Bautismo en El Catecismo

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APÍTULO PRIMERO

LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

ARTÍCULO 1
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

1213 El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico


de la vida en el espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta que abre el
acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y
regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos
incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Concilio de
Florencia: DS 1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): Baptismus est
sacramentum regenerationis per aquam in verbo" ("El bautismo es el
sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra": Catecismo
Romano 2,2,5).

I. El nombre de este sacramento

1214 Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del


rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa
"sumergir", "introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza
el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la
resurrección con Él (cf Rm 6,3-4; Col 2,12) como "nueva criatura" (2
Co 5,17; Ga 6,15).

1215 Este sacramento es llamado también “baño de regeneración y de


renovación del Espíritu Santo” (Tt 3,5), porque significa y realiza ese
nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual "nadie puede entrar en el Reino
de Dios" (Jn 3,5).

1216 "Este baño es llamado iluminación porque quienes reciben esta


enseñanza (catequética) su espíritu es iluminado" (San
Justino, Apología 1,61). Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, "la luz
verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9), el bautizado, "tras haber sido
iluminado" (Hb 10,32), se convierte en "hijo de la luz" (1 Ts 5,5), y en "luz" él
mismo (Ef 5,8):

El Bautismo «es el más bello y magnífico de los dones de Dios [...] lo


llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad,
baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es
conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a
culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque
es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz
resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque
lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios» (San
Gregorio Nacianceno, Oratio 40,3-4).

II. El Bautismo en la Economía de la salvación

Las prefiguraciones del Bautismo en la Antigua Alianza

1217 En la liturgia de la vigilia Pascual, cuando se bendice el agua bautismal,


la Iglesia hace solemnemente memoria de los grandes acontecimientos de la
historia de la salvación que prefiguraban ya el misterio del Bautismo:

«¡Oh Dios! [...] que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder
invisible, y de diversos modos te has servido de tu criatura el agua para
significar la gracia del bautismo» (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal
Romano).

1218 Desde el origen del mundo, el agua, criatura humilde y admirable, es la


fuente de la vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura dice que el Espíritu
de Dios "se cernía" sobre ella (cf. Gn 1,2):

«¡Oh Dios!, cuyo Espíritu, en los orígenes del mundo, se cernía sobre las
aguas, para que ya desde entonces concibieran el poder de santificar» (Vigilia
Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).

1219 La Iglesia ha visto en el arca de Noé una prefiguración de la salvación


por el bautismo. En efecto, por medio de ella "unos pocos, es decir, ocho
personas, fueron salvados a través del agua" (1 P 3,20):

«¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el
nacimiento de la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin
al pecado y diera origen a la santidad (Vigilia Pascual, Bendición del agua:
Misal Romano).

1220 Si el agua de manantial simboliza la vida, el agua del mar es un símbolo


de la muerte. Por lo cual, pudo ser símbolo del misterio de la Cruz. Por este
simbolismo el bautismo significa la comunión con la muerte de Cristo.

1221 Sobre todo el paso del mar Rojo, verdadera liberación de Israel de la


esclavitud de Egipto, es el que anuncia la liberación obrada por el bautismo:

«Oh Dios!, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo a los hijos de
Abraham, para que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen
de la familia de los bautizados» (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal
Romano).
1222 Finalmente, el Bautismo es prefigurado en el paso del Jordán, por el que
el pueblo de Dios recibe el don de la tierra prometida a la descendencia de
Abraham, imagen de la vida eterna. La promesa de esta herencia
bienaventurada se cumple en la nueva Alianza.

El Bautismo de Cristo

1223 Todas las prefiguraciones de la Antigua Alianza culminan en Cristo


Jesús. Comienza su vida pública después de hacerse bautizar por san Juan el
Bautista en el Jordán (cf. Mt 3,13 ) y, después de su Resurrección, confiere
esta misión a sus Apóstoles: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20;
cf Mc 16,15-16).

1224 Nuestro Señor se sometió voluntariamente al Bautismo de san Juan,


destinado a los pecadores, para "cumplir toda justicia" (Mt 3,15). Este gesto
de Jesús es una manifestación de su "anonadamiento" (Flp 2,7). El Espíritu
que se cernía sobre las aguas de la primera creación desciende entonces sobre
Cristo, como preludio de la nueva creación, y el Padre manifiesta a Jesús
como su "Hijo amado" (Mt 3,16-17).

