Sistemas y Mapas
Sistemas y Mapas
Sistemas y Mapas
Laura Margulis
Cátedra I de Neurofisiología
Sistemas funcionales
del Sistema Nervioso
Tema 5
Dictado virtual, pandemia 2020
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Sistemas funcionales del Sistema Nervioso
Índice
2
Preguntas para guiar la lectura
Tema 5: Sistemas funcionales del Sistema Nervioso
Este es un material bibliográfico preparado para la cursada virtual durante la pandemia 2020.
Se detallan a continuación los objetivos del tema y una serie de preguntas para dirigir la lectura del
presente material.
Leé atentamente las preguntas, es posible que no tengas conocimientos para responder algunas (o
muchas de ellas). Sin embargo podés reflexionar sobre qué se está preguntando y anotar las ideas
que te surgen, aunque no constituyan una respuesta formal.
Activar los conocimientos previos, aunque sean insuficientes, es una parte muy importante para
comprender un texto.
Objetivos de la clase
1. Definir los niveles de organización del SN de mayor escala espacial
2. Describir los principios de procesamiento de los sistemas funcionales del SN
3. Aplicar los principios de procesamiento a los sistemas somatosensitivo y somatomotor
4. Describir la organización de la corteza cerebral en mapas topográficos, láminas y columnas
Los niveles de organización del SN de mayor escala espacial son el nivel de los sistemas y el nivel de
las regiones corticales, es decir, los mapas topográficos, las láminas y las columnas.
Usamos el término sistema para referirnos a un conjunto de elementos interconectados del SN que
constituyen una estructura de mayor complejidad. Las propiedades de dicha estructura dependen de
la interacción de los elementos que la componen y no de la simple suma de sus capacidades. En el
estudio de un sistema, interesan tanto los principios de organización y funcionamiento de sus
componentes como los del propio sistema. Además, cada componente puede ser analizado en sí
mismo como un sistema, si se lo conceptualiza en el marco de un nivel de menor escala espacial. Por
ejemplo, se puede considerar a la neurona como un elemento incluido en un sistema sensorial, pero
también como un sistema compuesto a su vez por elementos de menor escala espacial (conjunto de
organelas celulares, conjunto de procesos moleculares). Más específicamente, en este material de
lectura, consideramos “sistema” a la interconexión de un conjunto de elementos del SN, cuya
organización le permite al organismo/individuo dar respuesta a un problema adaptativo. Por lo tanto,
destacamos que la noción de sistema es de naturaleza funcional; un sistema no es una única
estructura anatómica localizada, sino un conjunto de componentes distribuidos en varias regiones del
SN y conectados funcionalmente por medio de fibras (axones) de proyección (o de asociación en la
corteza). En esto, el cerebro muestra una neta diferencia con los dispositivos diseñados por la
ingeniería humana, que tienen componentes discretos y funciones compartimentalizadas.
En el SN humano se distinguen varios grandes sistemas funcionales: los sistemas sensoriales, uno
para cada modalidad sensorial (visual, auditivo, somatosensitivo, gusto, olfato), el sistema
somatomotor y sistemas reguladores que no son parte directa de la actividad sensorial o motora, pero
que ejercen una poderosa influencia y regulan dicha actividad (sistemas de atención, emoción y
motivacionales), o que almacenan la experiencia (sistemas de memoria). Es intuitivamente más
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sencillo aplicar el concepto de sistema a los sistemas sensoriales (conjuntos de estructuras del SN
relacionadas con el procesamiento de un tipo de información: visual, auditiva, etc.) y al sistema
somatomotor (conjunto de estructuras del SN relacionadas con la organización de la respuesta
motora). Es menos sencillo pero igualmente útil aplicar la noción de sistema a otros aspectos de la
función nerviosa, como por ejemplo al sistema nervioso autónomo (conjunto de estructuras del SN
relacionadas con el control de las vísceras), o a los sistemas emocionales, de motivación, memoria,
etc.
El otro nivel que abordaremos aquí es el que corresponde a las regiones corticales, es decir a los
mapas topográficos, las láminas y las columnas; es el nivel que estudia la organización celular, las
conexiones y el funcionamiento de la corteza cerebral. En el caso de los sistemas sensoriales y
somatomotor, este nivel se refiere específicamente a un componente del sistema, el componente
cortical. Otros sistemas como los de memoria, lenguaje, etc., están formados sólo por componentes
corticales1.
Una característica inherente a todos los sistemas funcionales del SN es que el procesamiento de la
información depende de un conjunto de regiones distribuidas a lo largo del SN. Esto se debe a que
cada región que forma parte de un sistema no realiza el mismo procesamiento que otra. Al estudiar la
contribución de cada componente a la función de dicho sistema, surgen principios de organización
compartidos.
1
Esto no significa que la memoria y el lenguaje puedan funcionar sin información externa y sin el aporte de los niveles inferiores del
SNC; simplemente significa que el recorte con el que se delimitan sistemas como memoria y lenguaje privilegia las redes corticales
que sustentan los aspectos específicos de la función (almacenamiento de la información, representaciones y reglas del lenguaje, etc.) y
excluye otros sistemas como el sensorial y el motor que los alimentan o expresan.
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El primero de estos principios es el procesamiento serial o en etapas. En los sistemas sensoriales,
las etapas de procesamiento de la información siguen una progresión desde los aspectos más
concretos a los más abstractos, tal como se mencionó en la clase 2. Por otro lado, en el sistema
somatomotor, primero se procesan los aspectos más abstractos y por último, los más elementales del
movimiento. Es decir que el procesamiento serial implica una organización jerárquica.
Por último, un principio que caracteriza a los sistemas sensoriales y el sistema somatomotor es la
organización topográfica de los componentes. Este concepto alude a que la disposición de los
cuerpos neuronales que constituyen los componentes de esos sistemas, así como la disposición de
los axones que forman los haces de proyección, respetan la disposición de los elementos en la periferia
de dichos sistemas. Por ejemplo, en el sistema visual, los elementos de la periferia se ubican en la
retina, y la disposición de esos elementos se refleja en la disposición de los cuerpos neuronales en los
componentes así como en la disposición de los axones en los haces de proyección de la vía visual.
