El Conde Duque de Olivares Tertulia
El Conde Duque de Olivares Tertulia
El Conde Duque de Olivares Tertulia
Diciembre 2016
INDICE
1. SU EPOCA.
1.1 Últimos días de Felipe III.
1.2 Felipe IV. Su semblanza.
1.3 Ideas generales de la política interior y exterior.
1.4 El Ejército.
1.5 Cultura.
1.6 Religión.
5. PROCESO DE CAIDA.
5.1 Destierro en Loeches.
5.2 Destierro en Toro y su muerte.
5.3 Su herencia.
Fue querido por el Rey porque le fue leal hasta su muerte y trabajador hasta la extenuación,
solucionándole la tarea del gobierno. Odiado por sus contemporáneos por su altivez y
ambición. Orgulloso de su casta dio títulos y prebendas a familiares y amigos, pero esos en
el reino eran muy pocos; en general empobreció a la sociedad que se negaba a ver la
situación tan mala en que estaba el imperio. Se necesitaban ejércitos en muchos frentes lo
cual significaba muchos reclutamientos de hombres con su manutención y armamento.
De las Indias llegaban menos recursos, por lo tanto cada vez había más impuestos y todas
las clases sociales tuvieron que colaborar incluida la Iglesia y Ordenes Militares.
Su carácter también era difícil con momentos depresivos alternando con otros de gran
exaltación. Su gran inteligencia le hacía tener una visión de las necesidades del reino muy
avanzada para su época lo que le creo al incomprensión de una sociedad inmovilista.
Tuvo muchas compensaciones y mucha lucha, en resumen una vida plena que no deja
indiferente.
1. SU EPOCA.
Felipe III murió a los 43 años, en marzo de 1621, dejando un hijo adolescente al que nadie
le había enseñado a gobernar ni tener idea de los asuntos de Estado
Su reinado de 44 años fue uno de los más largos de la historia. Comenzó a reinar a los 16
años sin haber sido introducido en los asuntos de Estado y con poca educación política.
Sus tutores, como el duque de Uceda o el conde de Olivares, sólo procuraban darle todos
los caprichos para ganarse su voluntad para cuando fuera rey; por esto necesitó
desesperadamente desde el primer momento la mano fuerte de un ministro poderoso. Su
voluntad ya estaba ganada por uno de sus mentores, Gaspar de Guzmán, conde de Olivares.
Aprendió el oficio de monarca sobre la marcha, interviniendo esporádicamente y
demostrando una gran ausencia de voluntad propia ante los graves problemas de su
reinado aunque era inteligente, bondadoso y con simpatía cortesana.
Le interesaban más los deportes al aire libre, las competiciones ecuestres, las corridas de
toros y sobre todo las mujeres. Tuvo cantidad de amantes con numerosos bastardos pero
sólo reconoció a uno, el que tuvo con la Calderona, una joven y bonita actriz de teatro que
a los dos años de dar a luz la ingresaron en un convento llegando a ser abadesa. Olivares se
encargó de su educación dando muestras desde niño de brío e inteligencia, años después le
pusieron el nombre de D. Juan José de Austria. Lo reconoció en 1642 y fue un buen capitan.
De su primera esposa Isabel de Borbón, hermana del rey de Francia tuvo ocho hijos aunque
sólo llegó a la edad adulta María Teresa que la casaron con su primo el futuro Luis XIV de
Francia, el infante Baltasar Carlos, famoso por el cuadro ecuestre que le pintó Velázquez
murió a los 17 años. El resto murió al nacer o antes de cumplir su primer año de vida. Sin
heredero volvió a casarse con Mariana de Austria, su sobrina, de la que tuvo al futuro
Carlos II, niño más débil y enfermizo que su padre. Murió a los 61 años y ella fue la regente
al quedar el heredero con solo 4 años.
Isabel de Borbón tenía fama de frívola y desenvuelta pero capaz como su madre María de
Médicis de la intriga; era aguda y al darse cuenta de la grave situación del imperio,
demostró más voluntad que su esposo interviniendo en la caída de Olivares.
La tónica general de todo el reinado fue la guerra. Europa estaba sumida en una guerra de
religión llamada la Guerra de los Treinta Años, en la que tuvimos que participar para ayudar
a las Habsburgo de Viena. Seguían los tercios en Flandes y Holanda. Las colonias italianas
estaban más tranquilas pero en América los holandeses atacaban Brasil y teníamos la
obligación de ayudarles puesto que Portugal era española. Traer los valiosos cargamentos
de las Indias también tenía un coste en barcos y hombres. Mantener todos estos frentes
requería gran cantidad de hombres y de dinero para mantenerlos y abastecerlos, esto llevó
a un retroceso demográfico y a la bancarrota económica. Castilla era sobre todo la que
soportaba pacientemente los impuestos empobreciendo la sociedad. El descontento era
general y ello llevó a un intento de independencia de Andalucía, otro más grave en
Cataluña y otro definitivo en Portugal.
Olivares sólo soñaba con una paz de unos pocos años para que el país recuperara fuerzas,
pero el sueño no le fue concedido, y estas circunstancias desembocaron en su destitución y
destierro.
1.4 El Ejército.
La gran preocupación de Olivares era conseguir hombres para los numerosos ejércitos que
necesitaba y el dinero para las soldadas y avituallamientos. Esto fue una constante en
todos sus años de privanza.
Los reclutamientos los hacían los asentadores que recibían el permiso de las autoridades
para organizar las unidades militares. El ejército era una salida airosa ante la miseria
imperante. Muchas veces no se les podía pagar las soldadas y si no llegaba la comida
asaltaban todo lo que tenían por delante, era difícil controlar los robos y abusos contra la
población civil. Era una forma de enriquecerse esperando al saqueo después de la batalla,
era un derecho generalmente reconocido. Entre los alistados había tanto campesinos como
huidos de la justicia. En momentos de gran necesidad de ejércitos se reclutó a hidalgos y se
obligó a los nobles que llevaran a sus vasallos y los mantuvieran. La guerra afectó a toda la
sociedad.
Los más famosos fueron los Tercios españoles, el arma más poderosa y profesional para
defender el imperio. A los Tercios, Olivares también asignó los capitanes más destacados
como Spínola o Juan José de Austria. Los Tercios estaban obligados a acudir adonde
hicieran falta y su desplazamiento necesitaba una gran organización. Transportaban
ganado para el sacrificio, monturas de guerra, porteadores, prostitutas, hospitales, curas,
familiares, comerciantes…. Por donde pasaban dejaban huella.
Los Tercios estaban formados por piqueros, en el centro, y por arcabuceros y mosqueteros
en los flancos. La mortandad en combate era enorme, también por heridas o epidemias. La
medicina no estaba muy adelantada.
Una vez licenciados el porvenir de los soldados y sus familias era incierto no tenían ningún
tipo de ayudas y muchas veces tenían que recurrir a la caridad de algún compañero con
más fortuna o desempeñar algún oficio sin prestigio.
1.5 Cultura.
La Corte de Felipe IV guiada por sus reyes era cultivada, alcanzando un gran esplendor con
el nombre de “El Siglo de Oro”. Todas las artes tuvieron representantes del más alto nivel
nunca más alcanzado.
1.6 Religión.
Con reyes tan católicos la religión tenía mucha presencia en todos los actos de la sociedad.
