variar los ejercicios diariamente o
semanalmente a medida que los estudiantes se adapten a la rutina.
3. Gimnasia cerebral
A partir de los ejercicios propuestos el docente puede crear una rutina de entre 3 a 5 ejercicios y variarla
semanalmente a medida que los estudiantes se adapten y dominen su ejecución. Esta estructura también puede
establecerse en dependencia de las necesidades detectadas en los estudiantes.
4. Estiramiento muscular
En esta fase se debe mantener una postura estática entre 6 y 8 segundos por cada ejercicio propuesto, Se pueden
variar los ejercicios diariamente o semanalmente a medida que los estudiantes se adapten a la rutina. Se debe
finalizar nuevamente con 4 a 6 ciclos respiratorios igual que al inicio.
Indicaciones: se debe realizar entre 6 y 8 repeticiones de cada ejercicio los movimientos deben ser continuos sin
mantener una posición fija ya que el objetivo es movilizar las articulaciones y partes del cuerpo, puede alternar
distintos en cada rutina, procurando pasar por todas las zonas corporales: cabeza, tronco, extremidades superiores
e inferiores.
Descripción Representación gráfica Descripción Representación gráfica
Flexione la Gire la cabeza
cabeza hasta que hacia ambos lados
el mentón procurando que la
contacte con el barbilla contacte
cuello. Extienda con el hombro
la cabeza hacia correspondiente.
atrás.
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
Desplace Flexione y
lateralmente una extienda la rodilla
pierna sin desplazar la
procurando la cadera, realizar
máxima este ejercicio en
extensión. ambas piernas.
Repita el
ejercicio con la
otra pierna.
iii
Segundo Ciclo. Educación Básica
Representación Representación
Descripción Descripción
gráfica gráfica
Botones de cerebro Botones de la Tierra
Se debe colocar una mano en el Este sencillo ejercicio es
ombligo y con la otra se deben activador y energizante. Estimula
ubicar 'unos botones' en la unión el cerebro y alivia la fatiga
de la clavícula con el esternón. mental. Se deben colocar dos
Sólo con esta mano se hacen dedos debajo del labio inferior y
movimientos circulares en el dejar la otra mano debajo del
sentido de las manecillas del reloj. ombligo y respirar varias veces.
Beneficios: estimula la función Beneficios: su principal
visual y además la lectura. beneficio es la estimulación de la
Adicionalmente, promueve la receptividad para el aprendizaje.
relación de los hemisferios del
cerebro y la coordinación bilateral.
Botones del Espacio Bostezo Energético
Dos dedos se colocan encima del Ubica la yema de los dedos en las
labio superior y la otra mano en los mejillas y simula que bostezas;
últimos huesos de la columna posteriormente, haz presión con
vertebral. Respirar varias veces. los dedos.
Beneficios: su principal beneficio Beneficios: estimula tanto la
es la estimulación de la expresión verbal como la
receptividad para el aprendizaje. comunicación. Además, oxigena
el cerebro, relaja la tensión del
área facial y mejora la visión.
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
El Gancho de Cook
Estando de pie, cruza tus pies de forma que no pierdas el equilibrio, luego estira tus dos brazos
hacia el frente y sepáralos el uno del otro, las palmas de tus manos deben estar hacia fuera, con
los pulgares apuntando hacia abajo, luego en esa misma posición entrelaza tus manos y dedos
de forma que los pulgares sigan apuntando hacia abajo y lleva lentamente tus manos
entrelazadas hacia tu pecho de forma que tus codos queden abajo y tus manos unidas debajo de
tu mentón.
Mientras realizas estos movimientos debes apoyar tu lengua en tu paladar, esto hace que tu
cerebro esté atento. Repite varias veces.
Beneficios: causa un efecto integrador en el cerebro y ayuda a activar la corteza sensorial y
motora de ambos hemisferios cerebrales. Ayuda también a tu cerebro a responder más rápido y
disminuye el estrés, focalizando el aprendizaje. El Gancho de Cook, es muy recomendado para
realizarlo al iniciar cualquier actividad, pues ayuda a activar y conectar todas las energías del
cuerpo mejorando la concentración.
Indicaciones: se debe sostener la posición indicada sin realizar movimientos, por un periodo de 6 a 8
segundos el ejercicio debe generar tensión sin provocar dolor, puede alternar distintos en cada rutina,
procurando pasar por todas las zonas corporales: cabeza, tronco, extremidades superiores e inferiores.
Coloque un brazo
Incline el cuello hacia completamente estirado
atrás y con la ayuda de y tratando de acercarlo
una o ambas manos en dirección del pecho y
aplique presión desde la barbilla, con la ayuda
frente. del otro brazo aplique
mayor presión. Se debe
realizar en ambos
brazos.
Coloque un brazo En la posición de pie
flexionado por detrás de entrelace los dedos y
la cabeza como si empuje con las manos
pretendiera tocar su hacia arriba para estirar
hombro contrario por la todo el cuerpo,
espalda, con la otra mano complemente
aplique presión en el colocándose en la punta
codo empujando hacia de los pies.
abajo. Debe realizarlo en
ambos brazos.
Con los brazos estirados Coloque ambos brazos
hacia arriba, los pies estirados hacia arriba, a
firmes en el suelo, gire la continuación, incline
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
Realizar entre 6 y 8
2. repeticiones por cada ejercicio: 3 minutos
Movilidad 3 ejercicios de cuello
articular 2 ejercicios de hombro
3 de cintura y cadera
1 de rodilla
1 de tobillo
Realizar 2 repeticiones de 30
3. segundos por cada ejercicio:
Gimnasia Botones de cerebro 3 minutos
cerebral Peter Pan
Botones de espacio
Ocho Perezoso
Gateo cruzado
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
Realizar 2 repeticiones de 30
3. segundos por cada ejercicio:
Gimnasia Botones de cerebro 3 minutos
cerebral Peter Pan
Bostezo energético
La lechuza
Gateo cruzado
El elefante
Ganchos de Cook
Mantener una postura estática
4. entre 6 y 8 segundos por cada
Estiramient ejercicio: 2 minutos
o muscular 2 ejercicios de cuello
2 de hombros
3 de cintura y cadera
3 de piernas
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
En el caso de estudiantes con discapacidad, independientemente de la condición, pueden realizar los ejercicios
adaptados a sus posibilidades, es decir realizarlos en la medida que les sea posible y de ser necesario con apoyo
del docente o algún compañero. Así mismo, el docente puede crear una rutina diversificada seleccionando
ejercicios que le sean fácilmente adaptables al niño o niña de acuerdo con su discapacidad en particular.
En el caso de las modalidades flexibles de educación (aulas Multigrados y Educación Acelerada), los ejercicios
son perfectamente adaptables independientemente de la edad, por lo que pueden ser realizados por cualquier
estudiante.
Puede ampliar la información sobre estas y otras actividades que permitan activar el cuerpo, y orientaciones
específicas para realizar ejercicios de movilidad articular y estiramiento muscular consultando en las Guías
Metodológicas de Educación Física de I y II Ciclo de Educación Básica.
Guía Metodológica I ciclo página 201-214.
Guía Metodológica II ciclo página 203-209.
La escuela salvadoreña debe ser un lugar abierto para que los niños y niñas desarrollen el gusto por la lectura,
ya sea por placer o por curiosidad. Es por ello, que se ha hecho la compilación de diversas lecturas de Literatura
Infantil con el propósito de fomentar el hábito lector dentro del centro escolar.
Destine diez minutos de lectura diaria, antes de comenzar las clases, las conversaciones que se generen en
torno al texto pueden servir como una actividad de anticipación a cualquier asignatura, por tanto, se aconseja
leer previamente las lecturas para realizar las conexiones pertinentes con las diferentes asignaturas. A
continuación, se presentan orientaciones generales de como guiar la lectura diaria.
Preparativos:
Seleccione la modalidad de lectura: en voz alta, en silencio, en pares, dirigida y otras.
Ambientación: preparar el salón para que todos los niños y niñas puedan sentirse cómodos. Colocar los pupitres
de un modo diferente como en forma circular, en grupos y otros.
Desarrollo:
A. Antes de la lectura
Presentación del título del texto, nombre y nacionalidad del autor. Cada una de las lecturas, contiene la
siguiente información:
Título de la lectura: El robot y la piel
Nombre del autor(a): Joaquín Dholdan
Nacionalidad: uruguaya
Cita: (Dholdan, 2017)
Referencia bibliográfica: Dholdan, J. (2017). El robot y la piel. Madrid: weeblebooks.
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
Momento de predicciones e inferencias a partir del título a leer. ¿De qué creen que tratará la lectura? ¿Alguien
sabe que es un…? ¿Qué será? Se toma la palabra de 3 estudiantes. Y se registra en el pizarrón o papelográfo.
B. Durante la lectura
C. Después de la lectura
D. Recomendaciones:
Con la referencia bibliográfica puede consultar en sitios digitales o textos impresos, otras lecturas
similares y ampliar el repertorio de lecturas.
Dado que algunas lecturas se pueden leer en 7 minutos y otras en mayor tiempo, se le recomienda
leerlas en dos o tres momentos distintos de manera secuencial, de acuerdo a la motivación del
estudiantado.
De acuerdo a los gustos e intereses del estudiantado puede agregar otras lecturas al repertorio, para
fomentar el hábito lector; asimismo, se podrán vincular con otras asignaturas para el enriquecimiento
de los procesos curriculares.
Incentivar a la producción textual con los estudiantes y docentes para enriquecer las lecturas diarias.
Realizar este tipo de rutina de activación cerebral y lectura diaria, estimulará el cerebro, el pensamiento
crítico, resolución de problemas, juicio y toma de decisiones, inteligencia emocional, flexibilidad
cognitiva y creatividad: la lectura comprensiva es la base para el desarrollo de todas las habilidades
con garantía de éxito en la escuela se fomentará el hábito a la lectura y facilitará el proceso de
enseñanza y aprendizaje de manera integral en el estudiantado.
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
Aladino es un joven muy humilde que, junto con su inseparable mono Abú, se dedica a robar o engañar a la
gente de Agrabah para poder sobrevivir, soñando con ser algún día alguien importante.
Un día, Aladino se encuentra con Jazmín, la preciosa hija del sultán, y se enamora perdidamente de ella. El
problema es que las leyes obligan a Jazmín a casarse con un príncipe antes de su próximo cumpleaños.
Inesperadamente, la suerte de Aladino cambia cuando un hechicero llamado Jafar le propone conseguir todas
las riquezas que se pueda imaginar a cambio de que él le consiga una vieja lámpara de las profundidades de la
Cueva de las Maravillas, donde reside un divertido genio.
Cuando Aladino le da la lámpara a Jafar él lo traiciona y hace que se quede atrapado en la cueva, pero Abú le
quita la lámpara a Jafar y consiguen sacar al genio, que los ayuda a escapar de la peligrosa cueva. El genio le
dice que puede pedir tres deseos por haber frotado la lámpara y Aladino utiliza su primer deseo para convertirse
en príncipe y poder casarse con Jasmín.
Aladino llega al palacio del sultán con un gran desfile y pide la mano de la princesa Jasmín. El sultán acepta
encantado, pero esto hace enojar a Jafar, ya que él quería casarse con la princesa para poder convertirse en un
poderoso sultán.
Entonces Jafar logra quitarle la lámpara a Aladino y utiliza su primer deseo para convertirse en sultán, pero
como no logra que le obedezca pide al genio un segundo deseo: convertirse en el más poderoso hechicero del
mundo, logrando así que el sultán lo obedezca y acepte el casamiento entre Jafar y Jasmín.
Aladino no pierde la esperanza y pelea con Jafar para recuperar el amor de la princesa. Pero a Jafar le queda
aún un último deseo y pide al genio que lo convierta en el genio más poderoso para poder derrotar a Aladino.
Lo que no sabía es que al convertirse en genio deberá estar encerrado en una lámpara.
De esta forma, Aladino coge la lámpara con Jafar en su interior y la lanza muy lejos para que nadie la encuentre
jamás. Y así es cómo Aladino y Jasmín logran casarse y ser muy felices durante el resto de sus vidas.
FIN
Fuente: Anónimo. (08 de Noviembre de 2019). Cuento Folclórico . Obtenido de Ciudad Seva:
https://ciudadseva.com/autor/anonimo-cuentos-folcloricos/cuentos/
Érase una vez, en un reino llamado Britania, hace varios siglos nació el príncipe Arturo, hijo del rey Uther. Su
madre había muerto poco después del parto, por eso, el rey entregó el bebé al fiel mago Merlín, con el fin de
que lo educara. Merlín decidió llevar a Arturo al castillo de un caballero que tenía un pequeño hijo llamado
Kay. Por la seguridad del príncipe, el mago ocultó la identidad de su protegido. Cada día, el leal Merlín
enseñaba al pequeño Arturo todas las ciencias y, con sus dotes de gran mago, le explicaba los inventos del
futuro y muchas fórmulas mágicas más.
Pasaron los años y el rey Uther murió sin dejar descendencia conocida, así que los caballeros fueron en busca
de Merlín:
-Hemos de elegir al nuevo rey -dijeron. Y el mago, haciendo aparecer una espada clavada a un yunque de
hierro, les dijo:
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
Fuente: Anónimo. (08 de Noviembre de 2019). Cuento Folclórico . Obtenido de Ciudad Seva:
https://ciudadseva.com/autor/anonimo-cuentos-folcloricos/cuentos/
Érase una vez un asno que, por desgracia, se quedó sin trabajo. Era muy viejo y por lo tanto ya no podía
transportar sacos de cereales al molino. Pero, aunque era viejo, el asno no era tonto. Decidió irse a la ciudad
de Bremen, donde pensó que podrían contratarlo como músico municipal. ¡Y dicho y hecho! El asno abandonó
la granja donde había trabajado durante años y emprendió un viaje hacia Bremen. El asno había caminado ya
un buen rato cuando se encontró a un perro cansado por el camino. Y le dijo:
-Debes estar muy cansado, amigo
Y le contestó el perro:
- ¡Ni que lo digas! Como ya soy viejo, mi amo quiso matarme, pues dice que ya no sirvo para la casa. Así que
decidí alejarme rápidamente. Lo que no sé es qué podré hacer ahora para no morirme de hambre.
-Mira -le dijo el asno. A mí me pasó lo mismo. Decidí irme a Bremen a ver si me contratan como músico de
la ciudad. Si vienes conmigo podrías intentar que te contratasen a ti también. Yo tocaré el laúd. Tú puedes
tocar los timbales.
La idea le gustó al perro y decidió acompañar al asno. Caminaron un buen trecho cuando se encontraron a un
gato con cara de hambriento, y le dijo el asno:
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El gato, como no tenía otra opción, aceptó la invitación y se fue con el asno y el perro. Después de mucho
caminar, y al pasar cerca de una granja, los tres animales vieron a un gallo que cantaba con mucha tristeza en
lo alto de un portal. Y le dijo el asno:
-Debes estar muy triste, amigo.
Y le dijo el asno:
-No te desesperes. Vente con nosotros a Bremen, donde formaremos una banda musical. Tú, con la buena voz
que tienes, nos será muy útil allí.
El gallo levantó su cabeza y aceptó la invitación, siguiendo a los otros tres animales por el camino. Llegó la
noche y los cuatro decidieron descansar un poco en el bosque. Se habían acomodado bajo un árbol cuando el
gallo, que se había subido a la rama más alta, avisó a sus compañeros que veía una luz a los lejos.
El asno le dijo que podría ser una casa y deberían irse a la casa para que pudiesen estar más cómodos. Y así lo
hicieron. Al acercarse a la casa averiguaron que la casa se trataba de una guarida de ladrones. El asno, como
era el más alto, miró por la ventana para ver lo que pasaba en su interior.
Los cuatro animales se pusieron a montar un plan para ahuyentar a los bandidos para que les dejaran la comida.
El asno se puso de manos al lado de la ventana; el perro se encaramó a las espaldas del asno; el gato se montó
encima del perro, y el gallo voló y se posó en la cabeza del perro.
Enseguida empezaron a gritar y de un golpe rompieron los cristales de una ventana. Armaron tal confusión
que los bandidos, aterrorizados, salieron rápidamente de la casa.
Los cuatro amigos, después que lograron su propósito, hicieron un verdadero banquete. Acabada la comida,
los cuatros apagaron la luz y cada uno se buscó un rincón para descansar.
Pero en el medio de la noche, los ladrones, viendo que todo parecía tranquilo en la casa, mandaron a uno de
ellos que inspeccionara la casa. El enviado entró en la casa a oscuras y, cuando se dirigía a encender la luz, vio
que algo brillaba en el fogón. Eran los ojos del gato que se había despertado.
Y sin pensar dos veces, el gato se saltó a la cara del ladrón y empezó a arañarlo. El bandido, con miedo, echó
a correr. Pero no sin antes llevarse una coz del asno, ser atacado por el perro y llevarse un buen susto con los
gritos del gallo.
Al reunirse con sus compañeros, el bandido les dijo que en la casa había una bruja que lo atacó por todos lados.
Lo arañó, lo acuchilló, lo golpeó y le gritó ferozmente. Y que todos deberían huir rápidamente. Y así lo hicieron
todos.
Y fue así, gracias a buen plan que habían montado los animales, que los cuatros músicos de Bremen pudieron
vivir su vejez tranquila y cómodamente en aquella casa.
FIN
3
Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
Fuente: Anónimo. (08 de Noviembre de 2019). Cuento Folclórico . Obtenido de Ciudad Seva:
https://ciudadseva.com/autor/anonimo-cuentos-folcloricos/cuentos/
4. Hansel y Gretel
Anónimo
(Anónimo, Cuento Folclórico , 2019)
Hansel y Gretel vivían con su padre, un pobre -Quédense aquí hasta que vengamos a buscarlos.
leñador, y su cruel madrastra, muy cerca de un Hansel y Gretel hicieron lo que sus padres habían
espeso bosque. Vivían con muchísima escasez, y ordenado, pues creyeron que cambiarían de
como ya no les alcanzaba para poder comer los opinión y volverían por ellos. Pero cuando se
cuatro, deberían plantearse el problema y tratar de acercaba la noche y los niños vieron que sus padres
darle una buena solución. no aparecían, trataron de encontrar el camino de
Una noche, creyendo que los niños estaban regreso. Desgraciadamente, los pájaros se habían
dormidos, la cruel madrastra dijo al leñador: comido las migas que marcaban el camino. Toda la
-No hay bastante comida para todos: mañana noche anduvieron por el bosque con mucho temor
llevaremos a los niños a la parte más espesa del observando las miradas, observando el brillo de los
bosque y los dejaremos allí. Ellos no podrán ojos de las fieras, y a cada paso se perdían más en
encontrar el camino a casa y así nos aquella espesura.
desprenderemos de esa carga. Al amanecer, casi muertos de miedo y de hambre,
Al principio, el padre se opuso rotundamente a los niños vieron un pájaro blanco que volaba frente
tener en cuenta la cruel idea de la malvada mujer. a ellos y que para animarlos a seguir adelante les
-¿Cómo vamos a abandonar a mis hijos a la suerte aleteaba en señal amistosa. Siguiendo el vuelo de
de Dios, quizás sean atacados por los animales del aquel pájaro encontraron una casita construida toda
bosque? -gritó enojado. de panes, dulces, bombones y otras confituras muy
-De cualquier manera, así moriremos todos de sabrosas.
hambre -dijo la madrastra y no descansó hasta Los niños, con un apetito terrible, corrieron hasta
convencer al débil hombre de llevar adelante el la rara casita, pero antes de que pudieran dar un
malévolo plan que se había trazado. mordisco a los riquísimos dulces, una bruja los
Mientras tanto los niños, que en realidad no estaban detuvo.
dormidos, escucharon toda la conversación. Gretel La casa estaba hecha para atraer a los niños y
lloraba amargamente, pero Hansel la consolaba. cuando éstos se encontraban en su poder, la bruja
los mataba y los cocinaba para comérselos.
-No llores, querida hermanita -decía él-, yo tengo Como Hansel estaba muy delgadito, la bruja lo
una idea para encontrar el camino de regreso a casa. encerró en una jaula y allí lo alimentaba con ricos
A la mañana siguiente, cuando salieron para el y sustanciosos manjares para engordarlo. Mientras
bosque, la madrastra le dio a cada uno de los niños tanto, Gretel tenía que hacer los trabajos más
un pedazo de pan. pesados y sólo tenía cáscaras de cangrejos para
-No deben comer este pan antes del almuerzo -les comer.
dijo-. Eso es todo lo que tendrán para el día. Un día, la bruja decidió que Hansel estaba ya listo
El dominado y débil padre y la madrastra los para ser comido y ordenó a Gretel que preparara
acompañaron a adentrarse en el bosque. Cuando una enorme cacerola de agua para cocinarlo.
penetraron en la espesura, los niños se quedaron -Primero -dijo la bruja-, vamos a ver el horno que
atrás, y Hansel, haciendo migas de su pan, las fue yo prendí para hacer pan. Entra tú primero, Gretel,
dejando caer con disimulo para tener señales que y fíjate si está bien caliente como para hornear.
les permitieran luego regresar a casa. En realidad, la bruja pensaba cerrar la puerta del
Los padres los llevaron muy adentro del bosque y horno una vez que Gretel estuviera dentro para
les dijeron:
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Apoyado por:
Segundo Ciclo. Educación Básica
cocinarla a ella también. Pero Gretel hizo como que atravesar. Por fin, un hermoso cisne blanco
no entendía lo que la bruja decía. compadeciéndose de ellos y les ofreció pasarlos a
-Yo no sé. ¿Cómo entro? -preguntó Gretel. la otra orilla. Con gran alegría los niños
encontraron a su padre allí. Éste había sufrido
-Tonta -dijo la bruja-, mira cómo se hace -y la bruja mucho durante la ausencia de los niños y los había
metió la cabeza dentro del horno. buscado por todas partes, e incluso les contó acerca
Rápidamente Gretel la empujó dentro del horno y de la muerte de la cruel madrastra.
cerró la puerta. Dejando caer los tesoros a los pies de su padre, los
Gretel puso en libertad a Hansel. Antes de irse, los niños se arrojaron en sus brazos. Así juntos
dos niños se llenaron los bolsillos de perlas y olvidaron todos los malos momentos que habían
piedras preciosas del tesoro de la bruja. pasado y supieron que lo más importante en la vida
Los niños huyeron del bosque hasta llegar a orillas es estar junto a los seres a quienes se ama, y
de un inmenso lago que parecía imposible de siguieron viviendo felices y ricos para siempre.
Fuente: Anónimo. (08 de Noviembre de 2019). Cuento Folclórico . Obtenido de Ciudad Seva:
https://ciudadseva.com/autor/anonimo-cuentos-folcloricos/cuentos/
En una bonita casita del bosque vivían siete cabritillos y su mamá. Un día la mamá cabra tuvo que irse de
compras al pueblo y dijo a sus hijitos:
-Hijos míos, me voy a comprar al pueblo y cuando yo vuelva daremos un paseo por el campo. Les traeré
exquisita comidita.
Y todos los cabritillos, felices, dijeron:
- ¡Sí, mamá!
Antes de salir de casa, la mamá cabra les dijo:
-Mientras yo no llegue, no abran la puerta a nadie, ¿vale, hijitos?
Y los cabritillos, obedientes, dijeron:
- ¡Sí, mamá!
Fuera de casa, detrás de un árbol, se escondía un temible lobo que observaba cómo la madre cabra salía con su
bolso de casa, dejando a sus hijitos solitos dentro de la casa.
Minutos después de que la madre cabra saliera de casa, el lobo se acercó a la puerta y dando algunos golpes
toc toc toc- a la puerta de la casa de los cabritillos, dijo:
-Soy mamá y les traigo buena comidita, ¿pueden abrirme la puerta?
Reconociendo la voz del lobo, los cabritillos gritaron:
- Nooo… tú no eres nuestra madre. ¡Eres el lobo!
Decepcionado, el lobo se fue y se acercó a una granja que había allí cerca, y se comió docenas y docenas de
huevos para aclarar y suavizar la voz. Y volvió a la casa de los cabritillos -toc toc toc- y con voz suave dijo:
-Niños, soy mamá, ¿pueden abrirme la puerta?
No convencidos de que era su madre, los cabritillos le dijeron:
-Si eres nuestra madre, entonces enséñanos tu pata.
El lobo no dudó en enseñarles su pata negra y peluda por debajo de la puerta. Y los cabritillos dijeron:
-Nooo… tú no eres nuestra madre. ¡Eres el lobo!
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Segundo Ciclo. Educación Básica Apoyado por:
Contrariado, el lobo se dirigió a la casa de un molinero y le pidió un saco de harina. Metió una patita en la
harina para que se la blanqueara y se fue otra vez a la casa de los cabritillos -toc toc toc- y les dijo:
-Niños, soy mamá y les traigo comidita muy exquisita del pueblo. ¡Abran la puerta!
Los cabritillos volvieron a decirle:
-Si eres nuestra madre, entonces enséñanos tu pata.
El lobo enseñó la pata bien rebozada en harina por debajo de la puerta y los cabritillos dijeron:
- ¡Esta vez sí que eres mamá! -y abrieron la puerta.
El lobo entró rápidamente en la casa y empezó a correr para alcanzar a los cabritillos. Los cabritillos salieron
corriendo y se escondieron cada uno en un sitio distinto.
En ese momento pasaba por allí un cazador que, oyendo todo el ruido de voces, entró en la casa. Estaba a punto
de matar al lobo cuando el animal salió corriendo asustado y con miedo, rogando al cazador que no lo matara
y jurando que jamás volvería por aquellos lados. Al cabo de un rato llegó la mamá cabra y se encontró la puerta
abierta y la casa vacía.
-Ay, ¡mis hijitos! Seguro que a todos se los ha llevado el lobo.
Fue entonces cuando todos los cabritillos, uno a uno, fueron saliendo de sus escondrijos para la alegría de la
mamá cabra. El cazador le explicó todo lo que había ocurrido. Y entonces, como agradecimiento al cazador,
la mamá cabra y sus cabritillos prepararon una gran fiesta donde pudieron comer la rica comidita que había
comprado la mamá cabra en el mercado del pueblo.
FIN
Fuente: Anónimo. (07 de Noviembre de 2019). La mamá cabra y los siete cabritos. Obtenido de Ciudad Seva:
https://ciudadseva.com/texto/la-mama-cabra-y-los-siete-cabritillos/
6. La bola de cristal
Anónimo
(Anónimo, Cuento Folclórico , 2019)
Vivía en otros tiempos una hechicera que tenía tres hijos, los cuales se amaban como buenos hermanos; pero
la vieja no se fiaba de ellos, temiendo que quisieran arrebatarle su poder. Por eso transformó al mayor en
águila, que anidó en la cima de una rocosa montaña, y sólo alguna que otra vez se le veía describiendo amplios
círculos en la inmensidad del cielo. Al segundo lo convirtió en ballena, condenándolo a vivir en el seno del
mar, y sólo de vez en cuando asomaba a la superficie, proyectando a gran altura un poderoso chorro de agua.
Uno y otro recobraban su figura humana por espacio de dos horas cada día. El tercer hijo, temiendo verse
también convertido en alimaña, oso o lobo, por ejemplo, huyó secretamente.
Se había enterado de que en el castillo del Sol de Oro residía una princesa encantada que aguardaba la hora de
su liberación; pero quien intentase la empresa exponía su vida, y ya veintitrés jóvenes habían sucumbido
tristemente. Sólo otro podía probar suerte, y nadie más después de él. Y como era un mozo de corazón
intrépido, decidió ir en busca del castillo del Sol de Oro.
Llevaba ya mucho tiempo en camino, sin lograr dar con el castillo, cuando se encontró extraviado en un
inmenso bosque. De pronto descubrió a lo lejos a dos gigantes que le hacían señas con la mano, y cuando se
hubo acercado le dijeron:
-Estamos disputando acerca de quién de los dos ha de quedarse con este sombrero, y, puesto que somos igual
de fuertes, ninguno puede vencer al otro. Como ustedes, los hombrecillos, son más listos que nosotros, hemos
pensado que tú decidas.
- ¿Cómo es posible que peleen por un viejo sombrero? -exclamó el joven.
-Es que tú ignoras sus virtudes. Es un sombrero milagroso, pues todo aquel que se lo pone, en un instante será
transportado a cualquier lugar que desee.
-Venga el sombrero -dijo el mozo-. Me adelantaré un trecho con él, y, cuando llame, echen a correr. Lo daré
al primero que me alcance.
6
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Y calándose el sombrero, se alejó. Pero, llena su mente de la princesa, se olvidó en seguida de los gigantes.
Suspirando desde el fondo del pecho, exclamó:
- ¡Ah, si pudiese encontrarme en el castillo del Sol de Oro! -y no bien habían salido estas palabras de sus labios,
se halló en la cima de una alta montaña, ante la puerta del alcázar.
Entró y recorrió todos los salones, encontrando a la princesa en el último. Pero, ¡qué susto se llevó al verla!
Tenía la cara de color ceniciento, lleno de arrugas; los ojos turbios y el cabello rojo.
- ¿Es usted la princesa cuya belleza ensalza el mundo entero?
- ¡Ay! -respondió ella-, ésta que contemplas no es mi figura propia. Los ojos humanos sólo pueden verme en
esta horrible apariencia; más para que sepas cómo soy en realidad, mira en este espejo, que no yerra y refleja
mi imagen verdadera.
Y puso en su mano un espejo, en el cual vio el joven la figura de la doncella más hermosa del mundo entero;
y de sus ojos fluían amargas lágrimas que rodaban por sus mejillas. Le dijo entonces:
- ¿Cómo puedes ser redimida? Yo no retrocedo ante ningún peligro.
-Quien se apodere de la bola de cristal y la presente al brujo, quebrará su poder y me restituirá mi figura
original. ¡Ay! -añadió-, muchos han pagado con la vida el intento, y viéndote tan joven me duele ver el que te
expongas a tan gran peligro por mí.
-Nada me detendrá -replicó él-, pero dime qué debo hacer.
-Vas a saberlo todo -dijo la princesa-: Si desciendes la montaña en cuya cima estamos, encontrarás al pie, junto
a una fuente, un salvaje bisonte, con el cual habrás de luchar. Si logras darle muerte, se levantará de él un
pájaro de fuego, que lleva en el cuerpo un huevo ardiente, y este huevo tiene por yema una bola de cristal. Pero
el pájaro no soltará el huevo a menos de ser forzado a ello, y si cae al suelo se encenderá y quemará cuanto
haya a su alrededor, disolviéndose él junto con la bola de cristal, y entonces todas tus fatigas habrán sido
inútiles.
Bajó el mozo a la fuente y en seguida oyó los resoplidos y feroces bramidos del bisonte. Tras larga lucha
consiguió traspasarlo con su espada, y el monstruo cayó sin vida. En el mismo instante se desprendió de su
cuerpo el ave de fuego y emprendió el vuelo; pero el águila, o sea, el hermano del joven, que acudió volando
entre las nubes, se lanzó en su persecución, empujándola hacia el mar y acosándola a picotazos, hasta que la
otra, incapaz de seguir resistiendo, soltó el huevo.
Pero éste no fue a caer al mar, sino en la cabaña de un pescador situada en la orilla, donde en seguida empezó
a humear y a despedir llamas. Se elevaron entonces gigantescas olas que, inundando la choza, extinguieron el
fuego.
Habían sido provocadas por el hermano, transformado en ballena, y una vez el incendio estuvo apagado,
nuestro doncel corrió a buscar el huevo, y tuvo la suerte de encontrarlo. No se había derretido aún, pero, por
la acción del agua fría, la cáscara se había roto. Así el mozo pudo extraer, indemne, la bola de cristal.
Al presentarse con ella al brujo y mostrársela, dijo éste:
-Mi poder ha quedado destruido y desde este momento tú eres rey del castillo del Sol de Oro. Puedes también
desencantar a tus hermanos, devolviéndoles su figura humana.
Corrió el joven al encuentro de la princesa y, al entrar en su aposento, la vio en todo el esplendor de su belleza
y, rebosantes de alegría, los dos intercambiaron sus anillos.
Fuente: Anónimo. (08 de Noviembre de 2019). Cuento Folclórico . Obtenido de Ciudad Seva:
https://ciudadseva.com/autor/anonimo-cuentos-folcloricos/cuentos/
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7. Hellen Keller
Elena Favilli y Francesca Cavallo
Italianas
(Elena Favilli y Francesca Cavallo, 2019)
Había una vez una niñita llamada Helen que sufrió una fiebre tan terrible
que quedó sorda y ciega a la vez. Helen se sentía tan frustrada que pasaba
sus días tirada en el suelo, gritando y pataleando. Su mamá decidió entonces
llevarla a una escuela especial para ciegos. Una talentosa y joven maestra
de nombre Anne Sullivan conoció a Helen e intentó enseñarle a hablar.
Anne se dio cuenta de que debía usar el sentido del tacto de Helen. Sostenía
sus dedos bajo el agua fluyendo mientras le escribía la palabra agua en la
mano. Luego le escribía la palabra muñeca mientras Helen abrazaba su
muñeca favorita. Con el tiempo, Helen fue entendiendo que las distintas
palabras nombraban diferentes cosas.
Con los dedos sobre los labios de Anne, Helen empezó a sentir las vibraciones que producían esas palabras al
ser emitidas, y poco a poco fue aprendiendo a producirlas ella también. Con el tiempo logró hablar por primera
vez en su vida.
También aprendió a leer en braille pasando los dedos por encima de los puntos sobresalientes, e incluso estudió
varios idiomas como francés, alemán, latín y griego.
Helen comenzó a dar discursos en público para defender los derechos de las personas con discapacidades.
Viajó por todo el mundo en compañía de su increíble profesora y su amado perro. No necesitaba palabras para
decirles lo que sentía. Bastaba con que les diera un fuerte abrazo afectuoso.
Fuente: Favilli, Elena y Cavallo, Francesca. Cuentos de Buenas noches para niñas rebeldes. México, 2019.
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8. Hogar
Alberto Sánchez Argüello
Nicaragüense
(Argüello)
Después de siete horas en la fábrica, el hombre regresó a casa. Colocó cinco monedas en la ranura de
la entrada y la puerta se deslizó suavemente hacia la derecha.
Adentro una niña jugaba en la sala y una mujer terminaba de servir la mesa. El hombre entró despacio,
queriendo apreciar la escena sin que lo notaran, pero la niña alzó la mirada y le sonrió.
Se sentaron los tres. El hombre les contó su día entre máquinas y vapor. Les habló de la soledad que
lo invadía en sus turnos, la presión de sus superiores, la ansiedad por escuchar la sirena que anunciaba
el cierre de la jornada. Les describió su regreso, entre masas de hombres grises que caminaban sin
hablar. Ellas lo escucharon atentas, la niña acariciando su brazo por momentos.
El hombre se levantó. Recogió los trastes y cubiertos para lavarlos. Desde la cocina miró a la niña
acurrucarse con la mujer en el sillón frente al televisor. Al terminar, el hombre se acercó para
abrazarlas, pero ellas se disiparon en el aire, como si estuviesen hechas de niebla.
El hombre bajó la cabeza y arrastró los pies hacia la entrada, deslizó la puerta y sacó del bolsillo de
su pantalón otras cinco monedas.
Fuente: Sánchez, A., (Argüello). Breve antología de minificción centroamericana contemporánea. Bajo licencia
Creative Commons, Nicaragua.
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Hola, me llamo Ignacio y he decidido ser el creatividad, porque está rasguñando todos los
niño más bondadoso de todos. Que me asientos mientras vuela dentro del auto.
entreguen un premio mundial por ser tan Lo malo ahora es que los chorros de pipí que
bueno. ¿Pero… qué hago? ¡Ya sé! Para lanza son muy hediondos, así que abrí todas las
comenzar, seré el mejor hijo del planeta. ventanas. ¡Oh no! Estropajo salta y se mete
debajo del motor. Yo quiero que se seque, pero
Se me ocurre lavar el auto de mi papá, pero no no que se queme. Por suerte la bocina suena
tengo agua ni esponja. ¡Qué suerte que justo muy fuerte.
llegó a mi casa un tierno gatito! Como venía
todo mojado, tuve la genial idea de usarlo a él. Cuando al fin salió, caminaba muy mareado.
¡Y con razón! ¡Está todo el aire con humo, nos
Así seré bondadoso con los animales también. vamos a intoxicar! Tengo que salvar nuestras
Él quedará seco y el auto, impecable. Te vidas. Puse a Estropajo como tapón en el tubo
bautizo: ¡Estropajo! Parece que él también de escape, pero no alcancé a apagar el auto
quiere ayudarme a ser bondadoso, porque con cuando el motor hizo explosión y el techo salió
sus uñas hizo un montón de rayas artísticas volando. ¡Mi papá va a estar tan contento! Su
sobre la pintura. viejo cacharro transformado en un auto
moderno y descapotable.
Lo único malo es que Estropajo no quedó
totalmente seco, pero… ¡Tengo la solución! Todo perfecto, ahora, a descubrir hacia dónde
Yo no sé manejar, pero sí sé hacer partir el salió disparado Estropajo y después tengo que
auto. Con la calefacción a máxima potencia hacer algo igual de bondadoso para mi mamá,
podré secarlo, aunque parece que mi gato pero ese es otro cuento.
artista prefiere seguir expresando su
Fuente: Nacional de la Cultura y las Artes. Un cuento al día. Antología. Chile, 2013.
10
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10. El mago de oz
Lyman Frank Baum
Estadounidense
(Baum, 2019)
Dorita era una niña que vivía en Kansas con sus tíos y su perro Totó. Los dos se divertían de lo lindo en la
granja y todos los querían mucho, excepto una vecina a la que no le gustaba nada los perros. Un día, la niña
escuchó que querían atrapar a su perrito y quiso huir. Pero en ese momento se acercaba un tornado y, al salir
corriendo, la niña tropezó y se golpeó en la cabeza.
La casa salió volando, y los tíos vieron desaparecer en el cielo a Dorita y su perro. Viajaron sobre una nube
mientras las tejas y las ventanas salían despedidas. Dorita y Totó se abrazaban esperando a que pasara el
peligro. Al aterrizar, unos extraños personajes acudieron a recibirlos y un hada, respondiendo al deseo de
Dorita de volver a casa, le aconsejó: - Lo mejor es que vayáis a visitar al mago de Oz. - No conozco el
camino - replicó. - Seguid siempre el sendero de baldosas amarillas. En el camino, se cruzaron con un
espantapájaros que quería un cerebro y un hombre de hojalata que deseaba un corazón, y juntos se dirigieron
a Oz.
Más tarde, de entre la maleza salió un león rugiendo débilmente, pero se asustó con los ladridos de Totó.
Quería ser valiente, así que él también decidió acompañarles a ver al mago. Cuando por fin llegaron, un
guardián les abrió el enorme portón. Ellos le explicaron la razón de su visita y entraron en el país de Oz, en
busca del mago de Oz, en busca del mago que había de solucionar sus problemas. Explicaron sus deseos al
mago, que les puso una condición: acabar con la bruja más cruel del reino. Al salir, pasaron por un campo
de amapolas y cayeron en un profundo sueño. Los capturaron unos monos voladores, que venían de parte
de la bruja.
Cuando Dorita vio a la bruja, sólo se le ocurrió arrojarle a la cara un cubo de agua. Y acertó, pues la bruja
empezó a desaparecer hasta que su cuerpo se convirtió en un charco de agua.
Mientras, le contaban al mago cómo todos, excepto Dorita, habían visto cumplidos sus deseos al romperse
el hechizo de la bruja, Totó descubrió que el mago no era sino un anciano que se escondía tras su figura. El
hombre llevaba allí muchos años, pero ya quería marcharse. Para ello había creado un globo mágico. Dorita
decidió irse con él... Durante la peligrosa travesía en globo, su perro se cayó y Dorita saltó tras él para
salvarle. Y en su caída soñó con todos sus amigos y oyó cómo el hada le decía: - Si quieres volver, piensa:
<< en ningún sitio se está como en casa >>. Y así lo hizo. Cuando despertó, oyó gritar a sus tíos y salió
corriendo. ¡Todo había sido un sueño! Un sueño que ella nunca olvidaría... ni tampoco sus amigos. FIN
11
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Es otoño. Estamos en lo alto del baluarte contemplando el mar, surcado por numerosos barcos, y, a lo lejos,
la costa sueca, que se destaca, altiva, a la luz del sol poniente. A nuestra espalda desciende, abrupto, el
bosque, y nos rodean árboles magníficos, cuyo amarillo follaje va desprendiéndose de las ramas. Al fondo
hay casas lóbregas, con empalizadas, y en el interior, donde el centinela efectúa su monótono paseo, todo
es angosto y tétrico; pero más tenebroso es todavía del otro lado de la enrejada cárcel, donde se hallan los
presidiarios, los delincuentes peores.
Un rayo del sol poniente entra en la desnuda celda, pues el sol brilla sobre los buenos y los malos. El preso,
hosco y rudo, dirige una mirada de odio al tibio rayo. Un pajarillo vuela hasta la reja. El pájaro canta para
los buenos y los malos. Su canto es un breve trino, pero el pájaro se queda allí, agitando las alas. Se arranca
una pluma y se esponja las del cuello; y el mal hombre encadenado lo mira. Una expresión más dulce se
dibuja en su hosca cara; un pensamiento que él mismo no comprende claramente, brota en su pecho; un
pensamiento que tiene algo de común con el rayo de sol que
entra por la reja, y con las violetas que tan abundantes crecen allá fuera en primavera.
Luego resuena el cuerno de los cazadores, melódicos y vigorosos. El pájaro se asusta y se echa a volar,
alejándose de la reja del preso; el rayo de sol desaparece, y vuelve a reinar la oscuridad en la celda, la
oscuridad en el corazón de aquel hombre malo; pero el sol ha brillado, y el pájaro ha cantado.
¡Seguid resonando, hermosos toques del cuerno de caza! El atardecer es apacible, el mar está en
calma, terso como un espejo.
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Entre los mares Báltico y del Norte hay un antiguo Vimos un cisne tras otro en majestuoso vuelo.
nido de cisnes: se llama Dinamarca. En él Uno pulsó con sus alas las cuerdas del arpa de oro,
nacieron y siguen naciendo cisnes que jamás y las notas resonaron en todo el Norte; las rocas
morirán. de Noruega se levantaron más altas, iluminadas
En tiempos remotos, una bandada de estas aves por el sol de la Historia. Oyóse un murmullo entre
voló, por encima de los Alpes, hasta las verdes los abetos y los abedules; los dioses nórdicos, sus
llanuras de Milán; aquella bandada de cisnes héroes y sus nobles matronas, se destacaron sobre
recibió el nombre de longobardos. el verde oscuro del bosque.
Otra, de brillante plumaje y ojos que reflejaban la
lealtad, se dirigió a Bizancio, donde se sentó en el Vimos un cisne que batía las alas contra la peña
trono imperial y extendió sus amplias alas blancas marmórea, con tal fuerza que la quebró, y las
a modo de escudo, para protegerlo. Fueron los espléndidas figuras encerradas en la piedra
varingos. avanzaron hasta quedar inundadas de luz
En la costa de Francia resonó un grito de espanto resplandeciente, y los hombres de las tierras
ante la presencia de los cisnes sanguinarios, que circundantes levantaron la cabeza para
llegaban con fuego bajo las alas, y el pueblo contemplar las portentosas estatuas.
rogaba: Vimos un tercer cisne que hilaba la hebra del
- ¡Dios nos libre de los salvajes normandos! Sobre pensamiento, el cual da ahora la vuelta al mundo
el verde césped de Inglaterra se posó el cisne de país en país, y su palabra vuela con la rapidez
danés, con triple corona real sobre la cabeza y del rayo.
extendiendo sobre el país el cetro de oro.
Dios Nuestro Señor ama al viejo nido de cisnes
Los paganos de la costa de Pomerania hincaron la construido entre los mares Báltico y Norte. Dejad
rodilla, y los cisnes daneses llegaron con la si no que otras aves prepotentes se acerquen por
bandera de la cruz y la espada desnuda. - Todo eso los aires con propósito de destruirlo. ¡No lo
ocurrió en épocas remotísimas - lograrán jamás! Hasta las crías implumes se
dirás. colocan en círculo en el borde del nido; bien lo
hemos visto. Recibirán los embates en pleno
También en tiempos recientes se han visto volar pecho, del que manará la sangre; mas ellos se
del nido cisnes poderosos. Hízose luz en el aire, defenderán con el pico y con las garras.
hízose luz sobre los campos del mundo; con sus Pasarán aún siglos, otros cisnes saldrán del nido,
robustos aleteos, el cisne disipó la niebla opaca, que serán vistos y oídos en toda la redondez del
quedando visible el cielo estrellado, como si se Globo, antes de que llegue la hora en que pueda
acercase a la Tierra. decirse en verdad:
Fue el cisne Tycho Brahe. - Sí, en aquel tiempo - - Es el último de los cisnes, el último canto que
dices -. Pero, ¿y en nuestros días? sale de su nido.
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Junto a la carretera que cruzaba el bosque se sol; una golondrina penetró como una flecha en el
levantaba una granja solitaria; la carretera pasaba follaje y dio media vuelta, chillando, encima de la
precisamente a su través. Brillaba el sol, todas las cabeza del muerto.
ventanas estaban abiertas; en el interior reinaba ¡Qué maravilloso es - todos hemos experimentado
gran movimiento, pero en la era, entre el follaje esta impresión - sacar a la luz viejas cartas de
de un saúco florido, había un féretro abierto, con nuestra juventud y releerlas!
un cadáver que debía recibir sepultura aquella
misma mañana. Nadie velaba a su lado, nadie Toda una vida asoma entonces, con sus
lloraba por el difunto, cuyo rostro aparecía esperanzas y cuidados. ¡Cuántas veces creemos
cubierto por un paño blanco. que una persona con la que estuvimos unidos de
corazón, está muerta hace tiempo, y, sin embargo,
Bajo la cabeza tenía un libro muy grande y vive aún, sólo que hemos dejado de pensar en ella,
grueso; las hojas eran de grandes pliegos de papel aunque un día pensamos que seguiremos siempre
secante, y en cada una había, ocultas y olvidadas, a su lado, compartiendo las penas y las alegrías!
flores marchitas, todo un herbario, reunido en La hoja de roble marchita de aquel libro recuerda
diferentes lugares. Debía ser enterrado con él, al compañero, al condiscípulo, al amigo para toda
pues así lo había dispuesto su dueño. Cada flor la vida; prendióse aquella hoja a la gorra de
resumía un capítulo de su vida. estudiante aquel día que, en el verde bosque,
- ¿Quién es el muerto? -preguntamos, y nos cerraron el pacto de alianza perenne. ¿Dónde está
respondieron: - Aquel viejo estudiante de Upsala. ahora? La hoja se conserva, la amistad se ha
Parece que en otros tiempos fue hombre muy desvanecido. Hay aquí una planta exótica de
despierto, que estudió las lenguas antiguas, cantó invernadero, demasiado delicada para los jardines
e incluso compuso poesías, según decían. Pero nórdicos...
algo le ocurrió, y se entregó a la bebida. Decayó Diríase que las hojas huelen aún. Se la dio la
su salud, y finalmente vino al campo, donde señorita del jardín de aquella casa noble. Y aquí
alguien pagaba su pensión. Era dulce como un está el nenúfar que él mismo cogió y regó con
niño mientras no lo dominaban ideas lúgubres, amargas lágrimas, la rosa de las aguas dulces. Y
pero entonces se volvía salvaje y echaba a correr ahí una ortiga; ¿qué dicen sus hojas? ¿Qué estaría
por el bosque como una bestia acosada. pensando él cuando la arrancó para guardarla?
Ved aquí el muguete de la soledad selvática, y la
En cambio, cuando habían conseguido volverlo a madreselva arrancada de la maceta de la taberna,
casa y lo persuadían de que hojease su libro de y el desnudo y afilado tallo de hierba.
plantas secas, era capaz de pasarse el día entero El florido saúco inclina sus umbelas tiernas y
mirándolas, y a veces las lágrimas le rodaban por fragantes sobre la cabeza del muerto; la
las mejillas; sabe Dios en qué pensaría entonces. golondrina vuelve a pasar volando y lanzando su
Pero había rogado que depositaran el libro en el trino... Y luego vienen los hombres provistos de
féretro, y allí estaba ahora. Dentro de poco rato clavos y martillo; colocan la tapa encima del
clavarían la tapa, y descansaría apaciblemente en difunto, de manera que la cabeza repose sobre el
la tumba. libro... conservado... deshecho.
Quitaron el paño mortuorio: la paz se reflejaba en
el rostro del difunto, sobre el que daba un rayo de
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01
Recuerdo el 6 de enero del año 2050 de una forma especial. No fue una mañana cualquiera. Los regalos que
llegaban cada tanto habían perdido la sorpresa, no me entusiasmaba verlos en la computadora tridimensional
y con sólo probarlos en los hipermercados me bastaba para imaginarlos en el basurero de reciclaje.
Creo que mi padre dio el puntapié inicial con una carta que le envió a una corporación, harto de escuchar
mis quejas por aburrimiento. “Los niños dejarán los juguetes, ya no saben jugar porque sus inventos juegan
solos”, decía con letras en relieve (de ésas que marcan las cosas importantes en las pantallas de los buzones).
Era verdad.
Las plazas estaban siendo climatizadas, el cine se había terminado porque decían que a nadie se le ocurrían
películas nuevas, la televisión no llegaba a los barrios civilizados, Internet ya no existía, y las otras opciones
de entretenimiento, el teatro y los libros eran extrañas piezas de colección que sólo viajando se podían
encontrar.
Por seguridad o, mejor dicho, por falta de ella, algunas familias usaban las escuelas virtuales, así que sus
hijos no salían de casa y tenían una perfecta selección de maestros en diferentes materias…
La crisis del entretenimiento era tan grave que ni los juegos de computadora se comercializaban. Se habían
prohibido a menores de 18 años por la adicción que generaban.
Los jóvenes empresarios de las jugueterías sintieron especial atracción por la carta de mi padre, y decidieron
aplicar viejas ideas de la empresa en nuestra familia.
02
Fue así, como un experimento de publicidad, que ese 6 de enero llegó a nuestra casa, Magnolio.
Era un robot de acero. Un viejo aparato reciclado con nuevos y complejos programas que le daban una
memoria infinita, una curiosidad increíble y una creatividad que declaraban sorprendente.
Lo saqué del paquete tomándole la mano. Vino hacia mí como un niño tímido. Era más alto que yo. Tenía
el aspecto de un joven príncipe plateado. Años después, supe que esa imagen estaba inspirada en el hombre
de hojalata de una leyenda. Irónicamente, ese personaje, que nadie sabe si fue verdad o ficción, quería tener
un corazón.
Estuvimos largo rato mirándonos hasta que su dulce voz lanzó la primera de una larga lista de preguntas:
¿Por qué me miras así? -Te estoy estudiando.
-Las personas no se estudian -dijo.
-Tú no eres una persona –contesté, orgulloso de mi rapidez mental.
-Tienes razón -se disculpó-. Me faltó tacto en mi presentación.
Este escabroso comienzo hoy tiene una importancia que en aquel momento no sospeché
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Cada vez que el luchador salía al ring usaba una máscara color rojo con dorado. Se consideraba un buen
luchador, decía tener técnica. Recuerdo que me dijo que la vida en el ring es bonita, pero hay muchas
envidias. Comenzó por el gimnasio haciendo pesas y aprendió a desgonzarse.
Su primera pelea fue en Guatemala. Para entrenar, salía a las cuatro del mañana a subir y bajar escaleras.
En casa usaba otras máscaras. No podía revelar su identidad. Sus hijos lo admiraban. Sabían que era un
buen luchador, no reclamaban el no conocer su rostro.
Luego lo castigó con un martillo al brazo. Y así, muchas llaves hasta que cayó. Fue la mejor lucha. Hubo
otras esa noche: dos contra dos, tres contra tres, no muy buenas porque no se veía la técnica. Al terminar, el
público se marchó a casa y luego de horas de plática, nos quedamos en silencio.
De pronto dijo: El Tarahumara sabe de lucha. Aunque gané por pinball, me fue difícil lograrlo. Le pregunté
por las nuevas generaciones de luchadores y con tristeza dijo: Las nuevas generaciones ya no saben de lucha.
Ahora todos parecen zopilotes que andan planeando.
Le respondí: Sí, zopilotes, pero vuelan. Tiene razón, respondió, los zopilotes vuelan, pero los luchadores
luchan. Recuerdo cómo con mis abuelos poníamos la televisión para ver la lucha libre. Eso hice al llegar a
casa. El luchador, por su lado, se quitó la máscara de la suerte dentro de su carro y se puso la máscara del
regreso.
Fuente: hic sunt dracones g Aquí hay dragones. Breve antología de minificción centroamericana contemporánea. Bajo
licencia creativecommons, Nicaragua.
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En el jardín del Paraíso, bajo el árbol de la devocionario en las manos del piadoso trabajador.
sabiduría, crecía un rosal. En su primera rosa En la hoja de loto se desliza por las aguas sagradas
nació un pájaro; su vuelo era como un rayo de luz, del Ganges, y los ojos de la doncella hindú se
magníficos sus colores, arrobador su canto. Pero iluminan al verla.
cuando Eva cogió el fruto de la ciencia del bien y
del mal, y cuando ella y Adán fueron arrojados del ¡Ave Fénix! ¿No la conoces? ¿El ave del Paraíso,
Paraíso, de la flamígera espada del ángel cayó una el cisne santo de la canción? Iba en el carro de
chispa en el nido del pájaro y le prendió fuego. El Thespis en forma de cuervo parlanchín, agitando
animalito murió abrasado, pero del rojo huevo las alas pintadas de negro; el arpa del cantor de
salió volando otra ave, única y siempre la misma: Islandia era pulsada por el rojo pico sonoro del
el Ave Fénix. Cuenta cisne; posada sobre el hombro de Shakespeare,
la leyenda que anida en Arabia, y que cada cien adoptaba la figura del cuervo de Odin y le
años se da la muerte abrasándose en su propio susurraba al oído: ¡Inmortalidad!
nido; y que del rojo huevo sale una nueva ave
Fénix, la única en el mundo. Cuando la fiesta de los cantores, revoloteaba en la
sala del concurso de la Wartburg. ¡Ave Fénix!
El pájaro vuela en torno a nosotros, rauda como la ¿No la conoces? Te cantó la Marsellesa, y tú
luz, espléndida de colores, magnífica en su canto. besaste la pluma que se desprendió de su ala; vino
Cuando la madre está sentada junto a la cuna del en todo el esplendor paradisíaco, y tú le volviste
hijo, el ave se acerca a la almohada y, tal vez la espalda para contemplar el gorrión que
desplegando las alas, traza una aureola alrededor tenía espuma
de la cabeza del niño. Vuela por el sobrio y dorada en las alas.
humilde aposento, y hay resplandor de sol en él, y
sobre la pobre cómoda exhalan, su perfume unas ¡El Ave del Paraíso! Rejuvenecida cada siglo,
violetas. nacida entre las llamas, entre las llamas muertas;
tu imagen, enmarcada en oro, cuelga en las salas
Pero el Ave Fénix no es sólo el ave de Arabia; de los ricos; tú misma vuelas con frecuencia a la
aletea también a los resplandores de la aurora ventura, solitaria, hecha sólo leyenda: el Ave
boreal sobre las heladas llanuras de Laponia, y Fénix de Arabia.
salta entre las flores amarillas durante el breve En el jardín del Paraíso, cuando naciste en el seno
verano de Groenlandia. Bajo las rocas cupríferas de la primera rosa bajo el árbol de la sabiduría,
de Falun, en las minas de carbón de Inglaterra, Dios te besó y te dio tu nombre verdadero:
vuela como polilla espolvoreada sobre el ¡poesía!
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En todos los cantos de Oriente suena el amor del gran Homero; la rosa temblaba al viento. Vino la
ruiseñor por la rosa; en las noches silenciosas y noche, la flor cerró su cáliz y soñó: Era un día
cuajadas de estrellas, el alado cantor dedica una magnífico, de sol radiante; acercábase un tropel
serenata a la fragante reina de las flores. de extranjeros, de francos, que iban en
No lejos de Esmirna, bajo los altos plátanos peregrinación a la tumba de Homero. Entre ellos
adonde el mercader guía sus cargados camellos, iba un cantor del Norte, de la patria de las nieblas
que levantan altivos el largo cuello y caminan y las auroras boreales.
pesadamente sobre una tierra sagrada, vi un rosal
florido; palomas torcaces revoloteaban entre las Cogió la rosa, la comprimió entre las páginas de
ramas de los corpulentos árboles, y sus alas, al un libro y se la llevó consigo a otra parte del
resbalar sobre ellas los oblicuos rayos del sol, mundo a su lejana tierra. La rosa se marchitó de
despedían un brillo como de madreperla. pena en su estrecha prisión del libro, hasta que el
hombre, ya en su patria, lo abrió y exclamó: «¡Es
Tenía el rosal una flor más bella que todas las una rosa de la tumba de Homero!».
demás, y a ella le cantaba el ruiseñor su cuita
amorosa; pero la rosa permanecía callada; ni una Tal fue el sueño de la flor, y al despertar tembló
gota de rocío se veía en sus pétalos, como una al contacto del viento, y una gota de rocío
lágrima de compasión; inclinaba la rama sobre desprendida de sus hojas fue a caer sobre la tumba
unas grandes piedras, - Aquí reposa el más grande del cantor. Salió el sol, y la rosa brilló más que
de los cantores -dijo la rosa-. antes; el día era tórrido, propio de la calurosa
Asia. Se oyeron pasos, se acercaron extranjeros
Quiero perfumar su tumba, esparcir sobre ella mis francos, como aquellos que la flor viera en
hojas cuando la tempestad me deshoje. El cantor sueños, y entre ellos venía un poeta del Norte que
de la Ilíada se tornó tierra, en esta tierra de la que cortó la rosa y, dándole un beso, se la llevó a la
yo he brotado. Yo, rosa de la tumba de Homero, patria de las nieblas y de las auroras boreales.
soy demasiado sagrada para florecer sólo para un
pobre ruiseñor. Y el ruiseñor siguió cantando Como una momia reposa ahora el cadáver de la
hasta morir. flor en su Ilíada, y, como en un sueño, lo oye
Llegó el camellero, con sus cargados animales y abrir el libro y decir: «¡He aquí una rosa de la
sus negros esclavos; su hijito encontró el pájaro tumba de Homero!».
muerto, y lo enterró en la misma sepultura del
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Varios grandes barcos habían sido enviados a las de su abuela en el momento de su partida: la
regiones del Polo Norte para descubrir los límites Biblia. Cada noche se la ponía debajo de la
más septentrionales entre la tierra y el mar, e cabeza; ya desde niño sabía lo que en ella estaba
investigar hasta dónde podían avanzar los escrito. Leía un trozo cada día, y estando en el
hombres en aquellos parajes. Llevaban ya mucho lecho le venían con gran frecuencia a la memoria
tiempo abriéndose paso por entre la niebla y los aquellas santas palabras de consuelo: «Si tomase
hielos, y sus tripulaciones habían tenido que sufrir yo las alas de la aurora y estuviese en el mar más
muchas penalidades. remoto, Tu mano me guiaría hasta allí, y Tu
diestra me sostendría».
