La Odisea
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LA ODISEA
Argumento:
Los dioses se encuentran reunidos en asamblea y deciden
liberar a Odiseo de Calipso y hacerlo volver a Itaca. Después de ésta,
Atenea transformada en Mentes, rey de los Tracios, llega al palacio de
Odisea y conversa con su hijo Telémaco, aconsejándole que vaya en
busca de noticias de su padre a Pilos y a Esparta. Atenea desaparece,
entonces Telémaco sospecha que sea una divinidad.
Telémaco cita a los pretendientes de su madre a una asamblea, en
la que éste se queja de ellos y les invita a abandonar el palacio. Los
pretendientes tratan de justificar sus acciones y obligan a Telémaco a
enviar a Penélope (su madre) con su padre Icario.
Después Telémaco pide un barco con remeros para ir a Esparta y a
Telémaco, dirigido por Minerva, Pilos en busca de noticias de su padre.
busca a su padre
Le conduce al palacio de su padre y Odisea le cuente todo lo que ha pasado desde que salió de Ogigia
hasta que llegó allí. Pasa la noche en el palacio y al día sigiente Alcinoo reúne a los reacios, y se equipa un
barco para que conduzca a Odisea a su tierra.
Después de un banquete. Odisea les narra muchas de las aventuras y quién es en realidad, empezando por
su llegada a la isla de los cíclopes donde habitaba Polifermo y de cómo se comió a sus compañeros, y la astuta
manera que tuvo para cegar al cíclope y lograr escapar de su cueva y de su isla.
Desde allí, Odisea parte a la isla de Eolia regida por Eolo, quien le da vientos metidos en un odre, y este
odre es abierto por sus compañeros mientras él dormía, creyendo que estaba lleno de oro, dejando escapar los
vientos que les llevan de vuelta a Eolia, y esta vez Eolo se niega a recibirlos.
Se alejan de ella y llegan a Lestrigonia y son atacados por los
lestrigones. Odisea divide a los hombres en dos grupos para que se vaya
a investigar la isla. El grupo que estaba regido por Euríloco le toca ir a
investigar, mientras que el suyo se queda y el de Euríloco es convertido
en cerdos por Circe, todos menos Euríloco. Odisea se entera y va a
buscarlos. Recibe de parte de Hermes una planta para curarlos. Se
marchan de allí y van donde les ha ordenado Circe, a los infiernos.
Odisea cuenta a los reacios el viaje a los infiernos y los consejos que le
dio Tiresias para que pudiesen salvarse, la gente que allí vio…
También les cuenta como escapó de los cantos de las sirenas, de
Caribdis y de Escila. Relata como el Sol les castigó haciendo naufragar el
barco, muriendo todos menos Odisea, y de cómo agarrado a un mástil
llegó a la Isla de Calipso. Amigos de Ulises son convertidos
en cerdos.
En el segundo libro de la Iliada cataloga el poeta las huestes contendientes, en el caso de los griegos por los
nombres de sus jefes principales y por el número de navíos que cada uno de ellos llevaba. “A la muchedumbre no
podría enumerarla ni nombrarla, aunque tuviera diez lenguas y diez bocas”. La lista comprende 1 186 navíos, lo cual
significa un mínimo de unos 60 000 hombres, cifra tan digna de crédito como los 400 000 sarracenos de La Canción
de Rolando. El mundo de Odiseo era pequeño en lo que a número de gentes se refiere. No hay estadísticas ni modo
alguno de hacer buenas conjeturas; pero los poblados en ruinas de los arqueólogos de unas dos hectáreas de
superficie, juntamente a lo que se sabe de los siglos posteriores, no dejan duda alguna de que las poblaciones de las
comunidades individuales no pasaban de cuatro cifras, con frecuencia hasta de tres, y de que los números que hay
en los poemas, sean navíos o de rebaños, de esclavos o de nobles, no tienen realidad e invariablemente son
inexactos que otros permanecieron en sus hogares. Entre estos últimos estaba Mentor, a cuya mirada vigilante
confió Odiseo a su joven esposa, Penélope, que vino desde otras tierras, y a su hijo único, el recién nacido
Telémaco, cuando él mismo partió. Por espacio de veinte años hubo un extraño hiato en la dirección política de
Itaca. El padre de Odiseo, Alertes, no vuelve a ocupar el trono a pesar de que todavía vive. Penélope no podía
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gobernar, por ser mujer. Mentor no era guardián en ningún sentido legal; era simplemente una figura
bienintencionada e ineficaz, y no ocupó el cargo de regente.
