Forever Parte 1 - Recordar - Nuria Pariente Nogueras
Forever Parte 1 - Recordar - Nuria Pariente Nogueras
Forever Parte 1 - Recordar - Nuria Pariente Nogueras
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Recordar
- ¿Nerviosa?
- Creo que no. – Hoy es mi primer
día en la revista Hero Kinsey.
Caminamos dirección al metro, Maty
trabaja en una bocatería a las afueras, le
lleva casi una hora de desplazamiento,
tiene que realizar tres trasbordos; antes
se empleaba en pubs o cafeterías de la
zona, se acostumbró a vivir aquí y ahora
no quiere cambiar, pese a llevar más de
dos años, desplazándose diariamente a
la punta opuesta de la ciudad.
- Estás increíble. Ser de nuevo una
mujer libre te sienta de maravilla. –
Sonrío sutilmente sin desviar la
vista de mi ruta, mostrándome un
tanto cabizbaja.
- Todo está demasiado reciente.
- ¡No empieces!, ¡te lo advierto! –
Capta mi atención, la miro y
atraviesa mis oscuros ojos azules. -
¡Ese cabrón te reprimía, amargaba y
pisoteaba!, ¡no te atrevas agachar la
cabeza!, ¡no te atrevas a dedicar ni
un segundo de tus pensamientos a
ese mamarracho!, ¡qué le den por el
culo! – Niego, forzando una leve
sonrisa. – Nueva vida, nuevo
trabajo, nuevos proyectos. El
sábado noche volviste a nacer. Por
tanto, ¡vive!, tienes una segunda
oportunidad.
Coge mi brazo, lo aprieta y ladea la
cabeza reposándola sobre mi hombro.
Tenemos la misma estatura, metro
setenta y cinco.
He tenido mucha suerte de poder
contar con su ayuda, aparecí como alma
en pena en su piso el miércoles, me
acogió sin bacilar lo más mínimo, solo
hizo una pregunta: <<¿Cuál era tu
dirección exacta?>>
Al día siguiente, el salón se
encontraba abarrotado con todas mis
pertenencias, no daba crédito, se fue en
plena noche y arrasó el lugar; buenas
risas nos echamos mientras me relataba
el atraco, hubiera pagado por ver la cara
Álvaro cuando se presentó con la
furgoneta de un amigo y limpió los
armarios.
Alguna que otra cosa se quedó, cuando
pase un tiempo prudencial y me arme de
valor, me plantearé la posibilidad de ir
a por el resto.
Antes de abandonarle, me aseguré de
tenerlo todo amarrado: nuevo trabajo,
cuentas bancarias separadas, algo de
efectivo para ir tirando, anular mi
nombre del contrato de arrendamiento,
… fui lo suficientemente hábil y sigilosa
como para gestionarlo todo con lo
mayor de las discreciones, de otro modo
nunca me hubiera dejado libre, intuyo
que de cara al divorcio sí que tendremos
que vernos las caras.
Llevábamos juntos la gerencia de la
revista de su padre, controlaba cada
segundo de mí día y se ocupaba
personalmente, de que no destacara más
que lo justo y necesario; pisoteaba la
firma de mis artículos, con la excusa de
que era mejor que llevara su apellido,
por la concordancia del mismo con el
nombre de la revista.
He sido una pobre pringada a la que
han manipulado y vejado
sicológicamente durante cuatro fatídicos
años de matrimonio, pero eso se acabó,
Maty lleva toda la razón, he de pasar
página, valgo mucho y aún en veintiocho
años que tengo, no he sido capaz de
demostrarlo.
Acabé los estudios, apenas hice alguna
que otra práctica en diversas
publicaciones y conocí al que se
convertiría en mi esposo, tras apenas
medio año de noviazgo. Todo
demasiado precipitado con presión por
parte de mis padres, quienes lo veían
como un buen partido; mi poca o ninguna
personalidad de entonces me llevó a
cometer el que sería el peor error de mi
vida.
No supe cómo era realmente hasta que
nos tocó convivir, por no disgustar a mi
familia he aguantado lo inimaginable,
hasta el miércoles pasado en el que
decidí ponerle punto final.
Al que no le gusté que mire hacia otro
lado, solo tengo una vida y me
pertenece.
- Que tengas un buen inicio. Sé tú
misma, por una maldita vez en tu
vida, disfruta de lo que haces. – Me
achucha y besuquea. Río con ganas,
es la mar de simpática, otra cosa no
tendré claro pero que de ahora en
adelante voy a reír y divertirme
gracias esta mujer, no quepa duda a
nadie. - Nos vemos al anochecer. –
Canturrea alegre.
- Nos vemos al anochecer. –
Devuelvo su sonrisa.
Trota escaleras abajo, rumbo al metro.
La observo durante unos breves
instantes descender alegre y risueña,
antes de centrarme nuevamente en mi
destino, el cual se encuentra a escasos
cinco minutos; he tenido suerte
encontrando trabajo próximo a su
apartamento, que ahora tan amablemente
comparte conmigo.
***
<<…La revista Hero Kinsey, fundada
por Bryan Kinsey un joven Americano
que emigró siendo niño; tiene la
nacionalidad Española por parte de
madre, comenzó los estudios de
periodismo que no llegó a finalizar, ya
que con tan solo veintiún años fundó su
propia empresa, una revista pionera y
multi ventas a nivel internacional,
exclusiva para el hombre moderno y
actual...>>
<<Interesante>>, leo en mi buscador
del móvil, no me da margen a más, para
ser una multi venta calculo que llevará
unos veinticinco años en el mercado,
con lo que el Señor Bryan Kinsey
rondará los cincuenta.
Envié tal masificación de curriculums,
que ni me paré a investigar sobre cada
una de las publicaciones a las que lo
hacía.
El Viernes tarde contactaron conmigo
ofreciéndome este puesto, redactora en
una de sus secciones, lo siguiente fue
salir a celebrarlo a la mayor urgencia
posible, y para ello había que ir
previamente de peluquería, compras,
estética,… cosas que ni recordaba cómo
se hacían; por tanto no he tenido margen
para hacer los deberes, estaba ocupada
reseteando mi insulsa vida.
Las oficinas están en uno de los
edificios multiempresas cercanos a la
Plaza del Sol, la revista ocupa catorce
plantas, concretamente de la cincuenta y
seis a la setenta.
Espero paciente, tal y como me ha
indicado la joven que ocupa la
recepción de la planta cincuenta y seis,
frente a la puerta del despacho que lleva
impreso en la chapa el nombre Julia
Orto.
- Señorita Tonson.
- Sí. – Es una mujer entrada en los
sesenta quien entona mi nombre,
asomada al umbral del elegante
despacho.
- Acompáñeme por favor.
Obedezco, camina a escasos dos
metros por delante guiándome por el
entresijo de pasillos, erguida, seria y
segura sobre sus tacones Louis Vuitton.
- Ha traído la documentación que le
pedimos. – Habla sin dignarse a
mirarme. No me gusta.