Los conventos tuvieron mucho auge, era un mundo agitado donde se llegaba a conspirar y
donde autores contaban en libros y comedias sobre los enamorados de las monjas, no era
inmoral estaba en las costumbres de la época, hay que tener en cuenta que no hacía falta
tener vocación religiosa, era una escapatoria contra la miseria y una cantidad ingente de
habitantes pertenecían a la clase monástica, frailes y monjas tuvieron mucha influencia
hasta en negocios públicos. También servían para apartar de la vida cortesana a gente que
molestaba. Si alguien importante quería la protección de la Iglesia le nombraban
directamente cardenal o compraba el cargo.
En todo el siglo XVII hubo un verdadero furor por las fundaciones religiosas. En Madrid se
fundaron 16 conventos de frailes, 17 de monjas, 9 iglesias, 6 hospitales y 6 colegios. Esta
manía de las fundaciones religiosas era por piedad y por egoísmo ya que se hacía para
tener una ostentosa sepultura para la familia. El que era bastante rico fundaba un
convento, el que no tanto una iglesia, el que podía menos una ermita y el que no podía
fundar nada hacia donaciones a conventos e iglesias para asegurar a su alma sufragios
perpetuos. De ahí la gran masa de bienes muertos en poder de la iglesia. El duque de
Lerma fundó 2 conventos de frailes y 1 de monjas. Los condes duque de Olivares fundaron
el Monasterio de de Inmaculada Concepción de Loeches, eran muy religiosos y allí es
donde recibieron sepultura y puede verse una lápida sencilla, sin ornamentos ni esculturas.
Olivares encargó su construcción al mismo arquitecto que diseñó el palacio del Buen Retiro,
Alonso Carbonel. Desde su fundación alberga una comunidad de monjas Dominicas
Recoletas ya que Olivares era familia de santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden
de Predicadores Dominicos.
2. DON GASPAR DE GUZMAN Y PIMENTEL.
Olivares pertenecía a una familia famosa, eran soberbios, ávidos de poder, inquietos y
luchadores. Su herencia genética influyó definitivamente en su espíritu y acciones. Su
abuelo paterno fue guerreador y amigo de Carlos I, hizo con él campaña en Italia, Túnez,
Alemania y Flandes. Luchó contra los Comuneros de Castilla con gran valor, ganándose el
título de conde de Olivares y el hábito de Calatrava. De él también heredó sus rasgos físicos,
era fuerte y rudo.
Su padre D. Enrique, segundo conde de Olivares, con 14 años ya seguía junto con su padre
a Felipe II por Europa y fue paje suyo cuando fue a Inglaterra a casarse con la reina María.
También estuvo en la guerra de San Quintín, fue herido en una pierna quedando cojo y a
partir de ahí ya solo fue adonde quería. No tenía aficiones guerreras en él dominó la
organización y burocracia. Fue embajador extraordinario en Francia, y sirvió en otras
muchas misiones de confianza de Felipe II. A los 42 años fue enviado como embajador a
Roma y posteriormente como Virrey a Nápoles y Sicilia. Destacó por su inteligencia y
agudeza en tratar los asuntos de Estado y gran capacidad organizativa. Pero su
temperamento era violento y orgulloso.
La Santa Sede eligió como papa a Sixto V precisamente por su carácter enérgico, de genio
indomable y batallador. Los roces fueron continuos, con discusiones a voces que eran,
famosas en Roma. El Papa quiso expulsarlo pidiendo varias veces su cese, el conflicto lo
resolvió la naturaleza porque al poco el Pontífice murió y en Roma decían que fue por los
disgustos que le daba el conde. Su siguiente cargo fue Virrey de Nápoles y Sicilia, todos
coinciden en que su gestión fue prudente, tenía facilidad para el despacho de los asuntos
políticos y minucioso en sus resoluciones, no se cansaba de dar audiencias al pueblo llano,
más que a los nobles. Tuvo aversión contra los Grandes de España porque no consiguió la
grandeza a pesar de lo mucho que había trabajado para la monarquía y creía que en justicia
la merecía también por su absoluta lealtad al rey.
De su madre Dª María de Pimentel heredó una gran religiosidad y afición por “los papeles”
ya que ayudaba a su esposo en los cuidados del bufete.
Todo este buen hacer dejó huella en D. Gaspar, porque aunque era niño le acompañó en
estos años de gobierno y presenció su buen hacer y justicia. Sin embargo no heredó su
austeridad y su aversión por las diversiones mundanas.
2.2 Su carácter.
Su carácter fue complejo, más que como lo juzgaron sus contemporáneos que lo
consideraban un saco de vanidades y astucias. Se le puede definir como autoritario y de
modales rudos, cauteloso y persuasivo tanto con la palabra, fue un gran orador, como con
la escritura, con sus cartas ganaba la voluntad del lector. En sus últimas cartas se nota
alguna insensatez por el deterioro de su mente pero sigue notándose su fuerte
personalidad y gran ingenio.
Fue astuto y desconfiado, pero esto era un recurso necesario en aquel tiempo para
manejarse bien en la Corte. Su propio padre le enseñó al educarle para cortesano y Gaspar
aprendió bien. Era diplomático en el trato pero difícil averiguar el fondo, sabía engañar a
sus interlocutores.
Celosísimo de la hegemonía que tenia sobre el rey y en una Corte llena de intrigas no
consentía que nadie se inmiscuyera en esta relación.
Tenía gran religiosidad y devoción. Liberal en el pensamiento pero intransigente con las
cuestiones del dogma. Por razones religiosas deshizo la boda de la hermana del rey con el
Príncipe de Gales, a pesar de que los novios se amaban y de que establecería buenas
relaciones con un país que nos interesaba. Conocía muy bien las diferencias del catolicismo
con el protestantismo y anglicanismo.
Una gran afición fue la ecuestre, siempre fue considerado un gran caballista y cabalgó casi
hasta el día de su muerte. Amó la fiesta nacional y aun en tiempos de privanza iba a las
dehesas a seleccionar los toros para corridas de mucha responsabilidad.
Nació el 6 de enero de 1587 en la Embajada de España en Roma. Fue el tercero de los hijos
de los condes de Olivares y pasó la infancia entre Roma, Nápoles y Sicilia. El primogénito
murió en un accidente y él paso a ser segundón; como era normal en la época le educaron
para el estado eclesiástico, a los diez años ya llevaba habito.
En el año 1600 la familia regresó a Madrid y su padre con 14 años lo envió a estudiar a la
universidad de Salamanca, que era un verdadero centro aristocrático; los reyes lo habían
visitado el año anterior conviviendo con maestros y discípulos. Estos eran los hijos de la
alta nobleza.
También le recomienda que estudie Derecho civil y canónigo, que ejercite la conversación y
la oratoria. Que puede jugar a los bolos pero de ninguna manera a los naipes. En las visitas
que observe, hable poco y menos de cosas propias ni de su familia ni de Italia.
La vida salmantina dejó huella en su espíritu, dándole inclinación por las artes y las leyes.
Llegando a ser rector durante un curso. Perfeccionó el latín que ya había aprendido en
Italia. A los tres año de estar en la universidad, a los 17 , su vida cambió, su hermano mayor
murió en Oropesa y se encontró como heredero de su casa, dejó la sotana, dejó las aulas y
marchó a la Corte con ambición por el poder civil para el que estaba bien dotado.
A los 17 años llegó a Madrid comenzando una etapa fundamental en su vida. Su juventud
fue discreta y de trasformación de su carácter e ideas. Se fue forjando su futuro al lado de
su padre, hicieron juntos varios viajes a Sevilla que le instruyó en la administración de su
hacienda. También le inculcó su ansia de poder para la elevación de su familia a la
Grandeza de España, algo que él no había conseguido y le amargaba.