Ahora había llegado el invierno y desaparecido el
sol; durante muchas, muchas semanas, reinó la Y a estas palabras de verdad se cerraban sus ojos
noche continua; en derredor todo era un único y llegaba el sueño, la revelación del espíritu en
bloque de hielo, en el que los barcos habían Dios; el alma estaba viva mientras el cuerpo
quedado aprisionados; la nieve alcanzaba gran reposaba; él lo sentía, parecíale como si resonasen
altura, y con ella habían construido casas en forma viejas y queridas melodías, como si le envolvieran
de colmena, algunas grandes como túmulos, y tibias brisas estivales; y desde su lecho veía cómo
otras, más pequeñas, capaces de albergar un gran resplandor se filtraba a través de la nívea
solamente de dos a cuatro hombres. cúpula. Levantaba la cabeza, y aquel blanco
refulgente no era pared ni techo, sino las grandes
Sin embargo, la oscuridad no era completa, pues alas de un ángel, a cuyo rostro dulce y radiante
las auroras boreales enviaban sus resplandores alzaba los ojos.
rojos y azules; era como un eterno castillo de
fuegos artificiales, y la nieve despedía un tenue Como del cáliz de un lirio salía el ángel de las
brillo; la noche era allí como un largo crepúsculo páginas de la Biblia, extendía los brazos, y las
llameante. En los períodos de mayor claridad se paredes de la choza se esfumaban a modo de un
presentaban grupos de indígenas de singularísimo sutil y vaporoso manto de niebla: los verdes
aspecto, con sus hirsutos abrigos de pieles; iban prados y colinas de la patria, y sus bosques
montados en trineos construidos de trozos de oscuros y rojizos se extendían en derredor, al sol
hielo, y traían pieles en grandes fardos, gracias a apacible de un bello día de otoño; el nido de la
las cuales las casas de nieve pudieron ser cigüeña estaba vacío, pero colgaban todavía
provistas de calientes alfombras. frutos de los manzanos silvestres, aunque habían
caído ya las hojas; brillaban los rojos
Las pieles servían, además, de mantas y escaramujos, y el estornino silbaba en su pequeña
almohadas, y con ellas los marineros se jaula verde, colocada sobre la ventana de la casa
arreglaban camas bajo sus cúpulas de nieve, de campo, donde tenía él su hogar; el pájaro
mientras en el exterior arreciaba el frío con una silbaba como le habían enseñado, y la abuela le
intensidad desconocida incluso en los más ponía mijo en la jaula, según viera hacer siempre
rigurosos inviernos nórdicos. En nuestra patria era al nieto; y la hija del herrero, tan joven y tan linda,
todavía otoño, y de ello se acordaban aquellos sacaba agua del pozo y dirigía un saludo a la
hombres perdidos en tan altas latitudes; pensaban abuela, quien le correspondía con un gesto de la
en el sol de su tierra y en el follaje amarillo que cabeza, mostrándole al mismo tiempo una carta
colgaba aún de sus árboles. llegada de muy lejos.
El reloj les dijo que era noche y hora de acostarse, Se había recibido aquella misma mañana; venía
y en una de las chozas de nieve dos hombres se de las heladas tierras del polo Norte, donde se
tendieron a descansar. El más joven tenía consigo encontraba el nieto - en manos de Dios -. Y las
el mejor y más preciado tesoro de la patria, regalo dos mujeres reían y lloraban a la vez, y él, que
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- ¡Es un caso espantoso! -exclamó una gallina del - ¡No escuchéis esas cosas! Pero habéis oído lo
extremo opuesto del pueblo, donde el hecho no que acaban de decir, ¿verdad? Yo lo he oído con
había sucedido-. ¡Ha pasado algo espantoso en el mis propias orejas; ¡lo que oirán aún, las pobres,
gallinero de allá! Lo que es esta noche, no duermo antes de que se me caigan! Hay una gallina que
sola. Menos mal que somos tantas -. Y les contó hasta tal punto ha perdido toda noción de
el caso, y a las demás gallinas se les erizaron las decencia, que se está arrancando todas las plumas
plumas, y al gallo se le cayó la cresta. ¡Es la pura a la vista del gallo.
verdad! Pero empecemos por el principio, pues la - Prenez garde aux enfants! -exclamó el padre
cosa sucedió en un gallinero del otro extremo del lechuza-. Estas cosas no son para que las oigan los
pueblo. Se ponía el sol, y las gallinas se subían a niños.
su percha; una de ellas, blanca y paticorta, ponía - Pero voy a contárselo a la lechuza de enfrente.
sus huevos con toda regularidad y era una gallina Es la más respetable de estos alrededores -. Y se
de lo más respetable. Una vez en su percha, se echó a volar. - ¡Jujú, ujú! -y las dos se estuvieron
dedicó a asearse con el pico, y en la operación así comadreando sobre el palomar del vecino, y
perdió una pluma. luego contaron la historia a las palomas: - ¿Habéis
- ¡Ya voló una! -dijo-. Cuanto más me desplumo, oído, habéis oído? ¡Ujú! Hay una gallina que por
más guapa estoy -. Lo dijo en broma, pues de amor del gallo se ha arrancado todas las plumas.
todas las gallinas era la de carácter más alegre; por ¡Y se morirá helada, si no lo ha hecho ya! ¡Ujú!
lo demás, como ya dijimos, era la respetabilidad
personificada. Y luego se puso a dormir. - ¿Dónde, ¿dónde? -arrullaron las palomas.
El gallinero estaba a oscuras; las gallinas estaban - En el corral de enfrente. Es como si lo hubiese
alineadas en su percha, pero la contigua a la visto con mis ojos. Es un caso tan indecoroso, que
nuestra permanecía despierta. Aquellas palabras una casi no se atreve a contarlo, pero es la pura
las había oído y no las había oído, como a menudo verdad. - ¡La purra, la purra verrdad! -corearon las
conviene hacer en este mundo, si uno quiere vivir palomas, y, dirigiéndose al gallinero de abajo: -
en paz y tranquilidad. Con todo, no pudo Hay una gallina -dijeron-, y hay quien afirma que
contenerse y dijo a la vecina del otro lado: - ¿No son dos, que se han arrancado todas las plumas
has oído? No quiero citar nombres, pero lo cierto para distinguirse de las demás y llamar la atención
es que hay aquí una gallina que se despluma para del gallo. Es el colmo... y peligroso, además, pues
parecer más hermosa. Si yo fuese gallo, la se puede pescar un resfriado y morirse de una
despreciaría. calentura... Y parece que ya han muerto, ¡las dos!
- ¡Despertad, despertad! -gritó el gallo subiéndose
Pero he aquí que más arriba de las gallinas vivía a la valla con los ojos soñolientos, pero
la lechuza, con su marido y su prole; todos los vociferando a todo pulmón: - ¡Tres gallinas han
miembros de la familia tenían un oído finísimo y muerto víctimas de su desgraciado amor por un
oyeron las palabras de la gallina, y, oyéndolas, gallo! Se arrancaron todas las plumas.
revolvieron los ojos, y la madre lechuza se puso a
abanicarse con las alas.
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Es una historia horrible, y no quiero guardármela Como es natural, la gallina a la que se la había
en el buche. ¡Pasadla, que corra! - ¡Que corra! - soltado la plumita no se reconoció como la
silbaron los murciélagos, y las gallinas protagonista del suceso, y siendo, como era, una
cacarearon, y los gallos cantaron: - ¡Que corra, gallina respetable, dijo: - Este tipo de gallinas
que corra! -. Y de este modo la historia fue merecen el desprecio general.
pasando de gallinero en gallinero, hasta llegar, ¡Desgraciadamente, abundan mucho!
finalmente, a aquel del cual había salido. Éstas cosas no deben ocultarse, y haré cuanto
- Son cinco gallinas -decían- que se han arrancado pueda para que el hecho se publique en el
todas las plumas para que el gallo viera cómo periódico; que lo sepa todo el país. Se lo tienen
habían adelgazado por su amor, y luego se bien merecido las gallinas, y también su familia.
picotearon mutuamente hasta matarse, con gran Y la cosa apareció en el periódico, en letras de
bochorno y vergüenza de su familia y gran molde, y es la pura verdad: «Una plumilla puede
perjuicio para el dueño. muy bien convertirse en cinco gallinas».
Seguramente sabes lo que es un cristal de cuide de sus cosas? -. Y piensa que te piensa, pero
aumento, una lente circular que hace las cosas como no encontraba la solución, tuvo que acudir
cien veces mayores de lo que son. Cuando se coge a la brujería.
y se coloca delante de los ojos, y se contempla a
su través una gota de agua de la balsa de allá fuera, - Hay que darles color, para poder verlos más bien
se ven más de mil animales maravillosos que, de -dijo, y les vertió encima una gota de un líquido
otro modo, pasan inadvertidos; y, sin embargo, parecido a vino tinto, pero que en realidad era
están allí, no cabe duda. Diríase casi un plato lleno sangre de hechicera de la mejor clase, de la de a
de cangrejos que saltan en revoltijo. Son muy seis peniques. Y todos los animalitos quedaron
voraces, se arrancan unos a otros brazos y patas, teñidos de rosa; parecía una ciudad llena de
muslos y nalgas, y, no obstante, están alegres y salvajes desnudos.
satisfechos a su manera. - ¿Qué tienes ahí? -le preguntó otro viejo brujo
que no tenía nombre, y esto era precisamente lo
Pues he aquí que vivía en otro tiempo un anciano bueno de él.
a quien todos llamaban Crible-Crable, pues tal era - Si adivinas lo que es -respondió Crible-Crable -
su nombre. Quería siempre hacerse con lo mejor , te lo regalo; pero no es tan fácil acertarlo, si no
de todas las cosas, y si no se lo daban, se lo se sabe.
tomaba por arte de magia. Así, peligraba cuanto El brujo innominado miró por la lupa y vio
estaba a su alcance. efectivamente una cosa comparable a una ciudad
donde toda la gente corría desnuda. Era horrible,
El viejo estaba sentado un día con un cristal de pero más horrible era aún ver cómo todos se
aumento ante los ojos, examinando una gota de empujaban y golpeaban, se pellizcaban y
agua que había extraído de un charco del foso. arañaban, mordían y desgreñaban. El que estaba
¡Dios mío, que hormiguero! Un sinfín de arriba quería irse abajo, y viceversa.
animalitos yendo de un lado para otro, y venga - ¡Fíjate, fíjate!, su pata es más larga que la mía.
saltar y brincar, venga zamarrearse y devorarse ¡Paf! ¡Fuera con ella! Ahí va uno que tiene un
mutuamente - ¡Qué asco! -exclamó el viejo chichón detrás de la oreja, un chichoncito
Crible-Crable -. ¿No habrá modo de obligarlos a insignificante, pero le duele, y todavía le va a
vivir en paz y quietud, y de hacer que cada uno se
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Segundo Ciclo. Educación Básica
doler más. Y se echaban sobre él, y lo agarraban, - ¡Es muy divertido! -dijo el brujo.
y acababan comiéndoselo por culpa del chichón. - Sí, pero ¿qué crees que es? -preguntó Crible-
Crable -. ¿Eres capaz de adivinarlo? - Toma, pues
Otro permanecía quieto, pacífico como una es muy fácil -respondió el otro-.
doncellita; sólo pedía tranquilidad y paz. Pero la Es Copenhague o cualquiera otra gran ciudad,
doncellita no pudo quedarse en su rincón: tuvo todas son iguales. Es una gran ciudad, la que
que salir, la agarraron y, en un momento, estuvo sea. - ¡Es agua del charco! - contestó Crible-
descuartizada y devorada. Crable.
21. La hucha
Hans Christian Andersen
Danés
(Andersen, 2019)
El cuarto de los niños estaba lleno de juguetes. En pesar de que contaba entre los juguetes más
lo más alto del armario estaba la hucha; era de bastos. - Cada uno tiene su mérito propio - dijo el
arcilla y tenía figura de cerdo, con una rendija en cochecito -. No todos podemos ser nobles.
la espalda, naturalmente, rendija que habían Alguien tiene que hacer el trabajo, como suele
agrandado con un cuchillo para que pudiesen decirse.
introducirse escudos de plata; y contenía ya dos El cerdo-hucha fue el único que recibió una
de ellos, amén de muchos chelines. El cerdito- invitación escrita; estaba demasiado alto para
hucha estaba tan lleno, que al agitarlo ya no suponer que oiría la invitación oral. No contestó
sonaba, lo cual es lo máximo que a una hucha si pensaba o no acudir, y de hecho no acudió. Si
puede pedirse. Allí se estaba, en lo alto del tenía que tomar parte en la fiesta, lo haría desde
armario, elevado y digno, mirando altanero todo su propio lugar. Que los demás obraran en
lo que quedaba por debajo de él; bien sabía que consecuencia; y así lo hicieron.
con lo que llevaba en la barriga habría podido El pequeño teatro de títeres fue colocado de forma
comprar todo el resto, y a eso se le llama estar que el cerdo lo viera de frente; empezarían con
seguro de sí mismo. una representación teatral, luego habría un té y
debate general; pero comenzaron con el debate; el
Lo mismo pensaban los restantes objetos, aunque caballo-columpio habló de ejercicios y de pura
se lo callaban; pues no faltaban temas de sangre, el cochecito lo hizo de trenes y vapores,
conversación. El cajón de la cómoda, medio cosas todas que estaban dentro de sus respectivas
abierto, permitía ver una gran muñeca, más bien especialidades, y de las que podían disertar con
vieja y con el cuello remachado. Mirando al conocimiento de causa. El reloj de pared habló de
exterior, dijo: - Ahora jugaremos a personas, que los tiquismiquis de la política. Sabía la hora que
siempre es divertido. - ¡El alboroto que se armó! había dado la campana, aun cuando alguien
Hasta los cuadros se volvieron de cara a la pared afirmaba que nunca andaba bien.
– pues bien sabían que tenían un reverso -, pero
no es que tuvieran nada que objetar. El bastón de bambú se hallaba también presente,
orgulloso de su virola de latón y de su pomo de
Era medianoche, la luz de la luna entraba por la plata, pues iba acorazado por los dos extremos.
ventana, iluminando gratis la habitación. Era el Sobre el sofá yacían dos almohadones bordados,
momento de empezar el juego; todos fueron muy monos y con muchos pajarillos en la cabeza.
invitados, incluso el cochecito de los niños, a La comedia podía empezar, pues. Sentáronse
todos los espectadores, y se les dijo que podían
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Segundo Ciclo. Educación Básica
chasquear, crujir y repiquetear, según les viniera comedia, que se renunció al té, contentándose con
en gana, para mostrar su regocijo. Pero el látigo el debate.
dijo que él no chasqueaba por los viejos, sino
únicamente por los jóvenes y sin compromiso. Esto es lo que ellos llamaban jugar a «hombres y
- Pues yo lo hago por todos - replicó el petardo. mujeres», y no había en ello ninguna malicia,
- Bueno, en un sitio u otro hay que estar – opinó pues era sólo un juego. Cada cual pensaba en sí
la escupidera. mismo y en lo que debía pensar el cerdo; éste fue
Tales eran, pues, los pensamientos de cada cual, el que estuvo cavilando por más tiempo, pues
mientras presenciaba la función. No es que ésta reflexionaba sobre su testamento y su entierro,
valiera gran cosa, pero los actores actuaban bien, que, por muy lejano que estuviesen, siempre
todos volvían el lado pintado hacia los llegarían demasiado pronto. Y, de repente,
espectadores, pues estaban construidos para ¡cataplum!, se cayó del armario y se hizo mil
mirarlos sólo por aquel lado, y no por el opuesto. pedazos en el suelo, mientras los chelines saltaban
Trabajaron estupendamente, siempre en primer y bailaban, las piezas menores gruñían, las
plano de la escena; tal vez el hilo resultaba grandes rodaban por el piso, y un escudo de plata
demasiado largo, pero así se veían mejor. La se empeñaba en salir a correr mundo. Y salió, lo
muñeca remachada se emocionó tanto, que se le mismo que los demás, en tanto que los cascos de
soltó el remache, y en cuanto al cerdo-hucha, se la hucha iban a parar a la basura; pero ya al día
impresionó también a su manera, por lo que pensó siguiente había en el armario una nueva hucha,
hacer algo en favor de uno de los artistas; decidió también en figura de cerdo. No tenía aún ni un
acordarse de él en su testamento y disponer que, chelín en la barriga, por lo que no podía
cuando llegase su hora, fuese enterrado con él en matraquear, en lo cual se parecía a su antecesora;
el panteón de la familia. Se divertían tanto con la todo es comenzar, y con este comienzo
pondremos punto final al cuento.
Cuando nací, los habitantes de nuestra aldea se compadecieron de mi madre y nadie felicitó a mi padre.
Llegué al alba, cuando se apaga la última estrella, lo que los pashtunes consideramos un buen augurio. Mi
padre no tenía dinero para pagar un hospital o una comadrona, así que una vecina ayudó a mi madre. El
primer hijo que mis padres habían tenido nació muerto, pero yo nací llorando y dando patadas. Era una niña
en una tierra en la que se disparan rifles al aire para celebrar la llegada de un hijo varón, mientras que a las
hijas se las oculta tras una cortina y su función en la vida no es más que preparar la comida y procrear.
Para la mayoría de los pashtunes, cuando nace una niña es un día triste. El primo de mi padre Jehan Sher
Khan Yousafzai fue uno de los pocos allegados que vino a celebrar mi nacimiento e incluso hizo un generoso
regalo de dinero.
No obstante, trajo un gran árbol genealógico de nuestro clan, el Dalokhel Yousafzai, que se remontaba hasta
mi tatarabuelo y que sólo mostraba la línea masculina. Mi padre, Ziauddin, es distinto de la mayoría de los
hombres pashtunes. Cogió el árbol y trazó una línea que bajaba desde su nombre como una piruleta y en el
extremo escribió «Malala».
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Su primo se rio asombrado. A mi padre no le importó. Cuenta que, cuando nací, me miró a los ojos y se
enamoró. Decía a la gente: «Sé que esta niña es distinta». Incluso pidió a los amigos que echaran frutas
secas, dulces y monedas en mi cuna, algo que normalmente sólo se hace con los niños varones.
Me pusieron el nombre de Malalai de Maiwand, la mayor heroína de Afganistán. Los pashtunes somos un
pueblo orgulloso compuesto de muchas tribus repartidas entre Pakistán y Afganistán. Vivimos como lo
hemos hecho durante siglos, de acuerdo con el código pashtunwali, que nos obliga a ser hospitalarios con
todo el mundo y cuyo valor más importante es el nang u honor. Lo peor que le puede ocurrir a un pashtún
es quedar en ridículo. La vergüenza es algo terrible para un hombre pashtún. Tenemos un dicho: «Sin honor,
el mundo no vale nada».
Malalai era hija de un pastor de Maiwand, un pueblo en las polvorientas llanuras al oeste de Kandahar.
Cuando era muy joven, tanto su padre como el hombre con el que estaba prometida se encontraban con los
miles de afganos que estaban luchando contra la ocupación británica de su país. Malalai fue al campo de
batalla con otras mujeres de la aldea para atender a los heridos y darles agua. Vio que sus hombres estaban
perdiendo y cuando cayó el que llevaba la bandera, ella levantó su velo blanco mientras dirigía a las tropas
al campo de batalla.
A los 17 años, Malala Yousafzai ganó el Premio Nobel de la Paz 2014 por su lucha pacífica contra los
talibanes en Pakistán. A los 11 años, cuando el régimen talibán prohibió el acceso a las escuelas de las niñas,
ella siguió estudiando.
“Yo soy Malala, nos hace creer en el poder de la voz de una persona para cambiar el mundo”
(Adaptado)
Fuente: Lamb, M. Y. (2013). Yo soy Malala. Alianza Editorial.
23. La aldea
Pablo Climent López de Osaba
Español
(Osaba, 2013)
Había una vez una niña, llamada Pepita Floreada, la llamaron así, porque nació con una flor en la oreja.
Su pueblo se llamaba San Manantial de las Aguas Claras, porque las aguas, eran las más limpias, frescas
y de… un sabor muy especial, tanto, que la gente que bebía de ellas se hacían simpáticas y amables. Pero
del pueblecito hablaremos más adelante, la atención ahora se centra en nuestra amiga Pepita. Como ya os
dije Pepita nació con un pequeño problemilla, la flor que tenía en la oreja, que no se sí os dije que era en
la izquierda, porque de la derecha era sorda de nacimiento. Pues esa flor hacía que oyera especialmente
bien por la única oreja que tenía sana. ¿Pero sabéis que pasaba con esa oreja? No solo oía. Olía y además
las abejas querían ir a ella para dormir. Pobre Pepita Floreada, la verdad es que tenía un gran problema,
más que un problema, un problemón.
Pepita era una niña rubia, tan rubia que se diría que el pelo parecía de miel. Incluso les olía a frutas
silvestres. Ahora ya sabéis porque las abejas se acercaban tanto a ella. Pero Pepita no se asustaba, incluso
hablaba con ellas. Les decía: - Tranquilas pequeñas voladoras. Pues así las llamaba. No os asustéis que no
voy haceros daño. Así de buena era Pepita, Pero fijaros que curioso, que Pepita no era una niña tan rara
en San Manantial del agua Claras. Estaba su amigo Pedro, que en verdad le llamaban Pedrito Champiñón.
Eso era porque tenía un champiñón de color morado en la punta de la nariz. También estaba su amiga
Rosa, que en verdad la llamaban Rosa Margarita. A los tres años le nació una margarita en el pie izquierdo,
y por mucho que intentaba cortarla siempre le crecía. Me acuerdo de un día que se puso tan nerviosa
intentando cortarse la margarita del pie, que casi se corta el pie entero. Menos mal que vino el médico
rápidamente y le hizo un cura de urgencia. Verdaderamente no era un médico. Era un druida de una
comarca muy lejana. Tan lejana que ni él mismo sabía de donde procedía. Nadie sabía la edad que tenía.
Todos calculaban que unos mil quinientos, más o menos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
¡Ah, bueno! No os había dicho que la edad media de las personas que viven en San Manantial de las aguas
Claras, es más o menos de doscientos años. ¿Será por las aguas? Ya conocemos a Pepita, Pedrito, Rosa y
al druida. El problema es que nadie del pueblo sabía el nombre del druida. Ni el mismo. Era tan viejo que
no se acordaba. Así que en un consejo del pueblo decidieron llamarle El Jardinero. Y… ¿Por qué, el
Jardinero? Pues porque todos los del pueblo tenían problemas de plantas, pero no en su jardín, sino en sus
propios cuerpos. Estaba Pablito, el pintor de brocha gorda. Tenía los dedos de los pies uno de cada color.
Parecían un arcoíris. Por eso le llamaban Pablito Arcoíris, sí. Pero cuando Pablito pintaba una casa, era
algo muy especial. Nadie sabía de dónde venía la luz. Aunque estuvieran cerradas todas las ventanas de la
casa, es como si entra un gran rayo de luz. ¡Era el mejor! Pero del mundo mundial. También estaba Luis
El herrero. Era capaz de herrar a diez minotauros de un solo ojo en un santiamén. Pero realmente a Luis
le llamaban Luis Bellotas. Ya os podéis imaginar por qué. Tenía unas bellotas gigantes en los codos, tanto
en el derecho como en el izquierdo…
Fuente: Osaba, P. C. (2013). Las vaenturas de Pepita y sus amigos. España: Bubok Publishing S.L
¡Qué frío hacía!; nevaba y comenzaba a acurrucó hecha un ovillo. Encogía los piececitos
oscurecer; era la última noche del año, la noche todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y,
de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella por otra parte, no se atrevía a volver a casa, pues
oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña, no había vendido ni un fósforo, ni recogido un
descalza y con la cabeza descubierta. Verdad es triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que
que al salir de su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de en casa hacía frío también; sólo los cobijaba el
qué le sirvieron! Eran unas zapatillas que su tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a
madre había llevado últimamente, y a la pequeña la paja y los trapos con que habían procurado
le venían tan grandes, que las perdió al cruzar tapar las rendijas.
corriendo la calle para librarse de dos coches que
venían a toda velocidad. Una de las Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un
zapatillas no hubo medio de encontrarla, y la otra fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se atreviese a
se la había puesto un mozalbete, que dijo que la sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared
haría servir de cuna el día que tuviese hijos. y calentarse los dedos! Y sacó uno: «¡ritch!».
¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama
Y así la pobrecilla andaba descalza con los clara, cálida, como una lucecita, cuando la
desnudos piececitos completamente amoratados resguardó con la mano; una luz maravillosa.
por el frío. En un viejo delantal llevaba un puñado Parecióle a la pequeñuela que estaba sentada junto
de fósforos, y un paquete en una mano. a una gran estufa de hierro, con pies y campana de
En todo el santo día nadie le había comprado latón; el fuego ardía magníficamente en su
nada, ni le había dado un mísero chelín; volvíase interior, ¡y calentaba tan bien! La niña alargó los
a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía pies para calentárselos a su vez, pero se extinguió
tan abatida, la pobrecilla! Los copos de nieve la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó
caían sobre su largo cabello rubio, cuyos sentada, con el resto de la consumida cerilla en la
hermosos rizos le cubrían el cuello; pero no estaba mano.
ella para presumir.
Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz
En un ángulo que formaban dos casas -una más sobre la pared, volvió a ésta transparente como si
saliente que la otra-, se sentó en el suelo y se fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una
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Segundo Ciclo. Educación Básica
habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó
con un blanquísimo mantel y fina porcelana. Un el espacio inmediato, y apareció la anciana
pato asado humeaba deliciosamente, relleno de abuelita, radiante, dulce y cariñosa. - ¡Abuelita! -
ciruelas y manzanas. exclamó la pequeña-. ¡Llévame, contigo! Sé que
Y lo mejor del caso fue que el pato saltó fuera de te irás también cuando se apague el fósforo, del
la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor mismo modo que se fueron la estufa, el asado y el
y un cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre árbol de Navidad.
muchachita. Pero en aquel momento se apagó el
fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría Apresuróse a encender los fósforos que le
pared. quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y los
fósforos brillaron con luz más clara que la del
Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró pleno día. Nunca la abuelita había sido tan alta y
sentada debajo de un hermosísimo árbol de tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y,
Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que envueltas las dos en un gran resplandor,
viera la última Nochebuena, a través de la puerta henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia
de cristales, en casa del rico comerciante. Millares las alturas, sin que la pequeña sintiera ya fría,
de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios
colgaban pintadas estampas, semejantes a las que Nuestro Señor.
adornaban los escaparates. La pequeña levantó los
dos bracitos... y entonces se apagó el fósforo. Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada
Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la
se dio cuenta de que eran las rutilantes estrellas boca sonriente... Muerta, muerta de frío en la
del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el última noche del Año Viejo. La primera mañana
firmamento una larga estela de fuego. «Alguien se del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver,
está muriendo» -pensó la niña, pues su abuela, la sentado, con sus fósforos, un paquetito de los
única persona que la había querido, pero que cuales aparecía consumido casi del todo.
estaba muerta ya, le había dicho: -Cuando una «¡Quiso calentarse!», dijo la gente. Pero nadie
estrella cae, un alma se eleva hacia Dios. supo las maravillas que había visto, ni el
esplendor con que, en compañía de su anciana
abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Érase una reina muy poderosa, en cuyo jardín - Yo sé dónde florece -dijo una madre feliz, que
lucían las flores más hermosas de cada estación se presentó con su hijito a la cabecera de la
del año. Ella prefería las rosas por encima de Reina-. Sé dónde se encuentra la rosa más
todas; por eso las tenía de todas las variedades, preciosa del mundo, la que es expresión del
desde el escaramujo de hojas verdes y olor de amor más puro y sublime. Florece en las rojas
manzana hasta la más magnífica rosa de mejillas de mi dulce hijito cuando, restaurado
Provenza. Crecían pegadas al muro del palacio, se por el sueño, abre los ojos y me sonríe con todo
enroscaban en las columnas y los marcos de las su amor.
ventanas y, penetrando en las galerías, se
extendían por los techos de los salones, con gran Bella es esa rosa -contestó el sabio, pero hay otra
variedad de colores, formas y perfumes. más bella todavía.
- ¡Sí, otra mucho más bella! -dijo una de las
Pero en el palacio moraban la tristeza y la mujeres-. La he visto; no existe ninguna que sea
aflicción. La Reina yacía enferma en su lecho, y más noble y más santa. Pero era pálida como los
los médicos decían que iba a morir. - Hay un pétalos de la rosa de té. En las mejillas de la Reina
medio de salvarla, sin embargo - la vi. La Reina se había quitado la real corona, y
afirmó el más sabio de ellos-. Traedle la rosa más en las largas y dolorosas noches sostenía a su hijo
espléndida del mundo, la que sea expresión del enfermo, llorando, besándolo y rogando a Dios
amor puro y más sublime. Si puede verla antes de por él, como sólo una madre ruega a la hora de la
que sus ojos se cierren, no morirá. angustia.
Y ya tenéis a viejos y jóvenes acudiendo, de cerca - Santa y maravillosa es la rosa blanca de la
y de lejos, con rosas, las más bellas que crecían en tristeza en su poder, pero tampoco es la
todos los jardines; pero ninguna era la requerida. requerida.
La flor milagrosa tenía que proceder del jardín del - No; la rosa más incomparable la vi ante el altar
amor; pero incluso en él, ¿qué rosa era expresión del Señor -afirmó el anciano y piadoso
del amor más puro y sublime? obispo-. La vi brillar como si reflejara el rostro de
Los poetas cantaron las rosas más hermosas del un ángel. Las doncellas se acercaban a la
mundo, y cada uno celebraba la suya. Y el sagrada mesa, renovaban el pacto de alianza de su
mensaje corrió por todo el país, a cada corazón en bautismo, y en sus rostros lozanos se
que el amor palpitaba; corrió el mensaje y llegó a encendían unas rosas y palidecían otras. Había
gentes de todas las edades y clases sociales. entre ellas una muchachita que, henchida de amor
- Nadie ha mencionado aún la flor -afirmaba el y pureza, elevaba su alma a Dios: era la expresión
sabio. Nadie ha designado el lugar donde florece del amor más puro y más sublime.
en toda su magnificencia. No son las rosas de la - ¡Bendita sea! -exclamó el sabio-, más ninguno
tumba de Romeo y Julieta o de la ha nombrado aún la rosa más bella del mundo.
Walburg, a pesar de que su aroma se exhalará En esto entró en la habitación un niño, el hijito de
siempre en leyendas y canciones; ni son las la Reina; había lágrimas en sus ojos y en sus
rosas que brotaron de las lanzas ensangrentadas mejillas, y traía un gran libro abierto,
de Winkelried, de la sangre sagrada que mana del encuadernado en terciopelo, con grandes
pecho del héroe que muere por la patria, aunque broches de plata.
no hay muerte más dulce ni rosa más roja que - ¡Madre! -dijo el niño-. ¡Oye lo que acabo de
aquella sangre. Ni es tampoco aquella flor leer! -. Y, sentándose junto a la cama, se puso a
maravillosa para cuidar la cual el hombre sacrifica leer acerca de Aquél que se había sacrificado en
su vida velando de día y de noche en la sencilla la cruz para salvar a los hombres y a las
habitación: la rosa mágica de la Ciencia. generaciones que no habían nacido.
- ¡Amor más sublime no existe! Encendióse un
brillo rosado en las mejillas de la Reina, sus ojos
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Segundo Ciclo. Educación Básica
se agrandaron y resplandecieron, pues vio que de de la sangre de Cristo, brotó del árbol de la Cruz.
las hojas de aquel libro salía la rosa más - ¡Ya la veo! -exclamó-. Jamás morirá quien
espléndida del mundo, la imagen de la rosa que, contemple esta rosa, la más bella del mundo.
En el lindaño de la carretera, en el lugar preciso en que se confunde con el camino que viene de la aldea,
alzase la viera Ceiba.
La vieja Ceiba, tal vez dos veces centenaria… La vieja Ceiba de los cuentos de las abuelitas, lugar de cita
de brujas cabalgadoras y duendes saltarines, de paso para el aquelarre en algún perdió Broken tropical…
La vieja Ceiba, solitaria, erguida como un guardián inmutable a la entrada de la solemne montaña. O como
un fabuloso. Termino en el lindaño de la carretera, en el lugar preciso en que se confunde con el camino que
viene de la aldea.
Fuente: Ambrogi, A. (2012). El libro del trópico. San Salvador El Salvador: Dirección de Publicaciones e
Impresos.
28
Segundo Ciclo. Educación Básica
03
-Mi nombre es Magnolio. Soy un robot de los llamados “Hemisferio derecho”. Eso significa que mi
-Ya veo... Hace una hora estabas hablando sin parar y no entendí nada de lo que me comunicaste. -Ja, ja -
sonó una carcajada sinceramente artificial-. Eres un amigo muy gracioso.
Era la primera vez que alguien me acusaba de gracioso.
Tenía tanta imaginación que con ropa vieja construyó una pelota y creó un juego que consistía en patearla
para meterla en
Tenía tanta imaginación que con ropa vieja construyó una pelota y creó un juego que consistía en patearla
para meterla en unas redes. ¡El juego más divertido del mundo!
04
Mi querido robot tenía algunas virtudes que lo hacían campo fértil para cualquier sentimiento; por ejemplo,
le encantaba conversar.
- ¿Por qué nos hicimos tan amigos? -le pregunté una noche.
-Es una cuestión de piel -contestó.
-Es curioso. Tú no tienes piel –sonreí, con miedo de haber herido sus sentimientos con mi cruel comentario.
-Sí, es una pena, porque la piel es importante -dijo sin tristeza, sólo con un poco de nostalgia.
Su juego inventado era de una simpleza increíble, pero extremadamente divertido. Dibujó un tablero con un
camino tortuoso hecho de pequeños cuadrados. Cada uno jugaba con un pequeño objeto de diferente color
(él usó un viejo teléfono móvil, y yo un pequeño disco digital).
El único objeto que construyó en forma más compleja fue un pequeño cubo metálico en el que pintó un
número (del 1 al 6) en cada cara. Así, tirando el cubo sabíamos cuántos cuadrados podía avanzar cada pieza.
Ganaba quien completaba todo el recorrido. Debimos haber jugado cien veces seguidas.
Fuente: Dholdan, J. (2017). El robot y la piel . Madrid: weeblebooks. Frank, A. (1942-1944). Diario de Ana frank .
Ámsterdam : Le Libros. Lamb, M. Y. (2013). Yo soy Malala. Alianza Editorial . Osaba, P. C. (2013). Las
vaenturas de Pepita y sus amigos. España: Bubok Publishing S.L.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
El señor Pedro era el jicarero más conocido del lugar. Sus jícaras habían pasado triunfantes los lindes de su
monte. Al llegar a la plaza del pueblo, las viejas con delantal se agrupaban para comprar primero. Había
que ver esos domingos, unas jícaras que eran un primor de adornos. En ellas, el agua se sentía más clara. El
señor Pedro ponía en hacerlas todo su cariño de artista. Raro es el transporte de la emoción en estos
trabajadores ignorados. La dulzura que no pueden decir, se les sale a las manos. El ensueño que no fue, la
ilusión que se murió en una noche de tormenta y de hambre, todo lo noble y bueno se les queda entre las
manos sucias, pobres y pálidas.
Y eran así como preferían las jícaras del señor Pedro en la plaza del pueblo a donde las iba a vender.
Los pájaros, cuando la anforita estaba llena de agua, parecían que iban a empezar a cantar de alegría Las
flores se emponjaban. Los ramos de hojas se hacían más verdes. Y el otro cariño del jicarero: su hija. Veinte
años. Una flor del valle que se había hecho mujer. Pedro la adoraba. Pintaba una lindura y la veía. Era la
vida del anciano artista.
Pero lo doloroso, lo trágico, en este cuadro de la vida agreste, es un amor horrendo. Un amor
desbordado. La figura odiosa es el primo. Manuel, como dice el viejo mordiendo las sílabas. Enamorado sin
esperanza de Luz, su corazón de indio altanero no pudo resistir el desprecio. Y una tarde que Pedro venía
contento, sonando pesos, feliz con la venta de las jícaras, encontró sobre el lecho el cadáver de su hija. Dos
corazones rotos. El viejo ya no hizo nada. Abandonó sus jícaras, guardó sus esmaltes, aquellos que daban
unos pájaros azules como alas de cielo. Alrededor del crimen, misterio absoluto.
Y pasó el tiempo, sin olvido. Pero un día vino lo cruel, lo inaudito. La compañera íntima de Luz, la
amiguita que todos los días la saludaba con una canción, era una lora presumida y cantadora. Una tarde,
vencido por los recuerdos, el viejo se había quedado dormido. De pronto, quién sabe el influjo de qué
evocación, al golpe de qué onda, la lora abrió el pico.
-¡Ay , Manuel, ya me mataste. Ay, papaíto...!¡Santa María!
Era la frase trémula, gritada con miedo, angustiosa, implorante. Era la frase que había dicho Luz,
todavía con el temblor de la muerte balbuceaba apenas, llorona, queda, horrible. El viejo, en su hamaca, se
estremeció. Fue la revelación. Un poco de memoria que el destino puso en la cabeza sin lógica de un ave.
El único testigo en aquel drama de amor y de crimen, hablando al oído del viejo, en la tarde cálida, para
decirle el nombre del asesino. El señor Pedro ya no hace jícaras, llora. Me contaba esto y lloraba. Al
acordarse de Luz, llora. Al acordarse de Manuel, llora. En una estaca, verde y parlera, la lora acaso se
acuerde, cuando la mañana es de primavera, de la muchacha encantadora a quien saludaba con una canción.
El viajero que pasa nada sabe. La choza parece feliz, vestida de bejucos floridos. No se adivina el dolor
que late en ese pedazo de la montaña. Sólo en la plaza, las viejas que se agrupaban alrededor del señor
Pedro, lamentan que no venga el hombrecito canoso que traía su borrico cargado de jícaras sonoras, unas
jícaras célebres que conservan con cariño en la cocina, y en las que hasta el agua se pone más fresca y se
siente más clara.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
En el fondo de la tarde, la casita se hacía gris. El viento pasaba golpeando los tejados blancos. Lloraba con
un son ronco. Y la buena viejita, la señora Josefa, sacaba en un tiesto la ceniza ms blanca de la lumbre.
Decía que era un conjuro milagroso eso de hacer una cruz de ceniza en el patio.
Trazaba los brazos, grandes, trágicos; casi llegaban hasta la puerta de la cocina, olorosa de humo. Como el
cielo era triste, la cruz tenía aspecto imponente. Ya por los tejados sonaban las gotas presurosas. Nosotros
saltábamos. El aire rudo que nos golpeaba la cara sólo nos daba ganas de gritar. Y nos ponía un cantar en la
boca. -"Ya viene el agua por la lomita. -que se me moja mi chamarrita. Ya viene el agua por la barranca.
que se me moja mi ropa blanca". La señora Josefa era otro huracán, corriendo tras la ropa tendida, que se
quería volar. Y luego a poner los cántaros. La abuelita gustaba de tomar agua así, con sabor a tierra, a terrón,
a campiña, a mañana fresca en la finca. ¡Tierra Mojada, qué grato olor! y el chorro de la esquina caía musical,
ronco, fuerte, acompasado. Yo recuerdo la alegría fresca bajo la lluvia.
El temporal llenaba el patio, rebalsaban las tinas, en la calle corría bullangera el agua. Nada de sol. Un frío
húmedo. ¡Nada de sol! En la casa, las palabras de la abuela iluminaban la penumbra, cuando se ponía a rezar
trisagios, y sacaba la Palma Bendita del Domingo de Ramos. Sin zapatos, descalzos, la delicia era chapotear
en el agua. Barcos de papel tan ligeros no habrá otros> Los hacíamos con las hojas de los libros de versos
que leía el tío. los míos nunca se hundían. Daban vueltas, corrían, se detenían, vacilaban. pero después
surgían entre dos piedras, más airosas que antes mojados, temblorosos. Yo me moría de gusto. Después, en
la casa, tras el temporal opaco, todo quedaba triste. La abuelita, encantada, tomaba su agua llovida con
sonrisa de miel: agua del cielo para su boca apagada. El vaso turbio, zarco, era frasco de paz en aquellas
manos benditas, hechas para contar cuentas en los rosarios de las iglesias, propias para adormecer mis
locuras y derramar luz en mis ilusiones de entonces.
Abuelita, soy el mismo que se ponía cantan en el patio cuando venía el aguacero. La cruz de ceniza que tú
mandabas hacer... ¡quién sabe!... Sin tu presencia perdió el milagro.... y ya no creo en el consuelo de sus
brazos blancos. muchas veces, en días amargos, en las tierras lejanas que me decías, he ensayado tu conjuro.
Y ha llovido amargura en mi corazón. Y el viento ha soplado inclemente deshojando ensueños... a pesar de
tu recuerdo y a pesar de la cruz. Aún, aquellas tardes me llenan de amor. Tu ternura es mi bien, a través del
tiempo. Y siempre que se nubla mi cielo, siempre que viene el chaparrón, corro al patio que antes fue florido
y fresco y dulce. Y te veo, en la silla, crepuscular, santa, buena, con tu vaso opaco y tu sonrisa clara, envuelta
en un aire que olía a pascua, a flor, a tierra mojada...
Yo soy aquel que alrededor de la cruz de ceniza, cantaba sus locuras. Debes acordarte que la tormenta no
me vencía. Después de cada rayo entonaba un grito y lanzaba una risa. Te debes acordar que la tormenta no
me vencía, porque corría poner los cántaros bajos los chorros de las esquinas para que bebieras tu agüita del
cielo. El paisaje para mí es sagrado. El patio. La tarde. El cielo y tú. de lo que yo me acuerdo es de la cruz
que trazaba la señora Josefa con la ceniza más blanca que quizá arrancaba de su corazón.
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Pasó junto a la multitud por unos treinta minutos tarde aún escuchaba los comentarios que a él
y después recorrió toda la plaza. A su paso se iban mismo le hacían sus amiguitos.
agregando más curiosos, gritando: ¡Miren el Niño “¿Vistes al Niño de Plata?”, le preguntaban
Estrella!, ¡Ahí va el Niño Plateado! ¡Cuidado con emocionados.
el Minero Extraterrestre! José sonreía en silencio guardando su secreto, que
Fue la atracción y el espectáculo que jamás se más tarde utilizaría en todas las fiestas y noches
había presentado en San Juan Las Minas. Esa alegres del pequeño poblado minero que dormita
noche de Navidad, sí fue una verdadera Noche acurrucado en las faldas de la cordillera
Buena. Alotepeque, de Metapán.
El Niño de Plata logró con mucha dificultad
desaparecer de entre toda la gente. Horas más
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un
calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque
es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te
atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un
nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu
cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de
darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión
de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico.
Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su
marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj
con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Fuente: Cortázar, J. (07 de Noviembre de 2019). Cuentos de Julio Cortázar. Obtenido de Leonel de la Hoz:
https://leondelahoz.files.wordpress.com/2012/02/cortc3a1zar-julio-cuentos-de-cortc3a1zar.pdf
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Comienza a llover.
Comienza a llover lenta, muy lentamente, como de mala gana, de tal manera, que de un momento a
otro el cielo fuera a arrepentirse de lo que hacía, y cerrarse sus inmensas regaderas.
(Es una tarde calurosa de abril. El sol ha ardido durante todo el día como un brasero y es el resplandor
condensado en las cosas el que impregna de sofoca el ambiente).
Grandes gotas gruesas como perdigones de aluminio, caen, diseminadas, y van, entrechandose, a
estrellarse contra la tierra calcinada y sedienta, la que las absorbe con una avidez, con una voracidad
inauditas. Caen, y apenas caídas, casi sin tocar el suelo, desaparecen, dejando más huella que
hoyuelos, algo así como un alveolo de panal. Insensiblemente, el goterio va siendo más nutrido, y la
pedrea, más vio lenta cada vez. Rebotan los goterones, como aguijas, sobre el bermejo tejado de la
casa de campo. Zumban, cayendo al sesgo, y despedazándose sobre la membrana luciente de las hojas
del platanar. Vienen, disparadas en recto aluvión, a acribillar la hojarasca tupida y aporcelanada de
los amantes, o, después de describir una trayectoria, van a quedar prendidas, como sartas de diamantes
de un aderezo, en los tendidos hilos de alambre espigado de una cerca; en los filos de las pencas de
piña, se detienen, temblorosas, engarzadas, formando una orla de nítidas perlas. Pero las que no
encuentran donde asirse, o no lo han podido hacer, y se van, rodando, a caer en tierra, desaparecen al
instante. La tierra, recrudecida su voracidad, las trasiega sin delación. Hay una voluptuosidad
intensísima, casi un paroxismo de gula, en aquella glotonería gargantuesca de la tierra. Se nota
perfectamente cómo, al ir empapándose esa tierra harta, va cambiando el color. Tórnase negruzca,
bituminosa; reluce de grasa; vahea a trechos. Y a toda ella emana un perfume acre y capitoso, como
de un pebetero.
Sacude el viento los árboles, haciendo cimbrear las frondas. Escurre el agua por las ramas, chorrea a
lo largo de los troncos, reavivando el color marchito de los manchores de escabro que enroñecen las
cortezas. Entre las placas de tostada grama y las macollas de resecos escobillales, el agua corre,
formando sinuosos regueros, estancándose en pequeños charcos. En el horizonte, el cerro de Nejapa
arropa todas las laderas entre la densa bruma parda. Y es apenas a cúspide de la joroba, la que aparece,
como agujereando el cielo cargado de nubes hollinosas. En el tapial del corral, derruido a medias,
los machones de musgo, han cobrado brillo de verde esmalte. El Acelhuate ha subido de diapasón.
Ahora, corre torrencial entre los talpetates y los greñudos breñales de sus orillas, y su rumor de antes
se ha convertido hoy en rugido. De los potreros propincuos, llega claro, distinto, el eco de largos,
húmedos mugidos y de relinchos impetuosos.
Fuente: Ambrogi, A. (2012). El libro del trópico. San Salvador El Salvador: Dirección de Publicaciones e
Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El
señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con
asombro que por milagro no se le han roto. Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y
comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa
de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse
en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que
los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la
Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.
Fuente: Cortázar, J. (07 de Noviembre de 2019). Cuentos de Julio Cortázar. Obtenido de Leonel de
la Hoz: https://leondelahoz.files.wordpress.com/2012/02/cortc3a1zar-julio-cuentos-de-
cortc3a1zar.pdf
Los zopilotes, abrumados por el ardor canicular, han sofrenado su vuelo, su vuelo pausado y solemne.
Los zopilotes se han detenido, jadeantes, y escalonándose de una manera simétrica en las ramas del
viejo carao, de dejan vencer por el sopor que flota en la atmosfera.
Los zopilotes, ya acomodados en las ramas del viejo carao, doblan el cuello, zambullen la cabeza
bajo las alas medio desplumadas y se quedan inmóviles.
Los zopilotes dormitan.
Y las manchas negras de su plumaje, las manchas intensas y uniformes, se destacan, netas, sobre
fondo de índigo del cielo diáfano y transparente.
Fuente: Ambrogi, A. (2012). El libro del trópico. San Salvador El Salvador: Dirección de Publicaciones e
Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Fuente: Ambrogi, A. (2012). El libro del trópico. San Salvador El Salvador: Dirección de Publicaciones e
Impresos.
Inventaron un cristal que dejaba pasar las moscas. La mosca venía, empujaba un poco con la cabeza
y pop ya estaba del otro lado. Alegría enormísima de la mosca. Todo lo arruinó un sabio húngaro al
descubrir que la mosca podía entrar, pero no salir, o viceversa, a causa de no se sabe qué macana en
la flexibilidad de las fibras de este cristal que era muy fibroso. En seguida inventaron el cazamoscas
con un terrón de azúcar adentro, y muchas moscas morían desesperadas. Así acabó toda posible
confraternidad con estos animales dignos de mejor suerte.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Un trompo y una pelota yacían juntos en una caja, A la novena vez desapareció y ya no volvió; por
entre otros diversos juguetes, y el trompo mucho que el niño estuvo buscándola, no pudo
dijo a la pelota: dar con ella.
- ¿Por qué no nos hacemos novios, puesto que - ¡Yo sé dónde está! -suspiró el trompo-. ¡Está en
vivimos juntos en la caja? Pero la pelota, que el nido de la golondrina y se ha casado con
estaba cubierta de un bello tafilete y presumía ella!
como una encopetada señorita, ni se dignó Cuanto más pensaba el trompo en ello tanto más
contestarle. enamorado se sentía de la pelota. Su amor
Al día siguiente vino el niño propietario de los crecía precisamente por no haber logrado
juguetes, y se le ocurrió pintar el trompo de rojo conquistarla. Lo peor era que ella hubiese
y amarillo y clavar un clavo de latón en su centro. aceptado a otro. Y el trompo no cesaba de pensar
El trompo resultaba verdaderamente en la pelota mientras bailaba y zumbaba; en su
espléndido cuando giraba. imaginación la veía cada vez más hermosa. Así
- ¡Míreme! -dijo a la pelota-. ¿Qué me dice ahora? pasaron algunos años y aquello se convirtió en un
¿Quiere que seamos novios? Somos el viejo amor.
uno para el otro. Usted salta y yo bailo. ¿Puede El trompo ya no era joven. Pero he aquí que un
haber una pareja más feliz? buen día lo doraron todo. ¡Nunca había sido tan
- ¿Usted cree? -dijo la pelota con ironía-. hermoso! En adelante sería un trompo de oro, y
Seguramente ignora que mi padre y mi madre saltaba que era un contento. ¡Había que oír su
fueron zapatillas de tafilete, y que mi cuerpo es ronrón! Pero de pronto pegó un salto excesivo y...
de corcho español. ¡adiós!
- Sí, pero yo soy de madera de caoba –respondió Lo buscaron por todas partes, incluso en la
la peonza- y el propio alcalde fue quien me torneó. bodega, pero no hubo modo de encontrarlo.
Tiene un torno y se divirtió mucho haciéndome. ¿Dónde estaría? Había saltado al depósito de la
- ¿Es cierto lo que dice? -preguntó la pelota. basura, dónde se mezclaban toda clase de
- ¡Qué jamás reciba un latigazo si miento! - cachivaches, tronchos de col, barreduras y
respondió el trompo. escombros caídos del canalón.
- Desde luego, sabe usted hacerse valer -dijo la - ¡A buen sitio he ido a parar! Aquí se me
pelota-; pero no es posible; estoy, como quien despintará todo el dorado. ¡Vaya gentuza la que
dice, prometida con una golondrina. Cada vez que me rodea! - Y dirigió una mirada de soslayo a un
salto en el aire, asoma la cabeza por el nido largo troncho de col que habían cortado
y pregunta: «¿Quiere? ¿Quiere?». Yo, demasiado cerca del repollo, y luego otra a un
interiormente, le he dado ya el sí, y esto vale extraño objeto esférico que parecía una manzana
tanto como un compromiso. Sin embargo, aprecio vieja. Pero no era una manzana, sino una vieja
sus sentimientos y le prometo que no lo pelota, que se había pasado varios años en el
olvidaré. canalón y estaba medio consumida por la
- ¡Vaya consuelo! -exclamó el trompo, y dejaron humedad.
de hablarse. - ¡Gracias a Dios que ha venido uno de los
Al día siguiente, el niño jugó con la pelota. El nuestros, con quien podré hablar! -dijo la pelota
trompo la vio saltar por los aires, igual que un considerando al dorado trompo.
pájaro, tan alta, que la perdía de vista. Cada vez - Tal y como me ve, soy de tafilete, me cosieron
volvía, pero al tocar el suelo pegaba un nuevo manos de doncella y tengo el cuerpo de corcho
salto sea por afán de volver al nido de la
golondrina, sea porque tenía el cuerpo de corcho.
español, pero nadie sabe apreciarme. Estuve a punto de casarme con una golondrina, pero caí
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Segundo Ciclo. Educación Básica
en el canalón, y en él me he pasado seguramente cinco años. ¡Ay, cómo me ha hinchado la lluvia! Créeme,
¡es mucho tiempo para una señorita de buena familia! Pero el trompo no respondió; pensaba en su viejo
amor, y, cuanto más oía a la pelota, tanto más se convencía de que era ella.
A la vera del camino están dos ranchos. El uno frente al otro, en perpetuo, en íntimo careo. Parecen
dos viejos caminantes, andrajosos, que se han sentado a descansar, frente a frente, y allí se están sin
cruzar palabra. Ambos tienen los techos de tostada paja. Las capas de paja están tendidas,
superpuestas, y caen hasta muy abajo. Los flecos desiguales casi rozan el suelo. En lo alto, dos varas
tendidas a lo largo del caballete, sujetan el conjunto. En uno de los ranchos las paredes son de barro
rojizo, y están medio desplomadas. El otro, tiene paredes recubiertas con palmas secas de coco,
entretejidas y afianzadas con mecate de plátano.
El rancho grande tiene una ventanuca que da al camino, y muestra en una de sus hojas, pegado, un
trozo de papel en que hay impresas unas letrillas en loanza a San Antonio del Monte. En medio de
los dos ranchos se extiende un patizuelo, y frente al rancho grande que sirve de habitación a la familia
hay un shilo, que en esos momentos está en plena floración.
Frente al otro, que hace las veces de cocina, hay un arbusto de izote. El tronco es delgado, acanutado,
cubierto de escamas y de hilachas estoposas. Bien en alto, rematando la pértiga, perfectamente
atornillado, luce un penacho de verdes lanzas erizadas, cubietas de polvo. Del techo de la cocina, por
entre la tostada paja, va filtrándose el humo, tenue, que el éter ardiente absorbe voraz.
En el patizuelo, escarbaban algunas gallinas. Y entre ellas, galleando con arrogancia, podía verse un
gallo bermejo de cresta exangüe. Los espolones amarillos le dan el aspecto de un tercio de Flandes.
Camina a zancadas marciales, erguido el cuello, alta la cabeza, que remata la cresta como cimera.
Créese escuchar el resonar del hierro de las espuelas. Hay dos patos, blancos. Van, jadeantes,
meciéndose torpemente sobre las cortas patas. Ambos tienen sobre el pico terroso, un nudo de gruesos
corales.
Hay, además, un chompipe, que pasa todo el día inflándose y desinflándose, como un fuelle
automático, y bailoteando inútilmente, en torno a las gallinas. En ese instante ladra un perro, más allá
de los ranchos, entre la arboleda, en medio de la cual, ahora mismo, comienzan a resonar los golpes
de un hacha.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Cuando el auto pasa frente a los ranchos, a nadie se ve en las puertas, ni por toro el patizuelo. Solo la
columna de humo filtrándose entre la tostada paja del techo de la cocina, da alguna señal de vida.
Seguramente, en el poyo de adobes, gruñen ya en hervores la olla. El cielo se despliega por sobre el
paisaje. Liso espejeante como un tafetán azul. Y rayando ese esplendor, cruzan los cuatro alambres
telegráficos, pendientes en comba, de los troncos de los árboles. Pasa de largo el auto. Cuando vuelvo
la vista, los ranchos se han perdido en una curva del camino, entre las nubes de polvo.
Fuente: Ambrogi, A. (2012). El libro del trópico. San Salvador El Salvador: Dirección de Publicaciones e
Impresos.
Este es un pilón de mezcla, uno de esos pilones que no tienen edad, que nadie ha visto construir. Está
en el propio cruce de los dos caminos. El pilón es cuadrado. Tiene una alta pilastra desportillada. En
medio asoma apenas, la punta del cañón oriniento del cual surte el chorro. El agua que llena la pila
esta revuelta, sucia, salpicada de ligones de lama que sobrenadan.
Alrededor del pilón, bajo la sombra de un elevado carao, hay unas cuantas carreteras desuncidas. Los
carreteros, sentados en los cueros de res tendidos al propósito, pelan y chupan moradas cañas, para
refrescarse. El sol cae, implacable, sobre los caminos, haciendo reverberear la capa de polvo que los
cubre. Los arboles aparecen mustios, acongojados, cubiertos de polvo de arriba abajo. Los cercos
parecen cenicientos.
Arranca chispas el sol del filo de la pómez diseminada acá y allá. Los bueyes, desenyugados, rumian
el guate seco que los carreteros les han desparramado. Los pobres bueyes sienten, ellos también, la
fogosidad de la hora. Los tábanos les asedian, zumbones. Les pican en las orejas, se aposentan en las
ancas. Los bueyes, para liberase de ellos, sacuden las orejas y tremolan la cola pelada, rematada por
una mazorca de cerdas. Sólo están tranquilos, al parecer, cerca del pilón. El agua estancada, sobre
cuya linfa mantecosa patinan los zancudos, impregna de malsana frescura la calcinada atmósfera. A
los charcos, que entre las desunidas lajas ha formado el agua que por los verteros se derrama, viene a
chapuzar una pandilla de patos grises. Se oyen el ruido que meten al mover la onda glutinosa.
El auto cruza, sofrenado, entre la absoluta indiferencia de los bueyes que siguen rumiando las hebras
del guate. Los carreteros, apenas vuelven la cabeza. Por sobre una cerca, una yegua tordilla, nos ve,
de un relincho, y escapa, las orejas paradas, tendida la cola.
Fuente: Ambrogi, A. (2012). El libro del trópico. San Salvador El Salvador: Dirección de Publicaciones e
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Sobre un tapexco de cañabrava, a la sombra de una ramada de hojas de plátanos, está, desparramada,
la fruta. Hay, apiladas, naranjas de un oro cálido; hay limas, hermosas limas de corteza esmaltada,
cuyo verde veronés, bajo tono, ha empañado un tanto el polvo del camino; hay una gran papaya,
oblonga, a través de cuya piel, cruzada a lo largo de incisiones, chorrea de miel y asoma la carne de
un cadmio anaranjado; hay unas pitahayas, cuya cáscara correosa, de un vivo carmín, se ha rajado
como la concha de una ostra, y muestran, provocante, su corazón de una tinta de calamar. Hay
guineos, guineos en apretados racimos. Por los suelos, ruedan, desperdigados, unos cuantos cocos. A
un lado se apilan varios atados de caña morado. (Es un puesto de frutas que está pidiendo a gritos, un
pincel. Por nuestra parte pensamos, con honda nostalgia, en la paleta de Alberto Imery, tan rica en
colores).
Tras el tapexco de las frutas, una mujeruca, casi acurrucada en su taburete de cuero de res, espulga a
una chicuela astrosa, medio desnuda, que está sentada a sus pies. Las manos curtidas y rugosas de la
vieja, van abriéndose paso por entre la crencha cerdosa, corriendo, corriendo, despatarradas, como
enormes arañas que se arrastran.
Tras el puesto de frutas, se puede ver el rancho. Junto al rancho, se extiende una parra de flor del
huerto, cundida de manchas moradas. Bajo la parra, hay una piladera, y abandonado al pie, un mazo
de lustroso níspero.
La hora canicular gravita sobre el paisaje. La chiquilla dormita, mientras la madre la espulga. Zumba,
en derredor un verdadero enjambre de moscas. Por la carretera, nadie transita. El sol la calcina
libremente. Se la ve dilatarse, delatarse, llena de reflejos, hasta que se pierde a lo lejos, en el horizonte.
Fuente: Ambrogi, A. (2012). El libro del trópico. San Salvador El Salvador: Dirección de Publicaciones e
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Al resonante detonar del motor, una nube negra se levanta, bruscamente, al otro lado de unas cercas
de piedras. Es en un potrero, cuya llanada, calcinada por el salo, va a perderse en el horizonte, entre
los pelados cerros. Son zopilotes, zopilotes en turbamulta, que se han abatido sobre una res muerta.
Los zopilotes, espantados, se levantan, abandonado su presa.
Los unos se quedan revolando, muy al ras de la tierra. Sus alas negras, que se agitan despaciosas,
tardas, tienen visos verdes, visos encarnados. Sus cabecitas, relucen al sol, como talladas en granate.
Otros, han ido a posarse en las ramas de los arboles vecinos. Hay un guarumo desmochado, entre los
muñones de cuyas ramas, la gran mancha negra parece envolverla por completo en los pliegues de un
paño fúnebre. Otros, no se han movido.
Alojados dentro de la inflada barriga de la res, no han querido escapar, o tal vez la avidez de su
glotonería no les ha permitido percatarse de la fuga de sus congéneres. Otros, los más medrosos
seguramente, se han elevado, alto, bien alto, y allá se quedan, entre el esplendor del luminoso azul,
describiendo delatados círculos concéntricos, sin apartarse del sitio en que la pobre res se corrompe,
entre el quemado pasto, entre los chamuscados escobíllales.