Del mismo modo, en los sistemas somatosensitivo y somatomotor los elementos de la periferia se
disponen a lo largo de las distintas partes del cuerpo y esta disposición se mantiene a lo largo de las
vías de los sistemas respectivos.
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Sistemas sensoriales
¿Para qué sirve la información sensorial? (o mejor dicho ¿cuál es la ventaja de poder captarla?),
¿cuáles son los procesos por los que un estímulo físico se transforma en un impulso nervioso?, ¿cómo
se procesa la información sensorial?, ¿de qué manera el SN produce la experiencia consciente de la
percepción?, ¿cómo logra reconocer un rostro, el ruido de la rotura de un cristal, o el aroma de la
comida preferida, a partir de los estímulos que recibe?
La información del medio que recogen los sistemas sensoriales es utilizada por el organismo para la
percepción, el control del movimiento, la regulación de los órganos internos y la regulación del nivel de
alerta. Todos estos procesos requieren una enorme cantidad de operaciones que el SN puede llevar
a cabo gracias a dos propiedades: todos sus componentes están conectados de manera precisa para
analizar (descomponer) y combinar los atributos del estímulo, y porque este complejo y preciso
interconectado puede ser modificado por la experiencia.
Los sistemas sensoriales proporcionan la información con la que generamos una representación
actualizada del mundo (externo e interno). El conocimiento del mundo se construye a partir de los
estímulos que recogen la visión, la audición, el olfato, el gusto y la sensibilidad somática. Los sistemas
sensoriales son el canal de entrada de la información, pero de ninguna manera deben entenderse
como un mecanismo pasivo de conducción unidireccional. Las percepciones no son una copia exacta
de las propiedades físicas de los estímulos, el SN extrae algunos de los elementos de información de
los estímulos y los combina; por ejemplo, el sistema visual combina la información bidimensional de
un objeto registrada en la retina y crea representaciones tridimensionales del mismo, el sistema
somatosensitivo combina información táctil obtenida por una superficie plana (la piel) con información
propioceptiva de los dedos para crear una representación de la forma espacial (tridimensional) del
objeto palpado. Además, los sistemas sensoriales extraen sólo algunos de los elementos del estímulo,
ignoran otros y luego, la información resultante es interpretada en el contexto de la estructura propia
del cerebro y de la experiencia previa del organismo. Las percepciones, por lo tanto, no son registros
directos del mundo externo sino estructuras creadas en el interior, que derivan de la información
externa, pero que son elaboradas de acuerdo a las particularidades del procesamiento y a los límites
impuestos por la estructura del SN y la experiencia previa del organismo (Gardner y Martin, 2001). El
funcionamiento de los sistemas sensoriales depende de la interacción de mecanismos ascendentes y
descendentes; los mecanismos ascendentes van del receptor periférico a la corteza cerebral y son
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dirigidos por los estímulos; los mecanismos descendentes son gobernados por los objetivos del
organismo y van desde la corteza hacia la periferia. Es la acción conjunta de estos dos tipos de
mecanismos lo que produce las sensaciones, origina las percepciones, activa memorias almacenadas
y forma la base de la experiencia consciente.
Receptores periféricos
El contacto inicial con el mundo externo se realiza a través de los receptores, que son neuronas
especializadas en captar una forma específica de energía. Así, el receptor auditivo reacciona
específicamente a las ondas sonoras (energía cinética), la retina a la luz (ondas electromagnéticas),
los termorreceptores de la piel a la temperatura (energía calórica), etc. La energía del estímulo es
codificada a la entrada del SN por los receptores, cuya función es la de traducir una forma específica
de energía externa en un patrón de descarga neuronal. De esa manera, estímulos de naturaleza
diversa, que excitan a receptores específicos, son traducidos al código común de todas las neuronas
del SN: el patrón de descarga de los potenciales de acción. Por eso, en su señal de salida, los
receptores codifican información acerca de cuatro tipos de atributos del estímulo: la modalidad, la
localización, la intensidad y la duración. La modalidad está determinada por el tipo de energía que
transmite el estímulo (ondas electromagnéticas, energía cinética, calórica, etc.) y también por los
receptores y el sistema sensorial sobre el que actúan2. En algunos sistemas, como el somatosensitivo
2
No sólo el estímulo determina la modalidad codificada, sino también el receptor; por ejemplo, un golpe (energía cinética) en el ojo,
puede hacernos “ver las estrellas” porque activa los receptores de la luz y esta activación es transmitida al resto del sistema visual que
la interpreta como estímulo visual.
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y el visual, la localización del estímulo es codificada por la distribución de los receptores periféricos
activados y no activados en el marco de un sistema organizado topográficamente. La intensidad del
estímulo es codificada por la respuesta graduada de la señal de entrada del receptor (a mayor
intensidad del estímulo mayor amplitud del potencial receptor o local) y luego por la frecuencia de
descarga de la señal de salida del receptor (a mayor intensidad del estímulo y mayor amplitud del
potencial local, mayor frecuencia de los potenciales de acción). Los receptores de cada modalidad
sensorial están consignados en la tabla 1.
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El receptor está relacionado con la célula ganglionar, cuyo cuerpo celular está ubicado en el ganglio
sensorial (por ejemplo en los ganglios de las raíces posteriores de la médula); la célula ganglionar es
la neurona de primer orden de toda vía sensorial. El receptor puede ser una especialización de una de
las prolongaciones de la propia célula ganglionar, como es el caso de los receptores somatosensitivos,
o puede ser una célula diferente como es el caso de los receptores visuales y auditivos (figura 2).