Su padre murió cuando contaba 20 años. Le celebró aparatosos responsos en los jesuitas
de Madrid y luego llevó su cadáver a Sevilla “con celebre y fúnebre pompa”. Con esto inició
actos para impresionar una Corte superficial y pagada del boato. Gastó con rapidez la
fortuna dejada por su padre, de la que hay constancia en su testamento, y era considerable.
Al morir su padre, pensó en casarse y buscó una esposa que le conviniera y estuviera cerca
de la monarquía. Eligió a su prima Doña Inés de Zúñiga y Velasco que era dama de la Reina
Margarita; los reyes tenían la costumbre de dar mercedes a sus damas y su aspiración era
conseguir la grandeza. Dª Inés tenía muy buenas cualidades y consiguió una esposa amada
y colaboradora de su marido. La conquista fue rápida pero no barata, le hizo regalos tan
costosos que los convirtió en tema popular de admiración. Dª Inés fue nombrada Camarera
Mayor de la reina y luego aya del heredero el príncipe Baltasar Carlos. Su carácter fue
demasiado rígido para la frivolidad de la reina. Con estos cargos se decía en la corte que los
Olivares tenían sitiada a la pareja real; la reina con los años consiguió entereza de carácter
y le molestaba el espionaje constante de la condesa y le rehuía.
Los siguientes ocho años los pasó entre Sevilla cuidando su hacienda, maltratada por
dispendios varios, y Madrid cuidando sus relaciones sociales en Palacio con vistas a sus
pretensiones. En ambas ciudades llevó una vida con gran lujo.
En esta época de juventud también hubo pasiones desordenadas, muy al uso de la época,
que los años y el exceso de trabajo fueron amortiguando. Tuvo a su hija legítima María,
queridísima por él y un bastardo al que pasados unos años reconocería.
Olivares tenía un hogar favorable gracias a las buenas cualidades de su esposa, era virtuosa,
discreta y serena, perdonó devaneos superficiales y les unieron hondos afectos. También
las desgracias propias de la vida les unieron. Eran primos hermanos por parte de padre y
de madre, seguramente por esa consanguineidad tuvieron dos hijos que murieron al poco
de nacer, la hija que sobrevivió murió en plena juventud, recién casada, su dolor fue tan
intenso que a partir de entonces llevó una vida ejemplar. En memoria de su hija siempre
tuvo bajo su tutela a su yerno al que le consiguió títulos y cargos como el de Virrey de
Nápoles.
Su ambición empezó a despertar recelos en la Corte pero se mantuvo discreto cuatro años
más hasta que llegó el momento oportuno. Este fue en 1615 cuando se celebraron las
bodas de Ana de Austria, hija de Felipe III, con el Monarca francés Luis XIII y el príncipe
Felipe, futuro Felipe IV, con Isabel de Borbón, hermana de Luis XIII. Ambos tenían diez y
catorce años respectivamente. Con tal motivo hubo que “poner Casa” al Príncipe y Olivares
fue uno de los seis gentilhombres que fueron nombrados.
El ansia de poder de Olivares vio claramente que debía ganarse la voluntad de este príncipe
débil, no lo intentó con el Rey, el futuro era del príncipe, entonces niño de diez años. Otros
pretendieron conseguir su favor pero él tenía más talento y supo jugar sus cartas con más
serenidad y destreza. Como gentilhombre fue con los Grandes a acompañar a Dª Ana a
Francia y traer a Madrid a Dª Isabel, la futura reina. Fue una comitiva de gran lujo y pompa,
donde todos trataban de destacar con servidores y poetas. Por ejemplo el duque de Sessa
llevó a Lope de Vega.
La corte de Felipe III estaba dividida en dos bandos, el del duque de Lerma, actual valido y
el de su hijo el duque de Uceda. Olivares no se fijó en el viejo sino en el hijo que era menos
inteligente que su padre y del que le sería más fácil deshacerse, como así hizo. Y fue a
ganarse la voluntad del príncipe sin reparar en medios, extremando sus complacencias en
todo lo que un joven apetece. No hizo de alcahuete como muchos insinúan pero tampoco
le enseñó disciplina y austeridad. Le facilitaba caballos y ocasiones para lucirlos como
monterías, lo llevaba a las comedias y mascaradas. Lo acompañó en sus primeras correrías
dándole lo que no tenía que era dinero y libertad, hasta que estuvo seguro de tener bien
cogida a su presa, el ansia de poder le torturaba.
En 1618 el duque de Lerma hizo un último esfuerzo para alejar a Olivares del entorno del
príncipe pero no lo consiguió y viendo con la altivez que Olivares le contestó que por nada
ni por nadie dejaría su puesto de valido del príncipe se sintió temeroso de su futuro, se hizo
proclamar cardenal y se alejo de la Corte.
En 1619 los Reyes viajaron a Portugal con su hijo adolescente para que las Cortes juraran
fidelidad al heredero y ya figuraba como valido el duque de Uceda. En la comitiva, entre
otros, iba Olivares a la sombre de su tío, suegro y protector, D. Baltasar de Zúñiga, ayo del
príncipe.
Felipe III murió a los 43 años, en marzo de 1621 y el rey adolescente recién vestido de luto
le notificó a Uceda que nada tenía que hacer en Palacio. En este momento empezó a
ejercer el poder Olivares y tuvo una de sus mayores satisfacciones de su vida, obtuvo la
Grandeza de España. Felipe IV le dijo en uno de sus primeros actos públicos: “conde
cubrios”, símbolo de ser Grande de España estar con sombrero delante del Rey.
Con ésto colmaba una ambición profunda heredada de su familia que no la había logrado.
Su satisfacción fue enorme, representaba una reparación a la memoria de su padre y un
triunfo frente a los otros Grandes. Después tuvo la ocasión de prodigar la misma merced a
los que le fueron gratos, incluso a parientes próximos como el duque de Medina de las
Torres, su yerno, al conde de Monterrey o al marqués de Leganés, pariente amadísimo y
protegido. También les pudo prodigar cargos.
Siempre fue altivo con las Casas Grandes y afable con el pueblo.
4. Madurez. Desde que tomó el poder hasta su caída. (de 1622 a 1643).
Olivares más que un valido fue un dictador y como veremos por sus hechos pasó por las
tres etapas típicas de todo dictador. La primera: en la que tiene capacidad de magnetismo
y sugestión; hace actos llamativos y el pueblo le apoya con la esperanza de cambio. La
segunda: el dictador está en su apogeo, tiene capacidad de mando y empuje físico para el
trabajo. Hace actos de gobierno eficaces, obras públicas, mantiene el orden público, está
optimista y no se da cuenta si comienza el descontento porque tiene que mandar con
violencia para conseguir reformas que no siempre tienen éxito. La tercera comienza el
declive, le puede el cansancio físico y la convicción de que nadie le agradece su esfuerzo,
pierde sugestión y encanto; desea la paz pero las fuerzas adversas que le rodean son cada
vez más fuertes, le dominan y hacen caer.
Al principio actuó con prudencia en política detrás de su tío y suegro D. Baltasar de Zúñiga.
Gradualmente y con discreción comenzó a intervenir en asuntos de gobierno adquiriendo
mayor confianza. En un año ya era miembro de la Junta que aconsejaba al Rey en asuntos
importantes.
En 1622 murió Zúñiga y el Rey le entregó el poder de forma oficial. Entonces tenía 34 años.
Consiguió también el titulo de Canciller Mayor y Registrador de las Indias, así se introdujo
en el Consejo de Indias que controlaba el imperio ultramarino de España. Fue procurador
en Cortes de Castilla y regidor de las ciudades en ellas representadas. Su titulo más
importante fue Consejero de Estado donde se trataban los asuntos de alta política y
Consejero de Hacienda para encontrar recursos económicos.