El auto se aleja.
Fuente: Ambrogi, A. (2012). El libro del trópico. San Salvador El Salvador: Dirección de Publicaciones e
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Y, por último, es una herrería, a la entrada del pueblo, cuando ya el auto ha terminado de ascender el
recuesto y comenzado a enfilar la única calle, bordeada de casuchas. Bajo una ramada está instalada
la fragua. En el fondo, los carbones del fogón hollinoso estallan en nudos de chispas, al soplo del
fuelle. Fó… fó… fó… ronca el fuelle, como un veterano achacoso que tose, mientras toma el sol,
sentados en las raíces del amate de la plaza. Fó… fó… fó… las chispas vuelan como piña de
inflamados rubíes. Un hombre tiznado de la cabeza a los pies, caldea entre las brasas un trozo de
hierro, sosteniéndolo con unas grandes tenazas negras. El resplandor de la llama, aplica al personaje,
unos agradables toques rembranescos.
El hombre tiene el bigote cubierto de ceniza. En un momento, la fragua cesa de roncar. Las chispas
revoloteantes, se ha apagado. El pedazo de hierro, hecho ascua, es transportado al yunque, siempre
mordido por las negras tenazas. El maestro, un hombrecito de cuadra espalda y cabecita de tordo, ha
ido hasta el fondo de la herrería, ha descolgado el martillo, un martillo grande, negro, pesado de
robusto mango, y ha vuelto con él al lado del yunque. El martillo bailotea.
El hombre de la fragua, tiznado como un cíclope, empuña, fuerte, la tenaza, sujetando contra el
yunque el hierro rojizo que va cediendo, cediendo; que se va doblando, al fin, bajo los rudos golpes
del martillo que bailotea. El martillo llena, con su alegre repique, la silenciosa calle del pueblo, por
la que nadie pasa, ¡nadie!
Fuente: Ambrogi, A. (2012). El libro del trópico. San Salvador El Salvador: Dirección de Publicaciones e
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Los zopilotes, abrumados por el ardor canicular, han sofrenado su vuelo, su vuelo pausado y solemne.
Los zopilotes se han detenido, jadeantes, y escalonándose de una manera simétrica en las ramas del
viejo carao, de dejan vencer por el sopor que flota en la atmosfera.
Los zopilotes, ya acomodados en las ramas del viejo carao, doblan el cuello, zambullen la cabeza
bajo las alas medio desplumadas y se quedan inmóviles.
Los zopilotes dormitan.
Y las manchas negras de su plumaje, las manchas intensas y uniformes, se destacan, netas, sobre
fondo de índigo del cielo diáfano y transparente.
Al carao en que los zopilotes se refugian, los años han ido, despiadados, despojándole de todas sus
hojas, hasta dejarlo mondo. Y es así que sus ramas se extienden retorcidas, atormentadas, coronando
el tronco rugoso, como los ocho tentáculos de un pulpo.
Los zopilotes dormitan.
Mientras tanto, el sol cae a plomo sobre el cantizal.
Cae a plomo, y hiere las aristas de los cantos, los filos de los guijarros rodantes, arrancándoles
cegadores destellos. Cae, y reverbera en la arena como sobre una lámina de antimonio.
A la vera del cantizal, que es el antiguo cauce labrado por las torrentadas que bajan del Volcán; a la
vera del cantizal, siguiendo sus quiebres, calcando todas sus curvas y todas sus irregularidades, corre
el cerco de piña. El cerco esta enrarecido. Las pencas han perdido su prístino barniz. Deslustradas por
la costra del polvo recalcitrante, se yerguen, como maraña de lanza oxidadas, y no sienten, como los
cercos montañeros, ceñida a su desnudez, la gaya caricia de las enredaderas. No son más que guarida
de lagartijas y garrobos; y es muy raro que de entre ellas irrumpa algún pájaro. Ingrato es el sitio, en
el que apenas por toda vegetación, se agarran a las laderas calichosas, entre los peñascos arenosos,
unas cuantas matas de izotes, unas cuantas higueras silvestres, resecas, telarañosas, y en las que los
frutos se enraciman cual piña de pequeños erizos en los extremos de las ramas, nudosas como cañutos.
Por entre los ramajes deshojados, cubiertos de polvo, salpicados por las manchas de las defecaciones
de los zopilotes, se columbran las paredes lechosas, los techos plomizos del Rastro. Y en medio del
ardor canicular, el olfato percibe, como un sahumerio, un acre olor de sangre.
En el entretanto, los zopilotes dormitan.
Fuente: Ambrogi, A. (2012). El libro del trópico. San Salvador El Salvador: Dirección de Publicaciones e
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Dívadu había nacido dos veces. La primera, a mitad de la primavera. Era el segundo de tres hermanos.
Sus padres eran Limia y Erú, vivían en Laamar, un pequeño poblado que linda, al occidente, con un
mar blanco que llaman Eluz. No es un pueblo de pescadores, aunque los hay, sino de agricultores,
pues, más allá de los campos donde se elevan las casas de madera cuyos techos tienen el aspecto de
una punta de lanza, hay grandes campos sembrados de hortalizas, que lindan en todas direcciones con
bosques de Li, esos árboles enormes de follaje espeso que dan esos frutos llamados Li, tan jugosos y
dulces. Los árboles de Li poseen ramas tan anchas y fuertes, que los viejos magos de la orden de
Nusset han hecho sus casas allí por siglos, en la altura de las ramas. Son construcciones sencillas con
pequeñas habitaciones que los mantienen alejados del piso, o terrazas donde, al amanecer y al
atardecer, se les puede observar meditando o fumando sus largas pipas de caña o haciendo sonar sus
flautas. Si hay sequía, cada mañana repiten sus peculiares oraciones que hacen que llegue la lluvia.
Si es invierno, hablan al viento con antiguas palabras que detienen el paso de las tormentas de nieve.
Es gente sabia y sociable, siempre anuente a participar en las fiestas de los lugareños de Laamar, de
beber su cerveza y su vino, comer sus estofados, su pan, y bailar sus bailes. Para suerte de los chicos,
disfrutan contar viejas historias de guerras donde participan magos solemnes y poderosos, dragones,
gigantes o grandes palacios encantados.
Una vez, cuando era un pequeño, Dívadu cayó del tejado de su casa, al que solía subir por las noches
para mirar las estrellas. Perdió el equilibrio y cayó de cabeza al piso, casi tres metros abajo. Cuando
lo encontraron, parecía haber perdido el juicio. El pobre chico no podía articular palabra alguna, ni
siquiera podía decir su nombre o el de sus padres. Para su suerte, un viejo mago, el señor Emús, llegó
a verlo. Anunció que el chico se encontraba mal, que su cabeza se encontraba inflamada, y que lo
mejor que podía hacerse con él era obligarlo a dormir para recuperarse. Y así lo hizo. El viejo mago
Emús lo hizo dormir por meses. En ese tiempo, en sueños, le mostró viejas historias de mundos
extintos o bosques donde habitaban pueblos desaparecidos o colonias de hadas. Al despertar, una
mañana fría de primavera, Dívadu nació por segunda vez. Su único deseo entonces fue encontrar lo
que había visto mientras dormía. Cuando su madre le preguntó qué quería encontrar, el joven Dívadu
le dijo:
—He visto un lugar donde viven las hadas, madre. Un lugar más allá del bosque de Li, el extraño
jardín de una casa que no tiene término, y que pertenece a un chico de cabello castaño. Había otro
chico con él, un poco menor que el primero, un vidente, en el mismo momento él tenía un sueño
similar al mío y sabía que yo soñaba con ellos. Y sucedió algo más extraño aún, mientras soñaba con
la casa, en uno de sus pasillos, apareció una chica, que me lanzó una mirada astuta y directa, pues
supo que los estaba observando.
Cuando Dívadu le preguntó al viejo Emús si esas visiones eran reales, el mago dijo:
—No lo son… aún… pero lo serán algún día, si es tu destino que lo sean.
Por entonces, a la edad de ocho años, durante una excursión con su padre y un amigo de su padre
llamado Humo, mientras los adultos cazaban un jabalí, el niño, que se había quedado de pie sobre
una piedra, fue secuestrado por un hada llamada Berlinda Bal. Se sabe que Dívadu vivió con las hadas
por casi dos años, hasta que el viejo mago Emús, vestido con sus solemnes ropas de color gris, lo
rescató y llevó con él para tomarlo como aprendiz. Poco tiempo después, Dívadu viajó para conocer
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Segundo Ciclo. Educación Básica
la casa que había visto en sueños cuando era un niño, la casa de las mil puertas, y a Jan, Wilus y Myla.
El joven Dívadu, quien no tenía muchos amigos de su edad, se sintió tan a gusto con ellos que desde
entonces los visitaba todos los años, siempre días antes de la fiesta de los Tejones, al inicio de la
primavera. Y siempre llevaba nuevas historias sobre lo visto en sus viajes.
Lo del domador de tornados sucedió cuando Lobías Rumin era un chico de nueve años. Acababa de
llegar de la isla de Férula para vivir con sus tíos, y pese a lo ocurrido solo meses antes, la tragedia de
haber perdido a sus padres debido a la enfermedad de la Fiebre, que acabó con las tres cuartas partes
de la población de la isla, no era un niño triste o huraño. Al contrario, en esa época Lobías era un
chico jovial, amable, y siempre parecía querer hablar con los mayores, a los que pedía que le contaran
historias.
Una mañana, luego de ayudar a su tío con las labores de la granja, que en esa época consistían en
ordeñar una cabra, darle de comer a las gallinas y llenar el estanque de los cerdos, Lobías quiso dar
un paseo por el bosque cercano. Nunca se alejaba demasiado, pero ese día quiso ir hasta unas colinas
donde alguien había mencionado que crecían unas setas llamadas Gambaritas, que le gustaban mucho
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Segundo Ciclo. Educación Básica
a su tío. Cuando llegó a las colinas, las encontró repletas de las tales Gambaritas y se entretuvo
cortando algunas de ellas. Se encontraba arrodillado cuando de alguna parte empezó a soplar una
brisa, primero suave y deliciosa, y cada vez más fuerte. Escuálido como era, la brisa no tardó en
arrastrarlo colina abajo. Parecía que una tormenta se cerniese en pleno verano, el día se volvió gris
en un instante y el viento apenas lo dejó ponerse de pie.
Entonces observó, con temor, como en la redondeada cúspide de la colina, alto como un gigante
oscuro y enloquecido, giraba un tornado. Lobías no había visto un tornado jamás, pues no eran
habituales ni en las islas ni en Eldin Menor, aunque sabía de ellos por las historias que contaban de
esos monstruos de viento que giraban sin detenerse destruyendo todo lo que tocaban. Se sintió
perdido. Dominado. Incapaz de escapar. Y, por un instante, era como si la muerte le tuviera atado de
los talones. Pero en ese momento descubrió a aquel hombre, tan irreal como si hubiera salido de
cualquiera de las historias que tanto le gustaban. Montaba un caballo de parches grises, amarillos y
blancos. Llevaba botas de piel de serpiente, y a Lobías le pareció que todo su traje estaba elaborado
con esa clase de cuero. El caballo emitió un relincho fortísimo y se levantó sobre sus patas traseras,
al tiempo que aquel hombre de tez curtida por el sol, dorado él mismo, lanzó su látigo contra el
tornado. Y a la vez que lo hacía, pronunciaba unas palabras en un lenguaje que Lobías jamás había
escuchado, pero que le parecieron poderosas y antiguas.
Pronto, el gigante oscuro retrocedió y retrocedió, y Lobías pudo levantarse y correr tras aquella
escena. Le pareció que el tornado tenía brazos largos que lanzaba contra aquel hombre, pero aun así
retrocedía, cada vez más, hasta chocar con los pinos cercanos y disiparse, volviéndose apenas una
brisa suave y dulce como las que nacen al alba, en los primeros días de la primavera. Entonces, aquel
hombre volvió a mirarlo. Sus ojos oscuros se incrustaron en los suyos, y cabalgó hasta perderse en la
espesura del bosque, hacia más al norte aún, en dirección a las montañas azules. Lobías se quedó
mudo. Sus ojos, llenos de lágrimas. Había visto un Domador de tornados, una figura mítica, de las
que solo hablaban las viejas historias fantásticas.
Como hubiera hecho cualquier niño, contó lo que había presenciado, y no tardó mucho para que fuera
conocido como un Malavista o, si acaso, un mentiroso. Muchos pensaron que la tragedia que había
sufrido, la de la muerte de sus padres, de alguna forma lo había enfermado y vuelto un inventor de
historias que contaba para llamar la atención. A muchos les apenó aquel chico demasiado hablador
para las costumbres de Eldin Menor, y se lo hicieron saber.
Pronto, dejaron de tomarlo en cuenta en las festividades del pueblo. Y hubo, en esa época, muchos
niños de su edad que tuvieron prohibido hablar con Lobías, pues consideraban que era peligroso que
se juntaran con uno que podía ver muertos. Su propio tío hizo construir para él una habitación entre
las ramas de un árbol junto al establo, y lo hizo pasar como un obsequio de cumpleaños. Al principio,
Lobías recibió con alegría su obsequio, pero no pasó mucho tiempo para que comprendiera que su tío
no quería verlo dentro de casa. El chico Lobías se alejó de las personas, no solo de sus tíos y sus
primos, sino de casi todo Eldin Menor. Se volvió huraño, silencioso, y el buen humor y la jovialidad
de la que había gozado se extinguieron para dar paso a un joven que no reía casi nunca ni disfrutaba
de hablar con casi nadie.
Es cierto que, con los años, esa introversión se disipó, sobre todo cuando se volvió un repartidor de
leche, pero no por completo. Lobías sabía que era considerado un Malavista, y aunque había negado
serlo en infinidad de ocasiones, estaba convencido de que muchos desconfiaban de él. Solía repetirse
que no le importaba, pero lo cierto era que le importaba demasiado. Muchas veces, en la oscuridad
de su habitación, pensaba que debía marcharse, quizá volver a la isla de Férula o establecerse en una
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Segundo Ciclo. Educación Básica
ciudad como Eldin Mayor, donde nadie lo conocería. Sabía que debía hacerlo, algo en él le hacía
comprender que, en el momento menos sospechado, saldría de allí para vivir una aventura. Una en la
que, quizá, podría volver a encontrarse con el domador de tornados. Lobías Rumin pensaba que debía
esperar su momento. Y que, cuando llegara el día propicio, lo sabría y se marcharía en busca de su
destino.
Galán, J. (2020). La ruta de las abejas. Oceano.
I.
Por el estrecho sendero, encajonado entre la doble cerca de piña, van por parejas, las muchachas.
El sosiego crepuscular, es apenas alterado por el rumor del río cercano, que va rodando entre talpetates
y breñales, o bien por el silbido de algún pájaro retrasado, que va en busca del nido; o por el sordo
murmullo de las hojas de los árboles, como tocadas, de paso, por algún fino dedos invisibles.
Bajo los ramajes ensombrecidos de las ringlas apretadas del paraísos, altos y flexibles; por el estrecho
sendero encajonado entre la doble cerca de piña, que pueblan los bejucos de campanillas y de
chonchos, y alegran con los diversos matices de sus golpes de flores, van, por parejas, las muchachas.
II.
Camino de la quebrada, a la hora crepuscular, van, por parejas las muchachas.
El cántaro de barro sobre la cabeza (el barro de la tierra y de las pieles indígenas). Tostados los
hombros y el cuello, que surgen, desnudos, del holgado escote de la camisa. En alto el brazo,
sosteniendo sobre el yagual, en una graciosa actitud de canéfora primitiva, el panzudo cántaro de
barro.
Por el cielo de la tarde, terso y nacarino, desfilan, rápidos, algunos raigones de nubes, teñidos
levemente de carmín. En el horizonte, hay como el reflejo de una fragua. Un resto de luz ribetea las
crestas del cerro de Tonacatepeque (en vigoroso realce en un flanco del horizonte), o bien al chocar
sobre las rugosas hojazas del chichicaste, esa misma claridad postrera despide reflejos de un intenso
verde metálico. Los sauces, que aparecen diáfanos, y como calados, en medio de la claridad solar,
parecen profundos e intensos a la hora del crepúsculo.
Fuente: Ambrogi, A. (2012). El libro del trópico. San Salvador El Salvador: Dirección de Publicaciones e
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Lo primero que hay que decir es que Grimilda Veitz trabajaba en la oficina del señor Urso. El señor
Urso era un famoso abogado de la ciudad. Grimilda había sido su secretaria desde hacía tanto tiempo
que ya ninguno de los dos podía recordarlo.
Cada mañana, al llegar a la oficina, Grimilda se servía una taza de café, se sentaba frente al
computador y escribía largos documentos legales para su jefe el señor Urso. Pero a Grimilda le
gustaba soñar. Y cada día desde hacía muchos años, frente a la pantalla, deseaba, que en vez de
escribir todos esos documentos que su trabajo la obligaba, pudiera escribir todas esas historias que
venían a su mente. Grimilda jamás imaginaba que una de esas historias fantásticas pudiera ocurrirle
verdaderamente a ella, tal como ocurrió un frío día de mediados de octubre.
Ese día por la tarde, al salir de la oficina, Grimilda manejaba hacia su pequeño apartamento en la
décima avenida a través de una estrecha callejuela atestada de carros a ambos lados. Entonces, un
viento frío entró por la ventana y unas hojas cayeron sobre el parabrisas. Sin saber cómo, al mirar
hacia ambos lados, se dio cuenta de que los carros ya no eran carros sino árboles, altos y delgados
árboles que botaban algunas hojas con el viento que venía del norte. Las aceras no estaban vacías,
sino llenas de arbustos. También había bancas de madera barnizada, y atrás, más allá del arbusto, un
pequeño lago lleno de juncos en la orilla.
Grimilda sentía que había entrado en uno de sus sueños, aunque todo parecía muy real.
De pronto, el día se hizo más claro, como si fuese el amanecer. Era como si el cielo hubiera
rejuvenecido. Pero no solo lo de afuera cambiaba, Grimilda comenzó a sentirse muy diferente
también. Sin saber por qué, miró sus manos: tardó un instante en darse cuenta del cambio. No eran
las mismas que había visto en la oficina, estas estaban suaves, ¡justo como eran hacía treinta años!
Al final del sendero llegó hasta una casita con un jardín al frente y en este había un buzón que tenía
algo escrito: “Grimilda Veitz”. Ya sin ninguna duda, Grimilda entró en su casa: todo estaba igual, por
supuesto. Se encontraban ahí todas sus cosas: sus pantuflas afelpadas, sus libros para antes de dormir,
su taza para el café, sin embargo, había algo más ahí que no recordaba pero que le era muy familiar.
Cuando se acercó lo suficiente, la reconoció en seguida: era su antigua máquina de escribir.
Grimilda no pudo evitarlo, de inmediato se sentó frente a ella y supo que era hora de escribir todas
esas tantas historias que habían pasado por su cabeza muchas veces. Las historias venían y venían,
daban vueltas y más vueltas y Grimilda no podía decidir cuál escoger. Pero al cabo de un momento,
lo consiguió, y decidió que la mejor historia para comenzar sería justo la del principio, así que escribió
el título: La historia fantástica de Grimilda Veitz.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
En un día del año 1987 nació el niño Cinco Mil Millones. Vino sin etiqueta, así que podía ser negro,
blanco, amarillo, etc. Muchos países, en ese día eligieron al azar un niño Cinco Mil Millones para
homenajearlo y hasta para filmarlo y grabar su primer llanto.
Sin embargo, el verdadero niño Cinco Mil Millones no fue homenajeado ni filmado ni acaso tuvo
energías para su primer llanto. Mucho antes de nacer ya tenía hambre. Un hambre atroz. Un hambre
vieja. Cuando por fin movió sus dedos, éstos tocaron tierra seca. Cuarteada y seca. Tierra con grietas
y esqueletos de perros o de camellos o de vacas. También con el esqueleto del niño 4.999.999.999.
El verdadero niño Cinco Mil Millones tenía hambre y sed, pero su madre tenía más hambre y más
sed y sus pechos oscuros eran como tierra exhausta. Junto a ella, el abuelo del niño tenía hambre y
sed más antiguas aún y ya no encontraba en sí mismo ganas de pensar o creer.
Una semana después el niño Cinco Mil Millones era un minúsculo esqueleto y en consecuencia
disminuyó en algo el horrible riesgo de que el planeta llegara a estar superpoblado.
FIN
51. El adivino
Jorge Luis Borges
Argentino
(Borges, 2019)
En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. El brujo examinador le pregunta si será reprobado
o si pasará. El candidato responde que será reprobado…
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Había una vez en una colmena una abeja que Pero la abeja haragana no se corregía. De
no quería trabajar, es decir, recorría los árboles modo que a la tarde siguiente las abejas que
uno por uno para tomar el jugo de las flores; estaban de guardia le dijeron:
pero en vez de conservarlo para convertirlo en
-Hay que trabajar, hermana.
miel, se lo tomaba del todo.
Y ella respondió enseguida:
Era, pues, una abeja haragana. Todas las
mañanas, apenas el sol calentaba el aire, la - ¡Uno de estos días lo voy a hacer!
abejita se asomaba a la puerta de la colmena,
veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las -No es cuestión de que lo hagas uno de estos
patas, como hacen las moscas, y echaba días -le respondieron-sino mañana mismo.
entonces a volar, muy contenta del lindo día. Acuérdate de esto.
Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, Y la dejaron pasar.
entraba en la colmena, volvía a salir, y así se
lo pasaba todo el día mientras las otras abejas Al anochecer siguiente se repitió la misma
se mataban trabajando para llenar la colmena cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita
de miel, porque la miel es el alimento de las exclamó:
abejas recién nacidas.
- ¡Sí, sí hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que
Como las abejas son muy serias, comenzaron he prometido!
a disgustarse con el proceder de la hermana
-No es cuestión de que te acuerdes de lo
haragana. En la puerta de las colmenas hay
prometido –le respondieron-, sino de que
siempre unas cuantas abejas que están de
trabajes. Hoy es 19 de abril. Pues bien: trata de
guardia para cuidar que no entren bichos en la
que mañana, 20, hayas traído una gota siquiera
colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas,
de miel. Y ahora, pasa.
con gran experiencia de la vida y tienen el
lomo pelado porque han perdido todos los Y diciendo esto, se apartaron para dejarla
pelos de rozar contra la puerta de la colmena. entrar.
Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana Pero el 20 de abril pasó en vano como todos
cuando iba a entrar, diciéndole: los demás. Con la diferencia de que al caer el
sol el tiempo se descompuso y comenzó a
-Compañera: es necesario que trabajes, porque
soplar un viento frío.
las abejas debemos trabajar.
La abejita haragana voló apresurada hacia su
La abejita contestó:
colmena, pensando en lo calentito que estaría
-Yo ando todo el día volando, y me canso allí dentro. Pero cuando quiso entrar, las abejas
mucho. que estaban de guardia se lo impidieron.
-No es cuestión de que te canses mucho - - ¡No se entra! -le dijeron fríamente.
respondieron-, sino de que trabajes un poco. Es
- ¡Yo quiero entrar! -clamó la abejita-. Esta es
la primera advertencia que te hacemos.
mi colmena.
Y diciendo así la dejaron pasar.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
-Esta es la colmena de unas pobres abejas Entonces, temblando de frío, con las alas
trabajadoras -le contestaron las otras-. No hay mojadas y tropezando, la abeja se arrastró, se
entrada para las haraganas. arrastró hasta que de pronto rodó por un
agujero: cayó rodando, mejor dicho, al fondo
- ¡Mañana sin falta voy a trabajar! -insistió la de una caverna.
abejita.
Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al
-No hay mañana para las que no trabajan -
fin llegó al fondo, y se halló bruscamente ante
respondieron las abejas, que saben mucha
una víbora, una culebra verde de lomo color
filosofía.
amarillo, que la miraba enroscada y presta a
Y diciendo esto la empujaron afuera. lanzarse sobre ella.
La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato En verdad, aquella caverna era el hueco de un
aún; pero ya la noche caía y se veía apenas. árbol que habían trasplantado hacía tiempo, y
Quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. que la culebra había elegido de guarida.
Tenía el cuerpo entumecido por el aire frío, y
Las culebras comen abejas, que les gustan
no podía volar más.
mucho. Por esto la abejita, al encontrarse ante
Arrastrándose entonces por el suelo, trepando su enemiga, murmuró cerrando los ojos:
y bajando de los palitos y piedritas, que le
- ¡Adiós mi vida! Esta es la última hora que yo
parecían montañas, llegó a la puerta de la veo la luz.
colmena, al tiempo que comenzaban a caer
frías gotas de lluvia. Pero con gran sorpresa suya, la culebra no
solamente no la devoró, sino que le dijo:
- ¡Ay, mi Dios! -clamó desamparada-. Va a
llover, y me voy a morir de frío. - ¿Qué tal, abejita? No has de ser muy
trabajadora para estar aquí a estas horas.
Y tentó a entrar en la colmena.
-Es cierto -murmuró la abeja-. No trabajo, y yo
Pero de nuevo le cerraron el paso.
tengo la culpa.
- ¡Perdón! -gimió la abeja-. ¡Déjenme entrar!
-Siendo así -agregó la culebra, burlona-, voy a
-Ya es tarde -le respondieron. quitar del mundo aun mal bicho como tú. Te
voy a comer, abeja.
- ¡Por favor, hermanas! ¡Tengo sueño!
La abeja, temblando, exclamó entonces:
-Es más tarde aún.
- ¡No es justo eso, no es justo! No es justo que
- ¡Compañeras, por piedad! ¡Tengo frío! usted me coma porque es más fuerte que yo.
-Imposible. Los hombres saben lo que es justicia.
- ¡Por última vez! ¡Me voy a morir! - ¡Ah, ah! -exclamó la culebra, enroscándose
ligero-. ¿Tú conoces bien a los hombres? ¿Tú
Entonces le dijeron: crees que los hombres que les quitan la miel a
ustedes son más justos, grandísima tonta?
-No, no morirás. Aprenderás en una sola noche
lo que es el descanso ganado con el trabajo. -No, no es por eso que nos quitan la miel -
Vete. respondió la abeja.
Y la echaron. - ¿Y por qué, entonces?
-Porque son más inteligentes.
52
Segundo Ciclo. Educación Básica
Así dijo la abejita. Pero la culebra se echó a La culebra se reía, y con mucha razón, porque
reír, exclamando: jamás una abeja ha hecho ni podrá hacer bailar
a un trompito. Pero cuando el trompito, que se
- ¡Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a
había quedado dormido zumbando, como les
comer; apróntate.
pasa a los trompos de naranjo, cayó por fin al
Y se echó atrás, para lanzarse sobre la abeja. suelo, la abeja dijo:
Pero esta exclamó:
-Esa prueba es muy linda, y yo nunca podré
-Usted hace eso porque es menos inteligente hacer eso.
que yo.
-Entonces, te cómo -exclamó la culebra.
- ¿Yo menos inteligente que tú, mosca? –se rió
- ¡Un momento! Yo no puedo hacer eso; pero
la culebra.
hago una cosa que nadie hace.
-Así es -afirmó la abeja.
- ¿Qué es eso?
-Pues bien -dijo la culebra-, vamos a verlo. -Desaparecer.
Vamos a hacer dos pruebas. La que haga la
prueba más rara, esa gana. Si gano yo, te - ¿Cómo? -exclamó la culebra, dando un salto
comeré. de sorpresa-. ¿Desaparecer sin salir de aquí?
- ¿Y si gano yo? -preguntó la abejita. -Sin salir de aquí.
-Si ganas tú -repuso su enemiga-, tienes el -¿Y sin esconderte en la tierra?
derecho de pasar la noche aquí hasta que sea
-Sin esconderme en la tierra.
de día. ¿Te conviene?
-Aceptado -contestó la abeja. -Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo haces, te como
enseguida -dijo la culebra.
La culebra se echó a reír de nuevo, porque se
El caso es que mientras el trompito bailaba, la
le había ocurrido una cosa que jamás podría
hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo: abeja había tenido tiempo de examinar la
caverna y había visto una plantita que crecía
Salió un instante afuera, tan velozmente que la allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con
abeja no tuvo tiempo de nada. Y volvió grandes hojas del tamaño de una moneda de
trayendo una cápsula de semillas de eucalipto, dos centavos.
de un eucalipto que estaba al lado de la
colmena y que le daba sombra. La abeja se arrimó a la plantita, teniendo
cuidado de no tocarla, y dijo así:
Los muchachos hacen bailar como trompos
-Ahora me toca a mí, señora Culebra. Me va a
esas cápsulas, y les llaman trompitos de
eucalipto. hacer el favor de darse vuelta y contar hasta
tres. Cuando diga «tres», búsqueme por todas
-Eso es lo que voy a hacer -dijo la culebra-. partes, ¡ya no estaré más!
¡Fíjate bien, atención!
Y así pasó, en efecto. La culebra dijo
Y arrollando vivamente la cola alrededor del rápidamente: «uno… dos… tres», y se volvió
trompito como un piolín la desenvolvió a toda y abrió la boca cuán grande era, de sorpresa:
velocidad, con tanta rapidez que el trompito allí no había nadie. Miró arriba, abajo, a todos
quedó bailando y zumbando como un loco. lados, recorrió los rincones, la plantita, tanteó
todo con la lengua. Inútil: la abeja había
desaparecido.
53
Segundo Ciclo. Educación Básica
La culebra comprendió entonces que si su sobre la abeja, y esta creía entonces llegado el
prueba del trompito era muy buena, la prueba término de su vida.
de la abeja era simplemente extraordinaria.
Nunca, jamás, creyó la abejita que una noche
¿Qué se había hecho? ¿Dónde estaba? No
había modo de hallarla. podría ser tan fría, tan larga, tan horrible.
Recordaba su vida anterior, durmiendo noche
-¡Bueno! -exclamó por fin-. Me doy por tras noche en la colmena, bien calentita, y
vencida. ¿Dónde estás? lloraba entonces en silencio.
Una voz que apenas se oía -la voz de la abejita- Cuando llegó el día, y salió el sol, porque el
salió del medio de la cueva. tiempo se había compuesto, la abejita voló y
lloró otra vez en silencio ante la puerta de la
-¿No me vas a hacer nada? -dijo la voz-.
colmena hecha por el esfuerzo de la familia.
¿Puedo contar con tu juramento?
Las abejas de guardia la dejaron pasar sin
-Sí -respondió la culebra-. Te lo juro. ¿Dónde decirle nada, porque comprendieron que la que
estás? volvía no era la paseandera haragana, sino una
abeja que había hecho en solo una noche un
-Aquí -respondió la abejita, apareciendo duro aprendizaje de la vida.
súbitamente de entre una hoja cerrada de la
plantita. Así fue, en efecto. En adelante, ninguna como
ella recogió tanto polen ni fabricó tanta miel.
¿Qué había pasado? Una cosa muy sencilla: la Y cuando el otoño llegó, y llegó también el
plantita en cuestión era una sensitiva, muy término de sus días, tuvo aún tiempo de dar
común también aquí en Buenos Aires, y que una última lección antes de morir a las jóvenes
tiene la particularidad de que sus hojas se abejas que la rodeaban:
cierran al menor contacto. Solamente que esta
aventura pasaba en Misiones, donde la -No es nuestra inteligencia, sino nuestro
vegetación es muy rica, y por lo tanto muy trabajo quien nos hace tan fuertes. Yo usé una
grandes las hojas de las sensitivas. De aquí que sola vez de mi inteligencia, y fue para salvar
al contacto de la abeja, las hojas se cerraran, mi vida. No habría necesitado de ese esfuerzo,
ocultando completamente al insecto. si hubiera trabajado como todas. Me he
cansado tanto volando de aquí para allá, como
La inteligencia de la culebra no había trabajando. Lo que me faltaba era la noción del
alcanzado nunca a darse cuenta de este deber, que adquirí aquella noche.
fenómeno; pero la abeja lo había observado, y
se aprovechaba de él para salvar su vida. “Trabajen, compañeras, pensando que el fin a
que tienden nuestros esfuerzos -la felicidad de
La culebra no dijo nada, pero quedó muy todos- es muy superior a la fatiga de cada uno.
irritada con su derrota, tanto que la abeja pasó A esto los hombres llaman ideal, y tienen
toda la noche recordando a su enemiga la razón. No hay otra filosofía en la vida de un
promesa que había hecho de respetarla. Fue hombre y de una abeja.”
una noche larga, interminable, que las dos
pasaron arrimadas contra la pared más alta de FIN
la caverna, porque la tormenta se había
desencadenado, y el agua entraba como un río
adentro. Fuente: Quiroga, H. (08 de Noviembre de
2019). Cuentos . Obtenido de Ciudad
Hacía mucho frío, además, y adentro reinaba
Seva.
la oscuridad más completa. De cuando en
cuando la culebra sentía impulsos de lanzarse
54
Segundo Ciclo. Educación Básica
Había una vez un hombre que vivía en Buenos buen color, estaba fuerte y tenía apetito.
Aires, y estaba muy contento porque era un Precisamente un día en que tenía mucha
hombre sano y trabajador. Pero un día se hambre, porque hacía dos días que no cazaba
enfermó, y los médicos le dijeron que nada, vio a la orilla de una gran laguna un tigre
solamente yéndose al campo podría curarse. Él enorme que quería comer una tortuga, y la
no quería ir, porque tenía hermanos chicos a ponía parada de canto para meter dentro una
quienes daba de comer; y se enfermaba cada pata y sacar la carne con las uñas. Al ver al
día más. Hasta que un amigo suyo, que era hombre el tigre lanzó un rugido espantoso y se
director del Zoológico, le dijo un día: lanzó de un salto sobre él. Pero el cazador, que
tenía una gran puntería, le apuntó entre los
-Usted es amigo mío, y es un hombre bueno y
ojos, y le rompió la cabeza. Después le sacó el
trabajador. Por eso quiero que se vaya a vivir
cuero, tan grande que él solo podría servir de
al monte, a hacer mucho ejercicio al aire libre
alfombra para un cuarto.
para curarse. Y como usted tiene mucha
puntería con la escopeta, cace bichos del -Ahora -se dijo el hombre- voy a comer
monte para traerme los cueros, y yo le daré tortuga, que es una carne muy rica.
plata adelantada para que sus hermanitos
puedan comer bien. Pero cuando se acercó a la tortuga, vio que
estaba ya herida, y tenía la cabeza casi
El hombre enfermo aceptó, y se fue a vivir al separada del cuello, y la cabeza colgaba casi
monte, lejos, más lejos que Misiones todavía. de dos o tres hilos de carne.
Hacía allá mucho calor, y eso le hacía bien.
Vivía solo en el bosque, y él mismo se
cocinaba. Comía pájaros y bichos del monte, A pesar del hambre que sentía, el hombre tuvo
que cazaba con la escopeta, y después comía lástima de la pobre tortuga, y la llevó
frutas. Dormía bajo los árboles, y cuando hacía arrastrando con una soga hasta su ramada y le
mal tiempo construía en cinco minutos una vendó la cabeza con tiras de género que sacó
ramada con hojas de palmera, y allí pasaba de su camisa, porque no tenía más que una sola
sentado y fumando, muy contento en medio camisa, y no tenía trapos. La había llevado
del bosque que bramaba con el viento y la arrastrando porque la tortuga era inmensa, tan
lluvia. alta como una silla, y pesaba como un hombre.
Había hecho un atado con los cueros de los La tortuga quedó arrimada a un rincón, y allí
animales, y lo llevaba al hombro. Había pasó días y días sin moverse.
también agarrado, vivas, muchas víboras
venenosas, y las llevaba dentro de un gran El hombre la curaba todos los días y después
mate, porque allí hay mates tan grandes como le daba golpecitos con la mano sobre el lomo.
una lata de querosene. El hombre tenía otra vez
55
Segundo Ciclo. Educación Básica
La tortuga sanó por fin. Pero entonces fue el -Estoy solo en el bosque, la fiebre va a volver
hombre quien se enfermó. Tuvo fiebre y le de nuevo, y voy a morir aquí, porque
dolía todo el cuerpo. solamente en Buenos Aires hay remedios para
curarme. Pero nunca podré ir, y voy a morir
Después no pudo levantarse más. La fiebre aquí.
aumentaba siempre, y la garganta le quemaba
de tanta sed. El hombre comprendió que estaba Y como él lo había dicho, la fiebre volvió esa
gravemente enfermo, y habló en voz alta, tarde, más fuerte que antes, y perdió de nuevo
aunque estaba solo, porque tenía mucha fiebre. el conocimiento. Pero también esta vez la
tortuga lo había oído, y se dijo:
-Voy a morir -dijo el hombre-. Estoy solo, ya
no puedo levantarme más, y no tengo quién me -Si queda aquí en el monte se va a morir,
dé agua, siquiera. Voy a morir aquí de hambre porque no hay remedios, y tengo que llevarlo
y de sed. a Buenos Aires.
Y al poco rato la fiebre subió aún más, y perdió Dicho esto, cortó enredaderas finas y fuertes,
el conocimiento. que son como piolas, acostó con mucho
cuidado al hombre encima de su lomo, y lo
Pero la tortuga lo había oído, y entendió lo que
sujetó bien con las enredaderas para que no se
el cazador decía. Y ella pensó entonces:
cayese. Hizo muchas pruebas para acomodar
-El hombre no me comió la otra vez, aunque bien la escopeta, los cueros y el mate con
tenía mucha hambre, y me curó. Yo lo voy a víboras, y al fin consiguió lo que quería, sin
curar a él ahora. molestar al cazador, y emprendió entonces el
viaje.
La tortuga, cargada así, caminó, caminó y
Fue entonces a la laguna, buscó una cáscara de caminó de día y de noche. Atravesó montes,
tortuga chiquita, y después de limpiarla bien campos, cruzó a nado ríos de una legua de
con arena y ceniza la llenó de agua y le dio de ancho, y atravesó pantanos en que quedaba
beber al hombre, que estaba tendido sobre su casi enterrada, siempre con el hombre
manta y se moría de sed. Se puso a buscar moribundo encima. Después de ocho o diez
enseguida raíces ricas y yuyitos tiernos, que le horas de caminar se detenía, deshacía los
llevó al hombre para que comiera. El hombre nudos y acostaba al hombre con mucho
comía sin darse cuenta de quién le daba la cuidado en un lugar donde hubiera pasto bien
comida, porque tenía delirio con la fiebre y no seco.
conocía a nadie.
Iba entonces a buscar agua y raíces tiernas, y
Todas las mañanas, la tortuga recorría el le daba al hombre enfermo. Ella comía
monte buscando raíces cada vez más ricas para también, aunque estaba tan cansada que
darle al hombre, y sentía no poder subirse a los prefería dormir.
árboles para llevarle frutas.
A veces tenía que caminar al sol; y como era
El cazador comió así días y días sin saber verano, el cazador tenía tanta fiebre que
quién le daba la comida, y un día recobró el deliraba y se moría de sed. Gritaba: ¡agua!
conocimiento. Miró a todos lados, y vio que ¡agua! a cada rato. Y cada vez la tortuga tenía
estaba solo, pues allí no había más que él y la que darle de beber.
tortuga, que era un animal. Y dijo otra vez en
voz alta: Así anduvo días y días, semana tras semana.
Cada vez estaban más cerca de Buenos Aires,
pero también cada día la tortuga se iba
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Segundo Ciclo. Educación Básica
debilitando, cada día tenía menos fuerza, -Voy… voy… Quería ir a Buenos Aires -
aunque ella no se quejaba. A veces quedaba respondió la pobre tortuga en una voz tan baja
tendida, completamente sin fuerzas, y el que apenas se oía-. Pero vamos a morir aquí
hombre recobraba a medias el conocimiento. porque nunca llegaré…
Y decía, en voz alta:
-¡Ah, zonza, zonza! -dijo riendo el ratoncito-.
-Voy a morir, estoy cada vez más enfermo, y ¡Nunca vi una tortuga más zonza! ¡Si ya has
solo en Buenos Aires me podría curar. Pero llegado a Buenos Aires! Esa luz que ves allí es
voy a morir aquí, solo en el monte. Buenos Aires.
Él creía que estaba siempre en la ramada,
porque no se daba cuenta de nada. La tortuga
Al oír esto, la tortuga se sintió con una fuerza
se levantaba entonces, y emprendía de nuevo
el camino. inmensa porque aún tenía tiempo de salvar al
cazador, y emprendió la marcha.
Pero llegó un día, un atardecer, en que la pobre
Y cuando era de madrugada todavía, el
tortuga no pudo más. Había llegado al límite
director del Jardín Zoológico vio llegar a una
de sus fuerzas, y no podía más. No había
tortuga embarrada y sumamente flaca, que
comido desde hacía una semana para llegar
traía acostado en su lomo y atado con
más pronto. No tenía más fuerza para nada.
enredaderas, para que no se cayera, a un
Cuando cayó del todo la noche, vio una luz hombre que se estaba muriendo. El director
lejana en el horizonte, un resplandor que reconoció a su amigo, y él mismo fue
iluminaba el cielo, y no supo qué era. Se sentía corriendo a buscar remedios, con los que el
cada vez más débil, y cerró entonces los ojos cazador se curó enseguida.
para morir junto con el cazador, pensando con
Cuando el cazador supo cómo lo había salvado
tristeza que no había podido salvar al hombre
la tortuga, cómo había hecho un viaje de
que había sido bueno con ella.
trescientas leguas para que tomara remedios,
Y, sin embargo, estaba ya en Buenos Aires, y no quiso separarse de ella. Y como él no podía
ella no lo sabía. Aquella luz que veía en el tenerla en su casa, que era muy chica, el
cielo era el resplandor de la ciudad, e iba a director del Zoológico se comprometió a
morir cuando estaba ya al fin de su heroico tenerla en el Jardín, y a cuidarla como si fuera
viaje. su propia hija.
Pero un ratón de la ciudad -posiblemente el Y así pasó. La tortuga, feliz y contenta con el
ratoncito Pérez- encontró a los dos viajeros cariño que le tienen, pasea por todo el Jardín,
moribundos. y es la misma gran tortuga que vemos todos los
días comiendo el pastito alrededor de las jaulas
-¡Qué tortuga! -dijo el ratón-. Nunca he visto de los monos.
una tortuga tan grande. ¿Y eso que llevas en el
lomo, que es? ¿Es leña? El cazador la va a ver todas las tardes y ella
conoce desde lejos a su amigo, por los pasos.
-No -le respondió con tristeza la tortuga-. Es
Pasan un par de horas juntos, y ella no quiere
un hombre.
nunca que él se vaya sin que le dé una
-¿Y dónde vas con ese hombre? -añadió el palmadita de cariño en el lomo.
curioso ratón.
Fuente: Quiroga, H. (08 de Noviembre de 2019). Cuentos . Obtenido de Ciudad Seva.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Entre dos filas de árboles, la carretera piérdese —Iremos juntos; tú a buscar a tu abuelo; yo, a
en el cielo, sestea un pueblecillo junto a un mi nieta —le dijo el caminante.
charco, en que el sol cabrillea, y una alondra,
—¡Es que mi abuelo se murió! —dijo la niña.
señera, trepidando en el azul sereno, dice la
vida mientras todo calla. —Volverán a la vida y al camino —contestó el
viejo
El caminante va por donde dicen las sombras
de los álamos; a trechos para y mira, y sigue —Entonces... ¿vamos?
luego.
—¡Vamos, sí, hacia adelante, hacia levante!
Deja que oree el viento su cabeza blanca de
penas y años, y anega sus recuerdos dolorosos —No, que así llegaremos a mi pueblo y no
en la paz que le envuelve. quiero volver, que allí
De pronto, el corazón le da rebato, y se detiene estoy sola. Allí sé el sitio en que mi abuelo
temblando cual si fuese ante el misterioso final duerme. Es mejor al
de su existencia. A sus ' pies, sobre el suelo, al poniente, todo derecho.
pie de un álamo y al borde del camino, una
niña dormía un sueño sosegado y dulce. Lloró —¿El camino que traje? —exclamó el vejo—.
un momento el caminante, luego se arrodilló, ¿Volverme dices?
después sentóse, y sin quitar sus ojos de los
¿Desandar lo andado? ¿Volver a mis
ojos cerrados de la niña, le veló el sueño. Y él
recuerdos? ¿Cara al ocaso? ¡No,
soñaba entretanto.
eso nunca! ¡No, eso sí que no, antes morirnos!
Soñaba en otra niña como aquélla, que fue su
raíz de vida, y que al morir una mañana dulce —¡Pues entonces... por aquí, entre las flores,
de primavera le dejó solo en el hogar, por los prados, por donde no hay camino!
lanzándole a errar por los caminos,
desarraigado. Dejando así la carretera fueron campo traviesa,
entre floridos campos
De pronto abrió los ojos hacia el cielo la que
dormía, los volvió al caminante, y cual quien —magarzas, clavelinas, amapolas—, adonde
habla con un viejo conocido, le preguntó: «¿Y Dios quisiera.
mi abuelo?» Y el caminante respondió: «¿Y mi Y ella, mientras chupaba un chupamieles con
nieta?» Miráronse a los ojos, y la niña le contó sus labios de rosa, le iba contando de su abuelo
que, al morírsele su abuelo, con quien vivía cómo en las largas veladas invernizas le
sola —en soledad de compañía solos—, partió hablaba de otros mundos, del Paraíso, de aquel
al azar de casa, buscando... no sabía qué...: más diluvio de Noé, de
soledad acaso.
Cristo...
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Segundo Ciclo. Educación Básica
—¿Y cómo era tu abuelo? Y el caminante vio una loma humo de hogares.
Luego, al llegar a su espinazo, al fondo, un
—Casi era como tú, algo más alto...; pero no
pueblecillo agazapado en rolde de una pobre
mucho, no te creas..., viejo..., y sabía
espadaña, cuyos dos huecos con sus dos
canciones.
chilejas, cual dos pupilas, parecían mirar al
Calláronse los dos, siguió un silencio y lo infinito. En el ejido, un zagalejo rubio cuidaba
rompió el anciano dando a la brisa que iba de unos bueyes que bebían en una charca, que,
entre las flores este cantar: cual si fuese un desgarrón de tierra, mostraba
el cielo soterraño, y en éste otros dos bueyes
Los caminos de la vida, van del ayer al —dos bueyes celestiales— que venían a
mañana, más los del cielo, mi vida, van al ayer contemplar sus sombras pasajeras o darles
del mañana. nueva vida acaso.
Y al oírle, la niña dio a los cielos como una —Zagal, ¿aquí hay donde hacer noche, dime?
alondra, esta fresca canciónde primavera: —preguntó el viejo.
Pajarito, pajarito, —¡Ni a posta! —dijo el mozo—. Esa casa de
¿de dónde vienes? ahí está vacía; sus dueños emigraron, hoy sirve
nada más que de guarida para alimañas. Pan,
El tu nido, pajarito, vino y fuego aquí nunca se niega al que viene
de paso en busca de su vida.
¿ya no le tienes?
—¡Dios os lo pagará, zagal, en la otra!
Si estás solo, pajarcito,
Durmiéronse arrimados y soñaron, el viejo, en
¿cómo es que cantas?
el abuelo de la niña, y ella, en la nietecita que
¿A quién buscas, pajarito, cuando te levantas? perdiera el pobre caminante. Al despertar
miráronse a los ojos, y como en una charca
—Así era como tú, algo más chica —dijo sosegada que nos descubre el cielo soterraño,
llorando el viejo—; así era como tú... como vieron allí, en el fondo, sus sendos sueños.
estas flores...
—Puesto que hay que vivir, si nos quedáramos
—¡Cuéntame de ella, pues, cuéntame de ella! en esta casa... ¡La pobre está tan sola! —dijo
Y empezó el viejo a repasar su vida, a rezar sus el viejo.
recuerdos, y la niña a su vez a —Sí, sí: la pobre casa... ¡Mira, abuelo, que el
ensimismárselos, a hacerlos propios. pueblo es tan bonito!
«Otra vez...» —empezaba él, y ella, Ayer, el campanario de la iglesia nos miraba
cortándole, decía: «¡Lo recuerdo!» muy fijo, como yendo a decir...
—¿Que lo recuerdas, niña? En este punto sonaron las chilejas. «Padre
—Sí, sí todo eso me parece cual si fuera algo nuestro que estás en los cielos...» Y la niña
que me pasó, como si hubiese vivido yo otra siguió: «¡Hágase tu voluntad así en la tierra
vida. como en el cielo!» Rezaron a una voz. Y
salieron de casa, y les dijeron:
—¡Tal vez! —dijo el anciano pensativo.
«Vosotros, ¿qué sabéis hacer?, ¡veamos!» El
—Allí hay un pueblo: ¡mira! viejo hacía cestas, componía mil cosas
estropeadas; sus manos eran ágiles;
industrioso su ingenio.
59
Segundo Ciclo. Educación Básica
Sentábanse al arrimo de la lumbre: la niña —¡No, no, que aquella se murió, María!
hacía el fuego, y cuidando de la olla le ¡También yo muero!
ayudaba. Y hablaban de los suyos, de la otra
—No quiero, abuelo, que te mueras; vivirás
vida y de aquel otro abuelo. Y era cual si las
con nosotros...
almas de los otros, también desarraigadas,
errantes por las sendas de los cielos, bajasen al —¿Con vosotros me dices? ¿Tu abuelo? Tu
arrimo de la lumbre del nuevo hogar. Y les abuelo, niña, se murió.
miraban silenciosas, y eran cuatro y no dos. O
más bien eran dos, mas dos parejas. Y así ¡Soy otro!
vivían doble vida: la una, vida del cielo, vida —¡No, no; tú eres mi abuelo! ¿No te acuerdas
de recuerdos, y la otra, de esperanzas de la cuando yo, al despertar sola y contarte cómo
tierra. escape de casa, me dijiste: Volverán a la vida
Iban por las tardes a la loma, y de espaldas al y al camino? ¡Y volvieron!
pueblo veían sobre el cielo destacarse, allá en —Volvieron al camino, sí, hija mía, y a el nos
las lejanías, unos álamos que dicen el camino llama esa canción del
de la vida. Volvían cantando.
mozo. ¡Tú con el, mi María; yo... con ella!
Y así pasaba el tiempo hasta que un día —unos
años más tarde— oyó otro canto junto a casa —¡Con ella, no! ¡Conmigo!
el viejo.
—¡Sí, contigo! Pero... ¡con la otra!
—Dime, ¿quién canta esa canción, María?
—¡Ay, mi abuelo, mi abuelo!
—Acaso el ruiseñor de la alameda...
—¡Allí te aguardo! ¡Dios os bendiga, pues por
—¡No, que es cantar de mozo! ti he vivido!
60
Segundo Ciclo. Educación Básica
Érase una vez un caballero muy elegante, que ¡Me va a quemar; va a hacerme un agujero!
por todo equipaje poseía un calzador y un ¡Huy!
peine; pero tenía un cuello de camisa que era ¿Quiere casarse conmigo? - ¡Harapo! -replicó
el más notable del mundo entero; y la historia la plancha, corriendo orgullosamente por
de este cuello es la que vamos a relatar. El encima del cuello; se imaginaba ser una
cuello tenía ya la edad suficiente para pensar caldera de vapor, una locomotora que
en casarse, y he aquí que en el cesto de la ropa arrastraba los vagones de un tren. - ¡Harapo! -
coincidió con una liga. repitió.
Dijo el cuello: - Jamás vi a nadie tan esbelto, El cuello quedó un poco deshilachado de los
distinguido y lindo. ¿Me permite que le bordes; por eso acudió la tijera a cortar los
pregunte su nombre? hilos. - ¡Oh! -exclamó el cuello-, usted debe de
- ¡No se lo diré! -respondió la liga. ser primera bailarina, ¿verdad? ¡Cómo sabe
- ¿Dónde vive, pues? -insistió el cuello. estirar
Pero la liga era muy tímida, y pensó que la las piernas! Es lo más encantador que he visto.
pregunta era algo extraña y que no debía Nadie sería capaz de imitarla. - Ya lo sé -
contestarla. respondió la tijera.
- ¿Es usted un cinturón, ¿verdad? -dijo el - ¡Merecería ser condesa! -dijo el cuello-.
cuello-, ¿una especie de cinturón interior? Todo lo que poseo es un señor distinguido, un
Bien veo, mi calzador y un peine. ¡Si tuviese también un
simpática señorita, que es una prenda tanto de condado!
utilidad como de adorno. - ¿Se me está declarando, el asqueroso? -
exclamó la tijera, y, enfadada, le propinó un
- ¡Haga el favor de no dirigirme la palabra! - corte que lo dejó inservible. - Al fin tendré que
dijo la liga- No creo que le haya dado pie para solicitar la mano del peine.
hacerlo. ¡Es admirable cómo conserva usted todos los
- Sí, me lo ha dado. Cuando se es tan bonita - dientes, mi querida señorita! -dijo el cuello-.
replicó el cuello- no hace falta más motivo. ¿No ha pensado nunca en casarse? - ¡Claro, ya
- ¡No se acerque tanto! -exclamó la liga-. puede figurárselo! -contestó el peine-.
¡Parece usted tan varonil! Seguramente habrá oído que estoy prometida
- Soy también un caballero fino -dijo el cuello- con el calzador.
, tengo un calzador y un peine -. Lo cual no era - ¡Prometida! -suspiró el cuello; y como no
verdad, pues quien los tenía era su dueño; pero había nadie más a quien declararse, se las dio
le gustaba vanagloriarse. en decir mal del matrimonio.
- ¡No se acerque tanto! -repitió la liga-. No Pasó mucho tiempo, y el cuello fue a parar al
estoy acostumbrada. almacén de un fabricante de papel. Había allí
- ¡Qué remilgada! -dijo el cuello con tono una nutrida compañía de harapos; los finos
burlón; pero en éstas los sacaron del cesto, los iban por su lado, los toscos por el suyo, como
almidonaron y, después de haberlos colgado al exige la corrección. Todos tenían muchas
sol sobre el respaldo de una silla, fueron cosas que explicar, pero el cuello los superaba
colocados en la tabla de planchar; y llegó la a todos, pues era un gran fanfarrón.
plancha caliente. - ¡La de novias que he tenido! -decía-. No me
- ¡Mi querida señora -exclamaba el cuello-, mi dejaban un momento de reposo. Andaba yo
querida señora! ¡Qué calor siento! ¡Si no soy hecho un petimetre en aquellos tiempos,
yo mismo! ¡Si cambio totalmente de forma! siempre muy tieso y almidonado. Tenía
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Segundo Ciclo. Educación Básica
además un calzador y un peine, que jamás ¡Cuántos pecados llevo sobre la conciencia!
utilicé. ¡Ya es tiempo de que me convierta en papel
Tenían que haberme visto entonces, cuando blanco!
me acicalaba para una fiesta. Nunca me Y fue convertido en papel blanco, con todos
olvidaré de mi primera novia; fue una los demás trapos; y el cuello es precisamente
cinturilla, delicada, elegante y muy linda; por la hoja que aquí vemos, en la cual se imprimió
mí se tiró a una bañera. Luego hubo una su historia. Y le está bien empleado, por
plancha que ardía por mi persona; pero no le haberse jactado de cosas que no eran verdad.
hice caso y se volvió negra. Tuve también Tengámoslo en cuenta, para no comportarnos
relaciones con una primera bailarina; ella me como él, pues en verdad no podemos saber si
produjo la herida, cuya cicatriz conservo; ¡era también nosotros iremos a dar algún día al
terriblemente celosa! Mi propio peine se saco de los trapos viejos y seremos convertidos
enamoró de mí; perdió todos los dientes de mal en papel, y toda nuestra historia, aún lo más
de amores. ¡Uf!, ¡la de aventuras que he íntimo y secreto de ella, será impresa, y
corrido! Pero lo que más me duele es la liga, andaremos por esos mundos teniendo que
digo, la cinturilla, que se tiró a la bañera. contarla.
56. El Ángel
Hans Christian Andersen
Danés
(Andersen, 2019)
Cada vez que muere un niño bueno, baja del cielo un ángel de Dios Nuestro Señor, toma en brazos el
cuerpecito muerto y, extendiendo sus grandes alas blancas, emprende el vuelo por encima de todos
los lugares que el pequeñuelo amó, recogiendo a la vez un ramo de flores para ofrecerlas a Dios, con
objeto de que luzcan allá arriba más hermosas aún que en el suelo.
Nuestro Señor se aprieta contra el corazón todas aquellas flores, pero a la que más le gusta le da un
beso, con lo cual ella adquiere voz y puede ya cantar en el coro de los bienaventurados. He aquí lo
que contaba un ángel de Dios Nuestro Señor mientras se llevaba al cielo a un niño muerto; y el niño
lo escuchaba como en sueños. Volaron por encima de los diferentes lugares donde el pequeño había
jugado, y pasaron por jardines de flores espléndidas.
- ¿Cuál nos llevaremos para plantarla en el cielo? -preguntó el ángel. Crecía allí un magnífico y
esbelto rosal, pero una mano perversa había tronchado el tronco, por lo que todas las ramas, cuajadas
de grandes capullos semiabiertos, colgaban secas en todas direcciones.
- ¡Pobre rosal! -exclamó el niño-. Llévatelo; junto a Dios florecerá.
Y el ángel lo cogió, dando un beso al niño por sus palabras; y el pequeñuelo entreabrió los ojos.
Recogieron luego muchas flores magníficas, pero también humildes ranúnculos y violetas silvestres.
- Ya tenemos un buen ramillete -dijo el niño; y el ángel asintió con la cabeza, pero no emprendió
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Segundo Ciclo. Educación Básica
enseguida el vuelo hacia Dios. Era de noche, y reinaba un silencio absoluto; ambos se quedaron en la
gran ciudad, flotando en el aire por uno de sus angostos callejones, donde yacían montones de paja y
cenizas; había habido mudanza: veíanse cascos de loza, pedazos de yeso, trapos y viejos sombreros,
todo ello de aspecto muy poco atractivo.
Entre todos aquellos desperdicios, el ángel señaló los trozos de un tiesto roto; de éste se había
desprendido un terrón, con las raíces, de una gran flor silvestre ya seca, que por eso alguien había
arrojado a la calleja.
- Vamos a llevárnosla -dijo el ángel-. Mientras volamos te contaré por qué. Remontaron el vuelo, y
el ángel dio principio a su relato:
- En aquel angosto callejón, en una baja bodega, vivía un pobre niño enfermo. Desde el día de su
nacimiento estuvo en la mayor miseria; todo lo que pudo hacer en su vida fue cruzar su diminuto
cuartucho sostenido en dos muletas; su felicidad no pasó de aquí. Algunos días de verano, unos rayos
de sol entraban hasta la bodega, nada más que media horita, y entonces el pequeño se calentaba al sol
y miraba cómo se transparentaba la sangre en sus flacos dedos, que mantenía levantados delante el
rostro, diciendo: «Sí, hoy he podido salir». Sabía del bosque y de sus bellísimos verdores
primaverales, sólo porque el hijo del vecino le traía la primera rama de haya. Se la ponía sobre la
cabeza y soñaba que se encontraba debajo del árbol, en cuya copa brillaba el sol y cantaban los
pájaros.
Un día de primavera, su vecinito le trajo también flores del campo, y, entre ellas venía casualmente
una con la raíz; por eso la plantaron en una maceta, que colocaron junto a la cama, al lado de la
ventana. Había plantado aquella flor una mano afortunada, pues, creció, sacó nuevas ramas y floreció
cada año; para el muchacho enfermo fue el jardín más espléndido, su pequeño tesoro aquí en la Tierra.
La regaba y cuidaba, preocupándose de que recibiese hasta el último de los rayos de sol que
penetraban por la ventanuca; la propia flor formaba parte de sus sueños, pues para él florecía, para él
esparcía su aroma y alegraba la vista; a ella se volvió en el momento de la muerte, cuando el Señor
lo llamó a su seno.
