Las Palabras y Las Cosas
Las Palabras y Las Cosas
Las Palabras y Las Cosas
contra la corriente, el lenguaje tal como era hablado, los seres natu-
rales tal como eran percibidos y reunidos, los cambios tal como eran
practicados, ha manifestado nuestra cultura que hay un orden y que
a las modalidades de este orden deben sus leyes los cambios, su re-
gularidad los seres vivos, su encadenamiento y su valor representa-
tivo las palabras; qué modalidades del orden han sido reconocidas,
puestas, anudadas con el espacio y el tiempo, para formar el pedestal
positivo de los conocimientos, tal como se despliegan en la gramá-
tica y en la filología, en la historia natural y en la biología, en el
estudio de las riquezas y en la economía política. Es evidente que
tal análisis no dispensa de la historia de las ideas o de las ciencias:
es más bien un estudio que se esfuerza por reencontrar aquello a par-
tir de lo cual han sido posibles conocimientos y teorías; según cuál
espacio de orden se ha constituido el saber; sobre el fondo de qué
a priori histórico y en qué elemento de positividad han podido apa-
recer las ideas, constituirse las ciencias, reflexionarse las experiencias
en las filosofías, formarse las racionalidades para anularse y desva-
necerse quizá pronto. No se tratará de conocimientos descritos en
su progreso hacia una objetividad en la que, al fin, puede recono-
cerse nuestra ciencia actual; lo que se intentará sacar a luz es el
campo epistemológico, la episteme en la que los conocimientos, con-
siderados fuera de cualquier criterio que se refiera a su valor racio-
nal o a sus formas objetivas, hunden su positividad y "manifiestan
así una historia que no es la de su perfección creciente, sino la de
sus condiciones de posibilidad; en este texto lo que debe aparecer
son, dentro del espacio del saber, las configuraciones que han dado
lugar a las diversas formas del conocimiento empírico. Más que una
historia, en el sentido tradicional de la palabra, se trata de una "ar-
queología".1
Ahora bien, esta investigación arqueológica muestra dos grandes
discontinuidades en la episteme de la cultura occidental: aquella con
la que se inaugura la época clásica (hacia mediados del siglo xvii)
y aquella que, a principios del xix, señala el umbral de nuestra mo-
dernidad. El orden, a partir del cual pensamos, no tiene el mismo
modo de ser que el de los clásicos. Tenemos la fuerte impresión
de un movimiento casi ininterrumpido de la ratio europea desde el
Renacimiento hasta nuestros días, podemos pensar muy bien que
la clasificación de Linneo, más o menos arreglada, puede seguir go-
zando en general de cierta validez, que la teoría del valor de Con-
dillac se encuentra de nuevo por una parte en el marginalismo del
siglo xix, que Keynes tenía una clara conciencia de la afinidad de
1
Los problemas de método que plantea tal "arqueología" serán examinados en una
obra próxima.
8 PREFACIO