Vías sensoriales
En su forma más simple, las vías sensoriales están formadas por tres neuronas. La primera neurona
o neurona de primer orden es una célula de morfología bipolar; una de sus prolongaciones está en
contacto con el receptor y la otra ingresa al SNC donde hace sinapsis con la neurona de segundo
orden. El axón de esta segunda neurona se decusa (cruza al lado opuesto del SNC) y hace sinapsis
con la neurona de tercer orden, localizada en el tálamo. El axón de la tercera neurona se proyecta a
la corteza sensorial primaria correspondiente. Algunas vías sensoriales están constituidas por más de
tres neuronas. Dentro de las vías, se distinguen las “estaciones de relevo”. Las estaciones de relevo
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consisten en un conjunto ordenado de cuerpos neuronales e interneuronas3 (es decir, sustancia gris),
que está localizado en sectores delimitados de las astas grises de la médula, de los núcleos del
encéfalo y de la corteza cerebral. En las estaciones de relevo, hacen sinapsis las fibras que vienen de
la etapa anterior así como las interneuronas que conectan los cuerpos de las neuronas de proyección
entre sí y con otras estructuras. En ellas, se transforma la información recibida, por ejemplo puede ser
atenuada o amplificada antes de ser transmitida a la estación posterior 4. Las fibras que conectan las
estaciones en su camino hacia la corteza son los axones de las neuronas de proyección, cuyo cuerpo
forma parte de la estación de relevo. Las fibras se agrupan en haces de sustancia blanca, y en algunos
casos son tan prominentes que se observan a simple vista (las fibras de proyección que constituyen
las radiaciones ópticas, las fibras comisurales que constituyen el cuerpo calloso, etc.), aunque en la
mayoría de los casos no son tan evidentes.
La disposición de los cuerpos neuronales en las estaciones de relevo y de las fibras de proyección en
los haces blancos responde a un orden de lo más estricto. Ese orden refleja la disposición de los
receptores en la superficie receptora (piel, retina, cóclea), de manera que cualquier sección de la vía
sensorial representa un mapa topográfico de la superficie receptora; esta organización topográfica
llega hasta las áreas primarias de la corteza cerebral y se extiende a las áreas secundarias. Además
del orden, la vía refleja la densidad con que se distribuyen los receptores en la periferia, de manera
que las zonas de la superficie receptora con mayor concentración de receptores (el pulpejo de los
dedos, la fóvea central de la retina, los sectores más sensibles de la lengua o de la mucosa nasal)
estarán representadas por una mayor densidad de fibras en los haces y de neuronas en las estaciones
de relevo.
En cada una de las estaciones de relevo, la información sensorial inicialmente recogida por los
receptores sufre transformaciones sucesivas, por lo que a la corteza cerebral no llega material en
bruto, sino información ya elaborada. El análisis de la información en varias etapas sucesivas recibe
el nombre de procesamiento serial, que es típico de las vías sensoriales, pero no sólo de ellas; también
es un principio de organización y de funcionamiento de las vías eferentes (motoras) y de la propia
corteza cerebral durante la elaboración más compleja de la información. Las estaciones de relevo son
3
En estas estaciones, hay dos tipos de neuronas: las de proyección tienen cuerpo más grande y axones largos para conducir las señales
a la estación siguiente, y las interneuronas que tienen axón corto y sirven para conectar las neuronas de proyección entre sí y con otras
estructuras (motoras por ejemplo).
4
El término “estación de relevo” no es el más preciso porque las estaciones procesan la información, es decir, la modifican antes de
transmitirla hacia la estación siguiente.
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además un punto en el que la información sensorial puede interactuar con la salida motora del nivel
correspondiente, lo que se conoce como integración sensoriomotora.
La segregación funcional es otra característica importante de los sistemas sensoriales. Por ejemplo,
dentro del sistema somatosensitivo, se distinguen las modalidades para el tacto, la temperatura, la
propiocepción y el dolor, que cuentan con receptores, estaciones de relevo y haces de fibras
separados. La segregación funcional de los sistemas sensoriales se extiende desde los receptores
hasta la corteza primaria y es una característica también de la especialización funcional de las cortezas
de asociación. En su sentido más general, el concepto de segregación funcional significa que el SNC
no tiene homogeneidad funcional, sino que cada una de sus partes está especializada en un tipo
específico de procesamiento.
Una consecuencia de la segregación funcional es que cuando se apoya en vías paralelas, otorga la
ventaja de poder procesar simultáneamente distinto tipo de información. El procesamiento en paralelo
es la modalidad de trabajo que permite analizar simultáneamente distintos aspectos de un fenómeno
a través de múltiples vías de procesamiento. A pesar de que la palabra “paralelo” sugiere la imagen
de dos rectas idénticas, las vías en paralelo no son exactamente idénticas, sino que, como hemos
visto, transportan información acerca de distintos aspectos del estímulo (por ejemplo textura,
temperatura o movimiento en el sistema somatosensitivo, o forma, color y movimiento en el sistema
visual). Más aún, dentro de una modalidad segregada como el dolor hay incluso vías de conducción
rápidas y lentas que trabajan simultáneamente en paralelo.
El procesamiento serial (en etapas sucesivas) sugiere de por sí una jerarquía con niveles
subordinados. La organización jerárquica se verifica fundamentalmente en dos aspectos de la
actividad de las neuronas de una vía sensorial: el cambio en los campos receptivos y la especificidad
de la respuesta neuronal. El campo receptivo de una neurona sensorial es el área de la periferia (el
conjunto de receptores) en la cual la aplicación de un estímulo evoca una respuesta en la neurona. En
una neurona de primer orden el campo receptivo es relativamente pequeño, mientras que el de una
neurona de segundo orden es más amplio; ello se debe a que la neurona de segundo orden recibe
sinapsis de varias neuronas de primer orden y esta convergencia hace que su campo receptivo resulte
de la superposición de los campos receptivos de las neuronas que le envían información.
