60 Los Ángeles No Tiewnen Libre Albedrío

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60.

LOS ÁNGELES “NO” TIENEN LIBRE ALBEDRÍO.

1. Esta verdad, desconocida por la mayoría de los cristianos, la confirmó


el gran apóstol Pedro, cuando escribió que los ángeles, desde siempre y por
siempre, si pudieran desear, desearían ser como nosotros. (1ª De Pedro 1:10-
12). Porque los ángeles no tienen deseos propios, como nosotros los tenemos. Y
por error, vemos a los ángeles como somos los humanos. Los ángeles no pueden
decidir ser buenos o malos, pues ellos son los ejecutores directos de la voluntad de
Dios, son sus soldados. Ellos son en sí mismos la voluntad de Dios en ejecución.
Al espíritu que Dios le asignó hacer el trabajo sucio, o de infiltrado, o de demonio,
a ese le corresponde hacerlo y punto. Y esos ángeles, ni desean, ni deciden, si
obedecen o no. Los ángeles, no se ponen a pensar, que mejor hubieran querido,
hacer o no hacer, esto o aquello, que les fue ordenado desde el trono celestial.
Ninguno de ellos desea la misión de otro ángel. Ninguno desearía, que no le
hubiera correspondido hacer lo que pudiera considerar, algún trabajo desagradable.
Todo eso sí nos sucede a nosotros, pero no a ellos. Ni uno solo, de entre todas las
miríadas de miríadas de ángeles, incluidos todos los del lado oscuro, tiene ni el
más mínimo conflicto de autoridad con Dios. Para los ángeles, entonces, no hay
objeción de conciencia; ellos, nunca, jamás, se oponen a una orden de Dios; ellos
fueron creados así. Ellos hacen lo que Dios les ordena hacer. Ellos son los espíritus
del bien y del mal, enviados por Dios a toda la Tierra. Todos los ángeles, sin
excepción, son soldados perfectos; ejecutores al cien por ciento de la voluntad de
su grandioso general celestial, sea cual ella fuere. Pues ese general celestial y solo
Él, en sus tres personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, está por encima del
bien y del mal. Todo aquel que desee, de verdad, entender mejor la palabra de Dios
no olvide esto: Él, y solo Él, (Padre, hijo y Espíritu Santo), está “muy por encima”
del bien y del mal. El que no lo tenga en cuenta, jamás conocerá bien la palabra de
Dios.

2. Tener en nuestras mentes todo el tiempo, a esos ángeles del lado oscuro,
y a esos ángeles del lado de la luz, unidos, enviados a todos los seres humanos,
proponiéndonos toda clase de deseos, son los frutos de ese precioso árbol de la
“ciencia del bien y del mal”, que nos fue dado a probar, por Dios mismo, en el
paraíso terrenal, cuando nos dijo: “De este árbol no comeréis” (Génesis 2:17). Pero
apareció allí en el paraíso, un ángel del lado oscuro, obviamente, con el
consentimiento de Dios, obviamente enviado por Dios, al cual le fue dado por
Dios, hacer que naciera en nosotros el deseo de probar ese fruto. Ese ángel oscuro
consiguió que tuviéramos, por primera vez, el deseo de hacer nuestra voluntad y no
siempre obedecer a Dios. Por tanto, esos frutos del árbol de la “ciencia del bien y
del mal”, son nuestra esencia como humanos, son nuestro libre albedrío, aquello
que nos hizo diferentes a todo el resto de la creación, la cual “va en paz y en orden
cantando, la gloria de su hacedor.” Todo está en perfecta armonía, menos nosotros
los humanos, que tenemos ese caos de deseos en nuestras mentes, desde que
probamos, todos al nacer, los frutos, el elixir de ese árbol divino, en el paraíso
terrenal, cumpliendo el perfecto itinerario que Dios nos había trazado, desde la
creación misma. Porque tomar los frutos de ese árbol, tampoco sucedió en contra
de la voluntad de Dios, pues en todo el universo, nada sucede en contra de la
voluntad de Dios, que es todo poderoso, todo lo sabe, todo lo ve y está en todas
partes. Esos son los “no bien entendidos” atributos de Dios. Solo quien los tenga
en cuenta siempre, sin olvidarlos, entenderá la palabra de este Dios, que es
omnipotente, omnisciente y omnipresente. Por lo tanto, hasta en los más oscuros y
en los más ardientes rincones del infierno, Dios es el Rey absoluto, sin discusión
alguna, por siempre y para siempre.