- Claro. – Frena, vira, recoge la
carpeta que le tiendo y continúa su
marcha.
- Espere aquí.
Fría, déspota, soez,… idiota.
Sería la definición más acertada de la
mujer que me ha dejado aquí plantada,
en medio de la nada, puesto que eso es
exactamente lo que hay, nada de nada,
pasillo y pasillo.
Pasados unos minutos sale del interior
de la habitación, roza mi brazo al pasar
sin mediar palabra.
<<¿Se supone que debo seguirla?>>
La observo estupefacta, ya me saca
diez metros, frena volviéndose irritada.
- Muévase, no tenemos todo el día.
¡Será borde! Se detiene nuevamente
frente a los ascensores.
- Suba a la panta setenta, entregue
esto en recepción, allí le indicarán.
Me da la espalda sin dignarse a
despedirse.
<<Menuda prepotente que está
hecha, menos mal que dudo tener que
volver a interaccionar con este
espécimen de ser humano>>.
No me corto en ponerla verde mientras
espero frente a los ascensores y la
observo caminar bien erguida, con
claros aires de alto ego y superioridad;
no me gustan las personas que se creen
estar por encima de los demás y desde
luego esta mujer, es esa exactamente, la
impresión que me ha causado.
***
Esto ya tiene mejor pinta, es la sala de
reuniones donde tiene lugar las
tormentas de ideas; un torrente de gratas
emociones me invade de pies a cabeza,
la secretaría de Señor Bryan Kinsey, me
ha indicado que aguarde aquí a ser
recibida personalmente por él.
No pongo altas expectativas en el gran
empresario apunto de conocer, viendo el
carácter apático que se gasta quien te da
la bienvenida y se supone es la primera
impresión que tienes de la compañía, no
puede ser mucho mejor, sino no le
permitiría hacer alarde de semejante
alto ego…
- ¡Muy buenos días! ¡¿Señorita
Tonson?!
Me sobresalto ante el tremendo
alarido que proviene de la puerta, dirijo
mi atención hacia este punto, al final
pasa de los cincuenta, es un hombre alto,
corpulento, rubio rizoso, ojos verde
esmeralda, bastante atractivo; aunque
viste desaliñado, con vaqueros gastados
y camisa a cuadros manga corta por
fuera, un estilismo demasiado informal.
Camino en su dirección levantando la
mano derecha al encuentro de la que me
tiende.
<<A simple vista, defrauda un poco.
Admito que en cierto modo, lo
esperaba>>.
- Sí, Cintia Tonson. Encantada de
conocerle Señor Kinsey.
- Lo mismo digo joven. Llámeme
Owen.
- Oh. – Frunzo el ceño. – Disculpe,
había entendido que su nombre era
Bryan. Bryan Kinsey.
- ¡¡NO!! ¡Bryan es mi hijo! – Ríe
ruidoso. – No suelen confundirnos.
Me lo tomo como un cumplido. –
Me guiña un ojo.
Tierra trágame, no sé dónde meterme.
¿Por qué iba a tomárselo como un
cumplido? No pretendía ser descarada
ni mucho menos, es solo… que me
dijeron, que me recibiría Bryan Kinsey
en persona, y al no ser capaz de ponerle
cara… en fin… creí que este hombre
era…
- Bryan llegará en cualquier
momento. Hoy estoy aquí de
casualidad. – Sonríe todo el tiempo.
– A veces me paso a visitar a mi
hijo. Acaba de llamarme, me ha
pedido que la reciba, viene un poco
retrasado. ¿Puedo ofrecerle algo
mientras espera?
- No, gracias. – Recoloco uno de mis
rizos tras la oreja.
- Como quiera.
Situado frente a mí, me observa sin
decir nada. Con ambas manos a la
espalda entrecruzadas, balanceándose
adelante y atrás sobre sus talones.
Qué situación más incómoda, ¿qué
decir?, ¿qué hacer?
- Su madre y yo estamos divorciados,
¿sabe? – Abro los ojos como
platos. A mí que mi importa, que
comentario más inapropiado. No irá
a contarme su vida. – Así que de
vez en cuando, me paso a ver al
chaval. – Se encoje de hombro.
- Ya.
No me hubiera importado esperar sola.
¡Qué situación! No sé qué espera este
hombre que le diga.
- Si tengo que esperar a que sea él
quien venga a verme, pasarían
meses. – Carcajea con ganas. – O
tal vez años. – Sigue riendo el solo,
antes sus propias conjeturas. - Es un
joven muy ocupado….
- Perdón por el retraso.
¡Salvada! Una contundente y varonil
voz, sale de detrás del cincuentón. Éste,
ocupa toda la puerta con su corpulento
cuerpo, impidiéndome ver al verdadero
Señor Kinsey.
- ¡A cualquier cosa llamas retraso,
hijo! – Exclama Owen mirando su
reloj.
- Detesto la impuntualidad. Había
demasiado tráfico. - Papá Kinsey se
aparta, abriendo paso a su hijo. –
Le ruego acepte mis disculpas
Señorita Ton…
<<¡Venga ya! ¡No puede ser
verdad!>>
Se me corta la respiración, con los
ojos a punto de salirse de órbita, coloco
mis manos sobre la boca impidiendo que
un grito ahogado escape de ella, sudo en
frío, tiemblo, mis piernas se convierten
en gelatina,… creo que me voy a
desmayar.
- ¿Señorita, se encuentra bien?
Es Owen quien se interesa por mi
salud. Sosteniendo con preocupación mi
muñeca con ambas manos.
Bryan, ahora sé cómo se llama mi
depravado polvo del sábado noche, me
observa tan estupefacto como yo a él,
incapaz de reaccionar, atragantado con
mi apellido.
Niego, ante la evidencia tan garrafal
que postra ante nosotros, como sí así la
vergonzosa situación fuera a
desvanecerse.
Esta es la segunda vez en menos de
cinco minutos que me encantaría que la
Tierra se abriera y me engullera; intuyo
por el ardor de mi cara, que mis
redondeados pómulos son dos
relucientes tomates; pierdo el exotérico
contacto visual con el morenazo que
debió ofrecerme la mejor sesión de sexo
pervertido que haya podido imaginar,
pero tristemente no recuerdo.
Es la situación más embarazosa en la
que jamás me haya visto implicada.
Toda la vida viviendo por el libro,
pauta a puta, y para una vez que me da
por desmadrarme, la cago, pero bien
cagada.
- ¿Me he perdido algo? – Inquiere
Owen nuevamente un tanto
desconcertado. Silencio sepulcral,
nadie dice nada. Owen carraspea. –
Bryan hijo… salta a la vista que es
una mujer muy hermosa, pero haz el
favor de reaccionar. Esto no es propio
de ti.
- Cierto. Perdón.
Le miro nuevamente. Observando
como sacude el rostro con los ojos
cerrados. Cuando vuelve abrirlos me
atraviesa con ellos, haciendo que toda
una misteriosa corriente eléctrica
atraviese mi cuerpo de pies a cabeza.
- Señorita… Tonson. Cintia Tonson.