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Otro rasgo de la organización jerárquica se expresa en que las propiedades de respuesta de las
neuronas cambian según el nivel en el que se encuentren. A medida que se asciende en la jerarquía,
las neuronas responden a atributos más abstractos y más específicos de los estímulos. Por ejemplo,
en la vía visual, las neuronas ganglionares de la retina responden a un punto luminoso aplicado a su
campo receptivo, en cambio las neuronas de la corteza visual primaria responden a estímulos
presentados en una porción más amplia del campo visual (superposición de los campos receptivos),
pero sólo si esos estímulos poseen una característica específica; por ejemplo, se activan cuando el
estímulo es una barra luminosa horizontal y no responden si la barra tiene otra orientación (vertical u
oblicua), ni tampoco si se le presenta un punto luminoso, aunque caiga dentro de su campo receptivo.
Por su parte, las neuronas de las áreas visuales secundarias responden a rasgos aún más específicos
como el desplazamiento de un borde en una dirección y no en otra. Dentro de la corteza de asociación
visual, se han identificado 35 zonas, conectadas en serie y en paralelo, en las que hay neuronas
individuales que responden a configuraciones tan específicas como letras, objetos, rostros, movimiento
mecánico o movimiento animado.
Inicialmente, se pensó que las vías sensoriales respondían sólo a los principios de organización serial
y jerárquico. Con el descubrimiento de la segregación funcional, en particular de la existencia de varias
vías en paralelo en cada sistema sensorial, se complejizó el panorama incluyendo el procesamiento
en paralelo. Cada una de estas vías, a su vez, lleva a cabo procesamiento serial y se comunica con
componentes de vías paralelas a través de la interacción lateral.
La mayor parte de las fibras de las neuronas sensoriales de segundo orden, antes de llegar al tálamo,
cruzan al otro lado de la línea media. Este punto tiene una localización constante y diferente para cada
vía y se denomina punto de decusación. También la vía motora se decusa a nivel del tronco cerebral.
La decusación de las vías sensoriales y motora tiene por consecuencia que el hemisferio derecho
controla la sensibilidad y actividad motora del hemicuerpo izquierdo y el hemisferio izquierdo, la
sensibilidad y actividad motora del hemicuerpo derecho. Aún no se comprende la ventaja evolutiva de
esta disposición.
Todas las vías sensoriales, excepto la olfativa, hacen sinapsis en el tálamo, en donde se encuentra la
neurona de tercer orden. Estas neuronas forman un núcleo o un conjunto de núcleos específicos para
cada modalidad. Los núcleos sensoriales talámicos muestran también segregación funcional; por
ejemplo, para la vía somatosensitiva hay núcleos separados para tacto discriminativo, dolor,
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temperatura y propiocepción. Los axones de las neuronas de tercer orden se proyectan a la corteza
cerebral siguiendo los principios de segregación funcional y organización topográfica. Desde el tálamo,
hay también proyecciones hacia otras estructuras, en particular deben mencionarse las proyecciones
hacia los núcleos amigdalinos, que juegan un papel importante para la detección de estímulos
emocionales.
Procesamiento cortical
El procesamiento sensorial no termina con el arribo de la información a la corteza cerebral; todo lo
contrario, en la corteza se llevan a cabo los procesos más complejos y allí la información se recombina
para representar los atributos más específicos de los estímulos. La corteza también opera de acuerdo
a los principios de segregación funcional, procesamiento en serie y en paralelo. Como vimos, las
neuronas sensoriales de tercer orden talámicas se proyectan a la corteza sensorial primaria
correspondiente (cortezas primarias visual, somatosensitiva o auditiva). Las cortezas sensoriales
primarias pueden ser definidas entonces como las regiones que reciben las proyecciones desde el
tálamo y son la puerta de entrada de cada vía sensorial a la corteza. La corteza sensorial secundaria
es el área que recibe las proyecciones desde la corteza primaria de la misma modalidad y que está a
su vez interconectada entre sí. Se considera corteza terciaria, héteromodal o multisensorial a la que
recibe proyecciones desde más de un sistema sensorial; la mayoría de las proyecciones que recibe
esta corteza provienen de las áreas secundarias. Como vemos, cada nivel cortical recibe
principalmente señales desde el nivel anterior y agrega un nuevo análisis y recombinación de la
información sensorial. Esta organización jerárquica determina los efectos de las lesiones; así, una
lesión en la vía sensorial, el tálamo o la corteza primaria producirá déficits elementales tales como la
pérdida de la sensibilidad en una parte de la superficie receptora (anestesia de una parte de la piel,
ceguera en una parte del campo visual, sordera para sonidos relacionados con determinados tonos),
mientras que la lesión en las áreas secundarias no afectará las sensaciones elementales pero afectará
el reconocimiento perceptivo, y una lesión en las áreas terciarias afectará procesos cognitivos más
complejos y multisensoriales (por ejemplo lenguaje, memoria, planificación, etc.).
El sistema somatosensitivo
El sistema somatosensitivo (soma significa cuerpo) es el sistema que procesa las sensaciones
corporales. Una parte del sistema es exteroceptiva porque analiza los estímulos que la piel de nuestro
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cuerpo recibe desde el exterior. Otra parte es propioceptiva porque está dedicada a los estímulos que
se originan en nuestro propio cuerpo como resultado de la postura o el movimiento. El sistema está
constituido por cuatro submodalidades de sensibilidad somática cada una de las cuales se origina en
un grupo de receptores específicos y posee vías sensoriales en paralelo que conducen la información
somática hacia el tronco, el tálamo y la corteza cerebral5. Este sistema es esencial para el
reconocimiento de objetos por el tacto y para guiar y controlar los movimientos.
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Aunque suele considerarse cuatro submodalidades en rigor hay aún más vías somatosensitivas si consideramos las variedades dentro
de cada submodalidad, la sensibilidad táctil por ejemplo se origina en receptores de adaptación rápida y otra en receptores de
adaptación lenta, hay vías de conducción rápida y lenta para el dolor y subtipos dentro de la sensibilidad propioceptiva.