1225 En su Pascua, Cristo abrió a todos los hombres las fuentes del Bautismo.
En efecto, había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de
un "Bautismo" con que debía ser bautizado (Mc 10,38; cf Lc 12,50). La sangre
y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado
(cf. Jn 19,34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la
vida nueva (cf 1 Jn 5,6-8): desde entonces, es posible "nacer del agua y del
Espíritu" para entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5).

«Considera dónde eres bautizado, de dónde viene el Bautismo: de la cruz de


Cristo, de la muerte de Cristo. Ahí está todo el misterio: Él padeció por ti. En
él eres rescatado, en él eres salvado. (San Ambrosio, De sacramentis 2, 2, 6).

El Bautismo en la Iglesia

1226 Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el


santo Bautismo. En efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su
predicación: "Convertíos [...] y que cada uno de vosotros se haga bautizar en
el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don
del Espíritu Santo" (Hch 2,38). Los Apóstoles y sus colaboradores ofrecen el
bautismo a quien crea en Jesús: judíos, hombres temerosos de Dios, paganos
(Hch 2,41; 8,12-13; 10,48; 16,15). El Bautismo aparece siempre ligado a la fe:
"Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa", declara san. Pablo a su
carcelero en Filipos. El relato continúa: "el carcelero inmediatamente recibió
el bautismo, él y todos los suyos" (Hch 16,31-33).

1227 Según el apóstol san Pablo, por el Bautismo el creyente participa en la


muerte de Cristo; es sepultado y resucita con Él:

«¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos
bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en
la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos
por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida
nueva» (Rm 6,3-4; cf Col 2,12).

Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Ga 3,27). Por el Espíritu Santo,


el Bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica (cf 1 Co 6,11; 12,13).

1228 El Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la "semilla


incorruptible" de la Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1
P 1,23; Ef 5,26). San Agustín dirá del Bautismo: Accedit verbum ad
elementum, et fit sacramentum ("Se une la palabra a la materia, y se hace el
sacramento", In Iohannis evangelium tractatus 80, 3 ).

III. La celebración del sacramento del Bautismo

La iniciación cristiana

1229 Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un


camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser
recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos
esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la
conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el
acceso a la comunión eucarística.

1230 Esta iniciación ha variado mucho a lo largo de los siglos y según las


circunstancias. En los primeros siglos de la Iglesia, la iniciación cristiana
conoció un gran desarrollo, con un largo periodo de catecumenado, y una
serie de ritos preparatorios que jalonaban litúrgicamente el camino de la
preparación catecumenal y que desembocaban en la celebración de los
sacramentos de la iniciación cristiana.

1231 Desde que el Bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de


celebración de este sacramento, ésta se ha convertido en un acto único que
integra de manera muy abreviada las etapas previas a la iniciación cristiana.
Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado
postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al
Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el
crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis.

1232 El Concilio Vaticano II ha restaurado para la Iglesia latina, "el


catecumenado de adultos, dividido en diversos grados" (SC 64). Sus ritos se
encuentran en el Ritual de la iniciación cristiana de adultos (1972). Por otra
parte, el Concilio ha permitido que "en tierras de misión, además de los
elementos de iniciación contenidos en la tradición cristiana, pueden admitirse
también aquellos que se encuentran en uso en cada pueblo siempre que
puedan acomodarse al rito cristiano" (SC 65; cf. SC 37-40).

1233 Hoy, pues, en todos los ritos latinos y orientales, la iniciación cristiana


de adultos comienza con su entrada en el catecumenado, para alcanzar su
punto culminante en una sola celebración de los tres sacramentos del
Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía (cf. AG 14; CIC can.851.
865-866). En los ritos orientales la iniciación cristiana de los niños comienza
con el Bautismo, seguido inmediatamente por la Confirmación y la Eucaristía,
mientras que en el rito romano se continúa durante unos años de catequesis,
para acabar más tarde con la Confirmación y la Eucaristía, cima de su
iniciación cristiana (cf. CIC can.851, 2. 868).