3. Nosotros “sí” éramos antes cómo los ángeles, éramos desconocedores de


deseos, aparte del deseo de obedecer a Dios; por lo tanto, no teníamos los
dilemas de conocer y decidir entre el bien y el mal. Así de “armoniosa” fue toda
la humanidad, hasta el instante antes de probar de ese paradisíaco árbol, de la
“ciencia del bien y del mal”, por designio de Dios, que decretó que fuéramos como
él, que fuéramos sus hijos, con libre decisión de obedecer sus designios, o dejarlos
de lado, “haciendo en ambos casos, nuestra soberana voluntad”. Infinitas gracias
por ese preciado don celestial, del elixir del árbol de la ciencia del bien y del mal.
Por eso, cuando el hombre tomó el fruto de ese árbol, entonces Dios dijo: “He aquí
al hombre, como uno de nosotros, (Padre, Hijo y Espíritu Santo), conocedor del
bien y del mal”. Y dice la escritura (Génesis 3:22) que entonces, procedió el
creador, a evitar que el hombre alargara su mano, para que no pudiera probar los
frutos de ese otro único y supremo árbol, que también fue plantado allí por Dios,
“el árbol de la vida”, para que el hombre, solo mientras tanto, no viviera
eternamente. Porque luego, pasado el tiempo, hace apenas dos mil años, viene
Jesús y lo que nos ofrece es ese fruto exactamente: vida eterna. Nos ofrece el más
preciado elixir del paraíso. Según los designios de Dios y según los tiempos de
Dios para nosotros, Jesús nos ofrece, los frutos puros del árbol de la vida, nada más
y nada menos. El primer Adán, tomó para todos nosotros, el fruto del árbol de la
“ciencia del bien y del mal”, haciendo a toda la humanidad, más divina que
ninguna otra especie de seres, incluidos los ángeles. Y Jesús, el segundo Adán,
tomó en el paraíso, para nosotros, los frutos del “árbol de la vida”. Pero por causa
de las sofisticadas falacias de Luzbel, las personas presuponen erradamente, que
fue un error probar el árbol de la ciencia del bien y del mal. Mas, si entendemos
que fue la voluntad celestial para con nosotros, entonces ninguno de los frutos de
esos dos paradisíacos árboles, ha sido, o será para el mal de la humanidad.

4. Cuando Jesús dijo (Juan 8:44), que el diablo es mentiroso y padre de la


mentira, no estaba diciendo que el diablo se hizo mentiroso él mismo,
solamente estaba diciendo que es el padre de la mentira. Los teólogos
superficiales han supuesto que el diablo se hizo mentiroso, pero no les dijo eso
Jesús. Dios padre lo creó mentiroso, al diablo solo, desde el principio, y por eso el
diablo es el padre de la mentira. Si el diablo se hubiera creado a sí mismo
mentiroso, entonces Dios no sería todo poderoso, ni sabría todo, ni sería el creador
de todo. La creación del diablo, homicida desde el principio, malo desde el
principio y padre de la mentira, es la garantía de Dios, todo poderoso, para que los
seres humanos tengamos libre albedrío, al sernos dado un ser diferente a Dios,
creado por Dios, para que le proponga al ser humano lo imperfecto, lo antinatural,
lo erróneo, en fin, lo que Dios no le propondría. El mentiroso arcángel Luzbel bien
pudiera ser, una de esas siete misteriosas lámparas o candeleros, que están delante
del trono de Dios Padre, vistas por Juan en el apocalipsis, que son los siete
espíritus de Dios enviados a toda la Tierra. (Ver: Apocalipsis 1:4; 3:1; 4:5; 5:6).
No se sorprendan entonces, que el día del juicio final, pudieran ver que uno de esos
candeleros de oro, ese espíritu, es nada más y nada menos que el mismísimo
arcángel Luzbel. Ese arcángel oscuro y mentiroso, que fue enviado por Dios a toda
la Tierra, con los otros seis arcángeles, entre los cuales están, Gabriel, Rafael y
Miguel. Luzbel es, posiblemente, el más poderoso de los siete, junto con Miguel,
su adversario directo. Pero los dos arcángeles juntos, no son más poderosos que un
ser humano cualquiera, creado semejante a Dios, conocedor del bien y del mal.
Ambos arcángeles fueron enviados a toda la Tierra, a enfrentarse adentro de cada
ser humano, proponiéndole verdaderos deseos celestiales por los del arcángel
Miguel y tratar de inducirlo a errores, con deseos mentirosos, de los del arcángel
Luzbel.