Se activaron las Juntas que tenían funciones administrativas no políticas y con misiones
concretas como la Junta de Armadas para asuntos navales, la Junta de presidios para
guarniciones fronterizas, Junta del papel sellado, Junta de Donativos, Junta de Medios para
problemas financieros. Con todo esto controló los asuntos internos de la política española
durante 22 años. Pero no era para él lo más importante. Su principal preocupación era la
perpetuación de España como una potencia mundial y eso era política exterior y militar.
Su política exterior fue tradicional, siguió las ideas heredadas pero con más energía y
recursos. Fue un gran defensor del Imperio y la iglesia católica, pero no se hacía ilusiones
de poder imponer el catolicismo por la fuerza ni tampoco pretendía invadir Francia ni
conquistar más territorios europeos, solamente quería defender las posiciones alcanzadas
en Italia y Países Bajos. Sin embargo toda la política europea les era hostil porque la
consideraban imperialista.
Si intervino en guerras con Alemania y contra Francia fue para evitar el aislamiento de los
Países Bajos. España perdió el control del corredor que era la vía de paso tradicional para
sus ejércitos y no podía quedarse impasible. Si ayudó con hombres y dinero, en un
momento de pavorosas dificultades financieras, al emperador alemán fue por no perder
uno de los pocos aliados europeos que tenia y evitar la vulnerabilidad de los Países Bajos.
En 1609 Felipe III firmó la Tregua de Amberes que fue un tratado de paz entre España y
Holanda por el que se hacía un receso de 12 años en la guerra que había entre los dos
países. Ahora en 1621 fue una de las primeras decisiones importantes de Olivares el
renovar o no dicha tregua. Desde Bruselas le decían que con los recursos existentes no se
podía salir victorioso. Spínola, su experto en asuntos militares también opinaba lo mismo
porque reanudar la guerra contra Holanda seria un golpe demoledor para la economía
española.
Fueron los holandeses los que provocaron la continuidad de la guerra por sus ataques a las
colonias portuguesas en los trópicos. Si había una guerra declarada aumentarían sus
posibilidades de acción en las Indias Orientales y Occidentales. España vio esta guerra
como una supervivencia económica y por la defensa del comercio americano.
Se invirtió mucho dinero en la defensa de los Países Bajos y no se pudo también acudir a la
defensa marítima del imperio y su comercio. Esa era la estrategia holandesa que a los dos
años atacó la costa de Brasil, en Bahía, y creó la Compañía Neerlandesa de las Indias
Orientales. Ya eran una amenaza para la América española.
Como el curso de la guerra dependía del dinero que se invirtiera, hubo años que la flota de
Indias naufragó y la guerra se paralizaba, otros si llegaba llena de metales preciosos, como
en 1624 Spínola tuvo dinero y consiguió el espectacular éxito de Breda, después de un
asedio de 10 meses. Pero fue un eslabón más en una larga guerra, si se hizo famosa fue por
el magnífico cuadro que pintó Velázquez de su rendición; fue por encargo de Olivares que
le gustaba dejar huella de sus éxitos.
España y Portugal se unieron para expulsar a los holandeses de Bahía. En realidad Olivares
no pensaba en el azúcar para Portugal sino en la plata de Perú, vital para España, y tuvieron
éxito.
Se entró en guerra con Francia por el paso de la Valtelina que era crucial para las
comunicaciones con los Países Bajos. Francia se alió con Venecia y Saboya contra Génova
que era aliada de España. En España se confiscaron las propiedades francesas y los
franceses prohibieron el comercio con España, lo que arruinaba a Cataluña. Gracias a los
problemas internos de Francia se pudo levantar el bloqueo de Génova y expulsar a los
franceses de la Valtelina.
En esos momentos, 1625, a los 3 años de Olivares coger el poder se estaba en guerra con
Inglaterra, Francia y Holanda.
Hasta 1626 fueron años de triunfos. Felipe IV en un mensaje dirigido al Consejo de Castilla
sobre el estado de la nación no pudo reprimir su júbilo y escribió: “Hemos tenido a toda
Europa en contra pero no hemos sido derrotados y me han pedido la paz. Hemos tenido a
nuestro cargo casi 300.000 hombres de a pie y de a caballo y en armas unos 500.000 de las
milicias. La flota ha pasado de tener 8 barcos a 108 de guerra marítima con buenas
tripulaciones.
Los años siguientes hasta 1630 fueron de decepción. Hubo diversos proyectos pero no
prosperaron aunque las ideas fueron buenas. Quisieron formar una Liga con los Habsburgo
en el Báltico para que llegaran a España cereales, madera y suministros navales que eran
monopolio de los holandeses. Cada socio quería que el otro pusiera más dinero y barcos,
pero eran necesarios en otros lugares y esta “operación del Báltico” no prosperó, sin
embargo alarmó al rey Gustavo Adolfo de Suecia que se animó a participar en la guerra de
los Treinta Años.
Otro proyecto nefasto para las arcas españolas fue querer el Ducado de Mantua porque su
duque había muerto sin descendencia. Se ordenó al gobernador de Milán, Gonzalo
Fernández de Córdoba que atacará, fue un giro en la política exterior que había sido de
defensa no de ataque. Olivares pensó que sería una operación rápida pero resultó costosa
y sangrienta porque Francia ayudó a Mantua y hubo que luchar para salvar Milán. Se
aceptó un armisticio y sin conseguir nada a cambio se gastó todos los ingresos de dos años;
esto coincidió con la pérdida de la flota de Nueva España de 1628 y se tuvo que interrumpir
la campaña de Flandes. Esta operación fue un gran desprestigio para Olivares.
Las fortalezas del Rin cayeron en manos de los protestantes y hubo que enviar refuerzos a
Alemania y Países Bajos que estaban amenazados por Francia. España conservaba el Bajo
Palatinado en Alemania que fue su compensación por ayudas anteriores, pero Gustavo
Adolfo de Suecia y sus aliados alemanes lo ocuparon y unos meses después Richelieu
consiguió posiciones en Lorena; otra vez las comunicaciones entre Italia y Países Bajos
estaban amenazadas.
El fraude y la evasión se generalizaron a medida que las exigencias del Estado de hicieron
más acuciantes. A lo largo del reinado de Felipe IV se introdujeron muchos impuestos
nuevos. Quitaron valor al metal de la moneda, vendieron cargos y títulos, vendieron tierras
comunales perjudicando a ganaderos y agricultores.
La situación era tan desesperada que incluso a la Inquisición se le pidió que vendiera cargos,
recaudara ingresos, necesitaba ayudar al gobierno y lo hizo con cantidades considerables.
Se despoblaron aldeas enteras porque no podían asumir tantos pagos.
Hasta el rey se vio obligado a dar ejemplo y reducir sus gastos que eran enormes. Aunque
él decía que era muy parco en el vestuario.
Con todas estas medidas no se beneficiaba España, era sólo para pagar la política exterior.
Olivares ya cogió el erario vacio y gran parte de los ingresos hipotecados por eso los
banqueros cada vez exigían intereses más altos y el déficit era pavoroso.
El Rey le dijo al Consejo de Hacienda: “que no hacía falta recordarle tanto el estado de su
Hacienda, porque él no la había puesto en el estado en que se hallaba….. en ese Consejo
conviene que no se muestre sólo en representar las dificultades, sino que se desvele en
remediarlas”. No era fácil así que en enero de 1627 la corona se declaró en bancarrota,
suspendió el pago de sus deudas. El rey y Olivares convirtieron la deuda a corto plazo en
deuda a largo plazo. Esta práctica fue una necesidad que se aplicaba cada 20 años
aproximadamente.