Por espacio de diez años prevaleció una situación análoga en todo el mundo griego, mientras que los reyes, con
pocas excepciones, estaban en la guerra. Con la destrucción de Troyay el grandioso regreso de los héroes a la
patria, la vida recobró su marcha normal. Los reyes muertos fueron reemplazados; algunos que volvieron, como
Agamenón, cayeron en manos de usurpadores y asesinos; y los demás volvieron a sus sedes de poder y a sus tareas.
Más para Odiseo, el destino fue diferente. Habiendo ofendido al dios Poseidón, tuvo que vagar por otros diez años
antes de ser rescatado, en gran parte por invención de Atenea, y de poder volver a Itaca. Fue esta segunda década
la que dejó perplejo a su pueblo. Nadie en toda la Hélade sabía qué había acaecido a Odiseo, sea que hubiese
muerto en su viaje de regreso desde Troya, sea que estuviera vivo en algún lugar del mundo exterior. Esta
incertidumbre estableció la base del segundo tema del poema, la historia de los pretendientes.
Nuevamente hay una dificultad con los números. No menos de 108 nobles, 56 de Itaca y de otras islas
gobernadas por Odiseo, y 52 de un reino de la vecina tierra continental, dice el poeta, estuvieron haciendo la corte
a Penélope. Ella se veía forzada a elegir entre ellos al sucesor de Odiseo. No fue aquello un galanteo común, ni al
estilo antiguo ni al moderno. Excepto que continuaban durmiendo en sus propias casas, los pretendientes habían
tomado plena posesión de la morada del ausente Odiseo y estaban siempre comiendo y bebiendo a costa de sus
vastos almacenes; “ni juntando veinte hombres la [hacienda] suya pudieran igualar”, según decía el porquero Eumeo.
Durante los tres años se defendió Penélope mediante tácticas dilatorias, mas su poder de resistencia fue
disminuyendo. El incesante poder de resistencia fue disminuyendo. El incesante alboroto en la mansión, la
certidumbre creciente de que Odiseo no regresaría jamás, y la abierta amenaza de los pretendientes, hecha
públicamente a Telémaco, de que sus “bienes y riquezas serían devorados”, iban produciendo su efecto. Justamente
cuando Odiseo volvía disfrazado de mendigo vagabundo. Empleando toda su habilidad y su valor, así como unpoco de
magia, consiguió matar a los pretendientes y, mediante la intervención final de Atenea, restableció su posición
como jefe de su casa y como rey de Itaca.
En el extranjero, la vida de Odiseo fue una larga serie de luchas con brujas, gigantes y ninfas, pero no hay
nada de esto en la historia de Itaca. En la isla nos hallamos solamente frente a la sociedad humana (incluyendo a
Atenea omnipresente, desde luego; pero en cierto sentido los dioses griegos siempre formaban parte de la
sociedad humana, actuando a través de sueños, profecías, oráculos y otro signos). Lo mismo ocurre en la Iliada.
Para la historia de los pocos días que pasan entre el insulto de Agamenón y la muerte de Héctor a manos de Aquiles,
al igual que para la trama principal del tema de Itaca, la nobleza aporta todos los caracteres. La Odisea presenta
otras gentes de la isla; pero en gran medida sólo como accesorios de la escena o como tipos sociales: Eumeo el
porquero, la vieja nodriza Euricleia, Femio el bardo, los anónimos “cortadores de carne” no nombrados, los marinos
y doncellas y diversos dependientes. La intención del poeta es clara: tanto en el campo de batalla como en la lucha
por el poder, que es el tema de Itaca, solamente los aristócratas desempeñan un papel.