5. El que crea que Dios Padre “no” envía espíritus a decir mentiras; el que
crea que Dios no pudo haber creado malo, desde el principio al diablo, lea en
el libro 1º de Reyes, el capítulo 22, versos 1 a 40, sobre el rey Acab y el profeta
Miqueas (o Micaías). Dios envió un espíritu de engaño para extraviar a todos los
profetas de Israel, menos al profeta Micaías. Y todos esos profetas de Dios,
engañados por Dios mismo, convencieron al rey de Israel, al rey de Judá y al
pueblo entero, que ese día vencerían al rey de Siria, tomarían su vida, y
recuperarían Ramot de Galaad. A pesar de las palabras de Micaías, que les decía
que iba a morir el rey Acab y no el rey de Siria, no le creyeron, y se fueron
confiados al campo de batalla, dejando a Micaías preso en la ciudad. El rey Acab
no iba ese día al frente de los ejércitos de Israel, como su rey, sino disfrazado de
soldado raso, para evitar la profecía de Micaías. Pero ese día una sola flecha fue
disparada a los aires al azar, y al caer, se clavó en el pecho del rey Acab,
derribándolo, herido de muerte. El rey de Siria había dado orden de buscar y matar
solamente al rey Acab. El rey de Siria, que era enemigo del pueblo de Dios, fue
enviado por Dios mismo, a matar al rey de Israel. Todo ese engaño, a los profetas,
a los dos reyes, al ejército y al pueblo, era para que el rey Acab muriera en batalla;
para que la sangre del rey de Israel regara la tierra y la bebieran los perros, debido
a lo perverso que había sido el rey Acab, junto con su esposa Jezabel. Ver en
apocalipsis 14:20, cómo esta sangre derramada de Acab, es un aviso de lo que será
la vendimia de la tierra al final de los tiempos. Antes de suceder todo este
despliegue de pueblos y ejércitos, dice la escritura, que Dios, en medio de todos
sus ángeles, preguntó quién iría a engañar a los profetas de Israel, para que, con sus
falsas profecías, enviaran al rey Acab a esa trampa mortal, a la batalla.
Obviamente, el espíritu de engaño que se ofreció para enceguecer a los profetas,
era uno de los ángeles del lado oscuro, que estaba allí en el cielo mismo, con todos
sus compañeros oscuros. No fue que lo mandaron a llamar al infierno, ese espíritu
de engaño estaba ahí tranquilo en la presencia de Dios. También el espíritu de
asesinato que entró en el rey de Siria, obviamente era uno de los del lado oscuro.
Todos los asesinatos de la humanidad, todos los amparados por las leyes, como ese
del rey Acab, y todos los proscritos como delitos, han sido sugeridos a las mentes
con afinidades asesinas, por los ángeles del lado oscuro. Eso se cae de su peso.
6. Ese texto de la escritura, sobre el espíritu de engaño enviado por Dios a
los “profetas del pueblo de Dios”, es fascinante, tanto, como lo son los dos
primeros capítulos del libro de Job, donde se encuentra Dios con Luzbel, en el
cielo y conversan fluidamente, como “amo y siervo fiel”, ya que jamás han
hablado, o hablarán, como enemigos o rivales. Ver Job 1:6-12 y 2:1-7. Se entiende
que Luzbel estaba en el cielo con todas sus miríadas de “ángeles oscuros”, no iba a
estar allí solo, o de incógnito. Allí, en lo alto, desde su trono, Dios mismo, es el
que le autoriza a Luzbel, destruir primero todos los bienes de Job, luego autoriza la
muerte de todos los hijos de Job y sus familias, y luego autoriza la pérdida de la
salud de su siervo más leal, Job. ¿Cuántos hombres, mujeres, hijos y siervos,
murieron por una simple conversación distendida entre Dios y Luzbel? Dios fue el
que hizo eso, no fue Luzbel el que autorizó la destrucción, las muertes y la
enfermedad, Luzbel solamente fue el leal ejecutor de esa suprema e inapelable
voluntad celestial. Dios no necesitaba que le demostrarán la fe de Job, pues todo lo
sabe, ni autorizó esas muertes para demostrarle lo más mínimo a Luzbel. ¿Tal vez
eso sucedió solo para que nosotros lo leyéramos? Es potestativo de Dios hacer lo
que desee. El que no pueda creer que Dios mismo envió al anticristo, disfrazado de
grandioso apóstol Pablo, recuerde también que Dios mismo llamó al apóstol Judas
Iscariote, a sabiendas de que Judas le traicionaría y luego se suicidaría, por esa
pesada carga en su alma. Por favor, lean con independencia de criterio, lean las
enseñanzas sorprendentes, que las escrituras les tienen preparadas, a los que desean
la verdad, “pero de verdad”.