¿Verdad? - Trago saliva, muevo mi
cabeza arriba y abajo.
- Disculpen. Ha sido un error aceptar
este trabajo.
No se me ocurre que más decir o
hacer, zigzagueo a ambos y salgo
apresurada, el ascensor no se encuentra
en la planta, así que decido usar las
escaleras, es una urgencia vital salir al
exterior de este edificio sea como sea, y
mis tacones, no serán impedimento
alguno.
A penas he descendido diez
escalones…
- ¡¿Cintia!?
Elevo la vista escaleras arriba y
observo como un majestuoso e
impecable hombre de negocios, con
traje oscuro Slim bien abrochado,
camisa blanca y corbata estrecha con
nudo perfecto del color del traje, baja
trotando los escasos diez escalones
hasta situarse a mi altura; frente a frente,
no aparta sus eclipsantes ojos verdes, no
dice nada, solo me mira sorprendido,
con un sutil y casi imperceptible
movimiento de cabeza negando la
evidencia.
Por mi parte, no soy capaz de
sostenerle la mirada durante demasiado
tiempo, siento una vergüenza atroz,
cualquiera le explica que no soy una
buscona que va por el mundo
emborrachándose y tirándose lo primero
que pilla, que de seguro, esa es la
imagen con la que me ve ahora mismo.
- El mundo es un pañuelo.
Capta mi atención, eleva la comisura
del labio dibujando una arrebatadora
sonrisilla, en su cuadrado e impoluto
rostro. Consigue descolocarme por
completo.
- Ya ves. – Vuelvo a tragar saliva.
<<Que atractivo y sexy es, con cada
movimiento que realiza parece estar
desprendiendo feromonas masculinas,
que me exigen a gritos arrojarme a sus
brazos>>.
- ¿Por qué dices que no debería haber
aceptado este puesto?
Le miro atónita. Tiene que estar de
broma. ¿Acaso no es obvio?
- Bueno, es que… nosotros… en fin,
que es un tanto… embarazoso. No
sabía…
- Yo tampoco lo sabía, pero no pasa
nada. Fue solo una noche.
Consensuada entre adultos, y como
tales creo que podremos dejarla al
margen,… si te parece bien. Esto es
trabajo. – Para mí es fácil. Ni
siquiera la recuerdo. – Aunque
admito que me costará horrores
sacarla de mi cabeza, prometo
intentarlo. – Sonríe con picardía.
- Agradezco tu esfuerzo. – Miro al
suelo. – Encontraréis otra persona,
de verdad gracias. Sigue siendo
demasiado… raro. – Enfilo
escalera abajo, enfrentándome a los
cientos de peldaños que descienden
ante mí.
- Cintia. Por favor. Espera.
Coloca su gran mano derecha sobre mi
vientre abarcándolo por completo, voy
bien embutida exhibiendo mi esbelta
figura, dentro de una falda lápiz de
cintura alta negra, con la impoluta
camisa blanca de seda sin mangas
remetida. Impide mi avance haciéndome
estremecer con ese efímero aunque
embriagador contacto, no soy de piedra,
todo mi cuerpo se tensa bajo la mano del
apuesto empresario.
- Tienes un curriculum
extraordinario, necesitamos con
carácter de urgencia a alguien con
tu perfil. Si te sientes más tranquila
sabiéndolo, no trabajarás
directamente para mí, estarás en la
planta sesenta y ocho, no nos
volveremos a ver, si… eso es lo
que quieres, salvo causa de fuerza
mayor.
Esto último lo enuncia precavido.
Viro, retira su mano, elevo el rostro
conectando nuevamente con esas
esmeraldas que tiene por ojos;
mordisqueo mí labio inferior, nerviosa y
superada en todos los aspectos.
No tardo en mascar y digerir sus
palabras, me bastan esos breves
argumentos para convencerme, puesto
que no puedo desaprovechar la
oportunidad de haber encontrado
trabajo, tan rápido y en un lugar tan
privilegiado, a escasos minutos del
apartamento de Maty.
- De acuerdo.
Sonrío introduciendo la mano entre
mis rizos negros azabache a la altura de
la sien, retirándolos en un preciso y
hábil movimiento, bajo su austera
mirada.
- Genial. Acompáñame.
Sigo al majestuoso empresario de
regreso a la sala de tormentas de ideas,
donde no queda rastro de su
característico padre.
Queda claro que no ha salido a él,
salvo el color de ojos verde esmeralda,
ni el tono de pelo, ni el físico, ni la
clase, ni la elegancia,… se le asemejan.
- ¿Te sentirías más cómoda si esta
introducción previa la realizara otra
persona? Suelo hacerlo yo, me gusta
conocer personalmente a mis
empleados... – Carraspea. – Eso no
ha sido muy oportuno. No en
sentido literal. – Mira nervioso a
todas partes. Pasa una mano por la
frente, desciende masajeando con el
índice la sien.
- Te lo he dicho. – Me mira
inquisitorio. – Que sería raro. –
Ladeo la cabeza, sin perder
contacto visual con su hipnótica
mirada.
- Es verdad. – Mira con descaro
hacia mi boca. Suelto el labio que
mordisqueaba instintivamente y
trago saliva por enésima vez. –
Solo me apetece saltar por encima
de esta mesa y arrancarte la ropa. –
Se me desorbitan los ojos. – Has
sido el mejor polvo salvaje de toda
mi vida.
Ni pestañeo ante su sincera
declaración. Creo que este sería un buen
momento para confesarle…
- Sé, que esperas… que debería
decir… que coincido. – Frunce el
ceño.
- No, sino es lo que piensas.
- Ya. Bueno… más bien, no lo
recuerdo.
Susurro acompañando mis palabras
con una risa nerviosa. Empiezo a menear
la mirada de un lado a otro.
- ¿No recuerdas nada? – Le miro un
breve instante, parece
decepcionado. Niego. – Mejor para
ti, así te resultará todo más sencillo,
en dos días dejará de verlo raro.
Supongo que la peor parte me la
llevo yo, que sí me acuerdo de todo
lo que hicimos y donde lo hicimos.
Suspira entristecido y me brinda una
forzada sonrisa, antes de reclinar el
rostro hacia la mesa, centrando su
atención en los papeles que tiene al
frente.
CAPÍTULO 2
No sé si estará empezando a
obsesionarse demasiado conmigo, es
incompresible que me pida
explicaciones, que aparezca allá donde
esté, que surjan tantas causas de fuerza
mayor. No me conoce de nada, aterrice
en su cama como cualquier otra un
sábado noche, ni que estuviera colgado
por mí.
- ¿Qué piensas?
- No sé qué le ha dado conmigo a
este hombre.
- Se habrá enamorado. – Me río con
ganas de manera ruidosa, una buena
carcajada.
- Sssscchhh, baja la voz, mami dice
que hay vecinos. – Susurra riéndose
por lo bajo.
- Idiota.