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Los receptores se adaptan (dejan de descargar) cuando los estímulos son persistentes, si tardan poco en adaptarse se los denomina de
adaptación rápida y si tardan mucho se los denomina de adaptación lenta.
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tendones y músculos y se activan cuando una articulación se pone en movimiento, cuando un tendón
es sometido a tensión y cuando el músculo modifica su longitud por contracción o relajación. Las fibras
que conducen esta información, aunque de manera segregada siguen por la médula el mismo camino
que la modalidad anterior, y también terminan en la corteza S1.
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La tercera submodalidad es la nocicepción o sensibilidad dolorosa. Los receptores de este sistema
están localizados en la piel y reaccionan específicamente cuando una noxa (una aguja por ejemplo)
incide sobre la piel y daña el tejido. La vía ascendente de esta modalidad es diferente a la que lleva
información táctil y propioceptiva a la corteza SI. En este caso el axón de la neurona de primer orden
ingresa a la médula y establece inmediatamente sinapsis con la neurona de segundo orden cuyo
cuerpo está localizado en el asta posterior de la médula. El axón de la segunda neurona cruza
inmediatamente hacia el lado opuesto y asciende por el cordón lateral hasta el tálamo donde hace
sinapsis con la neurona sensorial de tercer orden. La tercera neurona envía su axón hacia la corteza
SI (figura 3).
Las fibras de cada una de las submodalidades somatosensitivas están topográficamente ordenadas a
lo largo de toda la vía. Cada raíz posterior de la médula contiene fibras procedentes de una región
delimitada de la piel. A partir del extremo caudal de la médula, las primeras fibras en ingresar son las
que recogen la sensibilidad de las partes inferiores del cuerpo y a medida que se asciende por la
médula ingresan nuevos contingentes de fibras provenientes de las partes más próximas a la
extremidad cefálica. Los nuevos contingentes de fibras ingresan a la vía sensorial adosándose a los
que ya han ingresado antes, de esta manera la vía tiene una disposición ordenada, somatotópica, que
reproduce la disposición de los receptores en el cuerpo a lo largo de toda la vía sensorial.
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sólo responde a estímulos aplicados dentro de su campo receptivo. Varias neuronas de primer orden
hacen sinapsis sobre una neurona de segundo orden y, como resultado de esta convergencia, la
neurona de segundo orden se activa por estímulos aplicados en una región más amplia resultante de
la superposición de los campos receptivos de las neuronas de primer orden que le envían información
(figura 4). De manera similar el campo receptivo de una neurona de tercer orden es el resultado de la
superposición de los campos receptivos de las neuronas de segundo orden de las que recibe. El
principio jerárquico que rige este tipo de conexiones conduce a un aumento progresivo del campo
receptivo desde las neuronas de primer orden a las neuronas de alto orden.
Aunque la forma de un objeto se puede percibir de manera pasiva cuando éste toca la piel, por lo
general, el tacto es un proceso activo en el que interviene la exploración a través de movimientos de
palpación de los dedos. Así, participan en paralelo las cuatro submodalidades de sensibilidad
somática.
En el reconocimiento de un tenedor, por ejemplo, las propiedades físicas del objeto excitan a los
distintos receptores. La submodalidad táctil informará sobre la textura, aristas y bordes del tenedor, la
propioceptiva informará sobre su forma y tamaño (a partir del registro del movimiento y postura de los
dedos durante la palpación), la modalidad térmica registrará que se trata de un objeto frío, y finalmente
la modalidad del dolor se activará si ejercemos presión sobre una de las puntas del tenedor.
La información somatosensitiva sobre un objeto es fragmentada por los receptores periféricos que
reaccionan a propiedades físicas específicas del objeto. Esta información tiene que ser integrada e
interpretada en el cerebro y la corteza cerebral es el lugar en el que se realiza esta integración. La
corteza somatosensitiva tiene tres partes: la corteza somatosensitiva primaria o SI, la secundaria o SII
y la corteza parietal posterior que es una corteza de asociación multimodal (figura 5).
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El sistema somatomotor
Las representaciones internas del cuerpo y del mundo externo generadas por los sistemas sensoriales
guían los movimientos producidos por el sistema somatomotor. Cualquier actividad, incluso la más
sencilla, requiere de información visual y propioceptiva para que pueda ser llevada a cabo. Por lo tanto,
resulta beneficioso para el individuo que las partes del cerebro que controlan el movimiento tengan
acceso al flujo de información sensorial que existe en el cerebro.
La agilidad y la destreza motoras de los seres humanos reflejan las capacidades del sistema
somatomotor para planificar, coordinar y ejecutar movimientos. Las piruetas de una bailarina, los
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movimientos precisos de un tenista, o la coordinación de los movimientos oculares de un lector son
ejemplos de movimientos aparentemente complejos, que requieren de una gran habilidad motora
inalcanzable para un robot; sin embargo, una vez entrenados, estos movimientos llegan a ser
ejecutados por el sistema motor con gran facilidad, y en parte de forma automática.
La capacidad para realizar movimientos precisos al mismo tiempo que se realiza otra tarea cognitiva
(pensar mientras se utiliza una herramienta, por ejemplo) requiere de una flexibilidad y habilidades que
no posee ningún otro animal. El sistema motor humano tiene una característica llamativa, que es la
falta de esfuerzo con la que las tareas motoras más complicadas son realizadas sin pensar en el
movimiento articular o la contracción muscular necesaria. A pesar de la conciencia acerca de la
intención de realizar un movimiento, de la planificación de ciertas secuencias de acciones, y de la
decisión acerca del momento en que el movimiento se realizará, los detalles del movimiento parecen
producirse de forma automática.