7. Si es verdad esto que dice el libro 1º de Reyes 22:1-40, entonces Dios “sí”
envía espíritus (ángeles) mentirosos a la Tierra, a confundir a determinados
hombres y poblaciones enteras, grandes y pequeñas. Si no es verdad eso que
dice el “libro sagrado”, entonces ese texto es una mentira que está en la biblia y,
por lo tanto, supuestamente, viene de Dios. Tómelo por donde lo tome, entonces la
tesis de que Dios “sí” envía espíritus mentirosos a extraviar personas, o
poblaciones enteras, ha sido real, y aún está sucediendo en este mismo instante en
toda la Tierra. ¿En qué forma? Dios ha autorizado la formación de todas las
religiones de la humanidad, Él no frenó la formación de las que estaban
“equivocadas”, Él no impidió la vida de los supuestos creadores de “errores”, por
lo tanto, ese Dios único, es el creador a ultranza, de todas esas religiones que Jesús
ha llamado falsas, debido a que no reconocen que Él es Dios enviado a la Tierra.
Dios Padre es el determinador, de que hayan variadas formas de llamar y adorar a
muchos dioses, aparte de Él. Si algunas de esas religiones no permanecerán
eternamente, ni son perfectas, entonces Dios ha creado esas falsedades, y las almas
de esos miles de millones de personas, que las adoraron, murieron a causa de esas
falacias que recibieron como libros sagrados. Todo ese desastre, fue ordenado por
Dios mismo, que “está muy por encima del bien y del mal”.

8. Pero también está sucediendo ese espíritu de engaño adentro del


cristianismo, autorizado por Dios, para que ejerzamos los humanos nuestro
libre albedrío. Cuando los hombres creen, que las palabras de otros hombres,
diferentes a Jesús, entre ellas las del grandioso Saulo de Tarso, son “la palabra de
Dios”, caen en un poderosísimo engaño enviado desde el Cielo, para ponerlos a
prueba. No es que todo lo que diga Saulo sea mentira, él tiene sublimes enseñanzas
verdaderas sobre Dios, pero, aunque diga muchas verdades, como cualquier ser
humano las puede decir, y aunque las acompañe de milagros, sus palabras jamás
serán “la palabra de Dios”, solo son palabras humanas, inspiradas por Dios, pero
sujetas a error humano. En esas palabras, fatalmente humanas, Saulo de Tarso fue
el que les dio a entender que todas las escrituras tenían el mismo valor divino, de
las palabras de Dios de Jesús (2ª a Timoteo 3:16). Rebajó a Jesús, trató de tomar su
gloria, y ni se dan por enterados. Esa “bobadita” de error humano, ha desviado
durante miles de años, a miles de millones de incautos. “Veía Jesús a Satanás
descender desde el Cielo como un rayo”. (Lucas 10:18) (Hechos 9:3-4) Descendía
autorizado por Dios, para poner a prueba a todos los habitantes de la Tierra.
(Apocalipsis 12:9). Cuando, sumisos, ingenuos y crédulos, adoran esas palabras de
grandes hombres, y las llaman “palabra de Dios”, justamente caen derribadas de lo
alto sus almas, y se estrellan en el suelo. Como cayó Saulo (Hechos 9:3-4), como
también cayó el rey Acab. Adoran lo del suelo, no adoran lo del Cielo. Los miles
de millones de extraviados, por tan sutiles falacias, no fueron víctimas de los
engaños enviados del Cielo, junto con la palabra de Jesús, sino que son víctimas de
sí mismos, al elegir el error como verdad. Crear absolutamente todo en el universo,
tanto lo bueno, como lo malo, hace parte de los atributos de Dios, el cual está,
precisamente, muy por encima del bien y del mal. No podemos juzgar nosotros a
Dios, como si fuera un humano. Él es mucho más que humano o ángel, y sin duda
alguna, Él ha creado todo el bien y todo el mal que hay en el universo.
9. Así como en ese pasaje del libro 1º de Reyes, El Padre ha enviado al
diablo, mentiroso, para que nos invite a salirnos del lado de Dios, y el diablo
ha descargado, como un rayo, su espíritu de engaño, en el grandioso Saulo,
para convertirlo en el extraviador de los cristianos, el seductor de la
humanidad, el más grande artista de la falacia y del engaño. Solo para eso lo ha
enviado. Al adorar las enseñanzas del gran Saulo como palabras de Dios, perdemos
la posibilidad de probar el fruto de la vida eterna, caemos de lo alto, nos mata el
alma esa flecha, ese rayo que cayó del Cielo, nos derriba al piso ese espíritu falaz,
(Lucas 10:18) (Hechos 9: 1-5) perdemos la vida eterna, de la misma forma que
murió el rey Acab, por un engaño descendido desde el Cielo mismo (1 de Reyes
22:34). Pero el diablo no decidió hacer su trabajo de engaño y muerte de las almas
por sí mismo, fue creado así y enviado por Dios a la Tierra, autorizado por Dios.
Ni siquiera el diablo tomó la decisión de elegir a Saulo de tarso para ser el más
grande anticristo, Saulo fue elegido por Dios mismo, igual que Dios eligió a Judas,
para ser el traidor. Judas y Pablo, los dos apóstoles, que en realidad eran apóstoles,
el uno transitorio y el otro falso, antes de su desafortunada elección para hacer el
mal, ya eran hijos de perdición por voluntad propia. Ellos no se perdieron porque
Dios los haya elegido para perderse. Ya ellos dos, con libre albedrío, por sus actos
anteriores, habían decidido hacerse candidatos óptimos a siervos de la niebla, hijos
de las tinieblas. Por ello fueron tomados los dos. Judas es señal clara, dada por
Dios, sobre la aparición de un apóstol falso (Saulo), un traidor, que vendería el
cristianismo al lado oscuro. Dos apóstoles oscuros. Y doce completos del lado de
la luz.