Lleva ya un año junto a Dios, y durante todo el año la plantita ha seguido en la ventana, olvidada y
seca; por eso, cuando la mudanza, la arrojaron a la basura de la calle. Y ésta es la flor, la pobre
florecilla marchita que hemos puesto en nuestro ramillete, pues ha proporcionado más alegría que la
más bella del jardín de una reina.
- Pero, ¿cómo sabes todo esto? -preguntó el niño que el ángel llevaba al cielo.
- Lo sé -respondió el ángel-, porque yo fui aquel pobre niño enfermo que se sostenía sobre muletas.
¡Y bien conozco mi flor!
El pequeño abrió de par en par los ojos y clavó la mirada en el rostro esplendoroso del ángel; y en el
mismo momento se encontraron en el Cielo de Nuestro Señor, donde reina la alegría y la
bienaventuranza. Dios apretó al niño muerto contra su corazón, y al instante le salieron a éste alas
como a los demás ángeles, y con ellos se echó a volar, cogido de las manos. Nuestro Señor apretó
también contra su pecho todas las flores, pero a la marchita silvestre la besó, infundiéndole voz, y
ella rompió a cantar con el coro de angelitos que rodean al Altísimo, algunos muy de cerca otros
formando círculos en torno a los primeros, círculos que se extienden hasta el infinito, pero todos
rebosantes de felicidad. Y todos cantaban, grandes y chicos, junto con el buen chiquillo
bienaventurado y la pobre flor silvestre que había estado abandonada, entre la basura de la calleja
estrecha y oscura, el día de la mudanza.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
57. La casa
Claudia Lars
Salvadoreña
(Lars, 2019)
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Entonces tía Adela entraba en la despensa con —Güenas tardes, patrón. ¿Nos querés dar
el llavero en las manos, tía Mina empezaba a posada en el portal?
lavar las jaulas de los chiltotes y tía Teresa – Jamás el abuelo negaba la posada, y los indios
que era risueña y bonita– caminaba por el se tendían sobre sus viejos petates, agotados
húmedo patio, recogiéndose la falda y por el andar de todo el día. Yo me acercaba
limpiando los arriates de basuras y hojas secas. entonces a ellos, movida por una curiosidad
Yo había bautizado a la jardinera con un muy propia de mi edad: deseaba escuchar lo
nombre de mi cariño: Tere de la Rosa... Pienso que decían y enterarme, talvez, de alguno de
ahora que ese nombre, sacado de elementos sus secretos. A pesar de mi gran curiosidad no
reales y vivos, captaba con bastante exactitud lograba satisfacer aquel deseo, pues de los
la imagen de aquella joven madrugadora, y labios de los viajeros solo brotaban palabras
que en él puse, plena de un ingenuo incomprensibles, pronunciadas a media voz y
enamoramiento infantil, mi primera expresión con un poco de miedo, y era tan subyugante el
de poeta. misterio de aquellas palabras, que mis pies se
Así... bajo el espinazo de los cerros, pegada a clavaban en las lajas del portal y nadie lograba
la iglesia como una hija preferida, en el centro arrancarme de mi lugar de observación.
del pueblito apacible y siendo orgullo de la ¿Qué se contaban esos hombres huraños y por
calle principal, la casa de mi infancia –olorosa qué su idioma era tan diferente al nuestro...?
a mazorca y a jazmines– gozaba sin escrúpulos ¿Qué pensaban mientras permanecían en
aquellas horas de bienestar aldeano y pensaba silencio, fijando sus oblicuos ojos sobre mi
muy poco en el porvenir. A veces un temblor personita entrometida...? Yo no estaba
la sacudía desde sus bases y el volcán azulado capacitada para interpretar la emoción que me
–siempre despierto y colérico– lanzaba a lo producían su mudez o sus tímidos cuchicheos,
lejos un vibrante retumbo. Al momento se pero algo dentro de mi pecho –aunque muy
llenaban los dos patios de oraciones y miedos, interno y confuso– colmaba mi garganta como
y solo el abuelo, desde su hamaca de pita riito de dolor y humedecía mis pestañas.
nicaragüense, decía con un poco de burla y El abuelo se asomaba al balcón y observaba a
mucho de fastidio: sus huéspedes con tranquila benevolencia. Él
—¡Jesús...! ¡Qué gente tan escandalosa! también tenía sangre indígena, y aunque su
Como en largo y monótono rosario, los días se hacienda y su casa lo habían colocado encima
enlazaban unos a otros, trayendo los mismos de muchos de sus vecinos, creo que a ratos se
quehaceres, los mismos descansos y las sentía como cualquiera de esos infelices: lleno
mismas distracciones: llegaba la mañana de una nostalgia que visitaba inesperadamente
emprendedora, después el mediodía de su corazón despreocupado y simple, unido por
perezas, luego la tarde de celajes lujosos, con religioso amor a la tierra de sus mayores,
sus campanas del ángelus y sus colegios de temeroso ante la mariposa negra o ante el
golondrinas. canto del huidizo tecolote, hecho del maíz de
Si era noche de lluvia, los niños se agrupaban los surcos, como todos los de la raza vencida...
alrededor de alguna vieja que contaba Es probable que una inquietud indefinida, que
leyendas o cuentos de fantasmas y aparecidos. talvez le producía verdadero malestar, le
Si había luna creciente o luna llena, chicos y obligaba a vencer buena parte de su naturaleza
adultos se divertían con naipes o guitarras. más escondida, haciéndole salir del cansancio
En octubre soplaba un viento casi frío, que ancestral y de los muchos temores y
llamábamos “el norte” y que obligaba a las convirtiéndole al fin, contra su propia
mujeres de la cocina a envolverse en sus voluntad, en amo de cien indios...
gruesos rebozos. Cuando empezaba a madurar El abuelo no se detenía a meditar sobre asuntos
el verano, aparecían por el camino del sur los tan vagos y confusos, y vivía su vida como un
indios izalqueños, todos bajo cargas de ser primitivo. Yo era demasiado pequeña para
alfarería nuevecita o bajo enormes cacaxtles poder adivinar, siquiera un tantito, lo que es la
llenos de fruto de la costa. complejidad de las almas de los hombres. Pero
allá lejos, por los misteriosos caminos de la
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Segundo Ciclo. Educación Básica
estirpe del anciano, la sombra de un de 1823, y con los más ilustres hombres de la
antepasado español cabalgaba sobre brioso nueva patria firmó el acta de dicho congreso,
caballo, penetrando en las distancias virginales en la que se asentaron los principios y
con atrevida y resuelta posesión. propósitos de la recién nacida república
Cuentan que ese español se llamaba don Felipe federal. Mi abuelo era nieto de ese patriota, y
Vega –el primero de la familia en suelo tan llevaba con modesto orgullo su mismo nombre
verde y fragante– y que al enamorarse de esta y apellido.
tierra y de sus mujeres pobló de hijos mestizos Del reloj de la iglesia caían sobre el pueblo
la acogedora región de los izalcos. Años más nueve campanadas lentas, mientras las luces
tarde, uno de sus descendientes –llamado de las casas vecinas se iban apagando una tras
también don Felipe Vega– fue diputado por otra.
Sonsonate al primer congreso político que los —Güena noche, patrón... —decía un indio
centroamericanos celebraron en Guatemala, desde su cama de piedra.
después de la independencia de las colonias —Así te la dé Dios —respondía con piedad el
españolas de Centroamérica, en el mes de julio abuelo.
Fuentoe: Lars, C. (2019). Tierra de infancia. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
Alrededor del jardín había un seto de avellanos, y al otro lado del seto se extendía n los campos y
praderas donde pastaban las ovejas y las vacas. Pero en el centro del jardín crecía un rosal todo lleno
de flores, y a su abrigo vivía un caracol que llevaba todo un mundo dentro de su caparazón, pues se
llevaba a sí mismo.
-¡Paciencia! -decía el caracol-. Ya llegará mi hora. Haré mucho más que dar rosas o avellanas,
muchísimo más que dar leche como las vacas y las ovejas.
-Esperamos mucho de ti -dijo el rosal-. ¿Podría saberse cuándo me enseñarás lo que eres capaz de
hacer?
-Me tomo mi tiempo -dijo el caracol-; ustedes siempre están de prisa. No, así no se preparan las
sorpresas.
Un año más tarde el caracol se hallaba tomando el sol casi en el mismo sitio que antes, mientras el
rosal se afanaba en echar capullos y mantener la lozanía de sus rosas, siempre frescas, siempre nuevas.
El caracol sacó medio cuerpo afuera, estiró sus cuernecillos y los encogió de nuevo.
-Nada ha cambiado -dijo-. No se advierte el más insignificante progreso. El rosal sigue con sus rosas,
y eso es todo lo que hace.
Pasó el verano y vino el otoño, y el rosal continuó dando capullos y rosas hasta que llegó la nieve. El
tiempo se hizo húmedo y hosco. El rosal se inclinó hacia la tierra; el caracol se escondió bajo el suelo.
Luego comenzó una nueva estación, y las rosas salieron al aire y el caracol hizo lo mismo.
-Ahora ya eres un rosal viejo -dijo el caracol-.
Pronto tendrás que ir pensando en morirte. Ya has dado al mundo cuanto tenías dentro de ti. Si era o
no de mucho valor, es cosa que no he tenido tiempo de pensar con calma. Pero está claro que no has
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Segundo Ciclo. Educación Básica
hecho nada por tu desarrollo interno, pues en ese caso tendrías frutos muy distintos que ofrecernos.
¿Qué dices a esto? Pronto no serás más que un palo seco... ¿Te das cuenta de lo que quiero decirte? -
Me asustas -dijo el rosal-. Nunca he pensado en ello. -Claro, nunca te has molestado en pensar en
nada. ¿Te preguntaste alguna vez por qué florecías y cómo florecías, por qué lo hacías de esa manera
y de no de otra? -No -contestó el caracol-. Florecía de puro contento, porque no podía evitarlo.
¡El sol era tan cálido, el aire tan refrescante!... Me bebía el límpido rocío y la lluvia generosa;
respiraba, estaba vivo. De la tierra, allá abajo, me subía la fuerza, que descendía también sobre mí
desde lo alto. Sentía una felicidad que era siempre nueva, profunda siempre, y así tenía que florecer
sin remedio.
Tal era mi vida; no podía hacer otra cosa.
-Tu vida fue demasiado fácil -dijo el caracol. -Cierto -dijo el rosal-. Me lo daban todo. Pero tú tuviste
más suerte aún. Tú eres una de esas criaturas que piensan mucho, uno de esos seres de gran
inteligencia que se proponen asombrar al mundo algún día.
-No, no, de ningún modo -dijo el caracol-. El mundo no existe para mí. ¿Qué tengo yo que ver con el
mundo? Bastante es que me ocupe de mí mismo y en mí mismo. -¿Pero no deberíamos todos dar a
los demás lo mejor de nosotros, no deberíamos ofrecerles cuanto pudiéramos? Es cierto que no te he
dado sino rosas; pero tú, en cambio, que posees tantos dones, ¿qué has dado tú al mundo? ¿Qué
puedes darle? -¿Darle? ¿Darle yo al mundo? Yo lo escupo. ¿Para qué sirve el mundo? No significa
nada para mí. Anda, sigue cultivando tus rosas; es para lo único que sirves. Deja que los castaños
produzcan sus frutos, deja que las vacas y las ovejas den su leche; cada uno tiene su público, y yo
también tengo el mío dentro de mí mismo.
Siempre he de volver otra vez, siempre he de mostrarme otra vez en mis rosas. Sus pétalos caen y los
arrastra el viento, aunque cierta vez vi cómo una madre guardaba una de mis flores en su libro de
oraciones, y cómo una bonita muchacha se prendía otra al pecho, y cómo un niño besaba otra en la
primera alegría de su vida. Aquello me hizo bien, fue una verdadera bendición. Tales son mis
recuerdos, mi vida.
Y el rosal continuó floreciendo en toda su inocencia, mientras el caracol dormía allá dentro de su
casa. El mundo nada significaba para él. Y pasaron los años. El caracol se había vuelto tierra en la
tierra, y el rosal tierra en la tierra, y la memorable rosa del libro de oraciones había desaparecido...
Pero en el jardín brotaban los rosales nuevos, y los nuevos caracoles se arrastraban dentro de sus casas
y escupían al mundo, que no significaba nada para ellos.
¿Empezamos otra vez nuestra historia desde el principio? No vale la pena; siempre sería la misma.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Iba yo en el caballito Medias Negras, con pantalones de dril y montaba como muchacho; iba el abuelo
en la mula Pimienta, con sus viejas botas de cuero, su amarillo sombrerón de palma y su revólver al
cinto.
Un cielo azul, sin nubes, lleno de pájaros vibrantes; un espléndido día de verano, oloroso a frutas y a
graneros.
Nada me producía goce tan inmenso como estas excursiones matinales; por ningún otro placer habría
cambiado el camino que me llevaba de las caballerizas de mi casa del pueblo a los corrales de la
hacienda Las Tres Ceibas. Mientras respiraba el aire impregnado de esencias saludables y me bañaba
en aquella luz purísima, mi corazón iba cantando un himno de júbilo, y el tiempo de los hombres y
de los relojes no tenía sentido ni poder.
Yo conocía aquellos lugares terrón a terrón, piedra a piedra, risco a risco. Sin embargo, siempre
encontraba algo nuevo y sorprendente. Desde la subida de la cuesta podía señalar la choza de Anselmo
Durán o la carreta de Tancho Montoya; al bajar a la llanura, encontraba las milpas de Zoilo Guerra;
volviéndome hacia el norte, medía con la vista el extenso feudo de don Mardoqueo Sandoval. Llegaba
sin extraviarme hasta el amate frondoso que extendía su sombra a medio potrero; me internaba
después por el senderito zigzagueante que me llevaba a la cumbre de los cerros. A veces, recorría
esos lugares con el abuelo; a veces, con el indio Cruz. Y como nunca me cansaba de mirarlo, buscaba
siempre el pequeño manantial que nacía de una peña: ahí lo encontraba cada mañana, rodeado de
berros y de florecitas húmedas, cantando con su voz de agua niña y repitiendo sin cesar su gracioso
nombre saltador: Tutunilco... Más adelante, el árbol de nance me entregaba sus frutillas olorosas, y
en la colmena del negro Baudilio probaba miel fresquita en rebosantes trozos de cera. Al cortar las
flores y las yerbas iba aprendiendo sus nombres y sus virtudes, y aunque entonces no le daba mayor
importancia a lo que jugando aprendía, ahora puedo decir con absoluta seguridad: esta es la hoja de
guarumo, cuya tizana sirve para calmar el asma; esa es la borraja del suelo, que cura llagas y
quemaduras; aquella es la semilla de cedrón, que se toma en un amargo trago y que vence al
paludismo. Aquí están las dormilonas, cerrando sus nerviosas hojitas porque alguien se acerca; allá,
las siemprevivas, las maravillas y los quiebracajetes de noviembre... Pero la flor más codiciada por
los muchachos es la jila purpurina, con sus largos estambres de cabecitas blancas y sus pétalos gruesos
y flexibles.
Iba yo en el caballito Medias Negras, iba el abuelo en la mula Pimienta... Pasaban las basuras bailando
rondas alegres, saltaba el conejo y se escondía entre los arbustos, volaban en bandadas los pericos
charladores.
El abuelo era un hombre simple y recio. Vivía felizmente con todos sus sentidos, y en el fondo de su
pecho solo tenía dos despiertas luces: la primera, el amor a su familia; la segunda, el amor a su tierra.
Como su temperamento era bondadoso, su autoridad se vestía de cariño; y como sus conocimientos
no eran muy grandes ni muy seguros, la ambición no lo arrastraba hasta el peligro. Dueño de una
hacienda cultivada y bien provista, ni envidiaba a los más ricos ni desdeñaba a los más pobres. Es
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Segundo Ciclo. Educación Básica
verdad que los criados de su casa y los peones de Las Tres Ceibas recibían miserables salarios por
sus múltiples servicios, pero todos sabían que el abuelo pagaba mejor que la mayor parte de los
finqueros y que trataba a su gente como padre cariñoso. Su orgullo era saber que los que dependían
de su mano –y en esto estaba incluido hasta el último jornalero– podían comer hasta eructar los
hartazgos, y que las frutas de sus árboles y las tortillas recién sacadas del comal no se contaban ni se
regateaban nunca. Su puerta estaba abierta para el caminante, su mesa puesta para el amigo, y en la
capacidad comprensiva de su embrionaria conciencia se creía honradamente un buen cristiano.
Iba yo en el caballito Medias Negras, iba el abuelo en la mula Pimienta... El pito del tren se oía detrás
de la arboleda y el viejo saltaba en la montura:
—Ese maldito me va a quemar el arrozal...
Pero “el maldito” pasaba sin causar ningún daño y parecía un gusano gigantesco que echaba humo
por la cabeza. El silbato del tren era lo único que obligaba al abuelo a meditar un poquito, burlándose
de sus rabietas mañana y tarde.
—¿Quién inventaría ese animalón de hierro...? —creo que se preguntaba con disimulada amargura,
mientras el tren de muchos carros con ventanillas se deslizaba rápidamente frente a sus ojos. ¿Quién
lo haría correr sobre la paz de sus dominios...? ¿Cómo lograban que rodara siempre así... sin
dificultades ni tropiezos...? Para su mente sencilla, para su corazón desconfiado de los extranjeros, la
llegada del ferrocarril había producido un notorio cambio en la vida de su aldea y en su propia
existencia familiar. Un cambio que los enlazó con el resto del país y que los puso en contacto con
hombres de otras razas y naciones.
—¡Cheles del diablo...! —murmuraba el abuelo con reconcentrado enojo, mientras lanzaba un
escupitajo sobre el polvo del camino.
Yo adivinaba que en aquellas palabras se escondía algo más hondo que su deseo de soledad y de
quietud. Y vagamente pensaba en mi padre, que como alto empleado de la compañía ferrocarrilera
entró una tarde en la casa de portal, y que al encontrarse con la dulzura de mi madre supo al instante
que era la niña de sus sueños, la novia que había buscado en todas partes su aventurero y apasionado
corazón.
Fuentoe: Lars, C. (2019). Tierra de infancia. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
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todavía más triste que en el convento. Poco —Me ha sacado del temor y la pobreza; me ha
tiempo después, sus familiares se vieron hecho su mujer y la dueña de esta hermosa
obligados a abandonar la ciudad que los había casa... ¡juro que no tendrá que arrepentirse...!
agasajado en los días de abundancia y que
Sin embargo, los problemas que se le
ahora ya no los tomaba en cuenta, y acabaron
presentaron a la joven señora no fueron
estableciéndose en un pueblecito pintoresco
escasos ni fáciles de resolver: el abuelo tenía
donde la lucha por la existencia era menos
afanosa. dos hijas naturales que vivían bajo su mismo
techo y que llevaban su apellido; tenía,
Fue por entonces cuando el abuelo empezó a además, un varón también bastardo que
sentir su soledad de hombre maduro y a pensar gozaba de todos los derechos de un hijo
que en su vida hacía falta una mujer que le legítimo. Por tales motivos, las gentes
ayudara a administrar su casa y sus bienes, observadoras y maliciosas dijeron de nuevo
ofreciéndole al mismo tiempo un cariño frases como esta:
permanente.
—El cuento se va a poner color de hormiga...
En la mañana de un domingo campanero, sus
Pero Carmen cerró sus oídos a chismes y
ojos se detuvieron en aquella jovencita que
murmuraciones, y con una serenidad muy rara
había caído en la aldea como una flor de aire,
en la juventud, fue venciendo dificultades y
y se fue acercando a su sonrisa entre
sorteando peligros. Ayudada por la gracia de
esperanzado y temeroso, pues en su humildad
sus modales, por un sabroso bocadillo, por la
campesina la encontraba demasiado linda para
cucharada de medicina usando sonrisas,
él. Los parientes de Carmen se encargaron de
consejos y hasta pequeños regalos, y siempre
estimularle el entusiasmo, y después de un
con el corazón dispuesto a comprender y a
corto noviazgo –demasiado corto para la
perdonar, al fin acabó por imponer su voluntad
usanza de aquella época– el padre cura los
a todos los de la familia, sin permitir que
casaba en la iglesia del pueblo, mientras la
ninguno de ellos se diera cuenta de su poder.
orquesta del lugar repetía alegremente su más
Los hijos de su marido aprendieron a quererla
escogido repertorio de música. Y las gentes de
y a respetarla, y cuando su propia hija –que fue
la calle, que en todo se meten y sobre todo
más tarde mi madre bien amada– llegó al fin a
opinan, murmuraban así, cuando los novios
salían de la iglesia: sus brazos, ya el ambiente estaba libre de
recelos y la paz del hogar se había establecido
—Bajo la barba cana vive la mujer honrada... por completo.
—A gato viejo, ratoncito tierno... Con tan experta regente, que unía la bondad al
orden y al trabajo, fue natural que la casa
Con tosca mano de barro, el hombre acarició
prosperara. Lo aprendido con esfuerzo en el
la flor de su dicha y se sintió agradecido y
convento daba resultados magníficos y
orgulloso; en finas manos de cera, la mujer
oportunos. El abuelo advirtió que el patio se
recibió las llaves de un sencillo y generoso
llenaba de capullos, que las ventanas de la sala
corazón.
lucían almidonadas cortinas, que los
Como la Ruth moabita, tendida junto al cuerpo corredores se adornaban con macetas
del anciano Booz, Carmen Zelayandía de rebosantes de geranios y begonias, y que en el
Vega se dijo silenciosamente, en la misma altarcito del Señor Crucificado jamás faltaba
noche de su boda: una lámpara de aceite. Cereales, quesos,
carnes y almíbares, así como licores y tabacos,
fueron administrados con verdadero
conocimiento de las necesidades y placeres de
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Segundo Ciclo. Educación Básica
la vida doméstica, de modo que, sin que la a las familias más ricas y conocidas de su país.
abundancia se empequeñeciera, el desperdicio Llegaban por diversos caminos, con motivo de
no abría rendijas en el cobre de las monedas. las inesperadas reformas políticas y sociales
impuestas por un temible pero progresivo
La iglesia –vigilante como siempre– pronto se
dictador: Justo Rufino Barrios. Entre los
dio cuenta de que debía honrar a tal mujer y
fugitivos venía una señora cuyo marido fue
ponerla a su servicio. Desde entonces se
detenido por los soldados de su gobierno y que
lavaron en nuestra casa los manteles del
estaba encarcelado desde hacía varios meses.
comulgatorio, se hornearon en nuestro horno
Era una mujer joven y atractiva, a quien las
los panecillos de San Antonio y se confeccionó
circunstancias obligaban a unirse a la suerte de
en nuestra cocina la blanca masa para las
los que huían de su propia tierra.
hostias de la misa. También las dos hijastras –
que ya aprendían a hacer labores de aguja– Desde su arribo a nuestro pueblo trabó amistad
fueron entregando al padre cura casullas y con mi abuela, pues esta, gracias a sus muchos
sobrepellices, estolas y cortinillas del sagrario, años de residencia en Guatemala, conocía a
velos con bordados de oro y plata que la algunas personas que la recién llegada traía en
Virgen lucía en las fiestas más solemnes. los labios y en el corazón.
Ya mi madre había cumplido ocho años de Pronto, la acongojada mujer confió a su nueva
edad cuando otra niña que no era hija ni amiga un gran secreto: esperaba un hijo –niño
pariente llegó a aquel hogar hospitalario y allí o niña, según Dios lo dispusiera– y tenía el
se quedó para siempre. El caso ocurrió de esta presentimiento de que iba a morir al darlo a
manera: en el pueblito nuestro se habían luz. ¡Había sufrido tanto...!
refugiado varios guatemaltecos pertenecientes
Fuentoe: Lars, C. (2019). Tierra de infancia. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
La ciudad de Sonsonate, cabecera del mágico, a pesar de que la Europa del hierro y
departamento del mismo nombre, era para de la pólvora caía inesperadamente en un
todos nosotros –los habitantes de las aldeas adormecido país que aún no salía de la edad de
vecinas– algo así como un pequeño emporio. piedra, los nativos se apresuraron a formar un
Sus iglesias de la época colonial, su parque con ejército para defender la libertad de su suelo –
muchas palmeras, sus casas con ventanas de 11,500 combatientes, según el historiador
reja, sus tiendas y su mercado, pero sobre todo Barón Castro–, y recibieron a los invasores
sus dos puentes de calicanto sobre el con flechas y lanzas.
Zenzonatle –río que se desliza entre las calles
El capitán de cabellera rojiza, triunfante hasta
más concurridas– nos dejaban con la boca
abierta. entonces en la mayor parte de sus empresas
conquistadoras, fue herido en una pierna y,
La Compañía del Ferrocarril de Occidente enfermo y amargado, abandonó la enemiga
tenía en Sonsonate una activa estación de comarca donde hasta las lluvias de la estación
trenes, con amplios talleres, bodegas y ayudaban al indio a rechazar a los blancos.
oficinas. Además, había en la ciudad una línea Volvió más tarde, decidido a no dejarse vencer
de tranvías que llegaban hasta la población de por hombres o demonios, y como un centauro
Izalco –tranviitas arrastrados sobre rieles por mitológico penetró al fin hasta la entraña de
heroicas mulas– y un centro social bautizado aquella desconocida región, tan verde y tan
pomposamente con el nombre de Casino hostil.
Sonsonateco, donde la gente “de primera
clase” se reunía para charlar, beber y bailar. Cuando el hermano de don Pedro –Gonzalo de
Alvarado– era alcalde mayor de Acajutla y sus
Aunque muy provinciana y muy sencilla esta aledaños, se estableció, en el lugar que los
ciudad de la costa salvadoreña, tiene una conquistadores habían denominado “Provincia
historia ilustre: a principios del siglo XVI, el de los Izalcos”, la primera colonia de
temerario capitán español don Pedro de españoles. Fundada la población con el título
Alvarado abandonó por un tiempo las tierras de Villa del Espíritu Santo en 1552, un año
de Guatemala –donde había logrado grandes después sufrió mudanzas de trazo y urbe, y
triunfos en la conquista de las tribus hasta su nombre original tuvo que cambiarse
aborígenes– y se dirigió al sur, por los litorales por el siguiente: Villa de la Santísima Trinidad
del océano Pacífico. Después de atravesar un de Sonsonate.
caudaloso río –que sirve ahora de frontera
El núcleo colonizador se estableció en un valle
entre Guatemala y El Salvador–, penetró
paradisíaco. Este valle está regado por un
audazmente en la región habitada por los
caudaloso río, el Zenzonatle, cuyo nombre
indios pipiles, seguido por sus intrépidos
soldados. indígena quiere decir en nuestro idioma
“cuatrocientos ojos de agua”. Es natural que
Pero don Pedro no se encontró en estas playas tan sugestivo nombre nos haga pensar en la
con gente asustadiza. A pesar de que los abundancia de manantiales que hay en el lugar:
indígenas nunca habían visto un caballo, a arroyos diáfanos y rebosantes que brotan de
pesar de que los arcabuces de los castellanos riscos y paredones, fuentes ocultas que
deben de haberles parecido algo tremendo y parecen espejitos azules, corrientes que se
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describía de esta manera: “Ella, la que siempre tazas de porcelana el espeso y humeante
manda”– le obedecía ciegamente. Si chocolate.
jugábamos de decir misa, él era el padre cura
Porque me sentía trasplantada a un ambiente
y yo el sacristán; si de circo, él un domador y
extraño y apenas conocía a dos o tres niños, se
yo la pobre fiera; si de enfermos, yo la
fue apoderando de mí un angustioso
moribunda y él mi cirujano o mi médico.
sentimiento de timidez, a pesar de mi deseo de
Cuando andábamos juntos, nos volvíamos una
pareja peligrosa. ser sociable. Tuve urgencia de pedir auxilio y
de huir de aquel lugar inmediatamente, pero
En un hermoso día de un mes que no recuerdo, mi madre estaba sentada en una mesa lejana,
Lydia Larrave celebró en Sonsonate la fiesta hablando con unas señoras muy bien vestidas.
de su primera comunión. La misa fue suntuosa, Llamé a Juana Morales –que había venido con
con orquesta mayor y muchas velas y flores en nosotras para servirnos–,¬ pero la mujer solo
el altar de la iglesia. Después de la sagrada se acercó para poner la servilleta sobre mis
ceremonia, se sirvió en casa de la niña un rodillas y para decirme que me portara como
suculento desayuno, y una multitud de alegres niña bien educada. Memo y la traviesa
chiquillos se fue acomodando alrededor de las chiquilla charlaban en secreto, soltando risitas
bien adornadas mesas. Como don Eduardo de entendimiento.
negociaba con objetos de lujo en un almacén
De pronto, mi amigo se dirigió a los niños de
de escogida clientela y como su esposa era una
su mesa y, muy serio, habló así:
de esas señoras que no economizan cuando
quieren festejar, los dos tuvieron la original —Antes de probar el chocolate, hay que besar
idea de poner ante cada niño una taza de al santo de la taza... ¡todos tienen que hacerlo,
porcelana decorada, a todo color, con la para que Dios nos bendiga...!
imagen de un santo del calendario eclesiástico.
Y lo dijo con tanta autoridad y tanta energía,
Bien recuerdo mi vestidito lindo y el lazo de que los pequeños oyentes quedaron como
listón sobre mi pelo; también recuerdo el traje hipnotizados por sus palabras. La niña gorda,
azul de Memo, con su cuello redondo y con su mientras tanto, ponía una cara de verdadera
brillante corbata de mariposa. inocencia.
Me sentaron entre mi amigo y una niña gorda Yo adiviné que un escondido peligro me
y morena a quien nunca había visto antes. amenazaba, pero era tan intenso mi deseo de
Como la pequeña hablaba sin cesar y lucía en que sucediera algo –¡cualquier cosa, por mala
una de sus manos un anillito con una chispa de que fuera!– y así poder escapar de aquella
rubí, pensé que era demasiado desenvuelta y sensación de timidez que me tenía encogida en
empecé a sentirme cohibida. mi asiento, que, sacando valor de mis temores,
hice un supremo esfuerzo y deposité un sonoro
Pronto aparecieron sobre bruñidas bandejas
beso en la imagen de un sonriente San
los pasteles rellenos con piña y papaya, las
Antonio. Al instante solté un chillido como si
quesadillas que chorrean manteca, las semitas
me hubiera picado la boca un alacrán. ¡La taza
que esconden en su interior dibujos de miel de
estaba más caliente que la plancha de un
panela, los salpores que se despedazan antes
sastre...!
de llegar a los labios, los marquesotes
cubiertos con pasta de azúcar, las tortas hechas Junto con mi chillido se escucharon las
con las más frescas yemas de huevo, las carcajadas de Memo y de todos los niños, el
rosquillas, hojaldras y bizcotelas. Varias estrépito de una taza que caía al suelo y se
sirvientas empezaron a desenvolver tamales – quebraba, el deslizarse de la silla empujada por
salados y dulces– y fueron vertiendo en las mi instinto de defensa, las carreras de las
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Segundo Ciclo. Educación Básica
mamás y de las criadas. Gritando como una Pocos días después, cuando jugábamos con
loca –pues sentía rabia, vergüenza y ella en el patio, cordiales y alegres como si
humillación–, fui conducida al cuarto de baño, hubiéramos olvidado lo sucedido, se me
donde me lavaron y cambiaron la ropa. ocurrió algo diabólico:
Aunque me había salvado de una mala
—¡Esa gorda se orina en la cama! —dije,
quemadura, algunas gotas de chocolate
señalándola—. ¡Se orina en la cama...! —
dejaron grasientos manchones en mi vestido y
repetí, dando saltos y palmadas.
en mis zapatitos de lujo. Grité tanto, que no fue
posible que volviera a la mesa, y mi madre se —¡Se orina en la cama...! ¡Se orina en la
vio obligada a meterme a la cama, en el cama...! —empezaron a gritar los otros. Y
dormitorio de huéspedes. Como estaba Memo era el más entusiasta.
fatigadísima debido a las muchas emociones
de la mañana, acabé por dormirme por La muchachita quiso arañarme, mas yo me
completo. libré fácilmente de su furia. Por supuesto que
aquello acabó en completa desbandada, pues
Desperté con hambre, pues no había la gente mayor intervino en defensa de la
desayunado ni almorzado. Ya no le guardaba víctima.
rencor a Memo, porque durante el sueño mi
cariño al chiquillo había vencido cólera y Conseguí un buen castigo, pero desde ese
rencor. Ahora sabía que la verdadera culpable instante me sentí ufana y segura: adivinaba,
de aquella maldad era la niña del anillo de rubí, instintivamente, que nunca más sería
y deseaba aniquilarla. ¡El tiempo me molestada por ningún atormentador de débiles
proporcionaría la ocasión...! o de tontos.
Fuente: Lars, C. (2019). Tierra de infancia. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Sobre los rieles del ferrocarril que une la esperaba impaciente, rodeada de sus criados y
ciudad capital con el puerto de Acajutla se de sus perros. Camas, sillas y hamacas se
arrastraban pesadamente los carros de carga y habían colocado en los ventilados corredores
los carros de pasajeros del tren de la mañana, de la posada, y la cocina de leños humeantes
y dentro del último de ellos, es decir, en el olía a sopa de cangrejo.
vagón de primera, íbamos nosotros –chiquillos Saludamos de prisa a niña Paula, y
y chiquillas confiados al cuidado de niña apresurados y nerviosos empezamos a
Meches–, haciendo más ruido y alboroto que desnudarnos en comunidad inocente, para
una bandada de cotorras. meternos después en nuestros flamantes trajes
Marzo –dorado en la tierra y de un de baño, que eran home made y se encogían al
profundo azul en el cielo sin nubes– obligaba primer contacto con el agua. Desde ese
a pensar en un mar refrescante que nos llamaba momento –entrando en las olas y saliendo de
desde la ancha playa del Pacífico, con segura ellas en continuo juego– parecíamos delfines
promesa de muchas horas deliciosas. Se alocados, morenos duendecillos del litoral.
arrastraba el tren como un gusano gigantesco,
y yo –cuando los otros niños dejaban de Vamos a la mar, tun tun,
cotorrear a mi lado– contemplaba el paisaje a comer pescado, tun, tun,
desde la ventanilla de mi asiento. ¡Qué boca colorada, tun, tun.
danzarines eran los árboles y cómo pasaban
frente a mis ojos, enlazándose unos a otros con Cuando el sol semejaba una rosa
sus ramas retorcidas...! ¡Qué cercano y qué fulgente que abría en la mañana sus pétalos de
nuestro parecía el volcán de Izalco, hijo siete colores, así cantábamos saltando de la
colérico del callado Lamatepec...! ¡Qué cama, con ilusión del primer baño del día;
sorpresivo aquel camino entre llanuras y cuando en las horas de calor la pleamar
paredones, aquel asueto de jubilosos lanzaba sobre las rocas sus tumbos sonoros, así
muchachos en busca del milagro de las olas...! volvíamos a cantar, hundiéndonos en ellos
Almorzamos en Sonsonate, y allí como hijos de sirenas; cuando las garzas
comimos macarrones rociados con queso recogían su vuelo de la tarde en el bosque de
parmesano, mientras el dueño del hotel –don ishcanales, la misma cancioncilla brotaba de
Angel Toniatti– nos aseguraba entre sonoras nuestros labios, pues hasta que la playa se
carcajadas que el rico almuerzo, que según su había oscurecido por completo y la luna
opinión era una obra de arte, hacía engordar a empezaba a brillar allá arriba nos decidíamos
los cipotes enclenques y enflaquecer a los a regresar a la casa en que estábamos
nalgones. hospedados.
Después de un segundo viaje en el tren —La mar no es varón, como mucha
de la tarde, al mar llegamos entre gente cree —aseguraba una cuentera que nos
exclamaciones de asombro, defendiéndonos entretenía con sus fantásticas narraciones—.
del sol con pintorescos sombreros de palma y Es niña-doncella y se llama Margarita...
arrastrando nuestras maletas de todos tamaños
y formas. De allí seguimos en caravana por la Margarita linda,
playa, hasta que divisamos el rumoroso y corazón de sal,
aislado Puerto Viejo, donde una prima de niña no seas ingrata,
Meches nos había ofrecido su carcomida casa no me hagas llorar.
de madera, y donde ya la buena señora nos
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Fuente: Lars, C. (2019). Tierra de infancia. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Abril se había despedido del calendario en la última hojita de papel que llevaba su nombre, y el
intenso calor y el blancuzco polvo del camino se iban apoderando del patio y de las habitaciones de
nuestra casa.
El matiz que predominaba en el paisaje era un amarillo profundo, con sombras pardas y rojas,
y algunos árboles hermosísimos –esos heroicos árboles que florecen en mi tierra durante la estación
más ardiente del año– cambiaban su cansado follaje por capullos preciosos y voladores.
El párroco y las beatas más iglesieras organizaron una procesión para pedir lluvia a los santos,
y las niñas que cantan en coro porque son niñas repitieron en todas partes la antigua ronda escolar:
Pero ni plegarias ni canciones tenían virtud ninguna, pues el cielo, deslumbrante y caliente,
apenas recogía unas hilachas de nube.
Cuando yo tomaba despaciosamente mi desayuno, vi que Cruz aparecía por la puerta del
comedor con un saco de yute entre las manos. Al solo verme dijo:
—¡Apúrese, niña! ¿No quiere ir al monte a cortar fruta? ¿Que no sabe en qué fecha estamos?
Salté de la silla, llena de entusiasmo bullanguero, pues en un segundo me di cuenta de que
había llegado el dos de mayo. Al día siguiente se llevaría a cabo la gran celebración de los labriegos:
algo en que se mezclan, de un modo pintoresco y bello, las creencias indígenas con las creencias
españolas.
—Pónganse pantalones y botas altas —ordenó niña Meches a sus dos discípulas—. ¡Y no hagan
tanto ruido ni corran tanto! Se van a cansar antes de tiempo.
—Con tal de que no los muerda una culebra... —rezongó Zarca Chica, disimulando su enojo
porque no podía acompañarnos.
Salimos de la casa bajo la vigilancia mirada de nuestra maestra, seguidas por Juana Morales,
los hijos de las sirvientas y los tres perros del abuelo. Cruz –metido en sus caites aguantadores– era
el guía y capitán de la excursión.
Pronto estuvimos al otro lado de los potreros y tomamos un senderito que se alargaba entre
breñales para encontrar, después, la aromada orilla de la montaña (en mi país se le da el nombre de
“monte” o “montaña” al bosque, a la selva). El cielo era un prodigio de luz veranera en el que bailaban
–como negros bailarines– los zopilotes de alas casi inmóviles.
Sobre nuestros sombreros de palma sentíamos la fuerza del sol como fuego atomizado y por
nuestras espaldas bajaba el sudor en gruesas gotas; sin embargo, subíamos la cuesta riendo y
charlando, pues pronto estaríamos dentro de un mundo de follaje, pleno de rumores y de cosas
sorprendentes. Al fin la tupida arboleda abrió ante nuestros ojos sus vibradoras puertas, y bajo la
sombra de un frondoso copinol nos tendimos a descansar un rato.
Aquella “montaña” era ancha y misteriosa. La estación de verano –verano de seis meses largos–
no lograba robarle frescura, porque las ramas de los árboles se entrelazaban entre sí, formando un
techo verde que impedía que los rayos del sol llegaran hasta el suelo. Bajo la suave alfombra de hojas
secas y de frutas podridas había siempre un poco de humedad.
—Por aquí... —decía Cruz, descubriendo las huellas de unos pies descalzos—. Por aquí... —
volvía a decir más adelante.
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Gorjeaban los chiltotes y los zenzontles, las palomas moradas gemían en la espesura, golpeaba
el pájaro-carpintero el tronco de un árbol envejecido y las azules urracas –que parecen señoritas ricas–
lucían sus peinados de copete y sus lindos collares negros.
¡Qué olor tan delicioso el de aquella “montaña” de mi niñez...! Entraba por mi naricilla sensual
hasta el fondo de mis pulmones, y mezclándose a la corriente de mi sangre se escondía en mi memoria
para siempre.
Yo contemplaba –curiosa y maravillada– las levísimas redes de las arañas; el ejército de
hormigas negras, que iba con sus cargas de un hormiguero a otro; las tornasoladas escamas de una
iguana miedosa o el gusano lento y peludo que se arrastraba sobre la hoja de un quequeishque. De las
ceibas-abuelas caían en festones orquídeas rarísimas, y unas mariposas con círculos de colores en las
alas bajaban hasta el musgo de las piedras o se detenían un momento sobre la miel de los bejucos.
Recogimos frutas de muchos sabores o las hicimos caer de los gajos, sacudiendo las ramas.
Paladeamos aquellos bocados riquísimos como criaturas sanas y glotonas: nísperos que se partían con
los dedos y que ocultaban semillas lisas y lustrosas; caraos repletos de jarabe oscuro; cujines con
carne que parecía algodón... Los papaturros eran como guirnaldas de flores de azúcar; los caimitos
hacían pensar –al abrirlos– en helados de leche; y las manzanarrosas, que huelen a rosal y son tan
livianas, nos esperaban sobre la yerba, regadas o amontonadas como huevos finísimos de algún
extraño pájaro tropical.
Regresamos a casa a la hora del almuerzo, y esa misma tarde, un poco después de la siesta,
fuimos al mercado a comprar las frutas que se cultivan en patios y huertos. Cargados de naranjas,
mangos, jocotes y limas de pezoncitos puntiagudos, entramos más tarde por el zagúan que nos
esperaba con las puertas abiertas y depositamos aquella aromada ricura en una esquina del corredor.
Entonces, tía Adela sacó de su armario las tijeras que hacían milagros y buscó martillo, clavos
y alfileres. Preparó un poco de engrudo que depositó en una vieja cajita de sardinas y empezó a
trabajar ayudada por todos nosotros. Con dos pedazos de madera –embellecidos con pintura dorada–
formamos una cruz como de una vara de alto y la sembramos en un barrilito lleno de arena que antes
se había colocado en el centro del patio. Cintas y cadenas de papeles brillantes y una gran variedad
de palmas y helechos cubrieron aquel basamento en pocos minutos, convirtiéndolo en peana de lujo;
después, amontonamos alrededor del barril todas las frutas que habíamos cortado o comprado, y el
jugoso amontonamiento se orilló con hojas escogidas y con fragantes racimos de coyol; además, se
adornaron los brazos de la cruz con flores de ensarta y se puso en su centro un húmedo ramo de rosas
rojas. ¡Ni en el país de Jauja se hubiera encontrado tal abundancia!
Un cohete de varita anunció al pueblo que nuestro altar ya estaba listo. Otro cohete respondió
en la casa vecina, y otros en la siguiente y en la que estaba más lejos...
Casi todas las familias de nuestra aldea celebraban cristiana y paganamente el Día de la Cruz.
Como nadie deseaba que en su patio bailara el diablo –por haber olvidado la construcción del altar de
frutas–, todos se esmeraban en hacerlo con gracia y primor.
Hasta el día tres, es decir, hasta “el propio día grande”, se podían comer las golosinas de la
ofrenda; pero antes de probarlas era obligatorio adorar el sagrado símbolo. Hombres y mujeres, niños
y adultos, ricos y pobres, pasaban de una casa a otra en bulliciosos grupos. En cada retablo adoraban
con reverencia; en cada hogar se les obsequiaba con largueza.
En ese año, y en la fiesta a que me refiero especialmente, las personas de mi familia se reunieron
como a las siete de la noche en los corredores de la casa de portal. A pesar de que durante varias horas
habían devorado toda clase de ricuras, aún se sentían entusiasmadas ante los tamales de Toribia y las
copas de vinito moscatel.
Zarca Chica iba y venía repartiendo manjares; Juana Morales, muy engalanada y sonriente,
vaciaba en vasos de colores la horchata de pepitoria y el sabroso refresco de canela; Polo quemaba
cohetes a medio patio y hasta Andrea –tan vieja ya y tan cansada– parecía esa noche una mujer
rejuvenecida y feliz.
—¡Me corto esta oreja si no llueve en la madrugada! —dijo Juana, mientras observaba el cielo.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Yo me fui a la cama con aquella oración dentro de la cabeza, y como había comido hasta casi
reventar, dormí mal y soñé cosas absurdas. Muy de mañanita, la triunfante voz de Juana me despertó
súbitamente:
—¡Ya vieron que llovió...! ¡Ya vieron! ¡Ya vieron...!
Y la voz de Toribia, desde el fondo de la cocina:
—¡Y cómo no iba a llover, después de la gran adoración!
Rápida y feliz, yo corrí al patio y al traspatio, descalza y en camisa de dormir. Todo estaba
fresco, lavado y húmedo. Un olor delicioso y penetrante –olor de mi tierra después de la primera
lluvia del año– me obligaba a saltar, bailar y gritar.
Fuente: Lars, C. (2019). Tierra de infancia. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
64. Stella
Claudia Lars
Salvadoreña
(Lars, 2019)
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Segundo Ciclo. Educación Básica
palomar. Dicha construcción fue bautizada hacer de aquella cosa tan mía algo que
con el nombre de “kiosco” por el progresista proporcionara placer a muchos de mis
señor, y como ya la población tenía una compañeros de juego. Opté por lo último, pues
pequeña banda de música, el “kiosco” sirvió por naturaleza era bastante generosa y porque
para que desde allí nos regalaran cada noche intuía que aquella generosidad me iba a librar
de domingo con conciertos de valses, marchas de muchas molestias, y la envidia callejera se
y pasos dobles. Poco a poco se fue llamando a disipó como nubecilla de verano, pues todos
la vetusta plaza –con su pila de cuatro grifos los niños pudieron subir a la bicicleta una y
abundantes– “parque” y nada más que varias veces, y hasta la transformaron una
“parque”, quizás esperando que con la nueva noche en torito de corridas.
designación se convirtiera, por arte de
birlibirloque, en algo nunca visto. Pasaron las semanas y los meses, y lo
que fue al principio algo maravilloso entre la
Para nosotros, los niños y muchachos de chiquillada –mi bicicleta de ruedas de hule–
la aldea, aquel espacioso cuadro era un acabó siendo tan común y corriente como los
agradable sitio de esparcimiento, y día tras día burritos que traían la leche de Las Tres Ceibas.
–cuando el sol empezaba a esconderse detrás Con todo y todo, yo siempre me paseaba en
de los cerros azules– allí nos reuníamos como ella cada vez que podía, y niña Meches
bandadas de pájaros. pronosticaba que mis muslos se iban a
desarrollar demasiado, pues hacía más
Los juguetes de casi todos los niños de
ejercicio con las piernas que con el resto del
la comarca no se compraban en almacenes de cuerpo.
lujo. Eran toscas carretitas sin pintura,
muñecas de trapo o de madera hechas por Una tarde, antes de que llegaran los
manos inexpertas, aros de hierro arrancados a otros muchachos al parque, me dirigí a ese
carcomidos barrilles, trompos, bolas de lugar en mi ya gastado vehículo y me puse a
mármol y barriletes de todos colores. Sin recorrer el ancho cuadrado a toda prisa, pues a
embargo, esos juguetes proporcionaban a los veces me entraban en el cuerpo unas locuras
pequeños un inmenso goce, y como por inexplicables. De pronto, parada a orillas de la
entonces poco se sabía de cosas mejores, el vieja pila de calicanto, vi que me estaba
entretenimiento infantil se iba buscando como observando con sus grandes ojos pardos una
se busca un tesoro, y una perdida pluma de muchachita vestida como muñeca. ¿De dónde
jilguero podía ofrecernos deliciosos momentos había salido y por qué me miraba así... entre
en los que abundaban risas, apuestas y burlona y pensativa...? Bajé de la bicicleta y,
carreras. arrastrándola como pude, me fui acercando a
la desconocida, casi sin saber lo que hacía.
Cierto día –no recuerdo si para mi
Entonces me di cuenta de que su traje era
cumpleaños o para Navidad–, mi padre tuvo la
blanco –sin una mancha ni una arruga– y de
buena o mala ocurrencia de regalarme una
que calzaba zapatitos de bailarina. Pero lo más
bicicleta de marca norteamericana. El regalo
lindo de ella era el pelo: aquel pelo sedoso y
produjo tal asombro entre la gente menuda,
bien peinado, que le caía sobre los hombros en
que yo comprendí –sin que nadie me confiara
rubia cascada de bucles. Rápidamente
emociones– que ese sentimiento se iba
comparé el desorden de mi cabello con sus
cambiando en silenciosa envidia. Por más de
suaves rizos, mi sucio pantalón de dril con su
una semana tuve que enfrentarme con esta
precioso vestido, mi aspecto amuchachado y
secreta disyuntiva: gozar como una egoísta el
rústico con su gracia de casi señorita, y tuve
magnífico regalo que me había hecho mi padre
que admitir que me sentía avergonzada de mi
–perdiendo simpatía entre mis amiguitos– o
persona, y que esa oculta vergüenza era
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Segundo Ciclo. Educación Básica
castigo bien merecido, pues me había padre compuso versos lindos y sonoros, de
escapado de la casa sin permitir que niña esos que hacen llorar a quien los lee en
Meches trenzara mi cabello y me cambiara la silencio. Como el patito feo del cuento de
ropa. Pero como en los niños la curiosidad es Andersen –cuando pasaron sobre su cabeza los
más fuerte que muchos otros sentimientos, de cisnes viajeros–, yo adivinaba que existían
mi curiosidad saqué valor para vencer la unos seres maravillosos, llamados poetas,
natural timidez, y después de una breve unidos a mi corazón por inefables lazos de
vacilación logré preguntar: encantamiento...
—¿Dónde vives y cómo te llamas? Lo que pasó después de aquel
extraordinario encuentro es algo difícil de
La muchachita sonrió, con una sonrisa
contar con palabras de todos los días. Fue una
que mostraba sus blanquísimos dientes, y con
amistad tan cabal y pura, que ni el tiempo ni la
sencillez no exenta de cortesía me contestó de
distancia lograron marchitarla o
esta manera:
empequeñecerla. Stella y Camencha jugaron y
—Vivo en Sonsonate, pero he venido a jugaron en el pueblito apacible los candorosos
pasar una temporada en la casa de allí enfrente, juegos de su edad, y por varios meses
pues el médico dijo que necesitaba aire del anduvieron embelesadas con sus propios
campo. Me llamo Stella... y Stella quiere decir ensueños, inventando aventuras infantiles.
estrella... Con alas de papel –hechas por las
complacientes manos de alguna persona
¡Aquello me dejó con la boca abierta...! mayor– se creyeron mariposas de los jardines
¿Stella? ¿Stella...? El nombre era tan raro, tan o leves pajarillos musicales. Un perol de cobre
bonito, tan bien escogido, que por –donde en tiempos de la abuela se hacían las
comparación el mío sonaba feo y vulgar. ¿Por torrejas de Semana Santa– era su barca de dos
qué no me llamaron Perla, Magnolia o remos, y dentro de él cantaron una canción que
Alhelí...? ¡Qué tontos y qué sin gracia fueron llegó de muy lejos, probablemente por alegres
mis padrinos de bautismo! caminos de opereta o en la guitarra de algún
Me presenté a la pequeña usando yo marinero:
también frases corteses, y recalqué que si mi
apellido le parecía extraño era por que mi
padre había nacido en país lejano y era un Una góndola fue mi cuna,
chele que hablaba inglés. Eso me daba cierto el Adriático me arrulló.
prestigio. Y en la límpida azul laguna
mi tranquila niñez pasó.
—¿De veras...? —dijo la muchachita,
sin darle importancia a mis palabras.
Cuando después de una feliz temporada
Y añadió, después de una breve pausa: en nuestro pueblo Stella me dijo adiós con un
—Mi papá solo hablaba español cuando beso en la mejilla, yo le prometí visitarla más
estaba vivo –pues el pobrecito ya está muerto– tarde en su ciudad de palmeras, y le aseguré
, pero era poeta y escribía libros de versos. Se que algún día iríamos del brazo a un baile de
llamaba Carlos Imendia. gente grande: a un elegante baile “de
verdad...”. Y por cierto que se cumplió mi
Si el cielo se hubiera hecho pedazos vaticinio, pues años después fuimos del brazo
sobre mi cabeza, me habría causado menos a ese soñado baile, en una tibia noche de
asombro que aquella inesperada explicación. febrero... Yo, con mi vestido de volantes
¡Su padre había sido un poeta...! Es decir, su gasas; ella, con su crujiente traje de tafetán...
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Segundo Ciclo. Educación Básica
La hija del poeta me cautivó totalmente desde que la encontré en aquella tarde de verano. Mi entusiasmo
amistoso se debió, según creo, a que yo misma tenía –sin saberlo ni sospecharlo– un exaltado corazón de poeta
verdadero.
Fuente: Lars, C. (2019). Tierra de infancia. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
65. Nochebuena
Claudia Lars
Salvadoreña
(Lars, 2019)
Nuestra aldea olía a diciembre; es decir, olía a melones de Castilla, toronjas, piñuelas, musgo desprendido de los
árboles y flores de San Sebastián... Algo jubiloso vibraba en los corazones; algo que se trasmitía de hombre a mujer
y de mujer a niño, en contagio feliz e ilusionado. Era el abierto espíritu de las pascuas de Navidad; el mágico poder
de la Nochebuena del año, que volvía otra vez con todos sus dones, por el bendito camino de la tradición.
En la sala de nuestra casa, el “nacimiento” se ocupaba un espacio bastante grande. Mi madre lo había hecho
con esmerado primor y los pequeños de la familia lo contemplábamos por horas y horas, sin cansarnos de admirar
aquella maravilla... Ahí, en una rara mezcla de ingenuidad y devoción, la leyenda del Niño de Belén se engalanaba
con hojas y frutos de nuestra tierra, y también con las artes populares de las morenas gentes de El Salvador.
Los cerros del “nacimiento” –hechos con embreados o con gruesos papeles– estaban cubiertos de minúsculos
pinos; por senderos y valles iban carretas no más grandes que cajitas de fósforos guiadas por carreteros liliputienses;
en llanuras de verdes serrines, un río de vidrio molido se dirigía, haciendo eses, hacia el silencioso mar, pintado
sobre la pared del fondo. Más allá podía verse la ciudad chiquitica, con sus calles bien trazadas y su iglesia de
blancas torres; marchantes de barro de Ilobasco compraban y vendían en el diminuto mercado, y un tren con
numerosos vagones cruzaba el puente de dos arcos. En plano más alto y por un camino orillado de palmeras –cuyos
penachos eran plumas de perico–, los Reyes Magos venían, uno detrás del otro, sentados sobre camellos de felpa.
Les dirigía el viaje una corneta de papel brillante, mientras los pastores escuchaban el mensaje de angelillos de cera
prendidos al cielorraso por hilos metálicos. El pesebre estaba colocado dentro de un portalito de madera, y la Virgen
inclinaba su rostro sobre las pajas, donde el divino infante le sonreía amorosamente. San José levantaba en su diestra
la simbólica varita de nardo, y las dos bestias mansas –el buey y la mula– calentaban con su belfo al desnudo Hijo
de Dios. Encima de todo esto se balanceaba al menor soplo de viento una constelación de globitos de vidrio, y
enmarcaba el conjunto una cerca de hojas de pacaya, de la que colgaban racimos de aromados frutos.
Después de las nueve de la noche del veinticuatro de diciembre, llegaba a celebrar nuestro “nacimiento” la
candorosa comparsa de la pastorela. Los pitos de agua, tamborines callejeros y petardos de toda clase ponían en el
ambiente ese bullicio tan peculiar, que es parte integrante de la antigua representación navideña. Ninguno de los
chicos deseaba ir a la cama, pues hasta el muchacho más dormilón olvidaba el sueño de todas las noches y gozaba
cada minuto de la fiesta, sin perder ni una migaja de júbilo.
84
Segundo Ciclo. Educación Básica
a ver a la Virgen
y al Niño también.
Romeritos somos,
en la romería,
cantando la gloria
de Santa María.
Suene la guitarra,
suspire el violín,
y el Niño reciba
nardos del jardín.
Esta toronjita
que da el toronjil;
esta mariposa
del campo de anís.
Ramos de albahaca
y miel de colmena
son nuestras ofrendas
en la Nochebuena.
Traemos palomas,
traemos corderos,
por eso nos llaman
los aguinalderos.
Yo nada sabía sobre el origen de las pastorelas ni sobre su antiguo viaje de España al nuevo mundo, en manos
de frailes, monjas o seglares amantes del teatro medieval. Únicamente advertía que estaban colmadas de gracia
ingenua y que los vestidos de las pastorcitas, las alas del ángel y la roja máscara del diablo cautivaban mis ojos
infantiles y me llenaban de entusiasta admiración. Cuando San Miguel o San Gabriel –no recuerdo cuál de los dos
tomaba parte en esa escena– se dirigía al demonio y le soltaba los versitos que todos sabíamos de memoria, algo del
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Segundo Ciclo. Educación Básica
misterio de la encarnación se me revelaba confusamente, obligándome a recordar ciertas enseñanzas religiosas que
había recibido de labios de la abuela:
Y cuando el tonto –el tonto que nunca falta en las pastorelas dicembrinas– decía con gracioso énfasis:
Yo reía a carcajadas, pensando que ese personaje era el preferido de mi corazón. Los actores se despedían
después de haber sido obsequiados con dulces y refrescos por los dueños de la casa, y era entonces el momento de
acercarnos a la mesa familiar, donde los tradicionales platos de aquella fiesta hogareña se servían entre gozosas
charlas. ¡Qué rico el olor de los tamales y del pavo que salía del horno, bañado por una salsa deliciosa! ¡Qué
chocolate tan bien batido, con su irisada orilla de espuma...! Hasta el último criado se hartaba durante esas horas de
ricos bocados, y las copitas del mejor aguardiente de caña se vaciaban repetidas veces en la cocina.
El sueño al fin nos vencía, y con las primeras luces de la madrugada, los desvelados empezaban a buscar un
lugar de reposo. Yo experimentaba una extraña emoción, que era de intensa felicidad pero que también estaba
cargada de melancolía, y como un pájaro en el refugio de su nido me iba durmiendo sosegadamente en mi camita
de blandas almohadas.
Fuente: Lars, C. (2019). Tierra de infancia. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
EL COCO MINISTERIOS
El primer lugar adonde me detuve, después de rodas que le compraran un globo! ¿Ya has visto cosas así,
varios días entre los pies de las visitas, fue justo frente verdad? –me refiero a niños haciendo berrinches, no
a la exhibición de los elefantes. Dentro había una a los globos-. ¡Hacen pasar unas vergüenzas a los
elefantita de algunos meses de edad que correteaba padres! El caso es que el chico lloraba, se retorcía,
feliz y arrancaba brotes de las plantas. Pero quizá solo halaba a la mamá de la mano, se tiraba al suelo, se
por jugar, pues no se los comía, sino que los alanzaba revolcaba – también se daba su baño de tierra- y
al aire y seguía correteando. Mamá elefanta estaba gritaba: “¡Quiero uno, quiero uno, quiero uno!”. La
distraída, dándose un baño de lodo. ¿Sabes por qué lo pobre mujer, que supongo era la mamá, no sabía qué
hace? Pues porque eso protege su piel que, aunque hacer. También se retorcía: lo halaba de la mano y casi
parece gruesa, puede ser picada por insectos. Además, casi lloraba, y casi casi se tiraba al suelo de la
debe ser muy refrescante un baño de lodo. Yo jamás desesperación y se daba su respectivo baño de tierra.
he probado uno, pero hoy que caí de la camisa de mi El señor que vendía los globos sí sabía qué hacer:
dueño creo que me tocará rodar mucho por la tierra. sonreía con disimulo y se retorcía los bigotes y
contento, seguro de que la venta estaba por realizarse.