La gracia y la falta de esfuerzo del movimiento normal realizado de forma automática dependen de un
flujo continuo de información visual, somatosensitiva y postural a los componentes motores. La
“ausencia de esfuerzo” del control motor normal se pierde con frecuencia si se priva a los sistemas
motores del flujo continuo de información sensorial aportada por la visión, la sensación somática y las
aferencias vestibulares7. La visión tiene una importancia especial para guiar el movimiento y
proporciona una información cognitiva crucial sobre la localización y la forma de los objetos. Las
personas ciegas necesitan explorar el espacio usando claves táctiles y cinestésicas (o propioceptivas)
en un proceso más largo, y necesitan apoyarse más en representaciones memorizadas de la
localización de los objetos que las personas videntes. De la misma forma, los movimientos se vuelven
imprecisos y la postura se hace inestable cuando se pierde la sensación somática de las extremidades
y de los cambios de postura. La pérdida de la entrada de información vestibular también altera la
capacidad de mantener el equilibrio y la orientación.
El sistema somatomotor puede realizar muchas tareas motoras diferentes con velocidad y precisión
debido a dos características de su organización funcional. Primero, el procesamiento de las aferencias
sensoriales y de las órdenes a las neuronas motoras y músculos está distribuido en áreas
interconectadas jerárquicamente de la médula espinal, del tronco encefálico y del prosencéfalo. Cada
nivel posee circuitos que pueden, por sus conexiones de entrada y salida, organizar y regular
7
El sistema vestibular es el sistema sensorial que detecta los movimientos de la cabeza y contribuye al mantenimiento del equilibrio.
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respuestas motoras complejas. Segundo, la información sensorial relacionada con el movimiento es
procesada en diferentes sistemas que operan en paralelo. Estas vías, en serie (jerárquicas) y en
paralelo, no solamente tienen a su cargo la regulación de los movimientos en sí mismos, sino también
la regulación de las acciones en un sentido amplio (figura 6).
Los movimientos rítmicos repetitivos son producidos por patrones estereotipados de contracción
muscular, e incluyen los movimientos realizados al masticar, tragar y rascarse, así como las
contracciones alternantes de los músculos flexores y extensores de cada lado del cuerpo durante la
locomoción cuadrúpeda. Los circuitos de estos patrones motores rítmicos repetitivos radican en la
médula espinal y el tronco encefálico. Aunque estos patrones pueden darse espontáneamente, es más
frecuente que se desencadenen por estímulos periféricos que activan los circuitos subyacentes.
Los movimientos voluntarios difieren de los reflejos en varios aspectos importantes. En primer lugar,
los movimientos voluntarios se organizan alrededor de la realización de una acción que tiene un
objetivo concreto. Por tanto, la selección de las articulaciones y los segmentos corporales que se van
a utilizar para un movimiento dado depende del objetivo de ese movimiento, tanto si éste es el de
alcanzar un vaso de agua para levantarlo, como si es el de devolver un saque en un partido de tenis.
Al contrario de la relación estereotipada entre la respuesta y el estímulo, característica de los reflejos,
los movimientos voluntarios tienen una respuesta variable frente al mismo estímulo según la tarea que
se va a llevar a cabo. En segundo lugar, la eficacia de los movimientos voluntarios mejora con la
experiencia y el aprendizaje. Finalmente, a diferencia de los reflejos, los movimientos voluntarios no
son simples respuestas a estímulos del ambiente, sino que pueden ser generados internamente. Los
niveles superiores de nuestros sistemas motores pueden, por tanto, disociar dos aspectos de un
estímulo: qué movimiento realizar como respuesta y la decisión de realizarlo o no. En los reflejos, estos
aspectos del estímulo están estrechamente relacionados.
La selección de la acción apropiada puede ser el resultado de una reflexión interna, que puede implicar
la evocación de imágenes mentales. Sin embargo, con mayor frecuencia las acciones representan
respuestas a señales visuales o auditivas. Estas señales pueden significar que una acción particular
es requerida de manera inmediata (por ej., una luz roja que indica que hay que parar) o que es
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inminente algún tipo de situación en la que es necesaria una acción concreta (por ej., una luz amarilla
que indica un cambio inminente a luz roja). La capacidad para aprender nuevas respuestas de
adaptación frente a estímulos ambientales concretos es crucial para el movimiento eficaz y preciso.
Las neuronas motoras e interneuronas reciben también la influencia de axones que descienden de los
centros superiores. Estas señales supramedulares pueden modificar las respuestas reflejas a los
estímulos periféricos, excitando o inhibiendo diferentes poblaciones de interneuronas. También
coordinan acciones motoras a través de esas interneuronas.
El siguiente nivel de la jerarquía motora está en el tronco encefálico. Este nivel contiene núcleos que
participan en vías descendentes dirigidas a las neuronas motoras de la médula espinal. Existen vías
descendentes controlan la postura a través de los músculos del tronco y vías descendentes que
controlan los movimientos de los miembros dirigidos a objetos. Otros núcleos de este nivel son el
origen de los nervios que controlan los movimientos de los ojos, la cara y la cabeza.
La corteza es el nivel más alto del control motor. La corteza motora primaria y varias áreas premotoras
se proyectan directamente hacia la médula espinal a través del fascículo córticoespinal8, y también
regulan los haces motores que se originan en el tronco encefálico. La corteza motora primaria posee
una organización topográfica que refleja la distribución de los grupos musculares en el cuerpo, es
decir, una organización somatotópica. Las áreas premotoras son importantes para coordinar y
planificar secuencias complejas de movimiento. Reciben información de las cortezas terciarias parietal
8
Los axones de las neuronas corticales que se proyectan hacia la médula espinal discurren reunidos en el haz córticoespinal, un haz
masivo de fibras que contiene aproximadamente 1 millón de axones. Alrededor de un tercio de los axones se originan en la
circunvolución precentral del lóbulo frontal, es decir la corteza motora primaria. Otro tercio procede del área 6 de Brodmann, la
corteza premotora. El resto se origina en las áreas 3, 2 y 1 de la corteza somatosensitiva y regulan la transmisión de las aferencias a
través del asta posterior de la médula.
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posterior, en la que se elabora una representación multimodal del espacio, y prefrontal, asiento del
control ejecutivo. Las áreas premotoras se proyectan a la corteza motora primaria, así como a la
médula espinal.