10. Por eso, por ser los grises, los oscuros, ángeles mentirosos, no
rebeldes, sino sujetos desde la creación, a la suprema autoridad de Jesús, era
que los demonios y los espíritus impuros, se postraban delante de Jesús y lo
reconocían como su superior, obedeciéndole en todo lo que les ordenaba, sin
dudar, sin insultarlo, sin ofenderlo, sin murmurar contra Él. (Lucas 4:41).
Mientras que los seres humanos dudaban, estaban confundidos sobre la verdadera
identidad de Jesús, sobre si Jesús era o no era, el enviado de Dios, el esperado, el
Mesías y cuando los demonios lo decían en público, Jesús les ordenaba callar, para
que siguiera siendo motivo de decisión de los seres humanos. (Marcos 1:34).
Porque los demonios, como verdaderos ángeles que son, saben bien quién es Jesús,
su jefe máximo; pero los seres humanos, por razón del libre albedrío, no lo saben
bien, dudan, están confundidos, precisamente por los ángeles de la luz y los de la
oscuridad, adentro de ellos, que les ponen a dudar, no les dan certidumbre total.
Toda duda, en todos los pensamientos humanos, nació ese día en el paraíso, al
tomar el fruto precioso, el divino elixir del “árbol de la ciencia del bien y del mal”.
La “duda metódica” es el soporte de toda investigación científica seria humana. El
método científico, es un efecto, un fruto del árbol de la “ciencia” del bien y del
mal. Por estas fascinantes dudas tan humanas, algunos “científicos”, no todos, han
terminado dudando justamente del origen paradisíaco de la duda. Llegan a dudar a
tal punto algunos, que hasta “dudan de que dudan”. Hasta ese punto ha llegado el
discreto trabajo, en las mentes humanas, de los ángeles de la luz y los ángeles
oscuros. Pero para todos los demonios, y para todos los espíritus impuros, descritos
en el nuevo testamento, la identidad de Jesús y su autoridad incuestionable e
incondicional sobre ellos, como ángeles oscuros, designados oscuros por Dios,
algo que no decidieron ellos, estaba fuera de toda duda. Hay más de veinte
menciones en los evangelios, que hablan de la total e incuestionada sumisión de los
demonios a Jesús. Cero rebeldías. (Mateo 8:31).