Entre 1629 y 1632 el estado del país fue desastroso. Capturaron la flota cargada de plata.
Hubo sequia, hambre, despoblación del campo y gran indigencia en las villas.
En 1634 la expedición del Cardenal-infante Fernando, hermano menor del Rey, tuvo que
financiarse con los numerosos beneficios eclesiásticos, sobre todo de la sede de Toledo, la
más rica de España.
Se obligó a pagar a los extranjeros y el Rey ordenó una nueva alteración de la moneda. La
falsificación de moneda estaba muy extendida. Todas las reacciones eran desesperadas, y
las Cortes de Castilla que representaban las 18 ciudades más importantes, eran las que más
se quejaban porque eran las que más aportaban y la región estaba agotada. Pero la función
de las Cortes era limitada y siempre prevalecían los intereses de clase. En teoría la nobleza
no estaba exenta de pagar pero eligieron pagar por las ventas no por las propiedades con
lo cual podían hacer trampas.
También se hizo pagar a las posesiones italianas para contribuir a su defensa. Los Países
Bajos contribuían poco porque estaban en primera línea de guerra. Y países como Perú y
Méjico se les aumentó la fuerte presión fiscal que ya soportaban para defender la ruta
naval transatlántica.
La estructura del imperio español tenía gran diversidad jurídica y el gobierno central no
podía imponer contribuciones a los dominios periféricos, o sea al reino de Aragón. Cuando
la fiscalidad castellana alcanzó el punto de saturación las miradas se dirigieron hacía las
provincias no castellanas para intentar obtener recursos. La carga de impuestos estaba
muy mal repartida y Castilla, despoblada y empobrecida, estaba pagando una parte mucho
más elevada de la que le correspondía y no podía por si sola defender los intereses
españoles en Europa y Ultramar.
Todos los ministros querían una distribución más equitativa de la fiscalidad y que las demás
provincias costearan cuanto menos su propia defensa. Por ejemplo las provincias que
tenían presidios que los mantuvieran ellas mismas que son las que reciben beneficio y no
sea Castilla quien las sustente.
Navarra, Aragón y Valencia sólo aportaban alguna suma de forma ocasional. Portugal y
Cataluña se negaban en redondo a contribuir a los gastos generales de defensa, como si no
fuera de su incumbencia lo que ocurriera fuera de sus fronteras.
Este problema lo heredó Olivares y había que solucionarlo, le dedicó su talento y acción
aportando cantidad de ideas que pretendió poner en práctica, estaban muy bien pensadas
pero encontró una gran oposición y trajo malas consecuencias.
El objetivo era racionalizar la maquinaria imperial unificando todos los recursos humanos y
económicos para utilizarlos donde y cuando fueran necesarios. El problema era que cada
parte del imperio tenía su propia Constitución y había que acoplarse a ellas.
Estas ideas hacían de Olivares un defensor de España, una España nueva y unificada donde
derechos y deberes se repartieran por igual y el Rey fuera la cabeza de todos. Pensó en
leyes al estilo de las de Castilla y eso fue un error.
Los periféricos no querían dar dinero y Olivares pensó varias formas de llevar a cabo esta
unificación para que los periféricos tuvieran también honores, cargos y privilegios, y así
quisieran colaborar pero los aristócratas castellanos consideraban a los demás como
ciudadanos de segunda clase y no les sentó bien que nombrara a un aragonés como
presidente del Consejo de Castilla.
Olivares no tenia estos prejuicios pero veía que la unificación seria un proceso largo porque
no podía usar la fuerza y el Imperio tenia necesidades urgentes así que ideó otro plan
alternativo al que llamó UNION DE ARMAS.
Las regiones levantinas se prepararon para la batalla legal. Felipe IV inauguró las Cortes de
Aragón que mostraron una decidida oposición. Después en Monzón se convocaron las
Cortes Valencianas que también se opusieron además del disgusto de ser convocadas fuera
de su territorio, lo que iba en contra de sus fueros. Alegaron que el reino sufría una gran
pobreza, todavía no se había recuperado de la expulsión de los moriscos y no podía
suministrar tropas. Antes de quedarse sin nada Olivares rebajo sus peticiones y con ásperos
debates se aceptó que Valencia pagaría el sustento de 1.000 hombres durante 15 años y
Aragón acepto mantener a 2.000 por el mismo tiempo. Empezó por Valencia porque decía
que eran más “muelle”.
En Cataluña fue peor. Tuvieron un enfrentamiento con el Rey porque no quisieron aceptar
un virrey nombrado por Madrid, eso antes de que el Rey hubiera visitado Cataluña para el
juramento tradicional de observar sus leyes.
El Rey inauguró las Cortes en 1626 y no se reunían desde hacía 27 años. Los catalanes
dejaron claro que no querían cooperar. Las Cortes Catalanas eran más complicadas porque
tenían poder legislativo, conseguían reparación de agravios y concesión de subsidios, o sea
que trataba asuntos de gracia y justicia.
Olivares pidió 16.000 hombres pagados, pero alegaron que eso desbordaba la capacidad de
Cataluña, entonces pidió dinero que también le negaron después de semanas de
negociación y debates. Por eso el Rey salió de Barcelona muy contrariado. En Madrid se
declaró inaugurada la Unión de Armas como si fuera un hecho consumado pero en realidad
fue un hecho propagandístico más que real ya que Castilla continuo soportando el mayor
peso de los gastos de defensa.
Los catalanes se negaban a proveer tropas para enviarlas a Italia. Sus leyes prohibían
reclutar tropas para luchar fuera de sus fronteras. Pero Cataluña era un problema
estratégico porque estaba en primera línea si había una invasión francesa. Pero los
franceses penetraron en Guipúzcoa poniendo sitio a Fuenterrabía, contingentes de toda
España acudieron a rescatarla, incluida Aragón y Valencia, pero una vez más Cataluña no
acudió.
Entre tropas propias y reales tuvieron acantonados 9.000 hombres durante el invierno para
preparar la campaña de 1640. La soldadesca cometió desmanes porque estaba mal alojada
y mantenida, se comportaron como si se tratara de un país conquistado. Olivares tenía
mucho pesar con esta situación y se lo decía en cartas al cardenal infante D. Fernando
“Esto me tiene fuera de mi y tal que escogiera la muerte” o “las cosas de Cataluña en mi
corazón no admiten consuelo”.
Ese año Olivares agotó su paciencia dijo: “que si la constitución dice eso o aquello, lo
importante era conservar la provincia”… “los catalanes han menester ver mas mundo que
Cataluña”. Ordenó medidas más firmes de reclutamiento y mantenimiento de tropas. No
intentó provocar una rebelión, creía que eran leales y que iban a obedecer.
Los catalanes estallaron en una rebelión abierta y campesinos atacaron las tropas
acantonadas, con violencia, pero después fueron contra sus propios gobernantes matando
al Virrey cuando trataba de salvarse embarcando en la playa de Barcelona.
Olivares tenía el ejército comprometido en otros frentes y no podía enviarlos a Cataluña; la
rebelión se le escapaba de las manos tanto a él como a los dirigentes catalanes. Fue una
rebelión social porque atacaban a ciudadanos ricos y sus propiedades, comenzando una
guerra civil. La opinión de Madrid era atacar duramente pero Olivares era más tolerante
porque aunque había perdido el puerto de Barcelona seguía enviando tropas a Italia por el
de Tortosa, hasta que éste también se rebeló. Los dirigentes catalanes importantes para
controlar la situación se dirigieron a los franceses para que les ayudasen. Richelieu tenía
espías y ya sabía lo que ocurría.