La planificación y ejecución del movimiento no sólo son reguladas por los tres niveles jerárquicos, la
médula, el tronco y la corteza. Otras dos partes del encéfalo, el cerebelo y los ganglios basales, juegan
también un rol importante en esta regulación. Ambas estructuras proporcionan circuitos de retroacción
que regulan a las áreas motoras corticales y del tronco encefálico: reciben aferencias de diferentes
áreas de la corteza y se proyectan a áreas motoras de la corteza a través del tálamo. Los circuitos en
bucle de estas dos estructuras fluyen a través de áreas separadas del tálamo y a diferentes áreas
corticales. De forma similar, también las aferencias que reciben de la corteza son independientes.
El cerebelo no constituye más que el 10% del volumen total del cerebro pero contiene más de la mitad
de la cantidad total de sus neuronas (figura 7). Estas neuronas están dispuestas de una manera
sumamente regular, en forma de unidades repetidas, cada una de las cuales forma un módulo de
circuito básico. Pese a su regularidad estructural, el cerebelo está dividido en varias regiones bien
distintas, cada una de las cuales recibe proyecciones de diferentes partes del cerebro y la médula
espinal, y envía proyecciones a diferentes elementos del sistema motor. Estas características sugieren
que las distintas regiones del cerebelo realizan operaciones informáticas similares, pero sobre
aferencias diferentes.
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El cerebelo influye en el sistema somatomotor evaluando las disparidades existentes entre intención y
acción, y ajustando las operaciones de los centros motores de la corteza cerebral y el tronco encefálico
durante el desarrollo de un movimiento, así como durante las repeticiones de dicho movimiento. Tres
aspectos de la organización del cerebelo subrayan esta función. En primer lugar, el cerebelo recibe
una extensa información sobre fines, órdenes y señales de retroalimentación asociados con la
programación y la ejecución del movimiento. La importancia de estas aferencias es evidente por el
hecho de que el número de axones que penetran en el cerebelo supera en más de 40 veces a los que
salen de él. En segundo lugar, las proyecciones eferentes del cerebelo están enfocadas principalmente
hacia los sistemas premotores y motores de la corteza y el tronco, sistemas que controlan directamente
a las interneuronas y neuronas motoras medulares. En tercer lugar, la transmisión sináptica del circuito
es modificable, aspecto crucial para la adaptación y el aprendizaje motores.
Los ganglios basales constan de cuatro núcleos, de los cuales algunas partes desempeñan una
función importante en el movimiento voluntario normal. Sin embargo, al contrario de la mayoría de los
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demás componentes del sistema motor, no tienen conexiones directas de entrada o salida con la
médula espinal. Estos núcleos reciben su información primaria de la corteza cerebral y envían sus
señales al tronco encefálico y, a través del tálamo, de nuevo a la corteza prefrontal, premotora y
motora. Las funciones motoras de los ganglios basales por lo tanto están mediadas, en gran parte, por
áreas motoras de la corteza frontal.
Los cuatro núcleos principales de los ganglios basales son el cuerpo estriado, el globo pálido, la
sustancia negra (que consta de una parte reticulada y una parte compacta) y el núcleo subtalámico.
El cuerpo estriado tiene tres importantes subdivisiones: el núcleo caudado, el putamen y el estriado
ventral (que incluye el núcleo accumbens) (figura 8).
Los ganglios basales forman bucles o circuitos que contribuyen a la iniciación y la finalización del
movimiento, así como al pasaje entre un movimiento y otro. La alteración de estos circuitos provoca
temblor y movimientos involuntarios, cambios en la postura y el tono muscular, escasez y lentitud de
movimientos, sin parálisis, así como trastornos neuropsiquiátricos y cognitivos, tal como se observa
en las enfermedades de Parkinson y de Huntington.
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Mapas topográficos, láminas y columnas
Hay tres aspectos que caracterizan la organización de la corteza: la disposición en mapas topográficos
y el ordenamiento de las conexiones en láminas y columnas.
Mapas topográficos
Ya hemos señalado que los sistemas sensoriales se caracterizan por poseer una organización
topográfica. Esto significa que en las vías sensoriales, las neuronas en los núcleos o “estaciones de
relevo” (regiones de sustancia gris) y los axones en los haces de proyección (sustancia blanca) se
disponen de manera estrictamente ordenada. Este orden mantiene, refleja, y representa en el SN, la
disposición espacial y la densidad de los receptores ubicados en las superficies sensibles de la
periferia. El mismo orden caracteriza la proyección desde el tálamo hacia la corteza sensorial primaria
y la disposición de las neuronas dentro de la misma corteza primaria, de manera que puntos de
estimulación próximos en la periferia activan neuronas próximas en la corteza cerebral. Por ejemplo,
si se estimulan dos puntos próximos de la piel, se activarán dos neuronas próximas en el área
somatosensitiva primaria, y en su conjunto el área somatosensitiva primaria constituye un mapa
somatotópico, es decir, un mapa topográfico de las partes del cuerpo. Lo mismo sucede en el sistema
visual; si dos puntos luminosos están próximos entre sí, estimularán fotorreceptores próximos entre sí
en la retina, y esta proximidad se mantendrá a lo largo de toda la vía visual incluida la corteza visual
primaria ubicada en el lóbulo occipital, de manera que cada punto de la corteza visual primaria
corresponde a un punto de la retina, y la corteza visual primaria en su conjunto forma un mapa
retinotópico, es decir, un mapa topográfico del campo visual reflejado en la retina. Algo similar sucede
con la vía auditiva; si el oído es estimulado por dos tonos próximos (sean ambos graves o agudos), se
activarán receptores auditivos próximos en el oído interno, la proximidad se mantendrá a lo largo de
toda la vía auditiva hasta activar neuronas próximas en la corteza auditiva primaria del lóbulo temporal;
si los tonos son muy alejados (un tono muy grave y el otro muy agudo), las neuronas activadas en la
corteza estarán más alejadas. Esto se debe a que la disposición de los receptores en el oído interno y
de las neuronas en la corteza de proyección auditiva conforma un mapa tonotópico, es decir, un mapa
topográfico de frecuencias (tonos). El principio general que rige para las áreas de proyección primaria
de las vías sensoriales es que neuronas adyacentes en la corteza cerebral tienen campos receptivos
adyacentes.