Y así fue: la pobre señora compró al chiquillo llorón
Me quedé viendo cómo la elefantita correteaba y daba un globo blanco que quizá tenía poderes mágicos,
saltos, metiendo su trompa de manguera en cada porque nada más tenerlo en las manos, el niño llorón
rincón. Movía las orejotas y sacudía la cabeza como empezó a sonreír y a comportarse como el mejor niño
un ventilador enorme. Abría la boca, sonriendo sin del mundo. La mamá se secó el sudor y se fue con su
dientes, pues –según he oído a mi dueño- a esa edad bello y simpático tesoro.
no tienen ni colmillos ni las únicas cuatro muelas que
Yo volví a mis humildes cavilaciones de botón,
les salen a estos paquidermos…
viendo a la elefantita jugar. Los elefantes son muy
Por cierto, ¿quieres oír un chiste que cuenta mi juguetones, no se cansa uno de ver las piruetas que
dueño? Vaya: ¿en qué se parecen una cama a un hacen y ahí estaba yo, sin nada más útil que hacer que
elefante…? ¿Te rindes? En que el elefante es mirar con la boca abierta los juegos de Manyula,
“paquidermo” y la cama “paqueduerma”. cuando de la nada, del cielo, poco a poco, va cayendo
¡Jajajajajaja! Sí, ya sé que el malo mi chiste… mejor dentro de la exhibición una cosa redonda, liviana, lisa
te sigo contando: mamá elefanta no le decía gran cosa y blanca, de la que colgaba un delgado cordel.
a su hija; de vez en cuando, un “Manyula, pórtate
bien” … y como que le hablara a una pared.
¡Ni te imaginas la cara que puso la elefantita! Detuvo
sus juegos y abrió tamaños ojos, levantó la trompa de
De pronto, algo llamó mi atención: cerca de ahí, a un manguera y alcanzó a emitir un sonido ahogado.
lado de la jaula de los monos, un niño hacia un Mamá elefanta ni cuenta se dio que sy Manyula estaba
berrinche exagerado y ruidoso, tirando de la mano a ante tal descubrimiento.
una pobre señora quien supongo era la mamá. El
“¿Qué era eso que bajaba del cielo?”, pensaba quizá.
chiquillo lloraba. Que digo lloraba… ¡chillaba! Que
¿La luna que se había desprendido de su marco y se
digo chillaba… ¡berreaba! Hacía tanto escándalo, que
resbalaba por las nubes? ¿Un nuevo animal del
las personas se detenía a mirar, creyendo que un
zoológico capaz de devorar elefantitos juguetones?
nuevo animalito había llegado al zoo y hacía ese ruido
¿Un platillo volador tripulado por elefantes
tan feo. ¿Y por qué alborotaba tanto? ¡porque quería
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Segundo Ciclo. Educación Básica
superdotados provenientes de otras galaxias? ¿O vaivenes, quizá planeando la mejor manera de devorar
simplemente un pájaro redondo, blanco y sin plumas a la pequeña paquidermo.
ni pico? No. No podía ser. ¿Qué era entonces? La
pequeña se escondió tras un arbusto mientras la
extraña cosa redonda y blanca rebotaba en el suelo, De repente, al mismo tiempo que la brisa, la cosa dejó
saltaba hacia una piedra, se deslizaba lentamente de moverse. La elefantita agarró valor y, aguantando
sobre las hojas secas, enrollaba y desenrollaba su cola la respiración, se acercó otra vez con mucha cautela.
delgada y plana entre las ramas y, finalmente, se Esta vez sí logró acercarse a la cosa aquella lo
detenía junto al depósito en donde servían la comida. suficiente como para rozarla con la trompa si la
estiraba mucho. Se detuvo a una distancia de valiente
–pero no de boba- y, estirando la trompa de acordeón,
Eso no le gustó nada, nadita, a Manyula, porque quizá tocó la cosa misteriosa. La cosa se dejó tocar.
la intención de la cosa esa era comerse toda la comida
“Es extraña –dijo Manyula casi en secreto-, es lisa y
del lugar, y ella no lo iba a permitir… ¿pero que le iba
blanda, y parece no pesar mucho…”. Y cuando dijo
a hacer? Se quedó tras el arbusto un rato
esto, el aire que había guardado al aguantar la
muuuuuuuuyyyyyyyy largo, espiando al recién y
respiración salió todo en chorro, haciendo que la cosa
misterioso llegado. Cuando el extraño se quedó
blanca saltara despedida hacia el cielo. La elefantita
quiero, meciéndose nada más un poco por la brisa,
Manyula se animó a acercarse. de inmediato se dio la vuelta, buscando la seguridad
del arbusto, pero la cola del extraño animal se le
Pasito a pasito. enredó en una de las orejas y ahora, después de haber
salido disparada hacia el cielo, la cosa decidía
Primero una patita, luego la otra.
perseguirla.
Despacito, dejando en la tierra la marca de sus
cinco dedos delanteros y de sus tres pezuñas traseras
de cada pata. Corría y corría angustiada, sin poder emitir ni un grito
de auxilio, y de reojo miraba como aquello iba
Casi sin respirar por la trompa de manguera.
acercándose cada vez más, cada vez más. Hasta los
Con los ojos de par en par, grandes y brillantes. más valientes deben aceptar las derrotas, y Manyula
resolvió, después de correr varios minutos, que había
Se acercó… se acercó… se acercó… ¡y la cosa que parar y resignarse a lo que fuera que aquello
blanca pegó un brinco, levantaba por el viento! quería hacerle.
“¡Patas, para qué las quiero!” Manyula salió corriendo
a esconderse otra vez detrás del arbusto. Así que se detuvo
La cosa se detuvo también, rebotándole en el rostro.
Desenredó su cola extraña de la oreja de la elefanta y
La cosa blanca dio algunas vueltas. Parecía enojada. cayó al suelo, quedándose más quieta que un mono
Parecía querer rodear todo, pero sin alejarse mucho. dormido. Y ahí lo entendió con alicio Manyula: la
Manyula temblaba como una hoja. ¿Qué era aquello cosa no quería comérsela. Quería jugar. Asi que la
tan peligroso y repentino? Esa cosa sin ojos, sin empujo con la trompa y aquello se elevó sobre su
boca… De tanto exprimir su cerebro de elefanta, llegó cabeza, saltando varias veces a su alrededor. Manyula
a la conclusión de que no era un pájaro, porque no enrollo su trompa en la cola larga y plana y corrió por
volaba como los que conocía ella. Ni era la luna, pues toda la exhibición de los elefantes. Mama elefanta
en ese momento recordó que era de día. ¿Qué era? termino su árbol, mientras Manyula corría y corría
Habría que preguntar a mamá, pero entre mamá contenta, llevando tras de sí la cosa aquella que volaba
elefanta –que no había visto nada de aquel feliz, enrollando su cola en la trompa de la elefantita.
enfrentamiento- y rebotona y sin ojos que tan
amenazante se movía de un lado a otro en suaves
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Y así hubiera pasado la tarde entera –mientras yo ya Ingenió otra forma: se sentó en él. El coco se estiró
me estaba aburriendo de verla corretear sin parar-, si hacia los lados, pujo un poco y… ¡pum! ¡Elefantita al
no hubiera pasado que de la nada se detuvo, bajo la suelo! Algo molesta, agarró al coco por la cola y lo
cosa al suelo y gritó: “¡Ya sé que es! ¡Es un coco!”. Y sacudió. El coco dio contra una de las ramas del
comenzó a saltar alrededor del coco blanco, diciendo: arbusto donde ella se había escondido antes y…
“¡Un coco, un coco!” ¡pooooom! ¡Reventó!
¡Si, un coco! “Pero un coco algo extraño”, pensaba. Al grito de sustos de Manyula, y a su carrera
Un coco clanco que rebota, pero coco al fin y al cabo, desesperada por esconderse detrás de mamá, se unió
de eso estaba segura. ¿Y saben ustedes qué tienen los un berrido alto y chillón. “¡Mi globo, mi globo!”,
cocos dentro? ¡Hasta yo, que soy botón, lo sé! ¡Eso! gritaba el niño malcriado afuera de la exhibición de
¡Tienen comida! Aunque este fuera tan liviano, algo elefantes. Yo me lo quedé viendo sin aguantar la risa,
tendría. De modo que Manyula, atacada por una y el muy malcriado –molesto por la pérdida- comenzó
repentina y justificada hambre, decidió abrir su coco. a tirar patadas contra todo lo que se le puso enfrente.
Lo primero que alcanzaron sus patadas de burro fue a
mí. Salí volando por los aires hasta caer maltrecho y
Se paró frente a él y, levantando una de sus patas polvoriento dentro de la jaula de los jaguares.
delanteras, lo pateó… pero el coco salió volando.
EL TUCÁN QUE QUERÍA REGRESAR A CASA
Sé que no soy nada más que un pequeño botón primero que sentí fueron ganas de reírme, por
hecho de plástico y pintando de ya ni me aquella historia que cuenta mi dueño. ¿Cómo
acuerdo que color, de tan sucio que ando. Y sé era…? ¡Ah, sí! El esposo le dice a la esposa:
que los botones vivimos de acuerdo a como “Cariño, ¿tengo la nariz grande?”. Ella le
nos cuiden y a que tanto nos usen. Muchos de contesta: “No, tienes una nariz común”. “¿De
mis hermanos se rompen y son sustituidos, veras?”, dice él muy alegre. “Si”, dice ella,
pero la mayoría se mantiene unido a las “¡común tucán!”. ¡Jajajajaja! ¿No te da risa?
prendas que les ha tocado en suerte. A otros Bueno, bueno, por lo menos ya te disté cuenta
los comparan para hacer tareas escolares. O de que mi dueño es un zoquete, ¿verdad? Pero
terminan de ojos en algún títere de calcetín. A al ver a este tucán no pude evitar reírme,
algunos que se dan sueltos los recogen y los aunque después de que un jaguar se lo intente
llevan a una cajita, a esperar el día en que sus comer a uno, lo escupa y luego venga un
dueños necesiten un botón y se acuerden de pájaro a querer hacer lo mismo, no parece cosa
que tienen algunos en esas cajitas y los saquen de risa…
a seguir cumpliendo su función en este mundo.
Yo siempre soñé con permanecer en la camisa
de mi dueño por mucho tiempo. Me gustaba ¿Te estar preguntando de que hablo?
andar con el entrando y saliendo de las jaulas ¡Caramba! ¿Ya no recuerdas? ¿De veras?
del zoológico. Y todavía cuando me caí de su Vaya: soy un botón, ¿sí? Me caí de la camisa
camisa tuve la certera esperanza de que de mi dueño, quien trabaja en un zoo, y de
volvería a mi lugar. Pero nunca pensé que iba tanto andar con él he aprendido muchas cosas
a ser devorado por un pájaro. ¡Hubiera sobre los animales, ¿me sigues? OK, me caí y
preferido que me comiera el jaguar aquel! ¡Por rodé varios días entre los pies de la gente hasta
lo menos el jaguar me hubiera tragado entero, detenerme frente a la exhibición de los
pero este pájaro me va a triturar en su fuerte elefantes, en donde una elefantita llamada
pico! Aunque no te niego que cuando lo vi, lo Manyula se puso a jugar con un globo que se
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le escapó a un niño malcriado, quien después - ¿Eh? ¿Uh? ¡Laralaralá! ¿Qué me importa si
armo un berrinche –otro, porque ya había eres comestible o no? ¡Para mí lo serás y eso
armado uno- y de que patada me tiro hasta la es suficiente! ¡Dulumdulum! Además, o eres
jaula de los jaguares, en donde conocí a Ira, la semilla, o insecto o lagarto. O un huevo. Muy
jaguar negra a quien la dejaron sin su hijito pequeño, quizá de pulga, pero huevo al fin de
Keno. ¿Ahora sí te acuerdas? A ver, ¿y qué cuentas, y yo de todo eso como, ¡tantán!
paso después? ¡Exacto! ¡El inteligente de mi
- ¡Te puedo ayudar en lo que quieras!
dueño me arrastró por todos lados en la suela
de su bota y me dejó aquí, frente a las jaulas de - ¡Jajajaja! ¡Lerolero! ¿Qué voy a querer que
los pájaros! ¡y un tucán hambriento me quiere me des, semilla parlante?
por merienda, imaginando que soy una
semilla! -Puedo ayudarte a… a… -y no se me ocurre
nada más que la cosa que más desean los
animales enjaulados-, puedo… ¡puedo darte la
libertad!
Todo lo que acabas de leer en realidad no lo
dije. Lo acabo de pensar. Si lo hubiera dicho, - ¡Jojojojojojo! ¡Sí está bueno! ¿No ves,
me hubiera llevado como una página de semilla parlanchina, que estoy fuera de las
palabras, y tengo frente a mí el enorme pico de jaulas? ¡Tontorrón! Lo que quisiera es volver
este pajarraco que me va a comer, pero a entrar –y acá pone cara desconsolada el
primero de seguro me tritura como a una pájaro.
cáscara de nuez.
- ¿Volver a entrar? ¿Por qué? –la verdad, no
tengo ni la mínima gana de saber por qué este
pájaro loco quiere entrar a una jaula, cuando
- ¡Espera, espera! –le digo-, ¡cometes un gran
todos los que están adentro quieren salir. Pero
error!
tengo que ganar tiempo y, si lo hago hablar,
- ¿Ah, ah, ah? –dice el tucán-, ¿una semilla que talvez se sensibilice y no me coma.
habla? ¡Estas deben ser las más deliciosas que
- ¡Juyjuyjuy! ¿Y para qué te lo digo, sabrosa
hay!
semillita? No puedes ayudarme ni, aunque
- ¡No, no! ¡no soy una semilla! ¡¡Soy un fueras semilla con paticas y alas. Así que basta
botón!! ¡¡¡Un botón!!! de charlas y a cenar.
-semilla o botón de rosa, para lo mismo me vas - ¡No, no, no! ¡En serio, yo puedo ayudarte!
a servir, hermano – y el tucán abre su pico ¡no sabes de lo que soy capaz! Pero necesito
multicolor para agarrarme. De hecho, tiene un saber porque quieres entrar a la jaula.
bonito pico multicolor para agarrarme. De
hecho, tiene un bonito pico: tiene tonos verdes,
anaranjados, celestes y rojos. ¿Ya has visto un El tucán se queda pensativo, viéndome. Quizá
tucán de cerca? Yo lo estoy viendo y te calcula que igual puede comerme más tarde,
aseguro que, aunque bonitos, se nota que su porque se aleja un poco, mira hacia la jaula, en
pico tiene mucha fuerza, por lo menos la donde hay otros tucanes que no nos han
suficiente como para romperme en mil partes. prestado nadita de atención, y me dice:
Es un pico tan grande, que aun no entiendo
como no se caer para adelante, si el pico es un -yo nací aquí…
tercio de su cuerpo. Y veo algo en su pata, - ¿Aquí? ¿En el zoológico? ¿Te escapaste?
como un anillo de metal.
-No… me echaron.
- ¡Te puedo comprobar que no soy comestible!
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de mi casa! ¡Me lo he querido quitar muchas amanecer me voy al mentado bosque de los
veces y no puedo! pericos bicentenarios, o no sé cómo se llama,
y vuelvo aquí para dormir y lograr comer algo.
- ¿Y qué paso cuando volviste? –le pregunto,
Como a esta hora ya no está el que me puso
para animarlo a no cenar.
esta cosa, me puedo quedar a dormir tranquilo.
- Pues como la jaula está cerrada, me quedé a Y hoy que ya te conté mi cuento, a comer,
dormir en el techo. En la mañana, el que me ¡porfinporfinporfín!
había puesto esta cosa en la pata me volvió a
- ¡No! Yo puedo ayudarte a… a… a que te
agarrar y me llevó otra vez adonde los pericos quites eso de la pata…
de doscientos años que ni están ahí. Como ya
me podía el camino, me regresé. Y jugamos así - ¿Para qué? ¡Ya me acostumbré!
varias veces, pero yo me canso rápido y el muy
-Entonces, te ayudo a entrar… -le digo, en el
bellaco es más necio que un pichiche… así que
colmo de la desesperación.
lo que hago desde hace tiempo es que al
Se queda quieto un rato, solo los ojillos
vivaces se mueven veloces.
-Bueno, botón de rosa –dice al fin-, me ayudas y yo no te como.- ¡Y me llevas a donde yo te pida! –
me atrevo a decir.
Me mira y dice que sí, moviendo el hermoso y colorido pico.
-Pero mañana –le digo-, porque ya oscurece y necesito la ayuda de uno de los humanos para que
entres.
El tucán aletea y se posa sobre la jaula. Los tucanes que están dentro graznan un rato y después, uno
por uno, comienzan a dormirse. El último en cerrar los ojos es mi extraño amigo. Me mira, me mira,
y las pupilas redondas y vivaces se van apagando hasta que se queda quieto, confiado de que yo no
tengo patas ni alas.
Todos duermen. El sol aún no se oculta del todo, pero los pájaros son así: se duermen antes que el sol
y se despiertan antes que él. Yo trate también de dormir un poco.
Buenas noches.
ENTRE REPTILES
Yo sabía que mi dueño entraba a esta área, por Después de que le ayudé a entrar a su jaula, el
eso le pedí al tucán que me trajera hasta aquí. tucán le pidió a un clarinero negro, de esos que
¡Pero él le dio el encargo a un clarinero llaman “zanates”, que me llevara adonde yo
bobalicón que me ha dejado dentro de la pidiera. Le dije que me trajera al herpetario,
exhibición de una pitón diamante! Y aunque porque sé que mi dueño suele venir por acá…
no temo a las serpientes, no me gusta estar aquí ¡pero el tonto zanate me dejó caer dentro de la
y no sé cómo salir. exhibición de una boa!
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Segundo Ciclo. Educación Básica
¿Qué dices? ¿Que cómo le ayudé al tucán? ¿Y daba gusto. Ella adivinó al fin. Con una
que qué es un herpetario? Vamos por partes. tenacilla le cortó el anillo y le dijo: “¿No
Con el tucán no fue difícil. Yo sabía que había quieres irte, verdad…? Te comprendo… este
una nueva ornitóloga en el zoo… ¿Que qué es tu hogar y eso nada puede cambiarlo… será
enfermedad es esa? No, ornitólogo es un nuestro secreto, ¿sí?”. Anotó algo en unas
experto en aves. La del zoo creo que se llama páginas y lo dejó quedarse.
Jennifer. Ha habido unos muy famosos, como
Lo demás es historia: ya encerrado, dio saltos
el que le dio nombre a un personaje de libro y
de gusto. Yo me esperé unas largas horas a que
película: James Bond, un ornitólogo célebre…
dejara de saltar. Cuando vi que se detenía a
así oí decir una vez a Jennifer mientras
descansar, le recordé nuestro trato. No podía
platicaba con mi dueño… creo que se gustan…
cargarme, así que pidió a un zanate que pasaba
mi dueño con ella... no sé… ojalá, así mi dueño
por ahí que me llevara adonde yo dijera. Yo
—que no sabe coser botones— talvez tenga a
dije: “¡Al herpetario!”, pero el tonto me dejó
alguien que sí sepa o que le enseñe o le obligue
caer dentro de la exhibición de una boa, en
a hacerlo… y ya me salí del tema. Lo que
cuyo letrero informativo se lee: “Pitón
quiero decir es que yo sé que Jennifer es muy
diamante”. Ahora, supongo, querrás saber qué
cariñosa con los pájaros, así que al
es un herpetario. Es el nombre que se le da a la
despertarnos le dije al tucán que nada más
exhibición de reptiles, anfibios y otros
Jennifer llegara, se posara en su hombro y se
animaluchos del género. Y digo eso no porque
acurrucara en su cuello, que ella le ayudaría.
tenga algo en contra de ellos, sino porque
Le dije también que pusiera una cara de gatito
jamás me han simpatizado mucho que
con hambre. Creo que el tucán ni me entendió,
digamos.
porque muy expresivos no son, y sospecho que
tampoco simpatiza con los gatos. Pero sí me Cuando caí, la pitón alargó sus casi tres metros
obedeció al pie de la letra. de bella piel gris con manchas negras en forma
de rombos y relleno amarillo y se me acercó
Cuando Jennifer llegó a tomar apuntes del
despacio, enseñándome la lengua bífida:
estado de las aves y abrió la jaula de los
tucanes, el que me quería comer bajó a posarse —¿Qué bussssca por aquí un botón? —dijo,
en su hombro derecho y acercó el pico al enroscándose lentamente a mi alrededor.
cuello de la chica. ¡Jennifer comenzó a saltar y
a saltar, gritando que le quitaran a ese pájaro —A mi dueño —respondí, un poco sin ganas
que quería picotearla! Le daba manotazos y lo de hablar. Nunca me ha gustado la plática con
tiraba al suelo, pero el tucán demostró que era reptiles. Como que muy hipócrita. Y esa
muy necio. Al fin logró posarse en su brazo y manera de alargar la letra “s” silbando me
parece que Jennifer entendió. Se miraron uno molesta. Lo que me intrigó fue que sabía lo
al otro —fue amor a primera vista… bueno, que yo era.
como al quinto manotazo ella le puso —¿Y sssse puede ssssaber quién essss tu
atención—. El tucán le miraba con su mejor dueño? ¿Algún niño pecosssso y latosssso?
cara de muerto de hambre y ella, que a lo mejor
por eso gusta de este trabajo (y quizá por eso —No. Mi dueño es un hombre. No tiene pecas,
le gusta también mi dueño), pareció pero tiene acné que da gusto. Y sí, se podría
entenderle. Le acarició la cabeza y le revisó el decir que es un poco latoso y descuidado...
anillo que tenía en la pata. “Deberías estar en ¿No has visto a alguien así por acá? Suele
el Bicentenario”, le dijo. El tucán —listo él, andar uniforme del zoo y le falto yo en su
porque esto no se lo dije yo— voló entonces camisa.
hacia la jaula que Jenny había abierto y se paró
sobre uno de los columpios, graznando que
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—He vissssto a muchossss con uniforme, pero —Ssssi missss dueñossss ni ssssiquiera
essss mi primer día en esssste encierro… ssssabían cómo alimentarme… a vecessss me
daban esssscarabajossss o grillossss… ¡como
—¿De verdad? ¿Y dónde has estado?
ssssi yo fuera una rana…! Dime… ¿cómo
—Creo que en una clínica… porque cuando puedo ssssofocar a un grillo para comérmelo?
me encontraron essstaba muy enferma… ¡Ni ssssiquiera tienen cuello!
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—No puedo quejarme… aunque preferiría —Sí, sí… como sea… lo que me urge es
esssstar en mi hogar, libre y lejano, que encontrarme con mi dueño. ¿Hay alguna
esssstar encerrada trassss esssste crisssstal… manera de salir de acá?
—¡De veras que te fue muy mal! Yo he visto a —Para alguien de tu tamaño, ssssí… pero
personas traer al zoo a muchos tipos de ¿adónde vassss a busssscarlo? ¿No essss mejor
animalitos. que essssperessss aquí, a ver ssssi passssa?
—¿Por qué…? —Tiene que pasar temprano, antes del
mediodía, si no, lo mejor es que vaya a
—Porque ya no saben cómo cuidarlos. busssscarlo… —¡otra vez se me pegó el estilo!
Compran un animal exótico como mascota y
no tienen la mínima idea de cómo atenderlo… —Quédate hassssta el mediodía entoncessss…
Al final, unos pocos los traen como donativo luego veremossss….
al zoológico, como una jaguar negra que
Así que me quedé toda la mañana con la boa…
conozco… pero solo lo hacen después de
sin nada que hacer, pensando qué pasaría si
haberle causado al animal un gran daño. Otros,
una serpiente venenosa se muerde la lengua…
de manera irresponsable o peligrosa, liberan a
No me pueden culpar: estar con una culebra es
sus mascotas no deseadas en un bosque. Y
de las cosas más aburridas que he hecho, y eso
otros peores, como tu dueño, tratan de
sacrificarlas… es muy triste. que soy un botón y no hago muchas cosas
interesantes, más que estarme cosido en una
—Por esssso digo… ssssi quieren camisa. Pero por lo menos me andan de arriba
masssscotassss, deberían de tener ssssolo para abajo. Y cuando lavan la camisa, ¡no te
perrossss y gatossss… imaginas lo divertido que es dar vueltas y
vueltas en la lavadora! O cuando te perfuman
—Yo digo que si quieren mascotas deberían
por las mañanas… ¡umhh! ¡Es la cosa más rica
entender que tenerla es ser responsable de
que hay! Pero con la pitón diamante toda la
ella… que la mascota es otro miembro de la
mañana fue de verla dormir, arrastrarse a un
familia y hay que cuidarla como se cuida a un
milímetro por hora y hacer uno que otro
hijo o a un hermano. He oído a mi dueño
movimiento involuntario de digestión… Al
hablar de humanos que llevan un perrito a casa
final mi dueño ni se asomó. Así que la pitón
y mientras está chiquito y es bonito lo quieren.
llamó a una lagartija blanca, de esas que hacen
Cuando crece y requiere más cuidados, lo
un ruido como tirando besitos, y le ordenó que
abandonan en la calle… mi dueño dice que a me llevara adonde yo le indicara.
la gente debería de exigírsele una licencia para
tener mascotas y multarla si su mascota anda No se me ocurría a qué lugar debía ir. Al final
en la calle sin supervisión. También dice mi pensé en uno por donde todo el mundo pasa en
dueño… ¡Mi dueño! ¿En serio no lo has visto? este zoo y por el que tarde o temprano pasaría
mi dueño: la exhibición del hipopótamo. Y ahí
—¿Ah…? Perdona… no te oí… me quedé me llevaron.
dormida… ya ssssabessss que necessssito
assssolearme un poco para esssstar bien
desssspierta…
UN HIPOPÓTAMO CON HIPO Este es el lugar más concurrido del zoo. Por
alguna razón, a la gente le gusta pasar por aquí.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
No sé si es por la frescura de los árboles o - ¿Un… bo… qué? ¿Y… por qué… no te
porque hay varios animales exóticos cerca, o veo…?
porque les gusta el hipopótamo. Lo gracioso es
- Un botón. Y no me ves porque soy muy
que el hipopótamo ni se asoma. Se la pasa
chico. Soy de esas cosas redonditas que tienen
metido en un gran estanque y no lo provocan
los humanos sobre la cami…sobre la segunda
ni los gritos de los niños ni la algarabía de los
piel del pecho…
pájaros. Una vez oí a mi dueño decir que la
gente cree que el hipopótamo pasa tanto -¡Ah! Creí que se llamaban anteojos… ¿y
tiempo en el agua porque si está afuera un rato dónde estás?
muy largo suda sangre. Pero dijo que es
mentira, que lo que el hipopótamo suda es un - ¿Anteojos…? Bueno… Estoy sobre la
aceite color rojo que le ayuda a proteger su baranda y aun no me has dicho qué te pasa.
piel. Quizá por ser tan raro y misterioso atrae - Pues… estoy… con un hipo… que ya me da
a los visitantes, aunque la mayor parte del vergüenza… mira… mira… -y el hipopótamo
tiempo no puedan verlo. volvió a decir “¡hip!”, pero hoy tan pero tan
fuerte, que los zorros plateados que estaba en
la jaula cercana corrieron a esconderse en sus
La lagartija blanca que me llevaba en su boca cuevas, las cebras sacudieron sus pijamas y
sin dientes me dejó sobre la baranda que forma tiraron coces, el búfalo de aguas se zambullo
el perímetro alrededor de la exhibición del en su poza sin mirar atrás, las ovejas balaron
hipopótamo. Mi plan era simple: en algún asustadas y la llama, como siempre, se limitó
momento, mi dueño iba a pasar y yo vería a alzar un poco el cuello, sacudió las orejas y
como saltar hasta él. Bonito plan, ¿no? Si siguió masticando la hierba que escupiría más
tienes uno mejor, este es el momento de tarde al primer tonto que se acercara a su
decirlo… ¿Cuánto tiempo debería esperar? No exhibición a molestarla.
sé. Lo bueno es que los botones somos los
seres más pacientes de toda la fauna relaciona -¡Sí que estas mal! –le dije, mientras vía venir
a la vestimenta. ¿Sabes quienes no lo son? a una multitud de estudiantes en excursión que
¡Las bufandas! ¡Son horriblemente se acercaba a todo trapo a ver el impresiónate
impacientes y descorteces! Los calcetines son espectáculo de un hipopótamo con hipo. De mi
mucho mejores, aunque huelen de una manera dueño, ni señas.
asquerosa… pero sigamos con nuestra -Sí… -respondió desconsolado-, hace dos…
historia: me quedé en la baranda esperando, y dos… días que estoy así… y no sé qué hacer…
de repente escuche un “¡hip!” tremendo, como
si la tierra se abriera en dos. Me volví hacia la -Espera… alguna vez escuché a mi dueño
exhibición y vi al hipopótamo, decir que para remediar el hipo había que…
milagrosamente fuera de su estanque, dando había que… ¡ingerir una cucharadita de
ladridos. Bueno, en realidad no eran ladridos, azúcar!
estaba hipando: ¡el hipopótamo tenia hipo!
- ¿Qué… es… azúcar?
- ¿Qué te pasa? –me atreví a gritarle
-Bueno, también dijo que debía agarrarse la
- ¿Ah? –dijo lentamente, mientras movía el lengua con los dedos…, en tu caso pezuñas…,
grueso cuello buscando de donde venía la voz. pulgar e índice, y tirar de ella…
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Segundo Ciclo. Educación Básica
- Espera… mi dueño dijo varios remedios… -¿Y qué cosa… qué cosa crees… que es capaz
alguno puede servirte… ¡Si tan solo estos de asustarme…?
chiquillos callaran! ¡No me dejan pensar con
-Creo que nada, por lo menos acá en el zoo…
claridad! –alrededor de la malla que rodeaba al
déjame pensar en otro remedio…
hipopótamo, decenas de escolares gritaban y
lo señalaban, llamándolo por varios nombres, Mientras platicábamos, otro grupo de
a cual más extraño- ¡Ya me acorde! Hay que chiquillos llego corriendo a la baranda… se
masticar hielo triturado, ¿por dónde se había difundido la voz de la bañada de
consigue hielo para un gigante…? Otra, otra… estiércol. Y los niños así son: querían
¡ya! Tomar tres sorbos de agua y en el promero comprobar la leyenda con sus propios ojos, a
decir en voz alta: “Hipo de Dios”; en el riesgo de manchar sus uniformes y sus
segundo sorbo: “San Pedro me lo dio”; y en el cabellos despeinados… y entonces lo vi: mi
tercer sorbo: “Ya se me quitó” dueño caminaba de lo más feliz, empujando
una pequeña jaula con ruedas y platicando
como todo un coqueto con Jennifer, la
-¿Quién es San Pedro…? ¿Un veterinario…? ornitóloga… ¿recuerdan qué es un a
Además, como puedes ver… tomo bastante ornitóloga, verdad? Al ver al grupo de niños
agua y no se me quita… ¡hip! reunidos escandalosamente alrededor de la
exhibición del hipopótamo, él y Jennifer se
-los escolares estallaron en carcajadas.
detuvieron también a ver qué pasaba. Se
-No, no… ¡ya lo tengo! Una solución es dar un pararon justo debajo de mí.
susto… creo…
Me puse a calcular de qué manera el jaleo de
-Eso es fácil… lo puedo hacer en este los chiquillos – quienes se apretujaban contra
momento… lo hago a cada rato… ¡hip! la baranda y la movían hacia todos lados-
podría ayudarme a saltar y caer sobre mi dueño
o sobre la jaula que empujaba y entonces me
El hipopótamo comenzó a girar vería, me reconocería y mi historia tendía un
despaaaacioooo. Los niños gritaban final feliz. Con un poco de celos, me puse a ver
emocionados. ¿Qué cosa increíble haría este su camisa por si ya me hubiera remplazado,
hermoso y noble paquidermo? El hipopótamo pero no. Es un haraganazo por coser botones y
se detuvo, dejando su retaguardia apuntando a eso me beneficiaba. Empecé a deslizarme
los chiquillos y, sin decir “¡agua va!”, hacia él. Pero tenía que calcular de manera
comenzó a defecar una sustancia casi líquido y perfecta la caída.
amover la colita como si fuera aspas de Mientras yo hacía mis cálculos matemáticos,
ventilador, tirando hacia todas partes físicos y atléticos, Jennifer decía:
fragmentos de los propio y bañando a los
estudiantes que gritaron, corrieron y -¿… entonces lo trajo la Policía de Aduanas?
vomitaron hacia todas partes. En un segundo
-No –decía el bobo de mi dueño, con aires de
no había nadie en la baranda. En la jaula
sabelotodo-, lo trajeron los de Medio
siguiente, un tapir se revolcaba de la risa en el
Ambiente… parece que la Policía de Aduanas
suelo.
lo decomisó en la frontera a un circo que no
-¿Los asuste… no…? ¡Hip! ¡Pero… pero no se andaba licencia para tenerlo…
me quita! ¡Hip!
- ¿Y es una pantera…?
-Creo... creo que era al revés… el que tiene el
-En realidad es un jaguar negro… aunque
hipo debe asustarse…
también les dicen panteras – y mi dueño
98
Segundo Ciclo. Educación Básica
sonreía como si fuese el quien el puso nombre Y sin avisar el hipopótamo lanzó a la piscina
a todos los animales en el jardín del edén-. Este su cuerpazo de casi tres toneladas,
chiquitín – y señalaba la jaula rodante- tiene desparramando agua hacia todos los confines
un collar con el nombre de Keno y está tan del mundo. Yolo vi venir e imaginé lo que
desnutrido, pero cuidaremos bien de él… pasaría: los mirones tratarían de escapar para
no mojarse, incluyendo a Jenny y a mi dueño.
-¿Y qué lo hará? –a Jenny le brillaban los ojos.
Era mi oportunidad, calcule, y, aprovechando
¡Pobre! ¡No sabe el riesgo que corre con el
las sacudidas en la baranda, salté al mismo
perezoso de mi dueño!
tiempo que las gentes gritaban y se apartaban
-pues fíjate que esa parte ya está casi en ano, pues el hipopótamo bañaba
arreglada: hace unas semanas nos donaron una gratuitamente a todos. “Por lo menos”, pensé
jaguar negra llamada Ira y vamos a ver si cuando iba en el aire, “es agua y no otra cosa”.
quiere adoptarlo. Según el veterinario que la Aunque con los hipopótamos nunca se sabe.
rehabilitó, parece que ella había perdido una
Todos quedaron bañados. Muchos hasta
camada y aun le sale leche. Si logramos que lo
tragaron agua, pues vieron la ola con las
acepte… - mi dueño no terminó su frase. Un
mandíbulas de par en par. Yo caí y caí en
escandaloso ¡hip! Hizo saltar a todos y la
cámara lenta, mientras los mirones huían.
carcajada fue general.
Jenny torció el gesto y mi dueño abrió la boca,
-¡Jajajajaja! –rio Jenny-, ¡el hipo tiene hipo! trago agua sucia y empujo la jaula con ruedas
lo más rápido que pudo, atropellando a un par
-¡Sí! –contesto mi dueño-, pero para eso hay de niños que andaban de mala suerte.
muchos remedios… -¡pesado!, ¡si supiera que
ninguno de esos que él ha dicho nos ha Caí y caí con tan buen calculo, que entre en el
servido!-, el más efectivo es aguantar la bolsillo de la camisa.
respiración por veinte segundos… -siguió De una camisa
hablando con aires de gran conocedor y
enumerando otros treinta remedios, a cual más Ya adentro, me acomodé feliz en la tela
descabellado. mojada. Unos dedos palparon el bolsillo y se
introdujeron, sacándome entre el índice y el
Yo no perdía nada con probar. Grité tratando dedo medio.
de hacer oír entre el vocerío de chiquitines y el
zangoloteo que le hacía a la baranda: -¿Un botón? ¿De dónde? –dijo la voz del niño-
¡Vaya cosas! ¡Qué suerte la mía! ¡Ya me hacía
-¡Oye, hipopótamo, prueba con aguantar la falta uno para la otra camisa del uniforme!
respiración por veinte segundos!
Allá por la jaula de los mapaches, mi dueño y
-¿Veinte? ¡Hip! –carcajadas de los niños y de
Jenny se alejaban riendo y empapados hacia la
Jenny. Mi dueño ya no se reía. Como que
jaula de Ira, la jaguar negra, a devolverle –sin
sentía que ella se estaba distrayendo de oírlo a saberlo a Keno, su querido cachorro.
él por oír a ese hipopótamo egoísta-. ¡Si yo
puedo… estar… cinco minutos y veinte
segundos!
-Está bien… ¡Hip…! ¡Gracias!
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Segundo Ciclo. Educación Básica
El hijo del rey estaba en vísperas de casarse. Como él no percibía paga alguna, su posición
Con este motivo el regocijo era general. no mejoró mucho por eso; pero todos lo
Estuvo esperando un año entero a su consideraron como un gran honor y el real
prometida, y al fin llegó ésta. decreto fue publicado con todo requisito en la
Gaceta de la Corte.
Era una princesa rusa que había hecho el viaje
desde Finlandia en un trineo tirado por seis Transcurridos aquellos tres días, celebráronse
renos, que tenía la forma de un gran cisne de las bodas. Fue una ceremonia magnífica. Los
oro; la princesita iba acostada entre las alas del recién casados pasaron, cogidos de la mano,
cisne. Su largo manto de armiño caía recto bajo un dosel de terciopelo granate, bordado
sobre sus pies. Llevaba en la cabeza un gorrito de perlitas.
de tisú de plata y era pálida como el palacio de Luego se celebró un banquete oficial que duró
nieve en que había vivido siempre. Era tan cinco horas. El príncipe y la princesa, sentados
pálida que al pasar por las calles quedábanse al extremo del gran salón, bebieron en una
admiradas las gentes. copa de cristal purísimo. Únicamente los
verdaderos enamorados podían beber de esa
-Parece una rosa blanca -decían. Y le echaban copa, porque si la tocaban unos labios falsos,
flores desde los balcones. el cristal se empañaba, quedándose gris y
manchoso.
A la puerta del castillo estaba el príncipe para
recibirla. Tenía unos ojos violeta y soñadores -Es evidente que se aman -dijo el pajecillo-
y sus cabellos eran como oro fino. Al verla Resultan tan claros como el cristal.
hincó una rodilla en tierra y besó su mano.
Y el rey volvió a doblarle la paga.
-Su retrato era bello -murmuró-, pero usted es
más bella que su retrato -y la princesita se -¡Qué honor! -exclamaron todos los
ruborizó. cortesanos.
-Hace un momento parecía una rosa blanca - Después del banquete hubo baile. Los recién
dijo un pajecillo a su vecino-, pero ahora casados debían bailar juntos la danza de las
parece una rosa roja. rosas, y el rey tenía que tocar la flauta. La
tocaba muy mal, pero nadie se había atrevido
Y toda la Corte se quedó extasiada. a decírselo nunca, porque era el rey. La verdad
es que no sabía más que dos piezas y no estaba
Durante los tres días siguientes todo el mundo seguro nunca de la que interpretaba, aunque
no cesó de repetir: esto no le preocupase, pues hiciera lo que
-¡Rosa blanca, rosa roja! ¡Rosa roja, rosa hiciera todo el mundo gritaba:
blanca! -¡Delicioso! ¡Encantador!
Y el rey ordenó que diesen doble paga al paje.
100
Segundo Ciclo. Educación Básica
-¿A qué se parecen los fuegos artificiales? - Pero la rueda meneó la cabeza.
preguntó ella al príncipe, mientras se paseaban
por la terraza. -¡El romanticismo ha muerto! ¡El
romanticismo ha muerto! ¡El romanticismo ha
-Se parecen a la aurora boreal -dijo el rey, que muerto! -murmuró.
respondía siempre a las preguntas dirigidas a
los demás-. Sólo que son más naturales. Yo los Era una de esas personas que creen que
prefiero más que a las estrellas, porque sabe repitiendo una cosa cierto número de veces
uno siempre cuándo van a empezar a brillar y acaba por ser verdad.
son, además, tan agradables como la música de
mi flauta. Ya verá… Ya verá… De pronto oyóse una voz fuerte y seca y todos
miraron a su alrededor. Era un pequeño cohete
Así, pues, levantaron un tablado en el fondo de altivo continente atado a la punta de un
del jardín real; y no bien acabó de prepararlo palo. Tosía siempre antes de hacer una
todo el pirotécnico real, cuando los fuegos advertencia, como para llamar la atención.
artificiales se pusieron a charlar entre sí.
-¡Ejem! ¡Ejem! -exclamó.
-El mundo es seguramente muy hermoso -dijo
un pequeño buscapiés- Miren esos tulipanes Y todo el mundo se dispuso a escucharle,
amarillos. ¡A fe mía, ni aun siendo petardos de menos la pobre rueda, que seguía moviendo la
verdad podrían resultar más bonitos! Me cabeza y murmurando:
alegro mucho de haber viajado. Los viajes -¡El romanticismo ha muerto!
desarrollan el espíritu de una manera
asombrosa y acaban con todos los prejuicios -¡Orden! ¡Orden! -gritó un petardo. Tenía algo
que haya uno podido conservar. de político y había tomado siempre parte
importante en las elecciones locales. Por eso
-El jardín del rey no es el mundo, joven conocía las frases empleadas en el Parlamento.
alocado -dijo una gruesa candela romana-. El
mundo es una extensión enorme y necesitarías -¡Ha muerto del todo! -suspiró la rueda. Y se
tres días para recorrerlo por entero. volvió a dormir.
-Todo el lugar que amamos es para nosotros el No bien se restableció por completo el
mundo -dijo una rueda unida en otro tiempo a silencio, el cohete tosió por tercera vez y
una vieja caja de pino y muy orgullosa de su comenzó. Hablaba con una voz clara y lenta,
corazón destrozado-; pero el amor no está de como si dictase sus memorias, y miraba
moda; los poetas lo han matado. Han escrito siempre por encima del hombro a la persona a
tanto sobre él, que nadie los cree ya, cosa que quien se dirigía. Realmente, tenía unos
no me extraña. El verdadero amor sufre y modales distinguidísimos.
calla… Recuerdo que yo misma, una vez….
pero no se trata de eso aquí. -¡Qué feliz es el hijo del rey -observó-, por
El romanticismo es algo del pasado. casarse el mismo día en que me van a disparar!
101
Segundo Ciclo. Educación Básica
-¿Ah, sí? -dijo el pequeño buscapiés-. Yo creí -¿Qué es una persona sensible? -preguntó el
que era precisamente lo contrario y que era a ti petardo a la candela romana.
a quien se disparaba en honor del príncipe.
-Una persona que porque tiene callos pisa
-Ese quizá sea vuestro caso -replicó el cohete- siempre los pies a los demás -respondió la
. Casi diríase que estoy seguro de ello; pero en candela en un débil murmullo, y el petardo casi
cuanto a mí, ya es diferente. Soy un cohete estalló de risa.
distinguido y desciendo de padres igualmente
distinguidos. Mi madre era la girándula más -¡Perdón! ¿De qué se ríen? -preguntó el
célebre de su época. Tenía fama por la gracia cohete-. Yo no me río.
de su danza. Cuando hizo su gran aparición en
público, dio diecinueve vueltas antes de -Me río porque soy feliz -replicó el petardo.
apagarse, lanzando por el aire siete
estrellas rojas a cada vuelta. Tenía tres pies y -Es un motivo bien egoísta -dijo el cohete con
medio de diámetro y estaba fabricada con ira-. ¿Qué derecho tienes para ser feliz? Debes
pólvora de la mejor. Mi padre era cohete como pensar en los demás, debes pensar en mí. Yo
yo y de origen francés. Volaba tan alto, que la pienso siempre en mí y creo que todo el mundo
gente temía que no volviese a descender. debería hacer lo mismo. Eso es lo que se llama
Descendía, sin embargo, porque era de simpatía. Es una hermosa virtud y yo la poseo
excelente constitución e hizo una caída en alto grado. Suponed, por ejemplo, que me
brillantísima, en forma de lluvia, de chispas de sucediese algún percance esta noche. ¡Qué
oro. Los periódicos se ocuparon de él en desgracia
términos muy halagüeños, y hasta la Gaceta de para todo el mundo! El príncipe y la princesa
la Corte dijo «que señalaba el triunfo del arte no podrían ya ser felices: se habría acabado su
pilotécnico». vida de matrimonio. En cuanto al rey, creo que
no podría soportarlo. Realmente, cuando
-Pirotécnico, pirotécnico, querréis decir - empiezo a pensar en la importancia de mi
interrumpió una bengala-. Sé que es papel, me emociono hasta casi llorar.
pirotécnico porque he visto la palabra escrita
sobre mi caja de hojalata. -Si quieres agradar a los demás -exclamó la
candela romana-, harías mejor en manteneros
-Pues yo digo pilotécnico -replicó el cohete en en seco.
tono severo. Y la bengala se quedó tan -¡Ciertamente! -exclamó la bengala, que no
apabullada, que empezó inmediatamente a estaba de muy buen humor-, eso es
mortificar a los buscapiés pequeños para sencillamente de sentido común.
demostrar que ella también era persona de
bastante importancia. -¿Creés que es de sentido común? -replicó el
cohete indignado-. Olvidas que yo no tengo
-Decía yo… -prosiguió el cohete-, decía yo…. nada de común y que soy muy distinguido. ¡A
¿qué es lo que yo decía? fe mía todo el mundo puede tener sentido
común con tal de carecer de imaginación! Pero
-Hablabas de ti mismo -repuso la candela yo tengo imaginación, porque nunca veo las
romana. cosas como son. Las veo siempre muy
diferentes de lo que son. En cuanto a eso de
-Naturalmente. Sé que hablaba de alguna cosa mantenerme en seco, es que no hay aquí, con
interesante cuando he sido groseramente toda seguridad, nadie que sepa apreciar a
interrumpido. Odio la grosería y las malas fondo un temperamento delicado.
102
Segundo Ciclo. Educación Básica
-Y tú la persona más grosera que he conocido -Empezad los fuegos artificiales -dijo el rey.
-dijo el cohete-. No puedes comprender mi
afecto por el príncipe. Y el pirotécnico real hizo un profundo saludo
y se dirigió al fondo del jardín. Tenía seis
103
Segundo Ciclo. Educación Básica
-¡Ssss! ¡Ssss! -hizo la rueda, que empezó a -¡Mal cohete! ¡Mal cohete! -dijo éste girando
girar. por el aire- ¡Imposible! Famoso cohete, eso es
lo que han querido decir. Mal y famoso suenan
-¡Bum! ¡Bum! -replicó la candela romana. para mí casi lo mismo, y a veces ambas cosas
son idénticas.
Entonces los buscapiés entraron en danza y las
bengalas colorearon todo de rojo. Y cayó en el lodo.
-¡Adiós! -gritó el globo de fuego mientras se -No es esto muy cómodo -observó-, pero sin
elevaba haciendo llover chispitas azules. duda es algún balneario de moda a donde me
han enviado para que reponga mi salud. Mis
-¡Bang! ¡Bang! -respondieron los petardos, nervios están muy desgastados y necesito
que se divertían muchísimo. descanso.
Todos tuvieron un gran éxito, menos el cohete. Entonces una ranita de ojillos brillantes, de
Estaba tan húmedo por haber llorado que no traje verde moteado, nadó hacia él.
pudo arder.
-Ya veo que es un recién llegado -dijo la rana-
Lo mejor que había en él era la pólvora, y ésta , ¡Bueno! Después de todo no hay nada como
se hallaba tan mojada por las lágrimas que el fango. Denme un tiempo lluvioso y un hoyo
estaba inservible. Toda su pobre parentela, a la y soy completamente feliz… ¿Cree que la
que no se dignaba hablar sin una sonrisa tarde será calurosa? Así lo espero, porque el
despectiva, produjo un gran alboroto por el cielo está todo azul y despejado. ¡Qué lástima!
cielo, como si fuesen magníficos ramilletes de
oro floreciendo en fuego. -¡Ejem! ¡Ejem! -dijo el cohete.
-¡Bravo! ¡Bravo! -gritaba la Corte. Y la -¡Qué voz más deliciosa tienes -gritó la rana-.
princesita reía de placer. Parece el croar de una rana y croar es la cosa
más musical del mundo. Ya oirás nuestros
-Creo que me reservan para alguna gran coros esta noche. Nos colocamos en el antiguo
ocasión -dijo el cohete-. Indudablemente es estanque de los patos junto a la alquería y en
eso -y miraba a su alrededor con aire más cuanto aparece la luna empezamos. El
orgulloso que nunca. concierto es tan sublime que todo el mundo
viene a oírnos. Ayer, sin ir más lejos, oí a la
Al día siguiente vinieron los obreros a mujer del colono decir a la madre que no pudo
colocarlo todo de nuevo en su sitio. dormir ni un segundo durante la noche por
nuestra causa. Es muy agradable ver lo popular
«Evidentemente es una comisión -se dijo el que es una.
cohete-. Los recibiré con una tranquila
dignidad.» -¡Ejem! ¡Ejem! -dijo el cohete. Estaba muy
molesto de no poder salir de su mutismo.
Y engallándose empezó a fruncir las cejas
como si pensase en algo muy importante. Pero -Sí, ¡una voz deliciosa! -prosiguió la rana-.
los obreros no se dieron cuenta de su presencia Espero que venga al estanque de los patos.
hasta dejarlo atrás. Entonces uno de ellos le Voy a echar un vistazo a mis hijas. Tengo seis
vio. hijas soberbias y me inquieta mucho que el
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Segundo Ciclo. Educación Básica
sollo tope con ellas… Es un verdadero profundo, que a veces no comprendo ni una
monstruo y no sentiría el menor escrúpulo en palabra de lo que digo.
comérselas. Así es que ¡adiós! Me agrada
mucho su conversación, se lo aseguro. -Entonces debe de ser licenciado en Filosofía -
dijo la libélula.
-¿Y llama conversación a esto? -dijo el cohete-
. Ha charlado usted sola todo el rato. Eso no es Y desplegando sus lindas alas de gasa, se elevó
conversación. hacia el cielo.
-Alguien tiene que escuchar siempre -replicó -¡Qué necedad demuestra al no quedarse aquí!
la rana-, y a mí me gusta llevar la voz cantante -dijo el cohete-. Estoy seguro de que no habrá
en la conversación. Así se ahorra tiempo y se tenido muy a menudo la oportunidad de educar
evitan disputas. su espíritu; aunque después de todo me es
igual. Un genio como el mío será apreciado
-Pues a mí me gusta la discusión -dijo el con toda seguridad algún día.
cohete.
Y se hundió un poco más en el fango.
-No lo creo -replicó la rana con aire
compasivo-. Las discusiones son Pasado un rato, una gran pata blanca nadó
completamente vulgares, porque en la buena hacia él. Tenía las patas amarillas, los pies
sociedad todo el mundo tiene exactamente las palmeados y la consideraban como una gran
mismas opiniones. Adiós otra vez. Veo a mis belleza por su contoneo.
hijas allá abajo.
-¡Cuac!, ¡cuac!, ¡cuac! -dijo-. ¡Qué aspecto
Y la ranita se puso a nadar nuevamente. más raro tiene! ¿Puedo preguntarle si ha
nacido así o si es el resultado de algún
-Es usted una persona antipática -dijo el accidente?
cohete- y mal educada. Detesto a las gentes
que hablan de sí mismas como usted, cuando -¡Cómo se ve que ha vivido siempre en el
necesita uno hablar de uno mismo, como en mi campo! De otro modo sabría quién soy. Sin
caso. Eso es lo que se llama egoísmo, y el embargo, disculpo su ignorancia. Sería
egoísmo es una cosa aborrecible, sobre todo descabellado querer que los demás fueran tan
para los que son como yo, pues bien conocen extraordinarios como uno mismo. Sin duda le
todos mi carácter simpático. Debe tomar sorprenderá saber que vuelo por el cielo y que
ejemplo de mí. No podría encontrar un modelo caigo en una lluvia de chispas de oro.
mejor. Ahora que tiene esa oportunidad,
aprovéchela sin tardanza, porque voy a la -No lo considero muy estimable -dijo la pata-,
Corte en seguida. Soy muy estimado en la pues no veo en qué puede ser eso útil a nadie.
Corte. Ayer, el príncipe y la princesa se ¡Ah! Si arase los campos como un buey; si
casaron en mi honor. Seguramente no estará arrastrase un carro como el caballo; si
enterada de nada de esto, ¡como es guardase un rebaño como el perro del ganado,
provinciana! entonces ya sería otra cosa.
-No se moleste en hablarle -dijo la libélula -Buena mujer -dijo el cohete con tono muy
posada en la punta de una espadaña- Se ha ido. altivo-, veo que pertenece a la clase baja. Las
-Bueno, ¡ella se lo pierde y yo no! No voy a personas de mi rango no sirven nunca para
dejar de hablar sólo porque no me escuche. Me nada. Tenemos un encanto especial y con eso
gusta oírme hablar. Es uno de mis mayores basta. Yo mismo no siento la menor
placeres. Sostengo a menudo largas inclinación por ningún trabajo y menos aún
conversaciones conmigo mismo, y soy tan por esa clase de trabajos que enumera.
Además, siempre he sido de opinión que el
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Segundo Ciclo. Educación Básica
trabajo rudo es simplemente el refugio de la cuando de repente dos chiquillos con blusas
gente que no tiene otra cosa que hacer en la llegaron al borde de la cuneta con un caldero y
vida. unos leños.
-¡Bien, bien! -dijo la pata, que era de -Ésta debe ser la comisión -dijo el cohete. Y
temperamento pacífico y no reñía nunca con adoptó una digna compostura.
nadie-. Cada cual tiene gustos diferentes. De
todas maneras, deseo que venga a establecer -¡Oh! -gritó uno de ellos- Mira este palo viejo.
aquí su residencia. ¡Qué raro es que haya venido a parar aquí!
-Yo he nacido para la vida pública y en ella -Ahora vamos a dormir -dijeron los niños- y
figuran todos mis parientes, hasta los más cuando nos despertemos estará ya hirviendo la
humildes, Allí donde aparecemos, llamamos caldera.
extraordinariamente la atención. Esta vez no
he figurado personalmente, pero cuando lo Y acostándose sobre la hierba cerraron los
hago, resulta un espectáculo magnífico. En ojos. El cohete estaba muy húmedo. Pasó un
cuanto a las cosas domésticas, hacen envejecer buen rato antes de que ardiese. Sin embargo, al
y apartan el espíritu de otras cosas más altas. fin, prendió el fuego en él.
-¡Oh qué bellas son las cosas altas de la vida! -¡Ahora voy a partir! -gritaba.
-dijo la pata- ¡Esto me recuerda el hambre que
tengo!
-Y la pata volvió a nadar por el río, Y se erguía y se estiraba.
continuando sus ¡cuac…, cuac…, cuac!
-Sé que voy a subir más alto que las estrellas,
-¡Vuelva, vuelva! -gritó el cohete-. Tengo más alto que la luna, más alto que el sol. Subiré
muchas cosas que decirle. tan arriba que…
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Pero nadie le veía. Entonces comenzó a sentir quedó del cohete más que el palo, que cayó
una extraña impresión de hormigueo. sobre la espalda de una oca que daba su paseo
alrededor de la zanja.
-¡Voy a estallar! -gritaba-. Incendiaré el
mundo entero y haré tanto ruido, que no se -¡Cielos! -exclamó-. ¡Ahora llueven palos! -Y
hablará de otra cosa en un año. se tiró al agua.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Todas las tardes, a la salida de la escuela, los hablar del hermoso jardín que había al otro
niños se habían acostumbrado a ir a jugar al lado.
jardín del gigante. Era un jardín grande y
hermoso, cubierto de verde y suave césped. -¡Que felices éramos allí!- se decían unos a
Dispersas sobre la hierba brillaban bellas otros.
flores como estrellas, y había una docena de
melocotones que, en primavera, se cubrían de
delicados capullos rosados, y en otoño daban
Entonces llegó la primavera y todo el país se
sabroso fruto.
llenó de capullos y pajaritos. Solo en el jardín
del gigante egoísta continuaba el invierno.
Los pájaros se posaban en los árboles y
cantaban tan deliciosamente que los niños
Los pájaros no se preocupaban de cantar en él
interrumpían sus juegos para escucharlos.
desde que no había niños, y los árboles se
olvidaban de florecer. Solo una bonita flor
-¡Qué felices somos aquí!- se gritaban unos a
levantó su cabeza entre el césped, pero cuando
otros.
vio el cartel se entristeció tanto, pensando en
los niños, que se dejó caer otra vez en tierra y
Un día el gigante regresó. Había ido a visitar a
se echó a dormir.
su amigo, el ogro de Cornualles, y permaneció
con él durante siete años. Transcurridos los
Los únicos complacidos eran la Nieve y el
siete años, había dicho todo lo que tenía que
Hielo.
decir, pues su conversación era limitada, y
decidió volver a su castillo. Al llegar vio a los
-La primavera se ha olvidado de este jardín-
niños jugando en el jardín.
gritaban. -Podremos vivir aquí durante todo el
año
-¿Qué estáis haciendo aquí?- les gritó con voz
agria. Y los niños salieron corriendo.
La Nieve cubrió todo el césped con su manto
blanco y el Hielo pintó de plata todos los
-Mi jardín es mi jardín- dijo el gigante. -Ya es
árboles. Entonces invitaron al viento del Norte
hora de que lo entendáis, y no voy a permitir
a pasar una temporada con ellos, y el Viento
que nadie mas que yo juegue en él.
aceptó.
Entonces construyó un alto muro alrededor y
Llegó envuelto en pieles y aullaba todo el día
puso este cartel: Prohibida la entrada. Los
por el jardín, derribando los capuchones de las
transgresores serán procesados judicialmente.
chimeneas.
Era un gigante muy egoísta.
-Este es un sitio delicioso- decía. -Tendremos
que invitar al Granizo a visitarnos.
Los pobres niños no tenían ahora donde jugar.
Y llegó el Granizo. Cada día durante tres horas
Trataron de hacerlo en la carretera, pero la
tocaba el tambor sobre el tejado del castillo,
carretera estaba llena de polvo y agudas
hasta que rompió la mayoría de las pizarras, y
piedras, y no les gustó.
entonces se puso a dar vueltas alrededor del
jardín corriendo lo más veloz que pudo. Vestía
Se acostumbraron a vagar, una vez terminadas
de gris y su aliento era como el hielo.
sus lecciones, alrededor del alto muro, para
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Segundo Ciclo. Educación Básica
-Pero, ¿dónde está vuestro pequeño De pronto se frotó los ojos atónito y miró y
compañero, el niño que subí al árbol?- remiró. Verdaderamente era una visión
preguntó. maravillosa. En el más alejado rincón del
El gigante era a este al que más quería, porque jardín había un árbol completamente cubierto
lo había besado. de hermosos capullos blancos. Sus ramas eran
doradas, frutos de plata colgaban de ellas y
-No sabemos contestaron los niños- se ha debajo, de pie, estaba el pequeño al que tanto
marchado. quiso.
-Debéis decirle que venga mañana sin falta- El gigante corrió escaleras abajo con gran
dijo el gigante. alegría y salió al jardín. Corrió
precipitadamente por el césped y llegó cerca
del niño. Cuando estuvo junto a él, su cara
enrojeció de cólera y exclamó:
Pero los niños dijeron que no sabían donde
-¿Quién se atrevió a herirte?- Pues en las
vivía y nunca antes lo habían visto. El gigante
palmas de sus manos se veían las señales de
se quedó muy triste.
dos clavos, y las mismas señales se veían en
los piececitos.
Todas las tardes, cuando terminaba la escuela,
los niños iban y jugaban con el gigante. Pero
-¿Quién se ha atrevido a herirte?- gritó el
al niño pequeño, que tanto quería el gigante,
gigante. -Dímelo para que pueda coger mi
no se le volvió a ver. El gigante era muy
espada y matarle.
bondadoso con todos los niños pero echaba de
-No- replicó el niño, pues estas son las heridas
menos a su primer amiguito y a menudo
del amor.
hablaba de él.