Había que reaccionar. Castilla empezó a movilizarse y también Cataluña supervisó sus
defensas pero como los catalanes no mostraban buena disposición para la lucha la
Diputació fue a Paris a hacer una petición formal de ayuda. En octubre de 1640 se firmó el
pacto por el cual Francia podía utilizar los puertos catalanes y se comprometían a alojar y
abastecer los 3.000 hombres que les enviaban.
Olivares estaba deprimido porque era una guerra en la que nadie saldría victorioso. Sin
embargo mandó que las milicias ciudadanas se pusieran en pie de guerra, que los nobles
armaran a sus vasallos y que los hidalgos y órdenes militares también participaran. Al
mando de 30.000 hombres puso al mando al marqués de los Velez virrey electo de
Cataluña pero sin experiencia militar.
Cataluña fue víctima de su propia guerra. Soportaron enormes gastos de defensa, inflación,
estancamiento económico, peste, hambre. Su situación era peor que la anterior a la guerra.
Los franceses contaban con una base en España para invadir Aragón y Valencia. Actuaron
como ocupadores, explotando económicamente a Cataluña, saturaron el mercado de
cereales y productos manufacturados.
Al principio triunfó la alianza francesa pero Felipe IV contraatacó y recuperó los territorios
perdidos; siguieron las escaramuzas. El duque de Espenan, jefe de las fuerzas francesas en
Cataluña, estaba tan descorazonado ante la poca disposición de los catalanes en defender
su propio territorio que llegó a un acuerdo privado con el marqués de los Velez por el cual
las tropas a su mando se retirarían a Francia, y en efecto al poco entregó Tarragona al
ejército español. El Rey promulgaría un perdón general y que se haría justicia en los casos
de mal comportamiento de los soldados y los catalanes conservarían sus derechos y
privilegios que tenían antes de la rebelión.
Así que ya muerto Olivares se firmó la paz de los Pirineos por la cual Francia se quedó con
el Rosellón. Felipe IV no vio desgajado su reino y Cataluña conservó sus constituciones pero
quedó completamente arruinada. Los catalanes se dieron cuenta que estaban peor con los
franceses y su clase dirigente también constató que no tenían los recursos suficientes para
la independencia y no querían ser un satélite de Francia.
Pero para España fue nefasto porque los recursos de dinero y hombres empleados en esta
guerra no se pudieron utilizar en las campañas exteriores y alentó a los portugueses a
luchar por su independencia.
Aquí Olivares no tuvo tanta responsabilidad porque la incorporación de Portugal fue tan
artificiosa que la separación igual hubiera ocurrido sin él. Esta unión duró 80 años.
Se exigían tributos sin cesar, por pura necesidad, a un pueblo descontento por verse
privado de libertad y con escasos vínculos sociales. Aunque no eran tributos regulares sí
que habían dado donativos voluntarios y préstamos forzosos. Se sentían totalmente ajenos
a la ambición política de Olivares en Europa.
Él no vio venir este cataclismo que atacaba el Imperio. Pecó de confiado, él que
desconfiaba de todos, porque confiaba en el duque de Braganza al que consideraba
incapaz de alzarse por su honor de casta y por estar casado con su prima Dª Luisa de
Guzmán. La ambición de los Guzmanes era tan fuerte que anulaba la fidelidad. Reaccionó
con ira y estupor ante su prima cuando se enteró de la sublevación capitaneada por ella. La
opinión de los ciudadanos estaba dividida, las clases altas y la aristocracia veían más
posibilidades perteneciendo a un Imperio mayor pero las capas bajas y el bajo clero eran
los más castigados
La actitud de Portugal fue egoísta desde hacía mucho, no quería contribuir con impuestos
para el Imperio pero sí quería ayuda para defender Brasil de los ataques holandeses. Por lo
tanto Olivares pensó en incluirlos en su Unión de Armas. Primero intentó infiltrarse en la
administración portuguesa y luego pidió tropas para enviar a Cataluña. Entonces la
aristocracia también se puso en contra de España y fue la oportunidad que aprovecho más
que la Unión de Armas porque Olivares fue prudente y no exigió mucho. Los mayores
problemas estaban en los imperios ultramarinos. Portugal perdió en Oriente el comercio de
las especias pero lo compensó con el azúcar de Brasil. Todos los años unos 300 barcos
traían el azúcar que daba muchos beneficios. El mayor problema eran los holandeses que
robaban esta preciosa mercancía. España para su comercio organizaba convoyes con
buques escolta, pero eso era caro y no se organizaron bien.
Cuando los barcos partían para traer azúcar iban cargados de todo tipo de mercancías,
como Portugal no era un país manufacturero estas mercancías e incluso barcos venían del
norte de Europa y como excedían de la capacidad compradora de Brasil las vendían en la
América española evitando la ruta oficial para sacar más beneficios porque evitaban pagar
impuestos a España. O sea que encima eran competidores desleales que acapararon casi la
mitad del comercio.
Ante la queja de comerciantes y colonos españoles, mejicanos y peruanos por esta
invasión portuguesa, el Estado tuvo que aumentarles sus impuestos, lo cual aumentó su
resentimiento.
En 1640 España había perdido muchos barcos en la batalla de las Dunas y en Pernambuco,
así como muchos hombres en Cataluña; aprovechando esta debilidad los portugueses
planearon su rebelión. Contaban con Richelieu que les había prometido su apoyo y los
holandeses que no atacarían Brasil si se independizaban. El duque de Braganza aunque
débil tenía derechos dinásticos sobre Portugal y representaba un símbolo de la unidad
nacional, tenía más gente a su favor que en contra así que el 1 de diciembre fue
proclamado rey en Lisboa con el nombre de Juan IV de Portugal.
Muerto Olivares y Felipe IV, en febrero de 1668 la regente Mariana de Austria reconoció la
independencia de Portugal.
4.4.4. Rebelión de Andalucía. La debilidad del ejercito era grande por no poder acudir
a tantos frentes, en 1641 el duque de Medina-Sidonia, primo de Olivares, vió su
oportunidad y encabezó un movimiento conspiratorio para alejar a Olivares del poder y
convertir Andalucía en un reino independiente, menos mal que ésto no prosperó.
En 1641 Olivares tenía una carga de trabajo abrumadora, con todo el peso del Estado sobre
sus hombros, tenía más edad y un gran hundimiento moral. En este momento quisiera
cambiar cosas y ya no puede, muchas situaciones se le han ido de las manos y no tiene
recursos ni fuerzas para arreglarlo. Su humor mostraba día a día predominio de periodos
de depresión. Quería la paz exterior y cesar los odios interiores y no lo conseguía, no se
permitía expresarlo pero deseaba marcharse a descansar, estaba enfermo de fatiga, y
quería irse con dignidad y con aplauso. Sin embargo a su alrededor se fue creando un
ambiente de odio y despreció con rumores, versos y libelos que llegaban hasta los
aposentos reales.
Otra de sus preocupaciones personales era que no tenía hijos legítimos Olivares tenía un
gran sentimiento de linaje y cuando se desengañó de tener más hijos de su esposa que por
lo tanto su casa y fortuna no tenia heredero pensó en legitimar un bastardo de una
relación juvenil y dar más sentido a su vida. Era 1642 y el Rey acababa de reconocer un
bastardo D. Juan José de Austria. Olivares siempre trataba de emular al Rey y reconoció a
su bastardo que se llamaba Julián Valcárcer, el muchacho llevaba una vida de poca
formalidad, riñas, desafíos y dada a vicios, ello causó un gran escándalo en la Corte. Le dio
por nombre D. Enrique de Guzmán, Marques de Mairena y lo casó con la hija del
Condestable de Castilla para tener descendencia ilustre. Cuando desterraron a Olivares
toda su familia fue con él, sólo le sobrevivió dos años muriendo de tuberculosis.