La mistagogia de la celebración

1234 El sentido y la gracia del sacramento del Bautismo aparece claramente


en los ritos de su celebración. Cuando se participa atentamente en los gestos y
las palabras de esta celebración, los fieles se inician en las riquezas que este
sacramento significa y realiza en cada nuevo bautizado.

1235 La señal de la cruz, al comienzo de la celebración, señala la impronta de


Cristo sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia de la redención que
Cristo nos ha adquirido por su cruz.

1236 El anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la verdad revelada a los


candidatos y a la asamblea y suscita la respuesta de la fe, inseparable del
Bautismo. En efecto, el Bautismo es de un modo particular "el sacramento de
la fe" por ser la entrada sacramental en la vida de fe.

1237 Puesto que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su


instigador, el diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el
candidato. Este es ungido con el óleo de los catecúmenos o bien el celebrante
le impone la mano y el candidato renuncia explícitamente a Satanás. Así
preparado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual será "confiado" por el
Bautismo (cf Rm 6,17).
1238 El agua bautismal es entonces consagrada mediante una oración de
epíclesis (en el momento mismo o en la noche pascual). La Iglesia pide a Dios
que, por medio de su Hijo, el poder del Espíritu Santo descienda sobre esta
agua, a fin de que los que sean bautizados con ella "nazcan del agua y del
Espíritu" (Jn 3,5).

1239 Sigue entonces el rito esencial del sacramento: el Bautismo propiamente


dicho, que significa y realiza la muerte al pecado y la entrada en la vida de la
Santísima Trinidad a través de la configuración con el misterio pascual de
Cristo. El Bautismo es realizado de la manera más significativa mediante la
triple inmersión en el agua bautismal. Pero desde la antigüedad puede ser
también conferido derramando tres veces agua sobre la cabeza del candidato.

1240 En la Iglesia latina, esta triple infusión va acompañada de las palabras


del ministro: "N., yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo". En las liturgias orientales, estando el catecúmeno vuelto hacia
el Oriente, el sacerdote dice: "El siervo de Dios, N., es bautizado en el nombre
del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". Y mientras invoca a cada persona
de la Santísima Trinidad, lo sumerge en el agua y lo saca de ella.

1241 La unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el


obispo, significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a
ser un cristiano, es decir, "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo,
que es ungido sacerdote, profeta y rey (cf. Ritual del Bautismo de niños, 62).

1242 En la liturgia de las Iglesias de Oriente, la unción postbautismal es el


sacramento de la Crismación (Confirmación). En la liturgia romana, dicha
unción anuncia una segunda unción del santo crisma que dará el obispo: el
sacramento de la Confirmación que, por así decirlo, "confirma" y da plenitud
a la unción bautismal.

1243 La vestidura blanca simboliza que el bautizado se ha "revestido de


Cristo" (Ga 3,27): ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el
Cirio Pascual, significa que Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los
bautizados son "la luz del mundo" (Mt 5,14; cf Flp 2,15).

El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Único. Puede ya decir la


oración de los hijos de Dios: el Padre Nuestro.

1244 La primera comunión eucarística. Hecho hijo de Dios, revestido de la


túnica nupcial, el neófito es admitido "al festín de las bodas del Cordero" y
recibe el alimento de la vida nueva, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Las
Iglesias orientales conservan una conciencia viva de la unidad de la iniciación
cristiana, por lo que dan la sagrada comunión a todos los nuevos bautizados y
confirmados, incluso a los niños pequeños, recordando las palabras del Señor:
"Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,14). La Iglesia
latina, que reserva el acceso a la Sagrada Comunión a los que han alcanzado
el uso de razón, expresa cómo el Bautismo introduce a la Eucaristía acercando
al altar al niño recién bautizado para la oración del Padre Nuestro.

1245 La bendición solemne cierra la celebración del Bautismo. En el


Bautismo de recién nacidos, la bendición de la madre ocupa un lugar especial.

IV. Quién puede recibir el Bautismo

1246 "Es capaz de recibir el Bautismo todo ser humano, aún no bautizado, y


solo él" (CIC, can. 864: CCEO, can. 679).