-¿Quién eres?- dijo el gigante; y un extraño
-¡Cuánto me gustaría verlo!- solía decir.
temor lo invadió, haciéndole caer de rodillas
ante el pequeño.
Los años transcurrieron y el gigante envejeció
mucho y cada vez estaba más débil. Ya no
Y el niño sonrió al gigante y le dijo:
podía tomar parte en los juegos; sentado en un
-Una vez me dejaste jugar en tu jardín, hoy
gran sillón veía jugar a los niños y admiraba su
vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso.
jardín.
Y cuando llegaron los niños aquella tarde,
-Tengo muchas flores hermosas- decía, pero
encontraron al gigante tendido, muerto, bajo el
los niños son las flores más bellas.
árbol, todo cubierto de capullos blancos.
Una mañana invernal miró por la ventana,
mientras se estaba vistiendo. Ya no detestaba
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Una mañana la vieja rata de agua asomó la -¡Qué pregunta más tonta! -gritó la rata de
cabeza por su agujero. Tenía unos ojos agua-. ¡Como es natural, entiendo por amigo
redondos muy vivarachos y unos largos fiel al que me demuestra fidelidad!
bigotes grises. Su cola parecía un elástico
negro. Unos patitos nadaban en el estanque, -¿Y qué hará usted en cambio? -dijo el avecilla
parecidos a una bandada de canarios amarillos, columpiándose sobre una ramita plateada y
y su madre, toda blanca con patas rojas, se moviendo sus alitas.
esforzaba en enseñarles a hundir la cabeza en
el agua. -No le comprendo a usted -respondió la rata de
agua.
-Nunca podrán estrenarse en sociedad si no
aprenden a sumergir la cabeza -les decía.
-Permítame que le cuente una historia sobre el
Y les enseñaba de nuevo cómo tenían que
asunto -dijo el pardillo.
hacerlo. Pero los patitos no prestaban ninguna
atención a sus lecciones. Eran tan jóvenes que
-¿Se refiere a mí esa historia? -preguntó la rata
no sabían las ventajas que reporta la vida de
de agua-. Si es así, la escucharé gustosa,
sociedad.
porque a mí me vuelven loca los cuentos.
-¡Qué criaturas más desobedientes! -exclamó
-Puede aplicarse a usted -respondió el pardillo.
la rata de agua-. ¡Merecerían ahogarse!
Y abriendo las alas, se posó en la orilla del
-¡No lo quiera Dios! -replicó la pata-. Todo
estanque y contó la historia del amigo fiel.
tiene sus comienzos y nunca es demasiada la
paciencia de los padres.
-Había una vez -empezó el pardillo- un
honrado mozo llamado Hans.
-¡Ah! No tengo la menor idea de los
sentimientos paternos -dijo la rata de agua-.
-¿Era un hombre verdaderamente distinguido?
No soy padre de familia. Jamás me he casado,
-preguntó la rata de agua.
ni he pensado en hacerlo. Indudablemente, el
amor es una buena cosa a su manera; pero la
-No -respondió el pardillo-. No creo que fuese
amistad vale más. Le aseguro que no conozco
nada distinguido, excepto por su buen corazón
en el mundo nada más noble o más raro que
y por su redonda cara morena y afable.
una fiel amistad.
“Vivía en una humilde casita de campo y todos
-Y dígame, se lo ruego, ¿qué idea se forma
los días trabajaba en su jardín. En toda la
usted de los deberes de un amigo fiel? -
comarca no había jardín tan hermoso como el
preguntó un pardillo verde que había
suyo. En él crecían claveles, nomeolvides,
escuchado la conversación, posado sobre un
saxifragas, así como rosas de Damasco y rosas
sauce retorcido.
amarillas, granates, lilas y oro, alelíes rojos y
blancos.
-Sí, eso es precisamente lo que quisiera yo
saber -dijo la pata, y nadando hacia el extremo
“Y según se sucedían los meses, a su tiempo,
del estanque hundió la cabeza en el agua para
florecían agavanzos y cardaminas, mejoranas
dar ejemplo a sus hijos.
y albahacas silvestres, velloritas y lirios de
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Alemania, asfódelos y claveros. Una flor molestarlas con visitas. Ésa es por lo menos mi
sustituía a otra. Por lo cual había siempre cosas opinión sobre la amistad, y estoy seguro de que
bonitas a la vista y olores agradables que es acertada. Por eso esperaré la primavera y
respirar. entonces iré a verle; podrá darme un gran cesto
de velloritas y eso
“El pequeño Hans tenía muchos amigos, pero le alegrará.
el más íntimo era el gran Hugo, el molinero.
Realmente, el rico molinero era tan allegado al “-Eres realmente amable con los demás -le
pequeño Hans, que no visitaba nunca su jardín respondía su mujer, sentada en un cómodo
sin inclinarse sobre los macizos y coger un sillón junto a un buen fuego de leña-. Resulta
gran ramo de flores o un buen puñado de encantador oírte hablar de la amistad. Estoy
lechugas suculentas o sin llenarse los bolsillos segura de que el cura no diría sobre ella cosas
de ciruelas y de cerezas, según la estación. tan bellas como tú, aunque vive en una casa de
tres pisos y lleva un anillo de oro en el
“-Los amigos verdaderos lo comparten todo meñique.
entre sí -acostumbraba decir el molinero.
“-¿Y no podríamos invitar al pequeño Hans a
“Y el pequeño Hans asentía con la cabeza, venir aquí? -preguntaba el hijo del molinero-.
sonriente, sintiéndose orgulloso de tener un Si el pobre Hans pasa apuros, le daré la mitad
amigo que pensaba con tanta nobleza. de mi sopa y le enseñaré mis conejos blancos.
“Algunas veces, sin embargo, el vecindario “-¡Qué bobo eres! -exclamó el molinero-.
encontraba raro que el rico molinero no diese Verdaderamente no sé para qué sirve mandarte
nunca nada a cambio al pequeño Hans, aunque a la escuela. Parece que no aprendes nada. Si
tuviera cien sacos de harina almacenados en su el pequeño Hans viniese aquí, ¡caramba!, y
molino, seis vacas lecheras y un gran número viera nuestro buen fuego, nuestra excelente
de ganado lanar; pero Hans no se preocupó cena y nuestro gran barril de vino tinto podría
nunca de semejante cosa. sentir envidia. Y la envidia es una cosa terrible
que estropea los mejores caracteres.
“Nada le encantaba tanto como oír las bellas Realmente, no podría yo sufrir que el carácter
cosas que el molinero acostumbraba decir de Hans se estropeara. Soy su mejor amigo,
sobre la solidaridad de los verdaderos amigos. velaré siempre por él y tendré buen cuidado de
no exponerle a ninguna tentación. Además, si
“Así, pues, el pequeño Hans cultivaba su Hans viniese aquí, podría pedirme que le diese
jardín. En primavera, en verano y en otoño se un poco de harina fiada, lo cual no puedo
sentía muy feliz; pero cuando llegaba el hacer. La harina es una cosa y la amistad es
invierno y no tenía ni frutos ni flores que llevar otra, y no deben confundirse. Esas dos
al mercado, padecía mucho frío y mucha palabras se escriben de un modo diferente y
hambre, acostándose con frecuencia sin haber significan cosas muy distintas, como todo el
comido más que unas peras secas y algunas mundo sabe.
nueces rancias.
“-¡Qué bien hablas! -dijo la mujer del molinero
sirviéndose un gran vaso de cerveza caliente-.
“Además, en invierno se encontraba muy solo, Me siento verdaderamente como adormecida,
porque el molinero no iba nunca a verle lo mismo que en la iglesia.
durante aquella estación.
“-Muchos obran bien -replicó el molinero-,
“-No está bien que vaya a ver al pequeño Hans pero pocos saben hablar bien, lo que prueba
mientras duren las nieves -decía muchas veces que hablar es, con mucho, la cosa más difícil,
el molinero a su mujer-. Cuando las personas así como la más hermosa de las dos.
pasan apuros hay que dejarlas solas y no
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“-¡Una tabla! -exclamó el molinero-. ¡Muy “-¡Adiós, pequeño Hans! -dijo el molinero
bien! Eso es precisamente lo que necesito para subiendo de nuevo la colina con su tabla al
la techumbre de mi granero. Hay una gran hombro y su gran cesto al brazo.
brecha y sé me mojará todo el trigo si no la
tapo. ¡Qué oportuno has estado! Realmente es “-¡Adiós! -dijo el pequeño Hans.
de notar que una buena acción engendra otra
siempre. Te he dado mi carretilla y ahora tú “Y se puso a cavar alegremente: ¡estaba tan
vas a darme tu tabla. Claro es que la carretilla contento de tener otra carretilla!
vale mucho más que la tabla, pero la amistad
sincera no repara nunca en esas cosas. Dame
en seguida la tabla y hoy mismo me pondré a
“A la mañana siguiente, cuando estaba
la obra para arreglar mi granero.
sujetando unas madreselvas sobre su puerta,
oyó la voz del molinero que le llamaba desde
“-¡Encantado! -replicó el pequeño Hans.
el camino. Entonces saltó de su escalera y
corriendo al final del jardín miró por encima
“Fue corriendo a su vivienda y sacó la tabla.
del muro.
“-No es una tabla muy grande -dijo el
“Era el molinero con un gran saco de harina a
molinero, examinándola-, y me temo que una
su espalda.
vez hecho el arreglo de la techumbre del
granero no quedará madera suficiente para el
“-Pequeño Hans -dijo el molinero-, ¿querrías
arreglo de la carretilla, pero, claro, no tengo la
llevarme este saco de harina al mercado?
culpa de eso… Y ahora, en vista de que te he
dado mi carretilla, estoy seguro de que
“-¡Oh, lo siento mucho! -dijo Hans-; pero
accederás a darme en cambio unas flores…
verdaderamente me encuentro hoy
Aquí tienes el cesto; procura llenarlo casi por
ocupadísimo. Tengo que sujetar todas mis
completo.
enredaderas, regar todas mis flores y segar
todo mi césped.
“-¿Casi por completo? -dijo el pequeño Hans,
bastante afligido, porque el cesto era de
“-¡Caramba! -replicó el molinero-; esperaba
grandes dimensiones y comprendía que si lo
que en consideración a que te he dado mi
llenaba no tendría ya flores para llevar al
carretillaibas a complacerme.
mercado y estaba deseando rescatar sus
botones de plata.
“-¡Oh, sí quiero complacerte! -protestó el
pequeño Hans-. Por nada del mundo dejaría yo
“-¡Válgame Dios! -respondió el molinero-, ya
de obrar como amigo tratándose de ti.
que te doy mi carretilla no creí que fuese
mucho pedirte unas cuantas flores. Podré estar
“Y fue a coger su gorra y partió con el gran
equivocado, pero yo me figuré que la amistad,
saco a la espalda.
la verdadera amistad, no puede compartirse
con el egoísmo.
“Era un día muy caluroso y la carretera estaba
“-Mi querido amigo, mi mejor amigo -protestó
terriblemente polvorienta. Antes de que Hans
el pequeño Hans-, todas las flores de mi jardín
llegara al hito que marcaba la sexta milla, se
están a tu disposición, porque me importa
hallaba tan fatigado que tuvo que sentarse a
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Segundo Ciclo. Educación Básica
descansar. Sin embargo, no tardó mucho en “El pequeño Hans tenía gran necesidad de ir a
continuar animosamente su camino y por fin trabajar a su jardín, porque hacía dos días que
llegó al mercado. no regaba sus flores, pero no quiso decir que
no al molinero, que era un buen amigo para él.
“Después de esperar un rato, vendió el saco de
harina a buen precio y regresó a su casa de un “-¿Crees que no sería amistoso decirte que
tirón, porque temía encontrarse a algún tengo que hacer? -preguntó con voz humilde y
salteador en el camino si se retrasaba mucho. tímida.
“¡Qué día tan duro! -se dijo Hans al meterse en “-No creí nunca, por cierto -contestó el
su cama-. Pero me alegro mucho de haber molinero-, que fuese mucho pedirte, teniendo
hecho este favor al molinero, porque es mi en cuenta que acabo de regalarte mi carretilla,
mejor amigo y, además, va a darme su pero claro es que lo haré yo mismo si te niegas.
carretilla.”
“-¡Oh, de ningún modo! -exclamó el pequeño
“A la mañana siguiente, muy temprano, el Hans, saltando de su cama.
molinero llegó por el dinero de su saco de
harina, pero el pequeño Hans estaba tan “Se vistió y fue al granero.
cansado, que aún no se había levantado.
“Trabajó allí durante todo el día hasta el
“-¡Palabra! -exclamó el molinero-. Eres muy anochecer, y al ponerse el sol vino el molinero
perezoso. Cuando pienso que acabo de darte a ver hasta dónde había llegado.
mi carretilla, creo que podrías trabajar con más
ardor. La pereza es un gran vicio y no quisiera “-¿Has tapado el boquete del techo, pequeño
yo que ninguno de mis amigos fuera perezoso Hans? -gritó el molinero con tono alegre.
o apático. No creas que te hablo sin
consideración. Claro es que no te hablaría así “-Está casi terminado -respondió Hans,
si no fuese amigo tuyo. Pero, ¿de qué serviría bajando la escala.
la amistad si no pudiera uno decir claramente
lo que piensa? Todo el mundo puede decir “-¡Ah! -dijo el molinero-. No hay trabajo más
cosas amables y esforzarse en complacer y agradable como el que se hace por otro.
halagar, pero un amigo sincero dice cosas
desagradables y no teme causar pesadumbre. “-¡Es un encanto oírte hablar! -respondió el
Por el contrario, si es un amigo verdadero, lo pequeño Hans, que descansaba secándose la
prefiere, porque sabe que así hace bien. frente-. Es un encanto, pero temo que nunca
llegaré a tener ideas tan hermosas como las
“-Lo siento mucho -respondió el pequeño tuyas.
Hans, restregándose los ojos y quitándose el
gorro de dormir-. Pero estaba tan rendido, que “-¡Oh, ya las tendrás! -dijo el molinero-, pero
creía haberme acostado hace poco y escuchaba habrás de tomarte más trabajo. Por ahora no
cantar a los pájaros. ¿No sabes que trabajo posees más que la práctica de la amistad.
siempre mejor cuando he oído cantar a los Algún día poseerás también la teoría.
pájaros?
“-¿Crees eso de verdad? -preguntó el pequeño
“¡Bueno, tanto mejor! -respondió el molinero Hans.
dándole una palmada en el hombro-, porque
necesito que arregles la techumbre de mi “-Indudablemente -contestó el molinero-. Y
granero. ahora que has arreglado el techo, mejor será
que vuelvas a tu casa a descansar, pues mañana
necesito que lleves mis carneros a la montaña.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
“El pobre Hans no se atrevió a protestar, y al “-Querido Hans -gritó el molinero-, me aflige
día siguiente, al amanecer, el molinero un gran pesar. Mi hijo se ha caído de una
condujo sus carneros hasta cerca de su casita y escala, hiriéndose. Voy a buscar al médico.
Hans se fue con ellos a la montaña. Entre ir y Pero vive lejos de aquí y la noche es tan mala,
volver se le fue el día, y cuando regresó estaba que he pensado que fueses tú en mi lugar. Ya
tan cansado, que se durmió en su silla y no se sabes que te doy mi carretilla. Por eso estaría
despertó hasta entrada la mañana. muy bien que hicieses algo por mí en cambio.
“¡Qué tiempo más delicioso tendrá mi jardín - “-Por supuesto -exclamó el pequeño Hans-,
se dijo-, e iba a ponerse a trabajar, pero por un me alegra mucho que se te haya ocurrido venir.
motivo u otro no tuvo tiempo de echar un Iré en seguida. Pero debías dejarme tu linterna,
vistazo a sus flores; llegaba su amigo el porque la noche es tan oscura, que temo caer
molinero y le mandaba muy lejos a cumplir en alguna zanja.
recados o le pedía que fuese ayudarle en el
molino! Algunas veces el pequeño Hans se “-Lo siento muchísimo -respondió el
apuraba mucho al pensar que sus flores molinero-, pero es mi linterna nueva y sería
creerían que las había olvidado, pero se una gran pérdida que le ocurriese algo.
consolaba pensando que el molinero era su
mejor amigo. -¡Bueno!, ¡no hablemos más! Iré sin ella -dijo
el pequeño Hans.
“Además -acostumbraba decirse-, va a darme
su carretilla, lo cual es un acto de puro “Se puso su gran capa de pieles, un gorro
desprendimiento.” colorado muy abrigador, se enrolló su bufanda
alrededor del cuello y partió.
“Y el pequeño Hans trabajaba para el
molinero, y éste decía muchas cosas bellas “¡Qué terrible tempestad se desencadenaba!
sobre la amistad, cosas que Hans copiaba en su
libro verde y que releía por la noche, pues era “La noche era tan negra, que el pequeño Hans
culto. apenas veía, y el viento, tan fuerte que le
costaba gran trabajo andar.
“Ahora bien; sucedió que una noche, estando “Sin embargo, él era muy animoso, y después
el pequeño Hans sentado junto al fuego, dieron de caminar cerca de tres horas, llegó a casa del
un aldabonazo en la puerta. médico y llamó a la puerta.
“La noche era negrísima. El viento soplaba y “-¿Quién es? -gritó el doctor, asomando la
rugía en torno de la casa de un modo tan cabeza a la ventana de su dormitorio.
terrible, que Hans pensó al principio si sería el
huracán el que sacudía la puerta. “-¡El pequeño Hans, doctor!
“Pero sonó un segundo golpe y después un “-¿Y qué deseas, pequeño Hans?
tercero, más violento que los otros.
“-El hijo del molinero se ha caído de una
“Será algún pobre viajero -se dijo el pequeño escala y se ha herido y es menester que vaya
Hans y corrió a la puerta. usted en seguida.
“El molinero estaba en el umbral con una “-¡Muy bien! -replicó el doctor.
linterna en una mano y un grueso garrote en la
otra.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
“Todo el mundo asistió al entierro del pequeño -¿Quieres decir que la historia tiene una
Hans, porque era muy querido. Y el molinero moraleja?
figuró a la cabeza del duelo.
-¡Pues, naturalmente! -afirmó el pardillo.
“-Yo era yo su mejor amigo -decía el
molinero-; justo es que ocupe el sitio de honor.
-¡Caramba! -dijo la rata con tono iracundo-.
“Así es que fue a la cabeza del cortejo con una Podía usted habérmelo dicho antes de
larga capa negra; de cuando en cuando se empezar. De ser así no le hubiera escuchado,
enjugaba los ojos con un gran pañuelo. con toda seguridad. Le hubiese dicho
indudablemente: “¡Pse!”, como el crítico. Pero
“-El pequeño Hans representa ciertamente una aún estoy a tiempo de hacerlo.
gran pérdida para todos nosotros -dijo el
hojalatero una vez terminados los funerales y Gritó su “¡pse!” a toda voz y, dando un
cuando la comitiva estuvo cómodamente coletazo, se volvió a su agujero.
instalada en la posada, bebiendo vino dulce y -¿Qué le parece a usted la rata de agua? -
comiendo buenos pasteles. preguntó la pata, que llegó chapoteando
algunos minutos después-. Tiene muchas
“-Es una gran pérdida, sobre todo para mí - buenas cualidades, pero yo, por mi parte, tengo
contestó el molinero-. En verdad, yo fui lo sentimientos de madre y no puedo ver a un
bastante bueno para comprometerme a darle solterón empedernido sin que se me salten las
mi carretilla y ahora no sé qué hacer con ella. lágrimas.-Temo haberle molestado -respondió
Me estorba en casa, y está en tan mal estado el pardillo-. El hecho es que le he contado una
que, si la vendiera, no sacaría nada. Les historia que tiene su moraleja.
aseguro que de aquí en adelante no daré nada
a nadie. Se pagan siempre las consecuencias -¡Ah, eso es siempre una cosa peligrosísima! -
de haber sido generoso.” dijo la pata.
-Y es verdad -replicó la rata de agua después -Y yo comparto absolutamente su opinión.
de una larga pausa.
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Había una vez un viejo poeta, hombre verdaderamente muy bueno. Una noche que estaba, sentado en
su casa levantóse una espantosa tormenta; la lluvia caía a torrentes, y mientras tanto el poeta estaba
abrigado y cómodo al lado de la estufa en la que ardía buena lumbre y cocían las manzanas.
-Los pobres que estén a la intemperie esta noche quedarán calados -dijo, porque era un poeta
bonachón.
-¡Ábreme! ¡Tengo frío y estoy todo mojado! -llamó de repente desde afuera una voz infantil.
Lloraba y llamaba a la puerta, mientras que la lluvia caía a torrentes y la tempestad enardecida
daba contra las ventanas.
-¡Pobre criatura! -dijo el viejo poeta, levantándose para abrir la puerta. Y presentósele un muchachito
desnudo y con su largo cabello rubio chorreando agua. Temblaba de frió; si no hubiese entrado,
seguramente hubiera perecido en aquel temporal.
-¡Pobre pequeñito! -dijo el viejo poeta cogiéndole de la mano-. Ven conmigo que te calentaré. Y te
daré vino y una manzana, porque eres un precioso muchacho.
Y lo era verdaderamente. Sus ojos eran como dos estrellas brillantes, y aunque chorreando agua, sus
cabellos formaban lindísimos rizos. Parecía un angelito; pero estaba pálido de frío y temblaba en todo
el cuerpo. Tenía en la mano un magnífico arco, pero estropeado por la lluvia, y los colores de las
flechas bonitas con el agua se habían borrado y confundido.
El anciano poeta se sentó de nuevo al lado de la estufa y sentando sobre sus rodillas al muchacho le
escurría el agua de sus cabellos, y calentándole las manos entre las suyas, le puso a calentar vino.
Restablecido entonces el muchacho y con mejillas sonrosadas bajó de un salto al suelo bailando y
brincando alrededor del anciano poeta.
-Me llamo Amor -contestó-. ¿No me conoces? Ahí está mi arco; lo sé manejar muy bien. Mira, el
tiempo ha mejorado entretanto, la luna ha salido de nuevo.
-Eso sería grave -dijo el niño, y cogiéndolo lo examinó-. ¡Bah! Ya está seco y no ha recibido daño
ninguno. ¡La cuerda está tirante y ahora lo probaré!
A estas palabras lo tendió, le puso una flecha, apuntó y lo tiró al buen anciano en medio del corazón.
-¡Ya ves ahora que mi arco no está estropeado! -dijo, y riéndose a carcajadas echó a correr.
-¡Muchacho mal criado! ¡Herir de esta manera al anciano poeta que tan cariñoso le acogió, tan bien
le trató y le había dado buen vino y la mejor manzana!
El pobre poeta yacía en el suelo y lloraba, estaba herido en medio del corazón.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
-¡Quita! -dijo-. ¡Qué niño tan mal criado ese Amor! A todos los buenos niños se lo contaré para que
tengan cuidado y no jueguen nunca con él, parque solo les hace daño.
Todos los buenos niños y niñas a quienes se lo contaba se ponían en guardia contra el Amorzuelo;
pero sin embargo los engañaba, porque es demasiado astuto y ladino.
Cuando los estudiantes salen de la cátedra, los acompaña vestido de levita negra y un libro debajo del
brazo. No le conocen, y van del brazo con él porque le creen otro estudiante, entonces es cuando les
clava la flecha en el pecho. Cuando las jóvenes vuelven del sermón y cuando están en la iglesia,
siempre está detrás de ellas. Y en todos tiempos está detrás de todo el mundo.
En el teatro está sentado en la lucerna y arde en vivas llamas, de modo que la gente cree que es una
lámpara, pero más tarde ya notan que era otra cosa. Corre por el parque del rey y por los valles, y una
vez ha herido a tu padre y a tu madre en medio del corazón. Pregúntaselo á ellos y ya verás lo que te
dicen. Sí, es un niño muy malo ese Amor, no tengas nunca nada que ver con él. Va detrás de todo el
mundo.
Figúrate hasta tiró una vez una flecha a la abuelita. Verdad es que de esto hace mucho; pero ella no
lo olvida nunca. ¡Quita ese Amor malo! ¡Pero ahora le conoces! ¡Ten presente lo malo que es este
niño!
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71. El ojo
Marilinda Guerrero Valenzuela
Guatemalteca
(Marilinda Guerrero, Lilian Guevara, 2019)
Despertó esa mañana y un gran ojo lo observaba al otro lado de la ventana. El iris se ensanchaba y
contraía, como si fuera una cámara enfocando el objetivo. Su mirada penetrante lo intimidó. Lo tenía
tan cerca, que alcanzó a ver cómo los colores de unas pequeñas celdas se encendían y apagaban,
dándole color a los músculos que rodeaban a la pupila. Grandes vasos sanguíneos mostraban el paso
de la sangre en la esfera blanca que rodeaba al iris. El ojo se movía lento, de izquierda a derecha,
miraba al cielo y volvía a ver por su ventana. Lentamente, él se alejó y cerró la puerta de la habitación.
Al querer salir de su casa, vio cómo el globo ocular se arrastró lento sobre la grama dejando un rastro
líquido sobre el verde del jardín, hasta llegar a la puerta de entrada impidiendo su salida.
Entró de nuevo y fue en busca de un cuchillo. Pensó que al asustarlo con el arma punzo cortante el
ojo emprendería su retirada. Pero no fue así. El ojo cerró el objetivo y envió un rayo láser directo a la
columna que sostenía el techo de la entrada de la casa, causando que se partiera en dos y él por poco,
quedara sepultado.
Manejar un ojo molesto es difícil. Sobre todo, cuando las pupilas están dilatadas, sabes que nada
bueno puede salir de eso. Llamó al trabajo y explicó su situación, no le creyeron y respondieron que
llevaba muchas faltas, una más y sería despedido. No podía permitirlo, era un buen trabajo, bien
pagado y buen horario. Así que abrió la puerta que daba al jardín trasero de la casa y colocó unos
cajones plásticos que le sirvieron de apoyo para saltar la verja de madera.
Fue a trabajar, mientras sus jefes lo veían de forma sospechosa. Era seguro, que no podría inventar
más enfermedades ni excusas para faltar. Trabajó como de costumbre: transcripción de datos,
organización de papeles, evaluación de firmas. Casi fue el último empleado en salir. Caminó despacio
hacia su casa, viendo su sombra en relación con las luces de los faroles, dejó que pasaran dos buses
y al tercero tomó el que lo llevaría a casa. Bajó y caminó dos cuadras.
Al llegar, pudo ver que seguía allí, viendo al frente, sin moverse. Rodeó la cuadra y localizó un
basurero que podría servirle de apoyo para el regreso. Sacó la basura que contenía y lo llevó rodando
a la parte trasera. Se apoyó en el para llegar, de forma casi acrobática, al cajón de plástico que lo
esperaba del otro lado.
Desde ese día, el ojo permaneció allí, observando sus movimientos, sin parpadear. Y la puerta trasera
de su casa se volvió la entrada y el cuarto se volvió centro de reunión para observar ser observados.
Las reuniones eran algo extrañas, porque cada vez que volteabas a ver a la izquierda, allí estaba, el
ojo, como una cámara cinematográfica, observando una vida que hubiera deseado tener.
Fuente: Marilinda Guerrero, Lilian Guevara. (2019). Hic Sunt Dracones. Aqui hay dragones. Parafernalia
Ediciones digitales
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Segundo Ciclo. Educación Básica
A finales del verano de 1986, mi hermano Pacho de 14 años me subió en sus hombros para que yo
pudiera estar un poco más cerca del cielo, y aquella madrugada contemplamos juntos el paso del
maravilloso Cometa Halley, que le da la vuelta al sol cada 76 años. Ya entrando a clases, el profesor
de Geografía de mi hermano preguntó si alguien tenía algún familiar vivo que hubiese visto el cometa
en su paso anterior. Mi hermano levantó la mano:
—Mi bisabuelo va con el siglo y tenía 10 años cuando el cometa pasó la vez anterior.
El profesor atravesó el aula, se paró junto a mi hermano a punto de condecorarlo y dijo a la clase:
—Vean esto, tenemos aquí un caso extraordinario: el bisabuelo de este joven ha logrado ver el cometa
dos veces.
El profesor reprendió a mi hermano por tomar en broma algo tan serio. Pero nunca hubo algo tan
solemne como aquella última vacación en la que mi hermano tomó la mano de mi abuelo Pedro El
Ciego y, llevándole la punta de los dedos por el aire, le describió en detalle la alineación de las
estrellas y el infranqueable paso del cometa, mientras Pedro Guevara abría al cielo sus ojos blancos
buscando en el universo de la mente esos millones de luciérnagas en su oscuridad infinita.
Fuente: Marilinda Guerrero, Lilian Guevara. (2019). Hic Sunt Dracones. Aqui hay dragones. Parafernalia
Ediciones digitales
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Allá, en lo más alto de los cerros, dominando refrescos del país o las copas de escogidos
laderas, valles y caminos, la casa principal de vinos dulces pronto empezaban a ofrecer
la finca San Antonio parecía entre verdes cordiales bienvenidas.
cafetales un nido blanco y limpio. Don Miguel
En el mes de abril –cuando el calor
Palacios –el cafetalero más importante de la
sofocaba a las gentes del pueblo y el
región– había establecido su hogar en aquella
sarampión se daba gusto con los chiquillos–
elevada planicie por estas dos razones: porque
para San Antonio salía yo, huyendo de la
el clima de altura estimulaba su natural amor a
peste. Allá permanecía por varias semanas y
la tierra, que en esa meseta era jugosa y
allá mi vida se transformaba en algo delicioso,
agradecida; y porque sabía que la mejor
en algo que me mantenía interesada en cien
manera de hacer valer una finca o una
cosas nuevas y agradables.
hacienda es que el dueño de ellas las trabaje
personalmente con sus manos y las defienda Los esposos Palacios tenían varios
de peligros con sus propios y vigilantes ojos. hijos, pero las niñas de aquel hogar –Mélida y
Dina– eran las que me embobaban con sus
En medio de un jardín, donde árboles y
interminables charlas y con sus habilidades de
flores mezclaban delicadas fragancias, la bien
gente mayor; Mélida era alta para su edad, y
construida vivienda de los Palacios abría
cuando montaba el nervioso caballo retinto, la
tranquilos corredores y una amplia sala
brisa de las alturas apenas la alcanzaba en su
encortinada y fresca. Al atravesar su puerta de
carrera. De castañas trenzas enrolladas sobre
entrada se gozaba inmediatamente de una
sus orejas y de profundos ojos luminosos –que
hospitalidad nada común, y se advertía la
a menudo desbordaban sana malicia–, tenía un
gracia que hay en las cosas serviciales y
temperamento recio y decidido, y una risa
sencillas cuando están colocadas en amables
cascabelera y contagiosa que brotaba de sus
lugares. Libros de viejas ediciones estaban
labios por cualquier trivialidad. Dina, en
olvidados aquí y allá, sobre una mesa o una
cambio, confiada en su hermana y siempre
consola; las sillas eran suaves y confortables;
esperando de ella amparo y protección, dejaba
las alfombras demostraban en su calidad y en
que en todo momento esta decidiera cualquier
sus dibujos que la señora de la casa tenía muy
asunto. Mientras Mélida cabalgaba a la orilla
buen gusto; el retrato de una dama que sonreía
de los abismos sin temor alguno, la otra tocaba
sobre el piano obligaba a pensar en crinolinas
en el piano minuetos y barcarolas, o sembraba
y mitones de encaje; y el reloj de péndulo –tan
claveles en los arriates del jardín.
fiel y necesario– iba diciendo las horas con
lenta voz de criado discreto... Aquella familia era, en verdad, una
familia feliz. Padre y madre se amaban con
Tanto don Miguel como su encantadora
devoción solícita, sin que jamás hubiera entre
esposa sabían agasajar a los amigos con
ellos incomprensiones ni resentimientos. Ese
especial gentileza. Probablemente los dos se
inalterable afecto recogía a los pequeños en su
sentían un poco aislados en aquel alto nido, y
tranquila órbita, proporcionándoles la
quizás debido a ese sentimiento, cuando
seguridad que todo niño necesita para ser
alguien llegaba a visitarlos o a descansar un
dichoso y los más finos dones del corazón y
rato a la sombra de su alero, marido y mujer se
del espíritu.
alegraban como en día de fiesta, y los vasos de
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Segundo Ciclo. Educación Básica
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Segundo Ciclo. Educación Básica
hospitales famosos. Más tarde amplió sus feliz y brillante, que el de la Cenicienta del
conocimientos –especializándose en el campo cuento de Perrault.
social– y ella fue la primera mujer que
Yo me dediqué, desde muy joven y con
organizó el primer ciclo de aprendizaje y de
verdadero fervor, a la poesía. A través de mi
servicios prácticos entre las enfermeras
visitadoras de El Salvador. larga experiencia en ese campo del arte he
llegado a convencerme de lo siguiente: no soy
Consuelo Suncín tuvo en París, Francia, aún la famosa escritora que deseaba llegar a
un reino extraño y maravilloso: como la ser cuando era tan niña, y estoy segura de que
Scherezada de los cuentos árabes, embrujó con los triunfos literarios –aun los más completos
sus charlas y narraciones a conocidos y celebrados– no proporcionan al escritor o al
personajes de la moderna literatura europea. poeta el inmenso goce que algunos suponen.
Esposa del cronista guatemalteco Enrique Hay que pagar por ellos un precio demasiado
Gómez Carrillo, pronto se convirtió en amiga alto.
de escritores y artistas, y entre los compañeros
La poesía es una gran señora –
de letras de su marido se la admiró por su
absorbente y celosa–, y para servirla como tan
belleza vibrante y fina, por su extraordinaria
alta dama se lo merece hay que hacer
facilidad para aprender la lengua francesa y
supremos sacrificios. Sin embargo, tengo que
por su admirable manera de adaptarse a la vida
confesar que debo a la poesía lo mejor de mi
de las grandes urbes del viejo continente.
vida y la gracia de comprender –con alma y
Después de la muerte de Gómez Carrillo,
sangre– que la belleza eterna es, al mismo
contrajo segundas nupcias con el conde
tiempo, justicia y bondad. Creo que sin la
Antoine de Saint-Exupéry, aviador de célebres
merced de su acercamiento jamás hubiera
hazañas y excelente novelista. Él es el autor de
podido realizar, dentro de mí misma, ni el más
Arenas, cumbres y estrellas, y del tiernísimo
pequeño esfuerzo de superación.
relato titulado El pequeño príncipe. El reinado
de Consuelo fue más milagroso, y talvez más
Fuente: Lars, C. (2019). Tierra de infancia. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
No era época de vacaciones, pero yo me vi caminos hacia el porvenir. Por eso me es grato
obligada a abandonar mis estudios debido a recordarla en este libro.
que una de esas anemias menores –tan
Mi dormitorio –vecino al de ella– se fue
comunes en el trópico– me había convertido
llenando de revistas ilustradas y de periódicos
en una criatura flacucha y desgarbada. El
de Nueva York y San Francisco, y la gran
médico recetó aire del campo y ciertos
república del norte –cuna de Lincoln y del
cuidados especiales que solo mi madre me
libérrimo Walt Whitman– se me volvió más
podía administrar. Era necesario dormir largas
familiar y próxima. Un vivo deseo de conocer
horas, comer alimentos sanos y nutritivos,
parte de su grandeza empezó a crecer en mi
perderme entre las frondas como una venada,
corazón.
bañarme en el manantial del Tutunilco, ir a
caballo hasta el tope de los montes y La pobre Lilian debe de haberse sentido
contemplar desde sus altas crestas el festón en medio de nosotros como canario entre
espumoso de las olas del Pacífico... tordos, pero era tan conforme y modesta que
disimulaba incomodidades, descuidos y hasta
Por entonces, vivía con nosotros una
impertinencias. Su Biblia forrada en cuero –
señorita norteamericana llamada Lilian. Llegó
que constituía el asiento de su fe y de su valor–
en un barco, desde un remoto puerto norteño,
pasó a mi pequeño escritorio en varias
a hacerse cargo de la valiosa plantación de
ocasiones, y aunque ese libro sapientísimo me
caña de azúcar que le dejó como herencia un
había iluminado muchas veces anteriormente,
pariente cercano que en nuestro país hizo
fortuna. ahora tomaba ante mis ojos un nuevo sentido
y se me iba transformando en algo esencial.
Era una joven delgada y pensativa, con
Todavía recuerdo aquel dulce canto que
tranquilos ojos claros y pelo color de paja.
Lilian me enseñó una noche, entregándome
Para su edad, había leído mucho, y estaba
cada palabra de él con sumo cuidado, a fin de
decidida a no quedarse al margen de los
que yo aprendiera a pronunciarlas
acontecimientos del mundo porque el destino
perfectamente:
la condenaba a permanecer –no sabía por
cuánto tiempo– en un pueblecito del istmo
centroamericano. Como resultaba peligroso
que una muchacha tan agraciada viviera sola In the shade of an old apple tree...
en la plantación, se la invitó a ocupar un cuarto
en nuestra casa, siquiera para mientras podía
establecerse en otro lugar del país, o vender la Y también repito en la memoria el otro que
propiedad y regresar a su patria. cantábamos las dos, con voces armonizadas, a
la orilla de los cañaverales que se balanceaban
Debo a la joven extranjera el en la brisa de la tarde:
conocimiento de muchos libros de la literatura
inglesa, y le agradezco todavía su inteligente
compañerismo, que estimuló mis primeros
Old man river...
intentos de escritora y que me abrió luminosos
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Segundo Ciclo. Educación Básica
con plumas blancas en sus vibrantes orillas... nacido, pero pedían a gritos algodones, vendas
Saltaban incandescentes piedras y se rompían y calmantes; los de aquí se apresuraban a
en el salto, produciendo un despliegue de salvar algunos tesoros domésticos; los de allá
peces voladores y de luceros de pirotecnia. La reprendían a los escandalosos, exigiendo un
campiña entera se iluminaba con una luz mayor sentido de orden.
comba; las cosas lejanas parecían aproximarse
Mi padre nos fue reuniendo –como hace
hasta nuestros dedos, y las sombras de las
el maestro con los niños de su escuela– y luego
bestias que huían tomaban proporciones de
nos habló de esta manera:
sueño fantástico.
—Quiero que salgan para Sonsonate en
Ya la iglesia no era más que una ruina y
el tren de la madrugada. Yo tengo que
sus torres se habían despedazado en las losas
permanecer aquí, para cuidar lo poco que nos
del atrio. Nuestro portal aún estaba en su
queda.
puesto, pero el interior de la amplia vivienda
se derrumbaba en varias partes, y toda la —No haré ese viaje si no vienes con
estructura del edificio daba la impresión de nosotros —respondió mi madre con voz firme.
que iba a desplomarse de un momento a otro.
—Ni yo... ni yo... ni yo... —fuimos
El telegrafista del pueblo –hombre diciendo todos los chicos.
humilde pero de veras heroico– cumplía su
deber como soldado en batalla, enviando Entonces Tancho Montoya se aproximó
llamadas de auxilio a diferentes lugares del a don Patricio, y con palabra simple, pero fiel
país. Los primeros cadáveres de las víctimas y seguro, dijo algo que nos emocionó
se iban colocando en sitio seguro, mientras los profundamente:
deudos lloraban amargamente. Para colmo de —Acompáñelos, señor, porque están
males, la lluvia de junio empezó a caer... muertos de miedo. Yo cuidaré hasta el último
Sin embargo, desde que el fuego brotó terrón de esta casa...
de las entrañas del volcán y se lanzó cuesta Al fin nos alejamos del acongojado
abajo los temblores amenguaron. Ahora pueblo en un tren de la medianoche. Yo –como
rogábamos al cielo para que la lava cambiara estaba tan excitada– no lograba dormir ni
de rumbo. relajar mis nervios. Con fatigados ojos me
No cambió su línea –la maldita–, pero puse a mirar los campos nocturnos...
algo la detuvo en los alrededores de Confusamente adivinaba que había dejado
Quezaltepeque o Ateos. Una hondonada para siempre mi tierra de infancia, y presentía
talvez; quizás un alto murallón; acaso el que íbamos a establecernos en la ciudad de
agotamiento de sus propias fuerzas rodantes... edificios coloniales y de patios rebosantes de
Fue entonces cuando yo tuve un ataque de begonias y palmas: en Sonsonate. Una nueva
llanto. existencia –con diferente ambiente y
diferentes amigos y conocidos– haría de
El tren de la Cruz Roja llegó de nuestra futura casa algo que hasta el momento
Sonsonate con todos sus alivios, y entre era difícil imaginar. La juventud es optimista
médicos y enfermeras apareció un gran amigo por ley natural de la vida, y ni los más grandes
de mi familia, que hizo el incómodo viaje dolores la privan totalmente de confianza en el
nocturno solo por prestarnos alguna ayuda. porvenir. Intuía que mi padre –que era hombre
Los más asustados habitantes del pueblo de ciudad y que tenía pocos amigos en el
querían salir de allí inmediatamente; otros se pueblo– iba pensando ya, en ese tren oloroso a
negaban a moverse del lugar en que habían desinfectantes, que de renglones torcidos saca
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Dios líneas rectas... ¡Pero el desgarrón había sido demasiado violento y aún estaban muy lejos
las esperanzas y los proyectos!
Mientras derramaba silenciosas lágrimas, fui cayendo en un sopor que me transportó a dos
espacios distintos: al del sueño buscado, donde podía olvidar lo que acababa de padecer; al del
recuerdo de la experiencia recién sufrida, que sacudía todos mis nervios y que inesperadamente me
arrancaba de mi valle. Y ahí... en ese mundo y trasmundo, pude decir con lenguaje sin sonido:
—¡Adiós, paisaje mío...! ¡Comarca de mis juegos y de los más preciosos hallazgos...! ¡Adiós,
manantial entre juncos, pájaros del ardiente verano y grillos y luciérnagas de septiembre...! ¡Adiós,
rostros queridos, bestias salvajes y bestias del establo; campanas que cayeron entregando su último
repique, toscas carretas con sus cargas olorosas a bosque...!
Ya estaba en tierra de aventura, y por ella caminaría sin temor, buscando ese algo lejano e
inefable, que es ensueño muy íntimo o talvez recuerdo de patria celeste. Un camino de olas me
llamaba en la distancia, y quizás el amor estaba esperándome allá... al otro lado de sus espumas...
Más los verdes de aquel nido de follaje, la fragancia vegetal que fue mía desde la cuna, los
sabores que puso en mi lengua el rico suelo de mi niñez, la manera de amar lo sencillo y el habla
pintoresca de mi gente perdurarían en mí a través de los años, como algo siempre vivo e inspirador.
En paraíso de recuerdos podría encontrar siempre –sin que jamás perdiera su juventud ni su alegría
pura– a la dichosa niña del ayer...
Fuente: Lars, C. (2019). Tierra de infancia. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
Al terminar de escribir este libro de recuerdos quiero decirte, ¡amada madre muerta!, palabras que no
me atreví a pronunciar cuando vivías en nuestro mundo, pero que vibraban en el fondo de mis secretos
como burbujitas de amor.
Me duele no haberlas dicho entonces, pues te pertenecían desde mis primeros esfuerzos por
aprender el lenguaje humano. Sin embargo, sé muy bien que el silencio, guardián de sueños y de
cantos, nunca fue motivo de incomprensión entre tú y yo. ¿Acaso no eras la silenciosa por
excelencia...? ¿No preferías una sonrisa a un verso y una incompleta lágrima a cualquier promesa o
disculpa...?
En suave ordenamiento recogías mis arrebatos de criatura rebelde. Quizá porque sospechabas
que yo sabía volar mejor que muchos pájaros, con algo misterioso ibas señalando huellas de
tormentas. Pienso que en tu rostro y tu cuerpo se conservaba, siempre intacta, la tierra de mis primeros
goces. Por eso aquí la tengo, regalándome yerbas de septiembre, flores del verano con todos sus
adornos, caminos que me llevan a parajes seguros y agua de la tinaja y del arroyo cargado de luz. Tu
montaña de paciencia me hacía recordar la de mis excursiones de niña, recogida en su misterio y
palpitante en cada asilo y cada verde.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Fuente: Lars, C. (2019). Tierra de infancia. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
76. El argumento
Álvaro Menen Desleal
Salvadoreña
(Desleal, 2019)
Se había escapado de la escuela. Era la primera vez, y le pareció que la mejor manera de pasar el
tiempo sería viendo una película. Depositó su bolso escolar en un tenducho, llegó al cine y compró
una localidad barata, listo para sumergirse por noventa minutos en un mundo apasionante.
Ya estaban apagadas las luces de la sala, y a tientas buscó un sitio vacío. Los mágicos letreros de la
pantalla daban el título de la cinta, la que comenzó de inmediato.
En la película, un pequeño actor hacía el papel de un escolar que, por primera vez, se escapaba de la
escuela. Pareciéndole que la mejor manera de llenar el tiempo era en un cine, compra una localidad
barata y entra a la sala cuando en la pantalla un actor de pocos años hacía el papel de un escolar, que
por primera vez, se fuga de la escuela, y decide ir al cine para pasar el tiempo.
El actorcito tomaba asiento en el instante en que, en el film, un niño escolar, fugado de la escuela,
entra a un cine para pasar el tiempo.
Al frente se proyectaba la imagen de un niño que, por primera vez, faltaba a su escuela y llenaba su
tiempo viendo una cinta, cuyo argumento consistía en que un chico, por primera vez...
132
Segundo Ciclo. Educación Básica
Venía huyendo. Un hombre puede correr tan rápido por una sola razón: lo persiguen. ¡Qué flacas eran
sus piernas! Quizás por eso era tan veloz.
Saltó por encima de una gallina. Esquivó a un perro baboso. Pasó al lado de una cabra que masticaba
grama reseca. Pero, cuando vio a una lentísima vaca, se tuvo que deslizar en medio de las cuatro
patas. ¡La vaca holgazana sólo movió la cola!
Renato, nuestro hombre veloz, atravesó el río sin mojar la red que llevaba sobre su espalda. Era una
red repleta de coloridas mariposas. Bajó hasta un matorral y ahí se perdió de vista.
Faltaba muy poco para llegar a casa, tan poco que creía escuchar la música de su pueblo, ésa que
nunca deja de sonar. Sus vecinos disfrutan las melodías a cada momento. Pero eso ya no era posible.
La música no sonaba desde que raptaron a todos los animales del pueblo. ¿Todos? Si, desde el perico
parlanchín hasta la lagartija cristalina que ronda el muro de la escuela.
Sin los animales yendo de un lado a otro, la diosa del ritmo y el movimiento calló la música.
Diez hombres y diez mujeres decidieron repartirse las especies animales para buscarlas, encontrarlas
y traerlas de vuelta; si es que se dejaban. A Renato, el cerrajero del pueblo, le tocaron las inquietas
mariposas.
Cuando salió en busca de las mariposas, Renato llegó hasta el bosque de las
Caobas y lo encontró solo. Llegó al valle de los Bálsamos y lo encontró solo. Llegó al mariposario
del vivero y lo encontró… ¡solo!
De una casa a otra, de un río a otro, a quien se encontrase le preguntaba por los hermosos insectos
voladores.
Un niño que jugaba le indicó un camino. Siguió el sendero y llegó a una plaza escandalosa: ¡miles de
mariposas estaban en una enorme jaula!
Personas de todo el país, del continente, del mundo estaban alrededor viéndolas.
Renato se molestó. No era justo que la belleza de las mariposas estuviera atrapada. No era bonito.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Con gran esfuerzo, se metió entre la gente. ¿Te imaginas? Entre gordos, flacas, peludos, pelones y
barbudos.
Vio la cerradura de la jaula. ¡Qué coincidencia! Él era un cerrajero. Sabía abrir cerrojos. Quitó un
gancho de su pantalón –casi se le cae–, abrió la pequeña puerta y metió en su red las mariposas que
pudo…
–¡Hey!
El gritó lo asustó. Un viejo policía lo había visto.
Renato salió corriendo. Detrás de él escaparon miles de mariposas. Apenas lograron cerrar la
puertecita.
Un grupo de personas, muy enojadas, comenzó la aludida persecución al ladrón de mariposas.
Renato avanzaba con todas sus fuerzas. Lo perseguían sin cesar. Al salir de una húmeda vereda, llegó
a un risco del que caía una ruidosa cascada. No podía seguir más.
Detrás de él, los habitantes de la ciudad le gritaban: “¡Devuelve las mariposas que te robaste! ¡Ladrón
de mariposas! ¡Entrégalas!” Parecían muy molestos, capaces de hacer una locura.
Pero, frente a él, los habitantes de su pueblo musical le gritaban: “¡Entréganos la red! ¡Son nuestras
mariposas! ¡La red! ¡La red!” Al parecer, a sus vecinos no les interesaba nada más que las mariposas.
¡Pobre Renato! De una u otra manera quedaría a merced de furiosos habitantes.
Acorralado, se acercó hacia el borde del risco. Sintió el agua de la cascada que salpicaba su cara.
El joven cerrajero decidió rápidamente. Abrió la red sobre la quebrada y las maravillosas criaturas
multicolores volaron sobre la caída de agua. Los habitantes del pueblo y la ciudad agrandaron sus
ojos. Se enfurecieron más y corrieron hacia él.
Renato, desesperado, se lanzó al aire. Algunas mariposas se posaron sobre su cuerpo y lo elevaron
hacia el cielo… ¡Mentiras! Él pesaba mucho para las débiles alas de las mariposas. Además, ¿qué
saben las mariposas de héroes? ¡Nada!
Así, se alejaron de él.
Renato cayó hasta lo más profundo de una oscura poza y no se supo nada más de él.
Las personas entre maldiciones y lamentos se retiraron a sus casas.
Después de esa tarde volvieron las mariposas al pueblo silenciado. También volvieron los demás
animales y la música sonó de nuevo.
Cada atardecer de verano, miles de mariposas hacen una hermosa danza alrededor de la cascada en la
que alguna vez fueron liberadas por un joven cerrajero.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Avanza despacio en medio de los juguetes en el piso: ¡es una verdadera jungla!
Aparta un camión de madera con mucho cuidado. Las ruedas han dado vueltas, vueltas y vueltas…
hasta que se han detenido. Las ha mirado con preocupación.
No quiere hacer ningún ruido. Debe caminar encima de suaves peluches. Debe caminar en silencio
sin patear alguna avioneta. Mira una pelota un poco desinflada. La levanta con suavidad, como si
tomara un globo que está a punto de estallar. Se escucha al fondo de la habitación, risas breves y
traviesas.
Mabel sabe que está cerca. Sigue avanzando cuidadosa. Una caja de cartón se ha movido bruscamente.
Toma una barbie despeinada y sucia. Las duras piernas de la muñeca le servirán para levantar la caja
que vibra. Lenta, muy lenta, lentísima, alza la caja y... ¡Click! Se oye al otro lado de la habitación.
Una pequeña intrusa tiene sus manos en el interruptor. ¡Ha encendido la luz! Mabel vuelve a ver
desesperada hacia la caja. ¡No hay nada! Su presa se ha escondido.
Mabel sale decepcionada de la habitación: He pedido que todos esperen afuera mientras estoy
cazando, dijo con voz suave. La madre de la niña impertinente se disculpa. Persigue a la reconocida
cazadora por toda la casa, al mismo tiempo que ella recoge sus instrumentos. Debe irse. Su abuelo la
espera afuera. Otro día volverá para cumplir con su misión.
Pero, ¿qué es lo que Mabel caza? Ella no caza roedores, ni insectos, ni fantasmas. Mabel es una
experta cazadora de piedras burlonas.
Ya es un poco tarde. Hace mucho calor. Los automóviles en las calles parece detenidos. Por suerte,
Mabel camina sobre la acera, cogida de la mano de su abuelo. Deben apresurar el paso. Evaden una
venta de hot dog. Saltan sobre unas bolsas de basura. Pasan de puntillas junto a tres perros que están
tomando una siesta en medio del andén. Mabel sigue hacia adelante, pero su mirada está en los perros
que duermen tranquilos.
Avanzan sin detenerse. Están a punto de llegar a su destino. El portón de colores del canal de
televisión exclusivo para niñas y niños, está frente a ellos. Su abuelo suspira y dice: ¡Hemos llegado
a tiempo! Mabel, como la niña curiosa que suele ser, observa todo a su alrededor. Cámaras de
televisión, focos de televisión, sillas de televisión, gente de televisión, ¡todo lo que tiene que ver con
televisión está en ese lugar!
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Segundo Ciclo. Educación Básica
- Mabel, bienvenida a nuestro programa: ¡Profesiones extraordinarias! Es un placer tener con nosotros
a una chica tan talentosa. Te invitamos porque eres muy buena en lo que haces. Tienes 11 años de
edad y ya eres una experta.
- Muchas gracias por la invitación. La verdad es que me gusta mucho lo que hago.
- Te dedicas a una tarea muy especial en tu tiempo libre. Chicas y chicos, Mabel es una cazadora de
piedras burlonas. Queremos que nos cuentes de qué trata.
Se escucharon muchos aplausos, aunque en las gradas detrás de las cámaras solo habían un par de
personas. Mabel estaba feliz porque iba a compartir. Su abuelo se veía orgulloso.
- Cuéntanos, por favor, ¿cómo son las piedras burlonas?
- Son rosa pálida cuando están bebés. Adultas su color cambia a varios tonos rojizos. Tienen un
zipper cerrado en forma de labios que se abre cuando crecen.
Una vez abierto, se mantiene con una sonrisa. Cuando ha llegado el tiempo de burlarse, se extiende
como si fuese una sandía partida. La boca es un hueco oscuro. Algunas tienen pequeños dientes.
- ¿Alguna vez podríamos ver una piedra burlona? Siempre las escuchamos, pero nunca se dejan ver...
- Las piedras burlonas pierden su zipper antes de convertirse en piedras normales.
Suelen rodar hasta las cuevas del mar. Ahí sueltan su última carcajada a medianoche. Se quedan sin
sonrisa. Las olas las acarician hasta que se vuelven las piedras grises y lisas que se ven en las playas.
-¿De qué se burlan?
- ¡Se burlan de todo! De cómo se ven las aves hurgando en la tierra en busca de gusanos; del chiflido
del viento al rozar los bambúes; de un mono que se cuelga de una rama con su cola; del niño que se
tropieza y golpea con una rama inadvertida; del llanto solitario de un hombre en la noche; de los
barcos que se extravían en la profundidad del océano; de los murciélagos que viven en los techos de
las casas; de las niñas que pierden sus colas para el cabello en las escuelas; etc. Sin excepción, ya
sean situaciones tristes o graciosas, peligrosas o normales; ellas se burlan.
- ¿Por qué se burlan?
- Están hechizadas. El antiguo ser de las bromas, risas y burlas, las conjuró una tarde aburrida. Dicen
las abuelas que lo hizo solo por diversión.
- ¿Por qué se cazan las piedras burlonas?
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Segundo Ciclo. Educación Básica
- Porque si hay una cerca de ti, pasará burlándose de todo lo que hagas. Pueden llegar a ser muy
molestas. Algunas personas mayores creen que las piedras burlonas curan la tristeza más profunda.
Se colocan cerca de la cama, bajo una colcha o sábana vieja. Se envuelven, para que sus risas y burlas
no molesten tanto. También se pueden encerrar en un bote de vidrio. Las piedras burlonas bebés son
las más efectivas, pero las más difíciles de conseguir.
- ¿Cómo es una cazadora de piedras burlonas?
- Nacemos con la peculiaridad de ser invisibles para las piedras burlonas.
Por eso, podemos acercarnos para agarrarlas. Pero, no todos los cazadores son invisibles para todas
las piedras. Algunos los son para las piedras bebés, otros para las adultas. A veces pueden ser
invisibles hasta el momento en el que se burlan, o solo en invierno. Cada cazador debe descubrir su
talento.
- ¿Cómo supiste que tú eras una cazadora?
- Yo lo descubrí una tarde de verano, en la playa. Recogía caracolas y conchas.
Las tenía acumuladas sobre la arena húmeda. De pronto, una ola inesperadamente fuerte, las regó y
perdió en el oleaje. En ese momento escuché por primera vez la risa de una piedra extraña que estaba
a un lado. Una piedra marrón con un zipper como boca, se burlaba de mi desgracia. Me acerqué a
ella.
La agarré. La contemplé. La llevé con mi abuelo. Él, sorprendido, me contó todo acerca de ellas.
- Sabemos que tu abuelo es un reconocido cazador de piedras burlonas.
Imaginamos que él te enseñó todo lo que sabes.
- Él descubrió que yo tenía el talento esa tarde de verano. A partir de ese día comenzó a compartirme
todo lo que sabía. Ahora trabajamos en un Manual de caza de piedras burlonas. Lo hacemos juntos.
Estoy muy feliz por eso.
- Para finalizar, háblanos sobre algo que nos tiene muy intrigados: ¿cómo se cazan las piedras
burlonas?
Se escucharon voces en el escaso público: ¡Sí, cuenta! ;¡Niña, queremos saber! Las personas tenían
mucho interés por escuchar sobre persecuciones, redes y estrategias de captura. Mabel sonrió. Su
abuelo también sonrió.
- No puedo contarles nada. Lo siento mucho. Todavía hay secretos que no pueden ser revelados.
Cuando terminemos nuestro manual, los sabrán.
Al unísono, los asistentes suspiraron, desilusionados.
Jijijiji… Al fondo de unas escaleras se escuchó una risa aguda. Todos se quedaron admirados.
Jejejeje… ¿Era verdad? ¡Una piedra burlona en el estudio de televisión! Jajajaja… Con la última
carcajada, todos se levantaron a buscar a la intrépida bromista. Pero, por un minuto, solo hubo un
silencio impresionante. No se escuchó ninguna burla más.
La entrevista terminó. Mabel y su abuelo se despedían de toda la gente de televisión.
137
Segundo Ciclo. Educación Básica
Se tomaron de la mano. Caminaron hacia la salida del canal. Mabel avanzaba mientras veía que una
pequeña piedra burlona color fucsia yacía debajo de una mesa con galletas y café. Su abuelo, de reojo,
también la vio. Se acercó al oído de su nieta y le dijo: Mabel, debemos llegar a casa, tenemos mucha
tarea de matemáticas por resolver.