Y en el exterior los enemigos al notar la debilidad de España aprovechaban para atacar con
más fuerza. El comercio americano sufrió un desplome y la Hacienda era un caos. En 1642
se tuvo que devaluar la moneda un 25%, fue otro golpe para el comercio y los ahorros. Sin
estos ingresos no se podía mantener un imperio. Olivares se vió desbordado en todos los
frentes. Su tiempo se estaba acabando.
Se tenía que reclutar tan rápido que las tropas no estaban bien preparadas, sin experiencia
y sin buenos generales. Francia conquistó Perpiñan, se perdió la batalla de Lérida y los
pocos supervivientes que llegaron a Zaragoza no se les dió alojamiento, ni alimentos, ni
medicinas. La descoordinación fue total y el prestigio de Olivares descendiendo. Perdió el
apoyo del estamento judicial y el de la nobleza. El Consejo de Castilla, formado por juristas
muchos de ellos nobles tenían que legalizar las medidas que proponía Olivares, cada vez
más desesperadas y que iban claramente en contra de estas élites, como la confiscación de
las consignaciones de plata de las Indias a particulares.
Los grupos privilegiados estaban exentos de pagar impuestos, formaban un núcleo duro de
oposición, pero Olivares les obligó a contribuir con hombres de sus tierras y dinero para
mantenerlos. Hasta que exigió el servicio militar de toda la nobleza sin excepción, la
situación era desesperada. El Rey se asustó de las consecuencias que esto pudiera tener y
no se equivocó
Andalucía, Cataluña y Portugal fueron los temas que hundieron a Olivares. Él y sus
colaboradores veían conjuras por todas partes, les resultaba difícil saber quién era amigo o
enemigo. La misma reina y otras mujeres como la duquesa del Infantado, Ana de Guevara,
aya del rey, a quien él apreciaba mucho, se unieron para desacreditar a Olivares a los ojos
del rey. Como no confiaba en nadie todo lo quería tramitar el mismo, las demoras eran
insoportables creando insatisfacción por doquier. Su mente daba señales de flaquear.
Pero Olivares aun tenía esperanza porque Richelieu murió en diciembre de 1642 y Luis XIII
estaba alicaído, era un buen momento para firmar la paz. El Consejo de Estado también la
deseaba.
Tardó dos días en partir porque estuvo con su secretario clasificando y quemando
documentos. De la chimenea de su despacho salía tanto humo que asustaba.
En la plaza de palacio se congregó una multitud airada que asustaba y hacia peligrosa su
salida, así que fue conducido por una escalera secreta hasta un carruaje con las cortinas
echadas en el que partió hacia Loeches.
Los madrileños se sintieron defraudados por el escaso castigo que el rey le dio a Olivares.
La fantasía popular creía que se trataba de un palacio lleno de lujos.
Como la salida de Olivares no fue seguida por la paz y la prosperidad que se esperaba,
crecían los rumores de que seguía mandando desde Loeches porque estaba muy cerca de
Madrid. Los mentideros aseguraban que visitaba en secreto al Rey en el Buen Retiro. Así
continuaron los ataques a Olivares y las indirectas al Rey en libelos y gritos a su paso por las
calles. Al mes de estar en Loeches circuló por Madrid un Memorial con los cargos que se
hacían contra él. En la administración real quedaban algunos de sus hombres en puestos de
poder pero poco a poco fueros relevados.
La orden se la llevó su sobrino Luis de Haro, que ya era primer ministro. La entrevista tenía
que ser discreta, quedaron en las afueras de Loeches. Olivares se sintió rebajado, como si
le hubiesen quitado la honra. Llegaron al acuerdo de que Haro pidiese al Rey el traslado de
su tío a Toro donde vivía su hermana Dª Inés, marquesa de Alcañices, que acababa de
enviudar y le había ofrecido su palacio, porque el clima cálido de Andalucía podía arruinar
más su salud.
Su salud se derrumbaba, él mismo decía que estaba más amarillo que una vela y no se sabe
si su mente sabía a ciencia cierta cuál era su situación.
El 12 de junio de 1643 salió hacia Toro acompañado de una escolta de 50 hombres. Allí se
le recibió con todos los honores y pasó los dos últimos años de su vida.
Dª Inés quedó en Palacio para velar por el honor de su esposo y tuvo que soportar la
insolencia de los cortesanos que vengaban su odio humillándola a ella. Al fin en noviembre
de 1643 por consejo de sor María de Agreda fue expulsada de la Corte y obligada a ir a
Toro con su marido. Estuvieron juntos dos años luego ella regreso a Loeches y murió en
Madrid en 1647.
Su mente había perdido el rumbo, su mayor deseo era olvidar el pasado y no se atrevía a
abrir su escritorio ni las cajas con papeles de Estado. Sentía haber confiado más en los
hombres que en Dios que le habían resultado muy ingratos y le trataban como un
delincuente, desterrado, deshonrado y mal juzgado y eso era más de lo que podía soportar,
hasta un galeote recibía mejor trato.
Recibió una carta del Rey el 13 de Julio de 1645 en la que le decía “Yo Conde he de reinar y
mi Hijo se ha de coronar. En Aragón no quieren si no les doy vuestra cabeza”. Lloró con
gran pena, perdió el juicio, no comía. Mejoró un poco, comió y confesó pero a los 9 días de
recibir la carta murió, fue el 22 de julio a los 58 años de edad.
En sus últimos días tuvo delirios, decía despropósitos y ya no dejó de delirar y sus últimas
palabras fueron “cuando yo era rector”. Su mente había vuelto a sus días de estudiante en
Salamanca.
Lo tuvieron expuesto al pueblo 5 días hasta que recibió el permiso del Rey para llevarlo a su
entierro en Loeches. Su yerno hacía 3 meses que le había enviado desde Nápoles todo lo
necesario para un rico entierro, dosel, colgaduras, almohadón, paños brocados, telas
nacaradas, botas, espuelas, guantes… todo muy rico. Siempre velado por 12 criados y 4
religiosos diciendo misas y responsos por su alma.
5.3 Su herencia.
Una vez enterrado los parientes se agolparon porque la confusión sobre su herencia era
indescriptible. La secesión de su fortuna y títulos ocasionó uno de los más largos y
encendidos pleitos de los Tribunales españoles.
Su esposa ostentó el titulo de duquesa de Sanlúcar la Mayor durante el resto de su vida. Su
hijo ilegítimo tenía una posición muy débil para reclamar títulos y siguió siendo marques de
Mairena, sólo le sobrevivió un año muriendo de tuberculosis y dejando un hijo enfermizo
que le sobrevivió dos años.
El mejor posicionado era su único sobrino D. Luis de Haro, él heredó el título de conde de
Olivares. El Rey le otorgó la Grandeza de España con el titulo de duque de Olivares, a partir
de entonces recibió formalmente el nombre de “conde-duque de Olivares”, aunque como
era característico de su discreción pidió que siguieran llamándole D. Luis de Haro. Al morir
la viuda, estaba libre el titulo de duque de Sanlucar que recayó en su yerno el marqués
Medina de las Torres.
No ha aparecido ningún inventario de sus bienes, pero no es seguro que tuviera mucho
más que títulos y tierras cargadas de deudas. Aunque había recibido muchas mercedes de
la corona durante sus años de ministerio también había sido prodigo en gastos, muchos de
ellos en servicio del rey, como el mantenimiento de su propio regimiento de soldados.