El Bautismo de adultos

1247 En los orígenes de la Iglesia, cuando el anuncio del Evangelio está aún
en sus primeros tiempos, el Bautismo de adultos es la práctica más común. El
catecumenado (preparación para el Bautismo) ocupa entonces un lugar
importante. Iniciación a la fe y a la vida cristiana, el catecumenado debe
disponer a recibir el don de Dios en el Bautismo, la Confirmación y la
Eucaristía.

1248 El catecumenado, o formación de los catecúmenos, tiene por finalidad


permitir a estos últimos, en respuesta a la iniciativa divina y en unión con una
comunidad eclesial, llevar a madurez su conversión y su fe. Se trata de una
"formación, aprendizaje o noviciado debidamente prolongado de la vida
cristiana, en que los discípulos se unen con Cristo, su Maestro. Por lo tanto,
hay que iniciar adecuadamente a los catecúmenos en el misterio de la
salvación, en la práctica de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados
que deben celebrarse en los tiempos sucesivos, e introducirlos en la vida de fe,
la liturgia y la caridad del Pueblo de Dios" (AG 14; cf. Ritual de iniciación
cristiana de adultos, Prenotandos 19; Ibíd., Sobre el tiempo del catecumenado
y de sus ritos 98).

1249 Los catecúmenos "están ya unidos a la Iglesia, pertenecen ya a la casa de


Cristo y muchas veces llevan ya una una vida de fe, esperanza y caridad"
(AG 14). "La madre Iglesia los abraza ya con amor tomándolos a sus cargo"
(LG 14; cf CIC can. 206; 788).

El Bautismo de niños

1250 Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el
pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el
Bautismo (cf DS 1514) para ser librados del poder de las tinieblas y ser
trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios (cf Col 1,12-14), a la
que todos los hombres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la
salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la
Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de
Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento (cf
CIC can. 867; CCEO, can. 681; 686,1).

1251 Los padres cristianos deben reconocer que esta práctica corresponde


también a su misión de alimentar la vida que Dios les ha confiado (cf LG 11;
41; GS 48; CIC can. 868).

1252 La práctica de bautizar a los niños pequeños es una tradición inmemorial


de la Iglesia. Está atestiguada explícitamente desde el siglo II. Sin embargo, es
muy posible que, desde el comienzo de la predicación apostólica, cuando
"casas" enteras recibieron el Bautismo (cf Hch 16,15.33; 18,8; 1 Co 1,16), se
haya bautizado también a los niños (cf. Congregación para la Doctrina de la
Fe, Instr. Pastoralis actio 4: AAS 72 [1980] 1139).

Fe y Bautismo

1253 El Bautismo es el sacramento de la fe (cf Mc 16,16). Pero la fe tiene


necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede
creer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no es una
fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. Al
catecúmeno o a su padrino se le pregunta: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" y
él responde: "¡La fe!".

1254 En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del


Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la
renovación de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo
conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva
en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana.

1255 Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda


de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben
ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o
adulto, en su camino de la vida cristiana (cf CIC can. 872-874). Su tarea es
una verdadera función eclesial (officium; cf SC 67). Toda la comunidad
eclesial participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la gracia
recibida en el Bautismo.

V. Quién puede bautizar

1256 Son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la


Iglesia latina, también el diácono (cf CIC, can. 861,1; CCEO, can. 677,1). En
caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar (cf
CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal
trinitaria. La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la
Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad
salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2,4) y en la necesidad del Bautismo para
la salvación (cf Mc 16,16).

VI. La necesidad del Bautismo

1257 El Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la salvación


(cf Jn 3,5). Por ello mandó a sus discípulos a anunciar el Evangelio y bautizar
a todas las naciones (cf Mt 28, 19-20; cf DS 1618; LG 14; AG 5). El Bautismo
es necesario para la salvación en aquellos a los que el Evangelio ha sido
anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento (cf Mc 16,16).
La Iglesia no conoce otro medio que el Bautismo para asegurar la entrada en
la bienaventuranza eterna; por eso está obligada a no descuidar la misión que
ha recibido del Señor de hacer "renacer del agua y del Espíritu" a todos los
que pueden ser bautizados. Dios ha vinculado la salvación al sacramento del
Bautismo, sin embargo, Él no queda sometido a sus sacramentos.