Alcanzada la cima del edificio
entramos en nuestro cutre apartamento y
el chuchurrido sofá nos da la bienvenida
a nuestro peculiar hogar, ambas
predispuestas a realizar las tareas que a
cada una le corresponden llegadas estas
horas de la tarde-noche según el
planning que hemos elaborado… bueno,
en realidad el planning que yo he
elaborado dado que no soy capaz de
vivir sin tareas asignadas, organización
de horarios y agenda, cosa que ella sí.
A mí me toca preparar la cena, Maty
deberá ir calentando el sofá, soy
consciente de que puede parecer que
salgo perdiendo en cuanto a las
obligaciones domésticas, pero la
realidad es bastante lejana ya que no
pienso comerme nada de lo que ella
cocine, trabajará en el sector hostelería
pero ello no la confiere titularidad de
cocinera.
***
- ¿Qué haces aquí otra vez? – Me
despierta por segunda vez en la
noche. - ¿Qué horas es?
- Las cuatro. ¿Le has contestado? ¿Te
ha mandado más? – Niego
adormilada. – Me da pena el
muchacho. Le pones muy cachondo,
vaya tienda tenía montada cuando
os encontré en el gym. – Suspiro.
- También me pone él a mí. –
Bostezo. – Pero acabo de salir de
una, ¿qué me voy a meter en otra? –
Me acurruco.
- Descansa. Piensa. Tú lo has dicho
un ciento veces nena, no hagas lo
que creen los demás que debes
hacer, sé tú misma, ¿qué haría una
Cintia Tonson NO despechada?
- Mmmmm…
- Pareces una vaca mugiendo. –
Empieza a reír. - ¿Puedo quedarme
aquí?
- Mmmmm…
- Espero que eso sea un sí.
***
Al amanecer encuentro a Maty
despatarrada al otro lado de la cama,
tengo lagunas entre los sueños y la
realidad, creo recordar que me pidió
quedarse aunque me daría igual que no
lo hubiera hecho.
Una buena ducha, pinceladas de
maquillaje, vestido azul marino ajustado
hasta las rodillas con tirantes y cinturón
blanco ancho, y a comerme el mundo…
¡Después de un buen café, claro está!
- Pensaste en lo que hablamos
anoche.
- No demasiado. – Soplo mi
humeante taza. – Trataba de dormir
entre biberón y biberón.
- JA, JA y JA… Muy graciosa.
- Nunca he añorado ser madre y
ahora con más motivo de peso, me
despiertas cada dos o tres horas
Maty. Acabaré echándote el
pestillo.
- Tienes que hablar con ese hombre,
me da pena y todo, fíjate. – Cambia
de tema.
- A mí también me quita el sueño, no
creas que no. – Suspiro. – Trataré
de hablar con él hoy.
***
Cepillo mi ensalada en menos de dos
minutos para volver al trabajo, casi
tengo perfilada y rematada la entrevista
d e Arnold Collins, hoy llego a las seis
al gimnasio como que llamo Cintia
Tonson.
- Cinty.
- Dime. – No miro a mi becaria,
continúo concentrada en la pantalla
de mi ordenador.
- Tienes visita. – Detengo mis
avariciosos dedos. Giro lentamente
temiendo que sea…
- Gracias Marga. – ¡ÉL! Avanza
sigiloso, con ambas manos en los
bolsillos del pantalón. – Cierra la
puerta por favor. – Me mira
alucinada, primera vez que le pido
algo así.
- Hola.
Una tenue e insulta vocecilla casi sin
fuerza, sale de un impecable, elegante y
magnífico morenazo guapo y sexy a más
no poder, quien avanza precavido en mi
dirección.
Reprimo mi risa como puedo,
reclinando la cabeza y situando un
mechón de pelo imaginario tras mi
oreja, al recordar el símil de Maty entre
el parecido de su indumentaria y la de
los Men in Black, al objetar que vuelve
a vestir con traje oscuro, camisa de lino
blanca y corbata estrecha del color del
traje.
- Hola Bryan. – Me incorporo de mi
sillón, rodeo la mesa y reposo el
trasero contra ella. <<¿Podría ser
este buen momento para mantener
la conversación que me prometí a
mí misma que tendríamos?>> -
¿Tenemos una causa de fuerza
mayor?
Al fin consigo que me deleite con su
arrebatadora sonrisa.
Enarcando una ceja prosigue con su
pernicioso avance, con paso sensual a la
par que elegante.
Es todo un privilegio para la vista.
- Esta vez sí. Voy a preguntarte algo.
Sin intención de molestarte ni
faltarte al respeto. ¿De acuerdo?
Capta toda mi atención de golpe,
asiento pausadamente mientras conjeturo
que no tendremos la conversación auto-
prometida en estos momentos.
- Tienes un curriculum impecable,
indudablemente te sitúa como una
profesional de pies a cabeza. – Por
aquí van a ir los tiros de la causa
de fuerza mayor que hoy no atañe,
se me ponen las orejas de pico. –
Te comenté que tengo un equipo de
investigación privado, todos
vosotros...
Retira la cara a un lado pasándose la
mano por la nuca de manera nerviosa.
- Esta visita es de jefe a empleada,
Cintia. – Advierte previamente a la
finalización de su frase.
- Te dije que sería raro interactuar
como tales, Bryan. Me queda claro.
Ahora dime lo que hayas venido a
decir. – Tras un casi atronador
suspiro continúa.
- No han encontrado en los últimos
cuatro años ningún artículo,
entrevista, publicación, reportaje…
que lleve tu firma, abalando y
corroborando tu valía para este
cargo.
Expulso el aire que inconscientemente
retenía, solo era eso, me ha hecho
temblar dado que necesito este trabajo.
- Tenéis que buscar por Stam.
- ¿Te cambiaste el apellido por el de
tu marido?, eso es muy Americano.
– Sonríe abiertamente, dejando que
la tensión ambiental se disipe.
- No. Jamás haría eso. – Niego
sonriente. – Como te comenté ayer,
la revista es del padre de Álvaro,
yo escribía los artículos y él los
firmaba, consideraba que era mejor
para la imagen de la publicación
que concordara el nombre de la
misma con su escritor habitual.
- ¿Me tomas el pelo? – Se le ha
quedado la boca abierta. Niego. –
Joder Cintia, ¿por qué has
permitido algo así?, eso es pisoteo
de propiedad intelectual.
- Era mi marido. – Me encojo de
hombros.
- ¿Y? – Reclino el rostro, incapaz de
soportar la vergüenza que esta
violenta situación me genera,
ciertamente me siento ridícula e
ingenua, habiendo permitido algo
así. – Ese tío es un gilipollas,
arrogante y mediocre.
Observo de reojo como se exaspera al
máximo exponencial, pasando
enérgicamente la mano por el pelo
alborotándolo completamente.
- No quiero hablar contigo de mi
relación con él. – Anticipo la
jugada.
- ¿Y de qué quieres hablar conmigo
Cintia?
Nuestras miradas chocan, la mía es
temblorosa a causa de los malos
recuerdos, la suya irradia reproche.
- ¿Qué necesitáis para contrastar la
veracidad de mi curriculum?