Entre sus bienes más suculentos estaba su biblioteca. Él la estimaba mucho y quería que
estuviera ligada al título del ducado de Sanlucar. Los libros estaban en Loeches y muchos
depositados en el Alcazar de Sevilla. Su viuda empezó a dispersarlos por conventos y
monasterios para pagar misas por su alma.
Los códices antiguos pasaron a D. Luis de Haro y también al Rey. Parte de su archivo pasó
por herencia a la Casa de Alba. En el monasterio de El Escorial hay libros encuadernados en
piel con el escudo de armas de los Gúzman grabado. Otros se vendieron por lotes y
comprados por embajadores extranjeros y otros. Resumiendo, en contra de su voluntad la
biblioteca se dispersó.
Todos estos cargos llevaban una remuneración económica a la que hay que añadir la que
correspondía por las villas de sus títulos, que también fueron numerosas.
. Publicó muchos decretos para reformas interiores sin llegar a conseguir su ideal de la
unificación de los reinos de España.
. Que los cargos se dieran a las personas idóneas para ellos, sin tener en cuenta su
procedencia social ni regional
. Su vanidad era tal que cuando ocurría un suceso favorable como la rendición de Breda, en
1625, lo quiso perpetuar con un cuadro de Velázquez que le dio más gloria que la propia
rendición, que no terminó con la guerra y hubiera quedado en el olvido.
. Hizo abrir un ventanillo con celosía para que el Rey pudiera oír los debates del Consejo de
Estado y así animarle a tomar alguna decisión. Era un acto político inusitado en la
monarquía y obligaba al rey a oír sus discursos que lo hacía con resignación porque no era
muy aficionado al trabajo.
. Organizó fiestas fabulosas en Madrid implicándose personalmente en su organización. El
pueblo lo criticaba por esta grandiosidad y despilfarro comparado con la miseria y
necesidades que tenía el país.
. Con la invención del papel sellado tuvo éxito financiero. Al principio hubo oposición pero
luego se universalizó.
. Mecenas de arte, sobre todo en pintura y literatura. Protegió a Rubens, que fue hombre
de su confianza en delicadas gestiones diplomáticas con Francia e Inglaterra. A Velázquez lo
trajo de Sevilla convirtiéndolo en el pintor de Cámara.
. Mandó construir el Palacio del Buen Retiro del cual queda parte del inmenso jardín que es
el actual Retiro en Madrid.
. Creo los bancos “Monte de Piedad” de España, con lo cual pretendía reducir la deuda
pública.
. No fue tan avaro como el duque de Lerma, al que incautó algunos bienes y le puso una
multa de 1 millón de ducados por su excesivo enriquecimiento durante su privanza. (A
Olivares nadie le controló).
. Sentía pasión por los libros, fue un bibliófilo ilustre. Su biblioteca era de estudio, clásicos,
geografía, mapas…..
. Fue gran devoto de los jesuitas, lo mismo que el rey. Ya entonces la Orden despertaba
odios y amores por igual. Su madre, que dejó honda huella en él tenía un confesor jesuita,
y él también. Fue el jesuita Martínez Ripalda el que lo acompañó al destierro y estuvo hasta
su muerte.
Resumen: Olivares presidió el fracaso y la derrota. Fue consciente de la recesión del país y
trato de hacer reformas en un mal momento, cuando el monarca era débil, la sociedad se
resistía a los cambios y la aristocracia seguía ávida de poder.
Teniendo en cuenta todas las circunstancias que le rodeaban, Olivares pretendía unas
soluciones adelantadas a su tiempo. Sus proyectos fueron ambiciosos pero no absurdos.
Todas las reformas que propuso no se pudieron hacer hasta la llegada de los Borbones, se
las apropiaron sin atreverse a decir su procedencia. Uno de los mayores reformadores del
siglo XVIII, el conde de Campomanes, reconocía la importancia de estas reformas con el
sello de Olivares poniéndolas casi todas en práctica.
Dejó tanto odio hacia su persona que sus contemporáneos no perdonaban que muriera en
su cama, rodeado de sus familiares y con atenciones médicas; lo querían ver colgando del
garfio del suplicio y no vieron que pretendió hacer grandes hazañas sin buenos resultados.
Lo odiaron por sus fracasos pero la verdad es que estuvo enfrentado a tareas
sobrehumanas. Estando en Toro le escribió a su secretario: “Nosotros pretendimos hacer
milagros”. Gracias a su osadía y decisión consiguió que la hegemonía española durara más
tiempo
Felipe IV y Olivares subieron y cayeron juntos, unidos por un fuerte vinculo, tal que
extrañaba la fidelidad del monarca a un ministro malquerido; unos hablaban de hechizos
pero la realidad fue que al rey le gustaba dedicarse a la caza, placeres artísticos (poeta) y
amoríos y le venía muy bien un ministro con gran capacidad de trabajo, buen organizador e
inteligente. Se puede demostrar con documentos que entre las infinitas tareas que asumió
Olivares estaba la de cuidar la numerosa prole ilegitima del rey.
El Rey sí que cambió, pensó en gobernar personalmente, estaba perturbado por el estado
de sus reinos y decidió no eludir sus responsabilidades y dedicaba 3 ó 4 horas diarias a los
negocios del gobierno. Quitó las Juntas y devolvió la autoridad a los Consejos. Le pidió
cuentas al marqués de Leganés de los 14 millones gastados sin frutos y sacados del estado
de Milán. Y al conde de Monterrey de los 4 millones gastados en Extremadura. Al duque de
Medina de las Torres, el yerno de Olivares le quitó el virreinato de Nápoles. Pero su
determinación no tardó en flaquear. Necesitaba consejeros y ministros, los hubo entre la
aristocracia pero no uno solo como antes. Se puede nombrar a Luis de Haro, sobrino de
Olivares, hombre discreto y simpático al que nadie pedía cuentas porque no veían en él
una amenaza. Tenía 45 años y amigo del rey desde la infancia que aceptaba sus decisiones
y consejos, se repartía el trabajo con el rey y éste le llamaba su primer ministro y siguió
siéndolo hasta su muerte en 1661 pero no fue un valido, el rey escuchaba a mucha gente.
Aunque hay que decir que a los cuatro años de ser ministro ya tenía tantos cargos como su
tío.
España iba hacía la derrota. La guerra continuó devorando hombres y dinero. Castilla
continuó soportando la mayor carga y los problemas económicos se resolvían de manera
similar. Haro no vociferaba sino que razonaba pero no pudo evitar tomar medidas
ejecutivas para conseguir dinero.
Los ingresos de los próximos cuatro años ya estaban asignados a los banqueros y no había
posibilidad alguna de garantizar ingresos inmediatos, así que la Corona tuvo que declarar la
segunda bancarrota del reinado, 20 años después de la primera.
El rey gobernó otros 22 años sin Olivares. Esta continuidad supuso un elemento de
estabilidad que permitió recuperar algunas de las pérdidas anteriores aprovechando la
debilidad de Francia. Ni Mazarino en Francia ni Haro tenían la inteligencia de sus
antecesores pero supieron firmar la paz en bien de sus agotados países. Al no hacer las
reformas profundas que necesitaba el país estos tratados de paz fueron más necesarios
que honrosos. Como consecuencia España perdió la hegemonía en nuestro mundo a manos
de Francia. Esto se veía venir cuando disminuyeron las remesas de las Indias. No se podía
mantener un imperio tan dilatado.
En los Países Bajos se perdió Dunkerque, allí había buena organización de recursos.
FIN