79. Solitaña
Miguel de Unamuno
Español
(Unamuno, 2019)
Erase en Artecalle, en Tendería o en otra la luz opaca y triste del cantón, una mesilla con
cualquiera de las siete calles, una tiendecita su tintero, y los libros de don Roque.
para aldeanos, a cuya puerta paraban muchas
veces las zamudianas con sus burros. El Era una tienda de género para la aldeanería.
cuchitril daba a la angosta portalada, y Los sentidos frescos del hombre del pueblo
constreñía el acceso a la casa, un banquillo gustan los choques vivos de colorines
lleno de piezas de tela, años rojos, azules, chillones, buscan las alegres sinfonías del rojo
verdes , pardos, y de mil colores para sayas y con el verde y el azul, y las carotas rojas de las
refajos ; colgaban sobre la achatada y mozas aldeanas parecen arder sobre el pañuelo
contrahecha puerta, pantalones, de grandes y abigarrados dibujos. En aquella
tienda se les ofrecía todo el género a la vista y
blusas azules , elásticos de punto abigarrados al tacto, que es lo que quiere el hombre que
de azul y rojo , fajas de vivísima púrpura come con los ojos manos y boca. Nunca se ha
pendientes de sus dos extremos , boinas y otros visto género más alegre, más chillón, y más
géneros , mecidos todos los colgajos por el frescamente cálido, en la tienda más triste, más
viento del Noroeste, que se filtraba por la calle callada y más tibiamente fría.
como por un tubo, y formando a la entrada
como un arco que ahogaba a la puertecella. Las Junto a esta tienda, a un lado, una zapatería con
aldeanas paraban en medio de la calle, todo el género en filas, a la vista del
hablaban, se acercaban, tocaban y retocaban transeúnte; al otro lado , una confitería oliendo
los géneros, hablaban otra vez, iban, se a cera .
volvían, entraban y pedían, regateaban, se Asomaba la cabeza por aquella cáscara
iban, volvían a regatear y al cabo se quedaban cubierta de flores de trapo, el caracol humano,
con el género. El mostrador, reluciente con el húmedo, escondido y silencioso, que arrastra
brillo triste que da el roce, estaba atestado de su casita, paso a paso, con marcha
piezas de tela; sobre él, unas compuertas imperceptible, dejando en el camino un rastro
pendientes, que se levantaban para sujetarlas viscoso, que brilla un momento y luego se
al techo con unos ganchos, y servían para borra.
cerrar la tienda y limitar el horizonte. Por Don Roque de Aguirregoicoa y Aguirrebecua,
dentro de la boca abierta de aquel por mal nombre
caleidoscopio, olor a lienzo y a humedad por
todas partes, y en todos los rincones, piezas, Solitaña, era de por ahí, de una de esas aldeas
prendas de vestido, tela de tierra para camisas de chorierricos o cosa parecida, si es que no
de penitencia, montones de boinas, todo en era de hacia la parte de Arrigorriaga . No hay
desorden agradable, en el suelo, sobre bancos memoria de cuándo vino a recalar en Bilbao,
y en estantes, y junto a una ventana que recibía ni de cuándo había sido larva joven, si es que
lo fue en algún tiempo, ni sabía a punto cierto
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Segundo Ciclo. Educación Básica
cómo se casó, ni porqué se casó, aunque sabía Todos los días rezaba el rosario, repetía las
cuándo, pues desde entonces empezaba su Avemarías como la cigarra y el mar repite a
vida. Se deduce a priori que le trajo de la aldea todas horas el mismo himno. Sentía un
algún tío para dedicarle a su tienda. Nariz voluptuoso cosquilleo al llegar a los orá por
larga, gruesa y firme, el labio inferior saliente, nobis de la letanía; siempre, al Agnus, tenían
ojos apagados a la sombra de grandes cejas, que advertirle que los orá por nobis habían
afeitado cuidadosamente, más tarde calvo, dado fin; seguía con ellos por fuerza de
manos grandes y pies mayores. Al andar se inercia; si algún día, por extraordinario caso,
balanceaba un poco. no había rosario, dormía mal y con pesadillas.
Los domingos los rezaba en Santiago, y era
Su mujer, Rufina de Bengoecheabarri y para Solitaña goce singular el oír medio
Goicoechezarra, era también de por ahí, pero amodorrado por la oscuridad del templo, que
aclimatada en Artecalle, una ardilla, una otras voces gangosas repetían con él, a coro,
cotorra y lista como un demonio. Domesticó a orá por nobis, orá por nobis.
su marido, a quien quería por lo bueno. ¡Era
tan infeliz Solitaña! Un bendito de Dios, un Los domingos, a la mañana , abría la tienda,
ángel, manso como un cordero , perseverante hasta las doce , y a la tarde , si no había función
como un perro, paciente como un borrico. de la iglesia y el tiempo estaba bueno , daban
una vuelta por Begoña , donde rezaban una
El agua que fecunda a un terreno, esteriliza a salve y admiraban siempre las mismas cosas ,
otro, y el viento húmedo que se filtraba por la siempre nuevas para aquél bendito de
calle oscura, hizo fermentar y vigorizarse al
espíritu de doña Rufina, mientras aplanó y Dios. Volvía repitiendo ¡que hermosos aires se
enmoheció al de don Roque. respiran desde allí!
La casa en la que estaba plantado don Roque Subían las escaleras de Begoña, y un ciego,
era viejísima y con balcones de madera, tenía con tono lacrimoso y solemne:
la cara más cómicamente trágica que puede
darse, sonreía con la alegre puerta y lloraba —Considere, noble caballero, la triste
con sus ventanas tristes. oscuridad en que me veo... La
Era tan húmeda que salía moho en las paredes. Virgen Santísima de Begoña os acompañe,
noble caballero...
Solitaña subía todos los días la escalera
estrecha y oscura, de ennegrecidas barandillas, Solitaña sacaba dos cuartos y le pedía tres
envuelta en efluvios de humedad picante, y la ochavos de vuelta. Más adelante:
subía a oscuras sin tropezarse ni equivocar un —Cuando comparezcamos ante el tribunal
tramo donde otro se hubiera roto la crisma, y supremo de la gloria...
mientras la subía lento e impasible, temblaba
de amor la escalera bajo sus pies, y la abrazaba Solitaña le daba un ochavo. Luego una
entre sus sombras. mejercita viva:
Para él, eran todos los días iguales, e iguales —Una limosna piadoso caballero...
todas las horas del día; se levantaba a las seis,
Otro ochavo. Más allá, un viejo de larga barba,
a las siete bajaba a la tienda, a la una comía,
gafas azules, acurrucado en un rincón, con un
cenaba a eso de las nueve, y a eso de las once
perro, y con la mano extendida .Otro, más
se acostaba, se volvía de espalda a su mujer, y,
adelante, enseñando una pierna delgada,
recogiéndose como el caracol, se disipaba en
negra, untuosa y torcida, donde posaban las
el sueño.
moscas. Dos ochavos más .Un joven cojo
En las grandes profundidades del mar, viven pedía en vascuence, y a éste Solitaña le daba
felices las esponjas. un cuarto. Aquellos acentos sacudían en el
alma de don Roque su fondo yaciente, y sentía
en ella, olor a campo, verde como sus paños
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Segundo Ciclo. Educación Básica
para sayas , brisas de aldea , vaho de humo del Solitaña la badilla, que manejaba tan bien
caserío, gusto a borona. Era una evocación que como la vara, y con la cuál revolvía el fuego
le hacía oir en el fondo de sí mismo , y como mientras los demás charlaban, y luego,
salidos de un fonógrafo , cantos de mozas , tendiendo los pies con deleite, dormitaba
chirridos de carros , mugidos de buey , muchas veces al arrullo de la charla .
cacareos de gallina , piar de pájaros , algo que
reposaba formando légamo en el fondo del Su mujer llevaba la batuta, la emprendía contra
caracol humano , como polvo amasado con la los negros, lamentaba la situación del Papa,
humedad de la calle y de la casa . preso en Roma por culpa de los liberales, ¡duro
con ellos! Ella era carlista porque sus padres lo
Solitaña y el mostrador de la tienda se habían sido, porque fue carlista la leche que
entendían y se querían. mamó, porque era carlista su calle, lo era la
sombra del cantón contiguo, y el aire húmedo
Apoyando sus brazos cruzados sobre él, que respiraban, y el carlismo, apegado a los
contemplaba a los chiquillos que jugaban en el glóbulos de su sangre, rodaba por sus venas.
regatón para desagüe, chapuzando los pies en
el arroyuelo sucio. De cuando en cuando, el El viejo, siempre tan guapo, se reía de esas
chinel, adelantando alternativamente las cosas; tan alegres eran blancos como negros, y
piernas, cruzaba el campo visual del hombre en una limonada, nadie se acuerda de colores;
del mostrador, que le veía sin mirarle y sacudía por lo demás, él bien sabía que sin religión y
la cabeza para espantar alguna mosca. palo, no hay cosa derecha.
Fue en cierta ocasión como padrino a la boda Hablaban de una limonada:
de una sobrina —"a refrescar un poco la
cabeza —decía su mujer—, a estirar el cuerpo, —¡Qué limonada! —decía el que vio los
siempre metido aquí como un oso. Yo ya le fusilamientos de Zurbano—, ¡pedazos de hielo
digo: Roque, vete a dar un paseo, toma el sol, como puños navegaban allí!...
hombre, toma el sol, y él, nada—." A los tres —Tendríais sarbitos —interrumpió el viejo,
días volvió diciendo que se aburría fuera de su siempre tan guapo— en la
tienda. El lo que quería es encogerse y no
estirarse; los estirones le causaban dolor de limonada hasen falta sarbitos... Sin sarbitos,
cabeza y hacían que circulara por todas sus limonada fachuda, es
venas la humedad y la sombra que reposaban
como tambolín sin chistu . Cuando están
en el fondo de su alma angelical, eran como
aquellos cachitos helaos que
los movimientos para el reumático. —
"Marrano, más que marrano —le decía doña hasen mal en los dientes, entonces...
Rufina— pareces un topo—." Solitaña
sonreía. Otro de sus —Unas tajaditas de lengua no vienen mal...
goces, además del de medir telas y los orá por —Sí, lengua también; pero sobre todo sarbitos
nobis, era oír a su mujer que le reñía ¡Qué , que no falten los
buena era Rufina! sarbitos...
Sin dejar de atender a la conversación, de Solitaña se sonreía, arreglando el fuego con la
interesarse en su curso, pensando siempre en badilla.
lo último que había dicho el que había hablado
el último, se dirigía a los rincones de la tienda, —A mí ya me gusta también un poco merlusita
servía lo que le pedían, medía, recibía el en salsa...—volvió el otro.
dinero, lo contaba, daba la vuelta, y se volvía
a su puesto. En invierno había brasero, y por —¿Con la limonada?
nada del mundo dejaría
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salió de su cuchitril. La noche de San José escaleras que temblaban bajo sus pies, y sentir
temblaba en el colchón, tendido sobre el suelo, la lluvia, que azotaba las ventanas, lloraba en
ensartando Avemarías —"Si al cabo entraran silencio con la cabeza hundida en la almohada.
—decía doña Rufina— ya le haría yo pagar a
ese negro de don José María lo que nos debe." Enfermó. Poco antes de morir le llevaron el
viático, y cuando el sacerdote empezó la
Su hijo fue a estudiar Medicina. La madre le letanía, el pobre Solitaña , con la cabeza
acompañó a Valladolid; a su cargo corría todo hundida en la almohada , lanzaba con labios
lo del chico. Cuando acabó la guerra, pensaron trémulos unos imperceptibles orá por nobis,
que se desvanecían lánguidamente en la
por un momento dejar la tienda, pero Solitaña alcoba, que estaba entonces como ascua de oro
sin ella hubiera muerto de fiebre, como un oso y llena de tibio olor a cera. Murió. Su hijo le
blanco transportado al África Ecuatorial. lloró el tiempo que sus quehaceres y sus
Vino el terremoto de los Osunas, y cuando las amores, le dejaron libre.
obligaciones bambolearon, crujió todo, y Quedó en el aire el hueco que al morir deja un
cayeron entre ruinas de oro, familias enteras, mosquito, y el alma de Solitaña voló a la
se encontró Solitaña, una mañana lluviosa y montaña eterna, a pedir al Pastor, él, que
fría, con que aquél papel, era papel mojado, y siempre había vivido a la sombra, que nos
lo remojó con lágrimas. Bajó mustio a la tienda traiga buen sol para hoy, para mañana, y para
y siguió su vida. siempre.
Su hijo se colocó en una aldea, y aquél día dio ¡Bienaventurados los mansos!
don Roque un suspiro de satisfacción. Murió
su mujer, y el pobre hombre, al subir las
Fuente: Unamuno, M. d. (08 de Noviembre de 2019). Tres cuentos . Obtenido de Elejendría. Libros
de dominio público. : https://www.elejandria.com/
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Segundo Ciclo. Educación Básica
En el río Yabebirí, que está en Misiones, hay -¿Qué pasa? ¿Dónde está el hombre?
muchas rayas, porque «Yabebirí» quiere decir
-¡Ahí viene! -gritó el zorro de nuevo-. ¡Ha
precisamente «Rio-de-las-rayas». Hay tantas, que
peleado con un tigre! ¡El tigre viene corriendo!
a veces es peligroso meter un solo pie en el agua.
¡Seguramente va a cruzar a la isla! ¡Denle paso,
Yo conocí un hombre a quien lo picó una raya en
porque es un hombre bueno!
el talón y que tuvo que caminar renqueando media
legua para llegar a su casa: el hombre iba llorando -¡Ya lo creo! ¡Ya lo creo que le vamos a dar paso!
y cayéndose de dolor. Es uno de los dolores más -contestaron las rayas-. ¡Pero lo que es el tigre, ese
fuertes que se puede sentir. no va a pasar!
Como en el Yabebirí hay también muchos otros -¡Cuidado con él! -gritó aún el zorro-. ¡No se
pescados, algunos hombres van a cazarlos con olviden de que es el tigre!
bombas de dinamita. Tiran una bomba al río,
matando millones de pescados. Todos los Y pegando un brinco, el zorro entró de nuevo en
pescados que están cerca mueren, aunque sean el monte.
grandes como una casa. Y mueren también todos Apenas acababa de hacer esto, cuando el hombre
los chiquitos, que no sirven para nada. apartó las ramas y apareció todo ensangrentado y
Ahora bien; una vez un hombre fue a vivir allá, y la camisa rota. La sangre le caía por la cara y el
no quiso que tiraran bombas de dinamita, porque pecho hasta el pantalón, y desde las arrugas del
tenía lástima de los pescaditos. Él no se oponía a pantalón, la sangre caía a la arena. Avanzó
que pescaran en el río para comer; pero no quería tambaleando hacia la orilla, porque estaba muy
que mataran inútilmente a millones de pescaditos. herido, y entró en el río. Pero apenas puso un pie
Los hombres que tiraban bombas se enojaron al en el agua, las rayas que estaban amontonadas se
principio, pero como el hombre tenía un carácter apartaron de su paso; y el hombre llegó con el
serio, aunque era muy bueno, los otros se fueron agua al pecho hasta la isla, sin que una raya lo
a cazar a otra parte, y todos los pescados quedaron picara. Y conforme llegó, cayó desmayado en la
muy contentos. Tan contentos y agradecidos, que misma arena, por la gran cantidad de sangre que
lo conocían apenas se acercaba a la orilla. Y había perdido.
cuando él andaba por la costa fumando, las rayas
lo seguían arrastrándose por el barro, muy
contentas de acompañar a su amigo. Él no sabía Las rayas no habían aún tenido tiempo de
nada, y vivía feliz en aquel lugar. compadecer del todo a su amigo moribundo,
cuando un terrible rugido les hizo dar un brinco
en el agua.
Y sucedió que una vez, una tarde, un zorro llegó -¡El tigre! ¡El tigre! -gritaron todas, lanzándose
corriendo hasta el Yabebirí, y metió las patas en como una flecha a la orilla.
el agua, gritando:
En efecto, el tigre que había peleado con el
-¡Eh, rayas! ¡Ligero! Ahí viene el amigo de hombre y que lo veníapersiguiendo había llegado
ustedes, herido. a la costa del Yabebirí. El animal estabatambién
Las rayas, que lo oyeron, corrieron ansiosas a la muy herido, y la sangre le corría por todo el
orilla. Y le preguntaron al zorro: cuerpo. Vioal hombre caído como muerto en la
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Segundo Ciclo. Educación Básica
-¡Salgan!
-¡No salimos! ¡Él es un hombre bueno! ¡No hay Lo que pasaba es que el tigre estaba envenenado
derecho paramatarlo! con el veneno de las rayas.
-¡Él me ha herido a mí! Pero aunque habían vencido al tigre las rayas no
estaban tranquilas porque tenían miedo de que
-¡Los dos se han herido! ¡Esos son asuntos de viniera la tigra y otros tigres, y otros muchos
ustedes en el monte!¡Aquí abajo está bajo nuestra más… Y ellas no podrían defender más el paso.
protección!… ¡No se pasa!
En efecto, el monte bramó de nuevo, y apareció la
tigra, que se puso loca de furor al ver al tigre
-¡Paso! -rugió por última vez el tigre. tirado de costado en la arena. Ella vio también el
agua turbia por el movimiento de las rayas y se
-¡NI NUNCA! -respondieron las rayas. acercó al río. Y tocando casi el agua con la boca,
gritó:
(Ellas dijeron «ni nunca» porque así dicen los que
hablan guaraní,como en Misiones.) -¡Rayas! ¡Quiero paso!
-¡Vamos a ver! -bramó aún el tigre. Y retrocedió -¡No hay paso! -respondieron las rayas.
para tomar impulsoy dar un enorme salto.
-¡No va a quedar una sola raya con cola, si no dan
El tigre sabía que las rayas están casi siempre en paso! -rugió latigra.
la orilla; y pensaba que si lograba dar un salto muy
grande acaso no hallara más rayas en el medio del -¡Aunque quedemos sin cola, no se pasa! -
río, y podría así comer al hombre moribundo. respondieron ellas.
Pero las rayas lo habían adivinado y corrieron -¡Por última vez, paso!
todas al medio del río, pasándose la voz: -¡NI NUNCA! -gritaron las rayas.
-¡Fuera de la orilla! -gritaban bajo el agua-. La tigra, enfurecida, había metido sin querer una
¡Adentro! ¡A la canal!¡A la canal! pata en el agua, y una raya, acercándose despacio,
acababa de clavarle todo el aguijón entre los
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Segundo Ciclo. Educación Básica
dedos. Al bramido de dolor del animal, las rayas nubes de agua a manotones. Pero las rayas
respondieron, sonriéndose: continuaban precipitándose contra sus patas,
cerrándole el paso de tal modo, que la tigra dio
-¡Parece que todavía tenemos cola!
vuelta, nadó de nuevo y fue a echarse a su vez a
Pero la tigra había tenido una idea, y con esa idea la orilla, con las cuatro patas monstruosamente
entre las cejas se alejaba de allí, costeando el río hinchadas; por allí tampoco se podía ir a comer al
aguas arriba, y sin decir una palabra. hombre.
Mas las rayas comprendieron también esta vez Mas las rayas estaban también muy cansadas. Y
cuál era el plan de su enemigo. El plan de su lo que es peor, el tigre y la tigra habían acabado
enemigo era este: pasar el río por la otra parte, por levantarse y entrar en el monte.
donde las rayas no sabían que había que defender
¿Qué iban a hacer? Esto tenía muy inquietas a las
el paso. Y una inmensa ansiedad se apoderó
rayas, y tuvieron una larga conferencia. Al fin
entonces de las rayas.
dijeron:
-¡Va a pasar el río aguas más arriba! -gritaron-.
-¡Ya sabemos lo que es. Van a ir a buscar a los
¡No queremos que mate al hombre! ¡Tenemos que
otros tigres y van a venir todos. Van a venir todos
defender a nuestro amigo!
los tigres y van a pasar!
Y se revolvían desesperadas entre el barro, hasta
-¡NI NUNCA! -gritaron las rayas más jóvenes y
enturbiar el río.
que no tenían tanta experiencia.
-¡Pero qué hacemos! -decían-. Nosotras no
-¡Si, pasarán, compañeritas! -respondieron
sabemos nadar ligero… ¡La tigra va a pasar antes
tristemente las más viejas-. Si son muchos
que las rayas de allá sepan que hay que defender
acabarán por pasar… Vamos a consultar a nuestro
el paso a toda costa!
amigo.
Y no sabían qué hacer. Hasta que una rayita muy
Y fueron todas a ver al hombre, pues no habían
inteligente, dijo de pronto:
tenido tiempo aún de hacerlo, por defender el paso
-¡Ya está! ¡Qué vayan los dorados! ¡Los dorados del río.
son amigos nuestros! ¡Ellos nadan más ligero que
El hombre estaba siempre tendido, porque había
nadie!
perdido mucha sangre, pero podía hablar y
-¡Eso es! -gritaron todas-. ¡Que vayan los moverse un poquito. En un instante las rayas le
dorados! contaron lo que había pasado, y cómo habían
defendido el paso de los tigres que lo querían
Y en un instante la voz pasó y en otro instante se comer. El hombre herido se enterneció mucho con
vieron ocho o diez filas de dorados, un verdadero la amistad de las rayas que le habían salvado la
ejército de dorados que nadaban a toda velocidad vida, y dio la mano con verdadero cariño a las
aguas arriba, y que iban dejando surcos en el agua, rayas que estaban más cerca de él. Y dijo
como los torpedos. entonces:
A pesar de todo, apenas tuvieron tiempo de dar la -¡No hay remedio! Si los tigres son muchos, y
orden de cerrar el paso a los tigres; la tigra ya quieren pasar, pasarán…
había nadado, y estaba ya por llegar a la isla.
Pero las rayas habían corrido ya a la otra orilla, y
en cuanto la tigra hizo pie, las rayas se -¡No pasarán! -dijeron las rayas chicas-. ¡Usted es
abalanzaron contra sus patas, deshaciéndoselas a nuestro amigo y no van a pasar!
aguijonazos. El animal, enfurecido y loco de
-¡Si, pasarán, compañeritas! -dijo el hombre
dolor, bramaba, saltaba en el agua, hacía volar
hablando en voz baja:
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Segundo Ciclo. Educación Básica
-El único modo sería mandar a alguien a casa a Y el ejército de dorados voló enseguida, río arriba
buscar el winchester con muchas balas… pero yo y río abajo, haciendo rayas en el agua con la
no tengo ningún amigo en el río, fuera de los velocidad que llevaban.
pescados… y ninguno de ustedes sabe andar por
la tierra. No quedó raya en todo el Yabebirí que no
recibiera orden de concentrarse en las orillas del
-¿Qué hacemos entonces? -dijeron las rayas río, alrededor de la isla. De todas partes, de entre
ansiosas. piedras, de entre el barro, de la boca de los
arroyitos, de todo el Yabebirí entero, las rayas
-A ver, a ver… -dijo entonces el hombre,
acudían a defender el paso contra los tigres. Y por
pasándose la mano por la frente, como si
delante de la isla, los dorados cruzaban y
recordara algo-. Yo tuve un amigo… un
recruzaban a toda velocidad.
carpinchito que se crió en casa y que jugaba con
mis hijos… Un día volvió otra vez al monte y creo Ya era tiempo, otra vez; un inmenso rugido hizo
que vivía aquí, en el Yabebirí… pero no sé dónde temblar el agua misma de la orilla, y los tigres
estará… desembocaron en la costa.
Las rayas dieron entonces un grito de alegría: Eran muchos; parecía que todos los tigres de
Misiones estuvieran allí. Pero el Yabebirí entero
-¡Ya sabemos! ¡Nosotros lo conocemos! ¡Tiene
hervía también de rayas, que se lanzaron a la
su guarida en la punta de la isla! ¡Él nos habló una
orilla, dispuestas a defender a todo trance el paso.
vez de usted! ¡Lo vamos a mandar a buscar
enseguida! -¡Paso a los tigres!
Y dicho y hecho: un dorado muy grande voló río -¡No hay paso! -respondieron las rayas.
abajo a buscar al carpinchito; mientras el hombre
disolvía una gota de sangre seca en la palma de la
mano, para hacer tinta, y con una espina de -¡Paso, de nuevo!
pescado, que era la pluma, escribió en una hoja
seca, que era el papel. Y escribió esta carta: -¡No se pasa!
Mándenme con el carpinchito el winchester y una -¡No va a quedar raya, ni hijo de raya, ni nieto de
caja entera de veinticinco balas. raya, si no dan paso!
Apenas acabó el hombre de escribir, el monte -¡Es posible! -respondieron las rayas-. ¡Pero ni los
entero tembló con un sordo rugido: eran todos los tigres, ni los hijos de tigres, ni los nietos de tigres,
tigres que se acercaban a entablar la lucha. Las ni todos los tigres del mundo van a pasar por aquí!
rayas llevaban la carta con la cabeza afuera del
agua para que no se mojara, y se la dieron al Así respondieron las rayas. Entonces los tigres
carpinchito, el cual salió corriendo por entre el rugieron por última vez:
pajonal a llevarla a la casa del hombre.
-¡Paso pedimos!
Y ya era tiempo, porque los rugidos, aunque
-¡NI NUNCA!
lejanos aún, se acercaban velozmente. Las rayas
reunieron entonces a los dorados que estaban Y la batalla comenzó entonces. Con un enorme
esperando órdenes, y les gritaron: salto los tigres se lanzaron al agua. Y cayeron
todos sobre un verdadero piso de rayas. Las rayas
-¡Ligero, compañeros! ¡Recorran todo el río y den
les acribillaron las patas a aguijonazos, y a cada
la voz de alarma! ¡Que todas las rayas estén
herida los tigres lanzaban un rugido de dolor. Pero
prontas en todo el río! ¡Que se encuentren todas
ellos se defendían azarpazos, manoteando como
alrededor de la isla! ¡Veremos si van a pasar!
locos en el agua. Y las rayas volaban por el aire
con el vientre abierto por las uñas de los tigres.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
El Yabebirí parecía un río de sangre. Las rayas -¡Si, ya lo sabemos! -contestaron las rayas
morían a centenares…pero los tigres recibían entusiasmadas.
también terribles heridas, y se retiraban atenderse
Pero no pudieron concluir de hablar, porque la
y bramar en la playa, horriblemente hinchados.
batalla recomenzaba. En efecto: los tigres, que ya
Las rayas, pisoteadas, deshechas por las patas de
habían descansado, se pusieron bruscamente en
los tigres, no desistían; acudían sin cesar a
pie, y agachándose como quien va a saltar,
defender el paso. Algunas volaban por el aire,
rugieron:
volvían a caer al río, y se precipitaban de nuevo
contra los tigres. -¡Por última vez, y de una vez por todas: paso!
Media hora duró esta lucha terrible. Al cabo de -¡NI NUNCA! -respondieron las rayas
esa media hora, todos los tigres estaban otra vez lanzándose a la orilla. Pero los tigres habían
en la playa, sentados de fatiga y rugiendo de saltado a su vez al agua y recomenzó la terrible
dolor; ni uno solo había pasado. lucha. Todo el Yabebirí, ahora de orilla a orilla,
estaba rojo de sangre, y la sangre hacía espuma en
la arena de la playa. Las rayas volaban deshechas
Pero las rayas estaban también deshechas de por el aire y los tigres bramaban de dolor; pero
cansancio. Muchas, muchísimas habían muerto. nadie retrocedía un paso.
Y las que quedaban vivas dijeron:
Y los tigres no solo no retrocedían, sino que
-No podemos resistir dos ataques como este. ¡Que avanzaban. En balde el ejército de dorados pasaba
los dorados vayan a buscar refuerzos! ¡Que a toda velocidad río arriba y río abajo, llamando a
vengan enseguida todas las rayas que haya en el las rayas: las rayas se habían concluido; todas
Yabebirí! estaban luchando frente a la isla y la mitad había
muerto ya. Y las que quedaban estaban todas
Y los dorados volaron otra vez río arriba y río
heridas y sin fuerza.
abajo, e iban tan ligeros que dejaban surcos en el
agua, como los torpedos. -¡A la isla! ¡Vamos todas a la otra orilla!
Las rayas fueron entonces a ver al hombre. Pero también esto era tarde: dos tigres más se
habían echado a nado, y en un instante todos los
-¡No podremos resistir más! -le dijeron
tigres estuvieron en medio del río, y no se veía
tristemente las rayas. Y aún algunas rayas más que sus cabezas.
lloraban, porque veían que no podrían salvar a su
amigo. Pero también en ese momento un animalito, un
pobre animalito colorado y peludo cruzaba
-¡Váyanse, rayas! -respondió el hombre herido-.
nadando a toda fuerza el Yabebirí: era el
¡Déjenme solo! ¡Ustedes han hecho ya demasiado
carpinchito, que llegaba a la isla llevando el
por mí! ¡Dejen que los tigres pasen!
winchester y las balas en la cabeza para que no se
-¡NI NUNCA! -gritaron las rayas en un solo mojaran.
clamor-. Mientras haya una sola raya viva en el
El hombre dio un gran grito de alegría, porque le
Yabebirí, que es nuestro río, defenderemos al
quedaba tiempo para entrar en defensa de las
hombre bueno que nos defendió antes a nosotras!
rayas. Le pidió al carpinchito que lo empujara con
El hombre herido exclamó entonces, contento: la cabeza para colocarse de costado, porque él
solo no podía; y ya en esta posición cargó el
-¡Rayas! ¡Yo estoy casi por morir, y apenas puedo winchester con la rapidez de un rayo.
hablar; pero yo les aseguro que en cuanto llegue
el winchester, vamos a tener farra para largo rato; Y en el preciso momento en que las rayas,
esto yo se lo aseguro a ustedes! desgarradas, aplastadas, ensangrentadas, veían
con desesperación que habían perdido la batalla y
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Segundo Ciclo. Educación Básica
que los tigres iban a devorar a su pobre amigo otro se fueron al fondo del río, y allí las palometas
herido, en ese momento oyeron un estampido, y los comieron. Algunos boyaron después, y
vieron que el tigre que iba delante y pisaba ya la entonces los dorados los acompañaron hasta el
arena, daba un gran salto y caía muerto, con la Paraná, comiéndolos, y haciendo saltar el agua de
frente agujereada de un tiro. contentos.
-¡Bravo, bravo! -clamaron las rayas, locas de En poco tiempo las rayas, que tienen muchos
contento-. ¡El hombre tiene el winchester! ¡Ya hijos, volvieron a ser tan numerosas como antes.
estamos salvadas! El hombre se curó, y quedó tan agradecido a las
rayas que le habían salvado la vida, que se fue a
Y enturbiaban toda el agua verdaderamente locas
vivir a la isla. Y allí, en las noches de verano, le
de alegría. Pero el hombre proseguía tranquilo
gustaba tenderse en la playa y fumar a la luz de la
tirando, y cada tiro era un nuevo tigre muerto. Y
luna, mientras las rayas, hablando despacito, se lo
a cada tigre que caía muerto lanzando un rugido,
mostraban a los pescados, que no le conocían,
las rayas respondían con grandes sacudidas de la
contándoles la gran batalla que, aliadas a ese
cola.
hombre, habían tenido una vez contra los tigres.
Uno tras otro, como si el rayo cayera entre sus
cabezas, los tigres fueron muriendo a tiros.
Aquello duró solamente dos minutos. Uno tras FIN
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Segundo Ciclo. Educación Básica
81. Abuelita
Hans Christian Andersen
Danés
(Andersen, 2019)
Abuelita es muy vieja, tiene muchas arrugas y el pelo completamente blanco, pero sus ojos brillan como
estrellas, sólo que mucho más hermosos, pues su expresión es dulce, y da gusto mirarlos.
También sabe cuentos maravillosos y tiene un vestido de flores grandes, grandes, de una seda tan tupida
que cruje cuando anda. Abuelita sabe muchas, muchísimas cosas, pues vivía ya mucho antes que papá y
mamá, esto nadie lo duda. Tiene un libro de cánticos con recias cantoneras de plata; lo lee con gran
frecuencia.
En medio del libro hay una rosa, comprimida y seca, y, sin embargo, la mira con una sonrisa de
arrobamiento, y le asoman lágrimas a los ojos. ¿Por qué abuelita mirará así la marchita rosa de su
devocionario? ¿No lo sabes? Cada vez que las lágrimas de la abuelita caen sobre la flor, los colores cobran
vida, la rosa se hincha y toda la sala se impregna de su aroma; se esfuman las paredes cual si fuesen pura
niebla, y en derredor se levanta el bosque, espléndido y verde, con los rayos del sol filtrándose entre el
follaje, y abuelita vuelve a ser joven, una bella muchacha de rubias trenzas y redondas mejillas coloradas,
elegante y graciosa; no hay rosa más lozana, pero sus ojos, sus ojos dulces y cuajados de dicha, siguen
siendo los ojos de abuelita.
Sentado junto a ella hay un hombre, joven, vigoroso, apuesto. Huele la rosa y ella sonríe – ¡pero ya no es la
sonrisa de abuelita! – sí, y vuelve a sonreír. Ahora se ha marchado él, y por la mente de ella desfilan muchos
pensamientos y muchas figuras; el hombre gallardo ya no está, la rosa yace en el libro de cánticos, y…
abuelita vuelve a ser la anciana que contempla la rosa marchita guardada en el libro.
Ahora abuelita se ha muerto. Sentada en su silla de brazos, estaba contando una larga y maravillosa historia.
-Se ha terminado -dijo- y yo estoy muy cansada; dejadme echar un sueñito.
Se recostó respirando suavemente, y quedó dormida; pero el silencio se volvía más y más profundo, y en su
rostro se reflejaban la felicidad y la paz; se habría dicho que lo bañaba el sol… y entonces dijeron que estaba
muerta.
La pusieron en el negro ataúd, envuelta en lienzos blancos. ¡Estaba tan hermosa, a pesar de tener cerrados
los ojos! Pero todas las arrugas habían desaparecido, y en su boca se dibujaba una sonrisa. El cabello era
blanco como plata y venerable, y no daba miedo mirar a la muerta. Era siempre la abuelita, tan buena y tan
querida. Colocaron el libro de cánticos bajo su cabeza, pues ella lo había pedido así, con la rosa entre las
páginas. Y así enterraron a abuelita.
En la sepultura, junto a la pared del cementerio, plantaron un rosal que floreció espléndidamente, y los
ruiseñores acudían a cantar allí, y desde la iglesia el órgano desgranaba las bellas canciones que estaban
escritas en el libro colocado bajo la cabeza de la difunta. La luna enviaba sus rayos a la tumba, pero la
muerta no estaba allí; los niños podían ir por la noche sin temor a coger una rosa de la tapia del cementerio.
Los muertos saben mucho más de cuanto sabemos todos los vivos; saben el miedo, el miedo horrible que
nos causarían si volviesen. Pero son mejores que todos nosotros, y por eso no vuelven. Hay tierra sobre el
féretro, y tierra dentro de él.
El libro de cánticos, con todas sus hojas, es polvo, y la rosa, con todos sus recuerdos, se ha convertido en
polvo también. Pero encima siguen floreciendo nuevas rosas y cantando los ruiseñores, y enviando el órgano
sus melodías. Y uno piensa muy a menudo en la abuelita, y la ve con sus ojos dulces, eternamente jóvenes.
Los ojos no mueren nunca. Los nuestros verán a abuelita, joven y hermosa como antaño, cuando besó por
vez primera la rosa, roja y lozana, que yace ahora en la tumba convertida en polvo.
149
Segundo Ciclo. Educación Básica
FIN
Fuente: Andersen, H. C. (15 de noviembre de 2019). Ciudadseva.com. Obtenido de
https://ciudadseva.com/texto/abuelita/
82. El abecedario
Hans Christian Andersen
Danés
(Andersen, 2019)
Érase una vez un hombre que había compuesto versos para el abecedario, siempre dos para cada letra,
exactamente como vemos en la antigua cartilla. Decía que hacía falta algo nuevo, pues los viejos pareados
estaban muy sobados, y los suyos le parecían muy bien. Por el momento, el nuevo abecedario estaba sólo
en manuscrito, guardado en el gran armario-librería, junto a la vieja cartilla impresa; aquel armario que
contenía tantos libros eruditos y entretenidos. Pero el viejo abecedario no quería por vecino al nuevo, y
había saltado en el anaquel pegando un empellón al intruso, el cual cayó al suelo, y allí estaba ahora con
todas las hojas dispersas.
El viejo abecedario había vuelto hacia arriba la primera página, que era la más importante, pues en ella
estaban todas las letras, grandes y pequeñas. Aquella hoja contenía todo lo que constituye la vida de los
demás libros: el alfabeto, las letras que, quiérase o no, gobiernan al mundo. ¡Qué poder más terrible! Todo
depende de cómo se las dispone: pueden dar la vida, pueden condenar a muerte; alegrar o entristecer. Por sí
solas nada son, pero ¡puestas en fila y ordenadas!… Cuando Nuestro Señor las hace intérpretes de su
pensamiento, leemos más cosas de las que nuestra mente puede contener y nos inclinamos profundamente,
pero las letras son capaces de contenerlas.
Pues allí estaban, cara arriba. El gallo de la A mayúscula lucía sus plumas rojas, azules y verdes. Hinchaba
el pecho muy ufano, pues sabía lo que significaban las letras, y era el único viviente entre ellas.
Al caer al suelo el viejo abecedario, el gallo batió de alas, se subió de una volada a un borde del armario y,
después de alisarse las plumas con el pico, lanzó al aire un penetrante quiquiriquí. Todos los libros del
armario, que, cuando no estaban de servicio, se pasaban el día y la noche dormitando, oyeron la estridente
trompeta. Y entonces el gallo se puso a discursear, en voz clara y perceptible, sobre la injusticia que acababa
de cometerse con el viejo abecedario.
-Por lo visto ahora ha de ser todo nuevo, todo diferente -dijo-. El progreso no puede detenerse. Los niños
son tan listos, que saben leer antes de conocer las letras. «¡Hay que darles algo nuevo!», dijo el autor de los
nuevos versos, que yacen esparcidos por el suelo. ¡Bien los conozco! Más de diez veces se los oí leer en alta
voz. ¡Cómo gozaba el hombre! Pues no, yo defenderé los míos, los antiguos, que son tan buenos, y las
ilustraciones que los acompañan. Por ellos lucharé y cantaré. Todos los libros del armario lo saben bien. Y
ahora voy a leer los de nueva composición. Los leeré con toda pausa y tranquilidad, y creo que estaremos
todos de acuerdo en lo malos que son.
A. Ama
Sale el ama endomingada
Por un niño ajeno honrada.
B. Barquero
Pasó penas y fatigas el barquero,
Mas ahora reposa placentero.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
-Este pareado no puede ser más soso. -dijo el gallo- Pero sigo leyendo.
C. Colón
Se lanzó Colón al mar ingente,
y se ensanchó la tierra enormemente.
D. Dinamarca
De Dinamarca hay más de una saga bella,
No cargue Dios la mano sobre ella.
-Muchos encontrarán hermosos estos versos -observó el gallo- pero yo no. No les veo nada de particular.
Sigamos.
E. Elefante
Con ímpetu y arrojo avanza el elefante,
de joven corazón y buen talante.
F. Follaje
Se despoja el bosque del follaje
En cuanto la tierra viste el blanco traje.
G. Gorila
Por más que traigáis gorilas a la arena,
se ven siempre tan torpes, que da pena.
H. Hurra
¡Cuántas veces, gritando en nuestra tierra,
puede un «hurra» ser causa de una guerra!
-¡Cómo va un niño a comprender estas alusiones! -protestó el gallo-. Y, sin embargo, en la portada se lee:
«Abecedario para grandes y chicos». Pero los mayores tienen que hacer algo más que estarse leyendo
versos en el abecedario, y los pequeños no lo entienden.
¡Esto es el colmo! Adelante!
J. Jilguero
Canta alegre en su rama el jilguero,
de vivos colores y cuerpo ligero.
L. León
En la selva, el león lanza su rugido;
verlo luego en la jaula entristecido.
N. Negro
Negro es el hombre del sol ecuatorial;
por mucho que lo laven, siempre será igual.
O. Olivo
¿Cuál es la mejor hoja, lo saben? A fe,
151
Segundo Ciclo. Educación Básica
P. Pensador
En su mente, el pensador mueve todo el mundo,
desde lo más alto hasta lo más profundo.
Q. Queso
El queso se utiliza en la cocina,
donde con otros manjares se combina.
R. Rosa
Entre las flores, es la rosa bella
lo que en el cielo la más brillante estrella.
S. Sabiduría
Muchos creen poseer sabiduría
cuando en verdad su mollera está vacía.
-¡Permitidme que cante un poco! -dijo el gallo-. Con tanto leer se me acaban las fuerzas. He de tomar
aliento -. Y se puso a cantar de tal forma, que no parecía sino una corneta de latón. Daba gusto oírlo – al
gallo, entendámonos -. Adelante.
T. Tetera
La tetera tiene rango en la cocina,
pero la voz del puchero es aún más fina.
U. Urbanidad
Virtud indispensable es la urbanidad,
si no se quiere ser un ogro en sociedad.
Ahí debe haber mucho fondo -observó el gallo-, pero no doy con él, por mucho que trato de profundizar.
V. Valle de lágrimas
Valle de lágrimas es nuestra madre tierra.
A ella iremos todos, en paz o en guerra.
-¡Esto es muy crudo! -dijo el gallo.
X. Xantipa
-Aquí no ha sabido encontrar nada nuevo:
En el matrimonio hay un arrecife,
al que Sócrates da el nombre de Xantipe.
-Al final, ha tenido que contentarse con Xantipe.
Y. Ygdrasil
En el árbol de Ygdrasil los dioses nórdicos vivieron,
mas el árbol murió y ellos enmudecieron.
-Estamos casi al final -dijo el gallo-. ¡No es poco consuelo! Va el último:
Z. Zephir
En danés, el céfiro es viento de Poniente,
te hiela a través del paño más caliente.
-¡Por fin se acabó! Pero aún no estamos al cabo de la calle. Ahora viene imprimirlo. Y luego leerlo. ¡Y lo
ofrecerán en sustitución de los venerables versos de mi viejo abecedario! ¿Qué dice la asamblea de libros
152
Segundo Ciclo. Educación Básica
eruditos e indoctos, monografías y manuales? ¿Qué dice la biblioteca? Yo he dicho; que hablen ahora los
demás.
Los libros y el armario permanecieron quietos, mientras el gallo volvía a situarse bajo su A, muy orondo.
-He hablado bien, y cantado mejor. Esto no me lo quitará el nuevo abecedario. De seguro que fracasa. Ya
ha fracasado. ¡No tiene gallo!
¡Hola! Me llamo Federico y este es mi último día de clases. Estoy emocionado porque tendré dos meses
para olvidarme de la escuela. Estar en cuarto grado de primaria ha sido muy cansado, no solo por todo lo
que tuve que estudiar, sino también porque fue un año lleno de líos.
Siento que, como dice mi papá, las neuronas de mi cabeza han echado humo. He tenido que resolver
miles de problemas de matemáticas, aprenderme infinidad de nuevas palabras con sus significados y recitar
uno a uno los ríos y los volcanes de mi país, no sé para qué, pero los tuve que memorizar. Si a eso le agrego
las derrotas en los partidos de fútbol, las niñas de la clase que comprendo cada vez menos y los maestros
con sus regaños usuales, ¡sí que es bueno saber que esto pronto terminará!
Claro que extrañaré a mis profesoras, especialmente a la señorita Cristina, quien nos da español. Ella
es muy alegre y hace las clases muy fáciles; además, siempre nos deja salir a tomar agua cuando se lo
pedimos. Pero en lo único que puedo pensar en estos momentos es en que mañana todo será descanso,
descanso, descanso… y juego. Bueno, eso espero, porque el verano pasado estuve enfermo durante un mes
completo. Me dio dengue.
¿Sabes qué es eso? Poca gente conoce esta enfermedad, existe solo en países tropicales como el mío.
Pues bien, me picó un zancudo y me la pasé con fiebres y dolores de cabeza tan grandes, que mejor ni te
cuento.
Es increíble cómo un pequeño insecto me tiró en cama por una simple picadura. Y lo peor es que
dice mi mamá que los zancudos solo viven unas horas. ¿No pudo picar a alguien más? A Rolando, por
ejemplo, que es el compañero más pesado de la clase, se cree el sabelotodo y siempre está buscando pleito
conmigo.
Espero que estas vacaciones sean diferentes, tengo en mi habitación una colección increíble de
videojuegos. Construir fortalezas, derribar vallas, atacar monstruos y ser el mejor karateka del mundo son
algunas de las cosas que haré mientras perfecciono técnicas para ganarle a mis amigos por internet.
Cuanto más pienso en eso, más lento parece ir el reloj de la cancha: el segundero toma una eternidad
para dar una vuelta y la campana de la salida parece que nunca va a sonar. El profesor de Deporte ya no
sabe qué hacer con nosotros para que hagamos caso (creo que está contando los minutos también).
153
Segundo Ciclo. Educación Básica
¡El timbre! ¡Las tres de la tarde! ¡Vacaciones! ¡No más cuadernos, ni libros, ni tareas, solamente
diversión y mucho tiempo de descanso por delante!
Espero que el microbús del transporte escolar se encuentre con el motor encendido y listo para partir:
no me aguanto por llegar a casa, soltar mi bolsón y tirarme en mi cama para disfrutar de mis juegos
favoritos.
Vivo con mis padres en un barrio bastante tranquilo y no tengo hermanos. Aunque en algún momento
eso pareció ser triste, con el tiempo se convirtió en una verdadera ventaja, pues mis papás siempre me
compran todo lo que quiero. Y cuando te digo todo lo que quiero, es eso: ¡todo lo que quiero!, especialmente
videojuegos de última generación.
Papá es arquitecto y mamá trabaja a medio tiempo en una empresa como administradora, por eso, al
llegar a casa por las tardes siempre la encuentro esperándome.
—¡Mamá, ya llegué! —grité.
Siempre grito al llegar, pero mi casa es pequeña y mamá dice que no hay necesidad de hacerlo. Lo
que ella no entiende es que tengo solo diez años y me pide comportarme como una persona grande.
—Estoy en la cocina, hijo.
—Mmmm, huele delicioso. ¿Es pastel de limón?
—Sí, tu abuelo va a cenar con nosotros y quiero hacerle su postre favorito.
—¿Mi abuelo Ricardo o mi abuelo Federico?
—Tu abuelo Ricardo, amor —contestó mamá con esa voz dulce que pone cuando está feliz y
relajada.
Mi abuelo Ricardo es su papá. Él vive en una casa que era de su familia y que está alejada de la
ciudad, en medio del campo, rodeada de árboles frutales. En realidad, para mí es muy difícil comprender
cómo puede vivir así, sin vecinos, dedicado al cuidado de sus animales y árboles. No tiene amigos, al menos
no que yo sepa, y me parece que esa vida es aburrida e inútil. No sé si es por su edad, ya tiene ochenta años,
pero yo cuando sea grande seré piloto de aviones y tendré una casa grande y moderna en medio de la ciudad.
¡Jamás viviré en el campo!
Creo que mi abue es feliz allí, pues desde que tengo memoria vive en esa casa. Nunca conocí a mi
abuela, pero mi mamá cuenta que ella también disfrutaba de ese lugar y que ambos decoraron su interior
cuando se jubilaron.
La casa es sencilla: sus paredes pintadas con cal son muy frescas. El patio está al centro, rodeado de
largos pasillos que dan entrada a tres habitaciones; justo en medio del patio hay un gran árbol de aguacate.
Mi habitación tiene todos sus muebles de madera tallados. La sala, que está a la entrada, también tiene
muebles antiguos y siempre que estoy allí tengo la sensación de estar en otra época. Mi abuela la decoró
con retratos de mis antepasados, que me dan miedo porque parecen mirarme con enojo, como si yo no fuese
parte de su familia. Mamá dice que soy exagerado, pero es la verdad: ¡las fotografías en blanco y negro
asustan! ¿No te asustan a ti? ¡Verdad que sí!
Mi abuelito en su juventud fue profesor, de aquellos que coleccionan muchos libros y leen mucha
historia. A mí me gusta escucharlo, especialmente cuando me cuenta sobre historia mundial, porque me
recuerda mi juego Egipto misterioso, donde tengo que desenterrar al faraón en tan solo tres minutos.
—Mi papá me trajo limones de los cultivados en su casa —dijo mamá—, y en estos momentos está
descansando en la habitación de huéspedes.
“¡Qué mal!”, pensé. Me encanta que mi abuelo me visite, pero lo malo es que no puedo jugar, pues
hago mucho ruido con mis juegos y la habitación de huéspedes se encuentra al lado de la mía. Tendré que
usar los audífonos y eso le molesta a mamá, pues no la escucho cuando me llama. La última vez me dijo
que tenía casi media hora de estar hablándome y yo como si nada.
154
Segundo Ciclo. Educación Básica
Además, a mi abuelo no le gusta mi pasatiempo favorito, dice que me hace lento el cerebro. Yo opino
que me lo hace más rápido. Si lo piensas bien, no es fácil ser el segundo mejor del mundo en Combate
terrestre.
En ese juego tengo que derribar murallas, enfrentar ejércitos completos y destruir ciudades mientras
cuido de mi propia ciudad. ¡Es emocionante! Creo que mi cerebro sería más lento si me la pasara todo el
día viendo tele, ¿no crees?
Mi abuelo ocupa buena parte de su tiempo diciéndome que en su época los niños jugaban con
cometas y canicas reales, no con muñequitos ruidosos que tiran luces frente a una pantalla. Él no entiende
que yo nunca he jugado con canicas: mi mamá siempre le tuvo terror a que yo me tragara una, por lo que
en casa están prohibidas; y jamás he volado una cometa: dicen que se necesita bastante espacio para correr
y elevarla, y acá en mi colonia apenas hay espacio entre las casas. El parque tiene muchos cables de luz, y
sinceramente no es algo que yo realmente desee hacer: me parece bastante aburrido y cansado. Pero en fin,
nada arruinará mis vacaciones recién comenzadas.
—Federico, ¿me ayudas a poner la mesa?
¡Oh no! ¡Muy tarde! Mi madre me atrapó para ayudarle con la cena y no me soltará hasta que ella y
yo terminemos lavando y secando los platos.
“¡Bonita forma de comenzar vacaciones!”, pensé, y me dispuse a sacar los cubiertos de la gaveta del
estante, dando un suspiro tan grande, pero tan grande, que temí que mi madre cambiara su buen humor
cuando me miró con cara de policía a punto de poner una multa.
Y es que mi mami con solo una mirada me deja quieto. Papá y yo podemos ver su enojo desde
kilómetros de distancia, pues sus ojos parecen las llamaradas del Hombre Fuego.
¿Sí sabes quién es el Hombre Fuego, verdad? Es un gran superhéroe. Lo tengo en un juego fantástico,
la meta es atrapar al supervillano que tiene poderes de agua y hielo. Por supuesto que yo lo atrapo
fácilmente. Ese juego salió después de la película, que fue todo un éxito en el cine. Lástima que por el
momento no puedo subir a mi habitación. Es uno de los juegos más viejos que tengo y que nunca pasan de
moda entre mis amigos.
Logré salir rápido de la cocina, puse la mesa como mamá me ha enseñado y durante toda la cena me
mantuve quieto, educado y silencioso, para poder irme de allí lo más pronto posible.
Igual y la cena se hizo eterna (hubiera preferido estar esperando el toque de la campana de la escuela).
Espagueti con carne, refresco, pastel de limón, conversación, risas, recuerdos, historias repetidas y,
finalmente, tres horas después, quedé libre para combatir al mal en mi juego Furia.
Subí rápidamente a mi habitación, antes de que se arrepintieran de dejarme ir. La orden había sido
lavarme los dientes, ponerme pijama y dormir. Pero yo decidí que por ser vacaciones podía jugar un rato.
Estaba en lo mejor de una lucha cuando mis papás llegaron a decirme que se les ocurrió la grandiosa idea
de enviarme con el abuelo durante una semana.
—¡Mamá!, ¿y qué voy a hacer yo en ese lugar? El abuelo vive solo, allí no hay vecinos cercanos con
quienes jugar mis juegos. En cambio acá, con conexiones de internet ultrarrápidas, puedo jugar con dos o
tres vecinos a la vez y ganarles a todos en una noche. ¡No, no quiero ir! Pero en ese momento mamá utilizó
su mejor arma contra mí: la mirada de “hazlo por mí, hijo”.
Como te dije antes, ella tiene muchas formas de mirar, no solo la mirada de fuego cuando está
molesta. También tiene miradas de admiración cuando gano premios en el colegio, miradas de “estoy a
punto de estallar” cuando el tráfico de la ciudad está de locos, miradas de “Federico, quédate quieto”,
miradas con rayos X con las que descubre mis mentiras y, la peor de todas, esa mirada, la de “hazlo por mí,
hijo”, esa es imposible de ignorar. Así que no me queda más que aceptar que estoy destinado a morir del
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Segundo Ciclo. Educación Básica
aburrimiento durante toda una semana entre gallos, limones y pasto seco. “¡Bonito comienzo de vacaciones
me espera!”, pensé. Por supuesto, esta vez me tragué mi suspiro, para no meterme en problemas.
A la mañana siguiente, en lugar de dormir hasta tarde, tuve que levantarme temprano y hacer mi
maleta. Como te imaginarás, yo no tenía deseos de empacar… una camiseta por acá, un jeans por allá,
zapatos, gorra...
—Solo será una semana, ya verás que te vas a divertir mucho —dijo mamá, y luego añadió lo peor—
. Y por favor no lleves tus juegos electrónicos, ya sabes que el abuelo nunca ha estado de acuerdo con que
los tengas, y no deseo tener problemas con papá.
—Bueno, mami —contesté con una voz tan resignada, que inmediatamente puso su mirada de rayos
X, queriendo descubrir algún truco en mi rostro.
Papá nos fue a dejar a la estación del autobús. Yo me sentí realmente traicionado por él: en todo el
camino no hizo nada más que silbar y tararear las canciones de la radio.
—Acá comienza la aventura —dijo feliz—. ¡Nos vemos el próximo sábado, campeón!
¿Campeón? ¡Claro! ¡Sabe que no quiero ir y trata de hacerme sentir bien! Lo dice feliz porque no es
él quien va a morir de aburrimiento.
Durante el viaje en bus, me quedé dormido viendo pasar cientos de postes de luz, todos grises e
iguales. Me sentí deprimido y atrapado. Mi abuelo me despertó para que comiera un sándwich de jamón
con queso que me supo a vacaciones arruinadas.
Jamás comprenderán que enviar a un niño de diez años a un lugar apartado y sin diversión es
condenarlo al fastidio. Además, es altamente peligroso. Los niños aburridos nos metemos en más problemas
de lo normal (lo aprendí cuando tenía cinco: mi madre decidió llevarme a una reunión de compañeras de
trabajo y terminé en el hospital local con un frijol en el oído).
Cuatro horas de viaje interminable y... ¡allí está! ¡El pueblo sin nombre en medio de la nada! La casa
escondida entre árboles frutales. El lugar donde seguro el tiempo se detendrá y me volveré viejo y loco en
una semana.
En todo el viaje no pude sacar mi celular para jugar… sí, bueno, es que olvidé decirte que ya sé cómo
evitar la mirada de rayos X de mamá y traje mis juegos electrónicos conmigo; de no ser así, moriría
lentamente… y yo creo que tú estarás de acuerdo conmigo en que no es conveniente morir tan joven.
Pues bien, no pude sacar mi celular en el camino para no ser descubierto, pero al llegar a la casa me
encerré toda la tarde a jugar “tic-toc” y finalmente me sentí en verano.
—¡Fede! —me llamó mi abuelo—, ven a la biblioteca, por favor, tengo algo importante que darte.
Estaba en el momento justo de poner la última pieza en el castillo virtual que estaba armando, pero
tuve que soltarla y mi trabajo de horas se vino abajo. Chasqueé los dientes y escondí mi celular debajo de
la almohada. Tendré que ver qué quiere mi abuelo.
Lo bueno de estar en medio de la nada es que puedo chasquear los dientes sin que nadie me regañe
por ello. La última vez me atreví a hacerlo frente a mi maestra de Matemáticas y terminé en la oficina del
director, porque ella dijo que era de muy mala educación chasquearle los dientes a un adulto. Mamá me
quitó mis juegos por toda una semana. Yo sinceramente no comprendí su punto, no me parece que sea mala
educación ni falta de respeto, pero en fin, los maestros siempre tienen la razón, o al menos eso parece.
—Dime, abue —dije, entrando en la enorme biblioteca de la casa y tratando de no parecer molesto.
—Hijo, necesito tu ayuda. Te he llamado a este lugar de la casa para algo muy importante. Acá es
donde se guardan grandes tesoros de la humanidad: enciclopedias, diccionarios, la poesía de Alfredo Espino
y de Claudia Lars, los cuentos del gran Salarrué... en fin… fue en este espacio muy querido por mí donde
decidí guardar esto… ¿Lo ves? —me dijo, mostrando un sobre arrugado y polvoriento—. Hace mucho
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Segundo Ciclo. Educación Básica
tiempo, cuando yo tenía tu edad, mi padre, es decir, tu bisabuelo, me dio un mapa secreto de un tesoro. Me
dijo que estaba escondido en algún lugar del terreno. Yo nunca le creí, así que jamás lo busqué —
continuó—, pero ahora que estás conmigo necesito que seas tú el que lo encuentre, es muy importante para
mí. Yo ya tengo huesos viejos y, aunque en mis buenos tiempos fui delgado y atlético, me costaría mucho
trabajo buscarlo yo solo. Por eso le pedí a tu madre que vinieras. ¿Me ayudas?
Lo miré fijamente, tratando de hacer la mirada de rayos X. No sé por qué la historia me parecía falsa,
pero al mismo tiempo le creía. Mi abuelo nunca me ha mentido, así que no tenía por qué dudar de él ahora.
—Está bien.
—¡Gracias, hijo! —dijo con mucho entusiasmo.
Tomé el sobre amarillo con olor a guardado y saqué un papel más amarillo aún, que contenía una
lista de once pasos. Me pareció muy extraño, pero ante la mirada curiosa de mi abuelo, leí en voz alta.
El despertador sonó a las cinco. Recuerdo haber estado soñando con piratas, cofres del tesoro, fama
y riqueza. Fue uno de esos sueños locos que van de una cosa a otra. ¿Te ha pasado?
En un momento yo era un pirata con pata de palo, caminaba por la playa y mi tripulación intentaba
robarme el tesoro que me pertenecía desde mil generaciones atrás. La lucha fue tremenda, peleamos con
espadas y finalmente, cuando yo ya iba a ganar, el cofre se abrió y soltó miles de monedas que volaban por
los aires. Todos corrimos detrás de las monedas. De pronto, yo estaba en un programa de televisión dando
una conferencia de prensa sobre cómo había encontrado el tesoro. Ya no era pirata ni tenía la pata de palo:
ahora quienes me perseguían eran los periodistas, queriendo sacarme una foto. Yo era millonario y famoso,
gracias al tesoro del abuelo.
“Si encuentro dinero, me compraré todos los juegos que pueda, tendré los últimos y de moda, seré
el ‘rey de los juegos electrónicos’, todos mis amigos me van a envidiar y me rogarán que los deje jugar”,
dije en susurro al despertar. Pero por ahora tengo que levantarme y salir al amanecer, esa es la primera
instrucción.
¡Brrrrr! No pienso bañarme, no creo que al abuelo le importe. Además, si tengo que desenterrar algo,
quedaré muy sucio, así que mejor lo dejo para más tarde. Papá jamás me dejaría vestirme sin bañar. Desde
pequeño me acostumbró a que lo primero que hay que hacer al despertar es tomar valor y entrar a la ducha
helada. Sí, helada, porque dice que fortalece los músculos. En realidad, a mí no me importaría tener
músculos de medusa si pudiera bañarme con agua tibia… pero en fin, hoy tengo la suerte de que papá no
está acá y de que el abuelo ronca como sierra eléctrica, así que está decidido: ¡no me bañaré!
Tomé de nuevo el papel.
1. LEVÁNTATE AL AMANECER
Muy bien, me levanté, me vestí y salí de la casa. Me congelé y regresé por un buen suéter (qué suerte que
mamá me había empacado uno contra mi voluntad. No sé cómo las mamás siempre tienen la razón, la mía
en eso es experta).
Hasta ese momento no me había dado cuenta de que las estrellas aún brillaban. Poco a poco, los
colores del amanecer se fueron pintando en el cielo: azul, amarillo, fucsia, naranja, entre otros… un paisaje
157
Segundo Ciclo. Educación Básica
lindo y hermoso. Los gallos cantaban alegres, saludando al sol, y las aves lo acompañaban. ¡Era una fiesta
para los ojos y para el oído!
En la ciudad, ver el amanecer es complicado, las carreras de la mañana no dan tiempo para eso. Me
despiertan todos los días a las seis, luego voy directo a la ducha: uniforme, cereal con leche, lavarse los
dientes y al colegio, dentro de un tráfico que saca lo peor de mi papá y de todos los que van zigzagueando
para avanzar rápido.
No queda tiempo para amaneceres de colores. Cuando llego a mi clase, el sol ya ha calentado la
mañana. En cambio, acá el cielo se ve amplio y lindo. Muchos de mis juegos tienen colores brillantes, pero
ni parecidos a estos que veo. Tan hermoso era todo, que me tomó unos minutos despegar mis ojos de tanta
belleza para leer la instrucción número dos.