Aunque hablo procurando no mirarle a
la cara, puedo percibir como mueve la
cabeza de manera reprobatoria.
- Nada. Me fío.
Escupe saliendo de mi despacho a
marchas forzadas, nada que ver con la
manera pausada y sensual con la que
entró haciéndome un regalo para la
vista; tras de sí arrea un sonoro y
sobrecogedor portazo.
Me quedo plantada, con los ojos
abiertos como platos, mirando hacia el
infinito dirección a su huida, no consigo
entender por qué se muestra tan dolido
cuando me niego a compartir mi vida
personal; sabía que pasaría esto,
confunde nuestra relación, nos
enrollamos una noche y aparentemente
se ha convertido en algo especial él.
CAPÍTULO 5
***
Desde mi mensaje del martes pasado,
no he vuelto a tratar de contactar con él,
después de todo no recibí respuesta
alguna.
Hoy, una semana después, mi
innegable amiga sí me da la razón sobre
la descabellada idea con la que aparecí
la madrugada que sucumbí nuevamente a
sus encantos, <<me cameló, sacó de mí
lo que quería esa noche,… y ya está, se
acabó>>.
- A ti que te gusta tanto ironizar,
¿quieres escuchar una muy buena? –
Paseamos por el Retiro comiendo
un suculento helado de chocolate.
- Dispara.
- Le conocí en el RememberForever.
- Sí, ¿y?
- Que le recordaré para siempre
Maty.
CAPÍTULO 8
Estoy flipando.
Ni pestañeo.
¡¿Me han preseleccionado para los
premios a la mejor publicación del
semestre?!
He recibido diversos premios y
menciones a lo largo de los últimos
cuatro años, de hecho, tengo un
Galardón Fénix que como bien indican
es semestral y me lo dieron en el primer
semestre de carrera laboral; con él
pretenden motivar a los periodistas
nóveles y estoy encantada de ser
seleccionada por segunda vez, cosa que
ellos obvian; no estoy alucinando de
emoción por recibir una nominación,
sino ¡por ser mi nombre el que figura en
ella! Solo puedes optar una vez en tu
vida a este tipo de galardón, como en la
otra ocasión no era mi nombre el que
figuraba en él… ahora me están teniendo
en cuenta como nueva redactora en Hero
Kinsey, está claro, esto es una prueba
más de que he comenzado mi vida
laboral, sentimental y emocional desde
cero.
Frunzo el ceño ante mi propia
reflexión, borrando la sonrisa tan tonta
que se me dibujaba en el rostro, siempre
e r a Álvaro quien asumía el papel de
figurante como nominado, galardonado y
autor de ¡mis artículos!
He sido una estúpida.
Me daría dos buenas bofetadas.
Menos mal que me estoy espabilado.
Se me crispa el alma recordando lo
infladito que iba a todas la galas,
conmigo colgada de su brazo, ¡jamás!
enuncio discurso en el que me nombrara
como parte integrante de su equipo de
trabajo o me reconociera, aunque fuera,
como colaboradora de los reportajes.
En fin, es conveniente no remover
demasiado el pasado, me pongo furiosa.
Cojo una buena bocanada de aire y
suelto un laaaaaargo suspiro, posando la
invitación con delicadeza sobre la mesa.
El hombre top ten, de mi lista
particular, ha dejado este par de
semillita para que siga su rastro, así que
allá voy…
Subo las dos plantas a pie, la
recepcionista me manda aguardar en uno
de los cómodos sillones de piel que hay
frente a su mostrador.
Al cabo de quince largos y tediosos
minutos, sale de su despacho… la
morena de pelo corto perfectamente
cuadrado y liso a la altura de los
hombros.
¡Definitivamente Maty es subnormal!
¿Así que rellenita y mal vestida? ¡Está
preñada y lleva traje premamá!
- Hasta el lunes.
Se despide de la recepcionista, con
aires de alto ego y superioridad,
pasando por mi lado sin dignarse a
mirarme.
- Que tenga buena tarde Penélope.
<<¿Penélope?, así se llama la ex de
Bryan. ¿Será ella?
Esa barriga es de… ¿cuánto?, puede
que cinco o seis meses.
¡Mierda!, ¿podría ser de él?>>
Boquiabierta no puedo apartar la vista
de las puertas del ascensor que ya hace
un buen cacho que se han cerrado.
- Cintia.
- ¿Qué?
Me vuelvo con gesto atónito, hallando
en mi ángulo de visión ante el umbral de
su puerta, un majestuoso hombre de
negocios con descuidada, aunque
atractiva barba de un par de días, con
ambas manos en los bolsillos del
pantalón, observándome cabizbajo y
alicaído.
- Bryan. Hola. Venía agradecerte…
- Por favor, pasa.
Se hace a un lado. Asiento sutilmente y
me incorporo mirando de reojo a una
recepcionista un tanto fisgona, que no
pierde detalle.
- Gracias. - Digo al pasar a su lado.
Cierra la puerta tras de mí y deja
reposar su mano sobre la curvatura de
mi espalda, haciéndome estremecer con
ese efímero y añorado contacto,
mientras me guía hacia la derecha,
donde se haya una recatada salita, con
un pequeño sofá, mesa baja, y barra con
licores y cafetera.
- Ponte cómoda. ¿Café?
- Por favor. – Casi es una súplica lo
que escapa de entre mis labios.
- Has tenido tiempo de ver el
borrador.
- Lo he visto, aunque no me ha dado
margen a leerlo, acabo de llegar de
almorzar con Marga en el Zatra. –
Doy explicaciones detalladas, para
hacerle saber que sé, que lleva todo
el día con la morena embarazada. –
Maty trabaja allí.
- Lo sé.
Eso ha sido una especie de indirecta,
por su tono y gesto girándose hacia mí
un instante mientras lo decía, mirándome
fijamente a los ojos aún cabizbajo.
He de entender por tanto, que ha hecho
a propósito ir con esa tal Penélope hasta
e l Zatra, a sabiendas que Maty les
vería; conjeturo que también conocía la
nueva costumbre que mi becaría y yo
tenemos en el almuerzo del viernes;
sabía que mi amiga me iría con el
chisme y sabía que nada más viera las
semillitas que dejo sobre mi mesa,
subiría agradecérselo y por tanto… le
encontraría aún con ella.
Sé sumar dos más dos, suspiro para
mis adentros.
Hay cosas que se deben respetar por
ética moral por encima de todo, si ha
vuelto con ella en su estado, o bien es de
él o aunque no lo sea, lo que siente por
ella es lo suficientemente fuerte como
para hacerse cargo.
Uuuummm, cierro los ojos inhalando
ese olor que me atrae como abeja a la
miel… café.
- Aquí tienes. – Entre abro un ojo y
una humeante taza aparece en mi
campo de visión. - Podrías dejar de
rucarte la cabeza, por favor.
Ahora se me abren ambos de sopetón,
y le miro con ceño fruncido.
- Yo no me…
- Si, tú si te. – Sentencia con rostro
endurecido. Alzo una mano en su
dirección mostrando mi rendición.