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Por otro lado, se observa que las zonas más sensibles de la periferia, como la piel del pulpejo de los
dedos de la mano, o la fóvea central de la retina, tienen una mayor representación en las cortezas
primarias, en comparación con las zonas menos sensibles, como la piel de la espalda o las zonas
periféricas de la retina. Esto se debe a que hay mayor densidad de receptores periféricos, es decir,
mayor cantidad de receptores por mm2, en las zonas más sensibles que en las menos sensibles. En
la figura 9, se muestra una representación del mapa somatosensitivo humano, también llamado
“homúnculo sensitivo”, que revela que la superficie de corteza dedicada a recibir información
proveniente de las zonas más sensibles del cuerpo, la cabeza y las manos, es mayor en comparación
con la superficie de corteza dedicada a recibir información de las partes menos sensibles.
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electrodo que registra mayor actividad. De esta manera, se traza un mapa cortical que “representa”
topográficamente la disposición de los receptores en la periferia. El mapa somatomotor se estudia con
una técnica de estimulación en la que se aplica un impulso eléctrico en la corteza y se observa qué
músculo o grupo de músculos se contrae.
Por último, las diferencias interespecies también ilustran cómo las diferentes zonas de la periferia
representadas en la corteza primaria de acuerdo con la importancia funcional, es decir la capacidad
discriminativa en los sistemas sensoriales y el movimiento de fibras musculares diferenciadas en el
sistema somatomotor. En la figura 10 se representan dibujos idealizados de los mapas
somatosensitivos de diferentes especies en los que las áreas más extensas corresponden a los
sectores corporales más relevantes para el sentido del tacto de cada especie.
Láminas y columnas
La corteza cerebral mide apenas unos 4 a 6 milímetros de espesor y, según las regiones, tiene de 3 a
6 capas que se distinguen por el tipo de células y fibras que contienen (figura 11). La organización
laminar (en láminas o capas) ordena las conexiones de entrada y salida. Las cortezas sensoriales
primarias tienen seis capas; la entrada de la información desde el tálamo se hace sobre todo por la
capa IV, y la salida es por las capas II, III, V y VI. La capa I (plexiforme) es la más superficial, tiene
pocos cuerpos neuronales y está constituida por una densa red de fibras; a esta capa llegan
prolongaciones de fibras que se originan en otras áreas corticales y el tálamo, que establecen
conexiones con las dendritas apicales (del ápice) de células cuyo cuerpo se localiza en otras capas.
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La capa IV (granular interna) está constituida por células granulosas y estrelladas, y como se mencionó
más arriba, es el principal sitio de llegada de las aferencias sensoriales provenientes del tálamo; esta
capa es muy prominente en la corteza visual primaria y forma una estría que se observa casi a simple
vista (lo que motivó que a la corteza visual primaria se la denomine corteza estriada). Las capas III
(piramidal externa), V (piramidal interna) y VI (multiforme) contienen células piramidales con cuerpo
mediano o grande y axones largos, estructuras apropiadas para el envío de la información a distancia.
Los axones de las células piramidales de la capa III se proyectan a áreas corticales del mismo
hemisferio por medio de fibras de asociación y al hemisferio opuesto por fibras de proyección. La capa
V contiene las células piramidales más grandes, con axones que se proyectan hacia los ganglios de
la base, el tronco cerebral y la médula; esta capa es muy prominente en la corteza motora primaria.
La capa VI contiene distintos tipos celulares, entre ellos células piramidales que se proyectan al tálamo.
Inicialmente, los mapas topográficos fueron estudiados con electrodos de 1 a 1,5 mm 2 que se
apoyaban sobre la superficie de la corteza. Posteriormente, se comenzó a utilizar microelectrodos que
permitían registrar la actividad de áreas mucho más pequeñas y microelectrodos penetrantes capaces
de registrar la actividad de las células de cada capa. De esta manera, emergió un panorama más
preciso y comenzó a comprenderse la organización de la corteza como un sistema tridimensional con
propiedades funcionales que emergían de su disposición en láminas y columnas.
En 1957, Mountcastle descubrió que las células de la corteza somatosensitiva están organizadas en
columnas que se extienden en sentido vertical a través de las seis láminas o capas. Observó que si
introducía un microelectrodo en sentido estrictamente perpendicular a la corteza, la actividad que
registraba a nivel de cada capa se correspondía con una única modalidad somatosensitiva; por
ejemplo, en una penetración vertical dada, las células de todas las capas se activaban con estímulos
propioceptivos. En cambio, si el electrodo penetraba de manera oblicua la actividad registrada en cada
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capa correspondía a modalidades diferentes, por ejemplo las células de las primeras capas respondían
a estímulos propioceptivos y las de las capas más profundas a estímulos táctiles. Esto sugería que,
además de una organización topográfica que representaba las distintas partes del cuerpo, había una
organización en columnas que respondían a distintas modalidades somatosensitivas. Como veremos
luego, esto condujo a la descripción no de uno sino de cuatro mapas somatotópicos en paralelo dentro
del área somatosensitiva primaria (también llamada S1). El concepto de una columna vertical como
una unidad funcional básica se ha apoyado en la afinidad anatómica y funcional de las células
alineadas verticalmente, que tienden a conectarse entre sí. Incluso las conexiones entre áreas
corticales del mismo hemisferio o del hemisferio contralateral tienen una organización columnar. El
concepto tuvo una vasta aplicación en el estudio de la corteza, por ejemplo, en el descubrimiento de
columnas de orientación en la corteza visual.
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Listado de términos clave del tema 5
Referencias
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