11. Dejan de dudar y pueden creer que Jesús es Dios, solamente aquellas
personas a quienes, por designio soberano del Padre, les sea revelada, en lo
más profundo de sus almas, la identidad de Jesús como Mesías. Jesús fue el
que enseñó, que el Padre elige a quien le revela esa verdad suprema, elige
entonces, a quien llama a su “voz”, a su “palabra” y elige también, a quien no le
deja reconocerla (Juan 6:44 y 55) (Mateo 16:13-20). Es como si estas personas
“llamadas”, entonces, en este punto preciso de sus existencias, no hubieran tenido
libre albedrío: fueron elegidos y llamados sin su consentimiento previo. Afuera del
cristianismo hay millones de virtuosos, que no fueron llamados. Adentro del
cristianismo hay millones de grandes pecadores, que sí fueron llamados. Es algo
ilógico para nuestras mentes. El Padre, que está por encima del bien y del mal,
elige, según su insondable sabiduría, a quienes les abre las mentes, para que
entiendan. Y de esos “muchos llamados” a su palabra, dice Jesús, que “pocos son
sus elegidos”, que muy pocos son vencedores de las voces de los ángeles, que los
ponen a dudar sobre las palabras de Jesús, y les unen palabras de hombres, las
cuales les presentan como “palabras de Dios”.

12. Decidiendo cuales palabras son de Dios, entre las muchas que les son
presentadas como divinas, los “llamados a creer” recuperan entonces su libre
albedrío, al tener en cuenta miles de enseñanzas como de Dios, que en verdad
no lo son. Las personas que creen que enseñanzas de hombres, como las de Saulo
de Tarso, son palabras de Dios, en realidad empiezan a dudar de la divinidad las
enseñanzas de Jesús, puesto que creen que Jesús es igual a cualquier hombre; que
esas palabras de Jesús son iguales a las de Saulo y que las palabras de un humano,
igual de imperfecto como todos nosotros, son dignas de ser adoradas, como la
perfecta y eterna palabra de Dios. Así se perfecciona, por designio de Dios, el libre
albedrío de los llamados. Jesús enseñó que el Padre Elige al final, a los “muy
pocos,” que no se dejaron extraviar por las fascinantes enseñanzas, de los ejércitos
de engañadores, estafadores, falaces, que fueron enviados, autorizados desde el
mismísimo Cielo, para poner a prueba a todos los habitantes de la Tierra.

13. Por lo que, igual que en el pasaje del libro de Reyes (1º de Reyes 22:1-
40), “la abominable desolación en el lugar que no debe”, es las enseñanzas de
hombres, como las del grandioso Saulo de Tarso, siendo recibidas, adoradas y
seguidas como palabras de Dios, por miles de millones de humanos, durante
largos dos mil años. La verdadera gran tribulación espiritual es esa masacre
descomunal, es la muerte espiritual de miles de millones de preciosas almas de
seres humanos, todos ellos superiores a los arcángeles. Esa masacre de almas que
ha pasado silenciosa, desapercibida, como si no hubiera sucedido, hasta el día del
juicio final de Jesús sobre todos los seres humanos. Ese día todos verán que esa era
la anunciada gran tribulación, y ni se dieron cuenta. La sangre de las almas heridas
y asesinadas en la cruda batalla, que corría a cántaros, formando ríos caudalosos e
inundando valles, según lo predijo Jesús, que la sangre de la vendimia de la tierra
sería desbordante, hasta los frenos de los caballos de los verdugos; esa sangre no
era roja, ni olía a pestilencia su podredumbre cadavérica, ni se oía el lamento
agónico de los heridos en ese silencioso combate de palabras, porque es la gran
tribulación a un nivel de espíritus, no de cuerpos humanos. Esa preciosa sangre
derramada, que se ha desperdiciado, por milenios, formando ríos, inundando valles
y creando mares, es el verbo de las almas, que se derramó en vano, en pos de
palabras humanas, las cuales adoraron y las llamaron “palabra de Dios”. Llegará el
día en que la humanidad entienda con claridad esa gran masacre de almas perdidas,
causada por los ángeles oscuros y por los hombres, como el grandioso Saulo de
Tarso, que les sirvieron de puente con los humanos.
14. Es una fina y bien tramada manipulación del diablo, hacerles entonces
deducir de la escritura, y presuponer a la ligera, que el mismísimo diablo fue
el que arrastró con su cola, la tercera parte de las estrellas del Cielo, sin el
previo conocimiento de Dios y sin su previa autorización. Trate de imaginarse a
Dios viendo a la tercera parte de sus ángeles irse y no poder evitarlo, no poder
vencerlos nunca; eso es imposible, es inimaginable, pero es lo que te enseñan en la
Tierra. Esa es una mal llamada rebelión, es el delirio febril de teólogos
superficiales. Esa mal entendida “rebelión”, en verdad fue autorizada por Dios,
para que se cumpla estrictamente la voluntad de Dios. Para que haya un ejército de
ángeles oscuros, que inviten a todos los seres humanos, a hacer lo que les venga en
gana, sin pensar si es lo correcto o no. Y si esa mal llamada rebelión, fue
necesariamente aprobada, por el omnipotente, omnipresente y omnisciente creador,
entonces no fue rebelión en verdad. Fue todo lo contrario, fue la ejecución del
magistral plan de Dios, para con los seres humanos, para que, a través de ese
ejército de ángeles oscuros, los seres humanos tuviéramos el preciado y divino
libre albedrío. Sin ese ejército de ángeles del lado oscuro, proponiéndonos como
normales, toda clase de deseos y acciones, ajenos a la voluntad perfecta de nuestro
creador divino, es imposible que nosotros tengamos libertad de elección. Ellos son
los garantes de nuestro libre albedrío, lo que nos hace hijos de Dios. Por ese
flamante libre albedrío, dado a nosotros por los ángeles oscuros, es que “no” somos
solamente criaturas de Dios, como sí lo son todos los ángeles y los arcángeles,
tanto los del lado oscuro, como los de la luz, pues nosotros somos mucho más que
cualquiera de esos grandiosos arcángeles.