Una profunda separación horizontal marcaba el mundo de los poemas homéricos. Encima de la línea estaban los
aristoi, literalmente “la mejor gente” los nobles hereditarios que poseían la mayor parte de la riqueza y todo el
poder, en la paz como en la guerra. Debajo estaban todos los demás, para los cuales no había palabra técnica
colectiva: eran la multitud. El abismo entre los dos raramente era salvado, excepto por las inevitables incidentes
de guerras e incursiones. La economía funcionaba de tal suerte que la creación de nuevas fortunas, y por tanto de
nuevos nobles, era completamente imposible. El matrimonio estaba estrictamente limitado por la clase, de manera
que la otra puerta que da paso al avance social estaba asimismo firmemente cerrada.
IX
balidos de las ovejas y de las cabras. Cuando al sol sobrevino la oscuridad, nos acostamos en la orilla del mar. Más
así que se descubrió la hija de la mañana, la aurora de rosáceos dedos los llame a junta y les dije estas razones:
ODISEO: Quedaos, aquí!, mis fieles amigos, y yo con mi nave y mis compañeros iré allá y procuraré averiguar
que hombres son aquéllos; si son valientes, violentos, salvajes e incultos, u hospitalarios; y temerosos de las
deidades.
Cuando así hube hablado, subí a la nave y ordené a los compañeros que me siguieran y desataran las amarras,
ellos se embarcaron al instante y, sentándose por orden en los bancos, comenzaron a batir con los remos el
espumoso mar. Y tan luego como llegamos a dicha tierra, que estaba próxima, vimos en uno de los extremos y casi
tocando al mar una excelsa gruta, a la cual deban sombra algunos laureles: en ella reposaban muchos atos de ovejas
y de cabras, y en contorno había una alta cerca labrada con piedras profundamente hundida, grandes pinos y
encima de elevada copa. Allí moraba un varón gigantesco, solitario, que entendía en apacentar rebaños, lejos de los
demás hombres, sin tratarse con nadie; y apartado de todos, ocupaba su ánimo en cosas inútiles. Era un monstruo
horrible, y no se asemejaba a los hombres que viven de pan, sino a una selvosa cima que entre altos mantos se
presentase aislada de las demás cumbres.
Entonces ordene a mis fieles compañeros que se quedasen a guardar la nave; escogí los doce mejores y juntos
echamos a andar, con un pellejo de cabra lleno de negro y dulce vino que me había dado Marón.
Pronto llegamos a la gruta; mas no dimos con él, porque estaba apacentando pingües ovejas. Entramos y nos
pusimos a contemplar con admiración una por una todas las cosas: Había zarzos cargados de quesos, los establos
rebosaban de carneros y cabritos, hallándose encerrados separadamente los mayores, medianos y los recentales, y
goteaba el suero de todas las vasijas, tarros y barreños, de que se servía para ordeñar. Los compañeros empezaron
a suplicarme que nos apoderásemos de quesos y nos fuéramos; y que luego sacando de los establos supuestamente
los cabritos y corderos y conduciéndolos a la velera nave surcáramos de nuevo el salobre mar, más yo no me dejé
persuadir (mucho mejor hubiera sido seguir su consejo), con el propósito de ver a aquél y probar si me ofrecería
los dones de la hospitalidad, pero su venida no había de serles grata a mis compañeros.
Encendimos fuego, ofrecimos un sacrificio a los dioses, tomamos algunos quesos, comimos y le aguardamos
sentados en la gruta hasta que volvió con el ganado, traía una gran carga de leña seca para preparar su comida y
descargó dentro de la cueva con tal estruendo que nosotros llenos de temor nos refugiamos apresuradamente en el
hondo de la mina. Luego metió en el espacioso antro todas las pingües ovejas que tenía que ordeñar, dejando en la
puerta, dentro del recinto de altas paredes los carneros y los bucos. Después cerró la puerta con un pedregón
grande y pesado que llevó a pulso y que no hubiese podido mover del suelo veintidós sólidos carros de cuatro
ruedas. ¡Tan inmenso era el peñasco que colocó en la entrada! Sentase enseguida, ordeñó las ovejas y las baladoras
cabras, todo como debe hacerse, y a cada una le puso su hijito a la hora, haciendo cuajar la blanca leche la
amontonó en canastillos de mimbre y vertió la restante en unos vasos para bebérselas y así le serviría de cena.