Reclino la cara hacia un lado. La
cual no tarda en recolocar sujetando
mi barbilla. – Al menos déjame
disfrutar de esos ojazos tan
fascinantes que tienes mientras dure
la visita.
- Gracias por presentar mi artículo
como candidato al galardón de
mañana.
Cambio de tema y enfatizo mañana,
puesto que no me ha podido avisar con
menos tiempo. Sonríe sutil haciendo este
gesto un poco de sombra a sus alicaídos
ojos verde esmeralda.
- De nada Cinty. Ganará seguro. No
sería de extrañar, ya llevas unos
cuantos premios cosechados de este
estilo.
- No en mi nombre.
- Este sí lo será. – Asiento mostrando
orgullo. – Cintia, yo...
Se pasa los dedos entre su sedoso y
brillante cabello azabache hasta su nuca,
la cual frota exasperado y nervioso.
Reclina el rostro hacia sus pies, se ha
sentado en la mesa baja frente a mí,
postra echado hacia delante con ambos
codos apoyados en los muslos, sostiene
un vaso con algún tipo de alcohol en su
interior, con la mano izquierda.
Estaba convencida de que tras este
tortuoso y largo periodo sin saber nada
de él, cuando le tuviera frente a frente,
pensaría…
<<¡No contestó mí mensaje! ¡Me
utilizó! ¡Es un cabrón que se aprovechó
de mí! ¡Me ha engañado, qué le den!…
>>
Pero nada más lejos de la realidad, me
derrito por él, me apetece achucharle y
besarle, abrazarle y consolarle.
- ¿Qué te ocurre Bryan?
Me reclino hacia delante, poso mi taza
sobre la mesa, retiro su vaso y sostengo
sus manos. Menea la cabeza con rabia, a
derecha e izquierda, con los ojos
fuertemente cerrados.
- Siento haberme ido de nuevo en
plena madrugada. Ojala no lo
hubiera hecho. – Trato de
excusarme, temiendo ser la culpable
de su decaimiento. – Temía que
despertaras y me echaras de allí,
riéndote de mí y haciéndome sentir
como una mierda.
Hablo con la vista fija en cualquier
sitio menos en su hermoso rostro.
- Claramente no me conoces nada en
absoluto si crees que hubiera sido
capaz de hacerte algo así.
Suspiro elevando nuevamente la
mirada, me agrada que nuestras manos
estén unidas y de continuar con la
cabeza reclinada, no dudará en soltarlas
para elevar mi rostro.
Sus ojos me muestran reproche, la
misma mirada que me echo mientras
cenábamos aquella mágica noche de
domingo y le solté que aparentaba ser,
cuan menos, un mujeriego.
- Así es, no nos conocemos.
- Habla por ti.
- No me conoces Bryan.
- Sí.
- Vale. – Le pongo los ojos en
blanco. – Entonces por qué no has
querido saber nada de mí todo este
tiempo, si tanto me conoces
deberías haber intuido que cometí
un error marchándome a hurtadilla
en plena noche, a causa de las
tremendas inseguridades que
acarreo actualmente, gracias a mis
problemas familiares, personales
y…
- Penélope. - Interrumpe.
¡Vale! Me queda claro, no era yo la
culpable de su actual estado de
decaimiento.
Me suelta su nombre sin más, lo cual
provoca que la sangre abandone mi
cuerpo, debe notármelo ya que sujeta
con firmeza mis manos, como si tratara
de trasmitirme su calor, pero he de decir
que fracasa estrepitosamente en su tarea.
- ¿Penélope? – Trago saliva, creo
saber… lo que me va a soltar, pero
aun así mi lado masoca necesita
oírlo de su propia boca. Solo
asiente. – Te… explicas. – Apenas
es un hilo de voz lo que se cuela
entre mis labios.
- Está embarazada. – Eso ya lo sé,
era obvio el bombo que llevaba. –
El lunes, cuando vi que no estabas a
mi lado al despertar, sentí… sentí
una tristeza inmensa, eso solo
significaba una cosa Cintia. –
Vuelvo a tragar saliva. – No voy a
decirte que estoy enamorado de ti
porque no quiero asustarte, pero sí
que ando cerca. Me has calado
hondo. No sé si por tu historia, por
tu forma de ser, por tu pasión, por tu
bondad, por la pedazo profesional
que eres,… no lo sé. – Niega como
si él mismo no pudiera creerlo.
- Bryan, no puedes soltarme que tu ex
está embarazada y luego todo eso.
Es injusto.
Cierro los ojos con fuerza, por algún
motivo me siento al borde de las
lágrimas.
- Sí que puedo, lo que siento por ti
jamás lo he sentido por nadie. El
lunes por la mañana a primera hora
Penélope estaba aquí, debía haberte
llamado, escrito o sencillamente
bajado a verte, este asunto me
absorbió por completo. Cuando el
martes recibí tu mensaje, estaba
bloqueado, al principio pensé en
contestarte, pero luego creí que lo
mejor sería dejarte marchar,
pasarían los días, las semanas, los
meses,… y me olvidarías.
- Te equivocaste. No te olvido. No
puedo.
- Yo tampoco puedo.
Nos miramos unos instantes el uno al
otro.
Vaya par de tontos llenos de conflictos
personales, que complejo puede llegar a
ser amar a alguien; yo, con una nefasta y
traumática experiencia amorosa no
termino de aclararme, quiero pero no
quiero; él, ahora con una ex preñada, de
lo que queda saber…
- El bebé que espera, - ¡Joder, no sé
si quiero saberlo! - ¿Es tuyo?
- Dice que sí.
- ¿Dice que sí?
- Está de cuatro o cinco meses. – Se
encoje de hombros. – Aún
estábamos juntos.
- Oh. ¿Qué vas hacer?
- Si se confirma que es mío, me haré
cargo. – Me mira fijamente. – Del
pequeño, no de ella. – Sentencia. –
No sale de aquí, un día tras otro
desde ese lunes. Quiere que nos
casemos y seamos una familia feliz.
– Niega de manera casi
imperceptible.
- Ya.
No se me ocurre qué más decir o
añadir.
Me siento fatal, metida en todo este
entresijo, como si fuera una entrometida.
- No pienso hacerlo. No quiero
renunciar a ti. Siento haberte
ignorando todo este tiempo, pero he
estado muy confuso. Hace días que
tengo esa invitación sobre mi mesa.
No te la hice llegar, porque… te
sonara absurdo, pero me gustaba
leer tu nombre. – Sonríe con
timidez. – Por favor, perdóname.
- ¿Por qué? – Enarco una ceja
juguetona, tratando de mitigar su
malestar. – ¿Por avisarme de un día
para otro que tengo una cena de gala
y yo con estos pelos? – Elevo la
comisura de mis labios, esbozando
una leve sonrisilla. – ¿O por
haberme ignorado durante semanas?
No sé, no sé, demasiadas fechorías
Bryan Kinsey.
- Tengo suerte de que no seas una
mujer rencorosa. – Asiento dándole
la razón.