15. El Padre no pelea en contra del diablo y sus ángeles, ni ellos se enfrentan
contra Dios, eso ni siquiera se les atraviesa por sus “mentes”. El Padre está
muy fuera del alcance del diablo, el Padre es demasiado superior al diablo y a
todos sus ángeles y espíritus juntos. La gran batalla en el Cielo se presenta en todas
las mentes humanas, en las que se enfrentan los ángeles de la luz (Miguel), y los
ángeles oscuros (Luzbel), para lograr que cada persona les oiga sus sugerencias. Se
enfrentan a nivel espiritual, por el control de los humanos, no por el control del
Cielo. El diablo y los suyos no aborrecen al Padre y el Padre no odia ni
menosprecia al diablo, sino que, por el contrario, el Padre ama al diablo y a todos
sus ángeles, pues el Padre a nadie odia, el Padre ama a toda su creación. El Padre
se definió a sí mismo como amor. El Padre creó al diablo como el diablo ha sido
siempre, y por tanto no tiene cuando estar decepcionado del diablo. Ni mucho
menos, el diablo se le salió de sus manos. Así como es de mentiroso el diablo, así
es como el Padre lo creó y así es como lo usa Dios, para perfeccionar el libre
albedrío de los seres humanos. El diablo no alcanza a hacerle daño al Padre, ni lo
toca en lo más mínimo, ni daña una mínima parte de su esencia y de su poder. El
Padre jamás pierde el control de todo el universo, incluidos el lado oscuro y el
infierno.

16. Solo que es que el diablo sí es muy, pero muy mentiroso con nosotros. A
tal punto llega su poder de engaño que se hace pasar por Dios, autorizado por
Dios, a ver si le creemos sus falacias; y vaya que ha seducido a las naciones.
Esa es su esencia, así fue creado. Ese arcángel Luzbel, les hace presuponer,
equivocadamente, a sus miles de millones de engañados, que Dios no hace
presencia ni autoridad en el infierno, que el infierno es territorio libre de la
presencia de Dios, porque disque como Dios es solamente bueno, no puede estar en
el “mal” del infierno, ni tiene autoridad allí. Es un “dios” muy limitado el que le
aceptan al falso rebelde, Lucifer, al “ángel oscuro”. Es tan sagaz el diablo, que te
miente y te dice que había sido creado perfecto, pero él decidió ser imperfecto; que
había sido creado bueno, y él decidió ser malo; que había sido creado en el Cielo, y
el decidió irse al infierno. Pero es que el diablo ni siquiera puede decidir decir la
verdad en esos temas, lo hicieron así mentiroso, para que te invitara a ti a decidir,
exactamente esas mismas variables: ser imperfecto, ser malo, e irte al infierno. A
través de los del lado oscuro, tú entras a decidir tu vida por ti mismo.