Acabada con prontitud tales faenas, encendió fuego, al vernos nos hizo estas preguntas:
POLIFERMO: ¡Oh forasteros! ¿quiénes sois? ¿de donde llegasteis navegando por húmedos caminos? ¿Venis
por algún negocio o aventura como los piratas que divagan, exponiendo su vida y produciendo daño a los hombres de
extrañas tierras?
ODISEO: Somos aqueos a quienes extraviaron al salir de Troya, vientos de toda clase que nos llevan por el
gran abismo del mar. Deseosos de volver a nuestra patria llegamos aquí por otra ruta, por otros caminos porque de
tal suerte debió ordenarlo Zeus, cuya gloria es inmensa, debajo del cielo, y venimos a abrazar tus rodillas por si
quisieras presentarnos los dones de la hospitalidad o hacernos otro regalo como es costumbre entre los huéspedes.
Respeta, pues, a los dioses, varón excelente; que nosotros somos ahora tus suplicantes. Y a suplicantes y
forasteros los venga Zeus hospitalario el cual acompaña a los venerados huéspedes. Así le hablé y respondióme
enseguida con ánimo cruel:
POLIFERMO: ¡Oh forastero! Eres un simple o vienes de lejanas tierras cuando me exhortas temer a los
dioses y guardarme de su cólera que los cíclopes no se cuidan de Zeus que lleva la égida ni de los bienaventurados
númenes porque aún les ganan en ser poderosos; y yo no te perdonaría ni a ti a tus compañeros por temor a la
enemistad de Zeus, si mi ánimo me lo ordenase. Pero dime en qué sitio, al venir dejaste la bien construida
embarcación: si fue por ventura, en lo más apartado de la playa o par un paraje cercano, a fin de que yo lo sepa.
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Así dijo para tentarme, pero su intención no me pasó inadvertida a mí, que sé tanto, y de nuevo le hablé con
engañosas palabras.
ODISEO: Poseidón, que sacude la tierra, rompió mi nave llevándosela a un promontorio y estrellándola contra
las rocas en los confines de vuestra tierra, el viento que soplaba de frente se la llevó y pude salvarme, junto con
éstos, de una muerte terrible.
Así le dije. El cíclope con ánimo cruel no me dio respuesta, pero levantándose de súbito, echó mano a los
compañeros, agarró a dos y cual si fueran, cachorrillos los arrojó con tamaña violencia que el encéfalo afluyó al
suelo y mojó el piso. De contado despedazó los miembros, se aparejó una cena y se puso a comer como montaraz
león, no dejando ni los intestinos ni la carne ni los medulosos huesos. Nosotros contemplábamos aquel horrible
espectáculo con lágrimas en los ojos, alzando las manos a Zeus; pues la desesperación se había enseñoreado de
nuestro ánimo. El cíclope tan luego como hubo llenado su vientre devorando carne humana y bebiendo encima leche
sola, se acostó en la gruta tendiéndose en medio de las ovejas.
Entonces formé en mi magnánimo corazón el propósito de acercarme a él y sacando la aguda espada que
colgaba de mi muslo, herir el pecho donde las entrañas rodean el hígado palpado previamente; más otra
consideración me contuvo. Habríamos en efecto parecido allí de espantosa muerte, a causa de no poder apartar con
nuestras manos el grave pedregón que el cíclope colocó en la alta entrada. Y así dando suspiros aguardamos a que
apareciera la divina aurora.
Polifermo
¡Que mala
puntería que
tienes!
TAREA
TAREA DOMICILIARIA
DOMICILIARIA
I. Contesta:
1. ¿Quién es Odiseo?
II. Completa:
III. Relacionar:
9. La Iliada ( ) La Odisea
V F
14. La Iliada pertence a la especie ODA ( ) ( )
Odiseo A T W I Z E P O L E N E P
Calipso O E K H O G H F O U A T O
Minerva M L S T D W E E A M U Q S
Polifemo E E J X Z D S V C Z S C E
Penélope F M R N T I R U R B I X I
I A P Z D E U J S K C S D
Telémaco
L C Q O N F L T N Y A E O
Poseidón
O O M T U W I X A W A G N
Nausicaa
P W M B L Ñ O S P I L A C