Cae arrodillado al frente, envuelve
mis caderas con sus fuertes y largo
brazos, reclina el rostro sobre mi
regazo, tiernamente paso los dedos de
mis manos entre su oscuro cabello,
permanecemos así lo que parece una
eternidad.
- ¿Por qué no le exiges que haga una
prueba de paternidad?
- Dice que puede ser peligroso para
el feto, que eso solo se puede hacer
cuando nazca.
- ¿Y qué pretende que hagas mientras
tanto? – Continúa acurrucado sobre
mi regazo.
- Lo dicho Cinty, quiere casarse antes
de que nazca el pequeño, jura y
perjura que es mío, pero para mí su
palabra no vale nada. Su familia no
para de acosarme con el tema.
Exigiendo que me comporte. – Se
me escapa la risa.
- Uy. Lo siento.
Eleva el rostro, atravesándome con
una mirada de lo más juguetona y
traviesa.
Sonrío apretando los labios, tratando
de evitar malamente que se me siga
escapando la risa.
Eleva la comisura del labio
penetrándome con sus dos esmeraldas.
Y ahora sí, ya no aguanto más,
carcajeo con ganas.
Me mira divertido.
- Me cuentas el chiste y nos reímos
los dos.
- Perdón, perdón. – Hablo entre risas,
colocando mi mano sobre la boca,
obligándome a recomponerme. – Es
que, pensé que no podría haber en
el mundo unos padres tan gilipollas
como los míos.
Vuelvo a reírme con ganas, es un
ataque irracional de risa motivado por
la mezcla de sentimientos; odio hacia
gentuza como mis padres o los de esa tal
Penélope, tristeza hacía la situación que
debe estar pasando Bryan, y sobre todo
desesperación, una gran desesperación
porque la vida no para de ponerme
obstáculos a cada puto paso que doy; en
lugar de llorar me ha dado por reír, eso
es todo.
Tras unos pacientes minutos en los que
me desahogo con ganas ante su atenta y
melosa mirada, me recompongo y
retomo nuestra conversación.
- Y tú Bryan, ¿qué es lo que quieres
hacer?
- El amor contigo, todos y cada uno
de los días del resto de mi vida.
Me quedo de piedra.
Se reclina sobre mí y me besa con
urgencia y pasión.
- Me vuelves loco. – Habla sin
apenas separar sus labios de los
míos. – Espero que no tengas nada
urgente que atender en estos
momentos.
Se apura a enunciar, deslizando sus
manos bajo mi vestido, bajando con su
suculenta boca por mi cuello hasta el
escote…
- No, nada. – Confirmo ansiosa de él.
***
Podríamos considerarlo una
reconciliación.
Nos vestimos, lanzándonos furtivas
miradas y sonrisas.
Me siento nuevamente en el sofá para
calzar mis sandalias de tacón y me
sorprende colocándose frente a mí tal y
como hizo antes, sobre la mesa; coge mi
pierna y la coloca en su muslo, con
intención de realizar él dicha tarea, me
reclino hacia atrás reposando la
espalda, me relajo y disfruto de sus
atenciones.
Cuando acaba con uno de los pies,
aprovecha a deslizar de manera
perniciosa sus grandes manos por mis
largas piernas mientras me penetra con
su enigmática miranda, hasta lo más
hondo de mi enardecido corazón.
Prosigue con la otra, realizando
exactamente la misma operación.
- Eres preciosa. – Besa mi rodilla.
- Gracias. – Reclino ligeramente la
mirada.
Se incorpora tendiéndome la mano, se
la doy un tanto recelosa, ahí fuera está
su secretaría cotilla.
- Nos vamos.
- ¿A dónde?
- A comer helado. Es lo que hacéis
las mujeres para ahogar penas. Voy
a probar, a ver si funciona.
- No funciona. – Niego sonriente.
- Una pena. Al menos disfrutaré de un
agradable paseo en compañía de
una bella mujer. – Enuncia
sosteniendo mi cintura con ambas
manos y besando mis labios,
mejilla, frente, sien,… pausada y
tiernamente. – Eres todo lo que
necesito Cintia Tonson.
Rodeo su cuello, y hundo mi boca en
la suya con ímpetu, como si se me fuera
la vida en ello, le deseo a cada segundo
y no me importa mostrarlo.
- ¿Crees que conseguiremos salir de
aquí? – Pregunta en tono juguetón,
separándose apenas unos
centímetros.
- No lo sé. – Miro fijamente su boca,
saboreando mis propios labios, que
saben a él.
***
Sí, lo logramos.
Objetando que su secretaría ya no
está...
- ¿Pero qué hora es?
- Las ocho.
- ¡¡¿Qué?!! – Coloco ambas manos en
la boca aterrorizada. - ¡¡Maty me
mata!!
Salgo escopetada escaleras abajo,
entro a toda prisa en mi despacho, el
móvil está sonando.
- ¡Maty!
- ¡¿Dime que estás bien?!
- Más que bien, perdona, no estaba en
el despacho y dejé aquí el móvil…
- ¡¿Estás en la oficina?! ¿Qué haces
ahí todavía?
- Te cuento en casa. Me lleva Bryan.
– Digo un tanto cortada bajo la
austera mirada de mi amante, quien
ya me ha dado alcance y posa
seductor contra el marco de la
puerta devorándome con la mirada.
- ¡¡¿No me jodas?!! ¡Vale te perdono
el susto de muerte que me has dado!
¡Oye!, aquí los compis del gym
proponen salir a moverlo mañana
por la noche. ¿Vamos?
- No puedo. Tengo mucho que
contarte, me han nominado como
posible galardón Fénix a la mejor
publicación del semestre y es
mañana…
Comento retirando el teléfono de la
oreja, ya que el chillido que mete
dejaría sordo a cualquiera, recojo el
borrador de Hero Kinsey y la invitación,
lo meto en mi bolso y enfilo hacia la
salida, recreando la vista con la
hermosa escultura del hombre que postra
ante mí.
- …Cuelgo tarada, te veo en un par
de horas.
CAPÍTULO 9
No me gusta, desconfío.
¿Fin…?
PRÓLOGO
Es completamente indignante, su
indiferencia me carcome, no sabría
definir lo que siento en estos momentos,
es la mujer más frustrante que he
conocido en toda mi vida
¡Es tan…! ¡Aaaahhhh!
¡Deseo chillar! ¡Correr! ¡Golpear
algo!
Ni siquiera me he duchado, recogí mis
cosas de la taquilla y salí del gimnasio a
toda prisa, necesitaba con carácter de
urgencia sentir el roce del aire fresco en
mi rostro.
La rabia me inunda y se apodera de
todo mí ser.
Paso los dedos entre mis oscuros y
sudorosos cabellos, cierro los ojos con
fuerza, ¡hastiado, dolido e
incomprendido!
¡¿Por qué no me habla?!
¡¿Por qué me abandona?!
¡¿Por qué está repentina indiferencia?!
Me hago las mismas preguntas una y
otra vez, sin hallar lógica alguna.