1258 Desde siempre, la Iglesia posee la firme convicción de que quienes


padecen la muerte por razón de la fe, sin haber recibido el Bautismo, son
bautizados por su muerte con Cristo y por Cristo. Este Bautismo de
sangre como el deseo del Bautismo, produce los frutos del Bautismo sin ser
sacramento.

1259 A los catecúmenos que mueren antes de su Bautismo, el deseo explícito


de recibir el Bautismo, unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad,
les asegura la salvación que no han podido recibir por el sacramento.

1260 "Cristo murió por todos y la vocación última del hombre en realmente


una sola, es decir, la vocación divina. En consecuencia, debemos mantener
que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo
conocido sólo por Dios, se asocien a este misterio pascual" (GS 22;
cf LG 16; AG 7). Todo hombre que, ignorando el Evangelio de Cristo y su
Iglesia, busca la verdad y hace la voluntad de Dios según él la conoce, puede
ser salvado. Se puede suponer que semejantes personas habrían deseado
explícitamente el Bautismo si hubiesen conocido su necesidad.

1261 En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede


confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por
ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los
hombres se salven (cf 1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le
hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis"
(Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los
niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de
la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del
santo Bautismo.

VII. La gracia del Bautismo

1262 Los distintos efectos del Bautismo son significados por los elementos
sensibles del rito sacramental. La inmersión en el agua evoca los simbolismos
de la muerte y de la purificación, pero también los de la regeneración y de la
renovación. Los dos efectos principales, por tanto, son la purificación de los
pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (cf Hch 2,38; Jn 3,5).

Para la remisión de los pecados...

1263 Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y


todos los pecados personales así como todas las penas del pecado (cf DS
1316). En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les
impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado
personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la
separación de Dios.

1264 No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias


temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las
fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así
como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o
metafóricamente fomes peccati: «La concupiscencia, dejada para el combate,
no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia
de Jesucristo. Antes bien "el que legítimamente luchare, será coronado" (2
Tm 2,5)» (Concilio de Trento: DS 1515).

“Una criatura nueva”

1265 El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también


del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios
(cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1,4),
miembro de Cristo (cf 1 Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y
templo del Espíritu Santo (cf 1 Co 6,19).

1266 La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia


de la justificación que :

— le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante


las virtudes teologales;

— le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante
los dones del Espíritu Santo;
— le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales.

Así todo el organismo de la vida sobrenatural del cristiano tiene su raíz en el


santo Bautismo.

Incorporados a la Iglesia, Cuerpo de Cristo

1267 El Bautismo hace de nosotros miembros del Cuerpo de Cristo. "Por tanto
[...] somos miembros los unos de los otros" (Ef 4,25). El Bautismo
incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales nace el único pueblo de
Dios de la Nueva Alianza que trasciende todos los límites naturales o
humanos de las naciones, las culturas, las razas y los sexos: "Porque en un
solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo"
(1 Co 12,13).

1268 Los bautizados vienen a ser "piedras vivas" para "edificación de un


edificio espiritual, para un sacerdocio santo" (1 P 2,5). Por el Bautismo
participan del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, son "linaje
elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las
alabanzas de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz" (1
P 2,9). El Bautismo hace participar en el sacerdocio común de los fieles.

1269 Hecho miembro de la Iglesia, el bautizado ya no se pertenece a sí mismo


(1 Co 6,19), sino al que murió y resucitó por nosotros (cf 2 Co 5,15). Por
tanto, está llamado a someterse a los demás (Ef 5,21; 1 Co 16,15-16), a
servirles (cf Jn 13,12-15) en la comunión de la Iglesia, y a ser "obediente y
dócil" a los pastores de la Iglesia (Hb 13,17) y a considerarlos con respeto y
afecto (cf 1 Ts 5,12-13). Del mismo modo que el Bautismo es la fuente de
responsabilidades y deberes, el bautizado goza también de derechos en el seno
de la Iglesia: recibir los sacramentos, ser alimentado con la palabra de Dios y
ser sostenido por los otros auxilios espirituales de la Iglesia (cf LG 37; CIC
can. 208-223; CCEO, can. 675,2).