17. El arcángel Luzbel, jamás ha tenido ni tendrá, el precioso libre albedrío.


El principal de todos los ángeles, el más famoso de todos, el más tenido en
cuenta por nosotros, el más pensado, el más temido por los engañados seres
humanos, a pesar de su capacidad de mentirnos sobre él mismo, a pesar de
hacernos creer que él es más grande que los humanos, lo cual no es verdad; a
pesar de hacernos creer que él se rebeló en contra de Dios, y hacernos creer,
que él es una alternativa oscura para vivir nosotros rebeldes, en el supuesto
“territorio libre del infierno”; ese poderoso arcángel, no tiene libre albedrío,
no puede hacer su voluntad, no puede decidir qué hacer o no hacer. Ni siquiera
tiene deseos propios. Justamente este ángel oscuro, que fue enviado al paraíso, para
inducir en nosotros deseos propios, aparte del deseo de obedecer a Dios, este ángel
Luzbel, no puede desear por sí mismo ni lo más mínimo. No puede desear ser
bueno, ni desear dejar de ser el diablo, ni aborrecer el infierno, ni arrepentirse, de
vez en cuando, por todos los engañados de todos los siglos. Es el que es y nada
más. No es como los humanos, superiores a él. Y si ese poderosísimo arcángel
Luzbel o Satanás, no se puede declarar en rebeldía en contra de Dios, y no puede
dejar de obedecerle al pie de la letra alguna vez, dejando de mentirnos, ninguno
otro espíritu o ángel, es posible que pueda decidir, ni lo más mínimo, por sí mismo.
Por esta razón, es que pedirles favores a los ángeles está de más. El único que tiene
poder de decisión sobre las circunstancias que nos rodean es el “jefe”, es Jesús. Él
ejecuta su voluntad a través de sus espíritus, tanto los oscuros, como los luminosos.

18. Ni los arcángeles Miguel, Gabriel, Rafael y los demás grandiosos


arcángeles, pueden decidir, qué hacer con sus “vidas”. No pueden decidir, por
ejemplo, si desean, a veces, pasarse del todo al bando oscuro del arcángel
Luzbel, o ayudarle al oscuro de vez en cuando, pero seguir siendo luego de la
luz, como cualquiera de nosotros lo ha hecho varias veces durante la vida. Ni
son buenos o malos, por desear o no, obedecer en todo a Dios. Su esencia misma es
obedecer en todo a Dios. Solo nosotros, los seres humanos que, sin la más mínima
excepción, todos probamos los frutos del precioso árbol de la ciencia de bien y del
mal; solo nosotros, los humanos, sí podemos rebelarnos en contra de los designios
de Dios, sí podemos desear no obedecerle, sí podemos desear atacarlo; porque ese
es el designio perfecto de Dios, para nosotros; hasta el día del juicio final de Jesús
sobre toda la humanidad. Somos absolutamente libres hasta ese día, gracias a los
“ángeles oscuros” enviados por Dios. Y ese día, les garantizo que todos estaremos
de acuerdo con Jesús, que merecemos el lugar que Él nos dé en el universo, ya sea
el Cielo o el infierno.

19. El juicio final de Jesús es tan perfecto, que nadie va a estar en


desacuerdo ese día, con el veredicto que Jesús le dicte. El juicio es solo sobre
cómo cada uno haya usado su libre albedrío. Un juicio sobre lo que decidió
libremente, no sobre lo que no pudo decidir. El juicio es para saber quiénes
recibirán la vida infinita, con capacidad de decisiones propias. El juicio es sobre,
quienes pueden tomar los frutos del árbol de la vida, el más preciado elixir del
paraíso, que nos ha ofrecido Jesús. El juicio final de Jesús no es la premiación para
las personas que no se equivocaron, que fueron perfectas; porque “nadie” es
perfecto, con esos creativos ángeles, los de la luz y los de la niebla, proponiendo
tantos deseos diferentes. Mucho menos el juicio de Jesús, es para decidir quiénes
pueden volver al paraíso, en las mismas circunstancias de antes de comer de los
frutos supuesta mente “prohibidos”. Ni es un juicio para convertirnos en ángeles,
puesto que no somos inferiores a los ángeles, sino todo lo contrario. Los
vencedores en el juicio entre el bien y el mal, los vencedores, por tanto, del árbol
de la ciencia del bien y del mal, pueden extender sus manos y tomar el fruto del
árbol de la vida, que es un estado “humano” aún más superior al que hoy tenemos
respecto a los ángeles, el estado de verdaderos y eternos hijos de Dios. Es la suma
de los dos estados: el jamás perdido estado de libre albedrío, más el estado de vida
eterna. Gracias infinitas al único, que está por encima del bien y del mal, al
omnipotente, omnipresente y omnisciente, por ese celestial elixir de vida eterna y
por el precioso don del libre albedrío, dado a los que “no” somos ángeles.

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