Soy capaz de percibir, y me atrevería
a afirmar que ella también puede, esa
misteriosa energía latente entre nosotros,
que no se puede obviar.
Que nos envuelve cuando nuestras
miradas se conectan, cuando apenas
unos centímetros separan nuestros
labios, cuando tan solo el sutil roce de
nuestras manos es suficiente para
hacernos estremecer y arder en deseo
mutuo, el uno por el otro.
Que nos hace sonreír, suspirar y
amarnos sin decir nada.
Aunque ella, insiste en luchar contra
natura, contra sus propios sentimientos y
contra nuestro propio destino.
Empeñada en alejarse de mí.
Empeñada en mentirse a sí misma y a
su enamorado corazón.
Empeñada en no ser feliz.
Empeñada en olvidarme.
Reclino el rostro abatido.
Como duele, ahora lo veo más que
claro, si es que en algún momento tuve
dudas, estoy perdidamente enamorado
de esa frustración de mujer llamada
Cintia Tonson.
¡Forget Forever!
La desesperación me lleva a bramar en
plena calle usando el inglés, mi idioma
paterno mirando al cielo, como si fuera
cuestión de idiomas. Cuando aquí la
única cuestión es que es cabezota,
desesperante, orgullosa y frustrante...
muy, pero que muy, frustrante…
CAPÍTULO 1
Bryan: Dos meses después en la sede
de Hero Kinsey a primera hora de la
mañana, de ese mismo Lunes de
octubre, en el que Cintia acude al
Notario a firmar el fin de su tediosa
encrucijada y el inicio de una nueva
etapa, que anticipo no le será mucho
menos tediosa…
El padre de Penélope me ha
telefoneado hace escasos minutos, aún
continuo en estado de stock sentado en
el sillón de mi despacho mirando hacia
punto infinito.
<<El bebé se adelanta. No estoy
preparado para esto>>.
Niego, oprimiendo mi cabeza con
ambas manos.
<<No me encuentro bien, temo que
acabaré padeciendo una crisis de
ansiedad sino pongo de mi parte, debo
relajarme>>.
Aflojo el nudo de mi corbata,…
desabrocho una par de botones de la
camisa,… me quito la Americana,… me
remango las mangas de la camisa,…
¡Buf! Nada resulta, estoy sofocado,
sudoroso, jadeante,…
<<La situación me supera en todos
los aspecto. Escapa a mi alcance. Me
viene grande, gigante, descomunal,…
>>
***
Después de media hora de ejercicios
relajante, parece que vuelvo a respirar
con normalidad, al menos he dejado de
sudar y temblar como niño.
Iban de camino al hospital con lo que
muy probablemente ya estén allí,
debería acercarme dado que existe la
posibilidad que ese pequeño sea mío,
aunque no quisiera contemplarla a ella y
generarle falsas esperanzas.
Debo sopesarlo, diez minutos antes de
esa sofocante llamada tenía otras
prioridades, y si el destino ha decidido
ponerme a ambas el mismo día a la
misma hora, es porque espera, que tome
la decisión más acertada.
La mujer que consiguió iluminar mi
vida con luz y energía, la mujer cuya
sonrisa no consigo sacar de mi cabeza,
la mujer que ha puesto mi mundo y
cordura patas arriba, la mujer que en
breves subirá a un taxi camino a la
notaría para firmar el inicio de una
brillante y merecida carrera profesional,
siempre ha tenido, tiene y tendrá, más
peso en mi balanza personal.
Penélope en cambio, fría aunque
sinceramente, no significa nada para mí,
y ahora se encuentra dando a luz al que
probablemente sea mi hijo.
Es mi merecido castigo por egoísta,
debería haberla dejado hace mucho
tiempo, no me ha llenado jamás, estaba
con ella por estar.
Decida lo que decida en el día de hoy,
ir al hospital o ir a la notaría quede
claro que ella, Cintia Tonson, siempre
será la dueña de mi corazón.
Apareció en mi vida llena de
inseguridades, con un sombrío pasado y
un buen carrao de problemas personales,
me atrevería a afirmar que en el peor
momento de su vida.
Por ello no hay día en los últimos
meses que no me haya culpado de
nuestro distanciamiento; formulándome
las mismas preguntas sin respuestas,
puesto que era ella quien debería de
haberlas contestado y no ha sido así…
<<¿Fuimos muy rápido? ¿La agobié
con mi enamoramiento prematuro? ¿No
quería compromisos y se sintió
presionada?...
No lo sé, no lo sé, no lo sé,…>>
La echo de menos, no logro sacarla de
mí, creo que nunca encontraré a nadie
que me llene del modo que lo hacía ella
solo con una sutil mirada, una venérea
sonrisa o un insulso suspiro; me bastaba
y sobraba su sola presencia para
deshacerme de amor.
El mes pasado, de manera totalmente
intencionada me acerqué hasta el Café
Zatra, era mediodía del viernes y sabía
que podría encontrarla allí en compañía
de Maty y Marga.
No se percató de mi presencia, la
observé a través de la cristalera desde
el otro lado de la acera; tal y como
esperaba estaba preciosa con su larga y
ondulada melena oscura ondeando al
viento, sus enormes y misteriosos ojos
oscuros bien perfilados, sus carnosos y
apetecibles labios pincelaban una
preciosa sonrisa; no aparentaba estar tan
retraída como en otras ocasiones, tal vez
por la compañía o porque al fin ha sido
capaz de pasar página a su espantoso
pasado, lo cual me alegraría una
auténtica barbaridad.
Es la mujer más dulce, buena y bonita
que he conocido en toda mi vida y con la
que me hubiera entendido a las mil
maravillas, sino fuera por aquel mal día
en que decidió ignorarme y olvidarme
sin motivo aparente.
Vuelvo a reclinar el rostro alicaído,
todas mis reflexiones acaban
llevándome al mismo callejón sin
salida, una y otra vez, una y otra vez.
Laboralmente es un diamante en bruto,
le deseo lo mejor en su nueva aventura
empresarial que hoy inicia.
Me enteré hace unas semanas de su
ambicioso proyecto, en el mundo
periodístico las noticias vuelan.
He aguantado las ganas de llamarla,
mandarle un mensaje, aparecer de
manera imprevista ante ella,… para
darle la enhorabuena y ofrecerme a
echarle una mano en todo aquello que
considere oportuno.
Aunque admito que no me hubiera
importado generar una causa de fuerza
mayor, como excusa para verla.
Después de todo dejé el Centro
Atlántic, ya no voy por el Zatra, me di
de baja en el Club de campo,… he
puesto todo mi empeño en respetar su
deseo de olvidarme aunque no lo
comparta.
Vivo esperanzado con que el destino
vuelva hacer su magia, si debemos estar
juntos aunque yo cambie mis hábitos en
algún momento nos volverá a unir.
Está claro, si hoy me dejo caer por la
notaría el destino poco habrá tenido que
ver, con lo que la opción ir al hospital,
es posible que en estos momentos gane
la jugada.
CONTINUARÁ…
NURIA PARIENTE NOGUERAS
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