1270 Los bautizados "renacidos [por el bautismo] como hijos de Dios están


obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por
medio de la Iglesia" (LG 11) y de participar en la actividad apostólica y
misionera del Pueblo de Dios (cf LG 17; AG 7,23).

Vínculo sacramental de la unidad de los cristianos

1271 El Bautismo constituye el fundamento de la comunión entre todos los


cristianos, e incluso con los que todavía no están en plena comunión con la
Iglesia católica: "Los que creen en Cristo y han recibido válidamente el
Bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia
católica [...]. Justificados por la fe en el Bautismo, se han incorporado a
Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y
son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos
del Señor" (UR 3). "Por consiguiente, el bautismo constituye un vínculo
sacramental de unidad, vigente entre los que han sido regenerados por él"
(UR 22).

Sello espiritual indeleble...

1272 Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con


Cristo (cf Rm 8,29). El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual
indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por
ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación
(cf DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser
reiterado.

1273 Incorporados a la Iglesia por el Bautismo, los fieles han recibido el


carácter sacramental que los consagra para el culto religioso cristiano
(cf LG 11). El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir
a Dios mediante una participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a
ejercer su sacerdocio bautismal por el testimonio de una vida santa y de una
caridad eficaz (cf LG 10).

1274 El "sello del Señor" (San Agustín, Epistula 98, 5), es el sello con que el


Espíritu Santo nos ha marcado "para el día de la redención" (Ef 4,30;
cf Ef 1,13-14; 2 Co 1,21-22). "El Bautismo, en efecto, es el sello de la vida
eterna" (San Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 3). El
fiel que "guarde el sello" hasta el fin, es decir, que permanezca fiel a las
exigencias de su Bautismo, podrá morir marcado con "el signo de la fe"
(Plegaria Eucarística I o Canon Romano), con la fe de su Bautismo, en la
espera de la visión bienaventurada de Dios —consumación de la fe— y en la
esperanza de la resurrección.

Resumen

1275 La iniciación cristiana se realiza mediante el conjunto de tres


sacramentos: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la
Confirmación, que es su afianzamiento; y la Eucaristía, que alimenta al
discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser transformado en Él.

1276 "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el


nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar
todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20).
1277 El Bautismo constituye el nacimiento a la vida nueva en Cristo. Según
la voluntad del Señor, es necesario para la salvación, como lo es la Iglesia
misma, a la que introduce el Bautismo.

1278 El rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al


candidato o derramar agua sobre su cabeza, pronunciando la invocación de
la Santísima Trinidad, es decir, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

1279 El fruto del Bautismo, o gracia bautismal, es una realidad rica que
comprende: el perdón del pecado original y de todos los pecados personales;
el nacimiento a la vida nueva, por la cual el hombre es hecho hijo adoptivo
del Padre, miembro de Cristo, templo del Espíritu Santo. Por la acción
misma del bautismo, el bautizado es incorporado a la Iglesia, Cuerpo de
Cristo, y hecho partícipe del sacerdocio de Cristo.

1280 El Bautismo imprime en el alma un signo espiritual indeleble, el


carácter, que consagra al bautizado al culto de la religión cristiana. Por
razón del carácter, el Bautismo no puede ser reiterado (cf DS 1609 y 1624).

1281 Los que padecen la muerte a causa de la fe, los catecúmenos y todos los
hombres que, bajo el impulso de la gracia, sin conocer la Iglesia, buscan
sinceramente a Dios y se esfuerzan por cumplir su voluntad, pueden salvarse
aunque no hayan recibido el Bautismo (cf LG 16).

1282 Desde los tiempos más antiguos, el Bautismo es dado a los niños,


porque es una gracia y un don de Dios que no suponen méritos humanos; los
niños son bautizados en la fe de la Iglesia. La entrada en la vida cristiana da
acceso a la verdadera libertad.

1283 En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la liturgia de la Iglesia nos
invita a tener confianza en la misericordia divina y a orar por su salvación.

1284 En caso de necesidad, toda persona puede bautizar, con tal que tenga la
intención de hacer lo que hace la Iglesia, y que derrame agua sobre la cabeza
del candidato diciendo: "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo".

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