No entiendo nada. ¿Qué tipo de instrucción es esta? Esto sí que está raro... no sé si tengo que mantener la
respiración como cuando tengo hipo, no dice nada de eso, así que respiraré profundo como lo hago después
de correr en clase de Gimnasia.
Unoooooo…
Doooooossssss…
Treeeeeessssss…
El aire entró helado, tan helado, que despejó mi nariz que siempre está tapada. Luego, el mismo aire
salió caliente y húmedo de mi cuerpo. La tercera vez que respiré me sentí parte del paisaje. Te parecerá
extraño, pero me siento “vivo”. Es decir, sé que no estoy muerto. ¡Claro que no!
Sí, ya sé que dije que en casa del abuelo moriría de aburrimiento, pero eso no ha pasado aún (y espero
que no pase, solo es un decir, ¡cruzo los dedos y toco madera!). Lo que quiero decir es que siento como…
mmmm… bueno, nunca me había detenido a sentir cómo respiro. ¿Entiendes…? ¿No…?
Bien, mejor leo la tercera instrucción.
Me parece raro que no me digan cuántos pasos dar. Recuerdo que cuando era más pequeño jugaba de esto
con mis primos: hacíamos mapas del tesoro con instrucciones (¡más claras que estas, por supuesto!).
También dibujábamos los pasos a dar con líneas entrecortadas: cada línea era un paso largo;
señalábamos con flechas rojas hacia qué dirección ir, y dibujábamos casas, pasajes y calles. Pero ahora yo
tengo que caminar al jardín y no sé cuántos pasos dar ni para dónde darlos.
¡Vaya lío!
Solo me puedo explicar este problema por la época en que fue hecho el mapa (en realidad ni siquiera
parece mapa). Sin duda, cuando mi bisabuelo estaba pequeño no se habían inventado los verdaderos mapas,
esos que salen en la películas y en los libros.
Bueno, ya estoy caminando, y camino, y camino… y… ¡qué hermosas flores tiene mi abuelo acá!
Me recuerdan a mamá. Ella siempre ha querido que yo le ayude con las flores del jardín, pero como
comprenderás no tengo mucho tiempo: entre las tareas y mis juegos, apenas alcanzo a cenar y dormir.
Está bien, está bien, seré sincero… creo que si yo quisiera pudiera hacer tiempo, pero con mis amigos
nos ponemos de acuerdo para conectar los juegos a las ocho en punto y jugamos media hora; es muy poco,
158
Segundo Ciclo. Educación Básica
pero al menos puedo hacerlo entre semana. Casi siempre les gano yo, es que soy un experto porque me
dedico a revisar bien mis movimientos antes de conectarme.
En fin... acá hay flores de muchos colores, quién diría que pueden ser tan diferentes y hermosas. ¡Los
colores de estas flores son mejores que los de la tele! Ahora entiendo por qué le gustan a mamá. Sin duda,
mi abuelo le enseñó a disfrutar las flores. Cuando regrese a casa le pediré que me cuente de cuando era
pequeña.
Bueno, no creo que mirar flores me ayude a encontrar el oro, así que leeré la instrucción cuatro para
ver qué sigue…
¿Cómo? ¿Bajo mis pies? ¡No veo nada! Bueno, sí, veo unas hormigas caminando en perfecta formación,
una tras otra, ¡qué graciosas son! ¿Adónde irán? Voy a seguirlas para descubrir dónde está su hormiguero.
¡Uy! ¡Este hormiguero es enorme! Algunas de ellas caminan con grandes hojas encima. Me recuerda
una lectura que hicimos en clase, donde decía que las hormigas pueden levantar hasta 50 veces su peso.
Creo que eso es ser más fuerte que todos los superhéroes juntos.
¡Puaj! ¡Se están llevando una lombriz! ¡Qué asco! No sé qué es peor para una lombriz: si arrastrarse
toda su vida o ser comida por las hormigas. Quizá las dos cosas. Ahora la empujan todas juntas, como un
pelotón siguiendo órdenes. ¿Cuál será la hormiga jefa? A mi abuelo le gustaría ver cómo las hormigas
parecen constructores.
¡Esto está divertido! Ya llevo mucho tiempo acá. Algunas de ellas parecen hablar con sus antenas y
otras se vuelven locas dando vueltas por todos lados, parecen estar bailando.
Hasta vi una que me recordó a mi amiga Francesca. Ella es bailarina y se pasa toda la clase de Arte
levantándose de la silla para buscar materiales, pero en lugar de caminar da vueltas como trompo para
practicar sus pasos de baile. Un día me chocó y, como es pequeña y delgada, salió volando hacia las
pinturas. Su cabello quedó de un color naranja muy de moda, me pareció que le lucía muy bien.
Nuevamente terminé en la oficina del director, porque toda la clase insistía en que yo la había empujado.
Como ya te imaginarás, me quedé otra vez sin mis juegos electrónicos. No sé quién le ha dado a mi
mami la fabulosa idea de castigarme así, quitándome mis juegos. Ella en realidad no lo llama castigo, sino
“consecuencias negativas a mis acciones”, pero para mí es castigo.
Bueno, ya basta de insectos… instrucción número cinco.
Un árbol... veamos... allí está ese árbol enfrente. Nunca había visto uno como ese, con ramas torcidas y
gruesas, y un tronco muy áspero.
—¡Hola! —dijo una voz desde abajo. Era un chico acompañado por otros tres más. Los cuatro vestían
jeans desteñidos y camisetas de colores.
159
Segundo Ciclo. Educación Básica
—Hola —contesté.
—¿Tú eres el nieto de don Ricardo, verdad?
—Sí. ¿Ustedes viven acá?
—Sí, somos del pueblo.
—¿Qué haces en el árbol? —preguntó el más pequeño del grupo.
—Ah, es una larga historia, pero ya me voy a bajar... bueno, eso si acaso puedo... ¿cómo hago?
—¡Jajajajaja! Espera, nosotros te ayudamos.
—Esperen… ¿de qué es este árbol? ¿Qué son esos frutos?
—Son paternas.
—¿Paternas?
—Sí, corta una y te mostraremos cómo se come.
Cuando finalmente logré bajarme, los chicos me enseñaron a abrir las vainas de paterna. Adentro
tienen unas semillas cubiertas con una deliciosa pulpa blanca y dulce. Luego me explicaron que las semillas
se cuecen y se comen con limón y sal.
Esa tarde olvidé las instrucciones del tesoro, pero aprendí a jugar canicas, a volar una cometa y a
bajar mangos a pedradas. Al caer el sol y llegar a casa, mi abuelo tenía una exquisita comida lista. Había
olvidado llegar a casa temprano, pues mi estómago estaba satisfecho con paternas, mangos, guineos y
sandía.
—¡Qué barbaridad! —dijo mi abuelo con una gran sonrisa al verme entrar—. ¡Todo tú pareces un
gran terrón de lodo! Ve a lavarte.
A la mañana siguiente tuve que volver a levantarme temprano y nuevamente decidí no bañarme.
Recorrí despacio todos los pasos del día anterior. Me detuve a dejar cerca del hormiguero unas migas de
pan que llevaba en la bolsa de mi pantalón.
También corté más paternas y las comí, guardando sus semillas. “Le diré a mi abuelo que las cocine
hoy por la noche, para probarlas”, pensé, mientras las ponía en una bolsa plástica. El árbol de paternas es
realmente alto, no sé cómo hubiera bajado de él sin la ayuda de los muchachos del pueblo. De sus flores
blancas crecen después las vainas del fruto.
Me entretuve tanto, que perdí la noción del tiempo. Me di cuenta de que era algo tarde porque tuve
que quitarme el suéter: la mañana ya no estaba fresca.
Leí la siguiente instrucción.
Fuente: Castellanos, G. (2017). El gran tesoro del abuelo. San Salvador : Dirección de Publicaciones e Impresos
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Segundo Ciclo. Educación Básica
84. Magnético
Ricardo Castrorivas
Salvadoreña
(Castrorivas, 2017)
Cuando tenía siete años quedó hipnotizado por la magia de la Piedra-Imán. Aquella piedra más parecía un
diminuto puercoespín con todas sus púas bien erizadas... La piedra quedó así, toda peluda, después de que
la abuela la revolcó en un montón de limaduras de hierro y se la regaló el día de su cumpleaños:
—Tomá, Gabito, es una Piedra-Imán: es tu mascota.
A partir de ese día, Gabito alimentaba a diario su Piedra-Imán. Ponía clavitos, tornillitos, tuerquitas y
pedacitos de hierro cerca de la piedra, para que esta los capturara con su invisible poder. Le daba de comer
puñadas de limaduras de hierro y, poco a poco, la piedra se hizo más gorda y más peluda.
Pasó algún tiempo y Gabito creció... Y así como él, también creció su colección de imanes de toda clase,
tamaño y fuerza. Tenía cientos de ellos, apretados unos contra otros, formando una masa magnética de gran
poder.
A causa de su pasión por el magnetismo, le cambiaron hasta el nombre. Ya no le decían Gabito ni Gabriel,
sino solo Magnético. A él le gustaba que su familia y amigos le dijeran así. Al oírlo, sentía más energía, más
imán...
Un día, vio en un documental de Canal 10 a unos cosmonautas flotando en el interior de una estación
espacial. Luego, observó que flotaban fuera de la nave, amarrados con una cuerda... En ese momento, se
iluminó su creatividad:
—¡Yo también voy a flotar con la fuerza de mis imanes!
Habló con sus papás, para que le ayudaran a construir su Nave Magnética, como él había bautizado a su
invento. Platicaron con el tío Noé, que es mecánico, hojalatero y con mucho de inventor.
Entusiasmados, el tío Noé y Magnético comenzaron a trabajar en el proyecto. En unos cuantos días,
construyeron una gran jaula de hierro en forma de cubo, del tamaño de un microbús, y con una estrecha
abertura vertical que servía de entrada.
Luego, entre el tío Noé, Magnético y sus papás, acarrearon los miles de imanes coleccionados por años y
los llevaron al cubo. Después de muchos esfuerzos, lograron colocarlos en la armazón hasta cubrir
totalmente los cuatro lados, el piso y el techo.
Cansados pero satisfechos, contemplaron su obra desde el corredor de la casa... Aquello era un inmenso
dado magnético: una Piedra-Imán cuadrada, con los pelos parados por todos lados.
Junto a la entrada de la Nave, había un fuerte barandal de plástico que terminaba justo en el centro del cuarto
imantado. En el mismo lugar, estaba amarrado en el techo un grueso lazo de plástico. La baranda y el lazo
le servían a Magnético para agarrarse y estabilizarse en el mero centro de aquellas fuerzas invisibles.
Para realizar esta extraordinaria proeza, se colocaba brazaletes de hierro en los brazos, muñecas, piernas y
tobillos. En la cintura, una faja de hierro; y en la cabeza, una vincha de acero inoxidable. Así vestido,
Magnético parecía un personaje de ciencia ficción, listo para la aventura...
Entonces llegaba el gran momento... Magnético entraba al cubo con su férrea armadura, y al instante era
jalado con gran fuerza desde todos lados. Él se aferraba al barandal y avanzaba lentamente hasta llegar al
lazo. Realizaba contorsiones y piruetas de trapecista de circo, pero al fin, con supremo esfuerzo, llegaba al
punto cero de aquellas poderosas fuerzas y lograba flotar... quedar suspendido en el aire... ya sin baranda ni
lazo, sostenido solamente por aquellos invisibles poderes magnéticos.
161
Segundo Ciclo. Educación Básica
Esa vez, flotó durante mucho tiempo con los ojos cerrados. Encogido, en posición fetal, experimentó una
sensación muy tierna y placentera. Al instante, pensó: “Así floté en el vientre de mi mamá”. Acariciado por
este feliz pensamiento, Magnético se durmió en el vientre de su invento.
Cuando despertó, lo primero que hizo fue agarrarse bien del lazo. Uno por uno, se quitó los brazaletes de
hierro, tarea nada fácil, pues solo tenía libre la mano derecha. Luego, se desabrochó la faja y la vincha, y
rápido, para no caerse, se aferró al lazo con las dos manos... alcanzó el barandal y aterrizó.
A continuación, puso una escalera y arrancó los brazaletes, la vincha y la faja que estaban pegados en el
techo y los guardó en un cajón. Luego, se reunió con sus padres y la abuela. Ese día, Magnético les dijo:
—Hoy sentí que estaba en el vientre de mi mamá.
La abuela se rió y exclamó:
—¡Es que la Piedra-Imán es mágica!
Su papá sonrió satisfecho, orgulloso. Su mamá lo abrazó y le dio un beso grandote, magnético, en su cabeza
de pelos parados como la Piedra-Imán.
162
Segundo Ciclo. Educación Básica
“Vos solo en las nubes vivís”, le decían a Él en su casa. Y a Ella le decían: “Siempre en las nubes... Solo
allí sos feliz”. “Bajate de esa nube”, le gritaban a Él en su cara. “Quien entre nubes anda, cualquier día se
cae”, le advertían a Ella.
Pero como Él y Ella estaban encantados con las maravillas de su infancia, no tenían prisa por subir los
peldaños de la adolescencia. Por eso, después de la escuela y las tareas escolares, Ella y Él se iban a la
lomita, a encumbrar piscuchas y a ver las nubes y el cielo. Acostados en el gramal, panza arriba, gozaban
observando las figuras caprichosas, mágicas, fantásticas, que las nubes formaban en las alturas.
Como Ella y Él eran vecinos y amigos desde muy pequeños, compartían juegos y costumbres junto a los
demás niños y las demás niñas de la colonia. Todos jugaban a sus anchas en los gramales de la lomita. Pero
solo Ella y Él tenían la costumbre de acostarse panza arriba para mirar la asombrosa danza de las nubes.
—¿De qué están hechas las nubes? —preguntaba Ella.
—De algodón —respondía Él.
—Sí, de algodón dulce de feria: solo les falta el palito —decía Ella, riéndose.
—¿Y aquella nube oscura? —preguntaba Él.
—Es un pizarrón para escribir con yeso de nube blanca —contestaba Ella.
—Y cuando llueve, se borra todo —concluía Él, muy divertido.
Después se quedaban mucho rato viendo el cielo con las nubes alborotadas, como si fueran un gigantesco
rebaño de ovejas. Un día, Ella dijo:
—¡Qué lindo sería si pudiéramos volar como las nubes!
Ellos sabían que ese era un sueño imposible de lograr, por eso volaban en las inmensas alas de la
imaginación.
Ella y Él poseían una mente muy creativa, y como ambos sabían dibujar, llevaban sus libretas a la lomita y
dibujaban las figuras que veían en las nubes. Al regreso, mostraban sus dibujos a sus familiares.
—Un elefante con tres patas y dos mocos...
—Vos sí de verdá andás en las nubes —le decían a Él. Y a ella:
—Hijita... ¿Una vaca con cuatro cachos y tres ubres? Un día, te voy a ver volando a vos y a ese muchacho.
Esas palabras fueron proféticas porque, al poco tiempo, Ella y Él volaron. Estaban en la lomita, observando
una colosal nube blanca que poco a poco descendió y los envió completamente... Sintieron caricias, como
manos de algodón, que los levantaron del suelo y, cariñosamente, los llevaron a volar... a mirar horizontes,
a admirar panoramas, a conocer desde el aire su colonia, su ciudad, su patria.
Al regresar de este fantástico viaje, Ella y Él narraron a sus parientes todos los detalles de lo que habían
visto. Nadie les creyó, más bien, se burlaron:
—Jamás te hemos llevado a ese lugar, alguien que sí conoce te habrá contado cómo es allí —le decían a
Ella. Y a Él:
—Nunca hemos estado allí, yo no sé cómo has averiguado sobre ese pueblo.
163
Segundo Ciclo. Educación Básica
Se miraron fijo y, por primera vez, se agarraron de las manos amorosamente, y con los ojos bien abiertos,
se besaron despacio, como amigos, tiernamente... así como las nubes besan el cielo.
Cerca de la bocana del río Mizata, don Loncho Sánchez y su familia habitaban una casita que tenía el
inconfundible olor a mar. Allí convivían él, doña Nila, Laurita, Pablo, Chepe, Juancho y Pedrito, el menor.
De los cinco hijos, solo Laurita y Pedrito asistían a la escuela del cantón. Los otros no tuvieron esa
oportunidad, pero con don Loncho aprendieron el arte de la pesca en alta mar.
En el caserío, casi todas las familias se dedicaban a la pesca y venta del producto. Cada jefe de familia tenía
su propia lancha y el equipo completo para realizar el trabajo. Todos eran miembros de la cooperativa
Mizatlán.
Al atardecer, y siempre que el clima lo permitía, don Loncho, Pablo, Chepe y Juancho, junto a los demás
pescadores, empujaban sus embarcaciones hasta la reventazón, encendían el motor y se metían a la
inmensidad del mar y la noche. En la playa, Pedrito los miraba partir... los seguía con la vista hasta que ya
no se veían.
Esa noche, caminó hasta unas grandes rocas a la orilla de la playa. La marea había dejado unos pocitos de
agua en los huecos de las piedras... en los charquitos, se reflejaban las estrellas.
Cerca, al alcance de su mano, estaba una gran concha de ostra llena de agua. Allí también se miraban las
estrellas. Con mucho cuidado, Pedrito levantó la concha y se la llevó al rancho. Al entrar, dijo:
—¡Mamá, pesqué unas estrellas! ¡Mire!
Doña Nila se acercó, pero como en el cuarto estaba encendida la luz, no pudo ver nada. Pedrito salió con la
concha, y al momento se escuchó su llamado:
—¡Mamá... venga! ¡Aquí sí se miran!
Doña Nila acudió y, en efecto, allí, en el pocito de la concha de ostra, se reflejaba un pedacito del bello cielo
estrellado de esa mágica noche. Pedrito colocó la concha en el suelo y se fue con su mamá, a dormir.
A buena mañanita, Pedrito salió al patio... ¡Qué sorpresa cuando vio que en el charquito de la concha estaba
una estrella de mar! Cogió la concha y la estrella de mar y corrió hasta las rocas... Cuando llegó, un tumbo
grande lanzó al agua la concha y la estrella marina.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Más tarde, se marchó a la escuela con su hermana. Al regreso, Pedrito buscó la estrella de mar disecada que
Juancho le regaló en su cumpleaños. En su libreta de dibujo, comenzó a copiar todos los detalles de aquella
criatura. Tardó en dibujarla, pero lo logró.
A partir de ese día, Pedrito se propuso ir todas las noches a la playa, a pescar estrellas. Para lograr una buena
pesca, le pidió a doña Nila un gran guacal de plástico.
Esa noche, don Loncho, sus hijos y sus demás compañeros partieron a la pesca, mientras Pedrito se quedó
en la playa con su guacal. Caminó hasta los primeros tumbos, lo llenó con agua y espuma, y después lo
colocó en la arena. En la oscuridad, el agua del guacal era un perfecto círculo líquido, reflejando las lucecitas
que allá arriba brillaban. Pedrito metió un dedo en el agua y las estrellas temblaron, como si tuvieran frío.
Escuchó que su mamá lo llamaba. Rápidamente recogió su guacal, y entre los dos lo llevaron al patio de la
casa.
Al día siguiente, Pedrito fue a ver su guacal. ¡Qué maravilla...! Estaba repleto de almejas, achiquiles, ajalines
y tres hermosos tiguacales. Doña Nila reservó los cangrejos para el almuerzo, y Pedrito se llevó el resto a
las rocas. Allí, los dejó en libertad.
Cuando regresaron las lanchas, todos los pescadores venían muy contentos. Habían capturado bastantes
peces grandes, de los más sabrosos y de mayor venta.
Viendo esto, Pedrito reflexionó y llegó a la conclusión de que entre más animales devolviera al mar, más y
mejores cosechas lograrían los trabajadores de la Cooperativa Mizatlán. Al comprobar los buenos resultados
de su mágico trajín, el incansable Pedrito continuó con su diario quehacer... y una noche, capturó a la Diosa
de la Noche.
Pasaron los años y Pedrito continuó siendo Pedrito... Se casó, formó su hogar y abrió una pescadería. Allí
mismo, instaló su venta de cerámica y dibujos: había aprendido a dibujar muy bien y a modelar el barro.
Sus vistosas creaciones, de los más exóticos animales marinos, eran admirados y bien comprados por todos
los turistas. Don Loncho lo visitaba a diario. Le encantaba contemplar las maravillas cerámicas de su hijo.
En cierta ocasión, le preguntó:
—Pedrito... ¿te acordás cuando pescabas estrellas?
—Sí, papá, pero ahora mi hijo es el pescador: mire el pez luna que atrapó anoche...
Así cantaba La Pizpizigaña, mientras se pellizcaba las palmas de las manos. Primero, la derecha contra la
izquierda. Luego, la izquierda contra la derecha.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Ella, que siempre andaba brinca que brinca de contenta, ahora estaba dando brincos de mico enojado y
gritando a los cuatro vientos:
—¡Que nadie se engañe, que nadie se engañe con La Pizpizigaña! ¡Ya van a ver quién pellizca mejor!
Pero para poder dar ese gran pellizco que había planeado, La Pizpi necesitaba la ayuda de muchos amigos,
así que puso en acción sus mágicos poderes y convocó a los demás Juegos Antiguos a una reunión urgente.
Sabido es que los Juegos Antiguos son seres mágicos, capaces de hacer las proezas más increíbles como,
por ejemplo, devolverle la niñez a la gente adulta. Como desde hace muchísimos siglos viven en el alma del
pueblo, con su magia eterna, el pueblo les ha otorgado esos poderes, y también la inmortalidad.
Aunque algunos estaban en desuso y otros en pleno abandono, se sacudieron el polvo del olvido, se
reanimaron ante el atento llamado de La Pizpi y acudieron pronto a la reunión.
Ahí desfilaron, luciendo sus mejores galas y sus brillantes poderes, los siguientes Juegos Antiguos:
Cuando por fin estuvieron todos reunidos, La Pizpi les dirigió la palabra.
«Queridos Juegos queridos:
Los saludo con mi más pizpizigañento abrazo y les deseo éxito en las misiones que se les asignen.
Como todos bien saben, la campaña que emprenderemos es para acabar, de una sola vez, con esta Era del
Menosprecio en que estamos sumidos; aunque no totalmente, ya que, como hemos comprobado, en los
pueblos, cantones y caseríos, todos los cipotes y las cipotas nos recuerdan con cariño y juegan con nosotros.
Pero con la cipotada de la ciudad sí que estamos resentidos, porque nos han tirado a los rincones más oscuros
del abandono y el olvido.
Por este desagradable maltrato hacia nosotros, no hay que culpar a las bichas y a los bichos, como ellos
mismos se dicen, sino que a sus padres y abuelos.
Por eso, tenemos que cambiar esta situación que, desde hace muchos muchos años, nos tiene tan tristes y en
soledad.
Para lograrlo, debemos utilizar al máximo la fuerza de nuestras magias propias y unirlas en una sola magia.
Solo así triunfaremos en esta lucha contra la desmemoria.
Así que les propongo el siguiente plan...»
Entonces, todos los Juegos Antiguos se agruparon en torno a La Pizpi, quien les mostró un mapa con claves
secretas, que señalaban los lugares donde cada uno de ellos pondría en acción el poder de su magia.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
En lugar de los acostumbrados juegos de velocidad, violencia y muerte, en las pantallas ahora aparecían
otros juegos y otras canciones. Y aunque a todos les gustaron, no los entendían, por ser la primera vez que
contemplaban juegos tan bonitos.
Corrieron entonces donde sus papás, para que les explicaran el porqué de tan raro suceso. Muchas mamás
y papás ya no se acordaban de cómo se jugaban los Juegos Antiguos, y tuvieron que ir a buscar a los abuelos.
Cuando estos llegaron y vieron aquel lindo espectáculo, se llenaron de contentura y cantaron y contaron las
mágicas historias de los Juegos Antiguos.
Entonces, las cipotas y los cipotes de la ciudad comenzaron a bailarlos y a cantarlos como si ya se los
supieran desde mucho antes; y también las abuelas y los abuelos, las mamás y los papás, muy felices porque
se habían convertido en cipotas y cipotes, cantaron y bailaron una vez más y con una nueva ternura los
inolvidables Juegos Antiguos...
Y se acabuche, patecuche.
Glosario
Proezas: Hazañas, hechos increíbles.
Inmortalidad: Que no muere nunca.
Desuso: Que ya no se usa.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
V. Poesía Infantil
77. Cancioncilla
(A Laura Vitelia Sermeño)
Maura Echeverría
Salvadoreña
(Echeverría, 2018)
Nalguitas de sapo,
nalguitas de rana.
¡Qué linda mi niña
con suéter de lana!
Te bordo calzones,
te bordo bufanda
con hilos de China
y encajes de Holanda.
Perfumo tu risa
y apago tu llanto
con vientos que traen
jazmines y encanto.
El sueño ya viene
subiendo y bajando...
Tus ojos se cierran
yo sigo cantando:
Dormite niñita
tranquila y confiada,
que aquí está la abuela
juntita a tu almohada.
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Mi niña pintó
las hojas de azul
y vistió de cielo
el verde gandul.
Mi niña soñó
un cielo azafrán
y cerros de rosa
contra el huracán.
No quiso el color
que el mundo ofrecía,
coloreó la luz
de su alma de niña.
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Tu mundo es de maravilla
como aquel que yo perdí,
pero hoy lo gano por ti,
como recobro mis días
que es día tu vida entera
y yo me miro en tu día
que tiene tres primaveras.
Y somos dos compañeras
en tu risa y en la mía.
Si vieras niña, si vieras
cómo es igual mi alegría
a la tuya; y con la mía
somos dueñas
de todas las primaveras.
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
81. Canción
(A Martita en su piano de juguete)
Antonia Portillo de Galindo
Salvadoreña
(Echeverría, 2018)
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
82. Mi madre
Ricardo Trigueros de León
Salvadoreña
(Echeverría, 2018)
Mi madre es la luna
dormida en el cielo,
entre blancas nubes
y ángeles de sueño.
Mi madre es el agua
de azules reflejos
que pasa cantando
bajo el limonero.
Mi madre es la rosa
en manos del viento,
aroma de siglos,
sílaba de cuento.
Mi madre es el alba
sobre el jazminero.
Me nace en la frente
la flor de su beso.
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
El barquito pirata
se niega a navegar;
tiene rota una vela...
¿quién la ha de restaurar?
Un hilo la gaviota
ha prestado al metal,
y ha cosido la vela
sin pensar en cobrar.
El barquito se mece
de contento que está.
Ya de la rasgadura
no queda ni señal.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
84. El piñal
Salarrué
Salvadoreña
(Echeverría, 2018)
Bajando la loma,
subiendo la loma,
la piña va de piña en piña,
en tropa o en procesión,
armada hasta los dientes
contra los dientes
de los animales y las gentes.
La piña es un colibrí
volando en un solo sitio,
que chupa la miel del sol
cuando nadie la mira.
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
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Segundo Ciclo. Educación Básica
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Segundo Ciclo. Educación Básica
y bajará a contarte
Calla, no lo interrumpas, sus historias fantásticas.
escucha al viento, calla,
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Y en la noche, a la luz del lampadario, rezaba con tan honda devoción, que la luna asomándose al
balcón,la hallaba con el alma en el breviario.
Una noche de tantas... ¡ay! mi amiga ya no volvió a asomarse al corredor. “Está mala”, dijeron: “un
dolor,
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Los ranchos de tejas por el sol doradas, agrestes surgían entre el rumoroso verdor de las cañas, y los
limoneros dábanle sus sombras aterciopeladas al balcón abierto frente a las montañas.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
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Segundo Ciclo. Educación Básica
90. El nido
Alfredo Espino
Salvadoreña
(Espino A. , 2001)
Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma, para beber rocío, para beber aroma, el árbol de la
sierra me da la sensación
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Segundo Ciclo. Educación Básica
No puedo detenerme,
Perdonad, tengo prisa,
Soy un río de fuerza, si me detengo
Moriré ahogada en mi propio remanso.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
(Fragmento)
Sonó el timbre.
El señor abrió la puerta.
La escalera estaba muy oscura.
Alguien, con un pañuelo atado a la cabeza,
El entregó una tarjeta que decía:
-pase, por favor; llevamos un mes como locos sin niñera ni cocinera.
Siéntese.
El señor abrió de par en par la ventana y de par en par los ojos.
-pues saltando, saltando, un día di un salto tan grande que me salté el mar.
- ¡Clo! ¡Clo!- el señor parecía que iba a poner un huevo, pero era que llamaba a su esposa,
Que se llamaba dulce Mariana Clotilde del Carmen, pero él, para abreviar, la llamaba Clo.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
93. El salto
Alfredo Espino
Salvadoreña
(Espino A. , 2001)
Escena regional; urente sol de estío; una grácil parásita cuelga su escalinata de alas de mariposa,
pájaros de escarlata, en la florida torre del conacaste umbrío.
Tal es el escenario por el que corre el río; el río que arboledas, cielo y frondas retrata
y que fulgura, a veces, como un listón de plata
que estuviera bordado con perlas de rocío...
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Segundo Ciclo. Educación Básica
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Segundo Ciclo. Educación Básica
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Segundo Ciclo. Educación Básica
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Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Chumelito de rosa:
la boca de mi niña.
Mariposas traviesas:
las manos de mi niña.
Chiltotas en la tarde:
la risa de mi niña.
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
100. El pez-plata
Rebeca Henríquez
Salvadoreña
(Inédito)
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Segundo Ciclo. Educación Básica
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102. Autoestima
Carmen Gil
Española
(Gil, 2019)
El elefante Tomás
vivía con lujo y pompa
y miraba a los demás
por encima de la trompa.
El paquidermo arrogante
gritaba cada mañana:
«Soy el ser más importante
de la sabana africana».
Y murmuraba el ratón
meneando su bigote:
«¡Este animal fanfarrón
es tonto de capirote!».
El elefante fantoche
pedía auxilio y ayuda.
Menos mal que al ratoncito
le llevó la voz el viento.
En cuanto oyó el primer grito,
acudió en su salvamento.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
103. Tu alegría
Carmen Gil
Española
(Gil, 2019)
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Hace tu cascabel,
en un mágico encuentro,
caricias en la piel
y cosquillas por dentro.
Tu alegría radiante
que vuelve ─ya lo ves─,
y sólo en un instante,
la vida del revés.
Llénate de energía.
Ten la sonrisa puesta.
Derramando alegría,
viste el día de fiesta.
Gil, C. (01 de noviembre de 2019). Poemitas. Obtenido de Portal de literatura infantil: https://poemitas.org/
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Segundo Ciclo. Educación Básica
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Levantaremos montañas
y en las montañas, ranchitos,
y sobre un río sonoro
relucientes puentecitos.
198
Segundo Ciclo. Educación Básica
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
199
Segundo Ciclo. Educación Básica
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
200
Segundo Ciclo. Educación Básica
201
Segundo Ciclo. Educación Básica
108. Nochebuena
Gilberto Velado
Salvadoreña
(Echeverría, 2018)
Arriba la luna,
abajo el pastor.
Tambores de viento.
Y las doce son.
Luciérnagas queman
su leña de amor.
Estrellas noctámbulas.
Y las doce son.
Pájaros insomnes
de cálida voz
cantan en el aire.
Y las doce son.
La Virgen María
¡Oh Señor, Señor!
Se baña de rosas.
Y las doce son.
Al claro de estrellas
José, su varón,
recoge los nardos.
Y las doce son.
202
Segundo Ciclo. Educación Básica
Campanas de plata
de alegre din-don.
Hoy es nochebuena.
Y las doce son.
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
203
Segundo Ciclo. Educación Básica
Camellos de plata,
coronas de amor.
Los tres Reyes Magos,
enmedio Melchor.
El casco dorado
brilla al caminar.
Los tres Reyes Magos,
detrás Baltasar.
Otean el cielo
de allá para acá.
Buscan una estrella.
Buscan a Jehová.
Caminan... caminan...
Primero Gaspar,
en medio Melchor,
detrás Baltasar.
Cruzando la noche
los tres Reyes van:
con mirra, Gaspar
incienso, Melchor
y oro, Baltasar.
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
110. Nacimiento
Claudia Lars
Salvadoreña
(Echeverría, 2018)
Lucero del alba:
farol de Belén;
luna que se clava
sobre la pared;
nubes obedientes,
cielo de papel
y en el horizonte
ángeles de pie…
Cerros y cañadas,
mínimo vergel,
y entre río y bosque
el viaje del tren;
al avión de alturas
lo alcanza el ciprés
y la mariposa
lo puede vencer.
Casas de cartón,
caminos de ayer,
soldados gigantes,
torres de ajedrez;
carretas viajeras,
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Segundo Ciclo. Educación Básica
cascos en tropel,
mundo que en la mano
se puede coger.
206
Segundo Ciclo. Educación Básica
111. El circo
Sara Palma de Jule
Salvadoreña
(Echeverría, 2018)
Ha llegado el circo
con sus cuatro leones,
grandes elefantes
y traviesos monos.
¡Cómo me emociono
con los trapecistas!
Luces y colores
adornan la pista.
A todos aplaudo,
a todos los quiero...
¡pero es al payaso
a quien yo prefiero!
Fuente: Echeverría, M. (2018). Sol de cariño . San Salvador : Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Un búho, en su sabiduría, aconsejó a las aves que cuando ciertas bellotas comenzaran a salir, las alejaran de
la tierra y así no pudieran crecer. Ella dijo que las bellotas producirían un fruto, del cual un veneno
irremediable sería extraído y por el cual ellas serían capturadas. El Búho después les aconsejó que
desenterraran las semillas del lino, que los hombres habían sembrado, pues era una planta que no les
presagiaba nada bueno. Y, finalmente, el búho, viendo acercarse a un arquero, predijo que este hombre,
estando parado en un mismo sitio, lanzaría dardos armados con plumas que volarían más rápido que las alas
de ellas mismas.
Las aves no dieron crédito a estas palabras de advertencia, y más bien pensaron que el búho estaba fuera de
sí y dijeron que estaba loco.
Pero después, ante los hechos, descubrieron que sus palabras eran ciertas, y ellas se admiraron de su
conocimiento y la juzgaron de ser la más sabia de las aves.
De ahí es que parece que ellas lo contemplan como el que sabe todas las cosas, y aunque él ya no les da
nuevos consejos, en la soledad lamenta que no siguieran sus anteriores advertencias.
Moraleja: Nunca se deben de rechazar, sin haberlas analizado serenamente, las recomendaciones de los más
sabios.
Un caballero calvo, quien usaba una peluca, salió un día a cazar. De pronto un golpe de viento voló su
sombrero y su peluca, lo que provocó un estallido de risas entre sus acompañantes.
Pero él, parando su caballo y con gran buen humor, se sumó al gozo diciendo:
– ¡Qué maravilla es que cabellos que no eran míos me abandonaran, cuando ellos también ya habían hecho
lo mismo con el hombre en el cual crecieron!
Moraleja: Buena decisión es tomar con serenidad lo que ya sucedió y que ya no se puede evitar.
208
Segundo Ciclo. Educación Básica
El aceituno ridiculizaba a la higuera porque, mientras él era verde todo el año, la higuera cambiaba sus hojas
con las estaciones. Un día una nevada cayó sobre ellos, y, estando el aceituno lleno de follaje, la nieve cayó
sobre sus hojas y con su peso se quebraron sus ramas, despojándolo inmediatamente de su belleza y matando
al árbol. Pero al estar la Higuera desnuda de hojas, la nieve cayó directamente a la tierra, y no la perjudicó
en absoluto.
Moraleja: No debemos burlarnos de las cualidades ajenas, pues las nuestras pueden ser inferiores.
Cuando Zeus creó al hombre, sólo le concedió unos pocos años de vida.
Pero el hombre, poniendo a funcionar su inteligencia, al llegar el invierno edificó una casa y habitó en ella.
Cierto día en que el frío era muy crudo, y la lluvia empezó a caer, no pudiendo el caballo aguantarse más,
llegó corriendo a donde el hombre y le pidió que le diera abrigo.
Le dijo el hombre que sólo lo haría con una condición: que le cediera una parte de los años que le
correspondían. El caballo aceptó.
Poco después se presentó el buey que tampoco podía sufrir el mal tiempo.
Contestóle el hombre lo mismo: que lo admitiría si le daba cierto número de sus años. El buey cedió una
parte y quedó admitido.
Por fin, llegó el perro, también muriéndose de frío, y cediendo una parte de su tiempo de vida, obtuvo su
refugio.
Y he aquí el resultado: cuando los hombres cumplen el tiempo que Zeus les dio, son puros y buenos; cuando
llegan a los años pedidos al caballo, son intrépidos y orgullosos; cuando están en los del buey, se dedican a
mandar; y cuando llegan a usar el tiempo del perro, al final de su existencia, vuélvense irascibles y
malhumorados.
Moraleja: Describe esta fábula las etapas del hombre: inocente niñez, vigorosa juventud, poderosa madurez
y sensible vejez.
209
Segundo Ciclo. Educación Básica
116. El adivino
Esopo
Griego
(Esopo, 2019)
Moraleja: Siempre hay personas que pretenden dirigir lo que no les corresponde, pero no pueden manejar
sus propios asuntos.
Cierto día un hombre capturó a un águila, le cortó sus alas y la soltó en el corral junto con todas sus gallinas.
Apenada, el águila, quien fuera poderosa, bajaba la cabeza y pasaba sin comer: se sentía como una reina
encarcelada.
Pasó otro hombre que la vio, le gustó y decidió comprarla. Le arrancó las plumas cortadas y se las hizo
crecer de nuevo. Repuesta el águila de sus alas, alzó vuelo, apresó a una liebre para llevársela en
agradecimiento a su liberador.
La vio una zorra y maliciosamente el mal aconsejaba diciéndole:
–No le lleves la liebre al que te liberó, sino al que te capturó; pues el que te liberó ya es bueno sin más
estímulo. Procura más bien ablandar al otro, no vaya a atraparte de nuevo y te arranque completamente las
alas.
Moraleja: Siempre corresponde generosamente con tus bienhechores, y por prudencia mantente alejado de
los malvados que insinúan hacer lo incorrecto.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Moraleja: Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.
Un águila hizo su estancia en lo alto de un roble alto; una gata, habiendo encontrado un agujero conveniente,
se asentó en el medio del tronco; y una cerda salvaje, con sus crías, tomó refugio en un hueco al pie del
árbol.
La gata hábilmente resolvió a destruir esta comunidad casual. Para realizar su diseño, subió a la estancia del
águila, y le dijo:
— La destrucción viene para usted, y para mí también, lamentablemente. La cerda salvaje, a quien usted ve
diariamente escarbando la tierra, desea desarraigar el roble, y entonces ella, en su caída, agarrará nuestras
familias como alimento para sus crías.
Habiendo asustado así terriblemente al águila, ella se arrastró abajo a la cueva de la cerda, y le dijo:
— Están sus crías en gran peligro; ya que tan pronto como usted sale con su basura para buscar alimento, el
águila está lista para saltar sobre uno de sus pequeños cerdos.
Habiendo infundido este terror en la cerda, la gata se fue y simuló esconderse en el hueco del árbol. Cuando
la noche vino ella salió adelante con pie silencioso y obtuvo el alimento para ella y sus gatitos, pero fingiendo
tener miedo, ella guardó vigilancia hasta el final del día.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Mientras tanto, el águila, llena de terror por la cerda, se quedó quieta en las ramas, y la cerda, aterrorizada
por lo dicho del águila, no se atrevió a salir de su cueva. Y así ambos, junto con sus familias, fallecieron de
hambre, y se convirtieron en provisión amplia para la gata y sus gatitos.
Moraleja: Nunca te dejes dominar por los terroristas, pues sólo buscan tu ruina y destrucción.
Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo,
suplicándole que le salvara.
Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia
del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.
Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos,
y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió
a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.
Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de
barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad,
y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época
en que salen a volar los escarabajos.
Moraleja: Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
121. El alción
Esopo
Griego
(Esopo, 2019)
Este pájaro gusta de la soledad y vive siempre a orillas y sobre el mar. Se dice que para huir de los hombres
que le dan caza, hace su nido en las rocas de la orilla.
Un día un alción que iba a poner, se encaramó a un montículo, y divisando un peñasco erecto dentro del
mar, hizo en él su nido. Al otro día que salió en busca de comida, se levantó el mar por una borrasca, alcanzó
al nido y ahogó a los pajarillos. Al regresar el alción y ver lo sucedido, exclamó:
-¡Desdichado de mí, huyendo de los peligros conocidos de la tierra, me refugié dentro del mar y me fue
peor!
Moraleja: Desconfía de lo desconocido.
Fuente: Esopo. (15 de noviembre de 2019). ciudadseva.com. Obtenido de https://ciudadseva.com/texto/el-
alcion/
122. Cosmogonía
Miguel Angel Espino
Salvadoreña
(Espino, 1996)
LA profunda imaginación de los pipiles creó su cosmogonía, que tanta poesía encierra. La tierra rodaba en
el espacio, zumbando en el silencio, dice. La noche se agrandaba en los contornos de las cosas. Todo es
negro, negra la tierra y negro el cielo. El frío se extendía en las frías cavernas de la Nada.
Es el vacío. La muerte está echada sobre el mundo. Nada vuela, nada flota, nada calienta. Ni ríos, ni valles,
ni montañas. Sólo está el mar.
Un día Teotl frotó dos varitas de achiote y produjo el fuego. Con las manos regaba puñados de chispas que
se esparcían por el vacío formando las estrellas. El misterio se poblaba de puntos de luz.
De pronto, en lo más alto del cielo, surgió Teopantli, el Reformador, que rige el Universo. Surgió sonriente,
envuelto en una cascada de luz.
Teotl lanzó el último puñado de fuego, que allá abajo se condensó en un témpano de luz: ese fue Tonal, el
buen padre Sol.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Pero entre el ruido de los capullos de la vida que reventaban, de los mundos que se engolfaban en sus órbitas,
de las explosiones de la luz, Teopantli lloró.
Y su lágrima rodó, hasta quedarse suspendida. Se hizo blanca y giró. Esa fue Metzti, la buena madre Luna.
Por eso es triste. Proyectó su luz sobre la tierra y ya no estaba vacía. Los mares se rompían contra las costas.
Había montañas y había barrancos. Sobre las cumbres peladas rugían las fieras. Su luz pálida iluminó un
combate de leones. En las charcas y entre las lianas corrían las lagartijas. Los ríos se retorcían como culebras
blancas. La vida cantaba.
Explica después cómo fue creado el hombre, nacido del coágulo de un nopal, que se enfangó dando origen
a una casta de hombres malos, que indignaron al Creador. Se desató sobre ellos una furiosa lluvia, y el
huracán silbaba quebrando las montañas. Todos murieron, a excepción de Coscotágat y Tlacatixitl, nuestros
padres.
Curiosa es, entre los pipiles, la leyenda de los cuatro soles, extinguidos en épocas anteriores, y que
corresponden a cuatro edades durante las cuales ha desaparecido la vida en el planeta, a consecuencia de
grandes cataclismos.
En todas esas fábulas se ha creído ver fenómenos alusivos a conmociones sísmicas, a fases geológicas por
las que ha atravesado nuestro planeta.
Fuente: Espino, M. Á. (1996). Mitología de Cuscatlán. San Salvador, El Salvador: Consejo Nacional para la Cultura
y el Arte CONCULTURA
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Segundo Ciclo. Educación Básica
HUBO un tiempo en que la creación se vio amenazada. El cielo se estaba desmoronando. Vacilaba al peso
de las estrellas.
Era la infancia de la humanidad. Poco hacía que la tierra, en forma de una nube larga y gris se arrastraba
por el espacio húmedo. Poco hacía que se había condensado, dando origen a esta inmensa bola en que
vivimos.
Pero era lo cierto que el cielo se caía, como una plancha sin sostén. Tal era el derrumbe, y las quejas de la
tierra eran tan numerosas, que Dios pensó seriamente en cortar el mal.
En las cuatro esquinas del cielo apoyaron sus espaldas los enormes hombres. Y el cielo se detuvo. Las
estrellas afianzaron sus pilgajos de luz.
Desde entonces están, firmes siempre, parados los gigantes en las esquinas del cielo. Son cuatro: Kan-
Xibchac, en el Sur; Chac-Xibchac, en el Oriente; Zac-Xibchac, en el Norte; EkXibchac, en el Poniente. Kan
es amarillo, Chac, rojo; Zac, blanco, y Ek, negro.
Presidían cada uno, por turno, un período de cuatro años. Representaban los puntos cardinales, a quienes
daban su nombre.
Eran tenidos como dioses del aire. Súbditos de Achuncan (centro o fundamento del cielo) su poder se cernía
por sobre las estrellas, y agitaban sus alas membranosas entre las furias de las tempestades.
Fuente: Espino, M. Á. (1996). Mitología de Cuscatlán. San Salvador, El Salvador: Consejo Nacional para la Cultura
y el Arte CONCULTURA
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Segundo Ciclo. Educación Básica
ERAN los genios de las tempestades. Ladrones de los lagos, hace poco tiempo que aún cometían sus
fechorías. Una vez traían robada una laguna en un cascarón de huevo, de quién sabe dónde, y al pasar por
el volcán de Tecapa se les cayó, de lado, motivo por el cual esa laguna está inclinada. Otra vez intentaron,
con mal éxito, robarse el lago de Guija.
Era de verlos, cuando la tormenta venía bramando, despedir chispas con sus ojos barcinos. Eran mujeres
malas y dejaban la destrucción por donde pasaban.
Si en las tardes borrascosas se oía un ruido sordo, era que venían montados sobre palos secos, chiquitos y
terribles. Caían sobre las milpas y las tronchaban. Se hacían lagartijas o culebras y mordían a los curiosos
que los veían.
CHASCA era la Diosa de los pescadores. Salía en la barra de Santiago, en las noches con luna, remando
sobre una canoa blanca. La acompañaba Acayetl, su amado. La pesca abundaba en esas noches. Aún hoy
día se la recuerda:
Pescador, salió la luna,
desenvuelve tu atarraya:
esta noche es de fortuna,
pues ya viene,
la hermosa canoa blanca.
Fue en un tiempo lejano. En la Barra vivía Pachacutec, un viejo rico, pero cruel. Tenía una hija prometida
por él a un príncipe zutuhil. Se llamaba Chasca y era bella.
Un día ella conoció a un pescador, apuesto mancebo a quien llamaban Acayetl. Vivía en la isla del Zanate.
Y se amaron.
Pero Pachacutec se opone a ese amor. Sin embargo, todos los días cuando el sol abría los ojos tras la
montaña, ella escapaba de la choza, situada entre un bosquecito de guarumos, y se iba a la playa donde
Acayetl desde su balsa cantaba dulces canciones.
216
Segundo Ciclo. Educación Básica
Pero una mañana fue triste. La poza del Cajete amanecía dorada por el sol. Un viento frío que se arrastraba
raspando los piñales vecinos, olía a mezcal. Triste y fría, triste y callada; triste y solitaria; así estaba la poza
del Cajete.
De pronto una canoa apareció. Era Acayetl. Corría, y ya se acercaba a la playa, cuando entre los juncos de
la orilla un hombre oculto disparó una flecha. Era un enviado de Pachacutec. El pescador cayó muerto.
Y cuando el mar se estaba poniendo rojo, una mujer gritó en la playa. Era Chasca.
Corrió, loca en su dolor. Poco después volvía con una piedra atada a la cintura y se lanzó al agua. El mar
tiró sus olas sobre el cuerpo de la virgen.
Cuando Pachacutec murió era una noche de luna. Entonces se apareció por primera vez Chasca, en su canoa
hecha de una madera blanca, al lado de Acayetl.
En el paisaje de arena y sal, sobre el fondo negro del monstruo que se agita, a la luz serena de la luna llena,
Chasca con su vestido de plumas, es la eterna nota blanca de la Barra.
Fuente: Espino, M. Á. (1996). Mitología de Cuscatlán. San Salvador, El Salvador: Consejo Nacional para la Cultura
y el Arte CONCULTURA
125. Nahualismo
Miguel Angel Espino
Salvadoreña
(Espino, 1996)
DEMASIADO acostumbrada entre los indios era la práctica del nahualismo. Cuando un niño nacía era
llevado por el hechicero al patio de la casa, en donde invocado el espíritu del demonio, se presentaba en la
forma de cualquier animal. Durante varios días, a misma hora, se llevaba al niño al punto indicado, a donde
concurría el nahual, con el fin de que se familiarizara con éste.
El nahual era el protector del niño durante su vida, estableciéndose tal unión, decían los indios, que el animal
moría junto con el protegido. Conocida es la leyenda de que cuando Tecum-Umán murió, Alvarado tuvo
que matar un ave que volaba encima de él —quetzal— amenazándolo. Era el nahual del príncipe.
El indio que llegado a la mayoría de edad no tenía nahual —cosa indispensable para obtener riquezas o ser
feliz— se lo buscaba por sí propio.
Marchaba a un lugar apartado, en donde por abuso de ejercicios físicos e impresionado por la soledad del
lugar, se dormía. En el sueño se le aparecía el demonio en la forma de cualquier animal, que en adelante
pasaba a ser su nahual.
Fuente: Espino, M. Á. (1996). Mitología de Cuscatlán. San Salvador, El Salvador: Consejo Nacional para la Cultura
y el Arte CONCULTURA
217
Segundo Ciclo. Educación Básica
ESTABA allí. Negro bajo las ramas, salpicada de luna la faz siniestra. Se le distinguía claramente por las
tres plumas de guara que llevaba en la frente; era el Tigre del Sumpul, aquel río solitario y perdido que se
arrastra bajo peñas y entre raíces, el río de los crímenes que se ha teñido tantas veces en sangre y ha
escuchado tantos gritos de angustia y de dolor. ¡Río de cadáveres y de huesos!
Allí mismo, aquel hombre que se ocultaba tras el tronco de aquel nudoso tigüilote, había robado a los
viajeros y había abonado sus márgenes con sangre. Era de origen maya. Se había creado en las montañas,
en las altas montañas de Chalatenango, donde la confederación pipil había detenido el avance del
imperialismo ulmeca. Desde el alto Cayaguanca hasta el tétrico Sumpul, había recorrido cometiendo
crímenes.
En la orilla de los caminos quemaba una mezcla de hojas de "tapa" (datura) y de tabaco, cuyo humo produce
sueño, delirios y debilidad física instantánea; hacía caer a sus víctimas por medio de ese violento veneno de
la daturina.
Quién sabe por qué circunstancias estaba ahora en tierras pipiles. Y seguía siendo el criminal de antes.
Era bastante entrada la noche. El silencio engrandecía el ruido de las lagartijas que corrían.
Y se oyeron unos pasos apagados por el polvo del sendero. Un mancebo avanzaba. Un indio querido de todo
el pueblo, Malinalli (yerba retorcida). A la luz de la luna se le veía, cruzado sobre el pecho, el valioso tejido
de piel de chinchintor, que acostumbraba llevar siempre, venía distraído, cantando una vieja canción, cerca
ya del tigüilote fatal.
Detrás del tronco nudoso, el Tigre del Sumpul prepara su cerbatana, un carrizo largo con el que dispara
dardos envenenados.
Y el joven cayó. El veneno, quizá demasiado viejo, no produjo su efecto inmediato, porque el indio pudo
defenderse por algún tiempo sin que la parálisis nerviosa lo imposibilitara. Tras corta lucha, el Tigre del
Sumpul sacó una cuchilla de obsidiana, y bajo la mirada inocente de Metzti, la hundió en el pecho de su
víctima. Salió la sangre, manchando el suelo, y con un ademán violento arrancó el tejido de piel de
chinchintor que llevaba en el pecho.
La desaparición de Malinalli, causó mucho pesar en el pueblo. Todos aseguraban que sería vengado por su
nahual: una furiosa culebra Masacuat que, según aseguraban algunos, ostentaba la señal de una gran mancha
blanca sobre su lomo negro.
Pasó el tiempo.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
El Tigre del Sumpul había huido de tierras pipiles, asustado por los frecuentes encuentros que tenía con una
Masacuat larga, con una mancha blanca sobre el lomo negro. Está ahora en el peñón de Cayaguanca.
Era de noche. La luna se paseaba sobre la selva silenciosa. De las montañas vecinas venía un aire frío.
Por la orilla de una ladera escueta, entre un ralo grupo de árboles, caminaba un hombre con una flecha al
hombro. En el tronco de un nudoso tigüilote, la luna dibujaba sobre el suelo la figura como de una rama que
se movía. Avanzó el hombre, y al pasar frente al árbol, algo se alargó, enrollándosele rápidamente al cuello.
Se oyó un grito. Allí, contra el árbol, había un hombre apretado al tronco.
Fuente: Espino, M. Á. (1996). Mitología de Cuscatlán. San Salvador, El Salvador: Consejo Nacional para la Cultura
y el Arte CONCULTURA
PERO no vayáis a pensar que sólo había nahuales tétricos. Aves negras que graznaban sobre campos
sangrientos, en noches de asalto, con ojos terribles. No. También había nahuales dulces, pájaros que sabían
llorar cuando moría una niña bella. Aves a quienes la luna sorprendía regando flores sobre las tumbas de
dueñas o muertas.
Yo conozco una leyenda. Fue bajo la tiranía de Pilguanzimit, que los señores de Ixtepetl alzaron el estandarte
de la rebelión. Fue una lucha sangrienta. El invierno llenó de agua las cuencas de millares de calaveras que
se quedaron mirando al cielo. Ciudades, selvas, todo lo destruyó el incendio y la muerte fijó su guarida en
nuestras selvas.
Por fin cayeron los bravos caciques, y sólo allá, en el recodo de las montañas, un grupo huraño de rebeldes
se aisló. Estaba con ellos Apanatl, hija del cacique muerto.
Tenía el espíritu guerrero de su padre y con sus huestes atacó al tirano varias veces. Tenía por nahual una
chiltota que en los combates cantaba apoyada sobre sus hombros.
Una noche Apanatl se alejó del vivac. Estaba en guerra con la metrópoli.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
Y ya sus guerreros no la volvieron a ver. En la mañana la encontraron rígida y yerta, con el corazón
atravesado de un flechazo.
Ya su grito guerrero no se oyó en el combate, y su brazo gallardo no agitó más hachas contra el tirano.
Pero en las ramas floridas del aromo, al pie del cual había caído muerta, una chiltota edificó su nido. Sacudía
las ramas y cubría el suelo de flores.
Cuentan que una noche la chiltota también murió. A medio canto la luna la vio caer, rígida y muda, sobre
la alfombra de flores que ella misma había tendido...
Ahora ya no hay nahuales dulces. Ni sobre las ramas floridas, pueblan chiltotas que cantan y cubren de
flores las tumbas. ¡Oh los nahuales queridos que se fueron con la raza!
Fuente: Espino, M. Á. (1996). Mitología de Cuscatlán. San Salvador, El Salvador: Consejo Nacional para la Cultura
y el Arte CONCULTURA
128. La Siguanaba
Miguel Ángel Espino
Salvadoreño
(Espino M. Á., 2019)
Alta, seca. Sus uñas largas y sus dientes salidos, su piel terrosa y arrugada le dan un aspecto espantoso. Sus
ojos rojos y saltados se mueven en la sombra, mientras masca bejucos con sus dientes horribles. De noche,
en los ríos, en las selvas espesas, en los caminos perdidos vaga la mujer. Engaña los hombres: cubierta la
cara, se presenta como una muchacha extraviada: "lléveme en ancas", y les da direcciones falsas de su
vivienda, hasta perderlos en los montes. Entonces enseña las uñas y deja partir al engañado, carcajeándose
de lo lindo, con sus risas estridentes y agudas. Sobre la piedra de los ríos golpea sus "chiches", largas hasta
las rodillas, produciendo un ruido como de aplausos.
Es la visitante nocturna de los riachuelos y de las pozas hondas, donde a medianoche se le puede ver,
moviendo sus ojos rojos, columpiada en los mecates gruesos. Hace mucho tiempo que se hizo loca. Tiene
un hijo, de quien no se acuerda: Cipitín, el niño del río.
¡Cuántas veces Cipitín no habrá sentido miedo, semidormido en sus flores, al oír los pasos de una mujer que
pasa riendo, río abajo, enseñando sus dientes largos! Existió en otro tiempo una mujer linda. Se
llamaba Sihuélut y todos la querían. Era casada y tenía un hijo. Trabajaba mucho y era buena. Pero se hizo
coqueta. Lasciva y amiga de la chismografía, abandonó el hogar, despreció al hijo y al marido, a quien
terminó por hechizar.
La madre del marido, una sirvienta querida de Tláloc, lloró mucho y se quejó con el dios, el que, irritado,
le dio en castigo su feúra y su demencia. La convirtió en Sihuán (mujer del agua) condenada a errar por las
márgenes de los ríos. Nunca para. Vive eternamente golpeando sus "chiches" largas contra las piedras, en
castigo de su crueldad.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
129. El Cipitín
Miguel Ángel Espino
Salvadoreño
(Espino M. Á., 2019)
Así era. La Siguanaba estaba loca; la habían visto, riéndose a carcajadas, correr por las orillas de los ríos y
detenerse en las pozas hondas y obscuras. Cipitín emigró a las montañas y vivió en la cueva que había en la
base de un volcán. Hace ya mucho tiempo, han muerto los abuelos y se han rendido los ceibos, y Cipitín
aún es bello, todavía conserva sus ojos negros, su piel morena de color canela, y todavía verde y olorosa la
pértiga de cañas con que salta los arroyos. Han muerto los hombres. Se fueron los Topiltzines, canos están
los Suquinayes, y el hijo de la Siguanaba aún tiene diez años. Es un don de los dioses ser así. Siempre
huraño, irá a esconderse en los boscajes, a balancearse en las corolas de los lirios silvestres. Cipitín era el
numen de los amores castos. Siempre iban las muchachas del pueblo, en la mañanita fría a dejarle flores
para que jugara, en las orillas del río. Escondido entre el ramaje las espiaba, y cuando alguna pasaba debajo
sacudía sobre ellas las ramas en flor.
Pero... es necesario saberlo. Cipitín tiene una novia. Una niña, pequeña y bonita como él. Se
llama Tenáncin.
Un día Cipitín, montado sobre una flor, se había quedado dormido. Tenáncin andaba cortando flores. Se
internó en el bosque, olvido el sendero, y corriendo perdida por entre la breña, se acercó a la corola donde
Cipitín dormía... Lo vio... El ruido de las zarzas despertó a Cipitín, que huyó, saltando las matas. Huyó de
flor en flor, cantando dulcemente. Tenáncin lo seguía. Después de mucho caminar, Cipitín llegó a una roca,
sobre las faldas de un volcán. los pies y las manos de Tenáncin
estaban destrozadas por las espinas del ixcanal. Cipitín tocó la roca con una shilca y una puerta de musgo
cedió. Agarrados de las manos entraron, uno después de otro. Tenáncin fue la última. El musgo cerró otra
vez la caverna. y no se le volvió a ver. Su padre erró por los collados y algunos días después murió, loco de
dolor.
Cuentan que la caverna donde Cipitín y Tenáncin estaba en el volcán de Sihuatepeque (cerro de la mujer)
situado en el actual departamento de San Vicente.
Han pasado los tiempos. El mundo ha cambiado, se han secado ríos y han nacido montañas, y el hijo de la
Siguanaba aún tiene diez años. No es raro que esté, montado sobre un lirio o escondido entre el ramaje,
espiando a las muchachas que se ríen a la vuelta del río.
¡Oh Cipitín! Guárdate de sus miradas que encienden el amor en el pecho de los adolescentes.
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Segundo Ciclo. Educación Básica
VIII. Bibliografía
37 Cuentos infantiles para descargar. (31 de octubre de 2019). Obtenido de Web del Maestro CMF:
https://webdelmaestrocmf.com/portal/35-cuentos-infantiles-cortos-para-descargar/
Recopilación de cuentos ilustrados. (31 de Octubre de 2019). Obtenido de Miguel Turra Ayuntamiento:
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